Mensajería y otras muchas funciones [Desafío]
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Mensajería y otras muchas funciones [Desafío]
Adie, cibernético mensajero y muchas otras funcionas, buscaba por los bosques de Sandorai un poblado que según sus datos estaba cerca. Para ser exactos, y Adie podía ser muy exacto: estaba a una hora a paso humano, cuarenta minutos a paso mecánico y veintiocho minutos con treintaiséis segundos si se daba prisa. Había leído en la carta el nombre del destinatario a quien tenía que acudir. No era uno de los nombres importantes que tenía en su base de datos. Podía permitirse el lujo de tardar cuarenta minutos en vez de los veintiocho minutos con treintaiséis segundos que tardaría corriendo. Así era mejor, podía ver el bosque de los elfos, el cual había estado muy pocas veces. Los elfos no solían confiar en Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, para que entregase sus cartas. Siempre que, con una amplia sonrisa de oreja a oreja, ofrecía sus servicios a un elfo, este se la negaba y Adie lo comprendía. Los elfos amaban las plantas, los árboles y los animales; compresible que tuvieran miedo de un cibernético mensajero y muchas otras funciones.
Fuera como fuere, Adie aprovechaba cada vez que visitaba Sandorai para saborear, literalmente, lo maravilloso que era el bosque. Cogió una pequeña ramita de un pino y se la comió con un par de mordiscos metálicos. Luego vino el turno de una roca que tenía recubierta una de sus caras por una húmeda capa de moho, para ésta necesito por los menos trece mordiscos. Y, finalmente, se comió con cuatro mordiscos una hez de venado que cogió del suelo. Sin duda, la naturaleza sabía mejor que el metal.
No fue hasta que se topó con un curioso sauce que Adie dejó de comer cada cosa que se encontraba por el suelo. El árbol tenía un agujero en su soca tan grande que cabría una familia entera de ardillas. ¿A qué sabrían las ardillas? Le pareció un acto de barbarie y no quiso comprobarlo. No obstante, sí tuvo especial curiosidad por ver qué había dentro de ese agujero.
Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, se irguió al completo. Medía tres metros con dieciséis centímetros; los humanos decían que era muy alto hasta para considerarse cibernético; para él era normal y ser tan alto. Y útil, podía utilizar su buena altura para llegar a lugares dónde los demás no podían llegar, por ejemplo, ese agujero en el sauce. Adie se asomó en agujero y búho salió dándole tan suelto que le hizo caer de culo contra el suelo.
-Señor búho, que sepas que me has hecho daño. No me miré así, aunque me digan que he de entregarle una carta me negaré a hacerlo.- le reprimió al búho con uno de sus de sus enormes dedazos mientras se marchaba volando.
Por suerte para Adie, y desgracia para el búho guardián, el cibernético mensajero y muchas otras funciones vio algo en el interior del agujero que le llamó su atención. Algo que brillaba, para ser más exactos. La curiosidad que tenía se incrementó al 19%, también incrementó el miedo al volverse a asomar al agujero, éste segundo en un 91%.
* Bienhallado/a mensajero/a: Estás en el bosque de los elfos y ves a Adie tumbado en el suelo. Deberás ayudarle a levantarse y, obviamente, deberás buscar una manera de ver lo que hay en el interior del agujero del sauce. Me preguntó qué será…
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Fuera como fuere, Adie aprovechaba cada vez que visitaba Sandorai para saborear, literalmente, lo maravilloso que era el bosque. Cogió una pequeña ramita de un pino y se la comió con un par de mordiscos metálicos. Luego vino el turno de una roca que tenía recubierta una de sus caras por una húmeda capa de moho, para ésta necesito por los menos trece mordiscos. Y, finalmente, se comió con cuatro mordiscos una hez de venado que cogió del suelo. Sin duda, la naturaleza sabía mejor que el metal.
No fue hasta que se topó con un curioso sauce que Adie dejó de comer cada cosa que se encontraba por el suelo. El árbol tenía un agujero en su soca tan grande que cabría una familia entera de ardillas. ¿A qué sabrían las ardillas? Le pareció un acto de barbarie y no quiso comprobarlo. No obstante, sí tuvo especial curiosidad por ver qué había dentro de ese agujero.
Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, se irguió al completo. Medía tres metros con dieciséis centímetros; los humanos decían que era muy alto hasta para considerarse cibernético; para él era normal y ser tan alto. Y útil, podía utilizar su buena altura para llegar a lugares dónde los demás no podían llegar, por ejemplo, ese agujero en el sauce. Adie se asomó en agujero y búho salió dándole tan suelto que le hizo caer de culo contra el suelo.
-Señor búho, que sepas que me has hecho daño. No me miré así, aunque me digan que he de entregarle una carta me negaré a hacerlo.- le reprimió al búho con uno de sus de sus enormes dedazos mientras se marchaba volando.
Por suerte para Adie, y desgracia para el búho guardián, el cibernético mensajero y muchas otras funciones vio algo en el interior del agujero que le llamó su atención. Algo que brillaba, para ser más exactos. La curiosidad que tenía se incrementó al 19%, también incrementó el miedo al volverse a asomar al agujero, éste segundo en un 91%.
- Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones:
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* Bienhallado/a mensajero/a: Estás en el bosque de los elfos y ves a Adie tumbado en el suelo. Deberás ayudarle a levantarse y, obviamente, deberás buscar una manera de ver lo que hay en el interior del agujero del sauce. Me preguntó qué será…
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Sigel
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Re: Mensajería y otras muchas funciones [Desafío]
La elfa tenía el arco al lado y estaba deseando cogerlo y salir corriendo al bosque, donde se sentía tan a gusto. Esa mañana, al salir de una de sus guardias junto a Arzhak había quedado con el hermano de este, Aranarth, para ir a entrenar antes de que el sol se ocultase entre los árboles. Pero ahora mismo se encontraba sentada junto a su hermana Luinil, mirando cómo la pequeña elfa mezclaba varias plantas para crear una poción. Hareth, su madre, estaba guiando a la niña y, a veces, también miraba a su primogénita para que siguiera. –Sabes que son necesarias para los guerreros.
Siempre le decía eso. La alquimia no era uno de sus quehaceres favoritos, Kaeltha prefería estar practicando su puntería entre los árboles, corriendo, saltando… Y no sentada en casa preparando pócimas. Pero su madre siempre alegaba que una buena preparación alquímica podía salvar al más duro de los guerreros. Y no le quitaba la razón a la sacerdotisa, pero Kae no contaba con la paciencia necesaria para esperar a que estuviera preparado el pequeño bote. Sí que cuando iba al bosque recogía plantas útiles, pero el tema de hacer las pociones no lo llevaba tan bien, al contrario que su hermana pequeña. La joven Luinil iba a ser la sucesora de su madre en el clan, sus dotes para la alquimia y la medicina eran inigualables para una elfa tan pequeña y disfrutaba mucho de la preparación de múltiples ungüentos y brebajes.
La pelirroja asintió como muestra de respeto por el trabajo de ambas y siguió mezclando hierbas para hacer una poción nueva. Tenía que machacar unos bulbos violáceos que soltaban un líquido gelatinoso con algo de miel y faelivrin. Esa planta tenía propiedades curativas que usaban los elfos cuando salían a la batalla, para recuperarse de graves heridas, potenciando el mismo don de la raza. Pero Hareth, como sacerdotisa del clan Eytherzair, sabía que sólo esa planta y las manos sanadoras de su pueblo no conseguían hacer regenerar los tejidos tan rápido como a los guerreros les gustaría. Y su hija mayor era una de esas guerreras, de las mejores, y debía defender al clan al igual que sus hermanos de la guardia. Y no quería que a ella le pasase nada. Por eso, potenciando las propiedades de esa planta y su sabor había conseguido una mezcla muy poderosa, que pocos podían optar a probar fuera del poblado Eytherzair.
Era tedioso para Kaeltha, pero sin duda su madre tenía razón, sin eso, muchos de su hermanos habrían muerto. Por suerte para ella, la poción debía reposar durante unas horas y, despidiéndose de su familia, agarró su arco y salió corriendo hacia el bosque, ante la atónita mirada de las dos. Luinil miró a su madre con una sonrisita y se encogió de hombros. –Sabe prepararla, no te preocupes.
Claro que Kae sabía preparar esa poción, su hermana pequeña estaba atenta y, si olvidaba algo de las lecciones de su madre, ella se lo recordaba. Así que, aunque su don no era la alquimia, se desenvolvía bien para hacer cosas sencillas.
Sabía que ya llegaba tarde y que tendría que darle una explicación a su amigo, pero no había pensado que pudiese alargarse tanto el tema alquímico, creía que iban a hacer pociones más sencillas.
Saliendo del poblado recorrió en carrera una larga distancia entre los árboles con intenciones de ir al claro donde ambos elfos solían entrenar. Pero, para su sorpresa notó algo en el bosque, en los animales… No sabía bien qué, pero algo que no sentía las otras veces. Alguien había entrado en Sandorai y la naturaleza lo gritaba. Y… ¡No se equivocaba!
El fuerte aleteo fue seguido de un golpe más fuerte aún, de tono metálico. ¿Aquí, en Sandorai? Se desvió un poco de su camino y entonces lo vio, al lado de uno de los frondosos árboles del bosque estaba caído un robot de forma antropomórfica. –Ah… ¿Hola? –No sabía si entendería el élfico así que decidió hablar en común. –¿Qué haces aquí, en nuestros bosques? ¿Eres uno de los mensajeros? –Al verlo tirado se acercó con precaución un par de pasos más y le tendió la mano. Sentía mucha más curiosidad que miedo, y es que había escuchado historias de esos robots que eran los encargados de llevar mensajes a todas partes. Aunque ella no había visto nunca uno, pero conocía su función. En el clan les parecía que los humanos habían tenido el ingenio de crear a esos seres, precisamente para no tener que trabajar ellos, y les consideraban unos perezosos que querían no tener que esforzarse. Y las máquinas tampoco les parecían bellas. Simplemente una forma de involucionar más al no poder desarrollar otras habilidades. Estos humanos…
–¿Necesitas ayuda? –Preguntó la elfa. No tanto como amabilidad, sino porque el robot estaba muy cerca del poblado y no se fiaba mucho de alguien extraño en Eytherzair.
Con la mano extendida para ayudar al extranjero a incorporarse se fijó que en el agujero del árbol que estaba frente al androide había algo brillante. Enarcó una ceja y achicó un poco los ojos, tratando de ver qué es lo que había ahí.
Siempre le decía eso. La alquimia no era uno de sus quehaceres favoritos, Kaeltha prefería estar practicando su puntería entre los árboles, corriendo, saltando… Y no sentada en casa preparando pócimas. Pero su madre siempre alegaba que una buena preparación alquímica podía salvar al más duro de los guerreros. Y no le quitaba la razón a la sacerdotisa, pero Kae no contaba con la paciencia necesaria para esperar a que estuviera preparado el pequeño bote. Sí que cuando iba al bosque recogía plantas útiles, pero el tema de hacer las pociones no lo llevaba tan bien, al contrario que su hermana pequeña. La joven Luinil iba a ser la sucesora de su madre en el clan, sus dotes para la alquimia y la medicina eran inigualables para una elfa tan pequeña y disfrutaba mucho de la preparación de múltiples ungüentos y brebajes.
La pelirroja asintió como muestra de respeto por el trabajo de ambas y siguió mezclando hierbas para hacer una poción nueva. Tenía que machacar unos bulbos violáceos que soltaban un líquido gelatinoso con algo de miel y faelivrin. Esa planta tenía propiedades curativas que usaban los elfos cuando salían a la batalla, para recuperarse de graves heridas, potenciando el mismo don de la raza. Pero Hareth, como sacerdotisa del clan Eytherzair, sabía que sólo esa planta y las manos sanadoras de su pueblo no conseguían hacer regenerar los tejidos tan rápido como a los guerreros les gustaría. Y su hija mayor era una de esas guerreras, de las mejores, y debía defender al clan al igual que sus hermanos de la guardia. Y no quería que a ella le pasase nada. Por eso, potenciando las propiedades de esa planta y su sabor había conseguido una mezcla muy poderosa, que pocos podían optar a probar fuera del poblado Eytherzair.
Era tedioso para Kaeltha, pero sin duda su madre tenía razón, sin eso, muchos de su hermanos habrían muerto. Por suerte para ella, la poción debía reposar durante unas horas y, despidiéndose de su familia, agarró su arco y salió corriendo hacia el bosque, ante la atónita mirada de las dos. Luinil miró a su madre con una sonrisita y se encogió de hombros. –Sabe prepararla, no te preocupes.
Claro que Kae sabía preparar esa poción, su hermana pequeña estaba atenta y, si olvidaba algo de las lecciones de su madre, ella se lo recordaba. Así que, aunque su don no era la alquimia, se desenvolvía bien para hacer cosas sencillas.
Sabía que ya llegaba tarde y que tendría que darle una explicación a su amigo, pero no había pensado que pudiese alargarse tanto el tema alquímico, creía que iban a hacer pociones más sencillas.
Saliendo del poblado recorrió en carrera una larga distancia entre los árboles con intenciones de ir al claro donde ambos elfos solían entrenar. Pero, para su sorpresa notó algo en el bosque, en los animales… No sabía bien qué, pero algo que no sentía las otras veces. Alguien había entrado en Sandorai y la naturaleza lo gritaba. Y… ¡No se equivocaba!
El fuerte aleteo fue seguido de un golpe más fuerte aún, de tono metálico. ¿Aquí, en Sandorai? Se desvió un poco de su camino y entonces lo vio, al lado de uno de los frondosos árboles del bosque estaba caído un robot de forma antropomórfica. –Ah… ¿Hola? –No sabía si entendería el élfico así que decidió hablar en común. –¿Qué haces aquí, en nuestros bosques? ¿Eres uno de los mensajeros? –Al verlo tirado se acercó con precaución un par de pasos más y le tendió la mano. Sentía mucha más curiosidad que miedo, y es que había escuchado historias de esos robots que eran los encargados de llevar mensajes a todas partes. Aunque ella no había visto nunca uno, pero conocía su función. En el clan les parecía que los humanos habían tenido el ingenio de crear a esos seres, precisamente para no tener que trabajar ellos, y les consideraban unos perezosos que querían no tener que esforzarse. Y las máquinas tampoco les parecían bellas. Simplemente una forma de involucionar más al no poder desarrollar otras habilidades. Estos humanos…
–¿Necesitas ayuda? –Preguntó la elfa. No tanto como amabilidad, sino porque el robot estaba muy cerca del poblado y no se fiaba mucho de alguien extraño en Eytherzair.
Con la mano extendida para ayudar al extranjero a incorporarse se fijó que en el agujero del árbol que estaba frente al androide había algo brillante. Enarcó una ceja y achicó un poco los ojos, tratando de ver qué es lo que había ahí.
Helyare
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Re: Mensajería y otras muchas funciones [Desafío]
-Soy Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones.- acompañó sus palabras con una elegante reverencia digna de un rey- Creo que no tengo ninguna carta para usted. Conozco las caras de las personas a las que tengo que entregar una carta y a ti no te conozco. ¿Puedo leerle el horóscopo si quiere señora elfa? Anoche las estrellas brillaban con gran intensidad, dijeron muchas cosas y no todas buenas. Gloria por una parte, tristeza por la otra y en medio de las partes mucha magia. Sé mucho de magia, la señora Meitner fue la que me enseñó a leer los horóscopos-.
Hacía mucho que nadie tomaba un par de minutos de su tiempo para conversar con Adie. El cibernético mensajero y muchas otras funciones tenía mucho que decir, la mitad de sus muchas funciones estaban relacionadas con la facilidad de habla. Ahora que por fin una alguien se había tomado parte de su tiempo para estar con él y, además, preguntarle si necesitaba ayuda con una sonrisa sincera; Adie estaba dispuesto a cumplir todas sus funciones; principalmente las que hacía mucho tiempo que no podía realizar.
-¡Sí, mi señora elfa!- sus ojos de cristal centellaron de alegría al escuchar la petición de la señora elfa- necesito ayuda, ayuda de la buena. –señaló hacía el lugar donde se fue el señor búho- vigile que no regrese el señor búho se lo ruego-.
Dicho esto, alargó su larguísimo brazo hacia el agujero del sauce manteniendo su cabeza alejada por si salía otro señor búho con intenciones asesinas como el anterior. Pero, no salió nada, ¿eso era lo que los humanos llamaban suerte? Era una buena pregunta para Adie, pero pronto se olvidó de ella; del árbol había cogido una pregunta más grande: ¿Era eso lo que los humanos llamaban ironía? El cibernético mensajero y otras muchas funciones encontró, por pura casualidad, en un agujero de un sauce una carta. El papel de la carta era de color gris, y también amarillo; era porque era un papel viejo. ¿Cuántos años había pasado la carta ahí dentro? La tercera buena pregunta del día, pero la segunda pregunta era mejor. Adie abrió la carta. En su interior había un anillo con una gema de Lopsidiana brillante en el centro. ¡Eso era lo que brillaba!
Adie, cibernético mensajero y otras muchas funciones, leyó la carta en voz alta con su mejor voz de poeta (saber recitar versos era una de sus muchas funciones):
Si los cibernéticos pudieran estar tristes y llorar, Adie hubiera estado triste y hubiera llorado justo al terminar de leer la carta. Sin embargo, no lo estuvo. Cuando terminó de leer el poema. Cerró el sobre, cogió el anillo y se lo enseñó a la señora elfa con una sonrisa.
-Mis muchas funciones no son suficientes para saber qué hacer ahora. A juzgar por el deterioro de la carta, lleva en ese árbol más de veinte años. Mis funciones son capaces de hallar la fecha exacta:- hubo unos segundos de silencio en los que el cibernético realizaba unos cálculos mentales- veinticuatro años, ocho meses y cinco días. Mucho tiempo para amar. Soy mensajero, debo entregar las cartas pero creo que está ya ha caducado. ¿Qué es lo que cree la señora? Obedeceré según me diga.- Con una segunda reverencia, dejó el anillo en las palmas de las manos de la señora elfa y añadió.- [/color] Entre mis funciones está la de servir las órdenes de todo el mundo-.
* Helyare: Esté será tu último turno en este desafío. Debes elegir si considerar que la carta ha caducado y quedarte con el anillo o convencer a Adie de que hay que buscar a quien y escribió esa casa y saber qué fue de él y su amada. No es necesario decir que, las dos opciones tienen consecuencias tanto negativas como positivas y se solucionaran en una misión posterior. A lo que se refiere a este desafío, termina con la elección que tomes en el siguiente turno.
Hacía mucho que nadie tomaba un par de minutos de su tiempo para conversar con Adie. El cibernético mensajero y muchas otras funciones tenía mucho que decir, la mitad de sus muchas funciones estaban relacionadas con la facilidad de habla. Ahora que por fin una alguien se había tomado parte de su tiempo para estar con él y, además, preguntarle si necesitaba ayuda con una sonrisa sincera; Adie estaba dispuesto a cumplir todas sus funciones; principalmente las que hacía mucho tiempo que no podía realizar.
-¡Sí, mi señora elfa!- sus ojos de cristal centellaron de alegría al escuchar la petición de la señora elfa- necesito ayuda, ayuda de la buena. –señaló hacía el lugar donde se fue el señor búho- vigile que no regrese el señor búho se lo ruego-.
Dicho esto, alargó su larguísimo brazo hacia el agujero del sauce manteniendo su cabeza alejada por si salía otro señor búho con intenciones asesinas como el anterior. Pero, no salió nada, ¿eso era lo que los humanos llamaban suerte? Era una buena pregunta para Adie, pero pronto se olvidó de ella; del árbol había cogido una pregunta más grande: ¿Era eso lo que los humanos llamaban ironía? El cibernético mensajero y otras muchas funciones encontró, por pura casualidad, en un agujero de un sauce una carta. El papel de la carta era de color gris, y también amarillo; era porque era un papel viejo. ¿Cuántos años había pasado la carta ahí dentro? La tercera buena pregunta del día, pero la segunda pregunta era mejor. Adie abrió la carta. En su interior había un anillo con una gema de Lopsidiana brillante en el centro. ¡Eso era lo que brillaba!
Adie, cibernético mensajero y otras muchas funciones, leyó la carta en voz alta con su mejor voz de poeta (saber recitar versos era una de sus muchas funciones):
-Puedo escribir los versos más tristes está noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.-
Escribir, por ejemplo: «La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.-
Si los cibernéticos pudieran estar tristes y llorar, Adie hubiera estado triste y hubiera llorado justo al terminar de leer la carta. Sin embargo, no lo estuvo. Cuando terminó de leer el poema. Cerró el sobre, cogió el anillo y se lo enseñó a la señora elfa con una sonrisa.
-Mis muchas funciones no son suficientes para saber qué hacer ahora. A juzgar por el deterioro de la carta, lleva en ese árbol más de veinte años. Mis funciones son capaces de hallar la fecha exacta:- hubo unos segundos de silencio en los que el cibernético realizaba unos cálculos mentales- veinticuatro años, ocho meses y cinco días. Mucho tiempo para amar. Soy mensajero, debo entregar las cartas pero creo que está ya ha caducado. ¿Qué es lo que cree la señora? Obedeceré según me diga.- Con una segunda reverencia, dejó el anillo en las palmas de las manos de la señora elfa y añadió.- [/color] Entre mis funciones está la de servir las órdenes de todo el mundo-.
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* Helyare: Esté será tu último turno en este desafío. Debes elegir si considerar que la carta ha caducado y quedarte con el anillo o convencer a Adie de que hay que buscar a quien y escribió esa casa y saber qué fue de él y su amada. No es necesario decir que, las dos opciones tienen consecuencias tanto negativas como positivas y se solucionaran en una misión posterior. A lo que se refiere a este desafío, termina con la elección que tomes en el siguiente turno.
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Re: Mensajería y otras muchas funciones [Desafío]
La elfa miró fijamente al ser metálico mientras este no paraba de hablar sobre cartas y horóscopos, aunque en ese punto de la conversación desvió la vista hacia su brazo izquierdo, donde tenía los colores de su clan a modo de brazalete, y luego volvió a dirigir la mirada hacia el androide, con algo de altanería reflejada. –Por supuesto que ya tengo gloria. –Comentó con una ceja ligeramente enarcada y bastante soberbia característica de su clan. –Y no tengo nada por lo que estar triste, quien haya programado tu lectura de las estrellas debe estar equivocado.
A Kae no le podía mirar la mala suerte, lo tenía todo, se había ganado la aprobación de sus dioses, estaba prometida y pronto podría lucir el traje dorado en la ceremonia, era líder de la Guardia… No podía desear nada más ya que era bendecida por sus deidades. Ese cacharro estaría mal programado, fue lo que pensó. Pero se dejó de cavilaciones y fue a ayudarlo.
Según contaba había tenido un problema con un búho y eso le sacó una sonrisa divertida a la elfa. –Tranquilo, los búhos no hacen nada. –Le dijo mientras ayudaba a Adie a tenerse en pie. No era muy afín a otras razas pero estos mensajeros solían ser útiles para su clan según le había comentado Arzhak, así que no tenía muchos problemas con ellos, técnicamente no eran una raza deleznable como los brujos, por ejemplo.
Parecía bastante inofensivo y bastante educado, él sí sabía cómo debía tratar con elfos: con el respeto que debía merecerse el ser la raza más desarrollada.
El cibernético cogió la carta, la cual contenía un anillo, y comenzó a leerla recitando muy bien los versos. La elfa escuchó atenta inclinándose a veces para leer con él, mentalmente, los versos que veía.
Su imaginación volaba escuchando la voz de Adie leer. Pensaba en una historia que le contaron cuando era más joven, que trataba de un elfo que esperaba a su amada todos los días en la cima de una colina que daba a un lago y, bajo la luz de Isil miraba su reflejo en el agua pero se sentía solo porque su amada no estaba con él, y su amor era tan grande que lloraba al no poder reunirse con ella, hasta que la pena fue tan grande que el elfo murió.
Y esa carta también le parecía que hablaba de muerte. Cuando Adie terminó de leer a la pelirroja le hicieron falta unos segundos para asumir todo lo que había escuchado a modo de versos. No era la amada quien parecía haber muerto, más bien que el amor se había acabado. Pero… Lo que el poeta escribía sí le parecía que tenía un final trágico.
No lloró; tenía un ligero malestar general porque, aparte de la historia, también sus pensamientos se fueron hacia el elfo rubio y pensar en el dolor que podía significar perder a alguien a quien quería tanto la dejó un poco tocada. Pero rápidamente volvió a centrar su atención en el androide. –Es… Muy bonito. –Sonrió levemente mirando el anillo que había dejado en su mano. –He visto estas piedras antes. ¿Qué podemos hacer? Si dices que han pasado más de 24 años desde que se escribió… –Se llevó una de las manos a la barbilla mientras miraba fijamente el anillo.
Veinticuatro años… Eso no era mucho para la vida de un elfo pero aun así era un periodo de tiempo bastante largo para una espera. Y… La carta no le daba muchas esperanzas a la elfa. –¿Sabes que pienso? –Alzó la vista un poco. –Que no deberíamos hacer nada. –Miró el agujero en el sauce y luego al biocibernético para explicarle su modo de ver lo que escribía en la carta. –No podemos entregar esta carga, Adie. No sólo ha caducado… Es el último poema escrito por esta persona: es una nota de suicidio. “Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo”. –Repitió los dos últimos versos de la carta. –¿A quién se la entregaríamos? El alma del amante estará desde hace más de veinte años bajo el resguardo de los dioses. Creo que no pudo soportar el dolor. Y ella… –Suspiró sintiéndose un poco triste por el poeta, mirando el anillo. –Ella es feliz con otra persona. Dice en la carta que ahora es de otro. No podemos entregarla. Yo me la llevo a casa y allí la tiraré. Ya no tienen sentido estas letras. –Le arrebató la carta al androide y metió el anillo dentro.
–Ah… No sé bien qué te traía por nuestros bosques antes de encontrarte con una de nuestras criaturas pero, continúa con tu misión. –Le indicó al robot mientras guardaba la carta en su morral. Tomó de nuevo el arco y se dispuso a seguir su camino. –Si algún día recibo una carta espero que me la entregues tú, pareces muy profesional… –“Para ser un invento humano”, quiso continuar, pero eso no lo dijo.
Se había llevado la carta porque no quería dejar objetos que pudiesen alterar la naturaleza ahí tirados y también porque quería enseñársela a su amigo. Le parecía bonito lo que había escrito y seguramente él también haría referencia a la historia que Kaeltha tenía en mente cuando el cibernético estaba leyendo.
Después de despedirse de Adie comenzó a correr por entre los bosques pero, por desgracia, se había entretenido tanto que el rubio ya no estaba. ¡Otra vez le tocaría disculparse por llegar tarde! Como siempre, la elfa no solía ser nada puntual por sus múltiples responsabilidades y casi siempre estaba disculpándose por eso. Hizo una mueca y se sentó en la piedra que coronaba el claro donde solían entrenar. Ahí, y sabiendo que estaba sola, volvió a abrir la carta y dejó caer el anillo sobre su mano. De nuevo, leyó los versos, pero esta vez para sí misma, y la sensación volvió a ser la misma. Ese malestar general que el poeta transmitía por haber perdido a su amada.
Tomó el anillo y se lo puso en el cuarto dedo, estirando la mano para ver qué tal le quedaba. Nadie lo iba a reclamar pasado tanto tiempo y ella contaba con joyas de ese tipo, porque lo usase en alguna ocasión especial no iba a pasar nada. Estaba mejor con ella que tirado en el bosque.
Se guardó la carta, de nuevo, y salió corriendo en dirección a su poblado.
Off: Por favor, Neruda, soy fan *3*
A Kae no le podía mirar la mala suerte, lo tenía todo, se había ganado la aprobación de sus dioses, estaba prometida y pronto podría lucir el traje dorado en la ceremonia, era líder de la Guardia… No podía desear nada más ya que era bendecida por sus deidades. Ese cacharro estaría mal programado, fue lo que pensó. Pero se dejó de cavilaciones y fue a ayudarlo.
Según contaba había tenido un problema con un búho y eso le sacó una sonrisa divertida a la elfa. –Tranquilo, los búhos no hacen nada. –Le dijo mientras ayudaba a Adie a tenerse en pie. No era muy afín a otras razas pero estos mensajeros solían ser útiles para su clan según le había comentado Arzhak, así que no tenía muchos problemas con ellos, técnicamente no eran una raza deleznable como los brujos, por ejemplo.
Parecía bastante inofensivo y bastante educado, él sí sabía cómo debía tratar con elfos: con el respeto que debía merecerse el ser la raza más desarrollada.
El cibernético cogió la carta, la cual contenía un anillo, y comenzó a leerla recitando muy bien los versos. La elfa escuchó atenta inclinándose a veces para leer con él, mentalmente, los versos que veía.
Su imaginación volaba escuchando la voz de Adie leer. Pensaba en una historia que le contaron cuando era más joven, que trataba de un elfo que esperaba a su amada todos los días en la cima de una colina que daba a un lago y, bajo la luz de Isil miraba su reflejo en el agua pero se sentía solo porque su amada no estaba con él, y su amor era tan grande que lloraba al no poder reunirse con ella, hasta que la pena fue tan grande que el elfo murió.
Y esa carta también le parecía que hablaba de muerte. Cuando Adie terminó de leer a la pelirroja le hicieron falta unos segundos para asumir todo lo que había escuchado a modo de versos. No era la amada quien parecía haber muerto, más bien que el amor se había acabado. Pero… Lo que el poeta escribía sí le parecía que tenía un final trágico.
No lloró; tenía un ligero malestar general porque, aparte de la historia, también sus pensamientos se fueron hacia el elfo rubio y pensar en el dolor que podía significar perder a alguien a quien quería tanto la dejó un poco tocada. Pero rápidamente volvió a centrar su atención en el androide. –Es… Muy bonito. –Sonrió levemente mirando el anillo que había dejado en su mano. –He visto estas piedras antes. ¿Qué podemos hacer? Si dices que han pasado más de 24 años desde que se escribió… –Se llevó una de las manos a la barbilla mientras miraba fijamente el anillo.
Veinticuatro años… Eso no era mucho para la vida de un elfo pero aun así era un periodo de tiempo bastante largo para una espera. Y… La carta no le daba muchas esperanzas a la elfa. –¿Sabes que pienso? –Alzó la vista un poco. –Que no deberíamos hacer nada. –Miró el agujero en el sauce y luego al biocibernético para explicarle su modo de ver lo que escribía en la carta. –No podemos entregar esta carga, Adie. No sólo ha caducado… Es el último poema escrito por esta persona: es una nota de suicidio. “Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo”. –Repitió los dos últimos versos de la carta. –¿A quién se la entregaríamos? El alma del amante estará desde hace más de veinte años bajo el resguardo de los dioses. Creo que no pudo soportar el dolor. Y ella… –Suspiró sintiéndose un poco triste por el poeta, mirando el anillo. –Ella es feliz con otra persona. Dice en la carta que ahora es de otro. No podemos entregarla. Yo me la llevo a casa y allí la tiraré. Ya no tienen sentido estas letras. –Le arrebató la carta al androide y metió el anillo dentro.
–Ah… No sé bien qué te traía por nuestros bosques antes de encontrarte con una de nuestras criaturas pero, continúa con tu misión. –Le indicó al robot mientras guardaba la carta en su morral. Tomó de nuevo el arco y se dispuso a seguir su camino. –Si algún día recibo una carta espero que me la entregues tú, pareces muy profesional… –“Para ser un invento humano”, quiso continuar, pero eso no lo dijo.
Se había llevado la carta porque no quería dejar objetos que pudiesen alterar la naturaleza ahí tirados y también porque quería enseñársela a su amigo. Le parecía bonito lo que había escrito y seguramente él también haría referencia a la historia que Kaeltha tenía en mente cuando el cibernético estaba leyendo.
Después de despedirse de Adie comenzó a correr por entre los bosques pero, por desgracia, se había entretenido tanto que el rubio ya no estaba. ¡Otra vez le tocaría disculparse por llegar tarde! Como siempre, la elfa no solía ser nada puntual por sus múltiples responsabilidades y casi siempre estaba disculpándose por eso. Hizo una mueca y se sentó en la piedra que coronaba el claro donde solían entrenar. Ahí, y sabiendo que estaba sola, volvió a abrir la carta y dejó caer el anillo sobre su mano. De nuevo, leyó los versos, pero esta vez para sí misma, y la sensación volvió a ser la misma. Ese malestar general que el poeta transmitía por haber perdido a su amada.
Tomó el anillo y se lo puso en el cuarto dedo, estirando la mano para ver qué tal le quedaba. Nadie lo iba a reclamar pasado tanto tiempo y ella contaba con joyas de ese tipo, porque lo usase en alguna ocasión especial no iba a pasar nada. Estaba mejor con ella que tirado en el bosque.
Se guardó la carta, de nuevo, y salió corriendo en dirección a su poblado.
Off: Por favor, Neruda, soy fan *3*
Helyare
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Re: Mensajería y otras muchas funciones [Desafío]
Observó a la elfa durante unos cortos segundos con la cabeza ligeramente inclinada y con ojos abiertos y brillantes de curiosidad. No sabía nada acerca de las controversias del amor y las penas que éste conlleva. Entre sus funciones no estaba la de amar ni la de entender el amor. Se preguntó si era cierta la historia que la había leído y la interpretación que la chica había ofrecido. Según calculaba, podría haber hasta un 91% de probabilidad de que fuera así. Eso eran muchos porcientos. Curiosamente, eran los porcientos inversos al número 19, número que, por alguna razón, le gustaba especialmente. Podría ser casualidad que el 91 al revés fuera el 19; pero Adie sabía tanto de casualidades como de historias amor. Es decir, nada. Un 0%. El cibernético mensajero no creía en la casualidad y tomó el número 91 producido por sus precisos cálculos matemáticos como una señal que colaboraba que la predicción que había hecho a la elfa era cierta. Cosas buenas, cosas tristes y magia.
Hubo otra señal que, igual como la del número 91, confirmaba su predicción, pero Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, no se dio cuenta de ella hasta que ya fue demasiado tarde y estaba a kilómetros de distancia de la chica. Y es que, cuando ella cogió el anillo, sus músculos de elfa se tensaron en una milésima de segunda, para ser exactos, en una diecinueveava parte de un milisegundo. ¡Otra vez el 19! Nada bueno iba a salir de ahí. Con fortuna y si las casualidades y el amor eran propicios, Adie se volvería a encontrar con la elfa para ayudarle con las cosas tristes que su horóscopo y los diecinueves marcaban.
* Helyare: Te has puesto un anillo que no te pertenece y, ahora, no podrás sacártelos por mucha fuerza que hagas. No solo eso, sino que además un mechón de tu cabello se ha teñido de color blanco, aunque, en este caso, creo que sería más correcto decir que ha perdido su color pelirrojo para volverse cano. Espero que disfrutes tu primera maldición en este foro.
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¿Cómo recuperar tu cabello original y cómo sacarte el anillo de tu dedo pegado? Como suelen decir en las mejores series de televisión: “Lo veremos en los próximos episodios y en las próximas misiones”. Hasta entonces disfruta de tu joya y de tu peinado.
No lo puedo evitar, me encanta Neruda :3
Hubo otra señal que, igual como la del número 91, confirmaba su predicción, pero Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, no se dio cuenta de ella hasta que ya fue demasiado tarde y estaba a kilómetros de distancia de la chica. Y es que, cuando ella cogió el anillo, sus músculos de elfa se tensaron en una milésima de segunda, para ser exactos, en una diecinueveava parte de un milisegundo. ¡Otra vez el 19! Nada bueno iba a salir de ahí. Con fortuna y si las casualidades y el amor eran propicios, Adie se volvería a encontrar con la elfa para ayudarle con las cosas tristes que su horóscopo y los diecinueves marcaban.
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* Helyare: Te has puesto un anillo que no te pertenece y, ahora, no podrás sacártelos por mucha fuerza que hagas. No solo eso, sino que además un mechón de tu cabello se ha teñido de color blanco, aunque, en este caso, creo que sería más correcto decir que ha perdido su color pelirrojo para volverse cano. Espero que disfrutes tu primera maldición en este foro.
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- anillo del poeta:
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Por favor, no mires la chica por muy guapa que sea. Lo importante es su peinado.
¿Cómo recuperar tu cabello original y cómo sacarte el anillo de tu dedo pegado? Como suelen decir en las mejores series de televisión: “Lo veremos en los próximos episodios
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