La mascarada [Libre, 3/4]
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La mascarada [Libre, 3/4]
Unos días antes de la mascarada:
El brujo Jules y yo llegamos al palacio del acantilado, exhaustos tras un mes de cacería agotador. En el que había tenido encontronazos con varios vampiros, como Bio o Ébano, y en el que también me había encontrado con Elen en un par de ocasiones. La última de ellas para enfrentarme al peligroso centinela, principal objetivo de la búsqueda. Fue una suerte que ella también lo buscara. Caprichos del destino. En cualquier caso, Vladimir el Inmortal como miembro de la Hermandad ya era cosa del pasado, y ahora seguramente se encontraría ayudando a Elen.
Cansada por el continuo peso de la ballesta pesada sobre mi espalda, la desenfundé y la tomé por la parte de la cama. Miré a Jules con una sonrisa justo antes de abrir el portón de entrada al palacio. Él había demostrado ser un amigo leal, no únicamente en combate, sino también su apoyo moral y su siempre positivismo. Siempre le estaría agradecida.
-¿Ya está? – preguntó la dragona Igraine, feliz por volver a vernos, desde la entrada al palacio en cuanto nos vio aparecer por los cuidados jardines del mismo.
Me detuve. Mostré una sonrisa de orgullo, y asentí una vez con la cabeza. La veterana corrió a abrazarme con felicidad.
Noche de la mascarada
Aquella noche aún estaba aclimatándome al nuevo clima de las islas, y ya tenía una nueva misión por delante, de haber recordado que tendría que ir a una mascarada, habría perdido tres días más por Lunargenta antes de venir aquí, para así perderme aquel incómodo trámite.
Había ido a la peluquería y ahora estaba con un modista que mi madre había contratado para vestirme de cara a la gala. Se encontraba colocándome aquel horrible vestido a medida. Lo único que había pedido es que fuera negro y, por fortuna, aquel lo era. Era la primera vez que llevaba un vestido, definitivamente no estaba hecho para mí. Había pedido a Lazarus que consiguiese algún modo de colar mis ropas y mis armas, por si la escena se ponía tensa. Iban a estar muchos “pesos pesados” en la mansión Harrowmont, y si en la noche de fundación habían atacado los vampiros, no había motivos para pensar que esta vez iba a ser diferente. En cualquier caso, el principal objetivo era conseguir pruebas para demostrar la culpabilidad del brujo y sus hijos.
Mi madre se había encargado de recordármelo, aunque no la vi durante las horas previas. Ella estaría con su amiga Yennefer y con el resto de “la élite”, seguramente. Era Igraine la que estaba conmigo, - ¡Estás preciosa! – decía con admiración, mientras los alfileres de aquel modisto terminaban de ajustar el traje a la figura de mi cuerpo. No estaba en mi salsa y sentía cierta vergüenza, sensación que sentí aún en más detalle cuando escuché a alguien picar a la puerta de mi habitación en la academia tensái, allí apareció Jules.
-¡Vaya! Mira a quién tenemos aquí. – comentó el cazador, que me había mirado de arriba a abajo, apoyándose contra el marco de la puerta y sorbiendo de una copa de vino blanco. – Leches, Huri, estás hecha un bellezón. – comentó con una sonrisa. Quizás el peinado que me habían puesto para aquella noche, el vestido, el maquillaje y los labios pintados habían ayudado a aquella percepción por parte del brujo.
-Qué halagador… - suspiré irónicamente cuando lo vi, aunque quitándole importancia. Aquella chaqueta sin mangas y camisa blanca le quedaban de lujo. Estaba atractivo, sí, pero por supuesto, no iba a reconocérselo. – ¿Por qué no te vas a dar una vuelta por ahí? – le respondí despóticamente. Sonrió.
-Te espero abajo. – sonrió y guiñó un ojo a todos los presentes, y con unos poses de chulo, se dio la vuelta y comenzó a bajar.
Suspiré cuando se fue, sintiéndome aliviada en parte. Ya estaba lista. El modisto se fue, dejándome a solas con Igraine mientras me terminaba de colocar un prendedor en el pelo, reía para sí misma cuando vio nuestra escena. Algo que me hizo poner cara de pocos amigos incluso hacia ella, que era la que más cariño me daba de toda la familia.
-¿El y tú…? – preguntó con una sonrisilla.
-No sé a qué te refieres. - contesté secamente, haciéndome la sorda.
-Venga, Anastasia. Soy espía y tengo casi 160 años. Sé que entre tú y él hay compenetración, y no me refiero únicamente al combate. Ya no le miras con tanta... repulsión. Como hacía un mes.
-¡¿Qué?! – respondí echando humo – No. En absoluto. Sólo somos socios. – traté de zanjar el tema con premura. – Además, tengo una misión que cumplir. – la dragona sonrió.
-Esas miradas que os lanzáis no me dicen lo mismo que tus palabras. – pronunció. – Si algo he aprendido como espía, es que la boca puede mentir, pero los ojos jamás lo hacen. – no respondí y sólo puse cara de molestia. Está bien, a lo mejor tenía algo de razón, pero sólo un poco. Cambié de vista hacia otro lado con molestia, incómoda. - Recuerda que trabajas mucho y a lo que vas, no deja de ser una fiesta. Estaría bien que te divirtieses un poco de vez en cuando, llevas unos meses en los que no paras. – me recomendó, antes de colocarme una máscara negra a modo de antifaz que me recubría únicamente los ojos. Había pedido algo discreto, odiaba ir dando el cante del mismo modo que odiaba aquel dichoso vestido que llevaba puesto y del que trataría de deshacerme en cuanto pudiera.
Bajé las escaleras de la academia tratando te no caerme con aquel pomposo vestido y aquellos tacones. Cuando llegué, ahí estaba él, tras la máscara de un lobo, esperándome con una sonrisa.
-¿Vamos? – me dijo en medio de la calle, tendiéndome el brazo para que me agarrara. Lo hice, a fin de cuentas, era el protocolo ¿no?
El brujo Jules y yo llegamos al palacio del acantilado, exhaustos tras un mes de cacería agotador. En el que había tenido encontronazos con varios vampiros, como Bio o Ébano, y en el que también me había encontrado con Elen en un par de ocasiones. La última de ellas para enfrentarme al peligroso centinela, principal objetivo de la búsqueda. Fue una suerte que ella también lo buscara. Caprichos del destino. En cualquier caso, Vladimir el Inmortal como miembro de la Hermandad ya era cosa del pasado, y ahora seguramente se encontraría ayudando a Elen.
Cansada por el continuo peso de la ballesta pesada sobre mi espalda, la desenfundé y la tomé por la parte de la cama. Miré a Jules con una sonrisa justo antes de abrir el portón de entrada al palacio. Él había demostrado ser un amigo leal, no únicamente en combate, sino también su apoyo moral y su siempre positivismo. Siempre le estaría agradecida.
-¿Ya está? – preguntó la dragona Igraine, feliz por volver a vernos, desde la entrada al palacio en cuanto nos vio aparecer por los cuidados jardines del mismo.
Me detuve. Mostré una sonrisa de orgullo, y asentí una vez con la cabeza. La veterana corrió a abrazarme con felicidad.
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Noche de la mascarada
Aquella noche aún estaba aclimatándome al nuevo clima de las islas, y ya tenía una nueva misión por delante, de haber recordado que tendría que ir a una mascarada, habría perdido tres días más por Lunargenta antes de venir aquí, para así perderme aquel incómodo trámite.
Había ido a la peluquería y ahora estaba con un modista que mi madre había contratado para vestirme de cara a la gala. Se encontraba colocándome aquel horrible vestido a medida. Lo único que había pedido es que fuera negro y, por fortuna, aquel lo era. Era la primera vez que llevaba un vestido, definitivamente no estaba hecho para mí. Había pedido a Lazarus que consiguiese algún modo de colar mis ropas y mis armas, por si la escena se ponía tensa. Iban a estar muchos “pesos pesados” en la mansión Harrowmont, y si en la noche de fundación habían atacado los vampiros, no había motivos para pensar que esta vez iba a ser diferente. En cualquier caso, el principal objetivo era conseguir pruebas para demostrar la culpabilidad del brujo y sus hijos.
Mi madre se había encargado de recordármelo, aunque no la vi durante las horas previas. Ella estaría con su amiga Yennefer y con el resto de “la élite”, seguramente. Era Igraine la que estaba conmigo, - ¡Estás preciosa! – decía con admiración, mientras los alfileres de aquel modisto terminaban de ajustar el traje a la figura de mi cuerpo. No estaba en mi salsa y sentía cierta vergüenza, sensación que sentí aún en más detalle cuando escuché a alguien picar a la puerta de mi habitación en la academia tensái, allí apareció Jules.
-¡Vaya! Mira a quién tenemos aquí. – comentó el cazador, que me había mirado de arriba a abajo, apoyándose contra el marco de la puerta y sorbiendo de una copa de vino blanco. – Leches, Huri, estás hecha un bellezón. – comentó con una sonrisa. Quizás el peinado que me habían puesto para aquella noche, el vestido, el maquillaje y los labios pintados habían ayudado a aquella percepción por parte del brujo.
-Qué halagador… - suspiré irónicamente cuando lo vi, aunque quitándole importancia. Aquella chaqueta sin mangas y camisa blanca le quedaban de lujo. Estaba atractivo, sí, pero por supuesto, no iba a reconocérselo. – ¿Por qué no te vas a dar una vuelta por ahí? – le respondí despóticamente. Sonrió.
-Te espero abajo. – sonrió y guiñó un ojo a todos los presentes, y con unos poses de chulo, se dio la vuelta y comenzó a bajar.
Suspiré cuando se fue, sintiéndome aliviada en parte. Ya estaba lista. El modisto se fue, dejándome a solas con Igraine mientras me terminaba de colocar un prendedor en el pelo, reía para sí misma cuando vio nuestra escena. Algo que me hizo poner cara de pocos amigos incluso hacia ella, que era la que más cariño me daba de toda la familia.
-¿El y tú…? – preguntó con una sonrisilla.
-No sé a qué te refieres. - contesté secamente, haciéndome la sorda.
-Venga, Anastasia. Soy espía y tengo casi 160 años. Sé que entre tú y él hay compenetración, y no me refiero únicamente al combate. Ya no le miras con tanta... repulsión. Como hacía un mes.
-¡¿Qué?! – respondí echando humo – No. En absoluto. Sólo somos socios. – traté de zanjar el tema con premura. – Además, tengo una misión que cumplir. – la dragona sonrió.
-Esas miradas que os lanzáis no me dicen lo mismo que tus palabras. – pronunció. – Si algo he aprendido como espía, es que la boca puede mentir, pero los ojos jamás lo hacen. – no respondí y sólo puse cara de molestia. Está bien, a lo mejor tenía algo de razón, pero sólo un poco. Cambié de vista hacia otro lado con molestia, incómoda. - Recuerda que trabajas mucho y a lo que vas, no deja de ser una fiesta. Estaría bien que te divirtieses un poco de vez en cuando, llevas unos meses en los que no paras. – me recomendó, antes de colocarme una máscara negra a modo de antifaz que me recubría únicamente los ojos. Había pedido algo discreto, odiaba ir dando el cante del mismo modo que odiaba aquel dichoso vestido que llevaba puesto y del que trataría de deshacerme en cuanto pudiera.
Bajé las escaleras de la academia tratando te no caerme con aquel pomposo vestido y aquellos tacones. Cuando llegué, ahí estaba él, tras la máscara de un lobo, esperándome con una sonrisa.
-¿Vamos? – me dijo en medio de la calle, tendiéndome el brazo para que me agarrara. Lo hice, a fin de cuentas, era el protocolo ¿no?
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Costaba creer que ya hubiese pasado todo un mes desde que llegara a las islas, pero así era. El tiempo había pasado volando para la peliblanca que no había desperdiciado ni un instante de aquel periodo, enfrascada en sus estudios de alquimia, aprendiendo los fundamentos que los brujos aplicaban a su magia para conocerla mejor y de paso comprender mejor la suya propia, así como descubriendo más de su modo de vida y sociedad, mucho más de lo que podía aprenderse a través de las historias que los elfos y otras razas contaban de ellos. Aquella estancia ya se había convertido en una etapa de su vida que recordaría para siempre como algo positivo para ella, incluso a pesar de los malos momentos, de las tiranteces raciales y los desprecios de algunos de los habitantes del lugar cuando la reconocían como una hija del bosque y no como la bruja que aparentaba ser con sus ropas adquiridas en las mismas islas y su largo cabello recogido para ocultar sus puntiagudas orejas. Además no todo había sido estudios y desprecios. La gente de la posada la había tratado de forma muy agradable durante su tiempo allí, Otrore, Vincent y sus respectivas familias también la habían acogido muy bien, y por suerte un buen número de socios del maestro alquimista no habían mostrado si no interés, curiosidad y quizá cierto orgullo propio al ejercer de instructores de una sacerdotisa de Sandorai. Que la peliblanca no escatimara en palabras dulces, reverencias y halagos sin duda también contribuyó a su buena disposición.
Los días pasaban y su tiempo en las islas llegaba a su fin. Pronto Otrore regresaría al continente para continuar con sus pruebas y experimentos sobre crecimiento de cultivos y aquel extraño y peligroso mundo de los sueños. Poniendo fin de ese modo a aquel extraño viaje y a su corta pero intensa labor como mentor de la joven elfa, que debería continuar su periplo en el mundo de la alquimia por su cuenta. Sin embargo, conforme el día de su partida se acercaba, otra fecha importante había llegado ya de forma igualmente inexorable. El día de la mascarada en la mansión de los Harrowmont.
-No quiero faltar a nadie al respeto pero...¿No creén que quizá este vestido se un poco...Excesivo?. No quiero llamar mucho la atención- Se quejó con un hilillo de voz la joven peliblanca mientras un cortejo de sastras obedecían las instrucciones de un modisto de confianza de Lady Yenn para realizar algunos retoques en aquel vestido y terminaban de ajustar las proporciones de la mascara que llevaría para aquel evento.
-Señorita Thenidiel, alguien como usted debería llamar la atención siempre. Pasar desapercibida siendo tan hermosa y delicada...Realmente me duele que lady Yennefer no aceptara mi primer diseño...- Y menos mal que lo había hecho porque con aquel sí que hubiese sido imposible pasar desapercibida...Era indudablemente hermoso pero insinuaba demasiado y mostraba todo lo demás. -No se preocupe, los Harrowmont son una familia muy importante e influyente, ira la flor y nata de la sociedad de las islas y todos querrán destacar. Precisamente destacando pasaréis desapercibida. Además con esta máscara vuestra condición de elfa será un secreto que solo descubrirá quien vos queráis...Y no insinuo nada- Apostilló riéndose de manera amanerada con la mano delante de la boca.
Níniel no tuvo más remedio que aceptar que aquello tenía bastante sentido y elevó la vista hasta el espejo que tenía delante para volver a mirar su reflejo sin poder evitar esbozar una sonrisa. La verdad es que era un vestido realmente precioso y sin duda caro, aunque nadie había querido decirle el precio pues era un regalo de la madre de Vincent. Aún así la elfa siempre había gustado de aquel tipo de prendas aunque rara vez tenía ocasión de lucirlas, había comprado suficientes como para saber que era un regalo muy generoso.
-Perfecto, simplemente perfecto. Por favor camine por la sala, quiero verlo en movimiento.- Pidió aquel hombre sin perder de vista a la peliblanca cuando obedeció caminando en círculos para el lugar, asintiendo complacido. -Da gusto ver una de mis obras sobre tan buena modelo. Le sorprendería saber cuántas de mis clientas parecen patos cuando caminan. Usted es divina- Comentó haciendo que la sacerdotisa se sonrojara por el cumplido. No creía estar haciendo nada especial. -Ahora la máscara y el tocado...Es fabuloso.- Continuó instando a la peliblanca a volver a su sitio y a estarse muy quieta durante el tiempo en el que aquel hombre terminó de completar su trabajo. Realmente parecía que disfrutaba con su trabajo, que no consideraba a las mujeres como clientas si no como parte de la obra, la base de la misma.
Finalmente estuvo preparada y tras una breve espera que aprovechó para acostumbrarse a sus prendas fue informada de que Vincent y el carruaje ya la esperaban abajo. Con paso firme y caminando con delicadeza la joven salió de aquella habitación y bajó las escaleras hasta la planta baja de la posada, donde Otrore, su hija y algunos huéspedes más no tardaron en girarse para verla descender. A los pies de la escalera la esperaba Vincent, elegante y apuesto como un príncipe de cuento de hadas. Níniel sonrió aunque él no lo vería tras la máscara y al llegar a su altura le ofreció gustosa su mano.
Los días pasaban y su tiempo en las islas llegaba a su fin. Pronto Otrore regresaría al continente para continuar con sus pruebas y experimentos sobre crecimiento de cultivos y aquel extraño y peligroso mundo de los sueños. Poniendo fin de ese modo a aquel extraño viaje y a su corta pero intensa labor como mentor de la joven elfa, que debería continuar su periplo en el mundo de la alquimia por su cuenta. Sin embargo, conforme el día de su partida se acercaba, otra fecha importante había llegado ya de forma igualmente inexorable. El día de la mascarada en la mansión de los Harrowmont.
-No quiero faltar a nadie al respeto pero...¿No creén que quizá este vestido se un poco...Excesivo?. No quiero llamar mucho la atención- Se quejó con un hilillo de voz la joven peliblanca mientras un cortejo de sastras obedecían las instrucciones de un modisto de confianza de Lady Yenn para realizar algunos retoques en aquel vestido y terminaban de ajustar las proporciones de la mascara que llevaría para aquel evento.
-Señorita Thenidiel, alguien como usted debería llamar la atención siempre. Pasar desapercibida siendo tan hermosa y delicada...Realmente me duele que lady Yennefer no aceptara mi primer diseño...- Y menos mal que lo había hecho porque con aquel sí que hubiese sido imposible pasar desapercibida...Era indudablemente hermoso pero insinuaba demasiado y mostraba todo lo demás. -No se preocupe, los Harrowmont son una familia muy importante e influyente, ira la flor y nata de la sociedad de las islas y todos querrán destacar. Precisamente destacando pasaréis desapercibida. Además con esta máscara vuestra condición de elfa será un secreto que solo descubrirá quien vos queráis...Y no insinuo nada- Apostilló riéndose de manera amanerada con la mano delante de la boca.
Níniel no tuvo más remedio que aceptar que aquello tenía bastante sentido y elevó la vista hasta el espejo que tenía delante para volver a mirar su reflejo sin poder evitar esbozar una sonrisa. La verdad es que era un vestido realmente precioso y sin duda caro, aunque nadie había querido decirle el precio pues era un regalo de la madre de Vincent. Aún así la elfa siempre había gustado de aquel tipo de prendas aunque rara vez tenía ocasión de lucirlas, había comprado suficientes como para saber que era un regalo muy generoso.
-Perfecto, simplemente perfecto. Por favor camine por la sala, quiero verlo en movimiento.- Pidió aquel hombre sin perder de vista a la peliblanca cuando obedeció caminando en círculos para el lugar, asintiendo complacido. -Da gusto ver una de mis obras sobre tan buena modelo. Le sorprendería saber cuántas de mis clientas parecen patos cuando caminan. Usted es divina- Comentó haciendo que la sacerdotisa se sonrojara por el cumplido. No creía estar haciendo nada especial. -Ahora la máscara y el tocado...Es fabuloso.- Continuó instando a la peliblanca a volver a su sitio y a estarse muy quieta durante el tiempo en el que aquel hombre terminó de completar su trabajo. Realmente parecía que disfrutaba con su trabajo, que no consideraba a las mujeres como clientas si no como parte de la obra, la base de la misma.
Finalmente estuvo preparada y tras una breve espera que aprovechó para acostumbrarse a sus prendas fue informada de que Vincent y el carruaje ya la esperaban abajo. Con paso firme y caminando con delicadeza la joven salió de aquella habitación y bajó las escaleras hasta la planta baja de la posada, donde Otrore, su hija y algunos huéspedes más no tardaron en girarse para verla descender. A los pies de la escalera la esperaba Vincent, elegante y apuesto como un príncipe de cuento de hadas. Níniel sonrió aunque él no lo vería tras la máscara y al llegar a su altura le ofreció gustosa su mano.
- Nín con su vestido:
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Níniel Thenidiel
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Su caballo avanzaba con una velocidad endiablada por encima de la tierra de la calzada principal que llevaba al sur de la isla. En teoría no tenía ninguna prisa por llegar, le sobraba tiempo, pero en la práctica se había sentido tentado de hacer que Alphonse diera gran parte de su potencial. Y bien se notaba que el semental estaba encantado de ello.
La felicidad y entusiasmo del caballo eran palpables. No estaba seguro de si se debía a la propia libertad que le ofrecía el brujo montado sobre su silla, o si era simplemente que el animal estaba feliz por volver a casa.
No era para menos, hacía mucho que partieran de ese lugar para no volver, salvo alguna que otra vez de manera esporádica. A veces lo había hecho sin el propio Alphonse, quedando este al cuidado de Caroline en Lunargenta. Sin embargo en esta ocasión había sido diferente. Había podido ir a las islas con él, y además para quedarse una larga temporada.
Era difícil saber los motivos que alegraban tanto al caballo, pero que estaba especialmente contento no se le escapaba. Cuando un jinete llevaba tantos años con el mismo compañero de viaje era fácil saberlo. Y él y su amigo de cuatro patas habían vivido mucho juntos.
El rubio acarició el costado del cuello del animal mientras ascendían una pequeña loma en el camino que bien conocía, y ordenó a Alphonse que aminorara según iban llegando a la cresta de la leve pendiente. Una imagen se mostró ante sus ojos cuando hombre y montura llegaron a la cima de la ligera colina. Allí se detuvieron un rato. Disfrutando el paisaje, que para la gran mayoría de las personas del mundo solo era un cuadro bucólico de una casa campestre, pero para él era todo un sinfín de recuerdos de su niñez, adolescencia y juventud.
Vincent puso a su montura al paso, descendiendo por el otro lado de la loma en dirección a la casa, casi pudiendo escuchar el sonido real de las voces de su hermana, de su madre o de su fallecido padre. Tan vívidos eran los recuerdos, que casi podía ver a las propias personas y pensar que estaban allí.
Podría haberse deleitado más tiempo con esas remembranzas de tiempos bonitos, pero una figura encapuchada y con grandes ropajes, apoyada contra la fachada de la casa de sus padres llamó su atención. Era alta, de hombros anchos, y el brujo no pudo menos que medio sonreír mientras hacía avanzar a su compañero equino al trote esta vez.
- Que ha traído a hombre de tal envergadura a mis modestos parajes-, dijo con fingida voz señorial entrando el jardín sin desmontar.
- Ya veis mi buen señor. Un encargo de mi esposa me ha requerido ante su presencia-, contestó el hombre, de voz grave, despegándose de la pared y acercándose a paso lento hacia él.
Vincent desmontó y se acercó del mismo modo al hombretón, lentamente. Aunque en su caso sin perder la sonrisa. No tardó en romper en carcajadas junto al encapuchado cuando estuvieron lo suficientemente cerca, si bien, sus risas terminaron cuando el hombre casi lo ahoga bajo un abrazo de tremenda fuerza.
- Tranquilo. Tranquilo. Me gustaría vivir un día más-, comentó forzado.
El hombre por su parte volvió a reír, pero le hizo caso, y terminó con su abrazo mortal antes de acabar con el joven brujo.
- Tienes que comer más Vincent-, se mofó el grandullón, dejando caer la capucha hacia atrás. - A este paso no te harás mayor nunca-, sonrió.
- Creo que ya es tarde para eso maestro-, respondió pasando por alto las burlas. A fin de cuentas, ¿habría un brujo más alto y fuerte que su mentor? Difícilmente. - Me alegra volver a verte Robert. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez.
- Será porque no vienes a verme, maldito-, dijo animado su maestro, agarrándolo por el brazo y guiándolo para caminar hacia la entrada de la casa. - Llevas un mes aquí y no te has dignado a ver al hombre que te enseñó todo lo que sabes-, continuó diciendo con buen humor.
- Claro. El hombre que me enseñó todo lo que sé, pero no todo lo que sabe ¿no? Esa frase está manida-, bromeó esta vez él.
Su mentor por su parte volvió a reír con su acostumbrado vozarrón que retumbaba por los alrededores nítidamente.
- Además, me inculcaste combatir cuerpo a cuerpo. El temple necesario para no perder la concentración de mi magia en combate. El dominio de mis poderes lo aprendí en la academia, ya que no manejamos los mismo elementos-, dijo negando con la cabeza, pero alegre.
- ¿Y te parece poco? - respondió a la vez que le propinaba una palmada fuerte en la espalda que casi le descoyunta la columna.
- Vincent. Cuanto tiempo. La última vez que nos vimos fue cuando viniste con tu hermana a vernos a nuestra casa. Ya imaginaba que la algarabía que escuchaba fuera era por tu llegada-, comentó una mujer sonriente, de la misma edad de su madre, saliendo de la casa.
Podría haber contestado que la algarabía era cosa de su esposo, no de su llegada, pero tampoco quería ser descortés.
- Ah-, se quejó recomponiéndose del golpe. - Creo que el ruido es culpa de Robert, Marie. No de mi llegada-, bromeó igualmente, antes de recibir otro sopapo en la espalda del maestro. Se había criado con los Stone como para saber que con ellos no se lo tomarían como una burla.
- Maldito. No cambias-, se carcajeó a mandíbula abierta.
- Dejad de jugar-, los reprendió sin perder la sonrisa Marie. - Hay mucho que hacer y ya queda menos para la mascarada. Y ese carruaje aún no ha llegado-, comentó in crescendo en nerviosismo según hablaba.
- Tranquila amor mío. Aún quedan muchas horas para que dé comienzo la gala. Queda mucho tiempo para que llegue el conductor-, contestó su esposo.
- Amor mío-, dijo con tono cambiado Marie, llamando la atención de esta forma. - Las horas con ustedes son como minutos para las personas normales. Así que será mejor que dejen la cortesía y los jueguecitos para otro momento. Vincent debe prepararse para el evento. Y nosotros también debemos de terminar de prepararnos.
Cualquiera que la conociera, sabía que por afable que fuera la Stone, era mejor hacerle caso cuando imperaba una orden suya. Podría parecer que no estaba ordenando nada a nadie, que solo era un consejo, pero Vincent y Robert sabían perfectamente la orden velada que había en sus palabras. Ambos hombres se miraron a los ojos sabiendo que estaban en problemas si no hacían caso.
- Me pondré con ello, Marie. Descuida. Por suerte los trajes de los hombres son sencillos de ponerse-, sonrió. - ¿Me has traído lo que te pedí Robert?
- Sí, está todo en tu antiguo cuarto. Allí tienes todo lo que necesitas y nos pediste.
- Bien-, el brujo se internó en la casa dejando la cháchara para más tarde.
Lo primero que pudo apreciar al entrar, era que su hogar natal había vivido tiempos mejores. Ahora era un lugar lleno de polvo y recuerdos. Y esas remembranzas, como cuando bajaba la loma con Alphonse, eran tan reales que casi podía ver la casa tal cual era antes de abandonarla. Cuando no estaba tan descuidada.
Vincent dejó el pasado atrás, y se encaminó escaleras arriba hacia donde se encontraban los dormitorios de los Calhoun. El de sus padres, el de Elen y el suyo propio. El pasillo no tenía mejor aspecto que el salón principal, pero al llegar a su habitación pudo comprobar que estaba muy limpio y despejado. Como si el tiempo hubiera perdonado ese lugar en particular de la casa.
- Marie-, susurró resignado. Esta mujer a veces se sobrepasaba con sus cuidados.
En fin. No era mala idea tampoco. Iba a vestirse en ese lugar, y de este modo sería más fácil no ensuciar la ropa de gala. Se había bañado en la posada, en una tina fresquita antes de venir a su antigua casa, y había precisamente venido con Alphonse para no excederse con el esfuerzo físico y no sudar. Además, dada la distancia del centro de la ciudad allí, era mejor que ahorrara tiempo montando.
- Eso sí, no debí ponerlo a tanta velocidad-, se reprendió mirando su reflejo en un espejo.
Pues al correr con Alphonse tenía que esforzarse sobre la silla y podría haber tirado por tierra todo su trabajo por estar perfecto y limpio para la mascarada. Por fortuna no había ocurrido nada y estaba limpio como una patena.
La ropa descansaba sobre su cama. Y Vincent acarició la tela suave y aterciopelada de su vestido de gala. Lo tenía desde sus tiempos en la academia. Pues todos los alumnos tenían uno cedido por la escuela, que evidentemente iban devolviendo según iban creciendo, recibiendo a cambio otro con sus nuevas tallas. Eran para asistir a los eventos importantes de la academia de magia, y finalmente quedaba en propiedad del portador cuando terminaba sus estudios.
Alguno los devolvía de todos modos. Sobre todo los miembros que eran de las clases más adineradas. Pero él se lo había quedado pues era de bella factura y un símbolo de que había superado la academia. Como el colgante de lobo que se mostraba sobre su, ahora desnudo, torso. Aunque en ese caso era diferente. Ese era un legado de su abuelo, que se lo había regalado a su padre por aprobar la academia. Y este a su vez se lo cedió a él cuando marchó al Norte.
No tardó más de unos minutos en cambiarse de ropa, demostrando que Marie se había excedido en su nerviosismo. Y el rubio aprovechó para mirarse nuevamente en el espejo antes de partir. Estaba mal que él lo dijera, pero le sentaba bien ese traje de color verde oscuro, con una zona negra en el abdomen, y líneas doradas remarcando por contraste. Los pantalones eran de un castaño fuerte, uno que casi parecía negro, y pegaba perfectamente con las zonas más oscuras de la parte de arriba de su traje de gala. Y todo el conjunto iba rematado con unos guantes negros y botas de caña alta del mismo tono.
Una vez terminó de vestirse dejó sus anterior ropa en su armario, que estaba totalmente vacío. Luego recogió una caja que había sobre la cama que era lo segundo que le había pedido que le trajera Stone. No la inspeccionó, pues sabía que Marie le habría conseguido justo lo que le pidió. Siempre lo hacía. Finalmente agarró su capa, que tenía capucha incorporada, y la dejó caer sobre su antebrazo antes de salir afuera.
Allí encontró que el carruaje ya había llegado, y que los Stone ya estaban preparados. Así que se introdujo dentro sin perder más tiempo, mientras Robert ataba una cuerda desde la parte trasera del carro a la montura de Alphonse. Así avanzaría junto al carruaje sin tener nadie que montarlo.
Cuando finalmente todo estuvo preparado, el cochero avanzó hacia el destino que le habían marcado los tres inquilinos del carro. La posada. Era irónico que viniera de allí, para luego volver otra vez. Pero debía recoger a Níniel, y la ropa de su academia la tenían los Stone, en su casa en los bosques del sur. Ese viaje hasta su antiguo hogar había sido un punto intermedio entre la posada y la casa de los Stone. Además de una manera de que Níniel no lo viera hasta el momento dado, y viceversa. Que podía decir. No solía ser muy protocolario en su día a día, pero sabía que la elfa, aunque no se lo reconociera, estaría deseosa de que no la viera hasta que estuviera su vestido completo.
No tardaron en llegar a la posada, donde Robert una vez más se encargó de su caballo, y lo acercó a unos de los mozos del establecimiento que lo introdujo en las cuadras. Mientras él, por su parte, esperaba a la sacerdotisa al pie de la escalera. Allí estaban algunos conocidos, como Otrore, su hija y los regentes del local.
Estaba preciosa. Radiante con ese vestido de bella y alta factura. Tanto que se quedó tan embobado mirándola que casi se despista y no toma su mano cuando se la cedió. El carraspeo de Francesco lo sacó de su ensimismamiento y el rubio tomó con premura la mano con una sonrisa, para luego pasarlo por encima de su brazo. Juntos caminaron hasta la puerta, donde le cedió la salida después de abrirle la puerta, y luego hizo lo propio ayudándola a subir al carruaje.
- Así que esta es la famosa Lady Thenidiel-, comentó Marie sin perder el tiempo
Ya llevaba puesta una máscara de color escarlata como su vestido, que dejaba la barbilla y los labios de color carmesí a juego con todo el conjunto, al descubierto.
- Sí. Esta es la hermosa Níniel Thenidiel-, luego se giró a la elfa para dirigirse a ella. - Níniel, estos son los Stone. Robert y su esposa Marie. Son mi segunda familia-, le explicó recogiendo la caja que había dejado a un lado de su asiento.
- Una placer conocer a un representante del pueblo élfico-, dijo Robert, acompañando sus palabras con una ligera reverencia que también secundó su esposa. - No solemos tener visitas tan importantes normalmente. Espero que su estancia aquí haya sido satisfactoria.
Su voz resonaba especialmente grave al estar detrás de su máscara negra. Una que simbolizaba un búho negro de los bosques de las islas.
El trayecto hacia la mansión de los Harrowmont fue corto. Y el bullicio a la entrada del edificio era una señal clara de que sería una fiesta muy concurrida. Estaría toda la flor y nata de la ciudad allí. Y si bien podría parecer algo negativo, en realidad jugaba a su favor. Mientras más gente hubiera, más distraído estaría el personal y el propio Lord.
Vincent finalmente abrió su caja, y recogió la máscara dentro de ella después de acariciarla con sus guantes negros. Era realmente preciosa.
No tardó en ponérsela, y en cuanto la tuvo bien colocada, se colocó la capa y se echó la capucha por encima. Finalmente se bajó del carro y extendió el brazo para ceder la mano a Níniel y ayudarla a bajar.
- Lady Thenidiel. ¿Tendría el placer de acompañarme en esta velada? - comentó con una media sonrisa tras la máscara, los ojos chisporroteaban divertidos.
Estaba allí por trabajo, pero no estaba de más si se divertía un poco mientras. De este modo sería más fácil no desentonar entre la multitud.
Offrol
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Iba a hacer algo más cortito, pero empecé a escribir y las letras no dejaban de salir, y de salir, y de salir..... Lo siento. No me maten D:
La felicidad y entusiasmo del caballo eran palpables. No estaba seguro de si se debía a la propia libertad que le ofrecía el brujo montado sobre su silla, o si era simplemente que el animal estaba feliz por volver a casa.
No era para menos, hacía mucho que partieran de ese lugar para no volver, salvo alguna que otra vez de manera esporádica. A veces lo había hecho sin el propio Alphonse, quedando este al cuidado de Caroline en Lunargenta. Sin embargo en esta ocasión había sido diferente. Había podido ir a las islas con él, y además para quedarse una larga temporada.
Era difícil saber los motivos que alegraban tanto al caballo, pero que estaba especialmente contento no se le escapaba. Cuando un jinete llevaba tantos años con el mismo compañero de viaje era fácil saberlo. Y él y su amigo de cuatro patas habían vivido mucho juntos.
El rubio acarició el costado del cuello del animal mientras ascendían una pequeña loma en el camino que bien conocía, y ordenó a Alphonse que aminorara según iban llegando a la cresta de la leve pendiente. Una imagen se mostró ante sus ojos cuando hombre y montura llegaron a la cima de la ligera colina. Allí se detuvieron un rato. Disfrutando el paisaje, que para la gran mayoría de las personas del mundo solo era un cuadro bucólico de una casa campestre, pero para él era todo un sinfín de recuerdos de su niñez, adolescencia y juventud.
Vincent puso a su montura al paso, descendiendo por el otro lado de la loma en dirección a la casa, casi pudiendo escuchar el sonido real de las voces de su hermana, de su madre o de su fallecido padre. Tan vívidos eran los recuerdos, que casi podía ver a las propias personas y pensar que estaban allí.
Podría haberse deleitado más tiempo con esas remembranzas de tiempos bonitos, pero una figura encapuchada y con grandes ropajes, apoyada contra la fachada de la casa de sus padres llamó su atención. Era alta, de hombros anchos, y el brujo no pudo menos que medio sonreír mientras hacía avanzar a su compañero equino al trote esta vez.
- Que ha traído a hombre de tal envergadura a mis modestos parajes-, dijo con fingida voz señorial entrando el jardín sin desmontar.
- Ya veis mi buen señor. Un encargo de mi esposa me ha requerido ante su presencia-, contestó el hombre, de voz grave, despegándose de la pared y acercándose a paso lento hacia él.
Vincent desmontó y se acercó del mismo modo al hombretón, lentamente. Aunque en su caso sin perder la sonrisa. No tardó en romper en carcajadas junto al encapuchado cuando estuvieron lo suficientemente cerca, si bien, sus risas terminaron cuando el hombre casi lo ahoga bajo un abrazo de tremenda fuerza.
- Tranquilo. Tranquilo. Me gustaría vivir un día más-, comentó forzado.
El hombre por su parte volvió a reír, pero le hizo caso, y terminó con su abrazo mortal antes de acabar con el joven brujo.
- Tienes que comer más Vincent-, se mofó el grandullón, dejando caer la capucha hacia atrás. - A este paso no te harás mayor nunca-, sonrió.
- Creo que ya es tarde para eso maestro-, respondió pasando por alto las burlas. A fin de cuentas, ¿habría un brujo más alto y fuerte que su mentor? Difícilmente. - Me alegra volver a verte Robert. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez.
- Será porque no vienes a verme, maldito-, dijo animado su maestro, agarrándolo por el brazo y guiándolo para caminar hacia la entrada de la casa. - Llevas un mes aquí y no te has dignado a ver al hombre que te enseñó todo lo que sabes-, continuó diciendo con buen humor.
- Claro. El hombre que me enseñó todo lo que sé, pero no todo lo que sabe ¿no? Esa frase está manida-, bromeó esta vez él.
Su mentor por su parte volvió a reír con su acostumbrado vozarrón que retumbaba por los alrededores nítidamente.
- Además, me inculcaste combatir cuerpo a cuerpo. El temple necesario para no perder la concentración de mi magia en combate. El dominio de mis poderes lo aprendí en la academia, ya que no manejamos los mismo elementos-, dijo negando con la cabeza, pero alegre.
- ¿Y te parece poco? - respondió a la vez que le propinaba una palmada fuerte en la espalda que casi le descoyunta la columna.
- Vincent. Cuanto tiempo. La última vez que nos vimos fue cuando viniste con tu hermana a vernos a nuestra casa. Ya imaginaba que la algarabía que escuchaba fuera era por tu llegada-, comentó una mujer sonriente, de la misma edad de su madre, saliendo de la casa.
Podría haber contestado que la algarabía era cosa de su esposo, no de su llegada, pero tampoco quería ser descortés.
- Ah-, se quejó recomponiéndose del golpe. - Creo que el ruido es culpa de Robert, Marie. No de mi llegada-, bromeó igualmente, antes de recibir otro sopapo en la espalda del maestro. Se había criado con los Stone como para saber que con ellos no se lo tomarían como una burla.
- Maldito. No cambias-, se carcajeó a mandíbula abierta.
- Dejad de jugar-, los reprendió sin perder la sonrisa Marie. - Hay mucho que hacer y ya queda menos para la mascarada. Y ese carruaje aún no ha llegado-, comentó in crescendo en nerviosismo según hablaba.
- Tranquila amor mío. Aún quedan muchas horas para que dé comienzo la gala. Queda mucho tiempo para que llegue el conductor-, contestó su esposo.
- Amor mío-, dijo con tono cambiado Marie, llamando la atención de esta forma. - Las horas con ustedes son como minutos para las personas normales. Así que será mejor que dejen la cortesía y los jueguecitos para otro momento. Vincent debe prepararse para el evento. Y nosotros también debemos de terminar de prepararnos.
Cualquiera que la conociera, sabía que por afable que fuera la Stone, era mejor hacerle caso cuando imperaba una orden suya. Podría parecer que no estaba ordenando nada a nadie, que solo era un consejo, pero Vincent y Robert sabían perfectamente la orden velada que había en sus palabras. Ambos hombres se miraron a los ojos sabiendo que estaban en problemas si no hacían caso.
- Me pondré con ello, Marie. Descuida. Por suerte los trajes de los hombres son sencillos de ponerse-, sonrió. - ¿Me has traído lo que te pedí Robert?
- Sí, está todo en tu antiguo cuarto. Allí tienes todo lo que necesitas y nos pediste.
- Bien-, el brujo se internó en la casa dejando la cháchara para más tarde.
Lo primero que pudo apreciar al entrar, era que su hogar natal había vivido tiempos mejores. Ahora era un lugar lleno de polvo y recuerdos. Y esas remembranzas, como cuando bajaba la loma con Alphonse, eran tan reales que casi podía ver la casa tal cual era antes de abandonarla. Cuando no estaba tan descuidada.
Vincent dejó el pasado atrás, y se encaminó escaleras arriba hacia donde se encontraban los dormitorios de los Calhoun. El de sus padres, el de Elen y el suyo propio. El pasillo no tenía mejor aspecto que el salón principal, pero al llegar a su habitación pudo comprobar que estaba muy limpio y despejado. Como si el tiempo hubiera perdonado ese lugar en particular de la casa.
- Marie-, susurró resignado. Esta mujer a veces se sobrepasaba con sus cuidados.
En fin. No era mala idea tampoco. Iba a vestirse en ese lugar, y de este modo sería más fácil no ensuciar la ropa de gala. Se había bañado en la posada, en una tina fresquita antes de venir a su antigua casa, y había precisamente venido con Alphonse para no excederse con el esfuerzo físico y no sudar. Además, dada la distancia del centro de la ciudad allí, era mejor que ahorrara tiempo montando.
- Eso sí, no debí ponerlo a tanta velocidad-, se reprendió mirando su reflejo en un espejo.
Pues al correr con Alphonse tenía que esforzarse sobre la silla y podría haber tirado por tierra todo su trabajo por estar perfecto y limpio para la mascarada. Por fortuna no había ocurrido nada y estaba limpio como una patena.
La ropa descansaba sobre su cama. Y Vincent acarició la tela suave y aterciopelada de su vestido de gala. Lo tenía desde sus tiempos en la academia. Pues todos los alumnos tenían uno cedido por la escuela, que evidentemente iban devolviendo según iban creciendo, recibiendo a cambio otro con sus nuevas tallas. Eran para asistir a los eventos importantes de la academia de magia, y finalmente quedaba en propiedad del portador cuando terminaba sus estudios.
Alguno los devolvía de todos modos. Sobre todo los miembros que eran de las clases más adineradas. Pero él se lo había quedado pues era de bella factura y un símbolo de que había superado la academia. Como el colgante de lobo que se mostraba sobre su, ahora desnudo, torso. Aunque en ese caso era diferente. Ese era un legado de su abuelo, que se lo había regalado a su padre por aprobar la academia. Y este a su vez se lo cedió a él cuando marchó al Norte.
No tardó más de unos minutos en cambiarse de ropa, demostrando que Marie se había excedido en su nerviosismo. Y el rubio aprovechó para mirarse nuevamente en el espejo antes de partir. Estaba mal que él lo dijera, pero le sentaba bien ese traje de color verde oscuro, con una zona negra en el abdomen, y líneas doradas remarcando por contraste. Los pantalones eran de un castaño fuerte, uno que casi parecía negro, y pegaba perfectamente con las zonas más oscuras de la parte de arriba de su traje de gala. Y todo el conjunto iba rematado con unos guantes negros y botas de caña alta del mismo tono.
Una vez terminó de vestirse dejó sus anterior ropa en su armario, que estaba totalmente vacío. Luego recogió una caja que había sobre la cama que era lo segundo que le había pedido que le trajera Stone. No la inspeccionó, pues sabía que Marie le habría conseguido justo lo que le pidió. Siempre lo hacía. Finalmente agarró su capa, que tenía capucha incorporada, y la dejó caer sobre su antebrazo antes de salir afuera.
Allí encontró que el carruaje ya había llegado, y que los Stone ya estaban preparados. Así que se introdujo dentro sin perder más tiempo, mientras Robert ataba una cuerda desde la parte trasera del carro a la montura de Alphonse. Así avanzaría junto al carruaje sin tener nadie que montarlo.
Cuando finalmente todo estuvo preparado, el cochero avanzó hacia el destino que le habían marcado los tres inquilinos del carro. La posada. Era irónico que viniera de allí, para luego volver otra vez. Pero debía recoger a Níniel, y la ropa de su academia la tenían los Stone, en su casa en los bosques del sur. Ese viaje hasta su antiguo hogar había sido un punto intermedio entre la posada y la casa de los Stone. Además de una manera de que Níniel no lo viera hasta el momento dado, y viceversa. Que podía decir. No solía ser muy protocolario en su día a día, pero sabía que la elfa, aunque no se lo reconociera, estaría deseosa de que no la viera hasta que estuviera su vestido completo.
No tardaron en llegar a la posada, donde Robert una vez más se encargó de su caballo, y lo acercó a unos de los mozos del establecimiento que lo introdujo en las cuadras. Mientras él, por su parte, esperaba a la sacerdotisa al pie de la escalera. Allí estaban algunos conocidos, como Otrore, su hija y los regentes del local.
Estaba preciosa. Radiante con ese vestido de bella y alta factura. Tanto que se quedó tan embobado mirándola que casi se despista y no toma su mano cuando se la cedió. El carraspeo de Francesco lo sacó de su ensimismamiento y el rubio tomó con premura la mano con una sonrisa, para luego pasarlo por encima de su brazo. Juntos caminaron hasta la puerta, donde le cedió la salida después de abrirle la puerta, y luego hizo lo propio ayudándola a subir al carruaje.
- Así que esta es la famosa Lady Thenidiel-, comentó Marie sin perder el tiempo
Ya llevaba puesta una máscara de color escarlata como su vestido, que dejaba la barbilla y los labios de color carmesí a juego con todo el conjunto, al descubierto.
- Sí. Esta es la hermosa Níniel Thenidiel-, luego se giró a la elfa para dirigirse a ella. - Níniel, estos son los Stone. Robert y su esposa Marie. Son mi segunda familia-, le explicó recogiendo la caja que había dejado a un lado de su asiento.
- Una placer conocer a un representante del pueblo élfico-, dijo Robert, acompañando sus palabras con una ligera reverencia que también secundó su esposa. - No solemos tener visitas tan importantes normalmente. Espero que su estancia aquí haya sido satisfactoria.
Su voz resonaba especialmente grave al estar detrás de su máscara negra. Una que simbolizaba un búho negro de los bosques de las islas.
El trayecto hacia la mansión de los Harrowmont fue corto. Y el bullicio a la entrada del edificio era una señal clara de que sería una fiesta muy concurrida. Estaría toda la flor y nata de la ciudad allí. Y si bien podría parecer algo negativo, en realidad jugaba a su favor. Mientras más gente hubiera, más distraído estaría el personal y el propio Lord.
Vincent finalmente abrió su caja, y recogió la máscara dentro de ella después de acariciarla con sus guantes negros. Era realmente preciosa.
No tardó en ponérsela, y en cuanto la tuvo bien colocada, se colocó la capa y se echó la capucha por encima. Finalmente se bajó del carro y extendió el brazo para ceder la mano a Níniel y ayudarla a bajar.
- Lady Thenidiel. ¿Tendría el placer de acompañarme en esta velada? - comentó con una media sonrisa tras la máscara, los ojos chisporroteaban divertidos.
Estaba allí por trabajo, pero no estaba de más si se divertía un poco mientras. De este modo sería más fácil no desentonar entre la multitud.
- Traje y máscara:
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Iba a hacer algo más cortito, pero empecé a escribir y las letras no dejaban de salir, y de salir, y de salir..... Lo siento. No me maten D:
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
- Huracán y Jules: Máscara y traje:
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Me agarré al brazo de Jules y comencé a caminar rumbo a las afueras del Palacio de los Vientos, la sede de los cazadores, en lo más alto del acantilado de la muerte. Me costaba adaptarme a los tacones, era lo que peor llevaba. Estaba acostumbrada a vestir botas planas. ¿En serio tendría que aguantar toda la noche con aquellos incómodos zapatos?
Cuando salimos del palacio ya estaba esperándonos la carroza para ir. Era de una bella manufactura, muy del estilo de mi madre que no podía haber reservado otra. Quizás había muchas cosas que no compartía, pero su gusto por la estética y el color era simplemente perfecto.
-No, por favor. Eso sí que no. – dijo Jules en cuanto la vio - ¿Vamos a una fiesta o a un cementerio? ¿Con los trajes negros no era suficiente?
-¿No te gusta? – dije mirándole. – Es simplemente… ideal.
-¿Ideal? Claro. – comentó contrariado – Parecemos el corredor de la muerte. Tenéis un gusto horrible.
-La estética negra es parte de la esencia de mi familia, Jules. – le expliqué mientras me agarraba a la puerta de la carroza para subir a la misma. Me senté para ir en la dirección de avance de la carroza, el hombre siempre debía de ir de frente y de espaldas, como establecía el protocolo. Esto se hacía para evitar mareos de las señoritas, aunque probablemente Jules se marease más que yo.
El recorrido duró una media hora. En cuanto llegamos a los jardines de la mansión Harrowmont, vimos la multitud de carrozas y vestidos distintos de todos los estilos y colores. Toda la élite de las islas se encontraba allí. Nuestra carroza era la más oscura de todas. Jules bajó delante y me cedió su mano para bajar.
-¿Y ahora cómo sabremos quiénes son Vincent y Níniel? – preguntó el brujo, contemplando a todos los presentes que había allí. Cientos de complejos y retorcidos vestidos y, todos ellos enmascarados. Dar con ellos iba a ser complicado. – Habría estado bien explicarnos cómo íbamos a ir vestidos.
-Tendrá que ser dentro. Entremos. – dije seria, observando a los presentes.
El portero, vestido también con un elegante traje con máscara naranja nos recibió a Jules y a mí, agarrada a su brazo, con una sonrisa que se escondía tras una sudada máscara, y es que estos vestidos serían muy bellos pero daban mucho calor, y aquel hombre estaba ajetreado dando de alta a todos los que habían accedido a ir.
-¿A quién tengo el gusto de recibir? – preguntó con cortesía, tratando de disimular un más que evidente cansancio.
-Huracán y Jules Roche. – respondí con rapidez. Tal y como mi madre me habría apuntado.
-Están en la lista, pueden pasar. – indicó el tipo con una sonrisa e invitándonos a acceder al lujoso palacio.
Al lado de éste, los cazadores no éramos más que unos pobres mendigos. La gente mirábamos asombrados los lujos de la mansión Harrowmont. Lámparas colgantes en oro y llenas de adorno, alfombras, paredes de mármol… Mientras tanto, yo pensaba dónde podría encontrarse la famosa carta de Mortagglia y así se lo haría saber al brujo, pero primero tendríamos que dar con Níniel y Vincent.
Llegamos a un ostentoso comedor con mesas circulares. Tras una breve presentación del anfitrión, la cena sería lo primero, como siempre ocurría en este tipo de eventos que tan poco me gustaban. Pero primero habría que colocarse en una mesa. Había muchas, más de cincuenta, en aquel inmenso comedor. Estaban preparadas para cuatro comensales, es decir, dos parejas. En las mascaradas, era habitual sentarse con alguien aleatorio y compartir una alegre velada, pero dada nuestra misión, resultaba imperioso sentarnos con Níniel y Vincent.
Todas las mesas tenían pequeñas estatuillas con un pequeño objeto sobre ella para identificarlas: Un ave, un candelabro, una llave, incluso había una con un horrible ograrck. Observé cuidadosamente todos los objetos de la mayoría de las mesas y esperé a buscar una estatuilla que, junto con mi conocido gusto por el negro, hiciera a elfa y brujo sospechar el lugar en el que nos sentábamos. Así, elegí una mesa con la estatuilla de una ballesta. Con un poco de suerte, Níniel y Vincent asociarían nuestros negros ropajes y el símbolo con nosotros.
-Ahora tendremos que confiar en que sean Níniel y Vincent los que se sienten aquí. – dije.
-Chsst. Viene alguien – me advirtió el brujo, y observamos como una pareja se dirigía hacia la mesa en la que nos encontrábamos. Si conocían el protocolo, seríamos los sentados en la mesa quiénes deberían de recibirles con una frase elegante al amago de sentarse y al menos uno de ellos, responder con cortesía. Así pues y, rezando para que fuesen nuestros dos amigos y no una pareja cualquiera de la fiesta, les saludé como marcaba el protocolo. Una frase rimbombante y que rimara. Y es que preguntarles si eran ellos dos suponía una grosería en caso de no serlo, y un motivo de sospecha.
-Cuán alegría nos causa ver comensales en nuestra mesa. Siéntense a nuestra vera, en la mesa de la ballesta, y disfruten de la fiesta. - dije con una falsa alegría. No sabía si distinguirían mi voz pues la máscara ocultaba bastante el verdadero timbre de cada persona.
Iba a ser incómodo tratar de averiguar si en realidad eran ellos dos, tendríamos que lanzarnos indirectas hasta que finalmente supiésemos que estábamos hablando con la otra pareja. Aquella era la gracia de las mascaradas, aunque en esta ocasión fuese más un inconveniente. No a mucho tardar, Lord Harrowmont daría el pregón de comienzo al evento.
Cuando salimos del palacio ya estaba esperándonos la carroza para ir. Era de una bella manufactura, muy del estilo de mi madre que no podía haber reservado otra. Quizás había muchas cosas que no compartía, pero su gusto por la estética y el color era simplemente perfecto.
- Carroza:
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-No, por favor. Eso sí que no. – dijo Jules en cuanto la vio - ¿Vamos a una fiesta o a un cementerio? ¿Con los trajes negros no era suficiente?
-¿No te gusta? – dije mirándole. – Es simplemente… ideal.
-¿Ideal? Claro. – comentó contrariado – Parecemos el corredor de la muerte. Tenéis un gusto horrible.
-La estética negra es parte de la esencia de mi familia, Jules. – le expliqué mientras me agarraba a la puerta de la carroza para subir a la misma. Me senté para ir en la dirección de avance de la carroza, el hombre siempre debía de ir de frente y de espaldas, como establecía el protocolo. Esto se hacía para evitar mareos de las señoritas, aunque probablemente Jules se marease más que yo.
El recorrido duró una media hora. En cuanto llegamos a los jardines de la mansión Harrowmont, vimos la multitud de carrozas y vestidos distintos de todos los estilos y colores. Toda la élite de las islas se encontraba allí. Nuestra carroza era la más oscura de todas. Jules bajó delante y me cedió su mano para bajar.
-¿Y ahora cómo sabremos quiénes son Vincent y Níniel? – preguntó el brujo, contemplando a todos los presentes que había allí. Cientos de complejos y retorcidos vestidos y, todos ellos enmascarados. Dar con ellos iba a ser complicado. – Habría estado bien explicarnos cómo íbamos a ir vestidos.
-Tendrá que ser dentro. Entremos. – dije seria, observando a los presentes.
- Mansión Harrowmont:
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El portero, vestido también con un elegante traje con máscara naranja nos recibió a Jules y a mí, agarrada a su brazo, con una sonrisa que se escondía tras una sudada máscara, y es que estos vestidos serían muy bellos pero daban mucho calor, y aquel hombre estaba ajetreado dando de alta a todos los que habían accedido a ir.
-¿A quién tengo el gusto de recibir? – preguntó con cortesía, tratando de disimular un más que evidente cansancio.
-Huracán y Jules Roche. – respondí con rapidez. Tal y como mi madre me habría apuntado.
-Están en la lista, pueden pasar. – indicó el tipo con una sonrisa e invitándonos a acceder al lujoso palacio.
Al lado de éste, los cazadores no éramos más que unos pobres mendigos. La gente mirábamos asombrados los lujos de la mansión Harrowmont. Lámparas colgantes en oro y llenas de adorno, alfombras, paredes de mármol… Mientras tanto, yo pensaba dónde podría encontrarse la famosa carta de Mortagglia y así se lo haría saber al brujo, pero primero tendríamos que dar con Níniel y Vincent.
Llegamos a un ostentoso comedor con mesas circulares. Tras una breve presentación del anfitrión, la cena sería lo primero, como siempre ocurría en este tipo de eventos que tan poco me gustaban. Pero primero habría que colocarse en una mesa. Había muchas, más de cincuenta, en aquel inmenso comedor. Estaban preparadas para cuatro comensales, es decir, dos parejas. En las mascaradas, era habitual sentarse con alguien aleatorio y compartir una alegre velada, pero dada nuestra misión, resultaba imperioso sentarnos con Níniel y Vincent.
Todas las mesas tenían pequeñas estatuillas con un pequeño objeto sobre ella para identificarlas: Un ave, un candelabro, una llave, incluso había una con un horrible ograrck. Observé cuidadosamente todos los objetos de la mayoría de las mesas y esperé a buscar una estatuilla que, junto con mi conocido gusto por el negro, hiciera a elfa y brujo sospechar el lugar en el que nos sentábamos. Así, elegí una mesa con la estatuilla de una ballesta. Con un poco de suerte, Níniel y Vincent asociarían nuestros negros ropajes y el símbolo con nosotros.
-Ahora tendremos que confiar en que sean Níniel y Vincent los que se sienten aquí. – dije.
-Chsst. Viene alguien – me advirtió el brujo, y observamos como una pareja se dirigía hacia la mesa en la que nos encontrábamos. Si conocían el protocolo, seríamos los sentados en la mesa quiénes deberían de recibirles con una frase elegante al amago de sentarse y al menos uno de ellos, responder con cortesía. Así pues y, rezando para que fuesen nuestros dos amigos y no una pareja cualquiera de la fiesta, les saludé como marcaba el protocolo. Una frase rimbombante y que rimara. Y es que preguntarles si eran ellos dos suponía una grosería en caso de no serlo, y un motivo de sospecha.
-Cuán alegría nos causa ver comensales en nuestra mesa. Siéntense a nuestra vera, en la mesa de la ballesta, y disfruten de la fiesta. - dije con una falsa alegría. No sabía si distinguirían mi voz pues la máscara ocultaba bastante el verdadero timbre de cada persona.
Iba a ser incómodo tratar de averiguar si en realidad eran ellos dos, tendríamos que lanzarnos indirectas hasta que finalmente supiésemos que estábamos hablando con la otra pareja. Aquella era la gracia de las mascaradas, aunque en esta ocasión fuese más un inconveniente. No a mucho tardar, Lord Harrowmont daría el pregón de comienzo al evento.
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Níniel decidió tomarse el leve despiste inicial del brujo como un halago y respondió a su cortés ofrecimiento parpadeando una sola vez de forma calculadamente pausada mientras se inclinaba de forma leve, permitiendo que Vincent llevara su mano hasta su brazo y acompasando sus pasos a los de él mientras se dirigían a la salida del establecimiento bajo la atenta mirada de todos los allí presentes. Y es que puede que aquel lugar fuera de cierta categoría, pero la elfa dudaba que viesen a una pareja vestida con semejantes galas muy a menudo. No obstante, incluso a pesar de lo fuera de lugar que pudiesen parecer allí, no hubo ni un solo comentario soez o grosero, todo lo contrario, reverencias más o menos logradas y un respetuoso silencio. Que diferente resultaba con respecto a Lunargenta, donde alquilar un carruaje e ir acompañada era una obligación si querías cruzar según qué barrios por riesgo a toda clase de faltas de respeto, robos o incluso algo peor. Quizás era debido a que al ser una sociedad más elitista veían con buenos ojos tal ostentación, incluso aunque no pudieran permitírsela.
Ya afuera, un amplio carruaje esperaba en la puerta y Níniel agradeció el gesto del rubio para ayudarla a subir, demostrando por la gracia al hacerlo que estaba más que acostumbrada a aquel tipo de aparatosas vestimentas aunque normalmente para el día a día optara por otras prendas más cómodas y ligeras. Quizá a Vincent le extrañara, una elfa tan acostumbrada a las ropas de gala de otras razas y a su protocolo y etiqueta, pero aquello tenía fácil respuesta. Ashara Thenidiel, la madre de Nín, pasó varias décadas de su juventud viviendo entre los humanos y otras razas como ahora hacía su primogénita. Durante ese tiempo desarrolló un gran gusto por aquel tipo de ocasiones, así como por la literatura de fuera de Sandorai, pasiones que inculcó en su hija desde pequeña. Por ello la joven disponía de un surtido catálogo de libros de todo tipo escritos por autores no-elfos y también varios elegantes vestidos con los que sabía moverse con gracilidad, ayudada claro por las bendiciones que los dioses habían otorgado a su pueblo.
Como fuere, en el carruaje ya les esperaban sentados cómodamente los Stone, cuya presencia allí no pillaba por sorpresa a Níniel pues Vincent ya la había avisado de que el matrimonio les acompañaría aquella noche, aunque no para ayudarles con el asunto de la carta si no por la feliz coincidencia de que también habían sido invitados al evento, lo que denotaba que debían de ser una familia de renombre en las islas y por ello seguramente gente influyente de algún modo.
-El placer es mío.- Respondió la peliblanca con educación a los afectuosos saludos de aquellos brujos, agradeciendo que la máscara ocultase el sonrojo que las palabras de Vincent habían llevado a su rostro y tratando de continuar hablando sin que aquello se notara en su voz. -Lo cierto es que no soy nadie tan importante y mucho menos una "representante" de mi pueblo, solo una estudiante de alquimia siguiendo los pasos de su maestro.- Dijo sin falsa modestia pues era cierto. Solo era una elfa más y no ninguna autoridad, aunque había acabado por codearse con brujos muy importantes. -Las islas son un lugar muy bonito y he tenido la ocasión de aprender mucho durante mi tiempo aquí.- Añadió para responder a las últimas palabras del señor Stone con tono agradecido.
No tardaron en llegar hasta la propiedad de los Harrowmont, cruzando un alto muro de rejas tras el cual se extendía un suntuoso jardín de caminos adoquinados que en esos momentos estaban atestados de gente que ya fuera a pié o en sus carruajes se dirigían hacia las puertas del enorme edificio principal. Justo delante de aquel lujoso palacio, una plaza en cuyo centro había una fuente de grandes proporciones permitía a los invitados esperar su turno para entrar o bien hacer algo de tiempo mientras se decidían a hacerlo, así como la circulación de los carruajes a su alrededor sin ningún tipo de problema pues lo hacían ordenadamente y en fila, descargando a sus pasajeros ante la puerta y continuando hasta la zona designada para su espera y donde sin duda se dedicarían a hablar con sus compañeros de profesión hasta que volvieran a ser solicitados.
Llegado su turno, Níniel tomó la mano de Vincent para descender del carro y de forma disimulada observó todo el lujo que les rodeaba en esos momentos. Era asombroso incluso para no ser el tipo de vivienda que la elfa adquiriría de poder y podía llegar incluso a hacer que el cuartel de los cazadores pareciera poquita cosa a su lado. Ya sabía que los Harrowmont eran ricos y poderosos y que precisamente por eso resultaban peligrosos pero solo al ver aquel lugar la joven pudo hacerse una idea de hasta qué punto. Incluso los gemelos Milton y Cassandra tomaban una nueva dimensión que hacía que la elfa se alegrara de que todo el asunto de sonsacarles información saliera bien.
-No deberíamos usar nuestros nombres tan a la ligera- Le susurró a su acompañante. -Aunque estemos en su lista de invitados será mejor si no nos reconocen dentro.- Aclaró tomando su brazo y ocupándose su lugar en la cola de entrada. -Ya sé. Usaremos apodos para llamarnos entre nosotros. Yo seré...Lady Rose. ¿Cual quieres tú?.- Dijo divertida por aquel pequeño juego tan habitual en ese tipo de eventos.
Terminaron entrando sin problemas descubriendo que los lujos del exterior no eran nada comparados con los del interior al acceder a un enorme salón-comedor de proporciones dragontinas. Incluso el más ínfimo detalle era de una calidad y un valor dignos del mejor de los artesanos y solo al alcance de las mayores fortunas. Hasta el último de los cristales que adornaban las lamparas doradas del lugar parecía tallado al detalle, las cortinas eran de las mejores telas y estaban hermosamente estampadas. Columnas y suelos de mármol, mesas de maderas nobles, mantelerías dignas de un banquete real...Hasta la cubertería de cada una de ellas era un tesoro por sí misma. -Puede que aquellos dos no sean unos brujos temibles pero...Podrían enterrarnos en oro y ni siquiera lo notarían en sus bolsillos.- Susurró nuevamente la elfa a Vincent, pegándose más a él al sentirse realmente abrumada ante aquello. Se sentía diminuta ante las proporciones de aquel lugar.
-Tenemos que encontrarnos con...- Se cortó para evitar decir su nombre o apodo real. -Ummm, claro que eso bien podría ser más complicado de lo que parece.- Admitió al ver la gran cantidad de invitados que había formando corros más o menos numerosos para hablar de sus cosas o comenzar con el juego del quién es quién y todo lo que ello conllevaba. Definitivamente era algo en lo que no habían pensado y lo cierto es que habían sido unos tontos por no haber caído en la cuenta de que con aquel viaje de Huracán ni siquiera había podido ponerse de acuerdo en qué máscara iba a llevar cada uno.
A la cazadora no le gustaban esa clase de eventos, eso lo sabía. También sabía que no estaba acostumbrada a ese tipo de vestimentas por lo que debía de estar incómoda y no de un humor especialmente bueno. Su color, como el de su madre, era el negro por lo que seguramente vistiera algo negro y oscuro, lo más sobrio posible...No era algo definitivo pero al menos permitía descartar a la mayoría de los allí presentes de un plumazo, permitiéndola centrarse en parejas en las que al menos la mujer vistiera de oscuro y pareciera a punto de arrancarse el vestido por no soportarlo más.
Su atención pasó a continuación de los invitados aún de pié a los que ya se habían sentado y de ellos a los adornos que cada mesa tenía. El objetivo era que cada cual recordara cuál era su sitio y con quién se había sentado en caso de tener que levantarse por algún motivo durante la cena o para bailar una vez esta hubiese terminado. No era fácil ubicarse entre un mar de máscaras desconocidas y vestidos de cortes similares que rodeaban mesas idénticas, y esos centros de mesa serían ideales para encontrarse...¿Quizás huracán había pensado eso mismo al darse cuenta de lo tontos que habían sido?.
La peliblanca pasó sus ojos de elfa de una mesa a otra centrándose en aquellas donde hubiera sentada una pareja, buscando alguna señal en los centros de mesa que la hiciera pensar en la cazadora y centrando su atención rápidamente en uno con la figura, espantosa, de un ogrark. Los ogrark fueron usados por los vampiros atacantes durante aquella fatídica noche en la que se anunciaba el retorno de los cazadores a la actividad. Bien podía ser un excelente punto de encuentro para las dos parejas....Pero allí solo había sentadas dos mujeres con vestidos de colores vivos y alegres por lo que la elfa la descartó y continuó con su búsqueda.
Había muchos adornos que podrían estar relacionados...Una calavera, un barco...Ni siquiera sabía si habían llegado ya o si se habrían sentado, solo eran suposiciones. ¿Qué pasaba si por alguna razón extraña la veterana exterminadora de sanguijuelas había optado por un vestido rosa para pasar desapercibida?. Nah eso no era posible... Y entonces lo vio. Un centro de mesa de una ballesta sobre una mesa en la que había una pareja vestida con colores oscuros. Ella iba elegante pero sobria, la conversación entre ellos no parecía muy romántica ni animada y de hecho él se giraba para mirar a cada mujer que pasaba cerca...
-Creo que los he encontrado. La mesa de la ballesta.- Dijo señalando en aquella dirección con sus ojos aguamarina. -No estoy segura pero creo que sí. ¿Qué hacemos?-
Ya afuera, un amplio carruaje esperaba en la puerta y Níniel agradeció el gesto del rubio para ayudarla a subir, demostrando por la gracia al hacerlo que estaba más que acostumbrada a aquel tipo de aparatosas vestimentas aunque normalmente para el día a día optara por otras prendas más cómodas y ligeras. Quizá a Vincent le extrañara, una elfa tan acostumbrada a las ropas de gala de otras razas y a su protocolo y etiqueta, pero aquello tenía fácil respuesta. Ashara Thenidiel, la madre de Nín, pasó varias décadas de su juventud viviendo entre los humanos y otras razas como ahora hacía su primogénita. Durante ese tiempo desarrolló un gran gusto por aquel tipo de ocasiones, así como por la literatura de fuera de Sandorai, pasiones que inculcó en su hija desde pequeña. Por ello la joven disponía de un surtido catálogo de libros de todo tipo escritos por autores no-elfos y también varios elegantes vestidos con los que sabía moverse con gracilidad, ayudada claro por las bendiciones que los dioses habían otorgado a su pueblo.
Como fuere, en el carruaje ya les esperaban sentados cómodamente los Stone, cuya presencia allí no pillaba por sorpresa a Níniel pues Vincent ya la había avisado de que el matrimonio les acompañaría aquella noche, aunque no para ayudarles con el asunto de la carta si no por la feliz coincidencia de que también habían sido invitados al evento, lo que denotaba que debían de ser una familia de renombre en las islas y por ello seguramente gente influyente de algún modo.
-El placer es mío.- Respondió la peliblanca con educación a los afectuosos saludos de aquellos brujos, agradeciendo que la máscara ocultase el sonrojo que las palabras de Vincent habían llevado a su rostro y tratando de continuar hablando sin que aquello se notara en su voz. -Lo cierto es que no soy nadie tan importante y mucho menos una "representante" de mi pueblo, solo una estudiante de alquimia siguiendo los pasos de su maestro.- Dijo sin falsa modestia pues era cierto. Solo era una elfa más y no ninguna autoridad, aunque había acabado por codearse con brujos muy importantes. -Las islas son un lugar muy bonito y he tenido la ocasión de aprender mucho durante mi tiempo aquí.- Añadió para responder a las últimas palabras del señor Stone con tono agradecido.
No tardaron en llegar hasta la propiedad de los Harrowmont, cruzando un alto muro de rejas tras el cual se extendía un suntuoso jardín de caminos adoquinados que en esos momentos estaban atestados de gente que ya fuera a pié o en sus carruajes se dirigían hacia las puertas del enorme edificio principal. Justo delante de aquel lujoso palacio, una plaza en cuyo centro había una fuente de grandes proporciones permitía a los invitados esperar su turno para entrar o bien hacer algo de tiempo mientras se decidían a hacerlo, así como la circulación de los carruajes a su alrededor sin ningún tipo de problema pues lo hacían ordenadamente y en fila, descargando a sus pasajeros ante la puerta y continuando hasta la zona designada para su espera y donde sin duda se dedicarían a hablar con sus compañeros de profesión hasta que volvieran a ser solicitados.
Llegado su turno, Níniel tomó la mano de Vincent para descender del carro y de forma disimulada observó todo el lujo que les rodeaba en esos momentos. Era asombroso incluso para no ser el tipo de vivienda que la elfa adquiriría de poder y podía llegar incluso a hacer que el cuartel de los cazadores pareciera poquita cosa a su lado. Ya sabía que los Harrowmont eran ricos y poderosos y que precisamente por eso resultaban peligrosos pero solo al ver aquel lugar la joven pudo hacerse una idea de hasta qué punto. Incluso los gemelos Milton y Cassandra tomaban una nueva dimensión que hacía que la elfa se alegrara de que todo el asunto de sonsacarles información saliera bien.
-No deberíamos usar nuestros nombres tan a la ligera- Le susurró a su acompañante. -Aunque estemos en su lista de invitados será mejor si no nos reconocen dentro.- Aclaró tomando su brazo y ocupándose su lugar en la cola de entrada. -Ya sé. Usaremos apodos para llamarnos entre nosotros. Yo seré...Lady Rose. ¿Cual quieres tú?.- Dijo divertida por aquel pequeño juego tan habitual en ese tipo de eventos.
Terminaron entrando sin problemas descubriendo que los lujos del exterior no eran nada comparados con los del interior al acceder a un enorme salón-comedor de proporciones dragontinas. Incluso el más ínfimo detalle era de una calidad y un valor dignos del mejor de los artesanos y solo al alcance de las mayores fortunas. Hasta el último de los cristales que adornaban las lamparas doradas del lugar parecía tallado al detalle, las cortinas eran de las mejores telas y estaban hermosamente estampadas. Columnas y suelos de mármol, mesas de maderas nobles, mantelerías dignas de un banquete real...Hasta la cubertería de cada una de ellas era un tesoro por sí misma. -Puede que aquellos dos no sean unos brujos temibles pero...Podrían enterrarnos en oro y ni siquiera lo notarían en sus bolsillos.- Susurró nuevamente la elfa a Vincent, pegándose más a él al sentirse realmente abrumada ante aquello. Se sentía diminuta ante las proporciones de aquel lugar.
-Tenemos que encontrarnos con...- Se cortó para evitar decir su nombre o apodo real. -Ummm, claro que eso bien podría ser más complicado de lo que parece.- Admitió al ver la gran cantidad de invitados que había formando corros más o menos numerosos para hablar de sus cosas o comenzar con el juego del quién es quién y todo lo que ello conllevaba. Definitivamente era algo en lo que no habían pensado y lo cierto es que habían sido unos tontos por no haber caído en la cuenta de que con aquel viaje de Huracán ni siquiera había podido ponerse de acuerdo en qué máscara iba a llevar cada uno.
A la cazadora no le gustaban esa clase de eventos, eso lo sabía. También sabía que no estaba acostumbrada a ese tipo de vestimentas por lo que debía de estar incómoda y no de un humor especialmente bueno. Su color, como el de su madre, era el negro por lo que seguramente vistiera algo negro y oscuro, lo más sobrio posible...No era algo definitivo pero al menos permitía descartar a la mayoría de los allí presentes de un plumazo, permitiéndola centrarse en parejas en las que al menos la mujer vistiera de oscuro y pareciera a punto de arrancarse el vestido por no soportarlo más.
Su atención pasó a continuación de los invitados aún de pié a los que ya se habían sentado y de ellos a los adornos que cada mesa tenía. El objetivo era que cada cual recordara cuál era su sitio y con quién se había sentado en caso de tener que levantarse por algún motivo durante la cena o para bailar una vez esta hubiese terminado. No era fácil ubicarse entre un mar de máscaras desconocidas y vestidos de cortes similares que rodeaban mesas idénticas, y esos centros de mesa serían ideales para encontrarse...¿Quizás huracán había pensado eso mismo al darse cuenta de lo tontos que habían sido?.
La peliblanca pasó sus ojos de elfa de una mesa a otra centrándose en aquellas donde hubiera sentada una pareja, buscando alguna señal en los centros de mesa que la hiciera pensar en la cazadora y centrando su atención rápidamente en uno con la figura, espantosa, de un ogrark. Los ogrark fueron usados por los vampiros atacantes durante aquella fatídica noche en la que se anunciaba el retorno de los cazadores a la actividad. Bien podía ser un excelente punto de encuentro para las dos parejas....Pero allí solo había sentadas dos mujeres con vestidos de colores vivos y alegres por lo que la elfa la descartó y continuó con su búsqueda.
Había muchos adornos que podrían estar relacionados...Una calavera, un barco...Ni siquiera sabía si habían llegado ya o si se habrían sentado, solo eran suposiciones. ¿Qué pasaba si por alguna razón extraña la veterana exterminadora de sanguijuelas había optado por un vestido rosa para pasar desapercibida?. Nah eso no era posible... Y entonces lo vio. Un centro de mesa de una ballesta sobre una mesa en la que había una pareja vestida con colores oscuros. Ella iba elegante pero sobria, la conversación entre ellos no parecía muy romántica ni animada y de hecho él se giraba para mirar a cada mujer que pasaba cerca...
-Creo que los he encontrado. La mesa de la ballesta.- Dijo señalando en aquella dirección con sus ojos aguamarina. -No estoy segura pero creo que sí. ¿Qué hacemos?-
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
El brujo avanzó unos pasos sosteniendo el brazo de la elfa, y se despidió con una leve reverencia de los Stone. Su compañía solo duraría hasta allí, la entrada de la mansión. A partir de ahora sus caminos irían por separado. Aunque no sería extraño que, durante el juego de la mascarada, el matrimonio llegara hasta su madre. Igual que tampoco sería raro que Yennefer e Isabella buscaran la forma de acercarse hasta el cuarteto, formado por Huracán, Jules y ellos mismos, en algún momento de la velada. Cuando consiguiera localizar a la pareja de cazadores, claro estaba.
- Lady Rose. Vuestro conjunto es de una gran belleza-, dijo siguiéndole el juego a la sacerdotisa. - Aunque evita que los demás puedan apreciar que la mujer bajo la máscara es aún más bella que su vestido-, comentó zalamero, con una sonrisa bajo el disfraz que no se podía apreciar. - Pobres. No saben lo que se pierden-, hizo una leve inclinación de respeto, y posó el dorso de la mano de la dama contra su máscara imitando un beso.
Hacía tanto tiempo que no asistía a una mascarada que había olvidado cuando había sido la última vez que había estado en una. Si no le fallaba mucho la memoria, debía haber sido antes del inicio de su viaje al Norte en busca de sus padres. Desde entonces solo había vuelto a las islas de forma esporádica, y nunca para una fiesta o un evento de ese tipo. Hacía mucho que estaba alejado de esa forma de vida. Él era un hombre de gustos más tranquilos y de vida más mundana que esa. Aunque tenía que reconocer que eran bastante divertidas estas fiestas de disfraces, tan comunes en las islas.
Un hombre que sin duda era parte del servicio de Harrowmont estaba a la entrada dándoles la bienvenida a todos de forma protocolaria. Unas sencillas palabras de bienvenida y buenaventura para la fiesta. Y una vez pasado el marco de piedra de la entrada de la vivienda donde se encontraba el mayordomo, uno acababa inmerso dentro de una gran vistosidad y lujo.
No era para menos. El apellido de los Harrowmont se remontaba en el tiempo de manera constante, siendo marca y seña de una de las familias más influyentes y poderosas de las islas. Aún así, era una impresionante ver de primera mano la riqueza que atesoraba el lord en su hogar. Seguramente proporcional al poder que poseía.
- No te preocupes. Este lujo es cegador pero hay que tener talento incluso para saber aprovechar la fuerza del oro-, tranquilizó a la dama, aunque en ningún caso rehuyó su acercamiento, más bien al contrario. - Y creo…-, colocó su mano bajo la barbilla, pensando, mientras avanzaban juntos por la celebración. - Creo que sería adecuado llamarme Caballero de la Espina. Ya que vos sois una hermosa rosa, yo debo protegeros de las manos indiscretas e imprudentes-, volvió a jugar con las palabras.
Siguieron avanzando y pronto se mimetizaron con el entorno. Tal era la cantidad de personas allí, con sus máscaras y antifaces, que resultaba sencillo pasar desapercibidos y solo ser una pareja más en la fiesta. Tanto, que era contraproducente en cierto sentido, pues hacía que fuera realmente difícil saber quiénes eran los cazadores de entre todos los invitados, y viceversa. Níniel tenía razón. El simple hecho de reunirse sería algo más complicado de lo que pudiera haberse pensado antes de la fiesta.
El brujo escrutó con la mirada a su alrededor, buscando posibles signos que pudieran darle una pista de que fueran Huracán y Jules. Lo primero que tenía en cuenta es que estuvieran juntos un hombre y una mujer, seguramente separados del resto como ellos, pues era la mejor manera de destacar entre la multitud. Luego se fijaba en sus vestidos, los colores de estos, las formas de las máscaras. Todo podría esconder un detalle indiferente para cualquiera, pero que podría ser la señal que necesitaba para averiguar si eran los cazadores. Incluso intentaba ver si las joyas o los broches tenían la forma de algo característico de Huri o Jules. Algo que los relacionara con ellos.
La voz de Níniel lo sacó de si ensimismamiento buscando a sus compañeros.
- ¿Dónde? - preguntó como acto reflejo, sin esperar respuesta, siguiendo la mirada de la elfa hasta una mesa adornada con una ballesta.
La escena que contempló ante sus ojos era tan reconocible para él, que le era imposible dudar de que no fueran ellos.
- Sí, son ellos. Estoy totalmente convencido-, contestó a la peliblanca. - Solo podemos hacer una cosa-, comentó observando directamente los ojos aguamarina de la mujer a su lado. - Disfrutar de la mascarada-, sonrió aunque no pudiera verse.
Una vez dicho esto, guió a la dama que lo acampanaba del brazo en dirección a la mesa. No estaba seguro de si los reconocerían con esos trajes, y de si por tanto se dirigirían a ellos con sus verdaderos nombres. En realidad, todo era una lotería. Que las personas sentadas fueran un hombre y una mujer de ropajes oscuros, al lado de una ballesta podía significar lo que tanto Níniel como él habían pensado. Pero también podrían ser una pareja con gusto por los tonos apagados que se habían sentado simplemente allí.
La mujer fue la que se dirigió a ellos en cuento llegaron hasta la mesa, y si no le fallaba el oído diría que en verdad era la voz de Huri. Sin embargo no podía aseverarlo del todo por la opacidad de la máscara, que siempre distorsionaba la voz para los que la llevaban de rostro completo.
- No tanta alegría como a nosotros poder devolver vuestra galantería y elegancia, con una buena dosis de gallardía y cortesía-, comentó haciendo una ligera reverencia como deferencia a la pareja sentada a la mesa.
Luego deslizó hacia atrás una silla, para que su acompañante pudiera sentarse con mayor facilidad. Finalmente, cuando la hermosa elfa estuvo perfectamente colocada en su lugar ayudada por él, hizo lo propio sentándose también.
- Hermoso centro de mesa el de esta ballesta, aunque debo reconocer que recuerdos de mi pasado me dieron tentación de sentarme en el de la bestia-, dijo, haciendo un elegante y leve movimiento de cabeza hacia la mesa del ogrark, guiando de este modo la mirada de sus interlocutores hacia allí.
Era una buena pista para todo aquel que supiera lo que había ocurrido el día de la fiesta del gremio de cazadores. Además de discreta. Huracán y Jules lo entenderían, y cualquiera que no fuera ellos, solo preguntaría curioso por tal suceso en su pasado que le tentaba por sentarse en aquella mesa.
Confiaba en que de verdad fueran ellos, pues pronto comenzaría el pregón de inauguración del lord. Y según avanzara la noche, sus posibilidades de conseguir la carta menguarían si se encontraban los unos a los otros.
- Un placer disfrutar de vuestra compañía en esta velada. Lady Rose-, presentó a la sacerdotisa con una movimiento de su mano. - Y el Caballero de la Espina para servirles.
Nada más terminar de hablar, acercó la mano con la que había presentado a Níniel a su pecho, haciendo a su vez otra leve reverencia similar a la de su saludo inicial. De este modo daba su entrada por termida.
- Lady Rose. Vuestro conjunto es de una gran belleza-, dijo siguiéndole el juego a la sacerdotisa. - Aunque evita que los demás puedan apreciar que la mujer bajo la máscara es aún más bella que su vestido-, comentó zalamero, con una sonrisa bajo el disfraz que no se podía apreciar. - Pobres. No saben lo que se pierden-, hizo una leve inclinación de respeto, y posó el dorso de la mano de la dama contra su máscara imitando un beso.
Hacía tanto tiempo que no asistía a una mascarada que había olvidado cuando había sido la última vez que había estado en una. Si no le fallaba mucho la memoria, debía haber sido antes del inicio de su viaje al Norte en busca de sus padres. Desde entonces solo había vuelto a las islas de forma esporádica, y nunca para una fiesta o un evento de ese tipo. Hacía mucho que estaba alejado de esa forma de vida. Él era un hombre de gustos más tranquilos y de vida más mundana que esa. Aunque tenía que reconocer que eran bastante divertidas estas fiestas de disfraces, tan comunes en las islas.
Un hombre que sin duda era parte del servicio de Harrowmont estaba a la entrada dándoles la bienvenida a todos de forma protocolaria. Unas sencillas palabras de bienvenida y buenaventura para la fiesta. Y una vez pasado el marco de piedra de la entrada de la vivienda donde se encontraba el mayordomo, uno acababa inmerso dentro de una gran vistosidad y lujo.
No era para menos. El apellido de los Harrowmont se remontaba en el tiempo de manera constante, siendo marca y seña de una de las familias más influyentes y poderosas de las islas. Aún así, era una impresionante ver de primera mano la riqueza que atesoraba el lord en su hogar. Seguramente proporcional al poder que poseía.
- No te preocupes. Este lujo es cegador pero hay que tener talento incluso para saber aprovechar la fuerza del oro-, tranquilizó a la dama, aunque en ningún caso rehuyó su acercamiento, más bien al contrario. - Y creo…-, colocó su mano bajo la barbilla, pensando, mientras avanzaban juntos por la celebración. - Creo que sería adecuado llamarme Caballero de la Espina. Ya que vos sois una hermosa rosa, yo debo protegeros de las manos indiscretas e imprudentes-, volvió a jugar con las palabras.
Siguieron avanzando y pronto se mimetizaron con el entorno. Tal era la cantidad de personas allí, con sus máscaras y antifaces, que resultaba sencillo pasar desapercibidos y solo ser una pareja más en la fiesta. Tanto, que era contraproducente en cierto sentido, pues hacía que fuera realmente difícil saber quiénes eran los cazadores de entre todos los invitados, y viceversa. Níniel tenía razón. El simple hecho de reunirse sería algo más complicado de lo que pudiera haberse pensado antes de la fiesta.
El brujo escrutó con la mirada a su alrededor, buscando posibles signos que pudieran darle una pista de que fueran Huracán y Jules. Lo primero que tenía en cuenta es que estuvieran juntos un hombre y una mujer, seguramente separados del resto como ellos, pues era la mejor manera de destacar entre la multitud. Luego se fijaba en sus vestidos, los colores de estos, las formas de las máscaras. Todo podría esconder un detalle indiferente para cualquiera, pero que podría ser la señal que necesitaba para averiguar si eran los cazadores. Incluso intentaba ver si las joyas o los broches tenían la forma de algo característico de Huri o Jules. Algo que los relacionara con ellos.
La voz de Níniel lo sacó de si ensimismamiento buscando a sus compañeros.
- ¿Dónde? - preguntó como acto reflejo, sin esperar respuesta, siguiendo la mirada de la elfa hasta una mesa adornada con una ballesta.
La escena que contempló ante sus ojos era tan reconocible para él, que le era imposible dudar de que no fueran ellos.
- Sí, son ellos. Estoy totalmente convencido-, contestó a la peliblanca. - Solo podemos hacer una cosa-, comentó observando directamente los ojos aguamarina de la mujer a su lado. - Disfrutar de la mascarada-, sonrió aunque no pudiera verse.
Una vez dicho esto, guió a la dama que lo acampanaba del brazo en dirección a la mesa. No estaba seguro de si los reconocerían con esos trajes, y de si por tanto se dirigirían a ellos con sus verdaderos nombres. En realidad, todo era una lotería. Que las personas sentadas fueran un hombre y una mujer de ropajes oscuros, al lado de una ballesta podía significar lo que tanto Níniel como él habían pensado. Pero también podrían ser una pareja con gusto por los tonos apagados que se habían sentado simplemente allí.
La mujer fue la que se dirigió a ellos en cuento llegaron hasta la mesa, y si no le fallaba el oído diría que en verdad era la voz de Huri. Sin embargo no podía aseverarlo del todo por la opacidad de la máscara, que siempre distorsionaba la voz para los que la llevaban de rostro completo.
- No tanta alegría como a nosotros poder devolver vuestra galantería y elegancia, con una buena dosis de gallardía y cortesía-, comentó haciendo una ligera reverencia como deferencia a la pareja sentada a la mesa.
Luego deslizó hacia atrás una silla, para que su acompañante pudiera sentarse con mayor facilidad. Finalmente, cuando la hermosa elfa estuvo perfectamente colocada en su lugar ayudada por él, hizo lo propio sentándose también.
- Hermoso centro de mesa el de esta ballesta, aunque debo reconocer que recuerdos de mi pasado me dieron tentación de sentarme en el de la bestia-, dijo, haciendo un elegante y leve movimiento de cabeza hacia la mesa del ogrark, guiando de este modo la mirada de sus interlocutores hacia allí.
Era una buena pista para todo aquel que supiera lo que había ocurrido el día de la fiesta del gremio de cazadores. Además de discreta. Huracán y Jules lo entenderían, y cualquiera que no fuera ellos, solo preguntaría curioso por tal suceso en su pasado que le tentaba por sentarse en aquella mesa.
Confiaba en que de verdad fueran ellos, pues pronto comenzaría el pregón de inauguración del lord. Y según avanzara la noche, sus posibilidades de conseguir la carta menguarían si se encontraban los unos a los otros.
- Un placer disfrutar de vuestra compañía en esta velada. Lady Rose-, presentó a la sacerdotisa con una movimiento de su mano. - Y el Caballero de la Espina para servirles.
Nada más terminar de hablar, acercó la mano con la que había presentado a Níniel a su pecho, haciendo a su vez otra leve reverencia similar a la de su saludo inicial. De este modo daba su entrada por termida.
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
La pareja se sentó en nuestra mesa. Él la ayudó a sentarse de una manera cortés y elegante. Ella tenía una elegancia y una manera de caminar muy estilizada, mucho más que la mía, y él tenía un porte de etiqueta. Una delicadeza a la hora de tratar a su mujer que sólo se ve en caballeros como Vincent, se veía naturalidad en sus gestos. A diferencia de muchos de los que estaban allí, él no actuaba, simplemente era así de galán.
Se presentaron como Lady Rose y el Caballero de la Espina. Muy original, pero estaba claro que era falso. Tendríamos que seguirles el juego. También hicieron referencia a la mesa que tenía la figurilla de un ograrck. Aquello parecía dejar claro que en realidad eran Vincent y Níniel. Deberíamos de enviarles un mensaje que les dejase claro quiénes éramos. Jules intervino por mí en esta ocasión.
-Doña Penélope y yo tuvimos una experiencia similar con esas criaturas hace un tiempo. – indicó el brujo, quien tomó y besó mi mano. Extraño nombre me había escogido. Sonreí tras la máscara tratando de seguir el juego. Me había metido en el papel y lo estaba disfrutando.
-¿Por qué no servís un poco de vino a nuestros acompañantes, don Juan? – le pregunté con educación, acercando a Jules la bella garrafa de cristal que contenía el líquido de color violáceo. Le puse el nombre al brujo en alusión a un antiguo libro que había leído, cuyo protagonista me recordaba mucho en actitud a la de Jules. – Mas tenga cuidado y no vierta veritaserum en nuestras copas. No tenemos ganas de revelar a dama y caballero nuestra misteriosa identidad. – miré fijamente a Lady Rose y al caballero de la Espina para ver sus reacciones a mi comentario. Aguardé su respuesta. Sólo ellos podrían darse por aludidos ante tal comentario tan directo. Aún así, mantendría su nombre falso durante todo el convite al dirigirme a ellos y evitar así sospechas.
Jules, mientras tanto, sirvió la copa a los cuatro que estábamos allí. Iba a ser difícil beber con aquellas máscaras. Aunque en aquellas fiestas únicamente solía haber baile y juegos de adivinación. Aunque nuestro objetivo sería sacar las miserias del Lord de la casa y demostrar su vinculación con la Hermandad, lo que probablemente le haría pudrirse entre rejas el resto de sus días por tal despreciable acto.
Los comensales seguían llegando. Unos en pareja, otros en solitario. Con trajes cada vez más pintorescos, de todas las formas y colores imaginables. Aquel salón iba llenándose por completo, y yo, que me había sentado enfocando la entrada y no el escenario, veía acceder a todos los hombres. Esperaba ver a mi madre junto a Yennefer, probablemente Isabella fuera la más rimbombante de todos y fuera en negro, como yo, aunque había unas cuantas así.
De una de las mesas surgió un hombre que ascendió al escenario junto a una dama, era Lord Harrowmont, acompañado de su mujer. Con la intención de dar el clásico pregón de las fiestas.
-Dama y Caballeros, es un honor recibirles en mi hogar. Todos y cada uno de ustedes representan la créme de la créme de la alta sociedad illidense. Profesores, alquimistas, cazadores de vampiros, hechiceros... Todos aquellos cuyo trabajo sirve no solo a su cartera, sino a la sociedad, sois bienvenidos en este encuentro fraternal. – se escucharon aplausos en toda la sala que hicieron que el Lord, entre sonrisas, detuviese su discurso. – Para dar comienzo a la fiesta. Hoy he elegido a una muy buena amiga. A la que quiero agradecer que haya tenido la deferencia de desplazarse desde sus lejanas tierras hasta aquí. Muchas gracias, Lady Pirra. – sonrió el Lord y se inclinó, haciendo una referencia a una mujer que se encontraba sentada para que subiera al escenario.
Con un porte y una elegancia sin igual, la tal Pirra ascendió al escenario. Su traje, un rojo pasión con volantes que simulaban llamas, era una clara referencia a su nombre que hacía honor a las piras, al fuego. ¿Una tensái de fuego, tal vez? ¿Venida de lejanas tierras? Se situó en el estrado y, observando a todos los comensales, presentó la gala.
-Gracias, Lord Harrowmont. Para mí es un orgullo estar de vuelta aquí. En mi hogar, después de tantos años. ¿Cómo iba a rechazar su invitación ahora que podía escaparme unos días de mi rutina? – dijo mirando hacia el lateral. – Motivos de trabajo me han alejado de las islas durante todo este tiempo, y creo que así seguirá siendo por otros tantos. Creo que ya nadie se acordará de mí a estas alturas. – sonrió. – Seguro que alguno se moriría si descubre mi identidad. – y comenzó a reír sospechosamente. – De todos modos, hoy es una noche para reír y divertirse. Así que disfruten de la fiesta que Lord Harrowmont les ha preparado.
Todos aplaudimos al unísono el discurso de la mujer. Algo había que no terminaba de convencerme. Algunas frases… ¿subliminales? No lo sabía. Andaba con arrogancia. Una altanería en su discurso propia de alguien prepotente. – Esa mujer no me convence. – comenté viendo como se volvía a mezclar entre la multitud. Casi instantes de que la mujer bajara del escenario de retorno a su mesa, la misma que la del señor Harrowmont, la música volvió a sonar y pronto comenzaría el baile.
Se presentaron como Lady Rose y el Caballero de la Espina. Muy original, pero estaba claro que era falso. Tendríamos que seguirles el juego. También hicieron referencia a la mesa que tenía la figurilla de un ograrck. Aquello parecía dejar claro que en realidad eran Vincent y Níniel. Deberíamos de enviarles un mensaje que les dejase claro quiénes éramos. Jules intervino por mí en esta ocasión.
-Doña Penélope y yo tuvimos una experiencia similar con esas criaturas hace un tiempo. – indicó el brujo, quien tomó y besó mi mano. Extraño nombre me había escogido. Sonreí tras la máscara tratando de seguir el juego. Me había metido en el papel y lo estaba disfrutando.
-¿Por qué no servís un poco de vino a nuestros acompañantes, don Juan? – le pregunté con educación, acercando a Jules la bella garrafa de cristal que contenía el líquido de color violáceo. Le puse el nombre al brujo en alusión a un antiguo libro que había leído, cuyo protagonista me recordaba mucho en actitud a la de Jules. – Mas tenga cuidado y no vierta veritaserum en nuestras copas. No tenemos ganas de revelar a dama y caballero nuestra misteriosa identidad. – miré fijamente a Lady Rose y al caballero de la Espina para ver sus reacciones a mi comentario. Aguardé su respuesta. Sólo ellos podrían darse por aludidos ante tal comentario tan directo. Aún así, mantendría su nombre falso durante todo el convite al dirigirme a ellos y evitar así sospechas.
Jules, mientras tanto, sirvió la copa a los cuatro que estábamos allí. Iba a ser difícil beber con aquellas máscaras. Aunque en aquellas fiestas únicamente solía haber baile y juegos de adivinación. Aunque nuestro objetivo sería sacar las miserias del Lord de la casa y demostrar su vinculación con la Hermandad, lo que probablemente le haría pudrirse entre rejas el resto de sus días por tal despreciable acto.
Los comensales seguían llegando. Unos en pareja, otros en solitario. Con trajes cada vez más pintorescos, de todas las formas y colores imaginables. Aquel salón iba llenándose por completo, y yo, que me había sentado enfocando la entrada y no el escenario, veía acceder a todos los hombres. Esperaba ver a mi madre junto a Yennefer, probablemente Isabella fuera la más rimbombante de todos y fuera en negro, como yo, aunque había unas cuantas así.
De una de las mesas surgió un hombre que ascendió al escenario junto a una dama, era Lord Harrowmont, acompañado de su mujer. Con la intención de dar el clásico pregón de las fiestas.
-Dama y Caballeros, es un honor recibirles en mi hogar. Todos y cada uno de ustedes representan la créme de la créme de la alta sociedad illidense. Profesores, alquimistas, cazadores de vampiros, hechiceros... Todos aquellos cuyo trabajo sirve no solo a su cartera, sino a la sociedad, sois bienvenidos en este encuentro fraternal. – se escucharon aplausos en toda la sala que hicieron que el Lord, entre sonrisas, detuviese su discurso. – Para dar comienzo a la fiesta. Hoy he elegido a una muy buena amiga. A la que quiero agradecer que haya tenido la deferencia de desplazarse desde sus lejanas tierras hasta aquí. Muchas gracias, Lady Pirra. – sonrió el Lord y se inclinó, haciendo una referencia a una mujer que se encontraba sentada para que subiera al escenario.
Con un porte y una elegancia sin igual, la tal Pirra ascendió al escenario. Su traje, un rojo pasión con volantes que simulaban llamas, era una clara referencia a su nombre que hacía honor a las piras, al fuego. ¿Una tensái de fuego, tal vez? ¿Venida de lejanas tierras? Se situó en el estrado y, observando a todos los comensales, presentó la gala.
- Pirra:
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-Gracias, Lord Harrowmont. Para mí es un orgullo estar de vuelta aquí. En mi hogar, después de tantos años. ¿Cómo iba a rechazar su invitación ahora que podía escaparme unos días de mi rutina? – dijo mirando hacia el lateral. – Motivos de trabajo me han alejado de las islas durante todo este tiempo, y creo que así seguirá siendo por otros tantos. Creo que ya nadie se acordará de mí a estas alturas. – sonrió. – Seguro que alguno se moriría si descubre mi identidad. – y comenzó a reír sospechosamente. – De todos modos, hoy es una noche para reír y divertirse. Así que disfruten de la fiesta que Lord Harrowmont les ha preparado.
Todos aplaudimos al unísono el discurso de la mujer. Algo había que no terminaba de convencerme. Algunas frases… ¿subliminales? No lo sabía. Andaba con arrogancia. Una altanería en su discurso propia de alguien prepotente. – Esa mujer no me convence. – comenté viendo como se volvía a mezclar entre la multitud. Casi instantes de que la mujer bajara del escenario de retorno a su mesa, la misma que la del señor Harrowmont, la música volvió a sonar y pronto comenzaría el baile.
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Níniel, como correspondía a su función como acompañante del caballero de la espina, acompañó su saludo en forma de rima con una elegante reverencia dirigida a la pareja que tan amablemente les había recibido en su mesa de la ballesta. Estaba prácticamente segura de que se trataba de Huracán y Jules, pero era mejor actuar según la etiqueta hasta que pudieran confirmarlo, además se merecían como cualquier otro aquellos gestos de cortesía, de hecho seguramente más que la mayoría del resto de invitados. No obstante resultó una suerte estar acostumbrada a tales modos, de lo contrario seguramente no hubiese podido evitar que una leve risita se filtrara a través de su máscara al verles, especialmente a Huri, en aquella tesitura y rimando saludos.
La peliblanca entonces aceptó el ofrecimiento de Vincent y con un leve cabeceo de agradecimiento ocupó su lugar en la mesa, sentándose con la gracilidad con la que una pluma mecida por un viento suave se posaría sobre aquella silla, guardando un cortés silencio mientras su pareja hablaba y usando sus ojos aguamarina como modo de comunicación con el resto de los allí presentes. Lentos parpadeos para asentir, dobles y rápidos para mostrar interés, ligeramente entrecerrados para mostrar diversión...Y para Vincent, intensas miradas fijas de deleite mientras ponía a prueba a las personas ante ellos con sutileza, volviendo a realizar una cortés inclinación al ser presentada formalmente.
Los intentos de Vincent pronto dieron resultado y Jules no tardó en responder positivamente a la indirecta de los ograrks, refiriéndose a Huracán como lady Penelope y está a su vez al brujo como don juan, demostrando estar más cómodos de lo que Níniel hubiese pensado con aquellos juegos. Incluso los veteranos cazadores de vampiros parecían poder divertirse de vez en cuando...Además, ¿desde cuando Hurí le permitía tantas confianzas a Jules?. Hacía unas semanas apenas si le dirigía la palabra y cuando lo miraba era para fulminarlo allí mismo, y ahora...Sus ojos parecían brillar divertidos por su ocurrencia. En cualquier caso tras aquello de los ograrks su identidad quedó definitivamente confirmada al mencionar lady Penelope el veritaserum en el vino. Ya no había dudas posibles.
-Parece ser que ése preparado es capaz de hacer su efecto incluso con solo mencionar su nombre lady Penelope. Pues ahora puedo decir a ciencia cierta que no erramos al sentarnos a vuestra mesa, la de la ballesta. Me alegra veros tan bien tras vuestro viaje, fue un alivio recibir carta a vuestro regreso...Bien nos hubiese venido concretar cómo encontrarnos en ella para no vernos en esta situación, aunque debo decir que ha sido divertido.- Habló por vez primera la peliblanca con su melodiosa voz incluso a pesar de la gravedad que le añadía la máscara. Acabando con aquel juego de indirectas ahora que estaba segura de no haberse equivocado en sus suposiciones y aceptando la copa de vino que le ofrecía Jules. Níniel estaba deseosa de escuchar el relato completo de su peligroso viaje en pos de aquel oscuro centinela y todas las novedades que aquello conllevaba, pero por desgracia aquel no era lugar para comentar tales asuntos. Bien podrían seguir hablando con indirectas sobre ello, pero salvo que hubiese ocurrido algo importante que no pudiese esperar, pues necesitaban estar todos al tanto, bien podrían aguardar a cumplir su cometido en aquella mansión y a estar tranquilos y a solas en un lugar más..privado.
-Me encanta vuestro vestido por cierto. Sobrio pero elegante. Quizá debería darle algo más de color a mi fondo de armario con algunas prendas negras, me gusta cómo os sienta.- Alabó a continuación. -¿Qué opináis mi fiel caballero de la espina?. ¿Me sentaría bien el negro?.- Realmente le parecía precioso y Huri era una chica bonita por mucho que se empeñara en ocultarlo bajo ropas de hombre, aunque lo cierto es que intentaba entablar una conversación que no llamara la atención y que les sirviera para enmascarar sus planes y cualquier cosa relacionada con ellos que quisieran poner en marcha. Estaba de hecho manteniendo una de ellas, una frivolidad más, cuando el anfitrión subió al escenario, una plataforma de mármol y engalanadas columnas y telas.
Aquello no tenía nada de inusual, de hecho era algo que siempre se hacía en eventos de ese tipo. Una bienvenida poco sincera, los motivos por los que se celebraba y a veces algún anuncio más o menos relevante como un compromiso, un acuerdo comercial de gran magnitud y cosas por el estilo. Algo que normalmente a pocos invitados interesaba de verdad pero a lo que todos aplaudirían con cortesía una vez el discurso hubiese terminado. Sin embargo aquel sí añadió algo no tan usual...Pasarle el testigo a una invitada.
La tal lady Pirra era un personaje algo extraño. En vez de dar un discurso típico comenzó a hablar de sí misma, de los motivos que la habían alejado de las islas y de algo más extraño aún, que nadie la recordaría ya y que si alguien lo hacía...Bueno, no sería grato por lo visto. Aunque lo dijo de una manera que prácticamente lo hizo parecer una amenaza tras la cual rió de forma perturbadora antes de pasar por fin a la típica frase con la que la velada dio comienzo de forma oficial.
-¿Quién puede ser?- Preguntó tras los aplausos la elfa a sus acompañantes mientras los músicos tocaban los primeros acordes indicando que el baile iba a comenzar en breve y las primeras parejas se acercaban al centro del salón, sin duda ellos eran mucho más duchos en las relaciones de las gentes de las islas que ella, así como en los nombres de los miembros de las familias de brujos importantes. Lord Harrowmont la trataba con deferencia, con respeto. Darle la palabra en su fiesta era una manera de indicar que le daba una importancia capital, incluso mayor que la propia. Algo así solo se hacía como un modo de agasajar a...Bueno, gobernantes, líderes, superiores...O a alguien importante sentimentalmente, aunque rara vez se rompía la etiqueta para algo así. -¿Quién puede ser tan importante como para ser agasajada así por alguien que posee..Todo esto?- Añadió aprovechando el bullicio de la gente y el sonido de la música de aviso. -Me ha causado esa misma sensación, lady Penelope. Esa misma. No será, ya sabéis quien...- Añadió al final para mostrarse de acuerdo con su amiga.
En ese momento un hombre joven que portaba un traje azul decorado con plumas de ave y portaba una máscara que representaba algún tipo de pájaro de alguna tierra lejana se acercó hasta su mesa y con una profunda reverencia pasó a presentarse.
-Mi nombre es ser Ixion, pronto toda Aerandir cantará mis hazañas pues planeo unirme a la logia, y por supuesto no podrán rechazar a alguien con mi talento. Aunque no está bién que yo lo diga. Veo aquí a dos jóvenes y hermosas damas cuyas parejas no parecen querer sacarlas a bailar, seguramente por vergüenza al tener el mismo sentido del ritmo que un trasgo...Pero no puedo permitir que tan hermosas señoritas se aburran...Danzaré con ambas, no peleen por mí.-
Níniel lo miró bastante sorprendida, y no para bien, aquel sujeto se lo tenía bastante creído dándose toda aquella pompa y pensando que ella, una sacerdotisa de Sandorai, iba a pelearse por un hombre. En cualquier caso él debería pelearse por ella, y por alguna razón, quizá por una confianza ciega en su brujo y sus más que probadas habilidades, presagiaba que Vincent no tendría ni para calentar con un tipo como aquel. Perro ladrador, poco mordedor.
-Mis disculpas señor, pero he concedido todos los bailes de la noche al caballero de la espina.- Respondió con amabilidad y distinción la elfa a pesar de todo, señalando a Vincent con elegancia. No obstante parecía que aquel "pajarillo" no iba a darse por vencido con tanta facilidad.
La peliblanca entonces aceptó el ofrecimiento de Vincent y con un leve cabeceo de agradecimiento ocupó su lugar en la mesa, sentándose con la gracilidad con la que una pluma mecida por un viento suave se posaría sobre aquella silla, guardando un cortés silencio mientras su pareja hablaba y usando sus ojos aguamarina como modo de comunicación con el resto de los allí presentes. Lentos parpadeos para asentir, dobles y rápidos para mostrar interés, ligeramente entrecerrados para mostrar diversión...Y para Vincent, intensas miradas fijas de deleite mientras ponía a prueba a las personas ante ellos con sutileza, volviendo a realizar una cortés inclinación al ser presentada formalmente.
Los intentos de Vincent pronto dieron resultado y Jules no tardó en responder positivamente a la indirecta de los ograrks, refiriéndose a Huracán como lady Penelope y está a su vez al brujo como don juan, demostrando estar más cómodos de lo que Níniel hubiese pensado con aquellos juegos. Incluso los veteranos cazadores de vampiros parecían poder divertirse de vez en cuando...Además, ¿desde cuando Hurí le permitía tantas confianzas a Jules?. Hacía unas semanas apenas si le dirigía la palabra y cuando lo miraba era para fulminarlo allí mismo, y ahora...Sus ojos parecían brillar divertidos por su ocurrencia. En cualquier caso tras aquello de los ograrks su identidad quedó definitivamente confirmada al mencionar lady Penelope el veritaserum en el vino. Ya no había dudas posibles.
-Parece ser que ése preparado es capaz de hacer su efecto incluso con solo mencionar su nombre lady Penelope. Pues ahora puedo decir a ciencia cierta que no erramos al sentarnos a vuestra mesa, la de la ballesta. Me alegra veros tan bien tras vuestro viaje, fue un alivio recibir carta a vuestro regreso...Bien nos hubiese venido concretar cómo encontrarnos en ella para no vernos en esta situación, aunque debo decir que ha sido divertido.- Habló por vez primera la peliblanca con su melodiosa voz incluso a pesar de la gravedad que le añadía la máscara. Acabando con aquel juego de indirectas ahora que estaba segura de no haberse equivocado en sus suposiciones y aceptando la copa de vino que le ofrecía Jules. Níniel estaba deseosa de escuchar el relato completo de su peligroso viaje en pos de aquel oscuro centinela y todas las novedades que aquello conllevaba, pero por desgracia aquel no era lugar para comentar tales asuntos. Bien podrían seguir hablando con indirectas sobre ello, pero salvo que hubiese ocurrido algo importante que no pudiese esperar, pues necesitaban estar todos al tanto, bien podrían aguardar a cumplir su cometido en aquella mansión y a estar tranquilos y a solas en un lugar más..privado.
-Me encanta vuestro vestido por cierto. Sobrio pero elegante. Quizá debería darle algo más de color a mi fondo de armario con algunas prendas negras, me gusta cómo os sienta.- Alabó a continuación. -¿Qué opináis mi fiel caballero de la espina?. ¿Me sentaría bien el negro?.- Realmente le parecía precioso y Huri era una chica bonita por mucho que se empeñara en ocultarlo bajo ropas de hombre, aunque lo cierto es que intentaba entablar una conversación que no llamara la atención y que les sirviera para enmascarar sus planes y cualquier cosa relacionada con ellos que quisieran poner en marcha. Estaba de hecho manteniendo una de ellas, una frivolidad más, cuando el anfitrión subió al escenario, una plataforma de mármol y engalanadas columnas y telas.
Aquello no tenía nada de inusual, de hecho era algo que siempre se hacía en eventos de ese tipo. Una bienvenida poco sincera, los motivos por los que se celebraba y a veces algún anuncio más o menos relevante como un compromiso, un acuerdo comercial de gran magnitud y cosas por el estilo. Algo que normalmente a pocos invitados interesaba de verdad pero a lo que todos aplaudirían con cortesía una vez el discurso hubiese terminado. Sin embargo aquel sí añadió algo no tan usual...Pasarle el testigo a una invitada.
La tal lady Pirra era un personaje algo extraño. En vez de dar un discurso típico comenzó a hablar de sí misma, de los motivos que la habían alejado de las islas y de algo más extraño aún, que nadie la recordaría ya y que si alguien lo hacía...Bueno, no sería grato por lo visto. Aunque lo dijo de una manera que prácticamente lo hizo parecer una amenaza tras la cual rió de forma perturbadora antes de pasar por fin a la típica frase con la que la velada dio comienzo de forma oficial.
-¿Quién puede ser?- Preguntó tras los aplausos la elfa a sus acompañantes mientras los músicos tocaban los primeros acordes indicando que el baile iba a comenzar en breve y las primeras parejas se acercaban al centro del salón, sin duda ellos eran mucho más duchos en las relaciones de las gentes de las islas que ella, así como en los nombres de los miembros de las familias de brujos importantes. Lord Harrowmont la trataba con deferencia, con respeto. Darle la palabra en su fiesta era una manera de indicar que le daba una importancia capital, incluso mayor que la propia. Algo así solo se hacía como un modo de agasajar a...Bueno, gobernantes, líderes, superiores...O a alguien importante sentimentalmente, aunque rara vez se rompía la etiqueta para algo así. -¿Quién puede ser tan importante como para ser agasajada así por alguien que posee..Todo esto?- Añadió aprovechando el bullicio de la gente y el sonido de la música de aviso. -Me ha causado esa misma sensación, lady Penelope. Esa misma. No será, ya sabéis quien...- Añadió al final para mostrarse de acuerdo con su amiga.
En ese momento un hombre joven que portaba un traje azul decorado con plumas de ave y portaba una máscara que representaba algún tipo de pájaro de alguna tierra lejana se acercó hasta su mesa y con una profunda reverencia pasó a presentarse.
-Mi nombre es ser Ixion, pronto toda Aerandir cantará mis hazañas pues planeo unirme a la logia, y por supuesto no podrán rechazar a alguien con mi talento. Aunque no está bién que yo lo diga. Veo aquí a dos jóvenes y hermosas damas cuyas parejas no parecen querer sacarlas a bailar, seguramente por vergüenza al tener el mismo sentido del ritmo que un trasgo...Pero no puedo permitir que tan hermosas señoritas se aburran...Danzaré con ambas, no peleen por mí.-
Níniel lo miró bastante sorprendida, y no para bien, aquel sujeto se lo tenía bastante creído dándose toda aquella pompa y pensando que ella, una sacerdotisa de Sandorai, iba a pelearse por un hombre. En cualquier caso él debería pelearse por ella, y por alguna razón, quizá por una confianza ciega en su brujo y sus más que probadas habilidades, presagiaba que Vincent no tendría ni para calentar con un tipo como aquel. Perro ladrador, poco mordedor.
-Mis disculpas señor, pero he concedido todos los bailes de la noche al caballero de la espina.- Respondió con amabilidad y distinción la elfa a pesar de todo, señalando a Vincent con elegancia. No obstante parecía que aquel "pajarillo" no iba a darse por vencido con tanta facilidad.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
El hombre de la pareja vestida de negro tomó la iniciativa esta vez, y sus palabras demostraban que había atinado al pensar que eran Jules y Huracán. No le cabía la menor duda, ahora que el joven había dicho que tenía una experiencia similar con bestias ogrark. Sería demasiada casualidad que se hubieran sentado con alguien que hubiera tenido contacto con dichos animales, o que hubiera estado en la fiesta de los cazadores pero no fueran Jules y Huri.
No obstante, la dama volvió a hablar después de su acompañante. Y la no podía ser menos valiosa la información que había dado, dejando bien claro con dicha pista que eran ellos para cualquiera que pudiera vacilar aún sobre la identidad de los enmascarados.
Bien. Bien. El primer problema había sido resuelto satisfactoriamente, y en cuanto el lord de la mansión diese su pregón, podrían centrarse en asuntos más serios una vez reunidos. La carta estaba en la cómoda de su habitación, según Cassandra, que no había podido evitar decírselo a Huracán bajo los efectos del verisaterum en la celebración del gremio de cazadores.
No dijo nada, solo se dejó servir vino por Jules mientras su hermosa acompañante respondía de forma satisfactoria. Ahora cada pareja tenía claro quién era la otra sin temor a hablar con un desconocido.
- Ciertamente. Estáis muy bella señorita Penelope. Os sienta de maravilla el negro si me permitís decirlo. Igualmente vuestro acompañante va perfectamente conjuntado, y es un gran anfitrión en la mesa-, dijo manteniendo la formalidad para no dejar de estar acorde con la fiesta, y agradeciendo con sus palabras que hubiera servido las copas a Jules. Finalmente, con un levantamiento de su copa aseveró su muestra de respeto y agradecimiento. - Oh, mi hermosa Rose. No existe tela que no os quedara bien. Sin importar su color. Sois vos la mujer que ensalza la belleza del vestido que lleváis, no al revés. Nunca lo olvidéis-, comentó zalamero acariciando su mano.
La fiesta era una buena excusa para este tipo de comentarios. Así que podía aprovechar el momento para dedicarle unas frases bonitas sin acabar ofendiéndola. Pese a ello, su voz estaba teñida con sinceridad, y no era una simple frase hecha solo para alabar la belleza de la joven gratuitamente.
Vincent iba a volver a dirigirse hacia la pareja de negro que los acompañaba, para ir tanteando el plan para el robo de la carta, pero no pudo ser. Las velas de todos los candelabros y de los soporte en el techo de tipo araña de cristal elaborado, se atenuaron mediante un acto mágico evidente. Más no dejó a un lado la conversación que iba a iniciar, por la disminución de la luz propiamente dicha, ya que disminuir una llama hasta apagarla era algo que podía hacer él mismo. Cualquiera que dominara el fuego podía hacerlo. No, simplemente sabía que era el preludio del pregón.
Finalmente solo quedaron algunas de las velas entre los invitados encendidas, quedando estos inmersos en un mar de penumbra con una iluminación muy reducida, y destacando en la sala solo el escenario. Dicho lugar llamaba la atención, pues si mantenía una gran claridad, fruto de que en esa zona no se había apagado ninguna de la velas.
Todo formaba de un truco para centrar la mirada de todos los presentes en la tarima. Una mujer de la mano de un hombre comenzó a ascender al escenario, y la música dejó de tocar por unos instantes dejando a todos sumidos en el silencio de la expectación.
El rubio por su parte, transmitió tranquilidad a su acompañante agarrándola de la mano con delicadeza. No sabía si ella estaba acostumbrada a algo así, y quería hacerle notar que era algo bastante normal.
El discurso, por su parte, no se salió tampoco de la normalidad. Un saludo, agradecimientos a los invitados por acudir, y todo mezclado con algunos aplausos de por medio. Al menos fue normal hasta la aparición de Lady Pirra.
Eso se salía totalmente de lo corriente. Un anfitrión no dejaba nunca el testigo en un pregón a nadie. Salvo para darle una relevancia ante sus invitados. Eso no le gustaba, ¿quién sería esa tal Pirra? Una amiga había dicho el lord, pero debía estar muy unido a ella para darle tanta importancia durante la velada.
En cuanto el saludo de la mujer terminó, las velas comenzaron a volver a ser encendidas para recuperar la inmensa iluminación que había antes del discurso en todo el salón. La música volvió a sonar al momento, aunque los nuevos acordes anunciaban el cercano comienzo del baile. Y la señorita Pirra, mientras, se encaminó hacia la mesa del dueño de la mansión, donde pasaría la cena en compañía de este.
- A mí tampoco. Hay algo en todo este asunto que no me agrada-, contestó a Huri, después de que ella mencionara su falta de convencimiento. - Sea ella o no-, aprovechó para decir entre el ruido del tumulto de los aplausos, - nuestro plan no cambia. Sea quien sea, debemos tener éxito.
Y algo le decía que con Lady Pirra en las islas, debían asegurarse ese éxito más que nunca.
La voz de un hombre llamó su atención, pero no le prestó demasiada atención. Pues pronto se supo que su intención no era otra que sacar a las damas a bailar. Algo muy típico en mascaradas, y que no le tocaba a él contestar, sino a la joven a la que pidiera bailar. En este caso Níniel y Huri, aunque pronto su acompañante se escabulló de la petición, por lo que ahora si le tocaba contestarle al hombre.
Vincent se levantó de la silla y comenzó a ayudar a la elfa a hacer lo propio. Cuando ambos estuvieron de pie, la dejó su brazo para llevarla hasta la zona de baile.
- Sir Ixion, un placer conocerle. Soy el Caballero de la Espina-, hizo una ligera reverencia de saludo como de costumbre. - Espero que pueda disculparme, pues debo sacar a bailar a mi bella acompañante a la pista. Le deseo una buena velada.
Y sin más preámbulos guió a la dama hacia donde había dicho. Había escuchado como mencionaba que Jules y él serían como trasgos bailando, pero a ese tipo de comentarios era mejor hacer alusión. Además, entrar en una pelea sería una mala idea. Debían alejar las miradas de ellos si querían tener más posibilidades de robar esa carta.
Eso sin contar que estaba algo nervioso como para pensar en nada más que el baile. Ya había asistido a eventos así en el pasado, pero por algo que no sabía comprender le costaba pensar en hacer un baile con Níniel.
Vincent se quitó los pensamientos negativos de la cabeza en cuanto llegó al límite de la zona de baile.
- Lady Rose, me dejáis el honor de concederme este baile-, dijo por protocolo, pero con dulzura. Realmente era un honor bailar con ella, y eso debía ser lo que lo ponía nervioso.
En cuanto se escucharon los acordes de una nueva canción, caminó al frente con decisión, con el brazo con el que llevaba de la mano a su pareja alzado, provocando que el de la mujer también estuviera alto como el suyo. Así llegaron a un espacio de la pista, donde mantuvo esa mano levantada a la altura de la cabeza de la dama, y se colocó en posición para el baile, con la otra en la cintura de ella.
Acompasó su cuerpo al ritmo de la música, haciendo que la joven girase junto a él al compás. Era un baile de salón sencillo, que conocía a la perfección, y que era fácil de realizar, así como de aprender. A Níniel no le costaría dejarse llevar por él, mientras giraban de la mano, aunque pronto llegó el momento más complicado.
- Prepárate-, susurró a la dama, para alertarla.
El brujo alejó a la sacerdotisa de él, de forma que ambos quedaron en paralelo, y luego tuvo que volver a atraerla con un movimiento de su brazo acompasado con la orquesta.
- Prueba superada-, bromeó el brujo a su compañera cuando la tuvo de nuevo entre sus brazos. - Ahora debemos volver a alejarnos como antes, pero deberás volver a mí con un giro quedando de espalda, y volviendo a separarnos nuevamente para volver a atraerte el mismo modo que antes-, le comentó girando juntos en la pista. - Recuerda estirar el brazo que queda libre para que quede horizontal como el otro con el que te sostengo.
El brujo inició el alejamiento, y tirando de ella esta giró hasta acabar con su espalda contra su pecho.
- Muy bien-, susurró a su oído, muy pegado a ella.
Justo antes de volver a alejarla para volver a atraerla hacia él de la misma forma que la primera vez.
- Eres una gran bailarina. Cualquiera diría que los elfos tiene una gran destreza-, dijo pegándose a ella para susurrarle la broma. - Ahora debes imitarme. Cuando amague a la izquierda, amaga a la izquierda, y viceversa.
El rubio se alejó de ella, sin soltarla, pero quitando por su alejamiento la mano de su cintura. Hizo varios cambios de sentido del movimiento de sus piernas varias veces, del mismo modo que la elfa debía hacerlo, y finalmente la hizo girar sobre si misma antes de acercarse hasta ella de nuevo.
Siguieron así un rato, con varios movimientos similares al ritmo de la música, hasta que finalmente en uno de los giros que le hizo a la elfa, la atrajo hacia sí mismo, colocando nuevamente su mano en la cintura y pegándose mucho a ella justo cuando la música terminó.
Se escucharon el sonido de los aplausos dedicados a la orquesta, pero él no veía nada, ni escuchaba nada. Nada fuera de la elfa, pues solo podía mirar un mar de color aguamarina bajo la máscara que tenía delante. El brujo se acercó más, inconscientemente, como si quisiera besarla, sin pensar en las máscaras.
No obstante, justo al final, volvió a tomar control de su cuerpo y se desvió de la parte inferior de su rostro, hacia un lado de este.
- Ha sido un honor bailar con vos-, susurró a su oído, y mirando tras la dama. - Debemos avisar a Huri, he visto a alguien importante-, le comentó a la elfa. - Mi madre ha hecho acto de presencia-, comentó girando a la sacerdotisa sutilmente para que pudiera mirar en la misma dirección que él, para luego hacer una reverencia a la orquesta que estaba a su lado.
Finalmente, se dio media vuelta, y se alejó llevando de la mano a su elfa con el brazo alzado como cuando entraron a la pista de baile.
- Imagino que la mujer a su lado es Isabella-, musitó a Níniel, caminando a su lado al paso.
Pronto la parte divertida terminaría, y daría paso a la parte por la que realmente estaban allí.
No obstante, la dama volvió a hablar después de su acompañante. Y la no podía ser menos valiosa la información que había dado, dejando bien claro con dicha pista que eran ellos para cualquiera que pudiera vacilar aún sobre la identidad de los enmascarados.
Bien. Bien. El primer problema había sido resuelto satisfactoriamente, y en cuanto el lord de la mansión diese su pregón, podrían centrarse en asuntos más serios una vez reunidos. La carta estaba en la cómoda de su habitación, según Cassandra, que no había podido evitar decírselo a Huracán bajo los efectos del verisaterum en la celebración del gremio de cazadores.
No dijo nada, solo se dejó servir vino por Jules mientras su hermosa acompañante respondía de forma satisfactoria. Ahora cada pareja tenía claro quién era la otra sin temor a hablar con un desconocido.
- Ciertamente. Estáis muy bella señorita Penelope. Os sienta de maravilla el negro si me permitís decirlo. Igualmente vuestro acompañante va perfectamente conjuntado, y es un gran anfitrión en la mesa-, dijo manteniendo la formalidad para no dejar de estar acorde con la fiesta, y agradeciendo con sus palabras que hubiera servido las copas a Jules. Finalmente, con un levantamiento de su copa aseveró su muestra de respeto y agradecimiento. - Oh, mi hermosa Rose. No existe tela que no os quedara bien. Sin importar su color. Sois vos la mujer que ensalza la belleza del vestido que lleváis, no al revés. Nunca lo olvidéis-, comentó zalamero acariciando su mano.
La fiesta era una buena excusa para este tipo de comentarios. Así que podía aprovechar el momento para dedicarle unas frases bonitas sin acabar ofendiéndola. Pese a ello, su voz estaba teñida con sinceridad, y no era una simple frase hecha solo para alabar la belleza de la joven gratuitamente.
Vincent iba a volver a dirigirse hacia la pareja de negro que los acompañaba, para ir tanteando el plan para el robo de la carta, pero no pudo ser. Las velas de todos los candelabros y de los soporte en el techo de tipo araña de cristal elaborado, se atenuaron mediante un acto mágico evidente. Más no dejó a un lado la conversación que iba a iniciar, por la disminución de la luz propiamente dicha, ya que disminuir una llama hasta apagarla era algo que podía hacer él mismo. Cualquiera que dominara el fuego podía hacerlo. No, simplemente sabía que era el preludio del pregón.
Finalmente solo quedaron algunas de las velas entre los invitados encendidas, quedando estos inmersos en un mar de penumbra con una iluminación muy reducida, y destacando en la sala solo el escenario. Dicho lugar llamaba la atención, pues si mantenía una gran claridad, fruto de que en esa zona no se había apagado ninguna de la velas.
Todo formaba de un truco para centrar la mirada de todos los presentes en la tarima. Una mujer de la mano de un hombre comenzó a ascender al escenario, y la música dejó de tocar por unos instantes dejando a todos sumidos en el silencio de la expectación.
El rubio por su parte, transmitió tranquilidad a su acompañante agarrándola de la mano con delicadeza. No sabía si ella estaba acostumbrada a algo así, y quería hacerle notar que era algo bastante normal.
El discurso, por su parte, no se salió tampoco de la normalidad. Un saludo, agradecimientos a los invitados por acudir, y todo mezclado con algunos aplausos de por medio. Al menos fue normal hasta la aparición de Lady Pirra.
Eso se salía totalmente de lo corriente. Un anfitrión no dejaba nunca el testigo en un pregón a nadie. Salvo para darle una relevancia ante sus invitados. Eso no le gustaba, ¿quién sería esa tal Pirra? Una amiga había dicho el lord, pero debía estar muy unido a ella para darle tanta importancia durante la velada.
En cuanto el saludo de la mujer terminó, las velas comenzaron a volver a ser encendidas para recuperar la inmensa iluminación que había antes del discurso en todo el salón. La música volvió a sonar al momento, aunque los nuevos acordes anunciaban el cercano comienzo del baile. Y la señorita Pirra, mientras, se encaminó hacia la mesa del dueño de la mansión, donde pasaría la cena en compañía de este.
- A mí tampoco. Hay algo en todo este asunto que no me agrada-, contestó a Huri, después de que ella mencionara su falta de convencimiento. - Sea ella o no-, aprovechó para decir entre el ruido del tumulto de los aplausos, - nuestro plan no cambia. Sea quien sea, debemos tener éxito.
Y algo le decía que con Lady Pirra en las islas, debían asegurarse ese éxito más que nunca.
La voz de un hombre llamó su atención, pero no le prestó demasiada atención. Pues pronto se supo que su intención no era otra que sacar a las damas a bailar. Algo muy típico en mascaradas, y que no le tocaba a él contestar, sino a la joven a la que pidiera bailar. En este caso Níniel y Huri, aunque pronto su acompañante se escabulló de la petición, por lo que ahora si le tocaba contestarle al hombre.
Vincent se levantó de la silla y comenzó a ayudar a la elfa a hacer lo propio. Cuando ambos estuvieron de pie, la dejó su brazo para llevarla hasta la zona de baile.
- Sir Ixion, un placer conocerle. Soy el Caballero de la Espina-, hizo una ligera reverencia de saludo como de costumbre. - Espero que pueda disculparme, pues debo sacar a bailar a mi bella acompañante a la pista. Le deseo una buena velada.
Y sin más preámbulos guió a la dama hacia donde había dicho. Había escuchado como mencionaba que Jules y él serían como trasgos bailando, pero a ese tipo de comentarios era mejor hacer alusión. Además, entrar en una pelea sería una mala idea. Debían alejar las miradas de ellos si querían tener más posibilidades de robar esa carta.
Eso sin contar que estaba algo nervioso como para pensar en nada más que el baile. Ya había asistido a eventos así en el pasado, pero por algo que no sabía comprender le costaba pensar en hacer un baile con Níniel.
Vincent se quitó los pensamientos negativos de la cabeza en cuanto llegó al límite de la zona de baile.
- Lady Rose, me dejáis el honor de concederme este baile-, dijo por protocolo, pero con dulzura. Realmente era un honor bailar con ella, y eso debía ser lo que lo ponía nervioso.
En cuanto se escucharon los acordes de una nueva canción, caminó al frente con decisión, con el brazo con el que llevaba de la mano a su pareja alzado, provocando que el de la mujer también estuviera alto como el suyo. Así llegaron a un espacio de la pista, donde mantuvo esa mano levantada a la altura de la cabeza de la dama, y se colocó en posición para el baile, con la otra en la cintura de ella.
Acompasó su cuerpo al ritmo de la música, haciendo que la joven girase junto a él al compás. Era un baile de salón sencillo, que conocía a la perfección, y que era fácil de realizar, así como de aprender. A Níniel no le costaría dejarse llevar por él, mientras giraban de la mano, aunque pronto llegó el momento más complicado.
- Prepárate-, susurró a la dama, para alertarla.
El brujo alejó a la sacerdotisa de él, de forma que ambos quedaron en paralelo, y luego tuvo que volver a atraerla con un movimiento de su brazo acompasado con la orquesta.
- Prueba superada-, bromeó el brujo a su compañera cuando la tuvo de nuevo entre sus brazos. - Ahora debemos volver a alejarnos como antes, pero deberás volver a mí con un giro quedando de espalda, y volviendo a separarnos nuevamente para volver a atraerte el mismo modo que antes-, le comentó girando juntos en la pista. - Recuerda estirar el brazo que queda libre para que quede horizontal como el otro con el que te sostengo.
El brujo inició el alejamiento, y tirando de ella esta giró hasta acabar con su espalda contra su pecho.
- Muy bien-, susurró a su oído, muy pegado a ella.
Justo antes de volver a alejarla para volver a atraerla hacia él de la misma forma que la primera vez.
- Eres una gran bailarina. Cualquiera diría que los elfos tiene una gran destreza-, dijo pegándose a ella para susurrarle la broma. - Ahora debes imitarme. Cuando amague a la izquierda, amaga a la izquierda, y viceversa.
El rubio se alejó de ella, sin soltarla, pero quitando por su alejamiento la mano de su cintura. Hizo varios cambios de sentido del movimiento de sus piernas varias veces, del mismo modo que la elfa debía hacerlo, y finalmente la hizo girar sobre si misma antes de acercarse hasta ella de nuevo.
Siguieron así un rato, con varios movimientos similares al ritmo de la música, hasta que finalmente en uno de los giros que le hizo a la elfa, la atrajo hacia sí mismo, colocando nuevamente su mano en la cintura y pegándose mucho a ella justo cuando la música terminó.
Se escucharon el sonido de los aplausos dedicados a la orquesta, pero él no veía nada, ni escuchaba nada. Nada fuera de la elfa, pues solo podía mirar un mar de color aguamarina bajo la máscara que tenía delante. El brujo se acercó más, inconscientemente, como si quisiera besarla, sin pensar en las máscaras.
No obstante, justo al final, volvió a tomar control de su cuerpo y se desvió de la parte inferior de su rostro, hacia un lado de este.
- Ha sido un honor bailar con vos-, susurró a su oído, y mirando tras la dama. - Debemos avisar a Huri, he visto a alguien importante-, le comentó a la elfa. - Mi madre ha hecho acto de presencia-, comentó girando a la sacerdotisa sutilmente para que pudiera mirar en la misma dirección que él, para luego hacer una reverencia a la orquesta que estaba a su lado.
Finalmente, se dio media vuelta, y se alejó llevando de la mano a su elfa con el brazo alzado como cuando entraron a la pista de baile.
- Imagino que la mujer a su lado es Isabella-, musitó a Níniel, caminando a su lado al paso.
Pronto la parte divertida terminaría, y daría paso a la parte por la que realmente estaban allí.
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Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Sonreí cuando Níniel dijo que, efectivamente, el preparado había surtido efecto. Lo que claramente indicaba que habíamos acertado, e hizo alusión al viaje que habíamos realizado. – Es una larga y entretenida historia, lady Rose. Que seguro me placerá contaros en otro ambiente más discreto. –Y es que de momento, era mejor permanecer discretos y no llamar la atención.
Lady Rose también pareció entenderlo y cambió de tema, destacando la elegancia de mi nuevo vestido. Sonreí tímidamente y bajé la vista para admirarlo. Ciertamente mi madre tenía un gusto muy exquisito, y a mí me encantaba el negro. Bastante me costaba llevar las togas blancas de maestro tensái, cuando debía de dar alguna clase en la academia. Pero había que reconocer que a ella el blanco le quedaba bien. – Gracias, Lady Rose, vos también estáis espléndida con ese vestido con tan buena combinación de blanco con rosas. No es para mí. Pero a vos os queda de fábula. Sois una mujer muy elegante. – la halagué también con sinceridad.
La intervención de Lady Pirra no pareció pasar inadvertida para ninguno de los que estábamos sentados en la mesa de la ballesta. Giré la vista hacia la mesa en la que se encontraba, dialogaba divertida con Harrowmont y los demás comensales de su mesa. Y, para cuando iba a contestar a Níniel, un hombre se presentó ante nosotros.
Respondía al nombre de Sir Ixion. Era una especie de Jules en versión exagerada. Planeaba unirse a la logia, algo que no pareció agradar al brujo, él era escéptico de todos estos temas.
-¿La logia? ¡Joder ese nombre suena a secta! ¿A qué se dedican? – preguntó el brujo con su ironía habitual. Carraspeé para indicar que pasaría a responderle.
-La logia es un grupo de poderosos magos que buscan objetos perdidos, don Juan. Ruego respete al grupo pues cuento con una muy buena amiga allí. – indiqué a Jules con educación. – La señorita Lucy Fireheart. Fuimos juntas al colegio. Una de mis mejores amigas durante la infancia. Ella procedía de una familia importante y tenía un gran talento, que fue el motivo por el que la logia se fijó en ella. – hice una pausa. – Aún me escribo con ella de vez en cuando. Ahora que lo pienso, le mandaré una carta en los próximos días.
Jules no pareció apreciar lo que dije. Me imaginaba su cara con una ceja alzada, irónica. Su respuesta no decepcionó. – Lo que vos digáis, cariño. Si mi hermana estuviese viva y hubiese entrado ahí le daría un buen guantazo. – explicó y siguió a lo suyo.
Ixion siguió hablando. Pero no sabía si considerar en broma o no el siguiente comentario que hizo. Había visto venidas arriba muy gordas, como la de Jules cuando gritó “¡Ahora a por Mortagglia!”, ballesta alzada cuando derrotamos al Centinela, pero como la de aquel tal Ixion… Ninguna. ¿Pelearnos por él? Níniel ya tenía su caballero, que no tardó en responder por ella y, de una manera muy elegante, sacarla a la pista. Y yo… bueno, yo tenía a Jules, quien también se pareció mostrar ofendido.
-Lady Penélope ya tiene alguien que la saque a bailar. Seguro que hay otras mesas en las que puedes intentarlo. – dijo Jules alterado, levantándose, por un momento pensé que le iba a pegar, pero lejos de eso se giró hacia mí. - ¿Me dedicáis este baile, milady? – y me tendió su mano.
Tengo que decir que me quedé sin palabras. No sabía muy bien qué decir. No me gustaba bailar, sabía que teníamos una misión que cumplir, pero por otra parte, tenía ganas de bailar con el que había sido mi inseparable compañero durante los últimos meses. Tras unos instantes de dubitación, estiré el brazo para concederle el baile.
¿Por qué había aceptado aquello? Me estaba ablandando con la edad, seguramente. La cuestión es que comencé a dar un paso a un lado y al otro, con aquel torpe vestido. Un revés. Sonaba un elegante vals en la mansión de los Harrowmont. Un vals relajante. Amenizado por los músicos que había contratado.
-¿Así? ¿Tan fácil? – preguntó el brujo con ironía, en voz baja. Mientras bailábamos al son de la música. - ¿Sin gritarme? ¿Sin mandarme a paseo? ¿Estoy hablando con la misma chica con la que he viajado los últimos tiempos?
Sí, lo estabas haciendo, querido Jules. Pero lo cierto es que no sabía por qué. Tal vez por… esa mirada tras la máscara. Me costaba mantenérsela. Era demasiado, intimidante. - Solo era para quitarme de en medio al pesado ese. – respondí de una manera que probablemente fuera poco creíble. Era seria, pero mentir se me daba muy mal. Trataba de alejar mi mirada de la suya. Sin dejar de bailar.
-Vamos, reconoce que lo estabas deseando. – replicó el brujo.
-Para nada. – repliqué rápido, nerviosa.
-Relájate un poco y disfruta del baile. – me regañó. – Hemos cazado muchos vampiros juntos, hemos superado muchos problemas. – suspiró - ¡Ay, amiga mía! Pero siempre hay una cosa que nos ha caracterizado. La unidad. – guardó silencio. - ¿Sabes lo mucho que me partiste el corazón cuando, preocupado por ti, entré en la habitación de aquella cutre taberna de Sacrestic y te encontré en la cama con aquella vampiresa? – dijo con sentimiento, tratando de hacerse el preocupado.
-¿Y por eso tu primer comentario fue: “Ey chicas, ¿hay sitio para uno más?”? – le reprendí de mal carácter, detuve el baile y alejé mi mano de su hombro y señalándole en el pecho. – ¡Fuiste tú el que me partió el corazón a mí! ¡Bruto! Ahí demostraste la clase de hombre que eres. – Sonrió tras la máscara.
-¡Por fin! Dos meses conviviendo contigo me ha costado sacarte algo de tus sentimientos más profundos. Deberías exteriorizarlos algo más. – y se acercó a mi cara. – Quizás así te veríamos más alegre de manera habitual.
-Entonces dejaría de ser la chica que te gusta. – le repliqué con mi lado más femenino. El vals se encontraba en su punto álgido. – Y tal vez no quiera dejar de serlo, señor Roche. – le dije a modo de indirecta.
-En ese caso, tal vez sea un buen momento de demostrarlo. – Y me apartó ligeramente la máscara hacia un lado de manera tan sutil que quedé sin palabras, hice yo lo mismo con la suya e, instintivamente, acercamos nuestros labios. Me tomó por la nuca y yo a él por la cara. Fue un beso corto, pero pasional. Sin duda, fue el beso más querido que nadie me había dado jamás. La noche estaba desarrollándose de manera perfecta…
… Excepto por una cosa. En ese momento, una voz de carraspeo femenina sonó a mi lado. – Ejem. – Vestida de negro. Junto a mí. ¿Quién iba a ser? Isabella. Mi madre me reconocía por el vestido, que había elegido ella. Rápidamente me coloqué la máscara, que no me había quitado del todo y me separé del brujo, tratando de recomponerme. - ¿Interrumpo algo? – preguntó.
-Siempre tan oportuna… - musité con fastidio, tratando de recolocarme el sombrero.
-¿No tenéis algo que hacer, chicos? – preguntó haciendo un gesto con el dedo. – Id a coordinaros entre los cuatro. Que Yenn y yo iremos a sentarnos en la mesa de Lord Harrowmont para distraerle, a él y la tal lady Mort... – dijo en voz baja, poniéndose la mano delante y riendo, lo había dicho a propósito, con su marcado estilo irónico - Quería decir Pirra. ¡Ogh! ¡Qué tonta soy! ¿Verdad? - preguntó mirando a Yenn, con sorpresa. - Ahora sin bromas. No la pierdas de vista. - me dijo, en referencia a la mujer que había dado el pregón.
Y con gran fastidio y, sin saber muy bien qué decir, volví junto a Jules a la mesa. Sin dirigirnos una palabra por lo que había sucedido. Allí estaban ya Vincent y Níniel, ellos terminaron antes que nosotros.
-Nuestras madres los entretendrán. ¿Cómo vamos a hacer “eso”? – pregunté a la pareja, con desgana y algo apagada. Ahora mismo no tenía la cabeza ahí, sino en Jules. Lo estaba pasando bien y no tenía ganas de meterme en más líos. - ¿Algún plan?
Lady Rose también pareció entenderlo y cambió de tema, destacando la elegancia de mi nuevo vestido. Sonreí tímidamente y bajé la vista para admirarlo. Ciertamente mi madre tenía un gusto muy exquisito, y a mí me encantaba el negro. Bastante me costaba llevar las togas blancas de maestro tensái, cuando debía de dar alguna clase en la academia. Pero había que reconocer que a ella el blanco le quedaba bien. – Gracias, Lady Rose, vos también estáis espléndida con ese vestido con tan buena combinación de blanco con rosas. No es para mí. Pero a vos os queda de fábula. Sois una mujer muy elegante. – la halagué también con sinceridad.
La intervención de Lady Pirra no pareció pasar inadvertida para ninguno de los que estábamos sentados en la mesa de la ballesta. Giré la vista hacia la mesa en la que se encontraba, dialogaba divertida con Harrowmont y los demás comensales de su mesa. Y, para cuando iba a contestar a Níniel, un hombre se presentó ante nosotros.
Respondía al nombre de Sir Ixion. Era una especie de Jules en versión exagerada. Planeaba unirse a la logia, algo que no pareció agradar al brujo, él era escéptico de todos estos temas.
-¿La logia? ¡Joder ese nombre suena a secta! ¿A qué se dedican? – preguntó el brujo con su ironía habitual. Carraspeé para indicar que pasaría a responderle.
-La logia es un grupo de poderosos magos que buscan objetos perdidos, don Juan. Ruego respete al grupo pues cuento con una muy buena amiga allí. – indiqué a Jules con educación. – La señorita Lucy Fireheart. Fuimos juntas al colegio. Una de mis mejores amigas durante la infancia. Ella procedía de una familia importante y tenía un gran talento, que fue el motivo por el que la logia se fijó en ella. – hice una pausa. – Aún me escribo con ella de vez en cuando. Ahora que lo pienso, le mandaré una carta en los próximos días.
Jules no pareció apreciar lo que dije. Me imaginaba su cara con una ceja alzada, irónica. Su respuesta no decepcionó. – Lo que vos digáis, cariño. Si mi hermana estuviese viva y hubiese entrado ahí le daría un buen guantazo. – explicó y siguió a lo suyo.
Ixion siguió hablando. Pero no sabía si considerar en broma o no el siguiente comentario que hizo. Había visto venidas arriba muy gordas, como la de Jules cuando gritó “¡Ahora a por Mortagglia!”, ballesta alzada cuando derrotamos al Centinela, pero como la de aquel tal Ixion… Ninguna. ¿Pelearnos por él? Níniel ya tenía su caballero, que no tardó en responder por ella y, de una manera muy elegante, sacarla a la pista. Y yo… bueno, yo tenía a Jules, quien también se pareció mostrar ofendido.
-Lady Penélope ya tiene alguien que la saque a bailar. Seguro que hay otras mesas en las que puedes intentarlo. – dijo Jules alterado, levantándose, por un momento pensé que le iba a pegar, pero lejos de eso se giró hacia mí. - ¿Me dedicáis este baile, milady? – y me tendió su mano.
Tengo que decir que me quedé sin palabras. No sabía muy bien qué decir. No me gustaba bailar, sabía que teníamos una misión que cumplir, pero por otra parte, tenía ganas de bailar con el que había sido mi inseparable compañero durante los últimos meses. Tras unos instantes de dubitación, estiré el brazo para concederle el baile.
¿Por qué había aceptado aquello? Me estaba ablandando con la edad, seguramente. La cuestión es que comencé a dar un paso a un lado y al otro, con aquel torpe vestido. Un revés. Sonaba un elegante vals en la mansión de los Harrowmont. Un vals relajante. Amenizado por los músicos que había contratado.
-¿Así? ¿Tan fácil? – preguntó el brujo con ironía, en voz baja. Mientras bailábamos al son de la música. - ¿Sin gritarme? ¿Sin mandarme a paseo? ¿Estoy hablando con la misma chica con la que he viajado los últimos tiempos?
Sí, lo estabas haciendo, querido Jules. Pero lo cierto es que no sabía por qué. Tal vez por… esa mirada tras la máscara. Me costaba mantenérsela. Era demasiado, intimidante. - Solo era para quitarme de en medio al pesado ese. – respondí de una manera que probablemente fuera poco creíble. Era seria, pero mentir se me daba muy mal. Trataba de alejar mi mirada de la suya. Sin dejar de bailar.
-Vamos, reconoce que lo estabas deseando. – replicó el brujo.
-Para nada. – repliqué rápido, nerviosa.
-Relájate un poco y disfruta del baile. – me regañó. – Hemos cazado muchos vampiros juntos, hemos superado muchos problemas. – suspiró - ¡Ay, amiga mía! Pero siempre hay una cosa que nos ha caracterizado. La unidad. – guardó silencio. - ¿Sabes lo mucho que me partiste el corazón cuando, preocupado por ti, entré en la habitación de aquella cutre taberna de Sacrestic y te encontré en la cama con aquella vampiresa? – dijo con sentimiento, tratando de hacerse el preocupado.
-¿Y por eso tu primer comentario fue: “Ey chicas, ¿hay sitio para uno más?”? – le reprendí de mal carácter, detuve el baile y alejé mi mano de su hombro y señalándole en el pecho. – ¡Fuiste tú el que me partió el corazón a mí! ¡Bruto! Ahí demostraste la clase de hombre que eres. – Sonrió tras la máscara.
-¡Por fin! Dos meses conviviendo contigo me ha costado sacarte algo de tus sentimientos más profundos. Deberías exteriorizarlos algo más. – y se acercó a mi cara. – Quizás así te veríamos más alegre de manera habitual.
-Entonces dejaría de ser la chica que te gusta. – le repliqué con mi lado más femenino. El vals se encontraba en su punto álgido. – Y tal vez no quiera dejar de serlo, señor Roche. – le dije a modo de indirecta.
-En ese caso, tal vez sea un buen momento de demostrarlo. – Y me apartó ligeramente la máscara hacia un lado de manera tan sutil que quedé sin palabras, hice yo lo mismo con la suya e, instintivamente, acercamos nuestros labios. Me tomó por la nuca y yo a él por la cara. Fue un beso corto, pero pasional. Sin duda, fue el beso más querido que nadie me había dado jamás. La noche estaba desarrollándose de manera perfecta…
… Excepto por una cosa. En ese momento, una voz de carraspeo femenina sonó a mi lado. – Ejem. – Vestida de negro. Junto a mí. ¿Quién iba a ser? Isabella. Mi madre me reconocía por el vestido, que había elegido ella. Rápidamente me coloqué la máscara, que no me había quitado del todo y me separé del brujo, tratando de recomponerme. - ¿Interrumpo algo? – preguntó.
-Siempre tan oportuna… - musité con fastidio, tratando de recolocarme el sombrero.
-¿No tenéis algo que hacer, chicos? – preguntó haciendo un gesto con el dedo. – Id a coordinaros entre los cuatro. Que Yenn y yo iremos a sentarnos en la mesa de Lord Harrowmont para distraerle, a él y la tal lady Mort... – dijo en voz baja, poniéndose la mano delante y riendo, lo había dicho a propósito, con su marcado estilo irónico - Quería decir Pirra. ¡Ogh! ¡Qué tonta soy! ¿Verdad? - preguntó mirando a Yenn, con sorpresa. - Ahora sin bromas. No la pierdas de vista. - me dijo, en referencia a la mujer que había dado el pregón.
Y con gran fastidio y, sin saber muy bien qué decir, volví junto a Jules a la mesa. Sin dirigirnos una palabra por lo que había sucedido. Allí estaban ya Vincent y Níniel, ellos terminaron antes que nosotros.
-Nuestras madres los entretendrán. ¿Cómo vamos a hacer “eso”? – pregunté a la pareja, con desgana y algo apagada. Ahora mismo no tenía la cabeza ahí, sino en Jules. Lo estaba pasando bien y no tenía ganas de meterme en más líos. - ¿Algún plan?
- Isabella:
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Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
En el momento justo, como si de un actor que espera tras bambalinas para salir al escenario preparado para interpretar su papel se tratase, Vincent se levantó de su asiento y le ofreció su mano a la peliblanca para ayudarla a levantarse, permitiendo que ésta lo hiciera sin perder ni un ápice de su característica elegancia tratando de hacerlo sola con aquellas prendas tan aparatosas. A continuación y de forma educada se dirigió a aquel arrogante recién llegado sin perder la calma por su atrevimiento, presentándose y disculpándose formalmente de tal forma que cualquier reproche mal intencionado por parte del aludido quedaba fuera de lugar, evitando una disputa que no haría si no causarles un buen montón de problemas.
Por suerte el mensaje para aquel tal Ixión quedó más que claro. Lady Rose era para el caballero de la espina, y el caballero de la espina para Lady Rose, cualquier insistencia a partir de allí sobrepasaría la línea de la diversión y entraría en el territorio de la grosería, algo que normalmente los anfitriones veían con muy malos ojos en sus fiestas, algo que cualquier invitado con su juicio aún no demasiado nublado por el alcohol o la rabia sabría y trataría de evitar. Quizá por ello ello el joven emplumado asintió sin tratar de detener a la pareja, aunque con un atisbo de enfado en sus ojos, y centró entonces su atención en Huracán. Una mala elección que quizá le costase algo más que la negativa de la peliblanca conociendo el genio de la cazadora...O quizá su día de suerte ya que seguramente tanto ella como Jules tratarían también de evitar llamar demasiado la atención.
Una vez resuelto aquel pequeño inconveniente Níniel se dejó guiar acompasando sus pasos a los de su pareja hasta un lugar adecuado en el centro de aquella enorme estancia que poco a poco iba llenándose de parejas dispuestas para bailar y que se colocaban unas al lado de otras al borde de la zona de baile, denotando que dominaban la situación y que definitivamente eran una élite más que acostumbrada a ese tipo de eventos.
Durante el breve paseo, Níniel no pudo evitar mirar a Vincent de reojo cada pocos metros claramente alegre y divertida, notando el nerviosismo del brujo al sentir sus pulsaciones aceleradas por mucho que él tratara de disimular su estado de forma bastante convincente, lo cual no hacía si no aumentar el interés de la joven por él y el motivo de su alteración. -Tranquilo, no es mi primer baile.- Trató entonces de tranquilizarlo con un claro doble sentido con el que pretendía hacer referencia tanto al baile en sí como a su misión de colarse en las zonas privadas de la mansión en busca de la carta delatora. -Todo va a ir muy bien-. Añadió justo antes de que llegara el momento en el que todas las parejas se adentraron en la zona delimitada comenzando a colocarse a distancias equidistantes unas otras usando como referencia las baldosas del suelo.-Será un placer, mi señor de la espina.- Aceptó entonces con sumo gusto, adentrándose en la pista hasta ocupar su lugar en un hueco libre mientras su mano era apenas sostenida por una caricia por el brujo.
Pronto comenzaron a danzar, algo sencillo para aquel primer baile aunque no por ello falto de elegancia. Los pies de la elfa parecían flotar mientras dejaba que el apuesto rubio la guiara, causando con cada leve giro y grácil movimiento su vestido se moviera con la distinción para la que había sido creado en torno a su cuerpo. Todo ello sin dejar de mirar fijamente a los ojos de su pareja cada vez que el baile así lo permitía, casi constantemente por suerte.
-¿Prepararme para qué?- Preguntó con tono divertido y cantarín la peliblanca ante la advertencia de su compañero, pues no esperaba que fuese a atreverse a realizar movimientos más complejos, como no tardó en suceder. Un movimiento al que Níniel supo corresponder gracias a su experiencia en aquellas lides recibiendo por ello la aprobación del brujo, lo que la hizo reír sincera y melódicamente una vez de nuevo justo a él. -Mi señor de la espina, no me dijisteis que dominarais el arte del baile.- Murmuró antes de atender a su siguiente explicación a la cual asintió enseguida comprendiendo lo que pretendía para acto seguido ejecutar aquellos movimientos esforzándose por complacerlo y lográndolo a juzgar por sus palabras. -Vos no la hacéis nada mal tampoco. Empiezo a pensar que el motivo de nuestra estancia aquí bien podría esperar...un par de horas.- Respondió también susurrando y siguiendo con el tono de broma del bi elemental de aire y fuego, para nada incómoda por su cercanía. -Así lo haré.- Terminó de decir entendiendo sus nuevas intenciones, y una vez más ejecutándolas con la soltura y la ligereza que cabría esperar de una hija del bosque, volviendo a reír con aquel último giro y continuando con el baile hasta que la orquesta puso fin a aquella pieza obteniendo un gran número de aplausos de los invitados.
Pero Vincent no aplaudió, ni la soltó. En vez de eso permaneció con sus ojos clavados en los de la joven, que no apartó la mirada, y acercó su rostro al de ella, causando que Níniel recordara el beso que recibió de él en el mundo de los sueños y haciéndola sentir de una manera...extraña. De hecho casi como si hubiesen vuelto a aquel extraño lugar de ensoñaciones donde nada era real salvo ellos dos...Aunque en aquella ocasión sus labios no volvieron a unirse si no que la intención del brujo fue la de volver a susurrarle al oído.
-Ummm... ¿Tu madre?. - Comentó algo nerviosa aún la peliblanca entonces mirando alrededor dejándose llevar de nuevo por los movimientos de Vincent y mirando a la figura femenina que éste quería que viera asintiendo levemente a continuación, viendo también a la figura a su lado aunque ésta estaba hablando con la cercana pareja de cazadores. -Ya veo...Supongo que habrá que dejar un segundo baile para otro momento.- Dijo apenada aunque también determinada la sacerdotisa mientras se dirigían fuera de la pista donde otras parejas más afortunadas y con menos amenazas vampíricas potencialmente letales para naciones enteras de las que ocuparse se preparaban para continuar danzando.
No tardaron mucho más Huracán y Jules en reunirse con ellos, y con ellos traían un mensaje del dúo de peligrosas madres hechiceras. Ellas mantendrían ocupados a los Harrowmont y a su extraña invitada de honor facilitándoles su tarea de infiltración al no tener, en principio, que preocuparse porque los dueños de la casa abandonaran por cualquier motivo el gran salón y les pillaran in fraganti. Con aquella ayuda solo tendrían que evitar a cientos de ojos curiosos, un par de decenas de guardias y seguramente defensas mágicas de alto nivel...Un paseo vamos. Por suerte no habían estado perdiendo el tiempo precisamente durante aquel mes en las islas...Y aquel baile había estado muy presente en sus cabezas todo aquel tiempo aunque Vincent y Níniel no hubiesen pasado todo el tiempo que les hubiese gustado juntos.
-El caballero de la espina y yo pensamos en algo este tiempo. Uno de los amigos de...bueno ya sabéis, es un gran ilusionista a parte de alquimista. Estaba trabajando en una poción de invisibilidad. No no os alegréis todavía, aún no ha dado con la fórmula exacta y creedme que no queréis sufrir esos efectos secundarios. No obstante me dio una idea- Dijo sacando disimuladamente cuatro trocitos de papel enrollados que la peliblanca había ocultado entre los adornos florales de su llamativo vestido. -Pergaminos arcanos. Están imbuidos con magia de invisibilidad.- Explicó la peliblanca a Jules y Huracán con evidente satisfacción dejando que el brujo terminara de explicar cómo funcionaban, pues él era el experto en arcanos.
Por suerte el mensaje para aquel tal Ixión quedó más que claro. Lady Rose era para el caballero de la espina, y el caballero de la espina para Lady Rose, cualquier insistencia a partir de allí sobrepasaría la línea de la diversión y entraría en el territorio de la grosería, algo que normalmente los anfitriones veían con muy malos ojos en sus fiestas, algo que cualquier invitado con su juicio aún no demasiado nublado por el alcohol o la rabia sabría y trataría de evitar. Quizá por ello ello el joven emplumado asintió sin tratar de detener a la pareja, aunque con un atisbo de enfado en sus ojos, y centró entonces su atención en Huracán. Una mala elección que quizá le costase algo más que la negativa de la peliblanca conociendo el genio de la cazadora...O quizá su día de suerte ya que seguramente tanto ella como Jules tratarían también de evitar llamar demasiado la atención.
Una vez resuelto aquel pequeño inconveniente Níniel se dejó guiar acompasando sus pasos a los de su pareja hasta un lugar adecuado en el centro de aquella enorme estancia que poco a poco iba llenándose de parejas dispuestas para bailar y que se colocaban unas al lado de otras al borde de la zona de baile, denotando que dominaban la situación y que definitivamente eran una élite más que acostumbrada a ese tipo de eventos.
Durante el breve paseo, Níniel no pudo evitar mirar a Vincent de reojo cada pocos metros claramente alegre y divertida, notando el nerviosismo del brujo al sentir sus pulsaciones aceleradas por mucho que él tratara de disimular su estado de forma bastante convincente, lo cual no hacía si no aumentar el interés de la joven por él y el motivo de su alteración. -Tranquilo, no es mi primer baile.- Trató entonces de tranquilizarlo con un claro doble sentido con el que pretendía hacer referencia tanto al baile en sí como a su misión de colarse en las zonas privadas de la mansión en busca de la carta delatora. -Todo va a ir muy bien-. Añadió justo antes de que llegara el momento en el que todas las parejas se adentraron en la zona delimitada comenzando a colocarse a distancias equidistantes unas otras usando como referencia las baldosas del suelo.-Será un placer, mi señor de la espina.- Aceptó entonces con sumo gusto, adentrándose en la pista hasta ocupar su lugar en un hueco libre mientras su mano era apenas sostenida por una caricia por el brujo.
Pronto comenzaron a danzar, algo sencillo para aquel primer baile aunque no por ello falto de elegancia. Los pies de la elfa parecían flotar mientras dejaba que el apuesto rubio la guiara, causando con cada leve giro y grácil movimiento su vestido se moviera con la distinción para la que había sido creado en torno a su cuerpo. Todo ello sin dejar de mirar fijamente a los ojos de su pareja cada vez que el baile así lo permitía, casi constantemente por suerte.
-¿Prepararme para qué?- Preguntó con tono divertido y cantarín la peliblanca ante la advertencia de su compañero, pues no esperaba que fuese a atreverse a realizar movimientos más complejos, como no tardó en suceder. Un movimiento al que Níniel supo corresponder gracias a su experiencia en aquellas lides recibiendo por ello la aprobación del brujo, lo que la hizo reír sincera y melódicamente una vez de nuevo justo a él. -Mi señor de la espina, no me dijisteis que dominarais el arte del baile.- Murmuró antes de atender a su siguiente explicación a la cual asintió enseguida comprendiendo lo que pretendía para acto seguido ejecutar aquellos movimientos esforzándose por complacerlo y lográndolo a juzgar por sus palabras. -Vos no la hacéis nada mal tampoco. Empiezo a pensar que el motivo de nuestra estancia aquí bien podría esperar...un par de horas.- Respondió también susurrando y siguiendo con el tono de broma del bi elemental de aire y fuego, para nada incómoda por su cercanía. -Así lo haré.- Terminó de decir entendiendo sus nuevas intenciones, y una vez más ejecutándolas con la soltura y la ligereza que cabría esperar de una hija del bosque, volviendo a reír con aquel último giro y continuando con el baile hasta que la orquesta puso fin a aquella pieza obteniendo un gran número de aplausos de los invitados.
Pero Vincent no aplaudió, ni la soltó. En vez de eso permaneció con sus ojos clavados en los de la joven, que no apartó la mirada, y acercó su rostro al de ella, causando que Níniel recordara el beso que recibió de él en el mundo de los sueños y haciéndola sentir de una manera...extraña. De hecho casi como si hubiesen vuelto a aquel extraño lugar de ensoñaciones donde nada era real salvo ellos dos...Aunque en aquella ocasión sus labios no volvieron a unirse si no que la intención del brujo fue la de volver a susurrarle al oído.
-Ummm... ¿Tu madre?. - Comentó algo nerviosa aún la peliblanca entonces mirando alrededor dejándose llevar de nuevo por los movimientos de Vincent y mirando a la figura femenina que éste quería que viera asintiendo levemente a continuación, viendo también a la figura a su lado aunque ésta estaba hablando con la cercana pareja de cazadores. -Ya veo...Supongo que habrá que dejar un segundo baile para otro momento.- Dijo apenada aunque también determinada la sacerdotisa mientras se dirigían fuera de la pista donde otras parejas más afortunadas y con menos amenazas vampíricas potencialmente letales para naciones enteras de las que ocuparse se preparaban para continuar danzando.
No tardaron mucho más Huracán y Jules en reunirse con ellos, y con ellos traían un mensaje del dúo de peligrosas madres hechiceras. Ellas mantendrían ocupados a los Harrowmont y a su extraña invitada de honor facilitándoles su tarea de infiltración al no tener, en principio, que preocuparse porque los dueños de la casa abandonaran por cualquier motivo el gran salón y les pillaran in fraganti. Con aquella ayuda solo tendrían que evitar a cientos de ojos curiosos, un par de decenas de guardias y seguramente defensas mágicas de alto nivel...Un paseo vamos. Por suerte no habían estado perdiendo el tiempo precisamente durante aquel mes en las islas...Y aquel baile había estado muy presente en sus cabezas todo aquel tiempo aunque Vincent y Níniel no hubiesen pasado todo el tiempo que les hubiese gustado juntos.
-El caballero de la espina y yo pensamos en algo este tiempo. Uno de los amigos de...bueno ya sabéis, es un gran ilusionista a parte de alquimista. Estaba trabajando en una poción de invisibilidad. No no os alegréis todavía, aún no ha dado con la fórmula exacta y creedme que no queréis sufrir esos efectos secundarios. No obstante me dio una idea- Dijo sacando disimuladamente cuatro trocitos de papel enrollados que la peliblanca había ocultado entre los adornos florales de su llamativo vestido. -Pergaminos arcanos. Están imbuidos con magia de invisibilidad.- Explicó la peliblanca a Jules y Huracán con evidente satisfacción dejando que el brujo terminara de explicar cómo funcionaban, pues él era el experto en arcanos.
Níniel Thenidiel
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
El baile había sido divertido para el brujo. Y aunque no era especialmente un buen bailarín, la música que había sonado la conocía, y sabía realizar su danza sencilla. Además, su acompañante había demostrado que era todo lo contrario a él en cuestiones de baile. Desde el primer momento había notado lo fácil que resultaba para la elfa moverse incluso con su vestido, y pese a que los pasos eran sencillos, la joven captaba con mayor rapidez los pasos que una persona corriente y los ejecutaba a la perfección. Una persona corriente, o por lo menos más veloz de lo que él jamás hubiera aprendido esos pasos de baile.
- Sí, habrá que posponer ese segundo baile-, contestó a su compañera de camino hacia la mesa. - Pero no te preocupes. Siempre es un placer pasar tiempo con una mujer tan bella y agradable como vos. Seguro que habrá más ocasiones en el futuro donde poder hacerlo. Sin misiones, ni vampiros asesinos que quieran acabar con nuestras vidas-, ayudó a la sacerdotisa a sentarse, para luego hacer lo propio. - Solos tú y yo-, miró directamente los ojos aguamarina de la joven a su lado. - Pasando un tiempo juntos, tranquilos y sin problemas ¿Te agrada la idea? Además, aún no he olvidado que te solicité clases de cultura élfica. No querría quedar como un artero galán, que solo usara una estratagema para conocer a una hermosa dama-, bromeó con esa última frase.
No tardaron en aparecer Huri y Jules con noticias de Isabella y Yennefer. Imaginaba que en algún momento alguna de las dos haría un acercamiento a alguno de ellos para ponerlos al día. E incluso para describirles las ropas de la otra pareja con la que tenían que reunirse. Dato que conocían perfectamente cada una de las madres sobre cada una de las parejas respectivamente. Eso era innecesario llegados a este punto, pues tanto ellos como Huri y su acompañante habían conseguido encontrarse antes, sin necesidad de la ayuda de las brujas. Pero ahora les vendría muy bien esa distracción que habían propuesto.
- Oh, lady Penélope. Hagamos algo simple y sencillo. Vamos al lugar, zurramos a todos, y nos llevamos la carta. Fácil y sobre todo muy discreto-, bromeó esta vez con la cazadora, no sin antes acariciarse el mentón bajo la máscara. - Mmm, puede que discreto no sea después de todo. Creo que debo aumentar mi abanico de planes para el futuro-, terminó de decir en broma. - Bromas aparte, adoro los tiempos cuando todo era menos complicado-, comentó esta vez recogiendo el pequeño pergamino que le pasaba la sacerdotisa.
Nada más verla retirar los trozos de papel, el brujo recordó que, con anterioridad, se había preguntado mentalmente donde los tendría guardados. Sabía que los llevaba, pues era conocedor del plan que él mismo había ayudado a elaborar, pero no donde estarían ocultos. Y tenía que reconocer que nunca había sospechado que estaráin
- Aunque esto tampoco se puede decir que sea muy complicado. Solo hay que desenrollar este pergamino para que su poder sea activado por la persona que lo haga. El efecto no durará mucho. Algo más de medio minuto de un reloj de arena. Así que lo mejor será acercarnos a la zona del escenario, crear una pequeña distracción, y usar los pergaminos para colarnos por detrás, hacia la zona privada de la mansión-, explicó por encima los detalles y el fácil funcionamiento de los papeles que repartía la elfa. - A partir de ahí, deberemos improvisar. Esperemos que no haya una fuerte vigilancia pasada la primera línea de control de los guardias.
Los ojos del rubio se dirigieron hacia la mesa donde el lord de la mansión conversaba alegremente con sus invitados más allegados, incluida la famosa pero misteriosa Pirra.
- Lady Penélope-, comenzó a decir, pero sin dejar de observar la mesa de Harrowmont. - ¿Su madre le ha comentado algo referente a la invitada del lord? Sería bueno saber, si esa mujer en un futuro se unirá a nosotros en esta agradable velada-, dijo disimuladamente, pero como una clara referencia a su futura misión a escondidas.
En ese instante, pudo apreciar, como su madre y la mujer que la acompañaba, se acercaban hasta la mesa del lord. Era el momento apropiado. Isabella ya estaba moviendo ficha sobre el tablero de juego, así que les tocaba a ellos.
- El juego ha comenzado-, comentó, levantándose y ayudando a la dama elfa a hacer lo propio. - Vayamos junto al escenario donde el lord dio el pregón-, dijo de seguido, cediendo el brazo a su acompañante.
Avanzó con velocidad, pero solo lo que permitía las buenas maneras. Era prioritario mantener el anonimato, y los ojos puestos en cualquiera menos en ellos. Debían mantener la naturalidad si querían que el plan funcionara.
El rubio se acercó a la zona lateral del escenario. Allí, cerca de ellos, había unos guardias custodiando el paso al interior de la mansión. No era demasiado raro que estuvieran allí, pues algunas personas hacían esto para poder hablar donde el ruido de la música y los comensales les permitieran mantener una conversación más privada. Unas parejas buscando un lugar más solitario en una mascarada. Era algo muy común.
Se fue alejando cada vez más de la vista de los guardias, colocándose poco a poco en una posición que los alejaba de la línea de visión directa de los hombres. Estos deberían hacer un giro de cabeza muy pronuncia para verlo, como así hizo uno de ellos.
- Déjate llevar-, susurró el brujo a Níniel, acercando su rostro enmascarado a su cuello, y torciendo levemente la máscara para descubrir sus labios.
No tardó en llegar el momento, en el calor de estos se sintieron sobre el cuello níveo y delicado de la dama de los bosques. Se sentía tan bien en ese momento, con ese beso cariñoso sobre el cuerpo de la mujer que amaba, que casi olvidaba el verdadero motivo de tal acto.
De todos modos, no se dejó llevar por las emociones o el placer, y en cuanto el guardia giró el rostro con una sonrisa, dejó de besarla para finalizar su “farsa”.
- Perdón, había que aparentar-, volvió a susurrar, nada más colocarse la máscara nuevamente de forma adecuada. - Espero no haberte incomodado-, se sinceró.
El rubio volvió a observar a los guardias mientras esperaba la respuesta de la sacerdotisa, y luego dirigió la mirada hacia los invitados y la fiesta en general. Cerca de las primeras mesas, un sirviente se acercaba con una botella de vino. Y el brujo vio una oportunidad de oro, con un movimiento sutil de su mano hizo que la espada roma de una de las armaduras colocadas en la pared, cayera ante los pasos del hombre. Este no pudo evitar tropezar y caer hacia adelante cerca de la mesa a la que se aproximaba.
Evidentemente el ruido causó un revuelo en los invitados sentados en aquella mesa, que se extendió hacia los inquilinos de las mesas más próximas, y por supuesto esto acabó llamando la atención de los guardias. Que hizo que ambos se adelantaran unos pasos, e incluso uno de ellos se aproximara para ayudar al pobre sirviente.
- Es el momento-, dijo bajo, pero suficientemente alto para que los tres lo escucharan. A su vez desenrolló el pergamino, volviéndose invisible en el acto. - Recordad que aunque no nos puedan ver, si nos pueden escuchar. Y que no dura mucho tiempo su efecto-, comentó para que guardaran sigilo mientras se aproximaran al acceso.
No tardó en hacer caso a sus propias indicaciones. Así que se coló por detrás del guardia, abriendo la puerta con disimulo, lo justo y necesario para que su cuerpo entrara por la abertura de la madera entreabierta.
- Sí, habrá que posponer ese segundo baile-, contestó a su compañera de camino hacia la mesa. - Pero no te preocupes. Siempre es un placer pasar tiempo con una mujer tan bella y agradable como vos. Seguro que habrá más ocasiones en el futuro donde poder hacerlo. Sin misiones, ni vampiros asesinos que quieran acabar con nuestras vidas-, ayudó a la sacerdotisa a sentarse, para luego hacer lo propio. - Solos tú y yo-, miró directamente los ojos aguamarina de la joven a su lado. - Pasando un tiempo juntos, tranquilos y sin problemas ¿Te agrada la idea? Además, aún no he olvidado que te solicité clases de cultura élfica. No querría quedar como un artero galán, que solo usara una estratagema para conocer a una hermosa dama-, bromeó con esa última frase.
No tardaron en aparecer Huri y Jules con noticias de Isabella y Yennefer. Imaginaba que en algún momento alguna de las dos haría un acercamiento a alguno de ellos para ponerlos al día. E incluso para describirles las ropas de la otra pareja con la que tenían que reunirse. Dato que conocían perfectamente cada una de las madres sobre cada una de las parejas respectivamente. Eso era innecesario llegados a este punto, pues tanto ellos como Huri y su acompañante habían conseguido encontrarse antes, sin necesidad de la ayuda de las brujas. Pero ahora les vendría muy bien esa distracción que habían propuesto.
- Oh, lady Penélope. Hagamos algo simple y sencillo. Vamos al lugar, zurramos a todos, y nos llevamos la carta. Fácil y sobre todo muy discreto-, bromeó esta vez con la cazadora, no sin antes acariciarse el mentón bajo la máscara. - Mmm, puede que discreto no sea después de todo. Creo que debo aumentar mi abanico de planes para el futuro-, terminó de decir en broma. - Bromas aparte, adoro los tiempos cuando todo era menos complicado-, comentó esta vez recogiendo el pequeño pergamino que le pasaba la sacerdotisa.
Nada más verla retirar los trozos de papel, el brujo recordó que, con anterioridad, se había preguntado mentalmente donde los tendría guardados. Sabía que los llevaba, pues era conocedor del plan que él mismo había ayudado a elaborar, pero no donde estarían ocultos. Y tenía que reconocer que nunca había sospechado que estaráin
- Aunque esto tampoco se puede decir que sea muy complicado. Solo hay que desenrollar este pergamino para que su poder sea activado por la persona que lo haga. El efecto no durará mucho. Algo más de medio minuto de un reloj de arena. Así que lo mejor será acercarnos a la zona del escenario, crear una pequeña distracción, y usar los pergaminos para colarnos por detrás, hacia la zona privada de la mansión-, explicó por encima los detalles y el fácil funcionamiento de los papeles que repartía la elfa. - A partir de ahí, deberemos improvisar. Esperemos que no haya una fuerte vigilancia pasada la primera línea de control de los guardias.
Los ojos del rubio se dirigieron hacia la mesa donde el lord de la mansión conversaba alegremente con sus invitados más allegados, incluida la famosa pero misteriosa Pirra.
- Lady Penélope-, comenzó a decir, pero sin dejar de observar la mesa de Harrowmont. - ¿Su madre le ha comentado algo referente a la invitada del lord? Sería bueno saber, si esa mujer en un futuro se unirá a nosotros en esta agradable velada-, dijo disimuladamente, pero como una clara referencia a su futura misión a escondidas.
En ese instante, pudo apreciar, como su madre y la mujer que la acompañaba, se acercaban hasta la mesa del lord. Era el momento apropiado. Isabella ya estaba moviendo ficha sobre el tablero de juego, así que les tocaba a ellos.
- El juego ha comenzado-, comentó, levantándose y ayudando a la dama elfa a hacer lo propio. - Vayamos junto al escenario donde el lord dio el pregón-, dijo de seguido, cediendo el brazo a su acompañante.
Avanzó con velocidad, pero solo lo que permitía las buenas maneras. Era prioritario mantener el anonimato, y los ojos puestos en cualquiera menos en ellos. Debían mantener la naturalidad si querían que el plan funcionara.
El rubio se acercó a la zona lateral del escenario. Allí, cerca de ellos, había unos guardias custodiando el paso al interior de la mansión. No era demasiado raro que estuvieran allí, pues algunas personas hacían esto para poder hablar donde el ruido de la música y los comensales les permitieran mantener una conversación más privada. Unas parejas buscando un lugar más solitario en una mascarada. Era algo muy común.
Se fue alejando cada vez más de la vista de los guardias, colocándose poco a poco en una posición que los alejaba de la línea de visión directa de los hombres. Estos deberían hacer un giro de cabeza muy pronuncia para verlo, como así hizo uno de ellos.
- Déjate llevar-, susurró el brujo a Níniel, acercando su rostro enmascarado a su cuello, y torciendo levemente la máscara para descubrir sus labios.
No tardó en llegar el momento, en el calor de estos se sintieron sobre el cuello níveo y delicado de la dama de los bosques. Se sentía tan bien en ese momento, con ese beso cariñoso sobre el cuerpo de la mujer que amaba, que casi olvidaba el verdadero motivo de tal acto.
De todos modos, no se dejó llevar por las emociones o el placer, y en cuanto el guardia giró el rostro con una sonrisa, dejó de besarla para finalizar su “farsa”.
- Perdón, había que aparentar-, volvió a susurrar, nada más colocarse la máscara nuevamente de forma adecuada. - Espero no haberte incomodado-, se sinceró.
El rubio volvió a observar a los guardias mientras esperaba la respuesta de la sacerdotisa, y luego dirigió la mirada hacia los invitados y la fiesta en general. Cerca de las primeras mesas, un sirviente se acercaba con una botella de vino. Y el brujo vio una oportunidad de oro, con un movimiento sutil de su mano hizo que la espada roma de una de las armaduras colocadas en la pared, cayera ante los pasos del hombre. Este no pudo evitar tropezar y caer hacia adelante cerca de la mesa a la que se aproximaba.
Evidentemente el ruido causó un revuelo en los invitados sentados en aquella mesa, que se extendió hacia los inquilinos de las mesas más próximas, y por supuesto esto acabó llamando la atención de los guardias. Que hizo que ambos se adelantaran unos pasos, e incluso uno de ellos se aproximara para ayudar al pobre sirviente.
- Es el momento-, dijo bajo, pero suficientemente alto para que los tres lo escucharan. A su vez desenrolló el pergamino, volviéndose invisible en el acto. - Recordad que aunque no nos puedan ver, si nos pueden escuchar. Y que no dura mucho tiempo su efecto-, comentó para que guardaran sigilo mientras se aproximaran al acceso.
No tardó en hacer caso a sus propias indicaciones. Así que se coló por detrás del guardia, abriendo la puerta con disimulo, lo justo y necesario para que su cuerpo entrara por la abertura de la madera entreabierta.
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Estuve algo incómoda durante los primeros instantes tras mi vuelta con la pareja. No me gustaría que me hubiesen visto besarme con el brujo, que tras su máscara reía y miraba para mí, que le devolvía la mirada impasible. Había caído en su juego y, aunque por un lado me gustaba, por mi lado más orgulloso era algo que simultáneamente detestaba.
La idea de Níniel y Vincent consistía en utilizar pergaminos arcanos que otorgaban invisibilidad. Una idea fantástica de no ser por la brevedad del hechizo, de solamente medio minuto. – Pero en medio minuto no nos dará tiempo descubrir dónde está su habitación siquiera. – propuse como inconveniente. La idea era sugerente, sobre todo para salir inadvertidos del baile, pero una vez en el piso de arriba, tendríamos que apañarnos para no ser vistos, algo difícil con los “disfraces” que llevábamos. – Si nos pillan, tendremos problemas. – repliqué. Pero eso era algo que ya sabían, no los pillaría de sorpresa.
Vincent me preguntó por si sabía algo de mi madre. – Mi madre me dijo que era la Dama. Confiemos en que Yenn y ella la distraigan. – le dije a mis compañeros. Aunque quizás era mucho suponer y máxime montando el numerito que Vincent tenía propuesto realizar delante del escenario. – Es extremadamente peligrosa e imprevisible, evitadla a toda costa. – les advertí a mis compañeros, yo ya había tenido un enfrentamiento con ella y no tenía ganas de tener otro.
-Bueno, ¿qué? Hora de divertirse, ¿no? – dijo Jules riendo y dando una palmada y recogiendo su pergamino.
Seguimos a Vincent, que parecía tener claro por donde moverse, llegamos a una zona en la que había unos guardias y, para disimular, el hermano de Elen besó a la elfa.
-¿No deberíamos disimular nosotros también? – preguntó el brujo interesadamente, me imagina su típica
-Ni lo sueñes. – le contesté girándome hacia él y frunciendo el ceño tras la incómoda máscara, que me hacía sudar.
Cuando Vincent generó una distracción, indicó que era el momento de utilizar los pergaminos. Desplegué el mío tal y como habían indicado y noté como me desvanecía, era invisible durante unos instantes. No podía verme ni mis propias manos. Nos colamos por la puerta que había dejado libre el guardia y ascendimos por unas escaleras. Tenía que levantar las faldas del vestido para no caerme con aquel incómodo traje, muy elegante pero poco práctico para correr.
Una pareja descendía hacia el salón del baile, tuvimos que apartarnos por completo para que no tropezaran con nosotros y quedarnos quietos para que no escucharan el traqueteo de mis tacones y los de Níniel. Aunque la música estaba lo bastante alta como para cubrir el sonido, prefería no asumir riesgos.
Pronto, el efecto se desvanecería, pero ya estábamos arriba. El acceso a la parte superior del edificio estaba prohibida, pero una vez arriba, alguien nos vio.
-¡Eh! No pueden estar aquí. Vuelvan abajo inmediatamente. – indicó el guardia de seguridad.
Nos habían pillado nada más llegar arriba, la seguridad en el edificio, lo que yo no esperaba, era la ávida respuesta de mi compañero brujo, mucho más rápido con la voz que con la ballesta.
-Somos Milton y Cass. Y esta es una pareja amiga nuestra, les estamos enseñando la mansión. – contestó Jules casi instintivamente, tratando de imitar la voz de Milton. – Además, padre y Lady Pirra nos han enviado a cambiar “los papeles” de sitio. Los Boisson están aquí y ya sabes que no son de fiar, Isabella sabe demasiado. – comentó Jules, liberando todo el arsenal de pistas que conocíamos, que probablemente supiesen tanto los empleados del Lord como sus hijos, pero dicha información sería difícil que alguien más la conociera. Lo dijo con tal convencimiento que el guardia obvió la sencilla instrucción de que nos quitáramos las máscaras, probablemente por miedo a ofender a los niños de papá del Lord. - ¿Siguen donde siempre, verdad?
-Claro, en el tercer cajón izquierdo del escritorio de vuestro padre. – indicó el guardia.
Continuamos caminando como si nada. Ahora sólo nos faltaba dar con la habitación, que no sabíamos cuál era, pero al menos sabíamos a dónde teníamos que dirigirnos una vez diéramos con el despacho.
-Eres un genio. – reconocí al brujo por su veloz intervención, verdaderamente impresionada por la astucia de mi compañero. Pero mi comentario no había hecho sino incrementar su ya de por sí crecido ego.
-¿Me darás un beso ahora? – preguntó.
-Sería un poco incestuoso, ¿no crees, Milton? – le repliqué entre risas mientras avanzábamos.
Avanzábamos por la parte superior del patio. Abajo se podía ver el baile, no pude evitar desviar mi mirada hacia la mesa en la que se encontraban Isabella, Yennefer, y el resto de invitados glamurosos. Nadie parecía advertir nuestra presencia de momento hasta que observé como Lady Pirra sí que tenía clavados sus rojizos ojos en mí, mirándome con esa máscara tan poco natural que parecía como si te estuviese observando un psicópata, se inclinó un poco de lado y comentó algo a Lord Harrowmont, momento en que los perdí de vista.
-Creo que Pirra nos ha visto. – susurré a mis compañeros sin tratar de moverme ni hacer un gesto que me delatara ante la que probablemente fuese mi abuela. Pero ahora Vincent y Níniel sabían que tendríamos que darnos prisa en encontrar la estancia y huir.
La idea de Níniel y Vincent consistía en utilizar pergaminos arcanos que otorgaban invisibilidad. Una idea fantástica de no ser por la brevedad del hechizo, de solamente medio minuto. – Pero en medio minuto no nos dará tiempo descubrir dónde está su habitación siquiera. – propuse como inconveniente. La idea era sugerente, sobre todo para salir inadvertidos del baile, pero una vez en el piso de arriba, tendríamos que apañarnos para no ser vistos, algo difícil con los “disfraces” que llevábamos. – Si nos pillan, tendremos problemas. – repliqué. Pero eso era algo que ya sabían, no los pillaría de sorpresa.
Vincent me preguntó por si sabía algo de mi madre. – Mi madre me dijo que era la Dama. Confiemos en que Yenn y ella la distraigan. – le dije a mis compañeros. Aunque quizás era mucho suponer y máxime montando el numerito que Vincent tenía propuesto realizar delante del escenario. – Es extremadamente peligrosa e imprevisible, evitadla a toda costa. – les advertí a mis compañeros, yo ya había tenido un enfrentamiento con ella y no tenía ganas de tener otro.
-Bueno, ¿qué? Hora de divertirse, ¿no? – dijo Jules riendo y dando una palmada y recogiendo su pergamino.
Seguimos a Vincent, que parecía tener claro por donde moverse, llegamos a una zona en la que había unos guardias y, para disimular, el hermano de Elen besó a la elfa.
-¿No deberíamos disimular nosotros también? – preguntó el brujo interesadamente, me imagina su típica
-Ni lo sueñes. – le contesté girándome hacia él y frunciendo el ceño tras la incómoda máscara, que me hacía sudar.
Cuando Vincent generó una distracción, indicó que era el momento de utilizar los pergaminos. Desplegué el mío tal y como habían indicado y noté como me desvanecía, era invisible durante unos instantes. No podía verme ni mis propias manos. Nos colamos por la puerta que había dejado libre el guardia y ascendimos por unas escaleras. Tenía que levantar las faldas del vestido para no caerme con aquel incómodo traje, muy elegante pero poco práctico para correr.
Una pareja descendía hacia el salón del baile, tuvimos que apartarnos por completo para que no tropezaran con nosotros y quedarnos quietos para que no escucharan el traqueteo de mis tacones y los de Níniel. Aunque la música estaba lo bastante alta como para cubrir el sonido, prefería no asumir riesgos.
Pronto, el efecto se desvanecería, pero ya estábamos arriba. El acceso a la parte superior del edificio estaba prohibida, pero una vez arriba, alguien nos vio.
-¡Eh! No pueden estar aquí. Vuelvan abajo inmediatamente. – indicó el guardia de seguridad.
Nos habían pillado nada más llegar arriba, la seguridad en el edificio, lo que yo no esperaba, era la ávida respuesta de mi compañero brujo, mucho más rápido con la voz que con la ballesta.
-Somos Milton y Cass. Y esta es una pareja amiga nuestra, les estamos enseñando la mansión. – contestó Jules casi instintivamente, tratando de imitar la voz de Milton. – Además, padre y Lady Pirra nos han enviado a cambiar “los papeles” de sitio. Los Boisson están aquí y ya sabes que no son de fiar, Isabella sabe demasiado. – comentó Jules, liberando todo el arsenal de pistas que conocíamos, que probablemente supiesen tanto los empleados del Lord como sus hijos, pero dicha información sería difícil que alguien más la conociera. Lo dijo con tal convencimiento que el guardia obvió la sencilla instrucción de que nos quitáramos las máscaras, probablemente por miedo a ofender a los niños de papá del Lord. - ¿Siguen donde siempre, verdad?
-Claro, en el tercer cajón izquierdo del escritorio de vuestro padre. – indicó el guardia.
Continuamos caminando como si nada. Ahora sólo nos faltaba dar con la habitación, que no sabíamos cuál era, pero al menos sabíamos a dónde teníamos que dirigirnos una vez diéramos con el despacho.
-Eres un genio. – reconocí al brujo por su veloz intervención, verdaderamente impresionada por la astucia de mi compañero. Pero mi comentario no había hecho sino incrementar su ya de por sí crecido ego.
-¿Me darás un beso ahora? – preguntó.
-Sería un poco incestuoso, ¿no crees, Milton? – le repliqué entre risas mientras avanzábamos.
Avanzábamos por la parte superior del patio. Abajo se podía ver el baile, no pude evitar desviar mi mirada hacia la mesa en la que se encontraban Isabella, Yennefer, y el resto de invitados glamurosos. Nadie parecía advertir nuestra presencia de momento hasta que observé como Lady Pirra sí que tenía clavados sus rojizos ojos en mí, mirándome con esa máscara tan poco natural que parecía como si te estuviese observando un psicópata, se inclinó un poco de lado y comentó algo a Lord Harrowmont, momento en que los perdí de vista.
-Creo que Pirra nos ha visto. – susurré a mis compañeros sin tratar de moverme ni hacer un gesto que me delatara ante la que probablemente fuese mi abuela. Pero ahora Vincent y Níniel sabían que tendríamos que darnos prisa en encontrar la estancia y huir.
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Huracán no tardó en exponer la pega evidente de aquellos pergaminos, su escasa duración. Era algo que Níniel conocía y que Vincent ya había explicado al comentar el plan. La idea no era que aquellos pergaminos les ocultaran hasta encontrar la carta y salir de allí, sencillamente eso era algo que estaba fuera del alcance incluso de los propios ilusionistas, salvo quizá de los mejores entre ellos. Aquellos objetos solo les permitirían colarse a las zonas privadas de la mansión, lejos de las miradas de cientos de pares de ojos y llevarlos a una zona donde la vigilancia debía ser menor, al tener que ocuparse la mayoría de los hombres de los Harrowmont de vigilar la zona de invitados, los accesos y a los propios celebrantes. A partir de allí, dado que ni siquiera sabían qué iban a encontrar, todo dependía de sus capacidades e ingenio, así como de su habilidad para aprovechar aquella fiesta en su favor.
-Solo nos permitirán colarnos y librarnos de la mayoría de la seguridad, a partir de ahí...-Fueron las palabras de la joven peliblanca que contaba con la habilidad de los cazadores de vampiros a partir de ese punto. Siendo quienes acechan a la misma noche sin duda deberían tener una idea o dos sobre cómo seguir desde allí. A parte de eso ella tenía su experiencia trabajando para la guardia junto a una de sus espías, lo que la hacía conocedora de un par de trucos que bien podrían acabar necesitando.
Al final aquello fue suficiente para todos los allí presentes y el grupo no tardó en ponerse en marcha para poner en práctica su plan, o al menos la parte de el que tenían. Sus pasos les llevaron hasta una zona cercana al atrio desde donde lord Harrowmont y su extraña invitada de honor pronunciaron su discurso de bienvenida, tras el cual había una de tantas puertas que les permitiría llegar a la zona privada de la mansión. Puerta que, cómo no, estaba custodiada por un par de guardias que tenían aspecto de aborrecer profundamente su trabajo, al menos aquella noche. Sin duda preferirían danzar con alguna de las jóvenes enmascaradas en vez de estar allí de pié mientras recordaban continuamente que eran de una clase inferior y que difícilmente llegaría el día en el que fueran ellos los que bailaran mientras otros vigilaban.
De hecho enseguida se fijaron en las dos parejas que iban hacia ellos, siguiéndoles con la mirada hasta que Vincent, con bastante descaro todo sea dicho, acercó sus labios hasta el cuello de Níniel apartando levemente la tela que rodeaba la máscara de ésta y que aseguraba que nadie se percataría que tras ella había una elfa y no otra bruja más. Níniel por la situación no se resistió, pero no pudo evitar proferir un leve gemidito mientras se aferraba a la ropa del brujo al sentir sus labios sobre tan sensible zona de su cuerpo. Los guardias se miraron entre ellos de manera cómplice pero tras una sonrisas dejaron de prestarles atención, seguramente mostrando hacia aquellas dos parejas la deferencia que ellos mismos querrían recibir de estar en su situación.
Fue entonces cuando Vincent usó su telekinesis para crear una distracción, una que hizo que la peliblanca se sintiera mal por el pobre camarero, dándoles la oportunidad que estaban esperando. Níniel abrió su pergamino como hicieron los demás y, aprovechando aquel instante en el que la puerta estaba desprotegida se coló por ella con cuidado de que su vestido no delatara su paso a través de la misma, o que éste fuera fácilmente confundido con una mera corriente de aire. Le hubiese gustado tener unos instantes para hablar con el rubio. Expresar que el gemido había sido a causa de lo inesperado de su acción...Pero aquello tendría que esperar.
Aquello de ser invisible tenía sus indudables ventajas..Pero por desgracia también unos inconvenientes de lo más molestos. Como por ejemplo moverse sin hacer ruido mientras trataban de avanzar sin chocar contra nadie. Y ese nadie hacía referencia a ellos mismos, pues como es obvio no se veían los unos a los otros y resultaba difícil, por no decir imposible, saber si alguno de los demás se había detenido para evitar chocar, si había continuado andando precisamente por ello o tan siquiera si había cruzado la puerta. Solo quedaba confiar en lo más lógico, que todos estaban avanzando, ni muy rápido ni muy lento. Eso y el sonido de los tacones que rápidamente instó a la peliblanca a quitarse los suyos y llevarlos de la mano.
-Veinte, veintiuno- Susurraba casi mentalmente la elfa para saber cuánto tiempo de invisibilidad le quedaba, mirando alrededor en busca de un buen lugar donde ocultarse y tratando de detectar con sus ojos privilegiados la presencia de algún guardia por allí del que ocultarse cuando la cuenta llegara a treinta. -Veintidós...- Una pareja, que técnicamente no debería estar allí la instó a pegarse a la pared para que no sospecharan nada. Debían de ser los gemelos incestuosos...O quizá alguien más de la familia, Solo alguien así podría pasearse por aquella zona con tanta tranquilidad. -Veintiséis...- Aquello la había retrasado, el tiempo se agotaba y estaba en mitad del pasillo. -Veintinueve...- Y al llegar a treinta aún estaba al descubierto, y no solo ella, todos estaban allí, juntos a pesar de no haber podido verse y por desgracia justo delante de un vigilante que tras la sorpresa inicial no dudó en darles el alto mientras Níniel ocultaba a su espalda sus zapatos.
- Nosotros tenemos...-. Comenzó a tratar de explicarse la joven, pero solo la rápida respuesta de Jules, la cual engañó totalmente al guardia, les libró de una buena. Seguramente aquel hombre solo les enviara abajo y ya, pero sin duda no tardaría en avisar a su señor de aquello y no tendrían más remedio que abandonar la misión y salir de allí tan rápido como pudieran, antes de que lord Harrowmont les señalara y enviara a alguien a interesarse por aquellos invitados suyos tan "curiosos". La jugada fue tan magistral que no solo evitó que levantaran sospechas, si no que además les brindó una información tan valiosa que sin duda se debía a una intervención divina. Los dioses les habían sonreído y lo que parecía un desastre terminó obrando en su favor.
-Bien hecho "Milton". Ahora solo queda saber dónde está esa sala. Si la mansión sigue el patrón habitual de las islas, debería estar al fondo y a la derecha.- Comentó la elfa felicitando al cazador por su ingenio y poniendo en común algo que sabía gracias a la gran cantidad de casas de afamados profesores de la academia y tensais que había visitado durante todo el mes acompañando a Otrore. Bien era cierto que aquella era con diferencia mucho mayor, pero en el fondo los patrones tendían a repetirse.
Se movieron en aquella dirección, a falta de otra más precisa, y sus pasos les llevaron a pasar por la galería del segundo piso. Se trataba de un lugar demasiado expuesto para el gusto de la peliblanca, pues bastaba que cualquiera de los asistentes a la velada alzara la vista para ver a las únicas personas que se movían por aquella parte de la casa en esos momentos, pero no habían tenido opción. Pronto pudieron no obstante tomar otro camino menos llamativo a través de los pasillos alfombrados del lugar, aunque según las palabras de Hurí bien podría ser demasiado tarde para andarse con tales cuidados.
-Entonces debemos ponernos en lo peor y suponer que sabe que no deberíamos estar aquí. Démonos prisa.- Instó la peliblanca una vez que estuvieron lejos de la mirada de aquella mujer tan peligrosa. Comenzó a correr por los pasillos con los pies descalzos, solo deteniéndose para que alguno de los hombres, cuyos tocados eran mucho menos vistosos, miraran en las esquinas si había otro guardia al que evitar o si por el contrario tenían vía libre. No tardaron en llegar hasta el último giro que debía llevarles, si su intuición era cierta, al despacho del señor de la casa. Jules se asomó a la esquina con cuidado y rápidamente volvió a su posición segura pegándose a la pared y mirando a sus compañeros.
-Hay dos guardias más adelante. Están delante de una puerta doble, mirando al frente. Yo diría que es la habitación que buscamos...¿Pero qué hacemos con esos dos?.- Preguntó a sus compañeros a sabiendas de que era muy posible que en esos momentos estuviesen ya actuando a contra reloj y no tenían tiempo que perder.
-Percibo una intensa magia en esa dirección...¿Has visto algo más?- Preguntó la sacerdotisa, tan sensible como siempre a las corrientes del éter.
-No he visto nada, un momento.- Dijo justo antes de volver a asomarse por un instante. -Mierda, tienes razón. Hay una barrera ante la puerta...-
Níniel asintió, era lo que temía, estaba familiarizada con ese tipo de magia. Los Harrowmont tenían mucho poder y dinero, seguramente no sería ninguna barrera del tres al cuarto. Iban a necesitar la "llave" o en su defecto una gran cantidad de daño para echarla abajo. Quizá los arcanos volvieran a serles de ayuda. Como fuera el tiempo seguía corriendo.
-Solo nos permitirán colarnos y librarnos de la mayoría de la seguridad, a partir de ahí...-Fueron las palabras de la joven peliblanca que contaba con la habilidad de los cazadores de vampiros a partir de ese punto. Siendo quienes acechan a la misma noche sin duda deberían tener una idea o dos sobre cómo seguir desde allí. A parte de eso ella tenía su experiencia trabajando para la guardia junto a una de sus espías, lo que la hacía conocedora de un par de trucos que bien podrían acabar necesitando.
Al final aquello fue suficiente para todos los allí presentes y el grupo no tardó en ponerse en marcha para poner en práctica su plan, o al menos la parte de el que tenían. Sus pasos les llevaron hasta una zona cercana al atrio desde donde lord Harrowmont y su extraña invitada de honor pronunciaron su discurso de bienvenida, tras el cual había una de tantas puertas que les permitiría llegar a la zona privada de la mansión. Puerta que, cómo no, estaba custodiada por un par de guardias que tenían aspecto de aborrecer profundamente su trabajo, al menos aquella noche. Sin duda preferirían danzar con alguna de las jóvenes enmascaradas en vez de estar allí de pié mientras recordaban continuamente que eran de una clase inferior y que difícilmente llegaría el día en el que fueran ellos los que bailaran mientras otros vigilaban.
De hecho enseguida se fijaron en las dos parejas que iban hacia ellos, siguiéndoles con la mirada hasta que Vincent, con bastante descaro todo sea dicho, acercó sus labios hasta el cuello de Níniel apartando levemente la tela que rodeaba la máscara de ésta y que aseguraba que nadie se percataría que tras ella había una elfa y no otra bruja más. Níniel por la situación no se resistió, pero no pudo evitar proferir un leve gemidito mientras se aferraba a la ropa del brujo al sentir sus labios sobre tan sensible zona de su cuerpo. Los guardias se miraron entre ellos de manera cómplice pero tras una sonrisas dejaron de prestarles atención, seguramente mostrando hacia aquellas dos parejas la deferencia que ellos mismos querrían recibir de estar en su situación.
Fue entonces cuando Vincent usó su telekinesis para crear una distracción, una que hizo que la peliblanca se sintiera mal por el pobre camarero, dándoles la oportunidad que estaban esperando. Níniel abrió su pergamino como hicieron los demás y, aprovechando aquel instante en el que la puerta estaba desprotegida se coló por ella con cuidado de que su vestido no delatara su paso a través de la misma, o que éste fuera fácilmente confundido con una mera corriente de aire. Le hubiese gustado tener unos instantes para hablar con el rubio. Expresar que el gemido había sido a causa de lo inesperado de su acción...Pero aquello tendría que esperar.
Aquello de ser invisible tenía sus indudables ventajas..Pero por desgracia también unos inconvenientes de lo más molestos. Como por ejemplo moverse sin hacer ruido mientras trataban de avanzar sin chocar contra nadie. Y ese nadie hacía referencia a ellos mismos, pues como es obvio no se veían los unos a los otros y resultaba difícil, por no decir imposible, saber si alguno de los demás se había detenido para evitar chocar, si había continuado andando precisamente por ello o tan siquiera si había cruzado la puerta. Solo quedaba confiar en lo más lógico, que todos estaban avanzando, ni muy rápido ni muy lento. Eso y el sonido de los tacones que rápidamente instó a la peliblanca a quitarse los suyos y llevarlos de la mano.
-Veinte, veintiuno- Susurraba casi mentalmente la elfa para saber cuánto tiempo de invisibilidad le quedaba, mirando alrededor en busca de un buen lugar donde ocultarse y tratando de detectar con sus ojos privilegiados la presencia de algún guardia por allí del que ocultarse cuando la cuenta llegara a treinta. -Veintidós...- Una pareja, que técnicamente no debería estar allí la instó a pegarse a la pared para que no sospecharan nada. Debían de ser los gemelos incestuosos...O quizá alguien más de la familia, Solo alguien así podría pasearse por aquella zona con tanta tranquilidad. -Veintiséis...- Aquello la había retrasado, el tiempo se agotaba y estaba en mitad del pasillo. -Veintinueve...- Y al llegar a treinta aún estaba al descubierto, y no solo ella, todos estaban allí, juntos a pesar de no haber podido verse y por desgracia justo delante de un vigilante que tras la sorpresa inicial no dudó en darles el alto mientras Níniel ocultaba a su espalda sus zapatos.
- Nosotros tenemos...-. Comenzó a tratar de explicarse la joven, pero solo la rápida respuesta de Jules, la cual engañó totalmente al guardia, les libró de una buena. Seguramente aquel hombre solo les enviara abajo y ya, pero sin duda no tardaría en avisar a su señor de aquello y no tendrían más remedio que abandonar la misión y salir de allí tan rápido como pudieran, antes de que lord Harrowmont les señalara y enviara a alguien a interesarse por aquellos invitados suyos tan "curiosos". La jugada fue tan magistral que no solo evitó que levantaran sospechas, si no que además les brindó una información tan valiosa que sin duda se debía a una intervención divina. Los dioses les habían sonreído y lo que parecía un desastre terminó obrando en su favor.
-Bien hecho "Milton". Ahora solo queda saber dónde está esa sala. Si la mansión sigue el patrón habitual de las islas, debería estar al fondo y a la derecha.- Comentó la elfa felicitando al cazador por su ingenio y poniendo en común algo que sabía gracias a la gran cantidad de casas de afamados profesores de la academia y tensais que había visitado durante todo el mes acompañando a Otrore. Bien era cierto que aquella era con diferencia mucho mayor, pero en el fondo los patrones tendían a repetirse.
Se movieron en aquella dirección, a falta de otra más precisa, y sus pasos les llevaron a pasar por la galería del segundo piso. Se trataba de un lugar demasiado expuesto para el gusto de la peliblanca, pues bastaba que cualquiera de los asistentes a la velada alzara la vista para ver a las únicas personas que se movían por aquella parte de la casa en esos momentos, pero no habían tenido opción. Pronto pudieron no obstante tomar otro camino menos llamativo a través de los pasillos alfombrados del lugar, aunque según las palabras de Hurí bien podría ser demasiado tarde para andarse con tales cuidados.
-Entonces debemos ponernos en lo peor y suponer que sabe que no deberíamos estar aquí. Démonos prisa.- Instó la peliblanca una vez que estuvieron lejos de la mirada de aquella mujer tan peligrosa. Comenzó a correr por los pasillos con los pies descalzos, solo deteniéndose para que alguno de los hombres, cuyos tocados eran mucho menos vistosos, miraran en las esquinas si había otro guardia al que evitar o si por el contrario tenían vía libre. No tardaron en llegar hasta el último giro que debía llevarles, si su intuición era cierta, al despacho del señor de la casa. Jules se asomó a la esquina con cuidado y rápidamente volvió a su posición segura pegándose a la pared y mirando a sus compañeros.
-Hay dos guardias más adelante. Están delante de una puerta doble, mirando al frente. Yo diría que es la habitación que buscamos...¿Pero qué hacemos con esos dos?.- Preguntó a sus compañeros a sabiendas de que era muy posible que en esos momentos estuviesen ya actuando a contra reloj y no tenían tiempo que perder.
-Percibo una intensa magia en esa dirección...¿Has visto algo más?- Preguntó la sacerdotisa, tan sensible como siempre a las corrientes del éter.
-No he visto nada, un momento.- Dijo justo antes de volver a asomarse por un instante. -Mierda, tienes razón. Hay una barrera ante la puerta...-
Níniel asintió, era lo que temía, estaba familiarizada con ese tipo de magia. Los Harrowmont tenían mucho poder y dinero, seguramente no sería ninguna barrera del tres al cuarto. Iban a necesitar la "llave" o en su defecto una gran cantidad de daño para echarla abajo. Quizá los arcanos volvieran a serles de ayuda. Como fuera el tiempo seguía corriendo.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Los pergaminos habían sido una gran ayuda para colarse. Se podría decir que fueron un rotundo éxito, ya que sabía desde el principio, que para lo poco que servirían era para colarse en la zona prohibida a los invitados. A partir de ahí tendrían que ingeniárselas para encontrar la carta antes de que nadie los pillara, si no querían meterse en un buen lío.
Y el primer escollo fue una pareja que bajaba las escaleras mientras el grupo subía. Por suerte, aún tenían la invisibilidad temporal otorgada por los pergaminos, y solamente tuvieron que mantenerse pegados a la pared para dejarles sitio a las dos personas que bajaban.
Podría parecer que era sencillo simplemente apartarse a un lado sin más. Pero eran cuatro, y no podía ver a sus compañeros con los hechizos de ilusionismo. No sabía dónde estaban exactamente, si habían observado a la pareja que iba bajando, y mucho menos alertarlos con la voz. Sólo podía esperar, allí, apartado contra la pared, con una gran tensión que parecía querer sacar el corazón de su pecho.
El dúo descendió sin mayores percances, permitiendo al brujo respirar tranquilo nuevamente. Todos habían visto a la pareja y habían obrado del mismo modo que él, simplemente dejando que siguieran su curso sin mayores problemas.
Aunque hablando de problemas…. Mucho habían hecho los pergaminos facilitando la labor de infiltrarse, así como protegiéndolos de la visión de la pareja que habían dejado atrás. Pero los efectos no duraban eternamente. Muy al contrario, no duraban casi nada, y no tardaron en ser descubiertos cuando esto ocurrió.
El rubio aún pensaba que decirle al guardia. Algo que fuera convincente. Pero Jules se mostró más rápido y ágil de mente, y se sacó una idea que salvaron los muebles ante el posible desastre. Y lo mejor de todo es que el guardia no sólo se había tragado el anzuelo, sino que además les reportó una información valiosa del lugar concreto donde estaría la carta que buscaban.
- Buen trabajo, Milton-, bromeó por lo bajo al cazador, una vez se hubieron alejado varios pasos del inocente guardia.
Después no les quedó más remedio que pasar por la parte alta del patio donde se daba a la fiesta. Era un momento peligroso, pues tenía que pasar ante la vista de todos. De todo el que alzara la vista, claro. Y esa parte era la que podría hacer que pudieran pasar sin mayores problemas. A pocos se les ocurriría alzar la vista al piso de arriba, y para cualquier invitado que lo hiciera, no pensaría distinto a lo que le había dicho Jules al guardia. Que serían los hijos del lord con unos amigos.
El único problema sería si los vieran los sentados en la mesa de Harrowmont. Cualquiera de ellos sí podría sospechar de ellos. Por eso, las palabras de Huri no fueron nada halagüeñas.
- ¿Crees, o estás segura de ello? - preguntó a la tiradora, una vez hubieron pasado al otro lado. - Eso complica bastante las cosas. Será mejor que vayamos a por la carta y nos larguemos lo antes posible de aquí-, comentó acariciándose el mentón bajo la máscara, justo antes de volver a caminar por el pasillo.
La verdad es que no cambia demasiado la idea inicial con esta información nueva. Debía darse prisa para conseguir el mensaje, si quería salir rápido de esa zona donde levantarían sospechas a la larga. El engaño de Jules no duraría eternamente, y fue él mismo quien dio una buena noticia.
El brujo miró como hubiera hecho unos instantes antes el cazador, y sopesó la mejor manera de actuar.
- Jules. Necesito que vengas conmigo-, le comentó al joven, encaminándose hacia los guardias.
Los vigilantes los miraron extrañados y no tardó en darle el alto uno de ellos.
- Oh. ¿Hay algún problema? - preguntó, haciéndose el ingenuo.
- Esta zona es exclusiva para la familia. Los invitados no pueden estar aquí-, comentó el guardia. - Si no es mucha molestia, los escoltaré de vuelta a la fiesta.
- Vaya. Milton, pensaba que podríamos ver tu casa, como nos habías escrito en la invitación-, dijo, mirando con fingida sorpresa al cazador.
- Por supuesto. Sólo se trata de un malentendido. Chicos, había invitado a unos amigos en particular a la fiesta. Y…
- ¿Qué tipo de broma es esta? - lo cortó el segundo de los hombres. - Milton salió hace un rato con su hermana. Y no llevaba tus ropajes, ni tu máscara.
- Por favor, ¿esas ropas? No estaban a la altura de mi elegancia-, comentó el cazador sin perder los nervios. - Esta me sienta mucho mejor-, dijo, para luego hacer una larga reverencia. Aunque con disimulo se acercó a su compañero al ver que no conseguía progresos con los vigilantes, y lo miró con unos ojos que expresaban “¿y ahora qué hacemos?”
- Plan B-, susurró el rubio a Jules.
- ¿Plan B? - se preguntó en voz alta el cazador ante la sorpresa de la respuesta de su amigo, olvidando por momentos la presencia de los guardias.
Aunque no se podría decir que los hubiera alertado. Pues antes de Jules pudiera terminar sus palabras, un puñetazo de Vincent en la mandíbula de uno de ellos, despidió hacia atrás a este. El hombre chocó contra la barrera, y salió despedido volando hasta chocar contra la pared de enfrente. Cayendo inconsciente en el acto.
- Demonios, que poderosa es esa barrera-, comentó el brujo de fuego, que a duras penas pudo esquivar el cuerpo del guardia volador.
Sin embargo, no pudo perder el tiempo contemplando la maravillosa magia de la barrera. El otro guardia ya no necesitaba más datos para saber que pasaba por allí, y mientras intentaba manejar su arma, que Jules impedía que desenvainara, intentó gritar.
Vinc había visto sus intenciones, y metió su mano enguantada dentro de su boca antes de que pudiera hacerlo. Sintió un tremendo dolor, que casi se escapa por sus labios en forma de grito cuando el rival cerró sus dientes sobre su mano. Lo rodeó por detrás, y como pudo lo golpeó varias veces contra la pared, en un intento vano de deshacerse de la mordida que lo apresaba. Le dio varias veces, y parecía que ese hombre tenía la cabeza de piedra, hasta que un ruido de cristales rotos hizo que por fin cayera al suelo de rodillas.
En ese momento el brujo aprovechó para patearle la cabeza, y dejarlo inconsciente de forma definitiva.
- Maldita sea, de que tenía hecha la cabeza este tipo-, comentó, agarrándose el brazo dolorido, y mirando la mano que había apresado en sus fauces. - Parecía un oso.
- Un oso que he derribado con el ataque más caro de mi vida-, respondió Jules, observando atónito el jarrón con el que había golpeado al guardia.
O mejor dicho, lo que quedaba de este.
- No te quepa duda-, sonrió a su amigo, casi a punto de reír por la estrafalaria situación.
Aunque pronto volvió a sentir el dolor en su mano, y la zarandeó con fuerza, buscando olvidarse por unos instantes del malestar en ella. Por fortuna tenía los guantes de cuero. Y estos, aunque eran de vestir bien, no los de combate que acostumbraba a usar, y que tenía en el bolsillo interior de sus ropas, por lo menos eran de calidad, y habían amortiguado la mordida del guardia.
- Rápido. Uno de ellos seguro que tiene la llave de esta defensa mágica-, dijo, abriendo y cerrando su mano dolorida. - Si no, va a ser complicado entrar en esta habitación.
Y el primer escollo fue una pareja que bajaba las escaleras mientras el grupo subía. Por suerte, aún tenían la invisibilidad temporal otorgada por los pergaminos, y solamente tuvieron que mantenerse pegados a la pared para dejarles sitio a las dos personas que bajaban.
Podría parecer que era sencillo simplemente apartarse a un lado sin más. Pero eran cuatro, y no podía ver a sus compañeros con los hechizos de ilusionismo. No sabía dónde estaban exactamente, si habían observado a la pareja que iba bajando, y mucho menos alertarlos con la voz. Sólo podía esperar, allí, apartado contra la pared, con una gran tensión que parecía querer sacar el corazón de su pecho.
El dúo descendió sin mayores percances, permitiendo al brujo respirar tranquilo nuevamente. Todos habían visto a la pareja y habían obrado del mismo modo que él, simplemente dejando que siguieran su curso sin mayores problemas.
Aunque hablando de problemas…. Mucho habían hecho los pergaminos facilitando la labor de infiltrarse, así como protegiéndolos de la visión de la pareja que habían dejado atrás. Pero los efectos no duraban eternamente. Muy al contrario, no duraban casi nada, y no tardaron en ser descubiertos cuando esto ocurrió.
El rubio aún pensaba que decirle al guardia. Algo que fuera convincente. Pero Jules se mostró más rápido y ágil de mente, y se sacó una idea que salvaron los muebles ante el posible desastre. Y lo mejor de todo es que el guardia no sólo se había tragado el anzuelo, sino que además les reportó una información valiosa del lugar concreto donde estaría la carta que buscaban.
- Buen trabajo, Milton-, bromeó por lo bajo al cazador, una vez se hubieron alejado varios pasos del inocente guardia.
Después no les quedó más remedio que pasar por la parte alta del patio donde se daba a la fiesta. Era un momento peligroso, pues tenía que pasar ante la vista de todos. De todo el que alzara la vista, claro. Y esa parte era la que podría hacer que pudieran pasar sin mayores problemas. A pocos se les ocurriría alzar la vista al piso de arriba, y para cualquier invitado que lo hiciera, no pensaría distinto a lo que le había dicho Jules al guardia. Que serían los hijos del lord con unos amigos.
El único problema sería si los vieran los sentados en la mesa de Harrowmont. Cualquiera de ellos sí podría sospechar de ellos. Por eso, las palabras de Huri no fueron nada halagüeñas.
- ¿Crees, o estás segura de ello? - preguntó a la tiradora, una vez hubieron pasado al otro lado. - Eso complica bastante las cosas. Será mejor que vayamos a por la carta y nos larguemos lo antes posible de aquí-, comentó acariciándose el mentón bajo la máscara, justo antes de volver a caminar por el pasillo.
La verdad es que no cambia demasiado la idea inicial con esta información nueva. Debía darse prisa para conseguir el mensaje, si quería salir rápido de esa zona donde levantarían sospechas a la larga. El engaño de Jules no duraría eternamente, y fue él mismo quien dio una buena noticia.
El brujo miró como hubiera hecho unos instantes antes el cazador, y sopesó la mejor manera de actuar.
- Jules. Necesito que vengas conmigo-, le comentó al joven, encaminándose hacia los guardias.
Los vigilantes los miraron extrañados y no tardó en darle el alto uno de ellos.
- Oh. ¿Hay algún problema? - preguntó, haciéndose el ingenuo.
- Esta zona es exclusiva para la familia. Los invitados no pueden estar aquí-, comentó el guardia. - Si no es mucha molestia, los escoltaré de vuelta a la fiesta.
- Vaya. Milton, pensaba que podríamos ver tu casa, como nos habías escrito en la invitación-, dijo, mirando con fingida sorpresa al cazador.
- Por supuesto. Sólo se trata de un malentendido. Chicos, había invitado a unos amigos en particular a la fiesta. Y…
- ¿Qué tipo de broma es esta? - lo cortó el segundo de los hombres. - Milton salió hace un rato con su hermana. Y no llevaba tus ropajes, ni tu máscara.
- Por favor, ¿esas ropas? No estaban a la altura de mi elegancia-, comentó el cazador sin perder los nervios. - Esta me sienta mucho mejor-, dijo, para luego hacer una larga reverencia. Aunque con disimulo se acercó a su compañero al ver que no conseguía progresos con los vigilantes, y lo miró con unos ojos que expresaban “¿y ahora qué hacemos?”
- Plan B-, susurró el rubio a Jules.
- ¿Plan B? - se preguntó en voz alta el cazador ante la sorpresa de la respuesta de su amigo, olvidando por momentos la presencia de los guardias.
Aunque no se podría decir que los hubiera alertado. Pues antes de Jules pudiera terminar sus palabras, un puñetazo de Vincent en la mandíbula de uno de ellos, despidió hacia atrás a este. El hombre chocó contra la barrera, y salió despedido volando hasta chocar contra la pared de enfrente. Cayendo inconsciente en el acto.
- Demonios, que poderosa es esa barrera-, comentó el brujo de fuego, que a duras penas pudo esquivar el cuerpo del guardia volador.
Sin embargo, no pudo perder el tiempo contemplando la maravillosa magia de la barrera. El otro guardia ya no necesitaba más datos para saber que pasaba por allí, y mientras intentaba manejar su arma, que Jules impedía que desenvainara, intentó gritar.
Vinc había visto sus intenciones, y metió su mano enguantada dentro de su boca antes de que pudiera hacerlo. Sintió un tremendo dolor, que casi se escapa por sus labios en forma de grito cuando el rival cerró sus dientes sobre su mano. Lo rodeó por detrás, y como pudo lo golpeó varias veces contra la pared, en un intento vano de deshacerse de la mordida que lo apresaba. Le dio varias veces, y parecía que ese hombre tenía la cabeza de piedra, hasta que un ruido de cristales rotos hizo que por fin cayera al suelo de rodillas.
En ese momento el brujo aprovechó para patearle la cabeza, y dejarlo inconsciente de forma definitiva.
- Maldita sea, de que tenía hecha la cabeza este tipo-, comentó, agarrándose el brazo dolorido, y mirando la mano que había apresado en sus fauces. - Parecía un oso.
- Un oso que he derribado con el ataque más caro de mi vida-, respondió Jules, observando atónito el jarrón con el que había golpeado al guardia.
O mejor dicho, lo que quedaba de este.
- No te quepa duda-, sonrió a su amigo, casi a punto de reír por la estrafalaria situación.
Aunque pronto volvió a sentir el dolor en su mano, y la zarandeó con fuerza, buscando olvidarse por unos instantes del malestar en ella. Por fortuna tenía los guantes de cuero. Y estos, aunque eran de vestir bien, no los de combate que acostumbraba a usar, y que tenía en el bolsillo interior de sus ropas, por lo menos eran de calidad, y habían amortiguado la mordida del guardia.
- Rápido. Uno de ellos seguro que tiene la llave de esta defensa mágica-, dijo, abriendo y cerrando su mano dolorida. - Si no, va a ser complicado entrar en esta habitación.
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Tanto Níniel como Vincent coincidían que ahora debíamos darnos más prisa tras haber llamado la atención de Lady Pirra. Si ella era mi abuela, íbamos a tener un problema serio si nos alcanzaba, o eso creíamos. Níniel corría en medias por los pasillos, mientras que yo optaba por los incómodos tacones, aunque hacían ruido, levantando la pesada falda negra que arrastraba, para no tropezar con ella y caer al suelo, lo que me hacía avanzar en último lugar. Toda mi agilidad estaba lastrada por aquellos incómodos ropajes. Como hubiese que realizar una evacuación de emergencia iba a tener un problema.
Por fortuna, ya sólo nos quedaba doblar una esquina para llegar al despacho del Lord. Jules se estiró para ver, sin ser detectado, que había dos hombres protegiendo la puerta doble de acceso al despacho y que, además, esta estaba protegida por una barrera arcana. Me quedé atrás con Níniel, a la expectativa para ver cómo actuaban Vincent y Jules, los chicos parecieron tomar la iniciativa en esta ocasión.
-No sé como saldrá esto, Níniel. – le comenté a la elfa viendo desde la esquina cómo ni Jules ni Vincent avanzaban por medio del diálogo su intento disuasorio de conseguir entrar a la habitación. - ¿Qué crees que harán aho…? – Pero no pude ni terminar la frase pues observé como Vincent le dio un golpe en la mandíbula a uno de ellos, haciéndole chocar contra la barrera mágica que protegía la puerta y haciéndole salir despedido, mientras el otro, más bruto, cayó tras varios golpes de Vincent y un jarrón estampado en la cabeza por Jules.
Una vez ya no había nadie, pudimos doblar la esquina y reunirnos con ellos. Viendo como Vincent todavía se dolía por algo, me agaché y comencé a cachear a los tipos, no había tiempo que perder.
-Esta vez te has lucido. – le dije a Jules, en tono molesto. – Seguro que nadie nos ha escuchado con ese golpe de jarrón. – le regañé, y es que estaba segura de que había maneras más discretas de acabar con ellos siendo un brujo de fuego que estampándole un jarrón de cristal en la cabeza.
-¿Qué pasa? Algo había que improvisar. – se defendió el brujo.
Tras revolver en sus bolsillos, terminé encontrando una llave de color violáceo. Estaba segura de que era la que buscábamos. – Aquí está. – comenté nerviosa por estar tan cerca del objetivo. Me acerqué a la puerta arcana mágica y deje que la llave se introdujera en la ranura, haciendo que el aura mágica violácea que la envolvía desapareciera.
Sin perder un instante, procedí a abrir la puerta. El salón era lo más lujoso que había visto en mi vida. Un espacio amplio y recargado en oro, como casi todo en la casa. Absolutamente todo lo que había allí tenía que costar necesariamente mucho dinero. Tenía varias habitaciones dentro del mismo y el suelo estaba completamente recubierto de moqueta roja dividida en cuadrículas, cada una llevaba grabado el sello de la familia.
-¡Ayúdame a esconder los cuerpos! – pidió Jules a Vincent, para introducir los cuerpos dentro y que no estuvieran en el pasillo. Yo me había olvidado por completo de los mismos.
Pero no había tiempo para contemplar la escena. Nada más entrar me dirigí al escritorio y a continuación al cajón al que se refería el guardia imbécil le había dicho a Jules que se encontraba la carta con la implicación de los Harrowmont en Mortagglia. - ¡Lo tengo! – grité a mis compañeros, documento en mano, el cual abrí para comprobar que al menos incluía el nombre de mi abuela y asegurarme de que no tomaba otra cosa. Lo leí por encima sin entrar en detalle y cuando me di cuenta de que era el que buscaba, sonreí satisfactoriamente bajo mi máscara e indiqué que debíamos salir de allí. Lo guardé en el bolso. - ¡Vámonos ya! – incité a los otros tres a huir antes de que fuese demasiado tarde.
-No tan rápido. – interrumpió una voz femenina por la puerta. Alcé la vista. No me lo podía creer. Era Lady Pirra. Mi corazón se encogió. – ¿Quiénes sois vosotros y qué hacéis aquí?. – preguntó la señora, poniéndose ante la puerta, de brazos cruzados. Yo me había quedado sin palabras. Jules, nuevamente, se interpuso entre nosotros con la coartada de la noche.
-Tranquila, señora. Soy Milton Harrowmont. Hay gente que sabe dónde están las notas de mi padre y nos ha encargado cambiarlas antes de que vengan a robarlas. – La excusa de Jules ya empezaba a recordarme a las de las águilas de cierto libro que leí hace tiempo, en el que siempre aparecían estas aves como último recurso cuando no había otra manera de salvar la situación.
-Oh… qué bien, “Milton”, y… amigos. – carraspeó, sonriendo. Y miró hacia mí. – Y tú debes de ser… Cassandra, imagino. – rió tras la máscara. – Tenéis suerte de que no sea una vampiresa maestra del engaño, o podría saber que me mentís. – Dio las palmas. – Adelante, id a cumplir las órdenes de vuestro padre. - y nos dejó evacuar la sala, aunque no me quitó un ojo de encima durante el tiempo en el que tardé en pasar a su lado. Tanto que incluso tropecé con ella, haciéndome trastabillear en el lado en el que llevaba el sobre.
Salimos por la puerta, corriendo. No me lo creía. Nos había dejado escapar. - ¿En serio es tan estúpida? – le pregunté a Níniel, siguiéndola a ella y al grupo sin saber muy bien hacia dónde. Imaginaba que volveríamos a entregar la información a Yennefer e Isabella. Pero estaba un poco en estado de shock ahora mismo. Imaginaba que Pirra no nos dejaría huir con tanta facilidad, o puede que preparase algo para más adelante. ¿Querría divertirse un rato antes del baile final?
Por fortuna, ya sólo nos quedaba doblar una esquina para llegar al despacho del Lord. Jules se estiró para ver, sin ser detectado, que había dos hombres protegiendo la puerta doble de acceso al despacho y que, además, esta estaba protegida por una barrera arcana. Me quedé atrás con Níniel, a la expectativa para ver cómo actuaban Vincent y Jules, los chicos parecieron tomar la iniciativa en esta ocasión.
-No sé como saldrá esto, Níniel. – le comenté a la elfa viendo desde la esquina cómo ni Jules ni Vincent avanzaban por medio del diálogo su intento disuasorio de conseguir entrar a la habitación. - ¿Qué crees que harán aho…? – Pero no pude ni terminar la frase pues observé como Vincent le dio un golpe en la mandíbula a uno de ellos, haciéndole chocar contra la barrera mágica que protegía la puerta y haciéndole salir despedido, mientras el otro, más bruto, cayó tras varios golpes de Vincent y un jarrón estampado en la cabeza por Jules.
Una vez ya no había nadie, pudimos doblar la esquina y reunirnos con ellos. Viendo como Vincent todavía se dolía por algo, me agaché y comencé a cachear a los tipos, no había tiempo que perder.
-Esta vez te has lucido. – le dije a Jules, en tono molesto. – Seguro que nadie nos ha escuchado con ese golpe de jarrón. – le regañé, y es que estaba segura de que había maneras más discretas de acabar con ellos siendo un brujo de fuego que estampándole un jarrón de cristal en la cabeza.
-¿Qué pasa? Algo había que improvisar. – se defendió el brujo.
Tras revolver en sus bolsillos, terminé encontrando una llave de color violáceo. Estaba segura de que era la que buscábamos. – Aquí está. – comenté nerviosa por estar tan cerca del objetivo. Me acerqué a la puerta arcana mágica y deje que la llave se introdujera en la ranura, haciendo que el aura mágica violácea que la envolvía desapareciera.
Sin perder un instante, procedí a abrir la puerta. El salón era lo más lujoso que había visto en mi vida. Un espacio amplio y recargado en oro, como casi todo en la casa. Absolutamente todo lo que había allí tenía que costar necesariamente mucho dinero. Tenía varias habitaciones dentro del mismo y el suelo estaba completamente recubierto de moqueta roja dividida en cuadrículas, cada una llevaba grabado el sello de la familia.
-¡Ayúdame a esconder los cuerpos! – pidió Jules a Vincent, para introducir los cuerpos dentro y que no estuvieran en el pasillo. Yo me había olvidado por completo de los mismos.
Pero no había tiempo para contemplar la escena. Nada más entrar me dirigí al escritorio y a continuación al cajón al que se refería el guardia imbécil le había dicho a Jules que se encontraba la carta con la implicación de los Harrowmont en Mortagglia. - ¡Lo tengo! – grité a mis compañeros, documento en mano, el cual abrí para comprobar que al menos incluía el nombre de mi abuela y asegurarme de que no tomaba otra cosa. Lo leí por encima sin entrar en detalle y cuando me di cuenta de que era el que buscaba, sonreí satisfactoriamente bajo mi máscara e indiqué que debíamos salir de allí. Lo guardé en el bolso. - ¡Vámonos ya! – incité a los otros tres a huir antes de que fuese demasiado tarde.
-No tan rápido. – interrumpió una voz femenina por la puerta. Alcé la vista. No me lo podía creer. Era Lady Pirra. Mi corazón se encogió. – ¿Quiénes sois vosotros y qué hacéis aquí?. – preguntó la señora, poniéndose ante la puerta, de brazos cruzados. Yo me había quedado sin palabras. Jules, nuevamente, se interpuso entre nosotros con la coartada de la noche.
-Tranquila, señora. Soy Milton Harrowmont. Hay gente que sabe dónde están las notas de mi padre y nos ha encargado cambiarlas antes de que vengan a robarlas. – La excusa de Jules ya empezaba a recordarme a las de las águilas de cierto libro que leí hace tiempo, en el que siempre aparecían estas aves como último recurso cuando no había otra manera de salvar la situación.
-Oh… qué bien, “Milton”, y… amigos. – carraspeó, sonriendo. Y miró hacia mí. – Y tú debes de ser… Cassandra, imagino. – rió tras la máscara. – Tenéis suerte de que no sea una vampiresa maestra del engaño, o podría saber que me mentís. – Dio las palmas. – Adelante, id a cumplir las órdenes de vuestro padre. - y nos dejó evacuar la sala, aunque no me quitó un ojo de encima durante el tiempo en el que tardé en pasar a su lado. Tanto que incluso tropecé con ella, haciéndome trastabillear en el lado en el que llevaba el sobre.
Salimos por la puerta, corriendo. No me lo creía. Nos había dejado escapar. - ¿En serio es tan estúpida? – le pregunté a Níniel, siguiéndola a ella y al grupo sin saber muy bien hacia dónde. Imaginaba que volveríamos a entregar la información a Yennefer e Isabella. Pero estaba un poco en estado de shock ahora mismo. Imaginaba que Pirra no nos dejaría huir con tanta facilidad, o puede que preparase algo para más adelante. ¿Querría divertirse un rato antes del baile final?
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
En situaciones como aquella, con dos enemigos que no la habían visto apostados a corta distancia ante una puerta que tenía que cruzar, Níniel no podía evitar sentir que todo sería mucho más fácil si en vez del camino de la restauración como su madre hubiese seguido el camino de la intensificación como su padre o el de los forestales como su prima Chandra. Su progenitor podría lanzarse contra aquellos guardias en un parpadeo y noquearlos con sus manos desnudas imbuidas en su magia. Su prima por otro lado seguramente optaría por algo más sútil, utilizaría proyectiles de luz pura con la pegada de un martillo contra ellos para incapacitarlos como si hubiesen sido golpeados por un barra de metal. Una habilidad muy útil con los intrusos en el bosque, aunque no solo contra ellos. ¿Y qué podía hacer Níniel?. Nada.
Si pudiese acercarse hasta ellos sin despertar sospechas bien podría golpearlos como haría su padre. Más de un enemigo había subestimado a la peliblanca por su aspecto noble y delicado y lo había pagado caro al desconocer sus capacidades. Pero eran dos y al estar en las islas muy posiblemente fuesen brujos entrenados en combate. No serían muy fuertes si vigilaban las puertas de otro brujo...pero seguramente no podría ella sola con los dos si las cosas se torcían. Otra opción bien podría ser la de potenciar su destreza para superarles en velocidad, pero si sabían usar bien las espadas que colgaban de sus cintos podría ser una brecha que no pudiese salvar solo siendo rápida, y menos solo con la daga que llevaba oculta bajo su vestido. Además tampoco quería matarlos. Seguramente su vida diaria era más parecida a la de aquella humilde familia a cuya hija Níniel pudo curar un mes atrás que a la de los insidiosos Harrowmont. Si no era imperativo la sacerdotisa prefería simplemente dejarlos fuera de juego.
Definitivamente no había nada que ella pudiera hacer en aquella situación por sí misma. Quizá si fuese a por ellos junto a Huracán...Muy posiblemente los guardias no se mostrarían muy reacios a que se acercaran al ser dos jóvenes damas que se habían perdido mientras buscaban los aseos, o al menos eso les dirían a los guardias, Para cuando quisieran echarlas de allí ya sería tarde para ellos...O podían ir los dos chicos que fue lo que al final pasó. ¿Su plan?. Volver a intentarlo haciéndose pasar por Milton y un amigo, una ardid que tan solo unos minutos antes había dado unos resultados excepcionalmente buenos.¿Seguirían los dioses de su parte?. Muy pronto lo averiguarían.
-Yo tampoco, pero no es que tengamos muchas opciones. Mis ideas no eran mucho mejores que esto.- Respondió la joven elfa pegada a la pared junto a Huracán, en tensión pero sin querer asomarse a la esquina, pues sabía que su tocado no era precisamente difícil de ver con su volumen y colores. No veía nada, Huri era sus ojos, pero podía escuchar con bastante claridad las voces del pasillo contiguo, por lo que tan pronto como escuchó las palabras de uno de los guardias denotando que el engaño no había funcionado salió a escena dispuesta a ayudar a sus compañeros del mejor modo posible, aunque al final no hizo falta. Los dos brujos se las apañaron bien sin ayuda para librarse de los guardias, no de manera más silenciosa del mundo pero al menos sin formar un gran escándalo. Con un poco de suerte ningún otro guardia habría oído el sonido del jarrón haciéndose pedazos contra la cabeza de uno de sus camaradas o el ruido sordo de otro de ellos estampándose contra una pared. Tampoco es que fuera a haber un guardia cada pocos metros. ¿No?. Más les valía que no.
-Tampoco es que vayamos a quedarnos mucho.- Comentó la peliblanca en tono conciliador para apaciguar el enfado de la cazadora de vampiros hacia Jules aunque acercándose a Vincent que parecía tener molestias en la mano. Huracán tenía razón, seguramente hubiese podido hacer menos ruido, pero tampoco es que lo hubiese hecho mal del todo y ya les había salvado el pellejo a todos antes gracias a su facilidad con las palabras. Uno a uno entre ser el héroe del día y cagarla no era tan malo.
-¿Te hizo daño en la mano?. Déjame ver.- Le pidió entonces al rubio tomando su mano dolorida entre las suyas. Retiró con cuidado el guante y no pudo evitar abrir los ojos sorprendida al ver en su carne marcada de forma totalmente clara la impresión de la dentadura de aquel resistente rival que tanto les había costado tumbar. -Un luchador nato...Debió de dolerte mucho. No sé cómo pudiste evitar gritar de dolor.- Dijo a continuación alabando la voluntad del brujo de evitar cualquier tipo de sonora protesta ante semejante mordisco. Algo que de haberse producido hubiese sido mucho peor que un jarrón roto para sus intereses. Con cuidado la elfa deslizó los dedos de su mano derecha sobre aquellas marcas y aplicando su sanación las hizo desaparecer en un instante aliviando también con ello el dolor. -Ya está, como nueva-. Añadió deslizando su dedo indice por encima del lugar donde ya no había señal de mordisco alguno un última vez antes de retirar sus manos y centrar su atención nuevamente en la puerta cuya barrera pronto estuvo desactivada.
-Vaya...-Fue cuanto pudo decir la peliblanca en un primer momento al ver ante sí lo que parecía un lugar sacado de un cuento. Aquel lugar a pesar de ser un simple despacho era enorme y todo era tan dorado que llegaba a hacer daño a la vista, algo en lo que el mal gusto decorativo tenía mucho que ver. -Solo el despacho es más grande que mi casa...- Añadió poco después dirigiendo su asombrada mirada hacia una de las salas anexas que parecía ser una biblioteca privada cuyos libros estaban todos encuadernados con motivos dorados.
Sin poder evitarlo la elfa tomó el primero de aquellos volúmenes, el que más a mano tenía, y lo abrió por una página al azar emitiendo un gemido de sorpresa. Casi inmediatamente lo cerró de golpe y a toda velocidad lo devolvió a su lugar saliendo de aquella sala con evidente prisa, algo que pareció llamar la atención de Jules que se quedó mirándola con una interrogación dibujada en sus ojos tras su máscara.
-¿No había nada interesante?. Para ser alguién a quién le gustan los libros has salido corriendo de ahí más rápido de lo que lo hacía yo de la biblioteca de la academia en mis tiempos de estudiante.- Bromeó el brujo mientras jugaba sobre el escritorio principal con algún tipo de adorno en forma de esfera.
-Ehhh...Bueno, no es la clase de contenido que esperaba encontrar bajo el título de "Nuevas teorías mágicas"- Fue la respuesta de la joven elfa que decidió que su curiosidad sobre el lugar ya había sido más que saciada y evitó chafardear nada más mientras Huracán buscaba aquella dichosa carta, la cual no tardó en aparecer exactamente donde aquel guardia les había dicho.
-No hace falta que lo digas dos veces. Estaba pensando que estas casas suelen tener...-Comenzó a decir con una posible propuesta para salir de allí sin tener que correr el riesgo de volver a la fiesta, pero el resto de sus palabras murieron antes de salir de su boca cuando escuchó la voz de lady Pirra en la puerta. Níniel giró el rostro y la vio, allí de brazos cruzados en mitad de la entrada al despacho. No parecía sorprendida, ni nerviosa. tampoco hizo intento alguno de dar la voz de alarma y avisar a los guardias...Sencillamente se quedó allí plantada y preguntó quiénes eran y qué hacían allí. ¿Cómo rayos había llegado hasta allí?. Durante el discurso Níniel se había fijado en que la mujer llevaba tacones, pero no había hecho el más mínimo ruido para llegar hasta ellos. Casi daba la sensación de haber simplemente...aparecido allí.
Parecía que allí iba a terminar su infiltración y comenzar su lucha o su huída, pero entonces pasó algo más raro aún que lo silenciosa que resultaba aquella mujer. Jules esgrimió la excusa favorita de la noche por tercera vez en tan solo unos minutos y esta...volvió a colar. Lady Pirra se limitó a reír, a comentar algo sobre no ser una vampiresa y les permitió continuar sin ningún tipo de impedimento o pregunta más, dejando que pasaran a su lado como si solo fuesen unos chiquillos pillados en la cocina en un intento de obtener algunas magdalenas. Aquello era algo que descolocó sobremanera a Níniel que pensó por las risas de la mujer previas a dejarlos marchar que la artimaña de ser los gemelos y sus amigos había fallado. Sí les había creído, ¿por qué se había reído?. ¿A qué venía eso de no ser una vampiresa?. No tenía sentido...¿Y por qué bastaba tenerla cerca para sentir una presión en el pecho y notar como se erizaba el vello de la nuca?. Pasar a su lado fue más duro aún que esquivar a aquella pareja que bajaba las escaleras para evitar que la pillaran. Peor incluso que los instantes en los que aquel guardia se los encontró de frente y la elfa no supo qué decir.
-Me pone los pelos de punta...- Comentó a cierta distancia ya de aquel despacho, momento hasta el cual no se había atrevido a pronunciar palabra. -Esto no huele nada bien. Estoy segura de que nos ha reconocido, que no la hemos engañado. ¿Tienes la carta?. ¿Es lo que buscamos?. Hay que salir de aquí enseguida y suponer que ahora mismo estamos en peligro.- Dijo caminando a paso ligero demostrando de nuevo lo cómoda que estaba con aquel vestido. -Antes iba a decir que esta clase de mansiones tienen escaleras y pasillos de servicio que permiten a los sirvientes moverse sin molestar a sus señores, llevarles comida sin pasear las bandejas por media mansión y recibir visitas "privadas" sin llamar la atención. Debe de haber algo así cerca de aquí, del despacho, el lugar donde más tiempo pasa el señor. Lamentablemente ahora creo que necesitamos medidas más drásticas.- Continuó diciendo sin detener su rápido y elegante avance.-Creo que es hora de que la fiesta termine y los invitados se vayan a casa...De forma nada ordenada. Vincent. ¿Recuerdas las lamparas del gran salón?. ¿Crees que "alguién" podría volarlas en pedazos con su magia desde la galería por la que pasamos antes?.-
Si pudiese acercarse hasta ellos sin despertar sospechas bien podría golpearlos como haría su padre. Más de un enemigo había subestimado a la peliblanca por su aspecto noble y delicado y lo había pagado caro al desconocer sus capacidades. Pero eran dos y al estar en las islas muy posiblemente fuesen brujos entrenados en combate. No serían muy fuertes si vigilaban las puertas de otro brujo...pero seguramente no podría ella sola con los dos si las cosas se torcían. Otra opción bien podría ser la de potenciar su destreza para superarles en velocidad, pero si sabían usar bien las espadas que colgaban de sus cintos podría ser una brecha que no pudiese salvar solo siendo rápida, y menos solo con la daga que llevaba oculta bajo su vestido. Además tampoco quería matarlos. Seguramente su vida diaria era más parecida a la de aquella humilde familia a cuya hija Níniel pudo curar un mes atrás que a la de los insidiosos Harrowmont. Si no era imperativo la sacerdotisa prefería simplemente dejarlos fuera de juego.
Definitivamente no había nada que ella pudiera hacer en aquella situación por sí misma. Quizá si fuese a por ellos junto a Huracán...Muy posiblemente los guardias no se mostrarían muy reacios a que se acercaran al ser dos jóvenes damas que se habían perdido mientras buscaban los aseos, o al menos eso les dirían a los guardias, Para cuando quisieran echarlas de allí ya sería tarde para ellos...O podían ir los dos chicos que fue lo que al final pasó. ¿Su plan?. Volver a intentarlo haciéndose pasar por Milton y un amigo, una ardid que tan solo unos minutos antes había dado unos resultados excepcionalmente buenos.¿Seguirían los dioses de su parte?. Muy pronto lo averiguarían.
-Yo tampoco, pero no es que tengamos muchas opciones. Mis ideas no eran mucho mejores que esto.- Respondió la joven elfa pegada a la pared junto a Huracán, en tensión pero sin querer asomarse a la esquina, pues sabía que su tocado no era precisamente difícil de ver con su volumen y colores. No veía nada, Huri era sus ojos, pero podía escuchar con bastante claridad las voces del pasillo contiguo, por lo que tan pronto como escuchó las palabras de uno de los guardias denotando que el engaño no había funcionado salió a escena dispuesta a ayudar a sus compañeros del mejor modo posible, aunque al final no hizo falta. Los dos brujos se las apañaron bien sin ayuda para librarse de los guardias, no de manera más silenciosa del mundo pero al menos sin formar un gran escándalo. Con un poco de suerte ningún otro guardia habría oído el sonido del jarrón haciéndose pedazos contra la cabeza de uno de sus camaradas o el ruido sordo de otro de ellos estampándose contra una pared. Tampoco es que fuera a haber un guardia cada pocos metros. ¿No?. Más les valía que no.
-Tampoco es que vayamos a quedarnos mucho.- Comentó la peliblanca en tono conciliador para apaciguar el enfado de la cazadora de vampiros hacia Jules aunque acercándose a Vincent que parecía tener molestias en la mano. Huracán tenía razón, seguramente hubiese podido hacer menos ruido, pero tampoco es que lo hubiese hecho mal del todo y ya les había salvado el pellejo a todos antes gracias a su facilidad con las palabras. Uno a uno entre ser el héroe del día y cagarla no era tan malo.
-¿Te hizo daño en la mano?. Déjame ver.- Le pidió entonces al rubio tomando su mano dolorida entre las suyas. Retiró con cuidado el guante y no pudo evitar abrir los ojos sorprendida al ver en su carne marcada de forma totalmente clara la impresión de la dentadura de aquel resistente rival que tanto les había costado tumbar. -Un luchador nato...Debió de dolerte mucho. No sé cómo pudiste evitar gritar de dolor.- Dijo a continuación alabando la voluntad del brujo de evitar cualquier tipo de sonora protesta ante semejante mordisco. Algo que de haberse producido hubiese sido mucho peor que un jarrón roto para sus intereses. Con cuidado la elfa deslizó los dedos de su mano derecha sobre aquellas marcas y aplicando su sanación las hizo desaparecer en un instante aliviando también con ello el dolor. -Ya está, como nueva-. Añadió deslizando su dedo indice por encima del lugar donde ya no había señal de mordisco alguno un última vez antes de retirar sus manos y centrar su atención nuevamente en la puerta cuya barrera pronto estuvo desactivada.
-Vaya...-Fue cuanto pudo decir la peliblanca en un primer momento al ver ante sí lo que parecía un lugar sacado de un cuento. Aquel lugar a pesar de ser un simple despacho era enorme y todo era tan dorado que llegaba a hacer daño a la vista, algo en lo que el mal gusto decorativo tenía mucho que ver. -Solo el despacho es más grande que mi casa...- Añadió poco después dirigiendo su asombrada mirada hacia una de las salas anexas que parecía ser una biblioteca privada cuyos libros estaban todos encuadernados con motivos dorados.
Sin poder evitarlo la elfa tomó el primero de aquellos volúmenes, el que más a mano tenía, y lo abrió por una página al azar emitiendo un gemido de sorpresa. Casi inmediatamente lo cerró de golpe y a toda velocidad lo devolvió a su lugar saliendo de aquella sala con evidente prisa, algo que pareció llamar la atención de Jules que se quedó mirándola con una interrogación dibujada en sus ojos tras su máscara.
-¿No había nada interesante?. Para ser alguién a quién le gustan los libros has salido corriendo de ahí más rápido de lo que lo hacía yo de la biblioteca de la academia en mis tiempos de estudiante.- Bromeó el brujo mientras jugaba sobre el escritorio principal con algún tipo de adorno en forma de esfera.
-Ehhh...Bueno, no es la clase de contenido que esperaba encontrar bajo el título de "Nuevas teorías mágicas"- Fue la respuesta de la joven elfa que decidió que su curiosidad sobre el lugar ya había sido más que saciada y evitó chafardear nada más mientras Huracán buscaba aquella dichosa carta, la cual no tardó en aparecer exactamente donde aquel guardia les había dicho.
-No hace falta que lo digas dos veces. Estaba pensando que estas casas suelen tener...-Comenzó a decir con una posible propuesta para salir de allí sin tener que correr el riesgo de volver a la fiesta, pero el resto de sus palabras murieron antes de salir de su boca cuando escuchó la voz de lady Pirra en la puerta. Níniel giró el rostro y la vio, allí de brazos cruzados en mitad de la entrada al despacho. No parecía sorprendida, ni nerviosa. tampoco hizo intento alguno de dar la voz de alarma y avisar a los guardias...Sencillamente se quedó allí plantada y preguntó quiénes eran y qué hacían allí. ¿Cómo rayos había llegado hasta allí?. Durante el discurso Níniel se había fijado en que la mujer llevaba tacones, pero no había hecho el más mínimo ruido para llegar hasta ellos. Casi daba la sensación de haber simplemente...aparecido allí.
Parecía que allí iba a terminar su infiltración y comenzar su lucha o su huída, pero entonces pasó algo más raro aún que lo silenciosa que resultaba aquella mujer. Jules esgrimió la excusa favorita de la noche por tercera vez en tan solo unos minutos y esta...volvió a colar. Lady Pirra se limitó a reír, a comentar algo sobre no ser una vampiresa y les permitió continuar sin ningún tipo de impedimento o pregunta más, dejando que pasaran a su lado como si solo fuesen unos chiquillos pillados en la cocina en un intento de obtener algunas magdalenas. Aquello era algo que descolocó sobremanera a Níniel que pensó por las risas de la mujer previas a dejarlos marchar que la artimaña de ser los gemelos y sus amigos había fallado. Sí les había creído, ¿por qué se había reído?. ¿A qué venía eso de no ser una vampiresa?. No tenía sentido...¿Y por qué bastaba tenerla cerca para sentir una presión en el pecho y notar como se erizaba el vello de la nuca?. Pasar a su lado fue más duro aún que esquivar a aquella pareja que bajaba las escaleras para evitar que la pillaran. Peor incluso que los instantes en los que aquel guardia se los encontró de frente y la elfa no supo qué decir.
-Me pone los pelos de punta...- Comentó a cierta distancia ya de aquel despacho, momento hasta el cual no se había atrevido a pronunciar palabra. -Esto no huele nada bien. Estoy segura de que nos ha reconocido, que no la hemos engañado. ¿Tienes la carta?. ¿Es lo que buscamos?. Hay que salir de aquí enseguida y suponer que ahora mismo estamos en peligro.- Dijo caminando a paso ligero demostrando de nuevo lo cómoda que estaba con aquel vestido. -Antes iba a decir que esta clase de mansiones tienen escaleras y pasillos de servicio que permiten a los sirvientes moverse sin molestar a sus señores, llevarles comida sin pasear las bandejas por media mansión y recibir visitas "privadas" sin llamar la atención. Debe de haber algo así cerca de aquí, del despacho, el lugar donde más tiempo pasa el señor. Lamentablemente ahora creo que necesitamos medidas más drásticas.- Continuó diciendo sin detener su rápido y elegante avance.-Creo que es hora de que la fiesta termine y los invitados se vayan a casa...De forma nada ordenada. Vincent. ¿Recuerdas las lamparas del gran salón?. ¿Crees que "alguién" podría volarlas en pedazos con su magia desde la galería por la que pasamos antes?.-
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
El dolor era intenso, aunque los dientes del guardia no habían atravesado el guante. Ventajas del cuero de calidad. Pocas cosas habían más resistentes que tan bendito material, y daba gracias por llevar unos guantes así, y no unos de simple tela.
De todos modos, pese a que la mordedura no había podido traspasar el material que enfundaba su mano, cuando Níniel descubrió esta, se puso apreciar un feo moratón donde las fauces del soldado habían presionado con toda su fuerza. Sí, fauces, porque cualquier diría que lo había mordido una bestia de verdad, y no un simple hombre. Ese brujo era algo más alto y fuerte que él, pero nunca hubiera imaginado que tuviera la fuerza de un cepo en la boca.
- No es nada-, sonrió a la dama elfa mientras lo atendía. - He sobrevivido a cosas peores-, bromeó para quitarle hierro al asunto, y rebajar la tensión vivida hacía unos instantes en el combate.
Se sentía muy bien cuando la magia de la elfa recorría su cuerpo. Era una sensación placentera y agradable. Casi daban ganas de golpearse para poder tener la oportunidad de poder ser curado con su magia. Aunque lo cierto es que él no necesitaba de ello. Ya acababa golpeado regularmente sin tener que forzar ninguna situación para ello, así que haber conocido a Níniel se podría considerar una necesidad.
Mientras la sacerdotisa lo sanaba, Huri se preocupó por registrar a los guardias inconscientes. No tardó en levantarse y mostrar un descubrimiento para alivio de todos. La llave. Eso ayudaría a conseguir la carta. Aunque lo más apropiado sería decir que era imprescindible para ello.
La barrera era muy poderosa, y no tenía tiempo para estudiarla con detenimiento. Alguien acabaría por descubrirlos antes. Y la baza de destruirla estaba fuera de lugar. Lord Harrowmont demostraba ser un hombre inteligente. Necesitaría usar todo su potencial para tirar abajo esa defensa por la fuerza, tanto que acabaría expuesto. No sería poco ruidoso destruir la magia por medio de la brutalidad, y la huida sería complicada estando tan mermado por el gasto que le supondría vencer la barrera. Era simple, pero ingenioso.
Cualquiera podría conseguir destruir la defensa de la puerta, pero muy pocos hacerlo y conseguir salir con vida de la mansión.
- Sí, claro-, comentó enfundándose el guante de nuevo. - Toma al grande por las piernas-, dijo, haciendo lo propio, y agarrando al tipo por debajo de los sobacos.
Empezaba a pensar que ese hombre era oso en todos los sentidos. Al menos en lo respectivo a su peso también lo estaba siendo, y costó más de lo que hubiera pensando llevarlo hasta dentro del cuarto.
Salió con Jules nuevamente y trajo al otro dentro y lo dejó junto a su compañero en primera instancia, dejando que las chicas registraran el lugar.
- Deberíamos esconderlos-, dijo el cazador nada más trasladar los cuerpos dentro.
Él había pensado en solo meterlos y cerrar la puerta. Imaginaba que no estarían mucho en la habitación, y para cuando alguien hallara los cuerpos ya estarían muy lejos. No obstante, las palabras Jules lo hicieron decantarse por esa opción. Quizás tardaran más de lo que pensaba en encontrar la carta. Era mejor prevenir que curar.
El brujo ayudó al cazador como anteriormente, y metieron los cuerpos en una sala anexa, detrás de uno de las estanterías. Allí estarían alejados de los ojos ajenos y se evitarían problemas si entraba alguien.
En ese caso, aún tendrían que ingeniar una treta para explicar los motivos para estar allí. Pero al menos no sería un combate directamente. En la última ocasión habían tenido suerte de que nadie hiciera demasiado ruido y atraer la atención de toda la guardia de la casa hasta ellos.
Vinc, en cuanto terminó de ayudar a Jules a esconder los cuerpos, salió al pasillo y recogió todos los trocitos del jarrón. Observó la mesilla donde instantes antes había estado la preciada obra de arte. Abrió el cajón y miró a su alrededor antes de encogerse de hombros y meter los trozos dentro. Por fortuna, el objeto decorativo era de una cerámica algo resistente, así que al menos no se había desmenuzado en un millón de partes. Por lo cual su labor de esconderlo no era tan ardua como pudiera parecer.
Pasados unos minutos entró dentro del cuarto y cerró las puertas tras de sí.
- ¿En serio? Ya las has encontrado-, dijo ilusionado, avanzando hacia Huri, pero el sonido de la puerta al abrirse cortó sus palabras y lo hizo girarse.
Que desgracia. Allí estaba ella. La mujer que supondría un grave problema para ellos si los encontraba. Lady Pirra con todo su porte y elegancia, y con un gran abanico de inconvenientes.
Su sorpresa fue mayúscula cuando la mujer decidió creerse la treta. Aunque había algo en ello… Algo no iba bien, no necesitaba ser un veterano para saberlo. Sentía que se había librado demasiado fácil de Lady Pirra. Y las cosas nunca solían ser tan sencillas.
- No creo que sea tan estúpida como ha aparentado. No me ha gustado esa risa. La situación más bien parecía todo lo contrario a lo que ha dicho con sus palabras-, contestó a sus compañeros. - Creo que no nos ha creído, pero aún así no le ha importado que nos lleváramos la carta-, comenzó a hilar sus pensamientos. - También podría pensar que no habíamos encontrado la misiva. Pero sospecho que quiere que leamos esa carta. O mejor dicho que la leas tú, Penélope-, siguió usando su apodo después de todo.
Aunque a estas alturas poco importaba. Sobre todo porque no había nadie que pudiera escucharlo.
- Tienes razón-, respondió a su querida elfa. - Lo ocurrido con Pirra dan malas vibraciones, y creo que será mejor largarse por la cocina aprovechando la confusión.
El rubio nada más terminar de hablar, se cambió de guantes, guardando los de vestir dentro de los pliegues de su jubón, y sacando de este sus preciados cueros de combate.
- Ya casi los echaba de menos-, comentó, abriendo y cerrando la mano diestra para ajustarlo bien. Para sentir como se amoldaban a su mano.
Luego hizo lo propio con el segundo par, y sacó de uno de sus bolsillos el mineral que usaba como pedernal.
- Bueno, en cuanto rompa las lámparas se formará un gran caos-, advirtió a sus compañeros para la huida.
Vinc, nada más terminar esa palabras formó una bolas de fuego entre los dedos de su mano, con la chispa del chasquido de los dedos metálicos sobre el pedernal. Antes de que nadie pudiera verlo actuar al mirar de forma inocente hacia el piso superior, lanzó las bolas a tres de las distintas lámparas de cristal elaborado, haciendo que estallaran en mil pedazos.
Una lluvia de cristales cayó hacia los invitados abajo, y esperaba que no resultaran heridos de gravedad, más allá de un corte que otro. Había hecho saltar por los aires las lámparas precisamente para ello, para que se volvieran en miles de cristales cortantes, pero demasiado pequeños para hacer un gran daño. Si no hubiera obrado así, quizá hubiera caído un gran trozo que matase a alguien.
En cualquier caso el resultado que buscaban sucedió, cuando el grito de los invitados y sus carreras por salir de allí dieron comienzo. No todos comenzaron a actuar de ese modo, sin embargo si la mayoría, lo que era suficiente para ellos. Y quizás, si estos hubieran pensado un poco, razonarían que no pasaría nada más en aquel cuarto, que tras aquella lluvia de cristales todo terminaría. Pero los nervios y el miedo a veces se extendían con suma facilidad entre la multitud. Sobre todo cuando ocurría algo inesperado y repentino.
- Un jarrón y tres lámparas que no tienen pinta de ser baratas. Será mejor que nos larguemos, o Harrowmont nos matará simplemente enseñándonos un trozo de pergamino con la suma de dinero que le debemos-, bromeó, poniéndose en marcha hacia donde probablemente estarían las escaleras del servicio.
De todos modos, pese a que la mordedura no había podido traspasar el material que enfundaba su mano, cuando Níniel descubrió esta, se puso apreciar un feo moratón donde las fauces del soldado habían presionado con toda su fuerza. Sí, fauces, porque cualquier diría que lo había mordido una bestia de verdad, y no un simple hombre. Ese brujo era algo más alto y fuerte que él, pero nunca hubiera imaginado que tuviera la fuerza de un cepo en la boca.
- No es nada-, sonrió a la dama elfa mientras lo atendía. - He sobrevivido a cosas peores-, bromeó para quitarle hierro al asunto, y rebajar la tensión vivida hacía unos instantes en el combate.
Se sentía muy bien cuando la magia de la elfa recorría su cuerpo. Era una sensación placentera y agradable. Casi daban ganas de golpearse para poder tener la oportunidad de poder ser curado con su magia. Aunque lo cierto es que él no necesitaba de ello. Ya acababa golpeado regularmente sin tener que forzar ninguna situación para ello, así que haber conocido a Níniel se podría considerar una necesidad.
Mientras la sacerdotisa lo sanaba, Huri se preocupó por registrar a los guardias inconscientes. No tardó en levantarse y mostrar un descubrimiento para alivio de todos. La llave. Eso ayudaría a conseguir la carta. Aunque lo más apropiado sería decir que era imprescindible para ello.
La barrera era muy poderosa, y no tenía tiempo para estudiarla con detenimiento. Alguien acabaría por descubrirlos antes. Y la baza de destruirla estaba fuera de lugar. Lord Harrowmont demostraba ser un hombre inteligente. Necesitaría usar todo su potencial para tirar abajo esa defensa por la fuerza, tanto que acabaría expuesto. No sería poco ruidoso destruir la magia por medio de la brutalidad, y la huida sería complicada estando tan mermado por el gasto que le supondría vencer la barrera. Era simple, pero ingenioso.
Cualquiera podría conseguir destruir la defensa de la puerta, pero muy pocos hacerlo y conseguir salir con vida de la mansión.
- Sí, claro-, comentó enfundándose el guante de nuevo. - Toma al grande por las piernas-, dijo, haciendo lo propio, y agarrando al tipo por debajo de los sobacos.
Empezaba a pensar que ese hombre era oso en todos los sentidos. Al menos en lo respectivo a su peso también lo estaba siendo, y costó más de lo que hubiera pensando llevarlo hasta dentro del cuarto.
Salió con Jules nuevamente y trajo al otro dentro y lo dejó junto a su compañero en primera instancia, dejando que las chicas registraran el lugar.
- Deberíamos esconderlos-, dijo el cazador nada más trasladar los cuerpos dentro.
Él había pensado en solo meterlos y cerrar la puerta. Imaginaba que no estarían mucho en la habitación, y para cuando alguien hallara los cuerpos ya estarían muy lejos. No obstante, las palabras Jules lo hicieron decantarse por esa opción. Quizás tardaran más de lo que pensaba en encontrar la carta. Era mejor prevenir que curar.
El brujo ayudó al cazador como anteriormente, y metieron los cuerpos en una sala anexa, detrás de uno de las estanterías. Allí estarían alejados de los ojos ajenos y se evitarían problemas si entraba alguien.
En ese caso, aún tendrían que ingeniar una treta para explicar los motivos para estar allí. Pero al menos no sería un combate directamente. En la última ocasión habían tenido suerte de que nadie hiciera demasiado ruido y atraer la atención de toda la guardia de la casa hasta ellos.
Vinc, en cuanto terminó de ayudar a Jules a esconder los cuerpos, salió al pasillo y recogió todos los trocitos del jarrón. Observó la mesilla donde instantes antes había estado la preciada obra de arte. Abrió el cajón y miró a su alrededor antes de encogerse de hombros y meter los trozos dentro. Por fortuna, el objeto decorativo era de una cerámica algo resistente, así que al menos no se había desmenuzado en un millón de partes. Por lo cual su labor de esconderlo no era tan ardua como pudiera parecer.
Pasados unos minutos entró dentro del cuarto y cerró las puertas tras de sí.
- ¿En serio? Ya las has encontrado-, dijo ilusionado, avanzando hacia Huri, pero el sonido de la puerta al abrirse cortó sus palabras y lo hizo girarse.
Que desgracia. Allí estaba ella. La mujer que supondría un grave problema para ellos si los encontraba. Lady Pirra con todo su porte y elegancia, y con un gran abanico de inconvenientes.
Su sorpresa fue mayúscula cuando la mujer decidió creerse la treta. Aunque había algo en ello… Algo no iba bien, no necesitaba ser un veterano para saberlo. Sentía que se había librado demasiado fácil de Lady Pirra. Y las cosas nunca solían ser tan sencillas.
- No creo que sea tan estúpida como ha aparentado. No me ha gustado esa risa. La situación más bien parecía todo lo contrario a lo que ha dicho con sus palabras-, contestó a sus compañeros. - Creo que no nos ha creído, pero aún así no le ha importado que nos lleváramos la carta-, comenzó a hilar sus pensamientos. - También podría pensar que no habíamos encontrado la misiva. Pero sospecho que quiere que leamos esa carta. O mejor dicho que la leas tú, Penélope-, siguió usando su apodo después de todo.
Aunque a estas alturas poco importaba. Sobre todo porque no había nadie que pudiera escucharlo.
- Tienes razón-, respondió a su querida elfa. - Lo ocurrido con Pirra dan malas vibraciones, y creo que será mejor largarse por la cocina aprovechando la confusión.
El rubio nada más terminar de hablar, se cambió de guantes, guardando los de vestir dentro de los pliegues de su jubón, y sacando de este sus preciados cueros de combate.
- Ya casi los echaba de menos-, comentó, abriendo y cerrando la mano diestra para ajustarlo bien. Para sentir como se amoldaban a su mano.
Luego hizo lo propio con el segundo par, y sacó de uno de sus bolsillos el mineral que usaba como pedernal.
- Bueno, en cuanto rompa las lámparas se formará un gran caos-, advirtió a sus compañeros para la huida.
Vinc, nada más terminar esa palabras formó una bolas de fuego entre los dedos de su mano, con la chispa del chasquido de los dedos metálicos sobre el pedernal. Antes de que nadie pudiera verlo actuar al mirar de forma inocente hacia el piso superior, lanzó las bolas a tres de las distintas lámparas de cristal elaborado, haciendo que estallaran en mil pedazos.
Una lluvia de cristales cayó hacia los invitados abajo, y esperaba que no resultaran heridos de gravedad, más allá de un corte que otro. Había hecho saltar por los aires las lámparas precisamente para ello, para que se volvieran en miles de cristales cortantes, pero demasiado pequeños para hacer un gran daño. Si no hubiera obrado así, quizá hubiera caído un gran trozo que matase a alguien.
En cualquier caso el resultado que buscaban sucedió, cuando el grito de los invitados y sus carreras por salir de allí dieron comienzo. No todos comenzaron a actuar de ese modo, sin embargo si la mayoría, lo que era suficiente para ellos. Y quizás, si estos hubieran pensado un poco, razonarían que no pasaría nada más en aquel cuarto, que tras aquella lluvia de cristales todo terminaría. Pero los nervios y el miedo a veces se extendían con suma facilidad entre la multitud. Sobre todo cuando ocurría algo inesperado y repentino.
- Un jarrón y tres lámparas que no tienen pinta de ser baratas. Será mejor que nos larguemos, o Harrowmont nos matará simplemente enseñándonos un trozo de pergamino con la suma de dinero que le debemos-, bromeó, poniéndose en marcha hacia donde probablemente estarían las escaleras del servicio.
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Ni Níniel ni Vincent se creían que Lady Pirra nos lo fuese a poner tan sencillo. Pero, aún así, lo hizo. El ardor que sentí en la marca de mi brazo, la manera en la que me miraba, me dejaba cada vez más claro que se trataba de ella. La peligrosa Dama Mortagglia. Pero no teníamos medios para hacerle frente allí mismo.
Salimos corriendo del despacho. Pirra salió andando con tranquilidad y, de brazos cruzados, un gesto muy parecido al mío, se quedó contemplando nuestra huida. Sin mostrar oposición. No entendía cuál era su fin. Vincent explicaba que tal vez estuviese interesada en que yo leyera la carta, algo que no tardaría en hacer en cuanto saliese de allí y pudiese entregarle la carta a mi madre.
-Sí. La tengo. No la leí a conciencia por las prisas, pero creo haber leído algo de ograrcks y vampiros. – le confirmé a Níniel. – Tenemos que irnos de aquí ya. – apremié.
La elfa propuso a su amante brujo hacer caer las lámparas del salón desde aquella galería por medio de su magia, de esta manera crearíamos un situación de incertidumbre en la que sería más fácil escapar. Vincent no tardó en echar manos a sus hechizos de fuego para derribar las lámparas de cristal cuando estábamos en aquel patio abierto que daba al salón del baile. La gran lámpara de cristal generó un enorme estruendo en su impacto contra el suelo. Partiéndose en miles de cachos y generando un terrible caos y confusión en toda la fiesta.
-Joder… Ahora sí que empieza la fiesta. – indicó Jules entre risas.
-Vámonos. Rápido. – apremié cuando vi a toda la gente correr y huir. Descendimos las escaleras mientras todos los guardias andaban más atentos a controlar el caos y la situación.
Cuando llegamos al piso del baile, donde originariamente estábamos, comprobamos como los guardias del Lord cerraban las puertas de acceso, de manera que el autor no pudiese escapar. La mayoría de los presentes, comenzaron a lanzar hechizos de distintas disciplinas mágicas para abrir puertas o ventanas y conseguir escapar. El ataque de los vampiros a las islas aún estaba muy cercano y todos tenían miedo a que tuviera lugar una nueva masacre. - ¡Por allí! – grité, contemplando una cristalera que podría abrir con mis poderes de viento fácilmente.
Cuando estábamos cerca de llegar a la misma, los guardias se nos echaron encima y nos detuvieron en nuestro intento de huida. - ¡Quietos! ¡Manos arriba! – gritaron, apuntándonos a los cuatro con varias ballestas y espadas encantadas. Yo que iba la primera de bruces a abrir la cristalera, levanté las manos. Tampoco tenía ganas de que me atravesaran con una flecha y estaba completamente desarmada. – Sois los que estabais en el piso de arriba, ¿a dónde vais tan rápido?
-Somos Milton y Cass y… - comenzó a decir Jules.
-¡Cállate imbécil! – interrumpió el guardia sin dejarle acabar. – Milton y Cassandra están con su padre. Justo detrás de ti.
Mientras tanto, Lady Pirra trataba de poner paz en el escenario. -¡Tranquilidad! ¡Tranquilidad! – gritaba, calmando a las masas. – No ha pasado nada. Sólo ha sido un accidente. Serenidad, señores. – tranquilizó la mujer, consiguiendo tranquilizar a la gente, que casi se mataban unos a otros por querer salir.
-Quitaos las máscaras. ¡Ahora! – gritó el guardia. Pronto vi a mi madre y a la de Vincent acercarse a la escena. Pasamos a convertimos en el centro de atención y se formó un enorme corrillo alrededor nuestro. Tras pensármelo dos veces, comencé a quitarme la antifaz de aquel incómodo vestido negro con rapidez.
-Es la hija de Isabella. – se escuchó entre la multitud para sorpresa entre la gente.
Lady Pirra sonrió desde el escenario tras su máscara, con una sonrisa de satisfacción y también se acercó al lugar. Miré a mi madre, que mostraba un rostro preocupado por la integridad de sus hijos. Si no teníamos la carta.
-Antes de que nos acuséis por crímenes que no hemos cometido. Debemos decir que tenemos pruebas irrefutables de la colaboración de Lord James Harrowmont y su familia con la Hermandad. – comencé a decir, sacando del bolso la carta que había tomado de los aposentos del Lord. – Esta carta es la prueba. – dije elevándola hasta la altura de mi cabeza
Nuevos suspiros se oyeron en la sala. Las tornas habían cambiado drásticamente
-Vaya… Lord Harrowmont. No me esperaba eso de vos. – dijo lady Pirra, con tranquilidad e ironía. El señor de la casa se había quedado pálido como la nieve. – Dejadla que la lea, por favor. – Pidió Pirra. Aquello me sorprendió. ¿Era un plan de Mortagglia para eliminar a Harrowmont del mapa? Probablemente.
-Bien hecho, Huracán. – sonrió mi madre, que también procedió a quitarse la máscara.
Extendí el pergamino lentamente, muy nerviosa, y lo leí cuidadosamente para mis adentros antes de comunicarlo. Se hizo un silencio absoluto mientras la leía para mí. Pero me quedé de piedra al leer su contenido.
-No… No puede ser. – musité cuando llegué al final de la misma. Haciendo varios gestos de negación y enarcando la cara. La gente comenzó a impacientarse.
-¿Vas a leerla, querida? ¿O prefieres que lo haga yo? – instó Pirra, que rápidamente apareció para arrebatarme la carta y comenzar a leer ella misma. – Bien, empezaré. – y comenzó a recitar el texto de la carta, el mismo que yo había leído, con unas grandes dotes de interpretación.
-Vaya… un cambio de guión a última hora. – rió Pirra. – Parece que los malos de la historia no eran los Harrowmont. Eran los Boisson. – dijo mirando a Isabella. – Y envías a tu hija a hacer el trabajo sucio. Muy valiente por tu parte. – continuó, devolviéndome la carta.
-Lo siento, Isabella. Yo… - dijo Lord Harrowmont, con inocencia y serenidad en su rostro – De verdad que quería exculparte y creer que tenías buena fe. Por eso nunca te lo comenté en persona. Sólo quería protegerte y mantener la integridad del gremio.
Todas las miradas, la mía incluida, se volvieron sobre mi madre. A la que por primera vez en su vida vi un evidente gesto de preocupación en su rostro, de ser ella "la pillada". Pero aquello tenía que ser mentira. Conocía a mi madre. Ella no podía haber escrito aquello. A parte por estar redactado por alguien más propio de un demente que de alguien cultivado en la literatura como mi madre.
-¡Esta carta es falsa! Es imposible que mi madre redacte así. – grité con la misma en la mano. – Alguien la ha escrito por vos, madre. – dije mirando hacia ella. Que continuó sin pronunciarse nada, mostrando un rostro cada vez más incómodo. No parecía interesada en defenderse.
-No os preocupéis, mi lady. Eso lo podemos comprobar. – interrumpió uno de los muchos hombres que rondaban en la sala. Se quitó la máscara para mostrarse, era el maestro alquimista Fergus Winkelhom. Una de las eminencias de la isla. El maestro sacó con toda la mejor de las intenciones un pequeño vial y lo mostró al público. - Esta es una poción de “autoris renómine”. Al verter el líquido sobre la carta, sólo mantendrá la tinta si está firmada por el autor original que la firma. Si alguien ha suplantado la firma de Isabella Boisson, la tinta se borrará. – yo ya conocía aquel método, era muy común para validar entre brujos.
El hombre comenzó a verter el líquido sobre la carta ante la expectación del público. Mi madre miró atentamente si ésta se borraba, cruzada de brazos y con el ceño fruncido. ¿Acaso no sabía ella misma si había escrito la carta? Para sorpresa de todos, la tinta no desaparecía, demostrando que la verdadera identidad de la carta era de Bella o Isabella Boisson. Todos los guardias se giraron contra mi madre ahora, a la que rodearon rápidamente, y la sala quedó expectante, esperando la pronunciación de mi madre. Yo no me creía lo que estaba viendo.
-Mamá… ¿por qué? – le pregunté con unas ganas tremendas de llorar y de que me tragara la tierra.
-Mi hija y sus amigos no tienen nada que ver en todo esto. Exculpadles a ellos. – explicó. – En mi defensa debo decir que yo tampoco sabía nada. Pero viendo lo bien que “ha jugado” Lady Pirra no me queda más remedio que asumir la responsabilidad. – acusó a la mujer, que comenzó a reír sin dejar de caminar. Gozaba de aquel momento. Lord Harrowmont estaba petrificado. Sabía quién le había la carta pero no quería denunciar la desaparición de su mujer y acusar a mi madre de colaborar con Mortagglia. – Hay una explicación detrás de todo esto que nadie sabe... – dijo. – … Y que hasta este mismo momento, yo tampoco sabía. – añadió fijando su vista en Pirra y volvió a girarse hacia la multitud. – Pero prefiero asumir que soy la culpable y… ¿debo decir aceptar? Que soy la autora de la carta.
-Eres terca. – insistió Pirra. – ¿Cuándo dejarás de engañar a tú gente? ¿A tú… hija? – carrespeó.
-Cuando tú ya no existas. – rió, mientras le maniataban los brazos, sin indicar quién era Pirra, por lo que, además, ahora pensarían que era un psicópata.
Mi madre y Pirra hablaban en clave, en una conversación que parecían entender únicamente ellas dos, haciendo creer a todos que hablaban. Pero conocía muy bien a mi madre y sabía que tras su rostro. Si ella había escrito la carta. Tenía que haber alguna razón detrás. Pero aquella noche iba a ser difícil que lo supiera. Los guardias rápidamente se centraron en mi madre, a la que todavía miraba con ojos de incredulidad.
-Buena gente de Beltrexus, les dejo con su traidora. Pasen una buena velada. – exclamó. La mujer se dispuso a salir por la puerta para abandonar el edificio. ¿Nadie iba a decir que se trataba de Mortagglia? Nosotros podríamos, pero no tenía ganas de causarle más problemas a mi madre de los que ya tenía. Ahora mismo, Mortagglia tenía la sartén por el mango.
No sabía que responder, qué hacer, cómo actuar. ¿Mi madre colaborando en secreto con Mortagglia? Se me respigaba la piel sólo de pensarlo. La conocía muy bien y sabía que no podía engañarme. Jules me tomó por los brazos, pero lo aparté rápidamente y me fui a los jardines, corriendo. Tenía ganas de llorar y romper con todo y es algo que no tardaría en hacer. Había sido la mayor sorpresa de mi vida.
-Que cada uno saque sus conclusiones. – resumió Jules a Níniel y Vincent, con respecto a lo sucedido. – Eh chicos, ¿no querréis dejarla así, no? – preguntó instando a estos a que la acompañaran, y se dispuso a salir para encontrarme, desconsolada en uno de los recovecos perdidos de los inmensos jardines. ¿Qué podía hacer? Nada tenía sentido para mí ahora mismo tras aquel engaño.
Salimos corriendo del despacho. Pirra salió andando con tranquilidad y, de brazos cruzados, un gesto muy parecido al mío, se quedó contemplando nuestra huida. Sin mostrar oposición. No entendía cuál era su fin. Vincent explicaba que tal vez estuviese interesada en que yo leyera la carta, algo que no tardaría en hacer en cuanto saliese de allí y pudiese entregarle la carta a mi madre.
-Sí. La tengo. No la leí a conciencia por las prisas, pero creo haber leído algo de ograrcks y vampiros. – le confirmé a Níniel. – Tenemos que irnos de aquí ya. – apremié.
La elfa propuso a su amante brujo hacer caer las lámparas del salón desde aquella galería por medio de su magia, de esta manera crearíamos un situación de incertidumbre en la que sería más fácil escapar. Vincent no tardó en echar manos a sus hechizos de fuego para derribar las lámparas de cristal cuando estábamos en aquel patio abierto que daba al salón del baile. La gran lámpara de cristal generó un enorme estruendo en su impacto contra el suelo. Partiéndose en miles de cachos y generando un terrible caos y confusión en toda la fiesta.
-Joder… Ahora sí que empieza la fiesta. – indicó Jules entre risas.
-Vámonos. Rápido. – apremié cuando vi a toda la gente correr y huir. Descendimos las escaleras mientras todos los guardias andaban más atentos a controlar el caos y la situación.
Cuando llegamos al piso del baile, donde originariamente estábamos, comprobamos como los guardias del Lord cerraban las puertas de acceso, de manera que el autor no pudiese escapar. La mayoría de los presentes, comenzaron a lanzar hechizos de distintas disciplinas mágicas para abrir puertas o ventanas y conseguir escapar. El ataque de los vampiros a las islas aún estaba muy cercano y todos tenían miedo a que tuviera lugar una nueva masacre. - ¡Por allí! – grité, contemplando una cristalera que podría abrir con mis poderes de viento fácilmente.
Cuando estábamos cerca de llegar a la misma, los guardias se nos echaron encima y nos detuvieron en nuestro intento de huida. - ¡Quietos! ¡Manos arriba! – gritaron, apuntándonos a los cuatro con varias ballestas y espadas encantadas. Yo que iba la primera de bruces a abrir la cristalera, levanté las manos. Tampoco tenía ganas de que me atravesaran con una flecha y estaba completamente desarmada. – Sois los que estabais en el piso de arriba, ¿a dónde vais tan rápido?
-Somos Milton y Cass y… - comenzó a decir Jules.
-¡Cállate imbécil! – interrumpió el guardia sin dejarle acabar. – Milton y Cassandra están con su padre. Justo detrás de ti.
Mientras tanto, Lady Pirra trataba de poner paz en el escenario. -¡Tranquilidad! ¡Tranquilidad! – gritaba, calmando a las masas. – No ha pasado nada. Sólo ha sido un accidente. Serenidad, señores. – tranquilizó la mujer, consiguiendo tranquilizar a la gente, que casi se mataban unos a otros por querer salir.
-Quitaos las máscaras. ¡Ahora! – gritó el guardia. Pronto vi a mi madre y a la de Vincent acercarse a la escena. Pasamos a convertimos en el centro de atención y se formó un enorme corrillo alrededor nuestro. Tras pensármelo dos veces, comencé a quitarme la antifaz de aquel incómodo vestido negro con rapidez.
-Es la hija de Isabella. – se escuchó entre la multitud para sorpresa entre la gente.
Lady Pirra sonrió desde el escenario tras su máscara, con una sonrisa de satisfacción y también se acercó al lugar. Miré a mi madre, que mostraba un rostro preocupado por la integridad de sus hijos. Si no teníamos la carta.
-Antes de que nos acuséis por crímenes que no hemos cometido. Debemos decir que tenemos pruebas irrefutables de la colaboración de Lord James Harrowmont y su familia con la Hermandad. – comencé a decir, sacando del bolso la carta que había tomado de los aposentos del Lord. – Esta carta es la prueba. – dije elevándola hasta la altura de mi cabeza
Nuevos suspiros se oyeron en la sala. Las tornas habían cambiado drásticamente
-Vaya… Lord Harrowmont. No me esperaba eso de vos. – dijo lady Pirra, con tranquilidad e ironía. El señor de la casa se había quedado pálido como la nieve. – Dejadla que la lea, por favor. – Pidió Pirra. Aquello me sorprendió. ¿Era un plan de Mortagglia para eliminar a Harrowmont del mapa? Probablemente.
-Bien hecho, Huracán. – sonrió mi madre, que también procedió a quitarse la máscara.
Extendí el pergamino lentamente, muy nerviosa, y lo leí cuidadosamente para mis adentros antes de comunicarlo. Se hizo un silencio absoluto mientras la leía para mí. Pero me quedé de piedra al leer su contenido.
-No… No puede ser. – musité cuando llegué al final de la misma. Haciendo varios gestos de negación y enarcando la cara. La gente comenzó a impacientarse.
-¿Vas a leerla, querida? ¿O prefieres que lo haga yo? – instó Pirra, que rápidamente apareció para arrebatarme la carta y comenzar a leer ella misma. – Bien, empezaré. – y comenzó a recitar el texto de la carta, el mismo que yo había leído, con unas grandes dotes de interpretación.
- Carta:
- Sí. Tú. James Harrowmont. Barcos ¡TRES! Cargados de vampiros. Tú. Cazador. Ayúdales. Muéstrales retratos de gente importante. Vías de ATAQUE y ESCAPE. Dónde están los OGRARCK.
TODO.
¿Para qué?
Para que puedan montar una MASACRE.
Y sobretodo
¡NO TOQUÉIS A MI HIJA ANASTASIA!
¡NO LA TOQUÉIS!
¿SABÉIS EL DICHO? La gente que toca. Pierde manos.
PIERDE MANOS.
JAJAJAJAJAJA
Ese asunto queda en manos de VLADIMIR. ¿Entendido?
¡Y NO LO CUENTES! NO CUENTES NADA.
La Dama Mortagglia tiene a tu mujer. MORIRÁ Cruelmente.
¿Has leído?
MORIRÁ.
JAJAJAJAJAJAJ
PD: No quiero que nadie sospeche de mí.
¡DESTRUYE ESTA CARTA!
Fdo: Bella Boisson
-Vaya… un cambio de guión a última hora. – rió Pirra. – Parece que los malos de la historia no eran los Harrowmont. Eran los Boisson. – dijo mirando a Isabella. – Y envías a tu hija a hacer el trabajo sucio. Muy valiente por tu parte. – continuó, devolviéndome la carta.
-Lo siento, Isabella. Yo… - dijo Lord Harrowmont, con inocencia y serenidad en su rostro – De verdad que quería exculparte y creer que tenías buena fe. Por eso nunca te lo comenté en persona. Sólo quería protegerte y mantener la integridad del gremio.
Todas las miradas, la mía incluida, se volvieron sobre mi madre. A la que por primera vez en su vida vi un evidente gesto de preocupación en su rostro, de ser ella "la pillada". Pero aquello tenía que ser mentira. Conocía a mi madre. Ella no podía haber escrito aquello. A parte por estar redactado por alguien más propio de un demente que de alguien cultivado en la literatura como mi madre.
-¡Esta carta es falsa! Es imposible que mi madre redacte así. – grité con la misma en la mano. – Alguien la ha escrito por vos, madre. – dije mirando hacia ella. Que continuó sin pronunciarse nada, mostrando un rostro cada vez más incómodo. No parecía interesada en defenderse.
-No os preocupéis, mi lady. Eso lo podemos comprobar. – interrumpió uno de los muchos hombres que rondaban en la sala. Se quitó la máscara para mostrarse, era el maestro alquimista Fergus Winkelhom. Una de las eminencias de la isla. El maestro sacó con toda la mejor de las intenciones un pequeño vial y lo mostró al público. - Esta es una poción de “autoris renómine”. Al verter el líquido sobre la carta, sólo mantendrá la tinta si está firmada por el autor original que la firma. Si alguien ha suplantado la firma de Isabella Boisson, la tinta se borrará. – yo ya conocía aquel método, era muy común para validar entre brujos.
El hombre comenzó a verter el líquido sobre la carta ante la expectación del público. Mi madre miró atentamente si ésta se borraba, cruzada de brazos y con el ceño fruncido. ¿Acaso no sabía ella misma si había escrito la carta? Para sorpresa de todos, la tinta no desaparecía, demostrando que la verdadera identidad de la carta era de Bella o Isabella Boisson. Todos los guardias se giraron contra mi madre ahora, a la que rodearon rápidamente, y la sala quedó expectante, esperando la pronunciación de mi madre. Yo no me creía lo que estaba viendo.
-Mamá… ¿por qué? – le pregunté con unas ganas tremendas de llorar y de que me tragara la tierra.
-Mi hija y sus amigos no tienen nada que ver en todo esto. Exculpadles a ellos. – explicó. – En mi defensa debo decir que yo tampoco sabía nada. Pero viendo lo bien que “ha jugado” Lady Pirra no me queda más remedio que asumir la responsabilidad. – acusó a la mujer, que comenzó a reír sin dejar de caminar. Gozaba de aquel momento. Lord Harrowmont estaba petrificado. Sabía quién le había la carta pero no quería denunciar la desaparición de su mujer y acusar a mi madre de colaborar con Mortagglia. – Hay una explicación detrás de todo esto que nadie sabe... – dijo. – … Y que hasta este mismo momento, yo tampoco sabía. – añadió fijando su vista en Pirra y volvió a girarse hacia la multitud. – Pero prefiero asumir que soy la culpable y… ¿debo decir aceptar? Que soy la autora de la carta.
-Eres terca. – insistió Pirra. – ¿Cuándo dejarás de engañar a tú gente? ¿A tú… hija? – carrespeó.
-Cuando tú ya no existas. – rió, mientras le maniataban los brazos, sin indicar quién era Pirra, por lo que, además, ahora pensarían que era un psicópata.
Mi madre y Pirra hablaban en clave, en una conversación que parecían entender únicamente ellas dos, haciendo creer a todos que hablaban. Pero conocía muy bien a mi madre y sabía que tras su rostro. Si ella había escrito la carta. Tenía que haber alguna razón detrás. Pero aquella noche iba a ser difícil que lo supiera. Los guardias rápidamente se centraron en mi madre, a la que todavía miraba con ojos de incredulidad.
-Buena gente de Beltrexus, les dejo con su traidora. Pasen una buena velada. – exclamó. La mujer se dispuso a salir por la puerta para abandonar el edificio. ¿Nadie iba a decir que se trataba de Mortagglia? Nosotros podríamos, pero no tenía ganas de causarle más problemas a mi madre de los que ya tenía. Ahora mismo, Mortagglia tenía la sartén por el mango.
No sabía que responder, qué hacer, cómo actuar. ¿Mi madre colaborando en secreto con Mortagglia? Se me respigaba la piel sólo de pensarlo. La conocía muy bien y sabía que no podía engañarme. Jules me tomó por los brazos, pero lo aparté rápidamente y me fui a los jardines, corriendo. Tenía ganas de llorar y romper con todo y es algo que no tardaría en hacer. Había sido la mayor sorpresa de mi vida.
-Que cada uno saque sus conclusiones. – resumió Jules a Níniel y Vincent, con respecto a lo sucedido. – Eh chicos, ¿no querréis dejarla así, no? – preguntó instando a estos a que la acompañaran, y se dispuso a salir para encontrarme, desconsolada en uno de los recovecos perdidos de los inmensos jardines. ¿Qué podía hacer? Nada tenía sentido para mí ahora mismo tras aquel engaño.
- Off:
- *OFF: Sorry por la extensión del hilo, pero es la clave del mismo y el giro que llevaba esperando hacer y quería expresarlo bien.
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Vincent pareció entender a la perfección lo que la peliblanca quería conseguir pidiéndole que volara en pedazos aquellas lámparas y no que se limitara a hacerlas caer desde el techo. Una lluvia de cristales tallados de pequeño tamaño siguiendo al sonido de las explosiones sería más que suficiente para sembrar el caos y el desconcierto entre los invitados, aunque lo cierto es que difícilmente resultarían heridos con algo más que algún corte leve o algún golpe un poco más aparatoso. Níniel no pudo evitar sentirse culpable por ser la instigadora de tal destrozo a pesar de pensar en algo que no causara daños a los brujos allí congregados, pero estaba claro que Pirra estaba tramando algo y necesitaban la distracción para tratar de torcer su plan, fuese el que fuese, así que se puso los zapatos y comenzó a correr sin pensar más en sus remordimientos.
En un primer momento todo pareció ir según el "plan". Vincent acertó de lleno a las lámparas, el pánico cundió entre los invitados que comenzaron a correr de un lado a otro y a tratar de salir de allí sin dudar en pasar por encima de unos guardias que no solo se veían superados en número si no que además parecían no querer usar sus armas o su magia contra los convidados de su señor, lo que los tornaba prácticamente inútiles e incapaces de contener la estampida que se había formado y que ni ellos mismo debían tener muy claro quién la había causado. Era normal, a saber si bajo alguna de aquellas máscaras se ocultaba un rico comerciante con influencias, o un miembro del consejo...Atacar a alguien así sería sinónimo de un futuro muy negro para un simple vigilante que ocupaban uno de los escalafones más bajos de la sociedad de las islas. Ni siquiera pudieron evitar que algunos invitados rompieran puertas y ventanas con sus hechizos y salieran por ellas incluso propulsandose con habilidades de viento, algo realmente impresionante y que obraba a su favor para salir allí. No obstante las cosas pronto empezaron a torcerse para el pequeño grupo de espías.
Con el caos el camino hasta las cocinas y otras zonas de servicio, por donde en principio iban a intentar salir por propuesta de Vincent, resultaron impracticables. Aquello les obligó a regresar a la pista de baile y tratar de salir por alguna de las salidas que estaban usando el resto de asustados invitados. Parecía que la suerte seguía siéndoles favorable al mezclarse con el resto de personas que trataban de huír de la fiesta, pero de alguna manera que Níniel no era capaz de explicar algunos de los guardias pudieron identificarles en mitad de aquella vorágine, llegar hasta ellos a contra corriente y darles el alto. No solo eso, incluso la familia Harrowmont al completo y acompañados por Lady Pirra estaban allí como si fueran inmunes al caos que reinaba en su salón. Caos que de algún modo la propia Lady Pirra convirtió en absoluto orden gritando unas simples palabras que difícilmente podrían haber sido oídas por la inmensa mayoría de la gente debido al ruido de los gritos de miedo y el de cristales y demás cosas rompiéndose.
Por supuesto Níniel se negó a quitarse la máscara ante los gritos insolentes de aquel guardia. De hecho estaba bastante segura de que una vez que bendijera a Vincent éste podría hacer saltar por los aires tanto a él como a sus compañeros sumiendo de nuevo el salón en el caos y permitiéndoles escapar...Pero contra todo pronóstico Huracán decidió no intentar nada por el estilo y aceptó mostrar su rostro a toda aquella gente sin intentar siquiera luchar. Momento en el que se convirtió en el centro de todas las miradas.
Parecía que el momento de revelar el contenido de aquella carta delatora había llegado mucho antes de lo esperado...Y curiosamente Pirra no hizo si no apoyar que el contenido se hiciera publico. Vincent había dado en el clavo antes. Por eso les había dejado marcharse a pesar de que resultaba evidente que sabía que la estaban mintiendo en el despacho del señor de la casa. ¿Qué estaba planeando? ¿En qué la beneficiaba la caída en desgracia de los Harrowmont?. La respuesta no se hizo esperar. Aquella carta no era un clavo de ataúd para su aliado...Lo era para los Boisson.
Si la situación no fuera tan peliaguda Níniel no hubiese podido evitar estallar en carcajadas. Aquella carta era más falsa que una moneda de seis aeros. ¿Quién iba a creerse que alguien de la categoría de Isabella pudiese escribir así de mal?. Aquella carta parecía escrita por un trasgo de las cavernas. Que diablos, ni siquiera un trasgo de las cavernas escribiría "jajajaja" en una carta, parecía un chiste y no tenía sentido alguno. Como no lo tenía que Huracán no se hubiese dado cuenta del contenido de la carta al cogerla y hubiese caído en aquella trampa. Por los dioses ¿quién escribe al final de una carta dirigida a un enemigo "Destrúyela que me incrimina"?
Aún así, y por extraño que resultara, la gente parecía habérselo creído. Todas las miradas se clavaron en Isabella menos al menos la de Níniel que miró a los ojos de los Harrowmont y de la propia Pirra para tratar de averiguar sus auténticos sentimientos, viendo en en ellos una diversión y una satisfacción de una crueldad tal que a la elfa le dió asco. Y más aún cuando un supuesto alquimista refutado de las islas, sin duda de la peor calaña pues no figuraba en la extensa lista de amigos de su maestro Otrore, se ofreció a demostrar la veracidad o falsedad de la carta usando la alquimia de un modo que Níniel no sabía que fuese posible. ¿En serio?. ¿Un alquimista llevaba a una fiesta una poción que resultaba ideal para la situación que se había dado y a nadie le resultaba sospechoso?. Era obvio que estaba compinchado con los enemigos de los Boisson...Y tal y como sospechaba la peliblanca el resultado inculpaba a Isabella...¿Cómo no?. Aquello ya parecía una tragicomedia pero por desgracia cualquier ventana para actuar que hubiesen tenido ya se había cerrado. Pirra tenía a los invitados de su parte y cualquier lucha era ya imposible a aquellas alturas...Se había acabado, estaban bien jodidos.
En ese momento Isabella hizo lo único que podía hacer, admitió toda la culpa y eximió de ella a su hija y a todos ellos. Un sacrificio tremendamente noble que no importó a aquellos malignos seres en lo más mínimo. Habían conseguido a todas luces lo que querían e incluso más, podían permitirse ser magnánimos en su gran victoria...No obstante Níniel no se sintió agradecida, aquello era una humillación más y esperaba poder hacer que se arrepintieran de ello.
-Claro que no, vamos contigo.- Respondió a las palabras de Jules y yendo tras él y tras Huracán, encontrándola al cabo de unos minutos en los jardines, tratando de ocultarse en un recoveco del lugar aunque sus sollozos delataron su posición cuando pasaron cerca de allí. Estaba llorando, desconsolada.
-Nos han dado una paliza...Hemos quedado como imbéciles- Fue lo primero que dijo nada más llegar, retirándose la máscara del todo por primera vez aquella noche y tomando una larga bocanada de aire fresco. -¿No te habrás creído toda esa farsa no?. Isabella es...Bueno, Isabella. Da casi tanto respeto y mal rollo como tu abuela pero no haría algo así. Ese alquimista está compinchado con Pirra y los Harrowmont, nadie lleva una poción con un uso tan concreto a una fiesta salvo que sepa que va a ser necesario. Esa carta no la escribió ella, han usado algún engaño estoy segura de ello. Tu madre no te vendería a tu abuela. Incluso de hacerlo ha tenido decenas de ocasiones mejores y que la hubiesen expuesto mucho menos. Se ha sacrificado para salvarnos...Nos ha dado otra oportunidad aceptando la culpa. No podemos volver a fallar- Dijo sentándose a su lado con su melodiosa voz sonando de forma más que determinada. -Tenemos que contraatacar...Y ese alquimista creo que es la clave. El momento más vulnerable de un enemigo llega cuando creé que ha ganado...¿Qué dices, les arrebatamos la victoria de las manos?.-
En un primer momento todo pareció ir según el "plan". Vincent acertó de lleno a las lámparas, el pánico cundió entre los invitados que comenzaron a correr de un lado a otro y a tratar de salir de allí sin dudar en pasar por encima de unos guardias que no solo se veían superados en número si no que además parecían no querer usar sus armas o su magia contra los convidados de su señor, lo que los tornaba prácticamente inútiles e incapaces de contener la estampida que se había formado y que ni ellos mismo debían tener muy claro quién la había causado. Era normal, a saber si bajo alguna de aquellas máscaras se ocultaba un rico comerciante con influencias, o un miembro del consejo...Atacar a alguien así sería sinónimo de un futuro muy negro para un simple vigilante que ocupaban uno de los escalafones más bajos de la sociedad de las islas. Ni siquiera pudieron evitar que algunos invitados rompieran puertas y ventanas con sus hechizos y salieran por ellas incluso propulsandose con habilidades de viento, algo realmente impresionante y que obraba a su favor para salir allí. No obstante las cosas pronto empezaron a torcerse para el pequeño grupo de espías.
Con el caos el camino hasta las cocinas y otras zonas de servicio, por donde en principio iban a intentar salir por propuesta de Vincent, resultaron impracticables. Aquello les obligó a regresar a la pista de baile y tratar de salir por alguna de las salidas que estaban usando el resto de asustados invitados. Parecía que la suerte seguía siéndoles favorable al mezclarse con el resto de personas que trataban de huír de la fiesta, pero de alguna manera que Níniel no era capaz de explicar algunos de los guardias pudieron identificarles en mitad de aquella vorágine, llegar hasta ellos a contra corriente y darles el alto. No solo eso, incluso la familia Harrowmont al completo y acompañados por Lady Pirra estaban allí como si fueran inmunes al caos que reinaba en su salón. Caos que de algún modo la propia Lady Pirra convirtió en absoluto orden gritando unas simples palabras que difícilmente podrían haber sido oídas por la inmensa mayoría de la gente debido al ruido de los gritos de miedo y el de cristales y demás cosas rompiéndose.
Por supuesto Níniel se negó a quitarse la máscara ante los gritos insolentes de aquel guardia. De hecho estaba bastante segura de que una vez que bendijera a Vincent éste podría hacer saltar por los aires tanto a él como a sus compañeros sumiendo de nuevo el salón en el caos y permitiéndoles escapar...Pero contra todo pronóstico Huracán decidió no intentar nada por el estilo y aceptó mostrar su rostro a toda aquella gente sin intentar siquiera luchar. Momento en el que se convirtió en el centro de todas las miradas.
Parecía que el momento de revelar el contenido de aquella carta delatora había llegado mucho antes de lo esperado...Y curiosamente Pirra no hizo si no apoyar que el contenido se hiciera publico. Vincent había dado en el clavo antes. Por eso les había dejado marcharse a pesar de que resultaba evidente que sabía que la estaban mintiendo en el despacho del señor de la casa. ¿Qué estaba planeando? ¿En qué la beneficiaba la caída en desgracia de los Harrowmont?. La respuesta no se hizo esperar. Aquella carta no era un clavo de ataúd para su aliado...Lo era para los Boisson.
Si la situación no fuera tan peliaguda Níniel no hubiese podido evitar estallar en carcajadas. Aquella carta era más falsa que una moneda de seis aeros. ¿Quién iba a creerse que alguien de la categoría de Isabella pudiese escribir así de mal?. Aquella carta parecía escrita por un trasgo de las cavernas. Que diablos, ni siquiera un trasgo de las cavernas escribiría "jajajaja" en una carta, parecía un chiste y no tenía sentido alguno. Como no lo tenía que Huracán no se hubiese dado cuenta del contenido de la carta al cogerla y hubiese caído en aquella trampa. Por los dioses ¿quién escribe al final de una carta dirigida a un enemigo "Destrúyela que me incrimina"?
Aún así, y por extraño que resultara, la gente parecía habérselo creído. Todas las miradas se clavaron en Isabella menos al menos la de Níniel que miró a los ojos de los Harrowmont y de la propia Pirra para tratar de averiguar sus auténticos sentimientos, viendo en en ellos una diversión y una satisfacción de una crueldad tal que a la elfa le dió asco. Y más aún cuando un supuesto alquimista refutado de las islas, sin duda de la peor calaña pues no figuraba en la extensa lista de amigos de su maestro Otrore, se ofreció a demostrar la veracidad o falsedad de la carta usando la alquimia de un modo que Níniel no sabía que fuese posible. ¿En serio?. ¿Un alquimista llevaba a una fiesta una poción que resultaba ideal para la situación que se había dado y a nadie le resultaba sospechoso?. Era obvio que estaba compinchado con los enemigos de los Boisson...Y tal y como sospechaba la peliblanca el resultado inculpaba a Isabella...¿Cómo no?. Aquello ya parecía una tragicomedia pero por desgracia cualquier ventana para actuar que hubiesen tenido ya se había cerrado. Pirra tenía a los invitados de su parte y cualquier lucha era ya imposible a aquellas alturas...Se había acabado, estaban bien jodidos.
En ese momento Isabella hizo lo único que podía hacer, admitió toda la culpa y eximió de ella a su hija y a todos ellos. Un sacrificio tremendamente noble que no importó a aquellos malignos seres en lo más mínimo. Habían conseguido a todas luces lo que querían e incluso más, podían permitirse ser magnánimos en su gran victoria...No obstante Níniel no se sintió agradecida, aquello era una humillación más y esperaba poder hacer que se arrepintieran de ello.
-Claro que no, vamos contigo.- Respondió a las palabras de Jules y yendo tras él y tras Huracán, encontrándola al cabo de unos minutos en los jardines, tratando de ocultarse en un recoveco del lugar aunque sus sollozos delataron su posición cuando pasaron cerca de allí. Estaba llorando, desconsolada.
-Nos han dado una paliza...Hemos quedado como imbéciles- Fue lo primero que dijo nada más llegar, retirándose la máscara del todo por primera vez aquella noche y tomando una larga bocanada de aire fresco. -¿No te habrás creído toda esa farsa no?. Isabella es...Bueno, Isabella. Da casi tanto respeto y mal rollo como tu abuela pero no haría algo así. Ese alquimista está compinchado con Pirra y los Harrowmont, nadie lleva una poción con un uso tan concreto a una fiesta salvo que sepa que va a ser necesario. Esa carta no la escribió ella, han usado algún engaño estoy segura de ello. Tu madre no te vendería a tu abuela. Incluso de hacerlo ha tenido decenas de ocasiones mejores y que la hubiesen expuesto mucho menos. Se ha sacrificado para salvarnos...Nos ha dado otra oportunidad aceptando la culpa. No podemos volver a fallar- Dijo sentándose a su lado con su melodiosa voz sonando de forma más que determinada. -Tenemos que contraatacar...Y ese alquimista creo que es la clave. El momento más vulnerable de un enemigo llega cuando creé que ha ganado...¿Qué dices, les arrebatamos la victoria de las manos?.-
Níniel Thenidiel
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Vincent no las tenía todas consigo, con el plan que había iniciado instantes antes, al destruir las lámparas en cientos de cristales. Era arriesgado conseguir salir de allí por la zona de servicios, incluso con la distracción de las personas alborotadas en la fiesta. Intuía que, pese a la idea de las lámparas, tendría que luchar contra la guardia que allí hubiera para escapar. ¿Pero qué podía hacer? ¿Volver a la fiesta como si tal cosa, y sentarse a esperar que todo transcurriera con normalidad?
Eso era imposible dadas las circunstancias. No desde que Pirra los dejara salir como si tal cosa de la habitación. Algo no iba bien, y era mejor que salieran de allí cuanto antes. Pensamiento que también había tenido Níniel, pues de otro modo no le habría sugerido que rompiera los candelabros del techo.
No obstante, pronto se torció el plan, cuando no pudieran avanzar hacia las cocinas y zona de servicio. La vigilancia allí era tremendamente alta, así que no había hecho mal al pensar que tendrían una fuerte resistencia para poder salir de la hacienda por allí. Pero claro, en su mente la guardia que allí habría no era comparable a la que realmente había. No podían luchar contra tantos, menos aún con esos trajes, sobre todo el de las féminas, que les impedían moverse con ligereza.
Tendrían que optar por otro camino para salir, por lo cual no les quedó más remedio que volver a la zona de la fiesta.
Ello no le hacía gracia, pues era una complicación que se salía de la idea trazada en su mente. Y ese tipo de problemas podían desembocar en más problemas. Ya que no era extraño, que cuando algo se torcía, siguiera torciéndose de forma irremediable.
Aunque no era un novato. Sabía que los planes iniciales en contadas ocasiones salían a la perfección. Siempre había que estar preparado para cuando no salían bien, y tener talento para la improvisación. Sin embargo, no era algo que le gustara y esperaba solo preocuparse en vano por ello.
No obstante, desear algo así fue demasiado bonito. Un guardia les dio el alto en mitad de toda la muchedumbre, y por unos instantes pensó que toda la fortuna que habían tenido hasta llegar a la carta, había desaparecido después de tomarla. O más bien, después de su posterior encuentro con Pirra.
Y como si pensar en su nombre la hiciera aparecer, la susodicha no tardó en acercarse hasta ellos, de una forma tranquila y sosegada, que no hacía más que hacerlo sospechar aún más que antes.
Esto hizo al rubio cambiar de parecer respecto al guardia y la mala suerte que habían tenido. Ya no creía que fuera algo fortuito, sino que los soldados de Harrowmont debían tener órdenes precisas de detener a personas con su indumentaria.
El paripé con el contenido de la carta, el alquimista, y todo lo que siguió, le confirmaron sus sospechas.
Lady Pirra había sido inteligente. Una vez que habían salido de esa habitación con la carta falsa, solo tenía que esperar que se sentaran en su mesa, para luego abordarlos con Lord Harrowmont y su guardia. Y el final sería el mismo que tenían ante sus ojos, Isabella arrestada.
Y si el cuarteto sospechaba la posible trampa de Pirra. E intentaban algo para escapar, como así habían hecho, solo tenía que guardar bien las salidas con los soldados de la casa, y darles órdenes de detener a las personas que llevaran sus ropas.
Vincent suspiró resignado. Quizás debieron haber luchado contra la guardia de la zona de servicios. Al menos allí, no había invitados por los que preocuparse en el combate. O tal vez debieron leer mejor la carta y quemarla, antes de que intentar escapar.
En cualquier caso, el daño estaba hecho. Y ahora mismo, simplemente podía maldecirse por no haber estado más avispado con anterioridad. Debía haber sospechado, que todo iba demasiado bien. De aquel guardia, que había sido tan preciso al decirles donde estaba la carta. Seguro que eso también había sido cosa de Pirra, y tenía la sensación, de que solamente los guardias de la puerta no sabían de las directrices de la mujer. Un poco de resistencia para que no sospecharan de la trampa.
Vincent se acercó a donde ya había ido Jules y Níniel, y se quedó callado. Pensativo. Imaginando una manera de solucionar este embrollo de una forma satisfactoria para ellos.
- No siempre podemos ganar-, contestó a la sacerdotisa, para intentar quitar esa sensación de derrota en el ambiente. - No al menos todas las batallas. Pero revertiremos esta situación, y conseguiremos limpiar el nombre de tu madre, Huracán. Tu madre ha cargado con la culpa para librarnos a nosotros. No solo como acto generoso, sino también para darnos la oportunidad de seguir luchando-, siguió diciendo.
- Sí, así es-, comentó una voz femenina a su espalda, acercándose hasta ellos. - Isabella ha aceptado la culpa, porque ahora no podemos luchar. No delante de todos, con desventaja-. En cuando la mujer estuvo al lado del rubio, se dirigió hacia él en particular. - ¿Estás bien hijo?
- No mucho. No me gusta perder. Menos en algo tan importante-, se sinceró. - Pero me repondré. Pirra no se saldrá con la suya. La idea de Níniel es buena. Investigar al alquimista. Creo que es un buen hilo del que tirar, y ver que podemos sacar-, contestó.
- Bien pensado. Es evidente de que estaba metido en todo este asunto, o de otro modo no hubiera tenido una poción tan adecuada-, se mostró de acuerdo. - Tener algo tan extraño, y para más señas en una fiesta a la que ha venido a divertirse-. Yenn apoyó la barbilla sobre su mano, que a su vez apoyaba sobre su otro brazo. - Sospechoso, sin duda-, comentó finalmente, aunque después, deshizo su postura pensativa y se acercó hasta Huracán. - Lo siento pequeña. Haremos todo lo posible para sacar a tu madre de todo eso-, dijo afectiva, tocando el hombro de la cazadora. - Mi hijo es bueno resolviendo papeletas. Y más le valía aprender a ello, con una madre como la que le ha tocado-, bromeó con voz cálida, para intentar levantar el ánimo de Huri.
- No te quepa ninguna duda-, ironizó ante el comentario de su madre. - Además, es personal. Ha hecho daño a buenas personas, y me aseguraré de que lo pague. Entre todos lo conseguiremos-, se mostró seguro de ello.
Eso era imposible dadas las circunstancias. No desde que Pirra los dejara salir como si tal cosa de la habitación. Algo no iba bien, y era mejor que salieran de allí cuanto antes. Pensamiento que también había tenido Níniel, pues de otro modo no le habría sugerido que rompiera los candelabros del techo.
No obstante, pronto se torció el plan, cuando no pudieran avanzar hacia las cocinas y zona de servicio. La vigilancia allí era tremendamente alta, así que no había hecho mal al pensar que tendrían una fuerte resistencia para poder salir de la hacienda por allí. Pero claro, en su mente la guardia que allí habría no era comparable a la que realmente había. No podían luchar contra tantos, menos aún con esos trajes, sobre todo el de las féminas, que les impedían moverse con ligereza.
Tendrían que optar por otro camino para salir, por lo cual no les quedó más remedio que volver a la zona de la fiesta.
Ello no le hacía gracia, pues era una complicación que se salía de la idea trazada en su mente. Y ese tipo de problemas podían desembocar en más problemas. Ya que no era extraño, que cuando algo se torcía, siguiera torciéndose de forma irremediable.
Aunque no era un novato. Sabía que los planes iniciales en contadas ocasiones salían a la perfección. Siempre había que estar preparado para cuando no salían bien, y tener talento para la improvisación. Sin embargo, no era algo que le gustara y esperaba solo preocuparse en vano por ello.
No obstante, desear algo así fue demasiado bonito. Un guardia les dio el alto en mitad de toda la muchedumbre, y por unos instantes pensó que toda la fortuna que habían tenido hasta llegar a la carta, había desaparecido después de tomarla. O más bien, después de su posterior encuentro con Pirra.
Y como si pensar en su nombre la hiciera aparecer, la susodicha no tardó en acercarse hasta ellos, de una forma tranquila y sosegada, que no hacía más que hacerlo sospechar aún más que antes.
Esto hizo al rubio cambiar de parecer respecto al guardia y la mala suerte que habían tenido. Ya no creía que fuera algo fortuito, sino que los soldados de Harrowmont debían tener órdenes precisas de detener a personas con su indumentaria.
El paripé con el contenido de la carta, el alquimista, y todo lo que siguió, le confirmaron sus sospechas.
Lady Pirra había sido inteligente. Una vez que habían salido de esa habitación con la carta falsa, solo tenía que esperar que se sentaran en su mesa, para luego abordarlos con Lord Harrowmont y su guardia. Y el final sería el mismo que tenían ante sus ojos, Isabella arrestada.
Y si el cuarteto sospechaba la posible trampa de Pirra. E intentaban algo para escapar, como así habían hecho, solo tenía que guardar bien las salidas con los soldados de la casa, y darles órdenes de detener a las personas que llevaran sus ropas.
Vincent suspiró resignado. Quizás debieron haber luchado contra la guardia de la zona de servicios. Al menos allí, no había invitados por los que preocuparse en el combate. O tal vez debieron leer mejor la carta y quemarla, antes de que intentar escapar.
En cualquier caso, el daño estaba hecho. Y ahora mismo, simplemente podía maldecirse por no haber estado más avispado con anterioridad. Debía haber sospechado, que todo iba demasiado bien. De aquel guardia, que había sido tan preciso al decirles donde estaba la carta. Seguro que eso también había sido cosa de Pirra, y tenía la sensación, de que solamente los guardias de la puerta no sabían de las directrices de la mujer. Un poco de resistencia para que no sospecharan de la trampa.
Vincent se acercó a donde ya había ido Jules y Níniel, y se quedó callado. Pensativo. Imaginando una manera de solucionar este embrollo de una forma satisfactoria para ellos.
- No siempre podemos ganar-, contestó a la sacerdotisa, para intentar quitar esa sensación de derrota en el ambiente. - No al menos todas las batallas. Pero revertiremos esta situación, y conseguiremos limpiar el nombre de tu madre, Huracán. Tu madre ha cargado con la culpa para librarnos a nosotros. No solo como acto generoso, sino también para darnos la oportunidad de seguir luchando-, siguió diciendo.
- Sí, así es-, comentó una voz femenina a su espalda, acercándose hasta ellos. - Isabella ha aceptado la culpa, porque ahora no podemos luchar. No delante de todos, con desventaja-. En cuando la mujer estuvo al lado del rubio, se dirigió hacia él en particular. - ¿Estás bien hijo?
- No mucho. No me gusta perder. Menos en algo tan importante-, se sinceró. - Pero me repondré. Pirra no se saldrá con la suya. La idea de Níniel es buena. Investigar al alquimista. Creo que es un buen hilo del que tirar, y ver que podemos sacar-, contestó.
- Bien pensado. Es evidente de que estaba metido en todo este asunto, o de otro modo no hubiera tenido una poción tan adecuada-, se mostró de acuerdo. - Tener algo tan extraño, y para más señas en una fiesta a la que ha venido a divertirse-. Yenn apoyó la barbilla sobre su mano, que a su vez apoyaba sobre su otro brazo. - Sospechoso, sin duda-, comentó finalmente, aunque después, deshizo su postura pensativa y se acercó hasta Huracán. - Lo siento pequeña. Haremos todo lo posible para sacar a tu madre de todo eso-, dijo afectiva, tocando el hombro de la cazadora. - Mi hijo es bueno resolviendo papeletas. Y más le valía aprender a ello, con una madre como la que le ha tocado-, bromeó con voz cálida, para intentar levantar el ánimo de Huri.
- No te quepa ninguna duda-, ironizó ante el comentario de su madre. - Además, es personal. Ha hecho daño a buenas personas, y me aseguraré de que lo pague. Entre todos lo conseguiremos-, se mostró seguro de ello.
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
La rabia y el odio me comían por dentro en aquellos enormes y verdes jardines de la mansión en la profundidad de la noche. Sacaba la frustración pegando puñetazos al banco de madera en el que me había sentado, haciéndome yo más daño que al propio utensilio.
Por fortuna para mi espíritu, no tardaron en aparecer Jules, Níniel y Vincent. Entre los tres consiguieron calmarme y animarme un poco. Aunque mis lágrimas eran más frusto del hastío y la injusticia. Comenzaba a estar cansada de tener que remar contra viento y marea. Día tras día. Suponía que el día que Lady Mortagglia , o Pirra, dejase de existir, comenzaría a tener una vida más tranquila.
-Estoy cansada, Níniel. Por supuesto que sé que mi madre es inocente, pero me parece muy injusto todo lo que ha sucedido. – le comenté en respuesta a su primer comentario, la elfa dejó entonces ver su bello rostro impoluto tras su blanquecina piel.
En lo que respecta a aquella noche, todos mis amigos se volcaron conmigo, a darme ánimos y tuvieron dulces palabras para mí. Incluso Lady Yennefer, a la que agradecí su gesto y su confianza en mi madre. Ella no podía ser la responsable de dichar carta, y aquello lo sabíamos cualquiera que la conociéramos. Apuntaban al alquimista como principal responsable y compinche de Pirra y Harrowmont.
-¡Claro! ¿Cómo no se me había ocurrido? – exclamé cuando salí de mi idiotez y vi la lógica en aquel razonamiento. ¿Quién es capaz de llevar una opción de un uso muy específico a una fiesta? Pues solamente alguien que tiene previsto darle uso. Todo aquello parecía un complot para alejar a mi familia de los puestos de poder del gremio. Bajo el liderazgo de Harrowmont, Mortagglia seguramente tuviese mucho más sencillo realizar sus fechorías. – Tenemos que encontrar al alquimista. – insté decidida, todavía sentada en el banco. Todos parecíamos dispuestos a darle la vuelta a la situación.
Sin embargo, una nueva mujer apareció. Sin máscara. Una que había visto en el baile aunque a la que no di demasiada importancia. Vino sin su máscara habitual y se acercaba a dónde estábamos nosotros. Era un rostro amigo y conocido para todos los presentes. Ya nos había ayudado en más de una ocasión en nuestros asuntos por las islas, y la persona de mayor confianza de mi madre junto al maestro Dorian.
-Igraine, ¿qué haces aquí? – le pregunté a la veterana espía dragona. – No sabía que tuvieses una invitación para entrar a la fiesta.
-No la tendría si no fuera la jefa de espías del gremio. – comentó con una sonrisa, sentándose también a mi lado en el banco. Tomó mi cabeza y me dio un beso en ésta a la vez que me abrazaba. No era un secreto que era mucho más cariñosa que mi madre. – ¿Cómo estáis, chicos? – preguntó en general. - Contemplé la escena entre la multitud y me llevé también una sorpresa.
-No muy bien, Igraine. – contesté – Nos han dado un buen golpe. Pero creemos que el alquimista está compinchado con Mortagglia. Así que ahora iremos a interrogarle. – le expliqué.
La dragona puso una mueca de desacuerdo ante tal propuesta. No parecía muy convencida de apoyar nuestro plan.
-Escuchadme antes de seguir tomando decisiones precipitadas. – pidió tranquilidad la dragona, no sólo a mí, sino a todos. – Esa carta tan mal escrita en realidad da más información de la que aparenta a los que sabemos más cosas. Como tu madre o yo. – comenzó explicando. - En realidad, no creo que el señor Winkelholm sea el culpable directo. Es un hombre maniático que siempre se lleva sus pociones a cualquier sitio. De hecho, el rostro de Harrowmont me hace pensar que ni siquiera él esté compinchado con Mortagglia. Por el contrario a lo que habíamos pensado todos en principio, yo incluida. – comenzó a explicar la dragona. – Su mujer está en paradero desconocido y es posible que la Dama lo esté chantajeando a comportarse así.
-Eso es imposible. – repliqué, alejándome un poco en el banco, mirándola con los ojos como platos. - ¿Tu teoría es que Harrowmont está actuando bajo la amenaza a su mujer? – pregunté.
-Sólo es una hipótesis. Pero es lo que he pensado cuando Pirra leyó la carta.
-Pero la carta no aporta nada para llegar a esa conclusión. – me crucé de brazos.
-Más de lo que crees. La carta está escrita por la misma persona que la firmó.
-¡¿Qué?! ¿Estás diciendo que mi madre escribió esa carta? - La dragona rió. Por lo visto, era ahí donde estaba el quid de la cuestión.
-Sabes que tu madre es misteriosa y reservada, Huracán. Y hay muchas cosas que nunca ha contado a nadie. – explicó con cierta intriga antes de dar la explicación. – Mortagglia tuvo dos hijas: Isabella y Belladonna. A la primera la conoces de sobra. Su hermana pequeña, por el contrario, nunca fue muy normal. Era una bruja aún más poderosa que Isabella. Nunca salió de casa y que desde niña siempre tuvo cierto afecto por la muerte en general. Ante su comportamiento, la propia Mortagglia, de aquella la cazadora Anastasia, la encerró en la mansión Boisson. Belladonna fue perdiendo la cordura poco a poco, y ésta perdió definitivamente la cabeza cuando la Dama vendió a su gremio, volviéndose una neurótica todavía más sádica y cruel que la Dama. Huyó de la mansión para irse con ella.– relató. – Se suponía que Isabella y Dorian la habían matado poco después de que tú nacieras tras una carnicería realizada por la propia Bella y hasta hoy no se ha sabido nada de ella. – explicó - Mortagglia ha quemado su mejor virote revelando que sigue con vida.
Aquello explicaba la última parte de la conversación entre Pirra e Isabella, en la que mi madre dijo que “había una explicación detrás de todo esto que nadie sabía”, y que ni ella misma conocía hasta en el momento en que Mortagglia leyó al carta. En el momento en el que asumió su culpa.
-De todas formas, la noticia de la existencia de Belladonna Boisson no es algo que convenga que sea público. Tu apellido ya tiene bastante mala fama gracias a Mortagglia. – continuó. – De momento tenemos que encontrar la manera de exculpar a Isabella y luego ya veremos. ¿Algún truco? ¿Magia? – preguntó mirando a Níniel, Vincent o Yennefer.
Particularmente, no sabía muy bien qué pensar de todo aquello. ¿Qué sentido tenía que mi madre me hubiese ocultado que en su día tuve una tía? Aquello tendría que preguntárselo a ella misma en persona. Pero primero tendríamos que liberarla. No había pasado mucho tiempo. Con fortuna, todavía seguiría en la mansión antes de la llegada de los guardias. Teníamos tiempo para liberarla.
*Off: Con esto ya concluyo las nociones de historia xD. Sorry si he metido algún gazapo en la explicación o hay alguna laguna >.<, me gustan los giros de guión más que las cosas lineales y quería introducir al personaje de Belladonna. Os dejo planear el rescate. Tenéis permiso para mover a Huri y Jules a lo que decidáis ^^.
Por fortuna para mi espíritu, no tardaron en aparecer Jules, Níniel y Vincent. Entre los tres consiguieron calmarme y animarme un poco. Aunque mis lágrimas eran más frusto del hastío y la injusticia. Comenzaba a estar cansada de tener que remar contra viento y marea. Día tras día. Suponía que el día que Lady Mortagglia , o Pirra, dejase de existir, comenzaría a tener una vida más tranquila.
-Estoy cansada, Níniel. Por supuesto que sé que mi madre es inocente, pero me parece muy injusto todo lo que ha sucedido. – le comenté en respuesta a su primer comentario, la elfa dejó entonces ver su bello rostro impoluto tras su blanquecina piel.
En lo que respecta a aquella noche, todos mis amigos se volcaron conmigo, a darme ánimos y tuvieron dulces palabras para mí. Incluso Lady Yennefer, a la que agradecí su gesto y su confianza en mi madre. Ella no podía ser la responsable de dichar carta, y aquello lo sabíamos cualquiera que la conociéramos. Apuntaban al alquimista como principal responsable y compinche de Pirra y Harrowmont.
-¡Claro! ¿Cómo no se me había ocurrido? – exclamé cuando salí de mi idiotez y vi la lógica en aquel razonamiento. ¿Quién es capaz de llevar una opción de un uso muy específico a una fiesta? Pues solamente alguien que tiene previsto darle uso. Todo aquello parecía un complot para alejar a mi familia de los puestos de poder del gremio. Bajo el liderazgo de Harrowmont, Mortagglia seguramente tuviese mucho más sencillo realizar sus fechorías. – Tenemos que encontrar al alquimista. – insté decidida, todavía sentada en el banco. Todos parecíamos dispuestos a darle la vuelta a la situación.
Sin embargo, una nueva mujer apareció. Sin máscara. Una que había visto en el baile aunque a la que no di demasiada importancia. Vino sin su máscara habitual y se acercaba a dónde estábamos nosotros. Era un rostro amigo y conocido para todos los presentes. Ya nos había ayudado en más de una ocasión en nuestros asuntos por las islas, y la persona de mayor confianza de mi madre junto al maestro Dorian.
-Igraine, ¿qué haces aquí? – le pregunté a la veterana espía dragona. – No sabía que tuvieses una invitación para entrar a la fiesta.
-No la tendría si no fuera la jefa de espías del gremio. – comentó con una sonrisa, sentándose también a mi lado en el banco. Tomó mi cabeza y me dio un beso en ésta a la vez que me abrazaba. No era un secreto que era mucho más cariñosa que mi madre. – ¿Cómo estáis, chicos? – preguntó en general. - Contemplé la escena entre la multitud y me llevé también una sorpresa.
-No muy bien, Igraine. – contesté – Nos han dado un buen golpe. Pero creemos que el alquimista está compinchado con Mortagglia. Así que ahora iremos a interrogarle. – le expliqué.
La dragona puso una mueca de desacuerdo ante tal propuesta. No parecía muy convencida de apoyar nuestro plan.
-Escuchadme antes de seguir tomando decisiones precipitadas. – pidió tranquilidad la dragona, no sólo a mí, sino a todos. – Esa carta tan mal escrita en realidad da más información de la que aparenta a los que sabemos más cosas. Como tu madre o yo. – comenzó explicando. - En realidad, no creo que el señor Winkelholm sea el culpable directo. Es un hombre maniático que siempre se lleva sus pociones a cualquier sitio. De hecho, el rostro de Harrowmont me hace pensar que ni siquiera él esté compinchado con Mortagglia. Por el contrario a lo que habíamos pensado todos en principio, yo incluida. – comenzó a explicar la dragona. – Su mujer está en paradero desconocido y es posible que la Dama lo esté chantajeando a comportarse así.
-Eso es imposible. – repliqué, alejándome un poco en el banco, mirándola con los ojos como platos. - ¿Tu teoría es que Harrowmont está actuando bajo la amenaza a su mujer? – pregunté.
-Sólo es una hipótesis. Pero es lo que he pensado cuando Pirra leyó la carta.
-Pero la carta no aporta nada para llegar a esa conclusión. – me crucé de brazos.
-Más de lo que crees. La carta está escrita por la misma persona que la firmó.
-¡¿Qué?! ¿Estás diciendo que mi madre escribió esa carta? - La dragona rió. Por lo visto, era ahí donde estaba el quid de la cuestión.
-Sabes que tu madre es misteriosa y reservada, Huracán. Y hay muchas cosas que nunca ha contado a nadie. – explicó con cierta intriga antes de dar la explicación. – Mortagglia tuvo dos hijas: Isabella y Belladonna. A la primera la conoces de sobra. Su hermana pequeña, por el contrario, nunca fue muy normal. Era una bruja aún más poderosa que Isabella. Nunca salió de casa y que desde niña siempre tuvo cierto afecto por la muerte en general. Ante su comportamiento, la propia Mortagglia, de aquella la cazadora Anastasia, la encerró en la mansión Boisson. Belladonna fue perdiendo la cordura poco a poco, y ésta perdió definitivamente la cabeza cuando la Dama vendió a su gremio, volviéndose una neurótica todavía más sádica y cruel que la Dama. Huyó de la mansión para irse con ella.– relató. – Se suponía que Isabella y Dorian la habían matado poco después de que tú nacieras tras una carnicería realizada por la propia Bella y hasta hoy no se ha sabido nada de ella. – explicó - Mortagglia ha quemado su mejor virote revelando que sigue con vida.
Aquello explicaba la última parte de la conversación entre Pirra e Isabella, en la que mi madre dijo que “había una explicación detrás de todo esto que nadie sabía”, y que ni ella misma conocía hasta en el momento en que Mortagglia leyó al carta. En el momento en el que asumió su culpa.
-De todas formas, la noticia de la existencia de Belladonna Boisson no es algo que convenga que sea público. Tu apellido ya tiene bastante mala fama gracias a Mortagglia. – continuó. – De momento tenemos que encontrar la manera de exculpar a Isabella y luego ya veremos. ¿Algún truco? ¿Magia? – preguntó mirando a Níniel, Vincent o Yennefer.
Particularmente, no sabía muy bien qué pensar de todo aquello. ¿Qué sentido tenía que mi madre me hubiese ocultado que en su día tuve una tía? Aquello tendría que preguntárselo a ella misma en persona. Pero primero tendríamos que liberarla. No había pasado mucho tiempo. Con fortuna, todavía seguiría en la mansión antes de la llegada de los guardias. Teníamos tiempo para liberarla.
*Off: Con esto ya concluyo las nociones de historia xD. Sorry si he metido algún gazapo en la explicación o hay alguna laguna >.<, me gustan los giros de guión más que las cosas lineales y quería introducir al personaje de Belladonna. Os dejo planear el rescate. Tenéis permiso para mover a Huri y Jules a lo que decidáis ^^.
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Al exponer su teoría sobre lo sospechoso que resultaba que un alquimista llevara una poción de uso concreto a un baile y que justo se diera la ocasión ideal para usarla, sus compañeros, incluida una Huracán algo más recuperada del varapalo sufrido, estuvieron de acuerdo en que era un buen punto de inicio para comenzar a desenmarañar aquel engaño que había acabado con ellos humillados y con Isabella en manos de los Harrowmont. Claro que hacerlo no iba a ser tan sencillo como decirlo. De hecho resultaría muy difícil arrinconar al alquimista mientras permaneciera en la fiesta vigilado por los Harrowmont y sus hombres que sin duda iban a estar encima del grupo de amigos a partir de ese momento, aunque con un poco de suerte todo el caos causado hubiese puesto punto final a la fiesta y no tuvieran que esperar mucho para poder mantener una "agradable conversación" con él mientras se dirigía a su casa.
-Ya nos conocen así que tratar de hacerlo aquí es inútil, deberíamos ir a ver si descubrimos cuál es su carruaje. Quizá si preguntamos a los conductores y una de nosotros afirma ser la conquista de la noche de ese tipo...- Tarea que por supuesto recaería en Huracán por mucho que no implicara tener que aceptar ni el más leve de los roces.
No obstante la sorpresiva llegada de Igraine iba a hacer que aquella velada diera otro giro inesperado. La dragona no solo desaprobó sus ideas y planes que tanta lógica y sentido tenían y a las que se habían aferrado como un clavo ardiente para no caer en el desánimo. También compartió con el grupo una información que cambiaba absolutamente el modo de cualquiera de los allí presentes de entender lo que acababa de suceder e incluso en cierto modo la forma de ver a la familia Boisson.
Isabella tenía una hermana poderosa, fascinada por la muerte y medio loca y la mantuvieron encerrada hasta que por la traición de la abuela terminó de desquiciarse y se fue con ella, dejando sin duda un reguero de cadáveres a su paso y siendo necesario que la propia Isabella acabara con su vida, aunque fuera su hermana. Isabella no la mató, aunque parecía creer que sí y esa perturbada seguía viva y escribiendo cartas psicóticas a lord Harrowmont para garantizar su colaboración bajo la amenaza de matar a su esposa...
-Osea que los malos no son los malos y realmente incluso el alquimista ha sido un peón de Mortagglia quien se aprovechó para su plan del hecho de saber que ese hombre fuese un bicho raro y siempre lleva pociones de ese tipo encima. Como se aprovechó de nosotros, seguramente sabiendo nuestras intenciones desde antes de que pusiéramos un pie en esta mansión...- La peliblanca no pudo reprimir un suspiro de frustración aunque enseguida retomó la palabra y esta vez lo hizo con un tono que denotaba cierto enfado a pesar de como siempre su voz no perdía su tono melodioso.
-Realmente esto es culpa vuestra. Igraine, Isabella y vuestro gremio de cazadores que se asemeja más a un nido de víboras que a un gremio. Vuestros secretitos casi nos cuestan una desgracia durante el asalto vampiro a la costa. Vuestros secretitos han hecho que Mortagglia pudiera usarnos como peones por no ser capaces ni siquiera de reconocer que Isabella no firma como Bella. De hecho que esa hermana en sí misma fuera un secreto y que haya que defender el honor de una familia que carece de él es lo que nos tiene contra la espada y la pared.- Hizo una leve pausa para mirar a Huracán. -Lo siento pero tu familia se ve en esta situación por sus propias acciones y yo diría que casi hasta se merece acabar así...Estoy harta de actuar a ciegas y que tras librarme por los pelos de casi morir o algo peor venga alguien a decirme que de haber sabido todo lo que tenía que saber todo hubiese sido mucho más fácil.- Terminó de soltar volviendo a guardar un instante de silencio para serenarse tras soltarlo todo con sinceridad, incapaz de callárselo más tiempo.
-¿De qué sirve una maestra de espías que no informa a sus activos de lo que sabe?. Tal vez quieras contarnos algo más ahora antes de que volvamos a lanzarnos a ciegas en pos de la muerte o condenemos a otra persona inocente. No sé...Que Huracán tiene una gemela malvada que su madre también guardó en el sótano por ejemplo. O que tienes los planos de la mansión e información sobre la seguridad de la misma.- Dijo con evidentemente sarcasmo. -Realmente debes de haber salido a tu padre Huracán. Lo mejor que podría pasarle al gremio y a tu familia es que tú tomaras el mando y cerrases esta etapa oscura de la familia. Dejando atrás las mentiras y las conspiraciones para no tener que actuar con el miedo de que alguien desvele los trapos sucios.-Terminó de argumentar pasando entonces, a pesar de su molestia a pensar en algo que pudiera ayudar a Huracán, la cual tenía todo el derecho del mundo a enfadarse con ella por decir aquello. Aunque debería saber que era verdad.
-Los guardias nos conocen y aunque pudiésemos liberar a Isabella si no tenemos pruebas de su inocencia solo la haremos parecer más culpable. Sería fácil revelar que esa carta no la escribió Isabella. De hecho dar por buena una carta mediante una sustancia que solo indica si el contenido lo ha escrito quien la ha firmado si no se comprueban firmas es absurdo...No sé cómo se lo han podido creer ese atajo de idiotas. Ni siquiera habría que revelar quién es "Bella", solo demostrar que esa no es la firma de Isabella.- Dijo la joven elfa con una clara expresión de circunstancias.- Claro que ahora que se ha declarado culpable vamos a necesitar mucho más. No podemos revelar la existencia de Belladona ¿No?. Encontrarla y desenmascarar este ardid presentándola en público queda descartado. Tampoco sabemos dónde pueda estar la mujer de lord Harrowmont...Y que consté que he visto malicia y satisfacción en sus ojos cuando pudo atrapar a Isabella...Así que no sé yo si no está disfrutando mucho esto a pesar de hacerlo por la vida de su mujer. Hasta sus hijos parecían disfrutar fastidiando y para nada preocupados por su madre.- Hizo una pausa para ordenar sus ideas y a continuación, con ciertas reticencias propuso algo que quizá pudiesen probar, aunque sus posibilidades de éxito eran escasas.- Es una lástima no poder revelar lo de Bella, si estuviera cerca me bastaría un poco de sangre de Hurí para encontrarla mediante magia de lazo vital. Incluso podría encontrar a la señora Harrowmont con un poco de sangre de un familiar suyo. Pero si no está cerca no funcionará.-
-Ya nos conocen así que tratar de hacerlo aquí es inútil, deberíamos ir a ver si descubrimos cuál es su carruaje. Quizá si preguntamos a los conductores y una de nosotros afirma ser la conquista de la noche de ese tipo...- Tarea que por supuesto recaería en Huracán por mucho que no implicara tener que aceptar ni el más leve de los roces.
No obstante la sorpresiva llegada de Igraine iba a hacer que aquella velada diera otro giro inesperado. La dragona no solo desaprobó sus ideas y planes que tanta lógica y sentido tenían y a las que se habían aferrado como un clavo ardiente para no caer en el desánimo. También compartió con el grupo una información que cambiaba absolutamente el modo de cualquiera de los allí presentes de entender lo que acababa de suceder e incluso en cierto modo la forma de ver a la familia Boisson.
Isabella tenía una hermana poderosa, fascinada por la muerte y medio loca y la mantuvieron encerrada hasta que por la traición de la abuela terminó de desquiciarse y se fue con ella, dejando sin duda un reguero de cadáveres a su paso y siendo necesario que la propia Isabella acabara con su vida, aunque fuera su hermana. Isabella no la mató, aunque parecía creer que sí y esa perturbada seguía viva y escribiendo cartas psicóticas a lord Harrowmont para garantizar su colaboración bajo la amenaza de matar a su esposa...
-Osea que los malos no son los malos y realmente incluso el alquimista ha sido un peón de Mortagglia quien se aprovechó para su plan del hecho de saber que ese hombre fuese un bicho raro y siempre lleva pociones de ese tipo encima. Como se aprovechó de nosotros, seguramente sabiendo nuestras intenciones desde antes de que pusiéramos un pie en esta mansión...- La peliblanca no pudo reprimir un suspiro de frustración aunque enseguida retomó la palabra y esta vez lo hizo con un tono que denotaba cierto enfado a pesar de como siempre su voz no perdía su tono melodioso.
-Realmente esto es culpa vuestra. Igraine, Isabella y vuestro gremio de cazadores que se asemeja más a un nido de víboras que a un gremio. Vuestros secretitos casi nos cuestan una desgracia durante el asalto vampiro a la costa. Vuestros secretitos han hecho que Mortagglia pudiera usarnos como peones por no ser capaces ni siquiera de reconocer que Isabella no firma como Bella. De hecho que esa hermana en sí misma fuera un secreto y que haya que defender el honor de una familia que carece de él es lo que nos tiene contra la espada y la pared.- Hizo una leve pausa para mirar a Huracán. -Lo siento pero tu familia se ve en esta situación por sus propias acciones y yo diría que casi hasta se merece acabar así...Estoy harta de actuar a ciegas y que tras librarme por los pelos de casi morir o algo peor venga alguien a decirme que de haber sabido todo lo que tenía que saber todo hubiese sido mucho más fácil.- Terminó de soltar volviendo a guardar un instante de silencio para serenarse tras soltarlo todo con sinceridad, incapaz de callárselo más tiempo.
-¿De qué sirve una maestra de espías que no informa a sus activos de lo que sabe?. Tal vez quieras contarnos algo más ahora antes de que volvamos a lanzarnos a ciegas en pos de la muerte o condenemos a otra persona inocente. No sé...Que Huracán tiene una gemela malvada que su madre también guardó en el sótano por ejemplo. O que tienes los planos de la mansión e información sobre la seguridad de la misma.- Dijo con evidentemente sarcasmo. -Realmente debes de haber salido a tu padre Huracán. Lo mejor que podría pasarle al gremio y a tu familia es que tú tomaras el mando y cerrases esta etapa oscura de la familia. Dejando atrás las mentiras y las conspiraciones para no tener que actuar con el miedo de que alguien desvele los trapos sucios.-Terminó de argumentar pasando entonces, a pesar de su molestia a pensar en algo que pudiera ayudar a Huracán, la cual tenía todo el derecho del mundo a enfadarse con ella por decir aquello. Aunque debería saber que era verdad.
-Los guardias nos conocen y aunque pudiésemos liberar a Isabella si no tenemos pruebas de su inocencia solo la haremos parecer más culpable. Sería fácil revelar que esa carta no la escribió Isabella. De hecho dar por buena una carta mediante una sustancia que solo indica si el contenido lo ha escrito quien la ha firmado si no se comprueban firmas es absurdo...No sé cómo se lo han podido creer ese atajo de idiotas. Ni siquiera habría que revelar quién es "Bella", solo demostrar que esa no es la firma de Isabella.- Dijo la joven elfa con una clara expresión de circunstancias.- Claro que ahora que se ha declarado culpable vamos a necesitar mucho más. No podemos revelar la existencia de Belladona ¿No?. Encontrarla y desenmascarar este ardid presentándola en público queda descartado. Tampoco sabemos dónde pueda estar la mujer de lord Harrowmont...Y que consté que he visto malicia y satisfacción en sus ojos cuando pudo atrapar a Isabella...Así que no sé yo si no está disfrutando mucho esto a pesar de hacerlo por la vida de su mujer. Hasta sus hijos parecían disfrutar fastidiando y para nada preocupados por su madre.- Hizo una pausa para ordenar sus ideas y a continuación, con ciertas reticencias propuso algo que quizá pudiesen probar, aunque sus posibilidades de éxito eran escasas.- Es una lástima no poder revelar lo de Bella, si estuviera cerca me bastaría un poco de sangre de Hurí para encontrarla mediante magia de lazo vital. Incluso podría encontrar a la señora Harrowmont con un poco de sangre de un familiar suyo. Pero si no está cerca no funcionará.-
- Spoiler:
- Disclaimer por si algún master anda leyendo: Níniel no tiene ninguna habilidad de detección de energía vital ni nada así, aunque sí que pensé en su momento el clásico "Detectar vida". Sería un uso narrativo de la magia de luz localizando en una zona limitada a consanguíneos al disponer de una muestra de la sangre familiar. Algo similar a lo que hacían las embrujadas en la serie homónima. Hurí y Vincent, si no os parece bien, lo quito y ya. No se me ocurría qué más hacer.
Níniel Thenidiel
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Huracán se mostró de acuerdo con ellos. Y decidió como los demás, que perseguir al alquimista era la mejor manera de conseguir más información de Pirra. Así como la mejor forma de desbaratar sus planes.
Todos habían llegado a la misma conclusión, que era extraño que ese hombre tuviera la poción adecuada para la ocasión. Parecía demasiada casualidad.
No obstante, antes de que pudieran emprender la marcha, una mujer conocida se acercó hasta ellos para consolar a Huri.
- No muy bien-, contestó a la dragona. - Tenemos que reponernos de este varapalo y encontrar una solución para exculpar a Isabella.
En esos instantes, el rubio pensaba que después de que Igraine hablase con ellos, se pondrían manos a la obra. Que continuarían con sus planes, y buscarían al alquimista para sonsacarle información. Pero no fue así. La dragona tenía otro parecer con todo aquello, pues conocía al señor Winkelholm como para saber que, por lo visto, era un hombre bastante maniático. Lo suficiente como para llevar sus pociones a todas partes.
Era raro que, pese a la mentalidad del alquimista, este llevara la poción adecuada. Pero era cierto que en las islas no escaseaban los brujos estrafalarios, capaces de llevar una montaña de sus artefactos y pócimas, hasta en la boda de su propia hija. Así que Vinc no llevó la contraria a la espía, pues bien que podía tener razón y ser una posibilidad. Y dada la seguridad con lo que lo decía, imaginaba que la dragona ya había hecho su trabajo, y había espiado al alquimista en el pasado.
- Entonces Huracán tiene una tía que no está muy bien de la cabeza-, comenzó a decir, para poner sus propias ideas en orden con toda la información que había expuesto la espía. - Una mujer que se fue con Mortagglia, y que se presumía que había muerto. Hasta ahora. Cuando se ha mostrado la carta-, se acarició la barba. - Interesante. Esto sirve para atar cabos, aunque ahora mismo no parece muy útil para rescatar a Isabella. No al menos como sugieres-, contestó a la dragona.
Entendía que no quisiera hablar de Belladonna en público. Pues era un problema nuevo para la reputación de la familia Boisson. Pero de no hacerlo, veía complicado rescatar de Isabella sin combatir, y era más importante salvar del apuro a la madre de Huracán, que cualquier reputación que pudieran perder.
En las altas esferas, ese renombre era importante, y seguramente la familia Boisson lo quería mantener para que no perjudicara al gremio. Para que no se generaran habladurías entorno a él.
Sin embargo, la mala fama que pudiera tener una familia era algo que se podía arreglar. Algo que podría durar mucho tiempo, pero que ahora mismo parecía más sencillo que el rescate de Isabella.
Mientras pensaba, Níniel tomó la palabra. Quizás dijera alguna cosa de forma demasiado ruda, pero era normal. Habían pasado un gran peligro en aquella mansión, y tanto la madre de Huri como Igraine les habían ocultado cosas que hubiera estado bien escuchar antes de embarcarse en tal peligro.
Sin ir más lejos, si hubieran sabido de Belladonna, hubieran entendido que era una carta de ella y no de Isabella.
El rubio se quitó los guantes de combate, y los guardó dentro de uno de los bolsillos de su traje de gala, manteniéndose al margen por el momento. Prefería dejar que la elfa se desahogara, ya que ella era la que peor lo había pasado al colarse para conseguir la carta. No porque ella se lo hubiera dicho, sino porque sabía perfectamente que para Níniel no debía ser agradable hacer algo así en territorio de brujos. Era la que más se jugaba por ello, así que opinaba que lo mejor ahora mismo era dejarle decir todo lo que tenía dentro, por dura que pudiera sonar.
Vinc se acercó hasta la elfa, y acarició su antebrazo con delicadeza cuando terminó de hablar. Seguramente se levantó la máscara y acercó la mano de ella hasta sus labios para darle un escueto beso.
Era un escaso consuelo, pero poco podía hacer por calmar a la dama ahora mismo.
- Tranquila. Has pasado por algo muy duro-, dijo amable y suavemente. - Bueno, lo hecho, hecho está-, se dirigió a todos en general nuevamente. - No hay remedio ahora en pensar cómo podría haber sido, de haber ocurrido de otro modo. Pero por favor, lady Igraine. No más secretos. Está entre aliados-, sonrió a la dragona, para endulzar sus palabras, y luego se volvió a bajar la máscara.
Imaginaba que con eso sería suficiente para que la espía no ocultara más secretos al resto, pues de otro modo volvería a pasarles algo parecido en el futuro. Y no era plato de buen gusto correr peligro sin saber todas las cartas del asunto.
- Supongo que Bella no estará en las islas, si hace tanto tiempo que marchó con Mortagglia-, se acarició la barba bajo el mentón, pensativo. - Puede que volviera con ella. Pero si ha mostrado esa carta para quitar de en medio a Isabella, a la vez mostrando que sigue viva su otra hija, imagino que no la habrá traído con ella. Para no exponerla-, comentó. - Igualmente, no tenemos muchas opciones. Volver a entrar ahí repartiendo golpes no parece ser una buena elección.
- Estoy de acuerdo. Hacer ese lazo vital parece lo más sensato ahora mismo. Aunque como bien dice mi querido hijo, puede que no ande cerca esa dama, y necesitemos un plan B-, razonó su madre, levantándose y acercándose hasta él. - Harrowmont está aliado con Mortagglia a la fuerza ¿no es así? - dijo mirando hacia la dragona, sin perder el paso. - Así lo ha expuesto Igraine. Y si…-, siguió acercándose hasta su hijo pero sin terminar la frase.
- ¿Conseguimos ponerlo de nuestra parte? - terminó la frase por su madre, aunque sin estar seguro del todo, si era allí donde quería que llegara.
Yennefer extendió sus manos con las palmas hacia arriba, y rió levemente, justo antes de zarandear el pelo de su vástago como si fuera un niño.
- Que listo me ha salido-, dijo, y se giró hacia el resto de las personas allí presentes. - Si lord Harrowmont solo está de parte de Mortagglia por coacción. Por el secuestro de su esposa. Es normal que no esté muy feliz de su sociedad con la vampira. Debe estar desesperado en estos instantes, y toda ayuda que pueda tener para librarse de esa sociedad… será bien recibida-, terminó de exponer la morena.
- La principal acusación hacia Isabella será por parte de Harrowmont. Si él se retira y se vuelve un defensor de la causa de la madre de Huracán, será más fácil mostrar que es inocente-, siguió el hilo que había comenzado su madre. - Si el propio hombre que ha sido allanado en su casa muestra compensación, y dice que ha sido manipulado por Mortagglia para decir falsamente que esa carta era de Isabella, será más fácil convencer a todos de que no es una traidora.
Vinc se colocó el pelo, después de haber tenido esa inspiración con ayuda de su madre. Y en ese momento no pudo evitar pensar en ella, pues bien parecía que le encantaba tratarlo como a un chiquillo de vez en cuando.
- Pero aún así. Será complejo. Debemos encontrar a la esposa de Harrowmont, que no sabemos remotamente donde está. Y aún cambiando de bando al lord de este modo, quizás necesitemos contar la historia de Belladonna-, razonó esta vez él. - Ella es la clave para que la pócima de Winkelholm no concretara de que no era una carta de Isabella. Lo siento, Huracán. Pero creo que es mejor decir la verdad, y salvar a tu madre llegado el momento, que guardar una reputación que la pueda llevar a la muerte-, comentó de forma afectiva hacia la cazadora.
- Es probable, pero quizás no haga falta mencionarla. E Isabella se salve de todo esto, solo con la ayuda de Harrowmont. En cualquier caso, es una opción. Por si Bella no está en las islas y el lazo vital no surte efecto. Además, puede que la esposa del lord aún siga en las islas. Sacarla en un barco mercante de aquí, podría ser demasiado peligro. Podría suponer que alguien los descubriera, que la guardia revisara la carga antes de partir-, dijo finalmente Yenn.
- El lord habrá dado aviso a los mandos de la guardia. Aunque sea de forma privada e intentando mantener la discreción-, respondió, entendiendo a su madre una vez más. - Los soldados habrán estado revisado cada barco que sale de aquí. Solo habrían podido sacarla por alguna cala, del mismo modo que llegaron los vampiros la noche de la fiesta. Pero cabe la posibilidad de que no consiguieran un barco en este tiempo para ello, y el puerto estará vigilado como dice mi madre. Puede que tengas razón-, miró a su madre. - Puede que siga aquí, después de todo.
En su mente ya se había fraguado un plan secundario, gracias a su madre. Si Níniel no conseguía hallar a Bella con el lazo vital, quizás si pudiera encontrar a la esposa de Harrowmont. Un hilo de esperanza se abrió en su mente. La posibilidad de que no todo estuviera perdido.
Todos habían llegado a la misma conclusión, que era extraño que ese hombre tuviera la poción adecuada para la ocasión. Parecía demasiada casualidad.
No obstante, antes de que pudieran emprender la marcha, una mujer conocida se acercó hasta ellos para consolar a Huri.
- No muy bien-, contestó a la dragona. - Tenemos que reponernos de este varapalo y encontrar una solución para exculpar a Isabella.
En esos instantes, el rubio pensaba que después de que Igraine hablase con ellos, se pondrían manos a la obra. Que continuarían con sus planes, y buscarían al alquimista para sonsacarle información. Pero no fue así. La dragona tenía otro parecer con todo aquello, pues conocía al señor Winkelholm como para saber que, por lo visto, era un hombre bastante maniático. Lo suficiente como para llevar sus pociones a todas partes.
Era raro que, pese a la mentalidad del alquimista, este llevara la poción adecuada. Pero era cierto que en las islas no escaseaban los brujos estrafalarios, capaces de llevar una montaña de sus artefactos y pócimas, hasta en la boda de su propia hija. Así que Vinc no llevó la contraria a la espía, pues bien que podía tener razón y ser una posibilidad. Y dada la seguridad con lo que lo decía, imaginaba que la dragona ya había hecho su trabajo, y había espiado al alquimista en el pasado.
- Entonces Huracán tiene una tía que no está muy bien de la cabeza-, comenzó a decir, para poner sus propias ideas en orden con toda la información que había expuesto la espía. - Una mujer que se fue con Mortagglia, y que se presumía que había muerto. Hasta ahora. Cuando se ha mostrado la carta-, se acarició la barba. - Interesante. Esto sirve para atar cabos, aunque ahora mismo no parece muy útil para rescatar a Isabella. No al menos como sugieres-, contestó a la dragona.
Entendía que no quisiera hablar de Belladonna en público. Pues era un problema nuevo para la reputación de la familia Boisson. Pero de no hacerlo, veía complicado rescatar de Isabella sin combatir, y era más importante salvar del apuro a la madre de Huracán, que cualquier reputación que pudieran perder.
En las altas esferas, ese renombre era importante, y seguramente la familia Boisson lo quería mantener para que no perjudicara al gremio. Para que no se generaran habladurías entorno a él.
Sin embargo, la mala fama que pudiera tener una familia era algo que se podía arreglar. Algo que podría durar mucho tiempo, pero que ahora mismo parecía más sencillo que el rescate de Isabella.
Mientras pensaba, Níniel tomó la palabra. Quizás dijera alguna cosa de forma demasiado ruda, pero era normal. Habían pasado un gran peligro en aquella mansión, y tanto la madre de Huri como Igraine les habían ocultado cosas que hubiera estado bien escuchar antes de embarcarse en tal peligro.
Sin ir más lejos, si hubieran sabido de Belladonna, hubieran entendido que era una carta de ella y no de Isabella.
El rubio se quitó los guantes de combate, y los guardó dentro de uno de los bolsillos de su traje de gala, manteniéndose al margen por el momento. Prefería dejar que la elfa se desahogara, ya que ella era la que peor lo había pasado al colarse para conseguir la carta. No porque ella se lo hubiera dicho, sino porque sabía perfectamente que para Níniel no debía ser agradable hacer algo así en territorio de brujos. Era la que más se jugaba por ello, así que opinaba que lo mejor ahora mismo era dejarle decir todo lo que tenía dentro, por dura que pudiera sonar.
Vinc se acercó hasta la elfa, y acarició su antebrazo con delicadeza cuando terminó de hablar. Seguramente se levantó la máscara y acercó la mano de ella hasta sus labios para darle un escueto beso.
Era un escaso consuelo, pero poco podía hacer por calmar a la dama ahora mismo.
- Tranquila. Has pasado por algo muy duro-, dijo amable y suavemente. - Bueno, lo hecho, hecho está-, se dirigió a todos en general nuevamente. - No hay remedio ahora en pensar cómo podría haber sido, de haber ocurrido de otro modo. Pero por favor, lady Igraine. No más secretos. Está entre aliados-, sonrió a la dragona, para endulzar sus palabras, y luego se volvió a bajar la máscara.
Imaginaba que con eso sería suficiente para que la espía no ocultara más secretos al resto, pues de otro modo volvería a pasarles algo parecido en el futuro. Y no era plato de buen gusto correr peligro sin saber todas las cartas del asunto.
- Supongo que Bella no estará en las islas, si hace tanto tiempo que marchó con Mortagglia-, se acarició la barba bajo el mentón, pensativo. - Puede que volviera con ella. Pero si ha mostrado esa carta para quitar de en medio a Isabella, a la vez mostrando que sigue viva su otra hija, imagino que no la habrá traído con ella. Para no exponerla-, comentó. - Igualmente, no tenemos muchas opciones. Volver a entrar ahí repartiendo golpes no parece ser una buena elección.
- Estoy de acuerdo. Hacer ese lazo vital parece lo más sensato ahora mismo. Aunque como bien dice mi querido hijo, puede que no ande cerca esa dama, y necesitemos un plan B-, razonó su madre, levantándose y acercándose hasta él. - Harrowmont está aliado con Mortagglia a la fuerza ¿no es así? - dijo mirando hacia la dragona, sin perder el paso. - Así lo ha expuesto Igraine. Y si…-, siguió acercándose hasta su hijo pero sin terminar la frase.
- ¿Conseguimos ponerlo de nuestra parte? - terminó la frase por su madre, aunque sin estar seguro del todo, si era allí donde quería que llegara.
Yennefer extendió sus manos con las palmas hacia arriba, y rió levemente, justo antes de zarandear el pelo de su vástago como si fuera un niño.
- Que listo me ha salido-, dijo, y se giró hacia el resto de las personas allí presentes. - Si lord Harrowmont solo está de parte de Mortagglia por coacción. Por el secuestro de su esposa. Es normal que no esté muy feliz de su sociedad con la vampira. Debe estar desesperado en estos instantes, y toda ayuda que pueda tener para librarse de esa sociedad… será bien recibida-, terminó de exponer la morena.
- La principal acusación hacia Isabella será por parte de Harrowmont. Si él se retira y se vuelve un defensor de la causa de la madre de Huracán, será más fácil mostrar que es inocente-, siguió el hilo que había comenzado su madre. - Si el propio hombre que ha sido allanado en su casa muestra compensación, y dice que ha sido manipulado por Mortagglia para decir falsamente que esa carta era de Isabella, será más fácil convencer a todos de que no es una traidora.
Vinc se colocó el pelo, después de haber tenido esa inspiración con ayuda de su madre. Y en ese momento no pudo evitar pensar en ella, pues bien parecía que le encantaba tratarlo como a un chiquillo de vez en cuando.
- Pero aún así. Será complejo. Debemos encontrar a la esposa de Harrowmont, que no sabemos remotamente donde está. Y aún cambiando de bando al lord de este modo, quizás necesitemos contar la historia de Belladonna-, razonó esta vez él. - Ella es la clave para que la pócima de Winkelholm no concretara de que no era una carta de Isabella. Lo siento, Huracán. Pero creo que es mejor decir la verdad, y salvar a tu madre llegado el momento, que guardar una reputación que la pueda llevar a la muerte-, comentó de forma afectiva hacia la cazadora.
- Es probable, pero quizás no haga falta mencionarla. E Isabella se salve de todo esto, solo con la ayuda de Harrowmont. En cualquier caso, es una opción. Por si Bella no está en las islas y el lazo vital no surte efecto. Además, puede que la esposa del lord aún siga en las islas. Sacarla en un barco mercante de aquí, podría ser demasiado peligro. Podría suponer que alguien los descubriera, que la guardia revisara la carga antes de partir-, dijo finalmente Yenn.
- El lord habrá dado aviso a los mandos de la guardia. Aunque sea de forma privada e intentando mantener la discreción-, respondió, entendiendo a su madre una vez más. - Los soldados habrán estado revisado cada barco que sale de aquí. Solo habrían podido sacarla por alguna cala, del mismo modo que llegaron los vampiros la noche de la fiesta. Pero cabe la posibilidad de que no consiguieran un barco en este tiempo para ello, y el puerto estará vigilado como dice mi madre. Puede que tengas razón-, miró a su madre. - Puede que siga aquí, después de todo.
En su mente ya se había fraguado un plan secundario, gracias a su madre. Si Níniel no conseguía hallar a Bella con el lazo vital, quizás si pudiera encontrar a la esposa de Harrowmont. Un hilo de esperanza se abrió en su mente. La posibilidad de que no todo estuviera perdido.
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Las palabras de Níniel contra mi familia fueron duras, muy duras. Pero no podía reprocharle nada pues yo pensaba exactamente igual y su punto de vista era entendible. Níniel se arriesgaba en exceso siendo una elfa en territorio brujo, y había accedido a aquella difícil misión encargada por mi madre y la de Vincent simplemente por su amistad conmigo y su relación con el hermano de Elen. Si hubiese tenido la más mínima duda de que aquello iba a terminar de la manera en que lo hizo, jamás le hubiese ni siquiera planteado intentarlo.
Pero Igraine no terminaba de comprender por qué la elfa creía que una maestra de espías iba a esconderle información. -¿Y a costa de qué querías que te hablara sobre Belladonna, Níniel? Es una bruja que creíamos que llevaba más de 20 años muerta. Yo me he llevado la misma sorpresa que todos vosotros al descubrir que sigue viva. Si tengo que dar detalles de cada persona que creo fallecida durante mis 140 años de vida… – se excusaba la dragona con educación tras escuchar el rapapolvo de Níniel, que estaba claramente alterada. En ese aspecto, tenía razón la anciana. ¿Por qué iba a contarnos la historia de Belladonna justo antes de entrar? Si no había dado indicios de vida en los últimos 20 años, era improbable que ahora diese señales de vida.
Finalmente, tras una serie de reflexiones en las que la elfa incluso pidió que yo liderara el gremio, tuvo una brillante idea para localizar el paradero de Belladonna a partir de una magia que ella describió como “lazo vital”, pero para ello necesitaría sangre mía
-Níniel… ¿magia de sangre? ¿Eso existe? – le dije extrañada y poniendo una mueca de susto. Había leído muchas novelas en las que magos capaces de consumir el maná para corromper la sangre de los enemigos para herirlos o revitalizarse a sí mismos, pero era una vertiente de la magia más orientada hacia la oscuridad que hacia la luz. Se me hacía extraño que Níniel, aún siendo maga de sangre, que ni siquiera sabía si existían o al menos yo jamás me había topado con ninguno, lo dijera tan abiertamente. Aunque estando como estábamos en la noche de los secretos yo ya me esperaba cualquier cosa.
-No seas tonta, Huracán. La magia de sangre no existe y el lazo vital no lo es. – explicó Igraine riéndose. – Su idea es muy buena, pero me temo que no servirá. Estoy segura de que Belladonna no se encuentra en las islas. – declaró la dragona, frunciendo el rostro.
Sin embargo, a continuación comenzaron a hablar Yennefer y Vincent. Madre e hijo también creían que era probable que mi tía no se encontrase en el archipiélago, pero sí que apostaban a que la señora Harrowmont siguiese en la isla. Pudiendo encontrarse así recluida en alguna de las calas por las que la Hermandad se infiltró en su ataque, ya que de intentar salir por los puertos habilitados para ello, los guardias habrían detectado el secuestro. Es cierto que habían transcurrido meses desde la noche de fundación. No obstante, podía ser factible que algún esbirro de Mortagglia rezagado hubiese permanecido allí y la mantuviera con vida. Fue gracias a esta aportación de Vincent por la que vi la luz.
-¡De hecho, Isabella hundió el barco en el que habían venido los vampiros! ¿Recordáis? Así que es posible que finalmente no haya podido evacuar la isla… – declaré.
-…O puede ser que la señora Harrowmont ya estuviese dentro y se haya hundido con él. A fin de cuentas, la carta es anterior a la noche del ataque del tío centi. – remató Jules. - ¿Qué tal buceas, Vince? – preguntó con su gracia habitual dándole una palmada en la espalda al brujo.
Justo en ese preciso momento, desde aquel rincón en los jardines de la mansión se podía ver cómo se llevaban a mi madre, rumbo a una carroza, escoltada por varios guardias. – Debemos intervenir. Es ahora o nunca. – les dije a mis compañeros, para apresurarles. Miré a Níniel a los ojos. – Yo asumiré cualquier posible fallo. Tienes mi palabra. – le dije con seguridad. Confiaba en sus habilidades y en su inteligencia, aunque aún así, ya que ella estaba dispuesta a sacrificarse, yo lo haría por ella en el caso de que algo saliese mal.
Corrí hacia la carroza en la que iban a llevarse a mi madre a la cárcel. Junto a ella estaba Lord Harrowmont y sus hijos. Quienes no parecían demasiado gratos al verme. Por lo que había dicho Igraine, ellos debían ser inocentes y su trato con Mortagglia, un mero chantaje. Su familia era traicionera y despiadada, pero nunca los vería capaces de conjurarse con los vampiros. ¿Qué sentido tenía para una de las familias más adineradas de Beltrexus? Así, decidí intervenir sin pensármelo dos veces.
-¡Esperad! Por favor, mi madre es inocente. Alguien ha firmado esa carta por ella. – comencé diciendo, Lady Pirra, por fortuna, ya no se encontraba allí, pero en aquel breve comentario me gané varias miradas de desaprobación. – Sé que es difícil creerme, pero cuento con una amiga que puede detectar lazos sanguíneos. – miré al Lord, tratando de mostrar seguridad. – Si su señora se encuentra en la isla, mi amiga la podrá encontrar con un poco de vuestra sangre.
Todos permanecieron callados. Se oyeron varios suspiros. Aquella magia sólo estaba al alcance de una elfa, y lo sabían. Níniel había asumido muchos riesgos ofreciéndose a tal cosa, y de ser así, yo estaba dispuesta a pagar cualquier consecuencia que pudiese tener un uso incorrecto de sus habilidades.
Entre el silencio, Milton, el menor de los hermanos, un imberbe semiadolescente mayor de edad pero con actitud de niño, comenzó a revolver por el suelo mientras todos quedaban pensativos. Entonces, el benjamín de los Harrowmont se irguió con una piedra en su mano. Ese acto infantil fue lo mejor que pudo hacer para poner las tornas a nuestro favor.
-¡Trágate esta, follaárboles! - insultó a Níniel y arrojó una piedra contra ella. Pero yo, atenta, estiré el brazo para detenerla en el aire haciendo uso de mis poderes de telequinesis. – Nada de eso. – respondí, con ella en la mano y se la devolví con fuerza. Golpeándole a él en el hombro. Corrió llorando a los pies de su padre. – ¡Ay! – gritó exagerado. - ¡Huracán me ha tirado una piedra, papá! – dijo a llantos. Jules no tardó en reírse y hacer burla del joven.
Ante tal vergüenza por el comportamiento infantil de Milton, su hermana mayor, envidiosa, pero bastante más madura e inteligente. Optó por actuar con valentía, sacar una daga que llevaba atada al muslo, bajo su vestido, y rasgarse el pulgar para acercarse a Níniel. También era curioso que llevase un arma a una fiesta.
-Te pido disculpas en nombre de mi familia. – se disculpó Cassandra ante Níniel con educación, y le tendió su mano, herida. – Ten mi sangre. Encuentra a mi madre. Por favor. – le dijo seria, mirándola a los ojos.
Pero Igraine no terminaba de comprender por qué la elfa creía que una maestra de espías iba a esconderle información. -¿Y a costa de qué querías que te hablara sobre Belladonna, Níniel? Es una bruja que creíamos que llevaba más de 20 años muerta. Yo me he llevado la misma sorpresa que todos vosotros al descubrir que sigue viva. Si tengo que dar detalles de cada persona que creo fallecida durante mis 140 años de vida… – se excusaba la dragona con educación tras escuchar el rapapolvo de Níniel, que estaba claramente alterada. En ese aspecto, tenía razón la anciana. ¿Por qué iba a contarnos la historia de Belladonna justo antes de entrar? Si no había dado indicios de vida en los últimos 20 años, era improbable que ahora diese señales de vida.
Finalmente, tras una serie de reflexiones en las que la elfa incluso pidió que yo liderara el gremio, tuvo una brillante idea para localizar el paradero de Belladonna a partir de una magia que ella describió como “lazo vital”, pero para ello necesitaría sangre mía
-Níniel… ¿magia de sangre? ¿Eso existe? – le dije extrañada y poniendo una mueca de susto. Había leído muchas novelas en las que magos capaces de consumir el maná para corromper la sangre de los enemigos para herirlos o revitalizarse a sí mismos, pero era una vertiente de la magia más orientada hacia la oscuridad que hacia la luz. Se me hacía extraño que Níniel, aún siendo maga de sangre, que ni siquiera sabía si existían o al menos yo jamás me había topado con ninguno, lo dijera tan abiertamente. Aunque estando como estábamos en la noche de los secretos yo ya me esperaba cualquier cosa.
-No seas tonta, Huracán. La magia de sangre no existe y el lazo vital no lo es. – explicó Igraine riéndose. – Su idea es muy buena, pero me temo que no servirá. Estoy segura de que Belladonna no se encuentra en las islas. – declaró la dragona, frunciendo el rostro.
Sin embargo, a continuación comenzaron a hablar Yennefer y Vincent. Madre e hijo también creían que era probable que mi tía no se encontrase en el archipiélago, pero sí que apostaban a que la señora Harrowmont siguiese en la isla. Pudiendo encontrarse así recluida en alguna de las calas por las que la Hermandad se infiltró en su ataque, ya que de intentar salir por los puertos habilitados para ello, los guardias habrían detectado el secuestro. Es cierto que habían transcurrido meses desde la noche de fundación. No obstante, podía ser factible que algún esbirro de Mortagglia rezagado hubiese permanecido allí y la mantuviera con vida. Fue gracias a esta aportación de Vincent por la que vi la luz.
-¡De hecho, Isabella hundió el barco en el que habían venido los vampiros! ¿Recordáis? Así que es posible que finalmente no haya podido evacuar la isla… – declaré.
-…O puede ser que la señora Harrowmont ya estuviese dentro y se haya hundido con él. A fin de cuentas, la carta es anterior a la noche del ataque del tío centi. – remató Jules. - ¿Qué tal buceas, Vince? – preguntó con su gracia habitual dándole una palmada en la espalda al brujo.
Justo en ese preciso momento, desde aquel rincón en los jardines de la mansión se podía ver cómo se llevaban a mi madre, rumbo a una carroza, escoltada por varios guardias. – Debemos intervenir. Es ahora o nunca. – les dije a mis compañeros, para apresurarles. Miré a Níniel a los ojos. – Yo asumiré cualquier posible fallo. Tienes mi palabra. – le dije con seguridad. Confiaba en sus habilidades y en su inteligencia, aunque aún así, ya que ella estaba dispuesta a sacrificarse, yo lo haría por ella en el caso de que algo saliese mal.
Corrí hacia la carroza en la que iban a llevarse a mi madre a la cárcel. Junto a ella estaba Lord Harrowmont y sus hijos. Quienes no parecían demasiado gratos al verme. Por lo que había dicho Igraine, ellos debían ser inocentes y su trato con Mortagglia, un mero chantaje. Su familia era traicionera y despiadada, pero nunca los vería capaces de conjurarse con los vampiros. ¿Qué sentido tenía para una de las familias más adineradas de Beltrexus? Así, decidí intervenir sin pensármelo dos veces.
-¡Esperad! Por favor, mi madre es inocente. Alguien ha firmado esa carta por ella. – comencé diciendo, Lady Pirra, por fortuna, ya no se encontraba allí, pero en aquel breve comentario me gané varias miradas de desaprobación. – Sé que es difícil creerme, pero cuento con una amiga que puede detectar lazos sanguíneos. – miré al Lord, tratando de mostrar seguridad. – Si su señora se encuentra en la isla, mi amiga la podrá encontrar con un poco de vuestra sangre.
Todos permanecieron callados. Se oyeron varios suspiros. Aquella magia sólo estaba al alcance de una elfa, y lo sabían. Níniel había asumido muchos riesgos ofreciéndose a tal cosa, y de ser así, yo estaba dispuesta a pagar cualquier consecuencia que pudiese tener un uso incorrecto de sus habilidades.
Entre el silencio, Milton, el menor de los hermanos, un imberbe semiadolescente mayor de edad pero con actitud de niño, comenzó a revolver por el suelo mientras todos quedaban pensativos. Entonces, el benjamín de los Harrowmont se irguió con una piedra en su mano. Ese acto infantil fue lo mejor que pudo hacer para poner las tornas a nuestro favor.
-¡Trágate esta, follaárboles! - insultó a Níniel y arrojó una piedra contra ella. Pero yo, atenta, estiré el brazo para detenerla en el aire haciendo uso de mis poderes de telequinesis. – Nada de eso. – respondí, con ella en la mano y se la devolví con fuerza. Golpeándole a él en el hombro. Corrió llorando a los pies de su padre. – ¡Ay! – gritó exagerado. - ¡Huracán me ha tirado una piedra, papá! – dijo a llantos. Jules no tardó en reírse y hacer burla del joven.
Ante tal vergüenza por el comportamiento infantil de Milton, su hermana mayor, envidiosa, pero bastante más madura e inteligente. Optó por actuar con valentía, sacar una daga que llevaba atada al muslo, bajo su vestido, y rasgarse el pulgar para acercarse a Níniel. También era curioso que llevase un arma a una fiesta.
-Te pido disculpas en nombre de mi familia. – se disculpó Cassandra ante Níniel con educación, y le tendió su mano, herida. – Ten mi sangre. Encuentra a mi madre. Por favor. – le dijo seria, mirándola a los ojos.
*Off: Os dejo a vosotros la elección del sitio en que se encuentra la señora Harrowmont. Y tenéis mi permiso para mover a Huri en su rescate y encontrarla si así lo deseáis ^^
Anastasia Boisson
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