La mascarada [Libre, 3/4]
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Igraine tenía razón al hacerle ver a una alterada Níniel que si bien conocía aquella historia de la hermana de Isabella y todo lo que la familia Boisson había tratado de ocultar al respecto, en ningún caso podría haber podido imaginar que ésta seguía viva y que ello iba a permitirles a sus enemigos arrebatarles la victoria de las manos y convertir aquella maldita carta en un arma contra la propia madre de Huracán. Ciertamente la semi dragona les había ocultado cosas, y seguía haciéndolo, lo cual había llevado a la peliblanca a increparle su actitud, pero en aquel caso concreto no podría haberlo sabido.
-Tienes razón Igraine, acepta mis disculpas. Claro que era una información que una hija debería saber. Me he dejado llevar por el desaliento.- Se disculpó ya mucho más calmada y con su mente fija en encontrar una solución que fuera lo más beneficiosa para la familia Boisson. No por la familia en sí claro, si no por el bien de Huracán cuyas intenciones siempre habían sido nobles y claras para con sus compañeros. Así como por el bien de los cazadores, una organización que podía hacerle mucho bien al mundo cuando pudieran dejar de dedicarse a los secretos y decidieran limpiar Aerandir de los vampiros malvados.
-Igraine está en lo cierto. Requiere sangre pero no es magia de sangre. Es sencillamente magia de detección a gran escala que necesita de una muestra de la persona a encontrar o de un familiar o ser muy cercano. Como un perro de caza necesita una prenda para iniciar su persecución, aunque...bueno, con éter en vez de con olores.- En cuanto a la no existencia de la magia de sangre Níniel decidió guardar silencio, pues si bien no era una disciplina sí que existían casos de usos mágicos de la sangre y claramente era un elemento vital y poderoso. Unos cazadores de vampiros deberían saberlo pues sus presas predilectas eran maestros en ella. -Si contáramos con varias sacerdotisas su alcance sería mucho mayor, pero me temo que la única de todas las islas soy yo. Si no está cerca...Además incluso aunque pudiera detectarla al otro lado del mundo tampoco nos serviría de nada si está tan lejos.-
Parecía que se quedaban sin opciones. Con Belladona seguramente lejos de allí su única posibilidad parecía ser la de sumar a lord Harrowmont a su causa ofreciéndole ayuda a la hora de encontrar a su mujer. Para lograr algo así tendrían que jugárselo todo a una sola carta. Que la mujer no estuviera muy lejos para encontrarla con el lazo vital, que siguiera viva y que alguno de los miembros de aquella familia de brujos estuviera dispuesto a "ceder" un poco de su sangre, de forma voluntaria o no, para poder dar con ella. Una vez hecho todo eso se ganarían la lealtad de los Harrowmont...Si es que sabían lo que era eso claro, lo cual a Níniel le parecía harto improbable. Esperaba que quizá con su gratitud fuera suficiente.
-Lo cierto es que esperaba que Jules entrara a la fiesta y le partiera la boca a Milton...- Expresó la joven elfa al ver como Huracán se dirigía directa hacia los Harrowmont, los cuales salían en esos momentos de su gran mansión junto con una amplia escolta de guardias. Con ellos estaba Isabella, que incluso en aquella situación mantenía su porte altivo y casi lograba que pareciera que la escoltaban a ella en vez de llevarla prisionera. -Bueno, no puedo permitir que se diga de la única elfa de las islas que no le dí una opción al diálogo...Aunque ten preparado el plan b por si acaso, Jules.- Añadió la sacerdotisa siguiendo a Huracán hasta la altura del carruaje, donde varios guardias las instaron a detenerse antes de acercarse demasiado.
Lo que ocurrió a continuación podría decirse que era lo esperado. Huracán puso las cartas sobre la mesa, los Harrowmont y sus guardias pusieran mala cara y más de uno miró a su señor esperando a que éste les diera la orden de detener a aquel grupito o incluso de darles una lección. Sin embargo y contra todo pronóstico esa orden no se dio, y de hecho el lord se quedó dubitativo durante un instante en el cual su hija se agarró de su brazo con fuerza mirándole con una expresión de, ¿esperanza? No obstante Milton no parecía compartir las dudas de su padre y la esperanza de su hermana. Tomó una piedra del suelo y tras un insulto muy poco imaginativo, a la altura de su escaso intelecto, se la arrojó a Níniel con cierta fuerza.
Níniel alzó la mano para protegerse de aquel ataque, pero la piedra no llegó a tocarla. Al contrario acabó de vuelta hacia el propio Milton que dolorido corrió hacia su padre lloriqueando como un niñito humano pidiéndole a su padre que hiciera algo al respecto. Menudo espécimen más lamentable. Si todos los brujos fueran como él la última guerra hubiese terminado con toda su raza trabajando para los elfos. Por suerte para ellos semejante sujeto no era el arquetipo de los suyos, como bien demostró su propia hermana tomando la iniciativa y ofreciéndole a Níniel no solo una disculpa, si no además lo que necesitaba.
-No es tan sencillo. Es solo una posibilidad por la que creemos que merece la pena apostar. Elfos y brujos somos razas antiguas y orgullosas. Ya gobernábamos extensas regiones de Aerandir mucho antes de que unos humanos malditos por el gran dragón comenzaran a hacer de las suyas. Ninguna gran familia de brujos o elfos debería permitir jamás que tales seres amenacen sus dominios. Ni ellos ni nadie. No sin combatir. Esperamos que si esto funciona tengáis la ocasión de hacerlo. - Fueron sus palabras mientras deslizaba con cuidado el dedo índice de su mano derecha sobre el filo de aquella daga quedando este manchado de carmesí.
A continuación trazó un cículo en la tierra con la punta de sus zapatos y con el dedo manchado de sangre hizo tres pequeñas marcas en el mismo tras lo cual se colocó en su centro comenzando a concentrarse. Aquel era un ritual que llevaba un poco de tiempo y que normalmente realizarían varias sacerdotisas, por lo que Níniel tendría que esforzarse por suplir aquella carencia realizando un esfuerzo mayor del habitual. Canalizó el éter en su cuerpo y se bendijo a sí misma con un notable incremento de sus capacidades mágicas y entonces comenzó a recitar una plegaría en el idioma de los hijos del bosque que seguramente lograría poner nervioso a más de uno de aquellos brujos, al no entender éstos su significado o intención. Ciertamente podría estar conjurando un ataque de luz de gran poder que acabara con todos y así poder liberar a la prisionera...Pero mas les valía no intervenir si no querían dar al traste con los esfuerzos de la peliblanca.
Pasaron un par de minutos y en uno de los puntos del círculo que Níniel había marcado con sangre apareció un figura luminosa que para un entendido en astronomía resultaría evidente se trataba de una de las constelaciones que en esos momentos brillaban sobre sus cabezas. Tras otros dos minutos de otro de los puntos marcados apareció una segunda constelación diferente a la primera. De nuevo pasaron dos minutos más y apareció una tercera tras lo cual unas líneas de luz se dirigieron de unas a otras dibujando un triángulo de luz dentro del círculo el cual poco a poco fue haciéndose más y más pequeño hasta que solo quedó de él un único punto que para la sacerdotisa indicaba una dirección y una distancia calaras.
-Está viva y cerca. A cuatro kilómetros en aquella dirección.- Señaló sin saber que había a esa distancia y hacia donde había señalado. Había estado muy ocupada con la alquimia como para estudiar la geografía y mapas del lugar.
-Eso es...La antigua mansión Boisson. La antigua casa de...- Sentenció Igraine. No hacía falta que dijera a quién perteneció en su momento.
-Tienes razón Igraine, acepta mis disculpas. Claro que era una información que una hija debería saber. Me he dejado llevar por el desaliento.- Se disculpó ya mucho más calmada y con su mente fija en encontrar una solución que fuera lo más beneficiosa para la familia Boisson. No por la familia en sí claro, si no por el bien de Huracán cuyas intenciones siempre habían sido nobles y claras para con sus compañeros. Así como por el bien de los cazadores, una organización que podía hacerle mucho bien al mundo cuando pudieran dejar de dedicarse a los secretos y decidieran limpiar Aerandir de los vampiros malvados.
-Igraine está en lo cierto. Requiere sangre pero no es magia de sangre. Es sencillamente magia de detección a gran escala que necesita de una muestra de la persona a encontrar o de un familiar o ser muy cercano. Como un perro de caza necesita una prenda para iniciar su persecución, aunque...bueno, con éter en vez de con olores.- En cuanto a la no existencia de la magia de sangre Níniel decidió guardar silencio, pues si bien no era una disciplina sí que existían casos de usos mágicos de la sangre y claramente era un elemento vital y poderoso. Unos cazadores de vampiros deberían saberlo pues sus presas predilectas eran maestros en ella. -Si contáramos con varias sacerdotisas su alcance sería mucho mayor, pero me temo que la única de todas las islas soy yo. Si no está cerca...Además incluso aunque pudiera detectarla al otro lado del mundo tampoco nos serviría de nada si está tan lejos.-
Parecía que se quedaban sin opciones. Con Belladona seguramente lejos de allí su única posibilidad parecía ser la de sumar a lord Harrowmont a su causa ofreciéndole ayuda a la hora de encontrar a su mujer. Para lograr algo así tendrían que jugárselo todo a una sola carta. Que la mujer no estuviera muy lejos para encontrarla con el lazo vital, que siguiera viva y que alguno de los miembros de aquella familia de brujos estuviera dispuesto a "ceder" un poco de su sangre, de forma voluntaria o no, para poder dar con ella. Una vez hecho todo eso se ganarían la lealtad de los Harrowmont...Si es que sabían lo que era eso claro, lo cual a Níniel le parecía harto improbable. Esperaba que quizá con su gratitud fuera suficiente.
-Lo cierto es que esperaba que Jules entrara a la fiesta y le partiera la boca a Milton...- Expresó la joven elfa al ver como Huracán se dirigía directa hacia los Harrowmont, los cuales salían en esos momentos de su gran mansión junto con una amplia escolta de guardias. Con ellos estaba Isabella, que incluso en aquella situación mantenía su porte altivo y casi lograba que pareciera que la escoltaban a ella en vez de llevarla prisionera. -Bueno, no puedo permitir que se diga de la única elfa de las islas que no le dí una opción al diálogo...Aunque ten preparado el plan b por si acaso, Jules.- Añadió la sacerdotisa siguiendo a Huracán hasta la altura del carruaje, donde varios guardias las instaron a detenerse antes de acercarse demasiado.
Lo que ocurrió a continuación podría decirse que era lo esperado. Huracán puso las cartas sobre la mesa, los Harrowmont y sus guardias pusieran mala cara y más de uno miró a su señor esperando a que éste les diera la orden de detener a aquel grupito o incluso de darles una lección. Sin embargo y contra todo pronóstico esa orden no se dio, y de hecho el lord se quedó dubitativo durante un instante en el cual su hija se agarró de su brazo con fuerza mirándole con una expresión de, ¿esperanza? No obstante Milton no parecía compartir las dudas de su padre y la esperanza de su hermana. Tomó una piedra del suelo y tras un insulto muy poco imaginativo, a la altura de su escaso intelecto, se la arrojó a Níniel con cierta fuerza.
Níniel alzó la mano para protegerse de aquel ataque, pero la piedra no llegó a tocarla. Al contrario acabó de vuelta hacia el propio Milton que dolorido corrió hacia su padre lloriqueando como un niñito humano pidiéndole a su padre que hiciera algo al respecto. Menudo espécimen más lamentable. Si todos los brujos fueran como él la última guerra hubiese terminado con toda su raza trabajando para los elfos. Por suerte para ellos semejante sujeto no era el arquetipo de los suyos, como bien demostró su propia hermana tomando la iniciativa y ofreciéndole a Níniel no solo una disculpa, si no además lo que necesitaba.
-No es tan sencillo. Es solo una posibilidad por la que creemos que merece la pena apostar. Elfos y brujos somos razas antiguas y orgullosas. Ya gobernábamos extensas regiones de Aerandir mucho antes de que unos humanos malditos por el gran dragón comenzaran a hacer de las suyas. Ninguna gran familia de brujos o elfos debería permitir jamás que tales seres amenacen sus dominios. Ni ellos ni nadie. No sin combatir. Esperamos que si esto funciona tengáis la ocasión de hacerlo. - Fueron sus palabras mientras deslizaba con cuidado el dedo índice de su mano derecha sobre el filo de aquella daga quedando este manchado de carmesí.
A continuación trazó un cículo en la tierra con la punta de sus zapatos y con el dedo manchado de sangre hizo tres pequeñas marcas en el mismo tras lo cual se colocó en su centro comenzando a concentrarse. Aquel era un ritual que llevaba un poco de tiempo y que normalmente realizarían varias sacerdotisas, por lo que Níniel tendría que esforzarse por suplir aquella carencia realizando un esfuerzo mayor del habitual. Canalizó el éter en su cuerpo y se bendijo a sí misma con un notable incremento de sus capacidades mágicas y entonces comenzó a recitar una plegaría en el idioma de los hijos del bosque que seguramente lograría poner nervioso a más de uno de aquellos brujos, al no entender éstos su significado o intención. Ciertamente podría estar conjurando un ataque de luz de gran poder que acabara con todos y así poder liberar a la prisionera...Pero mas les valía no intervenir si no querían dar al traste con los esfuerzos de la peliblanca.
Pasaron un par de minutos y en uno de los puntos del círculo que Níniel había marcado con sangre apareció un figura luminosa que para un entendido en astronomía resultaría evidente se trataba de una de las constelaciones que en esos momentos brillaban sobre sus cabezas. Tras otros dos minutos de otro de los puntos marcados apareció una segunda constelación diferente a la primera. De nuevo pasaron dos minutos más y apareció una tercera tras lo cual unas líneas de luz se dirigieron de unas a otras dibujando un triángulo de luz dentro del círculo el cual poco a poco fue haciéndose más y más pequeño hasta que solo quedó de él un único punto que para la sacerdotisa indicaba una dirección y una distancia calaras.
-Está viva y cerca. A cuatro kilómetros en aquella dirección.- Señaló sin saber que había a esa distancia y hacia donde había señalado. Había estado muy ocupada con la alquimia como para estudiar la geografía y mapas del lugar.
-Eso es...La antigua mansión Boisson. La antigua casa de...- Sentenció Igraine. No hacía falta que dijera a quién perteneció en su momento.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
La idea de su madre pareció calar bien entre los presentes. La verdad, es que no tenían muchas opciones a parte de esa, así que no les quedaba más remedio que seguir ese camino. Incluso ante el gran pero que había puesto sobre la mesa Jules.
Y es que no le faltaba razón al cazador. Bien podrían haber venido esos vampiros aquella noche, no solo a sembrar el caos y el desconcierto. A provocar a los brujos y encaminarlos a una posible guerra. Sino que igual también estaban allí para llevarse a la esposa de Harrowmont de la isla.
Si aún no habían conseguido subir a la mujer en el barco, todavía estaría en las islas. Si ya lo habían hecho… poco se podía hacer ya. La esposa del lord habría muerto irremediablemente, sin que ellos se hubieran dado cuenta de que estaba dentro del navío. Una desgraciada muerte, que además destruiría sus posibilidades de seguir el plan que había trazado su madre.
- No se me da mal. Pero prefiero dejar el agua a los brujos que manejan dicho elemento. Además, este traje es demasiado bonito para andar mojándolo-, bromeó, intentando aliviar tensiones. - Es una posibilidad, pero debemos ser optimistas. No pensemos que hemos perdido antes de comenzar-, dijo más serio, más centrado en la misión que tenían por delante.
Cierto que puede que la idea de Yenn fuera inviable desde prácticamente el principio, si resultaba que la esposa de Harrowmont no estaba en las islas, o si estaba realmente muerte. Pero no perdían nada por hacer el lazo vital y asegurarse. Si no funcionaba la magia de Níniel, ya tendrían tiempo de idear un nuevo plan. Aunque cada vez, sería más complicado hallar una solución que salvase a Isabella.
No tardaron en ver, justo lo que necesitaban para realizar la magia, la sangre de los Harrowmont. Pues el anfitrión de la fiesta y sus hijos, esperaban junto al carruaje al que unos guardias escoltaban a la madre de Huri. Si querían realizar el lazo vital, necesitaban llegar hasta ellos, y convencerlos de lo que era mejor para todos. Así que se pusieron en marcha inmediatamente.
Aunque decirlo o pensarlo, era mucho más fácil que hacerlo, evidentemente. Correr hasta los Harrowmont no suponía ningún problema. Pero convencer de que dejaran hacer a Nín la magia que necesitaban, después de todo lo que había pasado en la mansión... Eso era harina de otro costal.
Al principio, después de las palabras de Huracán, quedaron todos en silencio. Tanto el grupo del lord, como el de ellos. Todos esperando que alguien terminara esa calma tensa, que se podía cortar con un cuchillo como si fuera mantequilla.
Fue finalmente Milton el que rompió la tensión del momento, y podía aseverar que de la forma más estúpida imaginable. Lanzar una piedra a la elfa, era lo más patético que había visto hacer a un brujo en su vida. Con todo el potencial y magia que debía poseer, optó por algo tan nimio, y de un modo que solo podía calibrarse por la actitud de un niño.
Suponía que lo había hecho porque no quería herir de gravedad a la elfa. Porque pensaba que con la piedra, no formaría una pelea. O justo para eso, quién sabe. El caso es que no tuvo que intervenir para proteger a Níniel, pues Huracán se encargó de atraparla con telequinesis y devolvérsela al agresor. Que a partir de ahí, se comportó de una forma aún más infantil.
Eso sí, nada más ver la que se podía venir encima, Vinc dio un paso hacia delante de forma protectora, dejando a Níniel por detrás de él. Si había pelea, no quería que saliera lastimada.
Por fortuna no pasó nada de eso, sino todo lo contrario. Cassandra demostró más sentido común que su hermano, y demostró que la futura generación de los Harrowmont tenía esperanza con ella. Se hizo un corte en la mano, y se le tendió a la elfa para que tomara su sangre.
El rubio se ladeó, franqueando el paso a la muchacha. Ahora que no había peligro de una batalla, era una estupidez no dejarla pasar.
En ese momento, volvió a aparecer una tensa calma, cuando la sacerdotisa comenzó su ritual. Los brujos de Harrowmont no se fiaban como ellos de la elfa, así que no tardaron en ponerse nerviosos.
Por su parte alzó la mano, de forma apaciguadora, y dando a entender que no había peligro. Sin embargo, eso importaba poco a los guardias. Él era uno de los asaltantes de la mansión, y un amigo de la sacerdotisa. Para ellos, su palabra valía tanto como la de ella.
Al menos, el conjuro de Níniel no duró demasiado, y eso evitó que los hombres se pusieran mucho más nerviosos de lo que ya estaban de por sí. Y las palabras que salieron de los labios de la elfa no podían ser más bonitas y esperanzadoras.
- Está aquí-, dijo alegre. Por fin un golpe de suerte a su favor. - Lord Harrowmont, por todos los problemas que le haya causado en su hogar, me presento voluntario para el rescate de su mujer-, comentó serio y directo.
- No puede dudar de la valentía de mi hijo, milord-, comentó con cierta socarronería y orgullo, Yennefer. - Me gustaría acompañarlos hasta allí. Como compensación por todo el daño causado a su familia. Espero que sirva para limpiar el nombre de mi familia y el de los Boisson, como amiga de Lady Isabella que soy-, la morena hizo una ligera reverencia.
El lord asintió, y señaló a dos hombres. Que se subieron en la parte delantera del carruaje, al lado del conductor, después de unas palabras e indicaciones por parte del Harrowmont. Fue su forma de decir que aceptaba, y que de paso les cedía ese carro con dos escoltas y un conductor.
- Muchas gracias, señor-, imitó a su madre, con una pequeña reverencia.
Se encaminó junto a la puerta del carruaje, donde esperó para ayudar a subir a su madre primero, y desde donde después cedió su mano a la dulce elfa.
- Cuatro kilómetro, bella Rose-, comentó divertido, siguiendo el juego que habían comenzado en la fiesta. - Seguro que dará tiempo de disfrutar el trayecto, mientras nos guía a nuestro destino-, sonrió, levantándose la máscara con su mano libre, lo suficiente para que se vieran su sonrisa, y esperando que tomara la que le cedía para ayudarla a subir. - Bien parece, que puede que tengamos un final feliz, pese a todos los contratiempos sufridos.
Y es que no le faltaba razón al cazador. Bien podrían haber venido esos vampiros aquella noche, no solo a sembrar el caos y el desconcierto. A provocar a los brujos y encaminarlos a una posible guerra. Sino que igual también estaban allí para llevarse a la esposa de Harrowmont de la isla.
Si aún no habían conseguido subir a la mujer en el barco, todavía estaría en las islas. Si ya lo habían hecho… poco se podía hacer ya. La esposa del lord habría muerto irremediablemente, sin que ellos se hubieran dado cuenta de que estaba dentro del navío. Una desgraciada muerte, que además destruiría sus posibilidades de seguir el plan que había trazado su madre.
- No se me da mal. Pero prefiero dejar el agua a los brujos que manejan dicho elemento. Además, este traje es demasiado bonito para andar mojándolo-, bromeó, intentando aliviar tensiones. - Es una posibilidad, pero debemos ser optimistas. No pensemos que hemos perdido antes de comenzar-, dijo más serio, más centrado en la misión que tenían por delante.
Cierto que puede que la idea de Yenn fuera inviable desde prácticamente el principio, si resultaba que la esposa de Harrowmont no estaba en las islas, o si estaba realmente muerte. Pero no perdían nada por hacer el lazo vital y asegurarse. Si no funcionaba la magia de Níniel, ya tendrían tiempo de idear un nuevo plan. Aunque cada vez, sería más complicado hallar una solución que salvase a Isabella.
No tardaron en ver, justo lo que necesitaban para realizar la magia, la sangre de los Harrowmont. Pues el anfitrión de la fiesta y sus hijos, esperaban junto al carruaje al que unos guardias escoltaban a la madre de Huri. Si querían realizar el lazo vital, necesitaban llegar hasta ellos, y convencerlos de lo que era mejor para todos. Así que se pusieron en marcha inmediatamente.
Aunque decirlo o pensarlo, era mucho más fácil que hacerlo, evidentemente. Correr hasta los Harrowmont no suponía ningún problema. Pero convencer de que dejaran hacer a Nín la magia que necesitaban, después de todo lo que había pasado en la mansión... Eso era harina de otro costal.
Al principio, después de las palabras de Huracán, quedaron todos en silencio. Tanto el grupo del lord, como el de ellos. Todos esperando que alguien terminara esa calma tensa, que se podía cortar con un cuchillo como si fuera mantequilla.
Fue finalmente Milton el que rompió la tensión del momento, y podía aseverar que de la forma más estúpida imaginable. Lanzar una piedra a la elfa, era lo más patético que había visto hacer a un brujo en su vida. Con todo el potencial y magia que debía poseer, optó por algo tan nimio, y de un modo que solo podía calibrarse por la actitud de un niño.
Suponía que lo había hecho porque no quería herir de gravedad a la elfa. Porque pensaba que con la piedra, no formaría una pelea. O justo para eso, quién sabe. El caso es que no tuvo que intervenir para proteger a Níniel, pues Huracán se encargó de atraparla con telequinesis y devolvérsela al agresor. Que a partir de ahí, se comportó de una forma aún más infantil.
Eso sí, nada más ver la que se podía venir encima, Vinc dio un paso hacia delante de forma protectora, dejando a Níniel por detrás de él. Si había pelea, no quería que saliera lastimada.
Por fortuna no pasó nada de eso, sino todo lo contrario. Cassandra demostró más sentido común que su hermano, y demostró que la futura generación de los Harrowmont tenía esperanza con ella. Se hizo un corte en la mano, y se le tendió a la elfa para que tomara su sangre.
El rubio se ladeó, franqueando el paso a la muchacha. Ahora que no había peligro de una batalla, era una estupidez no dejarla pasar.
En ese momento, volvió a aparecer una tensa calma, cuando la sacerdotisa comenzó su ritual. Los brujos de Harrowmont no se fiaban como ellos de la elfa, así que no tardaron en ponerse nerviosos.
Por su parte alzó la mano, de forma apaciguadora, y dando a entender que no había peligro. Sin embargo, eso importaba poco a los guardias. Él era uno de los asaltantes de la mansión, y un amigo de la sacerdotisa. Para ellos, su palabra valía tanto como la de ella.
Al menos, el conjuro de Níniel no duró demasiado, y eso evitó que los hombres se pusieran mucho más nerviosos de lo que ya estaban de por sí. Y las palabras que salieron de los labios de la elfa no podían ser más bonitas y esperanzadoras.
- Está aquí-, dijo alegre. Por fin un golpe de suerte a su favor. - Lord Harrowmont, por todos los problemas que le haya causado en su hogar, me presento voluntario para el rescate de su mujer-, comentó serio y directo.
- No puede dudar de la valentía de mi hijo, milord-, comentó con cierta socarronería y orgullo, Yennefer. - Me gustaría acompañarlos hasta allí. Como compensación por todo el daño causado a su familia. Espero que sirva para limpiar el nombre de mi familia y el de los Boisson, como amiga de Lady Isabella que soy-, la morena hizo una ligera reverencia.
El lord asintió, y señaló a dos hombres. Que se subieron en la parte delantera del carruaje, al lado del conductor, después de unas palabras e indicaciones por parte del Harrowmont. Fue su forma de decir que aceptaba, y que de paso les cedía ese carro con dos escoltas y un conductor.
- Muchas gracias, señor-, imitó a su madre, con una pequeña reverencia.
Se encaminó junto a la puerta del carruaje, donde esperó para ayudar a subir a su madre primero, y desde donde después cedió su mano a la dulce elfa.
- Cuatro kilómetro, bella Rose-, comentó divertido, siguiendo el juego que habían comenzado en la fiesta. - Seguro que dará tiempo de disfrutar el trayecto, mientras nos guía a nuestro destino-, sonrió, levantándose la máscara con su mano libre, lo suficiente para que se vieran su sonrisa, y esperando que tomara la que le cedía para ayudarla a subir. - Bien parece, que puede que tengamos un final feliz, pese a todos los contratiempos sufridos.
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Níniel advirtió a los Harrowmont lo que ya nos había dicho a nosotros. Que Cass cediese su sangre era un requisito necesario pero no definitivo para dar con la señora del Lord. Había otros aspectos intangibles como la distancia a la que se encontraba, o que durante los meses que llevaba aprisionada no hubiese muerto. En cualquier caso, con la prueba de Níniel tampoco se perdía nada, y así lo entendió James.
La sacerdotisa comenzó el ritual dibujando un círculo en el suelo, del que yo me mantuve alejada, de brazos cruzados, observando cómo realizaba un bello canto de conjuración. Tras varios minutos, éste indicó una dirección y una distancia, no muy alejada. Igraine tragó saliva cuando percibió el lugar y miró hacia mí. Yo también sabía qué había en aquella dirección: La vieja mansión Boisson. Jamás había accedido al lugar. Lo tenía totalmente prohibido por mi padre y mi maestro.
Vincent y Yennefer fueron los primeros en decir quiénes eran. La madre de los hermanos Calhoun envió una mirada de cariño dirigida a Isabella, quien declinaría ir. – Gracias, Yenn. Aunque no puedo entrar a ese lugar… Me trae muy malos recuerdos. – dijo con cierta añoranza. Y es que en aquella mansión había vivido su infancia hasta que ocurrió lo que ocurrió. – Esperaré con James y los guardias hasta que encontréis a la mujer.
-Yo sí iré. – dijo Cass dando un paso al frente. – Milton, quédate aquí con papá. – le dijo a su hermano, que todavía seguía lloriqueando por la piedra que le había tirado.
El grupo finalmente estaría compuesto por Níniel, Vincent, Jules, Yennefer, Igraine, Cass, dos guardias del Lord que harían de carroceros y yo. Un equipo suficientemente competitivo como para rescatar a la señora. Aunque ninguno estábamos provisto de nuestras armas, la magia sería suficiente para rescatarla. No podía haber muchos enemigos allí.
En silencio, subí a la segunda carroza junto a Igraine, Cass y Jules. Manteniendome pensativa durante todo el trayecto, con la cabeza apoyada sobre la ventanilla, contemplando la todavía oscuridad de la noche por ella. Se notaba la tensión en el ambiente, y sólo Jules mantenía una intrascendente conversación con Igraine a la que ni siquiera atendía.
Finalmente llegamos al lugar, una tétrica mansión abandonada en medio del bosque. – Hemos llegado. – indicó Igraine, mientras nos bajábamos de las carrozas y observábamos el lugar. Era muchísimo más grande que la nueva mansión Boisson que había comprado mi madre. La estructura estaba comida por la maleza, la hiedra trepadera y las ramas de los árboles más altos penetraban por el interior de alguna ventana. La mansión tenía un aire muy tenebroso con aquel ladrillo negro y apariencia mucho más oscura que su homóloga Harrowmont. Visto así, no me extrañaba que en Beltrexus dijeran que éramos una familia de villanos. Pero allí no debía habitar nadie. Todo resquicio de vida que pudiese haber quedado era, ahora más que nunca, ecos del pasado. -Manteneos alerta. No sabemos si hay alguien dentro. – indicó Igraine a todos los presentes conforme nos acercábamos a la entrada del lugar.
La puerta de madera chirrió y crujió macabramente. El lugar estaba todo oscuro, y Jules se encargó de generar una chispa sobre sus manos para dar algo de luz. La mansión estaba en un estado pútrido. La madera del suelo sonaba a cada pisada, y era tan grande que sería difícil dar con la madre de Cass. Avanzamos por los pasillos, siempre en grupo. Jamás había estado en aquel lugar y cada lugar me llevaba a imaginarme a mi madre, e incluso a Mortagglia caminar por allí. ¿Cuántos de mis ascendientes habían recorrido aquellos pasillos? – Seguidme. Yo he vivido aquí más de cincuenta años, cuando el gremio tenía su sede aquí. – susurró. Su voz sonaba allí como si estuviese en un templo religioso, con una especie de aura mística y aterradora sonando de fondo en toda la sala.
Un golpe sonó a nuestra espalda. - ¿¡Qué ha sido eso!? – preguntó Jules, asustado. – El viento, supongo. – respondió la dragona. No se oía nada pero la atmósfera era muy cargante.
Llegamos a una especie de sala enorme, repleta de cuadros. Todos con una estética muy parecida. Eran todos los miembros de mi familia. – La sala estancia principal. El gran salón. – indicó Igraine, observando aquel enorme lugar repleto de retratos de todos los miembros de mi familia. Nos llevó hasta el centro en concreto, justo en la chimenea. Donde destacaban cuatro cuadros. Los retratos estaban hechos a gran escala, como todo en mi familia, y cada uno era el doble de grande que su tamaño real, lo que sumados a esa estética tan peculiar y gótica los hacía imponentes y, en cierto modo, aterradores. – Mirad. El de arriba del todo es Luc Boisson, y a su lado su mujer Mort... Anastasia… cuando era cazadora. – corrigió con cierto lamento. En memoria de Luc, nunca llamaría a mi abuela como el ser despreciable en el que se convirtió. – Y debajo están sus hijas, Isabella, mucho más joven, y… - se acercó a un cuadro al lado. Todos eran igual de grandes. – Belladonna.
Dejé de contemplar el cuadro y me fui a otras paredes para seguir curioseando el resto de retratos de bisabuelos y tataranietos con admiración, cuando sentí a Jules pegar un chillido asustado, postrado ante el cuadro de Belladonna. - ¡Joder! ¡Me ha mirado! ¡Me cago en la puta! – gritó a voces en el suelo. Desde luego, si había alguien que no nos esperaba, se habría enterado.
-¿Qué dices, Jules? – le pregunté enfadada, acercándome. – No bromees con esas cosas. Estoy hasta el gorro de que tus bromas pesadas. – le regañé sin creerle.
-¡Sé lo que he visto! ¡Te digo que ha movido los ojos y nos ha sonreído, y no con cariño precisamente! ¡A Níniel y a mí!– miré al cuadro de nuevo, pero allí no se movía nada ni un ápice. La mirada de Belladonna seguía en el mismo sitio. Miró a Níniel. –Has tenido que verlo, ¡estabas a mi lado! – continuó asustado el brujo, buscando la explicación de la elfa. Y todas las miradas se volvieron hacia ella. Nadie creería al bromista Jules, pero un veredicto de la elfa a su favor sería más determinante. ¿Lo habría visto ella o eran todo alucinaciones de Jules?
-No os sugestionéis. – dijo Igraine, quitándome importancia al hecho. Para apremiar la búsqueda. – Debemos seguir buscando. – explicó la dragona, dispuesta a continuar el camino. Momento en el que una pequeña columna de polvo se desprendió del techo. Suceso que para Igraine volvía a ser natural. – Este edificio está ya muy ruinoso… - apuntó, mirando al techo. Para ser espía la dragona era muy confiada.
La sacerdotisa comenzó el ritual dibujando un círculo en el suelo, del que yo me mantuve alejada, de brazos cruzados, observando cómo realizaba un bello canto de conjuración. Tras varios minutos, éste indicó una dirección y una distancia, no muy alejada. Igraine tragó saliva cuando percibió el lugar y miró hacia mí. Yo también sabía qué había en aquella dirección: La vieja mansión Boisson. Jamás había accedido al lugar. Lo tenía totalmente prohibido por mi padre y mi maestro.
Vincent y Yennefer fueron los primeros en decir quiénes eran. La madre de los hermanos Calhoun envió una mirada de cariño dirigida a Isabella, quien declinaría ir. – Gracias, Yenn. Aunque no puedo entrar a ese lugar… Me trae muy malos recuerdos. – dijo con cierta añoranza. Y es que en aquella mansión había vivido su infancia hasta que ocurrió lo que ocurrió. – Esperaré con James y los guardias hasta que encontréis a la mujer.
-Yo sí iré. – dijo Cass dando un paso al frente. – Milton, quédate aquí con papá. – le dijo a su hermano, que todavía seguía lloriqueando por la piedra que le había tirado.
El grupo finalmente estaría compuesto por Níniel, Vincent, Jules, Yennefer, Igraine, Cass, dos guardias del Lord que harían de carroceros y yo. Un equipo suficientemente competitivo como para rescatar a la señora. Aunque ninguno estábamos provisto de nuestras armas, la magia sería suficiente para rescatarla. No podía haber muchos enemigos allí.
En silencio, subí a la segunda carroza junto a Igraine, Cass y Jules. Manteniendome pensativa durante todo el trayecto, con la cabeza apoyada sobre la ventanilla, contemplando la todavía oscuridad de la noche por ella. Se notaba la tensión en el ambiente, y sólo Jules mantenía una intrascendente conversación con Igraine a la que ni siquiera atendía.
Finalmente llegamos al lugar, una tétrica mansión abandonada en medio del bosque. – Hemos llegado. – indicó Igraine, mientras nos bajábamos de las carrozas y observábamos el lugar. Era muchísimo más grande que la nueva mansión Boisson que había comprado mi madre. La estructura estaba comida por la maleza, la hiedra trepadera y las ramas de los árboles más altos penetraban por el interior de alguna ventana. La mansión tenía un aire muy tenebroso con aquel ladrillo negro y apariencia mucho más oscura que su homóloga Harrowmont. Visto así, no me extrañaba que en Beltrexus dijeran que éramos una familia de villanos. Pero allí no debía habitar nadie. Todo resquicio de vida que pudiese haber quedado era, ahora más que nunca, ecos del pasado. -Manteneos alerta. No sabemos si hay alguien dentro. – indicó Igraine a todos los presentes conforme nos acercábamos a la entrada del lugar.
- Antigua mansión Boisson:
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La puerta de madera chirrió y crujió macabramente. El lugar estaba todo oscuro, y Jules se encargó de generar una chispa sobre sus manos para dar algo de luz. La mansión estaba en un estado pútrido. La madera del suelo sonaba a cada pisada, y era tan grande que sería difícil dar con la madre de Cass. Avanzamos por los pasillos, siempre en grupo. Jamás había estado en aquel lugar y cada lugar me llevaba a imaginarme a mi madre, e incluso a Mortagglia caminar por allí. ¿Cuántos de mis ascendientes habían recorrido aquellos pasillos? – Seguidme. Yo he vivido aquí más de cincuenta años, cuando el gremio tenía su sede aquí. – susurró. Su voz sonaba allí como si estuviese en un templo religioso, con una especie de aura mística y aterradora sonando de fondo en toda la sala.
Un golpe sonó a nuestra espalda. - ¿¡Qué ha sido eso!? – preguntó Jules, asustado. – El viento, supongo. – respondió la dragona. No se oía nada pero la atmósfera era muy cargante.
Llegamos a una especie de sala enorme, repleta de cuadros. Todos con una estética muy parecida. Eran todos los miembros de mi familia. – La sala estancia principal. El gran salón. – indicó Igraine, observando aquel enorme lugar repleto de retratos de todos los miembros de mi familia. Nos llevó hasta el centro en concreto, justo en la chimenea. Donde destacaban cuatro cuadros. Los retratos estaban hechos a gran escala, como todo en mi familia, y cada uno era el doble de grande que su tamaño real, lo que sumados a esa estética tan peculiar y gótica los hacía imponentes y, en cierto modo, aterradores. – Mirad. El de arriba del todo es Luc Boisson, y a su lado su mujer Mort... Anastasia… cuando era cazadora. – corrigió con cierto lamento. En memoria de Luc, nunca llamaría a mi abuela como el ser despreciable en el que se convirtió. – Y debajo están sus hijas, Isabella, mucho más joven, y… - se acercó a un cuadro al lado. Todos eran igual de grandes. – Belladonna.
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Ver aquellos retratos tan imponentes de mis antepasados me asombró por completo. El retrato de mi tía fue el que más me llamó la atención y me acerqué a él. No la conocía de cara y me gustaría tener alguna referencia por si algún día la encontraba. Era fácilmente reconocible. Su forma de vestir dejaba claro que era una Boisson de manual. Totalmente de negro y en una posición bastante ofensiva. – Joder… qué mal rollo da. – dijo Jules. Y es que Belladonna transmitía la misma sensación de malestar que el cuadro de Mortagglia.Dejé de contemplar el cuadro y me fui a otras paredes para seguir curioseando el resto de retratos de bisabuelos y tataranietos con admiración, cuando sentí a Jules pegar un chillido asustado, postrado ante el cuadro de Belladonna. - ¡Joder! ¡Me ha mirado! ¡Me cago en la puta! – gritó a voces en el suelo. Desde luego, si había alguien que no nos esperaba, se habría enterado.
-¿Qué dices, Jules? – le pregunté enfadada, acercándome. – No bromees con esas cosas. Estoy hasta el gorro de que tus bromas pesadas. – le regañé sin creerle.
-¡Sé lo que he visto! ¡Te digo que ha movido los ojos y nos ha sonreído, y no con cariño precisamente! ¡A Níniel y a mí!– miré al cuadro de nuevo, pero allí no se movía nada ni un ápice. La mirada de Belladonna seguía en el mismo sitio. Miró a Níniel. –Has tenido que verlo, ¡estabas a mi lado! – continuó asustado el brujo, buscando la explicación de la elfa. Y todas las miradas se volvieron hacia ella. Nadie creería al bromista Jules, pero un veredicto de la elfa a su favor sería más determinante. ¿Lo habría visto ella o eran todo alucinaciones de Jules?
-No os sugestionéis. – dijo Igraine, quitándome importancia al hecho. Para apremiar la búsqueda. – Debemos seguir buscando. – explicó la dragona, dispuesta a continuar el camino. Momento en el que una pequeña columna de polvo se desprendió del techo. Suceso que para Igraine volvía a ser natural. – Este edificio está ya muy ruinoso… - apuntó, mirando al techo. Para ser espía la dragona era muy confiada.
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Que los Harrowmont seguían desconfiando del pequeño grupo encabezado por Huracán era algo que saltaba a la vista, y muy equivocados estarían si no pensaran que el sentimiento era mutuo. Se necesitaban sí, pero eso no significaba que ahora fuesen amigos del alma ni mucho menos. Sin embargo ante las esperanzadoras palabras de Níniel, incluso aunque ésta se tratara de una elfa, los ojos del lord, normalmente privados de toda expresión que no fuera la de maldad, se iluminaron por un breve instante en el que la sacerdotisa creyó ver un atisbo de un hombre diferente al que conocía, o al que creía conocer. Un descubrimiento realmente sorprendente. ¿Era una persona capaz de disfrutar del mal ajeno e incluso de ser su causante directa o indirectamente capaz de amar de manera sincera? ¿Podía el padre de un sujeto como Milton no ser tan mala persona como la mayoría de cuantos allí se encontraban podrían jurar?
En cualquier caso el hombre no tardó en reaccionar y, aunque guardó silencio, aprobó con gestos claros el plan de acción de sus hasta ese momento enemigos e incluso les brindó cierta ayuda en forma de hombres y transporte. Ayuda a la que no tardó en sumarse una evidentemente alterada Cassandra Harrowmont, que parecía no considerar negociable su participación en aquel rescate. Su actitud inquieta estaba plenamente justificada, era su madre y saltaba a la vista que estaban muy unidas, Además, de todos los Harrowmont parecía la más sincera consigo misma y sus sentimientos, como ya demostró durante la fiesta de los cazadores, en la que le bastó un pequeño empujoncito alquímico para declarar abiertamente que su hermano no le caía demasiado bien y que encontraba atractivo al bueno de Jules.
-Yo tampoco me quedaría de brazos cruzados si mi madre estuviera cautiva y pudiera ayudarla.- Expresó la joven saliendo del círculo y borrando sus líneas con el pie de manera concienzuda. Dando su visto bueno a que Cass fuera con ellos -Pero con ella debemos considerar ya el grupo cerrado. Esto es trabajo para un grupo pequeño y bien preparado, no para un ejército.- Añadió a continuación en un intento por evitar que el lord añadiera más guardias aún, o que el memo de Milton decidiera en un nuevo ataque de infantilismo sumarse también a la delicada operación. Algo así sería desastroso.
Todo el mundo debió de estar de acuerdo porque nadie dijo lo contrario y gracias a ello el ahora crecido grupo pudo ponerse en marcha enseguida subiendo al carruaje, ayudada gentilmente por Vincent en el caso de Níniel que no rechazó su ofrecimiento ni dudó en agradecérselo como una dama debía hacer. Se trataba de un transporte grande y amplio en su interior, con lujosos acabados y con lo que parecía una selección de los mejores licores de las islas a disposición de sus pasajeros. Hasta las cortinas y los tapizados eran de la más alta calidad.
-Espero que sí, pero incluso aunque nuestros enemigos no deberían esperar nuestra llegada ahora que creen que han vencido, no creo que hayan dejado una pieza tan importante de su plan sin protección. -Respondió a las palabras de Vincent algo más realista. -Debemos estar preparados para cualquier cosa y aprovechar este tiempo para ello. Por ejemplo, desconozco sus habilidades señorita Harowmont. Sé que el resto de los aquí presentes son hábiles combatientes, incluso puedo suponer que los guardias que nos acompañan deben contarse entre los mejores bajo las órdenes de su padre, pero, ¿qué hay de usted? - Preguntó queriendo saber si tenía ante ella a una formidable aliada a un lastre al que proteger. Y es que una sacerdotisa como ella no era una mera sanadora. En las circunstancias apropiadas y con los conocimientos adecuados alguien como Níniel podía llegar incluso a girar las tornas en un combate. Especialmente si escogía con acierto a qué aliados potenciar en qué momento.
A pesar de las escuetas conversaciones que tenían como objetivo el ser un grupo más eficiente ante cualquier imprevisto y al animado e incesante parloteo de Jules, aquel trayecto se le hizo largo a la joven peliblanca. Especialmente debido a los largos momentos de ominoso silencio que se producían por mucho que el veterano cazador se esforzara por rellenarlos con su enérgica verborrea, a la que sinceramente la elfa no prestó demasiada atención más allá de en momentos concretos. ¿Qué peligros les aguardaban en aquel lugar? ¿En qué estado se encontraba lady Harrowmont? ¿Podían estar seguros de que aquella vez no seguían danzando al compás que marcaba Mortagglia? Ya la habían subestimado una vez aquella noche, puede que no tuvieran una tercera oportunidad si fallaban de nuevo. Todo eso y más pensaba la joven peliblanca jugando con su máscara entre las manos mientras el objeto le devolvía la mirada con sus vacías cuencas oculares.
Cuando finalmente llegaron a su objetivo Igraine fue la primera en advertirlo, claro que en el fondo era algo que saltaba a la vista. En algún momento de la historia de las islas la familia Boisson había decidido infligirle una atroz herida al bosque para edificar en él una gran mansión que en sus buenos momentos sin duda podría haber rivalizado con la mansión Harrowmont en grandiosidad y elegancia...Claro que tenía ese toque oscuro que tanto gustaba a los miembros de aquella familia, lo cual en su actual estado la hacía parecer la típica morada de un malvado conde vampiro tal y como eran descritas en las novelas de misterio. Sin el mantenimiento adecuado el bosque había ya comenzado a reclamar de vuelta lo que era suyo y los terrenos estaban invadidos por árboles y plantas, malas hierbas y especies invasoras en su mayoría por desgracia, aunque con el tiempo suficiente aquel lugar volvería a ser hermoso. Hermoso de verdad no como esa belleza artificial y fría que tanto gustaba a los orejas redondas y a los brujos.
-No veo a nadie ni ninguna luz encendida.- Susurró la joven a la anciana semi dragona usando su aguda vista de elfa sobre la fachada de aquella gran estructura así como por los alrededores sin percibir nada extraño bajo la luz de Isil. El lugar parecía no solo abandonado si no también vacío y extrañamente silencioso, algo que lejos de aliviar a Níniel hizo que se preocupara aún más pues como hija hija de Sandorai sabía que había que desconfiar del silencio cuando se estaba en el bosque. -Es como si el propio rumor del viento quisiera mantenerse alejado de aquí.- Comentó de tal manera que quizá consiguiera ponerle los pelos de punta a alguno de sus acompañantes, especialmente a aquellos que, aunque Níniel no lo supiera, habían crecido oyendo historias no demasiado agradables sobre aquel lugar.
-Dicen que en los sótanos los Boisson torturaban a sus prisioneros, vampiros la mayoría, aunque no siempre...- Comentó uno de los guardias con cierto respeto aunque sin miedo, y desde luego sin morderse la lengua por mucho que tuviera delante a uno de los miembros de dicha familia. -Tanta rabia, tanto resentimiento, acabaron por calar en las propias paredes de este lugar e hicieron que sus habitantes enloquecieran y cometieran todo tipo de atrocidades. Su madre hizo bien abandonando este lugar. Cuanto antes saquemos de aquí a nuestra señora mejor para todos.- Añadió a continuación demostrando que a pesar de todo no parecía tener nada personal contra Huracán y su familia, aunque no demasiado buena opinión por culpa de lo ocurrido años atrás y las historias que empezaron a contarse tras ello.
Entraron al interior sin dificultad y el chirrido de la puerta rompió el silencio de tal manera por el espacioso interior de la mansión que a la sacerdotisa le pareció el rugido de un dragón y la hizo apretar los dientes temerosa de haber alertado a cualquier posible peligro que pudiese haber en el lugar y sus inmediaciones, aunque seguramente en verdad no hubiese sido para tanto y solo lo hubiese podido escuchar cualquiera en aquel enorme recibidor y sus inmediaciones, más no hubo reacción o respuesta alguna.
-Tratemos de no avisar a ese posible alguién de cada puerta que abrimos por favor- Pidió Níniel a los demás, algo sencillo a primera vista que sin embargo pronto se demostró más complicado de lo que podía parecer. Y es que los suelos de madera, las puertas interiores y en general todo en aquel lugar estaba en tan mal estado que incluso al caminar los miembros de aquel grupo de rescate hacían tanto ruido en aquel ambiente silencioso que casi parecía confirmar que realmente no había nadie cerca o ya les habría descubierto. Era imposible moverse en silencio por allí, ni siquiera sobre las partes del suelo cubiertas con polvorientas y apolilladas alfombras que incluso en aquel estado seguían denotando que años atrás allí había vivido una familia rica y poderosa.
-Noto algo...extraño. No sé qué es pero no es agradable.- Comentó mientras andaban y miraba a su alrededor tratando de averiguar a qué se debía aquella sensación, sin duda fruto de que en esos momentos su sensibilidad al éter continuaba aún elevada debido a la bendición que tuvo que usar para poder realizar el ritual de lazo vital. -Avanzad con cautela-
Llevaban un tiempo avanzando por los pasillos de aquel inmenso lugar cuando un fuerte portazo, un ruido que por primera vez desde que habían llegado no habían causado ellos, resonó por todo el lugar sobresaltando a la peliblanca que instintivamente pegó un grito más por la sorpresa que por miedo, aunque por suerte logró taparse la boca a tiempo para evitar que saliera de su boca. Igraine dijo que debía de haber sido el viento con tono calmado pero Níniel no había sentido ni una sola ráfaga desde que llegaran. Aún así no se escuchó nada más. Ni más portazos, ni pisadas, ni voces, ni sonidos de ningún tipo, por lo que la dragona debía estar en lo cierto y la joven pudo retirar la mano de su boca. -Con tantas ventanas rotas...Es normal que haya zonas de la casa con corriente...Supongo- Aceptó más inquieta que antes mientras el grupo reanudaba su búsqueda, más atenta aún si cabe a cualquier ruido extraño o sensación que pudiera captar.
Terminaron por llegar al salón principal sin encontrar ni rastro de lady Harrowmont ni la más leve pista de su paradero. Era un lugar donde más que una cena familiar podría celebrarse el banquete de una boda real y aún sobraría espacio para celebrar otra en la mitad restante de la sala. Por supuesto el abandono no le había sentado nada bien pero aún así a Níniel le resultaba sencillo imaginarse tales escenas allí. Claro que antes de celebrar nada, y a parte de una restauración concienzuda, habría que retirar alguno de esos grandes cuadros que adornaban las paredes, o mejor todos ellos. Estaba claro a quiénes representaban, eran antepasados y familiares de Huracán, la cazadora compartía muchos de sus rasgos, pero el modo de posar de muchos de ellos, su tamaño, el negro tan predominante...Cualquiera se sentiría incómoda si tuviera que comer rodeada de ese modo, con todas esas miradas fijas ahí a cada bocado. La de Belladona era la que más miedo daba, aunque la de Isabella y la abuela de Huracán no le iban a la zaga. Por no hablar de esas figuras de gárgolas que adornaban las columnas que sujetaban un techo decorado con un estropeado fresco que parecía representar una cacería. Se veían hombres y mujeres de negro a caballo con ballestas pero no podía distinguirse cuál era su presa debido a su mal estado.
-Todo este lugar da malas vibraciones no solo ese cuadro.- Respondió Níniel al comentario de Jules. - Estos retratos son inquietantes, yo diría que incluso pecan de mal gusto. Has heredado los ojos y los pómulos de tu madre Huracán, rasgos elegantes y nobles...Aunque esto no nos ayuda a encontrar a lady Harrowmont. Sigamos antes de que...-
No pudo terminar la frase pues, aunque Jules se lo tomó a la tremenda llegando al borde de la histeria, Níniel también había visto cómo aquellos ojos se habían movido y se habían clavado directamente en el brujo y la elfa a sus pies, como si de una mirada de desprecio se tratara, dejando a la sacerdotisa petrificada por la impresión y con los ojos abiertos como platos en dirección al lienzo. Solo había sido un segundo y había vuelto a mirar al frente, pero la peliblanca estaba segura de que lo que decía Jules era verdad, por mucho que Igraine, tan serena como de costumbre hablara de sugestión.
-No...no se lo está inventando. Yo también lo he visto. El retrato de Bella nos ha...nos ha mirado por un segundo, estoy segura.- Pudo por fin decir la elfa cuando las increpaciones de Huracán hacia Jules por el numerito que estaba montando y las palabras de Igraine sobre "cosas normales" cesaron. -Portazos, crujidos, polvo...Vale, pero la ruina no hace que los cuadros te miren, Igraine.- Añadió elevando la mano lentamente claramente asustada, buscando el apoyo de Vincent y creando un orbe de luz en la palma de su mano que iluminó aquella parte de la sala con la claridad del sol del mediodía.
Ni siquiera con aquella luz parecía que el cuadro tuviera nada especial. No había nado inusual en él y desde luego no se movía, lo cual hizo soltar un suspiro a igraine que parecía querer decir: "os lo he dicho", y de paso: "estos jovenzuelos", pero Níniel estaba segura de lo que había visto y en vez de rendirse y aceptar que las sombras habían creado algún tipo de trampantojo aumentó aún más la intensidad de la luz e hizo que el orbe flotara directamente hasta el cuadro. Fue en ese momento cuando ante la mirada atónita de los allí presentes aquellos ojos volvieron a girar para mirarlos...Y aquella vez ya no mostraban desprecio, mostraban una ira infinita. -Pero cómo...- Solo pudo decir la joven retrocediendo un paso y deseando por un momento que sus ojos la hubiesen engañado por una vez. -Esa mirada y...la sensación extraña. Es mas fuerte ahora.- Advirtió.
Nuevamente unas columnas de polvo llovieron desde el techo, aunque esta vez dejando caer más que instantes antes y acompañadas de pequeños fragmentos de piedra apenas perceptibles. No habían pasado ni dos segundos cuando ocurrió de nuevo y esta vez cayeron piedras de mayor tamaño que golpearon el suelo con más fuerza y causaron que uno de los guardias del lord mirara hacia arriba apartando los ojos de aquel extraño lienzo que parecía estar vivo y que le ponía los pelos de punta incluso siendo todo un brujo. Pronto descubriría que aquel retrato no era lo único que podía cobrar vida en aquella mansión, aunque fue lo último que vería en su vida.
Desde una de las columnas, una de las gárgolas de piedra había comenzado a moverse y de un salto se dejó caer cayendo sobre el desafortunado brujo que murió aplastado en el acto sin apenas tiempo para gritar bajo el peso de aquella criatura, la cual acto seguido emitió un feroz rugido con el que parecía celebrar el haberse cobrado una primera víctima, la primera de muchas. No obstante aquello era solo el principio. Desde el techo, desde las otras columnas, el resto de gárgolas de piedra también despertaba de su letargo haciendo llover polvo y piedra sobre el salón conforme comenzaban a moverse. En la pared, el retrato de Bella esbozaba una siniestra sonrisa que antes no estaba allí.
En cualquier caso el hombre no tardó en reaccionar y, aunque guardó silencio, aprobó con gestos claros el plan de acción de sus hasta ese momento enemigos e incluso les brindó cierta ayuda en forma de hombres y transporte. Ayuda a la que no tardó en sumarse una evidentemente alterada Cassandra Harrowmont, que parecía no considerar negociable su participación en aquel rescate. Su actitud inquieta estaba plenamente justificada, era su madre y saltaba a la vista que estaban muy unidas, Además, de todos los Harrowmont parecía la más sincera consigo misma y sus sentimientos, como ya demostró durante la fiesta de los cazadores, en la que le bastó un pequeño empujoncito alquímico para declarar abiertamente que su hermano no le caía demasiado bien y que encontraba atractivo al bueno de Jules.
-Yo tampoco me quedaría de brazos cruzados si mi madre estuviera cautiva y pudiera ayudarla.- Expresó la joven saliendo del círculo y borrando sus líneas con el pie de manera concienzuda. Dando su visto bueno a que Cass fuera con ellos -Pero con ella debemos considerar ya el grupo cerrado. Esto es trabajo para un grupo pequeño y bien preparado, no para un ejército.- Añadió a continuación en un intento por evitar que el lord añadiera más guardias aún, o que el memo de Milton decidiera en un nuevo ataque de infantilismo sumarse también a la delicada operación. Algo así sería desastroso.
Todo el mundo debió de estar de acuerdo porque nadie dijo lo contrario y gracias a ello el ahora crecido grupo pudo ponerse en marcha enseguida subiendo al carruaje, ayudada gentilmente por Vincent en el caso de Níniel que no rechazó su ofrecimiento ni dudó en agradecérselo como una dama debía hacer. Se trataba de un transporte grande y amplio en su interior, con lujosos acabados y con lo que parecía una selección de los mejores licores de las islas a disposición de sus pasajeros. Hasta las cortinas y los tapizados eran de la más alta calidad.
-Espero que sí, pero incluso aunque nuestros enemigos no deberían esperar nuestra llegada ahora que creen que han vencido, no creo que hayan dejado una pieza tan importante de su plan sin protección. -Respondió a las palabras de Vincent algo más realista. -Debemos estar preparados para cualquier cosa y aprovechar este tiempo para ello. Por ejemplo, desconozco sus habilidades señorita Harowmont. Sé que el resto de los aquí presentes son hábiles combatientes, incluso puedo suponer que los guardias que nos acompañan deben contarse entre los mejores bajo las órdenes de su padre, pero, ¿qué hay de usted? - Preguntó queriendo saber si tenía ante ella a una formidable aliada a un lastre al que proteger. Y es que una sacerdotisa como ella no era una mera sanadora. En las circunstancias apropiadas y con los conocimientos adecuados alguien como Níniel podía llegar incluso a girar las tornas en un combate. Especialmente si escogía con acierto a qué aliados potenciar en qué momento.
A pesar de las escuetas conversaciones que tenían como objetivo el ser un grupo más eficiente ante cualquier imprevisto y al animado e incesante parloteo de Jules, aquel trayecto se le hizo largo a la joven peliblanca. Especialmente debido a los largos momentos de ominoso silencio que se producían por mucho que el veterano cazador se esforzara por rellenarlos con su enérgica verborrea, a la que sinceramente la elfa no prestó demasiada atención más allá de en momentos concretos. ¿Qué peligros les aguardaban en aquel lugar? ¿En qué estado se encontraba lady Harrowmont? ¿Podían estar seguros de que aquella vez no seguían danzando al compás que marcaba Mortagglia? Ya la habían subestimado una vez aquella noche, puede que no tuvieran una tercera oportunidad si fallaban de nuevo. Todo eso y más pensaba la joven peliblanca jugando con su máscara entre las manos mientras el objeto le devolvía la mirada con sus vacías cuencas oculares.
Cuando finalmente llegaron a su objetivo Igraine fue la primera en advertirlo, claro que en el fondo era algo que saltaba a la vista. En algún momento de la historia de las islas la familia Boisson había decidido infligirle una atroz herida al bosque para edificar en él una gran mansión que en sus buenos momentos sin duda podría haber rivalizado con la mansión Harrowmont en grandiosidad y elegancia...Claro que tenía ese toque oscuro que tanto gustaba a los miembros de aquella familia, lo cual en su actual estado la hacía parecer la típica morada de un malvado conde vampiro tal y como eran descritas en las novelas de misterio. Sin el mantenimiento adecuado el bosque había ya comenzado a reclamar de vuelta lo que era suyo y los terrenos estaban invadidos por árboles y plantas, malas hierbas y especies invasoras en su mayoría por desgracia, aunque con el tiempo suficiente aquel lugar volvería a ser hermoso. Hermoso de verdad no como esa belleza artificial y fría que tanto gustaba a los orejas redondas y a los brujos.
-No veo a nadie ni ninguna luz encendida.- Susurró la joven a la anciana semi dragona usando su aguda vista de elfa sobre la fachada de aquella gran estructura así como por los alrededores sin percibir nada extraño bajo la luz de Isil. El lugar parecía no solo abandonado si no también vacío y extrañamente silencioso, algo que lejos de aliviar a Níniel hizo que se preocupara aún más pues como hija hija de Sandorai sabía que había que desconfiar del silencio cuando se estaba en el bosque. -Es como si el propio rumor del viento quisiera mantenerse alejado de aquí.- Comentó de tal manera que quizá consiguiera ponerle los pelos de punta a alguno de sus acompañantes, especialmente a aquellos que, aunque Níniel no lo supiera, habían crecido oyendo historias no demasiado agradables sobre aquel lugar.
-Dicen que en los sótanos los Boisson torturaban a sus prisioneros, vampiros la mayoría, aunque no siempre...- Comentó uno de los guardias con cierto respeto aunque sin miedo, y desde luego sin morderse la lengua por mucho que tuviera delante a uno de los miembros de dicha familia. -Tanta rabia, tanto resentimiento, acabaron por calar en las propias paredes de este lugar e hicieron que sus habitantes enloquecieran y cometieran todo tipo de atrocidades. Su madre hizo bien abandonando este lugar. Cuanto antes saquemos de aquí a nuestra señora mejor para todos.- Añadió a continuación demostrando que a pesar de todo no parecía tener nada personal contra Huracán y su familia, aunque no demasiado buena opinión por culpa de lo ocurrido años atrás y las historias que empezaron a contarse tras ello.
Entraron al interior sin dificultad y el chirrido de la puerta rompió el silencio de tal manera por el espacioso interior de la mansión que a la sacerdotisa le pareció el rugido de un dragón y la hizo apretar los dientes temerosa de haber alertado a cualquier posible peligro que pudiese haber en el lugar y sus inmediaciones, aunque seguramente en verdad no hubiese sido para tanto y solo lo hubiese podido escuchar cualquiera en aquel enorme recibidor y sus inmediaciones, más no hubo reacción o respuesta alguna.
-Tratemos de no avisar a ese posible alguién de cada puerta que abrimos por favor- Pidió Níniel a los demás, algo sencillo a primera vista que sin embargo pronto se demostró más complicado de lo que podía parecer. Y es que los suelos de madera, las puertas interiores y en general todo en aquel lugar estaba en tan mal estado que incluso al caminar los miembros de aquel grupo de rescate hacían tanto ruido en aquel ambiente silencioso que casi parecía confirmar que realmente no había nadie cerca o ya les habría descubierto. Era imposible moverse en silencio por allí, ni siquiera sobre las partes del suelo cubiertas con polvorientas y apolilladas alfombras que incluso en aquel estado seguían denotando que años atrás allí había vivido una familia rica y poderosa.
-Noto algo...extraño. No sé qué es pero no es agradable.- Comentó mientras andaban y miraba a su alrededor tratando de averiguar a qué se debía aquella sensación, sin duda fruto de que en esos momentos su sensibilidad al éter continuaba aún elevada debido a la bendición que tuvo que usar para poder realizar el ritual de lazo vital. -Avanzad con cautela-
Llevaban un tiempo avanzando por los pasillos de aquel inmenso lugar cuando un fuerte portazo, un ruido que por primera vez desde que habían llegado no habían causado ellos, resonó por todo el lugar sobresaltando a la peliblanca que instintivamente pegó un grito más por la sorpresa que por miedo, aunque por suerte logró taparse la boca a tiempo para evitar que saliera de su boca. Igraine dijo que debía de haber sido el viento con tono calmado pero Níniel no había sentido ni una sola ráfaga desde que llegaran. Aún así no se escuchó nada más. Ni más portazos, ni pisadas, ni voces, ni sonidos de ningún tipo, por lo que la dragona debía estar en lo cierto y la joven pudo retirar la mano de su boca. -Con tantas ventanas rotas...Es normal que haya zonas de la casa con corriente...Supongo- Aceptó más inquieta que antes mientras el grupo reanudaba su búsqueda, más atenta aún si cabe a cualquier ruido extraño o sensación que pudiera captar.
Terminaron por llegar al salón principal sin encontrar ni rastro de lady Harrowmont ni la más leve pista de su paradero. Era un lugar donde más que una cena familiar podría celebrarse el banquete de una boda real y aún sobraría espacio para celebrar otra en la mitad restante de la sala. Por supuesto el abandono no le había sentado nada bien pero aún así a Níniel le resultaba sencillo imaginarse tales escenas allí. Claro que antes de celebrar nada, y a parte de una restauración concienzuda, habría que retirar alguno de esos grandes cuadros que adornaban las paredes, o mejor todos ellos. Estaba claro a quiénes representaban, eran antepasados y familiares de Huracán, la cazadora compartía muchos de sus rasgos, pero el modo de posar de muchos de ellos, su tamaño, el negro tan predominante...Cualquiera se sentiría incómoda si tuviera que comer rodeada de ese modo, con todas esas miradas fijas ahí a cada bocado. La de Belladona era la que más miedo daba, aunque la de Isabella y la abuela de Huracán no le iban a la zaga. Por no hablar de esas figuras de gárgolas que adornaban las columnas que sujetaban un techo decorado con un estropeado fresco que parecía representar una cacería. Se veían hombres y mujeres de negro a caballo con ballestas pero no podía distinguirse cuál era su presa debido a su mal estado.
-Todo este lugar da malas vibraciones no solo ese cuadro.- Respondió Níniel al comentario de Jules. - Estos retratos son inquietantes, yo diría que incluso pecan de mal gusto. Has heredado los ojos y los pómulos de tu madre Huracán, rasgos elegantes y nobles...Aunque esto no nos ayuda a encontrar a lady Harrowmont. Sigamos antes de que...-
No pudo terminar la frase pues, aunque Jules se lo tomó a la tremenda llegando al borde de la histeria, Níniel también había visto cómo aquellos ojos se habían movido y se habían clavado directamente en el brujo y la elfa a sus pies, como si de una mirada de desprecio se tratara, dejando a la sacerdotisa petrificada por la impresión y con los ojos abiertos como platos en dirección al lienzo. Solo había sido un segundo y había vuelto a mirar al frente, pero la peliblanca estaba segura de que lo que decía Jules era verdad, por mucho que Igraine, tan serena como de costumbre hablara de sugestión.
-No...no se lo está inventando. Yo también lo he visto. El retrato de Bella nos ha...nos ha mirado por un segundo, estoy segura.- Pudo por fin decir la elfa cuando las increpaciones de Huracán hacia Jules por el numerito que estaba montando y las palabras de Igraine sobre "cosas normales" cesaron. -Portazos, crujidos, polvo...Vale, pero la ruina no hace que los cuadros te miren, Igraine.- Añadió elevando la mano lentamente claramente asustada, buscando el apoyo de Vincent y creando un orbe de luz en la palma de su mano que iluminó aquella parte de la sala con la claridad del sol del mediodía.
Ni siquiera con aquella luz parecía que el cuadro tuviera nada especial. No había nado inusual en él y desde luego no se movía, lo cual hizo soltar un suspiro a igraine que parecía querer decir: "os lo he dicho", y de paso: "estos jovenzuelos", pero Níniel estaba segura de lo que había visto y en vez de rendirse y aceptar que las sombras habían creado algún tipo de trampantojo aumentó aún más la intensidad de la luz e hizo que el orbe flotara directamente hasta el cuadro. Fue en ese momento cuando ante la mirada atónita de los allí presentes aquellos ojos volvieron a girar para mirarlos...Y aquella vez ya no mostraban desprecio, mostraban una ira infinita. -Pero cómo...- Solo pudo decir la joven retrocediendo un paso y deseando por un momento que sus ojos la hubiesen engañado por una vez. -Esa mirada y...la sensación extraña. Es mas fuerte ahora.- Advirtió.
Nuevamente unas columnas de polvo llovieron desde el techo, aunque esta vez dejando caer más que instantes antes y acompañadas de pequeños fragmentos de piedra apenas perceptibles. No habían pasado ni dos segundos cuando ocurrió de nuevo y esta vez cayeron piedras de mayor tamaño que golpearon el suelo con más fuerza y causaron que uno de los guardias del lord mirara hacia arriba apartando los ojos de aquel extraño lienzo que parecía estar vivo y que le ponía los pelos de punta incluso siendo todo un brujo. Pronto descubriría que aquel retrato no era lo único que podía cobrar vida en aquella mansión, aunque fue lo último que vería en su vida.
Desde una de las columnas, una de las gárgolas de piedra había comenzado a moverse y de un salto se dejó caer cayendo sobre el desafortunado brujo que murió aplastado en el acto sin apenas tiempo para gritar bajo el peso de aquella criatura, la cual acto seguido emitió un feroz rugido con el que parecía celebrar el haberse cobrado una primera víctima, la primera de muchas. No obstante aquello era solo el principio. Desde el techo, desde las otras columnas, el resto de gárgolas de piedra también despertaba de su letargo haciendo llover polvo y piedra sobre el salón conforme comenzaban a moverse. En la pared, el retrato de Bella esbozaba una siniestra sonrisa que antes no estaba allí.
- Gárgolas (No especifíco número):
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Níniel Thenidiel
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Nada más ayudar a su querida elfa a subir, hizo lo mismo con su madre. Y luego se impulsó sobre el escalón del carruaje, para hacer lo propio, y acceder al interior. Tomó asiento entre ellas, y en cuanto todos estuvieron listos, partieron hacia el destino que les había marcado Níniel con su magia.
El rubio se retiró la capa y la dejó a un lado, sobre el asiento, entre él y la elfa. La parte festiva y de disimulo en esa noche había terminado, ya poco importaba que supieran quien era. Como bien ya sabía el lord en el momento en el que se habían presentado él y su madre voluntarios para ir al rescate de su esposa.
Ya daba igual ser el Caballero de la Espina, o el menos misterioso Vincent Calhoun. Por lo que después de dejar la capa perfectamente doblada a su lado, se retiró la máscara y dejó la máscara con ella con delicadeza.
Pese a centrar su atención en quitarse las prendas de adorno de su vestuario, no dejó de escuchar la respuesta de la sacerdotisa. Aunque sin meter baza de momento, dejando que terminase de hablar.
- Ya había imaginado que habría vigilancia en esa mansión, bella Rose-, contestó él, por su parte, con una ceja enarcada, divertido. - Por eso dije que puede que tengamos un final feliz. Y no que lo tendríamos seguro-, bromeó y sonrió a su acompañante.
Cuando llegaran a la vieja vivienda de los Boisson, el tiempo para relajarse se terminaría, así que era mejor aprovechar la actual calma para restar tensión. Luego no habría ocasión para ello.
El rubio notó un movimiento a su lado izquierdo, y pudo ver como la máscara de su madre era sostenida por una mano femenina de forma elegante, justo en la dirección en la que miraba. Vinc no tardó en tomar la plateada máscara, y colocarla junto a la suya sobre el sillón.
- Había pensado, que los secuestradores habrían buscado un lugar solitario para esconder a la madre de Cassandra. Pero que hayan elegido la vieja casa de los Boisson-, la morena dejó de hablar, y meneó la cabeza, a la vez que soltaba su abrigo superior para quitárselo. - No podemos negar que a Mortagglia le encanta el drama-, bromeó esta vez su madre, cediéndole a su hijo, su abrigo con capucha de color turquesa.
Vincent rió quedamente, antes de recoger la prenda y dejarla junto al resto.
- Puede que sea un don de los vampiros. He encontrado suficientes como para encontrar una forma bohemia de vivir la vida-, se encogió de hombros. - Poco importa. No creo que haya muchos enemigos custodiando a la mujer. Para no llamar la atención. Pero ese lugar debe ser enorme, y puede estar lleno de trampas. Quizás sea una trampa en sí misma, teniendo en cuenta el carácter ladino de Mortagglia.
- Es algo que solo sabremos cuando lleguemos a la mansión-, contestó su madre.
Su hijo por su parte simplemente asintió como respuesta. No había mucho más que decir al respecto. Había preguntas en el aire, fruto de la curiosidad que lo caracterizaba. ¿Alguna vez estuviste en la mansión de los Boisson antes de ser abandonada? ¿Conociste a la hermana de Isabella? Y muchas más que se agolpaban en su mente. Seguramente la contestación sería afirmativa para ambas, pues su madre parecía ser amiga de Isabella de tiempo pasado. Algo que ni él mismo sabía, hasta el día de la celebración del gremio de cazadores, en su fortaleza del acantilado.
Sabía que su madre se codeaba con muchas personas, pero conocía a quienes se podía decir que eran sus amigos. Conocer de repente, un día cualquiera, que Isabella se encontraba entre ellos, fue un dato inesperado.
En fin, poco importaba todo ese asunto, ahora, que se aventuraban a nuevos problemas mucho más peliagudos. Así que no hizo mención al respecto sobre ellos. Y seguramente, nunca lo haría. Su madre no le contaría nada, pues no solía hacerlo si no era netamente necesario para que no corriera peligro en una misión. Cosas como esas se las guardaba, y quizás decidiera decírselo algún día sin tener que preguntárselo.
Así era ella. Un tanto mística e íntima con sus asuntos. Más no iba a atosigarla para descubrir sus secretos. Era su madre, era así, y así la quería.
La parada del carro lo sacó de sus reflexiones, y al alzar la mirada por la ventanilla, pudo ver de fondo el tétrico aspecto de su destino. Se bajó del carro, para luego ayudar a las damas que lo acompañaban a hacerlo, y dejó que avanzaran mientras observaba con mejor detenimiento el lugar.
- Era demasiado pedir un lugar de alegres colores y bien iluminado-, dijo quedamente, solo para sí mismo.
Vinc suspiró resignado y sacó sus guantes de vestir del traje. Después los dejó caer dentro del asiento del carruaje y cerró la puerta, para finalmente girar sobre sus talones y comenzar a andar con buen paso hasta alcanzar al resto del grupo.
- Seguro que hay alguien-, contestó a la dragona. - No creo que dejen sola a una pieza tan importante, menos aún cuando fracasaron en sacarla de las islas-, razonó, sacando del interior de su traje, esta vez, sus guantes de combate. - No pueden arriesgarse a que la madre de Cassandra escape por su cuenta. Supongo que los mismos que la secuestraron son su vigilancia-, terminó decir, mientras se colocaba y ajustaba perfectamente los guantes.
El lugar no podía ser más siniestro, ni aunque alguien lo hubiera decidido decorar de ese modo. Sin duda, el estilo que tanto gustaba a los Boisson, sobre todo Huracán por el constante uso del negro, mezclado con la dejadez y el deterioro del tiempo, no formaban una combinación bonita a la vista. O quizás debería decir que no diese miedo, en vez de bonita, pues tenía cierto encanto, incluso con esa aura negativa que la rodeaba.
El comentario del guardia de los Harrowmont, no ayudó en absoluto. ¿En que estaba pensado? Iban a entrar a ese sitio, y solo se le ocurre soltarles esas historias tétricas y nada alentadoras. Y la madera… Estúpida puerta. Parecía que todo a su alrededor intentaba que diera más miedo aquel lugar, del que ya daba de por sí.
- Qué modo tan bueno de entrar con sigilo-, bromeó Jules, por el ruido de la puerta.
El rubio sonrió, y aunque no dijo nada, se alegró de que el cazador ayudara a rebajar la tensión del ambiente. En cierto modo, era como él en ese aspecto, e imaginaba que lo hacía por lo mismo que él. Para mantener la calma y borrar cualquier preocupación de la mente.
La mansión se caía a pedazos. Y cualquier intento de sigilo se volvía complicado, pues hasta la madera del suelo quería evitar que así fuera. No tardó en comprender, la excelente elección de los secuestradores. No tenía nada de romántico o melodramático como había bromeado su madre en el carro. Simplemente, ese lugar era perfecto para ser pillado por sorpresa, y preparar una emboscada a los visitantes.
- Ah, Jules. No me des esos sustos-, dijo al virarse hacia atrás, preparado para el combate por la alerta del cazador. - Vamos, continuemos buscando.
Escuchó el comentario de Níniel, pero no dijo nada más, pues ya estaban todos bastante tensos por el ambiente. Aunque como decía, la atmósfera era asfixiante, y no parecía ser solo cosa del aspecto de la casa. Parecía magia, como había insinuado la elfa, aunque sin poder concretar que era exactamente. En cualquier caso, era suficiente saber que algo poco natural sucedía allí, como para estar más alertas.
Siguieron avanzando, hasta una sala que parecía ser de las principales del lugar. Allí, unos cuadros de gran factura adornaban una de las paredes, y la dragona no tardó en explicarles de quienes se trataban. Las dos generaciones anteriores a Huracán en todo su esplendor.
Jules volvió a sobresaltarlos a todos, aunque este vez lo que decía no parecía solo fruto de su nerviosismo. Había oído casos, donde la gente se ponía tan nerviosa, que veía cosas donde no había. El miedo era un arma poderosa, sin duda. Pero el cazador era un luchador experimentado, y no creía que se dejara dominar por el miedo de ese modo.
- Puede que sea cierto-, musitó a su acompañantes, intentado que solo lo escucharan sus compañeros. - Puede que sea un observador tras el cuadro-, dijo en el mismo tono, preparado para un posible combate.
Las palabras de Níniel, no hacían sino darle la razón en lo que había pensado. Debía haber alguien tras el cuadro, y asintió a su madre, para indicarle que iba a atacar el cuadro con una de sus bombas explosivas. El que estuviera tras el lienzo, no sobreviviría.
Pero no pudo hacerlo, pues la luz que creó Níniel, mostró otras fuerzas ocultas en el salón. No era lo que había pensado. No era un vigilante tras el cuadro. El propio cuadro era el vigilante.
- ¡Es una trampa mágica! - gritó, demasiado tarde para uno de los guardias de Harrowmont, que sucumbió ante la fuerza de una poderosa gárgola animada con magia. - Están imbuidas de vida por medio de runas.
Y el cuadro era el objeto que las activaba. Típico.
- ¡Apartaos de esa! - gritó esta vez, señalando hacia la primera que había bajado.
Chasqueó los dedos sobre un pedernal para crear una chispa de fuego, y después lanzó con furia una de sus bolas explosivas contra la gárgola que había matado a uno de los suyos. El ser de piedra estalló en cientos de esquirlas, y él se tapó la cara como auto reflejo. Esas esquirlas podían ser peligrosas para cualquiera que hubiera estado cerca, incluido él.
No perdió el tiempo y se lanzó sobre el guardia que había sido abatido. Lo inspeccionó, solo para comprobar que estaba verdaderamente muerto, mucho antes que hubiera destruido a la gárgola. Negando con la cabeza por el infortunio de una vida perdida, desenvainó la daga que llevaba el brujo al cinto, y se lanzó por el suelo hacia Huri.
- Menos es nada-, comentó, encogiéndose de hombros, para posteriormente quitar el cinto de la espada, al guardia que ya no la necesitaría.
Esas armas, no servirían para esas gárgolas de piedra, pero bien que podían aparecer los vampiros que custodiaban a la mujer secuestrada. Y toda ayuda sería poca.
De todos modos, casi no había terminado de ajustarlo en su cintura, cuando tuvo que rodar por el suelo para evitar el zarpazo de otra de las criaturas. Vinc acabó junto al tronco de un árbol, que parecía que había decidido invadir la casa atravesando una de las paredes, al no tener jardinero que lo cuidara para que no avanzara hasta allí, y se encaró a la gárgola, preparado para lanzarle otra de sus bolas explosivas. No hizo falta, murió cuando un rayo lo atravesó, haciéndolo pedazos.
El rubio buscó con la mirada a su madre, artífice del ataque elemental, para felicitarle. Sin embargo, esas malditas gárgolas no se estaban quietas. Antes de hacer nada, una saltó desde el techo, sobre el tronco del árbol que entraba de forma inclinada dentro del salón, e hizo que cayera con él hacia abajo.
Pudo esquivarlo por los pelos. Pero nada más sentir el fuerte impacto del árbol contra las maderas del piso, sintió como perdía el equilibrio. Como el firme dejaba de serlo, para convertirse en un agujero, que comenzó a tragárselo. No pudo evitar soltar un grito, mientras se intentaba agarrar desesperado a las tablas, que un día fueron un suelo, y que ahora se deslizaban junto a él hacia una infinita oscuridad.
Perdón Me ha salido un poco lago. Me he extendido más de lo que pensaba al principio en la parte del carro y el tránsito por la mansión bajo mi punto de vista :$
Por otro lado, sois libres de caer con mi personaje cuando el suelo se hunda o quedaros arriba. Que caigan los ncp que queráis, etc. No he dicho nada, centrándome en mi personaje, para dar libertad sobre ello.
Espero que les guste ^^
El rubio se retiró la capa y la dejó a un lado, sobre el asiento, entre él y la elfa. La parte festiva y de disimulo en esa noche había terminado, ya poco importaba que supieran quien era. Como bien ya sabía el lord en el momento en el que se habían presentado él y su madre voluntarios para ir al rescate de su esposa.
Ya daba igual ser el Caballero de la Espina, o el menos misterioso Vincent Calhoun. Por lo que después de dejar la capa perfectamente doblada a su lado, se retiró la máscara y dejó la máscara con ella con delicadeza.
Pese a centrar su atención en quitarse las prendas de adorno de su vestuario, no dejó de escuchar la respuesta de la sacerdotisa. Aunque sin meter baza de momento, dejando que terminase de hablar.
- Ya había imaginado que habría vigilancia en esa mansión, bella Rose-, contestó él, por su parte, con una ceja enarcada, divertido. - Por eso dije que puede que tengamos un final feliz. Y no que lo tendríamos seguro-, bromeó y sonrió a su acompañante.
Cuando llegaran a la vieja vivienda de los Boisson, el tiempo para relajarse se terminaría, así que era mejor aprovechar la actual calma para restar tensión. Luego no habría ocasión para ello.
El rubio notó un movimiento a su lado izquierdo, y pudo ver como la máscara de su madre era sostenida por una mano femenina de forma elegante, justo en la dirección en la que miraba. Vinc no tardó en tomar la plateada máscara, y colocarla junto a la suya sobre el sillón.
- Había pensado, que los secuestradores habrían buscado un lugar solitario para esconder a la madre de Cassandra. Pero que hayan elegido la vieja casa de los Boisson-, la morena dejó de hablar, y meneó la cabeza, a la vez que soltaba su abrigo superior para quitárselo. - No podemos negar que a Mortagglia le encanta el drama-, bromeó esta vez su madre, cediéndole a su hijo, su abrigo con capucha de color turquesa.
Vincent rió quedamente, antes de recoger la prenda y dejarla junto al resto.
- Puede que sea un don de los vampiros. He encontrado suficientes como para encontrar una forma bohemia de vivir la vida-, se encogió de hombros. - Poco importa. No creo que haya muchos enemigos custodiando a la mujer. Para no llamar la atención. Pero ese lugar debe ser enorme, y puede estar lleno de trampas. Quizás sea una trampa en sí misma, teniendo en cuenta el carácter ladino de Mortagglia.
- Es algo que solo sabremos cuando lleguemos a la mansión-, contestó su madre.
Su hijo por su parte simplemente asintió como respuesta. No había mucho más que decir al respecto. Había preguntas en el aire, fruto de la curiosidad que lo caracterizaba. ¿Alguna vez estuviste en la mansión de los Boisson antes de ser abandonada? ¿Conociste a la hermana de Isabella? Y muchas más que se agolpaban en su mente. Seguramente la contestación sería afirmativa para ambas, pues su madre parecía ser amiga de Isabella de tiempo pasado. Algo que ni él mismo sabía, hasta el día de la celebración del gremio de cazadores, en su fortaleza del acantilado.
Sabía que su madre se codeaba con muchas personas, pero conocía a quienes se podía decir que eran sus amigos. Conocer de repente, un día cualquiera, que Isabella se encontraba entre ellos, fue un dato inesperado.
En fin, poco importaba todo ese asunto, ahora, que se aventuraban a nuevos problemas mucho más peliagudos. Así que no hizo mención al respecto sobre ellos. Y seguramente, nunca lo haría. Su madre no le contaría nada, pues no solía hacerlo si no era netamente necesario para que no corriera peligro en una misión. Cosas como esas se las guardaba, y quizás decidiera decírselo algún día sin tener que preguntárselo.
Así era ella. Un tanto mística e íntima con sus asuntos. Más no iba a atosigarla para descubrir sus secretos. Era su madre, era así, y así la quería.
La parada del carro lo sacó de sus reflexiones, y al alzar la mirada por la ventanilla, pudo ver de fondo el tétrico aspecto de su destino. Se bajó del carro, para luego ayudar a las damas que lo acompañaban a hacerlo, y dejó que avanzaran mientras observaba con mejor detenimiento el lugar.
- Era demasiado pedir un lugar de alegres colores y bien iluminado-, dijo quedamente, solo para sí mismo.
Vinc suspiró resignado y sacó sus guantes de vestir del traje. Después los dejó caer dentro del asiento del carruaje y cerró la puerta, para finalmente girar sobre sus talones y comenzar a andar con buen paso hasta alcanzar al resto del grupo.
- Seguro que hay alguien-, contestó a la dragona. - No creo que dejen sola a una pieza tan importante, menos aún cuando fracasaron en sacarla de las islas-, razonó, sacando del interior de su traje, esta vez, sus guantes de combate. - No pueden arriesgarse a que la madre de Cassandra escape por su cuenta. Supongo que los mismos que la secuestraron son su vigilancia-, terminó decir, mientras se colocaba y ajustaba perfectamente los guantes.
El lugar no podía ser más siniestro, ni aunque alguien lo hubiera decidido decorar de ese modo. Sin duda, el estilo que tanto gustaba a los Boisson, sobre todo Huracán por el constante uso del negro, mezclado con la dejadez y el deterioro del tiempo, no formaban una combinación bonita a la vista. O quizás debería decir que no diese miedo, en vez de bonita, pues tenía cierto encanto, incluso con esa aura negativa que la rodeaba.
El comentario del guardia de los Harrowmont, no ayudó en absoluto. ¿En que estaba pensado? Iban a entrar a ese sitio, y solo se le ocurre soltarles esas historias tétricas y nada alentadoras. Y la madera… Estúpida puerta. Parecía que todo a su alrededor intentaba que diera más miedo aquel lugar, del que ya daba de por sí.
- Qué modo tan bueno de entrar con sigilo-, bromeó Jules, por el ruido de la puerta.
El rubio sonrió, y aunque no dijo nada, se alegró de que el cazador ayudara a rebajar la tensión del ambiente. En cierto modo, era como él en ese aspecto, e imaginaba que lo hacía por lo mismo que él. Para mantener la calma y borrar cualquier preocupación de la mente.
La mansión se caía a pedazos. Y cualquier intento de sigilo se volvía complicado, pues hasta la madera del suelo quería evitar que así fuera. No tardó en comprender, la excelente elección de los secuestradores. No tenía nada de romántico o melodramático como había bromeado su madre en el carro. Simplemente, ese lugar era perfecto para ser pillado por sorpresa, y preparar una emboscada a los visitantes.
- Ah, Jules. No me des esos sustos-, dijo al virarse hacia atrás, preparado para el combate por la alerta del cazador. - Vamos, continuemos buscando.
Escuchó el comentario de Níniel, pero no dijo nada más, pues ya estaban todos bastante tensos por el ambiente. Aunque como decía, la atmósfera era asfixiante, y no parecía ser solo cosa del aspecto de la casa. Parecía magia, como había insinuado la elfa, aunque sin poder concretar que era exactamente. En cualquier caso, era suficiente saber que algo poco natural sucedía allí, como para estar más alertas.
Siguieron avanzando, hasta una sala que parecía ser de las principales del lugar. Allí, unos cuadros de gran factura adornaban una de las paredes, y la dragona no tardó en explicarles de quienes se trataban. Las dos generaciones anteriores a Huracán en todo su esplendor.
Jules volvió a sobresaltarlos a todos, aunque este vez lo que decía no parecía solo fruto de su nerviosismo. Había oído casos, donde la gente se ponía tan nerviosa, que veía cosas donde no había. El miedo era un arma poderosa, sin duda. Pero el cazador era un luchador experimentado, y no creía que se dejara dominar por el miedo de ese modo.
- Puede que sea cierto-, musitó a su acompañantes, intentado que solo lo escucharan sus compañeros. - Puede que sea un observador tras el cuadro-, dijo en el mismo tono, preparado para un posible combate.
Las palabras de Níniel, no hacían sino darle la razón en lo que había pensado. Debía haber alguien tras el cuadro, y asintió a su madre, para indicarle que iba a atacar el cuadro con una de sus bombas explosivas. El que estuviera tras el lienzo, no sobreviviría.
Pero no pudo hacerlo, pues la luz que creó Níniel, mostró otras fuerzas ocultas en el salón. No era lo que había pensado. No era un vigilante tras el cuadro. El propio cuadro era el vigilante.
- ¡Es una trampa mágica! - gritó, demasiado tarde para uno de los guardias de Harrowmont, que sucumbió ante la fuerza de una poderosa gárgola animada con magia. - Están imbuidas de vida por medio de runas.
Y el cuadro era el objeto que las activaba. Típico.
- ¡Apartaos de esa! - gritó esta vez, señalando hacia la primera que había bajado.
Chasqueó los dedos sobre un pedernal para crear una chispa de fuego, y después lanzó con furia una de sus bolas explosivas contra la gárgola que había matado a uno de los suyos. El ser de piedra estalló en cientos de esquirlas, y él se tapó la cara como auto reflejo. Esas esquirlas podían ser peligrosas para cualquiera que hubiera estado cerca, incluido él.
No perdió el tiempo y se lanzó sobre el guardia que había sido abatido. Lo inspeccionó, solo para comprobar que estaba verdaderamente muerto, mucho antes que hubiera destruido a la gárgola. Negando con la cabeza por el infortunio de una vida perdida, desenvainó la daga que llevaba el brujo al cinto, y se lanzó por el suelo hacia Huri.
- Menos es nada-, comentó, encogiéndose de hombros, para posteriormente quitar el cinto de la espada, al guardia que ya no la necesitaría.
Esas armas, no servirían para esas gárgolas de piedra, pero bien que podían aparecer los vampiros que custodiaban a la mujer secuestrada. Y toda ayuda sería poca.
De todos modos, casi no había terminado de ajustarlo en su cintura, cuando tuvo que rodar por el suelo para evitar el zarpazo de otra de las criaturas. Vinc acabó junto al tronco de un árbol, que parecía que había decidido invadir la casa atravesando una de las paredes, al no tener jardinero que lo cuidara para que no avanzara hasta allí, y se encaró a la gárgola, preparado para lanzarle otra de sus bolas explosivas. No hizo falta, murió cuando un rayo lo atravesó, haciéndolo pedazos.
El rubio buscó con la mirada a su madre, artífice del ataque elemental, para felicitarle. Sin embargo, esas malditas gárgolas no se estaban quietas. Antes de hacer nada, una saltó desde el techo, sobre el tronco del árbol que entraba de forma inclinada dentro del salón, e hizo que cayera con él hacia abajo.
Pudo esquivarlo por los pelos. Pero nada más sentir el fuerte impacto del árbol contra las maderas del piso, sintió como perdía el equilibrio. Como el firme dejaba de serlo, para convertirse en un agujero, que comenzó a tragárselo. No pudo evitar soltar un grito, mientras se intentaba agarrar desesperado a las tablas, que un día fueron un suelo, y que ahora se deslizaban junto a él hacia una infinita oscuridad.
Offrol
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Perdón Me ha salido un poco lago. Me he extendido más de lo que pensaba al principio en la parte del carro y el tránsito por la mansión bajo mi punto de vista :$
Por otro lado, sois libres de caer con mi personaje cuando el suelo se hunda o quedaros arriba. Que caigan los ncp que queráis, etc. No he dicho nada, centrándome en mi personaje, para dar libertad sobre ello.
Espero que les guste ^^
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Mis peores presagios y los de Igraine se confirmaron cuando Níniel aseguró haber visto también los ojos. Para la dragona era más sencillo pensar que no pasaba nada y que todo aquel escenario era fruto de la imaginación, pero tratar de ocultar la realidad no significaba que no existiera, y aquella mansión estaba encantada por una magia arcana y muy poderosa.
Níniel rápidamente generó una bola de luz para iluminar el cuadro de mi tía, que de primeras no mostró nada, pero tras un breve parpadeo de la esfera luminosa se pudo apreciar como el gesto de Bella había cambiado. Su rostro serio se había tornado en una mirada viva y malévola hacia los presentes. Igraine, ya convencida de que algo sucedía, tomó a la elfa del brazo y tiró de ella hacia atrás para alejarla del retrato. Risas enfermizas comenzaron a retumbar en toda la oscura sala. Columnas de polvo y piedra comenzaron a caer del suelo y sentimos un fuerte estruendo de desprendimientos golpeando contra el suelo.
Varias gárgolas que adornaban el techo tomaron vida y cayeron del suelo. Aplastando a uno de los guardias de Harrowmont, lo que hizo que Cassandra diese un grito de rabia. Eran cinco o seis, pero estábamos sin armas y embutidos en trajes poco prácticos de combate. La magia sería nuestra única arma allí y la mía no es que fuese muy poderosa. La espía, no tardaría en ponerse al frente del grupo e informar sobre el rival que teníamos delante.
-Tened cuidado. Belladonna es bastante más peligrosa que la propia Dama. – advirtió, acusándola a ella de la causante de aquello. – Ya que a su elevado conocimiento de magia avanzada, hay que sumarle la locura y psicosis que la consume desde niña. – Y así fue como sin quererlo, habíamos salido de un sitio malo, y nos habíamos metido en uno peor. Y es que Mortagglia era una persona con quien se podía conversar y dialogar e incluso llegar a un acuerdo, pero mi tía parecía no serlo. Y comenzó a adoptar su forma draconiana para el combate.
Vincent fue el primero en reaccionar para lanzar un hechizo de fuego sobre la gárgola para hacerla volar en mil pedazos y a continuación se acercó al guardia perdido. -Quédate detrás de mí. – le dije a Níniel, para proteger a la elfa. - ¡Ash balla ná! – conjuré estirando la palma hacia delante, haciéndola salir por los aires. Igraine, con su cola, “bateó” en el aire a la criatura pétrea, estampándola contra la pared y disolviéndola.
Mientras Jules y Cass hacían lo propio con sus elementos de fuego y tierra respectivamente, Vincent rodó por el suelo para evitar que le alcanzasen y terminó cerca de un árbol que había atravesado una de las paredes, momentos en que Lady Yennefer abatió a la gárgola que le perseguía con un potente hechizo eléctrico, pero una nueva saltó desde el techo sobre Vincent y por el peso terminó por hundir el piso y los tres cayeron al nivel inferior.
Nuevas risas psicópatas, con una voz chillona e infantil, se sucedieron en la sala. Miré hacia todas partes tratando de saber de dónde venían aquellas voces.
-¡IGRAINE! Ja ja ja ja ¡Cuánto tiempo! Ña ña ña. – canturreó la voz una macabra melodía – ¡Traidora! ¡traidora! ¡traidora! Ña ña ña. – Igraine rápidamente reconoció esta voz, volvió a adoptar su forma humana para poder dialogar con ella y se giró hacia el retrato.
La imagen original se había borrado y allí había aparecido a cuerpo completo una bruja de unos 40 años, con el pelo rizoso y negro como el carbón, desaliñado. Vestida por completo de negro, que reía de manera enfermiza, realizando gestos inverosímiles. Como si se encontrase tras una ventana, el escenario del cuadro también había cambiado, probablemente a dondequiera que se encontrase ella en aquel momento.
-Bella. ¿Convertida en maestra de magia arcana y conjuración, verdad? – miró hacia el cuadro – La única que ha traicionado a los suyos ha sido aquella a la que te encomiendas. – respondió con tranquilidad. – No queda mucho para que tu madre y tú paguéis por los crímenes que habéis cometido. – comentó, volviendo a adoptar su forma de dragón.
-¡Muérete, Igraine! ¡ETERNA LACAYA! – gritó desquiciada, haciendo un gesto obsceno y gesticulando en exceso. - ¡Anastasia! ¡Ven con mamá! – dijo, poniendo “morritos” y estirando sus brazos de manera conciliadora.
-¡Estás mal de la cabeza! – le espeté. Aquella enferma seguía creyéndose mi madre.
-¿E… Esto es cosa de Mortagglia? – preguntó un asustado Jules, que no se había dado cuenta de que el cuadro había “tomado vida” pues se encontraba despachando a la última de las gárgolas. Sus palabras, hicieron que Bella torciese el gesto hacia él, con una mirada de odio.
-¡¿Cómo te atreves a nombrar a mi madre?! ¡Asqueroso brujo mestizo! – gritó la imprevisible bruja. Aquello también clarificaba que Bella era sólo partidaria de los brujos de pura sangre. - ¡CRUCIFIXIT! – gritó, elevando el brazo. Bella rápidamente generó una especie de bola de energía rojiza y deslumbradora que rápidamente lanzó contra el brujo a través del cuadro sin que a ninguno nos diese tiempo a reaccionar.
Sólo Igraine, que había tomado de nuevo su forma dragona, pudo prever el ataque tan poderoso que iba a realizar Bella, y se interpuso entre Jules y su atacante. Recibiendo el impacto en su lomo, que la hizo rugir y a pesar de tener un tamaño de más de dos metros, rodó varios metros por el suelo hasta golpear contra una pared opuesta.
-¡No! – grité corriendo hacia la dragona, claramente herida. Me puse a la altura de su cabeza y vi cómo tenía una enorme herida en el costado. - ¡Igraine! ¡Por favor! ¡Respóndeme! – La dragona abrió un ojo e inmóvil en el suelo, se pudo ver como de su ojo reptil emanaban unas pequeñas gotas a modo de lágrima. Sólo bufó. Belladonna, desde su cuadro ya sabía el veredicto. – ¡IGRAINE! ¡He matado a Igraine! Ja ja ja – cantó al otro lado del cuadro. Pero yo aún guardaba una pequeña esperanza en mi corazón. – ¡Níniel, te lo imploro! Haz algo. – le rogué, pero estaba tan nerviosa que no sabía si había caído abajo o había permanecido arriba.
-¡¿NÍNIEL?! ¡¿Pero qué hace una elfa en mi mansión?! – gritó, de nuevo, recogiéndose el pelo para atrás. – Ja ja ja. ¡MUERE! – Y levantó la mano para repetir el poderoso ataque. - ¡CRUCIFI…!
-¡Atrás! - instó Cassandra saltando al centro, ante el caos, por una vez en su vida, actuó con cordura y sangre fría y optó por tomar el control de la situación, y posando sus manos sobre el suelo, generó un círculo alrededor de los pies de los presentes y el suelo se hundió dando lugar al piso inferior, dónde se encontraban Vincent y Yennefer. Haciendo caer todos los cuerpos de los que nos encontrábamos arriba. De no ser por la ávida actuación de la mayor de los Harrowmont, probablemente todos habríamos terminado muertos.
Pero el drama se había apoderado de la situación. La silueta inmóvil del dragón era ahora la protagonista. - ¡Joder! ¿Cómo la detenemos? Vincent, sabes de arcanos. Tienes que desvincular ese cuadro. – le pidió Jules, en tono serio. – Mierda para mí. Igraine... Debí estar más atento. Lo siento muchísimo, de verdad. – pero a pesar del sentimiento del brujo, Belladonna probablemente hubiese buscado otra excusa para atacarnos. Yo no tenía tiempo para asimilarlo, me encontraba al lado de Igraine, rezando que nada le hubiera pasado. – No podéis vencerla. Huid.. – dijo la dragona, antes de cerrar el ojo por última vez. – No… No… - supliqué.
Pero una nueva sonrisa invadió la habitación. Y la voz de Belladonna, proveniente del cuadro comenzó a retumbar en todo el subsuelo. – ¿No os gusta el sótano? ¡COBARDES! – aplaudió. - ¡Aquí permanecí encerrada cinco años! – espetó con odio, lo que confirmaba la teoría del difunto guardia sobre la historia oscura de los Boisson.
Níniel rápidamente generó una bola de luz para iluminar el cuadro de mi tía, que de primeras no mostró nada, pero tras un breve parpadeo de la esfera luminosa se pudo apreciar como el gesto de Bella había cambiado. Su rostro serio se había tornado en una mirada viva y malévola hacia los presentes. Igraine, ya convencida de que algo sucedía, tomó a la elfa del brazo y tiró de ella hacia atrás para alejarla del retrato. Risas enfermizas comenzaron a retumbar en toda la oscura sala. Columnas de polvo y piedra comenzaron a caer del suelo y sentimos un fuerte estruendo de desprendimientos golpeando contra el suelo.
Varias gárgolas que adornaban el techo tomaron vida y cayeron del suelo. Aplastando a uno de los guardias de Harrowmont, lo que hizo que Cassandra diese un grito de rabia. Eran cinco o seis, pero estábamos sin armas y embutidos en trajes poco prácticos de combate. La magia sería nuestra única arma allí y la mía no es que fuese muy poderosa. La espía, no tardaría en ponerse al frente del grupo e informar sobre el rival que teníamos delante.
-Tened cuidado. Belladonna es bastante más peligrosa que la propia Dama. – advirtió, acusándola a ella de la causante de aquello. – Ya que a su elevado conocimiento de magia avanzada, hay que sumarle la locura y psicosis que la consume desde niña. – Y así fue como sin quererlo, habíamos salido de un sitio malo, y nos habíamos metido en uno peor. Y es que Mortagglia era una persona con quien se podía conversar y dialogar e incluso llegar a un acuerdo, pero mi tía parecía no serlo. Y comenzó a adoptar su forma draconiana para el combate.
Vincent fue el primero en reaccionar para lanzar un hechizo de fuego sobre la gárgola para hacerla volar en mil pedazos y a continuación se acercó al guardia perdido. -Quédate detrás de mí. – le dije a Níniel, para proteger a la elfa. - ¡Ash balla ná! – conjuré estirando la palma hacia delante, haciéndola salir por los aires. Igraine, con su cola, “bateó” en el aire a la criatura pétrea, estampándola contra la pared y disolviéndola.
Mientras Jules y Cass hacían lo propio con sus elementos de fuego y tierra respectivamente, Vincent rodó por el suelo para evitar que le alcanzasen y terminó cerca de un árbol que había atravesado una de las paredes, momentos en que Lady Yennefer abatió a la gárgola que le perseguía con un potente hechizo eléctrico, pero una nueva saltó desde el techo sobre Vincent y por el peso terminó por hundir el piso y los tres cayeron al nivel inferior.
Nuevas risas psicópatas, con una voz chillona e infantil, se sucedieron en la sala. Miré hacia todas partes tratando de saber de dónde venían aquellas voces.
-¡IGRAINE! Ja ja ja ja ¡Cuánto tiempo! Ña ña ña. – canturreó la voz una macabra melodía – ¡Traidora! ¡traidora! ¡traidora! Ña ña ña. – Igraine rápidamente reconoció esta voz, volvió a adoptar su forma humana para poder dialogar con ella y se giró hacia el retrato.
La imagen original se había borrado y allí había aparecido a cuerpo completo una bruja de unos 40 años, con el pelo rizoso y negro como el carbón, desaliñado. Vestida por completo de negro, que reía de manera enfermiza, realizando gestos inverosímiles. Como si se encontrase tras una ventana, el escenario del cuadro también había cambiado, probablemente a dondequiera que se encontrase ella en aquel momento.
- Belladonna Boisson:
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-Bella. ¿Convertida en maestra de magia arcana y conjuración, verdad? – miró hacia el cuadro – La única que ha traicionado a los suyos ha sido aquella a la que te encomiendas. – respondió con tranquilidad. – No queda mucho para que tu madre y tú paguéis por los crímenes que habéis cometido. – comentó, volviendo a adoptar su forma de dragón.
-¡Muérete, Igraine! ¡ETERNA LACAYA! – gritó desquiciada, haciendo un gesto obsceno y gesticulando en exceso. - ¡Anastasia! ¡Ven con mamá! – dijo, poniendo “morritos” y estirando sus brazos de manera conciliadora.
-¡Estás mal de la cabeza! – le espeté. Aquella enferma seguía creyéndose mi madre.
-¿E… Esto es cosa de Mortagglia? – preguntó un asustado Jules, que no se había dado cuenta de que el cuadro había “tomado vida” pues se encontraba despachando a la última de las gárgolas. Sus palabras, hicieron que Bella torciese el gesto hacia él, con una mirada de odio.
-¡¿Cómo te atreves a nombrar a mi madre?! ¡Asqueroso brujo mestizo! – gritó la imprevisible bruja. Aquello también clarificaba que Bella era sólo partidaria de los brujos de pura sangre. - ¡CRUCIFIXIT! – gritó, elevando el brazo. Bella rápidamente generó una especie de bola de energía rojiza y deslumbradora que rápidamente lanzó contra el brujo a través del cuadro sin que a ninguno nos diese tiempo a reaccionar.
Sólo Igraine, que había tomado de nuevo su forma dragona, pudo prever el ataque tan poderoso que iba a realizar Bella, y se interpuso entre Jules y su atacante. Recibiendo el impacto en su lomo, que la hizo rugir y a pesar de tener un tamaño de más de dos metros, rodó varios metros por el suelo hasta golpear contra una pared opuesta.
-¡No! – grité corriendo hacia la dragona, claramente herida. Me puse a la altura de su cabeza y vi cómo tenía una enorme herida en el costado. - ¡Igraine! ¡Por favor! ¡Respóndeme! – La dragona abrió un ojo e inmóvil en el suelo, se pudo ver como de su ojo reptil emanaban unas pequeñas gotas a modo de lágrima. Sólo bufó. Belladonna, desde su cuadro ya sabía el veredicto. – ¡IGRAINE! ¡He matado a Igraine! Ja ja ja – cantó al otro lado del cuadro. Pero yo aún guardaba una pequeña esperanza en mi corazón. – ¡Níniel, te lo imploro! Haz algo. – le rogué, pero estaba tan nerviosa que no sabía si había caído abajo o había permanecido arriba.
-¡¿NÍNIEL?! ¡¿Pero qué hace una elfa en mi mansión?! – gritó, de nuevo, recogiéndose el pelo para atrás. – Ja ja ja. ¡MUERE! – Y levantó la mano para repetir el poderoso ataque. - ¡CRUCIFI…!
-¡Atrás! - instó Cassandra saltando al centro, ante el caos, por una vez en su vida, actuó con cordura y sangre fría y optó por tomar el control de la situación, y posando sus manos sobre el suelo, generó un círculo alrededor de los pies de los presentes y el suelo se hundió dando lugar al piso inferior, dónde se encontraban Vincent y Yennefer. Haciendo caer todos los cuerpos de los que nos encontrábamos arriba. De no ser por la ávida actuación de la mayor de los Harrowmont, probablemente todos habríamos terminado muertos.
Pero el drama se había apoderado de la situación. La silueta inmóvil del dragón era ahora la protagonista. - ¡Joder! ¿Cómo la detenemos? Vincent, sabes de arcanos. Tienes que desvincular ese cuadro. – le pidió Jules, en tono serio. – Mierda para mí. Igraine... Debí estar más atento. Lo siento muchísimo, de verdad. – pero a pesar del sentimiento del brujo, Belladonna probablemente hubiese buscado otra excusa para atacarnos. Yo no tenía tiempo para asimilarlo, me encontraba al lado de Igraine, rezando que nada le hubiera pasado. – No podéis vencerla. Huid.. – dijo la dragona, antes de cerrar el ojo por última vez. – No… No… - supliqué.
Pero una nueva sonrisa invadió la habitación. Y la voz de Belladonna, proveniente del cuadro comenzó a retumbar en todo el subsuelo. – ¿No os gusta el sótano? ¡COBARDES! – aplaudió. - ¡Aquí permanecí encerrada cinco años! – espetó con odio, lo que confirmaba la teoría del difunto guardia sobre la historia oscura de los Boisson.
- Off ROL:
*Off: Sorry por las mayúsculas. No se me ocurría otra manera de transmitir locura.
Belladonna usa magia arcana en combinación con hechizos de conjuración. Lo que le permite realizar estos ataques. Mi querida Igraine, sino ha muerto ya, lo hará T_T. Al igual que Vincent, dejé ambiguo el texto para que Níniel decida si vive la escena arriba o se cae con él. Ahora estamos todos al mismo nivel. Podéis seguir poniendo trabas o describiendo el lugar, tenemos que encontrar a la madre de Cass y largarnos cuanto antes ^^.
PD: Las extensiones del post son normales. Estamos en el momento emocionante xD.
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Pronto la situación de temor, tensión e incredulidad cambió radicalmente y dio paso a otra bien distinta en la que todos los miembros del grupo se vieron obligados a luchar por su vida con uñas y dientes ante un enemigo implacable. Uno que como la propia roca de la que habían salido parecía no sentir ni piedad por los intrusos ni miedo ante la muerte o la destrucción a la que sus congéneres se vieron rápidamente abocadas a manos de los brujos y la semi dragona, que despacharon eficazmente a las primeras de aquellas horrorosas criaturas que descendieron de las columnas, reduciéndolas a simples escombros inertes.
Bolas de fuego, rayos, intensas llamaradas...todo aquello fue conjurado en apenas unos segundos. Con razón los brujos eran temidos y respetados por muchos en Aerandir. Poco importa si se va armado o no o incluso la inferioridad numérica cuando los elementos se pliegan a tu voluntad y puedes desatar el infierno o una feroz tormenta contra tus enemigos con tan solo chasquear los dedos. Sencillamente aquellas feas estatuas no tuvieron oportunidad alguna. Desde el punto de vista de Níniel era un uso cuestionable de las enseñanzas de los grandes dragones; imponerse y dominar el éter, la esencia del todo, en vez de fundirse y estar en sintonía con él, pero su eficacia no podía negarse. No obstante y a pesar de ello no podían cantar victoria aún. Aún quedaban más de esas estatuas sobre las columnas y bien podría haber peligros aún mayores acechándoles.
Durante el combate, Níniel, incapaz de ayudar a sus compañeros con magia ofensiva, permaneció en todo momento detrás de ellos, preparada para ayudarles a su manera de ser necesario. Aunque no parecía ser el caso. Y desde aquella posición, en la retaguardia de una formación de combate, podían verse muchas cosas que para los guerreros al frente, centrados en sus respectivas luchas, podían pasar desapercibidas. En aquella ocasión lo que Níniel pudo percibir y quizá los demás no, fue el hecho de aquella extraña sensación que llevaba tiempo sintiendo, lejos de mitigarse con cada enemigo derrotado como sería lo normal, iba en aumento y se concentraba en torno al retrato de Bella que cada vez parecía más vivo, llegando incluso a reír de manera perturbadora y hasta a hacer movimientos complejos. Todo aquello apuntaba a que era más que el mero activador de trampas para intrusos, y eso no eran buenas noticias para ellos.
Era algo que reunía demasiado éter para tratarse de algo tan simple...¿Entonces qué era? Níniel no tardó mucho en caer en la cuenta. De algún modo, la peliblanca no sabía cómo pues las runas no eran su especialidad, aquel retrato estaba vinculado con la propia Bella y no solo con las gárgolas. La sacerdotisa ya había visto algo así en una vieja casa que usaba runas para crear un sistema de vigilancia tremendamente sofisticado. Si se trataba de algo parecido eso significaba que Bella podía verlos, como ellos a ella, y activar a su voluntad todo tipo de trampas desde donde fuera que estuviese...Pero eso no respondía a por qué se reunía tanta energía en el cuadro. Para activar unas cuantas trampas no hacía falta tanta....¿Y de donde salía?
La joven no tuvo tiempo de pensar en ello mucho más pues, aunque parecía que tenían la situación dominada, las cosas pronto empeorarían rápidamente para el grupo de rescatadores a pesar de haber despachado ya a la mayoría de enemigos.
Vincent y lady Yennefer acabaron cayendo por un agujero en el suelo, abierto por culpa de una de aquellas gárgolas que se dejó caer con todo su peso contra el brujo sobre un firme incapaz de aguantar en su precario estado la dureza del combate que se estaba manteniendo sobre el. Aquello era realmente malo, no solo porque podrían estar heridos y porque además aquella grotesca criatura había caído con ellos poniéndolos en peligro, si no porque separaba al grupo haciéndoles más vulnerables tanto por no poder luchar juntos como por distraer la atención de unos con la incertidumbre del estado del resto. Belladona lo sabía y su retrato volvió a reír de manera psicótica mientras Níniel corría hacia el hueco recién abierto y enviaba su orbe de luz a iluminar aquella zona inferior ahora a la vista.
-Vincent ¿Estás bien? ¿Me oís? ¿Estáis Bien?.- Preguntó aumentando la intensidad de la luz sin poder ver nada por culpa del polvo que tal estropicio había levantado. Difícilmente podría haberse imaginado que mientras se hallaba allí asomada, preocupada por la suerte de madre e hijo, las cosas aún podían empeorar...Mucho más aún.
Poco o nada captó la peliblanca de la extraña y desestructurada conversación que Igraine mantuvo con la imagen de Bella vinculada mediante runas a aquel retrato. Tan solo los gritos desquiciados de la tía de Huracán superaron el ruido de los cascotes que aún reverberaban en aquel agujero y a los propios intentos de la sacerdotisa por conocer el estado de sus compañeros. Entre ellos el último, que la hizo saltar a la defensiva como un resorte al reconocerlo como uno de los más peligrosos conjuros que un brujo podía utilizar.
En ese momento Níniel entendió para qué necesitaba tanta energía el retrato de Bella, con ella podía incluso realizar magia aunque ni tan siquiera estuviera realmente allí, aunque saberlo de poco le servía para tratar de salvar a Jules. Estaba demasiado lejos para protegerlo con su barrera, rodearlo de una armadura mágica de poco iba a servir ante la magnitud de aquel ataque...Solo la intervención de Igraine en el último momento pudo salvarlo, pero tan pronto el hechizo impactó sobre el lomo de la dragona Níniel supo el precio que tan heroica intervención tenía. Ni siquiera sus gruesas escamas podrían haberla protegido, no de algo así.
Aquello causó que el poco orden que quedaba allí se viniese abajo. Jules, en shock, apenas parecía capaz de moverse o lo hacía sin mucho tino. Huracán abandonó el combate para lanzarse en pos de una moribunda Igraine para la que incluso respirar era ya un suplicio. Cass, con los ojos abiertos de par en par por la incredulidad pareció quedarse a la mitad de un conjuro y a su lado el último de los hombres de lord Harrowmont parecía debatirse entre su deber para con la hija de su señor o la más cobarde de las huidas.
Un hechizo, uno solo y el grupo entero parecía a punto de desintegrarse totalmente mientras Belladona se regocijaba de sus acciones...Al menos hasta que el nombre de la sacerdotisa pronunciado de boca de una desesperada Huracán la hizo fijarla como su nuevo objetivo. ¿Odio racial? ¿Conocimiento de que sus habilidades bien podrían salvar a Igraine? ¿Ambas cosas? Poco importaba.
Níniel comenzó a correr. Tenía miedo claro, pero aún así no lo hizo por pánico o para tratar de salir de allí, como bien podría haber hecho aprovechando el hueco en la pared que aquel árbol había creado al invadir la mansión años atrás. Su rumbo era otro y era en la dirección contraria a la de su más fácil salvación, fue directa hacia donde se encontraban Huracán e Igraine.
Puede que pudiera salvarla o puede que no, pero desde luego no iba a abandonarla a ella ni a ninguno de los demás, no sin haberlo intentado con todas sus fuerzas. Su idea era sencilla, protegerlas con su barrera, atender a la dragona y darles tiempo para reorganizarse y planear algo mientras estaban a salvo... Pero Cassandra tenía una idea distinta, y con su magia envió a todos los que allí quedaban al piso de abajo a través del suelo demostrando que definitivamente era muy distinta a su hermano.
Níniel se las apañó para caer de pié a pesar de lo sorpresivo de la acción de la tensai de tierra y, tras comprobar que todos estaban allí y que no había ninguna gárgola por allí abajo para jorobar, sin tiempo siquiera para agradecerle a los dioses que Vincent y su madre estuvieran bien o de agradecer a Cassandra su inteligente modo de ponerlos a todos a salvo, se lanzó sobre el cuerpo de la dragona poniendo todo su empeño en la tarea de sanarla, imponiendo sus manos sobre la herida tratando de cerrarla en completo silencio, ignorando debido a su concentración cualquier tipo de pregunta sobre su estado, súplicas o lamentos. Solo la repugnante voz de Belladona, que parecía querer seguirles incluso hasta a aquel sótano, obtuvo respuesta por parte de una tensa Níniel, una sin rastro de su sempiterno tono melódico de hablar.
-!Cállate de una puta vez, zorra!- Fue cuanto dijo mientras perlas de sudor recorrían su frente y se veía forzada a apretar los dientes. Pero de poco parecían servir sus esfuerzos, aquella herida no se cerraba. El daño era demasiado grave.
Si pasó mucho tiempo o poco intentándolo, Níniel no podría decirlo. Perdía la noción del tiempo cuando trataba de salvar una vida o cuando se dejaba llevar por el estudio y práctica de la alquimia. Sencillamente llegó un momento en el el que lo débiles latidos del corazón de la dragona se detuvieron y la peliblanca apartó lentamente sus manos manchadas de sangre con la derrota tiñendo su rostro. Se quedó allí, de rodillas con los brazos descansando al lado de su cuerpo sintiendo que le había fallado a Igraine y a los demás. Una vez más no había sido lo suficientemente fuerte. Una vez más en su mente apareció la idea de que si en vez de ella allí estuviera su madre nadie habría muerto, Ashara podía salvarlos a todos...No, ni Ashara Thenidiel podía salvarlos a todos.
-Tu vida se apagó como una vela en medio de la tempestad, pero sabemos que tu cuerpo descansará con la madre, tu espíritu vivirá por siempre en un lugar maravilloso que los dioses ha preparado y que llegará el día en el que todos nos reunamos y nunca más volvamos a separarnos. Descansa en paz lady Igraine, con la certeza de que tu sacrificio no será en vano.- Fueron sus palabras antes de levantarse y centrarse, a pesar de la pena que sentía, en lo que ella y los demás tenían que hacer. Había una mujer a la que rescatar y tras ello un par de Boisson a las que hacer pagar por los crímenes cometidos y las vidas arrebatadas.
Bolas de fuego, rayos, intensas llamaradas...todo aquello fue conjurado en apenas unos segundos. Con razón los brujos eran temidos y respetados por muchos en Aerandir. Poco importa si se va armado o no o incluso la inferioridad numérica cuando los elementos se pliegan a tu voluntad y puedes desatar el infierno o una feroz tormenta contra tus enemigos con tan solo chasquear los dedos. Sencillamente aquellas feas estatuas no tuvieron oportunidad alguna. Desde el punto de vista de Níniel era un uso cuestionable de las enseñanzas de los grandes dragones; imponerse y dominar el éter, la esencia del todo, en vez de fundirse y estar en sintonía con él, pero su eficacia no podía negarse. No obstante y a pesar de ello no podían cantar victoria aún. Aún quedaban más de esas estatuas sobre las columnas y bien podría haber peligros aún mayores acechándoles.
Durante el combate, Níniel, incapaz de ayudar a sus compañeros con magia ofensiva, permaneció en todo momento detrás de ellos, preparada para ayudarles a su manera de ser necesario. Aunque no parecía ser el caso. Y desde aquella posición, en la retaguardia de una formación de combate, podían verse muchas cosas que para los guerreros al frente, centrados en sus respectivas luchas, podían pasar desapercibidas. En aquella ocasión lo que Níniel pudo percibir y quizá los demás no, fue el hecho de aquella extraña sensación que llevaba tiempo sintiendo, lejos de mitigarse con cada enemigo derrotado como sería lo normal, iba en aumento y se concentraba en torno al retrato de Bella que cada vez parecía más vivo, llegando incluso a reír de manera perturbadora y hasta a hacer movimientos complejos. Todo aquello apuntaba a que era más que el mero activador de trampas para intrusos, y eso no eran buenas noticias para ellos.
Era algo que reunía demasiado éter para tratarse de algo tan simple...¿Entonces qué era? Níniel no tardó mucho en caer en la cuenta. De algún modo, la peliblanca no sabía cómo pues las runas no eran su especialidad, aquel retrato estaba vinculado con la propia Bella y no solo con las gárgolas. La sacerdotisa ya había visto algo así en una vieja casa que usaba runas para crear un sistema de vigilancia tremendamente sofisticado. Si se trataba de algo parecido eso significaba que Bella podía verlos, como ellos a ella, y activar a su voluntad todo tipo de trampas desde donde fuera que estuviese...Pero eso no respondía a por qué se reunía tanta energía en el cuadro. Para activar unas cuantas trampas no hacía falta tanta....¿Y de donde salía?
La joven no tuvo tiempo de pensar en ello mucho más pues, aunque parecía que tenían la situación dominada, las cosas pronto empeorarían rápidamente para el grupo de rescatadores a pesar de haber despachado ya a la mayoría de enemigos.
Vincent y lady Yennefer acabaron cayendo por un agujero en el suelo, abierto por culpa de una de aquellas gárgolas que se dejó caer con todo su peso contra el brujo sobre un firme incapaz de aguantar en su precario estado la dureza del combate que se estaba manteniendo sobre el. Aquello era realmente malo, no solo porque podrían estar heridos y porque además aquella grotesca criatura había caído con ellos poniéndolos en peligro, si no porque separaba al grupo haciéndoles más vulnerables tanto por no poder luchar juntos como por distraer la atención de unos con la incertidumbre del estado del resto. Belladona lo sabía y su retrato volvió a reír de manera psicótica mientras Níniel corría hacia el hueco recién abierto y enviaba su orbe de luz a iluminar aquella zona inferior ahora a la vista.
-Vincent ¿Estás bien? ¿Me oís? ¿Estáis Bien?.- Preguntó aumentando la intensidad de la luz sin poder ver nada por culpa del polvo que tal estropicio había levantado. Difícilmente podría haberse imaginado que mientras se hallaba allí asomada, preocupada por la suerte de madre e hijo, las cosas aún podían empeorar...Mucho más aún.
Poco o nada captó la peliblanca de la extraña y desestructurada conversación que Igraine mantuvo con la imagen de Bella vinculada mediante runas a aquel retrato. Tan solo los gritos desquiciados de la tía de Huracán superaron el ruido de los cascotes que aún reverberaban en aquel agujero y a los propios intentos de la sacerdotisa por conocer el estado de sus compañeros. Entre ellos el último, que la hizo saltar a la defensiva como un resorte al reconocerlo como uno de los más peligrosos conjuros que un brujo podía utilizar.
En ese momento Níniel entendió para qué necesitaba tanta energía el retrato de Bella, con ella podía incluso realizar magia aunque ni tan siquiera estuviera realmente allí, aunque saberlo de poco le servía para tratar de salvar a Jules. Estaba demasiado lejos para protegerlo con su barrera, rodearlo de una armadura mágica de poco iba a servir ante la magnitud de aquel ataque...Solo la intervención de Igraine en el último momento pudo salvarlo, pero tan pronto el hechizo impactó sobre el lomo de la dragona Níniel supo el precio que tan heroica intervención tenía. Ni siquiera sus gruesas escamas podrían haberla protegido, no de algo así.
Aquello causó que el poco orden que quedaba allí se viniese abajo. Jules, en shock, apenas parecía capaz de moverse o lo hacía sin mucho tino. Huracán abandonó el combate para lanzarse en pos de una moribunda Igraine para la que incluso respirar era ya un suplicio. Cass, con los ojos abiertos de par en par por la incredulidad pareció quedarse a la mitad de un conjuro y a su lado el último de los hombres de lord Harrowmont parecía debatirse entre su deber para con la hija de su señor o la más cobarde de las huidas.
Un hechizo, uno solo y el grupo entero parecía a punto de desintegrarse totalmente mientras Belladona se regocijaba de sus acciones...Al menos hasta que el nombre de la sacerdotisa pronunciado de boca de una desesperada Huracán la hizo fijarla como su nuevo objetivo. ¿Odio racial? ¿Conocimiento de que sus habilidades bien podrían salvar a Igraine? ¿Ambas cosas? Poco importaba.
Níniel comenzó a correr. Tenía miedo claro, pero aún así no lo hizo por pánico o para tratar de salir de allí, como bien podría haber hecho aprovechando el hueco en la pared que aquel árbol había creado al invadir la mansión años atrás. Su rumbo era otro y era en la dirección contraria a la de su más fácil salvación, fue directa hacia donde se encontraban Huracán e Igraine.
Puede que pudiera salvarla o puede que no, pero desde luego no iba a abandonarla a ella ni a ninguno de los demás, no sin haberlo intentado con todas sus fuerzas. Su idea era sencilla, protegerlas con su barrera, atender a la dragona y darles tiempo para reorganizarse y planear algo mientras estaban a salvo... Pero Cassandra tenía una idea distinta, y con su magia envió a todos los que allí quedaban al piso de abajo a través del suelo demostrando que definitivamente era muy distinta a su hermano.
Níniel se las apañó para caer de pié a pesar de lo sorpresivo de la acción de la tensai de tierra y, tras comprobar que todos estaban allí y que no había ninguna gárgola por allí abajo para jorobar, sin tiempo siquiera para agradecerle a los dioses que Vincent y su madre estuvieran bien o de agradecer a Cassandra su inteligente modo de ponerlos a todos a salvo, se lanzó sobre el cuerpo de la dragona poniendo todo su empeño en la tarea de sanarla, imponiendo sus manos sobre la herida tratando de cerrarla en completo silencio, ignorando debido a su concentración cualquier tipo de pregunta sobre su estado, súplicas o lamentos. Solo la repugnante voz de Belladona, que parecía querer seguirles incluso hasta a aquel sótano, obtuvo respuesta por parte de una tensa Níniel, una sin rastro de su sempiterno tono melódico de hablar.
-!Cállate de una puta vez, zorra!- Fue cuanto dijo mientras perlas de sudor recorrían su frente y se veía forzada a apretar los dientes. Pero de poco parecían servir sus esfuerzos, aquella herida no se cerraba. El daño era demasiado grave.
Si pasó mucho tiempo o poco intentándolo, Níniel no podría decirlo. Perdía la noción del tiempo cuando trataba de salvar una vida o cuando se dejaba llevar por el estudio y práctica de la alquimia. Sencillamente llegó un momento en el el que lo débiles latidos del corazón de la dragona se detuvieron y la peliblanca apartó lentamente sus manos manchadas de sangre con la derrota tiñendo su rostro. Se quedó allí, de rodillas con los brazos descansando al lado de su cuerpo sintiendo que le había fallado a Igraine y a los demás. Una vez más no había sido lo suficientemente fuerte. Una vez más en su mente apareció la idea de que si en vez de ella allí estuviera su madre nadie habría muerto, Ashara podía salvarlos a todos...No, ni Ashara Thenidiel podía salvarlos a todos.
-Tu vida se apagó como una vela en medio de la tempestad, pero sabemos que tu cuerpo descansará con la madre, tu espíritu vivirá por siempre en un lugar maravilloso que los dioses ha preparado y que llegará el día en el que todos nos reunamos y nunca más volvamos a separarnos. Descansa en paz lady Igraine, con la certeza de que tu sacrificio no será en vano.- Fueron sus palabras antes de levantarse y centrarse, a pesar de la pena que sentía, en lo que ella y los demás tenían que hacer. Había una mujer a la que rescatar y tras ello un par de Boisson a las que hacer pagar por los crímenes cometidos y las vidas arrebatadas.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
El brujo se aferró con todas sus fuerzas contra la madera del suelo, arañándola con desesperación, mientras sentía que el mundo bajo sus pies desaparecía. Pero de que servía tanto esfuerzo por agarrarse, cuando todo lo que tocaba se deslizaba al interior de la tierra junto a él.
Era evidente de que nada de lo que hiciera valdría para seguir sobre un suelo, que desaparecía en toda zona cercana a la que podría haber huido, si hubiera sido mucho más ágil y rápido.
No podía hacer otra cosa, que resignarse a caer al gran agujero que se había formado con la caída del árbol, y rezar porque el golpe fuera menos duro de lo que imaginaba. O por lo menos que no fuera mortal.
No tardó en sentir que caía a plomo después de deslizarse por el suelo que se venía abajo con él, y pronto chocó contra algo y rodó por el objeto varios metros hasta notar que se estrellaba contra una nueva superficie.
Diría que había llegado al final del todo. A la superficie de ese nuevo mundo, que se había abierto bajo el suelo de la antigua mansión. Pero era demasiado temprano para tenerlo por seguro, pues una gran polvareda se había generado a su alrededor por culpa de las tierras removidas, y aún sentía como le caían trozos del árbol y de las maderas de la superficie del salón.
Todo ello contribuía a que no pudiera concentrarse en nada que no fuera su propia integridad personal, y que le fuera imposible ver nada a su alrededor. No obstante, al menos no seguía cayendo hacia ninguna parte, y se mantenía estable en el lugar al que había ido a parar. De momento podía decir que estaba seguro y en suelo firme. Si esta nueva superficie no decidía ser tan frágil como la anterior, y desintegrarse bajo sus pies en una nueva caída hacia lo desconocido.
El rubio cerró los ojos y se tapó el rostro como pudo, aunque no pudo evitar toser ante la tierra que lo rodeaba. Ese maldito polvo, además de impedirle ver bien donde había caído, le hacía costosa la respiración por momentos. Así que conjuró una leve y constante cortina de aire, que alejó gran parte de la nube de partículas, para alivio de sus pulmones.
Poco a poco, el polvo comenzó a posarse, al no haber más movimientos de tierras ni cascotes cayendo desde arriba. Así que ya pudo respirar mejor, sin necesidad de ningún conjuro. De todas maneras, volvió a toser un par de veces más, fruto del aire cargado de tierra que ya había respirado sin querer, momentos antes de haberse creado un espacio limpio de polvo con sus poderes. Y también, porque aunque la tierra en suspensión era cada vez menos densa, ese lugar aún tardaría un poco en quedar totalmente limpio del molesto polvo.
- Joder-, volvió a toser. - Sobrevivir a una caída así, para acabar muerto por este puto polvo-, dijo para sí mismo, entre más estornudos.
- Ese lenguaje, jovencito-, se escuchó una voz a su espalda.
La voz de una persona a la que no tenía que mirar para saber de quién se trataba, pese a que sufría los mismos problemas que él por culpa de la tierra.
- Por supuesto, madre. No tengo nada mejor que hacer, que morderme la lengua. Mira por donde, quizás así me desangre primero, y muera más rápido. Ahorrándome esta tortura-, bromeó, respirando cada vez mejor, y calmando su tos.
- Entiéndeme. Cualquier podría decir, que tu madre no te educó bien. Y no te lo vas a creer, pero esa mujer soy yo. ¿Te imaginas lo que podrían decir de mí? - se burló de su hijo.
En esos instantes, un ruido bestial y gutural se escuchó salir del tronco del árbol, mientras algo salía de su interior, haciendo saltar múltiples astillas en el proceso.
Vincent pudo esquivar por los pelos el ataque de la bestia, y tirarse a un lado para ponerse a salvo.
- Mira por dónde. ¿Qué puede ser peor que caer por un agujero con tu madre? Pues caer por un agujero con tu madre y una gárgola-, bromeó una vez más, antes de concentrarse contra su nuevo rival.
Era bastante claro, que se trataba de la gárgola que había tirado el árbol anteriormente. Y como ese tronco estaba en tan malas condiciones, la bestia de piedra había acabado en el interior del ancho tronco. O quizás justo detrás. Era difícil saber, si había salido de dentro, o si en realidad lo había atravesado totalmente con su poderoso ataque.
Había que tener en cuenta, que ese árbol estaba muy podrido, pues seguramente si había acabado contra la casa, era porque había muerto hacía tiempo. Así que para una bestia de piedra, era fácil hacer un destrozo con él. Seguramente el árbol se hubiera desmenuzado contra el suelo de la vivienda, si esa misma superficie no hubiese estado en tan mal estado también.
Poco importaba, realmente. Lo único que ahora le interesaba era crear un proyectil de fuego, para hacerla pedazos como a la otra que había destruido antes. Y después buscar una manera para volver a subir con sus compañeros.
El rubio chasqueó los dedos, pero antes de que pudiera hacer nada, una columna de piedra cayó sobre la gárgola, enterrándola para siempre en aquel lugar. Eso sí, en múltiples trocitos.
Y por supuesto, no faltó una nueva polvareda, que sumió todo el hueco donde se hallaba en un nuevo caos de tierra y toses.
Aunque esta vez no necesitó conjurar ningún poder que le dejara respirar, pues su madre se encargó en esta ocasión de hacerlo hasta que el polvo comenzó a disiparse de nuevo.
- Madre, parece que la piedra vence a la piedra-, bromeó nuevamente, y miró al cielo, observando el lugar por donde había caído la antigua columna de la casa.
Yennefer por su parte solo meneó la cabeza ante el chiste tan malo, antes de volver a hablar.
- Tenemos que volver-, dijo, mirando en la misma dirección que su hijo, donde se escuchar la voz chillona de una mujer.
Ahora que todo estaba en calma allí abajo, podían atender mejor a lo que pasaba en la superficie.
- Y pronto. Ese salón no es muy estable, no me extrañaría que más pronto que tarde, se hunda toda esa ala de la mansión, y esa voz… me da mala espina-, comentó, evitando sentir un escalofrío al pensar en la voz. - ¿Pero cómo? - se acarició la barbilla, con el dorso de su guante.
Las paredes de la zona donde habían acabado, eran demasiado pendientes, Y lo que era peor, inestable. Allá donde posara sus manos para auparse, se desprendería con la misma facilidad que se había deshecho con la caída del árbol muerto.
- Quizás puedas llegar con un salto de aire-, comentó esta vez mirando a su alrededor.
- ¿Y tú que harás? - respondió la morena de ojos violáceos.
- Me las arreglaré. En peores me he visto. Puede que encuentre una salida por aquí cerca, si inspecciono un poco. Pero ellos no pueden esperar, es mejor que subas y los ayudes-, dijo, seguro de que su madre podría ayudarlos en lo que estuviera ocurriendo allí arriba.
Nunca se pudo tomar esa opción. Ya que antes de que Yennefer pudiera usar sus poderes de viento para saltar, el suelo volvió a hundirse una vez más.
Ese sitio estaba peor de lo que imaginaba. Otra sacudida así, y todo el salón se caería a pedazos como había presupuesto, pero mucho más pronto de lo que nunca hubiera pensado.
- Mierda. Más polvo-, comentó entre toses, aunque esta vez era mucho menos que las dos veces anteriores, y no tardó en reconocer las figuras de sus compañeros. - ¿Qué ha pasado? ¿Detener a quien? ¿Y para que quieres desvincular el cuadro? - contestó al cazador, con gran confusión.
- Seguramente quieran detener a Belladona, era su voz. Ha dicho que la han tenido encerrado cinco años en este sótano-, dijo Yennefer preocupada, arrodillándose cerca de la dragona.
Para los dos que habían permanecido allí abajo, era difícil saber qué había ocurrido arriba. Pero su madre tenía razón con Bella, tenía que ser ella, si había dicho lo del sótano. Y si la hermana de Isabella estaba alllí, como poco, iban a tener grandes problemas. Además, no tardaron en darse cuenta del deplorable estado en el que se encontraba Igraine.
Y menos tardó en comprender, que el destino de la dragona estaba sellado, cuando escuchó despotricar a Níniel contra Belladona. Nunca había oído hablar así a la sacerdotisa, y sabía muy bien que lo había hecho por culpa de la frustración.
Las siguientes palabras de la peliblanca, fueron la oración final de la espía Igraine.
- Lo siento, Huri. Lo siento de veras-, la sostuvo de forma afectiva por el hombro unos instantes, intentando reconfortarla. - Siempre estará viva dentro de tu corazón, y siempre te acompañará-, comentó, para luego alejarse y dejarla tranquila.
En momentos así. Las palabras no solían servir de mucho, y solo podía dejar que el tiempo curase sus heridas.
- Inspeccionaré el lugar-, comentó de pasada, centrando su mirada en su madre, y se encaminó hacia la zona inexplorada de aquel sitio.
Al menos gracias a Bella tenía más información. No era un agujero en el suelo sin más, sino que se trataba de parte de la mansión, pese a que no se notara en absoluto. Estaba todo demasiado destrozado y lleno de tierra por todas partes, para pensar que podía ser obra de personas, y no de la naturaleza.
Pero al avanzar un rato, una puerta de metal. Muy oxidada. Tanto, que la cerradura se combó con facilidad, cuando le dio una patada con la suela de su bota al portón. El metal chirrió, y se abrió sin problema, mostrándole un mundo de absoluta oscuridad.
El brujo creó una esfera de fuego, que comenzó a flotar a escasos centímetros de él, acabando con las tinieblas que anidaban en el pasillo tras la puerta. Y pudo darse cuenta de que Belladona había dicho la verdad. Pronto comenzó a notar las paredes y el techo de roca cincelada, de material trabajado. Estaban en el sótano de la mansión, y era un lugar tan bueno como otro cualquier para buscar a la esposa de Harrowmont.
Es más, era el mejor lugar posible donde esconder a la mujer, pues era donde los vampiros captores camparían a sus anchas. Eso ya eran suposiciones, pues los secuestradores, bien podían ser mercenarios de cualquier raza. Pero siendo Mortagglia una vampiresa, y habiendo sufrido un ataque de chupasangres la noche de la fiesta… Tenía una corazonada.
El rubio no tardó en volver tras sus pasos para notificar su descubrimiento.
- Hay una salida. Bien parece que se interna en el interior de la tierra. Así que debe ser el comentado sótano. Aunque llamarlo sótano no le hace justicia. Tiene pinta de ser enorme, y todo un entramado de pasillos-, informó a sus compañeros, y se acercó hasta donde se encontraba Níniel. - ¿Estás bien? - se preocupó por ella. - Puedes desahogarte conmigo.
Nunca había escuchado hablar así a la elfa, y sabía que debía estar pasando un calvario por dentro. Casi tan grande como el que debía estar sufriendo Huri. Esta noche iba de mal en peor.
Era evidente de que nada de lo que hiciera valdría para seguir sobre un suelo, que desaparecía en toda zona cercana a la que podría haber huido, si hubiera sido mucho más ágil y rápido.
No podía hacer otra cosa, que resignarse a caer al gran agujero que se había formado con la caída del árbol, y rezar porque el golpe fuera menos duro de lo que imaginaba. O por lo menos que no fuera mortal.
No tardó en sentir que caía a plomo después de deslizarse por el suelo que se venía abajo con él, y pronto chocó contra algo y rodó por el objeto varios metros hasta notar que se estrellaba contra una nueva superficie.
Diría que había llegado al final del todo. A la superficie de ese nuevo mundo, que se había abierto bajo el suelo de la antigua mansión. Pero era demasiado temprano para tenerlo por seguro, pues una gran polvareda se había generado a su alrededor por culpa de las tierras removidas, y aún sentía como le caían trozos del árbol y de las maderas de la superficie del salón.
Todo ello contribuía a que no pudiera concentrarse en nada que no fuera su propia integridad personal, y que le fuera imposible ver nada a su alrededor. No obstante, al menos no seguía cayendo hacia ninguna parte, y se mantenía estable en el lugar al que había ido a parar. De momento podía decir que estaba seguro y en suelo firme. Si esta nueva superficie no decidía ser tan frágil como la anterior, y desintegrarse bajo sus pies en una nueva caída hacia lo desconocido.
El rubio cerró los ojos y se tapó el rostro como pudo, aunque no pudo evitar toser ante la tierra que lo rodeaba. Ese maldito polvo, además de impedirle ver bien donde había caído, le hacía costosa la respiración por momentos. Así que conjuró una leve y constante cortina de aire, que alejó gran parte de la nube de partículas, para alivio de sus pulmones.
Poco a poco, el polvo comenzó a posarse, al no haber más movimientos de tierras ni cascotes cayendo desde arriba. Así que ya pudo respirar mejor, sin necesidad de ningún conjuro. De todas maneras, volvió a toser un par de veces más, fruto del aire cargado de tierra que ya había respirado sin querer, momentos antes de haberse creado un espacio limpio de polvo con sus poderes. Y también, porque aunque la tierra en suspensión era cada vez menos densa, ese lugar aún tardaría un poco en quedar totalmente limpio del molesto polvo.
- Joder-, volvió a toser. - Sobrevivir a una caída así, para acabar muerto por este puto polvo-, dijo para sí mismo, entre más estornudos.
- Ese lenguaje, jovencito-, se escuchó una voz a su espalda.
La voz de una persona a la que no tenía que mirar para saber de quién se trataba, pese a que sufría los mismos problemas que él por culpa de la tierra.
- Por supuesto, madre. No tengo nada mejor que hacer, que morderme la lengua. Mira por donde, quizás así me desangre primero, y muera más rápido. Ahorrándome esta tortura-, bromeó, respirando cada vez mejor, y calmando su tos.
- Entiéndeme. Cualquier podría decir, que tu madre no te educó bien. Y no te lo vas a creer, pero esa mujer soy yo. ¿Te imaginas lo que podrían decir de mí? - se burló de su hijo.
En esos instantes, un ruido bestial y gutural se escuchó salir del tronco del árbol, mientras algo salía de su interior, haciendo saltar múltiples astillas en el proceso.
Vincent pudo esquivar por los pelos el ataque de la bestia, y tirarse a un lado para ponerse a salvo.
- Mira por dónde. ¿Qué puede ser peor que caer por un agujero con tu madre? Pues caer por un agujero con tu madre y una gárgola-, bromeó una vez más, antes de concentrarse contra su nuevo rival.
Era bastante claro, que se trataba de la gárgola que había tirado el árbol anteriormente. Y como ese tronco estaba en tan malas condiciones, la bestia de piedra había acabado en el interior del ancho tronco. O quizás justo detrás. Era difícil saber, si había salido de dentro, o si en realidad lo había atravesado totalmente con su poderoso ataque.
Había que tener en cuenta, que ese árbol estaba muy podrido, pues seguramente si había acabado contra la casa, era porque había muerto hacía tiempo. Así que para una bestia de piedra, era fácil hacer un destrozo con él. Seguramente el árbol se hubiera desmenuzado contra el suelo de la vivienda, si esa misma superficie no hubiese estado en tan mal estado también.
Poco importaba, realmente. Lo único que ahora le interesaba era crear un proyectil de fuego, para hacerla pedazos como a la otra que había destruido antes. Y después buscar una manera para volver a subir con sus compañeros.
El rubio chasqueó los dedos, pero antes de que pudiera hacer nada, una columna de piedra cayó sobre la gárgola, enterrándola para siempre en aquel lugar. Eso sí, en múltiples trocitos.
Y por supuesto, no faltó una nueva polvareda, que sumió todo el hueco donde se hallaba en un nuevo caos de tierra y toses.
Aunque esta vez no necesitó conjurar ningún poder que le dejara respirar, pues su madre se encargó en esta ocasión de hacerlo hasta que el polvo comenzó a disiparse de nuevo.
- Madre, parece que la piedra vence a la piedra-, bromeó nuevamente, y miró al cielo, observando el lugar por donde había caído la antigua columna de la casa.
Yennefer por su parte solo meneó la cabeza ante el chiste tan malo, antes de volver a hablar.
- Tenemos que volver-, dijo, mirando en la misma dirección que su hijo, donde se escuchar la voz chillona de una mujer.
Ahora que todo estaba en calma allí abajo, podían atender mejor a lo que pasaba en la superficie.
- Y pronto. Ese salón no es muy estable, no me extrañaría que más pronto que tarde, se hunda toda esa ala de la mansión, y esa voz… me da mala espina-, comentó, evitando sentir un escalofrío al pensar en la voz. - ¿Pero cómo? - se acarició la barbilla, con el dorso de su guante.
Las paredes de la zona donde habían acabado, eran demasiado pendientes, Y lo que era peor, inestable. Allá donde posara sus manos para auparse, se desprendería con la misma facilidad que se había deshecho con la caída del árbol muerto.
- Quizás puedas llegar con un salto de aire-, comentó esta vez mirando a su alrededor.
- ¿Y tú que harás? - respondió la morena de ojos violáceos.
- Me las arreglaré. En peores me he visto. Puede que encuentre una salida por aquí cerca, si inspecciono un poco. Pero ellos no pueden esperar, es mejor que subas y los ayudes-, dijo, seguro de que su madre podría ayudarlos en lo que estuviera ocurriendo allí arriba.
Nunca se pudo tomar esa opción. Ya que antes de que Yennefer pudiera usar sus poderes de viento para saltar, el suelo volvió a hundirse una vez más.
Ese sitio estaba peor de lo que imaginaba. Otra sacudida así, y todo el salón se caería a pedazos como había presupuesto, pero mucho más pronto de lo que nunca hubiera pensado.
- Mierda. Más polvo-, comentó entre toses, aunque esta vez era mucho menos que las dos veces anteriores, y no tardó en reconocer las figuras de sus compañeros. - ¿Qué ha pasado? ¿Detener a quien? ¿Y para que quieres desvincular el cuadro? - contestó al cazador, con gran confusión.
- Seguramente quieran detener a Belladona, era su voz. Ha dicho que la han tenido encerrado cinco años en este sótano-, dijo Yennefer preocupada, arrodillándose cerca de la dragona.
Para los dos que habían permanecido allí abajo, era difícil saber qué había ocurrido arriba. Pero su madre tenía razón con Bella, tenía que ser ella, si había dicho lo del sótano. Y si la hermana de Isabella estaba alllí, como poco, iban a tener grandes problemas. Además, no tardaron en darse cuenta del deplorable estado en el que se encontraba Igraine.
Y menos tardó en comprender, que el destino de la dragona estaba sellado, cuando escuchó despotricar a Níniel contra Belladona. Nunca había oído hablar así a la sacerdotisa, y sabía muy bien que lo había hecho por culpa de la frustración.
Las siguientes palabras de la peliblanca, fueron la oración final de la espía Igraine.
- Lo siento, Huri. Lo siento de veras-, la sostuvo de forma afectiva por el hombro unos instantes, intentando reconfortarla. - Siempre estará viva dentro de tu corazón, y siempre te acompañará-, comentó, para luego alejarse y dejarla tranquila.
En momentos así. Las palabras no solían servir de mucho, y solo podía dejar que el tiempo curase sus heridas.
- Inspeccionaré el lugar-, comentó de pasada, centrando su mirada en su madre, y se encaminó hacia la zona inexplorada de aquel sitio.
Al menos gracias a Bella tenía más información. No era un agujero en el suelo sin más, sino que se trataba de parte de la mansión, pese a que no se notara en absoluto. Estaba todo demasiado destrozado y lleno de tierra por todas partes, para pensar que podía ser obra de personas, y no de la naturaleza.
Pero al avanzar un rato, una puerta de metal. Muy oxidada. Tanto, que la cerradura se combó con facilidad, cuando le dio una patada con la suela de su bota al portón. El metal chirrió, y se abrió sin problema, mostrándole un mundo de absoluta oscuridad.
El brujo creó una esfera de fuego, que comenzó a flotar a escasos centímetros de él, acabando con las tinieblas que anidaban en el pasillo tras la puerta. Y pudo darse cuenta de que Belladona había dicho la verdad. Pronto comenzó a notar las paredes y el techo de roca cincelada, de material trabajado. Estaban en el sótano de la mansión, y era un lugar tan bueno como otro cualquier para buscar a la esposa de Harrowmont.
Es más, era el mejor lugar posible donde esconder a la mujer, pues era donde los vampiros captores camparían a sus anchas. Eso ya eran suposiciones, pues los secuestradores, bien podían ser mercenarios de cualquier raza. Pero siendo Mortagglia una vampiresa, y habiendo sufrido un ataque de chupasangres la noche de la fiesta… Tenía una corazonada.
El rubio no tardó en volver tras sus pasos para notificar su descubrimiento.
- Hay una salida. Bien parece que se interna en el interior de la tierra. Así que debe ser el comentado sótano. Aunque llamarlo sótano no le hace justicia. Tiene pinta de ser enorme, y todo un entramado de pasillos-, informó a sus compañeros, y se acercó hasta donde se encontraba Níniel. - ¿Estás bien? - se preocupó por ella. - Puedes desahogarte conmigo.
Nunca había escuchado hablar así a la elfa, y sabía que debía estar pasando un calvario por dentro. Casi tan grande como el que debía estar sufriendo Huri. Esta noche iba de mal en peor.
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Mis peores presagios se confirmaron con el rezo de Níniel. Apoyé mi cabeza contra la dragona y golpeé el suelo con el puño con fuerza a la vez que me mordía los dientes – ¡Joder! – grité con todas mis fuerzas. Ahora mismo, con toda la tensión acumulada, no tenía ninguna gana de sumirme en un llanto. Al contrario, tenía ganas de asesinar de la manera más cruel y dolorosa a la asesina de la dragona.
A mi espalda pude escuchar los ánimos de Vincent y Jules, pero ni siquiera eso podía animarme. A regañadientes y acariciando el cuerpo de Igraine en su forma natural, el de un hermoso y prominente dragón anciano, pronuncié unas palabras con aire de revancha. – Te vengaré. Lo juro. – prometí apoyando mi cabeza contra su lomo y dando un último beso de despedida. No me gustaba abandonarla allí, pero no podíamos cargar con ella y darle el entierro que merecía por su noble vida dedicada en cuerpo y alma a luchar contra los vampiros que amenazaban a Aerandir.
Me incorporé. Teníamos que continuar avanzando. Al menos la voz de Bella había cesado al alejarnos del cuadro. Jules, también afectado, me tomó por el hombro. – Ningún cazador muere postrado en su cama. – me recordó. – Siempre me lo dices, ¿recuerdas? – Aquella era una frase que perfectamente resumía el espíritu de los cazadores de vampiros. Un hecho tan real que dabas por hecho en el momento en que decidías unirte a la causa.
Vincent fue a inspeccionar la zona. El primer objetivo sería encontrar a la madre de Cassandra, de este modo la muerte de Igraine no habría sido en vano. La mirada de la joven, que no se había dirigido a mí, mostraba lástima y en ningún momento me apresuró a continuar la búsqueda de su madre, que podía estar en peligro. Algo dentro de mí me decía que aquella muerte terminaría, además, por unir a la familia Boisson y Harrowmont en la lucha contra la Hermandad. Hecho que, hasta la fecha, había brillado por su ausencia. Qué fácil hubiese sido todo si desde el principio las dos familias más prestigiosas de cazavampiros hubiésemos estado unidas y nos dejásemos de rencillas internas.
El hermano de Elen volvió al poco para indicarnos que había una nueva salida en forma de túnel subterráneo que se adentraba en el sótano de Belladonna. – No quedará más remedio que avanzar. – dije en respuesta a su explicación, y me dispuse a liderar el camino. Nadie más iba a morir allí y, si tenía que ser alguien, era yo. Estaba harta de huir. Las llamas de luz proporcionadas por Vincent y Jules descendimos por el pequeño camino de tierra. No teníamos arma, pero con nuestras habilidades bastaría. ¿Qué clase de secretos guardaba aquel rincón de la mansión? Pronto lo averiguaríamos.
Tras perdernos durante varios minutos por los pasillos que había comentado Vincent llegamos a un amplio lugar. La enorme nueva estancia, sumida en el polvo y con sus utensilios en un estado deplorable, estaba bastante vacía y desgastada por el paso del tiempo. Sin embargo las paredes estaban llenas de pinturas hechas con témperas de colores. En ellas aparecía dibujado como un croquis de una escena con muñecos de palo, en todas las representaciones salía una mujer que por su peinado perfectamente podría ser Bella lanzando magia contra un enemigo y mostrando sus consecuencias en el cuerpo de su adversario, también dibujado. Y, redondeado en un bocadillo que dirigía hacia su boca, anotaba el nombre que le había asignado al hechizo, como si estuviese conjurándolo. Y justo debajo, una lista de las víctimas que se había cobrado, todos brujos y, por sus apellidos, gente de renombre.
Nombrar los hechizos no servía de nada, pero algunos brujos, yo la primera, lo utilizábamos como un método de autocontrol. Debía ser su manera de estudiar la magia y canalizar el maná. Todos los dibujos representaban escenas ofensivas, así, “Crucifixit” reflejaba un fuerte golpe en el que Bella conjuraba una esfera rojiza cuyo impacto desplazaba los órganos de aquel contra el que chocaba. Pero había otros, como “Adava Kadabra” o “Sectumsempra” cuyas representaciones no entendía pero tampoco pintaban como algo muy bueno. Quedaba a la interpretación de cada uno juzgar qué significaban aquellos hechizos tan extraños.
-Por lo que veo Belladonna es una apasionada de la magia de conjuración. Pero la que utiliza ella es muy turbia. – comentó Jules, resoplando. – Si usaba como conejillos de indias a la gente de Beltrexus, ahora entiendo por qué la encerraron en el sótano. – continuó hablando con un tremendo respeto o, tal vez miedo, hacia el poder
-No quiero oír una lamentación más. – contesté molesta, con liderazo y decisión ante los ánimos alicaídos que parecían llevar mis compañeros de grupo. – ¿Por qué le tenéis tanto miedo? No está aquí, y uno de mis virotes en su cabeza es igual de efectivo que cualquiera de sus hechizos de magia oscura. - les pregunté, hablando con cierto menosprecio, soberbia y rabia hacia las capacidades mágicas de Bella o Mortagglia.
Entonces, la voz de Cassandra, algo alejada del grupo, llamó la atención de todos.
-¡Mi madre está aquí! – gritó, y hacia allí nos dirigimos. La señora Harrowmont estaba prácticamente inconsciente. Con claras marcas de violencia por todo el cuerpo y en muy mal estado, con mordidas de vampiro en el cuello. Pero la bruja aún vivía. – La han utilizado como esclava de sangre. ¿Cómo se atreven? – preguntó con odio. Hecho que hizo que Cass se alterase aún más. – ¡Pagarán por todo esto! – prometió también mi mayor adversaria desde la infancia, y alzó la vista para mirar hacia mí. Con cara de circunstancias. - Huracán, ¿iremos a por ellos, verdad? - Haciéndole yo un gesto afirmativo con la cabeza.
Ahora sólo había que sacarla de allí. Pero entonces se pudieron escuchar unos pasos dirigiéndose hacia nosotros. Una mujer en tacones entró en escena cuando los fuegos de Jules y Vincent la iluminaron. Y para sorpresa de todos era… ¡la propia Belladonna! Con sus ropajes negros y su sonrisa de psicótica. ¿Cómo había llegado hasta allí? Mis ansias de acabar con ella aumentaron mientras ella reía psicóticamente.
-¡Ja ja ja ja! – rió de manera enfermiza.
-¡Hija de puta! – grité - ¡Ash balla ná! - y realicé un movimiento para dirigir la corriente hacia la parte superior de aquella oscura estancia. Haciendo que su cabeza se estampara directamente contra el techo.
… Pero su rostro comenzó a tornarse en el de otra persona, a palidecerse, y tornarse en el de otro ser. En el de una chupasangres cualquiera que había adoptado la forma de mi tía para burlarse de nosotros. Y es que aquel era un truco muy recurrido de los vampiros. A aquella estúpida no le había importado morir con tal de hacer la gracia. Estaba claro que no iba a ser tan fácil acabar con mi tía porque, probablemente, ni siquiera estuviera allí.
-No era Belladonna, sino una vampiresa. - hizo notar Jules. Y, en la penumbra comenzaron a escucharse pasos. La iluminación no era la ideal para combatir. Habíamos entrado a su guarida de lleno y ahora no nos quedaría más remedio que luchar y sacar de allí a la madre de Cassandra.
A mi espalda pude escuchar los ánimos de Vincent y Jules, pero ni siquiera eso podía animarme. A regañadientes y acariciando el cuerpo de Igraine en su forma natural, el de un hermoso y prominente dragón anciano, pronuncié unas palabras con aire de revancha. – Te vengaré. Lo juro. – prometí apoyando mi cabeza contra su lomo y dando un último beso de despedida. No me gustaba abandonarla allí, pero no podíamos cargar con ella y darle el entierro que merecía por su noble vida dedicada en cuerpo y alma a luchar contra los vampiros que amenazaban a Aerandir.
Me incorporé. Teníamos que continuar avanzando. Al menos la voz de Bella había cesado al alejarnos del cuadro. Jules, también afectado, me tomó por el hombro. – Ningún cazador muere postrado en su cama. – me recordó. – Siempre me lo dices, ¿recuerdas? – Aquella era una frase que perfectamente resumía el espíritu de los cazadores de vampiros. Un hecho tan real que dabas por hecho en el momento en que decidías unirte a la causa.
Vincent fue a inspeccionar la zona. El primer objetivo sería encontrar a la madre de Cassandra, de este modo la muerte de Igraine no habría sido en vano. La mirada de la joven, que no se había dirigido a mí, mostraba lástima y en ningún momento me apresuró a continuar la búsqueda de su madre, que podía estar en peligro. Algo dentro de mí me decía que aquella muerte terminaría, además, por unir a la familia Boisson y Harrowmont en la lucha contra la Hermandad. Hecho que, hasta la fecha, había brillado por su ausencia. Qué fácil hubiese sido todo si desde el principio las dos familias más prestigiosas de cazavampiros hubiésemos estado unidas y nos dejásemos de rencillas internas.
El hermano de Elen volvió al poco para indicarnos que había una nueva salida en forma de túnel subterráneo que se adentraba en el sótano de Belladonna. – No quedará más remedio que avanzar. – dije en respuesta a su explicación, y me dispuse a liderar el camino. Nadie más iba a morir allí y, si tenía que ser alguien, era yo. Estaba harta de huir. Las llamas de luz proporcionadas por Vincent y Jules descendimos por el pequeño camino de tierra. No teníamos arma, pero con nuestras habilidades bastaría. ¿Qué clase de secretos guardaba aquel rincón de la mansión? Pronto lo averiguaríamos.
Tras perdernos durante varios minutos por los pasillos que había comentado Vincent llegamos a un amplio lugar. La enorme nueva estancia, sumida en el polvo y con sus utensilios en un estado deplorable, estaba bastante vacía y desgastada por el paso del tiempo. Sin embargo las paredes estaban llenas de pinturas hechas con témperas de colores. En ellas aparecía dibujado como un croquis de una escena con muñecos de palo, en todas las representaciones salía una mujer que por su peinado perfectamente podría ser Bella lanzando magia contra un enemigo y mostrando sus consecuencias en el cuerpo de su adversario, también dibujado. Y, redondeado en un bocadillo que dirigía hacia su boca, anotaba el nombre que le había asignado al hechizo, como si estuviese conjurándolo. Y justo debajo, una lista de las víctimas que se había cobrado, todos brujos y, por sus apellidos, gente de renombre.
Nombrar los hechizos no servía de nada, pero algunos brujos, yo la primera, lo utilizábamos como un método de autocontrol. Debía ser su manera de estudiar la magia y canalizar el maná. Todos los dibujos representaban escenas ofensivas, así, “Crucifixit” reflejaba un fuerte golpe en el que Bella conjuraba una esfera rojiza cuyo impacto desplazaba los órganos de aquel contra el que chocaba. Pero había otros, como “Adava Kadabra” o “Sectumsempra” cuyas representaciones no entendía pero tampoco pintaban como algo muy bueno. Quedaba a la interpretación de cada uno juzgar qué significaban aquellos hechizos tan extraños.
-Por lo que veo Belladonna es una apasionada de la magia de conjuración. Pero la que utiliza ella es muy turbia. – comentó Jules, resoplando. – Si usaba como conejillos de indias a la gente de Beltrexus, ahora entiendo por qué la encerraron en el sótano. – continuó hablando con un tremendo respeto o, tal vez miedo, hacia el poder
-No quiero oír una lamentación más. – contesté molesta, con liderazo y decisión ante los ánimos alicaídos que parecían llevar mis compañeros de grupo. – ¿Por qué le tenéis tanto miedo? No está aquí, y uno de mis virotes en su cabeza es igual de efectivo que cualquiera de sus hechizos de magia oscura. - les pregunté, hablando con cierto menosprecio, soberbia y rabia hacia las capacidades mágicas de Bella o Mortagglia.
Entonces, la voz de Cassandra, algo alejada del grupo, llamó la atención de todos.
-¡Mi madre está aquí! – gritó, y hacia allí nos dirigimos. La señora Harrowmont estaba prácticamente inconsciente. Con claras marcas de violencia por todo el cuerpo y en muy mal estado, con mordidas de vampiro en el cuello. Pero la bruja aún vivía. – La han utilizado como esclava de sangre. ¿Cómo se atreven? – preguntó con odio. Hecho que hizo que Cass se alterase aún más. – ¡Pagarán por todo esto! – prometió también mi mayor adversaria desde la infancia, y alzó la vista para mirar hacia mí. Con cara de circunstancias. - Huracán, ¿iremos a por ellos, verdad? - Haciéndole yo un gesto afirmativo con la cabeza.
Ahora sólo había que sacarla de allí. Pero entonces se pudieron escuchar unos pasos dirigiéndose hacia nosotros. Una mujer en tacones entró en escena cuando los fuegos de Jules y Vincent la iluminaron. Y para sorpresa de todos era… ¡la propia Belladonna! Con sus ropajes negros y su sonrisa de psicótica. ¿Cómo había llegado hasta allí? Mis ansias de acabar con ella aumentaron mientras ella reía psicóticamente.
-¡Ja ja ja ja! – rió de manera enfermiza.
-¡Hija de puta! – grité - ¡Ash balla ná! - y realicé un movimiento para dirigir la corriente hacia la parte superior de aquella oscura estancia. Haciendo que su cabeza se estampara directamente contra el techo.
… Pero su rostro comenzó a tornarse en el de otra persona, a palidecerse, y tornarse en el de otro ser. En el de una chupasangres cualquiera que había adoptado la forma de mi tía para burlarse de nosotros. Y es que aquel era un truco muy recurrido de los vampiros. A aquella estúpida no le había importado morir con tal de hacer la gracia. Estaba claro que no iba a ser tan fácil acabar con mi tía porque, probablemente, ni siquiera estuviera allí.
-No era Belladonna, sino una vampiresa. - hizo notar Jules. Y, en la penumbra comenzaron a escucharse pasos. La iluminación no era la ideal para combatir. Habíamos entrado a su guarida de lleno y ahora no nos quedaría más remedio que luchar y sacar de allí a la madre de Cassandra.
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
-Estoy bien.- Se apresuró a tranquilizar la joven peliblanca a un preocupado Vincent, llegando incluso a tratar de esbozar un intento de sonrisa para reafirmar sus palabras pero consiguiendo solo mostrar una mueca de cansancio. Debía de estar dando una imagen lamentable para que fueran a consolarla a ella cuando había sido Huracán la que había perdido a alguien que en más de una conversación había definido como una segunda madre. El brujo debía de haber interpretado sus insultos en la lengua común como una señal de alarma al no ser habitual que la joven perdiera la compostura, mucho menos el tono melódico de su voz. -De verdad, tranquilo.- Añadió mirándose las manos manchadas de sangre y luego al caro vestido que lady Yennefer le había regalado, viendo que este se había manchado también en algún momento mientras trataba de salvar a la dragona.
-Si lo que ha dicho ese monstruo es cierto este es un lugar poderoso para ella. Si fuerais unos asesinos desquiciados que languidecieron durante años en un frío sótano y tuvierais que escoger un lugar donde mantener encerrada a una persona...¿No lo haríais en ese lugar? Puede que lady Harrowmont no esté muy lejos.- Fueron sus palabras ante la información que el rubio compartió a continuación, quizá pensando demasiado positivamente por la necesidad de una buena noticia en esas circunstancias.
Entonces, la joven tomó la daga que llevaba oculta bajo la falda de aquel vestido, y sin miramientos comenzó a rasgar la tela con ella hasta quedarse únicamente con la parte superior de la misma a modo de una corta pero mucho más manejable minifalda que llegaba a tapar hasta justo por encima de sus rodillas, dejando a la vista las medias a juego con el vestido. Muy atrevido quizá para el estilo común de los orejas redondas, el más extendido en Aerandir, pero nada del otro mundo en Sandorai. Níniel solía llevar de hecho túnicas que revelaban mucho más. Ella no era atrevida, de hecho era muy pudorosa, sencillamente no tenía la culpa de que las mujeres humanas fueran casi siempre tapadas hasta las orejas y que los hombres se emocionaran solo por ver un poco de piel.
-Lo lamento Lady Yennefer, era un vestido realmente precioso.- Se disculpó entonces, aunque le tendió su daga a la madre de Vincent por si consideraba oportuno imitarla y luego hizo lo mismo con Huracán, claro ésta ya tenía la del difunto guardia. Llevaban toda la noche aguantando aquellos largos vestidos para no desentonar a pesar de limitar sus movimientos. Ante la nueva y peligrosa situación era algo de lo que sería mejor prescindir. A saber qué más les tenía preparado la loca de Bella.
La joven dejó allí el resto de su vestido y siguió a los demás a través de la oscuridad de aquel laberinto subterráneo de pasillos que parecía querer competir con la propia mansión en cuanto a extensión. La mayor parte del lugar estaba en un estado deplorable, prácticamente en ruinas e incluso invadido por hongos y algunas plantas invasoras allí donde la roca se había derrumbado y la tierra había tomado su lugar, pero aún así aún evidenciaba lo que debió de ser en su momento de gloria. Cada ciertos metros los pasillos contaban con puertas trabajadas. Muchas de ellas estaban cerradas y estaba claro que no habían sido abiertas en mucho tiempo pero había otras en cuyos pomos las capas de polvo tenían huellas recientes y en cuyo interior el grupo encontró lo poco que quedaba allí abajo de mobiliario y objetos que en sus tiempos debieron ser usados por los antiguos cazadores de vampiros, incluidos armeros, aunque si en algún momento hubo armas en ellos hacía tiempo que alguien se las había llevado ya.
Continuaron caminando y buscando por allí por varios minutos, con la guardia siempre en alto y manteniendo el más estricto silencio la mayor parte del tiempo, atentos ante cualquier sonido que pudiera indicarles un peligro o un nuevo ataque de Bella, a pesar de que parecía que allí no llegaba su irritante y maliciosa voz. Quizá Níniel se hubiera equivocado y allí abajo no hubiera nadie, lo que explicaría que ni siquiera la voz de aquella loca se manifestara en aquellos lúgubres pasillos, pero finalmente llegaron a una extraña sala con las paredes cubiertas de dibujos y pinturas que a todas luces debían de ser obra de un niño, o de una niña en ese caso.
-Aquí debe de ser donde encerraron a esa mujer de niña. El santuario de su locura.- Dijo la elfa observando algunas de aquellas pinturas e interpretándolas como lo que en efecto eran. Con razón decidieron encerrarla, el nivel de malignidad de aquellos dibujos era enorme, por no mencionar el hecho de que una niña supiera tal cantidad de conjuros y sus efectos a tan temprana edad. Por los dioses si en la mayoría de aquellos dibujos incluso se había dibujado a sí misma con una sonrisa de oreja a oreja...-Lo extraño es que las autoridades no actuaran.Mortagglia debía de tener muchos amigos en las altas esferas, a saber cuántos de ellos aún le deben algún favor.- Respondió desanimada la peliblanca al macabro comentario de Jules sobre el uso de ciudadanos de las islas como si de meros muñecos de entrenamiento se tratara. ¿Tanto se buscaba el poder en las islas como para hacer la vista gorda ante algo así?
-Tenerles miedo es sensato. Ya las hemos subestimado demasiado hasta ahora. Pero puedes estar tranquila, no es un miedo que paraliza.- Le dijo a Huracán de manera sincera. Estaba claro que no podían derrumbarse, pero menospreciar a tan peligrosas enemigas cegados por la rabia era algo incluso peor.
En ese momento Cassandra alzó la voz llamando la atención de todos allí. Había encontrado a su madre en uno de los rincones de aquella sala e instaba a todos a ir hacia allí, aunque la escena que pudieron ver fue demoledora, tanto que Cass apenas podía contener las lágrimas de dolor por su madre y rabia por lo que la habían hecho.
La habían golpeado con dureza. Presentaba contusiones por todo el cuerpo, visibles a través de sus ropas desgarradas, recientes algunas y otras ya de varios días que indicaban que aquello era el resultado de varios días de golpes y torturas. Los vampiros se habían alimentado de ella y presentaba marcas de colmillos en el cuello, en los brazos y en las piernas, así como claros síntomas de anemia por la falta de sangre. Por si aquello fuera poco algunas de sus heridas estaban infectadas por culpa de la falta de limpieza de aquel lugar. Prácticamente era un milagro que siguiera con vida, y muy posiblemente no pudiera sobrevivir sin ayuda.
-Está muy mal. Dejadme sitio, si no empiezo a tratarla ya no podrá aguantar ni siquiera el camino de vuelta.- Pidió la sacerdotisa comenzando a medir sus constantes vitales, su temperatura y a revisar más de cerca aquellas de sus heridas que más peligro para su vida conllevaban. No obstante pronto tuvo que detener el proceso al escuchar los pasos de alguien que se acercaba...Belladona.
-No, ahora no...-Protestó Níniel que, tras haber agotado buena parte de sus fuerzas en ritual de lazo y tratando de salvar a Igraine se veía en la tesitura de escoger. Podía bendecir a sus compañeros para que hicieran frente a tan peligrosa enemiga o centrarse en sanar a lady Harrowmont...Pero no las dos cosas. -Un momento, esa magia...-
Huracán lanzó un despiadado ataque ascendente contra Bella y de un solo golpe le rompió la cabeza contra la roca, librándose de su adversaria y dejando a todos los allí presentes con la boca abierta. Se suponía que Bella era terriblemente poderosa y ella la había destrozado de un solo golpe...Aunque pronto las sospechas de Níniel se confirmaron y todos vieron que no se trataba de la lunática del cuadro si no de una vampiresa desquiciada, aunque eso no quitaba mérito al golpe. No muchos podían decir que habían matado a un vampiro con semejante facilidad. Por desgracia iban a necesitar mucho más que eso para salir de allí con vida. Enseguida comenzaron a escucharse los ecos de una nueva risa maníaca, luego de otra diferentes, dos más instantes después para acto seguido empezar a escucharse innumerables pasos a la carrera que cada vez estaban más cerca. Algo así no era casualidad, aquello era una trampa y lady Harrowmont el cebo.
-Era una trampa por si lord Harrowmont o alguien más descubría el paradero de su esposa. No pensaba dejar que nadie se la llevara de aquí...Ni pensaban dejarla marchar con vida desde un principio. Tenéis que aguantar mientras la curo, dadme unos minutos y podremos cargar con ella sin peligro para su vida y tratar de salir de aquí.-
-Si lo que ha dicho ese monstruo es cierto este es un lugar poderoso para ella. Si fuerais unos asesinos desquiciados que languidecieron durante años en un frío sótano y tuvierais que escoger un lugar donde mantener encerrada a una persona...¿No lo haríais en ese lugar? Puede que lady Harrowmont no esté muy lejos.- Fueron sus palabras ante la información que el rubio compartió a continuación, quizá pensando demasiado positivamente por la necesidad de una buena noticia en esas circunstancias.
Entonces, la joven tomó la daga que llevaba oculta bajo la falda de aquel vestido, y sin miramientos comenzó a rasgar la tela con ella hasta quedarse únicamente con la parte superior de la misma a modo de una corta pero mucho más manejable minifalda que llegaba a tapar hasta justo por encima de sus rodillas, dejando a la vista las medias a juego con el vestido. Muy atrevido quizá para el estilo común de los orejas redondas, el más extendido en Aerandir, pero nada del otro mundo en Sandorai. Níniel solía llevar de hecho túnicas que revelaban mucho más. Ella no era atrevida, de hecho era muy pudorosa, sencillamente no tenía la culpa de que las mujeres humanas fueran casi siempre tapadas hasta las orejas y que los hombres se emocionaran solo por ver un poco de piel.
-Lo lamento Lady Yennefer, era un vestido realmente precioso.- Se disculpó entonces, aunque le tendió su daga a la madre de Vincent por si consideraba oportuno imitarla y luego hizo lo mismo con Huracán, claro ésta ya tenía la del difunto guardia. Llevaban toda la noche aguantando aquellos largos vestidos para no desentonar a pesar de limitar sus movimientos. Ante la nueva y peligrosa situación era algo de lo que sería mejor prescindir. A saber qué más les tenía preparado la loca de Bella.
La joven dejó allí el resto de su vestido y siguió a los demás a través de la oscuridad de aquel laberinto subterráneo de pasillos que parecía querer competir con la propia mansión en cuanto a extensión. La mayor parte del lugar estaba en un estado deplorable, prácticamente en ruinas e incluso invadido por hongos y algunas plantas invasoras allí donde la roca se había derrumbado y la tierra había tomado su lugar, pero aún así aún evidenciaba lo que debió de ser en su momento de gloria. Cada ciertos metros los pasillos contaban con puertas trabajadas. Muchas de ellas estaban cerradas y estaba claro que no habían sido abiertas en mucho tiempo pero había otras en cuyos pomos las capas de polvo tenían huellas recientes y en cuyo interior el grupo encontró lo poco que quedaba allí abajo de mobiliario y objetos que en sus tiempos debieron ser usados por los antiguos cazadores de vampiros, incluidos armeros, aunque si en algún momento hubo armas en ellos hacía tiempo que alguien se las había llevado ya.
Continuaron caminando y buscando por allí por varios minutos, con la guardia siempre en alto y manteniendo el más estricto silencio la mayor parte del tiempo, atentos ante cualquier sonido que pudiera indicarles un peligro o un nuevo ataque de Bella, a pesar de que parecía que allí no llegaba su irritante y maliciosa voz. Quizá Níniel se hubiera equivocado y allí abajo no hubiera nadie, lo que explicaría que ni siquiera la voz de aquella loca se manifestara en aquellos lúgubres pasillos, pero finalmente llegaron a una extraña sala con las paredes cubiertas de dibujos y pinturas que a todas luces debían de ser obra de un niño, o de una niña en ese caso.
-Aquí debe de ser donde encerraron a esa mujer de niña. El santuario de su locura.- Dijo la elfa observando algunas de aquellas pinturas e interpretándolas como lo que en efecto eran. Con razón decidieron encerrarla, el nivel de malignidad de aquellos dibujos era enorme, por no mencionar el hecho de que una niña supiera tal cantidad de conjuros y sus efectos a tan temprana edad. Por los dioses si en la mayoría de aquellos dibujos incluso se había dibujado a sí misma con una sonrisa de oreja a oreja...-Lo extraño es que las autoridades no actuaran.Mortagglia debía de tener muchos amigos en las altas esferas, a saber cuántos de ellos aún le deben algún favor.- Respondió desanimada la peliblanca al macabro comentario de Jules sobre el uso de ciudadanos de las islas como si de meros muñecos de entrenamiento se tratara. ¿Tanto se buscaba el poder en las islas como para hacer la vista gorda ante algo así?
-Tenerles miedo es sensato. Ya las hemos subestimado demasiado hasta ahora. Pero puedes estar tranquila, no es un miedo que paraliza.- Le dijo a Huracán de manera sincera. Estaba claro que no podían derrumbarse, pero menospreciar a tan peligrosas enemigas cegados por la rabia era algo incluso peor.
En ese momento Cassandra alzó la voz llamando la atención de todos allí. Había encontrado a su madre en uno de los rincones de aquella sala e instaba a todos a ir hacia allí, aunque la escena que pudieron ver fue demoledora, tanto que Cass apenas podía contener las lágrimas de dolor por su madre y rabia por lo que la habían hecho.
La habían golpeado con dureza. Presentaba contusiones por todo el cuerpo, visibles a través de sus ropas desgarradas, recientes algunas y otras ya de varios días que indicaban que aquello era el resultado de varios días de golpes y torturas. Los vampiros se habían alimentado de ella y presentaba marcas de colmillos en el cuello, en los brazos y en las piernas, así como claros síntomas de anemia por la falta de sangre. Por si aquello fuera poco algunas de sus heridas estaban infectadas por culpa de la falta de limpieza de aquel lugar. Prácticamente era un milagro que siguiera con vida, y muy posiblemente no pudiera sobrevivir sin ayuda.
-Está muy mal. Dejadme sitio, si no empiezo a tratarla ya no podrá aguantar ni siquiera el camino de vuelta.- Pidió la sacerdotisa comenzando a medir sus constantes vitales, su temperatura y a revisar más de cerca aquellas de sus heridas que más peligro para su vida conllevaban. No obstante pronto tuvo que detener el proceso al escuchar los pasos de alguien que se acercaba...Belladona.
-No, ahora no...-Protestó Níniel que, tras haber agotado buena parte de sus fuerzas en ritual de lazo y tratando de salvar a Igraine se veía en la tesitura de escoger. Podía bendecir a sus compañeros para que hicieran frente a tan peligrosa enemiga o centrarse en sanar a lady Harrowmont...Pero no las dos cosas. -Un momento, esa magia...-
Huracán lanzó un despiadado ataque ascendente contra Bella y de un solo golpe le rompió la cabeza contra la roca, librándose de su adversaria y dejando a todos los allí presentes con la boca abierta. Se suponía que Bella era terriblemente poderosa y ella la había destrozado de un solo golpe...Aunque pronto las sospechas de Níniel se confirmaron y todos vieron que no se trataba de la lunática del cuadro si no de una vampiresa desquiciada, aunque eso no quitaba mérito al golpe. No muchos podían decir que habían matado a un vampiro con semejante facilidad. Por desgracia iban a necesitar mucho más que eso para salir de allí con vida. Enseguida comenzaron a escucharse los ecos de una nueva risa maníaca, luego de otra diferentes, dos más instantes después para acto seguido empezar a escucharse innumerables pasos a la carrera que cada vez estaban más cerca. Algo así no era casualidad, aquello era una trampa y lady Harrowmont el cebo.
-Era una trampa por si lord Harrowmont o alguien más descubría el paradero de su esposa. No pensaba dejar que nadie se la llevara de aquí...Ni pensaban dejarla marchar con vida desde un principio. Tenéis que aguantar mientras la curo, dadme unos minutos y podremos cargar con ella sin peligro para su vida y tratar de salir de aquí.-
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Níniel parecía estar mejor de lo que aparentaba su rostro, y su desesperación cuando intentaba durar a Igraine en vano. Las palabras duras que le había dedicado a Bella, sin duda eran un reflejo de su frustración, más pasado el momento trágico se había recuperado con rapidez.
De todos modos, quien peor lo estaba pasando era Huracán, que había visto morir a una de las personas en las que más confiaba, y de la que más quería. Pues era algo que se notaba cuando estaban juntas, cazadora y dragona. Aunque igual que la elfa, se recobró rápidamente, pese al fuerte varapalo. Motivada por la misión que debían terminar, y por unas crecientes ganas de venganza.
En el tiempo que fue a inspeccionar en busca de una salida, las chicas se habían recobrado y estaban listas para terminar su cometido. Difícilmente conocería a personas más fuertes que ellas en lo que le quedaba de vida.
- No te preocupes. Solo es dinero. Te compraremos otro, para que tengas un mejor recuerdo de las islas-, le comentó Yenn a la sacerdotisa, y alzó la palma de su mano negando necesitar la daga que le cedía. - Mi vestido es muy sencillo. Los detalles más elaborados, y molestos para moverme, estaban en la parte superior que dejé en el carro-, terminó de contestarle en tono amable, y dedicándole una sonrisa, igualmente afable.
La situación era complicada y dura. Pero tarde o temprano tendrían que seguir la búsqueda de la madre de Cassandra. Así que cuando todo el mundo estuvo listo y preparado para continuar, se pusieron en marcha.
El rubio los guió hasta la puerta de rejas que había vivido tiempos mejores. Y una vez más pudo mirar dentro, y observar la eterna oscuridad que los acechaba donde no alcanzaba la luz de su esfera de fuego. Mal lugar para enfrentarse a una emboscada, menos aún si se trataban de vampiros finalmente.
Huri se puso al frente en ese momento, y avanzaron por unos pasillos de piedra elaborada. Una auténtica obra arquitectónica. Que merecía la pena inspeccionar y conocer con mayor detenimiento, si la situación no fuera tan problemática y apurada. Aunque igual que aquella puerta de metal que daba acceso a ese laberíntico pasillo, su estado dejaba mucho que desear.
Había zonas semiderrumbadas, e incluso otras lo estaban totalmente, cortando el paso por algunos de los posibles caminos de aquel complejo subterráneo. Era inevitable pensar que si esas partes se habían deteriorado tanto como para ceder… Bueno, esperaba salir lo más pronto de allí abajo, antes que otro de esos pasillos decidiera hundirse justo cuando ellos estaban debajo.
Y la verdad, era totalmente que la zona estuviera tan mal. A la oscuridad eterna que yacía allí abajo, que por tenebrosa que pareciera, no tenía la capacidad de destrozar un sótano de esa manera. Había que sumarle una ingente cantidad de humedad. Opresiva. Impregnando todo el aire que los rodeaba y respiraban, y tiñéndolo de vaho al exhalarlo de sus pulmones.
También se podía oír de cuando en cuando el tintineo de alguna gota de agua. Que a priori, solo era una explicación para la gran humedad del lugar. Pero que dada la situación, más bien parecía una prueba para los nervios, de unas personas que se adentraban en un lugar peligroso en alerta y extremadamente tensionados.
Además, como si fuera insuficiente la presencia del agua en aquel sótano, para acabar en ese deplorable estado. El musgo se abría paso de forma recurrente por los pasillos. Igual que las raíces de algunos árboles, que atravesaban el techo y las paredes por algunas zonas, sobre todo aquellas intransitivas por los derrumbamientos.
Bien parecía, que la naturaleza quería recuperar aquello que había sido suyo hacía mucho tiempo.
No obstante, le resultaba extraño que es mansión, y en particular ese sótano, estuviera tan demacrado. Pues no creía que hiciera tanto que los Boisson abandonaran su hogar como para estar así. La casa familiar de sus padres en las afueras, estaba en mucho mejor estado, y debía de llevar el mismo tiempo abandonada, aproximadamente. Aunque él y su hermana se hubieran molestado en cuidarla cuando iban a las islas, no creía que fuera suficiente, para que la diferencia entre ambos hogares fuera tan destacable.
¿Alguien se había tomado molestias para destrozar la vivienda? Era probable. El influjo de Bella estaba en esa vivienda, y era algo que habían notado desde que pusieran un pie dentro de la mansión. Seguramente habría visitado la casa en algún momento, para darle ese toque mágico arcano tan negativo, y se había intuido en sus gritos de locura, el especial cariño que le tenía a la vivienda de los Boisson. Solo tenía sumar uno más uno para darse cuenta, de que Belladona había destrozado su querido sótano en un posible ataque de furia.
Incluso ahora cobraba más sentido esa sensación opresiva que sentía allí abajo. La oscuridad y la fría humedad ayudaban sin duda, pero ahora que pensaba en Bella, estaba convencido de que había puesto algunas runas allí abajo para conseguir atmósfera. O para aumentar sus efectos, más bien.
Por fortuna, nadie los atacó en esos estrechos pasillos, y después de pasar lo que parecía una pared derrumbada, dieron paso a una zona que estaba en mejor estado. Bastante, la verdad. Pues, aparte de las grandes cantidades de polvo acumulado, todo tenía mejor aspecto. Y se fijó, en que las puertas tenían el aspecto típico de una que podrían encontrarse en una vivienda, y no era como la de rejas que había cruzado al principio.
Eso le dio que pensar. Pues quizás, Bella no tuviera la culpa del estado de los pasillos que habían recorrido. Ahora que veía esa nueva parte del subterráneo, le daba la sensación que la parte que habían dejado atrás era más antigua, y posiblemente alguna ruta secreta de escape. Por eso era tan enrevesado, para confundir a cualquiera que no conociera su distribución, y darles más tiempo a los habitantes de la casa al huir. Y en el lugar que ahora estaba, debía ser el verdadero sótano, propiamente dicho.
De todas formas, poco importaba los motivos del deterioro. Si de una antigüedad elevada sin un mantenimiento adecuado, pues seguramente eran unos pasillos olvidados hacía mucho tiempo por sucesivas generaciones de Boisson. O si se trataba de un ataque deliberado por parte de Bella.
Eso daba igual en esos instantes, pues tenía una misión por delante en la que ocupar su mente. Y aunque las marcas de las manos sobre los pomos les indicaban el camino correcto, también les decían que no estaban solos ahí abajo. Tenían que seguir alerta.
Seguir el rastro, era por tanto, la forma de encontrar a la madre de Cassandra. Y también, por qué no decirlo, la forma más rápida de ir directos a la boca del lobo. Pero qué remedio. Habían venido precisamente a mirar los colmillos de ese lobo, y pensar que iban a una trampa siempre ayudaba a minimizar los efectos de una posible emboscada. Caer en ella de la mejor manera posible, era algo inevitable, si querían salvar a la Harrowmont.
Así que, teniendo en cuenta quien había ideado el plan y lugar para retener a la mujer del lord, no sería una sorpresa encontrarla en la habitación donde tanto tiempo estuvo retenida Bella. La tía de Huracán estaba obsesionada con esa mansión. Marcada de por vida por ella, algo que no extraño. Ya que debía ser muy duro vivir tanto tiempo allí abajo, apartada del resto del mundo.
Sin embargo, tampoco era extraño que la hubieran metido en el sótano. Los dibujos hablaban por si solos, y contaban la historia de una niña demente con demasiado talento y poder en sus manos. Y lo cierto es que en el aspecto del talento le recordaba a su hermana, pues Elen era una dotada para la magia como pocas veces había visto. Igual que Bella. Aunque claro, su hermana tenía una mente preclara, y no estaba sumida en la oscuridad de la locura como Belladona.
- Adava Kadabra no sé muy bien que es. No sé muy bien que quiere decir el dibujo. Está algo borroso y me temo que faltan partes-, contestó a Jules. - Sin embargo, Sectumsempra parece que debe ser un ataque con cuchillas conjuradas. Creo que es parecido al que usa la hija de los Stone, Leonore-, comentó esta última parte mirando hacia su madre, que asintió entendiendo lo que quería decir.
No se centró más en los dibujos, pues Cassandra los avisó de algo que ya imaginaba al entrar a la habitación. Fue corriendo con el resto hasta donde se encontraba la mujer y pudo ver el demacrado estado en el que estaba.
- Tranquila. Níniel podrá sanarla y hacer que mejore-, intentó serenar a Cass. - Todo saldrá bien.
Pero como si estas palabras fueran una mala idea decirlas, apareció una mujer que se carcajeaba de forma enfermiza. Una mujer idéntica a la que se mostraba en el cuadro que había activado la magia en el salón del piso superior.
- ¡Cuidado Huri!-, gritó, al observar con la impulsividad con la que atacaba, y se dispuso a preparar una de sus bolas de fuego al chasquear sus dedos.
No obstante, antes de tener su ataque preparado, pudo ver la forma fulminante en la que acabó la maléfica tía de la cazadora. Le había preocupado que Huracán decidiera atacar de esa forma tan precipitada, pero bien parecía que debía haberse preocupado más por Bella. O mejor dicho, la no-Bella.
- Sí. Eso parece-, respondió a Jules. Aunque también parece que a Belladona le gusta jugar con sus presas-, comentó serio, buscando algo a su alrededor que pudiera servirles allí.
Su bola de fuego iluminaba las cercanías, pero no tenía la suficiente fuerza como para ver a los lejanos vampiros de la extensa habitación. Sin embargo, sus ligeros pasos se escuchaban como susurros en la noche, pues había pocos seres más sigilosos que los vampiros.
- En este lugar tienen ventaja, debemos conseguir más luz. Y ganar tiempo para que Níniel pueda hacer su trabajo-, comentó, aunque no era algo que no supieran todos ya.
No obstante, recordó algo que había visto cerca de la puerta de entrada de la habitación.
- Ahora vuelvo-, dijo rápidamente, no sin antes crear una segunda bola de fuego para dejarla junto a sus compañeros, mientras él avanzaba iluminado por la primera.
- ¿A dónde crees que vas? - preguntó su madre, que hizo también una esfera luminosa para el grupo, aunque la suya era eléctrica como las de Elen, y corrió tras él.
- Tengo una idea. No hay tiempo que perder-, contestó
- Pues date prisa. Hijo que no puede esperar por nadie.
Hijo y madre avanzaron hasta donde quería el primero, y no tardó en desenganchar lo que había venido a buscar de la pared. Luego abrió el cajón de abajo y pudo comprobar que tenía lo que necesitaba.
- Genial. Está llen…-, comenzó a decir, volviendo, antes de caer de bruces al sentir un agarre en su pierna.
Vincent se viró para ver como un vampiro le mostraba los colmillos dispuesto a clavárselos. Más, antes de que pudiera hacerlo, una descarga lo lanzó hacia atrás. E inmediatamente después, cayó otra descarga sobre él. Esta vez con una gran intensidad y constancia, haciendo que el vampiro comenzara a echar humo. Al cabo de unos segundos, Yenn dejó de aplicar su magia sobre el vampiro, y este se desplomó.
- ¡Malditos vampiros! - comentó levantándose, para luego mirar a su madre mientras volvía corriendo hacia el lugar donde estaba el grupo. - Se puede decir que cuanto con la seguridad de una madre-, bromeó, a lo que la morena le respondió con una negación de su cabeza.
Su hijo solía tener esas ocurrencias, así que se podía decir que ya estaba acostumbrada… O en parte al menos.
No tardaron en volver junto a los demás, a tiempo para ver como una estalagmita de piedra, aparecía de repente para atravesar a uno de los vampiros que atacaban a sus compañeros.
- Eh. Sabes manejar la piedra. Como mi maestro-, le dijo, algo emocionado. - ¿Podrías crear un muro? Sería ideal que nuestros enemigos no pudieran atacarnos por todos lados, y así tener una retaguardia seguro-. Parecía que iba a dejar la frase ahí, pero se le ocurrió algo que no pudo evitar decir ilusionado. - O mejor, si puedes crear uno circular. Aunque sea pequeño. Para resguardarte a ti y a Níniel, mientras ella sana a tu madre.
Sería un modo ideal de que la sacerdotisa estuviera segura mientras realizaba las curas, y de que Cass y su madre estuvieran igualmente protegidas, mientras la primera mantenía el poderoso conjuro activo. Esperaba que Cassandra fuera capaz de ello, y si no, al menos tendrían una pared que les cubriría un lado.
No pudo esperar respuesta de la Harrowmont, pues otro vampiro lo atacó en esos instantes. Y este salió despedido hacia atrás como el primero, por obra y gracia de su madre. Seguramente, la morena más peligrosa que nunca conociera.
En cualquier caso, Vinc dejó a Cass a su aire. Pues ella sabría lo que podría hacer mejor. Y se centró en su propia batalla.
Lanzó la lámpara de cristal contra el vampiro que lo había atacado y había sido repelido por su madre. Y chasqueó los dedos para crear una chispa que encendió el aceite que se había esparcido por todo el suelo y el propio vampiro.
La zona estalló en llamas y el hombre se movió unos segundos de forma alocada envuelto en fuego, antes de caer al suelo.
El rubio por su parte, usó sus poderes para aumentar la intensidad de las llamas del aceite ardiendo, y crear un muro de fuego con el que cerrar otro camino a los vampiros. Cuanto menos espacio les dieran, mucho mejor.
- Otra noche de diversión con Vincent-, ironizó. - Aunque me han dicho que no os gusta el fuego. Qué pena, con lo entretenido que puede llegar a ser-, dijo con cierto retintín, antes de sonreír.
Eso vampiros no aprendían. Querían jugar con brujos en su propio terreno. Pues tendrían lo que querían.
El manejo de Cass lo dejo abierto, para que podáis elegir como más os plazca. Sobre todo en lo que toca a Nin. Ya que lo hice así, porque al hacer el círculo alrededor de ellas, puede que Níniel se vea recortada de hacer cosas en su post... Pero lo cierto, es que en su turno, puede manejar a Cassandra para deshacer el conjuro cuando ya no lo necesite. Y seguir a partir de ahí el combate.
Pero lo dejo abierto para no forzar nada =)
Hablad entre ustedes, y elegid lo que queráis. Igual ni hacéis con Cass ninguna de las dos cosas XD
Espero que les guste el post ^^
De todos modos, quien peor lo estaba pasando era Huracán, que había visto morir a una de las personas en las que más confiaba, y de la que más quería. Pues era algo que se notaba cuando estaban juntas, cazadora y dragona. Aunque igual que la elfa, se recobró rápidamente, pese al fuerte varapalo. Motivada por la misión que debían terminar, y por unas crecientes ganas de venganza.
En el tiempo que fue a inspeccionar en busca de una salida, las chicas se habían recobrado y estaban listas para terminar su cometido. Difícilmente conocería a personas más fuertes que ellas en lo que le quedaba de vida.
- No te preocupes. Solo es dinero. Te compraremos otro, para que tengas un mejor recuerdo de las islas-, le comentó Yenn a la sacerdotisa, y alzó la palma de su mano negando necesitar la daga que le cedía. - Mi vestido es muy sencillo. Los detalles más elaborados, y molestos para moverme, estaban en la parte superior que dejé en el carro-, terminó de contestarle en tono amable, y dedicándole una sonrisa, igualmente afable.
La situación era complicada y dura. Pero tarde o temprano tendrían que seguir la búsqueda de la madre de Cassandra. Así que cuando todo el mundo estuvo listo y preparado para continuar, se pusieron en marcha.
El rubio los guió hasta la puerta de rejas que había vivido tiempos mejores. Y una vez más pudo mirar dentro, y observar la eterna oscuridad que los acechaba donde no alcanzaba la luz de su esfera de fuego. Mal lugar para enfrentarse a una emboscada, menos aún si se trataban de vampiros finalmente.
Huri se puso al frente en ese momento, y avanzaron por unos pasillos de piedra elaborada. Una auténtica obra arquitectónica. Que merecía la pena inspeccionar y conocer con mayor detenimiento, si la situación no fuera tan problemática y apurada. Aunque igual que aquella puerta de metal que daba acceso a ese laberíntico pasillo, su estado dejaba mucho que desear.
Había zonas semiderrumbadas, e incluso otras lo estaban totalmente, cortando el paso por algunos de los posibles caminos de aquel complejo subterráneo. Era inevitable pensar que si esas partes se habían deteriorado tanto como para ceder… Bueno, esperaba salir lo más pronto de allí abajo, antes que otro de esos pasillos decidiera hundirse justo cuando ellos estaban debajo.
Y la verdad, era totalmente que la zona estuviera tan mal. A la oscuridad eterna que yacía allí abajo, que por tenebrosa que pareciera, no tenía la capacidad de destrozar un sótano de esa manera. Había que sumarle una ingente cantidad de humedad. Opresiva. Impregnando todo el aire que los rodeaba y respiraban, y tiñéndolo de vaho al exhalarlo de sus pulmones.
También se podía oír de cuando en cuando el tintineo de alguna gota de agua. Que a priori, solo era una explicación para la gran humedad del lugar. Pero que dada la situación, más bien parecía una prueba para los nervios, de unas personas que se adentraban en un lugar peligroso en alerta y extremadamente tensionados.
Además, como si fuera insuficiente la presencia del agua en aquel sótano, para acabar en ese deplorable estado. El musgo se abría paso de forma recurrente por los pasillos. Igual que las raíces de algunos árboles, que atravesaban el techo y las paredes por algunas zonas, sobre todo aquellas intransitivas por los derrumbamientos.
Bien parecía, que la naturaleza quería recuperar aquello que había sido suyo hacía mucho tiempo.
No obstante, le resultaba extraño que es mansión, y en particular ese sótano, estuviera tan demacrado. Pues no creía que hiciera tanto que los Boisson abandonaran su hogar como para estar así. La casa familiar de sus padres en las afueras, estaba en mucho mejor estado, y debía de llevar el mismo tiempo abandonada, aproximadamente. Aunque él y su hermana se hubieran molestado en cuidarla cuando iban a las islas, no creía que fuera suficiente, para que la diferencia entre ambos hogares fuera tan destacable.
¿Alguien se había tomado molestias para destrozar la vivienda? Era probable. El influjo de Bella estaba en esa vivienda, y era algo que habían notado desde que pusieran un pie dentro de la mansión. Seguramente habría visitado la casa en algún momento, para darle ese toque mágico arcano tan negativo, y se había intuido en sus gritos de locura, el especial cariño que le tenía a la vivienda de los Boisson. Solo tenía sumar uno más uno para darse cuenta, de que Belladona había destrozado su querido sótano en un posible ataque de furia.
Incluso ahora cobraba más sentido esa sensación opresiva que sentía allí abajo. La oscuridad y la fría humedad ayudaban sin duda, pero ahora que pensaba en Bella, estaba convencido de que había puesto algunas runas allí abajo para conseguir atmósfera. O para aumentar sus efectos, más bien.
Por fortuna, nadie los atacó en esos estrechos pasillos, y después de pasar lo que parecía una pared derrumbada, dieron paso a una zona que estaba en mejor estado. Bastante, la verdad. Pues, aparte de las grandes cantidades de polvo acumulado, todo tenía mejor aspecto. Y se fijó, en que las puertas tenían el aspecto típico de una que podrían encontrarse en una vivienda, y no era como la de rejas que había cruzado al principio.
Eso le dio que pensar. Pues quizás, Bella no tuviera la culpa del estado de los pasillos que habían recorrido. Ahora que veía esa nueva parte del subterráneo, le daba la sensación que la parte que habían dejado atrás era más antigua, y posiblemente alguna ruta secreta de escape. Por eso era tan enrevesado, para confundir a cualquiera que no conociera su distribución, y darles más tiempo a los habitantes de la casa al huir. Y en el lugar que ahora estaba, debía ser el verdadero sótano, propiamente dicho.
De todas formas, poco importaba los motivos del deterioro. Si de una antigüedad elevada sin un mantenimiento adecuado, pues seguramente eran unos pasillos olvidados hacía mucho tiempo por sucesivas generaciones de Boisson. O si se trataba de un ataque deliberado por parte de Bella.
Eso daba igual en esos instantes, pues tenía una misión por delante en la que ocupar su mente. Y aunque las marcas de las manos sobre los pomos les indicaban el camino correcto, también les decían que no estaban solos ahí abajo. Tenían que seguir alerta.
Seguir el rastro, era por tanto, la forma de encontrar a la madre de Cassandra. Y también, por qué no decirlo, la forma más rápida de ir directos a la boca del lobo. Pero qué remedio. Habían venido precisamente a mirar los colmillos de ese lobo, y pensar que iban a una trampa siempre ayudaba a minimizar los efectos de una posible emboscada. Caer en ella de la mejor manera posible, era algo inevitable, si querían salvar a la Harrowmont.
Así que, teniendo en cuenta quien había ideado el plan y lugar para retener a la mujer del lord, no sería una sorpresa encontrarla en la habitación donde tanto tiempo estuvo retenida Bella. La tía de Huracán estaba obsesionada con esa mansión. Marcada de por vida por ella, algo que no extraño. Ya que debía ser muy duro vivir tanto tiempo allí abajo, apartada del resto del mundo.
Sin embargo, tampoco era extraño que la hubieran metido en el sótano. Los dibujos hablaban por si solos, y contaban la historia de una niña demente con demasiado talento y poder en sus manos. Y lo cierto es que en el aspecto del talento le recordaba a su hermana, pues Elen era una dotada para la magia como pocas veces había visto. Igual que Bella. Aunque claro, su hermana tenía una mente preclara, y no estaba sumida en la oscuridad de la locura como Belladona.
- Adava Kadabra no sé muy bien que es. No sé muy bien que quiere decir el dibujo. Está algo borroso y me temo que faltan partes-, contestó a Jules. - Sin embargo, Sectumsempra parece que debe ser un ataque con cuchillas conjuradas. Creo que es parecido al que usa la hija de los Stone, Leonore-, comentó esta última parte mirando hacia su madre, que asintió entendiendo lo que quería decir.
No se centró más en los dibujos, pues Cassandra los avisó de algo que ya imaginaba al entrar a la habitación. Fue corriendo con el resto hasta donde se encontraba la mujer y pudo ver el demacrado estado en el que estaba.
- Tranquila. Níniel podrá sanarla y hacer que mejore-, intentó serenar a Cass. - Todo saldrá bien.
Pero como si estas palabras fueran una mala idea decirlas, apareció una mujer que se carcajeaba de forma enfermiza. Una mujer idéntica a la que se mostraba en el cuadro que había activado la magia en el salón del piso superior.
- ¡Cuidado Huri!-, gritó, al observar con la impulsividad con la que atacaba, y se dispuso a preparar una de sus bolas de fuego al chasquear sus dedos.
No obstante, antes de tener su ataque preparado, pudo ver la forma fulminante en la que acabó la maléfica tía de la cazadora. Le había preocupado que Huracán decidiera atacar de esa forma tan precipitada, pero bien parecía que debía haberse preocupado más por Bella. O mejor dicho, la no-Bella.
- Sí. Eso parece-, respondió a Jules. Aunque también parece que a Belladona le gusta jugar con sus presas-, comentó serio, buscando algo a su alrededor que pudiera servirles allí.
Su bola de fuego iluminaba las cercanías, pero no tenía la suficiente fuerza como para ver a los lejanos vampiros de la extensa habitación. Sin embargo, sus ligeros pasos se escuchaban como susurros en la noche, pues había pocos seres más sigilosos que los vampiros.
- En este lugar tienen ventaja, debemos conseguir más luz. Y ganar tiempo para que Níniel pueda hacer su trabajo-, comentó, aunque no era algo que no supieran todos ya.
No obstante, recordó algo que había visto cerca de la puerta de entrada de la habitación.
- Ahora vuelvo-, dijo rápidamente, no sin antes crear una segunda bola de fuego para dejarla junto a sus compañeros, mientras él avanzaba iluminado por la primera.
- ¿A dónde crees que vas? - preguntó su madre, que hizo también una esfera luminosa para el grupo, aunque la suya era eléctrica como las de Elen, y corrió tras él.
- Tengo una idea. No hay tiempo que perder-, contestó
- Pues date prisa. Hijo que no puede esperar por nadie.
Hijo y madre avanzaron hasta donde quería el primero, y no tardó en desenganchar lo que había venido a buscar de la pared. Luego abrió el cajón de abajo y pudo comprobar que tenía lo que necesitaba.
- Genial. Está llen…-, comenzó a decir, volviendo, antes de caer de bruces al sentir un agarre en su pierna.
Vincent se viró para ver como un vampiro le mostraba los colmillos dispuesto a clavárselos. Más, antes de que pudiera hacerlo, una descarga lo lanzó hacia atrás. E inmediatamente después, cayó otra descarga sobre él. Esta vez con una gran intensidad y constancia, haciendo que el vampiro comenzara a echar humo. Al cabo de unos segundos, Yenn dejó de aplicar su magia sobre el vampiro, y este se desplomó.
- ¡Malditos vampiros! - comentó levantándose, para luego mirar a su madre mientras volvía corriendo hacia el lugar donde estaba el grupo. - Se puede decir que cuanto con la seguridad de una madre-, bromeó, a lo que la morena le respondió con una negación de su cabeza.
Su hijo solía tener esas ocurrencias, así que se podía decir que ya estaba acostumbrada… O en parte al menos.
No tardaron en volver junto a los demás, a tiempo para ver como una estalagmita de piedra, aparecía de repente para atravesar a uno de los vampiros que atacaban a sus compañeros.
- Eh. Sabes manejar la piedra. Como mi maestro-, le dijo, algo emocionado. - ¿Podrías crear un muro? Sería ideal que nuestros enemigos no pudieran atacarnos por todos lados, y así tener una retaguardia seguro-. Parecía que iba a dejar la frase ahí, pero se le ocurrió algo que no pudo evitar decir ilusionado. - O mejor, si puedes crear uno circular. Aunque sea pequeño. Para resguardarte a ti y a Níniel, mientras ella sana a tu madre.
Sería un modo ideal de que la sacerdotisa estuviera segura mientras realizaba las curas, y de que Cass y su madre estuvieran igualmente protegidas, mientras la primera mantenía el poderoso conjuro activo. Esperaba que Cassandra fuera capaz de ello, y si no, al menos tendrían una pared que les cubriría un lado.
No pudo esperar respuesta de la Harrowmont, pues otro vampiro lo atacó en esos instantes. Y este salió despedido hacia atrás como el primero, por obra y gracia de su madre. Seguramente, la morena más peligrosa que nunca conociera.
En cualquier caso, Vinc dejó a Cass a su aire. Pues ella sabría lo que podría hacer mejor. Y se centró en su propia batalla.
Lanzó la lámpara de cristal contra el vampiro que lo había atacado y había sido repelido por su madre. Y chasqueó los dedos para crear una chispa que encendió el aceite que se había esparcido por todo el suelo y el propio vampiro.
La zona estalló en llamas y el hombre se movió unos segundos de forma alocada envuelto en fuego, antes de caer al suelo.
El rubio por su parte, usó sus poderes para aumentar la intensidad de las llamas del aceite ardiendo, y crear un muro de fuego con el que cerrar otro camino a los vampiros. Cuanto menos espacio les dieran, mucho mejor.
- Otra noche de diversión con Vincent-, ironizó. - Aunque me han dicho que no os gusta el fuego. Qué pena, con lo entretenido que puede llegar a ser-, dijo con cierto retintín, antes de sonreír.
Eso vampiros no aprendían. Querían jugar con brujos en su propio terreno. Pues tendrían lo que querían.
Offrol
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El manejo de Cass lo dejo abierto, para que podáis elegir como más os plazca. Sobre todo en lo que toca a Nin. Ya que lo hice así, porque al hacer el círculo alrededor de ellas, puede que Níniel se vea recortada de hacer cosas en su post... Pero lo cierto, es que en su turno, puede manejar a Cassandra para deshacer el conjuro cuando ya no lo necesite. Y seguir a partir de ahí el combate.
Pero lo dejo abierto para no forzar nada =)
Hablad entre ustedes, y elegid lo que queráis. Igual ni hacéis con Cass ninguna de las dos cosas XD
Espero que les guste el post ^^
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Me acerqué a la vampiresa del cuello torcido mosqueada. Guardaba exactamente la misma risa maníaca que Belladonna, a la vez que la misma risa histérica aguardaba en la habitación. Hasta el punto de no saber si era obsesión mía o algún hechizo arcano de la propia bruja tenebrosa.
Níniel comentó que teníamos, que habíamos caído en una trampa, aunque esta vez, a diferencia de lo ocurrido en la mansión, sabíamos que íbamos directos a ella, sólo que no había remedio de evitarla. – Señores, volvemos a estar jodidos. – dijo Jules. Que ahora echaba en falta su armamento de ballesta. Levanté el vestido y saqué de mi muslo una daga de plata que había llevado atada todo el camino, repetí el movimiento de Níniel para cortar el vestido alrededor, pero a mi no me valdría hasta la altura de la rodilla, necesitaba más movilidad, de manera que me dejé el vestido como si fuese una minifalda ajustada, enseñando por completo toda la pierna y mis medias negras de dibujo-rejilla de tres cuartos, al gusto de mi madre, por supuesto. Una de ellas la tenía ya a la altura de la rodilla por los bruscos movimientos realizados. Jules hizo un amago de realizar algún comentario de los suyos, pero finalmente consiguió reprimir sus ganas, sabía que yo no estaba para bromas después de lo ocurrido con Igraine.
Níniel, por su parte, pidió algo de tiempo para poder curar a la mujer hasta el punto de poder sacarla de allí sin herirla. Cassandra ofreció su ayuda a la elfa, mientras que Yennefer, Vincent, Jules y yo nos encargaríamos de los que viniesen.
Vincent salió de nuevo con otra de “sus brillantes ideas”, ¿tan efectiva como la que terminó por hundirle al piso inferior? No lo sabía. Pero su madre salió tras él preocupada por el estado de su hijo, y evitó que se llevara varios golpes. Definitivamente, el brujo estaba en buenas manos con su madre, Yenn no tenía nada que envidiarle a Isabella, no en vano habían sido grandes amigas siempre, sin embargo no tenía tan claro si el nivel de poder de canalización de éter de cualquiera de las dos podría estar a la altura del de la hermana pequeña de mi madre. De hecho, habría que ver si la propia Mortagglia, de estar en su contra, sería capaz de vencerla en un combate. Jamás había visto a nadie matar a un dragón de la manera en que ella lo hizo.
De la que partió, la pareja de Níniel atrajo la atención de todos los vampiros, por lo que no pude atacar a ningúno. Los chupasangres creían que Vincent estaba huyendo y fueron tras él, pero lejos de hacerlo, volvió con una gran idea que consistía en impregnar el suelo de aceite y hacerlo arder. Aunque primero advirtió a Cass que hiciese algún muro de piedra para proteger al grupo.
Poco después de que comenzara a llevar a cabo su idea, dos vampiros se pusieron frente a mí, que estaba cerca de Níniel y Cass, ocupadas en sus respectivas tareas. -¿Consideráis a Belladonna la más salvaje de los Boisson? – les dije a dos repelentes chupasangres que se pusieron delante nuestra. – Ahora veréis que no. – Apreté los dientes agarrando el cuchillo con fuerza, observando a uno que nos miraba fijamente con sus colmillos. Repitiendo la risa maníaca de Bella, que se le quitaría rápidamente pues sin pensármelo dos veces le lancé el cuchillo, que giró sobre su propio punto de gravedad y se clavó en su frente, para luego atraerlo con la otra mano con los poderes telequinéticos y generé una corriente potente de aire con mi otro brazo que atrajo al vampiro hacia mí, clavando la daga a la altura de su corazón cuando esté llegó a mi altura.
Jules se sumó a la fiesta ígnea de Vincent, que ya había comenzado, y repartió golpes de fuego, cegando y quemando a los vampiros, que ahora eran los que corrían. Generé una corriente de aire fuerte para avivar las llamas y orientarlas hacia ellos. Contar con tensáis de fuego era una ventaja sustancial, yo hubiese sido aún más temida de haberme especializado en los hechizos de esa escuela, claro que la agilidad que me daba el viento y las piruetas imposibles que realizaba en campo abierto serían imposibles si me hubiese especializado en dicha disciplina.
Ninguno era capaz de acercarse ahora a nosotros. Los vampiros no tenían suficiente recorrido para poder rodearnos. Su única vía de acceso gracias a los muros de piedra de Cass era venir frente a nosotros, siendo un suicidio para ellos pues estaba cubierto por los chicos y Yenn. La voz de la primogénita Harrowmont me hizo girar la cabeza hacia atrás. Había descubierto algo.
-¡La pared trasera da a un túnel que asciende al bosque! – comentó la bruja, que había utilizado las enormes piedras de la pared trasera para realizar el muro que nos cubría los costados. Encontrándose de había un boquete tras éstos y el sótano ascendía por una galería estrecha, pero amplia, excavada en tierra y que daba al exterior, por donde entraba la luz de la luna. Aquel sitio probablemente fuese la vía de escape de Belladonna en el momento que huyó de la mansión, ayudada seguramente por secuaces.
-¿Cómo está mi madre, Níniel? ¿Podemos sacarla ya? – preguntó Cass, mirando a la elfa. – Te ayudaré a cargar con ella. – se ofreció Harrowmont, muy alterada por la situación.
-Saldré yo delante. No sabemos lo que hay fuera. – intercedí con responsabilidad ante Níniel, para que no tuviera que preocuparse de posibles percances en el exterior y junto a Cass pudiese cargar con la mujer herida, mientras los brujos restantes cubrirían fácilmente la retaguardia de los vampiros restantes del sótano de la mansión.
Abandoné el túnel con rapidez, trepando con rapidez. Lo único vivo que había vivo en el túnel eran gusanos o insectos menores. Repugnantes, pero inofensivos a fin de cuentas. Cuando por fin pude ver la luz de la luna brillar en lo alto del bosque y percibir que, afortunadamente, no había vampiros ni ograrcks ni rastro de Belladonna, pude dar el paso a los demás. - ¡Despejado! – grité al pasadizo por el que habíamos venido, el eco intensificaría la voz. Confiaba en que podrían acabar con los vampiros que faltaban. Estábamos en uno de los costados laterales de la enorme mansión, cuyos imponentes muros de piedra negros se erguían a nuestro lado. La mansión seguía teniendo esa mística mitad tenebrosa, mitad bella que la hacía única en el mundo.
Níniel comentó que teníamos, que habíamos caído en una trampa, aunque esta vez, a diferencia de lo ocurrido en la mansión, sabíamos que íbamos directos a ella, sólo que no había remedio de evitarla. – Señores, volvemos a estar jodidos. – dijo Jules. Que ahora echaba en falta su armamento de ballesta. Levanté el vestido y saqué de mi muslo una daga de plata que había llevado atada todo el camino, repetí el movimiento de Níniel para cortar el vestido alrededor, pero a mi no me valdría hasta la altura de la rodilla, necesitaba más movilidad, de manera que me dejé el vestido como si fuese una minifalda ajustada, enseñando por completo toda la pierna y mis medias negras de dibujo-rejilla de tres cuartos, al gusto de mi madre, por supuesto. Una de ellas la tenía ya a la altura de la rodilla por los bruscos movimientos realizados. Jules hizo un amago de realizar algún comentario de los suyos, pero finalmente consiguió reprimir sus ganas, sabía que yo no estaba para bromas después de lo ocurrido con Igraine.
Níniel, por su parte, pidió algo de tiempo para poder curar a la mujer hasta el punto de poder sacarla de allí sin herirla. Cassandra ofreció su ayuda a la elfa, mientras que Yennefer, Vincent, Jules y yo nos encargaríamos de los que viniesen.
Vincent salió de nuevo con otra de “sus brillantes ideas”, ¿tan efectiva como la que terminó por hundirle al piso inferior? No lo sabía. Pero su madre salió tras él preocupada por el estado de su hijo, y evitó que se llevara varios golpes. Definitivamente, el brujo estaba en buenas manos con su madre, Yenn no tenía nada que envidiarle a Isabella, no en vano habían sido grandes amigas siempre, sin embargo no tenía tan claro si el nivel de poder de canalización de éter de cualquiera de las dos podría estar a la altura del de la hermana pequeña de mi madre. De hecho, habría que ver si la propia Mortagglia, de estar en su contra, sería capaz de vencerla en un combate. Jamás había visto a nadie matar a un dragón de la manera en que ella lo hizo.
De la que partió, la pareja de Níniel atrajo la atención de todos los vampiros, por lo que no pude atacar a ningúno. Los chupasangres creían que Vincent estaba huyendo y fueron tras él, pero lejos de hacerlo, volvió con una gran idea que consistía en impregnar el suelo de aceite y hacerlo arder. Aunque primero advirtió a Cass que hiciese algún muro de piedra para proteger al grupo.
Poco después de que comenzara a llevar a cabo su idea, dos vampiros se pusieron frente a mí, que estaba cerca de Níniel y Cass, ocupadas en sus respectivas tareas. -¿Consideráis a Belladonna la más salvaje de los Boisson? – les dije a dos repelentes chupasangres que se pusieron delante nuestra. – Ahora veréis que no. – Apreté los dientes agarrando el cuchillo con fuerza, observando a uno que nos miraba fijamente con sus colmillos. Repitiendo la risa maníaca de Bella, que se le quitaría rápidamente pues sin pensármelo dos veces le lancé el cuchillo, que giró sobre su propio punto de gravedad y se clavó en su frente, para luego atraerlo con la otra mano con los poderes telequinéticos y generé una corriente potente de aire con mi otro brazo que atrajo al vampiro hacia mí, clavando la daga a la altura de su corazón cuando esté llegó a mi altura.
Jules se sumó a la fiesta ígnea de Vincent, que ya había comenzado, y repartió golpes de fuego, cegando y quemando a los vampiros, que ahora eran los que corrían. Generé una corriente de aire fuerte para avivar las llamas y orientarlas hacia ellos. Contar con tensáis de fuego era una ventaja sustancial, yo hubiese sido aún más temida de haberme especializado en los hechizos de esa escuela, claro que la agilidad que me daba el viento y las piruetas imposibles que realizaba en campo abierto serían imposibles si me hubiese especializado en dicha disciplina.
Ninguno era capaz de acercarse ahora a nosotros. Los vampiros no tenían suficiente recorrido para poder rodearnos. Su única vía de acceso gracias a los muros de piedra de Cass era venir frente a nosotros, siendo un suicidio para ellos pues estaba cubierto por los chicos y Yenn. La voz de la primogénita Harrowmont me hizo girar la cabeza hacia atrás. Había descubierto algo.
-¡La pared trasera da a un túnel que asciende al bosque! – comentó la bruja, que había utilizado las enormes piedras de la pared trasera para realizar el muro que nos cubría los costados. Encontrándose de había un boquete tras éstos y el sótano ascendía por una galería estrecha, pero amplia, excavada en tierra y que daba al exterior, por donde entraba la luz de la luna. Aquel sitio probablemente fuese la vía de escape de Belladonna en el momento que huyó de la mansión, ayudada seguramente por secuaces.
-¿Cómo está mi madre, Níniel? ¿Podemos sacarla ya? – preguntó Cass, mirando a la elfa. – Te ayudaré a cargar con ella. – se ofreció Harrowmont, muy alterada por la situación.
-Saldré yo delante. No sabemos lo que hay fuera. – intercedí con responsabilidad ante Níniel, para que no tuviera que preocuparse de posibles percances en el exterior y junto a Cass pudiese cargar con la mujer herida, mientras los brujos restantes cubrirían fácilmente la retaguardia de los vampiros restantes del sótano de la mansión.
Abandoné el túnel con rapidez, trepando con rapidez. Lo único vivo que había vivo en el túnel eran gusanos o insectos menores. Repugnantes, pero inofensivos a fin de cuentas. Cuando por fin pude ver la luz de la luna brillar en lo alto del bosque y percibir que, afortunadamente, no había vampiros ni ograrcks ni rastro de Belladonna, pude dar el paso a los demás. - ¡Despejado! – grité al pasadizo por el que habíamos venido, el eco intensificaría la voz. Confiaba en que podrían acabar con los vampiros que faltaban. Estábamos en uno de los costados laterales de la enorme mansión, cuyos imponentes muros de piedra negros se erguían a nuestro lado. La mansión seguía teniendo esa mística mitad tenebrosa, mitad bella que la hacía única en el mundo.
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
El lugar escogido por aquellos chupasangre para dejar a lady Harrowmont definitivamente no había sido casual, ni tan siquiera únicamente parte de un siniestro juego maquinado por una mente enferma y vengativa como la de Belladona. Sencillamente, a parte de su relevancia en la historia de la familia Boisson, era el lugar ideal para una emboscada al tratarse del centro mismo de una confluencia de varios de aquellos oscuros pasillos, y por ende un lugar desde donde los allí atrapados se verían obligados a defenderse de ataques lanzados desde prácticamente todas direcciones. Con razón incluso sus enemigos se habían permitido burlarse de ellos con una Bella falsa; ya debían de pensar que la cena estaba servida y solo tenían que devorarla...Estaban muy equivocados.
Vincent, junto a su madre, tomó la iniciativa de la defensa y pronto aquellos malditos por el gran dragón de luz pudieron sentir en su propia carne el devorador mordisco del fuego purificador al mismo tiempo que el pasillo por el que se acercaban era bloqueado por un muro de llamas. Muro al que no tardaron en unirse otros de dura piedra que terminaron por darle la vuelta a la situación, convirtiendo lo que instantes antes era una posición prácticamente indefendible en un embudo realmente favorable para ellos que obligaba a sus enemigos a atacarles por el único pasillo que permanecía despejado, donde una Huracán furiosa como una tempestad y apoyada por los demás les recibieron, liberando a tan sanguinarios rivales de sus miserias tan pronto como llegaban hasta allí...Y no paraban de hacerlo.
¿Acaso eran interminables? ¿Cuántos de esos seres había allí abajo? La antigua mansión de los Boisson, los sótanos que una vez sirvieron de base a los cazadores de vampiros convertidos en uno de sus nidos y lugar de encierro de sus rehenes como lo fue de Belladona...Menudo sentido del humor.
En cualquier caso el tiempo se agotaba. Incluso a pesar de haber logrado convertir aquella sala en un bastión y estar librando al mundo de una criatura maligna tras otra tendrían que salir de allí tan pronto como fuera posible. El muro de fuego no ardería para siempre, ni la roca soportaría las embestidas de los vampiros y sus habilidades indefinidamente. Más pronto que tarde tendrían que decidir por cuál de aquellos pasillos tratarían de escapar de aquel lugar, y Níniel se ocuparía de que cuando ese momento llegara lady Harrowmont estuviera lo suficientemente recuperada como para poder soportarlo.
Estaba bastante mal y muy débil, pero tan pronto como la magia curativa de la joven comenzó a limpiar las infecciones de sus heridas más graves y a sanar los huesos rotos por las palizas que había sufrido, siendo especialmente preocupantes a la hora de moverla las costillas fracturadas, pues podrían acabar perforando sus pulmones, algo que fortuna aún no se había producido, trasladarla sería relativamente seguro. En unas condiciones ideales la sacerdotisa la atendería durante horas, tratando también el resto de sus heridas para que pudiera recuperarse mejor; prepararía alguna de sus pociones reconstituyentes para ayudarla y aplicaría sus ungüentos y sueros para combatir la pérdida de sangre. Por desgracia aquello tendría que esperar y tendría que bastar con una selectiva aplicación de sus habilidades sanadoras y algunos vendajes de compresión improvisados con parte de la tela de su ya destrozado vestido, cuyo destino parecía ser seguir menguando conforme la noche avanzaba.
-Su vida aún corre peligro pero podemos moverla si tenemos un mínimo de cuidado.- Respondió la elfa a la apremiante pregunta de Cass tras haber oído como informaba a todos de un milagroso hallazgo que bien podría suponer la diferencia entre la vida y la muerte de los miembros del grupo. -Necesito que la cargue alguien más fuerte que nosotras.- Añadió mirando a Vincent y a Jules pero descartándolos de inmediato pues sin ellos y ya tendrían a los vampiros encima. -Tú, guardia, toma a tu señora en brazos y llévala con cuidado, iré a tu lado para comprobar que siga bien.- Ordenó entonces la peliblanca al siervo restante de los Harrowmont y que en esos momentos no era de mucha ayuda manteniendo a los vampiros a raya. El hombre la miró con el miedo en los ojos, pero también con una expresión que parecía querer decir que él no obedecía instrucciones de una elfa. No obstante bastó una sola mirada de la hija de su señor para que supiera que elfa o no, más le valía hacer todo cuanto ella dijera.
-Vale, avanza con cuidado Huracán, iremos justo detrás tuya.- Confirmó la peliblanca, siguiendo a la cazadora por aquel túnel de huida tras esperar unos segundos para que su amiga tuviera tiempo suficiente para avisarles de cualquier posible amenaza que hubiera en el exterior. Trás ella iba el guardia con lady Harrowmont en brazos y cerrando el grupo Cass, muy pegada a su madre.
-Aire fresco. Apenas hemos estado una hora dentro pero ya lo echaba de menos.- Fue lo primero que dijo la joven elfa respirando profundamente e ignorando el frío que sentía en las piernas ahora que su falda había sido desprovista de su largo anterior. -Vamos rápido al carruaje, cuanto antes salgamos de aquí y disponga del material necesario antes se podrá recuperar la señora Harrowmont.- Instó entonces señalando en la dirección en la que habían dejado el carruaje, orientándose fácilmente gracias a las estrellas y no tanto en el edificio que tenían detrás. Comenzando a andar a paso ligero hacia allí una vez que todos estuvieron ya allí arriba y Cass selló el túnel con su magia de tierra para que si algún enemigo aún quería ganas de atacarles no pudiera seguirles. Al menos no de momento.
El exterior estaba muy tranquilo y silencioso. Demasiado de hecho para todo lo que había ocurrido en el interior de la mansión unos instantes antes. Se trataba de ese tipo de tranquilidad con la que no puedes evitar estar nerviosa, atenta a cualquier ruido y preparada para saltar como un resorte a la menor provocación...Mas dicha provocación no llega y por ello cada vez tu inquietud va en aumento, incrementando las posibilidades de cometer el error que un hipotético enemigo está esperando que cometas mientras se mantiene al acecho.
No obstante no tardaron en llegar hasta el carruaje, y lo hicieron sin que nada tratara de atacarles por el camino. ¿Acaso los vampiros habían aprendido que no eran la clase de grupo con la que unos lacayos de medio pelo como ellos debían hacer enfadar? ¿Quizá en el exterior Bella no tenía poder alguno y por ende no podían hacer otra cosa más que dejarles ir? ¿O era otra cosa? Níniel no iba a bajar la guardia tan pronto, eso desde luego. Lady Harrowmont era demasiado importante en todo aquello como para el enemigo fuera a rendirse tan fácilmente.
-Cochero, rápido. De vuelta a la mansión Harrowmont y no dude en instar a los caballos a esmerarse.- Instó la joven al cochero que les había esperado allí, más que dispuesto a salir de aquel lugar tan rápido como el viento esperaba. Y tras hacerlo abrió rápidamente una de las puertas del carruaje para permitir que el guardia dejara con cuidado en su interior a la mujer que llevaba en brazos. Sin embargo en ese momento Níniel percibió que algo no iba bien. Los caballos estaban demasiado tranquilos y aquel hombre estaba demasiado quieto en su asiento. Ni siquiera había girado la cabeza para responder a las instrucciones de la elfa o para hacerle algún gesto de respeto a Cassandra. La peliblanca les hizo una señal a los demás, aunque quizá ya se hubieran percatado de ello, para que estuvieran prevenidos, y con cuidado se acercó hasta la parte delantera del carro, deslizando una de sus manos hasta las próximas riendas y tirando de ellas de forma brusca y sin previo aviso.
Al hacerlo el cuerpo sin vida y extrañamente rígido de aquel cochero cayó al suelo como un saco de cereales, revelando una marca de mordisco en su cuello para aquellos que pudieran apartar la mirada de la expresión de sorpresa que había quedado grabada en su rostro tras su muerte. Seguramente ni lo vio venir, como ellos no habían visto venir que habían salido de una trampa para entrar en otra.
-!Subid rápido! Tenemos que salir de aquí ya.- Pidió la sacerdotisa saltando hasta el asiento del conductor y agitando las riendas para instar a los cuatro caballos de tiro a moverse, más los caballos no se movieron ni un centímetro.
-¿Qué ocurre elfa? ¿Por qué no nos movemos?- Preguntó el guardia brujo restante claramente nervioso, casi acusando a la peliblanca de que si no estaban ya en el camino era por su culpa. Pero no era por su culpa, los caballos no se movían por mucho que los azuzase. -Dame las rindas.- Pidió entonces el hombre, pudiendo comprobar por sí mismo que el problema no era la joven si no que algo les pasaba a los caballos, pues por mucho empeño que pusiera a él tampoco le hacían el menor caso.
En ese momento la noche se llenó con el sonido de una serie de risas, como las que ya pudieron escuchar en los pasillos del sótano. Podían escucharse nítidamente provenientes de los árboles que rodeaban la mansión y entra la maleza que para el ojo atento se agitaba en algunos puntos, y no por el aire.
-Les han hecho algo a los caballos...- Dijo la joven concentrándose y aplicando la plegaría sobre los animales, tratando de contrarrestar con su magia lo que fuese que les habían hecho. Esfuerzo que pronto dio resultado cuando los animales comenzaron a moverse y a ganar velocidad, aunque aún parecían medio adormilados e iba a costarles algo de tiempo ponerse al galope. -Vamos, vuestra vida también está en juego amigos...- Rogó Níniel mientras las risas se volvían más fuertes a su alrededor. De repente una sombra surgió de entre los arbustos más cercanos y antes de que el brujo a su lado pudiera reaccionar le cortó el cuello casi separando su cabeza del resto del cuerpo matándolo en el acto. Clavada en la madera tra él, ahora cubierta de sangre, quedó una especie de cuchilla hecha de sombras.
Vincent, junto a su madre, tomó la iniciativa de la defensa y pronto aquellos malditos por el gran dragón de luz pudieron sentir en su propia carne el devorador mordisco del fuego purificador al mismo tiempo que el pasillo por el que se acercaban era bloqueado por un muro de llamas. Muro al que no tardaron en unirse otros de dura piedra que terminaron por darle la vuelta a la situación, convirtiendo lo que instantes antes era una posición prácticamente indefendible en un embudo realmente favorable para ellos que obligaba a sus enemigos a atacarles por el único pasillo que permanecía despejado, donde una Huracán furiosa como una tempestad y apoyada por los demás les recibieron, liberando a tan sanguinarios rivales de sus miserias tan pronto como llegaban hasta allí...Y no paraban de hacerlo.
¿Acaso eran interminables? ¿Cuántos de esos seres había allí abajo? La antigua mansión de los Boisson, los sótanos que una vez sirvieron de base a los cazadores de vampiros convertidos en uno de sus nidos y lugar de encierro de sus rehenes como lo fue de Belladona...Menudo sentido del humor.
En cualquier caso el tiempo se agotaba. Incluso a pesar de haber logrado convertir aquella sala en un bastión y estar librando al mundo de una criatura maligna tras otra tendrían que salir de allí tan pronto como fuera posible. El muro de fuego no ardería para siempre, ni la roca soportaría las embestidas de los vampiros y sus habilidades indefinidamente. Más pronto que tarde tendrían que decidir por cuál de aquellos pasillos tratarían de escapar de aquel lugar, y Níniel se ocuparía de que cuando ese momento llegara lady Harrowmont estuviera lo suficientemente recuperada como para poder soportarlo.
Estaba bastante mal y muy débil, pero tan pronto como la magia curativa de la joven comenzó a limpiar las infecciones de sus heridas más graves y a sanar los huesos rotos por las palizas que había sufrido, siendo especialmente preocupantes a la hora de moverla las costillas fracturadas, pues podrían acabar perforando sus pulmones, algo que fortuna aún no se había producido, trasladarla sería relativamente seguro. En unas condiciones ideales la sacerdotisa la atendería durante horas, tratando también el resto de sus heridas para que pudiera recuperarse mejor; prepararía alguna de sus pociones reconstituyentes para ayudarla y aplicaría sus ungüentos y sueros para combatir la pérdida de sangre. Por desgracia aquello tendría que esperar y tendría que bastar con una selectiva aplicación de sus habilidades sanadoras y algunos vendajes de compresión improvisados con parte de la tela de su ya destrozado vestido, cuyo destino parecía ser seguir menguando conforme la noche avanzaba.
-Su vida aún corre peligro pero podemos moverla si tenemos un mínimo de cuidado.- Respondió la elfa a la apremiante pregunta de Cass tras haber oído como informaba a todos de un milagroso hallazgo que bien podría suponer la diferencia entre la vida y la muerte de los miembros del grupo. -Necesito que la cargue alguien más fuerte que nosotras.- Añadió mirando a Vincent y a Jules pero descartándolos de inmediato pues sin ellos y ya tendrían a los vampiros encima. -Tú, guardia, toma a tu señora en brazos y llévala con cuidado, iré a tu lado para comprobar que siga bien.- Ordenó entonces la peliblanca al siervo restante de los Harrowmont y que en esos momentos no era de mucha ayuda manteniendo a los vampiros a raya. El hombre la miró con el miedo en los ojos, pero también con una expresión que parecía querer decir que él no obedecía instrucciones de una elfa. No obstante bastó una sola mirada de la hija de su señor para que supiera que elfa o no, más le valía hacer todo cuanto ella dijera.
-Vale, avanza con cuidado Huracán, iremos justo detrás tuya.- Confirmó la peliblanca, siguiendo a la cazadora por aquel túnel de huida tras esperar unos segundos para que su amiga tuviera tiempo suficiente para avisarles de cualquier posible amenaza que hubiera en el exterior. Trás ella iba el guardia con lady Harrowmont en brazos y cerrando el grupo Cass, muy pegada a su madre.
-Aire fresco. Apenas hemos estado una hora dentro pero ya lo echaba de menos.- Fue lo primero que dijo la joven elfa respirando profundamente e ignorando el frío que sentía en las piernas ahora que su falda había sido desprovista de su largo anterior. -Vamos rápido al carruaje, cuanto antes salgamos de aquí y disponga del material necesario antes se podrá recuperar la señora Harrowmont.- Instó entonces señalando en la dirección en la que habían dejado el carruaje, orientándose fácilmente gracias a las estrellas y no tanto en el edificio que tenían detrás. Comenzando a andar a paso ligero hacia allí una vez que todos estuvieron ya allí arriba y Cass selló el túnel con su magia de tierra para que si algún enemigo aún quería ganas de atacarles no pudiera seguirles. Al menos no de momento.
El exterior estaba muy tranquilo y silencioso. Demasiado de hecho para todo lo que había ocurrido en el interior de la mansión unos instantes antes. Se trataba de ese tipo de tranquilidad con la que no puedes evitar estar nerviosa, atenta a cualquier ruido y preparada para saltar como un resorte a la menor provocación...Mas dicha provocación no llega y por ello cada vez tu inquietud va en aumento, incrementando las posibilidades de cometer el error que un hipotético enemigo está esperando que cometas mientras se mantiene al acecho.
No obstante no tardaron en llegar hasta el carruaje, y lo hicieron sin que nada tratara de atacarles por el camino. ¿Acaso los vampiros habían aprendido que no eran la clase de grupo con la que unos lacayos de medio pelo como ellos debían hacer enfadar? ¿Quizá en el exterior Bella no tenía poder alguno y por ende no podían hacer otra cosa más que dejarles ir? ¿O era otra cosa? Níniel no iba a bajar la guardia tan pronto, eso desde luego. Lady Harrowmont era demasiado importante en todo aquello como para el enemigo fuera a rendirse tan fácilmente.
-Cochero, rápido. De vuelta a la mansión Harrowmont y no dude en instar a los caballos a esmerarse.- Instó la joven al cochero que les había esperado allí, más que dispuesto a salir de aquel lugar tan rápido como el viento esperaba. Y tras hacerlo abrió rápidamente una de las puertas del carruaje para permitir que el guardia dejara con cuidado en su interior a la mujer que llevaba en brazos. Sin embargo en ese momento Níniel percibió que algo no iba bien. Los caballos estaban demasiado tranquilos y aquel hombre estaba demasiado quieto en su asiento. Ni siquiera había girado la cabeza para responder a las instrucciones de la elfa o para hacerle algún gesto de respeto a Cassandra. La peliblanca les hizo una señal a los demás, aunque quizá ya se hubieran percatado de ello, para que estuvieran prevenidos, y con cuidado se acercó hasta la parte delantera del carro, deslizando una de sus manos hasta las próximas riendas y tirando de ellas de forma brusca y sin previo aviso.
Al hacerlo el cuerpo sin vida y extrañamente rígido de aquel cochero cayó al suelo como un saco de cereales, revelando una marca de mordisco en su cuello para aquellos que pudieran apartar la mirada de la expresión de sorpresa que había quedado grabada en su rostro tras su muerte. Seguramente ni lo vio venir, como ellos no habían visto venir que habían salido de una trampa para entrar en otra.
-!Subid rápido! Tenemos que salir de aquí ya.- Pidió la sacerdotisa saltando hasta el asiento del conductor y agitando las riendas para instar a los cuatro caballos de tiro a moverse, más los caballos no se movieron ni un centímetro.
-¿Qué ocurre elfa? ¿Por qué no nos movemos?- Preguntó el guardia brujo restante claramente nervioso, casi acusando a la peliblanca de que si no estaban ya en el camino era por su culpa. Pero no era por su culpa, los caballos no se movían por mucho que los azuzase. -Dame las rindas.- Pidió entonces el hombre, pudiendo comprobar por sí mismo que el problema no era la joven si no que algo les pasaba a los caballos, pues por mucho empeño que pusiera a él tampoco le hacían el menor caso.
En ese momento la noche se llenó con el sonido de una serie de risas, como las que ya pudieron escuchar en los pasillos del sótano. Podían escucharse nítidamente provenientes de los árboles que rodeaban la mansión y entra la maleza que para el ojo atento se agitaba en algunos puntos, y no por el aire.
-Les han hecho algo a los caballos...- Dijo la joven concentrándose y aplicando la plegaría sobre los animales, tratando de contrarrestar con su magia lo que fuese que les habían hecho. Esfuerzo que pronto dio resultado cuando los animales comenzaron a moverse y a ganar velocidad, aunque aún parecían medio adormilados e iba a costarles algo de tiempo ponerse al galope. -Vamos, vuestra vida también está en juego amigos...- Rogó Níniel mientras las risas se volvían más fuertes a su alrededor. De repente una sombra surgió de entre los arbustos más cercanos y antes de que el brujo a su lado pudiera reaccionar le cortó el cuello casi separando su cabeza del resto del cuerpo matándolo en el acto. Clavada en la madera tra él, ahora cubierta de sangre, quedó una especie de cuchilla hecha de sombras.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Ese sitio estaba infestado de vampiros. Aunque lo correcto sería decir, que habían muchos más vampiros de los que habría pensado que hubieran en un principio. Cada vez que mataban a uno, otro vampiro le sucedía inmediatamente. Y si no hubiera sido por el muro de fuego y las habilidades de Cassandra, hubiera costado mucho más sudor y sangre mantener la posición. Por no decir que seguramente hubiesen tenido bajas en el grupo.
Contar con Jules era un gran alivio, pues lo ayudaba a mantener la posición, y a que el muro de fuego en un nivel suficientemente fuerte para que fuera una locura para cualquier chupasangre atravesarlo.
Su madre, Huri, y el guardia de Cass, controlaban el avance de los vampiros por los costados, mientras la propia Cassandra mantenía la fortaleza que había creado para ella y Níniel. Suponía que la elfa no tardaría mucho en sanar lo suficiente a la señora del lord, y que una vez hecho esto, podrían retirarse a una posición mejor de defender.
Mantener el fuego no era sencillo, ni contando con la ayuda de Jules, ni el aire esporádico de Huracán y Yenn. Tenían que luchar de cuando en cuando con alguien que sobrepasaba sus flancos, y luego concentrarse nuevamente en el muro ígneo. Además, el aceite no duraría eternamente, así que cuando eso ocurriera, mantener el fuego le costaría el doble de esfuerzo, y se cansaría rápidamente. Algo que supondría un problema a la larga.
Aunque, por fortuna, sus pensamientos parecían poder ser escuchado por las jóvenes bajo el círculo de piedra. Pues al poco de pensar en ello, Cass bajó el muro que había creado para Níniel, y se concentró en reforzar los que había hecho anteriormente para la defensa del lugar.
¿Pero a donde ir? No podían volver por donde habían venido, ya que no había salida factible, aunque al menos en esos pasillos podrían defender mejor. Y tampoco podían quedarse ahí parados por mucho tiempo. Era un dilema complicado, y suponía que lo mejor era refugiarse en los angostos pasillos por ahora, hasta vencer a sus enemigos. De ese modo estarían seguros cuando buscaran cómo salir de allí abajo.
No hizo falta emplear esa táctica. Cassandra dio las mejores noticias que alguien podría dar en ese momento al grupo.
- No tenemos tiempo que perder-, comentó, aportando su granito de arena para que salieran lo más raudo posible de allí.
No dijo una gran cosa, pero la vedad, la situación no estaba para conversaciones filosóficas. Cuanto antes se largaran mejor.
Huri se dispuso a abrir la marcha, el guardia de los Harrowmont llevaría en brazos a la esposa de su señor, detrás iría Niniel, y cerrarían el grupo Jules, Yenn y él. Por ello tendrían que dar un extra en la retaguardia, para que nos los superaran y se vieran desbordados. Estaban demasiado cerca del final como para morir ahora. Bueno, ahora era tan malo como morir al principio, pero ya se sabía lo sesgadas que podían ser las frases hechas.
Pudo escuchar el grito de Huracán en la salida, y aunque sintió alivio al oír su voz y por lo que había dicho. No pudo evitar…
- Despejado es una forma de verlo-, comentó con ironía, en un exabrupto, mientras rechazaba la daga de uno de los vampiros con la espada que había recogido del guardia muerto en el salón.
Jules rió ante su comentario, pero no por mucho tiempo, pues el joven sintió como era tirado al suelo por un agarra en su tobillo.
- ¡Madre, quítalos de en medio!-, gritó, a la vez que lanzaba un tajo hacia el brazo que intentaba arrastraba al cazador, cortándola por la muñeca.
Yennefer estaba justo detrás de ellos, y lanzó una descarga potenten que lanzó hacia atrás a los primeros vampiros que los acosaban. Tiempo suficiente para que él pudiera ayudar a levantars a Jules, y retirarlo de paso de la zona más peligrosa.
- Qué asco-, comentó el cazador, desembarazándose de la mano que había quedado enganchada en su tobillo.
- ¿Preferirías que aún estuviera pegada al resto? - bromeó irónico, antes de reír ligeramente su propia broma, pese a la situación.
Luego chasqueó los dedos metálicos de su mano libre enguantada, y creó un orbe de fuego.
- ¡Atrás! - gritó, quedando en cabeza del trio que debía defender el túnel de salida. Siendo la persona más rezagada por tanto.
En primera instancia los vampiros retrocedieron un paso asustados, pero no tardaron en envalentonarse de nuevo, aunque sin que ninguno se atreviera a avanzar hasta él para atacarlo.
Todos le miraban con los ojos de la depravación y el hambre. Con ojos brillantes por la luz. Impacientes por encontrar un resquicio en la defensa del brujo, o que se tropezara en su ascenso al subir de espaldas. Cualquier cosa que les permitiera abalanzarse sobre él para devorarlo.
- Hoy no, mis pequeños chupópteros-, dijo con una sonrisa, apuntando rápidamente al techo del pasadizo y disparando su bola explosiva contra él. - ¡Corred! - gritó, nada más darse la vuelta.
A la vez que toneladas de tierra se venían abajo justo encima de los sorprendidos vampiros, y una gran polvareda se extendía por todo el túnel ahora tan inestable.
Siguió corriendo, a tiempo de salir al aire libre detrás de su madre y Jules, junto a una gran cantidad de tierra que provocó una gran tos en el trío.
- Maldita sea-, comentó entre toses. - Esta noche el polvo está siendo especialmente recurrente-, bromeó.
- Demasiado, diría yo-, contestó con la misma sorna su madre.
El trío siguió alejándose de la boca del túnel derrumbado, y así fue encontrando una zona más alejada donde el polvo ya no fuera un problema para hablar o respirar.
- Estás loco-, dijo Jules, y después de unos segundos, rió. - Jodidamente loco.
- Gracias. Es una de mis mejores virtudes-, respondió al cazador. - Pero lo bueno es que eso lo mantendrán un rato ocupados. Deberán buscar otra salida para alcanzarnos-. Dejó de mirar el pasadizo secreto, y miró hacia donde se habían dirigidos los demás. - Vamos al carro. No quiero estar presentes para cuando salgan. Seguro están más cabreados.
Al llegar junto a los demás, pudo observar como el cochero caía como una caja de pescado.
- Mierda. Es una trampa. Debemos largarnos cuantos antes-, comentó, subiendo al carruaje sin perder el tiempo.
Mientras había dicho esto, había pensado que debería haber dejado a alguien más junto al carro. O haberlo dejado mucho más alejado de la mansión. Sentía una gran culpa por el hombre que había fallecido, pues tenía la sensación de que si le hubiera dicho que se fuera andando, dejando solo el carruaje, ahora estaría vivo.
Cuando estuvieron todos en el carro, pudieron al fin partir, mientras escuchaban las risas de la nueva emboscada de los vampiros. Un genial idea, emboscarlos. Una tan buena que no tardó en cobrarse su primera víctima. Ya habían muerto cuatro personas en el rescate, y se sentía impotente viendo como sus camaradas morían sin que él lo hubiera podido evitar.
- Maldita sea. Como no hagamos que esos caballos empiecen a moverse más rápido. Los que dejaremos de movernos seremos nosotros-, comentó asomándose por una de las ventanas
Lanzó una bola explosiva contra uno de los árboles, haciendo que su copa estallara en llamas, junto uno de los vampiros apostados en el bosque.
- Nin, deja las riendas a otro. Si puedes, será mejor que uses tu magia para protegernos-, le dijo la elfa, preocupado por la exposición en la que se encontraba.
Aunque lo cierto, es que la sacerdotisa sería más útil realizando su magia y no a las riendas de los caballos. Si es que le quedaban fuerzas para hacer su magia.
- Creo que esto puede ayudar con los caballos. Espero que funcione-, comentó su madre, abriendo al puertita delantera que daba paso a los asientos del conductor, y dando una leve descarga eléctrica a los animales.
Los sementales relincharon e inmediatamente aumentaron algo la velocidad.
- Algo es algo. No puedo hacer más. Enloquecerán si les doy más descargas, y no podremos controlarlos. Poco importa si nos matan vampiros o nosotros estrellados-, dijo finalmente.
Después se colocó en una posición dentro del carruaje, que le permitiera lanzar sus descargas contra los enemigos.
- Eso tendrá que valer-, respondió, deseando que así fuera.
No tenían más opciones, que aferrarse a la idea de salir de allí al galope.
Contar con Jules era un gran alivio, pues lo ayudaba a mantener la posición, y a que el muro de fuego en un nivel suficientemente fuerte para que fuera una locura para cualquier chupasangre atravesarlo.
Su madre, Huri, y el guardia de Cass, controlaban el avance de los vampiros por los costados, mientras la propia Cassandra mantenía la fortaleza que había creado para ella y Níniel. Suponía que la elfa no tardaría mucho en sanar lo suficiente a la señora del lord, y que una vez hecho esto, podrían retirarse a una posición mejor de defender.
Mantener el fuego no era sencillo, ni contando con la ayuda de Jules, ni el aire esporádico de Huracán y Yenn. Tenían que luchar de cuando en cuando con alguien que sobrepasaba sus flancos, y luego concentrarse nuevamente en el muro ígneo. Además, el aceite no duraría eternamente, así que cuando eso ocurriera, mantener el fuego le costaría el doble de esfuerzo, y se cansaría rápidamente. Algo que supondría un problema a la larga.
Aunque, por fortuna, sus pensamientos parecían poder ser escuchado por las jóvenes bajo el círculo de piedra. Pues al poco de pensar en ello, Cass bajó el muro que había creado para Níniel, y se concentró en reforzar los que había hecho anteriormente para la defensa del lugar.
¿Pero a donde ir? No podían volver por donde habían venido, ya que no había salida factible, aunque al menos en esos pasillos podrían defender mejor. Y tampoco podían quedarse ahí parados por mucho tiempo. Era un dilema complicado, y suponía que lo mejor era refugiarse en los angostos pasillos por ahora, hasta vencer a sus enemigos. De ese modo estarían seguros cuando buscaran cómo salir de allí abajo.
No hizo falta emplear esa táctica. Cassandra dio las mejores noticias que alguien podría dar en ese momento al grupo.
- No tenemos tiempo que perder-, comentó, aportando su granito de arena para que salieran lo más raudo posible de allí.
No dijo una gran cosa, pero la vedad, la situación no estaba para conversaciones filosóficas. Cuanto antes se largaran mejor.
Huri se dispuso a abrir la marcha, el guardia de los Harrowmont llevaría en brazos a la esposa de su señor, detrás iría Niniel, y cerrarían el grupo Jules, Yenn y él. Por ello tendrían que dar un extra en la retaguardia, para que nos los superaran y se vieran desbordados. Estaban demasiado cerca del final como para morir ahora. Bueno, ahora era tan malo como morir al principio, pero ya se sabía lo sesgadas que podían ser las frases hechas.
Pudo escuchar el grito de Huracán en la salida, y aunque sintió alivio al oír su voz y por lo que había dicho. No pudo evitar…
- Despejado es una forma de verlo-, comentó con ironía, en un exabrupto, mientras rechazaba la daga de uno de los vampiros con la espada que había recogido del guardia muerto en el salón.
Jules rió ante su comentario, pero no por mucho tiempo, pues el joven sintió como era tirado al suelo por un agarra en su tobillo.
- ¡Madre, quítalos de en medio!-, gritó, a la vez que lanzaba un tajo hacia el brazo que intentaba arrastraba al cazador, cortándola por la muñeca.
Yennefer estaba justo detrás de ellos, y lanzó una descarga potenten que lanzó hacia atrás a los primeros vampiros que los acosaban. Tiempo suficiente para que él pudiera ayudar a levantars a Jules, y retirarlo de paso de la zona más peligrosa.
- Qué asco-, comentó el cazador, desembarazándose de la mano que había quedado enganchada en su tobillo.
- ¿Preferirías que aún estuviera pegada al resto? - bromeó irónico, antes de reír ligeramente su propia broma, pese a la situación.
Luego chasqueó los dedos metálicos de su mano libre enguantada, y creó un orbe de fuego.
- ¡Atrás! - gritó, quedando en cabeza del trio que debía defender el túnel de salida. Siendo la persona más rezagada por tanto.
En primera instancia los vampiros retrocedieron un paso asustados, pero no tardaron en envalentonarse de nuevo, aunque sin que ninguno se atreviera a avanzar hasta él para atacarlo.
Todos le miraban con los ojos de la depravación y el hambre. Con ojos brillantes por la luz. Impacientes por encontrar un resquicio en la defensa del brujo, o que se tropezara en su ascenso al subir de espaldas. Cualquier cosa que les permitiera abalanzarse sobre él para devorarlo.
- Hoy no, mis pequeños chupópteros-, dijo con una sonrisa, apuntando rápidamente al techo del pasadizo y disparando su bola explosiva contra él. - ¡Corred! - gritó, nada más darse la vuelta.
A la vez que toneladas de tierra se venían abajo justo encima de los sorprendidos vampiros, y una gran polvareda se extendía por todo el túnel ahora tan inestable.
Siguió corriendo, a tiempo de salir al aire libre detrás de su madre y Jules, junto a una gran cantidad de tierra que provocó una gran tos en el trío.
- Maldita sea-, comentó entre toses. - Esta noche el polvo está siendo especialmente recurrente-, bromeó.
- Demasiado, diría yo-, contestó con la misma sorna su madre.
El trío siguió alejándose de la boca del túnel derrumbado, y así fue encontrando una zona más alejada donde el polvo ya no fuera un problema para hablar o respirar.
- Estás loco-, dijo Jules, y después de unos segundos, rió. - Jodidamente loco.
- Gracias. Es una de mis mejores virtudes-, respondió al cazador. - Pero lo bueno es que eso lo mantendrán un rato ocupados. Deberán buscar otra salida para alcanzarnos-. Dejó de mirar el pasadizo secreto, y miró hacia donde se habían dirigidos los demás. - Vamos al carro. No quiero estar presentes para cuando salgan. Seguro están más cabreados.
Al llegar junto a los demás, pudo observar como el cochero caía como una caja de pescado.
- Mierda. Es una trampa. Debemos largarnos cuantos antes-, comentó, subiendo al carruaje sin perder el tiempo.
Mientras había dicho esto, había pensado que debería haber dejado a alguien más junto al carro. O haberlo dejado mucho más alejado de la mansión. Sentía una gran culpa por el hombre que había fallecido, pues tenía la sensación de que si le hubiera dicho que se fuera andando, dejando solo el carruaje, ahora estaría vivo.
Cuando estuvieron todos en el carro, pudieron al fin partir, mientras escuchaban las risas de la nueva emboscada de los vampiros. Un genial idea, emboscarlos. Una tan buena que no tardó en cobrarse su primera víctima. Ya habían muerto cuatro personas en el rescate, y se sentía impotente viendo como sus camaradas morían sin que él lo hubiera podido evitar.
- Maldita sea. Como no hagamos que esos caballos empiecen a moverse más rápido. Los que dejaremos de movernos seremos nosotros-, comentó asomándose por una de las ventanas
Lanzó una bola explosiva contra uno de los árboles, haciendo que su copa estallara en llamas, junto uno de los vampiros apostados en el bosque.
- Nin, deja las riendas a otro. Si puedes, será mejor que uses tu magia para protegernos-, le dijo la elfa, preocupado por la exposición en la que se encontraba.
Aunque lo cierto, es que la sacerdotisa sería más útil realizando su magia y no a las riendas de los caballos. Si es que le quedaban fuerzas para hacer su magia.
- Creo que esto puede ayudar con los caballos. Espero que funcione-, comentó su madre, abriendo al puertita delantera que daba paso a los asientos del conductor, y dando una leve descarga eléctrica a los animales.
Los sementales relincharon e inmediatamente aumentaron algo la velocidad.
- Algo es algo. No puedo hacer más. Enloquecerán si les doy más descargas, y no podremos controlarlos. Poco importa si nos matan vampiros o nosotros estrellados-, dijo finalmente.
Después se colocó en una posición dentro del carruaje, que le permitiera lanzar sus descargas contra los enemigos.
- Eso tendrá que valer-, respondió, deseando que así fuera.
No tenían más opciones, que aferrarse a la idea de salir de allí al galope.
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
-¡Vamos! ¡Vamos! – Apresuré tendiendo la mano a Níniel, Cass y a los demás para ir ayudándolos a salir más rápido de aquel agujero en la tierra según se iban acercando a la salida. Fuera había tranquilidad, pero no teníamos tiempo que perder pues los vampiros podrían no tardar en volver. La elfa nos instó a ir hacia la carroza, éramos bastantes, pero desgraciadamente menos de los que habíamos llegado.
Sin embargo, el cochero no hacía amagos de incitar a los caballos a correr, como le había indicado la rubia. - ¿Qué ocurre? – pregunté ya nerviosa. Todo era muy extraño, el tipo no se inmutaba siquiera. Níniel, que también parecía de los nervios, optó por tirar de las riendas para espabilar a aquel tipo. ¿Se había dormido por las intempestivas horas de la mañana? No. Lo habían matado. Al moverlo su cuerpo inerte cayó al suelo. – Joder… - rechisté asqueada, otra víctima más que se cobraban los vampiros. Caro nos estaba saliendo el rescate de la señora Harrowmont.
Níniel asumió los mandos del carruaje y trató de hacerlos moverse, pero seguíamos sin avanzar nada. ¿Tenía conocimientos para ello? Vincent pidió el relevo, que fue tomado por el guardia que había sacado a la señora Harrowmont. Pero éste tampoco era capaz de hacer avanzar nada. -Han drogado a los caballos. – concluyó Jules. – Estos chupasangres se las saben todas.
Pronto, vimos una cabeza rodar en la ventanilla. Era la del guardia Harrowmont. La cuarta de la noche ya. Y los caballos seguían sin avanzar. Ante tal situación, Lady Yennefer salió y comenzó a provocarles descargas eléctricas para hacerles despertar. Finalmente éstos se movieron, y menos mal, porque ya se escuchaban risas de vampiros escondidos entre los árboles de los bosques.
-Tomaré las riendas. – dijo Jules con valentía. Saliendo por la puertilla y apartando con cierto asco el cuerpo sin cabeza del guardia. Si nadie llevaba las riendas, los caballos no sabrían a dónde ir.
Avanzamos por la carretera adoquinada rumbo al exterior de la impresionante mansión Boisson. Que quedaba atrás por las ventanillas del carruaje. – ¿Seguís escuchando las risas? ¿Van a atacar? ¿A qué esperan? – pregunté inquieta a los demás, había tan poco espacio que tenía que ir de pie.
-¡Chicos! Tenemos una persona en medio de la carretera. – gritó. Todavía en los terrenos de la finca, justo a la salida de ésta, en la puerta de rejilla abierta que daba acceso a la mansión. Una elegante figura femenina enfundada en un largo rojo se postraba frente a nosotros. Con la cabeza inclinada hacia un lado y todavía con la máscara puesta, la luna la iluminaba. Dando un aspecto aterrador con aquella máscara inmóvil.
-¡Es Lady Pirra! – exclamó Cass. - ¿Qué hace aquí? ¡Tal vez necesite ayuda! – parece que la joven aún no se había enterado de qué iban las cosas, o su padre no le había contado todo. - ¡Para la carroza! – pidió.
-Lo llevas claro, maja – gritó el joven a pleno pulmón, sin quitar la vista de la carretera. – Trataré de atropellarla. No tenemos otra salida.
Jules espoleó los caballos con fuerza para salir de la mansión sí o sí. Si no se apartaba, la arrollaría, los caballos ya habían ganado velocidad gracias a las descargas de Yennefer.
Pirra permanecía inmóvil, con tranquilidad, quieta y con los brazos caídos, sin moverse ni decir absolutamente nada. Y cuando estábamos a escasos 20 metros de ella, alzó la cabeza para mirar la carroza. Entonces se convirtió en un amasijo de murciélagos que volaron hacia la carroza y la cubrieron por completo. Gritamos, pero no se produjo ningún impacto ni nada, simplemente pasó a través de nosotros.
Pero pronto sentimos como la carroza descarrilaba, los caballos cayeron al suelo, muertos, llenos de arañazos y desgarrados. Los había matado de la que pasaba convertida en aquella bandada de murciélagos.
-Tenemos que salir. No podemos quedarnos aquí. – insté. ¿Pero a dónde ir? ¿Todavía de noche, con vampiros en los bosques? ¿A varios kilómetros de un lugar seguro? ¿Sin armas y a campo abierto y, para colmo, con Pirra fuera? Teníamos muy pocas posibilidades de salir bien parados de aquel encuentro. Sólo había una cosa que podía jugar a nuestro favor, y era el tiempo, y es que los primeros rayos de sol ya comenzaban a esbozarse en el horizonte. – Está amaneciendo. Hay que ganar tiempo. – indiqué, en voz baja para que no me oyeran.
Entre tos y sangre, que corría desde mi frente por todo mi rostro, abrí la puerta de la carroza y salí. Dolorida y cansada. La mujer permanecía ahora en el lado de la mansión, convertida en forma humana, mirando hacia nosotros, con la cabeza de nuevo inclinada hacia un lado. Una mirada enferma. Con sus uñas, o más bien garras, completamente impregnadas de la sangre de los caballos. Esperó a que todos saliésemos. Harta y en deseos de venganza, di un paso al frente. Contemplando como varios vampiros más salían de detrás de los árboles y se colocaban a espaldas de la psicópata de Pirra. Pero yo dejaría de llamarla por su verdadero nombre. Era la segunda vez que la encontraba en mi vida.
-¿Es a mí a quién buscas, verdad, Lady Pirra? – pregunté con odio. Muy enfadada. - ¿O debería llamarte Mortagglia? – grité con decisión. Los vampiros detrás de ella se resoplaron sorprendidos de la misma manera que Bella lo hizo cuando Jules lo pronunció en el ataque que costó la vida de Igraine. Por lo visto, pronunciar su verdadero nombre no era algo que gustase a “la Dama”. Ella permaneció de brazos cruzados. Sin decir nada. – ¡Pues aquí me tienes! – Apreté los puños. -
Sin decir nada, Mortagglia dio un paso al frente y se quitó la máscara. Era la segunda vez que veía aquel rostro. ¿Cuánto tiempo más podría ganar? ¿Mandaría al resto de vampiros a por los demás? No sabía que responder, por fortuna, una voz femenina se colocó a mi lado para dirigirse a la Dama. – Lady Pirra, yo confiaba en usted. – dijo Cass poniéndose junto a mí. – Toda esta gente que ha muerto, lo ha hecho por mi familia. No voy a permitir más muertes en nombre del apellido Harrowmont. ¡Exijo un duelo justo! – Dijo la joven con decisión. Se sentía culpable y responsable de los fallecidos aquella noche. Por primera vez en mi vida, miré con admiración y, lástima a la vez, a la joven. Pese a los menosprecios que me había dedicado toda su vida, había demostrado que, en el fondo, era una persona madura y responsable.
Los vampiros y la propia Pirra rieron a carcajada limpia. Y no me extrañaba. ¿Cassandra Harrowmont contra Lady Mortagglia di Miraclo? ¿Qué clase de broma era aquella?
-¿Es eso lo que quieres, niña? – preguntó riéndose la Dama. - ¿Y por qué iba a hacerlo cuando puedo mataros a todos directamente y llevarme a Anastasia? – era una buena pregunta. Poco a poco el tiempo apremiaba. – Pensándolo mejor, os mataré a todos ahora mismo. – y sus vampiros comenzaron a caminar hacia nosotros. Tenía que decir algo.
-¡Espera! – pedí. – Sabes que siempre dije que no me uniría a tu grupo. Es tu gran ambición. Lo que tanto ansiáis tú y Belladonna. – recordé, arañando unos segundos. – Muy bien. Prometo unirme a tus filas y servirte fielmente si la derrotas. Pero si pierdes, perderás la oportunidad de reclutarme, para siempre. – me giré hacia Níniel. – Y para que veas que no miento, pido a Níniel, sacerdotisa de Sandorái, dotada con los poderes de la luz y de Isil, que realice sobre nosotras un juramento inquebrantable, si es que puede y sabe. – se suponía que los elfos podían realizar aquel tipo de magia. Y, si ella no podía, esperaba que al menos simulase un falso ritual que lo alargase lo suficiente como para que amaneciera por completo.
-¡¿Qué?! ¿Está loca? - le dijo Jules con cara de circunstancias a Níniel y Vincent, que se encontraba lejos. – Cassandra no tiene ninguna oportunidad.
-¿Tanto confías en una Harrowmont, Anastasia? ¿No te ha dicho tu madre que son unos ricachones inútiles? En fin. Nunca habré conseguido nada tan fácil. – preguntó la Dama, con interés, mirando a Níniel. – Elfa. Hazlo. Rápido. - apremió. Mortagglia sabía que el tiempo iba en su contra, pero la recompensa era tan súmamente tentadora para ella que incluso aceptó tomar el riesgo de tener que retirarse y perder el ataque.
En cuanto a mí, sabía que era una apuesta que iba a perder. Más me valía que Níniel tardase tiempo en hacerlo antes de que firmásemos lo apalabrado, o estableciésemos algún tipo de fisura en el “contrato” sin que la Dama se diese cuenta. En cualquier caso, todo quedaba ahora en la habilidad y la astucia de Níniel, a quien consideraba plenamente capaz como para comprender que lo que buscaba era perder tiempo para, por supuesto, nunca llegar a pactar esas condiciones. O que Vincent o Jules hiciesen algo para que Cass pudiese ganar dicho duelo. En cualquier caso, había arriesgado mucho.
Sin embargo, el cochero no hacía amagos de incitar a los caballos a correr, como le había indicado la rubia. - ¿Qué ocurre? – pregunté ya nerviosa. Todo era muy extraño, el tipo no se inmutaba siquiera. Níniel, que también parecía de los nervios, optó por tirar de las riendas para espabilar a aquel tipo. ¿Se había dormido por las intempestivas horas de la mañana? No. Lo habían matado. Al moverlo su cuerpo inerte cayó al suelo. – Joder… - rechisté asqueada, otra víctima más que se cobraban los vampiros. Caro nos estaba saliendo el rescate de la señora Harrowmont.
Níniel asumió los mandos del carruaje y trató de hacerlos moverse, pero seguíamos sin avanzar nada. ¿Tenía conocimientos para ello? Vincent pidió el relevo, que fue tomado por el guardia que había sacado a la señora Harrowmont. Pero éste tampoco era capaz de hacer avanzar nada. -Han drogado a los caballos. – concluyó Jules. – Estos chupasangres se las saben todas.
Pronto, vimos una cabeza rodar en la ventanilla. Era la del guardia Harrowmont. La cuarta de la noche ya. Y los caballos seguían sin avanzar. Ante tal situación, Lady Yennefer salió y comenzó a provocarles descargas eléctricas para hacerles despertar. Finalmente éstos se movieron, y menos mal, porque ya se escuchaban risas de vampiros escondidos entre los árboles de los bosques.
-Tomaré las riendas. – dijo Jules con valentía. Saliendo por la puertilla y apartando con cierto asco el cuerpo sin cabeza del guardia. Si nadie llevaba las riendas, los caballos no sabrían a dónde ir.
Avanzamos por la carretera adoquinada rumbo al exterior de la impresionante mansión Boisson. Que quedaba atrás por las ventanillas del carruaje. – ¿Seguís escuchando las risas? ¿Van a atacar? ¿A qué esperan? – pregunté inquieta a los demás, había tan poco espacio que tenía que ir de pie.
-¡Chicos! Tenemos una persona en medio de la carretera. – gritó. Todavía en los terrenos de la finca, justo a la salida de ésta, en la puerta de rejilla abierta que daba acceso a la mansión. Una elegante figura femenina enfundada en un largo rojo se postraba frente a nosotros. Con la cabeza inclinada hacia un lado y todavía con la máscara puesta, la luna la iluminaba. Dando un aspecto aterrador con aquella máscara inmóvil.
-¡Es Lady Pirra! – exclamó Cass. - ¿Qué hace aquí? ¡Tal vez necesite ayuda! – parece que la joven aún no se había enterado de qué iban las cosas, o su padre no le había contado todo. - ¡Para la carroza! – pidió.
-Lo llevas claro, maja – gritó el joven a pleno pulmón, sin quitar la vista de la carretera. – Trataré de atropellarla. No tenemos otra salida.
Jules espoleó los caballos con fuerza para salir de la mansión sí o sí. Si no se apartaba, la arrollaría, los caballos ya habían ganado velocidad gracias a las descargas de Yennefer.
Pirra permanecía inmóvil, con tranquilidad, quieta y con los brazos caídos, sin moverse ni decir absolutamente nada. Y cuando estábamos a escasos 20 metros de ella, alzó la cabeza para mirar la carroza. Entonces se convirtió en un amasijo de murciélagos que volaron hacia la carroza y la cubrieron por completo. Gritamos, pero no se produjo ningún impacto ni nada, simplemente pasó a través de nosotros.
Pero pronto sentimos como la carroza descarrilaba, los caballos cayeron al suelo, muertos, llenos de arañazos y desgarrados. Los había matado de la que pasaba convertida en aquella bandada de murciélagos.
-Tenemos que salir. No podemos quedarnos aquí. – insté. ¿Pero a dónde ir? ¿Todavía de noche, con vampiros en los bosques? ¿A varios kilómetros de un lugar seguro? ¿Sin armas y a campo abierto y, para colmo, con Pirra fuera? Teníamos muy pocas posibilidades de salir bien parados de aquel encuentro. Sólo había una cosa que podía jugar a nuestro favor, y era el tiempo, y es que los primeros rayos de sol ya comenzaban a esbozarse en el horizonte. – Está amaneciendo. Hay que ganar tiempo. – indiqué, en voz baja para que no me oyeran.
Entre tos y sangre, que corría desde mi frente por todo mi rostro, abrí la puerta de la carroza y salí. Dolorida y cansada. La mujer permanecía ahora en el lado de la mansión, convertida en forma humana, mirando hacia nosotros, con la cabeza de nuevo inclinada hacia un lado. Una mirada enferma. Con sus uñas, o más bien garras, completamente impregnadas de la sangre de los caballos. Esperó a que todos saliésemos. Harta y en deseos de venganza, di un paso al frente. Contemplando como varios vampiros más salían de detrás de los árboles y se colocaban a espaldas de la psicópata de Pirra. Pero yo dejaría de llamarla por su verdadero nombre. Era la segunda vez que la encontraba en mi vida.
-¿Es a mí a quién buscas, verdad, Lady Pirra? – pregunté con odio. Muy enfadada. - ¿O debería llamarte Mortagglia? – grité con decisión. Los vampiros detrás de ella se resoplaron sorprendidos de la misma manera que Bella lo hizo cuando Jules lo pronunció en el ataque que costó la vida de Igraine. Por lo visto, pronunciar su verdadero nombre no era algo que gustase a “la Dama”. Ella permaneció de brazos cruzados. Sin decir nada. – ¡Pues aquí me tienes! – Apreté los puños. -
Sin decir nada, Mortagglia dio un paso al frente y se quitó la máscara. Era la segunda vez que veía aquel rostro. ¿Cuánto tiempo más podría ganar? ¿Mandaría al resto de vampiros a por los demás? No sabía que responder, por fortuna, una voz femenina se colocó a mi lado para dirigirse a la Dama. – Lady Pirra, yo confiaba en usted. – dijo Cass poniéndose junto a mí. – Toda esta gente que ha muerto, lo ha hecho por mi familia. No voy a permitir más muertes en nombre del apellido Harrowmont. ¡Exijo un duelo justo! – Dijo la joven con decisión. Se sentía culpable y responsable de los fallecidos aquella noche. Por primera vez en mi vida, miré con admiración y, lástima a la vez, a la joven. Pese a los menosprecios que me había dedicado toda su vida, había demostrado que, en el fondo, era una persona madura y responsable.
Los vampiros y la propia Pirra rieron a carcajada limpia. Y no me extrañaba. ¿Cassandra Harrowmont contra Lady Mortagglia di Miraclo? ¿Qué clase de broma era aquella?
-¿Es eso lo que quieres, niña? – preguntó riéndose la Dama. - ¿Y por qué iba a hacerlo cuando puedo mataros a todos directamente y llevarme a Anastasia? – era una buena pregunta. Poco a poco el tiempo apremiaba. – Pensándolo mejor, os mataré a todos ahora mismo. – y sus vampiros comenzaron a caminar hacia nosotros. Tenía que decir algo.
-¡Espera! – pedí. – Sabes que siempre dije que no me uniría a tu grupo. Es tu gran ambición. Lo que tanto ansiáis tú y Belladonna. – recordé, arañando unos segundos. – Muy bien. Prometo unirme a tus filas y servirte fielmente si la derrotas. Pero si pierdes, perderás la oportunidad de reclutarme, para siempre. – me giré hacia Níniel. – Y para que veas que no miento, pido a Níniel, sacerdotisa de Sandorái, dotada con los poderes de la luz y de Isil, que realice sobre nosotras un juramento inquebrantable, si es que puede y sabe. – se suponía que los elfos podían realizar aquel tipo de magia. Y, si ella no podía, esperaba que al menos simulase un falso ritual que lo alargase lo suficiente como para que amaneciera por completo.
-¡¿Qué?! ¿Está loca? - le dijo Jules con cara de circunstancias a Níniel y Vincent, que se encontraba lejos. – Cassandra no tiene ninguna oportunidad.
-¿Tanto confías en una Harrowmont, Anastasia? ¿No te ha dicho tu madre que son unos ricachones inútiles? En fin. Nunca habré conseguido nada tan fácil. – preguntó la Dama, con interés, mirando a Níniel. – Elfa. Hazlo. Rápido. - apremió. Mortagglia sabía que el tiempo iba en su contra, pero la recompensa era tan súmamente tentadora para ella que incluso aceptó tomar el riesgo de tener que retirarse y perder el ataque.
En cuanto a mí, sabía que era una apuesta que iba a perder. Más me valía que Níniel tardase tiempo en hacerlo antes de que firmásemos lo apalabrado, o estableciésemos algún tipo de fisura en el “contrato” sin que la Dama se diese cuenta. En cualquier caso, todo quedaba ahora en la habilidad y la astucia de Níniel, a quien consideraba plenamente capaz como para comprender que lo que buscaba era perder tiempo para, por supuesto, nunca llegar a pactar esas condiciones. O que Vincent o Jules hiciesen algo para que Cass pudiese ganar dicho duelo. En cualquier caso, había arriesgado mucho.
- Off:
*Off: Para no meternos en terreno master de maldiciones y demás, no hay necesidad de que me hagas el juramento, tal vez no puedas o no sepas, pero puedes fingirlo si quieres. Puede que Mortagglia conozca el juramento y sepa que finges también, si es que decides hacerlo así, bueno, hazlo como veas :), en el fondo se trata de ganar tiempo y me parecía más realista que luchar sin armas contra 20 vampiros. Si tenéis otra alternativa o idea, adelante
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
-No es ninguna droga lo que afecta a los caballos, es algo más insidioso aún.- Fueron las palabras de Níniel a Jules al tenderle las riendas que momentáneamente había tenido que coger tras la sorpresiva muerte de aquel guardia. Aquello era algo que como alquimista tenía más que claro, incluso antes de que con sus habilidades sanadoras notara la presencia de una influencia vampírica en sus cuerpos. Una con la que estaba bastante familiarizada ya debido a su relación con un vampiro practicante de tales artes. Si podían hacerlo con personas, con los animales comunes debía de ser incluso más sencillo aún. Más les valdría estar prevenidos no solo ante un habilidoso lanzador de cuchillas si no también ante un maestro o maestra de la voz.
Casi inmediatamente, y ya con los caballos en marcha y cogiendo ritmo poco a poco, dos nuevas cuchillas acabaron clavadas cerca de una de las puertas laterales del carruaje alarmando más aún a la joven elfa que trató de ser un blanco más pequeño agachándose como buenamente podía en el asiento de madera, pues allí delante tanto ella como Jules sin duda representaban el objetivo ideal para aquel enemigo o para cualquier otro con habilidades a distancia. No obstante, conforme fueron ganando más velocidad, Vincent les mostró un buen motivo a los chupasangre para que no les siguieran en forma de bola de fuego, lo que añadido a la ayuda adicional de Lady Yenn con los caballos pronto pareció permitirles dejar atrás a sus enemigos cuyas risas cada vez se escuchaban más lejanas, aunque aún audibles. ¿De qué rayos se reían esos locos? Estaban logrando escapar con su preciada prisionera...Aquella pregunta pronto sería respondida.
-No puede ser...¿Cómo se ha enterado tan pronto?.- Comentó en voz alta la joven elfa mordiéndose el labio con preocupación, tratando de pensar un modo de eludir a aquella abuela sangrienta que tan tranquila permanecía parada en mitad del camino, con una seguridad tal que no hacía si no crear en Níniel la corazonada de que por muy vulnerable que pareciera, con su vestido de gala rojo y a punto de ser arrollada por un carruaje, lo tenía todo controlado. -Si paramos estamos muertos, Cass.- Respondió a la bruja casi a la vez que Jules proponía no solo no hacerlo si no instar a los caballos a ir más rápido aún para llevársela por delante. Aquello olía a mala idea desde lejos, ¿pero qué más podían hacer? No había otro camino que tomar.
Entonces, cuando parecía que quizá iban a lograrlo, o al menos esa idea quería hacerse hueco en un mar de pensamientos negativos y malos presentimientos...Pirra hizo por fin su movimiento, y la huida llegó a su fin. El más abrupto y brusco posible.
Una bandada de murciélagos les alcanzó, rodeandolos de un centenar de chillidos y negras alas. Mientras trataban en vano de protegerse de ellos perdieron el control de los aterrorizados caballos, animales que segundos después estaban muertos, haciendo que con su muerte y por la inercia el carromato, incapaz de frenar a tiempo, volcase de manera violenta. Níniel notó un fuerte golpe y salió despedida de la parte delantera del mismo, yendo a parar al borde del camino, zona donde por suerte la naturaleza ya había vuelto a reclamar la tierra en forma de arbustos que amortiguaron en gran medida el golpe, aunque no la libraron de no pocos cortes y raspones por lo que comenzarían a brotar hilillos de sangre que seguro pondría los dientes largos a más de unos de aquellos malvados vampiros que les habían atacado.
-Realmente fue un buen trato recuperar Sandorai a cambio de las islas...No pienso recomendarlas a ninguno de mis amigos.- Se quejó la peliblanca en voz baja, más como un modo de animarse a sí misma a levantarse que como una auténtica queja. Necesitaba todos los ánimos posibles de la fuente que fuera en aquellos momentos.
Apretó los dientes y se incorporó como pudo mirando alrededor atenta a cualquier posible amenaza directa. Apenas le quedaban fuerzas para hacer un uso masivo de su magia, ya había evitado de hecho bendecir a sus aliados antes para ahorrar la mayor cantidad posible en aras de usarla para atender a la madre de Cassandra, pero quizá no le quedara más opción si quería una oportunidad de sobrevivir.
Por suerte Jules también había logrado sobrevivir al accidente de una pieza y enseguida estuvo a su lado avanzando como buenamente podían hacia el carruaje, algo tranquilizador cuando se es una sacerdotisa poco avezada en el combate y acabas rodeada de vampiros en la noche eso de contar con un brujo de fuego. Por su parte Huracán y los demás también lograron salir del carro volcado y pronto todos volvieron a estar juntos...Aunque parecía que aquella vez quizá ni así pudieran pasar de aquella noche.
-¿Cómo está lady Harrowmont?- Preguntó enseguida la joven elfa a Cassandra, que tensa se limitó a asentir como indicativo de que no había sufrido daños de algún modo gracias a los dioses. Quizá gracias a alguna de sus habilidades de otro de los miembros del grupo. -Son demasiados...y Pirra es condenadamente poderosa...- Masculló a continuación al ver como poco a poco los esbirros de la abuela de Huracán salían de las sombras y esperaban obedientes como perros de caza las órdenes de su maestra, quien en esos momentos sí que parecía totalmente la criatura maldita que era en realidad. -¿Qué hacemos?- Preguntó esperando que alguno de ellos tuviera un plan de esos capaces de darle la vuelta a la más desesperada de las situaciones. Aunque por desgracia no parecía ser el caso.
Huracán parecía querer únicamente morir matando, instando a la vampiresa a hacer algo que sin duda no necesitaba que nadie la animara a hacer. Más extrema aún fue la salida de Cassandra, pues por muy valiente que fuera no dejaba de ser una locura. De todos los allí presentes, posiblemente solo Lady Yenn fuera lo bastante poderosa como para enfrentarse en un duelo contra Mortagglia, y Níniel dudaba mucho que la vampiresa aceptara un duelo que podía perder, o cualquiera de hecho, cuando tenía la situación tan a su favor. Pensamiento que fue rápidamente secundado por las sonoras carcajadas en las que estalló el bando contrario.
Parecía que solo les quedaba luchar con todo hasta el final, cuando Huracán, presa por la locura de la rabia y la desesperación seguramente, pues su proposición era un sinsentido de lo más alarmante, añadió su lealtad como apuesta personal en el duelo ya descartado entre tan desiguales contendientes. Jules tenía toda la razón del mundo al poner el grito en el cielo por ello. Era la mayor locura que Níniel había oído en mucho tiempo, y no contenta con ello Huri quería que ella malgastara las pocas energías que le quedaban en realizar un juramento inquebrantable para asegurar su lealtad a su más acérrima enemiga si Cass perdía, lo cual era seguro que pasaría. ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Estaba sacrificándose como habían hecho antes su madre y luego Igraine en pos de darles una oportunidad a los demás? ¿Esperaba que tras el duelo Mortagglia les dejaría vivir a los demás satisfecha con su nueva marioneta?
No, Huracán sería capaz de algo así pero no era el caso, comprendió Níniel al mirar hacia Huracán y ver que en su mirada no había ni rastro de resignación ante la muerte si no esperanza. Esperanza y el nerviosismo del que solo podría librarse quien ya lo ha perdido todo. Entonces...Claro, el amanecer, estaba amaneciendo, se percató. Con todo lo vivido Níniel no se había dado ni cuenta. Tanto ella como Cass sabían que no ganarían ese duelo, solo estaban tratando de ganar tiempo...Y ahora le tocaba a ella unirse a ese plan.
-Parece ser que jugárnoslo todo a una carta es nuestra única opción.- Dijo entonces resignada, lo cual no le fue difícil de impostar debido a la situación. -Bien, dame tu mano Huracán. Acercaos testigos de esta promesa ante nuestros ancestros y nuestros dioses.- Pidió entonces a los demás de su grupo colocándose de espaldas pegada al carro volcado y comenzando un rezo en élfico que era imposible que nadie que no fuera de su clan familiar pudiera conocer, pues solo se hacía en presencia de sacerdotisas y en lo más profundo del bosque.
Por supuesto no era el ritual de la promesa inquebrantable. Era un ruego a los dioses para que le concedieran una pequeña parte de su infinita energía a su fiel y humilde sierva. Un ruego que le permitió el tiempo suficiente a la joven para canalizar la suficiente de su ya menguada fuerza como para usar una última habilidad mágica que lo decidiría todo.
Para cuando la paciencia de Pirra se hubo agotado y dio la orden a los suyos de matarles a todos y capturar a Huracán ya era tarde.
-Ma seshield- Pronunció entonces la peliblanca en voz más alta que el resto de su rezo. Y una angelical figura femenina de luz pura apareció sobre ellos cubriéndolos con sus grandes alas, dejando a todo el grupo protegido por una barrera esférica impenetrable de varios metros de diámetro que cubría incluso parte del carro, poniendo a salvo también a lady Harrowmont. Los vampiros a pesar de ello se lanzaron sobre el grupo como locos, tratando de atravesar la barrera golpeándola y usando sus habilidades contra ella, pero era en vano, nada hacía mella. Níniel solo tendría que mantenerla un poco más y el sol haría el resto.
-Alabad al sol herejes descreídos, vosotros maldecidos por el gran dragón. Alabadlo mientras su luz os purifica.- Proclamó entonces la joven sabiendo que la victoria era suya.
Casi inmediatamente, y ya con los caballos en marcha y cogiendo ritmo poco a poco, dos nuevas cuchillas acabaron clavadas cerca de una de las puertas laterales del carruaje alarmando más aún a la joven elfa que trató de ser un blanco más pequeño agachándose como buenamente podía en el asiento de madera, pues allí delante tanto ella como Jules sin duda representaban el objetivo ideal para aquel enemigo o para cualquier otro con habilidades a distancia. No obstante, conforme fueron ganando más velocidad, Vincent les mostró un buen motivo a los chupasangre para que no les siguieran en forma de bola de fuego, lo que añadido a la ayuda adicional de Lady Yenn con los caballos pronto pareció permitirles dejar atrás a sus enemigos cuyas risas cada vez se escuchaban más lejanas, aunque aún audibles. ¿De qué rayos se reían esos locos? Estaban logrando escapar con su preciada prisionera...Aquella pregunta pronto sería respondida.
-No puede ser...¿Cómo se ha enterado tan pronto?.- Comentó en voz alta la joven elfa mordiéndose el labio con preocupación, tratando de pensar un modo de eludir a aquella abuela sangrienta que tan tranquila permanecía parada en mitad del camino, con una seguridad tal que no hacía si no crear en Níniel la corazonada de que por muy vulnerable que pareciera, con su vestido de gala rojo y a punto de ser arrollada por un carruaje, lo tenía todo controlado. -Si paramos estamos muertos, Cass.- Respondió a la bruja casi a la vez que Jules proponía no solo no hacerlo si no instar a los caballos a ir más rápido aún para llevársela por delante. Aquello olía a mala idea desde lejos, ¿pero qué más podían hacer? No había otro camino que tomar.
Entonces, cuando parecía que quizá iban a lograrlo, o al menos esa idea quería hacerse hueco en un mar de pensamientos negativos y malos presentimientos...Pirra hizo por fin su movimiento, y la huida llegó a su fin. El más abrupto y brusco posible.
Una bandada de murciélagos les alcanzó, rodeandolos de un centenar de chillidos y negras alas. Mientras trataban en vano de protegerse de ellos perdieron el control de los aterrorizados caballos, animales que segundos después estaban muertos, haciendo que con su muerte y por la inercia el carromato, incapaz de frenar a tiempo, volcase de manera violenta. Níniel notó un fuerte golpe y salió despedida de la parte delantera del mismo, yendo a parar al borde del camino, zona donde por suerte la naturaleza ya había vuelto a reclamar la tierra en forma de arbustos que amortiguaron en gran medida el golpe, aunque no la libraron de no pocos cortes y raspones por lo que comenzarían a brotar hilillos de sangre que seguro pondría los dientes largos a más de unos de aquellos malvados vampiros que les habían atacado.
-Realmente fue un buen trato recuperar Sandorai a cambio de las islas...No pienso recomendarlas a ninguno de mis amigos.- Se quejó la peliblanca en voz baja, más como un modo de animarse a sí misma a levantarse que como una auténtica queja. Necesitaba todos los ánimos posibles de la fuente que fuera en aquellos momentos.
Apretó los dientes y se incorporó como pudo mirando alrededor atenta a cualquier posible amenaza directa. Apenas le quedaban fuerzas para hacer un uso masivo de su magia, ya había evitado de hecho bendecir a sus aliados antes para ahorrar la mayor cantidad posible en aras de usarla para atender a la madre de Cassandra, pero quizá no le quedara más opción si quería una oportunidad de sobrevivir.
Por suerte Jules también había logrado sobrevivir al accidente de una pieza y enseguida estuvo a su lado avanzando como buenamente podían hacia el carruaje, algo tranquilizador cuando se es una sacerdotisa poco avezada en el combate y acabas rodeada de vampiros en la noche eso de contar con un brujo de fuego. Por su parte Huracán y los demás también lograron salir del carro volcado y pronto todos volvieron a estar juntos...Aunque parecía que aquella vez quizá ni así pudieran pasar de aquella noche.
-¿Cómo está lady Harrowmont?- Preguntó enseguida la joven elfa a Cassandra, que tensa se limitó a asentir como indicativo de que no había sufrido daños de algún modo gracias a los dioses. Quizá gracias a alguna de sus habilidades de otro de los miembros del grupo. -Son demasiados...y Pirra es condenadamente poderosa...- Masculló a continuación al ver como poco a poco los esbirros de la abuela de Huracán salían de las sombras y esperaban obedientes como perros de caza las órdenes de su maestra, quien en esos momentos sí que parecía totalmente la criatura maldita que era en realidad. -¿Qué hacemos?- Preguntó esperando que alguno de ellos tuviera un plan de esos capaces de darle la vuelta a la más desesperada de las situaciones. Aunque por desgracia no parecía ser el caso.
Huracán parecía querer únicamente morir matando, instando a la vampiresa a hacer algo que sin duda no necesitaba que nadie la animara a hacer. Más extrema aún fue la salida de Cassandra, pues por muy valiente que fuera no dejaba de ser una locura. De todos los allí presentes, posiblemente solo Lady Yenn fuera lo bastante poderosa como para enfrentarse en un duelo contra Mortagglia, y Níniel dudaba mucho que la vampiresa aceptara un duelo que podía perder, o cualquiera de hecho, cuando tenía la situación tan a su favor. Pensamiento que fue rápidamente secundado por las sonoras carcajadas en las que estalló el bando contrario.
Parecía que solo les quedaba luchar con todo hasta el final, cuando Huracán, presa por la locura de la rabia y la desesperación seguramente, pues su proposición era un sinsentido de lo más alarmante, añadió su lealtad como apuesta personal en el duelo ya descartado entre tan desiguales contendientes. Jules tenía toda la razón del mundo al poner el grito en el cielo por ello. Era la mayor locura que Níniel había oído en mucho tiempo, y no contenta con ello Huri quería que ella malgastara las pocas energías que le quedaban en realizar un juramento inquebrantable para asegurar su lealtad a su más acérrima enemiga si Cass perdía, lo cual era seguro que pasaría. ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Estaba sacrificándose como habían hecho antes su madre y luego Igraine en pos de darles una oportunidad a los demás? ¿Esperaba que tras el duelo Mortagglia les dejaría vivir a los demás satisfecha con su nueva marioneta?
No, Huracán sería capaz de algo así pero no era el caso, comprendió Níniel al mirar hacia Huracán y ver que en su mirada no había ni rastro de resignación ante la muerte si no esperanza. Esperanza y el nerviosismo del que solo podría librarse quien ya lo ha perdido todo. Entonces...Claro, el amanecer, estaba amaneciendo, se percató. Con todo lo vivido Níniel no se había dado ni cuenta. Tanto ella como Cass sabían que no ganarían ese duelo, solo estaban tratando de ganar tiempo...Y ahora le tocaba a ella unirse a ese plan.
-Parece ser que jugárnoslo todo a una carta es nuestra única opción.- Dijo entonces resignada, lo cual no le fue difícil de impostar debido a la situación. -Bien, dame tu mano Huracán. Acercaos testigos de esta promesa ante nuestros ancestros y nuestros dioses.- Pidió entonces a los demás de su grupo colocándose de espaldas pegada al carro volcado y comenzando un rezo en élfico que era imposible que nadie que no fuera de su clan familiar pudiera conocer, pues solo se hacía en presencia de sacerdotisas y en lo más profundo del bosque.
Por supuesto no era el ritual de la promesa inquebrantable. Era un ruego a los dioses para que le concedieran una pequeña parte de su infinita energía a su fiel y humilde sierva. Un ruego que le permitió el tiempo suficiente a la joven para canalizar la suficiente de su ya menguada fuerza como para usar una última habilidad mágica que lo decidiría todo.
Para cuando la paciencia de Pirra se hubo agotado y dio la orden a los suyos de matarles a todos y capturar a Huracán ya era tarde.
-Ma seshield- Pronunció entonces la peliblanca en voz más alta que el resto de su rezo. Y una angelical figura femenina de luz pura apareció sobre ellos cubriéndolos con sus grandes alas, dejando a todo el grupo protegido por una barrera esférica impenetrable de varios metros de diámetro que cubría incluso parte del carro, poniendo a salvo también a lady Harrowmont. Los vampiros a pesar de ello se lanzaron sobre el grupo como locos, tratando de atravesar la barrera golpeándola y usando sus habilidades contra ella, pero era en vano, nada hacía mella. Níniel solo tendría que mantenerla un poco más y el sol haría el resto.
-Alabad al sol herejes descreídos, vosotros maldecidos por el gran dragón. Alabadlo mientras su luz os purifica.- Proclamó entonces la joven sabiendo que la victoria era suya.
- Spoiler:
Níniel Thenidiel
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Las descargas de Yenn aligeraron a los caballos, ayudando a sacarlos del ensimismamiento que tenían por obra de los vampiros. Con resistir un poco más lo conseguirían. Solamente tenían que mantener a esos malditos alejados unos instantes más, y cuando los caballos ganaran suficiente velocidad, todo acabaría. Al menos por ese día, pues la guerra contra los vampiros de Mortagglia sería mucho más larga. Demasiado como para terminarla en una sola noche.
Era sorprendente la habilidad que había tenido la vampiresa para convertir su antigua residencia en un nido de sus compatriotas. No era fácil hacer algo así con el disimulo que era necesario para ello. No conocía a Mortagglia más que de lo que le había contado Huri, y su experiencia en esa noche con ella. Más con eso le valía para saber que estaba tratando con una mujer muy astuta.
Pero debería dejar de pensar en personas que no convenían. ¿Por qué era más importante que se concentrara en los vampiros que los perseguían? No. Porque cada vez que pensaba en alguien parecía que lo invocaba de algún modo.
Demonios, si sus profesores en la academia supiera lo tan avanzado que tenía sus poderes de… lo que fuera. Poderes de mala suerte. Suponía que era la mejor definición que le podía dar. El problema es que debía aprender a lanzar la mala fortuna sobre otros, y no sobre sí mismo. Así no iba a ningún lado.
En cualquier caso, no dijo nada al respecto, pues que podía decir. Como bien había dicho Níniel, si paraban estaban muertos. Y en esa arboleda que delimitaba la salida de la mansión, la calzada no era lo suficientemente ancha como para esquivarla. Tenían que hacer lo que había propuesto Jules, y esperar que todo saliera bien.
Desear que algo saliera bien aquella noche, era pedir demasiado. El carro fue atacado por Mortagglia con una banda de murciélagos totalmente antinaturales, que envolvieron al carruaje. Y si por si no fuera un problema mantener el control del vehículo con esos pequeños asesinos rodeándolos, los caballos cayeron muertos en el acto, pues fueron el verdadero objetivo del ataque de la vampiresa.
El carruaje rebotó contra el cuerpo de uno de los animales muertos, y se precipitó hacia unos de los costados del camino, donde acabaron estampándose contra la maleza de la arboleda. Ese bosquecito, era el típico que tenían algunas buenas familias a la entrada de sus casas. Una forma de dar colorido y algo de belleza natural al lugar. Pero esa arboleda estaba tan descuidada que las malas hierbas poblaban la zona, y los arbustos crecían sin orden y decoro. Una fortuna para ellos, pues eso ayudó a frenar el golpe del carruaje contra los árboles.
De todos modos, ello no los libró de darse un buen costalazo dentro del habitáculo, por lo que no tardó en preocuparse por la situación de las personas que iban delante.
- ¡Jules! ¡Níniel! ¿Estáis bien? - comentó con desasosiego, asomándose por una ventana.
Y nada más hacerlo, se sintió aún más intranquilo, ya que no había rastro de ellos en los asientos del conductor. Pero por suerte para su corazón, no duró demasiado su preocupación, pues alcanzó a verlos salir de entre los arbustos que había delante de las ramas y el árbol donde había quedado el carro varado.
- Menos mal. Están bien-, comentó a los demás, nada más meter la cabeza de nuevo dentro del carro. Después de permitirse un suspiro de alivio. - El sol es nuestro aliado-, contestó a Huri, acercándose a la señora Harrowmont.
Fue en ese instante cuando se notó un hilillo de sangre en la sien, y se palpó la zona dañada después de quitarse unos de sus guantes. Confirmó que no se trataba de nada serio, y dado el costalazo que se había dado, podía decir que era poco para el golpe que se había dado.
- Tranquila. Yo me encargo-, le dijo a Cass, mientras volvía a colocarse el guante.
Después puso a la señora Harrowmont sobre el asiento. Pues con el choque había acabado por los suelos como el resto de los allí presentes.
- Está bien. No se ha hecho daño con la caída-, comentó a la hija.
Pero aún así, la examino más exhaustivamente y comprobó que de verdad estuviera perfectamente, y que no tenía nada más serio que el resto de los presentes.
En el tiempo que comprobaba el estado de la mujer, los demás salieron, y él no tardó en hacerlo también. La madre de Cass se encontraba bien, y ellos tenían problemas más acuciantes como para quedarse dentro del carro. Aún tendrían que luchar para salir vivos de esa. O como había dicho Huri anteriormente, de ganar tiempo para que sol viniese en su rescate.
Era lo único que tenían a su favor, como pudo comprobar al salir del carro, pues estaban ampliamente superados en número. El amanecer era su mejor baza ahora. Pero como conseguir que pasaran los minutos que necesitaban hasta que los primeros rayos de luz hicieran aparición.
Cassandra no esperó a pensar algo, y se mostró dispuesta a batirse en duelo con Mortagglia. Y no pudo estar más de acuerdo con Jules. Era una auténtica locura, pues no solo la joven no era rival para la vampiresa. Ninguno de ellos lo era salvo su madre. Aunque no le costó imaginar que Cass buscaba ganar ese preciado tiempo que tanto ansiaban. No obstante, no creía que sacrificarse fuses la mejor opción. Seguro que había mejores bazas.
- Si alguien debe batirse en duelo. Debo ser yo-, dijo su madre. - Sabéis bien que es lo más justo-, comentó mirando directamente a la vampiresa.
Mortagglia por su parte se rió.
- No discutiré justicia alguna. Esa niña me ha desafiado y he aceptado su duelo. Debo luchar contra ella. No hay más que hablar-, sonrió con malicia la dama de la noche.
Pudo ver de reojo como Yennefer apretaba los puños con furia, y por unos instantes pensó que una descarga impactaría en el pecho de la vampira lanzándola hacia atrás. Hubiera sido divertido, y un buen comienzo para un último combate entre todos, mientras esperaban que el sol hiciera su aparición.
Una batalla peligrosa, donde seguramente alguno moriría antes de que el bendito astro hiciera su aparición. Pero que encontraba más justo de lo que iba a pasar si Cassandra luchaba sola contra Mortagglia.
Sí, por unos instantes lo pensó. Pero su madre no hizo nada, ya que la voz de Níniel llamó su atención, y la morena decidió acercarse hasta la elfa como el resto. Sin embargo, aún se podía notar el enfado soterrado que circulaba bajo el aparente rostro tranquilo de su madre. Los demás seguramente pasara desapercibido, pero para él, su propio hijo, era imposible no notar la palpable furia que la invadía.
Y suponía que era porque eran uña y carne. Las mismas astillas de un mismo árbol. Estaba completamente de acuerdo con su madre. Si tenían que ganar tiempo, no podría ser ante el sacrificio solitario de una jovencita de tan pocas primaveras.
- Chicos-, dijo en susurros, para no cortar el hilo de la ceremonia de Níniel. - No me parece una buena idea. Y la decisión de que te sacrifiques yéndote con ella, aún menos. No tenemos muchas opciones, pero es preferible que luchemos todos para ganar tiempo, y no solamente Cass-, miró hacia Mortagglia y luego de nuevo hacia el grupo. - Esa mujer nos atacará de todos modos, cuando todo acabe y te tenga, Huracán.
Pero el rito de Nín se alargaba, y se alargaba. Y cuando parecía que no podía ser más extenso, se prolongaba un poco más. Por lo que comprendió, que la sacerdotisa simplemente estaba ganando tiempo con su discurso. Eso, o los dioses élficos habían impuesto unas plegarias tan largas a sus elegidos, que por eso les habían dado una vida tan larga. Un elfo necesitaba la vida de cualquier otro mortal en su totalidad para un ruego.
- Chica lista-, susurró a Nín, pero manteniendo la misma cara de resignación y malestar que tenía antes de darse cuenta del juego.
Seguramente, su querida sacerdotisa no estaba solo ganando tiempo, sino que de verdad estaba rogando a sus dioses. Sin embargo, seguramente ya llevaba varias plegarias una tras otra, pero él no iba a quejarse por ello. No solo por el tiempo que estaba ganando, sino porque una ayudita de seres superiores no les vendría mal.
Mortagglia se cansó del discurso en élfico de Níniel, y ordenó el ataque de sus matones vampiros. Evidentemente la dama ya se había dado cuenta del juego, sin contar que el tiempo se le estaba echando encima.
Vinc desenvainó la espada, que llevaba desde que la recogiera del primer guardia caído. No obstante, no tuvo que intervenir ni defenderse de ningún ataque de los chupasangres. Una barrera mágica los cubrió, y el rubio la tocó levemente con la punta de la espada.
- Qué curioso-, comentó, observando los fútiles intentos de los esbirros de Mortagglia, y de la propia vampiresa al ver fracasar a sus secuaces. - No solo es interesante, también muy poderosa-, dijo mirando a su alrededor, sin ver fisura alguna, y notando como rodeaba parte del carro que estaba a su lado. - Te lo dije antes, y te lo repito ahora. Chica lista-, sonrió a la elfa. - ¿Pueden oírme? - preguntó a la sacerdotisa, pero no esperó respuesta antes de volver a hablar. - Mortagglia-, dijo lo suficientemente alto para que la vampira al otro lado pudiera oírle. Si verdaderamente era posible.
Sin embargo, no dijo nada más, y solo señaló con el dedo hacia el horizonte. Donde la penumbra cada vez se hacía menos oscura, signo inequívoco de que el sol estaba a punto de despertar para dar paso a la mañana. Después, esperó que lo volviera a mirar y se despidió de forma irónica, moviendo la mano como haría con cualquiera pero con un sentido totalmente burlesco.
Por supuesto, la acción no alegró precisamente a la dama. Pero llegados a ese punto, la mujer solamente podía hacer dos cosas. Golpear la barrera hasta que el astro solar apareciera y muriera abrasada por las llamas, o resignarse a irse.
- A veces, adoro tu especial sentido del humor, hijo mío-, comentó Yennefer a su espalda, que estaba disfrutando del momento.
- ¿Solo a veces, madre? ¿Solo a veces? -, contestó, con una media sonrisa en los labios.
Había sido una noche jodido, donde habían perdido a varios aliado. Pero al menos podía disfrutar de esa pequeña victoria.
Era sorprendente la habilidad que había tenido la vampiresa para convertir su antigua residencia en un nido de sus compatriotas. No era fácil hacer algo así con el disimulo que era necesario para ello. No conocía a Mortagglia más que de lo que le había contado Huri, y su experiencia en esa noche con ella. Más con eso le valía para saber que estaba tratando con una mujer muy astuta.
Pero debería dejar de pensar en personas que no convenían. ¿Por qué era más importante que se concentrara en los vampiros que los perseguían? No. Porque cada vez que pensaba en alguien parecía que lo invocaba de algún modo.
Demonios, si sus profesores en la academia supiera lo tan avanzado que tenía sus poderes de… lo que fuera. Poderes de mala suerte. Suponía que era la mejor definición que le podía dar. El problema es que debía aprender a lanzar la mala fortuna sobre otros, y no sobre sí mismo. Así no iba a ningún lado.
En cualquier caso, no dijo nada al respecto, pues que podía decir. Como bien había dicho Níniel, si paraban estaban muertos. Y en esa arboleda que delimitaba la salida de la mansión, la calzada no era lo suficientemente ancha como para esquivarla. Tenían que hacer lo que había propuesto Jules, y esperar que todo saliera bien.
Desear que algo saliera bien aquella noche, era pedir demasiado. El carro fue atacado por Mortagglia con una banda de murciélagos totalmente antinaturales, que envolvieron al carruaje. Y si por si no fuera un problema mantener el control del vehículo con esos pequeños asesinos rodeándolos, los caballos cayeron muertos en el acto, pues fueron el verdadero objetivo del ataque de la vampiresa.
El carruaje rebotó contra el cuerpo de uno de los animales muertos, y se precipitó hacia unos de los costados del camino, donde acabaron estampándose contra la maleza de la arboleda. Ese bosquecito, era el típico que tenían algunas buenas familias a la entrada de sus casas. Una forma de dar colorido y algo de belleza natural al lugar. Pero esa arboleda estaba tan descuidada que las malas hierbas poblaban la zona, y los arbustos crecían sin orden y decoro. Una fortuna para ellos, pues eso ayudó a frenar el golpe del carruaje contra los árboles.
De todos modos, ello no los libró de darse un buen costalazo dentro del habitáculo, por lo que no tardó en preocuparse por la situación de las personas que iban delante.
- ¡Jules! ¡Níniel! ¿Estáis bien? - comentó con desasosiego, asomándose por una ventana.
Y nada más hacerlo, se sintió aún más intranquilo, ya que no había rastro de ellos en los asientos del conductor. Pero por suerte para su corazón, no duró demasiado su preocupación, pues alcanzó a verlos salir de entre los arbustos que había delante de las ramas y el árbol donde había quedado el carro varado.
- Menos mal. Están bien-, comentó a los demás, nada más meter la cabeza de nuevo dentro del carro. Después de permitirse un suspiro de alivio. - El sol es nuestro aliado-, contestó a Huri, acercándose a la señora Harrowmont.
Fue en ese instante cuando se notó un hilillo de sangre en la sien, y se palpó la zona dañada después de quitarse unos de sus guantes. Confirmó que no se trataba de nada serio, y dado el costalazo que se había dado, podía decir que era poco para el golpe que se había dado.
- Tranquila. Yo me encargo-, le dijo a Cass, mientras volvía a colocarse el guante.
Después puso a la señora Harrowmont sobre el asiento. Pues con el choque había acabado por los suelos como el resto de los allí presentes.
- Está bien. No se ha hecho daño con la caída-, comentó a la hija.
Pero aún así, la examino más exhaustivamente y comprobó que de verdad estuviera perfectamente, y que no tenía nada más serio que el resto de los presentes.
En el tiempo que comprobaba el estado de la mujer, los demás salieron, y él no tardó en hacerlo también. La madre de Cass se encontraba bien, y ellos tenían problemas más acuciantes como para quedarse dentro del carro. Aún tendrían que luchar para salir vivos de esa. O como había dicho Huri anteriormente, de ganar tiempo para que sol viniese en su rescate.
Era lo único que tenían a su favor, como pudo comprobar al salir del carro, pues estaban ampliamente superados en número. El amanecer era su mejor baza ahora. Pero como conseguir que pasaran los minutos que necesitaban hasta que los primeros rayos de luz hicieran aparición.
Cassandra no esperó a pensar algo, y se mostró dispuesta a batirse en duelo con Mortagglia. Y no pudo estar más de acuerdo con Jules. Era una auténtica locura, pues no solo la joven no era rival para la vampiresa. Ninguno de ellos lo era salvo su madre. Aunque no le costó imaginar que Cass buscaba ganar ese preciado tiempo que tanto ansiaban. No obstante, no creía que sacrificarse fuses la mejor opción. Seguro que había mejores bazas.
- Si alguien debe batirse en duelo. Debo ser yo-, dijo su madre. - Sabéis bien que es lo más justo-, comentó mirando directamente a la vampiresa.
Mortagglia por su parte se rió.
- No discutiré justicia alguna. Esa niña me ha desafiado y he aceptado su duelo. Debo luchar contra ella. No hay más que hablar-, sonrió con malicia la dama de la noche.
Pudo ver de reojo como Yennefer apretaba los puños con furia, y por unos instantes pensó que una descarga impactaría en el pecho de la vampira lanzándola hacia atrás. Hubiera sido divertido, y un buen comienzo para un último combate entre todos, mientras esperaban que el sol hiciera su aparición.
Una batalla peligrosa, donde seguramente alguno moriría antes de que el bendito astro hiciera su aparición. Pero que encontraba más justo de lo que iba a pasar si Cassandra luchaba sola contra Mortagglia.
Sí, por unos instantes lo pensó. Pero su madre no hizo nada, ya que la voz de Níniel llamó su atención, y la morena decidió acercarse hasta la elfa como el resto. Sin embargo, aún se podía notar el enfado soterrado que circulaba bajo el aparente rostro tranquilo de su madre. Los demás seguramente pasara desapercibido, pero para él, su propio hijo, era imposible no notar la palpable furia que la invadía.
Y suponía que era porque eran uña y carne. Las mismas astillas de un mismo árbol. Estaba completamente de acuerdo con su madre. Si tenían que ganar tiempo, no podría ser ante el sacrificio solitario de una jovencita de tan pocas primaveras.
- Chicos-, dijo en susurros, para no cortar el hilo de la ceremonia de Níniel. - No me parece una buena idea. Y la decisión de que te sacrifiques yéndote con ella, aún menos. No tenemos muchas opciones, pero es preferible que luchemos todos para ganar tiempo, y no solamente Cass-, miró hacia Mortagglia y luego de nuevo hacia el grupo. - Esa mujer nos atacará de todos modos, cuando todo acabe y te tenga, Huracán.
Pero el rito de Nín se alargaba, y se alargaba. Y cuando parecía que no podía ser más extenso, se prolongaba un poco más. Por lo que comprendió, que la sacerdotisa simplemente estaba ganando tiempo con su discurso. Eso, o los dioses élficos habían impuesto unas plegarias tan largas a sus elegidos, que por eso les habían dado una vida tan larga. Un elfo necesitaba la vida de cualquier otro mortal en su totalidad para un ruego.
- Chica lista-, susurró a Nín, pero manteniendo la misma cara de resignación y malestar que tenía antes de darse cuenta del juego.
Seguramente, su querida sacerdotisa no estaba solo ganando tiempo, sino que de verdad estaba rogando a sus dioses. Sin embargo, seguramente ya llevaba varias plegarias una tras otra, pero él no iba a quejarse por ello. No solo por el tiempo que estaba ganando, sino porque una ayudita de seres superiores no les vendría mal.
Mortagglia se cansó del discurso en élfico de Níniel, y ordenó el ataque de sus matones vampiros. Evidentemente la dama ya se había dado cuenta del juego, sin contar que el tiempo se le estaba echando encima.
Vinc desenvainó la espada, que llevaba desde que la recogiera del primer guardia caído. No obstante, no tuvo que intervenir ni defenderse de ningún ataque de los chupasangres. Una barrera mágica los cubrió, y el rubio la tocó levemente con la punta de la espada.
- Qué curioso-, comentó, observando los fútiles intentos de los esbirros de Mortagglia, y de la propia vampiresa al ver fracasar a sus secuaces. - No solo es interesante, también muy poderosa-, dijo mirando a su alrededor, sin ver fisura alguna, y notando como rodeaba parte del carro que estaba a su lado. - Te lo dije antes, y te lo repito ahora. Chica lista-, sonrió a la elfa. - ¿Pueden oírme? - preguntó a la sacerdotisa, pero no esperó respuesta antes de volver a hablar. - Mortagglia-, dijo lo suficientemente alto para que la vampira al otro lado pudiera oírle. Si verdaderamente era posible.
Sin embargo, no dijo nada más, y solo señaló con el dedo hacia el horizonte. Donde la penumbra cada vez se hacía menos oscura, signo inequívoco de que el sol estaba a punto de despertar para dar paso a la mañana. Después, esperó que lo volviera a mirar y se despidió de forma irónica, moviendo la mano como haría con cualquiera pero con un sentido totalmente burlesco.
Por supuesto, la acción no alegró precisamente a la dama. Pero llegados a ese punto, la mujer solamente podía hacer dos cosas. Golpear la barrera hasta que el astro solar apareciera y muriera abrasada por las llamas, o resignarse a irse.
- A veces, adoro tu especial sentido del humor, hijo mío-, comentó Yennefer a su espalda, que estaba disfrutando del momento.
- ¿Solo a veces, madre? ¿Solo a veces? -, contestó, con una media sonrisa en los labios.
Había sido una noche jodido, donde habían perdido a varios aliado. Pero al menos podía disfrutar de esa pequeña victoria.
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Por momento me arrepentí de haberme ofrecido a aquel pacto al mismísimo diablo. Níniel pidió mi mano y se la ofrecí, su mirada transmitía confianza, y aunque no tenía ni idea del rezo que estaba originando, sabía que era consciente de que el objetivo de aquello era ganar tiempo, y no firmar nada con la víbora traicionera de mi abuela.
Mientras tanto, Yenn se ofreció a luchar contra la Dama y ser ella la que se jugase el tipo por la causa. No dudaba de que las capacidades de la madre de Vincent y Elen eran suficientes para derrotar a mi abuela en un cara a cara, pero la bruja había desgastado mucho éter en la mansión y no estaban igual de frescas y, por lo tanto, en igualdad de condiciones. Aún así, Mortagglia no aceptó luchar contra ella. Ella, cobarde, insistía en luchar contra Cass, sabiendo que su victoria estaba asegurada contra la primogénita de los Harrowmont, que de todos los que estábamos allí, probablemente fuese la más débil. La Dama era muy poderosa, pero siempre aparecía para luchar en las condiciones que ella quería o en el terreno que ella conocía. Y terminaba huyendo si las cosas se le complicaban demasiado.
El ritual de Níniel se alargaba demasiado y a la Dama comenzaba a impacientarse, caminaba de un lado a otro, inquieta. No era estúpida y veía el sol asomándose peligrosamente por el horizonte. Lo que para los vampiros era sinónimo de abrasión y muerte. Gracias a los dioses que estaba amaneciendo, si todo eso hubiese ocurrido con una hora de retraso, todos estaríamos muertos.
Finalmente, la paciencia de la Dama terminó por agotarse. Alzó el brazo, ordenando a sus vampiros atacar, que comenzaron a correr y a lanzarse sobre nosotros. ¿Era aquello el fin? No. Níniel rápidamente conjuró unas palabras y creó una semiesfera dorada que nos cubrió por completo y que evitaba que éstos la atravesasen. Mi amiga había estado canalizando éter en su interior para disponer de aquella última defensa. Los chupasangres, desesperados, trataron de romperla a base de golpes. Caga garrotazo parecía hacer daño a una Níniel.
Jules se puso al límite de la esfera y comenzó a burlarse de los vampiros, sacándoles la lengua, haciéndoles cortes de mangas y enseñándoles el dedo corazón de ambas manos a la vez que se desternillaba de todos los vampiros y vampiresas que trataban de romper el escudo antes de que el sol apareciese. - ¡Jodeos, mamarrachos! – proclamó, apretándose con fuerza sus partes nobles con ambas manos, desafiante ante los vampiros. En fin, qué decir, sencillamente Jules.
Vincent hizo algo parecido aunque menos grotescamente, señalándoles el sol y el poco tiempo que les quedaba. La Dama no me quitaba ojo de encima, pero sabía que no le quedaba mucho tiempo, el sol comenzó a relucir por encima de la mansión Boisson y, entonces, alzó de nuevo las manos.
-¡Vampiros de la Hermandad! ¡Retirada! – conjuró y, acto seguido, todos los vampiros obedecieron sus órdenes y corrieron hacia los bosques, rumbo a sólo los dioses sabían dónde. Seguramente tuviesen alguna madriguera secreta y se irían a la noche siguiente. Mortagglia me miró por última vez, una mirada fría y sentenciante, se acordaría de mí, pero también de Níniel, Vincent, Yenn, Jules y Cass. – Nos volveremos a encontrar. Todos. – sentenció mi abuela, quien antes de que el sol comenzara a iluminarle la cara se convirtió en un amasijo de murciélagos y voló lejos, rumbo al bosque. Un cielo anaranjado de amanecer lucía en lo más alto del horizonte.
-¡Hemos ganado! – celebró Jules por todo lo alto, abrazando a Vincent y tratando de venir hacia mí, que agotada, me dejé caer para sentarme en el suelo, contemplando delante de mí la enorme mansión Boisson.
-No, Jules. No hemos ganado. – contradije alicaída. ¿Cómo considerarnos los vencedores de una batalla en la que habían muerto cuatro personas, y una de ellas, sumamente importante para mí y para el gremio? ¿Cómo podíamos los triunfadores de una noche en la que se nos había presentado una enemiga tan poderosa como Mortagglia, y para colmo, familiar mía?
Aún teníamos que desandar los 4 kilómetros que nos separaban de la mansión Harrowmont a pie y con la madre de Cass convaleciente, mientras ésta y Jules cargaban con la mujer, el camino de vuelta fue, para mí, un desanimo total. Avanzaba prácticamente la última del grupo, sola y abatida, pensativa. ¿Por qué ni mi madre ni Igraine me habían hablado nunca de Bella? ¿Estaba tan perdida como para considerarme su hija? ¿Qué haríamos a continuación sin uno de nuestros miembros más valiosos? Había muchas cuestiones que comían mi cabeza en aquel momento, pero la primera de mis prioridades era completar nuestra misión y demostrar la inocencia de Isabella. Tal vez así, los Harrowmont y todo su potencial socio-económico terminaría uniéndose definitivamente contra la Hermandad, sin los fantasmas de las conspiraciones entre ambos bandos y con la plena confianza restituida entre ambas familias. Cass y yo nunca seríamos amigas, pero para acabar con un enemigo tan poderoso, teníamos que confiar la una en la otra.
En todo mi mar de cuestiones sin respuesta, terminé acercándome a la madre de Vincent. Quería hacerle únicamente una pregunta, al menos, antes de abordar a Isabella. -Lady Yennefer, usted y mi madre han dicho ser amigas desde hace muchos años, ¿conoció a Belladonna? – le pregunté curiosa pero sin mirarla, apenada, manteniendo la vista en el frente. El sol deslumbraba ya a nuestra espalda y, la mansión Harrowmont, no podía estar ya muy lejos.
Mientras tanto, Yenn se ofreció a luchar contra la Dama y ser ella la que se jugase el tipo por la causa. No dudaba de que las capacidades de la madre de Vincent y Elen eran suficientes para derrotar a mi abuela en un cara a cara, pero la bruja había desgastado mucho éter en la mansión y no estaban igual de frescas y, por lo tanto, en igualdad de condiciones. Aún así, Mortagglia no aceptó luchar contra ella. Ella, cobarde, insistía en luchar contra Cass, sabiendo que su victoria estaba asegurada contra la primogénita de los Harrowmont, que de todos los que estábamos allí, probablemente fuese la más débil. La Dama era muy poderosa, pero siempre aparecía para luchar en las condiciones que ella quería o en el terreno que ella conocía. Y terminaba huyendo si las cosas se le complicaban demasiado.
El ritual de Níniel se alargaba demasiado y a la Dama comenzaba a impacientarse, caminaba de un lado a otro, inquieta. No era estúpida y veía el sol asomándose peligrosamente por el horizonte. Lo que para los vampiros era sinónimo de abrasión y muerte. Gracias a los dioses que estaba amaneciendo, si todo eso hubiese ocurrido con una hora de retraso, todos estaríamos muertos.
Finalmente, la paciencia de la Dama terminó por agotarse. Alzó el brazo, ordenando a sus vampiros atacar, que comenzaron a correr y a lanzarse sobre nosotros. ¿Era aquello el fin? No. Níniel rápidamente conjuró unas palabras y creó una semiesfera dorada que nos cubrió por completo y que evitaba que éstos la atravesasen. Mi amiga había estado canalizando éter en su interior para disponer de aquella última defensa. Los chupasangres, desesperados, trataron de romperla a base de golpes. Caga garrotazo parecía hacer daño a una Níniel.
Jules se puso al límite de la esfera y comenzó a burlarse de los vampiros, sacándoles la lengua, haciéndoles cortes de mangas y enseñándoles el dedo corazón de ambas manos a la vez que se desternillaba de todos los vampiros y vampiresas que trataban de romper el escudo antes de que el sol apareciese. - ¡Jodeos, mamarrachos! – proclamó, apretándose con fuerza sus partes nobles con ambas manos, desafiante ante los vampiros. En fin, qué decir, sencillamente Jules.
Vincent hizo algo parecido aunque menos grotescamente, señalándoles el sol y el poco tiempo que les quedaba. La Dama no me quitaba ojo de encima, pero sabía que no le quedaba mucho tiempo, el sol comenzó a relucir por encima de la mansión Boisson y, entonces, alzó de nuevo las manos.
-¡Vampiros de la Hermandad! ¡Retirada! – conjuró y, acto seguido, todos los vampiros obedecieron sus órdenes y corrieron hacia los bosques, rumbo a sólo los dioses sabían dónde. Seguramente tuviesen alguna madriguera secreta y se irían a la noche siguiente. Mortagglia me miró por última vez, una mirada fría y sentenciante, se acordaría de mí, pero también de Níniel, Vincent, Yenn, Jules y Cass. – Nos volveremos a encontrar. Todos. – sentenció mi abuela, quien antes de que el sol comenzara a iluminarle la cara se convirtió en un amasijo de murciélagos y voló lejos, rumbo al bosque. Un cielo anaranjado de amanecer lucía en lo más alto del horizonte.
-¡Hemos ganado! – celebró Jules por todo lo alto, abrazando a Vincent y tratando de venir hacia mí, que agotada, me dejé caer para sentarme en el suelo, contemplando delante de mí la enorme mansión Boisson.
-No, Jules. No hemos ganado. – contradije alicaída. ¿Cómo considerarnos los vencedores de una batalla en la que habían muerto cuatro personas, y una de ellas, sumamente importante para mí y para el gremio? ¿Cómo podíamos los triunfadores de una noche en la que se nos había presentado una enemiga tan poderosa como Mortagglia, y para colmo, familiar mía?
Aún teníamos que desandar los 4 kilómetros que nos separaban de la mansión Harrowmont a pie y con la madre de Cass convaleciente, mientras ésta y Jules cargaban con la mujer, el camino de vuelta fue, para mí, un desanimo total. Avanzaba prácticamente la última del grupo, sola y abatida, pensativa. ¿Por qué ni mi madre ni Igraine me habían hablado nunca de Bella? ¿Estaba tan perdida como para considerarme su hija? ¿Qué haríamos a continuación sin uno de nuestros miembros más valiosos? Había muchas cuestiones que comían mi cabeza en aquel momento, pero la primera de mis prioridades era completar nuestra misión y demostrar la inocencia de Isabella. Tal vez así, los Harrowmont y todo su potencial socio-económico terminaría uniéndose definitivamente contra la Hermandad, sin los fantasmas de las conspiraciones entre ambos bandos y con la plena confianza restituida entre ambas familias. Cass y yo nunca seríamos amigas, pero para acabar con un enemigo tan poderoso, teníamos que confiar la una en la otra.
En todo mi mar de cuestiones sin respuesta, terminé acercándome a la madre de Vincent. Quería hacerle únicamente una pregunta, al menos, antes de abordar a Isabella. -Lady Yennefer, usted y mi madre han dicho ser amigas desde hace muchos años, ¿conoció a Belladonna? – le pregunté curiosa pero sin mirarla, apenada, manteniendo la vista en el frente. El sol deslumbraba ya a nuestra espalda y, la mansión Harrowmont, no podía estar ya muy lejos.
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
La barrera contuvo a los vampiros el tiempo suficiente, y pronto, conforme los primeros rayos de sol del aquel nuevo día comenzaron a verse reflejados en la esfera protectora, los vanos intentos por llegar hasta los miembros del grupo por parte de los enemigos comenzaron a disminuir al mismo ritmo que crecía su inquietud de cara a su supervivencia y sus cuerpos comenzaban a sufrir la reacción de su exposición a Anar, el dios solar. Muchos de ellos se volvieron para mirar a su maestra suplicantes, deseando que les ordenara ponerse a salvo antes de que fuera demasiado tarde, pero a la vez parecían claramente temerosos de contradecirla, aunque conforme el tiempo seguía avanzando cada vez estaba más claro que la lealtad de algunos no estaba por encima de su propio pellejo, una información que bien podría serles de utilidad.
Finalmente, y con varios de sus esbirros ya aullando de dolor, lady Pirra no tuvo más remedio que aceptar que la victoria total de la que tan cerca había estado ya no estaba a su alcance, que le había sido arrebatada de entre sus garras manchadas de sangre, que ni siquiera ella podía desafiar al sol y a la maldición que la confinaba a las sombras y a la noche. Aunque no se retiró sin antes proferir una terrible amenaza, gesto que parecía que tenía en común con sus más poderosos secuaces.
-Y todos te estaremos esperando.- Musitó Níniel a un enemigo que ya no estaba allí antes de soltar todo el aire contenido en sus pulmones en un largo suspiro de alivio, con el que deshizo la barrera para acto seguido sentarse muy despacio en el suelo para tratar de recobrarse un poco del esfuerzo acumulado que llevaba realizado aquella noche. Y aún no había acabado, lady Harrowmont aún necesitaría de sus atenciones y quedaba una pequeña caminata para regresar...Esperaba que el patriarca de la familia dispusiera de un buen laboratorio de alquimia o de reservas de pociones revitalizantes, porque de lo contrario el resto de las sanaciones iban a tener que esperar unas horas al menos.
-Tienes razón Huracán. No hemos ganado, pero tampoco hemos perdido. Y al sobrevivir a esto puede que hayamos ganado la posibilidad real de vencer, algo que hasta este mismo momento no era más que una ilusión creada por Mortagglia para hacernos bailar a su ritmo. El precio de esa posibilidad ha sido grande, y el de la victoria puede que lo sea aún más...Pero Mortagglia no se detendrá ante nada, es un mal que no podemos dejar que siga azotando Aerandir. Si no se la para, no solo los sacrificios hechos hasta ahora serán en vano, si no que el precio será inasumible para todos.- Pronunció la elfa tras haber descansado un poco, poniéndose de nuevo en pie y esperando que sus palabras hubiesen sido de ayuda. Era parte del trabajo de una sacerdotisa inspirar a sus aliados, ya fuera mediante su fe, sus palabras o sus actos. Especialmente en los momentos más duros y difíciles.
El camino de vuelta se le hizo a Níniel largo y pesado aunque tratar de mostrarse entera y decidida. El cansancio y las pérdidas sufridas pesaban en ella como seguramente pesaban en los ánimos del resto del menguado grupo de rescate que regresaba a casa con su misión cumplida pero con el amargor de un éxito que no podía saber a éxito a pesar de lo que habían conseguido, que no había sido poco.
En cuanto llegaron a los terrenos de la adinerada e influyente familia Harrowmont un grupo de guardias se acercó hasta ellos corriendo a toda prisa. Interceptar a los posibles intrusos era parte de su trabajo pero en aquella ocasión parecía evidente que les estaban esperando, seguramente toda la casa les esperara por orden de su señor, el cual, si tan solo sentía realmente la mitad del amor que por un instante Níniel había creído ver en sus ojos antes de partir, habría pasado el resto de la noche en vela y deseando recibir cualquier noticia referente al grupo que había salido en busca de su esposa por ínfima que esta fuera.
Los guardias no tardaron en ayudarles y pronto el grupo estuvo ya dentro de la gran mansión, donde parte del servicio se afanaba por recoger aún los destrozos causados por las lámparas del techo al caer aunque otros no tardaron en llegar con algunos refrigerios para el grupo por cortesía de Cassandra, que a junto con Níniel y un par de guardias llevaron a la señora Harrowmont a sus aposentos donde su tratamiento debería proseguir una vez que la elfa tuviera todo lo necesario. Para ello la sacerdotisa enumeró una lista de objetos que los brujos, que hacía solo unas horas habrían tratado de detenerla y hasta matarla, no dudaron en aprestarse a satisfacer raudos como el viento.
-¿Vas a dejar que una elfa siga tocando a nuestra madre papá?.- Protestó airado Milton tan pronto como llegó hasta allí acompañado por lord Harrowmont por los lujosos pasillos que conducían desde el despacho del señor de la casa hasta la no menos extravagante habitación principal, o al menos una de ellas.
-Ahora no Milton.- Cortó el hombre sin tan siquiera girarse a mirar a su hijo y dirigiéndose directamente a comprobar que su hija se encontrara bien. -Cass, estás magullada...¿Qué ha pasado? ¿Cómo está tu madre? ¿Está la elfa con ella? ¿Confías en ella?- Preguntó en rápida sucesión sin apenas darle tiempo a su hija para responder entre preguntas, claramente alterado mientras echaba miradas nerviosas al interior de la habitación ya que Cass le instaba con las manos a no pasar.
Finalmente, y con varios de sus esbirros ya aullando de dolor, lady Pirra no tuvo más remedio que aceptar que la victoria total de la que tan cerca había estado ya no estaba a su alcance, que le había sido arrebatada de entre sus garras manchadas de sangre, que ni siquiera ella podía desafiar al sol y a la maldición que la confinaba a las sombras y a la noche. Aunque no se retiró sin antes proferir una terrible amenaza, gesto que parecía que tenía en común con sus más poderosos secuaces.
-Y todos te estaremos esperando.- Musitó Níniel a un enemigo que ya no estaba allí antes de soltar todo el aire contenido en sus pulmones en un largo suspiro de alivio, con el que deshizo la barrera para acto seguido sentarse muy despacio en el suelo para tratar de recobrarse un poco del esfuerzo acumulado que llevaba realizado aquella noche. Y aún no había acabado, lady Harrowmont aún necesitaría de sus atenciones y quedaba una pequeña caminata para regresar...Esperaba que el patriarca de la familia dispusiera de un buen laboratorio de alquimia o de reservas de pociones revitalizantes, porque de lo contrario el resto de las sanaciones iban a tener que esperar unas horas al menos.
-Tienes razón Huracán. No hemos ganado, pero tampoco hemos perdido. Y al sobrevivir a esto puede que hayamos ganado la posibilidad real de vencer, algo que hasta este mismo momento no era más que una ilusión creada por Mortagglia para hacernos bailar a su ritmo. El precio de esa posibilidad ha sido grande, y el de la victoria puede que lo sea aún más...Pero Mortagglia no se detendrá ante nada, es un mal que no podemos dejar que siga azotando Aerandir. Si no se la para, no solo los sacrificios hechos hasta ahora serán en vano, si no que el precio será inasumible para todos.- Pronunció la elfa tras haber descansado un poco, poniéndose de nuevo en pie y esperando que sus palabras hubiesen sido de ayuda. Era parte del trabajo de una sacerdotisa inspirar a sus aliados, ya fuera mediante su fe, sus palabras o sus actos. Especialmente en los momentos más duros y difíciles.
El camino de vuelta se le hizo a Níniel largo y pesado aunque tratar de mostrarse entera y decidida. El cansancio y las pérdidas sufridas pesaban en ella como seguramente pesaban en los ánimos del resto del menguado grupo de rescate que regresaba a casa con su misión cumplida pero con el amargor de un éxito que no podía saber a éxito a pesar de lo que habían conseguido, que no había sido poco.
En cuanto llegaron a los terrenos de la adinerada e influyente familia Harrowmont un grupo de guardias se acercó hasta ellos corriendo a toda prisa. Interceptar a los posibles intrusos era parte de su trabajo pero en aquella ocasión parecía evidente que les estaban esperando, seguramente toda la casa les esperara por orden de su señor, el cual, si tan solo sentía realmente la mitad del amor que por un instante Níniel había creído ver en sus ojos antes de partir, habría pasado el resto de la noche en vela y deseando recibir cualquier noticia referente al grupo que había salido en busca de su esposa por ínfima que esta fuera.
Los guardias no tardaron en ayudarles y pronto el grupo estuvo ya dentro de la gran mansión, donde parte del servicio se afanaba por recoger aún los destrozos causados por las lámparas del techo al caer aunque otros no tardaron en llegar con algunos refrigerios para el grupo por cortesía de Cassandra, que a junto con Níniel y un par de guardias llevaron a la señora Harrowmont a sus aposentos donde su tratamiento debería proseguir una vez que la elfa tuviera todo lo necesario. Para ello la sacerdotisa enumeró una lista de objetos que los brujos, que hacía solo unas horas habrían tratado de detenerla y hasta matarla, no dudaron en aprestarse a satisfacer raudos como el viento.
-¿Vas a dejar que una elfa siga tocando a nuestra madre papá?.- Protestó airado Milton tan pronto como llegó hasta allí acompañado por lord Harrowmont por los lujosos pasillos que conducían desde el despacho del señor de la casa hasta la no menos extravagante habitación principal, o al menos una de ellas.
-Ahora no Milton.- Cortó el hombre sin tan siquiera girarse a mirar a su hijo y dirigiéndose directamente a comprobar que su hija se encontrara bien. -Cass, estás magullada...¿Qué ha pasado? ¿Cómo está tu madre? ¿Está la elfa con ella? ¿Confías en ella?- Preguntó en rápida sucesión sin apenas darle tiempo a su hija para responder entre preguntas, claramente alterado mientras echaba miradas nerviosas al interior de la habitación ya que Cass le instaba con las manos a no pasar.
Níniel Thenidiel
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Las palabras de Mortagglia, pese a ser esperadas, eran como ligera brisa para él. Suave y reconfortante. Un placer para los sentidos, ya que significaba el final del martirio del grupo por esa noche. Aunque en esos instantes, ya debería decir mañana.
Nunca el sol había brillado tan bonito, en sus primeros pasos sobre el horizonte. Ver el amanecer era algo hermoso, y que tenía pocos comparativos posibles. Había pocas cosas que pudieran igualar la belleza del alba, pero ese mañana, además de hermoso había sido oportuno. El astro los había salvado.
El abrazo de Jules le sacó de su ensimismamiento, mientras observaba como el sol iba remontando poco a poco altura en el lejano firmamento, antes oscuro, y ahora de colores dorados.
El rubio pasó el brazo por encima de su compañero, y se dejó llevar por el feliz cazador, hasta Huri. Que no estaba para muchas celebraciones. No era para menos, pues la joven tenía razón. Habían perdido a varios aliados esa noche, y Huracán había perdido en particular a uno de sus seres más queridos.
De todos modos, era cierto que habían ganado por esa noche, y al menos seguían vivos para contarlo, por lo que el entusiasmo de Jules era también comprensible. Es más, le agradaba, pues le daba una nota de color al momento, más allá del dorado sol que los había socorrido.
Era una tragedia la de aquella noche, sin embargo, al menos habían salvado a la madre de Cass, y seguían vivos para continuar la lucha. Esa parte, merecía celebración. Quizás no muy eufórica y feliz, por los últimos acontecimientos, pero si una silenciosa en sus corazones. Algo reconfortante para seguir adelante.
- Níniel tiene razón. Hemos perdido mucho hoy. Tú más que nadie-, contestó a Huri. - Pero también hemos conseguido frustrar los planes de Mortagglia, y seguimos vivos para luchar otro día-, le dio un toque amistoso en el hombro.
Sabía sus palabras no serían muy reconfortantes, después de una noche tan trágica, no obstante, tampoco podía decir mucho más. La joven estaba en un momento en que poco se podía decir para ayudarla, y solamente el tiempo cicatrizaría sus heridas. Simplemente podía decir la verdad. La buenaventura que era que siguiera viva, y dejarle el resto a ella.
- Iré a recoger a tu madre, Cassandra. Yo la cargaré los primeros metros-, se dirigió a la benjamina de los Harrowmont. La mujer asintió, por lo que no perdió el tiempo, y se encaminó hacia el carro.
Allí, pasó los brazos por debajo del cuerpo menudo de la mujer, bastante maltrecho y liviano por la tortura de los vampiros. Incluso ahora, después de las curas que le había dedicado Níniel.
Nada más salir observó a su madre, por el rabillo del ojo, y comenzó a andar con la compañía de la morena a su lado.
- Parece que nos hemos ganado un nuevo enemigo-, le dijo Yenn, en un momento dado, durante el trayecto.
Vincent rió levemente, antes de contestar.
- ¿Cuándo ha supuesto un problema?. Nuestra familia siempre ha destacado por conseguir enemigos. Ya se sabe, para ganarse enemigos, solo hay que intentar cambiar las cosas-, se encogió de hombros. - Solamente es una más para la colección. Tendré que destruir algunos, o no daré abasto con tanto trabajo-, bromeó.
- Ya, lo sé-, sonrió. - Me alegra que te lo tomes de buen humor. Mortagglia es peligrosa.
- Sí. Así es. Muchos son poderosos, pero luego son unos idiotas. Ella, sin embargo, es astuta y poderosa, una mezcla a tener en cuenta. Sin embargo, no podemos dejar las cosas de lado, madre. Somos así. Vemos una causa justa y nos lanzamos, así que tener enemigos es el pan de cada día. Y contra Mortagglia no estamos solos-, comentó, viendo como se acercaba Huracán hasta ellos.
El gremio de Huri era el principal objetivo de la vampiresa, así que ellos en realidad no estaban tan expuestos. La dama de la noche, debía concentrarse en los cazadores si quería sobrevivir, por fuerte que fuera. De este modo, su madre y él, quedaban como enemigos secundarios. No los atacaría hasta que destruyera el gremio primero, y tenía fe en que eso no ocurriera. Más bien al contrario.
Los cazadores en algún momento tendrían que luchar contra Mortagglia, para destruirla de una vez por todas. Y estaba seguro de que vencerían, aunque tuvieran muchas bajas por el camino, como la noche anterior. Con los Harrowmont les sería más fácil conseguir financiación y más cazadores para el gremio, que aumentaría su número con rapidez, y también estaban ellos para apoyar a Huri.
- Os dejaré a solas-, comentó a su madre, pues la joven parecía buscar con la mirada a su madre. - Iré a decirle a Jules que le toca llevar a la señora Harrowmont-, dijo, cuando Huracán estuvo lo suficientemente cerca para escucharlo.
Después, apretó el paso, acercándose hasta el cazador, mientras su madre hacía lo contrario.
- Belladonna-, comentó su madre, antes de poner en una posición reflexiva, con los brazos en cruz y apoyando su mentó en una de sus manos. - Tu tía Belladonna, me trae recuerdos muy lejanos-, contestó finalmente, mirando directamente hacia Huri. - Me imagino la gran cantidad de preguntas que debes tener al respecto. Aunque con la mayoría no puedo ayudarte, desgraciadamente. Pero te contaré lo que sé, pese a que no sea demasiado. Te lo mereces-, afirmó, y volvió a mirar al frente, mientras contaba su historia.
- Tu tía era la mujer más dotada para la magia, en su tiempo. La que aprendía con mayor rapidez y soltura. De una forma casi innata. No puedo negarte, que era una gran envidia para los demás. Más sana para algunos, que para otros, pero envidia al fin y al cabo-, miró a la cazadora a su lado, y luego volvió a mirar al frente, para continuar su historia. - No obstante, un día, Bella perdió la cabeza. El por qué es algo que se me escapa, e imagino que nadie sabrá, incluida tu madre. Aunque para ser sinceros, tu tía nunca estuvo muy bien de la mente. Todo lo que tenía para el don de la magia, le faltaba de cordura. Al principio no era algo serio, simplemente era extravagante. Diferente. Algo normal en muchos brujos. Pero con el tiempo, llegó ese día en el que sus desvaríos pasaron a ser algo más serio. Cada vez más alterada y peligrosa-, volvió a mirar a Huri antes de hablar. - A partir de ahí, a Bella se le pierde la pista. Desapareció. Para el resto de los mortales, tu tía se volatilizó. Era la historia oficial. Un buen día, tu tía se fugó de casa para no volver-, miró al frente de nuevo. - Con el tiempo, y por la profunda amistad que nos terminó uniendo, tu madre se atrevió a decirme la verdad. Que se fue con Mortagglia, y que murió. Bueno, la verdad que los que conocíamos la marcha de Bella con tu abuela, pensábamos era cierta-, tomó ligeramente de la cintura a Huri, y la apretó afectivamente unos instantes. - El resto, lo hemos visto hoy. Lo siento, de veras. Todo lo que has tenido que pasar. Pero no se lo tengas muy en cuenta a Isabella. A veces las madres, ocultamos cosas pensando en lo mejor en nuestros hijos-, comentó la morena mirando a si propio hijo, después volvió a mirar a Huri, con una sonrisa. - Pero las madres también nos equivocamos. No te enfades mucho con ella. Todo lo que ha hecho, lo ha realizado pensando en tu bien.
Prácticamente, en cuanto Yennefer terminó de pronunciar esas palabras, el grupo llegó hasta la mansión de los Harrowmont. Donde unos guardias corrieron hasta ellos, evidenciando que los estaban esperando. Algo comprensible, teniendo en cuenta lo que se jugaba el lord aquella noche.
Jules pasó el testigo de cargar con la esposa de Harrowmont a su propia hija. Y tanto ella como Níniel, llevaron con ayuda de la guardia a la dama hasta su cuarto, en el piso de arriba.
Vincent por su parte, ya no podía hacer nada más por la mujer. Subir solo valdría para estorbar, así que se quedó en el salón de abajo, observando el destrozo que los sirvientes estaban recogiendo. Un destrozo, que para más inri, él había provocado en vano.
- Que desastre-, murmuró, sentándose en una de las sillas.
Una de las sirvientas se acercó hasta él, y le comentó si quería algo de cenar, pero no le apetecía nada, así que rechazo comer con cortesía. No quería molestar a la servidumbre, muchos problemas ya les había ocasionado a los pobres. Además, no tenía hambre, pese a la dura noche que había padecido. Seguramente era por ello, estaba demasiado cansado para comer.
Se recostó en ella, permitiéndose cerrar los ojos por unos instantes. Hasta que sintió los pasos de alguien acercarse, y los entreabrió un poco antes de cerrarlos de nuevo.
- Menuda nochecita-, comentó, a la dama que se acercaba.
- Sí, contigo no me aburro-, bromeó su madre, sentándose a su lado. - Al menos Mortagglia no consiguió su propósito. Aunque no ha sido una buena noche, me temo.
- No, solo ha sido una noche que podría haber sido peor-, se sinceró. - La madre de Cassandra, está con una de las mejoras sanadoras que conozco, espero que sea suficiente para que se recupere.
Que la mujer sobreviviera, era la única forma de el día anterior no fuera un desastre aún mayor. Sin embargo, no podía hacer mucho más que esperar. La pesada, y que tantas veces parecía eterna, espera.
Espero que la parte, en la que habla el personaje de mi madre con el tuyo, Huri, te parezca bien. Si no te gusta, me lo dices y lo edito ^^
Por lo demás, espero que les guste y esté bien ^^
Nunca el sol había brillado tan bonito, en sus primeros pasos sobre el horizonte. Ver el amanecer era algo hermoso, y que tenía pocos comparativos posibles. Había pocas cosas que pudieran igualar la belleza del alba, pero ese mañana, además de hermoso había sido oportuno. El astro los había salvado.
El abrazo de Jules le sacó de su ensimismamiento, mientras observaba como el sol iba remontando poco a poco altura en el lejano firmamento, antes oscuro, y ahora de colores dorados.
El rubio pasó el brazo por encima de su compañero, y se dejó llevar por el feliz cazador, hasta Huri. Que no estaba para muchas celebraciones. No era para menos, pues la joven tenía razón. Habían perdido a varios aliados esa noche, y Huracán había perdido en particular a uno de sus seres más queridos.
De todos modos, era cierto que habían ganado por esa noche, y al menos seguían vivos para contarlo, por lo que el entusiasmo de Jules era también comprensible. Es más, le agradaba, pues le daba una nota de color al momento, más allá del dorado sol que los había socorrido.
Era una tragedia la de aquella noche, sin embargo, al menos habían salvado a la madre de Cass, y seguían vivos para continuar la lucha. Esa parte, merecía celebración. Quizás no muy eufórica y feliz, por los últimos acontecimientos, pero si una silenciosa en sus corazones. Algo reconfortante para seguir adelante.
- Níniel tiene razón. Hemos perdido mucho hoy. Tú más que nadie-, contestó a Huri. - Pero también hemos conseguido frustrar los planes de Mortagglia, y seguimos vivos para luchar otro día-, le dio un toque amistoso en el hombro.
Sabía sus palabras no serían muy reconfortantes, después de una noche tan trágica, no obstante, tampoco podía decir mucho más. La joven estaba en un momento en que poco se podía decir para ayudarla, y solamente el tiempo cicatrizaría sus heridas. Simplemente podía decir la verdad. La buenaventura que era que siguiera viva, y dejarle el resto a ella.
- Iré a recoger a tu madre, Cassandra. Yo la cargaré los primeros metros-, se dirigió a la benjamina de los Harrowmont. La mujer asintió, por lo que no perdió el tiempo, y se encaminó hacia el carro.
Allí, pasó los brazos por debajo del cuerpo menudo de la mujer, bastante maltrecho y liviano por la tortura de los vampiros. Incluso ahora, después de las curas que le había dedicado Níniel.
Nada más salir observó a su madre, por el rabillo del ojo, y comenzó a andar con la compañía de la morena a su lado.
- Parece que nos hemos ganado un nuevo enemigo-, le dijo Yenn, en un momento dado, durante el trayecto.
Vincent rió levemente, antes de contestar.
- ¿Cuándo ha supuesto un problema?. Nuestra familia siempre ha destacado por conseguir enemigos. Ya se sabe, para ganarse enemigos, solo hay que intentar cambiar las cosas-, se encogió de hombros. - Solamente es una más para la colección. Tendré que destruir algunos, o no daré abasto con tanto trabajo-, bromeó.
- Ya, lo sé-, sonrió. - Me alegra que te lo tomes de buen humor. Mortagglia es peligrosa.
- Sí. Así es. Muchos son poderosos, pero luego son unos idiotas. Ella, sin embargo, es astuta y poderosa, una mezcla a tener en cuenta. Sin embargo, no podemos dejar las cosas de lado, madre. Somos así. Vemos una causa justa y nos lanzamos, así que tener enemigos es el pan de cada día. Y contra Mortagglia no estamos solos-, comentó, viendo como se acercaba Huracán hasta ellos.
El gremio de Huri era el principal objetivo de la vampiresa, así que ellos en realidad no estaban tan expuestos. La dama de la noche, debía concentrarse en los cazadores si quería sobrevivir, por fuerte que fuera. De este modo, su madre y él, quedaban como enemigos secundarios. No los atacaría hasta que destruyera el gremio primero, y tenía fe en que eso no ocurriera. Más bien al contrario.
Los cazadores en algún momento tendrían que luchar contra Mortagglia, para destruirla de una vez por todas. Y estaba seguro de que vencerían, aunque tuvieran muchas bajas por el camino, como la noche anterior. Con los Harrowmont les sería más fácil conseguir financiación y más cazadores para el gremio, que aumentaría su número con rapidez, y también estaban ellos para apoyar a Huri.
- Os dejaré a solas-, comentó a su madre, pues la joven parecía buscar con la mirada a su madre. - Iré a decirle a Jules que le toca llevar a la señora Harrowmont-, dijo, cuando Huracán estuvo lo suficientemente cerca para escucharlo.
Después, apretó el paso, acercándose hasta el cazador, mientras su madre hacía lo contrario.
- Belladonna-, comentó su madre, antes de poner en una posición reflexiva, con los brazos en cruz y apoyando su mentó en una de sus manos. - Tu tía Belladonna, me trae recuerdos muy lejanos-, contestó finalmente, mirando directamente hacia Huri. - Me imagino la gran cantidad de preguntas que debes tener al respecto. Aunque con la mayoría no puedo ayudarte, desgraciadamente. Pero te contaré lo que sé, pese a que no sea demasiado. Te lo mereces-, afirmó, y volvió a mirar al frente, mientras contaba su historia.
- Tu tía era la mujer más dotada para la magia, en su tiempo. La que aprendía con mayor rapidez y soltura. De una forma casi innata. No puedo negarte, que era una gran envidia para los demás. Más sana para algunos, que para otros, pero envidia al fin y al cabo-, miró a la cazadora a su lado, y luego volvió a mirar al frente, para continuar su historia. - No obstante, un día, Bella perdió la cabeza. El por qué es algo que se me escapa, e imagino que nadie sabrá, incluida tu madre. Aunque para ser sinceros, tu tía nunca estuvo muy bien de la mente. Todo lo que tenía para el don de la magia, le faltaba de cordura. Al principio no era algo serio, simplemente era extravagante. Diferente. Algo normal en muchos brujos. Pero con el tiempo, llegó ese día en el que sus desvaríos pasaron a ser algo más serio. Cada vez más alterada y peligrosa-, volvió a mirar a Huri antes de hablar. - A partir de ahí, a Bella se le pierde la pista. Desapareció. Para el resto de los mortales, tu tía se volatilizó. Era la historia oficial. Un buen día, tu tía se fugó de casa para no volver-, miró al frente de nuevo. - Con el tiempo, y por la profunda amistad que nos terminó uniendo, tu madre se atrevió a decirme la verdad. Que se fue con Mortagglia, y que murió. Bueno, la verdad que los que conocíamos la marcha de Bella con tu abuela, pensábamos era cierta-, tomó ligeramente de la cintura a Huri, y la apretó afectivamente unos instantes. - El resto, lo hemos visto hoy. Lo siento, de veras. Todo lo que has tenido que pasar. Pero no se lo tengas muy en cuenta a Isabella. A veces las madres, ocultamos cosas pensando en lo mejor en nuestros hijos-, comentó la morena mirando a si propio hijo, después volvió a mirar a Huri, con una sonrisa. - Pero las madres también nos equivocamos. No te enfades mucho con ella. Todo lo que ha hecho, lo ha realizado pensando en tu bien.
Prácticamente, en cuanto Yennefer terminó de pronunciar esas palabras, el grupo llegó hasta la mansión de los Harrowmont. Donde unos guardias corrieron hasta ellos, evidenciando que los estaban esperando. Algo comprensible, teniendo en cuenta lo que se jugaba el lord aquella noche.
Jules pasó el testigo de cargar con la esposa de Harrowmont a su propia hija. Y tanto ella como Níniel, llevaron con ayuda de la guardia a la dama hasta su cuarto, en el piso de arriba.
Vincent por su parte, ya no podía hacer nada más por la mujer. Subir solo valdría para estorbar, así que se quedó en el salón de abajo, observando el destrozo que los sirvientes estaban recogiendo. Un destrozo, que para más inri, él había provocado en vano.
- Que desastre-, murmuró, sentándose en una de las sillas.
Una de las sirvientas se acercó hasta él, y le comentó si quería algo de cenar, pero no le apetecía nada, así que rechazo comer con cortesía. No quería molestar a la servidumbre, muchos problemas ya les había ocasionado a los pobres. Además, no tenía hambre, pese a la dura noche que había padecido. Seguramente era por ello, estaba demasiado cansado para comer.
Se recostó en ella, permitiéndose cerrar los ojos por unos instantes. Hasta que sintió los pasos de alguien acercarse, y los entreabrió un poco antes de cerrarlos de nuevo.
- Menuda nochecita-, comentó, a la dama que se acercaba.
- Sí, contigo no me aburro-, bromeó su madre, sentándose a su lado. - Al menos Mortagglia no consiguió su propósito. Aunque no ha sido una buena noche, me temo.
- No, solo ha sido una noche que podría haber sido peor-, se sinceró. - La madre de Cassandra, está con una de las mejoras sanadoras que conozco, espero que sea suficiente para que se recupere.
Que la mujer sobreviviera, era la única forma de el día anterior no fuera un desastre aún mayor. Sin embargo, no podía hacer mucho más que esperar. La pesada, y que tantas veces parecía eterna, espera.
Offrol
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Espero que la parte, en la que habla el personaje de mi madre con el tuyo, Huri, te parezca bien. Si no te gusta, me lo dices y lo edito ^^
Por lo demás, espero que les guste y esté bien ^^
Vincent Calhoun
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
El camino de vuelta fue poco animado, al menos para mí. Las palabras de Níniel o Vincent eran ciertas, pero para mí el haber sobrevivido un día más para luchar era tan sólo el mal menor. La elfa y yo coincidíamos en que debíamos terminar con la Dama cuanto antes, hasta ahora siempre había sido ella la que había atacado, descartando el ataque fortuito que hice junto a Jules y Elen a su propia guarida, que en todo caso no fue sorpresa pues Mortagglia sabía que iba a ir por la dichosa marca y ya nos tenía preparados un numerito de los suyos. De nuevo salimos vivos, y conseguí que Vladimir, el tío de la hija adoptiva de Vincent, me quitara la marca.
De aquella el precio fue quedar con las piernas inmovilizadas un buen tiempo, en la noche de los cazadores, el maestro Dorian, y ahora una nueva vida de un ser querido. En cada enfrentamiento mío con la Hermandad terminaba perdiendo algo, y el consuelo siempre era el mismo: “Al menos estás viva”. No, aquello ya no me valía.
Agradecí las palabras de Lady Yenn sobre Bella, la madre de Vincent había conocido a mi tía en su época de niña, asegurando que era una de las brujas más poderosas y dotadas para la magia que había conocido. Yenn explicaba que todo cambió cuando Bella perdió la cabeza, tal vez tendría algo de relación con la traición de Mortagglia, o no, quién sabe. ¿Sería cuando empezó a realizar aquellos asesinatos terribles de magia oscura, y por ello su hermana mayor decidió encerrarla en aquel tétrico sótano? En cualquier caso, terminó huyendo, y poco más sabemos de él hasta que mi madre creía haberla derrotado, cosa que, como descubrimos aquella noche, no fue así.
Le tocaba a ella responderme a mis preguntas ahora. Cuando alcanzamos el interior de la mansión de los Harrowmont y tras ser socorridos por los guardias del Lord, Níniel rápidamente subió las escaleras para atender a la mujer que acabábamos de rescatar en sus aposentos, fue cuando le perdí la pista. – Gracias por todo, Níniel. – le agradecí a la elfa, por todo lo que había hecho por mi apellido en general y, hacia mí en particular. Por mucho que se empeñara Milton en seguir con sus bromas racistas, ya no hacían gracia.
Aguardé en el salón junto a Vincent, Jules y Yennefer mientras Níniel atendía aquello, momento en que apareció mi madre reflejando cierta preocupación en su rostro.
-Huracán, Yenn, ¿Qué ha ocurrido? ¿Os ha atacado mi madre? – me dijo mi madre viniendo con gesto de preocupación de una de las estancias de la mansión, llamándome por mi sobrenombre, algo muy típico de ella cuando estaba nerviosa.
-Sí. Pero no sólo ella, también Belladonna, a través de un retrato. – le indiqué – Igraine ha muerto por salvarnos. - agaché entonces la cabeza al pronunciar dichas palabras.
Isabella exhaló aire y me miró sorprendida, se sentó junto a mí y tomó mi mano. Era una mujer mística, pero al menos sí que mostraba algo de corazón tras la muerte de una criatura que había servido durante una centuria al gremio y, en particular, a mi familia.
-Que los dioses la guarden en lo más alto. Te prometo ahora mismo que volveremos a por ellas. Y esta vez las derrotaremos. – comentó en el destruido salón de la casa, en el que una de las enormes lámparas descansaba en la parte inferior del mismo, rota. Todavía no habían recogido los cristales. Aquello había sido obra de Vincent, sí, pero a consecuencia de huir de la Dama.
Esperamos un tiempo a que Níniel atendiera a la mujer, y finalmente, todos terminaron llegando al salón, Lord Harrowmont entró en ese momento por la puerta y se dirigió hacia nosotros, mi madre se levantó del sofá para recibirle.
-Cass me lo ha contado, debo daros las gracias y pediros disculpas. – comenzó James Harrowmont. - Cuando nos unimos al gremio pensábamos que Belladonna eras tú, creíamos a tu hermana muerta y por ello éramos recelosos con vosotros. Pensamos que los Boisson erais los secuestradores de mujer. Siento un gran dolor, ¿pero qué podía hacer? – se mostró arrepentido el hombre.
-Quizás deberías haberme preguntado para comprobar si era yo quien te enviaba esas cartas. – le regañó mi madre. – Con algo tan simple como eso, habríamos evitado esta trágica noche y descubierto que Bella seguía viva.
-Aún así, yo confiaba plenamente en mi amiga bruja y una de mis mayores confidentes, Lady Pirra de Sacrestic, quien me ofreció su ayuda. – dijo. - ¿Cómo pudo Mortagglia…? – mi madre no le dejó terminar.
-Probablemente mi madre haya asesinado a la auténtica Lady Pirra, o quizás la haya forzado a redactar sus cartas y suplantado su identidad. Poco podemos hacer por ella, nosotros también hemos perdido seres querido, lo siento. – dedujo la gran maestra cazadora. – En cualquier caso, James, nuestras familias han tenido una histórica rivalidad que llegas a este punto no tiene ningún sentido. – comenzó a explicarle mi madre. – La Hermandad es un enemigo común. Tenemos la mayor estructura de Aerandir para combatirla, pero debemos confiar los unos en los otros, y sólo llegados a este punto tendremos una oportunidad de derrotarles. – explicó. – Mi propuesta es la siguiente, James. Te ofrezco una alianza entre familias contra un enemigo común. ¿Estás de acuerdo? – y le tendió la mano para estrecharla.
-Cuenta con ello. – y correspondió a mi madre en un fuerte apretón de manos que sellaba, así, la alianza entre familias.
Era hora de descansar, yéndonos cada uno a nuestros respectivos hogares, en el caso de Jules, mi madre y yo, terminaríamos en la Mansión Boisson, la nueva, por supuesto, el remodelado Palacio de los Vientos. Pero antes, quería despedirme de Níniel y Vincent.
-No sé qué haría sin vosotros. Os debo ya unas cuantas, y no pequeñas precisamente. Si algún día necesitáis cualquier cosa, avisadme por favor. Y Vincent, si finalmente quieres unirte de manera oficial, no dudes de que estás admitido. – les dije, sin darles un abrazo ni nada, no era mujer de hacer aquel tipo de gestos, pero sonreí. – Ahora descansad bien, esta ha sido una noche horrible de la que pocas cosas positivas se pueden sacar.
-Pues yo sí que saco una cosa. Y muy positiva. – preguntó Jules, haciéndose el interesante, le miré por unos instantes, pensando a qué se refería. Luego caí en cuenta de que hacía referencia al beso que nos dimos en el baile.
-Jules… - suspiré con una sonrisa. Y el cazador me tomó por los hombros en broma. A pesar de ello, era el único que podía arrancarme una sonrisa de vez en cuando con sus ocurrencias. Al menos él, nunca cambiaría.
De aquella el precio fue quedar con las piernas inmovilizadas un buen tiempo, en la noche de los cazadores, el maestro Dorian, y ahora una nueva vida de un ser querido. En cada enfrentamiento mío con la Hermandad terminaba perdiendo algo, y el consuelo siempre era el mismo: “Al menos estás viva”. No, aquello ya no me valía.
Agradecí las palabras de Lady Yenn sobre Bella, la madre de Vincent había conocido a mi tía en su época de niña, asegurando que era una de las brujas más poderosas y dotadas para la magia que había conocido. Yenn explicaba que todo cambió cuando Bella perdió la cabeza, tal vez tendría algo de relación con la traición de Mortagglia, o no, quién sabe. ¿Sería cuando empezó a realizar aquellos asesinatos terribles de magia oscura, y por ello su hermana mayor decidió encerrarla en aquel tétrico sótano? En cualquier caso, terminó huyendo, y poco más sabemos de él hasta que mi madre creía haberla derrotado, cosa que, como descubrimos aquella noche, no fue así.
Le tocaba a ella responderme a mis preguntas ahora. Cuando alcanzamos el interior de la mansión de los Harrowmont y tras ser socorridos por los guardias del Lord, Níniel rápidamente subió las escaleras para atender a la mujer que acabábamos de rescatar en sus aposentos, fue cuando le perdí la pista. – Gracias por todo, Níniel. – le agradecí a la elfa, por todo lo que había hecho por mi apellido en general y, hacia mí en particular. Por mucho que se empeñara Milton en seguir con sus bromas racistas, ya no hacían gracia.
Aguardé en el salón junto a Vincent, Jules y Yennefer mientras Níniel atendía aquello, momento en que apareció mi madre reflejando cierta preocupación en su rostro.
-Huracán, Yenn, ¿Qué ha ocurrido? ¿Os ha atacado mi madre? – me dijo mi madre viniendo con gesto de preocupación de una de las estancias de la mansión, llamándome por mi sobrenombre, algo muy típico de ella cuando estaba nerviosa.
-Sí. Pero no sólo ella, también Belladonna, a través de un retrato. – le indiqué – Igraine ha muerto por salvarnos. - agaché entonces la cabeza al pronunciar dichas palabras.
Isabella exhaló aire y me miró sorprendida, se sentó junto a mí y tomó mi mano. Era una mujer mística, pero al menos sí que mostraba algo de corazón tras la muerte de una criatura que había servido durante una centuria al gremio y, en particular, a mi familia.
-Que los dioses la guarden en lo más alto. Te prometo ahora mismo que volveremos a por ellas. Y esta vez las derrotaremos. – comentó en el destruido salón de la casa, en el que una de las enormes lámparas descansaba en la parte inferior del mismo, rota. Todavía no habían recogido los cristales. Aquello había sido obra de Vincent, sí, pero a consecuencia de huir de la Dama.
Esperamos un tiempo a que Níniel atendiera a la mujer, y finalmente, todos terminaron llegando al salón, Lord Harrowmont entró en ese momento por la puerta y se dirigió hacia nosotros, mi madre se levantó del sofá para recibirle.
-Cass me lo ha contado, debo daros las gracias y pediros disculpas. – comenzó James Harrowmont. - Cuando nos unimos al gremio pensábamos que Belladonna eras tú, creíamos a tu hermana muerta y por ello éramos recelosos con vosotros. Pensamos que los Boisson erais los secuestradores de mujer. Siento un gran dolor, ¿pero qué podía hacer? – se mostró arrepentido el hombre.
-Quizás deberías haberme preguntado para comprobar si era yo quien te enviaba esas cartas. – le regañó mi madre. – Con algo tan simple como eso, habríamos evitado esta trágica noche y descubierto que Bella seguía viva.
-Aún así, yo confiaba plenamente en mi amiga bruja y una de mis mayores confidentes, Lady Pirra de Sacrestic, quien me ofreció su ayuda. – dijo. - ¿Cómo pudo Mortagglia…? – mi madre no le dejó terminar.
-Probablemente mi madre haya asesinado a la auténtica Lady Pirra, o quizás la haya forzado a redactar sus cartas y suplantado su identidad. Poco podemos hacer por ella, nosotros también hemos perdido seres querido, lo siento. – dedujo la gran maestra cazadora. – En cualquier caso, James, nuestras familias han tenido una histórica rivalidad que llegas a este punto no tiene ningún sentido. – comenzó a explicarle mi madre. – La Hermandad es un enemigo común. Tenemos la mayor estructura de Aerandir para combatirla, pero debemos confiar los unos en los otros, y sólo llegados a este punto tendremos una oportunidad de derrotarles. – explicó. – Mi propuesta es la siguiente, James. Te ofrezco una alianza entre familias contra un enemigo común. ¿Estás de acuerdo? – y le tendió la mano para estrecharla.
-Cuenta con ello. – y correspondió a mi madre en un fuerte apretón de manos que sellaba, así, la alianza entre familias.
Era hora de descansar, yéndonos cada uno a nuestros respectivos hogares, en el caso de Jules, mi madre y yo, terminaríamos en la Mansión Boisson, la nueva, por supuesto, el remodelado Palacio de los Vientos. Pero antes, quería despedirme de Níniel y Vincent.
-No sé qué haría sin vosotros. Os debo ya unas cuantas, y no pequeñas precisamente. Si algún día necesitáis cualquier cosa, avisadme por favor. Y Vincent, si finalmente quieres unirte de manera oficial, no dudes de que estás admitido. – les dije, sin darles un abrazo ni nada, no era mujer de hacer aquel tipo de gestos, pero sonreí. – Ahora descansad bien, esta ha sido una noche horrible de la que pocas cosas positivas se pueden sacar.
-Pues yo sí que saco una cosa. Y muy positiva. – preguntó Jules, haciéndose el interesante, le miré por unos instantes, pensando a qué se refería. Luego caí en cuenta de que hacía referencia al beso que nos dimos en el baile.
-Jules… - suspiré con una sonrisa. Y el cazador me tomó por los hombros en broma. A pesar de ello, era el único que podía arrancarme una sonrisa de vez en cuando con sus ocurrencias. Al menos él, nunca cambiaría.
Anastasia Boisson
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
A aquellas alturas de la noche y con todo lo ocurrido desde que entraran por primera vez a aquella mansión, el poder mágico de Níniel estaba ya agotado y apenas alcanzaba para tratar las heridas más leves de lady Harrowmont. Por suerte, tanto durante el ataque de Pirra como durante el camino de vuelta, ninguna de las más serias se había reabierto por lo que la bruja permanecía estable, lo cual unido a que la joven además estaba versada en la medicina tradicional y la alquimia le daban a la mujer unas excelentes posibilidades de total recuperación. Al menos físicamente, mentalmente la experiencia que había vivido seguramente dejara en su ser una cicatriz con la que una sacerdotisa podía ayudar pero con la que seguramente fuera más eficaz su familia, especialmente teniendo en cuenta las diferencias de credo de ambas razas.
Los miembros de la guardia y el servicio no tardaron en volver con todo lo que la elfa había pedido, aunque para evitar demasiado trasiego en aquella habitación la peliblanca había dado instrucciones de solo dejar entrar a Cassandra, por lo que fue ella, tras poner al tanto a su padre, la encargada de hacérselo llegar y de asistirla en lo necesario.
-Con estos ungüentos sus heridas no volverán a infectarse, que en su estado es lo primero que debemos evitar. Los vendajes sería ideal que se le cambiaran dos veces al día y que queden como los que me has visto aplicar; firmes pero que aún permitan un dedo bajo ellos. En pocas horas recuperará la consciencia, entonces debes asegurarte de que tome una cucharada de la poción revitalizante para que vaya recobrando fuerzas. Podrá empezar a tomar sopas y en un par de días o si ves que recupera su apetito y las retiene bien ya alimentos sólidos. Recomiendo sopas de ajo y caldos de pez plateado. No, el ajo no tiene nada que ver con los vampiros, tiene unas buenas cualidades restaurativas, incluso se usa en alquimia.- Instruyó a la tensai de tierra que en esos momentos parecía haber dejado atrás ya todo su odio racial hacia la elfa y prestaba toda su atención a sus recomendaciones asegurando que se haría tal y como ella decía.
Al final no era tan mala. Les había ayudado mucho en la antigua mansión Boisson e incluso les había salvado del retrato de Belladona. De hecho lejos de su familia se había mostrado amigable y colaborativa desde el momento en el que el grupo de Huracán se había propuesto rescatar a su madre. Níniel se sentía un poco mal por haberse referido a ella y a su hermano como los gemelos incestuosos, pero solo un poco.
Tras las curas, tras permitir al señor de la casa ver a su convaleciente mujer por un instante y dejándola bajo la supervisión de la ama de llaves de la mansión, la cual gozaba de la mayor de las confianzas por parte de la familia, todos, incluido un molesto Milton que casi parecía a punto de llorar de la frustración de ver a su familia tan amistosa con los Boisson, Vincent, Jules y una elfa, se reunieron en el gran salón. Curiosamente en aquel lugar de honor desde el que unas horas antes Pirra disfrutara de su momento de gloria lanzando sus encriptados mensajes que ahora estaba claro no eran más que una muestra de recochineo de la vampiresa ante prácticamente la totalidad de las altas esferas de las islas.
Aquella reunión, en un lugar de grandes lámparas rotas en el suelo, con los cristales de las mismas y de los ventanales rotos esparcidos por el suelo y con la luz de la mañana reflejándose en todo ellos, marcaría sin duda un punto de inflexión en aquella lucha contra el mal. Hasta ese momento los Boisson habían luchado prácticamente solos contra una oscuridad que, sí, estaba arraigada a su familia, pero que no sería ya combatida únicamente por ellos. Primero los Harrowmont, luego quizá un buen número del resto de las grandes familias de brujos y por supuesto sus amigos. Si aquello no era el principio del fin del reino del terror de Mortaglia desde luego lo parecía.
-Por muy oscura que sea la noche, siempre llega el amanecer. No subestimes lo que se ha logrado hoy, eso supondría subestimar los sacrificios realizados.- fueron las palabras de Níniel ya fuera de la mansión Harrowmont donde unos carruajes les esperaban para llevarles a sus respectivos lugares de descanso. Descanso que tenían más que merecido. -Tomo nota de esa deuda, así que asegúrate de prevalecer sobre todos tus enemigos hasta que puedas devolverla.- Añadió a continuación pensando que a la cazadora le gustaría ese modo de pedirle que fuera fuerte y se cuidara hasta su próximo encuentro. -Jules, ha sido un honor como siempre.- Se despidió del brujo con una sonrisa. - Despedidme de lady Isabella como es debido por favor.- Terminó de decir entrando al carruaje y soltando un largo suspiro al acomodarse en sus mullidos bancos mientras esperaba a que terminaran de despedirse Vincent y lady Yenn, quienes se hospedaban en la misma posada de la ciudad que ella.
-Creo que voy a dormir del tirón hasta la hora de la salida del barco al continente.- Bromeó la joven cuando su transporte se puso ya en marcha. - Que ganas de volver por fin a Sandorai, una dama necesita a veces un tiempo entre amenazas mortales.-]
Los miembros de la guardia y el servicio no tardaron en volver con todo lo que la elfa había pedido, aunque para evitar demasiado trasiego en aquella habitación la peliblanca había dado instrucciones de solo dejar entrar a Cassandra, por lo que fue ella, tras poner al tanto a su padre, la encargada de hacérselo llegar y de asistirla en lo necesario.
-Con estos ungüentos sus heridas no volverán a infectarse, que en su estado es lo primero que debemos evitar. Los vendajes sería ideal que se le cambiaran dos veces al día y que queden como los que me has visto aplicar; firmes pero que aún permitan un dedo bajo ellos. En pocas horas recuperará la consciencia, entonces debes asegurarte de que tome una cucharada de la poción revitalizante para que vaya recobrando fuerzas. Podrá empezar a tomar sopas y en un par de días o si ves que recupera su apetito y las retiene bien ya alimentos sólidos. Recomiendo sopas de ajo y caldos de pez plateado. No, el ajo no tiene nada que ver con los vampiros, tiene unas buenas cualidades restaurativas, incluso se usa en alquimia.- Instruyó a la tensai de tierra que en esos momentos parecía haber dejado atrás ya todo su odio racial hacia la elfa y prestaba toda su atención a sus recomendaciones asegurando que se haría tal y como ella decía.
Al final no era tan mala. Les había ayudado mucho en la antigua mansión Boisson e incluso les había salvado del retrato de Belladona. De hecho lejos de su familia se había mostrado amigable y colaborativa desde el momento en el que el grupo de Huracán se había propuesto rescatar a su madre. Níniel se sentía un poco mal por haberse referido a ella y a su hermano como los gemelos incestuosos, pero solo un poco.
Tras las curas, tras permitir al señor de la casa ver a su convaleciente mujer por un instante y dejándola bajo la supervisión de la ama de llaves de la mansión, la cual gozaba de la mayor de las confianzas por parte de la familia, todos, incluido un molesto Milton que casi parecía a punto de llorar de la frustración de ver a su familia tan amistosa con los Boisson, Vincent, Jules y una elfa, se reunieron en el gran salón. Curiosamente en aquel lugar de honor desde el que unas horas antes Pirra disfrutara de su momento de gloria lanzando sus encriptados mensajes que ahora estaba claro no eran más que una muestra de recochineo de la vampiresa ante prácticamente la totalidad de las altas esferas de las islas.
Aquella reunión, en un lugar de grandes lámparas rotas en el suelo, con los cristales de las mismas y de los ventanales rotos esparcidos por el suelo y con la luz de la mañana reflejándose en todo ellos, marcaría sin duda un punto de inflexión en aquella lucha contra el mal. Hasta ese momento los Boisson habían luchado prácticamente solos contra una oscuridad que, sí, estaba arraigada a su familia, pero que no sería ya combatida únicamente por ellos. Primero los Harrowmont, luego quizá un buen número del resto de las grandes familias de brujos y por supuesto sus amigos. Si aquello no era el principio del fin del reino del terror de Mortaglia desde luego lo parecía.
-Por muy oscura que sea la noche, siempre llega el amanecer. No subestimes lo que se ha logrado hoy, eso supondría subestimar los sacrificios realizados.- fueron las palabras de Níniel ya fuera de la mansión Harrowmont donde unos carruajes les esperaban para llevarles a sus respectivos lugares de descanso. Descanso que tenían más que merecido. -Tomo nota de esa deuda, así que asegúrate de prevalecer sobre todos tus enemigos hasta que puedas devolverla.- Añadió a continuación pensando que a la cazadora le gustaría ese modo de pedirle que fuera fuerte y se cuidara hasta su próximo encuentro. -Jules, ha sido un honor como siempre.- Se despidió del brujo con una sonrisa. - Despedidme de lady Isabella como es debido por favor.- Terminó de decir entrando al carruaje y soltando un largo suspiro al acomodarse en sus mullidos bancos mientras esperaba a que terminaran de despedirse Vincent y lady Yenn, quienes se hospedaban en la misma posada de la ciudad que ella.
-Creo que voy a dormir del tirón hasta la hora de la salida del barco al continente.- Bromeó la joven cuando su transporte se puso ya en marcha. - Que ganas de volver por fin a Sandorai, una dama necesita a veces un tiempo entre amenazas mortales.-]
Níniel Thenidiel
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Re: La mascarada [Libre, 3/4]
Vinc desenganchó de su cinto la espada que llevaba, propiedad de uno de los guardias de James, para dejarla sobre la mesa a su derecha. Luego se quitó los guantes de combate, y los guardó en uno de sus bolsillos.
Había sido una noche larga. Una demasiado larga y oscura para su gusto. Pero por fin se podía permitir un respiro, después de tantas desgracias.
Isabella llegó en esos instantes, y como era normal, se interesó inmediatamente por el transcurso de los acontecimientos del rescate. Su hija fue la primera en contestarle. Aunque quizás no hicieran falta las palabras para comunicarle las malas noticias a la madre de Huracán, pues todos tenían la pena grabada en el rostro, algo que no tardó en contagiarse a Isabella.
- Todo ha sido tal y como te ha contado Huracán-, dijo su madre, acercándose a su amiga, y poniéndole una mano en el hombro. - Lo siento mucho, no hemos podido hacer nada por Igraine-, comentó con pesar.
Él por su parte no dijo nada. Que más se podía decir. Como le ocurría a Huri, Isabella no podía sino asumir el dolor por sí sola. En eso no se podía hacer nada, solamente consolar, y esperar que el tiempo cicatrizara las heridas.
Acarició con las yemas de los dedos la vaina de cuero de la espada sobre la mesa. Con delicadeza. Y con la mente medio ausente. Era sorprendente, como en una noche todo podía cambiar tan rápido. Como a veces, durante meses, e incluso durante años en ocasiones, la vida seguía una cierta rutina, y no se producían cambios significativos durante tanto tiempo. Y como en una sola noche como aquella, todo podía cambiar. Para mal en esta ocasión.
Al menos habían salvado a la madre de Cassandra. O eso esperaba, aunque lo más correcto era decir que lo deseaba. Todo, o casi todo había salido mal, y por ello habían muerto buenas personas. Anhelar que la mujer se salvara, era una forma de que esas muertes no fueran en vano. Eso sin contar, que la mujer de James merecía vivir muchos años, como toda persona, pero más aún cuando había sufrido tanto en la mansión de los Boisson. Merecía una larga vida lleva de felicidad que reparan todo ese dolor acumulado.
De todos modos, no tenía por qué temer por la vida de la esposa de Harrowmont. Ya que Níniel era una gran experta en alquimia y medicina, más allá de sus poderes de sanación. Si existía modo alguno de salvarla, la elfa era de las pocas personas que podía dar garantías de saber hacerlo.
El lord apareció en escena, y tuvo una corta conversación con Isabella. Lo suficiente para saber que de aquí en adelante, ambas familias lucharían por un mismo objetivo. Destruir a la Hermandad. Y mentiría si no dijera que le alegrara tal alianza. Los Harrowmont habían demostrado que las personas podían cambiar, y solamente algo así daba esperanzas para el futuro.
En cualquier caso, estaba demasiado cansado, y lo que hablaban no era asunto suyo. Era cosa de ambas familias. Por ello el rubio rodeó su cuerpo con sus propios brazos, en una especie de abrazo solitario. Haciéndose más pequeño para acurrucarse en aquella silla tan cómoda. Recostándose con los ojos cerrados. Simplemente buscando un poco de reposo para su mente.
Cuando sintió el zarandeo de su madre, no supo decir cuánto tiempo había dormido, pero imaginaba que no demasiado. Mejor, no buscaba dormirse, solamente abstraerse un poco y descansar, pero su cuerpo no se había conformado con tan escueto consuelo, y había decidido que era mejor desconectarse del mundo totalmente.
- Vaya. Me he quedado dormido-, dijo, incorporándose abruptamente, y meneando la cabeza para despejarse, nada más hacerlo.
- Ya veo, ya-, sonrió su madre. - Ha sido una noche complicada. No te preocupes. Solo han sido unos minutos. Te podría haber despertado antes, pero he preferido que durmieras un poco.
- Gracias, supongo-, le devolvió la sonrisa. - Como han ido las curas de la esposa de James. Imagino que me despiertas por ello.
- Ha ido bien. Podemos volver a casa sabiendo que al menos el rescate ha sido un éxito. Un éxito muy caro, pero éxito al fin y al cabo-, contestó Yenn.
Vinc asintió como respuesta, y observó al resto de sus compañeros, así como la aparición de Níniel que confirmaban las palabras de su madre. Al menos la madre de Cass había sobrevivo. No todo eran malas noticias.
Ya poco podían hacer allí, así que no tardaron en llegar al momento de las despedidas.
- ¿Unirme? ¿Estás segura de que deseas tener a un loco como yo de compañero? - miró a Jules unos instantes. - Bueno, puede que no esté tan loco, después de todo-, bromeó, y le dio un palmada amistosa en el brazo al cazador. - Siempre he sido un poco errante, pero si crees que merezco ser parte del gremio, te ayudaré como buenamente pueda-, sonrió a la morena. - Adiós Huri, como ha dicho Níniel, no subestimes lo que se ha logrado hoy, aún con el pesar de los seres queridos perdidos-, comentó esto último más serio, y asintió. - Cuídate. Seguro nos volveremos a ver pronto-, dirigió la mirada hacia el cazador. - Jules, asegúrate de que siga de una pieza para que eso ocurra-, sonrió al joven. - E intenta hacer lo mismo, maldito loco bromista-, rió ligeramente, antes de girarse y salir hacia el carro.
- Cuídate, pequeña-, se despidió Yennefer. - Ha sido una noche dura, pero eres fuerte. Despídete de Isabella de mi parte. Tu madre es una cabezota, pero es una buena mujer. No lo olvides-, sonrió con afecto. - Jules, cuídate también-, les dedicó una ligera reverencia de despedida, y salió tras los pasos de su hijo.
Un carro los esperaba para llevarlos a la posada donde se había hospedado. Todo un detalle, que les permitiría llegar más pronto para descansar de ese día tan largo y complejo.
- Seguro que en Sandorai no te diviertes tanto, Níniel-, dijo Yennefer, medio en broma, después de que el carro comenzara a andar. - Allí no está mi hijo-, dibujó una media sonrisa en los labios, muy parecida a la sonrisa de su hijo. Herencia materna, sin duda.
- Madre-, comentó, meneando la cabeza, y desviando la mirada hacia la ventana. Era mejor mirar el exterior, que mirar a la elfa y delatar sus sentimientos. - No solamente vos, dulce Níniel. Hoy dormiremos todos del tirón-, cambió de tema.
No podría ser de otra manera, con la aventura que habían vivido. Si alguien le hubiera dicho, como acabaría todo antes de comenzar la mascarada, lo hubiera tomado por un perturbado.
Había sido una noche larga. Una demasiado larga y oscura para su gusto. Pero por fin se podía permitir un respiro, después de tantas desgracias.
Isabella llegó en esos instantes, y como era normal, se interesó inmediatamente por el transcurso de los acontecimientos del rescate. Su hija fue la primera en contestarle. Aunque quizás no hicieran falta las palabras para comunicarle las malas noticias a la madre de Huracán, pues todos tenían la pena grabada en el rostro, algo que no tardó en contagiarse a Isabella.
- Todo ha sido tal y como te ha contado Huracán-, dijo su madre, acercándose a su amiga, y poniéndole una mano en el hombro. - Lo siento mucho, no hemos podido hacer nada por Igraine-, comentó con pesar.
Él por su parte no dijo nada. Que más se podía decir. Como le ocurría a Huri, Isabella no podía sino asumir el dolor por sí sola. En eso no se podía hacer nada, solamente consolar, y esperar que el tiempo cicatrizara las heridas.
Acarició con las yemas de los dedos la vaina de cuero de la espada sobre la mesa. Con delicadeza. Y con la mente medio ausente. Era sorprendente, como en una noche todo podía cambiar tan rápido. Como a veces, durante meses, e incluso durante años en ocasiones, la vida seguía una cierta rutina, y no se producían cambios significativos durante tanto tiempo. Y como en una sola noche como aquella, todo podía cambiar. Para mal en esta ocasión.
Al menos habían salvado a la madre de Cassandra. O eso esperaba, aunque lo más correcto era decir que lo deseaba. Todo, o casi todo había salido mal, y por ello habían muerto buenas personas. Anhelar que la mujer se salvara, era una forma de que esas muertes no fueran en vano. Eso sin contar, que la mujer de James merecía vivir muchos años, como toda persona, pero más aún cuando había sufrido tanto en la mansión de los Boisson. Merecía una larga vida lleva de felicidad que reparan todo ese dolor acumulado.
De todos modos, no tenía por qué temer por la vida de la esposa de Harrowmont. Ya que Níniel era una gran experta en alquimia y medicina, más allá de sus poderes de sanación. Si existía modo alguno de salvarla, la elfa era de las pocas personas que podía dar garantías de saber hacerlo.
El lord apareció en escena, y tuvo una corta conversación con Isabella. Lo suficiente para saber que de aquí en adelante, ambas familias lucharían por un mismo objetivo. Destruir a la Hermandad. Y mentiría si no dijera que le alegrara tal alianza. Los Harrowmont habían demostrado que las personas podían cambiar, y solamente algo así daba esperanzas para el futuro.
En cualquier caso, estaba demasiado cansado, y lo que hablaban no era asunto suyo. Era cosa de ambas familias. Por ello el rubio rodeó su cuerpo con sus propios brazos, en una especie de abrazo solitario. Haciéndose más pequeño para acurrucarse en aquella silla tan cómoda. Recostándose con los ojos cerrados. Simplemente buscando un poco de reposo para su mente.
Cuando sintió el zarandeo de su madre, no supo decir cuánto tiempo había dormido, pero imaginaba que no demasiado. Mejor, no buscaba dormirse, solamente abstraerse un poco y descansar, pero su cuerpo no se había conformado con tan escueto consuelo, y había decidido que era mejor desconectarse del mundo totalmente.
- Vaya. Me he quedado dormido-, dijo, incorporándose abruptamente, y meneando la cabeza para despejarse, nada más hacerlo.
- Ya veo, ya-, sonrió su madre. - Ha sido una noche complicada. No te preocupes. Solo han sido unos minutos. Te podría haber despertado antes, pero he preferido que durmieras un poco.
- Gracias, supongo-, le devolvió la sonrisa. - Como han ido las curas de la esposa de James. Imagino que me despiertas por ello.
- Ha ido bien. Podemos volver a casa sabiendo que al menos el rescate ha sido un éxito. Un éxito muy caro, pero éxito al fin y al cabo-, contestó Yenn.
Vinc asintió como respuesta, y observó al resto de sus compañeros, así como la aparición de Níniel que confirmaban las palabras de su madre. Al menos la madre de Cass había sobrevivo. No todo eran malas noticias.
Ya poco podían hacer allí, así que no tardaron en llegar al momento de las despedidas.
- ¿Unirme? ¿Estás segura de que deseas tener a un loco como yo de compañero? - miró a Jules unos instantes. - Bueno, puede que no esté tan loco, después de todo-, bromeó, y le dio un palmada amistosa en el brazo al cazador. - Siempre he sido un poco errante, pero si crees que merezco ser parte del gremio, te ayudaré como buenamente pueda-, sonrió a la morena. - Adiós Huri, como ha dicho Níniel, no subestimes lo que se ha logrado hoy, aún con el pesar de los seres queridos perdidos-, comentó esto último más serio, y asintió. - Cuídate. Seguro nos volveremos a ver pronto-, dirigió la mirada hacia el cazador. - Jules, asegúrate de que siga de una pieza para que eso ocurra-, sonrió al joven. - E intenta hacer lo mismo, maldito loco bromista-, rió ligeramente, antes de girarse y salir hacia el carro.
- Cuídate, pequeña-, se despidió Yennefer. - Ha sido una noche dura, pero eres fuerte. Despídete de Isabella de mi parte. Tu madre es una cabezota, pero es una buena mujer. No lo olvides-, sonrió con afecto. - Jules, cuídate también-, les dedicó una ligera reverencia de despedida, y salió tras los pasos de su hijo.
Un carro los esperaba para llevarlos a la posada donde se había hospedado. Todo un detalle, que les permitiría llegar más pronto para descansar de ese día tan largo y complejo.
- Seguro que en Sandorai no te diviertes tanto, Níniel-, dijo Yennefer, medio en broma, después de que el carro comenzara a andar. - Allí no está mi hijo-, dibujó una media sonrisa en los labios, muy parecida a la sonrisa de su hijo. Herencia materna, sin duda.
- Madre-, comentó, meneando la cabeza, y desviando la mirada hacia la ventana. Era mejor mirar el exterior, que mirar a la elfa y delatar sus sentimientos. - No solamente vos, dulce Níniel. Hoy dormiremos todos del tirón-, cambió de tema.
No podría ser de otra manera, con la aventura que habían vivido. Si alguien le hubiera dicho, como acabaría todo antes de comenzar la mascarada, lo hubiera tomado por un perturbado.
Vincent Calhoun
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