Mi nuevo mejor amigo tiene escamas [Desafío]

A Hont le encantaba hacer nuevos amigos. En cada nueva aventura que le tocaba vivir, encontraba a dos a tres amigos nuevos.  También se topaba con una gran multitud de enemigos, pero éstos eran debiluchos que, tras la primera zurra que les daba el hombrecillo, se rendían y no le decían más nada.  Así de bueno era Hont: el mejor amigo para sus amigos y el peor enemigo para sus enemigos. En la imaginación del pequeño hombre zarigüeya, él era el mejor de los héroes de Aerandir, el más fuerte y el más poderoso. ¡Qué se lo dijeran a Thiel! Ella le había visto pelear contra los payasos, y eso daban mucho miedo. También podían preguntarle a Eltrant. Seguro que el exmercenario comenzaría a hablar de aquella vez que pelearon contra un brujo muy malo que vestía todo de negro. Había muchos testigos de las aventuras y desventuras del pequeño Hont y todos éstos hablarían maravillas del héroe zarigüeya y su espada de madera. ¡Claro que sí!

El nuevo testigo de sus aventuras y su nuevo mejor amigo (otro mejor amigo que sumar a la lista) era un lökhi dorado que Hont había encontrado en el arenal. Si el animalito pudiera hablar diría maravillas del hombrecillo, las mismas maravillas que dirían sus amigos más antiguos. Hont llevaba horas con el lökhi haciendo casi todo por él: Le llevaba a los sitios donde más sombra hacía en el arenal, justo bajo de unos arbustos secos del clima, cazaba por él y le espantaba los depredadores que quisiera hacerle daño. Incluso llegó a masticarle la comida para que el animal hiciera menor esfuerzo posible. ¡Lo que fuera por el lökhi!

El animal necesitaba toda la ayuda que fuera posible. Cuando Hont, un tiquirrojo le estaba picando sus esquemas. ¡Se lo iba a comer! No podía dejar que un pájaro se comiese al lökhi más bonito que jamás hubiera visto. Espantado, empuñó la espada de madera y espantó al tiquirrojo. Llegó a tiempo, el animalito todavía seguía vivo. Tenía una pata rota, pero estaba vivo. A partir de ese momento, animal y hombre bestia fueron inseparables.  Hont le ayudaba a hacer todo lo que fuera necesario y, a cambio, el lökhi tenía que escuchar todas las historias que Hont tenía por contar. Eran como uña y carne. O como el lökhi diría de poder hablar: “como escama y carne”.

-Como escama y carne. ¿No lo pillas? Es gracioso porque tu cuerpo está recubierto de escamas.- el animal ladeó la cabeza, no entendía absolutamente nada de lo que Hont parloteaba-Pero si es muy gracioso. Tienes que reírte. Ha sido un chiste muy bueno y lo sabes. Tienes que reírte y reconocer que, aparte de ser el héroe más fuerte de Aerandir, también soy el que cuenta los mejores chistes-. Empuñó su espada de madera y señaló, con la punta de ésta, la cabeza del animal.

El lökhi dorado hizo un sonido que fue mezcla entre ronroneo de un gato y la risa infantil de un niño humano.

-¿Ves cómo soy el más gracioso?-

Los siguientes movimientos con la espada de madera fueron como si estuviera combatiendo contra unos enemigos invisibles. Estaba contento de poder jugar con su nuevo amigo y de haberlo salvado del tiquirrojo. Tan contento estaba que no se podía estar quieto. Tenía que estar moviéndose y saltando todo el raro. ¡Cuánta felicidad!


Bienvenido seas a jugar con Hont: Te encuentras en el arenal cercano a Roilkat. No me importa cómo has llegado hasta allí, pero si deseas explicarlo eres libre de hacerlo. En este turno, únicamente debes de relatar cómo es tu encuentro con el personaje de Hont y su nuevo mejor amigo. Un Lökhi dorado, es verdaderamente muy extraño. Algo así puedo valer una gran suma de aeros.
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Faltaba poco para que los mellizos cumplieran el año, dado que no tenía mucho que hacer en las últimas semanas, había adquirido el hábito de tomarlos a hacer pequeñas excursiones en las afueras de Lunargenta y aledaños; con eso disfrutábamos todos. En esa ocasión Alex prefirió que fuésemos solos, y yo accedí rápidamente. No era bueno tener a un licántropo encerrado por mucho tiempo, los peques eran monos, pero al cabo de un buen rato podían enervar por dos a cualquier persona. Montados sobre Furia y con el siempre fiel Chy vigilando desde el cielo, los caminos nos llevaron a los arenales de Roilkat. Nos habíamos ido bastante lejos, pero eso quería decir que dormirían mejor esa noche. Mejor, más tiempo para que los adultos disfruten. No podía esperar a regresar a la casa.

Ni bien nos internamos en el desierto, bajé de la montura con cada crío bajo el brazo, como si fuesen un saco de papas y los dejé en el suelo. Hmmm… realmente es extenso… pero no se compara a la llanura nevada. Al menos no moriremos congelados reflexioné, sonriéndole a los pequeños que ya se habían metido la arena a la boca. Emel me miraba con una expresión acusatoria, como si le hubiese traicionado y Joner casi que daba lástima, parecía que quería llorar, sus mejillas estaban rojas y sus ojos empañados pero se resistía. No me pude aguantar y lo abracé como a un pequeño animalillo. Escupelo Jo… muy bien así así… los lobos no lloran. Corren por la arena y las piedras informé con una santa paciencia mientras lo volvía a parar.

Había visto a muchos niños licántropos en Ulmer, a su edad algunos casi que corrían. Solían ser más veloces en eso del equilibrio en comparación a los humanos. Em ya daba varios pasos sola, pero el varón… generalmente prefería gatear. ¡Gatear! Como un gato. Cuando pensaba en eso me daban ganas de romper algo, o patearlo… bueno, estaba en el desierto. En el vasto desierto… tenía total libertad. Me encogí de hombros y patee una roca. Buen momento para que tus instintos de perro salgan a la luz mocoso mascullé entre dientes, mientras caminaba con las manos en los bolsillos lentamente tras Joner que había ido tras la mentada piedra. Tch miré hacia atrás para echarle un ojo a la niña. Furia estaba con ella, era imposible que cualquier cosa peligrosa que se moviese por los suelos saliera con vida si se acercaba a ella.

De haber sabido que les iba a gustar tanto toda esta arena y el polvo, hubiese traído al mocoso grande susurré. Joner encontró correctamente la piedra que había pateado. ¿Quién será un buen rastreador? ¿Quién? pregunté melosa mientras le despeinaba. Un giro en la brisa detuvo cualquier juego. Ambos nos miramos profundamente, reconociendo una esencia que no era familiar. Miré a nuestro alrededor. Un par de metros más adelante había una saliente en la roca. Le di una última mirada a Furia y Emel y con el niño en brazos caminé hacia el montículo de rocas. Ah… una visión cuanto menos triste. Arena, rocas y distintos matices de amarillo. Totalmente absurdo. De la esencia que habíamos detectado ni rastro. Estaba por volver junto a las chicas cuando Chy gritó desde los cielos, girando sobre algo.

Me encontraba sentada a la sombra, con una pierna estirada y la otra flexionada, donde reposaba mi mano diestra cómodamente. Llevaba mucho rato observando al pequeño hombre bestia atender a ese löki. Cualquier cazador que se preciara de serlo, sabría qué era ese pequeño animal. De lo que no estaba segura era de lo que era el hombrecillo. Una rata gigante no es, esa cola la he visto a pesar de no estar muy lejos de él, el pequeño estaba tan enfrascado en su lucha con el enemigo invisible que no se había percatado de nuestra presencia. El halcón moría por ir a picar al par, pero se lo negué rotundamente con un gruñido que le caló hasta las plumas. Ah… era adorable. Demasiado adorable, era incluso mejor que mis niños, tapados de arena y sin pelo en la piel.

Llevaba todo ese tiempo pensando en una forma para aproximarme a él, pero casi todas resultaban en mi imaginación como una forma de acoso. hmmm… tendrá que ser normalmente entonces, quizás con suerte, si le ofrezco comida me deje abrazarle y jugar con él. Joner intercambiaba su mirada entre el duo de pequeñas bestias y yo. Muy bien, Joner, Emel resolví poniéndome en pie ¿Emel?. Alarmada miré a los alrededores y la divisé acercándose a toda carrera al pequeño armado con su espada de madera. ¡Esa mocosa! di un paso tentativo hacia su dirección, pero probablemente mi rostro se vería lívido en ese momento. Sabía que el chiquillo no era una amenaza, pero mis instintos a veces se desbordaban.

Me obligué a respirar y decidí acercarme al pequeño grupo en mi forma de lobo. Con Joner prendido a mi espalda, llegué cuando el autoproclamado gran héroe Hont y su amigo le preguntaban a Emel de dónde había salido. Ahora que no era más que un lobo, me detuve a un par de metros y di un ladrido juguetón, saqué la lengua de costado y sonreí mi mejor sonrisa lupina.
-Mama- anunció la niña señalándome. Con eso me di por invitada y le di un lengüetazo baboso desde su pancita hasta la nariz al pequeño pero valiente combatiente. Ah… ahora que estaba cerca me daba cuenta, era una zarigüeya. Arrugué ligeramente el hocico e hice una reverencia para luego sentarme y dar la pata. Realmente estaba disfrutando ver todas y cada una de las reacciones del pequeño. Me preguntaba cuánto más iba a soportar antes de tener que volver a mi forma humana.

Alguien debería haberle a la gran loba que llenar de babas a los héroes de Aerandir era de mala educación ¡Qué maleducada! Ni con ocho baños de agua caliente conseguiría quitarse la peste y el tacto pegajoso que le había dejado las babas de la loba por todo el cuerpo. ¡Maleducada!

-Mala mamá loba, muy mala- renegó Hont a la vez que agitaba su espada de madera como si fuera un papel de periódico – Nadie querrá jugar con tus hijos si les enseñas esos modales-.

La loba lo intentó arreglar sentándose en el suelo y ofreciendo su pata en un tono de disculpa como si fuera un perro. El hombrecillo zarigüeya arrugó la nariz e hizo un gesto digno y miró hacia otro lado. Si la gran mamá loba quería que la tratasen como un perro, eso es lo que Hont iba a hacer. La amaestraría como si fuera un perro de verdad: Si hacía algo malo la tendría que castigar sin lanzar le un palo de juego cuando se lo pidiera. O, lo que era lo mismo en este caso, sin tomar la patita que ofrecía como disculpa. Tenía que aprender que había hecho una cosa muy mala y asquerosa.    

El enfado de Hont no duró mucho tiempo. El hombrecillo era demasiado bueno e inocente como para ponerse orgulloso y fingir enfado durante más de cinco segundos. Después de este tiempo, se lanzó de un salto contra la cabeza de la gran loba y la abrazó con mucha fuerza. Siempre había deseado tener un lobo como mascota y éste venía con dos cachorros humanos de regalo.

-No me puedo enfadar con alguien tan adorable- estuve a punto de devolverle el lengüetazo en la cara cuando se dio cuenta que si lo hacía se llenaría la boca de pelo- pero recuerda que me vengaré. ¡Claro que sí! Una broma por otra broma. Es un trato más que justo. El macho alfa de la manada soy yo-.

A unos pocos metros de distancia se escuchó un agudo sonido que sonaba como si fuera la mezcla entre un aullido de lobo y un maullido de gato. Hont bajó rápidamente de la cabeza de su nueva amiga peluda y cogió a brazos a su amigo escamoso. No le gustó ese sonido, daba miedo. Era posible, para Hont al menos parecía posible, que el héroe zarigüeya pudiera hacer frente a cualquier cosa que hubiera hecho ese grito. Pero el lökhi no, él seguía herido por la pelea que había tenido con el tiquirrojo.

Puso el animal en la bolsa donde estaban los hijos de la gran loba y dijo, a media voz, mirando al suelo:

-Si no tienes una espada de madera tan fuerte como la mía, creo que deberías tener miedo de lo que viene por allí.- señaló a lo alto de una colina de arena, allí había cinco figuras felinas observándoles mientras se relamían- Creo que se llaman raguetos-.


Woodpecker: Hont te ve como su nueva amiga peluda, puedes seguir aprovechándote de esto para el siguiente turno. También, éste, será tú último turno. En él deberás proteger a la “manada” de un ataque de raguetos. Sé que te "gustan" los gatos, aquí tienes a los más grandes. Adicionalmente, deberás elegir si robar el lökhi dorado de Hont para sacar beneficio de ello o dejarlo en libertad junto con el héroe zarigüya.
Ficha de los raguetos: ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo])

Ese Hont era como un libro abierto. Había logrado uno de mis objetivos: ganarme su confianza. El siguiente sería apapacharlo tanto hasta dejarle sin aire, más tarde, de momento estaba disfrutando escucharle con su presencia de héroe, realmente le ponía todas las ganas. Su voluntad era inquebrantable, a pesar de esa hilarante estatura, no se amilanaba por nada. Giré mi cabeza hacia un lado, dejando que una de mis orejas cayeran. Ignorarme no iba a hacer que me fuese, ¿era eso lo que quería? Pero así como quien abre y cierra los ojos, Hont estaba abrazándome ¡abrazando a un lobo!. Comencé a preocuparme de que el Sol le estuviese calando profundo al chiquitín. De todas formas, cada vez estaba más cerca de agarrarle de su colita y hacerlo volar por los aires como la bolita de pelos que era. Tan pero tan lindo y apapachable.

Lo único que me mantenía a raya en esos momentos era su actitud de amo digno. No lo comprendía del todo, pero parecía que se sentía como mi dueño. Me había rezongado por lamerle, por usar mi fina baba sobre su deliciosa piel. No era una loba mala, bueno, técnicamente sí, pero no estaba siendo mala en ese sentido. Mi baba era de calidad, ¿cómo podía decir que nadie querría jugar con mis cachorros cuando les estaba enseñando bien? Me eché en el suelo, estirando mis patas delanteras. Sea como fuere, el pequeñín se había asemejado a una olla a punto de estallar por unos momentos. Aquello era –y sería- totalmente disfrutable. No perdía ni medio minuto estando allí como estaba. Comenzaba a preguntarme si Furia disfrutaba tanto que la cabalgase, como yo estaba pasando de bien con la pequeña zarigüeya parlante.

A lo lejos escuché algo que no reconocí. El chiquito se bajó de mi cabeza –que era un poco más pequeña que su cuerpo entero- y habló de unos raguetos. Hasta el momento no le había visto bajar su cabecita movediza, por lo que no me gustó mucho como sonaron sus palabras. Chy hacía semi-círculos a la distancia, acercándose rápidamente hacia nosotros. La mascota cara de Hont y mis niños estaban a salvo tras nosotros. Hubiese querido informarme más, pero la situación parecía que era lo suficientemente tensa como para alertar al halcón. Le toqué el hombro con mi hocico a mi valiente compañero y le señalé a nuestros preciosos acompañantes. Miré al frente, esperando desvelar los misterios de las dunas y los mensajes sin codificar del ave. Mis orejas estaban hacia los lados a media altura, no elevadas, tampoco en sumisión. Levanté mis labios y comencé a mostrar los dientes cuando tres pares de ojos amarillos nacieron de entre la arena.

Ellos me miraron y parecieron dudarlo unos instantes, pero pronto sus ojos se volvieron hacia mi espalda, clavados en Hont. “Ah no, claro que no” pensé mientras dejaba escapar un gruñido que se transformó en ladrido. Sentía que los pelos de mi espalda y cola se habían convertido en alambre. No sabía por qué esos gatos del desierto estaban tan cerca del linde con las otras tierras, pero no me gustaba para nada su actitud. “Gatos. Todo.se.trata.de.ellos. Con sus colitas largas y su cuerpo elegante y flexible. A ver que les parecen mis colmillos”. La forma feral cada vez tomaba más de mis pensamientos humanos. Era un lobo, atacaría como uno.


Las patas de la licántropo despegaron de la arena, impulsándola directo hacia la mitad de la pequeña formación. Los raguetos, encontrando en ella muchos de los signos de su depredador natural, los kags. No dudaron en rodear a la loba para atacar. Más inteligentes que otros felinos, esperaban su oportunidad para terminar con ella e ir por las presas sin prisas. El pelaje de los raguetos se confundía con las arenas que les rodeaban, haciendo difícil para Wood localizarlos. Sus ataques eran sincronizados, uno, otro y el otro. Todos de diferentes lugares, todos involucrando garras y dientes. Pero el cuero de la guerrera era más grueso que las cosquillas que le hacían sus félidos contrincantes. Acostumbrados a tratar con la armadura de los perros del desierto, no sabían cómo usar efectivamente sus garras en la carne y grasa de su solitaria adversaria.

Pero poco a poco, con cada ataque que sacrificaba velocidad por profundidad, con cada rasguño y mordida, la licántropo no comenzó a separar sus olores, aprendió a buscar el color negro que rodeaba sus ojos y el tinte en las puntas de sus orejas. El siguiente atacante probablemente se arrepintió de acercarse por su lado derecho para atacar de un zarpazo su lomo, puesto que fue esperado con mandíbulas abiertas para luego ser revoleado por los aires hasta que sus compañeros fueron en su ayuda. El ragueto cayó al suelo, rebotando en la arena hirviente. Profirió un gemido apagado pero se levantó con más rabia para volver a atacar, sin embargo manqueaba de la mano que casi le rompe la loba.

Con renovada confianza, Wood esperó a los otros dos para que hiciesen el primer movimiento, pero sin tener un pelo de tontos parecían rodearla, esperando el mejor momento para su carga. En un abrir y cerrar de ojos, los gatos super desarrollados habían desaparecido en una nube de arena. La cánida levantó su hocico en busca de un rastro olfativo pero la información llegó tarde, dos de los enemigos se habían prendido con saña de su cuartos traseros, arrancándole un aullido de rabia y dolor. El tercero, apareció por los aires, parecía que volaba, en su elegante salto, se dirigía a la garganta de la mujer bestia que, utilizando sus reflejos* evadió el ataque y contraatacó desde el suelo, cerrando sus fauces en el cuello del animal que quedó temporalmente dormido.

Con uno de los atacantes fuera de combate y otro herido, la loba gris volvió su cabeza a los dos mininos que aún estaban prendidos de su carne. Parecían minúsculos en ese momento. No… en verdad lo eran, ya que sintiéndose superior, su rasgo de luchadora alfa se activó haciendo que creciera muy por encima del tamaño de sus félidos amigos. Mostró sus dientes y arrugó su hocico. El gruñido profundo se intensificaba con su respiración. El ragueto que estaba sano, no resistió la presión de la grave mirada de la loba. El herido, que aún seguía sin soltar presa tenía los ojos dilatados. Probablemente sabía que sus colmillos eran la última barrera que le aseguraba la vida en esos momentos.

Wood volvió su cabeza a él y sonrió su sonrisa lupina, levantando la pata con gato y todo. Había pescado a un ragueto. Miró a sus cachorros en busca de aprobación y recibió una pequeña ovación de aplausos, pero de lo que más se sorprendió era de que Hont ya venía a más de medio camino, gritando como un guerrero curtido, con su espada apuntando a los cielos. Si eso no hacía que la loba volviese a ser un poco más humana, nada lo haría. Sintió como el hombre bestia intentaba en vano hacer que el felino del desierto desbloquease su mandíbula. Entonces, en un momento de inspiración, se trepó sobre el lomo de Wood y comenzó a azotar con su cola la cabeza del enemigo.


Estuviste muy valiente ahí, gran geurrero Hont dije mientras le abrazaba sentado sobre mis piernas. Restregué mi pelo contra su espalda un par de veces y por centésima vez me di por bien pagada. Esta fue la última vez dije, viendo su cara de disconformidad. Le di una sonrisa de lado y le dejé libre. Solo protégete de los predadores… quería decir más, pero el pequeño gran Hont probablemente se sintiera ofendido. Tenía el corazón de un león encerrado en un cuerpo tan pequeñito. Espero que tu amigo se cure pronto desee una vez sobre Furia, con los mocosos deshaciéndose en aspavientos y adioses al par que dejábamos atrás. Nos vemos pronto dije a modo de despedida mientras intentaba disimular un hilillo de baba que se me había caído con el mero pensamiento del sabor de su piel en mi lengua. Empezaba a pensar muy seriamente en que Emel y Joner tal vez querrían una zarigüeya de mascota muy pronto.


Off: Los subrayados son los usos de mis habilidades de combate: ojo por ojo, el modo alfa, los tres enmarcados en el frenesí del depredador, motivo por el cual rolee la segunda parte de este post como narrador externo.
Gracias por el evento, lo disfruté mucho Sigel ò.ó/
Espero haber estado a la altura y cumplido con las expectativas D=

Tiempo después de que la gran loba plateada y el pequeño hombrecillo zarigüeya Hont se despidieran como buenos (y extraños) amigos, ella descubrió un que uno de sus cachorros, el varón, estaba mordiendo algo brillante. La hembra, Elmel, era más inteligente que su hermanito y sabía que no tenía que llevarse las cosas a la boca. Ella, sostenía el regalo que le había dejado Hont con sus dos manitas acariciando cada rinconcito de la escama dorada. Con cada caricia, descubría algo más de la escama: era suave, estaba fría y era como tocar algo que estaba hecho de muchos cuadrados pero que, en realidad, era uno solo. Joner, por su parte, con cada lametón y cada mordida, también descubría propiedades que su hermana no llegó a entender: Era crujiente y sabía al principio a arena y luego a caramelo.

Los pequeños descubrieron muchas propiedades del pequeño regalo que Hont les había regalado. Sin embargo, no tenían forma alguna para comprender la propiedad más importante de las escamas de un lökhi dorado: Era una pieza muy valiosa en el mercado.

Woodpecker también tenía su propia escama escondida bajo de la bolsa donde estaban sus cachorros y Hont, minutos atrás, había dejado a su lökhi. El animalillo soltaba muchas escamas, no pasaba nada si las recogía y las regalaba a sus amigos. Hont sonreía de oreja a oreja al imaginarse la cara que pondría la gran mamá loba al ver su regalo.



* Woodpecker: Buena jugada, venciste a los raguetos e hiciste un nuevo amigo. El mejor amigo que uno se puede hacer en este foro.

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Objeto:Escama de lökhi dorado

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