El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
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El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
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Leyó la carta que tenía en la mano. Primero mentalmente y luego en voz alta. No fue capaz de comprender todo lo que decía así que lo leyó una tercera vez. Era complicado. Por muy bien que supiera leer, y sabía leer mejor que nadie, era incapaz de comprender qué era lo que decía la carta. Entre todas las funciones que podía realizar no estaba la de tomar decisiones y si quería entender lo que allí había escrito debía tomar decisiones; Adie, cibernético mensajero entre muchas otras funciones, sabía que tenía que aprender la nueva función de “toma de decisiones” para entregar la carta a su destinatario, fuera quién fuera. La carta la había encontrado debajo del cadáver de un caballo camino a Dundarak. Adie cogió la carta y mordió el comió el trozo de un hueso del equino para saber cuántos días llevaba muerto. Novecientos diecinueve días. Lo supo con total exactitud y precisión. Las lluvias habían descubierto el cadáver del animal y con él la bolsa que el anterior mensajero llevaba. Milagrosamente, el interior del bolso estaba intacto y allí estaba la carta incomprensible para alguien que no tiene la función de tomar decisión.
De dos cosas estaba seguro. La primera era que tenía que entregar la carta. Entre sus funciones estaba la de ser mensajero, era su función principal. Tenía que llevar la carta a Dundarak y allí preguntaría a todo dragón que se encontrase si necesitaban la información que ponía la carta. Si tenía suerte, no tardaría más de tres días en hallar a ese tal “mi querido y desconocido amigo” a quién se refería la carta. La segunda cosa era un secreto que ninguna de las funciones de Adie podía explicar. Era la cosa del diecinueve, el número favorito del cibernético. Él creía ciegamente que toda clase de vida estaba guiado por un número, cada quién tenía un número por el cual creer y por el cual guiarse. A quienes llaman a esos números “honor” y otros lo llaman como “honor”; palabras que carecen de valor para las funciones de Adie. Él solo entiende de números y el suyo es el diecinueve. El caballo llevaba 9-19 días muertos. Si no era eso una señal de que la carta debía de entregarla él es que ninguna de las funciones de Adie podría reconocer una señal. Cosa que era 100% imposible.
-¿Eres un querido y desconocido amigo?- empezaba preguntando a cada persona que se encontraba en su camino hacia la ciudad de los dragones- Estoy buscando a alguien a quien se le dirige sobre esa forma porque ese alguien puede hace justiciar. Lo dice aquí,-mostraba la carta sin llegar a abrirla pues solo el verdadero destinatario podía leer la carta (sin contar al mensajero)- pero no te lo voy a enseñar. Antes me tienes que enseñar que sabes cosas que mis funciones no saben. ¿Sabes quién es el Hombre Bueno?-
Si contestaban que no, Adie les ignoraba y seguía corriendo con destino a Dundarak. Si contestaban que sí, Adie utilizaba su función de analizar las constantes vitales (que eran números al fin de cuentas) para saber si le estaban mintiendo. Por desgracia, la mayoría mintieron.
Ayudante de mensajería: Han pasado casi tres años desde que murió el Hombre Bueno. Aunque siento que tu podría haber gustado salvar a tal personaje, hemos llegado tarde. Ha pasado tanto tiempo que apenas nadie se acuerda de él (tú no serás una excepción y por el momento no encontraremos en la misión a ninguna de esas personas que todavía recuerdan al Hombre Bueno). Aun así, creo que todavía podemos hacer algo para limpiar su memoria. Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]) está dispuesto a poner todo su empeño en entregar la carta a su destinatario, es su función principal. ¿Le ayudarás? ¿Ayudarás también a limpiar la memoria del Hombre Bueno?
Si la respuesta es afirmativa, Adie en este turno Adie te encuentra en el camino que lleva hacia la ciudad de los dragones y te pregunta exactamente lo mismo que le preguntó a las otras muchas personas que se encontró antes. Solo una notación: No temas en controlar las acciones de Adie y de ningún otro npc que nos vayamos encontrando. A medida que avance la misión te iré indicando qué personajes puedes utilizar para el próximo turno y qué no.
De dos cosas estaba seguro. La primera era que tenía que entregar la carta. Entre sus funciones estaba la de ser mensajero, era su función principal. Tenía que llevar la carta a Dundarak y allí preguntaría a todo dragón que se encontrase si necesitaban la información que ponía la carta. Si tenía suerte, no tardaría más de tres días en hallar a ese tal “mi querido y desconocido amigo” a quién se refería la carta. La segunda cosa era un secreto que ninguna de las funciones de Adie podía explicar. Era la cosa del diecinueve, el número favorito del cibernético. Él creía ciegamente que toda clase de vida estaba guiado por un número, cada quién tenía un número por el cual creer y por el cual guiarse. A quienes llaman a esos números “honor” y otros lo llaman como “honor”; palabras que carecen de valor para las funciones de Adie. Él solo entiende de números y el suyo es el diecinueve. El caballo llevaba 9-19 días muertos. Si no era eso una señal de que la carta debía de entregarla él es que ninguna de las funciones de Adie podría reconocer una señal. Cosa que era 100% imposible.
-¿Eres un querido y desconocido amigo?- empezaba preguntando a cada persona que se encontraba en su camino hacia la ciudad de los dragones- Estoy buscando a alguien a quien se le dirige sobre esa forma porque ese alguien puede hace justiciar. Lo dice aquí,-mostraba la carta sin llegar a abrirla pues solo el verdadero destinatario podía leer la carta (sin contar al mensajero)- pero no te lo voy a enseñar. Antes me tienes que enseñar que sabes cosas que mis funciones no saben. ¿Sabes quién es el Hombre Bueno?-
Si contestaban que no, Adie les ignoraba y seguía corriendo con destino a Dundarak. Si contestaban que sí, Adie utilizaba su función de analizar las constantes vitales (que eran números al fin de cuentas) para saber si le estaban mintiendo. Por desgracia, la mayoría mintieron.
- Carta que encuentra Adie en el cadáver del caballo:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]A mí querido y desconocido amigo:
No me conoces y lo más probable es que yo nunca te conoceré. Una pena pues me gustaría estar contigo en persona para agradecerte por el favor que me tienes que hacer. El día siguiente al que esta carta debería llegar a Dundarak, el Hombre Bueno será ejecutado. Se le denegó el derecho a juicio. ¡No tienen vergüenza! A nosotros, sus amigos, se nos prohibió partir de Lunargenta para defenderle ¡No es justo! Y ahora, van a matarle. Solo tú, mi querido y desconocido amigo, puedes salvar la vida del Hombre Bueno. Demuestra que el Hombre Bueno es inocente. Hay pruebas suficientes por todo Dundarak.
Atentamente, un amigo sin nombre.
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Ayudante de mensajería: Han pasado casi tres años desde que murió el Hombre Bueno. Aunque siento que tu podría haber gustado salvar a tal personaje, hemos llegado tarde. Ha pasado tanto tiempo que apenas nadie se acuerda de él (tú no serás una excepción y por el momento no encontraremos en la misión a ninguna de esas personas que todavía recuerdan al Hombre Bueno). Aun así, creo que todavía podemos hacer algo para limpiar su memoria. Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]) está dispuesto a poner todo su empeño en entregar la carta a su destinatario, es su función principal. ¿Le ayudarás? ¿Ayudarás también a limpiar la memoria del Hombre Bueno?
Si la respuesta es afirmativa, Adie en este turno Adie te encuentra en el camino que lleva hacia la ciudad de los dragones y te pregunta exactamente lo mismo que le preguntó a las otras muchas personas que se encontró antes. Solo una notación: No temas en controlar las acciones de Adie y de ningún otro npc que nos vayamos encontrando. A medida que avance la misión te iré indicando qué personajes puedes utilizar para el próximo turno y qué no.
Sigel
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Re: El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
Había vuelto a Dundarak unos días para visitar a mi hermana y mi madre, y también porque llevaba un tiempo sin comer bien, pero ese motivo no lo sabrían, pensarían que sólo había ido por la comida. Y nada más lejos de la realidad, estaba allí porque las echaba de menos, cosa que tampoco les diría. Tenía un orgullo varonil que mantener y eso lo destrozaría. Me encontraba en la calle, yendo a visitar a unos amigos cuando vi a un biocibernético andando por la ciudad. Era extraño. No me parecía raro ver a uno, ya había visto otros más veces, lo que sí me parecía raro era que estuviera en Dundarak. Que yo recuerde era la primera vez que veía uno aquí. ¿Qué habría venido a hacer?
Lo observé durante un rato. Aparentemente estaba buscando a alguien para entregarle una carta. Me acerqué y me preguntó lo mismo que a los demás. Pensándolo bien yo era un querido y desconocido amigo. Era querido por mis amigos, pero no me conocían del todo, así que por ese razonamiento encajaba en la búsqueda. Asentí y me preguntó si sabía quién era el Hombre Bueno. -Claro que lo sé. Respondí con toda seguridad. Mi padre era el hombre más bueno que había conocido, y seguramente se refería a él. ¿Quién podría ser más bueno que él?
El hombre de metal se me quedó mirando unos segundos y me entregó la carta. Lo miré a él un segundo y luego la abrí para leerla. Fruncí el ceño conforme la estaba leyendo. ¿Una ejecución? No tenía noticia de que se fuese a celebrar ninguna en estos días. La cerré y volví la vista al cibernético. - ¿De cuándo es esta carta? Podría no ser reciente, en cuyo caso no había prisa. Ayudaría a mi nuevo y desconocido amigo del pasado, eso seguro, no tenía nada mejor que hacer de todas formas.
Lo observé durante un rato. Aparentemente estaba buscando a alguien para entregarle una carta. Me acerqué y me preguntó lo mismo que a los demás. Pensándolo bien yo era un querido y desconocido amigo. Era querido por mis amigos, pero no me conocían del todo, así que por ese razonamiento encajaba en la búsqueda. Asentí y me preguntó si sabía quién era el Hombre Bueno. -Claro que lo sé. Respondí con toda seguridad. Mi padre era el hombre más bueno que había conocido, y seguramente se refería a él. ¿Quién podría ser más bueno que él?
El hombre de metal se me quedó mirando unos segundos y me entregó la carta. Lo miré a él un segundo y luego la abrí para leerla. Fruncí el ceño conforme la estaba leyendo. ¿Una ejecución? No tenía noticia de que se fuese a celebrar ninguna en estos días. La cerré y volví la vista al cibernético. - ¿De cuándo es esta carta? Podría no ser reciente, en cuyo caso no había prisa. Ayudaría a mi nuevo y desconocido amigo del pasado, eso seguro, no tenía nada mejor que hacer de todas formas.
Zouter
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Re: El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
Después de mucho preguntar encontró a la primera persona en Dundarak que conocía al Hombre Bueno. ¡El primero de muchos!
Por mero instinto, Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, cogió con delicadeza la mano del joven dragón y tomó sus constantes vitales para comprar que dijera la verdad. Era una fortuna, para estos casos, que entre sus muchas funciones estuviera la de detector de mentiras. Un buen mensajero debía asegurarse que estaba entregando la carta a su verdadero destino y, para ello, pocas cosas había más útiles que estudiar las constantes vitales del candidato a posible destinatario.
-Resultado: Verdad- dijo el cibernético, con un tono de voz metálico y extremadamente neutral, cuando terminó con su análisis. Tras dar el resultado del análisis, habló con su tono de inocente habitual. –Las posibilidades de que encontrase a alguien que supiera información del Hombre Bueno eran cada vez más baja a medida que las personas me iban diciendo que no-.
Adie, entregó la carta con una sonrisa. Objetivo cumplido. Era un muy buen mensajero. Nadie podría negar que el cibernético hacía muy bien su trabajo. Aunque fuera una carta perdida durante 919 días, Adie podría cogerla y entregarla a su destino.
-No lo sé con seguridad. El caballo que tenía el zurrón con esta carta llevaba novecientos diecinueve días muerto. Son muchos días.- Los ojos de Adie brillaron cuando se dio cuenta de que el Hombre Bueno debería estar muerto y que si el joven dragón, Amado Descocido, lo conocía debía de darle su pésame. Adie no entendía la muerte pero, entre sus muchas funciones estaba la de ser un biocibernético educado. –Mis más sentidas disculpas por su reciente pérdida irreparable- recitó como si fuera un texto que había memorizado para ocasiones como ésta.
Tras cumplir con su función de mensajería, la más importante de todas, Adie pensó si sabía algo acerca del Hombre Bueno y, la respuesta, fue absolutamente negativa. Entre los datos de su memoria no había ninguna información acerca de ningún hombre que se llamase Hombre Bueno. Eso le resultó extraño pues, desde hacía cuatro años, Adie había estado creando un censo personal e intransferible de todos los habitantes de Aerandir. No podía haber nada que no conociera; sus funciones (lo que sería “el orgullo” para un ser humano) no lo aceptarían.
-Por favor, cuéntame más sobre el Hombre Bueno y por qué le querían matar- se sentó en tierra con sus largas piernas de metal cruzadas- ¡Quiero saberlo todo!-
Zouter: Antes que nada, bienvenido a la misión. Me alegra mucho que hayas entrado en seguida, por alguna razón, creía que ésta, en especial, iba a tardar cierto tiempo hasta que alguien entrase. Me equivoqué, claramente.
Dicho esto, empecemos a hablar sobre lo ocurrido en este turno: Tu primera treta ha funcionado y Adie cree que eres la persona a quién tiene que entregar la carta. Has hecho un buen trabajo con ese truco, pero no has contado con la insaciable curiosidad del cibernético. No le puedes dejar plantado. Deberás buscar la manera de, o bien confesar tu primer engaño y presentar tu ayuda para encontrar el verdadero destinatario o, segunda opción, seguir como hasta ahora y contarle lo que sabes sobre “tu hombre bueno”.
Por mero instinto, Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, cogió con delicadeza la mano del joven dragón y tomó sus constantes vitales para comprar que dijera la verdad. Era una fortuna, para estos casos, que entre sus muchas funciones estuviera la de detector de mentiras. Un buen mensajero debía asegurarse que estaba entregando la carta a su verdadero destino y, para ello, pocas cosas había más útiles que estudiar las constantes vitales del candidato a posible destinatario.
-Resultado: Verdad- dijo el cibernético, con un tono de voz metálico y extremadamente neutral, cuando terminó con su análisis. Tras dar el resultado del análisis, habló con su tono de inocente habitual. –Las posibilidades de que encontrase a alguien que supiera información del Hombre Bueno eran cada vez más baja a medida que las personas me iban diciendo que no-.
Adie, entregó la carta con una sonrisa. Objetivo cumplido. Era un muy buen mensajero. Nadie podría negar que el cibernético hacía muy bien su trabajo. Aunque fuera una carta perdida durante 919 días, Adie podría cogerla y entregarla a su destino.
-No lo sé con seguridad. El caballo que tenía el zurrón con esta carta llevaba novecientos diecinueve días muerto. Son muchos días.- Los ojos de Adie brillaron cuando se dio cuenta de que el Hombre Bueno debería estar muerto y que si el joven dragón, Amado Descocido, lo conocía debía de darle su pésame. Adie no entendía la muerte pero, entre sus muchas funciones estaba la de ser un biocibernético educado. –Mis más sentidas disculpas por su reciente pérdida irreparable- recitó como si fuera un texto que había memorizado para ocasiones como ésta.
Tras cumplir con su función de mensajería, la más importante de todas, Adie pensó si sabía algo acerca del Hombre Bueno y, la respuesta, fue absolutamente negativa. Entre los datos de su memoria no había ninguna información acerca de ningún hombre que se llamase Hombre Bueno. Eso le resultó extraño pues, desde hacía cuatro años, Adie había estado creando un censo personal e intransferible de todos los habitantes de Aerandir. No podía haber nada que no conociera; sus funciones (lo que sería “el orgullo” para un ser humano) no lo aceptarían.
-Por favor, cuéntame más sobre el Hombre Bueno y por qué le querían matar- se sentó en tierra con sus largas piernas de metal cruzadas- ¡Quiero saberlo todo!-
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Zouter: Antes que nada, bienvenido a la misión. Me alegra mucho que hayas entrado en seguida, por alguna razón, creía que ésta, en especial, iba a tardar cierto tiempo hasta que alguien entrase. Me equivoqué, claramente.
Dicho esto, empecemos a hablar sobre lo ocurrido en este turno: Tu primera treta ha funcionado y Adie cree que eres la persona a quién tiene que entregar la carta. Has hecho un buen trabajo con ese truco, pero no has contado con la insaciable curiosidad del cibernético. No le puedes dejar plantado. Deberás buscar la manera de, o bien confesar tu primer engaño y presentar tu ayuda para encontrar el verdadero destinatario o, segunda opción, seguir como hasta ahora y contarle lo que sabes sobre “tu hombre bueno”.
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Re: El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
Novecientos diecinueve días eran muchos días, sí. Esos eran casi 3 años. Es curioso que no me acordase de algo que sucedió hace tres años.. Da igual, mi memoria nunca ha sido muy buena de todas formas.
Empecé a pensar en teorías fantasiosas sobre la ejecución del Hombre Bueno. Tal vez sabía la verdad de algo o alguien y lo inculpasen por algo falso para silenciarlo. Qué misterioso y emocionante era todo. Ahora nosotros éramos investigadores en busca de justicia para la memoria del hombre bueno. El primer paso era buscar a alguien que se acordase de la ejecución o lo conociera, luego habría que juntar toda la información y teorizar sobre lo ocurrido. También tendríamos que buscar al verdugo y a quien lo mandó ejecutar. ¡Qué emoción!
La voz del metálico me sacó de mi pensamiento. Quería que le contase todo lo que sabía sobre el Hombre Bueno, aunque la verdad era que su hombre bueno y el mío eran personas distintas. - Hmm.. El Hombre Bueno era una persona amable y valiente, no temía a nada ni a nadie, era padre de dos hijos y esposo de una mujer que en situaciones en las que se enfadaba daba mucho miedo. ¡Cierto! Teníamos que averiguar si tenía familia o amigos, en la carta decía que tenía en Lunargenta, tal vez sería un buen lugar para investigar. - Aunque me temo dije haciendo una mueca de desaprobación. - que el Hombre Bueno que yo conocí no es a quien se refiere esta carta, he debido de equivocarme.
- Pero no te preocupes, ¡yo te ayudaré a averiguar todo este misterio! Entre dos será más fácil, y divertido. ¿No crees? Lo miré con determinación. Podría pensar que le había mentido, pero hasta él había dicho que decía la verdad. Sólo había sido una confusión. ¡Y que yo no podría seguir viviendo sin saber la verdad de esta historia, leches!
Empecé a pensar en teorías fantasiosas sobre la ejecución del Hombre Bueno. Tal vez sabía la verdad de algo o alguien y lo inculpasen por algo falso para silenciarlo. Qué misterioso y emocionante era todo. Ahora nosotros éramos investigadores en busca de justicia para la memoria del hombre bueno. El primer paso era buscar a alguien que se acordase de la ejecución o lo conociera, luego habría que juntar toda la información y teorizar sobre lo ocurrido. También tendríamos que buscar al verdugo y a quien lo mandó ejecutar. ¡Qué emoción!
La voz del metálico me sacó de mi pensamiento. Quería que le contase todo lo que sabía sobre el Hombre Bueno, aunque la verdad era que su hombre bueno y el mío eran personas distintas. - Hmm.. El Hombre Bueno era una persona amable y valiente, no temía a nada ni a nadie, era padre de dos hijos y esposo de una mujer que en situaciones en las que se enfadaba daba mucho miedo. ¡Cierto! Teníamos que averiguar si tenía familia o amigos, en la carta decía que tenía en Lunargenta, tal vez sería un buen lugar para investigar. - Aunque me temo dije haciendo una mueca de desaprobación. - que el Hombre Bueno que yo conocí no es a quien se refiere esta carta, he debido de equivocarme.
- Pero no te preocupes, ¡yo te ayudaré a averiguar todo este misterio! Entre dos será más fácil, y divertido. ¿No crees? Lo miré con determinación. Podría pensar que le había mentido, pero hasta él había dicho que decía la verdad. Sólo había sido una confusión. ¡Y que yo no podría seguir viviendo sin saber la verdad de esta historia, leches!
Zouter
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Re: El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
Adie se quedó en silencio, la función de callar era muy difícil para un cibernético tan charlatán como Adie, asombrado por la historia del Hombre Bueno. Tenía que haber sido verdaderamente muy bueno si tenía a una mujer que daba tanto miedo. El mensajero sabía muy bien que era dar miedo. Su mamá también daba mucho miedo cuando se enfadaba. Adie fue un hijo bueno durante un tiempo, tanto tiempo como las funciones que tenía por aquel entonces le permitieron, y acabó enfrentándose contra sus padres. El Hombre Bueno, si era como el chico le estaba contando, nunca hubiera peleado con nadie por mucho miedo que diera ese alguien.
Y el asombro, que ya era alto de por sí, se incrementó cuando el hombre de carne dijo que su Hombre Bueno no era el mismo que el de la carta. ¡Le había mentido! Era imposible, las funciones de detección de mentiras eran infalibles. Miró fijamente al hombre de carne y examinó todas sus emociones sensitivas como si todo su cuerpo era un emisor de ondas que solo Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, pudiera examinar.
-Claro que te has equivocado. Tú Hombre Bueno es falso, por muy bueno que hubiera sido. Las únicas cosas auténticas son las que están escritas en las cartas y los números. Si tu Hombre Bueno no es el que está escrito aquí es falso.- era una crítica irrefutable, según pensaba de Adie. Entre sus muchas funciones estaba la de entender y debatir- Deberás disculparte por haberme mentido. Digo verdad y digo gracias- se cruzó de brazos como lo hacían los humanos ofendidos. Adie no se podía ofender, esa función no la tenía, pero sabía imitar los gestos y las emociones de los hombres de carne. Según Meitner, si imitaba a los hombres de carne era más fácil estar entre ellos.
El hombre de carne volvió a hablar y lo que dijo no fue tan asombro como lo que había dicho antes. Le estaba ofreciendo su ayuda con tal de redimir sus mentiras.
-¿En tu organismo está instaurado la función de mensajero?- se acercó tan cerca del hombre que podía notar la punta de su nariz en la fría piel de metal- No me mientas otra vez, no me gustan que me mientan. Me gusta el número 19, las matemáticas y los objetos crujientes, pero las mentiras no me gustan.- dejó unos segundos (1,9 segundos exactos) para que el hombre de carne respondiera y continúo hablando sin importar cuál hubiera sido la respuesta. -¿Averiguar todo este misterio? Los misterios se resuelven en la biblioteca. Si en mis archivos no está la información de algún material la tengo que buscar en la biblioteca. Quizás debamos ir allí-.
Zouter: Adie ha aceptado tu ayuda para realizar la función de mensajería, aunque todavía no confía en ti. En el siguiente turno deberás ir a la biblioteca junto con Adie. Describe el camino hacia la biblioteca y la biblioteca en sí tan detalladamente como te sea posible. Como objetivo opcional, podrías inventarte algo con tal de ganar la confianza del cibernético.
Y el asombro, que ya era alto de por sí, se incrementó cuando el hombre de carne dijo que su Hombre Bueno no era el mismo que el de la carta. ¡Le había mentido! Era imposible, las funciones de detección de mentiras eran infalibles. Miró fijamente al hombre de carne y examinó todas sus emociones sensitivas como si todo su cuerpo era un emisor de ondas que solo Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, pudiera examinar.
-Claro que te has equivocado. Tú Hombre Bueno es falso, por muy bueno que hubiera sido. Las únicas cosas auténticas son las que están escritas en las cartas y los números. Si tu Hombre Bueno no es el que está escrito aquí es falso.- era una crítica irrefutable, según pensaba de Adie. Entre sus muchas funciones estaba la de entender y debatir- Deberás disculparte por haberme mentido. Digo verdad y digo gracias- se cruzó de brazos como lo hacían los humanos ofendidos. Adie no se podía ofender, esa función no la tenía, pero sabía imitar los gestos y las emociones de los hombres de carne. Según Meitner, si imitaba a los hombres de carne era más fácil estar entre ellos.
El hombre de carne volvió a hablar y lo que dijo no fue tan asombro como lo que había dicho antes. Le estaba ofreciendo su ayuda con tal de redimir sus mentiras.
-¿En tu organismo está instaurado la función de mensajero?- se acercó tan cerca del hombre que podía notar la punta de su nariz en la fría piel de metal- No me mientas otra vez, no me gustan que me mientan. Me gusta el número 19, las matemáticas y los objetos crujientes, pero las mentiras no me gustan.- dejó unos segundos (1,9 segundos exactos) para que el hombre de carne respondiera y continúo hablando sin importar cuál hubiera sido la respuesta. -¿Averiguar todo este misterio? Los misterios se resuelven en la biblioteca. Si en mis archivos no está la información de algún material la tengo que buscar en la biblioteca. Quizás debamos ir allí-.
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Zouter: Adie ha aceptado tu ayuda para realizar la función de mensajería, aunque todavía no confía en ti. En el siguiente turno deberás ir a la biblioteca junto con Adie. Describe el camino hacia la biblioteca y la biblioteca en sí tan detalladamente como te sea posible. Como objetivo opcional, podrías inventarte algo con tal de ganar la confianza del cibernético.
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Re: El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
¿Que mi hombre bueno era falso? ¿Estaba poniendo en duda a mi padre? Una rabia momentánea recorrió todo mi ser y por un segundo tuve deseos de transformarme y arrancarle parte de su cabeza, pero no lo hice. Tenía un mínimo de educación y no es que me gustase ser violento. No me disculpé, y no lo haría, no pasaba siquiera por mi mente. No le había mentido, si quería tomárselo así allá él. ¿Los robots podían molestarse acaso? No tenían sentimientos, ¿verdad? O eso tenía entendido. Pero él actuaba como si los tuviera. Raro.
- No te he mentido, piensa lo que quieras, ha sido una confusión en la persona. Le contesté ignorando así su pregunta. No había sido nunca mensajero más que en pequeños encargos, y no tenía ganas de tener una discusión. Sugirió ir a la biblioteca en busca de información. Sí, buena idea. Allí habría un archivo de registro de ejecuciones y demás. ¿Estaría disponible al público, o sería privado? Nunca había ido allí a consultar una muerte, así que no lo sabía.
Empezamos la marcha a la biblioteca con paso ni muy rápido ni muy lento. No estaba muy lejos, a unos diez o nueve minutos, incluso menos. Había que atravesar varias calles, entre ellas la principal de la ciudad, que estaba compuesta de todo tipo de negocios: Un puesto de venta de flores a un lado, dulces y panes al otro lado. juntando sus aromas creando un paraíso para el olfato. - Todo tipo de ropas a treeeeees aeros la pieza. Se podía escuchar por encima de todas las demás voces de la calle, que estaba algo concurrida. - De tooooodo!! A aero! A aero! Repetía una joven de tez morena unos metros más allá, donde mucha gente estaba junta viendo su mercancía. Ignoré mis deseos de acercarme a mirar o comprar algo, teníamos cosas que hacer. Adie también miraba a veces a las tiendas. Me preguntaba si querría algo o sólo sentía curiosidad. Otra vez me pregunté si un cibernético podría tener curiosidad. Dijo que le gustaban las cosas crujientes, así que me paré en uno de los puestos y compré unas golosinas que a mí siempre me habían gustado, eran dulces y con un toque salado en el interior, y sí, crujían. Le di la bolsa a Adie. - Prueba esto, Es artesano de aquí, puede que te guste.
A diferencia de esa, las demás calles eran más tranquilas y estrechas, estando a veces completamente vacías y silenciosas. Sólo se escuchaba de fondo a veces el jaleo de alguna taberna o gente hablando en sus casas. Finalmente salimos a una amplia plaza, presidida por un edificio grande de más de una planta; la biblioteca. A sus alrededores había plantas y algún que otro árbol plantado en el suelo para dar ambientación y buenas vistas desde las grandes ventanas en que los lectores podían disfrutar desde el interior. - Esa es la biblioteca de aquí. Es bonita, ¿a que sí? Dije con un toque brilloso en los ojos.
Entramos y toda la luz de fuera se fue aminorando conforme andábamos el estrecho pasillo que daba a la puerta de entrada, hasta quedar en una armonía entre luz y oscuridad muy cómoda para la vista. Allí obviamente todo estaba en silencio. El pasillo estaba adornado con cuadros de pinturas y frases esperanzadoras sobre una alfombra roja, que estaba en el suelo y conducía de nuevo, a la puerta de entrada a lo que sería la auténtica biblioteca. Al entrar allí lo primero que veías eran las altas y grandes estanterías llenas de libros. A la izquierda el mostrador donde estaba el encargado pasando inventario, o lo que sea que estuviese haciendo. Sólo se escuchaban los pasos y a veces la respiración de los presentes, algunos susurros seguidos de un leve: "shh" y poco más. Miré a Adie. - ¿Deberíamos buscar nosotros o le preguntamos al encargado si tiene algo relacionado con lo que buscamos? Pregunté. Como ya he dicho, nunca había venido a buscar información sobre alguien ejecutado.
- No te he mentido, piensa lo que quieras, ha sido una confusión en la persona. Le contesté ignorando así su pregunta. No había sido nunca mensajero más que en pequeños encargos, y no tenía ganas de tener una discusión. Sugirió ir a la biblioteca en busca de información. Sí, buena idea. Allí habría un archivo de registro de ejecuciones y demás. ¿Estaría disponible al público, o sería privado? Nunca había ido allí a consultar una muerte, así que no lo sabía.
Empezamos la marcha a la biblioteca con paso ni muy rápido ni muy lento. No estaba muy lejos, a unos diez o nueve minutos, incluso menos. Había que atravesar varias calles, entre ellas la principal de la ciudad, que estaba compuesta de todo tipo de negocios: Un puesto de venta de flores a un lado, dulces y panes al otro lado. juntando sus aromas creando un paraíso para el olfato. - Todo tipo de ropas a treeeeees aeros la pieza. Se podía escuchar por encima de todas las demás voces de la calle, que estaba algo concurrida. - De tooooodo!! A aero! A aero! Repetía una joven de tez morena unos metros más allá, donde mucha gente estaba junta viendo su mercancía. Ignoré mis deseos de acercarme a mirar o comprar algo, teníamos cosas que hacer. Adie también miraba a veces a las tiendas. Me preguntaba si querría algo o sólo sentía curiosidad. Otra vez me pregunté si un cibernético podría tener curiosidad. Dijo que le gustaban las cosas crujientes, así que me paré en uno de los puestos y compré unas golosinas que a mí siempre me habían gustado, eran dulces y con un toque salado en el interior, y sí, crujían. Le di la bolsa a Adie. - Prueba esto, Es artesano de aquí, puede que te guste.
A diferencia de esa, las demás calles eran más tranquilas y estrechas, estando a veces completamente vacías y silenciosas. Sólo se escuchaba de fondo a veces el jaleo de alguna taberna o gente hablando en sus casas. Finalmente salimos a una amplia plaza, presidida por un edificio grande de más de una planta; la biblioteca. A sus alrededores había plantas y algún que otro árbol plantado en el suelo para dar ambientación y buenas vistas desde las grandes ventanas en que los lectores podían disfrutar desde el interior. - Esa es la biblioteca de aquí. Es bonita, ¿a que sí? Dije con un toque brilloso en los ojos.
Entramos y toda la luz de fuera se fue aminorando conforme andábamos el estrecho pasillo que daba a la puerta de entrada, hasta quedar en una armonía entre luz y oscuridad muy cómoda para la vista. Allí obviamente todo estaba en silencio. El pasillo estaba adornado con cuadros de pinturas y frases esperanzadoras sobre una alfombra roja, que estaba en el suelo y conducía de nuevo, a la puerta de entrada a lo que sería la auténtica biblioteca. Al entrar allí lo primero que veías eran las altas y grandes estanterías llenas de libros. A la izquierda el mostrador donde estaba el encargado pasando inventario, o lo que sea que estuviese haciendo. Sólo se escuchaban los pasos y a veces la respiración de los presentes, algunos susurros seguidos de un leve: "shh" y poco más. Miré a Adie. - ¿Deberíamos buscar nosotros o le preguntamos al encargado si tiene algo relacionado con lo que buscamos? Pregunté. Como ya he dicho, nunca había venido a buscar información sobre alguien ejecutado.
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Re: El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
Adie cogió el objeto que el mentiros le había regalado. Imitando al hombre de carne, se lo metió entero en la boca. Cuado dijo que ese le iba a gustar, pensó que se trataría de un objeto tan crujiente como lós círculos de oro que le daban como propina por rapatir cartas. Incluso, habían muchas posibilidades que fuera más crujientes que los círculos. Adie se fijó que el mentiroso había intercambiado los crujientes círculos de oro por el extraño objeto. ¡Así de crujiente debería de ser! Sus pensamientos, pronto fueron desmentidos. La cosa que le dio el mentiroso no era nada crujiente. No duró ni siquiera dos segundos entre la gran sierra de metal que Adie tenía por dientes.
-Me temo que entre mis funciones no está que me gusten las mismas cosas crujientes que a ti.- dijo con una inclinación de hombros. Tras ello, dio un mordisco a uno de los pilares de madera del tenderete donde el mentiroso se había parado. - Así de crujiente son las cosas que mastico-.
Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, por desgracia o fortuna, no sentía el sabor de nada de lo que se ponía en la boca; sus funciones iban mucho más allá. Si hacía algo similar a “comer”, desde el punto de vista de los hombres de carne, era simplemente por mera imitación. Cierto era que Adie tenía un gran listado de las cosas que más le gustaba masticar (no comer). Contra más crujientes fueran y contra más tiempo permaneciera mordiéndolas mucho mejor.
-Ahora prueba tú esto- Adie sacó de su zurrón cuatro esferas de mercuiro del tamaño de un ratón adulto. Dos se las ofreció al hombre de carne, las otras dos se las puso en la boca. Cuando comenzó a masticarlas se escuchó como crujían las bolas dentro de su boca - Espero que te gusten, -imitó el tono de voz con el que el hombre de carne le había ofrecido el primer regalo -un artesano del emtal me las fabrica a cambio de círculos de oro-.
Tras el almuerzo llegaron a la biblioteca de la ciudad de los dragones. Era un sitio amplio repleto de estanterias de madera crujientes que estaban arrebosar de libros. Si no estuviera realizando su función principal de mensajería, Adie usaría su funciones de lectura y compresión para almacenar toda la información que se escondían entre las páginas. Podría aprender mucho con todo lo que allí había.
Al hombre de carne que le acompañana también le parecía gustar el lugar, aunque no supiera comportarse dentro. Adie dudó que su compañero tuviera alguna función de educación. Primero mintió y, segundo, realizó sus funciones de habla dentro de la biblioteca; lugar prohibido para realizar esas funciones. Adie sí tenía las funciones de educación instauradas por lo que, nada más pasar el portón del gran edificio, cerró su boca y no estaba dispuesto a abrirla hasta que no saliese del lugar.
-Prohibido usar funciones de habla- el sonido de su voz pasó por los agujeros que quedaban cuando todos sus dientes se cerraban por completo - shhh.- se puso dos dedos en la boca para que indicar al hombre de carne que no podía abrir la boca - Buscar información sí es una función permitida. Adelante- y luego otro - shhh-.
Libro que cogía el cibernético mensajero, libro que en 1,9 segundos estaba leído al completo. Las funciones de lectura y comprensión eran muy importantes para Adie y estaba orgulloso de poder realizarlas a la perfección. Si de algo no estaba orgulloso era que no podía encontrar nada referente al Hombre Bueno que buscaba. Absoluta y tristemente nada. Hubieron muchos hombres buenos a lo largo de la historia de Dundarak y tantos otros más en toda Aerandir; pero nada que tuviera relación con el Hombre Bueno de la carta. Tampoco encontró al querido y desconocido amigo.
-Avísame si ves algo- volvió a hablar con la boca cerrada; y, de nuevo, con los dedos sellando sus labios hubo otro: - shhh-.
Zouter: El objetivo en tu siguiente turno es fácil, busca (y fracasa en el intento) algo referente al Hombre Bueno en los libros. No encontrarás nada. Después del fracaso, propón a Adie al menos dos (pueden ser más) lugares donde puede estar la información que buscáis.
-Me temo que entre mis funciones no está que me gusten las mismas cosas crujientes que a ti.- dijo con una inclinación de hombros. Tras ello, dio un mordisco a uno de los pilares de madera del tenderete donde el mentiroso se había parado. - Así de crujiente son las cosas que mastico-.
Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, por desgracia o fortuna, no sentía el sabor de nada de lo que se ponía en la boca; sus funciones iban mucho más allá. Si hacía algo similar a “comer”, desde el punto de vista de los hombres de carne, era simplemente por mera imitación. Cierto era que Adie tenía un gran listado de las cosas que más le gustaba masticar (no comer). Contra más crujientes fueran y contra más tiempo permaneciera mordiéndolas mucho mejor.
-Ahora prueba tú esto- Adie sacó de su zurrón cuatro esferas de mercuiro del tamaño de un ratón adulto. Dos se las ofreció al hombre de carne, las otras dos se las puso en la boca. Cuando comenzó a masticarlas se escuchó como crujían las bolas dentro de su boca - Espero que te gusten, -imitó el tono de voz con el que el hombre de carne le había ofrecido el primer regalo -un artesano del emtal me las fabrica a cambio de círculos de oro-.
Tras el almuerzo llegaron a la biblioteca de la ciudad de los dragones. Era un sitio amplio repleto de estanterias de madera crujientes que estaban arrebosar de libros. Si no estuviera realizando su función principal de mensajería, Adie usaría su funciones de lectura y compresión para almacenar toda la información que se escondían entre las páginas. Podría aprender mucho con todo lo que allí había.
Al hombre de carne que le acompañana también le parecía gustar el lugar, aunque no supiera comportarse dentro. Adie dudó que su compañero tuviera alguna función de educación. Primero mintió y, segundo, realizó sus funciones de habla dentro de la biblioteca; lugar prohibido para realizar esas funciones. Adie sí tenía las funciones de educación instauradas por lo que, nada más pasar el portón del gran edificio, cerró su boca y no estaba dispuesto a abrirla hasta que no saliese del lugar.
-Prohibido usar funciones de habla- el sonido de su voz pasó por los agujeros que quedaban cuando todos sus dientes se cerraban por completo - shhh.- se puso dos dedos en la boca para que indicar al hombre de carne que no podía abrir la boca - Buscar información sí es una función permitida. Adelante- y luego otro - shhh-.
Libro que cogía el cibernético mensajero, libro que en 1,9 segundos estaba leído al completo. Las funciones de lectura y comprensión eran muy importantes para Adie y estaba orgulloso de poder realizarlas a la perfección. Si de algo no estaba orgulloso era que no podía encontrar nada referente al Hombre Bueno que buscaba. Absoluta y tristemente nada. Hubieron muchos hombres buenos a lo largo de la historia de Dundarak y tantos otros más en toda Aerandir; pero nada que tuviera relación con el Hombre Bueno de la carta. Tampoco encontró al querido y desconocido amigo.
-Avísame si ves algo- volvió a hablar con la boca cerrada; y, de nuevo, con los dedos sellando sus labios hubo otro: - shhh-.
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Zouter: El objetivo en tu siguiente turno es fácil, busca (y fracasa en el intento) algo referente al Hombre Bueno en los libros. No encontrarás nada. Después del fracaso, propón a Adie al menos dos (pueden ser más) lugares donde puede estar la información que buscáis.
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Re: El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
Decliné su oferta de mercurio con un ligero movimiento de cabeza. -No gracias, no creo que eso sea muy bueno para mi cuerpo. Vale, había malinterpretado su definición de crujiente. Era la primera vez que veía a alguien comer madera y esferas de eso. Bueno, en realidad madera sí, pero no tan rápido ni tan natural. La pobre mujer de la tienda se quedó sorprendida y sin saber cómo reaccionar. Apuesto a que ella tampoco había visto nunca a alguien comer eso.
En la biblioteca Adie me chistó. Tenía razón, debíamos estar en silencio o nos echarían. Él hablaba.. con la boca cerrada, algo me decía que no era ese el procedimiento habitual. Hice un gesto como si cerrase mi boca con cremallera para hacerle saber que no hablaría más. Era alguien curioso, me hacían gracia sus expresiones. Eran mecánicas y lógicas, pero de alguna forma agradaban. Dijo que lo avisara si encontraba algo, asentí con la cabeza y me puse a buscar.
Él leía a la velocidad del rayo, yo iba más despacito. Pasaba página por página echando un vistazo rápido a los libros que pudiesen decir algo del tema. Ignoré libros como: "El dragón y la princesa", "El pequeño dragoncito", "Formas de aparearse en forma de drag.." vale, mejor no seguiría por esa estantería. ¿Cómo podían estar esos libros junto a los infantiles? Demonios, así salen después de pervertidos.
Por más que busqué no encontré nada. Revisé de pe a pa "Sucesos recientes I", "Sucesos recientes II" y toda la 'saga' de esos libros, pero no ponía nada. Qué raro.. Los últimos sucesos que estaban escritos eran de el año pasado, pero en años anteriores no venía tampoco la información que buscábamos. Acabé de revisar esa estantería cuando me di cuenta que Adie ya había acabado de leer los demás libros, todos.. Impresionante.
Señalé a la puerta del pasillo para salir y poder hablar. Una vez fuera nos informamos de nuestros no-descubrimientos. - No hay nada.. Es extraño, ¿por qué querrían ocultar algo así? Adopté mi pose pensativa, que en realidad no era para pensar, si no para hacerme el interesante, pero a veces funcionaba. ¿Dónde podríamos buscar? Hmmmm.. - Sus amigos eran de Lunargenta, podríamos buscar allí información, pero está muy lejos.. Juuuum.. - En el castillo de aquí tiene que haber algo sobre la ejecución, pero no es recomendable entrar, no creo que sea posible siquiera colarnos. ¿Dónde podríamos buscar entonces? A ver, en algún sitio alguien tendría que saber algo, fue hace casi tres años, tampoco era tanto. - ¿Y si probamos en una taberna? En las tabernas se hablan de muchas cosas, puede que alguien sepa algo o haya oído hablar del tema.
En la biblioteca Adie me chistó. Tenía razón, debíamos estar en silencio o nos echarían. Él hablaba.. con la boca cerrada, algo me decía que no era ese el procedimiento habitual. Hice un gesto como si cerrase mi boca con cremallera para hacerle saber que no hablaría más. Era alguien curioso, me hacían gracia sus expresiones. Eran mecánicas y lógicas, pero de alguna forma agradaban. Dijo que lo avisara si encontraba algo, asentí con la cabeza y me puse a buscar.
Él leía a la velocidad del rayo, yo iba más despacito. Pasaba página por página echando un vistazo rápido a los libros que pudiesen decir algo del tema. Ignoré libros como: "El dragón y la princesa", "El pequeño dragoncito", "Formas de aparearse en forma de drag.." vale, mejor no seguiría por esa estantería. ¿Cómo podían estar esos libros junto a los infantiles? Demonios, así salen después de pervertidos.
Por más que busqué no encontré nada. Revisé de pe a pa "Sucesos recientes I", "Sucesos recientes II" y toda la 'saga' de esos libros, pero no ponía nada. Qué raro.. Los últimos sucesos que estaban escritos eran de el año pasado, pero en años anteriores no venía tampoco la información que buscábamos. Acabé de revisar esa estantería cuando me di cuenta que Adie ya había acabado de leer los demás libros, todos.. Impresionante.
Señalé a la puerta del pasillo para salir y poder hablar. Una vez fuera nos informamos de nuestros no-descubrimientos. - No hay nada.. Es extraño, ¿por qué querrían ocultar algo así? Adopté mi pose pensativa, que en realidad no era para pensar, si no para hacerme el interesante, pero a veces funcionaba. ¿Dónde podríamos buscar? Hmmmm.. - Sus amigos eran de Lunargenta, podríamos buscar allí información, pero está muy lejos.. Juuuum.. - En el castillo de aquí tiene que haber algo sobre la ejecución, pero no es recomendable entrar, no creo que sea posible siquiera colarnos. ¿Dónde podríamos buscar entonces? A ver, en algún sitio alguien tendría que saber algo, fue hace casi tres años, tampoco era tanto. - ¿Y si probamos en una taberna? En las tabernas se hablan de muchas cosas, puede que alguien sepa algo o haya oído hablar del tema.
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Re: El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
Lunargenta no estaba tan lejos como decía su compañero, todavía sin nombre. Una vez, había viajado desde Sandorai hasta Lunargenta y solo había tardado treinta y seis horas con cuatro minutos y un segundo en llegar. Entre las muchas funciones del cibernético la de estaba la de ir muy rápido. Un buen mensajero tenía que entregar el correo urgente con una prisa igual de urgente, y Adie era el mejor de los mensajeros de Aerandir. Dio un rápido vistazo al cielo y luego a la tierra e hizo una revisión, exacta y precisa, del clima que iba a encontrarse en el supuesto viaje de camino a Lunargenta. Una vez recogido los datos, calculó cuanto tiempo tardaría en llegar si utilizaba la función de prisa urgente. Setenta y ocho horas, cuarenta minutos y ningún segundo (7 + 8 + 4 = 19, ¿es que nadie se da cuenta de eso?). Tal vez, su compañero dragón tuviera razón y ese viaje sería mucho tiempo perdido. Setenta y ocho horas y cuarenta minutos para ir y otras setenta y ocho horas y cuarenta segundos para volver. Por lo que Adie sabía, entre las funciones de los dragones no estaba la de perder el tiempo.
Negó con la cabeza con rápidos y graciosos movimientos cuando su compañero propuso la primera idea.
La segunda opción era el castillo. Una opción muy mala. Ni siquiera los mensajeros podían entrar allí dentro. Adie recordó las veces que tuvo que entregar una carta y, los guardias de la entrada, le pararon e hicieron que se la entregasen a ellos antes de que pudiera llegar al interior del castillo. Entre las funciones de los guardias del castillo estaba la de no dejar pasar a nadie.
Otro no con la cabeza.
Ir a la taberna es una buena idea. Las veces que Adie no encontraba la localidad de la persona a la que tenía que entregar una carta, los hombres de la taberna le indicaron dónde estaba. Entre las funciones de los hombres de carne que beben mucho alcohol estaba la de saber todo sobre todos.
Los movimientos de la cabeza de Adie cambiaron de un no a un sí.
-De camino a la taberna puedo leer tu horóscopo:- a Adie le encantaba leer el horóscopo de las personas con que se encontraba cuando tenía un poco de tiempo libre- hoy conocerás a una mujer de vestido rojo y largo cabello rubio que te tiene la función de hacerte sentir cosas que tus funciones nunca han sentido-.
Zouter: Debo de ser sincera, me he reído mucho con tú post anterior. Fue muy divertido. El siguiente, espero, que sea todavía más. En éste, tu objetivo es sencillo. Ve a la taberna con Adie (completa libertad a la hora de utilizar a Adie, no te preocupes por él) y pregunta acerca del Hombre Bueno. Me adelanto: Nadie parece saber nada y, quién sabe, no te lo dirá. Adicionalmente, recuerda la predicción de Adie, suele ser muy preciso en todo lo que dice.
Negó con la cabeza con rápidos y graciosos movimientos cuando su compañero propuso la primera idea.
La segunda opción era el castillo. Una opción muy mala. Ni siquiera los mensajeros podían entrar allí dentro. Adie recordó las veces que tuvo que entregar una carta y, los guardias de la entrada, le pararon e hicieron que se la entregasen a ellos antes de que pudiera llegar al interior del castillo. Entre las funciones de los guardias del castillo estaba la de no dejar pasar a nadie.
Otro no con la cabeza.
Ir a la taberna es una buena idea. Las veces que Adie no encontraba la localidad de la persona a la que tenía que entregar una carta, los hombres de la taberna le indicaron dónde estaba. Entre las funciones de los hombres de carne que beben mucho alcohol estaba la de saber todo sobre todos.
Los movimientos de la cabeza de Adie cambiaron de un no a un sí.
-De camino a la taberna puedo leer tu horóscopo:- a Adie le encantaba leer el horóscopo de las personas con que se encontraba cuando tenía un poco de tiempo libre- hoy conocerás a una mujer de vestido rojo y largo cabello rubio que te tiene la función de hacerte sentir cosas que tus funciones nunca han sentido-.
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Zouter: Debo de ser sincera, me he reído mucho con tú post anterior. Fue muy divertido. El siguiente, espero, que sea todavía más. En éste, tu objetivo es sencillo. Ve a la taberna con Adie (completa libertad a la hora de utilizar a Adie, no te preocupes por él) y pregunta acerca del Hombre Bueno. Me adelanto: Nadie parece saber nada y, quién sabe, no te lo dirá. Adicionalmente, recuerda la predicción de Adie, suele ser muy preciso en todo lo que dice.
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Re: El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
La opción que prosperó fue la de la taberna, aunque no había precisamente pocas. Una de las cosas por las que la gente podía vivir aquí con esta temperatura además de ya estar acostumbrados al frío era porque se pasaban el día bebiendo, así que prácticamente había una taberna cada dos calles. No me refiero a que yo también bebiese todos los días, a mí el frío me daba igual. Aunque un par de cervezas de vez en cuando sí que caían. Siempre pasan cosas interesantes cuando alguien se emborracha; como aquella vez que acabé con un amigo en la torre más alta del castillo. ¿Cómo habíamos llegado sin transformarnos? Teníamos la ropa intacta, así que habíamos tenido que subir andando, misterios del alcohol, hace posible lo imposible. ¿Por qué los guardias no nos habían detenido? Bueno, creo que la explicación para eso es que tanto mi amigo como yo tenemos mucho don de gentes y solemos agradar. Eso sumado a la borrachera nos convierte en una máquina de convicción imparable, así que aparentemente seguimos la fiesta allí arriba con unos acompañantes extra. No sé qué habrá sido de ellos, no creo que los hubiesen echado. Habrá quedado seguramente en una graciosa historia para el recuerdo.
- Vamos entonces. Había un sitio en específico al que iba mucha gente, servían buena comida y la bebida tampoco estaba mal, y era barato. Lo malo es que estaría lleno, pero por suerte no íbamos a consumir, sólo a preguntar. De camino Adie se ofreció a leerme el horóscopo. - Claro, ¿qué dice? Mencionó a una mujer de vestido rojo y pelo rubio que me hará sentir cosas nuevas. Podría haber acertado si fuese sido un maromo, que son los que me atraen cual mosquito (o vampiro) hacia la sangre. Pero bueno, tampoco es que el tema del horóscopo fuese algo exacto, estaba deseando ver si de verdad ocurría y con la mirada buscada alguna persona rubia vestida de rojo.
Llegamos a la taberna, era imperdible, se escuchaban los gritos y risas desde el otro lado de la calle. - Probemos en esta. Adie asintió y entramos. Nada más cruzar la puerta nos recibió una jarra voladora dispuesta a golpearnos y romperse en el punto de impacto. Apenas me dio tiempo a agacharme y esquivarla, pero el cibernético ni se inmutó. Antes de que impactara contra él la cogió en el aire con total naturalidad. Me levanté despacio mirándolo sorprendido, como el resto del local, que se quedó en silencio. - Guau.. Atiné a decir, mientras que él me miró desconcertado. Seguro que ni siquiera se había dado cuenta de que coger una jarra que vuela a velocidad de un dragón con indigestión no era muy normal.
Aprovechando la atención de todos alcé la voz y hablé. - Buenas tardes a todos. Mi amigo y yo buscamos a alguien que sepa algo sobre el hombre bueno que fue ejecutado aquí hace algo más de dos años. Pasé la vista entre todas las personas. - ¿Alguien sabe sobre el tema? Silencio y más silencio es lo que obtuvimos por respuesta. Un silencio triple. El silencio más obvio era el de una calma hueca, formada por las cosas que faltaban. Si hubiese soplado el viento habría hecho chirriar el letrero de la taberna. En el extremo de la barra había un grupo de hombres que seguían bebiendo evitando intrusiones externas, su presencia añadía otro silencio. El tercer silencio no era fácil de reconocer, era de aquellas personas que sabían mucho y no decían nada. Tal vez si pasara horas escuchándolo lograría notarlo.
Unos desviaron la mirada, otros se giraron, y el resto miraron curiosos. A los pocos segundos y al ver que nadie respondía la gente perdió interés y volvieron a lo suyo, regresando poco a poco el murmullo y la conversación que había antes. Suspiré y casi no vi a aquella mujer de vestido rojo, pelo rubio y ojos tan claros como el mar salir por la puerta del servicio hacia la sala en la que estábamos. La miré con el ceño fruncido y me acerqué después de hacerle un gesto a Adie para que me siguiera. - Disculpa, ¿tú sabes algo sobre el tema? Algo de una ejecución de hace cerca de tres años, aquí en Dundarak.
- Vamos entonces. Había un sitio en específico al que iba mucha gente, servían buena comida y la bebida tampoco estaba mal, y era barato. Lo malo es que estaría lleno, pero por suerte no íbamos a consumir, sólo a preguntar. De camino Adie se ofreció a leerme el horóscopo. - Claro, ¿qué dice? Mencionó a una mujer de vestido rojo y pelo rubio que me hará sentir cosas nuevas. Podría haber acertado si fuese sido un maromo, que son los que me atraen cual mosquito (o vampiro) hacia la sangre. Pero bueno, tampoco es que el tema del horóscopo fuese algo exacto, estaba deseando ver si de verdad ocurría y con la mirada buscada alguna persona rubia vestida de rojo.
Llegamos a la taberna, era imperdible, se escuchaban los gritos y risas desde el otro lado de la calle. - Probemos en esta. Adie asintió y entramos. Nada más cruzar la puerta nos recibió una jarra voladora dispuesta a golpearnos y romperse en el punto de impacto. Apenas me dio tiempo a agacharme y esquivarla, pero el cibernético ni se inmutó. Antes de que impactara contra él la cogió en el aire con total naturalidad. Me levanté despacio mirándolo sorprendido, como el resto del local, que se quedó en silencio. - Guau.. Atiné a decir, mientras que él me miró desconcertado. Seguro que ni siquiera se había dado cuenta de que coger una jarra que vuela a velocidad de un dragón con indigestión no era muy normal.
Aprovechando la atención de todos alcé la voz y hablé. - Buenas tardes a todos. Mi amigo y yo buscamos a alguien que sepa algo sobre el hombre bueno que fue ejecutado aquí hace algo más de dos años. Pasé la vista entre todas las personas. - ¿Alguien sabe sobre el tema? Silencio y más silencio es lo que obtuvimos por respuesta. Un silencio triple. El silencio más obvio era el de una calma hueca, formada por las cosas que faltaban. Si hubiese soplado el viento habría hecho chirriar el letrero de la taberna. En el extremo de la barra había un grupo de hombres que seguían bebiendo evitando intrusiones externas, su presencia añadía otro silencio. El tercer silencio no era fácil de reconocer, era de aquellas personas que sabían mucho y no decían nada. Tal vez si pasara horas escuchándolo lograría notarlo.
Unos desviaron la mirada, otros se giraron, y el resto miraron curiosos. A los pocos segundos y al ver que nadie respondía la gente perdió interés y volvieron a lo suyo, regresando poco a poco el murmullo y la conversación que había antes. Suspiré y casi no vi a aquella mujer de vestido rojo, pelo rubio y ojos tan claros como el mar salir por la puerta del servicio hacia la sala en la que estábamos. La miré con el ceño fruncido y me acerqué después de hacerle un gesto a Adie para que me siguiera. - Disculpa, ¿tú sabes algo sobre el tema? Algo de una ejecución de hace cerca de tres años, aquí en Dundarak.
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Re: El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
En la posada Roca de Guía reinaba el silencio, un silencio triple.
El silencio más obvio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera soplado el viento, este habría suspirado entre las ramas, habría hecho chirriar el letrero de la posada en sus ganchos y habría arrastrado el silencio calle abajo como arrastra las hojas caídas de otoño. Si hubiera habido gente en la posada, aunque solo fuera un puñado de clientes, ellos habrían llenado el silencio con su conversación y sus risas, y con el carillo y el tintineo propios de una taberna a las altas horas de la noche. Si hubiera habido música... pero no, claro que no había música. De hecho, no había ninguna de esas cosas, y por eso persistía el silencio.
En la posada Roca de Guía, un par de hombres, apiñados en un extremo de la barra, bebían con tranquila determinación, evitando las discusiones serias sobre noticias perturbadoras. Su presencia añadía otro silencio, pequeño y sombrío, al otro silencio, huevo y mayor. Era una especie de alineación, un contrapunto.
El tercer silencio no era fácil reconocerlo. Si pasabas una hora escuchando, quizá empezaras a notarlo en el suelo de madera y en los bastos astillados barriles que había detrás de la barra. Estaba en el peso de la chimenea de piedra negra, que conservaba el calor de un fuego que ya llevaba mucho rato apagado. Estaba en el peso de la chimenea de piedra negra, que conservaba el calor de un fuego que ya llevaba mucho rato apagado. Estaba en el lento ir y venir de un trapo de hilo blanco que frotaba el veteado de la barra. Y estaba en las manos del hombre allí de pie sacándole brillo a una superficie de caoba que ya brillaba bajo la luz de la lámpara.
El hombre tenía el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes, y se movía con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas.
La posada Roca de Guía era suya, y también era suyo el tercer silencio. Así debía ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolvía a los otros dos. Era profundo y ancho como el final del otoño. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosión de las aguas de un río. Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cortadas; el silencio de un hombre que espera la muerte.
El hombre no se llamaba Kvothe, como algunos pensarían, sino Ytrio. Fue el hijo de un hombre que, una vez, se llamó El Hombre Bueno. Vio que el hombre habló con una extranjera de pelo rubio y vestido rojo a la que preguntó si conocía al Hombre Bueno. La respuesta fue obvia, claro que no lo iba a conocer. Solo llevaba dos semanas en la ciudad. Nadie hablaba sobre el Hombre Bueno. Nadie quería hablar de él. Nadie a excepción de Ytrio.
Zouter: Si haces una mención a “Crónica de Asesinos de Reyes” hazla hasta el final. Kvothe es uno de los amores de mi vida. Disfruto mucho con él. Ahora bien, te has equivocado, esa no es la mujer de rojo que Adie predijo y no creo que la vayas a poder encontrar por tu cuenta. A no ser que tengas muy buen ojo. ¿A caso crees que te iba a poner uno de los secretos de la misión tan a la vista? Me ofendes. Tu objetivo para el siguiente turno será el de preguntar a la gente de la taberna, uno por uno, si conocen al Hombre Bueno. Solo Ytrio te contestará y te dirá que sí.
El silencio más obvio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera soplado el viento, este habría suspirado entre las ramas, habría hecho chirriar el letrero de la posada en sus ganchos y habría arrastrado el silencio calle abajo como arrastra las hojas caídas de otoño. Si hubiera habido gente en la posada, aunque solo fuera un puñado de clientes, ellos habrían llenado el silencio con su conversación y sus risas, y con el carillo y el tintineo propios de una taberna a las altas horas de la noche. Si hubiera habido música... pero no, claro que no había música. De hecho, no había ninguna de esas cosas, y por eso persistía el silencio.
En la posada Roca de Guía, un par de hombres, apiñados en un extremo de la barra, bebían con tranquila determinación, evitando las discusiones serias sobre noticias perturbadoras. Su presencia añadía otro silencio, pequeño y sombrío, al otro silencio, huevo y mayor. Era una especie de alineación, un contrapunto.
El tercer silencio no era fácil reconocerlo. Si pasabas una hora escuchando, quizá empezaras a notarlo en el suelo de madera y en los bastos astillados barriles que había detrás de la barra. Estaba en el peso de la chimenea de piedra negra, que conservaba el calor de un fuego que ya llevaba mucho rato apagado. Estaba en el peso de la chimenea de piedra negra, que conservaba el calor de un fuego que ya llevaba mucho rato apagado. Estaba en el lento ir y venir de un trapo de hilo blanco que frotaba el veteado de la barra. Y estaba en las manos del hombre allí de pie sacándole brillo a una superficie de caoba que ya brillaba bajo la luz de la lámpara.
El hombre tenía el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes, y se movía con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas.
La posada Roca de Guía era suya, y también era suyo el tercer silencio. Así debía ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolvía a los otros dos. Era profundo y ancho como el final del otoño. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosión de las aguas de un río. Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cortadas; el silencio de un hombre que espera la muerte.
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El hombre no se llamaba Kvothe, como algunos pensarían, sino Ytrio. Fue el hijo de un hombre que, una vez, se llamó El Hombre Bueno. Vio que el hombre habló con una extranjera de pelo rubio y vestido rojo a la que preguntó si conocía al Hombre Bueno. La respuesta fue obvia, claro que no lo iba a conocer. Solo llevaba dos semanas en la ciudad. Nadie hablaba sobre el Hombre Bueno. Nadie quería hablar de él. Nadie a excepción de Ytrio.
- Ytrio:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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Zouter: Si haces una mención a “Crónica de Asesinos de Reyes” hazla hasta el final. Kvothe es uno de los amores de mi vida. Disfruto mucho con él. Ahora bien, te has equivocado, esa no es la mujer de rojo que Adie predijo y no creo que la vayas a poder encontrar por tu cuenta. A no ser que tengas muy buen ojo. ¿A caso crees que te iba a poner uno de los secretos de la misión tan a la vista? Me ofendes. Tu objetivo para el siguiente turno será el de preguntar a la gente de la taberna, uno por uno, si conocen al Hombre Bueno. Solo Ytrio te contestará y te dirá que sí.
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Re: El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
Aviso
Son muchos los meses que he estado esperando una respuesta en este tema o una explicación sobre tu ausencia. Lo siento, mi paciencia tiene un límite. Tienes tres días para enviarme un mp y decirme si vas a poder continuar el tema en un futuro; no me importa pausarlo si es que vas a regresar. Si no recibo ningún mp, ofreceré el tema a otro usuario para que lo termine. Hay muchos que tienen muchas ganas de participar en temas como este.
Además, recuerda que el abandono se sanciona con 3puntos de experiencia.
Además, recuerda que el abandono se sanciona con 3puntos de experiencia.
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Re: El Hombre Bueno [Misión de mensajería]
Tema abandonado
Como se suele decir: Quien avisa no es traidor.
Se ha sancionado con la perdida de 3puntos de experiencia.
Se ha sancionado con la perdida de 3puntos de experiencia.
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