Un paquete interesante. ~Libre~
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Un paquete interesante. ~Libre~
- ¿No te queda más? –me pregunto uno de los mercaderes. Yo le respondí agitando mi petaca, sonriente-. Espera, acércamela.
Después de pasar algunos dias en casa de mi hermana, había regresado al viejo trabajo, como guardia de caravanas. Pese a que la mayoría de los grupos de bandidos que se dedicaban generalmente a asaltar las caravanas, habían disminuido las últimas semanas, aquel cargamento llevaba algo muy especial. Yo no sabía todavía muy bien de que se trataba, pero sabía que era lo suficientemente valioso como para que no me hubieran contratado únicamente a mí, sino también a otros cinco guardias.
No había mediado palabra con ellos. Eran antipáticos, arrogantes y en pocas palabras, unos hombres de mierda sacados de las peores calles de Lunargenta. Yo en cambio era un reputado guardia de caravanas, entre los mercaderes. Me relleno nuevamente la petaca con buen vino, y me la lanzo. Tomé un trago y continué caminando al ritmo de la caravana.
Como dije antes, aquellos guardias que acompañaban la patrulla protectora de la caravana, eran unos hombres de mierda. Y en cuanto trate de hablar un poco con ellos, me respondieron con suspiros de molestia. Claramente no querían saber nada de nadie, no querían hablar, tan solo querían hacer su trabajo y largarse, posiblemente a gastar las pocas monedas que les pagaran en bebida y mujeres. Al fin y al cabo, la razón principal por la que no me dirigían la palabra, era porque el jefe del grupo de mercaderes me había escogido a mi como el líder de la patrulla, por el renombre que tenía como guardián, y la experiencia que tenía en proteger a los mercaderes que marchaban por tierras desconocidas.
Ahora, tengo que reconocerlo: mentí. Mentí al aceptar el empleo, ya que los mercaderes buscaban tres cosas en aquel a quien fueran a contratar como líder de la patrulla. Una de esas cosas, era que fuera un licántropo. Implícitamente, al ser licántropo, debía conocer los bosques. Y evidentemente, debía tener experiencia en la lucha y seguridad para poder proteger a otros. Bueno, en lo primero y en lo último acertaron al escogerme a mí. Pero en aquello de conocer los bosques del este… si bien yo era un licántropo, jamás había vivido en Ulmer, ni siquiera en sus bosques ni en ninguna aldea fronteriza. Había vivido casi toda mi vida en Lunargenta, y en una aldea del oeste, por lo que mi experiencia en aquellos bosques era prácticamente nula.
Pero como dije, mentí en eso porque al fin y al cabo necesitaba continuar ganando algunos Aeros. No podía permanecer quieto esperando a que estos cayeran del cielo. ¿Sino quién iba a pagarme todo el hidromiel y la cerveza que después bebía?
- Supongo que estamos cerca del pueblo. ¿No es así, Frith? –me pregunto uno de los mercaderes, asomándose desde uno de los carromatos.
- Si. Si. Asi es. No queda mucho compañero –respondí con una amable sonrisa.
No tenía ni la menor idea de cuánto faltaba. Saque el pequeño mapa que llevaba siempre conmigo durante los viajes, y le eche un ojo. Reconocí la aldea que habíamos pasado hacia media hora atrás, y pude situarla en el mapa. Estábamos todavía lejos de Ulmer –que no era nuestro objetivo-, y la aldea hacia donde nos dirigíamos estaba en una aldea un poco más al sur. Yo había acompañado a los mercaderes desde el norte, dirección Lunargenta, aunque este tampoco era nuestro objetivo.
Nuestro objetivo era una pequeña aldea que se encontraba entre la península y los bosques del este. Una aldea costera realmente pequeña, de la cual no sabía su existencia hasta que me topé con aquel trabajo. Y aunque al principio pensaba que se trataba de un viaje comercial para intercambiar recursos, o algo por el estilo –y es que en la mayoría de mis patrullas protegía a mercaderes con esas intenciones-, en este caso llevaban en uno de los carromatos, un gran cofre. Era un cofre gigantesco, tal vez lleno de oro y joyas. Como si fuera un tesoro que llevaban a tributar ante un rey… sin embargo lo conducían hasta una aldea perdida entre los bosques. Como fuera, yo haría mi trabajo y continuaría viaje con mis correspondientes Aeros, para tomar un buen trago y forjar nuevos planes.
- ¡Descanso! –grito otro de los mercaderes-. Me siento cansado.
- Pero si has estado sentado todo el viaje, bastardo –brame yo, soltando una risotada.
- ¡Tengo el culo plano por esa misma razón! Además, quiero comer algo –respondió, sin tomar mis palabras con negativas.
Asi pues los carromatos pararon, formando un circulo. Los mercaderes salieron de sus caravanas y varios de ellos encendieron un fuego en el centro entre las caravanas. Sacaron algunas piezas de carne y se dispusieron a cocinarlas. Eche nuevamente un ojo al mapa que llevaba conmigo; no faltaba demasiado para llegar hasta aquella aldea. Lo cierto es que comenzaba a dudar sobre mi propia lealtad, planteándome si averiguar un poco más sobre aquel cofre, o si quedarme quieto y no hacer más que mi trabajo.
Después de pasar algunos dias en casa de mi hermana, había regresado al viejo trabajo, como guardia de caravanas. Pese a que la mayoría de los grupos de bandidos que se dedicaban generalmente a asaltar las caravanas, habían disminuido las últimas semanas, aquel cargamento llevaba algo muy especial. Yo no sabía todavía muy bien de que se trataba, pero sabía que era lo suficientemente valioso como para que no me hubieran contratado únicamente a mí, sino también a otros cinco guardias.
No había mediado palabra con ellos. Eran antipáticos, arrogantes y en pocas palabras, unos hombres de mierda sacados de las peores calles de Lunargenta. Yo en cambio era un reputado guardia de caravanas, entre los mercaderes. Me relleno nuevamente la petaca con buen vino, y me la lanzo. Tomé un trago y continué caminando al ritmo de la caravana.
Como dije antes, aquellos guardias que acompañaban la patrulla protectora de la caravana, eran unos hombres de mierda. Y en cuanto trate de hablar un poco con ellos, me respondieron con suspiros de molestia. Claramente no querían saber nada de nadie, no querían hablar, tan solo querían hacer su trabajo y largarse, posiblemente a gastar las pocas monedas que les pagaran en bebida y mujeres. Al fin y al cabo, la razón principal por la que no me dirigían la palabra, era porque el jefe del grupo de mercaderes me había escogido a mi como el líder de la patrulla, por el renombre que tenía como guardián, y la experiencia que tenía en proteger a los mercaderes que marchaban por tierras desconocidas.
Ahora, tengo que reconocerlo: mentí. Mentí al aceptar el empleo, ya que los mercaderes buscaban tres cosas en aquel a quien fueran a contratar como líder de la patrulla. Una de esas cosas, era que fuera un licántropo. Implícitamente, al ser licántropo, debía conocer los bosques. Y evidentemente, debía tener experiencia en la lucha y seguridad para poder proteger a otros. Bueno, en lo primero y en lo último acertaron al escogerme a mí. Pero en aquello de conocer los bosques del este… si bien yo era un licántropo, jamás había vivido en Ulmer, ni siquiera en sus bosques ni en ninguna aldea fronteriza. Había vivido casi toda mi vida en Lunargenta, y en una aldea del oeste, por lo que mi experiencia en aquellos bosques era prácticamente nula.
Pero como dije, mentí en eso porque al fin y al cabo necesitaba continuar ganando algunos Aeros. No podía permanecer quieto esperando a que estos cayeran del cielo. ¿Sino quién iba a pagarme todo el hidromiel y la cerveza que después bebía?
- Supongo que estamos cerca del pueblo. ¿No es así, Frith? –me pregunto uno de los mercaderes, asomándose desde uno de los carromatos.
- Si. Si. Asi es. No queda mucho compañero –respondí con una amable sonrisa.
No tenía ni la menor idea de cuánto faltaba. Saque el pequeño mapa que llevaba siempre conmigo durante los viajes, y le eche un ojo. Reconocí la aldea que habíamos pasado hacia media hora atrás, y pude situarla en el mapa. Estábamos todavía lejos de Ulmer –que no era nuestro objetivo-, y la aldea hacia donde nos dirigíamos estaba en una aldea un poco más al sur. Yo había acompañado a los mercaderes desde el norte, dirección Lunargenta, aunque este tampoco era nuestro objetivo.
Nuestro objetivo era una pequeña aldea que se encontraba entre la península y los bosques del este. Una aldea costera realmente pequeña, de la cual no sabía su existencia hasta que me topé con aquel trabajo. Y aunque al principio pensaba que se trataba de un viaje comercial para intercambiar recursos, o algo por el estilo –y es que en la mayoría de mis patrullas protegía a mercaderes con esas intenciones-, en este caso llevaban en uno de los carromatos, un gran cofre. Era un cofre gigantesco, tal vez lleno de oro y joyas. Como si fuera un tesoro que llevaban a tributar ante un rey… sin embargo lo conducían hasta una aldea perdida entre los bosques. Como fuera, yo haría mi trabajo y continuaría viaje con mis correspondientes Aeros, para tomar un buen trago y forjar nuevos planes.
- ¡Descanso! –grito otro de los mercaderes-. Me siento cansado.
- Pero si has estado sentado todo el viaje, bastardo –brame yo, soltando una risotada.
- ¡Tengo el culo plano por esa misma razón! Además, quiero comer algo –respondió, sin tomar mis palabras con negativas.
Asi pues los carromatos pararon, formando un circulo. Los mercaderes salieron de sus caravanas y varios de ellos encendieron un fuego en el centro entre las caravanas. Sacaron algunas piezas de carne y se dispusieron a cocinarlas. Eche nuevamente un ojo al mapa que llevaba conmigo; no faltaba demasiado para llegar hasta aquella aldea. Lo cierto es que comenzaba a dudar sobre mi propia lealtad, planteándome si averiguar un poco más sobre aquel cofre, o si quedarme quieto y no hacer más que mi trabajo.
Última edición por Friðþjófur Rögnvaldsson el Jue Mar 16 2017, 00:02, editado 1 vez
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Un paquete interesante. ~Libre~
Así que, ¿es tu primer trabajo, primo? Tu quédate tranquilo, que si te quedas a mi lado y peleas como padre o como mi tío todo estará genial. Bueno, demás está recordarte que la vida siempre vale más que un puñado de monedas, ¿a que me refiero? Si el jefe de la caravana da una orden estúpida que puede traducirse en tu muerte tu coges tus cosas y te marchas. Leo hablaba pacientemente con su primo, era unos cuantos años menor que él pero por cosas de genética era casi igual de corpulento que Leo. Los consejos eran una costumbre del felino con los muchachos jóvenes que se me metieran en el oficio de mercenario, aunque nunca pensó que se los estaría dando a su primo “pequeño”. Otra cosa den, no trates de hacer amigos en esto, solo en batallas se ven los amigos de verdad, aquí solo metete en lo tuyo y si te miran mucho tu sostén la mirada, aún hay quienes creen que solo somos animales grandes. Leo continuó hablando un rato más su primo, no hace mucho se habían vuelto a encontrar, León le preguntaba por la familia, los amigos de infancia y esas cosas triviales.
Las cosas habían estado mal otra vez para el gran felino, el dinero estaba comenzando a escasear por lo tanto Leo debió buscar un trabajo apresurado, lo primero que encontró fue el trabajo en e cual estaba ahora, cuidador de caravana, en total serian 6 personas, al parecer solo humanos y un hombre lobo –maldita sea, con lo que me agradan los lobos esos y ahora tendré que hacer equipo con uno de esos… maldito dinero maldito dinero- Leo masticaba la rabia de tener que trabajar con un licántropo cuando lo vio, un joven alto, más que Leo pero no tan musculoso como el. –-Es una broma, ¿no? Si parece un niño… el maldito jefe es un niño…- Pensó molesto.
Leo solo se dedicaba a cuidar lo que sea que llevaran, a él no le importaba nada donde iban o que había en el gran cofre, lo único que le llamaba a atención y vamos a decirlo, le preocupaba era que el muchacho jefe veía el mapa cada tanto. Dando un codazo leve en las costillas de Den le susurro mira a ese chico, no tiene ni la más puta idea de dónde vamos… este será un paseo movido, te lo aseguro, mantén cerca tus armas… y a tu gata esto último lo dijo con un tono entre burla y medio decepción.
Ya llevaban horas caminando, lo malo de las caravanas es que avanzan a ritmo de buey, lo que es endemoniadamente lento, había escuchado que llegarían pronto a destino pero lo único que había medianamente cera era Ulmer, el poblado de los lobos y era obvio que no era ese el destino final de la caravana, tal vez en algún momento se dignaría a hablar con el líder y preguntarle donde iban en realidad, pero era algo que no le agradaba mucho al felino, igual y no tenía de otra.
-DESCANSO se escuchó el ansiado grito de un de los mercaderes, era momento de parar, de sentarse y charlar con un trozo de carne la mano y una jarra en la otra. Asi lentamente los caravaneros salieron de sus carros y prendieron una hoguera, Leo se quedó un momento fuera del círculo vigilando que nada fuera a sorprenderlos. Por suerte el ambiente estaba tranquilo y en el aire solo se sentía la humedad de un día de invierno.
Entró en el círculo y sintió la calidez del fuego en la piel, siempre era bueno sentirse cómodo en los descansos, caminó un poco, sacó una porción de carne, se sentó a su lado y le dijo:
-¿Cómo vas enano? ¿Aburrido? Bueno, no todo en el trabajo es irse dando de golpes por ahí hay veces que se viaja semanas sin incidentes, como también hay veces que apenas se sale de tierra franca se tienen problemas
Ahora, ¿ves a ese chico de ahí? Dijo señalando la dirección del jefe de guardias. Él es el jefe, a el debes dirigir tus molestias, dudas, o quejas… por ejemplo, yo quisiera saber donde mierda vamos, el parece perdido, pero no haré la pregunta hasta que no se me pase el enfado.. Ante la cara de duda de su primo Leo simplemente masculló -no me gustan los hombres lobo, son más bestias de lo que somos nosotros.
Las cosas habían estado mal otra vez para el gran felino, el dinero estaba comenzando a escasear por lo tanto Leo debió buscar un trabajo apresurado, lo primero que encontró fue el trabajo en e cual estaba ahora, cuidador de caravana, en total serian 6 personas, al parecer solo humanos y un hombre lobo –maldita sea, con lo que me agradan los lobos esos y ahora tendré que hacer equipo con uno de esos… maldito dinero maldito dinero- Leo masticaba la rabia de tener que trabajar con un licántropo cuando lo vio, un joven alto, más que Leo pero no tan musculoso como el. –-Es una broma, ¿no? Si parece un niño… el maldito jefe es un niño…- Pensó molesto.
Leo solo se dedicaba a cuidar lo que sea que llevaran, a él no le importaba nada donde iban o que había en el gran cofre, lo único que le llamaba a atención y vamos a decirlo, le preocupaba era que el muchacho jefe veía el mapa cada tanto. Dando un codazo leve en las costillas de Den le susurro mira a ese chico, no tiene ni la más puta idea de dónde vamos… este será un paseo movido, te lo aseguro, mantén cerca tus armas… y a tu gata esto último lo dijo con un tono entre burla y medio decepción.
Ya llevaban horas caminando, lo malo de las caravanas es que avanzan a ritmo de buey, lo que es endemoniadamente lento, había escuchado que llegarían pronto a destino pero lo único que había medianamente cera era Ulmer, el poblado de los lobos y era obvio que no era ese el destino final de la caravana, tal vez en algún momento se dignaría a hablar con el líder y preguntarle donde iban en realidad, pero era algo que no le agradaba mucho al felino, igual y no tenía de otra.
-DESCANSO se escuchó el ansiado grito de un de los mercaderes, era momento de parar, de sentarse y charlar con un trozo de carne la mano y una jarra en la otra. Asi lentamente los caravaneros salieron de sus carros y prendieron una hoguera, Leo se quedó un momento fuera del círculo vigilando que nada fuera a sorprenderlos. Por suerte el ambiente estaba tranquilo y en el aire solo se sentía la humedad de un día de invierno.
Entró en el círculo y sintió la calidez del fuego en la piel, siempre era bueno sentirse cómodo en los descansos, caminó un poco, sacó una porción de carne, se sentó a su lado y le dijo:
-¿Cómo vas enano? ¿Aburrido? Bueno, no todo en el trabajo es irse dando de golpes por ahí hay veces que se viaja semanas sin incidentes, como también hay veces que apenas se sale de tierra franca se tienen problemas
Ahora, ¿ves a ese chico de ahí? Dijo señalando la dirección del jefe de guardias. Él es el jefe, a el debes dirigir tus molestias, dudas, o quejas… por ejemplo, yo quisiera saber donde mierda vamos, el parece perdido, pero no haré la pregunta hasta que no se me pase el enfado.. Ante la cara de duda de su primo Leo simplemente masculló -no me gustan los hombres lobo, son más bestias de lo que somos nosotros.
Leon Alexander
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Por una casualidad del destino me encontré con mi Primo en éste "trabajo", la verdad es que le debía un favor a uno de esos estúpidos -de hecho no se muy bien cual-, ya que supuestamente, me había salvado de comer una fruta venenosa, en el bosque -que a mi parecer ya la había comido antes- el punto es que uno de esos humanos me había pedido que los acompañara y tuve que aceptar a regañadientes.
Pero bueno ahí estaba, por suerte estaba leo, estaba mucho más grande de como lo recordaba, parecía mucho menos efusivo e incluso un poco distante. Pasamos el tiempo recordando viejas anécdotas de cuando éramos pequeños, conversando las Clásicas cosas de juntas familiares, dándome "sabios consejos" que incluso una roca podría pensarlos y burlándose de mi compañera, aunque eso era mejor que estar solo en esta caravana.
Me hacía notar constantemente la incompetencia del jefe, a mi en cambio me parecía el más simpático de los otros, tanto así que cuando llegó el momento de descansar dejé a mi primo hablándole al aire. No porque me aburriese, al contrario me alegraba de tenerlo cerca, sino porque me intrigaba demasiado el líder. Ya había conocido una licantropa muy amable y me había dejado una buena impresión de su raza.
Pase muy cerca de la fogata, tratando de evitar a los humanos, que durante el trayecto entre susurros no muy discretos, hablaban lo desagradable que era compartir objetivo con gatos y lobos. De camino al joven líder logré ver lo se estaba transportado, era un cofre de considerable tamaño al verlo me intrigó bastante, y pese a que sea un novato en el oficio no creo que sea normal un grupo tan grande para proteger lo que sea que llevarán los carromato.
El jefe estaba sentado en un tronco caído, donde cabían dos o tres personas más pero nadie se le había acercado, ni siquiera por la comodidad del asiento. Ya estaba frente a él y Mira venía atrás mío, sonreí y me senté a su lado -¿te molesta si me siento aquí?- pregunté como mera formalidad, porque ya me había instalado ahí.
Ya está inscrito en mi forma de ser, el ser sociable, persona que veo persona que saludo, y está no fue la excepción -hola, Frith verdad- creí haber escuchado que uno de los burgueses lo llamó así. mi primo, el de ahí atrás quería saber a donde vamos moviendo la cabeza indique con la mirada a Leon. -no quería hablar de trabajo, pero no se me había ocurrido ningún tema distinto (después de todo, no lo conozco, sería extraño preguntar cosas diferentes) -
Estábamos del lado derecho de los carros, había terminado de comer antes que todos ya que compartí mi carne con Mirla. Me paré y despedí de mi acompañante. Para esperar a que todos terminaran de comer, fui al otro lado y encontré a una persona husmeando en los carros Ey! Tú grite para alertar a los otros.
Pero bueno ahí estaba, por suerte estaba leo, estaba mucho más grande de como lo recordaba, parecía mucho menos efusivo e incluso un poco distante. Pasamos el tiempo recordando viejas anécdotas de cuando éramos pequeños, conversando las Clásicas cosas de juntas familiares, dándome "sabios consejos" que incluso una roca podría pensarlos y burlándose de mi compañera, aunque eso era mejor que estar solo en esta caravana.
Me hacía notar constantemente la incompetencia del jefe, a mi en cambio me parecía el más simpático de los otros, tanto así que cuando llegó el momento de descansar dejé a mi primo hablándole al aire. No porque me aburriese, al contrario me alegraba de tenerlo cerca, sino porque me intrigaba demasiado el líder. Ya había conocido una licantropa muy amable y me había dejado una buena impresión de su raza.
Pase muy cerca de la fogata, tratando de evitar a los humanos, que durante el trayecto entre susurros no muy discretos, hablaban lo desagradable que era compartir objetivo con gatos y lobos. De camino al joven líder logré ver lo se estaba transportado, era un cofre de considerable tamaño al verlo me intrigó bastante, y pese a que sea un novato en el oficio no creo que sea normal un grupo tan grande para proteger lo que sea que llevarán los carromato.
El jefe estaba sentado en un tronco caído, donde cabían dos o tres personas más pero nadie se le había acercado, ni siquiera por la comodidad del asiento. Ya estaba frente a él y Mira venía atrás mío, sonreí y me senté a su lado -¿te molesta si me siento aquí?- pregunté como mera formalidad, porque ya me había instalado ahí.
Ya está inscrito en mi forma de ser, el ser sociable, persona que veo persona que saludo, y está no fue la excepción -hola, Frith verdad- creí haber escuchado que uno de los burgueses lo llamó así. mi primo, el de ahí atrás quería saber a donde vamos moviendo la cabeza indique con la mirada a Leon. -no quería hablar de trabajo, pero no se me había ocurrido ningún tema distinto (después de todo, no lo conozco, sería extraño preguntar cosas diferentes) -
Estábamos del lado derecho de los carros, había terminado de comer antes que todos ya que compartí mi carne con Mirla. Me paré y despedí de mi acompañante. Para esperar a que todos terminaran de comer, fui al otro lado y encontré a una persona husmeando en los carros Ey! Tú grite para alertar a los otros.
Dendrei
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Re: Un paquete interesante. ~Libre~
El viaje se estaba volviendo eterno. En parte era culpa mía, y en parte de los mismos comerciantes. Realmente, antes de marchar hacia la aldea a donde nos dirigíamos, los mercaderes se habían preocupado de confundirme cuanto más fue posible. Mientras un mercader me entregaba una ubicación poco clara, el otro me daba otra más confusa todavía. Ni aunque fuera un experto explorador habría comprendido a la primera, hacia dónde nos dirigíamos.
Pero después de observar varias veces el mapa, me había hecho una idea, y todavía nos quedaban un par de horas de trayecto, siempre y cuando no ralentizáramos la marcha por pura desgana. En cuanto hicimos aquella pausa, me quedé no muy lejos de la hoguera. Calenté un poco de carne que me había ofrecido uno de los mercaderes, y le di unos cuantos bocados ansiosos. Alguien se acercó a mí; uno de los otros cinco guardias. Casualmente era uno de los dos felinos, el de aspecto más simpático. Todos eran unos hombres de mierda, o aparentaban serlo, pero los felinos al menos parecían gente seria, que simplemente pretendía cumplir con su trabajo, como yo.
Aunque mentiría si dijera que este felino era extremadamente serio. Al contrario, fue amable y educado desde el primer momento, y me aferré a aquella conversación casi con desesperación. No porque me aburriera, ni tampoco porque necesitara desesperadamente hablar con alguno de los guardias. Sino por algo mucho más simple y relacionado con el trabajo: Necesitaba mantener alguna clase de contacto con el resto de los guardias. Sino en el caso de que nos asaltaran, sería todo un maldito caos sin resolución.
- ¿Te molesta si me siento aquí? –dijo él.
Vi cómo ya se había sentado, y sonreí. Aquello era propio de alguien que acostumbraba a conocer gente nueva, mantener una relación amistosa y no buscar demasiados problemas.
- Para nada, compañero. –Respondí sonriente, mientras daba un trago a mi petaca.
- Hola. Frith, ¿verdad? –asentí-. Mi primo, el de ahí atrás –elevé la vista sobre los hombros buscándolo con la mirada hasta identificar al otro felino-, quería saber a dónde vamos.
- Es una pequeña aldea costera –respondí rápidamente. Y antes de hablar y no conseguir más que confundir al felino, preferí sacar de mi saco el mapa-. Mira, ahora mismo estamos aquí. No muy lejos está Ulmer. Tenemos que continuar este paso –señalé un camino en el mapa-, y seguirlo hasta llegar a este lado de la costa. Es una aldea situada entre acantilados. Bastante escondida, con poca gente. Nunca he estado antes, pero sé llegar.
Tras comer rápidamente, compartiendo sus alimentos con otra semejante –por decirlo de algún modo-, el joven felino se puso en pie e hizo un gesto para despedirse. Supuse que daría una vuelta alrededor, vigilando. Me había caído en gracia, y me pregunté si el otro felino en el fondo demostraría la misma amabilidad. Me quedé sentado en el mismo sitio, comiendo algunas patatas que había asado poco después de que el felino se alejara. Patatas asadas, mojadas en aceite de oliva, habían quedado crujientes y sabrosas. Pero de pronto tuve que dejarlas caer, llevando mi mano a la empuñadura de mis espadas, girando la vista hacia el lugar del que provino un grito de alerta.
- ¡Ey tú! –escuché un bramido.
Frente al felino un hombre que llevaba una capucha medianamente rota, trataba de echar un vistazo “inocente” a la carga que llevaba la caravana principal. Se encontraba del lado exterior del círculo que se había formado, oculto de la gente. Fruncí el ceño y desenvainé las espadas. Al oír el grito y mis espadas desenvainar, los otros guardias hicieron lo mismo, y vigilaron la zona.
- ¡No, no! –gritó el desconocido. Se giró hacia el felino asustado.
Era un hombre viejo, con la cara extremadamente arrugada. Tenía los ojos grises, casi blancos, como si se tratara de un hombre ciego. Pero no estaba ciego, nos veía con claridad, y el espanto y horror de su mueca al vernos armados frente a él me lo terminó de confirmar.
- ¡Esto que hay aquí dentro es una desgracia! ¡Una maldición! –bramó alterado.
- ¿Es alguna clase de estrategia? Nunca cederíamos ante una treta de bandidos tan mal elaborada –dije con sorna.
- ¡No es una estrategia! ¡Es serio! ¡Es serio! ¡Malditos seáis! ¡Esto es una maldición!
Acabé enarcando una ceja confundido. Y por una milésima de segundo pensé que tal vez aquel hombre estaría delirando. Un delirio de los que ocultan una pequeña parte de una verdad difícil de explicar. Pero tan sólo fue una milésima de segundo. Que no bastó para que descendiera mis manos, con mis armas, no bastó para que bajara la guardia. E hice bien, porque el silbido de una flecha pasó cerca de mi oído izquierdo, y ésta se clavó justo en la misma caravana donde se guardaba aquel extraño cofre. El viejo soltó una risotada y trató de huir. No sabía cuántos había, ni dónde se escondían; pero el viejo había venido acompañado.
Pero después de observar varias veces el mapa, me había hecho una idea, y todavía nos quedaban un par de horas de trayecto, siempre y cuando no ralentizáramos la marcha por pura desgana. En cuanto hicimos aquella pausa, me quedé no muy lejos de la hoguera. Calenté un poco de carne que me había ofrecido uno de los mercaderes, y le di unos cuantos bocados ansiosos. Alguien se acercó a mí; uno de los otros cinco guardias. Casualmente era uno de los dos felinos, el de aspecto más simpático. Todos eran unos hombres de mierda, o aparentaban serlo, pero los felinos al menos parecían gente seria, que simplemente pretendía cumplir con su trabajo, como yo.
Aunque mentiría si dijera que este felino era extremadamente serio. Al contrario, fue amable y educado desde el primer momento, y me aferré a aquella conversación casi con desesperación. No porque me aburriera, ni tampoco porque necesitara desesperadamente hablar con alguno de los guardias. Sino por algo mucho más simple y relacionado con el trabajo: Necesitaba mantener alguna clase de contacto con el resto de los guardias. Sino en el caso de que nos asaltaran, sería todo un maldito caos sin resolución.
- ¿Te molesta si me siento aquí? –dijo él.
Vi cómo ya se había sentado, y sonreí. Aquello era propio de alguien que acostumbraba a conocer gente nueva, mantener una relación amistosa y no buscar demasiados problemas.
- Para nada, compañero. –Respondí sonriente, mientras daba un trago a mi petaca.
- Hola. Frith, ¿verdad? –asentí-. Mi primo, el de ahí atrás –elevé la vista sobre los hombros buscándolo con la mirada hasta identificar al otro felino-, quería saber a dónde vamos.
- Es una pequeña aldea costera –respondí rápidamente. Y antes de hablar y no conseguir más que confundir al felino, preferí sacar de mi saco el mapa-. Mira, ahora mismo estamos aquí. No muy lejos está Ulmer. Tenemos que continuar este paso –señalé un camino en el mapa-, y seguirlo hasta llegar a este lado de la costa. Es una aldea situada entre acantilados. Bastante escondida, con poca gente. Nunca he estado antes, pero sé llegar.
Tras comer rápidamente, compartiendo sus alimentos con otra semejante –por decirlo de algún modo-, el joven felino se puso en pie e hizo un gesto para despedirse. Supuse que daría una vuelta alrededor, vigilando. Me había caído en gracia, y me pregunté si el otro felino en el fondo demostraría la misma amabilidad. Me quedé sentado en el mismo sitio, comiendo algunas patatas que había asado poco después de que el felino se alejara. Patatas asadas, mojadas en aceite de oliva, habían quedado crujientes y sabrosas. Pero de pronto tuve que dejarlas caer, llevando mi mano a la empuñadura de mis espadas, girando la vista hacia el lugar del que provino un grito de alerta.
- ¡Ey tú! –escuché un bramido.
Frente al felino un hombre que llevaba una capucha medianamente rota, trataba de echar un vistazo “inocente” a la carga que llevaba la caravana principal. Se encontraba del lado exterior del círculo que se había formado, oculto de la gente. Fruncí el ceño y desenvainé las espadas. Al oír el grito y mis espadas desenvainar, los otros guardias hicieron lo mismo, y vigilaron la zona.
- ¡No, no! –gritó el desconocido. Se giró hacia el felino asustado.
Era un hombre viejo, con la cara extremadamente arrugada. Tenía los ojos grises, casi blancos, como si se tratara de un hombre ciego. Pero no estaba ciego, nos veía con claridad, y el espanto y horror de su mueca al vernos armados frente a él me lo terminó de confirmar.
- ¡Esto que hay aquí dentro es una desgracia! ¡Una maldición! –bramó alterado.
- ¿Es alguna clase de estrategia? Nunca cederíamos ante una treta de bandidos tan mal elaborada –dije con sorna.
- ¡No es una estrategia! ¡Es serio! ¡Es serio! ¡Malditos seáis! ¡Esto es una maldición!
Acabé enarcando una ceja confundido. Y por una milésima de segundo pensé que tal vez aquel hombre estaría delirando. Un delirio de los que ocultan una pequeña parte de una verdad difícil de explicar. Pero tan sólo fue una milésima de segundo. Que no bastó para que descendiera mis manos, con mis armas, no bastó para que bajara la guardia. E hice bien, porque el silbido de una flecha pasó cerca de mi oído izquierdo, y ésta se clavó justo en la misma caravana donde se guardaba aquel extraño cofre. El viejo soltó una risotada y trató de huir. No sabía cuántos había, ni dónde se escondían; pero el viejo había venido acompañado.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Un paquete interesante. ~Libre~
Mocoso malcriado, dejarme hablando solo para ir a hablar con ese lobo… ¿que se cree? Ya se las verá conmigo, le diré un par de cosas y no se le van a olvidar en la vida- farfullaba Leo mientras mordisqueaba un trozo de carne un tanto dura, la cosa estaba bien aburrida, todos en sus propios asuntos, los otros guardias estaban en sus conversaciones entre ellos y el primo de Leo estaba charlando con el lobo, aun no lo graba recordar bien su nombre, pero tampoco es que se esforzara en hacerlo.
Estaba terminando su ración de comida cuando vio pasar a su primo por el lado de él, iba rumbo al exterior del circulo de carretas, Leo haciendo una mueca de sorna al ver pasar al felino más pequeño esperó a que lo perdiera de vista, tenía pensado hacerle una broma pesada en venganza.
Se levantó lentamente sin hacer ruido y siguió a Den, iba con pasos calmados y lentos, todo bien hasta que oyó a su primo gritar para llamar la atención de alguien, Leo casi en un tris sacó su hacha de la espalda si corrió hasta donde se encontraba el chico. Ahí estaba un viejo de aspecto roñoso, parecía un simple ladronzuelo que se había metido con el convoy equivocado, sus ojos eran de un gris lechoso pero aun podía ver, Leo se percató cuando lo vio entornar la mirada hacia él y los otros guardias cuando llegaron al lugar.
Leo se concentró en el viejo y en lo que decía, una medición o algo asi fue lo que escapó de su senil boca –Viejo loco, solo habla incoherencias- pensó el felino. Estuvo a punto de irse a sentar otra vez cuando escuchó el seco sonido de un arco al disparar, el inconfundible sonido de una flecha al volar y su respectivo golpe en madera al impactar, al parecer el viejo no iba solo y no estaba tan senil como Leo creía.
Mirando a todos lados tratando de identificar de donde había salido la flecha se acercó al líder de grupo y le dijo con un tono lo mas neutral posible (aunque con un poco de sorna):
¿Ahora qué muchacho? ¿Nos replegamos al centro de la caravana y tratamos de hacerlos que salgan de donde están o nos lanzamos a lo loco? Eres el jefe, tu mandas. Leo ya estaba un poco exaltado por la posibilidad de una batalla y sus orejas se movían inquietas tratando de captar un sonido que le diera indicios de donde se encontraban los cobardes atacantes, fueron un par de pisadas y unos murmullos a su izquierda los que le dieron aquel indicio. A nuestra izquierda se oye algo, lobo le indicó Leo al jefe de los guardias.
Estaba terminando su ración de comida cuando vio pasar a su primo por el lado de él, iba rumbo al exterior del circulo de carretas, Leo haciendo una mueca de sorna al ver pasar al felino más pequeño esperó a que lo perdiera de vista, tenía pensado hacerle una broma pesada en venganza.
Se levantó lentamente sin hacer ruido y siguió a Den, iba con pasos calmados y lentos, todo bien hasta que oyó a su primo gritar para llamar la atención de alguien, Leo casi en un tris sacó su hacha de la espalda si corrió hasta donde se encontraba el chico. Ahí estaba un viejo de aspecto roñoso, parecía un simple ladronzuelo que se había metido con el convoy equivocado, sus ojos eran de un gris lechoso pero aun podía ver, Leo se percató cuando lo vio entornar la mirada hacia él y los otros guardias cuando llegaron al lugar.
Leo se concentró en el viejo y en lo que decía, una medición o algo asi fue lo que escapó de su senil boca –Viejo loco, solo habla incoherencias- pensó el felino. Estuvo a punto de irse a sentar otra vez cuando escuchó el seco sonido de un arco al disparar, el inconfundible sonido de una flecha al volar y su respectivo golpe en madera al impactar, al parecer el viejo no iba solo y no estaba tan senil como Leo creía.
Mirando a todos lados tratando de identificar de donde había salido la flecha se acercó al líder de grupo y le dijo con un tono lo mas neutral posible (aunque con un poco de sorna):
¿Ahora qué muchacho? ¿Nos replegamos al centro de la caravana y tratamos de hacerlos que salgan de donde están o nos lanzamos a lo loco? Eres el jefe, tu mandas. Leo ya estaba un poco exaltado por la posibilidad de una batalla y sus orejas se movían inquietas tratando de captar un sonido que le diera indicios de donde se encontraban los cobardes atacantes, fueron un par de pisadas y unos murmullos a su izquierda los que le dieron aquel indicio. A nuestra izquierda se oye algo, lobo le indicó Leo al jefe de los guardias.
Leon Alexander
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Una segunda flecha, volvió a dar en la madera y pensé -o tiene mala presión, o no está disparando a matar- tal vez era solo una impresión, por como lo que decía el anciano.
Todos buscaban con la mirada de donde provenían los proyectiles, yo en cambio miré las flechas y me di cuenta que se habían incrustado en un ángulo desendente, Un ruido de hojas en uno de los árboles frondosos confirmó mi sospecha -¡en los árboles!- exclamé al unísono con mi Primo, que decía -a la izquierda- al parecer diferimos en la ubicación de nuestros atacantes o estábamos rodeados.
El jefe y mi primo habían ido al flanco izquierdo, dejadome con estos incompetentes compañeros.
-¡¿nadie tiene un maldito arco?!- no recibí respuesta -¿cómo en un grupo tan grande no hay nadie con un arma a distancia?- mire a los otros, y noté el cinturón que tenía uno de los humanos -creo que era al que le debía un favor- tenía varios cuchillos -¡Ey tu! Pasame un cuchillo- grité, pero éste no reacionaba. Dos flechas más impactaron esta vez más cerca de nosotros.
En vista que no me pasaba los cuchillos, cubriendome con las ruedas, me acerqué y se los arrebate, esperé cubierto, a que el o los arqueros dispararan de nuevo, para obtener su ubicación exacta, la verdad no tuve que esperar mucho una flecha se clavó exactamente en la rueda donde me había cubierto, lancé un cuchillo en la dirección de donde provenía la flecha.
Un quejido de una mujer confirmó que había acertado las flechas habían dejado de llegar, salí de atrás de la rueda y el silbido de otra flecha hizo que se me pusieran los pelos de punta -había otro- la flecha rozo mi piel causando que comenzará a sangrar, volví a cubierto escrutando con la mirada en búsqueda del otro.
Me ardía el corte, que justo era en mi brazo derecho, entorpeciendo así segundo lanzamiento. Los otros no hacían nada -ni siquiera vigilan al viejo- ¡el viejo! no lo veía por ningún lado, de seguro había aprovechado que nos dispersamos, para huir.
Todos buscaban con la mirada de donde provenían los proyectiles, yo en cambio miré las flechas y me di cuenta que se habían incrustado en un ángulo desendente, Un ruido de hojas en uno de los árboles frondosos confirmó mi sospecha -¡en los árboles!- exclamé al unísono con mi Primo, que decía -a la izquierda- al parecer diferimos en la ubicación de nuestros atacantes o estábamos rodeados.
- Ángulo de la flecha :
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El jefe y mi primo habían ido al flanco izquierdo, dejadome con estos incompetentes compañeros.
-¡¿nadie tiene un maldito arco?!- no recibí respuesta -¿cómo en un grupo tan grande no hay nadie con un arma a distancia?- mire a los otros, y noté el cinturón que tenía uno de los humanos -creo que era al que le debía un favor- tenía varios cuchillos -¡Ey tu! Pasame un cuchillo- grité, pero éste no reacionaba. Dos flechas más impactaron esta vez más cerca de nosotros.
En vista que no me pasaba los cuchillos, cubriendome con las ruedas, me acerqué y se los arrebate, esperé cubierto, a que el o los arqueros dispararan de nuevo, para obtener su ubicación exacta, la verdad no tuve que esperar mucho una flecha se clavó exactamente en la rueda donde me había cubierto, lancé un cuchillo en la dirección de donde provenía la flecha.
Un quejido de una mujer confirmó que había acertado las flechas habían dejado de llegar, salí de atrás de la rueda y el silbido de otra flecha hizo que se me pusieran los pelos de punta -había otro- la flecha rozo mi piel causando que comenzará a sangrar, volví a cubierto escrutando con la mirada en búsqueda del otro.
Me ardía el corte, que justo era en mi brazo derecho, entorpeciendo así segundo lanzamiento. Los otros no hacían nada -ni siquiera vigilan al viejo- ¡el viejo! no lo veía por ningún lado, de seguro había aprovechado que nos dispersamos, para huir.
Última edición por Dendrei el Sáb Feb 25 2017, 00:11, editado 1 vez
Dendrei
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El silbido de las flechas se hacía cada vez más frecuente. Estas caían sobre las caravanas, pero casi parecía que pretendieran más asustarnos para que nos marcháramos, que causar un daño de gravedad. De hecho, de haber sido lo segundo, imagine que utilizarían flechas de fuego o algún método más sofisticado para asaltarnos.
El felino parecía decidido. En cuando se percató de que pronto llegarían los problemas, no dudo en mostrarse preparado, hostil hacia lo que pudiera suceder, y esperando órdenes. Le sonreí, me agradaba aquel comportamiento, que por el contrario no había visto en los hombres de mierda. De hecho, en cuanto dirigí la mirada a ellos, comprobé que se habían quedado completamente inmóviles, sin hacer nada en absoluto. Ni siquiera me habían hecho saber que estaban esperando órdenes. Era deplorable.
- Haremos lo que sabemos hacer –le respondí al felino más grande-. Responder con fuego y acero.
Sin embargo, estaban usando flechas planas, muchas de ellas de una calidad extremadamente baja. Desee que ninguna flecha se clavara en mí, porque en cuanto tome una de la perforada madera de la caravana principal, me fije en que su flecha estaba extremadamente oxidada. Si bien no me podía causar un gran daño, la infección podría matarme.
- ¡¿Nadie tiene un maldito arco?! –había exclamado el hombre bestia con el que había hablado antes. Era su voz, me había dado cuenta de que había sido el quien había emitido aquel bramido.
- Tenemos algo mejor, de hecho… -pensé en alto. Pero estaba demasiado lejos como para que el me escuchara.
Recordé entonces todo lo que me habían dicho los mercaderes antes de marchar. Todo el material armamentístico del que disponíamos para poder defendernos. Fue entonces cuando había pensado –a la hora de hacer el contrato y que me hablaran sobre todo lo que dispondríamos para defendernos-, cuando me dieron a entender que fuera lo que fuera que llevaban, era algo demasiado importante y que, en el caso de recibir un asalto, lo más probable era que necesitáramos dar lo mejor de nosotros mismos.
Mientras los hombres de mierda rodeaban la caravana buscando con la vista el origen de las flechas, yo me acerque al interior del circulo que habíamos formado. Donde todavía permanecía encendida la hoguera que habíamos formado antes para poder asar la carne. Trate de recordar en cuál de las caravanas se encontraba el material armamentístico. Eran alrededor de siete caravanas en total, que habiendo antes viajado en una línea perfecta, ahora formaban un círculo cerrado perfecto.
- La rosa. Como no. –dije al acordarme. Corrí rápidamente hasta esa caravana, y entre dentro. Esta caravana estaba vacía, y una enorme manta cubría todo lo que transportaba.
Aparte la manta y me di cuenta de que se trataba de un montón de jabalinas, jarras de aceite de ballena y lo que parecían placas para formar una improvisada empalizada. Salí de la caravana rápidamente y di un chillido. A uno de los que no me caían bien, que me había seguido y esperaba instrucciones.
- ¡Tú, inútil! –brame-. Te necesito aquí. Y avisa a los demás. Tenemos jabalinas y podemos formar una barrera defensiva rápidamente. Con que tomemos una placa de madera cada uno y la clavemos en la tierra gracias a esto –le mostré la parte inferior de las placas, que tenían dos hojas afiladas dispuestas para ser clavadas en tierra firme y así sostenerse-, Asi podremos defendernos mientras lanzamos las jabalinas –luego dirigí la vista a las jarras de aceite de ballena-. También tenemos esto. Podemos mojar la punta de las jabalinas y encenderlas con la hoguera. Tenemos que actuar rápido. ¡Vamos, vamos! ¡No te quedes mirándome, desgraciado!
Me había estado escuchando con suma atención. Y ahora se ponía en marcha para poder avisar a los demás. No sin antes tomar una enorme placa de madera, para tras avisar a los demás, clavarla frente a las caravanas, del lado del que nos estaban atacando. No era exactamente una emboscada, dado que me pude percatar que los ataques solo provenían de una dirección por lo general, pero había sido lo suficiente sorpresivo como para ponernos en un aprieto.
También yo tomé otra de las placas de madera y Salí hasta la parte exterior del circulo de las caravanas. Clave la placa de madera en tierra firme, y me pude dar cuenta de que tenía una obertura en el centro. No muy grande, pequeña. Claramente era para utilizar un arco. Pero aquellos habían tenido la “maravillosa” idea de entregarnos jabalinas, un instrumento que debíamos lanzar con todas sus fuerzas, y que evidentemente no podríamos utilizar con la obertura de aquellas placas de madera. Poco a poco los hombres serios de la patrulla fueron colocando las placas de madera, y tras hacerlo, lanzando jabalinas encendidas contra allá donde creían haber visto a alguien. Algunos árboles se prendieron con el fuego y la brea que llevaban las jabalinas, y aquello comenzó a convertirse en un terrible infierno. ¿Lo bueno? Que ahora sí que saldrían de su escondite.
Además, las placas de madera evitarían que pudieran continuar disparándonos flechas. Flechas que no podían disparar de modo que cayeran en nuestra área desde arriba, porque, al fin y al cabo, estaban ocultos entre los bosques. Ramas y hojas de la copa de sus árboles nos daban la ventaja de ser un impedimento en su Angulo de tiro. Además, aquellos preparativos habían sido una buena idea, ya que en cuanto fijé mi vista más allá, me di cuenta de que no eran unos cuantos bandidos. Era todo un grupo de guerra, un grupo amplio de gente, si bien no demasiado armada, lo suficientemente furiosa como para causarnos problemas.
El felino parecía decidido. En cuando se percató de que pronto llegarían los problemas, no dudo en mostrarse preparado, hostil hacia lo que pudiera suceder, y esperando órdenes. Le sonreí, me agradaba aquel comportamiento, que por el contrario no había visto en los hombres de mierda. De hecho, en cuanto dirigí la mirada a ellos, comprobé que se habían quedado completamente inmóviles, sin hacer nada en absoluto. Ni siquiera me habían hecho saber que estaban esperando órdenes. Era deplorable.
- Haremos lo que sabemos hacer –le respondí al felino más grande-. Responder con fuego y acero.
Sin embargo, estaban usando flechas planas, muchas de ellas de una calidad extremadamente baja. Desee que ninguna flecha se clavara en mí, porque en cuanto tome una de la perforada madera de la caravana principal, me fije en que su flecha estaba extremadamente oxidada. Si bien no me podía causar un gran daño, la infección podría matarme.
- ¡¿Nadie tiene un maldito arco?! –había exclamado el hombre bestia con el que había hablado antes. Era su voz, me había dado cuenta de que había sido el quien había emitido aquel bramido.
- Tenemos algo mejor, de hecho… -pensé en alto. Pero estaba demasiado lejos como para que el me escuchara.
Recordé entonces todo lo que me habían dicho los mercaderes antes de marchar. Todo el material armamentístico del que disponíamos para poder defendernos. Fue entonces cuando había pensado –a la hora de hacer el contrato y que me hablaran sobre todo lo que dispondríamos para defendernos-, cuando me dieron a entender que fuera lo que fuera que llevaban, era algo demasiado importante y que, en el caso de recibir un asalto, lo más probable era que necesitáramos dar lo mejor de nosotros mismos.
Mientras los hombres de mierda rodeaban la caravana buscando con la vista el origen de las flechas, yo me acerque al interior del circulo que habíamos formado. Donde todavía permanecía encendida la hoguera que habíamos formado antes para poder asar la carne. Trate de recordar en cuál de las caravanas se encontraba el material armamentístico. Eran alrededor de siete caravanas en total, que habiendo antes viajado en una línea perfecta, ahora formaban un círculo cerrado perfecto.
- La rosa. Como no. –dije al acordarme. Corrí rápidamente hasta esa caravana, y entre dentro. Esta caravana estaba vacía, y una enorme manta cubría todo lo que transportaba.
Aparte la manta y me di cuenta de que se trataba de un montón de jabalinas, jarras de aceite de ballena y lo que parecían placas para formar una improvisada empalizada. Salí de la caravana rápidamente y di un chillido. A uno de los que no me caían bien, que me había seguido y esperaba instrucciones.
- ¡Tú, inútil! –brame-. Te necesito aquí. Y avisa a los demás. Tenemos jabalinas y podemos formar una barrera defensiva rápidamente. Con que tomemos una placa de madera cada uno y la clavemos en la tierra gracias a esto –le mostré la parte inferior de las placas, que tenían dos hojas afiladas dispuestas para ser clavadas en tierra firme y así sostenerse-, Asi podremos defendernos mientras lanzamos las jabalinas –luego dirigí la vista a las jarras de aceite de ballena-. También tenemos esto. Podemos mojar la punta de las jabalinas y encenderlas con la hoguera. Tenemos que actuar rápido. ¡Vamos, vamos! ¡No te quedes mirándome, desgraciado!
Me había estado escuchando con suma atención. Y ahora se ponía en marcha para poder avisar a los demás. No sin antes tomar una enorme placa de madera, para tras avisar a los demás, clavarla frente a las caravanas, del lado del que nos estaban atacando. No era exactamente una emboscada, dado que me pude percatar que los ataques solo provenían de una dirección por lo general, pero había sido lo suficiente sorpresivo como para ponernos en un aprieto.
También yo tomé otra de las placas de madera y Salí hasta la parte exterior del circulo de las caravanas. Clave la placa de madera en tierra firme, y me pude dar cuenta de que tenía una obertura en el centro. No muy grande, pequeña. Claramente era para utilizar un arco. Pero aquellos habían tenido la “maravillosa” idea de entregarnos jabalinas, un instrumento que debíamos lanzar con todas sus fuerzas, y que evidentemente no podríamos utilizar con la obertura de aquellas placas de madera. Poco a poco los hombres serios de la patrulla fueron colocando las placas de madera, y tras hacerlo, lanzando jabalinas encendidas contra allá donde creían haber visto a alguien. Algunos árboles se prendieron con el fuego y la brea que llevaban las jabalinas, y aquello comenzó a convertirse en un terrible infierno. ¿Lo bueno? Que ahora sí que saldrían de su escondite.
Además, las placas de madera evitarían que pudieran continuar disparándonos flechas. Flechas que no podían disparar de modo que cayeran en nuestra área desde arriba, porque, al fin y al cabo, estaban ocultos entre los bosques. Ramas y hojas de la copa de sus árboles nos daban la ventaja de ser un impedimento en su Angulo de tiro. Además, aquellos preparativos habían sido una buena idea, ya que en cuanto fijé mi vista más allá, me di cuenta de que no eran unos cuantos bandidos. Era todo un grupo de guerra, un grupo amplio de gente, si bien no demasiado armada, lo suficientemente furiosa como para causarnos problemas.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Maldita sea, rodeados… SALGAN Y PELEEN COMO HOMBRES, RATAS INMUNDAS.
Leo estaba fastidiado, ningún arco, vaya mercenarios de pacotilla, nadie tenia ni un arco corto con el cual defenderse, Den trataba de hacer algo con cuchillos para lanzar y los demás se quedaban pasmados como lelos, solo el jefe, el mismo Den y Leo eran proactivos y actuaban por instinto. Al no ser diestro con el uso de arcos el felino solo pudo cubrirse lo mejor posible tras los carros y esperar a que cesaran los ataques a distancia, el cuerpo a cuerpo era su fuerte y ahí es donde mas podía ayudar.
Agachado tras una rueda vio como su primo era herido en un brazo, solo al darse cuenta de que no era de gravedad Leo sonrió y rió jajajaja ¡EH PRIMO! ¡LAS CICATRICES ATRAEN CHICAS! Gritó Leo mientras le hacía señas mostrando el brazo. Poco después de la lesión de Den, Leo vio y escuchó al lobo gritar ordenes, los otros guardias corrían de aquí a allá con jabalinas incendiarias y placas de madera – umh… barricadas y fuego, buena idea chico, te ayudaré a sembrar pánico en los enemigos.
Tomando una de las placas Leo se dirigió dónde estaban poniendo el resto, en el camino tropezó con otro de los guardias que llevaba torpemente una de las piezas de madera DAME ESO, INÚTIL gritó el felino al momento de arrebatarle la placa al atolondrado hombre - ve a buscar jabalinas será mejor.- Leo siguió caminando y cuando llegó al lugar plantó la madera firmemente en la barricada – Así debería bastar – pensó el gato. Dejando la barricada de lado fue a buscar unas cuantas jabalinas. Una vez regresó lo único que hizo el gato fue prender fuego a las jabalinas y lanzarlas, creando así pequeños infiernos entre los árboles, lo divertido vendría pronto y Leo no quería estar cansado para el combate cuerpo a cuerpo, no sabían cuántos eras así que era mejor se precavido y guardar la mayor parte de sus fuerzas.
Por aquí y por allá se escuchaba el crepitar de las llamas y uno que otro grito de desesperación de algún pode diablo quemándose, entre su bando no había habido bajas, solo uno que otro herido por las flechas, el de mayor gravedad fue un conductor de caravana, el cual había recibido el impacto de una flecha en la rodilla, adiós a su carrera como aventurero*. Los gritos, los silbidos de las flechas, de las jabalinas y el correr de los demás guardias traían cierta paz enfermiza al Gato, solo estaba en relativa calma cuando se preparaba para una batalla.
Fue ahí cuando olvidando todo rencor se acercó nuevamente al Jefe y con brillo valeroso y casi demencial le dijo:
Que animada está la cosa, ¿no?, pensé que no tendríamos acción el viaje – soltando una sonora carcajada prosiguió – te apuesto 5 aeros a que aquél muchacho de ahí se acobarda a la hora del combate real – señalando a uno de los guardias, el mismo con el que se había topado anteriormente.
Un momento… ¿donde mierda está el viejo? inquirió molesto León al fijarse en que nadie lo había capturado ni vigilado
Leo estaba fastidiado, ningún arco, vaya mercenarios de pacotilla, nadie tenia ni un arco corto con el cual defenderse, Den trataba de hacer algo con cuchillos para lanzar y los demás se quedaban pasmados como lelos, solo el jefe, el mismo Den y Leo eran proactivos y actuaban por instinto. Al no ser diestro con el uso de arcos el felino solo pudo cubrirse lo mejor posible tras los carros y esperar a que cesaran los ataques a distancia, el cuerpo a cuerpo era su fuerte y ahí es donde mas podía ayudar.
Agachado tras una rueda vio como su primo era herido en un brazo, solo al darse cuenta de que no era de gravedad Leo sonrió y rió jajajaja ¡EH PRIMO! ¡LAS CICATRICES ATRAEN CHICAS! Gritó Leo mientras le hacía señas mostrando el brazo. Poco después de la lesión de Den, Leo vio y escuchó al lobo gritar ordenes, los otros guardias corrían de aquí a allá con jabalinas incendiarias y placas de madera – umh… barricadas y fuego, buena idea chico, te ayudaré a sembrar pánico en los enemigos.
Tomando una de las placas Leo se dirigió dónde estaban poniendo el resto, en el camino tropezó con otro de los guardias que llevaba torpemente una de las piezas de madera DAME ESO, INÚTIL gritó el felino al momento de arrebatarle la placa al atolondrado hombre - ve a buscar jabalinas será mejor.- Leo siguió caminando y cuando llegó al lugar plantó la madera firmemente en la barricada – Así debería bastar – pensó el gato. Dejando la barricada de lado fue a buscar unas cuantas jabalinas. Una vez regresó lo único que hizo el gato fue prender fuego a las jabalinas y lanzarlas, creando así pequeños infiernos entre los árboles, lo divertido vendría pronto y Leo no quería estar cansado para el combate cuerpo a cuerpo, no sabían cuántos eras así que era mejor se precavido y guardar la mayor parte de sus fuerzas.
Por aquí y por allá se escuchaba el crepitar de las llamas y uno que otro grito de desesperación de algún pode diablo quemándose, entre su bando no había habido bajas, solo uno que otro herido por las flechas, el de mayor gravedad fue un conductor de caravana, el cual había recibido el impacto de una flecha en la rodilla, adiós a su carrera como aventurero*. Los gritos, los silbidos de las flechas, de las jabalinas y el correr de los demás guardias traían cierta paz enfermiza al Gato, solo estaba en relativa calma cuando se preparaba para una batalla.
Fue ahí cuando olvidando todo rencor se acercó nuevamente al Jefe y con brillo valeroso y casi demencial le dijo:
Que animada está la cosa, ¿no?, pensé que no tendríamos acción el viaje – soltando una sonora carcajada prosiguió – te apuesto 5 aeros a que aquél muchacho de ahí se acobarda a la hora del combate real – señalando a uno de los guardias, el mismo con el que se había topado anteriormente.
Un momento… ¿donde mierda está el viejo? inquirió molesto León al fijarse en que nadie lo había capturado ni vigilado
- *DIOS QUE BUEN GUIÑO ME HE MARCADO!:
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Leon Alexander
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¡EH PRIMO! ¡LAS CICATRICES ATRAEN CHICAS! mi primito, siempre bromeando, incluso en estas situaciones, podrían perfectamente cercenarme un brazo y el diría algo parecido -ja, yo veo que tu tienes muchas y aun así te veo solo-.
escuchaba gritos de orden, insultos, maldiciones y cosas clavándose. Ruidos que me desconcentraban haciendo más difícil encontrar a los arqueros, segundos más tarde hubo un momento de silencio, que anunció el ruido de jabalinas en llamas siendo lanzadas, fue caótico ver como las llamas se propagaban rápidamente y el follaje de algunos árboles se desvanecía haciendo que los agresores saliesen de sus escondites. -No puedo evitar sentir un poco angustia por el bosque, que sin tener culpa alguna estaba siendo quemado-.
Vi salir de entre las ramas a los asaltantes, algunos con sus vestimentas en llamas y otros heridos por el impacto de jabalinas, varios se dispersaban, huían al las profundidades del bosque y un grupo considerable se agrupo frente a nosotros, eran alrededor de veinte personas entre ellas la chica que herí con el cuchillo.
Miré atrás y tenían montado una especie de barricada, es impresionante como nadie me había avisado, yo aquí entre las ruedas casi desprotegido rogando a mi suerte para que otra flecha no me llegara, ni siquiera mi primito se digno a hablarme. En un par de movimientos rápidos retrocedí y me reuní con los demás
Del otro lado de las vallas se escuchó un grito -devuélvanlo, pertenece a una familia malditos- dijo un hombre que aparentaba entre treinta o cuarenta años, de tez blanca, que en su espalda llevaba una espada y en su mano un escudo con un emblema familiar -parece un formidable guerrero- pensé, un poco intimidado por su apariencia. Después de unos segundos que dejo de hablar el hombre, una voz de mujer siguió -entréguenlo de forma pacifica y no habrá heridos- Lo dijo de forma en verdad amenazante.
tanto mi primo como yo, nos percatamos al mismo tiempo que el viejo había desaparecido. supuse inmediatamente que estaría intentado abrir o tratando de llevarse el cofre. Y que todo esto no era más que una distracción -ey, creo que podrían estar usando esto de distracción- les comuniqué.
-¿Que hacemos jefe? son veinte contra cinco, tú mandas- la verdad es que nunca había estado en combate antes, solo me dedicaba a cazar y esa era todo mi entrenamiento, lo que me hacia estar muy preocupado por el combate. Aun así no tenia miedo, tenía a mi primo que sabía no me dejaría de lado. Primo ¿tú me cubres verdad?
escuchaba gritos de orden, insultos, maldiciones y cosas clavándose. Ruidos que me desconcentraban haciendo más difícil encontrar a los arqueros, segundos más tarde hubo un momento de silencio, que anunció el ruido de jabalinas en llamas siendo lanzadas, fue caótico ver como las llamas se propagaban rápidamente y el follaje de algunos árboles se desvanecía haciendo que los agresores saliesen de sus escondites. -No puedo evitar sentir un poco angustia por el bosque, que sin tener culpa alguna estaba siendo quemado-.
Vi salir de entre las ramas a los asaltantes, algunos con sus vestimentas en llamas y otros heridos por el impacto de jabalinas, varios se dispersaban, huían al las profundidades del bosque y un grupo considerable se agrupo frente a nosotros, eran alrededor de veinte personas entre ellas la chica que herí con el cuchillo.
Miré atrás y tenían montado una especie de barricada, es impresionante como nadie me había avisado, yo aquí entre las ruedas casi desprotegido rogando a mi suerte para que otra flecha no me llegara, ni siquiera mi primito se digno a hablarme. En un par de movimientos rápidos retrocedí y me reuní con los demás
Del otro lado de las vallas se escuchó un grito -devuélvanlo, pertenece a una familia malditos- dijo un hombre que aparentaba entre treinta o cuarenta años, de tez blanca, que en su espalda llevaba una espada y en su mano un escudo con un emblema familiar -parece un formidable guerrero- pensé, un poco intimidado por su apariencia. Después de unos segundos que dejo de hablar el hombre, una voz de mujer siguió -entréguenlo de forma pacifica y no habrá heridos- Lo dijo de forma en verdad amenazante.
tanto mi primo como yo, nos percatamos al mismo tiempo que el viejo había desaparecido. supuse inmediatamente que estaría intentado abrir o tratando de llevarse el cofre. Y que todo esto no era más que una distracción -ey, creo que podrían estar usando esto de distracción- les comuniqué.
-¿Que hacemos jefe? son veinte contra cinco, tú mandas- la verdad es que nunca había estado en combate antes, solo me dedicaba a cazar y esa era todo mi entrenamiento, lo que me hacia estar muy preocupado por el combate. Aun así no tenia miedo, tenía a mi primo que sabía no me dejaría de lado. Primo ¿tú me cubres verdad?
- off-rol:
Frith tu decides podemos enfrentarnos, reagruparnos, ir a ver el cofre intentar bajar el numero con una lluvia de jabalinas. O lo que se te ocurra
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Dendrei
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Re: Un paquete interesante. ~Libre~
— Tampoco yo lo imaginaba —acompañé la carcajada del guardia felino, en cuanto este se dirigió a mí—. ¿Cinco Aeros, dices? Apuesto a su favor; nunca pierdo la esperanza de la valía de un hombre —sonreí audaz.
En cuanto mencionó la desaparición del viejo, me percaté de que tenía razón; no habíamos hecho nada con él. No lo habíamos apresado, ni hecho nada en absoluto. Se había esfumado, había desaparecido completamente. Tal vez ahora estaba en una de las caravanas, en su interior. Tal vez estaba en la más importante. Pero ojeé desde lejos a todas las caravanas, y no me percaté de ninguna presencia extraña.
Me giré hacia el bosque, de dónde salían numerosas unidades; muchos de ellos en llamas, otros atacando con furia al ver a sus compañeros ardiendo y muriendo.
— Me siento un poco sádico al disfrutar de esto —comenté, situándome justo detrás de una de las placas de madera—. Terminemos con esto cuanto antes.
El guardia más joven de todos, que se había adelantado a luchar prácticamente en el linde de los bosques, regresó hasta nosotros y se situó en la protección de la empalizada. Desde allí, estando a nuestro lado, descansó jadeante mientras elevó la vista, al igual que nosotros dos, hacia el bosque. Las jabalinas continuaban siendo lanzadas por el resto de los guardias, atravesando a los atacantes, que no cesaban en su marcha hacia nosotros. Morían, y aunque muchos se acobardaban y daban media vuelta para perderse entre los bosques, también muchos más eran los que continuaban avanzando sin muestra de temor.
— ¡Devolvedlo! ¡Pertenece a una familia, malditos! —gritó alguien al otro lado.
No llegué a vislumbrar de quién se trataba, pero el grito sonaba casi desesperado, pero al mismo tiempo lleno de furia y convicción. Siguió hablando:
— Entregadlo de forma pacífica, y no habrá heridos.
Dendrei justo en esos momentos me habló. Me hizo saber que nunca antes había estado en un combate, no había formado parte de batallas como aquella. Lo miré abriendo bastante los ojos, por la sorpresa. «Aun así has aceptado este encargo», pensé inmediatamente. Pero no dije nada. Luego se dirigió hacia «su primo», de quien no tenía constancia que así fuera.
— No te preocupes, en seguida os dicto la siguiente acción. No tenemos que dejarnos engatusar —dije. De pronto me giré hacia las caravanas, y vi cómo uno de los guardias se acercaba a nosotros. Alzaba, tomándolo del cuello de su camisa, al viejo que había estado desaparecido.
— ¿Qué hago con esto? —preguntó el guardia, con una voz grave y ruda.
— Muéstralo ante ellos. Tal vez tenga alguna clase de valor —le sugerí. Entonces el guardia se colocó justo al lado de la empalizada, y alzó más al viejo para que los enemigos lo vieran. El que había hablado antes, todavía permanecía de pie con el semblante serio, mirándonos. No mostró expresión alguna al ver al viejo.
— Nuestro trabajo es proteger lo que sea que hay dentro de la caravana —recordé a los presentes—. No dejéis que nada del o que ellos digan, afecte al trabajo. ¿De acuerdo? Parece que es importante, pero eso no nos incumbe, salvo si tenemos la más mínima sospecha de que estamos implicados en algo negativo. Que no es el caso.
Eso último no lo dije con verdadera convicción. La verdad es que no sabía qué era lo que estábamos protegiendo. No sabía si estábamos haciendo algo bueno o malo, ya que la tarea sencillamente era evitar que aquello que guardábamos, fuera robado.
— ¡Está dentro, lo he visto! —gritó el viejo—. ¡Todavía está vivo!
Me giré hacia él sorprendido, sin comprender.
En cuanto mencionó la desaparición del viejo, me percaté de que tenía razón; no habíamos hecho nada con él. No lo habíamos apresado, ni hecho nada en absoluto. Se había esfumado, había desaparecido completamente. Tal vez ahora estaba en una de las caravanas, en su interior. Tal vez estaba en la más importante. Pero ojeé desde lejos a todas las caravanas, y no me percaté de ninguna presencia extraña.
Me giré hacia el bosque, de dónde salían numerosas unidades; muchos de ellos en llamas, otros atacando con furia al ver a sus compañeros ardiendo y muriendo.
— Me siento un poco sádico al disfrutar de esto —comenté, situándome justo detrás de una de las placas de madera—. Terminemos con esto cuanto antes.
El guardia más joven de todos, que se había adelantado a luchar prácticamente en el linde de los bosques, regresó hasta nosotros y se situó en la protección de la empalizada. Desde allí, estando a nuestro lado, descansó jadeante mientras elevó la vista, al igual que nosotros dos, hacia el bosque. Las jabalinas continuaban siendo lanzadas por el resto de los guardias, atravesando a los atacantes, que no cesaban en su marcha hacia nosotros. Morían, y aunque muchos se acobardaban y daban media vuelta para perderse entre los bosques, también muchos más eran los que continuaban avanzando sin muestra de temor.
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— ¡Devolvedlo! ¡Pertenece a una familia, malditos! —gritó alguien al otro lado.
No llegué a vislumbrar de quién se trataba, pero el grito sonaba casi desesperado, pero al mismo tiempo lleno de furia y convicción. Siguió hablando:
— Entregadlo de forma pacífica, y no habrá heridos.
Dendrei justo en esos momentos me habló. Me hizo saber que nunca antes había estado en un combate, no había formado parte de batallas como aquella. Lo miré abriendo bastante los ojos, por la sorpresa. «Aun así has aceptado este encargo», pensé inmediatamente. Pero no dije nada. Luego se dirigió hacia «su primo», de quien no tenía constancia que así fuera.
— No te preocupes, en seguida os dicto la siguiente acción. No tenemos que dejarnos engatusar —dije. De pronto me giré hacia las caravanas, y vi cómo uno de los guardias se acercaba a nosotros. Alzaba, tomándolo del cuello de su camisa, al viejo que había estado desaparecido.
— ¿Qué hago con esto? —preguntó el guardia, con una voz grave y ruda.
— Muéstralo ante ellos. Tal vez tenga alguna clase de valor —le sugerí. Entonces el guardia se colocó justo al lado de la empalizada, y alzó más al viejo para que los enemigos lo vieran. El que había hablado antes, todavía permanecía de pie con el semblante serio, mirándonos. No mostró expresión alguna al ver al viejo.
— Nuestro trabajo es proteger lo que sea que hay dentro de la caravana —recordé a los presentes—. No dejéis que nada del o que ellos digan, afecte al trabajo. ¿De acuerdo? Parece que es importante, pero eso no nos incumbe, salvo si tenemos la más mínima sospecha de que estamos implicados en algo negativo. Que no es el caso.
Eso último no lo dije con verdadera convicción. La verdad es que no sabía qué era lo que estábamos protegiendo. No sabía si estábamos haciendo algo bueno o malo, ya que la tarea sencillamente era evitar que aquello que guardábamos, fuera robado.
— ¡Está dentro, lo he visto! —gritó el viejo—. ¡Todavía está vivo!
Me giré hacia él sorprendido, sin comprender.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Con un demonio… solo son 20… 25 a lo máximo, deberíamos salir de aquí y segar cuellos, luego hacer que el viejo hable coherentemente a base de hostias…- Pensó el gato en voz alta, casi al mismo tiempo volvió Den -Disculpa primo, olvido que eres un niño, se me olvidó llamarte como lo haría mi madre para que te pusieras a salvo.- Dijo Leo casi en modo de reproche, estaba serio pero aun así le dio un cariñoso golpe en la cabeza a su primo mientras decía -ven, deja que te vende eso o no va a parar de sangrar-. Fue unos segundos a buscar una venda ligeramente limpia y con una botella de alcohol limpió un poco el área circundante a la herida. -Créeme primo, que es mejor que te duela ahora a que te tenga que cortar el brazo por una infección. Ahora, bebe esto y muerde un cinturón de cuero porque esto te va a doler y será rápido, no tenemos tiempo.- Mientras hablaba le pasó una botella con alcohol etílico del fuerte y un trozo de cuero para morder -Ah, y salud, por tu cara asumo que es tu primer trago jajajaja disfrútalo.- Una vez la venda estuvo apretada y el sangrado paró el Gato se fijó en los contendores, se habían acercado un poco más a la barrera.
Entre los gritos de agonía de los que aun ardían o yacían tirados por ahí con una jabalina ensartada se pudo escuchar como un par de personas alzaron la voz para dar un mensaje. Una amenaza y otra maldición para nosotros. En eso Den le habló al jefe denotando su inexperiencia, Leo torció el gesto al oír eso, pero lo modificó de inmediato al escuchar que ahora le hablaba a él. -Tranquilo primito, yo te cubro… si te pasa algo por mi culpa madre me castraría y haría un estofado con mis pelotas-. Aunque soltó otra de sus sonoras risotadas la cara de Leo demostraba que hablaba en serio, prefería perder un brazo a que le pasara algo a su familia.
Ahora uno de los guardias, fornido y con barba se acercó al grupo, con la mano izquierda traía al viejo andrajoso a rastras, el jefe dio la orden de mostrarlo para sacar provecho de él siendo rehén, cosa que no sirvió de nada ya que al parecer el viejo tenía el mismo valor estratégico que un rábano. Sin embargo dijo algo que llamó la atención del gato, habló de algo vivo, algo vivo dentro del cofre.
Escuchar esto molestó a Leo quien fue otra vez a hablar con el líder de los mercenarios. -Oye, muchacho, ¿qué mierda significa eso de que llevamos algo vivo? Una misión de escolta no es ni parecido a cuidar una caravana, las escoltas son más caras precisamente porque hay que mantener con vida al que se lleva-. Sin esperar la respuesta del jefe se levantó de donde estaba y caminó hasta donde estaba el viejo con el guardia. Inflando el pecho y poniendo cara de pocos amigos dijo al guardia. -¿Me permites ese saco de huesos?-. Al igual que con el jefe de los guardias no esperó una respuesta y simplemente se lo arrebató como quien le quita una manta otra persona. Ahí, frente a la vista del bando contrario Leo comenzó un sutil interrogatorio.
BOFETADA
-¡Dime viejo de mierda a que te refieres con eso de que está vivo!
BOFETADA
-
¡DIME AHORA MISMO QUE MIERDA HAY EN ESE COFRE O TE JURO QUE PARTO LA CARA A GOLPES!
BOFETADA. Con cada golpe Leo iba aumentando el tono de voz
-¡DI ALGO MALDITO DECREPITO!
Otra bofetada iba en marcha, pero sintió una mano que sujetaba la suya, con ira miró quien osaba interrumpir su interrogatorio, era su primo quien con gesto serio negaba con la cabeza. Leo miró la cara del viejo, sin un par de dientes y llena de hematomas morados, luego volvió a mirar a Den, detrás de él estaban los otros guardias con sus armas desenvainadas. Eso bastó para hacer que el gato se calmara un poco, no obstante alzó al viejo otra vez, mostrándolo a sus enemigos y a continuación gritó a todo pulmón:
-Campesinos idiotas, regresen de donde vinieron o me cebaré con su sangre.- Leo alcanzó a mover la cabeza a un lado justo a tiempo, una flecha le rozó la mejilla haciéndole un corte no muy profundo. -Ah, veo que te quedaba una flecha… contigo acabaré primero pobre desgraciado.- Dijo Leo mirando al arquero que había disparado en su dirección. Luego de esto dejó al viejo junto a Den, lo miro con cara de “ahora es tu problema” y se fue a hablar con el Jefe aun con voz de enojo y sangre en las manos:
-Bueno muchacho dado los giros del trabajo doy por terminado mi contrato, pero no te preocupes, seguiré aquí prestando apoyo, créeme que tengo curiosidad por saber que mierda hay en ese cofre… te sugiero averiguarlo, no vale la pena arriesgar el cuello por unas monedas.
Entre los gritos de agonía de los que aun ardían o yacían tirados por ahí con una jabalina ensartada se pudo escuchar como un par de personas alzaron la voz para dar un mensaje. Una amenaza y otra maldición para nosotros. En eso Den le habló al jefe denotando su inexperiencia, Leo torció el gesto al oír eso, pero lo modificó de inmediato al escuchar que ahora le hablaba a él. -Tranquilo primito, yo te cubro… si te pasa algo por mi culpa madre me castraría y haría un estofado con mis pelotas-. Aunque soltó otra de sus sonoras risotadas la cara de Leo demostraba que hablaba en serio, prefería perder un brazo a que le pasara algo a su familia.
Ahora uno de los guardias, fornido y con barba se acercó al grupo, con la mano izquierda traía al viejo andrajoso a rastras, el jefe dio la orden de mostrarlo para sacar provecho de él siendo rehén, cosa que no sirvió de nada ya que al parecer el viejo tenía el mismo valor estratégico que un rábano. Sin embargo dijo algo que llamó la atención del gato, habló de algo vivo, algo vivo dentro del cofre.
Escuchar esto molestó a Leo quien fue otra vez a hablar con el líder de los mercenarios. -Oye, muchacho, ¿qué mierda significa eso de que llevamos algo vivo? Una misión de escolta no es ni parecido a cuidar una caravana, las escoltas son más caras precisamente porque hay que mantener con vida al que se lleva-. Sin esperar la respuesta del jefe se levantó de donde estaba y caminó hasta donde estaba el viejo con el guardia. Inflando el pecho y poniendo cara de pocos amigos dijo al guardia. -¿Me permites ese saco de huesos?-. Al igual que con el jefe de los guardias no esperó una respuesta y simplemente se lo arrebató como quien le quita una manta otra persona. Ahí, frente a la vista del bando contrario Leo comenzó un sutil interrogatorio.
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-¡Dime viejo de mierda a que te refieres con eso de que está vivo!
BOFETADA
-
¡DIME AHORA MISMO QUE MIERDA HAY EN ESE COFRE O TE JURO QUE PARTO LA CARA A GOLPES!
BOFETADA. Con cada golpe Leo iba aumentando el tono de voz
-¡DI ALGO MALDITO DECREPITO!
Otra bofetada iba en marcha, pero sintió una mano que sujetaba la suya, con ira miró quien osaba interrumpir su interrogatorio, era su primo quien con gesto serio negaba con la cabeza. Leo miró la cara del viejo, sin un par de dientes y llena de hematomas morados, luego volvió a mirar a Den, detrás de él estaban los otros guardias con sus armas desenvainadas. Eso bastó para hacer que el gato se calmara un poco, no obstante alzó al viejo otra vez, mostrándolo a sus enemigos y a continuación gritó a todo pulmón:
-Campesinos idiotas, regresen de donde vinieron o me cebaré con su sangre.- Leo alcanzó a mover la cabeza a un lado justo a tiempo, una flecha le rozó la mejilla haciéndole un corte no muy profundo. -Ah, veo que te quedaba una flecha… contigo acabaré primero pobre desgraciado.- Dijo Leo mirando al arquero que había disparado en su dirección. Luego de esto dejó al viejo junto a Den, lo miro con cara de “ahora es tu problema” y se fue a hablar con el Jefe aun con voz de enojo y sangre en las manos:
-Bueno muchacho dado los giros del trabajo doy por terminado mi contrato, pero no te preocupes, seguiré aquí prestando apoyo, créeme que tengo curiosidad por saber que mierda hay en ese cofre… te sugiero averiguarlo, no vale la pena arriesgar el cuello por unas monedas.
- FRI:
- SI CREES QUE EXAGERÉ EN ALGO AVÍSAME PORFA PARA MODIFICAR
- PRIMO:
- SI TE MOLESTA QUE HAYA "MANIPULADO" TU PJ AVÍSAME TAMBIÉN PLS
- Medicina off rol:
- Lo subtitulado es por aplicación de uso de conocimientos mínimos de medicina, así va, ¡no?
Leon Alexander
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Mi primito había llegado con dos botellas y un cuero, lo que veía venir no era nada bueno y Leon lo sabía, yo lo sabía y seguramente los otros también lo sabían. A decir verdad su explicación no me confortaba mucho más de lo que confortaría, un criador de caprinos que lleva al matadero su ganado. un trago de la primera botella hizo que ardiera toda el hocico, sentía como el ardor bajaba por la garganta, creo que mi cara se convirtió en una mueca graciosa como arrugada ya que mi primo no pudo evitar reírse y decir -salud- cuanto terminé el sorbo un -aah~- salió como suspiro fresco de mi boca. Lo que no imaginé es que aquel escozor no se compararía ni a la décima parte de lo que estaba por venir, siguiendo las instrucciones de Leon me puse el cuero en la boca y procedió a vaciar un chorro de alcohol directo sobre la herida -¡maldito hijo de gata, espero que tú y tu familia se pudran en el puto infierno!- vociferaba mientras mordía el cuero con todas mis fuerzas, como si eso aliviase el dolor, pero del grito que emitía apenas se escuchaba un balbuceo ininteligible. Era impresionante como aquel dolor pudo sacar un lado tan impropio de mi tratando a mi primo querido de esa forma, incluso analizando lo que dije me di cuenta que yo era parte de su familia haciendo ridículo el mensaje, terminó de limpiar la herida y le arrebate la otra botella de las manos tomando otro trago terminando con el mismo sonido que la vez anterior.
Las bofetadas hacia el pobre viejo se hacían más intensas. Definitivamente este tipo de trabajos no son para mí; Mientras los otros disfrutan viendo morir o ardiendo a sus enemigos, yo me lamentaba por el pobre bosque que estaba siendo quemado. Mientras todos veían indiferentes como mi primo le destrozaba la cara a ese pobre viejo, sentía cada uno de los golpes como si fueran dirigidos a mí. -suficiente- se me quebró la voz por un segundo, y con mi cabeza baja, para que no pudiera ver mi rostro le detuve el brazo evitando que acertara el golpe y negaba con la cabeza le daba a entender que era una demasiado, no conocía esa faceta de el, incluso me llegó a dar miedo en cierto punto, aun así lo seguía viendo como mi primo mayor con el cual jugaba cuando éramos más pequeños.
Ahora todo tenía sentido, cuando veníamos de camino me extrañaba porque Mirla estaba tan inquieta y le gruñía cuando tenía la oportunidad a aquel cofre, pensé -¿Quién puede ser tan horrible para raptar una persona o animal de una familia?- el jefe dijo que no nos incumbía algo sobre estar involucrados en algo negativo. Por mi parte, estaba seguro que esto no podía ser nada bueno, ni siquiera podría ser considerado moralmente correcto, eso de retener algo vivo en un cofre, me daba asco estar involucrado en algo tan turbio, tal vez esos burgueses no eran comerciantes ni nada parecido, a lo más una agrupación de bandidos o algo parecido.
Leon me pasó al viejo que ya había perdido algunas piezas de dentales y sus vestimentas estaban manchadas con su sangre su apariencia me había dejado con un sabor amargo en la boca, diferente al alcohol, diferente al sabor de plantas medicinales, una acritud basada en el desconsuelo de ver tal dolor causado no por mi primo sino por los que estaban detrás de este maldito trabajo.
Ya no quería seguir ahí, rodeado de muerte y destrucción. Me aproveche de que mi primo se había puesto a discutir sobre el salario y el tipo de empleo (no le puse mucha atención que digamos) y siguiendo el consejo de mi primo “tu vida vale más que un puñado de monedas” (solo que esta vez era la vida del viejo, y de lo que sea que hayan raptado) le hice una seña a mirla, de forma lenta y sigilosa abandoné el lugar, llevando al viejo que se apoyaba en mi para caminar.
Habíamos avanzado hasta detrás de la caravana dejé el viejo apoyado en un árbol e intente forzar la cerradura de aquel cofre, cada intento fue fallido así que le hablé al cofre –ey tranquilo todo estará bien volveremos y te sacaremos de aquí- susurrando para seguir pasando desapercibido. No me iba a poner a buscar la llave así que volvía a tomar al viejo y nos adentramos en el bosque del lado contrario a donde estaban los campesinos, a una distancia prudente comencé a escuchar el choqué de aceros, atrás se había comenzado a rendir una batalla. Ya no quería ver más muerte -espero que mi primo no se decepcione de mi- bueno espero que no crea que morí en batalla o me raptaron los campesinos
Las bofetadas hacia el pobre viejo se hacían más intensas. Definitivamente este tipo de trabajos no son para mí; Mientras los otros disfrutan viendo morir o ardiendo a sus enemigos, yo me lamentaba por el pobre bosque que estaba siendo quemado. Mientras todos veían indiferentes como mi primo le destrozaba la cara a ese pobre viejo, sentía cada uno de los golpes como si fueran dirigidos a mí. -suficiente- se me quebró la voz por un segundo, y con mi cabeza baja, para que no pudiera ver mi rostro le detuve el brazo evitando que acertara el golpe y negaba con la cabeza le daba a entender que era una demasiado, no conocía esa faceta de el, incluso me llegó a dar miedo en cierto punto, aun así lo seguía viendo como mi primo mayor con el cual jugaba cuando éramos más pequeños.
Ahora todo tenía sentido, cuando veníamos de camino me extrañaba porque Mirla estaba tan inquieta y le gruñía cuando tenía la oportunidad a aquel cofre, pensé -¿Quién puede ser tan horrible para raptar una persona o animal de una familia?- el jefe dijo que no nos incumbía algo sobre estar involucrados en algo negativo. Por mi parte, estaba seguro que esto no podía ser nada bueno, ni siquiera podría ser considerado moralmente correcto, eso de retener algo vivo en un cofre, me daba asco estar involucrado en algo tan turbio, tal vez esos burgueses no eran comerciantes ni nada parecido, a lo más una agrupación de bandidos o algo parecido.
Leon me pasó al viejo que ya había perdido algunas piezas de dentales y sus vestimentas estaban manchadas con su sangre su apariencia me había dejado con un sabor amargo en la boca, diferente al alcohol, diferente al sabor de plantas medicinales, una acritud basada en el desconsuelo de ver tal dolor causado no por mi primo sino por los que estaban detrás de este maldito trabajo.
Ya no quería seguir ahí, rodeado de muerte y destrucción. Me aproveche de que mi primo se había puesto a discutir sobre el salario y el tipo de empleo (no le puse mucha atención que digamos) y siguiendo el consejo de mi primo “tu vida vale más que un puñado de monedas” (solo que esta vez era la vida del viejo, y de lo que sea que hayan raptado) le hice una seña a mirla, de forma lenta y sigilosa abandoné el lugar, llevando al viejo que se apoyaba en mi para caminar.
Habíamos avanzado hasta detrás de la caravana dejé el viejo apoyado en un árbol e intente forzar la cerradura de aquel cofre, cada intento fue fallido así que le hablé al cofre –ey tranquilo todo estará bien volveremos y te sacaremos de aquí- susurrando para seguir pasando desapercibido. No me iba a poner a buscar la llave así que volvía a tomar al viejo y nos adentramos en el bosque del lado contrario a donde estaban los campesinos, a una distancia prudente comencé a escuchar el choqué de aceros, atrás se había comenzado a rendir una batalla. Ya no quería ver más muerte -espero que mi primo no se decepcione de mi- bueno espero que no crea que morí en batalla o me raptaron los campesinos
Dendrei
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Re: Un paquete interesante. ~Libre~
Me había quedado fijamente mirando como león curaba a su pariente. Había sido un momento interesante, dado que nunca habría imaginado que llegaría a ver un felino curando a otro felino con métodos mas tradicionales que los de lamer la herida. Aun así parecía lo bastante diestro en ello. Mas que yo lo era, por lo menos.
En cuanto león me dijo que renegaba del contrato, derrotado ante la curiosidad de saber de que se trataba lo que había dentro, la verdad es que no lleve la contraria. Podría haberle dicho: «sigo trabajando en esto, así que por encima de mi cadáver vas a abrir ese cofre». Sin embargo no lo hice. Mas que nada porque nos había atacado algo que podría llamarse un ejercito pequeño. No se trataba de un simple ataque de bandidos, era toda una tropa de gente que reclamaba aquello que llevábamos. No podía ser algo tan simple como el transporte de alguna reliquia u objeto de menor importancia. Debía haber algo mal, y con honestidad, me moría por saber que demonios era.
— Si, haré lo mismo —le respondí.
Según lo que nos había dicho el conjunto de los acontecimientos, podíamos deducir que había alguien dentro de aquel cofre. Un ser humano, o alguien de algún valor para toda aquella gente, y sin duda, también para aquellos que nos habían contratado. Me acerque al cofre, donde estaba en aquellos momentos Dendrei tratando de abrirlo, y susurrando algunas palabras. La verdad es que no se escuchaba absolutamente nada desde fuera, sobre el interior del cofre. Pero en cuanto Dendrei bajo y se alejo del cofre, acerque mi oreja y preste atención. Toda la que me permitió el ruido de fondo, de las espadas y los gritos de los guardias y los campesinos peleando.
Escuche una respiración. Fue breve. Me quede quieto un instante mas, y volví a escuchar. La misma respiración breve y forzosa. Si que había alguien dentro, de eso estaba seguro. Y ese alguien se estaba ahogando. Tome mi espada mas grande y de algún modo trate de forzar la cerradura. Al principio tratando de moverla alrededor del agujero, pero en cuanto vi que aquello no surtió efecto alguno, comencé a golpear bruta mente la cerradura, hasta que esta acabo cediendo. De pronto note un fuerte silencio. Me gire sin haber visto el contenido del cofre todavía, y me di cuenta de que los campesinos se habían quedado mirándome fijamente. Los guardias, en cambio, estaban apuntándoles con sus espadas preguntándose por que habrían parado de atacar. Creo que los campesinos esperaban ver mi reacción. Creo que esperaban ver si de verdad yo sabia lo que había dentro. Entonces dirigí mi mirada hacia el interior del cofre.
La piel era pálida, como la de un muerto. Pero al mismo tiempo suave y lisa. Dentro del cofre había una pequeña niña. No debía tener mas de siete años, ni menos de cinco. Tenia el cabello rubio y rizado, pero al mismo tiempo ennegrecido por la suciedad, al igual que su rostro. Estaba dormida, aunque de no haberla oído respirar antes, habría asegurado que estaba muerta.
— Que demonios es esto…? —Pensé en alto en cuanto la vi.
Me gire hacia uno de los mercaderes, que se había quedado en lateral seguro de la caravana. Lo había visto acercarse antes, para de algún modo detenerme y evitar que abriera el cofre. Y ahora era demasiado tarde, y lo que vi en su cara fue frustración, resignación. Ahora sabia lo que llevaban, y sabia que ellos no tenían las manos limpias. Tome en brazos a la niña y bajando de la caravana la deje acostada sobre la hierba. Le hice una señal a uno de los guardias para que se acercara y tratara de reanimarla dándole un poco de agua y tratando de despertarla. Una vez el guardia ya estuvo ocupan ose de ella, me puse en pie y me dirigí bruscamente hacia el comerciante. Lo tome por el cuello posando mi dedo pulgar sobre su garganta.
— Quiero una explicación. Rápida, breve y clara. —Exigí.
El comerciante había intentado escapar, pero se quedo inmóvil y con los ojos muy abiertos en cuanto se vio a si mismo atrapado por mi mano.
— No puedo… —intento decir. Solté un poco la presión de mis dedos—. No podía hablar —tosió varias veces—. Es una Hammond, es hija de nobles. Lo llevábamos con Buckley el esclavista.
— El pirata? —Le pregunte.
— Algo así. Solo transporta rehenes y esclavos… —respondió el tímidamente.
Apreté mas mi dedo pulgar sobre su garganta.
— Quiero que sigas con tu trabajo. Quiero que nos encontremos con el esclavista.
Solté la garganta del comerciante. El trato de escapar de repente, pero otro de los guardias estaba justo detrás de el, y lo tomo por los brazos y sonrió al ver la frustración en el rostro del comerciante. Vi que la niña estaba siendo bien atendida, y acababa de abrir los ojos con mucho esfuerzo. Estaba completamente deshidratada, con los labios secos y varias magulladuras en el rostro. Luego me acerque hacia la empalizada, y alce los brazos para dar a entender a los campesinos que no quería continuar con la lucha. Aunque ellos ya sabían que en cuanto viera que era lo que contenía el cofre, querría terminar todo aquello. Me acerque a ellos, con el semblante serio.
— Ya se que era lo que veníais a reclamar —comente.
— Sois cómplices en eso —espeto uno de los campesinos.
Negué con la cabeza.
— Es posible. Pero no teníamos la menor idea de que se trataba de esto. Vamos a tratar de arreglarlo —dije—. Iremos a por la persona a la que conducían esta muchacha. Y probablemente, lo mataremos.
Varios campesinos asintieron, y bajaron los brazos, con ellos, sus armas. Dos de los campesinos se acercaron.
— Así que toda esta matanza ha sido absurda? —Pregunto uno de los guardias de la caravana.
— Lamentablemente parece que si —le respondí, girándome hacia el.
Luego me dirigí hacia las caravanas y busque con la mirada al comerciante, que todavía estaba atrapado por el guardia. El comerciante hizo un ademán con la cabeza indicando que podíamos continuar con el viaje. Subió en la caravana de delante del todo, la que dirigía a las demás, acompañado por supuesto por el guardia. Un hombre de mierda que hacia bastante bien su trabajo ahora. Luego, antes de marcharnos, me acerque a león.
— No se si has llegado a escuchar lo que pretendo que hagamos. Eres libre de hacer lo que gustes, al fin y al cabo has renunciado al contrato —le comente. Luego dirigí la mirada hacia la niña, que todavía reposaba sobre la hierba y continuaba estando siendo atendida por otro guardia—. Pero creo que esto no puede quedar así, y no es algo que crea que debamos dejar pasar. Al menos yo, continuare con este viaje y haré lo que sea necesario. Hoy ha sido esta niña, mañana podría haber sido cualquier otro inocente. Hay que acabar con eso.
El comerciante nos dirigiría hacia la costa este, al pueblo en cuyo puerto se encontraba el barco de Buckley aguardando a «la mercancía». No formaría un plan hasta que estuviéramos ya allí.
En cuanto león me dijo que renegaba del contrato, derrotado ante la curiosidad de saber de que se trataba lo que había dentro, la verdad es que no lleve la contraria. Podría haberle dicho: «sigo trabajando en esto, así que por encima de mi cadáver vas a abrir ese cofre». Sin embargo no lo hice. Mas que nada porque nos había atacado algo que podría llamarse un ejercito pequeño. No se trataba de un simple ataque de bandidos, era toda una tropa de gente que reclamaba aquello que llevábamos. No podía ser algo tan simple como el transporte de alguna reliquia u objeto de menor importancia. Debía haber algo mal, y con honestidad, me moría por saber que demonios era.
— Si, haré lo mismo —le respondí.
Según lo que nos había dicho el conjunto de los acontecimientos, podíamos deducir que había alguien dentro de aquel cofre. Un ser humano, o alguien de algún valor para toda aquella gente, y sin duda, también para aquellos que nos habían contratado. Me acerque al cofre, donde estaba en aquellos momentos Dendrei tratando de abrirlo, y susurrando algunas palabras. La verdad es que no se escuchaba absolutamente nada desde fuera, sobre el interior del cofre. Pero en cuanto Dendrei bajo y se alejo del cofre, acerque mi oreja y preste atención. Toda la que me permitió el ruido de fondo, de las espadas y los gritos de los guardias y los campesinos peleando.
Escuche una respiración. Fue breve. Me quede quieto un instante mas, y volví a escuchar. La misma respiración breve y forzosa. Si que había alguien dentro, de eso estaba seguro. Y ese alguien se estaba ahogando. Tome mi espada mas grande y de algún modo trate de forzar la cerradura. Al principio tratando de moverla alrededor del agujero, pero en cuanto vi que aquello no surtió efecto alguno, comencé a golpear bruta mente la cerradura, hasta que esta acabo cediendo. De pronto note un fuerte silencio. Me gire sin haber visto el contenido del cofre todavía, y me di cuenta de que los campesinos se habían quedado mirándome fijamente. Los guardias, en cambio, estaban apuntándoles con sus espadas preguntándose por que habrían parado de atacar. Creo que los campesinos esperaban ver mi reacción. Creo que esperaban ver si de verdad yo sabia lo que había dentro. Entonces dirigí mi mirada hacia el interior del cofre.
La piel era pálida, como la de un muerto. Pero al mismo tiempo suave y lisa. Dentro del cofre había una pequeña niña. No debía tener mas de siete años, ni menos de cinco. Tenia el cabello rubio y rizado, pero al mismo tiempo ennegrecido por la suciedad, al igual que su rostro. Estaba dormida, aunque de no haberla oído respirar antes, habría asegurado que estaba muerta.
— Que demonios es esto…? —Pensé en alto en cuanto la vi.
Me gire hacia uno de los mercaderes, que se había quedado en lateral seguro de la caravana. Lo había visto acercarse antes, para de algún modo detenerme y evitar que abriera el cofre. Y ahora era demasiado tarde, y lo que vi en su cara fue frustración, resignación. Ahora sabia lo que llevaban, y sabia que ellos no tenían las manos limpias. Tome en brazos a la niña y bajando de la caravana la deje acostada sobre la hierba. Le hice una señal a uno de los guardias para que se acercara y tratara de reanimarla dándole un poco de agua y tratando de despertarla. Una vez el guardia ya estuvo ocupan ose de ella, me puse en pie y me dirigí bruscamente hacia el comerciante. Lo tome por el cuello posando mi dedo pulgar sobre su garganta.
— Quiero una explicación. Rápida, breve y clara. —Exigí.
El comerciante había intentado escapar, pero se quedo inmóvil y con los ojos muy abiertos en cuanto se vio a si mismo atrapado por mi mano.
— No puedo… —intento decir. Solté un poco la presión de mis dedos—. No podía hablar —tosió varias veces—. Es una Hammond, es hija de nobles. Lo llevábamos con Buckley el esclavista.
— El pirata? —Le pregunte.
— Algo así. Solo transporta rehenes y esclavos… —respondió el tímidamente.
Apreté mas mi dedo pulgar sobre su garganta.
— Quiero que sigas con tu trabajo. Quiero que nos encontremos con el esclavista.
Solté la garganta del comerciante. El trato de escapar de repente, pero otro de los guardias estaba justo detrás de el, y lo tomo por los brazos y sonrió al ver la frustración en el rostro del comerciante. Vi que la niña estaba siendo bien atendida, y acababa de abrir los ojos con mucho esfuerzo. Estaba completamente deshidratada, con los labios secos y varias magulladuras en el rostro. Luego me acerque hacia la empalizada, y alce los brazos para dar a entender a los campesinos que no quería continuar con la lucha. Aunque ellos ya sabían que en cuanto viera que era lo que contenía el cofre, querría terminar todo aquello. Me acerque a ellos, con el semblante serio.
— Ya se que era lo que veníais a reclamar —comente.
— Sois cómplices en eso —espeto uno de los campesinos.
Negué con la cabeza.
— Es posible. Pero no teníamos la menor idea de que se trataba de esto. Vamos a tratar de arreglarlo —dije—. Iremos a por la persona a la que conducían esta muchacha. Y probablemente, lo mataremos.
Varios campesinos asintieron, y bajaron los brazos, con ellos, sus armas. Dos de los campesinos se acercaron.
— Así que toda esta matanza ha sido absurda? —Pregunto uno de los guardias de la caravana.
— Lamentablemente parece que si —le respondí, girándome hacia el.
Luego me dirigí hacia las caravanas y busque con la mirada al comerciante, que todavía estaba atrapado por el guardia. El comerciante hizo un ademán con la cabeza indicando que podíamos continuar con el viaje. Subió en la caravana de delante del todo, la que dirigía a las demás, acompañado por supuesto por el guardia. Un hombre de mierda que hacia bastante bien su trabajo ahora. Luego, antes de marcharnos, me acerque a león.
— No se si has llegado a escuchar lo que pretendo que hagamos. Eres libre de hacer lo que gustes, al fin y al cabo has renunciado al contrato —le comente. Luego dirigí la mirada hacia la niña, que todavía reposaba sobre la hierba y continuaba estando siendo atendida por otro guardia—. Pero creo que esto no puede quedar así, y no es algo que crea que debamos dejar pasar. Al menos yo, continuare con este viaje y haré lo que sea necesario. Hoy ha sido esta niña, mañana podría haber sido cualquier otro inocente. Hay que acabar con eso.
El comerciante nos dirigiría hacia la costa este, al pueblo en cuyo puerto se encontraba el barco de Buckley aguardando a «la mercancía». No formaría un plan hasta que estuviéramos ya allí.
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Re: Un paquete interesante. ~Libre~
Senté al viejito, teniendo el cuidado de dejar su espalda apoyada en el árbol, a la vista podía distinguir que tenía un tic en el ojo y además parecía muy soñoliento
Tal vez los golpes habían causado como una especie de shock en un señor de tan avanzada edad, tenía que evitar que se durmiera -ey- chasqueé los dedos para llamar su atención –mírame, dime tu nombre- creí que la forma más eficiente que tenia para mantenerlo atento era buscarle conversación, y quizá lograría sacarle información sobre que había pasado ahí atrás.
–Ro- ro- Rocío- definitivamente decrepito, ¿este hombre se pone a hablar sobre la lluvia de la mañana? Ya por la edad podría ser senil o simplemente los golpes lo afectaron demasiado -amigo deja de hablar incoherencias, mejor cuéntame ¿qué estaban haciendo ahí atrás, de dónde son?- era mi ultimo intento de entablar una conversación con el.
Si no intentaría llevarlo como pueda a Ulmer que es la ciudad más cercana que recuerde -niña… curandera… mi aldea… Ro- ro- Rocío- ¡me doy por vencido!, saqué el mapa para ver en que dirección debía ir y por donde acortar camino, para que no se me muera el viejo de camino.
Sorprendentemente el viejo reaccionó en cuanto vio el mapa y con su torpe mano temblorosa, señaló un área en el mapa en el mapa, muy cercano al río que habíamos pasado hace una hora -¡que! ¿qué hay ahí?-...no recibí respuesta… Ahora no quiere hablar -mal asunto~-
Si había la remota posibilidad de que ahí se encuentre la aldea que había mencionado valía la pena pasar a ver, ya que era muchísimo más cerca que la urbe y aparte quedaba de camino.
El viaje transcurrió sin ningún contratiempo, solo que fue sumamente extenuante el caminar no cargando pero si ayudando al octogenario, al menos en la caminata me di cuenta que las llamas que causamos atrás no se habían propagado.
Ya estábamos a unos metros del río y el anciano que no había dicho nada desde comenzamos a caminar, era como si esperase algo o simplemente se ahorraba cualquier comentario. El viejo levanto la cabeza y empezó a señalar con su arrugado dedo, miré en la dirección que apuntaba y vi unas cuantas carpas de lona, más que una aldea eran unas cuantas chozas que ni siquiera eran fijas.
Seguramente el viaje había sido demasiado extenuante para un hombre de tan avanzada edad ya que se separó de mí, alcanzó a avanzar unos 3 pasos y se desplomó en el suelo -genial, ahora tendré que explicar porque está así, mientras intentaba cargarlo escuché pasos acercándose a mi –que bien me vienen a ayudar- pensé mientras levantaba la cabeza.
-¡Sal de ahí gato faldero!- -shu fuera fuera- dos chicas se acercaban a mi y me gritaban como si fuera un animal, estaba a puto de explicarles que pasaba pero tomaron al viejo entre las dos y se lo llevaron corriendo en dirección al pequeño campamento que habían montado ahí. Las seguí no tan rápido para que no se sintieran amenazadas, doblaron donde comenzaba una tienda de lona y ahí las perdí de vista.
cuando me asomé tenían al viejo tendido en el suelo rodeado de piedras y una elfa recitando palabras que no podía entender -mmm.. ¿Hola? no recibía respuesta sus rostros estaban mirando el cuerpo y parecían angustiadas. carraspeé -¡Hola!- esta vez me miraron molestas -¿que haces aquí? fuera- que malagradecidas les traje el costal de huesos y así es como me tratan -¿cómo que, qué hago aquí? su amigo tal vez no estaría vivo si no fuera por mi- al terminar de decirlo sus rostros cambiaron parecían sorprendidas y a la vez apenadas.
-Lo siento, es que estamos preocupadas porque aun no vuelven los hombres, se suponía que volverían pronto y con la niña, de parte de todas te damos las gracias por traer al abuelo- se le salió una lagrima a la chica
-¿hombres? de seguro eran los bandidos que querían asaltar la caravana y liberar a lo que llevaba el cofre- parece que tomé la decisión correcta al separarme del convoy.
Tal vez los golpes habían causado como una especie de shock en un señor de tan avanzada edad, tenía que evitar que se durmiera -ey- chasqueé los dedos para llamar su atención –mírame, dime tu nombre- creí que la forma más eficiente que tenia para mantenerlo atento era buscarle conversación, y quizá lograría sacarle información sobre que había pasado ahí atrás.
–Ro- ro- Rocío- definitivamente decrepito, ¿este hombre se pone a hablar sobre la lluvia de la mañana? Ya por la edad podría ser senil o simplemente los golpes lo afectaron demasiado -amigo deja de hablar incoherencias, mejor cuéntame ¿qué estaban haciendo ahí atrás, de dónde son?- era mi ultimo intento de entablar una conversación con el.
Si no intentaría llevarlo como pueda a Ulmer que es la ciudad más cercana que recuerde -niña… curandera… mi aldea… Ro- ro- Rocío- ¡me doy por vencido!, saqué el mapa para ver en que dirección debía ir y por donde acortar camino, para que no se me muera el viejo de camino.
Sorprendentemente el viejo reaccionó en cuanto vio el mapa y con su torpe mano temblorosa, señaló un área en el mapa en el mapa, muy cercano al río que habíamos pasado hace una hora -¡que! ¿qué hay ahí?-...no recibí respuesta… Ahora no quiere hablar -mal asunto~-
Si había la remota posibilidad de que ahí se encuentre la aldea que había mencionado valía la pena pasar a ver, ya que era muchísimo más cerca que la urbe y aparte quedaba de camino.
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El viaje transcurrió sin ningún contratiempo, solo que fue sumamente extenuante el caminar no cargando pero si ayudando al octogenario, al menos en la caminata me di cuenta que las llamas que causamos atrás no se habían propagado.
Ya estábamos a unos metros del río y el anciano que no había dicho nada desde comenzamos a caminar, era como si esperase algo o simplemente se ahorraba cualquier comentario. El viejo levanto la cabeza y empezó a señalar con su arrugado dedo, miré en la dirección que apuntaba y vi unas cuantas carpas de lona, más que una aldea eran unas cuantas chozas que ni siquiera eran fijas.
Seguramente el viaje había sido demasiado extenuante para un hombre de tan avanzada edad ya que se separó de mí, alcanzó a avanzar unos 3 pasos y se desplomó en el suelo -genial, ahora tendré que explicar porque está así, mientras intentaba cargarlo escuché pasos acercándose a mi –que bien me vienen a ayudar- pensé mientras levantaba la cabeza.
-¡Sal de ahí gato faldero!- -shu fuera fuera- dos chicas se acercaban a mi y me gritaban como si fuera un animal, estaba a puto de explicarles que pasaba pero tomaron al viejo entre las dos y se lo llevaron corriendo en dirección al pequeño campamento que habían montado ahí. Las seguí no tan rápido para que no se sintieran amenazadas, doblaron donde comenzaba una tienda de lona y ahí las perdí de vista.
cuando me asomé tenían al viejo tendido en el suelo rodeado de piedras y una elfa recitando palabras que no podía entender -mmm.. ¿Hola? no recibía respuesta sus rostros estaban mirando el cuerpo y parecían angustiadas. carraspeé -¡Hola!- esta vez me miraron molestas -¿que haces aquí? fuera- que malagradecidas les traje el costal de huesos y así es como me tratan -¿cómo que, qué hago aquí? su amigo tal vez no estaría vivo si no fuera por mi- al terminar de decirlo sus rostros cambiaron parecían sorprendidas y a la vez apenadas.
-Lo siento, es que estamos preocupadas porque aun no vuelven los hombres, se suponía que volverían pronto y con la niña, de parte de todas te damos las gracias por traer al abuelo- se le salió una lagrima a la chica
-¿hombres? de seguro eran los bandidos que querían asaltar la caravana y liberar a lo que llevaba el cofre- parece que tomé la decisión correcta al separarme del convoy.
Dendrei
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Re: Un paquete interesante. ~Libre~
Las caravanas continuaron su marcha en la dirección indicada. La mayoría de los guardias que habían sido contratados inicialmente para proteger la caravana, habían decidido quedarse y continuar con aquella campaña con la intención de resolver todo lo que debía ser resuelto. Frith dirigió su atención hacia dos de los mercenarios. Concretamente los que no se habían mostrado muy decididos a la hora de continuar con todo aquello. Habían vacilado y habían pensado en dejarlo estar. Al fin y al cabo, algo de lo que pensaban era cierto y es que no iban a cobrar ninguna clase de recompensa por seguir con aquello. Rara vez le atraía una oferta tan poco rentable a un mercenario, que se dedicaba a matar por dinero, sin importar la lealtad ni el honor, ni los medios por los que se resolvieran las disputas para las que fueran contratados.
Ambos se miraban el uno al otro con desden. No estaban convencidos de continuar con aquello, Friðþjófur lo veía en sus miradas. Así que se puso en pie, habiendo estado en el interior de la caravana recostado sobre un montón de paja que reposaba en la madera, al lado de varios pequeños cofres y otros objetos. Bajo de la caravana y se les acerco.
– Si no queréis continuar con esto, podéis dar media vuelta –dijo, e hizo un ademán con la mano señalando el camino de regreso–. Pero si vais a uniros al bando mas conveniente, os matare sin miramientos.
Uno de los mercenarios soltó una breve risa, grave y amenazante. Era un gesto que claramente daba a entender a Frith que no creían al licántropo capaz de hacer eso. No contra ellos dos juntos. Sin embargo Friðþjófur mantuvo la mirada fija contra los ojos de ellos, y el mercenario aparto la vista.
– Tienes razón –dijo finalmente el mercenario–. No quiero continuar con esto. Yo he venido por el oro, no para hacerme el héroe.
Escupió en el suelo y dejo caer las armas que se le habían prestado para poder realizar el trabajo, aquellas que no eran de su pertenencia. Escupió nuevamente, sobre ellas. Estaba claramente indignado. Y es que aunque la mayoría de los allí presentes no lo sabían, el mercenario había marchado desde una ciudad de la península con la intención de reunir suficiente oro como para poder atender a su madre tal y como merecía, dado que esta estaba gravemente enferma. La había dejado sola, bajo el cuidado de un pariente cercano, para poder hacer ese trabajo. Y ahora regresaría a casa habiendo perdido el tiempo valioso que podría haber pasado con su madre, y sin una sola moneda de oro. Pero nadie sabia nada de eso, así que tanto Frith como el resto de la patrulla solo lo vio como un mal nacido que no hacia mas que velar por sus propios intereses. De hecho mas de un guardia pensó que seguramente seria la clase de hombre que se divertía invirtiendo todo su oro en alcohol y mujeres hermosas. Dio media vuelta y continuo por el camino por el que habían venido; no volverían a verlo jamas.
El otro mercenario, en cambio, dudo un poco antes de responder. Luego dirigió la mirada hacia Frith y le sonrió.
– Yo seguiré con vosotros –dijo, y se encogió de hombros. Su rostro era duro, pero al sonreír, le dibujo una mueca mucho mas afable tras sus pobladas barbas–. Creo que esta bien no pensar únicamente en el oro de vez en cuando.
Frith sonrió complacido, y volvió a subir de un salto al carromato. Le tendió la mano, para ofrecerle subir también. El mercenario se agarro de su brazo y subió en el mismo carromato de Frith, y se quedaron sentados mirando por la entrada de la caravana, como avanzaban por el camino de los bosques, en dirección al este.
El camino duro mas de lo que habrían imaginado, y es que se encontraron con varios conjuntos de carromatos mas, mercaderes que marchaban hacia Lunargenta. Aquello había ralentizado el viaje debido a que los había obligado a quedarse a un lado hasta que los demás habían avanzado. La mayor parte del viaje Friðþjófur estuvo comiendo. Fruta, especialmente. Manzanas, bananas, y guayabas. Finalmente dejo caer la ultima fruta que había estado comiendo, en cuanto se percato de que frente a ellos se hallaba el pequeño poblado del que habían hablado anteriormente. Allí podrían encontrar al esclavista.
– Por fin te encontramos, maldito hombre de mierda –exclamo Frith con una amplia sonrisa.
– No deberías hablar así –dijo el mercenario, que todavía permanecía a su lado–. Solo trata de ganarse la vida. Como cualquiera de nosotros.
– No, te equivocas –respondió Frith, mirándolo a los ojos con seriedad–. Yo jamas causaría un perjuicio a alguien que no lo merece, solo por llevarme unas cuantas monedas al bolsillo –de pronto abrió los ojos y alzo las manos, exaltado–. Y mucho menos comerciaría con vidas humanas!!
Las caravanas continuaron avanzando, pero se dirigieron hacia un lugar apartado del poblado. Se quedaron frente a unos edificios, lo suficientemente escondidas como para que no pudieran verse desde el puerto. El poblado estaba en la parte baja, frente al mar, y había sido visible en la distancia desde el linde del bosque, que estaba mucho mas alto. Por lo que Frith había podido ver en la lejanía, junto al puerto, el enorme barco que supuestamente pertenecía al esclavista. Además había visto el conjunto del poblado, muy pequeño y formado por un conjunto de casas mal organizadas.
Ambos se miraban el uno al otro con desden. No estaban convencidos de continuar con aquello, Friðþjófur lo veía en sus miradas. Así que se puso en pie, habiendo estado en el interior de la caravana recostado sobre un montón de paja que reposaba en la madera, al lado de varios pequeños cofres y otros objetos. Bajo de la caravana y se les acerco.
– Si no queréis continuar con esto, podéis dar media vuelta –dijo, e hizo un ademán con la mano señalando el camino de regreso–. Pero si vais a uniros al bando mas conveniente, os matare sin miramientos.
Uno de los mercenarios soltó una breve risa, grave y amenazante. Era un gesto que claramente daba a entender a Frith que no creían al licántropo capaz de hacer eso. No contra ellos dos juntos. Sin embargo Friðþjófur mantuvo la mirada fija contra los ojos de ellos, y el mercenario aparto la vista.
– Tienes razón –dijo finalmente el mercenario–. No quiero continuar con esto. Yo he venido por el oro, no para hacerme el héroe.
Escupió en el suelo y dejo caer las armas que se le habían prestado para poder realizar el trabajo, aquellas que no eran de su pertenencia. Escupió nuevamente, sobre ellas. Estaba claramente indignado. Y es que aunque la mayoría de los allí presentes no lo sabían, el mercenario había marchado desde una ciudad de la península con la intención de reunir suficiente oro como para poder atender a su madre tal y como merecía, dado que esta estaba gravemente enferma. La había dejado sola, bajo el cuidado de un pariente cercano, para poder hacer ese trabajo. Y ahora regresaría a casa habiendo perdido el tiempo valioso que podría haber pasado con su madre, y sin una sola moneda de oro. Pero nadie sabia nada de eso, así que tanto Frith como el resto de la patrulla solo lo vio como un mal nacido que no hacia mas que velar por sus propios intereses. De hecho mas de un guardia pensó que seguramente seria la clase de hombre que se divertía invirtiendo todo su oro en alcohol y mujeres hermosas. Dio media vuelta y continuo por el camino por el que habían venido; no volverían a verlo jamas.
El otro mercenario, en cambio, dudo un poco antes de responder. Luego dirigió la mirada hacia Frith y le sonrió.
– Yo seguiré con vosotros –dijo, y se encogió de hombros. Su rostro era duro, pero al sonreír, le dibujo una mueca mucho mas afable tras sus pobladas barbas–. Creo que esta bien no pensar únicamente en el oro de vez en cuando.
Frith sonrió complacido, y volvió a subir de un salto al carromato. Le tendió la mano, para ofrecerle subir también. El mercenario se agarro de su brazo y subió en el mismo carromato de Frith, y se quedaron sentados mirando por la entrada de la caravana, como avanzaban por el camino de los bosques, en dirección al este.
El camino duro mas de lo que habrían imaginado, y es que se encontraron con varios conjuntos de carromatos mas, mercaderes que marchaban hacia Lunargenta. Aquello había ralentizado el viaje debido a que los había obligado a quedarse a un lado hasta que los demás habían avanzado. La mayor parte del viaje Friðþjófur estuvo comiendo. Fruta, especialmente. Manzanas, bananas, y guayabas. Finalmente dejo caer la ultima fruta que había estado comiendo, en cuanto se percato de que frente a ellos se hallaba el pequeño poblado del que habían hablado anteriormente. Allí podrían encontrar al esclavista.
– Por fin te encontramos, maldito hombre de mierda –exclamo Frith con una amplia sonrisa.
– No deberías hablar así –dijo el mercenario, que todavía permanecía a su lado–. Solo trata de ganarse la vida. Como cualquiera de nosotros.
– No, te equivocas –respondió Frith, mirándolo a los ojos con seriedad–. Yo jamas causaría un perjuicio a alguien que no lo merece, solo por llevarme unas cuantas monedas al bolsillo –de pronto abrió los ojos y alzo las manos, exaltado–. Y mucho menos comerciaría con vidas humanas!!
Las caravanas continuaron avanzando, pero se dirigieron hacia un lugar apartado del poblado. Se quedaron frente a unos edificios, lo suficientemente escondidas como para que no pudieran verse desde el puerto. El poblado estaba en la parte baja, frente al mar, y había sido visible en la distancia desde el linde del bosque, que estaba mucho mas alto. Por lo que Frith había podido ver en la lejanía, junto al puerto, el enorme barco que supuestamente pertenecía al esclavista. Además había visto el conjunto del poblado, muy pequeño y formado por un conjunto de casas mal organizadas.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Las chicas ya se habían calmado y la situación del viejo parecía mejorar con las plegarias de aquella elfa, las chicas me ofrecieron algo de comida, la cual acepte gustosamente ya que desde el incidente de las carabanas que no comía nada, y el haber tenido que cargar con aquel viejo fue agotador.
El plato consistía en hortalizas y algunas frutas —No se si me vieron cara de conejo o algo así— aun así agradecí la comida. Poco a poco me contaban sobre su situación —Mira mmm… no me dijiste tu nombre— dejo de hablar, y comenzó a mover su mano —Dendrei— dije rápido porque de verdad quería saber cuanto antes que pasaba —Nosotros somos un pueblito nómade, subsistimos sin molestar a nadie— se detuvo, en su rostro se reflejaba que intentaba recordar algo —Pero, nos vimos en una mala situación, nos enfrentamos a una deuda y recurrimos a un prestamista— comenzó a agitarse, tragué la ultima zanahoria y la tranquilicé — Después de unas disputas, se volvió tenso, nos cobraban muchísimo mas de lo que habíamos pedido, y bueno… hace unos días en la carpa de allá apareció una nota— se puso de pie mientras seguía consolando a la otra, y comenzó a buscar algo.
La chica movía frascos, mantas, libros y todo lo que estuviera a su alcance, era una graciosa escena, y me dio más risa el desenlace. Después de un rato buscando, se quedó parada y comenzó a golpear su bolsillos, para encontrar un papel arrugado —Perdón soy un poco distraída— dijo pasándome la el papel —Comprendo perfectamente— le dije moviendo las orejas. Tomé el papel de su mano, y desdoblándolo se leía
—Ya veo, eso es lo que llevaban en la caravana, supongo también que los hombres de la aldea habían ido a recuperarlo— Pobres, tengo que ayudarles en algo, se supone que como intentaron recuperarlo, les puede costar algo más —Así es gato, pero deja de hablar como si fuera una cosa, ellos lo ven así ¡pero lo que se llevaron de nosotros era una niña!— dijo la chica que estaba tranquilizando. Estaba a punto de pedirles perdón pero fui interrumpido por el sonido de una pequeña muchedumbre, la cual se acercaba lentamente.
— Ya llegaron, preara los colchones para atenderlos— le dijo a la elfa que hasta ahora solo se había limitado a curar las heridas del viejo. Me asomé fuera de la tienda para ver que estaba pasando, o que “había llegado”.
logré ver los mismos rostros que antes creí, eran bandidos, lamentablemente ellos también me reconocieron, y tras algunos codazos todos se habían dado cuenta. Algunos se mostraron agresivos al verme pero ambas chicas los calmaron —Yo no tenía nada que ver con el rapto, se los juro, solo estaba escoltando— las muecas de algunos me indicaban que no creían —Lo siento, no tenía idea que...— no sabía como seguir as´que cambie la oración —¿Pudieron traer a la niña?— parece que mi pregunta les causo incluso mas descontento que mi parecencia —A tu amigo se le ocurrió la brillante idea de ir con ella donde el pirata— ¿Pirata? debe ser el prestamista
—¿Y a donde fueron?— el mismo que me había respondido antes dijo que era cerca de una costa, por el mismo sendero que seguíamos—Se que tal vez no me crean pero intentaré ayudarles— Tenía que llegar lo antes posible junto con mi primo y Frith.
Antes de partir quería ver por una última vez al viejo, que fue quien me trajo hasta aquí. El anciano seguía tendido entienda que estaba usando como pseudoconsultorio, esta vez pusieron otros colchones en los cuales eran atendidos los otros, al asomarme escuché un quejido reconocible, creí haber escuchado eso antes. La elfa había dejado de tratar al viejo y había pasado a una chica que tenía herido un tobillo. Al ver el tipo de herida no pude evitar sentirme culpable la chica tenía clavado el cuchillo que había lanzado durante el malentendido, la curandera comenzó por retirarlo, y la pobre joven en un acto de dolor miro hacía mí. Bajé las orejas, avergonzado de haberle causado eso [code]—Lo… siento— la elfa me toco la pierna y me indicó que le pasara una botella —Tú no me engañas— comenzó a decir suavemente la chica —De seguro te pagan por infiltrarte, pero no dejaré que eso pase. Quieras o no iré contigo y no permitiré que se lleven más cosas de nosotros— sonaba fría, no quería seguir dando explicaciones, si decidía no creerme que así sea, lo que no me gustaba era la segunda parte de su oración. En su estado no podía seguirme y de verdad me sentía mal por ella. —mm… escucha yo— fui interrumpido —Entiende, nada de lo que digas me cambiará algo— el viejo estaba despertando con nuestra conversación —Oh gracias a dios, no se murió jaja ya puedo irme — pensé y rápidamente arregle mis cosas, si me daba prisa tal vez los alcanzaba al finalizar la tarde, planeaba lo que seguía. —Gracias, gato— fueron las palabras del viejito nada más al despertar.
Me despedí de todos, llamé a mirla que había estado cazado aves mientras yo estaba en la aldea, vi mi mapa y comencé a caminar. Bien Den tienes que avanzar de aquí hasta esta costa, murmuraba mientras seguía viendo el mapa, como no traes comida tal vez debas parar por aquí, bueno, no se para que planeaba tanto si al final bien sabía que no me iba a hacer caso. Lo único que realmente esperaba era llegar lo antes posible a aquel pueblito.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por el relinchar de un caballo —Te dije que no te dejaría ir solo, voy a vigilar que traigas de vuelta a casa a la chica— llegó con la herida en el pie aun sin curar, y se notaba el esfuerzo que hacía. —Subete que es un largo camino— quedé atrás de ella y mirla nos acompañaba por el suelo.
Tras una muy, pero muuuy agotadora cabalgata sin montura habíamos llegado por fin al poblado. El sol se ocultaba y se alcanzaba a sentir la costa en el aire. Bajé y suspiré como si fuera el alivio más grande. —No vuelvo a subirme a una de esas cosas en un buen tiempo— . —Yo tuve clavado un cuchillo ¿y escuchas que me queje?— correspondí a su "broma" con una sonrisa que dejaba asomar los colmillos.
El plato consistía en hortalizas y algunas frutas —No se si me vieron cara de conejo o algo así— aun así agradecí la comida. Poco a poco me contaban sobre su situación —Mira mmm… no me dijiste tu nombre— dejo de hablar, y comenzó a mover su mano —Dendrei— dije rápido porque de verdad quería saber cuanto antes que pasaba —Nosotros somos un pueblito nómade, subsistimos sin molestar a nadie— se detuvo, en su rostro se reflejaba que intentaba recordar algo —Pero, nos vimos en una mala situación, nos enfrentamos a una deuda y recurrimos a un prestamista— comenzó a agitarse, tragué la ultima zanahoria y la tranquilicé — Después de unas disputas, se volvió tenso, nos cobraban muchísimo mas de lo que habíamos pedido, y bueno… hace unos días en la carpa de allá apareció una nota— se puso de pie mientras seguía consolando a la otra, y comenzó a buscar algo.
La chica movía frascos, mantas, libros y todo lo que estuviera a su alcance, era una graciosa escena, y me dio más risa el desenlace. Después de un rato buscando, se quedó parada y comenzó a golpear su bolsillos, para encontrar un papel arrugado —Perdón soy un poco distraída— dijo pasándome la el papel —Comprendo perfectamente— le dije moviendo las orejas. Tomé el papel de su mano, y desdoblándolo se leía
"El plazo a expirado, procedimos a tomar algo a lo cual podemos sacarle valor, no intenten hacer nada o tomaremos otra cosa.
La deuda se da por saldada"
La deuda se da por saldada"
—Ya veo, eso es lo que llevaban en la caravana, supongo también que los hombres de la aldea habían ido a recuperarlo— Pobres, tengo que ayudarles en algo, se supone que como intentaron recuperarlo, les puede costar algo más —Así es gato, pero deja de hablar como si fuera una cosa, ellos lo ven así ¡pero lo que se llevaron de nosotros era una niña!— dijo la chica que estaba tranquilizando. Estaba a punto de pedirles perdón pero fui interrumpido por el sonido de una pequeña muchedumbre, la cual se acercaba lentamente.
— Ya llegaron, preara los colchones para atenderlos— le dijo a la elfa que hasta ahora solo se había limitado a curar las heridas del viejo. Me asomé fuera de la tienda para ver que estaba pasando, o que “había llegado”.
logré ver los mismos rostros que antes creí, eran bandidos, lamentablemente ellos también me reconocieron, y tras algunos codazos todos se habían dado cuenta. Algunos se mostraron agresivos al verme pero ambas chicas los calmaron —Yo no tenía nada que ver con el rapto, se los juro, solo estaba escoltando— las muecas de algunos me indicaban que no creían —Lo siento, no tenía idea que...— no sabía como seguir as´que cambie la oración —¿Pudieron traer a la niña?— parece que mi pregunta les causo incluso mas descontento que mi parecencia —A tu amigo se le ocurrió la brillante idea de ir con ella donde el pirata— ¿Pirata? debe ser el prestamista
—¿Y a donde fueron?— el mismo que me había respondido antes dijo que era cerca de una costa, por el mismo sendero que seguíamos—Se que tal vez no me crean pero intentaré ayudarles— Tenía que llegar lo antes posible junto con mi primo y Frith.
Antes de partir quería ver por una última vez al viejo, que fue quien me trajo hasta aquí. El anciano seguía tendido entienda que estaba usando como pseudoconsultorio, esta vez pusieron otros colchones en los cuales eran atendidos los otros, al asomarme escuché un quejido reconocible, creí haber escuchado eso antes. La elfa había dejado de tratar al viejo y había pasado a una chica que tenía herido un tobillo. Al ver el tipo de herida no pude evitar sentirme culpable la chica tenía clavado el cuchillo que había lanzado durante el malentendido, la curandera comenzó por retirarlo, y la pobre joven en un acto de dolor miro hacía mí. Bajé las orejas, avergonzado de haberle causado eso [code]—Lo… siento— la elfa me toco la pierna y me indicó que le pasara una botella —Tú no me engañas— comenzó a decir suavemente la chica —De seguro te pagan por infiltrarte, pero no dejaré que eso pase. Quieras o no iré contigo y no permitiré que se lleven más cosas de nosotros— sonaba fría, no quería seguir dando explicaciones, si decidía no creerme que así sea, lo que no me gustaba era la segunda parte de su oración. En su estado no podía seguirme y de verdad me sentía mal por ella. —mm… escucha yo— fui interrumpido —Entiende, nada de lo que digas me cambiará algo— el viejo estaba despertando con nuestra conversación —Oh gracias a dios, no se murió jaja ya puedo irme — pensé y rápidamente arregle mis cosas, si me daba prisa tal vez los alcanzaba al finalizar la tarde, planeaba lo que seguía. —Gracias, gato— fueron las palabras del viejito nada más al despertar.
Me despedí de todos, llamé a mirla que había estado cazado aves mientras yo estaba en la aldea, vi mi mapa y comencé a caminar. Bien Den tienes que avanzar de aquí hasta esta costa, murmuraba mientras seguía viendo el mapa, como no traes comida tal vez debas parar por aquí, bueno, no se para que planeaba tanto si al final bien sabía que no me iba a hacer caso. Lo único que realmente esperaba era llegar lo antes posible a aquel pueblito.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por el relinchar de un caballo —Te dije que no te dejaría ir solo, voy a vigilar que traigas de vuelta a casa a la chica— llegó con la herida en el pie aun sin curar, y se notaba el esfuerzo que hacía. —Subete que es un largo camino— quedé atrás de ella y mirla nos acompañaba por el suelo.
***
Tras una muy, pero muuuy agotadora cabalgata sin montura habíamos llegado por fin al poblado. El sol se ocultaba y se alcanzaba a sentir la costa en el aire. Bajé y suspiré como si fuera el alivio más grande. —No vuelvo a subirme a una de esas cosas en un buen tiempo— . —Yo tuve clavado un cuchillo ¿y escuchas que me queje?— correspondí a su "broma" con una sonrisa que dejaba asomar los colmillos.
Última edición por Dendrei el Mar Jun 06 2017, 00:23, editado 1 vez (Razón : error de codes)
Dendrei
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La niña parecía haberse recuperado poco antes de que llegáramos a la costa. Por fortuna, ya estábamos allí, ya podíamos ver el barco del esclavista. Ella era una Hammond, procedía de una familia adinerada, así que, aunque hacia aquello en principio porque quería evitar que volviera a suceder: quería hacer algo bueno; por otro lado ya pasados varios kilómetros desde nuestro punto de partida me había dado cuenta de que probablemente los Hammond nos darían una abundante recompensa. O por lo menos algo con lo que nos quedáramos lo suficientemente felices como para saber que aquella empresa había sido beneficiosa.
- ¿Qué planeas, jefe? –me pregunto uno de los que había sido contratado para guardar en principio a las caravanas.
No le respondí. No sabía muy bien que hacer en aquel momento. Me quede durante algunos largos segundos mirando hacia el barco del esclavista, tratando de pensar en un modo de llegar hasta aquel barco sin que nadie nos viera.
La niña, que había marchado en los brazos de león después de mi recurrente insistencia, ahora pedía bajar de sus brazos y andar por su propia cuenta. Había intentado gritar en un primer instante, pero león se había ocupado de hacerle saber que todo estaba bien, que no éramos los “malos”. Luego león me había preguntado por que la habíamos traído con nosotros, en lugar de marchar hacia los Hammond primero, reclamar alguna recompensa, y luego aventurarnos a ir a por los esclavistas. “El poco tiempo que teníamos antes de que el barco del esclavista zarpara, y volviera los dioses saben cuándo”, fue la razón que expuse.
En aquel momento, tras la pregunta de león respecto a que por que no íbamos directamente a los Hammond a reclamar alguna recompensa, la pequeña nos despejo una duda bastante importante. Algo que cambiaba por completo la perspectiva de aquella empresa para muchos de los que todavía nos acompañaban.
- Mi familia es pobre –dijo claramente, y en voz alta-. Creo que por eso yo estoy fuera de casa… creo que alguien estaba enfadado con mi familia.
- ¿En serio? –pregunte yo, perplejo. Me percaté de que algunos de los mercenarios habían desviado la mirada de la niña, hacia mí. Una mirada recelosa. Una mirada que de algún modo mostraba sentimiento de haber sido traicionados.
- Si, muy pobres. Hace mucho tiempo éramos muy ricos. Teníamos sillas muy bonitas. Pero ahora somos pobres.
Cada vez que recalcaba la palabra “pobres”, me aturdía un repentino dolor de cabeza, como una punzada. Aun así, no le di muchas más vueltas e ignoré el comentario. Le acaricié el cabello mientas sonreía, y dirigí de nuevo la mirada hacia el barco del esclavista.
- No pretenderás hacer como si la niña no hubiera dicho nada, ¿no? –pregunto uno de los mercenarios.
- No, claro. Mirad, creo que podríamos… -respondí, y en seguida traté de cambiar de tema, comenzando a plantear mi plan.
- Yo lo dejo, no cuentes conmigo –dijo el mismo mercenario.
Lo mismo hizo el que se encontraba a su lado. Dos menos, pero los demás parecían decididos a continuar adelante.
- Me alegra ver que hay hombres de verdad, dispuestos a cumplir un poco de justicia, aun sin recompensa. –dije en voz alta, lo suficientemente alta como para que los que se estaban marchando, me escucharan y tomaran aquello como un claro grito anunciando su falta de ética, y su exceso de egoísmo.
- ¿Sin recompensa? –pregunto otro de los mercenarios-. Creo que no había oído demasiado bien… yo tampoco sigo con esto. suerte.
Y se marchó también. Dejé escapar un largo suspiro de resignación, y me volví hacia los pocos que quedaban. Éramos un grupo reducido, pues a los mercaderes no los contaba para nada como parte de la tropa de “aventureros” que habíamos formado, para poder acabar con los esclavistas y hacer justicia por lo sucedido.
Marchamos por un camino exterior, que rodeaba la ciudad hasta llegar a la parte superior del acantilado donde se encontraba el barco. El navío estaba justo por debajo de nosotros, así que, si encontrábamos un modo apropiado de bajar pasando inadvertidos, podríamos adentrarnos en la embarcación y tomarlos por sorpresa. Pero no teníamos sogas, cuerdas ni nada en absoluto. Y si hubiéramos saltado desde allí arriba, lo más probable era que nos hubiéramos estrellado de bruces contra la madera, rompiéndonos mas de un hueso.
La niña continuaba con nosotros, a nuestro lado. Podría haber dicho a los mercaderes que la cuidaran, que la mantuvieran a salvo mientras nosotros nos enfrentábamos a los esclavistas. Pero no lo hice; aquellos mismos mercaderes habían sido los que transportaban a la chica. ¿Quién podía prometernos que no escaparían con ella continuando con sus negocios y haciendo lo que fuera posible por recuperar algún beneficio de aquel –para ellos- desafortunado viaje? Nadie. Así pues, la niña permaneció a nuestro lado. De hecho, sorprendida por mi rojizo cabello, la niña prefirió quedarse a mi lado, tomándome del brazo. Le había dicho varias veces que no lo hiciera, que mi brusquedad podría causarle algún daño. Pero parecía convencida de permanecer de aquel modo.
- Tengo una idea –anuncie a los presentes-. Por más que pienso, no se me ocurre una forma de bajar desde aquí y tomarlos por sorpresa. Así que se me ha ocurrido utilizar otra estrategia. –me dirigí entonces hacia los mercaderes.
- ¿Que? –pregunto uno de ellos.
- Os lanzaremos por el acantilado, haciendo que caigáis sobre ellos y los aplastéis. –dije con seriedad.
- ¡¿Que?! ¡¿Qué demonios?! –protesto el mercader.
- ¡Estás loco! ¡Demente! –protesto otro. Yo solté una fuerte risotada. Y me dispuse a informarles sobre el verdadero plan.
- Os esperaban con “la mercancía”. Así que podríamos simplemente continuar el plan inicialmente estipulado. Podríais llevar las caravanas, con el cofre, tal y como estabais haciendo. Pero con una agradable sorpresa: nosotros.
Los mercaderes no parecieron muy convencidos. Sabían que de enterarse los esclavistas que ellos habían traicionado aquel trago, aquel negocio, los matarían sin miramientos. Pero estaban entre la espada y la pared; si no hacían aquello, no serían los esclavistas quienes acabaran con sus vidas. Sino un par de hombres sedientos de sangre, gente que mataba por placer y dinero, y otros dos que actuaban por la ética y la justicia. Conscientes de ello, accedieron.
- ¿Qué planeas, jefe? –me pregunto uno de los que había sido contratado para guardar en principio a las caravanas.
No le respondí. No sabía muy bien que hacer en aquel momento. Me quede durante algunos largos segundos mirando hacia el barco del esclavista, tratando de pensar en un modo de llegar hasta aquel barco sin que nadie nos viera.
La niña, que había marchado en los brazos de león después de mi recurrente insistencia, ahora pedía bajar de sus brazos y andar por su propia cuenta. Había intentado gritar en un primer instante, pero león se había ocupado de hacerle saber que todo estaba bien, que no éramos los “malos”. Luego león me había preguntado por que la habíamos traído con nosotros, en lugar de marchar hacia los Hammond primero, reclamar alguna recompensa, y luego aventurarnos a ir a por los esclavistas. “El poco tiempo que teníamos antes de que el barco del esclavista zarpara, y volviera los dioses saben cuándo”, fue la razón que expuse.
En aquel momento, tras la pregunta de león respecto a que por que no íbamos directamente a los Hammond a reclamar alguna recompensa, la pequeña nos despejo una duda bastante importante. Algo que cambiaba por completo la perspectiva de aquella empresa para muchos de los que todavía nos acompañaban.
- Mi familia es pobre –dijo claramente, y en voz alta-. Creo que por eso yo estoy fuera de casa… creo que alguien estaba enfadado con mi familia.
- ¿En serio? –pregunte yo, perplejo. Me percaté de que algunos de los mercenarios habían desviado la mirada de la niña, hacia mí. Una mirada recelosa. Una mirada que de algún modo mostraba sentimiento de haber sido traicionados.
- Si, muy pobres. Hace mucho tiempo éramos muy ricos. Teníamos sillas muy bonitas. Pero ahora somos pobres.
Cada vez que recalcaba la palabra “pobres”, me aturdía un repentino dolor de cabeza, como una punzada. Aun así, no le di muchas más vueltas e ignoré el comentario. Le acaricié el cabello mientas sonreía, y dirigí de nuevo la mirada hacia el barco del esclavista.
- No pretenderás hacer como si la niña no hubiera dicho nada, ¿no? –pregunto uno de los mercenarios.
- No, claro. Mirad, creo que podríamos… -respondí, y en seguida traté de cambiar de tema, comenzando a plantear mi plan.
- Yo lo dejo, no cuentes conmigo –dijo el mismo mercenario.
Lo mismo hizo el que se encontraba a su lado. Dos menos, pero los demás parecían decididos a continuar adelante.
- Me alegra ver que hay hombres de verdad, dispuestos a cumplir un poco de justicia, aun sin recompensa. –dije en voz alta, lo suficientemente alta como para que los que se estaban marchando, me escucharan y tomaran aquello como un claro grito anunciando su falta de ética, y su exceso de egoísmo.
- ¿Sin recompensa? –pregunto otro de los mercenarios-. Creo que no había oído demasiado bien… yo tampoco sigo con esto. suerte.
Y se marchó también. Dejé escapar un largo suspiro de resignación, y me volví hacia los pocos que quedaban. Éramos un grupo reducido, pues a los mercaderes no los contaba para nada como parte de la tropa de “aventureros” que habíamos formado, para poder acabar con los esclavistas y hacer justicia por lo sucedido.
Marchamos por un camino exterior, que rodeaba la ciudad hasta llegar a la parte superior del acantilado donde se encontraba el barco. El navío estaba justo por debajo de nosotros, así que, si encontrábamos un modo apropiado de bajar pasando inadvertidos, podríamos adentrarnos en la embarcación y tomarlos por sorpresa. Pero no teníamos sogas, cuerdas ni nada en absoluto. Y si hubiéramos saltado desde allí arriba, lo más probable era que nos hubiéramos estrellado de bruces contra la madera, rompiéndonos mas de un hueso.
La niña continuaba con nosotros, a nuestro lado. Podría haber dicho a los mercaderes que la cuidaran, que la mantuvieran a salvo mientras nosotros nos enfrentábamos a los esclavistas. Pero no lo hice; aquellos mismos mercaderes habían sido los que transportaban a la chica. ¿Quién podía prometernos que no escaparían con ella continuando con sus negocios y haciendo lo que fuera posible por recuperar algún beneficio de aquel –para ellos- desafortunado viaje? Nadie. Así pues, la niña permaneció a nuestro lado. De hecho, sorprendida por mi rojizo cabello, la niña prefirió quedarse a mi lado, tomándome del brazo. Le había dicho varias veces que no lo hiciera, que mi brusquedad podría causarle algún daño. Pero parecía convencida de permanecer de aquel modo.
- Tengo una idea –anuncie a los presentes-. Por más que pienso, no se me ocurre una forma de bajar desde aquí y tomarlos por sorpresa. Así que se me ha ocurrido utilizar otra estrategia. –me dirigí entonces hacia los mercaderes.
- ¿Que? –pregunto uno de ellos.
- Os lanzaremos por el acantilado, haciendo que caigáis sobre ellos y los aplastéis. –dije con seriedad.
- ¡¿Que?! ¡¿Qué demonios?! –protesto el mercader.
- ¡Estás loco! ¡Demente! –protesto otro. Yo solté una fuerte risotada. Y me dispuse a informarles sobre el verdadero plan.
- Os esperaban con “la mercancía”. Así que podríamos simplemente continuar el plan inicialmente estipulado. Podríais llevar las caravanas, con el cofre, tal y como estabais haciendo. Pero con una agradable sorpresa: nosotros.
Los mercaderes no parecieron muy convencidos. Sabían que de enterarse los esclavistas que ellos habían traicionado aquel trago, aquel negocio, los matarían sin miramientos. Pero estaban entre la espada y la pared; si no hacían aquello, no serían los esclavistas quienes acabaran con sus vidas. Sino un par de hombres sedientos de sangre, gente que mataba por placer y dinero, y otros dos que actuaban por la ética y la justicia. Conscientes de ello, accedieron.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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