[MEGAEVENTO] El fin justifica los medios [Donde habitan los elfos][Alanna-Huracán]

Habían pasado semanas desde el fin de la Hermandad. Y desde entonces las noches se me hacían eternas. No conseguía conciliar el sueño más de tres horas seguidas sin que a mi mente se me viniera el rostro de Isabella al ser apuñalada, la escena del incendio, o los rostros de todos los compañeros que había abandonado.

Desde entonces, vagaba en soledad por el mundo. Me dirigí a Ulmer en primera estancia, donde el número de catetos y paletos que allí había me sorprendió. ¿Una pirámide aterrizando en Dundarak? ¿Una peste desatada? En principio creía que eran tonterías que se inventaban los paletos de la aldea.

Lo de la pirámide no terminé de creérmelo, pero la gente sí que empezó a enfermar en la ciudad de los lobos. Por lo que yo, que lo último que buscaba era contagiar esa enfermedad por matarme por un puñado de aquellos perros sarnosos, decidí viajar al Sur. Hacia Lunargenta, quizás allí estaría más segura.

El camino me llevó hasta el bosque de Sandorái. Aquel “maravilloso” bosque de elfos que siempre traté de evitar por su el rencor que los orejas puntiagudas tenían contra los brujos. La cultura de esta gente solía siendo muy troglodita y obsoleta, realizando atentados contra los brujos de manera gratuita por una guerra que les contaron que sucedió hace tres mil años. El mejor ejemplo de esta mentalidad arcaica era el de la elfa Helyare, y es que los elfos tenían más tirria a los brujos de la que nosotros les teníamos a ellos. Pero ella no era una excepción, y por eso lo mejor era pasar el bosque cuanto más rápido mejor.

Me detuve en una posada en medio del bosque a descansar, junto al camino a aquella especie de tejo gigante que ellos llamaban Árbol Madre y que tanto idolatraban. Pedí ron y mientras me lo bebía en soledad, apoyada en la barra, me dediqué a escuchar lo que aquellos tipos tenían que decir. Había dos principales: Uno era el mismo de las últimas semanas, la peste y el temor hacia ésta. Pero había un tema más, un vampiro llamado Vander, que pretendía dar caza a algún animal sagrado para los elfos. Había visto carteles suyos fuera de la misma.

Una elfa joven rubia, que hacía de camarera, se me acercó a la mesa en la que me encontraba sentada.

-¿Es usted cazadora de vampiros? – me preguntó. Alcé una ceja, giré un par de veces el vaso y di un trago. ¿Cómo lo sabía? – Su chaqueta. Lleva bordada la estampa de los Cazadores de Beltrexus. – lo miré. Cierto. No me había desenfundado aún de mi chaqueta de antigua y orgullosa cazadora.
-Estoy retirada. – respondí seria, sin mirarla. Parcialmente lo estaba, o al menos ahora no me encontraba con ganas de cazar chupasangres. La chica estaba un poco asustada por mi frío distanciamiento pero, aún así, volvió a insistir.
-Perdóneme por insistirle, madame cazadora. – volvió a rechistar ella, con educación. Qué mujer más molesta. - Ese vampiro lleva muchas semanas rondando los alrededores. Alimentándose de los animales de nuestra granja que nos dan sustento, todo para dar caza a esa criatura de Árbol Madre. – se acercó a mí. – Se lo ruego, cazadora. Ayúdenos. No se lo pediría si hubiese visto otro cazador, pero no pasan por aquí desde lo de la peste y… y no sabemos qué hacer ya.

Ya había ayudado a demasiada gente en la vida altruistamente y… ¿para qué? ¿Qué había sacado con ello? Ningún paleto jamás había hecho nada por mí. Muchos ni me lo agradecían o incluso me atacaban aún habiéndoles salvado la vida. Sabía muy bien dónde terminaba la gente altruista: En una zanja junto al camino, descuartizada de la manera más cruel, o apuñalada por la espalda: Lo he visto en Isabella, en Igraine, en muchas de las víctimas de la Dama o de los vampiros a lo largo de los años. Me habían traicionado ya demasiadas veces. No iba a jugarme el tipo por un vampiro que a saber is estaba infectado. Mi supervivencia era ahora lo primero.

-Es tu problema, elfa.– le dije mirándola fíjamente a los ojos. Desafiante. – Yo ya tengo los míos propios. Y te aseguro que no me los cambiarías. - Y dicho esto, muy molesta y enfadada, terminé la bebida de un trago y salí por la puerta. Dejando a la elfa de bruces contemplando como me iba.

Era consciente de que mi carácter era ahora más agresivo incluso que antes de la batalla. Pero todo lo ocurrido en esta me había marcado, tanto que terminé dejándome llevar por mi sangre, la misma que las asesinas de Belladonna y Mortagglia, y no por mis cuidadas enseñanzas. Exponenciadas. Ya no tendría más piedad por nadie. Por lo que confiaba en que nadie pusiese al límite mi paciencia.

Continué mi camino hacia el Sur, pronto pasaría cerca del Árbol Madre y desde ahí, el camino hacia Lunargenta sería ya en descenso. Me encontraba cerca de los territorios del tal Vander, por lo que sería mejor mantenerme alerta para evitar una emboscada.

En principio esperaba poder recorrer más de lo que avancé en aquella etapa hasta la siguiente posada más próxima. La luna ya brillaba en el firmamento y yo era la primera que sabía lo que había en los caminos cuando caía la noche. En los tiempos en los que estábamos, el número de vándalos había aumentado considerablemente por la crisis de Dundarak, aprovechándose de la anarquía general que primaba en Aerandir. Por lo que tendría que ser especialmente cuidadosa con ellos, pero no debería guardar menos cautela para con el chupasangres suelto. Escuchaba ruidos que no me gustaban nada.

Pocos instantes después, percibí en la tierra del camino un líquido rojizo iluminado por la luna. Sangre. Por la fluidez parecía fresca. Con curiosidad decidí ir tras los arbustos, también cubiertos por esta sustancia. El panorama en cuanto aparté un poco los mismos no podía ser más repugnante, aunque reconocido para mí, puse una mueca de asco tras ver dos elfos asesinados brutalmente.

Me puse en cuclillas para ver la escena del crimen. Pero sin tocarles ni a ellos ni a la sangre, no quería que me traspasasen ninguna enfermedad rara en el caso de estar contaminados. Dos hendiduras de colmillo a la altura del cuello, de diámetro de medio centímetro. Un vampiro grande, pongamos metro ochenta. También había pelos morenos que no pertenecía al rubio que compartían ambos elfos. Sonreí, parecía que teníamos a “nuestro” hombre cerca.

De repente escuché un silbido a mi espalda y vi como una flecha se clavaba justo en un árbol al lado de mi cabeza. Tomé las ballestas-pistola con cuidado y traté de agacharme. Pero tenía todas las de perder en un enfrentamiento contra elfos en el bosque. Al menos, si disparaban flechas, sabía que no eran vampiros. No era un arma habitual.

Giré la cabeza con cuidado tratando de encontrar a los arqueros. Pude escuchar unas voces tras los árboles. Hablaban un dialecto extraño. Me hicieron una pregunta, parecían conocer a los dos fallecidos, Anlar y Serfan aseguraron que se llamaban. Me mojé los labios seria y levanté mis armas en señal de neutralidad. No los veía y disparar a lo loco probablemente traería consecuencias nefastas para mi persona.  – Muy bien. No disparéis. – Comenté con tranquilidad, y las enfundé en su sitio, en sinónimo de paz, asegurándome de sentir el viento recorrer mi ropa por si necesitaba esquivar algún repentino ataque de ira.

-No les he hecho nada. – Dije calmada, sin gesticula y sin entonar.. Uno de ellos creía que yo era amigo de los chupasangres. Estaba muy seria y tranquila. – Si los hubiese atacado, estaría bañada en sangre. – aclaré. Estaba impoluta. Pero por si no les bastaba me llevé la mano a la chaqueta, al emblema en forma de cuervo o fénix que representaba a los cazadores de vampiros de Beltrexus, a las familias Boisson y Harrowmont. – Soy cazadora de vampiros. Y ya veo que tenéis un problema con los chupasangres. – les especifiqué, mirando con lástima los restos de sus compañeros. Ahora sabía que eran elfos, conforme se acercaba sobresalían las puntas de las orejas sobresaliendo de la capucha.

Estaba perdida un poco aquella noche. El bosque de Sandorái. Y continuar caminando en soledad no era la mejor opción, quizás buscar aliados en aquellos estúpidos elfos. – Aún así, sólo estaba de paso. Vander me la traía sin cuidado... Hasta hace un minuto. – suspiré.  – Pero ahora me estáis apuntando. Así que supongo que tendré que ayudaros.  - acepté resignada. -  Eso sí, me llevaré la recompensa y vosotros me indicaréis como salgo de este lugar de mierda. – Era soberbia, lo sabía. Ese “lugar de mierda” era el puñetero bosque en el que me había perdido. Para colmo el carácter se me había agriado desde que derroté a la Hermandad. A aquellos dos no los conocía de nada y parecían corderitos asustados ansiosos de ayuda. Miré a uno de ellos. Le temblaba el arco. – Ahora... deja de apuntarme. – le ordené en un susurro bajito al elfo, que parecía más joven, que me continuaba apuntando.

La joven se adentró por entre la arboleda cubierta por su capa y con la suave llovizna golpeando en sus hombros, a su lado, una joven rubia ocultaba su rostro sin poder esconer sus mechones del color de la paja bajo la caperuza, los caballos, cansados, rebufaban cada poco mientras sus pasos sonaban sordos sobre la hierba. Por fin, tras semanas de viaje y retrasos, estaban allí, estaban en el único lugar donde tenían pistas de poder encontrar la cura, tal vez con algo de suerte no les costase demasiado, si tenían suerte y no había demasiada gente que hubiera oido hablar del rumor. Aunque sospechaba que sus esperanzas eran vanas, y que lo más seguro sería que alguien ya la hubiera localizado, no podía, de todos modos dejar pasar la oportunidad de ser útil, a sabiendas de lo que le esperaba a su regreso.

- Alanna.- la llamó la rubia alzando la mirada hacia el frente, haciendo que la guardia la imitase.

El paisaje, demasiado desierto y abandonado, no era algo usual en Sandorai, plagado por guardias, debería ser incluso más claro en ese momento de pánico en el que todo Aerandir estaba sumido en el caos, los elfos deberían saber algo acerca del antidoto, acerca de los sucesos, cierto que vivián aislados, pero ello no significaba que no supieran de lo que sucedía en el mundo. Muy al contrario, probablemente, junto a los brujos, eran la raza que más sabía de los hechos y la historia de Aerandir dada su longevidad y su memoria, pasada de padres a hijos desde siglos a, desde la última guerra.

- Lo veo.- respondió en un susurro a Tessa, sin apartar sus ojos marrones de ese lugar que, contrario a su luz usual, se le antojaba lúgubre, triste y desvalido, a pesar de la grandilocuencia de su flora y de la vida que se respiraba.

El ambiente pesado cubría los hombros de ambas chicas, que, tras semanas de viaje, notaban el cansancio, sus fuerzas mengaban y sus esperanzas se iban aplacando a medida que se acercaban al bosque y descubrían noticias del mundo. Lunargenta, según habían oido, estaba ahora bajo las ordenes de los vampiros, Alanna rezaba silenciosamente por su familia, para que no hicieran estupideces y pudieran huir cuanto antes, suplicaba por los Tale, que tan apartados habían estado siempre, esperando que no la tomasen contra los pueblos, y miraba al cielo en busca de unos dioses de los que comenzaba a dudar esperando que Eltrant se encontrase bien y no saltase al ruedo para enfrentarse en batallas que no podría vencer. Llevaba desde que empezó su busqueda sin noticias de Meredith, ni de nadie, por ello, lo que más le urgía en ese momento era, sin duda, encontrar pronto la solución y volver a Lunargenta, no le importaba a quien debiera matar o las heridas que tuviera que sufrir con tal de reunirse con sus allegados.

Esa era, probablemente, la naturaleza humana, la parte más basica y fundamental, el instinto más fuerte, podía preocuparse por los demás, pero si su familia estaba en juego, si alguien a quien quería se encontraba en peligro, lo demás quedaría en segundo plano, pesara a quien le pesara, sería, como todo el mundo, egoista. Alzó la mirada al cielo con un suspiro y cerró los ojos un instante, intentando alejar esos pensamientos de su cabeza, para volver a enfriarla y centrarse, de nuevo, en su objetivo primero, encontrar la cura. Sacudió la cabeza volviendose a centrar, y siguió su camino en silencio mirando de hito en hito intentando no perder un solo detalle del paisaje.

- Tranquila, todo estará bien, encontraremos la cura y te reunirás con ellos.- prometió la chica con una leve sonrisa, alargando el brazo hacia su amiga, que, con ojos tristes, le devolvió una sonrisa torcida y se apartó las ondas castañas para despejarse.- Además, si son como tú seguro qu- Alanna alzó una mano indicando silencio dejando a la chica a media frase.

Había oido algo, un grito, ¿Anlar y Serfan, había dicho la voz? no sabía quienes eran, pero era el primer rastro de criaturas parlantes que localizaban en el bosque, no tenían mucho que perder, por intentarlo, no sucedería nada. Cogiendo aire, inchando los pulmones, cambió la dirección de caballo y se cercó al lugar del que provenía la voz mientras otra, más reconocible para ella, se elevaba hasta sus oidos. Bajó del animal y se detuvo a cierta distantia, junto a los corceles y Tessa, a la espera, mientras observaba a Huracán, que hablaba con dos personas, probablemente elfos, aunque no estaba segura desde esa distancia, que la apuntaban con sus armas. Con un movimiento le indicó silencio a Tessa que, sencillamente asintió y dejó su mano sobre el arco, dispuesta a entrar en acción si era necesario.

Off: Siento muchisimo la tardanza, no volverá a suceder, o al menos, intentaré que no.

Un enemigo común lo suficientemente poderoso como el que tenían en vista debería ser suficiente motivo para evitar caer en las típicas asperezas del pasado y de las guerras y aliarte con la única persona que sabe como dar caza a ese monstruo que te ataca. Pero se ve que para aquellos estúpidos elfos preferían perecer escupiendo sangre por la boca antes que aliarse con un brujo para resolver sus problemas. Allá ellos.

Su compañero luego hizo notar dos mujeres que también estaban allí. Me fijé en ellas y reconocí a una de las dos. Había pasado tiempo, pero era ella. Quedaba demostrado una vez más que el mundo es un pañuelo. –Delteria. – pronuncié en voz baja muy levemente la boca, mostrando una corta sonrisa. Muy calmada - ¿Qué tal? – le pregunté muy seca. No nos habíamos visto desde la batalla de Sacrestic Ville, me pregunto si, al igual que el resto de gente, ella se había enterado de que había muerto en la lucha contra Mortagglia. Seguro que de ser así se sorprendería de verme.

Pero no hubo mucho tiempo para charlar. El vampiro hizo acto de presencia y convertido en una mancha de humo atacó al elfo que nos interrogaba. Su compañero, más tembloroso que una sustancia gelatinosa, disparó una flecha gratuita que fue a dar a los pies del caballo de Alanna y poco después, el chupasangres acabó con el segundo de los elfos y se materializó en forma humana para sorprendernos. Yo deslomé la ballesta de caza de mi espalda.

Vaya… el vampiro había acabado con el segundo de los elfos y esta caía al suelo. Ni siquiera hice un gesto de desagrado. Lo miré como al que aplasta una hormiga en su habitación. Era algo para lo que estaba acostumbrada, y a aquellas alturas de mi vida pocas cosas me sorprendían.

A lo que no estaba acostumbrada era a que alguien se dirigiese a mí con la arrogancia con la que aquel incrédulo lo hacía. Era un chupasangres, y mi propio credo me obligaba a acabar con aquella alimaña sarnosa. No iba a dejarlo escapar, y menos después de haberme desafiado en forma de aquellas osadas palabras. Era una trampa, e iba a meterme de lleno en ella, pero los cazadores sabíamos lo que era jugar “fuera de casa” y sabíamos volver las tornas hacia nosotros. No dije nada y dejé que se desvaneciera, mirándolo impasible. Luego miré a Alanna y a su compañera.

-Es un monstruo repugnante. Tenemos que destrozarlo, guardia. – a Alanna siempre la había tratado con respeto. Era una joven que me caía bien de siempre, y la trataba con el debido respeto. Me había ayudado en mi campaña contra la Hermandad y, aún en el estado de locura en el que me encontraba, podía distinguir una valiosa aliada como ella. Aún así, había perdido la confianza con el mundo en general, y por eso no la llamaba por su nombre. Estaba más fría que de costumbre. – ¿Puedo confiar en que te mantengas a las sombras y salgas cuando sea necesario a darle el golpe maestro? – le pregunté, esperando su respuesta. Tal vez ella prefiriera huir. – Iré barriendo las trampas. Lo ideal es que crea que voy sola.

En cualquier caso, aquel chupasangres sabía que iba a por él, y en cuanto me encaminé hacia el bosque, no tardaron en aparecer las clásicas trampas que iban desde estacas o dardos que salían desde los laterales, a hilos cortantes casi invisibles entre dos árboles, típicas herramientas que los vampiros utilizaban para proteger sus guaridas y saber que estaban aproximándose a la misma. Mediante corrientes de aire, me encargué de ir haciendo un silencioso barrido de estas trampas antes de que fuesen apareciendo, y saltando o rodando a través de alguna según fuera el caso, tenía unos reflejos felinos y por mis poderes de vientos podía impulsarme y realizar piruetas increíbles para cualquier otro humano resultaría imposible. El hilo cortante se solucionaba yendo despacio y cortándolo con una daga. Y es que la gente solía correr por el bosque cuando se topaba con un vampiro.

No había prisa. La noche era muy larga, y finalmente conseguí llegar a donde se encontraba Vander. Si Alanna había conseguido mantenerse en las sombras, gozaríamos de una gran ventaja a la hora de enfrentarnos a él.

-Cazadora de vampiros. No creía que serías capaz de llegar hasta a mí. – comentó de espaldas a mí, para ir girándose poco a poco.
-La duda ofende. – respondí sin sonreír, con mi habitual sequedad. ¿Me tomaba por una aprendiz? Subestimar a los que físicamente eran inferiores a ellos era algo típico de los vampiros. Ellos tenían superpoderes, por el contrario yo tenía la tecnología más avanzada y cara del planeta. El poder del dinero. – He matado alimañas mucho más peligrosas que tú. – cargué la ballesta pesada, tensando la cuerda al máximo, y me dispuse a apuntarle.

¿Y los elfos? ¿Qué habría pasado con ellos? Esperaba que no hubiesen tocado los cojones a Alanna. Necesitaba que la guardia estuviese lista para saltar cuando fuera necesario. El tal Vander parecía fuerte y habilidoso, pero confiaba en poder aguantarle durante unos minutos. Derrotarla sola era posible, aunque más difícil. Pero aquel no parecía un vampiro supremo, no sería tan difícil.

Un arco tenso su cuerda con disimulo desde donde se encontraban las recién llegadas. Alanna estaba dispuesta a hablar, a entablar una conversación y explicarse, pero no mientras una flecha las apuntara como si fueran dianas, al menos, no sin tener un seguro, si una flecha se disparaba, saldría otra detrás, desde su propio lado. Abrió la boca dispuesta a hablar, no, no eran brujas, pero la guardia conocía bien a la que se encontraba de espaldas a ella.

Huracán las miró con ojos fríos, más de lo que la caracterizaba. Al verla tan serena, la Gata pidió con un vistazo que Tessa bajara su arco y se acercó a la mujer tragando saliva, qué debía haberle pasado a la bruja para tener esa. Sin confiar en los elfos, sin apartar su mirada de ellos, ambas mujeres salieron de entre los arbustos y se plantaron a pocos pasos de la mujer ya presente alzando la cabeza con seguridad, habían escuchado hablar a los orejas picudas y a ninguna de ellas les había agradado el tono sobrado con el que se dirigían a quien les ofrecía ayuda. Estaban en tiempos oscos y difíciles, cualquier apoyo debería ser bien recibido, llegase de quien llegase.

- Huracán.- sonrió la guardia mirando por fin a la bruja, segura de que Tessa no apartaría la mirada de la amenaza.- Me alegro de verte, hacía tiempo que no sabía de ti.- Aseguró, después de todo, había estado en el mar durante muchas semanas, y había perdido, parcialmente, el contacto con su realidad, que volvía a ella con más fuerza de la que tenía cuando la dejó.

No obstante, la charla se cortó antes de que la chica pudiera, siquiera, dirigirse a los elfos, una flecha cruzó el claro haciendo que Tessa se agachara cubriéndose la cabeza con las manos, reaccionando con velocidad, y Alanna no tardó en imitarla, asegurándose de poder minimizar el impacto de los proyectiles. El caballo, frente al que había caído la saeta, se alejó asustado, seguido no muy lejos por el de Tessa, que no parecía querer arriesgarse a sufrir lo mismo que su compañero.

Las dos chicas chasquearon la lengua, molestas, y se levantaron, Tessa arco en mano, Alanna sacando sus dagas, al escuchar la voz gruesa que atravesaba las hojas. Los ojos de la guardia se abrieron sorprendidos, no sabía el nombre, pero era consciente de que lo había visto con anterioridad, ese vampiro aparecía en más de un cartel de la guardia, de esa guardia a la que ya no pertenecía y que había abandonado con una simple carta, sin permiso alguno. Tragó saliva, ya no era su obligación, no tenía deber alguno de atrapar a ese chupasangres, pero sintió los puños apretándose entorno a sus hierros, no podía dejar que las muertes causadas quedasen en nada. Si pensaba que iba a poder salirse con la suya es que aun no se había enfrentado seriamente a la guardia de Lunargenta.

Tessa tensó la cuerda sin pensarlo dos veces apuntando el camino por el que corría el vampiro, dispuesta, como todos los presentes, a darle caza sin importar qué, sospechando, tal vez, lo que sabían los demás presentes, que esa escoria no valía más de un aero oxidado. No obstante, la mano de Alanna bajó el arco que ya había logrado apuntar su objetivo recibiendo una mirada severa de la rubia, que, molesta, frunció el ceño soltando un bufido. Debían hacer las cosas bien, si fallaban la flecha, perderían el elemento sorpresa cuando lo persiguieran, y si lo que sabía era cierto, estarían perdidas.

- Hagámoslo bien.- le susurró a la joven con una sonrisa ligera.- Cuenta con nosotras, iremos cada una por un lado y le cerraremos, en cuanto nos des una señal nos lanzaremos sobre él.- Aseguró a Huracán con mirada seria, no iba a dejar que huyera tan fácilmente- ¿Verdad?- Se giró a mirar a Tessa, que asintió con gesto firme.
- Cuenta con mis flechas, si no le acierto, le dará Alanna con las dagas.- aseguró la navegante sacando, ya, una de las saetas del carcaj.-Cuando digáis.- Espero cargando el arco dispuesta a recorrer el camino de la derecha mientras Alanna se posicionaba a la izquierda.

A penas unos segundos después, andaban por el bosque siguiendo los pasos de huracán de cerca, que desactivaba las trampas ahorrándoles el trabajo, consiguiendo, así, que su único objetivo fuera mantenerse en silencio, no era difícil. Tessa, cazadora nada, sabia aguardar, y mantener la calma para atrapar a su presa, así que gozaba del silencio y la calma, lejos de su personalidad vivaracha habitual, mientras que Alanna, la Gata, hacía gala de su nombre, no por nada se lo había ganado, la chica era una espía, y eso se hacía notar, sigilosa, tranquila, silenciosa, y, hasta en las situaciones en las que iba despacio, lo bastante veloz como para detectar cualquier cosa que pudiera resultar peligrosa para sus objetivos.

Se conocían desde hacía más bien poco, pero si de algo no podía caber duda al trabajar con las dos jóvenes era de que, claramente, se compenetraban, hacían buen equipo, lo bastante como para resultar letales a cualquiera que decidiera confiarse y no mirar atrás, entre las sombras, pensando que la luz no habita en ellas.

Con el sigilo como cubierta, las sombras como coraza y su vista de halcón como lanza, Tessa comenzó a tensar el arco en cuanto se detuvieron frente al vampiro, notando como se acompasaban sus latidos y su respiración: tún tún, tún tún, sonaba, con la flecha dispuesta para el disparo, mientras Alanna, seguía avanzando hasta situarse a las espaldas del chupasangres, preparando sus piernas para el salto en caso de que Tessa errase la diana. Vio cargar la ballesta a Huracán, y ambas supieron que esa era la señal. Tessa, tras apuntar bien, disparó la flecha que surcó el aire y Alanna esperó el impacto para saltar desde su escondite, en cuanto errase, saldría disparada con toda la fuerza de sus piernas y las dagas de frente.

Off: Habilidades usadas por Tessa en el post: Habilidad nivel 5: Sigilo; Habilidad de nivel 6: Ojo de halcón; Habilidad de nivel 3: Entre latidos; Habilidad de nivel 2: Destreza innata. Todas ellas para avanzar y para disparar a su objetivo, y, por supuesto, su maestría en Arco.

Habilidades usadas por Alanna en el post: Nivel 4: Ojo de halcón; Nivel 5: Prudencia; e inicia la habilidad, pies ligero, que, unida a prudencia, es controlable, esta solo será usada en caso de que Tessa erre el disparo <3

La reacción de Delteria y su compañera no se demoró demasiado. Conforme el chupasangres hablaba yo le observaba y, bajo la capucha, sonreía. Estaba distraído. Insultándome. ¿Cómo podía caer en una trampa tan evidente? Alanna saltó como una fiera para rasgar su hombro, momento en el que se desvaneció entre las sombras.

-Veo que sigues en forma, Delteria. – le felicité seria con tranquilidad. Caminando, sin prisa, hasta el lugar en el que se había desvanecido. Una niebla comenzó a inundarnos completamente. – Un hechizo de ilusión. – expliqué aborrecida. Era un desperdicio de maná tratar de disiparlo por corrientes de aire. – Ahora aprovechará la niebla para atacarnos. Manteneos alerta y en cuanto sintáis algo, saltad. – Desenfundé las ballestas de mano y las elevé a la altura de mi hombro, manteniendo todos mis sentidos preparados.

Tras unos angustiosos segundos de silencio, el sonido de una puerta pareció abrirse. Y tres copias exactas de Vander salieron, uno a uno, a por cada una de nosotras. – El clásico hechizo de los señuelos… - dije con apariencia soberbia. Era clave identificar patrones en el movimiento, y yo era la maestra cazadora. A Alanna se le podía dar muy bien apresar maleantes, ¿pero los vampiros? Esos eran cosa mía. - Calma... - pedí paciencia por si acaso la situación no era común para cualquiera de las dos chicas. Y es que había un incómodo silencio.

Me fijé que el que venía a por mí y el que iba a por Tessa seguía una clara línea recta, aunque uno más rápido que otro. Se movían exactamente igual, o eso me parecía, en cambio el que iba a por Alanna hizo un cambio de dirección a última hora. - ¡A por ese! – grité para que se centraran en el mismo: El que iba a por la guardia Delteria.

Utilizando el viento para saltar con una elegante voltereta por encima del que venía por mí me centré en no perder de vista al que creía que era original. Parecía que iba a esconderse detrás de unos árboles, apuré a clavar mi rodilla en el suelo para disparar un par de tiros con las ballestas. – ¡A mí no me la das, asquerosa sanguijuela! – le grité con odio y desprecio, disparando una nueva ráfaga tras verlo relucir de nuevo entre dos árboles. – Soy la Maestra Cazadora. – tenía odio en mi cuerpo, que toda la rabia que llevaba acumulada durante las últimas semanas tras la muerte de toda mi familia iba a salir en ese combate. – Y te voy a asesinar como repugnante monstruo que eres. – le espeté, volviendo a disparar por tercera vez.

El vampiro, o tal vez su copia, pero confiaba en que no, esquivó algunos de los disparos, aunque recibió otros. Había agotado los seis tiros por lo que me escondí tras un árbol para recargar mientras Alanna o quizás Tessa lo distraían. Tenía confianza y sabía que no fallaría la siguiente ráfaga, por lo que lo primero que hice fue cambiar las ballestas al modo de disparo automático. Ahora los tres virotes que contenía cada ballesta de mano saldrían mucho más rápido.

-¡Esta será vuestra tumba, mujeres! – gritó el chupasangres saliendo de su nuevo escondrijo. Me aproveché de unos árboles cercanos para mantenerme a cubierto y hacerle una fuerte entrada o segada para derribarlo. Ahora tenía que girarme para dispararle por lo que clavé un codo y una rodilla y estiré la otra pierna al máximo para realizar un cambio de sentido de 180º y levantar una enorme polvareda en círculo a mí paso. En el rápido movimiento quedé frente a él para acribillarlo con las ballestas de mano. Con una pierna flexionada y la otra bien estirada.

Sus chillidos confirmaron que le había alcanzado en alguno de los tiros. Me mordí un labio y sonreí. Aún me guardaba lo mejor para el final. Enfundé las ballestas de mano y tomé la ballesta pesada y de mi carcaj saqué una flecha dorada. Las que había conseguido por obra y gracia de los dioses hacía ya más de un año. – A ver qué tal. – me dije cargando la reluciente flecha en la recámara y tensando la cuerda con la manivela al máximo.

Tan sólo tuve que esperar a que Vander, que tal vez estuviese entretenido con la guardia o su compañera, se volviese a olvidar de mí. Como si lo imaginara, vi su silueta dirigirse hacia Alanna y salí como una exhalación, para resurgir entre dos árboles impulsada por una fortísima corriente de viento lateral que me arrastraba tumbada por el mismo aire, sin estar sujeta por nada. Lo tenía justo de frente, por lo que sólo tenía que apuntarle en movimiento con la flecha dorada y disparar.

Si le alcanzaba de lleno en el abdomen, que era donde había apuntado, le quedaría un bonito agujero en el mismo. Estaba muerto.

*Off: Utilizo:
Habilidad de nivel 1: Medio natural
Habilidad de nivel 2: Acribillar
Objeto: [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Usos: 1 por flecha.
Propiedades: Estas flechas solo tiene un uso, pero son certeras, nadie que las use errara el tiro. Muy buenas contra seres como los vampiros que no pueden salir a la luz del sol. 3 flechas.

La sangre baño la hierba con un suave goteo mientras una pequeña sonrisa de triunfo curvaba la boca de la Gata. Lo había herido, aunque extrañamente, la flecha de Tessa no había sido certera, aun así ella había logrado asestarle dos ligeros cortes que podían darles cierta ventaja. Respiró hondo notando un ligero pinchazo en las piernas, cansada, no obstante aun podía volver a usar esa velocidad de la que tanto hacía gala, no podía hacer más, era la única baza que estaba a su favor siendo como era que no podía atacar a distancia ni usar magia como era el caso de sus dos compañeras.

El vampiro se desvaneció entre maldiciones y la arquera se reunió con ella y la bruja. Alanna alzó la cabeza con aires de orgullo, podría haber dejado la guardia, pero sus habilidades jamás habían dependido de una insignia o una placa, nunca habían tenido que ver con un ejercito a sus espaldas, si no con su propio esfuerzo, para su disgusto, Alanna no era una persona que luchara bien en equipos grandes, podía pelear sola o con grupos reducidos siendo siempre el filo de la espada de aquellos que parecían ser escudos, por eso siempre había luchado tan bien junto a Eltrant, porque él era el Escudo y ella el filo. Ahora eso, por desgracia, había cambiado.

La niebla comenzó a cubrir los pies de las tres presentes y Tessa recargó, nuevamente, el arco, dispuesta a disparar en cuanto tuviera al objetivo al alcance. Alanna, en cambio, con las dagas en mano, hizo que Tessa bajara un poco el arco, era consciente de los peligros de la magia de sombra y la magia ilusoria, ella misma la había sufrido en carne propia en más de una ocasión, y podía fácilmente confundirse amigos con enemigos, si no podías descifrar ilusiones, era mejor tener las armas bajas. Alanna frunció el ceño y aguzó a vista, consciente de que algo se avecinaba. Tres chupasangres se presentaron frente a ellas, y mientras Huracán se lanzaba a por uno, la antigua guardia fue consciente de quien era el único real. Sonrió para sí y dejó el arco de Tessa para que la chica apuntase.

- A él.- Susurró Alanna a Tessa, mirando al único que distinguía como real entre la bruma que había, no por nada era una experta reconociendo mentiras.

Sin esperar demasiado, Tessa apuntó de forma certera,logrando que su respiración y sus latidos se fundieran en uno y funcionasen a la vez, alzó la cabeza, tensó la cuerda y dejó ir el proyectil que giró en el aire intentando alcanzar su objetivo. Alanna, como si de la misma saeta de Tessa se tratase, se lanzó, dagas en alto, directa al mismo vampiro podría engañar a mucha gente, pero no a ella. Fijó su vista, atendió a los movimientos, aceleró en la bruma, y lanzó su daga siguiéndola de cerca, tenían tres oportunidades, la flecha de Tessa, su daga, y ella misma, alguna debía acertar.

Off: (Por dios que las habs cuenten, que me da un patatús con la mala suerte que tengo con las runas xDD)

Tessa: Habilidad de nivel 2: Destreza innata; Habilidad de nivel 3: Entre latidos; Habilidad de nivel 6: Ojo de halcón.

Alanna: Nivel 0: - Pies ligeros; Nivel 2: - Mentiroso compulsivo (distingue las ilusiones); Nivel 5: - Prudencia (controla la habilidad de nivel 1)

La primera Runa es para Tessa, la segunda para Alanna.