[Trabajo] Karma [Chimar + Gabrielle]

Aquella fría noche había dado para que los cansados pies de la rubia hubieran llegado a territorio elfo, agotada apunto que sus ojos se cerraran por si mismos, mientras ojeaba como podía o como sus ojos se lo permitían todo el paisaje sombreado y oscuro.El camino era dificultoso, varias rocas y ramas dificultaban el paso, y algún sonido de animal se escondía entre los pequeños arbustos a escasos metros de ella, sin duda no era buena idea que una mujer viajara a esas altas horas de la noche.

Suspiro,tratando de ignorar todo aquello con la esperanza de encontrar algún tipo de antorcha que le alarmara que se encontraba cerca de elfos, necesitaba descansar por unas horas, quizás un poco de caridad hospitalaria junto a una buena comida y marcharía para no molestar más. Aquella noche Gabrielle, inocente de ella, recibió un golpeen seco en el cogote y cayó instantanea en el suelo, solo notando un punzante dolor que volvió todo negro.

Despertó muchas horas después en lo que aparecía ser una tienda, se incorporó como puso y observó como una gran elfa a espaldas de ella estaba machacando una especie de planta.

-Al fin te despiertas, llevas horas dormida

La elfa se giró para ver el rostro de Gabrielle, que por las pequeñas marcas que notaba en la piel, demostraba seguir agotada. Gabrielle, no dijo nada, solo echo un vistazo a todo y llevo su mano izquierda al cuello que le estaba dando problemas, le daba una pequeña pinchazón bastante desagradable.

-Anoche un guardia te asaltó pensando que eras una ladrona, por eso te duele. Añadió al notar las molestias de la humana.- Pero ya convencí que no eras peligrosa, así que puedes quedarte el tiempo que quieras

-Gracias

-Si necesitas un poco dinero la aldea ofrece pequeños trabajos a viajeros como tú

-¿Que tipo de trabajos? Respondió la rubia

-Buscan gente en los establos al cuidado de los caballos, podías ir cuando estés mejor

La idea de recibir una pequeña compensación a cambio del cuidado de unos animales realmente si agradaba a la joven, tras tener toda una infancia entre los bosques cuidando de los rebaños de su padre, la compañía y la fortaleza que enseñaban, eran dignos de volver a recordar. Gabrielle, todo aquello que sale del corazón , era un motivo que merecía más que la pena.

La elfa le ofreció una bebida, era fuerte con un sabor amargo, pero al cabo de una media hora aquellas molestias desaparecían, era un efecto rápido que tampoco había notado gracias a la conversación de aquella elfa. Tras estar más de una hora hablando de todas las aventuras que había vivido en sus viajes o su fuga a un casamiento forzado, se levantó y le pidió que le guiara hacia los establos, y así fue, como dio a una gran parcela de terreno llano dentro del mismo bosque.

Estaba vallado, y los establos estaban formados por los troncos caídos de los arboles, y en otra pequeña parcela dentro de la misma, se encontraban trotando varios de los caballos de los muchos que parecían tener, era una imagen majestuosa para su vista, algo muy digno de ver.
La elfa, le dejó sola indicando que pronto llegaría la persona que daría indicaciones sobre el trabajo, Gabrielle se apoyó en una de las vallas, inquieta, como una niña nerviosa con ganas de jugar con aquellos animales. Vio un trozo de paja en el suelo, se bajó de la valla y lo atrapó en sus brazos dirigiéndose hacia donde se encontraba una yegua con su potrillo, poco a poco, agarraba pequeños trozos y se los iba dando con calma a ambos para que se alimentaran, un potro siempre necesitaba fuerza.

Al terminar de darles ese pequeño capricho escuchó voces a lo lejos, casi no podía ver bien los rostros pero por las formas se trataban de una mujer y un niño que venían hacia los establos, quizás esa era la mujer de la que elfa habló sobre las indicaciones.

-Viene compañía Hablaba a la yegua mientras acariciaba su hocico.

Las figuras comenzaron a acercarse sutilmente dando rostro a aquellas sombras, una vez cerca comprobó que se trataba de un adolescente elfay un pequeño humano que evidentemente también trabajaría en el lugar. Gabrielle sonrío ante el saludo de Chimar
-Hola a ti tambiény le alargó la mano para saludarle.

El pequeño parecía observarla demasiado callado,quizás demasiado pensativo,pero la rubia no le da mucha importancia y sigue acariciando el caballo siendo interrumpida por la voz del pequeño de nuevo.
-¡Chimar! ¡Es nombre muy bonito! ¡Me llamo Gabrielle, Chimar! Suavizó su voz mientras se le escapaba una pequeña risa.-Si ,he venido a trabajar en los establos. ¿Qué hace un niño aquí? Le pregunto siendo interrumpida por el mozo de las tareas.

Sus primeras ordenes es la limpieza de las cuadras, algo que el pequeño humano parece usar parte de ironía contra el mozo y este no se da cuenta. Gabrielle observa callada, no le da importancia al asunto después de todo son cosas de niños, y vuelve a soltar una risita casi guardandosela para si misma. Chimar parece adelantarse en coger una pequeña pala y se pide la cuadra de la izquierda, la joven coge la pala más grande y mueve su cabeza afirmando al pequeño dirigiéndose hacia la otra cuadra.

-¡Tenemos trabajo que hacer! Exclamaba nada más entrar por la puerta, la escena de la cuadra llena de heces de caballo y olor bastante fuerte, ciertamente no era muy agradable.

Con la pala se colocó al fondo de la cuadra y comenzar a raspar las heces más secas, así juntando con las más recientes hasta el principio de la misma. Se metía en cada apartado a proposito de los caballos, cogiendo las heces con la pala y caminar hasta afuera donde el mozo de almacen les dejó para facilitar el trabajo, dos carros forrados destinados para llevar todas aquellas heces a las afueras.
Una vez que el fondo y los apartados estaban completamente limpios, fue cogiendo con tranquilidad del montón que hizo al lado de la puerta y también las iba trasportando al carro.

-¡Ya casi no queda nada! Exclamaba con alegría,y se paró frente la puerta observando al pequeño que continuaba limpiando.-¿Como vas con ello Chimar? Preguntó al pequeño para hacer más ameno al trabajo, así también se preocuparía si necesitaba ayuda con ello.

Agarró las ultimas paladas de heces, y las dejó en el carro. ¿ De donde cogemos el forraje para alimentarlos ? Preguntó al mozo que tan solo le indicó serio señalando con el dedo un pequeño establo pintado de rojo. Gracias Respondió por pura cortesía y volvió a ojear al pequeño que parecía estar terminando.

Off::

Era la hora de la alimentación, Gabrielle asintió ante el comentario del pequeño y lo acompañó hasta aquella cuadra rellena de alpacas de heno, por el mismo olor fuerte pero esta vez agradable, y el color verde potente de aquellos, indicaban que era un gran alimento para aquellos animales indefensos.

-Vamos allá. –Comentó la rubia acercándose a las alpacas y cortando las cuerdas con sus respectivos sais.

Cogió las cuerdas de las tres alpacas que desató y las guardó atándolas a su falda para que ningún animal sufriera un repentino ahogamiento.
Una vez segura, agarró un trozo del mismo heno y rellenaba las tolvas de los animales, esparciendo la comida con cuidado.
El pequeño parecía imitar su acción, lo hacía bien, aunque notó que se encontraba bastante cansado.
-¿Estás bien? Te noto cansado. –Le preguntó sin malicia cuando terminaba de rellenar la tercera tolva. –Voy a rellenar el agua. –Indicó al pequeño, dejando las últimas tolvas para evitarle cargar el peso.
Así caminó hasta un pozo cercano, donde recargó dos cubos grandes y los fue atando uno a uno, sumergiéndolos en el agua.

Observó que el pozo era profundo, que ese mismo agua parecía limpia y fresquita, y bien sentaría a los animalillos, que parecían bastante sedientos.

Atrapó un bastón que tenía cerca y lo introdujo en el asa de ambos cubos. Así, logrando cargar con ambos a la vez, fue hacia los establos.
-¡Uff, vaya, como pesa! -Tuvo un pequeño balanceo sin importancia la rubia, aunque el peso le estaba dañando la zona de las cervicales y el hombro no iba a permitir que el pequeño tomara la tarea.

Rellenó los cubos con sumo cuidado. Cuanta menos agua se desparramaba más cantidad quedaba y podía esparcir tan libremente y equitativo.

Gabrielle se secó la frente, realmente había sudado un poco del esfuerzo que había hecho para evitarle al pequeño. Tomó aire y salió de nuevo afuera donde todavía se encontraba el elfo que guiaba al pequeño para llevar los caballos.

Parecía que Chimar lo llevaba bien, aunque ella notó que el pequeño mostraba un poco de respeto a un animal tan grande, le controló con tanta calma que hasta aparentaba disfrutar con ello.

Gabrielle sonrió, realmente le pareció hermoso cómo disfrutaba de una vida y mostraba vitalidad al mundo. Los niños eran, sin duda, la hoja resurrectora de la vida.

-¡Manos a la obra! - Se dijo a sí misma como muestra de motivación y disfrute del mismo trabajo.

Se dispuso a caminar a la cuadra, donde en el tercer apartado aún quedaba otro caballo rezagado. Tenía el color gris, un gris desgastado por la marca del tiempo. El tiempo que tarde o temprano nos agota a todos.

Gabrielle abrió el portón y tiró de aquellas riendas para dirigir al animal hacia el lugar indicado. Con tirones bastantes notables, el animal negó a andar y comenzó a relinchar.

Subiéndose sobre sus patas traseras y relevándose ante órdenes, la orden de una simple humana.

-¡Sooo! ¡SO! - trataba de tranquilizarlo.

La rubia se puso delante para evitar que saliera trotando sin un jinete.

Alzando sus patas delanteras logró que la chica, por instinto o quizás por algo más primitivo como el miedo, se retirase dando un paso al caballo que saltó sobre portón.

-Lo siento, traté que se tranquilizará- añadió mientras que a la carrera se subió a lomos de otro caballo blancucho y arreó las riendas por tal de alcanzarlo.

Al trote siguió al caballo rebelde tras el espesor del bosque perteneciente de aquellos elfos. Sandorai era realmente frondoso y sin duda no dejaba que desear ,en cuanto aquellas leyendas que los más ancianos siempre contaban junto al fuego con una rodaja de pan. Había sido un día demasiado hermoso, aunque realmente la tarea de limpiar los excrementos y la huida de este animal no era lo mejor que había sucedido, Gabrielle se lo tomó a pecho y apretó sus talones para que su acompañante acelerara el ritmo para recoger al desertor.

La tarea no era sencilla, entre la fuerza y el equilibrio que debía hacer para no caerse del caballo, y todos aquellos ramajes que se ponían de sorpresa en su camino con la finalidad de golpear su cara y tirarla del animal, la chica solo podía resoplar y cada vez acizar más y más con la esperanza que en descuido coger las riendas de aquel alocado que todavía trotaba sin descanso. Tuvo que dar bastantes rodeos, algún que otro derrape, pero todavía no tenía la victoria en su poder.

-Vamos Centurión Decidió bautizar al caballo que había tomado prestado. Su color naranja, ciertamente le recordaba al pelo de ella y la cualidad de ser la única rubia de su familia, aquella criatura tenia un pelaje demasiado bello y suave . Era otro sol como ella.

Tomó un atajo entre aquellos caminos tan espesos y decidió tomar una trampa. Cuando aun el otro corría sin descanso y de pronto paró para pastar, ella que se escondió entre las hierbas volvió a tomar las riendas y rápida antes de que el otro asustado volviera a huir, logró atrapar sus riendas y lo frenó en seco.

Al principió se reveló.


Cuando las cosas ya estaban calmadas, ató las riendas del caballo rebelde a su caballo Centurión y se dispuso a volver tranquilamente hacia los establos. Cuando llegó , solo pudo contemplar la imagen del pequeño elfo curando a Chimar. Gabrielle esperaba que se encontrara bien, aunque antes debía llevar a ambos caballos a sus establos.
Una vez acomodados, cerró las puertas asegurándose que ninguno podría saltar de nuevo.

-Lo siento, parece que reveló un poco... Se disculpaba la muchacha caminando hacia ambos con la preocupación de que no fuera nada realmente serio.