Emboscada al predicador [Desafío]
Página 1 de 1. • Comparte
Emboscada al predicador [Desafío]
Como cada día a altas horas de la noche, el Padre Callahan predicaba en una de las calles más concurridas de Sacrestic Ville la palabra de Nuestro Señor Dios Padre. En su mano izquierda una biblia a medio escribir que él mismo se había fabricado con sus propios rezos, con la derecha señalaba con determinación a los hombres y mujeres que pasaban cerca. Algunos, en su mayoría humanos y brujos, se paraban a escuchar los cánticos del predicador; otros, que por supuesto vampiros, pasaban de largo.
-Bien hallados sean los puros de corazón porque de ellos son el Reino de Dios- rugía el cristiano con una voz tan grave que nadie diría que se trataba de la voz de un hombre entrado en la vejez.
La noche era el mejor momento del día para predicar sus oraciones; justo cuando los bares abren sus puertas y los adictos al alcohol, a los que un día formó parte, salen en busca de su medicina diaria. Para éstos, Callahan tenía una oración especial en la que Dios Padre (BENDITO SEA DIOS) estaba en segundo lugar y lo que importaba era la experiencia personal. A ellos les decía que el Diablo estaba en todas partes, que no podías alcanzar a verlo hasta que no era demasiado tarde y te había atrapado con tus fuertes garras. Una vez atrapado, era capaz de arrebatarte todo lo que un tenía. Empezando por los aeros y terminando por la fe, no sin antes pasar por los familiares y amigos. Cuando Callahan estuvo atrapado por esas mismas garras no le quedó nada. Él mismo decía que no era más que un despojo un humano sin oficio ni beneficio que lo único que sabía hacer era suplicar a quienes se encontraba para que le diesen la medicina (el alcohol) que tanto ansiaba.
Poco a poco, Donald Frank Callahan fue rodeado por unos pocos adeptos y curiosos. Más de lo segundo que de lo primero, para desgracia del predicador. La cristiandad era considerada una herejía por las viejas religiones de Aerandir. Creyesen en los Dioses humanos, los Dioses elfos o los viejos dragones gigantes; todos tenían unas palabras del mal gusto para los cristianos que creían en un único Dios verdadero. Tiempos duros para los cristianos, suerte de Callahan que siempre llevaba una espada de acero colgada en su cintura.
De poco serviría esa espada si se ha de enfrentar contra los vampiros que, entre la muchedumbre del lugar, le querían matar por los crímenes que había cometido contra aquella raza. Ojo por Ojo, diente por diente.
-Bien hallados sean los fuertes de corazón porque ellos serán los que implanta la justica de Dios-
Ya eran cinco los vampiros que rodeaban al predicador y todavía quedaban otros que estaban por venir. Todos estaban armados con espadas mucho mejor forjadas que la de Callahan y arcos tan precisos que podrían alcanzar el dedo índice que utilizaba para señalar a su rebaño desde tal distancia que jamás vería quien había efectuado el disparo.
-Bien hallados seáis todos y cada uno de vosotros, pues Dios Padre es afable y perdonará cada uno de vuestros pecados-.
Bienhallado seas al Reino de Dios: Estás en Sacrestic Ville aunque, debo señalar que no me importa cómo has llegado ahí, por mi parte no seré estricta con tu cronología. En este primer turno, deberás sumarte al grupo que rodea al Padre Callahan. Te darás cuenta de que se está formando una emboscada en contra del predicador. Deberás elegir si unirte a la emboscada o intentar salvar al cristiano. No creo que deba decirte, a estas alturas, que las consecuencias por elecciones incorrectas en el rol son costosas (los masters somos crueles).
Si necesitas información acerca de Callahan la obtendrás ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo])
Para más información acerca de los desafíos, pinchar ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]).
-Bien hallados sean los puros de corazón porque de ellos son el Reino de Dios- rugía el cristiano con una voz tan grave que nadie diría que se trataba de la voz de un hombre entrado en la vejez.
La noche era el mejor momento del día para predicar sus oraciones; justo cuando los bares abren sus puertas y los adictos al alcohol, a los que un día formó parte, salen en busca de su medicina diaria. Para éstos, Callahan tenía una oración especial en la que Dios Padre (BENDITO SEA DIOS) estaba en segundo lugar y lo que importaba era la experiencia personal. A ellos les decía que el Diablo estaba en todas partes, que no podías alcanzar a verlo hasta que no era demasiado tarde y te había atrapado con tus fuertes garras. Una vez atrapado, era capaz de arrebatarte todo lo que un tenía. Empezando por los aeros y terminando por la fe, no sin antes pasar por los familiares y amigos. Cuando Callahan estuvo atrapado por esas mismas garras no le quedó nada. Él mismo decía que no era más que un despojo un humano sin oficio ni beneficio que lo único que sabía hacer era suplicar a quienes se encontraba para que le diesen la medicina (el alcohol) que tanto ansiaba.
Poco a poco, Donald Frank Callahan fue rodeado por unos pocos adeptos y curiosos. Más de lo segundo que de lo primero, para desgracia del predicador. La cristiandad era considerada una herejía por las viejas religiones de Aerandir. Creyesen en los Dioses humanos, los Dioses elfos o los viejos dragones gigantes; todos tenían unas palabras del mal gusto para los cristianos que creían en un único Dios verdadero. Tiempos duros para los cristianos, suerte de Callahan que siempre llevaba una espada de acero colgada en su cintura.
De poco serviría esa espada si se ha de enfrentar contra los vampiros que, entre la muchedumbre del lugar, le querían matar por los crímenes que había cometido contra aquella raza. Ojo por Ojo, diente por diente.
-Bien hallados sean los fuertes de corazón porque ellos serán los que implanta la justica de Dios-
Ya eran cinco los vampiros que rodeaban al predicador y todavía quedaban otros que estaban por venir. Todos estaban armados con espadas mucho mejor forjadas que la de Callahan y arcos tan precisos que podrían alcanzar el dedo índice que utilizaba para señalar a su rebaño desde tal distancia que jamás vería quien había efectuado el disparo.
-Bien hallados seáis todos y cada uno de vosotros, pues Dios Padre es afable y perdonará cada uno de vuestros pecados-.
_____________________
Bienhallado seas al Reino de Dios: Estás en Sacrestic Ville aunque, debo señalar que no me importa cómo has llegado ahí, por mi parte no seré estricta con tu cronología. En este primer turno, deberás sumarte al grupo que rodea al Padre Callahan. Te darás cuenta de que se está formando una emboscada en contra del predicador. Deberás elegir si unirte a la emboscada o intentar salvar al cristiano. No creo que deba decirte, a estas alturas, que las consecuencias por elecciones incorrectas en el rol son costosas (los masters somos crueles).
Si necesitas información acerca de Callahan la obtendrás ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo])
Para más información acerca de los desafíos, pinchar ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]).
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: Emboscada al predicador [Desafío]
Los vampiros se acercaban peligrosamente al padre Donald Frank Callahan. Ya eran cinco en total los que habían acudido a la llamada del pastor, que invitaba a todos aquellos pecadores a escuchar su palabra de purificación. Ya había un total de tres y el padre se sentía totalmente halagado. Se miraban los unos a los otros, riéndose. Estaban esperando el momento idóneo o tal vez esperando a que llegaran más. Quién sabe. Era una calle que parecía ser poco transitada en aquel momento, pero en las oscuras noches de Sacrestic Ville esto podía cambiar rápidamente.
El cristiano alzaba los brazos. Estaba sintiendo que era su momento, motivándose. Eran ya cinco y sentía que aquella iba a ser una buena noche. Muchas de estas buenas gentes parecían dispuestos a escuchar el sermón del Señor.
-¡Oh, Dios! ¡Ten compasión de esta gente! – el hombre alzó las manos al cielo. – Conforme a tu gran amor, conforme a tu inmensa bondad, borra sus transgresiones, lávales toda su maldad y límpiales de sus pecados.
Los vampiros comenzaron a mirarse los unos a los otros y, tras decidir sin el uso de la palabra que era el momento, comenzaron a andar hacia él, sacando sus espadas. El padre Callahan extendió sus brazos hacia ellos. Para él, habían sentido la llamada de Dios y se disponían a abrazarle.
-Venid, hijos de Dios, venid. – extendió sus brazos hacia ellos, con satisfacción. – Amaos los unos a los otros, como Cristo os ha amado. Nadie tiene mayor amor que éste, que es el poner su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos. Si hacéis lo que yo os mando, ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor. Yo os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí sobre Cristo, os las he dado a conocer a vosotros. – el sermón seguía y, tras esto, los vampiros rieron. Estaban ya a un escaso metro de él. – Venid, y dejad que Cristo os haga ver que sois bienvenidos en su reino.
Cuando ya se escuchó el desenfunde de las espadas y el tensado de los arcos de los cinco chupasangres, el sonido seco de un objeto metálico chocar varias veces y cada vez más continuadas contra la dura roca adoquinada del suelo silenció a los vampiros. Una esfera metálica llegó rodando suavemente y quedó entre los pies de Donald Callahan y los de los vampiros.
Interrogaciones de extrañación y ojos sorpresivos fueron las reacciones de los presentes, observando aquel objeto que misteriosamente había aparecido de la nada. -¡Obra de Dios! ¡Obra de Dios! – gritó al cielo el predicador a gritos. Arrodillándose y extendiendo sus brazos al astro lunar. - ¡Ábrete y muéstranos el regalo del Señor! – clamó a la esfera.
Como si le hubiese oído o medido perfectamente los tiempos, la esfera explotó en un fuerte impacto atronador que cegaría a los chupasangres y al propio Callahan durante unos instantes, además de ocasionar que un fuerte pitido. Durante unos veinte segundos, no verían ni oirían nada, y para entonces, ya estarían muertos.
Una lluvia de flechas de mi ballesta pesada y del arco de Cassandra Harrowmont comenzó a llover sobre los chupasangres indefensos, quienes por el efecto de la granada de Soffleheimer ni siquiera sabían que estaba muriendo. Disparamos rápido, a la cabeza y sin demasiadas complicaciones. Seis rápidos virotes para la cabeza de cinco vampiros, y digo seis y no cinco porque justo el vampiro del medio recibió dos impactos en la cabeza. Cassandra empezó por la izquierda y yo por la derecha, sincronizadas, y para el último no había un acuerdo. Llegamos a la vez.
-¡El Señor ha purificado nuestras almas! – comenzó a decir cuando recuperó la visibilidad. - ¡El señor ha liberado nuestro espíritu! ¡El señor ha…! – abrió los ojos y vio a los cinco hijos del Dios muertos en suelo con un enorme virote aflorando de sus frentes. - ¿Qué… qué? – musitó incrédulo, cogió algo de tierra del suelo frustrado y miró hacia las dos causantes. Dos mujeres le miraban serias. ¡Joder si le miraban serias! Menudos rostros más carentes de vida, más inexpresivos, más perturbadores.
-¿Acaso no has aprendido nada, chiflado? – le pregunté cruzándome los brazos y haciendo gestos de negación con la cabeza. Recordaba al Padre Donald Frank Callahan. El sacerdote enamorado de los vampiros que había ayudado a Elen a proteger a Vladimir el Inmortal.
-¡Enviadas de Satanás! Vuestra presencia es sinónimo de muerte y destrucción – bramó, tomando una piedra pequeña del suelo y lanzándomela. La desvié con la telequinesis.
Mi mirada más fría e ida se depositó sobre el hombre. Era la segunda vez que le salvábamos y el segundo “agradecimiento” agresivo por su parte. Acabábamos de evitar que fuese devorado por los vampiros, lo menos que esperaba era un “gracias”. Pero suponía que era lo esperable de alguien que intenta adoctrinar chupasangres a costa de burdas e inventadas palabras de un falso dios. Suspiré.
-Si vuelves a hacerlo, seré yo la que te envíe con tu señor. – le advertí sosteniendo una mirada fija sobre sus ojos. Adelanté la mirada hacia él. - ¿Queda claro? – el hombre guardó silencio, asustado. Si es cierto que creía que yo era la reencarnación del demonio, tal vez así me respetase, al menos.
-Huracán, no podemos permanecer aquí, en medio de la calle. – replicó Cass. – Podría haber más observando la escena y ahora son ellos los que cuentan con el factor sorpresa.
-Tienes razón, saquémosle de aquí. – comenté, y lo tomamos del brazo para tratar de llevar al predicador a un lugar más seguro. Tal vez el campamento de campaña del gremio a las afueras de la ciudad. Estaba segura de que no sería tan fácil.
El cristiano alzaba los brazos. Estaba sintiendo que era su momento, motivándose. Eran ya cinco y sentía que aquella iba a ser una buena noche. Muchas de estas buenas gentes parecían dispuestos a escuchar el sermón del Señor.
-¡Oh, Dios! ¡Ten compasión de esta gente! – el hombre alzó las manos al cielo. – Conforme a tu gran amor, conforme a tu inmensa bondad, borra sus transgresiones, lávales toda su maldad y límpiales de sus pecados.
Los vampiros comenzaron a mirarse los unos a los otros y, tras decidir sin el uso de la palabra que era el momento, comenzaron a andar hacia él, sacando sus espadas. El padre Callahan extendió sus brazos hacia ellos. Para él, habían sentido la llamada de Dios y se disponían a abrazarle.
-Venid, hijos de Dios, venid. – extendió sus brazos hacia ellos, con satisfacción. – Amaos los unos a los otros, como Cristo os ha amado. Nadie tiene mayor amor que éste, que es el poner su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos. Si hacéis lo que yo os mando, ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor. Yo os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí sobre Cristo, os las he dado a conocer a vosotros. – el sermón seguía y, tras esto, los vampiros rieron. Estaban ya a un escaso metro de él. – Venid, y dejad que Cristo os haga ver que sois bienvenidos en su reino.
Cuando ya se escuchó el desenfunde de las espadas y el tensado de los arcos de los cinco chupasangres, el sonido seco de un objeto metálico chocar varias veces y cada vez más continuadas contra la dura roca adoquinada del suelo silenció a los vampiros. Una esfera metálica llegó rodando suavemente y quedó entre los pies de Donald Callahan y los de los vampiros.
Interrogaciones de extrañación y ojos sorpresivos fueron las reacciones de los presentes, observando aquel objeto que misteriosamente había aparecido de la nada. -¡Obra de Dios! ¡Obra de Dios! – gritó al cielo el predicador a gritos. Arrodillándose y extendiendo sus brazos al astro lunar. - ¡Ábrete y muéstranos el regalo del Señor! – clamó a la esfera.
Como si le hubiese oído o medido perfectamente los tiempos, la esfera explotó en un fuerte impacto atronador que cegaría a los chupasangres y al propio Callahan durante unos instantes, además de ocasionar que un fuerte pitido. Durante unos veinte segundos, no verían ni oirían nada, y para entonces, ya estarían muertos.
Una lluvia de flechas de mi ballesta pesada y del arco de Cassandra Harrowmont comenzó a llover sobre los chupasangres indefensos, quienes por el efecto de la granada de Soffleheimer ni siquiera sabían que estaba muriendo. Disparamos rápido, a la cabeza y sin demasiadas complicaciones. Seis rápidos virotes para la cabeza de cinco vampiros, y digo seis y no cinco porque justo el vampiro del medio recibió dos impactos en la cabeza. Cassandra empezó por la izquierda y yo por la derecha, sincronizadas, y para el último no había un acuerdo. Llegamos a la vez.
-¡El Señor ha purificado nuestras almas! – comenzó a decir cuando recuperó la visibilidad. - ¡El señor ha liberado nuestro espíritu! ¡El señor ha…! – abrió los ojos y vio a los cinco hijos del Dios muertos en suelo con un enorme virote aflorando de sus frentes. - ¿Qué… qué? – musitó incrédulo, cogió algo de tierra del suelo frustrado y miró hacia las dos causantes. Dos mujeres le miraban serias. ¡Joder si le miraban serias! Menudos rostros más carentes de vida, más inexpresivos, más perturbadores.
-¿Acaso no has aprendido nada, chiflado? – le pregunté cruzándome los brazos y haciendo gestos de negación con la cabeza. Recordaba al Padre Donald Frank Callahan. El sacerdote enamorado de los vampiros que había ayudado a Elen a proteger a Vladimir el Inmortal.
-¡Enviadas de Satanás! Vuestra presencia es sinónimo de muerte y destrucción – bramó, tomando una piedra pequeña del suelo y lanzándomela. La desvié con la telequinesis.
Mi mirada más fría e ida se depositó sobre el hombre. Era la segunda vez que le salvábamos y el segundo “agradecimiento” agresivo por su parte. Acabábamos de evitar que fuese devorado por los vampiros, lo menos que esperaba era un “gracias”. Pero suponía que era lo esperable de alguien que intenta adoctrinar chupasangres a costa de burdas e inventadas palabras de un falso dios. Suspiré.
-Si vuelves a hacerlo, seré yo la que te envíe con tu señor. – le advertí sosteniendo una mirada fija sobre sus ojos. Adelanté la mirada hacia él. - ¿Queda claro? – el hombre guardó silencio, asustado. Si es cierto que creía que yo era la reencarnación del demonio, tal vez así me respetase, al menos.
-Huracán, no podemos permanecer aquí, en medio de la calle. – replicó Cass. – Podría haber más observando la escena y ahora son ellos los que cuentan con el factor sorpresa.
-Tienes razón, saquémosle de aquí. – comenté, y lo tomamos del brazo para tratar de llevar al predicador a un lugar más seguro. Tal vez el campamento de campaña del gremio a las afueras de la ciudad. Estaba segura de que no sería tan fácil.
Anastasia Boisson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 627
Nivel de PJ : : 7
Re: Emboscada al predicador [Desafío]
Con una palmada, en la cual no pretendía hacer el menor daño a la ya conocida Huracán ni a su nueva compañera, apartó a las dos mujeres de su lado. Recordaba a la perfección su primer encuentro con la cazadora. Era una mujer insolente que, por mucho que le explicases qué camino era el justo, ella hacía lo que le venía en gana. Por nada del mundo iba a dejarse guiar por una mujer que había sido capaz de combatir hasta la muerte con su mejor amiga. Callahan recordó esa horrible batalla con una mueca de congoja. Dado a sus fuertes orgullos (tanto el de la mujer como el del predicador), sabía a la perfección que la historia se podría repetir. Lo que había empezado como una ordinaria caza de vampiros, podría convertirse en una batalla campal en el que, por un lado, estaban las dos mujeres de rostros vacíos y, por el otro, un hombre demasiado viejo para considerarse cazador.
-No necesito que nadie me lleve.- iba a decir algo más, pero lo dejó ahí. Era mejor no tentar a la suerte. No ante mujer como Huracán.
No se dejó llevar por las mujeres, pero no por ello significaba que no las fuera a seguir. Camino en pos de ellas, observando cada milímetro de la ciudad. Sabía cómo eran los vampiros (¡sucias ratas chupasangre!), eran capaces de aparecer de las sombras más oscuras de la ciudad: entre los cubos de basura, pos las esquinas de los edificios o debajo de las mismísimas piedras que estaban pisando, podría aparecer vampiro. Estaba preparado si eso sucedía. Tenía una mano apoyada sobre el mango de su espada y había desabrochado los nudos de la vaina para poder desenvainar el arma con mayor rapidez. Si aparecía un vampiro, iba a estar preparado. Los tres lo estaban. Huracán no era capaz de separarse de sus ballestas ni tan siquiera para ayudar a Jules a levantarse del suelo. Callahan ya había visto esa escena y sabía que era cierta.
-Si hay más observando la escena, como bien dices- dirigió a la mujer desconocida - no se atreverán a entrar en la Casa de Dios-.
Callahan señaló, con la mano que no tenía sobre su espada, lo que ahora era un campanario cristiano. Hace unos años había sido un templo en honor a algún Dios pagano que Callahan desconocía. Todavía se podía ver el rostro de dicho Dios tallado encima de la enorme puerta de piedra del campanario. Los ojos, más expertos, sabrían que los diferentes adornos tallados en la piedra representaban la historia del Dios pagano; los de Callahan, solamente veían un cuento con el cual los niños de Sacrestic Ville se iban a dormir. Si dejaba la fachada del templo tal y como se la encontró era por respeto a las diferentes culturas de Aerandir. Lo mismo hizo con las estatuas que decoraban el interior de la improvisada parroquia. El campanario donde Callahan oraba era un lugar de culto y, sobre todo, respeto.
Una vez entró el grupo de tres al interior del campanario, el predicador cerró y atrancó la enorme puerta de piedra. No había lugar para los vampiros en esta casa. La Casa de Dios. La casa que compró con el dinero de Lupe.
No pasaron ni diez segundos cuando, la puerta comenzó a sonar como si cien personas la estuvieran golpeando desde el otro lado. Las cristaleras estallaron por si solas y las campanas sonaron sin que nadie tocase la cuerda del péndulo.
-No podrán pasar,- desenvainó la espada con su mano derecha y, con la izquierda, sujetó una cruz de hierro- por mucho que lo intenten. No les dejaremos que pasen.- señaló con la cruz la enorme puerta - ¡Joder!-
Huracán Unas oraciones impresionantes, debo admitirlo, pero, debes creerme, que un par de palabras sagradas, no te ayudarán a combatir contra los vampiros. En tu último turno en el desafío, deberás resistir, desde el interior del campanario, el ataque de los vampiros. Tienes completa libertad para hacer tan op como veas necesarios a tus enemigos. Tus batallas siempre son muy buenas, no dudo que ésta también lo será.
-No necesito que nadie me lleve.- iba a decir algo más, pero lo dejó ahí. Era mejor no tentar a la suerte. No ante mujer como Huracán.
No se dejó llevar por las mujeres, pero no por ello significaba que no las fuera a seguir. Camino en pos de ellas, observando cada milímetro de la ciudad. Sabía cómo eran los vampiros (¡sucias ratas chupasangre!), eran capaces de aparecer de las sombras más oscuras de la ciudad: entre los cubos de basura, pos las esquinas de los edificios o debajo de las mismísimas piedras que estaban pisando, podría aparecer vampiro. Estaba preparado si eso sucedía. Tenía una mano apoyada sobre el mango de su espada y había desabrochado los nudos de la vaina para poder desenvainar el arma con mayor rapidez. Si aparecía un vampiro, iba a estar preparado. Los tres lo estaban. Huracán no era capaz de separarse de sus ballestas ni tan siquiera para ayudar a Jules a levantarse del suelo. Callahan ya había visto esa escena y sabía que era cierta.
-Si hay más observando la escena, como bien dices- dirigió a la mujer desconocida - no se atreverán a entrar en la Casa de Dios-.
Callahan señaló, con la mano que no tenía sobre su espada, lo que ahora era un campanario cristiano. Hace unos años había sido un templo en honor a algún Dios pagano que Callahan desconocía. Todavía se podía ver el rostro de dicho Dios tallado encima de la enorme puerta de piedra del campanario. Los ojos, más expertos, sabrían que los diferentes adornos tallados en la piedra representaban la historia del Dios pagano; los de Callahan, solamente veían un cuento con el cual los niños de Sacrestic Ville se iban a dormir. Si dejaba la fachada del templo tal y como se la encontró era por respeto a las diferentes culturas de Aerandir. Lo mismo hizo con las estatuas que decoraban el interior de la improvisada parroquia. El campanario donde Callahan oraba era un lugar de culto y, sobre todo, respeto.
Una vez entró el grupo de tres al interior del campanario, el predicador cerró y atrancó la enorme puerta de piedra. No había lugar para los vampiros en esta casa. La Casa de Dios. La casa que compró con el dinero de Lupe.
No pasaron ni diez segundos cuando, la puerta comenzó a sonar como si cien personas la estuvieran golpeando desde el otro lado. Las cristaleras estallaron por si solas y las campanas sonaron sin que nadie tocase la cuerda del péndulo.
-No podrán pasar,- desenvainó la espada con su mano derecha y, con la izquierda, sujetó una cruz de hierro- por mucho que lo intenten. No les dejaremos que pasen.- señaló con la cruz la enorme puerta - ¡Joder!-
_____________________
Huracán Unas oraciones impresionantes, debo admitirlo, pero, debes creerme, que un par de palabras sagradas, no te ayudarán a combatir contra los vampiros. En tu último turno en el desafío, deberás resistir, desde el interior del campanario, el ataque de los vampiros. Tienes completa libertad para hacer tan op como veas necesarios a tus enemigos. Tus batallas siempre son muy buenas, no dudo que ésta también lo será.
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: Emboscada al predicador [Desafío]
Cuando Cass le tomó del brazo para sacarlo de ahí, el viejo se revolvió dejando claro que no necesitaba ayuda. ¡Estúpido tarado! Intentaba aleccionar a criaturas cuyo mayor interés consistía en sorber toda su sangre. Aquel hombre estaría en permanente peligro hasta que alguien lo llevase a un médico que lo sacara de su locura.
El hombre nos instó a dirigirnos a una iglesia cercana, y sin darnos tiempo a opinar corrió hacia allí. A voz en grito. Perfecto para atraer aún a más vampiros. Tuve que contener mis ganas de disparar a aquel estúpido allí mismo, y Cassandra estaba por el estilo, ella no era demasiado diferente de mí en determinados aspectos. Al igual que yo, la paciencia no era una de las virtudes de la tensái de tierra. Cuando entramos en el campanario, el hombre comenzó a sentirse más a gusto, e indicó que sería imposible que acabasen con nosotros en el interior de la “casa de Dios”.
-Deja de vociferar. - le reprendí sin sonreír al tipo de mala manera, para que callara y no instara a atraer. Su voz resonaba en forma de eco en aquel lugar sagrado. – Tu dios no va a escucharte ni ayudarte. Somos nosotras las únicas que podemos salvarte el pellejo.
-Te equivocas, cazadora. Él me ha ayudado, de nuevo. Al igual que la otra vez, él te ha hecho venir a ti. – me miró y a continuación señaló a Cass. – Y también a ti. – alzó sus brazos hacia la cruz que regía la iglesia y se arrodilló. – Él sabe que estoy en peligro, y por ello me asiste y me guía. Por ello os envía ante mí, como expertas cazadoras, para que veléis por mi integridad y me ayudéis a desterrar de esta tierra pura a aquellos infieles que no osan seguir la doctrina impuesta por Jesucristo, nuestro Señor. – El hombre tomó entonces la cruz y se puso delante de la puerta.
-¿Y qué pasa si nos vamos? – preguntó acertadamente Cass - ¿Tu Dios habrá dejado de ayudarte?
-Entonces, él sabrá que habrá llegado mi hora y querrá me reúna con él. El apóstol San Pedro me abrirá las puertas del cielo. – indicó, señalando en el retablo la estatuilla de un hombre que poseía unas llaves en la mano.
Harrowmont y yo intercambiamos miradas de desconcierto. En nuestra vida habíamos oído hablar de aquella curiosa y misteriosa religión. Pronto nos resignamos a seguir tratando de hacer entrar en razón a aquel estúpido ya que por mucho que le dijésemos no íbamos a hacerle cambiar de opinión. Y verdaderamente tampoco nos importaba demasiado en qué creyera aquel desgraciado si con ello luchaba con suficiente moral en combate. Así, al golpe de los primeros vampiros en la puerta, el hombre tomó la cruz y se colocó delante de ella, esperando que con ello no pudieran acceder. Pobre iluso. Más le valía tomar la espada que colgaba de su cinturón.
-Prepárate. – le dije a Cass, tomando mi ballesta pesada, para que apuntase a la puerta nada más entrasen los chupasangres.
La puerta terminó por romperse y al disparar conseguimos atravesar a los cuatro chupasangres que entraron en primer lugar, dos y dos, que se llevaron el primero de los virotes de nuestras respectivas armas. El padre Callahan, valiente pero temerario, se dejó llevar por su fe y, espada en mano, hizo frente a los vampiros que accedían por la entrada del recinto religioso. Volvió a mostrar buena agilidad, pero se había llevado todo el ataque. No eran muchos, diez más o menos. Me preguntaba si tendrían algún tipo de relación con la Hermandad. La ciudad estaba prácticamente tomada por los vampiros de mi abuela, pero el gremio ya estaba allí para “solucionar” los problemas. Sobrevivir era prioritario. Si Cass o yo perecíamos en aquel campanario toda esperanza de ganar la “guerra” se desvanecería. Éramos dos piezas demasiado importantes en un gremio que no es que fuese precisamente sobrado de efectivos, a diferencia de los chupasangres.
Pero aquellos, por su forma de actuar, no tenían pinta de formar parte de la descerebrada tropa de Mortagglia. Los seis vampiros restantes fueron a por nosotras, pero yo me elevé en los aires con una voltereta hacia atrás y caí justo encima en el retablo mayor. Desde allí, delante del enorme cristo que cubría el altar de la iglesia, pude disparar.
Desde mi posición elevada vi al padre Callahan en apuros. - ¡El sacerdote, Cass! – grité. Ella estaba más cerca. Harrowmont rápidamente entendió mi señal y estiró el brazo para levantar a los pies del predicador una enorme columna de tierra. Esto le impidió ver a un vampiro que se aproximaba hacia ella. Desde mi posición elevada le apunté y le atravesé la cabeza. La cazadora miró hacia mí quejándose por lo justo que había ido el disparo, ya que el virote había pasado cerca de su cabeza. Al límite, pero lo tenía controlado.
Busqué un objeto que pudiese hacer decantarse la balanza del combate de nuestro lado, fue entonces cuando vi en lo alto de una bóveda una campana enorme. - ¡Llévalos al centro! – le ordené sin darle tiempo a respirar.
Callahan estaba ahora a salvo en alto por la columna de tierra que había levantado Cass. Momentáneamente, pues había vampiros que eran capaces de realizar grandes saltos, como el que llegó hasta mi plataforma. Me mostró sus colmillos y con sus garras trató de alcanzarme, pero esquivé su ataque y con mi daga rasgué su brazo. Cuando gritó estampé con fuerza una bomba de humo en el suelo para conseguir algo distancia entre nosotros. Tomé el kusarigami que me había entregado Overholser y clavé su hoja en uno de los tabiques de madera del techo y me impulsé con la cuerda como si fuese una liana para alejarme del chupasangres. Cuando llegué al suelo rodé, y quedé de rodillas, tomé mi ballesta pesada de nuevo y apunté al techo, justo a la cuerda que sujetaba la enorme estructura de hierro fundido.
La enorme campana cayó, retumbando en el suelo. - ¡Apáratate, Cass! – le grité a la bruja. Había conseguido atraer a los vampiros hacia su posición. La primogénita de los Harrowmont rápidamente vio esto y se deslizó por el suelo para salir rápidamente del radio de acción de la campana, cuyo tímpano chocaba por efecto de la caída contra las paredes de la misma y reverberaba en todo el santuario. Los vampiros no sabían lo que se les venía encima, literalmente, y no consiguieron esquivar el golpe, quedando sepultados por la enorme estructura de hierro, que al chocar contra el suelo emitió tan intenso sonido que de no habernos tapado los oídos nos habría dejado sordas.
El golpe fue tan fuerte, que incluso la figura del cristo crucificado perdió su anexión a la pared en la parte superior, quedando únicamente la parte inferior de la cruz sujeta, lo que hizo que la cruz rotase sobre los pies y quedase del revés. Dejando una curiosa e irónica y caricaturesca imagen de aquella religión con la cruz al revés. Sonreí ladinamente, habíamos conseguido eliminar a los vampiros.
-¡Herejes! ¡Habéis destruido la casa del Señor! – bramaba un desesperado Callahan desde su estructura de tierra que lo elevaba casi hasta el techo del edificio.
El hombre nos instó a dirigirnos a una iglesia cercana, y sin darnos tiempo a opinar corrió hacia allí. A voz en grito. Perfecto para atraer aún a más vampiros. Tuve que contener mis ganas de disparar a aquel estúpido allí mismo, y Cassandra estaba por el estilo, ella no era demasiado diferente de mí en determinados aspectos. Al igual que yo, la paciencia no era una de las virtudes de la tensái de tierra. Cuando entramos en el campanario, el hombre comenzó a sentirse más a gusto, e indicó que sería imposible que acabasen con nosotros en el interior de la “casa de Dios”.
-Deja de vociferar. - le reprendí sin sonreír al tipo de mala manera, para que callara y no instara a atraer. Su voz resonaba en forma de eco en aquel lugar sagrado. – Tu dios no va a escucharte ni ayudarte. Somos nosotras las únicas que podemos salvarte el pellejo.
-Te equivocas, cazadora. Él me ha ayudado, de nuevo. Al igual que la otra vez, él te ha hecho venir a ti. – me miró y a continuación señaló a Cass. – Y también a ti. – alzó sus brazos hacia la cruz que regía la iglesia y se arrodilló. – Él sabe que estoy en peligro, y por ello me asiste y me guía. Por ello os envía ante mí, como expertas cazadoras, para que veléis por mi integridad y me ayudéis a desterrar de esta tierra pura a aquellos infieles que no osan seguir la doctrina impuesta por Jesucristo, nuestro Señor. – El hombre tomó entonces la cruz y se puso delante de la puerta.
-¿Y qué pasa si nos vamos? – preguntó acertadamente Cass - ¿Tu Dios habrá dejado de ayudarte?
-Entonces, él sabrá que habrá llegado mi hora y querrá me reúna con él. El apóstol San Pedro me abrirá las puertas del cielo. – indicó, señalando en el retablo la estatuilla de un hombre que poseía unas llaves en la mano.
Harrowmont y yo intercambiamos miradas de desconcierto. En nuestra vida habíamos oído hablar de aquella curiosa y misteriosa religión. Pronto nos resignamos a seguir tratando de hacer entrar en razón a aquel estúpido ya que por mucho que le dijésemos no íbamos a hacerle cambiar de opinión. Y verdaderamente tampoco nos importaba demasiado en qué creyera aquel desgraciado si con ello luchaba con suficiente moral en combate. Así, al golpe de los primeros vampiros en la puerta, el hombre tomó la cruz y se colocó delante de ella, esperando que con ello no pudieran acceder. Pobre iluso. Más le valía tomar la espada que colgaba de su cinturón.
-Prepárate. – le dije a Cass, tomando mi ballesta pesada, para que apuntase a la puerta nada más entrasen los chupasangres.
La puerta terminó por romperse y al disparar conseguimos atravesar a los cuatro chupasangres que entraron en primer lugar, dos y dos, que se llevaron el primero de los virotes de nuestras respectivas armas. El padre Callahan, valiente pero temerario, se dejó llevar por su fe y, espada en mano, hizo frente a los vampiros que accedían por la entrada del recinto religioso. Volvió a mostrar buena agilidad, pero se había llevado todo el ataque. No eran muchos, diez más o menos. Me preguntaba si tendrían algún tipo de relación con la Hermandad. La ciudad estaba prácticamente tomada por los vampiros de mi abuela, pero el gremio ya estaba allí para “solucionar” los problemas. Sobrevivir era prioritario. Si Cass o yo perecíamos en aquel campanario toda esperanza de ganar la “guerra” se desvanecería. Éramos dos piezas demasiado importantes en un gremio que no es que fuese precisamente sobrado de efectivos, a diferencia de los chupasangres.
Pero aquellos, por su forma de actuar, no tenían pinta de formar parte de la descerebrada tropa de Mortagglia. Los seis vampiros restantes fueron a por nosotras, pero yo me elevé en los aires con una voltereta hacia atrás y caí justo encima en el retablo mayor. Desde allí, delante del enorme cristo que cubría el altar de la iglesia, pude disparar.
Desde mi posición elevada vi al padre Callahan en apuros. - ¡El sacerdote, Cass! – grité. Ella estaba más cerca. Harrowmont rápidamente entendió mi señal y estiró el brazo para levantar a los pies del predicador una enorme columna de tierra. Esto le impidió ver a un vampiro que se aproximaba hacia ella. Desde mi posición elevada le apunté y le atravesé la cabeza. La cazadora miró hacia mí quejándose por lo justo que había ido el disparo, ya que el virote había pasado cerca de su cabeza. Al límite, pero lo tenía controlado.
Busqué un objeto que pudiese hacer decantarse la balanza del combate de nuestro lado, fue entonces cuando vi en lo alto de una bóveda una campana enorme. - ¡Llévalos al centro! – le ordené sin darle tiempo a respirar.
Callahan estaba ahora a salvo en alto por la columna de tierra que había levantado Cass. Momentáneamente, pues había vampiros que eran capaces de realizar grandes saltos, como el que llegó hasta mi plataforma. Me mostró sus colmillos y con sus garras trató de alcanzarme, pero esquivé su ataque y con mi daga rasgué su brazo. Cuando gritó estampé con fuerza una bomba de humo en el suelo para conseguir algo distancia entre nosotros. Tomé el kusarigami que me había entregado Overholser y clavé su hoja en uno de los tabiques de madera del techo y me impulsé con la cuerda como si fuese una liana para alejarme del chupasangres. Cuando llegué al suelo rodé, y quedé de rodillas, tomé mi ballesta pesada de nuevo y apunté al techo, justo a la cuerda que sujetaba la enorme estructura de hierro fundido.
La enorme campana cayó, retumbando en el suelo. - ¡Apáratate, Cass! – le grité a la bruja. Había conseguido atraer a los vampiros hacia su posición. La primogénita de los Harrowmont rápidamente vio esto y se deslizó por el suelo para salir rápidamente del radio de acción de la campana, cuyo tímpano chocaba por efecto de la caída contra las paredes de la misma y reverberaba en todo el santuario. Los vampiros no sabían lo que se les venía encima, literalmente, y no consiguieron esquivar el golpe, quedando sepultados por la enorme estructura de hierro, que al chocar contra el suelo emitió tan intenso sonido que de no habernos tapado los oídos nos habría dejado sordas.
El golpe fue tan fuerte, que incluso la figura del cristo crucificado perdió su anexión a la pared en la parte superior, quedando únicamente la parte inferior de la cruz sujeta, lo que hizo que la cruz rotase sobre los pies y quedase del revés. Dejando una curiosa e irónica y caricaturesca imagen de aquella religión con la cruz al revés. Sonreí ladinamente, habíamos conseguido eliminar a los vampiros.
-¡Herejes! ¡Habéis destruido la casa del Señor! – bramaba un desesperado Callahan desde su estructura de tierra que lo elevaba casi hasta el techo del edificio.
Anastasia Boisson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 627
Nivel de PJ : : 7
Re: Emboscada al predicador [Desafío]
La iglesia estaba destrozada. Todo el dinero que había invertido para comprarla y reconstruirla había sido tirado a la basura. No, peor que eso. El dinero invertido se lo ha llevado un huracán. Callahan quería hacer con su iglesia lo que Lupe hizo con su hostal: Quería hacer una casa. No solo para Dios ni, tampoco, solo Lupe. Iba a ser la casa de los pobres, de los justos y de los desamparados. Lupe, desde el Cielo, estaría orgulloso de ver que su obra seguía en pie por muchos años. O lo hubiera estado de no ser por los vampiros, Huracán y su amiga.
-No tenéis ni idea de lo que habéis hecho- aunque tenía muchas ganas de gritar y de dar un puñetazo en la tez de la bruja, se controló para no hacer ninguna de esas dos cosas. Los gritos y los puñetazos a las mujeres los dejó atrás cuando dejó el alcohol.
Los ojos del Padre Callahan fueron a parar hacia los ojos de una gárgola de piedra cuyo lugar debía ser la corona de una columna, pero que, en ese momento, tanto la columna como la gárgola, estaban en el suelo hecho añicos. Difícilmente se podía distinguir que trozos de piedra pertenecían al pilar y cuales a la gárgola. Lo único que quedó intacto del pequeño demonio de piedra fue la cabeza, lugar donde estaban esos ojos negros y vacíos. Iguales a los de Huracán.
No pudo golpear a la mujer, pero sí golpeó la cabeza de la gárgola de piedra.
-Idos de aquí- no levantó la vista del suelo del suelo- ¡Marchaos!-
* Huracán: ¿Te habrás divertido? Has matado vampiros, destruido edificios y ganado el odio de un clérigo. Tres de tus quehaceres favoritos.
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +3 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 5 ptos totales de experiencia
Los puntos han sido sumados directamente a tu perfil.
Objeto: Gray Mortem
-No tenéis ni idea de lo que habéis hecho- aunque tenía muchas ganas de gritar y de dar un puñetazo en la tez de la bruja, se controló para no hacer ninguna de esas dos cosas. Los gritos y los puñetazos a las mujeres los dejó atrás cuando dejó el alcohol.
Los ojos del Padre Callahan fueron a parar hacia los ojos de una gárgola de piedra cuyo lugar debía ser la corona de una columna, pero que, en ese momento, tanto la columna como la gárgola, estaban en el suelo hecho añicos. Difícilmente se podía distinguir que trozos de piedra pertenecían al pilar y cuales a la gárgola. Lo único que quedó intacto del pequeño demonio de piedra fue la cabeza, lugar donde estaban esos ojos negros y vacíos. Iguales a los de Huracán.
No pudo golpear a la mujer, pero sí golpeó la cabeza de la gárgola de piedra.
-Idos de aquí- no levantó la vista del suelo del suelo- ¡Marchaos!-
_____________________
* Huracán: ¿Te habrás divertido? Has matado vampiros, destruido edificios y ganado el odio de un clérigo. Tres de tus quehaceres favoritos.
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +3 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 5 ptos totales de experiencia
Los puntos han sido sumados directamente a tu perfil.
Objeto: Gray Mortem
- Gray Mortem:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Se trata de una granada adicional de las que usas en tu habilidad de nivel 3. Estas nuevas granadas tienen forma de cabeza de gárgola de piedra. Su explosión es ocho veces mayor que las crépitus. Las gray mortem son unas demoledoras natas. Si lanzas una de éstas a una pared, ésta quedará reducida a cenizas. Si eso hace con una pared, imagina con un vampiro.
Solo tiene un fallo y es que SOLO podrás usar una gray mortem POR TEMA. Tendrás que elegir bien la ocasión.
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Temas similares
» [Cerrado] Contra-Emboscada [Interpretativo-Libre]
» Voy a por ti [Desafío]
» ¡HORRIBLE! [Desafío]
» Oh man, oh yisus, oh man [Desafío]
» En el convoy [Desafío]
» Voy a por ti [Desafío]
» ¡HORRIBLE! [Desafío]
» Oh man, oh yisus, oh man [Desafío]
» En el convoy [Desafío]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 14:43 por Eilydh
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Ayer a las 23:14 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Ayer a las 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Ayer a las 16:18 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 05:53 por Lukas
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar Nov 19 2024, 22:49 por Eltrant Tale
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Mar Nov 19 2024, 22:42 por Cohen
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18 2024, 04:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr