[CERRADO] Un trago más y marchamos.
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[CERRADO] Un trago más y marchamos.
La cerveza estaba caliente. Caliente y tenia un sabor fuerte a levadura, no era especialmente buena. Mas de uno había generado peleas en la taberna debido a que el alcohol le había sentado demasiado mal. Y es que aquella cerveza, era extremadamente barata, así que pese a causar unas fuertes diarreas y encolerizar a los que la bebían por lo que fuera que llevaba dentro, ellos continuaban bebiendo y bebiendo. Al final yo había preferido optar por un destilado, siempre estaban deliciosos y para los fríos tiempos que habían llegado siempre venia bien.
- He visto como me has mirado -dijo uno de los maleantes. Ese si que estaba borracho. Literalmente apestaba a cerveza barata. También a vomito, seguramente habría estado ocupado con eso un rato antes de aproximarse a mi. De hecho incluso pude fijarme en que tenia un poco del rastro de ese vomito en medio de su barba. Me dio asco, pero había visto cosas peores en la vida.
- Déjame en paz -dije yo únicamente. Y continué bebiendo el destilado que me acababan de traer-. No quiero problemas. No ahora mismo, por lo menos.
Siempre había sido una buena persona. Me gustaba ayudar a todo aquel a quien podía ayudar. Pero desde hacia varias semanas que los problemas se habían cernido sobre mi, y cada vez me volvía menos paciente. En cuanto me di cuenta que aquel hombre no se marchaba, mirándolo por el rabillo del ojo, le aseste un fuerte golpe en la nariz con la jarra que tenia en mis manos. Sonreí levemente al ver que retrocedía y con gran dificultad mantenía el equilibrio. Yo solía beber, y bebía mucho. De hecho en aquel momento estaba completamente borracho. Pero tenia una especial habilidad para mantenerme sobrio durante las peleas. No sabia si era de familia, ya que algo había oído al respecto sobre mi padre; el que bebía grandes tragos y luego salia ganando en las peleas. Tal vez solo tenia que ver con ser licántropo, tal vez el animal que había dentro de mi siempre me protegía en esos momentos, dándome la fuerza y astucia que necesitaba para poder salir de aquellos problemas en los que la forma humana se metía.
El hombre había caído al suelo pero en seguida se puso en pie. Le había ayudado otro de los compañeros que había asado antes con el bebiendo. Todos aquellos parecían divertidos por haber encontrado a un pobre idiota al que declararle la guerra con un motivo poco fundamentado. Se lanzaron todos hacia mi y lo primero que hice fue ponerme en pie, tomar la silla donde asaba sentado y lanzarla contra ellos. Los borrachos no mantuvieron bien el equilibrio y cayeron contra una de las columnas de la tabanera. El tabernero no hizo mas que mirar y sonreír. Que iba a hacer? Estaba mas que acostumbrado a ver aquella clase de peleas. Incluso estoy seguro de que las agradecía porque al final resultaban un espectáculo para sus clientes.
- Fornicare con tu madre!!!! -Dijo uno de los borrachos.
- Eso es realmente interesante -respondí.
Frases de borracho, supuse. Se lanzaron en una nueva carga contra mi y no fue difícil noquearlos. Coloque la palma de mi mano izquierda sobre el cuello de uno de ellos, guiando su cabeza hasta la mesa donde había asado antes. Del golpe cayó al suelo inconsciente. El otro venia un escaso metro atrás de el. Pude rápidamente reaccionar y propinar una fuerte patada en sus testículos que lo hizo caer de rodillas. Luego tome la silla que les había tirado antes, me senté nuevamente y continué bebiendo. Bebería hasta la saciedad y me marcharía para proseguir con mi camino. Bebía durante mis viajes para que estos resultaran mas cortos y menos pesados.
- He visto como me has mirado -dijo uno de los maleantes. Ese si que estaba borracho. Literalmente apestaba a cerveza barata. También a vomito, seguramente habría estado ocupado con eso un rato antes de aproximarse a mi. De hecho incluso pude fijarme en que tenia un poco del rastro de ese vomito en medio de su barba. Me dio asco, pero había visto cosas peores en la vida.
- Déjame en paz -dije yo únicamente. Y continué bebiendo el destilado que me acababan de traer-. No quiero problemas. No ahora mismo, por lo menos.
Siempre había sido una buena persona. Me gustaba ayudar a todo aquel a quien podía ayudar. Pero desde hacia varias semanas que los problemas se habían cernido sobre mi, y cada vez me volvía menos paciente. En cuanto me di cuenta que aquel hombre no se marchaba, mirándolo por el rabillo del ojo, le aseste un fuerte golpe en la nariz con la jarra que tenia en mis manos. Sonreí levemente al ver que retrocedía y con gran dificultad mantenía el equilibrio. Yo solía beber, y bebía mucho. De hecho en aquel momento estaba completamente borracho. Pero tenia una especial habilidad para mantenerme sobrio durante las peleas. No sabia si era de familia, ya que algo había oído al respecto sobre mi padre; el que bebía grandes tragos y luego salia ganando en las peleas. Tal vez solo tenia que ver con ser licántropo, tal vez el animal que había dentro de mi siempre me protegía en esos momentos, dándome la fuerza y astucia que necesitaba para poder salir de aquellos problemas en los que la forma humana se metía.
El hombre había caído al suelo pero en seguida se puso en pie. Le había ayudado otro de los compañeros que había asado antes con el bebiendo. Todos aquellos parecían divertidos por haber encontrado a un pobre idiota al que declararle la guerra con un motivo poco fundamentado. Se lanzaron todos hacia mi y lo primero que hice fue ponerme en pie, tomar la silla donde asaba sentado y lanzarla contra ellos. Los borrachos no mantuvieron bien el equilibrio y cayeron contra una de las columnas de la tabanera. El tabernero no hizo mas que mirar y sonreír. Que iba a hacer? Estaba mas que acostumbrado a ver aquella clase de peleas. Incluso estoy seguro de que las agradecía porque al final resultaban un espectáculo para sus clientes.
- Fornicare con tu madre!!!! -Dijo uno de los borrachos.
- Eso es realmente interesante -respondí.
Frases de borracho, supuse. Se lanzaron en una nueva carga contra mi y no fue difícil noquearlos. Coloque la palma de mi mano izquierda sobre el cuello de uno de ellos, guiando su cabeza hasta la mesa donde había asado antes. Del golpe cayó al suelo inconsciente. El otro venia un escaso metro atrás de el. Pude rápidamente reaccionar y propinar una fuerte patada en sus testículos que lo hizo caer de rodillas. Luego tome la silla que les había tirado antes, me senté nuevamente y continué bebiendo. Bebería hasta la saciedad y me marcharía para proseguir con mi camino. Bebía durante mis viajes para que estos resultaran mas cortos y menos pesados.
Última edición por Friðþjófur Rögnvaldsson el Miér 26 Abr 2017 - 2:44, editado 2 veces
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
El invierno había llegado para quedarse. No era una novedad, ni tampoco nada anormal, pues hacía tiempo que estaban en los meses en las que dicha estación era la clara dominadora de Aerandir. Pero días como ese le hacían desear que se fuera por donde había venido el maldito invierno. El dragón de hielo se estaba pasando durante esa tarde.
No terminaba ni tan siquiera por decidirse que tirarle encima. Pues por un rato le lanzaba nieve, en no demasiada cantidad, pero de una manera un tanto molesta. Con un viento cortante que racheaba desde el este, y que le helaba la cara cuando conseguía abrirse paso bajo su capucha. Y durante otros instantes, cambiaba los copos de hielo por unas lluvias cortas de aguanieve que eran aún más molestas que el viento, ya que podrían provocarle una pulmonía a este rimo.
Por fortuna, no era un humano corriente. O de otro modo acabaría en la otra vida más pronto que tarde con ese clima tan espantoso. Podía calentarse con sus llamas, e incluso desviar el viento durante un rato con sus poderes, a costa de un poco de sus energías. Nada grave. Tenía suficientes energías guardadas para un posible combate, si le asaltaba alguien por el camino. Eso sin contar, que quien le atacara estaría sufriendo las mismas condiciones extremas que él. Así que no debía preocuparse por los recursos mágicos que gastase para encontrarse mejor bajo el mal tiempo.
Sin embargo, tampoco era plato de buen gusto estar a la intemperie en esas condiciones. Así que en cuanto divisó el primer cartel de posada, en el pueblo que se encontró, no se lo pensó dos veces y entró sin pensárselo demasiado. Lo más normal, era que en un pueblo tan pequeño como aquel, no hubiera más de una posada. Por ello, pasó de buscar otro lugar con mejor aspecto que aquel.
Lo cierto es que poco le importaba la apariencia del local. Por él podría ser el lugar más feo del mundo. Solamente necesitaba un techo, cuatro paredes, y la chimenea del salón que calentaba el salón principal.
El rubio no se detuvo más tiempo del imprescindible bajo el umbral de la puerta antes de entrar. Lo justo y necesario para sacudirse las ropas de viaje, y acondicionarse un poco. Y pese a todo, la mayoría de los presentes en la taberna lo miraron con ojos que decían claramente: “cierra la puta puerta ya” Mientras otros lo observaron con la mirada curiosa de quien indagaba quien podría ser el nuevo parroquiano que los acompañaría. Siendo estos últimos, probablemente, habitantes del pueblo. Acostumbrados a pasar la tarde en la taberna charlando, contándose viejas batallas e historias, así como las ocurrencias del día a día, sin dejar de poner un ojo en los extraños que pasaban tan a menudo en un pueblo de tránsito como aquel.
En fin. Él tampoco es que deseara quedarse allí toda la vida, así que después de un par de sacudidas a su ropa, entró con paso seguro sin importarle las miradas de unos u otros. Solamente quería descansar un rato del frío, mientras se tomaba una buena cerveza, para luego continuar su camino.
Algo sencillo, sin ningún tipo de problemas. Aunque no estaba seguro de que pudiera ser posible. No tanto con él, sino por otro grupo de personas que allí había, y lo que había visto al entrar.
A los pocos segundos de haber abierto la puerta, uno ya le había dado con la jarra a otro, por inmiscuirse donde no le llamaban, intuía. Y no había dado dos pasos en la taberna cuando otro quiso fornicar con la madre el primero. Del tipo que había sacudido al otro por pesado.
En fin. Que podía decir. El género humano en todo su esplendor se había reunido allí. Pero que otra cosa podía esperar en una taberna. ¿Amor y comprensión? Era una posibilidad. Un lugar como aquel, prácticamente era el único entretenimiento que había en pueblos como ese, así que era normal que hubiera un poco de todo. Hombres y mujeres bailando al son de la música, cuentacuentos contando sus historias y leyendas a los niños, y los no tan niños.
No obstante, a una posada la gente no solo iba a eso, a pasar la noche y a comer. Muchos otros solo iba a beber. Así que encontrar unos borrachos no era algo que lo impresionara, pues se había pasado media vida en los caminos. De taberna en taberna.
No era algo raro, y normalmente simplemente se quedaba en eso. Pero lo que había visto al entrar le habían dado malas vibraciones. No todo el mundo tenía buen beber, y no sería la primera vez que veía un follón montado por alguien así.
Como si sus pensamientos se hicieran realidad. Al momento se formó una pelea, y el que estaba siendo molestado acabó enzarzado con los otros dos. Aunque para ser exactos, casi no podría definirlo como una pelea. El hombre solitario terminó con rapidez con sus contrincantes. Y sinceramente, no pudo evitar sentir dolor ajeno, al ver como uno de ellos era pateado en la entrepierna. Maldita sea, eso dolía.
Ese mismo hombre se arrastró hacia la salida, mientras su amigo quedaba decorando el suelo del salón. Mucho mejor que la piel de un oso, donde iba a parar. Y cuando por fin pudo levantarse, salió corriendo de la taberna.
Vinc pasó del asunto. No era de su incumbencia. Y avanzó por la sala hasta apoyarse en la barra de la posada, que por otro lado no estaba mal. Era un sitio pequeño y acogedor, y no un sitio de mala muerte sin más. Aunque no podía decir lo mismo de la bebida que estaba tomando, la cual le daba la sensación de que lo estaba matando rápidamente por dentro. Seguro que había venenos con mejor sabor que aquella cerveza. Bueno, lo cierto es que exageraba un poco, pero si fuera más aguada podría estar hecha con la propia nieve que le había caído encima durante su andadura.
- ¿Sabes que el tipo que ha salido corriendo, va a buscar refuerzos, no? - le dijo al hombre que había luchado contra los borrachos, de un modo amistoso, como si lo conociera de toda la vida.
Suponía que ese hombre sabía perfectamente lo que le había dicho, antes de comentárselo. Pero seguía allí, igualmente. Así que le intrigaba saber por qué se había quedado. Si sería porque imaginaba que iba a buscar ayuda, y le importaba poco pelear contra más gente. O porque en su defecto estuviera demasiado embotado por la bebida para darse cuenta de la salida del otro.
Pronto lo sabría. Solo tenía que esperar para saberlo. Por lo que se mantuvo apoyado en la barra, tranquilo, tomándose su cerveza. Era mala de cojones, pero la había pagado, y por los dioses que se la bebería.
No terminaba ni tan siquiera por decidirse que tirarle encima. Pues por un rato le lanzaba nieve, en no demasiada cantidad, pero de una manera un tanto molesta. Con un viento cortante que racheaba desde el este, y que le helaba la cara cuando conseguía abrirse paso bajo su capucha. Y durante otros instantes, cambiaba los copos de hielo por unas lluvias cortas de aguanieve que eran aún más molestas que el viento, ya que podrían provocarle una pulmonía a este rimo.
Por fortuna, no era un humano corriente. O de otro modo acabaría en la otra vida más pronto que tarde con ese clima tan espantoso. Podía calentarse con sus llamas, e incluso desviar el viento durante un rato con sus poderes, a costa de un poco de sus energías. Nada grave. Tenía suficientes energías guardadas para un posible combate, si le asaltaba alguien por el camino. Eso sin contar, que quien le atacara estaría sufriendo las mismas condiciones extremas que él. Así que no debía preocuparse por los recursos mágicos que gastase para encontrarse mejor bajo el mal tiempo.
Sin embargo, tampoco era plato de buen gusto estar a la intemperie en esas condiciones. Así que en cuanto divisó el primer cartel de posada, en el pueblo que se encontró, no se lo pensó dos veces y entró sin pensárselo demasiado. Lo más normal, era que en un pueblo tan pequeño como aquel, no hubiera más de una posada. Por ello, pasó de buscar otro lugar con mejor aspecto que aquel.
Lo cierto es que poco le importaba la apariencia del local. Por él podría ser el lugar más feo del mundo. Solamente necesitaba un techo, cuatro paredes, y la chimenea del salón que calentaba el salón principal.
El rubio no se detuvo más tiempo del imprescindible bajo el umbral de la puerta antes de entrar. Lo justo y necesario para sacudirse las ropas de viaje, y acondicionarse un poco. Y pese a todo, la mayoría de los presentes en la taberna lo miraron con ojos que decían claramente: “cierra la puta puerta ya” Mientras otros lo observaron con la mirada curiosa de quien indagaba quien podría ser el nuevo parroquiano que los acompañaría. Siendo estos últimos, probablemente, habitantes del pueblo. Acostumbrados a pasar la tarde en la taberna charlando, contándose viejas batallas e historias, así como las ocurrencias del día a día, sin dejar de poner un ojo en los extraños que pasaban tan a menudo en un pueblo de tránsito como aquel.
En fin. Él tampoco es que deseara quedarse allí toda la vida, así que después de un par de sacudidas a su ropa, entró con paso seguro sin importarle las miradas de unos u otros. Solamente quería descansar un rato del frío, mientras se tomaba una buena cerveza, para luego continuar su camino.
Algo sencillo, sin ningún tipo de problemas. Aunque no estaba seguro de que pudiera ser posible. No tanto con él, sino por otro grupo de personas que allí había, y lo que había visto al entrar.
A los pocos segundos de haber abierto la puerta, uno ya le había dado con la jarra a otro, por inmiscuirse donde no le llamaban, intuía. Y no había dado dos pasos en la taberna cuando otro quiso fornicar con la madre el primero. Del tipo que había sacudido al otro por pesado.
En fin. Que podía decir. El género humano en todo su esplendor se había reunido allí. Pero que otra cosa podía esperar en una taberna. ¿Amor y comprensión? Era una posibilidad. Un lugar como aquel, prácticamente era el único entretenimiento que había en pueblos como ese, así que era normal que hubiera un poco de todo. Hombres y mujeres bailando al son de la música, cuentacuentos contando sus historias y leyendas a los niños, y los no tan niños.
No obstante, a una posada la gente no solo iba a eso, a pasar la noche y a comer. Muchos otros solo iba a beber. Así que encontrar unos borrachos no era algo que lo impresionara, pues se había pasado media vida en los caminos. De taberna en taberna.
No era algo raro, y normalmente simplemente se quedaba en eso. Pero lo que había visto al entrar le habían dado malas vibraciones. No todo el mundo tenía buen beber, y no sería la primera vez que veía un follón montado por alguien así.
Como si sus pensamientos se hicieran realidad. Al momento se formó una pelea, y el que estaba siendo molestado acabó enzarzado con los otros dos. Aunque para ser exactos, casi no podría definirlo como una pelea. El hombre solitario terminó con rapidez con sus contrincantes. Y sinceramente, no pudo evitar sentir dolor ajeno, al ver como uno de ellos era pateado en la entrepierna. Maldita sea, eso dolía.
Ese mismo hombre se arrastró hacia la salida, mientras su amigo quedaba decorando el suelo del salón. Mucho mejor que la piel de un oso, donde iba a parar. Y cuando por fin pudo levantarse, salió corriendo de la taberna.
Vinc pasó del asunto. No era de su incumbencia. Y avanzó por la sala hasta apoyarse en la barra de la posada, que por otro lado no estaba mal. Era un sitio pequeño y acogedor, y no un sitio de mala muerte sin más. Aunque no podía decir lo mismo de la bebida que estaba tomando, la cual le daba la sensación de que lo estaba matando rápidamente por dentro. Seguro que había venenos con mejor sabor que aquella cerveza. Bueno, lo cierto es que exageraba un poco, pero si fuera más aguada podría estar hecha con la propia nieve que le había caído encima durante su andadura.
- ¿Sabes que el tipo que ha salido corriendo, va a buscar refuerzos, no? - le dijo al hombre que había luchado contra los borrachos, de un modo amistoso, como si lo conociera de toda la vida.
Suponía que ese hombre sabía perfectamente lo que le había dicho, antes de comentárselo. Pero seguía allí, igualmente. Así que le intrigaba saber por qué se había quedado. Si sería porque imaginaba que iba a buscar ayuda, y le importaba poco pelear contra más gente. O porque en su defecto estuviera demasiado embotado por la bebida para darse cuenta de la salida del otro.
Pronto lo sabría. Solo tenía que esperar para saberlo. Por lo que se mantuvo apoyado en la barra, tranquilo, tomándose su cerveza. Era mala de cojones, pero la había pagado, y por los dioses que se la bebería.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Era uno de esos días done me tocaba hacer el viaje solitario para buscar suministros, no me molestaba el hecho de colaborar teniendo que ir solo a alguna de las ciudades, tampoco la nieve que estaba cayendo era algún problema, mantenía mi funcionamiento en pleno estado y evitaría algún problema de gravedad, la información que reflejaba mi ojo era la normal, estaba en aptas condiciones y no tenía que temer.
No había ni una sola alma en el camino, quizá por el frío que estaba haciendo, los humanos preferirían mil veces quedarse en su hogar a descansar en vez de salir y arriesgarse a pescar un resfriado con aquellas temperaturas. En cambio yo estaba bien, llevaba mi abrigadora chaqueta de cuero encima y aun más importante la flama que mantenía mi motor en funcionamiento suministraba el calor suficiente para mí. Tomé en mis manos mi preciada cantimplora y di un trago largo de su contenido, el sabor del vino no estaba tan mal y aunque aun no tuviese el aviso para recargar el combustible no veía problema en dar un buen trago.
Podía escuchar como las botellas de vino chocaban unas con otras en mi mochila, necesitaba hacer una parada para rellenarlas, no sabía en cuanto tiempo había consumido aquellas 6 botellas que siempre iban conmigo, quizá 3 o 4 días, por suerte el padre de la familia que cuidaba tenía un conocido cerca de Lunargenta que me hacía el favor de rellenarlas a cambio de una u otra cosa, la vez pasada había sido buscar leña para su chimenea.
La nieve comenzaba a nublar mí vista cada vez más, por lo visto el clima no iba a mejorar rápidamente, sacudí mi brazo de bronce para evitar algún posible problema, mi sistema comenzaba a indicar un leve fallo en él y eso no me causaba mucha gracia. Con otro par de metros recorridos logré notar al fin el cartel de la posada, sería una parada muy necesaria, rogaba porque no estuviese tan llena como las otras veces.
Di otro trago a mi cantimplora saboreando el vino y me fijé que un grupo de personas algo molestas entraba a la posada, ¿Eso era bueno o malo? Lo mejor sería averiguarlo, esperaba que el posadero estuviese bien, sin el debería buscar otro sitio para comprar mi combustible y posiblemente pagarlo. Me acerqué dando zancadas largas y apartando el cabello rojizo que comenzaba a caer frente a mis ojos, necesitaba estar alerta de la situación.
Entré a la posada justo a tiempo para ver como el grupo de humanos furiosos comenzaban a expandirse dentro de esta, posiblemente buscando algo o a alguien, eran al menos 15 sujetos. Si se iba a armar allí una trifulca debía intervenir quisiera o no, apreté con fuerza mis puños esperando a reaccionar, gracias a que mi brazo de bronce estaba revestido de Latex dudaba que alguien fuese a sospechar si le golpeaba el mentón con más fuerza de la esperada… claro, casi siempre caían inconscientes luego del impacto, así no sospechaban nada.
- ¡Fue el¡ - Gritó un sujeto de los recién llegados mientras señalaba a alguien que estaba bebiendo tranquilamente.
Aquello me dio dos claras señales, la primera es que afortunadamente el posadero podría seguir distribuyéndome vino, la segunda es que si iban a haber problemas, no podía intervenir hasta ver que el primer golpe fuese arrojado o asestado. Mientras esperaba la iniciación de aquello observé lentamente a los presentes, muy pocos eran los hostiles y estaba claro quiénes eran los agresores y contra quienes se deberían tomar medidas emergentes, si el sujeto que bebía tranquilamente sería atacado sería a él a quien ayudar y/o proteger.
No había ni una sola alma en el camino, quizá por el frío que estaba haciendo, los humanos preferirían mil veces quedarse en su hogar a descansar en vez de salir y arriesgarse a pescar un resfriado con aquellas temperaturas. En cambio yo estaba bien, llevaba mi abrigadora chaqueta de cuero encima y aun más importante la flama que mantenía mi motor en funcionamiento suministraba el calor suficiente para mí. Tomé en mis manos mi preciada cantimplora y di un trago largo de su contenido, el sabor del vino no estaba tan mal y aunque aun no tuviese el aviso para recargar el combustible no veía problema en dar un buen trago.
Podía escuchar como las botellas de vino chocaban unas con otras en mi mochila, necesitaba hacer una parada para rellenarlas, no sabía en cuanto tiempo había consumido aquellas 6 botellas que siempre iban conmigo, quizá 3 o 4 días, por suerte el padre de la familia que cuidaba tenía un conocido cerca de Lunargenta que me hacía el favor de rellenarlas a cambio de una u otra cosa, la vez pasada había sido buscar leña para su chimenea.
La nieve comenzaba a nublar mí vista cada vez más, por lo visto el clima no iba a mejorar rápidamente, sacudí mi brazo de bronce para evitar algún posible problema, mi sistema comenzaba a indicar un leve fallo en él y eso no me causaba mucha gracia. Con otro par de metros recorridos logré notar al fin el cartel de la posada, sería una parada muy necesaria, rogaba porque no estuviese tan llena como las otras veces.
Di otro trago a mi cantimplora saboreando el vino y me fijé que un grupo de personas algo molestas entraba a la posada, ¿Eso era bueno o malo? Lo mejor sería averiguarlo, esperaba que el posadero estuviese bien, sin el debería buscar otro sitio para comprar mi combustible y posiblemente pagarlo. Me acerqué dando zancadas largas y apartando el cabello rojizo que comenzaba a caer frente a mis ojos, necesitaba estar alerta de la situación.
Entré a la posada justo a tiempo para ver como el grupo de humanos furiosos comenzaban a expandirse dentro de esta, posiblemente buscando algo o a alguien, eran al menos 15 sujetos. Si se iba a armar allí una trifulca debía intervenir quisiera o no, apreté con fuerza mis puños esperando a reaccionar, gracias a que mi brazo de bronce estaba revestido de Latex dudaba que alguien fuese a sospechar si le golpeaba el mentón con más fuerza de la esperada… claro, casi siempre caían inconscientes luego del impacto, así no sospechaban nada.
- ¡Fue el¡ - Gritó un sujeto de los recién llegados mientras señalaba a alguien que estaba bebiendo tranquilamente.
Aquello me dio dos claras señales, la primera es que afortunadamente el posadero podría seguir distribuyéndome vino, la segunda es que si iban a haber problemas, no podía intervenir hasta ver que el primer golpe fuese arrojado o asestado. Mientras esperaba la iniciación de aquello observé lentamente a los presentes, muy pocos eran los hostiles y estaba claro quiénes eran los agresores y contra quienes se deberían tomar medidas emergentes, si el sujeto que bebía tranquilamente sería atacado sería a él a quien ayudar y/o proteger.
Alois
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Esboce una media sonrisa al escuchar la voz de un desconocido, preguntándome si sabia que aquellos indeseables regresarían al poco tiempo con refuerzos. Si, bueno, mentiría si dijera que yo lo sabia. En aquel momento me sentía una especie de pequeño héroe. La figura del hombre bueno que no busca problemas y se defiende, de paso, quedando bien al mostrar sus óptimas habilidades de lucha.
- Lo se, compañero, lo se… -dije únicamente. Luego tome un sorbo de la jarra que todavía tenia casi llena completamente-. Esta clase de cobardes nunca vienen solos. Y si lo hacen , al cabo de un rato traerán toda la corte de leprosos inútiles a ayudar.
Tome un largo trago y deje escapar un suspiro de cansancio. Las ultimas semanas de viaje habían sido duras, y aunque agradecía de vez en cuando alguna que otra pelea, al mismo tiempo tampoco era algo que yo buscara expresamente. Era un hombre bueno, o trataba de serlo, pero en aquella época no tenia muy claro cual era el modo mas óptimo de convertirme en un verdadero hombre bueno. A la mínima oportunidad de defenderme y causar algún daño a quien se aventurara a molestarme, lo hacia, sin dudarlo. Y seguramente una buena persona de verdad, un buen hombre, habría buscado alguna otra alternativa. Tal vez algo menos violento. La puerta se abrió de repente, causando un gran ruido al chocar contra la pared al abrirse completamente. Una oleada de viento fresco recorrió toda la estancia. Me gire hacia ellos, mas por el hecho de que me tomo por sorpresa la ráfaga sentí un intenso frió repentino, que por el hecho de que pudieran ser aquellos agresores suplementarios de los cuales me acababa de hablar aquel desconocido. Me gire hacia el, y le esboce una sonrisa.
- Estas con ellos? -Pregunte.
Y es que por un momento, había dudado en si aquel desconocido no era mas que uno mas, uno de ellos que había hecho la pregunta solo para mofarse. Par reírse de mi destino fatal. Porque allí todos sabíamos lo que iba a suceder. En cuanto mas de dos de aquellos referís a los que habían hecho llamar, me atrapara, ya no podría hacer absolutamente nada por defenderme. Podía tener una lucha justa con alguien, uno contra uno, y ganarla sin problemas. Incluso si mi oponente era mucho mas grande y fuerte. Pero ante el numero, poco era lo que podía hacer. Me puse a pensar en una de esas estratagemas que solía utilizar de forma ocasional para poder generar conflicto en tabernas ajenas. Y se me ocurrió un método bastante apropiado.
- Hey Sigurd -me dirigí hacia uno de los hombres que había en la barra, unos pocos metros a mi izquierda. El estaba tomando una cerveza tranquilamente sin que nadie lo molestara, pero se lo veía ya relativamente borracho. Era enorme, de barbas negras y espesas-. Estos de aquí andan diciendo algo sobre tu madre.
Sigurd se giro hacia los individuos que acababan de entrar. Casualmente esos individuos estaban mirando hacia mi dirección con furia y sonrisas burlonas. Pero Sigurd desde su ángulo de visión, probablemente había visto como si esas miradas burlonas se estuvieran enfocando hacia el. Así que instante se levanto de la silla y frunció el ceño. Tres compañeros de el que estaban a su lado bebiendo junto a el, se pusieron en pie también, amigos que estarían a muerte con el, supuse. No lo sabia, pero en esa clase de conflictos espontáneos siempre se acababan uniendo mas de uno. En cuanto aquellos individuos, cerca de quince, se acercaron dispuestos a propinarme una paliza, fue Sigurd quien dio el primer golpe, dejando completamente noqueado al canalla que había avisado a los demás. Solté una risotada al ver aquel espectáculo, y me puse también yo en pie para unirme a la pequeña fiesta que se había formado de repente.
- Aquí se hacen las apuestas. -Dijo el tabernero. Sabia que consideraba aquello un espectáculo, pero no habría imaginado que llevaba aquella clase de acontecimientos a un negocio. Seguramente si algún guardia de Lunargenta o alguien de la misma autoridad hubiera visto aquello, habría cerrado la taberna o encerrado al tabernero. Esa clase de cosas sabia que no eran legales.
No diré que la pelea fue rápida, porque desde luego no la fue. Los golpes iban de aquí para allá, y una gran masa de gente había en el centro de la taberna empujándose, tirándose cosas, hablando pestes sobre la familia de los otros a la par que golpeaban tan fuerte como podían. Y lo cierto es que los amigos de Sigurd no lo estaban haciendo nada mal , eran extremadamente fuertes y habían dejado noqueados a varios ya. Pero aquellos no dejaban de insistir en la pelea, no pensaban rendirse, iban a continuar hasta el final, hasta que cada uno de ellos cayera, o consiguieran dejarme lo suficientemente mal a mi, como para sentir que la venganza había sido consumada.
- Lo se, compañero, lo se… -dije únicamente. Luego tome un sorbo de la jarra que todavía tenia casi llena completamente-. Esta clase de cobardes nunca vienen solos. Y si lo hacen , al cabo de un rato traerán toda la corte de leprosos inútiles a ayudar.
Tome un largo trago y deje escapar un suspiro de cansancio. Las ultimas semanas de viaje habían sido duras, y aunque agradecía de vez en cuando alguna que otra pelea, al mismo tiempo tampoco era algo que yo buscara expresamente. Era un hombre bueno, o trataba de serlo, pero en aquella época no tenia muy claro cual era el modo mas óptimo de convertirme en un verdadero hombre bueno. A la mínima oportunidad de defenderme y causar algún daño a quien se aventurara a molestarme, lo hacia, sin dudarlo. Y seguramente una buena persona de verdad, un buen hombre, habría buscado alguna otra alternativa. Tal vez algo menos violento. La puerta se abrió de repente, causando un gran ruido al chocar contra la pared al abrirse completamente. Una oleada de viento fresco recorrió toda la estancia. Me gire hacia ellos, mas por el hecho de que me tomo por sorpresa la ráfaga sentí un intenso frió repentino, que por el hecho de que pudieran ser aquellos agresores suplementarios de los cuales me acababa de hablar aquel desconocido. Me gire hacia el, y le esboce una sonrisa.
- Estas con ellos? -Pregunte.
Y es que por un momento, había dudado en si aquel desconocido no era mas que uno mas, uno de ellos que había hecho la pregunta solo para mofarse. Par reírse de mi destino fatal. Porque allí todos sabíamos lo que iba a suceder. En cuanto mas de dos de aquellos referís a los que habían hecho llamar, me atrapara, ya no podría hacer absolutamente nada por defenderme. Podía tener una lucha justa con alguien, uno contra uno, y ganarla sin problemas. Incluso si mi oponente era mucho mas grande y fuerte. Pero ante el numero, poco era lo que podía hacer. Me puse a pensar en una de esas estratagemas que solía utilizar de forma ocasional para poder generar conflicto en tabernas ajenas. Y se me ocurrió un método bastante apropiado.
- Hey Sigurd -me dirigí hacia uno de los hombres que había en la barra, unos pocos metros a mi izquierda. El estaba tomando una cerveza tranquilamente sin que nadie lo molestara, pero se lo veía ya relativamente borracho. Era enorme, de barbas negras y espesas-. Estos de aquí andan diciendo algo sobre tu madre.
Sigurd se giro hacia los individuos que acababan de entrar. Casualmente esos individuos estaban mirando hacia mi dirección con furia y sonrisas burlonas. Pero Sigurd desde su ángulo de visión, probablemente había visto como si esas miradas burlonas se estuvieran enfocando hacia el. Así que instante se levanto de la silla y frunció el ceño. Tres compañeros de el que estaban a su lado bebiendo junto a el, se pusieron en pie también, amigos que estarían a muerte con el, supuse. No lo sabia, pero en esa clase de conflictos espontáneos siempre se acababan uniendo mas de uno. En cuanto aquellos individuos, cerca de quince, se acercaron dispuestos a propinarme una paliza, fue Sigurd quien dio el primer golpe, dejando completamente noqueado al canalla que había avisado a los demás. Solté una risotada al ver aquel espectáculo, y me puse también yo en pie para unirme a la pequeña fiesta que se había formado de repente.
- Aquí se hacen las apuestas. -Dijo el tabernero. Sabia que consideraba aquello un espectáculo, pero no habría imaginado que llevaba aquella clase de acontecimientos a un negocio. Seguramente si algún guardia de Lunargenta o alguien de la misma autoridad hubiera visto aquello, habría cerrado la taberna o encerrado al tabernero. Esa clase de cosas sabia que no eran legales.
No diré que la pelea fue rápida, porque desde luego no la fue. Los golpes iban de aquí para allá, y una gran masa de gente había en el centro de la taberna empujándose, tirándose cosas, hablando pestes sobre la familia de los otros a la par que golpeaban tan fuerte como podían. Y lo cierto es que los amigos de Sigurd no lo estaban haciendo nada mal , eran extremadamente fuertes y habían dejado noqueados a varios ya. Pero aquellos no dejaban de insistir en la pelea, no pensaban rendirse, iban a continuar hasta el final, hasta que cada uno de ellos cayera, o consiguieran dejarme lo suficientemente mal a mi, como para sentir que la venganza había sido consumada.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
El rubio evitó poner mala cara mientras el mejunje bajaba por su gaznate, y dio un largo trago a la jarra hasta dejar su contenido por la mitad. Luego dejó el recipiente de cerámica sobre la barra, y se limpió los labios con el dorso de su guante.
Allí, recostado de medio lado contra la barra, se preguntaba qué podría haber más placentero que ese momento de relajación. En ese salón, con una temperatura tan agradable, después de su tránsito bajo la nieve.
Pues, evidentemente, eso mismo pero con un licor como los dioses mandaban. Y no ese, que parecía más agua que una cerveza de verdad. Suponía que no habían fermentado bien los cereales que habían usado, o habrían puesto poca cantidad en el agua cuando lo habían fermentado. Las deidades sabrían. Él no entendía mucho de alcohol, más allá de empinar el codo.
Poco importaba ya. La había pagado, y un vaso de agua tampoco le venía mal para hidratarse. Al menos por dentro, pues lo que era su piel ya había tenido suficiente aguanieve por ese día.
Además, el chico le respondió de un modo, que en cierto modo ya imaginaba. Se había quedado porque le importaba muy poco zurrarse contra los hombres que vendrían. No porque no se hubiera percatado de la huida del tipo al que había zurrado en las pelotas.
No tardaron en llegar los refuerzos del borracho, con un gran alboroto como añadido. Eso obligó al rubio a girarse, para encontrar una mejor postura con la que ver el desenlace de todo aquello. Se apoyó con las lumbares contra la madera de la barra, y comenzó a contar a los recién llegados. Al menos por encima. La verdad, mentiría si hubiera esperado que consiguiera a tanta gente. Que llegara con tantos tipos, le hizo pensar que se trataba de toda una banda de la zona. Seguro que esos hacían de las suyas por ahí. Aunque a lo mejor…
La siguiente pregunta del muchacho lo sacó de sus pensamientos, y le hizo reír gratamente por unos segundos.
- ¿Usted qué cree? - respondió a su vez con una pregunta.
Quizás algo enigmática, pero que en cierto modo era esclarecedora por sí sola. Si el chico era buen observador, se daría cuenta por sí mismo de la contestación. Aunque de todos modos, dibujó una sonrisa en sus labios, y se encogió de hombros antes de negar con la cabeza.
Después alargó un brazo hacia atrás, para recoger su jarra de cerveza, y apoyó el mentón en su mano libre. La situación se había puesto muy interesante, y deseaba ver cómo se las arreglaría el chico para salir bien parado de algo así. Por buen luchador que fuera, pelear contra tantos era algo que escapaba de sus posibilidades, y las de cualquiera que luchara con los puños. Otra cosa era que a un brujo le diera por explotar la sala, pero eso no tenía gracia. Sobre todo porque él estaba dentro todavía.
La estratagema le sacó otra sonrisa, mientras comenzaba toda una batalla campal de borrachos en aquel salón. Hubiera pensado que al dueño del local eso le hubiera mosqueado, pese a que poco podría haber hecho al respecto para evitarlo. Pero no. El hombre en cambio decidió que era un buen momento para las apuestas.
Eso le respondió a las cavilaciones que había tenido antes de volver a hablar con el ingenioso chico, que en estos momentos ya estaba enzarzado en la pelea, junto a Sigurd, los compañeros de este, y todo un elenco de personas que parecían tener como mejor diversión el destrozo de sus cuerpos a hostias.
Nada más ver aparecer al hombre que había huido, con tantos refuerzos, había pensado que se trataban de bandidos. Aunque también podrían haber sido algún destacamento del ejército del rey o de algún noble de la zona. Uno que estaba pasando por la zona para mala suerte del muchacho valiente. Pues aunque ganase la batalla, no ganaría una guerra así.
Sin embargo, eso no podía ser. Ninguno llevaba insignia a la vista, cosa extraña siendo tantos. Que todos se despojaran de ella para la pelea era improbable. Además, era difícil que todos los soldados fueran tan pandilleros, por decirlo de algún modo. Lo más normal es que la mayoría prefiriera usar la ley antes que sus puños. Y lo más importante de todo, si fueran guardias, el dueño no se arriesgaría a hablar tan abiertamente de apuestas por una pelea de bar.
Esas cosas eran más bien ilegales en las grandes ciudades que en los pueblos, donde la soldadesca tenía menor representación. Pero igualmente no era algo bien visto, y algo que no toleraría la guardia en su presencia.
Así que el dueño del local le había confirmado sus sospechas.
- Cinco monedas. Por el chico del pelo cobrizo-, le comentó al tabernero, dejando caer los metales sobre la barra.
Casi no se había posado sobre la madera cuando el posadero ya se los había agenciado, para luego apuntarle en una lista.
- ¿Algún nombre en particular? - preguntó el mesero.
- El barbudo valdrá. No creo que dure tanto la pelea-, rió, para luego tomar otro trago de su jarra.
Un hombre cayó cerca de su zona, y tuvo que esquivarlo, moviéndose a un lado. Una retahíla de golpes comenzó a sucederse entre este y otro de los parroquianos de la sala. Por lo que Vinc los miró atentamente sin dejar de tomar sorbos de cerveza. A ellos y a todos los hombres que se estaba hostiando en la posada, esquivando de cuando en cuando alguna jarra volando, o algún tipo que era lanzado hacia la barra. Todo ello, por supuesto, sin dejar de beber y tomar tragos.
- Interesantes espectáculos, preparáis a los viajeros en este pueblo-, le comentó al dueño. - Un poco brusco, pero entretenido igualmente-, bromeó, volviendo a centrar su mirada en la pelea, sobre todo en el chico por el que había apostado.
No era un amante de este tipo de acontecimientos. Él era un hombre que prefería luchar cuando era necesario, y no por diversión. Pero de momento se estaba entreteniendo bastante con la pelea de los borrachos. Y el chico del pelo cobrizo le había caído en buena estima, seguramente por su desparpajo.
Allí, recostado de medio lado contra la barra, se preguntaba qué podría haber más placentero que ese momento de relajación. En ese salón, con una temperatura tan agradable, después de su tránsito bajo la nieve.
Pues, evidentemente, eso mismo pero con un licor como los dioses mandaban. Y no ese, que parecía más agua que una cerveza de verdad. Suponía que no habían fermentado bien los cereales que habían usado, o habrían puesto poca cantidad en el agua cuando lo habían fermentado. Las deidades sabrían. Él no entendía mucho de alcohol, más allá de empinar el codo.
Poco importaba ya. La había pagado, y un vaso de agua tampoco le venía mal para hidratarse. Al menos por dentro, pues lo que era su piel ya había tenido suficiente aguanieve por ese día.
Además, el chico le respondió de un modo, que en cierto modo ya imaginaba. Se había quedado porque le importaba muy poco zurrarse contra los hombres que vendrían. No porque no se hubiera percatado de la huida del tipo al que había zurrado en las pelotas.
No tardaron en llegar los refuerzos del borracho, con un gran alboroto como añadido. Eso obligó al rubio a girarse, para encontrar una mejor postura con la que ver el desenlace de todo aquello. Se apoyó con las lumbares contra la madera de la barra, y comenzó a contar a los recién llegados. Al menos por encima. La verdad, mentiría si hubiera esperado que consiguiera a tanta gente. Que llegara con tantos tipos, le hizo pensar que se trataba de toda una banda de la zona. Seguro que esos hacían de las suyas por ahí. Aunque a lo mejor…
La siguiente pregunta del muchacho lo sacó de sus pensamientos, y le hizo reír gratamente por unos segundos.
- ¿Usted qué cree? - respondió a su vez con una pregunta.
Quizás algo enigmática, pero que en cierto modo era esclarecedora por sí sola. Si el chico era buen observador, se daría cuenta por sí mismo de la contestación. Aunque de todos modos, dibujó una sonrisa en sus labios, y se encogió de hombros antes de negar con la cabeza.
Después alargó un brazo hacia atrás, para recoger su jarra de cerveza, y apoyó el mentón en su mano libre. La situación se había puesto muy interesante, y deseaba ver cómo se las arreglaría el chico para salir bien parado de algo así. Por buen luchador que fuera, pelear contra tantos era algo que escapaba de sus posibilidades, y las de cualquiera que luchara con los puños. Otra cosa era que a un brujo le diera por explotar la sala, pero eso no tenía gracia. Sobre todo porque él estaba dentro todavía.
La estratagema le sacó otra sonrisa, mientras comenzaba toda una batalla campal de borrachos en aquel salón. Hubiera pensado que al dueño del local eso le hubiera mosqueado, pese a que poco podría haber hecho al respecto para evitarlo. Pero no. El hombre en cambio decidió que era un buen momento para las apuestas.
Eso le respondió a las cavilaciones que había tenido antes de volver a hablar con el ingenioso chico, que en estos momentos ya estaba enzarzado en la pelea, junto a Sigurd, los compañeros de este, y todo un elenco de personas que parecían tener como mejor diversión el destrozo de sus cuerpos a hostias.
Nada más ver aparecer al hombre que había huido, con tantos refuerzos, había pensado que se trataban de bandidos. Aunque también podrían haber sido algún destacamento del ejército del rey o de algún noble de la zona. Uno que estaba pasando por la zona para mala suerte del muchacho valiente. Pues aunque ganase la batalla, no ganaría una guerra así.
Sin embargo, eso no podía ser. Ninguno llevaba insignia a la vista, cosa extraña siendo tantos. Que todos se despojaran de ella para la pelea era improbable. Además, era difícil que todos los soldados fueran tan pandilleros, por decirlo de algún modo. Lo más normal es que la mayoría prefiriera usar la ley antes que sus puños. Y lo más importante de todo, si fueran guardias, el dueño no se arriesgaría a hablar tan abiertamente de apuestas por una pelea de bar.
Esas cosas eran más bien ilegales en las grandes ciudades que en los pueblos, donde la soldadesca tenía menor representación. Pero igualmente no era algo bien visto, y algo que no toleraría la guardia en su presencia.
Así que el dueño del local le había confirmado sus sospechas.
- Cinco monedas. Por el chico del pelo cobrizo-, le comentó al tabernero, dejando caer los metales sobre la barra.
Casi no se había posado sobre la madera cuando el posadero ya se los había agenciado, para luego apuntarle en una lista.
- ¿Algún nombre en particular? - preguntó el mesero.
- El barbudo valdrá. No creo que dure tanto la pelea-, rió, para luego tomar otro trago de su jarra.
Un hombre cayó cerca de su zona, y tuvo que esquivarlo, moviéndose a un lado. Una retahíla de golpes comenzó a sucederse entre este y otro de los parroquianos de la sala. Por lo que Vinc los miró atentamente sin dejar de tomar sorbos de cerveza. A ellos y a todos los hombres que se estaba hostiando en la posada, esquivando de cuando en cuando alguna jarra volando, o algún tipo que era lanzado hacia la barra. Todo ello, por supuesto, sin dejar de beber y tomar tragos.
- Interesantes espectáculos, preparáis a los viajeros en este pueblo-, le comentó al dueño. - Un poco brusco, pero entretenido igualmente-, bromeó, volviendo a centrar su mirada en la pelea, sobre todo en el chico por el que había apostado.
No era un amante de este tipo de acontecimientos. Él era un hombre que prefería luchar cuando era necesario, y no por diversión. Pero de momento se estaba entreteniendo bastante con la pelea de los borrachos. Y el chico del pelo cobrizo le había caído en buena estima, seguramente por su desparpajo.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Mientras se parecían decidir en aquel sitió aproveché para cerrar la puerta y caminar un poco en dirección a la barra, aunque aún no se hubiese lanzado el primer golpe debía estar totalmente atento, entre más rápido pudiese intervenir posiblemente peor se podía poner la cosa o peor de lo que ya podía estar. Estaba por llegar a mi destino cuando el sujeto que bebía tranquilamente se dirigió a alguien en la barra, un tal Sigurd, el sujeto de la bebida hizo un comentario falso por lo visto para provocar a Sigurd.
La cosa comenzó más rápido de lo que me esperaba, el tal Sigurd se colocó de pie junto a otros 3 sujetos más. En menos de lo que cantaba un gallo ya el primer inconsciente estaba tirado en el suelo, había Sigurd el que tiró el primer golpe y posiblemente el estaba apoyando al de la bebida ¿Entonces como quedaban las cosas? Ya debía intervenir en el asunto pero no sabía quiénes eran los justos en aquel asunto, hasta el mismo tabernero había iniciado apuestas, debía hablar con aquel hombre más tarde.
Los golpes iban y venían de todos lados, hasta el mismo sujeto de la bebida se encontraba en pie en medio de la revuelta, por suerte había personas razonables en aquel establecimiento que se mantenían al margen de la pelea. Uno de esos ejemplos era el mismo tabernero que solo apostaba pero no peleaba, junto a él había otro hombre que parecía más interesado en simplemente ver y acabar su trago, al menos existía gente cuerda aun en medio de la repartición de golpes.
Saqué mi cantimplora y di un trago tratando de analizar todavía a quienes debía apoyar, estaba por decidirme cuando un puño se topó justo en mi mentón y me hizo escupir el vino que estaba por beberme. Ahora la cosa estaba clara, no había ni un lado bueno o malo en aquel asunto, era un conflicto sin fines que debía ser detenido en su totalidad.
Limpie el poco vino que seguía resbalando por mi barbilla y cuando otro golpe del mismo sujeto estaba por conectar opté por detenerlo con mi brazo normal y con el de bronce le propiné un golpe en la nariz. No había medido bien mi fuerza y el impacto había sonado asqueroso y perturbador, como una ramita partiéndose a mis pies, revise mi funcionamiento temiendo que hubiese un fallo en el brazo pero por lo visto no había nada, seguro había sido la nariz del sujeto.
Aparté al hombre ignorando sus alaridos y el brote de sangre de su nariz, ya había neutralizado al primero por así decirlo, no fue una herida de gravedad y saldría con vida de aquello, tal como me lo exigía el protocolo. Me abrí paso poco a poco entre la multitud teniendo que dejar sin aire al menos a otro sujeto que intento usar una jarra de cerveza vacía como arma, aquellos sujetos no parecían tener un patrón lógico en el combate, en mi entrenamiento solo había aprendido a seguir patrones en la lucha, aquello simplemente no tenía sentido y era confuso.
No sabía exactamente que debía hacer en aquel asunto, dejar a todos fuera de combate parecía algo arriesgado y poco factible, además de que ellos mismos ya se estaban ocupando de eso. Podía intentar acabar todo eso de raíz buscando al sujeto que había dicho la mentira, si lo obligaba a hablar y que confesara que aquello no había sido cierto el problema podría acabar en un abrir y cerrar de ojos.
Un impacto potente en la cabeza me hizo caer, aquello había alterado un poco mi funcionamiento pero nada grave de que preocuparme, la velocidad del motor ya se restablecía nuevamente. Me levanté apoyándome en una mesa para ver que mi agresor sujetaba una silla por lo alto de su cabeza, preparando el siguiente golpe, salté impulsándome contra su torso y derribándolo al suelo. Algo muy útil para controlar a un agresor con arma de poca velocidad, desestabilizarlo y hacerlo caer, en el suelo el hombre tiró otro puño que impacto justo en mi pómulo derecho , sacudí la cabeza despejándome y estrellé mi brazo metálico justo en su sien, esta vez no hubo ningún ruido asqueroso de algo partiéndose, simplemente lo había dejado inconsciente.
Me levanté esperando a que mi motor volviera a estabilizarse y di un trago a mi cantimplora, esta vez nadie se interpuso en mi momento de relajación, lamentablemente era el último trago que tenía a la mano, ojala aquella disputa terminara rápido para rellenar las botellas que tenía en mi mochila… y ojala las botellas no estuviesen rotas a aquella altura.
Una vez terminada mi relajadora pausa volví a mi búsqueda del sujeto mentiroso, esta vez no se me dificultó tanto encontrarlo, caminé con paso firme hacia él y cuando lo tuve lo suficiente cerca lo tomé de la camisa con mi brazo de bronce, la idea original era levantarlo pero a causa de la diferencia de estaturas simplemente me limité a sujetarlo, levanté la mirada sin inmutarme un poco para finalmente decir lo que necesitaba.
- Dile a tu amigo Sigurd que mentiste. – Debía esperar la reacción del sujeto, no podía intentar inmovilizarlo aun, si me iba directamente a aquello podía que la revuelta simplemente continuara por un buen rato. – Así podemos acabar de una vez con esto y no serán necesarios más cuerpos inconscientes en el suelo.
La cosa comenzó más rápido de lo que me esperaba, el tal Sigurd se colocó de pie junto a otros 3 sujetos más. En menos de lo que cantaba un gallo ya el primer inconsciente estaba tirado en el suelo, había Sigurd el que tiró el primer golpe y posiblemente el estaba apoyando al de la bebida ¿Entonces como quedaban las cosas? Ya debía intervenir en el asunto pero no sabía quiénes eran los justos en aquel asunto, hasta el mismo tabernero había iniciado apuestas, debía hablar con aquel hombre más tarde.
Los golpes iban y venían de todos lados, hasta el mismo sujeto de la bebida se encontraba en pie en medio de la revuelta, por suerte había personas razonables en aquel establecimiento que se mantenían al margen de la pelea. Uno de esos ejemplos era el mismo tabernero que solo apostaba pero no peleaba, junto a él había otro hombre que parecía más interesado en simplemente ver y acabar su trago, al menos existía gente cuerda aun en medio de la repartición de golpes.
Saqué mi cantimplora y di un trago tratando de analizar todavía a quienes debía apoyar, estaba por decidirme cuando un puño se topó justo en mi mentón y me hizo escupir el vino que estaba por beberme. Ahora la cosa estaba clara, no había ni un lado bueno o malo en aquel asunto, era un conflicto sin fines que debía ser detenido en su totalidad.
Limpie el poco vino que seguía resbalando por mi barbilla y cuando otro golpe del mismo sujeto estaba por conectar opté por detenerlo con mi brazo normal y con el de bronce le propiné un golpe en la nariz. No había medido bien mi fuerza y el impacto había sonado asqueroso y perturbador, como una ramita partiéndose a mis pies, revise mi funcionamiento temiendo que hubiese un fallo en el brazo pero por lo visto no había nada, seguro había sido la nariz del sujeto.
Aparté al hombre ignorando sus alaridos y el brote de sangre de su nariz, ya había neutralizado al primero por así decirlo, no fue una herida de gravedad y saldría con vida de aquello, tal como me lo exigía el protocolo. Me abrí paso poco a poco entre la multitud teniendo que dejar sin aire al menos a otro sujeto que intento usar una jarra de cerveza vacía como arma, aquellos sujetos no parecían tener un patrón lógico en el combate, en mi entrenamiento solo había aprendido a seguir patrones en la lucha, aquello simplemente no tenía sentido y era confuso.
No sabía exactamente que debía hacer en aquel asunto, dejar a todos fuera de combate parecía algo arriesgado y poco factible, además de que ellos mismos ya se estaban ocupando de eso. Podía intentar acabar todo eso de raíz buscando al sujeto que había dicho la mentira, si lo obligaba a hablar y que confesara que aquello no había sido cierto el problema podría acabar en un abrir y cerrar de ojos.
Un impacto potente en la cabeza me hizo caer, aquello había alterado un poco mi funcionamiento pero nada grave de que preocuparme, la velocidad del motor ya se restablecía nuevamente. Me levanté apoyándome en una mesa para ver que mi agresor sujetaba una silla por lo alto de su cabeza, preparando el siguiente golpe, salté impulsándome contra su torso y derribándolo al suelo. Algo muy útil para controlar a un agresor con arma de poca velocidad, desestabilizarlo y hacerlo caer, en el suelo el hombre tiró otro puño que impacto justo en mi pómulo derecho , sacudí la cabeza despejándome y estrellé mi brazo metálico justo en su sien, esta vez no hubo ningún ruido asqueroso de algo partiéndose, simplemente lo había dejado inconsciente.
Me levanté esperando a que mi motor volviera a estabilizarse y di un trago a mi cantimplora, esta vez nadie se interpuso en mi momento de relajación, lamentablemente era el último trago que tenía a la mano, ojala aquella disputa terminara rápido para rellenar las botellas que tenía en mi mochila… y ojala las botellas no estuviesen rotas a aquella altura.
Una vez terminada mi relajadora pausa volví a mi búsqueda del sujeto mentiroso, esta vez no se me dificultó tanto encontrarlo, caminé con paso firme hacia él y cuando lo tuve lo suficiente cerca lo tomé de la camisa con mi brazo de bronce, la idea original era levantarlo pero a causa de la diferencia de estaturas simplemente me limité a sujetarlo, levanté la mirada sin inmutarme un poco para finalmente decir lo que necesitaba.
- Dile a tu amigo Sigurd que mentiste. – Debía esperar la reacción del sujeto, no podía intentar inmovilizarlo aun, si me iba directamente a aquello podía que la revuelta simplemente continuara por un buen rato. – Así podemos acabar de una vez con esto y no serán necesarios más cuerpos inconscientes en el suelo.
Alois
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
La batalla tabernera estaba durando más de lo que debía. ¡Y era mucho decir! No me confundas con lo que estoy diciendo, la pelea tabernera estaba siendo intensa, dado que se había convertido en un completo caos y alboroto. Pero había estado en muchas más peleas taberneras de ese estilo, y sí puedo decir que había habido una diferencia… Y es que no habían sido tan extremadamente… ‘torpes’. Sí, no encuentro mejor definición. Los golpes iban y venían de manera totalmente caótica. Nadie parecía saber realmente pelear, o por lo menos no estaban demostrando grandes habilidades de lucha. De hecho parecía más bien que trataran de moverse con la desesperación por asestar algún golpe que causara alguna clase de balance en aquella ‘batalla’ casi perdida.
Alguien más había entrado en la pelea, alguien que no tenía el mismo aspecto que aquellos bándalos —por llamarlos de algún modo— que habían continuado la disputa al entrar en la taberna y marchar hacia mí. Tampoco podía decir que tuviera el aspecto de alguien elegante, de alta alcurnia ni mucho menos; simplemente, era diferente al resto. Además lo llegué a ver atizando tanto a los amigos de Sigurd como a aquellos que acababan de entrar a la taberna antes. Pero bueno, también había visto hacer eso a algún que otro borracho que había decidido unirse a la batalla.
Y la pelea continuó. Los vasos comenzaron a volar de un extremo a otro de la taberna. Ruido de madera rota, cristal resquebrejándose y otros sonidos propios del caos de una taberna, se volvían incesantes, casi como un sonido ambiental continuo en aquel pequeño local. El tabernero soltaba fuertes carcajadas, y algunas de las personas que habían apostado comenzaban a discutir, muchos de ellos por haber cambiado de parecer y desear cambiar la apuesta.
—No… un apaciguador —dijo el tabernero en voz baja. Yo no lo había escuchado en aquel momento, pero era como llamaba a los guardias metálicos. Se había percatado al escuchar la fuerte sonoridad metálica que se había producido al golpear a algún tipo que estaba ya en el suelo inconsciente.
Aquel a quien el tabernero había llamado ‘apaciguador’, me sorprendió repentinamente tomándome del cuello de la camisa, agarrando un trozo amplio de tela. Por un momento me pareció un sujeto muy fuerte, lo suficiente como para poder levantarme, tal vez. Y realmente no sé por qué lo pensé, tal vez por la forma tensa y bien coordinada de moverse, propia de la gente fuerte. De lo que sí estaba seguro, era de que aquel sujeto estaba muy seguro en sí mismo. Obviamente, no iba a golpearlo, no lo había visto entrar junto con los compañeros de aquel majadero; pero tampoco iba a decir nada sobre Sigurd. ¿O sí? Al fin y al cabo, sí, había mentido, y yo era cualquier cosa salvo una mala persona.
—Sí, Sigurd. Te mentí. Aunque me has ayudado mucho —esbocé una sonrisa mientras le dirigía la mirada—. Y me apuesto cualquier cosa a que te lo has pasado bien.
Él estuvo serio durante unos largos segundos, que parecieron casi eternos. Pero de pronto arrugó su rostro de hombre rudo y fuerte, a una sonrisa que parecía prácticamente inesperada en su rostro. Asintió y levantó su brazo, tensando su bíceps. Él estaba a punto de decir algo, pero le interrumpió una segunda voz que sonaba desde la puerta.
—Papá… —dijo una voz infantil. Era un niño. Miraba con los ojos cansados a Sigurd.
—Sí, hijo, tranquilo —respondió él, acudiendo rápidamente hasta su hijo—. Todo está bien, me había olvidado que estabas fuera. Vamos a casa, querido hijo.
Y se marcharon. Luego dirigí la mirada hacia el desconocido, esperando que… que hiciera “algo”.
—Bueno, yo ya cumplí —dije—. Sigurd lo sabe. ¿Puedo seguir bebiendo?
Alguien más había entrado en la pelea, alguien que no tenía el mismo aspecto que aquellos bándalos —por llamarlos de algún modo— que habían continuado la disputa al entrar en la taberna y marchar hacia mí. Tampoco podía decir que tuviera el aspecto de alguien elegante, de alta alcurnia ni mucho menos; simplemente, era diferente al resto. Además lo llegué a ver atizando tanto a los amigos de Sigurd como a aquellos que acababan de entrar a la taberna antes. Pero bueno, también había visto hacer eso a algún que otro borracho que había decidido unirse a la batalla.
Y la pelea continuó. Los vasos comenzaron a volar de un extremo a otro de la taberna. Ruido de madera rota, cristal resquebrejándose y otros sonidos propios del caos de una taberna, se volvían incesantes, casi como un sonido ambiental continuo en aquel pequeño local. El tabernero soltaba fuertes carcajadas, y algunas de las personas que habían apostado comenzaban a discutir, muchos de ellos por haber cambiado de parecer y desear cambiar la apuesta.
—No… un apaciguador —dijo el tabernero en voz baja. Yo no lo había escuchado en aquel momento, pero era como llamaba a los guardias metálicos. Se había percatado al escuchar la fuerte sonoridad metálica que se había producido al golpear a algún tipo que estaba ya en el suelo inconsciente.
Aquel a quien el tabernero había llamado ‘apaciguador’, me sorprendió repentinamente tomándome del cuello de la camisa, agarrando un trozo amplio de tela. Por un momento me pareció un sujeto muy fuerte, lo suficiente como para poder levantarme, tal vez. Y realmente no sé por qué lo pensé, tal vez por la forma tensa y bien coordinada de moverse, propia de la gente fuerte. De lo que sí estaba seguro, era de que aquel sujeto estaba muy seguro en sí mismo. Obviamente, no iba a golpearlo, no lo había visto entrar junto con los compañeros de aquel majadero; pero tampoco iba a decir nada sobre Sigurd. ¿O sí? Al fin y al cabo, sí, había mentido, y yo era cualquier cosa salvo una mala persona.
—Sí, Sigurd. Te mentí. Aunque me has ayudado mucho —esbocé una sonrisa mientras le dirigía la mirada—. Y me apuesto cualquier cosa a que te lo has pasado bien.
Él estuvo serio durante unos largos segundos, que parecieron casi eternos. Pero de pronto arrugó su rostro de hombre rudo y fuerte, a una sonrisa que parecía prácticamente inesperada en su rostro. Asintió y levantó su brazo, tensando su bíceps. Él estaba a punto de decir algo, pero le interrumpió una segunda voz que sonaba desde la puerta.
—Papá… —dijo una voz infantil. Era un niño. Miraba con los ojos cansados a Sigurd.
—Sí, hijo, tranquilo —respondió él, acudiendo rápidamente hasta su hijo—. Todo está bien, me había olvidado que estabas fuera. Vamos a casa, querido hijo.
Y se marcharon. Luego dirigí la mirada hacia el desconocido, esperando que… que hiciera “algo”.
—Bueno, yo ya cumplí —dije—. Sigurd lo sabe. ¿Puedo seguir bebiendo?
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Como se las gastaban los borrachos de la zona. En ese salón, se estaba produciendo un gran abanico de hostias de todos los tipos y colores. Más de uno podría aprender de esos hombres simplemente observándolos. Eso sí, dentro del conjunto del reparto de golpes, era innegable la ingesta cantidad de alcohol que tenían la mayoría de los presentes. Porque solamente había que ver lo desatinado de los movimientos de varios de los hombres que se estaban zurrando. En unos casos totalmente equivocados, lanzando sus puños, piernas, jarras y sillas, donde no había nadie. O lo que era peor, a donde estaba él.
La celebración del local… ¿celebración era la palabra correcta? Suponía que sí, se estaban divirtiendo de lo lindo partiéndose las caras. Cada cual tenía su forma de entretenerse, y no iba a ser él quien les llevara la contraria. No cuando podía acabar como el tipo al que le habían roto la nariz a unos metros de él. Solo el sonido de su hueso romperse, era un indicio muy grande de lo que debía doler. Aunque como era lógico, pronto los alaridos del hombre aparecieron después del golpe, dejando bien claro que sí, que dolía mucho.
- Gracias-, le respondió el tabernero. - No solemos tener combates tan numerosos, pero de vez en cuando tenemos algún espectáculo como este. Antes intentaba parar las peleas, pero después de varios intentos y par de sacudidas a mi persona, decidí cambiar de estrategia ¿Y qué mejor para aprovechar algo así, que preparar unas apuestas?
- Yo diría que nada, mi buen señor-, alzó la copa hacia el mesonero. - Un brindis, por los hombres que usan la cabeza.
Un borracho a su lado levantó su copa, imitándolo, y olvidando la pelea por unos instantes. Craso error, pues otro tipo decidió levantarla también, pero para darle un buen golpe de cerámica en toda la nuca. Así que de repente había un combatiente menos, que se pasaría parte de la mañana durmiendo sobre el suelo de la taberna. Bonitos sueños, financiados por la alfarería local.
- Eso si que es usar al cabeza-, rió. - Por cierto, ese es bastante fuerte-, comentó a su amigo particular en esa mañana.
- ¿El apaciguador? Claro, si yo tuviera que apostar por uno, sería por ese.
- Maldita sea. Esa información me venía bien hace unos minutos, muy buen amigo-, bromeó. - Pero extraño apodo tiene el muchacho ¿no? ¿Suele hacer eso por costumbre? Ya sabe, pacificar y devolver la tranquilidad al lugar.
- ¿No lo hacen todos? - dijo el tabernero, como si fuera entendible lo que había dicho.
Vincent por su parte, esquivó una silla voladora, y miró al dueño con una ceja enarcada.
- Hijo. Los biocibernéticos suelen ayudar a los humanos y esas cosas. Ya sabes-, comentó esta vez.
Ah. Eso explicaba todo. Ahora si entendía lo que había querido decir antes. Así que por eso era tan fuerte el joven que había partido la nariz a aquel borracho. Era un bio, como se solía decir para acortar.
Vivía en Lunargenta, que no estaba muy lejos del hogar de los biocibernéticos. Y por ello había conocido alguno que otro a lo largo de la vida, por lo que conocía como solía ser el proceder de ellos.
Y a lo mejor ese cibernético, conseguiría poder darle fin a esa batalla, de un modo que él no hubiera podido solo. Sería interesante de ver, y de momento estaba conversando con el chico del pelo cobrizo. El avispado que se había salvado de una paliza metiendo en la refriega a Sigurd y sus amigos.
El movimiento del bio fue interesante, pues creía que le había dicho al hombre por el que había apostado. No podía estar seguro, no lo escuchaba en la distancia. Pero después de que el cibernético le hubiera hablado, le dijo a Sigurd la verdad. No podía encontrar otra relación aparente.
Vincent se tomó el resto de su cerveza de un trago, y se forzó para no poner mala cara. Luego dejó la jarra sobre la mesa, y se encaminó hacia donde estaban los dos hombres hablando. Podría parecer fácil llegar hasta ellos, unos pasos para sortear unos metros y listo. Pero no con la que estaba cayendo dentro del local. Tuvo que esquivar gente zarandeándose y zurrándose a cada paso, y tuvo suerte que nadie se fijara propiamente en él para un combate. Si no, incluso hubiera tenido que pelear para alcanzar al bio y al alto. Alguna ventaja tenía que haber, en que todo el mundo estuviera demasiado ocupado pegándose.
- Tengo que reconocer, que tu estrategia ha sido francamente buena-, comentó al hombre más alto. - Lo tenías complicado, pero has salido bien parado con ingenio. Y eso me gusta-, sonrió al muchacho, observando como a su espalda Sigurd se marchaba llevando de la mano a un niño
Una mesa volcó a su lado, y las jarras y platos saltaron por los aires, chocando una de las tazas contra él. Miró a su alrededor, buscando peligro cercano, pero parecía que el resto de las personas allí dentro estaban a lo suyo, y dejaban al trío en paz. De momento.
- Vaya. Sigurd nos ha abandonado. Y supongo que será mejor que hagamos lo mismo, si queremos hablar con algo de paz. Evitando que nos partan la cabeza de paso-, les dijo a los dos. - ¿O tienes alguna idea de cómo acabar con todo eso? - dirigió esa última pregunta al bio. - Soy todo oídos. Si puedo serte de ayuda, lo haré. Aunque seguramente, no haya muchas más opciones que dejar que se aburran-, dijo sincero.
De las pocas formas que se podían terminar una pelea de borrachos, era precisamente dejando que se pegaran. Por eso no había hecho nada al respecto. Era una pelea que no iba con él, y a la que poco podía aportar. De todas formas, había una cuestión por la que tenía curiosidad.
- Dime, ¿por qué te peleabas con aquellos dos cuando entré en la taberna? Al que noqueaste y al que crujiste las pelotas-, le recordó al alto.
Conocer ese dato, le podría ayudar a hacerse una mejor idea del asunto. Y de las motivaciones de cada grupo para acabar enzarzado en la pelea, más allá de que les gustara darse de golpes.
La celebración del local… ¿celebración era la palabra correcta? Suponía que sí, se estaban divirtiendo de lo lindo partiéndose las caras. Cada cual tenía su forma de entretenerse, y no iba a ser él quien les llevara la contraria. No cuando podía acabar como el tipo al que le habían roto la nariz a unos metros de él. Solo el sonido de su hueso romperse, era un indicio muy grande de lo que debía doler. Aunque como era lógico, pronto los alaridos del hombre aparecieron después del golpe, dejando bien claro que sí, que dolía mucho.
- Gracias-, le respondió el tabernero. - No solemos tener combates tan numerosos, pero de vez en cuando tenemos algún espectáculo como este. Antes intentaba parar las peleas, pero después de varios intentos y par de sacudidas a mi persona, decidí cambiar de estrategia ¿Y qué mejor para aprovechar algo así, que preparar unas apuestas?
- Yo diría que nada, mi buen señor-, alzó la copa hacia el mesonero. - Un brindis, por los hombres que usan la cabeza.
Un borracho a su lado levantó su copa, imitándolo, y olvidando la pelea por unos instantes. Craso error, pues otro tipo decidió levantarla también, pero para darle un buen golpe de cerámica en toda la nuca. Así que de repente había un combatiente menos, que se pasaría parte de la mañana durmiendo sobre el suelo de la taberna. Bonitos sueños, financiados por la alfarería local.
- Eso si que es usar al cabeza-, rió. - Por cierto, ese es bastante fuerte-, comentó a su amigo particular en esa mañana.
- ¿El apaciguador? Claro, si yo tuviera que apostar por uno, sería por ese.
- Maldita sea. Esa información me venía bien hace unos minutos, muy buen amigo-, bromeó. - Pero extraño apodo tiene el muchacho ¿no? ¿Suele hacer eso por costumbre? Ya sabe, pacificar y devolver la tranquilidad al lugar.
- ¿No lo hacen todos? - dijo el tabernero, como si fuera entendible lo que había dicho.
Vincent por su parte, esquivó una silla voladora, y miró al dueño con una ceja enarcada.
- Hijo. Los biocibernéticos suelen ayudar a los humanos y esas cosas. Ya sabes-, comentó esta vez.
Ah. Eso explicaba todo. Ahora si entendía lo que había querido decir antes. Así que por eso era tan fuerte el joven que había partido la nariz a aquel borracho. Era un bio, como se solía decir para acortar.
Vivía en Lunargenta, que no estaba muy lejos del hogar de los biocibernéticos. Y por ello había conocido alguno que otro a lo largo de la vida, por lo que conocía como solía ser el proceder de ellos.
Y a lo mejor ese cibernético, conseguiría poder darle fin a esa batalla, de un modo que él no hubiera podido solo. Sería interesante de ver, y de momento estaba conversando con el chico del pelo cobrizo. El avispado que se había salvado de una paliza metiendo en la refriega a Sigurd y sus amigos.
El movimiento del bio fue interesante, pues creía que le había dicho al hombre por el que había apostado. No podía estar seguro, no lo escuchaba en la distancia. Pero después de que el cibernético le hubiera hablado, le dijo a Sigurd la verdad. No podía encontrar otra relación aparente.
Vincent se tomó el resto de su cerveza de un trago, y se forzó para no poner mala cara. Luego dejó la jarra sobre la mesa, y se encaminó hacia donde estaban los dos hombres hablando. Podría parecer fácil llegar hasta ellos, unos pasos para sortear unos metros y listo. Pero no con la que estaba cayendo dentro del local. Tuvo que esquivar gente zarandeándose y zurrándose a cada paso, y tuvo suerte que nadie se fijara propiamente en él para un combate. Si no, incluso hubiera tenido que pelear para alcanzar al bio y al alto. Alguna ventaja tenía que haber, en que todo el mundo estuviera demasiado ocupado pegándose.
- Tengo que reconocer, que tu estrategia ha sido francamente buena-, comentó al hombre más alto. - Lo tenías complicado, pero has salido bien parado con ingenio. Y eso me gusta-, sonrió al muchacho, observando como a su espalda Sigurd se marchaba llevando de la mano a un niño
Una mesa volcó a su lado, y las jarras y platos saltaron por los aires, chocando una de las tazas contra él. Miró a su alrededor, buscando peligro cercano, pero parecía que el resto de las personas allí dentro estaban a lo suyo, y dejaban al trío en paz. De momento.
- Vaya. Sigurd nos ha abandonado. Y supongo que será mejor que hagamos lo mismo, si queremos hablar con algo de paz. Evitando que nos partan la cabeza de paso-, les dijo a los dos. - ¿O tienes alguna idea de cómo acabar con todo eso? - dirigió esa última pregunta al bio. - Soy todo oídos. Si puedo serte de ayuda, lo haré. Aunque seguramente, no haya muchas más opciones que dejar que se aburran-, dijo sincero.
De las pocas formas que se podían terminar una pelea de borrachos, era precisamente dejando que se pegaran. Por eso no había hecho nada al respecto. Era una pelea que no iba con él, y a la que poco podía aportar. De todas formas, había una cuestión por la que tenía curiosidad.
- Dime, ¿por qué te peleabas con aquellos dos cuando entré en la taberna? Al que noqueaste y al que crujiste las pelotas-, le recordó al alto.
Conocer ese dato, le podría ayudar a hacerse una mejor idea del asunto. Y de las motivaciones de cada grupo para acabar enzarzado en la pelea, más allá de que les gustara darse de golpes.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
El biocibernético continuaba tomándome del cuello de la camisa, y seguía sin mediar palabra. ¿Sabría qué demonios hacer en aquellos momentos? ¿O todavía estaría procesando lo sucedido para poder tomar una nueva resolución? Como sea, lo cierto es que continuó así, sin soltarme y sin decir absolutamente nada, así que dirigí la vista hacia el que, más adelante supe que se llamaba Vincent. El rubio, el hombre amable, de esas pocas personas con las que se podía tomar una cerveza tranquilamente sin que hubiera un innecesario alboroto. Parecía curioso por los motivos de la pelea. Reí al escuchar su pregunta.
— Pensé que lo habrías visto —esbocé una sonrisa amable—. Estaba bebiendo tranquilo, y ya sabes, a veces quien ha bebido demasiado se acerca y te molesta. No estaba de humor para aguantar esas cosas, y de broma le di un leve golpe con la jarra a uno de ellos. Parece que no se lo tomó bien y necesitó llamar a todo el regimiento de idiotas.
No había mucho mas que contar, tampoco es que se tratara de una historia extremadamente profunda… lo cierto es que había sido realmente ridículo, no tenia razón de ser aquella pelea. Pero había sido, y no había salido tan mal parado. De hecho, de no haber sido por el biocibernético probablemente habría acabado perfectamente bien, defendido por Sigurd y sus compañeros. Además, no podía decir que yo fuera una persona débil, era bastante alto y lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a dos hombres sin problemas. Si además contaba con el apoyo de algunos otros mas, no tenia problemas en terminar una pelea tabernera como aquella. No era la gran batalla, al fin y al cabo.
Se acerco el tabernero a nosotros. Tenia en la mano un pequeño saco con dinero, y me lo estaba tendiendo a mi directamente, pese a que el biocibernético todavía me estaba tomando de la camisa. El tabernero esbozaba una muy amplia sonrisa, al parecer habían votado mas en contra de mi que a favor.
— También te corresponde una parte a ti , caballero —dijo dirigiéndose a Vincent—. Fue una buena pelea, y hemos conseguido desplumar a mucha gente.
Al ver que yo estaba apresado por el otro desconocido, le entrego la bolsa con el dinero a Vincent. El podría haberse marchado en aquel momento, así que agitad amente trate de escaparme de las manos del biocibernético. Y es que pese a que Vincent parecía un buen muchacho, todavía no lo conocía demasiado en aquellos momentos, no demasiado como para permitir que poseyera unas monedas que posiblemente podrían hacerme mas llevadero el camino que estaba emprendiendo hacia Ulmer. Con un brusco movimiento me salí de las manos del biocibernético y me coloque frente al rubio. Y con una amplia sonrisa le tendí la mano para que me entregara la bolsa de dinero.
— Muéstrame que hay por ahí dentro. Cuanto dinero apostaste por mi? —Pregunte curioso. Además de la curiosidad, también necesitaba saberlo para poder saber cuanto dinero le tocaba a el.
— Pensé que lo habrías visto —esbocé una sonrisa amable—. Estaba bebiendo tranquilo, y ya sabes, a veces quien ha bebido demasiado se acerca y te molesta. No estaba de humor para aguantar esas cosas, y de broma le di un leve golpe con la jarra a uno de ellos. Parece que no se lo tomó bien y necesitó llamar a todo el regimiento de idiotas.
No había mucho mas que contar, tampoco es que se tratara de una historia extremadamente profunda… lo cierto es que había sido realmente ridículo, no tenia razón de ser aquella pelea. Pero había sido, y no había salido tan mal parado. De hecho, de no haber sido por el biocibernético probablemente habría acabado perfectamente bien, defendido por Sigurd y sus compañeros. Además, no podía decir que yo fuera una persona débil, era bastante alto y lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a dos hombres sin problemas. Si además contaba con el apoyo de algunos otros mas, no tenia problemas en terminar una pelea tabernera como aquella. No era la gran batalla, al fin y al cabo.
Se acerco el tabernero a nosotros. Tenia en la mano un pequeño saco con dinero, y me lo estaba tendiendo a mi directamente, pese a que el biocibernético todavía me estaba tomando de la camisa. El tabernero esbozaba una muy amplia sonrisa, al parecer habían votado mas en contra de mi que a favor.
— También te corresponde una parte a ti , caballero —dijo dirigiéndose a Vincent—. Fue una buena pelea, y hemos conseguido desplumar a mucha gente.
Al ver que yo estaba apresado por el otro desconocido, le entrego la bolsa con el dinero a Vincent. El podría haberse marchado en aquel momento, así que agitad amente trate de escaparme de las manos del biocibernético. Y es que pese a que Vincent parecía un buen muchacho, todavía no lo conocía demasiado en aquellos momentos, no demasiado como para permitir que poseyera unas monedas que posiblemente podrían hacerme mas llevadero el camino que estaba emprendiendo hacia Ulmer. Con un brusco movimiento me salí de las manos del biocibernético y me coloque frente al rubio. Y con una amplia sonrisa le tendí la mano para que me entregara la bolsa de dinero.
— Muéstrame que hay por ahí dentro. Cuanto dinero apostaste por mi? —Pregunte curioso. Además de la curiosidad, también necesitaba saberlo para poder saber cuanto dinero le tocaba a el.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Esperaba no tener que usar la fuerza aun de mala forma, ya de por si me molestaba el hecho de haberme metido en todo aquel asunto, solo quería recargar mis botellas, no tenía planeado lo de dejar abatidos a 3 sujetos. La presión en mi brazo iba incrementando cada vez más esperando la respuesta, hostigar a alguien para que hablara siempre funcionaba o al menos eso había aprendido. Finalmente el sujeto abrió la boca para decir la verdad, eso era buena señal, volví a bajar la presión del brazo y observé como el tal Sigurd no parecía muy contento, una reacción que duró poco ya que al momento sonrió como si de una broma tratara aquello ¿Aquel gesto era normal en la gente? No recordaba haberlo visto antes.
Sigurd procedió a retirarse pero la disputa no parecía parar, ¿Significa que el método a utilizar era el mismo de siempre? Neutralizar a todas esas personas podría tardar un rato, pero si los dejaba fuera de combate con solo un golpe quizá existiera una posibilidad de que no demorara tanto, no estaba totalmente seguro en ese momento, los cálculos no podían fallar, el asunto era llevar la tarea a cabo.
Mientras pensaba las opciones a tomar y posibles resultados alguien se había acercado y había recibido un golpe por una taza voladora, parecía conocer al hombre que tenía cautivo por el momento, al menos el recién llegado no se mostraba agresivo. El sujeto que acababa de llegar dio a resaltar el hecho de que Sigurd ya se había retirado del local, por otro lado también proponía que debíamos retíranos del mismo si no queríamos salir heridos.
Algo que me sorprendió fue que también se ofreciese de ayuda, no contaba realmente con aquel dato, supuse que entre más brazos hubiesen para neutralizar más fácil sería la tarea, claro, el problema es que seríamos 2 contra quien sabe cuántos, la taberna cada vez se animaba más y se escuchaban los gritos de la pelea acompañados al compas de los tarros de cerveza chocando contra las mesas, supuse que aquel sonido provenía de los ebrios no agresivos
Mientras seguía pensando en que responderle al sujeto que solo tenía ganas de hablas pude escuchar otro dato, algo que faltaba en la historia y unía las piezas, el que había comenzado todo era el hombre que tenía cautivo, eso podía explicar muchas cosas. Generalmente debía tomar medida pero podría decirse que de una manera u otra ya estaba neutralizado, no parecía una amenaza todavía y tampoco le veía con ganas de seguir.
Aquellas decisiones no eran tan fáciles y por laguna razón entre tanto alboroto la gente seguía acercándose como si nada, hasta el mismo tabernero había tomado un tiempo para acercarse y entregar dinero a los dos sujetos que estaban junto a mí, por lo visto ganancias de sus apuestas, arrugué el ceño mientras lo miraba, la charla tarde o temprano llegaría pero no será este momento. Al parecer la desesperación del hombre cautivo fue tan grande que buscó la manera de zafarse solo para tomar su parte del botín, agité la mano con cierta disconformidad y molestia “Por la plata baila el mono.” Había escuchado ese dicho por parte de Emilia una vez, en aquella entonces no lo entendí pero ahora lo comprendía un poco.
- ¿Saben que eso es dinero sucio, cierto? – Dije finalmente mientras clavaba la mirada en ambos sujetos que tenían dinero. - El cual tú no deberías estar repartiendo. –Dije dirigiéndole una mirada al tabernero que no dudo en retirarse antes de meterse en problemas.
Regresé la mirada al hombre que no parecía buscar problemas, se había quedado siempre al margen de la situación y no lo había visto levantar la mano contra alguien ¿Realmente sería buen apoyo? Estaba bien que no se metiera en el conflicto, pero no sabía que tantas habilidades pudiese tener para salir ileso.
- Existen muchas maneras de resolver el conflicto, formas letales o no letales, pero sin algo que beber no puedo arriesgarme a tomar medidas sin precaución. – Dije recordando finalmente que el vino se había acabado y actuar suponía derrochar energía que necesitaba. – Pero quizá con algo de ayuda no sea problema, solo habría que incapacitar otras 2 o 3 personas que estén solamente buscando aumentar el problema. Al estar ellos fueras de combate el conflicto podría disminuir. – Aquel era otro plan algo arriesgado, debilitar a los que llevaban el ritmo de la batalla apaciguaba las cosas, estrategia básica, no terminaría con todo pero si ayudaría a desacelerar el problema, dirigí la mirada ahora al que se había liberado de mi brazo de bronce. - ¿Y tú planeas ayudar?
Entre más personas colaborarán a terminar mucho mejor, era un plan sencillo que cualquiera podía entender por muy torpe que fuera.
Sigurd procedió a retirarse pero la disputa no parecía parar, ¿Significa que el método a utilizar era el mismo de siempre? Neutralizar a todas esas personas podría tardar un rato, pero si los dejaba fuera de combate con solo un golpe quizá existiera una posibilidad de que no demorara tanto, no estaba totalmente seguro en ese momento, los cálculos no podían fallar, el asunto era llevar la tarea a cabo.
Mientras pensaba las opciones a tomar y posibles resultados alguien se había acercado y había recibido un golpe por una taza voladora, parecía conocer al hombre que tenía cautivo por el momento, al menos el recién llegado no se mostraba agresivo. El sujeto que acababa de llegar dio a resaltar el hecho de que Sigurd ya se había retirado del local, por otro lado también proponía que debíamos retíranos del mismo si no queríamos salir heridos.
Algo que me sorprendió fue que también se ofreciese de ayuda, no contaba realmente con aquel dato, supuse que entre más brazos hubiesen para neutralizar más fácil sería la tarea, claro, el problema es que seríamos 2 contra quien sabe cuántos, la taberna cada vez se animaba más y se escuchaban los gritos de la pelea acompañados al compas de los tarros de cerveza chocando contra las mesas, supuse que aquel sonido provenía de los ebrios no agresivos
Mientras seguía pensando en que responderle al sujeto que solo tenía ganas de hablas pude escuchar otro dato, algo que faltaba en la historia y unía las piezas, el que había comenzado todo era el hombre que tenía cautivo, eso podía explicar muchas cosas. Generalmente debía tomar medida pero podría decirse que de una manera u otra ya estaba neutralizado, no parecía una amenaza todavía y tampoco le veía con ganas de seguir.
Aquellas decisiones no eran tan fáciles y por laguna razón entre tanto alboroto la gente seguía acercándose como si nada, hasta el mismo tabernero había tomado un tiempo para acercarse y entregar dinero a los dos sujetos que estaban junto a mí, por lo visto ganancias de sus apuestas, arrugué el ceño mientras lo miraba, la charla tarde o temprano llegaría pero no será este momento. Al parecer la desesperación del hombre cautivo fue tan grande que buscó la manera de zafarse solo para tomar su parte del botín, agité la mano con cierta disconformidad y molestia “Por la plata baila el mono.” Había escuchado ese dicho por parte de Emilia una vez, en aquella entonces no lo entendí pero ahora lo comprendía un poco.
- ¿Saben que eso es dinero sucio, cierto? – Dije finalmente mientras clavaba la mirada en ambos sujetos que tenían dinero. - El cual tú no deberías estar repartiendo. –Dije dirigiéndole una mirada al tabernero que no dudo en retirarse antes de meterse en problemas.
Regresé la mirada al hombre que no parecía buscar problemas, se había quedado siempre al margen de la situación y no lo había visto levantar la mano contra alguien ¿Realmente sería buen apoyo? Estaba bien que no se metiera en el conflicto, pero no sabía que tantas habilidades pudiese tener para salir ileso.
- Existen muchas maneras de resolver el conflicto, formas letales o no letales, pero sin algo que beber no puedo arriesgarme a tomar medidas sin precaución. – Dije recordando finalmente que el vino se había acabado y actuar suponía derrochar energía que necesitaba. – Pero quizá con algo de ayuda no sea problema, solo habría que incapacitar otras 2 o 3 personas que estén solamente buscando aumentar el problema. Al estar ellos fueras de combate el conflicto podría disminuir. – Aquel era otro plan algo arriesgado, debilitar a los que llevaban el ritmo de la batalla apaciguaba las cosas, estrategia básica, no terminaría con todo pero si ayudaría a desacelerar el problema, dirigí la mirada ahora al que se había liberado de mi brazo de bronce. - ¿Y tú planeas ayudar?
Entre más personas colaborarán a terminar mucho mejor, era un plan sencillo que cualquiera podía entender por muy torpe que fuera.
- Offrol:
- Acuerdo con Frith para cambiar el turno
Alois
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
El hombretón rió, divertido por las palabras del brujo. Y se podría haber considerado que rompía la tranquilidad el lugar, con su alegre y potente risotada… si la taberna ya no estuviera patas arriba.
- No, cuando entré, ya estabas zurrando a aquellos tipos-, contestó, y se acarició el mentón, pensativo. - Le diste una hostia de broma. Pues creo que la broma se te ha ido de las manos-, comentó, antes de reír. - Bueno, bueno, podría haber sido peor. Nadie ha muerto-, miró a su alrededor para comprobar que fuera cierto. - Al menos por ahora-, resopló divertido.
El tabernero no tardó en llegar para darle su parte del dinero apostado. Lo cierto es que no sonaba muy bien eso de desplumar, aunque imaginaba que el dueño se refería a las ganancias propiamente dichas por la apuesta.
Fue en ese momento, cuando el alto se liberó de la presa del biocibernético, para plantarse delante del brujo.
Vincent lo miró de arriba abajo, y enarcó una ceja al escuchar el interés del hombretón por las monedas. Por ello, sopesó la bolsa entre su los dedos de su mano diestra, buscando intuir de cuánto dinero se trataba.
- Debe haber una cantidad prodigiosa. Pues aposté la friolera e impresionante cantidad de…-, se pausó, antes de terminar la frase. - Cinco monedas-, rió, pues no se podía considerar que fuera una puja fuerte, ni mucho menos.
El rubio desató el cordal de la bolsa, y sacó cinco aeros. No tardó en meterlas dentro de uno de los bolsillos de su chaqueta, y lanzar el saco de monedas al tan interesado hombre que tenía ante sus ojos.
- Pues habrá que lavarlo-, bromeó al cibernético, con una sonrisa dibujada en los labios
De todos modos, realmente, le entendía perfectamente. Por ese hecho había recogido solamente cinco de las monedas, pues eran las suyas. Las que había apostado por mera diversión. Nada más. Ganar dinero no le interesaba en esos momentos. Y, ciertamente, solía ganarlo de un modo más lícito. Si se podía considerar lícito. romper cabezas de cuando en cuando, como mercenario que era.
- El resto es todo tuyo, hombretón. Aunque dadas las formalidades en las que estamos sumidos. Deberíamos tener la cortesía de presentarnos-, abrió los brazos, igual que un maestro de ceremonias del teatro, haría para presentar una nueva obra. - Caballeros. Están ante Vincent Calhoun-, hizo una leve reverencia. - Mercenario, arcanista, herrero, y en sus rato libres hasta buena persona-, bromeó.
El carácter del biocibernético era de una nobleza excepcional. Y eso le agradaba. Pero su preparación antes de un combate… era cuanto menos discutible. Ni que decir de sus opciones para terminar con la pelea.
- No letal. No letal-, se apresuró a decir. - De esa forma podría haber terminado con el conflicto, personalmente, y sin la ayuda de nadie. Pero no queremos eso-, negó con la cabeza. - No. No. No queremos que nadie acabe muerto, y la taberna acabaría….
- ¿Cómo acabaría? -, preguntó el dueño, sin poder evitar notarse en su tono de voz, un ligero nerviosismo
- Digamos… que sería malo para el negocio-, le pasó el brazo por encima del hombro al tabernero, y lo miró fijamente. Abriendo los ojos como señal de la mala idea que era. - Malo, muy malo. Se lo aseguro. Pero no nos distraigamos de nuestro cometido-, se separó del dueño. - Terminemos esta pelea para poder hablar como gente civilizada. Aunque, chico-, se dirigió al bio. - Beber no creo que sea una buena idea, tal como están las c…
No pudo terminar de hablar, pues una silla le dio en toda la espalda. Tirándolo al suelo cuan largo era. El golpetazo de bruces, contra las maderas del suelo era lo último que necesitaba en esos momentos. Su paciencia se había acabado.
- Me cago en todo-, dijo cabreado, incorporándose apoyándose en una silla a su lado, que tomó entre las manos. - Acabemos con esto-, les dijo a sus nuevos… ¿amigos?
El tiempo diría.
- No, cuando entré, ya estabas zurrando a aquellos tipos-, contestó, y se acarició el mentón, pensativo. - Le diste una hostia de broma. Pues creo que la broma se te ha ido de las manos-, comentó, antes de reír. - Bueno, bueno, podría haber sido peor. Nadie ha muerto-, miró a su alrededor para comprobar que fuera cierto. - Al menos por ahora-, resopló divertido.
El tabernero no tardó en llegar para darle su parte del dinero apostado. Lo cierto es que no sonaba muy bien eso de desplumar, aunque imaginaba que el dueño se refería a las ganancias propiamente dichas por la apuesta.
Fue en ese momento, cuando el alto se liberó de la presa del biocibernético, para plantarse delante del brujo.
Vincent lo miró de arriba abajo, y enarcó una ceja al escuchar el interés del hombretón por las monedas. Por ello, sopesó la bolsa entre su los dedos de su mano diestra, buscando intuir de cuánto dinero se trataba.
- Debe haber una cantidad prodigiosa. Pues aposté la friolera e impresionante cantidad de…-, se pausó, antes de terminar la frase. - Cinco monedas-, rió, pues no se podía considerar que fuera una puja fuerte, ni mucho menos.
El rubio desató el cordal de la bolsa, y sacó cinco aeros. No tardó en meterlas dentro de uno de los bolsillos de su chaqueta, y lanzar el saco de monedas al tan interesado hombre que tenía ante sus ojos.
- Pues habrá que lavarlo-, bromeó al cibernético, con una sonrisa dibujada en los labios
De todos modos, realmente, le entendía perfectamente. Por ese hecho había recogido solamente cinco de las monedas, pues eran las suyas. Las que había apostado por mera diversión. Nada más. Ganar dinero no le interesaba en esos momentos. Y, ciertamente, solía ganarlo de un modo más lícito. Si se podía considerar lícito. romper cabezas de cuando en cuando, como mercenario que era.
- El resto es todo tuyo, hombretón. Aunque dadas las formalidades en las que estamos sumidos. Deberíamos tener la cortesía de presentarnos-, abrió los brazos, igual que un maestro de ceremonias del teatro, haría para presentar una nueva obra. - Caballeros. Están ante Vincent Calhoun-, hizo una leve reverencia. - Mercenario, arcanista, herrero, y en sus rato libres hasta buena persona-, bromeó.
El carácter del biocibernético era de una nobleza excepcional. Y eso le agradaba. Pero su preparación antes de un combate… era cuanto menos discutible. Ni que decir de sus opciones para terminar con la pelea.
- No letal. No letal-, se apresuró a decir. - De esa forma podría haber terminado con el conflicto, personalmente, y sin la ayuda de nadie. Pero no queremos eso-, negó con la cabeza. - No. No. No queremos que nadie acabe muerto, y la taberna acabaría….
- ¿Cómo acabaría? -, preguntó el dueño, sin poder evitar notarse en su tono de voz, un ligero nerviosismo
- Digamos… que sería malo para el negocio-, le pasó el brazo por encima del hombro al tabernero, y lo miró fijamente. Abriendo los ojos como señal de la mala idea que era. - Malo, muy malo. Se lo aseguro. Pero no nos distraigamos de nuestro cometido-, se separó del dueño. - Terminemos esta pelea para poder hablar como gente civilizada. Aunque, chico-, se dirigió al bio. - Beber no creo que sea una buena idea, tal como están las c…
No pudo terminar de hablar, pues una silla le dio en toda la espalda. Tirándolo al suelo cuan largo era. El golpetazo de bruces, contra las maderas del suelo era lo último que necesitaba en esos momentos. Su paciencia se había acabado.
- Me cago en todo-, dijo cabreado, incorporándose apoyándose en una silla a su lado, que tomó entre las manos. - Acabemos con esto-, les dijo a sus nuevos… ¿amigos?
El tiempo diría.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Me encogí de hombros… ¿Ayuda? No pensaba que pudiéramos necesitar ayuda de nadie más para poder tumbar a los 3 o 4 desgraciados que querían continuar aquella absurda —pero divertida— pelea. En cuanto vi que una silla había caído sobre la espalda de Vincent “accidentalmente”, volví a preparar mis puños para poder continuar con aquella pelea que había sido interrumpida anteriormente por el ahoga fiestas del biocibernético. Vincent había reaccionado un poco lento, pero había reaccionado al fin y al cabo, y ya estaba atizando al que lo había tomado por sorpresa de mil modos. El rubio había tomado su brazo derecho, y estaba a punto de partírselo, de no ser porque el problemático desconocido lo sorprendió clavándole una daga en el muslo izquierdo. No era un corte letal ni mucho menos, pero seguro que fue como menos, molesto. Yo rápidamente acudí y golpeé con una fuerte patada la rodilla de aquel desgraciado. Tomé la daga del muslo de Vincent extrayéndola con rapidez y aprovechando que el que lo había atacado había caído al suelo, pisé su brazo paralizándolo, y atravesé su mano con la daga, atravesando al mismo tiempo la madera del suelo; había quedado con la mano atrapada en el suelo, no se movería más de ahí, ¿de eso se trataba? ¿De incapacitarlo?
— Vincent, eso es un mal menor —le dije—. Sólo apriétate con alguna cosa y luego ya nos centramos en eso.
Había otros tres que se disponían a lanzarse contra nosotros. Uno de ellos parecía haber advertido que el biocibernético era un problema por allí, tal vez habría tenido problemas con uno de esos cacharros en el pasado, quién sabe. Como fuera, se lanzó directo hacia el robot y lanzó todo su cuerpo con la intención de tumbarlo en el suelo para poder comenzar a golpear su cráneo metálico con los nudillos, por más ensangrentados que se quedaran. Al fin y al cabo, al robot le había tocado un borracho de verdad, y esos no paraban hasta que de verdad quedaban noqueados; ¿dolor? Seguramente ni lo sentirían. Yo me giré hacia los otros dos que nos estaban observando a Vincent y a mí. Habían clavado la mirada especialmente en Vincent; era mi aliado en aquel momento, y un aliado herido, aunque no fuera una herida de importancia. Irían directamente a por él, así que me puse un par de pasos hacia delante para cubrirlo de la carga.
Ambos corrieron gritando como posesos con sus puños en alto. Me agaché levemente, y preparé mis puños para recibirlos tras su carga. Al que venía por la derecha, lo golpeé con toda la fuerza que pude con mis nudillos en su garganta. Cayó al instante, entre fuertes gritos ahogados, y tosiendo de forma exagerada. Al otro intenté propinarle un puñetazo en el estómago pero me había concentrado demasiado en el anterior así que mi puñetazo no fue más que una simple caricia para él, que aprovechó para atrapar mi muñeca, y doblándola hacerme caer. Solté un grito porque me hizo realmente mucho daño con aquel movimiento. Vincent era el único que podía reaccionar en aquel momento si no quería que aquel desgraciado me rompiera el brazo. Estaba a tiempo, y en aquel momento no tenía a nadie dispuesto a ir a por él en aquel momento así que podría tomarlo por sorpresa de la forma que le aplaciera. El biocibernético estaba ocupado con un borracho, pero esperaba que Vincent me ayudara a mí y no a él, dado que mi piel podría sufrir daños, al contrario que aquel saco de lata.
Alguien al fondo de la taberna se puso en pie. Sostenía entre sus manos una pequeña guitarra. Alzó una de sus manos y al bajarla comenzó a tocar un tema rápido, veloz, que iba muy acorde con la situación. También se puso a cantar algunas letras. Hablaba sobre una madre que golpeaba a su hijo porque había comido sus dulces, o algo así, lo cierto es que no presté demasiada atención; como os cuento, en esos momentos estaba un poco ocupado. La cuestión es que en cuanto aquel bardo comenzó a cantar y tocar, tanto el tabernero como el resto de la gente continuó el ritmo dando palmadas, y en cuanto aprendieron la melodía simple de la canción, acompañaron a la voz del bardo. Estaba más que claro que esa pelea de la taberna no era más que un espectáculo para ellos, no era algo serio, era algo que pasaba más de una vez al día. Nosotros simplemente éramos los protagonistas que tocaban en la obra de aquel día.
— Vincent, eso es un mal menor —le dije—. Sólo apriétate con alguna cosa y luego ya nos centramos en eso.
Había otros tres que se disponían a lanzarse contra nosotros. Uno de ellos parecía haber advertido que el biocibernético era un problema por allí, tal vez habría tenido problemas con uno de esos cacharros en el pasado, quién sabe. Como fuera, se lanzó directo hacia el robot y lanzó todo su cuerpo con la intención de tumbarlo en el suelo para poder comenzar a golpear su cráneo metálico con los nudillos, por más ensangrentados que se quedaran. Al fin y al cabo, al robot le había tocado un borracho de verdad, y esos no paraban hasta que de verdad quedaban noqueados; ¿dolor? Seguramente ni lo sentirían. Yo me giré hacia los otros dos que nos estaban observando a Vincent y a mí. Habían clavado la mirada especialmente en Vincent; era mi aliado en aquel momento, y un aliado herido, aunque no fuera una herida de importancia. Irían directamente a por él, así que me puse un par de pasos hacia delante para cubrirlo de la carga.
Ambos corrieron gritando como posesos con sus puños en alto. Me agaché levemente, y preparé mis puños para recibirlos tras su carga. Al que venía por la derecha, lo golpeé con toda la fuerza que pude con mis nudillos en su garganta. Cayó al instante, entre fuertes gritos ahogados, y tosiendo de forma exagerada. Al otro intenté propinarle un puñetazo en el estómago pero me había concentrado demasiado en el anterior así que mi puñetazo no fue más que una simple caricia para él, que aprovechó para atrapar mi muñeca, y doblándola hacerme caer. Solté un grito porque me hizo realmente mucho daño con aquel movimiento. Vincent era el único que podía reaccionar en aquel momento si no quería que aquel desgraciado me rompiera el brazo. Estaba a tiempo, y en aquel momento no tenía a nadie dispuesto a ir a por él en aquel momento así que podría tomarlo por sorpresa de la forma que le aplaciera. El biocibernético estaba ocupado con un borracho, pero esperaba que Vincent me ayudara a mí y no a él, dado que mi piel podría sufrir daños, al contrario que aquel saco de lata.
Alguien al fondo de la taberna se puso en pie. Sostenía entre sus manos una pequeña guitarra. Alzó una de sus manos y al bajarla comenzó a tocar un tema rápido, veloz, que iba muy acorde con la situación. También se puso a cantar algunas letras. Hablaba sobre una madre que golpeaba a su hijo porque había comido sus dulces, o algo así, lo cierto es que no presté demasiada atención; como os cuento, en esos momentos estaba un poco ocupado. La cuestión es que en cuanto aquel bardo comenzó a cantar y tocar, tanto el tabernero como el resto de la gente continuó el ritmo dando palmadas, y en cuanto aprendieron la melodía simple de la canción, acompañaron a la voz del bardo. Estaba más que claro que esa pelea de la taberna no era más que un espectáculo para ellos, no era algo serio, era algo que pasaba más de una vez al día. Nosotros simplemente éramos los protagonistas que tocaban en la obra de aquel día.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Miré con una ceja levantada al sujeto que había recibido todo el dinero, ¿Aquello que había dicho de lavar el dinero era una broma o iba en serio? Aun era malo captando los chistes y el sarcasmo en las personas, no entendía porque usaban juegos de palabras o contaban bromas en aquel tipo de momentos, no tenía sentido.
- Ja… ¿Ja? – No sabía si exactamente tenía que reírme de aquello, quizá el sujeto se sentiría mal si su gracia no le resultaba divertida a nadie.
El sujeto finalmente se presentaba, ya tenía un nombre para asociar con el rostro del apostador, también tenía múltiples títulos, entre ellos mercenario, aquello no era muy bueno que digamos, las principales funciones de un mercenario siempre eran asesinar y cobrar. Observé de pies a cabeza a Vincent analizando su conducta y apariencia, a simple vista no parecía de aquellos que mataban por dinero… claro, a simple vista yo tampoco parecía ser un bio-cibernetico, “Nunca juzgues un libro por su portada.” Fue lo único que pude pensar ante el asunto.
- Supongo que eso de buena persona en ratos libres también es una broma. – Dije finalmente dándome cuenta que no estaba seguro de aquellas palabras, ¿Por qué debían complicarlo tanto?- Yo soy Alois, Alois Felce. – Supuse que si alguien ya se había presentado era mi turno de hacerlo.
Vincent el sujeto de los mil y un títulos parecía pensar una manera de cómo acabar con todo, por lo que pude captar había insinuado que pudo haber acabado con todo eso, aunque por lo visto traería problemas ¿Era aquel sujeto alguien peligroso? Quizá debajo de un rostro tan amable había alguien dañino, sádico y perturbado, que disfrutaba ver sufrir a la gente, las apariencias solían engañar.
Un golpe impactó en Vincent luego de haber hecho una acotación referente a que no era una buena idea beber en ese momento, quizá lo había escuchado un borracho iracundo que creía todo lo contrario… o quizá simplemente le habían golpeado por que sí.
- Siempre es buen momento para beber, hasta para acabar con esto. – Afirmé observando cómo Vincent se reincorporaba.
La cosa volvió a ponerse intensa de un momento a otro, habían herido a Vincent con un arma y el sujeto alcohólico y busca problemas se había encargado del agresor, claro de una manera nada sutil y un poco… bueno, una manera muy brusca, no era necesario haberle clavado un cuchillo en la mano, podía irse desangrando poco a poco y morir el herido.
- Dije que ayudaras de una manera no letal. – No pude evitar subir un poco el tono de voz cuando me referí al busca problemas, aquel sería el principal problema del asunto.
Mi desconcentración me había costado la poca ventaja que pude haber tenido contra los nuevos agresores, un sujeto ebrio me había tirado al suelo y se encargaba de propinarme tantos golpes como era posible, se podía decir que era la encarnación viva de la furia y del licor, una mezcla algo peligrosa. Mi sistema comenzaba a advertirme que aquello no era bueno, estaba consumiendo mucha energía y sufría daños, debía evitar que aquello siguiera y tenía todo el derecho de defenderme.
Bajé la defensa un poco dejando más desprotegido mi rostro, el ebrio se había enfocado más en una posición agresiva y menos en la defensa, al parecer estaba muy confiado en sus capacidades. Impulsé mi brazo de bronce y lo impacté sin dudar en la garganta del borracho, aquello lo dejaría el tiempo suficiente sin aire para poder posicionarme mejor. Escuché como comenzaba a haber un ritmo musical de fondo ¿Había acaso un espectáculo en proceso? ¿Quién iba a dar un espectáculo en una taberna donde andan volando dientes? Aquella gente debía estar mal de la cabeza. Ignoré esos pensamientos nuevamente mientras aprovechaba el tiempo que había ganado, tiré al ebrio iracundo a un lado para luego posicionarme sobre este, lo tomé de la garganta con mi brazo metálico cortando su respiración nuevamente y esta vez moderando mejor mis fuerzas comencé a golpearlo en la nariz, en parte para enseñarle que golpear a las personas en la cara no era divertido… o al menos para el que recibía el dolor.
El borracho demoró un rato en caer inconsciente, seguramente por el dolor de su nariz rota e inflamada o el hecho de que lo pude haber dejado sin aire. Sacudí la mano tratando de alejar la sangre del sujeto que había manchado mis nudillos, era algo ciertamente repulsivo y desagradable. Observé como mi par de ¿Compañeros? Se hacía cargo de los agresores que se habían acercado a ellos, no parecían necesitar mucha ayuda que digamos.
Me levanté del suelo sacudiendo la suciedad de mi chaqueta y tomando una jarra de cerveza que algún borracho habría dejado descuidada, mala suerte por él, di un largo trago justamente cuando mi sistema comenzó a informarme que necesitaba el licor, no era vino pero servía. Arrugué el rostro ante el mal sabor que tenía aquella cerveza, por suerte solo sería temporal, recuperaría en un rato mis tragos y volvería a tener algo de buen sabor.
- Les dije que siempre era buen momento para beber. – Traté de imitar el tono burlesco que usaba la gente pero aun no lo conseguía, necesitaba una manera de bajar la seriedad en mi tono de voz.
Seguí bebiendo de la jarra de cerveza hasta dejarla totalmente vacía, que tuviese mal sabor no significaba que no me la fuese a beber. Volví a observar el problema en el que estaban metidos Vincent y el buscapleitos y logré notar como alguien más se acercaba lentamente mientras levantaba una daga de una manera algo peligrosa, aquel ya no era un ebrio que buscase divertirse, era un ebrio que buscaba mancharse las manos.
-¡Cuidado a tus espaldas Vincent! – Apunté lo mejor que pude y lancé la jarra de cerveza vacía en dirección al borracho que parecía más peligroso, esperaba que aquello pudiese servir de algo.
- Ja… ¿Ja? – No sabía si exactamente tenía que reírme de aquello, quizá el sujeto se sentiría mal si su gracia no le resultaba divertida a nadie.
El sujeto finalmente se presentaba, ya tenía un nombre para asociar con el rostro del apostador, también tenía múltiples títulos, entre ellos mercenario, aquello no era muy bueno que digamos, las principales funciones de un mercenario siempre eran asesinar y cobrar. Observé de pies a cabeza a Vincent analizando su conducta y apariencia, a simple vista no parecía de aquellos que mataban por dinero… claro, a simple vista yo tampoco parecía ser un bio-cibernetico, “Nunca juzgues un libro por su portada.” Fue lo único que pude pensar ante el asunto.
- Supongo que eso de buena persona en ratos libres también es una broma. – Dije finalmente dándome cuenta que no estaba seguro de aquellas palabras, ¿Por qué debían complicarlo tanto?- Yo soy Alois, Alois Felce. – Supuse que si alguien ya se había presentado era mi turno de hacerlo.
Vincent el sujeto de los mil y un títulos parecía pensar una manera de cómo acabar con todo, por lo que pude captar había insinuado que pudo haber acabado con todo eso, aunque por lo visto traería problemas ¿Era aquel sujeto alguien peligroso? Quizá debajo de un rostro tan amable había alguien dañino, sádico y perturbado, que disfrutaba ver sufrir a la gente, las apariencias solían engañar.
Un golpe impactó en Vincent luego de haber hecho una acotación referente a que no era una buena idea beber en ese momento, quizá lo había escuchado un borracho iracundo que creía todo lo contrario… o quizá simplemente le habían golpeado por que sí.
- Siempre es buen momento para beber, hasta para acabar con esto. – Afirmé observando cómo Vincent se reincorporaba.
La cosa volvió a ponerse intensa de un momento a otro, habían herido a Vincent con un arma y el sujeto alcohólico y busca problemas se había encargado del agresor, claro de una manera nada sutil y un poco… bueno, una manera muy brusca, no era necesario haberle clavado un cuchillo en la mano, podía irse desangrando poco a poco y morir el herido.
- Dije que ayudaras de una manera no letal. – No pude evitar subir un poco el tono de voz cuando me referí al busca problemas, aquel sería el principal problema del asunto.
Mi desconcentración me había costado la poca ventaja que pude haber tenido contra los nuevos agresores, un sujeto ebrio me había tirado al suelo y se encargaba de propinarme tantos golpes como era posible, se podía decir que era la encarnación viva de la furia y del licor, una mezcla algo peligrosa. Mi sistema comenzaba a advertirme que aquello no era bueno, estaba consumiendo mucha energía y sufría daños, debía evitar que aquello siguiera y tenía todo el derecho de defenderme.
Bajé la defensa un poco dejando más desprotegido mi rostro, el ebrio se había enfocado más en una posición agresiva y menos en la defensa, al parecer estaba muy confiado en sus capacidades. Impulsé mi brazo de bronce y lo impacté sin dudar en la garganta del borracho, aquello lo dejaría el tiempo suficiente sin aire para poder posicionarme mejor. Escuché como comenzaba a haber un ritmo musical de fondo ¿Había acaso un espectáculo en proceso? ¿Quién iba a dar un espectáculo en una taberna donde andan volando dientes? Aquella gente debía estar mal de la cabeza. Ignoré esos pensamientos nuevamente mientras aprovechaba el tiempo que había ganado, tiré al ebrio iracundo a un lado para luego posicionarme sobre este, lo tomé de la garganta con mi brazo metálico cortando su respiración nuevamente y esta vez moderando mejor mis fuerzas comencé a golpearlo en la nariz, en parte para enseñarle que golpear a las personas en la cara no era divertido… o al menos para el que recibía el dolor.
El borracho demoró un rato en caer inconsciente, seguramente por el dolor de su nariz rota e inflamada o el hecho de que lo pude haber dejado sin aire. Sacudí la mano tratando de alejar la sangre del sujeto que había manchado mis nudillos, era algo ciertamente repulsivo y desagradable. Observé como mi par de ¿Compañeros? Se hacía cargo de los agresores que se habían acercado a ellos, no parecían necesitar mucha ayuda que digamos.
Me levanté del suelo sacudiendo la suciedad de mi chaqueta y tomando una jarra de cerveza que algún borracho habría dejado descuidada, mala suerte por él, di un largo trago justamente cuando mi sistema comenzó a informarme que necesitaba el licor, no era vino pero servía. Arrugué el rostro ante el mal sabor que tenía aquella cerveza, por suerte solo sería temporal, recuperaría en un rato mis tragos y volvería a tener algo de buen sabor.
- Les dije que siempre era buen momento para beber. – Traté de imitar el tono burlesco que usaba la gente pero aun no lo conseguía, necesitaba una manera de bajar la seriedad en mi tono de voz.
Seguí bebiendo de la jarra de cerveza hasta dejarla totalmente vacía, que tuviese mal sabor no significaba que no me la fuese a beber. Volví a observar el problema en el que estaban metidos Vincent y el buscapleitos y logré notar como alguien más se acercaba lentamente mientras levantaba una daga de una manera algo peligrosa, aquel ya no era un ebrio que buscase divertirse, era un ebrio que buscaba mancharse las manos.
-¡Cuidado a tus espaldas Vincent! – Apunté lo mejor que pude y lancé la jarra de cerveza vacía en dirección al borracho que parecía más peligroso, esperaba que aquello pudiese servir de algo.
Alois
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
El rubio se preparó en el acto, para meterle un sillazo al inconsciente que se atreviera a acercarse hasta él. Pero en ese momento, sintió como se deslizaba su daga de la vaina. Se giró rápidamente hacia el ladrón, dispuesto a partirle la cara con la silla antes de que tuviera ocasión para usarla contra él.
Si se comenzaban a usar armas blancas, la cosa se pondría muy fea, y ya no simplemente habría heridos, sino que también habría muertos. Mal asunto, Muy mal asunto. Sobre todo si la primera posible víctima era él.
Sin embargo, al alzar la silla contra su rival, se trataba de su recientemente adquirido nuevo aliado de pelo cobrizo. Esto le hizo frenar el movimiento, al mismo tiempo que intentaba asimilar que estaba pasando. Craso error, pues en ese preciado tiempo en el que pensaba que ocurría, el alto clavó con su daga, la mano de un tipo contra el suelo.
- No. No. Nada de armas-, dijo asombrado al ver al borracho clavado. - Si estos tipos se vuelven locos y empiezan a sacar dagas, será un enorme problema. Nos costará más esfuerzo reducirlos, y puede que alguno mate a otro-, razonó con sus compañeros en la pelea.
No obstante, no podía distraerse demasiado hablando, pues de otro modo podría volver a ser golpeado. Y no, no era algo que le apeteciera, en absoluto. Tenía que centrarse en lo que tenía delante, y no era nada menos que ayudar a uno de sus aliados en aquella confrontación.
Uno de los borrachos había tomado de la muñeca al alto, y lo había puesto contra el suelo en total desventaja. Así que lo mejor, sería intervenir con un poco de medicina en alto contenido en madera. Vinc alzó la silla y le dio con toda su fuerza al hombre que apresaba a su compañero, eso seguro lo había notado, seguro que ya habría soltado a su amigo. Pero parecía que el tipo no quería dejar la pelea a un lado y lo miró furibundo. Por ello, el doctor brujo razonó que necesitaba más dosis de la medicina, así que le propinó varios sillazos más, hasta que el tipo acabó totalmente inconsciente en el suelo. Lo miró unos segundos, y notó que respiraba con normalidad, por lo que al menos podía estar seguro de no haberlo matado.
- Madre mía. De que están hechos estos tíos-, comentó a sus aliados. Aunque sabía perfectamente que era causa del alcohol. Estaban demasiado ebrios para notar dolor, así que había que noquearlos para dejarlos fuera de combate. - A lo largo de mi vida he visto rocas menos duras-, bromeó.
Los instantes de tranquilidad, después de pegar al último del los borrachos, le había dejado espacio para darse cuenta de la música que ahora amenizaba la taberna. Así como las palmadas que acompañaban con ritmo, la ligera y rápida tonada. Era evidente, que los parroquianos se estaba divirtiendo de lo lindo con el combate. Unos cantando y observándolo desde una cierta distancia segura, y el resto dándose mamporros de lo lindo.
- Vaya, Alois, conozco a más de una persona a que le gustaría tu filosofía-, le dijo al bio. Tener ese espacio de tranquilidad, le había servido también para recordar lo último que le había dicho el cibernético. - Nunca es tarde, para tomar un buen trago-, terminó de decir, justo a tiempo de voltearse para luchar con un nuevo borracho, gracias al aviso de Alois.
Le dio con la silla de arriba hacia abajo, pero la madera del respaldo cedió cuando impactó contra la cabeza de su nuevo rival. Suponía que estaba bastante deteriorada de los golpes que le había dado al anterior borracho. Sin ir más lejos, ya no tenía las patas con las que había golpeado a aquel sujeto, por ello había tenido que agarrarla por el asiento para golpear con la parte plana del respaldo. Y seguramente, además de eso, no debía de ser de muy buena calidad o era tan vieja como el propio mundo. A saber, el caso es que se había roto, y el impacto no había sido tan duro como esperaba. Por suerte, lo que podría ser un problema se convirtió en todo lo contrario. Ya que el cuadro de madera que formaba el exterior del respaldo, no había cedido, y parecía en mejor estado que la parte que sí lo había hecho. Por lo que el beodo acabó atorado en medio de dicho respaldo, con los brazos dentro de su improvisaba e inesperada jaula.
Vincent le propinó una patada con la planta de su bota, e hizo que el hombre cayera de espaldas. Por ahora no supondría un problema.
- Dinos alto. ¿Cómo te llamas? - le preguntó al hombre de pelo cobrizo, en mitad de la refriega, con una sonrisa dibujada en la cara. - Es bueno saber el nombre de las personas con quien luchamos. O eso creo. Siempre la he considerado una buena costumbre-, terminó de decir, sin perder el gesto sonriente.
Si se comenzaban a usar armas blancas, la cosa se pondría muy fea, y ya no simplemente habría heridos, sino que también habría muertos. Mal asunto, Muy mal asunto. Sobre todo si la primera posible víctima era él.
Sin embargo, al alzar la silla contra su rival, se trataba de su recientemente adquirido nuevo aliado de pelo cobrizo. Esto le hizo frenar el movimiento, al mismo tiempo que intentaba asimilar que estaba pasando. Craso error, pues en ese preciado tiempo en el que pensaba que ocurría, el alto clavó con su daga, la mano de un tipo contra el suelo.
- No. No. Nada de armas-, dijo asombrado al ver al borracho clavado. - Si estos tipos se vuelven locos y empiezan a sacar dagas, será un enorme problema. Nos costará más esfuerzo reducirlos, y puede que alguno mate a otro-, razonó con sus compañeros en la pelea.
No obstante, no podía distraerse demasiado hablando, pues de otro modo podría volver a ser golpeado. Y no, no era algo que le apeteciera, en absoluto. Tenía que centrarse en lo que tenía delante, y no era nada menos que ayudar a uno de sus aliados en aquella confrontación.
Uno de los borrachos había tomado de la muñeca al alto, y lo había puesto contra el suelo en total desventaja. Así que lo mejor, sería intervenir con un poco de medicina en alto contenido en madera. Vinc alzó la silla y le dio con toda su fuerza al hombre que apresaba a su compañero, eso seguro lo había notado, seguro que ya habría soltado a su amigo. Pero parecía que el tipo no quería dejar la pelea a un lado y lo miró furibundo. Por ello, el doctor brujo razonó que necesitaba más dosis de la medicina, así que le propinó varios sillazos más, hasta que el tipo acabó totalmente inconsciente en el suelo. Lo miró unos segundos, y notó que respiraba con normalidad, por lo que al menos podía estar seguro de no haberlo matado.
- Madre mía. De que están hechos estos tíos-, comentó a sus aliados. Aunque sabía perfectamente que era causa del alcohol. Estaban demasiado ebrios para notar dolor, así que había que noquearlos para dejarlos fuera de combate. - A lo largo de mi vida he visto rocas menos duras-, bromeó.
Los instantes de tranquilidad, después de pegar al último del los borrachos, le había dejado espacio para darse cuenta de la música que ahora amenizaba la taberna. Así como las palmadas que acompañaban con ritmo, la ligera y rápida tonada. Era evidente, que los parroquianos se estaba divirtiendo de lo lindo con el combate. Unos cantando y observándolo desde una cierta distancia segura, y el resto dándose mamporros de lo lindo.
- Vaya, Alois, conozco a más de una persona a que le gustaría tu filosofía-, le dijo al bio. Tener ese espacio de tranquilidad, le había servido también para recordar lo último que le había dicho el cibernético. - Nunca es tarde, para tomar un buen trago-, terminó de decir, justo a tiempo de voltearse para luchar con un nuevo borracho, gracias al aviso de Alois.
Le dio con la silla de arriba hacia abajo, pero la madera del respaldo cedió cuando impactó contra la cabeza de su nuevo rival. Suponía que estaba bastante deteriorada de los golpes que le había dado al anterior borracho. Sin ir más lejos, ya no tenía las patas con las que había golpeado a aquel sujeto, por ello había tenido que agarrarla por el asiento para golpear con la parte plana del respaldo. Y seguramente, además de eso, no debía de ser de muy buena calidad o era tan vieja como el propio mundo. A saber, el caso es que se había roto, y el impacto no había sido tan duro como esperaba. Por suerte, lo que podría ser un problema se convirtió en todo lo contrario. Ya que el cuadro de madera que formaba el exterior del respaldo, no había cedido, y parecía en mejor estado que la parte que sí lo había hecho. Por lo que el beodo acabó atorado en medio de dicho respaldo, con los brazos dentro de su improvisaba e inesperada jaula.
Vincent le propinó una patada con la planta de su bota, e hizo que el hombre cayera de espaldas. Por ahora no supondría un problema.
- Dinos alto. ¿Cómo te llamas? - le preguntó al hombre de pelo cobrizo, en mitad de la refriega, con una sonrisa dibujada en la cara. - Es bueno saber el nombre de las personas con quien luchamos. O eso creo. Siempre la he considerado una buena costumbre-, terminó de decir, sin perder el gesto sonriente.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Me deje caer sobre el suelo, jadeando. Todo estaba tranquilo ahora, perfectamente controlado y más que tranquilo.
- Esto ha estado bien. Y tanto que si –dije, y le sonreí.
El tabernero parecía pensar lo mismo que yo, dado que también sonreía y comentaba algunas cosas con otros de los que estaban tranquilamente bebiendo en la posada. La música había parado, y el bardo estaba ahora bebiendo una jarra bien grande que le habían pagado los que estaban a su alrededor, para celebrar la música y la pelea. Todo era un jolgorio sin sentido que hacia feliz a los hombres de mierda que pasaban por allí de tanto en tanto. La vida era dura, ellos simplemente encontraban en aquel lugar, un pequeño escape con el caos y el albedrio.
- Dinos alto, ¿Cómo te llamas? 1–me pregunto finalmente el rubio.
- Puedes llamarme Frith –respondí. Y ya completamente en pie, hice una pequeña reverencia en un gesto exagerado, pero tratando honestamente de ser amable-. Y tanto que lo es. En las buenas luchas, sabes en quien confiar y en quién no. Es el momento en el que nuestro animal interior –reí en mis adentros-, brota, y muestra lo más salvaje y natural de nosotros mismos –le di una palmada en el hombro-. No lo has hecho mal, compañero. Nada mal.
Luego dirigí la mirada hacia el biocibernético. Realmente, ahora que todo estaba más en calma, sentí por un momento miedo, o preocupación. Honestamente, nunca antes había visto a una de esas criaturas frente a mí. Nunca había siquiera mediado palabra con un biocibernético. Solo había oído hablar de ellos, y realmente no me habría dado cuenta de que lo era, de no ser porque el tabernero había dicho que se trataba de un “apaciguador”. También había oído hablar de ellos con el nombre de “autómatas”, y de mil formas más que no cabe mencionar ya que no son palabras demasiado agradables.
Apaciguador. ¿Un ser cuya ocupación vital era evitar el albedrio? Eso iba en contra de mi propia naturaleza. Iba en contra de la propia naturaleza de todos nosotros. Me parecía algo inconcebible y en cierto modo sentí algo de adversidad por aquel ser al ponerme a pensar en eso. Sin darme cuenta, me había quedado ensimismado mirando fijamente al autómata, con seriedad. Una mirada analítica, neutral; en realidad estaba completamente sumido en mis pensamientos y mil preguntas brotaron en mi cabeza sobre el origen de los autómatas y su verdadera función en nuestro mundo.
- ¿Bebes alcohol, autómata? –le pregunte, únicamente.
En realidad, tenía muchísimas más preguntas que hacerle, sin embargo, por alguna razón fue aquella la que nació de mí. Y sobre la preocupación que os dije que tenía acerca del autómata. No era por mi desconocimiento, no era porque me aturdiera el hecho de no saber nada sobre esas criaturas. Lo que realmente me aturdía, era el hecho de pensar que tal vez aquel ser tenía el mismo poder que la guardia de la ciudad, o incluso un poder ejecutivo mayor. Tal vez aquel autómata, si lo creía correcto, podía decidir enviarme a una prisión de la que jamás escaparía. De pronto me encontré a mí mismo mirándolo con terror, sin darme cuenta. Los pensamientos se escapaban por mis muecas.
- Esto ha estado bien. Y tanto que si –dije, y le sonreí.
El tabernero parecía pensar lo mismo que yo, dado que también sonreía y comentaba algunas cosas con otros de los que estaban tranquilamente bebiendo en la posada. La música había parado, y el bardo estaba ahora bebiendo una jarra bien grande que le habían pagado los que estaban a su alrededor, para celebrar la música y la pelea. Todo era un jolgorio sin sentido que hacia feliz a los hombres de mierda que pasaban por allí de tanto en tanto. La vida era dura, ellos simplemente encontraban en aquel lugar, un pequeño escape con el caos y el albedrio.
- Dinos alto, ¿Cómo te llamas? 1–me pregunto finalmente el rubio.
- Puedes llamarme Frith –respondí. Y ya completamente en pie, hice una pequeña reverencia en un gesto exagerado, pero tratando honestamente de ser amable-. Y tanto que lo es. En las buenas luchas, sabes en quien confiar y en quién no. Es el momento en el que nuestro animal interior –reí en mis adentros-, brota, y muestra lo más salvaje y natural de nosotros mismos –le di una palmada en el hombro-. No lo has hecho mal, compañero. Nada mal.
Luego dirigí la mirada hacia el biocibernético. Realmente, ahora que todo estaba más en calma, sentí por un momento miedo, o preocupación. Honestamente, nunca antes había visto a una de esas criaturas frente a mí. Nunca había siquiera mediado palabra con un biocibernético. Solo había oído hablar de ellos, y realmente no me habría dado cuenta de que lo era, de no ser porque el tabernero había dicho que se trataba de un “apaciguador”. También había oído hablar de ellos con el nombre de “autómatas”, y de mil formas más que no cabe mencionar ya que no son palabras demasiado agradables.
Apaciguador. ¿Un ser cuya ocupación vital era evitar el albedrio? Eso iba en contra de mi propia naturaleza. Iba en contra de la propia naturaleza de todos nosotros. Me parecía algo inconcebible y en cierto modo sentí algo de adversidad por aquel ser al ponerme a pensar en eso. Sin darme cuenta, me había quedado ensimismado mirando fijamente al autómata, con seriedad. Una mirada analítica, neutral; en realidad estaba completamente sumido en mis pensamientos y mil preguntas brotaron en mi cabeza sobre el origen de los autómatas y su verdadera función en nuestro mundo.
- ¿Bebes alcohol, autómata? –le pregunte, únicamente.
En realidad, tenía muchísimas más preguntas que hacerle, sin embargo, por alguna razón fue aquella la que nació de mí. Y sobre la preocupación que os dije que tenía acerca del autómata. No era por mi desconocimiento, no era porque me aturdiera el hecho de no saber nada sobre esas criaturas. Lo que realmente me aturdía, era el hecho de pensar que tal vez aquel ser tenía el mismo poder que la guardia de la ciudad, o incluso un poder ejecutivo mayor. Tal vez aquel autómata, si lo creía correcto, podía decidir enviarme a una prisión de la que jamás escaparía. De pronto me encontré a mí mismo mirándolo con terror, sin darme cuenta. Los pensamientos se escapaban por mis muecas.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
- Pues si mal no recuerdo están hechos de carne, hueso, y órganos ¿Me equivoco? – Aquello era lo más lógico, a menos que hubiese otro bio-cibernetico por allí lo cual dudaba mucho, si hubiese otro de los “míos” hubiese interferido también en la batalla y se hubiese notado claramente su interferencia, casi como lo fue la mía. – Además dudo de que existan rocas más débiles que los humanos, aunque eso se podría determinar con el tamaño del objeto… espera ¿Eso fue otra broma? – Incliné la cabeza hacía Vincent que parecía ser un amante del humor, ya comenzaba llegar a tonarse molesto aquel rasgo.
El sujeto de los múltiples títulos también comento que a más de una persona le agradaría mi filosofía, realmente yo no era filósofo y ni consideraba que lo fuese. La frase de “Nunca es tarde para un trago.” Era una simple verdad, o al menos para mí ya que si me quedaba sin alcohol y no tenía tiempo para dar un trago lo más seguro es que dejase de funcionar y eso algo que no quería, dudaba que alguien pudiese volver a ponerme en funcionamiento si llegaba aquel momento.
Los reflejos de Vincent eran mejores de los que esperaba, acató rápido la advertencia de el atacante que estaba aproximándose a él y usando una silla no demoró en neutralizarlo, a eso me refería cuando había dicho que no se debía recurrir a la fuerza letal, al menos el había captado la idea y no como el otro sujeto que prefirió usar un cuchillo para clavar al suelo a otro ser.
Finalmente se dio a conocer la pregunta que se había estado esperando ¿Cuál era el nombre del tercer sujeto? Era el único que no había tenido la decencia y/o cortesía de presentarse, quizá no tenía tantos modales como parecía, era de esperarse de alguien que comienza una pelea en una taberna y demuestra que vive para luchar.
Al parecer el nombre del sujeto era Frith, no había escuchado aquel nombre en el pasado, ciertamente curioso. Algo que habían dicho ambos hombres resultaba curioso, por lo visto confiaban en alguien que simplemente les dijese el nombre, que raro a decir verdad, tenía entendido que para confiar en alguien había que basarse en muchas otras cosas. A veces se empezaba por la antigüedad de la “amistad” o el tiempo que se llevasen conociendo, luego en las habilidades que tuviesen las personas y así consecutivamente, no solo en el nombre.
- ¿Animal interior? – No entendía muy bien eso de lo que un animal interior brotara, según lo que había aprendido los humanos no tenían ningún animal dentro de ellos ¿Acaso me habían mentido? Como suele decir la gente “Por los Dioses” todo aquello era muy confuso.
La mirada que me dirigía ese tal Frith resultaba inquietante, no era algo a lo que tuviese que temer pero aun así me sentía acosado de cierto modo, ¿Acaso tenía sucia la cara? No, me había limpiado el vino derramado y dudaba que la sangre de uno de los pobres ebrios me hubiese causado mancha alguna en mi rostro ¿Entonces qué tanto veía aquel hombre?
- No me digas autómata, no es agradable. – Sacudí mi chaqueta mientras le regresaba mi mirada de seriedad al buscapleitos Frith. – Ya dije cual era mi nombre y si es necesario lo repito, pero no me digas “autómata”. Y si, efectivamente bebo alcohol. – Resultaba de mal gusto que me pusiesen un apodo, estaba acostumbrado a que se refiriesen por mi nombre y que me llamasen “autómata” resultaba insultante de cierta manera.
La mirada del sujeto de un momento a otro comenzó a transformarse de algo serio a muecas que supuse que eran cierta incomodidad, tanta cerveza y pelea parecía estar dando por fin su trágico resultado, lo mejor sería preguntar si se encontraba bien, una pregunta que tenía una respuesta algo obvia pero no estaba de más hacerla.
- ¿Sucede algo? Según tus gestos podría apostar que hay un conflicto en tu estomago ¿Necesitas ayuda? – Coloqué con cuidado mi mochila en una de las mesas y revisé que sus botellas estuviesen en buenas condiciones, al menos tanto conflicto no había arruinado mis preciadas posesiones, supuse que debería esperar para rellenarlas nuevamente. – Por cierto ¿Aun está en pie eso de una “charla en paz”? – Esta vez dirigí la mirada a Vincent que era el que había propuesto la idea, algo de descanso luego de la revuelta no era tan mala idea y así tampoco consumiría tanta energía como acababa de hacerlo. – Y si no les molesta… también pueden invitar bebidas ya que estamos.
El sujeto de los múltiples títulos también comento que a más de una persona le agradaría mi filosofía, realmente yo no era filósofo y ni consideraba que lo fuese. La frase de “Nunca es tarde para un trago.” Era una simple verdad, o al menos para mí ya que si me quedaba sin alcohol y no tenía tiempo para dar un trago lo más seguro es que dejase de funcionar y eso algo que no quería, dudaba que alguien pudiese volver a ponerme en funcionamiento si llegaba aquel momento.
Los reflejos de Vincent eran mejores de los que esperaba, acató rápido la advertencia de el atacante que estaba aproximándose a él y usando una silla no demoró en neutralizarlo, a eso me refería cuando había dicho que no se debía recurrir a la fuerza letal, al menos el había captado la idea y no como el otro sujeto que prefirió usar un cuchillo para clavar al suelo a otro ser.
Finalmente se dio a conocer la pregunta que se había estado esperando ¿Cuál era el nombre del tercer sujeto? Era el único que no había tenido la decencia y/o cortesía de presentarse, quizá no tenía tantos modales como parecía, era de esperarse de alguien que comienza una pelea en una taberna y demuestra que vive para luchar.
Al parecer el nombre del sujeto era Frith, no había escuchado aquel nombre en el pasado, ciertamente curioso. Algo que habían dicho ambos hombres resultaba curioso, por lo visto confiaban en alguien que simplemente les dijese el nombre, que raro a decir verdad, tenía entendido que para confiar en alguien había que basarse en muchas otras cosas. A veces se empezaba por la antigüedad de la “amistad” o el tiempo que se llevasen conociendo, luego en las habilidades que tuviesen las personas y así consecutivamente, no solo en el nombre.
- ¿Animal interior? – No entendía muy bien eso de lo que un animal interior brotara, según lo que había aprendido los humanos no tenían ningún animal dentro de ellos ¿Acaso me habían mentido? Como suele decir la gente “Por los Dioses” todo aquello era muy confuso.
La mirada que me dirigía ese tal Frith resultaba inquietante, no era algo a lo que tuviese que temer pero aun así me sentía acosado de cierto modo, ¿Acaso tenía sucia la cara? No, me había limpiado el vino derramado y dudaba que la sangre de uno de los pobres ebrios me hubiese causado mancha alguna en mi rostro ¿Entonces qué tanto veía aquel hombre?
- No me digas autómata, no es agradable. – Sacudí mi chaqueta mientras le regresaba mi mirada de seriedad al buscapleitos Frith. – Ya dije cual era mi nombre y si es necesario lo repito, pero no me digas “autómata”. Y si, efectivamente bebo alcohol. – Resultaba de mal gusto que me pusiesen un apodo, estaba acostumbrado a que se refiriesen por mi nombre y que me llamasen “autómata” resultaba insultante de cierta manera.
La mirada del sujeto de un momento a otro comenzó a transformarse de algo serio a muecas que supuse que eran cierta incomodidad, tanta cerveza y pelea parecía estar dando por fin su trágico resultado, lo mejor sería preguntar si se encontraba bien, una pregunta que tenía una respuesta algo obvia pero no estaba de más hacerla.
- ¿Sucede algo? Según tus gestos podría apostar que hay un conflicto en tu estomago ¿Necesitas ayuda? – Coloqué con cuidado mi mochila en una de las mesas y revisé que sus botellas estuviesen en buenas condiciones, al menos tanto conflicto no había arruinado mis preciadas posesiones, supuse que debería esperar para rellenarlas nuevamente. – Por cierto ¿Aun está en pie eso de una “charla en paz”? – Esta vez dirigí la mirada a Vincent que era el que había propuesto la idea, algo de descanso luego de la revuelta no era tan mala idea y así tampoco consumiría tanta energía como acababa de hacerlo. – Y si no les molesta… también pueden invitar bebidas ya que estamos.
Alois
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
La alocada pelea con música de fondo, parecía ir bajando en intensidad según pasaba el tiempo. Algo totalmente normal, pues, aunque estuvieran borrachos y no sintieran la mitad de los golpes que recibían, esos hombres no dejaban de ser mortales al fin y al cabo. Por poco que sintieran, no significaba que los leñazos no hicieran mella en sus cuerpos.
El bardo pareció cansarse de tocar, o directamente había ganado suficiente dinero por ese día. Quién sabe, el caso es que fue una especie de reflejo de la propia pelea, que iba perdiendo fuelle con el pasar de los minutos. Cada vez había menos borracho en pie, la mayoría se habían noqueado entre ellos, lo cual estaba bien, así tendrían menos trabajo. Curioso e inesperado trío de rescate y protección del local se había formado. ¿No se suponía que de eso debería encargar la guardia o milicia del pueblo?
A este punto, con lo normalizado que lo tenía el dueño de la taberna, y el espectáculo de música y apuestas que se había formado alrededor de la pelea, no sería de extrañar que los miembros de la milicia local estuvieran allí dentro. Mirando o directamente zurrándose, eso los dioses sabrían.
- Frith, eh. Encantado de conocerte-, respondió al alto, que por fin había dado un nombre con el que mentarlo. - Tienes toda la razón compañero. Es fácil ver que personas disfrutan de la pelea, y quien prefiere que termine cuanto antes. Y creo que del segundo tipo, solamente hay tres especímenes en este comedor-, comentó con una sonrisa, refiriéndose a ellos.
El biocibernético se había acercado bastante hasta él, y por sus palabras, era obvio que no pillaba bien las bromas que hacía. Eso era una total desgracia. ¡Había una persona en esa posada que no entendía sus bromas! Era lo peor que le había pasado en la vida. Había un mortal que no podía disfrutar del placer de su lacerante ironía y eso no le pasaba todos los días.
Evidentemente exageraba. La situación estaba muy lejos de ser algo grave, mucho menos ser lo peor que le había pasado. Ya había perdido a su padre, y por un tiempo pensó que también a su madre. Lo mismo con su amada, que durante un naufragio había pensado que había fallecido.
Ante esas cosas, que el bio no pudiera entender su humor no era un verdadero problema. Pero lo cierto, es que era curioso. No solía pasarle. Normalmente a la gente le gustaba su humor, o todo lo contrario, lo odiaba. Pero que no lo pillasen, no solía ser tan común. Tendría que acostumbrarse a usarlo menos a menudo. Al menos en presencia de Alois, que se notaba por su rostro que estaba verdaderamente confundido.
Normal. Los bios que había conocido, tenían una forma particular de ser. Y eran así en todos los casos que se había encontrado, por lo que debía ser algo inherente a su raza.
- No, claro que no. Iba totalmente en serio. ¿No has oído hablar de los hombres roca de la isla Lunar? -, mintió, haciendo una nueva broma. Maldita sea, donde había quedado eso de no confundir al cibernético. - Claro, Alois-, rió. - Solamente eran bromas. Es algo que me sale sin pensarlo demasiado. Pero intentaré hacerlo menos para no desorientarte. Por cierto, gracias por tu ayuda. Sin ti-, miró a su alrededor. - Esto se habría complicado bastante, y la pelea hubiera durado un buen rato.
Quizás exageraba con un buen rato, pero evidentemente tres eran mejor que dos para cortar el combate. Además, sin el bio no sabría si hubiera podido convencer a Frith para repartir hostias en un solo sentido. Imaginaba que sí, pero con Alois inclinando la balanza, había sido más fácil.
Lo importante es que ya no quedaban sino algunos borrachos intentando pegarse, más que dándose golpes de verdad. Se podía considerar el trabajo finiquitado. O casi. No tardarían en mandar al mundo de los sueños al resto que quedaba.
Vincent observó por el rabillo del ojo, como el borracho que Frith había clavado contra el suelo, se quitaba la daga con su mano libre, y se comenzaba a incorporar para buscar más jaleo. Se dio prisa, y se acercó al borracho para propinarle un rodillazo en el mentón que lo dejó inconsciente en el acto. Después se arrodilló junto al hombre y recogió su daga de la mano, para limpiarla, y finalmente devolverla a su vaina.
- Nada de armas, amigo-, le dijo al tipo inconsciente, dándole unas palmadas en el hombro, antes de incorporarse. - ¿Qué te ocurre Frith? Parece que hayas visto un monstruo-, comentó, mirando al chico con un ceja enarcada.
¿Qué había ocurrido mientras noqueaba al beodo, para que se pusiera así de repente?
- Claro. Tomemos unos tragos-, respondió al bio, medio distraído, porque todavía seguía extrañado por lo que le pasaba a Frith. - Este buen trabajo bien lo merece. Charlemos, invitaré a la primera ronda-, comentó, avanzando con paso firme hasta la barra.
Allí colocó unas monedas sobre la madera, y pronto el dueño le dejó tres jarras de hidromiel. Agarró dos con una mano, y la otra con la diestra, y sin perder el tiempo se dirigió a una mesa que parecía todavía en condiciones de ser usada.
El rubio pasó por encima de un cuerpo inconsciente, teniendo cuidado de no pisarlo, y tomó un sorbo de la jarra en su mano diestra justo cuando llegaba hasta la mesa.
- Esta mesa parece que está bien-, comentó a sus compañeros.
Pero nada más dejar las jarras sobre la madera, recogió una silla, para encontrar que estaba más rota que entera.
- Bueno, no he mentido… la mesa está bien… que es lo que importa-, dijo, buscando otra silla en la que poder sentarse.
El bardo pareció cansarse de tocar, o directamente había ganado suficiente dinero por ese día. Quién sabe, el caso es que fue una especie de reflejo de la propia pelea, que iba perdiendo fuelle con el pasar de los minutos. Cada vez había menos borracho en pie, la mayoría se habían noqueado entre ellos, lo cual estaba bien, así tendrían menos trabajo. Curioso e inesperado trío de rescate y protección del local se había formado. ¿No se suponía que de eso debería encargar la guardia o milicia del pueblo?
A este punto, con lo normalizado que lo tenía el dueño de la taberna, y el espectáculo de música y apuestas que se había formado alrededor de la pelea, no sería de extrañar que los miembros de la milicia local estuvieran allí dentro. Mirando o directamente zurrándose, eso los dioses sabrían.
- Frith, eh. Encantado de conocerte-, respondió al alto, que por fin había dado un nombre con el que mentarlo. - Tienes toda la razón compañero. Es fácil ver que personas disfrutan de la pelea, y quien prefiere que termine cuanto antes. Y creo que del segundo tipo, solamente hay tres especímenes en este comedor-, comentó con una sonrisa, refiriéndose a ellos.
El biocibernético se había acercado bastante hasta él, y por sus palabras, era obvio que no pillaba bien las bromas que hacía. Eso era una total desgracia. ¡Había una persona en esa posada que no entendía sus bromas! Era lo peor que le había pasado en la vida. Había un mortal que no podía disfrutar del placer de su lacerante ironía y eso no le pasaba todos los días.
Evidentemente exageraba. La situación estaba muy lejos de ser algo grave, mucho menos ser lo peor que le había pasado. Ya había perdido a su padre, y por un tiempo pensó que también a su madre. Lo mismo con su amada, que durante un naufragio había pensado que había fallecido.
Ante esas cosas, que el bio no pudiera entender su humor no era un verdadero problema. Pero lo cierto, es que era curioso. No solía pasarle. Normalmente a la gente le gustaba su humor, o todo lo contrario, lo odiaba. Pero que no lo pillasen, no solía ser tan común. Tendría que acostumbrarse a usarlo menos a menudo. Al menos en presencia de Alois, que se notaba por su rostro que estaba verdaderamente confundido.
Normal. Los bios que había conocido, tenían una forma particular de ser. Y eran así en todos los casos que se había encontrado, por lo que debía ser algo inherente a su raza.
- No, claro que no. Iba totalmente en serio. ¿No has oído hablar de los hombres roca de la isla Lunar? -, mintió, haciendo una nueva broma. Maldita sea, donde había quedado eso de no confundir al cibernético. - Claro, Alois-, rió. - Solamente eran bromas. Es algo que me sale sin pensarlo demasiado. Pero intentaré hacerlo menos para no desorientarte. Por cierto, gracias por tu ayuda. Sin ti-, miró a su alrededor. - Esto se habría complicado bastante, y la pelea hubiera durado un buen rato.
Quizás exageraba con un buen rato, pero evidentemente tres eran mejor que dos para cortar el combate. Además, sin el bio no sabría si hubiera podido convencer a Frith para repartir hostias en un solo sentido. Imaginaba que sí, pero con Alois inclinando la balanza, había sido más fácil.
Lo importante es que ya no quedaban sino algunos borrachos intentando pegarse, más que dándose golpes de verdad. Se podía considerar el trabajo finiquitado. O casi. No tardarían en mandar al mundo de los sueños al resto que quedaba.
Vincent observó por el rabillo del ojo, como el borracho que Frith había clavado contra el suelo, se quitaba la daga con su mano libre, y se comenzaba a incorporar para buscar más jaleo. Se dio prisa, y se acercó al borracho para propinarle un rodillazo en el mentón que lo dejó inconsciente en el acto. Después se arrodilló junto al hombre y recogió su daga de la mano, para limpiarla, y finalmente devolverla a su vaina.
- Nada de armas, amigo-, le dijo al tipo inconsciente, dándole unas palmadas en el hombro, antes de incorporarse. - ¿Qué te ocurre Frith? Parece que hayas visto un monstruo-, comentó, mirando al chico con un ceja enarcada.
¿Qué había ocurrido mientras noqueaba al beodo, para que se pusiera así de repente?
- Claro. Tomemos unos tragos-, respondió al bio, medio distraído, porque todavía seguía extrañado por lo que le pasaba a Frith. - Este buen trabajo bien lo merece. Charlemos, invitaré a la primera ronda-, comentó, avanzando con paso firme hasta la barra.
Allí colocó unas monedas sobre la madera, y pronto el dueño le dejó tres jarras de hidromiel. Agarró dos con una mano, y la otra con la diestra, y sin perder el tiempo se dirigió a una mesa que parecía todavía en condiciones de ser usada.
El rubio pasó por encima de un cuerpo inconsciente, teniendo cuidado de no pisarlo, y tomó un sorbo de la jarra en su mano diestra justo cuando llegaba hasta la mesa.
- Esta mesa parece que está bien-, comentó a sus compañeros.
Pero nada más dejar las jarras sobre la madera, recogió una silla, para encontrar que estaba más rota que entera.
- Bueno, no he mentido… la mesa está bien… que es lo que importa-, dijo, buscando otra silla en la que poder sentarse.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
— No, compañero… todo esta bien —respondí, en cuanto tanto Vincent como el autómata se quedaron perplejos por mi reacción.
No quería mostrar mis preocupaciones. En aquella época todavía era bastante receloso hacia los biocibernéticos. No confiaba en ellos. Tenia la firme convicción de que eran seres creados por los terráqueos con la única intención de mantenernos controlados, por mas tiempo que pasara. Y la idea del control… me aturdía. Odiaba que existiera alguien cuya única función vital fuera controlar la vida de los demás, las sociedades, cuando el libre albedrío era lo mas hermoso que podía tener nuestro mundo.
Y sin embargo tiempo después, me había convertido en guardia; cosas de la vida. Aunque supongo que porque distinguía entre ser controlado, y ser ajusticiado; aunque puede confundir, los significados para mi eran muy distintos. Aquellos seres, los biocibernéticos, a mis ojos eran criaturas diseñadas para controlar cada paso que dábamos, cada uno de nuestros actos. Criaturas que estaban ahí con la única intención de manejar el mundo para que fuera, «justo», tal vez. Pero distaba mucho de mi perspectiva sobre la justicia.
Solté una fuerte carcajada cuando el rubio nos ofreció asiento, y las sillas de aquella mesa no eran mas que un montón de madera deshecha ahora. Dirigí la mirada a mi alrededor, y vi una mesa donde tan solo había sentado un hombre rudo, de gran barba rojiza. Estaba el sentado, el solo en una mesa muy amplia llena de jarras. Y alrededor de esa mesa, varias sillas vacías. Me acerque sonriente y pose mi mano sobre el respaldo de las sillas, para poder levantarlas y llevarlas hasta nuestra mesa.
— Que pasa, amigo? —Le dije bromista—, tus flatulencias han ahuyentado la compañía? El tabernero a veces hace preparados demasiado densos. Ten cuidado la próxima vez que escojas un menú.
El tan solo dejo escapar un fuerte gruñido. Volví a nuestra mesa con las sillas y las coloque alrededor, y tome asiento. Teníamos bebida, teníamos conversación, y tranquilidad. Ya no había peleas, ya no había problemas. Tan solo estábamos Vincent, el autómata, y yo, y me preguntaba con suma curiosidad, como se desarrollaría todo aquello.
— Autómata —comencé, dirigiéndome hacia el biocibernético—, disculpa, señor Felcer. Me preguntaba si frecuentabas las tabernas. Tu reacción ha sido rápida, la apropiada para un agente de la ley. Aunque es mas propia de alguien que ve un atraco callejero, un asesinato en las terribles y oscuras calles de Lunargenta durante el invierno. Pero… —lo mire fijamente—, no es propio reaccionar así en una taberna. Estas peleas son normales, suceden casi a diario. Las tabernas fueron un tiempo mi hogar, y las de mas de uno con seguridad, y te puedo asegurar que estas peleas son el pan de cada día. La justicia se hace a si misma de este modo —acompañaba mis palabras, señalándolo con la barra de pan de trigo que me acababa de traer el tabernero momentos atrás. Junto con un poco de mantequilla y un cuchillo de madera.
Ahora cortaba una rodaja y untaba la mantequilla por encima. Me lo lleve a la boca y continué hablando.
— Que os traía por aquí, por cierto? —Pregunte curioso—. No me confundáis. Agradezco que aparecierais. De no ser así, aunque claramente la pelea estaba bajo control, lo mas probable es que al final hubiera perdido un par de dientes.
— Una buena mujer, eso buscaban —comento el tabernero, que acababa de aparecer de nuevo—. Tomad, por el espectáculo.
Nos dejo una tabla con queso y jamón, y un largo cuchillo para poder cortar a placer. Por lo visto el caballero había obtenido bastantes ganancias con sus apuestas. Había ignorado casi por completo el hecho de que Alois le hubiera hecho saber que aquello era ilegal. Claro que sabia que era ilegal. Pero aquella taberna era la casa de mucha gente, el lugar que frecuentaban cada día, el santuario al que se retiraban después de las largas jornadas de trabajo. Que haría acaso? Cerrarla? Alois podía ser muchas cosas que yo desconocía, pero sabia que no era tan estúpido. Y el tabernero lo sabia también.
— Este queso, es de la misma vaca que nos dio ese jamón —dijo el tabernero—. También os traigo un buen vino de la región, y pan de trigo.
— Pan de trigo, delicioso —comente yo—. Llevo mas de un mes comiendo pan de centeno durante el viaje. Es el que mas tarda en endurecerse, ideal para los viajes.
— Así es caballero. Os invito, no os preocupéis. Y si queréis una habitación para descansar esta noche, podéis consideraros invitados también —dijo con suma amabilidad.
— Realmente parece que te hemos dado una fortuna —pensé en alto.
El tabernero soltó una fuerte carcajada y se retiro hacia su barra. La gente comenzaba a requerirlo, pidiéndole mas cerveza, vino. Y el hecho de haber visto lo que nos había dejado en la mesa, había hecho que el hambre se apoderara de los estómagos de mas de uno. Me dirigí nuevamente hacia Vincent y Alois.
— Marchaba hacia el norte —comente—. Estoy yendo hacia Ulmer, es una ciudad poblada por licántropos. Tengo un par de cosas que hacer allí, además de conocerlo. Nunca he salido de Lunargenta y sus alrededores. Que hacéis vosotros aquí? Supongo que no haríais como ha dicho el tabernero: buscar una buena moza con quien retozar.
No quería mostrar mis preocupaciones. En aquella época todavía era bastante receloso hacia los biocibernéticos. No confiaba en ellos. Tenia la firme convicción de que eran seres creados por los terráqueos con la única intención de mantenernos controlados, por mas tiempo que pasara. Y la idea del control… me aturdía. Odiaba que existiera alguien cuya única función vital fuera controlar la vida de los demás, las sociedades, cuando el libre albedrío era lo mas hermoso que podía tener nuestro mundo.
Y sin embargo tiempo después, me había convertido en guardia; cosas de la vida. Aunque supongo que porque distinguía entre ser controlado, y ser ajusticiado; aunque puede confundir, los significados para mi eran muy distintos. Aquellos seres, los biocibernéticos, a mis ojos eran criaturas diseñadas para controlar cada paso que dábamos, cada uno de nuestros actos. Criaturas que estaban ahí con la única intención de manejar el mundo para que fuera, «justo», tal vez. Pero distaba mucho de mi perspectiva sobre la justicia.
Solté una fuerte carcajada cuando el rubio nos ofreció asiento, y las sillas de aquella mesa no eran mas que un montón de madera deshecha ahora. Dirigí la mirada a mi alrededor, y vi una mesa donde tan solo había sentado un hombre rudo, de gran barba rojiza. Estaba el sentado, el solo en una mesa muy amplia llena de jarras. Y alrededor de esa mesa, varias sillas vacías. Me acerque sonriente y pose mi mano sobre el respaldo de las sillas, para poder levantarlas y llevarlas hasta nuestra mesa.
— Que pasa, amigo? —Le dije bromista—, tus flatulencias han ahuyentado la compañía? El tabernero a veces hace preparados demasiado densos. Ten cuidado la próxima vez que escojas un menú.
El tan solo dejo escapar un fuerte gruñido. Volví a nuestra mesa con las sillas y las coloque alrededor, y tome asiento. Teníamos bebida, teníamos conversación, y tranquilidad. Ya no había peleas, ya no había problemas. Tan solo estábamos Vincent, el autómata, y yo, y me preguntaba con suma curiosidad, como se desarrollaría todo aquello.
— Autómata —comencé, dirigiéndome hacia el biocibernético—, disculpa, señor Felcer. Me preguntaba si frecuentabas las tabernas. Tu reacción ha sido rápida, la apropiada para un agente de la ley. Aunque es mas propia de alguien que ve un atraco callejero, un asesinato en las terribles y oscuras calles de Lunargenta durante el invierno. Pero… —lo mire fijamente—, no es propio reaccionar así en una taberna. Estas peleas son normales, suceden casi a diario. Las tabernas fueron un tiempo mi hogar, y las de mas de uno con seguridad, y te puedo asegurar que estas peleas son el pan de cada día. La justicia se hace a si misma de este modo —acompañaba mis palabras, señalándolo con la barra de pan de trigo que me acababa de traer el tabernero momentos atrás. Junto con un poco de mantequilla y un cuchillo de madera.
Ahora cortaba una rodaja y untaba la mantequilla por encima. Me lo lleve a la boca y continué hablando.
— Que os traía por aquí, por cierto? —Pregunte curioso—. No me confundáis. Agradezco que aparecierais. De no ser así, aunque claramente la pelea estaba bajo control, lo mas probable es que al final hubiera perdido un par de dientes.
— Una buena mujer, eso buscaban —comento el tabernero, que acababa de aparecer de nuevo—. Tomad, por el espectáculo.
Nos dejo una tabla con queso y jamón, y un largo cuchillo para poder cortar a placer. Por lo visto el caballero había obtenido bastantes ganancias con sus apuestas. Había ignorado casi por completo el hecho de que Alois le hubiera hecho saber que aquello era ilegal. Claro que sabia que era ilegal. Pero aquella taberna era la casa de mucha gente, el lugar que frecuentaban cada día, el santuario al que se retiraban después de las largas jornadas de trabajo. Que haría acaso? Cerrarla? Alois podía ser muchas cosas que yo desconocía, pero sabia que no era tan estúpido. Y el tabernero lo sabia también.
— Este queso, es de la misma vaca que nos dio ese jamón —dijo el tabernero—. También os traigo un buen vino de la región, y pan de trigo.
— Pan de trigo, delicioso —comente yo—. Llevo mas de un mes comiendo pan de centeno durante el viaje. Es el que mas tarda en endurecerse, ideal para los viajes.
— Así es caballero. Os invito, no os preocupéis. Y si queréis una habitación para descansar esta noche, podéis consideraros invitados también —dijo con suma amabilidad.
— Realmente parece que te hemos dado una fortuna —pensé en alto.
El tabernero soltó una fuerte carcajada y se retiro hacia su barra. La gente comenzaba a requerirlo, pidiéndole mas cerveza, vino. Y el hecho de haber visto lo que nos había dejado en la mesa, había hecho que el hambre se apoderara de los estómagos de mas de uno. Me dirigí nuevamente hacia Vincent y Alois.
— Marchaba hacia el norte —comente—. Estoy yendo hacia Ulmer, es una ciudad poblada por licántropos. Tengo un par de cosas que hacer allí, además de conocerlo. Nunca he salido de Lunargenta y sus alrededores. Que hacéis vosotros aquí? Supongo que no haríais como ha dicho el tabernero: buscar una buena moza con quien retozar.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Vincent dijo que estaba encantado de conocer el nombre de nuestro tercer compañero ¿Acaso debía alegrarme también de ello? La verdad es que solo era confortante pro fin tener un nombre por el cual llamar a la persona pero no veía motivo para encantarme por ello, seguramente era de esas expresiones sin sentidos que usaban los humanos, lo que podía asegurarme es que no usaría aquella expresión.
Un comentario de Vicent me tomó totalmente por sorpresa, por lo visto existían hombres rosca y habitaban en la Isla Lunar. Debían ser seres muy extraños y curiosos, en aquel momento tenía varias preguntas al respecto pero lo mejor podía ser esperar e investigar por mi cuenta, cuando tuviese tiempo de concentrarme al máximo y retener la información aunque aquello nunca me fue un problema pero siempre buscaba la perfección para ello. Tristemente la ilusión murió casi en el acto, todo era parte de una broma de mal gusto, no evité volver a fruncir el ceño para observar al sujeto bromista, al menos intentaría dejar de hacerlas o eso había aclarado.
- Sin mi ayuda posiblemente hubiese más de un herido de gravedad, quizá una muerte por los ebrios armados o por los seres impulsivos. – Al decir esto desvié un poco la mirada a Frith que se había dejado llevar y había clavado la mano de un borracho al suelo, por cosas así es que las peleas resultaban peligrosas. – Aunque también ustedes pudieron habérselas arreglado solos, era cuestión de decisiones y variables.
Los conflictos en bares solían ser agresivos y la gente que acostumbraba a participar en ellos no tenían uso de la razón, no por elección propia, era más que nada causa de los efectos del alcohol que se hallaba en el organismos de ellos, los hacía más torpes e imprudentes, tomaban decisiones extremas y erradas que ponían en peligro la vida de ellos y de los seres que les rodeaban. Como si la situación estuviese leyendo mis pensamientos el ebrio del suelo se trataba de incorporar con arma en mano, quizá buscando venganza o aun bajo los efectos del alcohol, estaba por tomar medidas cuando el brujo le dio un rodillazo y lo dejó incapacitado, esta vez tuvo la precaución de tomar el arma del sujeto y guardarla, una buena elección.
- Buen movimiento, y lo importante es que sigue vivo. – Comenté ante el acto de Vincent, por lo visto la gente solía elogiarse por todo, aquello resultaría tedioso a largo plazo.
Frith pro lo visto había regresado a un trauma de su infancia, la expresión en su rostro era un poema ¿Acaso era de esos momentos donde la gente tenía regresiones y luego se soltaba en llanto? Aquello podía ser malo, no sabía cómo tratar aquello y no había nada en mi sistema al respecto, bueno, en mi sistema tampoco es que hubiesen muchos datos de cómo socializar. Fue un alivio escuchar del mismo Frith que estaba bien, quizá solo había quedado en shock por un momento, ya no debería consolar a nadie.
La otra buena noticia era que si había tiempo para tragos, en ese momento agradecía que mi organismo funcionara con ello y que tampoco me veía tan afectado por el licor, podía beber todo lo que quisiera y el efecto de ebriedad en mi sería mínimo o casi nulo.
- Por mí no hay problema que invites la primer ronda… o la segunda, quizá la tercera. – Bromeé como solían hacer algunos ebrios en la taberna. - ¿Hice bien el chiste?
La mesa que había seleccionado el sujeto estaba en buen estado como él había dicho pero por lo visto era sus sillas las que no estaban en una condiciones de ser usadas, claro, después de haber sido usadas como armas habían perdido su resistencia, era lo más lógico.
Por otro lado Frith luego de reírse se había retirado a una mesa adyacente, ¿Qué planeaba hacer aquel sujeto tan volátil? ¿Buscar problemas de nuevo? Por lo visto no se cansaba de ver como todo a su alrededor era un caos, quizá era de esos seres que adoraban el fervor de la lucha y bailar sobre la sangre de sus oponentes vencidos en combate.
- Por cosas así es que luego comienzan los conflictos. – Comenté a Vincent mientras escuchaba el comentario que soltaba Frith al sujeto solitario, era una manera muy poco efectiva para pedir prestadas un par de sillas, lo mejor era solo pedirlo y ya, sin hostilidad.
Cuando las sillas estuvieron ya en la mesa no dude tomar asiento para sostener la jarra que había traído Vincent con licor, por fin pegaría un trago con tranquilidad en aquel sitio. Llevé la jarra hasta mi boca y cuando di el primer trago Frith volvió a llamarme por el mote de autómata, bajé la jarra lentamente con cierto disgusto y dando un gruñido en señal de desaprobación, por suerte lo corrijo casi al momento antes de que se lo reprochase.
Por lo visto la duda que tenía Frith era si solía frecuentar tabernas, en el poco tiempo que llevaba libre había ido a varias pero no a quedarme, simplemente a buscar vino y seguir con mis trabajos. Parecía estar extrañado por mi manera de reaccionar ante los problemas, la verdad es que estaba en mí reaccionar así, no veía problema y además era bueno.
- Dices que creciste en tabernas, así que supongo que al estar rodeado de todos estos conflictos sabrás muy bien que pueden tener giros en los acontecimientos, primero todo es diversión y golpes y luego. – Levanté la jarra en el aire simulando que fuese un arma para luego bajarla rápidamente hasta que estuviese cerca de la cabeza de Frith, no planeaba herirlo ni nada por el estilo, era más que nada una dramatización de sucesos. – Las cosas pueden complicarse, debido a la inhibición causada por el licor. Así que es mejor prevenir que lamentar ¿No es cierto? ¿O crees que la muerte de esa manera es justa?
Alejé la jarra del cráneo de Frith y di un trago tranquilamente a la cerveza, esperaba que con aquello al fin pudiese disfrutar el trago. No sabía exactamente cuanta energía había gastado aquel día pero lo mejor era estar bebiendo para cuando saliese la otra alerta, por el momento todos los datos reflejados en mi ojo estaban estables, el motor iba a un ritmo adecuado y no corría peligro.
La otra duda de Frith era por lo visto que nos llevaba hasta allí, estaba por responder cuando el tabernero interrumpió repentinamente ¿Acaso esa gente no tenía modales? Dirigí una mirada con cierta molestia al hombre, debía aprender a no interrumpir abruptamente cuando no le incumbía, además la idea de lo que hacíamos aquí era errónea ¿Buscar una buena mujer? ¿Acaso de había perdido alguna? Lo bueno es que había traído algo de comida gratis con él, lo malo es que era como agradecimiento por la disputa causada en el sitio ¿Qué le pasaba a ese hombre?
Tomé la botella de vino que había depositado en la mesa y la abrí ignorando al tabernero, si seguía escuchando los comentarios de aquel hombre terminaría perdiendo la paciencia y llamaría a alguien de la guardia, no podía permitirme eso aun, al menos no sin haber llenado mis botellas de Vino. Era molesto ver como el sujeto recompensaba los problemas y las malas conductas, aquello era desagradable.
Cuando el tabernero se marchó solté un leve suspiro tratando de calmarme y escuché la historia del busca problemas, la taberna solo era una pequeña parada, su objetivo era viajar a Ulmer un sitio de licántropos ¿Por qué querría ir hasta allí? Debería preguntarle eso.
- Primero que nada, tu suposición de que ando buscando a alguien es errónea. Segundo, lamento haberme encaprichado con el vino. – Dije mientras regresaba la botella a la mesa, no la había vaciado pero ya iba al menos por la mitad… ya entendía porque mis reservas duraban tan poco. – Yo solo estoy de paso, voy a Lunargenta a comprar comida para… mi familia. – Podía considerar a los Collingwood como familia ¿Cierto? – Así que solo buscaba algo de vino. – Observé a Vincent un momento e incliné un poco la cabeza. - ¿Y tú Vincent? ¿Qué te trae por estos sitios? Si te molesta decirlo no hay problema.
Un comentario de Vicent me tomó totalmente por sorpresa, por lo visto existían hombres rosca y habitaban en la Isla Lunar. Debían ser seres muy extraños y curiosos, en aquel momento tenía varias preguntas al respecto pero lo mejor podía ser esperar e investigar por mi cuenta, cuando tuviese tiempo de concentrarme al máximo y retener la información aunque aquello nunca me fue un problema pero siempre buscaba la perfección para ello. Tristemente la ilusión murió casi en el acto, todo era parte de una broma de mal gusto, no evité volver a fruncir el ceño para observar al sujeto bromista, al menos intentaría dejar de hacerlas o eso había aclarado.
- Sin mi ayuda posiblemente hubiese más de un herido de gravedad, quizá una muerte por los ebrios armados o por los seres impulsivos. – Al decir esto desvié un poco la mirada a Frith que se había dejado llevar y había clavado la mano de un borracho al suelo, por cosas así es que las peleas resultaban peligrosas. – Aunque también ustedes pudieron habérselas arreglado solos, era cuestión de decisiones y variables.
Los conflictos en bares solían ser agresivos y la gente que acostumbraba a participar en ellos no tenían uso de la razón, no por elección propia, era más que nada causa de los efectos del alcohol que se hallaba en el organismos de ellos, los hacía más torpes e imprudentes, tomaban decisiones extremas y erradas que ponían en peligro la vida de ellos y de los seres que les rodeaban. Como si la situación estuviese leyendo mis pensamientos el ebrio del suelo se trataba de incorporar con arma en mano, quizá buscando venganza o aun bajo los efectos del alcohol, estaba por tomar medidas cuando el brujo le dio un rodillazo y lo dejó incapacitado, esta vez tuvo la precaución de tomar el arma del sujeto y guardarla, una buena elección.
- Buen movimiento, y lo importante es que sigue vivo. – Comenté ante el acto de Vincent, por lo visto la gente solía elogiarse por todo, aquello resultaría tedioso a largo plazo.
Frith pro lo visto había regresado a un trauma de su infancia, la expresión en su rostro era un poema ¿Acaso era de esos momentos donde la gente tenía regresiones y luego se soltaba en llanto? Aquello podía ser malo, no sabía cómo tratar aquello y no había nada en mi sistema al respecto, bueno, en mi sistema tampoco es que hubiesen muchos datos de cómo socializar. Fue un alivio escuchar del mismo Frith que estaba bien, quizá solo había quedado en shock por un momento, ya no debería consolar a nadie.
La otra buena noticia era que si había tiempo para tragos, en ese momento agradecía que mi organismo funcionara con ello y que tampoco me veía tan afectado por el licor, podía beber todo lo que quisiera y el efecto de ebriedad en mi sería mínimo o casi nulo.
- Por mí no hay problema que invites la primer ronda… o la segunda, quizá la tercera. – Bromeé como solían hacer algunos ebrios en la taberna. - ¿Hice bien el chiste?
La mesa que había seleccionado el sujeto estaba en buen estado como él había dicho pero por lo visto era sus sillas las que no estaban en una condiciones de ser usadas, claro, después de haber sido usadas como armas habían perdido su resistencia, era lo más lógico.
Por otro lado Frith luego de reírse se había retirado a una mesa adyacente, ¿Qué planeaba hacer aquel sujeto tan volátil? ¿Buscar problemas de nuevo? Por lo visto no se cansaba de ver como todo a su alrededor era un caos, quizá era de esos seres que adoraban el fervor de la lucha y bailar sobre la sangre de sus oponentes vencidos en combate.
- Por cosas así es que luego comienzan los conflictos. – Comenté a Vincent mientras escuchaba el comentario que soltaba Frith al sujeto solitario, era una manera muy poco efectiva para pedir prestadas un par de sillas, lo mejor era solo pedirlo y ya, sin hostilidad.
Cuando las sillas estuvieron ya en la mesa no dude tomar asiento para sostener la jarra que había traído Vincent con licor, por fin pegaría un trago con tranquilidad en aquel sitio. Llevé la jarra hasta mi boca y cuando di el primer trago Frith volvió a llamarme por el mote de autómata, bajé la jarra lentamente con cierto disgusto y dando un gruñido en señal de desaprobación, por suerte lo corrijo casi al momento antes de que se lo reprochase.
Por lo visto la duda que tenía Frith era si solía frecuentar tabernas, en el poco tiempo que llevaba libre había ido a varias pero no a quedarme, simplemente a buscar vino y seguir con mis trabajos. Parecía estar extrañado por mi manera de reaccionar ante los problemas, la verdad es que estaba en mí reaccionar así, no veía problema y además era bueno.
- Dices que creciste en tabernas, así que supongo que al estar rodeado de todos estos conflictos sabrás muy bien que pueden tener giros en los acontecimientos, primero todo es diversión y golpes y luego. – Levanté la jarra en el aire simulando que fuese un arma para luego bajarla rápidamente hasta que estuviese cerca de la cabeza de Frith, no planeaba herirlo ni nada por el estilo, era más que nada una dramatización de sucesos. – Las cosas pueden complicarse, debido a la inhibición causada por el licor. Así que es mejor prevenir que lamentar ¿No es cierto? ¿O crees que la muerte de esa manera es justa?
Alejé la jarra del cráneo de Frith y di un trago tranquilamente a la cerveza, esperaba que con aquello al fin pudiese disfrutar el trago. No sabía exactamente cuanta energía había gastado aquel día pero lo mejor era estar bebiendo para cuando saliese la otra alerta, por el momento todos los datos reflejados en mi ojo estaban estables, el motor iba a un ritmo adecuado y no corría peligro.
La otra duda de Frith era por lo visto que nos llevaba hasta allí, estaba por responder cuando el tabernero interrumpió repentinamente ¿Acaso esa gente no tenía modales? Dirigí una mirada con cierta molestia al hombre, debía aprender a no interrumpir abruptamente cuando no le incumbía, además la idea de lo que hacíamos aquí era errónea ¿Buscar una buena mujer? ¿Acaso de había perdido alguna? Lo bueno es que había traído algo de comida gratis con él, lo malo es que era como agradecimiento por la disputa causada en el sitio ¿Qué le pasaba a ese hombre?
Tomé la botella de vino que había depositado en la mesa y la abrí ignorando al tabernero, si seguía escuchando los comentarios de aquel hombre terminaría perdiendo la paciencia y llamaría a alguien de la guardia, no podía permitirme eso aun, al menos no sin haber llenado mis botellas de Vino. Era molesto ver como el sujeto recompensaba los problemas y las malas conductas, aquello era desagradable.
Cuando el tabernero se marchó solté un leve suspiro tratando de calmarme y escuché la historia del busca problemas, la taberna solo era una pequeña parada, su objetivo era viajar a Ulmer un sitio de licántropos ¿Por qué querría ir hasta allí? Debería preguntarle eso.
- Primero que nada, tu suposición de que ando buscando a alguien es errónea. Segundo, lamento haberme encaprichado con el vino. – Dije mientras regresaba la botella a la mesa, no la había vaciado pero ya iba al menos por la mitad… ya entendía porque mis reservas duraban tan poco. – Yo solo estoy de paso, voy a Lunargenta a comprar comida para… mi familia. – Podía considerar a los Collingwood como familia ¿Cierto? – Así que solo buscaba algo de vino. – Observé a Vincent un momento e incliné un poco la cabeza. - ¿Y tú Vincent? ¿Qué te trae por estos sitios? Si te molesta decirlo no hay problema.
Alois
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Frith se recompuso al momento de hablarle, y no tardó en aproximarse hasta la mesa que él había escogido para poder tener una charla sencilla y amigable. Algo más civilizado que lo presenciado anteriormente. Aunque la verdad, después de aquello, casi cualquier cosa que hicieran se podría considerar más civilizado.
No sabía que mosca le había picado al hombretón, pero bueno, podía agradecer que no hubiera ido a mayores. Ahora que todo se había calmado, quería poder hablar con sus compañeros, y conocerlos un poco mejor. Ya que habían luchado juntos, aunque fuera en una pelea de taberna, lo mínimo que podía hacer ahora, era tener una buena conversación con ellos. Un ameno dialogo entre risas y tragos de cerveza.
Aunque lo cierto, es que no tuvo ni que esperar a sentarse para que uno de sus dos compañeros le hiciera reír. Ese biocibernético, le había pillado el gustillo al noble arte de la comedia.
- Muy bien Alois. Veo que ya estas hecho todo un experto en bromas-, rió.
Pronto se sumó a las carcajadas el propio Frith. El problema, es que el hombretón no se dirigió hacia ellos directamente, para seguir con el buen ambiente que tenía el trío de hombres en ese momento. Sino que decidió pasarse por otra mesa antes de ir a donde estaban ellos. A priori, seguramente no se podría apreciar el problema en algo así. Y en realidad, la idea no era mala. Al contrario. Tomar unas sillas era lo mejor que podía hacer alguno de ellos, si no querían pasarse todo el rato charlando de pie.
La cuestión, es que Frith tendría que mejorar el trato personal con las demás personas del local, salvo que quisiera acabar metido en otra melé más pronto que tarde.
- Maldita sea, Frith. He de reconocer que tienes estilo-, comentó, tomando de manos de su compañero una de las sillas, y sentándose en ella. - Un estilo por el que van a intentar partirnos la cabeza dentro de poco, me da la impresión-, dijo, mirando al sujeto que había sido insultado por el hombretón.
Por fortuna, ese tipo parecía que había pasado por alto el comentario de Frith, y había decidido quedarse quieto en su mesa. Mejor, un problema menos. No quería más sillazos en su espalda, con una tenía la cuota del día cumplida.
- A los biocibernéticos no les suele gustar que los humanos acaben heridos. Aunque sea algo buscado por ellos, en un intento de divertirse a golpes-, le explicó al muchacho de pelo cobrizo.
Después dejó que Alois hablase, y que aclarase por si mismo las motivaciones que había tenido para acabar con la pelea. Y él por su parte, se acomodó mejor en la silla, mientras tomaba un largo trago de su cerveza. Seguía siendo igual de mala que la primera que había tomado, pero al menos tenía algo con lo que hidratarse. Además, ya se estaba acostumbrando a su sabor. Ya casi no tenía que esforzarse por no regañarse al tomar tremendo mejunje de mala muerte.
Como había imaginado, las acciones de Alois buscaban evitar heridos o posibles muertos accidentales durante la pelea. Algo de lo más comprensible siendo un biocibernético, pero que no dejaba por ello de ser honorable. Él, aunque al principio había preferido ver qué curso tomaban las acciones dentro de la taberna, poco después también se había decidido por ayudar a terminar con la pelea. Por ello entendía perfectamente al bio y sus preocupaciones.
- Eso es cierto, amigo Frith. Las peleas son el pan de cada día en lugares como este-, reconoció, pues el alto no había dicho ninguna mentira. - Pero Alois tiene razón. Simplemente mira lo que pasó con mi daga. Aquel hombre que parecía acabado y atorado contra el suelo, terminó por poder quitarse la daga. Y estaba dispuesto a usarla contra alguien. Si no llego a noquearlo con rapidez y a recuperarla…
No terminó la frase, porque se sobreentendía perfectamente, como acabaría todo aquel asunto si hubiera seguido su curso sin su intervención.
- Pues…-, comenzó a decir. Pero antes de poder explicar los motivos que lo habían llevado hasta allí, el dueño apareció con distintos alimentos y un vino. Unos víveres en aras del espectáculo, y en agradecimiento por este. Aunque lo único importante, es que todo aquellos alimentos corrían a cuenta de la casa. - Supongo que esa vaca ya no dará más queso-, bromeó, antes de coger un trozo del queso, para llevárselo a la boca, con una loncha de jamón rodeándolo.
Era mejor dejar al dueño a su aire. Pues era evidente que estaba más que acostumbrado a las peleas en su local. O más bien, directamente estaba encantado con ellas. A él, en particular, no le gustaban ese tipo de eventos, pero encarándose con el tabernero no iba a conseguir nada, salvo una discusión que solamente serviría para gasta saliva. Más allá de ayudar a terminar con el conflicto en la posada, no se podía hacer mucho.
- Ah, Ulmer. He estado allí. Un lugar un poco rústico, pero con encanto. Creo que te gustaría-, dijo, en cuando el dueño se fue a atender a otros clientes, y observando como el bio había acaparado la botella de vino. No bromeaba con lo de que siempre era un buen momento para beber. Iba bien cargado de botellas y estaba dispuesto a llenarlas todas. - Eh, no, no-, comentó distraído, volviendo a centrar la atención en la conversación con Frith y Alois, y luego rió. - No, no vengo por ninguna mujer. Y tampoco me molesta decir por qué vine aquí. Yo hago el trayecto justamente inverso que Frith. No vengo de Ulmer, pero sí de unos poblados más al norte de aquí, justo en la frontera entre el territorio humano y el de los lobos. Había una recompensa en la zona, para aquel que consiguiera terminar con unos bandidos que habían convertido esos pueblos en su coto de pillaje-, dijo, tomando otro trago de la cerveza en su poder. - A veces la milicia no da abasto con problemas así en pueblos tan pequeños. Y bueno, a eso me dedico-, sonrió y alzó su vaso de cerveza.
El alto había mencionado que era de Lunargenta. Curioso, a lo mejor eran vecinos pero nunca se habían cruzado, en la gran urbe que era la capital de los humanos.
- Así que vos sois de Lunargenta, y vos vais hacia allí. Interesante. Yo precisamente soy de Lunargenta. Vivo cerca de la zona portuaria-, tomó otra porción de queso acompañado con jamón. - Justo volvía a casa, después de mi trabajo por el norte.
Vinc alargó su mano para tomar la botella de vino, y poder servirse un vaso con lo que quedaba. Sin embargo, justo antes de alcanzarla, la botella se rompió y salió volando por los aires, ante el fuerte impacto de un palo de madera. La pata de una silla, concretamente.
- Pero que cojones-, comentó sorprendido.
- Yo no tengo flatulencias-, dijo el hombretón, al que se le notaba lo borracho que estaba. - Yo no tengo…
Y antes de terminar la frase, se cayó hacia adelante, de bruces. Al lado de la mesa en la que el trío conversaba tranquilamente, antes de que ese tipo decidiera destruir su botella de vino. Seguramente se habría desplomado, producto de la gran cantidad de alcohol que había ingerido, y que había hecho mella en él.
- Esto ha sido-, buscó una palabra correcta para definir aquello. - Inesperado, cuanto menos-, comentó sin salir de su asombro. - El ebanista de este pueblo debe ser millonario.
Maldita sea, tendría que seguir ingiriendo esa cerveza de mala muerte, probablemente el vino era de mejor calidad.
- En fin. Por donde iba. Ah, sí. Volvía a casa después de un trabajo. Así que Alois, a lo mejor puedo acompañarte hasta la ciudad. Conozco una posada allí, regentada por amigos, ellos te podrán conseguir comida muy barata. Aunque, si me permites la pregunta, ¿por qué vas hasta al capital humana para conseguir comida? ¿No hay sitios más cercanos donde poder abastecer a tu familia? -, meneó lo que quedaba de sus cerveza en el fondo de su vaso, antes de continuar. - Se me ha ocurrido algo. Lo cierto, es que mi trabajo me llevó menos tiempo de lo esperado. Así que vuelvo antes de lo pensado. También podría acompañarte hasta Ulmer, Frith. Podría guiarte hasta allí, si quieres. Si puedes esperar unas semanas para partir, y de este modo tener tiempo para solucionar los problemas de Alois.
No sabía que mosca le había picado al hombretón, pero bueno, podía agradecer que no hubiera ido a mayores. Ahora que todo se había calmado, quería poder hablar con sus compañeros, y conocerlos un poco mejor. Ya que habían luchado juntos, aunque fuera en una pelea de taberna, lo mínimo que podía hacer ahora, era tener una buena conversación con ellos. Un ameno dialogo entre risas y tragos de cerveza.
Aunque lo cierto, es que no tuvo ni que esperar a sentarse para que uno de sus dos compañeros le hiciera reír. Ese biocibernético, le había pillado el gustillo al noble arte de la comedia.
- Muy bien Alois. Veo que ya estas hecho todo un experto en bromas-, rió.
Pronto se sumó a las carcajadas el propio Frith. El problema, es que el hombretón no se dirigió hacia ellos directamente, para seguir con el buen ambiente que tenía el trío de hombres en ese momento. Sino que decidió pasarse por otra mesa antes de ir a donde estaban ellos. A priori, seguramente no se podría apreciar el problema en algo así. Y en realidad, la idea no era mala. Al contrario. Tomar unas sillas era lo mejor que podía hacer alguno de ellos, si no querían pasarse todo el rato charlando de pie.
La cuestión, es que Frith tendría que mejorar el trato personal con las demás personas del local, salvo que quisiera acabar metido en otra melé más pronto que tarde.
- Maldita sea, Frith. He de reconocer que tienes estilo-, comentó, tomando de manos de su compañero una de las sillas, y sentándose en ella. - Un estilo por el que van a intentar partirnos la cabeza dentro de poco, me da la impresión-, dijo, mirando al sujeto que había sido insultado por el hombretón.
Por fortuna, ese tipo parecía que había pasado por alto el comentario de Frith, y había decidido quedarse quieto en su mesa. Mejor, un problema menos. No quería más sillazos en su espalda, con una tenía la cuota del día cumplida.
- A los biocibernéticos no les suele gustar que los humanos acaben heridos. Aunque sea algo buscado por ellos, en un intento de divertirse a golpes-, le explicó al muchacho de pelo cobrizo.
Después dejó que Alois hablase, y que aclarase por si mismo las motivaciones que había tenido para acabar con la pelea. Y él por su parte, se acomodó mejor en la silla, mientras tomaba un largo trago de su cerveza. Seguía siendo igual de mala que la primera que había tomado, pero al menos tenía algo con lo que hidratarse. Además, ya se estaba acostumbrando a su sabor. Ya casi no tenía que esforzarse por no regañarse al tomar tremendo mejunje de mala muerte.
Como había imaginado, las acciones de Alois buscaban evitar heridos o posibles muertos accidentales durante la pelea. Algo de lo más comprensible siendo un biocibernético, pero que no dejaba por ello de ser honorable. Él, aunque al principio había preferido ver qué curso tomaban las acciones dentro de la taberna, poco después también se había decidido por ayudar a terminar con la pelea. Por ello entendía perfectamente al bio y sus preocupaciones.
- Eso es cierto, amigo Frith. Las peleas son el pan de cada día en lugares como este-, reconoció, pues el alto no había dicho ninguna mentira. - Pero Alois tiene razón. Simplemente mira lo que pasó con mi daga. Aquel hombre que parecía acabado y atorado contra el suelo, terminó por poder quitarse la daga. Y estaba dispuesto a usarla contra alguien. Si no llego a noquearlo con rapidez y a recuperarla…
No terminó la frase, porque se sobreentendía perfectamente, como acabaría todo aquel asunto si hubiera seguido su curso sin su intervención.
- Pues…-, comenzó a decir. Pero antes de poder explicar los motivos que lo habían llevado hasta allí, el dueño apareció con distintos alimentos y un vino. Unos víveres en aras del espectáculo, y en agradecimiento por este. Aunque lo único importante, es que todo aquellos alimentos corrían a cuenta de la casa. - Supongo que esa vaca ya no dará más queso-, bromeó, antes de coger un trozo del queso, para llevárselo a la boca, con una loncha de jamón rodeándolo.
Era mejor dejar al dueño a su aire. Pues era evidente que estaba más que acostumbrado a las peleas en su local. O más bien, directamente estaba encantado con ellas. A él, en particular, no le gustaban ese tipo de eventos, pero encarándose con el tabernero no iba a conseguir nada, salvo una discusión que solamente serviría para gasta saliva. Más allá de ayudar a terminar con el conflicto en la posada, no se podía hacer mucho.
- Ah, Ulmer. He estado allí. Un lugar un poco rústico, pero con encanto. Creo que te gustaría-, dijo, en cuando el dueño se fue a atender a otros clientes, y observando como el bio había acaparado la botella de vino. No bromeaba con lo de que siempre era un buen momento para beber. Iba bien cargado de botellas y estaba dispuesto a llenarlas todas. - Eh, no, no-, comentó distraído, volviendo a centrar la atención en la conversación con Frith y Alois, y luego rió. - No, no vengo por ninguna mujer. Y tampoco me molesta decir por qué vine aquí. Yo hago el trayecto justamente inverso que Frith. No vengo de Ulmer, pero sí de unos poblados más al norte de aquí, justo en la frontera entre el territorio humano y el de los lobos. Había una recompensa en la zona, para aquel que consiguiera terminar con unos bandidos que habían convertido esos pueblos en su coto de pillaje-, dijo, tomando otro trago de la cerveza en su poder. - A veces la milicia no da abasto con problemas así en pueblos tan pequeños. Y bueno, a eso me dedico-, sonrió y alzó su vaso de cerveza.
El alto había mencionado que era de Lunargenta. Curioso, a lo mejor eran vecinos pero nunca se habían cruzado, en la gran urbe que era la capital de los humanos.
- Así que vos sois de Lunargenta, y vos vais hacia allí. Interesante. Yo precisamente soy de Lunargenta. Vivo cerca de la zona portuaria-, tomó otra porción de queso acompañado con jamón. - Justo volvía a casa, después de mi trabajo por el norte.
Vinc alargó su mano para tomar la botella de vino, y poder servirse un vaso con lo que quedaba. Sin embargo, justo antes de alcanzarla, la botella se rompió y salió volando por los aires, ante el fuerte impacto de un palo de madera. La pata de una silla, concretamente.
- Pero que cojones-, comentó sorprendido.
- Yo no tengo flatulencias-, dijo el hombretón, al que se le notaba lo borracho que estaba. - Yo no tengo…
Y antes de terminar la frase, se cayó hacia adelante, de bruces. Al lado de la mesa en la que el trío conversaba tranquilamente, antes de que ese tipo decidiera destruir su botella de vino. Seguramente se habría desplomado, producto de la gran cantidad de alcohol que había ingerido, y que había hecho mella en él.
- Esto ha sido-, buscó una palabra correcta para definir aquello. - Inesperado, cuanto menos-, comentó sin salir de su asombro. - El ebanista de este pueblo debe ser millonario.
Maldita sea, tendría que seguir ingiriendo esa cerveza de mala muerte, probablemente el vino era de mejor calidad.
- En fin. Por donde iba. Ah, sí. Volvía a casa después de un trabajo. Así que Alois, a lo mejor puedo acompañarte hasta la ciudad. Conozco una posada allí, regentada por amigos, ellos te podrán conseguir comida muy barata. Aunque, si me permites la pregunta, ¿por qué vas hasta al capital humana para conseguir comida? ¿No hay sitios más cercanos donde poder abastecer a tu familia? -, meneó lo que quedaba de sus cerveza en el fondo de su vaso, antes de continuar. - Se me ha ocurrido algo. Lo cierto, es que mi trabajo me llevó menos tiempo de lo esperado. Así que vuelvo antes de lo pensado. También podría acompañarte hasta Ulmer, Frith. Podría guiarte hasta allí, si quieres. Si puedes esperar unas semanas para partir, y de este modo tener tiempo para solucionar los problemas de Alois.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
— Bueno, compañero —dije dirigiéndome hacia Alois—. La verdad es que soy consciente de ello. Las cosas pueden tener un giro inesperado, pero es así siempre en la vida. Tanto dentro de una taberna, como allá fuera —hice un ademán con la mano señalando a las ventanas, refiriéndome al mundo exterior—. Confieso que me da mucho menos miedo lo que pueda pasar en una taberna —sonreí y tome un trago mas.
Después de que escuchara mi intención de viajar hacia Ulmer, fue el quien me hizo saber a mi sobre sus intenciones. El autómata pensaba marchar a Lunargenta para poder comprar algunas provisiones, alimentos para su familia. Aquello me dejo bastante confundido, dado que no había imaginado que aquel ser pudiera tener algo parecido a una familia. De hecho en aquella época sabia tan poco de ellos, que ni siquiera era consciente de que tenían algo mínimamente parecido a los humanos. Pensaba que eran un montón de trozos de metal y carbón programados para «hacer el bien». Sin objetivos, aspiraciones, sentimientos. Si nada en absoluto mas que unas ordenes ya preparadas.
— Tu familia, eh? —Tome otro trago—. Ya veo. Bueno, la verdad, Lunargenta tiene buenos lugares donde comprar. Sobretodo el mercado en determinados días, esta abarrotado de carne y buenos alimentos. Pero a veces es incluso mas conveniente comprar en los pequeños poblados de alrededor. Muchas veces es mas barato, y de mejor calidad. En esos pueblos de tres o cuatro casas.
Después calle y me dispuse a escuchar lo que tenia que decir Vincent. Me quede durante unos segundos mirando con curiosidad a Alois. Todavía sentía curiosidad, y tardaría en perderla. Al fin y al cabo no había visto mas que humanos, hombres bestia y gente de mi propia especie hasta el momento. Sobre los autómatas, no había hecho mas que oír rumores, o comentarios de gente que los había conocido. Y allí tenia uno frente a mi. Uno vaciando botellas de vino hasta la mitad. No iba a perder la oportunidad de saber mas sobre el y su especie. Pero por el momento, callaría. No quería atosigarlo con mi curiosidad. Al fin y al cabo ya me había dado a entender que en cierto modo mi comportamiento le resultaba mas o menos molesto, y había despertado en mi una pequeña sensación d camaradería por el y Vincent, por lo que lo ultimo que quería en aquellos momentos, era molestarlos. Quería beber un trago con aquellos nuevos conocidos, sin mas.
El parecía comprender a la perfección la situación de las tabernas. Al mismo tiempo se había preocupado por hacerme comprender la perspectiva del biocibernético. Lo había escuchado con atención, dado que me interesaba saber sobre el autómata. Por lo que me hizo saber, a ellos sencillamente no les gustaba que hubiera humanos heridos.
— Eso es bastante noble por su parte —comente, dirigiendo ahora mi mirada hacia Alois.
Luego me hizo saber un poco sobre Ulmer. Jamas había estado antes, por lo que todo lo que me dijera el, seria de interés para mi. Desafortunadamente, únicamente me hizo saber que era un «lugar bastante rustico», y que posiblemente seria de mi agrado. Me encogí de hombros y volví a tomar otro trago. Después Vincent contó los motivos de su viaje. Por lo que me dio a entender, era algo así como un caza recompensas. Alguien que iba en busca de unos bandidos para poder obtener algunos Aeros, supuse, según su argumento.
— Así que eres algo así como… —pensé las palabras—, un guardián mercenario caza recompensas errante. Aunque bueno, supongo que todos los mercenarios y caza recompensas son errantes.
De pronto Vincent se dispuso a servirse un poco de mas de vino. Pero alguien irrumpió. El mismo muchacho al que le había hecho la sencilla broma momentos antes, poco antes de tomar las sillas para poder sentarnos los tres. Este dijo «yo no tengo flatulencias», y tratando de repetirlo, se desplomo hacia delante. Me aleje levemente todavía sentado en la silla, apoyando la yema de mis dedos sobre el borde de la mesa y viendo aquello. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, pero luego deje escapar un leve suspiro.
Curiosamente Vincent le hizo la misma pregunta a Alois que yo. Preguntando sobre los motivos que lo hacían moverse hasta la misma capital de la península en lugar de ir a cualquier otro lugar mas cercano donde pudiera conseguir buena comida. Tomarse la molestia de ir hasta Lunargenta, seguramente traía algún otro objetivo mas que ir a por comida. Luego me hizo saber a mi sobre que podría acompañarme a Ulmer en el caso de que quisiera, dado que sus planes rápidamente resueltos le permitían hacer eso.
— A mi me parece perfecto —alce levemente la jarra como ademán de aprobación—. Es mas, lo agradecería. No se muy bien que clase de recibimiento recibiré allí. Seguramente a medio camino vendrá mi hermana para acompañarnos. Ella esta no mucho mas al norte desde aquí.
Después de que escuchara mi intención de viajar hacia Ulmer, fue el quien me hizo saber a mi sobre sus intenciones. El autómata pensaba marchar a Lunargenta para poder comprar algunas provisiones, alimentos para su familia. Aquello me dejo bastante confundido, dado que no había imaginado que aquel ser pudiera tener algo parecido a una familia. De hecho en aquella época sabia tan poco de ellos, que ni siquiera era consciente de que tenían algo mínimamente parecido a los humanos. Pensaba que eran un montón de trozos de metal y carbón programados para «hacer el bien». Sin objetivos, aspiraciones, sentimientos. Si nada en absoluto mas que unas ordenes ya preparadas.
— Tu familia, eh? —Tome otro trago—. Ya veo. Bueno, la verdad, Lunargenta tiene buenos lugares donde comprar. Sobretodo el mercado en determinados días, esta abarrotado de carne y buenos alimentos. Pero a veces es incluso mas conveniente comprar en los pequeños poblados de alrededor. Muchas veces es mas barato, y de mejor calidad. En esos pueblos de tres o cuatro casas.
Después calle y me dispuse a escuchar lo que tenia que decir Vincent. Me quede durante unos segundos mirando con curiosidad a Alois. Todavía sentía curiosidad, y tardaría en perderla. Al fin y al cabo no había visto mas que humanos, hombres bestia y gente de mi propia especie hasta el momento. Sobre los autómatas, no había hecho mas que oír rumores, o comentarios de gente que los había conocido. Y allí tenia uno frente a mi. Uno vaciando botellas de vino hasta la mitad. No iba a perder la oportunidad de saber mas sobre el y su especie. Pero por el momento, callaría. No quería atosigarlo con mi curiosidad. Al fin y al cabo ya me había dado a entender que en cierto modo mi comportamiento le resultaba mas o menos molesto, y había despertado en mi una pequeña sensación d camaradería por el y Vincent, por lo que lo ultimo que quería en aquellos momentos, era molestarlos. Quería beber un trago con aquellos nuevos conocidos, sin mas.
El parecía comprender a la perfección la situación de las tabernas. Al mismo tiempo se había preocupado por hacerme comprender la perspectiva del biocibernético. Lo había escuchado con atención, dado que me interesaba saber sobre el autómata. Por lo que me hizo saber, a ellos sencillamente no les gustaba que hubiera humanos heridos.
— Eso es bastante noble por su parte —comente, dirigiendo ahora mi mirada hacia Alois.
Luego me hizo saber un poco sobre Ulmer. Jamas había estado antes, por lo que todo lo que me dijera el, seria de interés para mi. Desafortunadamente, únicamente me hizo saber que era un «lugar bastante rustico», y que posiblemente seria de mi agrado. Me encogí de hombros y volví a tomar otro trago. Después Vincent contó los motivos de su viaje. Por lo que me dio a entender, era algo así como un caza recompensas. Alguien que iba en busca de unos bandidos para poder obtener algunos Aeros, supuse, según su argumento.
— Así que eres algo así como… —pensé las palabras—, un guardián mercenario caza recompensas errante. Aunque bueno, supongo que todos los mercenarios y caza recompensas son errantes.
De pronto Vincent se dispuso a servirse un poco de mas de vino. Pero alguien irrumpió. El mismo muchacho al que le había hecho la sencilla broma momentos antes, poco antes de tomar las sillas para poder sentarnos los tres. Este dijo «yo no tengo flatulencias», y tratando de repetirlo, se desplomo hacia delante. Me aleje levemente todavía sentado en la silla, apoyando la yema de mis dedos sobre el borde de la mesa y viendo aquello. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, pero luego deje escapar un leve suspiro.
Curiosamente Vincent le hizo la misma pregunta a Alois que yo. Preguntando sobre los motivos que lo hacían moverse hasta la misma capital de la península en lugar de ir a cualquier otro lugar mas cercano donde pudiera conseguir buena comida. Tomarse la molestia de ir hasta Lunargenta, seguramente traía algún otro objetivo mas que ir a por comida. Luego me hizo saber a mi sobre que podría acompañarme a Ulmer en el caso de que quisiera, dado que sus planes rápidamente resueltos le permitían hacer eso.
— A mi me parece perfecto —alce levemente la jarra como ademán de aprobación—. Es mas, lo agradecería. No se muy bien que clase de recibimiento recibiré allí. Seguramente a medio camino vendrá mi hermana para acompañarnos. Ella esta no mucho mas al norte desde aquí.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Según el comentario de Vincent, yo ya era un experto en las bromas aunque realmente lo dudaba, era imposible hacerte un experto en algo a la primera demostración o aplicación, era como decir que un niño que supiese levantar una espada podía ser un experto en el combate cuerpo a cuerpo. Lo más posible es que hubiese otra broma del sujeto, la risa debía ser una señal clara de cuando las hacía, debería prestarle atención a estas.
- ¿Nos van a partir la cabeza? – Comenté con curiosidad ante la acotación de uno de nuestros compañeros, si nos iban a partir la cabeza quizá tomar medidas inmediatamente sería lo mejor. Aunque por lo visto el sujeto de la mesa no tenía intención de aquello, quizá era una falsa alarma.
Asentí antes los conocimientos que poseía Vincent de los bios, al menos había alguien conocedor del tema. Aunque aquello me resultaba extraño, aun teniendo un mecanismo diferente al de los otros biocibernéticos tenía aquel rasgo que nos identificaba a todos, resultaba tan extraño ser diferente y al mismo tiempo ser igual al resto.
- Si no la hubieses recuperado lo más probable es que alguien haya salido herido de gravedad… quizá muerto. – Terminé la frase de mi nuevo compañero dejando en claro lo que hubiese acontecido. – Si la vida tiene giros inesperados tanto fuera como dentro de una taberna deberías tener el mismo miedo en ambos lados. – Le di un leve sorbo a la cerveza sintiendo como se mezclaba con el vino que acababa de beber.
- Podría comprar en otros sitios pero me dijeron que en Lunargenta había mejor calidad, así que lo mejor que puedo hacer es dirigirme hasta allí. – No quería regresar con los Collingwood llevando comida de mal estado o poco duradera, ellos habían sido claros con lo que necesitaban y si debía yo buscarlo lo mejor era buscar calidad, sin importar el precio.
Vincent compartió la historia de lo que estaba haciendo allí, venía de regreso del norte, una ruta algo curiosa. Por lo visto buscaba una recompensa por acabar con unos bandidos, acabar debía ser una clara señal de matar ¿Estaba sentado junto a un asesino? No, él había especificado antes que era mercenario… pero uno va de la mano con lo otro.
- No creo que guardián sea la palabra correcta. – Aporté observando a Frith. – Un guardián protege, lo caza recompensas y mercenarios matan… aunque supongo que si nuestro “amigo” Vincent solo se encarga de bandidos y malas personas, puede ser un acto justificado ¿Me equivoco? – No sabía exactamente en qué categoría estaba aquello, matar a las personas estaba muy mal pero neutralizar bandidos debía estar bien, aunque matar seguía estando mal. Para evitar el dilema que mi mente comenzaba a procesar tomé la jarra de cerveza y le propiné un largo trago, debía desviar mi atención a otra cosa antes de hacerme un lío con mis pensamientos.
Mientras trataba de maquinar todos los datos el sujeto al que Frith había insultado se acercó a la mesa y rompió la botella de Vino. Miré atónito como el licor se esparcía por la mesa que ahora contaba con cristales rotos, si hubiese tenido corazón seguramente se me hubiese detenido en aquel momento. Acaricié con cuidado la superficie de la mesa mientras las yemas de mis dedos se manchaban de vino, tanto néctar desperdiciado de aquella manera.
Si el borracho no hubiese caído inconsciente al suelo lo más probable es que hubiese tomado medidas de control, aquello también había sido una agresión directa, algo que no debía ser permitido por nada en el mundo y de por si había arruinado una perfecta botella de vino, el peor de los delitos que se podían cometer en el mundo.
- Supongo que el ebanista ya no se preocupa tanto por la calidad de sus productos si saben cómo van a acabar. – Yo mientras tanto seguía con la mano en el poco Vino que seguía sobre la mesa, aquel fue un golpe más duro del que esperaba.
- Tal como dije, solo voy por comida. – Tomé un paño y con cuidado limpie mi mano del licor que la manchaba. – Mi familia y yo vivimos algo apartado de todo, es una granja con las comodidades para tener vegetales y un poco de fruta, aun no tienen animales por lo cual algo como la leche o la carne son objetos necesarios de comprar. Solo voy por un par de cosas, nada del otro mundo y Lunargenta no era mala elección. – La idea de ser acompañado no estaba tan mal, aunque aquel era un viaje que solía hacer generalmente solo. – Acepto la idea de la compañía, supongo que más gente hace menos peligroso el viaje.
Frith también estaba de acuerdo con el hecho de la compañía, el viaje que el tomaría desde luego iba a ser de una distancia mucho mayor, la compañía no le caería para nada mal tomando en cuenta los inconvenientes que se podrían presentar en la vía. – Mientras no llegues repartiendo golpe e insultando dudo que te reciban de mala manera, recuerda que son tus acciones las que terminan metiéndote en problemas.
Observé alrededor del local con cuidado y luego volví a dirigir la mirada a mis dos compañeros, había algo que no me había agradado desde el inicio y si me iban a acompañar era mejor que lo supiesen de una vez. – Lo único que agradecería es que dejaran de resaltar tanto mi raza, no estoy seguro de cómo se enteraron de ello pero es algo que no quiero que estén diciendo a los 4 vientos… pocas personas saben de ello.
- ¿Nos van a partir la cabeza? – Comenté con curiosidad ante la acotación de uno de nuestros compañeros, si nos iban a partir la cabeza quizá tomar medidas inmediatamente sería lo mejor. Aunque por lo visto el sujeto de la mesa no tenía intención de aquello, quizá era una falsa alarma.
Asentí antes los conocimientos que poseía Vincent de los bios, al menos había alguien conocedor del tema. Aunque aquello me resultaba extraño, aun teniendo un mecanismo diferente al de los otros biocibernéticos tenía aquel rasgo que nos identificaba a todos, resultaba tan extraño ser diferente y al mismo tiempo ser igual al resto.
- Si no la hubieses recuperado lo más probable es que alguien haya salido herido de gravedad… quizá muerto. – Terminé la frase de mi nuevo compañero dejando en claro lo que hubiese acontecido. – Si la vida tiene giros inesperados tanto fuera como dentro de una taberna deberías tener el mismo miedo en ambos lados. – Le di un leve sorbo a la cerveza sintiendo como se mezclaba con el vino que acababa de beber.
- Podría comprar en otros sitios pero me dijeron que en Lunargenta había mejor calidad, así que lo mejor que puedo hacer es dirigirme hasta allí. – No quería regresar con los Collingwood llevando comida de mal estado o poco duradera, ellos habían sido claros con lo que necesitaban y si debía yo buscarlo lo mejor era buscar calidad, sin importar el precio.
Vincent compartió la historia de lo que estaba haciendo allí, venía de regreso del norte, una ruta algo curiosa. Por lo visto buscaba una recompensa por acabar con unos bandidos, acabar debía ser una clara señal de matar ¿Estaba sentado junto a un asesino? No, él había especificado antes que era mercenario… pero uno va de la mano con lo otro.
- No creo que guardián sea la palabra correcta. – Aporté observando a Frith. – Un guardián protege, lo caza recompensas y mercenarios matan… aunque supongo que si nuestro “amigo” Vincent solo se encarga de bandidos y malas personas, puede ser un acto justificado ¿Me equivoco? – No sabía exactamente en qué categoría estaba aquello, matar a las personas estaba muy mal pero neutralizar bandidos debía estar bien, aunque matar seguía estando mal. Para evitar el dilema que mi mente comenzaba a procesar tomé la jarra de cerveza y le propiné un largo trago, debía desviar mi atención a otra cosa antes de hacerme un lío con mis pensamientos.
Mientras trataba de maquinar todos los datos el sujeto al que Frith había insultado se acercó a la mesa y rompió la botella de Vino. Miré atónito como el licor se esparcía por la mesa que ahora contaba con cristales rotos, si hubiese tenido corazón seguramente se me hubiese detenido en aquel momento. Acaricié con cuidado la superficie de la mesa mientras las yemas de mis dedos se manchaban de vino, tanto néctar desperdiciado de aquella manera.
Si el borracho no hubiese caído inconsciente al suelo lo más probable es que hubiese tomado medidas de control, aquello también había sido una agresión directa, algo que no debía ser permitido por nada en el mundo y de por si había arruinado una perfecta botella de vino, el peor de los delitos que se podían cometer en el mundo.
- Supongo que el ebanista ya no se preocupa tanto por la calidad de sus productos si saben cómo van a acabar. – Yo mientras tanto seguía con la mano en el poco Vino que seguía sobre la mesa, aquel fue un golpe más duro del que esperaba.
- Tal como dije, solo voy por comida. – Tomé un paño y con cuidado limpie mi mano del licor que la manchaba. – Mi familia y yo vivimos algo apartado de todo, es una granja con las comodidades para tener vegetales y un poco de fruta, aun no tienen animales por lo cual algo como la leche o la carne son objetos necesarios de comprar. Solo voy por un par de cosas, nada del otro mundo y Lunargenta no era mala elección. – La idea de ser acompañado no estaba tan mal, aunque aquel era un viaje que solía hacer generalmente solo. – Acepto la idea de la compañía, supongo que más gente hace menos peligroso el viaje.
Frith también estaba de acuerdo con el hecho de la compañía, el viaje que el tomaría desde luego iba a ser de una distancia mucho mayor, la compañía no le caería para nada mal tomando en cuenta los inconvenientes que se podrían presentar en la vía. – Mientras no llegues repartiendo golpe e insultando dudo que te reciban de mala manera, recuerda que son tus acciones las que terminan metiéndote en problemas.
Observé alrededor del local con cuidado y luego volví a dirigir la mirada a mis dos compañeros, había algo que no me había agradado desde el inicio y si me iban a acompañar era mejor que lo supiesen de una vez. – Lo único que agradecería es que dejaran de resaltar tanto mi raza, no estoy seguro de cómo se enteraron de ello pero es algo que no quiero que estén diciendo a los 4 vientos… pocas personas saben de ello.
Alois
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Poder probar el vino hubiera estado bien. Hubiera sido un gran sustitutivo de la mala cerveza que tenía que tomarse. Pero en fin, tampoco iba a lamentarse toda la vida por algo así. Le habían pasado cosas mucho peores que esa, a lo largo de su existencia, y no poder tomar un trago de vino, no iba a ser algo que le amargara el día. Aunque tenía que reconocer que para Alois había sido todo un evento, pues su cara era poco menos que un poema.
- Bueno, miren el lado positivo, podría haber sido peor. Después de todo, no nos han partido la cabeza-, rió, antes de tomar otro trago de la insulsa cerveza de su jarra.
Vincent miró el contenido de su taza de cerámica, y repasó mentalmente sus palabras. Ya que después de haber bebido ese mejunje otra vez, sentía que había hablado demasiado pronto. Al final sí que iba a ser más importante el vino de lo que pensaba inicialmente.
- Que puedo decirte, Alois. No existe acción predeterminada como malvada, aunque muchos pienses así. En realidad, la moralidad de cada acción depende de los motivos para llevarla a cabo-, dejó de mirar su cerveza y posó la jarra sobre la mesa. - Incluso una elección como matar, a priori totalmente cruel, puede tener una motivación bondadosa, si es para salvar a otras personas-, acarició con las yemas de sus dedos, el contorno cerámico de su vaso. - De todos modos, intento no matar a nadie. Salvo que no quede más remedio. Política de empresa, supongo-, sonrió. - Pero sí, has dado en el clavo. La definición de cazarrecompensas o mercenario, se acerca más a lo que me dedico, que la de guardián. E imagino que mis acciones están justificadas. Para mí lo están. Aunque los matones a los que me enfrento, seguramente te dirán lo contrario-, sonrió, y se hizo hacia atrás, apoyándose contra el respaldo de la silla.
Volvió a tomar la jarra con su mano diestra, y tomó un largo trago de ella. La cerveza estaría mala, pero era mejor que nada.
- Sí, la vida del mercenario puede ser muy errante. Sobre todo cuando se vive como yo-, asintió. - Algunos prefieren servir en la guardia o en el ejército. En las milicias de sus pueblos. Pero siempre he considerado, que mis servicios están mejor explotados si viajo por el mundo, y no me anclo a ningún lugar en particular-, tomó otro trago, y dejó nuevamente la jarra sobre la madera. - En mi primer trayecto largo por el mundo, hice muchos amigos en distintos lugares. Pude ayudar a muchas personas, aunque mi propósito inicial no era ese. Y que puedo decir, me gustó. He aprendido mucho de las distintas razas de Aerandir, y creo que incluso me ha servido para calibrar a las personas por sus actos, y su personalidad. En vez de por su raza, o lo que se creen de cada una de ellas. Creo que me ha servido para ser menos prejuicioso, y para pensar con más lógica, y de forma más justa-, se acarició la barba.
No lo había pensado antes. No era alguien que nunca hubiera juzgado a nadie por los estigmas o credos existentes, pero sin duda sus viajes habían ayudado a marcarle el carácter. A enseñarle que tenía razón al actuar de esa manera, y no de otra distinta.
- Que curiosa es la vida-, sonrió, y agarró una porción de queso para llevársela a la boca. - Unos aprenden lecciones de pueblo en pueblo, y otros se forran en un pueblo con una carpintería. Y además, sin tener que esforzarse demasiado-, rió, pues aún recordaba lo que había dicho Alois del ebanista, y no podía estar más de acuerdo.
El brujo alzó su jarra, justo inmediatamente después que Frith, porque la situación bien lo merecía.
- Perfecto, entonces. Lunargenta no queda demasiado lejos de aquí. Está a la vuelta de la esquina, como quien dice-, comenzó a pensar en las opciones que tenía. - Podemos ir a la ciudad, para conseguir la comida para la familia de Alois, y luego acompañarlo de vuelta. Y después ya podría ir contigo hasta Ulmer.
Yendo a la ciudad podría ver a Sandal, antes de volver a partir, y así podría avisar a su socio de su nuevo viaje. Seguro que no se quejaba, pues el enano ya estaba acostumbrado, y era parte del trato que tenían. Él había invertido una fuerte suma en el taller, dejando a Sandal como socio comercial, y sabiendo que muchas veces tendría que mantener el negocio en su ausencia. Además, lo que ganaba en sus viajes, muchas veces lo acaba invirtiendo en materiales y mejoras para el local, así que todos ganaban con ello.
- Tu hermana nos esperará a medio camino. Genial, cuantos más mejor. Así el trayecto será más ameno-, asintió, seguro de sus palabras. - Y no te preocupes. Ulmer es un lugar tranquilo. Los lobos solamente actúan si alguien les crea problemas. Vamos, como casi en cualquier parte. Así que sí, haz caso a Alois. No le zurres a nadie nada más llegar-, rió.
Se lo estaba pasando bien con ese curioso duo que había conocido allí. Solo había entrado en la taberna por el mal tiempo, y para descansar un poco antes de seguir su camino. Pero a veces el destino podía ser muy caprichoso. Los dioses a veces se divertían creando estas situaciones de la nada.
- Eso tiene fácil explicación. El tabernero tiene la lengua muy suelta-, contestó a Alois. - Que puedo decir. Los meseros suelen ser así-, rió levemente. - Pero tranquilo. No le diré a nadie lo que eres. Aquí estamos entre amigos. O eso me atrevería a decir-, sonrió, y tomó otro sorbo de su bebida. - Yo solamente he parado en la taberna por el mal tiempo. Podemos ir a Lunargenta en cuanto amaine el temporal, si les parece buena idea-, dijo finalmente.
- Bueno, miren el lado positivo, podría haber sido peor. Después de todo, no nos han partido la cabeza-, rió, antes de tomar otro trago de la insulsa cerveza de su jarra.
Vincent miró el contenido de su taza de cerámica, y repasó mentalmente sus palabras. Ya que después de haber bebido ese mejunje otra vez, sentía que había hablado demasiado pronto. Al final sí que iba a ser más importante el vino de lo que pensaba inicialmente.
- Que puedo decirte, Alois. No existe acción predeterminada como malvada, aunque muchos pienses así. En realidad, la moralidad de cada acción depende de los motivos para llevarla a cabo-, dejó de mirar su cerveza y posó la jarra sobre la mesa. - Incluso una elección como matar, a priori totalmente cruel, puede tener una motivación bondadosa, si es para salvar a otras personas-, acarició con las yemas de sus dedos, el contorno cerámico de su vaso. - De todos modos, intento no matar a nadie. Salvo que no quede más remedio. Política de empresa, supongo-, sonrió. - Pero sí, has dado en el clavo. La definición de cazarrecompensas o mercenario, se acerca más a lo que me dedico, que la de guardián. E imagino que mis acciones están justificadas. Para mí lo están. Aunque los matones a los que me enfrento, seguramente te dirán lo contrario-, sonrió, y se hizo hacia atrás, apoyándose contra el respaldo de la silla.
Volvió a tomar la jarra con su mano diestra, y tomó un largo trago de ella. La cerveza estaría mala, pero era mejor que nada.
- Sí, la vida del mercenario puede ser muy errante. Sobre todo cuando se vive como yo-, asintió. - Algunos prefieren servir en la guardia o en el ejército. En las milicias de sus pueblos. Pero siempre he considerado, que mis servicios están mejor explotados si viajo por el mundo, y no me anclo a ningún lugar en particular-, tomó otro trago, y dejó nuevamente la jarra sobre la madera. - En mi primer trayecto largo por el mundo, hice muchos amigos en distintos lugares. Pude ayudar a muchas personas, aunque mi propósito inicial no era ese. Y que puedo decir, me gustó. He aprendido mucho de las distintas razas de Aerandir, y creo que incluso me ha servido para calibrar a las personas por sus actos, y su personalidad. En vez de por su raza, o lo que se creen de cada una de ellas. Creo que me ha servido para ser menos prejuicioso, y para pensar con más lógica, y de forma más justa-, se acarició la barba.
No lo había pensado antes. No era alguien que nunca hubiera juzgado a nadie por los estigmas o credos existentes, pero sin duda sus viajes habían ayudado a marcarle el carácter. A enseñarle que tenía razón al actuar de esa manera, y no de otra distinta.
- Que curiosa es la vida-, sonrió, y agarró una porción de queso para llevársela a la boca. - Unos aprenden lecciones de pueblo en pueblo, y otros se forran en un pueblo con una carpintería. Y además, sin tener que esforzarse demasiado-, rió, pues aún recordaba lo que había dicho Alois del ebanista, y no podía estar más de acuerdo.
El brujo alzó su jarra, justo inmediatamente después que Frith, porque la situación bien lo merecía.
- Perfecto, entonces. Lunargenta no queda demasiado lejos de aquí. Está a la vuelta de la esquina, como quien dice-, comenzó a pensar en las opciones que tenía. - Podemos ir a la ciudad, para conseguir la comida para la familia de Alois, y luego acompañarlo de vuelta. Y después ya podría ir contigo hasta Ulmer.
Yendo a la ciudad podría ver a Sandal, antes de volver a partir, y así podría avisar a su socio de su nuevo viaje. Seguro que no se quejaba, pues el enano ya estaba acostumbrado, y era parte del trato que tenían. Él había invertido una fuerte suma en el taller, dejando a Sandal como socio comercial, y sabiendo que muchas veces tendría que mantener el negocio en su ausencia. Además, lo que ganaba en sus viajes, muchas veces lo acaba invirtiendo en materiales y mejoras para el local, así que todos ganaban con ello.
- Tu hermana nos esperará a medio camino. Genial, cuantos más mejor. Así el trayecto será más ameno-, asintió, seguro de sus palabras. - Y no te preocupes. Ulmer es un lugar tranquilo. Los lobos solamente actúan si alguien les crea problemas. Vamos, como casi en cualquier parte. Así que sí, haz caso a Alois. No le zurres a nadie nada más llegar-, rió.
Se lo estaba pasando bien con ese curioso duo que había conocido allí. Solo había entrado en la taberna por el mal tiempo, y para descansar un poco antes de seguir su camino. Pero a veces el destino podía ser muy caprichoso. Los dioses a veces se divertían creando estas situaciones de la nada.
- Eso tiene fácil explicación. El tabernero tiene la lengua muy suelta-, contestó a Alois. - Que puedo decir. Los meseros suelen ser así-, rió levemente. - Pero tranquilo. No le diré a nadie lo que eres. Aquí estamos entre amigos. O eso me atrevería a decir-, sonrió, y tomó otro sorbo de su bebida. - Yo solamente he parado en la taberna por el mal tiempo. Podemos ir a Lunargenta en cuanto amaine el temporal, si les parece buena idea-, dijo finalmente.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
— No es así! —Replico en seguida a Alois en cuanto dice que son mis acciones las que me conducen a los problemas. Me enervo de tal manera, que por un momento gesticulo con indignación, sin saber como empezar a quejarme—. Maldito seas, deberías haber estado aquí desde un principio para ver que yo he tenido la reacción natural de un hombre ofendido.
Aun así, trato de calmarme poco a poco, respirando hondo. Vuelvo a tomar un trago largo de la jarra de cerveza, que todavía contiene un poco. Suspiro largamente y esbozo una amplia sonrisa, manteniendo mis buenos ánimos habituales. Momentos después, hace su petición de que no desea que hagamos saber sobre su raza. Lo comprendo a la perfección. No debe ser agradable que vociferen que es un autómata. A mi no me habría importado que remarcaran una y otra vez que soy un licántropo; estoy bastante orgulloso de ser lo que soy, sin embargo la recurrencia siempre termina siendo algo molesto.
Pido una nueva cerveza haciendo una señal con la mano y el tabernero en cuanto me ve lo comprende, dispuesto a marchar a por un nuevo barril, ya que la gente ha estado pidiendo mucha mas cerveza durante los últimos minutos. No se como hace para mantener este delicioso liquido fresco, pero es genial que así sea. Luego dirijo la mirada hacia Vincent, que es quien esta hablando ahora mismo. Siento una extraña conexión con estas dos personas. Algo que no puedo explicar, pero por alguna razón ahora mismo me siento realmente cómodo entre ellos. Como si de algún modo, los conociera de antes; como viejas amistades. Y es irónico porque posiblemente ninguno de los dos se asemeje a mi lo mas mínimo.
— Supongo que entonces eres un trabajador selecto —comento, después de que Vincent explique su trabajo—. Tienes en tu mano decidir si participar o no participar en un trabajo, como mercenario. Haces lo que crees correcto, ganas dinero, viajas de aquí allá… pareces un buen tipo.
Al igual que el, también yo tomo un pedazo de queso y me lo llevo a la boca. Esta exquisito, hacia tiempo que no probaba un queso tan delicioso. Como siempre he pensado, es lo bueno de comer en zonas relativamente lejanas a las capitales o ciudades grandes. Normalmente todo es de mejor calidad, y fresco, debido a que por lo general la gente de esta clase de poblados se dedica exclusivamente a esto. Agricultura, ganadería… de no ser porque ahora mismo solo quiero beber cerveza, le pediría al tabernero un vaso enorme de leche fresca. Aunque creo que quedaría un poco extraño que me pusiera a beber leche ahora mismo en una taberna. Algo seguro, es que mi mala reputación como maleante desaparecería, y posiblemente seria visto mas con ternura que con la visión de adversidad que suele nacer en las tabernas sin mas razón que la ebriedad.
— Así que Ulmer es un lugar tranquilo, eh? —Comento en cuanto Vincent me dice eso. Bueno, el parece ser un humano normal y corriente y conoce Ulmer. Si no le han hecho nada por ello, dudo que pueda su cederme nada a mi. Además, si mi madre marcho hacia allí tiempo atrás, seria por una razón—. Ya lo comprobare por mi mismo. Por cierto —me dirijo ahora a Alois—. No te preocupes. No diré nada sobre tu condición. Tengo que admitir que me inspira una enorme curiosidad, pero no haré mas menciones ni preguntas al respecto.
Continuo ahora comiendo un poco mas de queso. Me quedo mirándolos fijamente, y sonrío. Son tan distintos en apariencia el uno del otro, que de no ser porque los acabo de conocer, habría imaginado que son dos personas que han acabado en la misma mesa por error.
— Me parece bien acompañarte, Alois —digo nuevamente—. Si te parece, en cuanto terminemos de comer y beber aquí, podríamos continuar con la marcha. No me importa retroceder un poco.
Aun así, trato de calmarme poco a poco, respirando hondo. Vuelvo a tomar un trago largo de la jarra de cerveza, que todavía contiene un poco. Suspiro largamente y esbozo una amplia sonrisa, manteniendo mis buenos ánimos habituales. Momentos después, hace su petición de que no desea que hagamos saber sobre su raza. Lo comprendo a la perfección. No debe ser agradable que vociferen que es un autómata. A mi no me habría importado que remarcaran una y otra vez que soy un licántropo; estoy bastante orgulloso de ser lo que soy, sin embargo la recurrencia siempre termina siendo algo molesto.
Pido una nueva cerveza haciendo una señal con la mano y el tabernero en cuanto me ve lo comprende, dispuesto a marchar a por un nuevo barril, ya que la gente ha estado pidiendo mucha mas cerveza durante los últimos minutos. No se como hace para mantener este delicioso liquido fresco, pero es genial que así sea. Luego dirijo la mirada hacia Vincent, que es quien esta hablando ahora mismo. Siento una extraña conexión con estas dos personas. Algo que no puedo explicar, pero por alguna razón ahora mismo me siento realmente cómodo entre ellos. Como si de algún modo, los conociera de antes; como viejas amistades. Y es irónico porque posiblemente ninguno de los dos se asemeje a mi lo mas mínimo.
— Supongo que entonces eres un trabajador selecto —comento, después de que Vincent explique su trabajo—. Tienes en tu mano decidir si participar o no participar en un trabajo, como mercenario. Haces lo que crees correcto, ganas dinero, viajas de aquí allá… pareces un buen tipo.
Al igual que el, también yo tomo un pedazo de queso y me lo llevo a la boca. Esta exquisito, hacia tiempo que no probaba un queso tan delicioso. Como siempre he pensado, es lo bueno de comer en zonas relativamente lejanas a las capitales o ciudades grandes. Normalmente todo es de mejor calidad, y fresco, debido a que por lo general la gente de esta clase de poblados se dedica exclusivamente a esto. Agricultura, ganadería… de no ser porque ahora mismo solo quiero beber cerveza, le pediría al tabernero un vaso enorme de leche fresca. Aunque creo que quedaría un poco extraño que me pusiera a beber leche ahora mismo en una taberna. Algo seguro, es que mi mala reputación como maleante desaparecería, y posiblemente seria visto mas con ternura que con la visión de adversidad que suele nacer en las tabernas sin mas razón que la ebriedad.
— Así que Ulmer es un lugar tranquilo, eh? —Comento en cuanto Vincent me dice eso. Bueno, el parece ser un humano normal y corriente y conoce Ulmer. Si no le han hecho nada por ello, dudo que pueda su cederme nada a mi. Además, si mi madre marcho hacia allí tiempo atrás, seria por una razón—. Ya lo comprobare por mi mismo. Por cierto —me dirijo ahora a Alois—. No te preocupes. No diré nada sobre tu condición. Tengo que admitir que me inspira una enorme curiosidad, pero no haré mas menciones ni preguntas al respecto.
Continuo ahora comiendo un poco mas de queso. Me quedo mirándolos fijamente, y sonrío. Son tan distintos en apariencia el uno del otro, que de no ser porque los acabo de conocer, habría imaginado que son dos personas que han acabado en la misma mesa por error.
— Me parece bien acompañarte, Alois —digo nuevamente—. Si te parece, en cuanto terminemos de comer y beber aquí, podríamos continuar con la marcha. No me importa retroceder un poco.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: [CERRADO] Un trago más y marchamos.
Vincent trataba de justificar sus actos, de cierto modo razón, quizá si estuviese laborando a modo de bien podía justificarse todo aquello, la verdad es que todo iba a variar dependiendo de cómo se obrara, allí estaba el famoso dilema del “bien y el mal”. Por mi parte no sabía considerar si las acciones que cometía el brujo eran justas, aceptaba que no intentaba matar a nadie y eso era un punto a favor en todo el asunto, si no había muertes no existía tanta gravedad.
- De acuerdo, entonces suponiendo que todo lo que dices es cierto y solo trabajas para… un bien social, no hay mucho problema. Claro, solo si es cierto lo de que tratas de no asesinar y el hecho de que lo haces más que nada por bondad. – Di un par de pequeños golpes en la mesa con los dedos mientras observaba el rostro de Vincent. – No pareces un mentiroso después de todo.
Nuestro compañero siguió con la charla de su trabajo luego de terminar el trago, según entendí resultaba que era un trotamundos, su profesión iba de la mano con recorrer todo Aerandir. Al menos parecía que aquello había ayudado a Vincent, se lograba comprender que gracias a todo lo que había hecho ahora observaba el mundo con otros ojos, quizá tomar un viaje de aquellos no sería tan mala idea.
- Si, realmente parece un buen tipo. – Comente apoyando lo que había dicho Frith, quizá aquel sujeto no fuese tan mala persona, se podía decir que colaboraba por un futuro mejor. – Por cierto, no estuve aquí cuando el alboroto se formo, pero por reacciones tan explosivas como la que acabas de tener es que se ocasionan problemas… quizá lo haces inconscientemente. – Aquella era una probabilidad, Frith tampoco parecía ser alguien que gustara hacer el mal a la gente pero tenía ciertas maneras de comportarse que a algunos le resultarían incomodas, es como si siempre estuviese esperando para liberar un poco de presión.
- La idea suena bien, por mi no existe problema alguno. – Al parecer tendría compañía de ida y vuelta, eso era algo que no había esperado para nada, bueno, así resulta ser la vida.
Resultaba grato que Vincent también pensara que lo más adecuado que debía hacer Frith era no buscar problemas, asentí con la cabeza ante aquello dándole un trago a la cerveza que había sobre la mesa. Frith aun parecía considerar las posibilidades de que Ulmer fuesen un sector calmado, por sus palabras entendí a la perfección que lo más probables es que fuese a buscar problemas para verificar esa teoría, aquel sujeto no tiene remedio.
- De acuerdo, entonces esto se quedará como secreto entre… amigo. – Observé por un momento a Frith mientras inclinaba un poco la cabeza con curiosidad. – Si tienes curiosidad supongo que puedo ayudarte, mientras tus dudas sea expuestas con decencia y respeto supongo. Y referente a nuestra partida, no llevo muchas prisas, lo único que necesito es rellenar el vino… tanto por placer como por necesidad.
Sacudí con cuidado la mochila para hacer sonar las botellas que habían dentro, aquel sonido era un néctar para mi, más que nada porque sin el vino o el licor mi vida acabaría más rápido de lo que canta un gallo y no quería eso… bueno, no sabía si mi vida acabaría realmente, nunca me había quedado falto de bebida.
- De acuerdo, entonces suponiendo que todo lo que dices es cierto y solo trabajas para… un bien social, no hay mucho problema. Claro, solo si es cierto lo de que tratas de no asesinar y el hecho de que lo haces más que nada por bondad. – Di un par de pequeños golpes en la mesa con los dedos mientras observaba el rostro de Vincent. – No pareces un mentiroso después de todo.
Nuestro compañero siguió con la charla de su trabajo luego de terminar el trago, según entendí resultaba que era un trotamundos, su profesión iba de la mano con recorrer todo Aerandir. Al menos parecía que aquello había ayudado a Vincent, se lograba comprender que gracias a todo lo que había hecho ahora observaba el mundo con otros ojos, quizá tomar un viaje de aquellos no sería tan mala idea.
- Si, realmente parece un buen tipo. – Comente apoyando lo que había dicho Frith, quizá aquel sujeto no fuese tan mala persona, se podía decir que colaboraba por un futuro mejor. – Por cierto, no estuve aquí cuando el alboroto se formo, pero por reacciones tan explosivas como la que acabas de tener es que se ocasionan problemas… quizá lo haces inconscientemente. – Aquella era una probabilidad, Frith tampoco parecía ser alguien que gustara hacer el mal a la gente pero tenía ciertas maneras de comportarse que a algunos le resultarían incomodas, es como si siempre estuviese esperando para liberar un poco de presión.
- La idea suena bien, por mi no existe problema alguno. – Al parecer tendría compañía de ida y vuelta, eso era algo que no había esperado para nada, bueno, así resulta ser la vida.
Resultaba grato que Vincent también pensara que lo más adecuado que debía hacer Frith era no buscar problemas, asentí con la cabeza ante aquello dándole un trago a la cerveza que había sobre la mesa. Frith aun parecía considerar las posibilidades de que Ulmer fuesen un sector calmado, por sus palabras entendí a la perfección que lo más probables es que fuese a buscar problemas para verificar esa teoría, aquel sujeto no tiene remedio.
- De acuerdo, entonces esto se quedará como secreto entre… amigo. – Observé por un momento a Frith mientras inclinaba un poco la cabeza con curiosidad. – Si tienes curiosidad supongo que puedo ayudarte, mientras tus dudas sea expuestas con decencia y respeto supongo. Y referente a nuestra partida, no llevo muchas prisas, lo único que necesito es rellenar el vino… tanto por placer como por necesidad.
Sacudí con cuidado la mochila para hacer sonar las botellas que habían dentro, aquel sonido era un néctar para mi, más que nada porque sin el vino o el licor mi vida acabaría más rápido de lo que canta un gallo y no quería eso… bueno, no sabía si mi vida acabaría realmente, nunca me había quedado falto de bebida.
Alois
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