Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
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Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
Una vez más, la benjamina de los Calhoun encaminaba sus pasos hacia las frías e inhóspitas tierras del norte, pero ésta vez no había trabajo ni misión alguna que cumplir, ni siquiera pensaba visitar el cuartel de los caballeros dragones, no, se dirigía al norte por otra razón, igual de importante que cualquiera de las anteriores. Tras todo el tiempo que llevaban viajando juntos, y quizá movido por el peligro constante al que se exponían, Alister había decidido volver al que una vez fue su hogar, con la idea de cerrar el doloroso capítulo de la muerte de su hermana y de ese modo poder seguir adelante, cosa que necesitaba.
Aquel sería un gran paso para el dragón, pero no estaría del todo completo hasta que los Tarmúnil fuesen erradicados, asunto que Elen tenía como prioridad. El sol comenzaba a esconderse tras las montañas, apremiándolos a encontrar un lugar adecuado para pasar la noche resguardados del frío, cuando repentinamente, un desgarrador grito rompió la calma reinante. La causante era una mujer, y a juzgar por la claridad con la que se le había escuchado no podía andar muy lejos, pero ni la hechicera ni su compañero consiguieron verla por los alrededores, al menos no de inmediato. Los fuertes vientos de la zona habían levantado la nieve y provocado una pequeña ventisca, suficiente para que la visibilidad se redujese a menos de cien metros por delante de su posición.
Los segundos pasaron, mientras la tensión crecía en el ambiente hasta volverse incómoda. Luego, y de forma inesperada, la dama que acababa de gritar salió de entre la ventisca, corriendo y sujetándose a duras penas uno de sus hombros. - ¡Socorro! ¡Por favor ayúdenme! - pidió a viva voz, con el miedo grabado en el rostro. Sin pensárselo dos veces, tanto la de ojos verdes como su alado acompañante espolearon sus monturas para dirigirse hacia la mujer, que tropezó a causa de los nervios y terminó arrodillada sobre la nieve. - ¡Súbela al caballo! - indicó la tensai, al tiempo que comenzaba a utilizar su elemento para alejar la ventisca, manipulando las corrientes de aire y enviándolas en dirección contraria a donde se encontraba la herida.
Alister llegó junto a la dama y la instó a levantarse, luego acercó y caballo y esperó a que ésta se subiese tras él, momento en que emprendió la marcha nuevamente, apartándose del lugar. Cuando finalmente la bruja consiguió desplazar el vendaval, volvió a espolear a Sombra y éste la llevó a toda prisa junto a su compañero, que se había detenido a una distancia prudencial. - ¿Se encuentra bien? - preguntó nada más llegar a ellos, pero no obtuvo respuesta por parte de la extraña. - Creo que está en shock, debemos buscar un lugar seguro. - intervino el dragón, sin dejar de vigilar la extraña ventisca de la que había salido.
- Conozco un pequeño asentamiento cercano, sígueme. - indicó Elen, antes de tirar de las riendas y comenzar a moverse. Ambos se apresuraron a alcanzar el modesto pueblo, no solo por el hecho de que la noche pronto se les echaría encima, sino también por el riesgo de que entre el shock y el frío, la herida perdiese la consciencia de un momento a otro. Por suerte tal cosa no sucedió, y en cuanto llegaron a las primeras casas del asentamiento, varios de los aldeanos salieron a recibirlos, cosa que no era demasiado común en aquellas tierras.
Las expresiones de sus rostros mostraban preocupación, eso extrañó a la tensai, pero no tenía tiempo para pararse a pensar en ello, aunque pronto conocería el motivo de todos modos. - Traemos a una herida, ¿hay algún lugar al que podamos llevarla? - preguntó, y de inmediato un par de hombres se acercaron a la montura del dragón para bajar a la mujer y trasladarla al interior de una casa cercana. Elen desmontó y ató su caballo al poste más cercano antes de ir tras ellos, con Alister pisándole los talones. - Tumbadla aquí, Marie, ve por algo de agua caliente y vendas, rápido. - dijo uno de los presentes, un hombre de cabellos castaños que a todas luces debía ser el médico del pueblo.
- ¿Estaba sola cuando la encontrasteis? - preguntó el caballero, con un deje de preocupación en la voz. - Sí.- respondió la hechicera, mientras observaba como el médico examinaba detenidamente el herido brazo de la dama. Un triste suspiro de resignación escapó de entre sus labios, y tras limpiar la zona afectada, comenzó con las labores de desinfectar y coser, que no le llevaron más de cinco minutos. - Es una pena pero al menos ella ha sobrevivido… - musitó, al tiempo que se limpiaba las manos para quitarse los restos de sangre. - ¿La conoce? - inquirió Alister, movido por la curiosidad. - Así es, vive aquí. - reveló el médico, sin abandonar aquel tono triste y cansado.
- Entonces ¿tiene idea de lo que le ha pasado? - intervino la bruja, que dada la hora que era no tenía prisa por abandonar el asentamiento, al contrario, viendo lo que había sucedido, lo más prudente sería buscar un lugar donde pasar la noche dentro del mismo. - Les dije que no lo intentasen… - comentó el caballero, cabizbajo. - Todo comenzó hace tres semanas, cuando repentinamente algo atacó a los aldeanos que recogían leña en las afueras del pueblo. - explicó, acomodándose en una silla cercana. - Dos de ellos desaparecieron, y aquellos que consiguieron regresar no pudieron dar una descripción de la bestia, solo alcanzaron a escuchar su rugido antes de que los gritos se extendiesen por la llanura. - prosiguió, mientras el resto de los presentes bajaban la vista al suelo, atemorizados.
- Desde entonces los ataques se han repetido, uno cada semana y siempre en las mismas circunstancias, cuando el tiempo empeora y las ventiscas no permiten ver con claridad. - añadió, tras una breve pausa. - No sabemos con certeza de qué criatura se trata pero está claro que no piensa abandonar la zona, y debido a eso nuestra situación empeora cada día. Los escasos cultivos que sacamos adelante se encuentran en los alrededores del pueblo y la gente tiene miedo a salir, no aguantaremos mucho más de este modo. - finalizó, clavando la vista en aquel par de viajeros que acababan de llegar.
- Amanda ha sobrevivido gracias a vuestra intervención, por desgracia su marido no ha corrido la misma suerte. - volvió a tomar la palabra el médico, antes de levantarse para acercarse al camastro en que yacía la herida. - Si os dirigís más al norte os recomiendo que esperéis hasta mañana, ahora que ya se ha llevado a otra persona quizá tengáis suerte y no os lo encontréis en el camino. - aconsejó, para acto seguido acercar un paño humedecido con alcohol a la nariz de la mujer, que empezó a reaccionar de forma inmediata.
Sin siquiera dar tiempo a que la de ojos verdes se pronunciase, Alister la tomó por el brazo y la apartó ligeramente del resto, pues conocía bien a su compañera y lo que ésta debía estar pensando en aquel mismo instante. - Quedémonos a ayudarlos, no tengo prisa por volver a Dundarak. - dijo con tranquilidad. Elen agradeció el gesto del dragón, asintió levemente en respuesta y volvió la vista hacia Amanda, que ya estaba a punto de despertar completamente. - Si queremos ocuparnos de esa bestia será mejor que sepamos a lo que nos enfrentamos, oigamos lo que tiene que decir al respecto. - propuso, justo antes de volver junto al camastro.
Aquel sería un gran paso para el dragón, pero no estaría del todo completo hasta que los Tarmúnil fuesen erradicados, asunto que Elen tenía como prioridad. El sol comenzaba a esconderse tras las montañas, apremiándolos a encontrar un lugar adecuado para pasar la noche resguardados del frío, cuando repentinamente, un desgarrador grito rompió la calma reinante. La causante era una mujer, y a juzgar por la claridad con la que se le había escuchado no podía andar muy lejos, pero ni la hechicera ni su compañero consiguieron verla por los alrededores, al menos no de inmediato. Los fuertes vientos de la zona habían levantado la nieve y provocado una pequeña ventisca, suficiente para que la visibilidad se redujese a menos de cien metros por delante de su posición.
Los segundos pasaron, mientras la tensión crecía en el ambiente hasta volverse incómoda. Luego, y de forma inesperada, la dama que acababa de gritar salió de entre la ventisca, corriendo y sujetándose a duras penas uno de sus hombros. - ¡Socorro! ¡Por favor ayúdenme! - pidió a viva voz, con el miedo grabado en el rostro. Sin pensárselo dos veces, tanto la de ojos verdes como su alado acompañante espolearon sus monturas para dirigirse hacia la mujer, que tropezó a causa de los nervios y terminó arrodillada sobre la nieve. - ¡Súbela al caballo! - indicó la tensai, al tiempo que comenzaba a utilizar su elemento para alejar la ventisca, manipulando las corrientes de aire y enviándolas en dirección contraria a donde se encontraba la herida.
Alister llegó junto a la dama y la instó a levantarse, luego acercó y caballo y esperó a que ésta se subiese tras él, momento en que emprendió la marcha nuevamente, apartándose del lugar. Cuando finalmente la bruja consiguió desplazar el vendaval, volvió a espolear a Sombra y éste la llevó a toda prisa junto a su compañero, que se había detenido a una distancia prudencial. - ¿Se encuentra bien? - preguntó nada más llegar a ellos, pero no obtuvo respuesta por parte de la extraña. - Creo que está en shock, debemos buscar un lugar seguro. - intervino el dragón, sin dejar de vigilar la extraña ventisca de la que había salido.
- Conozco un pequeño asentamiento cercano, sígueme. - indicó Elen, antes de tirar de las riendas y comenzar a moverse. Ambos se apresuraron a alcanzar el modesto pueblo, no solo por el hecho de que la noche pronto se les echaría encima, sino también por el riesgo de que entre el shock y el frío, la herida perdiese la consciencia de un momento a otro. Por suerte tal cosa no sucedió, y en cuanto llegaron a las primeras casas del asentamiento, varios de los aldeanos salieron a recibirlos, cosa que no era demasiado común en aquellas tierras.
Las expresiones de sus rostros mostraban preocupación, eso extrañó a la tensai, pero no tenía tiempo para pararse a pensar en ello, aunque pronto conocería el motivo de todos modos. - Traemos a una herida, ¿hay algún lugar al que podamos llevarla? - preguntó, y de inmediato un par de hombres se acercaron a la montura del dragón para bajar a la mujer y trasladarla al interior de una casa cercana. Elen desmontó y ató su caballo al poste más cercano antes de ir tras ellos, con Alister pisándole los talones. - Tumbadla aquí, Marie, ve por algo de agua caliente y vendas, rápido. - dijo uno de los presentes, un hombre de cabellos castaños que a todas luces debía ser el médico del pueblo.
- ¿Estaba sola cuando la encontrasteis? - preguntó el caballero, con un deje de preocupación en la voz. - Sí.- respondió la hechicera, mientras observaba como el médico examinaba detenidamente el herido brazo de la dama. Un triste suspiro de resignación escapó de entre sus labios, y tras limpiar la zona afectada, comenzó con las labores de desinfectar y coser, que no le llevaron más de cinco minutos. - Es una pena pero al menos ella ha sobrevivido… - musitó, al tiempo que se limpiaba las manos para quitarse los restos de sangre. - ¿La conoce? - inquirió Alister, movido por la curiosidad. - Así es, vive aquí. - reveló el médico, sin abandonar aquel tono triste y cansado.
- Entonces ¿tiene idea de lo que le ha pasado? - intervino la bruja, que dada la hora que era no tenía prisa por abandonar el asentamiento, al contrario, viendo lo que había sucedido, lo más prudente sería buscar un lugar donde pasar la noche dentro del mismo. - Les dije que no lo intentasen… - comentó el caballero, cabizbajo. - Todo comenzó hace tres semanas, cuando repentinamente algo atacó a los aldeanos que recogían leña en las afueras del pueblo. - explicó, acomodándose en una silla cercana. - Dos de ellos desaparecieron, y aquellos que consiguieron regresar no pudieron dar una descripción de la bestia, solo alcanzaron a escuchar su rugido antes de que los gritos se extendiesen por la llanura. - prosiguió, mientras el resto de los presentes bajaban la vista al suelo, atemorizados.
- Desde entonces los ataques se han repetido, uno cada semana y siempre en las mismas circunstancias, cuando el tiempo empeora y las ventiscas no permiten ver con claridad. - añadió, tras una breve pausa. - No sabemos con certeza de qué criatura se trata pero está claro que no piensa abandonar la zona, y debido a eso nuestra situación empeora cada día. Los escasos cultivos que sacamos adelante se encuentran en los alrededores del pueblo y la gente tiene miedo a salir, no aguantaremos mucho más de este modo. - finalizó, clavando la vista en aquel par de viajeros que acababan de llegar.
- Amanda ha sobrevivido gracias a vuestra intervención, por desgracia su marido no ha corrido la misma suerte. - volvió a tomar la palabra el médico, antes de levantarse para acercarse al camastro en que yacía la herida. - Si os dirigís más al norte os recomiendo que esperéis hasta mañana, ahora que ya se ha llevado a otra persona quizá tengáis suerte y no os lo encontréis en el camino. - aconsejó, para acto seguido acercar un paño humedecido con alcohol a la nariz de la mujer, que empezó a reaccionar de forma inmediata.
Sin siquiera dar tiempo a que la de ojos verdes se pronunciase, Alister la tomó por el brazo y la apartó ligeramente del resto, pues conocía bien a su compañera y lo que ésta debía estar pensando en aquel mismo instante. - Quedémonos a ayudarlos, no tengo prisa por volver a Dundarak. - dijo con tranquilidad. Elen agradeció el gesto del dragón, asintió levemente en respuesta y volvió la vista hacia Amanda, que ya estaba a punto de despertar completamente. - Si queremos ocuparnos de esa bestia será mejor que sepamos a lo que nos enfrentamos, oigamos lo que tiene que decir al respecto. - propuso, justo antes de volver junto al camastro.
Elen Calhoun
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
El norte, el frío, odioso y temido norte. No había vuelto a subir allí desde que fue con Eltrant y localizó la tumba de su hermana. Aun sentía los dedos entumecidos por la nieve que había intentado retirar, el frío que le calaba en huesos y le llegaba al alma, recordaba como si hubiera pasado, a penas unas horas antes, el dolor en su pecho y la desesperación, el miedo y la negación, le atravesaba y helaba más los huesos que la maldita nieve que, si no fuera porque se movía en un trineo, le llegaría hasta las rodillas.
Se negaba a mirar a los lados, intentaba, incluso, permanecer con ojos cerrados mientras una mujer de pelo negro guiaba a los perros por las laderas nevadas. Ella, silenciosa, miraba al suelo de su transporte envuelta en mil capas, mientras intentaba borrar de su mente los recuerdos dolorosos que acompañaban, para ella, esa tierra blanca. No tenía idea alguna de porque había decidido subir, tenía tiempo antes de lanzarse al mar, y, decidida a superar su debilidad, se había convencido de que la mejor forma de hacerlo era mirar, cara a cara, la tumba de su hermana.
Dio un fuerte suspiro y, finalmente, tras cerca de una hora de viaje, se decidió a mirar a su frente. Esa nada tan profunda, lejos de calmarla, lejos de hacer que sintiera paz, la ponía ansiosa, era allí donde había sentido la mayor de las soledades y verse rodeada de... nada, más que un paisaje desierto, donde lo único que podías observar era el viento arrastrando copos de nieve, no ayudaba a que esa maldita sensación desapareciera. El blanco nunca había sido uno de sus colores favoritos, le parecía demasiado puro, demasiado falso, nada puede ser totalmente blanco, no ese blanco níveo que parece no ensuciarse nunca, no, porque, incluso la nieve, se ensucia.
Aquellos que proclamaban su bondad, su pureza la grandeza de sus gestos, esos que se pensaban perfectos, blancos, eran, había aprendido, las personas más oscuras que se había topado jamás, abusaban de la gente, soltaban pullas bajo mano, intentaban que los demás fueran, simplemente, sus siervos, que les adularan y engrandecieran su ego. En cambio, la gente "sucia" esa que se encontraba con un alma manchada, solía ser, al menos, más real, prefería conocer a personas heridas, ya que, tuvieran la personalidad que tuvieran, al menos eran auténticas, tangibles, no se pensaban puras. Ella, en realidad, no cuadraba en ninguna de sus categorías, no era blanca, no tenia manchas, ella, se había convertido, directamente en negrura, su alma no estaba manchada, estaba negra, pero, al final, había aprendido a vivir con ello.
Había cientos de leyendas que hablaban del sol y la luna, de la bondad del día y como la oscuridad, la maldad, se había desterrado a la noche. Alanna no negaba que el día, que la luz, fuera buena, había conocido a mucha gente que presumía de ser "luminosa" pero tenían el alma más negra que la boca de un lobo, lo que nadie parecía ver era que, si tan buena era la luz, por qué era, durante el día, ¿cuando las personas se mantenían alerta, despiertas y actuando? La noche, en cambio, era cuando el cuerpo lograba paz, se cerraban los ojos y se confiaba en que la luna, vigilante, cuidara de los sueños.
Ella, en ese momento, se sentía como la luna, apagada, buscando un sol a sus espaldas que le devolviera algo de luz, y esperaba que, a pesar de la presión que sentía en el pecho al acercarse al lugar indicado, el poder tirar la losa que había sobre la falsa tumba fuera el sol que le devolviera el brillo, no intentaba ser blanca, no, sabía que eso era imposible, solo quería que ese negro que la cubría por completo, se diluyese un poco, y le permitiera, al menos, seguir a delante.
Pararon en una aldea de aire tranquilo, y su compañera le dio una mirada eufórica y una sonrisa. Parecía que llevaba tiempo sin acudir a su hogar, en realidad, era alguien a quien había encontrado de pura casualidad y que, por fortuna, llevaba su mismo camino. Dejando a los perros sueltos, comenzó a andar hasta, por la confianza con la que avanzaba, parecía ser su casa y entró con una sonrisa con Alanna, algo temblorosa por las bajas temperaturas, detrás.
- ¡He vuelto!- saludó la joven de pelo oscuro antes de ver lo que pasaba dentro de su vivienda.
- ¿Qué pasa? ¿No entras?- preguntó a la chica intentando asomarse por los huecos de la puerta.- Pero qué...- se preguntó apartando a la chica de la puerta y entrando ella a la sala donde cuatro personas rodeaban un cuerpo tembloroso.- ¿qué pasa aquí?- preguntó acercándose.
- Cierra la puerta, niña.- dijo el hombre a Samie, la joven de la puerta, que hizo caso y cerró a sus espaldas tras dejar entrar a sus cuatro perros.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó, y tanto ella como Alanna se dispusieron a escuchar lo que, el hombre, había explicado ya a la joven de pelo ceniciento y su compañero, la guarda saludaría cuando las dudas estuvieran despejadas, lo primero, era lo primero.
Se negaba a mirar a los lados, intentaba, incluso, permanecer con ojos cerrados mientras una mujer de pelo negro guiaba a los perros por las laderas nevadas. Ella, silenciosa, miraba al suelo de su transporte envuelta en mil capas, mientras intentaba borrar de su mente los recuerdos dolorosos que acompañaban, para ella, esa tierra blanca. No tenía idea alguna de porque había decidido subir, tenía tiempo antes de lanzarse al mar, y, decidida a superar su debilidad, se había convencido de que la mejor forma de hacerlo era mirar, cara a cara, la tumba de su hermana.
Dio un fuerte suspiro y, finalmente, tras cerca de una hora de viaje, se decidió a mirar a su frente. Esa nada tan profunda, lejos de calmarla, lejos de hacer que sintiera paz, la ponía ansiosa, era allí donde había sentido la mayor de las soledades y verse rodeada de... nada, más que un paisaje desierto, donde lo único que podías observar era el viento arrastrando copos de nieve, no ayudaba a que esa maldita sensación desapareciera. El blanco nunca había sido uno de sus colores favoritos, le parecía demasiado puro, demasiado falso, nada puede ser totalmente blanco, no ese blanco níveo que parece no ensuciarse nunca, no, porque, incluso la nieve, se ensucia.
Aquellos que proclamaban su bondad, su pureza la grandeza de sus gestos, esos que se pensaban perfectos, blancos, eran, había aprendido, las personas más oscuras que se había topado jamás, abusaban de la gente, soltaban pullas bajo mano, intentaban que los demás fueran, simplemente, sus siervos, que les adularan y engrandecieran su ego. En cambio, la gente "sucia" esa que se encontraba con un alma manchada, solía ser, al menos, más real, prefería conocer a personas heridas, ya que, tuvieran la personalidad que tuvieran, al menos eran auténticas, tangibles, no se pensaban puras. Ella, en realidad, no cuadraba en ninguna de sus categorías, no era blanca, no tenia manchas, ella, se había convertido, directamente en negrura, su alma no estaba manchada, estaba negra, pero, al final, había aprendido a vivir con ello.
Había cientos de leyendas que hablaban del sol y la luna, de la bondad del día y como la oscuridad, la maldad, se había desterrado a la noche. Alanna no negaba que el día, que la luz, fuera buena, había conocido a mucha gente que presumía de ser "luminosa" pero tenían el alma más negra que la boca de un lobo, lo que nadie parecía ver era que, si tan buena era la luz, por qué era, durante el día, ¿cuando las personas se mantenían alerta, despiertas y actuando? La noche, en cambio, era cuando el cuerpo lograba paz, se cerraban los ojos y se confiaba en que la luna, vigilante, cuidara de los sueños.
Ella, en ese momento, se sentía como la luna, apagada, buscando un sol a sus espaldas que le devolviera algo de luz, y esperaba que, a pesar de la presión que sentía en el pecho al acercarse al lugar indicado, el poder tirar la losa que había sobre la falsa tumba fuera el sol que le devolviera el brillo, no intentaba ser blanca, no, sabía que eso era imposible, solo quería que ese negro que la cubría por completo, se diluyese un poco, y le permitiera, al menos, seguir a delante.
Pararon en una aldea de aire tranquilo, y su compañera le dio una mirada eufórica y una sonrisa. Parecía que llevaba tiempo sin acudir a su hogar, en realidad, era alguien a quien había encontrado de pura casualidad y que, por fortuna, llevaba su mismo camino. Dejando a los perros sueltos, comenzó a andar hasta, por la confianza con la que avanzaba, parecía ser su casa y entró con una sonrisa con Alanna, algo temblorosa por las bajas temperaturas, detrás.
- ¡He vuelto!- saludó la joven de pelo oscuro antes de ver lo que pasaba dentro de su vivienda.
- ¿Qué pasa? ¿No entras?- preguntó a la chica intentando asomarse por los huecos de la puerta.- Pero qué...- se preguntó apartando a la chica de la puerta y entrando ella a la sala donde cuatro personas rodeaban un cuerpo tembloroso.- ¿qué pasa aquí?- preguntó acercándose.
- Cierra la puerta, niña.- dijo el hombre a Samie, la joven de la puerta, que hizo caso y cerró a sus espaldas tras dejar entrar a sus cuatro perros.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó, y tanto ella como Alanna se dispusieron a escuchar lo que, el hombre, había explicado ya a la joven de pelo ceniciento y su compañero, la guarda saludaría cuando las dudas estuvieran despejadas, lo primero, era lo primero.
Alanna Delteria
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
Justo antes de que Amanda terminase de volver en sí, la puerta de la casa volvió a abrirse para dejar entrar a un par de mujeres que según las palabras de la primera, acababan de regresar al pueblo. Todos los presentes se volvieron ligeramente hacia ellas durante un instante, incluida Elen, que se sorprendió al reconocer a la segunda recién llegada. Sí, sin duda era aquella muchacha con la que se había encontrado en Lunargenta, el día en que la guardia tuvo que desarmar un circo ambulante de criaturas. Alanna, así se llamaba, ¿qué haría tan lejos de Verisar?
Consciente de que no era momento para preguntas, la tensai esperó a que cerrasen la puerta en silencio, tras lo cual el médico se dispuso a explicar a las recién llegadas lo que había pasado. - Me alegra que hayas llegado bien Samie, los dioses deben haberte protegido de esa bestia. - dijo, para luego volver a girarse hacia el camastro. - En las últimas semanas hemos estado sufriendo ataques de una criatura que aprovecha el mal tiempo para no ser vista, este ha sido el cuarto pero por suerte Amanda se ha salvado gracias a la intervención de estos viajeros, su marido en cambio no lo ha logrado. - explicó, segundos antes de que la herida abriese completamente los ojos, con una expresión de pánico en el rostro.
Su respiración era irregular y se agitaba por momentos, motivo por el cual el doctor tuvo que sentarse a su lado y tomarla con cuidado por los hombros para ayudarla a incorporarse levemente, lo justo para quedar sentada. - Tranquila Amanda, ya pasó, estás a salvo. - le dijo con la esperanza de calmarla, pero solo lo consiguió en parte. - Cuéntanos lo que ocurrió. - pidió poco después, pues cualquier dato que pudiese aportar les ayudaría a descartar bestias de la zona hasta dar con la que les estaba causando tantos problemas.
- Tú tenías razón, no debimos intentar escapar. - pronunció la víctima en cuanto se encontró lo suficientemente calmada, aunque aquel estado duró poco, pronto las lágrimas comenzaron a anegar sus ojos y desbordarse por las mejillas. - El tiempo empeoró de repente y nos vimos en mitad de la ventisca, creímos que si nos dábamos prisa en salir de ella no nos pasaría nada… pero ese monstruo fue más rápido que nosotros. - relató, sin dejar de sollozar. - Buscaba la forma de separarnos para darnos caza pero Fred no se apartó de mí, fue entonces cuando vi sus garras dirigiéndose hacia nosotros. - continuó, cerrando los ojos con fuerza y deseando borrar aquellas imágenes de su cabeza.
- Esa cosa era enorme, me hirió en el brazo y tiró a Fred al suelo… - la voz de Amanda se quebró, resultaba muy doloroso para ella hablar del ataque, pero debía hacerlo, su pueblo necesitaba saber a lo que se estaba enfrentando. - Solo alcancé a ver sus afiladas garras cerniéndose alrededor de la pierna de mi marido antes de que lo arrastrase hacia el centro de la ventisca, nunca olvidaré sus gritos. - las últimas palabras casi se le atragantaron, las lágrimas volvieron a adueñarse de sus ojos y a punto estuvo de desplomarse nuevamente, cosa que el doctor evitó sujetándola con firmeza.
- Corre Amanda, esas fueron sus últimas palabras. - consiguió decir poco después, para acto seguido cubrirse el rostro con ambas manos. - Lamentamos tu pérdida. - musitó el médico, que se sentía mal por hacerla revivir el horror de la muerte de su esposo, pero era necesario. - ¿No pudiste ver nada más? Su tamaño o apariencia quizá, o algún rasgo llamativo que nos ayude a identificar de qué criatura se trata. - inquirió el caballero, intentando no presionarla demasiado. - La nieve apenas me permitía ver lo que tenía a mi lado, solo sé que era grande y tenía unas largas y afiladas garras. - respondió Amanda, mientras se recomponía un poco.
- Ah sí, hay otra cosa, pude escuchar un gutural rugido de esa bestia mientras escapaba, poco antes de dejar atrás la ventisca y encontrarme con estas personas. - añadió, dirigiendo la mirada hacia Alister y Elen. - Haremos lo que se pueda con esto, que Ingrid busque en sus libros, algún animal tiene que encajar con la descripción. - indicó el médico, permitiendo que su paciente volviese a recostarse para que durmiese un poco. - En cuanto sepamos de qué se trata hallaremos el modo de eliminarlo. - sentenció instantes después, aunque pocos de los presentes se veían con la fuerza y valentía suficientes para hacer frente al monstruo.
Elen se giró hacia su compañero, y tras indicarle con un sutil gesto de cabeza que debían apartarse del camastro para hablar, ambos se retiraron a la esquina opuesta de la estancia. - ¿Qué crees que puede ser? - preguntó la joven, confiando en que al proceder de aquellas tierras y haber pasado muchos años como cazador, el alado tuviese una idea de la bestia que estaba perpetrando aquellos ataques. - Podría tratarse de una Manticore pero no puedo estar seguro, con esa descripción podría ser otra de las muchas criaturas que moran en el norte. - susurró el dragón, pensativo. La centinela no conocía demasiado de bestias, pero si se había topado con Manticores en la zona y sabía de sobra lo peligrosas y agresivas que podían llegar a ser.
Puede que ésta en particular hubiese desarrollado un modo diferente de caza, aprovechando el mal tiempo para emboscar a sus presas con mayor facilidad y sin ser vista, de modo que no pudiesen atacarla. - Esos bichos no son fáciles de matar pero combinando nuestras habilidades deberíamos ser capaces de hacernos cargo. - aseguró la bruja, antes de dar por finalizada la breve conversación y acercarse a Alanna. - Ambas estamos un poco lejos de Verisar, no tuve ocasión de darte las gracias por enviar a la guardia en aquella ocasión. - dijo a modo de saludo, sin apresurarse.
Fuera de la modesta vivienda la noche ya casi había caído, e ir tras una bestia que ya de por sí se valía de los elementos para esconderse en aquellas condiciones no sería buena idea, tendrían que esperar al amanecer.
Consciente de que no era momento para preguntas, la tensai esperó a que cerrasen la puerta en silencio, tras lo cual el médico se dispuso a explicar a las recién llegadas lo que había pasado. - Me alegra que hayas llegado bien Samie, los dioses deben haberte protegido de esa bestia. - dijo, para luego volver a girarse hacia el camastro. - En las últimas semanas hemos estado sufriendo ataques de una criatura que aprovecha el mal tiempo para no ser vista, este ha sido el cuarto pero por suerte Amanda se ha salvado gracias a la intervención de estos viajeros, su marido en cambio no lo ha logrado. - explicó, segundos antes de que la herida abriese completamente los ojos, con una expresión de pánico en el rostro.
Su respiración era irregular y se agitaba por momentos, motivo por el cual el doctor tuvo que sentarse a su lado y tomarla con cuidado por los hombros para ayudarla a incorporarse levemente, lo justo para quedar sentada. - Tranquila Amanda, ya pasó, estás a salvo. - le dijo con la esperanza de calmarla, pero solo lo consiguió en parte. - Cuéntanos lo que ocurrió. - pidió poco después, pues cualquier dato que pudiese aportar les ayudaría a descartar bestias de la zona hasta dar con la que les estaba causando tantos problemas.
- Tú tenías razón, no debimos intentar escapar. - pronunció la víctima en cuanto se encontró lo suficientemente calmada, aunque aquel estado duró poco, pronto las lágrimas comenzaron a anegar sus ojos y desbordarse por las mejillas. - El tiempo empeoró de repente y nos vimos en mitad de la ventisca, creímos que si nos dábamos prisa en salir de ella no nos pasaría nada… pero ese monstruo fue más rápido que nosotros. - relató, sin dejar de sollozar. - Buscaba la forma de separarnos para darnos caza pero Fred no se apartó de mí, fue entonces cuando vi sus garras dirigiéndose hacia nosotros. - continuó, cerrando los ojos con fuerza y deseando borrar aquellas imágenes de su cabeza.
- Esa cosa era enorme, me hirió en el brazo y tiró a Fred al suelo… - la voz de Amanda se quebró, resultaba muy doloroso para ella hablar del ataque, pero debía hacerlo, su pueblo necesitaba saber a lo que se estaba enfrentando. - Solo alcancé a ver sus afiladas garras cerniéndose alrededor de la pierna de mi marido antes de que lo arrastrase hacia el centro de la ventisca, nunca olvidaré sus gritos. - las últimas palabras casi se le atragantaron, las lágrimas volvieron a adueñarse de sus ojos y a punto estuvo de desplomarse nuevamente, cosa que el doctor evitó sujetándola con firmeza.
- Corre Amanda, esas fueron sus últimas palabras. - consiguió decir poco después, para acto seguido cubrirse el rostro con ambas manos. - Lamentamos tu pérdida. - musitó el médico, que se sentía mal por hacerla revivir el horror de la muerte de su esposo, pero era necesario. - ¿No pudiste ver nada más? Su tamaño o apariencia quizá, o algún rasgo llamativo que nos ayude a identificar de qué criatura se trata. - inquirió el caballero, intentando no presionarla demasiado. - La nieve apenas me permitía ver lo que tenía a mi lado, solo sé que era grande y tenía unas largas y afiladas garras. - respondió Amanda, mientras se recomponía un poco.
- Ah sí, hay otra cosa, pude escuchar un gutural rugido de esa bestia mientras escapaba, poco antes de dejar atrás la ventisca y encontrarme con estas personas. - añadió, dirigiendo la mirada hacia Alister y Elen. - Haremos lo que se pueda con esto, que Ingrid busque en sus libros, algún animal tiene que encajar con la descripción. - indicó el médico, permitiendo que su paciente volviese a recostarse para que durmiese un poco. - En cuanto sepamos de qué se trata hallaremos el modo de eliminarlo. - sentenció instantes después, aunque pocos de los presentes se veían con la fuerza y valentía suficientes para hacer frente al monstruo.
Elen se giró hacia su compañero, y tras indicarle con un sutil gesto de cabeza que debían apartarse del camastro para hablar, ambos se retiraron a la esquina opuesta de la estancia. - ¿Qué crees que puede ser? - preguntó la joven, confiando en que al proceder de aquellas tierras y haber pasado muchos años como cazador, el alado tuviese una idea de la bestia que estaba perpetrando aquellos ataques. - Podría tratarse de una Manticore pero no puedo estar seguro, con esa descripción podría ser otra de las muchas criaturas que moran en el norte. - susurró el dragón, pensativo. La centinela no conocía demasiado de bestias, pero si se había topado con Manticores en la zona y sabía de sobra lo peligrosas y agresivas que podían llegar a ser.
Puede que ésta en particular hubiese desarrollado un modo diferente de caza, aprovechando el mal tiempo para emboscar a sus presas con mayor facilidad y sin ser vista, de modo que no pudiesen atacarla. - Esos bichos no son fáciles de matar pero combinando nuestras habilidades deberíamos ser capaces de hacernos cargo. - aseguró la bruja, antes de dar por finalizada la breve conversación y acercarse a Alanna. - Ambas estamos un poco lejos de Verisar, no tuve ocasión de darte las gracias por enviar a la guardia en aquella ocasión. - dijo a modo de saludo, sin apresurarse.
Fuera de la modesta vivienda la noche ya casi había caído, e ir tras una bestia que ya de por sí se valía de los elementos para esconderse en aquellas condiciones no sería buena idea, tendrían que esperar al amanecer.
Elen Calhoun
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
Escuchó en silencio la explicación, Samie parecía conmicionada y ella, no sabía donde encajaba en ese rompecabezas, parecía ser que una bestia había atacado el pueblo en los últimos tiempos y que atentaba contra todo aquel que intetaba marcharse. No sabía nada de bestias, ella combatía a personas, sabía perseguir hilos de pensamientos que parecían no llevar a ningún lado pero que tenían la lógica más aplastante que podía verse, todo el mundo siguen un patrón de pensamiento, incluso los locos, pueden resultar cuerdos. Pero animales... no podría ser otra cosa, no, animales.
Supiró dejando caer la espalda sobre la pared, con los dedos sobre el puente de la nariz. No podía ser posible que tuviera que lidiar contra un puñetero oso cuando había ido a intentar calmar su maldito cerebro a las llanuras nevadas. Le daba la impresión de que seguía teniendo un iman en el culo que atraía los problemas, y no era agradable, por una vez, por una maldita vez, le gustaría poder pasar una semana tranquila sin tener que batirse en duelo con un rufián, correr tras un ladrón, colarse en una casa noble para conseguir unos papeles, vigilar a unos asesinos o enfrentarse a una mole de pelo y grasa que atemorizaba una aldea.
Notó que, frente a ella, la joven recostada se removía, ansiosa, y por fin alzaba la cabeza y se levantaba. Al parecer habían intentado escapar, ella y su marido, hermano, pareja o lo que hubiera sido, habían intentado huir de la aldea por los ataques que habían estado ocurriendo de un tiempo a esa parte, pero al parecer, les había salido el tiro por la culata, porque no solo no habían conseguido huir, si no que, además, uno de ellos había perdido la vida por el otro.
Cuando el doctor permitió volver a dormirse a la joven, Alanna se la quedó mirando unos instantes desde la pared, tenía algunos rasguños, y parecía tener leves sintomas de hipotermia, debía haber cogido frío en la nieve, lógico, si había tneido que huir, lo raro era que siguiera con vida, tal vez era porque había crecido rodeada de nieve, pero si de ella hubiera dependido, probablemente habría acabado enterrada entre ese cumulo de hielo suave. Samie, a su lado, se removia nerviosa sin saber si acercarse o no, parecía que conocía a la chica acostada y daba la impresión de estar preocupada.
Alanna sabía que, en los pueblos pequeños, no podías elegir amistades, debías integrcotilleos que hubiera, eran una gran familia que se intentaba ayudar, en la nieve, suponía, eso se elevaría a la máxma potencia dadas las condiciones difíciles del clima que impedían el cultivo y obligaban a permanecer en grupo, quien sabía, el caso era que la chica que la había guiado hasta allí, parecía a punto de entrar en pánico.
- Ey.- le susurró dandole un golpecido con el codo.- ve, si estás perocupada, quedate con ella, nosotros pensaremos en algo.- le sonrió intentando calmarla, aunque, ciertamente, ese nosotros dificilmente iba a incluirla a ella, que no tenía ni idea de bestias.
Cuando la chica se alejó a sentarse junto a su amiga, p lo que fuera, y se sentó a su lado, Alanna giró la cabeza con un suspiro y sonrió a Elen, que la incluyó en la conversación. Sonrió a la mujer, ojala hubiera podido hacer más que, simplemente, mandar a la guardia. Se acercó a ella y a su compañero relajando la postura, aunque el norte la ponía tensa, ellos no tenían la culpa, debía convencerse de que estaba segura, entre amigos.
- Aunque lejos, me alegro de ver una cara conocida.- dijo a modo de saludo.- gracias a ti por quedarte para explicarles lo que pasaba con detenimiento, me atraparon entre informes y no pude volver a salir.- explicó.- ¿sabéis algo de lo que les atacó?.- preguntó con seriedad, mirando de reojo a lajoven herida.
Supiró dejando caer la espalda sobre la pared, con los dedos sobre el puente de la nariz. No podía ser posible que tuviera que lidiar contra un puñetero oso cuando había ido a intentar calmar su maldito cerebro a las llanuras nevadas. Le daba la impresión de que seguía teniendo un iman en el culo que atraía los problemas, y no era agradable, por una vez, por una maldita vez, le gustaría poder pasar una semana tranquila sin tener que batirse en duelo con un rufián, correr tras un ladrón, colarse en una casa noble para conseguir unos papeles, vigilar a unos asesinos o enfrentarse a una mole de pelo y grasa que atemorizaba una aldea.
Notó que, frente a ella, la joven recostada se removía, ansiosa, y por fin alzaba la cabeza y se levantaba. Al parecer habían intentado escapar, ella y su marido, hermano, pareja o lo que hubiera sido, habían intentado huir de la aldea por los ataques que habían estado ocurriendo de un tiempo a esa parte, pero al parecer, les había salido el tiro por la culata, porque no solo no habían conseguido huir, si no que, además, uno de ellos había perdido la vida por el otro.
Cuando el doctor permitió volver a dormirse a la joven, Alanna se la quedó mirando unos instantes desde la pared, tenía algunos rasguños, y parecía tener leves sintomas de hipotermia, debía haber cogido frío en la nieve, lógico, si había tneido que huir, lo raro era que siguiera con vida, tal vez era porque había crecido rodeada de nieve, pero si de ella hubiera dependido, probablemente habría acabado enterrada entre ese cumulo de hielo suave. Samie, a su lado, se removia nerviosa sin saber si acercarse o no, parecía que conocía a la chica acostada y daba la impresión de estar preocupada.
Alanna sabía que, en los pueblos pequeños, no podías elegir amistades, debías integrcotilleos que hubiera, eran una gran familia que se intentaba ayudar, en la nieve, suponía, eso se elevaría a la máxma potencia dadas las condiciones difíciles del clima que impedían el cultivo y obligaban a permanecer en grupo, quien sabía, el caso era que la chica que la había guiado hasta allí, parecía a punto de entrar en pánico.
- Ey.- le susurró dandole un golpecido con el codo.- ve, si estás perocupada, quedate con ella, nosotros pensaremos en algo.- le sonrió intentando calmarla, aunque, ciertamente, ese nosotros dificilmente iba a incluirla a ella, que no tenía ni idea de bestias.
Cuando la chica se alejó a sentarse junto a su amiga, p lo que fuera, y se sentó a su lado, Alanna giró la cabeza con un suspiro y sonrió a Elen, que la incluyó en la conversación. Sonrió a la mujer, ojala hubiera podido hacer más que, simplemente, mandar a la guardia. Se acercó a ella y a su compañero relajando la postura, aunque el norte la ponía tensa, ellos no tenían la culpa, debía convencerse de que estaba segura, entre amigos.
- Aunque lejos, me alegro de ver una cara conocida.- dijo a modo de saludo.- gracias a ti por quedarte para explicarles lo que pasaba con detenimiento, me atraparon entre informes y no pude volver a salir.- explicó.- ¿sabéis algo de lo que les atacó?.- preguntó con seriedad, mirando de reojo a lajoven herida.
Alanna Delteria
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
Alanna se alegraba de encontrar un rostro conocido en aquel perdido pueblo, al igual que la hechicera, y tras devolver el agradecimiento por lo sucedido en Lunargenta, pasó a interesarse por el causante de aquel ataque. Elen y Alister se miraron durante un breve instante, no las tenían todas consigo en cuanto al veredicto pero con la escasa información que habían recibido poco más podían hacer. - Tenemos una teoría sobre lo que puede ser, y si estamos en lo cierto los ataques no cesarán ahora que ha encontrado un suministro de alimento abundante y fácil de conseguir. - respondió la bruja, sin alzar la voz para no preocupar más a los ya asustados aldeanos.
- Quizá hayas oído hablar de una criatura llamada Manticore, es bastante fuerte y complicada de matar. - prosiguió, tras una leve pausa. - A decir verdad parece fruto de un experimento que salió mal, tiene cabeza de león cubierta de espinas, alas de murciélago que le permiten volar cortas distancias, un enorme aguijón por cola y lo peor, la parte superior de su cuerpo está cubierta de escamas, tan resistentes como las de los dragones. - describió, sin poder evitar que se le escapase un suspiro de resignación, aquello no iba a ser fácil. - Ya me he enfrentado a un par de ellas y lo único que he sacado en claro es que su visión no es muy buena de día, puede que ese sea el motivo por el cual aprovecha el mal tiempo. - supuso, mientras recordaba ambos encuentros.
El ejemplar de las islas Illidenses había puesto en problemas a los hermanos Calhoun, y a ella le había dejado una cicatriz en el costado como recuerdo, pero gracias a la colaboración de ambos, y a las afiladas rocas de los acantilados, la bestia encontró su muerte. La segunda tampoco se los puso fácil, aunque en aquella ocasión quien la acompañaba era Huracán. Hizo falta un derrumbamiento para poder sepultar a la Manticore, pero de enfrentarse a una de aquellas criaturas en mitad de la nada, todo se volvería mucho más complicado. La llanura apenas ofrecía recursos para utilizar, pero debía ser positiva, quizá con Alister de su lado las cosas no se pusiesen tan feas, a fin de cuentas estarían bastante igualados en fuerza en cuanto tomase su forma de dragón.
- Según lo que nos ha contado el médico los ataques se producen semanalmente, hoy se ha cobrado una víctima así que podría tardar días en volver a aparecer por aquí, tendremos que provocarla para que lo haga. - intervino el alado, con seriedad. - No hay problema, si tiene buen olfato será sencillo atraerla, un pequeño corte bastará. - dijo Elen, que ya comenzaba a idear una estrategia de cara al inevitable combate. - Volveremos a la zona del ataque mañana, yo haré de cebo y tú esperarás en una posición apartada transformado, en cuanto aparezca te lanzarás contra ella y harás lo posible por inmovilizarla, yo me ocuparé de inutilizar sus alas y luego bueno… buscaremos la forma de atravesar su coraza. - propuso, aunque aún quedaban detalles del plan por pulir.
El mayor problema sería pasar la barrera de escamas, ¿podrían las garras del dragón conseguirlo? La tensai esperaba que así fuese, o de lo contrario podrían verse en problemas. Por suerte aún contaban con algunas horas antes de tener que ponerse en marcha, así que podían pensar en alguna alternativa ingeniosa para neutralizar definitivamente a la bestia, quizá el herrero del pueblo tuviese algún arma o garfio lo suficientemente resistente como para realizar la tarea.
- ¿Y tú? ¿A dónde te diriges? - preguntó, volviendo a centrarse en la guardia. - La cosa podría ponerse fea en la llanura, espero que no tengas prisa por abandonar la aldea. - añadió al poco, manteniendo el tono tranquilo. En cuanto supiese las intenciones de Alanna, la de ojos verdes se acercaría a los presentes que seguían en torno al camastro donde descansaba Amanda, para informarles de que iban a intentar solucionar el problema, luego tanto ella como el dragón preguntarían a los lugareños si había alguna posada en el pueblo, donde descansarían un poco antes del complicado día que les esperaba.
Off: Puedes adelantar los acontecimientos hasta la mañana siguiente con lo que he puesto.
- Quizá hayas oído hablar de una criatura llamada Manticore, es bastante fuerte y complicada de matar. - prosiguió, tras una leve pausa. - A decir verdad parece fruto de un experimento que salió mal, tiene cabeza de león cubierta de espinas, alas de murciélago que le permiten volar cortas distancias, un enorme aguijón por cola y lo peor, la parte superior de su cuerpo está cubierta de escamas, tan resistentes como las de los dragones. - describió, sin poder evitar que se le escapase un suspiro de resignación, aquello no iba a ser fácil. - Ya me he enfrentado a un par de ellas y lo único que he sacado en claro es que su visión no es muy buena de día, puede que ese sea el motivo por el cual aprovecha el mal tiempo. - supuso, mientras recordaba ambos encuentros.
El ejemplar de las islas Illidenses había puesto en problemas a los hermanos Calhoun, y a ella le había dejado una cicatriz en el costado como recuerdo, pero gracias a la colaboración de ambos, y a las afiladas rocas de los acantilados, la bestia encontró su muerte. La segunda tampoco se los puso fácil, aunque en aquella ocasión quien la acompañaba era Huracán. Hizo falta un derrumbamiento para poder sepultar a la Manticore, pero de enfrentarse a una de aquellas criaturas en mitad de la nada, todo se volvería mucho más complicado. La llanura apenas ofrecía recursos para utilizar, pero debía ser positiva, quizá con Alister de su lado las cosas no se pusiesen tan feas, a fin de cuentas estarían bastante igualados en fuerza en cuanto tomase su forma de dragón.
- Según lo que nos ha contado el médico los ataques se producen semanalmente, hoy se ha cobrado una víctima así que podría tardar días en volver a aparecer por aquí, tendremos que provocarla para que lo haga. - intervino el alado, con seriedad. - No hay problema, si tiene buen olfato será sencillo atraerla, un pequeño corte bastará. - dijo Elen, que ya comenzaba a idear una estrategia de cara al inevitable combate. - Volveremos a la zona del ataque mañana, yo haré de cebo y tú esperarás en una posición apartada transformado, en cuanto aparezca te lanzarás contra ella y harás lo posible por inmovilizarla, yo me ocuparé de inutilizar sus alas y luego bueno… buscaremos la forma de atravesar su coraza. - propuso, aunque aún quedaban detalles del plan por pulir.
El mayor problema sería pasar la barrera de escamas, ¿podrían las garras del dragón conseguirlo? La tensai esperaba que así fuese, o de lo contrario podrían verse en problemas. Por suerte aún contaban con algunas horas antes de tener que ponerse en marcha, así que podían pensar en alguna alternativa ingeniosa para neutralizar definitivamente a la bestia, quizá el herrero del pueblo tuviese algún arma o garfio lo suficientemente resistente como para realizar la tarea.
- ¿Y tú? ¿A dónde te diriges? - preguntó, volviendo a centrarse en la guardia. - La cosa podría ponerse fea en la llanura, espero que no tengas prisa por abandonar la aldea. - añadió al poco, manteniendo el tono tranquilo. En cuanto supiese las intenciones de Alanna, la de ojos verdes se acercaría a los presentes que seguían en torno al camastro donde descansaba Amanda, para informarles de que iban a intentar solucionar el problema, luego tanto ella como el dragón preguntarían a los lugareños si había alguna posada en el pueblo, donde descansarían un poco antes del complicado día que les esperaba.
Off: Puedes adelantar los acontecimientos hasta la mañana siguiente con lo que he puesto.
Elen Calhoun
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
La explicación no sonaba mal, en realidad, tenía todo el sentido del mundo, pero ella no podía opinar, no tenía idea alguna de bestias ni de los ataques de estas. En Lunargenta el peligro nunca habían sido los animales. Los monstruos que recorrían las calles de su ciudad no tenían patas, pelo por todo el cuerpo ni aspecto de ser peligrosos, no. Era gente normal, con vidas “normales” gente que jamás señalarías con el dedo si preguntasen, de la que no huirías en un callejón oscuro. Y, claramente, estarías equivocado.
Pensativa, asintió, no solo había escuchado hablar de las mantícore, si no que, poco después de entrar a la guardia, había peleado contra una en un viaje suicida para demostrar su valía. Había sobrevivido por poco, y gracias a una dragona que había conocido en su viaje, pero, ciertamente, no quería tener que volver a enfrentar una. Eran un peligro. Raro debía ser encontrarse a una en la vida, y ella, se había encontrado a dos. Esperaba, porque si fuera la misma, seguro que no habría olvidado el olor, o lo que fuera que notasen esos bichos, de quien le había arrancado una escama.
Alzó la vista al volver a escuchar que la joven de pelo blanco se dirigía a ella y suspiró. No, suponía que... no, no tenía prisa. Aunque en realidad le gustaría llegar a la aldea donde estaba la falsa tumba de su hermana, se había preparado psicológicamente para afrontarlo, pero tenía un tiempo limitado, debía volver a Lunargenta antes de que zarpase el barco, no podía dejar a sus compañeros y a Ámbar solos en el barco lleno de marineros con lo que, seguro, no era fácil tratar. Sabiendo de la torpeza de Schoot, de a malas pulgas de Asher y de la mala suerte de Eltrant.... podría acabar mal.
- No, yo... no tengo prisa.- dijo, en cambio, tampoco podía dejar solos a los lugareños, al entrar en la guardia había hecho un juramento, y lo llevaría a cabo hasta el final.- De todas formas, está visto que no podemos hacer nada hasta mañana, mejor ir a descansar.- comentó estirándose.- Mañana nos encontramos aquí sobre las siete Y media de la mañana.- propuso.
- Alanna, vamos, te enseño mi casa, allí hay sitio.- comentó Samie abrigándose, y dirigiéndose a la puerta.
- Nos vemos mañana.- se despidió ella de Elen, su compañero, y los demás.
Abrigo puesto, llegaron a una casita de madera con la chimenea chisporroteándo. Samie se deshizo de las pieles que usaba para cubrirse del frío y la nieve, dejándolas en una percha tras la puerta. Entró en una puerta de la izquierda, llamándo a su madre, dejándola entreabierta. Mientras Alanna imitaba a la chica, colgando la ropa en la percha, olió lo que debía ser un guisado de algo, y notó rugirle e estómago mientras un grito de alegría salía desde la puerta por la que había desaparecido Samie.
Sonrió, se notaba que la mujer la había echado de menos. Cuando ambas salieron de la cocina, Samie arrastró a su madre hasta ella, como si fuera una niña que llevaba a una amiga por primera vez, y la mujer, mientras avanzaba, gritó que su hija había llegado. Esa casa tenía esa sensación de hogar que no había visto desde hacía tiempo. Aunque no podía quejarse, cuando llegaba a casa de sus padrastros, siempre la trataban como a una hija, la recibían, cada vez que volvía, como si hubiera estado en la guerra, como si hubieran estado a punto de perderla. Y, en realidad, no se alejaba tanto de la realidad, y ellos lo sabían, como guardias, cualquier día podía ser el último y aunque ella prefería no pensar en ello, y vivir como si no fuera a morir nunca, porque si tenía miedo, no viviría para nada.
- Hola.- Saludó con cierta timidez a los padres que, cariñosos, abrazaban a su hija.
- Padre, Madre, esta es Alanna, una guardia de Lunargenta que me encontré de camino, es estupenda.- comentó como si fuera algo natural, haciendo enrojecer a la guardia.
- Un placer, Alanna.- dijo la madre cogíendole una mano entre las suyas, sonriente.- Bienvenida.
- Gracias.- respondió.
- Bienvenida.- repitió el padre tendiendole una mano que Alanna apretó como saludo.
No se esperaron mucho más, sirvieron una cena y pronto la pareja subió a descansar, sabía que las gentes del norte se acostaban pronto, cansadas como estaban, el frío hacía que todo costase más, era, en parte por eso, que le gustaba tan poco. Dejaron a su hija e invitada en el salón, sentadas frente a la chimenea, arropadas con mantas y con tazas de té caliente, para que se les acoplase el cuerpo a las ventiscas que solían acechar el norte.
Se habían acostumbrado a viajar juntas, y, sin poder llegar a llamarse amigas, si se llevaban bien, no les costaba compartir risas o bromas, a pesar de la seriedad de la situación. Tal vez por eso, en ese momento, intentaban bajar el volumen para no despertar a los padres de la chica. Eran diferentes, Samie era un terremoto, no paraba quieta y tenía una energía explosiva, en cambio Alanna daba el punto tranquilo.
- Mañana será largo.- comentó soplando su vaso, antes de dar un sorbo.- ¿Han pasado cosas así antes?- Le preguntó, más seria.
- No lo se, me fui pronto, pero mis padres me mandaban cartas y por lo visto llevan así bastante tiempo.- dijo la chica, dando vueltas a la cucharilla de su taza.- Aunque cuando era pequeña ya corrían historias sobre estas cosas, niños que desaparecían, padres que no volvían, monstruos que se comían el ganado... no pensé que fueran a ser ciertos pero... me equivocaba.- suspiró.
- Mañana averiguaremos, tranquila.- sonrió acabándose la bebida.- Vayamos a dormir, no hemos parado en todo el día, deberíamos descansar.
- Sí...- aceptó la chica levantándose.
Una vez en el dormitorio, de dos camas, se acostaron y, entre charlas banales que cubrían el silencio de la noche, que atravesaba las sábanas y cubría con frío el cuerpo, acabaron por dormirse. Alanna fue la primera en levantarse a la mañana siguiente, acostumbrada, como estaba, a los horarios de la guardia, lógicamente madrugaría más que la chica que había vivido apartada de ese lugar tantos años.
Se vistió con prisas y bajó las escaleras dejando dormir a Samie. En el salón, la madre de esta ya estaba despierta y preparaba el desayuno. La guardia comió rápido, y se apresuró a irse, debía acudir a la puerta de la noche pasada, no quería quedarse de brazos cruzados, mientras estuviera allí, ayudaría en lo que pudiera. Veía en los ojos de los habitantes el miedo y la duda, ¿qué podrían hacer tres personas, recién llegadas, que no pudiera hacer toda la aldea? Lo entendía, ni siquiera ella se fiaba de si misma, pero Elen parecía alguien competente, seguro que siguiendo sus ordenes, conseguían ayudar. Apoyada en la pared, abrigada con mil capas de ropa, esperó a la mujer de pelo de ceniza, no creía que fuera a tardar en llegar.
Pensativa, asintió, no solo había escuchado hablar de las mantícore, si no que, poco después de entrar a la guardia, había peleado contra una en un viaje suicida para demostrar su valía. Había sobrevivido por poco, y gracias a una dragona que había conocido en su viaje, pero, ciertamente, no quería tener que volver a enfrentar una. Eran un peligro. Raro debía ser encontrarse a una en la vida, y ella, se había encontrado a dos. Esperaba, porque si fuera la misma, seguro que no habría olvidado el olor, o lo que fuera que notasen esos bichos, de quien le había arrancado una escama.
Alzó la vista al volver a escuchar que la joven de pelo blanco se dirigía a ella y suspiró. No, suponía que... no, no tenía prisa. Aunque en realidad le gustaría llegar a la aldea donde estaba la falsa tumba de su hermana, se había preparado psicológicamente para afrontarlo, pero tenía un tiempo limitado, debía volver a Lunargenta antes de que zarpase el barco, no podía dejar a sus compañeros y a Ámbar solos en el barco lleno de marineros con lo que, seguro, no era fácil tratar. Sabiendo de la torpeza de Schoot, de a malas pulgas de Asher y de la mala suerte de Eltrant.... podría acabar mal.
- No, yo... no tengo prisa.- dijo, en cambio, tampoco podía dejar solos a los lugareños, al entrar en la guardia había hecho un juramento, y lo llevaría a cabo hasta el final.- De todas formas, está visto que no podemos hacer nada hasta mañana, mejor ir a descansar.- comentó estirándose.- Mañana nos encontramos aquí sobre las siete Y media de la mañana.- propuso.
- Alanna, vamos, te enseño mi casa, allí hay sitio.- comentó Samie abrigándose, y dirigiéndose a la puerta.
- Nos vemos mañana.- se despidió ella de Elen, su compañero, y los demás.
Abrigo puesto, llegaron a una casita de madera con la chimenea chisporroteándo. Samie se deshizo de las pieles que usaba para cubrirse del frío y la nieve, dejándolas en una percha tras la puerta. Entró en una puerta de la izquierda, llamándo a su madre, dejándola entreabierta. Mientras Alanna imitaba a la chica, colgando la ropa en la percha, olió lo que debía ser un guisado de algo, y notó rugirle e estómago mientras un grito de alegría salía desde la puerta por la que había desaparecido Samie.
Sonrió, se notaba que la mujer la había echado de menos. Cuando ambas salieron de la cocina, Samie arrastró a su madre hasta ella, como si fuera una niña que llevaba a una amiga por primera vez, y la mujer, mientras avanzaba, gritó que su hija había llegado. Esa casa tenía esa sensación de hogar que no había visto desde hacía tiempo. Aunque no podía quejarse, cuando llegaba a casa de sus padrastros, siempre la trataban como a una hija, la recibían, cada vez que volvía, como si hubiera estado en la guerra, como si hubieran estado a punto de perderla. Y, en realidad, no se alejaba tanto de la realidad, y ellos lo sabían, como guardias, cualquier día podía ser el último y aunque ella prefería no pensar en ello, y vivir como si no fuera a morir nunca, porque si tenía miedo, no viviría para nada.
- Hola.- Saludó con cierta timidez a los padres que, cariñosos, abrazaban a su hija.
- Padre, Madre, esta es Alanna, una guardia de Lunargenta que me encontré de camino, es estupenda.- comentó como si fuera algo natural, haciendo enrojecer a la guardia.
- Un placer, Alanna.- dijo la madre cogíendole una mano entre las suyas, sonriente.- Bienvenida.
- Gracias.- respondió.
- Bienvenida.- repitió el padre tendiendole una mano que Alanna apretó como saludo.
No se esperaron mucho más, sirvieron una cena y pronto la pareja subió a descansar, sabía que las gentes del norte se acostaban pronto, cansadas como estaban, el frío hacía que todo costase más, era, en parte por eso, que le gustaba tan poco. Dejaron a su hija e invitada en el salón, sentadas frente a la chimenea, arropadas con mantas y con tazas de té caliente, para que se les acoplase el cuerpo a las ventiscas que solían acechar el norte.
Se habían acostumbrado a viajar juntas, y, sin poder llegar a llamarse amigas, si se llevaban bien, no les costaba compartir risas o bromas, a pesar de la seriedad de la situación. Tal vez por eso, en ese momento, intentaban bajar el volumen para no despertar a los padres de la chica. Eran diferentes, Samie era un terremoto, no paraba quieta y tenía una energía explosiva, en cambio Alanna daba el punto tranquilo.
- Mañana será largo.- comentó soplando su vaso, antes de dar un sorbo.- ¿Han pasado cosas así antes?- Le preguntó, más seria.
- No lo se, me fui pronto, pero mis padres me mandaban cartas y por lo visto llevan así bastante tiempo.- dijo la chica, dando vueltas a la cucharilla de su taza.- Aunque cuando era pequeña ya corrían historias sobre estas cosas, niños que desaparecían, padres que no volvían, monstruos que se comían el ganado... no pensé que fueran a ser ciertos pero... me equivocaba.- suspiró.
- Mañana averiguaremos, tranquila.- sonrió acabándose la bebida.- Vayamos a dormir, no hemos parado en todo el día, deberíamos descansar.
- Sí...- aceptó la chica levantándose.
Una vez en el dormitorio, de dos camas, se acostaron y, entre charlas banales que cubrían el silencio de la noche, que atravesaba las sábanas y cubría con frío el cuerpo, acabaron por dormirse. Alanna fue la primera en levantarse a la mañana siguiente, acostumbrada, como estaba, a los horarios de la guardia, lógicamente madrugaría más que la chica que había vivido apartada de ese lugar tantos años.
Se vistió con prisas y bajó las escaleras dejando dormir a Samie. En el salón, la madre de esta ya estaba despierta y preparaba el desayuno. La guardia comió rápido, y se apresuró a irse, debía acudir a la puerta de la noche pasada, no quería quedarse de brazos cruzados, mientras estuviera allí, ayudaría en lo que pudiera. Veía en los ojos de los habitantes el miedo y la duda, ¿qué podrían hacer tres personas, recién llegadas, que no pudiera hacer toda la aldea? Lo entendía, ni siquiera ella se fiaba de si misma, pero Elen parecía alguien competente, seguro que siguiendo sus ordenes, conseguían ayudar. Apoyada en la pared, abrigada con mil capas de ropa, esperó a la mujer de pelo de ceniza, no creía que fuera a tardar en llegar.
Alanna Delteria
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
La guardia no tenía demasiada prisa por marcharse de la aldea, y tras sugerir que lo mejor, teniendo en cuenta lo tarde que era, sería retirarse a descansar, añadió unas palabras más, para proponer que se reencontrasen a la mañana siguiente en aquel mismo lugar, con el fin de encargarse del asunto que traía en vilo a los lugareños. Elen desconocía las habilidades que Alanna pudiese tener en combate pero sin duda su ayuda sería bien recibida, cuantos más fuesen más posibilidades tendrían que acabar con la supuesta Manticore. - Hasta mañana. - respondió con tono amable, para acto seguido acercarse al doctor y al resto de personas que seguían en torno al camastro.
- No se preocupen, nos encargaremos de esa bestia. - aseguró, y tras recibir el anticipado agradecimiento de los presentes, tanto ella como su compañero abandonaron la vivienda. Uno de los vecinos se ofreció a guiarlos hasta la posada del pueblo, un local modesto pero notablemente más grande que el resto de las casas cercanas. Su propietario, uno de los más ancianos del lugar, los recibió con una leve sonrisa y se negó a cobrarles el alquiler de la única habitación que aún le quedaba libre, ya habían hecho bastante por ellos salvando una vida, pero que estuviesen dispuestos a enfrentar a la criatura para librarlos de los ataques despertó en él la esperanza que ya casi daba por perdida.
- Por aquí, síganme. - instó, mientras subía las escaleras de madera. - Lamento no poder ofrecerles una a cada uno pero con el miedo que ha provocado esa cosa los pocos viajeros que han llegado al pueblo no se atreven a echarse a los caminos. - explicó, antes de señalarles la puerta en cuestión y abrirla para que pudiesen comenzar a instalarse. - Tranquilo, nos apañaremos. - respondió Alister, aunque no tendrían problema para ello, ya que la habitación contaba con una cama individual y un sofá lo suficientemente largo como para dormir en él. - Me preocupan más los caballos que nosotros, asegúrese de que reciben los cuidados pertinentes por favor. - intervino la hechicera, que ya había tomado la precaución de cubrir tanto a Sombra como al corcel de su compañero con un par de mantas gruesas.
El día que estaba por llegar sería difícil, y tanto ellos como sus monturas debían estar frescas y en las mejores condiciones posibles. - No se preocupe, enviaré al mozo para que se ocupe de ello, buenas noches. - dijo a modo de despedida. - Buenas noches. - contestaron los dos a la vez, para luego cerrar la puerta y desprenderse de sus armas y demás equipaje, que acabó sobre una mesa cercana. Mientras el dragón hacía lo posible por acomodar el sofá para acostarse, Elen se acercó a una de las ventanas de la habitación y durante unos instantes se quedó observando la oscuridad que reinaba más allá de la aldea, no olvidaba su misión en ningún momento, pero sin saber cómo, siempre acababa metida en algún lío inesperado como aquel.
Cierto era que el motivo de viajar al norte no tenía nada que ver con su búsqueda del resto de centinelas, pero la de ojos verdes consideraba que era igual de importante, pues de ello dependía que su compañero pudiese cerrar finalmente un sombrío capítulo de su vida. Una vez hecho, y con Alister completamente concentrado, ambos podrían afrontar la recta final, que comprendía el encontrar a Melena Blanca y convencerlo de unirse a la causa contra los Tarmúnil, cosa que no sería fácil. La sola idea de ese encuentro hizo que la bruja dejase escapar un suspiro de resignación, no tenía idea de cómo abordar al hombre bestia, y a decir verdad, en los últimos meses otras inquietudes habían comenzado a apoderarse de sus pensamientos, inquietudes antes las que no tenía idea de cómo actuar.
¿Habría un futuro para ella después de enfrentar a los jinetes? Y de ser afirmativa la respuesta, ¿qué haría más allá de cumplir con su cargo? No tenía la menor idea, pero sí estaba segura de algo, cuando todo terminase las cosas quizá no volviesen a ser lo que eran. Dejando aquellas preocupaciones a un lado, la de cabellos cenicientos se dirigió a la cama y se dejó caer pesadamente en el borde de la misma, se desató las botas y una vez cómoda, se tendió bajo las mantas. El cansancio hizo que ambos cayesen profundamente dormidos al poco de acostarse, y las horas fueron pasando hasta que el sol comenzó a alzarse por el este, marcando el inicio del nuevo día.
Alister fue el primero en despertar, y tras comprobar que era hora de ponerse en marcha, se aproximó a la cama en que descansaba su compañera para darle un leve toque en el hombro, que enseguida surtió efecto. La tensai abrió los ojos y se incorporó sin perder tiempo, esperó a que el alado saliese del aseo y pasó para refrescarse antes de ataviarse para lo que les esperaba en la llanura, con su fiable armadura. Una vez listos, abandonaron la habitación y aceptaron un poco del caldo que el anciano tenía preparado para servir como desayuno, luego prosiguieron su camino hacia los establos, y de ahí a la vivienda en que la noche anterior habían atendido a Amanda.
- Buenos días. - saludó la centinela, al ver que Alanna ya los estaba esperando. - Pongámonos en marcha, puede que la bestia siga por los alrededores. - instó a continuación, justo antes de subirse al caballo. Elen tendería la mano a la guardia para que se subiese con ella, y tras esto el grupo emprendería el camino hacia la llanura, centrándose en encontrar el lugar exacto en que se había producido el ataque la tarde anterior. Por suerte no les resultaría complicado hallar el sitio, la sangre aún teñía de rojo el níveo manto de nieve. Desde allí, tanto el dragón como la hechicera observaron con detenimiento el horizonte en busca de alguna ventisca, ya que el ser al que pretendían dar caza gustaba de moverse aprovechándolas en su favor para ocultarse.
- Elen, mira allí. - indicó Alister señalando al norte, justo donde unas corrientes se habían concentrado hasta formar un vendaval semejante al que había atrapado a Amanda y a su marido. - Podría estar ahí… vayamos a comprobarlo. - dijo ella en respuesta, para instantes después añadir unas palabras más. - Estad alerta, si acabamos dentro la visibilidad será reducida. - advirtió, para acto seguido espolear a Sombra en dirección a la creciente ventisca.
Off: Si hay cualquier cosa que no cuadre con lo que tenías pensado avisa y edito.
- No se preocupen, nos encargaremos de esa bestia. - aseguró, y tras recibir el anticipado agradecimiento de los presentes, tanto ella como su compañero abandonaron la vivienda. Uno de los vecinos se ofreció a guiarlos hasta la posada del pueblo, un local modesto pero notablemente más grande que el resto de las casas cercanas. Su propietario, uno de los más ancianos del lugar, los recibió con una leve sonrisa y se negó a cobrarles el alquiler de la única habitación que aún le quedaba libre, ya habían hecho bastante por ellos salvando una vida, pero que estuviesen dispuestos a enfrentar a la criatura para librarlos de los ataques despertó en él la esperanza que ya casi daba por perdida.
- Por aquí, síganme. - instó, mientras subía las escaleras de madera. - Lamento no poder ofrecerles una a cada uno pero con el miedo que ha provocado esa cosa los pocos viajeros que han llegado al pueblo no se atreven a echarse a los caminos. - explicó, antes de señalarles la puerta en cuestión y abrirla para que pudiesen comenzar a instalarse. - Tranquilo, nos apañaremos. - respondió Alister, aunque no tendrían problema para ello, ya que la habitación contaba con una cama individual y un sofá lo suficientemente largo como para dormir en él. - Me preocupan más los caballos que nosotros, asegúrese de que reciben los cuidados pertinentes por favor. - intervino la hechicera, que ya había tomado la precaución de cubrir tanto a Sombra como al corcel de su compañero con un par de mantas gruesas.
El día que estaba por llegar sería difícil, y tanto ellos como sus monturas debían estar frescas y en las mejores condiciones posibles. - No se preocupe, enviaré al mozo para que se ocupe de ello, buenas noches. - dijo a modo de despedida. - Buenas noches. - contestaron los dos a la vez, para luego cerrar la puerta y desprenderse de sus armas y demás equipaje, que acabó sobre una mesa cercana. Mientras el dragón hacía lo posible por acomodar el sofá para acostarse, Elen se acercó a una de las ventanas de la habitación y durante unos instantes se quedó observando la oscuridad que reinaba más allá de la aldea, no olvidaba su misión en ningún momento, pero sin saber cómo, siempre acababa metida en algún lío inesperado como aquel.
Cierto era que el motivo de viajar al norte no tenía nada que ver con su búsqueda del resto de centinelas, pero la de ojos verdes consideraba que era igual de importante, pues de ello dependía que su compañero pudiese cerrar finalmente un sombrío capítulo de su vida. Una vez hecho, y con Alister completamente concentrado, ambos podrían afrontar la recta final, que comprendía el encontrar a Melena Blanca y convencerlo de unirse a la causa contra los Tarmúnil, cosa que no sería fácil. La sola idea de ese encuentro hizo que la bruja dejase escapar un suspiro de resignación, no tenía idea de cómo abordar al hombre bestia, y a decir verdad, en los últimos meses otras inquietudes habían comenzado a apoderarse de sus pensamientos, inquietudes antes las que no tenía idea de cómo actuar.
¿Habría un futuro para ella después de enfrentar a los jinetes? Y de ser afirmativa la respuesta, ¿qué haría más allá de cumplir con su cargo? No tenía la menor idea, pero sí estaba segura de algo, cuando todo terminase las cosas quizá no volviesen a ser lo que eran. Dejando aquellas preocupaciones a un lado, la de cabellos cenicientos se dirigió a la cama y se dejó caer pesadamente en el borde de la misma, se desató las botas y una vez cómoda, se tendió bajo las mantas. El cansancio hizo que ambos cayesen profundamente dormidos al poco de acostarse, y las horas fueron pasando hasta que el sol comenzó a alzarse por el este, marcando el inicio del nuevo día.
Alister fue el primero en despertar, y tras comprobar que era hora de ponerse en marcha, se aproximó a la cama en que descansaba su compañera para darle un leve toque en el hombro, que enseguida surtió efecto. La tensai abrió los ojos y se incorporó sin perder tiempo, esperó a que el alado saliese del aseo y pasó para refrescarse antes de ataviarse para lo que les esperaba en la llanura, con su fiable armadura. Una vez listos, abandonaron la habitación y aceptaron un poco del caldo que el anciano tenía preparado para servir como desayuno, luego prosiguieron su camino hacia los establos, y de ahí a la vivienda en que la noche anterior habían atendido a Amanda.
- Buenos días. - saludó la centinela, al ver que Alanna ya los estaba esperando. - Pongámonos en marcha, puede que la bestia siga por los alrededores. - instó a continuación, justo antes de subirse al caballo. Elen tendería la mano a la guardia para que se subiese con ella, y tras esto el grupo emprendería el camino hacia la llanura, centrándose en encontrar el lugar exacto en que se había producido el ataque la tarde anterior. Por suerte no les resultaría complicado hallar el sitio, la sangre aún teñía de rojo el níveo manto de nieve. Desde allí, tanto el dragón como la hechicera observaron con detenimiento el horizonte en busca de alguna ventisca, ya que el ser al que pretendían dar caza gustaba de moverse aprovechándolas en su favor para ocultarse.
- Elen, mira allí. - indicó Alister señalando al norte, justo donde unas corrientes se habían concentrado hasta formar un vendaval semejante al que había atrapado a Amanda y a su marido. - Podría estar ahí… vayamos a comprobarlo. - dijo ella en respuesta, para instantes después añadir unas palabras más. - Estad alerta, si acabamos dentro la visibilidad será reducida. - advirtió, para acto seguido espolear a Sombra en dirección a la creciente ventisca.
Off: Si hay cualquier cosa que no cuadre con lo que tenías pensado avisa y edito.
Elen Calhoun
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
La llegada de Elen y su acompañante no tardaron en llegar, ambos en monturas, parecían sacados de alguno de sus libros, caballeros de armadura montados en sus corceles dispuestos a arriesgar la vida por una aldea en peligro. Se separó de la pared, calmada, preguntándose en qué momento había pasado a formar parte de esa gente que arriesgaba su vida por otros.
Si su madre siguiera viva y le preguntara, probablemente dijera que desde que nació había sido así. Siempre con un palo en la mano a modo de espada, siempre retando a quienes le exigían que fuera una niña dulce y tranquila, gritando a los cuatro vientos que no quería dedicarse a la casa y al hogar como "debía ser", siempre sumergida en cuentos de aventuras que llegaban junto a los juglares en las fiestas o inventándose a sus propios héroes, siempre queriendo ser la heroína de su propia historia.
Si le preguntaran a su hermana, probablemente diría que Alanna siempre había sido su caballero de armadura brillante, la que le contaba cuentos y le cantaba canciones, desafinando como solo ella era capaz de desafinar, abrigándola en la partida de su padre, haciéndole de madre durante la enfermedad de la madre de verdad, protegiéndola del pesar por la muerte de la mujer, cediéndolo todo por ella, llevándose los golpes cuando fallaba en el orfanato, dejándola partir esperando que tuviera una mejor vida. Para Elise, a pesar de todo, Alanna había sido su heroína.
Su padre, probablemente, no respondiera, incapaz de ver a esa chica de pelo corto y ojos de sombras como algo más que esa niña soñadora a la que abandonó de pequeña, demasiado inundado de recuerdos. Todo lo contrario a su padrastro, que hablaría del mismo momento en que se conocieron, en el que vio a una chiquilla de a penas quince años temblorosa y con un surco de lágrimas, mirar sin poder apartar los ojos, la sangre que resbalaba de un cuerpo inmóvil, demasiado apenada por sus actos como para ver el bien que había hecho.
Pero, al final, Alanna no sabía nada de esto, ella solo era consciente de quien era, y no del todo, se sentía confusa, sus pensamientos habían cambiado y variado tantas veces, durante tanto tiempo, que no sabía muy bien quien era, y solo el pensarlo le dolía el pecho. Era una persona solitaria, era una persona que quería rodearse de gente y amigos, era quien luchaba por su supervivencia pero no se preocupaba por ello si de eso dependían otros, ya solo sabía lo que debía hacer, se movía, casi, por inercia, porque incluso su sentido de la moral parecía haberse trastocado al volver a ser "la de siempre". Sabía que tenía las manos cubiertas de sangre, que esta se reflejaba incluso en sus ojos, y después de todo lo que había hecho, no sabía como volver a esa inocencia que la había llenado antes de su primera subida al norte.
- Buenos días.- saludó cuando llegaron junto a ella, en respuesta al saludo de la mujer de pelo blanco.
¿Cuantos años le sacaría? Parecía mayor que ella, tal vez por el color de pelo, tal vez por las vivencias, tal vez por los genes de bruja que rondaban por Alanna y que jamás despertarían, pero que ella creía que mantenían su apariencia aniñada, o simplemente tenía aspecto infantil porque si, era darle demasiadas vueltas a una tontería, aunque realmente tenía curiosidad. Aceptó la mano que le tendía para subir al caballo y se mantuvo en silencio durante el viaje. Temía que esa mañana clara pudiera tornarse una nueva ventisca.
- Esperad.- dijo rebuscando en su bolsa, días atrás Samie le había cedido unas extrañas gafas que se ajustaban a los ojos para no perder visibilidad durante los temporales, y esa mañana, había tomado un par de las que había junto a la puerta por consejo de la madre de la chica.- Tomad.- dijo pasándoselas y poniéndose ella unas, que ya llevaba en su bolsa de días atrás.- será más fácil ver ahí dentro.
Aceró su mirada y aguzó sus sentidos, no podía permitir que, a esas alturas su vista no sirviera de ayuda, la había entrenado durante años para ver en la oscuridad y en la confusión, esperaba que, dentro de toda esa nevada a la que parecían acercarse, también fuera de ayuda.
Si su madre siguiera viva y le preguntara, probablemente dijera que desde que nació había sido así. Siempre con un palo en la mano a modo de espada, siempre retando a quienes le exigían que fuera una niña dulce y tranquila, gritando a los cuatro vientos que no quería dedicarse a la casa y al hogar como "debía ser", siempre sumergida en cuentos de aventuras que llegaban junto a los juglares en las fiestas o inventándose a sus propios héroes, siempre queriendo ser la heroína de su propia historia.
Si le preguntaran a su hermana, probablemente diría que Alanna siempre había sido su caballero de armadura brillante, la que le contaba cuentos y le cantaba canciones, desafinando como solo ella era capaz de desafinar, abrigándola en la partida de su padre, haciéndole de madre durante la enfermedad de la madre de verdad, protegiéndola del pesar por la muerte de la mujer, cediéndolo todo por ella, llevándose los golpes cuando fallaba en el orfanato, dejándola partir esperando que tuviera una mejor vida. Para Elise, a pesar de todo, Alanna había sido su heroína.
Su padre, probablemente, no respondiera, incapaz de ver a esa chica de pelo corto y ojos de sombras como algo más que esa niña soñadora a la que abandonó de pequeña, demasiado inundado de recuerdos. Todo lo contrario a su padrastro, que hablaría del mismo momento en que se conocieron, en el que vio a una chiquilla de a penas quince años temblorosa y con un surco de lágrimas, mirar sin poder apartar los ojos, la sangre que resbalaba de un cuerpo inmóvil, demasiado apenada por sus actos como para ver el bien que había hecho.
Pero, al final, Alanna no sabía nada de esto, ella solo era consciente de quien era, y no del todo, se sentía confusa, sus pensamientos habían cambiado y variado tantas veces, durante tanto tiempo, que no sabía muy bien quien era, y solo el pensarlo le dolía el pecho. Era una persona solitaria, era una persona que quería rodearse de gente y amigos, era quien luchaba por su supervivencia pero no se preocupaba por ello si de eso dependían otros, ya solo sabía lo que debía hacer, se movía, casi, por inercia, porque incluso su sentido de la moral parecía haberse trastocado al volver a ser "la de siempre". Sabía que tenía las manos cubiertas de sangre, que esta se reflejaba incluso en sus ojos, y después de todo lo que había hecho, no sabía como volver a esa inocencia que la había llenado antes de su primera subida al norte.
- Buenos días.- saludó cuando llegaron junto a ella, en respuesta al saludo de la mujer de pelo blanco.
¿Cuantos años le sacaría? Parecía mayor que ella, tal vez por el color de pelo, tal vez por las vivencias, tal vez por los genes de bruja que rondaban por Alanna y que jamás despertarían, pero que ella creía que mantenían su apariencia aniñada, o simplemente tenía aspecto infantil porque si, era darle demasiadas vueltas a una tontería, aunque realmente tenía curiosidad. Aceptó la mano que le tendía para subir al caballo y se mantuvo en silencio durante el viaje. Temía que esa mañana clara pudiera tornarse una nueva ventisca.
- Esperad.- dijo rebuscando en su bolsa, días atrás Samie le había cedido unas extrañas gafas que se ajustaban a los ojos para no perder visibilidad durante los temporales, y esa mañana, había tomado un par de las que había junto a la puerta por consejo de la madre de la chica.- Tomad.- dijo pasándoselas y poniéndose ella unas, que ya llevaba en su bolsa de días atrás.- será más fácil ver ahí dentro.
Aceró su mirada y aguzó sus sentidos, no podía permitir que, a esas alturas su vista no sirviera de ayuda, la había entrenado durante años para ver en la oscuridad y en la confusión, esperaba que, dentro de toda esa nevada a la que parecían acercarse, también fuera de ayuda.
Alanna Delteria
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
Antes de que pudiesen acercarse a la creciente ventisca en que esperaban encontrar a su objetivo, Alanna los instó a detenerse un momento, que aprovechó para entregar a ambos unas extrañas gafas con las que podrían ver a pesar del mal tiempo. Sin duda para la de cabellos cenicientos sería un objeto de lo más práctico en mitad del combate, pero para Alister, que en breve cambiaría a su forma bestial para seguir la estrategia que Elen había ideado, no servirían de mucho. Consciente de ello, el dragón negó con la cabeza y devolvió el par de gafas a la guardia, acompañando el gesto de unas palabras para no quedar como un desagradecido, cosa que en otro tiempo le habría dado igual, pero que desde que había comenzado sus andanzas junto a la tensai había cambiado. - Será mejor que te las quedes, créeme, las rompería. - explicó, de forma escueta y sin dar detalles ni razones.
Elen por su parte aceptó el artilugio y se lo puso antes de proseguir la marcha, aunque no tardaría en volver a pararse, ésta vez para repasar el plan y desmontar del caballo, ya que ella haría de cebo. Con solo cien metros de separación entre ellos y la ventisca, la hechicera consideró que era el momento de dividirse y posicionarse para el posible combate, así que cedió las riendas de Sombra a la guardia y acarició el cuello del negro corcel para que se mantuviese tranquilo y obedeciese a Alanna. - Alister ya sabes qué hacer, deja a los caballos en lugar seguro. - indicó, antes de comenzar a andar hacia la ventisca a paso ligero.
- Vamos, debemos estar listos para entrar en acción cuando la criatura aparezca. - dijo el dragón, antes de dirigir su montura hacia un montículo de nieve cercano, lo suficientemente grande como para ocultar a los caballos y a ellos durante el tiempo necesario. Una vez allí Alister desmontó y se deshizo de su gabardina, colocándola con cuidado sobre la silla de montar para volver a ponérsela en cuanto todo hubiese acabado, tras lo cual se apartó un poco del resto del grupo y comenzó a transformarse. Sus brazos fueron reemplazados por un par de enormes y gruesas alas acabadas en afiladas garras, mientras el resto de su cuerpo cambiaba de forma y se cubría de duras escamas negras y grisáceas. La cola y espinas de la columna terminaron por completar aquella imponente forma bestial del alado, y en cuanto estuvo listo para entrar en acción, Alister inspiró profundamente el frío aire del norte en busca de cualquier aroma extraño que pudiese indicarle la presencia del monstruo al que pretendían dar caza.
Sus muchos años como cazador habían conseguido que agudizase los sentidos y fuese capaz de identificar a muchas de las criaturas que moraban en Aerandir solo con ayuda del olfato, por eso, en cuanto un extraño y nada familiar olor llegó a su nariz, supo que se habían equivocado al creer que la culpable de las muertes era una Manticore. Con los ojos muy abiertos y expresión tensa, Alister subió a toda prisa el montículo justo para ver como su compañera se adentraba en la ventisca, ajena a lo que acababa de descubrir.
Todo se había ido al traste, su plan, la estrategia de ataque, nada de eso serviría ahora que estaba seguro de que no se enfrentaban al ser esperado, la pregunta era, si no se trataba de una Manticore como habían supuesto ¿qué bestia era la culpable de los ataques?
Elen por su parte aceptó el artilugio y se lo puso antes de proseguir la marcha, aunque no tardaría en volver a pararse, ésta vez para repasar el plan y desmontar del caballo, ya que ella haría de cebo. Con solo cien metros de separación entre ellos y la ventisca, la hechicera consideró que era el momento de dividirse y posicionarse para el posible combate, así que cedió las riendas de Sombra a la guardia y acarició el cuello del negro corcel para que se mantuviese tranquilo y obedeciese a Alanna. - Alister ya sabes qué hacer, deja a los caballos en lugar seguro. - indicó, antes de comenzar a andar hacia la ventisca a paso ligero.
- Vamos, debemos estar listos para entrar en acción cuando la criatura aparezca. - dijo el dragón, antes de dirigir su montura hacia un montículo de nieve cercano, lo suficientemente grande como para ocultar a los caballos y a ellos durante el tiempo necesario. Una vez allí Alister desmontó y se deshizo de su gabardina, colocándola con cuidado sobre la silla de montar para volver a ponérsela en cuanto todo hubiese acabado, tras lo cual se apartó un poco del resto del grupo y comenzó a transformarse. Sus brazos fueron reemplazados por un par de enormes y gruesas alas acabadas en afiladas garras, mientras el resto de su cuerpo cambiaba de forma y se cubría de duras escamas negras y grisáceas. La cola y espinas de la columna terminaron por completar aquella imponente forma bestial del alado, y en cuanto estuvo listo para entrar en acción, Alister inspiró profundamente el frío aire del norte en busca de cualquier aroma extraño que pudiese indicarle la presencia del monstruo al que pretendían dar caza.
Sus muchos años como cazador habían conseguido que agudizase los sentidos y fuese capaz de identificar a muchas de las criaturas que moraban en Aerandir solo con ayuda del olfato, por eso, en cuanto un extraño y nada familiar olor llegó a su nariz, supo que se habían equivocado al creer que la culpable de las muertes era una Manticore. Con los ojos muy abiertos y expresión tensa, Alister subió a toda prisa el montículo justo para ver como su compañera se adentraba en la ventisca, ajena a lo que acababa de descubrir.
Todo se había ido al traste, su plan, la estrategia de ataque, nada de eso serviría ahora que estaba seguro de que no se enfrentaban al ser esperado, la pregunta era, si no se trataba de una Manticore como habían supuesto ¿qué bestia era la culpable de los ataques?
***
Las fuertes y gélidas corrientes de aire le brindaban otra oportunidad de cazar aquella mañana, pues no había quedado satisfecho con el tentempié de la tarde anterior y últimamente la comida escaseaba en la llanura. Los ciervos habían migrado al sur en busca de mejores pastos y el resto del ganado de la zona se encontraba en las aldeas humanas, asentamientos que ya se había acostumbrado a rondar. Al principio lo había hecho para robar alguna que otra res, pero cuando se topó con aquel grupo de hombres recogiendo leña a las afueras no pudo resistirse a atacarlos, y viendo que eran una fuente de alimento fácil de atrapar y que había suficientes como para cubrir sus necesidades, el enorme depredador añadió a los lugareños a la lista de presas que conformaban su dieta.
Por suerte para él existían varios pueblos en la llanura, pero como todo animal, había preferido quedarse en los alrededores de aquella aldea en cuestión hasta agotar la comida disponible, momento en que se trasladaría a la siguiente más próxima. El problema que tenía era depender del tiempo, su cuerpo no era fácil de ocultar y por ello tenía que esperar a que se formase una ventisca cerca de la aldea para moverse y atacar, detalle que limitaba sus ataques a uno por semana, lo cual lo obligaba a comer tanto como pudiese cada vez. Movido por el hambre, la tarde anterior había cometido el error de no atrapar con rapidez a su segunda víctima, comenzó a devorar a la primera sin pensar en que podía perder a la segunda, cosa que ocurrió y contra la que no pudo hacer nada, pero al parecer la suerte estaba de su parte, el mal tiempo había regresado antes de lo previsto y tenía una nueva oportunidad de cazar.
Es más, aquella mañana ni siquiera tendría que acechar los alrededores de la aldea, una humana venía directamente hacia donde se encontraba, con lo que solo tendría que esperar al momento apropiado para abalanzarse sobre ella.
Por suerte para él existían varios pueblos en la llanura, pero como todo animal, había preferido quedarse en los alrededores de aquella aldea en cuestión hasta agotar la comida disponible, momento en que se trasladaría a la siguiente más próxima. El problema que tenía era depender del tiempo, su cuerpo no era fácil de ocultar y por ello tenía que esperar a que se formase una ventisca cerca de la aldea para moverse y atacar, detalle que limitaba sus ataques a uno por semana, lo cual lo obligaba a comer tanto como pudiese cada vez. Movido por el hambre, la tarde anterior había cometido el error de no atrapar con rapidez a su segunda víctima, comenzó a devorar a la primera sin pensar en que podía perder a la segunda, cosa que ocurrió y contra la que no pudo hacer nada, pero al parecer la suerte estaba de su parte, el mal tiempo había regresado antes de lo previsto y tenía una nueva oportunidad de cazar.
Es más, aquella mañana ni siquiera tendría que acechar los alrededores de la aldea, una humana venía directamente hacia donde se encontraba, con lo que solo tendría que esperar al momento apropiado para abalanzarse sobre ella.
***
Elen sintió como las corrientes de aire despeinaban sus cabellos y le hacían cada vez más complicado el avanzar sobre la nieve mientras sus gruesas botas de piel se hundían en el níveo manto hasta los tobillos, puede que no la ayudasen a ser rápida pero al menos la protegían del intenso frío que mordía sus mejillas. Entrar en la ventisca no resultó demasiado complicado, lo difícil era mantenerse dentro y no dejarse arrastrar por el fuerte viento, pero para una tensai de aire como ella eso no iba a ser un problema. Manipulando el elemento que la rodeaba, la bruja consiguió seguir hacia el centro de la ventisca, donde de inmediato un escalofrío le recorrió la espalda, algo la estaba observando.
- Evitar la luz que escupe por la boca y ocuparme primero de las alas, cuando no pueda volar encontraremos el modo de matarla. - dijo en un susurro, al tiempo que desenvainaba su daga. Las afiladas garras de Alister quizá pudiesen atravesar la coraza de la Manticore, y si el dragón era capaz de retener a la bestia contra la nieve Alanna y ella harían el resto, causándole tantas heridas como fuese posible hasta acabar con ella. Para la de ojos verdes era un buen plan, pero no contaba con lo que estaba a punto de ver. Gracias a su reciente entrenamiento con Yennefer, Elen se percató del leve sonido que provocaba la nieve al hundirse bajo las patas de su objetivo, que se acercaba lentamente por la retaguardia. Las Manticores solían aprovechar su potente sprint así que no podía darle oportunidad de usarlo, se giró hacia la criatura y entonces palideció al ver que lo que se acercaba no tenía nada que ver con lo que había imaginado.
- ¿Qué demonios es eso? - se preguntó la hechicera, con los ojos clavados en la rojiza y enorme bestia que avanzaba hacia su posición.
- Evitar la luz que escupe por la boca y ocuparme primero de las alas, cuando no pueda volar encontraremos el modo de matarla. - dijo en un susurro, al tiempo que desenvainaba su daga. Las afiladas garras de Alister quizá pudiesen atravesar la coraza de la Manticore, y si el dragón era capaz de retener a la bestia contra la nieve Alanna y ella harían el resto, causándole tantas heridas como fuese posible hasta acabar con ella. Para la de ojos verdes era un buen plan, pero no contaba con lo que estaba a punto de ver. Gracias a su reciente entrenamiento con Yennefer, Elen se percató del leve sonido que provocaba la nieve al hundirse bajo las patas de su objetivo, que se acercaba lentamente por la retaguardia. Las Manticores solían aprovechar su potente sprint así que no podía darle oportunidad de usarlo, se giró hacia la criatura y entonces palideció al ver que lo que se acercaba no tenía nada que ver con lo que había imaginado.
- ¿Qué demonios es eso? - se preguntó la hechicera, con los ojos clavados en la rojiza y enorme bestia que avanzaba hacia su posición.
Off: Subrayada la complicación: Los aldeanos te han dado información errónea y confusa, lo que te hace planificar todo para un animal que no es el indicado.
- Alister y Hengrauggi:
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Elen Calhoun
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
El aire se comenzó a enrarecer a medida que se acercaban a la zona, tomó las riendas que le cedió Elen al bajar de su montura y siguió al compañero de esta. No entendía nada, se sentía confusa y le daba la impresión de ser un añadido indeseado a la misión de la mujer de pelo ceniciento. Guardó las gafas que el hombre había rechazado con una sonrisa misteriosa, aun extrañada por su expresión y miró hacia el lugar por el que había desaparecido Elen.
Desmontó junto a Alisteir y agarró a los caballos, por si se ponían nerviosos poder mantenerlos con la cabeza gacha y calmarlos. Era necesario que no se alterasen, para una huida, si un caballo se asustaba, hasta el jinete más experto podía acabar con la crisma rota. Había pasado de ser una guardia, a una mera escudera. Suspiró cansada mientras miraba, intentando ver, a través de las gafas, la figura de la mercenaria. Cuando escuchó algo a su lado. Se giró a tiempo de ver como el hombre que poco antes había montado a caballo se retorcía adquiriendo la escamosa forma de un dragón.
Sorprendida, calló a la nieve y suspiró calmándose, siendo ella, como había averiguado tiempo atrás, preguntando a algunos guardas, una bruja, y su compañero un dragón, no le extrañaba que su ego, probablemente racional, la llevase a creer que una mera humana no tendría posibilidades en comparación a ellos. Le molestaba creer que había quien, por el simple hecho de ser de diferente raza, creyesen que eran más que los demás. Esperaba, de veras, que no fuera el caso de Elen y su amigo dragón.
A pesar de ser un dragón, Alanna pudo distinguir el cambio en su expresión, había aprendido a hacerlo tras conocer a Elwen, esa dragona era todo expresión, no variaba demasiado su tono de voz, pero su cara lo decía todo, y había acabado por averiguar que algo raro pasaba cuando un dragón fruncía el ceño de ese modo. Se acercó rápida, intentando aguzar sus ojos. No veía nada raro desde su posición,en realidad, a pesar de sus agudos ojos y sus oídos sensibles, no veía ni escuchaba nada más que nieve y viento.
- ¿Qué pasa?- preguntó preocupada.- ¿Elen necesita ayuda?
Sería una escudera en ese momento, pero no iba a dejar de ayudar, no podía dejar que su orgullo la hiciera cometer un error o que la hiciera una misión en la que, tal vez no era todo lo apreciada como pudiera, o como lo sería si fuera algo de la guardia, pero no por ello era innecesaria. Siempre había sido orgullosa, pero no había sabido hasta que punto lo era hasta ese momento. Usualmente era su ego, su satisfacción personal, lo que hacía que diera todo de si misma, en esa ocasión, debería luchar para que este no fuera un impedimento para ayudar a la aldea.
Había aprendido a ser orgullosa, a no dejarse amedrentar, a no permitir que nadie la hiciera de menos, pero tal vez el orgullo había acabado por convertirse en vanidad, y no podía sentir que eso fuera bueno. La vanidad había llevado a muchos a actuar mal, ella no quería caer en el mismo fallo que algunos de sus compañeros, porque tras lo sucedido con su hermana, era consciente de que no estaba tan lejos de ser una criminal, lo único que lo evitaba era su conciencia, pero la vanidad puede hacer que esta se trastoque.
- Tenemos que hacer algo.- musitó para si, mirando a la ventisca. Subió a uno de los caballos aprisa y le tomó las riendas con fuerza.- Te sigo.- informó al dragón esperando poder hacer algo, sacando sus dagas.
Desmontó junto a Alisteir y agarró a los caballos, por si se ponían nerviosos poder mantenerlos con la cabeza gacha y calmarlos. Era necesario que no se alterasen, para una huida, si un caballo se asustaba, hasta el jinete más experto podía acabar con la crisma rota. Había pasado de ser una guardia, a una mera escudera. Suspiró cansada mientras miraba, intentando ver, a través de las gafas, la figura de la mercenaria. Cuando escuchó algo a su lado. Se giró a tiempo de ver como el hombre que poco antes había montado a caballo se retorcía adquiriendo la escamosa forma de un dragón.
Sorprendida, calló a la nieve y suspiró calmándose, siendo ella, como había averiguado tiempo atrás, preguntando a algunos guardas, una bruja, y su compañero un dragón, no le extrañaba que su ego, probablemente racional, la llevase a creer que una mera humana no tendría posibilidades en comparación a ellos. Le molestaba creer que había quien, por el simple hecho de ser de diferente raza, creyesen que eran más que los demás. Esperaba, de veras, que no fuera el caso de Elen y su amigo dragón.
A pesar de ser un dragón, Alanna pudo distinguir el cambio en su expresión, había aprendido a hacerlo tras conocer a Elwen, esa dragona era todo expresión, no variaba demasiado su tono de voz, pero su cara lo decía todo, y había acabado por averiguar que algo raro pasaba cuando un dragón fruncía el ceño de ese modo. Se acercó rápida, intentando aguzar sus ojos. No veía nada raro desde su posición,en realidad, a pesar de sus agudos ojos y sus oídos sensibles, no veía ni escuchaba nada más que nieve y viento.
- ¿Qué pasa?- preguntó preocupada.- ¿Elen necesita ayuda?
Sería una escudera en ese momento, pero no iba a dejar de ayudar, no podía dejar que su orgullo la hiciera cometer un error o que la hiciera una misión en la que, tal vez no era todo lo apreciada como pudiera, o como lo sería si fuera algo de la guardia, pero no por ello era innecesaria. Siempre había sido orgullosa, pero no había sabido hasta que punto lo era hasta ese momento. Usualmente era su ego, su satisfacción personal, lo que hacía que diera todo de si misma, en esa ocasión, debería luchar para que este no fuera un impedimento para ayudar a la aldea.
Había aprendido a ser orgullosa, a no dejarse amedrentar, a no permitir que nadie la hiciera de menos, pero tal vez el orgullo había acabado por convertirse en vanidad, y no podía sentir que eso fuera bueno. La vanidad había llevado a muchos a actuar mal, ella no quería caer en el mismo fallo que algunos de sus compañeros, porque tras lo sucedido con su hermana, era consciente de que no estaba tan lejos de ser una criminal, lo único que lo evitaba era su conciencia, pero la vanidad puede hacer que esta se trastoque.
- Tenemos que hacer algo.- musitó para si, mirando a la ventisca. Subió a uno de los caballos aprisa y le tomó las riendas con fuerza.- Te sigo.- informó al dragón esperando poder hacer algo, sacando sus dagas.
Alanna Delteria
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
- ¡No es una Manticore! - exclamó el dragón en respuesta a la pregunta que Alanna le acababa de hacer sobre si Elen podría necesitar ayuda. - Maldición. - masculló entre dientes, culpándose por no haber tomado el puesto de cebo, aunque de haberlo hecho probablemente habría tenido problemas para transformarse de forma segura. - Ni siquiera sé lo que es, nunca había captado un aroma como este. - reveló, con cierta frustración por el hecho de que su compañera pudiese estar en peligro. Alister había visto en acción a la centinela innumerables veces y conocía de sobra la efectividad de sus poderes en combate, pero eso no quitaba que también se preocupase por ella, a fin de cuentas habían compartido muchas cosas desde que se conocieron en Sacrestic Ville, y aún les quedaban muchas más pendientes.
Alanna de inmediato dejó claro que estaba más que dispuesta a entrar en la ventisca y hacer frente a lo que allí los estuviese esperando, así que sin perder tiempo, la guardia volvió a subirse a uno de los caballos y esperó a que el alado le diese las indicaciones pertinentes para abordar la situación de la mejor manera posible. - Sea lo que sea Elen tratará de aturdirlo, debemos atacar desde diferentes flancos para tener más opciones de encontrar un punto débil y confundirlo. - indicó el cazador, que tenía bastante experiencia con bestias del norte y esperaba que todo lo aprendido le sirviese de cara a aquella en particular a pesar de no haberse topado antes con nada semejante.
Teniendo en cuenta que podía volar y eso le daba cierta ventaja, Alister rodearía la ventisca para entrar desde el lado más alejado, dejando para Alanna el trayecto más corto ya que iba a caballo. - Bordearé el vendaval para atacar desde el otro lado. - avisó, al tiempo que se situaba en lo más alto del montículo de nieve y extendía las alas. - No sabemos a lo que nos enfrentamos así que ten cuidado… y vigila el cielo, algunos de los ataques de Elen pueden ser impredecibles. - añadió, esperando que la guardia tuviese muy presente sus palabras cuando entrase en la ventisca.
Una vez dicho esto último, que iba en referencia a uno de los eléctricos hechizos de la tensai, el dragón batió con fuerza las alas y se lanzó en dirección a la tormenta de nieve, modificando la postura de su cuerpo para no entrar en ella de lleno sino rodearla, tan rápido como le resultaba posible. Mientras trazaba la curva alrededor del mal tiempo que se había formado, Alister alcanzó a ver cómo un brillante proyectil celeste emergía del centro e iba directamente hacia el cielo, suspiró aliviado y centró su atención en la trayectoria que seguía el orbe, pues no solo le revelaría el origen del mismo, lugar en que debía encontrarse la hechicera, sino que también era un indicativo de lo que estaba por venir.
La fiera tormenta de rayos no tardó en descargar todo su destructivo poder sobre la zona desde la que se había lanzado el orbe de energía, arrancando un sonoro y gutural rugido a la criatura que allí se encontraba.
Alanna de inmediato dejó claro que estaba más que dispuesta a entrar en la ventisca y hacer frente a lo que allí los estuviese esperando, así que sin perder tiempo, la guardia volvió a subirse a uno de los caballos y esperó a que el alado le diese las indicaciones pertinentes para abordar la situación de la mejor manera posible. - Sea lo que sea Elen tratará de aturdirlo, debemos atacar desde diferentes flancos para tener más opciones de encontrar un punto débil y confundirlo. - indicó el cazador, que tenía bastante experiencia con bestias del norte y esperaba que todo lo aprendido le sirviese de cara a aquella en particular a pesar de no haberse topado antes con nada semejante.
Teniendo en cuenta que podía volar y eso le daba cierta ventaja, Alister rodearía la ventisca para entrar desde el lado más alejado, dejando para Alanna el trayecto más corto ya que iba a caballo. - Bordearé el vendaval para atacar desde el otro lado. - avisó, al tiempo que se situaba en lo más alto del montículo de nieve y extendía las alas. - No sabemos a lo que nos enfrentamos así que ten cuidado… y vigila el cielo, algunos de los ataques de Elen pueden ser impredecibles. - añadió, esperando que la guardia tuviese muy presente sus palabras cuando entrase en la ventisca.
Una vez dicho esto último, que iba en referencia a uno de los eléctricos hechizos de la tensai, el dragón batió con fuerza las alas y se lanzó en dirección a la tormenta de nieve, modificando la postura de su cuerpo para no entrar en ella de lleno sino rodearla, tan rápido como le resultaba posible. Mientras trazaba la curva alrededor del mal tiempo que se había formado, Alister alcanzó a ver cómo un brillante proyectil celeste emergía del centro e iba directamente hacia el cielo, suspiró aliviado y centró su atención en la trayectoria que seguía el orbe, pues no solo le revelaría el origen del mismo, lugar en que debía encontrarse la hechicera, sino que también era un indicativo de lo que estaba por venir.
La fiera tormenta de rayos no tardó en descargar todo su destructivo poder sobre la zona desde la que se había lanzado el orbe de energía, arrancando un sonoro y gutural rugido a la criatura que allí se encontraba.
***
Uno, dos, hasta tres rayos hicieron impacto en la piel de la feroz bestia, pero aunque no se trataba de una Manticore poco tenía que envidiarle, puede que no estuviese cubierta de una coraza formada por resistentes escamas pero estaban ante una criatura fuerte, y ahora cabreada. Elen se vio obligada a retroceder a toda prisa para esquivar el contraataque del animal, que intentó alcanzarla con sus afiladas ya no solo movida por el hambre sino también por la sed de venganza. La comida nunca se había atrevido a hacerle algo así, siempre huían, gritaban o simplemente quedaban paralizados de miedo hasta que todo terminaba, estos últimos eran sus favoritos sin duda, presas fáciles que apenas le requerían esfuerzo, pero la que ahora tenía delante no había hecho nada de eso, no, la había atacado con algo brillante y doloroso que caía del cielo sin previo aviso.
Tres vistosas quemaduras negras destacaban ahora sobre la rojiza criatura, marcando los puntos exactos en que los rayos la habían herido, dos en la espalda y la tercera en la parte posterior de la cabeza. La electricidad le había hecho daño, pero no el suficiente como para disuadirla de seguir con la cacería, así que ahora la benjamina de los Calhoun solo podía hacer una cosa, contenerla hasta que Alister y Alanna apareciesen para ayudarla. El problema era que del mismo modo que había hecho ella, los demás seguirían la estrategia que habían diseñado para enfrentar a una Manticore, bestia que no tenía nada que ver con el verdadero monstruo que asolaba aquellas tierras.
Por suerte para la tensai, su compañero se había dado cuenta del error antes de entrar en acción, y antes de que el Hengrauggi pudiese volver a lanzar un zarpazo contra ella, una llamarada alcanzó a la bestia en uno de sus costados, consiguiendo que se volviese momentáneamente para buscar el origen de aquel nuevo ataque. Alister había llegado y optó por mantenerse en el aire, batiendo las alas y preparándose para volver a atacar, lo cual se percibía por el brillante tono entre anaranjado y dorado que se extendía desde su estómago hasta las entreabiertas fauces, señalando la trayectoria que el fuego seguía en su interior.
Tres vistosas quemaduras negras destacaban ahora sobre la rojiza criatura, marcando los puntos exactos en que los rayos la habían herido, dos en la espalda y la tercera en la parte posterior de la cabeza. La electricidad le había hecho daño, pero no el suficiente como para disuadirla de seguir con la cacería, así que ahora la benjamina de los Calhoun solo podía hacer una cosa, contenerla hasta que Alister y Alanna apareciesen para ayudarla. El problema era que del mismo modo que había hecho ella, los demás seguirían la estrategia que habían diseñado para enfrentar a una Manticore, bestia que no tenía nada que ver con el verdadero monstruo que asolaba aquellas tierras.
Por suerte para la tensai, su compañero se había dado cuenta del error antes de entrar en acción, y antes de que el Hengrauggi pudiese volver a lanzar un zarpazo contra ella, una llamarada alcanzó a la bestia en uno de sus costados, consiguiendo que se volviese momentáneamente para buscar el origen de aquel nuevo ataque. Alister había llegado y optó por mantenerse en el aire, batiendo las alas y preparándose para volver a atacar, lo cual se percibía por el brillante tono entre anaranjado y dorado que se extendía desde su estómago hasta las entreabiertas fauces, señalando la trayectoria que el fuego seguía en su interior.
Elen Calhoun
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
No era una manticore, entonces, ¿qué era? esa pregunta rondaba por la cabeza de Alanna mientras intentaba avanzar entre la nieve con toda la velocidad que le permitía el caballo y la tormenta. Sus ojos estaban forzándose para poder ver entre el viento y la nieve, intentaba localizar a Elen entre la nieve, antes de que lo que fuera que estaba atacando a los que entraban y salían de la aldea la localizase. Un trueno centelleó en el cielo. La guardia intercambió una mirada con el dragón y asintió, debían seguir el lugar donde este se habría estrellado.
Avanzó sacando las dagas y se aferró a las riendas del animal justo cuando la tormenta eléctrica comenzó a descargar. Lanzó un grito al esquivar el primer trueno. Alister tenía razón, debía vigilar el cielo. Siguió trotando, escuchando atentamente el chasquido de los truenos para esquivar la electricidad, podía, así calcular el tiempo y la distancia a la que se encontraba el trueno y, más o menos, era capaz de calcular cuando y donde irían a caer, no era exacto, ni mucho menos, pero al menos no correría el riesgo de morir calcinada o quedar ciega por uno de los truenos.
Alcanzó, por fin, a ver algo entre la tormenta. Un enorme bicho de color rojo lanzaba un aullido furioso al sentir los truenos restallar contra su piel. Alister, que no tardó a penas nada en alcanzar al bicho junto a un trueno, lanzándole una llamarada. Se sentía pequeña en comparación a los poderes que esos dos exhibían frente a ella, pero por inútil que fuera, cualquier distracción sería útil, era pequeña, delgada y veloz, con eso tal vez pudiera hacer algo.
Se levantó en la grupa del caballo mientras el bicho rojo lanzaba coletazos por todos lados. Saltó rápido al ver la cola acercarse, y, recibiendo un golpe en el estómago, se cogió a la cola para no caer y clavó las dagas entre las escamas para no caer, sacando un nuevo grito del animal que se sacudió con mayor fuerza, haciéndola gritar por la potencia de sus movimientos, temiendo que caería a la nieve y sería aplastada. Agarró las dagas con mayor fuerza, y sacó una para engancharla, del mismo modo, algo más arriba, mientras los truenos salpicaban a su alrededor y el fuego del dragón golpeaba con fuerza. Quería llegar a los ojos, dejarlo totalmente ciego, y con eso, que pudieran lanzarle una llamarada o un trueno al interior de la boca del bicho, por fuera podría ser una armadura con patas, con a penas ninguna zona blanda, pero por dentro, por dentro, como todos, era débil, y ese sería su punto débil.
Avanzó sacando las dagas y se aferró a las riendas del animal justo cuando la tormenta eléctrica comenzó a descargar. Lanzó un grito al esquivar el primer trueno. Alister tenía razón, debía vigilar el cielo. Siguió trotando, escuchando atentamente el chasquido de los truenos para esquivar la electricidad, podía, así calcular el tiempo y la distancia a la que se encontraba el trueno y, más o menos, era capaz de calcular cuando y donde irían a caer, no era exacto, ni mucho menos, pero al menos no correría el riesgo de morir calcinada o quedar ciega por uno de los truenos.
Alcanzó, por fin, a ver algo entre la tormenta. Un enorme bicho de color rojo lanzaba un aullido furioso al sentir los truenos restallar contra su piel. Alister, que no tardó a penas nada en alcanzar al bicho junto a un trueno, lanzándole una llamarada. Se sentía pequeña en comparación a los poderes que esos dos exhibían frente a ella, pero por inútil que fuera, cualquier distracción sería útil, era pequeña, delgada y veloz, con eso tal vez pudiera hacer algo.
Se levantó en la grupa del caballo mientras el bicho rojo lanzaba coletazos por todos lados. Saltó rápido al ver la cola acercarse, y, recibiendo un golpe en el estómago, se cogió a la cola para no caer y clavó las dagas entre las escamas para no caer, sacando un nuevo grito del animal que se sacudió con mayor fuerza, haciéndola gritar por la potencia de sus movimientos, temiendo que caería a la nieve y sería aplastada. Agarró las dagas con mayor fuerza, y sacó una para engancharla, del mismo modo, algo más arriba, mientras los truenos salpicaban a su alrededor y el fuego del dragón golpeaba con fuerza. Quería llegar a los ojos, dejarlo totalmente ciego, y con eso, que pudieran lanzarle una llamarada o un trueno al interior de la boca del bicho, por fuera podría ser una armadura con patas, con a penas ninguna zona blanda, pero por dentro, por dentro, como todos, era débil, y ese sería su punto débil.
Alanna Delteria
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
El dragón había llegado en el mejor momento, y no venía solo. Alanna no tardó en entrar en escena, levantada en la grupa de uno de los caballos y lanzándose directamente sobre la feroz criatura, acertando a enganchársele a la cola con ayuda de sus dagas. El Hengrauggi profirió un nuevo quejido al sentir el par de afiladas hojas clavándose en su piel, lo que en principio había empezado como una sencilla cacería se le estaba complicando más de lo normal, tanto que ya probablemente no le resultaría rentable todo el daño que estaba sufriendo si no conseguía matar a los tres culpables de ello para que se convirtiesen en su alimento durante los siguientes días.
Desesperado por librarse de la guardia, la bestia comenzó a sacudir con intensidad la cola, esperando con ello lanzarla tan lejos como le fuese posible para luego encargarse de ella, pero eso por desgracia para el ser, no iba a ocurrir. Tanto la hechicera como el alado seguían en pie y listos para dar guerra, pero ahora que su aliada estaba sobre el Hengrauggi debían tener cuidado y estar muy atentos, pues los movimientos de la joven daban a entender sus intenciones. - ¿Habías visto a esta cosa alguna vez? - preguntó la bruja, que ya preparaba su próximo ataque permitiendo que la electricidad le recorriese ambos brazos y se concentrase en un brillante orbe celeste entre sus manos.
- No, no tengo idea de lo que es ni de qué puntos débiles puede tener. - respondió Alister, sin apartar la vista de la rojiza criatura. Cierto era que había pasado gran parte de su vida como cazador, tanto de bestias como de seres sombríos, pero después de lo sucedido con su familia el alado no había pasado mucho tiempo en el norte, hecho por el cual probablemente no había tenido la mala suerte de toparse antes con aquel tipo de animal. - No importa, tenemos que mantenerlo ocupado. - indicó la tensai, aceptando que en aquel momento su labor y la del dragón sería distraer al bicho mientras Alanna escalaba por él para atacarlo en algún punto estratégico.
Alister tomó la iniciativa, creando un proyectil de fuego que impactó directamente en uno de los heridos costados del animal, arrancándole un nuevo quejido de dolor seguido de un feroz rugido de furia. El Hengrauggi estaba en desventaja y lo sabía, tenía tres frentes y era incapaz de concentrarse solo en uno, debía hacer algo pronto o aquellos seres a los que veía como simple comida terminarían con él. Considerando que el dragón era la mayor amenaza, dado que era capaz de volar y eso le daba ventaja de cara al combate, la bestia se lanzó hacia contra él en primer lugar, lanzando zarpazos al aire en un intento por alcanzarlo y derribarlo, pero no tuvo éxito, Alister maniobraba más rápido de lo que esperaba y consiguió esquivar sus burdos ataques sin apenas problema.
Sin embargo, mantenerse en constante movimiento para no recibir daño le limitaba a la hora de contraatacar, no podía apuntar bien y sabiendo que Alanna se encontraba sobre la criatura optó por seguir volando alrededor de la misma sin utilizar su ígneo elemento, puede que no ayudase demasiado pero al menos estaba ganando algo de tiempo para la guardia. Elen por su parte esperó al momento apropiado, justo cuando la tormenta de rayos se disipó por completo y el riesgo de herir accidentalmente a sus compañeros desapareció con ella, entonces aguardó a que el dragón pasara de largo y lanzó una ráfaga de descargas contra el bicho, acertándole en la cabeza pero sin causar demasiado efecto, aunque eso era de esperar teniendo en cuenta la coraza natural que tenía.
Elen solo haría lo necesario para mantenerlo ocupado y echar una mano al cazador, esa era su nueva estrategia por el momento, hasta ver lo que la guardia tenía pensado hacer.
Desesperado por librarse de la guardia, la bestia comenzó a sacudir con intensidad la cola, esperando con ello lanzarla tan lejos como le fuese posible para luego encargarse de ella, pero eso por desgracia para el ser, no iba a ocurrir. Tanto la hechicera como el alado seguían en pie y listos para dar guerra, pero ahora que su aliada estaba sobre el Hengrauggi debían tener cuidado y estar muy atentos, pues los movimientos de la joven daban a entender sus intenciones. - ¿Habías visto a esta cosa alguna vez? - preguntó la bruja, que ya preparaba su próximo ataque permitiendo que la electricidad le recorriese ambos brazos y se concentrase en un brillante orbe celeste entre sus manos.
- No, no tengo idea de lo que es ni de qué puntos débiles puede tener. - respondió Alister, sin apartar la vista de la rojiza criatura. Cierto era que había pasado gran parte de su vida como cazador, tanto de bestias como de seres sombríos, pero después de lo sucedido con su familia el alado no había pasado mucho tiempo en el norte, hecho por el cual probablemente no había tenido la mala suerte de toparse antes con aquel tipo de animal. - No importa, tenemos que mantenerlo ocupado. - indicó la tensai, aceptando que en aquel momento su labor y la del dragón sería distraer al bicho mientras Alanna escalaba por él para atacarlo en algún punto estratégico.
Alister tomó la iniciativa, creando un proyectil de fuego que impactó directamente en uno de los heridos costados del animal, arrancándole un nuevo quejido de dolor seguido de un feroz rugido de furia. El Hengrauggi estaba en desventaja y lo sabía, tenía tres frentes y era incapaz de concentrarse solo en uno, debía hacer algo pronto o aquellos seres a los que veía como simple comida terminarían con él. Considerando que el dragón era la mayor amenaza, dado que era capaz de volar y eso le daba ventaja de cara al combate, la bestia se lanzó hacia contra él en primer lugar, lanzando zarpazos al aire en un intento por alcanzarlo y derribarlo, pero no tuvo éxito, Alister maniobraba más rápido de lo que esperaba y consiguió esquivar sus burdos ataques sin apenas problema.
Sin embargo, mantenerse en constante movimiento para no recibir daño le limitaba a la hora de contraatacar, no podía apuntar bien y sabiendo que Alanna se encontraba sobre la criatura optó por seguir volando alrededor de la misma sin utilizar su ígneo elemento, puede que no ayudase demasiado pero al menos estaba ganando algo de tiempo para la guardia. Elen por su parte esperó al momento apropiado, justo cuando la tormenta de rayos se disipó por completo y el riesgo de herir accidentalmente a sus compañeros desapareció con ella, entonces aguardó a que el dragón pasara de largo y lanzó una ráfaga de descargas contra el bicho, acertándole en la cabeza pero sin causar demasiado efecto, aunque eso era de esperar teniendo en cuenta la coraza natural que tenía.
Elen solo haría lo necesario para mantenerlo ocupado y echar una mano al cazador, esa era su nueva estrategia por el momento, hasta ver lo que la guardia tenía pensado hacer.
Elen Calhoun
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
Mientras seguía subiendo enganchando las dagas entre escapa y escama, causando quejidos en el animal, más y más furioso a cada paso que lograba avanzar la guarda, Hengrauggi salió corriendo en dirección al dragón que le atacaba con bolas de fuego. Con un grito, Alanna se sostuvo con más fuerza, clavando, con desesperación, todo lo hondo que podía, las dagas en el cuerpo del monstruo. Cerró los ojos con fuerza, asustada, ¿quien demonios le había mandado meterse en ese lío? Notaba a cada movimiento las escamas de la bestia cortándole levemente, como cientos de pequeños cuchillos que le causaban heridas en el estómago, los brazos y las piernas.
Se atrevió a abrir los ojos cuando sintió un impacto detener al monstruo y, apretando los dientes, continuó su difícil escalada, intentando llegar a los ojos del bicho. Comenzó a ver los ataques que recibía el bicho sin ser capaz de moverse, sentía que iba a acabar frita por un rayo o asada por una bola de fuego, sabía que su posición era arriesgada, que su movimiento era una locura, pero era la única del grupo que no tenía ningún tipo de poder, era la única que no podía atacar a distancia, porque, aunque tuviera un arco, difícilmente una flecha podría llegar a alcanzar alguna de las partes blandas de esa cosa, no, el único modo que había tenido de ayudar, era ese.
Apretando los dientes con fuerza, comenzó a moverse de nuevo, escuchando un gruñido rabioso y sintiendo las sacadidas cada vez que su daga encontraba carne, y no escama. Llegó, por fin, a lo que debía ser su cuello, y consciente de que, al menos en las personas, era un lugar que provocaba daños graves con facilidad, hundió con más fuerza las dagas, intentando provocar cuanto más daño, mejor. Sin embargo, no calculó bien, y de un gesto de la cabeza del animal, que se revolvía por todas las heridas causadas por unos y otros ataques, salió volando, dagas en mano.
Gritó al salir por los aires y cayó sobre un enorme montón de nieve blanco y mullido, hundiéndose en el en la caída. Abrió los ojos desde ahí, respirando hondo, asustada, consciente de que la fortuna le había sonreído. Se sentó mirando hacia el lugar del que había llegado, la tormenta parecía tener, allí, su epicentro, y tragó saliva. Si no hubiera caído en esa nieve, si hubiera caido en un trozo con nieve compacta o hielo, habría muerto. Tembló un instante, estaba empapada y las heridas que le habían provocado las escamas no eran una tontería. Se levantó anudando un pañuelo en la herida que le parecía más grave, y comenzó a andar para volver al ojo de la tormenta a tiempo de oír, entre la nieve, una voz, una voz que nada tenía que ver con la de Elen o la del dragón, una voz que parecía pronunciar salmos.
Frunció el ceño, no sabía demasiado de magia, jamás se había interesado en ella consciente de su total ineptitud a pesar de quien había sido su madre, pero esos rezos, o lo que fueran, le recordaban demasiado a las palabras que la mujer le había cantado de niña, porque, de adulta, había sido consciente de que esas nanas no habían sido nanas, y esas canciones de corro no habían sido tales, si no intentos de que ella demostrase alguna aptitud para el control del maná, pero todo había quedado en un, ojalá.
Siguió avanzando sin guardar las dagas, hasta encontrar, de espaldas a ella, a un joven de pelo blanco con los brazos alzados, que parecía hablarle a las nubes, sus manos, iluminadas de un tenue y frío azul, llamaron con fuerza su atención, era quien provocaba la tormenta. Con velocidad, saltó hacia él, lanzándolo a la nieve, esta más dura que la que había recibido su caída, y rodó con él en una pelea que, de lejos, podría haber parecido infantil.
- ¿Por qué provocas las tormentas?- le preguntó cuando dejaron de debatirse y logró poner una daga en el cuello del joven. Alanna comenzó a notar un frío subirle por el brazo, su piel comenzaba a cubrirse por una finísima capa de hielo, miró los labios del joven, que murmuraban en voz baja, y lo soltó dejándole un corte en la mejilla, a tiempo de quitar la capa de hielo. -Basta.- dijo mientras la tormenta se disipaba poco a poco.-¿ Quien eres?- siguió apuntándole con las dagas, con ceño fruncido.
- Soy el amo de Baby, el Hengrauggi, solo le ayudo a conseguir comida.- dijo inexpresivo el muchacho de pelo blanco.
¿Comida? Su "mascota" estaba matando gente, ¿cómo podía llamar "mascota" a ese monstruo? Miró los ojos del muchacho, si el controlaba las tormentas, si el controlaba al Hengrauggi, lo más probable era que, acabando con él, lograsen detenerlo todo. Quiso desviar la mirada para intentar ver a Elen y su compañero ahora que la tormenta había comenzado a amainar, pero no quiso apartar la vista de ese mago, si era lo bastante poderoso como para provocar semejante temporal, no debería menospreciarlo, no podía atacar a distancia, así que tendría que tener cuidado, pero, tal vez, si le entretenía lo bastante, la bruja y el dragón pudieran derrotar al Hengrauggi, y, con algo de suerte, acudir a ayudarla.
Off: Segunda complicación, alguien controla al Hengrauggil
Se atrevió a abrir los ojos cuando sintió un impacto detener al monstruo y, apretando los dientes, continuó su difícil escalada, intentando llegar a los ojos del bicho. Comenzó a ver los ataques que recibía el bicho sin ser capaz de moverse, sentía que iba a acabar frita por un rayo o asada por una bola de fuego, sabía que su posición era arriesgada, que su movimiento era una locura, pero era la única del grupo que no tenía ningún tipo de poder, era la única que no podía atacar a distancia, porque, aunque tuviera un arco, difícilmente una flecha podría llegar a alcanzar alguna de las partes blandas de esa cosa, no, el único modo que había tenido de ayudar, era ese.
Apretando los dientes con fuerza, comenzó a moverse de nuevo, escuchando un gruñido rabioso y sintiendo las sacadidas cada vez que su daga encontraba carne, y no escama. Llegó, por fin, a lo que debía ser su cuello, y consciente de que, al menos en las personas, era un lugar que provocaba daños graves con facilidad, hundió con más fuerza las dagas, intentando provocar cuanto más daño, mejor. Sin embargo, no calculó bien, y de un gesto de la cabeza del animal, que se revolvía por todas las heridas causadas por unos y otros ataques, salió volando, dagas en mano.
Gritó al salir por los aires y cayó sobre un enorme montón de nieve blanco y mullido, hundiéndose en el en la caída. Abrió los ojos desde ahí, respirando hondo, asustada, consciente de que la fortuna le había sonreído. Se sentó mirando hacia el lugar del que había llegado, la tormenta parecía tener, allí, su epicentro, y tragó saliva. Si no hubiera caído en esa nieve, si hubiera caido en un trozo con nieve compacta o hielo, habría muerto. Tembló un instante, estaba empapada y las heridas que le habían provocado las escamas no eran una tontería. Se levantó anudando un pañuelo en la herida que le parecía más grave, y comenzó a andar para volver al ojo de la tormenta a tiempo de oír, entre la nieve, una voz, una voz que nada tenía que ver con la de Elen o la del dragón, una voz que parecía pronunciar salmos.
Frunció el ceño, no sabía demasiado de magia, jamás se había interesado en ella consciente de su total ineptitud a pesar de quien había sido su madre, pero esos rezos, o lo que fueran, le recordaban demasiado a las palabras que la mujer le había cantado de niña, porque, de adulta, había sido consciente de que esas nanas no habían sido nanas, y esas canciones de corro no habían sido tales, si no intentos de que ella demostrase alguna aptitud para el control del maná, pero todo había quedado en un, ojalá.
Siguió avanzando sin guardar las dagas, hasta encontrar, de espaldas a ella, a un joven de pelo blanco con los brazos alzados, que parecía hablarle a las nubes, sus manos, iluminadas de un tenue y frío azul, llamaron con fuerza su atención, era quien provocaba la tormenta. Con velocidad, saltó hacia él, lanzándolo a la nieve, esta más dura que la que había recibido su caída, y rodó con él en una pelea que, de lejos, podría haber parecido infantil.
- ¿Por qué provocas las tormentas?- le preguntó cuando dejaron de debatirse y logró poner una daga en el cuello del joven. Alanna comenzó a notar un frío subirle por el brazo, su piel comenzaba a cubrirse por una finísima capa de hielo, miró los labios del joven, que murmuraban en voz baja, y lo soltó dejándole un corte en la mejilla, a tiempo de quitar la capa de hielo. -Basta.- dijo mientras la tormenta se disipaba poco a poco.-¿ Quien eres?- siguió apuntándole con las dagas, con ceño fruncido.
- Soy el amo de Baby, el Hengrauggi, solo le ayudo a conseguir comida.- dijo inexpresivo el muchacho de pelo blanco.
¿Comida? Su "mascota" estaba matando gente, ¿cómo podía llamar "mascota" a ese monstruo? Miró los ojos del muchacho, si el controlaba las tormentas, si el controlaba al Hengrauggi, lo más probable era que, acabando con él, lograsen detenerlo todo. Quiso desviar la mirada para intentar ver a Elen y su compañero ahora que la tormenta había comenzado a amainar, pero no quiso apartar la vista de ese mago, si era lo bastante poderoso como para provocar semejante temporal, no debería menospreciarlo, no podía atacar a distancia, así que tendría que tener cuidado, pero, tal vez, si le entretenía lo bastante, la bruja y el dragón pudieran derrotar al Hengrauggi, y, con algo de suerte, acudir a ayudarla.
Off: Segunda complicación, alguien controla al Hengrauggil
Alanna Delteria
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
Sin perder de vista la silueta de Alanna, que continuaba su ascenso por la espalda del Hengrauggi sin descanso, el cazador optó por lanzar una nueva bola de fuego a la criatura, apuntando directamente a su cabeza y consiguiendo una vez más, que el animal se centrase casi por completo en él, detalle que daba libertad a la benjamina de los Calhoun y que la mantendría alejada del peligro. Al menos eso era lo que su compañero pretendía, pero ¿cuántas veces se había mantenido Elen en una posición segura durante un combate? Muy pocas. Dejando a un lado sus poderes eléctricos y de viento, la centinela rodeó al ser aprovechando el momento de despiste y desenvainó su fiel daga, que salió disparada hacia uno de los escasos puntos blandos del cuerpo del monstruo, clavándose hasta la empuñadura gracias al impulso que la hechicera le había dado con su habilidad de telequinesis.
El Hengrauggi se agitó violentamente, viéndose atacado desde tres ángulos distintos, la guardia a su espalda, el alado por el frente y ahora la tensai desde un costado, era una situación en la que tenía las de perder. Todo empeoró para él en cuanto Alanna alcanzó su cuello, causándole unas terribles heridas que comenzaron a sangrar abundantemente, si no se libraba pronto de aquellos intrusos no lograría salir con vida de la llanura. De forma instintiva y desesperada, la bestia volvió a sacudir la cabeza con brusquedad, librándose con ello de la guardia, que salió por los aires y quedó fuera de la vista de la bruja.
- ¡Alanna! - gritó, tras ver como el cuerpo de su aliada se perdía en la ventisca. ¿Se habría hecho daño con la caída? Por lo general la nieve en polvo solía ser un buen sitio donde aterrizar pero no todo en la llanura era terreno blando, también había hielo e incluso piedras, que cubiertas por una capa de blanco, pasaban totalmente desapercibidas entre el níveo manto. Por desgracia no tuvo ocasión de ir en su auxilio, ya que el monstruo tras recibir la herida de daga se giró hacia ella, rugiendo amenazadoramente. - ¡Tenemos que acabar con él rápido! - instó la joven, para acto seguido alzar una mano en dirección al Hengrauggi y liberar una potente y concentrada descarga hacia la metálica empuñadura que sobresalía de su vientre.
Lo único que pudo hacer el animal fue proferir un alarido de dolor, antes de que la corriente se extendiese por todo su cuerpo, dejándolo entumecido y a merced de sus enemigos. Sus graves heridas, sumadas a la ingente pérdida de sangre tampoco ayudaban, pronto no podría seguir luchando contra aquellos individuos, y en caso de que llegara ese momento solo le quedaría una opción, huir y refugiarse en su guarida, una cueva que se encontraba no muy lejos de allí, pero quizá ni siquiera tuviese fuerzas suficientes para alcanzarla. Alister no estaba dispuesto a darle un respiro, y atendiendo a las palabras de la hechicera, sobrevoló al Hengrauggi y le pasó por encima, liberando a su paso una ardiente llamarada que empeoraría considerablemente el estado de la bestia.
Desde el suelo, la de ojos verdes volvió a disparar una nueva descarga para mantener inmóvil a su enemigo tanto tiempo como fuese posible, lo que daría ventaja al alado y le permitiría buscar el punto adecuado para dar el golpe de gracia y acabar con aquella pelea, y con los ataques a los aldeanos. Aprovechando la debilidad de su oponente, Alister decidió embestirlo desde un costado y tumbarlo en la nieve, una vez conseguido esto, rodeó a la criatura hasta situarse a su espalda y cerró sus fauces en torno al cuello de la misma, justo donde Alanna había abierto el par de hondas heridas. El sabor de la sangre resultaba asqueroso pero debían acabar con aquella cosa cuanto antes, y la forma más rápida era destrozar alguna de las venas o arterias importantes para que se desangrase.
Los afilados dientes del dragón traspasaron la carne y alcanzaron su objetivo, pero instantes después el animal comenzó a revolverse, ya no estaba bajo el efecto de la electricidad y su cuerpo volvía a responderle, aunque demasiado tarde. Seguro de que ya no duraría mucho más, Alister se apartó del Hengrauggi y lo siguió con la mirada mientras éste trataba de ponerse en pie, cosa que le costó más de un intento conseguir. El rojizo líquido vital brotaba sin parar de su cuello, manchando el níveo manto y dejando un vistoso rastro carmesí tras él. Solo era cuestión de minutos, tarde o temprano terminaría desplomándose a causa de las múltiples heridas, pero ¿por qué esperar cuando podían darle una muerte rápida y menos dolorosa?
Quizá no lo mereciese, pero la de cabellos cenicientos era de las que preferían terminar con su enemigo a quedarse mirando mientras éste agonizaba. Su compañero pensaba igual, pero cuando se disponían a acercarse a su objetivo para acabar con su sufrimiento, la ventisca comenzó a disiparse, dejando a la vista otro par de siluetas. Elen reconoció de inmediato la de la guarda, pero no tenía idea de quién podía ser el otro individuo ni por qué Alanna lo amenazaba con una de sus dagas. El Hengrauggi en cambio sí pareció reconocerlo, profirió un lastimero quejido como el que las crías utilizaban para llamar a su madre, dejando claro que debía existir alguna relación entre ambos.
Eso dio que pensar a la tensai, pero al ver que la bestia hacía acopio de sus últimas fuerzas para avanzar tan rápido como podía hacia el extraño, tuvo que intervenir. Una nueva descarga hacia la empuñadura de la daga detuvo al monstruo, que solo alcanzó a emitir un gemido de dolor, ya no llegaría hasta su amo ni podría defenderlo. Alister se encargó de volver a tumbarlo sobre la nieve, y ésta vez no dejaría que volviese a levantarse, la pelea acababa allí. El hombre de cabellos blancos podría ver como el animal se desplomaba a escasos metros de él respirando con dificultad, pero sin apartar la vista de él, consciente de que aquello era una despedida.
El Hengrauggi se agitó violentamente, viéndose atacado desde tres ángulos distintos, la guardia a su espalda, el alado por el frente y ahora la tensai desde un costado, era una situación en la que tenía las de perder. Todo empeoró para él en cuanto Alanna alcanzó su cuello, causándole unas terribles heridas que comenzaron a sangrar abundantemente, si no se libraba pronto de aquellos intrusos no lograría salir con vida de la llanura. De forma instintiva y desesperada, la bestia volvió a sacudir la cabeza con brusquedad, librándose con ello de la guardia, que salió por los aires y quedó fuera de la vista de la bruja.
- ¡Alanna! - gritó, tras ver como el cuerpo de su aliada se perdía en la ventisca. ¿Se habría hecho daño con la caída? Por lo general la nieve en polvo solía ser un buen sitio donde aterrizar pero no todo en la llanura era terreno blando, también había hielo e incluso piedras, que cubiertas por una capa de blanco, pasaban totalmente desapercibidas entre el níveo manto. Por desgracia no tuvo ocasión de ir en su auxilio, ya que el monstruo tras recibir la herida de daga se giró hacia ella, rugiendo amenazadoramente. - ¡Tenemos que acabar con él rápido! - instó la joven, para acto seguido alzar una mano en dirección al Hengrauggi y liberar una potente y concentrada descarga hacia la metálica empuñadura que sobresalía de su vientre.
Lo único que pudo hacer el animal fue proferir un alarido de dolor, antes de que la corriente se extendiese por todo su cuerpo, dejándolo entumecido y a merced de sus enemigos. Sus graves heridas, sumadas a la ingente pérdida de sangre tampoco ayudaban, pronto no podría seguir luchando contra aquellos individuos, y en caso de que llegara ese momento solo le quedaría una opción, huir y refugiarse en su guarida, una cueva que se encontraba no muy lejos de allí, pero quizá ni siquiera tuviese fuerzas suficientes para alcanzarla. Alister no estaba dispuesto a darle un respiro, y atendiendo a las palabras de la hechicera, sobrevoló al Hengrauggi y le pasó por encima, liberando a su paso una ardiente llamarada que empeoraría considerablemente el estado de la bestia.
Desde el suelo, la de ojos verdes volvió a disparar una nueva descarga para mantener inmóvil a su enemigo tanto tiempo como fuese posible, lo que daría ventaja al alado y le permitiría buscar el punto adecuado para dar el golpe de gracia y acabar con aquella pelea, y con los ataques a los aldeanos. Aprovechando la debilidad de su oponente, Alister decidió embestirlo desde un costado y tumbarlo en la nieve, una vez conseguido esto, rodeó a la criatura hasta situarse a su espalda y cerró sus fauces en torno al cuello de la misma, justo donde Alanna había abierto el par de hondas heridas. El sabor de la sangre resultaba asqueroso pero debían acabar con aquella cosa cuanto antes, y la forma más rápida era destrozar alguna de las venas o arterias importantes para que se desangrase.
Los afilados dientes del dragón traspasaron la carne y alcanzaron su objetivo, pero instantes después el animal comenzó a revolverse, ya no estaba bajo el efecto de la electricidad y su cuerpo volvía a responderle, aunque demasiado tarde. Seguro de que ya no duraría mucho más, Alister se apartó del Hengrauggi y lo siguió con la mirada mientras éste trataba de ponerse en pie, cosa que le costó más de un intento conseguir. El rojizo líquido vital brotaba sin parar de su cuello, manchando el níveo manto y dejando un vistoso rastro carmesí tras él. Solo era cuestión de minutos, tarde o temprano terminaría desplomándose a causa de las múltiples heridas, pero ¿por qué esperar cuando podían darle una muerte rápida y menos dolorosa?
Quizá no lo mereciese, pero la de cabellos cenicientos era de las que preferían terminar con su enemigo a quedarse mirando mientras éste agonizaba. Su compañero pensaba igual, pero cuando se disponían a acercarse a su objetivo para acabar con su sufrimiento, la ventisca comenzó a disiparse, dejando a la vista otro par de siluetas. Elen reconoció de inmediato la de la guarda, pero no tenía idea de quién podía ser el otro individuo ni por qué Alanna lo amenazaba con una de sus dagas. El Hengrauggi en cambio sí pareció reconocerlo, profirió un lastimero quejido como el que las crías utilizaban para llamar a su madre, dejando claro que debía existir alguna relación entre ambos.
Eso dio que pensar a la tensai, pero al ver que la bestia hacía acopio de sus últimas fuerzas para avanzar tan rápido como podía hacia el extraño, tuvo que intervenir. Una nueva descarga hacia la empuñadura de la daga detuvo al monstruo, que solo alcanzó a emitir un gemido de dolor, ya no llegaría hasta su amo ni podría defenderlo. Alister se encargó de volver a tumbarlo sobre la nieve, y ésta vez no dejaría que volviese a levantarse, la pelea acababa allí. El hombre de cabellos blancos podría ver como el animal se desplomaba a escasos metros de él respirando con dificultad, pero sin apartar la vista de él, consciente de que aquello era una despedida.
Elen Calhoun
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
Mientras el viento paraba, y la nieve cesaba su continuo correr, mientras el joven blanco como el invierno la miraba con sus ojos de hielo intentando helarle la sangre, se escuchó con fuerza el sonido brusco de un golpe pesado sobre la estepa argentina. Alanna miró un momento hacia la enorme ola de nieve que se alzó no demasiado lejos, y pudo vislumbrar las escamas rojas cayendo al suelo con un golpe seco. Eso quería decir que la bruja y el dragón habían logrado acabar con el monstruo, era su turno, si no podían acudir a ayudarla, de detener al que, en realidad, había provocado todo el caos.
Lo miró con precaución mientras el joven observaba paralizado la nube de nieve que se levantaba sobre el cuerpo de su "mascota". Estuvo tentada de atacar, pero se lo pensó antes. Tal vez si fuera cierto que esa montaña viviente de escamas rojas había sido la mascota del joven de poderes helados, por extraño que pareciera, podía entender lo que en ese momento reflejaba la cara del muchacho. Pena, soledad, sorpresa, frustración, incredulidad, no era la primera vez que veía eso en una cara, ella misma lo había sufrido, demasiadas veces, en carne propia.
Hizo mal, no fue previsora, ella, que creía poder entender y ver con frialdad los movimientos de las personas, movida por una estúpida compasión y una comprensión que, tal vez, ese chico no merecía, había esperado, había dado un momento de alivio, había abierto un hueco en su defensa, que no previó la ráfaga de furibundo aire que la lanzó de nuevo al suelo.
Se levantó tambaleante y rebuscó sus dagas entre la nieve, mientras un nuevo golpe le llegaba desde la diestra, soltó un quejido, rodando por la nieve por el golpe. ¿Dónde estaban sus dagas? El viento volvió, con mayor fuerza, y otros dos golpes más, hasta que se decidió, no podía dejarse llevar por el viento, debía ir contra él.
Comenzó a correr, sin dagas en las manos y se lanzó a por el, intentando que, el golpe, hiciera que detuviera sus ataques. El frío le había cortado la piel, las manos sangraban dentro de los guantes, y, sin piedad, se le tiró encima, haciéndole caer de espaldas contra un trozo de nieve dura. A horcajadas sobre él, comenzó a golpearle a puñetazo limpio, consciente de que su fuerza no residía en los brazos, si no en las piernas, por lo que no le fue difícil al joven de piel clara, deshacerse de ella con una nueva ventolada y lanzarla de nuevo lejos de él, para la fortuna de ella, junto a sus dagas.
Se levantó con ellas en la mano, comenzando a notar el frío en los dedos y alzó la mirada hacia su contrincante, que se la devolvió con una frialdad con la que Alanna se había encontrado más de una vez, tragó saliva y lo comprendió, estaba congelándola. Debía lograr que su concentración desapareciera, si no lograba obtener el suficiente maná, no podría helarla, y eso solo podía hacerlo con velocidad, pero, en la nieve, no era la mejor arma. Se movió ocultandose tras los montículos de nieve y miró a su alrededor, nerviosa. A unos metros, un lago helado parecía ser su mejor opción, por loca que pareciera.
Se levantó moviéndo los dedos y corrió hacia la capa de hielo que cubría el agua, rezando porque fuera lo bastante gruesa como para poder sostener su peso. Se lanzó sin mirar, esquivando una estaca de hielo que, al golpear contra el lago helado, no hizo una sola grieta. Más segura con eso, se lanzó a patinar.
Dagas en mano, giró para ver a su atacante, que sin miedo alguno la siguió y volvió a sus ataques, por suerte, allí era mucho más sencillo para la gata ser tan ágil y veloz como la fama que la precedía, hasta el punto de, dejándose caer, apuñalar en el estómago al mago de hielo que había logrado alcanzar, con uno de sus ataques, la rodilla de la chica.
El frío hielo se tiñó de rojo y comenzó a derretirse bajo ella, mientras su rodilla, tiesa, dolorida y fría, le impedía moverse. Gritó, necesitaba ayuda, necesitaba que la sacaran de allí y derritieran, rápidamente, el hielo que podría matarla o, en el mejor de los casos, dejarla sin pierna.
- ¡Elen!- chilló pidiendo socorro mientras el cuerpo del joven derramaba una lágrima y susurraba el nombre de su mascota, en un último suspiro de vida.
Lo miró con precaución mientras el joven observaba paralizado la nube de nieve que se levantaba sobre el cuerpo de su "mascota". Estuvo tentada de atacar, pero se lo pensó antes. Tal vez si fuera cierto que esa montaña viviente de escamas rojas había sido la mascota del joven de poderes helados, por extraño que pareciera, podía entender lo que en ese momento reflejaba la cara del muchacho. Pena, soledad, sorpresa, frustración, incredulidad, no era la primera vez que veía eso en una cara, ella misma lo había sufrido, demasiadas veces, en carne propia.
Hizo mal, no fue previsora, ella, que creía poder entender y ver con frialdad los movimientos de las personas, movida por una estúpida compasión y una comprensión que, tal vez, ese chico no merecía, había esperado, había dado un momento de alivio, había abierto un hueco en su defensa, que no previó la ráfaga de furibundo aire que la lanzó de nuevo al suelo.
Se levantó tambaleante y rebuscó sus dagas entre la nieve, mientras un nuevo golpe le llegaba desde la diestra, soltó un quejido, rodando por la nieve por el golpe. ¿Dónde estaban sus dagas? El viento volvió, con mayor fuerza, y otros dos golpes más, hasta que se decidió, no podía dejarse llevar por el viento, debía ir contra él.
Comenzó a correr, sin dagas en las manos y se lanzó a por el, intentando que, el golpe, hiciera que detuviera sus ataques. El frío le había cortado la piel, las manos sangraban dentro de los guantes, y, sin piedad, se le tiró encima, haciéndole caer de espaldas contra un trozo de nieve dura. A horcajadas sobre él, comenzó a golpearle a puñetazo limpio, consciente de que su fuerza no residía en los brazos, si no en las piernas, por lo que no le fue difícil al joven de piel clara, deshacerse de ella con una nueva ventolada y lanzarla de nuevo lejos de él, para la fortuna de ella, junto a sus dagas.
Se levantó con ellas en la mano, comenzando a notar el frío en los dedos y alzó la mirada hacia su contrincante, que se la devolvió con una frialdad con la que Alanna se había encontrado más de una vez, tragó saliva y lo comprendió, estaba congelándola. Debía lograr que su concentración desapareciera, si no lograba obtener el suficiente maná, no podría helarla, y eso solo podía hacerlo con velocidad, pero, en la nieve, no era la mejor arma. Se movió ocultandose tras los montículos de nieve y miró a su alrededor, nerviosa. A unos metros, un lago helado parecía ser su mejor opción, por loca que pareciera.
Se levantó moviéndo los dedos y corrió hacia la capa de hielo que cubría el agua, rezando porque fuera lo bastante gruesa como para poder sostener su peso. Se lanzó sin mirar, esquivando una estaca de hielo que, al golpear contra el lago helado, no hizo una sola grieta. Más segura con eso, se lanzó a patinar.
Dagas en mano, giró para ver a su atacante, que sin miedo alguno la siguió y volvió a sus ataques, por suerte, allí era mucho más sencillo para la gata ser tan ágil y veloz como la fama que la precedía, hasta el punto de, dejándose caer, apuñalar en el estómago al mago de hielo que había logrado alcanzar, con uno de sus ataques, la rodilla de la chica.
El frío hielo se tiñó de rojo y comenzó a derretirse bajo ella, mientras su rodilla, tiesa, dolorida y fría, le impedía moverse. Gritó, necesitaba ayuda, necesitaba que la sacaran de allí y derritieran, rápidamente, el hielo que podría matarla o, en el mejor de los casos, dejarla sin pierna.
- ¡Elen!- chilló pidiendo socorro mientras el cuerpo del joven derramaba una lágrima y susurraba el nombre de su mascota, en un último suspiro de vida.
Alanna Delteria
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
Alister, con las fauces ensangrentadas, se mantuvo en todo momento sobre el Hengrauggi, sin darle oportunidad de volver a ponerse en pie, mientras su compañera, aprovechando que la ventisca paraba, centraba su atención sobre el individuo al que la guardia retenía a escasos metros de ellos. ¿Qué pintaba aquel hombre allí? Cualquiera con dos dedos de frente habría evitado acercarse al monstruo después del terror que había causado entre los habitantes de la zona así que solo parecía haber una explicación posible, y teniendo en cuenta el comportamiento de la bestia ésta cobraba fuerza, aquel extraño debía tener algún tipo de relación con él. Eso la llevó a preguntarse, ¿podía un ser como aquel tener dueño o alguien que lo manipulase? Sonaba a locura pero después de cruzarse con algo parecido no muy lejos de allí, cuando junto a Huracán tuvo que enfrentarse a una Manticore que había sido “domesticada”, ya nada la sorprendería.
Por suerte la guarda parecía tener todo bajo control, pero pronto las cosas se torcieron, en cuanto el individuo se la quitó de encima con una potente ráfaga de viento. La inminente muerte del Hengrauggi lo había enfadado sobremanera, y tras deshacerse de la mujer que lo retenía no dudó en volver a atacarla con su elemento, haciéndola rodar por la nieve y ganando con ello algo de espacio. Dejando para el dragón la tarea de asegurarse de que la bestia moría, Elen permitió que su elemento le envolviese ambos brazos de forma visible, dispuesta a atacar a aquel extraño sin mediar palabra, pero a pesar de los golpes recibidos, Alanna consiguió ponerse en pie y echó a correr hacia su contrincante, imposibilitando cualquier intervención por parte de la hechicera, ya que existía riesgo de herir a la guarda por accidente.
Alanna se abalanzó sobre el hombre y comenzó a golpearlo con los puños, pero pronto una nueva corriente de viento la apartó de su objetivo. Ambos cruzaron una mirada antes de que la joven corriese a esconderse tras un montículo de nieve, desde el cuál siguió avanzando, ocultándose en la medida de lo posible aprovechando el terreno, al menos hasta llegar a lo que a todas luces, era un lago helado. Una descarga cruzó el aire e impacto junto a la silueta del extraño, que consiguió esquivarla por los pelos y en vez de devolver el ataque a la bruja, decidió perseguir a la guarda.
Elen no iba a permitir que hiriesen a su aliada, comenzó a avanzar hacia el lago tan rápido como le permitían las piernas, pero sus botas se hundían hasta los tobillos en el blanco manto, que la ralentizaba. Para cuando alcanzó a ver de nuevo al pálido individuo tanto él como Alanna se encontraban sobre el hielo, un lugar nada recomendable, por más que pareciese grueso y seguro. La benjamina de los Calhoun no llegó a poner un pie sobre la resbaladiza superficie, poner a prueba su equilibrio no era parte del plan así que tendría que actuar desde donde estaba, cosa que no iba a resultar sencilla ya que tanto la guerrera como su enemigo se mantenían muy cerca uno de otro.
El más mínimo fallo haría que todo saliese mal, y si su descarga impactaba en Alanna la dejaría a merced del extraño, algo a lo que no podía arriesgarse, tendría que confiar en las habilidades de la joven, que pronto quedaron patentes. Mientras una persona normal y corriente hubiese tenido problemas para moverse sobre el hielo sin caerse, la guarda demostró una agilidad pasmosa, y a pesar de que su adversario consiguió alcanzarla en una de las rodillas, se las ingenió para apuñalar con una de sus dagas el vientre del mago, causándole una herida mortal. La sangre tiñó la superficie de rojo carmesí, pero aunque aquel individuo ya no fuese una amenaza, Alanna aún seguía en peligro, más incluso que antes.
Los fríos ataques habían causado daños en su cuerpo y no podía moverse, a lo que además debían sumar que el hasta entonces grueso hielo que cubría el lago comenzaba a derretirse bajo la joven, tenían que sacarla de allí y rápido. - ¡Alister! - llamó a voz en grito la tensai, consciente de que de intentar llegar por sí misma hasta su aliada no lo haría a tiempo, su mejor opción en aquel momento era que el dragón interviniese. Él la escuchó y levantó el vuelo de inmediato para llegar hasta donde se encontraba, dejando de lado al Hengrauggi, que a punto estaba de expirar. No hizo falta que la bruja le dijese nada más, en cuanto vio la situación supo lo que debía hacer y sin perder ni un instante, se lanzó en dirección a la guarda.
Una vez situado sobre el lugar descendió con sumo cuidado, sin llegar a posarse sobre la inestable superficie que cubría el lago ya que su peso solo empeoraría las cosas, apartó al dueño de la bestia y abrió las garras de sus patas traseras para rodear con ellas los brazos de Alanna, de modo que pudiese sujetarla y levantarla por las axilas. El trayecto sería corto así que no debería causarle daño alguno, pero de todas formas se apresuró a sacarla de allí y llevarla junto a Elen, justo a tiempo. El hielo se resquebrajó y el cuerpo del mago terminó hundiéndose en las heladas aguas, de donde no volvería a salir.
La centinela los esperaba con la preocupación grabada en el rostro, preocupación que no hizo sino aumentar al ver la rodilla de la joven, que parecía estarse congelando. - Alister necesitamos un fuego, rápido. - lo instó, en cuanto depositó a la herida sobre la nieve. Elen se arrodilló junto a ella y examinó mejor su estado, al tiempo que rebuscaba entre los frascos de su bolsa de cuero. - ¿Dónde está ese maldito remedio de Aïnen? - preguntó entre dientes, hasta que finalmente dio con lo que buscaba. - Ten, bebe un poco, te ayudará a soportar el frío. - dijo, mientras acercaba el frasco a los labios de la guerrera. Esto daría algo de tiempo al dragón para acudir al lugar en que se habían quedado los caballos y tomar la leña que solían llevar por precaución en sus alforjas.
Sin cambiar de forma, Alister voló hasta su montura y consiguió dirigirla hacia el lugar en que estaban sus compañeras, aprovechando que el animal ya estaba acostumbrado a verlo así y no se asustaba con facilidad. Elen silbó para llamar a Sombra, que también acudió hasta allí y se situó por detrás de la guarda. Una vez reunidos, la hechicera se levantó para sacar la leña y colocarla cerca de Alanna, tras lo cual se apartó para que Alister pudiese utilizar su elemento y encender el fuego.
Off: Tienes libertad para manejar un poco a Elen y Alister de cara al regreso a la aldea.
Por suerte la guarda parecía tener todo bajo control, pero pronto las cosas se torcieron, en cuanto el individuo se la quitó de encima con una potente ráfaga de viento. La inminente muerte del Hengrauggi lo había enfadado sobremanera, y tras deshacerse de la mujer que lo retenía no dudó en volver a atacarla con su elemento, haciéndola rodar por la nieve y ganando con ello algo de espacio. Dejando para el dragón la tarea de asegurarse de que la bestia moría, Elen permitió que su elemento le envolviese ambos brazos de forma visible, dispuesta a atacar a aquel extraño sin mediar palabra, pero a pesar de los golpes recibidos, Alanna consiguió ponerse en pie y echó a correr hacia su contrincante, imposibilitando cualquier intervención por parte de la hechicera, ya que existía riesgo de herir a la guarda por accidente.
Alanna se abalanzó sobre el hombre y comenzó a golpearlo con los puños, pero pronto una nueva corriente de viento la apartó de su objetivo. Ambos cruzaron una mirada antes de que la joven corriese a esconderse tras un montículo de nieve, desde el cuál siguió avanzando, ocultándose en la medida de lo posible aprovechando el terreno, al menos hasta llegar a lo que a todas luces, era un lago helado. Una descarga cruzó el aire e impacto junto a la silueta del extraño, que consiguió esquivarla por los pelos y en vez de devolver el ataque a la bruja, decidió perseguir a la guarda.
Elen no iba a permitir que hiriesen a su aliada, comenzó a avanzar hacia el lago tan rápido como le permitían las piernas, pero sus botas se hundían hasta los tobillos en el blanco manto, que la ralentizaba. Para cuando alcanzó a ver de nuevo al pálido individuo tanto él como Alanna se encontraban sobre el hielo, un lugar nada recomendable, por más que pareciese grueso y seguro. La benjamina de los Calhoun no llegó a poner un pie sobre la resbaladiza superficie, poner a prueba su equilibrio no era parte del plan así que tendría que actuar desde donde estaba, cosa que no iba a resultar sencilla ya que tanto la guerrera como su enemigo se mantenían muy cerca uno de otro.
El más mínimo fallo haría que todo saliese mal, y si su descarga impactaba en Alanna la dejaría a merced del extraño, algo a lo que no podía arriesgarse, tendría que confiar en las habilidades de la joven, que pronto quedaron patentes. Mientras una persona normal y corriente hubiese tenido problemas para moverse sobre el hielo sin caerse, la guarda demostró una agilidad pasmosa, y a pesar de que su adversario consiguió alcanzarla en una de las rodillas, se las ingenió para apuñalar con una de sus dagas el vientre del mago, causándole una herida mortal. La sangre tiñó la superficie de rojo carmesí, pero aunque aquel individuo ya no fuese una amenaza, Alanna aún seguía en peligro, más incluso que antes.
Los fríos ataques habían causado daños en su cuerpo y no podía moverse, a lo que además debían sumar que el hasta entonces grueso hielo que cubría el lago comenzaba a derretirse bajo la joven, tenían que sacarla de allí y rápido. - ¡Alister! - llamó a voz en grito la tensai, consciente de que de intentar llegar por sí misma hasta su aliada no lo haría a tiempo, su mejor opción en aquel momento era que el dragón interviniese. Él la escuchó y levantó el vuelo de inmediato para llegar hasta donde se encontraba, dejando de lado al Hengrauggi, que a punto estaba de expirar. No hizo falta que la bruja le dijese nada más, en cuanto vio la situación supo lo que debía hacer y sin perder ni un instante, se lanzó en dirección a la guarda.
Una vez situado sobre el lugar descendió con sumo cuidado, sin llegar a posarse sobre la inestable superficie que cubría el lago ya que su peso solo empeoraría las cosas, apartó al dueño de la bestia y abrió las garras de sus patas traseras para rodear con ellas los brazos de Alanna, de modo que pudiese sujetarla y levantarla por las axilas. El trayecto sería corto así que no debería causarle daño alguno, pero de todas formas se apresuró a sacarla de allí y llevarla junto a Elen, justo a tiempo. El hielo se resquebrajó y el cuerpo del mago terminó hundiéndose en las heladas aguas, de donde no volvería a salir.
La centinela los esperaba con la preocupación grabada en el rostro, preocupación que no hizo sino aumentar al ver la rodilla de la joven, que parecía estarse congelando. - Alister necesitamos un fuego, rápido. - lo instó, en cuanto depositó a la herida sobre la nieve. Elen se arrodilló junto a ella y examinó mejor su estado, al tiempo que rebuscaba entre los frascos de su bolsa de cuero. - ¿Dónde está ese maldito remedio de Aïnen? - preguntó entre dientes, hasta que finalmente dio con lo que buscaba. - Ten, bebe un poco, te ayudará a soportar el frío. - dijo, mientras acercaba el frasco a los labios de la guerrera. Esto daría algo de tiempo al dragón para acudir al lugar en que se habían quedado los caballos y tomar la leña que solían llevar por precaución en sus alforjas.
Sin cambiar de forma, Alister voló hasta su montura y consiguió dirigirla hacia el lugar en que estaban sus compañeras, aprovechando que el animal ya estaba acostumbrado a verlo así y no se asustaba con facilidad. Elen silbó para llamar a Sombra, que también acudió hasta allí y se situó por detrás de la guarda. Una vez reunidos, la hechicera se levantó para sacar la leña y colocarla cerca de Alanna, tras lo cual se apartó para que Alister pudiese utilizar su elemento y encender el fuego.
Off: Tienes libertad para manejar un poco a Elen y Alister de cara al regreso a la aldea.
Elen Calhoun
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
Pudo ver, desde el hielo, acercarse a Elen, que, guiada por su grito, y con aires preocupados, la miró desde el borde, temerosa de subir al hielo y romperlo con el peso añadido de un nuevo cuerpo. Lo entendía, necesitaba que se acercara más, si no, no podría ayudarla. Con las manos enguantadas, intentó impulsarse para poder adelantar algunos centímetros, pero a penas había logrado avanzar nada cuando la voz de Elen resonó en la estepa nevada, llamando a Alister. El sonido de unas alas pesadas cortando el aire se hizo presente casi al momento.
Miró nerviosa, a su alrededor, ¿los dragones controlaban sus acciones cuando estaban transformados? Sabía de lobos que pasaban a ser simples bestias, ¿no pasaría lo mismo con los dragones, no? Observó acercarse al Alister, mientras el viento de sus alas la intentaba lanzar contra el hielo y sus garras se mantenían peligrosamente cerca. Inmovil, rezando por que no sucediera nada malo, sintió las garras cerrarse entorno a sus brazos y notó como, poco a poco, se iba elevando para salir del hielo por los aires.
Alister la dejó en el suelo, encendiendo un fuego sin tardar, y Alanna, desesperada, se arrastró hacia él. Los caballos se acercaban nerviosos, mientras la chica elevaba la pierna helada para que el hielo pudiera derretirse. El agua comenzó a caer sobre las brasas mientras la chica notaba como la sangre le volvía a correr por la pierna. Un dolor punzante, causado por la repentina carrera de la sangre, hizo que la chica se llenase de alivio. Comenzó a mover la pierna en el aire, sentía como si estuviera asando un muslo de pollo, pero a pesar de la ridiculez que podía parecer la acción, el hielo había acabado por derretirse y su pierna, fría e insensible, se había salvado de la amputación. ¿qué habría sido ella si su pierna? nada, ya era una total inutil con ella, sin esta, solo le habría deparado una muerte segura, no porque fuera a morir, si no porque la expulsarían de la guardia o la delegarían del servicio, y sin poder ser de utilidad, su alma moriría, y ella con esta.
La guardia suspiró a liviada y sonrió a sus compañeros, Alister, de nuevo en su forma humana, se había reunido con ellas, ahora que había recuperado su pierna, era momento de regresar al pueblo a dar la buena nueva, el tiempo para ella se acababa, necesitaba volver a Verisar, no tenía muchos más días antes de zarpar. Montó en el caballo y, siguiendo a la bruja, regresaron a la aldea. El rostro del joven no paraba de marcarse en su mente, qué tipo de problema debía haber tenido para amaestrar y considerar mascota a tal monstruo, qué problema había tenido en la cabeza como para ayudarle a cazar personas, había gente que, sin duda, no estaba bien de la cabeza.
La aldea se asomó cuando el medio día había pasado ya de largo, el humo de las chimeneas y el olor de comida hizo gruñir el estómago de la Gata, sabía que la gente había perdido a muchos de los suyos, pero les traían una buena nueva que, tal vez, les animase a seguir adelante en su pueblo. Sonrió para si pensando que, probablemente, su nueva compañera de viaje sonreiría al saber que lo habían logrado, esa sería su última noche en el pueblo, cuando amaneciera al día siguiente saldría de vuelta a Lunargenta, pero, al menos, les podría dar esa última noticia.
- Es un placer luchar junto a dos buenos guerreros.- sonrió a la bruja y al dragón, no sabía si volvería a verlos antes de partir, pero, al menos, se intentaría despedir, esperaba que eso sirviera como, no "adiós", pero si, "hasta luego".
Miró nerviosa, a su alrededor, ¿los dragones controlaban sus acciones cuando estaban transformados? Sabía de lobos que pasaban a ser simples bestias, ¿no pasaría lo mismo con los dragones, no? Observó acercarse al Alister, mientras el viento de sus alas la intentaba lanzar contra el hielo y sus garras se mantenían peligrosamente cerca. Inmovil, rezando por que no sucediera nada malo, sintió las garras cerrarse entorno a sus brazos y notó como, poco a poco, se iba elevando para salir del hielo por los aires.
Alister la dejó en el suelo, encendiendo un fuego sin tardar, y Alanna, desesperada, se arrastró hacia él. Los caballos se acercaban nerviosos, mientras la chica elevaba la pierna helada para que el hielo pudiera derretirse. El agua comenzó a caer sobre las brasas mientras la chica notaba como la sangre le volvía a correr por la pierna. Un dolor punzante, causado por la repentina carrera de la sangre, hizo que la chica se llenase de alivio. Comenzó a mover la pierna en el aire, sentía como si estuviera asando un muslo de pollo, pero a pesar de la ridiculez que podía parecer la acción, el hielo había acabado por derretirse y su pierna, fría e insensible, se había salvado de la amputación. ¿qué habría sido ella si su pierna? nada, ya era una total inutil con ella, sin esta, solo le habría deparado una muerte segura, no porque fuera a morir, si no porque la expulsarían de la guardia o la delegarían del servicio, y sin poder ser de utilidad, su alma moriría, y ella con esta.
La guardia suspiró a liviada y sonrió a sus compañeros, Alister, de nuevo en su forma humana, se había reunido con ellas, ahora que había recuperado su pierna, era momento de regresar al pueblo a dar la buena nueva, el tiempo para ella se acababa, necesitaba volver a Verisar, no tenía muchos más días antes de zarpar. Montó en el caballo y, siguiendo a la bruja, regresaron a la aldea. El rostro del joven no paraba de marcarse en su mente, qué tipo de problema debía haber tenido para amaestrar y considerar mascota a tal monstruo, qué problema había tenido en la cabeza como para ayudarle a cazar personas, había gente que, sin duda, no estaba bien de la cabeza.
La aldea se asomó cuando el medio día había pasado ya de largo, el humo de las chimeneas y el olor de comida hizo gruñir el estómago de la Gata, sabía que la gente había perdido a muchos de los suyos, pero les traían una buena nueva que, tal vez, les animase a seguir adelante en su pueblo. Sonrió para si pensando que, probablemente, su nueva compañera de viaje sonreiría al saber que lo habían logrado, esa sería su última noche en el pueblo, cuando amaneciera al día siguiente saldría de vuelta a Lunargenta, pero, al menos, les podría dar esa última noticia.
- Es un placer luchar junto a dos buenos guerreros.- sonrió a la bruja y al dragón, no sabía si volvería a verlos antes de partir, pero, al menos, se intentaría despedir, esperaba que eso sirviera como, no "adiós", pero si, "hasta luego".
Alanna Delteria
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
Sin perder ni un instante, ya que la integridad de su pierna corría peligro, Alanna se arrastró hacia el fuego y colocó su pierna en alto para que el calor hiciese el resto, devolviéndola a la normalidad. Pronto pudo volver a moverla y con ello quedó claro que había llegado la hora de regresar a la aldea, pero no podían presentarse sin nada. Consciente de esto Elen volvió junto al cadáver del Hengrauggi y tomó del mismo una prueba, algo con lo que los habitantes del pueblo pudiesen dar por zanjado el asunto y volver a sus tranquilas vidas. Para algunos resultaría difícil, sobre todo aquellos que habían sufrido pérdidas por culpa de la bestia, pero tendrían que seguir adelante y buscar el modo de sobrellevar el dolor.
Un último vistazo a la criatura bastó para que Elen no quisiese toparse con ninguna otra en lo que le restaba de vida, puede que ésta vez hubiesen ganado pero las cosas podían cambiar con el tiempo, aunque a decir verdad, tenía otras cosas de las que preocuparse. En un intento por evitar sumirse en sus pensamientos, la de cabellos cenicientos regresó junto a su montura y en cuanto sus compañeros estuvieron listos emprendió la marcha hacia el recóndito pueblo. Ni siquiera preguntó acerca de aquel individuo con el que la guardia había peleado sobre el hielo, quedaba claro que debía estar relacionado de algún modo con el Hengrauggi y eso era suficiente para ella.
- Lo mismo te digo Alanna. - comentó tras escuchar las palabras de la guerrera, había llegado el momento de despedirse de ella, al menos por ahora. Elen esbozó una leve sonrisa antes de desmontar, nada más pasar la primera hilera de casas. Dicho esto guió su negro corcel hasta un poste cercano para atarlo bajo la atenta mirada de algunos de los habitantes, en cuyos rostros se podía ver un leve atisbo de esperanza. - Podéis estar tranquilos, la bestia ya no regresará, ha muerto. - anunció para no hacerlos esperar, al tiempo que extraía de su bolsa la prueba que había tomado del cadáver del monstruo. Algunos aplaudieron, otros gritaron de alegría y dieron gracias a los dioses por haberles enviado a aquel trío de salvadores, a los que sin dudarlo ofrecerían cobijo y comida en agradecimiento por haberlos librado del mal que los amenazaba.
Alister hizo lo propio y también condujo su caballo junto al de la hechicera, para luego despedirse de la guardia con un gesto y seguir a la benjamina de los Calhoun, que iba directamente hacia la vivienda en que habían dejado al médico con la última víctima de ataque. Amanda dormía tranquilamente, mientras el doctor hacía la ronda y revisaba a otros pacientes, tarea que detuvo al verlos en el umbral de la puerta. - ¿Y bien? ¿qué ha pasado? - preguntó sin apenas elevar la voz, ya que varios de los enfermos intentaban descansar. - Ya no tenéis de qué preocuparos, nos hemos encargado del culpable. - respondió la bruja, tendiéndole lo que había arrebatado a la bestia, uno de sus ensangrentados colmillos.
El caballero también le dio las gracias, y tras aceptar quedarse con aquel objeto como recuerdo de lo que había pasado, vio como el par de viajeros abandonaban la casa para dirigirse a la modesta posada, donde se reabastecerían y descansarían hasta el día siguiente, momento en que proseguirían su viaje hacia Dundarak. ¿Qué más les aguardaría en su camino hasta la ciudad de los dragones? No lo sabían, pero harían frente a cualquier cosa que se les pusiese por delante, de eso estaban seguros.
La cada vez más cercana visita a su antiguo hogar puso algo nervioso a Alister, hacía pasado mucho tiempo desde la última vez que contemplo las lápidas de los miembros de su familia, situadas en el jardín trasero de la vivienda en que se había criado, una que solo le traía malos recuerdos. ¿Cómo reaccionaría al verlas? Eso era lo que le preocupaba, y que a pesar de los años la herida seguía abierta, no hallaría descanso hasta que su hermana fuese vengada. Sin embargo, el dragón ya no era el que una vez abandonó el norte para no regresar, sus andanzas con la hechicera lo habían cambiado y le habían mostrado que el odio no conducía a nada bueno, puede que siguiese sintiendo aquella sed de venganza en su interior pero ahora era mucho más leve, y no solo eso, otros sentimientos más sanos habían empezado a surgir dentro de él.
Elen era la causante de esto último, pues desde hacía algún tiempo había empezado a mirarla con otros ojos, aunque no se veía capaz de decir nada al respecto por miedo a echar todo por tierra. Conocía bien a la tensai y podía hacerse una idea de lo que había sufrido durante años por culpa de su maldición, hecho por el cual se había negado la felicidad y la idea del amor, incluso la de tener un futuro más allá de su batalla contra los Tarmúnil, pero quizá con algo de suerte, él pudiese hacerla cambiar de opinión.
De momento solo podía pensar en ayudarla a cumplir su misión y protegerla, lo demás se vería con el tiempo.
Un último vistazo a la criatura bastó para que Elen no quisiese toparse con ninguna otra en lo que le restaba de vida, puede que ésta vez hubiesen ganado pero las cosas podían cambiar con el tiempo, aunque a decir verdad, tenía otras cosas de las que preocuparse. En un intento por evitar sumirse en sus pensamientos, la de cabellos cenicientos regresó junto a su montura y en cuanto sus compañeros estuvieron listos emprendió la marcha hacia el recóndito pueblo. Ni siquiera preguntó acerca de aquel individuo con el que la guardia había peleado sobre el hielo, quedaba claro que debía estar relacionado de algún modo con el Hengrauggi y eso era suficiente para ella.
- Lo mismo te digo Alanna. - comentó tras escuchar las palabras de la guerrera, había llegado el momento de despedirse de ella, al menos por ahora. Elen esbozó una leve sonrisa antes de desmontar, nada más pasar la primera hilera de casas. Dicho esto guió su negro corcel hasta un poste cercano para atarlo bajo la atenta mirada de algunos de los habitantes, en cuyos rostros se podía ver un leve atisbo de esperanza. - Podéis estar tranquilos, la bestia ya no regresará, ha muerto. - anunció para no hacerlos esperar, al tiempo que extraía de su bolsa la prueba que había tomado del cadáver del monstruo. Algunos aplaudieron, otros gritaron de alegría y dieron gracias a los dioses por haberles enviado a aquel trío de salvadores, a los que sin dudarlo ofrecerían cobijo y comida en agradecimiento por haberlos librado del mal que los amenazaba.
Alister hizo lo propio y también condujo su caballo junto al de la hechicera, para luego despedirse de la guardia con un gesto y seguir a la benjamina de los Calhoun, que iba directamente hacia la vivienda en que habían dejado al médico con la última víctima de ataque. Amanda dormía tranquilamente, mientras el doctor hacía la ronda y revisaba a otros pacientes, tarea que detuvo al verlos en el umbral de la puerta. - ¿Y bien? ¿qué ha pasado? - preguntó sin apenas elevar la voz, ya que varios de los enfermos intentaban descansar. - Ya no tenéis de qué preocuparos, nos hemos encargado del culpable. - respondió la bruja, tendiéndole lo que había arrebatado a la bestia, uno de sus ensangrentados colmillos.
El caballero también le dio las gracias, y tras aceptar quedarse con aquel objeto como recuerdo de lo que había pasado, vio como el par de viajeros abandonaban la casa para dirigirse a la modesta posada, donde se reabastecerían y descansarían hasta el día siguiente, momento en que proseguirían su viaje hacia Dundarak. ¿Qué más les aguardaría en su camino hasta la ciudad de los dragones? No lo sabían, pero harían frente a cualquier cosa que se les pusiese por delante, de eso estaban seguros.
La cada vez más cercana visita a su antiguo hogar puso algo nervioso a Alister, hacía pasado mucho tiempo desde la última vez que contemplo las lápidas de los miembros de su familia, situadas en el jardín trasero de la vivienda en que se había criado, una que solo le traía malos recuerdos. ¿Cómo reaccionaría al verlas? Eso era lo que le preocupaba, y que a pesar de los años la herida seguía abierta, no hallaría descanso hasta que su hermana fuese vengada. Sin embargo, el dragón ya no era el que una vez abandonó el norte para no regresar, sus andanzas con la hechicera lo habían cambiado y le habían mostrado que el odio no conducía a nada bueno, puede que siguiese sintiendo aquella sed de venganza en su interior pero ahora era mucho más leve, y no solo eso, otros sentimientos más sanos habían empezado a surgir dentro de él.
Elen era la causante de esto último, pues desde hacía algún tiempo había empezado a mirarla con otros ojos, aunque no se veía capaz de decir nada al respecto por miedo a echar todo por tierra. Conocía bien a la tensai y podía hacerse una idea de lo que había sufrido durante años por culpa de su maldición, hecho por el cual se había negado la felicidad y la idea del amor, incluso la de tener un futuro más allá de su batalla contra los Tarmúnil, pero quizá con algo de suerte, él pudiese hacerla cambiar de opinión.
De momento solo podía pensar en ayudarla a cumplir su misión y protegerla, lo demás se vería con el tiempo.
Elen Calhoun
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
Acompañó a Elen hasta que pudieron informar de que habían acabado con el monstruo, no más muertes, no más problemas, la gente podría volver a entrar y salir del lugar como siempre habían hecho, debería ser razón de júbilo, pero entendía que, con todas las perdidas que habían sufrido, el haber acabado por fin con el problema no les haría felices, querrían volver el tiempo atrás, recuperar a sus seres queridos, volver a hablar con ellos, a abrazarles, a darles una sonrisa cálida, a compartir risas y caricias, querrían poder tener la oportunidad de decirles todo lo que se les había quedado enredado en las cuerdas vocales y que ya, por mucho que saliera de sus labios, jamás oirían, porque si algo sabía Alanna era que, cuando alguien se iba, era para no volver, y los remordimientos, todas las frases no dichas, los suspiros ocultos, y los gestos guardados, se perdían para siempre.
Miró a la gente con una sonrisa triste pintada en los ojos, los entendía, y compartía su dolor, todo lo que se dejaba por decir con la personas que eran importantes se mantenía encerrado en el alma, sellado bajo mil cerrojos con las llaves perdidas, esperando que nunca se abriera, para que el dolor se adormeciera y las heridas se cerrasen, y, aunque estaba claro que saber que ya no volverían a sufrir por la misma causa, eso no quitaba que doliera, porque habían perdido, mucho, y eso era algo que solo solucionaba el tiempo, y cada uno lo haría a su modo, algunos solos, otros buscarían la compañía de los otros, algunos se irían lejos, esperando olvidar, sin saber que no se olvida, solo, deja de doler, se adormece, y, cuando ni siquiera quedase ya el sopor, sabrían que estaban bien. Mientras tanto, solo podían llorar, aceptar las perdidas, lo que ya no harían, y pensar que el futuro que les esperaba era mucho más brillante que el pasado que dejaban atrás.
Con un gesto de cabeza, se despidió de Elen y acudió a decirle adiós a la que había sido su compañera de viaje, no se entretuvo, la chica quería acudir con velocidad a llorar a sus amigos, ahora que la paz les había permitido tener una tregua como para hacerlo. Con un simple abrazo, le entregaron una montura que debían bajar, de igual modo, a Lunargenta, y la dejaron partir, con la extraña sensación de que no volverían a verla en una temporada más que larga.
El paisaje nevado la recibió con brazos ventosos, sin tormenta, y con un sol cegador que parecía una señal de buen augurio, pero el mar, la batalla, era lo que esperaría a la guardia al llegar a Verisar, apretó los guantes mientras el animal avanzaba, no iban a darle tregua, solo esperaba que el ocenao fuera más amable de lo que había sido la nieve, aunque, la guardia, no se imaginaba ni de lejos lo equivocada que estaba, pues el agua sería más cruel de lo que lo habría sido cualquier tormenta del norte.
Miró a la gente con una sonrisa triste pintada en los ojos, los entendía, y compartía su dolor, todo lo que se dejaba por decir con la personas que eran importantes se mantenía encerrado en el alma, sellado bajo mil cerrojos con las llaves perdidas, esperando que nunca se abriera, para que el dolor se adormeciera y las heridas se cerrasen, y, aunque estaba claro que saber que ya no volverían a sufrir por la misma causa, eso no quitaba que doliera, porque habían perdido, mucho, y eso era algo que solo solucionaba el tiempo, y cada uno lo haría a su modo, algunos solos, otros buscarían la compañía de los otros, algunos se irían lejos, esperando olvidar, sin saber que no se olvida, solo, deja de doler, se adormece, y, cuando ni siquiera quedase ya el sopor, sabrían que estaban bien. Mientras tanto, solo podían llorar, aceptar las perdidas, lo que ya no harían, y pensar que el futuro que les esperaba era mucho más brillante que el pasado que dejaban atrás.
Con un gesto de cabeza, se despidió de Elen y acudió a decirle adiós a la que había sido su compañera de viaje, no se entretuvo, la chica quería acudir con velocidad a llorar a sus amigos, ahora que la paz les había permitido tener una tregua como para hacerlo. Con un simple abrazo, le entregaron una montura que debían bajar, de igual modo, a Lunargenta, y la dejaron partir, con la extraña sensación de que no volverían a verla en una temporada más que larga.
El paisaje nevado la recibió con brazos ventosos, sin tormenta, y con un sol cegador que parecía una señal de buen augurio, pero el mar, la batalla, era lo que esperaría a la guardia al llegar a Verisar, apretó los guantes mientras el animal avanzaba, no iban a darle tregua, solo esperaba que el ocenao fuera más amable de lo que había sido la nieve, aunque, la guardia, no se imaginaba ni de lejos lo equivocada que estaba, pues el agua sería más cruel de lo que lo habría sido cualquier tormenta del norte.
Alanna Delteria
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Re: Sangre en la nieve [Trabajo] [Alanna - Elen] [FINALIZADO]
RECOMPENSAS
Ha sido una emocionante historia con mucha fluidez para su lectura, apenas he encontrado algunos pocos errores de tipeo, tal vez producto de la prisa pero nada serio que interrumpa o haga menguar la calidad del texto. Aunque he buscado con lupa, no he encontrado más que una buena ejecución de la trama, por lo que procedo a entregar sus recompensas.
Ambas obtienen esta vez 20 puntos de experiencia y 400 aeros que ya han sido sumados a sus respectivos perfiles
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Ansur
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