¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
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¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Durante todo el viaje a Lunargenta había visto pequeñas casas de piedra y madera en mitad de los campos. Por cada una de ellas lanzó un grito de entusiasmo a la vez que las señalaba con el dedo. Ahora, en medio de la gran ciudad, tiene que taparse la boca con las manos para que la gente no la escuche chillar de emoción. De donde viene, las casas están construidas en las copas de los árboles usando las propias ramas de éste como sustento para las paredes de madera. Lunargenta (Luna-Se-Sienta como dice Arethusa) está repleta por un millar de grandes casas de piedra que parecen gigantes a los ojos de la pequeña elfa. Le resulta extraño, a la par que fabuloso y bello, mirar al cielo y ver los picos de los tejados de los edificios en lugar que las altas ramas de los árboles. ¿Cómo es la vista de la ciudad encima de uno de esos grandes tejados? Debe de ser maravilloso.
Ve a una mujer en el balcón de un gran edificio de cuatro plantas (un gigante) espolsando las migas de pan de un mantel. Arethusa la saluda con la mano enérgicamente; la mujer no se da cuenta de la pequeña elfa y vuelve al interior de la casa. Una lástima. Si se hubiera fijado, Arethusa le habría suplicado a gritos que le dejase subir allí arriba porque quería saber qué se sentía al estar encima de un gigante. Si los humanos de verdad son tan amables como los de los cuentos, seguro que la mujer le hubiera dejado subir y Arethusa habría gritado en el balcón: “Soy la Reina de Aerandir” con los brazos en forma de cruz para sentirse como si estuviera volando.
Distraída pensando en todo lo que podría haber hecho en el balcón y en las cosas que habría sentido, no se da cuenta que la calle está llena de humanos que caminan de un lado a otro demasiado rápido para que la elfa se pueda fijar en sus caras. Esa es otra diferencia entre Sandorai y Luna-Se-Sienta, aquí la gente no disfruta de la belleza del lugar. Los humanos usan sus piernas para caminar, los elfos, en cambio, usan la mente. Solo hay que ver a Arethusa para entender la diferencia. Ella se fija en cada detalle de la ciudad: los picos de los tejados de las casas gigantes, los balcones donde las vistan deben de ser maravillosa, en varias ocasiones se ha detenido respirar el aroma a pan recién horneado… Los humanos no se dan cuenta que viven en un paraíso. ¿Será por eso que caminan deprisa y tristes? ¿Estarán malditos? Arethusa curva sus labios en una exagerada mueca de duda; lo hace siempre que necesita pensar en sus propias ideas. Finalmente, llega a la conclusión que es posible que estén malditos. No puede haber otra razón por la que los humanos solo usen los balcones para despolvar los manteles.
Un humano le da un empujón con la mano para apartarla del camino. Arethusa se enfada con él y le dedica una burla sacándole la lengua a su espalda. El humano no se da cuenta y sigue su rápido y triste camino.
-La gente de aquí es muy aburrida- acompaña sus palabras con un larga soplido.
¿Qué harán los humanos para divertirse? No pueden estar tristes todo el día. De alguna forma u otra, los habitantes de Luna-Se-Sienta han de pasarlo bien. Pero, ¿cómo? Subirse a los balcones y contemplar la vista desde las alturas queda descartado. ¿Y si en lugar de subir, los humanos se divierten bajando? Arethusa se fija que una casa tiene una enorme puerta de madera en el suelo que lleva a una enorme sala construida bajo de tierra. ¡Bajo tierra! Cuando se lo cuente a Eámanë no se lo podrá creer. ¡Los humanos pueden construir salones bajo tierra! Ni siquiera Arethusa, que lo está viendo, se lo puede creer.
La elfa decide entrar al gran salón de la casa bajo tierra. Al fondo hay un escenario donde una mujer con una vestido vaporoso baila la canción que toca el hombre de su lado con una lira, enfrente del escenario está repleto de mesas y sillas donde unos humanos ríen y hacen entrechocar sus jarras (¡se divierten bajo tierra!) y a un lado del gran salón se encuentra una larga barra donde un joven hombre con vestido elegante le hace señales con la mano a Arethusa para que se acerque.
-Bienvenida a la Taberna de los Muertos, ¿eres nueva en la ciudad?-
-¡¿Cómo lo has sabido?!-
El chico señala con la cabeza las orejas puntiagudas que asoman del cabello de Arethusa. Ella se las intenta tapar con las manos.
-Eso es trampa-
-No es trampa, se llama ser observado.- el chico coge una jarra de la barra y la limpia con un trapo de color gris- Y hablando de cosas que observo: eres demasiado pequeña un lugar cómo éste. ¿Ves esos tipos?- señala con el trapo a los hombres que están en las mesas- Te comerán viva-.
Arethusa retrocede un paso asustada.
-Solo bromeo.- el chico levanta las dos manos y se ríe- No te harán nada- hay unos segundos de silencio que Arethusa aprovecha para recuperar el paso que antes había dado atrás- Me has caído bien- el chico llena la jarra que estaba limpiando con una bebida de color amarilla y mucha espuma- La primera invita la casa- le deja la jarra en las manos de Arethusa.
-¿Está bueno?-
-Pruébalo y me dices qué te parece-.
Obedece y le da un sorbo a la bebida que le llena los labios de espuma.
-Está bueno-.
Se sienta en uno de los altos taburetes de la barra (el más alto que encuentra) y se queda viendo cómo baila la chica del escenario mientras da pequeños sorbitos a la bebida espumosa. Así es cómo se divierten los humanos.
Ve a una mujer en el balcón de un gran edificio de cuatro plantas (un gigante) espolsando las migas de pan de un mantel. Arethusa la saluda con la mano enérgicamente; la mujer no se da cuenta de la pequeña elfa y vuelve al interior de la casa. Una lástima. Si se hubiera fijado, Arethusa le habría suplicado a gritos que le dejase subir allí arriba porque quería saber qué se sentía al estar encima de un gigante. Si los humanos de verdad son tan amables como los de los cuentos, seguro que la mujer le hubiera dejado subir y Arethusa habría gritado en el balcón: “Soy la Reina de Aerandir” con los brazos en forma de cruz para sentirse como si estuviera volando.
Distraída pensando en todo lo que podría haber hecho en el balcón y en las cosas que habría sentido, no se da cuenta que la calle está llena de humanos que caminan de un lado a otro demasiado rápido para que la elfa se pueda fijar en sus caras. Esa es otra diferencia entre Sandorai y Luna-Se-Sienta, aquí la gente no disfruta de la belleza del lugar. Los humanos usan sus piernas para caminar, los elfos, en cambio, usan la mente. Solo hay que ver a Arethusa para entender la diferencia. Ella se fija en cada detalle de la ciudad: los picos de los tejados de las casas gigantes, los balcones donde las vistan deben de ser maravillosa, en varias ocasiones se ha detenido respirar el aroma a pan recién horneado… Los humanos no se dan cuenta que viven en un paraíso. ¿Será por eso que caminan deprisa y tristes? ¿Estarán malditos? Arethusa curva sus labios en una exagerada mueca de duda; lo hace siempre que necesita pensar en sus propias ideas. Finalmente, llega a la conclusión que es posible que estén malditos. No puede haber otra razón por la que los humanos solo usen los balcones para despolvar los manteles.
Un humano le da un empujón con la mano para apartarla del camino. Arethusa se enfada con él y le dedica una burla sacándole la lengua a su espalda. El humano no se da cuenta y sigue su rápido y triste camino.
-La gente de aquí es muy aburrida- acompaña sus palabras con un larga soplido.
¿Qué harán los humanos para divertirse? No pueden estar tristes todo el día. De alguna forma u otra, los habitantes de Luna-Se-Sienta han de pasarlo bien. Pero, ¿cómo? Subirse a los balcones y contemplar la vista desde las alturas queda descartado. ¿Y si en lugar de subir, los humanos se divierten bajando? Arethusa se fija que una casa tiene una enorme puerta de madera en el suelo que lleva a una enorme sala construida bajo de tierra. ¡Bajo tierra! Cuando se lo cuente a Eámanë no se lo podrá creer. ¡Los humanos pueden construir salones bajo tierra! Ni siquiera Arethusa, que lo está viendo, se lo puede creer.
La elfa decide entrar al gran salón de la casa bajo tierra. Al fondo hay un escenario donde una mujer con una vestido vaporoso baila la canción que toca el hombre de su lado con una lira, enfrente del escenario está repleto de mesas y sillas donde unos humanos ríen y hacen entrechocar sus jarras (¡se divierten bajo tierra!) y a un lado del gran salón se encuentra una larga barra donde un joven hombre con vestido elegante le hace señales con la mano a Arethusa para que se acerque.
-Bienvenida a la Taberna de los Muertos, ¿eres nueva en la ciudad?-
-¡¿Cómo lo has sabido?!-
El chico señala con la cabeza las orejas puntiagudas que asoman del cabello de Arethusa. Ella se las intenta tapar con las manos.
-Eso es trampa-
-No es trampa, se llama ser observado.- el chico coge una jarra de la barra y la limpia con un trapo de color gris- Y hablando de cosas que observo: eres demasiado pequeña un lugar cómo éste. ¿Ves esos tipos?- señala con el trapo a los hombres que están en las mesas- Te comerán viva-.
Arethusa retrocede un paso asustada.
-Solo bromeo.- el chico levanta las dos manos y se ríe- No te harán nada- hay unos segundos de silencio que Arethusa aprovecha para recuperar el paso que antes había dado atrás- Me has caído bien- el chico llena la jarra que estaba limpiando con una bebida de color amarilla y mucha espuma- La primera invita la casa- le deja la jarra en las manos de Arethusa.
-¿Está bueno?-
-Pruébalo y me dices qué te parece-.
Obedece y le da un sorbo a la bebida que le llena los labios de espuma.
-Está bueno-.
Se sienta en uno de los altos taburetes de la barra (el más alto que encuentra) y se queda viendo cómo baila la chica del escenario mientras da pequeños sorbitos a la bebida espumosa. Así es cómo se divierten los humanos.
Arethusa Lein
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Las tabernas de las grandes ciudades eran algo maravilloso, tugurios mágicos donde las personas dejaban de lado la civilización para dejarse arrastrar durante algunas horas por sus instintos y sus necesidades más egoístas. Los hombres se desinhibían y coqueteaban con las mujeres, el comerciante, el carnicero, el herrero, se volvían al menos durante un rato, unos galanes empedernidos, pellizca traseros y libidinosos. Las damas se atrevían a soltarse el pelo, a bailar levantando sus vestidos y a sentarse en las piernas de los caballeros, ofreciendo todo tipo de placeres.
El alcohol ayudaba mucho, sin duda, pero el artesano no era de beber mucho, menos aún cuando tenía que trabajar, y lo cierto es que las mujeres del lugar no se veían tan hermosas cuando uno estaba sobrio. Para un timador profesional como era Matthew un lugar como ese tenía otro tipo de encanto, era el lugar perfecto para dejar a la gente sin un centavo. No para robarles ¡No, no, no! ¡Él no era ningún ratero! Allí había que utilizar estrategias mucho más sutiles, necesitaba de todo su encanto y carisma… En resumidas cuentas: ¡Era el lugar perfecto para apostar!
Muchas veces, cuando Matt ya no tenía mercadería, o si necesitaba recuperar capital rápidamente, recurría a las apuestas en las tabernas, era algo sencillo y efectivo, pero no podía abusar de semejante técnica, ya que nadie era tan tonto como para ponerse a apostar en serio contra alguien que tenía la fama de nunca perder.
-Vamos, vamos, caballeros ¡La noche es joven! – Dijo Matthew mientras mezclaba las cartas. Sus compañeros de juego eran un humano grande y bastante peludo que hacía dudar si no era mitad bestia, el artesano se había aguantado todo el día las ganas de preguntarle, y el otro era un joven pequeño y algo escuálido que temblaba del miedo de solo imaginar cómo le explicaría a su padre que había perdido todo el dinero de la recaudación del día – Tengo el presentimiento de que en la siguiente mano la suerte les sonreirá.
Ambos lo miraban fijamente, uno rechinando los dientes por el odio, el otro con los ojos a punto de soltar un mar de lágrimas, Matt seguía allí sentado, indiferente mientras contaba las monedas que había ganado en la última mano. El hombre tenía mucha experiencia en eso y sabia que dentro de poco llegaría el momento de retirarse, la paciencia de sus adversarios, sobre todo del más grande, no duraría mucho más.
-Espero sepan disculparme, pero esta tendrá que ser la última ronda, tengo asuntos importantes que atender del otro lado de la ciudad – Empezó a repartir las cartas rápidamente mientras hablaba para no darles mucho tiempo a que pensaran – No se preocupen, amigos míos, estoy seguro de que esta vez tendrán la mejor mano….
El discurso de Matt fue interrumpido por un fuerte puñetazo que fue a parar sobre la mesa, el hombre más fornido tiro sus cartas para que todos las vieran, mostrando una mano en verdad horrible.
-¿Otra vez estas cartas? ¡Debes pensar que soy un idiota si crees que me quedaré aquí sentado viendo como por cuarta vez me tocan los mismos números de mierda! ¡Eres un maldito tramposo! – Lo acuso mientras golpeaba dos veces más a la desvencijada mesa. La música del lugar paro de repente, y los residentes que no estaban tirados, producto del alcohol, se quedaron callados mirando la escena – Y vas a devolverme el dinero…
-Señor mío – Dijo lentamente Matt, manteniendo la calma – No puede culparme por tener una mala mano, yo mismo perdí varias veces en lo que llevamos de la partida y no por eso me puse a hacer un berrinche – Hablaba muy serio y levantaba una sola ceja para darse aires de seguridad – Si lo que le preocupa es perder más dinero, puede retirarse, de verdad, en general no se permite que alguien se retire en mitad del juego, pero prefiero eso antes que seguir recibiendo insultos de su parte…- Sonaba tan convincente que el grandote comenzó a dudar – De verdad, no soy tan ruin como para obligarlo a quedarse, retírese buen hombre…
-Emmm yo… - Al parecer no se esperaba eso, se quedó pensando en lo que Matt le había dicho, y el enojo dio lugar a la duda – ¡Intentas confundirme!
-Y usted insiste en insultarme, su actitud comienza a irritarme, Señor, hágase un favor y regrese por donde vino – El artesano se cruzo de brazos y lo miro con mucha desaprobación y reproche, logrando incluso que algunas de las personas del bar lo acompañaran en su enojo, ¡Esa era la magia de ser un charlatán!
El alcohol ayudaba mucho, sin duda, pero el artesano no era de beber mucho, menos aún cuando tenía que trabajar, y lo cierto es que las mujeres del lugar no se veían tan hermosas cuando uno estaba sobrio. Para un timador profesional como era Matthew un lugar como ese tenía otro tipo de encanto, era el lugar perfecto para dejar a la gente sin un centavo. No para robarles ¡No, no, no! ¡Él no era ningún ratero! Allí había que utilizar estrategias mucho más sutiles, necesitaba de todo su encanto y carisma… En resumidas cuentas: ¡Era el lugar perfecto para apostar!
Muchas veces, cuando Matt ya no tenía mercadería, o si necesitaba recuperar capital rápidamente, recurría a las apuestas en las tabernas, era algo sencillo y efectivo, pero no podía abusar de semejante técnica, ya que nadie era tan tonto como para ponerse a apostar en serio contra alguien que tenía la fama de nunca perder.
-Vamos, vamos, caballeros ¡La noche es joven! – Dijo Matthew mientras mezclaba las cartas. Sus compañeros de juego eran un humano grande y bastante peludo que hacía dudar si no era mitad bestia, el artesano se había aguantado todo el día las ganas de preguntarle, y el otro era un joven pequeño y algo escuálido que temblaba del miedo de solo imaginar cómo le explicaría a su padre que había perdido todo el dinero de la recaudación del día – Tengo el presentimiento de que en la siguiente mano la suerte les sonreirá.
Ambos lo miraban fijamente, uno rechinando los dientes por el odio, el otro con los ojos a punto de soltar un mar de lágrimas, Matt seguía allí sentado, indiferente mientras contaba las monedas que había ganado en la última mano. El hombre tenía mucha experiencia en eso y sabia que dentro de poco llegaría el momento de retirarse, la paciencia de sus adversarios, sobre todo del más grande, no duraría mucho más.
-Espero sepan disculparme, pero esta tendrá que ser la última ronda, tengo asuntos importantes que atender del otro lado de la ciudad – Empezó a repartir las cartas rápidamente mientras hablaba para no darles mucho tiempo a que pensaran – No se preocupen, amigos míos, estoy seguro de que esta vez tendrán la mejor mano….
El discurso de Matt fue interrumpido por un fuerte puñetazo que fue a parar sobre la mesa, el hombre más fornido tiro sus cartas para que todos las vieran, mostrando una mano en verdad horrible.
-¿Otra vez estas cartas? ¡Debes pensar que soy un idiota si crees que me quedaré aquí sentado viendo como por cuarta vez me tocan los mismos números de mierda! ¡Eres un maldito tramposo! – Lo acuso mientras golpeaba dos veces más a la desvencijada mesa. La música del lugar paro de repente, y los residentes que no estaban tirados, producto del alcohol, se quedaron callados mirando la escena – Y vas a devolverme el dinero…
-Señor mío – Dijo lentamente Matt, manteniendo la calma – No puede culparme por tener una mala mano, yo mismo perdí varias veces en lo que llevamos de la partida y no por eso me puse a hacer un berrinche – Hablaba muy serio y levantaba una sola ceja para darse aires de seguridad – Si lo que le preocupa es perder más dinero, puede retirarse, de verdad, en general no se permite que alguien se retire en mitad del juego, pero prefiero eso antes que seguir recibiendo insultos de su parte…- Sonaba tan convincente que el grandote comenzó a dudar – De verdad, no soy tan ruin como para obligarlo a quedarse, retírese buen hombre…
-Emmm yo… - Al parecer no se esperaba eso, se quedó pensando en lo que Matt le había dicho, y el enojo dio lugar a la duda – ¡Intentas confundirme!
-Y usted insiste en insultarme, su actitud comienza a irritarme, Señor, hágase un favor y regrese por donde vino – El artesano se cruzo de brazos y lo miro con mucha desaprobación y reproche, logrando incluso que algunas de las personas del bar lo acompañaran en su enojo, ¡Esa era la magia de ser un charlatán!
Matthew Owens
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
La chica del escenario se va quedando sin rompa. Arethusa se pregunta si entre las diversiones de los humanos se encuentra la de desnudarse a medida que se baile. Sin darse cuenta, inclina ligeramente la cabeza hacia delante para ver a la chica más cerca. No sabe si es por la bebida espumosa que el camarero le ha regalado o porque la bailarina ya no tiene ropa en la parte superior de su cuerpo, pero Arethusa siente que las mejillas le arden. Mira su reflejo en la copa de cristal. No solo las mejillas se han teñido de un ligero color rosado, sino que también la frente y la punta de la nariz. Daba la impresión que había usado un caro maquillaje cuando, en realidad, había salido del hostal con la cara lavada. Arethusa se peina nerviosamente el flequillo para ocultar la frente rosada. Le queda bien aquello que bautiza como “maquillaje de la embriaguez”, sin embargo, por vergüenza, se esconde la frente con un largo flequillo. ¿Y qué hay qué hace con las mejillas y la punta de la nariz? Arethusa es la primera en preguntárselo a la vez que da un sorbo a la bebida. Lleva medio vaso y tiene la cara roja. No puede haber sido solo por el alcohol. Debe de haber algo más…
Al otro lado de la copa de vidrio ve el otro motivo por el que se ha enrojecido. La mujer, la bailarina del escenario, está complementa desnuda. Una fina línea de tela cubre sus pezones y la zona íntima de su entrepierna. Unos humanos, bajos sus pies, se divierten imaginando qué esconde bajo la tela mientras beben sus propias bebidas espumosas. Arethusa siente el mismo calor en las palmas de sus manos que siente en la mejilla. Deja la copa a medio beber en la barra y mira sus manos. ¡Están rojas!
Al darse cuenta de lo que está pasando en su interior, gira de lado el taburete y da la espalda a la chica del escenario. Es muy guapa y baila muy bien, es divertido mirarla pero… ¡No! No puede más de lo que ocultan las telas. ¡Está prohibido! Sin embargo, siente una clase de atracción hacia la chica, no porque piense de la misma manera como lo hacen los hombres que babean a sus pies, sino porque le fascina la idea de que una chica pudiera quedarse desnuda delante de un grupo de desconocidos. Está haciendo algo vergonzoso, mucho más que ponerse roja por el alcohol, y no parece importarle; incluso parece estar disfrutando. Una parte de Arethusa desea ver más a la chica del escenario, otra parte, siente que está haciendo malo y que tiene que marcharse de allí.
Gana la prudencia y la modosidad: Arethusa se queda mirando al lado contrario del escenario; justo a la mesa donde unos hombres juegan a las cartas. ¿Es la misma mesa con la que antes ha bromeado el camarero? No se acuerda. Echa un vistazo a las otras mesas de la sala, están relativamente vacías, como mucho hay dos o una persona en cada una a excepción de la que se queda mirando. Ahora lo recuerda. El hombre grande con tanto pelo en la cara que parece un perro es difícil de olvidar, es el que más miedo da del grupo. Es él quien alza la voz por encima la de sus compañeros. Grita y da un golpe en la mesa molesto por alguna cosa que Arethusa no llega a comprender.
Sujeta los bordes del asiento del taburete y da un pequeño salto con él para acercarse más a la mesa. Arethusa quiere saber de qué están hablando (en realidad quiere seguir viendo a la bailarina y los hombres es solo una excusa. Un clavo quita otro clavo). Más cerca. Todavía está muy lejos para poder entender nada de lo que hablan. Oye algo acerca de unas cartas y unos insultos. ¿Es así como se divierten los humanos, jugando con las cartas e insultándose entre ellos?
Continúa avanzando dando pequeños saltos con el taburete. El hombre con la piel más oscura es el que está hablando. Arethusa está lo suficientemente cerca como para comprender todo lo que dice. ¿Era eso? El hombre peludo le ha hecho enfadar y ahora el de piel oscura está molesto.
Arethusa da otro salto con el taburete. Es innecesario, ya está lo suficientemente cerca como para escuchar la conversación, pero su curiosidad es insaciable y quiere saber más sobre los hombres humanos. ¿A qué huelen, como mueven las manos, qué clase de juegos de cartas tienen…?
Se escucha un crack y unas de las patas del taburete se quiebra dejando caer a la elfa del culo al suelo. Las mejillas, la frente y la punta de la nariz están totalmente rojas por la vergüenza de haberse caído. Mucho más rojas de cómo le había dejado el alcohol.
La elfa se levanta rápidamente, se limpia el trasero de polvo y señala al gigante peludo de forma acusadora.
-Lo he oído todo y quiero que sepas que eres un maleducado. ¡No molestes a nadie! No te han hecho nada malo para que tengas que estar insultando. ¿Cómo quieres que sigan siendo tus amigos si te comportas tan mal con ellos? Eres un maleducado- no habla la elfa, habla el alcohol, la emoción de haber visto a una chica casi-desnudarse y la vergüenza de haberse caído.
Al otro lado de la copa de vidrio ve el otro motivo por el que se ha enrojecido. La mujer, la bailarina del escenario, está complementa desnuda. Una fina línea de tela cubre sus pezones y la zona íntima de su entrepierna. Unos humanos, bajos sus pies, se divierten imaginando qué esconde bajo la tela mientras beben sus propias bebidas espumosas. Arethusa siente el mismo calor en las palmas de sus manos que siente en la mejilla. Deja la copa a medio beber en la barra y mira sus manos. ¡Están rojas!
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Al darse cuenta de lo que está pasando en su interior, gira de lado el taburete y da la espalda a la chica del escenario. Es muy guapa y baila muy bien, es divertido mirarla pero… ¡No! No puede más de lo que ocultan las telas. ¡Está prohibido! Sin embargo, siente una clase de atracción hacia la chica, no porque piense de la misma manera como lo hacen los hombres que babean a sus pies, sino porque le fascina la idea de que una chica pudiera quedarse desnuda delante de un grupo de desconocidos. Está haciendo algo vergonzoso, mucho más que ponerse roja por el alcohol, y no parece importarle; incluso parece estar disfrutando. Una parte de Arethusa desea ver más a la chica del escenario, otra parte, siente que está haciendo malo y que tiene que marcharse de allí.
Gana la prudencia y la modosidad: Arethusa se queda mirando al lado contrario del escenario; justo a la mesa donde unos hombres juegan a las cartas. ¿Es la misma mesa con la que antes ha bromeado el camarero? No se acuerda. Echa un vistazo a las otras mesas de la sala, están relativamente vacías, como mucho hay dos o una persona en cada una a excepción de la que se queda mirando. Ahora lo recuerda. El hombre grande con tanto pelo en la cara que parece un perro es difícil de olvidar, es el que más miedo da del grupo. Es él quien alza la voz por encima la de sus compañeros. Grita y da un golpe en la mesa molesto por alguna cosa que Arethusa no llega a comprender.
Sujeta los bordes del asiento del taburete y da un pequeño salto con él para acercarse más a la mesa. Arethusa quiere saber de qué están hablando (en realidad quiere seguir viendo a la bailarina y los hombres es solo una excusa. Un clavo quita otro clavo). Más cerca. Todavía está muy lejos para poder entender nada de lo que hablan. Oye algo acerca de unas cartas y unos insultos. ¿Es así como se divierten los humanos, jugando con las cartas e insultándose entre ellos?
Continúa avanzando dando pequeños saltos con el taburete. El hombre con la piel más oscura es el que está hablando. Arethusa está lo suficientemente cerca como para comprender todo lo que dice. ¿Era eso? El hombre peludo le ha hecho enfadar y ahora el de piel oscura está molesto.
Arethusa da otro salto con el taburete. Es innecesario, ya está lo suficientemente cerca como para escuchar la conversación, pero su curiosidad es insaciable y quiere saber más sobre los hombres humanos. ¿A qué huelen, como mueven las manos, qué clase de juegos de cartas tienen…?
Se escucha un crack y unas de las patas del taburete se quiebra dejando caer a la elfa del culo al suelo. Las mejillas, la frente y la punta de la nariz están totalmente rojas por la vergüenza de haberse caído. Mucho más rojas de cómo le había dejado el alcohol.
La elfa se levanta rápidamente, se limpia el trasero de polvo y señala al gigante peludo de forma acusadora.
-Lo he oído todo y quiero que sepas que eres un maleducado. ¡No molestes a nadie! No te han hecho nada malo para que tengas que estar insultando. ¿Cómo quieres que sigan siendo tus amigos si te comportas tan mal con ellos? Eres un maleducado- no habla la elfa, habla el alcohol, la emoción de haber visto a una chica casi-desnudarse y la vergüenza de haberse caído.
Arethusa Lein
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Desde hacía ya varios minutos un molesto “tap-tap-tap” se estaba filtrando en la conversación, Matt no lo había notado al comienzo, pues se encontraba muy concentrado intentando convencer a un sujeto enorme de que no estaba enojado con él sino con la injusticia del azar, pero pronto se hizo demasiado evidente que había una elfa acercándose de modo poco sutil. Era muy bajita, la más bajita que había visto de su especie, parecía estar totalmente fuera de su ambiente y además no estar anoticiada de ello.
Cuando la silla se rompió se quedaron mirando no solo los tres hombres que discutían, sino también los de las mesas de alrededor, aunque el interés duro poco, no sería ni la primera ni la última ebria que se cayera en plena taberna. Probablemente todos hubiesen regresado a sus asuntos si la pequeñita no hubiese empezado entonces a gritar acusando al sujeto más grande, el hombre se quedó confundido, sin saber muy bien si responderle o no, en cambio Matthew dejó escapar una carcajada corta y sincera, divertido con la situación.
-¡Jajaja! Oh, esto es muy bueno… - Dijo Matt mientras se quitaba una lágrima por la risa – Es usted una señorita muy valiente por meterse en una pelea para defender a un desconocido, mi honor se lo agradece – Hizo una inclinación con la cabeza a modo de reverencia.
-Yo no… Yo solo… - La indignación se agolpaba en la garganta del hombre, no dejándolo articular un solo argumento coherente – ¡Yo no soy el malo aquí! ¡Este… Este hombre nos timo a ambos! – Entonces se giro hacia el más joven y lo empujo - ¡Anda! ¡Ayudame! ¡Diles que a ti también te estafo!
-Yo no quiero meterme en problemas, no debería haber venido, mi padre siempre me dice que apostar es malo, no entiendo porque lo hice, van a matarme en casa ¡Van a matarme! – El muchacho se levanto de la mesa y se fue corriendo del lugar, dejando a su compañero solo.
-Ains – Suspiro Matt – No es necesario que continuemos con esta discusión, tampoco quiero incomodar a la Señorita – Separo un par de monedas del montón y las deslizo por la mesa hasta que quedaran frente al hombre – Llévese esto, buen hombre, me sabe mal el ver como un padre de familia regresa con los bolsillos vacíos a su casa – Apoyó la mano en el pecho y fingió un gesto de consternación.
No parecía haber argumentos ni pruebas que fueran a revertir la situación, la mayoría de los clientes ya habían regresado a sus actividades, pero los que aún miraban parecían estar de parte de Matthew, nadie saltaría en defensa del enorme sujeto. Pero aún le quedaba algo de orgullo, empujo las monedas hacia el artesano y sin agregar una sola palabra se dio la vuelta, no sin antes fijar una mirada de profundo odio hacia su rival.
-Qué remedio, no se puede ayudar a quien no quiere que lo ayuden – Dijo con absoluto cinismo el timador mientras metía su botín en una bolsa – Mas importante que eso, muero de curiosidad por saber qué hace una pequeña elfa como usted en un antro como este – Una sonrisa de medio lado acompaño el comentario, mientras levantaba una mano para pedir dos tragos – Y también quisiera saber qué la llevo a intervenir en una pelea ajena, no es muy común ver a los de tu raza metidos en asuntos de humano ¿O no? – Dos cervezas aparecieron en la mesa, Matthew agarro una y le ofreció la otra a la chica mientras escuchaba su respuesta.
Cuando la silla se rompió se quedaron mirando no solo los tres hombres que discutían, sino también los de las mesas de alrededor, aunque el interés duro poco, no sería ni la primera ni la última ebria que se cayera en plena taberna. Probablemente todos hubiesen regresado a sus asuntos si la pequeñita no hubiese empezado entonces a gritar acusando al sujeto más grande, el hombre se quedó confundido, sin saber muy bien si responderle o no, en cambio Matthew dejó escapar una carcajada corta y sincera, divertido con la situación.
-¡Jajaja! Oh, esto es muy bueno… - Dijo Matt mientras se quitaba una lágrima por la risa – Es usted una señorita muy valiente por meterse en una pelea para defender a un desconocido, mi honor se lo agradece – Hizo una inclinación con la cabeza a modo de reverencia.
-Yo no… Yo solo… - La indignación se agolpaba en la garganta del hombre, no dejándolo articular un solo argumento coherente – ¡Yo no soy el malo aquí! ¡Este… Este hombre nos timo a ambos! – Entonces se giro hacia el más joven y lo empujo - ¡Anda! ¡Ayudame! ¡Diles que a ti también te estafo!
-Yo no quiero meterme en problemas, no debería haber venido, mi padre siempre me dice que apostar es malo, no entiendo porque lo hice, van a matarme en casa ¡Van a matarme! – El muchacho se levanto de la mesa y se fue corriendo del lugar, dejando a su compañero solo.
-Ains – Suspiro Matt – No es necesario que continuemos con esta discusión, tampoco quiero incomodar a la Señorita – Separo un par de monedas del montón y las deslizo por la mesa hasta que quedaran frente al hombre – Llévese esto, buen hombre, me sabe mal el ver como un padre de familia regresa con los bolsillos vacíos a su casa – Apoyó la mano en el pecho y fingió un gesto de consternación.
No parecía haber argumentos ni pruebas que fueran a revertir la situación, la mayoría de los clientes ya habían regresado a sus actividades, pero los que aún miraban parecían estar de parte de Matthew, nadie saltaría en defensa del enorme sujeto. Pero aún le quedaba algo de orgullo, empujo las monedas hacia el artesano y sin agregar una sola palabra se dio la vuelta, no sin antes fijar una mirada de profundo odio hacia su rival.
-Qué remedio, no se puede ayudar a quien no quiere que lo ayuden – Dijo con absoluto cinismo el timador mientras metía su botín en una bolsa – Mas importante que eso, muero de curiosidad por saber qué hace una pequeña elfa como usted en un antro como este – Una sonrisa de medio lado acompaño el comentario, mientras levantaba una mano para pedir dos tragos – Y también quisiera saber qué la llevo a intervenir en una pelea ajena, no es muy común ver a los de tu raza metidos en asuntos de humano ¿O no? – Dos cervezas aparecieron en la mesa, Matthew agarro una y le ofreció la otra a la chica mientras escuchaba su respuesta.
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Arethusa muestra una sonrisa triunfal cuando el humano de piel negra le da las gracias por haberla defendido. El chico se ríe y le llama valiente por haberle salvado. La se infla, literalmente, en una bocanada de orgullo que hace parecer que tenga más pecho que el que realidad tiene. Nadie comenta nada acerca de la desafortunada caída que acaba de tener. Arethusa lo toma como una buena señal. Si nadie ha dicho nada es porque no es importante. Al menos, no tan importante como hablar de lo valiente que ha sido al saltar a defender a un desconocido.
El hombre más grande habla después del chico de piel oscura. Por su voz parece que está molesta. Señala al chico más joven, si los elfos fueran como los humanos, cosa que no lo son, Arethusa pensaría que ambos tienen la misma edad. El grande arremete contra el joven para que le defienda. Insiste que no es el malo y le grita al joven que lo diga.
La elfa suelta con un lento bufido todo el aire que había cogido al llenarse de orgullo. ¿Por qué no siguen hablando de lo valiente que había sido? El hombre grande continua con sus amenazas y el pequeño lo niega todo; dice que no quiere saber nada. Esto va para largo. Es como si ninguno de los tres hombres quisiera arreglar el problema. Prefieren ignorarlo o acusarse entre ellos mismo como hace el más grande. De donde Arethusa proviene, cuando un grupo de amigos tiene un problema que ninguno sabe resolver, llaman a una sacerdotisa especialidad en solucionar conflictos para que haga de mediadora y ponga un veredicto final al problema. Son las sacerdotisas quienes pueden decir quién es el malo y quién el inocente. Quién es el timador y quién el que grita cosas sin sentido.
Arethusa gira la cabeza de lado a lado. No ve a ninguna sacerdotisa cerca. ¿Acaso piensa que en un perdido bar humano donde una mujer baila semi-desuna puede haber una sacerdotisa que resuelva los problemas? Quizás, por un segundo, el alcohol ha hecho que Arethusa olvide dónde está o, también es posible, que haya buscado a la sacerdotisa por un acto meramente instintivo. Fuera como fuere, la única elfa que hay en el bar es ella. No es una sacerdotisa y, después de la imagen que ha tenido sobre la chica del escenario, probable nunca lo sea. Sin embargo, si alguien tiene que imponer el orden en la discusión; esa debe de ser ella.
Pone una mano en la mesa encima de las monedas que el chico negro ha pasado al más grande en un acto de misericordia. Dedica a una mirada desafiante al grandullón (de no estar bajo los efectos del alcohol jamás le hubiera mirado así). Coge las monedas y se las mete en el bolsillo del pantalón.
-Este es tu castigo por haber hablado mal a tus amigos- habla con la voz seria que escuchó a las sacerdotisas.
El hombre mira con la furia con la que una bestia mira a su contrincante a Arethusa. Ésta le contesta enseñándole la lengua.
-Tienes suerte que no llame a la guardia. En mi aldea, los guerreros hacen castigos mucho más duros que coger unas monedas de la mesa-.
En la mesa del salón se quedan el chico negro y Arethusa. La elfa espera que le diga otra vez lo valiente que es y lo muy agradecido que está por haber hecho el trabajo de una buena sacerdotisa. Lo que hace, al final, es algo un poco diferente. Le pregunta a Arethusa qué es lo que ella hace en el bar y porqué se atrevió a participar en un problema de humanos siendo una elfa (porque me caí del taburete y no se me ocurrió hacer otra cosa).
-Mi hermana me compró un viaje a Lunargenta para que pudiera conocer a los humanos en personas. Nunca había salido de mi aldea hasta hace unas pocas semanas. ¡Está siendo muy divertido! Los humanos son muy raros. De pequeña me contaron un cuento de humanos que decía que la tierra sabía a chocolate porque el roció de la noche lleva pequeñas motas de chocolate y que cuando caen, la tierra absorbe el sabor. ¿Te puedes creer que es mentira? Así con todo. No te puedes hacer una idea de la cantidad de cuentos falsos que tenemos sobre vosotros. Quiero aprender más sobre vosotros. Desmiticar los demás cuentos élficos sobre humanos y crear nuevos cuentos verdaderos con vuestras historias. Por eso vine aquí. Me dijeron que este es el lugar donde se divierten los humanos y creí que es donde encontraría a más de vosotros-.
Para la segunda respuesta, Arethusa se vuelve a inflar, literalmente, de aire con sabor a orgullo
-¡Tuve que hacerlo porque es lo correcto! ¿Aquí no tenéis sacerdotisas que castiguen a los culpables de sus delitos? En mi aldea siempre hay una. Como aquí no hay ninguna otra mujer- la del escenario no cuenta- tuve que intervenir. ¡¿A qué soy una buena sacerdotisa?! De pequeña siempre me pasaba horas observando a las altas mujeres. Aprendí mucho de ellas. No lo hago mal, ¿a que no?-.
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El hombre más grande habla después del chico de piel oscura. Por su voz parece que está molesta. Señala al chico más joven, si los elfos fueran como los humanos, cosa que no lo son, Arethusa pensaría que ambos tienen la misma edad. El grande arremete contra el joven para que le defienda. Insiste que no es el malo y le grita al joven que lo diga.
La elfa suelta con un lento bufido todo el aire que había cogido al llenarse de orgullo. ¿Por qué no siguen hablando de lo valiente que había sido? El hombre grande continua con sus amenazas y el pequeño lo niega todo; dice que no quiere saber nada. Esto va para largo. Es como si ninguno de los tres hombres quisiera arreglar el problema. Prefieren ignorarlo o acusarse entre ellos mismo como hace el más grande. De donde Arethusa proviene, cuando un grupo de amigos tiene un problema que ninguno sabe resolver, llaman a una sacerdotisa especialidad en solucionar conflictos para que haga de mediadora y ponga un veredicto final al problema. Son las sacerdotisas quienes pueden decir quién es el malo y quién el inocente. Quién es el timador y quién el que grita cosas sin sentido.
Arethusa gira la cabeza de lado a lado. No ve a ninguna sacerdotisa cerca. ¿Acaso piensa que en un perdido bar humano donde una mujer baila semi-desuna puede haber una sacerdotisa que resuelva los problemas? Quizás, por un segundo, el alcohol ha hecho que Arethusa olvide dónde está o, también es posible, que haya buscado a la sacerdotisa por un acto meramente instintivo. Fuera como fuere, la única elfa que hay en el bar es ella. No es una sacerdotisa y, después de la imagen que ha tenido sobre la chica del escenario, probable nunca lo sea. Sin embargo, si alguien tiene que imponer el orden en la discusión; esa debe de ser ella.
Pone una mano en la mesa encima de las monedas que el chico negro ha pasado al más grande en un acto de misericordia. Dedica a una mirada desafiante al grandullón (de no estar bajo los efectos del alcohol jamás le hubiera mirado así). Coge las monedas y se las mete en el bolsillo del pantalón.
-Este es tu castigo por haber hablado mal a tus amigos- habla con la voz seria que escuchó a las sacerdotisas.
El hombre mira con la furia con la que una bestia mira a su contrincante a Arethusa. Ésta le contesta enseñándole la lengua.
-Tienes suerte que no llame a la guardia. En mi aldea, los guerreros hacen castigos mucho más duros que coger unas monedas de la mesa-.
En la mesa del salón se quedan el chico negro y Arethusa. La elfa espera que le diga otra vez lo valiente que es y lo muy agradecido que está por haber hecho el trabajo de una buena sacerdotisa. Lo que hace, al final, es algo un poco diferente. Le pregunta a Arethusa qué es lo que ella hace en el bar y porqué se atrevió a participar en un problema de humanos siendo una elfa (porque me caí del taburete y no se me ocurrió hacer otra cosa).
-Mi hermana me compró un viaje a Lunargenta para que pudiera conocer a los humanos en personas. Nunca había salido de mi aldea hasta hace unas pocas semanas. ¡Está siendo muy divertido! Los humanos son muy raros. De pequeña me contaron un cuento de humanos que decía que la tierra sabía a chocolate porque el roció de la noche lleva pequeñas motas de chocolate y que cuando caen, la tierra absorbe el sabor. ¿Te puedes creer que es mentira? Así con todo. No te puedes hacer una idea de la cantidad de cuentos falsos que tenemos sobre vosotros. Quiero aprender más sobre vosotros. Desmiticar los demás cuentos élficos sobre humanos y crear nuevos cuentos verdaderos con vuestras historias. Por eso vine aquí. Me dijeron que este es el lugar donde se divierten los humanos y creí que es donde encontraría a más de vosotros-.
Para la segunda respuesta, Arethusa se vuelve a inflar, literalmente, de aire con sabor a orgullo
-¡Tuve que hacerlo porque es lo correcto! ¿Aquí no tenéis sacerdotisas que castiguen a los culpables de sus delitos? En mi aldea siempre hay una. Como aquí no hay ninguna otra mujer- la del escenario no cuenta- tuve que intervenir. ¡¿A qué soy una buena sacerdotisa?! De pequeña siempre me pasaba horas observando a las altas mujeres. Aprendí mucho de ellas. No lo hago mal, ¿a que no?-.
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Arethusa Lein
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Hacerle un par de preguntas a esa pequeña fue como soltar un torrente de agua sin control, parecía estar llena de ideas y palabras por dentro que empujaban por salir todas a la vez, y que si no las soltaba explotaría. Qué curioso, siempre que había encontrado a un elfo eran mucho más serios y estirados, tal vez la chica era más joven aún de lo que parecía, era como tener a un pequeño corderito en una cueva llena de lobos.
Tal vez era porque el ambiente alegre había contagiado un poco de su jolgorio a Matt, o quizás porque la estafa había salido a pedir de boca. Pero la cuestión es que el artesano estaba de buen humor, incluso dejo pasar el detalle de que la muchacha se llevara una pequeña parte de la ganancia, al fin y al cabo, en cierto modo lo había ayudado a que las cosas salieran bien. Mientras escuchaba el verborrágico discurso de la elfa una sonrisa de medio lado se dibujó en su rostro, aunque hubiese querido interrumpirla de seguro no hubiese podido.
-Sería interesante conocer la historia de cómo comprobo que era mentira lo de la tierra de chocolate – Comentó aun sonriendo de medio lado y levantando una ceja ante la incredulidad que le generaba el discurso de la chica – Si, este es uno de los lugares en que nos divertimos los humanos, eso es cierto. Aunque tenemos muchos otros modos, la mayoría de los cuales incluyen mucho alcohol, comida y… - Le guiño un ojo en señal de complicidad – Usted sabe, las cosas típicas.
Bastaba con que Matt dejara de hablar un segundo para que la elfa comenzara nuevamente con su catarata de palabras, algunos de los ebrios que estaban alrededor la miraban de reojo, sin entender muy bien porque tanta emoción, pero nadie intervenía. Al artesano le resultaba más bien divertido, algo novedoso dentro de un paisaje ya muy conocido.
-Aquí tenemos a los guardias, pero no se meten en cada altercado o pelea que haya en la ciudad, no creo que pudieran dar abasto con tanta gente – Se llevó una mano al mentón mientras pensaba en ello - ¿Cuánta gente cree que vive en esta ciudad, Señorita? Por su modo de hablar me da la impresión de que no es consciente de la masa enorme de gente que se maneja por aquí – Tomo otro trago de su cerveza, siempre daba sorbos pequeños para no embriagarse, o al menos para no hacerlo con tanta velocidad, y comenzaba a sospechar que la alegría que demostraba la joven era en parte producto del alcohol – Hizo usted un trabajo estupendo, ni los guardias de la ciudad lo hubiesen podido hacer mejor.
Se acercó un poco y bajo la voz como para que los demás no lo escucharan, aunque seriamente no creía que nadie estuviera escuchando, pero ya que la chica hablaba en serio sobre todo ese asunto, a Matthew le parecía divertido seguirle el juego.
-De cualquier manera, no le recomiendo que sea tan intrépida, podría meterse en problemas en verdad muy serios – Lo cual era cierto, no siempre tendría tanta suerte – Debe aprender a diferenciar las situaciones favorables de las que no lo son – Volvió a su postura anterior y jugo con su bebida un poco mientras hablaba - ¿Está quedándose en algún lado, Señorita…?
Tal vez era porque el ambiente alegre había contagiado un poco de su jolgorio a Matt, o quizás porque la estafa había salido a pedir de boca. Pero la cuestión es que el artesano estaba de buen humor, incluso dejo pasar el detalle de que la muchacha se llevara una pequeña parte de la ganancia, al fin y al cabo, en cierto modo lo había ayudado a que las cosas salieran bien. Mientras escuchaba el verborrágico discurso de la elfa una sonrisa de medio lado se dibujó en su rostro, aunque hubiese querido interrumpirla de seguro no hubiese podido.
-Sería interesante conocer la historia de cómo comprobo que era mentira lo de la tierra de chocolate – Comentó aun sonriendo de medio lado y levantando una ceja ante la incredulidad que le generaba el discurso de la chica – Si, este es uno de los lugares en que nos divertimos los humanos, eso es cierto. Aunque tenemos muchos otros modos, la mayoría de los cuales incluyen mucho alcohol, comida y… - Le guiño un ojo en señal de complicidad – Usted sabe, las cosas típicas.
Bastaba con que Matt dejara de hablar un segundo para que la elfa comenzara nuevamente con su catarata de palabras, algunos de los ebrios que estaban alrededor la miraban de reojo, sin entender muy bien porque tanta emoción, pero nadie intervenía. Al artesano le resultaba más bien divertido, algo novedoso dentro de un paisaje ya muy conocido.
-Aquí tenemos a los guardias, pero no se meten en cada altercado o pelea que haya en la ciudad, no creo que pudieran dar abasto con tanta gente – Se llevó una mano al mentón mientras pensaba en ello - ¿Cuánta gente cree que vive en esta ciudad, Señorita? Por su modo de hablar me da la impresión de que no es consciente de la masa enorme de gente que se maneja por aquí – Tomo otro trago de su cerveza, siempre daba sorbos pequeños para no embriagarse, o al menos para no hacerlo con tanta velocidad, y comenzaba a sospechar que la alegría que demostraba la joven era en parte producto del alcohol – Hizo usted un trabajo estupendo, ni los guardias de la ciudad lo hubiesen podido hacer mejor.
Se acercó un poco y bajo la voz como para que los demás no lo escucharan, aunque seriamente no creía que nadie estuviera escuchando, pero ya que la chica hablaba en serio sobre todo ese asunto, a Matthew le parecía divertido seguirle el juego.
-De cualquier manera, no le recomiendo que sea tan intrépida, podría meterse en problemas en verdad muy serios – Lo cual era cierto, no siempre tendría tanta suerte – Debe aprender a diferenciar las situaciones favorables de las que no lo son – Volvió a su postura anterior y jugo con su bebida un poco mientras hablaba - ¿Está quedándose en algún lado, Señorita…?
Matthew Owens
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
El chico comete un error garrafal: le pide a Arethusa que le cuente cómo descubrió que la tierra no sabe a chocolate. La historia es muy divertida, digna para ser contada. Si tuviera que resumir la historia en cuatro palabras serían: Fechorías, canciones y nuevos amigos. La mezcla perfecta que, en opinión de la elfa, toda buen cuento necesita tener. Arethusa se humedece los labios para prepararse para contar su historia sobre la tierra de los humanos y el sabor a chocolate. Antes de darse cuenta y de que empiece a contar su primera gran aventura, el chico continúa hablando y dice algo que llama la atención de la elfa: Es la respuesta a la pregunta que se ha hecho al empezar al día y se ha estado repitiendo a cada rato desde que entró en el bar. ¿Cómo se divierten los humanos? Según su nuevo amigo, los humanos se divierten con alcohol, con comida (hasta ahí igual que algunos elfos de su aldea) y con algo que el chico describe con un guiño y una sonrisa que Arethusa no sabría describir. La elfa inclina la cabeza en un gesto vacilante. El guiño le resulta un extraño misterio y las cosas extrañas atraen a la chica.
-¿Qué quieres con lo de “cosas típicas”? ¿Vuestras fiestas y costumbres raciales? ¿O te refieres los a los juegos como el que estabas jugando antes con tus amigos?- coge un puñado de cartas y se sienta en una silla- Me enseñas a jugar, por favor. Los elfos no tenemos estas cosas. Creo que se llaman cartas, ¿verdad? No estoy segura. Ayer fue el primer día que escuché ese nombre porque unos hombres estaban jugando en la calle y uno de ellos dijo: “Saca esa carta, quiero ver que tienes”- pone la voz más grave para imitar la del hombre que conoció ayer. La actuación es esencial para Arethusa- Lo dijo mientras señalaba lo que el otro hombre tenía en las manos. ¿Y qué era lo que tenía? ¡Esto!- coge el tres de picas y selo enseña al chico de piel negra- ¡Esto es lo que el hombre de ayer sujetaba con las dos manos!-
Algo muy curioso que cuenta el chico es que en la ciudad de los humanos no tienen sacerdotisas que pongan orden en las trifulcas sino guardias. A Arethusa le parece extraño que un guardia tenga tanto poder. No entiende que la misma persona que imparta el juicio también sea la que lo ejecuta. En Sandorai, los guardias se limitan a obedecer las órdenes de las sacerdotisas y protegerlas en todo momento. Son verdugos y escolta; pero nunca jueces.
Otra cosa que dice igual de curiosa que la primera (a Arethusa todo lo que dice el humano le parece fascinante) es que la ciudad es enorme. Eso es algo que ella dio cuenta el primer dio que pisó la tierra humana que, definitivamente, no tiene sabor a chocolate. Nunca antes había visto un lugar donde había tanta gente viviendo a la vez. Si pensaba que era muchos en su casa del árbol (su hermana Eámanë, el marido de su hermana y ella), dejó atrás la idea en cuanto vio los edificios de los humanos. Son enormes, y en cada uno de ellos habita por lo menos medio centenar de humanos. Es extraordinario. El chico de piel negra parece tan impresionado al hablar sobre el tema como Arethusa al escucharlo.
Y por fin llega la última felicitación por parte del chico a su trabajo provisional de sacerdotisa. Arethusa se da unos golpecitos en el pecho con la carta del tres de picas mientras inclina ligeramente la cabeza hacia el techo en un gesto que parece decir: “Es que soy la mejor de las mejores”.
-Improviso sobre la marcha. Quiero conocer todos vuestros hogares, así que cada día intento quedarme en un hostal diferente. Mi hermana no me dio mucho dinero, pero aquí hay muchas casas donde la conocen y saben que tengo que ir. A veces siento como si mi hermana me estuviera vigilando desde Sandorai. Es un poco incómodo, pero así estoy segura de que no me perderé entre en la ciudad. ¡Tú lo has dicho! Luna-se-sienta es enorme- después de varios días viviendo en la ciudad de los humanos, sigue sin saber pronunciar bien su nombre.
-¿Qué quieres con lo de “cosas típicas”? ¿Vuestras fiestas y costumbres raciales? ¿O te refieres los a los juegos como el que estabas jugando antes con tus amigos?- coge un puñado de cartas y se sienta en una silla- Me enseñas a jugar, por favor. Los elfos no tenemos estas cosas. Creo que se llaman cartas, ¿verdad? No estoy segura. Ayer fue el primer día que escuché ese nombre porque unos hombres estaban jugando en la calle y uno de ellos dijo: “Saca esa carta, quiero ver que tienes”- pone la voz más grave para imitar la del hombre que conoció ayer. La actuación es esencial para Arethusa- Lo dijo mientras señalaba lo que el otro hombre tenía en las manos. ¿Y qué era lo que tenía? ¡Esto!- coge el tres de picas y selo enseña al chico de piel negra- ¡Esto es lo que el hombre de ayer sujetaba con las dos manos!-
Algo muy curioso que cuenta el chico es que en la ciudad de los humanos no tienen sacerdotisas que pongan orden en las trifulcas sino guardias. A Arethusa le parece extraño que un guardia tenga tanto poder. No entiende que la misma persona que imparta el juicio también sea la que lo ejecuta. En Sandorai, los guardias se limitan a obedecer las órdenes de las sacerdotisas y protegerlas en todo momento. Son verdugos y escolta; pero nunca jueces.
Otra cosa que dice igual de curiosa que la primera (a Arethusa todo lo que dice el humano le parece fascinante) es que la ciudad es enorme. Eso es algo que ella dio cuenta el primer dio que pisó la tierra humana que, definitivamente, no tiene sabor a chocolate. Nunca antes había visto un lugar donde había tanta gente viviendo a la vez. Si pensaba que era muchos en su casa del árbol (su hermana Eámanë, el marido de su hermana y ella), dejó atrás la idea en cuanto vio los edificios de los humanos. Son enormes, y en cada uno de ellos habita por lo menos medio centenar de humanos. Es extraordinario. El chico de piel negra parece tan impresionado al hablar sobre el tema como Arethusa al escucharlo.
Y por fin llega la última felicitación por parte del chico a su trabajo provisional de sacerdotisa. Arethusa se da unos golpecitos en el pecho con la carta del tres de picas mientras inclina ligeramente la cabeza hacia el techo en un gesto que parece decir: “Es que soy la mejor de las mejores”.
-Improviso sobre la marcha. Quiero conocer todos vuestros hogares, así que cada día intento quedarme en un hostal diferente. Mi hermana no me dio mucho dinero, pero aquí hay muchas casas donde la conocen y saben que tengo que ir. A veces siento como si mi hermana me estuviera vigilando desde Sandorai. Es un poco incómodo, pero así estoy segura de que no me perderé entre en la ciudad. ¡Tú lo has dicho! Luna-se-sienta es enorme- después de varios días viviendo en la ciudad de los humanos, sigue sin saber pronunciar bien su nombre.
Arethusa Lein
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Una idea comenzaba a formarse en la mente de Matt, sonrió durante un fugaz segundo al imaginar las miles de oportunidades que se abrían ante él, y todo gracias a un encuentro casual en un bar de mala muerte. Esta muchacha era increíblemente ingenua, era como una piedra en bruto, un metal recién sacado de la mina, si se lo cuidaba y se lo pulía adecuadamente podía volverse una pieza de invaluable valor. Pero había que ir con cuidado, porque una palabra equivocada podía hacer que se arruinara todo.
-No sé si las cartas le gustarán, creo que se aburrirá en cuanto este escuchando las reglas, tiene muchas y son muy complicadas de explicar – Dijo con amabilidad Matt mientras juntaba el mazo, en realidad estaba seguro que alguien con una capacidad casi nula para mentir no podría jamás jugar a las cartas – Hay muchas otras actividades humanas que le resultarán entretenidas, créame, no hay porque apurarse, le enseñaré todo lo que necesita saber.
La muchacha del escenario ya casi había terminado su show, pero Matt apenas y si se había dado cuenta que estaba allí, ya había visto su presentación varias veces y no era precisamente la culmine de la originalidad. Podía decirse que el artesano era un sujeto que se aburría rápidamente de todo, y que era difícil poder mover su deseo hacia alguna cosa que no fuera un timo, o algún tipo de robo, eran de las pocas cosas que le hacían latir su gastado corazón.
-No es necesario que visite todos los lugares, sinceramente, son todos más o menos parecidos, perderá su tiempo y su dinero si va de aquí para allá, pero – Levanto un dedo como para poner una pausa antes de que la chica comenzara con una nueva cascada de palabras – Si hay una cosa en particular que quiera conocer no dude en decírmelo, la acompañaré para que sacie así su curiosidad.
De un trago termino lo que le quedaba de bebida, limpiándose la boca luego con un pañuelo que llevaba en el bolsillo. La elfa le había proporcionado casi todos los datos que necesitaba, le había dicho que no llevaba dinero, que estaba sola y que estaba totalmente perdida en ese nuevo mundo, al parecer la suerte en verdad estaba con él esa noche, y no como en las cartas que había sido simple trampa.
-Dejeme decirle que veo mucho potencial en usted, Señorita… - Se detuvo como si estuviera pensando en ello – Acabo de notar que aún siquiera nos presentamos adecuadamente – Extendió la mano para agarrar la de la elfa – Mi nombre es Matthew Owens, y estoy en verdad muy agradecido con usted, déjeme por favor recompensarla de alguna manera, o devolverle el favor.
A medida que pasaban las horas el lugar se iba llenando más y más, las personas comenzaban a hablar en tono más alto, probablemente producto del alcohol que embotaba sus cerebros. El instinto de Matt le decía que en cualquier momento alguien comenzaría una pelea con algún otro por algún motivo estúpido aleatorio. No creía que eso fuera bueno para la chica, quizás hasta querría meterse, lo cual no era beneficioso para su plan.
-Si le parece bien, podría mostrarle un sitio mucho más interesante que este, y con compañía más agradable – Se acercó para susurrarle – Chicas mucho más lindas que la que estaba en el escenario – Si, había notado los avergonzados gestos que la chica había dirigido al escenario.
-No sé si las cartas le gustarán, creo que se aburrirá en cuanto este escuchando las reglas, tiene muchas y son muy complicadas de explicar – Dijo con amabilidad Matt mientras juntaba el mazo, en realidad estaba seguro que alguien con una capacidad casi nula para mentir no podría jamás jugar a las cartas – Hay muchas otras actividades humanas que le resultarán entretenidas, créame, no hay porque apurarse, le enseñaré todo lo que necesita saber.
La muchacha del escenario ya casi había terminado su show, pero Matt apenas y si se había dado cuenta que estaba allí, ya había visto su presentación varias veces y no era precisamente la culmine de la originalidad. Podía decirse que el artesano era un sujeto que se aburría rápidamente de todo, y que era difícil poder mover su deseo hacia alguna cosa que no fuera un timo, o algún tipo de robo, eran de las pocas cosas que le hacían latir su gastado corazón.
-No es necesario que visite todos los lugares, sinceramente, son todos más o menos parecidos, perderá su tiempo y su dinero si va de aquí para allá, pero – Levanto un dedo como para poner una pausa antes de que la chica comenzara con una nueva cascada de palabras – Si hay una cosa en particular que quiera conocer no dude en decírmelo, la acompañaré para que sacie así su curiosidad.
De un trago termino lo que le quedaba de bebida, limpiándose la boca luego con un pañuelo que llevaba en el bolsillo. La elfa le había proporcionado casi todos los datos que necesitaba, le había dicho que no llevaba dinero, que estaba sola y que estaba totalmente perdida en ese nuevo mundo, al parecer la suerte en verdad estaba con él esa noche, y no como en las cartas que había sido simple trampa.
- Ropa de Matt:
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-Dejeme decirle que veo mucho potencial en usted, Señorita… - Se detuvo como si estuviera pensando en ello – Acabo de notar que aún siquiera nos presentamos adecuadamente – Extendió la mano para agarrar la de la elfa – Mi nombre es Matthew Owens, y estoy en verdad muy agradecido con usted, déjeme por favor recompensarla de alguna manera, o devolverle el favor.
A medida que pasaban las horas el lugar se iba llenando más y más, las personas comenzaban a hablar en tono más alto, probablemente producto del alcohol que embotaba sus cerebros. El instinto de Matt le decía que en cualquier momento alguien comenzaría una pelea con algún otro por algún motivo estúpido aleatorio. No creía que eso fuera bueno para la chica, quizás hasta querría meterse, lo cual no era beneficioso para su plan.
-Si le parece bien, podría mostrarle un sitio mucho más interesante que este, y con compañía más agradable – Se acercó para susurrarle – Chicas mucho más lindas que la que estaba en el escenario – Si, había notado los avergonzados gestos que la chica había dirigido al escenario.
Matthew Owens
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Baja la cabeza desilusionada al nivel del vientre del chico. Por lo visto, hoy no es el día en el que aprenderá a jugar con las cartas. Entiende que las reglas son numerosas y complicadas, pero no le importa perder tiempo escuchándolas en silencio. Eso es bueno, según dice el chico, puede utilizar todo el tiempo que perdería escuchando las normas para aprender otros buenos juegos de los humanos. Sin embargo, Arethusa no puede evitar sentirse un tanto disgustado. Aunque el chico tenga razón con las aburridas normas. Ella quiere (quería) aprender a jugar a las cartas. Las ha visto en las manos de muchos humanos y sigue sin entender, a ciencia exacta, qué es lo que son y cómo se juega con ellas.
Con la mirada perdida en el pecho de su amigo, deja la carta que había cogido como muestra junto con todas las demás. “Otra vez será”.
El chico no solo habla de los muchos entretenimientos que tienen los humanos, también cuenta que hay lugares que no merece la pena conocer. Dice que todos son muy parecidos, son tan aburridos como las muchas normas de los juegos de cartas.
Arethusa piensa en el consejo que le da el chico y recuerda los otros bares parecidos a éste que ha visto en la ciudad. Se da cuenta que el chico tiene razón, todos olían de una manera muy similar a la que huele en el que está hora. No es un olor desagradable, al contrario. Es un olor a limpio. Se nota que, cada día, los dueños de los bares limpian sus locales a conciencia. Sin embargo, hay algo en ese olor que a la elfa le resulta peculiar. No son los diferentes productos de limpieza que los humanos utilizan, aunque podría ser ya que, fue en Lunargenta (Luna-se-sienta), donde aprendió que se podía utilizar diferentes pociones y aguas de colores para dar un mejor aroma al suelo. “Esencia de limón, fragancia a bosque…” Los nombres de los jabones de limpieza de suelos son de lo más ridículos. Pero no, no es esa la peculiaridad de los bares. Es algo más profundo. Es como si el aroma de los bares escondiera un recuerdo en forma de olor desconocido que indicase que ahí ha pasado algo malo. ¿Más malo que una mujer desnudándose mientras baila? Tal vez sí, mucho más malo. Una forma de entretenimiento humano que Arethusa no quiere descubrir: Alcohol, peleas, violencia…. La elfa piensa en ese entretenimiento y en el olor de dos personas pegándose: “Huele como los recuerdos que quiero olvidar, huele como papá”.
Arethusa consigue levantar la cabeza a los ojos del chico cuando, finalmente, dice su nombre: Matthew Owes. Vuelve a agradecer, una vez más, el valeroso acto de valentía de la chica. Ella, se rasca la nuca con el brazo izquierdo y sonríe.
-No ha sido nada, cualquiera habría hecho lo mismo que yo. ¡De verdad! No tienes que agradecer nada. - Eso es lo que dice por mera cortesía, por dentro, se muere por recibir el regalo de Matthew.
Está tan concentrada recordando cómo había salvado a Matthew que no se da cuenta que ella no se había presentado. Las mejillas de la elfa se tiñen inmediatamente de rojo; si ya estaban rojas a causa del poco alcohol que ha bebido, ahora lo están mucho más.
Lleva la mano que ha usado para fingir rascarse el cuello y así quitarle importancia a su gesto de heroicidad a la cintura. Se pone tan firme como un poste erguido y, con voz dulce y decidida, vuelve a hablar para presentarse.
-Yo soy Arethusa Lein. En élfico antiguo, mi nombre significaba algo, pero lo he olvidado. En mi aldea utilizamos un dialecto del élfico más moderno del que utilizaban los viejos druidas hace un porrón de años. Las sacerdotisas sí conocen bien el élfico antiguo, ellas sabrán lo que significa Arethusa. Mi hermana dice que significa: “Bicho que nunca calla”. Pero, yo no le hago caso. Lo hace para molestarme, ¿sabes?-
Se da cuenta que está hablando más de la cuenta (bicho que nunca calla). Se tapa la boca con las dos manos y deja que Matthew Owens continúe con lo que estaba diciendo. Lo último que ha dicho es que quiere recompensar a Arethusa por su gran acto de heroicidad. Recompensa es el equivalente humano para los regalos y la elfa le encantan los regalos. Deja que Matthew siga hablando y se explique mejor.
Arethusa se siente terriblemente avergonzada cuando escucha la última frase de Matthew. No puede evitar pensar en su hermana y qué es lo que opinaría de ella si se entera que había viso una mujer casi desnuda bailar en un bar humano. Papá sería peor; pero Arethusa mueve la cabeza violentamente como si estuviera diciendo “no” muchas veces para evitar pensar en su padre.
-Yo no quería mirarla, no sé porque lo dice.- agacha su cabeza hacia el suelo- No se lo digas a nadie. Si mi hermana mayor se entera me mata.- miente, eso piensa que es lo que haría su padre no su hermana, pero Arethusa no quiere hablar de él. - Me gustó ver a la chica bailar, pero esas cosas están prohibidas para las sacerdotisas. Mi mamá hubiera querido que fuera sacerdotisa.- no habla nunca de su madre, es tan doloroso como hablar de su padre. - Podemos ir… me gustaría ir… pero… ¿me guardarás el secreto? No lo tiene que saber nadie-.
Con la mirada perdida en el pecho de su amigo, deja la carta que había cogido como muestra junto con todas las demás. “Otra vez será”.
El chico no solo habla de los muchos entretenimientos que tienen los humanos, también cuenta que hay lugares que no merece la pena conocer. Dice que todos son muy parecidos, son tan aburridos como las muchas normas de los juegos de cartas.
Arethusa piensa en el consejo que le da el chico y recuerda los otros bares parecidos a éste que ha visto en la ciudad. Se da cuenta que el chico tiene razón, todos olían de una manera muy similar a la que huele en el que está hora. No es un olor desagradable, al contrario. Es un olor a limpio. Se nota que, cada día, los dueños de los bares limpian sus locales a conciencia. Sin embargo, hay algo en ese olor que a la elfa le resulta peculiar. No son los diferentes productos de limpieza que los humanos utilizan, aunque podría ser ya que, fue en Lunargenta (Luna-se-sienta), donde aprendió que se podía utilizar diferentes pociones y aguas de colores para dar un mejor aroma al suelo. “Esencia de limón, fragancia a bosque…” Los nombres de los jabones de limpieza de suelos son de lo más ridículos. Pero no, no es esa la peculiaridad de los bares. Es algo más profundo. Es como si el aroma de los bares escondiera un recuerdo en forma de olor desconocido que indicase que ahí ha pasado algo malo. ¿Más malo que una mujer desnudándose mientras baila? Tal vez sí, mucho más malo. Una forma de entretenimiento humano que Arethusa no quiere descubrir: Alcohol, peleas, violencia…. La elfa piensa en ese entretenimiento y en el olor de dos personas pegándose: “Huele como los recuerdos que quiero olvidar, huele como papá”.
Arethusa consigue levantar la cabeza a los ojos del chico cuando, finalmente, dice su nombre: Matthew Owes. Vuelve a agradecer, una vez más, el valeroso acto de valentía de la chica. Ella, se rasca la nuca con el brazo izquierdo y sonríe.
-No ha sido nada, cualquiera habría hecho lo mismo que yo. ¡De verdad! No tienes que agradecer nada. - Eso es lo que dice por mera cortesía, por dentro, se muere por recibir el regalo de Matthew.
Está tan concentrada recordando cómo había salvado a Matthew que no se da cuenta que ella no se había presentado. Las mejillas de la elfa se tiñen inmediatamente de rojo; si ya estaban rojas a causa del poco alcohol que ha bebido, ahora lo están mucho más.
Lleva la mano que ha usado para fingir rascarse el cuello y así quitarle importancia a su gesto de heroicidad a la cintura. Se pone tan firme como un poste erguido y, con voz dulce y decidida, vuelve a hablar para presentarse.
-Yo soy Arethusa Lein. En élfico antiguo, mi nombre significaba algo, pero lo he olvidado. En mi aldea utilizamos un dialecto del élfico más moderno del que utilizaban los viejos druidas hace un porrón de años. Las sacerdotisas sí conocen bien el élfico antiguo, ellas sabrán lo que significa Arethusa. Mi hermana dice que significa: “Bicho que nunca calla”. Pero, yo no le hago caso. Lo hace para molestarme, ¿sabes?-
Se da cuenta que está hablando más de la cuenta (bicho que nunca calla). Se tapa la boca con las dos manos y deja que Matthew Owens continúe con lo que estaba diciendo. Lo último que ha dicho es que quiere recompensar a Arethusa por su gran acto de heroicidad. Recompensa es el equivalente humano para los regalos y la elfa le encantan los regalos. Deja que Matthew siga hablando y se explique mejor.
Arethusa se siente terriblemente avergonzada cuando escucha la última frase de Matthew. No puede evitar pensar en su hermana y qué es lo que opinaría de ella si se entera que había viso una mujer casi desnuda bailar en un bar humano. Papá sería peor; pero Arethusa mueve la cabeza violentamente como si estuviera diciendo “no” muchas veces para evitar pensar en su padre.
-Yo no quería mirarla, no sé porque lo dice.- agacha su cabeza hacia el suelo- No se lo digas a nadie. Si mi hermana mayor se entera me mata.- miente, eso piensa que es lo que haría su padre no su hermana, pero Arethusa no quiere hablar de él. - Me gustó ver a la chica bailar, pero esas cosas están prohibidas para las sacerdotisas. Mi mamá hubiera querido que fuera sacerdotisa.- no habla nunca de su madre, es tan doloroso como hablar de su padre. - Podemos ir… me gustaría ir… pero… ¿me guardarás el secreto? No lo tiene que saber nadie-.
Arethusa Lein
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Cuando la muchacha se puso firme y erguida para decir su nombre Matt no puedo evitar pensar “Eso es, esa parte es la que necesito”, no le servía de nada una chica encogida y apenada, llena de dudas y desvaríos. No, todo eso solo la distraía, le quitaba concentración que podía utilizar para objetivos mucho más útiles, de metas que le serían útiles a ella y, lo más importante, a Matthew.
-Estoy seguro que su hermana solo bromeaba con usted, así son ellos, parece que solo existen para irritarnos ¿No es cierto? - Le sonrió con amabilidad y continuo – Aunque debe quererla mucho si se ofreció a pagarle un viaje como este solo para que conozca un poco más de una raza que a los elfos les debe importar bastante poco ¿O me equivoco? ¿Tiene su familia alguna relación con los humanos por algún motivo?
El artesano se imaginaba que su última oración iba a suscitar algún tipo de reacción en Arethusa, pero no se imaginaba que sería tanta la vergüenza que provocaría en ella. Las mejillas se la chica parecían manzanas, por un momento imagino Matt que si se apagaran las luces en ese instante podría verlas brillando en la oscuridad. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo para mantenerse serio y continuar con el papel que se había planteado hacer.
-Oh Señorita Lein, no tiene usted que preocuparse por eso ¡Ahora está entre humanos! Cualquier cosa que haya aprendido con los elfos no se aplica aquí, y cualquier cosa que haga entre humanos se quedara entre nosotros – Le guiño un ojo y sonrió con confianza – Al fin y al cabo este es su viaje para aprender sobre otras culturas ¿No es cierto? ¿Cómo va a aprender más sobre nosotros si sigue conservando las formas de los de su especie? – Le agarra una mano con gesto serio – Lamento si suena atrevido lo que voy a decir, o si me estoy excediendo con mis opiniones, pero creo que debería liberarse usted de esa pesada carga, hasta que no lo haga no podrá vivir con plena intensidad lo que es nuestra cultura – En cuanto termino de decir eso la soltó y extendió los brazos – Y créame, tenemos mucho para ofrecer.
Y casi como si Matthew lo hubiese tenido planeado, unos músicos subieron al pequeño escenario donde antes había estado la bailarina y comenzaron a tocar una canción, provocando que alguno de los clientes se animara a bailar… O al menos a intentarlo, lo cierto es que algunos ya no estaban lo suficientemente sobrios como para poder dar dos pasos sin tropezar. Una pareja choco con la mesa donde estaban sentados el humano y la elfa, tirando al piso todo lo que tenía encima en el proceso. Matt agarró en el aire la bebida de Lein antes de que se hiciera añicos contra el piso, y se la ofreció nuevamente.
-Brindemos por este momento, presiento que será el comienzo de algo bueno – Le paso la jarra y luego se levanto – Bueno, le había prometido mostrarle un lugar más interesante que este, así que pongámonos en marcha.
Encaro entonces hacia la salida, las calles estaban en pleno auge de gente, era sin duda un mar de personas caminando de aquí para allá, ensimismados en sus asuntos, sin prestar atención a lo que los rodeaba, eso era lo que le encantaba de las ciudades a Matt, era como ver bolsas con dinero caminantes. Pero en seguida volvió en sí, no tenía tiempo para eso ahora, y Arethusa no estaba lista para aprender a hacer eso aún, tiempo al tiempo, ya llegaría el momento en que sus finos y delicados dedos de elfo dejarían vacías las bolsas de media ciudad.
-Venga por aquí, Señorita Lein, por favor sígame de cerca para no perderse - ¿A dónde podrían ir? Matthew conocía muchos lugares, había recorrido las calles de esa ciudad miles de veces, y había visitado gran parte de sus negocios. Pero por lo mismo no era bienvenido en todos los sitios, por no decir que de poner un pie en algunos seguramente corría riesgo su vida. Lo mejor sería buscar algo más abierto y concurrido, así que el artesano se desvió hacia una de las plazoletas principales, donde se juntaban algunos puestos con mercancía y, como era de esperarse, también algunos artistas callejeros – Creo que esto podría interesarle…
La animo a acercarse a un circulo de gente, en medio había un grupo de malabaristas realizando su espectáculo mientras las personas alrededor reían a carcajadas y aplaudían, algunos incluso hasta arrojaban algunas monedas.
-Estoy seguro que su hermana solo bromeaba con usted, así son ellos, parece que solo existen para irritarnos ¿No es cierto? - Le sonrió con amabilidad y continuo – Aunque debe quererla mucho si se ofreció a pagarle un viaje como este solo para que conozca un poco más de una raza que a los elfos les debe importar bastante poco ¿O me equivoco? ¿Tiene su familia alguna relación con los humanos por algún motivo?
El artesano se imaginaba que su última oración iba a suscitar algún tipo de reacción en Arethusa, pero no se imaginaba que sería tanta la vergüenza que provocaría en ella. Las mejillas se la chica parecían manzanas, por un momento imagino Matt que si se apagaran las luces en ese instante podría verlas brillando en la oscuridad. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo para mantenerse serio y continuar con el papel que se había planteado hacer.
-Oh Señorita Lein, no tiene usted que preocuparse por eso ¡Ahora está entre humanos! Cualquier cosa que haya aprendido con los elfos no se aplica aquí, y cualquier cosa que haga entre humanos se quedara entre nosotros – Le guiño un ojo y sonrió con confianza – Al fin y al cabo este es su viaje para aprender sobre otras culturas ¿No es cierto? ¿Cómo va a aprender más sobre nosotros si sigue conservando las formas de los de su especie? – Le agarra una mano con gesto serio – Lamento si suena atrevido lo que voy a decir, o si me estoy excediendo con mis opiniones, pero creo que debería liberarse usted de esa pesada carga, hasta que no lo haga no podrá vivir con plena intensidad lo que es nuestra cultura – En cuanto termino de decir eso la soltó y extendió los brazos – Y créame, tenemos mucho para ofrecer.
Y casi como si Matthew lo hubiese tenido planeado, unos músicos subieron al pequeño escenario donde antes había estado la bailarina y comenzaron a tocar una canción, provocando que alguno de los clientes se animara a bailar… O al menos a intentarlo, lo cierto es que algunos ya no estaban lo suficientemente sobrios como para poder dar dos pasos sin tropezar. Una pareja choco con la mesa donde estaban sentados el humano y la elfa, tirando al piso todo lo que tenía encima en el proceso. Matt agarró en el aire la bebida de Lein antes de que se hiciera añicos contra el piso, y se la ofreció nuevamente.
-Brindemos por este momento, presiento que será el comienzo de algo bueno – Le paso la jarra y luego se levanto – Bueno, le había prometido mostrarle un lugar más interesante que este, así que pongámonos en marcha.
Encaro entonces hacia la salida, las calles estaban en pleno auge de gente, era sin duda un mar de personas caminando de aquí para allá, ensimismados en sus asuntos, sin prestar atención a lo que los rodeaba, eso era lo que le encantaba de las ciudades a Matt, era como ver bolsas con dinero caminantes. Pero en seguida volvió en sí, no tenía tiempo para eso ahora, y Arethusa no estaba lista para aprender a hacer eso aún, tiempo al tiempo, ya llegaría el momento en que sus finos y delicados dedos de elfo dejarían vacías las bolsas de media ciudad.
-Venga por aquí, Señorita Lein, por favor sígame de cerca para no perderse - ¿A dónde podrían ir? Matthew conocía muchos lugares, había recorrido las calles de esa ciudad miles de veces, y había visitado gran parte de sus negocios. Pero por lo mismo no era bienvenido en todos los sitios, por no decir que de poner un pie en algunos seguramente corría riesgo su vida. Lo mejor sería buscar algo más abierto y concurrido, así que el artesano se desvió hacia una de las plazoletas principales, donde se juntaban algunos puestos con mercancía y, como era de esperarse, también algunos artistas callejeros – Creo que esto podría interesarle…
La animo a acercarse a un circulo de gente, en medio había un grupo de malabaristas realizando su espectáculo mientras las personas alrededor reían a carcajadas y aplaudían, algunos incluso hasta arrojaban algunas monedas.
Matthew Owens
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
La chica niega con la cabeza. En su rostro se ve una sonrisa de oreja a oreja. Matthew tiene mucha razón. Eámanë tiene que quererla mucho si le ha comprado un viaje a una ciudad que nada tiene que ver con los elfos. Arethusa no tiene familia en Lunargenta (Luna-se-sienta) ni ninguna razón, a parte de la simple curiosidad, que le haya impulsado a viajar a ciudad de los humanos. Eámanë debe quererla mucho. Lo que Matthew no sabe es que Eámanë pagó el viaje de Arethusa con el dinero que guardaba para cuando viniera el bebé. Es muy buena hermana.
-No te equivocas- dice que no y que sí, casi a la vez, con la cabeza. Siempre, con una sonrisa de oreja a oreja.
Matthew le dice a la elfa que no tiene por qué avergonzase de nada. Es tradición, según él, que cuando alguien viaja a una ciudad que no conoce, con personas que no conoce, se debe de comportar como la gente de la ciudad. En otras palabras, está permitido que una elfa se divierta con los humanos.
A Arethusa le es imposible evitar pensar de nuevo en las sacerdotisas de su aldea. Tan blanca y tan pulcras que parecen haber salido de los cuentos de hadas. ¿Algunas de ellas habría visitado la ciudad de los humanos para divertirse como ellos? Esa idea le resulta inimaginable. Si en la aldea apareciese un rumor que dijera que una sacerdotisa había visto descaradamente a una chica que se estaba desnudando delante del público de un bar de humano, esa sacerdotisa podía despedirse de todos los privilegios de su cargo. Seguramente, la marcarían en con hierro candente en la cara y la renegarían de su cargo. Papá dijo una vez que ese castigo le debieron haber implantado a la sacerdotisa que predijo que Arethusa iba a morir antes de nacer. Si no le llegaron a castigar, fue porque la pequeña elfa sí nació muy enferma y estuvo al borde de la muerte. Pero no murió, gracias a los Dioses.
No lo podía creer, Arethusa volvía a estar divagando en sus propios pensamientos. De estar pensando en qué le pasaría a una sacerdotisa si viaja a una ciudad de humanos y vi chicas desnudas, finalizó pensando en su padre. Siempre acaba pensando en su padre. ¿Será un efecto secundario del alcohol? Ha pasado de estar pensando en la nada, literalmente, mientras veía a la chica del escenario; a estar divagando en sus pensamientos y terminar siempre con la imagen de su padre.
La chica que bailaba sin ropa en el escenario del bar ha desaparecido; en su lugar, han subido unos cuantos músicos. Cantan, bailan e incitan a los presentes a que bailen con ellos. Arethusa gira la cabeza confusa hacia Matthew Owens. El chico parece más alto que al principio y le tiende su mano como si la estuviera invitando a… ¿No pretenderá sacarla a bailar? La elfa suspira con un tono aliviado cuando se da cuenta que lo que quiere es brindar. No es que a ella no le guste bailar, le encanta. Lo que pasa es que no confía en sus propias piernas. Es muy posible que, por culpa del alcohol (siempre es culpa del alcohol) pudiera tropezar y caer otra vez como pasó con el taburete.
-¡Sí brindemos: por este momento y por los que vendrán, por vosotros los humanos y por cómo os divertís!- coge la copa casi por obligación; es mala idea beber más alcohol cuando ya está ligeramente contentilla. Se encoge de hombres: “Es gratis”. -¿Y dónde nos vamos? ¡Quiero saberlo! ¿Será más divertido que bailar con los humanos? Esa pareja es muy torpe. Yo les pudiera enseñar a bailar mejor. Eso si no me desmayo por el camino- se pone una mano en la frente y finge caerse- no estoy acostumbrado a los brebajes humanos-.
Al salir del bar la elfa descubre un nuevo día en la ciudad. Parece que a los humanos les cuesta despertar. Cuando entró a la taberna, la ciudad parecía seguir durmiendo, apenas se veía a alguien en sus calles. Ahora están repletas. Arethusa tiene que coger de la mano a Matthew para no perderse entre la multitud son demasiados. Matthew la guía hasta donde hay incluso más personas. Son demasiadas. Desde la altura de la pequeña elfa, solo se ven las espaldas y los traseros de los humanos más grandes.
Llegan a un lugar donde los humanos se quedan parados. Arethusa se pone de puntillas para ver qué es lo que ha frenado el avance de éstos. Son unos hombres con las caras pintadas como si fueran muñecos. Sus cabellos, peinados con forma de conos, están pintados con diferentes colores. Un payaso tiene una cría de cerdo a la que da de comer con un biberón y luego le da un empujón derribándolo unos metros. El cerdito llora y corre hacia el biberón. El payaso abraza al animal y le vuelve de dar de comer. Pero solo durante unos minutos, tiempo después, vuelve a empujarle.
-¡Eso es muy cruel, no debería hacer algo así!-
Otro hombre de cara pintada tiene un caballo con cara de cabra pero sin cuervos, ¿se llaman: llamas? Arethusa no está segura, no conoce los animales del norte. El segundo hombre con cara pintada monta al animal y finge que le derriba, aunque el caballo con cara de cabra esté muy quieto. El hombre d cara pintada le da patadas al animal, se ríe y parece estar bailando al lomos del animal al son de la música que hacen otros hombres de cara pintada. Música que, por cierto, es muy mala. Uno de ellos está tocando un violín; lo hace tan mal que parece que esté pegando al instrumento. Eso no es música, es el llanto del propio violín.
-Esto no me parece divertido- dice la elfa muy seria-¿Qué vamos a hacer? ¿Vamos a enseñarles qué es la música de verdad o vamos a castigarles por estar haciendo daño a los animales? Los hombres de pelo cono no deberían hacer daño a los cerditos ni los otros reírse porque les estén haciendo daño. Si yo fuera sacerdotisa, les castigaría quitándoles monedas como hice con tu amigo de cara peluda-.
-No te equivocas- dice que no y que sí, casi a la vez, con la cabeza. Siempre, con una sonrisa de oreja a oreja.
Matthew le dice a la elfa que no tiene por qué avergonzase de nada. Es tradición, según él, que cuando alguien viaja a una ciudad que no conoce, con personas que no conoce, se debe de comportar como la gente de la ciudad. En otras palabras, está permitido que una elfa se divierta con los humanos.
A Arethusa le es imposible evitar pensar de nuevo en las sacerdotisas de su aldea. Tan blanca y tan pulcras que parecen haber salido de los cuentos de hadas. ¿Algunas de ellas habría visitado la ciudad de los humanos para divertirse como ellos? Esa idea le resulta inimaginable. Si en la aldea apareciese un rumor que dijera que una sacerdotisa había visto descaradamente a una chica que se estaba desnudando delante del público de un bar de humano, esa sacerdotisa podía despedirse de todos los privilegios de su cargo. Seguramente, la marcarían en con hierro candente en la cara y la renegarían de su cargo. Papá dijo una vez que ese castigo le debieron haber implantado a la sacerdotisa que predijo que Arethusa iba a morir antes de nacer. Si no le llegaron a castigar, fue porque la pequeña elfa sí nació muy enferma y estuvo al borde de la muerte. Pero no murió, gracias a los Dioses.
No lo podía creer, Arethusa volvía a estar divagando en sus propios pensamientos. De estar pensando en qué le pasaría a una sacerdotisa si viaja a una ciudad de humanos y vi chicas desnudas, finalizó pensando en su padre. Siempre acaba pensando en su padre. ¿Será un efecto secundario del alcohol? Ha pasado de estar pensando en la nada, literalmente, mientras veía a la chica del escenario; a estar divagando en sus pensamientos y terminar siempre con la imagen de su padre.
La chica que bailaba sin ropa en el escenario del bar ha desaparecido; en su lugar, han subido unos cuantos músicos. Cantan, bailan e incitan a los presentes a que bailen con ellos. Arethusa gira la cabeza confusa hacia Matthew Owens. El chico parece más alto que al principio y le tiende su mano como si la estuviera invitando a… ¿No pretenderá sacarla a bailar? La elfa suspira con un tono aliviado cuando se da cuenta que lo que quiere es brindar. No es que a ella no le guste bailar, le encanta. Lo que pasa es que no confía en sus propias piernas. Es muy posible que, por culpa del alcohol (siempre es culpa del alcohol) pudiera tropezar y caer otra vez como pasó con el taburete.
-¡Sí brindemos: por este momento y por los que vendrán, por vosotros los humanos y por cómo os divertís!- coge la copa casi por obligación; es mala idea beber más alcohol cuando ya está ligeramente contentilla. Se encoge de hombres: “Es gratis”. -¿Y dónde nos vamos? ¡Quiero saberlo! ¿Será más divertido que bailar con los humanos? Esa pareja es muy torpe. Yo les pudiera enseñar a bailar mejor. Eso si no me desmayo por el camino- se pone una mano en la frente y finge caerse- no estoy acostumbrado a los brebajes humanos-.
Al salir del bar la elfa descubre un nuevo día en la ciudad. Parece que a los humanos les cuesta despertar. Cuando entró a la taberna, la ciudad parecía seguir durmiendo, apenas se veía a alguien en sus calles. Ahora están repletas. Arethusa tiene que coger de la mano a Matthew para no perderse entre la multitud son demasiados. Matthew la guía hasta donde hay incluso más personas. Son demasiadas. Desde la altura de la pequeña elfa, solo se ven las espaldas y los traseros de los humanos más grandes.
Llegan a un lugar donde los humanos se quedan parados. Arethusa se pone de puntillas para ver qué es lo que ha frenado el avance de éstos. Son unos hombres con las caras pintadas como si fueran muñecos. Sus cabellos, peinados con forma de conos, están pintados con diferentes colores. Un payaso tiene una cría de cerdo a la que da de comer con un biberón y luego le da un empujón derribándolo unos metros. El cerdito llora y corre hacia el biberón. El payaso abraza al animal y le vuelve de dar de comer. Pero solo durante unos minutos, tiempo después, vuelve a empujarle.
-¡Eso es muy cruel, no debería hacer algo así!-
Otro hombre de cara pintada tiene un caballo con cara de cabra pero sin cuervos, ¿se llaman: llamas? Arethusa no está segura, no conoce los animales del norte. El segundo hombre con cara pintada monta al animal y finge que le derriba, aunque el caballo con cara de cabra esté muy quieto. El hombre d cara pintada le da patadas al animal, se ríe y parece estar bailando al lomos del animal al son de la música que hacen otros hombres de cara pintada. Música que, por cierto, es muy mala. Uno de ellos está tocando un violín; lo hace tan mal que parece que esté pegando al instrumento. Eso no es música, es el llanto del propio violín.
-Esto no me parece divertido- dice la elfa muy seria-¿Qué vamos a hacer? ¿Vamos a enseñarles qué es la música de verdad o vamos a castigarles por estar haciendo daño a los animales? Los hombres de pelo cono no deberían hacer daño a los cerditos ni los otros reírse porque les estén haciendo daño. Si yo fuera sacerdotisa, les castigaría quitándoles monedas como hice con tu amigo de cara peluda-.
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Arethusa Lein
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Si tuviera que describir al espectáculo probablemente el adjetivo que Matt hubiese utilizado sería: Triste. Era por lejos uno de los peores que había visto en la ciudad ¿Por qué toda esa gente se amontonaba alrededor entonces? Al parecer los estándares para aceptar presentaciones en la ciudad había bajado mucho, no había otro modo de explicarlo.
Matthew asintió ante el comentario indignado de la elfa, no podía más que darle la razón, era algo muy cruel, pero lo peor de todo es que ¡No era nada gracioso! Que desperdicio de tiempo, y además de oportunidad, había hecho que retrocediera varios casilleros con Arethusa, y eso era imperdonable.
-Tiene usted razón, no son nada graciosos, y es una verdadera lástima porque deseaba mostrarle algo que valiera la pena – Negó con la cabeza apenado – No tenemos autoridad para castigarlos ¿Recuerda usted lo que le dije? Aquí quienes mandan son los guardias, y evidentemente si estos payasos están aquí es porque se les permitió estar…
Si intentaban detenerlos solo armarían un escándalo, y a Matt no le gustaba llamar la atención, no era buena idea que alguien pudiera reconocerlo. Se quedó contemplando el espectáculo unos segundos más, pero no parecía que fuera a mejorar, de hecho, hasta parecía empeorar, si eso era posible. Uno de los sujetos agarraba al pequeño cerdo como si fuera un bebe, le daba de tomar con la mamadera y se lo mostraba al otro payaso quien hacia caras de susto al ver a un “bebe” tan horrible… Era en verdad penoso.
-No podemos castigarlos, pero si al menos podemos hacer de esto un desastre – Matthew carraspeo un par de veces para modificar un poco su tono, puso ambas manos a los costados de la boca para que sus palabras se escucharan entre todos los presentes - ¿Qué clase de actuación barata es esta? ¿Mmm? ¡Aaaaburrido! ¡Aaaaaburrido! – El ser humano era increíble, sobre todo cuando estaba en grupos grandes, en un momento estaba alegre y divertido, y al siguiente abucheando sin que eso le causara la menor contradicción. El artesano se fue moviendo entre la gente y agregaba comentarios ofensivos hacia la presentación para incitar así a las personas – Y ahora el toque final… - Miro alrededor, había una mujer con algunas verduras en una canasta que había comprado recién en el mercado, Matt solo tomo una y aprovechando el tumulto se la tiró por la cabeza a uno de los payasos.
Era en verdad maravilloso, en cuanto la fruta impacto en el objetivo varios elementos más comenzaron a llover sobre los bufones, quienes se cubrían con los brazos y sus maletas para que no les dieran en puntos vitales. Matthew solo miraba y se reía, hacía años que no hacía algo como eso, desde que era niño y buscaba problemas porque si en las calles, y eso era lo que parecía en ese momento, un jovencito riendo a carcajadas luego de una travesura.
-Jajaja, a eso le llamo yo justicia jajaja – El asustado burro que habían utilizado para el espectáculo había salido corriendo en cuanto las primeras frutas volaron por los aires – ¿Es suficiente castigo, Señorita Lein? – Mientras preguntaba eso sintió algo que pasaba entre sus piernas, cuando bajo la vista vio al pequeño cerdito pasar caminando – Oh, mire a quien tenemos aquí… - Lo agarró de los costados y lo levanto - ¿Qué haremos con este pequeñín?
Matthew asintió ante el comentario indignado de la elfa, no podía más que darle la razón, era algo muy cruel, pero lo peor de todo es que ¡No era nada gracioso! Que desperdicio de tiempo, y además de oportunidad, había hecho que retrocediera varios casilleros con Arethusa, y eso era imperdonable.
-Tiene usted razón, no son nada graciosos, y es una verdadera lástima porque deseaba mostrarle algo que valiera la pena – Negó con la cabeza apenado – No tenemos autoridad para castigarlos ¿Recuerda usted lo que le dije? Aquí quienes mandan son los guardias, y evidentemente si estos payasos están aquí es porque se les permitió estar…
Si intentaban detenerlos solo armarían un escándalo, y a Matt no le gustaba llamar la atención, no era buena idea que alguien pudiera reconocerlo. Se quedó contemplando el espectáculo unos segundos más, pero no parecía que fuera a mejorar, de hecho, hasta parecía empeorar, si eso era posible. Uno de los sujetos agarraba al pequeño cerdo como si fuera un bebe, le daba de tomar con la mamadera y se lo mostraba al otro payaso quien hacia caras de susto al ver a un “bebe” tan horrible… Era en verdad penoso.
-No podemos castigarlos, pero si al menos podemos hacer de esto un desastre – Matthew carraspeo un par de veces para modificar un poco su tono, puso ambas manos a los costados de la boca para que sus palabras se escucharan entre todos los presentes - ¿Qué clase de actuación barata es esta? ¿Mmm? ¡Aaaaburrido! ¡Aaaaaburrido! – El ser humano era increíble, sobre todo cuando estaba en grupos grandes, en un momento estaba alegre y divertido, y al siguiente abucheando sin que eso le causara la menor contradicción. El artesano se fue moviendo entre la gente y agregaba comentarios ofensivos hacia la presentación para incitar así a las personas – Y ahora el toque final… - Miro alrededor, había una mujer con algunas verduras en una canasta que había comprado recién en el mercado, Matt solo tomo una y aprovechando el tumulto se la tiró por la cabeza a uno de los payasos.
Era en verdad maravilloso, en cuanto la fruta impacto en el objetivo varios elementos más comenzaron a llover sobre los bufones, quienes se cubrían con los brazos y sus maletas para que no les dieran en puntos vitales. Matthew solo miraba y se reía, hacía años que no hacía algo como eso, desde que era niño y buscaba problemas porque si en las calles, y eso era lo que parecía en ese momento, un jovencito riendo a carcajadas luego de una travesura.
-Jajaja, a eso le llamo yo justicia jajaja – El asustado burro que habían utilizado para el espectáculo había salido corriendo en cuanto las primeras frutas volaron por los aires – ¿Es suficiente castigo, Señorita Lein? – Mientras preguntaba eso sintió algo que pasaba entre sus piernas, cuando bajo la vista vio al pequeño cerdito pasar caminando – Oh, mire a quien tenemos aquí… - Lo agarró de los costados y lo levanto - ¿Qué haremos con este pequeñín?
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Sus ojos brillan tanto como dos monedas de plata. Se siente emocionada por lo que Matthew acaba de hacer. Se tapa la boca con las dos manos para evitar que se le saliera un gritito de admiración. ¡Matthew Owens increíble! Entre todos los humanos que ha conocido, él es el único que cumple a rajatabla la imagen que la elfa tenía sobre ellos antes de haberlos conocido. En el mundo de Matthew, la tierra sabe a chocolate y los humanos se divierten sin beber alcohol y sin hacer daño a los animales.
Suelta la mano del humano y se encoge entre la multitud para que nadie le descubra. Lo imita: grita palabras de ofensa y rechazo hacia los payasos.
-¡He visto payasos menos aburridos en los santuarios de…!- iba a decir: “de los humanos”, pero llega a taparse la boca antes de desvelar que es una elfa.
Más temprano que tarde, todos los allí presentes gritan como Matthew y Arethusa. ¡Funciona! La elfa no puede evitar sentir una gran admiración por Matthew. No puede creer lo fácil que ha sido cambiar las tornas. ¿Cómo es posible que hayan hecho que los humanos dejen de divertirse viendo a los payasos maltratar animales y que se enfrenten contra ellos con gritos e insultos? Es muy confuso. Ha sido por un grito de Matthew. Dijo que el espectáculo, si es que a aquello se le puede llamar espectáculo, es aburrido y los demás le creyeron pese a haber estado disfrutándolo. Los humanos han de ser muy simples si es que se creen todo lo que se les dice. Aunque, bien pensado, no todos los humanos son iguales. Matthew Owens no es para nada simple. Todo lo contrario, sabe que los otros humanos lo son y aprovecha la ventaja para poder utilizar a otros a su favor.
Arethusa ve a Matthew en medio de la multitud y piensa que quiere ser como él. La elfa está convencida que si consigue aprender los trucos de Matthew, podría enfrentarse a su padre. No sería un enfrentamiento de golpes, como los que a papá le gustan, sería con palabras, igual como los que hace Matthew.
Ladea la cabeza de lado a lado al descubrir que ha vuelto a pensar en papá. No es el momento para ello, nunca lo es. Papá está lejos, en un lugar donde no puede hacerle daño. No debe pensar más en él. No debe hacerlo. Centra su atención en las acciones de Matthew. ¡En eso es lo que debe pensar: en Matthew y nada más!
Ha cogido una verdura del cesto de una mujer y la lanza contra uno de los payasos. Igual que antes, los otros humanos simples imitan sus gestos. Matthew sabe cómo controlar a una gran multitud.
-¡Sí! Esto es suficiente. Así aprenderán a no hacer daño a los animales. No entiendo porque vuestros guardias permitan estos horribles espectáculos. En mi aldea, si un payaso hace daño a un animal solamente para divertir a unos pocos, en seguida tiene una sacerdotisa detrás de él con la vara en alto. La sacerdotisa castigaría tanto al payaso como a los que se divertían con él-.
Arethusa mira a sus pies. El cerdito que usaba uno de los payasos como si fuera un bebé pasa corriendo entre sus piernas; por poco le hace caer de culo. Matthew coge al cerdito y lo sostiene con dulzura.
-No lo sé. Estoy en tu ciudad así que… ¿Qué hacéis los humanos con los cerditos?- Arethusa se hace una idea de lo que hacen los humanos con los lechones- ¡No! Eso no. Sé lo que hacéis y eso no me gusta. ¿Sabes? Hay aldeas de elfos que tienen animales de granja en pequeños cercados bajo los árboles; la mía no tiene animales de granja, pero sé lo que se hace con ellos y no me gusta. Tenemos que dejarlo en libertad. ¡Los animales tienen que estar libres!-
Levanta la cabeza y observa su alrededor. Se da cuenta que el cerdito no es el único animal que los payasos tenían en su horrible espectáculo. ¿Dónde está la llama? Mira hacia la izquierda. No hay nada. Mira hacia la derecha. Tampoco. Mira más allá, donde no hay una dirección precisa para definir hacia dónde apuntan sus ojos. Por fin lo encuentra, un payaso usa al animal de escudo para que no le lleguen los proyectiles de frutas y verduras. El lomo de la llama es el que queda recubierto de manchas de tomate.
-¡Tenemos que hacer algo con él!- dice asustada.
La multitud está cada vez más enfurecida. Matthew los ha controlado muy bien, están dando una buena paliza a los payasos. Algunos han cambiado la fruta por piedras. Los payasos, en especial quien se esconde detrás del animal, se defienden lanzando piedras.
La mujer que queda al lado de Arethusa es herida por una piedra en la pierna. Suelta su cesta de la compra. Los tomates, lechugas y cebollas se desparraman por el suelo. Las hortalizas no tardan en desaparecer, unos hombres las usan como proyectiles. Uno de los payasos que abusaban del cerdo es golpeado con una piedra de en todo el entrecejo. Un hombre, igual que alto que Matthew, es herido en el hombro. Arethusa se da cuenta que se encuentra en una apocalíptica batalla a pedradas.
-Tengo una idea, pero me tienes que cubrir-.
Tan rápida como puede, saca el violín de su funda y empieza a tocar. Pese a ser una canción rápida e improvisada es mucho mejor que la que tocaba uno de los payasos con su violín.
Con la magia de elfa, cura a todos los heridos por las piedras. El hombro que fue herido en el entrecejo, la mujer de la pierna e incluso al payaso.
Arethusa nota el golpe de una piedra en la pierna. No sabe quién se la ha tirado. ¿Un payaso o un simple humano? Antes le ha parecido ver cómo dos humanos, ninguno de ellos sin maquillar, si pegaban a puñetazos. La batalla ya no es solo contra los payasos, es hacia todo el mundo. Baja la cabeza para ver su pierna, todo sin dejar de tocar. El golpe le ha hecho un agujero en los pantalones; está sangrando. A un lado bajo sus pies ve la piedra con la que le han golpeado. Tiene un pico puntiagudo. Le duele, siente ganas de llorar; pero, aun así, sigue tocando para sanar a todos los heridos.
-Ayúdame con el espectáculo. –le dice a Matt casi llorando- Hagamos uno más grande y mejor que el de los payasos. Así dejarán de pegarse.- las lágrimas le salen de los ojos- Con los elfos funciona-.
Uso mi habilidad de nivel 0 que me permite curar con la música del violín.
Suelta la mano del humano y se encoge entre la multitud para que nadie le descubra. Lo imita: grita palabras de ofensa y rechazo hacia los payasos.
-¡He visto payasos menos aburridos en los santuarios de…!- iba a decir: “de los humanos”, pero llega a taparse la boca antes de desvelar que es una elfa.
Más temprano que tarde, todos los allí presentes gritan como Matthew y Arethusa. ¡Funciona! La elfa no puede evitar sentir una gran admiración por Matthew. No puede creer lo fácil que ha sido cambiar las tornas. ¿Cómo es posible que hayan hecho que los humanos dejen de divertirse viendo a los payasos maltratar animales y que se enfrenten contra ellos con gritos e insultos? Es muy confuso. Ha sido por un grito de Matthew. Dijo que el espectáculo, si es que a aquello se le puede llamar espectáculo, es aburrido y los demás le creyeron pese a haber estado disfrutándolo. Los humanos han de ser muy simples si es que se creen todo lo que se les dice. Aunque, bien pensado, no todos los humanos son iguales. Matthew Owens no es para nada simple. Todo lo contrario, sabe que los otros humanos lo son y aprovecha la ventaja para poder utilizar a otros a su favor.
Arethusa ve a Matthew en medio de la multitud y piensa que quiere ser como él. La elfa está convencida que si consigue aprender los trucos de Matthew, podría enfrentarse a su padre. No sería un enfrentamiento de golpes, como los que a papá le gustan, sería con palabras, igual como los que hace Matthew.
Ladea la cabeza de lado a lado al descubrir que ha vuelto a pensar en papá. No es el momento para ello, nunca lo es. Papá está lejos, en un lugar donde no puede hacerle daño. No debe pensar más en él. No debe hacerlo. Centra su atención en las acciones de Matthew. ¡En eso es lo que debe pensar: en Matthew y nada más!
Ha cogido una verdura del cesto de una mujer y la lanza contra uno de los payasos. Igual que antes, los otros humanos simples imitan sus gestos. Matthew sabe cómo controlar a una gran multitud.
-¡Sí! Esto es suficiente. Así aprenderán a no hacer daño a los animales. No entiendo porque vuestros guardias permitan estos horribles espectáculos. En mi aldea, si un payaso hace daño a un animal solamente para divertir a unos pocos, en seguida tiene una sacerdotisa detrás de él con la vara en alto. La sacerdotisa castigaría tanto al payaso como a los que se divertían con él-.
Arethusa mira a sus pies. El cerdito que usaba uno de los payasos como si fuera un bebé pasa corriendo entre sus piernas; por poco le hace caer de culo. Matthew coge al cerdito y lo sostiene con dulzura.
-No lo sé. Estoy en tu ciudad así que… ¿Qué hacéis los humanos con los cerditos?- Arethusa se hace una idea de lo que hacen los humanos con los lechones- ¡No! Eso no. Sé lo que hacéis y eso no me gusta. ¿Sabes? Hay aldeas de elfos que tienen animales de granja en pequeños cercados bajo los árboles; la mía no tiene animales de granja, pero sé lo que se hace con ellos y no me gusta. Tenemos que dejarlo en libertad. ¡Los animales tienen que estar libres!-
Levanta la cabeza y observa su alrededor. Se da cuenta que el cerdito no es el único animal que los payasos tenían en su horrible espectáculo. ¿Dónde está la llama? Mira hacia la izquierda. No hay nada. Mira hacia la derecha. Tampoco. Mira más allá, donde no hay una dirección precisa para definir hacia dónde apuntan sus ojos. Por fin lo encuentra, un payaso usa al animal de escudo para que no le lleguen los proyectiles de frutas y verduras. El lomo de la llama es el que queda recubierto de manchas de tomate.
-¡Tenemos que hacer algo con él!- dice asustada.
La multitud está cada vez más enfurecida. Matthew los ha controlado muy bien, están dando una buena paliza a los payasos. Algunos han cambiado la fruta por piedras. Los payasos, en especial quien se esconde detrás del animal, se defienden lanzando piedras.
La mujer que queda al lado de Arethusa es herida por una piedra en la pierna. Suelta su cesta de la compra. Los tomates, lechugas y cebollas se desparraman por el suelo. Las hortalizas no tardan en desaparecer, unos hombres las usan como proyectiles. Uno de los payasos que abusaban del cerdo es golpeado con una piedra de en todo el entrecejo. Un hombre, igual que alto que Matthew, es herido en el hombro. Arethusa se da cuenta que se encuentra en una apocalíptica batalla a pedradas.
-Tengo una idea, pero me tienes que cubrir-.
Tan rápida como puede, saca el violín de su funda y empieza a tocar. Pese a ser una canción rápida e improvisada es mucho mejor que la que tocaba uno de los payasos con su violín.
Con la magia de elfa, cura a todos los heridos por las piedras. El hombro que fue herido en el entrecejo, la mujer de la pierna e incluso al payaso.
Arethusa nota el golpe de una piedra en la pierna. No sabe quién se la ha tirado. ¿Un payaso o un simple humano? Antes le ha parecido ver cómo dos humanos, ninguno de ellos sin maquillar, si pegaban a puñetazos. La batalla ya no es solo contra los payasos, es hacia todo el mundo. Baja la cabeza para ver su pierna, todo sin dejar de tocar. El golpe le ha hecho un agujero en los pantalones; está sangrando. A un lado bajo sus pies ve la piedra con la que le han golpeado. Tiene un pico puntiagudo. Le duele, siente ganas de llorar; pero, aun así, sigue tocando para sanar a todos los heridos.
-Ayúdame con el espectáculo. –le dice a Matt casi llorando- Hagamos uno más grande y mejor que el de los payasos. Así dejarán de pegarse.- las lágrimas le salen de los ojos- Con los elfos funciona-.
Uso mi habilidad de nivel 0 que me permite curar con la música del violín.
Arethusa Lein
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
¡Esa era! Esa era precisamente la mirada que Matthew quería conseguir, ese gesto de admiración, de referente, volverse una meta y un guía para ella. Aunque en ningún momento lo dijera de modo directo, tenía que ser como una especie de tutor para ella, pero eso solo lo lograría si generaba primero cierto grado de encandilamiento.
Las cosas alrededor de ellos comenzaban a complicarse, puede que el artesano no hubiese calculado del todo bien lo masiva que se podía volver su intervención, y pronto se generó un verdadero desmadre. La gente se empujaba entre sí, incluso estuvieron a punto de tirar a Matt en varias oportunidades, no porque quisieran lastimarlo, sino que simplemente la masa se movía inquieta, buscando algo qué destruir.
Dejó que Arethusa descargara su enojo, eso también era bueno, quería que lo relacionara con sensaciones agradables, y liberar las tensiones siempre se sentía maravillosamente.
-Sus sacerdotisas deben ser increíbles, lamentablemente no se puede decir lo mismo de nuestros guardias – Y eso le hizo pensar que probablemente no podrían pasar mucho más tiempo allí, al haber semejante escándalo en la vía pública lo más probable es que los representantes de la ley aparecerían pronto – Me temo que si lo dejamos libre aquí, lo veremos dentro de algunas horas cocinándose a fuego lento en alguna taberna….
La violencia iba en crecimiento, a Matt no le sorprendía demasiado, era un pueblo que se mantenía en paz solo gracias a un puñado de leyes, no lo hacían por gusto, sino bajo amenaza de que el castigo sería severo. Era esperable que secundados por el anonimato de la multitud dejaran salir todas sus frustraciones de forma física, en este caso: Con piedras.
-Señorita Lein tenemos que… - Pero ya era tarde, la muchacha había volado con su propia idea al medio del caos, cuando Matt ve que saca un violín piensa que se volvió totalmente loca ¿A quién se le ocurría ponerse a tocar un instrumento en medio de una muchedumbre furiosa? Tal vez creía que ese dicho de “La música calma a las bestias” era cierto. Lo que era seguro es que no podía dejarla allí parada sola, diviso el canasto del que antes había robado fruta tirado a un lado, lo agarro y lo uso como escudo, intentando atajar todos los objetos que iban dirigidos a Arethusa.
-¡No podré parar todas las piedras! – Dicho y hecho, uno de los proyectiles alcanzó a la elfa en la pierna, Matt miro indignado al sujeto que la había arrojado, agarró una de las piedras que había agarrado con el canasto y se lo tiro para darle justo en la ingle – Bien merecido lo tienes, bastardo malnacido – Se mordió el labio y agrego – Lamento el que tuviera que escuchar eso – Y por la distracción se ganó también un piedrazo en la espalda.
Entre medio de tanto alboroto, Matthew no notó los efectos de la habilidad de Arethusa, no en ese mismo momento al menos. Agarró nuevamente la mano de la muchacha y la acerco para cubrirla mientras salían de allí.
-No somos elfos, Señorita Lein, nada calmara a esta gente más que – Se escuchó el sonido de cascos de caballos acercándose – que los guardias, ellos sí que saben cómo persuadirte de que dejes de molestar ¡Tenemos que irnos ya mismo! – La empujo, quisiera o no, para poder salir de entre el gentío, intentando correr luego lo más rápido posible lejos de allí.
Las cosas alrededor de ellos comenzaban a complicarse, puede que el artesano no hubiese calculado del todo bien lo masiva que se podía volver su intervención, y pronto se generó un verdadero desmadre. La gente se empujaba entre sí, incluso estuvieron a punto de tirar a Matt en varias oportunidades, no porque quisieran lastimarlo, sino que simplemente la masa se movía inquieta, buscando algo qué destruir.
Dejó que Arethusa descargara su enojo, eso también era bueno, quería que lo relacionara con sensaciones agradables, y liberar las tensiones siempre se sentía maravillosamente.
-Sus sacerdotisas deben ser increíbles, lamentablemente no se puede decir lo mismo de nuestros guardias – Y eso le hizo pensar que probablemente no podrían pasar mucho más tiempo allí, al haber semejante escándalo en la vía pública lo más probable es que los representantes de la ley aparecerían pronto – Me temo que si lo dejamos libre aquí, lo veremos dentro de algunas horas cocinándose a fuego lento en alguna taberna….
La violencia iba en crecimiento, a Matt no le sorprendía demasiado, era un pueblo que se mantenía en paz solo gracias a un puñado de leyes, no lo hacían por gusto, sino bajo amenaza de que el castigo sería severo. Era esperable que secundados por el anonimato de la multitud dejaran salir todas sus frustraciones de forma física, en este caso: Con piedras.
-Señorita Lein tenemos que… - Pero ya era tarde, la muchacha había volado con su propia idea al medio del caos, cuando Matt ve que saca un violín piensa que se volvió totalmente loca ¿A quién se le ocurría ponerse a tocar un instrumento en medio de una muchedumbre furiosa? Tal vez creía que ese dicho de “La música calma a las bestias” era cierto. Lo que era seguro es que no podía dejarla allí parada sola, diviso el canasto del que antes había robado fruta tirado a un lado, lo agarro y lo uso como escudo, intentando atajar todos los objetos que iban dirigidos a Arethusa.
-¡No podré parar todas las piedras! – Dicho y hecho, uno de los proyectiles alcanzó a la elfa en la pierna, Matt miro indignado al sujeto que la había arrojado, agarró una de las piedras que había agarrado con el canasto y se lo tiro para darle justo en la ingle – Bien merecido lo tienes, bastardo malnacido – Se mordió el labio y agrego – Lamento el que tuviera que escuchar eso – Y por la distracción se ganó también un piedrazo en la espalda.
Entre medio de tanto alboroto, Matthew no notó los efectos de la habilidad de Arethusa, no en ese mismo momento al menos. Agarró nuevamente la mano de la muchacha y la acerco para cubrirla mientras salían de allí.
-No somos elfos, Señorita Lein, nada calmara a esta gente más que – Se escuchó el sonido de cascos de caballos acercándose – que los guardias, ellos sí que saben cómo persuadirte de que dejes de molestar ¡Tenemos que irnos ya mismo! – La empujo, quisiera o no, para poder salir de entre el gentío, intentando correr luego lo más rápido posible lejos de allí.
Matthew Owens
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Ha pasado de temblarle la pierna por el daño que le hizo la piedra a temblarle la mano que le coge Matthew Owens de puro nerviosismo. Le resulta inevitable. Cuando está al lado de Matthew, cuando le roza por un instante, siente que está haciendo algo emocionante. Es un sentimiento muy similar al que nota cada vez que sube a un escenario y se prepara para interpretar nueva canción. En señor Owens, en la inocente imaginación de Arethusa, es el telón que está a punto de abrirse, el público que espera sus canciones entusiasmado y los aplausos que la invitan a salir. Tocar el violín es algo casi tan emocionante como viajar con Matthew y aprender sobre los humanos. ¿Solo casi? Mientras la tiene cogida, Arethusa baja la mirada hacia el suelo, no puede fijarse en el rasguño de su pierna. Lamenta que pensar que el aprecio que tiene hacia Matthew no supera al que tiene hacia el violín. Matthew le acaba de salvar de las piedras y de los guardias que llegan de alguna parte que no alcanza ver, debería ser mejor que un trozo de madera que hace música al tocar sus cuerdas.
-Voy donde me lleves- dice sin atreverse a levantar mucho la cabeza.
El pequeño cerdito, como si hubiera entendido lo que dicen, corre detrás de los talones de Matthew.
Piensa más allá de lo que ve y oye; más allá de los insultos de Matthew, las piedras, los brutos humanos y los animales maltratados. Arethusa descubre algo que ya sabía pero que, hasta ahora, no le había importado: No conoce a Matthew. Le ha protegido, se ha llevado golpes por ella y, ahora, la está sacando de un lío de humanos. Es un buen hombre, el mejor humano que ha conocido en todo lo que lleva de viaje. Sin embargo, son los insultos que él dice lo que a Arethusa le saca de sus pensamientos. La enfermedad de papá empezó con esos insultos. Primero los decía de vez en cuando, se enfadaba por cosas muy simples como que la comida se retrasase de su hora, que el pan estuviera fuera de su bolsa o que el agua de la bañera estaba demasiado fría para su gusto. Entonces, en el lenguaje de los humanos, un idioma que según decía papá es perfecto para maldecir, decía una mala palabra: “Bastardo, estúpido, idiota…” Arethusa las ha escuchado todas, la peor es la que empieza por jota.
Es una lástima que los efectos de la embriaguez hayan desaparecido, serían útiles para armarse de valor. Tiene muchas preguntas que hacer a Matthew Owens, todas aquellas que ignoró cuando tenía las mejillas sonrojadas por el alcohol. La primera pregunta, quizás la más importante, es dónde había aprendido a maldecir. Arethusa no quiere conocer el lugar dónde se aprenden las maldiciones, imagina que es una escuela oscura de malas palabras; lo que quiere en realidad es saber por qué Matthew las aprendió.
Mirando hacia el cerdito que corre detrás de Matthew, Arethusa suelta una pregunta muy diferente a la que había pensado.
-¿Por qué vuestra lengua tiene tantas maldiciones? Recuerdo que mi papá decía las malas palabras en la lengua humana porque decía que eran mejores que las malas palabras élficas. Fue antes de… antes de que me fuera de casa. –evita hablar de la enfermedad de papá con rápidos movimientos de palabra.
-Voy donde me lleves- dice sin atreverse a levantar mucho la cabeza.
El pequeño cerdito, como si hubiera entendido lo que dicen, corre detrás de los talones de Matthew.
Piensa más allá de lo que ve y oye; más allá de los insultos de Matthew, las piedras, los brutos humanos y los animales maltratados. Arethusa descubre algo que ya sabía pero que, hasta ahora, no le había importado: No conoce a Matthew. Le ha protegido, se ha llevado golpes por ella y, ahora, la está sacando de un lío de humanos. Es un buen hombre, el mejor humano que ha conocido en todo lo que lleva de viaje. Sin embargo, son los insultos que él dice lo que a Arethusa le saca de sus pensamientos. La enfermedad de papá empezó con esos insultos. Primero los decía de vez en cuando, se enfadaba por cosas muy simples como que la comida se retrasase de su hora, que el pan estuviera fuera de su bolsa o que el agua de la bañera estaba demasiado fría para su gusto. Entonces, en el lenguaje de los humanos, un idioma que según decía papá es perfecto para maldecir, decía una mala palabra: “Bastardo, estúpido, idiota…” Arethusa las ha escuchado todas, la peor es la que empieza por jota.
Es una lástima que los efectos de la embriaguez hayan desaparecido, serían útiles para armarse de valor. Tiene muchas preguntas que hacer a Matthew Owens, todas aquellas que ignoró cuando tenía las mejillas sonrojadas por el alcohol. La primera pregunta, quizás la más importante, es dónde había aprendido a maldecir. Arethusa no quiere conocer el lugar dónde se aprenden las maldiciones, imagina que es una escuela oscura de malas palabras; lo que quiere en realidad es saber por qué Matthew las aprendió.
Mirando hacia el cerdito que corre detrás de Matthew, Arethusa suelta una pregunta muy diferente a la que había pensado.
-¿Por qué vuestra lengua tiene tantas maldiciones? Recuerdo que mi papá decía las malas palabras en la lengua humana porque decía que eran mejores que las malas palabras élficas. Fue antes de… antes de que me fuera de casa. –evita hablar de la enfermedad de papá con rápidos movimientos de palabra.
Arethusa Lein
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
La gente gritaba y corría mientras piedras, verduras y palos volaban por los alrededores, ya no había un objetivo fijo, era el lanzar cosas por el simple hecho de aumentar el desorden. En medio de todo ese caos llego la guardia, algunos a caballo, otros a pie, gritando, amenazando y agarrando a todos los alborotadores que podían. La multitud se dispersó por todas las calles en un enorme “sálvese quien pueda” y pronto la calle quedó nuevamente tranquila, con tan solo algunos detenidos.
Matthew llevaba diez años sin visitar un calabozo, era un excelente record, y no pensaba romperlo ese día, en cuanto encontró un callejón se apuro en doblar, arrastrando con él a la elfa que apenas parecía ser consciente de lo que estaba pasando. El artesano no tenía mucho tiempo para prestar atención al modo en que Arethusa se comportaba, pero si notó que estaba silenciosa, de todos modos el hombre solo atino a pensar que podía ser porque estaba asustada ¡Y no era para menos! Apenas y si estaba conociendo a los humanos y ya se había llevado una buena cantidad de decepciones.
-¿Por qué? – Lo cierto es que Matt nunca se había puesto a pensarlo, eran simplemente parte de ellos, como el tener dos brazos y dos piernas – Es difícil de explicar – llegaron a un callejón sin salida, era un lugar estrecho con cajones y barriles abandonados. Pero al mirar hacia atrás no había nadie que los persiguiera así que Matt decidió sentarse un segundo en una de las cajas y aprovechar para recuperar el aliento, no era el lugar más bonito de la ciudad, pero por algún motivo Arethusa parecía necesitar respuestas ahora – Señorita Lein, las palabras son solo palabras, no son buenas ni malas en sí, lo que importa es quien las use y como. Los humanos tenemos muchos sentimientos, algunos muy hermosos, otros en verdad aterradores, y necesitamos un lenguaje que pueda expresar todo eso.
Hizo una pausa para darle tiempo a la muchacha a que procesara lo que le acababa de decir, y también para pensar con cuidado como iba a continuar explicándole. Comenzaba a entender que esa elfa no era como otras que había conocido, parecía ser aún muy joven y excesivamente ingenua, eso por un lado era muy bueno, porque significaba que podría moldearla con mayor facilidad, pero era como caminar sobre una fina capa de hielo sobre un lago congelado.
-Por ejemplo lo que paso hace un momento, un hombre de lo más desagradable arrojó una piedra que fue a darle en la pierna a mi nueva amiga ¿Qué sentimiento cree que me produjo eso? Estaba en verdad indignado y para referirme a él no podía utilizar palabras bonitas – Apoyó una mano en la cabeza de Arethusa y le sonrió con amabilidad – La vida no se divide en buenos o malos, Señorita Lein, hay una enorme gama de grises de por medio y me gustaría creer que tendrá la mente lo suficientemente abierta como para poder captar las sutilezas de nuestra cultura.
Aparto la mano y volvió a mirar hacia la salida del callejón, atento a si alguien aparecía, pero nada paso, no se escuchaba ni un alma por los alrededores. Una tabla que estaba apoyada contra la pared se cayó de pronto y entre el polvo que se levanto salió el pequeño cerdito lanzando chillidos como si estuviera muy ofendido.
-Oh, parece que Sir Cerdito nos siguió, eres bastante listo ¿Eh? – Le pregunto al animal mientras lo llamaba con una mano para que le prestara atención y dejara de hacer ruido – Tendremos que buscarte algún lugar para que te quedes…
Matthew llevaba diez años sin visitar un calabozo, era un excelente record, y no pensaba romperlo ese día, en cuanto encontró un callejón se apuro en doblar, arrastrando con él a la elfa que apenas parecía ser consciente de lo que estaba pasando. El artesano no tenía mucho tiempo para prestar atención al modo en que Arethusa se comportaba, pero si notó que estaba silenciosa, de todos modos el hombre solo atino a pensar que podía ser porque estaba asustada ¡Y no era para menos! Apenas y si estaba conociendo a los humanos y ya se había llevado una buena cantidad de decepciones.
-¿Por qué? – Lo cierto es que Matt nunca se había puesto a pensarlo, eran simplemente parte de ellos, como el tener dos brazos y dos piernas – Es difícil de explicar – llegaron a un callejón sin salida, era un lugar estrecho con cajones y barriles abandonados. Pero al mirar hacia atrás no había nadie que los persiguiera así que Matt decidió sentarse un segundo en una de las cajas y aprovechar para recuperar el aliento, no era el lugar más bonito de la ciudad, pero por algún motivo Arethusa parecía necesitar respuestas ahora – Señorita Lein, las palabras son solo palabras, no son buenas ni malas en sí, lo que importa es quien las use y como. Los humanos tenemos muchos sentimientos, algunos muy hermosos, otros en verdad aterradores, y necesitamos un lenguaje que pueda expresar todo eso.
Hizo una pausa para darle tiempo a la muchacha a que procesara lo que le acababa de decir, y también para pensar con cuidado como iba a continuar explicándole. Comenzaba a entender que esa elfa no era como otras que había conocido, parecía ser aún muy joven y excesivamente ingenua, eso por un lado era muy bueno, porque significaba que podría moldearla con mayor facilidad, pero era como caminar sobre una fina capa de hielo sobre un lago congelado.
-Por ejemplo lo que paso hace un momento, un hombre de lo más desagradable arrojó una piedra que fue a darle en la pierna a mi nueva amiga ¿Qué sentimiento cree que me produjo eso? Estaba en verdad indignado y para referirme a él no podía utilizar palabras bonitas – Apoyó una mano en la cabeza de Arethusa y le sonrió con amabilidad – La vida no se divide en buenos o malos, Señorita Lein, hay una enorme gama de grises de por medio y me gustaría creer que tendrá la mente lo suficientemente abierta como para poder captar las sutilezas de nuestra cultura.
Aparto la mano y volvió a mirar hacia la salida del callejón, atento a si alguien aparecía, pero nada paso, no se escuchaba ni un alma por los alrededores. Una tabla que estaba apoyada contra la pared se cayó de pronto y entre el polvo que se levanto salió el pequeño cerdito lanzando chillidos como si estuviera muy ofendido.
-Oh, parece que Sir Cerdito nos siguió, eres bastante listo ¿Eh? – Le pregunto al animal mientras lo llamaba con una mano para que le prestara atención y dejara de hacer ruido – Tendremos que buscarte algún lugar para que te quedes…
Matthew Owens
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Sin soltar el violín, se abraza a sí misma para sentir calor. Nunca antes ha necesitado un abrazo con tanta urgencia como hasta ahora. Piensa en pedirle al señor Owens que sea él quien le rodee con sus fuertes brazos de humano, pero pronto retira la idea de su pensamiento. Matthew Owens le da miedo. Los efectos del alcohol han desaparecido, Arethusa ha despertado de la embriaguez y se ha dado cuenta de quién es el humano que le acompaña. Ha sido bueno con ella, le ayudó en la taberna, le prometió enseñarle cómo se divierten los humanos y le salvó de la lluvia de piedras y verduras que se convirtió el escenario de los payasos. Sin embargo, algo en Matthew ha cambiado, o quizás siempre estuvo ahí pero Arethusa se ha dado cuenta ahora. El señor Owens, valiente y encantador, tiene un lado oscuro alimentado por las malas palabras, un lado que lo acepta y lo abraza como Arethusa se está abrazando a ella misma.
Escucha con atención las palabras del humano. Siente el impulso de dar un paso hacia atrás y salir corriendo. Las sacerdotisas enseñan que las palabras son magia y vida, no hay que mal gastarlas maldiciendo a quienes incumplan las normas. Ellas, vestidas de blanco y plata, pueden sanar un poblado entero usando una única palabra. Es lo que siempre le han dicho a Arethusa, lo que la elfa cree con una fe ciega. Matthew dice que eso no es así, que las palabras son solo palabras, nada más. Dice que no importa cómo se usen, sino quién las use. No lo entiende, no lo entenderá.
Arethusa se queda mirando a Matthew Owens en silencio como miraría a una sacerdotisa vestida con sus mejores túnicas. Le respeta y quiere aprender de él, pero hay algo que no comprende y le aterra.
Después del silencio, Matthew vuelve a hablar. Su tono de voz es diferente, habla con el tono que utilizaba papá cuando mamá y Mainera todavía vivían. Arethusa entiende todo lo que dice el señor Owens. Quiere sonreír, pero no se ve capaz de hacerlo porque todavía le hace daño la pierna. Cuando Matthew apoya su mano en la cabeza de la elfa, ella ha dejado de abrazarse, ya no lo necesita. Comprende que las palabras de los humanos son diferentes a las palabras de la lengua élfica; las suyas están vacías, se pueden usar para gritar cosas malas a alguien que ha hecho cosas malas. Sin embargo, las palabras que las sacerdotisas enseñan son muy diferentes. Arethusa conoce unas pocas, pero no las usa. Si las historias son ciertas, y ella cree que lo son, los mismos Dioses entregaron las palabras a las sacerdotisas para que las usasen para hacer el bien. Las palabras de los humanos, muy diferentes a las élficas, parecen haber surgido del barro. Ante esa imagen en la cabeza y, todavía, con la mano de Matthew en la cabeza, la elfa sonríe como una niña pequeña.
-Creo que lo entiendo, pero es muy raro- al levantar la cabeza se encuentra con los ojos grises y encantadores del humano, Arethusa se esfuerza por no soltar una risotada nerviosa. – Las sacerdotisas de Sandorai siempre visten de blanco, nunca de gris ni de negro; solo de blanco. Ellas son muy buenas, las más buenas. Es raro que los humanos podáis ser buenos y malos al mismo tiempo. Los guardias se harían un lío porque no sabrían a quienes detener. En Sandorai siempre hay buenos, las sacerdotisas, y malos, los que no obedecen las leyes, todas son muy importantes. ¿Vosotros elegís que leyes cumplir y cuales no o desde pequeñitos os dicen qué leyes son las vuestras? ¿Tenéis leyes? Entiendo que sois buenos y malos a la vez, pero no entiendo cómo llegáis a serlo. Los humanos sois más raros de lo que pensaba- No puede resistir mucho más, la risa nerviosa escapa de sus labios con la misma naturaleza que una paloma inicia su vuelo.
El cerdito es tan valiente y encantador como el señor Owens. A Arethusa le ha hecho gracia verlo salir por el callejón. Se tapa la boca con las manos, todavía sin soltar el violín, para evitar soltar una de las carcajadas más grandes que jamás ha hecho.
-¡No se llama Sir Cerdito!- se cuelga el estuche del violín en la espalda y coge en brazos al animalito- Se llama Sir Owens, fíjate tiene tus mismos ojos plateados- pone la cara del cerdito justo en frente de Matthew, a una distancia casi parece que le estuviera dando un beso. -¿Los humanos tenéis un lugar para los animales abandonados? Eso sería muy hermoso. En Sandorai no tenemos animales abandonados, todos son libres de correr por nuestro bosque-.
Offrol: Lo siento muchooo Matthew, estuve en casa de mi papá en Agosto y ahí no tengo ordenador. Pero mira que post más bonito te he hecho, espero que recompense >___<" Aunque llevo mucho sin escribir y me siento oxidada jajajajja
Escucha con atención las palabras del humano. Siente el impulso de dar un paso hacia atrás y salir corriendo. Las sacerdotisas enseñan que las palabras son magia y vida, no hay que mal gastarlas maldiciendo a quienes incumplan las normas. Ellas, vestidas de blanco y plata, pueden sanar un poblado entero usando una única palabra. Es lo que siempre le han dicho a Arethusa, lo que la elfa cree con una fe ciega. Matthew dice que eso no es así, que las palabras son solo palabras, nada más. Dice que no importa cómo se usen, sino quién las use. No lo entiende, no lo entenderá.
Arethusa se queda mirando a Matthew Owens en silencio como miraría a una sacerdotisa vestida con sus mejores túnicas. Le respeta y quiere aprender de él, pero hay algo que no comprende y le aterra.
Después del silencio, Matthew vuelve a hablar. Su tono de voz es diferente, habla con el tono que utilizaba papá cuando mamá y Mainera todavía vivían. Arethusa entiende todo lo que dice el señor Owens. Quiere sonreír, pero no se ve capaz de hacerlo porque todavía le hace daño la pierna. Cuando Matthew apoya su mano en la cabeza de la elfa, ella ha dejado de abrazarse, ya no lo necesita. Comprende que las palabras de los humanos son diferentes a las palabras de la lengua élfica; las suyas están vacías, se pueden usar para gritar cosas malas a alguien que ha hecho cosas malas. Sin embargo, las palabras que las sacerdotisas enseñan son muy diferentes. Arethusa conoce unas pocas, pero no las usa. Si las historias son ciertas, y ella cree que lo son, los mismos Dioses entregaron las palabras a las sacerdotisas para que las usasen para hacer el bien. Las palabras de los humanos, muy diferentes a las élficas, parecen haber surgido del barro. Ante esa imagen en la cabeza y, todavía, con la mano de Matthew en la cabeza, la elfa sonríe como una niña pequeña.
-Creo que lo entiendo, pero es muy raro- al levantar la cabeza se encuentra con los ojos grises y encantadores del humano, Arethusa se esfuerza por no soltar una risotada nerviosa. – Las sacerdotisas de Sandorai siempre visten de blanco, nunca de gris ni de negro; solo de blanco. Ellas son muy buenas, las más buenas. Es raro que los humanos podáis ser buenos y malos al mismo tiempo. Los guardias se harían un lío porque no sabrían a quienes detener. En Sandorai siempre hay buenos, las sacerdotisas, y malos, los que no obedecen las leyes, todas son muy importantes. ¿Vosotros elegís que leyes cumplir y cuales no o desde pequeñitos os dicen qué leyes son las vuestras? ¿Tenéis leyes? Entiendo que sois buenos y malos a la vez, pero no entiendo cómo llegáis a serlo. Los humanos sois más raros de lo que pensaba- No puede resistir mucho más, la risa nerviosa escapa de sus labios con la misma naturaleza que una paloma inicia su vuelo.
El cerdito es tan valiente y encantador como el señor Owens. A Arethusa le ha hecho gracia verlo salir por el callejón. Se tapa la boca con las manos, todavía sin soltar el violín, para evitar soltar una de las carcajadas más grandes que jamás ha hecho.
-¡No se llama Sir Cerdito!- se cuelga el estuche del violín en la espalda y coge en brazos al animalito- Se llama Sir Owens, fíjate tiene tus mismos ojos plateados- pone la cara del cerdito justo en frente de Matthew, a una distancia casi parece que le estuviera dando un beso. -¿Los humanos tenéis un lugar para los animales abandonados? Eso sería muy hermoso. En Sandorai no tenemos animales abandonados, todos son libres de correr por nuestro bosque-.
Offrol: Lo siento muchooo Matthew, estuve en casa de mi papá en Agosto y ahí no tengo ordenador. Pero mira que post más bonito te he hecho, espero que recompense >___<" Aunque llevo mucho sin escribir y me siento oxidada jajajajja
Arethusa Lein
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
El modo en que agarraba ese violín no auguraba nada bueno, estaba asustada, era evidente, pero ahora que todo estaba calmado Matthew no podía asegurar si era en verdad por el tumulto que estaba así, o si se trataba de algo más. Todo estaba en calma alrededor de ellos, y sin embargo la muchacha no parecía mejorar, el artesano pensó que quizás había sido demasiado para una primera impresión, tal vez tendría que ir un poco más despacio.
Matt vivía en la ciudad desde que tenía memoria, no solo en Lunargenta, sino en muchas otras ciudades, le gustaba ese estilo de vida rodeado de gente y bullicio, donde todos los días pasaba algo nuevo, algo emocionante. Aunque no tenía idea de cómo vivían exactamente los elfos, si daba crédito así sea a la mitad de los rumores que rondaban sobre ellos, seguramente estaban a años luz de distancia del estilo de vida que para él era el más normal.
Se dio cuenta que había sido impulsivo y poco comprensivo con ella, Matt sintió una pequeñita punzada de culpa, había metido a Arethusa en un enredo moral que quizás no estaba lista de soportar.
-Si, claro, tenemos leyes… - Hizo un gesto con la mano para quitarle importancia al tema, quería pasar a asuntos menos serios, no era agradable el estar angustiando a una pobre niña – Me doy cuenta que estuve siendo muy desconsiderado para con usted, Señorita Lein – Hizo una ligera reverencia y agrego – Me gustaría que me contara más sobre las costumbres de los elfos, si le parece bien, claro.
El artesano quedó algo desconcertado, lo habían comparado con muchas cosas ¡Pero jamás con un cerdo! Su ego se sintió ligeramente herido, y por mas que le intentaran explicar que era por el color de ojos, Arethusa no hacía mas que empeorar la herida. Aún así lo tomo con calma, al fin y al cabo era él quien había comenzado con todo ese asunto.
-No existe un lugar como ese que yo sepa, pero si quiere se lo puede quedar, dudo mucho que vayan a reclamarlo – Peinaba su barba con dos dedos mientras pensaba qué se podía hacer – Sino quizás lo acepten en alguna granja…
Agarro al cerdo, este se debatió durante algunos segundos, queriendo regresar a los brazos de la elfa. Matt pensó un instante y recordó que llevaba algo en el bolsillo, saco del mismo un trozo de pan duro que le había quedado de la mañana, se lo ofreció al animal a ver si así lograba comprar algo de su cariño. Funcionó bastante bien.
-Si no se lo quiere quedar, puedo llevarlo yo a algún sitio, conozco a algunos granjeros, aunque hay que caminar bastante – Mientras hablaban el animal intentaba hurgar en sus bolsillos en busca de más comida – Creo que tal vez no le deje una buena impresión de los humanos hasta ahora, así que no la culparía si quisiera irse ya mismo de esta ciudad para no volver
Matt vivía en la ciudad desde que tenía memoria, no solo en Lunargenta, sino en muchas otras ciudades, le gustaba ese estilo de vida rodeado de gente y bullicio, donde todos los días pasaba algo nuevo, algo emocionante. Aunque no tenía idea de cómo vivían exactamente los elfos, si daba crédito así sea a la mitad de los rumores que rondaban sobre ellos, seguramente estaban a años luz de distancia del estilo de vida que para él era el más normal.
Se dio cuenta que había sido impulsivo y poco comprensivo con ella, Matt sintió una pequeñita punzada de culpa, había metido a Arethusa en un enredo moral que quizás no estaba lista de soportar.
-Si, claro, tenemos leyes… - Hizo un gesto con la mano para quitarle importancia al tema, quería pasar a asuntos menos serios, no era agradable el estar angustiando a una pobre niña – Me doy cuenta que estuve siendo muy desconsiderado para con usted, Señorita Lein – Hizo una ligera reverencia y agrego – Me gustaría que me contara más sobre las costumbres de los elfos, si le parece bien, claro.
El artesano quedó algo desconcertado, lo habían comparado con muchas cosas ¡Pero jamás con un cerdo! Su ego se sintió ligeramente herido, y por mas que le intentaran explicar que era por el color de ojos, Arethusa no hacía mas que empeorar la herida. Aún así lo tomo con calma, al fin y al cabo era él quien había comenzado con todo ese asunto.
-No existe un lugar como ese que yo sepa, pero si quiere se lo puede quedar, dudo mucho que vayan a reclamarlo – Peinaba su barba con dos dedos mientras pensaba qué se podía hacer – Sino quizás lo acepten en alguna granja…
Agarro al cerdo, este se debatió durante algunos segundos, queriendo regresar a los brazos de la elfa. Matt pensó un instante y recordó que llevaba algo en el bolsillo, saco del mismo un trozo de pan duro que le había quedado de la mañana, se lo ofreció al animal a ver si así lograba comprar algo de su cariño. Funcionó bastante bien.
-Si no se lo quiere quedar, puedo llevarlo yo a algún sitio, conozco a algunos granjeros, aunque hay que caminar bastante – Mientras hablaban el animal intentaba hurgar en sus bolsillos en busca de más comida – Creo que tal vez no le deje una buena impresión de los humanos hasta ahora, así que no la culparía si quisiera irse ya mismo de esta ciudad para no volver
- FDI:
- FDI: Leeeeein!!! Regresaste!!!! No te disculpes, no pasa nada! Me alegra que estes de vuelta!! ^^ Espero que podamos continuar con este roleo, al menos para mi esta super interesante!
P.D: Arethusa esta muy Mabel con este cerdo xD
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Matthew Owens
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Hasta el momento, nadie le ha preguntado nada acerca de dónde viene ni cuáles son sus costumbres. La mayoría de humanos son como el camarero del bar: miran, sonríen y asienten la cabeza como si la conociesen. A Arethusa le parece extraño, pero no le molesta. Ve a los humanos como seres galantes y maravillosos. En las viejas historias que se cuentan en Sandorai se dice que en las bibliotecas de los humanos está recopilada toda la información de Aerandir: desde el origen de los hombres bestia, pasando por los viajes de los portales y terminando en la vida de una pequeña elfa. Imagina que en algún lugar, en una habitación bien iluminada de la biblioteca, un humano está escribiendo en un papiro cualquier cosa que Arethusa hace. Eso explicaría porque los humanos se comportan como el camarero del bar. Miran, sonríen y asienten como si Arethusa no fuera un misterio para ellos. Matthew Owens es diferente a los otros humanos que ha conocido, él lo ha cambiado todo con su galantería y su buen hacer.
La pregunta del señor Owens lo cambia todo. ¿Es que no ha leído lo que escriben los viejos bibliotecarios? Arethusa asume que existen las grandes bibliotecas humanas y que todos, hasta el más pobre camarero de la ciudad, leen sus libros. Inquilina ligeramente la cabeza, aprieta los labios y levanta las cejas; la elfa pone la clásica de vacilación.
-¿No conoces las costumbres de Sandorai? Creía que todos los humanos podéis leer los grandes libros de las bibliotecas. ¿Es que a ti no te dejan? Todos los humanos que he conocido saben cosas de mí, lo noto en sus ojos y sus sonrisas, es muy incómodo. ¡Lo saben todo! ¿No viste el camarero de antes? Sabía que era una elfa y de dónde venía solo con verme la cara. – se encoje de hombros y muestra sonríe. El cambio de conversación le sienta bien. Es más fácil hablar de las costumbres de los elfos que de las cosas buenas y malas- ¡Da igual! Te cuento todo lo que quieras, incluso cosas que no estarán en tus libros de humano. ¿Por dónde empiezo?- se lleva el meñique en el mentón para pensar-¡Ya lo tengo! Te hablaré de las sacerdotisas. Ellas siempre visten de blanco o colores muy pálidos. Mainera tenía un vestido rosa pálido muy bonito, lo utilizaba para las galas del ejército. Estaba preciosa. Ella no era sacerdotisa, pero lo hubiera sido, estoy segurísima que sí. Era esbelta, guapa y sabía la diferencia entre las cosas buenas y malas. Las sacerdotisas tienen que ser así. Amables y cariñosas cuando son buenas y decidas cuando deben de implantar la ley. Las sacerdotisas se encargan de proteger las aldeas de los mismos elfos. Resuelven los problemas entre la gente, curan las enfermedades y ayudan a que los niños nazcan todos fuertes y sanos. También pueden hablar con los Dioses. Nunca lo he visto, pero sé que lo hacen. Mainera me lo contó, ella sí que vio a una sacerdotisa, toda vestida de blanco con adornos de plata, hablar con los Dioses. No sé qué hablaron, pero debe de ser muy importante. Los Dioses no hablan de las cosas simples como hablamos tú y yo. ¡Claro que no!-
La idea de la granja es muy buena. Arethusa sabe lo que son las granjas, las ha visto durante en el viaje. Según ella cree, y no está muy equivoca, son lugares donde los humanos crían y cuidan a los animales. ¡Justo lo que necesitan!
-¡Sí, vayamos a la granja! En Sandorai no tenemos granjas. Los animales corren sueltos por el bosque, no necesitan a nadie que los cuide. Ahora entiendo porque vosotros tenéis granjas. Vuestros animales no pueden estar sueltos por culpa de la gente mala como esos payasos. ¿Verdad?-
Por mero instinto, aprieta al cerdito cuando Matthew hace intención de cogerlo. No quiere soltarlo y, en lo que dura un segundo, hace fuerza para mantenerlo en brazos. Luego acepta con una agradable sonrisa que el señor Owens coja en brazos al cerdito Owens; los dos tienen que estar juntos si se llaman igual. Además, Matthew sabe tratar a los animales mejor que Arethusa.
-No- cree que va bajar la cabeza, un gesto que hace siempre que toma decisión difícil, pero consigue mantenerse firme, mirando directamente a los finos ojos como monedas de plata de Matthew- No me iré de aquí. Quiero quedarme contigo y conocer más cosas, las buenas y las malas. Ir a la granja que conoces a entregarles al cerdito Owens para que lo cuiden, beber las pociones de los bares, ver los malos espectáculos de los payasos; quieto verlo todo. Me muy bien y…. ¡Quiero estar contigo!- La última frase la dice dando un fuerte y firme paso hacia delante, tal como lo hacía Mainera en sus desfiles.
La pregunta del señor Owens lo cambia todo. ¿Es que no ha leído lo que escriben los viejos bibliotecarios? Arethusa asume que existen las grandes bibliotecas humanas y que todos, hasta el más pobre camarero de la ciudad, leen sus libros. Inquilina ligeramente la cabeza, aprieta los labios y levanta las cejas; la elfa pone la clásica de vacilación.
-¿No conoces las costumbres de Sandorai? Creía que todos los humanos podéis leer los grandes libros de las bibliotecas. ¿Es que a ti no te dejan? Todos los humanos que he conocido saben cosas de mí, lo noto en sus ojos y sus sonrisas, es muy incómodo. ¡Lo saben todo! ¿No viste el camarero de antes? Sabía que era una elfa y de dónde venía solo con verme la cara. – se encoje de hombros y muestra sonríe. El cambio de conversación le sienta bien. Es más fácil hablar de las costumbres de los elfos que de las cosas buenas y malas- ¡Da igual! Te cuento todo lo que quieras, incluso cosas que no estarán en tus libros de humano. ¿Por dónde empiezo?- se lleva el meñique en el mentón para pensar-¡Ya lo tengo! Te hablaré de las sacerdotisas. Ellas siempre visten de blanco o colores muy pálidos. Mainera tenía un vestido rosa pálido muy bonito, lo utilizaba para las galas del ejército. Estaba preciosa. Ella no era sacerdotisa, pero lo hubiera sido, estoy segurísima que sí. Era esbelta, guapa y sabía la diferencia entre las cosas buenas y malas. Las sacerdotisas tienen que ser así. Amables y cariñosas cuando son buenas y decidas cuando deben de implantar la ley. Las sacerdotisas se encargan de proteger las aldeas de los mismos elfos. Resuelven los problemas entre la gente, curan las enfermedades y ayudan a que los niños nazcan todos fuertes y sanos. También pueden hablar con los Dioses. Nunca lo he visto, pero sé que lo hacen. Mainera me lo contó, ella sí que vio a una sacerdotisa, toda vestida de blanco con adornos de plata, hablar con los Dioses. No sé qué hablaron, pero debe de ser muy importante. Los Dioses no hablan de las cosas simples como hablamos tú y yo. ¡Claro que no!-
La idea de la granja es muy buena. Arethusa sabe lo que son las granjas, las ha visto durante en el viaje. Según ella cree, y no está muy equivoca, son lugares donde los humanos crían y cuidan a los animales. ¡Justo lo que necesitan!
-¡Sí, vayamos a la granja! En Sandorai no tenemos granjas. Los animales corren sueltos por el bosque, no necesitan a nadie que los cuide. Ahora entiendo porque vosotros tenéis granjas. Vuestros animales no pueden estar sueltos por culpa de la gente mala como esos payasos. ¿Verdad?-
Por mero instinto, aprieta al cerdito cuando Matthew hace intención de cogerlo. No quiere soltarlo y, en lo que dura un segundo, hace fuerza para mantenerlo en brazos. Luego acepta con una agradable sonrisa que el señor Owens coja en brazos al cerdito Owens; los dos tienen que estar juntos si se llaman igual. Además, Matthew sabe tratar a los animales mejor que Arethusa.
-No- cree que va bajar la cabeza, un gesto que hace siempre que toma decisión difícil, pero consigue mantenerse firme, mirando directamente a los finos ojos como monedas de plata de Matthew- No me iré de aquí. Quiero quedarme contigo y conocer más cosas, las buenas y las malas. Ir a la granja que conoces a entregarles al cerdito Owens para que lo cuiden, beber las pociones de los bares, ver los malos espectáculos de los payasos; quieto verlo todo. Me muy bien y…. ¡Quiero estar contigo!- La última frase la dice dando un fuerte y firme paso hacia delante, tal como lo hacía Mainera en sus desfiles.
- Yo también tengo imagenes del mismo cerdito <3:
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Arethusa Lein
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Para Arethusa todo parecía ser sorprendente, todo era novedoso, eso le arrancaba una sonrisa a Matthew, hombre entrado en años que ya había visto demasiadas cosas y por lo tanto muy pocas lo tomaban por sorpresa. Probablemente no podía imaginar ni la mitad de los pensamientos que pasaban por la maravillosa mente de esa elfa, era reconfortante el poder hablar con alguien que no resultara predecible.
-Bueno, con respecto al camarero… - Hizo una pausa para acercar una mano y agarra la punta de la oreja de Lein sin apretar para no lastimarla – Teniendo estas es imposible que no sepan que eres elfa ¿O conoces alguna otra raza que tenga estas bonitas orejas? Jajaja – Pronto tuvo que soltarla porque el animal que llevaba en brazos no se estaba quieto y corría riesgo de que se escape – Además, la mayoría de las cosas que los humanos creen saber sobre los elfos son cuentos o fabulas que tienen muy poco de realidad. Es que tu pueblo no es precisamente lo que se dice “sociable” – Sonrió ligeramente para darle a entender que no lo decía como una ofensa.
Mientras Arethusa le cuenta sobre los suyos, Matt solo guarda silencio, en instantes la narración se vuelve más una verborragia que un relato coherente, menciona personas y lugares como si el hombre pudiera seguirle sin problema el hilo. Llegado un momento no puede evitar preguntarse como hace para hablar tanto sin hacer pausas para respirar, se quedó observando cómo se movían sus labios, perdiendo así la noción de lo que estaba diciendo la elfa.
-¿Eh? ¡Ah! No, no es eso. Los animales no pueden estar sueltos en primer lugar porque si a nuestra suciedad le agregamos la de todos los animales seguramente estaríamos nadando en nuestra propia inmundicia en poco tiempo – Hizo un gesto de asco al imaginar lo que sería la ciudad de permitir algo así – Por otro lado, aquí los animales son de quienes los crían, si tu tomas a este cerdito, por ejemplo, lo cuidas y lo alimentas, los humanos entenderemos que te pertenece, y por lo mismo puedes hacer lo que quieras con él – La mente de Matt trabajaba rápido para comenzar a filtrar algunas ideas que le serían útiles más adelante – Pero si tú no sabes cuidar lo que es tuyo, alguien más puede quitártelo. Eso sí, tienes que asegurarte de que no te vean cuando lo haces, o el anterior dueño podría reclamártelo – Le hizo un mimo al cerdo que al parecer comenzaba a acostumbrarse a Matthew – Así como ahora nos quedamos con el cerdito Owens porque se merecía algo mejor que pasar el resto de su vida con esos infames payasos. Si llegaran a notarlo, la guardia podría venir a por nosotros, pero como no nos vieron, estará todo bien, ahora es nuestro – Lo decía con la absoluta seguridad que te proporciona años y años de ser un mentiroso empedernido, no solo Arethusa, probablemente la mayoría de las personas estarían convencidos de que su lógica era muy coherente y realista.
Matthew había comenzado a andar, pensando ya en qué camino era el más adecuado para que las patrullas que todavía debían andar por allí no los vieran. Pero cuando dio unos pocos pasos se percato de que la elfa no lo seguía, así que se detuvo y se quedó mirándola, con una ceja levantada en gesto interrogativo. Entonces le soltó todo ese hermoso discurso que dejo al artesano sin palabras ¿Cuántas veces le habían dicho “Quiero estar contigo”? Muchas más de las que podía recordar, algunas lo decían sonriendo, otras llorando, otras tantas seductoras, pero ninguna se lo había dicho con semejante nivel de entrega, sin pretender de él nada a cambio más que su compañía.
-… Vaya – Fue lo primero que logró decir – Me deja usted sin palabras, la verdad – Y no podía negarlo, también estaba levemente abochornado, aunque esperaba que no se notara demasiado – Será un placer para mí el que sea mi compañera desde ahora y hasta que el destino decida que nuestros caminos deben separarse – Dijo mientras hacía una pequeña reverencia – Espero que usted tenga la paciencia para enseñarme todo sobre los elfos, y a la vez yo le contaré todo lo que sé sobre los humanos ¿Le parece?
Extendió la mano para tomar la de Arethusa, y la invitó a salir del callejón, verdaderamente no parecía ser el sitio más adecuado para decir palabras tan bonitas, aunque estaba seguro que a ninguno de los dos les importaba eso. Camino lentamente hacia la salida y miró a los lados para asegurarse que no venía ningún guardia, al notar que las calles volvían a estar tranquilas, le sonrió a la elfa y empezó a caminar.
-Debo advertirle que no llegaremos hoy al sitio que le comente. La ciudad es muy grande, pero además de eso las granjas están alejadas de la parte central, por lo que nos tomara un tiempo encontrarla –
-Bueno, con respecto al camarero… - Hizo una pausa para acercar una mano y agarra la punta de la oreja de Lein sin apretar para no lastimarla – Teniendo estas es imposible que no sepan que eres elfa ¿O conoces alguna otra raza que tenga estas bonitas orejas? Jajaja – Pronto tuvo que soltarla porque el animal que llevaba en brazos no se estaba quieto y corría riesgo de que se escape – Además, la mayoría de las cosas que los humanos creen saber sobre los elfos son cuentos o fabulas que tienen muy poco de realidad. Es que tu pueblo no es precisamente lo que se dice “sociable” – Sonrió ligeramente para darle a entender que no lo decía como una ofensa.
Mientras Arethusa le cuenta sobre los suyos, Matt solo guarda silencio, en instantes la narración se vuelve más una verborragia que un relato coherente, menciona personas y lugares como si el hombre pudiera seguirle sin problema el hilo. Llegado un momento no puede evitar preguntarse como hace para hablar tanto sin hacer pausas para respirar, se quedó observando cómo se movían sus labios, perdiendo así la noción de lo que estaba diciendo la elfa.
-¿Eh? ¡Ah! No, no es eso. Los animales no pueden estar sueltos en primer lugar porque si a nuestra suciedad le agregamos la de todos los animales seguramente estaríamos nadando en nuestra propia inmundicia en poco tiempo – Hizo un gesto de asco al imaginar lo que sería la ciudad de permitir algo así – Por otro lado, aquí los animales son de quienes los crían, si tu tomas a este cerdito, por ejemplo, lo cuidas y lo alimentas, los humanos entenderemos que te pertenece, y por lo mismo puedes hacer lo que quieras con él – La mente de Matt trabajaba rápido para comenzar a filtrar algunas ideas que le serían útiles más adelante – Pero si tú no sabes cuidar lo que es tuyo, alguien más puede quitártelo. Eso sí, tienes que asegurarte de que no te vean cuando lo haces, o el anterior dueño podría reclamártelo – Le hizo un mimo al cerdo que al parecer comenzaba a acostumbrarse a Matthew – Así como ahora nos quedamos con el cerdito Owens porque se merecía algo mejor que pasar el resto de su vida con esos infames payasos. Si llegaran a notarlo, la guardia podría venir a por nosotros, pero como no nos vieron, estará todo bien, ahora es nuestro – Lo decía con la absoluta seguridad que te proporciona años y años de ser un mentiroso empedernido, no solo Arethusa, probablemente la mayoría de las personas estarían convencidos de que su lógica era muy coherente y realista.
Matthew había comenzado a andar, pensando ya en qué camino era el más adecuado para que las patrullas que todavía debían andar por allí no los vieran. Pero cuando dio unos pocos pasos se percato de que la elfa no lo seguía, así que se detuvo y se quedó mirándola, con una ceja levantada en gesto interrogativo. Entonces le soltó todo ese hermoso discurso que dejo al artesano sin palabras ¿Cuántas veces le habían dicho “Quiero estar contigo”? Muchas más de las que podía recordar, algunas lo decían sonriendo, otras llorando, otras tantas seductoras, pero ninguna se lo había dicho con semejante nivel de entrega, sin pretender de él nada a cambio más que su compañía.
-… Vaya – Fue lo primero que logró decir – Me deja usted sin palabras, la verdad – Y no podía negarlo, también estaba levemente abochornado, aunque esperaba que no se notara demasiado – Será un placer para mí el que sea mi compañera desde ahora y hasta que el destino decida que nuestros caminos deben separarse – Dijo mientras hacía una pequeña reverencia – Espero que usted tenga la paciencia para enseñarme todo sobre los elfos, y a la vez yo le contaré todo lo que sé sobre los humanos ¿Le parece?
Extendió la mano para tomar la de Arethusa, y la invitó a salir del callejón, verdaderamente no parecía ser el sitio más adecuado para decir palabras tan bonitas, aunque estaba seguro que a ninguno de los dos les importaba eso. Camino lentamente hacia la salida y miró a los lados para asegurarse que no venía ningún guardia, al notar que las calles volvían a estar tranquilas, le sonrió a la elfa y empezó a caminar.
-Debo advertirle que no llegaremos hoy al sitio que le comente. La ciudad es muy grande, pero además de eso las granjas están alejadas de la parte central, por lo que nos tomara un tiempo encontrarla –
Matthew Owens
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Levanta los brazos y, apresuradamente, se tapa las orejas con las palmas de las manos. Las mejillas las tiene rojas de vergüenza y timidez; el culpable es el señor Owens. De una forma similar al camarero de aquel fatídico bar, pero de una manera más directa, Matthew halaga sus orejitas puntiagudas. Dice que son bonitas y ríe con ternura, igual como lo haría Eámanë. Arethusa queda tan sorprendida por el comentario que calla de repente, algo extraño en una chica que es capaz de contar su vida a los peces que viven en el fondo del mar. Baja la cabeza unos segundos, celebra para sí sola el halago del señor Owens y vuelve a levantar sus ojos, más brillantes que el primer día que conoció Luna-Se-Sienta, a la altura de los ojos de Matthew. Le sigue escuchando, con las orejas (las bonitas orejas) y los ojos; aprende mucho de él.
La nueva lección tiene que ver con los animales. El señor Owens dice, y lo repite varias veces, que los animales pertenecen a las personas, algo que a Arethusa le resulta difícil de comprender. ¿A qué se refiere, como un saco de arena o unos pantalones? ¿Hasta dónde llega la magia de los humanos que es capaz de adueñarse de la vida de los animales? ¿Los payasos usarán su magia para vengarse de ellos por haberles quitado el cerdito? Tiene muchas preguntas en la cabeza, pero no dice ninguna; deja que el señor Owens se explique sin interrupciones. Con una mano, coge al cerdo en un fuerte abrazo y, con la que queda libre, se rasca el mentón como hacen los sabios de las historias cuando están pensando pero no pueden hablar sobre lo que piensan. La elfa se siente como uno de esos sabios, su cabeza es un hervidero de preguntas, magia y nuevas sensaciones que ha descubierto gracias a Matthew Owens. Tiene muchas ganas de hablar, de preguntar todo lo relacionado con la magia y los animales y, sobre todo, tiene ganas de compartir sus emociones con Matthew. En su mente, tiene un discurso preparado en el que, al recitarlo, le dará las gracias por todo lo que ha hecho por ella y todo lo que le ha enseñado.
Cuando el señor Owens termina de hablar, Arethusa abandona la posee de pensador abraza con los dos brazos al cerdito. Ha llegado su momento de hablar, su oportunidad para preguntar todo lo que se ha callado por educación. Se humedece los labios y respira muy despacio, ahora que puede, no sabe por dónde empezar y su lengua se le ha hecho un lío.
-¿El Cerdito Owens ahora es de mi propiedad? No lo comprendo. Yo no puedo ser dueña de una vida – no sabe explicarlo, pero con los dedos se pellizca la camiseta para poder plasmar lo que intenta decir- De esto sí puedo ser dueña. Tengo cosas, pero no puedo tener a alguien. ¿Los humanos podéis? Es decir… ¡Soy muy poderosos! Ni si quiera las sacerdotisas más altas de Sandorai son capaces de adueñarse de los animales. ¿Podéis hacerlo también con las personas? Si crías una persona, a un niño, ¿este pasa a ser de vuestra propiedad? Papá, cuando se enfadaba y era malo, muchas veces dijo que mis hermanas y yo éramos de su propiedad, pero no era cierto porque nosotras podíamos hacer lo que queríamos, Eámanë se fue a vivir con un chico que no le gusta a papá. – se calla unos segundos, mira absorta los ojos como monedas de plata de Matthew y vuelve a hablar, esta vez, mucho más lento- ¿Lo he vuelto a hacer, verdad? Me he desviado del tema-.
Se rasca la nuca y sonríe como si el señor Owens le hubiera repetido lo bonitas que son sus orejas picudas.
-No puede ser mío el cerdito Owens, tiene que ser tuyo- se lo piensa mejor- nuestro. Mi magia no puede adueñarse de las vidas, la tuya de humana sí lo puede hacer- le acerca el cerdito a Matthew como una madre enseñaría a su bebe orgullosa – Además, se llama como tú; es más tuyo que mío. Ni los payasos ni los guardias podrán quitárnoslo, sabrán que el cerdito es nuestro porque le has hecho de tu propiedad-.
¿De verdad, puede ir con Matthew? Arethusa da un saltito de celebración, por un momento pensó que Matthew se negaría, que diría algo así como que es demasiado peligroso para una pequeña elfa ir a las granjas de los humanos, algo típico que podría escuchar de los labios de Eámanë. No tiene importancia lo lejos que estén las granjas, mejor para ella; puede pasar todo el resto del día contándole cosas de los elfos al señor Owens y escuchando sus historias sobre palabras malas y buenas, humanos grises, humanos con poderes que pueden ser propietarios de los animales….
¡Es más! Si es cierto lo que dice Matthew, que pueden tardar más de un día en llegar a la granja, Arethusa está dispuesta a pasarse todos esos días hablando y aprendiendo. Para ella, no puede haber nada que le hiciera más feliz.
La pregunta, ahora mismo, es de qué hablar primero. Hay tantas cosas que puede contar que no sabe por dónde empezar, es muy indecisa. Por el momento, Arethusa decide bajar al cerdito de sus brazos y dejarlo en el suelo, entre sus piernas. Mientras camina, a cada paso, va guiando al cerdito con las piernas para que se mantenga en un camino fijo. Finalmente, tras adoptar la posición del pensador hasta tres veces, decide hacer lo que mejor se le da: tocar su instrumento. Se descuelga la funda del violín de la espalda, saca el instrumento y empieza a tocar.
-Creo que no te he presentado- dice con voz suave, muy calmada; diferente a la que usa para preguntar cuando su cabeza es un hervidero de preguntas- la has visto, pero no sabes cómo se llama. Es mi hermana mayor; no realmente, pero quiero que pensar sí lo es está conmigo. Se llama Mainera – los acordes se vuelven más blandos, más suaves- Se fue a la guerra, a ayudar a los humanos a hacer frente a un grupo de brujos; con mi música puedo volver a verla. ¿Tú también la ves? Dime que la ves ¿O es que estoy loca? Creo que a veces estoy, pero también creo que hacer vivir a Mainera con la música es lo más inteligente que he hecho nunca. ¿Puede venir con nosotros? Dime que sí, por favor. Si el camino es muy largo, nos hará compañía-.
La nueva lección tiene que ver con los animales. El señor Owens dice, y lo repite varias veces, que los animales pertenecen a las personas, algo que a Arethusa le resulta difícil de comprender. ¿A qué se refiere, como un saco de arena o unos pantalones? ¿Hasta dónde llega la magia de los humanos que es capaz de adueñarse de la vida de los animales? ¿Los payasos usarán su magia para vengarse de ellos por haberles quitado el cerdito? Tiene muchas preguntas en la cabeza, pero no dice ninguna; deja que el señor Owens se explique sin interrupciones. Con una mano, coge al cerdo en un fuerte abrazo y, con la que queda libre, se rasca el mentón como hacen los sabios de las historias cuando están pensando pero no pueden hablar sobre lo que piensan. La elfa se siente como uno de esos sabios, su cabeza es un hervidero de preguntas, magia y nuevas sensaciones que ha descubierto gracias a Matthew Owens. Tiene muchas ganas de hablar, de preguntar todo lo relacionado con la magia y los animales y, sobre todo, tiene ganas de compartir sus emociones con Matthew. En su mente, tiene un discurso preparado en el que, al recitarlo, le dará las gracias por todo lo que ha hecho por ella y todo lo que le ha enseñado.
Cuando el señor Owens termina de hablar, Arethusa abandona la posee de pensador abraza con los dos brazos al cerdito. Ha llegado su momento de hablar, su oportunidad para preguntar todo lo que se ha callado por educación. Se humedece los labios y respira muy despacio, ahora que puede, no sabe por dónde empezar y su lengua se le ha hecho un lío.
-¿El Cerdito Owens ahora es de mi propiedad? No lo comprendo. Yo no puedo ser dueña de una vida – no sabe explicarlo, pero con los dedos se pellizca la camiseta para poder plasmar lo que intenta decir- De esto sí puedo ser dueña. Tengo cosas, pero no puedo tener a alguien. ¿Los humanos podéis? Es decir… ¡Soy muy poderosos! Ni si quiera las sacerdotisas más altas de Sandorai son capaces de adueñarse de los animales. ¿Podéis hacerlo también con las personas? Si crías una persona, a un niño, ¿este pasa a ser de vuestra propiedad? Papá, cuando se enfadaba y era malo, muchas veces dijo que mis hermanas y yo éramos de su propiedad, pero no era cierto porque nosotras podíamos hacer lo que queríamos, Eámanë se fue a vivir con un chico que no le gusta a papá. – se calla unos segundos, mira absorta los ojos como monedas de plata de Matthew y vuelve a hablar, esta vez, mucho más lento- ¿Lo he vuelto a hacer, verdad? Me he desviado del tema-.
Se rasca la nuca y sonríe como si el señor Owens le hubiera repetido lo bonitas que son sus orejas picudas.
-No puede ser mío el cerdito Owens, tiene que ser tuyo- se lo piensa mejor- nuestro. Mi magia no puede adueñarse de las vidas, la tuya de humana sí lo puede hacer- le acerca el cerdito a Matthew como una madre enseñaría a su bebe orgullosa – Además, se llama como tú; es más tuyo que mío. Ni los payasos ni los guardias podrán quitárnoslo, sabrán que el cerdito es nuestro porque le has hecho de tu propiedad-.
¿De verdad, puede ir con Matthew? Arethusa da un saltito de celebración, por un momento pensó que Matthew se negaría, que diría algo así como que es demasiado peligroso para una pequeña elfa ir a las granjas de los humanos, algo típico que podría escuchar de los labios de Eámanë. No tiene importancia lo lejos que estén las granjas, mejor para ella; puede pasar todo el resto del día contándole cosas de los elfos al señor Owens y escuchando sus historias sobre palabras malas y buenas, humanos grises, humanos con poderes que pueden ser propietarios de los animales….
¡Es más! Si es cierto lo que dice Matthew, que pueden tardar más de un día en llegar a la granja, Arethusa está dispuesta a pasarse todos esos días hablando y aprendiendo. Para ella, no puede haber nada que le hiciera más feliz.
La pregunta, ahora mismo, es de qué hablar primero. Hay tantas cosas que puede contar que no sabe por dónde empezar, es muy indecisa. Por el momento, Arethusa decide bajar al cerdito de sus brazos y dejarlo en el suelo, entre sus piernas. Mientras camina, a cada paso, va guiando al cerdito con las piernas para que se mantenga en un camino fijo. Finalmente, tras adoptar la posición del pensador hasta tres veces, decide hacer lo que mejor se le da: tocar su instrumento. Se descuelga la funda del violín de la espalda, saca el instrumento y empieza a tocar.
-Creo que no te he presentado- dice con voz suave, muy calmada; diferente a la que usa para preguntar cuando su cabeza es un hervidero de preguntas- la has visto, pero no sabes cómo se llama. Es mi hermana mayor; no realmente, pero quiero que pensar sí lo es está conmigo. Se llama Mainera – los acordes se vuelven más blandos, más suaves- Se fue a la guerra, a ayudar a los humanos a hacer frente a un grupo de brujos; con mi música puedo volver a verla. ¿Tú también la ves? Dime que la ves ¿O es que estoy loca? Creo que a veces estoy, pero también creo que hacer vivir a Mainera con la música es lo más inteligente que he hecho nunca. ¿Puede venir con nosotros? Dime que sí, por favor. Si el camino es muy largo, nos hará compañía-.
Arethusa Lein
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Matthew no necesitaba escuchar mucho de lo que Arethusa decía para darse cuenta que había entendido muy poco de lo que le había explicado, era muy difícil pero no imposible. Owens se quedó escuchando hasta el final, lograba captar que el discurso de la elfa tenía cierta lógica, quizás si lograba comprender al menos un poco el cómo entendía el mundo podría hacer que entendiera a la vez lo que el humano le quería decir.
-Jajaja, no, no se trata de magia, quiero decir – Matt se quedó pensando cómo podía explicarlo – No es el mismo “me pertenece” como para un objeto ¿Me entiende? Mmmm por ejemplo, usted dice “Mi hermana” y eso no significa que ella sea una cosa ¿O sí? Si tuvieras un esposo le dirías “Esposo mío” o le dirías a la gente que ese es “Tu esposo”, pero no sería tuyo en realidad ¿Si me explico? – Pero Owens no podía pretender que la elfa se quedara callada demasiado tiempo, en seguida estaba nuevamente con uno de sus interminables discursos, aunque había algo más.
Ya había pasado un par de veces, cuando Arethusa mencionaba a su padre su gesto generalmente alegre se transformaba por uno de preocupación, culpabilidad tal vez o angustia. Matt estaba muy entrenado en captar detalles, y la elfa no era bueno disimulando, estaba bastante seguro que ese era un tema delicado, un asunto que si seguía juntándose con la muchacha tarde o temprano tendrían que encarar.
-Sí, pero solo un poco, no tiene que preocuparse – Les respondió Owens, sonriendo con amabilidad – Hay algo de lo que usted no se ha dado cuenta – Agarró al gracioso cerdito mientras continuaba caminando, por suerte no eran los únicos con animales en la calle, así que no llamaban mucho la atención – Usted dice que no tiene la magia para hacer que el Pequeño Owens sea suyo, pero a mí me da la sensación de que si la tiene – El cerdo se removía inquieto en los brazos del hombre, desesperado por regresar con la elfa – Nadie podría decir que no le pertenece – Se lo devuelve porque resulta imposible contenerlo.
La ciudad era el entorno natural para Matt, caminaba por las calles con la fluidez de un pez en el agua, conocía cada edificio, cada puesto, cada esquina de esa enorme metrópolis. Mientras hablaban tomo una manzana de un puesto, todos estaban distraídos, nadie vio el rápido movimiento de manos del estafador. No había porque preocuparse, sabía que si fluía con el ambiente la mayoría de sus acciones no tendrían consecuencias, era eso lo que quería que Arethusa aprendiera.
Se quedó en silencio al escuchar las explicaciones de la elfa en relación a su instrumento. En un primer momento Matthew no sabía bien qué pensar, podía quizás entender que alguien extrañara mucho a un ser querido, y por ello buscara un objeto que se lo recordara. Pero la elfa parecía tomarlo con especial seriedad, y Owens tenía la sensación de que si le decía que "no" sería lo mismo que decirle adiós en ese mismo instante.
-Tranquila – Dijo Matt sonriendo de medio lado y apoyando una mano en la cabeza de la elfa en gesto protector – No estás loca, si sientes que Mainera está contigo de esa manera, entonces es así - ¿A qué clase de persona se le había ocurrido el dejar a una niña como esta suelta en la ciudad? Solo se le ocurrían dos posibilidades, o era alguien que la detestaba y no le importaba su bienestar, o alguien que intentaban alejarla de algo mucho peor – Tienes un maravilloso don, para hacer música se necesita habilidad no solo en las manos, sino también en el corazón – Termino de comerse la fruta con el centro incluido para no desperdiciar nada, costumbres de otras épocas – Podrías aprovechar esa habilidad para algo.
-Jajaja, no, no se trata de magia, quiero decir – Matt se quedó pensando cómo podía explicarlo – No es el mismo “me pertenece” como para un objeto ¿Me entiende? Mmmm por ejemplo, usted dice “Mi hermana” y eso no significa que ella sea una cosa ¿O sí? Si tuvieras un esposo le dirías “Esposo mío” o le dirías a la gente que ese es “Tu esposo”, pero no sería tuyo en realidad ¿Si me explico? – Pero Owens no podía pretender que la elfa se quedara callada demasiado tiempo, en seguida estaba nuevamente con uno de sus interminables discursos, aunque había algo más.
Ya había pasado un par de veces, cuando Arethusa mencionaba a su padre su gesto generalmente alegre se transformaba por uno de preocupación, culpabilidad tal vez o angustia. Matt estaba muy entrenado en captar detalles, y la elfa no era bueno disimulando, estaba bastante seguro que ese era un tema delicado, un asunto que si seguía juntándose con la muchacha tarde o temprano tendrían que encarar.
-Sí, pero solo un poco, no tiene que preocuparse – Les respondió Owens, sonriendo con amabilidad – Hay algo de lo que usted no se ha dado cuenta – Agarró al gracioso cerdito mientras continuaba caminando, por suerte no eran los únicos con animales en la calle, así que no llamaban mucho la atención – Usted dice que no tiene la magia para hacer que el Pequeño Owens sea suyo, pero a mí me da la sensación de que si la tiene – El cerdo se removía inquieto en los brazos del hombre, desesperado por regresar con la elfa – Nadie podría decir que no le pertenece – Se lo devuelve porque resulta imposible contenerlo.
La ciudad era el entorno natural para Matt, caminaba por las calles con la fluidez de un pez en el agua, conocía cada edificio, cada puesto, cada esquina de esa enorme metrópolis. Mientras hablaban tomo una manzana de un puesto, todos estaban distraídos, nadie vio el rápido movimiento de manos del estafador. No había porque preocuparse, sabía que si fluía con el ambiente la mayoría de sus acciones no tendrían consecuencias, era eso lo que quería que Arethusa aprendiera.
Se quedó en silencio al escuchar las explicaciones de la elfa en relación a su instrumento. En un primer momento Matthew no sabía bien qué pensar, podía quizás entender que alguien extrañara mucho a un ser querido, y por ello buscara un objeto que se lo recordara. Pero la elfa parecía tomarlo con especial seriedad, y Owens tenía la sensación de que si le decía que "no" sería lo mismo que decirle adiós en ese mismo instante.
-Tranquila – Dijo Matt sonriendo de medio lado y apoyando una mano en la cabeza de la elfa en gesto protector – No estás loca, si sientes que Mainera está contigo de esa manera, entonces es así - ¿A qué clase de persona se le había ocurrido el dejar a una niña como esta suelta en la ciudad? Solo se le ocurrían dos posibilidades, o era alguien que la detestaba y no le importaba su bienestar, o alguien que intentaban alejarla de algo mucho peor – Tienes un maravilloso don, para hacer música se necesita habilidad no solo en las manos, sino también en el corazón – Termino de comerse la fruta con el centro incluido para no desperdiciar nada, costumbres de otras épocas – Podrías aprovechar esa habilidad para algo.
Matthew Owens
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Re: ¿Cómo se divierten los humanos? [Libre] [Cerrado]
Inmediatamente, nada más Matthew Owens termina de hablar, Arethusa asiente rápido con la cabeza. Se queda callada durante un ratito sonriendo, disfrutando del amable comentario que le ha hecho sobre su magia. No se preocupa por pensar en una buena respuesta al nivel de la del señor Owens ni en los gruñidos que hace el cerdito en sus brazos (parece que está buscando trufas entre sus dedos). Recuerda los mejores momentos de su vida, aquellos en los que, como este, no se estuvo permitido hablar: Mainera enseñándole a tocar un viejo laúd (el primer instrumento que Arethusa sostuvo cuando era niña), su primer beso, a papá llevándola de paseo por los bosques de Sandorai, a Eámanë enseñándola a leer… ¡Qué feliz era! Lo había olvidado. Papá se lo hizo olvidar. Si no fuera por Eámanë y, ahora, el señor Owens, jamás habría vuelto a recordar lo que se sentía en los momentos de pura felicidad.
Sin darse cuenta (¡qué tonta!), empieza a andar alegremente sin antes haber contestado al señor Owens. Sus pasos son coreografías sacas de alguno de sus baile: primero, toca el pavimento de la calle con la punta del pie y luego caer el talón. Parece que esté a punto de dar un salto en el momento que menos se lo esperase. ¡Así de feliz está!
El cerdito no parece estar tan cómodo como la elfa. El apretón del abrazo le molesta, quiere salir de ahí e ir a buscar trufas de verdad no las que se imagina que están en los dedos de Arethusa. Ella no le deja. La ciudad (Luna-se-sienta) puede ser un lugar muy peligroso, el señor Owens lo ha explicado. Los humanos tienen el poder de adueñarse de los animales; no como lo hace Arethusa, que ahora tiene un cerdito que es como su hermana. Los humanos se hacen dueño de los animales de forma diferente. Es complicado. La elfa sigue sin entenderlo demasiado bien, pero de algo está segura: no soltará al Pequeño Owens hasta que no lleguen a la granja de cerditos.
-Mi habilidad…- ella sigue pensando en las palabras del señor Owens, no se las quita de la cabeza. – ¿Aprovecharla? Jo, me gustaría muchísimo. Es mi sueño. Pero no sé cómo hacerlo, es muy complicado. A papá le he intentado curar muchas veces, te lo prometo. Pero no he podido. Eámanë me dijo que es porque su enfermedad es muy difícil, que dejase de visitarle a escondidas y que no iba a conseguir nada. ¡Por eso quiero ser sacerdotisa! Porque ellas pueden curarlo todo por muy difícil que sea. Ya lo viste en el bar- sus mejillas cobran un leve color rojizo- no sería una buena sacerdotisa-.
Algo nuevo sucede, aunque esté hablando de su padre y de sus sueños, la sonrisa no se le borra de los labios. Su voz suena orgullosa y llena de alegría. Piensa que es porque se le está contagiando la actitud positiva del señor Owens. Si él estuviera en su misma posición, seguro que no se quedaría de brazos cruzados sin hacer nada; buscaría otra salida para usar las habilidades. Arethusa lo había hecho minutos antes, utilizó su música para curar a la gente que se peleaba con frutas y piedras. Les sanó a todos. A ella todavía le hace daño la herida que le hicieron en la pierna, pero eso es porque una sacerdotisa no se puede curar a sí misma, solo a los demás. El señor Owens está recuperado de la mayoría de sus heridas. Si ya ha podido curar a alguien, lo podrá volver a hacer en un futuro. Es su sueño y luchará para conseguirlo, aunque de palabra parezca que ya se ha rendido.
Sin darse cuenta (¡qué tonta!), empieza a andar alegremente sin antes haber contestado al señor Owens. Sus pasos son coreografías sacas de alguno de sus baile: primero, toca el pavimento de la calle con la punta del pie y luego caer el talón. Parece que esté a punto de dar un salto en el momento que menos se lo esperase. ¡Así de feliz está!
El cerdito no parece estar tan cómodo como la elfa. El apretón del abrazo le molesta, quiere salir de ahí e ir a buscar trufas de verdad no las que se imagina que están en los dedos de Arethusa. Ella no le deja. La ciudad (Luna-se-sienta) puede ser un lugar muy peligroso, el señor Owens lo ha explicado. Los humanos tienen el poder de adueñarse de los animales; no como lo hace Arethusa, que ahora tiene un cerdito que es como su hermana. Los humanos se hacen dueño de los animales de forma diferente. Es complicado. La elfa sigue sin entenderlo demasiado bien, pero de algo está segura: no soltará al Pequeño Owens hasta que no lleguen a la granja de cerditos.
-Mi habilidad…- ella sigue pensando en las palabras del señor Owens, no se las quita de la cabeza. – ¿Aprovecharla? Jo, me gustaría muchísimo. Es mi sueño. Pero no sé cómo hacerlo, es muy complicado. A papá le he intentado curar muchas veces, te lo prometo. Pero no he podido. Eámanë me dijo que es porque su enfermedad es muy difícil, que dejase de visitarle a escondidas y que no iba a conseguir nada. ¡Por eso quiero ser sacerdotisa! Porque ellas pueden curarlo todo por muy difícil que sea. Ya lo viste en el bar- sus mejillas cobran un leve color rojizo- no sería una buena sacerdotisa-.
Algo nuevo sucede, aunque esté hablando de su padre y de sus sueños, la sonrisa no se le borra de los labios. Su voz suena orgullosa y llena de alegría. Piensa que es porque se le está contagiando la actitud positiva del señor Owens. Si él estuviera en su misma posición, seguro que no se quedaría de brazos cruzados sin hacer nada; buscaría otra salida para usar las habilidades. Arethusa lo había hecho minutos antes, utilizó su música para curar a la gente que se peleaba con frutas y piedras. Les sanó a todos. A ella todavía le hace daño la herida que le hicieron en la pierna, pero eso es porque una sacerdotisa no se puede curar a sí misma, solo a los demás. El señor Owens está recuperado de la mayoría de sus heridas. Si ya ha podido curar a alguien, lo podrá volver a hacer en un futuro. Es su sueño y luchará para conseguirlo, aunque de palabra parezca que ya se ha rendido.
Arethusa Lein
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