Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
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Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
Kwenthrith, que llevaba todo el día adquiriendo conocimientos sobre alquimia, decidió salir a la ciudad ella misma para comprar los materiales necesarios para llevar a cabo las prácticas de lo que había aprendido. Se cubrió con sus pieles vikingas, se colocó sus pendientes de colmillos y se rodeó el cuello con su collar de dientes humanos. Algunos creían que la noble era una bruja, pero nada más lejos de la realidad. Quizá era su aspecto misterioso lo que provocaba que ese rumor se extendiese entre los pueblerinos. De todas formas ninguno se atrevía a decírselo directamente. Como siempre su cara estaba cubierta de pintura azul con motivos nórdicos, y los llevaba como ofrenda para la diosa Freya, esperando que eso llamase su atención y le concediese al fin un marido con el que tener descendencia. Sentía que le habían usurpado el trono de Lunargenta y se iba a encargar de recuperarlo tarde o temprano. Ella siempre lo decía: "Teme la furia de una mujer paciente"
Una vez en el pueblo no se encargó de disimular. Todo aquello que iba a comprar eran ingredientes de lo más inocentes: cobre, hierbas, setas...cualquier cosa que a ojos de un ignorante mercader pasaría desapercibido. Si no, la cara de sus malhumorados guardaespaldas prevenían a los habitantes de Lunargenta de cualquier osado comentario.
Se desplazaba por el pueblo como miel para las abejas. Los niños la seguían, las mujeres —aunque con más discreción también lo hacían para ver qué compraba— e incluso los hombres. Siempre era la carne de chismorreo y la protagonista de canciones jocosas que la ponían de meretriz para arriba. Pero ella respondía a tales poesías con una sonrisa. Los pueblos descendientes de vikingos tenían por costumbre ser obscenos con cualquiera, y ella no iba a ser menos.
Cogió unos tallos de menta y los olió a conciencia. Necesitaba que fuesen de lo mejor. Pero entonces la vio, y cualquier material que estuviese buscando perdió su importancia. Observó durante unos segundos, curiosa, las orejas puntiagudas de la elfa. Se acercó pues sin dudarlo ni un instante. Una vez llegó hacia ella, inclinó la cabeza. Entre tanto humano otra raza podía ser una buenísima noticia.
—¿Qué hace una elfa por Lunargenta?—Inquirió, aunque la pregunta pudiese ser indiscreta su voz contenía un deje de fingido afecto—Kwenthrith de Caster, antiguos señores de Lunargenta—Se presentó, a la par que le sonreía y se volvía a inclinar sujetándose los ropajes.
Una vez en el pueblo no se encargó de disimular. Todo aquello que iba a comprar eran ingredientes de lo más inocentes: cobre, hierbas, setas...cualquier cosa que a ojos de un ignorante mercader pasaría desapercibido. Si no, la cara de sus malhumorados guardaespaldas prevenían a los habitantes de Lunargenta de cualquier osado comentario.
Se desplazaba por el pueblo como miel para las abejas. Los niños la seguían, las mujeres —aunque con más discreción también lo hacían para ver qué compraba— e incluso los hombres. Siempre era la carne de chismorreo y la protagonista de canciones jocosas que la ponían de meretriz para arriba. Pero ella respondía a tales poesías con una sonrisa. Los pueblos descendientes de vikingos tenían por costumbre ser obscenos con cualquiera, y ella no iba a ser menos.
Cogió unos tallos de menta y los olió a conciencia. Necesitaba que fuesen de lo mejor. Pero entonces la vio, y cualquier material que estuviese buscando perdió su importancia. Observó durante unos segundos, curiosa, las orejas puntiagudas de la elfa. Se acercó pues sin dudarlo ni un instante. Una vez llegó hacia ella, inclinó la cabeza. Entre tanto humano otra raza podía ser una buenísima noticia.
—¿Qué hace una elfa por Lunargenta?—Inquirió, aunque la pregunta pudiese ser indiscreta su voz contenía un deje de fingido afecto—Kwenthrith de Caster, antiguos señores de Lunargenta—Se presentó, a la par que le sonreía y se volvía a inclinar sujetándose los ropajes.
Última edición por Kwenthrith el Mar Jun 13, 2017 11:53 pm, editado 1 vez
Kwenthrith
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
Iredia había ido a parar a esa ciudad por motivos simplemente turísticos. Le habían dicho que allí había un hospital, donde siempre necesitaban gente que supiera de las artes de medicina. Entretanto, desgraciadamente, se había encontrado un mercadillo de esencias y se había distraído de su objetivo. Su olfato elfo y su vista se encontraban en ese momento deleitándose con las fragancias y los colores de las diversas especias que allí se vendían. Ella llevaba un atuendo sencillo: unas mallas ajustadas, botas, túnica corta de manga larga y no llevaba joya alguna ni arma, únicamente un zurrón donde guardaba sus pertenencias (un bote con agua y algo de comida).
Qué bonito era todo aquello. Lunargenta, la ciudad humana, no se parecía en nada a la ciudad portuaria, cosa que agradeció. O eso o quizás había tenido la suerte de ir a parar a un barrio más rico.
De repente, una mujer alta, esbelta, rubia, con pinturas azules y dientes humanos colgando de su cuello se acercó a ella, saludándola, presentándose y preguntando sus intenciones mientras le hacía una curiosa reverencia. La elfa la miró con los ojos como platos y luego le repitió el gesto, inclinándose elegantemente. El reparto de poderes humano era algo que todavía no comprendía del todo, pero esa mujer desprendía autoridad por todos sus poros.
-Ahm... Mi... mi nombre es Iredia. Iredia Tan-Damar. Soy del bosque de Sandorai, del clan Tan-Damar.-mencionó con algo más de orgullo, aunque sabía que no significaba gran cosa fuera de los límites del bosque- El caso es que me dijeron que aquí había un hospital. Estaba buscándolo, pero me he perdido... y en el camino pues he visto este mercadillo y me he quedado.-sonrió a modo de disculpa.
Tragó saliva entonces e inclinó la cabeza respetuosamente.
-No conozco los rangos jerárquicos de los humanos, pero debéis de ser una mujer poderosa. Me siento muy honrada con el mero hecho de que me habléis.-hablaba con sinceridad. En su pueblo, el hecho de que un alto rango hablase a uno muy inferior se consideraba todo un honor y un privilegio que no todo el mundo conseguía. -¿Puedo hacer algo por vos?
Qué bonito era todo aquello. Lunargenta, la ciudad humana, no se parecía en nada a la ciudad portuaria, cosa que agradeció. O eso o quizás había tenido la suerte de ir a parar a un barrio más rico.
De repente, una mujer alta, esbelta, rubia, con pinturas azules y dientes humanos colgando de su cuello se acercó a ella, saludándola, presentándose y preguntando sus intenciones mientras le hacía una curiosa reverencia. La elfa la miró con los ojos como platos y luego le repitió el gesto, inclinándose elegantemente. El reparto de poderes humano era algo que todavía no comprendía del todo, pero esa mujer desprendía autoridad por todos sus poros.
-Ahm... Mi... mi nombre es Iredia. Iredia Tan-Damar. Soy del bosque de Sandorai, del clan Tan-Damar.-mencionó con algo más de orgullo, aunque sabía que no significaba gran cosa fuera de los límites del bosque- El caso es que me dijeron que aquí había un hospital. Estaba buscándolo, pero me he perdido... y en el camino pues he visto este mercadillo y me he quedado.-sonrió a modo de disculpa.
Tragó saliva entonces e inclinó la cabeza respetuosamente.
-No conozco los rangos jerárquicos de los humanos, pero debéis de ser una mujer poderosa. Me siento muy honrada con el mero hecho de que me habléis.-hablaba con sinceridad. En su pueblo, el hecho de que un alto rango hablase a uno muy inferior se consideraba todo un honor y un privilegio que no todo el mundo conseguía. -¿Puedo hacer algo por vos?
Iredia
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
Kwenthrith sacudió la mano, restando importancia al desconocimiento de la chica. Lo cierto es que ni ella sabía en qué posición se encontraba ahora mismo pero intentó explicarlo de todas formas:
—Mi familia, los Carsten, consiguieron hacerse con el trono de Lunargenta. Cuando el rey murió puso en el trono a su mano derecha, que es quien gobierna actualmente. A mi se me permite estar en el castillo y a ojos de todos soy una noble.— Aunque debería ser una reina, se dijo para sus adentros.
Volvió a pasear la mirada por los rasgos élficos de la muchacha. Aunque estaba complacida por su respetuoso trato, le había decepcionado saber que no ocupaba un alto rango entre su sociedad. En seguida se había planteado la idea de que viniese en buscar de establecer contacto con humanos, quizá con intereses comerciales o acuerdos de territorio. Fuera como fuese aún le podía ser útil.
—¿El hospital? No te preocupes por ellos, se las apañan muy bien.—Dijo, aunque ni siquiera sabía si tal afirmación era cierta.No se paseaba nunca por el hospital ni por alrededor, ya que no le apetecía volver al castillo con la viruela corriendo por su sangre.—Además, los humanos a menudo pecan de ser prejuiciosos. Si no has tenido ya un encontronazo con alguno poco tardarás, y más aún si la vida de tal persona estuviese en peligro.
La vikinga posó su mano en el hombro de la elfa y rezó una oración a Odín, y poco después se quitó el collar de dientes para posarlo en el cuello de Iredia: —Estoy segura de que los dioses están contigo, y esa es mi ofrenda de buena fe hacia ti y toda tu gente. ¿Qué te parece si vamos a un lugar tranquilo y me hablas más de ellos?—Sugirió. Kwenthrith jamás desaprovechaba la oportunidad de establecer al menos puentes hacia lo que podían ser aliados. Si algo había aprendido es que nadie era insignificante.—Tienes la dicha de Freya sobre ti, criatura. Déjame contagiarme de tu suerte.
—Mi familia, los Carsten, consiguieron hacerse con el trono de Lunargenta. Cuando el rey murió puso en el trono a su mano derecha, que es quien gobierna actualmente. A mi se me permite estar en el castillo y a ojos de todos soy una noble.— Aunque debería ser una reina, se dijo para sus adentros.
Volvió a pasear la mirada por los rasgos élficos de la muchacha. Aunque estaba complacida por su respetuoso trato, le había decepcionado saber que no ocupaba un alto rango entre su sociedad. En seguida se había planteado la idea de que viniese en buscar de establecer contacto con humanos, quizá con intereses comerciales o acuerdos de territorio. Fuera como fuese aún le podía ser útil.
—¿El hospital? No te preocupes por ellos, se las apañan muy bien.—Dijo, aunque ni siquiera sabía si tal afirmación era cierta.No se paseaba nunca por el hospital ni por alrededor, ya que no le apetecía volver al castillo con la viruela corriendo por su sangre.—Además, los humanos a menudo pecan de ser prejuiciosos. Si no has tenido ya un encontronazo con alguno poco tardarás, y más aún si la vida de tal persona estuviese en peligro.
La vikinga posó su mano en el hombro de la elfa y rezó una oración a Odín, y poco después se quitó el collar de dientes para posarlo en el cuello de Iredia: —Estoy segura de que los dioses están contigo, y esa es mi ofrenda de buena fe hacia ti y toda tu gente. ¿Qué te parece si vamos a un lugar tranquilo y me hablas más de ellos?—Sugirió. Kwenthrith jamás desaprovechaba la oportunidad de establecer al menos puentes hacia lo que podían ser aliados. Si algo había aprendido es que nadie era insignificante.—Tienes la dicha de Freya sobre ti, criatura. Déjame contagiarme de tu suerte.
Última edición por Kwenthrith el Vie Jun 02, 2017 5:36 pm, editado 1 vez
Kwenthrith
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
Cuando oyó la historia de su familia se sorprendió. Sin embargo, su naturaleza desconfiada le hizo fruncir el ceño. ¿Qué quería esa mujer? Sin duda, era autoritaria.
Al mencionar el hospital y su buen funcionamiento, le pareció rarísimo. Normalmente, los hospitales siempre necesitan gente que sepa de las artes medicinales. Ya indagaría sobre ello después. Le llamó la atención, además, cómo se refería a los de su propia raza y no pudo evitar sonreír discretamente. Sí, había tenido encuentros muy desagradables con humanos y, además, había asumido que eran criaturas completamente volubles e impredecibles. Como la dama que tenía delante.
En el momento en el que empezó a rezar a Odín y le dio aquel collar macabro, no pudo menos que alucinar en colores, Había oído historias sobre otros dioses, pero le resultó la mar de llamativo toparse de frente con una adoradora de Odín. Ferviente adoradora, de hecho, se notaba que era una gran devota de los dioses. No supo hasta qué punto era bueno, pero en cuanto le propuso que fueran a un lugar tranquilo para hablar, se lo pensó un par de veces antes de contestar. Ese collar humano en su cuello la hacía sentir siniestra, perro parecía que la mujer se lo daba de buena fe.
<<No todos los días conoces a una noble, Iredia. Aprovechemos esto.>>
-Me honráis mucho, mi... em... No sé cómo dirigirme a vos: Si llamaros "mi señora", llamaros por vuestro nombre de pila...- de repente, sonrió ampliamente.. Su curiosidad le podía más que desconfiar de esa misteriosa mujer- Vaya, por lo que veo podemos aprender mucho una de la otra.-manifestó con sinceridad- ¿A dónde vamos?
<<Porras, ya podría tener yo la mitad de estilo que tiene ella.>>, pensó.
Iredia
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
Bastó una palabra para enfurecer a Kwenthrith. Un hombre que estaba junto al grupo que les observaba había tenido la osadía suficiente de gritarle a la noble "usurpadora". Ella sonrió a la elfa y contestó antes de actuar.
—Puedes llamarme Kwenthrith, cielo. No eres mi sirvienta como para que hayas de tener un trato especial conmigo.—La noble acarició el collar de dientes que le había regalado a su acompañante—Voy a proveerte de sabiduría, y vas a entender cual es la voluntad de los dioses. ¿Sabías que nunca se debe insultar a una vikinga?—Se giró imponente y avanzó hacia el grupo que les miraba. Cogió al que creyó que la había insultado de la cara y apretó, con la suficiente fuerza como para apartarlo de la multitud y tirarlo delante de ellos. Si no había sido el que la había llamado usurpadora le era completamente indiferente. Se puso de cuclillas frente al asustado muchacho que probablemente no se atrevía a contestar por la presencia de los demás guardias.
—¿Qué me has llamado?— Inquirió. Lo de usurpadora era un título que la gente de Lunargenta le había atribuido demasiado pronto, y los poetas que se querían reír de ella la llamaban reina fantasma. Todos se hacían una idea de las intenciones de la noble pero ella se encargaba de calmar estos rumores que eran sin duda ciertos. Le volvió a agarrar de la cara y le empujó, dándole un golpe en la nuca contra el suelo— Vuelve a repetirlo. Venga.—Él negaba una y otra vez haberlo dicho, pero la rabia de Kwenthrith iba por encima de cualquier razonamiento. Empezó a darle golpes hasta que le abrió la cabeza y la sangre tiñó la tierra. Poco después dejó de chillar para limitarse a respirar agónico.
Esa fue la gota que colmó el vaso. Mientras sus hombres le abrían la boca para arrancarle los dientes entre el pueblo se produjo una reacción en cadena. Una persona le tiró una fruta, y luego otra, e incluso apuntaban a la elfa. Sus hombres se posicionaron frente a ella con los escudos en alto, pero solo eran dos y con una guardia tan escasa no iban a tardar en perder el control de la situación. Nadie debe insultar a un vikingo, pero ella lo había hecho ahora mismo de otra manera. Los gritos e insultos pedían sangre. Tanto la suya como la de sus hombres como la de la inocente elfa. La noble cogió la mano ajena con la suya manchada completamente de rojo.—Tenemos que irnos si no queremos que nuestra cabeza acabe en una pica. Venga, ¡andando!—Ordenó tirando de ella.
—Puedes llamarme Kwenthrith, cielo. No eres mi sirvienta como para que hayas de tener un trato especial conmigo.—La noble acarició el collar de dientes que le había regalado a su acompañante—Voy a proveerte de sabiduría, y vas a entender cual es la voluntad de los dioses. ¿Sabías que nunca se debe insultar a una vikinga?—Se giró imponente y avanzó hacia el grupo que les miraba. Cogió al que creyó que la había insultado de la cara y apretó, con la suficiente fuerza como para apartarlo de la multitud y tirarlo delante de ellos. Si no había sido el que la había llamado usurpadora le era completamente indiferente. Se puso de cuclillas frente al asustado muchacho que probablemente no se atrevía a contestar por la presencia de los demás guardias.
—¿Qué me has llamado?— Inquirió. Lo de usurpadora era un título que la gente de Lunargenta le había atribuido demasiado pronto, y los poetas que se querían reír de ella la llamaban reina fantasma. Todos se hacían una idea de las intenciones de la noble pero ella se encargaba de calmar estos rumores que eran sin duda ciertos. Le volvió a agarrar de la cara y le empujó, dándole un golpe en la nuca contra el suelo— Vuelve a repetirlo. Venga.—Él negaba una y otra vez haberlo dicho, pero la rabia de Kwenthrith iba por encima de cualquier razonamiento. Empezó a darle golpes hasta que le abrió la cabeza y la sangre tiñó la tierra. Poco después dejó de chillar para limitarse a respirar agónico.
Esa fue la gota que colmó el vaso. Mientras sus hombres le abrían la boca para arrancarle los dientes entre el pueblo se produjo una reacción en cadena. Una persona le tiró una fruta, y luego otra, e incluso apuntaban a la elfa. Sus hombres se posicionaron frente a ella con los escudos en alto, pero solo eran dos y con una guardia tan escasa no iban a tardar en perder el control de la situación. Nadie debe insultar a un vikingo, pero ella lo había hecho ahora mismo de otra manera. Los gritos e insultos pedían sangre. Tanto la suya como la de sus hombres como la de la inocente elfa. La noble cogió la mano ajena con la suya manchada completamente de rojo.—Tenemos que irnos si no queremos que nuestra cabeza acabe en una pica. Venga, ¡andando!—Ordenó tirando de ella.
Kwenthrith
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
Todo parecía ir bien hasta que, de repente, la mujer pareció cambiar de personalidad y convertirse en una fiera animal sedienta de sangre. Vio con los ojos como platos cómo apaleaba a aquel muchacho que ella creía que le había llamado usurpadora. Lo cierto era que ella también lo había oído, pero su actitud prudente le hizo callarse. Desgraciadamente para aquel muchacho, lo dijo en voz demasiado alta. Instintivamente, se acarició los dientes que ella le había regalado en cuanto vio que los hombres se lo arrancaban a aquel joven. ¿A quién pertenecían aquellos que llevaba colgados al cuello?
Se desató el caos. Esquivó por los pelos un tomate y de repente la guardia las protegió. Pero lo que le pareció más injusto fue que todo aquel gentío también la tomase con ella. No conocía a esa mujer y ya se había ganado el odio de los demás. Una mano roja asió la suya. Contempló con tristeza a la multitud enfurecida. Todo eran motivos para no respetar a los humanos. No eran fiables, definitivamente no eran fiables.
Apretó fuerte entonces la mano de la noble y asintió.
-Os sigo. Deberíamos ir a algún lugar oculto. Cerca de las afueras podremos encontrar algo de paz. -señaló una dirección.
De repente, otro tomate le impactó en la mejilla. Se quedó unos segundos anonadada y, contra todo pronóstico, se agachó (sin soltar la mano de la noble), cogió una pera que habían tirado unos momentos antes y se la tiró al que le había dado el tomatazo con toda su rabia. Le impactó en la nariz y le hizo trastabillar hacia atrás y tropezarse con otros dos. Sentía tanta rabia que, si no fuera porque les superaban ampliamente en número, se habría liado a "perazos" con toda aquella multitud de humanos idiotas. La noble podría ver que el rostro de la elfa reflejaba una clara ira.
Se desató el caos. Esquivó por los pelos un tomate y de repente la guardia las protegió. Pero lo que le pareció más injusto fue que todo aquel gentío también la tomase con ella. No conocía a esa mujer y ya se había ganado el odio de los demás. Una mano roja asió la suya. Contempló con tristeza a la multitud enfurecida. Todo eran motivos para no respetar a los humanos. No eran fiables, definitivamente no eran fiables.
Apretó fuerte entonces la mano de la noble y asintió.
-Os sigo. Deberíamos ir a algún lugar oculto. Cerca de las afueras podremos encontrar algo de paz. -señaló una dirección.
De repente, otro tomate le impactó en la mejilla. Se quedó unos segundos anonadada y, contra todo pronóstico, se agachó (sin soltar la mano de la noble), cogió una pera que habían tirado unos momentos antes y se la tiró al que le había dado el tomatazo con toda su rabia. Le impactó en la nariz y le hizo trastabillar hacia atrás y tropezarse con otros dos. Sentía tanta rabia que, si no fuera porque les superaban ampliamente en número, se habría liado a "perazos" con toda aquella multitud de humanos idiotas. La noble podría ver que el rostro de la elfa reflejaba una clara ira.
Iredia
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
—Malditos desagradecidos...—Masculló entre dientes la noble. Era la primera vez que se le rebotaban. Sabía que no la querían demasiado pero la acostumbraban a respetar por ser una honorable guerrera. Una verdadera valquiria. Además, apalear a alguien en un pueblo donde el odinismo era la religión dominante no debía de resultar tan extraño para el pueblo que conformaba Lunargenta.—Les doy todo de mi y me rechazan como a una sucia cristiana—Escupió al suelo como hacía cada vez que sentía desprecio—Que Odín los maldiga a todos y jamás festejen con los dioses.
Si bien los objetivos de Kwenthrith eran puramente egoístas, no pretendía descuidar al pueblo si conseguía llegar al poder. Además, estaba segura de que ella era capaz de convertir aquel lugar en un referente en lo que a comercio se refiere. Se imaginaba a si misma como una reina que traería prosperidad a su reino. Por ende, aquello aseguraría el futuro de unos hijos que aún no eran siquiera tangibles. Dedicó una mirada a la elfa y pudo observar lo enfadada que estaba. La noble no era menos en ese aspecto, si no fuese porque ya había tenido suficiente habría montado en cólera rompiendo todo a su paso. Quizá el ser tan voluble e impulsiva era un defecto importante y se estaba sobrevalorando en sus capacidades de liderazgo.
—No tengo ni idea de donde podemos refugiarnos. No conozco demasiado bien todas las calles que recorren la ciudad. No acostumbro a salir sola...—Echó la cabeza hacia atrás en busca de sus guardias. No estaban con ellas pero la multitud tampoco las perseguía. Kwenthrith suponía que se estaban ensañando con sus protectores.—Probablemente no nos persigan así que podemos entrar a una taberna y hablar sobre lo que hemos dicho si te parece—Sugirió, y entonces la soltó. La elfa no parecía asustada de sus macabras pinturas ni de sus acciones y eso le gustaba. No había detectado demasiada vacilación en irse con ella después de haberle partido la cabeza a un muchacho a base de golpearle el cráneo contra el suelo. Que fuese valiente le agradaba—¿Sois los elfos una especie guerrera?—Preguntó Kwenthrith inquisitiva, mientras que sus ojos tanteaban las calles en busca de una taberna—Quiero decir, ¿domináis las artes del combate? Para mi desgracia no conozco demasiado otros pueblos que sin duda sería maravilloso enriquecerse con su cultura. Eso es lo que civiliza a los animales racionales, ¿verdad? La diversidad.
Debía admitir que había dicho aquello último con algo de sorna. Parecía estar hablando como una monja de clausura cuando acababa de probablemente matar a un hombre que ni conocía. Sonrió por haberse hecho llamar civilizada después de aquel acto, pero intentó no darle demasiada bola para no ponerse a reír a carcajadas.
—¿Qué os parece esa taberna?—Inquirió señalando un cartel colgado bajo un palo clavado a la pared que se balanceaba por el viento.
Si bien los objetivos de Kwenthrith eran puramente egoístas, no pretendía descuidar al pueblo si conseguía llegar al poder. Además, estaba segura de que ella era capaz de convertir aquel lugar en un referente en lo que a comercio se refiere. Se imaginaba a si misma como una reina que traería prosperidad a su reino. Por ende, aquello aseguraría el futuro de unos hijos que aún no eran siquiera tangibles. Dedicó una mirada a la elfa y pudo observar lo enfadada que estaba. La noble no era menos en ese aspecto, si no fuese porque ya había tenido suficiente habría montado en cólera rompiendo todo a su paso. Quizá el ser tan voluble e impulsiva era un defecto importante y se estaba sobrevalorando en sus capacidades de liderazgo.
—No tengo ni idea de donde podemos refugiarnos. No conozco demasiado bien todas las calles que recorren la ciudad. No acostumbro a salir sola...—Echó la cabeza hacia atrás en busca de sus guardias. No estaban con ellas pero la multitud tampoco las perseguía. Kwenthrith suponía que se estaban ensañando con sus protectores.—Probablemente no nos persigan así que podemos entrar a una taberna y hablar sobre lo que hemos dicho si te parece—Sugirió, y entonces la soltó. La elfa no parecía asustada de sus macabras pinturas ni de sus acciones y eso le gustaba. No había detectado demasiada vacilación en irse con ella después de haberle partido la cabeza a un muchacho a base de golpearle el cráneo contra el suelo. Que fuese valiente le agradaba—¿Sois los elfos una especie guerrera?—Preguntó Kwenthrith inquisitiva, mientras que sus ojos tanteaban las calles en busca de una taberna—Quiero decir, ¿domináis las artes del combate? Para mi desgracia no conozco demasiado otros pueblos que sin duda sería maravilloso enriquecerse con su cultura. Eso es lo que civiliza a los animales racionales, ¿verdad? La diversidad.
Debía admitir que había dicho aquello último con algo de sorna. Parecía estar hablando como una monja de clausura cuando acababa de probablemente matar a un hombre que ni conocía. Sonrió por haberse hecho llamar civilizada después de aquel acto, pero intentó no darle demasiada bola para no ponerse a reír a carcajadas.
—¿Qué os parece esa taberna?—Inquirió señalando un cartel colgado bajo un palo clavado a la pared que se balanceaba por el viento.
Kwenthrith
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
Comprendió el desprecio de la humana, aunque sin duda a ella le parecía muy raro que se hubieran ensañado tanto con ella. Supuso que los secretos formaban parte de la vida de aquella mujer.
Ella miró a su alrededor. Tampoco tenía ni idea de dónde refugiarse. Asintió a la idea de la taberna. Cuando le preguntó por su carácter guerrero, no pudo reprimir una sonrisa. Kwenthrith le caía bastante bien.
-Me temo que el camino del guerrero no es el mío, aunque conozco a otros elfos que sí lo son.
Tuvo que reconocer que también le hizo gracia la expresión "animales racionales". Aunque no por los mismos motivos que la mujer. Iredia pensaba que los humanos eran precisamente de todo menos racionales.
-Yo me formé en el arte de curar. Los elfos tenemos un don especial para eso y yo aún me encuentro en fase de aprendizaje.
Cuando señaló la taberna con aquel letrero bamboleante, ella asintió, mostrando su acuerdo. Se metieron las dos. Parecía una taberna modesta y sencilla, con un camarero que quizás también fuese el dueño. El hombre tenía un enorme bigote poblado y mirada suspicaz. Al ver a las dos mujeres solas, enarcó una ceja primero. Después, segundos después, tras mirar de arriba abajo a la mujer vikinga, tragó saliva. Si tenía intenciones de llamar la atención a esas dos mujeres sobre lo apropiado que era el lugar para ellas, optó por callarse. Iredia se sentó en uno de los taburetes de la barra y pidió una cerveza suave.
-¿No conoces entonces la raza élfica? Bueno, en cierto modo es normal. En mi tribu de Sandorai apenas tenemos contactos con humanos, salvo por temas de comercio. Técnicamente, yo tampoco sé mucho sobre vosotros y por eso estoy aquí. -miró entonces con más atención las pinturas de la mujer. Le resultaban muy curiosas- Mi pueblo se compone de guerreros y sanadores, amén de otras cosas. En ese sentido, no somos muy diferentes de vosotros.
Aunque sí que es cierto que tenéis unas costumbres... confusas. Como tirar tomates. -rió levemente- ¿Qué significan tus pinturas?¿Van acordes con tu rango?
Ella miró a su alrededor. Tampoco tenía ni idea de dónde refugiarse. Asintió a la idea de la taberna. Cuando le preguntó por su carácter guerrero, no pudo reprimir una sonrisa. Kwenthrith le caía bastante bien.
-Me temo que el camino del guerrero no es el mío, aunque conozco a otros elfos que sí lo son.
Tuvo que reconocer que también le hizo gracia la expresión "animales racionales". Aunque no por los mismos motivos que la mujer. Iredia pensaba que los humanos eran precisamente de todo menos racionales.
-Yo me formé en el arte de curar. Los elfos tenemos un don especial para eso y yo aún me encuentro en fase de aprendizaje.
Cuando señaló la taberna con aquel letrero bamboleante, ella asintió, mostrando su acuerdo. Se metieron las dos. Parecía una taberna modesta y sencilla, con un camarero que quizás también fuese el dueño. El hombre tenía un enorme bigote poblado y mirada suspicaz. Al ver a las dos mujeres solas, enarcó una ceja primero. Después, segundos después, tras mirar de arriba abajo a la mujer vikinga, tragó saliva. Si tenía intenciones de llamar la atención a esas dos mujeres sobre lo apropiado que era el lugar para ellas, optó por callarse. Iredia se sentó en uno de los taburetes de la barra y pidió una cerveza suave.
-¿No conoces entonces la raza élfica? Bueno, en cierto modo es normal. En mi tribu de Sandorai apenas tenemos contactos con humanos, salvo por temas de comercio. Técnicamente, yo tampoco sé mucho sobre vosotros y por eso estoy aquí. -miró entonces con más atención las pinturas de la mujer. Le resultaban muy curiosas- Mi pueblo se compone de guerreros y sanadores, amén de otras cosas. En ese sentido, no somos muy diferentes de vosotros.
Aunque sí que es cierto que tenéis unas costumbres... confusas. Como tirar tomates. -rió levemente- ¿Qué significan tus pinturas?¿Van acordes con tu rango?
Iredia
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
No contestó a la elfa hasta que no estuvieron dentro. También se fijó en la expresión del camarero, y estaba más que acostumbrada a que la tomasen por débil solo por ser mujer. Ese era el único error que había cometido. Si hubiese nacido hombre las cosas le resultarían mil veces más fácil.
—Jugo de bayas, y que no se te ocurra meterle nada raro que me conozco como os las gastáis—Advirtió alzando el dedo, aunque se quedó vigilando como el que les atendía preparaba su bebida. No se fiaba ni se fiaría jamás de un hombre. Entonces se giró para mirar a su acompañante a los ojos —¿Así que sois una raza guerrera después de todo? Es evidente que los sanadores son igual o más importantes que aquellos que empuñan una espada. Se perderían muchos guerreros de no existir. Estoy fascinada.—Confesó de forma sincera, y acarició las manos de la ajena. Las veía como útiles herramientas—¿Y como está estamentada vuestra sociedad? ¿También tenéis reyes y nobleza?—Aunque se sentía una ignorante, necesitaba recabar toda la información posible antes de aventurarse a proponer un trato. Para más inri, en el momento no tenía nada tangible que ofrecer a un pueblo entero. Además no conocía el pueblo élfico, ni sabía qué les ofendía o sus costumbres. Debía cuidar sus palabras y andar sobre seguro antes de caminar descalza por las brasas de la incertidumbre.
—Sandorai—Repitió la noble—Es un nombre bonito. Que comercien con humanos ya es un gran logro, considerando lo avariciosos que son. Seguro que sois una raza de lo más inteligente. Pero si que no parecéis demasiado diferentes. Quizá podría visitar yo tu tribu un día...—Introdujo la posibilidad como algo inocente, y sonrió a Iredia para amenizar el peso de la petición. Rió a carcajadas con la mención hacia los tomates—Es la primera vez que responden de esa forma. Supongo que me lo merezco, el insulto de aquel necio no era para tanto. Pero bueno, la próxima vez que salga del castillo me encargaré de ir mejor protegida.—Le dio un sorbo al zumo de bayas antes de contestar. Negó con la cabeza levemente.—En absoluto, cualquiera puede pintarse así. No hay ningún elemento que distinga mi posición más allá de las ropas de mejor tela, supongo. Mis pinturas son un reclamo a Freya, le estoy pidiendo un retoño. Nada me gustaría más que llevar el fruto de la vida en mi vientre y amar a mi simiente con locura igual que amo a mis dioses. Y estoy segura de que Freya me sonreirá pronto. Soy una mujer paciente.
—Jugo de bayas, y que no se te ocurra meterle nada raro que me conozco como os las gastáis—Advirtió alzando el dedo, aunque se quedó vigilando como el que les atendía preparaba su bebida. No se fiaba ni se fiaría jamás de un hombre. Entonces se giró para mirar a su acompañante a los ojos —¿Así que sois una raza guerrera después de todo? Es evidente que los sanadores son igual o más importantes que aquellos que empuñan una espada. Se perderían muchos guerreros de no existir. Estoy fascinada.—Confesó de forma sincera, y acarició las manos de la ajena. Las veía como útiles herramientas—¿Y como está estamentada vuestra sociedad? ¿También tenéis reyes y nobleza?—Aunque se sentía una ignorante, necesitaba recabar toda la información posible antes de aventurarse a proponer un trato. Para más inri, en el momento no tenía nada tangible que ofrecer a un pueblo entero. Además no conocía el pueblo élfico, ni sabía qué les ofendía o sus costumbres. Debía cuidar sus palabras y andar sobre seguro antes de caminar descalza por las brasas de la incertidumbre.
—Sandorai—Repitió la noble—Es un nombre bonito. Que comercien con humanos ya es un gran logro, considerando lo avariciosos que son. Seguro que sois una raza de lo más inteligente. Pero si que no parecéis demasiado diferentes. Quizá podría visitar yo tu tribu un día...—Introdujo la posibilidad como algo inocente, y sonrió a Iredia para amenizar el peso de la petición. Rió a carcajadas con la mención hacia los tomates—Es la primera vez que responden de esa forma. Supongo que me lo merezco, el insulto de aquel necio no era para tanto. Pero bueno, la próxima vez que salga del castillo me encargaré de ir mejor protegida.—Le dio un sorbo al zumo de bayas antes de contestar. Negó con la cabeza levemente.—En absoluto, cualquiera puede pintarse así. No hay ningún elemento que distinga mi posición más allá de las ropas de mejor tela, supongo. Mis pinturas son un reclamo a Freya, le estoy pidiendo un retoño. Nada me gustaría más que llevar el fruto de la vida en mi vientre y amar a mi simiente con locura igual que amo a mis dioses. Y estoy segura de que Freya me sonreirá pronto. Soy una mujer paciente.
Kwenthrith
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
La elfa se retrasaba, para variar.
- Tenia que ir a ver el hospital y volver... Curiosear... - Murmuré para mi apartando a la gente mientras pasaba por la plaza, agobiado. - Pero NO. Ella tenia que perderse... Perderse en una puñetera ciudad más grande que todo el jodido bosque... ¿Y tu que coño miras? - Dije a un hombre cargando un barril que llevaba rato mirándome en medio de mi monologo.
Seguí andando y me subí a una caja para mirar mejor. No había ni rastro de ella.
Baje de la caja frustrado y blasfemando.
- Cuando la encuentre, juro por todos los puñeteros dioses de todas las puñeteras religiones que le voy a cortar las orejas... - Dije recordando nuestro primer encuentro. Me acerqué a un grupo de mendigos que peleaban por un cacho de pan.
- Eh, vosotros. - Todos me miraron. - Busco a una elfa.
- Prueba en el prostíbulo, chico. - Dijo uno, aferrado a una botella de Nerk.
- Busco a otro tipo de elfa...
- ¿Existen de otro tipo?
Contuve mis ganas de romperle los dientes un instante... Hasta que me di cuenta que no tenia porque hacerlo. Me acerqué y le agarré del cabello, golpeando con fuerza la parte de atras de su cabeza contra la pared. Un fino hilo de sangre regalimo por ella mientras el caia inconsciente en el suelo. Los otros dos me miraron en silencio y visiblemente cagados.
- Pelo oscuro. Ojos brillantes. De esta altura. Buen culo.
- ... ¿Se referira a la de los tomates? - Preguntó el de la botella al otro.
- Encaja con la descripcion... - Dijo aun con la mirada fija en mi el segundo. - Estaban dos elfas por ahi cuando la gente las a acribillado a tomates... Una de ellas se parece a la que describes.
- ¿Donde han ido?
- Ni idea. Han corrido en esa direccion. Quizas se hayan escondido...
"En un barril, sin duda... " Pensé para mi.
No dije nada a los mendigos y fui en esa dirección. ¿Es que no se le podía dejar ni un minuto a esa puñetera elfa?
- Tenia que ir a ver el hospital y volver... Curiosear... - Murmuré para mi apartando a la gente mientras pasaba por la plaza, agobiado. - Pero NO. Ella tenia que perderse... Perderse en una puñetera ciudad más grande que todo el jodido bosque... ¿Y tu que coño miras? - Dije a un hombre cargando un barril que llevaba rato mirándome en medio de mi monologo.
Seguí andando y me subí a una caja para mirar mejor. No había ni rastro de ella.
Baje de la caja frustrado y blasfemando.
- Cuando la encuentre, juro por todos los puñeteros dioses de todas las puñeteras religiones que le voy a cortar las orejas... - Dije recordando nuestro primer encuentro. Me acerqué a un grupo de mendigos que peleaban por un cacho de pan.
- Eh, vosotros. - Todos me miraron. - Busco a una elfa.
- Prueba en el prostíbulo, chico. - Dijo uno, aferrado a una botella de Nerk.
- Busco a otro tipo de elfa...
- ¿Existen de otro tipo?
Contuve mis ganas de romperle los dientes un instante... Hasta que me di cuenta que no tenia porque hacerlo. Me acerqué y le agarré del cabello, golpeando con fuerza la parte de atras de su cabeza contra la pared. Un fino hilo de sangre regalimo por ella mientras el caia inconsciente en el suelo. Los otros dos me miraron en silencio y visiblemente cagados.
- Pelo oscuro. Ojos brillantes. De esta altura. Buen culo.
- ... ¿Se referira a la de los tomates? - Preguntó el de la botella al otro.
- Encaja con la descripcion... - Dijo aun con la mirada fija en mi el segundo. - Estaban dos elfas por ahi cuando la gente las a acribillado a tomates... Una de ellas se parece a la que describes.
- ¿Donde han ido?
- Ni idea. Han corrido en esa direccion. Quizas se hayan escondido...
"En un barril, sin duda... " Pensé para mi.
No dije nada a los mendigos y fui en esa dirección. ¿Es que no se le podía dejar ni un minuto a esa puñetera elfa?
Erenair
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
Dio un sorbo de cerveza y aceptó de buen grado que la humana le cogiese las manos. Parecía realmente interesada en ella, aunque los motivos se le escapaban por completo.
-Oh, realmente funcionamos por clanes. Quiero decir, cada elfo pertenece a una familia concreta o clan. Es el mismo concepto. En mi tribu somos bastantes clanes y todos negociamos entre sí y convivimos entre nosotros. También tenemos clanes enemigos, rencillas, ya sabes. Creo que estás familiarizada con eso. -le sonrió con complicidad.
-Antaño hubo grandes señores elfos, los primeros que pisaron los bosques después de que los brujos los expulsasen... -siguió explicando, hasta que de repente hizo una pausa brusca.
Se había olvidado por completo de Karkaran. Pero por completo.
<<Oh, porras, le acabo de dejar tirado... otra vez., pensó con angustia. No se atrevía a revelarle su inquietud a la humana. Seguramente, si conocía las relaciones entre razas, alucinaría si viera que ella tenía una curiosa relación con un brujo.
Entonces, mencionó ella lo de visitar a su tribu y alzó las cejas con sorpresa, olvidándose de nuevo del brujo. Luego, su rostro cambió rendido al entusiasmo.
-¡Nada me enorgullecería más! Mi tribu y mi pueblo me son muy queridos y conocer a una noble humana sería todo un honor. Mi madre es la matriarca de uno de los clanes, se supone que yo heredaré ese puesto algún día. Sin duda, os llevaríais estupendamente. -manifestó con sinceridad.
Al mencionarle el dato de que quería un hijo, se le escapó una sonrisa algo más socarrona. Ella nunca se había planteado tener hijos. De hecho, nunca se había planteado tener familia. Era un concepto humano que le resultaba intrigante.
-Osea que... por encima de este mundo, ¿queréis ser madre? -preguntó con visible interés-Permíteme que te diga que una dama como vos no creo que tenga problemas de encontrar a un padre, si no lo habéis encontrado ya. -sonrió con franqueza, aunque el último comentario lo dijo en un tono más bajo. Era cierto, la chica le parecía regia, fuerte y hermosa.
-Oh, realmente funcionamos por clanes. Quiero decir, cada elfo pertenece a una familia concreta o clan. Es el mismo concepto. En mi tribu somos bastantes clanes y todos negociamos entre sí y convivimos entre nosotros. También tenemos clanes enemigos, rencillas, ya sabes. Creo que estás familiarizada con eso. -le sonrió con complicidad.
-Antaño hubo grandes señores elfos, los primeros que pisaron los bosques después de que los brujos los expulsasen... -siguió explicando, hasta que de repente hizo una pausa brusca.
Se había olvidado por completo de Karkaran. Pero por completo.
<<Oh, porras, le acabo de dejar tirado... otra vez., pensó con angustia. No se atrevía a revelarle su inquietud a la humana. Seguramente, si conocía las relaciones entre razas, alucinaría si viera que ella tenía una curiosa relación con un brujo.
Entonces, mencionó ella lo de visitar a su tribu y alzó las cejas con sorpresa, olvidándose de nuevo del brujo. Luego, su rostro cambió rendido al entusiasmo.
-¡Nada me enorgullecería más! Mi tribu y mi pueblo me son muy queridos y conocer a una noble humana sería todo un honor. Mi madre es la matriarca de uno de los clanes, se supone que yo heredaré ese puesto algún día. Sin duda, os llevaríais estupendamente. -manifestó con sinceridad.
Al mencionarle el dato de que quería un hijo, se le escapó una sonrisa algo más socarrona. Ella nunca se había planteado tener hijos. De hecho, nunca se había planteado tener familia. Era un concepto humano que le resultaba intrigante.
-Osea que... por encima de este mundo, ¿queréis ser madre? -preguntó con visible interés-Permíteme que te diga que una dama como vos no creo que tenga problemas de encontrar a un padre, si no lo habéis encontrado ya. -sonrió con franqueza, aunque el último comentario lo dijo en un tono más bajo. Era cierto, la chica le parecía regia, fuerte y hermosa.
Iredia
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
—¿Clanes? Bueno, es interesante. Aunque lo normal es que al final un clan sobresalga por encima de los demás.—Le devolvió la sonrisa. Lo cierto es que Iredia le agradaba a pesar de que para sus ojos no era más que una herramienta. Para Kwenthrith el fin justificaba definitivamente los medios.—¿Brujos? Sí, esos seres siempre dan dolor de cabeza con su endemoniada magia. No tienen ni idea de la ira que desatan en los dioses utilizando tales conjuros que no hacen más que traer el mal. Los poderes del pueblo vikingo son complacientes para los dioses; vemos lo que ellos nos piden y lo llevamos a cabo—Explicó, y se extrañó por la expresión de la elfa. ¿Le ocurría algo?
—¿Ocurre algo, Iredia?—Inquirió directamente. Parecía que su jovialidad había desaparecido de forma instantánea—Sea cual sea tu preocupación debes saber que la voluntad de los dioses es que estés aquí conmigo. Y nadie puede poner en duda eso.—Le dio un sorbo al zumo de bayas.
El rostro de Kwenthrith se iluminó, aunque no por el mismo motivo que el de la elfa. Había caído con la heredera de un clan y la había tomado por una cualquiera. Esa mujer tenía poder, o acabaría por tenerlo. Si se hacía su amiga sería una gran ventaja. Se le pasó la fugaz idea de hacerla rehén y pedir oro al pueblo elfo, pues lo necesitaba para financiar a su ejército, pero por otra parte pensó que añadirse enemigos a la lista le hacía un flaco favor.—Sí, seguro que nos llevamos de maravilla. Desde luego no puedo quejarme de ti en absoluto. Si todos los elfos son así de amables, no puedo esperar a conocer a tu clan.—Halagó falsamente, decorando tales palabras con una sonrisa acorde. Después el tema tocó algo más profundo para la noble que no pudo evitar ser sincera. Agachó la cabeza.
—Por supuesto. Nada me llenaría más que traer una criatura al mundo. Los hombres me han tratado mal...saber que aquello que salga de mi vientre será mío y me necesitará y querrá con pureza es algo que ni yo misma soy capaz de concebir. Una vida tan vulnerable en mis manos.—Confesó con un deje de dolor en la voz que se esforzó por camuflar. Agitó la mano en el aire para restarle importancia—Bueno...lo cierto es que proposiciones no me faltan. Pero el adivino me dijo que encontraría al semental que cabalgaría el mundo, y ninguno de los que se me han propuesto lo son. Lo sé por que lo he visto. Encontré ya a mi hombre y sé que nos volveremos a encontrar en algún momento.—Se enjuagó una pequeña lágrima que le deslizó por la mejilla, y entonces interrumpió su discurso al escuchar la puerta abrirse.
—¿Ocurre algo, Iredia?—Inquirió directamente. Parecía que su jovialidad había desaparecido de forma instantánea—Sea cual sea tu preocupación debes saber que la voluntad de los dioses es que estés aquí conmigo. Y nadie puede poner en duda eso.—Le dio un sorbo al zumo de bayas.
El rostro de Kwenthrith se iluminó, aunque no por el mismo motivo que el de la elfa. Había caído con la heredera de un clan y la había tomado por una cualquiera. Esa mujer tenía poder, o acabaría por tenerlo. Si se hacía su amiga sería una gran ventaja. Se le pasó la fugaz idea de hacerla rehén y pedir oro al pueblo elfo, pues lo necesitaba para financiar a su ejército, pero por otra parte pensó que añadirse enemigos a la lista le hacía un flaco favor.—Sí, seguro que nos llevamos de maravilla. Desde luego no puedo quejarme de ti en absoluto. Si todos los elfos son así de amables, no puedo esperar a conocer a tu clan.—Halagó falsamente, decorando tales palabras con una sonrisa acorde. Después el tema tocó algo más profundo para la noble que no pudo evitar ser sincera. Agachó la cabeza.
—Por supuesto. Nada me llenaría más que traer una criatura al mundo. Los hombres me han tratado mal...saber que aquello que salga de mi vientre será mío y me necesitará y querrá con pureza es algo que ni yo misma soy capaz de concebir. Una vida tan vulnerable en mis manos.—Confesó con un deje de dolor en la voz que se esforzó por camuflar. Agitó la mano en el aire para restarle importancia—Bueno...lo cierto es que proposiciones no me faltan. Pero el adivino me dijo que encontraría al semental que cabalgaría el mundo, y ninguno de los que se me han propuesto lo son. Lo sé por que lo he visto. Encontré ya a mi hombre y sé que nos volveremos a encontrar en algún momento.—Se enjuagó una pequeña lágrima que le deslizó por la mejilla, y entonces interrumpió su discurso al escuchar la puerta abrirse.
Kwenthrith
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
- Pues si, niño... La joven ha pasado por aquí y se ha ido para allá.
- No... - Dijo la otra vieja. - Se ha ido para ese otro lado. Iba con otro joven.
- No. - Zanjó la tercera yaya. - Iba con una chica, leñe. ¿No habéis visto la melena?
Apreté con fuerza los dedos en el tabique de mi nariz. Contando hasta diez tres veces antes de decir, con la voz lo más calmada de lo que fui capaz:
- Entonces, señoras, hacia donde ha ido la elfa?
Cada una de las tres señalo en una dirección diferente. Muy despacio, solté el aire de mis pulmones mientras cerraba el puño exasperadamente y tomaba el camino que indicaba la que se encontraba en el centro.
- Maldita elfa de las narices y maldita compañera extraña de los cojones.
Habia decicido seguir las indicaciones de esa vieja en concreto porque era la que daba una descripcion más similar a la que me dieron los mendigos, pero realmente, no tenia forma de saber si la direccion que habian tomado era esa o no. Pues estaba claro que las tres señoras de cabellos canosos y mugrientos chocheaban de mala forma.
Seguí ese camino duranté un rato hasta que encontré cierta especie de taberna con un pequeño gallinero a su lado, junto con una especie de pequeño patio que seguramente era usado como despensa.
Dudé un instante antes de entrar en la taberna y mirar al camarero, que me miro detenidamente mientras limpiaba una jarra.
- Busco a una chica elfa. Seguramente acompañada de otra joven.
El camarero tosio mientras colocaba la mano en señal de que le diera algo de dinero por esa informacion. Por respuesta, saqué rapidamente el cuchillo y lo clave entre sus dedos extendidos, haciendole palidecer.
- No se te ocurra tocarme los cojones hoy.
El trago saliva y señalo el final del bar, una mesa lejana.
Ahi, mirándome con una sonrisa de disculpas torpes, estaba la elfa.
- No... - Dijo la otra vieja. - Se ha ido para ese otro lado. Iba con otro joven.
- No. - Zanjó la tercera yaya. - Iba con una chica, leñe. ¿No habéis visto la melena?
Apreté con fuerza los dedos en el tabique de mi nariz. Contando hasta diez tres veces antes de decir, con la voz lo más calmada de lo que fui capaz:
- Entonces, señoras, hacia donde ha ido la elfa?
Cada una de las tres señalo en una dirección diferente. Muy despacio, solté el aire de mis pulmones mientras cerraba el puño exasperadamente y tomaba el camino que indicaba la que se encontraba en el centro.
- Maldita elfa de las narices y maldita compañera extraña de los cojones.
Habia decicido seguir las indicaciones de esa vieja en concreto porque era la que daba una descripcion más similar a la que me dieron los mendigos, pero realmente, no tenia forma de saber si la direccion que habian tomado era esa o no. Pues estaba claro que las tres señoras de cabellos canosos y mugrientos chocheaban de mala forma.
Seguí ese camino duranté un rato hasta que encontré cierta especie de taberna con un pequeño gallinero a su lado, junto con una especie de pequeño patio que seguramente era usado como despensa.
Dudé un instante antes de entrar en la taberna y mirar al camarero, que me miro detenidamente mientras limpiaba una jarra.
- Busco a una chica elfa. Seguramente acompañada de otra joven.
El camarero tosio mientras colocaba la mano en señal de que le diera algo de dinero por esa informacion. Por respuesta, saqué rapidamente el cuchillo y lo clave entre sus dedos extendidos, haciendole palidecer.
- No se te ocurra tocarme los cojones hoy.
El trago saliva y señalo el final del bar, una mesa lejana.
Ahi, mirándome con una sonrisa de disculpas torpes, estaba la elfa.
Erenair
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
Puso cara de circunstancias cuando la humana empezó a describir así a los brujos. De normal, Iredia no se fiaba de ellos. Sólo de uno. Cuando le preguntó por lo que le pasaba, tuvo que suspirar.
-Había quedado con alguien y le acabo de dejar tirado... -se mordió el labio y sonrió. Era un desastre. -Me acabo de acordar y espero que no me odie demasiado.
Se pasó una mano por el pelo sin perder la sonrisa. La ensanchó cuando la humana la halagó.
-Bueno, hay de todo. No todos los elfos son como yo. Y menos mal, el mundo ya tiene bastante conmigo. -soltó una risilla y bebió un trago de cerveza.
De repente, se sintió tremendamente mal al ver que la humana se mostraba alicaída por su pregunta. Encima de torpe, era una bocazas. La escuchó hablar sobre su bebé y el adivino, además del semental. Iredia asentía en silencio. Iba a intervenir cuando ella también escuchó la puerta abrirse. Al ver quién era, puso de nuevo cara de circunstancias.
-Esto va a ser gracioso... -le comentó a la humana.
Vio entonces cómo él sacaba el cuchillo y se lo clavaba al camarero entre los dedos. Se llevó una mano a la boca, en actitud culpable. De hecho, cuando él la miró, ella le saludó tímidamente, mordiéndose el labio. Le hizo señas para que se acercase.
-Te prometo que sólo iba al hospital. ¡Es que olía muy bien! ¿Sabías que hay aquí un mercadillo de especias muy bonito? ¡Si es que no me cuentas nada! Bueno, y luego es que me encontré con ella y nos tiraron tomates y tuvimos que salir corriendo. Eh, pero la cerveza está buenísima, ¡toma! -habló rápido, no quería darle opción a que le echase la bronca.
Le ofreció entonces la cerveza al brujo con una sonrisa espléndida, un intento de adorabilidad para que no le diera por querer matarla a azotes allí mismo.
-Ahm. Ella es Kwenthrith. -la señaló mirándola- Y Kwenthrith, él es Karkaran. -hizo lo propio con él y añadió una sonrisita culpable.Es mi protector. Al que te he comentado que he dejado tirado.
Entrecerró ligeramente los ojos, esperando una reprimenda.
-Había quedado con alguien y le acabo de dejar tirado... -se mordió el labio y sonrió. Era un desastre. -Me acabo de acordar y espero que no me odie demasiado.
Se pasó una mano por el pelo sin perder la sonrisa. La ensanchó cuando la humana la halagó.
-Bueno, hay de todo. No todos los elfos son como yo. Y menos mal, el mundo ya tiene bastante conmigo. -soltó una risilla y bebió un trago de cerveza.
De repente, se sintió tremendamente mal al ver que la humana se mostraba alicaída por su pregunta. Encima de torpe, era una bocazas. La escuchó hablar sobre su bebé y el adivino, además del semental. Iredia asentía en silencio. Iba a intervenir cuando ella también escuchó la puerta abrirse. Al ver quién era, puso de nuevo cara de circunstancias.
-Esto va a ser gracioso... -le comentó a la humana.
Vio entonces cómo él sacaba el cuchillo y se lo clavaba al camarero entre los dedos. Se llevó una mano a la boca, en actitud culpable. De hecho, cuando él la miró, ella le saludó tímidamente, mordiéndose el labio. Le hizo señas para que se acercase.
-Te prometo que sólo iba al hospital. ¡Es que olía muy bien! ¿Sabías que hay aquí un mercadillo de especias muy bonito? ¡Si es que no me cuentas nada! Bueno, y luego es que me encontré con ella y nos tiraron tomates y tuvimos que salir corriendo. Eh, pero la cerveza está buenísima, ¡toma! -habló rápido, no quería darle opción a que le echase la bronca.
Le ofreció entonces la cerveza al brujo con una sonrisa espléndida, un intento de adorabilidad para que no le diera por querer matarla a azotes allí mismo.
-Ahm. Ella es Kwenthrith. -la señaló mirándola- Y Kwenthrith, él es Karkaran. -hizo lo propio con él y añadió una sonrisita culpable.Es mi protector. Al que te he comentado que he dejado tirado.
Entrecerró ligeramente los ojos, esperando una reprimenda.
Iredia
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
Kwenthrith se levantó, poniéndose en medio de ambos sin llegar a obstruir el camino de Karkaran. Instantes antes había rodado los ojos al ver a aquel chaval intentando parecer intimidatorio con el tabernero. Tuvo que reírse cuando la elfa se justificó con tantas ganas, aunque poco después la sonrisa se le tornó en un gesto amenazante y acercó mucho la cara a la de Karkaran, como si fuera un lobo apunto de arrancarle la cara. Entonces entendió que su propia risa había sido irónica. En ese momento sí se puso entre ellos dos y cogió la cerveza de Iredia para dejarla en la barra.
Tu protector, ¿eh? Hasta donde yo sé, eso significa que te sirve. Mira.—La noble llamó a un grupo que estaba sentado en la taberna de un silbido, y entonces habló—:¿Sabéis quién soy?—Inquirió, y ellos asintieron con la cabeza—Bien...quiero que tú—Señaló a una mujer y después apuntó con el dedo a un hombre—Le des un puñetazo a él. Ahora mismo.—Ordenó autoritaria, y a la pobre chica le tocó cumplir las exigencias de la noble. Les entregó un poco de oro y agitó la mano en el aire para que se fuesen antes de mirar a la sanadora de nuevo.—Eres la heredera de tu clan, por lo tanto él debería tenerte miedo a ti. Si no ha sabido protegerte y estar a tu lado me temo que el problema es de este tal Karkaran.—Pronunció antes de enfrentarse a él de nuevo—A mi no me vas a dar miedo, hombre. Y tampoco deberías dárselo a la próxima matriarca de tu clan. ¿Me puedes explicar en qué parte has hecho tan mal tu trabajo que la has perdido de vista?
Se recogió el pelo con una sonrisa cínica en los labios, utilizando broches para sujetárselo en una coleta.
—Tienes un protector de mierda, Iredia—Sentenció y le dio un trago largo a su zumo de bayas—Cuando seas matriarca, ¿dejarás que hombres te digan qué hacer o como comportarte? Eres una sanadora. Y sanas heridas que los hombres hacen. Ellos son bestias, son brutos, pero tenemos que demostrarles que no nos achicamos antes sus malos modales. Y por su bien le sugiero a tu compañero que no me toque un pelo si no quiere tener una recompensa en medio continente por su cabeza.—Quizá se estaba tomando eso demasiado a la tremenda, pero si algo no soportaba era el yugo que de forma indirecta los hombres ponían a todas las mujeres por su agresividad. Karkaran era solo un crío estúpido y ya tenía a Iredia intimidada de sus reacciones agresivas. No iba a dejar que fuese a más.
—Te sugiero, Karkaran, que te disculpes con Iredia y me prometas que jamás volverá a tener miedo de tus reacciones. Porque si no, te aseguro que serás tú quien lo tendrá de las mías.
Tu protector, ¿eh? Hasta donde yo sé, eso significa que te sirve. Mira.—La noble llamó a un grupo que estaba sentado en la taberna de un silbido, y entonces habló—:¿Sabéis quién soy?—Inquirió, y ellos asintieron con la cabeza—Bien...quiero que tú—Señaló a una mujer y después apuntó con el dedo a un hombre—Le des un puñetazo a él. Ahora mismo.—Ordenó autoritaria, y a la pobre chica le tocó cumplir las exigencias de la noble. Les entregó un poco de oro y agitó la mano en el aire para que se fuesen antes de mirar a la sanadora de nuevo.—Eres la heredera de tu clan, por lo tanto él debería tenerte miedo a ti. Si no ha sabido protegerte y estar a tu lado me temo que el problema es de este tal Karkaran.—Pronunció antes de enfrentarse a él de nuevo—A mi no me vas a dar miedo, hombre. Y tampoco deberías dárselo a la próxima matriarca de tu clan. ¿Me puedes explicar en qué parte has hecho tan mal tu trabajo que la has perdido de vista?
Se recogió el pelo con una sonrisa cínica en los labios, utilizando broches para sujetárselo en una coleta.
—Tienes un protector de mierda, Iredia—Sentenció y le dio un trago largo a su zumo de bayas—Cuando seas matriarca, ¿dejarás que hombres te digan qué hacer o como comportarte? Eres una sanadora. Y sanas heridas que los hombres hacen. Ellos son bestias, son brutos, pero tenemos que demostrarles que no nos achicamos antes sus malos modales. Y por su bien le sugiero a tu compañero que no me toque un pelo si no quiere tener una recompensa en medio continente por su cabeza.—Quizá se estaba tomando eso demasiado a la tremenda, pero si algo no soportaba era el yugo que de forma indirecta los hombres ponían a todas las mujeres por su agresividad. Karkaran era solo un crío estúpido y ya tenía a Iredia intimidada de sus reacciones agresivas. No iba a dejar que fuese a más.
—Te sugiero, Karkaran, que te disculpes con Iredia y me prometas que jamás volverá a tener miedo de tus reacciones. Porque si no, te aseguro que serás tú quien lo tendrá de las mías.
Kwenthrith
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
Tenia que decir que las palabras de esa joven... Señora (diremos señora mejor) me habían acabado por hacer levantar una ceja, de forma más por la curiosidad que por la ofensa.
Con el tiempo, había aprendido que las palabras no eran tan dañinas ni ponzoñosas como lo podía ser una daga o un solomillo untado en Belladama. Pero no por ello no entendía el poder. No por ello no entendía que la demostración (absurda, a mi parecer) de dominio que tenia esa tal Kwenthrith era real. La delataba su postura. Su tono. No hacia falta demostrar quien era. La gente lo sabia, o como mínimo y mi caso, podía notar que se trataba de alguien con estatus solo con mirarla.
- El mejor que pudo contratar. - Dije simplemente, encogiéndome de hombros. Si creía de verdad esa bruja que me iba a enredar para cometer cualquier idiotez, lo tenia fino. El honor de un ladrón es pequeño, pero su inteligencia a de ser grande como un templo. - Y para ser francos, Kwenthrith. - Dije dirigiéndome a ella por el mismo nombre que se había referido la elfa. - Me importa un bledo tu opinión. Si más no, y como bien dices, la decisión de tenerme como protector no os corresponde, por muy incompetente que habéis podido deducir que soy solo al verme apenas un momento entrar por una puerta, seguramente con vuestros dotes de amabilidad... Por mucho poder que os afanéis en demostrar. La elfa ya firmó conmigo en su día. Si bien quiere, puede abandonar su contrato... Pero no creo que sea el caso. Antes que protector, prefiero pensar en mi mismo como alguien que entiende más términos ademas de aquellos que solo se ven cuando miras a alguien a los ojos por primera vez. Y desde luego, la confianza uno se la gana con acciones...
Me bajé tranquilamente la bufanda y deje ver mi cara mutilada. No quería intimidarla. Lo único que hice fue tomar la cerveza que había dejado ahí y me la acabé tranquilamente.
- ...No se hereda ni se compra con sucio dinero o politiqueo.
Me giré a la elfa con tranquilidad.
- Cuando hayas acabado, ardilla, te espero fuera. - Me volví de nuevo ante la señora de aspecto estúpidamente amenazante que, por razones desconocidas, había decidido tomarla conmigo. - A cada cerdo le llega su san martín, Kwenthrith. Y eso se aplica a ti como se me aplica a mi...
Y sin decir nada más en esa extraña situación, me fui por la misma puerta por la que había entrado, quedándome a poca distancia de la entrada.
"Vaya humana más imbécil... Buscar enemigos así porque si..."
Con el tiempo, había aprendido que las palabras no eran tan dañinas ni ponzoñosas como lo podía ser una daga o un solomillo untado en Belladama. Pero no por ello no entendía el poder. No por ello no entendía que la demostración (absurda, a mi parecer) de dominio que tenia esa tal Kwenthrith era real. La delataba su postura. Su tono. No hacia falta demostrar quien era. La gente lo sabia, o como mínimo y mi caso, podía notar que se trataba de alguien con estatus solo con mirarla.
- El mejor que pudo contratar. - Dije simplemente, encogiéndome de hombros. Si creía de verdad esa bruja que me iba a enredar para cometer cualquier idiotez, lo tenia fino. El honor de un ladrón es pequeño, pero su inteligencia a de ser grande como un templo. - Y para ser francos, Kwenthrith. - Dije dirigiéndome a ella por el mismo nombre que se había referido la elfa. - Me importa un bledo tu opinión. Si más no, y como bien dices, la decisión de tenerme como protector no os corresponde, por muy incompetente que habéis podido deducir que soy solo al verme apenas un momento entrar por una puerta, seguramente con vuestros dotes de amabilidad... Por mucho poder que os afanéis en demostrar. La elfa ya firmó conmigo en su día. Si bien quiere, puede abandonar su contrato... Pero no creo que sea el caso. Antes que protector, prefiero pensar en mi mismo como alguien que entiende más términos ademas de aquellos que solo se ven cuando miras a alguien a los ojos por primera vez. Y desde luego, la confianza uno se la gana con acciones...
Me bajé tranquilamente la bufanda y deje ver mi cara mutilada. No quería intimidarla. Lo único que hice fue tomar la cerveza que había dejado ahí y me la acabé tranquilamente.
- ...No se hereda ni se compra con sucio dinero o politiqueo.
Me giré a la elfa con tranquilidad.
- Cuando hayas acabado, ardilla, te espero fuera. - Me volví de nuevo ante la señora de aspecto estúpidamente amenazante que, por razones desconocidas, había decidido tomarla conmigo. - A cada cerdo le llega su san martín, Kwenthrith. Y eso se aplica a ti como se me aplica a mi...
Y sin decir nada más en esa extraña situación, me fui por la misma puerta por la que había entrado, quedándome a poca distancia de la entrada.
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Erenair
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Re: Estrategia en Lunargenta [Iredia] y [Libre 3/4]
No se esperó absolutamente para nada esa reacción en la noble. La de Karkaran tampoco se la esperaba. Si bien es cierto que la noble le parecía que tenía un carácter bastante incontrolable, había pensado que su protector, ilusamente, le caería en gracia. Había olvidado que el brujo nunca caía en gracia. Lo que le sorprendió también fue la "delicadeza" que mostró él. De normal, cuando alguien se le encaraba así, solía tener pocas palabras y mucha mano suelta.
Contempló el debate en silencio, torciendo el morro. Miró a su alrededor. El camarero había parado de fregar la barra, mirándolos y esperando quizás un problema (que lo había). No había nadie más. Volvió a mirarlos y entrecerró los ojos mientras seguían soltando sapos por la boca y el hombre sufría en silencio el puñetazo gratuito que le había dado la mujer ordenada por Kwenthrith.
Cuando su protector se acabó su cerveza y le dijo que salía afuera, ella se levantó del taburete.
-No, espera. -la voz le sonó más brusca de lo que quería.
Miró entonces a la noble. Había habido un malentendido ahí y tenía que solucionarlo.
-Kwenthrith, nosotros no tenemos una relación de servidumbre. Él no pertenece a mi tribu, nos conocimos un día en el que me salvó de ser violada. -habló con franqueza y serenidad, no quería dejar lugar a dudas-Y,desde entonces, él se ofreció a ser mi protector y yo acepté. Hasta tenemos un pacto de sangre. Me ha salvado la vida tantas veces que lo que temo no son sus reacciones, sino que temo que un día no esté a mi lado.
Se dio cuenta de que su último comentario le había quedado muy tierno, pero ya no se podía remediar. Siguió hablando muy clara y muy calmada.
-Así que, mi señora, no consideres que yo temo a este hombre, que me tiene maltratada ni que él ha cometido error alguno. Él soluciona los errores que cometo yo. Estamos juntos porque queremos, pues yo puedo romper el acuerdo y él también. -aclaró, mirándolo de reojo.
Hizo una seña al camarero y le señaló una botella verde con líquido fosforescente en mi interior. Éste asintió y fue sirviendo una jarra.
-En mi tribu, cuando dos personas tienen una disputa, hacen dos cosas: -levantó un dedo- O comparten la "tregua", como gesto para no seguir discutiendo, o -alzó otro dedo- Se soluciona con una competición.
Cogió entonces la jarra que ya había terminado de servir el camarero y se puso entre ambos. Era un licor fuerte, le llegó el olor hasta las sienes. Lo consideró correcto porque ambos parecían tener un carácter lo suficientemente orgulloso como para no amilanarse con una bebida subida de graduación.
-Dado que esta disputa ha surgido por mí y yo no me siento ofendida por nada en absoluto, vosotros tampoco deberíais estarlo. Así pues -tendió la jarra en el medio- Os pido que no os llevéis mal.
La elfa no era idiota. A ella no le interesaba para nada que su protector se llevase mal con una noble de la ciudad.
Contempló el debate en silencio, torciendo el morro. Miró a su alrededor. El camarero había parado de fregar la barra, mirándolos y esperando quizás un problema (que lo había). No había nadie más. Volvió a mirarlos y entrecerró los ojos mientras seguían soltando sapos por la boca y el hombre sufría en silencio el puñetazo gratuito que le había dado la mujer ordenada por Kwenthrith.
Cuando su protector se acabó su cerveza y le dijo que salía afuera, ella se levantó del taburete.
-No, espera. -la voz le sonó más brusca de lo que quería.
Miró entonces a la noble. Había habido un malentendido ahí y tenía que solucionarlo.
-Kwenthrith, nosotros no tenemos una relación de servidumbre. Él no pertenece a mi tribu, nos conocimos un día en el que me salvó de ser violada. -habló con franqueza y serenidad, no quería dejar lugar a dudas-Y,desde entonces, él se ofreció a ser mi protector y yo acepté. Hasta tenemos un pacto de sangre. Me ha salvado la vida tantas veces que lo que temo no son sus reacciones, sino que temo que un día no esté a mi lado.
Se dio cuenta de que su último comentario le había quedado muy tierno, pero ya no se podía remediar. Siguió hablando muy clara y muy calmada.
-Así que, mi señora, no consideres que yo temo a este hombre, que me tiene maltratada ni que él ha cometido error alguno. Él soluciona los errores que cometo yo. Estamos juntos porque queremos, pues yo puedo romper el acuerdo y él también. -aclaró, mirándolo de reojo.
Hizo una seña al camarero y le señaló una botella verde con líquido fosforescente en mi interior. Éste asintió y fue sirviendo una jarra.
-En mi tribu, cuando dos personas tienen una disputa, hacen dos cosas: -levantó un dedo- O comparten la "tregua", como gesto para no seguir discutiendo, o -alzó otro dedo- Se soluciona con una competición.
Cogió entonces la jarra que ya había terminado de servir el camarero y se puso entre ambos. Era un licor fuerte, le llegó el olor hasta las sienes. Lo consideró correcto porque ambos parecían tener un carácter lo suficientemente orgulloso como para no amilanarse con una bebida subida de graduación.
-Dado que esta disputa ha surgido por mí y yo no me siento ofendida por nada en absoluto, vosotros tampoco deberíais estarlo. Así pues -tendió la jarra en el medio- Os pido que no os llevéis mal.
La elfa no era idiota. A ella no le interesaba para nada que su protector se llevase mal con una noble de la ciudad.
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