El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
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El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
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Ya era habitual que, después del desayuno, todos los habitantes de la aldea fueran al cementerio a ver sus muertos. Iban, en parte, a rezar unas plegarias para que los Dioses cuidasen de ellos y, en parte, para asegurarse de que sus cadáveres continuasen estando bajo tierra y enteros.
¿Quién? Esa fue la primera pregunta. ¿Quién era capaz de tomarse la molestia, todas y cada una de las noches, para ir al cementerio y profanar una tumba distinta cada vez en busca de…? ¿En busca de qué? Era la segunda pregunta. Niños y adultos conocían los cuentos sobre nigromantes y magia oscura. Esos hechiceros que eran capaces, con unas pocas palabras y unos polvos mágicos, levantar a los muertos de su tumba y formar un ejército devastador. Como paso en Terpoli. Por los Dioses, que no pasara allí también. Si estaban en lo cierto, lo que fuera que estuviera buscando entre los muertos haría de su aldea lo mismo que pasó con Terpoli.
Con un nudo en la garganta que no les dejaba hablar y otro en el corazón que no les dejaba respirar; la multitud de aldeanos se congregó alrededor de la tumba que fue profanada aquella noche. En la lápida rezaba un nombre, un apellido y un título: “Gordic Tranoth, de la Guardia de Lunargenta”. Los hombres y mujeres, los pocos que sabían leer, quedaron boquiabiertos y se hicieron una tercera pregunta a sumar a las dos que recogieron de días anteriores. “¿Es que no tiene respeto por nada?”
El cadáver del difunto Guardia era irreconocible. Ni siquiera su esposa, allí presente en la enorme multitud, lo pudo reconocer. Los labios se los habían cortado, al igual que las uñas y el pelo. El Profanador había abierto las cuencas de los ojos y los había vaciado como de carne y masa ocular. Los dientes se los habían arrancado con tanta fuerza que se había llevado consigo grandes trozos de encías. Habían desollado sus piernas y brazos. Pero, lo peor estaba por venir. Por todo su cuerpo el Profanador había dibujado los típicos muñecos que dibujan los niños pequeños con cinco líneas (cuerpo, dos brazos y dos piernas) y un círculo (cabeza).
-Murió hace dos días- murmuró entre lágrimas la viuda Tranoth. –dos míseros días-.
-Todos hemos pasado por esto,- quién habló fue Honner el obeso carnicero de la ciudad- de nada sirve lamentarse. Ayer lloró Ingo por su madre, hace dos días Walter por el de su padre y hace tres días yo mismo lloré porque ese maldito hijo de puta hizo lo mismo con el cadáver de mi hijo. Llorar no sirve de nada-.
-¿Qué propones? El Profanador es más listo que nosotros- dijo una voz entre la multitud.
-¡Que lo atrapemos!- contestó Honner al instante.- Sabemos que tiene que vive aquí, en esta aldea. ¡Joder! Puede ser uno de nosotros y no nos estamos dando ni cuenta. Propongo que lo atrapemos y que le hagamos lo mismo que él hizo a nuestros muertos-.
-¿Y cómo sabemos que no eres tú?- contestó otra voz diferente a la primera.
-¡Maldita sea, ven aquí que te demostraré que no soy yo!-
-¡DIOSES!- gritó Melinda, la vieja juguetera de la ciudad. Si no fuera por su nieto de diecisiete años que le ayudaba a caminar hubiera caído desmayada.
La vieja vio otro cadáver escondido entre los arbustos del cementerio con los mismos signos que tenía Gordic Tranoth. Sin embargo, y por lo que la dulce juguetera sabía. Ayer, el enterrador de la ciudad estaba vivo. Alguien, el mismo alguien que los aldeanos llamaban El Profanador por poner un nombre, lo había matado y le había hecho eso.
* Bienvenido detective: Esta no es una misión convencional. Aquí, el trabajo será el de investigación. Llegas a la aldea durante el día, después de la escena que ha ocurrido en el cementerio. Tu deber es averiguar quién es el profanador y detenerle antes que vuelva a actuar. Durante el día harás preguntas a los aldeanos e irás conociendo a los npcs que te iré introduciendo. Cuando llegué la noche darás su caza. Pero bien, vamos a lo que nos atañe. En este primer turno, tan solo tienes que llegar a la aldea. Si lo deseas, puedes saber de antemano las historias del Profanador o enterarte en la misma aldea. Esto último lo dejaré a tu elección.
¿Quién? Esa fue la primera pregunta. ¿Quién era capaz de tomarse la molestia, todas y cada una de las noches, para ir al cementerio y profanar una tumba distinta cada vez en busca de…? ¿En busca de qué? Era la segunda pregunta. Niños y adultos conocían los cuentos sobre nigromantes y magia oscura. Esos hechiceros que eran capaces, con unas pocas palabras y unos polvos mágicos, levantar a los muertos de su tumba y formar un ejército devastador. Como paso en Terpoli. Por los Dioses, que no pasara allí también. Si estaban en lo cierto, lo que fuera que estuviera buscando entre los muertos haría de su aldea lo mismo que pasó con Terpoli.
Con un nudo en la garganta que no les dejaba hablar y otro en el corazón que no les dejaba respirar; la multitud de aldeanos se congregó alrededor de la tumba que fue profanada aquella noche. En la lápida rezaba un nombre, un apellido y un título: “Gordic Tranoth, de la Guardia de Lunargenta”. Los hombres y mujeres, los pocos que sabían leer, quedaron boquiabiertos y se hicieron una tercera pregunta a sumar a las dos que recogieron de días anteriores. “¿Es que no tiene respeto por nada?”
El cadáver del difunto Guardia era irreconocible. Ni siquiera su esposa, allí presente en la enorme multitud, lo pudo reconocer. Los labios se los habían cortado, al igual que las uñas y el pelo. El Profanador había abierto las cuencas de los ojos y los había vaciado como de carne y masa ocular. Los dientes se los habían arrancado con tanta fuerza que se había llevado consigo grandes trozos de encías. Habían desollado sus piernas y brazos. Pero, lo peor estaba por venir. Por todo su cuerpo el Profanador había dibujado los típicos muñecos que dibujan los niños pequeños con cinco líneas (cuerpo, dos brazos y dos piernas) y un círculo (cabeza).
-Murió hace dos días- murmuró entre lágrimas la viuda Tranoth. –dos míseros días-.
-Todos hemos pasado por esto,- quién habló fue Honner el obeso carnicero de la ciudad- de nada sirve lamentarse. Ayer lloró Ingo por su madre, hace dos días Walter por el de su padre y hace tres días yo mismo lloré porque ese maldito hijo de puta hizo lo mismo con el cadáver de mi hijo. Llorar no sirve de nada-.
-¿Qué propones? El Profanador es más listo que nosotros- dijo una voz entre la multitud.
-¡Que lo atrapemos!- contestó Honner al instante.- Sabemos que tiene que vive aquí, en esta aldea. ¡Joder! Puede ser uno de nosotros y no nos estamos dando ni cuenta. Propongo que lo atrapemos y que le hagamos lo mismo que él hizo a nuestros muertos-.
-¿Y cómo sabemos que no eres tú?- contestó otra voz diferente a la primera.
-¡Maldita sea, ven aquí que te demostraré que no soy yo!-
-¡DIOSES!- gritó Melinda, la vieja juguetera de la ciudad. Si no fuera por su nieto de diecisiete años que le ayudaba a caminar hubiera caído desmayada.
La vieja vio otro cadáver escondido entre los arbustos del cementerio con los mismos signos que tenía Gordic Tranoth. Sin embargo, y por lo que la dulce juguetera sabía. Ayer, el enterrador de la ciudad estaba vivo. Alguien, el mismo alguien que los aldeanos llamaban El Profanador por poner un nombre, lo había matado y le había hecho eso.
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* Bienvenido detective: Esta no es una misión convencional. Aquí, el trabajo será el de investigación. Llegas a la aldea durante el día, después de la escena que ha ocurrido en el cementerio. Tu deber es averiguar quién es el profanador y detenerle antes que vuelva a actuar. Durante el día harás preguntas a los aldeanos e irás conociendo a los npcs que te iré introduciendo. Cuando llegué la noche darás su caza. Pero bien, vamos a lo que nos atañe. En este primer turno, tan solo tienes que llegar a la aldea. Si lo deseas, puedes saber de antemano las historias del Profanador o enterarte en la misma aldea. Esto último lo dejaré a tu elección.
Última edición por Sigel el Mar Nov 01 2016, 20:21, editado 1 vez
Sigel
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Siempre detestó de las historias de terror; extrañamente eso no había mermado su bien conocida curiosidad y el inextinguible deseo por encontrar la verdad oculta detrás de las cosas. Hacía un par de días que venía escuchando extrañas ideas acerca de inexplicables sucesos ocurridos y antes de que pudiese mantener su curiosidad a raya, ya se encontraba en una aldea desconocida, rodeada por una peculiar aura de misterio y sombra muy poco confiables. Ella no era detective, pero era bastante perspicaz y a pesar de su apariencia frágil, poseía la habilidad de notar detalles poco perceptibles para los ojos ajenos; además de ser lo suficientemente inteligente como para salir de los problemas en los que se metía. Desafortunadamente en esos momentos comenzaba a poner en duda su propia cordura. Los aldeanos la miraban con extrañeza, mientras murmuraban en secreto cosas que la rubia realmente no podía comprender. Bueno, culpa de ella por meterse donde no la llamaban.
Sería bueno decir que después de aquella implícita advertencia la rubia hubiese accedido a volver a su hogar y olvidarse de su sueño frustrado de ser una detective de renombre; pero obviamente ese no era su estilo y de ser así, no habría historia que contar. Como era de esperarse la ojiazul ignoró por milésima vez a su voz de la razón y se adentró a la aldea con paso seguro, paseado su mirada por el lugar, tratando de entender que era lo que sucedía. Llegó a un pequeño y pintoresco mercado, donde los transeúntes se reunían para comprar lo que necesitaban, y nuevamente se vio asediada por los ojos desconfiados de los lugareños. Parte de su trabajo en el gremio de informantes era el espionaje, y aunque no era muy buena en eso, ya venía siendo hora de que comenzara a perfeccionar ese arte oculto, para así poder ganarse el respeto de sus compañeros y de Manuela. Caminó hacia uno de los puestos en donde vendían diferentes hierbas y plantas, y decidió comprar algunos ingredientes para preparar infusiones medicinales, cuando un extraño y obeso hombre llamó su atención.
La forma en la que se dirigió a ella le confirmó que efectivamente algo raro ocurría en ese lugar, así que se limitó a escuchar las preguntas del hombre y a responderlas con cautela. Haciendo uso de sus recién adquiridas habilidades para mentir, Ashy se presentó como Sherlina Holmes, una escritora que simplemente estaba de paso y que no tenía intención alguna de importunar a los residentes de la aldea. Sobra decir que su carisma y su seguridad bastaron para para que los aldeanos confiaran lo suficiente en ella como para contarle lo que sucedía. Al parecer alguien estaba profanando las tumbas del cementerio, mutilando a los cadáveres y perturbando a los seres queridos de quienes se encontraban en ese lugar. Ese alguien era llamado por los lugareños como ‘‘El Profanador’’ y por lo que comentaban, su más reciente trabajo había sido acabar con la vida del sepulturero de la ciudad. Ashy alzó una ceja mientras su cerebro comenzaba a trabajar.
—Espero que pronto atrapen a esa persona, nadie tiene derecho a perturbar el descanso eterno de esas pobres almas —observó la mirada que le lanzaron los ciudadanos y pagó lo que había comprado—. Disculpen.
Ya tendría tiempo de interrogar por su cuenta y afortunadamente la información que había recabado era sumamente valiosa. Los lugareños estaban desesperados por atrapar al responsable y ella estaba interesada en resolver ese caso. Por el momento ya sabía dónde comenzaría su búsqueda de pistas y sería con preguntas acerca de la más reciente víctima.
Sería bueno decir que después de aquella implícita advertencia la rubia hubiese accedido a volver a su hogar y olvidarse de su sueño frustrado de ser una detective de renombre; pero obviamente ese no era su estilo y de ser así, no habría historia que contar. Como era de esperarse la ojiazul ignoró por milésima vez a su voz de la razón y se adentró a la aldea con paso seguro, paseado su mirada por el lugar, tratando de entender que era lo que sucedía. Llegó a un pequeño y pintoresco mercado, donde los transeúntes se reunían para comprar lo que necesitaban, y nuevamente se vio asediada por los ojos desconfiados de los lugareños. Parte de su trabajo en el gremio de informantes era el espionaje, y aunque no era muy buena en eso, ya venía siendo hora de que comenzara a perfeccionar ese arte oculto, para así poder ganarse el respeto de sus compañeros y de Manuela. Caminó hacia uno de los puestos en donde vendían diferentes hierbas y plantas, y decidió comprar algunos ingredientes para preparar infusiones medicinales, cuando un extraño y obeso hombre llamó su atención.
La forma en la que se dirigió a ella le confirmó que efectivamente algo raro ocurría en ese lugar, así que se limitó a escuchar las preguntas del hombre y a responderlas con cautela. Haciendo uso de sus recién adquiridas habilidades para mentir, Ashy se presentó como Sherlina Holmes, una escritora que simplemente estaba de paso y que no tenía intención alguna de importunar a los residentes de la aldea. Sobra decir que su carisma y su seguridad bastaron para para que los aldeanos confiaran lo suficiente en ella como para contarle lo que sucedía. Al parecer alguien estaba profanando las tumbas del cementerio, mutilando a los cadáveres y perturbando a los seres queridos de quienes se encontraban en ese lugar. Ese alguien era llamado por los lugareños como ‘‘El Profanador’’ y por lo que comentaban, su más reciente trabajo había sido acabar con la vida del sepulturero de la ciudad. Ashy alzó una ceja mientras su cerebro comenzaba a trabajar.
—Espero que pronto atrapen a esa persona, nadie tiene derecho a perturbar el descanso eterno de esas pobres almas —observó la mirada que le lanzaron los ciudadanos y pagó lo que había comprado—. Disculpen.
Ya tendría tiempo de interrogar por su cuenta y afortunadamente la información que había recabado era sumamente valiosa. Los lugareños estaban desesperados por atrapar al responsable y ella estaba interesada en resolver ese caso. Por el momento ya sabía dónde comenzaría su búsqueda de pistas y sería con preguntas acerca de la más reciente víctima.
Ashryn Elaynor
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Siempre había quien aparecía en las desgracias para lucrarse de ellas. Personas sin respeto ni escrúpulos que hacían lo que fuera para ganar un par de monedas. Desde que las historias del Profanador se extendieron a lo largo de las altas ciudades como Baslodia, Roilkat o la propia Lunargenta, la pequeña aldea se había llegando de curiosos y aprovechados. Eso traía sentimientos contrapuestos. Por un lado, la aldea no había tenido tantos extranjeros desde hacía años. Desde que un joven y valiente caballero conocido como Tranoth se casó con una bellísima doncella. Para las tabernas venía bien que hubiera tanto movimiento. Colan Gisbert, el dueño de la única posada de la ciudad, no se podía quejar y si lo hacía el propio Honner le rompería la cara de un puñetazo por hipócrita. Gisbert no era el único que salía ganando con tanto extranjero correteando por ahí. Ingo Canto, quien tenía una pequeña carpintería, tuvo que viajar dos veces con sus caballos a la gran ciudad en busca de más materiales con los que trabajar. Walter Reff, un don nadie como mucho otros, alquiló su casa a un pareja que habían llegado, según ellos, a ver con sus propios ojos lo que pasaba porque no se lo creían. Todos ganaban dinero y eso era bueno. Sin embargo, por el otro lado que casi nadie parecía recordar, los muertos estaban siendo profanados. ¡JODER! Incluso el Profanador había empezado con quienes no estaban muertos. Ingo y Walter eran, precisamente, víctimas de estas profanaciones. Ellos habían visto a sus familiares profanados, igual que Honner. ¿Entonces por qué no se comportaban como él?
La campanilla de la puerta de la carnicería tintineó y Honer movió se deshizó inmediatamente de sus pensamientos. Ante todo tenía que ser profesional. Un descuido con los cuchillos o con las hachas de cortas la carne y podía perder otro dedo más. Había perdido, hacía quince años años el pulgar de su mano derecha y hacía veintisiete el índice de su mano izquierda por distraerse.
-Buenos días- quien entró fue el joven Braham Neil, el nieto de la entrañable juguetera.
-Buen día Neil, ¿cómo se encuentra tu abuela? Debió de ser muy violento ver el cadáver de ese hombre ahí tirado-.
El joven, miró hacia el suelo durante unos segundos y luego volvió a hablar con una voz entrecortada.
-No fue agradable. Le he dicho que se quedé en cama mientras yo me encargo de hacer las tareas del día. Ver… eso… no le hizo nada bien a su enfermedad-.
-Eres un buen chico Neil- el carnicero cortó dos generosos trozos de carne de ternera y los envolvió con papel- para ti y tu abuela, un regalo de la casa-.
-Muchas gracias señor-.
-No lo agradezcas- el carnicero Honner hizo unos segundos de silencio y volvió a hablar de nuevo- Si luego abres la juguetería, tal vez me pase. Creo que seré padre otra vez-.
-Enhorabuena señor-.
¿Enhorabuena? Honner lo pensaba así. ¿Cómo iba a criar un bebé en una aldea dónde un hijo de puta se dedicaba a profanar tumbas y a burlarse con sus rituales de los familiares del muerto? Se mordió la lengua, cogió su cuchillo y siguió con sus trabajos con la carne.
* Ashryn Elaynor: Para no llamar la atención, tus investigaciones comenzarán en los locales más pequeños como la carnicería de Honner. ¿Qué pensabas qué irías directa a la taberna? Después de lo que hiciste en el anterior tema, me temo que no. Como ya dije, entrarás en la carnicería de Honner y ahí te encuentras con el carnicero y el joven Braham. Empieza a investigar pero siendo sutil. Como no seas lo suficientemente precavida, el Profanador podrá saber que le estás buscando. Recuerdo que estás en un pueblo pequeño donde las noticias vuelan.
En esta misión hay un gran número de npcs, como ya has podido imaginar, tendrás que conocer a todos ellos. No todos, pero sí a los más importantes, tienen una imagen de referencia y una descripción detallada. Serás libre de describirlos y ponerles imágenes de referencia si lo crees necesario.
Personajes prohibidos para el siguiente turno: Melinda Neil (Abuela), Colan Gisbert, viuda de Tranoth, Ingo Canto y Walter Reff. [/justify]
La campanilla de la puerta de la carnicería tintineó y Honer movió se deshizó inmediatamente de sus pensamientos. Ante todo tenía que ser profesional. Un descuido con los cuchillos o con las hachas de cortas la carne y podía perder otro dedo más. Había perdido, hacía quince años años el pulgar de su mano derecha y hacía veintisiete el índice de su mano izquierda por distraerse.
-Buenos días- quien entró fue el joven Braham Neil, el nieto de la entrañable juguetera.
-Buen día Neil, ¿cómo se encuentra tu abuela? Debió de ser muy violento ver el cadáver de ese hombre ahí tirado-.
El joven, miró hacia el suelo durante unos segundos y luego volvió a hablar con una voz entrecortada.
-No fue agradable. Le he dicho que se quedé en cama mientras yo me encargo de hacer las tareas del día. Ver… eso… no le hizo nada bien a su enfermedad-.
-Eres un buen chico Neil- el carnicero cortó dos generosos trozos de carne de ternera y los envolvió con papel- para ti y tu abuela, un regalo de la casa-.
-Muchas gracias señor-.
-No lo agradezcas- el carnicero Honner hizo unos segundos de silencio y volvió a hablar de nuevo- Si luego abres la juguetería, tal vez me pase. Creo que seré padre otra vez-.
-Enhorabuena señor-.
¿Enhorabuena? Honner lo pensaba así. ¿Cómo iba a criar un bebé en una aldea dónde un hijo de puta se dedicaba a profanar tumbas y a burlarse con sus rituales de los familiares del muerto? Se mordió la lengua, cogió su cuchillo y siguió con sus trabajos con la carne.
- Honner:
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- Braham Neil:
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* Ashryn Elaynor: Para no llamar la atención, tus investigaciones comenzarán en los locales más pequeños como la carnicería de Honner. ¿Qué pensabas qué irías directa a la taberna? Después de lo que hiciste en el anterior tema, me temo que no. Como ya dije, entrarás en la carnicería de Honner y ahí te encuentras con el carnicero y el joven Braham. Empieza a investigar pero siendo sutil. Como no seas lo suficientemente precavida, el Profanador podrá saber que le estás buscando. Recuerdo que estás en un pueblo pequeño donde las noticias vuelan.
En esta misión hay un gran número de npcs, como ya has podido imaginar, tendrás que conocer a todos ellos. No todos, pero sí a los más importantes, tienen una imagen de referencia y una descripción detallada. Serás libre de describirlos y ponerles imágenes de referencia si lo crees necesario.
Personajes prohibidos para el siguiente turno: Melinda Neil (Abuela), Colan Gisbert, viuda de Tranoth, Ingo Canto y Walter Reff. [/justify]
Sigel
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Si había algo que aprendió de Bio y de los miembros de los informantes era tratar de pasar desapercibida. Sabía que la situación en ese pueblo era bastante desalentadora y cada rostro nuevo solo serviría para aumentar el descontento y la angustia de los lugareños, por lo que Ashy optó por fingir desinterés con respecto al tema. Siguiendo su anterior estrategia la rubia se registró en la posada del pueblo, tratando de pasar desapercibida en todo momento y así no generar sospecha alguna. Su primer acercamiento con los aldeanos le brindó la información necesaria para entender un poco lo que estaba ocurriendo, pero aún faltaban muchas cosas por conocer acerca de la historia del profanador. Salió de la posada y caminó por los alrededores durante un rato, pensando en cómo haría para sacarle más información a aquella gente sin que descubrieran sus verdaderas intenciones. Vaya que como espía de los informantes estaba resultando ser un completo desastre.
Aferrándose a su bien formulado plan se dirigió al local más cercano, donde esperaba encontrar a alguien que le brindara un poco de información en una charla casual. Una figura salía del establecimiento al tiempo que la rubia se disponía a entrar en el mismo, ¿el resultado? Terminó chocando con aquella pobre alma. Al levantar la mirada se encontró con un par de ojos serios y penetrantes, los cuales la observaban con severa expectación, causándole un malestar por haber sido tan descuidada. Se trataba de un joven que parecía tener la misma de edad de ella, de complexión delgada y con un alborotado cabello rojizo, bastante notorio. La rubia esbozó su sonrisa más encantadora y trató de arreglar lo sucedido hacía unos momentos. Realmente no tenía experiencia en eso de flirteo e intentarlo con aquel muchacho de seria apariencia no parecía ser una buena idea, así que se concentró en el plan B: seguir mintiendo como si no hubiese un mañana.
—Lo lamento, me distraje unos momentos y terminé chocando con usted —se excusó tranquilamente y lo miró—. Mi nombre es Sherlina Holmes, espero no haberlo importunado.
—No es de por aquí —eso fue más una afirmación que una pregunta y por el tono con el que habló, la rubia entendió que hizo bien en no tratar de coquetear con él.
—Llegué esta mañana —volvió a sonreír de manera amable.
— ¿A que ha venido? —La pregunta fue soltada con cierto ápice de hostilidad, lo que hizo que Ashy tomara nota mental de recordar que los forasteros no eran bien recibidos.
—Simplemente estoy de paso —respondió la joven con seriedad—. Voy de camino a Baslodia y me detuve a descansar de mi viaje un par de días —hizo una breve pausa, relajando su semblante.
—Ya veo —a pesar de que no la trató de nuevo con antipatía, aquella respuesta no fue lo que la elfa esperaba—. No solíamos recibir muchos visitantes —el joven no parecía muy conforme con hablar, pero por lo menos decía algo.
—Es una pena —trató de morderse la lengua para no preguntar más cosas—, parece ser un agradable lugar, al menos para quienes vamos de paso —le dirigió una última sonrisa—. Con su permiso.
Decidió dejar la conversación con ese joven, o de lo contrario no tardaría en descubrir que sus intenciones iban dirigidas a atrapar a ‘‘El Profanador’’. Ni siquiera se sintió en confianza como para preguntarle su nombre, pues sentía que cada movimiento en falso que diera solo conseguiría alejarla más de la verdad y ese era un lujo que no podía permitirse. Se adentró al local de donde el muchacho había salido y no pudo evitar sorprenderse al encontrar ahí al hombre que la había interrogado a su llegada al pueblo. El mismo bonachón de edad madura cortaba trozos de carne con una destreza, que parecía haber sido adquirida con años y años de experiencia. Ashy esbozó de nuevo una sonrisa amable y se acercó al mostrador. Era hora de interpretar de nuevo su papel, aunque tenía el presentimiento de que en esta ocasión no le sería tan difícil hacerlo.
—Señorita Holmes, ¿aún por aquí? —Preguntó el hombre, dejando su labor a un lado.
—Así es —lo miró con gentileza—, Baslodia se encuentra a un día de camino y al haber viajado durante varios días seguidos sentía que merecía un pequeño descanso, antes de continuar mi viaje —sonrió—. Espero no ser una molestia.
—Ciertamente no estamos acostumbrados a la presencia de tantos visitantes —Ashy recordó al joven con el que había hablado hacía unos minutos, quien le dijo exactamente lo mismo—, pero últimamente llegan personas de todos lados solo por la historia de ‘‘El Profanador’’.
—Son acciones completamente reprobables —el carnicero pareció entrar en confianza con la rubia, cosa que la hizo sentir orgullosa de sus habilidades.
—Totalmente —le dirigió una mirada más amable—, pero dígame, ¿qué puedo hacer por usted? Dudo que haya venido a comprar algo de carne.
—Me temo que está usted en lo correcto —bromeó con un fingido tono de melancolía—. En realidad, me encontraba perdida y decidí entrar a preguntar el camino de regreso a la posada del Sr. Gisbert, pero antes de entrar tuve un pequeño accidente con un joven que iba saliendo de su establecimiento y terminé olvidando que venía a pedir indicaciones.
—Ese debió ser Neil —la rubia arqueó una ceja con curiosidad—, es el nieto de la juguetera del pueblo. Es un buen muchacho.
—Todos en ese lugar parecen serlo, Señor —le regaló una sonrisa amable.
El hombre le indicó como regresar hasta la taberna y se despidió de ella deseándole una buena estancia. Ahora Ashy había conseguido un poco más de información, aunque no tanta como lo hubiese deseado. Por lo menos ya tenía el nombre de alguien más a quien podría sacarle ciertas respuestas: la juguetera de la aldea. Además, no podría desaprovechar la oportunidad de hablar con el dueño de la posada, quien seguramente podría aportar información valiosa y sin verse demasiado sospechosa. La luz del día aún se alzaba en lo alto y faltaba mucho para que la noche cayera, y la rubia estaba convencida de no rendirse hasta atrapar a aquel horrible malhechor.
Aferrándose a su bien formulado plan se dirigió al local más cercano, donde esperaba encontrar a alguien que le brindara un poco de información en una charla casual. Una figura salía del establecimiento al tiempo que la rubia se disponía a entrar en el mismo, ¿el resultado? Terminó chocando con aquella pobre alma. Al levantar la mirada se encontró con un par de ojos serios y penetrantes, los cuales la observaban con severa expectación, causándole un malestar por haber sido tan descuidada. Se trataba de un joven que parecía tener la misma de edad de ella, de complexión delgada y con un alborotado cabello rojizo, bastante notorio. La rubia esbozó su sonrisa más encantadora y trató de arreglar lo sucedido hacía unos momentos. Realmente no tenía experiencia en eso de flirteo e intentarlo con aquel muchacho de seria apariencia no parecía ser una buena idea, así que se concentró en el plan B: seguir mintiendo como si no hubiese un mañana.
—Lo lamento, me distraje unos momentos y terminé chocando con usted —se excusó tranquilamente y lo miró—. Mi nombre es Sherlina Holmes, espero no haberlo importunado.
—No es de por aquí —eso fue más una afirmación que una pregunta y por el tono con el que habló, la rubia entendió que hizo bien en no tratar de coquetear con él.
—Llegué esta mañana —volvió a sonreír de manera amable.
— ¿A que ha venido? —La pregunta fue soltada con cierto ápice de hostilidad, lo que hizo que Ashy tomara nota mental de recordar que los forasteros no eran bien recibidos.
—Simplemente estoy de paso —respondió la joven con seriedad—. Voy de camino a Baslodia y me detuve a descansar de mi viaje un par de días —hizo una breve pausa, relajando su semblante.
—Ya veo —a pesar de que no la trató de nuevo con antipatía, aquella respuesta no fue lo que la elfa esperaba—. No solíamos recibir muchos visitantes —el joven no parecía muy conforme con hablar, pero por lo menos decía algo.
—Es una pena —trató de morderse la lengua para no preguntar más cosas—, parece ser un agradable lugar, al menos para quienes vamos de paso —le dirigió una última sonrisa—. Con su permiso.
Decidió dejar la conversación con ese joven, o de lo contrario no tardaría en descubrir que sus intenciones iban dirigidas a atrapar a ‘‘El Profanador’’. Ni siquiera se sintió en confianza como para preguntarle su nombre, pues sentía que cada movimiento en falso que diera solo conseguiría alejarla más de la verdad y ese era un lujo que no podía permitirse. Se adentró al local de donde el muchacho había salido y no pudo evitar sorprenderse al encontrar ahí al hombre que la había interrogado a su llegada al pueblo. El mismo bonachón de edad madura cortaba trozos de carne con una destreza, que parecía haber sido adquirida con años y años de experiencia. Ashy esbozó de nuevo una sonrisa amable y se acercó al mostrador. Era hora de interpretar de nuevo su papel, aunque tenía el presentimiento de que en esta ocasión no le sería tan difícil hacerlo.
—Señorita Holmes, ¿aún por aquí? —Preguntó el hombre, dejando su labor a un lado.
—Así es —lo miró con gentileza—, Baslodia se encuentra a un día de camino y al haber viajado durante varios días seguidos sentía que merecía un pequeño descanso, antes de continuar mi viaje —sonrió—. Espero no ser una molestia.
—Ciertamente no estamos acostumbrados a la presencia de tantos visitantes —Ashy recordó al joven con el que había hablado hacía unos minutos, quien le dijo exactamente lo mismo—, pero últimamente llegan personas de todos lados solo por la historia de ‘‘El Profanador’’.
—Son acciones completamente reprobables —el carnicero pareció entrar en confianza con la rubia, cosa que la hizo sentir orgullosa de sus habilidades.
—Totalmente —le dirigió una mirada más amable—, pero dígame, ¿qué puedo hacer por usted? Dudo que haya venido a comprar algo de carne.
—Me temo que está usted en lo correcto —bromeó con un fingido tono de melancolía—. En realidad, me encontraba perdida y decidí entrar a preguntar el camino de regreso a la posada del Sr. Gisbert, pero antes de entrar tuve un pequeño accidente con un joven que iba saliendo de su establecimiento y terminé olvidando que venía a pedir indicaciones.
—Ese debió ser Neil —la rubia arqueó una ceja con curiosidad—, es el nieto de la juguetera del pueblo. Es un buen muchacho.
—Todos en ese lugar parecen serlo, Señor —le regaló una sonrisa amable.
El hombre le indicó como regresar hasta la taberna y se despidió de ella deseándole una buena estancia. Ahora Ashy había conseguido un poco más de información, aunque no tanta como lo hubiese deseado. Por lo menos ya tenía el nombre de alguien más a quien podría sacarle ciertas respuestas: la juguetera de la aldea. Además, no podría desaprovechar la oportunidad de hablar con el dueño de la posada, quien seguramente podría aportar información valiosa y sin verse demasiado sospechosa. La luz del día aún se alzaba en lo alto y faltaba mucho para que la noche cayera, y la rubia estaba convencida de no rendirse hasta atrapar a aquel horrible malhechor.
Ashryn Elaynor
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Tres hombres en la barra y otro detrás de ésta hablaban de todos los tópicos que en un bar se solía hablar. El primer tema de conversación era sobre sus respectivas mujeres; aunque solo dos de esos cuatros hombres estaban casados, los cuatro participan en la conversación por igual. ¿Qué importaba si el viejo Walter Reff se había quedado viudo dos años atrás? Su difunta esposa le daba más temas de conversación muerta que en vida. ¿Y qué había de Colan Gisbert? Pese haber sido un auténtico don Juan en sus años de mozo, no había conseguido tener una pareja que le durase más de quince días. Incluso en su madurez, ya rondando los cuarenta, seguía alardeando de todas y cada una de sus conquistas cuando los otros hombres hablaban de sus mujeres.
El segundo tema de conversación era el trabajo. ¡El martirizante trabajo! Cuando empezaban a hablar sobre ese tema, todas las miradas iban a parar hacia Gisbert a quien le acusaban de tener el único oficio donde cobraba por beber y reír con los amigos. De esa broma pasaban a otra. Dan Garbin, el más joven de los cuatro hombres, no tenía ningún trabajo. Era un inútil para todo el pueblo. Todo se lo pagaba su mujer. Incluso ella, cucharon en mano, gritaba en la calle que se había casado con un inútil.
El tercer tema de conversación fue el que los cuatro hombres decidieron evitar a toda costa, pero aun así salió de una forma tan cotidiana y normal como si Gisbert dijera su típica frase: “¿Os sirvo lo mismo que siempre?”. El tercer tema estuvo dedicado a El Profanador.
-¿Quién será mañana?- preguntó Dan.
-No llames a la muerte hijo, - el viejo Reff le echó una mirada acusadora a Dan. - y menos en un lugar donde sabes que la muerte puede responder-.
-¿Te refieres a El Profanador?- Dan habló y los otros tres hombres bajaron la cabeza.
-Chico, si aceptas un consejo de alguien que ha visto y leído más que tú te diré, déjame decirte que, por tu bien, nunca más digas ese nombre- Fue el bibliotecario, Clain Torre, quien rompió el silencio que se había formado entre los cuatro.
-Haz caso a Torre, ese asunto nos viene grande- Gisbert era la voz de la razón.
-¡¿Creéis que puede ser uno de nosotros?!- Dan se quedó boquiabierto.
Se volvió a hacer un segundo silencio. Los tres hombres entrados en edad se miraron los unos a los otros. No confiaban, aun así, se sentían agradecidos por los muchos años de típicas conversación, risas y cogorzas que habían vivido juntos. ¿Uno de ellos podía ser el Profanador? Sí, todos tenían sus razones. Desde el primer momento de la muerte de la esposa de Walter se le acusó de haberla asesinado, a falta de pruebas no le condenador. Aun así, el rumor estaba extendido por toda la aldea. Y el cadáver de su esposa aun estaba intacto. Luego estaba Torre, ninguno de sus difuntos familiares había caído en la desgracia y nadie negaba que había podido dar un buen partido a su librería. Los extranjeros le pedían los libros sobre cadáveres, alquimia y rituales sobre cadáveres y los residentes de la aldea le pedían casi de rodillas que les enseñase a leer aunque fuera las lápidas de las personas que habían sido profanadas para poder rezar una oración por su alma. Gisbert también hizo muy buen negocio con la posada, incluso lo gritaba a cal y canto. Y, el joven Dan, tenía motivos de sobra para vengarse de toda la aldea por considerarle un inútil. Todos tenían motivos y todos lo reconocían.
-Yo no pondría la mano en el fuego por ninguno de vosotros- esta vez, fue el viejo quien rompió el silencio. Acto seguido, bebió de su jarra de cerveza.
-Calma Reff, como tú mismo has dicho no llamemos a la muerte- otra vez Gisbert intentando implantar el orden en su taberna. Había visto muchas peleas y todas empezaban así.
* Ashryn Elaynor: Antes de empezar, debo disculparme, no estoy en mi ordenador habitual por lo que no tengo acceso a todas las imágenes y personajes que tenía pensados. Eres libre de llenar los vacíos con tus propias imágenes y ampliar la personalidad de los personajes jugados.
En este turno entras en la taberna a investigar. Los ánimos están muy crispados. Una mala palabra y acabará en pelea. Se cautelosa. Tu objetivo, a parte de tomar toda la información que puedas sobre cada personaje, es calmar a los hombres antes de que realicen una locura.
Los dos turnos siguientes también sucederán en la taberna. Solo podrás cambiar de escenario cuando yo te de la elección de hacerlo.
Personajes prohibidos para el siguiente turno: Melinda Neil (Abuela), Braham Neil, viuda de Tranoth, Ingo Canto y Honner. [/justify]
El segundo tema de conversación era el trabajo. ¡El martirizante trabajo! Cuando empezaban a hablar sobre ese tema, todas las miradas iban a parar hacia Gisbert a quien le acusaban de tener el único oficio donde cobraba por beber y reír con los amigos. De esa broma pasaban a otra. Dan Garbin, el más joven de los cuatro hombres, no tenía ningún trabajo. Era un inútil para todo el pueblo. Todo se lo pagaba su mujer. Incluso ella, cucharon en mano, gritaba en la calle que se había casado con un inútil.
El tercer tema de conversación fue el que los cuatro hombres decidieron evitar a toda costa, pero aun así salió de una forma tan cotidiana y normal como si Gisbert dijera su típica frase: “¿Os sirvo lo mismo que siempre?”. El tercer tema estuvo dedicado a El Profanador.
-¿Quién será mañana?- preguntó Dan.
-No llames a la muerte hijo, - el viejo Reff le echó una mirada acusadora a Dan. - y menos en un lugar donde sabes que la muerte puede responder-.
-¿Te refieres a El Profanador?- Dan habló y los otros tres hombres bajaron la cabeza.
-Chico, si aceptas un consejo de alguien que ha visto y leído más que tú te diré, déjame decirte que, por tu bien, nunca más digas ese nombre- Fue el bibliotecario, Clain Torre, quien rompió el silencio que se había formado entre los cuatro.
-Haz caso a Torre, ese asunto nos viene grande- Gisbert era la voz de la razón.
-¡¿Creéis que puede ser uno de nosotros?!- Dan se quedó boquiabierto.
Se volvió a hacer un segundo silencio. Los tres hombres entrados en edad se miraron los unos a los otros. No confiaban, aun así, se sentían agradecidos por los muchos años de típicas conversación, risas y cogorzas que habían vivido juntos. ¿Uno de ellos podía ser el Profanador? Sí, todos tenían sus razones. Desde el primer momento de la muerte de la esposa de Walter se le acusó de haberla asesinado, a falta de pruebas no le condenador. Aun así, el rumor estaba extendido por toda la aldea. Y el cadáver de su esposa aun estaba intacto. Luego estaba Torre, ninguno de sus difuntos familiares había caído en la desgracia y nadie negaba que había podido dar un buen partido a su librería. Los extranjeros le pedían los libros sobre cadáveres, alquimia y rituales sobre cadáveres y los residentes de la aldea le pedían casi de rodillas que les enseñase a leer aunque fuera las lápidas de las personas que habían sido profanadas para poder rezar una oración por su alma. Gisbert también hizo muy buen negocio con la posada, incluso lo gritaba a cal y canto. Y, el joven Dan, tenía motivos de sobra para vengarse de toda la aldea por considerarle un inútil. Todos tenían motivos y todos lo reconocían.
-Yo no pondría la mano en el fuego por ninguno de vosotros- esta vez, fue el viejo quien rompió el silencio. Acto seguido, bebió de su jarra de cerveza.
-Calma Reff, como tú mismo has dicho no llamemos a la muerte- otra vez Gisbert intentando implantar el orden en su taberna. Había visto muchas peleas y todas empezaban así.
- Colan Gisbert:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Clain Torre:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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* Ashryn Elaynor: Antes de empezar, debo disculparme, no estoy en mi ordenador habitual por lo que no tengo acceso a todas las imágenes y personajes que tenía pensados. Eres libre de llenar los vacíos con tus propias imágenes y ampliar la personalidad de los personajes jugados.
En este turno entras en la taberna a investigar. Los ánimos están muy crispados. Una mala palabra y acabará en pelea. Se cautelosa. Tu objetivo, a parte de tomar toda la información que puedas sobre cada personaje, es calmar a los hombres antes de que realicen una locura.
Los dos turnos siguientes también sucederán en la taberna. Solo podrás cambiar de escenario cuando yo te de la elección de hacerlo.
Personajes prohibidos para el siguiente turno: Melinda Neil (Abuela), Braham Neil, viuda de Tranoth, Ingo Canto y Honner. [/justify]
Última edición por Sigel el Vie Nov 18 2016, 10:14, editado 1 vez
Sigel
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
La investigación no estaba arrojando los resultados esperados y eso comenzaba a preocupar a la pequeña elfa, la información que había obtenido de carnicero parecía bastante valiosa, pero no lo suficiente como para que la llevase hacia un posible sospechoso. Afortunadamente aún tenía mucho tiempo para recorrer las siniestras y así conseguir las pistas necesarias para atrapar al profanador, por lo que antes de llegar a la posada del Sr. Gisbert dirigió sus pasos a un establecimiento cercano. Solo los dioses sabrán la razón por la cual siempre terminaba en las tabernas, tal vez en algún universo paralelo ella era una especie de estudiante foránea, quien vivía de alcohol y atunes, siendo los bares sus lugares frecuentados y por eso es que en esta vida ella terminaba cayendo en tales establecimientos. Vale, la falta de pistas ya la estaba volviendo loca. Se adentró a la taberna y tomó asiento en una mesa cercana a la barra.
Le sorprendió encontrarse con el Sr. Gisbert en semejante lugar, no obstante, ya que estaban ahí podría abusar de su suerte y ver si lograba sacarle algo de importancia. Escuchó atentamente la conversación del pequeño grupo de hombres, las cuales fueron bastante triviales en un inicio, hablando acerca de mujeres y trabajo, cosas que realmente parecían deplorables a los ojos de los ahí reunidos y que a Ashy no le brindaban nada en concreto, hasta que por fin la conversación giró en torno al tema que tanto le interesaba. Con cierta imprudencia el más joven de ellos hizo una pregunta que sorprendió a los demás, obteniendo respuestas recelosas y un tanto sorpresivas. Al parecer el tema del profanador era mucho más sensible de lo que ella creía, aunque no era de esperarse, pues las atrocidades que aquel malhechor había perpetuado eran sumamente aterradoras. Juntando los retazos de las conversaciones previas la ojiazul pudo determinar que aquellos hombres eran sospechosos potenciales, cada uno parecía tener un motivo para querer aterrar a la aldea, sin embargo, no señalaría a nadie hasta no tener pruebas más concretas.
De pronto el ambiente se tensó, lo que parecía haber sido una reunión de viejos amigos ahora se lucía como el escenario perfecto para que se desatara una masacre. Ashy realmente no deseaba presenciar aquello, pero de alguna forma su investigación se comprometería si los aldeanos comenzaban a acusarse entre ellos, pese a que parecía que el tema de ‘‘El Profanador’’ estaba causando en las personas el efecto deseado. Fuese quien fuese ese delincuente la rubia no podía dejar de elogiar sus artimañas y la manera en como había logrado sembrar la chispa del miedo en una población con tal frivolidad, aunque reprobaba severamente sus acciones debía reconocer que era alguien bastante inteligente. Su cerebro se encendió ante aquel pequeño descubrimiento. No estaba buscando a alguien común y corriente que hacía aquello como un mero acto impulsivo y aterrador, no, el perfil de ‘‘El Profanador’’ iniciaba con una siniestra inteligencia y una actitud meticulosa, cualidades que sin duda eran dignas de alguien peligroso. Por lo que había leído un asesino cauteloso era mucho más peligroso que uno que actuaba por mero instinto. La situación en la taberna la trajo de vuelta a la realidad, necesitaba intervenir de inmediato de lo contrario su primera pista importante se iría al caño.
—Buenos días nuevamente, Sr. Gisbert —se acercó a la barra y le sonrió al dueño de la posada.
—Señorita Holmes es curioso encontrarla en un lugar como este —todos los presentes la escudriñaron con extrañeza.
—En realidad lo estaba buscando —sonrió— y un adorable joven me indicó que podría encontrarle aquí, veo que no se equivocó —los hombres emitieron una pequeña carcajada y por un instante el ambiente se aligeró un poco.
—Tu reputación te precede, Gisbert —una nueva carcajada se escuchó, mientras el ya nombrado chasqueaba la lengua.
— ¿En qué puedo serle útil, señorita? —El posadero intentó desviar el cómico tema.
—Deseaba preguntarle si me podría indicar como llegar a la biblioteca —tomó asiento y le sonrió.
—Parece que esta de suerte señorita, pues este hombre de aquí —señaló a un simpático sujeto que sostenía una jarra de cerveza en su mano— es el bibliotecario del pueblo.
—Es un placer conocerlo —saludó la rubia—. Conocerlos a todos.
— ¿Podría saber el motivo por el cual deseaba usted visitar mi biblioteca?
—Ella es una escritora —el Sr. Gisbert se apresuró a responder por ella, captando la atención de los presentes.
—Interesante —habló el más joven de ellos—. No me diga, ¿escribe novelas policiacas? —Las miradas nuevamente se posaron sobre ella con severo escrutinio, el tono utilizado en la pregunta le demostró que estaban buscando algún indicio de curiosidad para echarla de ese pueblo.
—Temo decepcionarlos —soltó una pequeña risa graciosa—, pero mi trabajo se basa en escribir acerca de diferentes tipos de plantas medicinales que existen en las diversas partes del mundo. Algo así como una especie de herbolario medicinal y sus posibles usos en los avances de la medicina —les guiñó un ojo—, aunque admito que ese tipo de investigaciones parecen mas entretenidas que las mías —bromeó sacándoles una pequeña risa ante la comparación de su ficticio trabajo con el que realmente estaba haciendo.
— Ah una doctora —esta vez la voz provino del hombre que hasta entonces había permanecido serio.
—Dígame, señorita…
—Holmes —se presentó—. Sherlina Holmes.
— ¿Ha oído hablar acerca de El Profanador? —Por fin, tanto esperar para ese momento.
— ¿Qué te dijimos acerca de llamar a la muerte, muchacho? —Lo reprendió el bibliotecario.
—Temo que es una situación deplorable para este pueblo —comentó Ashy, yéndose con cautela, pues no quería levantar sospechas.
—Tal vez usted como doctora podría darnos su opinión acerca de la más reciente muerte.
— ¡Dan, ya deja el tema! —Y el ambiente que tanto trabajo le había costado apaciguar de nuevo se ponía tenso.
—Por favor —intervino con calma—. No deseo que mi presencia aquí sea un motivo de disgusto para esta bella aldea —se levantó de su asiento y les sonrió—. Como ya saben solo soy una simple escritora —dirigió su mirada al bibliotecario—. Si no es mucha molestia me gustaría pasar a la biblioteca más tarde, tengo curiosidad por leer los herbolarios que hay de los alrededores —el hombre asintió—. Ha sido un placer y lamento las molestias.
—Señorita Holmes, le ruego que se quede —insistió Gisbert—. No es su culpa que este joven imprudente haya traído un tema tan oscuro a colación.
—Como si ella no hubiese escuchado los rumores —refutó el muchacho.
—Los rumores son solo eso —sonrió la rubia tratando de restarle importancia y volvió a tomar asiento—. No soy alguien que les dé importancia a cosas tan efímeras como esas —los caballeros parecieron serenarse con su respuesta—. Una cerveza de mantequilla, por favor.
Ashy presentía que no faltaba mucho para poder acercarse a otro posible descubrimiento y para ello necesitaba unirse a esa pequeña fiesta privada. Como ya había probado los efectos del alcohol podían ser beneficiosos para su causa si hacía las preguntas en el momento adecuado y a las personas precisas, por lo que esa era su oportunidad. Solo tendría que ser linda y educada, además de participar con cautela en la conversación de aquellos hombres, pero todo fuese con tal de poder atrapar a El Profanador.
Le sorprendió encontrarse con el Sr. Gisbert en semejante lugar, no obstante, ya que estaban ahí podría abusar de su suerte y ver si lograba sacarle algo de importancia. Escuchó atentamente la conversación del pequeño grupo de hombres, las cuales fueron bastante triviales en un inicio, hablando acerca de mujeres y trabajo, cosas que realmente parecían deplorables a los ojos de los ahí reunidos y que a Ashy no le brindaban nada en concreto, hasta que por fin la conversación giró en torno al tema que tanto le interesaba. Con cierta imprudencia el más joven de ellos hizo una pregunta que sorprendió a los demás, obteniendo respuestas recelosas y un tanto sorpresivas. Al parecer el tema del profanador era mucho más sensible de lo que ella creía, aunque no era de esperarse, pues las atrocidades que aquel malhechor había perpetuado eran sumamente aterradoras. Juntando los retazos de las conversaciones previas la ojiazul pudo determinar que aquellos hombres eran sospechosos potenciales, cada uno parecía tener un motivo para querer aterrar a la aldea, sin embargo, no señalaría a nadie hasta no tener pruebas más concretas.
De pronto el ambiente se tensó, lo que parecía haber sido una reunión de viejos amigos ahora se lucía como el escenario perfecto para que se desatara una masacre. Ashy realmente no deseaba presenciar aquello, pero de alguna forma su investigación se comprometería si los aldeanos comenzaban a acusarse entre ellos, pese a que parecía que el tema de ‘‘El Profanador’’ estaba causando en las personas el efecto deseado. Fuese quien fuese ese delincuente la rubia no podía dejar de elogiar sus artimañas y la manera en como había logrado sembrar la chispa del miedo en una población con tal frivolidad, aunque reprobaba severamente sus acciones debía reconocer que era alguien bastante inteligente. Su cerebro se encendió ante aquel pequeño descubrimiento. No estaba buscando a alguien común y corriente que hacía aquello como un mero acto impulsivo y aterrador, no, el perfil de ‘‘El Profanador’’ iniciaba con una siniestra inteligencia y una actitud meticulosa, cualidades que sin duda eran dignas de alguien peligroso. Por lo que había leído un asesino cauteloso era mucho más peligroso que uno que actuaba por mero instinto. La situación en la taberna la trajo de vuelta a la realidad, necesitaba intervenir de inmediato de lo contrario su primera pista importante se iría al caño.
—Buenos días nuevamente, Sr. Gisbert —se acercó a la barra y le sonrió al dueño de la posada.
—Señorita Holmes es curioso encontrarla en un lugar como este —todos los presentes la escudriñaron con extrañeza.
—En realidad lo estaba buscando —sonrió— y un adorable joven me indicó que podría encontrarle aquí, veo que no se equivocó —los hombres emitieron una pequeña carcajada y por un instante el ambiente se aligeró un poco.
—Tu reputación te precede, Gisbert —una nueva carcajada se escuchó, mientras el ya nombrado chasqueaba la lengua.
— ¿En qué puedo serle útil, señorita? —El posadero intentó desviar el cómico tema.
—Deseaba preguntarle si me podría indicar como llegar a la biblioteca —tomó asiento y le sonrió.
—Parece que esta de suerte señorita, pues este hombre de aquí —señaló a un simpático sujeto que sostenía una jarra de cerveza en su mano— es el bibliotecario del pueblo.
—Es un placer conocerlo —saludó la rubia—. Conocerlos a todos.
— ¿Podría saber el motivo por el cual deseaba usted visitar mi biblioteca?
—Ella es una escritora —el Sr. Gisbert se apresuró a responder por ella, captando la atención de los presentes.
—Interesante —habló el más joven de ellos—. No me diga, ¿escribe novelas policiacas? —Las miradas nuevamente se posaron sobre ella con severo escrutinio, el tono utilizado en la pregunta le demostró que estaban buscando algún indicio de curiosidad para echarla de ese pueblo.
—Temo decepcionarlos —soltó una pequeña risa graciosa—, pero mi trabajo se basa en escribir acerca de diferentes tipos de plantas medicinales que existen en las diversas partes del mundo. Algo así como una especie de herbolario medicinal y sus posibles usos en los avances de la medicina —les guiñó un ojo—, aunque admito que ese tipo de investigaciones parecen mas entretenidas que las mías —bromeó sacándoles una pequeña risa ante la comparación de su ficticio trabajo con el que realmente estaba haciendo.
— Ah una doctora —esta vez la voz provino del hombre que hasta entonces había permanecido serio.
—Dígame, señorita…
—Holmes —se presentó—. Sherlina Holmes.
— ¿Ha oído hablar acerca de El Profanador? —Por fin, tanto esperar para ese momento.
— ¿Qué te dijimos acerca de llamar a la muerte, muchacho? —Lo reprendió el bibliotecario.
—Temo que es una situación deplorable para este pueblo —comentó Ashy, yéndose con cautela, pues no quería levantar sospechas.
—Tal vez usted como doctora podría darnos su opinión acerca de la más reciente muerte.
— ¡Dan, ya deja el tema! —Y el ambiente que tanto trabajo le había costado apaciguar de nuevo se ponía tenso.
—Por favor —intervino con calma—. No deseo que mi presencia aquí sea un motivo de disgusto para esta bella aldea —se levantó de su asiento y les sonrió—. Como ya saben solo soy una simple escritora —dirigió su mirada al bibliotecario—. Si no es mucha molestia me gustaría pasar a la biblioteca más tarde, tengo curiosidad por leer los herbolarios que hay de los alrededores —el hombre asintió—. Ha sido un placer y lamento las molestias.
—Señorita Holmes, le ruego que se quede —insistió Gisbert—. No es su culpa que este joven imprudente haya traído un tema tan oscuro a colación.
—Como si ella no hubiese escuchado los rumores —refutó el muchacho.
—Los rumores son solo eso —sonrió la rubia tratando de restarle importancia y volvió a tomar asiento—. No soy alguien que les dé importancia a cosas tan efímeras como esas —los caballeros parecieron serenarse con su respuesta—. Una cerveza de mantequilla, por favor.
Ashy presentía que no faltaba mucho para poder acercarse a otro posible descubrimiento y para ello necesitaba unirse a esa pequeña fiesta privada. Como ya había probado los efectos del alcohol podían ser beneficiosos para su causa si hacía las preguntas en el momento adecuado y a las personas precisas, por lo que esa era su oportunidad. Solo tendría que ser linda y educada, además de participar con cautela en la conversación de aquellos hombres, pero todo fuese con tal de poder atrapar a El Profanador.
- Como creo que se ven Dan y Reff (?):
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Ashryn Elaynor
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Después de haber pasado tantos años detrás de una barra y escuchar todo tipo de conversaciones por parte de sus vecinos, aprendió que no había nada mejor para alimentar un tema de conversación que intentar hacerlo callar. Torre, Reff y él mismo Gisbert tenían tanta o incluso más curiosidad que el joven Dan sobre la identidad del Profanador. Otra de las cosas que había aprendido el posadero era a leer las miradas: Los ojos de Torre tenían el mismo brillo que cuando veía un libro viejo y desconocido y Reff, aunque fuera el que más protestase a la hora de hablar del Profanador, no dejaba de desviar su mirada de vez en cuando a los labios de Dan por ver si volvía a abrir el dichoso tema. ¡Era tan divertido verles hablar!
Y el día solo había empezado. Quedaban muchas conversaciones que presenciar y muchas más miradas que leer. A parte de por el dinero que indudablemente estaba ganando por el asunto del Profanador; esto era lo segundo mejor que le había pasado a la aldea desde hacía años.
Solo hubo una mirada que no supo leer y fue la de la joven elfa que se acercó al grupo de cuatro amigos. Ya fue raro que uno de los forasteros, que siempre se mantenían al margen de los habitantes de la aldea por miedo a encontrarse cara a cara con el Profanador, se pusiera a hablar con ellos y más raro todavía fue que en lugar de hacer callar la deseable conversación la estuviera desviando con otra conversación igual de deseable: Ella.
Colan Gisbert observó a la chica de hito en hito. Era realmente preciosa, como todas las elfas que conoció en su vida. Tan bellas como inalcanzables. Sentía que ni aunque pudiera alargar su mano lo máximo posible podría llegar a acariciar su larga melena dorada. Si solo fuera tocar su pálida piel u oler el perfume de su cabello…. Las viejas costumbres de los buenos tiempos nunca se olvidaban. Tras hacerse la idea de que la preciosa Holmes no sería un objetivo tan fácil como lo fueron todas aquellas mujeres que pasaron por su cama cuando aún era joven, se limitó a servirle la jarra de cerveza con mantequilla que había pedido y a decirle con una sonrisa de oreja a oreja:
-Que la disfrute querida-.
-Considérese afortunada señorita Holmes, con nosotros no es tan amable- tras soltar la broma, Clain Torre se tapó la boca con la jarra de cerveza y fingió beber para ocultar la carcajada que estuvo a punto de salir.
-¡¿Pero sabe leer no es así?!- con Dan no funcionaban los trucos de la chica, una vez se le metía algo en la cabeza, ni con los cuchillos de Honner se le podía sacar esa idea. - He visto los cadáveres, aparecen con marcas y letras. Aquí poco somos lo que sabemos leer y quienes saben…-
-…quienes saben prefieren mentir y decir que no.- fue el bibliotecario quien terminó la frase; su voz, segundos antes socarrona, se había vuelto seria e incluso sombría. Por supuesto, el sabía leer y escribir. Mejor que cualquiera de la ciudad. Para muchos en el pueblo, era el principal sospechoso de ser el Profanador y lo peor era que él, dado a su trabajo, no podía mentir diciendo que no sabía leer. Con un ligero movimiento negativo con la cabeza, tan leve que de los cuatro amigos solo Gisbert notó, cambió de tema recobrando su carismática sonrisa poco a poco. - Ya ve mi desdicha joven; de no ser por los forasteros como usted, no podría compartir mis libros con nadie más, -carraspeó a la vez que se rascaba el mentón en un falso gesto duda - ¿Tal vez usted, como escritora y doctora, le gustaría venir a mi biblioteca? Tengo unos pocos libros de medicina y algunos de ellos incompletos que seguro que me podría ayudar a rellenar-.
-Torre no seas abusivo, seguramente la señorita Holmes tendrá mejores cosas que hacer que entrar ir a la biblioteca- Walter Reff, reconocido solo por alzar su voz para maldecir y poner los puntos sobre las íes a sus amigos, habló con voz terca y acusadora. Mientras los demás hablaban con los forasteros y se intentaban aprovechar de ellos, Walter Reff prefería ignorarlos. De no ser porque había alquilado las habitaciones que le sobraban a una pareja de forasteros, Colan Gisbert hubiera pensado que los odiaba. -¿Estoy en lo cierto?- por el tono de voz que lo dijo, había que ser muy valiente o muy estúpido para decir que el viejo se equivocaba.
* Ashryn Elaynor: Es la hora de tomar una de esas decisiones que marcan el transcurso de la misión. Deberás decidir si abandonar la posada e ir a la biblioteca junto a Torre, quedarte en la posada para conocer más sobre estos hombres (si eliges esta opción Torre se irá a su biblioteca) o quizás seguir el consejo de Reff e ir a otro lugar a investigar, para ser concretos: la juguetería o la casa de viuda Tranoth. Todos estos lugares los tendrás que visitar a lo largo de la misión, la decisión que has de tomar es dónde ir primero.
Personajes prohibidos para el siguiente turno depende de la elección que utilices. Confiaré en tu lógica.
Y el día solo había empezado. Quedaban muchas conversaciones que presenciar y muchas más miradas que leer. A parte de por el dinero que indudablemente estaba ganando por el asunto del Profanador; esto era lo segundo mejor que le había pasado a la aldea desde hacía años.
Solo hubo una mirada que no supo leer y fue la de la joven elfa que se acercó al grupo de cuatro amigos. Ya fue raro que uno de los forasteros, que siempre se mantenían al margen de los habitantes de la aldea por miedo a encontrarse cara a cara con el Profanador, se pusiera a hablar con ellos y más raro todavía fue que en lugar de hacer callar la deseable conversación la estuviera desviando con otra conversación igual de deseable: Ella.
Colan Gisbert observó a la chica de hito en hito. Era realmente preciosa, como todas las elfas que conoció en su vida. Tan bellas como inalcanzables. Sentía que ni aunque pudiera alargar su mano lo máximo posible podría llegar a acariciar su larga melena dorada. Si solo fuera tocar su pálida piel u oler el perfume de su cabello…. Las viejas costumbres de los buenos tiempos nunca se olvidaban. Tras hacerse la idea de que la preciosa Holmes no sería un objetivo tan fácil como lo fueron todas aquellas mujeres que pasaron por su cama cuando aún era joven, se limitó a servirle la jarra de cerveza con mantequilla que había pedido y a decirle con una sonrisa de oreja a oreja:
-Que la disfrute querida-.
-Considérese afortunada señorita Holmes, con nosotros no es tan amable- tras soltar la broma, Clain Torre se tapó la boca con la jarra de cerveza y fingió beber para ocultar la carcajada que estuvo a punto de salir.
-¡¿Pero sabe leer no es así?!- con Dan no funcionaban los trucos de la chica, una vez se le metía algo en la cabeza, ni con los cuchillos de Honner se le podía sacar esa idea. - He visto los cadáveres, aparecen con marcas y letras. Aquí poco somos lo que sabemos leer y quienes saben…-
-…quienes saben prefieren mentir y decir que no.- fue el bibliotecario quien terminó la frase; su voz, segundos antes socarrona, se había vuelto seria e incluso sombría. Por supuesto, el sabía leer y escribir. Mejor que cualquiera de la ciudad. Para muchos en el pueblo, era el principal sospechoso de ser el Profanador y lo peor era que él, dado a su trabajo, no podía mentir diciendo que no sabía leer. Con un ligero movimiento negativo con la cabeza, tan leve que de los cuatro amigos solo Gisbert notó, cambió de tema recobrando su carismática sonrisa poco a poco. - Ya ve mi desdicha joven; de no ser por los forasteros como usted, no podría compartir mis libros con nadie más, -carraspeó a la vez que se rascaba el mentón en un falso gesto duda - ¿Tal vez usted, como escritora y doctora, le gustaría venir a mi biblioteca? Tengo unos pocos libros de medicina y algunos de ellos incompletos que seguro que me podría ayudar a rellenar-.
-Torre no seas abusivo, seguramente la señorita Holmes tendrá mejores cosas que hacer que entrar ir a la biblioteca- Walter Reff, reconocido solo por alzar su voz para maldecir y poner los puntos sobre las íes a sus amigos, habló con voz terca y acusadora. Mientras los demás hablaban con los forasteros y se intentaban aprovechar de ellos, Walter Reff prefería ignorarlos. De no ser porque había alquilado las habitaciones que le sobraban a una pareja de forasteros, Colan Gisbert hubiera pensado que los odiaba. -¿Estoy en lo cierto?- por el tono de voz que lo dijo, había que ser muy valiente o muy estúpido para decir que el viejo se equivocaba.
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* Ashryn Elaynor: Es la hora de tomar una de esas decisiones que marcan el transcurso de la misión. Deberás decidir si abandonar la posada e ir a la biblioteca junto a Torre, quedarte en la posada para conocer más sobre estos hombres (si eliges esta opción Torre se irá a su biblioteca) o quizás seguir el consejo de Reff e ir a otro lugar a investigar, para ser concretos: la juguetería o la casa de viuda Tranoth. Todos estos lugares los tendrás que visitar a lo largo de la misión, la decisión que has de tomar es dónde ir primero.
Personajes prohibidos para el siguiente turno depende de la elección que utilices. Confiaré en tu lógica.
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Afortunadamente aquella conversación no parecía haber mermado, pese a sus incontables esfuerzos y secretamente saboreaba esa victoria. Un sorbo a su cerveza de mantequilla debió bastar como para que los cuatro hombres se sintieran en confianza de hablar frente a ella y la ojiazul no podía evitar esperar el momento en que la charla brindara lo que había ido a buscar. Ashy sonrió de manera picara ante el comentario que hizo el bibliotecario y nuevamente dio un sorbo a su tarro. El más joven de los presentes no tardó en retomar el tan esperado tema, haciendo que la rubia arqueara una ceja ante la evidente alusión que hubo en las palabras del chico. Sus ojos viajaron hasta el encargado de la biblioteca y lo escudriñó con discreción, intentando no levantar sospechas, mientras que buscaba algunas respuestas en el rostro del hombre.
Según su previa deducción ‘‘El Profanador’’ tenía un perfil que ciertamente podría asemejarse a la primera impresión que tenía del ya nombrado Sr. Torre; no obstante, debía prestar mucha atención antes de dar una sentencia definitiva. Afiló su mirada y puso total atención a los detalles en la silueta del hombre, obteniendo cierta información que bien podía ser la diferencia entre la inocencia o la culpabilidad. La alianza en su dedo le indicó que estaba casado, los agujeros remendados en sus ropas decían que su mujer era bastante cuidadosa; por otra parte, los cabellos blanquecinos y las arrugas que había en el rostro del hombre le dieron una pista bastante interesante. El caballero tenía una edad que seguramente no le permitiría andar mucho tiempo desenterrando cuerpos, para luego marcarlos y dejarlos al aire libre; mucho menos para haber acabado con la vida del sepulturero del pueblo. Sinceramente y pese a las sospechas que pudiesen recaer sobre aquel hombre, su edad le parecía un detalle que no encajaba en el perfil que había hecho del malhechor.
Ablandó su mirada y sonrió a la pregunta que le había hecho. Si bien, la mención de la biblioteca fue una mera excusa para acercarse al grupo del Sr. Gisbert, ahora le vendría muy bien ir a indagar un poco más acerca del misterioso Sr. Torre; sin embargo, había jugosa información que podría obtener de aquel imprudente muchacho y ella no podía desaprovechar tal oportunidad. Su cabeza trabajo tan rápido como los segundos se lo permitieron, buscando una salida que no le cerrara las puertas de aquel edificio en unas cuantas horas. La mirada ojiazul se posó en el rostro del caballero restante, el que por su tono de voz pudo deducir que parecía interesado por lo que fuese que la rubia tuviese que hacer. Tal vez no era tan mala idea quedarse un rato más, pues confiaba en que su instinto la guiaba en la dirección correcta, además, estaba el hecho de que, si la gente desconfiaba de Torre, ella no perdería la escasa confianza que con esfuerzos pudiese conseguir si la veían con él por las calles. No, definitivamente ese era un lujo que ella no podía permitirse.
—Estaría encantada de echar un vistazo en sus hermosos libros, Sr. Torre —sonrió—, pero me temo que antes me gustaría pasar a mi habitación por mis diarios, creo que le servirían mucho —hizo una pausa, tratando de mantener un semblante casual—. ¿Estaría bien si paso a visitarle más tarde?
—Faltaba más, señorita Holmes, estaré encantado de contar con su presencia —miró a los demás—. Hasta otra.
Y así sin más el bibliotecario abandonó la taberna, dejándola a ella con los tres hombres restantes. Ese era el momento, tenía que jugar sus cartas muy bien si es que no quería que el sacrificio de no ir a la biblioteca fuese en vano. Discretamente miró al grupo que se había reducido y esperó el momento en que pudiese intervenir sin verse muy sospechosa. Ahora sabía que a Dan podía sacarle la información con solo hacer una pequeña alusión, pero la pregunta era: ¿Lo dejarían los otros dos caballeros? Por lo que pudo descifrar de las palabras del Sr. Torre, Gisbert era un hombre bastante coqueto y eso le quedó muy claro después de casi la devoró con la mirada, por lo que solo tendría que ser encantadora, mostrarle una que otra sonrisa coqueta y bastaría para sacarle algún retazo de información. Por otro lado, el hombre que había intervenido en la invitación del Sr. Torre era bastante impredecible, por lo que sabía un movimiento en falso y ella estaría fichada de por vida.
—Disculpe —formuló sus palabras de manera educada y miró a Dan—, dice que no todos los aldeanos saben leer, ¿el Sr. Torre no ha podido enseñarles? Imagino que al ser alguien tan culto es la persona indicada para instruirles en algo así.
Se fue por el camino más seguro posible, seguramente de ahí podría partir a algo más si lograba encender la chispa de la curiosidad de Dan, ya después pasaría a los otros dos hombres, pero por el momento el muchacho sería su centro de atención y su mayor fuente de información.
Según su previa deducción ‘‘El Profanador’’ tenía un perfil que ciertamente podría asemejarse a la primera impresión que tenía del ya nombrado Sr. Torre; no obstante, debía prestar mucha atención antes de dar una sentencia definitiva. Afiló su mirada y puso total atención a los detalles en la silueta del hombre, obteniendo cierta información que bien podía ser la diferencia entre la inocencia o la culpabilidad. La alianza en su dedo le indicó que estaba casado, los agujeros remendados en sus ropas decían que su mujer era bastante cuidadosa; por otra parte, los cabellos blanquecinos y las arrugas que había en el rostro del hombre le dieron una pista bastante interesante. El caballero tenía una edad que seguramente no le permitiría andar mucho tiempo desenterrando cuerpos, para luego marcarlos y dejarlos al aire libre; mucho menos para haber acabado con la vida del sepulturero del pueblo. Sinceramente y pese a las sospechas que pudiesen recaer sobre aquel hombre, su edad le parecía un detalle que no encajaba en el perfil que había hecho del malhechor.
Ablandó su mirada y sonrió a la pregunta que le había hecho. Si bien, la mención de la biblioteca fue una mera excusa para acercarse al grupo del Sr. Gisbert, ahora le vendría muy bien ir a indagar un poco más acerca del misterioso Sr. Torre; sin embargo, había jugosa información que podría obtener de aquel imprudente muchacho y ella no podía desaprovechar tal oportunidad. Su cabeza trabajo tan rápido como los segundos se lo permitieron, buscando una salida que no le cerrara las puertas de aquel edificio en unas cuantas horas. La mirada ojiazul se posó en el rostro del caballero restante, el que por su tono de voz pudo deducir que parecía interesado por lo que fuese que la rubia tuviese que hacer. Tal vez no era tan mala idea quedarse un rato más, pues confiaba en que su instinto la guiaba en la dirección correcta, además, estaba el hecho de que, si la gente desconfiaba de Torre, ella no perdería la escasa confianza que con esfuerzos pudiese conseguir si la veían con él por las calles. No, definitivamente ese era un lujo que ella no podía permitirse.
—Estaría encantada de echar un vistazo en sus hermosos libros, Sr. Torre —sonrió—, pero me temo que antes me gustaría pasar a mi habitación por mis diarios, creo que le servirían mucho —hizo una pausa, tratando de mantener un semblante casual—. ¿Estaría bien si paso a visitarle más tarde?
—Faltaba más, señorita Holmes, estaré encantado de contar con su presencia —miró a los demás—. Hasta otra.
Y así sin más el bibliotecario abandonó la taberna, dejándola a ella con los tres hombres restantes. Ese era el momento, tenía que jugar sus cartas muy bien si es que no quería que el sacrificio de no ir a la biblioteca fuese en vano. Discretamente miró al grupo que se había reducido y esperó el momento en que pudiese intervenir sin verse muy sospechosa. Ahora sabía que a Dan podía sacarle la información con solo hacer una pequeña alusión, pero la pregunta era: ¿Lo dejarían los otros dos caballeros? Por lo que pudo descifrar de las palabras del Sr. Torre, Gisbert era un hombre bastante coqueto y eso le quedó muy claro después de casi la devoró con la mirada, por lo que solo tendría que ser encantadora, mostrarle una que otra sonrisa coqueta y bastaría para sacarle algún retazo de información. Por otro lado, el hombre que había intervenido en la invitación del Sr. Torre era bastante impredecible, por lo que sabía un movimiento en falso y ella estaría fichada de por vida.
—Disculpe —formuló sus palabras de manera educada y miró a Dan—, dice que no todos los aldeanos saben leer, ¿el Sr. Torre no ha podido enseñarles? Imagino que al ser alguien tan culto es la persona indicada para instruirles en algo así.
Se fue por el camino más seguro posible, seguramente de ahí podría partir a algo más si lograba encender la chispa de la curiosidad de Dan, ya después pasaría a los otros dos hombres, pero por el momento el muchacho sería su centro de atención y su mayor fuente de información.
Ashryn Elaynor
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Era posible que Walter Reff tuviera razón y la señorita Holmes tuviera cosas mejores que hacer que leer los inservibles tomos de Torre; aun así, por muchos recados que tuviera, la susodicha escritora decidió quedarse en la taberna de Colan Gisbert; cosa que el gerente de la taberna agradeció con una sonrisa triunfal. Conociendo como lo conocía, el bibliotecario hubiera sido capaz de ahogar en un mar de papel a la preciosa escritora. Con una persona así, incluso la más dulce de las elfas escritoras acabaría aburrida de los libros y de la aldea. Los rumores acerca de “El Profanador” acabarían perdiendo todo su atractivo y la señorita Holmes se iría por donde había venido. Una lástima para Colan Gisbert pues, cada vez, comenzaba a ver a la escritora (o doctora, todavía no tenía claro a qué se dedicaba) más y más atractiva.
El tabernero hizo un leve gesto de asentimiento con la cabeza, cogió su jarra de la señorita Holmes sin decir nada y la volvió a rellenar de cerveza de mantequilla de la mejor calidad, no de la que le daba de beber a sus amigos.
-Tiene un arduo trabajo por delante,- el tabernero se interpuso entre Dan y la chica cuando éste estuvo a punto de contestar a la pregunta. - a ésta invita la casa. Y no me la vaya a rechazar señorita. No soy de los que aceptan un no por respuesta. Aquí mis amigos se lo podrán decir-.
Dan se rió a la vez que dedicaba al tabernero una mirada de complicidad mientras el señor Walter Reff, con una cara amarga, bebió de su jarra por no soltar uno de sus populares reprimendas. Ambos, tanto el joven como el viejo, se mantuvieron al margen de las artes de cortejo que Gisbert conjuraba en contra de la chica.
-¿Lo ve? Quién calla otorga- Gisbert alzó su jarra y la hizo brindar con la de la chica.
-Quien calla otorga- repitió Reff en un tono severo como si estuviera debatiendo lo que hubiera dicho el tabernero. Cosa irónica, pues ¿quién puede ser tan estúpido como para debatir algo repitiendo exactamente lo mismo? Ni si quiera Dan era tan estúpido.
-Respecto a su pregunta señorita Holmes- hablando de Dan, por ahí asomaba su pequeña cabeza de almendra- Torre nos ha intentado enseñar muchas veces. Enseñó a mi mujer y de vez en cuando se pasa por casa y trae libros de niños para que nuestra hija también aprenda. Es un hombre de muy buen corazón-.
A medida que la voz de Dan se hacía más presente en la conversación, Gisbert lo miraba con una fiereza digna de un animal en celo a quien se le había privado de copular. Dan no era lo suficiente avispado como para entender las intenciones ocultas del tabernero, Reff, sin embargo sí lo hizo y le puso la mano al hombro de Dan para indicar que se callase antes de que el tabernero le inflase los precios de la cerveza como venganza.
-Hablas demasiado Dan,- el viejo se acercó a la oreja del joven y susurro al oído de forma que solo él y la elfa pudieran entender lo que decía; por fortuna, Gisbert tenía un oído muy fino y pudo escuchar lo que dijo- ¿qué opinaría tu mujer al saber que vas diciendo por ahí que sabe leer?-
Dan tragó saliva al darse cuenta del error que había cometido. Primero dijo que los cadáveres aparecen con marcas escritas y luego dice que su mujer sabe leer y escribir. Premio por él, cada vez era más estúpido.
-¿Se va a quedar durante mucho tiempo?- Gisbert aprovechó la baza que les dejó los dos hombres y volvió a ser el centro de atención con una nueva pregunta.
* Ashryn Elaynor: Cada vez conoces un poco más de las personas de la aldea. Tus sutiles métodos de cortejo y tu cara bonita han servido muy bien para llamar la atención de Colan Gisbert. Acaba lo que tengas que acabar en la taberna pues al final del siguiente turno deberás elegir cuál será el próximo lugar que vayas a visitar:
Biblioteca de Torre
Juguetería de Melinda Neil
Casa de la viuda Tranoth
Todos estos lugares los tendrás que visitar a lo largo de la misión, la decisión que has de tomar es dónde ir primero. El orden por qué lugar escojas primero traerá grandes consecuencias a lo largo de toda la misión.
Personajes prohibidos para el siguiente turno depende de la elección que utilices. Confiaré en tu lógica.
El tabernero hizo un leve gesto de asentimiento con la cabeza, cogió su jarra de la señorita Holmes sin decir nada y la volvió a rellenar de cerveza de mantequilla de la mejor calidad, no de la que le daba de beber a sus amigos.
-Tiene un arduo trabajo por delante,- el tabernero se interpuso entre Dan y la chica cuando éste estuvo a punto de contestar a la pregunta. - a ésta invita la casa. Y no me la vaya a rechazar señorita. No soy de los que aceptan un no por respuesta. Aquí mis amigos se lo podrán decir-.
Dan se rió a la vez que dedicaba al tabernero una mirada de complicidad mientras el señor Walter Reff, con una cara amarga, bebió de su jarra por no soltar uno de sus populares reprimendas. Ambos, tanto el joven como el viejo, se mantuvieron al margen de las artes de cortejo que Gisbert conjuraba en contra de la chica.
-¿Lo ve? Quién calla otorga- Gisbert alzó su jarra y la hizo brindar con la de la chica.
-Quien calla otorga- repitió Reff en un tono severo como si estuviera debatiendo lo que hubiera dicho el tabernero. Cosa irónica, pues ¿quién puede ser tan estúpido como para debatir algo repitiendo exactamente lo mismo? Ni si quiera Dan era tan estúpido.
-Respecto a su pregunta señorita Holmes- hablando de Dan, por ahí asomaba su pequeña cabeza de almendra- Torre nos ha intentado enseñar muchas veces. Enseñó a mi mujer y de vez en cuando se pasa por casa y trae libros de niños para que nuestra hija también aprenda. Es un hombre de muy buen corazón-.
A medida que la voz de Dan se hacía más presente en la conversación, Gisbert lo miraba con una fiereza digna de un animal en celo a quien se le había privado de copular. Dan no era lo suficiente avispado como para entender las intenciones ocultas del tabernero, Reff, sin embargo sí lo hizo y le puso la mano al hombro de Dan para indicar que se callase antes de que el tabernero le inflase los precios de la cerveza como venganza.
-Hablas demasiado Dan,- el viejo se acercó a la oreja del joven y susurro al oído de forma que solo él y la elfa pudieran entender lo que decía; por fortuna, Gisbert tenía un oído muy fino y pudo escuchar lo que dijo- ¿qué opinaría tu mujer al saber que vas diciendo por ahí que sabe leer?-
Dan tragó saliva al darse cuenta del error que había cometido. Primero dijo que los cadáveres aparecen con marcas escritas y luego dice que su mujer sabe leer y escribir. Premio por él, cada vez era más estúpido.
-¿Se va a quedar durante mucho tiempo?- Gisbert aprovechó la baza que les dejó los dos hombres y volvió a ser el centro de atención con una nueva pregunta.
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* Ashryn Elaynor: Cada vez conoces un poco más de las personas de la aldea. Tus sutiles métodos de cortejo y tu cara bonita han servido muy bien para llamar la atención de Colan Gisbert. Acaba lo que tengas que acabar en la taberna pues al final del siguiente turno deberás elegir cuál será el próximo lugar que vayas a visitar:
Biblioteca de Torre
Juguetería de Melinda Neil
Casa de la viuda Tranoth
Todos estos lugares los tendrás que visitar a lo largo de la misión, la decisión que has de tomar es dónde ir primero. El orden por qué lugar escojas primero traerá grandes consecuencias a lo largo de toda la misión.
Personajes prohibidos para el siguiente turno depende de la elección que utilices. Confiaré en tu lógica.
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
La rubia masculló una pequeña maldición cuando el Sr. Gisbert interrumpió su intento de obtener información de parte del muchacho y fingió una sonrisa agradecida al ver su jarra nuevamente llena de cerveza de mantequilla. Había aprendido muchas cosas durante sus últimas aventuras, entre ellas a reconocer cuando un hombre la veía con oscuras intenciones, por lo que no le costó trabajo entender lo que las acciones del tabernero decían. A la ojiazul no le resultaría difícil coquetear con el hombre, con el propósito de sacarle información, pero su dignidad le prohibía denigrarse a sí misma de esa manera, por lo que se limitaría a salir de ahí a la menor oportunidad. Afortunadamente el joven imprudente volvió a hacerse presente en la conversación, brindándole datos sumamente valiosos, que podrían servirle para tomar una decisión en un momento cercano
Dan fue interrumpido nuevamente, aunque esta vez por Mr. Reff, quien le susurró al oído una pequeña advertencia, la cual fue captada por sus increíbles orejitas elficas. Tal vez debería ir directo a la biblioteca de Torre, necesitaba averiguar más acerca de las personas que sabían leer y del modus operandi de El Profanador, o a ese paso no lograría atraparlo. En sus planes no estaba ver al hombre de nuevo tan pronto, sin embargo, tampoco podía moverse por el pueblo sin tener datos importantes con los cuales hacer las preguntas adecuadas a las personas indicadas y estaba segura que esos datos se encontraban únicamente en los libros de Mr. Torre. Sus pensamientos fueron interrumpidos por las palabras del tabernero, quien le preguntaba acerca de su estancia en el pueblo. Ashy ya estaba un tanto fastidiada de las miradas que este le lanzaba y de las insistentes formas en las que se entrometía en su investigación, así que decidió hacer gala de su cara inocente y dejar en claro que ella jamás iría a la cama con él de una forma cortes.
—Me gustaría, Sr. Gisbert —sonrió de forma encantadora, levantándose de su asiento—, pero hay alguien que me espera en casa y estoy ansiosa por verlo de nuevo —sus mejillas se sonrojaron de forma natural, dándole a su actuación un poco más de realismo—. Muchas gracias por las bebidas y la conversación, de verdad ha sido todo un placer, caballeros.
Dejó unas cuantas monedas que pagaran por los tragos que le habían servido y se retiró con tranquilidad. Le hubiese gustado ir directo a la juguetería, pues tenía cierta incertidumbre por la dueña y su nieto, pero su sentido común le decía que no podía seguir sin un conocimiento certero, así que volvió a su habitación por 2 de sus diarios y se dirigió a la biblioteca. Todo hubiese sido excelente, sino fuera porque nunca preguntó la ubicación del dichoso edificio. Golpeó su frente con la palma de su mano y pidió indicaciones a una dama que parecía venir del mercado, quien desconfiadamente y sin muchos ánimos le ayudó a llegar a su destino. Se adentró con mucho cuidado, sintiendo una curiosa sensación de tranquilidad, tal y como siempre le pasaba cuando se encontraba rodeada de libros, pero había algo más, como una extraña atmosfera de posible peligro lejano que no lograba descifrar bien.
— ¿Sr. Torre? —Miró a todos lados buscándolo—. Soy Sherly Holmes, he traído mis diarios, espero no ser inoportuna.
Ashy estaba un poco cansada de irse por las ramas, así que, aunque fuese un tema delicado ella intentaría obtener las pistas suficientes para atrapar a ‘‘El Profanador’’ esa noche. Lo había decidido y no había manera alguna de que algo la hiciera cambiar de opinión…o eso era lo que ella creía.
Dan fue interrumpido nuevamente, aunque esta vez por Mr. Reff, quien le susurró al oído una pequeña advertencia, la cual fue captada por sus increíbles orejitas elficas. Tal vez debería ir directo a la biblioteca de Torre, necesitaba averiguar más acerca de las personas que sabían leer y del modus operandi de El Profanador, o a ese paso no lograría atraparlo. En sus planes no estaba ver al hombre de nuevo tan pronto, sin embargo, tampoco podía moverse por el pueblo sin tener datos importantes con los cuales hacer las preguntas adecuadas a las personas indicadas y estaba segura que esos datos se encontraban únicamente en los libros de Mr. Torre. Sus pensamientos fueron interrumpidos por las palabras del tabernero, quien le preguntaba acerca de su estancia en el pueblo. Ashy ya estaba un tanto fastidiada de las miradas que este le lanzaba y de las insistentes formas en las que se entrometía en su investigación, así que decidió hacer gala de su cara inocente y dejar en claro que ella jamás iría a la cama con él de una forma cortes.
—Me gustaría, Sr. Gisbert —sonrió de forma encantadora, levantándose de su asiento—, pero hay alguien que me espera en casa y estoy ansiosa por verlo de nuevo —sus mejillas se sonrojaron de forma natural, dándole a su actuación un poco más de realismo—. Muchas gracias por las bebidas y la conversación, de verdad ha sido todo un placer, caballeros.
Dejó unas cuantas monedas que pagaran por los tragos que le habían servido y se retiró con tranquilidad. Le hubiese gustado ir directo a la juguetería, pues tenía cierta incertidumbre por la dueña y su nieto, pero su sentido común le decía que no podía seguir sin un conocimiento certero, así que volvió a su habitación por 2 de sus diarios y se dirigió a la biblioteca. Todo hubiese sido excelente, sino fuera porque nunca preguntó la ubicación del dichoso edificio. Golpeó su frente con la palma de su mano y pidió indicaciones a una dama que parecía venir del mercado, quien desconfiadamente y sin muchos ánimos le ayudó a llegar a su destino. Se adentró con mucho cuidado, sintiendo una curiosa sensación de tranquilidad, tal y como siempre le pasaba cuando se encontraba rodeada de libros, pero había algo más, como una extraña atmosfera de posible peligro lejano que no lograba descifrar bien.
— ¿Sr. Torre? —Miró a todos lados buscándolo—. Soy Sherly Holmes, he traído mis diarios, espero no ser inoportuna.
Ashy estaba un poco cansada de irse por las ramas, así que, aunque fuese un tema delicado ella intentaría obtener las pistas suficientes para atrapar a ‘‘El Profanador’’ esa noche. Lo había decidido y no había manera alguna de que algo la hiciera cambiar de opinión…o eso era lo que ella creía.
Ashryn Elaynor
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Por quinta vez desde que volvió a biblioteca después de su cerveza matinal en la posada de Gisbert, revisó el reloj de arena que estaba en el mueble recibidero de la biblioteca. Quedaban unos pocos granos de arenas, tan poco que si no estuviera tan nervioso como lo estaba se podría parar a contarlos uno por uno y no se equivocaría de número. Quedaba muy poco tiempo para volver a ver a escuchar la risa de ese hombre. “Se ríe como un muerto” fue el primer pensamiento que tuvo cuando lo conoció. Pensar en el sonido que hacían sus dientes amarillos al reír le ponía los pelos de punta. “Se ríe como un muerto y sus dientes traquetean como si fueran los de una calavera” fue el segundo pensamiento.
Del bolsillo de su chaleco, Clain Torre sacó una hoja de tabaco. La observó durante unos instantes antes de metérsela en la boca mientras, con el rabillo del ojo, seguía vigilando el reloj. Jillie Torre, la mujer del bibliotecario, odiaba ver le mascar las hojas de tabaco. Decía que le dejaban los dientes marrones y asquerosos, cosa que no lo negaba. Incluso, era tan consciente de lo repugnante que podrían resultar su dentadura que, en ocasiones, añadía con un tono sarcástico: “No te olvides del líquido negro y pegajoso, querida”. A Clain Torre era el primero que le resultaba asqueroso el tabaco. Mas, no mascaba por vicio como su amigo Reff sino por necesidad. Tener los dientes así de repugnantes era una forma de acercarse a hablar con el hombre de la risa de muerto.
En el mismo momento en que toda la arena del reloj cayó, alguien llamó a la puerta. Dos toques secos. Torre tragó saliva y abrió la puerta. Allí estaba él, con su túnica negra, con la capucha puesta que le cubría hasta el puente de la nariz y sus dientes podridos. El hombre sonrió, lo hizo como un muerto. ¡Dioses benditos!
-¿Quién diría que en este pueblucho de incultos y analfabetos, un cochambroso erudito se haría con un acaudalado montón de aeros?- el de la túnica negra señaló el cinturón con hebilla de plata del bibliotecario- Yo no lo hubiese dicho. ¡Ah! Pero este pequeño ruiseñor no está solo, ¿verdad que no? Cuanta con la ayuda de un buen amigo. Y de su sabia mujer, por descontado-.
El bibliotecario bajó la cabeza y asintió. Si hubiera hecho la intención de decir algo hubiera sido inútil, el hombre que se reía como un muerto volvió a hablar.
-Te traigo cuatro más de esos libros que me pediste. Los mejores en su haber. Ten mucho cuidado con ellos. Si un guardia te descubre con ellos, me lavo las manos- con dos manos sucias y con uñas largas y grises, hizo un gesto como si estuviera lavándose las manos en una pila imaginaria. -¡Que te sean de provecho!-
El bibliotecario se dio la vuelta, encima de una de las mesas centrales de la biblioteca aparecieron tres libros negros. La palabra: “nigromancia” estaba directa o indirectamente en cada uno de los tres títulos. Cuando quiso volver a darse la vuelta para despedirse, o al menos atreverse a decir algo al extranjero, éste ya se había ido. La puerta estaba cerrada y el reloj de arena se había volteado otra vez.
-¿Cuánto hace que ha vuelto?-
-Veinte minutos-.
La voz de Clain Torre sonó seca y seca tenía la garganta. Aunque él, juraría que tenía todo el cuerpo seco. Siempre que tenía que recibir al hombre de la túnica negra se sentía así. Apoyado con los brazos y la cabeza en la barandilla de la escalera de la biblioteca. Jillie estaba cansada de ver esa imagen. Deseaba poder hacer algo con su marido. Ayudarle, con un beso o un abrazo. Lo que fuera con tal que volviera a ponerse en pie.
-¿Te traigo agua?- Jillie medió sus palabras con cuentagotas. Algo mal dicho, una palabra en mal lugar, y toda la tensión que sufría su marido saldría de la peor forma posible.
-No, tráeme leche-.
Clain, por su parte, también estaba siendo exageradamente cauteloso con lo que decía o dejaba de decir. A Jillie no le hacía falta haber vivido veinte años con él para saber que se estaba mordiendo la lengua para no hablar. Ella lo quería saber todo. ¿Quién era ese hombre que lo dejaba en tal mal estado, de dónde venía, qué hacía en el pueblo y, lo más importante, dónde Clain escondía los negros? Esos libros que solo se los enseñaba a los extranjeros más curiosos, los que venían preguntando acerca del Profanador. ¿Tan horribles era que no se los enseñaba ni a su propia mujer? Muchas ideas se le pasaron por la cabeza y todas malas y todas relacionadas con el tormento que vivía la aldea: El Profanador.
* Ashryn Elaynor: Entras en la biblioteca y te encuentras a Torre bastante cambiado desde la última vez que lo viste. Algo le ha pasado, algo que no has sido capaz de ver. En el siguiente turno, tras ver al bibliotecario en ese estado, deberás hacer las preguntas adecuadas para saber qué le ha ocurrido. Si lo deseas, puedes usar imágenes de referencia para describir a la biblioteca y a Jillie Torre.
Personajes prohibidos para el siguiente turno depende de la elección que utilices. Confiaré en tu lógica.
Del bolsillo de su chaleco, Clain Torre sacó una hoja de tabaco. La observó durante unos instantes antes de metérsela en la boca mientras, con el rabillo del ojo, seguía vigilando el reloj. Jillie Torre, la mujer del bibliotecario, odiaba ver le mascar las hojas de tabaco. Decía que le dejaban los dientes marrones y asquerosos, cosa que no lo negaba. Incluso, era tan consciente de lo repugnante que podrían resultar su dentadura que, en ocasiones, añadía con un tono sarcástico: “No te olvides del líquido negro y pegajoso, querida”. A Clain Torre era el primero que le resultaba asqueroso el tabaco. Mas, no mascaba por vicio como su amigo Reff sino por necesidad. Tener los dientes así de repugnantes era una forma de acercarse a hablar con el hombre de la risa de muerto.
En el mismo momento en que toda la arena del reloj cayó, alguien llamó a la puerta. Dos toques secos. Torre tragó saliva y abrió la puerta. Allí estaba él, con su túnica negra, con la capucha puesta que le cubría hasta el puente de la nariz y sus dientes podridos. El hombre sonrió, lo hizo como un muerto. ¡Dioses benditos!
-¿Quién diría que en este pueblucho de incultos y analfabetos, un cochambroso erudito se haría con un acaudalado montón de aeros?- el de la túnica negra señaló el cinturón con hebilla de plata del bibliotecario- Yo no lo hubiese dicho. ¡Ah! Pero este pequeño ruiseñor no está solo, ¿verdad que no? Cuanta con la ayuda de un buen amigo. Y de su sabia mujer, por descontado-.
El bibliotecario bajó la cabeza y asintió. Si hubiera hecho la intención de decir algo hubiera sido inútil, el hombre que se reía como un muerto volvió a hablar.
-Te traigo cuatro más de esos libros que me pediste. Los mejores en su haber. Ten mucho cuidado con ellos. Si un guardia te descubre con ellos, me lavo las manos- con dos manos sucias y con uñas largas y grises, hizo un gesto como si estuviera lavándose las manos en una pila imaginaria. -¡Que te sean de provecho!-
El bibliotecario se dio la vuelta, encima de una de las mesas centrales de la biblioteca aparecieron tres libros negros. La palabra: “nigromancia” estaba directa o indirectamente en cada uno de los tres títulos. Cuando quiso volver a darse la vuelta para despedirse, o al menos atreverse a decir algo al extranjero, éste ya se había ido. La puerta estaba cerrada y el reloj de arena se había volteado otra vez.
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-¿Cuánto hace que ha vuelto?-
-Veinte minutos-.
La voz de Clain Torre sonó seca y seca tenía la garganta. Aunque él, juraría que tenía todo el cuerpo seco. Siempre que tenía que recibir al hombre de la túnica negra se sentía así. Apoyado con los brazos y la cabeza en la barandilla de la escalera de la biblioteca. Jillie estaba cansada de ver esa imagen. Deseaba poder hacer algo con su marido. Ayudarle, con un beso o un abrazo. Lo que fuera con tal que volviera a ponerse en pie.
-¿Te traigo agua?- Jillie medió sus palabras con cuentagotas. Algo mal dicho, una palabra en mal lugar, y toda la tensión que sufría su marido saldría de la peor forma posible.
-No, tráeme leche-.
Clain, por su parte, también estaba siendo exageradamente cauteloso con lo que decía o dejaba de decir. A Jillie no le hacía falta haber vivido veinte años con él para saber que se estaba mordiendo la lengua para no hablar. Ella lo quería saber todo. ¿Quién era ese hombre que lo dejaba en tal mal estado, de dónde venía, qué hacía en el pueblo y, lo más importante, dónde Clain escondía los negros? Esos libros que solo se los enseñaba a los extranjeros más curiosos, los que venían preguntando acerca del Profanador. ¿Tan horribles era que no se los enseñaba ni a su propia mujer? Muchas ideas se le pasaron por la cabeza y todas malas y todas relacionadas con el tormento que vivía la aldea: El Profanador.
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* Ashryn Elaynor: Entras en la biblioteca y te encuentras a Torre bastante cambiado desde la última vez que lo viste. Algo le ha pasado, algo que no has sido capaz de ver. En el siguiente turno, tras ver al bibliotecario en ese estado, deberás hacer las preguntas adecuadas para saber qué le ha ocurrido. Si lo deseas, puedes usar imágenes de referencia para describir a la biblioteca y a Jillie Torre.
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
El ambiente de peligro era claramente papable, causándole una extraña sensación de estar en el momento y lugar menos adecuados. Abrazó los diarios contra su pecho y se armó de valor para no salir corriendo de la biblioteca, ni de ese extraño pueblo. Observó a su alrededor, en las estanterías llenas de diferentes libros que seguro le habría gustado ojear en otras circunstancias, buscando al señor Torre con la mirada. Un extraño intercambio de palabras la sacó de su ensimismamiento al reconocer la voz de su objetivo, quien parecía estar acompañado por una persona del sexo opuesto. La ojiazul se acercó con mucho sigilo al lugar donde había escuchado las voces, encontrándose con Clain Torre detrás de su escritorio y en un estado ciertamente desconcertante. Ashy avanzó con lentitud, formulando un plan para descubrir lo que había pasado y un plan de respaldo que la ayudase a salir de ahí si la situación lo ameritaba, pues no tenía un buen presentimiento de todo aquello.
—¿Sr. Torre? —Habló cautelosamente—. Lamento la tardanza, espero no ser inoportuna —sonrió con amabilidad tratando de disipar un poco el ambiente—. He traído los diarios que le prometí.
En ese momento la agradable mujer que había escuchado anteriormente regresó, trayendo consigo un vaso con leche. Amablemente se presentó como la Sra. Torre y fue entonces que la rubia entendió que su primera deducción acerca del perfil del bibliotecario había sido bastante acertada. Sonrió haciendo una pequeña reverencia, presentándose ante la mujer como la adorable Sherly Holmes, explicando nuevamente su supuesta presencia en el lugar. De tantas veces que había contado esa mentira ya se la empezaba a creer, pronto ya ni se acordaría de quien era en realidad. Mientras la mujer entregaba la bebida al hombre, la rubia se dispuso a pasear su mirada por la pequeña biblioteca. No era tan grande como la de Lunargenta, tampoco como la de la casa de su mentora, pero ciertamente tenía su encanto. Contaba con tres pequeñas mesas de estudio y alrededor de 7 estanterías donde yacían diversos libros acomodados de acuerdo a la temática de cada uno. De alguna manera pudo ser un cálido lugar sino fuese por la sombría situación que atravesaba la aldea.
—Si me lo permite, me encantaría echar un vistazo en esos libros de medicina de los que me había hablado.
La ojiazul tenía el presentimiento de que un movimiento en falso haría que todo se descontrolara y eso solo pondría en peligro su investigación, pero existía el hecho de que no tenía tantos progresos como lo hubiese deseado, por lo que decidió dejar de lado la cautela y avanzar un par de pasos más, por el bien de ese pueblo. Repasó en su cabeza las preguntas que le haría a Mr. Torre, esperando que para esos momentos la tensión se hubiese disipado, aunque fuese un poco. Paseó un poco por la pequeña biblioteca, buscando algún pequeño indicio al porqué del semblante del hombre, intentando dejar de lado la alarma que se había activado en su cabeza acerca de que él podría estar relacionado con ‘‘El profanador’’. No deseaba que así fuera, porque entonces su instinto deductivo sería un completo desastre y ella estaba segura de que no fallaba en eso, así que por el bien de su dignidad como intento de detective tendría que hablar.
— ¿Sr. Torre? ¿Se siente bien? —Lo miró preocupada—. ¿Le ha ocurrido algo? ¿Desea que lo revise?
Un paso a la vez, Elaynor. Pese a que deseaba lanzarse de lleno a un interrogatorio, su prudencia fue más fuerte y la instó a detenerse por un segundo, pues no sabía cómo reaccionaría el bibliotecario y ella no deseaba que la echara a patadas de ahí. Al menos sentía que había dado un gran paso en su lenta investigación.
—¿Sr. Torre? —Habló cautelosamente—. Lamento la tardanza, espero no ser inoportuna —sonrió con amabilidad tratando de disipar un poco el ambiente—. He traído los diarios que le prometí.
En ese momento la agradable mujer que había escuchado anteriormente regresó, trayendo consigo un vaso con leche. Amablemente se presentó como la Sra. Torre y fue entonces que la rubia entendió que su primera deducción acerca del perfil del bibliotecario había sido bastante acertada. Sonrió haciendo una pequeña reverencia, presentándose ante la mujer como la adorable Sherly Holmes, explicando nuevamente su supuesta presencia en el lugar. De tantas veces que había contado esa mentira ya se la empezaba a creer, pronto ya ni se acordaría de quien era en realidad. Mientras la mujer entregaba la bebida al hombre, la rubia se dispuso a pasear su mirada por la pequeña biblioteca. No era tan grande como la de Lunargenta, tampoco como la de la casa de su mentora, pero ciertamente tenía su encanto. Contaba con tres pequeñas mesas de estudio y alrededor de 7 estanterías donde yacían diversos libros acomodados de acuerdo a la temática de cada uno. De alguna manera pudo ser un cálido lugar sino fuese por la sombría situación que atravesaba la aldea.
—Si me lo permite, me encantaría echar un vistazo en esos libros de medicina de los que me había hablado.
La ojiazul tenía el presentimiento de que un movimiento en falso haría que todo se descontrolara y eso solo pondría en peligro su investigación, pero existía el hecho de que no tenía tantos progresos como lo hubiese deseado, por lo que decidió dejar de lado la cautela y avanzar un par de pasos más, por el bien de ese pueblo. Repasó en su cabeza las preguntas que le haría a Mr. Torre, esperando que para esos momentos la tensión se hubiese disipado, aunque fuese un poco. Paseó un poco por la pequeña biblioteca, buscando algún pequeño indicio al porqué del semblante del hombre, intentando dejar de lado la alarma que se había activado en su cabeza acerca de que él podría estar relacionado con ‘‘El profanador’’. No deseaba que así fuera, porque entonces su instinto deductivo sería un completo desastre y ella estaba segura de que no fallaba en eso, así que por el bien de su dignidad como intento de detective tendría que hablar.
— ¿Sr. Torre? ¿Se siente bien? —Lo miró preocupada—. ¿Le ha ocurrido algo? ¿Desea que lo revise?
Un paso a la vez, Elaynor. Pese a que deseaba lanzarse de lleno a un interrogatorio, su prudencia fue más fuerte y la instó a detenerse por un segundo, pues no sabía cómo reaccionaría el bibliotecario y ella no deseaba que la echara a patadas de ahí. Al menos sentía que había dado un gran paso en su lenta investigación.
- Imagen de como creo que se ve la biblioteca:
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Ashryn Elaynor
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
No lo pudo resistir. Lo intentó todo para que la señorita Holmes no se diera cuenta del grave error que había cometido pero el remordimiento y la pena eran más poderosas que el orgullo. Primero apretó los labios con fuerza mirando hacia el interior del vaso de leche que Jillie le acababa de servir, dio un sorbo que supo a cenizas y comenzó a llorar dejándose caer en la misma barandilla donde estaba apoyado.
-Temo que nunca puedas perdonarme, Jillie-. Se tapó la cara con las dos manos- ni tú ni nadie en este pueblo-.
-Querido, no tengo nada que perdonar, - se adelantó a responder la señora Torre con voz lenta y tranquilizadora-. ni yo ni nadie. Tú no tienes la culpa de nada. -
- ¡Entonces, ¿quién la tiene?!-
La culpa era suya. Él era quién había comprado los libros de nigromancia y los había lucido como si fueran trofeos. “Acercase señor, miré que nuevo libro me han traído. Solo fueron escritos trece como éste y si la guardia supiera que uno de ellos está bajo mi custodia me cortaría la cabeza. No señor, no. No está en venta. No me importa cuánto me pueda ofrecer. Mi oferta seguirá siendo un no.” Y sí, al principio Torre se mantuvo firme ante su honrada decisión de no vender los libros. Pero luego, no lo pudo evitar. La suerte le sonreía. Con tanto oro podría comprar ese collar de joyas preciosas que su mujer siempre había querido, podría reformar la vieja biblioteca e incluso agrandar, comprar nuevos libros para su enorme colección y por fin comería como un señor y no como un mendigo. Con tantos aeros en su bolsillo nadie podría mirarle por encima del hombro. Gisbert dejaría de reír por el “buen” negocio que montó hacía veinte años. ¿Una biblioteca en una aldea de analfabetos, a quién se le ocurría? Al loco y ambicioso coleccionista de libros. ¿Quién si no?
Torre tenía la culpa de todo. No había podido dar a su mujer la vida que se merecía y, cuando parecía que lo había hecho, el remordimiento y la culpa por haber vendido libros prohibidos de nigromancia le estaba matando por dentro. Literalmente.
-¿No lo entiendes? Yo creé a El Profanador. ¡Fue por mi culpa y no me la quieras quitar! - era tan difícil decir que Torre estaba equivocado como robarle cualquiera de sus libros – No debí vender esos libros-. Torre levantó la cabeza de la barandilla de madera solo para dirigir una mirada de odio hacía los libros que el hombre que se reía como un muerto le acababa de entregar. Si el negocio iba como los días pasados, de aquí un par de horas los habría vendido a los curiosos que venían de todas las ciudades para saber más acerca del maldito Profanador y los hechizos que realizaba en los cadáveres. Curiosos inofensivos, cierto. Pero antes de ellos, antes que El Profanador hiciera interrumpiese el descanso del primer fallecido, Torre vendió un libro a alguien que lo usó para el mal. –Señorita Holmes, usted es escritora. Dígame, ¿cómo se sentiría si utilizasen algunos de sus libros para, en lugar de hacer medicina hacer venenos? -
-Hiciste lo que más nos convenía, cariño- insistió Jillie- era eso o pasar hambre-.
- ¡Preferiría pasar hambre! - tosió Torre, de repente se encontraba muy enfermo.
Muy lentamente, Torre se levantó del apoyo de la barandilla y fue hacía el mueble recibidor. Cogió los tres nuevos libros de nigromancia y los dejó caer a los brazos de la elfa. Luego, buscó entre los cajones el listado de ventas y subrayó los nombres de aquellos a los que estaba seguro que vendió un libro una semana antes de que los ataques a las tumbas empezasen. Si el libro era de nigromancia, de medicina o una simple caricatura para niños no estaba seguro.
-No necesito revisión. Necesito ayuda y solamente podrás dármela si te deshaces de estos libros y encuentras a El Profanador y… - lo que fuera a decir fue interrumpido por una horrible tos que le hizo escupir sangre encima de los libros- ¡Vete! -
Jillie se dio toda la prisa que pudo para sostener a su marido del brazo antes de que cayera al suelo. La culpa, no, tenía que dejar de utilizar la excusa de la culpa. Eran los libros, ellos y el trato que hizo con el hombre que se reía como un muerto lo que estaban matando a Clain Torre.
* Ashryn Elaynor: Aunque, por fortuna, pude ponerme en contacto contigo antes de que comenzasen mis problemas personales y me imposibilitasen entrar al foro, no puedo dejar de sentirme culpable por haber tardado tanto en contestarte. Lo siento muchísimo. Por si fuera poco, en mi ordenador roto estaba el esquema que tenía preparado para esta, y otras, misiones. Si no fuera buena improvisando tendría tanto miedo como lo tiene el señor Torre.
Dejemos a un lado las penas y empecemos a hablar sobre la misión. ¿Te parece? Torre te ha entregado una lista de personas a los que vendió libros una semana antes del primer incidente. Si eran libros de nigromancia Torre es incapaz de recordarlo.Otra desventaja es que ciertos nombres de la lista están escritos de prisa y no entenderás de quién, realmente, se trata. La cuestión es que tienes una gran pista para empezar con tus investigaciones y todavía quedan dos lugares a los que has de visitar antes de la hora de la comida. Te los recuerdo:
Juguetería de Melinda Neil
Casa de la viuda Tranoth
En el siguiente turno deberás elegir ir a alguno de esos dos lugares no sin antes tomar una decisión con respecto a los libros de nigromancia que Torre te ha entregado. No me creo que los vayas a destruir sin antes echarles una ojeada.
Personajes prohibidos para el siguiente turno depende de la elección que utilices. Confiaré en tu lógica. El único que está prohibido, pues no pertenece a esta misión, es el misterioso hombre que se ríe como un muerto.
-Temo que nunca puedas perdonarme, Jillie-. Se tapó la cara con las dos manos- ni tú ni nadie en este pueblo-.
-Querido, no tengo nada que perdonar, - se adelantó a responder la señora Torre con voz lenta y tranquilizadora-. ni yo ni nadie. Tú no tienes la culpa de nada. -
- ¡Entonces, ¿quién la tiene?!-
La culpa era suya. Él era quién había comprado los libros de nigromancia y los había lucido como si fueran trofeos. “Acercase señor, miré que nuevo libro me han traído. Solo fueron escritos trece como éste y si la guardia supiera que uno de ellos está bajo mi custodia me cortaría la cabeza. No señor, no. No está en venta. No me importa cuánto me pueda ofrecer. Mi oferta seguirá siendo un no.” Y sí, al principio Torre se mantuvo firme ante su honrada decisión de no vender los libros. Pero luego, no lo pudo evitar. La suerte le sonreía. Con tanto oro podría comprar ese collar de joyas preciosas que su mujer siempre había querido, podría reformar la vieja biblioteca e incluso agrandar, comprar nuevos libros para su enorme colección y por fin comería como un señor y no como un mendigo. Con tantos aeros en su bolsillo nadie podría mirarle por encima del hombro. Gisbert dejaría de reír por el “buen” negocio que montó hacía veinte años. ¿Una biblioteca en una aldea de analfabetos, a quién se le ocurría? Al loco y ambicioso coleccionista de libros. ¿Quién si no?
Torre tenía la culpa de todo. No había podido dar a su mujer la vida que se merecía y, cuando parecía que lo había hecho, el remordimiento y la culpa por haber vendido libros prohibidos de nigromancia le estaba matando por dentro. Literalmente.
-¿No lo entiendes? Yo creé a El Profanador. ¡Fue por mi culpa y no me la quieras quitar! - era tan difícil decir que Torre estaba equivocado como robarle cualquiera de sus libros – No debí vender esos libros-. Torre levantó la cabeza de la barandilla de madera solo para dirigir una mirada de odio hacía los libros que el hombre que se reía como un muerto le acababa de entregar. Si el negocio iba como los días pasados, de aquí un par de horas los habría vendido a los curiosos que venían de todas las ciudades para saber más acerca del maldito Profanador y los hechizos que realizaba en los cadáveres. Curiosos inofensivos, cierto. Pero antes de ellos, antes que El Profanador hiciera interrumpiese el descanso del primer fallecido, Torre vendió un libro a alguien que lo usó para el mal. –Señorita Holmes, usted es escritora. Dígame, ¿cómo se sentiría si utilizasen algunos de sus libros para, en lugar de hacer medicina hacer venenos? -
-Hiciste lo que más nos convenía, cariño- insistió Jillie- era eso o pasar hambre-.
- ¡Preferiría pasar hambre! - tosió Torre, de repente se encontraba muy enfermo.
Muy lentamente, Torre se levantó del apoyo de la barandilla y fue hacía el mueble recibidor. Cogió los tres nuevos libros de nigromancia y los dejó caer a los brazos de la elfa. Luego, buscó entre los cajones el listado de ventas y subrayó los nombres de aquellos a los que estaba seguro que vendió un libro una semana antes de que los ataques a las tumbas empezasen. Si el libro era de nigromancia, de medicina o una simple caricatura para niños no estaba seguro.
-No necesito revisión. Necesito ayuda y solamente podrás dármela si te deshaces de estos libros y encuentras a El Profanador y… - lo que fuera a decir fue interrumpido por una horrible tos que le hizo escupir sangre encima de los libros- ¡Vete! -
Jillie se dio toda la prisa que pudo para sostener a su marido del brazo antes de que cayera al suelo. La culpa, no, tenía que dejar de utilizar la excusa de la culpa. Eran los libros, ellos y el trato que hizo con el hombre que se reía como un muerto lo que estaban matando a Clain Torre.
- Lista :
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]Listado de ventas
Mia (fragmento inteligible)
(fragmento inteligible) Tranoth
Dan (fragmento inteligible)
Melinda Neil
(fragmento inteligible)Honner
Colan Gisbert
_____________________
* Ashryn Elaynor: Aunque, por fortuna, pude ponerme en contacto contigo antes de que comenzasen mis problemas personales y me imposibilitasen entrar al foro, no puedo dejar de sentirme culpable por haber tardado tanto en contestarte. Lo siento muchísimo. Por si fuera poco, en mi ordenador roto estaba el esquema que tenía preparado para esta, y otras, misiones. Si no fuera buena improvisando tendría tanto miedo como lo tiene el señor Torre.
Dejemos a un lado las penas y empecemos a hablar sobre la misión. ¿Te parece? Torre te ha entregado una lista de personas a los que vendió libros una semana antes del primer incidente. Si eran libros de nigromancia Torre es incapaz de recordarlo.Otra desventaja es que ciertos nombres de la lista están escritos de prisa y no entenderás de quién, realmente, se trata. La cuestión es que tienes una gran pista para empezar con tus investigaciones y todavía quedan dos lugares a los que has de visitar antes de la hora de la comida. Te los recuerdo:
Juguetería de Melinda Neil
Casa de la viuda Tranoth
En el siguiente turno deberás elegir ir a alguno de esos dos lugares no sin antes tomar una decisión con respecto a los libros de nigromancia que Torre te ha entregado. No me creo que los vayas a destruir sin antes echarles una ojeada.
Personajes prohibidos para el siguiente turno depende de la elección que utilices. Confiaré en tu lógica. El único que está prohibido, pues no pertenece a esta misión, es el misterioso hombre que se ríe como un muerto.
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Hizo todo lo que estuvo en sus manos para evitar que la delgada línea de la tensión se rompiera, pero todo fue inútil. El bibliotecario no tardó en explotar como si se tratase de una bomba de tiempo en espera de ser activada, y desgraciadamente ella había sido la detonadora. Se mantuvo en silencio cuando éste se atribuyó la culpa por los hechos cometidos a manos de El profanador, haciendo que la rubia arqueara una ceja en señal de desconcierto, guardando en su cerebro toda la información proveniente de parte de Mr. Torre. Le costaba trabajo creer que su perfil inicial del hombre estuviese erróneo, así que antes de apresurarse a arremeter en su contra y acorralarlo con un sinfín de preguntas necesarias; optó por observar la escena con sensatez, echando a andar su cerebro. Por alguna razón seguía sin desconfiar del bibliotecario, pese a las múltiples veces que se inculpó a sí mismo.
Aguardar había sido la decisión más sabia a tomar, pues, si se hubiese apresurado, seguramente jamás había logrado encontrar al verdadero culpable y todo ese viaje habría sido completamente en vano. La esposa del hombre intentaba calmarlo, recordándole que no era su culpa haberle brindado sustento a costa de libros prohibidos. Interesante situación, aunque no del todo malvada; debía admitir que, al desconocer todos los hechos, no le sería posible emitir un juicio acerca de las acciones del bibliotecario. La pregunta que le lanzó, causó cierto impacto en el interior de la elfa, al punto que tuvo que pensar su respuesta durante varios segundos. Ciertamente ella se sentiría terrible de que alguien usase sus conocimientos para algo malo, más eso no significaba que se volviese la perpetradora de tales actos, eso era aparte.
—Creo que se está dando demasiado crédito, Mr. Torre —lo miró con seriedad—. Quizá usted vendió algo que no debía buscando algo mejor, pero eso no significa que coaccionara las manos del causante de tan funestos actos.
Observó los libros de nigromancia que el bibliotecario había puesto en sus manos y le dirigió una mirada desconcertada ante aquella petición. Asintió sin ganas de ponerse a refutar con el caballero, pues ya bastante mal se veía de salud como para agregarle más estrés a su padecimiento. Rebuscó en su mochila y tomó un frasco con una infusión médica, dejándolo sobre el escritorio de Mr. Torre, para después abandonar la biblioteca con los libros y la lista de posibles sospechosos en mano. Al menos había sacado algo de provecho de aquella visita, pues ese listado de personas a quienes se les vendieron libros valía oro. Revisó los nombres, intentando descifrar aquellos que apenas si se podían leer, tratando de tomar una decisión rápida a la situación. No tenía mucho tiempo, así que se fue por el nombre que le parecía más relevante y comenzó a buscar a alguien que le diera un indicio de quien se trataba, pero todos parecían espantarse ante la mención de aquel apellido. Finalmente, un agradable mensajero le dio instrucciones para llegar a una casa no muy alejada de la comarca y le brindó el nombre de la persona a quien buscaba, por lo que Ashy no dudó en tocar la puerta de color verde, guardando el pergamino y los libros en su mochila.
—Buenos días, ¿Sra. Tranoth? —Saludó con cordialidad—. Soy Sherly Holmes, tengo un encargo para usted.
Los nombres de Mr. Gisbert, Dan y la aún desconocida juguetera, Melinda Neil, también habían llamado la atención, pero ninguno como el de la viuda de la última víctima de El Profanador. Quizá estaba siendo muy osada al lanzarse de lleno a interrogar a la mujer, pero el tiempo no era precisamente su aliado y estaba un tanto harta de esconderse de un malhechor, que parecía ser más listo que ella.
Aguardar había sido la decisión más sabia a tomar, pues, si se hubiese apresurado, seguramente jamás había logrado encontrar al verdadero culpable y todo ese viaje habría sido completamente en vano. La esposa del hombre intentaba calmarlo, recordándole que no era su culpa haberle brindado sustento a costa de libros prohibidos. Interesante situación, aunque no del todo malvada; debía admitir que, al desconocer todos los hechos, no le sería posible emitir un juicio acerca de las acciones del bibliotecario. La pregunta que le lanzó, causó cierto impacto en el interior de la elfa, al punto que tuvo que pensar su respuesta durante varios segundos. Ciertamente ella se sentiría terrible de que alguien usase sus conocimientos para algo malo, más eso no significaba que se volviese la perpetradora de tales actos, eso era aparte.
—Creo que se está dando demasiado crédito, Mr. Torre —lo miró con seriedad—. Quizá usted vendió algo que no debía buscando algo mejor, pero eso no significa que coaccionara las manos del causante de tan funestos actos.
Observó los libros de nigromancia que el bibliotecario había puesto en sus manos y le dirigió una mirada desconcertada ante aquella petición. Asintió sin ganas de ponerse a refutar con el caballero, pues ya bastante mal se veía de salud como para agregarle más estrés a su padecimiento. Rebuscó en su mochila y tomó un frasco con una infusión médica, dejándolo sobre el escritorio de Mr. Torre, para después abandonar la biblioteca con los libros y la lista de posibles sospechosos en mano. Al menos había sacado algo de provecho de aquella visita, pues ese listado de personas a quienes se les vendieron libros valía oro. Revisó los nombres, intentando descifrar aquellos que apenas si se podían leer, tratando de tomar una decisión rápida a la situación. No tenía mucho tiempo, así que se fue por el nombre que le parecía más relevante y comenzó a buscar a alguien que le diera un indicio de quien se trataba, pero todos parecían espantarse ante la mención de aquel apellido. Finalmente, un agradable mensajero le dio instrucciones para llegar a una casa no muy alejada de la comarca y le brindó el nombre de la persona a quien buscaba, por lo que Ashy no dudó en tocar la puerta de color verde, guardando el pergamino y los libros en su mochila.
—Buenos días, ¿Sra. Tranoth? —Saludó con cordialidad—. Soy Sherly Holmes, tengo un encargo para usted.
Los nombres de Mr. Gisbert, Dan y la aún desconocida juguetera, Melinda Neil, también habían llamado la atención, pero ninguno como el de la viuda de la última víctima de El Profanador. Quizá estaba siendo muy osada al lanzarse de lleno a interrogar a la mujer, pero el tiempo no era precisamente su aliado y estaba un tanto harta de esconderse de un malhechor, que parecía ser más listo que ella.
Ashryn Elaynor
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Dos mujeres jóvenes y bellas estaban en el salón de la casa de la puerta color verde. Las cortinas estaban cerradas y las luces apagadas. No había ningún indicio de que allí dentro las dos estuvieran hablando salvo el aroma a café recién hecho que salía al exterior por los surcos de las viejas paredes de maderas. Era mejor así. Mia sabía que Katty no quería ver a nadie, en muchas ocasiones a lo largo del día, ni a ella misma se quería ver. Después de lo ocurrido aquella mañana, las palabras de compasión, las sonrisas de afecto y las preguntas innecesarían resultaban molestas. La labor de Mia Reff era proteger a Katty Tranoth de todas las cosas molestas.
El café fue servido en dos tazas nuevas. Dos que nunca fueron utilizadas por la pareja. Eso estaba bien. Así no recordaría nada que pudiera derribar a más lágrimas. Mia estaba agotada mentalmente de ver llorar a su amiga. Primero por la falta de noticias, luego por la carta que ponía que su Aaron Tranoth había fallido, después vinieron esos hombres con el cadáver y lo enterraron en el cementerio de la ciudad todo para que ahora un hijo de puta lo desterrase y le hiciera…. ¡Lo que coño hiciera! ¿Qué clase de psicópata no podía entender el dolor de unas lágrimas? Uno de los peores. Mia lo sabía y odiaba al cupable por eso. Lo odiaba mucho. Era la segunda cosa que más odiaba. La primera: Que papá tuviera razón y que era mejor evitar hablar del tema. No poder hablar de algo tan doloroso era, sin ninguna duda, lo que más odiaba.
Mia puso las dos tazas de café sobre la mesita en la que Katty estaba sentada, cogió la suya y se fue de la instancia. Katty necesitaba estar sola. Al menos eso quería pensar Mia. En realidad estaba convencida de que lo que su amiga necesitaba era llorar, gritar y maldecir al cabrón que había perturbado el descanso del cuerpo de su marido. Papá Reff tendría que estaría orgulloso al saber que ni Mia ni Katty intercambiaron palabra alguna acerca del Profanador. Las dos chicas estuvieron en silencio hasta el momento que llegó ella.
Fue Mia quién abrió la puerta, solo unos pocos centímetros para poder ver quién había detrás de ella. Kanti seguía tomando su café recién hecho.
-¿Encargo?- por un momento pensó en despachar a Sherly Holmes. Un “lo siento se ha equivocado forastera” hubiera estado realmente bien. Aun así, decidió, tras un largo e incómodo silencio en el que Mia estuvo a punto de cerrar la puerta en varias ocasiones, saber más acerca de ese encargo. Si su amiga esperaba algo importante, ella no iba a ser un impedimento. –Katty no me ha dicho nada acerca de ningún encargo,- realmente no le había dicho nada en toda la mañana- no importa. La señora Tranoth está enferma-mintió- si tienes que decir algo dímelo a mí-.
* Ashryn Elaynor: En lugar de encontrarte directamente con la viuda del famoso caballero te encuenrtras con su mejor amiga, una mujer tan bella como borde llamada Mia Reff (hija del ya conocido Walter Reff). El siguiente turno lo tienes complicado pues tendrás que hacer uso de tu mejor don de gentes para convencer a Mia de que te deje pasar al interior de la casa y ver a Katty Tranoth, ella sabe puede saber algo muy importante para la misión. Te lo adelanto ya, la pista que te dará (si juegas bien tus cartas) será tan buena como la lista que te ha ofrecido Clain Torre. Personajes prohibidos para el siguiente turno depende de la elección que utilices. Confiaré en tu lógica. El único que está prohibido, pues no pertenece a esta misión, es el misterioso hombre que se ríe como un muerto.
El café fue servido en dos tazas nuevas. Dos que nunca fueron utilizadas por la pareja. Eso estaba bien. Así no recordaría nada que pudiera derribar a más lágrimas. Mia estaba agotada mentalmente de ver llorar a su amiga. Primero por la falta de noticias, luego por la carta que ponía que su Aaron Tranoth había fallido, después vinieron esos hombres con el cadáver y lo enterraron en el cementerio de la ciudad todo para que ahora un hijo de puta lo desterrase y le hiciera…. ¡Lo que coño hiciera! ¿Qué clase de psicópata no podía entender el dolor de unas lágrimas? Uno de los peores. Mia lo sabía y odiaba al cupable por eso. Lo odiaba mucho. Era la segunda cosa que más odiaba. La primera: Que papá tuviera razón y que era mejor evitar hablar del tema. No poder hablar de algo tan doloroso era, sin ninguna duda, lo que más odiaba.
Mia puso las dos tazas de café sobre la mesita en la que Katty estaba sentada, cogió la suya y se fue de la instancia. Katty necesitaba estar sola. Al menos eso quería pensar Mia. En realidad estaba convencida de que lo que su amiga necesitaba era llorar, gritar y maldecir al cabrón que había perturbado el descanso del cuerpo de su marido. Papá Reff tendría que estaría orgulloso al saber que ni Mia ni Katty intercambiaron palabra alguna acerca del Profanador. Las dos chicas estuvieron en silencio hasta el momento que llegó ella.
Fue Mia quién abrió la puerta, solo unos pocos centímetros para poder ver quién había detrás de ella. Kanti seguía tomando su café recién hecho.
-¿Encargo?- por un momento pensó en despachar a Sherly Holmes. Un “lo siento se ha equivocado forastera” hubiera estado realmente bien. Aun así, decidió, tras un largo e incómodo silencio en el que Mia estuvo a punto de cerrar la puerta en varias ocasiones, saber más acerca de ese encargo. Si su amiga esperaba algo importante, ella no iba a ser un impedimento. –Katty no me ha dicho nada acerca de ningún encargo,- realmente no le había dicho nada en toda la mañana- no importa. La señora Tranoth está enferma-mintió- si tienes que decir algo dímelo a mí-.
- Mia Reff:
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* Ashryn Elaynor: En lugar de encontrarte directamente con la viuda del famoso caballero te encuenrtras con su mejor amiga, una mujer tan bella como borde llamada Mia Reff (hija del ya conocido Walter Reff). El siguiente turno lo tienes complicado pues tendrás que hacer uso de tu mejor don de gentes para convencer a Mia de que te deje pasar al interior de la casa y ver a Katty Tranoth, ella sabe puede saber algo muy importante para la misión. Te lo adelanto ya, la pista que te dará (si juegas bien tus cartas) será tan buena como la lista que te ha ofrecido Clain Torre. Personajes prohibidos para el siguiente turno depende de la elección que utilices. Confiaré en tu lógica. El único que está prohibido, pues no pertenece a esta misión, es el misterioso hombre que se ríe como un muerto.
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Miró el cielo rogándole a Imbar que no tuviese inconveniente a la hora de encontrarse con Mrs. Tranoth; incluso tuvo el atrevimiento de revisar uno de los libros que el bibliotecario le había dado, sintiéndose intimidada con solo leer las primeras páginas. Quizá su alma no era tan oscura como ella lo creía, pero le costó trabajo no temblar con todo lo que ahí estaba escrito. Cerró el compendio, tratando de acomodar sus ideas para evitar perder la concentración que echara a perder sus progresos del caso y buscó a alguien que le indicara como llegar a la casa de la misteriosa Sr. Tranoth. Un rato después por fin se encontraba frente a la puerta verde de la residencia de la viuda, esperando no tener ningún inconveniente y que esta vez le fuera sencillo obtener algunas respuestas. Claro que esto era solo una inocente idea, pues el cielo rara vez estaba de su lado y quedó demostrado con la aparición de una joven, quien la miró con desconfianza y cierto grado de irritabilidad, asegurando no ser la persona que ella buscaba.
La ojiazul maldijo su suerte mentalmente, sopesando la terrible posibilidad de que ese nuevo obstáculo fuese un tanto más difícil que los anteriores, sintiéndose bastante desanimada por su mala suerte. Sus conexiones neuronales comenzaron a trabajar a toda velocidad, trazando un plan de emergencia para tan desafortunada situación. Ella era una informante, por ende, debía considerarse una maestra del disfraz y la manipulación. ¡Ja! ¡Si Manuela la viese en ese instante la despediría sin dudarlo! Menuda espía estaba resultando. Bueno, no tenía tiempo para auto compadecerse, tenía que hablar y rápido. La salud de la Sra. Tranoth podía ser una gran ventaja si la sabía utilizar, por lo que, haciendo gala de su carisma, sonrió de manera amigable y mantuvo una postura serena y confiada que no diese oportunidad a un rechazo.
—Lo lamento, creí que trataba con la Sra. Tranoth —sonrió fingiéndose apenada—. ¿Podría usted entregarle mi mensaje? —hizo una pausa—. Mr. Torre solicitó mis conocimientos para ayudarle a organizar los libros de medicina de su biblioteca y de paso complementar mis diarios médicos con la información que ahí se encontraban. Mientras estaba ahí me percaté de la ausencia de uno de ellos, y desgraciadamente, Mr. Torre esta tan ocupado que no recuerda a quien le vendió el último libro, por lo que me dio algunos nombres que llegaron vagamente a su memoria —soltó una risita nerviosa—. Quizá le parezca una osadía de mi parte importunar por un simple libro de medicina, pero mi estadía por el pueblo es muy corta y considero que lo que ahí se encuentra podía ser imprescindible para mi investigación —miró a la joven con amabilidad—. No sabía que la Sra. Tranoth se encontraba indispuesta, si me lo permite me gustaría revisarla, soy doctora y creo que puedo ayudar.
Nuevamente sonrió de manera cálida, rogándole a los dioses que por una vez le diesen un poco de suerte. ¡Por Imbar! Ya era hora de que se acordaran de ella. La joven le parecía un tanto intimidante, pero de alguna manera esperaba haber sido lo suficientemente convincente como para que la dejara hablar con la famosa Katty Tranoth, después de todo, ella era la víctima más reciente de El Profanador.
La ojiazul maldijo su suerte mentalmente, sopesando la terrible posibilidad de que ese nuevo obstáculo fuese un tanto más difícil que los anteriores, sintiéndose bastante desanimada por su mala suerte. Sus conexiones neuronales comenzaron a trabajar a toda velocidad, trazando un plan de emergencia para tan desafortunada situación. Ella era una informante, por ende, debía considerarse una maestra del disfraz y la manipulación. ¡Ja! ¡Si Manuela la viese en ese instante la despediría sin dudarlo! Menuda espía estaba resultando. Bueno, no tenía tiempo para auto compadecerse, tenía que hablar y rápido. La salud de la Sra. Tranoth podía ser una gran ventaja si la sabía utilizar, por lo que, haciendo gala de su carisma, sonrió de manera amigable y mantuvo una postura serena y confiada que no diese oportunidad a un rechazo.
—Lo lamento, creí que trataba con la Sra. Tranoth —sonrió fingiéndose apenada—. ¿Podría usted entregarle mi mensaje? —hizo una pausa—. Mr. Torre solicitó mis conocimientos para ayudarle a organizar los libros de medicina de su biblioteca y de paso complementar mis diarios médicos con la información que ahí se encontraban. Mientras estaba ahí me percaté de la ausencia de uno de ellos, y desgraciadamente, Mr. Torre esta tan ocupado que no recuerda a quien le vendió el último libro, por lo que me dio algunos nombres que llegaron vagamente a su memoria —soltó una risita nerviosa—. Quizá le parezca una osadía de mi parte importunar por un simple libro de medicina, pero mi estadía por el pueblo es muy corta y considero que lo que ahí se encuentra podía ser imprescindible para mi investigación —miró a la joven con amabilidad—. No sabía que la Sra. Tranoth se encontraba indispuesta, si me lo permite me gustaría revisarla, soy doctora y creo que puedo ayudar.
Nuevamente sonrió de manera cálida, rogándole a los dioses que por una vez le diesen un poco de suerte. ¡Por Imbar! Ya era hora de que se acordaran de ella. La joven le parecía un tanto intimidante, pero de alguna manera esperaba haber sido lo suficientemente convincente como para que la dejara hablar con la famosa Katty Tranoth, después de todo, ella era la víctima más reciente de El Profanador.
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Mia se lo pensó durante unos instantes. Los asuntos de los libros de Torre carecían de importancia para ella. Ni sabía leer ni quería aprender. Pero algo llamó la atención en todo lo que dijo la elfa, que no fue todo. ¿Cómo alguien podía hablar tanta soltura? Cosas de elfos, supuso la joven y se centró en las pocas palabras que la chica dijo y que llamaron su atención. Los Dioses parecían que por fin le sonreían y le habían bendecido con esa chica.
-Pasa- miró de lado a lado de la calle para asegurarse de que nadie le hubiera visto entrar en el de que nadie le hubiera visto- entra y no digas nada-.
En silencio, condujo a la elfa hacia la salita donde estaba Katty. Le quedaban pocos meses para dar a luz. Por mucho que quisiera no podría ocultar el volumen que su vientre había cogido. A Mia se le cayó el corazón cuando la vio de frente. Tan decrepita por no haber comido por el trauma de haber perdido a su marido y tan embarazada. Si seguía sin comer perdería al bebé y, entonces, ya no habría marcha atrás. Mia ya no podría hacer nada por ayudar a su amiga. Eso era lo que más miedo le daba.
-Llevamos meses comprando con nuestros ahorros libros que hablen sobre medicina. Mi padre viene de vez en cuando a leerlos en voz alta. -empezó a hablar en un tono muy neutral- Katty quiere dar a luz aquí, en la casa donde vivió con su marido. Si sus padres se enteran que está en cinta, le harían casarse con otro hombre antes de tener al bebé. – Gisbert había tocado la puerta de la casa decenas de veces durante la muerte del caballero Tranoth- Si lo preguntas, quién estaba mañana en el pueblo haciéndose pasar por Katty era yo y no ella- Antes de que la elfa preguntase, fue Mia quien respondió a la posible pregunta con un tono grosero, como si le estuviera sacando el mayor de sus secretos.
En todo momento, Katty no apartó la vista de la taza de café. No miró a Mia ni tampoco a la elfa. Mia juraría que su amiga estaba en otro lugar, lejos de la habitación y lejos de aldea. Un lugar imaginario donde podía vivir en paz con la tristeza de su corazón. “Se tiene que casar antes que venga lo que empieza por S y rima con ruido”. Amenazó Gisbert desde el primer día que se murió el caballero.
-Haz algo. ¡Lo que sea!- Gritó Mia a la elfa al borde de las lágrimas. - ¡Se supone que vosotros tenéis una magia que cura y sabéis de plantas que sanan el dolor!- si no era así echaría a la elfa de casa como había echado a tantos otros. -¡Por favor! Si lo haces te recompensaré. ¡Te daré lo que sea!- ¿Cuántos hombres se aprovecharían de ella con tal proposición?- ¡Lo que quieras!- incluso a eso estaba dispuesta si podía curar a su amiga y hacer que coma.
* Ashryn Elaynor: El objetivo es sencillo: Ayudar a Mia a ayudar a Katty. Debes de buscar la manera de hacer que Katty supere su depresión y consiga comer de nuevo. Solo así podrás salvarla a ella y al bebé que está en caminando. Si lo logras, Mia te recompensará con una pista muy valiosa. Confiaré en tu lógica. El único que está prohibido, pues no pertenece a esta misión, es el misterioso hombre que se ríe como un muerto.
-Pasa- miró de lado a lado de la calle para asegurarse de que nadie le hubiera visto entrar en el de que nadie le hubiera visto- entra y no digas nada-.
En silencio, condujo a la elfa hacia la salita donde estaba Katty. Le quedaban pocos meses para dar a luz. Por mucho que quisiera no podría ocultar el volumen que su vientre había cogido. A Mia se le cayó el corazón cuando la vio de frente. Tan decrepita por no haber comido por el trauma de haber perdido a su marido y tan embarazada. Si seguía sin comer perdería al bebé y, entonces, ya no habría marcha atrás. Mia ya no podría hacer nada por ayudar a su amiga. Eso era lo que más miedo le daba.
-Llevamos meses comprando con nuestros ahorros libros que hablen sobre medicina. Mi padre viene de vez en cuando a leerlos en voz alta. -empezó a hablar en un tono muy neutral- Katty quiere dar a luz aquí, en la casa donde vivió con su marido. Si sus padres se enteran que está en cinta, le harían casarse con otro hombre antes de tener al bebé. – Gisbert había tocado la puerta de la casa decenas de veces durante la muerte del caballero Tranoth- Si lo preguntas, quién estaba mañana en el pueblo haciéndose pasar por Katty era yo y no ella- Antes de que la elfa preguntase, fue Mia quien respondió a la posible pregunta con un tono grosero, como si le estuviera sacando el mayor de sus secretos.
En todo momento, Katty no apartó la vista de la taza de café. No miró a Mia ni tampoco a la elfa. Mia juraría que su amiga estaba en otro lugar, lejos de la habitación y lejos de aldea. Un lugar imaginario donde podía vivir en paz con la tristeza de su corazón. “Se tiene que casar antes que venga lo que empieza por S y rima con ruido”. Amenazó Gisbert desde el primer día que se murió el caballero.
-Haz algo. ¡Lo que sea!- Gritó Mia a la elfa al borde de las lágrimas. - ¡Se supone que vosotros tenéis una magia que cura y sabéis de plantas que sanan el dolor!- si no era así echaría a la elfa de casa como había echado a tantos otros. -¡Por favor! Si lo haces te recompensaré. ¡Te daré lo que sea!- ¿Cuántos hombres se aprovecharían de ella con tal proposición?- ¡Lo que quieras!- incluso a eso estaba dispuesta si podía curar a su amiga y hacer que coma.
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* Ashryn Elaynor: El objetivo es sencillo: Ayudar a Mia a ayudar a Katty. Debes de buscar la manera de hacer que Katty supere su depresión y consiga comer de nuevo. Solo así podrás salvarla a ella y al bebé que está en caminando. Si lo logras, Mia te recompensará con una pista muy valiosa. Confiaré en tu lógica. El único que está prohibido, pues no pertenece a esta misión, es el misterioso hombre que se ríe como un muerto.
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
La rubia realmente no pensó que la joven la dejara pasar, pues no parecía ser alguien fácil de convencer, pero aun así se hizo a un lado y le permitió la entrada, no sin antes advertirle que no pronunciase ninguna palabra. Ashy asintió mientras seguía a la mujer hacia una pequeña sala, donde otra mujer —aparentemente la Sra. Trantoh— se mantenía quieta y taciturna. Era prácticamente imposible no notar el tono pálido de su piel y el enorme estado de su vientre, además de las evidentes marcas de desnutrición. Sin embargo, lo que más llamó la atención de la elfa fue el vacío que se podía vislumbrar en sus ojos, como si la vida se le hubiese escapado de la forma más cruel e inhumana existente; sensación que le causó cierto pesar en el corazón y por las palabras de la otra joven podía entender un poco la razón.
Ashy tomó asiento frente a la Sra. Tranoth, escuchando atentamente y acomodando sus ideas acerca de lo que sucedería a continuación. Afortunadamente su entrenamiento en el hospital de Lunargenta había sido de gran ayuda a la hora de brindarle la paciencia necesaria, para lidiar con situaciones como la que se estaba presentando en esos momentos. Miró a la joven, poniendo especial atención en la desesperación que emanaba en su voz, en las suplicas que le daba para que salvara a su amiga y como estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de lograrlo. Ashy tomó aire y se puso de pie, acercándose a la Sra. Tranoth, sosteniéndole la muñeca con delicadeza para tomarle el pulso. Latidos irregulares y una falta de respuesta a las pequeñas pruebas de reflejos le brindaron un diagnóstico inicial de hipertensión, la cual, en su estado, no hacía más que poner en riesgo al bebé ante una posible preeclampsia.
—Sra. Trantoh —habló con firmeza y seguridad—. No puedo imaginar por lo que usted está pasando, pero voy a ser muy clara —la miró, esperando que ella captara un poco de las palabras que iba a dirigirle—. Si usted continua de esta manera va a perder a su bebé —hizo una pequeña pausa—. Al único recuerdo que le queda de su marido, ¿eso es lo que desea? Porque no creo que sea justo para él y para su hijo, pues está desestimando todo lo que vivió con su esposo y no parece que usted sea una mujer que prefiera dejar que su bebé muera —dirigió su mirada azulada a la otra joven—. ¿Podría indicarme donde está la cocina?
Se levantó del sofá y caminó hacia el lugar, preguntándole a la joven acerca de las plantas y hierbas que tuviesen en esa casa. Ese día no llevaba consigo muchos ingredientes, pero con suerte podría preparar varias infusiones para mejorar el estado de salud de la Sra. Tranoth, si es que ella se dignaba a seguir viviendo. Por otro lado, aprovecharía para enseñarle a la chica como preparar esos remedios, pues, como ya había dicho, Ashy solo se encontraba de paso y aunque quisiera no podría seguir tratándola durante el resto de su embarazo, a no ser de que lograse atrapar a El Profanador a tiempo.
Ashy tomó asiento frente a la Sra. Tranoth, escuchando atentamente y acomodando sus ideas acerca de lo que sucedería a continuación. Afortunadamente su entrenamiento en el hospital de Lunargenta había sido de gran ayuda a la hora de brindarle la paciencia necesaria, para lidiar con situaciones como la que se estaba presentando en esos momentos. Miró a la joven, poniendo especial atención en la desesperación que emanaba en su voz, en las suplicas que le daba para que salvara a su amiga y como estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de lograrlo. Ashy tomó aire y se puso de pie, acercándose a la Sra. Tranoth, sosteniéndole la muñeca con delicadeza para tomarle el pulso. Latidos irregulares y una falta de respuesta a las pequeñas pruebas de reflejos le brindaron un diagnóstico inicial de hipertensión, la cual, en su estado, no hacía más que poner en riesgo al bebé ante una posible preeclampsia.
—Sra. Trantoh —habló con firmeza y seguridad—. No puedo imaginar por lo que usted está pasando, pero voy a ser muy clara —la miró, esperando que ella captara un poco de las palabras que iba a dirigirle—. Si usted continua de esta manera va a perder a su bebé —hizo una pequeña pausa—. Al único recuerdo que le queda de su marido, ¿eso es lo que desea? Porque no creo que sea justo para él y para su hijo, pues está desestimando todo lo que vivió con su esposo y no parece que usted sea una mujer que prefiera dejar que su bebé muera —dirigió su mirada azulada a la otra joven—. ¿Podría indicarme donde está la cocina?
Se levantó del sofá y caminó hacia el lugar, preguntándole a la joven acerca de las plantas y hierbas que tuviesen en esa casa. Ese día no llevaba consigo muchos ingredientes, pero con suerte podría preparar varias infusiones para mejorar el estado de salud de la Sra. Tranoth, si es que ella se dignaba a seguir viviendo. Por otro lado, aprovecharía para enseñarle a la chica como preparar esos remedios, pues, como ya había dicho, Ashy solo se encontraba de paso y aunque quisiera no podría seguir tratándola durante el resto de su embarazo, a no ser de que lograse atrapar a El Profanador a tiempo.
Ashryn Elaynor
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Mia se cruzó de brazos y se quedó de pie observando lo que hacía la recién llegada elfa. Un milagro, solo pedía un milagro para que Katty volviera a ser lo que era. ¿Era tanto pedir? Al parecer sí, pues lo que Sherly Holmes hizo se le podía llamar de todo excepto “milagro”. Idiotez era una buena palabra para describir lo que hizo. Cualquiera que supiera un poco de medicina, Mia lo sabía por los libros que su padre le había leído, sabría que no podía echar a la cara todos los males de una persona traumada. ¡No podía! Eso, a Katty, solo le haría sentir peor. La podía matar.
-No te vamos a indicar dónde está la cocina- Mia dio un golpe contra la mesita tan fuerte que una de las tazas de café se cayó al suelo- y el bebé no va a morir- lo segundo lo dijo con un mayor énfasis. - Te dije que le curases su dolor no que lo incrementases- otro golpe en la mesa- no que le hagas más daño-.
Katty seguía callada, las lágrimas estaban a punto de caerse por sus ojos. Mia la miró, durante un segundo, con lástima y cariño a mismos niveles. No iba a dejar que nadie le hiciera daño, ni físico ni psicológico.
Mia tomó aire y abofeteó la cara de la elfa.
Katty se puso a llorar. Ha sido culpa de Sherly. No tendría que haberle abierto la puerta. Que se encargara ella del dichoso encargo que vino a buscar y que dejasen a las dos chicas en paz.
Por poco vino un segundo bofetón, quizás hubiera sido más fuerte y doloroso que el primero, pero Katty se adelantó y cogió la mano de Mia antes de que ella llegase a la cara de Sherly Holmes.
-Tiene razón- dijo sin dejar de llorar- tiene mucha razón- su cabeza calló sobre su pecho y siguió llorando ocultándose su cara.
* Ashryn Elaynor: Tú intención no has sido mala pero el resultado ha sido horrible. Te has ganado la enemistad de Mia y Katty no puede dejar de llorar. Todo por tu culpa. Intenta arreglarlo en el siguiente turno o te quedarás con la pista que las mujeres te pueden ofrecer.
-No te vamos a indicar dónde está la cocina- Mia dio un golpe contra la mesita tan fuerte que una de las tazas de café se cayó al suelo- y el bebé no va a morir- lo segundo lo dijo con un mayor énfasis. - Te dije que le curases su dolor no que lo incrementases- otro golpe en la mesa- no que le hagas más daño-.
Katty seguía callada, las lágrimas estaban a punto de caerse por sus ojos. Mia la miró, durante un segundo, con lástima y cariño a mismos niveles. No iba a dejar que nadie le hiciera daño, ni físico ni psicológico.
Mia tomó aire y abofeteó la cara de la elfa.
Katty se puso a llorar. Ha sido culpa de Sherly. No tendría que haberle abierto la puerta. Que se encargara ella del dichoso encargo que vino a buscar y que dejasen a las dos chicas en paz.
Por poco vino un segundo bofetón, quizás hubiera sido más fuerte y doloroso que el primero, pero Katty se adelantó y cogió la mano de Mia antes de que ella llegase a la cara de Sherly Holmes.
-Tiene razón- dijo sin dejar de llorar- tiene mucha razón- su cabeza calló sobre su pecho y siguió llorando ocultándose su cara.
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* Ashryn Elaynor: Tú intención no has sido mala pero el resultado ha sido horrible. Te has ganado la enemistad de Mia y Katty no puede dejar de llorar. Todo por tu culpa. Intenta arreglarlo en el siguiente turno o te quedarás con la pista que las mujeres te pueden ofrecer.
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Le dolió, no lo iba a negar. Aquella bofetada no solo había lastimado su mejilla, sino también su orgullo, pero ella no iba a mostrar un comportamiento salvaje como el de la chica. No, la ojiazul no era de ese estilo. Además, mentir por compasión no era algo que le agradase hacer, mucho menos cuando tenía la posibilidad de cambiar el destino de aquella mujer y el de su bebé, si es que acaso decidía poner de su parte. Se mantuvo inmóvil, mientras observaba con una mirada severa a la joven; una mirada que pocas veces se le podía ver, una mirada que bien podría dejar helado a cualquiera, pues, aunque la rubia tenía un rostro adorable, cuando mostraba ese gesto no le era difícil esconder lo peligrosa que podía ser su alma indomable. Estuvo a punto de sacar la daga de Bio y amenazar a aquella doncella si se dignaba a ponerle un dedo encima una vez más, pero no fue necesaria esa acción, puesto que el brazo de la joven fue detenido por la mismísima Sra. Tranoth.
¿Había sido cruel? En efecto. Era consciente de que sus palabras eran duras y que seguramente lastimarían a más de una en esa habitación, más no se iba a retractar. Todo lo que había dicho era completamente cierto y así ella desperdiciase su valioso tiempo en intentar curar a la mujer, esto simplemente sería inútil si ella no deseaba sanar y eso era lo que más le molestaba. Observo las lágrimas de Katty Tranoth y posteriormente dirigió su mirada azulada a la joven que la había abofeteado, sin poder quitar el gesto de desprecio que se había formado en su rostro desde que ésta arremetió en su contra. Pintarles un panorama de arcoíris sería mucho más sencillo, pero en la condición que se encontraba Mrs. Tranoth no pasarían muchos días, antes de que sufriera un parto prematuro y por lo que podía observar ese bebé no sobreviviría la semana si no ponían manos a la obra. Claro que primero tendría que enfrentarse a la otra mujer y vaya que esta vez no iba a contenerse.
—Lamento si mis palabras han sido duras y me disculpo por haberle causado un dolor mayor —aunque sus disculpas fueron sinceras, había un tono gélido en su timbre de voz, uno que jamás se había escuchado antes—, pero mentirles sería poco ético de mi parte y no pretendo dejarlas con una falsa idea de que todo está bien, siendo que no es así —miró a la joven con todo el coraje que se había acumulado en su interior—. Necesitan estar conscientes del peligro que corren tanto ella como su bebé y estar preparadas para afrontarlo juntas y así salir delante de ello. Es una mujer fuerte, Mrs. Tranoth, realmente creo que puede salir de esto y de todo lo que la vida le ponga en frente —se preparó por si la salvaje osaba volver a atacarla—. Como dije cuando me presenté, a pesar de que mi estancia no es muy larga por el pueblo, yo puedo curarla; no obstante, de nada servirá que use mi magia ni todos mis conocimientos si no lo desea —volvió a afilar su mirada y colgó su mochila a su hombro—. En el estado en que se encuentra, su cuerpo no resistirá mucho ese maltrato —la observó, intentando inútilmente ablandar su gesto—. Sé que usted quiere que le dé esperanzas y desde luego las hay, pero en estos momentos y en su condición no me atrevería a traicionar mis conocimientos ni mis valores, dándole solo lo que su… —hizo una pausa buscando un adjetivo que no sonara tan despreciativo, aunque por el tono frío que mantenía dudaba que lo que estaba diciendo sonara amable— amiga quiere oír. Debe nacer de usted el deseo de vivir y el deseo de que su hijo viva —miró al suelo por un segundo, sonando dulce solo para con la mujer—. Sé que nada cura un corazón herido más que el tiempo, pero sus seres queridos están ahí para usted y tiene algo muy hermoso por lo cual luchar. No puedo sanar el dolor de la perdida de su esposo, pero puedo sanar su cuerpo y el de su bebé —tomó aire e hizo una pequeña reverencia—. Siento mucho las molestias, paso a retirarme —comenzó a caminar hacia la salida, no sin antes susurrar de forma seca y cortés a la otra chica—. Dejaré algunas medicinas e infusiones para la Sra. Tranoth con Mr. Gisbert, por si acaso ella decide empezar el tratamiento, pero si sigue mintiéndole y mintiéndose a sí misma será usted la única responsable de lo que le ocurra.
Volvió a caminar hacia la salida sin permitirle ponerle de nuevo una mano encima y dejándole aquellas frías y verdaderas palabras. Ya no le interesaba lo que esa joven pudiese darle. De hecho, ella ni siquiera estaba ahí para lidiar con personas que se engañaban ellas mismas o con una mujer que prefería matar a su amiga antes que ayudarla a afrontar la realidad. Estaba ahí para atrapar a un ser humano despreciable y ciertamente, ya estaba harta de aquel pueblo, de aquellas insolentes y testarudas personas y, sobre todo, estaba harta de El Profanador.
¿Había sido cruel? En efecto. Era consciente de que sus palabras eran duras y que seguramente lastimarían a más de una en esa habitación, más no se iba a retractar. Todo lo que había dicho era completamente cierto y así ella desperdiciase su valioso tiempo en intentar curar a la mujer, esto simplemente sería inútil si ella no deseaba sanar y eso era lo que más le molestaba. Observo las lágrimas de Katty Tranoth y posteriormente dirigió su mirada azulada a la joven que la había abofeteado, sin poder quitar el gesto de desprecio que se había formado en su rostro desde que ésta arremetió en su contra. Pintarles un panorama de arcoíris sería mucho más sencillo, pero en la condición que se encontraba Mrs. Tranoth no pasarían muchos días, antes de que sufriera un parto prematuro y por lo que podía observar ese bebé no sobreviviría la semana si no ponían manos a la obra. Claro que primero tendría que enfrentarse a la otra mujer y vaya que esta vez no iba a contenerse.
—Lamento si mis palabras han sido duras y me disculpo por haberle causado un dolor mayor —aunque sus disculpas fueron sinceras, había un tono gélido en su timbre de voz, uno que jamás se había escuchado antes—, pero mentirles sería poco ético de mi parte y no pretendo dejarlas con una falsa idea de que todo está bien, siendo que no es así —miró a la joven con todo el coraje que se había acumulado en su interior—. Necesitan estar conscientes del peligro que corren tanto ella como su bebé y estar preparadas para afrontarlo juntas y así salir delante de ello. Es una mujer fuerte, Mrs. Tranoth, realmente creo que puede salir de esto y de todo lo que la vida le ponga en frente —se preparó por si la salvaje osaba volver a atacarla—. Como dije cuando me presenté, a pesar de que mi estancia no es muy larga por el pueblo, yo puedo curarla; no obstante, de nada servirá que use mi magia ni todos mis conocimientos si no lo desea —volvió a afilar su mirada y colgó su mochila a su hombro—. En el estado en que se encuentra, su cuerpo no resistirá mucho ese maltrato —la observó, intentando inútilmente ablandar su gesto—. Sé que usted quiere que le dé esperanzas y desde luego las hay, pero en estos momentos y en su condición no me atrevería a traicionar mis conocimientos ni mis valores, dándole solo lo que su… —hizo una pausa buscando un adjetivo que no sonara tan despreciativo, aunque por el tono frío que mantenía dudaba que lo que estaba diciendo sonara amable— amiga quiere oír. Debe nacer de usted el deseo de vivir y el deseo de que su hijo viva —miró al suelo por un segundo, sonando dulce solo para con la mujer—. Sé que nada cura un corazón herido más que el tiempo, pero sus seres queridos están ahí para usted y tiene algo muy hermoso por lo cual luchar. No puedo sanar el dolor de la perdida de su esposo, pero puedo sanar su cuerpo y el de su bebé —tomó aire e hizo una pequeña reverencia—. Siento mucho las molestias, paso a retirarme —comenzó a caminar hacia la salida, no sin antes susurrar de forma seca y cortés a la otra chica—. Dejaré algunas medicinas e infusiones para la Sra. Tranoth con Mr. Gisbert, por si acaso ella decide empezar el tratamiento, pero si sigue mintiéndole y mintiéndose a sí misma será usted la única responsable de lo que le ocurra.
Volvió a caminar hacia la salida sin permitirle ponerle de nuevo una mano encima y dejándole aquellas frías y verdaderas palabras. Ya no le interesaba lo que esa joven pudiese darle. De hecho, ella ni siquiera estaba ahí para lidiar con personas que se engañaban ellas mismas o con una mujer que prefería matar a su amiga antes que ayudarla a afrontar la realidad. Estaba ahí para atrapar a un ser humano despreciable y ciertamente, ya estaba harta de aquel pueblo, de aquellas insolentes y testarudas personas y, sobre todo, estaba harta de El Profanador.
Ashryn Elaynor
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
A Mia no le caería mejor la elfa ni aunque la obligasen a punta de espada. Todo lo contrario. Por cada palabra que Sherlina Holmes decía, Mia tenía que hacer un gran esfuerzo por sellar sus labios y no contestarla con gritos e injurias. Los mismos gritos e injurias que clamaba su padre cuando ella dejaba sus labores domésticas por ir a ayudar a Katty. ¿Qué pensarían en la aldea si Mia contaba a todos que el sereno y tranquilo Walter Reff, en realidad, no era tan educado como creían? Inconscientemente, Katty se acarició su meijlla derecha. Hacía una semana, su padre le había golpeado en el mismo lugar echándole en cara que mamá había muerto por su culpa. Un par de minutos antes, Mia abofeteó a Sherlina en la mejilla derecha y, como su padre, gritaba por la mujer que amaba. ¡Eran iguales! Walterr Reff y Mia Reff eran iguales en todos los aspectos. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Quizás porque no quería haberse dado cuenta. No, claro que no. Ahora que lo pensaba se estaba apretando los puños de tal forma que se estaba arañando las palmas de la manos. Sus labios estaban sumergidos en el interior de su boca, aguantando los gritos que iban a salir.
Solo un poco más y se irá. Un último esfuerzo y no volvería a ver a Sherlina. Podría estar cuidando a Katty y al bebé todo el tiempo que quisiera, pero tenía que hacer un último esfuerzo. Ese último esfuerzo que Walter Reff jamás hizo.
-Con Gisbert no- fracasó, las palabras salieron al final de su boca en cuanto escuchó el nombre del aprovechado tabernero- dejalas aquí y yo las preparé.- su tono de voz sonó como el de su padre cuando oía hablar del Profanador. Mia se odió así misma por hablar así por lo que agregó una frase más, una con la que creía que podía explicarlo todo- Gisbert él es el Profanador-.
Katty miró a Mia con los ojos abiertos. No pronunció ninguna palabra, con una mirada bastaba para decir que no entendía por qué había dicho algo tan horrible.
-¡No me mires así, sé lo que estoy diciendo!- fueron los gritos de Walter, no los de Mia- Esta mañana le vi cogiendo esto del cadáver de tu marido-.
Sacó de uno de los bolsillos del delantal, un diente de plata. Katty lo reconoció en cuanto lo vio. Aaron Tranoth, en sus tiempos de vida, sufrió una terrible infección en la boca. Los médicos tuvieron que arrancarle una mula con tal de curarle la infección. Fue una operación costosa y más lo fue la muela de plata que Aaron mandó fabricar para reemplazar la perdida. Más de mil aeros, una riqueza para una familia humilde que esperaban su primer hijo como los Tranoth.
-Vi a Colan Gisbert sacar el diente del ca… de Aaron,- iba a decir cadáver, pero se corrigió rápidamente- pensaba que nadie lo había visto pero yo lo vi. No le bastaba con sacarle todos los dientes durante la noche que por el día le sacó el más caro ¡El muy cabrón! Cuando los demás fueron a sus casas, seguí a Gisbert para ver hacia donde iba. Estaba segura que iría hacia algún almacen, trastero o cualquier sitio donde guardase las cosas que se llevaba de los muertos. ¡Iba hacía allí, estaba segura! Podría haber capturado al Profanador con mis propias manos. Pero, él me vio antes. Fue hacia mí pensando que era Katty. Me tocó el muslo y me dijo que no me preocupase, que cuidaría de mí (de Katty) ahora que Aaron no estaba.- tras unos segundos de silencio en los que Mia se permitió mostrar una cándida sonrisa mientras Katty estaba cada vez más horrorizada, volvió a hablar- Cogí una piedra del suelo y le golpeé la cabeza. ¿Qué otra cosa pude haber hecho? Mientras estaba incosciente, le robé la muela de plata y los pocos aeros que tuviera, apenas veinte-.
-¿Por qué no se lo has dicho a nadie?- Katty habló sin voz.
-No me hubieran creído. Yo sé que no lo hubieran hecho. Gisbert es uno de esos personajes que caen bien a todos. A todos, menos a mí. Yo sé muy bien que ese hombre no esconde nada bueno-.
* Ashryn Elaynor: Muy buen post. Aunque no te has ganado la confianza de Mia, sí te has ganado la confianza de Katty. Mia de odia por eso. Y dentro de todo ese odio, la chica ha estallado. Te cuenta lo que ha sucedido esta mañana con Colan Gisbert y te ofrece la muela de plata como pista. Date por satisfecha, has conseguido la pista y el sospecho que la trama de las chicas guardaban. Ahora, deberás ir al último lugar interesante dentro de la aldea: La juguetería de Melinda Neil. Cuando acabemos la trama dentro de la juguetería y consigamos la pista que allí se encuentra, empezará nuestra “caza de brujas”.
Solo un poco más y se irá. Un último esfuerzo y no volvería a ver a Sherlina. Podría estar cuidando a Katty y al bebé todo el tiempo que quisiera, pero tenía que hacer un último esfuerzo. Ese último esfuerzo que Walter Reff jamás hizo.
-Con Gisbert no- fracasó, las palabras salieron al final de su boca en cuanto escuchó el nombre del aprovechado tabernero- dejalas aquí y yo las preparé.- su tono de voz sonó como el de su padre cuando oía hablar del Profanador. Mia se odió así misma por hablar así por lo que agregó una frase más, una con la que creía que podía explicarlo todo- Gisbert él es el Profanador-.
Katty miró a Mia con los ojos abiertos. No pronunció ninguna palabra, con una mirada bastaba para decir que no entendía por qué había dicho algo tan horrible.
-¡No me mires así, sé lo que estoy diciendo!- fueron los gritos de Walter, no los de Mia- Esta mañana le vi cogiendo esto del cadáver de tu marido-.
Sacó de uno de los bolsillos del delantal, un diente de plata. Katty lo reconoció en cuanto lo vio. Aaron Tranoth, en sus tiempos de vida, sufrió una terrible infección en la boca. Los médicos tuvieron que arrancarle una mula con tal de curarle la infección. Fue una operación costosa y más lo fue la muela de plata que Aaron mandó fabricar para reemplazar la perdida. Más de mil aeros, una riqueza para una familia humilde que esperaban su primer hijo como los Tranoth.
-Vi a Colan Gisbert sacar el diente del ca… de Aaron,- iba a decir cadáver, pero se corrigió rápidamente- pensaba que nadie lo había visto pero yo lo vi. No le bastaba con sacarle todos los dientes durante la noche que por el día le sacó el más caro ¡El muy cabrón! Cuando los demás fueron a sus casas, seguí a Gisbert para ver hacia donde iba. Estaba segura que iría hacia algún almacen, trastero o cualquier sitio donde guardase las cosas que se llevaba de los muertos. ¡Iba hacía allí, estaba segura! Podría haber capturado al Profanador con mis propias manos. Pero, él me vio antes. Fue hacia mí pensando que era Katty. Me tocó el muslo y me dijo que no me preocupase, que cuidaría de mí (de Katty) ahora que Aaron no estaba.- tras unos segundos de silencio en los que Mia se permitió mostrar una cándida sonrisa mientras Katty estaba cada vez más horrorizada, volvió a hablar- Cogí una piedra del suelo y le golpeé la cabeza. ¿Qué otra cosa pude haber hecho? Mientras estaba incosciente, le robé la muela de plata y los pocos aeros que tuviera, apenas veinte-.
-¿Por qué no se lo has dicho a nadie?- Katty habló sin voz.
-No me hubieran creído. Yo sé que no lo hubieran hecho. Gisbert es uno de esos personajes que caen bien a todos. A todos, menos a mí. Yo sé muy bien que ese hombre no esconde nada bueno-.
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* Ashryn Elaynor: Muy buen post. Aunque no te has ganado la confianza de Mia, sí te has ganado la confianza de Katty. Mia de odia por eso. Y dentro de todo ese odio, la chica ha estallado. Te cuenta lo que ha sucedido esta mañana con Colan Gisbert y te ofrece la muela de plata como pista. Date por satisfecha, has conseguido la pista y el sospecho que la trama de las chicas guardaban. Ahora, deberás ir al último lugar interesante dentro de la aldea: La juguetería de Melinda Neil. Cuando acabemos la trama dentro de la juguetería y consigamos la pista que allí se encuentra, empezará nuestra “caza de brujas”.
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Estaba a una nada de seguir con su camino y alejarse de esa maldita salvaje, cuando una declaración por parte de la misma captó su atención. ¿Colan Gisbert el profanador? Le costaba trabajo creerlo. Quizá era un mujeriego libidinoso y poco atrayente, pero no tenía pinta de ser un asesino a sangre fría. Bueno, no todo es lo que parece, así que tendría que mantener sus ganas de abandonar la vivienda y terminar de escuchar la explicación de la joven. En ese punto ya no sabía si creer en lo que la salvaje estaba por revelarle, pero la espina de que tal vez tendría que reevaluar sus perfiles previos no la dejó salir de ese nefasto lugar. Miró con cierto recelo a la joven y escuchó el intercambio que su suscitó entre Mrs. Tranoth y ella, tratando de hacerse con una idea más clara de las personas a quienes tendría que volver a analizar.
—Tampoco confío en él —señaló sin mucha amabilidad—, evitaré causarles más infortunios, absteniéndome de dejar algo con Gisbert —ya no sabía si realmente valía la pena todo su esfuerzo—. Me dijeron que pocas personas en el pueblo saben leer, así que volveré con los dibujos de los ingredientes que necesitaran y el modo de preparación que requieren —tomó un frasco de su mochila y se lo entregó a la Sra. Tranoth—. Por lo pronto le hará bien beber esto. Es una infusión energética que además le brindará excelentes nutrientes a su cuerpo, considérelo el inicio de su tratamiento.
Sin más que decir la rubia abandonó aquella casa, a la cual deseó no haber entrado nunca, pero aun así se sentía bastante tranquila de que al final aquella mujer no se moriría. Durante el camino de regreso a la habitación estuvo dándole vueltas al asunto de que Gisbert fuese acosado de ser el profanador y de aquellos detalles que se le pudieron escapar anteriormente. Tal vez tendría que hacer un nuevo perfil de las personas con las que se había topado, incluyendo el amable carnicero con el que había hablado al llegar al pueblo. Después de cumplir con lo prometido a Mrs. Tranoth y de dejarle los papiros con los dibujos y algunas instrucciones verbales extras, se dispuso a investigar otro de los nombres que se encontraban en la lista, el de Melina Neil. No iba a negar que desde un inicio le hubiese gustado haber ido directo hacia allí, pero al parecer era una pésima detective y fiarse de sus instintos solo estaban haciéndola sentir estúpida.
Luego de preguntar la ubicación de la juguetería camino con inseguridad, pensando en cómo manejaría las cosas al llegar. Andarse por las ramas ya la estaba hartando y hablar de más tampoco le estaba brindando buenos resultados, pero rendirse no era algo que ella conociera y no iba a tirar la toalla. Ya si no lo hacía por ayudar, lo haría por su orgullo herido. Guardó celosamente el papiro en su mochila, escondiéndolo junto a los libros que Mr. Torre le había dado. Esta vez tendría que calcular como moverse dependiendo de la situación que se presentase, así que trató de darse ánimos y de recordar que estaba ahí para ayudar, aunque todos los aldeanos no parecieran merecerlo. Las vitrinas de la juguetería parecían antiguas, pero en buen estado. Los marcos de madera alrededor eran de un color azul oscuro, bastante interesante para un local como ese. Al lado izquierdo se encontraba la puerta por la que accedería al lugar, por donde echó un vistazo para asegurarse de que hubiese alguien en el interior. La campañilla que colgaba en la puerta anunció su llegada y rápidamente los nervios se le pusieron de punta, mientras mirada con detalla cada centímetro del lugar.
—Este parece lindo —observó una pequeña figura de ardilla, que descansaba sobre una de las repisas más altas y pensó en que tal vez sería bueno comprarla, seguramente a Iliaki le encantaría—. ¿Hola?
Hasta ese momento no había aparecido nadie a atenderla, pero esperaba que no pasase mucho tiempo antes de que alguien se hiciera presente, pues tenía una extraña sensación al estar dentro de ese lugar; una que la alertaba a no permanecer mucho tiempo, mientras los engranes de su mente repasaban todos y cada uno de los rostros que había conocido, buscando quién de ellos coincidía con el perfil de ‘‘El Profanador’’.
—Tampoco confío en él —señaló sin mucha amabilidad—, evitaré causarles más infortunios, absteniéndome de dejar algo con Gisbert —ya no sabía si realmente valía la pena todo su esfuerzo—. Me dijeron que pocas personas en el pueblo saben leer, así que volveré con los dibujos de los ingredientes que necesitaran y el modo de preparación que requieren —tomó un frasco de su mochila y se lo entregó a la Sra. Tranoth—. Por lo pronto le hará bien beber esto. Es una infusión energética que además le brindará excelentes nutrientes a su cuerpo, considérelo el inicio de su tratamiento.
Sin más que decir la rubia abandonó aquella casa, a la cual deseó no haber entrado nunca, pero aun así se sentía bastante tranquila de que al final aquella mujer no se moriría. Durante el camino de regreso a la habitación estuvo dándole vueltas al asunto de que Gisbert fuese acosado de ser el profanador y de aquellos detalles que se le pudieron escapar anteriormente. Tal vez tendría que hacer un nuevo perfil de las personas con las que se había topado, incluyendo el amable carnicero con el que había hablado al llegar al pueblo. Después de cumplir con lo prometido a Mrs. Tranoth y de dejarle los papiros con los dibujos y algunas instrucciones verbales extras, se dispuso a investigar otro de los nombres que se encontraban en la lista, el de Melina Neil. No iba a negar que desde un inicio le hubiese gustado haber ido directo hacia allí, pero al parecer era una pésima detective y fiarse de sus instintos solo estaban haciéndola sentir estúpida.
Luego de preguntar la ubicación de la juguetería camino con inseguridad, pensando en cómo manejaría las cosas al llegar. Andarse por las ramas ya la estaba hartando y hablar de más tampoco le estaba brindando buenos resultados, pero rendirse no era algo que ella conociera y no iba a tirar la toalla. Ya si no lo hacía por ayudar, lo haría por su orgullo herido. Guardó celosamente el papiro en su mochila, escondiéndolo junto a los libros que Mr. Torre le había dado. Esta vez tendría que calcular como moverse dependiendo de la situación que se presentase, así que trató de darse ánimos y de recordar que estaba ahí para ayudar, aunque todos los aldeanos no parecieran merecerlo. Las vitrinas de la juguetería parecían antiguas, pero en buen estado. Los marcos de madera alrededor eran de un color azul oscuro, bastante interesante para un local como ese. Al lado izquierdo se encontraba la puerta por la que accedería al lugar, por donde echó un vistazo para asegurarse de que hubiese alguien en el interior. La campañilla que colgaba en la puerta anunció su llegada y rápidamente los nervios se le pusieron de punta, mientras mirada con detalla cada centímetro del lugar.
—Este parece lindo —observó una pequeña figura de ardilla, que descansaba sobre una de las repisas más altas y pensó en que tal vez sería bueno comprarla, seguramente a Iliaki le encantaría—. ¿Hola?
Hasta ese momento no había aparecido nadie a atenderla, pero esperaba que no pasase mucho tiempo antes de que alguien se hiciera presente, pues tenía una extraña sensación al estar dentro de ese lugar; una que la alertaba a no permanecer mucho tiempo, mientras los engranes de su mente repasaban todos y cada uno de los rostros que había conocido, buscando quién de ellos coincidía con el perfil de ‘‘El Profanador’’.
Ashryn Elaynor
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
-Hay alguien bajo- comentó Braham Neil a su abuela con el mismo tono de voz que diría que mañana iba a llover. - Lo he oído-.
-Deberías bajar, tu abuelita estará bien-.
Melinda acarició la mejilla de su nieto a la vez que hablaba. Éste, en cambio, continuaba limpiando el babero que la anciana llevaba puesta para que no se ensuciase comiendo. Melinda, la mujer que toda la aldea llamaba bajo el sobrenombre de “La Abuela”, era tan mayor que apenas podía levantarse de la cama. Lo intentaba cada día. Todas las mañanas, cogía su bastón y se ponía a caminar entre las calles del cementerio. Era su forma de honrar a las familias que sufrían por ver cómo sus muertos eran desenterrados y humillados. Después del paseo, volvía a la cama a descansar. Las únicas visitas que tenía era la de su nieto que la tenía que ayudar tanto que, con una mano, sujetaba la cuchara para darle la sopa y con la otra aguantaba el babero del cuello de La Abuela para que no se le cayera y se manchase la camisa.
-Ve, cariño. Estaré muy bien-.
Braham Neil bajó las escaleras del piso superior. Todo el piso inferior estaba dedicado a la juguetería y el sótano a los muchos cachivaches que usaban los jugueteros para crear sus peluches. Braham se pasaba las noches en el sótano cosiendo, cortando y volviendo a coser. Diez de sus diecisiete años los había pasado realizando el trabajo que tanto disfrutaba. Sería estúpido pensar que los juguetes eran tan parte de su familia como lo eran sus difuntos padres o su, cada vez más enferma, abuela. Sería muy estúpido pensarlo, todavía más reconocerlo. Braham lo reconocía y se enorgullecía de ello. Los peluches que él hacía eran sus familiares.
Entre ellos, estaba El Muñeco Neil, el peluche en forma de oso vestido de marinero que su abuela le hizo para superar la muerte de sus padres. El Muñeco Neil era papá, mamá, el hermano que jamás había tenido, el abuelo que nunca conoció y la propia Melinda Neil. El oso de peluche vestido de marinero lo era todo. Lo amaba. A él era el único que no le hablaba por respeto ni educación, motivo por el cual hablaba al resto de personas. A El Muñeco Neil le hablaba con verdadero amor.
-Luego nos vemos- se despidió de El Muñeco Neil con amor, no a su abuela.
Una vez bajo, vio a la extranjera que llevaba todo el día paseando entre las calles de la aldea. A Braham no le gustaba los extranjeros. Algunos, la mayoría, compraban los juguetes. Era… “bueno para el negocio”. Hubiera dicho Gisbert. El joven Neil, en cambio, apretaba los labios y bajaba la cabeza en un gesto de disgusto y rencor hacia los extranjeros que solo compraban peluches en lugar de entender el amor que había metido en ellos.
-¿Qué quieres?- su voz sonó grosera y aria., muy diferente con la que había hablado a El Muñeco Neil.
* Ashryn Elaynor: Último escenario donde tendrás que usar tus dotes de detective para buscar pistas. Tienes delante a Braham Neil y, supongo, que tendrás que preguntarle algo acerca de los libros de la biblioteca. Te aconsejo que lo hagas con tacto. Si no cumples este objetivo, perderás la pista de este escenario.
-Deberías bajar, tu abuelita estará bien-.
Melinda acarició la mejilla de su nieto a la vez que hablaba. Éste, en cambio, continuaba limpiando el babero que la anciana llevaba puesta para que no se ensuciase comiendo. Melinda, la mujer que toda la aldea llamaba bajo el sobrenombre de “La Abuela”, era tan mayor que apenas podía levantarse de la cama. Lo intentaba cada día. Todas las mañanas, cogía su bastón y se ponía a caminar entre las calles del cementerio. Era su forma de honrar a las familias que sufrían por ver cómo sus muertos eran desenterrados y humillados. Después del paseo, volvía a la cama a descansar. Las únicas visitas que tenía era la de su nieto que la tenía que ayudar tanto que, con una mano, sujetaba la cuchara para darle la sopa y con la otra aguantaba el babero del cuello de La Abuela para que no se le cayera y se manchase la camisa.
-Ve, cariño. Estaré muy bien-.
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Braham Neil bajó las escaleras del piso superior. Todo el piso inferior estaba dedicado a la juguetería y el sótano a los muchos cachivaches que usaban los jugueteros para crear sus peluches. Braham se pasaba las noches en el sótano cosiendo, cortando y volviendo a coser. Diez de sus diecisiete años los había pasado realizando el trabajo que tanto disfrutaba. Sería estúpido pensar que los juguetes eran tan parte de su familia como lo eran sus difuntos padres o su, cada vez más enferma, abuela. Sería muy estúpido pensarlo, todavía más reconocerlo. Braham lo reconocía y se enorgullecía de ello. Los peluches que él hacía eran sus familiares.
Entre ellos, estaba El Muñeco Neil, el peluche en forma de oso vestido de marinero que su abuela le hizo para superar la muerte de sus padres. El Muñeco Neil era papá, mamá, el hermano que jamás había tenido, el abuelo que nunca conoció y la propia Melinda Neil. El oso de peluche vestido de marinero lo era todo. Lo amaba. A él era el único que no le hablaba por respeto ni educación, motivo por el cual hablaba al resto de personas. A El Muñeco Neil le hablaba con verdadero amor.
-Luego nos vemos- se despidió de El Muñeco Neil con amor, no a su abuela.
Una vez bajo, vio a la extranjera que llevaba todo el día paseando entre las calles de la aldea. A Braham no le gustaba los extranjeros. Algunos, la mayoría, compraban los juguetes. Era… “bueno para el negocio”. Hubiera dicho Gisbert. El joven Neil, en cambio, apretaba los labios y bajaba la cabeza en un gesto de disgusto y rencor hacia los extranjeros que solo compraban peluches en lugar de entender el amor que había metido en ellos.
-¿Qué quieres?- su voz sonó grosera y aria., muy diferente con la que había hablado a El Muñeco Neil.
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* Ashryn Elaynor: Último escenario donde tendrás que usar tus dotes de detective para buscar pistas. Tienes delante a Braham Neil y, supongo, que tendrás que preguntarle algo acerca de los libros de la biblioteca. Te aconsejo que lo hagas con tacto. Si no cumples este objetivo, perderás la pista de este escenario.
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Cuando la rubia entró en la juguetería esperaba encontrarse con la famosa juguetera Melinda Neil, pero jamás pensó que se encontraría con el joven de la carnicería, el mismo que le infundía algo de miedo al observarla con aquellos orbes fríos y sombríos. La voz del muchacho fue firme, determinada y nada amigable, igual al tono que había usado en la mañana para referirse a ella cuando se lo encontró en la carnicería. Después de todo parecía que no podría moverse como lo pensó, aunque eso ya no tendría por qué sorprenderle, ya que todo le había salido pésimo desde que llegó. Luego de la bofetada que había recibido de la salvaje amiga de Katy Tranoth ya no se sentía con la seguridad de pisar en terreno peligroso sin cautela, por lo que trató de mantener la paciencia y manejar las cosas de la manera más pacifica posible.
—Lo siento, la puerta estaba abierta, así que asumí que podía pasar —bajó la mirada un segundo—. No deseaba importunar —mostró el pequeño peluche de ardilla con cierta admiración—. Solo venía a comprar algo especial para mi hija —habló con cortesía— y es que son hermosos…
Seguramente el joven terminaría corriéndola de ahí, pero esperaba que no terminase de la peor de las maneras, aunque por el momento se limitaría a comprar el peluche para la elfita y no mencionar nada sobre los libros de Mr. Torre. No es como que su instinto estuviese cooperando en ese día, más con ese joven no sentía la confianza de arriesgarse, había algo en él que la alertaba y que le indicaba que las cosas podrían volverse peligrosas si daba un paso en falso. Tomó el pequeño peluche de ardilla y volvió a admirarlo con cariño, imaginándose el rostro de su adorada elfita cuando se lo entregara. Al menos algo debía valer la pena de aquel funesto viaje, ya que nada más había resultado bien.
—Si es un mal momento puedo volver después…
Bueno, tampoco es como que quisiera hacerlo, pero prefería conocer a la famosa juguetera antes que con su misterioso nieto. Solo esperaba que cuando el joven arremetiera en su contra lo hiciera con gentileza para así no tener que defenderse de una manera que seguramente le acarrearía más problemas.
—Lo siento, la puerta estaba abierta, así que asumí que podía pasar —bajó la mirada un segundo—. No deseaba importunar —mostró el pequeño peluche de ardilla con cierta admiración—. Solo venía a comprar algo especial para mi hija —habló con cortesía— y es que son hermosos…
Seguramente el joven terminaría corriéndola de ahí, pero esperaba que no terminase de la peor de las maneras, aunque por el momento se limitaría a comprar el peluche para la elfita y no mencionar nada sobre los libros de Mr. Torre. No es como que su instinto estuviese cooperando en ese día, más con ese joven no sentía la confianza de arriesgarse, había algo en él que la alertaba y que le indicaba que las cosas podrían volverse peligrosas si daba un paso en falso. Tomó el pequeño peluche de ardilla y volvió a admirarlo con cariño, imaginándose el rostro de su adorada elfita cuando se lo entregara. Al menos algo debía valer la pena de aquel funesto viaje, ya que nada más había resultado bien.
—Si es un mal momento puedo volver después…
Bueno, tampoco es como que quisiera hacerlo, pero prefería conocer a la famosa juguetera antes que con su misterioso nieto. Solo esperaba que cuando el joven arremetiera en su contra lo hiciera con gentileza para así no tener que defenderse de una manera que seguramente le acarrearía más problemas.
Ashryn Elaynor
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Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]
Braham Neil no quitaba los ojos de encima a la chica elfa. Lo poco que sabía de los elfos venía de las historias que la abuela le había contado de pequeño. Según decía, los elfos eran unas personas que, por muchos años que pasen, siempre se mantenían jóvenes y hermosos. La chica que tenía enfrente, fácilmente, podría llegar a tener la misma edad que la abuela; posiblemente, incluso más. Sin decir nada, la examinó de hito a hito ladeando la cabeza al son de sus ojos saltarines. Ni siquiera los peluches que amaba se mantenían hermosos para siempre. ¿Cómo podían hacerlo los elfos? ¿Qué clase de magia era aquella? ¿Acaso los elfos estaban hechos de un material especial? Braham usaba el mejor material para sus peluches: la mejor piel, el mejor pelo, el mejor hilo… incluso, en alguno de ellos, les dibujaba runas en su interior para que perdurasen blandos y suaves durante más tiempo. ¿La chica tenía alguna runa bajo su melena dorada? Si tuviera un cuchillo en mano se la cortaría para comprobarlo. No desecharía todo el pelo sobrante. La juguetería Neil siempre estaba dispuesta a aceptar cualquier donativo para fabricar sus juguetes.
Sin sonreír y con las manos unidas en un mismo puño Braham Neil negó con la cabeza. Era un buen momento para que la chica hubiera llegado a la juguetería. El mejor momento que alguien podía esperar. El último momento del día. Pronto, Neil tendría que dar de comer a su abuelita y luego acompañar a dar un paseo. Era un buen nieto y aun mejor. Echo una mirada al Muñeco Neil antes de contestar a la chica y transformó la negativa de la cabeza en un sí.
-Sí, es un mal momento- toda la curiosidad que había tenido acerca de los elfos había desaparecido en cuanto vio los ojos del oso de peluche. Era como si esté le hablase y le obligase a estar siempre con él.
Volvió a cambiar de sentido su cabeza y su “sí” volvió a ser un “no”.
-Con mi abuela enferma no tengo tiempo para mí. Quiero estar solo. Fuera-.
Cogió el muñeco en forma de ardilla que la chica había cogido sin permiso y lo abrazó con fuerza. A ese peluche lo llamaba Ardiller. Era un buen amigo. No tanto como el Muñeco Neil, él era el mejor. Braham acarició los nuevos dientes que le había puesto a Ardiller la noche anterior. Realmente, era muy hermoso. La elfa sabía apreciar el arte que Neil tenía para hacer juguetes.
Sin darse cuenta, Braham empezó a llorar abrazando, con cada vez más fuerza a Ardiller y sin apartar la mirada de los ojos, siempre atentos, del Muñeco Neil.
-Mi abuela está muy enferma. Va a morir y entonces estaré solo. No quiero estar solo. No quiero que mi abuela muera. La quiero. Quiero llorar solo. Márchate-.
-Es por mi culpa, es por mi culpa. Yo soy el Profanador. Merezco morir-.
Clavin Torre no dejaba de repetir una y otra vez las mismas palabras mirando al suelo como un demente. Jillie Torre marchó a casa de la enfermera de la ciudad Nancy, la mujer de Dan. Tal vez ella tuviera alguna infusión por casa que pudiera tranquilizar a Clavin. Jillie no podía soportar seguir viéndolo así. Necesitaba salir de la biblioteca. Era una tortura verlo. Juraría que su marido había perdido casi cinco quilos en una hora. Temblaba de frío y sudaba de calor al mismo tiempo. Era horrible. Como ver a un condenado a muerte antes minutos antes de ser ejecutado.
-Volveré en seguida- le prometió a su marido antes de salir de casa.
Una vez fuera, cerró el cerrojo con llave. Si Calvin conseguía salir podría hacer una locura. Jillie tenía miedo de que la hiciera.
Calvin saltó por la ventana del primer piso. Con cristales clavados en la cara y en los brazos, corrió por las calles de la aldea gritando a pleno pulmón:
-¡AQUÍ ME TENÉIS, SOY EL PROFANADOR, EJECUTADME, SOY EL PROFANADOR!-
Los siguientes acontecimientos ocurren a la vez. No hay un orden en ellos. Pararse a pensar con el punto de vista de cada personaje es un error pues, lo que está punto de suceder ha de ser observado como una misma historia dentro de un mismo pueblo y no como historias separados de personajes separados:
Honner acaba de salir de su casa. Va hacia la juguetería de los Neil’s a comprar un nuevo peluche para su hijo que está en camino. Los gritos de Torre hacen que el carnicero gire la cabeza hacia y observe al demente con los ojos bien abiertos. Piensa que hay que estar loco para haber hecho a unos cadáveres lo que el Profanador les había hecho. Coge el cuchillo de carnicero que guarda baja la bata y sigue al loco entre las calles.
Jillie ve a su marido correr. Nancy tiene que sujetarla en brazos pues por poco se desmaya de un infarto. Está bien. Solo ha sido un susto. Una bajada de tensión. Está bien. Nancy se lo pregunta y ella afirma con la cabeza. “Solo ha sido una bajada de tensión”. Quiere pensar que es verdad lo que dice. Quiere pensar que no va a pasar nada malo. Ni a ella ni a su marido. No piensa en eso. Piensa en el Hombre Muerto y en los libros que entregó a su marido.
Dan está en su casa y lo ve todo desde una ventana. Esta mañana, Reff le dijo que era una imprudencia hablar del profanador y tenía razón. Los cuatro amigos asintieron con la cabeza. Dan se pregunta qué ha hecho que Torre confiese ser el Profanador. Él no lo es. Dan sabe quién es el Profanador. No es tan tonto como parece. Se lo intentó decir a la elfa para que tuviera cuidado de no ir a su casa. Espera que la elfa esté bien. Era guapa.
Mia sale de casa de Katty a ver qué está pasando. Da un pisotón en suelo y maldice en voz alta. Se lamenta por haber confiado en Torre. Coge un montón de piedras del suelo y tira algunas de ellas en la casa del bibliotecario. No es suficiente. La siguiente piedra se la lanza a Torre y las otras se las lanza a Jillie. Al bibliotecario no llega a alcanzarle, a su mujer sí. Tiene una brecha en la cabeza por una de las piedras. Nancy, detrás de Jillie, cura la herida.
Gisbert sale de su taberna con una jarra de cerveza en una mano. Bebe con sorbos pequeño. A estas alturas del día ya está borracho. No se da cuenta de nada de lo que ocurre. Sonríe y se divierte de la escena, aunque no se da cuenta de qué es lo que está pasando. Entra de nuevo a la taberna. Se acaba de acordar que tiene un guiso en el horno. Por alguna extraña razón que solo un borracho puede entender, el guiso le parece más importante que las historias sobre el Profanador.
Reff, sentado en la hamaca de su cancela, abre un libro y apunta cada cosa que ve. Esto va a ir peor. Lo sabe. Siente que él es el único sabio capaz de poner orden al asunto. Esta mañana, mintió para mantener ese orden. Sabe que la elfa no entendió sus mentiras. No le importa. Al viejo Reff no le importa nada más que él mismo. Sigue escribiendo. No deja de escribir. Lo hace como si su vida dependiera de las notas que toma. En cierto sentido, siente que así lo es.
Braham Neil deja a la chica en la tienda. Coge a su muñeco preferido en brazos y sube corriendo las escaleras que llevan al cuatro de su abuela. Se encierra dentro. Él solo quiere lo mejor para su querida abuelita. No quiere que le pase nada malo. Quiere salvarla de los males de la gente del pueblo y de los males de la enfermedad.
* Ashryn Elaynor: Una de las personas antes mencionadas es El Profanador. ¿Sabes quién es? Tienes pistas suficientes para saberlo. No es difícil. Ahora bien. Lo complicado, en este asunto, será saber por qué El Profanador comete esos crímenes. Deberás tomar una decisión: presentarte en medio de la ciudad y señalar al Profanador y decir por qué mataba o capturar directamente al Profanador sin decírselo a nadie. Si eliges la primera opción, deberás ser convincente y decir el motivo exacto. De no ser así, no te creerán y algunos personajes de la misión morirán. Esto puede acabar en unos pocos turnos más o alargarlo muchísimo más. Te recuerdo que, fuera de la juguetería, la situación es un verdadero caos. Actúa sabiamente.
Sin sonreír y con las manos unidas en un mismo puño Braham Neil negó con la cabeza. Era un buen momento para que la chica hubiera llegado a la juguetería. El mejor momento que alguien podía esperar. El último momento del día. Pronto, Neil tendría que dar de comer a su abuelita y luego acompañar a dar un paseo. Era un buen nieto y aun mejor. Echo una mirada al Muñeco Neil antes de contestar a la chica y transformó la negativa de la cabeza en un sí.
-Sí, es un mal momento- toda la curiosidad que había tenido acerca de los elfos había desaparecido en cuanto vio los ojos del oso de peluche. Era como si esté le hablase y le obligase a estar siempre con él.
Volvió a cambiar de sentido su cabeza y su “sí” volvió a ser un “no”.
-Con mi abuela enferma no tengo tiempo para mí. Quiero estar solo. Fuera-.
Cogió el muñeco en forma de ardilla que la chica había cogido sin permiso y lo abrazó con fuerza. A ese peluche lo llamaba Ardiller. Era un buen amigo. No tanto como el Muñeco Neil, él era el mejor. Braham acarició los nuevos dientes que le había puesto a Ardiller la noche anterior. Realmente, era muy hermoso. La elfa sabía apreciar el arte que Neil tenía para hacer juguetes.
Sin darse cuenta, Braham empezó a llorar abrazando, con cada vez más fuerza a Ardiller y sin apartar la mirada de los ojos, siempre atentos, del Muñeco Neil.
-Mi abuela está muy enferma. Va a morir y entonces estaré solo. No quiero estar solo. No quiero que mi abuela muera. La quiero. Quiero llorar solo. Márchate-.
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-Es por mi culpa, es por mi culpa. Yo soy el Profanador. Merezco morir-.
Clavin Torre no dejaba de repetir una y otra vez las mismas palabras mirando al suelo como un demente. Jillie Torre marchó a casa de la enfermera de la ciudad Nancy, la mujer de Dan. Tal vez ella tuviera alguna infusión por casa que pudiera tranquilizar a Clavin. Jillie no podía soportar seguir viéndolo así. Necesitaba salir de la biblioteca. Era una tortura verlo. Juraría que su marido había perdido casi cinco quilos en una hora. Temblaba de frío y sudaba de calor al mismo tiempo. Era horrible. Como ver a un condenado a muerte antes minutos antes de ser ejecutado.
-Volveré en seguida- le prometió a su marido antes de salir de casa.
Una vez fuera, cerró el cerrojo con llave. Si Calvin conseguía salir podría hacer una locura. Jillie tenía miedo de que la hiciera.
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Calvin saltó por la ventana del primer piso. Con cristales clavados en la cara y en los brazos, corrió por las calles de la aldea gritando a pleno pulmón:
-¡AQUÍ ME TENÉIS, SOY EL PROFANADOR, EJECUTADME, SOY EL PROFANADOR!-
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Los siguientes acontecimientos ocurren a la vez. No hay un orden en ellos. Pararse a pensar con el punto de vista de cada personaje es un error pues, lo que está punto de suceder ha de ser observado como una misma historia dentro de un mismo pueblo y no como historias separados de personajes separados:
Honner acaba de salir de su casa. Va hacia la juguetería de los Neil’s a comprar un nuevo peluche para su hijo que está en camino. Los gritos de Torre hacen que el carnicero gire la cabeza hacia y observe al demente con los ojos bien abiertos. Piensa que hay que estar loco para haber hecho a unos cadáveres lo que el Profanador les había hecho. Coge el cuchillo de carnicero que guarda baja la bata y sigue al loco entre las calles.
Jillie ve a su marido correr. Nancy tiene que sujetarla en brazos pues por poco se desmaya de un infarto. Está bien. Solo ha sido un susto. Una bajada de tensión. Está bien. Nancy se lo pregunta y ella afirma con la cabeza. “Solo ha sido una bajada de tensión”. Quiere pensar que es verdad lo que dice. Quiere pensar que no va a pasar nada malo. Ni a ella ni a su marido. No piensa en eso. Piensa en el Hombre Muerto y en los libros que entregó a su marido.
Dan está en su casa y lo ve todo desde una ventana. Esta mañana, Reff le dijo que era una imprudencia hablar del profanador y tenía razón. Los cuatro amigos asintieron con la cabeza. Dan se pregunta qué ha hecho que Torre confiese ser el Profanador. Él no lo es. Dan sabe quién es el Profanador. No es tan tonto como parece. Se lo intentó decir a la elfa para que tuviera cuidado de no ir a su casa. Espera que la elfa esté bien. Era guapa.
Mia sale de casa de Katty a ver qué está pasando. Da un pisotón en suelo y maldice en voz alta. Se lamenta por haber confiado en Torre. Coge un montón de piedras del suelo y tira algunas de ellas en la casa del bibliotecario. No es suficiente. La siguiente piedra se la lanza a Torre y las otras se las lanza a Jillie. Al bibliotecario no llega a alcanzarle, a su mujer sí. Tiene una brecha en la cabeza por una de las piedras. Nancy, detrás de Jillie, cura la herida.
Gisbert sale de su taberna con una jarra de cerveza en una mano. Bebe con sorbos pequeño. A estas alturas del día ya está borracho. No se da cuenta de nada de lo que ocurre. Sonríe y se divierte de la escena, aunque no se da cuenta de qué es lo que está pasando. Entra de nuevo a la taberna. Se acaba de acordar que tiene un guiso en el horno. Por alguna extraña razón que solo un borracho puede entender, el guiso le parece más importante que las historias sobre el Profanador.
Reff, sentado en la hamaca de su cancela, abre un libro y apunta cada cosa que ve. Esto va a ir peor. Lo sabe. Siente que él es el único sabio capaz de poner orden al asunto. Esta mañana, mintió para mantener ese orden. Sabe que la elfa no entendió sus mentiras. No le importa. Al viejo Reff no le importa nada más que él mismo. Sigue escribiendo. No deja de escribir. Lo hace como si su vida dependiera de las notas que toma. En cierto sentido, siente que así lo es.
Braham Neil deja a la chica en la tienda. Coge a su muñeco preferido en brazos y sube corriendo las escaleras que llevan al cuatro de su abuela. Se encierra dentro. Él solo quiere lo mejor para su querida abuelita. No quiere que le pase nada malo. Quiere salvarla de los males de la gente del pueblo y de los males de la enfermedad.
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* Ashryn Elaynor: Una de las personas antes mencionadas es El Profanador. ¿Sabes quién es? Tienes pistas suficientes para saberlo. No es difícil. Ahora bien. Lo complicado, en este asunto, será saber por qué El Profanador comete esos crímenes. Deberás tomar una decisión: presentarte en medio de la ciudad y señalar al Profanador y decir por qué mataba o capturar directamente al Profanador sin decírselo a nadie. Si eliges la primera opción, deberás ser convincente y decir el motivo exacto. De no ser así, no te creerán y algunos personajes de la misión morirán. Esto puede acabar en unos pocos turnos más o alargarlo muchísimo más. Te recuerdo que, fuera de la juguetería, la situación es un verdadero caos. Actúa sabiamente.
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