Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
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Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Tensión
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La noche imprescindible, que después de tantas, hoy parecía desprender más resplandor que las anteriores. El azul que se colocaba entre las luces no era uno recurrente, si no más bien el típico morado oscuro que se colaba entre las nubes y camuflaba las estrellas, todo con intenciones de parecer más atractiva para los ojos mortales. Las piedras se arrastraban por el suelo, como si algún espectro las moviera. Trazaban líneas, curvas y figuras en el rocoso pavimento de la ciudad. Nadie se atrevía a caminar las calles, a pesar de los pesados guardias, que de rincón en rincón, se trasladan para cuidar cualquier intruso o asesino. Los vampiros no eran bienvenidos, y nunca lo fueron en cualquier tierra. Sacrestic Ville los supo apreciar y recibir, aunque lamentablemente terminó de una manera nefasta. La tierra donde nací estaba a kilómetros, y quizá desde la ventana, imaginaba verla en su estado más tenebroso.
Giré mi rostro y volví al presente. El silencio se apoderaba de la habitación, y varios rodeaban la cama donde la licántropa reposaba. Eramos seis en el cuarto, sin embargo nadie era capaz de pronunciar, de manifestar su voz. Nos conocíamos, pero se asemejaba a que nadie recordaba a ninguno de los presentes. Solté un suspiro, el más profundo que había emergido desde mi garganta. Fue grave y masculina, una suficientemente profunda como para retumbar en los oídos de cada uno. Me levanté de la silla, con las manos detrás de mi cintura, sin una sonrisa, ni siquiera una mirada divertida. Los comentarios burlones se esfumaron, y el antiguo comportamiento de un payaso seductivo también. Ahora solo asumía culpas, desde las heridas que tenía Talia en ese instante, hasta la inestabilidad emocional de Andy. Todo terminó como menos quería, y tal vez presenciaríamos la muerte de la señorita en las siguientes horas.
-¿Cómo se encuentra, Gonzalo?.-Pregunté, con los brazos extendidos a una de las paredes. No tenía camisa, ni el collar que me ofrecía calor en los días invernales. Miré al muro por unos segundos, pensando que en algún instante este reflejaría mi rostro. Era sólido, nada higiénico, pero aún así no tenía la clase suficiente como para distanciarme. Las infinidad de pensamientos querían colapsar, explotar de mi cabeza y desaparecerse antes de algún derrame. ¿Cuántos meses Talia fue torturada?, ¿cuántos días la golpearon sin tener idea de ello?. Fue una buena idea salvarla, pero le habían estropeado el cerebro hasta que su actitud cambió.
-Parece que va mejorando, pero ha perdido mucha sangre.-Dijo el de cola de caballo, reemplazando trapos tibios. El recipiente donde contenía el agua ya estaba disuelto en sangre. Elizabeth apenas me veía con sus brazos cruzados, frunciendo el ceño de forma repugnante. Quería hacerme sentir mal, y lo estaba logrando. Después de todo, era una elfa bastante problemática, y sus críticas eran bastante hirientes. -Debiste dejar tu orgullo, Paul. Ahora estás pagando por tu maldito juego de prostituto.-Sin más preámbulo, la señorita se llevó una buena jarra de cerveza a la boca, tragándosela toda y aguantando los efectos de embriaguez.
Máyic revisaba su arco, enamorado de la forma y el perfecto roble pulido. Las flechas estaban en el suelo, y de vez en cuando les echaba una examinada. Eran afiladas como su valentía, y procuraba mantenerlas intactas. Las usaba en casos especiales, y el rescate de Talia fue una de estas. Se gastó tres cajas completas, y quedó con pocos dardos para lanzar. Andy, por otro lado, era el más cerca de la licántropa. No dejaba de observarla y sonreír, hipnotizado por la hermosura de ella, incluso cuando el rostro de la muchacha está magullado y no puede dar encanto, si no más bien asco. Sus ojos se aguaban, y aún tenía la esperanza en que despertase, como los niños risueños y sus juguetes.
-Saldré a tomar aire, nos vemos después.-Dije en un tono serio, después de secar el montón de sudor que tenía en el rostro. Caminé tranquilamente hasta la puerta principal. Al abrirla, me aseguré que aún el pergamino de "cerrado" siguiera ubicado en la puerta. La cerré con fuerza y empecé a pisotear el suelo, envuelto en una furia tenaz. Los puñetazos y los veloces movimientos que ejecutaba eran imparables.
-Maldita, maldita, maldita suerte...-Repetí la frase por enésima vez hasta tranquilizarme. No tuve más remedio que deambular por las calles, mientras que esculcaba en mi pantalón hasta encontrar una botella de vino que sobresalía en el bolsillo. La tomé y no duré ni siquiera un segundo en destaparla. El olor a cereza se apoderó de mis sentidos, erotizándome de una manera interesante.
Giré mi rostro y volví al presente. El silencio se apoderaba de la habitación, y varios rodeaban la cama donde la licántropa reposaba. Eramos seis en el cuarto, sin embargo nadie era capaz de pronunciar, de manifestar su voz. Nos conocíamos, pero se asemejaba a que nadie recordaba a ninguno de los presentes. Solté un suspiro, el más profundo que había emergido desde mi garganta. Fue grave y masculina, una suficientemente profunda como para retumbar en los oídos de cada uno. Me levanté de la silla, con las manos detrás de mi cintura, sin una sonrisa, ni siquiera una mirada divertida. Los comentarios burlones se esfumaron, y el antiguo comportamiento de un payaso seductivo también. Ahora solo asumía culpas, desde las heridas que tenía Talia en ese instante, hasta la inestabilidad emocional de Andy. Todo terminó como menos quería, y tal vez presenciaríamos la muerte de la señorita en las siguientes horas.
-¿Cómo se encuentra, Gonzalo?.-Pregunté, con los brazos extendidos a una de las paredes. No tenía camisa, ni el collar que me ofrecía calor en los días invernales. Miré al muro por unos segundos, pensando que en algún instante este reflejaría mi rostro. Era sólido, nada higiénico, pero aún así no tenía la clase suficiente como para distanciarme. Las infinidad de pensamientos querían colapsar, explotar de mi cabeza y desaparecerse antes de algún derrame. ¿Cuántos meses Talia fue torturada?, ¿cuántos días la golpearon sin tener idea de ello?. Fue una buena idea salvarla, pero le habían estropeado el cerebro hasta que su actitud cambió.
-Parece que va mejorando, pero ha perdido mucha sangre.-Dijo el de cola de caballo, reemplazando trapos tibios. El recipiente donde contenía el agua ya estaba disuelto en sangre. Elizabeth apenas me veía con sus brazos cruzados, frunciendo el ceño de forma repugnante. Quería hacerme sentir mal, y lo estaba logrando. Después de todo, era una elfa bastante problemática, y sus críticas eran bastante hirientes. -Debiste dejar tu orgullo, Paul. Ahora estás pagando por tu maldito juego de prostituto.-Sin más preámbulo, la señorita se llevó una buena jarra de cerveza a la boca, tragándosela toda y aguantando los efectos de embriaguez.
Máyic revisaba su arco, enamorado de la forma y el perfecto roble pulido. Las flechas estaban en el suelo, y de vez en cuando les echaba una examinada. Eran afiladas como su valentía, y procuraba mantenerlas intactas. Las usaba en casos especiales, y el rescate de Talia fue una de estas. Se gastó tres cajas completas, y quedó con pocos dardos para lanzar. Andy, por otro lado, era el más cerca de la licántropa. No dejaba de observarla y sonreír, hipnotizado por la hermosura de ella, incluso cuando el rostro de la muchacha está magullado y no puede dar encanto, si no más bien asco. Sus ojos se aguaban, y aún tenía la esperanza en que despertase, como los niños risueños y sus juguetes.
-Saldré a tomar aire, nos vemos después.-Dije en un tono serio, después de secar el montón de sudor que tenía en el rostro. Caminé tranquilamente hasta la puerta principal. Al abrirla, me aseguré que aún el pergamino de "cerrado" siguiera ubicado en la puerta. La cerré con fuerza y empecé a pisotear el suelo, envuelto en una furia tenaz. Los puñetazos y los veloces movimientos que ejecutaba eran imparables.
-Maldita, maldita, maldita suerte...-Repetí la frase por enésima vez hasta tranquilizarme. No tuve más remedio que deambular por las calles, mientras que esculcaba en mi pantalón hasta encontrar una botella de vino que sobresalía en el bolsillo. La tomé y no duré ni siquiera un segundo en destaparla. El olor a cereza se apoderó de mis sentidos, erotizándome de una manera interesante.
Paul Brown Moreau
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
El día había dejado paso a una noche clara, la luna pálida iluminaba Lunargenta con un tizne morado que invadía las calles de misticismo. Parecía un día propio para brujas, vampiros, hombres lobo y todo tipo de criaturas mágicas, la noche para que cualquiera pululase por las calles creando caos, o, tal vez, maravillas. La guardia había vuelto a sus viejas y solitarias costumbres, pronto partiría al arenal, y pocas ganas tenía de ir, pero sabía que debía hacerlo.
El escuadrón de acero, su nuevo equipo, compuesto por amigos y... Asher, no era un sitio agradable, no con la presencia del hombre perro en medio, al menos, sentía su mirada punzante en el cogote, la respiración se le volvía pesada y se encogía como si tuviera miedo. En cierto modo, así era, le daba miedo el haber errado. Porque era consciente de que el hombre perro tenía todas las razones necesarias como para odiarla, e, incluso, dejarla apartada de todo y todos. En cierta forma, se había encerrado en si misma para evitar que la alejasen de todo, prefería irse ella antes de que la tirasen a patadas.
En el frío de la noche se abrazó a si misma sentada sobre el tejado de una casa y suspiró soltando vaho. El color morado que cubría la ciudad la confundía, hacía años que no había visto una luna así. Desde que salió del orfanato, la noche anterior a la muerte de Lady, había tenido esa luna pálida y de un color azul extraño, para ella, esa noche, esa luna, era signo de mal presagio, aunque tal vez se equivocara. Había visto días atrás que era más supersticiosa de lo que siempre se había creído.
Siempre había pensado en ella como en un mal augurio por el apodo que su padre le había dado de niña, "mariposa azul" luego, al entrar a la guardia, cuando ganó su nombre, el de "Gata", con la misma ropa negra que llevaba en ese momento para fundirse en la noche, se sintió un gato negro, otro signo de mala suerte, siempre se había pensado esa escalera bajo la que pasa alguien y sufre una desgracia, ese cruce de caminos que te llevaba a un asalto, un espejo roto que no reflejaba la realidad, si no la parte más deforme y oscura de una persona, como los que ponían en las ferias, por dentro, se creía ese espejo deformado que no acababa de encajar en ningún lado y que, por eso, daba tumbos esperando encontrar su lugar.
Pero, al final, lo había asumido, por rota que estuviera, por deforme que se sintiera, siempre había alguien que te aceptaba de ese modo, pensaba que había llegado a encontrar su pequeño hueco en la guardia, sus superiores la respetaban, sus inferiores la admiraban y ella trabajaba intentando seguir sus propias ideas todo lo que le era permitido. Sin embargo, la presencia de Asher le confirmaba que, en realidad, no había encontrado nada, porque él llevaba menos tiempo que ella y le odiaba, porque un superior la había engañado con una promesa falsa para que llevase al hombre perro frente a él, porque la había alejado de Eltrant y porque no se sentía de ánimos como para acercarse a nadie, ni siquiera a Schott, con el panorama que se le venía en frente.
Los sucesos del arenal aun le rondaban la cabeza, y esa "misión de paz" a la que la mandaban, sería soportable, al menos si fuera sola, el hijo de Lord Roiland era un joven amable e idealista, había oído hablar de él y de lo diferente que era de su soberbio padre, pero, por desgracia, no iba sola, iba acompañada de Asher, y preveía un viaje ajetreado en el que acabaría hundiéndose más y más, o eso, o acababan a tortas.
Suspiró nuevamente y se alzó en la oscuridad amoratada de esa noche sin a penas nubes, tal vez moverse le fuera bien para entrar en calor, las vigilancias nocturnas eran duras en las bochornosas noches de verano, pero no mejoraban en otoño, ni, mucho menos, en invierno, después de todo, la chica odiaba el frío. Caminó por las calles silenciosas sin escuchar un solo sonido más que el ronquido de alguna casa, preguntándose como podría dormir el resto del barrio, probablemente, con tapones. Al girar una esquina, topó de cara frente a alguien conocido que, con un fuerte aroma a cereza proveniente de una botella de vino abierta en su mano, parecía tenso.
Se detuvo un paso antes de golpear contra él, y lo miró a la cara, pensaba que seguiría en Sacrestic Ville, o tal vez por Baslodia, no esperaba encontrarle, nuevamente, en Lunargenta. Aun tenía el cartel de se busca sobre su mesa, era una presa, pero, sinceramente, se negaba a capturarlo, quien sabía si sería otro caso como el de Asher, ya no quería atrapar a nadie que no viera ella misma cometer delito.
- Paul.- saludó con cierto aire de sorpresa.- Estás aquí.- sonrió- no esperaba encontrarte por Lunargenta.- comentó y volvió a mirarle con atención, no parecía el de siempre, frunció el ceño.- ¿Todo bien?
El escuadrón de acero, su nuevo equipo, compuesto por amigos y... Asher, no era un sitio agradable, no con la presencia del hombre perro en medio, al menos, sentía su mirada punzante en el cogote, la respiración se le volvía pesada y se encogía como si tuviera miedo. En cierto modo, así era, le daba miedo el haber errado. Porque era consciente de que el hombre perro tenía todas las razones necesarias como para odiarla, e, incluso, dejarla apartada de todo y todos. En cierta forma, se había encerrado en si misma para evitar que la alejasen de todo, prefería irse ella antes de que la tirasen a patadas.
En el frío de la noche se abrazó a si misma sentada sobre el tejado de una casa y suspiró soltando vaho. El color morado que cubría la ciudad la confundía, hacía años que no había visto una luna así. Desde que salió del orfanato, la noche anterior a la muerte de Lady, había tenido esa luna pálida y de un color azul extraño, para ella, esa noche, esa luna, era signo de mal presagio, aunque tal vez se equivocara. Había visto días atrás que era más supersticiosa de lo que siempre se había creído.
Siempre había pensado en ella como en un mal augurio por el apodo que su padre le había dado de niña, "mariposa azul" luego, al entrar a la guardia, cuando ganó su nombre, el de "Gata", con la misma ropa negra que llevaba en ese momento para fundirse en la noche, se sintió un gato negro, otro signo de mala suerte, siempre se había pensado esa escalera bajo la que pasa alguien y sufre una desgracia, ese cruce de caminos que te llevaba a un asalto, un espejo roto que no reflejaba la realidad, si no la parte más deforme y oscura de una persona, como los que ponían en las ferias, por dentro, se creía ese espejo deformado que no acababa de encajar en ningún lado y que, por eso, daba tumbos esperando encontrar su lugar.
Pero, al final, lo había asumido, por rota que estuviera, por deforme que se sintiera, siempre había alguien que te aceptaba de ese modo, pensaba que había llegado a encontrar su pequeño hueco en la guardia, sus superiores la respetaban, sus inferiores la admiraban y ella trabajaba intentando seguir sus propias ideas todo lo que le era permitido. Sin embargo, la presencia de Asher le confirmaba que, en realidad, no había encontrado nada, porque él llevaba menos tiempo que ella y le odiaba, porque un superior la había engañado con una promesa falsa para que llevase al hombre perro frente a él, porque la había alejado de Eltrant y porque no se sentía de ánimos como para acercarse a nadie, ni siquiera a Schott, con el panorama que se le venía en frente.
Los sucesos del arenal aun le rondaban la cabeza, y esa "misión de paz" a la que la mandaban, sería soportable, al menos si fuera sola, el hijo de Lord Roiland era un joven amable e idealista, había oído hablar de él y de lo diferente que era de su soberbio padre, pero, por desgracia, no iba sola, iba acompañada de Asher, y preveía un viaje ajetreado en el que acabaría hundiéndose más y más, o eso, o acababan a tortas.
Suspiró nuevamente y se alzó en la oscuridad amoratada de esa noche sin a penas nubes, tal vez moverse le fuera bien para entrar en calor, las vigilancias nocturnas eran duras en las bochornosas noches de verano, pero no mejoraban en otoño, ni, mucho menos, en invierno, después de todo, la chica odiaba el frío. Caminó por las calles silenciosas sin escuchar un solo sonido más que el ronquido de alguna casa, preguntándose como podría dormir el resto del barrio, probablemente, con tapones. Al girar una esquina, topó de cara frente a alguien conocido que, con un fuerte aroma a cereza proveniente de una botella de vino abierta en su mano, parecía tenso.
Se detuvo un paso antes de golpear contra él, y lo miró a la cara, pensaba que seguiría en Sacrestic Ville, o tal vez por Baslodia, no esperaba encontrarle, nuevamente, en Lunargenta. Aun tenía el cartel de se busca sobre su mesa, era una presa, pero, sinceramente, se negaba a capturarlo, quien sabía si sería otro caso como el de Asher, ya no quería atrapar a nadie que no viera ella misma cometer delito.
- Paul.- saludó con cierto aire de sorpresa.- Estás aquí.- sonrió- no esperaba encontrarte por Lunargenta.- comentó y volvió a mirarle con atención, no parecía el de siempre, frunció el ceño.- ¿Todo bien?
Alanna Delteria
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Me detuve en una de las calles. Mis ojos no se resistieron en observar a la resplandeciente luna, que de manera juguetona, compitieron con el color de mi iris. Todas las opciones se acababan, y las luces rodeándome ya no hacían el efecto anterior; no llamaban mi atención. Lo que estaba frente mío era lo importante, de resto nada más igualaba en orden de trascendencia. El interés que me daba era tenaz, casi peligroso para un vampiro buscado como yo. Cualquiera pudo lanzar una flecha y atravesarme la cabeza en ese instante. El firmamento no me dejaba, del modo que tampoco yo le dejaba a este. A consecuencia del brillo, la ceguedad me mantenía desinformado de lo que sucedía a mi alrededor. Un mar de pensamientos llegaban a mi cabeza. ¿Por qué oponerme a la muerte?, ¿por qué no mejor aceptarla?. Tantos asesinatos había hecho, y todo por la terquedad de seguir viviendo. Probablemente, entregar mi cabeza fue la mejor opción desde un principio.
El recipiente no hacía más que acompañarme, brindándome calor en la palma. Al agitar este, el líquido danzaba de extremo a extremo en un ruido ensordecedor, pero a la vez bastante tranquilizante. Nada podía romper la increíble concentración que tenía con la naturaleza, el viento silbante, los cuervos en un cantar repulsivo, las bestias peleándose justo en las afueras de la ciudad. No podía evitar las voces de mi cabeza, advirtiéndome de una cosa, luego advirtiéndome de otra como si la sabiduría se presentara delante de mi rostro. Era verdad que tenía años siendo vampiro, incluso siglos, pero nunca cometí errores donde me haya sentido mal o estuviese considerando en el suicidio. Besé la botella, y la bebí en un trago más largo, más relajante, más placentero que los anteriores. Era irónico cómo el sabor de mi fruta favorita me acompañaba en tales circunstancias. Lamentablemente, los recuerdos me llevaron a una confusión tremenda, y tuve que cerrar los ojos, apretándolos con muchísima fuerza. Ese no era yo, definitivamente no era yo.
-Salvé a Talia, ¿por qué diablos me siento así?. No debería.-Observé mi dorso cicatrizado, lleno de heridas y golpes. Cada uno tenía una historia, desde gente expresando su odio a los vampiros, hasta presas tratando de escapar y sacudirse con intenciones de escapar. Era gracioso, pero a la vez incómodo ver mi biografía escrita en mi propia piel. El típico dolor emocional me invadía en el interior. Sentí que debía hacer algo al respecto, como usar la seducción para calmarla con un poco de placer, o simplemente atravesar mi corazón de una vez por todas. Necesitaré...-Acabé con la última pizca de alcohol para después lanzar la botella lejos. Coloqué mi extremidad izquierda en la cintura, mientras que la derecha se dirigía al rostro. Bajé lentamente, con mis dedos acariciando mi mentón, delineando el cuello y enseñando el filo de la uña larga, la cual al llegar a la camisa, empezó a cortar por la mitad.
Solté un suspiro, acalorado por la situación. No tenía otra idea más adecuada para lidiar con esto. Desde que me volví un colmilludo, y desarrollé la capacidad de deleitarme con otras cosas, me di cuenta que la excitación era un calmante extremadamente necesario. Me sumergía de forma despaciosa. Las respiraciones se volvían agitadas conforme iba bajando, cubriendo todo el pecho. La tela se abrió a los dos lados, casi semi desnudo.
De repente oí una voz, la que me hizo detenerme. Apenas observé con el rabillo del ojo, impúdico de lo sucedido. No me daba vergüenza, ni mucho menos. Al verle el rostro, noté que era nada más ni nada menos que la hermosa rubia. Había cambiado desde la última que intercambiamos palabras.
-Sí, querida. Estoy aquí.-Sonreí ladinamente, y dejé de cubrir mi cuerpo. Lo enseñé si más preámbulo, aún con la camisa destruida en un modo leve. -Y no te preocupes, estaba a punto de sentirme en el cielo...-Solté una corta risa, para después levantarme y acercarme a ella. Aprecié su cabello por unos minutos, quizá a punto de juzgar su nueva apariencia. En efecto, me gustaba. Me gustaba bastante...
-Peinado corto, mirada desafiante, boca roja e inmaculada... Me encanta, Alanna.-Acorté la distancia entre los dos y la observé frente a frente para presumir de la claridad de mis pupilas. -Has cambiado demasiado...-Sin más preámbulo, me alejé y terminé con una pregunta.
-¿Quieres ir a beber algo?.-
El recipiente no hacía más que acompañarme, brindándome calor en la palma. Al agitar este, el líquido danzaba de extremo a extremo en un ruido ensordecedor, pero a la vez bastante tranquilizante. Nada podía romper la increíble concentración que tenía con la naturaleza, el viento silbante, los cuervos en un cantar repulsivo, las bestias peleándose justo en las afueras de la ciudad. No podía evitar las voces de mi cabeza, advirtiéndome de una cosa, luego advirtiéndome de otra como si la sabiduría se presentara delante de mi rostro. Era verdad que tenía años siendo vampiro, incluso siglos, pero nunca cometí errores donde me haya sentido mal o estuviese considerando en el suicidio. Besé la botella, y la bebí en un trago más largo, más relajante, más placentero que los anteriores. Era irónico cómo el sabor de mi fruta favorita me acompañaba en tales circunstancias. Lamentablemente, los recuerdos me llevaron a una confusión tremenda, y tuve que cerrar los ojos, apretándolos con muchísima fuerza. Ese no era yo, definitivamente no era yo.
-Salvé a Talia, ¿por qué diablos me siento así?. No debería.-Observé mi dorso cicatrizado, lleno de heridas y golpes. Cada uno tenía una historia, desde gente expresando su odio a los vampiros, hasta presas tratando de escapar y sacudirse con intenciones de escapar. Era gracioso, pero a la vez incómodo ver mi biografía escrita en mi propia piel. El típico dolor emocional me invadía en el interior. Sentí que debía hacer algo al respecto, como usar la seducción para calmarla con un poco de placer, o simplemente atravesar mi corazón de una vez por todas. Necesitaré...-Acabé con la última pizca de alcohol para después lanzar la botella lejos. Coloqué mi extremidad izquierda en la cintura, mientras que la derecha se dirigía al rostro. Bajé lentamente, con mis dedos acariciando mi mentón, delineando el cuello y enseñando el filo de la uña larga, la cual al llegar a la camisa, empezó a cortar por la mitad.
Solté un suspiro, acalorado por la situación. No tenía otra idea más adecuada para lidiar con esto. Desde que me volví un colmilludo, y desarrollé la capacidad de deleitarme con otras cosas, me di cuenta que la excitación era un calmante extremadamente necesario. Me sumergía de forma despaciosa. Las respiraciones se volvían agitadas conforme iba bajando, cubriendo todo el pecho. La tela se abrió a los dos lados, casi semi desnudo.
De repente oí una voz, la que me hizo detenerme. Apenas observé con el rabillo del ojo, impúdico de lo sucedido. No me daba vergüenza, ni mucho menos. Al verle el rostro, noté que era nada más ni nada menos que la hermosa rubia. Había cambiado desde la última que intercambiamos palabras.
-Sí, querida. Estoy aquí.-Sonreí ladinamente, y dejé de cubrir mi cuerpo. Lo enseñé si más preámbulo, aún con la camisa destruida en un modo leve. -Y no te preocupes, estaba a punto de sentirme en el cielo...-Solté una corta risa, para después levantarme y acercarme a ella. Aprecié su cabello por unos minutos, quizá a punto de juzgar su nueva apariencia. En efecto, me gustaba. Me gustaba bastante...
-Peinado corto, mirada desafiante, boca roja e inmaculada... Me encanta, Alanna.-Acorté la distancia entre los dos y la observé frente a frente para presumir de la claridad de mis pupilas. -Has cambiado demasiado...-Sin más preámbulo, me alejé y terminé con una pregunta.
-¿Quieres ir a beber algo?.-
Paul Brown Moreau
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
¿Cambiar? Posiblemente no se equivocaba, y no solo su aspecto, ciertamente su pelo corto era muy diferente a la larga melena que le había rozado la espalda todas las veces que se habían encontrado, y su mano verde, cubierta por un guante marrón, era una prueba más de las diferencias, pero su físico, a parte de tener varias heridas más que antes, había cambiado poco, y lo poco que había cambiado, era para bien. Había recuperado algo del peso perdido en sus meses sumida en las sombras, se sentía mejor, dormía más y estaba de mejor humor, se tocó la mando enguantada donde la palabra "voluntad" permanecía oculta bajo el verde.
No solo su estado de ánimo y su físico habían cambiado, ella misma era diferente, se había vuelto más decidida, si cabía, y su mente era más abierta, ya no lo daba todo por sentado, aunque nunca lo hbaía hecho, ahora lo aplicaba, también, a lo malo que se le pasaba por la mente, después de ver a su hermana viva, después de haber creído durant tantos meses que había estado muerta a manos de su padre, después de haber profesado tal odio al hombre que la vio nacer, comenzaba a replantearse demasiadas cosas, demasiadas como para ser la misma de antes, aunque, sentía, que el cambio había sido para mejor.
Se había vuelto algo más tímida y retraida, hablaba menos, y pensaba más, callaba algunas cosas, e intentaba expresarse de otro modo menos impulsivo, intentaba confiar más en la gente, aunque lo cierto era que, la primera, le había dado en toda la frente, y sentía que no podía actuar ciegamente a las ordenes de sus superiores, por bonitas que fueran las promesas.
Miró acercarse al vampiro frente a ella, no era solo su camisa rota, era su sonrisa, sus gestos, sus ojos, más osuros que nunca, le recordaba a ella misma tiempo atrás, Paul, siendo un asesino, siendo un gigollo, y siendo los adjetivos que quisieran ponersele, nunca, jamás, había estado envuelto en oscuridad, nunca hasta ese momento. Incluso su voz sonaba más grave y profunda, y no en las conotaciones más atractivas de esa descripción. Paul era puro sexo, sin duda, pero el aura que parecía rodearlo en ese instante no llamaba, para nada, a una noche pasional como solía hacer, no, parecía que gritase, "corre y alejate"
- Yo...- ¿qué iba a hacer? estaba de guardia, no podía dejar su trabajo, pero él parecía... destrozado. Ya no le debía nada, él le había salvado una vez la vida, y ella le había devuelto el favor dandole de su sangre. subió la mano hasta rodear su muñeca, donde los colmillos del vampiro se habían clavado esa noche, ya no se debían nada, y él, era su presa. Aunque, en cierto modo, parecía un rol que iba cambiando, eran dos cazadores que se intentaban apresar entre si, y tal vez, por eso, nunca habían llegado a forjar una amistad usual, simplemente, eran el cazador y la presa del contrario, pero, aun así, habían pasado por bastantes cosas juntos, bastantes como para que la guardia no quisiera dejarlo solo en sus horas bajas.- estaré encantada.- sonrió un poco, comenzando a seguirle, tal vez, con el alcohol, se le soltase la lengua y pudiera ayudarle de alguna forma.
No solo su estado de ánimo y su físico habían cambiado, ella misma era diferente, se había vuelto más decidida, si cabía, y su mente era más abierta, ya no lo daba todo por sentado, aunque nunca lo hbaía hecho, ahora lo aplicaba, también, a lo malo que se le pasaba por la mente, después de ver a su hermana viva, después de haber creído durant tantos meses que había estado muerta a manos de su padre, después de haber profesado tal odio al hombre que la vio nacer, comenzaba a replantearse demasiadas cosas, demasiadas como para ser la misma de antes, aunque, sentía, que el cambio había sido para mejor.
Se había vuelto algo más tímida y retraida, hablaba menos, y pensaba más, callaba algunas cosas, e intentaba expresarse de otro modo menos impulsivo, intentaba confiar más en la gente, aunque lo cierto era que, la primera, le había dado en toda la frente, y sentía que no podía actuar ciegamente a las ordenes de sus superiores, por bonitas que fueran las promesas.
Miró acercarse al vampiro frente a ella, no era solo su camisa rota, era su sonrisa, sus gestos, sus ojos, más osuros que nunca, le recordaba a ella misma tiempo atrás, Paul, siendo un asesino, siendo un gigollo, y siendo los adjetivos que quisieran ponersele, nunca, jamás, había estado envuelto en oscuridad, nunca hasta ese momento. Incluso su voz sonaba más grave y profunda, y no en las conotaciones más atractivas de esa descripción. Paul era puro sexo, sin duda, pero el aura que parecía rodearlo en ese instante no llamaba, para nada, a una noche pasional como solía hacer, no, parecía que gritase, "corre y alejate"
- Yo...- ¿qué iba a hacer? estaba de guardia, no podía dejar su trabajo, pero él parecía... destrozado. Ya no le debía nada, él le había salvado una vez la vida, y ella le había devuelto el favor dandole de su sangre. subió la mano hasta rodear su muñeca, donde los colmillos del vampiro se habían clavado esa noche, ya no se debían nada, y él, era su presa. Aunque, en cierto modo, parecía un rol que iba cambiando, eran dos cazadores que se intentaban apresar entre si, y tal vez, por eso, nunca habían llegado a forjar una amistad usual, simplemente, eran el cazador y la presa del contrario, pero, aun así, habían pasado por bastantes cosas juntos, bastantes como para que la guardia no quisiera dejarlo solo en sus horas bajas.- estaré encantada.- sonrió un poco, comenzando a seguirle, tal vez, con el alcohol, se le soltase la lengua y pudiera ayudarle de alguna forma.
Alanna Delteria
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Todo parecía derrumbarse mientras que los segundos pasaban. Un esfuerzo, una gota de sudor, y unos jadeos incontrolables se habían transformado en un triunfo que se asemejaba más a una derrota. Días de tortura, de golpes y de sangre pasaron por el cuerpo de la pobre licántropa, hasta que en una cama se encontraba recuperándose entre un dolor intenso. Me imaginaba el cuarto ahora mismo, donde uno corre de un lado al otro y trataba de mantener a la muchacha viva entre las luces parpadeantes de vela. Imaginaba su piel reluciente y morena, restregándose contra las sábanas del inmenso dolor que estaba experimentando en esos momentos. Proyectaba sus ojos grises en mi cabeza, aguados y cansados. Quizá Andy agarrando sus manos mientras el torbellino de pesadillas destruía la paz del cuarto. Eran tantas cosas para pensar, demasiada como para que mi mente pudiese lidiar con todas ellas.
Alanna había llegado en el mejor momento de todos. De alguna manera, no me sentía agobiado, ni siquiera depresivo, solo en un estado confuso, uno que no suelo tener. Caminé por las calles, resistiendo la helada brisa que se estrellaba contra mi pecho. Infortunadamente, el collar que me hacía inmune al frío no estaba conmigo, si no que más bien se lo entregué a la loba para que la gélida oscuridad no viniese por su vida. Podía percibir que mis ojos eran más azules, más claros, más brillantes que las otras semanas. -Si te lo preguntas, estoy bien.-Pronuncié en una sonrisa, mientras mantenía mis brazos cruzados debajo de mi pecho y mi mentón aún apuntaba a los cielos. El cielo se veía tan atractivo, y todo tan seductivo que me creía bajo una hipnosis. Esperé a que dijese algo, a que diera gala a una de las voces más vivas que había oído en todo un siglo.
Mis secuaces están en una situación difícil, claro...-Mis labios se mantuvieron rectos como una línea carmesí perfecta. Mi piel pálida hacía que mi boca radiara el vino tinto tan característico del vampiro. Los pasos eran limpios, resonantes dado el silencio en las calles de Lunargenta. La neblina aportaba un aire de soledad, como si fuera una de las villas fantasmas que posee el vasto Aerandir. -Y bueno, seguro que conoces a Talia, ¿no?.-La observé a los ojos entrecerrados, interesantes, expectantes de su reacción.
Recordé el día en que la loba trató de amenazar a la humana en uno de nuestros encuentros. Ese momento que pasó a la posteridad, y que probablemente ninguno recuerde. Di unos minutos de silencio para que la dama pudiera expresarse sobre ello, y que me dijera lo que pensase. Frente a todas las décadas, esta década era muy sufrida y no tenía tantas ganas de hablar como antes. -Bueno, ella está a punto de morir. Y creo que... No hay nada que pueda hacer.-Cerré mis puños, avanzando con más velocidad, ya viendo la taberna desde la lejanía.
-Pero estoy bien, Alanna. ¿Y tú, cómo estás?.-
Alanna había llegado en el mejor momento de todos. De alguna manera, no me sentía agobiado, ni siquiera depresivo, solo en un estado confuso, uno que no suelo tener. Caminé por las calles, resistiendo la helada brisa que se estrellaba contra mi pecho. Infortunadamente, el collar que me hacía inmune al frío no estaba conmigo, si no que más bien se lo entregué a la loba para que la gélida oscuridad no viniese por su vida. Podía percibir que mis ojos eran más azules, más claros, más brillantes que las otras semanas. -Si te lo preguntas, estoy bien.-Pronuncié en una sonrisa, mientras mantenía mis brazos cruzados debajo de mi pecho y mi mentón aún apuntaba a los cielos. El cielo se veía tan atractivo, y todo tan seductivo que me creía bajo una hipnosis. Esperé a que dijese algo, a que diera gala a una de las voces más vivas que había oído en todo un siglo.
Mis secuaces están en una situación difícil, claro...-Mis labios se mantuvieron rectos como una línea carmesí perfecta. Mi piel pálida hacía que mi boca radiara el vino tinto tan característico del vampiro. Los pasos eran limpios, resonantes dado el silencio en las calles de Lunargenta. La neblina aportaba un aire de soledad, como si fuera una de las villas fantasmas que posee el vasto Aerandir. -Y bueno, seguro que conoces a Talia, ¿no?.-La observé a los ojos entrecerrados, interesantes, expectantes de su reacción.
Recordé el día en que la loba trató de amenazar a la humana en uno de nuestros encuentros. Ese momento que pasó a la posteridad, y que probablemente ninguno recuerde. Di unos minutos de silencio para que la dama pudiera expresarse sobre ello, y que me dijera lo que pensase. Frente a todas las décadas, esta década era muy sufrida y no tenía tantas ganas de hablar como antes. -Bueno, ella está a punto de morir. Y creo que... No hay nada que pueda hacer.-Cerré mis puños, avanzando con más velocidad, ya viendo la taberna desde la lejanía.
-Pero estoy bien, Alanna. ¿Y tú, cómo estás?.-
Paul Brown Moreau
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La fría luna alumbraba con su luz de plata el pecho descubierto del vampiro herido. Alanna, miraba de cabo a rabo a ese hombre de aire confuso, y no lograba entender su actitud frente a sus palabras. Sus secuaces estaba en peligro, el presentaba claros signos de hipotermia, leves, pero visibles, y su actitud parecía la de una persona que había salido a pasear tras un día de fiesta. Como si el viento helado del otoño no atravesara incluso la ropa, como si no le estuviera diciendo que sus compañeros, que su mayor apoyo, estaban por desvanecerse.
Había tenido oportunidad de conocer a la mujer de la que le hablaba, era una persona fiera, fuerte, salvaje, que se dejaba la piel por proteger a Paul, no podía creer que el respondiera a eso con tal indiferencia, no parecía haber salido, siquiera, a buscar ayuda, si no, más bien, a despejar su cabeza. Si estaba embotado, Alanna podía llegar a entender ese aspecto desaliñado y ese aire confuso, tan diferente al del seductor vampiro que había conocido más de un año atrás.
Mientras caminaban por las calles, esperaba que su silencio fuera más un apoyo que no un juicio. Ella entendía lo que era estar en una situación difícil, querer estar solo, o, incluso, acompañado de alguien que, sencillamente, callara y escuchara, probablemente, si hubiera tenido a alguien así, que simplemente escuchase, tras la muerte de su hermana, su camino habría sido mucho más llano. Si tan solo nadie hubiera querido meter sus narices en algo que ya no tenía remedio, y le hubiera dicho, "es duro, ahora no lo crees, pero lo superarás" todo habría sido mucho más sencillo.
Se quitó la capa, y se la tiró a él sobre los hombros, sonrió con paciencia, al vampiro su capa le venía pequeña, ni de lejos tenía ella la espalda ancha de Paul, probablemente no era ni la mitad de la suya, su cuerpo siempre había sido delgado, menudo y ligero, como mucho podrían compararlo con el de un niño que acaba de pasar sus trece, pero su ropa nunca sería útil para un hombre adulto, no obstante, menos hacía una piedra.
- Estoy bien.- sonrió soltando algo de vaho mientras seguía andando.
Quería preguntar, pero no sabía si serían bien recibidas sus cuestiones. Ella sabía de medicinas, de venenos, de pociones, tal vez pudiera ser de utilidad, no prometía nada, pero si pudiera ayudar... La diferencia más visible entre lo que le sucedió a ella y lo que le sucedía a Paul era clara. Su hermana había estado muerta, Talia seguía viva, y aunque la esperanza fuera poca, la había. No sería la primera vez que traicionaba a la guardia. El simple hecho de no apresar a Paul era ya un incumplimiento de su deber. Tenía cargos por asesinato, robo, y un largo etcétera que Alanna había decidido no leer. Pero eran amigos, no podía apresar a un amigo, por rara que fuera su amistad. Al contrario, lo ayudaría todo lo que pudiera.
- Paul, llevame con Talia.- pidió- no se que ha pasado, ni puedo prometer nada, pero si la analizo igual encuentre algo que remita lo que sea que tenga.- Lo miró, deteniéndose con seriedad en los ojos.- Ya está muriendo, no pierdes nada por dejarme intentarlo. ¿Confias en mi?.- le preguntó.
Podía decir perfectamente que no, que no confiaba en ella, y sería lógico, era una guardia de Lunargenta, ondeaba la bandera de la justicia y había tenido un pequeña locura meses atrás que aun se tambaleaba en su interior, sin saber en que momento iba a estallar, era precipitada, silenciosa y sanguinaria, en el fondo, era ella más asesina que él, y sospechaba que Paul lo sabía, lo sabía mejor que nadie, pensaba que lo veía como si de compañeros de profesión se tratasen, porque, en el fondo, Alanna era consciente de que, así era. Pero había cosas que no podían negar. La primera vez que se habían visto él le había salvado la vida, la segunda, había sido... un curioso intercambio de ideas, por decirlo de algún modo y en su tercer encuentro, ella había devuelto el favor, dando su propia sangre para salvarlo a él.
Podían ser todo lo opuestos o similares que quien quisiera pudiera ver, pero si algo estaba claro era que parecía haber hecho un pacto silencioso de ayuda mutua. Y a Alanna poco le importaban los favores, el deber algo o no deberlo, pero sus promesas, fueran o no tácitas, eso si le importaba. Igual que le había importado la que le había hecho a su madre con la mirada antes de que se cerrasen sus ojos, como la que se había hecho a si misma cuando Eltrant había perdido sus recuerdos, como la que le había hecho a su padrastro sobre recuperar a Runa. Y estaba decidida a no romper ninguna.
- Llévame con ella, no aseguro nada, pero puedo intentar ayudar.-"o, al menos, hacer su fin más llevadero" pensó tomando aire esperando la decisión de Paul.
Había tenido oportunidad de conocer a la mujer de la que le hablaba, era una persona fiera, fuerte, salvaje, que se dejaba la piel por proteger a Paul, no podía creer que el respondiera a eso con tal indiferencia, no parecía haber salido, siquiera, a buscar ayuda, si no, más bien, a despejar su cabeza. Si estaba embotado, Alanna podía llegar a entender ese aspecto desaliñado y ese aire confuso, tan diferente al del seductor vampiro que había conocido más de un año atrás.
Mientras caminaban por las calles, esperaba que su silencio fuera más un apoyo que no un juicio. Ella entendía lo que era estar en una situación difícil, querer estar solo, o, incluso, acompañado de alguien que, sencillamente, callara y escuchara, probablemente, si hubiera tenido a alguien así, que simplemente escuchase, tras la muerte de su hermana, su camino habría sido mucho más llano. Si tan solo nadie hubiera querido meter sus narices en algo que ya no tenía remedio, y le hubiera dicho, "es duro, ahora no lo crees, pero lo superarás" todo habría sido mucho más sencillo.
Se quitó la capa, y se la tiró a él sobre los hombros, sonrió con paciencia, al vampiro su capa le venía pequeña, ni de lejos tenía ella la espalda ancha de Paul, probablemente no era ni la mitad de la suya, su cuerpo siempre había sido delgado, menudo y ligero, como mucho podrían compararlo con el de un niño que acaba de pasar sus trece, pero su ropa nunca sería útil para un hombre adulto, no obstante, menos hacía una piedra.
- Estoy bien.- sonrió soltando algo de vaho mientras seguía andando.
Quería preguntar, pero no sabía si serían bien recibidas sus cuestiones. Ella sabía de medicinas, de venenos, de pociones, tal vez pudiera ser de utilidad, no prometía nada, pero si pudiera ayudar... La diferencia más visible entre lo que le sucedió a ella y lo que le sucedía a Paul era clara. Su hermana había estado muerta, Talia seguía viva, y aunque la esperanza fuera poca, la había. No sería la primera vez que traicionaba a la guardia. El simple hecho de no apresar a Paul era ya un incumplimiento de su deber. Tenía cargos por asesinato, robo, y un largo etcétera que Alanna había decidido no leer. Pero eran amigos, no podía apresar a un amigo, por rara que fuera su amistad. Al contrario, lo ayudaría todo lo que pudiera.
- Paul, llevame con Talia.- pidió- no se que ha pasado, ni puedo prometer nada, pero si la analizo igual encuentre algo que remita lo que sea que tenga.- Lo miró, deteniéndose con seriedad en los ojos.- Ya está muriendo, no pierdes nada por dejarme intentarlo. ¿Confias en mi?.- le preguntó.
Podía decir perfectamente que no, que no confiaba en ella, y sería lógico, era una guardia de Lunargenta, ondeaba la bandera de la justicia y había tenido un pequeña locura meses atrás que aun se tambaleaba en su interior, sin saber en que momento iba a estallar, era precipitada, silenciosa y sanguinaria, en el fondo, era ella más asesina que él, y sospechaba que Paul lo sabía, lo sabía mejor que nadie, pensaba que lo veía como si de compañeros de profesión se tratasen, porque, en el fondo, Alanna era consciente de que, así era. Pero había cosas que no podían negar. La primera vez que se habían visto él le había salvado la vida, la segunda, había sido... un curioso intercambio de ideas, por decirlo de algún modo y en su tercer encuentro, ella había devuelto el favor, dando su propia sangre para salvarlo a él.
Podían ser todo lo opuestos o similares que quien quisiera pudiera ver, pero si algo estaba claro era que parecía haber hecho un pacto silencioso de ayuda mutua. Y a Alanna poco le importaban los favores, el deber algo o no deberlo, pero sus promesas, fueran o no tácitas, eso si le importaba. Igual que le había importado la que le había hecho a su madre con la mirada antes de que se cerrasen sus ojos, como la que se había hecho a si misma cuando Eltrant había perdido sus recuerdos, como la que le había hecho a su padrastro sobre recuperar a Runa. Y estaba decidida a no romper ninguna.
- Llévame con ella, no aseguro nada, pero puedo intentar ayudar.-"o, al menos, hacer su fin más llevadero" pensó tomando aire esperando la decisión de Paul.
Alanna Delteria
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Disfruté de la brisa, que sin problemas, sacudía mi cabello en varias direcciones. No me quejé del clima, a pesar de que mi pecho estuviese desnudo y la camisa se hallara abierta por las diferentes cosas que he pensado. En varios momentos, solía desquitarme con la tela de mi pecho, solo para intentar calmar ese odio ascendiente hacia mí mismo. Caminé con las manos cruzadas, siempre mirando al frente, nunca con la cabeza baja; Aún conservaba un poco de mi arrogancia. Sinceramente, se sentía muy bien tener a la humana al lado mío, era algo que no me esperaba en una noche tan álgida como la de Lunargenta. La ciudad no presenciaba ningún ruido, sólo nuestros pasos seguros para dirigirnos a la taberna. Mi rostro tampoco radiaba tristeza, ni mucho menos dolor. Por una parte, los pensamientos negativos afectaban mi mente, no obstante; la situación no era crítica para mí. Es difícil derrumbar el egocentrismo de alguien, incluso cuando este está supremamente alto. Ahora mi cabeza permanecía fría, paralizada, atenta a la voz de la señorita. Una pregunta aún seguía rondando en el aire, esperando a ser respondida por la boca "inmaculada" de la mujer.
Fue simple a la hora de hablar. No me dio detalles, y el tono de su voz sonó bastante creíble. Dudé por un segundo, así que con el propósito de conocer sus verdaderos pensamientos, empecé a leer sus expresiones faciales con el rabillo de mi ojo. Todavía parecía que no mentía, que en verdad todo eran buenas condiciones. Me alegraba por ella, más gracias a la última vez que nos vimos envueltos en semejante erotismo. Frente a lo anterior, la dama había dejado ese aura de rudeza a un lado. Ahora se percibía menos tenebroso, y algo más amigable. No me sorprendí, ni siquiera tuve el atrevimiento de cuestionar todo eso; sus problemas son llevaderos en el presente.
El aroma de inseguridad se pasó por mi nariz. Prácticamente me percaté que la fémina iba a interrogarme o a consultarme algo. Permanecí callado, aún cuando me encanta romper el hielo. La tensión se hizo más grande conforme pasaba el tiempo. Ella continuaba en una gran indecisión en la cabeza. ¿Qué era lo que quería decirme?, ¿era importante? Ya la taberna estaba cerca de nosotros, y justo al lado, estaba el taller donde residía la licántropa. Me di cuenta que no me distancié mucho, si no más bien estaba deambulando alrededor del local.
Alanna finalmente se expresó, completamente interesada en el estado de la loba. Fue enternecedor, pero a la vez algo inesperado. No supe cómo responder, era algo que no me esperaba de ella. Quería que la llevase al taller, y todo era con intenciones de salvarla. Me detuve junto a la humana, inexpresivo ante su petición. La observé con el ceño levemente fruncido, la boca inmóvil, y los ojos escondidos entre los párpados para no verse tan brillantes. -Querida...-Susurré, asegurándome de pronunciar cada letra con claridad.
Habían demasiadas circunstancias que debía considerar. Hay que destacar su preocupación, sin embargo ella es parte de los guardias. ¿Y si se estaba aprovechando para entrar y matarla? No sabía reaccionar sobre conflictos donde la confianza es el punto principal. En contraposición a todo ello, nunca sospeché de la dama. Es verdad, hemos tenido momentos en que nos amenazamos, pero igualmente nunca he dudado de su honestidad. La señorita conocía mis intenciones, y yo las de ella. Aún insistía en ir.
-A veces me haces desear mi humanidad, Alanna.-Sonreí levemente, para luego quedarme apreciando sus ojos en un acto interesado. Después, bajé mi mirada y me concentré en su boca, solamente en esta. Calculé todo, hasta la distancia en que nos separaba todo. También, como un instinto, revisé su cuello, pero sin pretender salvajismo. Sólo estaba sumergido en un placer incomparable. El destino de la noche es tan incierto, que en cualquier momento podría cambiar. ¿Cuál era el motivo de encontrarnos por tercera vez? Quería averiguarlo...
-Qué bueno encontrarte, Paul. Necesitamos ayuda. Talia está convulsionando, y su fuerz...-Se quedó estupefacto al ver a la chica allí, justo al lado mío. -Vaya... Esto no se ve nada bien.-Exhaló una bocanada de aire. Acto seguido, sacó una bolsa de aeros. -Te daré esto si lo sueltas, por favor... No es buena hora de atraparlo.-La voz del joven era fuerte, aunque insegura.
-Calma, Gonzalo. Quiere ayudarnos.-Solté una leve risa al verlo comportarse así. El hombre apenas pasó el dorso de su mano por la frente, limpiando así el montón de sudor.
No te he contado que ahora somos cinco.-Sin más preámbulo, me dirigí a la dama. -Ya sabes... El brujo Máyic, el humano Andy, Talia...-Señalé al dragón. -Gonzalo, y una elfa que conocerás después. Se llama Elizabeth.-
-Ahh, sí... Mucho gusto, pero... Creo que deberíamos apresurarnos. Allí viene un grupo de soldados.-Desde la lejanía, se acercaban unos hombres con armaduras. Estos se desplazaban con paso firme hacia nosotros, haciendo gala de sus atuendos.
Fue simple a la hora de hablar. No me dio detalles, y el tono de su voz sonó bastante creíble. Dudé por un segundo, así que con el propósito de conocer sus verdaderos pensamientos, empecé a leer sus expresiones faciales con el rabillo de mi ojo. Todavía parecía que no mentía, que en verdad todo eran buenas condiciones. Me alegraba por ella, más gracias a la última vez que nos vimos envueltos en semejante erotismo. Frente a lo anterior, la dama había dejado ese aura de rudeza a un lado. Ahora se percibía menos tenebroso, y algo más amigable. No me sorprendí, ni siquiera tuve el atrevimiento de cuestionar todo eso; sus problemas son llevaderos en el presente.
El aroma de inseguridad se pasó por mi nariz. Prácticamente me percaté que la fémina iba a interrogarme o a consultarme algo. Permanecí callado, aún cuando me encanta romper el hielo. La tensión se hizo más grande conforme pasaba el tiempo. Ella continuaba en una gran indecisión en la cabeza. ¿Qué era lo que quería decirme?, ¿era importante? Ya la taberna estaba cerca de nosotros, y justo al lado, estaba el taller donde residía la licántropa. Me di cuenta que no me distancié mucho, si no más bien estaba deambulando alrededor del local.
Alanna finalmente se expresó, completamente interesada en el estado de la loba. Fue enternecedor, pero a la vez algo inesperado. No supe cómo responder, era algo que no me esperaba de ella. Quería que la llevase al taller, y todo era con intenciones de salvarla. Me detuve junto a la humana, inexpresivo ante su petición. La observé con el ceño levemente fruncido, la boca inmóvil, y los ojos escondidos entre los párpados para no verse tan brillantes. -Querida...-Susurré, asegurándome de pronunciar cada letra con claridad.
Habían demasiadas circunstancias que debía considerar. Hay que destacar su preocupación, sin embargo ella es parte de los guardias. ¿Y si se estaba aprovechando para entrar y matarla? No sabía reaccionar sobre conflictos donde la confianza es el punto principal. En contraposición a todo ello, nunca sospeché de la dama. Es verdad, hemos tenido momentos en que nos amenazamos, pero igualmente nunca he dudado de su honestidad. La señorita conocía mis intenciones, y yo las de ella. Aún insistía en ir.
-A veces me haces desear mi humanidad, Alanna.-Sonreí levemente, para luego quedarme apreciando sus ojos en un acto interesado. Después, bajé mi mirada y me concentré en su boca, solamente en esta. Calculé todo, hasta la distancia en que nos separaba todo. También, como un instinto, revisé su cuello, pero sin pretender salvajismo. Sólo estaba sumergido en un placer incomparable. El destino de la noche es tan incierto, que en cualquier momento podría cambiar. ¿Cuál era el motivo de encontrarnos por tercera vez? Quería averiguarlo...
-Qué bueno encontrarte, Paul. Necesitamos ayuda. Talia está convulsionando, y su fuerz...-Se quedó estupefacto al ver a la chica allí, justo al lado mío. -Vaya... Esto no se ve nada bien.-Exhaló una bocanada de aire. Acto seguido, sacó una bolsa de aeros. -Te daré esto si lo sueltas, por favor... No es buena hora de atraparlo.-La voz del joven era fuerte, aunque insegura.
-Calma, Gonzalo. Quiere ayudarnos.-Solté una leve risa al verlo comportarse así. El hombre apenas pasó el dorso de su mano por la frente, limpiando así el montón de sudor.
No te he contado que ahora somos cinco.-Sin más preámbulo, me dirigí a la dama. -Ya sabes... El brujo Máyic, el humano Andy, Talia...-Señalé al dragón. -Gonzalo, y una elfa que conocerás después. Se llama Elizabeth.-
-Ahh, sí... Mucho gusto, pero... Creo que deberíamos apresurarnos. Allí viene un grupo de soldados.-Desde la lejanía, se acercaban unos hombres con armaduras. Estos se desplazaban con paso firme hacia nosotros, haciendo gala de sus atuendos.
Paul Brown Moreau
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Sintió la mirada de Paul sobre ella, no parecía convencido, lo entendía, eran parte de el mismo mundo, pero estaban en diferentes bandos, más probable sería que ella quisiera hacer una treta que de veras quisiera prestar ayuda. Por mucho que sus intenciones fueran buenas, no tendría que haber dicho nada, era una locura que un asesino confiara en un guarda, por mucho que este fuera tan asesino como él. Porque por mucho que los demás quisieran negarlo, los confidentes siempre serían asesinos. Se preparó para que la mandasen a tomar por saco en cambio, la repuesta le resultó confusa.
¿Qué significaba desear la humanidad? Siempre había creído que los vampiros eran felices con su condición, eternidad, poder, velocidad, el mundo en sus manos, por tan solo unas gotas de sangre que, con su atractivo, no necesitaban ni robar, había quien estaría encantado de darlo, con tal de experimentar, por un instante, lo que era ser parte de esa vida sobrenatural. Ella no entendía la inmortalidad, había sufrido lo bastante como para saber que no deseaba una eternidad dónde todo a quien amabas moría, dónde todos pasaban de largo de forma efímera, y no podías permitirte tener a nadie junto a ti, no de verdad. En el fondo, Paul era humano, muy humano, por mucho que el no lo pudiera apreciar. Tenía gente de confianza a la que quería, dudaba, y seguía sus instintos, era, sin duda, humano.
Lo miró dudosa, y sonrió un poco, nunca sabría lo que pasaba por su mente, y si lo supiera, probablemente la mataría, sabía del ego de Paul, y de su orgullo, tal vez mayor que el de ella, y sabía que llamarlo “humano” era, probablemente, hacerlo de menos. Por mucho que él deseara la humanidad, no se consideraba humano, esperaba que no se creyera un monstruo, porque si ese era el caso, ella debía serlo también, y probablemente uno más temible que él, la única diferencia radicaba en que a ella la controlaban, él era libre.
Fue a hablar de nuevo cuando la puerta a sus espaldas se abrió con brusquedad, parecía que había problemas. Se giró a escuchar, al parecer la loba había comenzado a convulsionar, eso podría ser debido a la fiebre o, tal vez a algún veneno, había varios que provocaban ese tipo de reacciones, pero si no sabía lo que había hecho en los últimos tiempos, no sería capaz de diagnosticar nada. No era médico, pero sabía algo de ese tipo de cosas. En medio de su reflexión, escuchó de nuevo la voz del tipo, que, de pronto, le comenzó a caer mal.
- !¿Qué?¡- preguntó ofendida.- No, yo no...- fue a contestar.
Pero la voz de Paul acortó la situación, Alanna suspiró calmándose, estaba claro que, por mucho que su jefe pareciera confiar en ella, eso no implicaba que los subordinados de este lo hicieran. Miró a Paul, mientras este le contaba los nuevos miembros que se habían unido a su grupo. Parecía que había dos adquisiciones nuevas, ese tipo que parecía creer que aceptaría un soborno, y una elfa.
- Mucho gusto.- respondió girándose a mirar la dirección en la que se escuchaban los pasos metálicos.- Subid, los echaré y luego iré hacia arriba. Corred, vamos.- les urgió empujando a Paul hacia dentro, quitándole la capa que le había prestado para volver a tener completo su uniforme.
Caminó en dirección hacia la taberna y escuchó una llamada a sus espaldas, instándola a detenerse. Se giró con una ceja alzada, con gesto ofendido, y la insignia anudando la capa. Se paró con los brazos cruzados y los miró de mala manera mientras se acercaron a ella con los humos subidos. Pareció que, al ver la insignia y su gesto, bajaron los aires.
- Perdón, pensamos que... estamos buscando a un ladrón, parece que han asaltado una farmacia.- se explicó como disculpándose uno de los tres soldados presentes.
- Llevo toda la noche patrullando la zona, pero no he visto a nadie, lo siento.- se disculpó con un suspiro, descruzando los brazos.
- Lo siento Delteria, no sabíamos que eras tu, creímos que eras un ladronzuelo.- intentó excusarse otro, logrando que Alanna alzase una ceja, ¿tanto se parecía a un niño?
- Claro, porque desde que me corté el pelo, parezco un crio, ¿no?- preguntó con cierto sarcasmo, al menos se sentía orgullosa de que, de cara, la hubieran reconocido, quería decir que no hacía su trabajo tan mal como para pasar desapercibida entre los suyos y por su reacción, parecía que le tenían cierto respeto.
- Ah... no, no es... es decir, la oscuridad...- estaban liándose más de lo que querían.
- No quiero ofenderme ni acabar a gritos, seguiré mirando por aquí y avisaré si veo algo, suerte.- los despachó con rapidez.
- Gracias Delteria.- se despidieron aprisa.
Cuando los vio desaparecer por la esquina, retrocedió un par de pasos y se adentró en el taller, cerrando la puerta a sus espaldas y retirándose la capa mientras se arremangaba la camisa, dispuesta a ponerse manos a la obra, la loba necesitaba ayuda, y aunque tuvieran una elfa, si ella no había podido hacer nada con sus poderes, es que la situación era grave.
- ¿Cómo va?- preguntó entrando y cerrando la puerta a sus espaldas, dejándo la capa tirada en un rincón.
¿Qué significaba desear la humanidad? Siempre había creído que los vampiros eran felices con su condición, eternidad, poder, velocidad, el mundo en sus manos, por tan solo unas gotas de sangre que, con su atractivo, no necesitaban ni robar, había quien estaría encantado de darlo, con tal de experimentar, por un instante, lo que era ser parte de esa vida sobrenatural. Ella no entendía la inmortalidad, había sufrido lo bastante como para saber que no deseaba una eternidad dónde todo a quien amabas moría, dónde todos pasaban de largo de forma efímera, y no podías permitirte tener a nadie junto a ti, no de verdad. En el fondo, Paul era humano, muy humano, por mucho que el no lo pudiera apreciar. Tenía gente de confianza a la que quería, dudaba, y seguía sus instintos, era, sin duda, humano.
Lo miró dudosa, y sonrió un poco, nunca sabría lo que pasaba por su mente, y si lo supiera, probablemente la mataría, sabía del ego de Paul, y de su orgullo, tal vez mayor que el de ella, y sabía que llamarlo “humano” era, probablemente, hacerlo de menos. Por mucho que él deseara la humanidad, no se consideraba humano, esperaba que no se creyera un monstruo, porque si ese era el caso, ella debía serlo también, y probablemente uno más temible que él, la única diferencia radicaba en que a ella la controlaban, él era libre.
Fue a hablar de nuevo cuando la puerta a sus espaldas se abrió con brusquedad, parecía que había problemas. Se giró a escuchar, al parecer la loba había comenzado a convulsionar, eso podría ser debido a la fiebre o, tal vez a algún veneno, había varios que provocaban ese tipo de reacciones, pero si no sabía lo que había hecho en los últimos tiempos, no sería capaz de diagnosticar nada. No era médico, pero sabía algo de ese tipo de cosas. En medio de su reflexión, escuchó de nuevo la voz del tipo, que, de pronto, le comenzó a caer mal.
- !¿Qué?¡- preguntó ofendida.- No, yo no...- fue a contestar.
Pero la voz de Paul acortó la situación, Alanna suspiró calmándose, estaba claro que, por mucho que su jefe pareciera confiar en ella, eso no implicaba que los subordinados de este lo hicieran. Miró a Paul, mientras este le contaba los nuevos miembros que se habían unido a su grupo. Parecía que había dos adquisiciones nuevas, ese tipo que parecía creer que aceptaría un soborno, y una elfa.
- Mucho gusto.- respondió girándose a mirar la dirección en la que se escuchaban los pasos metálicos.- Subid, los echaré y luego iré hacia arriba. Corred, vamos.- les urgió empujando a Paul hacia dentro, quitándole la capa que le había prestado para volver a tener completo su uniforme.
Caminó en dirección hacia la taberna y escuchó una llamada a sus espaldas, instándola a detenerse. Se giró con una ceja alzada, con gesto ofendido, y la insignia anudando la capa. Se paró con los brazos cruzados y los miró de mala manera mientras se acercaron a ella con los humos subidos. Pareció que, al ver la insignia y su gesto, bajaron los aires.
- Perdón, pensamos que... estamos buscando a un ladrón, parece que han asaltado una farmacia.- se explicó como disculpándose uno de los tres soldados presentes.
- Llevo toda la noche patrullando la zona, pero no he visto a nadie, lo siento.- se disculpó con un suspiro, descruzando los brazos.
- Lo siento Delteria, no sabíamos que eras tu, creímos que eras un ladronzuelo.- intentó excusarse otro, logrando que Alanna alzase una ceja, ¿tanto se parecía a un niño?
- Claro, porque desde que me corté el pelo, parezco un crio, ¿no?- preguntó con cierto sarcasmo, al menos se sentía orgullosa de que, de cara, la hubieran reconocido, quería decir que no hacía su trabajo tan mal como para pasar desapercibida entre los suyos y por su reacción, parecía que le tenían cierto respeto.
- Ah... no, no es... es decir, la oscuridad...- estaban liándose más de lo que querían.
- No quiero ofenderme ni acabar a gritos, seguiré mirando por aquí y avisaré si veo algo, suerte.- los despachó con rapidez.
- Gracias Delteria.- se despidieron aprisa.
Cuando los vio desaparecer por la esquina, retrocedió un par de pasos y se adentró en el taller, cerrando la puerta a sus espaldas y retirándose la capa mientras se arremangaba la camisa, dispuesta a ponerse manos a la obra, la loba necesitaba ayuda, y aunque tuvieran una elfa, si ella no había podido hacer nada con sus poderes, es que la situación era grave.
- ¿Cómo va?- preguntó entrando y cerrando la puerta a sus espaldas, dejándo la capa tirada en un rincón.
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Las cosas se volvían aún más incómodas. Así como yo, Gonzalo sabía que tendríamos problemas si nos quedábamos ahí. No quería abandonar a Alanna, pero la situación me exigía algo diferente. Pude quedarme, desenvainar mi espada y matarlos, sin embargo la señorita también me atacaría, y lamentablemente, todo se volvería un charco de sangre. También, no era una buena opción tener a la de cabello corto en contra de nosotros, o terminaríamos descuartizados. Ella se veía más vigorosa, más indomable, menos inocente que las veces anteriores. La chica tampoco se veía segura, pero un leve empujón hacia mí fue suficiente para quedar en la entrada del taller. Era una buena idea, por lo que simplemente entré y me dirigí con Gonzalo hacia arriba, subiendo velozmente las escaleras. Probablemente la mujer se quedaría conversando con los soldados esos. No rechisté ni nada por el estilo, al fin y al cabo, no le pasaría nada.
-¿En qué diablos estabas pensando, Paul?-Vociferó con fuerza, mientras que extendía su pierna para subir dos escaleras por segundo. -¡Ella es peligrosa! La he visto miles de veces aquí en Lunargenta en estos años.-No tuve más remedio que observar al joven con el ceño fruncido, se comportaba de un modo molesto. -Gonzalo, sé que me igualas en fuerza, y así como a Elizabeth, no soy el jefe de vosotros.-Al terminar de subir los escalones, nos quedamos mirando fijamente, como si algo estuviese a punto de ocurrir. Mis puños se hallaban rígidos, nudillos exhibidos, y las venas hinchadas.
-Pero di algo más, y juro que te mataré. Lo mismo con Elizabeth, a pesar de que ella sea más poderosa que yo.-Alcé mi mano izquierda y la acerqué a la nariz del hombre. El dragón tragó saliva, y desvió su mirada a otro lado, acatando las primeras y últimas ordenes que le daría. -Está bien, sólo no vuelvas a hacer. Sabes que soy dragón, y puedo engullirte en un minuto.-Abofeteó mi mano para alejarla, y se dirigió velozmente al cuarto donde residía Talia. Incluso, desde afuera, se oían los desgarradores gritos de ella. Parecía agonizar, o al menos acercarse despaciosamente a la muerte.
Justo cuando entramos, Alanna había llegado detrás de nosotros. Prácticamente los tres nos percatamos de la escena. La chica hizo una pregunta, la cual nadie fue capaz de responder ante las preocupación de las personas. -Hola, cariño...-La elfa sonrió levemente al ver a la dama en la habitación. -Mi nombre es Elizabeth, me alegra verte aquí. Paul me ha hablado de ti.-La conocíamos muy bien. A pesar de tener las orejas puntiagudas y ser parte de la raza más pura, ella era bisexual, sólo que más enfocada en el género femenino.
En el centro del cuarto se hallaba la cama de Talia. Alrededor de éste, Elizabeth estaba al lado derecho, y Andy (el humano) al lado izquierdo. Máyic, por otro lado, estaba al lado de la ventana con los brazos cruzados. Los tres notaron la presencia de la señorita, pero no reaccionaron con hostilidad, sino más bien fueron amigables que las veces anteriores. -Saludos, general. Ya me conoces, soy el brujo. Un placer verte de nuevo.-Habló el barbudo, sin perder su postura de anciano interesante.
Andy ni siquiera se molestó en responder, sus ojos estaban rojos e hinchados de tanto llorar. Su muñeca estaba en la boca de la loba, quien bebía ya tranquilizada. -Les daré un resumen de lo que sucedió...-Enarqué la ceja, porque algo no se veía lógico dentro del lugar. ¿Qué había pasado?, ¿por qué mi secuaz humano se veía tan debilitado?.
-Talia se había descontrolado totalmente. No era ella, ahora era su instinto. Empezó a atacarnos, pero Máyic usó un hechizo para que no pudiera moverse. De repente, la muchacha logró tomar la mano de Andy, y empezó a beber de su sangre. No sé por qué lo está haciendo, pero la mantiene calmada.-Quedé atónito ante lo anteriormente dicho. Una licántropa actuando como un vampiro... Eso no tenía sentido, para nada lo tenía. No obstante, no tuve otra alternativa más que creer en aquellas palabras.
-Y el joven, en su amor ciego hacia ella, está muriendo lentamente...-Un vampiro no tenía sentimientos, pero al ver a ese rubio donando su vida me conmovió. Lo vi adolorido, cansado, aunque con una forzada sonrisa en su rostro. Era un muchacho incomprendido, que después de conocer a la loba, se había enamorado de ella. A pesar de los rechazos que él recibía, este aún se esforzaba por impresionarla. Sin embargo, Talia se está recuperando, pero Andy no durará mucho.-
-Yo le daré de la mía, Elizabeth.-
-Paul...-Suspiró en una exhalación potente. -Yo, y Máyic ya lo intentamos. No funcionó. Tiene que ser sangre de humano. Sólo le falta beber un poco más y la loba volverá a vivir.-
-¿En qué diablos estabas pensando, Paul?-Vociferó con fuerza, mientras que extendía su pierna para subir dos escaleras por segundo. -¡Ella es peligrosa! La he visto miles de veces aquí en Lunargenta en estos años.-No tuve más remedio que observar al joven con el ceño fruncido, se comportaba de un modo molesto. -Gonzalo, sé que me igualas en fuerza, y así como a Elizabeth, no soy el jefe de vosotros.-Al terminar de subir los escalones, nos quedamos mirando fijamente, como si algo estuviese a punto de ocurrir. Mis puños se hallaban rígidos, nudillos exhibidos, y las venas hinchadas.
-Pero di algo más, y juro que te mataré. Lo mismo con Elizabeth, a pesar de que ella sea más poderosa que yo.-Alcé mi mano izquierda y la acerqué a la nariz del hombre. El dragón tragó saliva, y desvió su mirada a otro lado, acatando las primeras y últimas ordenes que le daría. -Está bien, sólo no vuelvas a hacer. Sabes que soy dragón, y puedo engullirte en un minuto.-Abofeteó mi mano para alejarla, y se dirigió velozmente al cuarto donde residía Talia. Incluso, desde afuera, se oían los desgarradores gritos de ella. Parecía agonizar, o al menos acercarse despaciosamente a la muerte.
Justo cuando entramos, Alanna había llegado detrás de nosotros. Prácticamente los tres nos percatamos de la escena. La chica hizo una pregunta, la cual nadie fue capaz de responder ante las preocupación de las personas. -Hola, cariño...-La elfa sonrió levemente al ver a la dama en la habitación. -Mi nombre es Elizabeth, me alegra verte aquí. Paul me ha hablado de ti.-La conocíamos muy bien. A pesar de tener las orejas puntiagudas y ser parte de la raza más pura, ella era bisexual, sólo que más enfocada en el género femenino.
En el centro del cuarto se hallaba la cama de Talia. Alrededor de éste, Elizabeth estaba al lado derecho, y Andy (el humano) al lado izquierdo. Máyic, por otro lado, estaba al lado de la ventana con los brazos cruzados. Los tres notaron la presencia de la señorita, pero no reaccionaron con hostilidad, sino más bien fueron amigables que las veces anteriores. -Saludos, general. Ya me conoces, soy el brujo. Un placer verte de nuevo.-Habló el barbudo, sin perder su postura de anciano interesante.
Andy ni siquiera se molestó en responder, sus ojos estaban rojos e hinchados de tanto llorar. Su muñeca estaba en la boca de la loba, quien bebía ya tranquilizada. -Les daré un resumen de lo que sucedió...-Enarqué la ceja, porque algo no se veía lógico dentro del lugar. ¿Qué había pasado?, ¿por qué mi secuaz humano se veía tan debilitado?.
-Talia se había descontrolado totalmente. No era ella, ahora era su instinto. Empezó a atacarnos, pero Máyic usó un hechizo para que no pudiera moverse. De repente, la muchacha logró tomar la mano de Andy, y empezó a beber de su sangre. No sé por qué lo está haciendo, pero la mantiene calmada.-Quedé atónito ante lo anteriormente dicho. Una licántropa actuando como un vampiro... Eso no tenía sentido, para nada lo tenía. No obstante, no tuve otra alternativa más que creer en aquellas palabras.
-Y el joven, en su amor ciego hacia ella, está muriendo lentamente...-Un vampiro no tenía sentimientos, pero al ver a ese rubio donando su vida me conmovió. Lo vi adolorido, cansado, aunque con una forzada sonrisa en su rostro. Era un muchacho incomprendido, que después de conocer a la loba, se había enamorado de ella. A pesar de los rechazos que él recibía, este aún se esforzaba por impresionarla. Sin embargo, Talia se está recuperando, pero Andy no durará mucho.-
-Yo le daré de la mía, Elizabeth.-
-Paul...-Suspiró en una exhalación potente. -Yo, y Máyic ya lo intentamos. No funcionó. Tiene que ser sangre de humano. Sólo le falta beber un poco más y la loba volverá a vivir.-
Paul Brown Moreau
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Se quedó quieta frente a la puerta, dándose cuenta de todo el personal que había en el cuarto. Cierto que Paul le había dicho que eran dos más, pero esa elfa, que la miraba con dulzura, le ponía los pelos de punta. Era como si estuviera viendo a una madre dispuesta a, en cualquier momento, regañar a sus hijos, no porque pareciera tenerlos, si no porque tenía ese aire de poder, de que no podía protestar se le, porque si se la contradijese, su ira sería temible.
Tragó saliva, estirándose, sentía que le iban a pasar revisión, la escuchó mientras notaba que la repasaban con la mirada, de arriba a bajo, y por algún motivo se sonrojó, tal vez por el aura que desprendía esa elfa. Demasiado similar a la de Paul, como para no sentirse nerviosa. Probablemente, si pusieran al vampiro y a la elfa, juntos en un cuarto, con una sola persona, estaba segura que esta, por muy inocente que fuera caería rendida.
- Alanna.- murmuró.- un placer.- miró de reojo a Paul, era, tal vez, la primera vez que no sabía actuar frente a alguien de su grupo.
Su mirada se desvió a otra voz, la del mago, que la saludó desde la ventana, vigilante, más tranquilo con su presencia que la nueva adquisición del grupo, el hombre que había bajado a recoger a Paul. Siguió mirando el cuarto para fijar su vista en la loba que se había enredado al brazo del humano del grupo como un niño hambriento a un biberón. Tragó saliva, el chico estaba pálido, parecía a punto de desfallecer. Tomó aire nerviosa, esa loba no se comportaba como una loba.
Se fijo en la cara del joven, a pesar de todo, miraba con dulzura a la loba. La realidad golpeó a la guarda como un jarro de agua fría. Estaba enamorado, y no le importaba morir por amor. Estaba claro que la loba necesitaba sangre para recuperarse, porque, según las palabras de la elfa, era lo único que había logrado calmarla, pero Andy, si no recordaba mal su nombre, no aguantaría demasiado más. Paul se ofreció rápidamente a sustituirlo, pero era imposible, solo servía la sangre humana.
Tomó aire, la presión del cuarto se le vino encima rápidamente. Tal vez no lo habría hecho por un desconocido, tal vez, si hubiera estado solo la loba, no habría accedido, pero era amiga de Paul. Tragó saliva y, en silencio, se agachó para desanudarse las dagas de las piernas. Estas cayeron con un sonido sordo al suelo. Se retiró el corsé de cuero que le servía de protección, sacó las dagas de su cintura y las de sus botas, y se desanudó la camisa, quedando en una de tirantes, para retirarse la daga que llevaba a la espalda, para, al final, quitarse las bolsas de la cintura, repletas de viales con venenos y medicinas. Era un armamento con patas.
- Quitadlo de ahí antes de que muera.- murmuró agachándose para tomar una daga.
Se quitó un guante, por supuesto, no el de su mano verde, y se cortó la muñeca con la daga haciendo un gesto de dolor y soltando un gemido mientras la sangre comenzaba a correr. Se acercó a la loba y le puso la muñeca sangrante cerca de los labios. En cuanto esta olió la sangre, se amorró con furia y comenzó a beber clavándole los colmillos en la piel. Suspiró intentando controlar el dolor, ¿cómo había aguantado tanto tiempo Andy? No lo sabía, pero parecía a poco de desmayarse.
Tragó saliva mirando sus armas en el suelo. No se fiaba de los presentes, no de la loba que le chupaba la sangre, no de la elfa con aura potente, no del recién llegado que había querido sobornarla, tal vez confiaba un poco en el mago, tranquilo como era, y en el humano, que a penas podía moverse. Pero confiaba en Paul, no sabía si debería hacerlo, pero confiaba en él, no sabía si debería, ni si él merecía esa confianza o ella merecería la suya, pero confiaba.
- Si luego tengo bastante fuerza, hacedle una transfusión.- pidió sentada en la silla que antes había ocupado el chico, respirando hondo. Dolía, pero no importaba, según la elfa, acabaría pronto. Tal vez mintiera, pero, miró a Paul alzando unos ojos claros, estaba segura, no sabía porque, que Paul no la dejaría morir.
Tragó saliva, estirándose, sentía que le iban a pasar revisión, la escuchó mientras notaba que la repasaban con la mirada, de arriba a bajo, y por algún motivo se sonrojó, tal vez por el aura que desprendía esa elfa. Demasiado similar a la de Paul, como para no sentirse nerviosa. Probablemente, si pusieran al vampiro y a la elfa, juntos en un cuarto, con una sola persona, estaba segura que esta, por muy inocente que fuera caería rendida.
- Alanna.- murmuró.- un placer.- miró de reojo a Paul, era, tal vez, la primera vez que no sabía actuar frente a alguien de su grupo.
Su mirada se desvió a otra voz, la del mago, que la saludó desde la ventana, vigilante, más tranquilo con su presencia que la nueva adquisición del grupo, el hombre que había bajado a recoger a Paul. Siguió mirando el cuarto para fijar su vista en la loba que se había enredado al brazo del humano del grupo como un niño hambriento a un biberón. Tragó saliva, el chico estaba pálido, parecía a punto de desfallecer. Tomó aire nerviosa, esa loba no se comportaba como una loba.
Se fijo en la cara del joven, a pesar de todo, miraba con dulzura a la loba. La realidad golpeó a la guarda como un jarro de agua fría. Estaba enamorado, y no le importaba morir por amor. Estaba claro que la loba necesitaba sangre para recuperarse, porque, según las palabras de la elfa, era lo único que había logrado calmarla, pero Andy, si no recordaba mal su nombre, no aguantaría demasiado más. Paul se ofreció rápidamente a sustituirlo, pero era imposible, solo servía la sangre humana.
Tomó aire, la presión del cuarto se le vino encima rápidamente. Tal vez no lo habría hecho por un desconocido, tal vez, si hubiera estado solo la loba, no habría accedido, pero era amiga de Paul. Tragó saliva y, en silencio, se agachó para desanudarse las dagas de las piernas. Estas cayeron con un sonido sordo al suelo. Se retiró el corsé de cuero que le servía de protección, sacó las dagas de su cintura y las de sus botas, y se desanudó la camisa, quedando en una de tirantes, para retirarse la daga que llevaba a la espalda, para, al final, quitarse las bolsas de la cintura, repletas de viales con venenos y medicinas. Era un armamento con patas.
- Quitadlo de ahí antes de que muera.- murmuró agachándose para tomar una daga.
Se quitó un guante, por supuesto, no el de su mano verde, y se cortó la muñeca con la daga haciendo un gesto de dolor y soltando un gemido mientras la sangre comenzaba a correr. Se acercó a la loba y le puso la muñeca sangrante cerca de los labios. En cuanto esta olió la sangre, se amorró con furia y comenzó a beber clavándole los colmillos en la piel. Suspiró intentando controlar el dolor, ¿cómo había aguantado tanto tiempo Andy? No lo sabía, pero parecía a poco de desmayarse.
Tragó saliva mirando sus armas en el suelo. No se fiaba de los presentes, no de la loba que le chupaba la sangre, no de la elfa con aura potente, no del recién llegado que había querido sobornarla, tal vez confiaba un poco en el mago, tranquilo como era, y en el humano, que a penas podía moverse. Pero confiaba en Paul, no sabía si debería hacerlo, pero confiaba en él, no sabía si debería, ni si él merecía esa confianza o ella merecería la suya, pero confiaba.
- Si luego tengo bastante fuerza, hacedle una transfusión.- pidió sentada en la silla que antes había ocupado el chico, respirando hondo. Dolía, pero no importaba, según la elfa, acabaría pronto. Tal vez mintiera, pero, miró a Paul alzando unos ojos claros, estaba segura, no sabía porque, que Paul no la dejaría morir.
Alanna Delteria
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
El silencio se apoderó de la escena. Nadie fue capaz de responder ante la cruda realidad de la elfa. Nadie sabía cuál era el destino de la loba, y las miradas fueron intercambiadas. Andy, como el condenado de sus propias emociones, seguía ahí. No reaccionaba, ni siquiera se molestó en saludar a la humana. Es más, parecía que no le importaba su presencia. Al fin y al cabo, los dos eran los únicos mortales en el lugar; los únicos seres comunes en Aerandir. El hombre, en quejidos agonizantes, ya avisaba su muerte a los presentes. Las extrañas sombras titilaban, y el viento se esforzaba por apagar las velas alrededor de la licántropa. Ésta no demostraba recuperarse, si no que seguía en el mismo estado deplorable. Ya estaba acabándose el tiempo, era como un reloj de arena, y los últimos granos descendiendo al otro lado. La esperanzaba se esfumaba, los lobos de las afueras aullaban con fuerza; era el momento decisivo para mí.
Era la primera vez que mi confianza se derrumbaba. Tragué saliva, y un "río" de sudor bajó desde mi frente. Me sentía sumergido en agua, como si fuera más que imposible respirar. A veces tosía, en un empeño por ignorar las miradas subjetivas. Todos me veían como el jefe, el señor de las respuestas... Qué confundidos estaban, ¿por qué creer en la sabiduría de un estúpido vampiro?, ¿qué movimiento podría ser justificado? Ninguno. El dolor se esparcía por mi mente. Era un espíritu invisible que metafóricamente apuñalaba mi cerebro, y no me dejaba pensar con claridad. ¿Salvar a Talia, o salvar a Andy?
Observé a Máyic, esperé que me diera algún consejo. Éste simplemente consideró mis facciones, y en su cabeza quizá pensó "Pobre hombre, qué responsabilidad tan agobiante". Me ignoró a los pocos segundos. Después, giré mi rostro hacia la elfa, y ésta me sonrió adorablemente. Finalmente vi a Gonzalo, y éste pegó un suspiro agresivo. -Haz lo que debas hacer, Paul.-Respondió con una voz calmada.
Cerré mis ojos. intentando relajarme de lo que acontecía. No era capaz de pensar con claridad, así que únicamente me di unos segundos para meditar. Era demasiada información para mi equilibrio mental. Mantuve la calma, lo mejor que pude antes de colapsar. La decisión sería tomada, y las cosas empezaban a organizarse mejor. Ya había escogido el que iba a ser salvado. -Bueno, debemos...-
Antes que diera mi veredicto, Alanna dio unos pasos hacia adelante. Se alistó para enseñarnos una de sus locas ideas. Nadie creyó iba a ofrecerse, menos en una situación donde podría morir. ¿Qué la impulsaba a salvar a Talia? Si la loba moría, iba a ser un problema menos para la guardia de Lunargenta. N...No...-Tartamudeé al verla animada en donar su sangre. Me pareció una barbaridad, y aunque traté de extender mi mano para tomarla de la prenda, no logré ante una peculiar paralización. No podía moverme, quizá era la ansiedad que me mantenía en el mismo lugar.
-N...No. Les ordeno que no lo hagan. Yo soy el jefe, ¡Y no tiene el derecho de...!-Quedé atónito ante la cooperación de mis secuaces. Rechazaron mis ordenes, y acataron las de la joven. No logré hacer nada. sólo ver al brujo, a la elfa, y al dragón mover el cuerpo de Andy.
-Hecho, señorita.-
-Digno de una guerrera...-
-Puede proseguir, señorita Alanna.-
Todo se asemejaba a una especie de hipnosis. Quise acercarme para apartarla antes de que sea tarde, pero el suelo se aferraba a mis plantillas. Contemplé su valentía, el notar cómo Talia empezaba a absorberle la vida lentamente. El acto era épico, como si la heroína llegase a arreglar las cosas. Como si fuese el mismísimo rostro de la esperanza. Me tenía perdido, turbado y con una reacción de sorpresa.
Andy no tardó en ser atendido por sus compañeros. Captaron su pulso, revisaron que la piel no esté tan gélida como se percibía; se hallaba en buenas condiciones. Por otro lado, la licántropa empezaba a cicatrizar y a recuperar el color de su piel. Definitivamente el esfuerzo daba sus frutos. Elizabeth fue la primera en apreciar cómo la piel morena regresaba al cuerpo de la mamífera. -Wow, está funcionando...-Fue lo único que comentó. El brujo, en una de sus facciones poco comunes, abrió sus ojos exageradamente. -Eso no tiene ninguna explicación...-
De repente, la trágica escena se transformó en algo, cuanto menos, crítico. Ahora me percataba de su mirada conectándose con la mía. Qué mujer tan atractiva, tan interesante y tan poderosa. No fui competente como para resistirme. Era sumamente erótico, y aquella brillante esclerótica me hacía desear tantas cosas. Había resuelto mis conflictos, y había lidiado con mis penas vampíricas. Ahora todo cobraba color, aunque uno rojo y profundo. No quería que dejase de observarme, ni tampoco anhelaba que su pupila se apartara de mi vista. Quería que cayera en mis ojos claros, en el vasto mar de diamantes que relucían ante la luz de la luna. -Alanna...-No sabía cuántas veces pronuncié su nombre, sin embargo no quería dejar de hacerlo. Era pasional y artístico. Tan fuerte como el olor de su sangre, que a pesar de la lejanía, me embriagaba y me mantenía como un depredador siendo cazado. El seductor siendo seducido. El tentador siendo tentado.
-Suficiente.-Vociferé a los presentes. La loba había parado de beber sangre, su vida ya estaba fuera de peligro. -Humana, quiero hablar contigo afuera. Me gustaría que vinieses conmigo.-Caminé hacia la salida del cuarto, dirigiéndome con un paso lento y nada apresurado. -Mientras tanto, los otros se quedarán aquí. Hablaré con vosotros luego.-
Elizabeth no hizo más que sonreír de forma pícara. -¿Qué podrá ser?...-
Era la primera vez que mi confianza se derrumbaba. Tragué saliva, y un "río" de sudor bajó desde mi frente. Me sentía sumergido en agua, como si fuera más que imposible respirar. A veces tosía, en un empeño por ignorar las miradas subjetivas. Todos me veían como el jefe, el señor de las respuestas... Qué confundidos estaban, ¿por qué creer en la sabiduría de un estúpido vampiro?, ¿qué movimiento podría ser justificado? Ninguno. El dolor se esparcía por mi mente. Era un espíritu invisible que metafóricamente apuñalaba mi cerebro, y no me dejaba pensar con claridad. ¿Salvar a Talia, o salvar a Andy?
Observé a Máyic, esperé que me diera algún consejo. Éste simplemente consideró mis facciones, y en su cabeza quizá pensó "Pobre hombre, qué responsabilidad tan agobiante". Me ignoró a los pocos segundos. Después, giré mi rostro hacia la elfa, y ésta me sonrió adorablemente. Finalmente vi a Gonzalo, y éste pegó un suspiro agresivo. -Haz lo que debas hacer, Paul.-Respondió con una voz calmada.
Cerré mis ojos. intentando relajarme de lo que acontecía. No era capaz de pensar con claridad, así que únicamente me di unos segundos para meditar. Era demasiada información para mi equilibrio mental. Mantuve la calma, lo mejor que pude antes de colapsar. La decisión sería tomada, y las cosas empezaban a organizarse mejor. Ya había escogido el que iba a ser salvado. -Bueno, debemos...-
Antes que diera mi veredicto, Alanna dio unos pasos hacia adelante. Se alistó para enseñarnos una de sus locas ideas. Nadie creyó iba a ofrecerse, menos en una situación donde podría morir. ¿Qué la impulsaba a salvar a Talia? Si la loba moría, iba a ser un problema menos para la guardia de Lunargenta. N...No...-Tartamudeé al verla animada en donar su sangre. Me pareció una barbaridad, y aunque traté de extender mi mano para tomarla de la prenda, no logré ante una peculiar paralización. No podía moverme, quizá era la ansiedad que me mantenía en el mismo lugar.
-N...No. Les ordeno que no lo hagan. Yo soy el jefe, ¡Y no tiene el derecho de...!-Quedé atónito ante la cooperación de mis secuaces. Rechazaron mis ordenes, y acataron las de la joven. No logré hacer nada. sólo ver al brujo, a la elfa, y al dragón mover el cuerpo de Andy.
-Hecho, señorita.-
-Digno de una guerrera...-
-Puede proseguir, señorita Alanna.-
Todo se asemejaba a una especie de hipnosis. Quise acercarme para apartarla antes de que sea tarde, pero el suelo se aferraba a mis plantillas. Contemplé su valentía, el notar cómo Talia empezaba a absorberle la vida lentamente. El acto era épico, como si la heroína llegase a arreglar las cosas. Como si fuese el mismísimo rostro de la esperanza. Me tenía perdido, turbado y con una reacción de sorpresa.
Andy no tardó en ser atendido por sus compañeros. Captaron su pulso, revisaron que la piel no esté tan gélida como se percibía; se hallaba en buenas condiciones. Por otro lado, la licántropa empezaba a cicatrizar y a recuperar el color de su piel. Definitivamente el esfuerzo daba sus frutos. Elizabeth fue la primera en apreciar cómo la piel morena regresaba al cuerpo de la mamífera. -Wow, está funcionando...-Fue lo único que comentó. El brujo, en una de sus facciones poco comunes, abrió sus ojos exageradamente. -Eso no tiene ninguna explicación...-
De repente, la trágica escena se transformó en algo, cuanto menos, crítico. Ahora me percataba de su mirada conectándose con la mía. Qué mujer tan atractiva, tan interesante y tan poderosa. No fui competente como para resistirme. Era sumamente erótico, y aquella brillante esclerótica me hacía desear tantas cosas. Había resuelto mis conflictos, y había lidiado con mis penas vampíricas. Ahora todo cobraba color, aunque uno rojo y profundo. No quería que dejase de observarme, ni tampoco anhelaba que su pupila se apartara de mi vista. Quería que cayera en mis ojos claros, en el vasto mar de diamantes que relucían ante la luz de la luna. -Alanna...-No sabía cuántas veces pronuncié su nombre, sin embargo no quería dejar de hacerlo. Era pasional y artístico. Tan fuerte como el olor de su sangre, que a pesar de la lejanía, me embriagaba y me mantenía como un depredador siendo cazado. El seductor siendo seducido. El tentador siendo tentado.
-Suficiente.-Vociferé a los presentes. La loba había parado de beber sangre, su vida ya estaba fuera de peligro. -Humana, quiero hablar contigo afuera. Me gustaría que vinieses conmigo.-Caminé hacia la salida del cuarto, dirigiéndome con un paso lento y nada apresurado. -Mientras tanto, los otros se quedarán aquí. Hablaré con vosotros luego.-
Elizabeth no hizo más que sonreír de forma pícara. -¿Qué podrá ser?...-
Paul Brown Moreau
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Las ordenes de Paul, casi desesperadas, habían sido totalmente ignoradas por sus subordinados, que le habían permitido acercarse y la habían ayudado a tomar el puesto de Andy. No entendía la desesperación de Paul al haberla visto acercarse a Talia. Ellos eran parte de su grupo, eran su equipo, su familia, la única que ella le había conocido. Tenía la posibilidad de salvarlos a ambos con el simple gesto de que ella le diera de beber su sangre a la loba, ¿por qué se negaba?
Guerrera, la habían llamado, pero ella, aun con el corte en su muñeca, aun con las dagas que la habían cubierto, aun con su titulo de guardia, no se sentía una guerrera, ni una luchadora, ya no, se había resignado tras perder a Runa, pero no quería admitir que no pudiera evitar que los demás perdiesen a gente, sencillamente, se negaba, no por ser una guerrera, una luchadora o una guardia, si no porque era humana, era terrible, absoluta y totalmente humana, y no había forma de evitarlo o cambiarlo, ni estaba segura de querer.
Suspiró mirando a la loba, que sorbía la sangre abrazada a su brazo. Notaba la sangre salir de sus venas, y mientras la piel de la loba comenzaba a recuperar su color, la suya se volvía pálida, más, en realidad, pues ya era de piel clara. Andy parecía estar mejor, le habían tomado el pulso y reposaba en el suelo. No entendía porque la sangre estaba ayudando a la loba, no era normal, pero mientras funcionara,...
Su mirada se cruzó con los ojos azules de Paul, que le devolvía una mirada que Alanna no era capaz de entender. Profunda, como si quisiera entender un secreto, sin saber que Alanna, en realidad, no los tenía, era demasiado clara, directa, y no tenía motivos ocultos más allá que el de ayudar. Miró nuevamente a la loba mientras sentía el sudor frío. Y escuchó la voz de Paul, en un susurro, decir su nombre. Alzó nuevamente la mirada hacia él, hacia sus labios que repetían una y otra vez “Alanna” como si rezase, o hubiera entrado en trance. Sin comprenderle, la guardia comenzó a ponerse nerviosa.
Notó un nuevo pinchazo, la loba seguía bebiendo, pero Alanna no es que fuera grande, ni que tuviera mucho volumen, comenzaba a marearse. Soltó un suspiro pesado empezando a sentir el frío, hasta que escuchó a Paul ordenar, con una claridad impropia de lo que la Gata sabía de él, que se detuvieran. Debía haber notado la debilidad que empezaba a sentir Alanna al dar parte de su sangre haciendo que la loba detuviera la succión.
Como si Talia hubiera reaccionado a las ordenes de Paul, como un perro obediente que escucha a su amor, soltó su brazo y un fino hilo de sangre corrió por la muñeca de Alanna, antes de detener su sangrado. La guardia suspiró aliviada, y volvió a mirar a Paul, que le hablaba directamente a ella, casi ignorando a los demás a su alrededor. Cansada, se levantó lamiendo el hilo que le había mojado la muñeca, que, además del corte, tenía marcas de dientes de Talia.
Salió cogiendo su camisa y lanzó una mirada, curiosa, al resto de presentes. No entendía que sucedía, no pensaba que hubiera hecho algo malo, ni sabía a que se debía el comportamiento de Paul. Se echó la camisa por encima, mirando desaparecer la espalda del vampiro por la puerta, y lo siguió en silencio con la cabeza alta, manteniendo cogida su muñeca, presionando, previniendo que siguiera saliendo sangre, y cerró la puerta a sus espaldas.
Dejó reposar su espalda en la pared del pasillo, estaba pálida y algo mareada, y miró a Paul, curiosa, con sus ojos grandes. Y, notando la tensión en el ambiente, sin lograr distinguir a que era debida. Le dio una media sonrisa, dispuesta a enfrentar, si era necesario, la ira del vampiro, sin miedo alguno, él no le haría daño. Había detenido a Talia antes de que pudiera dejarla más débil o herirla, había intentando evitar que diera su sangre, a pesar de que eso había salvado a una de sus subordinadas, no la dañaría, lo sabía, pondría la mano en el fuego, al igual que ella no lo dañaría a él.
- Dime, Vampiro.- respondió con cierto tono de complicidad, y un toque burlón por el modo en el que él la había nombrado antes.
Guerrera, la habían llamado, pero ella, aun con el corte en su muñeca, aun con las dagas que la habían cubierto, aun con su titulo de guardia, no se sentía una guerrera, ni una luchadora, ya no, se había resignado tras perder a Runa, pero no quería admitir que no pudiera evitar que los demás perdiesen a gente, sencillamente, se negaba, no por ser una guerrera, una luchadora o una guardia, si no porque era humana, era terrible, absoluta y totalmente humana, y no había forma de evitarlo o cambiarlo, ni estaba segura de querer.
Suspiró mirando a la loba, que sorbía la sangre abrazada a su brazo. Notaba la sangre salir de sus venas, y mientras la piel de la loba comenzaba a recuperar su color, la suya se volvía pálida, más, en realidad, pues ya era de piel clara. Andy parecía estar mejor, le habían tomado el pulso y reposaba en el suelo. No entendía porque la sangre estaba ayudando a la loba, no era normal, pero mientras funcionara,...
Su mirada se cruzó con los ojos azules de Paul, que le devolvía una mirada que Alanna no era capaz de entender. Profunda, como si quisiera entender un secreto, sin saber que Alanna, en realidad, no los tenía, era demasiado clara, directa, y no tenía motivos ocultos más allá que el de ayudar. Miró nuevamente a la loba mientras sentía el sudor frío. Y escuchó la voz de Paul, en un susurro, decir su nombre. Alzó nuevamente la mirada hacia él, hacia sus labios que repetían una y otra vez “Alanna” como si rezase, o hubiera entrado en trance. Sin comprenderle, la guardia comenzó a ponerse nerviosa.
Notó un nuevo pinchazo, la loba seguía bebiendo, pero Alanna no es que fuera grande, ni que tuviera mucho volumen, comenzaba a marearse. Soltó un suspiro pesado empezando a sentir el frío, hasta que escuchó a Paul ordenar, con una claridad impropia de lo que la Gata sabía de él, que se detuvieran. Debía haber notado la debilidad que empezaba a sentir Alanna al dar parte de su sangre haciendo que la loba detuviera la succión.
Como si Talia hubiera reaccionado a las ordenes de Paul, como un perro obediente que escucha a su amor, soltó su brazo y un fino hilo de sangre corrió por la muñeca de Alanna, antes de detener su sangrado. La guardia suspiró aliviada, y volvió a mirar a Paul, que le hablaba directamente a ella, casi ignorando a los demás a su alrededor. Cansada, se levantó lamiendo el hilo que le había mojado la muñeca, que, además del corte, tenía marcas de dientes de Talia.
Salió cogiendo su camisa y lanzó una mirada, curiosa, al resto de presentes. No entendía que sucedía, no pensaba que hubiera hecho algo malo, ni sabía a que se debía el comportamiento de Paul. Se echó la camisa por encima, mirando desaparecer la espalda del vampiro por la puerta, y lo siguió en silencio con la cabeza alta, manteniendo cogida su muñeca, presionando, previniendo que siguiera saliendo sangre, y cerró la puerta a sus espaldas.
Dejó reposar su espalda en la pared del pasillo, estaba pálida y algo mareada, y miró a Paul, curiosa, con sus ojos grandes. Y, notando la tensión en el ambiente, sin lograr distinguir a que era debida. Le dio una media sonrisa, dispuesta a enfrentar, si era necesario, la ira del vampiro, sin miedo alguno, él no le haría daño. Había detenido a Talia antes de que pudiera dejarla más débil o herirla, había intentando evitar que diera su sangre, a pesar de que eso había salvado a una de sus subordinadas, no la dañaría, lo sabía, pondría la mano en el fuego, al igual que ella no lo dañaría a él.
- Dime, Vampiro.- respondió con cierto tono de complicidad, y un toque burlón por el modo en el que él la había nombrado antes.
Alanna Delteria
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Dolor, tristeza, depresión; todo despareció al ver cómo Talia se recuperaba. No era magia, ni siquiera una pura coincidencia. Ella la había salvado, había prestado de su sangre para ayudarla. ¿Quién creería que algo semejante sucedería? Ninguno de mis secuaces lo aceptaba. No tuve más opción que salir del cuarto, quizá sintiéndome vulnerable de lo que pasaba. Eran muchos años desde que una mujer aparecía, esclavizaba mi mente, y me obligaba a desearla más. Desde que mi humanidad fue arrebataba, no volví a experimentar una tensión así de fuerte. No me hallaba como el seductor, si no como el seducido. En pocas palabras, me sentía en los zapatos de la presa; piel sensible, ojos inocentes, y efímero. Miré al suelo, abrumado sobre la infinidad de pensamientos negativos, inseguro de lo que vendría a continuación. Voces susurraban en mi oído, y los gemidos de mis victimas volvían a mi mente, todas en un unisono desordenado. Era demasiado para un individuo.
Planté mis manos en cada pared del pasillo. Encorvé mi columna, y levanté mi mentón hacia el cielo. Cerré mis ojos, y mientras esperaba a que Alanna apareciese, me deshice de todas las cargas que acumulé. Fue una eclosión de libertad, ahora con mis reflexiones deambulando lo más lejos. Era otro yo, el viejo hombre, el coqueto de siempre. Mis tendones lentamente perdieron rigidez, para luego notar cómo mis vestiduras se aflojaban en mi piel. Solté un poderoso suspiro al abrir mis ojos, quienes se empezaban a entreabrirse. Padecía otro sentimiento, uno que era imposible de comparar o describir. -Mucho mejor...-Dejé que mis palmas se resbalaran por los muros, hasta que estas cayeron como un péndulo a mis caderas. Allí estaba, finalmente recuperando mi actitud.
La muchacha no tardó en aparecer. Se veía debilitada, sin ánimos de seguir en pie. A pesar de todo, aún mostraba esa erótica facción de alegría. No tuve más remedio que devolverle la expresión divertida. Me dirigí al estante de pared, y observé la infinidad de botellas que habían posicionadas allí. Absorbí el olor, embriagándome por el cautivador olor al alcohol. Agarré uno de los recipientes, y usé mi colmillo izquierdo para destapar este. No dudé en beber un buen sorbo, probablemente suficiente para calmar mi sed de sangre.
Aquella señorita respondió a mi anterior petición, quizá ansiosa de mis comentarios sobre lo acontecido. Me mantuve en la distancia. La penumbra del pasillo hacía que nuestros rostros no se miraran con exactitud, que dependiéramos de la luz de la luna. -¿Decir qué?-Pronuncié, luego de dejar que el licor se deslizara por mi garganta. Extrañamente, la botella estaba vacía, sin una gota de vino. -La verdad no hay nada qué decir, humana.-Fingí seriedad, mientras que colocaba el objeto en el suelo.
Di unos pasos adelante, y terminé de abrir mi prenda en dos. -Apareces, me redimes, me dejas sin palabras...-Dejé mi torso al desnudo. Mi piel se exhibió ante las pupilas de ella. Despaciosamente, junto al ritmo de mis pasos, fui desnudando mis hombros y también mostrando aquellos cicatrizados brazos. -No tengo nada qué decir, sin embargo...-Al llegar justo al frente de la dama, la contemplé por unos minutos.
Mi cuerpo quedó a pocos centímetros de ella. Una mano mía se posicionó al lado, apoyándose en la pared. Entretanto, la otra tranquilamente reposó en la mejilla de Delteria. -Sólo pienso en una cosa...-Mi dedo pulgar no tardó en jugar con la comisura de la señorita.
Aparté mi extremidad de su rostro, y también la coloqué contra el muro. Tensé mis músculos, y mi boca viajó hasta la de Alanna. Me encajé perfectamente en aquellos labios.
Planté mis manos en cada pared del pasillo. Encorvé mi columna, y levanté mi mentón hacia el cielo. Cerré mis ojos, y mientras esperaba a que Alanna apareciese, me deshice de todas las cargas que acumulé. Fue una eclosión de libertad, ahora con mis reflexiones deambulando lo más lejos. Era otro yo, el viejo hombre, el coqueto de siempre. Mis tendones lentamente perdieron rigidez, para luego notar cómo mis vestiduras se aflojaban en mi piel. Solté un poderoso suspiro al abrir mis ojos, quienes se empezaban a entreabrirse. Padecía otro sentimiento, uno que era imposible de comparar o describir. -Mucho mejor...-Dejé que mis palmas se resbalaran por los muros, hasta que estas cayeron como un péndulo a mis caderas. Allí estaba, finalmente recuperando mi actitud.
La muchacha no tardó en aparecer. Se veía debilitada, sin ánimos de seguir en pie. A pesar de todo, aún mostraba esa erótica facción de alegría. No tuve más remedio que devolverle la expresión divertida. Me dirigí al estante de pared, y observé la infinidad de botellas que habían posicionadas allí. Absorbí el olor, embriagándome por el cautivador olor al alcohol. Agarré uno de los recipientes, y usé mi colmillo izquierdo para destapar este. No dudé en beber un buen sorbo, probablemente suficiente para calmar mi sed de sangre.
Aquella señorita respondió a mi anterior petición, quizá ansiosa de mis comentarios sobre lo acontecido. Me mantuve en la distancia. La penumbra del pasillo hacía que nuestros rostros no se miraran con exactitud, que dependiéramos de la luz de la luna. -¿Decir qué?-Pronuncié, luego de dejar que el licor se deslizara por mi garganta. Extrañamente, la botella estaba vacía, sin una gota de vino. -La verdad no hay nada qué decir, humana.-Fingí seriedad, mientras que colocaba el objeto en el suelo.
Di unos pasos adelante, y terminé de abrir mi prenda en dos. -Apareces, me redimes, me dejas sin palabras...-Dejé mi torso al desnudo. Mi piel se exhibió ante las pupilas de ella. Despaciosamente, junto al ritmo de mis pasos, fui desnudando mis hombros y también mostrando aquellos cicatrizados brazos. -No tengo nada qué decir, sin embargo...-Al llegar justo al frente de la dama, la contemplé por unos minutos.
Mi cuerpo quedó a pocos centímetros de ella. Una mano mía se posicionó al lado, apoyándose en la pared. Entretanto, la otra tranquilamente reposó en la mejilla de Delteria. -Sólo pienso en una cosa...-Mi dedo pulgar no tardó en jugar con la comisura de la señorita.
Aparté mi extremidad de su rostro, y también la coloqué contra el muro. Tensé mis músculos, y mi boca viajó hasta la de Alanna. Me encajé perfectamente en aquellos labios.
Paul Brown Moreau
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Lo miró curiosa, ¿qué tendría en la cabeza? Paul era un misterio, siempre lo había sido. Tenía un aura que bailaba entre la oscuridad y la luz rodeándole, siempre que lo había visto, esto había resultado una curiosa mezcla de paz y guerra, una guerra que parecía querer consumirse entre sábanas. Era un aura tan parecida a la suya, que la atracción era indudable, eran como imanes que se atraían cada vez que se encontraban. Lo único que los diferenciaba, la única cosa que los hacía diferentes, era que Paul abrazaba la oscuridad, la aceptaba, vivía en ella como si fuera una parte más de las sombras. Ella, en cambio, seguía negándose a aceptar esa parte suya que se balanceaba entre blanco y negro.
Sabía que tenía una parte cruel, sádica, una parte que era más malévola que cualquiera de los asesinos a los que atrapaba. Era consciente de que podía, perfectamente, dejarse llevar por ella, ya lo había hecho una vez, sabía que, mientras estuviera en ese estado, sería capaz de sobrevivir, pero aun le dolía el corazón cuando se miraba al espejo y recordaba lo que había sucedido en ese tiempo, en el tiempo en el que en más sintonía había estado con el vampiro que tenía frente a ella. Tal vez fuera eso lo que más los hiciera unirse, justo lo que los diferenciaba, porque, ya se sabe. Los opuestos, se atraen.
Miró a Paul coger una botella para, tras destaparla y notarla vacía, dejarla en el suelo. Oscuridad, había una atracción clara hacia esta, la oscuridad podía ser dos cosas, dependía de quien lo mirase, podía ser paz, la calma total, cerrar los ojos y olvidarse de todo, dejarse llevar, o, podía ser caos, ella, cuando se había dejado hundir, había sido esta segunda, y sabía que, probablemente, volvería a serlo si dejaba que esta la tragase.
Miró a Paul acercarse mientras se mordía el labio y él se desabrochaba la camisa. No entendía a que se refería, ¿redimirle? ella era la que, probablemente, necesitaba redención. Tragó saliva sin ser capaz de apartar la mirada de los gestos del vampiro, no lo comprendía, nunca lo había hecho. ¿por qué, en primer lugar, le había salvado la vida cuando la encontró febril en la calle la primera vez que se vieron? ¿por qué no la había matado? ¿por qué confiaba en ella? Eran preguntas que, en realidad, debería hacerse también a si misma. El silencio se instauró un instante entre ellos mientras sus miradas se cruzaban a pocos centímetros de distancia. No necesitaría, si quiera estirar su mano para poder rozar su piel.
No se movió un ápice cuando vio la intención que Paul tenía de dejarla aprisionada en la pared, bajó la mirada, con un leve sonrojo, dudando, tal vez por primera vez en mucho tiempo, de si eso estaba bien. Alzó la mirada al sentir la mano de Paul en su mejilla, y, casi como si fuera un gesto automatico, su boca se entreabrió, dejándolo rozar sus labios con un dedo, con suavidad. Cerró los ojos y se encontró con los labios de Paul contra los suyos. Comenzó a devolverle el beso enredando sus brazos en su cuello, hasta que una imagen apareció en su cabeza, la imagen de un compañero, un amigo de toda la vida. Abrió los ojos y, poniendo sus manos en el pecho de Paul, lo apartó con suavidad.
- Espera...- murmuró, alejándose un poco.- no... no puedo...- lo apartó respirando hondo, con los ojos acristalados.
Sabía que tenía una parte cruel, sádica, una parte que era más malévola que cualquiera de los asesinos a los que atrapaba. Era consciente de que podía, perfectamente, dejarse llevar por ella, ya lo había hecho una vez, sabía que, mientras estuviera en ese estado, sería capaz de sobrevivir, pero aun le dolía el corazón cuando se miraba al espejo y recordaba lo que había sucedido en ese tiempo, en el tiempo en el que en más sintonía había estado con el vampiro que tenía frente a ella. Tal vez fuera eso lo que más los hiciera unirse, justo lo que los diferenciaba, porque, ya se sabe. Los opuestos, se atraen.
Miró a Paul coger una botella para, tras destaparla y notarla vacía, dejarla en el suelo. Oscuridad, había una atracción clara hacia esta, la oscuridad podía ser dos cosas, dependía de quien lo mirase, podía ser paz, la calma total, cerrar los ojos y olvidarse de todo, dejarse llevar, o, podía ser caos, ella, cuando se había dejado hundir, había sido esta segunda, y sabía que, probablemente, volvería a serlo si dejaba que esta la tragase.
Miró a Paul acercarse mientras se mordía el labio y él se desabrochaba la camisa. No entendía a que se refería, ¿redimirle? ella era la que, probablemente, necesitaba redención. Tragó saliva sin ser capaz de apartar la mirada de los gestos del vampiro, no lo comprendía, nunca lo había hecho. ¿por qué, en primer lugar, le había salvado la vida cuando la encontró febril en la calle la primera vez que se vieron? ¿por qué no la había matado? ¿por qué confiaba en ella? Eran preguntas que, en realidad, debería hacerse también a si misma. El silencio se instauró un instante entre ellos mientras sus miradas se cruzaban a pocos centímetros de distancia. No necesitaría, si quiera estirar su mano para poder rozar su piel.
No se movió un ápice cuando vio la intención que Paul tenía de dejarla aprisionada en la pared, bajó la mirada, con un leve sonrojo, dudando, tal vez por primera vez en mucho tiempo, de si eso estaba bien. Alzó la mirada al sentir la mano de Paul en su mejilla, y, casi como si fuera un gesto automatico, su boca se entreabrió, dejándolo rozar sus labios con un dedo, con suavidad. Cerró los ojos y se encontró con los labios de Paul contra los suyos. Comenzó a devolverle el beso enredando sus brazos en su cuello, hasta que una imagen apareció en su cabeza, la imagen de un compañero, un amigo de toda la vida. Abrió los ojos y, poniendo sus manos en el pecho de Paul, lo apartó con suavidad.
- Espera...- murmuró, alejándose un poco.- no... no puedo...- lo apartó respirando hondo, con los ojos acristalados.
Alanna Delteria
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Ojalá hubiese sido eterno, ojalá el beso perdurase para siempre, ojalá la sensación de una boca ajena nunca desapareciese. Fue un contacto veloz en tiempo, pero lento en compás; Ni siquiera los minutos tuvieron importancia. Era una noche fría, oscura, quizá incitante para muchos seres, sobretodo para los vampiros. Sin embargo, era extraño ver la manera en que dos razas diferentes, con tantas diferencias, conectaban en un travieso juego de comisuras. Era irónico ver aquella piel humana compartiendo de esa calidez erótica, y entregándola a una pálida piel, la de un cruel colmilludo. A decir verdad, se sentía increíblemente bien, fue como probar la vida desde mi cavidad oral. Es más, sentí un cosquilleo mientras el entrelace continuaba, uno que se empezó desde mi vientre hasta esparcirse por las extremidades. Deseé ir más profundo, probablemente con el anhelo de sentir sus respiraciones, de que mi boca se fusione con la de ella, o que al menos la pasión se esfumara.
Tantas cosas pensé conforme la cercanía se alargaba. Los segundos pasaban apresurados, y cuando menos pensé, la dama no tardó en separarse de mis labios. Experimenté el vacío en mi rostro. Ambicioné en volver a besarla, aunque tampoco la obligaría, dado que ella había decidido alejarse. Definitivamente no la forzaría, y seguramente ninguno de los dos podía discutir que fue perfecto. Quizá uno de los besos más inolvidables que he tenido; sin contar que su sabor era exquisito, el mismísimo aroma de los dioses, si es que en verdad moran en los cielos. Traté de musitar un discurso; no obstante, las palabras salían sin ruido, sin aquel tono grave característico.
Oí sus suplicas; esa pesada expresión, donde parecía que batallaba contra ella misma. No era un simple capricho de detenerse, si no más bien el impulso de culpabilidad. ¿Acaso había alguien más?, ¿una persona en específico que ella amaba?, ¿un esposo, novio, amante que ocupara su cabeza? No era la primera vez que me enfrentaba con situaciones similares. Las opciones se terminaban, y no tuve otra alternativa que acariciar la mejilla de Alanna, al menos sentir la calidez de esta en mi álgida mano. Entendía todo con exactitud; más de lo que ella podría imaginar.
-Ya veo...-Susurré con una sonrisa ladina. Tal vez me hubiese empeñado en seducirla, en hacer que olvidara a su nuevo enamorado, en dejarme llevar por las incontrolables garras de la lujuria... Pero por primera vez lo acepté, y dejé despertar el poco de nobleza que tenía. -No pasa nada, querida...-La yema de mis dedos se trasladaron por su piel, trazando suaves líneas hasta el pabellón auricular. Después, hice que su cabello estuviese detrás de la oreja.
Me acerqué una vez más, y le regalé el último contacto de la noche. No resistí en succionar el labio inferior, estirarlo un poco y dejar que éste se resbalara de mi boca. -Gracias.-Dije con una ligera facción divertida, ahora tomando distancia. -Será mejor que volv...-Un estruendoso gruñido invadió mi atención. Venía del cuarto, seguido de gritos intensos. Giré y observé hacia la puerta, justo donde provenía el alboroto. -¿Qué está sucediendo?-Pregunté en voz baja.
De repente, y sin previo aviso, apareció una pata ensangrentada; esta se asemejaba al de un mamífero. No reaccioné ante ello, sólo fui capaz de apoyarme a mi espada. -¡Grwhg!...-Rugió la criatura que lentamente se exhibía desde la puerta. Su cola, lomo, ancas, hocico, e incluso los colmillos estaban envueltos en una capa carmesí. Su mirada era intensa, instintiva, y no hacía más que observarnos desde la lejanía. Era nada más ni nada menos que un licántropo.
-¿Talia?-No respondió a su nombre, no al menos como lo hacía anteriormente. Esta vez era diferente..
El animal no tardó en galopar en dirección mía, todo con una misión: Asesinarme.
Tantas cosas pensé conforme la cercanía se alargaba. Los segundos pasaban apresurados, y cuando menos pensé, la dama no tardó en separarse de mis labios. Experimenté el vacío en mi rostro. Ambicioné en volver a besarla, aunque tampoco la obligaría, dado que ella había decidido alejarse. Definitivamente no la forzaría, y seguramente ninguno de los dos podía discutir que fue perfecto. Quizá uno de los besos más inolvidables que he tenido; sin contar que su sabor era exquisito, el mismísimo aroma de los dioses, si es que en verdad moran en los cielos. Traté de musitar un discurso; no obstante, las palabras salían sin ruido, sin aquel tono grave característico.
Oí sus suplicas; esa pesada expresión, donde parecía que batallaba contra ella misma. No era un simple capricho de detenerse, si no más bien el impulso de culpabilidad. ¿Acaso había alguien más?, ¿una persona en específico que ella amaba?, ¿un esposo, novio, amante que ocupara su cabeza? No era la primera vez que me enfrentaba con situaciones similares. Las opciones se terminaban, y no tuve otra alternativa que acariciar la mejilla de Alanna, al menos sentir la calidez de esta en mi álgida mano. Entendía todo con exactitud; más de lo que ella podría imaginar.
-Ya veo...-Susurré con una sonrisa ladina. Tal vez me hubiese empeñado en seducirla, en hacer que olvidara a su nuevo enamorado, en dejarme llevar por las incontrolables garras de la lujuria... Pero por primera vez lo acepté, y dejé despertar el poco de nobleza que tenía. -No pasa nada, querida...-La yema de mis dedos se trasladaron por su piel, trazando suaves líneas hasta el pabellón auricular. Después, hice que su cabello estuviese detrás de la oreja.
Me acerqué una vez más, y le regalé el último contacto de la noche. No resistí en succionar el labio inferior, estirarlo un poco y dejar que éste se resbalara de mi boca. -Gracias.-Dije con una ligera facción divertida, ahora tomando distancia. -Será mejor que volv...-Un estruendoso gruñido invadió mi atención. Venía del cuarto, seguido de gritos intensos. Giré y observé hacia la puerta, justo donde provenía el alboroto. -¿Qué está sucediendo?-Pregunté en voz baja.
De repente, y sin previo aviso, apareció una pata ensangrentada; esta se asemejaba al de un mamífero. No reaccioné ante ello, sólo fui capaz de apoyarme a mi espada. -¡Grwhg!...-Rugió la criatura que lentamente se exhibía desde la puerta. Su cola, lomo, ancas, hocico, e incluso los colmillos estaban envueltos en una capa carmesí. Su mirada era intensa, instintiva, y no hacía más que observarnos desde la lejanía. Era nada más ni nada menos que un licántropo.
-¿Talia?-No respondió a su nombre, no al menos como lo hacía anteriormente. Esta vez era diferente..
El animal no tardó en galopar en dirección mía, todo con una misión: Asesinarme.
Paul Brown Moreau
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
El beso aun vibraba en sus labios y latía en su piel mientras se sentía temblorosa y lánguida. No sabía de dónde había sacado la fuerza para separarse de él, ni si era lo correcto mantener el control de forma tan férrea cuando estaba claro que, aunque su mente fuera por un lado, su cuerpo parecía exigir algo bien distinto. Pero, por suerte o desgracia, finalmente, la cabeza había prevalecido frente al instinto y había logrado hacer obedecer al cuerpo. Que más que humano, había parecido, en su cabeza, animal. El aroma del vampiro había embotado sus sentidos, el calor de los labios había hecho que su cabeza se nublara, y, por un precario instante que duró más que una vuelta completa de reloj en su cabeza embotada, había cedido. Pero un dolor en el pecho había despertado su cerebro varado, si no hubiera sentido ese pinchazo irracional de culpabilidad, probablemente no se habría separado de él hasta el amanecer.
Lo miró arrepentida, con cierta angustia en los ojos, en realidad, no tenía porque rechazarlo, entre ella y el ex-mercenario no había más que una amistad sólida basada en... en esperanza, básicamente, y probablemente en su propia cabezonería, no creía que el chico fuera a recuperar ya los recuerdos, ni lo esperaba tampoco, pero aun con todo, Eltrant era Eltrant, aun habiendo intentado matarla, no podía borrar de un plumazo todo lo que ella recordaba, aunque él no lo hiciera, y probablemente ese era el mayor de los fallos, y el ser consciente de que, aun sin los recuerdos, el joven aun tenía esos gestos que le había dedicado solo a ella desde niños, como si aunque la cabeza no recordase el cuerpo si lo hiciera, era lo que la mantenía tan confusa, hasta el punto de rechazar a alguien a quien su cuerpo reconocía, como lo era Paul.
Intentó hablar, explicarle que no era nada de lo que pensaba, porque, ciertamente, no había nadie que la retuviera más que su propia y estúpida conciencia, que, aun sin razón, parecía obligarla a mantenerse fiel a un sentimiento que jamás sería correspondido, consciente como estaba de que, en realidad, no era más que una especie de hermana pequeña para el guardia. Pero no dijo nada, se limitó a, cabizbaja, cerrar los ojos mientras notaba la yema de los dedos del vampiro recorrerle la mejilla y apartarle un mechón rebelde de pelo de su pálida piel, antes de devolverle una mirada entristecida. ¿Desde cuando Paul era una persona dulce que no insistía? Su fama le precedía, y no podía decir que jamás la hubiera obligado a hacer nada, pero tampoco habría esperado ese gesto de ternura que la hizo estremecer por un instante.
Probablemente porque era consciente de que nada sucedería, no evito que el hombre se acercara y le diera un último roce de labios, lanzando un suspiro resignado cuando se alejó, dispuesta a salir de allí si es que él no quería verla, porque, después de todo, lo comprendería a la perfección. Pero un estruendo desde el piso de arriba, desde el cuarto donde se encontraba la loba malherida, los sacó de ese breve instante de extraña intimidad, haciéndoles girar sorprendidos y asustados, hacia el dormitorio. Frente a ellos, una pata ensangrentada y un gruñido gutural resonó por las paredes haciendo vibrar las bigas y los dinteles de puertas y ventanas.
Alanna tragó saliva cuando el enorme lobo negro se acercó unos pasos con sonidos bajos y unos furiosos ojos ambarinos, Talia, por lo que había oído murmurar a Paul. Se suponía que estaba bien, que los lobos recuperados no tenían por qué atacar, eran los heridos quienes se volvían furiosos y peligrosos, los sanos debían ser capaces de mantener un control, a no ser que sus heridas fueran más graves o que tuviera un hambre más que voraz, no debería estar así. Al menos, confiaba en que no atacaría a Paul, era su amigo, su líder, pero sus suposiciones fueron erradas. Al final, el instinto siempre primaba, y lobos y vampiros jamás habían congeniado bien, así que, cuando la loba se lanzó hacia su rival natural, el hombre, de aire confuso, no pareció dispuesto a moverse, ni a atacar a su subordinada.
Alanna se lanzó contra la loba placándola, llevándose un arañazo de aspecto feo en el brazo, que comenzó a escocer dolorosamente mientras el animal volvía a alzarse. No tenía sus dagas, no tenía ningún modo de protegerse ni a ella ni al vampiro, que, dudaba, quisiera herir a la mujer por la que de poco no pierde a uno de sus hombres. Con ojos nerviosos, miró al animal, parecía asustada y hambrienta, no daba la sensación de querer herir realmente, si no, solo, de querer protegerse.
- Basta.- salió de su boca sin que ella lo notara siquiera, con el corazón encogido en un puño.
No iba a funcionar, la loba simplemente les asaltaría, les mordería el cuello y se acabaría todo, la sangre se escurría por su mano descubierta llegando al suelo de madera, y un pequeño charco se había formado ya a sus pies mientras el sonido de goteo resonaba por el silencio que se había fundido a las paredes del cuarto. La loba no se movía, se mantenía vigilante, pero parecía más tranquila, obediente a la orden que había dado la guardia. Tentando a la suerte, sin saber por qué la loba parecía escucharla, y con el ceño fruncido, murmuró un dudoso "sientate" que, nuevamente, el animal volvió a seguir con obediencia.
- Esto es raro...- murmuró mirando a Paul de reojo, sin atreverse a desviar demasiado los ojos del licántropo que amenazaba aun con saltar, cuando sintió un pinchazo en su nueva herida, y la cubrió con su mano enguantada, seguía sangrando, y dolía, se mordió el labio y miró por un instante hacia el cuarto del que el animal había salido, tenía sangre en las patas, ¿habría herido a alguien más o había sido algo peor?
Lo miró arrepentida, con cierta angustia en los ojos, en realidad, no tenía porque rechazarlo, entre ella y el ex-mercenario no había más que una amistad sólida basada en... en esperanza, básicamente, y probablemente en su propia cabezonería, no creía que el chico fuera a recuperar ya los recuerdos, ni lo esperaba tampoco, pero aun con todo, Eltrant era Eltrant, aun habiendo intentado matarla, no podía borrar de un plumazo todo lo que ella recordaba, aunque él no lo hiciera, y probablemente ese era el mayor de los fallos, y el ser consciente de que, aun sin los recuerdos, el joven aun tenía esos gestos que le había dedicado solo a ella desde niños, como si aunque la cabeza no recordase el cuerpo si lo hiciera, era lo que la mantenía tan confusa, hasta el punto de rechazar a alguien a quien su cuerpo reconocía, como lo era Paul.
Intentó hablar, explicarle que no era nada de lo que pensaba, porque, ciertamente, no había nadie que la retuviera más que su propia y estúpida conciencia, que, aun sin razón, parecía obligarla a mantenerse fiel a un sentimiento que jamás sería correspondido, consciente como estaba de que, en realidad, no era más que una especie de hermana pequeña para el guardia. Pero no dijo nada, se limitó a, cabizbaja, cerrar los ojos mientras notaba la yema de los dedos del vampiro recorrerle la mejilla y apartarle un mechón rebelde de pelo de su pálida piel, antes de devolverle una mirada entristecida. ¿Desde cuando Paul era una persona dulce que no insistía? Su fama le precedía, y no podía decir que jamás la hubiera obligado a hacer nada, pero tampoco habría esperado ese gesto de ternura que la hizo estremecer por un instante.
Probablemente porque era consciente de que nada sucedería, no evito que el hombre se acercara y le diera un último roce de labios, lanzando un suspiro resignado cuando se alejó, dispuesta a salir de allí si es que él no quería verla, porque, después de todo, lo comprendería a la perfección. Pero un estruendo desde el piso de arriba, desde el cuarto donde se encontraba la loba malherida, los sacó de ese breve instante de extraña intimidad, haciéndoles girar sorprendidos y asustados, hacia el dormitorio. Frente a ellos, una pata ensangrentada y un gruñido gutural resonó por las paredes haciendo vibrar las bigas y los dinteles de puertas y ventanas.
Alanna tragó saliva cuando el enorme lobo negro se acercó unos pasos con sonidos bajos y unos furiosos ojos ambarinos, Talia, por lo que había oído murmurar a Paul. Se suponía que estaba bien, que los lobos recuperados no tenían por qué atacar, eran los heridos quienes se volvían furiosos y peligrosos, los sanos debían ser capaces de mantener un control, a no ser que sus heridas fueran más graves o que tuviera un hambre más que voraz, no debería estar así. Al menos, confiaba en que no atacaría a Paul, era su amigo, su líder, pero sus suposiciones fueron erradas. Al final, el instinto siempre primaba, y lobos y vampiros jamás habían congeniado bien, así que, cuando la loba se lanzó hacia su rival natural, el hombre, de aire confuso, no pareció dispuesto a moverse, ni a atacar a su subordinada.
Alanna se lanzó contra la loba placándola, llevándose un arañazo de aspecto feo en el brazo, que comenzó a escocer dolorosamente mientras el animal volvía a alzarse. No tenía sus dagas, no tenía ningún modo de protegerse ni a ella ni al vampiro, que, dudaba, quisiera herir a la mujer por la que de poco no pierde a uno de sus hombres. Con ojos nerviosos, miró al animal, parecía asustada y hambrienta, no daba la sensación de querer herir realmente, si no, solo, de querer protegerse.
- Basta.- salió de su boca sin que ella lo notara siquiera, con el corazón encogido en un puño.
No iba a funcionar, la loba simplemente les asaltaría, les mordería el cuello y se acabaría todo, la sangre se escurría por su mano descubierta llegando al suelo de madera, y un pequeño charco se había formado ya a sus pies mientras el sonido de goteo resonaba por el silencio que se había fundido a las paredes del cuarto. La loba no se movía, se mantenía vigilante, pero parecía más tranquila, obediente a la orden que había dado la guardia. Tentando a la suerte, sin saber por qué la loba parecía escucharla, y con el ceño fruncido, murmuró un dudoso "sientate" que, nuevamente, el animal volvió a seguir con obediencia.
- Esto es raro...- murmuró mirando a Paul de reojo, sin atreverse a desviar demasiado los ojos del licántropo que amenazaba aun con saltar, cuando sintió un pinchazo en su nueva herida, y la cubrió con su mano enguantada, seguía sangrando, y dolía, se mordió el labio y miró por un instante hacia el cuarto del que el animal había salido, tenía sangre en las patas, ¿habría herido a alguien más o había sido algo peor?
Alanna Delteria
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Reinos del Este - "Lago de los Reencuentros" Año 1270
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No tuve más remedio que recordar años pasados; momentos que simplemente se esfumaron con el tiempo, y parecían irrelevantes en un futuro. Era el año 1270 en un día como cualquiera, aunque difería por una avalancha de lluvia que se originaba solamente en invierno. Mis secuaces se habían esparcido por distintas razones; una de ellas era cazar, encontrar refugio y vigilar el lago de peligrosas criaturas. Yo, al contrario de ellos, me hallaba preparando una especie de fogata, y esperando a que el diluvio se detuviera. Entendía que todos estábamos agotados gracias a aquella larga travesía; no obstante, ¿de qué sirve reposar si no hay tranquilidad? La noche se avecinaba, y ya se acabaría el tiempo de búsqueda. Todos volverían al refugio, justo cuando la luna se paseara en el firmamento.
Entretanto, sentí la presencia de alguien detrás mío. No sé quién era, pero no me molesté en girar. -No sé qué tramas, pero sea lo que sea, juro que te arrep....-Amenacé al individuo acechándome, sin embargo este no me dejó terminar, si no que más bien procedió a hablar encima mío. -Vampiro, quería pedirte algo...-Su voz era aguda, aunque desafiante. Entendí de quién se trataba, era justamente la loba de Ulmer. Ya llevaba algunos años con nosotros, así que la confianza no era un problema.
-Ah... Talia... ¿Qué sucede, querida?-Sonreí ladinamente y volteé mi cabeza para observarla. Su mentón apuntaba al pavimento, y sus manos parecían jugar entre ellas. Era la primera vez que la veía así; tan nerviosa, tan púdica, tan angustiada, como si estuviese a punto de decir algo desagradable. Sus cejas se mantenían tensas; en una expresión relativamente furiosa. -Loba, ¿estás bien?-Habían pasado varios segundos, y la licántropa aún mantenía su boca cerrada. Empecé a preocuparme bastante, al punto que lancé la leña al suelo.
Quiero que me prometas algo...-La muchacha levantó su mentón, y decidió a hablar mientras que gruesos fragmentos de cabello reposaban en sus párpados. -Nadie merece matar a Hon.... ¡Nadie más que yo!-Lágrimas bajaron por sus mejillas, y gracias a la lluvia, no lograba descifrar aquellas gotas de fluidos. -Ese maldito humano destruyó mi familia, mi pueblo, mi clan.-Sus labios quedaron paralizados por un momento, probablemente por el álgido clima. Sin embargo, estos mismos comenzaron a temblar, seguido de un silencioso sollozo.
Solté una carcajada, la cual ella rápidamente captó. Su rostro ahora denotaba enojo. -¡Talia! ¡No llores!-Mi mano se dirigió al hombro de la dama. Esta, sin ninguna reacción, soltó un suspiro. Su llanto simplemente cesó. -Te lo prometo, querida... Además-Sin más preámbulo, me desplacé hacia los árboles para continuar recolectando madera. Mi típica sonrisa aún no desaparecía, si no que, junto con el tiempo, se hacía más intensa.
-¿Por qué llorar?... Tienes una nueva familia, ¿no es así, loba?-
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Todo pasó completamente rápido. No pude reaccionar, quizá por el movimiento de aquellas mujeres; eran veloces, poderosas y agresivas. Alanna logró interceptar al animal, haciendo que se desviara aquel mortífero ataque. De repente, después de mucho forcejeo, la humana logró tomar control de la situación y alejarse. El animal seguía apreciando nuestra carne, quizá la textura de nuestros tejidos. Aún seguía impactado por el movimiento de aquella loba... ¿Acaso iba en serio?, ¿Su deseo principal era asesinarme?, ¿Desde cuándo Talia me despreciaba tanto? Preferí refugiarme en pensamientos erróneos; en el hecho de que pensaba por instinto, y no por odio real.
-¿Qué diablos?...-Ocurrió lo inesperado. la bestia empezó a acatar cada orden de Alanna, desde calmarse hasta mantener un control total de la agresividad. -Esto no está bien.-Respondí ante la aclamación de la humana, quien también estaba sorprendida. Todo era raro, desde la existencia de vampiros, hasta la mística luz de los elfos. Pero de que un humano pueda controlar un licántropo es, sinceramente, una locura. La raza más débil cuidando de una especie imparable, implacable, intensa; es una total locura.
En cuestión de segundos, la loba empezó a encogerse. Su vello desapareció conforme la disminución del torso. Al parecer estaba volviendo a su estado normal, a la forma humana. Sus pechos, su clavícula, su abdomen, su vientre, su intimidad y finalmente sus piernas se exhibieron ante los ojos atentos del dúo. Volvió a ser Talia, por una vez más, probablemente por la última vez. Ella no dudó en abrazar sus propios hombros y cubrir sus senos con los codos. Nos miraba con un miedo inigualable, como si sus peores pesadillas fueran reales, y deambularan en ese mismo pasillo, representados en forma de vampiro y de humana. Todo está bien, Talia Xeung Chan...-Pronuncié sus apellidos con intención de parecer un viejo conocido. Di suaves pasos hacia ella, pero la muchacha no tardó en saltar hacia atrás. N...No te acerques...-Soltó un ligero rugido, similar al de un león. Vale...-Lentamente, me trasladé al lado de Alanna para ver su herida. Se ve algo profunda, déjame ayud...-.
De repente, sentí mi mentón crujir horriblemente. Una especie de ardor recorrió todas mis mejillas hasta despertar cada neurona, cada músculo, cada espasmo involuntario; había recibido un golpe, sin embargo no sé de quién se trataba. Mi rabillo del ojo captó a una mujer de cabello negro, justo antes de que mi cuerpo impactase contra el muro. -¡No la toques!-Dijo Talia con ira. No entendía por qué, ni cuál era el motivo de golpearme. Ya había dejado su forma loba, entonces ¿por qué aún seguía odiándome? ¿Acaso le lavaron el cerebro?
No cuestioné su agresión, si no que más bien me recosté contra la pared y la miré. En pocas palabras, me limité a ello. A mirarla, a examinarla, analizarla, y tratar de comprender su actitud. Estaba defendiendo a Alanna, sí, ¿pero qué la impulsaba a ello?, ¿un simple lazo de sangre? Posiblemente se trataba de un hechizo.
-N...No me mires así...-Habló al ver mi facción seria. -No sé qué me sucede...-Levantó sus manos, y vio sus palmas. Se encontraba temblando, más de lo que debería. No era el frío, ni siquiera el miedo de ser vista en su desnudez. Era algo que nadie podía descifrar. La dama no tardó en escaparse por la ventana, y desaparecer de la escena.
El silencio se apoderó del lugar, y la mayoría de misterios se volvieron problemáticos. No había ruido que proviniese de la otra habitación. -Todo es mi culpa, Alanna.-Mi espalda se resbaló despaciosamente por el muro, mientras que mis ojos aún seguían observando la luna. Quedé sentado, y con un poco de sangre en el labio.
-Nunca fui un gran jefe, ni siquiera un capitán ejemplar. Me dediqué a actuar de manera egoísta, y bueno... Esta fue la consecuencia de mis actos.-Pausé por unos buenos minutos, y luego, sonreí ladinamente.
-Pero en fin... Soy el antagonista de la historia, ¿no?...-
Así es, querido. No todos nacen para el mal.-Elizabeth, la elfa, salió de la habitación con su brazos rasguñados, y llenos de sangre. De alguna manera, resistió el ataque de la licántropa. No se veía cansada, o mucho menos adolorida. Al fin y al cabo, su dureza la caracteriza. A ver, amor. Enséñame tu herida.-Sin más preámbulo, se encargó de sanar la herida de Alanna.
_______________________________________Entretanto, sentí la presencia de alguien detrás mío. No sé quién era, pero no me molesté en girar. -No sé qué tramas, pero sea lo que sea, juro que te arrep....-Amenacé al individuo acechándome, sin embargo este no me dejó terminar, si no que más bien procedió a hablar encima mío. -Vampiro, quería pedirte algo...-Su voz era aguda, aunque desafiante. Entendí de quién se trataba, era justamente la loba de Ulmer. Ya llevaba algunos años con nosotros, así que la confianza no era un problema.
-Ah... Talia... ¿Qué sucede, querida?-Sonreí ladinamente y volteé mi cabeza para observarla. Su mentón apuntaba al pavimento, y sus manos parecían jugar entre ellas. Era la primera vez que la veía así; tan nerviosa, tan púdica, tan angustiada, como si estuviese a punto de decir algo desagradable. Sus cejas se mantenían tensas; en una expresión relativamente furiosa. -Loba, ¿estás bien?-Habían pasado varios segundos, y la licántropa aún mantenía su boca cerrada. Empecé a preocuparme bastante, al punto que lancé la leña al suelo.
Quiero que me prometas algo...-La muchacha levantó su mentón, y decidió a hablar mientras que gruesos fragmentos de cabello reposaban en sus párpados. -Nadie merece matar a Hon.... ¡Nadie más que yo!-Lágrimas bajaron por sus mejillas, y gracias a la lluvia, no lograba descifrar aquellas gotas de fluidos. -Ese maldito humano destruyó mi familia, mi pueblo, mi clan.-Sus labios quedaron paralizados por un momento, probablemente por el álgido clima. Sin embargo, estos mismos comenzaron a temblar, seguido de un silencioso sollozo.
Solté una carcajada, la cual ella rápidamente captó. Su rostro ahora denotaba enojo. -¡Talia! ¡No llores!-Mi mano se dirigió al hombro de la dama. Esta, sin ninguna reacción, soltó un suspiro. Su llanto simplemente cesó. -Te lo prometo, querida... Además-Sin más preámbulo, me desplacé hacia los árboles para continuar recolectando madera. Mi típica sonrisa aún no desaparecía, si no que, junto con el tiempo, se hacía más intensa.
-¿Por qué llorar?... Tienes una nueva familia, ¿no es así, loba?-
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Todo pasó completamente rápido. No pude reaccionar, quizá por el movimiento de aquellas mujeres; eran veloces, poderosas y agresivas. Alanna logró interceptar al animal, haciendo que se desviara aquel mortífero ataque. De repente, después de mucho forcejeo, la humana logró tomar control de la situación y alejarse. El animal seguía apreciando nuestra carne, quizá la textura de nuestros tejidos. Aún seguía impactado por el movimiento de aquella loba... ¿Acaso iba en serio?, ¿Su deseo principal era asesinarme?, ¿Desde cuándo Talia me despreciaba tanto? Preferí refugiarme en pensamientos erróneos; en el hecho de que pensaba por instinto, y no por odio real.
-¿Qué diablos?...-Ocurrió lo inesperado. la bestia empezó a acatar cada orden de Alanna, desde calmarse hasta mantener un control total de la agresividad. -Esto no está bien.-Respondí ante la aclamación de la humana, quien también estaba sorprendida. Todo era raro, desde la existencia de vampiros, hasta la mística luz de los elfos. Pero de que un humano pueda controlar un licántropo es, sinceramente, una locura. La raza más débil cuidando de una especie imparable, implacable, intensa; es una total locura.
En cuestión de segundos, la loba empezó a encogerse. Su vello desapareció conforme la disminución del torso. Al parecer estaba volviendo a su estado normal, a la forma humana. Sus pechos, su clavícula, su abdomen, su vientre, su intimidad y finalmente sus piernas se exhibieron ante los ojos atentos del dúo. Volvió a ser Talia, por una vez más, probablemente por la última vez. Ella no dudó en abrazar sus propios hombros y cubrir sus senos con los codos. Nos miraba con un miedo inigualable, como si sus peores pesadillas fueran reales, y deambularan en ese mismo pasillo, representados en forma de vampiro y de humana. Todo está bien, Talia Xeung Chan...-Pronuncié sus apellidos con intención de parecer un viejo conocido. Di suaves pasos hacia ella, pero la muchacha no tardó en saltar hacia atrás. N...No te acerques...-Soltó un ligero rugido, similar al de un león. Vale...-Lentamente, me trasladé al lado de Alanna para ver su herida. Se ve algo profunda, déjame ayud...-.
De repente, sentí mi mentón crujir horriblemente. Una especie de ardor recorrió todas mis mejillas hasta despertar cada neurona, cada músculo, cada espasmo involuntario; había recibido un golpe, sin embargo no sé de quién se trataba. Mi rabillo del ojo captó a una mujer de cabello negro, justo antes de que mi cuerpo impactase contra el muro. -¡No la toques!-Dijo Talia con ira. No entendía por qué, ni cuál era el motivo de golpearme. Ya había dejado su forma loba, entonces ¿por qué aún seguía odiándome? ¿Acaso le lavaron el cerebro?
No cuestioné su agresión, si no que más bien me recosté contra la pared y la miré. En pocas palabras, me limité a ello. A mirarla, a examinarla, analizarla, y tratar de comprender su actitud. Estaba defendiendo a Alanna, sí, ¿pero qué la impulsaba a ello?, ¿un simple lazo de sangre? Posiblemente se trataba de un hechizo.
-N...No me mires así...-Habló al ver mi facción seria. -No sé qué me sucede...-Levantó sus manos, y vio sus palmas. Se encontraba temblando, más de lo que debería. No era el frío, ni siquiera el miedo de ser vista en su desnudez. Era algo que nadie podía descifrar. La dama no tardó en escaparse por la ventana, y desaparecer de la escena.
El silencio se apoderó del lugar, y la mayoría de misterios se volvieron problemáticos. No había ruido que proviniese de la otra habitación. -Todo es mi culpa, Alanna.-Mi espalda se resbaló despaciosamente por el muro, mientras que mis ojos aún seguían observando la luna. Quedé sentado, y con un poco de sangre en el labio.
-Nunca fui un gran jefe, ni siquiera un capitán ejemplar. Me dediqué a actuar de manera egoísta, y bueno... Esta fue la consecuencia de mis actos.-Pausé por unos buenos minutos, y luego, sonreí ladinamente.
-Pero en fin... Soy el antagonista de la historia, ¿no?...-
Así es, querido. No todos nacen para el mal.-Elizabeth, la elfa, salió de la habitación con su brazos rasguñados, y llenos de sangre. De alguna manera, resistió el ataque de la licántropa. No se veía cansada, o mucho menos adolorida. Al fin y al cabo, su dureza la caracteriza. A ver, amor. Enséñame tu herida.-Sin más preámbulo, se encargó de sanar la herida de Alanna.
Paul Brown Moreau
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
La loba, que parecía escuchar todas y cada una de las ordenes de Alanna, se convirtió nuevamente en humana ante la atenta vista de los dos presentes. Mientras los huesos se rompían para volver a soldarse y adquirían forma humana, la guardia no podía apartar la mirada del grotesco espectáculo aun notando el desfallecimiento, cada vez mayor, por la perdida de sangre. El haber dejado que la loba tomase liquido rojo y el mordisco habían llegado hacer mella en su equilibrio.
Mareada, pero más tranquila al ver que la mujer lobo comenzaba a controlarse, la Gata se recostó contra una pared cercana, usándola de apoyo. La cabeza le daba ya vueltas, posiblemente se hubiera cortado una vena, necesitaría atención pronto, aunque aun podía decir que había tenido suerte, no debía ser una importante, o estaría ya muerta.
Contempló, en medio de su confusión, como Paul intentaba razonar con la mujer temblorosa y dolorida aun por el grotesco espectáculo. ¿Cómo soportarían los hombres lobo semejantes transformaciones? La piel, los huesos, los músculos, todo cambiaba, debía ser más doloroso que cualquier tortura. Era incapaz de entenderlo. Si fuera ella, probablemente intentaría luchar con toda su alma contra esa naturaleza tan bestial y dolorosa. ¿Por qué someterse a tal tortura solo por cazar?Un recuerdo de sus entrenamientos le llegó a la mente, y evitó una sonrisa, podía entenderlo.
Sacudió la cabeza, esos pensamientos nublados eran por la perdida de sangre, tendría que mantenerse más consciente. Respiró hondo e intentó volver a ponerse firme justo cuando Paul se acercaba a revisar la herida. Con la seguridad de quien habla con un amigo, levantó el brazo para que pudiera mirar, ella se sentía incapaz de triar su propia lesión.
- Aux.- Protestó en voz alta cuando Talia se interpuso dándole un golpe en el brazo.
La guardia abrió los ojos sorprendida y sin entender que le sucedía a la loba, que, hasta hacía poco, parecía odiarla sobremanera y desconfiar de ella. Cuando tartamudeó y salió corriendo, desnuda y temblorosa, vio que la mujer se sentía tan confusa como podían estarlo quienes la contemplaban. La Gata tragó saliva, temerosa. ¿Qué era todo eso?
Un silencio pesado como una losa cubrió el taller donde a penas veinte minutos antes había habido una loba quejumbrosa y medio muerta sobre una mesa. Solo las gotas de rojo borgoña que brotaban del brazo de la joven resonaba en la sala, plateada por la luz lunar antes de que la voz, apenada, de Paul, resonase en el silencio.
Lo miró desconcertada al vampiro e intentó suavizar su mirada, aun sin comprender que era lo que había sucedido allí, dispuesta a hablar con él. Paul no era un mal jefe, ni siquiera una mala persona, era un vampiro, pero hasta el tenía su parte de humanidad. Lo había sido en algún momento, algo debía guardar aun en su interior que lo hiciera buscar gente con quien estar, que le hiciera ser amable con alguien a quien debería matar, como lo era ella, era su parte humana, la que hacía que los demás lo siguieran, esa que, tal vez, hubiera errado en más de una ocasión, pero, después de todo, no hay nada más humano que eso.
Sin embargo, unos pasos y una voz fina le impidieron hablar, y la elfa salió con movimientos sinuosos dandole un corte de mangas a Paul y dirigiéndose a revisar su herida. Alanna lanzó un suspiro y extendió el brazo notando la magia de la Elisabeth en cuanto esta le puso las manos encima. No era cálida como lo había notado normalmente, era algo más fría, pero aliviaba, y pronto solo quedó de la lucha un mordisco cerrado y la sangre manchando su camisa.
- Gracias.- murmuró a la elfa, sin alzar la vista de la lesión cerrada, abriendo por fin la boca.- Pero te equivocas, él no es el antagonista.- afirmó con seguridad, comentando por fin, aunque probablemente ya sin venir a cuento, sobre lo que había dicho Paul. Suspiró y se agachó junto a él, dándole un abrazo que él no había pedido.- No eres el malo, tienes humanidad.- sonrió en un susurro dándole un beso en la mejilla antes de levantarse, necesitaba beber agua antes de ir a buscar a Talia.- Tendríamos que buscar a la loba, ¿no?- Preguntó mirando hacia la puerta por la que la mujer había salido corriendo como alma que lleva al diablo.
Mareada, pero más tranquila al ver que la mujer lobo comenzaba a controlarse, la Gata se recostó contra una pared cercana, usándola de apoyo. La cabeza le daba ya vueltas, posiblemente se hubiera cortado una vena, necesitaría atención pronto, aunque aun podía decir que había tenido suerte, no debía ser una importante, o estaría ya muerta.
Contempló, en medio de su confusión, como Paul intentaba razonar con la mujer temblorosa y dolorida aun por el grotesco espectáculo. ¿Cómo soportarían los hombres lobo semejantes transformaciones? La piel, los huesos, los músculos, todo cambiaba, debía ser más doloroso que cualquier tortura. Era incapaz de entenderlo. Si fuera ella, probablemente intentaría luchar con toda su alma contra esa naturaleza tan bestial y dolorosa. ¿Por qué someterse a tal tortura solo por cazar?Un recuerdo de sus entrenamientos le llegó a la mente, y evitó una sonrisa, podía entenderlo.
Sacudió la cabeza, esos pensamientos nublados eran por la perdida de sangre, tendría que mantenerse más consciente. Respiró hondo e intentó volver a ponerse firme justo cuando Paul se acercaba a revisar la herida. Con la seguridad de quien habla con un amigo, levantó el brazo para que pudiera mirar, ella se sentía incapaz de triar su propia lesión.
- Aux.- Protestó en voz alta cuando Talia se interpuso dándole un golpe en el brazo.
La guardia abrió los ojos sorprendida y sin entender que le sucedía a la loba, que, hasta hacía poco, parecía odiarla sobremanera y desconfiar de ella. Cuando tartamudeó y salió corriendo, desnuda y temblorosa, vio que la mujer se sentía tan confusa como podían estarlo quienes la contemplaban. La Gata tragó saliva, temerosa. ¿Qué era todo eso?
Un silencio pesado como una losa cubrió el taller donde a penas veinte minutos antes había habido una loba quejumbrosa y medio muerta sobre una mesa. Solo las gotas de rojo borgoña que brotaban del brazo de la joven resonaba en la sala, plateada por la luz lunar antes de que la voz, apenada, de Paul, resonase en el silencio.
Lo miró desconcertada al vampiro e intentó suavizar su mirada, aun sin comprender que era lo que había sucedido allí, dispuesta a hablar con él. Paul no era un mal jefe, ni siquiera una mala persona, era un vampiro, pero hasta el tenía su parte de humanidad. Lo había sido en algún momento, algo debía guardar aun en su interior que lo hiciera buscar gente con quien estar, que le hiciera ser amable con alguien a quien debería matar, como lo era ella, era su parte humana, la que hacía que los demás lo siguieran, esa que, tal vez, hubiera errado en más de una ocasión, pero, después de todo, no hay nada más humano que eso.
Sin embargo, unos pasos y una voz fina le impidieron hablar, y la elfa salió con movimientos sinuosos dandole un corte de mangas a Paul y dirigiéndose a revisar su herida. Alanna lanzó un suspiro y extendió el brazo notando la magia de la Elisabeth en cuanto esta le puso las manos encima. No era cálida como lo había notado normalmente, era algo más fría, pero aliviaba, y pronto solo quedó de la lucha un mordisco cerrado y la sangre manchando su camisa.
- Gracias.- murmuró a la elfa, sin alzar la vista de la lesión cerrada, abriendo por fin la boca.- Pero te equivocas, él no es el antagonista.- afirmó con seguridad, comentando por fin, aunque probablemente ya sin venir a cuento, sobre lo que había dicho Paul. Suspiró y se agachó junto a él, dándole un abrazo que él no había pedido.- No eres el malo, tienes humanidad.- sonrió en un susurro dándole un beso en la mejilla antes de levantarse, necesitaba beber agua antes de ir a buscar a Talia.- Tendríamos que buscar a la loba, ¿no?- Preguntó mirando hacia la puerta por la que la mujer había salido corriendo como alma que lleva al diablo.
Alanna Delteria
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Me mantuve observando al horizonte; las paredes desgastadas, la sangre levemente descolorida, los dibujos de Gonzalo. Eran cosas que me embarcaban en recuerdos, en décadas que viví como una criatura inmortal. Desde ser un pirata, hasta convertirme uno de los vampiros más infames de Aerandir. Fueron momentos que echaba de menos, aunque también prefería no volver a vivirlos. Quizá es saludable vivir así, en una dimensión específica donde no conoces las demás dimensiones. Es mejor respirar en un ambiente familiar, el que comprendes y manejas a la perfección. Me favorece mas ser un villano, que un simple héroe. Es decir, es lo que domino a la perfección. ¿Por qué cambiarlo?, ¿por qué tratar de ser algo que no soy? Soy Paul, un asesino, un mercenario, uno de los pecadores más agresivos de Sacrestic; ya es tarde para convertirme en una divinidad. Lo único que queda es aceptar mi esencia, y a pesar de que varias veces la aborrecí, es lo único que me queda.
Sin más preámbulo, mis recuerdos se desvanecieron. Alanna se decidió a abrazarme, mientras que mi cuerpo estaba desparramado en el suelo. Sonreí con levedad, y recosté mi cabeza en la pared detrás mía. -No te preocupes, querida...-Sentí los labios de ella en mi mejilla, y una especie de llama se propagó desde mi estómago. Su boca siempre me ha llamado la atención, es más, no he resistido en probarla en cada uno de nuestros encuentros. -Los chupasangres fueron humanos. Es probable que aún exista en mí.-Mis ojos azulados volvieron a clavarse en los de ella. Eran penetrantes, transparentes, e incitantes. Posiblemente de eso consistía mi humanidad. Aquel libido, aquella energía para desear, aquel conocimiento sexual...
La humana volvió a interrumpir mis pensamientos, ahora refiriéndose a la loba. Era verdad, acaba de irse y las Afueras de Lunargentas se tornan bastante peligrosas. La noche no eran una buena hora para salir, a excepción que seas un colmilludo. -Tienes razón, pero no sabemos nada de Andy, Máyic y Gonzalo. ¿Qué sucedió en ese cuarto?-Le pregunté a la elfa, quien simplemente sonrió al terminar de curar a Alanna. -Oh, fue un ligero inconveniente. La licántropa desató su furia contra nosotros, pero por alguna razón no nos asesinó...-Respondió Elizabeth, completamente extrañada de lo acontecido.
-Fue maldecida por un nigromante.-De repente, Máyic apareció por la puerta. -Por eso acata las ordenes de Alanna, se regenera con sangre, y aún así no es capaz de matarnos...-El brujo no tuvo otra opción que apoyarse contra el hombro de Elizabeth.
-¿Y qué deberíamos hacer?-
-Atrapar al imbécil ese-
-Pues vamos a ello-
-No Paul. No es tan fácil...-El barbudo frunció el ceño, al tiempo que su mirada se dirigía a la humana. -El nigromante reside en Beltrexus. Estoy exiliado de allí por unirme a tu grupo de secuaces. No podremos entrar-Durante su explicación, sus pupilas aún no se apartaban de la muchacha.
-¿Entonces cuál es tu plan, cielo?-
-Bueno, su majestad, La Gran Guardia de Lunargenta... Todos la escucharían, ¿no?-Máyic parecía decidido; no obstante, todos sabíamos en que dependía de ella. -Podríamos llevar alguno de sus soldados, y que nos permitan entrar. Al fin y al cabo, ese nigromante ha estado cometiendo delitos en esta ciudad.-
-¿Qué clase de delitos?-
-Oh, cosas insignificantes.-Respondió con ironía, y luego arregló su compostura. -Como matar y sacrificar humanos... Los nigromantes hacemos trabajo sucio. Lo debí haber imaginado de Deimos...-Finalizó su discurso, revelando el nombre del enemigo.
Sin más preámbulo, mis recuerdos se desvanecieron. Alanna se decidió a abrazarme, mientras que mi cuerpo estaba desparramado en el suelo. Sonreí con levedad, y recosté mi cabeza en la pared detrás mía. -No te preocupes, querida...-Sentí los labios de ella en mi mejilla, y una especie de llama se propagó desde mi estómago. Su boca siempre me ha llamado la atención, es más, no he resistido en probarla en cada uno de nuestros encuentros. -Los chupasangres fueron humanos. Es probable que aún exista en mí.-Mis ojos azulados volvieron a clavarse en los de ella. Eran penetrantes, transparentes, e incitantes. Posiblemente de eso consistía mi humanidad. Aquel libido, aquella energía para desear, aquel conocimiento sexual...
La humana volvió a interrumpir mis pensamientos, ahora refiriéndose a la loba. Era verdad, acaba de irse y las Afueras de Lunargentas se tornan bastante peligrosas. La noche no eran una buena hora para salir, a excepción que seas un colmilludo. -Tienes razón, pero no sabemos nada de Andy, Máyic y Gonzalo. ¿Qué sucedió en ese cuarto?-Le pregunté a la elfa, quien simplemente sonrió al terminar de curar a Alanna. -Oh, fue un ligero inconveniente. La licántropa desató su furia contra nosotros, pero por alguna razón no nos asesinó...-Respondió Elizabeth, completamente extrañada de lo acontecido.
-Fue maldecida por un nigromante.-De repente, Máyic apareció por la puerta. -Por eso acata las ordenes de Alanna, se regenera con sangre, y aún así no es capaz de matarnos...-El brujo no tuvo otra opción que apoyarse contra el hombro de Elizabeth.
-¿Y qué deberíamos hacer?-
-Atrapar al imbécil ese-
-Pues vamos a ello-
-No Paul. No es tan fácil...-El barbudo frunció el ceño, al tiempo que su mirada se dirigía a la humana. -El nigromante reside en Beltrexus. Estoy exiliado de allí por unirme a tu grupo de secuaces. No podremos entrar-Durante su explicación, sus pupilas aún no se apartaban de la muchacha.
-¿Entonces cuál es tu plan, cielo?-
-Bueno, su majestad, La Gran Guardia de Lunargenta... Todos la escucharían, ¿no?-Máyic parecía decidido; no obstante, todos sabíamos en que dependía de ella. -Podríamos llevar alguno de sus soldados, y que nos permitan entrar. Al fin y al cabo, ese nigromante ha estado cometiendo delitos en esta ciudad.-
-¿Qué clase de delitos?-
-Oh, cosas insignificantes.-Respondió con ironía, y luego arregló su compostura. -Como matar y sacrificar humanos... Los nigromantes hacemos trabajo sucio. Lo debí haber imaginado de Deimos...-Finalizó su discurso, revelando el nombre del enemigo.
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Poco tardó en llenarse la pequeña sala que hacía las veces del bar en ese taller viejo y abandonado. Parecía ser que la loba, por muy sangrienta que estuviera siendo, no había sido capaz de matar a sus amigos, más daño parecía haber recibido ella, aunque era lógico, sabía que la loba no era precisamente fan suya, aunque era reciproco, la mujer morena no era, tampoco, santo de su devoción. Suspiró de alivio al ver salir a los demás y volvió a mirar la puerta por la que la loba había huido, esa mujer era veloz como el rayo, probablemente debido a su naturaleza lobuna.
Se miró la mano enguantada, ojala ella hubiera tenido alguna ventaja similar cuando entró en la guardia, la velocidad que tenía se la había ganado a pulso y estaba orgullosa, pero el dolor que había sufrido y aun tenía cuando excedía lo recomendado por su cuerpo no era plato de buen gusto. Recordaba la última vez que había corrido con toda su capacidad, había estado varios días convaleciente, con las piernas hechas polvo sin poder dar, siquiera, un paso.
Miró a los presentes mientras hablaban de un extraño plan, ¿ir a las islas de los brujos? ¿Y para colmo pedirles a una guarnición de la guardia que los acompañara? No, no podían era imposible, una cosa era que ella tuviera preferencias y amistad con una banda de delincuentes, otra muy diferente que más guardias quisieran colaborar con ellos, como lo pidiera le costaría el puesto, lo único que podía pedir era que intentasen retrasar la salida de los barcos inventándose alguna historia.
Negó con la cabeza escuchándolos hablar, no podía, por mucho que le pidieran, era imposible, no tenía bastante poder ni fama como para pedir algo semejante y salir indemne o con una simple amonestación, le harían un consejo de guerra si lo hiciera, juicio y cárcel sería lo mínimo que le esperaba. Los miró con aire grave y habló directamente a Paul, disculpándose entre lineas, pero no podía jugarse el puesto de semejante modo, si no era guardia, no era nada, y lo tenía demasiado asumido como para cambiarlo todo tan de repente por una loba huida.
- No puedo pedir eso, pero deberá ir en barco, iré a decir que retrasen las salidas, aun no debe haber llegado, también pediré una entrevista con Tineward, es el dirigente de la guardia.- informó mirándolos a todos.- probablemente agradezca la información, pero os buscan a todos.- les repasó con la mirada.- sobre todo a ti, Paul- le indicó recordando el informe que había guardado bajo mil llaves en el rincón más oscuro del archivero para que no localizasen la ficha del vampiro.- Si vamos, hemos de ir él y yo solos, y bajo unas normas que fije.- explicó sentándose en la barra con aire grave y preocupado.- no pueden saber que os he ayudado de modo alguno, así que... tendré que atarte.- informó al mago.- negociarás tu libertad por la información.- explicó- si no les parece suficiente te soltaré y diré que escapaste.- e aseguró aun nerviosa, ese plan no podía salir bien, ¿cómo había acabado metida en líos con un grupo que luchaba contra nigromantes? ¿no había tenido suficiente con esa secta que había desvencijado meses atrás?.- Es lo único que puedo ofrecer para ayudaros, probablemente me manden con vosotros a las islas, pero no puedo hacer mucho más.- suspiró dejando caer la cara entre las manos, se levantó tras tomar una bocanada de aire y esperó en silencio que accedieran, no es que tuvieran mucho más tiempo.
Se miró la mano enguantada, ojala ella hubiera tenido alguna ventaja similar cuando entró en la guardia, la velocidad que tenía se la había ganado a pulso y estaba orgullosa, pero el dolor que había sufrido y aun tenía cuando excedía lo recomendado por su cuerpo no era plato de buen gusto. Recordaba la última vez que había corrido con toda su capacidad, había estado varios días convaleciente, con las piernas hechas polvo sin poder dar, siquiera, un paso.
Miró a los presentes mientras hablaban de un extraño plan, ¿ir a las islas de los brujos? ¿Y para colmo pedirles a una guarnición de la guardia que los acompañara? No, no podían era imposible, una cosa era que ella tuviera preferencias y amistad con una banda de delincuentes, otra muy diferente que más guardias quisieran colaborar con ellos, como lo pidiera le costaría el puesto, lo único que podía pedir era que intentasen retrasar la salida de los barcos inventándose alguna historia.
Negó con la cabeza escuchándolos hablar, no podía, por mucho que le pidieran, era imposible, no tenía bastante poder ni fama como para pedir algo semejante y salir indemne o con una simple amonestación, le harían un consejo de guerra si lo hiciera, juicio y cárcel sería lo mínimo que le esperaba. Los miró con aire grave y habló directamente a Paul, disculpándose entre lineas, pero no podía jugarse el puesto de semejante modo, si no era guardia, no era nada, y lo tenía demasiado asumido como para cambiarlo todo tan de repente por una loba huida.
- No puedo pedir eso, pero deberá ir en barco, iré a decir que retrasen las salidas, aun no debe haber llegado, también pediré una entrevista con Tineward, es el dirigente de la guardia.- informó mirándolos a todos.- probablemente agradezca la información, pero os buscan a todos.- les repasó con la mirada.- sobre todo a ti, Paul- le indicó recordando el informe que había guardado bajo mil llaves en el rincón más oscuro del archivero para que no localizasen la ficha del vampiro.- Si vamos, hemos de ir él y yo solos, y bajo unas normas que fije.- explicó sentándose en la barra con aire grave y preocupado.- no pueden saber que os he ayudado de modo alguno, así que... tendré que atarte.- informó al mago.- negociarás tu libertad por la información.- explicó- si no les parece suficiente te soltaré y diré que escapaste.- e aseguró aun nerviosa, ese plan no podía salir bien, ¿cómo había acabado metida en líos con un grupo que luchaba contra nigromantes? ¿no había tenido suficiente con esa secta que había desvencijado meses atrás?.- Es lo único que puedo ofrecer para ayudaros, probablemente me manden con vosotros a las islas, pero no puedo hacer mucho más.- suspiró dejando caer la cara entre las manos, se levantó tras tomar una bocanada de aire y esperó en silencio que accedieran, no es que tuvieran mucho más tiempo.
Alanna Delteria
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
La luna aún florecía, en resplandores más intensos que los anteriores. No me percaté si hoy era luna llena, pero su completa figura denotaba plenilunio. Era muy blanca, como la piel élfica de Elizabeth. También, se veía interesante, justo en la manera que la recordaba, con sus agujeros y sus estrellas rodeando aquella esfera luminosa. Siempre me recostaba y la veía, justo después de un acto sexual, o simplemente al saciarme de sangre con mis victimas. Allí estaba eternamente, observándome, acompañándome en mi erótica inmortalidad. Ella sabía mis secretos, y yo los de ella, asemejando nuestra relación a una indestructible amistad. Me traía nostalgia contemplarla en el firmamento, era volver a mi niñez y verla navegar en los cielos; todo en mi humanidad inocente y sepultada por el tiempo.
Mi mirada no pudo contenerse. Dirigí esta al rostro de Alanna, quien reaccionaba ante los comentarios de Máyic. Era una propuesta arriesgada, la cual probablemente arruinaría su reputación de guardia. Elizabeth, por otro lado, se mantenía con su boca cerrada, sin opinar nada al respecto sobre el plan. La de orejas puntiagudas sabía lo problemático que era, así que prefirió rehusarse en convencer a la joven. Además, los secuaces entendían que era decisión de la humana, no de nadie más. Insistir es una simple idiotez, teniendo en cuenta que es totalmente molesto. Permanecí callado por unos segundos, esperando una respuesta de la dama.
Sin más preámbulo, se escuchó la voz de la sabiduría. Cualquier movimiento, cualquier ataque, cualquier intervención iba a ser dirigida por la guerrera. Nadie tenía el derecho de hacer algo, ahora considerando el nivel de búsqueda tan estricto de la ciudad. Era obvio que me seguían en cielo, tierra y mar. Si me localizaban, irían a matarme por el montón de pecados que he cometido. "Un vampiro no merece vivir" recitaban millones de gremios que querían acabarnos sin alguna causa. Entonces, ¿Por qué mí rebeldía? ¿por qué mi deseo de actuar maliciosamente? esa era la razón: El racismo hacia los chupasangres. Yo no asesino porque sí, no sólo por el placer de ver cadáveres sin vida, si no también por una justicia que descubrí hace décadas, luego de ser castigado mil veces por mortales.
Mis compañeros se mostraban satisfechos con la oferta de la rubia; no obstante, callaron sus bocas al ver que el estrés invadía la habitación. La señorita había optado en cubrir su rostro con las manos, quizá por las cosas que hacía por mí, un vampiro estúpido y peligroso. En cuanto a Máyic, percibí su arrepentimiento ante la idea que él mismo mencionó; se sorprendió al ver la soldada con tanta confusión.
-Suficiente.-Vociferé hacia ellos. -A sus cuartos. No quiero oír más de esto.-Sin rechistar, se largaron a sus habitaciones. Aún me sentía como la figura paterna de la división, aún cuando Gonzalo podría ser mayor que yo. En cuestión de segundos, se cerraron las puertas y el silencio dominó la escena. Ningún ruido de afuera, ni de adentro de la tienda. Estábamos sólos, Alanna y yo. Posiblemente la luna aún nos divisaba desde la lejanía, quién sabe.
No deseé intervenir con sus emociones. Me desplacé hacia la barra, en donde se hallaba ella. Acto seguido, abrí varios cajones, en suma calma y sin hacer tanto ruido. De estas, desempolvé dos botellas de hace siglos atrás, cuando aún era un infame pirata de los mares. -Olvida las obligaciones y los problemas, querida...-Abrí aquellos recipientes en un abrir y cerrar de ojos. A continuación, coloqué uno al lado de Alanna. Era alcohol, el más puro, el más viejo, el más fuerte de todos. -Por ejemplo...-Tomé una silla, y la acerqué delante de la muchacha.
-Talia está en peligro, hay un millón de gente odiándome, y no sé de mi madre desde hace años...-La observé fijamente, no me quería perder ninguna de sus expresiones ante lo que venía . -Pero aquí estoy, bebiendo contigo, como si nada pasara...-Le di un buen trago al licor.
-Sabe bien, ¿uhm?...-Sonreí ladinamente, enseñando un colmillo nada más. -Podría ser mejor...-
Mi mirada no pudo contenerse. Dirigí esta al rostro de Alanna, quien reaccionaba ante los comentarios de Máyic. Era una propuesta arriesgada, la cual probablemente arruinaría su reputación de guardia. Elizabeth, por otro lado, se mantenía con su boca cerrada, sin opinar nada al respecto sobre el plan. La de orejas puntiagudas sabía lo problemático que era, así que prefirió rehusarse en convencer a la joven. Además, los secuaces entendían que era decisión de la humana, no de nadie más. Insistir es una simple idiotez, teniendo en cuenta que es totalmente molesto. Permanecí callado por unos segundos, esperando una respuesta de la dama.
Sin más preámbulo, se escuchó la voz de la sabiduría. Cualquier movimiento, cualquier ataque, cualquier intervención iba a ser dirigida por la guerrera. Nadie tenía el derecho de hacer algo, ahora considerando el nivel de búsqueda tan estricto de la ciudad. Era obvio que me seguían en cielo, tierra y mar. Si me localizaban, irían a matarme por el montón de pecados que he cometido. "Un vampiro no merece vivir" recitaban millones de gremios que querían acabarnos sin alguna causa. Entonces, ¿Por qué mí rebeldía? ¿por qué mi deseo de actuar maliciosamente? esa era la razón: El racismo hacia los chupasangres. Yo no asesino porque sí, no sólo por el placer de ver cadáveres sin vida, si no también por una justicia que descubrí hace décadas, luego de ser castigado mil veces por mortales.
Mis compañeros se mostraban satisfechos con la oferta de la rubia; no obstante, callaron sus bocas al ver que el estrés invadía la habitación. La señorita había optado en cubrir su rostro con las manos, quizá por las cosas que hacía por mí, un vampiro estúpido y peligroso. En cuanto a Máyic, percibí su arrepentimiento ante la idea que él mismo mencionó; se sorprendió al ver la soldada con tanta confusión.
-Suficiente.-Vociferé hacia ellos. -A sus cuartos. No quiero oír más de esto.-Sin rechistar, se largaron a sus habitaciones. Aún me sentía como la figura paterna de la división, aún cuando Gonzalo podría ser mayor que yo. En cuestión de segundos, se cerraron las puertas y el silencio dominó la escena. Ningún ruido de afuera, ni de adentro de la tienda. Estábamos sólos, Alanna y yo. Posiblemente la luna aún nos divisaba desde la lejanía, quién sabe.
No deseé intervenir con sus emociones. Me desplacé hacia la barra, en donde se hallaba ella. Acto seguido, abrí varios cajones, en suma calma y sin hacer tanto ruido. De estas, desempolvé dos botellas de hace siglos atrás, cuando aún era un infame pirata de los mares. -Olvida las obligaciones y los problemas, querida...-Abrí aquellos recipientes en un abrir y cerrar de ojos. A continuación, coloqué uno al lado de Alanna. Era alcohol, el más puro, el más viejo, el más fuerte de todos. -Por ejemplo...-Tomé una silla, y la acerqué delante de la muchacha.
-Talia está en peligro, hay un millón de gente odiándome, y no sé de mi madre desde hace años...-La observé fijamente, no me quería perder ninguna de sus expresiones ante lo que venía . -Pero aquí estoy, bebiendo contigo, como si nada pasara...-Le di un buen trago al licor.
-Sabe bien, ¿uhm?...-Sonreí ladinamente, enseñando un colmillo nada más. -Podría ser mejor...-
Paul Brown Moreau
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
El polvo que se colaba entre las rendijas de las ventanas mal tapiadas se iluminaba con la luz de la luna gris justo cuando la voz del vampiro resonó en el cuarto haciendo que todos salieran de allí con una sola voz de orden. Alanna alzó la mirada de las palmas de sus manos, tensa como había estado, para mostrar una mirada contrariada mientras todos desaparecían de la sala sin chistar siquiera. Incluso la elfa y el hombre nuevo salieron de allí sin reproches. La guardia suspiró pasándose las manos por el pelo, largo como le había crecido, tal vez se lo volviera a cortar, era más cómodo, pero ya no se sentía con animos como para ser la joven de mechones despeinados.
El estrés pesaba sobre sus hombros, en un intento de quitarse parte de la tensión, hizo girar su cuello escuchando crujir sus huesos y notando que el movimiento hacía que el dolor de sus hombros se aliviara. Tomó una bocanada de aire y se giró sobre la barra, aun sentada en la madera, para mirar a Paul, que, silencioso, preparaba un par de copas de algo que, desde donde se encontraba, parecía oler a Brandy, aunque no era que ella supiera de licores, por lo que, probablemente, se equivocaba. El olor, demasiado fuerte, hizo que la chica volviera a girarse y encogiera su espalda para poner los codos sobre sus rodillas, al tiempo que escuchó arrastras una silla hasta su frente.
Levantó los ojos claros para mirar a Paul, que hablaba con calma. Alanna entrecerró los parpados, sabedora de que esa fachada tranquila e impertérrita no era más que eso, una fachada. Con un suspiro cogió el vaso que había dejado junto a su lado, ese alcohol tan fuerte que, incluso desde su altura, se olía a la perfección, no le sentaba bien beber, le subía demasiado rápido la bebida, y por mucho que le encantaría emborracharse y ahogar pasado presente y futuro en un vaso de licor, no era el tipo de persona que pudiera hacer algo así. Atinó a mirar al vampiro mientras jugueteaba con el líquido de dentro del cristal. Jamás lo había oído hablar de su madre.
- Lo siento.- musitó comprendiendo que el vampiro tampoco estaba en un buen momento.- si te sirve de consuelo, yo hace mucho que no tengo madre, ni padre.- frunció el ceño recordando al hombre.- Tú aun tienes la esperanza de encontrarla, y si puedo ayudarte, lo intentaré.- le sonrió, más tranquila frente a lo que le esperaba.- Iré a detener los barcos, tal vez aun lleguemos a tiempo como para encontrar a tu loba.- saltó de la barra dejando el vaso a un lado.- Ah... y... gracias, por decirles que se fueran para poder calmarme.- sonrió y se acercó al vampiro dándole un casto beso en la mejilla.- ¿Vienes?- preguntó abriendo la puerta, aun quedaban varias horas para que saliera el sol, si se daban prisa Paul no correría peligro alguno.
Salió a la calle consciente de que ese vampiro se había enfrentado a los suyos dos veces, si no más que ella no supiera, por ella, lo mínimo que podía hacer para agradecer que se jugara de ese modo el cuello con quienes eran, prácticamente, su familia, era hacer lo mismo por él, aunque eso significara tener que estar escondiéndose entre mentiras frente a los guardias rasos entre los que tenía cierto prestigio y que, afortunadamente, no tenían acceso alguno a los informes de los confindentes, entre los que estaba, por desgracia, el del vampiro por el que había decidido jugarse el cuello.
El estrés pesaba sobre sus hombros, en un intento de quitarse parte de la tensión, hizo girar su cuello escuchando crujir sus huesos y notando que el movimiento hacía que el dolor de sus hombros se aliviara. Tomó una bocanada de aire y se giró sobre la barra, aun sentada en la madera, para mirar a Paul, que, silencioso, preparaba un par de copas de algo que, desde donde se encontraba, parecía oler a Brandy, aunque no era que ella supiera de licores, por lo que, probablemente, se equivocaba. El olor, demasiado fuerte, hizo que la chica volviera a girarse y encogiera su espalda para poner los codos sobre sus rodillas, al tiempo que escuchó arrastras una silla hasta su frente.
Levantó los ojos claros para mirar a Paul, que hablaba con calma. Alanna entrecerró los parpados, sabedora de que esa fachada tranquila e impertérrita no era más que eso, una fachada. Con un suspiro cogió el vaso que había dejado junto a su lado, ese alcohol tan fuerte que, incluso desde su altura, se olía a la perfección, no le sentaba bien beber, le subía demasiado rápido la bebida, y por mucho que le encantaría emborracharse y ahogar pasado presente y futuro en un vaso de licor, no era el tipo de persona que pudiera hacer algo así. Atinó a mirar al vampiro mientras jugueteaba con el líquido de dentro del cristal. Jamás lo había oído hablar de su madre.
- Lo siento.- musitó comprendiendo que el vampiro tampoco estaba en un buen momento.- si te sirve de consuelo, yo hace mucho que no tengo madre, ni padre.- frunció el ceño recordando al hombre.- Tú aun tienes la esperanza de encontrarla, y si puedo ayudarte, lo intentaré.- le sonrió, más tranquila frente a lo que le esperaba.- Iré a detener los barcos, tal vez aun lleguemos a tiempo como para encontrar a tu loba.- saltó de la barra dejando el vaso a un lado.- Ah... y... gracias, por decirles que se fueran para poder calmarme.- sonrió y se acercó al vampiro dándole un casto beso en la mejilla.- ¿Vienes?- preguntó abriendo la puerta, aun quedaban varias horas para que saliera el sol, si se daban prisa Paul no correría peligro alguno.
Salió a la calle consciente de que ese vampiro se había enfrentado a los suyos dos veces, si no más que ella no supiera, por ella, lo mínimo que podía hacer para agradecer que se jugara de ese modo el cuello con quienes eran, prácticamente, su familia, era hacer lo mismo por él, aunque eso significara tener que estar escondiéndose entre mentiras frente a los guardias rasos entre los que tenía cierto prestigio y que, afortunadamente, no tenían acceso alguno a los informes de los confindentes, entre los que estaba, por desgracia, el del vampiro por el que había decidido jugarse el cuello.
Alanna Delteria
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
La dama se veía muy decidida en lo que haría, y es más, su mente aún no lograba despejarse del presente. Quizá era por la humanidad, o el simple hecho de que eran problemas gigantes como para ser omitidos. Sin embargo, sus emociones aún seguían intactas. Ella se acercó y besó mi mejilla, tentando así ese instinto vampírico que no desea sangre, si no más bien un simple desahogo epicúreo. Después de esto, cerré mis ojos y terminé mi botella de licor, para luego dejarla en la barra y girar lentamente mi cabeza, examinando los movimientos de la mujer. Acto seguido, preguntó si la acompañaría, a lo que respondí con una expresión cómica.
Me levanté del asiento, y no me molesté en arreglar mi camiseta. Aún permanecía desabotonada, abierta, con ligeros hilos desprendidos. Esto demostraba la irrelevancia de mi presencia, la sencilla manera en la cual me exhibía delante de la gente. Ni siquiera me molesté en llevar mi armadura; no le vi una razón lógica para equiparla, es decir, no temía a ser atacado por la cantidad de caza recompensas que me acechaban. He resistido agresiones peores, como ser torturado por un par de brujas, o resistir un montón de flechas gracias a un clan de elfos. No sé qué me ha impulsado a sobrevivir semejantes cosas, pero claramente no me quejaba de aquella suerte.
Minutos después de acomodar mi espada, marché hasta la puerta y empecé a transitar las gélidas calles de la ciudad. No sentía frío, dado que era contrarrestado por mi amuleto de nieve. Afortunadamente, este siempre me brindaba calidez en los climas invernales de la Península. -Cada vez que camino por Lunargenta, me da sed.-Murmuré por lo bajo, mientras que apreciaba la cantidad de cabañas, papeles, y cajas amontonadas. Era temprano, aún los mercaderes no salían a trabajar, no hasta que los guardias les permitieran. Lo sé porque una vez fui humano, y viví ahí, en busca de monedas o alguna especie de alimento.-Es una sensación inevitable, por el hecho de que solía venir para beber sangre...-Confié uno de mis "íntimos secretos" a la rubia, sabiendo de antemano que ella pertenece a la milicia.
-La única vez que no lo hice, fue en una noche lluviosa.-Solté una ligera risa, por el hecho de que era completamente irónico. Nunca pensé que un acto de control me salvaría la vida, y haría que un día como hoy fuera tan especial. Pude haber mordido el cuello de la muchacha; no obstante, preferí ayudarle con su infección profunda en la pierna. -Allí te encontrabas, sufriendo los efectos de una pócima, quién sabe-Señalé hacia el muro en donde, aquel día, ella se recostó para pedir sus últimos deseos. El destino se había comportado con crueldad. -Tuve que absorber el veneno con tal de ayudarte, y alcancé a probar un poco de tu sangre-Como un movimiento involuntario, me mordí el labio al recordar aquel sabor.
Sinceramente, me gustó demasiado... No sé cómo logré controlarme-
Me levanté del asiento, y no me molesté en arreglar mi camiseta. Aún permanecía desabotonada, abierta, con ligeros hilos desprendidos. Esto demostraba la irrelevancia de mi presencia, la sencilla manera en la cual me exhibía delante de la gente. Ni siquiera me molesté en llevar mi armadura; no le vi una razón lógica para equiparla, es decir, no temía a ser atacado por la cantidad de caza recompensas que me acechaban. He resistido agresiones peores, como ser torturado por un par de brujas, o resistir un montón de flechas gracias a un clan de elfos. No sé qué me ha impulsado a sobrevivir semejantes cosas, pero claramente no me quejaba de aquella suerte.
Minutos después de acomodar mi espada, marché hasta la puerta y empecé a transitar las gélidas calles de la ciudad. No sentía frío, dado que era contrarrestado por mi amuleto de nieve. Afortunadamente, este siempre me brindaba calidez en los climas invernales de la Península. -Cada vez que camino por Lunargenta, me da sed.-Murmuré por lo bajo, mientras que apreciaba la cantidad de cabañas, papeles, y cajas amontonadas. Era temprano, aún los mercaderes no salían a trabajar, no hasta que los guardias les permitieran. Lo sé porque una vez fui humano, y viví ahí, en busca de monedas o alguna especie de alimento.-Es una sensación inevitable, por el hecho de que solía venir para beber sangre...-Confié uno de mis "íntimos secretos" a la rubia, sabiendo de antemano que ella pertenece a la milicia.
-La única vez que no lo hice, fue en una noche lluviosa.-Solté una ligera risa, por el hecho de que era completamente irónico. Nunca pensé que un acto de control me salvaría la vida, y haría que un día como hoy fuera tan especial. Pude haber mordido el cuello de la muchacha; no obstante, preferí ayudarle con su infección profunda en la pierna. -Allí te encontrabas, sufriendo los efectos de una pócima, quién sabe-Señalé hacia el muro en donde, aquel día, ella se recostó para pedir sus últimos deseos. El destino se había comportado con crueldad. -Tuve que absorber el veneno con tal de ayudarte, y alcancé a probar un poco de tu sangre-Como un movimiento involuntario, me mordí el labio al recordar aquel sabor.
Sinceramente, me gustó demasiado... No sé cómo logré controlarme-
Paul Brown Moreau
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Re: Tensión [Libre] [Interpretativo] [2/2]
Las calles desiertas y frías parecían querer llamar al sol, que tardaría, aun, un par de horas en asomar por el puerto. No le gustaba el otoño, duraba ya demasiado, había muchos demasiados en su día a día, demasiado peligro, demasiada velocidad, demasiado trabajo, demasiados adioses, demasiado cansancio. Tal vez debiera tomarse un respiro, si tan solo pudiera, pero mientras caminaba en silencio abrazándose bajo la capa corta, la joven eran consciente que, por muchos demasiados que existieran en su vida, no iba a dejar ir lo que tenía con facilidad por buscar paz.
Muchas personas estaban destinadas a encontrar un lugar al que pertenecer y sentir que su alma reposaba, ella, en cambio, no quería reposo mientras pudiera hacer algo para ayudar a la ciudad. Esa ciudad que la había visto crecer, correr, reír y llorar, Alanna era dolorosamente consciente de que, si algún día abandonaba Lunargenta, sería por razones de gravedad. Por que esa era su ciudad, la misma que, el vampiro aseguraba, le daba hambre.
La chica sonrió devolviéndole una mirada curiosa. No lograba entender como un lugar, o un aroma, podía hacer que sintieran hambre, no conseguía entender el gusto por el sabor oxidado y ferroso de la sangre, ni la belleza de vivir en un continuo pasar de sombras, tal vez, porque ella misma se encontraba sumergida en uno desde antes, incluso, de convertirse en confidente. Tampoco comprendía a Paul, que a pesar de definirse a si mismo con un vampiro, un asesino, casi un monstruo, alguien sin humanidad, era más humano que muchas personas con las que se había enfrentado, y conseguía conectar más con él que con la gran mayoría de los guardias, pudiera ser que, entre seres oscuros, llegasen a entenderse, pero sencillamente, se negaba a asumir esa oscuridad, por mucho que sufriera intentando combatir sus propias sombras.
- ¿Viviste aquí antes de convertirte?- Preguntó curiosa mientras se comenzaban a acercar al puerto.
El olor a salitre, a madera recién cortada de los astilleros y el sonido de las olas rompiendo contra los postes que sostenían la madera del puerto la golpeó de frente indicando que habían llegado al lugar que buscaban. Se detuvo dejando caer la espalda sobre una pared y miró esperando la llegada del barco al puerto, aunque no estuviera allí la loba, si lo que querían era llegar a Beltrexus les sería fácil con ese hombre. Era un buen capitán que fácilmente los ocultaría y, si prometían comportarse y no herir a nadie de la tripulación, les ayudaría a introducirse en las islas Ilidienses.
- Me alegro de que resistieras la tentación.- sonrió entre divertida y agradecida. -Por curiosidad.- miró al vampiro mordiéndose el labio, dudosa de si seguir el tema que el mismo vampiro había sacado.- ¿A que sabe mi sangre?, para mi es como las demás, roja, y con olor a hierro.- se encogió de hombros esperando escuchar el silbido de algún barco acercarse.
Muchas personas estaban destinadas a encontrar un lugar al que pertenecer y sentir que su alma reposaba, ella, en cambio, no quería reposo mientras pudiera hacer algo para ayudar a la ciudad. Esa ciudad que la había visto crecer, correr, reír y llorar, Alanna era dolorosamente consciente de que, si algún día abandonaba Lunargenta, sería por razones de gravedad. Por que esa era su ciudad, la misma que, el vampiro aseguraba, le daba hambre.
La chica sonrió devolviéndole una mirada curiosa. No lograba entender como un lugar, o un aroma, podía hacer que sintieran hambre, no conseguía entender el gusto por el sabor oxidado y ferroso de la sangre, ni la belleza de vivir en un continuo pasar de sombras, tal vez, porque ella misma se encontraba sumergida en uno desde antes, incluso, de convertirse en confidente. Tampoco comprendía a Paul, que a pesar de definirse a si mismo con un vampiro, un asesino, casi un monstruo, alguien sin humanidad, era más humano que muchas personas con las que se había enfrentado, y conseguía conectar más con él que con la gran mayoría de los guardias, pudiera ser que, entre seres oscuros, llegasen a entenderse, pero sencillamente, se negaba a asumir esa oscuridad, por mucho que sufriera intentando combatir sus propias sombras.
- ¿Viviste aquí antes de convertirte?- Preguntó curiosa mientras se comenzaban a acercar al puerto.
El olor a salitre, a madera recién cortada de los astilleros y el sonido de las olas rompiendo contra los postes que sostenían la madera del puerto la golpeó de frente indicando que habían llegado al lugar que buscaban. Se detuvo dejando caer la espalda sobre una pared y miró esperando la llegada del barco al puerto, aunque no estuviera allí la loba, si lo que querían era llegar a Beltrexus les sería fácil con ese hombre. Era un buen capitán que fácilmente los ocultaría y, si prometían comportarse y no herir a nadie de la tripulación, les ayudaría a introducirse en las islas Ilidienses.
- Me alegro de que resistieras la tentación.- sonrió entre divertida y agradecida. -Por curiosidad.- miró al vampiro mordiéndose el labio, dudosa de si seguir el tema que el mismo vampiro había sacado.- ¿A que sabe mi sangre?, para mi es como las demás, roja, y con olor a hierro.- se encogió de hombros esperando escuchar el silbido de algún barco acercarse.
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