Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
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Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
- ¡Ulmer! – Dijo Lyn mirando la empalizada que rodeaba el pueblo en la lejanía. - ¡Hemos llegado a Ulmer! – Repitió adelantándose un par de pasos a Eltrant y acercándose a las caravanas de mercaderes que, aun de noche, se dirigían la ciudad de los lobos. - ¡Mira Mortal! – Exclamó señalando las diferentes luces que se veían al final del camino.
- …Lo dices como si te sorprendiese. – Dijo Eltrant dejando escapar un sonoro bostezo, seguía sin acostumbrarse a viajar de noche y dormir de día, pero con Lyn a su lado no tenía muchas alternativas. Al menos en Ulmer alguna posada contaría con alguna cama mullida y un techo sobre su cabeza que no fuese el de alguna cueva. – Y es Eltrant.
Lyn no escuchó las palabras del ex guarda y se adelantó aún más a este, comenzando a hablar inmediatamente con el resto de mercaderes y viajeros que usaban aquella ciudad como puerto comercial entre Dundarak y Lunargenta.
- ¡No te alejes mucho! – Dijo usando ambas manos para amplificar su voz. Lyn saludó efusivamente desde la distancia como toda respuesta y siguió paseando de carreta en carreta, sacando de quicio a todo aquel con el que se cruzaba con cada comentario que hacía. - …Y ahí va... – Suspiró y se encogió de hombros, mientras la tuviese a la vista no pasaría nada, allí no había sitio en el que perderse siempre que se mantuviese en el camino.
Hacía bastante que no paraba en aquella ciudad, pero por lo que recordaba era un lugar agradable, una ciudad de licántropos que, si bien se mostraban desconfiados ante los visitantes, no recelaban de los Aeros que estos cargaban y que inyectaban a la ciudad de vida y de productos.
Poco a poco, tanto las distintas carrozas como los diferentes grupos de viajeros que las acompañaban llegaron hasta las puertas de la ciudad dónde, después de examinar a los visitantes que llegaban a tales horas de la madrugada, dejaron a la mayoría descansar tras los gruesos muros de madera.
- ¡Lyn! – Llamó a la vampiresa, a quien, aun cuando había intentado no hacerlo, había perdido de vista en las puertas de la ciudad. - ¡Lyn! – Gritó de nuevo a la multitud que se agolpaba tras la entrada de la ciudad.
- ¡No grites! – Sintió como alguien saltaba a su espalda y entrelazaba sus brazos en torno a su cuello – Te estas dejando en evidencia. – Lyn encontraba divertido aparecer y desaparecer de vez en cuando, sobre todo si conseguía sorprender a Eltrant de alguna manera, era casi un pasatiempo personal paralelo a incordiarle todo lo posible, muchas veces incluso se solapaban. – Mortal, me avergüenzas. Me avergüenzas mucho. – Dijo. Algunos de los mercaderes se habían girado a mirarles y sonreían divertidos ante la escena. - ¿Qué van a pensar de ti? Un acosador raro mínimo.
- No me digas. – Respondió el exmercenario bajándola al suelo. Lyn sonrió entusiasmada, mirando a su alrededor como si fuese la primera vez que entraba en la ciudad, cosa que, por su edad, era evidente que no era así.
- Todos te señalaran y dirán: “Que hombre tal malvado, mira como trata a esa encantadora chica, como ordena que haga cosas con sus delicadas manitas, seguro que es un Mortal” – Eltrant enarcó una ceja y dejó que la muchacha siguiese con su monologo mientras él buscaba con la mirada, desde dónde se encontraban, algo mínimamente parecido a una señalización, al cartel de una hospedería en la que descansar hasta poder partir hacia el sur. - … y al final acabarás atado con una manzana en la boca mientras un grupo de... ¿Me estas escuchando? – Lyn le dio una palmada a su compañero en la espalda, reclamando su atención.
- Manzanas en la boca, sí. – Dijo Eltrant según comenzaba a caminar en la misma dirección que todos los demás viajeros, le parecía haber oído algo acerca de una posada en las inmediaciones. – Vamos, no te quedes atrás. – Dijo girándose a mirar a Lyn – Y quédate a la vista. – La ojiazul asintió tan sonriente como siempre y siguió de cerca al castaño, aunque siguió relatando las consecuencias de darle órdenes.
Entraron en un modesto edificio que seguía la misma estética arquitectónica que los demás, dónde un hombre joven de complexión menuda les recibió con la misma sonrisa que a todos los viajeros que se habían adentrado en el lugar.
- Buenas noches. – Dijo mirando a los recién llegados con un deje curiosidad en sus ojos. Eltrant lo admitía, eran un dúo que atraía las miradas.Para empezar estaba él, un hombre que vestía una armadura de placas pesadas y que portaba una espada al cinto, alguien con tela roja sobre su coraza y cuya primera impresión era “mercenario” y por otro lado estaba Lyn, una joven menuda de aspecto jovial que no se callaba ni para tomar aire. - ¿Qué puedo ofrecerles?
Podía leer los pensamientos del muchacho de igual forma que lo había hecho con el resto de viajeros con los que se había cruzado, y a diferencia de Lyn, él no necesitaba poderes vampíricos para hacerlo. El chaval se estarían preguntando a dónde iba la curiosa pareja, que es lo que hacían juntos. Y lo cierto es que Eltrant no sabría que responder si le preguntaran directamente, en más de una ocasión había estado a punto de volverse a su cabaña, lo único que sabía de aquel viaje era que el destino final era Beltrexus, nada más.
Seguía teniendo dudas. ¿Había sido lo correcto salir al exterior una vez más? No podía dar ningún tipo de respuesta a aquella pregunta, no de momento. En cualquier caso, tampoco se encontraba en el lugar indicado para hacerlo.
Tras pagar la estancia y dos menús de comida, tanto Eltrant como Lyn se adentraron en la taberna que había en la planta baja, un lugar repleto de gente de todos los tipos. Hombres-Bestia, humanos o brujos daba igual a que estamento social pertenecieses, si existía, estaba en aquel lugar.
- La próxima pagas tú – Dijo Eltrant dejándose caer en una de las pocas mesitas que estaban desocupadas, no era el primer lugar en el que descansaban y por supuesto, no eran los primeros Aeros que cedia en nombre de Lyn. La vampiresa le imitó y comenzó a juguetear con su flequillo.
- ¡Ti… tienes el honor de…! – Antes de que terminase de hablar Eltrant levantó la mano, silenciándola al momento.
- No soy rico. – Sentenció, Lyn sonrió como si Eltrant hubiese pronunciado un galimatías sin sentido.
- ¡Pronto, Mortal! ¡Pronto seré rica! - Una elfa ataviada con un uniforme de sirvienta que dejaba más bien poco a la imaginación depositó dos platos de comida en la mesa y tras unas palabras de amabilidad en nombre del local, se fue a atender a las demás mesas. - ¿...Me has pedido comida? – Preguntó la vampiresa tomando un tenedor y pinchando la carne de su plato. - Al final va a ser verdad que tienes piedras en la cabeza.
- No – Eltrant atacó su plato enseguida – Son los dos para mí – Dijo introduciendo un trozo obscenamente grande de carne en su boca – Tú ya tienes suficiente con mi sangre – Una de las condiciones que había dado Eltrant para acompañar a la muchacha era que esta no jugaría con la mente de nadie por su sangre, él se encargaría de darle la que necesitase, aunque tuviese que comer el doble para reponer las fuerzas. - ¿…Y eso de que pronto serás rica? – Preguntó sin siquiera alzar la vista de su plato - ¿Es que trabajas? ¿Tú? – Eltrant sonrió e hizo especial énfasis en “Tú”. Aun sin mirar a Lyn pudo notar como esta se cruzaba de brazos e inflaba los mofletes.
- Sí, sí que trabajo – Dijo alzando un poco la voz, inclinándose sobre la mesa – Para tu información, soy escritora. – Aseguró - ¡Y una muy buena! – La vampiresa rebuscó entre sus pertenencias y dejó una pila de papeles pobremente entrelazados con un cordel junto a uno de los platos de comida. - ¿Ves?
Eltrant arqueó una ceja y, sin soltar los cubiertos, se acercó el manuscrito de la muchacha, comenzándolo a ojear por encima.
- … aun… nadie ha comprendido mi arte – Jugueteó con su flequillo y bajó la mirada, Eltrant pudo apreciar cierto sonrojo en su rostro - ¡Pero este libro será el bueno! ¡Ya verás! – Dio un golpe en la mesa, atrajo un par de miradas. – ¡Seré famosa! ¡Todos querrán uno de mis libros! ¡Se harán obras de teatro!
- ¿La protagonista se llama Linny? – Se acercó el segundo plato y empezó a comérselo sin dejar de leer las páginas que tenía frente a él, a Lyn se le iluminó la mirada ante la pregunta del ex guarda.
- ¡Si! – Respondió la vampira acercando su silla hasta dónde estaba Eltrant, señalando entonces los pasajes que le gustaban más – Es una vampiresa compleja e incomprendida que vive en la zona pobre de la ciudad y se gana la vida como panadera – Dijo entusiasmada – ¡Pero nadie sabe que en realidad tiene poderes místicos! ¡Y que es una noble en secreto! – Afirmó, orgullosa de su giro de guion. - ¡También hay un arco romántico! ¡El villano se enamora de ella cuando…!
- ¿Eres tú verdad? – Preguntó Eltrant repasando por segunda vez la descripción del personaje de Lyn. La vampiresa se calló de golpe y desvió la mirada balbuceando un par de incoherencias. – La protagonista digo. – Eltrant dio un sorbo de la bebida que acompañaba a la comida y sonrió a Lyn, que dejó escapar una carcajada exageradamente forzada.
- ¡Que... que cosas dices!
- …Lo dices como si te sorprendiese. – Dijo Eltrant dejando escapar un sonoro bostezo, seguía sin acostumbrarse a viajar de noche y dormir de día, pero con Lyn a su lado no tenía muchas alternativas. Al menos en Ulmer alguna posada contaría con alguna cama mullida y un techo sobre su cabeza que no fuese el de alguna cueva. – Y es Eltrant.
Lyn no escuchó las palabras del ex guarda y se adelantó aún más a este, comenzando a hablar inmediatamente con el resto de mercaderes y viajeros que usaban aquella ciudad como puerto comercial entre Dundarak y Lunargenta.
- ¡No te alejes mucho! – Dijo usando ambas manos para amplificar su voz. Lyn saludó efusivamente desde la distancia como toda respuesta y siguió paseando de carreta en carreta, sacando de quicio a todo aquel con el que se cruzaba con cada comentario que hacía. - …Y ahí va... – Suspiró y se encogió de hombros, mientras la tuviese a la vista no pasaría nada, allí no había sitio en el que perderse siempre que se mantuviese en el camino.
Hacía bastante que no paraba en aquella ciudad, pero por lo que recordaba era un lugar agradable, una ciudad de licántropos que, si bien se mostraban desconfiados ante los visitantes, no recelaban de los Aeros que estos cargaban y que inyectaban a la ciudad de vida y de productos.
Poco a poco, tanto las distintas carrozas como los diferentes grupos de viajeros que las acompañaban llegaron hasta las puertas de la ciudad dónde, después de examinar a los visitantes que llegaban a tales horas de la madrugada, dejaron a la mayoría descansar tras los gruesos muros de madera.
- ¡Lyn! – Llamó a la vampiresa, a quien, aun cuando había intentado no hacerlo, había perdido de vista en las puertas de la ciudad. - ¡Lyn! – Gritó de nuevo a la multitud que se agolpaba tras la entrada de la ciudad.
- ¡No grites! – Sintió como alguien saltaba a su espalda y entrelazaba sus brazos en torno a su cuello – Te estas dejando en evidencia. – Lyn encontraba divertido aparecer y desaparecer de vez en cuando, sobre todo si conseguía sorprender a Eltrant de alguna manera, era casi un pasatiempo personal paralelo a incordiarle todo lo posible, muchas veces incluso se solapaban. – Mortal, me avergüenzas. Me avergüenzas mucho. – Dijo. Algunos de los mercaderes se habían girado a mirarles y sonreían divertidos ante la escena. - ¿Qué van a pensar de ti? Un acosador raro mínimo.
- No me digas. – Respondió el exmercenario bajándola al suelo. Lyn sonrió entusiasmada, mirando a su alrededor como si fuese la primera vez que entraba en la ciudad, cosa que, por su edad, era evidente que no era así.
- Todos te señalaran y dirán: “Que hombre tal malvado, mira como trata a esa encantadora chica, como ordena que haga cosas con sus delicadas manitas, seguro que es un Mortal” – Eltrant enarcó una ceja y dejó que la muchacha siguiese con su monologo mientras él buscaba con la mirada, desde dónde se encontraban, algo mínimamente parecido a una señalización, al cartel de una hospedería en la que descansar hasta poder partir hacia el sur. - … y al final acabarás atado con una manzana en la boca mientras un grupo de... ¿Me estas escuchando? – Lyn le dio una palmada a su compañero en la espalda, reclamando su atención.
- Manzanas en la boca, sí. – Dijo Eltrant según comenzaba a caminar en la misma dirección que todos los demás viajeros, le parecía haber oído algo acerca de una posada en las inmediaciones. – Vamos, no te quedes atrás. – Dijo girándose a mirar a Lyn – Y quédate a la vista. – La ojiazul asintió tan sonriente como siempre y siguió de cerca al castaño, aunque siguió relatando las consecuencias de darle órdenes.
Entraron en un modesto edificio que seguía la misma estética arquitectónica que los demás, dónde un hombre joven de complexión menuda les recibió con la misma sonrisa que a todos los viajeros que se habían adentrado en el lugar.
- Buenas noches. – Dijo mirando a los recién llegados con un deje curiosidad en sus ojos. Eltrant lo admitía, eran un dúo que atraía las miradas.Para empezar estaba él, un hombre que vestía una armadura de placas pesadas y que portaba una espada al cinto, alguien con tela roja sobre su coraza y cuya primera impresión era “mercenario” y por otro lado estaba Lyn, una joven menuda de aspecto jovial que no se callaba ni para tomar aire. - ¿Qué puedo ofrecerles?
Podía leer los pensamientos del muchacho de igual forma que lo había hecho con el resto de viajeros con los que se había cruzado, y a diferencia de Lyn, él no necesitaba poderes vampíricos para hacerlo. El chaval se estarían preguntando a dónde iba la curiosa pareja, que es lo que hacían juntos. Y lo cierto es que Eltrant no sabría que responder si le preguntaran directamente, en más de una ocasión había estado a punto de volverse a su cabaña, lo único que sabía de aquel viaje era que el destino final era Beltrexus, nada más.
Seguía teniendo dudas. ¿Había sido lo correcto salir al exterior una vez más? No podía dar ningún tipo de respuesta a aquella pregunta, no de momento. En cualquier caso, tampoco se encontraba en el lugar indicado para hacerlo.
Tras pagar la estancia y dos menús de comida, tanto Eltrant como Lyn se adentraron en la taberna que había en la planta baja, un lugar repleto de gente de todos los tipos. Hombres-Bestia, humanos o brujos daba igual a que estamento social pertenecieses, si existía, estaba en aquel lugar.
- La próxima pagas tú – Dijo Eltrant dejándose caer en una de las pocas mesitas que estaban desocupadas, no era el primer lugar en el que descansaban y por supuesto, no eran los primeros Aeros que cedia en nombre de Lyn. La vampiresa le imitó y comenzó a juguetear con su flequillo.
- ¡Ti… tienes el honor de…! – Antes de que terminase de hablar Eltrant levantó la mano, silenciándola al momento.
- No soy rico. – Sentenció, Lyn sonrió como si Eltrant hubiese pronunciado un galimatías sin sentido.
- ¡Pronto, Mortal! ¡Pronto seré rica! - Una elfa ataviada con un uniforme de sirvienta que dejaba más bien poco a la imaginación depositó dos platos de comida en la mesa y tras unas palabras de amabilidad en nombre del local, se fue a atender a las demás mesas. - ¿...Me has pedido comida? – Preguntó la vampiresa tomando un tenedor y pinchando la carne de su plato. - Al final va a ser verdad que tienes piedras en la cabeza.
- No – Eltrant atacó su plato enseguida – Son los dos para mí – Dijo introduciendo un trozo obscenamente grande de carne en su boca – Tú ya tienes suficiente con mi sangre – Una de las condiciones que había dado Eltrant para acompañar a la muchacha era que esta no jugaría con la mente de nadie por su sangre, él se encargaría de darle la que necesitase, aunque tuviese que comer el doble para reponer las fuerzas. - ¿…Y eso de que pronto serás rica? – Preguntó sin siquiera alzar la vista de su plato - ¿Es que trabajas? ¿Tú? – Eltrant sonrió e hizo especial énfasis en “Tú”. Aun sin mirar a Lyn pudo notar como esta se cruzaba de brazos e inflaba los mofletes.
- Sí, sí que trabajo – Dijo alzando un poco la voz, inclinándose sobre la mesa – Para tu información, soy escritora. – Aseguró - ¡Y una muy buena! – La vampiresa rebuscó entre sus pertenencias y dejó una pila de papeles pobremente entrelazados con un cordel junto a uno de los platos de comida. - ¿Ves?
Eltrant arqueó una ceja y, sin soltar los cubiertos, se acercó el manuscrito de la muchacha, comenzándolo a ojear por encima.
- … aun… nadie ha comprendido mi arte – Jugueteó con su flequillo y bajó la mirada, Eltrant pudo apreciar cierto sonrojo en su rostro - ¡Pero este libro será el bueno! ¡Ya verás! – Dio un golpe en la mesa, atrajo un par de miradas. – ¡Seré famosa! ¡Todos querrán uno de mis libros! ¡Se harán obras de teatro!
- ¿La protagonista se llama Linny? – Se acercó el segundo plato y empezó a comérselo sin dejar de leer las páginas que tenía frente a él, a Lyn se le iluminó la mirada ante la pregunta del ex guarda.
- ¡Si! – Respondió la vampira acercando su silla hasta dónde estaba Eltrant, señalando entonces los pasajes que le gustaban más – Es una vampiresa compleja e incomprendida que vive en la zona pobre de la ciudad y se gana la vida como panadera – Dijo entusiasmada – ¡Pero nadie sabe que en realidad tiene poderes místicos! ¡Y que es una noble en secreto! – Afirmó, orgullosa de su giro de guion. - ¡También hay un arco romántico! ¡El villano se enamora de ella cuando…!
- ¿Eres tú verdad? – Preguntó Eltrant repasando por segunda vez la descripción del personaje de Lyn. La vampiresa se calló de golpe y desvió la mirada balbuceando un par de incoherencias. – La protagonista digo. – Eltrant dio un sorbo de la bebida que acompañaba a la comida y sonrió a Lyn, que dejó escapar una carcajada exageradamente forzada.
- ¡Que... que cosas dices!
Última edición por Eltrant Tale el Sáb Jul 15 2017, 00:07, editado 2 veces
Eltrant Tale
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
Por fin había llegado a un atisbo de civilización. Había dejado los bosques del este con la esperanza de poder descansar en algún lugar. Estaba cansada, hambrienta, sola y de mal humor. Entró en aquella ciudad y, sorprendida, vio que bullía de gente despierta a aquellas horas. Eso no era normal, lo normal era encontrarse sólo gentuza. Sin embargo, había demasiados mercaderes a aquellas horas. No quiso saber qué clase de negocios sucios se traían entre manos.
No pudo, lamentablemente, evitar pararse en un puesto de fruta. Las tripas le sonaron estrepitosamente y empezó a salivar. Tenía bastante hambre y, por desgracia, no tenía dinero. Miró a su alrededor. El vendedor de aquel puesto estaba de espaldas, la gente hablaba distraída alrededor. Nadie echaría de menos una manzana.
Con paso rápido, andó hasta llegar al puesto y, con mano rápida, birló una manzana y apresuró el paso
<<Cuán bajo has caído, Iredia>>.
Pero no todo fue suerte, pues el vendedor justo se había dado la vuelta y vio cómo aquella elfa de rojizos cabellos le había mangado la manzana sin pagar.
-¡Al ladrón! -gritó y la señaló.
Rápidamente, un hombre uniformado salió de detrás del puesto y se lanzó tras ella. Parecía algún tipo de guardia, quizás uno a sueldo. No se paró a pensarlo, pues la elfa echó a correr.
Callejeó por todas partes, se metió en todos los recovecos que pudo. Su arco a poco se parte un par de veces. Oía las voces del guardia diciendo que parara. Aquel maldito corría rápido, no era nada fácil perderlo de vista. Al final, entró en la primera puerta que pilló, que resultó ser una modesta posada. Según entró, con tanto impulso con el que llegaba, se tropezó y cayó al suelo, deslizándose un par de metros. Se levantó apresuradamente mientras el guarda entraba en la estancia. Fue derecho a atacarla, pero ella cogió un vaso de una mesa ocupada por un hombre con armadura de placas y una mujer menudita y se lo tiró a la cara. Acto seguido. le dio una patada bien de pleno en la entrepierna. El hombre se encogió en el sitio y se cayó al suelo, llevándose las manos a las partes doloridas mientras su cabeza tenía una bonita contusión.
El posadero rápidamente fue a donde ellos, queriendo sacar al hombre de allí. Iredia respiraba, entrecortada. Se dirigió entonces al hombre de la armadura.
-Lo siento... -jadeó- Era... era...yo... -volvió a jadear, incapaz de hablar por el cansancio.
Entre el dueño del lugar y otro muchacho, sacaron al guardia dolorido de allí. Iredia rezó para que no la echasen también. Cuando volvieron a entrar, el posadero se dirigió a ella.
-¿Estás bien, muchacha?
-Sí, sí... -tosió para llevar más oxígeno a su cerebro.
-Siéntate un rato. Quieres quedarte, supongo, ¿no?
Iredia sólo asintió.
-Pues... el pago es por adelantado. -el posadero enarcó entonces una ceja. No le había pasado por alto que el hombre era un guardia privado. Algo habría hecho esa elfa.
La joven entonces suspiró. Hurgó en su zurrón y sacó un par de monedas. Se las tendió al posadero, con cierta culpabilidad.
-¿Para qué me llega con esto?
El dueño frunció los labios, se fue a la barra y, al minuto, le trajo un mendrugo de pan de hace dos o tres días. La elfa se resignó, le dio las monedas y se fue a sentar en una silla no muy lejos de aquella curiosa pareja. Una vez sentada, sacó la manzana que había robado y la observó. La manzana más cara de su vida.
No pudo, lamentablemente, evitar pararse en un puesto de fruta. Las tripas le sonaron estrepitosamente y empezó a salivar. Tenía bastante hambre y, por desgracia, no tenía dinero. Miró a su alrededor. El vendedor de aquel puesto estaba de espaldas, la gente hablaba distraída alrededor. Nadie echaría de menos una manzana.
Con paso rápido, andó hasta llegar al puesto y, con mano rápida, birló una manzana y apresuró el paso
<<Cuán bajo has caído, Iredia>>.
Pero no todo fue suerte, pues el vendedor justo se había dado la vuelta y vio cómo aquella elfa de rojizos cabellos le había mangado la manzana sin pagar.
-¡Al ladrón! -gritó y la señaló.
Rápidamente, un hombre uniformado salió de detrás del puesto y se lanzó tras ella. Parecía algún tipo de guardia, quizás uno a sueldo. No se paró a pensarlo, pues la elfa echó a correr.
Callejeó por todas partes, se metió en todos los recovecos que pudo. Su arco a poco se parte un par de veces. Oía las voces del guardia diciendo que parara. Aquel maldito corría rápido, no era nada fácil perderlo de vista. Al final, entró en la primera puerta que pilló, que resultó ser una modesta posada. Según entró, con tanto impulso con el que llegaba, se tropezó y cayó al suelo, deslizándose un par de metros. Se levantó apresuradamente mientras el guarda entraba en la estancia. Fue derecho a atacarla, pero ella cogió un vaso de una mesa ocupada por un hombre con armadura de placas y una mujer menudita y se lo tiró a la cara. Acto seguido. le dio una patada bien de pleno en la entrepierna. El hombre se encogió en el sitio y se cayó al suelo, llevándose las manos a las partes doloridas mientras su cabeza tenía una bonita contusión.
El posadero rápidamente fue a donde ellos, queriendo sacar al hombre de allí. Iredia respiraba, entrecortada. Se dirigió entonces al hombre de la armadura.
-Lo siento... -jadeó- Era... era...yo... -volvió a jadear, incapaz de hablar por el cansancio.
Entre el dueño del lugar y otro muchacho, sacaron al guardia dolorido de allí. Iredia rezó para que no la echasen también. Cuando volvieron a entrar, el posadero se dirigió a ella.
-¿Estás bien, muchacha?
-Sí, sí... -tosió para llevar más oxígeno a su cerebro.
-Siéntate un rato. Quieres quedarte, supongo, ¿no?
Iredia sólo asintió.
-Pues... el pago es por adelantado. -el posadero enarcó entonces una ceja. No le había pasado por alto que el hombre era un guardia privado. Algo habría hecho esa elfa.
La joven entonces suspiró. Hurgó en su zurrón y sacó un par de monedas. Se las tendió al posadero, con cierta culpabilidad.
-¿Para qué me llega con esto?
El dueño frunció los labios, se fue a la barra y, al minuto, le trajo un mendrugo de pan de hace dos o tres días. La elfa se resignó, le dio las monedas y se fue a sentar en una silla no muy lejos de aquella curiosa pareja. Una vez sentada, sacó la manzana que había robado y la observó. La manzana más cara de su vida.
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
Lyn dejó escapar otra carcajada nerviosa y arrebató el manuscrito de las grasientas manos del ex guarda - ¡Dame que… que lo ensucias! – Dijo arrojando las paginas a la bolsa de viaje que cargaba a la espalda todo lo rápido que pudo, impidiendo que Eltrant pudiese ver más de la historia. - …Mira que decir que yo soy Linny – Volvió a reír de forma exagerada, atrajo aún más miradas. - ¡Pues ahora tú sí que vas a salir en el libro! – Indicó sonriendo, recobrando un poco de su habitual jovialidad, como si le acabase de pasar por la cabeza una de las ideas más perversas que había podido pensar. – Y y… ¡Vas a ser tan mortal y tan ridículo como en la vida real!
El castaño se encogió de hombros y siguió a lo suyo, cosa que pareció convencer a la vampiresa en parte pues, usando sus codos como apoyo, se inclinó sobre la mesa. - ¿Tan mala es? – Preguntó ahora casi en un susurro, Eltrant, sin dejar de comer, negó con la cabeza.
- No he dicho que sea mala.
Un estrepito llamó la atención de la pareja, una mujer de cabellos cobrizos acababa de irrumpir en el edificio y se deslizaba por el suelo, respirando agitadamente. Eltrant enarcó una ceja y bajó su mano hasta su espada lo más rápido que pudo, temiéndose lo peor, a pesar de esto todo sucedió demasiado rápido como para que pudiesen siquiera reaccionar, a la chica deslizante la siguió un hombre ataviado con un uniforme de guarda, quien, después de que la pelirroja tomase el vaso que tenía Lyn justo a su derecha se lo estampó en la cara al mismo.
El local observó anonadado como el hombre se tambaleaba con la cara repleta de cristales y pequeños cortes, y justo después todos los varones del lugar dejaron escapar un “Ouch” al unísono cuando la chica machacó la entrepierna del soldado con un fuerte puntapié.
Lyn aplaudió de forma apasionada al ver al hombre desplomarse mientras soltaba espumarajos por la boca, Eltrant, simplemente, suspiró. – ¡Poder femenino! – Dijo la vampiresa dando puñetazos al aire.
No tardaron mucho en sacar al guarda del lugar, Eltrant se quedó mirando el uniforme del hombre y después se giró hacía la chica, pudo apreciar que era una elfa, por sus orejas, que si bien estaban ocultas por la espesa cabellera rojiza con la que la mujer contaba, no era muy difícil entreverlas con cada movimiento que hacía.
A la elfa la había estado persiguiendo un guarda, ¿Eso la convertía en una fugitiva? Negó con la cabeza y, a diferencia del resto del local, dejó de mirarla. Que fuese o no una fugitiva ya no era su problema, no es como si fuese de “La Elite de Lunargenta” todavía.
- Siéntate, Lyn – Dijo el castaño señalando a la silla de la ojiazul, quien negó con la cabeza y, sonriendo, se dirigió a dónde estaba la elfa, la cual ahora descansaba a un par de mesas de dónde estaban. - ¿… Por qué nunca me hace caso? – Murmuró hundiendo su cuchillo en lo que quedaba de comida, que no era poco. – No vayas a molestar que… y nada… ahí va.
Lyn sorteó las mesas que se interponían en su camino grácilmente, con una agilidad casi felina y, cuando estuvo frente a ella la elfa la miró fijamente, sin dejar de sonreír, jugueteando con su flequillo.
- ¡Buena patada! – Exclamó al cabo de unos segundos, los suficientes como para que el silencio comenzase a ser incomodo - ¿Me puedo sentar? – Antes de que la muchacha pudiese responder Lyn ya había arrastrado una silla hasta dónde estaba y se había sentado. - ¡Hola! – Dijo ahora agitando efusivamente una de sus manos. – ¡Me llamó Lyn! Y aquel de allí – Señaló la espalda de Eltrant, que seguía sentado en la mesa que originalmente habían escogido – Es mi Mortal. – Un “ugh” por parte de Eltrant, perfectamente audible incluso sobre el gentío, llegó hasta los oídos de Lyn, quien ensanchó su sonrisa. – Mírale como conoce mi voz.
Sin pararse a escuchar lo que la pelirroja tenía que decir, Lyn clavó su mirada en la hogaza de pan y la manzana que frente a la elfa. - ¿Solo tienes eso? – Se mordió el labio inferior pensativa y miró a las camareras que iban de cliente en cliente – No te preocupes. – Levantándose de su asiento dio un par de zancadas hasta dónde estaba el ex guarda. - Mortal, voy a necesitar esto – Dijo tomando el plato de comida que seguía frente a Eltrant y marchándose en dirección a la pelirroja. – Tu ya has comido bastante.
- ¡Eh! ¡Espera…! – Frunciendo el ceño siguió a la vampiresa, que, ahora con un humeante plato de comida caliente a su lado, volvía a estar sentada junto a la elfa de la hogaza de pan y la manzana. – Podrías preguntar antes… - Dijo acercándose a las dos chicas.
- Mortal ¿Qué educación es esa? ¡Preséntate como es debido! – Lyn acercó el plato a la elfa, Eltrant miró fijamente la hogaza de pan y la manzana que esta tenía, no era lo que se decía una cena plena, había estado muchas veces en la misma situación que la chica, suspiró y se sentó junto a Lyn.
- No hagas caso de lo que te diga, no es una buena influencia – Dijo mirando a Lyn, quien sonrió y se encogió de hombros – … Y mi nombre es Eltrant Tale.
- Ya estamos. – Lyn se cruzó de brazos, Eltrant frunció el ceño.
- ¿Y que se supone he dicho ahora? – Preguntó mirándola fijamente.
- “Eh, miradme, soy Eltrant Tale, Eltrant y también Tale. No os olvidéis del Tale, el Tale es importante. ¿Os he dicho que mi apellido es Tale?” – Lyn se encargó de hacer una pobre imitación de la voz del exmercenario mientras movía los brazos de forma ridícula frente a la elfa. - ¿Quién se presenta con su apellido? ¡Nadie! Además, tú eres Mortal – Aseguró.
- Al menos yo tengo apellido “Lyn” – Dijo Eltrant colocando una de sus manos en la cara de la vampiresa y apartándola a un lado. – … tú solo dime Eltrant. - Se volvió a dirigir a la elfa.
- ¡Sí que tengo un apellido! – La voz de Lyn, acallada por la manaza de Eltrant, trataba de abrirse paso como buenamente podía - ¡Es demasiado delicado para tus oídos de bruto, Mortal!
Dejando escapar un largo y sonoro suspiro se giró hacía la elfa una vez más y le dedicó una sonrisa. – No te cortes – Señaló al plato y se reclinó en la silla. – Yo ya he cenado de todas formas.
Estudió a la elfa, iba armada con un arco que había visto mejores días y sus ropajes no estaban muy cuidados tampoco. ¿Una nómada? ¿Aventurera? Su indumentaria parecía indicar esto, pero, como solía pasar, las primeras impresiones siempre daban pie a malentendidos, por lo que no tenía sentido juzgarla por su aspecto. Por otro lado, la chica era una elfa, y como sucedía con Lyn era muy difícil acertar con la edad real de estos, su apariencia parecía indicar que no pasaba de la veintena, no obstante, estaba seguro que, mínimo, entre él mismo y la pelirroja habría unos cincuenta años de diferencia.
- Como no me sueltes la cara te muerdo.
- …No sería la primera vez.
El castaño se encogió de hombros y siguió a lo suyo, cosa que pareció convencer a la vampiresa en parte pues, usando sus codos como apoyo, se inclinó sobre la mesa. - ¿Tan mala es? – Preguntó ahora casi en un susurro, Eltrant, sin dejar de comer, negó con la cabeza.
- No he dicho que sea mala.
Un estrepito llamó la atención de la pareja, una mujer de cabellos cobrizos acababa de irrumpir en el edificio y se deslizaba por el suelo, respirando agitadamente. Eltrant enarcó una ceja y bajó su mano hasta su espada lo más rápido que pudo, temiéndose lo peor, a pesar de esto todo sucedió demasiado rápido como para que pudiesen siquiera reaccionar, a la chica deslizante la siguió un hombre ataviado con un uniforme de guarda, quien, después de que la pelirroja tomase el vaso que tenía Lyn justo a su derecha se lo estampó en la cara al mismo.
El local observó anonadado como el hombre se tambaleaba con la cara repleta de cristales y pequeños cortes, y justo después todos los varones del lugar dejaron escapar un “Ouch” al unísono cuando la chica machacó la entrepierna del soldado con un fuerte puntapié.
Lyn aplaudió de forma apasionada al ver al hombre desplomarse mientras soltaba espumarajos por la boca, Eltrant, simplemente, suspiró. – ¡Poder femenino! – Dijo la vampiresa dando puñetazos al aire.
No tardaron mucho en sacar al guarda del lugar, Eltrant se quedó mirando el uniforme del hombre y después se giró hacía la chica, pudo apreciar que era una elfa, por sus orejas, que si bien estaban ocultas por la espesa cabellera rojiza con la que la mujer contaba, no era muy difícil entreverlas con cada movimiento que hacía.
A la elfa la había estado persiguiendo un guarda, ¿Eso la convertía en una fugitiva? Negó con la cabeza y, a diferencia del resto del local, dejó de mirarla. Que fuese o no una fugitiva ya no era su problema, no es como si fuese de “La Elite de Lunargenta” todavía.
- Siéntate, Lyn – Dijo el castaño señalando a la silla de la ojiazul, quien negó con la cabeza y, sonriendo, se dirigió a dónde estaba la elfa, la cual ahora descansaba a un par de mesas de dónde estaban. - ¿… Por qué nunca me hace caso? – Murmuró hundiendo su cuchillo en lo que quedaba de comida, que no era poco. – No vayas a molestar que… y nada… ahí va.
Lyn sorteó las mesas que se interponían en su camino grácilmente, con una agilidad casi felina y, cuando estuvo frente a ella la elfa la miró fijamente, sin dejar de sonreír, jugueteando con su flequillo.
- ¡Buena patada! – Exclamó al cabo de unos segundos, los suficientes como para que el silencio comenzase a ser incomodo - ¿Me puedo sentar? – Antes de que la muchacha pudiese responder Lyn ya había arrastrado una silla hasta dónde estaba y se había sentado. - ¡Hola! – Dijo ahora agitando efusivamente una de sus manos. – ¡Me llamó Lyn! Y aquel de allí – Señaló la espalda de Eltrant, que seguía sentado en la mesa que originalmente habían escogido – Es mi Mortal. – Un “ugh” por parte de Eltrant, perfectamente audible incluso sobre el gentío, llegó hasta los oídos de Lyn, quien ensanchó su sonrisa. – Mírale como conoce mi voz.
Sin pararse a escuchar lo que la pelirroja tenía que decir, Lyn clavó su mirada en la hogaza de pan y la manzana que frente a la elfa. - ¿Solo tienes eso? – Se mordió el labio inferior pensativa y miró a las camareras que iban de cliente en cliente – No te preocupes. – Levantándose de su asiento dio un par de zancadas hasta dónde estaba el ex guarda. - Mortal, voy a necesitar esto – Dijo tomando el plato de comida que seguía frente a Eltrant y marchándose en dirección a la pelirroja. – Tu ya has comido bastante.
- ¡Eh! ¡Espera…! – Frunciendo el ceño siguió a la vampiresa, que, ahora con un humeante plato de comida caliente a su lado, volvía a estar sentada junto a la elfa de la hogaza de pan y la manzana. – Podrías preguntar antes… - Dijo acercándose a las dos chicas.
- Mortal ¿Qué educación es esa? ¡Preséntate como es debido! – Lyn acercó el plato a la elfa, Eltrant miró fijamente la hogaza de pan y la manzana que esta tenía, no era lo que se decía una cena plena, había estado muchas veces en la misma situación que la chica, suspiró y se sentó junto a Lyn.
- No hagas caso de lo que te diga, no es una buena influencia – Dijo mirando a Lyn, quien sonrió y se encogió de hombros – … Y mi nombre es Eltrant Tale.
- Ya estamos. – Lyn se cruzó de brazos, Eltrant frunció el ceño.
- ¿Y que se supone he dicho ahora? – Preguntó mirándola fijamente.
- “Eh, miradme, soy Eltrant Tale, Eltrant y también Tale. No os olvidéis del Tale, el Tale es importante. ¿Os he dicho que mi apellido es Tale?” – Lyn se encargó de hacer una pobre imitación de la voz del exmercenario mientras movía los brazos de forma ridícula frente a la elfa. - ¿Quién se presenta con su apellido? ¡Nadie! Además, tú eres Mortal – Aseguró.
- Al menos yo tengo apellido “Lyn” – Dijo Eltrant colocando una de sus manos en la cara de la vampiresa y apartándola a un lado. – … tú solo dime Eltrant. - Se volvió a dirigir a la elfa.
- ¡Sí que tengo un apellido! – La voz de Lyn, acallada por la manaza de Eltrant, trataba de abrirse paso como buenamente podía - ¡Es demasiado delicado para tus oídos de bruto, Mortal!
Dejando escapar un largo y sonoro suspiro se giró hacía la elfa una vez más y le dedicó una sonrisa. – No te cortes – Señaló al plato y se reclinó en la silla. – Yo ya he cenado de todas formas.
Estudió a la elfa, iba armada con un arco que había visto mejores días y sus ropajes no estaban muy cuidados tampoco. ¿Una nómada? ¿Aventurera? Su indumentaria parecía indicar esto, pero, como solía pasar, las primeras impresiones siempre daban pie a malentendidos, por lo que no tenía sentido juzgarla por su aspecto. Por otro lado, la chica era una elfa, y como sucedía con Lyn era muy difícil acertar con la edad real de estos, su apariencia parecía indicar que no pasaba de la veintena, no obstante, estaba seguro que, mínimo, entre él mismo y la pelirroja habría unos cincuenta años de diferencia.
- Como no me sueltes la cara te muerdo.
- …No sería la primera vez.
Eltrant Tale
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Iba a darle un mordisco a su manzana cuando, de golpe, una muchacha menuda y jovial se sentó delante de ella. Se quedaron mirando mutuamente una a la otra unos segundos hasta que empezó a ser incómodo. Ella se había quedado con la manzana a escasos milímetros de su boca, con una expresión de duda bastante graciosa en su rostro.
-Buena patada!
Fue a responder un "gracias", pero no le dio tiempo. Lo mismo le pasó cuando le preguntó si se podía sentar. Tampoco le dio tiempo a contestar. Enarcó entonces una ceja. La muchacha entonces la saludó más efusivamente y la elfa empezó a esbozar una sonrisa graciosa. Miró hacia el hombre al que señalaba, el hombre de la armadura de placas. Lo primero que pensó fue que esa armadura tenía que ser carísima. Se quedó extrañada con aquel comentario de "es mi Mortal". No había entendido lo que le quería decir.
-¿Sólo tienes eso?- preguntó entonces Lyn.
Ella puso cara de circunstancias y, una vez más, se quedó con la palabra en la boca. Esa chica era un auténtico huracán. Vio con mucha vergüenza cómo le robaba el plato de comida al hombre de la armadura. Se llevó una mano al rostro y cerró los ojos.
<<Qué vergüenza, por los dioses...>>
Encima, para más inri, el hombre se acercó a la mesa donde estaba ella. La muchacha le había puesto el plato caliente y apetitoso delante y no pudo evitar salivar de nuevo. Maldita sea, tenía demasiada hambre y le daba una vergüenza horrible comer de ese plato. La muchacha entonces regañó al hombre por no presentarse correctamente. Ambos se sentaron con ella. La verdad es que, fuera del rato vergonzoso, agradecía mucho un poco de compañía.
Cuando él le dijo su nombre, ella asintió, haciéndole ver que se había quedado con el dato.
-El mío es Iredia.
Y entonces vio, con las dos cejas alzadas, cómo la muchacha echaba una bronca terrible y se burlaba del pobre humano por decirle su apellido. La elfa sonrió, divertida, y asintió cuando el hombre le dijo que le llamase sólo Eltrant. Cuando ya le llamó bruto, a la elfa sin querer se le escapó una carcajada.
Pese a que él le dijo que no se cortase y comiese, puso el plato un poco en el medio, dando a entender que, pese a que ella comiera, seguía siendo suyo y podían compartirlo. Ella cogió un trozo y se lo llevó a la boca. Estaba tan rico que hasta se le escapó que se le pusieran los ojos en blanco del gustito. Cuando amenazó ella con morderle a él, la elfa siguió sonriendo. La verdad es que eran una pareja muy cómica.
-Os agradezco el plato, de veras. -hizo un gesto de paz con las manos, por si les daba por liarse a mordiscos delante de ella- Y lamento lo del vaso. -puso esta vez cara de circunstancias- No estoy en uno de mis mejores momentos ahora mismo.
Observó entonces unos segundos a la pareja. Definitivamente, eran muy cómicos.
-Lyn, ¿verdad? -preguntó, mirando a la muchacha- ¿Qué problemas tienes para que él se presente con su apellido? -sonrió ampliamente, mirando de reojo a Eltrant- Yo creo que es bastante bonito.
Encaja con su nombre.
Quería tantear el terreno, pues supuso que igual aquel hombre era un caballero de renombre y quizás tenía que tener cuidado con sus palabras.
-Buena patada!
Fue a responder un "gracias", pero no le dio tiempo. Lo mismo le pasó cuando le preguntó si se podía sentar. Tampoco le dio tiempo a contestar. Enarcó entonces una ceja. La muchacha entonces la saludó más efusivamente y la elfa empezó a esbozar una sonrisa graciosa. Miró hacia el hombre al que señalaba, el hombre de la armadura de placas. Lo primero que pensó fue que esa armadura tenía que ser carísima. Se quedó extrañada con aquel comentario de "es mi Mortal". No había entendido lo que le quería decir.
-¿Sólo tienes eso?- preguntó entonces Lyn.
Ella puso cara de circunstancias y, una vez más, se quedó con la palabra en la boca. Esa chica era un auténtico huracán. Vio con mucha vergüenza cómo le robaba el plato de comida al hombre de la armadura. Se llevó una mano al rostro y cerró los ojos.
<<Qué vergüenza, por los dioses...>>
Encima, para más inri, el hombre se acercó a la mesa donde estaba ella. La muchacha le había puesto el plato caliente y apetitoso delante y no pudo evitar salivar de nuevo. Maldita sea, tenía demasiada hambre y le daba una vergüenza horrible comer de ese plato. La muchacha entonces regañó al hombre por no presentarse correctamente. Ambos se sentaron con ella. La verdad es que, fuera del rato vergonzoso, agradecía mucho un poco de compañía.
Cuando él le dijo su nombre, ella asintió, haciéndole ver que se había quedado con el dato.
-El mío es Iredia.
Y entonces vio, con las dos cejas alzadas, cómo la muchacha echaba una bronca terrible y se burlaba del pobre humano por decirle su apellido. La elfa sonrió, divertida, y asintió cuando el hombre le dijo que le llamase sólo Eltrant. Cuando ya le llamó bruto, a la elfa sin querer se le escapó una carcajada.
Pese a que él le dijo que no se cortase y comiese, puso el plato un poco en el medio, dando a entender que, pese a que ella comiera, seguía siendo suyo y podían compartirlo. Ella cogió un trozo y se lo llevó a la boca. Estaba tan rico que hasta se le escapó que se le pusieran los ojos en blanco del gustito. Cuando amenazó ella con morderle a él, la elfa siguió sonriendo. La verdad es que eran una pareja muy cómica.
-Os agradezco el plato, de veras. -hizo un gesto de paz con las manos, por si les daba por liarse a mordiscos delante de ella- Y lamento lo del vaso. -puso esta vez cara de circunstancias- No estoy en uno de mis mejores momentos ahora mismo.
Observó entonces unos segundos a la pareja. Definitivamente, eran muy cómicos.
-Lyn, ¿verdad? -preguntó, mirando a la muchacha- ¿Qué problemas tienes para que él se presente con su apellido? -sonrió ampliamente, mirando de reojo a Eltrant- Yo creo que es bastante bonito.
Encaja con su nombre.
Quería tantear el terreno, pues supuso que igual aquel hombre era un caballero de renombre y quizás tenía que tener cuidado con sus palabras.
Iredia
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- No es nada – Liberó a Lyn, que le miró con cara de cirscunstancia y se giró otra vez hacía Iredia, para indicarle con un gesto que siguiese comiendo – Yo… también he estado en esos momentos – Aclaró Eltrant con una sonrisa, cuando la muchacha habló de su situación – No te preocupes.
Entrelazó los brazos y estudió la taberna, estaba bastante llena aun a altas horas de la noche, se respiraba cierto ambiente veraniego que el exmercenario agradecía, una parte muy grande de él se sentía asfixiado en la cabaña en mitad de la nada, necesitaba salir del bosque a estirar las piernas de vez en cuando.
Lyn, tras recuperar el aire que la mano del Eltrant le había arrebatado, manoseaba los amarres de sus botas mientras escuchaba atentamente lo que los demás hablaban, esto fue, por supuesto, hasta el momento en el que Iredia se dirigió directamente a ella, dónde no tardó en intervenir tan jovial como de costumbre.
- ¿Bonito? – Miró a Eltrant de arriba abajo, este se encogió de hombros, ¿Por qué tenía la sensación de que sabía lo que pasaba por la cabeza de Lyn? - ¿Qué encaja con su nombre? – Miró ahora a la elfa, sonriendo. - ¿Lo has oído bien? – Bajo la atenta mirada de Eltrant la vampiresa acercó su silla hasta dónde la pelirroja disfrutaba de su cena – Mira, mira, escucha atentamente – Se acercó a su oído - …Eltrant Tale. – Susurró, para apartarse enseguida de su lado y mirarla con una sonrisa, durante varios largos segundos, directamente a los ojos.
Esta escena se mantuvo durante unos segundos, hasta que Eltrant decidió abrir la boca para decir algo acerca del tema, momento en el que Lyn rompió el silencio enarcando levemente una ceja, casi sorprendida por la reacción de la elfa - ¿No te suena a insulto? – Jugueteó con su flequillo y agachó la cabeza pensativa. - …Interesante.
- ¿Qué es interesante? – Preguntó Eltrant, temiéndose lo peor.
- La amabilidad de esta joven, no se siente ofendida por tu nombre… – Lyn levantó la mirada y clavó sus ojos en los de Iredia para, lentamente, depositar sus manos sobre las de esta, sujetándola y presionando con suavidad, reafirmando la admiración que sentía por ella - … es un ángel. – Eltrant se llevó la mano hasta la cara y suspiró, se vio obligado a sonreír - ¡Mortal, debes pagarle otra cena! ¡Es lo mínimo! ¡Cualquiera que no se sienta ofendido por…! – Eltrant le dio un golpe en la nuca con la palma de la mano, Lyn, después de dejar escapar un quejido, se llevó ambas manos hasta el cogote. - ¡Como te atreves…!
- Es un nombre bonito. – Dijo Eltrant cruzándose de brazos, dando por finalizada la conversación, sin perder la sonrisa. – Ya lo ha dicho Iredia, hoy gano yo. – Aseveró. Por primera vez tenía a alguien de su parte en sus conversaciones contra Lyn, lo cual, al menos, le garantizaba que sus palabras tuviesen cierta fuerza, no mucha más, pero lo suficiente para derrotar a la vampiresa.
Sonrió al ver como la vampiresa negaba con la cabeza y se mordía el labio.
- ¡No me has derrotado! – Dijo Lyn al final, jugueteando con su flequillo. – Pero… admitiré que… no… no es tan mal nombre – Susurró cabizbaja – ¡Pero no me harás cambiar de idea totalmente! – Exclamó, el castaño enarcó una ceja, aquello era nuevo, nunca había visto a Lyn comportarse de así, sobre todo respecto al tema del nombre. – Que sepas que suenas raro. No solo tu nombre. ¡Todo tú!
- A veces consigues parecer aguantable y todo – Dijo Eltrant, Lyn respondió con una sonrisa y se encogió de hombros. – Perdón por… - Dejó escapar una carcajada y miró a la elfa – … por la conversación, Iredia. ¿Está todo bien? – Dijo rascándose la barba. – Puedo pedirte otro plato si quieres. – No le parecía bien que la pelirroja se conformase con sus sobras, o con lo que había en su plato antes de que a Lyn le diese por arrebatárselo, una comida completa no estaba de más.
No escuchó la respuesta que la elfa le dio, sus ojos acabaron posados en los tres hombres uniformados que entraron en el local, uno de ellos era, curiosamente, el mismo tipo al que Iredia, muy probablemente, había dejado sin opción alguna de tener descendencia minutos atrás.
- Enserio Ir – Dijo Lyn agitando un poco a la elfa del brazo – ¿Puedo llamarte Ir? – Preguntó instantes después de haberla llamado de esa forma - Aquí mi Mortal puede pedirte lo que quieras, si te da vergüenza yo le obligo, no puede desobedecerme.
Aquella conversación se sentía lejana, como si estuviese escuchándola tras una cascada, lentamente, bajó su mano hasta el pomo de la espada que pendía de su cinto. Los tres hombres, tras haber preguntado al recepcionista por Iredia, se encaminaban a paso firme hacía la mesa en la que se encontraban.
- Tú – El que parecía más grande de los tres señaló a la elfa – Ven con nosotros. – Todos asían firmemente sus armas, Eltrant contó dos espadas y un hacha corta. - Te estabamos buscando.
Lyn se levantó de su asiento, volcando su silla en el proceso, y se colocó frente a ellos cruzada de brazos.
- ¡¿Quiénes os creéis que sois?! – Exclamó con el ceño fruncido - ¿¡Acaso sabéis lo que estáis haciendo!? – Añadió. Los lugareños se giraron a mirar a la vampiresa, la cual contrastaba enormemente en tamaño ante aquellos hombres - ¡Seguro que ni la conocéis! – Dijo - ¡Es lo que pasa cuando se le da poder a gente como…! – Eltrant tomó a Lyn del hombro y la hizo retroceder, avanzando después un par de pasos, colocándose frente a los guardas. - ¡...Pero déjame acabar! – Dijo Lyn desde detrás del mercenario, dando saltitos para ver por encima de su espalda - ¡Decía que… que…! – Siguió dando pequeños saltos, Eltrant suspiró – ¡Si le das a un tipo un emblema con especial en…! – Era insistente, se le subió a la espalda y, desde ahí procedió a terminar su discurso - ¡Si le das un tipo especial a un emblema…! – Se estaba haciendo un lio, se detuvo un instante y volvió a empezar - ¡Si le das a un tipo un emblema con la palabra especial…! - ¿Se estaba quedando sin aire? - …Escrita – No, al parecer solo estaba pensando que decir ¿Estaba improvisando aquel discurso? – Al final acaba creyéndose que es especial. ¡Aunque no lo sea! ¡Eso sois vosotros! – Tras decir eso, asintió para sí y se bajó de la espalda del castaño.
Un incómodo silencio se apoderó de la posada, la gente no sabía si reír o si marcharse, la tensión podía cortarse con un cuchillo.
- Duras palabras… - Dijo Eltrant girándose a mirar a Lyn con una sonrisa, que se había sentado junto a Iredia con cara de pocos amigos, no sabía exactamente en qué consistían las habilidades para pelear de la ojiazul, pero era consciente que tenían que ver con las sombras y con desaparecer, no era precisamente una luchadora de primera línea.
- ¿Qué ha sucedido, oficiales? – Los hombres miraron largo y tendido al hombre de rojo enfundado en una armadura de placas sin soltar sus armas.
- Es una ladrona – Señaló a Iredia, Eltrant arqueó una ceja – Nos la llevamos al calabozo.
- ¿Y puedo saber que ha robado? – Inquirió enseguida el séptimo de los Tale, dejando descansar ambas manos en su cinturón.
Los ojos de los tres hombres recayeron en la manzana que descansaba al lado del plato de comida de la muchacha, Eltrant se atusó la barba. “No estoy en uno de mis mejores momentos” Aquellas habían sido exactamente las palabras de la elfa, y creía saber a qué se debían ¿Tan poco dinero tenía que se había visto obligada a robar para comer? Aquel era el motivo por el que había castrado de un puntapié al soldado del hacha pequeña.
- ¿Cuánto puede costar una manzana? – Dijo Eltrant rebuscando en la bolsita en la que llevaba el dinero - ¿Uno? ¿Dos Aeros? – Sacó cinco monedas doradas y se las mostró a los soldados. – Yo pago. Con intereses – Aseguró – Por las molestias.
- ¿Esto es un soborno? – El líder de los guardas tomó el dinero y lo olisqueo por encima ¿Licantropo? Seguramente, estaban en Ulmer después de todo.
Eltrant sonrió agotado, un soborno decía, si le hubiesen dado un Aero por cada soborno que le habían ofrecido a él cuando pertenecía a la guardia probablemente tendría unos veinticinco.
- No, es… por los inconvenientes de… - Miró al soldado que tenía alguna gasa que otra en la cara, ocultando los cortes del vaso. - …Bueno, vosotros me entendéis.
Los soldados hablaron entre ellos en voz baja, parecían estar tratando de llegar a un acuerdo, Eltrant siguió en la misma postura, sujetando con firmeza, pero sutilmente, la espada que colgaba de su cinturón.
- Servirá – Dijo el lider girándose sobre sí mismo y marchándose seguido por sus subalternos - …Por ahora.
Tomó aire, aliviado, y se dejó caer en la misma silla en la que había estado sentado momentos atrás. No le gustaba como sonaba ese “Por ahora”, por cosas como esa se había convertido en un ermitaño, estaba cansado de pelear sin motivo. Miró a la pelirroja y se encogió de hombros.
– Entonces… ¿Tienes más hambre? Yo invito.
Entrelazó los brazos y estudió la taberna, estaba bastante llena aun a altas horas de la noche, se respiraba cierto ambiente veraniego que el exmercenario agradecía, una parte muy grande de él se sentía asfixiado en la cabaña en mitad de la nada, necesitaba salir del bosque a estirar las piernas de vez en cuando.
Lyn, tras recuperar el aire que la mano del Eltrant le había arrebatado, manoseaba los amarres de sus botas mientras escuchaba atentamente lo que los demás hablaban, esto fue, por supuesto, hasta el momento en el que Iredia se dirigió directamente a ella, dónde no tardó en intervenir tan jovial como de costumbre.
- ¿Bonito? – Miró a Eltrant de arriba abajo, este se encogió de hombros, ¿Por qué tenía la sensación de que sabía lo que pasaba por la cabeza de Lyn? - ¿Qué encaja con su nombre? – Miró ahora a la elfa, sonriendo. - ¿Lo has oído bien? – Bajo la atenta mirada de Eltrant la vampiresa acercó su silla hasta dónde la pelirroja disfrutaba de su cena – Mira, mira, escucha atentamente – Se acercó a su oído - …Eltrant Tale. – Susurró, para apartarse enseguida de su lado y mirarla con una sonrisa, durante varios largos segundos, directamente a los ojos.
Esta escena se mantuvo durante unos segundos, hasta que Eltrant decidió abrir la boca para decir algo acerca del tema, momento en el que Lyn rompió el silencio enarcando levemente una ceja, casi sorprendida por la reacción de la elfa - ¿No te suena a insulto? – Jugueteó con su flequillo y agachó la cabeza pensativa. - …Interesante.
- ¿Qué es interesante? – Preguntó Eltrant, temiéndose lo peor.
- La amabilidad de esta joven, no se siente ofendida por tu nombre… – Lyn levantó la mirada y clavó sus ojos en los de Iredia para, lentamente, depositar sus manos sobre las de esta, sujetándola y presionando con suavidad, reafirmando la admiración que sentía por ella - … es un ángel. – Eltrant se llevó la mano hasta la cara y suspiró, se vio obligado a sonreír - ¡Mortal, debes pagarle otra cena! ¡Es lo mínimo! ¡Cualquiera que no se sienta ofendido por…! – Eltrant le dio un golpe en la nuca con la palma de la mano, Lyn, después de dejar escapar un quejido, se llevó ambas manos hasta el cogote. - ¡Como te atreves…!
- Es un nombre bonito. – Dijo Eltrant cruzándose de brazos, dando por finalizada la conversación, sin perder la sonrisa. – Ya lo ha dicho Iredia, hoy gano yo. – Aseveró. Por primera vez tenía a alguien de su parte en sus conversaciones contra Lyn, lo cual, al menos, le garantizaba que sus palabras tuviesen cierta fuerza, no mucha más, pero lo suficiente para derrotar a la vampiresa.
Sonrió al ver como la vampiresa negaba con la cabeza y se mordía el labio.
- ¡No me has derrotado! – Dijo Lyn al final, jugueteando con su flequillo. – Pero… admitiré que… no… no es tan mal nombre – Susurró cabizbaja – ¡Pero no me harás cambiar de idea totalmente! – Exclamó, el castaño enarcó una ceja, aquello era nuevo, nunca había visto a Lyn comportarse de así, sobre todo respecto al tema del nombre. – Que sepas que suenas raro. No solo tu nombre. ¡Todo tú!
- A veces consigues parecer aguantable y todo – Dijo Eltrant, Lyn respondió con una sonrisa y se encogió de hombros. – Perdón por… - Dejó escapar una carcajada y miró a la elfa – … por la conversación, Iredia. ¿Está todo bien? – Dijo rascándose la barba. – Puedo pedirte otro plato si quieres. – No le parecía bien que la pelirroja se conformase con sus sobras, o con lo que había en su plato antes de que a Lyn le diese por arrebatárselo, una comida completa no estaba de más.
No escuchó la respuesta que la elfa le dio, sus ojos acabaron posados en los tres hombres uniformados que entraron en el local, uno de ellos era, curiosamente, el mismo tipo al que Iredia, muy probablemente, había dejado sin opción alguna de tener descendencia minutos atrás.
- Enserio Ir – Dijo Lyn agitando un poco a la elfa del brazo – ¿Puedo llamarte Ir? – Preguntó instantes después de haberla llamado de esa forma - Aquí mi Mortal puede pedirte lo que quieras, si te da vergüenza yo le obligo, no puede desobedecerme.
Aquella conversación se sentía lejana, como si estuviese escuchándola tras una cascada, lentamente, bajó su mano hasta el pomo de la espada que pendía de su cinto. Los tres hombres, tras haber preguntado al recepcionista por Iredia, se encaminaban a paso firme hacía la mesa en la que se encontraban.
- Tú – El que parecía más grande de los tres señaló a la elfa – Ven con nosotros. – Todos asían firmemente sus armas, Eltrant contó dos espadas y un hacha corta. - Te estabamos buscando.
Lyn se levantó de su asiento, volcando su silla en el proceso, y se colocó frente a ellos cruzada de brazos.
- ¡¿Quiénes os creéis que sois?! – Exclamó con el ceño fruncido - ¿¡Acaso sabéis lo que estáis haciendo!? – Añadió. Los lugareños se giraron a mirar a la vampiresa, la cual contrastaba enormemente en tamaño ante aquellos hombres - ¡Seguro que ni la conocéis! – Dijo - ¡Es lo que pasa cuando se le da poder a gente como…! – Eltrant tomó a Lyn del hombro y la hizo retroceder, avanzando después un par de pasos, colocándose frente a los guardas. - ¡...Pero déjame acabar! – Dijo Lyn desde detrás del mercenario, dando saltitos para ver por encima de su espalda - ¡Decía que… que…! – Siguió dando pequeños saltos, Eltrant suspiró – ¡Si le das a un tipo un emblema con especial en…! – Era insistente, se le subió a la espalda y, desde ahí procedió a terminar su discurso - ¡Si le das un tipo especial a un emblema…! – Se estaba haciendo un lio, se detuvo un instante y volvió a empezar - ¡Si le das a un tipo un emblema con la palabra especial…! - ¿Se estaba quedando sin aire? - …Escrita – No, al parecer solo estaba pensando que decir ¿Estaba improvisando aquel discurso? – Al final acaba creyéndose que es especial. ¡Aunque no lo sea! ¡Eso sois vosotros! – Tras decir eso, asintió para sí y se bajó de la espalda del castaño.
Un incómodo silencio se apoderó de la posada, la gente no sabía si reír o si marcharse, la tensión podía cortarse con un cuchillo.
- Duras palabras… - Dijo Eltrant girándose a mirar a Lyn con una sonrisa, que se había sentado junto a Iredia con cara de pocos amigos, no sabía exactamente en qué consistían las habilidades para pelear de la ojiazul, pero era consciente que tenían que ver con las sombras y con desaparecer, no era precisamente una luchadora de primera línea.
- ¿Qué ha sucedido, oficiales? – Los hombres miraron largo y tendido al hombre de rojo enfundado en una armadura de placas sin soltar sus armas.
- Es una ladrona – Señaló a Iredia, Eltrant arqueó una ceja – Nos la llevamos al calabozo.
- ¿Y puedo saber que ha robado? – Inquirió enseguida el séptimo de los Tale, dejando descansar ambas manos en su cinturón.
Los ojos de los tres hombres recayeron en la manzana que descansaba al lado del plato de comida de la muchacha, Eltrant se atusó la barba. “No estoy en uno de mis mejores momentos” Aquellas habían sido exactamente las palabras de la elfa, y creía saber a qué se debían ¿Tan poco dinero tenía que se había visto obligada a robar para comer? Aquel era el motivo por el que había castrado de un puntapié al soldado del hacha pequeña.
- ¿Cuánto puede costar una manzana? – Dijo Eltrant rebuscando en la bolsita en la que llevaba el dinero - ¿Uno? ¿Dos Aeros? – Sacó cinco monedas doradas y se las mostró a los soldados. – Yo pago. Con intereses – Aseguró – Por las molestias.
- ¿Esto es un soborno? – El líder de los guardas tomó el dinero y lo olisqueo por encima ¿Licantropo? Seguramente, estaban en Ulmer después de todo.
Eltrant sonrió agotado, un soborno decía, si le hubiesen dado un Aero por cada soborno que le habían ofrecido a él cuando pertenecía a la guardia probablemente tendría unos veinticinco.
- No, es… por los inconvenientes de… - Miró al soldado que tenía alguna gasa que otra en la cara, ocultando los cortes del vaso. - …Bueno, vosotros me entendéis.
Los soldados hablaron entre ellos en voz baja, parecían estar tratando de llegar a un acuerdo, Eltrant siguió en la misma postura, sujetando con firmeza, pero sutilmente, la espada que colgaba de su cinturón.
- Servirá – Dijo el lider girándose sobre sí mismo y marchándose seguido por sus subalternos - …Por ahora.
Tomó aire, aliviado, y se dejó caer en la misma silla en la que había estado sentado momentos atrás. No le gustaba como sonaba ese “Por ahora”, por cosas como esa se había convertido en un ermitaño, estaba cansado de pelear sin motivo. Miró a la pelirroja y se encogió de hombros.
– Entonces… ¿Tienes más hambre? Yo invito.
Eltrant Tale
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
Sonrió al amable caballero cuando empatizó con la situación de ella.
Cuando entonces la vampiresa se acercó a su oído para repetirle el apellido de Eltrant, no pudo evitar estallar en carcajadas. En serio, ahora le picaba muchísimo la curiosidad por el apellido del caballero. ¿Qué tenía de malo? En el momento en el que se miraron a los ojos, la elfa siguió riéndose mientras la miraba y le preguntaba si no le sonaba a insulto.
-¡En serio! Es mucho mejor que si se apellidase... yo que sé, "Botasnuevas", ¿no? -rió de nuevo.
Se imaginaba que Eltrant estaría pasando por un momento embarazoso, pero en lo que respecta a la elfa, se lo estaba hasta pasando bien. Los ojos violáceos de Iredia volvieron a encontrarse con los de la vampiresa y aceptó de buen grado que le cogiese las manos. Una de dos: o eran una pareja terriblemente diabólica que querían ganarse su confianza para luego comérsela en estofado... o eran un dúo dinámico cómico que pertenecía a alguna especie de circo que Iredia no conocía.
-¡Ah, no, no! Yo ya tengo bastante con est... -y Eltrant le dio un pescozón a la muchacha.
Eltrant entonces proclamó su victoria y la elfa los miró a ambos sin dejar de sonreír. No parecían padre e hija. Aunque, sin embargo, sí que parecía que se cuidaban uno al otro de alguna manera. Sin querer, se acordó de su protector, aunque la relación que tenían ambos era distinta que la que mantenían aquellos dos curiosos personajes. Siguió observándolos con una sonrisa mientras discutían, sin atreverse a intervenir.
-Está todo bien, en serio, si yo no soy de comer mucho. -interrumpió su respuesta al ver que tres hombres entraban en el lugar.
Uno de esos hombres, de hecho, era al que Iredia había tenido el casi placer de darle una patadita en un lugar íntimo. Sin duda el único roce que había tenido con una fémina en mucho tiempo. Notó que alguien le agitaba el brazo y vio a la tierna muchacha. Le hizo mucha gracia que le llamase Ir. Sin embargo, que le llamase "Mortal" a Eltrant le llamaba poderosamente la atención. ¿Era alguna clase de mote cariñoso o es que la muchacha era la reencarnación de alguna diosa? Si era así, ¡tenía que arrodillarse y mostrar devoción! Era algo muy confuso para la elfa.
-[color=#669900]Lyn, cielo, no hace falta./color]
No siguió hablando. Era curioso cómo había sido incapaz de mantener una conversación fluida, aunque esta vez fuera porque esos hombretones se habían encarado con ella. Iredia se levantó lentamente de la silla, cogiendo el plato dispuesto a estampárselo en la cara a alguno de ellos si la rozaba. Aunque, por lo que vio, ya tenía una acérrima defensora en forma de muchacha jovial que se había encarado muy valientemente con aquellos hombres. También vio que Eltrant había echado mano a la espada.
La pobre muchacha se había hecho un lío intentando encararse a los guardias sin éxito, sobre todo al tener a Eltrant delante impidiéndole hablar. Le llamó la atención que el caballero parecía mortalmente tranquilo pese a estar encarándose con tres mastodontes. La muchachita se había sentado al lado de ella, enfurruñada. Iredia le dio un apretón cariñoso en el hombro, agradecida por su coraje. Cuando vio que, por otro lado, el caballero iba a pagar su manzana, se llevó de nuevo una mano al rostro con vergüenza.
Pasó el diálogo, Iredia seguía de pie mirando con el ceño fruncido a los guardias. Tampoco le había gustado mucho ese "por ahora". Solía significar que si los veía de nuevo por la calle, igual querían cobrarse otro tipo de intereses.
En el momento en el que el caballero se sentaba, se volvió a sentar ella, resoplando. De repente, se le había pasado el apetito.
-No... no. No quiero nada más. -se pasó una mano por el cabello rojizo- Esto ya está siendo muy embarazoso para mí. No tenía intención de que nada de esto sucediera. Vengo de los bosques del este, llevo días andando y parece ser que caminé hacia donde no era. -miró entonces al caballero con sus ojos violáceos, con determinación- No tengo dinero, pues en mi tribu no era algo necesario. Pero conseguiré algo y te lo voy a devolver. Además, ¿qué porras les importa una cochina manzana? -mencionó con indignación- Tienen de sobra. Si los humanos compartieran un poco más y tuvieran menos avaricia, quizás dejaría de haber mal en esta tierra.
Pese a su enfado, la joven elfa intentaba mantener una apariencia tranquila. No le gustaba perder el control. Dio un pequeño bocado al plato de nuevo y miró a la puerta.
-¿Creéis que volverán? -le preguntó a Eltrant e hizo una mueca- No quisiera fastidiaros los planes de esta noche.Y no te frustres, pequeña. -le acarició tiernamente la mejilla a la muchacha- Eres muy valiente. Muchas deberían ser como tú.
La elfa, pese a todo, miraba a la puerta con insistencia. No se fiaba ni un pelo de que esos matones no fuesen a volver a aparecer.
-He de decirte que no tengo mucha habilidad con las armas. -le informó a Eltrant- Pero si tienes alguna dolencia, sí que puedo atenderte. Y, por cierto... -entrecerró los ojos con una sonrisa, mirando a ambos- ¿Por qué te llama Mortal?
Iredia no tenía mucho filtro, la curiosidad era a veces superior a su lengua.
Cuando entonces la vampiresa se acercó a su oído para repetirle el apellido de Eltrant, no pudo evitar estallar en carcajadas. En serio, ahora le picaba muchísimo la curiosidad por el apellido del caballero. ¿Qué tenía de malo? En el momento en el que se miraron a los ojos, la elfa siguió riéndose mientras la miraba y le preguntaba si no le sonaba a insulto.
-¡En serio! Es mucho mejor que si se apellidase... yo que sé, "Botasnuevas", ¿no? -rió de nuevo.
Se imaginaba que Eltrant estaría pasando por un momento embarazoso, pero en lo que respecta a la elfa, se lo estaba hasta pasando bien. Los ojos violáceos de Iredia volvieron a encontrarse con los de la vampiresa y aceptó de buen grado que le cogiese las manos. Una de dos: o eran una pareja terriblemente diabólica que querían ganarse su confianza para luego comérsela en estofado... o eran un dúo dinámico cómico que pertenecía a alguna especie de circo que Iredia no conocía.
-¡Ah, no, no! Yo ya tengo bastante con est... -y Eltrant le dio un pescozón a la muchacha.
Eltrant entonces proclamó su victoria y la elfa los miró a ambos sin dejar de sonreír. No parecían padre e hija. Aunque, sin embargo, sí que parecía que se cuidaban uno al otro de alguna manera. Sin querer, se acordó de su protector, aunque la relación que tenían ambos era distinta que la que mantenían aquellos dos curiosos personajes. Siguió observándolos con una sonrisa mientras discutían, sin atreverse a intervenir.
-Está todo bien, en serio, si yo no soy de comer mucho. -interrumpió su respuesta al ver que tres hombres entraban en el lugar.
Uno de esos hombres, de hecho, era al que Iredia había tenido el casi placer de darle una patadita en un lugar íntimo. Sin duda el único roce que había tenido con una fémina en mucho tiempo. Notó que alguien le agitaba el brazo y vio a la tierna muchacha. Le hizo mucha gracia que le llamase Ir. Sin embargo, que le llamase "Mortal" a Eltrant le llamaba poderosamente la atención. ¿Era alguna clase de mote cariñoso o es que la muchacha era la reencarnación de alguna diosa? Si era así, ¡tenía que arrodillarse y mostrar devoción! Era algo muy confuso para la elfa.
-[color=#669900]Lyn, cielo, no hace falta./color]
No siguió hablando. Era curioso cómo había sido incapaz de mantener una conversación fluida, aunque esta vez fuera porque esos hombretones se habían encarado con ella. Iredia se levantó lentamente de la silla, cogiendo el plato dispuesto a estampárselo en la cara a alguno de ellos si la rozaba. Aunque, por lo que vio, ya tenía una acérrima defensora en forma de muchacha jovial que se había encarado muy valientemente con aquellos hombres. También vio que Eltrant había echado mano a la espada.
La pobre muchacha se había hecho un lío intentando encararse a los guardias sin éxito, sobre todo al tener a Eltrant delante impidiéndole hablar. Le llamó la atención que el caballero parecía mortalmente tranquilo pese a estar encarándose con tres mastodontes. La muchachita se había sentado al lado de ella, enfurruñada. Iredia le dio un apretón cariñoso en el hombro, agradecida por su coraje. Cuando vio que, por otro lado, el caballero iba a pagar su manzana, se llevó de nuevo una mano al rostro con vergüenza.
Pasó el diálogo, Iredia seguía de pie mirando con el ceño fruncido a los guardias. Tampoco le había gustado mucho ese "por ahora". Solía significar que si los veía de nuevo por la calle, igual querían cobrarse otro tipo de intereses.
En el momento en el que el caballero se sentaba, se volvió a sentar ella, resoplando. De repente, se le había pasado el apetito.
-No... no. No quiero nada más. -se pasó una mano por el cabello rojizo- Esto ya está siendo muy embarazoso para mí. No tenía intención de que nada de esto sucediera. Vengo de los bosques del este, llevo días andando y parece ser que caminé hacia donde no era. -miró entonces al caballero con sus ojos violáceos, con determinación- No tengo dinero, pues en mi tribu no era algo necesario. Pero conseguiré algo y te lo voy a devolver. Además, ¿qué porras les importa una cochina manzana? -mencionó con indignación- Tienen de sobra. Si los humanos compartieran un poco más y tuvieran menos avaricia, quizás dejaría de haber mal en esta tierra.
Pese a su enfado, la joven elfa intentaba mantener una apariencia tranquila. No le gustaba perder el control. Dio un pequeño bocado al plato de nuevo y miró a la puerta.
-¿Creéis que volverán? -le preguntó a Eltrant e hizo una mueca- No quisiera fastidiaros los planes de esta noche.Y no te frustres, pequeña. -le acarició tiernamente la mejilla a la muchacha- Eres muy valiente. Muchas deberían ser como tú.
La elfa, pese a todo, miraba a la puerta con insistencia. No se fiaba ni un pelo de que esos matones no fuesen a volver a aparecer.
-He de decirte que no tengo mucha habilidad con las armas. -le informó a Eltrant- Pero si tienes alguna dolencia, sí que puedo atenderte. Y, por cierto... -entrecerró los ojos con una sonrisa, mirando a ambos- ¿Por qué te llama Mortal?
Iredia no tenía mucho filtro, la curiosidad era a veces superior a su lengua.
Iredia
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
Eltrant negó con la cabeza y escuchó con atención las palabras de Iredia, al parecer la tribu a la que pertenecía no usaba el dinero, de ahí a que se encontrase en aquella situación . También se encargó de dar su impresión acerca de la avaricia humana, y a ojos del exmercenario no se equivocaba, la mayoría del odio, de los conflictos que había tenido el placer de presenciar a lo largo y ancho de Aerandir tenían que ver, en última instancia, con Aeros.
Iredia estaba enfadada, era evidente, aun cuando la muchacha trataba de mantenerse serena podía notar en el tono de sus palabras como la pequeña trifulca con los guardas le había llevado hasta aquel punto. Siempre encontraba curiosa la forma en la que los elfos trataban de reprimir aquel tipo de emociones.
– No hace falta que me devuelvas nada – Dijo con sencillez, esbozando una sonrisa – Lo acabas de decir ¿No es verdad? No hay que ser avariciosos. – Lyn, junto a él, asintió con entusiasmo. – Además, no es como si me hubiese quedado sin nada, no te preocupes.
No sabía que responder a Iredia cuando esta preguntó acerca de la posibilidad de que los guardas volviesen, se atusó la barba y, sin apartar los ojos de la puerta principal, se encogió de hombros. Era muy posible que volviesen a por más, ya fuese dinero, o simplemente tuviesen ganas de más pelea, pero no descartaba la idea.
- No fastidias nada. No es como si tuviese planeado algo interesante que hacer esta noche – Dijo a Iredia levantándose de la silla, estirando los brazos por encima de su cabeza. Lyn se colocó junto a él y le imitó - ¿…Que haces? – La muchacha sonrió y levantó ambos pulgares.
El rostro de Lyn se iluminó cuando la elfa le preguntó el significado tras el mote que la vampiresa había decidido poner a Eltrant, quien solo pudo mirar agotado a su compañera y pensar “¿Qué has hecho?”.
Lyn volvió a tomar asiento junto a la pelirroja y, sin perder la sonrisa, señaló a Eltrant, que volvía a mirar la puerta principal de la posada.
– Es simple – Se aclaró la garganta y adoptó una pose majestuosa, o lo intentó, dejando descansar ambas manos sobre sus rodillas - Es un mortal – Dijo de buen humor, Eltrant suspiró y se frotó los ojos. La muchacha, después de decir esto, se señaló los pequeños incisivos que sobresalían en su sonrisa – Y tiene el honor de acompañarme en mi viaje – Aseguró contenta – Me gusta recordárselo de vez en cuando. – Levantó ambas manos, adoptando otra pose. – De vez en cuando siempre. – El castaño se rascó la barba y dejó escapar algo parecido a una risa cansada - ¡Ahora que lo pienso! – Chasqueó los dedos y zarandeó a la elfa - ¡Tú también puedes hacerlo! – Señaló a Eltrant – Dile mortal. Es divertido.
- Cien años tiene… ¿A que no lo parece? - Dijo Eltrant refiriéndose a Lyn, esta se cruzó de brazos y negó con insistencia.
- ¡Noventa y siete! – Contestó. – ¡Todavía tengo noventa y siete!
- ¡Compórtate entonces como si tuvieses esa edad! – Respondió el exmercenario de vuelta.
Lyn dejó escañar una carcajada obviamente forzada y se levantó de su asiento, señalándole con el dedo.
- ¡No puedes controlar la edad del alma!
Tenía que admitirlo, no se esperaba aquella respuesta, esperaba muchas cosas de la vampira con la que llevaba ya varias semanas de viaje, pero no aquello, por lo que no pudo sino dejar escapar una risotada cuando escuchó lo que dijo, algo que atrajo aun si cabía más miradas.
Como poco, iban a acabar siendo conocidos en la taberna. Lyn, los guardias, y ahora Eltrant riendo a la vez que daba golpes en la mesa, no ayudaban precisamente a que pasasen desapercibidos.
Lyn se quedó mirándole unos segundos, tratando de comprender por qué el humano se reía, no sabía exactamente por qué lo hacía, pero, gradualmente, sus mejillas fueron adquiriendo cierta tonalidad carmesí.
- …N…¡No te rías! – La muchacha, sonrojada, se acercó a Eltrant y agarrándole de uno de los brazos comenzó a tirar con fuerza de él, tratando de que se callase - ¡Que no te rías, Mortal! ¡… Dile algo Iredia! – Incapaz de mover al castaño, la vampiresa se mordió el labio inferior y bajó la mirada, mirando directamente a sus botas. - ¡Eres un Mortal! ¡Y raro…! ¡Si fueses un animal serias un mapache! – Dijo - ¡Que… que lo sepas! – Los insultos de la muchacha perdían fuerza cuando esta se ponía nerviosa.
Se pasó la mano por la cara, recobrando la compostura y asintió.
- ¿Qué? – Lyn le sacó la lengua y desvió la mirada. – Vale. – Dijo haciendo un gesto con la mano para mostrar que ya no se reía. – Ya he parado ¿Ves? – Miró a Iredia y se encogió de hombros
- Cuando te ríes suena como alguien masticando cristales. – Dijo Lyn malhumorada dándole la espalda a Eltrant, o haciendo como que lo estaba. – Deberías controlarlo, que a los demás nos afecta. – Afirmó dramáticamente – No, diría es como cuando pasas un cristal sobre otro cristal. Desagradable. – Bajó la mirada y comenzó a peinarse el flequillo. - ¿Alguna vez has escuchado a alguien vomitar? Así suenas tú.
- Vale, vale, lo capto - Eltrant amplió su sonrisa y miró a Iredia - ¿Ves? No has fastidiado la noche de nadie, estamos como siempre – Lyn dejó escapar algo parecido a un gruñido en voz baja - ¡Oh, venga ya! ¡No te pongas así! – Se acercó a la vampiresa – Me leo tu libro, sin rechistar. – Lyn se giró sobre sí misma, volviendo a recuperar la sonrisa.
- ¿¡De verdad!? – Preguntó entusiasmada, cosa que corrigió enseguida simulando que tenía tos y aclarándose la garganta - ¿Sin criticar las alucinantes personalidades de los personajes? - Se quedó varios segundos en silencio y acabó asintiendo, cosa que, como comprendería días más adelante, fue un error. Lyn entonces, después de subirse a una silla por que no llegaba, depositó una de las manos en el hombro de Eltrant – Tus afrentas quedan perdonadas, Mortal. – Dijo en tono solemne. - ¡Pero que no se vuelva a repetir!
La puerta se volvió a abrir de par en par, la suave música que acompañaba a los clientes de local también se detuvo, incluso los músicos se giraron a ver quiénes entraban en el lugar con tanta insistencia.
Los temores de Iredia no eran infundados, los mismos guardias de antes, acompañados por varios más se dirigieron a la mesa en la que se encontraban, Eltrant frunció el ceño y se levantó, indicando con la mano tanto a Lyn como a Iredia que se quedasen sentadas.
- ¿A qué habeis vuelto?
El local, en su totalidad, se quedó esperando la respuesta de los soldados.
Iredia estaba enfadada, era evidente, aun cuando la muchacha trataba de mantenerse serena podía notar en el tono de sus palabras como la pequeña trifulca con los guardas le había llevado hasta aquel punto. Siempre encontraba curiosa la forma en la que los elfos trataban de reprimir aquel tipo de emociones.
– No hace falta que me devuelvas nada – Dijo con sencillez, esbozando una sonrisa – Lo acabas de decir ¿No es verdad? No hay que ser avariciosos. – Lyn, junto a él, asintió con entusiasmo. – Además, no es como si me hubiese quedado sin nada, no te preocupes.
No sabía que responder a Iredia cuando esta preguntó acerca de la posibilidad de que los guardas volviesen, se atusó la barba y, sin apartar los ojos de la puerta principal, se encogió de hombros. Era muy posible que volviesen a por más, ya fuese dinero, o simplemente tuviesen ganas de más pelea, pero no descartaba la idea.
- No fastidias nada. No es como si tuviese planeado algo interesante que hacer esta noche – Dijo a Iredia levantándose de la silla, estirando los brazos por encima de su cabeza. Lyn se colocó junto a él y le imitó - ¿…Que haces? – La muchacha sonrió y levantó ambos pulgares.
El rostro de Lyn se iluminó cuando la elfa le preguntó el significado tras el mote que la vampiresa había decidido poner a Eltrant, quien solo pudo mirar agotado a su compañera y pensar “¿Qué has hecho?”.
Lyn volvió a tomar asiento junto a la pelirroja y, sin perder la sonrisa, señaló a Eltrant, que volvía a mirar la puerta principal de la posada.
– Es simple – Se aclaró la garganta y adoptó una pose majestuosa, o lo intentó, dejando descansar ambas manos sobre sus rodillas - Es un mortal – Dijo de buen humor, Eltrant suspiró y se frotó los ojos. La muchacha, después de decir esto, se señaló los pequeños incisivos que sobresalían en su sonrisa – Y tiene el honor de acompañarme en mi viaje – Aseguró contenta – Me gusta recordárselo de vez en cuando. – Levantó ambas manos, adoptando otra pose. – De vez en cuando siempre. – El castaño se rascó la barba y dejó escapar algo parecido a una risa cansada - ¡Ahora que lo pienso! – Chasqueó los dedos y zarandeó a la elfa - ¡Tú también puedes hacerlo! – Señaló a Eltrant – Dile mortal. Es divertido.
- Cien años tiene… ¿A que no lo parece? - Dijo Eltrant refiriéndose a Lyn, esta se cruzó de brazos y negó con insistencia.
- ¡Noventa y siete! – Contestó. – ¡Todavía tengo noventa y siete!
- ¡Compórtate entonces como si tuvieses esa edad! – Respondió el exmercenario de vuelta.
Lyn dejó escañar una carcajada obviamente forzada y se levantó de su asiento, señalándole con el dedo.
- ¡No puedes controlar la edad del alma!
Tenía que admitirlo, no se esperaba aquella respuesta, esperaba muchas cosas de la vampira con la que llevaba ya varias semanas de viaje, pero no aquello, por lo que no pudo sino dejar escapar una risotada cuando escuchó lo que dijo, algo que atrajo aun si cabía más miradas.
Como poco, iban a acabar siendo conocidos en la taberna. Lyn, los guardias, y ahora Eltrant riendo a la vez que daba golpes en la mesa, no ayudaban precisamente a que pasasen desapercibidos.
Lyn se quedó mirándole unos segundos, tratando de comprender por qué el humano se reía, no sabía exactamente por qué lo hacía, pero, gradualmente, sus mejillas fueron adquiriendo cierta tonalidad carmesí.
- …N…¡No te rías! – La muchacha, sonrojada, se acercó a Eltrant y agarrándole de uno de los brazos comenzó a tirar con fuerza de él, tratando de que se callase - ¡Que no te rías, Mortal! ¡… Dile algo Iredia! – Incapaz de mover al castaño, la vampiresa se mordió el labio inferior y bajó la mirada, mirando directamente a sus botas. - ¡Eres un Mortal! ¡Y raro…! ¡Si fueses un animal serias un mapache! – Dijo - ¡Que… que lo sepas! – Los insultos de la muchacha perdían fuerza cuando esta se ponía nerviosa.
Se pasó la mano por la cara, recobrando la compostura y asintió.
- ¿Qué? – Lyn le sacó la lengua y desvió la mirada. – Vale. – Dijo haciendo un gesto con la mano para mostrar que ya no se reía. – Ya he parado ¿Ves? – Miró a Iredia y se encogió de hombros
- Cuando te ríes suena como alguien masticando cristales. – Dijo Lyn malhumorada dándole la espalda a Eltrant, o haciendo como que lo estaba. – Deberías controlarlo, que a los demás nos afecta. – Afirmó dramáticamente – No, diría es como cuando pasas un cristal sobre otro cristal. Desagradable. – Bajó la mirada y comenzó a peinarse el flequillo. - ¿Alguna vez has escuchado a alguien vomitar? Así suenas tú.
- Vale, vale, lo capto - Eltrant amplió su sonrisa y miró a Iredia - ¿Ves? No has fastidiado la noche de nadie, estamos como siempre – Lyn dejó escapar algo parecido a un gruñido en voz baja - ¡Oh, venga ya! ¡No te pongas así! – Se acercó a la vampiresa – Me leo tu libro, sin rechistar. – Lyn se giró sobre sí misma, volviendo a recuperar la sonrisa.
- ¿¡De verdad!? – Preguntó entusiasmada, cosa que corrigió enseguida simulando que tenía tos y aclarándose la garganta - ¿Sin criticar las alucinantes personalidades de los personajes? - Se quedó varios segundos en silencio y acabó asintiendo, cosa que, como comprendería días más adelante, fue un error. Lyn entonces, después de subirse a una silla por que no llegaba, depositó una de las manos en el hombro de Eltrant – Tus afrentas quedan perdonadas, Mortal. – Dijo en tono solemne. - ¡Pero que no se vuelva a repetir!
La puerta se volvió a abrir de par en par, la suave música que acompañaba a los clientes de local también se detuvo, incluso los músicos se giraron a ver quiénes entraban en el lugar con tanta insistencia.
Los temores de Iredia no eran infundados, los mismos guardias de antes, acompañados por varios más se dirigieron a la mesa en la que se encontraban, Eltrant frunció el ceño y se levantó, indicando con la mano tanto a Lyn como a Iredia que se quedasen sentadas.
- ¿A qué habeis vuelto?
El local, en su totalidad, se quedó esperando la respuesta de los soldados.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
No pudo sino darle un punto a aquel muchacho por su ingenio. Bonita forma de demostrarle que él no era avaricioso. Ya le caía bien del todo.
Miró divertida cómo la jovencita imitaba a Eltrant a la hora de estirarse. Qué graciosa era. Si no era hija de él, a ella le daban ganas de adoptarla como su hermana pequeña. Parece ser que,además, su pregunta sobre el mote a Eltrant era un tema de conversación que le encantaba a la muchachita, pues se sentó muy resuelta al lado de ella y comenzó aquella explicación.
Todo iba bien hasta que le enseñó los incisivos. Iredia abrió entonces los ojos como platos y empalideció. Trató de mantener la calma. Conocía de sobra a los vampiros, aunque en su pueblo los llamaban "demonios de la noche", seres que se alimentaban de la sangre de sus víctimas. Instintivamente, se alejó un tanto de ella. Recibió aquel zarandeo rígida como un palo, temiendo que si le llevaba la contraria la mordiese.
Empezaron entonces a discutir de la edad, cosa que hizo quedarse a Iredia aún más pálida. La demonio nocturna le sacaba diecisiete años. Y era más pequeña. Y más letal. Ahora no estaba confusa, ahora tenía un miedo atroz. Además, para mejorar la situación, el humano estalló en carcajadas y, al levantarse la pequeña vampiresa, Iredia se asustó, se inclinó demasiado en la silla y se cayó de espaldas al suelo dándose un estupendo batacazo.
<<Estoy causando una grandísima impresión hoy.>>, pensó la elfa mientras se frotaba el coco y la espalda dolorida, haciendo un trabajoso esfuerzo por levantarse.
Una cosa estaba clara: ahora la taberna no sólo miraba sino que también se reía. Se perdió parte de la discusión entre ellos mientras se levantaba, aunque llegó a la parte en la cual no había fastidiado a nadie aquella noche. Se alegraba mucho, su rostro compungido era muy feliz.
Su felicidad mejoró cuando aquel tropel de guardias entró arramplando en la taberna. Iredia ya sabía que iban en su busca. Se levantó trabajosamente del suelo y de la silla. Eltrant les hizo entonces aquella pregunta y los soldados se rieron. Avanzó el más machote de todos: un bigardo de metro ochenta de gran cuerpo y escasa mollera.
-Apártate, chaval. No hemos venido a por ti. -espetó a Eltrant, situándose delante de Eltrant con pose desafiante. Llevaba un mandoble al cinto.
La mano de Iredia se posaría entonces en el hombro de Eltrant, instándolo a calmarse y la elfa, visiblemente más pequeña que todos aquellos hombres, no se amedrentó y miró al bigardo a los ojos.
-Aquí me tienes, orangután. -le insultó Iredia.
Recibió una risotada general de los soldados. El que estaba detrás del orangután la agarró fuertemente del brazo y la atrajo hacia sí, aprisionándole las muñecas. Iredia suspiró con resignación. El orangután en cuestión se quedó en medio, entre Eltrant e Iredia. Por si al joven muchacho le daba por encararse con ellos.
-Yo que tú -el orangután le dio un par de golpes con el dorso de la mano a Eltrant en el pecho- dejaría la pose de héroe. Tranquilo, la puedes ver en los calabozos cuando quieras. O, bueno... - miró a sus compañeros con complicidad- Igual te toca pedir turno.
Y volvieron a estallar a carcajadas los soldados. Iredia le lanzó un asentimiento al joven y a Lyn. Entre ser violada y ser mordida, le gustaba más lo segundo. Al menos, si era mordida por una jovenzuela adorable. Aún así, no les dio el gusto a los soldados de mostrar temor o emoción alguna. Estaba claro que hacían eso para mostrar su superioridad ante Eltrant. Los humanos eran así de fanfarrones, siempre a ver quién la tenía más larga. La espada, por supuesto.
Resignada, se dejó llevar por los soldados afuera, directa a los calabozos. El orangután salió el último, sin dejar de mirar al mercenario, por si tenía algo que decir.
Miró divertida cómo la jovencita imitaba a Eltrant a la hora de estirarse. Qué graciosa era. Si no era hija de él, a ella le daban ganas de adoptarla como su hermana pequeña. Parece ser que,además, su pregunta sobre el mote a Eltrant era un tema de conversación que le encantaba a la muchachita, pues se sentó muy resuelta al lado de ella y comenzó aquella explicación.
Todo iba bien hasta que le enseñó los incisivos. Iredia abrió entonces los ojos como platos y empalideció. Trató de mantener la calma. Conocía de sobra a los vampiros, aunque en su pueblo los llamaban "demonios de la noche", seres que se alimentaban de la sangre de sus víctimas. Instintivamente, se alejó un tanto de ella. Recibió aquel zarandeo rígida como un palo, temiendo que si le llevaba la contraria la mordiese.
Empezaron entonces a discutir de la edad, cosa que hizo quedarse a Iredia aún más pálida. La demonio nocturna le sacaba diecisiete años. Y era más pequeña. Y más letal. Ahora no estaba confusa, ahora tenía un miedo atroz. Además, para mejorar la situación, el humano estalló en carcajadas y, al levantarse la pequeña vampiresa, Iredia se asustó, se inclinó demasiado en la silla y se cayó de espaldas al suelo dándose un estupendo batacazo.
<<Estoy causando una grandísima impresión hoy.>>, pensó la elfa mientras se frotaba el coco y la espalda dolorida, haciendo un trabajoso esfuerzo por levantarse.
Una cosa estaba clara: ahora la taberna no sólo miraba sino que también se reía. Se perdió parte de la discusión entre ellos mientras se levantaba, aunque llegó a la parte en la cual no había fastidiado a nadie aquella noche. Se alegraba mucho, su rostro compungido era muy feliz.
Su felicidad mejoró cuando aquel tropel de guardias entró arramplando en la taberna. Iredia ya sabía que iban en su busca. Se levantó trabajosamente del suelo y de la silla. Eltrant les hizo entonces aquella pregunta y los soldados se rieron. Avanzó el más machote de todos: un bigardo de metro ochenta de gran cuerpo y escasa mollera.
-Apártate, chaval. No hemos venido a por ti. -espetó a Eltrant, situándose delante de Eltrant con pose desafiante. Llevaba un mandoble al cinto.
La mano de Iredia se posaría entonces en el hombro de Eltrant, instándolo a calmarse y la elfa, visiblemente más pequeña que todos aquellos hombres, no se amedrentó y miró al bigardo a los ojos.
-Aquí me tienes, orangután. -le insultó Iredia.
Recibió una risotada general de los soldados. El que estaba detrás del orangután la agarró fuertemente del brazo y la atrajo hacia sí, aprisionándole las muñecas. Iredia suspiró con resignación. El orangután en cuestión se quedó en medio, entre Eltrant e Iredia. Por si al joven muchacho le daba por encararse con ellos.
-Yo que tú -el orangután le dio un par de golpes con el dorso de la mano a Eltrant en el pecho- dejaría la pose de héroe. Tranquilo, la puedes ver en los calabozos cuando quieras. O, bueno... - miró a sus compañeros con complicidad- Igual te toca pedir turno.
Y volvieron a estallar a carcajadas los soldados. Iredia le lanzó un asentimiento al joven y a Lyn. Entre ser violada y ser mordida, le gustaba más lo segundo. Al menos, si era mordida por una jovenzuela adorable. Aún así, no les dio el gusto a los soldados de mostrar temor o emoción alguna. Estaba claro que hacían eso para mostrar su superioridad ante Eltrant. Los humanos eran así de fanfarrones, siempre a ver quién la tenía más larga. La espada, por supuesto.
Resignada, se dejó llevar por los soldados afuera, directa a los calabozos. El orangután salió el último, sin dejar de mirar al mercenario, por si tenía algo que decir.
Iredia
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
Solo había estado en Ulmer una vez hacia ya mucho, mucho tiempo.
Lo cierto era que no me alegraba en ese momento de volver.
Había acabado de perder a la elfa tiempo después del hundimiento de la torre. En cuanto nos adentramos en el bosque, una manada de lobos nos ataco y tuvimos que separarnos. A diferencia de Iredia, yo ni conocía el bosque ni tenia ese maldito sentido de la orientación, por lo que había acabado por perder el puto campamento.
En ese momento, no pude sino vagar durante un tiempo en el que tuve que acabar por vender el anillo de la torre, pero, por alguna extraña razón, me había acabado guardando el talismán. Había algo en el que me llamaba la atención, pero no sabia que era...
Volvi a mis pensamientos cuando el hombre que llevaba el carro me dio un toque con un palo.
- Ia emos yegado, joven.
Me había encontrado con ese transportista un par de millas más allá, y habíamos llegado al acuerdo que yo lo escoltaría de los lobos del poblado (el viejo estaba cagado) a cambio de que este me dejara ir con el junto a su cargamento de paja.
El carro era lento, así que acabé durmiéndome y despertando por la noche.
Tapando todavía mi rostro, me levante y me coloqué en el suelo de un brinco.
- ¿I dises ke no atacaran? - Preguntó con ese dialecto tan tosco que parecía pretender romperme el tímpano.
- Es una ciudad, anciano. - Le di por respuesta. - No buscan problemas. Hay guardias. - Expliqué señalando una tropa que pasaba hacia una posada que se veía desde esa entrada.
El aun movio un poco la cabeza ligeramente contrariado.
- Mire, viejo... - Añadi. - Estaré aqui un tiempo. Seguramente tratando de averiguar cosas en esa posada de ahí. Si tiene dinero, puede pagarme para que lo proteja durante un tiempo.
El pareció encontrar el trato justo, porque después de eso asintió.
- Decuerdo. Te buscaré por aia.
Dicho eso, se despidió azotando a la criatura que se asemejaba a una vaca que empujaba el carro. Yo suspire, mirando la bolsa que acababa de birlar de su cinturón. Sonreí para mi y me dirigí a la posada. Ese viejo acababa de pagarme un trago o dos... O más de eso si el licor era decente.
Pero justo cuando iba a entrar en la posada, la patrulla que había entrado salio. Di un suspiro haciéndome a un lado bajo la mirada de uno de los guardias.
Salieron tres, y en medio una joven. Al principio no le preste atención hasta que un brillo de sus ojos me hizo darme cuenta de quien era la elfa.
- ¿Ardilla?
- ¿Kar?
Y no dijo nada más, los guardas la amordazaron y se la llevaron hasta un carro preparado para el transporte de prisioneros que había ahí fuera. Entré de golpe en la taberna, maldiciendo como lo que parecía ser mi protegida era jodidamente incapaz de evitar los problemas de alguna forma u otra.
Al abrir de golpe, el portazo llamo la atención de todo el mundo que se giro hacia mi.
- Necesito ahora alguien que me diga que coño a pasado con la elfa. - No lo dije como solicitud. Casi pareció una orden. Pero no me iba a retractar. Había pasado casi un mes desde que me separe de ella sin dejar pistas ni rastros. No iba a dejar que se escapara ahora de nuevo.
Lo cierto era que no me alegraba en ese momento de volver.
Había acabado de perder a la elfa tiempo después del hundimiento de la torre. En cuanto nos adentramos en el bosque, una manada de lobos nos ataco y tuvimos que separarnos. A diferencia de Iredia, yo ni conocía el bosque ni tenia ese maldito sentido de la orientación, por lo que había acabado por perder el puto campamento.
En ese momento, no pude sino vagar durante un tiempo en el que tuve que acabar por vender el anillo de la torre, pero, por alguna extraña razón, me había acabado guardando el talismán. Había algo en el que me llamaba la atención, pero no sabia que era...
Volvi a mis pensamientos cuando el hombre que llevaba el carro me dio un toque con un palo.
- Ia emos yegado, joven.
Me había encontrado con ese transportista un par de millas más allá, y habíamos llegado al acuerdo que yo lo escoltaría de los lobos del poblado (el viejo estaba cagado) a cambio de que este me dejara ir con el junto a su cargamento de paja.
El carro era lento, así que acabé durmiéndome y despertando por la noche.
Tapando todavía mi rostro, me levante y me coloqué en el suelo de un brinco.
- ¿I dises ke no atacaran? - Preguntó con ese dialecto tan tosco que parecía pretender romperme el tímpano.
- Es una ciudad, anciano. - Le di por respuesta. - No buscan problemas. Hay guardias. - Expliqué señalando una tropa que pasaba hacia una posada que se veía desde esa entrada.
El aun movio un poco la cabeza ligeramente contrariado.
- Mire, viejo... - Añadi. - Estaré aqui un tiempo. Seguramente tratando de averiguar cosas en esa posada de ahí. Si tiene dinero, puede pagarme para que lo proteja durante un tiempo.
El pareció encontrar el trato justo, porque después de eso asintió.
- Decuerdo. Te buscaré por aia.
Dicho eso, se despidió azotando a la criatura que se asemejaba a una vaca que empujaba el carro. Yo suspire, mirando la bolsa que acababa de birlar de su cinturón. Sonreí para mi y me dirigí a la posada. Ese viejo acababa de pagarme un trago o dos... O más de eso si el licor era decente.
Pero justo cuando iba a entrar en la posada, la patrulla que había entrado salio. Di un suspiro haciéndome a un lado bajo la mirada de uno de los guardias.
Salieron tres, y en medio una joven. Al principio no le preste atención hasta que un brillo de sus ojos me hizo darme cuenta de quien era la elfa.
- ¿Ardilla?
- ¿Kar?
Y no dijo nada más, los guardas la amordazaron y se la llevaron hasta un carro preparado para el transporte de prisioneros que había ahí fuera. Entré de golpe en la taberna, maldiciendo como lo que parecía ser mi protegida era jodidamente incapaz de evitar los problemas de alguna forma u otra.
Al abrir de golpe, el portazo llamo la atención de todo el mundo que se giro hacia mi.
- Necesito ahora alguien que me diga que coño a pasado con la elfa. - No lo dije como solicitud. Casi pareció una orden. Pero no me iba a retractar. Había pasado casi un mes desde que me separe de ella sin dejar pistas ni rastros. No iba a dejar que se escapara ahora de nuevo.
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Ahí estaba otra vez, aquella expresión, podía verla en Iredia según esta caía al suelo, miedo.
Lyn conocía muy bien aquella emoción, estaba habituada a verla en los ojos de los demás y normalmente precedía a algún grito de auxilio, o al hecho de que se quedarse sola en mitad de la calle cuando solo pedía indicaciones.
No hizo ningún comentario, Lyn siguió discutiendo con el castaño de buen humor, riéndose y metiéndose con él, mostrándose entusiasmada de que por fin accediese a leer su libro y, como el resto de la taberna, se carcajeó al ver como la pelirroja se caía al suelo.
¿Qué podía hacer aparte de eso? Después de todo, la elfa tenía razón al dudar de ella. ¿No era verdad?
Era una vampiresa.
La ojiazul se mordió el labio inferior cuando vio a los guardas entrar en el lugar, Eltrant, mientras tanto, se levantó y se colocó frente a ellos casi de forma inmediata, colocándose entre la elfa y la escuadra de soldados.
- Ya sé que no habéis venido a por mí – Contestó Eltrant de inmediato – No os he preguntado eso. – Asió con firmeza su espada, la mano de Iredia, en su hombro, impidió que la conversación continuase por los derroteros a los que Eltrant la dirigía. - ¿Estas segura de…? – Sí que lo estaba, Eltrant podía ser un granjero con ínfulas de héroe retirado, pero podía leer una mirada.
Apretó los dientes y contempló como la muchacha accedía a irse con ellos, como los hombres se reían a carcajadas mientras exponían, detalladamente, todo lo que iban a hacerle a la pelirroja. Sin soltar la espada, se quedó estático, sin moverse.
¿Qué podía hacer? ¿Pelear? No dudaba en que se podría llevar a la gran mayoría de aquellos hombres por delante, había sobrevivido a cosas peores después de todo. Desvió su mirada a los demás lugareños, a los músicos y al recepcionista. Lo cierto era que si comenzaba a pelear allí no iba a conseguir más que inmiscuir a toda aquella gente, castigarles por sus propias temeridades.
Apretó ambos puños y taladró a los guardas con la mirada, a cada uno de ellos, de aquel tipo de situaciones había huido al bosque, por eso se había marchado. No más pueblos incendiados, no más muertes por su culpa.
Uno a uno, fueron saliendo del local entre risas, quedándose el último el hombre de gran tamaño, el líder de aquella panda de delincuentes con placa, el cual que no quitaba ojo a Eltrant de encima en ningún momento.
- ¿Nada que decir? – Preguntó el mastodonte cruzándose de brazos – Así me gusta, calladito. Sabes a quien responder.
- Antes de que amanezca. – Dijo Eltrant, escupiendo prácticamente las palabras – Va a estar en la calle. – Aseguró. – Y tú y tus hombres…
El hombre dejó escapar una carcajada y se marchó del local, dejando tras de sí cierta sensación de derrota y la ausencia de la pelirroja. Tomó aire profundamente y negó con la cabeza, tratando de aclararse las ideas. ¿Qué podía hacer? ¿Cuál era su forma de actuar en estos casos?
- Mortal… - La voz de Lyn le hizo salir de aquel leve trance en el que había entrado - ¿Estas bien? – Eltrant respondió con una sonrisa, asintiendo. – Así me gusta – Lyn seguía jugueteando con su flequillo nerviosa. - ¿¡A que esperamos entonces!? – Se cruzó de brazos. - ¡Al rescate!
La llegada de un joven bastante ruidoso impidió a Eltrant responder. Había notado ligeramente rara a Lyn, como si le preocupase algo, pero teniendo en cuenta que volvía a estar tan enérgica como siempre debían de ser imaginaciones suyas. Y si no lo eran, al parecer, por la actitud de Lyn, podía esperar.
- Se la ha llevado la guardia – Contestó Eltrant, tranquilamente, a la pregunta que recién llegado había gritado. – Probablemente vaya de camino a los calabozos ahora mismo – Afirmó apartando a un lado al muchacho, momento en el que se detuvo y enarcó una ceja tras verle la cara, parcialmente oculta tras una bufanda. – Pareces interesado por ella ¿La conoces? Bueno, da igual, acompáñame – Dijo agarrando al hombre del brazo y tirando de él. – Nos vendrá bien una mano extra.
La vampiresa sonrió. – ¡Perdón por el secuestro! – Exclamó corriendo tras los hombres.
Las calles no estaban totalmente desiertas, como en toda urbe, incluso a altas horas de la madrugada seguían llegando visitantes como ellos mismos por lo que algunas almas seguía vagando por ahí, podían pedir indicaciones.
No sabía exactamente el lugar al que se llevaban a Iredia, pero tenía más o menos una idea, los hombres uniformados se diferenciaban ligeramente de los que podías ver patrullando las calles de Ulmer , los guardas que se habían llevado a la pelirroja eran privados, estaba seguro de ello.
Casi seguro de ello.
- Yo soy Eltrant – Dijo rápidamente al muchacho que arrastraba consigo calle abajo como toda presentación – Y ella es Lyn – Señaló a la vampiresa que respondió agitando la mano frenéticamente. – Tu amiga… Es tu amiga ¿No? No nos has respondido antes. Parecías que te preocupabas por ella – Se pasó la mano por la barba – ... Como sea, no tiene que estar muy lejos de aquí.
- ¿Tienes un plan, Mortal? – Preguntó Lyn a su lado. – Aunque no nos hacen falta de esos. ¡Me tienes a mí! ¡De cara! ¡A por ellos! – La joven dio varias patadas al aire seguidas por una serie de puñetazos, estuvo a punto de caerse al suelo, pero recobró el equilibrio.
- …Tengo algo parecido a un plan – En realidad se le había ocurrido para él y Lyn, pero estaba seguro que su nuevo amigo podía ayudarles también. Lo había pensado antes ¿Cómo encaraba él las cosas? La respuesta era fácil: por las malas.
- ¿Qué tal se te dan las sombras? – Preguntó al joven con una sonrisa - Espero que bien – Dijo deteniéndose y cruzándose de brazos, examinando por encima su indumentaria, como mínimo era un aventurero, uno que se podía mover con facilidad y rápidamente. – Lyn, ¿Crees que puedes colarte en el calabozo sin que te vean? – La muchacha puso los ojos en blanco, como si acabase de escuchar la absurdez más grande de toda su vida.
- ¡¿Por quién me tomas?! – Dijo colocándose en posición para pelear - ¡¡No sabrán ni lo que golpea!! – Exclamó, Eltrant sonrió y se llevó la mano hasta la cara, suspiró.
- Relájate, no vas a pelear. – Dijo, Lyn frunció el ceño y se cruzó de brazos, parecía que aquello le había ofendido – Es bastante más simple – Miró al joven – Vosotros dos colais y sacáis a Iredia mientras yo… - Ensanchó su sonrisa – …Les hago una visita por la puerta principal.
Lyn conocía muy bien aquella emoción, estaba habituada a verla en los ojos de los demás y normalmente precedía a algún grito de auxilio, o al hecho de que se quedarse sola en mitad de la calle cuando solo pedía indicaciones.
No hizo ningún comentario, Lyn siguió discutiendo con el castaño de buen humor, riéndose y metiéndose con él, mostrándose entusiasmada de que por fin accediese a leer su libro y, como el resto de la taberna, se carcajeó al ver como la pelirroja se caía al suelo.
¿Qué podía hacer aparte de eso? Después de todo, la elfa tenía razón al dudar de ella. ¿No era verdad?
Era una vampiresa.
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La ojiazul se mordió el labio inferior cuando vio a los guardas entrar en el lugar, Eltrant, mientras tanto, se levantó y se colocó frente a ellos casi de forma inmediata, colocándose entre la elfa y la escuadra de soldados.
- Ya sé que no habéis venido a por mí – Contestó Eltrant de inmediato – No os he preguntado eso. – Asió con firmeza su espada, la mano de Iredia, en su hombro, impidió que la conversación continuase por los derroteros a los que Eltrant la dirigía. - ¿Estas segura de…? – Sí que lo estaba, Eltrant podía ser un granjero con ínfulas de héroe retirado, pero podía leer una mirada.
Apretó los dientes y contempló como la muchacha accedía a irse con ellos, como los hombres se reían a carcajadas mientras exponían, detalladamente, todo lo que iban a hacerle a la pelirroja. Sin soltar la espada, se quedó estático, sin moverse.
¿Qué podía hacer? ¿Pelear? No dudaba en que se podría llevar a la gran mayoría de aquellos hombres por delante, había sobrevivido a cosas peores después de todo. Desvió su mirada a los demás lugareños, a los músicos y al recepcionista. Lo cierto era que si comenzaba a pelear allí no iba a conseguir más que inmiscuir a toda aquella gente, castigarles por sus propias temeridades.
Apretó ambos puños y taladró a los guardas con la mirada, a cada uno de ellos, de aquel tipo de situaciones había huido al bosque, por eso se había marchado. No más pueblos incendiados, no más muertes por su culpa.
Uno a uno, fueron saliendo del local entre risas, quedándose el último el hombre de gran tamaño, el líder de aquella panda de delincuentes con placa, el cual que no quitaba ojo a Eltrant de encima en ningún momento.
- ¿Nada que decir? – Preguntó el mastodonte cruzándose de brazos – Así me gusta, calladito. Sabes a quien responder.
- Antes de que amanezca. – Dijo Eltrant, escupiendo prácticamente las palabras – Va a estar en la calle. – Aseguró. – Y tú y tus hombres…
El hombre dejó escapar una carcajada y se marchó del local, dejando tras de sí cierta sensación de derrota y la ausencia de la pelirroja. Tomó aire profundamente y negó con la cabeza, tratando de aclararse las ideas. ¿Qué podía hacer? ¿Cuál era su forma de actuar en estos casos?
- Mortal… - La voz de Lyn le hizo salir de aquel leve trance en el que había entrado - ¿Estas bien? – Eltrant respondió con una sonrisa, asintiendo. – Así me gusta – Lyn seguía jugueteando con su flequillo nerviosa. - ¿¡A que esperamos entonces!? – Se cruzó de brazos. - ¡Al rescate!
La llegada de un joven bastante ruidoso impidió a Eltrant responder. Había notado ligeramente rara a Lyn, como si le preocupase algo, pero teniendo en cuenta que volvía a estar tan enérgica como siempre debían de ser imaginaciones suyas. Y si no lo eran, al parecer, por la actitud de Lyn, podía esperar.
- Se la ha llevado la guardia – Contestó Eltrant, tranquilamente, a la pregunta que recién llegado había gritado. – Probablemente vaya de camino a los calabozos ahora mismo – Afirmó apartando a un lado al muchacho, momento en el que se detuvo y enarcó una ceja tras verle la cara, parcialmente oculta tras una bufanda. – Pareces interesado por ella ¿La conoces? Bueno, da igual, acompáñame – Dijo agarrando al hombre del brazo y tirando de él. – Nos vendrá bien una mano extra.
La vampiresa sonrió. – ¡Perdón por el secuestro! – Exclamó corriendo tras los hombres.
Las calles no estaban totalmente desiertas, como en toda urbe, incluso a altas horas de la madrugada seguían llegando visitantes como ellos mismos por lo que algunas almas seguía vagando por ahí, podían pedir indicaciones.
No sabía exactamente el lugar al que se llevaban a Iredia, pero tenía más o menos una idea, los hombres uniformados se diferenciaban ligeramente de los que podías ver patrullando las calles de Ulmer , los guardas que se habían llevado a la pelirroja eran privados, estaba seguro de ello.
Casi seguro de ello.
- Yo soy Eltrant – Dijo rápidamente al muchacho que arrastraba consigo calle abajo como toda presentación – Y ella es Lyn – Señaló a la vampiresa que respondió agitando la mano frenéticamente. – Tu amiga… Es tu amiga ¿No? No nos has respondido antes. Parecías que te preocupabas por ella – Se pasó la mano por la barba – ... Como sea, no tiene que estar muy lejos de aquí.
- ¿Tienes un plan, Mortal? – Preguntó Lyn a su lado. – Aunque no nos hacen falta de esos. ¡Me tienes a mí! ¡De cara! ¡A por ellos! – La joven dio varias patadas al aire seguidas por una serie de puñetazos, estuvo a punto de caerse al suelo, pero recobró el equilibrio.
- …Tengo algo parecido a un plan – En realidad se le había ocurrido para él y Lyn, pero estaba seguro que su nuevo amigo podía ayudarles también. Lo había pensado antes ¿Cómo encaraba él las cosas? La respuesta era fácil: por las malas.
- ¿Qué tal se te dan las sombras? – Preguntó al joven con una sonrisa - Espero que bien – Dijo deteniéndose y cruzándose de brazos, examinando por encima su indumentaria, como mínimo era un aventurero, uno que se podía mover con facilidad y rápidamente. – Lyn, ¿Crees que puedes colarte en el calabozo sin que te vean? – La muchacha puso los ojos en blanco, como si acabase de escuchar la absurdez más grande de toda su vida.
- ¡¿Por quién me tomas?! – Dijo colocándose en posición para pelear - ¡¡No sabrán ni lo que golpea!! – Exclamó, Eltrant sonrió y se llevó la mano hasta la cara, suspiró.
- Relájate, no vas a pelear. – Dijo, Lyn frunció el ceño y se cruzó de brazos, parecía que aquello le había ofendido – Es bastante más simple – Miró al joven – Vosotros dos colais y sacáis a Iredia mientras yo… - Ensanchó su sonrisa – …Les hago una visita por la puerta principal.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
-¿Ardilla?
-¿Kar?
Por todos los dioses, su protector seguía vivo. Y con todos los miembros en su sitio. No le dio tiempo a decirle ni ver nada más, los guardias la empujaron hasta aquella carreta con barrotes y cerraron el candado. Ya había oído comentar a alguno que otro que nunca se habían tirado a una elfa. Suspiró. Todos iguales.
La carreta se puso en marcha. Compartía lugar con un par de vagabundos desdentados y desgreñados. El uno, viejo y roído por la delgadez extrema. El otro, un adolescente con una chaqueta con más agujeros que abrigo. Ambos miraban a la nada, desmotivados y hasta quizás agradecidos por tener al menos un techo donde dormir. Aunque fuese el techo de una cárcel. Hay que ver cómo se ponía aquella gente por una manzana. Estaba claro: era orgullo.
Llegaron entonces, tras un largo trecho, a una fortaleza gris algo más alejada de la ciudad. Necesitaban mantener lejos a los malhechores del resto de la población. Era irónico: Iredia no estaba realmente segura de si había más delincuentes dentro o fuera de aquellos muros.
Una vez llegaron a las puertas, dos soldados armados con lanzas revisaron el carro. Al ver a la elfa, sonrieron con sorna.
-¿Y esta qué ha hecho? -preguntó uno.
De los otros, ni se molestó en preguntar.
-Robar una manzana. Y tocarme los cojones. -espetó el guardia cuya descendencia había recibido un duro golpe hace un rato.
-Buenos motivos son. -miró el primero entonces de arriba abajo a la joven- Pero no te pases, esta no parece vagabunda, igual viene alguien a buscarla.
El pateado soltó un bufido.
-Me lo pasaré bien hasta entonces.
<<Sí, tú sigue confiándote...>> ,pensó la elfa mientras miraba enarcando una ceja al "sin descendencia".
Entraron entonces en la fortaleza. Los dos guardias se quedaron en la puerta y la carreta accedió a un patio lleno de guardias. Abrieron la puerta y los cogieron bruscamente a los tres, quitándoles todo lo que llevasen encima y poniéndoles unos grilletes en las muñecas. A los dos vagabundos se los pusieron también en los pies. A la elfa no. No podría abrirse de piernas decentemente si tenía un movimiento limitado. Iredia cogió la cadena que colgaba entre sus muñecas.
El deshuevado entonces se acercó a ella.
-Ahora vas a saber lo que les espera a los que me joden las pelotas, elfita. -y se relamió los labios.
Iredia enarcó una ceja y sonrió a medias.
-Tú ya no tienes de eso. -le replicó, mordaz.
Se oyó un "UOOO" general en medio patio, que hizo al guardia ponerse rojo de furia. No estaba muy acostumbrado a que le avergonzasen. La agarró del pescuezo y tiró hacia arriba. Fue a decirle algo, pero se lo pensó mejor. En vez de hablar, le plantó un sucio y baboso beso en los morros. Iredia, en una mueca de asco y casi por instinto, le mordió fuertemente la lengua y alzó la muñeca bruscamente, propinándole un buen golpetazo con el grillete en el mentón. El guardia retrocedió, con la mano en la zona dolorida y mirándola con odio. Instantáneamente, dos guardias aprisionaron a Iredia de los brazos, impidiéndole el movimiento, y el guardia apaleado y deshuevado le propinó tal tortazo que le crujió el cuello y le hizo sangre en los labios.
El daño, sin embargo, estaba hecho. Los soldados tenían material para bromas para el próximo mes.
-Ten cuidado con esa, Corl, que parece que muerde. -le vacilaban.
El tal Corl gruñó y miró a los guardias que sujetaban a Iredia.
-Al subterráneo.
Atravesaron una serie de galerías hasta bajar a lo que parecía un pasillo cavernoso. Ahí, supuso Iredia, era donde escondían a los presos con quienes hacían prácticas poco ortodoxas. La metieron de un empellón en la celda y cerraron.
-Ponte cómoda, que luego no vas a descansar. -amenazó Corl.
Su ego de macho estaba tan herido que a Iredia le hizo gracia. Miró las cadenas que enlazaban sus grilletes.
<<Tú ven, Corl. Seguro que se puede estrangular bien con esto.>>
-¿Kar?
Por todos los dioses, su protector seguía vivo. Y con todos los miembros en su sitio. No le dio tiempo a decirle ni ver nada más, los guardias la empujaron hasta aquella carreta con barrotes y cerraron el candado. Ya había oído comentar a alguno que otro que nunca se habían tirado a una elfa. Suspiró. Todos iguales.
La carreta se puso en marcha. Compartía lugar con un par de vagabundos desdentados y desgreñados. El uno, viejo y roído por la delgadez extrema. El otro, un adolescente con una chaqueta con más agujeros que abrigo. Ambos miraban a la nada, desmotivados y hasta quizás agradecidos por tener al menos un techo donde dormir. Aunque fuese el techo de una cárcel. Hay que ver cómo se ponía aquella gente por una manzana. Estaba claro: era orgullo.
Llegaron entonces, tras un largo trecho, a una fortaleza gris algo más alejada de la ciudad. Necesitaban mantener lejos a los malhechores del resto de la población. Era irónico: Iredia no estaba realmente segura de si había más delincuentes dentro o fuera de aquellos muros.
Una vez llegaron a las puertas, dos soldados armados con lanzas revisaron el carro. Al ver a la elfa, sonrieron con sorna.
-¿Y esta qué ha hecho? -preguntó uno.
De los otros, ni se molestó en preguntar.
-Robar una manzana. Y tocarme los cojones. -espetó el guardia cuya descendencia había recibido un duro golpe hace un rato.
-Buenos motivos son. -miró el primero entonces de arriba abajo a la joven- Pero no te pases, esta no parece vagabunda, igual viene alguien a buscarla.
El pateado soltó un bufido.
-Me lo pasaré bien hasta entonces.
<<Sí, tú sigue confiándote...>> ,pensó la elfa mientras miraba enarcando una ceja al "sin descendencia".
Entraron entonces en la fortaleza. Los dos guardias se quedaron en la puerta y la carreta accedió a un patio lleno de guardias. Abrieron la puerta y los cogieron bruscamente a los tres, quitándoles todo lo que llevasen encima y poniéndoles unos grilletes en las muñecas. A los dos vagabundos se los pusieron también en los pies. A la elfa no. No podría abrirse de piernas decentemente si tenía un movimiento limitado. Iredia cogió la cadena que colgaba entre sus muñecas.
El deshuevado entonces se acercó a ella.
-Ahora vas a saber lo que les espera a los que me joden las pelotas, elfita. -y se relamió los labios.
Iredia enarcó una ceja y sonrió a medias.
-Tú ya no tienes de eso. -le replicó, mordaz.
Se oyó un "UOOO" general en medio patio, que hizo al guardia ponerse rojo de furia. No estaba muy acostumbrado a que le avergonzasen. La agarró del pescuezo y tiró hacia arriba. Fue a decirle algo, pero se lo pensó mejor. En vez de hablar, le plantó un sucio y baboso beso en los morros. Iredia, en una mueca de asco y casi por instinto, le mordió fuertemente la lengua y alzó la muñeca bruscamente, propinándole un buen golpetazo con el grillete en el mentón. El guardia retrocedió, con la mano en la zona dolorida y mirándola con odio. Instantáneamente, dos guardias aprisionaron a Iredia de los brazos, impidiéndole el movimiento, y el guardia apaleado y deshuevado le propinó tal tortazo que le crujió el cuello y le hizo sangre en los labios.
El daño, sin embargo, estaba hecho. Los soldados tenían material para bromas para el próximo mes.
-Ten cuidado con esa, Corl, que parece que muerde. -le vacilaban.
El tal Corl gruñó y miró a los guardias que sujetaban a Iredia.
-Al subterráneo.
Atravesaron una serie de galerías hasta bajar a lo que parecía un pasillo cavernoso. Ahí, supuso Iredia, era donde escondían a los presos con quienes hacían prácticas poco ortodoxas. La metieron de un empellón en la celda y cerraron.
-Ponte cómoda, que luego no vas a descansar. -amenazó Corl.
Su ego de macho estaba tan herido que a Iredia le hizo gracia. Miró las cadenas que enlazaban sus grilletes.
<<Tú ven, Corl. Seguro que se puede estrangular bien con esto.>>
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
Observé como ese hombre de aspecto de veterano se acercaba y me daba información, a diferencia del resto de la taberna, que parecía estar evitándome por ir encapuchado y vestido de negro. Al lado del joven, una pequeña chica revoloteaba mientras no paraba de cascar. Me fije en sus pequeños dientes y mire de reojo al joven. Ya habría tiempo de preguntas más adelante.
- Yo soy Eltrant. Y ella es Lyn – Señaló a la vampiresa que respondió agitando la mano. – Tu amiga… Es tu amiga ¿No? No nos has respondido antes. Parecías que te preocupabas por ella – Se pasó la mano por la barba – ... Como sea, no tiene que estar muy lejos de aquí.
- Karkaran... Tengo un contrato con ella. - Dije sin dar demasiados detalles. - Y si, digamos que somos amigos...
- ¿Tienes un plan, Mortal? – Preguntó la niña. – Aunque no nos hacen falta de esos. ¡Me tienes a mí! ¡De cara! ¡A por ellos!
Miré detenidamente a esa criatura que no paraba de moverse. Mi ultimo recuerdo de una vampiresa era Geminis, y no era precisamente como ella.
- …Tengo algo parecido a un plan... ¿Qué tal se te dan las sombras?
Me encogí de hombros mientras seguía a ese joven.
- Me defiendo. - Acaricié de forma bastante elocuente la daga de mi cinturón.
- Lyn, ¿Crees que puedes colarte en el calabozo sin que te vean?
- ¡¿Por quién me tomas?! – Dijo colocándose como si estuviese haciendo Shadowboxing - ¡¡No sabrán ni lo que golpea!!
- Relájate, no vas a pelear. Es bastante más simple – Enarqué una ceja por encima de la capucha mientras ese extraño hombre me miraba. – Vosotros dos os coláis y sacáis a Iredia mientras yo… Les hago una visita por la puerta principal.
Tanto la vampira como yo callamos hasta que decidi romper el silencio.
- Vale.
No dije nada más, pese a que la chica aun incordio algo más al joven. Si el mismo queria jugarse el cuello por alguien más al cual no conocia, ni yo era nadie para discutirlo ni me iba a poner a discutirle lo que yo consideraba una idiotez. Cuando estuvimos por fin cerca de la prisión, observamos varios puntos a tener en cuenta, que me moleste en remarcar:
- La entrada esta ahí. - Sin lugar a dudas, eso era lo más obvio. - Quizás seria mejor que antes de que empieces a llamar la atención, la susodicha Lyn y yo nos coloquemos en otro punto estratégico. Aun no sabemos como entrar salvo por ahí. ¿Sabes si hay alguna alcantarilla?
La chica me miró con asco ante la sugerencia.
- Seria lo más rápido. Ademas... - Me quité la bufanda y la capucha, dejando mi mutilada cara al aire. Le tendí las prendas a Eltrant. - Seria mejor si no te reconocieran... ¿Nos movemos?
- Yo soy Eltrant. Y ella es Lyn – Señaló a la vampiresa que respondió agitando la mano. – Tu amiga… Es tu amiga ¿No? No nos has respondido antes. Parecías que te preocupabas por ella – Se pasó la mano por la barba – ... Como sea, no tiene que estar muy lejos de aquí.
- Karkaran... Tengo un contrato con ella. - Dije sin dar demasiados detalles. - Y si, digamos que somos amigos...
- ¿Tienes un plan, Mortal? – Preguntó la niña. – Aunque no nos hacen falta de esos. ¡Me tienes a mí! ¡De cara! ¡A por ellos!
Miré detenidamente a esa criatura que no paraba de moverse. Mi ultimo recuerdo de una vampiresa era Geminis, y no era precisamente como ella.
- …Tengo algo parecido a un plan... ¿Qué tal se te dan las sombras?
Me encogí de hombros mientras seguía a ese joven.
- Me defiendo. - Acaricié de forma bastante elocuente la daga de mi cinturón.
- Lyn, ¿Crees que puedes colarte en el calabozo sin que te vean?
- ¡¿Por quién me tomas?! – Dijo colocándose como si estuviese haciendo Shadowboxing - ¡¡No sabrán ni lo que golpea!!
- Relájate, no vas a pelear. Es bastante más simple – Enarqué una ceja por encima de la capucha mientras ese extraño hombre me miraba. – Vosotros dos os coláis y sacáis a Iredia mientras yo… Les hago una visita por la puerta principal.
Tanto la vampira como yo callamos hasta que decidi romper el silencio.
- Vale.
No dije nada más, pese a que la chica aun incordio algo más al joven. Si el mismo queria jugarse el cuello por alguien más al cual no conocia, ni yo era nadie para discutirlo ni me iba a poner a discutirle lo que yo consideraba una idiotez. Cuando estuvimos por fin cerca de la prisión, observamos varios puntos a tener en cuenta, que me moleste en remarcar:
- Spoiler:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- La entrada esta ahí. - Sin lugar a dudas, eso era lo más obvio. - Quizás seria mejor que antes de que empieces a llamar la atención, la susodicha Lyn y yo nos coloquemos en otro punto estratégico. Aun no sabemos como entrar salvo por ahí. ¿Sabes si hay alguna alcantarilla?
La chica me miró con asco ante la sugerencia.
- Seria lo más rápido. Ademas... - Me quité la bufanda y la capucha, dejando mi mutilada cara al aire. Le tendí las prendas a Eltrant. - Seria mejor si no te reconocieran... ¿Nos movemos?
************************************
Hola Eltrant! Te cuento una costumbre que tenemos Iredia y yo por si la quieres usar también... Muchas veces, en nuestros propios post (no-masterados) metemos runas de por medio para ver como nos cae la suerte y a partir de ahí postear en consecuencia. ¿Te gustaría introducirlas como extra? Erenair
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
- ¿Todos contentos con el plan entonces? – Preguntó ajustando las correas que mantenían su peto correctamente en su lugar.
Al hombre que respondía al nombre de Karkaran no parecía importarle demasiado que hubiese decidido lanzarse por su cuenta contra un regimiento de soldados, lo estudió unos segundos mientras trataba de comprender qué clase de contrato tenía aquel tipo encapuchado con Iredia, le sorprendía que Lyn estuviese tan cómoda junto a aquel hombre, su indumentaria parecía, en parte, similar a la de los cazadores de vampiros.
Lyn, cruzada de brazos, sonrió escuetamente ante la sugerencia de Karkaran y negó con la cabeza, Eltrant dejó escapar un pequeño suspiro y contempló la entrada principal de la fortaleza.
- ¡Nada de alcantarillas! – Exclamó Lyn - ¡Yo nos cuelo dentro!
El baluarte contrastaba enormemente con el resto de edificios de Ulmer, que eran la mayoría de madera de los alrededores, este, pese a estar hecho también de madera en su mayor parte, contaba con secciones de piedra, era un edificio que, en definitiva, estaba preparado para soportar asedios. Una pequeña fortaleza.
- ¿Y cómo pretendes hacer eso? Las alcantarillas son una buena manera de... – Preguntó Eltrant con un deje de incredulidad en su voz, Lyn extendió los brazos y tomó aire.
- Me subestimas, Mortal – Dijo instantes antes de señalar lo alto de una de las atalayas, la cual estaba, de momento, vacía. – Entraremos por ahí. – Dejó caer los brazos en jarra hasta la cintura cuando todos vieron a que se referia.
- …No sabía que pudieses volar. – Lyn negó con la cabeza y miró a Karkakan, dejando entrever sus colmillos en la enigmática sonrisa que tenía dibujada en su rostro. – Eso no responde lo que acabó de preguntarte. – Contestó el castaño pasándose la mano por la cara.
- Es algo parecido. – Respondió Lyn al final – Mira – Fue un instante y no hubo sonido alguno, la vampiresa se desvaneció del lugar en el que estaba dejando tras de sí una espesa nube de humo negro, no obstante, esta reapareció tras el exmercenario, a quien se encargó de sorprender dándole leve toquecitos en el hombro. – No puedo desplazarme muy lejos – Explicó – Ni tampoco puedo hacerlo muchas veces seguidas… - Jugueteó con su flequillo, mirando la atalaya – Pero… creo que puedo ir hasta ahí arriba… ¿A qué mola?
Eltrant suspiró y dejó que el fantasma de una sonrisa de apoderase de su rostro, Lyn le zarandeó un poco. Aun habiendo sido él quien había inventado el plan, no estaba muy seguro de si llevarlo a cabo, no cuando contempló la habilidad de la vampiresa, Lyn no era una guerrera, no sabía pelear, se le daba muy bien ser evasiva e incordiar a los demás, pero no era una luchadora. La estaba enviando a un lugar muy peligroso.
- Dame la mano – Pidió la joven al nuevo compañero del grupo, quien después de ofrecer su propia bufanda a Eltrant, desveló su rostro, marcado por las cicatrices. – Puedo llevar a una sola persona conmigo. – Lanzó a Eltrant una mirada acusativa – A una persona que pese poco.
Eltrant no hizo ningún comentario respecto al rostro de Karkaran, él estaba igual después de todo, si le quitaban la ropa parecía un muñeco de trapo, la única diferencia con el hombre era que él visitaba constantemente curanderos elfos que le ayudaban con las cicatrices de su cara.
- ...Debería ir a ver a Ashryn – Susurró mirando la bufanda del hombre y se giró hacía Karkaran, alzando la prenda – No te preocupes – Sonrió y se la tendió de vuelta. – Quiero que sepan quién soy.
Estiró los brazos y asintió ante la pregunta que Karkaran había hecho ya hacía un rato, era hora de moverse. Caminó hacía la entrada principal del baluarte, lentamente, mirando a los soldados que hacían guardia en la misma.
Estos no tardaron en percatarse de su presencia, miraron inquisitivamente a aquel desconocido que, en plena noche, se colocaba frente a la fortificación.
- ¡¿Quién va!? – Dijo uno de ellos, adelantándose un par de pasos, analizando al castaño y su indumentaria.
Eltrant no contestó, se llevó una de sus manos hasta el cuello y, con suavidad, desató el nudo que mantenía la capa firmemente sujeta sobre sus hombros. La capa, que cayó al suelo casi al momento, dejó entrever la pesada armadura con la que cargaba.
Los soldados fruncieron el ceño y echaron mano de sus espadas.
- ¡¿Te estas riendo de nosotros?! – Preguntó el segundo - ¿¡Que estás buscando?!
Aún en silencio, agarró el pomo de su espada. El silencio de la noche fue roto por el murmullo metálico que produjo la hoja al deslizarse por su vaina, el suave brillo azul del encantamiento de hielo que cubría el metal que blandía iluminó su rostro.
Empezaron a reírse, ¿Qué estaba pensando aquel loco? ¿De verdad quería pelear contra ellos? Eltrant les devolvió la sonrisa. Los dos hombres se hicieron con sus propias armas y cargaron contra el castaño no hacía falta llamar siquiera refuerzos.
Bloqueó la primera estocada con el antebrazo, la espada de aquel soldado rebotó contra su coraza como si no hubiese sido gran cosa, arañándola solamente. Eltrant contratacó enseguida usando el envés de su arma, golpeó con fuerza en la cara del segundo atacante, el cual ya había alzado su arma dispuesto a cortar la cara del castaño en dos, pero acabó en el suelo, con la nariz rota en el proceso.
Frunció el ceño y colocó su hoja frente a su cara, el fantasmagórico brillo azul que esta desprendía iluminó sus facciones, dejó que el guarda que seguía en pie viese quien era. De los dos soldados que había encarado en primer lugar, un hombre se quejaba dolorido en el suelo, el segundo había retrocedido un par de pasos.
Tomó aire, ¿Merecían piedad aquellos guardas? Después de lo que había oído no estaba seguro que pensar, era evidente que no eran buenas personas, que no defendían lo que habían jurado defender al ponerse aquellos uniformes. Quizás no fuesen la fuerza principal de Ulmer, quizás solo fuesen el ejército privado de algún noble de la zona. No eran más que mercenarios.
- Llama a tus amigos – Bajó la espada y la clavó en el estómago del derribado, que no pudo sino gritar de dolor. – Te van a hacer falta.
La campana de alerta resonó en todo el castillo, todos los soldados que estaban en activo corrieron en dirección a la entrada principal y los que no lo estaban se vestían apresuradamente con el uniforme que les habían proporcionado al alistarse para imitarles.
Lyn miró a Karkaran y le tomó del brazo, sonrió.
- Nuestro turno, Karky. – Dijo desapareciendo en la nube oscura sin dejar de mirar a su objetivo, arrastrando al Karky consigo. – No te preocupes por el mareo, se pasa enseguida – La vampiresa dispersó la voluta de humo que había producido al llegar con los brazos.
La campana seguía resonando con fuerza, alertando a todo aquel que estuviese en el recinto de que había un intruso en la puerta principal. Lyn estaba preocupada por el Mortal, pero no lo iba admitir, aquella estratagema le daba un poco de miedo, pero tampoco lo iba a admitir, aquello había sido idea del Mortal despues de todo, solo tenía que hacer lo de siempre.
Ser una sombra.
– Te sigo. – Dijo sonriente - Vamos a sacar a Ir de aquí.
Al hombre que respondía al nombre de Karkaran no parecía importarle demasiado que hubiese decidido lanzarse por su cuenta contra un regimiento de soldados, lo estudió unos segundos mientras trataba de comprender qué clase de contrato tenía aquel tipo encapuchado con Iredia, le sorprendía que Lyn estuviese tan cómoda junto a aquel hombre, su indumentaria parecía, en parte, similar a la de los cazadores de vampiros.
Lyn, cruzada de brazos, sonrió escuetamente ante la sugerencia de Karkaran y negó con la cabeza, Eltrant dejó escapar un pequeño suspiro y contempló la entrada principal de la fortaleza.
- ¡Nada de alcantarillas! – Exclamó Lyn - ¡Yo nos cuelo dentro!
El baluarte contrastaba enormemente con el resto de edificios de Ulmer, que eran la mayoría de madera de los alrededores, este, pese a estar hecho también de madera en su mayor parte, contaba con secciones de piedra, era un edificio que, en definitiva, estaba preparado para soportar asedios. Una pequeña fortaleza.
- ¿Y cómo pretendes hacer eso? Las alcantarillas son una buena manera de... – Preguntó Eltrant con un deje de incredulidad en su voz, Lyn extendió los brazos y tomó aire.
- Me subestimas, Mortal – Dijo instantes antes de señalar lo alto de una de las atalayas, la cual estaba, de momento, vacía. – Entraremos por ahí. – Dejó caer los brazos en jarra hasta la cintura cuando todos vieron a que se referia.
- …No sabía que pudieses volar. – Lyn negó con la cabeza y miró a Karkakan, dejando entrever sus colmillos en la enigmática sonrisa que tenía dibujada en su rostro. – Eso no responde lo que acabó de preguntarte. – Contestó el castaño pasándose la mano por la cara.
- Es algo parecido. – Respondió Lyn al final – Mira – Fue un instante y no hubo sonido alguno, la vampiresa se desvaneció del lugar en el que estaba dejando tras de sí una espesa nube de humo negro, no obstante, esta reapareció tras el exmercenario, a quien se encargó de sorprender dándole leve toquecitos en el hombro. – No puedo desplazarme muy lejos – Explicó – Ni tampoco puedo hacerlo muchas veces seguidas… - Jugueteó con su flequillo, mirando la atalaya – Pero… creo que puedo ir hasta ahí arriba… ¿A qué mola?
Eltrant suspiró y dejó que el fantasma de una sonrisa de apoderase de su rostro, Lyn le zarandeó un poco. Aun habiendo sido él quien había inventado el plan, no estaba muy seguro de si llevarlo a cabo, no cuando contempló la habilidad de la vampiresa, Lyn no era una guerrera, no sabía pelear, se le daba muy bien ser evasiva e incordiar a los demás, pero no era una luchadora. La estaba enviando a un lugar muy peligroso.
- Dame la mano – Pidió la joven al nuevo compañero del grupo, quien después de ofrecer su propia bufanda a Eltrant, desveló su rostro, marcado por las cicatrices. – Puedo llevar a una sola persona conmigo. – Lanzó a Eltrant una mirada acusativa – A una persona que pese poco.
Eltrant no hizo ningún comentario respecto al rostro de Karkaran, él estaba igual después de todo, si le quitaban la ropa parecía un muñeco de trapo, la única diferencia con el hombre era que él visitaba constantemente curanderos elfos que le ayudaban con las cicatrices de su cara.
- ...Debería ir a ver a Ashryn – Susurró mirando la bufanda del hombre y se giró hacía Karkaran, alzando la prenda – No te preocupes – Sonrió y se la tendió de vuelta. – Quiero que sepan quién soy.
Estiró los brazos y asintió ante la pregunta que Karkaran había hecho ya hacía un rato, era hora de moverse. Caminó hacía la entrada principal del baluarte, lentamente, mirando a los soldados que hacían guardia en la misma.
Estos no tardaron en percatarse de su presencia, miraron inquisitivamente a aquel desconocido que, en plena noche, se colocaba frente a la fortificación.
- ¡¿Quién va!? – Dijo uno de ellos, adelantándose un par de pasos, analizando al castaño y su indumentaria.
Eltrant no contestó, se llevó una de sus manos hasta el cuello y, con suavidad, desató el nudo que mantenía la capa firmemente sujeta sobre sus hombros. La capa, que cayó al suelo casi al momento, dejó entrever la pesada armadura con la que cargaba.
Los soldados fruncieron el ceño y echaron mano de sus espadas.
- ¡¿Te estas riendo de nosotros?! – Preguntó el segundo - ¿¡Que estás buscando?!
Aún en silencio, agarró el pomo de su espada. El silencio de la noche fue roto por el murmullo metálico que produjo la hoja al deslizarse por su vaina, el suave brillo azul del encantamiento de hielo que cubría el metal que blandía iluminó su rostro.
Empezaron a reírse, ¿Qué estaba pensando aquel loco? ¿De verdad quería pelear contra ellos? Eltrant les devolvió la sonrisa. Los dos hombres se hicieron con sus propias armas y cargaron contra el castaño no hacía falta llamar siquiera refuerzos.
Bloqueó la primera estocada con el antebrazo, la espada de aquel soldado rebotó contra su coraza como si no hubiese sido gran cosa, arañándola solamente. Eltrant contratacó enseguida usando el envés de su arma, golpeó con fuerza en la cara del segundo atacante, el cual ya había alzado su arma dispuesto a cortar la cara del castaño en dos, pero acabó en el suelo, con la nariz rota en el proceso.
Frunció el ceño y colocó su hoja frente a su cara, el fantasmagórico brillo azul que esta desprendía iluminó sus facciones, dejó que el guarda que seguía en pie viese quien era. De los dos soldados que había encarado en primer lugar, un hombre se quejaba dolorido en el suelo, el segundo había retrocedido un par de pasos.
Tomó aire, ¿Merecían piedad aquellos guardas? Después de lo que había oído no estaba seguro que pensar, era evidente que no eran buenas personas, que no defendían lo que habían jurado defender al ponerse aquellos uniformes. Quizás no fuesen la fuerza principal de Ulmer, quizás solo fuesen el ejército privado de algún noble de la zona. No eran más que mercenarios.
- Llama a tus amigos – Bajó la espada y la clavó en el estómago del derribado, que no pudo sino gritar de dolor. – Te van a hacer falta.
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La campana de alerta resonó en todo el castillo, todos los soldados que estaban en activo corrieron en dirección a la entrada principal y los que no lo estaban se vestían apresuradamente con el uniforme que les habían proporcionado al alistarse para imitarles.
Lyn miró a Karkaran y le tomó del brazo, sonrió.
- Nuestro turno, Karky. – Dijo desapareciendo en la nube oscura sin dejar de mirar a su objetivo, arrastrando al Karky consigo. – No te preocupes por el mareo, se pasa enseguida – La vampiresa dispersó la voluta de humo que había producido al llegar con los brazos.
La campana seguía resonando con fuerza, alertando a todo aquel que estuviese en el recinto de que había un intruso en la puerta principal. Lyn estaba preocupada por el Mortal, pero no lo iba admitir, aquella estratagema le daba un poco de miedo, pero tampoco lo iba a admitir, aquello había sido idea del Mortal despues de todo, solo tenía que hacer lo de siempre.
Ser una sombra.
– Te sigo. – Dijo sonriente - Vamos a sacar a Ir de aquí.
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Off: Me acaba de tocar muy mala suerte. El regimiento entero sale a visitar a Eltrant. :'DD Teneis via libre. He vuelto a editar, que llamaba a Karkaran muchacho y tiene 40 tacos (?)Última edición por Eltrant Tale el Mar Jul 04 2017, 17:21, editado 3 veces
Eltrant Tale
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Las celdas estaban distribuidas en dos hileras, que se miraban de frente, de tal forma que podías ver al preso que tenías enfrente de ti. Iredia, de hecho, veía al adolescente vagabundo que había compartido carreta con ella. El niño no dijo nada, puesto que en cuanto Corl se marchó, se sacó del paquete una especie de puntita de metal. Una ganzúa, Qué muchacho tan espabilado.
-Psst. -llamó la elfa al chiquillo.
Este la miró, enarcando una ceja.
-¿Tú sabes cómo salir de aquí?
Vaya pregunta más estúpida. Por cómo manejaba ese crío la ganzúa, no era la primera vez que lo hacía.
-Un poco. ¿Qué, quieres que te abra?
-Estaría bien... -Iredia hizo una mueca.
-Por dos aeros, hecho.
Iredia soltó un bufido. La codicia que había hablado antes con Eltrant salió a la luz. Encima, en un maldito adolescente. Aunque, en su caso, sabía que era más necesidad que codicia. Ese crío volvería a la calle en cuanto saliese de allí.
-De aeros nada. O me abres la puerta o les grito a esos dos guardias de ahí que te estás intentando escapar.
Y créeme -añadió con una sonrisilla- Grito bastante.
Ahora fue el crío el que soltó un bufido.
-Vaaale... -accedió el chiquillo tras pensarlo unos segundos- ¿Y tú qué haces aquí? No se ven muchos elfos por tierras de lobos.
-Creo que he cabreado a un guardia. -la elfa puso cara de circunstancias.
El crío seguía con la ganzúa.
-Ya casi está... ¿Guardias? ¡Ja! -esa risotada sorprendió a Iredia- Esto no es la guardia de la ciudad. Esto son mercenarios al servicio de lord Balioc. Un corrupto que ha decidido que los pobres somos escoria. A los que nos bajan aquí... luego no vuelven a subir. Se dice que practica magia negra...
<<Un brujo...>>, pensó Iredia.
-...y que realmente usa a los pobres como... alimento. Nunca sale de día. -empezó a hablar más bajito- Se dice que es un vampiro. Los pobres y vagabundos somos su comida. Y paga a estos buena pasta para que le protejan de los lobos aquí. Cualquier excusa es buena para que te cojan y te hinquen el diente.
<<Ya me parecía a mí que era demasiado exagerado encarcelar por una manzana.>>
De repente, se oyó una alarma a lo lejos. Iredia se cogió de los barrotes y se asomó. Los guardias se habían marchado.
-¡Corre! ¡Corre! -su instinto le dijo que, quizás, conocía al que había despertado aquella alarma.
-¡Ya lo intento! ¿Quieres hacerlo tú?
No le dio tiempo a protestar, pues una figura se acercaba a ellos. El niño escondió la ganzúa. Iredia miró hacia atrás. Contaba con un jergón de paja, un cubo y unos grilletes para defenderse de Corl, pues era él, sin duda alguna. Querría aprovechar que estaba la alarma dada para fingir que, en la revuelta, su muerte era un accidente. Tragó saliva y esperó a que Corl asomase su fea cabeza calva. El brillo de sus ojos era muy peligroso.
-Niño, veas lo que veas y oigas lo que oigas, sal de aquí.
-Ahora ya no estás tan gallito, ¿verdad, putón elfo?
Sacó la llave y abrió la puerta. Iba desarmado. El niño pudo por fin abrir la suya. Iredia cogió de golpe el cubo y se lo lanzó a la cara herida. Aprovechando el trastabilleo, le volvió a dar una patada en los huevos y trató de escapar de la celda.
---------------------------------
¡Me apunto al bombardeo de las tiradas! He de decir, Eltrant, que mi suerte a las runas es como la tuya, parece ser, un poco nefasta. Aún así, como bien sabe mi querido brujo, me encanta jugármela, así que allá vamos:
-Tirada buena:Consigo salir con el crío. Si es muy buena, nadie nos ve y podemos encontrarnos con Lyn y Karkaran sin problemas.
-Tirada neutral: Consigo salir con el crío, pero al doblar la esquina, nos encontramos un pelotón de guardias que nos persigue. Beverly Hills total. Lyn y Karkaran me encontrarán, pero yo iré algo acompañada.
-Tirada mala(me encantan): Consigo salir de la celda, pero el malnacido de Corl me pilla. Sin embargo, el niño conseguirá escapar y avisar al brujo y a la vampiresa. Si es muy mala, me deja K.O al adolescente y me llevaré algún sopapo fuerte (otra vez)
-Psst. -llamó la elfa al chiquillo.
Este la miró, enarcando una ceja.
-¿Tú sabes cómo salir de aquí?
Vaya pregunta más estúpida. Por cómo manejaba ese crío la ganzúa, no era la primera vez que lo hacía.
-Un poco. ¿Qué, quieres que te abra?
-Estaría bien... -Iredia hizo una mueca.
-Por dos aeros, hecho.
Iredia soltó un bufido. La codicia que había hablado antes con Eltrant salió a la luz. Encima, en un maldito adolescente. Aunque, en su caso, sabía que era más necesidad que codicia. Ese crío volvería a la calle en cuanto saliese de allí.
-De aeros nada. O me abres la puerta o les grito a esos dos guardias de ahí que te estás intentando escapar.
Y créeme -añadió con una sonrisilla- Grito bastante.
Ahora fue el crío el que soltó un bufido.
-Vaaale... -accedió el chiquillo tras pensarlo unos segundos- ¿Y tú qué haces aquí? No se ven muchos elfos por tierras de lobos.
-Creo que he cabreado a un guardia. -la elfa puso cara de circunstancias.
El crío seguía con la ganzúa.
-Ya casi está... ¿Guardias? ¡Ja! -esa risotada sorprendió a Iredia- Esto no es la guardia de la ciudad. Esto son mercenarios al servicio de lord Balioc. Un corrupto que ha decidido que los pobres somos escoria. A los que nos bajan aquí... luego no vuelven a subir. Se dice que practica magia negra...
<<Un brujo...>>, pensó Iredia.
-...y que realmente usa a los pobres como... alimento. Nunca sale de día. -empezó a hablar más bajito- Se dice que es un vampiro. Los pobres y vagabundos somos su comida. Y paga a estos buena pasta para que le protejan de los lobos aquí. Cualquier excusa es buena para que te cojan y te hinquen el diente.
<<Ya me parecía a mí que era demasiado exagerado encarcelar por una manzana.>>
De repente, se oyó una alarma a lo lejos. Iredia se cogió de los barrotes y se asomó. Los guardias se habían marchado.
-¡Corre! ¡Corre! -su instinto le dijo que, quizás, conocía al que había despertado aquella alarma.
-¡Ya lo intento! ¿Quieres hacerlo tú?
No le dio tiempo a protestar, pues una figura se acercaba a ellos. El niño escondió la ganzúa. Iredia miró hacia atrás. Contaba con un jergón de paja, un cubo y unos grilletes para defenderse de Corl, pues era él, sin duda alguna. Querría aprovechar que estaba la alarma dada para fingir que, en la revuelta, su muerte era un accidente. Tragó saliva y esperó a que Corl asomase su fea cabeza calva. El brillo de sus ojos era muy peligroso.
-Niño, veas lo que veas y oigas lo que oigas, sal de aquí.
-Ahora ya no estás tan gallito, ¿verdad, putón elfo?
Sacó la llave y abrió la puerta. Iba desarmado. El niño pudo por fin abrir la suya. Iredia cogió de golpe el cubo y se lo lanzó a la cara herida. Aprovechando el trastabilleo, le volvió a dar una patada en los huevos y trató de escapar de la celda.
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¡Me apunto al bombardeo de las tiradas! He de decir, Eltrant, que mi suerte a las runas es como la tuya, parece ser, un poco nefasta. Aún así, como bien sabe mi querido brujo, me encanta jugármela, así que allá vamos:
-Tirada buena:Consigo salir con el crío. Si es muy buena, nadie nos ve y podemos encontrarnos con Lyn y Karkaran sin problemas.
-Tirada neutral: Consigo salir con el crío, pero al doblar la esquina, nos encontramos un pelotón de guardias que nos persigue. Beverly Hills total. Lyn y Karkaran me encontrarán, pero yo iré algo acompañada.
-Tirada mala(me encantan): Consigo salir de la celda, pero el malnacido de Corl me pilla. Sin embargo, el niño conseguirá escapar y avisar al brujo y a la vampiresa. Si es muy mala, me deja K.O al adolescente y me llevaré algún sopapo fuerte (otra vez)
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
Me tuve que agarrar a las almenas con una mano mientras la otra la colocaba justo en el estomago. El movimiento había sido demasiado movido para mi gusto. Decidí desde ese mismo instante que odiaba el hyperdesplazamiento vampirico. Retuve con esfuerzo una arcada que me vino mientras la vampiresa sonreía feliz y movida por haber llegado ahí. Casi parecía sorprenderle.
- No te preocupes por el mareo, se pasa enseguida.
Recé para que tuviera razón. Instantes después, una campana resonó. Una campana de alarma. Me sobrepuse a esa extraña y molesta sensación que me recorría por dentro y mire a la vampiresa. No me hacia especial gracia ir con esa cría tan escandalosa en una infiltración, pero no hice comentarios. La peor parte se la había llevado el humano altruista.
Sin mirar siquiera a mi compañera, salté hacia el tejado y aterrice de puntillas sobre la cornisa, dejándome resbalar suavemente para evitar el mayor ruido posible. Se podía ver parte del patio desde allí arriba. Me fije en como un pequeño ejercito se abalanzaba sobre ese guerrero. Lo cierto era que se movía endiabladamente bien. Vi un par de movimientos que me fueron familiares. Otros no. Decidí en ese momento que, independientemente de como acabara aquello, no seria conveniente tener un combate cuerpo a cuerpo contra ese personaje.
Centré de nuevo mi atención en el camino, dejándome resbalar por el tejado hasta llegar a la altura de una ventana. Le hice una señal a la vampiresa para que bajara. Esta se deslizo demasiado rápido y casi cae al patio, varios metros más abajo. Pero la agarré de la espalda y la metí de un empujón para dentro de la sala. Luego entre yo.
Saqué rápidamente mi cuchillo. En espacios cerrados, siempre era mejor tener un arma de movimientos cortos y rápidos.
Pese a todo, la habitacion, a excepción de Lyn incorporándose unos metros más para allá, parecía desierta. Me acerqué a la puerta y la abrí con cuidado. Ambos lados del pasillo desiertos. Parecía que la alarma había acabado por hacer bajar a todo el mundo.
Hice una señal en silencio a la niña, que me siguió escaleras abajo. Oímos unos pasos más adelante y nos escondimos en una pequeña entrada de piedra que tenia uno de los lados de la escalera. Los pasos subieron hacia arriba corriendo. Por el ruido de placas metálicas, seguramente eran de esos guardias extraños. Pasada nuestra posición, seguimos bajando en silencio.
Al llegar abajo, encontramos tres pasillos repletos de celdas. Uno en el centro. Otro a la derecha. Otro a la izquierda.
- Bien... - Dijo ella. - ¿Ahora que?
- Ahora espera.
- ¿Esperar? ¿Sin más?
- Si. Conociendo a la elfa, no tardara.
- ¿No tardara en que?
De pronto, como respondiendo a la pregunta de la vampiresa, por el pasillo de la derecha se empezó a oír un pequeño ruido al fondo, entre las penumbras. Mire detenidamente con los brazos cruzados dando un largo suspiro. Lyn miro entrecerrando los ojos mientras el ruido iba creciendo de forma gradual.
Cuando fueron visibles, pudimos ver a la elfa y aun niño correr delante de un pequeño grupo de tres guardias que les perseguían a toda prisa.
- ¿Que te dije?
Saqué la espada elfica de su funda y guarde rápidamente el cuchillo. Contra tres, seria mejor una hoja más larga. Prepare un hechizo de piedra para tratar de retenerlos un poco, tratando de crear una pared temporal para separarlos del grupo de guardias, pero se movían muy deprisa, así que bien podía fallar, estropear el conjuro o dañar a la elfa.
Tenia que ser preciso.
- No te preocupes por el mareo, se pasa enseguida.
Recé para que tuviera razón. Instantes después, una campana resonó. Una campana de alarma. Me sobrepuse a esa extraña y molesta sensación que me recorría por dentro y mire a la vampiresa. No me hacia especial gracia ir con esa cría tan escandalosa en una infiltración, pero no hice comentarios. La peor parte se la había llevado el humano altruista.
Sin mirar siquiera a mi compañera, salté hacia el tejado y aterrice de puntillas sobre la cornisa, dejándome resbalar suavemente para evitar el mayor ruido posible. Se podía ver parte del patio desde allí arriba. Me fije en como un pequeño ejercito se abalanzaba sobre ese guerrero. Lo cierto era que se movía endiabladamente bien. Vi un par de movimientos que me fueron familiares. Otros no. Decidí en ese momento que, independientemente de como acabara aquello, no seria conveniente tener un combate cuerpo a cuerpo contra ese personaje.
Centré de nuevo mi atención en el camino, dejándome resbalar por el tejado hasta llegar a la altura de una ventana. Le hice una señal a la vampiresa para que bajara. Esta se deslizo demasiado rápido y casi cae al patio, varios metros más abajo. Pero la agarré de la espalda y la metí de un empujón para dentro de la sala. Luego entre yo.
Saqué rápidamente mi cuchillo. En espacios cerrados, siempre era mejor tener un arma de movimientos cortos y rápidos.
Pese a todo, la habitacion, a excepción de Lyn incorporándose unos metros más para allá, parecía desierta. Me acerqué a la puerta y la abrí con cuidado. Ambos lados del pasillo desiertos. Parecía que la alarma había acabado por hacer bajar a todo el mundo.
Hice una señal en silencio a la niña, que me siguió escaleras abajo. Oímos unos pasos más adelante y nos escondimos en una pequeña entrada de piedra que tenia uno de los lados de la escalera. Los pasos subieron hacia arriba corriendo. Por el ruido de placas metálicas, seguramente eran de esos guardias extraños. Pasada nuestra posición, seguimos bajando en silencio.
Al llegar abajo, encontramos tres pasillos repletos de celdas. Uno en el centro. Otro a la derecha. Otro a la izquierda.
- Bien... - Dijo ella. - ¿Ahora que?
- Ahora espera.
- ¿Esperar? ¿Sin más?
- Si. Conociendo a la elfa, no tardara.
- ¿No tardara en que?
De pronto, como respondiendo a la pregunta de la vampiresa, por el pasillo de la derecha se empezó a oír un pequeño ruido al fondo, entre las penumbras. Mire detenidamente con los brazos cruzados dando un largo suspiro. Lyn miro entrecerrando los ojos mientras el ruido iba creciendo de forma gradual.
Cuando fueron visibles, pudimos ver a la elfa y aun niño correr delante de un pequeño grupo de tres guardias que les perseguían a toda prisa.
- ¿Que te dije?
Saqué la espada elfica de su funda y guarde rápidamente el cuchillo. Contra tres, seria mejor una hoja más larga. Prepare un hechizo de piedra para tratar de retenerlos un poco, tratando de crear una pared temporal para separarlos del grupo de guardias, pero se movían muy deprisa, así que bien podía fallar, estropear el conjuro o dañar a la elfa.
Tenia que ser preciso.
*********It's Runas time!*********
Bien, no creo que haga falta explicar el como podrian afectar las runas, pero dare pistas:Runa Horrible: Demasiado pronto, separo a Iredia y al niño y los dejo encerrados con el grupo, obligandoles a pelear. (Sorry ardilla!)
Runa mala: No me da tiempo a conjurar nada.
Runa Intermedia: Consigo separar únicamente a uno de los guardias.
Runa buena: Consigo separar a Iredia y al nene del grupo.
Runa magnifica: No solo lo consigo, sino que la pared aplasta a dos de ellos.
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El sonido de la campana, insistente, atrajo a la mayor parte de la guarnición hasta la puerta principal. Eltrant los contó con la mirada, ¿Veinte? ¿Treinta? Tensó la mandíbula, sí que eran más de los que se esperaba, aunque tampoco podía esperar otra cosa, había decidido atacar una fortificación por su cuenta y riesgo ¿Qué pensaba que pasaría? ¿Qué iban a aparecer de uno en uno?
El lado bueno de aquello era que su plan había funcionado, Lyn y Karkaran no contarían con demasiados problemas en el interior, los guardas no parecían ser, precisamente, expertos estrategas, apenas parecían haber dejado nadie tras los muros.
- ¿¡Por solo esto hacéis sonar la alarma?! – Un tipo de aspecto fornido y de espesa barba entrecana gritó a los demás soldados - ¡Es solo uno! ¡Matadle de una vez! – Aquel parecía ser otro de los lideres, pues los soldados, gritando con fuerza obedecieron la orden de forma inmediata, cargando contra Eltrant. Le apenaba no ver allí al calvo de la taberna.
Lanzó al primero de los soldados que se le acercó por encima de su cabeza, el hombre trató de placarle y le sujetó por la cintura, cosa que Eltrant pudo contrarrestar fácilmente haciendo uso, básicamente, de su fuerza bruta.
No tuvo tiempo de rematar al enemigo derribado, un segundo soldado siguió al primero, este enarbolando una espada que se encargó de usar cuando estuvo a la distancia adecuada. El castaño retrocedió un par de pasos y bloqueó el acero del guarda con el suyo propio de forma que pudo tomar la iniciativa a los tres o cuatro golpes.
Un tercer soldado se unió al segundo, apretó los dientes, los guardas seguían llegando y comenzaban a rodearle, y eso se traducía a recibir más impactos en la armadura, en las pocas partes blandas que esta no cubría.
Espadas, hachas, incluso vislumbró lo que le pareció ser una bola atada a una cadena, aquellos hombres estaban bien armados y se creían con el poder para decidir quien vivía y quien moría. No podía retroceder.
Agarró a uno de los hombres por la cara, cerrando su guantelete en torno a sus mejillas, y lo lanzó al suelo, recibiendo, mientras tanto, un fuerte golpe en la cara por parte de un martillo de guerra.
Sintió como el mundo se tambaleaba, como todo daba vueltas por unos instantes, como un fino hilo de sangre comenzaba a descender desde su sien. Se le nubló la vista – To… todavía no. – Recobró el equilibrio y lanzó un tajo girando sobre sí mismo, alejando a los guardas que le habían rodeado.
¿Cómo salía de allí? ¿Cómo había escapado las demás veces que había estado en la misma situación? Suerte, principalmente. Tragó saliva, estudió a sus rivales, aunque derrotase a aquellos hombres seguía habiendo más detrás. Pero tenía la cierta ventaja de su parte, la mayoría estaba tan aturdidos como él mismo, vestían armaduras de cuero a juego con sus uniformes, no había nadie que pudiese soportar una embestida del castaño.
Su espada podía cortar a través de ellos.
Gritó y se abalanzó contra el grupo de soldados que tenía más cerca, cercenó el brazo del primer individuo que levantó su arma, Eltrant recibió, como recompensa, un fuerte hachazo en la espalda, uno que se encargó de detener su armadura. – “Otro menos” – No podía detenerse ni un segundo a descansar, acometió otra vez, rompió la formación y, aunque recibió varios cortes y heridas en el trayecto, acabó con varios enemigos.
Otro gritó entró en la escena, uno fuerte, uno que se alzó sobre todos los demás. Un hombre enorme, enfundado en una armadura similar a la suya, alguien que mediría dos metros fácilmente se abrió paso a través de sus propias tropas enarbolando un pesado martillo ¿Era él el que le había dado antes? Lo dudaba, sobre todo porque, cuando aquel gigante estuvo lo suficientemente cerca, se encargó de mostrar de la fuerza de la que hacía gala.
Un solo martillazo en el pecho, eso fue lo único que necesitó la bestia para lanzar a Eltrant por los aires. El exmercenario, tras sentir como todo su ser se resentía a causa del golpe, dio varias piruetas y cayó pesadamente al suelo. Gimió de dolor y se llevó una de las mano hasta el pecho, dónde el mastodonte había acertado, el peto ahora estaba doblado en una forma extraña, necesitaría un cincel para salir de su propia armadura.
Maldijo a los dioses, maldijo a aquellos idiotas que jugaban borrachos con la suerte de los mortales y se reían a carcajadas viéndoles luchar por sus míseras y cortas vidas. Podía escuchar, desde el suelo, como se reían claramente, a su alrededor.
¿O eran los guardas del baluarte?
Apretó los dientes, Lyn seguía dentro de la fortificación. Se levantó usando su espada a modo de bastón. - ¡¡No os atreváis a subestimarme!! – Escupió la sangre que tenía en su boca a un lado, el hombre del martillo lo volvió a asir con las dos manos. Eltrant sonrió.
Un grupo de combatientes se acercó hasta dónde él estaba, evitó sus hojas como buenamente pudo y, los golpes que no pudo esquivar se aseguró de que daban en su coraza. Se notaba más lento, más pesado, tenía que encargarse de los que llevaban armas contundentes.
Partió la cara de un muchacho que habría pasado la veintena hace poco en dos, un pobre diablo que había descuidado su defensa, probablemente si no hubiese estado demasiado ocupado pensando en cómo combatir a cinco individuos al mismo tiempo habría intentado darle con el envés de su hoja. Al menos, la muerte de aquel chico obligó a que los demás retrocediesen, pensándose mejor el atacar directamente a Eltrant.
El gigantesco soldado del martillo volvió a tomar la iniciativa.
- …Bien – Tomó aire, lentamente, el mundo pareció ralentizarse. No era la primera vez que sentía aquello.
Cerró firmemente sus manos en torno al pomo de su espada, tensó los músculos, se preparó para atacarle con todo lo que tenía.[1]
- ¡¡Acércate!! – La respuesta aquella exclamación fue inmediata y vino en forma de martillo, el arma del gigante impactó de lleno en mitad del rostro de Eltrant. Pero no salió volando, esta vez no, sintió como se le desencajaba algo dentro, como todo su cuerpo se estremecía bajo el yugo del metal que blandía aquel hombre, comenzó a sangrar por la nariz.
- ¡¡Hasta aquí llegas!! – Seguía mareado, su visión estaba tomando un ya, tristemente conocido, color carmesí, pero lanzó la estocada que estaba cargando, esa en la que había depositado toda la fuerza que tenía en los brazos.
Con un estruendo metálico atravesó la armadura del hombre a la altura de la cintura, arrastró su hoja todo lo que pudo, gritando, prácticamente separó el torso y las piernas del gigante. Respiró agitadamente y tras varios tirones insistentes, consiguió sacar su espada de aquel individuo, que cayó al suelo inerte.[1]
- …Otro …menos
Lyn siguió a Karkaran a través de los angostos pasillos de la fortificación, atenta a las sombras, comportándose como mejor sabía en aquellas situaciones.
No sabían dónde podían estar los calabozos, pero Karkaran aseguró que sería Iredia quien les encontraría a ellos, debían esperar.
No estaba del todo conforme con aquella respuesta, Lyn quería tomar la iniciativa, quería seguir avanzando, pero Karkaran parecía saber lo que se hacía, no obstante, no podía evitar pensar que estaban perdiendo demasiado tiempo.
La campana seguía sonando, los pasillos repletos de soldados que salían al exterior. Se mordió el labio inferior y jugueteó con su flequillo. – “¡Te… tenemos que darnos prisa!” - Pensó, el Mortal, después de todo, estaba por su cuenta y riesgo afuera.
Un estruendo al otro lado del pasillo llamó la atención de los presentes, como había predicho Karkaran, Iredia no tardó en aparecer, acompañada por un niño y varios soldados con caras de pocos amigos.
- ¡Ir! – Extendió su mano y avanzó un par de pasos, pero fue demasiado pronto para cantar victoria, un muro de tierra apareció frente a ellos bloqueando el pasillo y dejando a los fugitivos encerrados con los guardas que les seguían.
Miró a Karkaran con los ojos muy abiertos, ¿Era un brujo? ¿Había creado él el muro? - ¿¡Te acabas de equivocar?! – Exclamó golpeando el muro tras el cual había quedado encerrada la persona que iban a rescatar - ¿Puedes deshacerlo? – Inquirió enseguida, sin dejar de golpear.
Agudizó el oído, podía escuchar a los soldados al otro lado del muro tratando de apresar a la elfa y al niño. Cerró los ojos, se lo había prometido al Mortal, pero era todo o nada, por una vez le perdonaría.
Se concentró en el muro, colocó ambas manos sobre él y, tras cerrar los ojos, se centró en las voces masculinas que oía. Su control mental era, en el mejor de los casos, estándar, nada del otro mundo y solo funcionaba bien con el contacto visual, aquello no haría gran cosa, pero esperaba que ayudase.
- “Vamos Lyn… puedes hacerlo...”
[1]: Habilidad: Hoja Cargada.
La suerte de Eltrant y Lyn van de la mano.
*Los soldados no huyen de nuevo al interior del castillo, se dispersan.
El lado bueno de aquello era que su plan había funcionado, Lyn y Karkaran no contarían con demasiados problemas en el interior, los guardas no parecían ser, precisamente, expertos estrategas, apenas parecían haber dejado nadie tras los muros.
- ¿¡Por solo esto hacéis sonar la alarma?! – Un tipo de aspecto fornido y de espesa barba entrecana gritó a los demás soldados - ¡Es solo uno! ¡Matadle de una vez! – Aquel parecía ser otro de los lideres, pues los soldados, gritando con fuerza obedecieron la orden de forma inmediata, cargando contra Eltrant. Le apenaba no ver allí al calvo de la taberna.
Lanzó al primero de los soldados que se le acercó por encima de su cabeza, el hombre trató de placarle y le sujetó por la cintura, cosa que Eltrant pudo contrarrestar fácilmente haciendo uso, básicamente, de su fuerza bruta.
No tuvo tiempo de rematar al enemigo derribado, un segundo soldado siguió al primero, este enarbolando una espada que se encargó de usar cuando estuvo a la distancia adecuada. El castaño retrocedió un par de pasos y bloqueó el acero del guarda con el suyo propio de forma que pudo tomar la iniciativa a los tres o cuatro golpes.
Un tercer soldado se unió al segundo, apretó los dientes, los guardas seguían llegando y comenzaban a rodearle, y eso se traducía a recibir más impactos en la armadura, en las pocas partes blandas que esta no cubría.
Espadas, hachas, incluso vislumbró lo que le pareció ser una bola atada a una cadena, aquellos hombres estaban bien armados y se creían con el poder para decidir quien vivía y quien moría. No podía retroceder.
Agarró a uno de los hombres por la cara, cerrando su guantelete en torno a sus mejillas, y lo lanzó al suelo, recibiendo, mientras tanto, un fuerte golpe en la cara por parte de un martillo de guerra.
Sintió como el mundo se tambaleaba, como todo daba vueltas por unos instantes, como un fino hilo de sangre comenzaba a descender desde su sien. Se le nubló la vista – To… todavía no. – Recobró el equilibrio y lanzó un tajo girando sobre sí mismo, alejando a los guardas que le habían rodeado.
¿Cómo salía de allí? ¿Cómo había escapado las demás veces que había estado en la misma situación? Suerte, principalmente. Tragó saliva, estudió a sus rivales, aunque derrotase a aquellos hombres seguía habiendo más detrás. Pero tenía la cierta ventaja de su parte, la mayoría estaba tan aturdidos como él mismo, vestían armaduras de cuero a juego con sus uniformes, no había nadie que pudiese soportar una embestida del castaño.
Su espada podía cortar a través de ellos.
Gritó y se abalanzó contra el grupo de soldados que tenía más cerca, cercenó el brazo del primer individuo que levantó su arma, Eltrant recibió, como recompensa, un fuerte hachazo en la espalda, uno que se encargó de detener su armadura. – “Otro menos” – No podía detenerse ni un segundo a descansar, acometió otra vez, rompió la formación y, aunque recibió varios cortes y heridas en el trayecto, acabó con varios enemigos.
Otro gritó entró en la escena, uno fuerte, uno que se alzó sobre todos los demás. Un hombre enorme, enfundado en una armadura similar a la suya, alguien que mediría dos metros fácilmente se abrió paso a través de sus propias tropas enarbolando un pesado martillo ¿Era él el que le había dado antes? Lo dudaba, sobre todo porque, cuando aquel gigante estuvo lo suficientemente cerca, se encargó de mostrar de la fuerza de la que hacía gala.
Un solo martillazo en el pecho, eso fue lo único que necesitó la bestia para lanzar a Eltrant por los aires. El exmercenario, tras sentir como todo su ser se resentía a causa del golpe, dio varias piruetas y cayó pesadamente al suelo. Gimió de dolor y se llevó una de las mano hasta el pecho, dónde el mastodonte había acertado, el peto ahora estaba doblado en una forma extraña, necesitaría un cincel para salir de su propia armadura.
Maldijo a los dioses, maldijo a aquellos idiotas que jugaban borrachos con la suerte de los mortales y se reían a carcajadas viéndoles luchar por sus míseras y cortas vidas. Podía escuchar, desde el suelo, como se reían claramente, a su alrededor.
¿O eran los guardas del baluarte?
Apretó los dientes, Lyn seguía dentro de la fortificación. Se levantó usando su espada a modo de bastón. - ¡¡No os atreváis a subestimarme!! – Escupió la sangre que tenía en su boca a un lado, el hombre del martillo lo volvió a asir con las dos manos. Eltrant sonrió.
Un grupo de combatientes se acercó hasta dónde él estaba, evitó sus hojas como buenamente pudo y, los golpes que no pudo esquivar se aseguró de que daban en su coraza. Se notaba más lento, más pesado, tenía que encargarse de los que llevaban armas contundentes.
Partió la cara de un muchacho que habría pasado la veintena hace poco en dos, un pobre diablo que había descuidado su defensa, probablemente si no hubiese estado demasiado ocupado pensando en cómo combatir a cinco individuos al mismo tiempo habría intentado darle con el envés de su hoja. Al menos, la muerte de aquel chico obligó a que los demás retrocediesen, pensándose mejor el atacar directamente a Eltrant.
El gigantesco soldado del martillo volvió a tomar la iniciativa.
- …Bien – Tomó aire, lentamente, el mundo pareció ralentizarse. No era la primera vez que sentía aquello.
Cerró firmemente sus manos en torno al pomo de su espada, tensó los músculos, se preparó para atacarle con todo lo que tenía.[1]
- ¡¡Acércate!! – La respuesta aquella exclamación fue inmediata y vino en forma de martillo, el arma del gigante impactó de lleno en mitad del rostro de Eltrant. Pero no salió volando, esta vez no, sintió como se le desencajaba algo dentro, como todo su cuerpo se estremecía bajo el yugo del metal que blandía aquel hombre, comenzó a sangrar por la nariz.
- ¡¡Hasta aquí llegas!! – Seguía mareado, su visión estaba tomando un ya, tristemente conocido, color carmesí, pero lanzó la estocada que estaba cargando, esa en la que había depositado toda la fuerza que tenía en los brazos.
Con un estruendo metálico atravesó la armadura del hombre a la altura de la cintura, arrastró su hoja todo lo que pudo, gritando, prácticamente separó el torso y las piernas del gigante. Respiró agitadamente y tras varios tirones insistentes, consiguió sacar su espada de aquel individuo, que cayó al suelo inerte.[1]
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Lyn siguió a Karkaran a través de los angostos pasillos de la fortificación, atenta a las sombras, comportándose como mejor sabía en aquellas situaciones.
No sabían dónde podían estar los calabozos, pero Karkaran aseguró que sería Iredia quien les encontraría a ellos, debían esperar.
No estaba del todo conforme con aquella respuesta, Lyn quería tomar la iniciativa, quería seguir avanzando, pero Karkaran parecía saber lo que se hacía, no obstante, no podía evitar pensar que estaban perdiendo demasiado tiempo.
La campana seguía sonando, los pasillos repletos de soldados que salían al exterior. Se mordió el labio inferior y jugueteó con su flequillo. – “¡Te… tenemos que darnos prisa!” - Pensó, el Mortal, después de todo, estaba por su cuenta y riesgo afuera.
Un estruendo al otro lado del pasillo llamó la atención de los presentes, como había predicho Karkaran, Iredia no tardó en aparecer, acompañada por un niño y varios soldados con caras de pocos amigos.
- ¡Ir! – Extendió su mano y avanzó un par de pasos, pero fue demasiado pronto para cantar victoria, un muro de tierra apareció frente a ellos bloqueando el pasillo y dejando a los fugitivos encerrados con los guardas que les seguían.
Miró a Karkaran con los ojos muy abiertos, ¿Era un brujo? ¿Había creado él el muro? - ¿¡Te acabas de equivocar?! – Exclamó golpeando el muro tras el cual había quedado encerrada la persona que iban a rescatar - ¿Puedes deshacerlo? – Inquirió enseguida, sin dejar de golpear.
Agudizó el oído, podía escuchar a los soldados al otro lado del muro tratando de apresar a la elfa y al niño. Cerró los ojos, se lo había prometido al Mortal, pero era todo o nada, por una vez le perdonaría.
Se concentró en el muro, colocó ambas manos sobre él y, tras cerrar los ojos, se centró en las voces masculinas que oía. Su control mental era, en el mejor de los casos, estándar, nada del otro mundo y solo funcionaba bien con el contacto visual, aquello no haría gran cosa, pero esperaba que ayudase.
- “Vamos Lyn… puedes hacerlo...”
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[1]: Habilidad: Hoja Cargada.
La suerte de Eltrant y Lyn van de la mano.
- Runa muy mala: Los soldados siguen insistendo a Eltrant / Lyn no consigue hacer efecto alguno en los perseguidores de Iredia
- Runa mala: Los soldados siguen presionando, pero de forma cauta / Lyn solo ralentiza a los guardas.
- Runa Intermedia: La mitad de los soldados emprende la retirada / Los guardas se quedan bloqueados, sin poder moverse durante cinco segundos.
- Runa buena: La mayor parte de los soldados corre por sus vidas / Malestar general, los guardas vomitan y sienten mareos, no pueden pelear.
- Runa muy buena: Todo el enemigo huye desmoralizado / Los guardas que persiguen a Iredia pelean entre ellos.
*Los soldados no huyen de nuevo al interior del castillo, se dispersan.
Última edición por Eltrant Tale el Miér Jul 05 2017, 17:07, editado 2 veces
Eltrant Tale
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Eltrant Tale
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
Dando un ligero traspiés, consiguió salir de la celda.
-¡Vamos! -le inquirió el muchacho.
No lo dudó, la elfa fue detrás del crío en una ardua carrera por salvar sus vidas de esos barrotes. Salieron por un pasillo e Iredia se puso contenta al no ver a nadie.
-¡Deben estar todos fuera! Vamos, que seguro que conseguimos ir...
Se interrumpió de golpe cuando, doblando la esquina, aparecieron tres soldados con muy malas pulgas. Desde luego, la elfa tenía el don de la oportunidad.
-Mierda...- espetó el chico.
Los guardias los señalaron. Iredia lo cogió de la mano y le hizo retroceder.
-¡Corre, porras, corre!
Y ambos se lanzaron a la carrera por el mismo pasillo por el que habían venido, con los guardias diciendo maldiciones tras ellos. Volvieron a la zona de las celdas e Iredia observó, con asombro mayúsculo, que Karkaran estaba allí. ¡Y no estaba solo! La pequeña vampiresita iba con él. No era el momento para hacerse preguntas, pero le hubiera encantado saber cómo se habían llegado a aliar esos dos. Supuso dos cosas: Que el encanto de Lyn era una causa. Que ella era otra. ¿Y dónde estaba el soldado de la armadura?
-¡Pero no os quedéis ahí parados, que vienen más! -les voceó mientras corría hacia ellos.
-¡Ah! ¿Que son amigos tuyos? -jadeó el chiquillo mientras corría.
-Luego te lo cuento
De repente, para total horror de Iredia, vio cómo Lyn iba hacia ella y cómo Karkaran alzaba una mano. Un muro de piedra creció ante los ojos aterrados de Iredia y del adolescente, dejándolos apartados de ellos e indefensos ante los guardias. Estos llegaron resoplando, pero muy sonrientes. Acababan de darles a dos presos en bandeja. ¿Se había vuelto Karkaran contra ella? Ambos se chocaron contra el muro e Iredia soltó un puñetazo con todas sus fuerzas (flojo) al muro.
-¡NOO!
El corazón le latía desbocado. Llevaba un mes entero sin ver a ese maldito brujo y lo primero que hacía era encerrarla con tres guardias ansiosos por capturar presos para su amo. Más si eran presos rebeldes. Una profunda desazón despertó en su alma, se hizo un gran lío mental a causa de aquella reacción. Por supuesto, ella no dedujo que era un fallo, pensó mucho peor.
-Parece que contamos con ayuda inesperada. -comentó uno de los guardias.
Los tres habían parado de correr, andando sin prisa pero sin pausa hacia ellos. Ya no tenía sentido apresurarse, estaban atrapados. Para colmo, Corl estaba incorporándose también del suelo, con una mano en el mentón. Era la segunda vez que aquella elfa le daba un golpetazo en poco tiempo. No habría una tercera.
Iredia se apoyó contra el muro, tratando de pensar en cómo librarse de aquella situación. Miró al muchacho, quien tenía la cara pálida y la nuez se movía en su cuello con mucha frecuencia. Cuando ya uno de los guardias fue a darle un mamporro al muchacho, de repente los cuatro cayeron de rodillas al suelo, vomitando como si no hubiera un mañana. La elfa y el muchacho se miraron. Esto era un truco seguro.
Sin cortarse, le hizo la elfa una seña al muchacho y aprovecharon la vomitona de los guardias para intentar quitarles las llaves de los grilletes. Desafortunadamente, pese a que Corl vomitaba, aún pudo moverse un poco para propinarle a la elfa un pequeño empujón que la hizo trastabillar. Harta de él, la joven pasó la cadena por el cuelo del maldito guardia e hizo una X, apretando con una furia nada usual en ella. Estaba harta de los abusones, de los violadores y de los abusones violadores. El muchacho siguió buscando las llaves por su cuenta y aprovechó para pegarles una patada en la boca a todos, haciendo que se muriesen de dolor además de vomitar.
-¡Deja eso, no tenemos tiempo! -le instó el chico, con las llaves en la mano.
Pero Iredia no escuchaba.
-¡Vamos! -le inquirió el muchacho.
No lo dudó, la elfa fue detrás del crío en una ardua carrera por salvar sus vidas de esos barrotes. Salieron por un pasillo e Iredia se puso contenta al no ver a nadie.
-¡Deben estar todos fuera! Vamos, que seguro que conseguimos ir...
Se interrumpió de golpe cuando, doblando la esquina, aparecieron tres soldados con muy malas pulgas. Desde luego, la elfa tenía el don de la oportunidad.
-Mierda...- espetó el chico.
Los guardias los señalaron. Iredia lo cogió de la mano y le hizo retroceder.
-¡Corre, porras, corre!
Y ambos se lanzaron a la carrera por el mismo pasillo por el que habían venido, con los guardias diciendo maldiciones tras ellos. Volvieron a la zona de las celdas e Iredia observó, con asombro mayúsculo, que Karkaran estaba allí. ¡Y no estaba solo! La pequeña vampiresita iba con él. No era el momento para hacerse preguntas, pero le hubiera encantado saber cómo se habían llegado a aliar esos dos. Supuso dos cosas: Que el encanto de Lyn era una causa. Que ella era otra. ¿Y dónde estaba el soldado de la armadura?
-¡Pero no os quedéis ahí parados, que vienen más! -les voceó mientras corría hacia ellos.
-¡Ah! ¿Que son amigos tuyos? -jadeó el chiquillo mientras corría.
-Luego te lo cuento
De repente, para total horror de Iredia, vio cómo Lyn iba hacia ella y cómo Karkaran alzaba una mano. Un muro de piedra creció ante los ojos aterrados de Iredia y del adolescente, dejándolos apartados de ellos e indefensos ante los guardias. Estos llegaron resoplando, pero muy sonrientes. Acababan de darles a dos presos en bandeja. ¿Se había vuelto Karkaran contra ella? Ambos se chocaron contra el muro e Iredia soltó un puñetazo con todas sus fuerzas (flojo) al muro.
-¡NOO!
El corazón le latía desbocado. Llevaba un mes entero sin ver a ese maldito brujo y lo primero que hacía era encerrarla con tres guardias ansiosos por capturar presos para su amo. Más si eran presos rebeldes. Una profunda desazón despertó en su alma, se hizo un gran lío mental a causa de aquella reacción. Por supuesto, ella no dedujo que era un fallo, pensó mucho peor.
-Parece que contamos con ayuda inesperada. -comentó uno de los guardias.
Los tres habían parado de correr, andando sin prisa pero sin pausa hacia ellos. Ya no tenía sentido apresurarse, estaban atrapados. Para colmo, Corl estaba incorporándose también del suelo, con una mano en el mentón. Era la segunda vez que aquella elfa le daba un golpetazo en poco tiempo. No habría una tercera.
Iredia se apoyó contra el muro, tratando de pensar en cómo librarse de aquella situación. Miró al muchacho, quien tenía la cara pálida y la nuez se movía en su cuello con mucha frecuencia. Cuando ya uno de los guardias fue a darle un mamporro al muchacho, de repente los cuatro cayeron de rodillas al suelo, vomitando como si no hubiera un mañana. La elfa y el muchacho se miraron. Esto era un truco seguro.
Sin cortarse, le hizo la elfa una seña al muchacho y aprovecharon la vomitona de los guardias para intentar quitarles las llaves de los grilletes. Desafortunadamente, pese a que Corl vomitaba, aún pudo moverse un poco para propinarle a la elfa un pequeño empujón que la hizo trastabillar. Harta de él, la joven pasó la cadena por el cuelo del maldito guardia e hizo una X, apretando con una furia nada usual en ella. Estaba harta de los abusones, de los violadores y de los abusones violadores. El muchacho siguió buscando las llaves por su cuenta y aprovechó para pegarles una patada en la boca a todos, haciendo que se muriesen de dolor además de vomitar.
-¡Deja eso, no tenemos tiempo! -le instó el chico, con las llaves en la mano.
Pero Iredia no escuchaba.
Iredia
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- ME CAGO EN LA PUTA MIL VECES Y LUEGO LA DESOLLO - Maldije mientras veía como había generado el muro. Enfadado conmigo mismo más que con nadie. - SI, JODER, ME HE ADELANTADO.
Vi como la niña empezaba a hacer sus trucos delante del muro. No hice ningún comentario. Sabia algunas cosas de los vampiros, pero no era el momento de ponerse a indagar. Coloque ambas manos sobre el muro y me centre en tres símbolos nuevos. Arena. Polvo. Diluir.
Noté un filo hilo de sangre bajar por mi nariz. Dos conjuros de la materia de piedra consecutivos eran mucho. Un tercero, seguramente, hubiera acabado por freírme el cerebro. Pero para mi suerte y sorpresa, el muro tardo un pelín en convertirse en arena. Cuando lo hizo, pude ver al otro lado a tres soldados vomitando con los dientes rotos mientras uno de ellos era extrangulado por la elfa.
No hice comentarios. Rápidamente avancé con la espada en alto y atravesé limpiamente el cuello del que tenia más cerca, haciendo que la espada atravesara su garganta y sobresaliera por el lado contrario del cuello. Una ultima contracción hizo que vomitara mientras aun tenia la espada en su interior. Note la vibración que hacían los trozos de comida y bilis al golpear contra el acero de mi hoja.
- Siento eso ardilla. - Me disculpe, realemtne arrepentido, pero no deje que se notara nada. No era el momento. - Me he puesto nervioso.
Pero cuando iba a ir a por el siguiente guardia mientras Iredia estrangulaba al otro. La cabeza me traiciono. Me tambaleé y tuve que detenerme mientras me agarraba la cabeza. Demasiado esfuerzo en poco tiempo. Necesitaba parar unos minutos, pero no iba a ser posible.
Me giré hacia la elfa y el resto y dije:
- Hay que salir de aquí... Ya... - Miré a Iredia. - Tu sabes donde estamos... Busca la ruta más rápida.
No comenté mis preocupaciones en voz alta mientras, no sin esfuerzo, me acercaba al ultimo de los guardias, que aun vomitaba, mientras guardaba mi espada y sacaba la daga. No dije en voz alta que dudaba bastante de ser capaz de combatir si encontrábamos otra tropa.
Mientras la hoja de mi daga cortaba muy delicadamente el cuello y la traquea de ese hombre mientras le estiraba de la cabeza por los pelos, vi mi reflejo dibujarse en la sangre que fue creando un charco en el suelo. Vi la preocupación en mi cara.
¿Encontraríamos más soldados en el camino de vuelta?
Vi como la niña empezaba a hacer sus trucos delante del muro. No hice ningún comentario. Sabia algunas cosas de los vampiros, pero no era el momento de ponerse a indagar. Coloque ambas manos sobre el muro y me centre en tres símbolos nuevos. Arena. Polvo. Diluir.
Noté un filo hilo de sangre bajar por mi nariz. Dos conjuros de la materia de piedra consecutivos eran mucho. Un tercero, seguramente, hubiera acabado por freírme el cerebro. Pero para mi suerte y sorpresa, el muro tardo un pelín en convertirse en arena. Cuando lo hizo, pude ver al otro lado a tres soldados vomitando con los dientes rotos mientras uno de ellos era extrangulado por la elfa.
No hice comentarios. Rápidamente avancé con la espada en alto y atravesé limpiamente el cuello del que tenia más cerca, haciendo que la espada atravesara su garganta y sobresaliera por el lado contrario del cuello. Una ultima contracción hizo que vomitara mientras aun tenia la espada en su interior. Note la vibración que hacían los trozos de comida y bilis al golpear contra el acero de mi hoja.
- Siento eso ardilla. - Me disculpe, realemtne arrepentido, pero no deje que se notara nada. No era el momento. - Me he puesto nervioso.
Pero cuando iba a ir a por el siguiente guardia mientras Iredia estrangulaba al otro. La cabeza me traiciono. Me tambaleé y tuve que detenerme mientras me agarraba la cabeza. Demasiado esfuerzo en poco tiempo. Necesitaba parar unos minutos, pero no iba a ser posible.
Me giré hacia la elfa y el resto y dije:
- Hay que salir de aquí... Ya... - Miré a Iredia. - Tu sabes donde estamos... Busca la ruta más rápida.
No comenté mis preocupaciones en voz alta mientras, no sin esfuerzo, me acercaba al ultimo de los guardias, que aun vomitaba, mientras guardaba mi espada y sacaba la daga. No dije en voz alta que dudaba bastante de ser capaz de combatir si encontrábamos otra tropa.
Mientras la hoja de mi daga cortaba muy delicadamente el cuello y la traquea de ese hombre mientras le estiraba de la cabeza por los pelos, vi mi reflejo dibujarse en la sangre que fue creando un charco en el suelo. Vi la preocupación en mi cara.
¿Encontraríamos más soldados en el camino de vuelta?
**********Runas, again**********
Bueno, pues más o menos, las runas decidirán cual sera nuestra suerte para volver a la superficie. Como ya han visto que solo era uno arriba, algunos habrán vuelto, así que solo la Runa Excepcional sera la que haga que encontremos una ruta vacía.La Runa Buena solo hará que nos encontremos con un guardia solitario.
La Runa neutra sera una pareja.
Runa mala, un grupo de 5.
Runa horrible... Entraremos directamente en la sala de reuniones donde están todos. (Rezad, hijos de puta, rezad...)
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Re: Primera Parada: Ulmer [Libre][3/3][Cerrado]
- ¡Se… se ha cargado a Machacasaurio! – Los soldados emprendieron la retirada, una sonrisa se dibujó en el rostro del castaño al ver como una enorme mayoría de aquellos hombres se alejaban de él. - ¡Es un monstruo! ¡¿Cómo es posible!?
- ¿¡Como lo ha hecho!? – Las preguntas se sucedían al mismo tiempo que el descontrol reinaba en las filas de aquellos hombres, era raro de ver, Eltrant no estaba habituado a que la suerte estuviese de su lado.
- ¡Cobardes! ¡No huyáis! ¡Es solo uno! – El anciano zarandeaba su espada atacando a todo aquel que huía y entraba en su rango, tratando de mantener un orden que hacía minutos que había perdido, justo en el momento en el que Entrante atravesó con su espada al gigante del martillo.
- Ya iba siendo hora… - Dijo alzando la mirada, mirando al cielo unos instantes. – De que me echarais una mano. – Susurró – …Por una vez. – Se limpió la sangre que resbalaba por su cara con guantelete y se colocó en guardia.
No estaba bien, no podría mantener el ritmo mucho tiempo más. Perdía el equilibrio por momentos y apenas podía oír, casi parecía que estaba detrás de una cascada.
Pero el Lyn y los demás seguían dentro de la fortaleza. Sacudió la cabeza tratando de alejar el dolor, obligó a su cuerpo a que se centrase, mayormente en vano.
Era cierto que muchos soldados corrían por sus vidas, dejando atrás sus armas y sus escudos. Pero no lo habían hecho todos, algunos, quizás los más veteranos, quizás los que temían más que nadie a algún poder superior se habían quedado frente a la puerta principal del baluarte.
No eran muchos, pero podían seguir dándole problemas.
- …No es ningún monstruo – Uno de los pocos que quedaban, un hombre que no había atacado ni una sola vez, se adelantó a los hombres restantes. – Solo es un humano. - Apretó los dientes y estudió a los soldados restantes, junto al líder cano que había dado las ordenes antes había aún tres soldados más. – Y los humanos… bueno, son fáciles de matar. ¿No es verdad? – Los presentes se quedaron mudos, incluso el tipo que había dado las ordenes se no dijo una palabra.
El que acababa de hablar se colocó en primer lugar, no era joven, pero tampoco parecía superar la treintena. Una fina barba perfilada adornaba su rostro y, a diferencia de los demás, no esgrimía ningún arma aparentemente visible.
- ¿No vas a decir a que has venido? – Preguntó entrelazando las manos a su espalda, Eltrant enarcó una ceja y no contestó – Nadie esta tan loco para hacer lo que has hecho por que sí… ¿Qué tratas de demostrar? – Preguntó - ¿Cuál es tu cometido…? – Se giró a mirar la fortificación y se atusó la barba. - …Interesante. – Esbozó una sonrisa y se giró hacia el veterano – Jefe… debería volver dentro, puede que tengamos problemas… Yo me quedo aquí, con nuestro amigo.
El anciano se quedó mirando durante unos instantes a su subordinado y se marchó junto a los otros dos hombres a toda prisa al interior del castillo.
- Bien – El hombre dio un par de saltitos sin moverse del sitio. - ¿Empezamos?
Eltrant no contestó, se limitó a levantar su espada, teñida de rojo, frente a su cara.
Dos bolas de fuego brotaron de las manos del hombre, buscando el cuerpo del castaño. No se esperaba aquello, ¿Un brujo oculto entre toda aquella tropa?, debía haberlo intuido por la pose arrogante y la ausencia de un arma propiamente dicha. Sin tiempo para poder hacer nada, apretó los dientes y tensó su cuerpo, anticipando dos golpes que estaba seguro de no poder esquivar.
Tras las explosiones cayó de rodillas, jadeando, como de costumbre, su armadura había absorbido la peor parte, pero no podía ignorar el hecho de que esta estuviese prácticamente al rojo vivo y le estuviese proporcionando alguna quemadura que otra con cada movimiento que hacía.
- …Un brujo de fuego – Se levantó como buenamente pudo – …Que original. – No debían de quedar muchas más personas dentro de aquel sitio ¿Verdad? Se obligó a pensar que quedaban pocas. – Dime… ¿Cuánto te pagan? – Respiraba de forma entrecortada, se podía ver a simple vista que estaba cansado, si aquel tipo era mínimamente inteligente atacaría desde lejos, evitando acercarse al exmercenario. – Sea lo que sea… - Volvió a levantar la espada. – Es muy poco para lo que te viene encima. – Sonrió para sí, no era habitual en él comportarse así, pero había aprendido lo frustrante que podía llegar a ser ver a tu enemigo vanagloriarse aun cuando estaba en las últimas, si conseguía hacer que aquel brujo perdiese la paciencia quizás podría acercarse.
Masculló un par de insulto en voz baja al recibir como toda respuesta más bolas de fuego, rodó por el suelo esquivando la mayor parte de ellas, protegiéndose con la poca cobertura que las calles de Ulmer de madrugada podían proporcionarle.
- ¿Así que ahora huyes? – El brujo comenzó a cargar otro ataque, Eltrant corrió hacia él en zigzag, o lo intentó, la agilidad no era su fuerte, y tampoco se encontraba a plenas facultades. – Para eso mejor no te muevas, ahora energía, es más fácil para ambos – El brujo se carcajeó y lanzó otro ataque incendiario, el exmercenario se agachó justo a tiempo que su cara no quedase rostizada, no obstante, un familiar olor a pelo quemado le dijo que la bola de fuego había pasado peligrosamente cerca de su cabeza.
- ¡Se llama estrategia! – Gritó levantando su espada cuando estuvo lo suficientemente cerca. La expresión arrogante del brujo cambio lentamente a una mueca de urgencia, de pavor, al ver el resplandor del arma del séptimo de los Tale cerca de su propia cara.
A Eltrant solo le quedaba bajar la espada.
- ¡Lo he hecho! – Exclamó Lyn cuando escuchó como los hombre al otro lado del muro empezaban a vomitar todo lo que había en sus estómagos - ¿Lo… lo he hecho? – Se preguntó enseguida, cuando recordó que eso no era lo que había planeado hacer en primer lugar. - …Lo hecho, sí. – Dijo al final aceptando aquel resultado como una pequeña victoria.
Karkaran, mientras tanto, parecía estar a punto de tener un ataque de ansiedad, pero el brujo se encargó de, diligentemente, deshacer el muro de tierra que había hecho él y que, de alguna forma, se había convertido en una trampa mortal para la elfa.
La escena que se encontró al otro lado del hechizo de Karkaran le hizo reír levemente. Vale, era cierto que estaban en un momento álgido de la misión, y que Iredia estaba estrangulando a un soldado con sus propias manos, pero ver a los guardias así era tan, tan absurdo que no pudo hacer otra cosa.
De todos modos, no pudo comprender que estaba sucediendo a los pocos segundos de que el muro se deshiciese, se le nubló la visión casi de inmediato, se mareó, apretó los dientes y se apoyó en la pared, respirando con dificultad, le dolía la cabeza.
Era normal, sabía el riesgo que había corrido, su control mental funcionaba solo de forma individual, contra un solo objetivo, y aun así este solía drenar sus fuerzas si no mantenía el contacto visual de forma constante.
Estaba cansada. Mucho. Lo suficiente como para que ni siquiera pudiese convertirse en una voluta de humo de ser necesario para escapar.
- ¡Hola Iredia…! - No consiguió decir nada más antes de tener que volver a apoyarse a la pared, respirando acaloradamente - ¡He venido a rescatarte! ¡El Mortal esta tambien aquí, por ahí dando espadazos supongo! – Exclamó Lyn extendiendo los brazos, tambaleándose, sonriendo como buenamente podía. - ¡Y… y… este brujo de aquí se preocupaba mucho por ti! – Señaló a Karkaran, se separó de la pared y se apoyó en el brujo – ¡¡Así que me lo he traído también!! – Aseguró, la vista volvió a nublársele. – …Que …decía algo de que no poder vivir sin ti... – Sonrió - ¿O era un contrato de por vida? - Después de unos segundos, tras recobrar un poco el equilibrio, entrecerró los ojos y trató de mantenerse en pie por su propia cuenta.
- Estoy… estoy algo cansada… – Agachó la cabeza – Lo siento.
Runas de Eltrant:
- ¿¡Como lo ha hecho!? – Las preguntas se sucedían al mismo tiempo que el descontrol reinaba en las filas de aquellos hombres, era raro de ver, Eltrant no estaba habituado a que la suerte estuviese de su lado.
- ¡Cobardes! ¡No huyáis! ¡Es solo uno! – El anciano zarandeaba su espada atacando a todo aquel que huía y entraba en su rango, tratando de mantener un orden que hacía minutos que había perdido, justo en el momento en el que Entrante atravesó con su espada al gigante del martillo.
- Ya iba siendo hora… - Dijo alzando la mirada, mirando al cielo unos instantes. – De que me echarais una mano. – Susurró – …Por una vez. – Se limpió la sangre que resbalaba por su cara con guantelete y se colocó en guardia.
No estaba bien, no podría mantener el ritmo mucho tiempo más. Perdía el equilibrio por momentos y apenas podía oír, casi parecía que estaba detrás de una cascada.
Pero el Lyn y los demás seguían dentro de la fortaleza. Sacudió la cabeza tratando de alejar el dolor, obligó a su cuerpo a que se centrase, mayormente en vano.
Era cierto que muchos soldados corrían por sus vidas, dejando atrás sus armas y sus escudos. Pero no lo habían hecho todos, algunos, quizás los más veteranos, quizás los que temían más que nadie a algún poder superior se habían quedado frente a la puerta principal del baluarte.
No eran muchos, pero podían seguir dándole problemas.
- …No es ningún monstruo – Uno de los pocos que quedaban, un hombre que no había atacado ni una sola vez, se adelantó a los hombres restantes. – Solo es un humano. - Apretó los dientes y estudió a los soldados restantes, junto al líder cano que había dado las ordenes antes había aún tres soldados más. – Y los humanos… bueno, son fáciles de matar. ¿No es verdad? – Los presentes se quedaron mudos, incluso el tipo que había dado las ordenes se no dijo una palabra.
El que acababa de hablar se colocó en primer lugar, no era joven, pero tampoco parecía superar la treintena. Una fina barba perfilada adornaba su rostro y, a diferencia de los demás, no esgrimía ningún arma aparentemente visible.
- ¿No vas a decir a que has venido? – Preguntó entrelazando las manos a su espalda, Eltrant enarcó una ceja y no contestó – Nadie esta tan loco para hacer lo que has hecho por que sí… ¿Qué tratas de demostrar? – Preguntó - ¿Cuál es tu cometido…? – Se giró a mirar la fortificación y se atusó la barba. - …Interesante. – Esbozó una sonrisa y se giró hacia el veterano – Jefe… debería volver dentro, puede que tengamos problemas… Yo me quedo aquí, con nuestro amigo.
El anciano se quedó mirando durante unos instantes a su subordinado y se marchó junto a los otros dos hombres a toda prisa al interior del castillo.
- Bien – El hombre dio un par de saltitos sin moverse del sitio. - ¿Empezamos?
Eltrant no contestó, se limitó a levantar su espada, teñida de rojo, frente a su cara.
Dos bolas de fuego brotaron de las manos del hombre, buscando el cuerpo del castaño. No se esperaba aquello, ¿Un brujo oculto entre toda aquella tropa?, debía haberlo intuido por la pose arrogante y la ausencia de un arma propiamente dicha. Sin tiempo para poder hacer nada, apretó los dientes y tensó su cuerpo, anticipando dos golpes que estaba seguro de no poder esquivar.
Tras las explosiones cayó de rodillas, jadeando, como de costumbre, su armadura había absorbido la peor parte, pero no podía ignorar el hecho de que esta estuviese prácticamente al rojo vivo y le estuviese proporcionando alguna quemadura que otra con cada movimiento que hacía.
- …Un brujo de fuego – Se levantó como buenamente pudo – …Que original. – No debían de quedar muchas más personas dentro de aquel sitio ¿Verdad? Se obligó a pensar que quedaban pocas. – Dime… ¿Cuánto te pagan? – Respiraba de forma entrecortada, se podía ver a simple vista que estaba cansado, si aquel tipo era mínimamente inteligente atacaría desde lejos, evitando acercarse al exmercenario. – Sea lo que sea… - Volvió a levantar la espada. – Es muy poco para lo que te viene encima. – Sonrió para sí, no era habitual en él comportarse así, pero había aprendido lo frustrante que podía llegar a ser ver a tu enemigo vanagloriarse aun cuando estaba en las últimas, si conseguía hacer que aquel brujo perdiese la paciencia quizás podría acercarse.
Masculló un par de insulto en voz baja al recibir como toda respuesta más bolas de fuego, rodó por el suelo esquivando la mayor parte de ellas, protegiéndose con la poca cobertura que las calles de Ulmer de madrugada podían proporcionarle.
- ¿Así que ahora huyes? – El brujo comenzó a cargar otro ataque, Eltrant corrió hacia él en zigzag, o lo intentó, la agilidad no era su fuerte, y tampoco se encontraba a plenas facultades. – Para eso mejor no te muevas, ahora energía, es más fácil para ambos – El brujo se carcajeó y lanzó otro ataque incendiario, el exmercenario se agachó justo a tiempo que su cara no quedase rostizada, no obstante, un familiar olor a pelo quemado le dijo que la bola de fuego había pasado peligrosamente cerca de su cabeza.
- ¡Se llama estrategia! – Gritó levantando su espada cuando estuvo lo suficientemente cerca. La expresión arrogante del brujo cambio lentamente a una mueca de urgencia, de pavor, al ver el resplandor del arma del séptimo de los Tale cerca de su propia cara.
A Eltrant solo le quedaba bajar la espada.
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- ¡Lo he hecho! – Exclamó Lyn cuando escuchó como los hombre al otro lado del muro empezaban a vomitar todo lo que había en sus estómagos - ¿Lo… lo he hecho? – Se preguntó enseguida, cuando recordó que eso no era lo que había planeado hacer en primer lugar. - …Lo hecho, sí. – Dijo al final aceptando aquel resultado como una pequeña victoria.
Karkaran, mientras tanto, parecía estar a punto de tener un ataque de ansiedad, pero el brujo se encargó de, diligentemente, deshacer el muro de tierra que había hecho él y que, de alguna forma, se había convertido en una trampa mortal para la elfa.
La escena que se encontró al otro lado del hechizo de Karkaran le hizo reír levemente. Vale, era cierto que estaban en un momento álgido de la misión, y que Iredia estaba estrangulando a un soldado con sus propias manos, pero ver a los guardias así era tan, tan absurdo que no pudo hacer otra cosa.
De todos modos, no pudo comprender que estaba sucediendo a los pocos segundos de que el muro se deshiciese, se le nubló la visión casi de inmediato, se mareó, apretó los dientes y se apoyó en la pared, respirando con dificultad, le dolía la cabeza.
Era normal, sabía el riesgo que había corrido, su control mental funcionaba solo de forma individual, contra un solo objetivo, y aun así este solía drenar sus fuerzas si no mantenía el contacto visual de forma constante.
Estaba cansada. Mucho. Lo suficiente como para que ni siquiera pudiese convertirse en una voluta de humo de ser necesario para escapar.
- ¡Hola Iredia…! - No consiguió decir nada más antes de tener que volver a apoyarse a la pared, respirando acaloradamente - ¡He venido a rescatarte! ¡El Mortal esta tambien aquí, por ahí dando espadazos supongo! – Exclamó Lyn extendiendo los brazos, tambaleándose, sonriendo como buenamente podía. - ¡Y… y… este brujo de aquí se preocupaba mucho por ti! – Señaló a Karkaran, se separó de la pared y se apoyó en el brujo – ¡¡Así que me lo he traído también!! – Aseguró, la vista volvió a nublársele. – …Que …decía algo de que no poder vivir sin ti... – Sonrió - ¿O era un contrato de por vida? - Después de unos segundos, tras recobrar un poco el equilibrio, entrecerró los ojos y trató de mantenerse en pie por su propia cuenta.
- Estoy… estoy algo cansada… – Agachó la cabeza – Lo siento.
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Runas de Eltrant:
- Runa muy mala: Su ataque final falla, el brujo contrataca, hiriendo a Eltrant.
- Runa mala: El ataque final falla, el brujo se repliega a la fortaleza.
- Runa Intermedia: Consigue acertar, hiere al brujo, pero este huye la fortaleza.
- Runa buena: Hiere al brujo de gravedad, pero huye a la fortaleza.
- Runa muy buena: El brujo muere.
Última edición por Eltrant Tale el Jue Jul 06 2017, 01:48, editado 1 vez
Eltrant Tale
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