De camino a Lunargenta [Libre]
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De camino a Lunargenta [Libre]
Ya llevaba unos cuantos días andando desde que se fue de su pueblo. para su suerte había traído bastante agua, pero el camino no era muy entretenido. El día en que el mismo había undido ese barco, decidió que la vida en su pueblo era muy aburrida, y que debía vivir en el mar. Pasaron un par de semanas de preparación, recopilar información desde donde pudo y equiparse bien para la ida a la ciudad costera. Antes de irse, sus padres querían que al menos se llevara un arpón, que llevándose eso quedaba muy raro... Y ahora que lo pensaba con detenimiento, tenían razón. La verdad es que un hombre-tiburón de dos metros y medio ya llamaba la atención... Pues la llamaba aún más si le veían con un ancla en la espalda, y las cadenas en los brazos y tórax.
Se llevó las manos a la espalda y suspiró pensativo, sin mirar por donde andaba. Para ser sinceros, no había pensado mucho en ello. Fue como una revelación, pero apenas se tomó tiempo para prepararse como era debido. A parte de casi no haber tenido tiempo a practicar... Decidió así, volverlo a probar. *Se desató el ancla, quedando a cierta distáncia de un árbol, mirando un poco alrededor para asegurarse de si no venía nadie. Después de asegurarse, agarró el final de la cadena con las dos manos, y lo volvió a intentar. De un tirón, el ancla se levantó en el aire, y la hizo girar encima de su cabeza. Después de apuntar bien, decidió darle un golpe lateral a ver si podía-
El tirón prácticamente le tira al suelo, quedándose mirando el ancla con cara de fastidio. Era una buena arma, se podía hacer mucho daño con ella, pero... Lo que no era era fácil de usar. Agarró la cadena y tiró de ella. El ancla no se movía. Lo agarró con las dos manos y empujó con todas sus fuerzas. No tardó casi nada en ceder, pero el tirón esta vez si le tiró al suelo. Se quedó boca arriba, con los ojos entrecerrados.
-...Habré hecho realmente bien...
Decidió quedarse un rato ahí estirado, con la cadena enrollada a una de sus muñecas, el ancla en el suelo y un árbol con un agujero astillado.
Se llevó las manos a la espalda y suspiró pensativo, sin mirar por donde andaba. Para ser sinceros, no había pensado mucho en ello. Fue como una revelación, pero apenas se tomó tiempo para prepararse como era debido. A parte de casi no haber tenido tiempo a practicar... Decidió así, volverlo a probar. *Se desató el ancla, quedando a cierta distáncia de un árbol, mirando un poco alrededor para asegurarse de si no venía nadie. Después de asegurarse, agarró el final de la cadena con las dos manos, y lo volvió a intentar. De un tirón, el ancla se levantó en el aire, y la hizo girar encima de su cabeza. Después de apuntar bien, decidió darle un golpe lateral a ver si podía-
El tirón prácticamente le tira al suelo, quedándose mirando el ancla con cara de fastidio. Era una buena arma, se podía hacer mucho daño con ella, pero... Lo que no era era fácil de usar. Agarró la cadena y tiró de ella. El ancla no se movía. Lo agarró con las dos manos y empujó con todas sus fuerzas. No tardó casi nada en ceder, pero el tirón esta vez si le tiró al suelo. Se quedó boca arriba, con los ojos entrecerrados.
-...Habré hecho realmente bien...
Decidió quedarse un rato ahí estirado, con la cadena enrollada a una de sus muñecas, el ancla en el suelo y un árbol con un agujero astillado.
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Abaddon
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
Definitivamente, el sol estaba intentando matarnos. ¿Como podía hacer más calor allí que en el maldito arenal de Roilkat?
Estaba caminando por los paseos junto a Syl, mi camarada felino. Teníamos que pasar por Lunargenta y hacer unos recados, además de comprar suministros, reparar nuestras cosas, y un largo etcetera. Era un trabajo terriblemente aburrido, pero... nos tocaba.
-Deberiamos... haber traido... más agua...- jadeé. El calor empezaba a hacer que todo el cuerpo me picase. Syl no respondió. El hombre gato estaba algo más callado de lo habitual. -¿Ahorrando saliva, o se te ha comido la lengua el...?
-...cierra. El. Pico.- me cortó, algo malhumorado. Dejé escapar un gemido, lo suficientemente alto como para que me oyese. -¿...crees que el Lago Frey está muy lejos?- preguntó, parcialmente en broma.
-Podriamos ir a ver, pero nos llevará como... tres dias más de viaje. Para cuando volvamos, Irirgo se estará comiendo el cadaver del brujo.
-¿Que te hace pensar que el viejo ganaría?- preguntó, sonriendo ante el macabro humor que proponía.
-¿...un dragón anciano contra un brujo lanzapiedras de 60 kilos?- pregunté, arqueando una ceja.
-Eh, yo peso 60 kilos... Creo. Según Irirgo, al menos. De todos modos, lo más probable es que Dann se suicidase antes...- rió.
-A veces pienso que soy una mala influencia.- sonreí.
-Lo eres... espera, ¿qué demonios es eso?-
Ahí, a unos metros del camino... había algo en el suelo, a la sombra de un árbol. Un árbol con un gran agujero en el tronco. Y... un ancla en el suelo. A primera vista, parecía alguna clase de extraño animal que había cargado contra el árbol para... algo. Ritos de apareamiento o algo así. Pero, ¿de donde había salido el ancla? Estabamos a kilómetros del mar.
-Creo... creo que es una persona.- dije, algo inseguro. Nos acercamos con cierta cautela. El hombre gato no hacía ni un sólo ruido cuando se lo proponía. Casi daban ganas de gritar, solo para asustarle... Pero me contuve, no sin soltar una pequeña risa.
-Lleva ropa. Tiene que ser una persona. O un chiste cruel de la naturaleza. O ambas...- comenté. -¡Hola! ¿Todo bien? ¿Necesitas... necesitas ayuda?- pregunté, repasando mentalmente lo que veía. La cadena del ancla estaba enrollada en el brazo del... hombre... ¿pez? Parecía un pez. Creía que esos solo vivian en el mar.
Miré a Syl. El felino parecía estar preparado para retroceder de un salto en cualquier momento.
-Relájate. Es grande, pero no es para tanto... no es como si nos fuese a atacar sin más.- dije, aunque entendía su preocupación. Me acercaba a los dos metros. No estaba acostumbrado a ver seres inteligentes más altos que yo.
-¿Vas de camino a Lunargenta?- ofrecí.
Estaba caminando por los paseos junto a Syl, mi camarada felino. Teníamos que pasar por Lunargenta y hacer unos recados, además de comprar suministros, reparar nuestras cosas, y un largo etcetera. Era un trabajo terriblemente aburrido, pero... nos tocaba.
-Deberiamos... haber traido... más agua...- jadeé. El calor empezaba a hacer que todo el cuerpo me picase. Syl no respondió. El hombre gato estaba algo más callado de lo habitual. -¿Ahorrando saliva, o se te ha comido la lengua el...?
-...cierra. El. Pico.- me cortó, algo malhumorado. Dejé escapar un gemido, lo suficientemente alto como para que me oyese. -¿...crees que el Lago Frey está muy lejos?- preguntó, parcialmente en broma.
-Podriamos ir a ver, pero nos llevará como... tres dias más de viaje. Para cuando volvamos, Irirgo se estará comiendo el cadaver del brujo.
-¿Que te hace pensar que el viejo ganaría?- preguntó, sonriendo ante el macabro humor que proponía.
-¿...un dragón anciano contra un brujo lanzapiedras de 60 kilos?- pregunté, arqueando una ceja.
-Eh, yo peso 60 kilos... Creo. Según Irirgo, al menos. De todos modos, lo más probable es que Dann se suicidase antes...- rió.
-A veces pienso que soy una mala influencia.- sonreí.
-Lo eres... espera, ¿qué demonios es eso?-
Ahí, a unos metros del camino... había algo en el suelo, a la sombra de un árbol. Un árbol con un gran agujero en el tronco. Y... un ancla en el suelo. A primera vista, parecía alguna clase de extraño animal que había cargado contra el árbol para... algo. Ritos de apareamiento o algo así. Pero, ¿de donde había salido el ancla? Estabamos a kilómetros del mar.
-Creo... creo que es una persona.- dije, algo inseguro. Nos acercamos con cierta cautela. El hombre gato no hacía ni un sólo ruido cuando se lo proponía. Casi daban ganas de gritar, solo para asustarle... Pero me contuve, no sin soltar una pequeña risa.
-Lleva ropa. Tiene que ser una persona. O un chiste cruel de la naturaleza. O ambas...- comenté. -¡Hola! ¿Todo bien? ¿Necesitas... necesitas ayuda?- pregunté, repasando mentalmente lo que veía. La cadena del ancla estaba enrollada en el brazo del... hombre... ¿pez? Parecía un pez. Creía que esos solo vivian en el mar.
Miré a Syl. El felino parecía estar preparado para retroceder de un salto en cualquier momento.
-Relájate. Es grande, pero no es para tanto... no es como si nos fuese a atacar sin más.- dije, aunque entendía su preocupación. Me acercaba a los dos metros. No estaba acostumbrado a ver seres inteligentes más altos que yo.
-¿Vas de camino a Lunargenta?- ofrecí.
Asher Daregan
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
Estaba casi con sus dorados ojos cerrados, a punto de dormirse a la sombra de el árbol, junto a su ancla. La suave brisa acariciaba su lisa piel, en la cual empezaba a sentir la necesidad de un baño. Echaba de menos la costa... En ese momento, justo antes de dormir, parpadeó abriendo los ojos de golpe, como platos. Era extraño con que facilidad se le asustaba, y ni tan solo habían tenido esa intención.
Sin decir una palabra se levantó, mostrando su enorme tamaño, los miró y... con una mano en la espalda y otra en sus abdominales, hizo una leve reverencia.
-Buenos días señores, no esperaba encontrarme con nadie en estos caminos
El tiburón sonrió levemente, adoptando una pose un tanto solemne
-No, les agradezco el interés, pero estoy bien. Estaba solo tomando un descanso después de practicar un poco.
Si me permiten...
Se dio la vuelta y recogió el ancla con la cadena. Después de un par de minutos, se lo había vuelto a colocar todo bien sujeto, con el ancla en la espalda y las cadenas sujetándola.
-Mucho mejor. Es algo incómodo llevarla en las manos constantemente
Volvió a mirar a los dos recién llegados y asintió.
-Así es, me dirijo a Lunargenta. Tengo la intención de unirme a alguna tripulación, la que me parezca mas interesante. Siempre y cuando me lo permitan. Entonces, intuyo que ustedes siguen el mismo camino...
Miró primero a uno y después al otro. El primero era... ¿Un lobo? No no, era un perro. Y el segundo era un felino. Una extraña pareja para viajar. Por lo que había oido, los perros y los gatos no se llevaban bien.
-Aunque no hace falta apartarse de mi, no tengo intención alguna de hacerles daño. ...Me da la impresión... ¿De que no van muy bien equipados? Quizás pueda ofrecerles algo, si a cambio me guían a Lunargenta. Hace días que pasé la última granja, y no estoy seguro de seguir el camino correcto. A pesar de no tener oro, tengo agua y comida de sobras, que compartiré con mucho gusto
Si todo iba bien, no tendría problemas para llegar a Lunargenta, el problema estaba en si se acababa perdiendo. En ese caso, realmente podría tener problemas bajo ese sol.
Sin decir una palabra se levantó, mostrando su enorme tamaño, los miró y... con una mano en la espalda y otra en sus abdominales, hizo una leve reverencia.
-Buenos días señores, no esperaba encontrarme con nadie en estos caminos
El tiburón sonrió levemente, adoptando una pose un tanto solemne
-No, les agradezco el interés, pero estoy bien. Estaba solo tomando un descanso después de practicar un poco.
Si me permiten...
Se dio la vuelta y recogió el ancla con la cadena. Después de un par de minutos, se lo había vuelto a colocar todo bien sujeto, con el ancla en la espalda y las cadenas sujetándola.
-Mucho mejor. Es algo incómodo llevarla en las manos constantemente
Volvió a mirar a los dos recién llegados y asintió.
-Así es, me dirijo a Lunargenta. Tengo la intención de unirme a alguna tripulación, la que me parezca mas interesante. Siempre y cuando me lo permitan. Entonces, intuyo que ustedes siguen el mismo camino...
Miró primero a uno y después al otro. El primero era... ¿Un lobo? No no, era un perro. Y el segundo era un felino. Una extraña pareja para viajar. Por lo que había oido, los perros y los gatos no se llevaban bien.
-Aunque no hace falta apartarse de mi, no tengo intención alguna de hacerles daño. ...Me da la impresión... ¿De que no van muy bien equipados? Quizás pueda ofrecerles algo, si a cambio me guían a Lunargenta. Hace días que pasé la última granja, y no estoy seguro de seguir el camino correcto. A pesar de no tener oro, tengo agua y comida de sobras, que compartiré con mucho gusto
Si todo iba bien, no tendría problemas para llegar a Lunargenta, el problema estaba en si se acababa perdiendo. En ese caso, realmente podría tener problemas bajo ese sol.
Abaddon
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
Si Syl esperaba que aquel ser rugiese y cargase contra nosotros, iniciando un intenso y emocionante combate... no podía estar más equivocado. Aquel gigante hizo una educada reverencia, y nos habló con la educación de un noble. Sonreí. Era curioso. Con el mismo porte que había mostrado, se dio la vuelta y recogió lo que parecía ser el arma más tosca que había visto hasta el momento.
Bueno, al menos suponía que era un arma. Después de todo, había agujereado un árbol con ella, y parecía capaz de blandirla sin mucho problema. Mi rostro se torció. ¿Qué era eso de que "no ibamos bien equipados"?
-Creeme, estamos bien armados. Somos perfectamente capaces de...
-Creo que se refiere a suministros, Ash.- interrumpió el gato, señalando la cantimplora abierta que colgaba de mi cintura.
-Oh. Hmm... Si, entiendo. A mi me suena bien.-
-Mmmh...- el gato parecía algo incómodo con la idea, y algo me decía que no era por el aspecto de aquel hombre. Nunca había sido muy abierto cerca de gente desconocida. -¿Estás seguro?- preguntó, con un tono algo suplicante.
-Nos vendría bien... incluso si no fuese por el agua.- dije, intentando darle a entender. Tener a alguien como él cerca nos podría ser tremendamente útil, al menos hasta llegar a Lunargenta. Finalmente, el gato asintió, comprendiendome. -Bien, en ese caso... vamos. ¿Nunca has estado en Lunargenta?- pregunté. Era extraño, teniendo en cuenta sus modales... claro que, sin haber salido de mi aldea, ya sabía leer y escribir.
Con ello, nos pusimos en marcha. Aunque ir por el camino sería más rápido, los árboles ofrecian un muy necesitado refugio del sol, por lo que fuimos algo apartados de la via pública... lo cual no dejaba de ser conveniente.
-Tu ancla parece... algo oxidada. Ten cuidado con eso. Si te cortas, es probable que la herida se te infecte.- señalé. Me pregunté si podría levantarla. Probablemente sí, pero no tenía la masa muscular en los brazos como para usarla de forma eficaz en combate. Esa cosa requería ser un verdadero mastodonte para blandirla. Más por tamaño que por fuerza. Me recordaba al gancho que solía usar.
La verdad es que tenía muchas preguntas. ¿Por qué un ancla? Había mencionado querer unirse a una tripulación... ¿Se refería a una legal, o se dedicaría a la piratería? Definitivamente tenia la pinta, pero no debía juzgar por su aspecto. Y muchas otras, más dirigidas a su raza. Finalmente, me decidí por romper el silencio, una vez más.
-Tu gente... ¿puede respirar bajo el agua? ¿Teneis sangre fría o caliente?- Empezaba a comprender la curiosidad de los humanos. Sobre todo los niños, solían hacer todo tipo de preguntas respecto a pelo, sentidos, mis garras... Syl chasqueó la lengua, algo divertido por mis preguntas.
-Creo que es de mala educación preguntar esas cosas...- murmuró
-Bueno, tengo curiosidad... y estamos entre hombres bestia. Podemos compartirlo. Hablando de eso, ¿tu ves en la oscuridad, no, Syl?
-Eh... supongo. No tengo con que compararlo, pero... creo que puedo ver mejor que los humanos, por ejemplo.-
-¿...y tú, que clase de pez eres? Por cierto... no nos hemos presentado. Soy Asher, y este es Syl.- El gato me miró asustado. Pensé en lo que acababa de decir. Oh, mierda. Bueno, ya estaba hecho.
Bueno, al menos suponía que era un arma. Después de todo, había agujereado un árbol con ella, y parecía capaz de blandirla sin mucho problema. Mi rostro se torció. ¿Qué era eso de que "no ibamos bien equipados"?
-Creeme, estamos bien armados. Somos perfectamente capaces de...
-Creo que se refiere a suministros, Ash.- interrumpió el gato, señalando la cantimplora abierta que colgaba de mi cintura.
-Oh. Hmm... Si, entiendo. A mi me suena bien.-
-Mmmh...- el gato parecía algo incómodo con la idea, y algo me decía que no era por el aspecto de aquel hombre. Nunca había sido muy abierto cerca de gente desconocida. -¿Estás seguro?- preguntó, con un tono algo suplicante.
-Nos vendría bien... incluso si no fuese por el agua.- dije, intentando darle a entender. Tener a alguien como él cerca nos podría ser tremendamente útil, al menos hasta llegar a Lunargenta. Finalmente, el gato asintió, comprendiendome. -Bien, en ese caso... vamos. ¿Nunca has estado en Lunargenta?- pregunté. Era extraño, teniendo en cuenta sus modales... claro que, sin haber salido de mi aldea, ya sabía leer y escribir.
Con ello, nos pusimos en marcha. Aunque ir por el camino sería más rápido, los árboles ofrecian un muy necesitado refugio del sol, por lo que fuimos algo apartados de la via pública... lo cual no dejaba de ser conveniente.
-Tu ancla parece... algo oxidada. Ten cuidado con eso. Si te cortas, es probable que la herida se te infecte.- señalé. Me pregunté si podría levantarla. Probablemente sí, pero no tenía la masa muscular en los brazos como para usarla de forma eficaz en combate. Esa cosa requería ser un verdadero mastodonte para blandirla. Más por tamaño que por fuerza. Me recordaba al gancho que solía usar.
La verdad es que tenía muchas preguntas. ¿Por qué un ancla? Había mencionado querer unirse a una tripulación... ¿Se refería a una legal, o se dedicaría a la piratería? Definitivamente tenia la pinta, pero no debía juzgar por su aspecto. Y muchas otras, más dirigidas a su raza. Finalmente, me decidí por romper el silencio, una vez más.
-Tu gente... ¿puede respirar bajo el agua? ¿Teneis sangre fría o caliente?- Empezaba a comprender la curiosidad de los humanos. Sobre todo los niños, solían hacer todo tipo de preguntas respecto a pelo, sentidos, mis garras... Syl chasqueó la lengua, algo divertido por mis preguntas.
-Creo que es de mala educación preguntar esas cosas...- murmuró
-Bueno, tengo curiosidad... y estamos entre hombres bestia. Podemos compartirlo. Hablando de eso, ¿tu ves en la oscuridad, no, Syl?
-Eh... supongo. No tengo con que compararlo, pero... creo que puedo ver mejor que los humanos, por ejemplo.-
-¿...y tú, que clase de pez eres? Por cierto... no nos hemos presentado. Soy Asher, y este es Syl.- El gato me miró asustado. Pensé en lo que acababa de decir. Oh, mierda. Bueno, ya estaba hecho.
Asher Daregan
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
Parecía que al fin se habían relajado un poco. No hacía falta ser un genio para saber el "porqué" era conveniente ir con alguien como el. Estaba claro que estaban intentando no buscar problemas, y tener a alguien de su tamaño y aspecto ayudaba a intimidarlos. En eso que empezaron a andar, retomando el camino en la dirección en la que estaba yendo desde un principio.
-Pues no, nunca he estado allí. A decir verdad, nunca he salido de mi pueblo pesquero, sin contar las veces que habíamos salido a alta mar.
Sonrió con el recuerdo. Hacía literalmente tres semanas que lo hacía, y no se habría imaginado haciendo esto. Aunque no tardaría mucho en volver estar a alta mar, disfrutando de los vientos cambiantes, y saltando al agua de escondidas de vez en cuando. No le costaría atrapar el barco de nuevo a su velocidad de nado... Cuando el hombre perro volvió a hablar tocó la cadena levemente oxidada.
-Ah, lo sé, lo sé. Pero tampoco es que pudiera conseguir otra. Esta la tuve que conseguir de métodos diferentes,
en mi pueblo no había suficientes materiales como para comprar de nuevas, y menos para usarlas como arma.
Sonrió ante la curiosidad del canino. Podía suponer que no se veían a los de su especie de forma muy corriente.
-Si, puedo respirar bajo el agua, pero debo mantenerme en movimiento constante. Soy de sangre fría, me parece. Al menos me parece que los de mi raza lo son, no lo tengo seguro. Y yo soy un tiburón. Supongo que no se ven muchos de los míos, y menos alejados del mar.
Les dedicó a los dos una sonrisa. Y miró hacia el frente.
-Mi nombre es Abaddon. Es un placer, Asher y Syl. La verdad es que llevo días de viaje y este camino se me estaba empezando a hacer aburrido. Es agradable tener a alguien con quien hablar.
Se quedó pensativo unos segundos, ya que ellos habían preguntando, seguramente no habría problema en mostrar un poco de curiosidad también...
-Entonces, perdónenme si soy muy intrusivo, pero tendría curiosidad por saber de donde procedéis, ya que su destino lo puedo imaginar, al menos de momento.
Su pose al andar era solemne. Espalda erguida y los hombros hacia atrás, con la cabeza alta. Era como le habían enseñado desde pequeño, y le gustaba comportarse así.
-Tengo ganas de llegar a Lunargenta, hecho de menos el mar...
Esta vez había hablado más para el que para los demás. Es cierto que apenas había pasado una semana, pero sentía un gran apego por el agua.
-Pues no, nunca he estado allí. A decir verdad, nunca he salido de mi pueblo pesquero, sin contar las veces que habíamos salido a alta mar.
Sonrió con el recuerdo. Hacía literalmente tres semanas que lo hacía, y no se habría imaginado haciendo esto. Aunque no tardaría mucho en volver estar a alta mar, disfrutando de los vientos cambiantes, y saltando al agua de escondidas de vez en cuando. No le costaría atrapar el barco de nuevo a su velocidad de nado... Cuando el hombre perro volvió a hablar tocó la cadena levemente oxidada.
-Ah, lo sé, lo sé. Pero tampoco es que pudiera conseguir otra. Esta la tuve que conseguir de métodos diferentes,
en mi pueblo no había suficientes materiales como para comprar de nuevas, y menos para usarlas como arma.
Sonrió ante la curiosidad del canino. Podía suponer que no se veían a los de su especie de forma muy corriente.
-Si, puedo respirar bajo el agua, pero debo mantenerme en movimiento constante. Soy de sangre fría, me parece. Al menos me parece que los de mi raza lo son, no lo tengo seguro. Y yo soy un tiburón. Supongo que no se ven muchos de los míos, y menos alejados del mar.
Les dedicó a los dos una sonrisa. Y miró hacia el frente.
-Mi nombre es Abaddon. Es un placer, Asher y Syl. La verdad es que llevo días de viaje y este camino se me estaba empezando a hacer aburrido. Es agradable tener a alguien con quien hablar.
Se quedó pensativo unos segundos, ya que ellos habían preguntando, seguramente no habría problema en mostrar un poco de curiosidad también...
-Entonces, perdónenme si soy muy intrusivo, pero tendría curiosidad por saber de donde procedéis, ya que su destino lo puedo imaginar, al menos de momento.
Su pose al andar era solemne. Espalda erguida y los hombros hacia atrás, con la cabeza alta. Era como le habían enseñado desde pequeño, y le gustaba comportarse así.
-Tengo ganas de llegar a Lunargenta, hecho de menos el mar...
Esta vez había hablado más para el que para los demás. Es cierto que apenas había pasado una semana, pero sentía un gran apego por el agua.
Abaddon
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
El hombre tiburón mantuvo su tono, educado y gentil. Era tranquilizador, aunque siempre parecía algo serio. Miré a Syl de nuevo, inseguro de si responder a su pregunta honestamente. Era una situación difícil. Sin embargo, el gato evitó mirarme a los ojos... ¿Significaba eso que lo dejaba en mis manos?
Suspiré. La verdad es que ya sabía lo suficiente como para que fuese un problema. Mejor simplemente soltarlo todo.
-La verdad es... bueno, es algo complicado.- empecé, buscando las palabras adecuadas.
-Somos bandidos.- interrumpió Syl. Suspiré. ¿No podía tener un poco más de tacto? Si lo decía de esa forma, normal que sonase mal...
-No lo pondría de esa manera... somos más selectivos que unos bandidos cualquiera. Solo atracamos a nobles, después de todo. Gente que no necesita o no se merece su dinero.- expliqué.- Tenemos principios.
-Sea como sea... no suponemos ninguna amenaza para ti, salvo que planees alertar a la guardia o algo así. Pero creeme. La guardia de Lunargenta es de todo menos justa. Y no lo digo como criminal. Estuve en sus filas. Me esclavizaron.-
Me detuve. Era buen momento para sentarnos un momento y hablar. No quería que aquel tipo se fuese corriendo, dispuesto a alertar a cualquiera de nuestra presencia.
-Los humanos solo se preocupan de los suyos propios. Y la guardia está plagada de ellos.- gruñí. No iba a ocultar mi odio. Pero, ¿como explicarle todo eso a alguien que nunca había estado en la ciudad? -Los nobles lo son por nacimiento. Porque sus padres eran ricos. Y los padres de sus padres. La cadena es larga, y desemboca en una gran y odiosa red de incompetencia. Gente que nunca ha tenido un problema en su vida, y que aun así se crean superiores.-
-Son arrogantes. Desprecian a la gente como nosotros.- explicó Syl, abrazandose las piernas. -Y a los elfos. Vampiros. Licántropos. Brujos... y hasta a los dragones.-
-Ah, si, no te lo pierdas. Ha habido una enorme plaga en Dundarak. Así que los que pueden están huyendo a Lunargenta. ¿Y que hacen los humanos? Rechazarlos. Prefieren dejar que se mueran por una enfermedad a abrirles la puerta.- dije, mostrando los colmillos en una mueca.
-Al menos mantiene a la guardia ocupada, y hace que los nobles se muevan entre ciudades. Es bueno para nosotros.- señaló el gato.
-En fin... sea como sea, ahí lo tienes. Somos dos criminales buscados. Sabes nuestros nombres. Salimos en carteles, de todos modos. Es todo un problema para sobrevivir... incluso si intentasemos trabajar de forma honrada.
-Nunca hubo marcha atrás. No ha cambiado nada.- musitó. Tenía razón.
-Mira, tenemos una familia. Es... peculiar. Y peligrosa. Pero estamos juntos. Y solo intentamos sobrevivir. No te conviene juntarte con nosotros, pero... podrías, si quisieras. Aunque no tenemos un barco. Pero no hace falta que sea ahora.
-Eso. Unirte a nosotros ahora mismo sería como saltarte toda la diversión de ser arrollado y escupido en la cara por la civilización humana. Deberías esperar, intentar cumplir tus sueños... y luego, considerar tus opciones.- rió Syl.
-Bueno. Aquí nos tienes. Horribles, despiadados bandidos... ¿aún quieres compartir tu agua con nosotros?
Suspiré. La verdad es que ya sabía lo suficiente como para que fuese un problema. Mejor simplemente soltarlo todo.
-La verdad es... bueno, es algo complicado.- empecé, buscando las palabras adecuadas.
-Somos bandidos.- interrumpió Syl. Suspiré. ¿No podía tener un poco más de tacto? Si lo decía de esa forma, normal que sonase mal...
-No lo pondría de esa manera... somos más selectivos que unos bandidos cualquiera. Solo atracamos a nobles, después de todo. Gente que no necesita o no se merece su dinero.- expliqué.- Tenemos principios.
-Sea como sea... no suponemos ninguna amenaza para ti, salvo que planees alertar a la guardia o algo así. Pero creeme. La guardia de Lunargenta es de todo menos justa. Y no lo digo como criminal. Estuve en sus filas. Me esclavizaron.-
Me detuve. Era buen momento para sentarnos un momento y hablar. No quería que aquel tipo se fuese corriendo, dispuesto a alertar a cualquiera de nuestra presencia.
-Los humanos solo se preocupan de los suyos propios. Y la guardia está plagada de ellos.- gruñí. No iba a ocultar mi odio. Pero, ¿como explicarle todo eso a alguien que nunca había estado en la ciudad? -Los nobles lo son por nacimiento. Porque sus padres eran ricos. Y los padres de sus padres. La cadena es larga, y desemboca en una gran y odiosa red de incompetencia. Gente que nunca ha tenido un problema en su vida, y que aun así se crean superiores.-
-Son arrogantes. Desprecian a la gente como nosotros.- explicó Syl, abrazandose las piernas. -Y a los elfos. Vampiros. Licántropos. Brujos... y hasta a los dragones.-
-Ah, si, no te lo pierdas. Ha habido una enorme plaga en Dundarak. Así que los que pueden están huyendo a Lunargenta. ¿Y que hacen los humanos? Rechazarlos. Prefieren dejar que se mueran por una enfermedad a abrirles la puerta.- dije, mostrando los colmillos en una mueca.
-Al menos mantiene a la guardia ocupada, y hace que los nobles se muevan entre ciudades. Es bueno para nosotros.- señaló el gato.
-En fin... sea como sea, ahí lo tienes. Somos dos criminales buscados. Sabes nuestros nombres. Salimos en carteles, de todos modos. Es todo un problema para sobrevivir... incluso si intentasemos trabajar de forma honrada.
-Nunca hubo marcha atrás. No ha cambiado nada.- musitó. Tenía razón.
-Mira, tenemos una familia. Es... peculiar. Y peligrosa. Pero estamos juntos. Y solo intentamos sobrevivir. No te conviene juntarte con nosotros, pero... podrías, si quisieras. Aunque no tenemos un barco. Pero no hace falta que sea ahora.
-Eso. Unirte a nosotros ahora mismo sería como saltarte toda la diversión de ser arrollado y escupido en la cara por la civilización humana. Deberías esperar, intentar cumplir tus sueños... y luego, considerar tus opciones.- rió Syl.
-Bueno. Aquí nos tienes. Horribles, despiadados bandidos... ¿aún quieres compartir tu agua con nosotros?
Asher Daregan
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
Escuchó con atención todo lo que tenían que decir. Así que en Lunargenta las cosas no estaban bien para ninguna raza que fuera no humana... Tenía algunos humanos en el pueblo de donde procedía, pero ellos nunca habían parecido así de malos. Quizás el miedo, o quizás no compartían el mismo punto de vista...
-Debo admitir que me han atrapado con la guardia baja, no esperaba que me contasen tanto. Aunque también es bueno saber cual es la situación en Lunargenta, así puedo prepararme para lo peor... Ah, por cierto, no puedo olvidarme de ello...
Agarró lo que parecía ser una cantimplora bastante grande, evidentemente para alguien de su tamaño y se la ofreció gentilmente al lobo
-Pueden beber cuanto quieran, estoy seguro que no queda mucho para llegar, y tampoco me va a faltar agua allí.
Les sonrió amablemente. No tenía problemas en compartir el agua, además... El planeaba unirse a piratas. ¿Acaso no eran bandidos de mar? No eran muy distintos los unos de los otros, y si la tripulación a la que se uniese tenía los mismos principios que ellos dos, se sentiría como en casa.
-La verdad, es que mi plan era unirme a una tripulación pirata. Estoy seguro de que llevan una vida emocionante.
Y casi estaría dispuesto a aceptar su oferta, pero... quizás en un futuro, quien sabe.
Les miraba de reojo de vez en cuando, andando. La verdad es que ese dúo, si al principio ya le había parecido curioso, ahora estaba interesado en lo que tenían que hacer, parecían buena gente... Se agachó levemente, a modo de reverencia, andando a su lado, con una leve sonrisa.
-Y si no es mucha molestia, y aceptan, les podría intentar echar una mano con lo que sea que les lleve a esta gran ciudad, piensen en ello.
Después de eso se volvió a erguir, andando normalmente. Entonces, de toda la información recibida, se dió cuenta de algo, que no debería haber pasado por alto.
-Hay... ¿Hay una plaga en Dundarak? ¿Que tipo de plaga? ¿Hay muchas victimas?
Su cara mostraba algo de desagrado, por el sufrimiento que debía estar causando, y porque Lunargenta no hacía absolutamente para ayudar a esos pobres desgraciados. El mismo haría algo, pero no sabía el que.
-Debo admitir que me han atrapado con la guardia baja, no esperaba que me contasen tanto. Aunque también es bueno saber cual es la situación en Lunargenta, así puedo prepararme para lo peor... Ah, por cierto, no puedo olvidarme de ello...
Agarró lo que parecía ser una cantimplora bastante grande, evidentemente para alguien de su tamaño y se la ofreció gentilmente al lobo
-Pueden beber cuanto quieran, estoy seguro que no queda mucho para llegar, y tampoco me va a faltar agua allí.
Les sonrió amablemente. No tenía problemas en compartir el agua, además... El planeaba unirse a piratas. ¿Acaso no eran bandidos de mar? No eran muy distintos los unos de los otros, y si la tripulación a la que se uniese tenía los mismos principios que ellos dos, se sentiría como en casa.
-La verdad, es que mi plan era unirme a una tripulación pirata. Estoy seguro de que llevan una vida emocionante.
Y casi estaría dispuesto a aceptar su oferta, pero... quizás en un futuro, quien sabe.
Les miraba de reojo de vez en cuando, andando. La verdad es que ese dúo, si al principio ya le había parecido curioso, ahora estaba interesado en lo que tenían que hacer, parecían buena gente... Se agachó levemente, a modo de reverencia, andando a su lado, con una leve sonrisa.
-Y si no es mucha molestia, y aceptan, les podría intentar echar una mano con lo que sea que les lleve a esta gran ciudad, piensen en ello.
Después de eso se volvió a erguir, andando normalmente. Entonces, de toda la información recibida, se dió cuenta de algo, que no debería haber pasado por alto.
-Hay... ¿Hay una plaga en Dundarak? ¿Que tipo de plaga? ¿Hay muchas victimas?
Su cara mostraba algo de desagrado, por el sufrimiento que debía estar causando, y porque Lunargenta no hacía absolutamente para ayudar a esos pobres desgraciados. El mismo haría algo, pero no sabía el que.
Abaddon
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
Sonreí y acepté la cantimplora, tomándola con ambas manos. Di un par de largos tragos y vertí un poco de agua sobre mi mano, para llevarla a mi cabeza y refrescarme un poco más. Luego se la pasé a Syl, que simplemente bebió un poco y se la devolvió al tiburón.
-Piratas, ¿eh...?- dije. Parecía que podría ajustarse fácilmente. Probablemente no necesitaría ayuda para hundir un barco con esa arma que llevaba... Syl me miró, y, acto seguido, soltó una carcajada. Le miré, extrañado, y este señaló a mi cabeza.
-Tu... el pelo de tu cabeza... pfffft...- consiguió decir, antes de estallar en risas de nuevo. Esbocé una mueca y me pasé la mano por encima, notando como, de alguna manera, el viento me había alborotado la zona mojada de forma que se quedó levantado. -Pareces... pareces un pájaro enfadado...- Aplasté el pelaje, algo avergonzado, aunque también divertido por la risa del gato.
-Me vengaré.- declaré. -Lo sabes, ¿no?-
-Si, ya... ya veremos...-
-De todos modos, ahora que lo mencionas, Abaddon... nos vendría bien una cosa. No es algo que te ponga en peligro ni nada así, y debería ser fácil. Hay guardias en las puertas, y nuestras caras están por los carteles, así que necesitamos pasar desapercibidos.
-Si pudieses llamar la atención, estaría bien.- asintió Syl.
-No creo que sea un problema. Solo tienes que... parecer intimidante, pero calmar los ánimos una vez hablen contigo. Basicamente lo que ocurriría de todos modos.- todo parecía ir bien. Sin embargo, el tiburón preguntó por la plaga, lo cual me dejó algo tenso.
-Es... no estoy seguro. Por lo que he oido, la cosa está muy mal.- dije, adquiriendo un tono algo sombrío.- Hay ratas por todas partes. Cadáveres por las calles. Los dragones se han llevado un gran golpe. Los que pueden, huyen. Los que no...-
Se hizo el silencio. No quería ni pensar en el tipo de enfermedad que era. El ambiente que debía haber... Irargo no se lo había tomado bien. Era su ciudad natal, después de todo. Probablemente tenía familia allí... familia que no sabía si volvería a ver.
Me levanté. De nada serviría quedarse allí a lamentarlo. Por nuestra parte, el que los refugiados llegasen a Lunargenta eran buenas noticias. La guardia tenia las manos llenas, después de todo. Claro que también había más criminales por las calles y caminos, incluyendonos a nosotros.
Y, justo cuando pensaba eso...
-Quieto.- ordenó una voz masculina. Un hombre encapuchado salió de detrás de un árbol. Llevaba armadura de cuero en condiciones mediocres, y un pañuelo rojo atado a modo de cinturón. Me sonaba de algo. Creía recordar haber visto algo así en un cartel de los que me mostró Eltrant. Claro que solo me llamó la atención porque mostraba un maldito pañuelo en lugar de una cara. Por supuesto, estaba armado. Sobraba decir que era un bandido cualquiera, tal vez uno con delusiones de grandeza. -La bolsa, o...
-¿La vida? Muy original.- dije, a pesar de haber usado la misma frase días atrás. -Sabes, sirve muy poco eso de ocultar tu cara si vas por ahí con esa cosa a la cintura.-
-Soy Estrella Roja.- Oh, por favor. ¿Que le pasaba a la gente con los motes estúpidos?
-Si, ya. No me cuentes tu vida. ¿Cuantos tienes...?- olfateé el aire. Se habían ocultado bien, pero ahora el viento estaba en su contra. Debía haber uno al este, y otro... al sur. Vagamente. Genial, uno para cada uno. Hice un gesto hacia las direcciones respectivas, intentando captar la atención de mis acompañantes. - Mira, tengo un día largo por delante. ¿Por qué no intentas tus bravucanadas con otra gente?-
-No voy a acobardarme ante una manada de... lo que seais.- escupió, desenfundando dos espadas curvas.-
-Siempre que intento ser razonable...- musité, blandiendo mi filo.
-Piratas, ¿eh...?- dije. Parecía que podría ajustarse fácilmente. Probablemente no necesitaría ayuda para hundir un barco con esa arma que llevaba... Syl me miró, y, acto seguido, soltó una carcajada. Le miré, extrañado, y este señaló a mi cabeza.
-Tu... el pelo de tu cabeza... pfffft...- consiguió decir, antes de estallar en risas de nuevo. Esbocé una mueca y me pasé la mano por encima, notando como, de alguna manera, el viento me había alborotado la zona mojada de forma que se quedó levantado. -Pareces... pareces un pájaro enfadado...- Aplasté el pelaje, algo avergonzado, aunque también divertido por la risa del gato.
-Me vengaré.- declaré. -Lo sabes, ¿no?-
-Si, ya... ya veremos...-
-De todos modos, ahora que lo mencionas, Abaddon... nos vendría bien una cosa. No es algo que te ponga en peligro ni nada así, y debería ser fácil. Hay guardias en las puertas, y nuestras caras están por los carteles, así que necesitamos pasar desapercibidos.
-Si pudieses llamar la atención, estaría bien.- asintió Syl.
-No creo que sea un problema. Solo tienes que... parecer intimidante, pero calmar los ánimos una vez hablen contigo. Basicamente lo que ocurriría de todos modos.- todo parecía ir bien. Sin embargo, el tiburón preguntó por la plaga, lo cual me dejó algo tenso.
-Es... no estoy seguro. Por lo que he oido, la cosa está muy mal.- dije, adquiriendo un tono algo sombrío.- Hay ratas por todas partes. Cadáveres por las calles. Los dragones se han llevado un gran golpe. Los que pueden, huyen. Los que no...-
Se hizo el silencio. No quería ni pensar en el tipo de enfermedad que era. El ambiente que debía haber... Irargo no se lo había tomado bien. Era su ciudad natal, después de todo. Probablemente tenía familia allí... familia que no sabía si volvería a ver.
Me levanté. De nada serviría quedarse allí a lamentarlo. Por nuestra parte, el que los refugiados llegasen a Lunargenta eran buenas noticias. La guardia tenia las manos llenas, después de todo. Claro que también había más criminales por las calles y caminos, incluyendonos a nosotros.
Y, justo cuando pensaba eso...
-Quieto.- ordenó una voz masculina. Un hombre encapuchado salió de detrás de un árbol. Llevaba armadura de cuero en condiciones mediocres, y un pañuelo rojo atado a modo de cinturón. Me sonaba de algo. Creía recordar haber visto algo así en un cartel de los que me mostró Eltrant. Claro que solo me llamó la atención porque mostraba un maldito pañuelo en lugar de una cara. Por supuesto, estaba armado. Sobraba decir que era un bandido cualquiera, tal vez uno con delusiones de grandeza. -La bolsa, o...
-¿La vida? Muy original.- dije, a pesar de haber usado la misma frase días atrás. -Sabes, sirve muy poco eso de ocultar tu cara si vas por ahí con esa cosa a la cintura.-
-Soy Estrella Roja.- Oh, por favor. ¿Que le pasaba a la gente con los motes estúpidos?
-Si, ya. No me cuentes tu vida. ¿Cuantos tienes...?- olfateé el aire. Se habían ocultado bien, pero ahora el viento estaba en su contra. Debía haber uno al este, y otro... al sur. Vagamente. Genial, uno para cada uno. Hice un gesto hacia las direcciones respectivas, intentando captar la atención de mis acompañantes. - Mira, tengo un día largo por delante. ¿Por qué no intentas tus bravucanadas con otra gente?-
-No voy a acobardarme ante una manada de... lo que seais.- escupió, desenfundando dos espadas curvas.-
-Siempre que intento ser razonable...- musité, blandiendo mi filo.
- Offrol:
- ¡Enhorabuena, tu primer combate! Algo simple para empezar. De relleno, casi. Hay tres bandidos, nada demasiado serio... el combate puede durar una o dos rondas, como prefieras. El que está delante va con dos espadas. Otro lleva un arma a tu elección, y el tercero está subido a un árbol, y es un arquero. Elige uno y a la carga. Por supuesto, puedes narrarlos a tu gusto.
Asher Daregan
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
Les miró con una sonrisa alegre. Parecía que se llevaban bien a pesar de sus razas, suponía que era un tanto racista la forma en que había pensado antes. Generalizando, por cosas que había oído... Tampoco había oído muchas, para ser sincero. Al escuchar que si necesitarían su ayuda, prestó más atención. ¿Llamar la atención? Eso no era difícil. Ya la llamaba por el simple hecho de ser el.
Está bien, no hay ningún problema en ello, no creo que me vaya a costar mucho. Un poco de conversación y seguro que podréis pasar sin ningún problema.
A continuación escuchó el resto. Pero- ¿Era una plaga en el reino de los dragones? Eso sonaba bastante raro, a decir verdad, y saber que estaban muriendo por ella... La verdad es que no pintaba bien en absoluto. le gustaría conseguir algo más de información al respecto. Se levantó para seguir de nuevo con el camino, junto a sus dos acompañantes, pero alguien se les cruzó en el camino a los pocos pasos.
Suspiró, con cara de estar algo aburrido. ¿Ahora tendrían que pelear? ¿Y que nombre era ese de "Estrella roja"? Por como estaba planeando la emboscada le parecía mas "Estrellado rojo". Pero evidentemente, no iba a decir nada de eso, no era de buena educación. Asher les indicó en dos direcciones, y el decidió mirar hacia el otro que se encontraba en el suelo. Era un hombre fornido y grande, que llevaba un martillo de guerra. Una arma pesada, no atacaría muy rápido.
Tendrá que perdonarme, pero voy a acabar con esto rápido. Le pido disculpas por antemano ante cualquier herida que pueda sufrir.
Con una sonrisa, se llevó una mano a la espalda, y de un tirón se la movió hasta su mano, la cual agarró con las dos. El otro hombre parecía algo sorprendido ante la elección de arma.
¿...De verdad esperas hacerme algo con eso?
Podría hacerle la misma pregunta, pero sería de mala educación.
El comentario levemente burlón del tiburón parecía haberlo molestado, pues se empezó a acercar a el ya en pose de batalla. A la que estuvo a cierta distáncia, cargó hacia el hombre bestia, pero se paró justo antes de alcanzarlo y dio un salto hacia atrás, justo cuando el Ancla de Abaddon bajó con tremenda velocidad, incrustándose en el suelo. De un tirón la levantó, arrancando algunas raíces y rocas de debajo del suelo, y le dedicó otra sonrisa al bandido.
Por favor: Retírese aún que esta a tiempo, no me sentaría bien el tener que romperle algo.
Eres un monstruo... ¡¿Pero has visto lo que ha-?!
En ese momento, el ancla le dio un potente impacto en el costado, alargada por la cadena, lanzándolo por los aires. Acto seguido, el ancla salió hacia atrás por el impacto, clavándose al lado de Abaddon, el cual ahora tenía un semblante serio. Miró por un segundo al hombre que había quedado inconsciente, probablemente con el hombro y alguna costilla rota.
...Tendrá que disculparme, pero yo, en ningún momento le he faltado al respeto.
Después de dejar a ese patoso perro, mas ladrador que mordedor, tendido sin consciencia en el suelo, se volvió hacia sus dos acompañantes para ver que tal les iría ese combate. Si los otros dos poseían tanta habilidad como el suyo, el combate habría acabado a estas alturas.
Está bien, no hay ningún problema en ello, no creo que me vaya a costar mucho. Un poco de conversación y seguro que podréis pasar sin ningún problema.
A continuación escuchó el resto. Pero- ¿Era una plaga en el reino de los dragones? Eso sonaba bastante raro, a decir verdad, y saber que estaban muriendo por ella... La verdad es que no pintaba bien en absoluto. le gustaría conseguir algo más de información al respecto. Se levantó para seguir de nuevo con el camino, junto a sus dos acompañantes, pero alguien se les cruzó en el camino a los pocos pasos.
Suspiró, con cara de estar algo aburrido. ¿Ahora tendrían que pelear? ¿Y que nombre era ese de "Estrella roja"? Por como estaba planeando la emboscada le parecía mas "Estrellado rojo". Pero evidentemente, no iba a decir nada de eso, no era de buena educación. Asher les indicó en dos direcciones, y el decidió mirar hacia el otro que se encontraba en el suelo. Era un hombre fornido y grande, que llevaba un martillo de guerra. Una arma pesada, no atacaría muy rápido.
Tendrá que perdonarme, pero voy a acabar con esto rápido. Le pido disculpas por antemano ante cualquier herida que pueda sufrir.
Con una sonrisa, se llevó una mano a la espalda, y de un tirón se la movió hasta su mano, la cual agarró con las dos. El otro hombre parecía algo sorprendido ante la elección de arma.
¿...De verdad esperas hacerme algo con eso?
Podría hacerle la misma pregunta, pero sería de mala educación.
El comentario levemente burlón del tiburón parecía haberlo molestado, pues se empezó a acercar a el ya en pose de batalla. A la que estuvo a cierta distáncia, cargó hacia el hombre bestia, pero se paró justo antes de alcanzarlo y dio un salto hacia atrás, justo cuando el Ancla de Abaddon bajó con tremenda velocidad, incrustándose en el suelo. De un tirón la levantó, arrancando algunas raíces y rocas de debajo del suelo, y le dedicó otra sonrisa al bandido.
Por favor: Retírese aún que esta a tiempo, no me sentaría bien el tener que romperle algo.
Eres un monstruo... ¡¿Pero has visto lo que ha-?!
En ese momento, el ancla le dio un potente impacto en el costado, alargada por la cadena, lanzándolo por los aires. Acto seguido, el ancla salió hacia atrás por el impacto, clavándose al lado de Abaddon, el cual ahora tenía un semblante serio. Miró por un segundo al hombre que había quedado inconsciente, probablemente con el hombro y alguna costilla rota.
...Tendrá que disculparme, pero yo, en ningún momento le he faltado al respeto.
Después de dejar a ese patoso perro, mas ladrador que mordedor, tendido sin consciencia en el suelo, se volvió hacia sus dos acompañantes para ver que tal les iría ese combate. Si los otros dos poseían tanta habilidad como el suyo, el combate habría acabado a estas alturas.
Abaddon
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
Estrella Roja se lanzó hacia mi, con ambas espadas en alto. Empuñé mi espada con ambas manos y la coloqué en vertical, bloqueando el ataque del bandido. No estaba muy acostumbrado a luchar contra ese tipo de guerrero, aunque eran comunes entre los hombres bestia. Sus ataques eran feroces y agresivos, requerían más fuerza para detenerlos, y era imposible desviar ambos a la vez, por lo que me veía en cierta desventaja.
Sin embargo, un humano era solo un humano. Uno relativamente malnutrido y a la fuga de la justicia, dispuesto a atacar a cualquiera que se cruzase, no estaba en las mejores condiciones.
Lancé un tajo, poniendo toda la fuerza que podía en cada ataque. Sus espadas eran cortas, y no precisamente de gran calidad. No podía bloquear mis ataques solo con una. Lancé corte tras corte, sin darle ningún descanso para contraatacar. El humano retrocedía ante mi asalto, aun sin recibir ninguna herida. A ese ritmo, se quedaría acorralado.
Syl miró alrededor, con su ballesta en las manos. Justo cuando notó la presencia del arquero, una flecha pasó volando a centímetros de su cabeza, clavándose en el tronco de un árbol. El felino corrió a cubrirse, detrás del mismo árbol, y se llevó la mano al cuello para comprobar si estaba herido. Nada. Tenía que actuar deprisa: los otros dos hombres bestia estarían demasiado distraidos en sus combates como para cubrirse.
El gato apuntó a la rama sobre la que vio al arquero, pero la encontró vacía. Agudizó el oido... y notó movimiento, a su derecha. Sus ojos se clavaron en el elfo, posicionado entre la espesura y sacando una segunda flecha de su carcaj. El chasquido de su ballesta fue más rápido. El virote atravesó los escasos metros que les separaban, alojandose en el brazo de su oponente, y haciéndole caer el suelo por la fuerza.
-¡...bien!- murmuró, felicitandose a si mismo. No tenía tiempo que perder: echó a correr, buscando la posición donde debía haber caido el tirador. Pero solo había gotas de sangre y plantas aplastadas. ¿Como se había movido tan deprisa?
Un brillo azul captó su atención. El maldito elfo estaba saltando entre árboles, dejando una ligera estela por donde pisaba. El felino bufó y recargó su arma.
-Maldita magia... ¡quédate quieto!- gruñó, disparando de nuevo.
Mis músculos empezaban a cansarse, lo que significaba que el humano debía estar aún peor. Su cara estaba empapada de sudor, así que era algo, al menos. Pero un animal (o humano) acorralado siempre es más peligroso. Olvidando su propia seguridad, el bandido empezó a lanzar espadazos, usando ambas armas a la vez en direcciones opuestas, trazando una X, una y otra vez, mientras recuperaba terreno.
-Ah, ya lo pillo... estrella roja, porque -agh- dejarías una "estrella" de sangre si acertases...- dije entre exhalaciones, aún retrocediendo. Abandoné mi postura de combate y corrí hacia atrás, dejando bastante espacio entre nosotros dos.
-No corras. No hay escapatoria.- dijo, aprovechando cualquier momento para sus comentarios dramáticos. Me di la vuelta y empuñé mi espada de nuevo, lo cual pareció sorprenderle. Suficiente. Ya me había cansado lo suficiente.
Mi espada comenzó a emitir un brillo plateado mientras la primera runa se iluminaba de nuevo. Finalmente, lancé un tajo al aire... y un semicírculo blanquecino salió volando de la espada, dirigiendose al sorprendido humano.
El impacto le tiró al suelo. Un río de sangre empezó a brotar de su pecho, cubierto por una enorme herida diagonal que le llevaba desde el hombro a la cintura. En cuestión de segundos, su respiración comenzó a fallar. No entendía lo que había pasado. ¿Como...?
Enfundé mi espada, bastante cansado. Había sido más duro de lo que esperaba, pero eso es lo que me llevaba por subestimar a la gente. Después de todo, había sido lo suficientemente conocido como para ganarse un pequeño nombre. Lentamente, me acerqué al cadaver, y recogí el pañuelo rojo de su cintura, ahora con un corte limpio en medio. Eso sería suficiente para cobrar la recompensa.
Segundos después, Syl volvió, cojeando ligeramente. ¿Estaba...?
-Estoy bien, tranquilo... Solo he tropezado al volver. El elfo está acabado. Le alcancé en un pie. Y luego en el cuello con una daga.
Suspiré, y me senté un momento a recuperar el aliento. Iba a necesitar más agua.
*Usada habilidad de nivel 1: Corte de energía.
Sin embargo, un humano era solo un humano. Uno relativamente malnutrido y a la fuga de la justicia, dispuesto a atacar a cualquiera que se cruzase, no estaba en las mejores condiciones.
Lancé un tajo, poniendo toda la fuerza que podía en cada ataque. Sus espadas eran cortas, y no precisamente de gran calidad. No podía bloquear mis ataques solo con una. Lancé corte tras corte, sin darle ningún descanso para contraatacar. El humano retrocedía ante mi asalto, aun sin recibir ninguna herida. A ese ritmo, se quedaría acorralado.
Syl miró alrededor, con su ballesta en las manos. Justo cuando notó la presencia del arquero, una flecha pasó volando a centímetros de su cabeza, clavándose en el tronco de un árbol. El felino corrió a cubrirse, detrás del mismo árbol, y se llevó la mano al cuello para comprobar si estaba herido. Nada. Tenía que actuar deprisa: los otros dos hombres bestia estarían demasiado distraidos en sus combates como para cubrirse.
El gato apuntó a la rama sobre la que vio al arquero, pero la encontró vacía. Agudizó el oido... y notó movimiento, a su derecha. Sus ojos se clavaron en el elfo, posicionado entre la espesura y sacando una segunda flecha de su carcaj. El chasquido de su ballesta fue más rápido. El virote atravesó los escasos metros que les separaban, alojandose en el brazo de su oponente, y haciéndole caer el suelo por la fuerza.
-¡...bien!- murmuró, felicitandose a si mismo. No tenía tiempo que perder: echó a correr, buscando la posición donde debía haber caido el tirador. Pero solo había gotas de sangre y plantas aplastadas. ¿Como se había movido tan deprisa?
Un brillo azul captó su atención. El maldito elfo estaba saltando entre árboles, dejando una ligera estela por donde pisaba. El felino bufó y recargó su arma.
-Maldita magia... ¡quédate quieto!- gruñó, disparando de nuevo.
Mis músculos empezaban a cansarse, lo que significaba que el humano debía estar aún peor. Su cara estaba empapada de sudor, así que era algo, al menos. Pero un animal (o humano) acorralado siempre es más peligroso. Olvidando su propia seguridad, el bandido empezó a lanzar espadazos, usando ambas armas a la vez en direcciones opuestas, trazando una X, una y otra vez, mientras recuperaba terreno.
-Ah, ya lo pillo... estrella roja, porque -agh- dejarías una "estrella" de sangre si acertases...- dije entre exhalaciones, aún retrocediendo. Abandoné mi postura de combate y corrí hacia atrás, dejando bastante espacio entre nosotros dos.
-No corras. No hay escapatoria.- dijo, aprovechando cualquier momento para sus comentarios dramáticos. Me di la vuelta y empuñé mi espada de nuevo, lo cual pareció sorprenderle. Suficiente. Ya me había cansado lo suficiente.
Mi espada comenzó a emitir un brillo plateado mientras la primera runa se iluminaba de nuevo. Finalmente, lancé un tajo al aire... y un semicírculo blanquecino salió volando de la espada, dirigiendose al sorprendido humano.
El impacto le tiró al suelo. Un río de sangre empezó a brotar de su pecho, cubierto por una enorme herida diagonal que le llevaba desde el hombro a la cintura. En cuestión de segundos, su respiración comenzó a fallar. No entendía lo que había pasado. ¿Como...?
Enfundé mi espada, bastante cansado. Había sido más duro de lo que esperaba, pero eso es lo que me llevaba por subestimar a la gente. Después de todo, había sido lo suficientemente conocido como para ganarse un pequeño nombre. Lentamente, me acerqué al cadaver, y recogí el pañuelo rojo de su cintura, ahora con un corte limpio en medio. Eso sería suficiente para cobrar la recompensa.
Segundos después, Syl volvió, cojeando ligeramente. ¿Estaba...?
-Estoy bien, tranquilo... Solo he tropezado al volver. El elfo está acabado. Le alcancé en un pie. Y luego en el cuello con una daga.
Suspiré, y me senté un momento a recuperar el aliento. Iba a necesitar más agua.
*Usada habilidad de nivel 1: Corte de energía.
Asher Daregan
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
Sus combates duraron poco más que el suyo. No era muy difícil, al final. Alguien que no aguantaría ni un golpe de su ancla, no era digno de llamarse oponente suyo. Se quedó mirando a sus dos acompañantes. ¿Tan cansados por escoria como esa? Deberían haberles arrancado la ca... la cabe...
Oh... Oh no...
Soltó la cadena del ancla y apretó sus dientes. Su contrincante quizás tenía heridas internas... pero los otros dos... Tosió levemente y se cubrió las branquias, pero tampoco podía hacerlo durante mucho rato, así que las apartó rápidamente. Empezó a respirar rápido, con los ojos como platos. El aroma a sangre empezaba a nublarle la mente.
T-Tenemos que irnos de aquí. Ahora.
Les miró, pero en ese momento estaban los dos hablando entre ellos y no se dieron cuenta. Gruñó irritado y apretó las fauces. Necesitaba que le escucharan por solo un segundo, ¿que tanto costaba darse cuenta de que estaba hablando?
¡¿Es que no me habéis oído?! ¡HE DICHO QUE NOS VAMOS DE AQUÍ!
Estaba resoplando, respirando agitadamente y furioso. Si se quedaba mucho rato más aquí, acabaría perdiendo el control. Agarró el ancla y la cadena, y estuvo tentado a lanzarles el ancla en ese mismo momento, pero consiguió retenerse, y se fue, sin esperarlos, por el camino, claramente enfadado y con un posado mucho mas amenazador. Pero al alejarse unos cuantos metros de ahí, pudieron ver como se tambaleaba y caía con una rodilla en el suelo.
Ah... Que... Dónde...
Sin importarle que fuera la misma mitad del camino, se dejó caer y se tumbó de lado, con el ancla a su lado
Uuuuuugh... Mi cabeza...
Se quedó pensativo, mientras el mareo y la migraña actuaban. Le costaba recolectar... recuerdos... Había luchado... Y después, sus dos compañeros... ¿también? Si, habían acabado con ellos... Después... Sangre... ...Se quedó parado un segundo, y se llevo las dos manos a la cara, tapándose los ojos frustrado. Evidentemente. Tenía que ser la sangre. Ya le había pasado otras veces en el pueblo, y aunque sus padres lo tenían controlado, el aún no lo había dominado. Solo le había faltado insultarles. Genial, a ver como les explicaría esto ahora... Por suerte ahora estaba lo suficiente lejos de la sangre, aunque el mareo no le dejaría levantar hasta después de un buen rato.
Oh... Oh no...
Soltó la cadena del ancla y apretó sus dientes. Su contrincante quizás tenía heridas internas... pero los otros dos... Tosió levemente y se cubrió las branquias, pero tampoco podía hacerlo durante mucho rato, así que las apartó rápidamente. Empezó a respirar rápido, con los ojos como platos. El aroma a sangre empezaba a nublarle la mente.
T-Tenemos que irnos de aquí. Ahora.
Les miró, pero en ese momento estaban los dos hablando entre ellos y no se dieron cuenta. Gruñó irritado y apretó las fauces. Necesitaba que le escucharan por solo un segundo, ¿que tanto costaba darse cuenta de que estaba hablando?
¡¿Es que no me habéis oído?! ¡HE DICHO QUE NOS VAMOS DE AQUÍ!
Estaba resoplando, respirando agitadamente y furioso. Si se quedaba mucho rato más aquí, acabaría perdiendo el control. Agarró el ancla y la cadena, y estuvo tentado a lanzarles el ancla en ese mismo momento, pero consiguió retenerse, y se fue, sin esperarlos, por el camino, claramente enfadado y con un posado mucho mas amenazador. Pero al alejarse unos cuantos metros de ahí, pudieron ver como se tambaleaba y caía con una rodilla en el suelo.
Ah... Que... Dónde...
Sin importarle que fuera la misma mitad del camino, se dejó caer y se tumbó de lado, con el ancla a su lado
Uuuuuugh... Mi cabeza...
Se quedó pensativo, mientras el mareo y la migraña actuaban. Le costaba recolectar... recuerdos... Había luchado... Y después, sus dos compañeros... ¿también? Si, habían acabado con ellos... Después... Sangre... ...Se quedó parado un segundo, y se llevo las dos manos a la cara, tapándose los ojos frustrado. Evidentemente. Tenía que ser la sangre. Ya le había pasado otras veces en el pueblo, y aunque sus padres lo tenían controlado, el aún no lo había dominado. Solo le había faltado insultarles. Genial, a ver como les explicaría esto ahora... Por suerte ahora estaba lo suficiente lejos de la sangre, aunque el mareo no le dejaría levantar hasta después de un buen rato.
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
El grito del hombre tiburón nos pilló por sorpresa. ¿Que demonios le pasaba? Parecía... alterado. Estaba temblando, y su respiración era irregular. Intercambié una mirada con Syl, que compartía mi expresión preocupada.
-¿...Que ha pasado? ¿Está en frenesí?- pregunté, recordando el instinto primario de todo hombre bestia. En situaciones de alto peligro, podía ocurrir. Simplemente... perder el control. Pero aquello parecía distinto. En primer lugar, Abaddón ni siquiera parecía estar herido. -No. Tal vez... ¿le hayan envenenado?- pregunté, levantándome mientras el tiburón se iba.
No llegó muy lejos. A los pocos metros, las piernas parecieron fallarle, y cayó al suelo. Corrimos, aún más preocupados. Estaba... gimiendo. Parecía no darse cuenta de lo que pasaba alrededor.
-¿...Estás bien? ¿Puedes oirme?- pregunté, chasqueando los dedos. Se estaba tapando los ojos. Pensé rápido, aún sin esperar una respuesta. Tomé la enorme cantimplora que llevaba, y vertí un buen chorro de agua sobre su cara.
-¿Que estás haciendo?
-Aclararle las ideas. No sé. Tal vez se haya deshidratado o algo. Seguramente nunca ha estado tan alejado del mar...- dije, algo inseguro. -Deberíamos llevarlo de nuevo a la sombra. No creo que esté a punto de levantarse.- sugerí, cogiéndolo de un hombro.
Syl hizo lo mismo, y empezamos a arrastrarle, con cuidado de no hacerle daño.
-¡Joder! ¿Cuanto pesa? Debe ser casi el doble que yo...- me quejé, pasando su brazo por encima de mi hombro para distribuir el peso.
-El ancla no ayuda, definitivamente...- mencionó Syl, con un resoplido que podía haber sido una risa. Por definición, estaba claro que llevaba la razón. Poco a poco, conseguimos arrastrarlo hasta un árbol, alejado de la zona donde ocurrió el enfrentamiento. -¿...que crees que ha pasado?-
-Agh...- jadeé -Tal vez... no sé. Dudo que siempre reaccione así ante la violencia.-
-Le he visto aplastar a ese tipo con el ancla. Si recupera la consciencia, será el que más sufra de los tres.- dijo el gato. -¿Que hacemos ahora?-
-Hmm... no ha dejado de respirar.- llevé la mano a mi bolsillo. Solo tenía algunas runas eléctricas... Tal vez el shock le devolviese en sí, pero era muy probable que no hiciese más que empeorar las cosas. Aquel ser era impredecible, después de todo, y tal vez tuviese una condición física que desconocía. -Esperemos por ahora.- dije, sentándome.
-Para ser tan grande y tal... tiene la piel bastante suave.- comentó Syl. Arqueé una ceja.
-Te apuesto cualquier cosa a que mi pelaje lo es más.- resoplé
-Oh, lo es, solo digo... espera, ¿estás celoso?- preguntó, sonriendo. -Eso es adorable.-
-...cierra el pico.-
-¿...Que ha pasado? ¿Está en frenesí?- pregunté, recordando el instinto primario de todo hombre bestia. En situaciones de alto peligro, podía ocurrir. Simplemente... perder el control. Pero aquello parecía distinto. En primer lugar, Abaddón ni siquiera parecía estar herido. -No. Tal vez... ¿le hayan envenenado?- pregunté, levantándome mientras el tiburón se iba.
No llegó muy lejos. A los pocos metros, las piernas parecieron fallarle, y cayó al suelo. Corrimos, aún más preocupados. Estaba... gimiendo. Parecía no darse cuenta de lo que pasaba alrededor.
-¿...Estás bien? ¿Puedes oirme?- pregunté, chasqueando los dedos. Se estaba tapando los ojos. Pensé rápido, aún sin esperar una respuesta. Tomé la enorme cantimplora que llevaba, y vertí un buen chorro de agua sobre su cara.
-¿Que estás haciendo?
-Aclararle las ideas. No sé. Tal vez se haya deshidratado o algo. Seguramente nunca ha estado tan alejado del mar...- dije, algo inseguro. -Deberíamos llevarlo de nuevo a la sombra. No creo que esté a punto de levantarse.- sugerí, cogiéndolo de un hombro.
Syl hizo lo mismo, y empezamos a arrastrarle, con cuidado de no hacerle daño.
-¡Joder! ¿Cuanto pesa? Debe ser casi el doble que yo...- me quejé, pasando su brazo por encima de mi hombro para distribuir el peso.
-El ancla no ayuda, definitivamente...- mencionó Syl, con un resoplido que podía haber sido una risa. Por definición, estaba claro que llevaba la razón. Poco a poco, conseguimos arrastrarlo hasta un árbol, alejado de la zona donde ocurrió el enfrentamiento. -¿...que crees que ha pasado?-
-Agh...- jadeé -Tal vez... no sé. Dudo que siempre reaccione así ante la violencia.-
-Le he visto aplastar a ese tipo con el ancla. Si recupera la consciencia, será el que más sufra de los tres.- dijo el gato. -¿Que hacemos ahora?-
-Hmm... no ha dejado de respirar.- llevé la mano a mi bolsillo. Solo tenía algunas runas eléctricas... Tal vez el shock le devolviese en sí, pero era muy probable que no hiciese más que empeorar las cosas. Aquel ser era impredecible, después de todo, y tal vez tuviese una condición física que desconocía. -Esperemos por ahora.- dije, sentándome.
-Para ser tan grande y tal... tiene la piel bastante suave.- comentó Syl. Arqueé una ceja.
-Te apuesto cualquier cosa a que mi pelaje lo es más.- resoplé
-Oh, lo es, solo digo... espera, ¿estás celoso?- preguntó, sonriendo. -Eso es adorable.-
-...cierra el pico.-
Asher Daregan
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
Notó agua fría repentinamente en la cara. Ah, eso era agradable, la verdad es que no le iba nada mal...Esuchó voces pero no conectó las palabras. ¿Eran sus dos acompañantes? Ugh, se veía borroso... En ese momento le levantaron entre los dos y el mundo le dio vueltas alrededor. Debía aprender a controlar su Sed de sangre cuanto antes mejor, eso era un maldito incordio...
Uuuugh...
Al cabo de un rato que le pareció eterno, pudo notar la sombra, y empezaba a escuchar mejor a sus dos acompañantes. Esbozó una débil sonrisa.
...Gracias Syl, su pelaje también parece suave. Pero el suyo el que más, Asher.
Se incorporó un poco, sentándose. Ya empezaba a coordinar mejor... Vio la marca del ancla que había sido arrastrada también, en el suelo.
Sinceramente, me sorprende que me hayáis podido levantar a mi y al ancla al mismo tiempo... Supongo que debo una explicación...
Soltó un suspiro irritado y se pasó la mano por la frente. A ver como lo contaba bien...
Los tiburones... Tenemos una pega, por tener simplemente nuestra raza. Y es que al oler sangre... nos cuesta mantener el control. Salen nuestros instintos cazadores, por decirlo así, nos exaltamos. Hay muchos que consiguen controlarlo pero... De momento yo... Bueno, ya lo habéis visto. Es algo peligroso estar cerca de un tiburón cuando está así... Se que he tenido la tentación de atacarlos. Otra pega es... que cuando se acaba nos quedamos aturdidos, prácticamente no nos podemos mover... Y bueno... Así he acabado, y es la razón por la que nunca uso armas cortantes. Prefiero ser completamente consciente de lo que hago.
Les miró de nuevo
Y si no me equivoco... Estrellado rojo ha acabado sangrando, y el elfo arquero por igual. Había sangre de dos personas, así que tampoco lo he podido evitar.
Volvió a suspirar y se miró la mano, moviendola. Si, ya había recuperado prácticamente toda su coordinación.
Perdonen por el contratiempo cuando queda poco para llegar a Lunargenta. Y gracias por no dejarme tirado bajo el sol.
Se puso de pie, a punto de caerse hacia atrás. Se acercó al ancla y se la volvió a cargar a la espalda, dispuesto a seguir el camino.
Entonces, vamos?
Uuuugh...
Al cabo de un rato que le pareció eterno, pudo notar la sombra, y empezaba a escuchar mejor a sus dos acompañantes. Esbozó una débil sonrisa.
...Gracias Syl, su pelaje también parece suave. Pero el suyo el que más, Asher.
Se incorporó un poco, sentándose. Ya empezaba a coordinar mejor... Vio la marca del ancla que había sido arrastrada también, en el suelo.
Sinceramente, me sorprende que me hayáis podido levantar a mi y al ancla al mismo tiempo... Supongo que debo una explicación...
Soltó un suspiro irritado y se pasó la mano por la frente. A ver como lo contaba bien...
Los tiburones... Tenemos una pega, por tener simplemente nuestra raza. Y es que al oler sangre... nos cuesta mantener el control. Salen nuestros instintos cazadores, por decirlo así, nos exaltamos. Hay muchos que consiguen controlarlo pero... De momento yo... Bueno, ya lo habéis visto. Es algo peligroso estar cerca de un tiburón cuando está así... Se que he tenido la tentación de atacarlos. Otra pega es... que cuando se acaba nos quedamos aturdidos, prácticamente no nos podemos mover... Y bueno... Así he acabado, y es la razón por la que nunca uso armas cortantes. Prefiero ser completamente consciente de lo que hago.
Les miró de nuevo
Y si no me equivoco... Estrellado rojo ha acabado sangrando, y el elfo arquero por igual. Había sangre de dos personas, así que tampoco lo he podido evitar.
Volvió a suspirar y se miró la mano, moviendola. Si, ya había recuperado prácticamente toda su coordinación.
Perdonen por el contratiempo cuando queda poco para llegar a Lunargenta. Y gracias por no dejarme tirado bajo el sol.
Se puso de pie, a punto de caerse hacia atrás. Se acercó al ancla y se la volvió a cargar a la espalda, dispuesto a seguir el camino.
Entonces, vamos?
Abaddon
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
El despertar del tiburón provocó un silencio repentino. Descarté el cumplido, asociandolo a su tono educado y cortés, y esperé a que se incorporase.
-Es más fuerte de lo que parece.- sonrió Syl, señalándome con la cabeza. Arqueé una ceja, pero dejé que Abaddon terminase su explicación antes de decir nada.
-¿...insinuas que parezco débil?- pregunté, refiriéndome a Syl. -Eso me pasa por ser modesto. Debería mostrar mis músculos más a menudo.- dije, flexionando mi brazo derecho en una pose dramática.
-¡...si ni siquiera llevas ropa en el torso! ¡Nunca!- dijo el gato entre risas. -¡Y encima siempre vas con esos trofeos al cuello! ¡Eres la persona menos modesta del mundo!-
Tomé el colgante que me había fabricado a mi mismo tiempo atrás, con el colmillo de aquel dragón de piedra. Una vieja caza, muy anterior a mi tiempo con la guardia, o incluso a mi obsesión por las runas. Lo examiné de cerca, limpiando partes del diente, y lo presioné sobre mi pecho, pasando a poner una falsa expresión ofendida.
-¿...quieres decir que no te gusta? Me hieres.- sollocé dramáticamente. Lo volví a colocar en torno a mi cuello y me dirigí al tiburón. -De todos modos... no te preocupes por eso. Es completamente comprensible, así que no hace falta que te disculpes-
-Además, parece tener sus ventajas...- apuntó Syl. -No imagino como debe resultar durante un combate.-
Tras recuperar el aliento, volvimos a iniciar nuestra marcha. No debía faltar mucho. A lo lejos ya se podía ver la ciudad sin ninguna dificultad.
-Cuidado con las patrullas. Y los ladrones. Las catacumbas son un nido de criminales...- enumeré. -Los barrios altos que rodean el palacio son de nobles. Hay un enorme hospital, pero seguramente estarán tratando a los enfermos de la plaga... asi que basicamente, tenemos la zona comercial, y los puertos. Vigila tu bolsa.-
Aquella ciudad... había pasado casi toda mi vida en ella. Más de una vez, estuvo a punto de matarme. Pero era parte de su encanto. Fuera como fuese, era el sitio que conocía, desde distintos ángulos: siempre había acostumbrado a saltar por los tejados, en lugar de recorrer las concurridas calles, que siempre encontraba demasiado ocupadas.
Un pensamiento cruzó mi cabeza. Eltrant debía estar por allí: recordaba que aún tenía su pequeña herrería. Y también... el guardia me había recordado de una vieja "amistad" de la guardia que aún me daba por desaparecido. Igual era buena idea el dejarle una carta o algo...
Pero primero teníamos que entrar.
-Vale, recuerda. Necesitamos que llames la atención de ambos guardias apostados en la entrada. Pero tenemos que esperar a que circule un grupo, para poder pasar desapercibidos.-
-Es más fuerte de lo que parece.- sonrió Syl, señalándome con la cabeza. Arqueé una ceja, pero dejé que Abaddon terminase su explicación antes de decir nada.
-¿...insinuas que parezco débil?- pregunté, refiriéndome a Syl. -Eso me pasa por ser modesto. Debería mostrar mis músculos más a menudo.- dije, flexionando mi brazo derecho en una pose dramática.
-¡...si ni siquiera llevas ropa en el torso! ¡Nunca!- dijo el gato entre risas. -¡Y encima siempre vas con esos trofeos al cuello! ¡Eres la persona menos modesta del mundo!-
Tomé el colgante que me había fabricado a mi mismo tiempo atrás, con el colmillo de aquel dragón de piedra. Una vieja caza, muy anterior a mi tiempo con la guardia, o incluso a mi obsesión por las runas. Lo examiné de cerca, limpiando partes del diente, y lo presioné sobre mi pecho, pasando a poner una falsa expresión ofendida.
-¿...quieres decir que no te gusta? Me hieres.- sollocé dramáticamente. Lo volví a colocar en torno a mi cuello y me dirigí al tiburón. -De todos modos... no te preocupes por eso. Es completamente comprensible, así que no hace falta que te disculpes-
-Además, parece tener sus ventajas...- apuntó Syl. -No imagino como debe resultar durante un combate.-
Tras recuperar el aliento, volvimos a iniciar nuestra marcha. No debía faltar mucho. A lo lejos ya se podía ver la ciudad sin ninguna dificultad.
-Cuidado con las patrullas. Y los ladrones. Las catacumbas son un nido de criminales...- enumeré. -Los barrios altos que rodean el palacio son de nobles. Hay un enorme hospital, pero seguramente estarán tratando a los enfermos de la plaga... asi que basicamente, tenemos la zona comercial, y los puertos. Vigila tu bolsa.-
Aquella ciudad... había pasado casi toda mi vida en ella. Más de una vez, estuvo a punto de matarme. Pero era parte de su encanto. Fuera como fuese, era el sitio que conocía, desde distintos ángulos: siempre había acostumbrado a saltar por los tejados, en lugar de recorrer las concurridas calles, que siempre encontraba demasiado ocupadas.
Un pensamiento cruzó mi cabeza. Eltrant debía estar por allí: recordaba que aún tenía su pequeña herrería. Y también... el guardia me había recordado de una vieja "amistad" de la guardia que aún me daba por desaparecido. Igual era buena idea el dejarle una carta o algo...
Pero primero teníamos que entrar.
-Vale, recuerda. Necesitamos que llames la atención de ambos guardias apostados en la entrada. Pero tenemos que esperar a que circule un grupo, para poder pasar desapercibidos.-
Asher Daregan
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
Su boca se torció levemente en una mueca de preocupación. Es cierto que al ser un lugar mas grande, había mas posibilidades de tener criminales pero... Por lo que le estaba contando Asher, la mitad de la ciudad intentaría robarle, un cuarto sería racista hacia el, y el otro estaría demasiado ocupado en sus asuntos. Realmente la ciudad era algo completamente diferente a su pueblo. Pero era lo emocionante de explorar, el descubrir cosas nuevas.
Entonces eso es Lunargenta... Bueno, si que parece grande. Espero no perderme.
Después de soltar esa pequeña preocupación, que mas bien temía por sus bienes antes de por perderse, siguió adelante.
Entonces no se preocupen. Escóndanse cerca, y yo me encargare de entretener a los guardas que haya en la puerta... Por si no nos volvemos a ver, ha sido un placer conocerlos.
Ladeó la cabeza levemente mirándolos, con una sonrisa, y se quedó parado unos segundos. Cerró los ojos y borró su sonrisa, de repente parecía mucho más serio, incluso amenazador. Y sin decir nada mas, se fue andando con su posado solemne hacia la puerta.
Los guardas al verlo, se tensaron y agarraron sus lanzas con algo más de fuerza. En cuanto estuvo suficientemente cerca los dos le apuntaron con la lanza.
Q-Quieto aquí. A que vienes a Lunargenta, hombre bestia.
Con el mismo posado serio, les miró fríamente. Los guardas se pusieron mas nerviosos cuando abrió la boca... Con una mano en sus abdominales y una en la espalda, hizo una leve reverencia, sonriendoles y borrando cualquier signo de hostilidad.
Ah, perdonen mi frialdad inicial. Me llamo Abaddon, y he venido para visitar el puerto de Lunargenta. ¿Espero que no sea mucha molestia si les pido pasar dentro?
Los dos guardias se le quedaron mirando sorprendidos. Probablemente iba a causar bastante esta reacción. Enseñó su palma con la mano de la espalda, indicándole a sus dos acompañantes que no pasaran aún.
¿Y bien? Perdonen, pero es que se me ha acabado el agua, y tengo un poco de prisa.
Los dos guardas actuaron al fin, y mientras uno se metía por una pequeña puerta exterior, el otro se quedó vigilándole.
Entonces... ¿A que dices que vienes aquí? Usualmente los de tu tipo viven en el mar...
Ah, perdóneme, supongo que debería haberlo comentado antes. Soy de un pueblo pesquero que está mas o menos a una semana de viaje de aquí. Nunca he visto mundo, así que he pensado en visitar por lo menos Lunargenta, por pura curiosidad...
Se quedó hablando un rato con el, y les indicó a Asher y Syl, señalando con un dedo la puerta, para que pasasen. Para su suerte, su enorme cuerpo bloqueaba la visión de los dos bandidos, por lo que pudieron entrar dentro sin ningún problema.
Al cabo de un rato salió lo que parecía ser un soldado de mayor rango, y después de intercambiar un par de frases con el, le echó la bronca a los dos guardas por avisarle de una tontería como esa. Y así, le dejaron pasar al fin. Ya había llegado a Lunargenta, y como era de esperar, no tenía a la vista ni a Asher ni a Syl. Suspiró.
Bueno. Supongo que aquí empieza todo... Uh...
Miró sorprendido alrededor. Era lo que se conocía, como una ciudad enorme, plagada de gente. Tragó fuerte, con una expresión mezclada de preocupación y sorpresa. Eso sería difícil de superar... sobretodo teniendo en cuenta que superaba a la gran mayoría de gente por mas de medio metro. A estas alturas, todos ya lo habían visto. Definitivamente, no le gustaban las ciudades.
Entonces eso es Lunargenta... Bueno, si que parece grande. Espero no perderme.
Después de soltar esa pequeña preocupación, que mas bien temía por sus bienes antes de por perderse, siguió adelante.
Entonces no se preocupen. Escóndanse cerca, y yo me encargare de entretener a los guardas que haya en la puerta... Por si no nos volvemos a ver, ha sido un placer conocerlos.
Ladeó la cabeza levemente mirándolos, con una sonrisa, y se quedó parado unos segundos. Cerró los ojos y borró su sonrisa, de repente parecía mucho más serio, incluso amenazador. Y sin decir nada mas, se fue andando con su posado solemne hacia la puerta.
Los guardas al verlo, se tensaron y agarraron sus lanzas con algo más de fuerza. En cuanto estuvo suficientemente cerca los dos le apuntaron con la lanza.
Q-Quieto aquí. A que vienes a Lunargenta, hombre bestia.
Con el mismo posado serio, les miró fríamente. Los guardas se pusieron mas nerviosos cuando abrió la boca... Con una mano en sus abdominales y una en la espalda, hizo una leve reverencia, sonriendoles y borrando cualquier signo de hostilidad.
Ah, perdonen mi frialdad inicial. Me llamo Abaddon, y he venido para visitar el puerto de Lunargenta. ¿Espero que no sea mucha molestia si les pido pasar dentro?
Los dos guardias se le quedaron mirando sorprendidos. Probablemente iba a causar bastante esta reacción. Enseñó su palma con la mano de la espalda, indicándole a sus dos acompañantes que no pasaran aún.
¿Y bien? Perdonen, pero es que se me ha acabado el agua, y tengo un poco de prisa.
Los dos guardas actuaron al fin, y mientras uno se metía por una pequeña puerta exterior, el otro se quedó vigilándole.
Entonces... ¿A que dices que vienes aquí? Usualmente los de tu tipo viven en el mar...
Ah, perdóneme, supongo que debería haberlo comentado antes. Soy de un pueblo pesquero que está mas o menos a una semana de viaje de aquí. Nunca he visto mundo, así que he pensado en visitar por lo menos Lunargenta, por pura curiosidad...
Se quedó hablando un rato con el, y les indicó a Asher y Syl, señalando con un dedo la puerta, para que pasasen. Para su suerte, su enorme cuerpo bloqueaba la visión de los dos bandidos, por lo que pudieron entrar dentro sin ningún problema.
Al cabo de un rato salió lo que parecía ser un soldado de mayor rango, y después de intercambiar un par de frases con el, le echó la bronca a los dos guardas por avisarle de una tontería como esa. Y así, le dejaron pasar al fin. Ya había llegado a Lunargenta, y como era de esperar, no tenía a la vista ni a Asher ni a Syl. Suspiró.
Bueno. Supongo que aquí empieza todo... Uh...
Miró sorprendido alrededor. Era lo que se conocía, como una ciudad enorme, plagada de gente. Tragó fuerte, con una expresión mezclada de preocupación y sorpresa. Eso sería difícil de superar... sobretodo teniendo en cuenta que superaba a la gran mayoría de gente por mas de medio metro. A estas alturas, todos ya lo habían visto. Definitivamente, no le gustaban las ciudades.
Abaddon
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Re: De camino a Lunargenta [Libre]
-Tranquilo. Seguro que te irá bien, una vez te acostumbres a la ciudad.- dije. -Probablemente nos volveremos a ver. El mundo es un pañuelo... y gracias.-
Ante nuestros ojos, el hombre tiburón se transformó por completo, pasando de ser el afable y educado Abaddón a... un monstruo marino que venía a destruir el mundo. Igual podría tener trabajo en alguna función de teatro. Me pateé a mi mismo por pensar una broma de ese tipo. Me había caido bien, después de todo.
Sin embargo, los guardias no parecían considerarlo tan amistoso.
-Vamos.- dijo Syl, tomando la iniciativa y cogiéndome de la mano. Seguí al hombre gato, que había empezado a moverse según las indicaciones del tiburón. Cruzar la puerta fue sencillo, pero aún había más guardias por las calles de la ciudad.
Seguí las indicaciones de mi acompañante. Uno de sus talentos de los que yo carecía era el sigilo. Aunque conocía la ciudad como la palma de mi mano, no acostumbraba a esconderme por callejones y demás. Cruzamos una esquina y nos deslizamos por el estrecho pasillo entre una de las casas y la muralla.
-Mierda. Han puesto una valla... esto no solía estar aquí.- maldijo.
-Cuando la vida te pone muros delante...- dije
-¿Los destrozas?- preguntó el gato. Fruncí el ceño.
-No. Los escalas. ¿Por quien me tomas?-
-Por alguien que les pondría el camino fácil a los que le siguiesen.- dijo, encogiendose de hombros. Me arrodillé y junté ambas manos, poniéndolas de escalón. El felino colocó su pie derecho y le di impulso, de forma que consiguió subir sin dificultad.
-Solo para que lo sepas, no necesitaba tu ayuda.- dijo desde lo alto del muro, a un par de metros por encima de mi.
-Y aun así, la has tomado.- Me ofreció su mano, y, tras coger fuerza, salté para cogerla.
-¡Ugh! ¡Dioses! ¡Como pesas, cabrón!- se quejó, usando ambos brazos para ayudarme a subir. -Y solo lo he hecho para que te sintieses útil.- aclaró.
-Muy bien... vale, creo que desde aquí podemos movernos por los tejados.- dije.
-¿No hay centinelas en los muros?
-¿No tienes una ballesta?- sonreí, mostrando los caninos.
-...eres un bruto.- El hombre gato se sentó sobre el muro de piedra. -Igual es mejor ir por la calle, esta vez.- sugirió.
-Supongo... debería tener más cuidado. Te hice una promesa, después de todo.- suspiré, cerrando los ojos. Se hizo un largo silencio.
-Sabes, Asher... no me importaría pasar el resto de mi vida de esta forma.- confesó el gato.
-Si... a mi tampoco.- sonreí.
Bajo la sombra de los muros de la ciudad, en un rincón privado junto al jardín de alguien, había dos hombres bestia, descansando. Uno era un perro que había encontrado una familia. El otro, un gato que solo quería conservarla.
Ante nuestros ojos, el hombre tiburón se transformó por completo, pasando de ser el afable y educado Abaddón a... un monstruo marino que venía a destruir el mundo. Igual podría tener trabajo en alguna función de teatro. Me pateé a mi mismo por pensar una broma de ese tipo. Me había caido bien, después de todo.
Sin embargo, los guardias no parecían considerarlo tan amistoso.
-Vamos.- dijo Syl, tomando la iniciativa y cogiéndome de la mano. Seguí al hombre gato, que había empezado a moverse según las indicaciones del tiburón. Cruzar la puerta fue sencillo, pero aún había más guardias por las calles de la ciudad.
Seguí las indicaciones de mi acompañante. Uno de sus talentos de los que yo carecía era el sigilo. Aunque conocía la ciudad como la palma de mi mano, no acostumbraba a esconderme por callejones y demás. Cruzamos una esquina y nos deslizamos por el estrecho pasillo entre una de las casas y la muralla.
-Mierda. Han puesto una valla... esto no solía estar aquí.- maldijo.
-Cuando la vida te pone muros delante...- dije
-¿Los destrozas?- preguntó el gato. Fruncí el ceño.
-No. Los escalas. ¿Por quien me tomas?-
-Por alguien que les pondría el camino fácil a los que le siguiesen.- dijo, encogiendose de hombros. Me arrodillé y junté ambas manos, poniéndolas de escalón. El felino colocó su pie derecho y le di impulso, de forma que consiguió subir sin dificultad.
-Solo para que lo sepas, no necesitaba tu ayuda.- dijo desde lo alto del muro, a un par de metros por encima de mi.
-Y aun así, la has tomado.- Me ofreció su mano, y, tras coger fuerza, salté para cogerla.
-¡Ugh! ¡Dioses! ¡Como pesas, cabrón!- se quejó, usando ambos brazos para ayudarme a subir. -Y solo lo he hecho para que te sintieses útil.- aclaró.
-Muy bien... vale, creo que desde aquí podemos movernos por los tejados.- dije.
-¿No hay centinelas en los muros?
-¿No tienes una ballesta?- sonreí, mostrando los caninos.
-...eres un bruto.- El hombre gato se sentó sobre el muro de piedra. -Igual es mejor ir por la calle, esta vez.- sugirió.
-Supongo... debería tener más cuidado. Te hice una promesa, después de todo.- suspiré, cerrando los ojos. Se hizo un largo silencio.
-Sabes, Asher... no me importaría pasar el resto de mi vida de esta forma.- confesó el gato.
-Si... a mi tampoco.- sonreí.
Bajo la sombra de los muros de la ciudad, en un rincón privado junto al jardín de alguien, había dos hombres bestia, descansando. Uno era un perro que había encontrado una familia. El otro, un gato que solo quería conservarla.
Asher Daregan
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