[MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
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[MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
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El Norte no olvida...
Incapaz de dejar pasar por alto aquel ‘‘artefacto’’ que había caído en las gélidas tierras de Dundarak, ahora podría decirse que aquel territorio ignoraba el enorme peligro que les acechaba.
¿Acaso se trataba de un regalo de los Dioses? ¿Cómo llegó hasta allí?
¡Gente ilusa e insensata! ¡Por supuesto que no se trataba de un regalo divino! Y muy tarde descubrirían que se trataba de una terrible maldición.
En un inicio todo sería oscuridad, pero pronto todo se convertiría en muerte o destrucción, como si el destino presagiase el fin de las razas, que hasta ahora habían conseguido convivir en los reinos del norte.
¿Qué eso que se puede observar saliendo de la pirámide? Una misteriosa neblina haría ocasionales apariciones, ensombreciendo el lugar más de una vez en el transcurso del día.
¡Bendita ignorancia! ¡Apiádate de aquellos imprudentes que osan aprovecharse de las insulsas adversidades!
Todo cultivo había perecido, el agua se hallaba contaminada y en las casas podían vislumbrarse los inicios de la terrible catástrofe. Niños, mujeres, padres, hermanos…muchos inocentes habían perecido a causa de una infausta enfermedad en este terrorífico capitulo en la historia de nuestro universo.
Dolor, desolación, mortandad…
No hay palabras que puedan describir el escenario que azotaba Dundarak. Cadáveres putrefactos adornaban las calles, apilándose a las afueras, como si deseasen crear una siniestra barricada que evitase el escape de los aterrados habitantes que aún seguían con vida.
La enfermedad cobraba centenares de vida con cada hora que pasaba. Nadie sabía cómo hacerle frente, ni que hacer para evitar el llamado de la dama de negro.
El caos era inimaginable, muchos intentaban huir sin conseguirlo, y por si fuera poco el terror era progresivo; pero esto…
Esto solo era el comienzo…
☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
Llegó la enfermedad con síntomas comunes, por lo que la mayoría no llegó a tomar en serio la situación. El problema vino después, cuando el padecimiento tomo un carácter agresivo y pronto gran parte de la población se vería sumida en una terrible epidemia.
La Gran Encantadora era consciente de que debían tomarse las medidas necesarias, para enfrentar la situación lo más pronto posible, por lo que no dudó en reclutar a sus mejores hombres para dicha tarea.
Después de debatirlo con la tensai de fuego, Abbey Frost llegó a la conclusión de que la respuesta podría encontrarse dentro de la misteriosa pirámide en cuyo perímetro podrían vislumbrarse una inexplicable neblina.
¿Qué había en su interior? La respuesta podría ser la solución a la horrible situación por la que estaban atravesando.
Desafortunadamente entrar a la pirámide les costaría más trabajo del que ella creyó, puesto que haría falta una llave, para abrir el pasadizo que permitiría el acceso al interior del ‘‘artefacto’’, misma que posiblemente se había esparcido junto con las partículas que contaminaron el agua y los plantíos.
Encontrar los fragmentos de la llave sería la tarea principal. Aunque pronto descubrirían que la tarea sería mucho más difícil de lo que imaginaron.
La Gran Encantadora era consciente de que debían tomarse las medidas necesarias, para enfrentar la situación lo más pronto posible, por lo que no dudó en reclutar a sus mejores hombres para dicha tarea.
Después de debatirlo con la tensai de fuego, Abbey Frost llegó a la conclusión de que la respuesta podría encontrarse dentro de la misteriosa pirámide en cuyo perímetro podrían vislumbrarse una inexplicable neblina.
¿Qué había en su interior? La respuesta podría ser la solución a la horrible situación por la que estaban atravesando.
Desafortunadamente entrar a la pirámide les costaría más trabajo del que ella creyó, puesto que haría falta una llave, para abrir el pasadizo que permitiría el acceso al interior del ‘‘artefacto’’, misma que posiblemente se había esparcido junto con las partículas que contaminaron el agua y los plantíos.
Encontrar los fragmentos de la llave sería la tarea principal. Aunque pronto descubrirían que la tarea sería mucho más difícil de lo que imaginaron.
No era un secreto que el carácter de la Gran Encantadora podía ser bastante complicado, pero este no era el momento de dejarse llevar por la envidia y el orgullo, si es que deseaba hallar una solución al problema y hacerse con el artefacto ‘‘maldito’’.
El ambiente frío embriagaría el lugar como siempre que ella estaba cerca. La altiva mirada se posaría en la mujer que se encontraba frente a ella en esos momentos, pues había sido la primera en acudir al llamado de la tensai, para después pasarla al hombre que yacía al lado de esta.
-No es necesario que explique la situación por la que Dundarak atraviesa -habló con un tono imponente-. Vosotros mismos podéis daros cuenta de lo nos atañe - está vez su voz obtuvo un toque de arrogancia-.Os he encomendado la misión de encontrar uno de los fragmentos de la llave de la pirámide. Este se encuentra escondido en uno de los sectores cercanos a las afueras de la ciudad -no iba a dar explicaciones de cómo habían dado con el paradero de las partes de la llave y menos a ella, pues el brujo, por otro lado, le daba igual-. Como sanadora no creo que tengas problema alguno en interactuar con los enfermos, ¿o sí? -Sentenció con altivez, mirando a la de cabellos blanquecinos-. Nos reencontraremos en la entrada de la pirámide.
A regañadientes le entregaría un pequeño mapa a la elfa, mismo que les ayudaría a llegar hasta el sector donde debería encontrar aquel fragmento tan importante para los planes del gremio, junto con una insulsa lista de indicaciones y una pequeña descripción del fragmento que deberían encontrar.
1.- Se prohíbe coger agua de lugares estancados
2.- Se prohíbe cualquier tipo de contacto físico entre los habitantes
3.- Se extrema la vigilancia en niños y ancianos.
Para cuando la pareja llegase al sector establecido el ocaso haría su anuncio en lo alto del cenit, pintando el escenario con una escalofriante neblina, aunque esta no sería provocada por la pirámide. Ya podríais agradecer a los dioses por esta suerte.
Los cadáveres se apilarían a lo largo del río que deberían seguir para llegar a su destino, haciendo que el trayecto se volviese aún más pesado y escalofriante.
Algunas cabañas podrían vislumbrarse en la lejanía, mostrando que no faltaba mucho para que ambos hiciesen su arribo, aunque yo en su lugar temería por la extraña aura de quietud que embargaría el ambiente.
Lo más intrigante serían los cuerpos colgados en los troncos de los árboles, en cuyas frentes se habían marcado una especie de cruz.
Tal vez…era tiempo de pensar que la enfermedad sería lo de menos…
El ambiente frío embriagaría el lugar como siempre que ella estaba cerca. La altiva mirada se posaría en la mujer que se encontraba frente a ella en esos momentos, pues había sido la primera en acudir al llamado de la tensai, para después pasarla al hombre que yacía al lado de esta.
-No es necesario que explique la situación por la que Dundarak atraviesa -habló con un tono imponente-. Vosotros mismos podéis daros cuenta de lo nos atañe - está vez su voz obtuvo un toque de arrogancia-.Os he encomendado la misión de encontrar uno de los fragmentos de la llave de la pirámide. Este se encuentra escondido en uno de los sectores cercanos a las afueras de la ciudad -no iba a dar explicaciones de cómo habían dado con el paradero de las partes de la llave y menos a ella, pues el brujo, por otro lado, le daba igual-. Como sanadora no creo que tengas problema alguno en interactuar con los enfermos, ¿o sí? -Sentenció con altivez, mirando a la de cabellos blanquecinos-. Nos reencontraremos en la entrada de la pirámide.
A regañadientes le entregaría un pequeño mapa a la elfa, mismo que les ayudaría a llegar hasta el sector donde debería encontrar aquel fragmento tan importante para los planes del gremio, junto con una insulsa lista de indicaciones y una pequeña descripción del fragmento que deberían encontrar.
1.- Se prohíbe coger agua de lugares estancados
2.- Se prohíbe cualquier tipo de contacto físico entre los habitantes
3.- Se extrema la vigilancia en niños y ancianos.
Para cuando la pareja llegase al sector establecido el ocaso haría su anuncio en lo alto del cenit, pintando el escenario con una escalofriante neblina, aunque esta no sería provocada por la pirámide. Ya podríais agradecer a los dioses por esta suerte.
Los cadáveres se apilarían a lo largo del río que deberían seguir para llegar a su destino, haciendo que el trayecto se volviese aún más pesado y escalofriante.
Algunas cabañas podrían vislumbrarse en la lejanía, mostrando que no faltaba mucho para que ambos hiciesen su arribo, aunque yo en su lugar temería por la extraña aura de quietud que embargaría el ambiente.
Lo más intrigante serían los cuerpos colgados en los troncos de los árboles, en cuyas frentes se habían marcado una especie de cruz.
Tal vez…era tiempo de pensar que la enfermedad sería lo de menos…
- Escenario:
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- Fragmento de llave a encontrar:
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Ambos: Imagino que no tendréis ningún inconveniente en ir juntos, ¿o sí? En un inicio tenía pensado algo muy diferente, pero al ponerme a leer mejor me di cuenta que mis misiones iban muy a profundidad para la Logia y menos para la trama global, así que decidí hacer algo que os permita dejar huella en el inicio de la historia. Por ahora Abbey os ha encomendado encontrar un fragmento de la llave, escondido en este misterioso sector. Todo a donde miréis será muerte y desolación, y...desafortunadamente esto no va a cambiar pronto. La misión está programada para completarla en 5 turnos, pero si es necesario podremos expandirnos uno más, aunque por cuestiones de tiempo con mis compañeros me encantaría que priorizáramos los tiempos de posteo al máximo, debido a la última misión que durará un poquito más. En este turno solo debéis encontraros con Abbey y seguir las instrucciones que os ha dado, no considero necesario daros más instrucciones, ya que esta es solo la introducción.
Wyn
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Su último viaje había sido el peor de toda su vida. Peor incluso, del que había iniciado junto a su hermana años atrás. Aquel que realizara para encontrar a sus padres desaparecidos. O alguna pista sobre ellos. Sobre su destino.
En aquella ocasión, ya había pasado el tiempo suficiente para hacerse a la idea de la situación más probable. Que sus progenitores habían muerto. Los años pasaron desde el día que desaparecieran misteriosamente, desde que dejaran de llegar sus cartas, y pocos motivos tendrían para no volver a contactar con sus hijos. Por supuesto, el más doloroso de tales motivos, era también el más evidente.
Sin embargo, ahora todo era demasiado reciente como para tener el alivio del tiempo.
Ese trayecto en barco había supuesto un duro reto para él. Irónico. Un viaje en barco le suponía un reto. A él. Un guerrero que había luchado hasta contra aquella mala bestia de Querostraza, aunque lo más correcto era decir que le había sobrevivido. En cualquier caso, que un trecho sobre un buque supusiera un desafío, podía parecer algo impropio para alguien como él. Pero las circunstancias así lo habían querido.
De forma inconsciente, Vinc acarició el pomo de la empuñadura de la espada que obtuviera el día que había luchado contra el dragón negro. Y después de notar el tacto del metal en sus yemas, reaccionó, saliendo de sus recuerdos, y volviendo al lugar en el que se encontraba.
Abbey hablaba, y aunque lo que decía era importante, su vista buscó a la otra persona de la sala. La elfa que estaba con él el día que consiguiera la espada. Y le dedicó una cálida y afectiva sonrisa, en cuanto se cruzó con su mirada de mar.
Verla le reconfortaba. Su falta era lo que había convertido el viaje de vuelta en una experiencia horrible. Pues su falta significaba que la había perdido para siempre, o eso pensaba, hasta que llegó a Dundarak.
Fue un trayecto duro. Donde no había hablado con casi nadie, más que lo justo y necesario, y se había aislado en su propia persona. A veces un hombre necesitaba estar consigo mismo, y con nadie más. Y con la perspectiva que le tocaba vivir, necesitaba su espacio.
No obstante, en esta ocasión los dioses fueron bondadosos, y cuando alcanzó la ciudad de los dragones, su martirio terminó. Allí estaba su amada, sana y salvo. Y con la simple visión de su silueta, su alma se alivió y reparó, con la misma rapidez que un rayo de sol cruza el firmamento al alba.
No sabía cómo había llegado hasta allí. Pero en esos instantes poco le importaba. Solo abrazarla. Sentir la suavidad de su piel, el calor de su cuerpo, y poder palpar físicamente que no se había vuelto loco, y no era una ilusión.
Eso había ocurrido hacía varios días. Tiempo donde, por supuesto, tuvo la oportunidad de conocer, por medio de la propia Níniel, como la sacerdotisa había regresado con Catherine. Y él también pudo explicarle su aventura y como había podido volver en barco, junto a Lucy, Rachel, Geralt.
Pero para poco más habían tenido tiempo. Para ponerse al día, y sentir el alivio de saber que ambos estaban vivos. Que todos lo habían conseguido.
Ello se debía, a que cuando había abandonado Dundarak, por medio de aquel cuadro en la torre, se había ido de una ciudad llena de vida y color. Más en su regreso, se había encontrado con una ciudad llena de muerte y desolación. Una ciudad que cada día se volvía más oscura y perdida.
La hermosa Dundarak. Joya de los dragones, y maravilla del mundo. Era hoy un inmenso túmulo.
-No os preocupéis. Haremos todo lo que esté en nuestra mano para recuperar el fragmento-, contestó a la Gran encantadora, obviando el tono que esta solía usar.
La joven Abbey tenía una clara falta de tacto. Pero la consideraba una mujer capaz, más aún con lo poderosa que era, pese a su juventud. Y también sabía que intentaba hacer lo correcto. Por ello, aunque en sus formas fueran tan brusca, no le caía mal la joven hechicera.
- No perdamos más tiempo. Antes partamos, antes podremos acabar con esta pesadilla-, comentó, encaminándose hacia la salida.
Sabiendo del problema que había, nada más ser avisado de que una de las grandes encantadoras requería su presencia, preparó sus cosas para el viaje. Al menos gran parte de ellas.
- Iré a por mis cosas para el viaje, nos encontraremos en la entrada de la torre, antes de partir-, dijo sonriente, nada más salir de la habitación. Luego acercó su rostro al de Níniel, y le dedicó un suave beso en los labios. - No tardaré-, le guiñó un ojo, y se dirigió hacia su cuarto.
Habiendo podido preparar parte del equipaje, tenerlo listo no le llevó más que un rato apenas. Por lo que nada más terminar de empaquetar sus cosas, se dirigió a la entrada de la torre. Con su parte lista, solamente le quedaba esperar por su adorable elfa, y partir en cuanto ella llegara hasta él. Níniel tenía el mapa que le había dado, así que llegar al poblado sería coser y cantar.
O eso pensaba.
No es que el trayecto fuera complicado. Al contrario. Pero después de varias horas andando por la ribera de ese río, las expectativas no podían ser más descorazonadoras.
¿Dundarak podría salvarse después de contemplar aquello? La razón le decía que sí, que mientras hubiera una posibilidad, había una esperanza de conseguirlo. Sin embargo, los sentimientos que comenzaba a albergar, al ver tanta muerte a su paso, le hacían pensar que dicha posibilidad se agotaba a gran velocidad. Si es que aún podía servir para algo abrir la pirámide.
Tantos cadáveres apilados junto al río, inevitablemente hacía cuestionárselo. Por supuesto que no iba a dar un paso atrás. No era de los que se amilanaban fácilmente. Pero con tantos muertos, la pregunta adquiría mayores dimensiones. Ya no solo había que preguntarse si Dundarak estaba perdida. Había que cuestionarse si todo el Norte no lo estaría.
Que podía decir. Esa misma cuestión era motivo más que suficiente para seguir hacia adelante. Si no quería ver las tierras de los dragones colapsar, debían conseguir los fragmentos de la llave. Seguramente fueran la única esperanza que quedaba.
El tiempo avanzaba, entre paso y paso, mientras pensaba en los problemas del Norte. En su misión actual. Hasta el punto de ya estar mucho más cerca de su destino, para cuando el sol comenzara a ocultarse tras el firmamento.
La siempre mágica luminosidad del ocaso del día, se entremezclaba con la niebla que rodeaba el bosque cercano al poblado marcado en el mapa de Níniel. Avanzaban por un camino que atravesaba dicho bosque. Con los últimos rayos del sol atravesando las copas de los árboles, y el cielo despejado de ramas de la calzada, hasta toparse con la niebla que lo envolvía todo hasta gran altura. En ese punto, los haces del sol se difuminaba en un hermoso espectáculo de color anaranjado.
Una escena de gran belleza, pero que no por ello dejaba de acarrear peligro.
A uno de los costados del camino. El bosque se topaba rápidamente con el río que seguían, y cuyo curso los llevaría hasta el famoso poblado que debían alcanzar. Allí los rayos anaranjados del sol, brillaban sobre la superficie del agua, y tal belleza, contrastaba con la espeluznante realidad de la muerte al pie de su ribera. Como era posible, que tanta hermosura y atrocidad convivieran de un modo tan cercano.
- Debemos estar alerta-, comentó a su compañera. - Con esta niebla, es fácil caer en una emboscada-, dijo, antes de continuar el camino.
Los cadáveres junto al río los acompañaron en todo momento. Convirtiendo el tranquilo camino hasta el pueblo en toda una experiencia amenazadora. Aquella niebla también persistió durante el viaje. Sin embargo, pronto se alegró de poder divisar algunos edificios tras el manto nebuloso. El fragmento de la llave estaría en él, y la esperanza del norte pendía de ese trozo de llave. Que irónico podía llegar a ser, que tantas vidas pendieran de un pedazo de llave.
No obstante, su alegría no duró demasiado.
- Como puedo toparme siempre con estos tipos-, comentó. Más para sí mismo que para su querida elfa, pero en un tono suficientemente alto como para que lo escuchara.
Vinc suspiró resignado, y no pudo evitar negar con la cabeza, al contemplar las marcas en las frentes de las personas colgadas.
- Nunca es tan fácil como llegar, tomar lo que necesitamos, y volver a casa-, dijo sin perder la resignación, mirando hacia Níniel, y con una media sonrisa que marcaba aún más dicha resignación. - Mucho me temo, que necesitaré tu poderosa magia una vez más. Debemos tener aún más cuidado que antes. Y prepararnos para lo peor-, musitó, volviendo su mirada otra vez hacia el frente. Al mismo tiempo que tomaba su espada por la empuñadura, y la desenvainaba con lentitud.
No sabía si encontraría la llave. Si conseguiría frenar esa epidemia. Si podría ayudar a salvar a los dragones, y probablemente al resto de los habitantes de Aerandir, si detenían ese mal. Había muchas cosas que no sabía. Pero de lo que podía estar seguro, era que los cadáveres no se colgaban solos de los árboles.
En aquella ocasión, ya había pasado el tiempo suficiente para hacerse a la idea de la situación más probable. Que sus progenitores habían muerto. Los años pasaron desde el día que desaparecieran misteriosamente, desde que dejaran de llegar sus cartas, y pocos motivos tendrían para no volver a contactar con sus hijos. Por supuesto, el más doloroso de tales motivos, era también el más evidente.
Sin embargo, ahora todo era demasiado reciente como para tener el alivio del tiempo.
Ese trayecto en barco había supuesto un duro reto para él. Irónico. Un viaje en barco le suponía un reto. A él. Un guerrero que había luchado hasta contra aquella mala bestia de Querostraza, aunque lo más correcto era decir que le había sobrevivido. En cualquier caso, que un trecho sobre un buque supusiera un desafío, podía parecer algo impropio para alguien como él. Pero las circunstancias así lo habían querido.
De forma inconsciente, Vinc acarició el pomo de la empuñadura de la espada que obtuviera el día que había luchado contra el dragón negro. Y después de notar el tacto del metal en sus yemas, reaccionó, saliendo de sus recuerdos, y volviendo al lugar en el que se encontraba.
Abbey hablaba, y aunque lo que decía era importante, su vista buscó a la otra persona de la sala. La elfa que estaba con él el día que consiguiera la espada. Y le dedicó una cálida y afectiva sonrisa, en cuanto se cruzó con su mirada de mar.
Verla le reconfortaba. Su falta era lo que había convertido el viaje de vuelta en una experiencia horrible. Pues su falta significaba que la había perdido para siempre, o eso pensaba, hasta que llegó a Dundarak.
Fue un trayecto duro. Donde no había hablado con casi nadie, más que lo justo y necesario, y se había aislado en su propia persona. A veces un hombre necesitaba estar consigo mismo, y con nadie más. Y con la perspectiva que le tocaba vivir, necesitaba su espacio.
No obstante, en esta ocasión los dioses fueron bondadosos, y cuando alcanzó la ciudad de los dragones, su martirio terminó. Allí estaba su amada, sana y salvo. Y con la simple visión de su silueta, su alma se alivió y reparó, con la misma rapidez que un rayo de sol cruza el firmamento al alba.
No sabía cómo había llegado hasta allí. Pero en esos instantes poco le importaba. Solo abrazarla. Sentir la suavidad de su piel, el calor de su cuerpo, y poder palpar físicamente que no se había vuelto loco, y no era una ilusión.
Eso había ocurrido hacía varios días. Tiempo donde, por supuesto, tuvo la oportunidad de conocer, por medio de la propia Níniel, como la sacerdotisa había regresado con Catherine. Y él también pudo explicarle su aventura y como había podido volver en barco, junto a Lucy, Rachel, Geralt.
Pero para poco más habían tenido tiempo. Para ponerse al día, y sentir el alivio de saber que ambos estaban vivos. Que todos lo habían conseguido.
Ello se debía, a que cuando había abandonado Dundarak, por medio de aquel cuadro en la torre, se había ido de una ciudad llena de vida y color. Más en su regreso, se había encontrado con una ciudad llena de muerte y desolación. Una ciudad que cada día se volvía más oscura y perdida.
La hermosa Dundarak. Joya de los dragones, y maravilla del mundo. Era hoy un inmenso túmulo.
-No os preocupéis. Haremos todo lo que esté en nuestra mano para recuperar el fragmento-, contestó a la Gran encantadora, obviando el tono que esta solía usar.
La joven Abbey tenía una clara falta de tacto. Pero la consideraba una mujer capaz, más aún con lo poderosa que era, pese a su juventud. Y también sabía que intentaba hacer lo correcto. Por ello, aunque en sus formas fueran tan brusca, no le caía mal la joven hechicera.
- No perdamos más tiempo. Antes partamos, antes podremos acabar con esta pesadilla-, comentó, encaminándose hacia la salida.
Sabiendo del problema que había, nada más ser avisado de que una de las grandes encantadoras requería su presencia, preparó sus cosas para el viaje. Al menos gran parte de ellas.
- Iré a por mis cosas para el viaje, nos encontraremos en la entrada de la torre, antes de partir-, dijo sonriente, nada más salir de la habitación. Luego acercó su rostro al de Níniel, y le dedicó un suave beso en los labios. - No tardaré-, le guiñó un ojo, y se dirigió hacia su cuarto.
Habiendo podido preparar parte del equipaje, tenerlo listo no le llevó más que un rato apenas. Por lo que nada más terminar de empaquetar sus cosas, se dirigió a la entrada de la torre. Con su parte lista, solamente le quedaba esperar por su adorable elfa, y partir en cuanto ella llegara hasta él. Níniel tenía el mapa que le había dado, así que llegar al poblado sería coser y cantar.
O eso pensaba.
No es que el trayecto fuera complicado. Al contrario. Pero después de varias horas andando por la ribera de ese río, las expectativas no podían ser más descorazonadoras.
¿Dundarak podría salvarse después de contemplar aquello? La razón le decía que sí, que mientras hubiera una posibilidad, había una esperanza de conseguirlo. Sin embargo, los sentimientos que comenzaba a albergar, al ver tanta muerte a su paso, le hacían pensar que dicha posibilidad se agotaba a gran velocidad. Si es que aún podía servir para algo abrir la pirámide.
Tantos cadáveres apilados junto al río, inevitablemente hacía cuestionárselo. Por supuesto que no iba a dar un paso atrás. No era de los que se amilanaban fácilmente. Pero con tantos muertos, la pregunta adquiría mayores dimensiones. Ya no solo había que preguntarse si Dundarak estaba perdida. Había que cuestionarse si todo el Norte no lo estaría.
Que podía decir. Esa misma cuestión era motivo más que suficiente para seguir hacia adelante. Si no quería ver las tierras de los dragones colapsar, debían conseguir los fragmentos de la llave. Seguramente fueran la única esperanza que quedaba.
El tiempo avanzaba, entre paso y paso, mientras pensaba en los problemas del Norte. En su misión actual. Hasta el punto de ya estar mucho más cerca de su destino, para cuando el sol comenzara a ocultarse tras el firmamento.
La siempre mágica luminosidad del ocaso del día, se entremezclaba con la niebla que rodeaba el bosque cercano al poblado marcado en el mapa de Níniel. Avanzaban por un camino que atravesaba dicho bosque. Con los últimos rayos del sol atravesando las copas de los árboles, y el cielo despejado de ramas de la calzada, hasta toparse con la niebla que lo envolvía todo hasta gran altura. En ese punto, los haces del sol se difuminaba en un hermoso espectáculo de color anaranjado.
Una escena de gran belleza, pero que no por ello dejaba de acarrear peligro.
A uno de los costados del camino. El bosque se topaba rápidamente con el río que seguían, y cuyo curso los llevaría hasta el famoso poblado que debían alcanzar. Allí los rayos anaranjados del sol, brillaban sobre la superficie del agua, y tal belleza, contrastaba con la espeluznante realidad de la muerte al pie de su ribera. Como era posible, que tanta hermosura y atrocidad convivieran de un modo tan cercano.
- Debemos estar alerta-, comentó a su compañera. - Con esta niebla, es fácil caer en una emboscada-, dijo, antes de continuar el camino.
Los cadáveres junto al río los acompañaron en todo momento. Convirtiendo el tranquilo camino hasta el pueblo en toda una experiencia amenazadora. Aquella niebla también persistió durante el viaje. Sin embargo, pronto se alegró de poder divisar algunos edificios tras el manto nebuloso. El fragmento de la llave estaría en él, y la esperanza del norte pendía de ese trozo de llave. Que irónico podía llegar a ser, que tantas vidas pendieran de un pedazo de llave.
No obstante, su alegría no duró demasiado.
- Como puedo toparme siempre con estos tipos-, comentó. Más para sí mismo que para su querida elfa, pero en un tono suficientemente alto como para que lo escuchara.
Vinc suspiró resignado, y no pudo evitar negar con la cabeza, al contemplar las marcas en las frentes de las personas colgadas.
- Nunca es tan fácil como llegar, tomar lo que necesitamos, y volver a casa-, dijo sin perder la resignación, mirando hacia Níniel, y con una media sonrisa que marcaba aún más dicha resignación. - Mucho me temo, que necesitaré tu poderosa magia una vez más. Debemos tener aún más cuidado que antes. Y prepararnos para lo peor-, musitó, volviendo su mirada otra vez hacia el frente. Al mismo tiempo que tomaba su espada por la empuñadura, y la desenvainaba con lentitud.
No sabía si encontraría la llave. Si conseguiría frenar esa epidemia. Si podría ayudar a salvar a los dragones, y probablemente al resto de los habitantes de Aerandir, si detenían ese mal. Había muchas cosas que no sabía. Pero de lo que podía estar seguro, era que los cadáveres no se colgaban solos de los árboles.
Vincent Calhoun
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Varios días con sus respectivas noches, muchas de ellas en vela, habían transcurrido desde que Níniel había regresado al norte a bordo de aquella extraña y misteriosa pirámide, tras recorrer la enorme distancia que separaba la isla de las aves de Dundarak más rápido de lo que para ninguna criatura que la elfa conociera, ni tan siquiera las aladas, sería posible. Al menos sin magia.
Cómo había podido comenzar a volar y a moverse tan rápido algo de ese tamaño era algo que añadir a la larga lista de preguntas sin respuesta sobre la extraña estructura, incluso para los que como ella habían estado en su interior y hasta habían llegado a tener delante el extraño mecanismo que en teoría permitía tal hazaña a tan colosal edificación. Una lista en la que por desgracia dicho interrogante no ocupaba ni de lejos el primer puesto, pues poca importancia tenía algo así cuando toda Dundarak agonizaba bajo los efectos negativos que la pirámide causaba, y cuando nada de lo que habían intentado para revertirlo había funcionado ni remotamente.
¿Cómo podría? Si de hecho ni siquiera habían sido capaces de volver a entrar a ella desde que ésta se detuvo y "expulsó" a Níniel y a los demás de su interior. Tampoco habían sido capaces de dar con Korax, artífice de la perversión de la reliquia que albergaba la pirámide y sin duda la máxima conocedora de sus secretos... La situación era insostenible, y no hacía sino ir a peor con cada día que pasaba, incluso con cada hora. Y no parecía que aquella funesta tendencia fuese a mejorar
Al principio los efectos perniciosos de la pirámide no fueron demasiado graves. Cierto malestar en algunos segmentos de la población, algunas reserva de agua contaminadas y la consecuente pérdida de cosechas...Pero pronto quedó patente que aquello solo era el comienzo. Al cabo de unos días el número de víctimas y pérdidas se tornaron catastróficas, y con ello el caos y el miedo se adueñaron de la región. Los que no morían por culpa de la enfermedad lo hacían tratando de robar o de evitar que les robasen lo poco o mucho que tuviesen. Todo tipo de crímenes se propagaron por la ciudad más rápido que un incendio incontrolado y los dragones poco podían hacer al respecto al verse superados y sus fuerzas también menguadas y dividas, casi tan poco como los sanadores al tratar de encontrar una cura para aquella plaga.
Ante algo así, incluso la alegría por el retorno de Vincent, a quien muchos miembros de la logia daban por muerto al enterarse del naufragio sufrido por el grupo de la alta encantadora Fireheart, no duró demasiado. Por supuesto todos celebraron su vuelta permitiéndose unos momentos de dicha y esperanza, Níniel la que más, pero sencillamente aquello era demasiado. Tanto que incluso la joven había llegado a encontrar a algunos de los miembros más veteranos de la logia llorando por los pasillos, derrumbados ante la pérdida de amigos, conocidos, familiares...o incluso por los desconocidos. No podía culpárseles de nada. Incluso la sacerdotisa, acostumbrada como sanadora a tratar heridas y enfermedades, a mirar a la muerte a la cara y sostener con ella un combate que no siempre podía ganar, se obligaba a no dejar de trabajar a sabiendas de que si se detenía quizá acabara como ellos.
Muy posiblemente de no haberle devuelto los dioses a Vincent...El brujo había sido su gran apoyo desde su regreso.
-Níniel.- Interrumpió una joven y femenina voz sacando a la peliblanca de sus pensamientos. Casi sobresaltándola al no haberse dado cuenta del momento en el que una joven bruja de poco más de veinte años de edad había llegado hasta la solitaria biblioteca de la torre. -¿Qué? Oh, eres tu Mati. ¿Qué ocurre? Estoy muy ocupada.- Respondió la elfa ya de vuelta a la realidad, cerrando el libro que tenía delante y dejándolo a un lado para dejar sitio libre a un nuevo tratado de enfermedades documentadas, el enésimo de la semana.
-La alta encantadora quiere que vayas a verla. Dice que es urgente...Parecía bastante...Bueno, más ella de lo normal.- Fueron las palabras de la joven de largo y rizado cabello caoba. Y las dijo con el temor reverencial que la mayoría de los miembros de la logia sentían por la tensai de agua. Más que justificado desde luego, especialmente cuando apenas se era una recién llegada.
-¿Abbey? Me pregunto que querrá ahora...- Dijo la peliblanca bajando su mirada hasta el encuadernado del nuevo libro que estaba a punto de comenzar a estudiar en busca de algo que pudiera ayudar a combatir contra el terrible mal que asolaba aquellas tierras. -Bien, voy ahora mismo. ¿Podrías guardar los libros que he dejado sobre la mesa en su sitio por mi? Creo que me he dejado llevar...otra vez.- Pidió a su compañera levantándose y señalando el gran número de ellos que había ido dejando sobre la mesa tras horas y horas de lectura.
-No hay problema, me vendrá bien estar un rato aquí, tranquila...Todo el mundo...Bueno, ya sabes...- Fue la respuesta de la mujer que tomó el primer libro sin perder tiempo y comenzó a tratar de ubicar su correspondiente lugar en los estantes.
-Sí, lo sé... Mejor no hago esperar a la alta encantadora. Tómate tu tiempo.- Terminó de decir la elfa asintiendo con un deje de tristeza ante las palabras de su compañera, saliendo de allí y dirigiéndose hasta la oficina de la bruja maestra en magia de hielo y poseedora de un carácter totalmente acorde a su elemento. Un lugar que la propia Abbey se ocupaba de convertir en una zona incómoda en la que estar, tanto por su reputación como por el frío que se ocupaba de hacer sentir a quien allí entrara. Con excepción de los brujos de fuego claro.
No tardó la peliblanca en llegar a su destino, y una vez allí Abbey la instó a sentarse, informándole de que también había hecho llamar a Vincent y que una vez estuviera allí les comunicaría el motivo de su llamada a ambos, recibiendo el asentimiento silencioso de la sacerdotisa por ello; Aquello era curioso en cierta forma. Y es que aunque Abbey y Lucy eran muy distintas, hasta el punto de llegar incluso a tener sus roces, a ambas les gustaba hacer eso mismo, esperar para comunicar las cosas y hacerse las interesantes, algo casi gracioso.
En cualquier caso Vincent no tardaría en llegar, por lo que el misterio, la espera y el incómodo silencio apenas si durarían unos breves minutos. Gracias a los dioses. Momento tras el cual Abbey les pondría al corriente de lo que esperaba de ellos, aunque con un tono...Bueno, propio de ella. Y nada inesperado.
-Ni el más mínimo problema.- Respondería Níniel a su encomienda, cortando de inmediato cualquier tipo de satisfacción que la bruja sintiera por enviar a la elfa a hacer su trabajo sucio. Y es que además de sanadora era elfa, raza conocida entre otras virtudes por su natural resistencia a las enfermedades. -Así pues en las afueras...- Añadiría tomando y revisando el mapa que la alta encantadora le tendió a continuación y compartiéndolo también con Vincent, así como el dibujo de la pieza que debían encontrar y un pequeño papel con unas serie de sencillas instrucciones que les ayudarían, supuestamente, a reducir el riesgo de acabar contagiándose.
Una vez acabada la reunión, brujo y elfa saldrían de la habitación, compartiendo un momento cómplice al que la elfa respondería con gusto, aunque a diferencia de Vincent sin una sonrisa para acompañarlo. Demasiado sufrimiento, demasiadas horas de trabajo e investigación inútil como para sonreír, aunque a pesar de ello un gesto que la animó de cara a lo que estaba por venir. Algo que sin duda no iba a ser tan sencillo como simplemente ir del punto A al punto B...Nunca lo era.
-Nos vemos allí, no tardaré mucho tampoco en prepararme.- Fueron sus palabras en respuesta a las del brujo, encaminándose también hasta su propia habitación donde se pertrechó sin dudar en incluir entre dichos preparativos el ponerse la armadura, así como su confortable ropa de abrigo para hacer frente al siempre duro clima del norte. Una vez estuvo lista bajó hasta la planta baja y desde allí salió al exterior de la torre, dirigiéndose a los establos donde Vincent ya la esperaba. Así como Trickster, su fiel montura de suave y blanco plumaje, al cual ensilló con ayuda del mozo de cuadra. Al menos hasta que el upelero casi le arranca un brazo por “tomarse demasiadas confianzas” a la hora de apretar las cinchas.
-En marcha.- Diría tras montar y echándole un nuevo y rápido vistazo al mapa para asegurarse del rumbo que debían tomar desde allí. El cual les llevaría, siguiendo el curso de un río cercano, a través de un pequeño bosque y desde allí, sin separarse del agua, hasta el no muy lejano pueblo. -Iremos por aquí hasta dar con el río y luego al norte, remontando su curso. Hice bien en abrigarme bien.-Compartía guardando el mapa entre los pliegues de su capa e instando al upelero a moverse.
Una gran quietud reinaría durante los primeros compases de su viaje, convirtiéndose el silencio en un compañero de viaje más mientras avanzaban por los caminos y senderos buscando encontrarse con aquel río que sería su más fiable guía hasta su destino. Las patas de sus monturas a menudo se enterraban varios centímetros en nieve virgen no retirada, denotando que a diferencia de lo que solía ser común y habitual apenas si había habido movimiento por allí. Algo que comenzaría a cambiar conforme se acercaban a la ribera del torrente, aunque no para mejor por desgracia.
Los márgenes del rio se habían convertido en una especie de improvisado lugar en el que depositar los cuerpos de los muertos, dejándolos apilados de distinto pero grotesco modo allí tirados, a la intemperie. Cubiertos algunos por capas de nieve y hielo que bien podrían servir para calcular cuánto tiempo llevaban allí. Una visión espantosa que llevó a la mente de la elfa varias de las oraciones dedicadas a sus dioses.
Entre los muertos caminaban también algunos vivos. Hombres con el rostro cubierto mediante telas, seguramente pensando que aquello les evitaría contagiarse, o quizá solo para evitar el olor que a pesar del frío desprenderían todos aquellos cuerpos en descomposición. Ellos eran los encargados de transportar y apilar los cuerpos, aunque no pasó desapercibido para los agudos ojos de la sanadora que algunos no dudaban, amparados en su anonimato, en despojar a los muertos de cualquier cosa de valor que llevaran encima. Así como que tampoco parecía importarles en demasía que sus fallecidos estuvieran convirtiéndose en la comida de los animales carroñeros y oportunistas de turno.
-Ni siquiera pueden ocuparse como es debido de sus muertos...Deberían quemarlos y no dejarlos aquí, a merced de...malnacidos. Así solo propagan mas enfermedades y contaminan el agua...Si es que no lo está ya.- Diría la peliblanca a su compañero rompiendo el reflexivo silencio que había mantenido durante todo el camino, pero sin alzar la voz, pues no quería que alguno de esos profanadores sintiera la tentación de probar suerte con los vivos. Sin duda le gustaría que tales conductas recibieran justo castigo, pero no era el lugar ni el momento, por suerte para ellos. -Aceleremos el paso.- Pidió a continuación tras ver como un par de aquellos sujetos se quedaron mirándoles, aunque volvieron a sus asuntos rápidamente, seguramente tras ver la espada en el cinto del brujo.
Algo más adelante, aún cerca del río, el camino pasó a discurrir atravesando el bosque marcado en el mapa, señal inequívoca de que iban en la buena dirección y también que estaban ya cerca de su destino tras haber recorrido la mayor parte del camino. Buenas noticias a pesar de la niebla que cubría el lugar, pues con el atardecer las temperaturas comenzaban a descender drásticamente y resultaría poco recomendable que la noche del norte les pillara a la intemperie. Criaturas peligrosas salían a buscar su sustento al amparo de Isil, y a algunas de ellas poco les importaría que su dieta habitual fuera enriquecida con carne de elfos, brujos, upeleros y caballos. Claro que muy posiblemente tales criaturas decidieran ignorarlos incluso en la más profunda oscuridad, decantándose por el festín de cuerpos dispuestos casi sin interrupción a lo largo de las orillas.
-Sí, he oído los informes y he visto a esos... miserables ladrones de cuerpos. Los caminos nunca fueron del todo seguros pero ahora... parece que cualquiera se cree que puede hacer lo que quiera...Aprovecharse así de esta situación...Al final es cierto que es en situaciones límite cuando las personas muestra su auténtica naturaleza...- Respondería a las advertencias de su compañero, descartando la opción de aumentar su rango de visión en la niebla gracias a su magia de luz, por temor de convertirse a cambio en un blanco demasiado fácil. -El pueblo debería estar cerca ya. Pronto veremos el humo de sus chimeneas y la silueta de sus edificios, o al menos eso espero.- Comunicó visualizando mentalmente el mapa en su cabeza, aunque al mismo tiempo, y viendo la cantidad de cuerpos, contemplando la opción de que no encontraran en el mismo demasiada hospitalidad, si no otro cementerio.
Y parecía que no andaba muy desencaminada con sus mas aciagos pensamientos, pues tras recorrer un trecho más y comenzar a ver en la distancia las primeras estructuras salpicadas del pueblo, granjas de clima frio seguramente, elfa y brujo no tardaron en toparse con el comité de bienvenida de la aldea. Y no era lo que ningún viajero esperaba o querría encontrarse ni mucho menos.
-¿Estos tipos? ¿Reconoces las marcas?.- Preguntó la joven ante el comentario del bielemental y agudizando aún más los sentidos ante lo evidente que resultaba que aquellos tipos no habían muerto precisamente por causas naturales, ni tampoco presentaban los síntomas de la enfermedad. -¿Criminales ajusticiados o gente del pueblo?- Sugeriría a continuación preparándose para reaccionar ante cualquier amenaza que vislumbrara pero también tratando de encontrar alguna pista en los cuerpos.
-Cuadros mágicos, ladrones trepa muros, piratas inmortales, máquinas trastornadas, pájaros máquina gigantes, dragones más gigantes aún...Con la logia nunca es sencillo, y este lugar parece demasiado tranquilo teniendo en cuenta que esta gente no se ha colgado sola.- Advertiría colocando su bastón frente a ella de manera defensiva. -Avancemos despacio, no hagamos ruido.-
Cómo había podido comenzar a volar y a moverse tan rápido algo de ese tamaño era algo que añadir a la larga lista de preguntas sin respuesta sobre la extraña estructura, incluso para los que como ella habían estado en su interior y hasta habían llegado a tener delante el extraño mecanismo que en teoría permitía tal hazaña a tan colosal edificación. Una lista en la que por desgracia dicho interrogante no ocupaba ni de lejos el primer puesto, pues poca importancia tenía algo así cuando toda Dundarak agonizaba bajo los efectos negativos que la pirámide causaba, y cuando nada de lo que habían intentado para revertirlo había funcionado ni remotamente.
¿Cómo podría? Si de hecho ni siquiera habían sido capaces de volver a entrar a ella desde que ésta se detuvo y "expulsó" a Níniel y a los demás de su interior. Tampoco habían sido capaces de dar con Korax, artífice de la perversión de la reliquia que albergaba la pirámide y sin duda la máxima conocedora de sus secretos... La situación era insostenible, y no hacía sino ir a peor con cada día que pasaba, incluso con cada hora. Y no parecía que aquella funesta tendencia fuese a mejorar
Al principio los efectos perniciosos de la pirámide no fueron demasiado graves. Cierto malestar en algunos segmentos de la población, algunas reserva de agua contaminadas y la consecuente pérdida de cosechas...Pero pronto quedó patente que aquello solo era el comienzo. Al cabo de unos días el número de víctimas y pérdidas se tornaron catastróficas, y con ello el caos y el miedo se adueñaron de la región. Los que no morían por culpa de la enfermedad lo hacían tratando de robar o de evitar que les robasen lo poco o mucho que tuviesen. Todo tipo de crímenes se propagaron por la ciudad más rápido que un incendio incontrolado y los dragones poco podían hacer al respecto al verse superados y sus fuerzas también menguadas y dividas, casi tan poco como los sanadores al tratar de encontrar una cura para aquella plaga.
Ante algo así, incluso la alegría por el retorno de Vincent, a quien muchos miembros de la logia daban por muerto al enterarse del naufragio sufrido por el grupo de la alta encantadora Fireheart, no duró demasiado. Por supuesto todos celebraron su vuelta permitiéndose unos momentos de dicha y esperanza, Níniel la que más, pero sencillamente aquello era demasiado. Tanto que incluso la joven había llegado a encontrar a algunos de los miembros más veteranos de la logia llorando por los pasillos, derrumbados ante la pérdida de amigos, conocidos, familiares...o incluso por los desconocidos. No podía culpárseles de nada. Incluso la sacerdotisa, acostumbrada como sanadora a tratar heridas y enfermedades, a mirar a la muerte a la cara y sostener con ella un combate que no siempre podía ganar, se obligaba a no dejar de trabajar a sabiendas de que si se detenía quizá acabara como ellos.
Muy posiblemente de no haberle devuelto los dioses a Vincent...El brujo había sido su gran apoyo desde su regreso.
-Níniel.- Interrumpió una joven y femenina voz sacando a la peliblanca de sus pensamientos. Casi sobresaltándola al no haberse dado cuenta del momento en el que una joven bruja de poco más de veinte años de edad había llegado hasta la solitaria biblioteca de la torre. -¿Qué? Oh, eres tu Mati. ¿Qué ocurre? Estoy muy ocupada.- Respondió la elfa ya de vuelta a la realidad, cerrando el libro que tenía delante y dejándolo a un lado para dejar sitio libre a un nuevo tratado de enfermedades documentadas, el enésimo de la semana.
-La alta encantadora quiere que vayas a verla. Dice que es urgente...Parecía bastante...Bueno, más ella de lo normal.- Fueron las palabras de la joven de largo y rizado cabello caoba. Y las dijo con el temor reverencial que la mayoría de los miembros de la logia sentían por la tensai de agua. Más que justificado desde luego, especialmente cuando apenas se era una recién llegada.
-¿Abbey? Me pregunto que querrá ahora...- Dijo la peliblanca bajando su mirada hasta el encuadernado del nuevo libro que estaba a punto de comenzar a estudiar en busca de algo que pudiera ayudar a combatir contra el terrible mal que asolaba aquellas tierras. -Bien, voy ahora mismo. ¿Podrías guardar los libros que he dejado sobre la mesa en su sitio por mi? Creo que me he dejado llevar...otra vez.- Pidió a su compañera levantándose y señalando el gran número de ellos que había ido dejando sobre la mesa tras horas y horas de lectura.
-No hay problema, me vendrá bien estar un rato aquí, tranquila...Todo el mundo...Bueno, ya sabes...- Fue la respuesta de la mujer que tomó el primer libro sin perder tiempo y comenzó a tratar de ubicar su correspondiente lugar en los estantes.
-Sí, lo sé... Mejor no hago esperar a la alta encantadora. Tómate tu tiempo.- Terminó de decir la elfa asintiendo con un deje de tristeza ante las palabras de su compañera, saliendo de allí y dirigiéndose hasta la oficina de la bruja maestra en magia de hielo y poseedora de un carácter totalmente acorde a su elemento. Un lugar que la propia Abbey se ocupaba de convertir en una zona incómoda en la que estar, tanto por su reputación como por el frío que se ocupaba de hacer sentir a quien allí entrara. Con excepción de los brujos de fuego claro.
No tardó la peliblanca en llegar a su destino, y una vez allí Abbey la instó a sentarse, informándole de que también había hecho llamar a Vincent y que una vez estuviera allí les comunicaría el motivo de su llamada a ambos, recibiendo el asentimiento silencioso de la sacerdotisa por ello; Aquello era curioso en cierta forma. Y es que aunque Abbey y Lucy eran muy distintas, hasta el punto de llegar incluso a tener sus roces, a ambas les gustaba hacer eso mismo, esperar para comunicar las cosas y hacerse las interesantes, algo casi gracioso.
En cualquier caso Vincent no tardaría en llegar, por lo que el misterio, la espera y el incómodo silencio apenas si durarían unos breves minutos. Gracias a los dioses. Momento tras el cual Abbey les pondría al corriente de lo que esperaba de ellos, aunque con un tono...Bueno, propio de ella. Y nada inesperado.
-Ni el más mínimo problema.- Respondería Níniel a su encomienda, cortando de inmediato cualquier tipo de satisfacción que la bruja sintiera por enviar a la elfa a hacer su trabajo sucio. Y es que además de sanadora era elfa, raza conocida entre otras virtudes por su natural resistencia a las enfermedades. -Así pues en las afueras...- Añadiría tomando y revisando el mapa que la alta encantadora le tendió a continuación y compartiéndolo también con Vincent, así como el dibujo de la pieza que debían encontrar y un pequeño papel con unas serie de sencillas instrucciones que les ayudarían, supuestamente, a reducir el riesgo de acabar contagiándose.
Una vez acabada la reunión, brujo y elfa saldrían de la habitación, compartiendo un momento cómplice al que la elfa respondería con gusto, aunque a diferencia de Vincent sin una sonrisa para acompañarlo. Demasiado sufrimiento, demasiadas horas de trabajo e investigación inútil como para sonreír, aunque a pesar de ello un gesto que la animó de cara a lo que estaba por venir. Algo que sin duda no iba a ser tan sencillo como simplemente ir del punto A al punto B...Nunca lo era.
-Nos vemos allí, no tardaré mucho tampoco en prepararme.- Fueron sus palabras en respuesta a las del brujo, encaminándose también hasta su propia habitación donde se pertrechó sin dudar en incluir entre dichos preparativos el ponerse la armadura, así como su confortable ropa de abrigo para hacer frente al siempre duro clima del norte. Una vez estuvo lista bajó hasta la planta baja y desde allí salió al exterior de la torre, dirigiéndose a los establos donde Vincent ya la esperaba. Así como Trickster, su fiel montura de suave y blanco plumaje, al cual ensilló con ayuda del mozo de cuadra. Al menos hasta que el upelero casi le arranca un brazo por “tomarse demasiadas confianzas” a la hora de apretar las cinchas.
-En marcha.- Diría tras montar y echándole un nuevo y rápido vistazo al mapa para asegurarse del rumbo que debían tomar desde allí. El cual les llevaría, siguiendo el curso de un río cercano, a través de un pequeño bosque y desde allí, sin separarse del agua, hasta el no muy lejano pueblo. -Iremos por aquí hasta dar con el río y luego al norte, remontando su curso. Hice bien en abrigarme bien.-Compartía guardando el mapa entre los pliegues de su capa e instando al upelero a moverse.
Una gran quietud reinaría durante los primeros compases de su viaje, convirtiéndose el silencio en un compañero de viaje más mientras avanzaban por los caminos y senderos buscando encontrarse con aquel río que sería su más fiable guía hasta su destino. Las patas de sus monturas a menudo se enterraban varios centímetros en nieve virgen no retirada, denotando que a diferencia de lo que solía ser común y habitual apenas si había habido movimiento por allí. Algo que comenzaría a cambiar conforme se acercaban a la ribera del torrente, aunque no para mejor por desgracia.
Los márgenes del rio se habían convertido en una especie de improvisado lugar en el que depositar los cuerpos de los muertos, dejándolos apilados de distinto pero grotesco modo allí tirados, a la intemperie. Cubiertos algunos por capas de nieve y hielo que bien podrían servir para calcular cuánto tiempo llevaban allí. Una visión espantosa que llevó a la mente de la elfa varias de las oraciones dedicadas a sus dioses.
Entre los muertos caminaban también algunos vivos. Hombres con el rostro cubierto mediante telas, seguramente pensando que aquello les evitaría contagiarse, o quizá solo para evitar el olor que a pesar del frío desprenderían todos aquellos cuerpos en descomposición. Ellos eran los encargados de transportar y apilar los cuerpos, aunque no pasó desapercibido para los agudos ojos de la sanadora que algunos no dudaban, amparados en su anonimato, en despojar a los muertos de cualquier cosa de valor que llevaran encima. Así como que tampoco parecía importarles en demasía que sus fallecidos estuvieran convirtiéndose en la comida de los animales carroñeros y oportunistas de turno.
-Ni siquiera pueden ocuparse como es debido de sus muertos...Deberían quemarlos y no dejarlos aquí, a merced de...malnacidos. Así solo propagan mas enfermedades y contaminan el agua...Si es que no lo está ya.- Diría la peliblanca a su compañero rompiendo el reflexivo silencio que había mantenido durante todo el camino, pero sin alzar la voz, pues no quería que alguno de esos profanadores sintiera la tentación de probar suerte con los vivos. Sin duda le gustaría que tales conductas recibieran justo castigo, pero no era el lugar ni el momento, por suerte para ellos. -Aceleremos el paso.- Pidió a continuación tras ver como un par de aquellos sujetos se quedaron mirándoles, aunque volvieron a sus asuntos rápidamente, seguramente tras ver la espada en el cinto del brujo.
Algo más adelante, aún cerca del río, el camino pasó a discurrir atravesando el bosque marcado en el mapa, señal inequívoca de que iban en la buena dirección y también que estaban ya cerca de su destino tras haber recorrido la mayor parte del camino. Buenas noticias a pesar de la niebla que cubría el lugar, pues con el atardecer las temperaturas comenzaban a descender drásticamente y resultaría poco recomendable que la noche del norte les pillara a la intemperie. Criaturas peligrosas salían a buscar su sustento al amparo de Isil, y a algunas de ellas poco les importaría que su dieta habitual fuera enriquecida con carne de elfos, brujos, upeleros y caballos. Claro que muy posiblemente tales criaturas decidieran ignorarlos incluso en la más profunda oscuridad, decantándose por el festín de cuerpos dispuestos casi sin interrupción a lo largo de las orillas.
-Sí, he oído los informes y he visto a esos... miserables ladrones de cuerpos. Los caminos nunca fueron del todo seguros pero ahora... parece que cualquiera se cree que puede hacer lo que quiera...Aprovecharse así de esta situación...Al final es cierto que es en situaciones límite cuando las personas muestra su auténtica naturaleza...- Respondería a las advertencias de su compañero, descartando la opción de aumentar su rango de visión en la niebla gracias a su magia de luz, por temor de convertirse a cambio en un blanco demasiado fácil. -El pueblo debería estar cerca ya. Pronto veremos el humo de sus chimeneas y la silueta de sus edificios, o al menos eso espero.- Comunicó visualizando mentalmente el mapa en su cabeza, aunque al mismo tiempo, y viendo la cantidad de cuerpos, contemplando la opción de que no encontraran en el mismo demasiada hospitalidad, si no otro cementerio.
Y parecía que no andaba muy desencaminada con sus mas aciagos pensamientos, pues tras recorrer un trecho más y comenzar a ver en la distancia las primeras estructuras salpicadas del pueblo, granjas de clima frio seguramente, elfa y brujo no tardaron en toparse con el comité de bienvenida de la aldea. Y no era lo que ningún viajero esperaba o querría encontrarse ni mucho menos.
-¿Estos tipos? ¿Reconoces las marcas?.- Preguntó la joven ante el comentario del bielemental y agudizando aún más los sentidos ante lo evidente que resultaba que aquellos tipos no habían muerto precisamente por causas naturales, ni tampoco presentaban los síntomas de la enfermedad. -¿Criminales ajusticiados o gente del pueblo?- Sugeriría a continuación preparándose para reaccionar ante cualquier amenaza que vislumbrara pero también tratando de encontrar alguna pista en los cuerpos.
-Cuadros mágicos, ladrones trepa muros, piratas inmortales, máquinas trastornadas, pájaros máquina gigantes, dragones más gigantes aún...Con la logia nunca es sencillo, y este lugar parece demasiado tranquilo teniendo en cuenta que esta gente no se ha colgado sola.- Advertiría colocando su bastón frente a ella de manera defensiva. -Avancemos despacio, no hagamos ruido.-
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Quedaba claro que la escena no sería digna de recordar, aunque ambos forasteros no estarían allí para crear hermosas memorias de una cita romántica y eso lo tenían bastante claro.
Ojalá las cosas fuesen tan fáciles como entrar, tomar lo que habéis venido a buscar y volver a casa sin ningún tipo de contratiempos. Lamentablemente este no es un cuento de hadas y mi humilde labor jamás será elaborar finales felices donde no los hay, menos cuando, efectivamente, los cadáveres de los arboles no habían llegado ahí por obra y gracia divina.
En este punto mibufón brujo favorito ya estaría curado de espanto, tomando la sabia decisión de mantenerse alerta, mientras solicitaba que la sacerdotisa que le brindase su apoyo en todo momento. Excelente decisión, casi podría decir que me siento orgullosa de que obtuviese un poco de sensatez.
Por otro lado, la joven de cabellos blanquecinos había sido lo bastante avispada, como para notar que, ni siquiera en tiempos de desolación, las personas eran capaces de abandonar la codicia propia. Algo deplorable, pero real.
El comité de bienvenida no sería lo esperado y naturalmente aumentaría el aura de peligro, que la quietud inicial había sembrado en ambos héroes.
Conforme se adentrasen en la aldea notarían que las pequeñas chozas no albergarían a ninguna persona en su interior…por ahora.
Extrañas cruces adornarían los umbrales de las puertas y el aroma a putrefacción les acompañaría el resto del viaje. Sin embargo, no podría decir lo mismo del silencio, pues entre la fauna invernal que acompañaba a aquel terrorífico paisaje, podrían escucharse el crujir de las ramas y hierbas.
Que nadie se hubiese preocupado por aparecer delante de ellos, no significaba que no vigilasen cada paso que daban.
Avanzarían sigilosamente hasta encontrarse con una cabaña diferente a las demás. En su exterior habría un pequeño hilo de agua, mismo que conectaría con los principales ríos de los Reinos del Norte.
Dentro de la propiedad no habría nada especial; algunas provisiones y herramientas, pero casi todo en su interior estaría vacío.
La puerta trasera les guiaría hasta una nueva sección del sector: una iglesia. Al igual que todo en ese sitio, las cosas se encontrarían viejas y desgastadas. Incluso la nube de polvo que se extendió con las corrientes de aire llegaba a ser abrumadora.
Afortunadamente habían dado con el sitio correcto, pues en el centro del salón principal y sobre una especie de pedestal, yacería el fragmento de la llave que ellos habían ido a buscar.
El único problema es que el sonido de algo arrastrándose en el suelo sería tan aterrador, que apenas si les daría tiempo de reaccionar.
Cuando el peligro aflore no debéis ignorarlo, y este es el momento perfecto para tomar el fragmento de la llave y huir. Buscar refugio sería lo más sensato en esta ocasión, especialmente ahora que los dos se encontraban en el corazón de aquel desconocido territorio.
Y ella…ella seguía su rastro….
Ojalá las cosas fuesen tan fáciles como entrar, tomar lo que habéis venido a buscar y volver a casa sin ningún tipo de contratiempos. Lamentablemente este no es un cuento de hadas y mi humilde labor jamás será elaborar finales felices donde no los hay, menos cuando, efectivamente, los cadáveres de los arboles no habían llegado ahí por obra y gracia divina.
En este punto mi
Por otro lado, la joven de cabellos blanquecinos había sido lo bastante avispada, como para notar que, ni siquiera en tiempos de desolación, las personas eran capaces de abandonar la codicia propia. Algo deplorable, pero real.
El comité de bienvenida no sería lo esperado y naturalmente aumentaría el aura de peligro, que la quietud inicial había sembrado en ambos héroes.
Conforme se adentrasen en la aldea notarían que las pequeñas chozas no albergarían a ninguna persona en su interior…por ahora.
Extrañas cruces adornarían los umbrales de las puertas y el aroma a putrefacción les acompañaría el resto del viaje. Sin embargo, no podría decir lo mismo del silencio, pues entre la fauna invernal que acompañaba a aquel terrorífico paisaje, podrían escucharse el crujir de las ramas y hierbas.
Que nadie se hubiese preocupado por aparecer delante de ellos, no significaba que no vigilasen cada paso que daban.
Avanzarían sigilosamente hasta encontrarse con una cabaña diferente a las demás. En su exterior habría un pequeño hilo de agua, mismo que conectaría con los principales ríos de los Reinos del Norte.
Dentro de la propiedad no habría nada especial; algunas provisiones y herramientas, pero casi todo en su interior estaría vacío.
La puerta trasera les guiaría hasta una nueva sección del sector: una iglesia. Al igual que todo en ese sitio, las cosas se encontrarían viejas y desgastadas. Incluso la nube de polvo que se extendió con las corrientes de aire llegaba a ser abrumadora.
Afortunadamente habían dado con el sitio correcto, pues en el centro del salón principal y sobre una especie de pedestal, yacería el fragmento de la llave que ellos habían ido a buscar.
El único problema es que el sonido de algo arrastrándose en el suelo sería tan aterrador, que apenas si les daría tiempo de reaccionar.
Cuando el peligro aflore no debéis ignorarlo, y este es el momento perfecto para tomar el fragmento de la llave y huir. Buscar refugio sería lo más sensato en esta ocasión, especialmente ahora que los dos se encontraban en el corazón de aquel desconocido territorio.
Y ella…ella seguía su rastro….
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Ambos: Debo ofreceros una disculpa. Hace varios días que tenía vuestra respuesta lista para colgarla, pero me vi con algunos problemas técnicos en el ordenador, así que de ahí mi pequeña demora. Debo admitir que este escenario es (hasta ahora) mi favorito y vosotros estáis haciendo un trabajo excelente. Llegaréis hasta la pequeña planta, misma que os conducirá hasta la iglesia, donde encontraréis el fragmento de la llave que habéis ido a buscar. ¿Queréis un consejo? No os quedéis demasiado en ese sitio, vuestra enemiga se encuentra muy cerca de vosotros, y aunque sé que sois poderosos no creo que seáis tan idiotas de enfrentarse a ella sin antes averiguar qué sucede con ese lugar. Una vez que hayáis tomado la llave comenzará la diversión, así que por el momento os dejaré disfrutar del último post en donde encontraréis tranquilidad. Aprovechad y dadle un poco de salseo a la Diosa, tal vez os perdone la vida si ve algo de romance. ¡Que empiece el juego!
Wyn
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
La dulce Níniel no podía llevar más razón en sus palabras. Los caminos nunca fueron el lugar más seguro del mundo, siendo el escenario perfecto para asaltantes y bandidos, que campaban a sus anchas hasta que las tropas del territorio en cuestión, patrullaban la zona.
Sin embargo, el mundo era un lugar demasiado extenso como para poner un vigía detrás de cada arbusto. Detrás de cada posición amenazante.
Las guardias de turno solamente podía pasar y revisar que no hubiera nada ajeno a lo normal en los caminos importantes. Pero más allá del linde del camino, donde todo se volvía verde y oscuridad… Allí no solían ir salvo que tuvieran información concreta de la posición de alguna banda.
Por ello, los caminos solamente eran seguros al paso de los militares. Y a partir de ese momento, ya se convertía en un todo o nada para las personas honradas que se ganaban la vida de forma decente.
Y eso lo había convertido en mercenario. Cuando la ley fallaba, o mejor dicho, cuando la ley no podía llegar a algunos lugares con la asiduidad que merecían, allí estaba él.
Un mercenario. Sí. Un simple soldado de fortuna.
No era un oficio considerado del grupo de lo más honrados. Y bien poco le importaba que lo fuera. La reputación no era algo que le importase, menos aún, cuando para muchos ya era un ser extraño desde su nacimiento, por poder hacer magia con un simple chasquido de sus dedos.
Pero que les dijeran a todas aquellas personas a las que había ayudado con el filo de su espada, con su fuego y viento, si un mercenario era un mal hombre por defecto. Seguramente se sorprenderían de su respuesta.
Sí. Alguien a veces tenía que sacrificarse para que las cosas fueran mejor. Y el sacrificio de ser reconocido por tan innoble oficio para la mayoría de los mortales, no era nada comparado con el sacrificio que estaba dispuesto a pagar por las personas que quería, y por aquello en lo que creía.
Ley. Así había dicho. Aunque él prefería usar la palabra justicia. Pues en todas partes había normas que no podía considerar del todo justas. Por ello, poco le importaba la legalidad, cuando se enfrentaba de lleno a la justicia más universal.
Ese era el motivo para ser tan deshonroso mercenario, y no tan agraciado caballero de brillante armadura, tan común en los cuentos.
La ley no era lo que más le interesaba en esta vida.
Pero desde que la epidemia tocara en cada puerta, de cada vecino de la comarca de los dragones. La situación no podía haber ido a mejor. Eso nunca pasaba en estos casos. En tales momentos la supervivencia se volvía la mayor motivación de todo ser. Así que el pillaje estaba a la orden del día, como bien había visto en el viaje hasta ese poblado. Y los caminos se habían tornado mucho más oscuros y tétricos que de costumbre.
- Sí, reconozco las marcas. Hay una comunidad de ellos en Lunargenta. La mayor en el continente, en realidad-, dijo en bajo, adentrándose con paso lento en el pueblo.
Desenvainar su espada, le restaba sigilo por la luz del fuego mágico que acompañaba el acero. No obstante, en ese momento estaban en el ojo del huracán. Solamente había que ver el estado de ese poblado. Silencioso y abandonado. Poco importaba ser sigilosos ahora mismo. Si no estaban solos, lo acabarían averiguando a las malas.
Si quedaba alguien en las inmediaciones. Ya daría la cara. Si era la pobre gente del pueblo, se haría lo que se pudiera para mitigar su dolor, Si era una amenaza, le daría la medicina que solía recetar en dichos casos. Fuego y acero.
- Cristianos se hacen llamar. Pero esto de los árboles…-.
Eso no cuadraba con el modus operandi de los tal mencionados cristianos. Sí, eran raros de cojones. Creían que todo había sido creado por un único dios, y más tonterías de ese tipo, que solamente podían ser calificadas como estupidez y charlatanería. Pero eso era todo. Esas gentes eran minoría, y no solían pasar de ser unos simples cuentistas. A que venía lo de los cuerpos colgados.
- No sé. Nunca los había visto hacer algo así. Ni tampoco he escuchador rumores de algo parecido-, explicó. - No sabría decir si aquí vive una comunidad cristiana, que se ha vuelto loca por la epidemia. O todo lo contrario-, confirmó sus mayores temores. - Quizás los culpan de todo lo que pasa. No me extrañaría. Dicen bastantes locuras. Así que no sería extraño que alguien los tomara como el problema-, dijo, haciendo especial énfasis en la palabra problema.
Estaba seguro de que esos cristianos no eran causantes de ningún mal, más allá de los dolores de cabeza que provocaban. Más aún, cuando sabía de dónde provenía la pirámide, por las explicaciones de Níniel, y el resto de sus compañeros de la Logia.
Pero eso lo sabían ellos. La gente podría estar empezando a tomarse la justicia por su mano. Y no una bella y universal, como la que él intentaba emular, no siempre con buen éxito, por supuesto. Esta era una justicia de locura y depravación, que solamente debería ser considerada como venganza. Una venganza por algo de lo que no eran culpables aquellas gentes.
- Esto no me gusta-, siguió hablando. Aunque realmente no hacía falta mencionarlo, para que ambos se hicieran una idea del panorama. - No me gusta nada. Inspeccionemos el interior de las casas en busca de esa llave, y reunámonos con Abbey. Ten presente tener que utilizar alguna bendición en cualquier momento. Por seguridad-, terminó de decir, encaminándose hacia la primera casa.
En ella, después de un rato buscando no encontraron nada. Así mismo en la siguiente y en la siguiente. En cada cabaña que inspeccionaban no se encontraba el preciado objeto que buscaban, y no hacía falta decir lo exasperante que era ello.
La noche se iba cerrando sobre ellos. a la vez que perdían el tiempo buscando infructuosamente la dichosa llave.
Seguramente en este momento, era cuando alguien decía que sería mejor separarse para buscar más rápido. Y un rato más tarde, todos estaban muertos, cazados de uno en uno. No, ya estaban bastante vulnerables solamente siendo dos, como para ponérselo más fácil al enemigo separándose adrede.
Debían seguir juntos. Y juntos fueron investigando en cada casa en vano. Hasta que solamente quedó una junto a la ribera del río. Una muy particular, no solamente por lo que era, sino también por lo que tenía detrás.
- Fíjate en eso-, comentó, acercándose a la cabaña desde el pueblo, caminando pegado a la ribera del río.
Estaba seguro de que Níniel ya se habría dado cuenta antes que él. Pues no era un secreto que una elfa tenía mejor visión y oído que un brujo. Sin embargo, quería hacer hincapié en ello y captar la atención de la sacerdotisa.
- Un puente. Qué raro. Por qué estará justo detrás del molino de agua-, expresó su extrañeza a su compañera. - Solo nos queda ese sitio, así que por fuerza tenemos que ir de todos modos-, confirmó lo obvio.
La cabaña tenía el clásico molino de agua a uno de sus costados, por lo cual era fácil deducir que era un molino. Estaba sobre una pequeña isleta del río, por definirlo de algún modo. Y la rueda daba al lado más cercano al pueblo, teniendo que cruzar un pequeño puente para llegar a la entrada del molino.
Todo bastante normal. Lo extraño era aquel otro puente, que partía de la isleta hacia la otra orilla del río. Justo en la parte trasera de la cabaña, y siendo obligado pasar por ella para llegar hasta dicho puente. Era eso lo que llamaba la atención, justo eso. Por qué estaba construido de esa forma, o mejor dicho, ahí. Por qué no estaba en otra parte, donde no fuera necesario atravesar el molino para atravesar el río. Donde fuera más cómodo para todos.
Seguramente porque era la distancia más corta para cruzar el río. Ni más ni menos.
La isla donde se levantaba el molino, era el mejor sitio para colocar dicho molino, y aprovechar la fuerza del agua siguiendo su curso. Y también donde se necesitaba menos madera para levantar un puente. Unas tablas para pasar por encima del riachuelo entre la isla y el pueblo, y un puente para salvar el resto del río. Ese trozo de tierra, esa isla, eran menos tablas que cortar y ensamblar. Menos trabajo, y por supuesto, menos dinero.
Es más, seguramente siendo un lugar de paso. El molino ni siquiera estuviera cerrado. Seguro que generalmente estaba abierto.
Vinc agarró el pomo de la puerta, y al girarlo… Nada. No siempre se abalanza un grupo de bandido en una emboscada, cuando intentas abrir una puerta. A veces simplemente no pasa nada. Incluso en ocasiones, por raro que parezca, la puerta se abre… Pero no, en esta historia la puerta simplemente se mantuvo en su sitio.
Generalmente estaría abierto, eso había pensado. Pero hoy no era uno de esos días.
- Un momento-, comentó, después de suspirar ante su mala fortuna.
Ya podrían poner las cosas más fáciles en estas aventuras.
En fin. El brujo envainó su espada, y después de dar un paso hacia atrás, se impulsó hacia adelante y pateó la puerta con fuerza. La madera crujió, pero se mantuvo impasible. Por ello repitió el proceso. Una dos, y… a la tercera la puerta crujió mucho más que antes, saltando a la vez un trozo de la madera del marco donde el pasador del cerrojo impedía que se abriera.
Nada más romper el cerrojo, por el propio impulso de la acometida, acabó entrando un palmo en el molino Por ello, rápidamente puso la mano en la empuñadura de su arma. Dispuesto para la lucha. Sin embargo, no hizo falta combatir. No había pasado nada al intentar abrir la puerta, y tampoco había pasado nada al entrar. Estaban solos.
- No es magia. Pero también vale-, bromeó a su amada elfa, observándola de lado en el marco de la puerta, y dibujando una sonrisa en los labios.
Prefería ahorrar su energía para cuando realmente lo necesitara. No sabía que podría depararle el resto del camino hasta hallar la llave, o directamente el camino de vuelta cuando la tuviera en sus manos. Como bien había visto durante el trayecto, el mundo ahora era un lugar mucho más siniestro y peligroso, así que puede que los asaltaran a la vuelta. Por precaución, era mejor gastar un poco de fuerza física en romper un marco de madera endeble, que usar su talento para la magia, y cansarse mentalmente.
- Busquemos la llave-, comentó internándose en la cabaña.
Nada más dar algunos pasos en su interior, sintió el típico sonido de un molino en funcionamiento. Como los engranajes se movían al paso del agua por la rueda del molino, y esto provocaba que el mazo se elevara y cayera constantemente, en un bucle sin fin, contra el mortero donde se colocaba el grano.
Era un sonido bonito. Tranquilizador incluso. Pues allí parecía que el tiempo se había detenido. En su interior, con esa paz, y ese sonido tan rutinario. Casi parecía que no estaba en un mundo al borde del colapso. Casi parecía que todo estaba bien, y que todo marchaba como debería.
De todas formas, en cuanto entró en la zona de trabajo. Giró la palanca que unía la rueda del molino con los engranajes que hacían funcionar el mazo, acabando con el sonido y la rutina constante e imperecedera, en la que se había envuelto la cabaña.
Luego se aproximó al mortero, y se quitó el guante de su mano diestra, para introducirla libre de cuero en su interior. Un polvo fino impregnó la mano, y su paladar no tardó en descifrar el contenido del mortero y de los sacos cercanos, cuando se llevó esta a los labios.
Trigo. Aunque era fácil deducirlo sin saborearlo, pues ya había visto el trigal en las afueras del pueblo. En la parte este del poblado.
Un pueblo vacío. Un molino dejado en funcionamiento. Y trigo. Eso era todo lo que había hallado allí. Era todo lo que había encontrado, después de parar el mazo, y revisar otras habitaciones del molino. Después de revisar cada recoveco de la cabaña, como ya hiciera en todas las casas del poblado.
Trigo. Era todo lo que había encontrado.
Fue inevitable maldecir entre dientes. Casi daban ganas de agarrar esos sacos, y llevárselos para alimentar a los necesitados. Ya que su misión actual parecía un total y rotundo fracaso.
Eso parecía hasta que se fijó en Níniel, No pudo evitar hacerlo, no porque fuera la mujer más bonita del mundo para él, eso ya lo sabía antes de ir a ese lugar. Simplemente había notado como se interesaba por algo. Llevaba ya muchas historias y aventuras junto a ella, y cada día era más fácil deducir sus gestos, como seguramente para la sacerdotisa fuera sencillo deducir los de él.
Que podía decir. Ya habían adquirido mucha experiencia y conocimiento el uno del otro.
En cualquier caso, lo importante era que la elfa tenía depositada su atención en algún detalle. Y ella no era de las que se perdían observando una mota de polvo. Mucho menos durante una misión. Estaba claro que había dado con algo, y no tardó en darse cuenta de qué se trataba.
- Una cruz-, musitó, acariciando el símbolo.
Estaba creado, habiendo quemado con sutileza esa zona de la madera de la puerta. Se notaba que era algo hecho apropósito, pero le era imposible deducir el motivo. No podía saber si era obra de los aldeanos, de los asaltantes, o los dioses sabrían de quién y por qué.
Esta vez, cuando el rubio tiró el pomo, la cerradura giró sin problemas, y la oscuridad que comenzaba a hacerse dueña del exterior se mostró ante él. Igual que un puente que ya había visto con anterioridad.
- Supongo que habrá que investigarlo-, comentó, avanzado hacia el exterior. - Esto cada vez es más enrevesado.
Y tanto que lo era. Lo habían mandado a un pueblo a encontrar una llave. Pero la realidad, es que esa misión desde el principio era como encontrar una aguja en un pajar. Puede que la mentada llave ya no estuviera en los alrededores. Puede que ya se la hubieran llevado antes de que ellos llegaran, y por el recibimiento que habían tenido nada más llegar, bien podía ser una posibilidad.
Sin embargo, la misión que tenían que hacer, era demasiado importante como para rendirse. Si había un símbolo misterioso en una puerta, que daba al puente, seguirían esa pista por si daba sus frutos. Era lo menos que podían hacer.
Descartarían todas las opciones antes de volver con las manos vacías.
Aunque los dioses no lo ponían nada fácil.
Nada más salir del puente, se encontraron al otro lado de la orilla, nada raro por el momento. Pero al seguir el camino que había nada más pasar el puente, no tardaron en encontrarse con pequeño una pequeña ciénaga.
Nada importante. Ya que era muy pequeña. Probablemente fruto de algún riachuelo que se desviaba del río hasta allí, para acabar estancándose.
Pero les cortaba el camino. Lo cual volvía a traerle a la mente el dichoso puente. Para que hacer un puente, y atravesar un camino pantanoso. Por qué no hacer el puente en un lugar donde no hubiera que atravesar esas aguas estancadas, aunque no fuera grande.
No era un obstáculo notable, pero lo lógico era pasar el camino por un lugar más asequible.
- Iré delante. Pero guíame por el mejor camino para atravesarla-, le comentó a su querida sacerdotisa, justo antes de ponerse en marcha.
No sería difícil. Todo recto, en la misma dirección que ya llevaba el camino. El agua llegaba por debajo de las rodillas, lo cual indicaba que la ciénaga no supondría ningún reto para él.
No obstante, Níniel era elfa, y los miembros de dicha raza tenían un sexto sentido para avanzar en bosques y terrenos de ese tipo. Podría atravesar solo ese lugar, pero sería mucho más peligroso sin la ayuda de la elfa. Cualquier paso en falso, y en vez de hundirse por debajo de las rodillas, acabaría hundido hasta la cabeza. Con el desenlace fatal que ello podría conllevar.
Era el peligro de caminar por un lugar con aguas empozadas, y con gran cantidad de tierra, donde no se veía un palmo por debajo de su superficie.
Debía ir tanteando poco a poco, y dejarse guiar por la experiencia y destreza élfica.
Solamente los necios no eran capaces de calibrar sus propias virtudes y defectos, y dejar que personas de su entorno explotaran sus propias virtudes cuando la situación lo requería. Y él por ahora, no era tan tonto.
No tardaron demasiado en sobrepasar la corta ciénaga, y en volver a hallar el camino que habían seguido hasta encontrarse con el obstáculo acuático. Como había supuesto, estaba justo al otro lado. Como si antes nunca hubieran estado esas aguas empozadas, o como si poco le importaran atravesarlas. A lo mejor se habían decidido a trazar al senda a través de la ciénaga, de forma deliberada, como obstáculo que desalentaría a los viajeros.
No entendía los motivos para hacer algo así. Y la verdad, tampoco importaban dichos motivos. Lo importante era seguir la vereda, que discurría a través de un bosque, de un modo parecido al camino que ya realizaran para llegar al poblado. Aunque este camino era mucho más estrecho que el primero.
Esa era una zona boscosa, descontando los campos de cultivos, por lo que no le sorprendía que el camino discurriera de la misma manera que el primero que hubieran usado para llegar al pueblo. Ese detalle, para variar, no era extraño.
Lo que sí le sorprendió, fue lo que encontraron al final de la travesía.
- Creo que es una iglesia-, comentó, mirando a su compañera, para luego volver a mirar el edificio ante sus ojos. - Son los templos de aquella gente que te mencioné. Los cristianos-, dijo, sin perder el asombro. - Que demonios hace una iglesia aquí. Tan al norte. No tenía conocimiento de que se hubieran asentando tan lejos de Verisar-, terminó por decir.
Sabía que muchos viajaban por los caminos, predicando su religión. No le hubiera extrañado ver algo así, pero un templo cristiano, eso ya era mucho más sorprendente. Y que se topara con una iglesia, después de todo lo que no le terminaba d encajar en aquella misión, no ayudaba a sentir que todo iba siendo más raro a cada paso que daba.
- Entremos. Confiemos en que la llave esté aquí, o al menos respuestas y pistas de su paradero-, dijo, dando subiendo unos peldaños de la escalera.
Al subir y mirar la entrada de la iglesia no pudo evitar sentir un escalofrío.
Cuando el mundo se sumía en la total oscuridad y depravación, la mayoría de las personas olvidaban todo sentimiento de bondad, y se centraba exclusivamente en lo único que importaba. La supervivencia.
Así hacían los listos. Los que supuestamente eran los inteligentes.
Como no pensar que esas personas son inteligentes. Cuando en un momento como ese, cuando el mundo estaba hundido en la miseria. Él, por el contrario, avanzaba subiendo una escalinata de madera, hacia una entrada que tenía más parecido a la boca de un lobo, que a un simple portal.
El brujo llegó hasta la parte superior de la escalinata, y miró una vez más la entrada, que en su mente tenía la forma de una boca de lobo. Acarició el colgante de su padre una vez más, de la misma manera que estuviera haciendo durante el ascenso por las escaleras, y lo guardó bajo la ropa.
El recuerdo de su padre era reconfortante. Y su colgante era todo lo material que le quedaba de él. Era la forma más fácil de sentir que estaba con él. De recordar como lo apodaban, y como lo apodaban de la misma forma a él, por ser su cachorro.
- Níniel, ¿qué sería del mundo sin los tontos como yo? -, bromeó, a la vez que se colocaba el guante que se había quitado para acariciar el medallón de Geralt Calhoun. Su padre.
Cuando el mundo acababa envuelto en llamas. Los listos sobrevivían. Huían. Y los estúpidos iban de cabeza hacia la pira.
Pero que sería del mundo, sin esos estúpidos que luchaban por la esperanza. Sin su sacrificio. Que sería de la civilización sin esos tontos.
- No te alejes de mí-, dijo, no dispuesto a perder a su elfa otra vez, como pasara en aquel maldito barco.
Vinc desenvainó la espada de un movimiento rápido y certero, y se adentró en la boca del lobo.
Llevaba al cuello el símbolo de los Calhoun. Padre e hijo. En esa noche, no había lobo más grande que él.
Sin embargo, el mundo era un lugar demasiado extenso como para poner un vigía detrás de cada arbusto. Detrás de cada posición amenazante.
Las guardias de turno solamente podía pasar y revisar que no hubiera nada ajeno a lo normal en los caminos importantes. Pero más allá del linde del camino, donde todo se volvía verde y oscuridad… Allí no solían ir salvo que tuvieran información concreta de la posición de alguna banda.
Por ello, los caminos solamente eran seguros al paso de los militares. Y a partir de ese momento, ya se convertía en un todo o nada para las personas honradas que se ganaban la vida de forma decente.
Y eso lo había convertido en mercenario. Cuando la ley fallaba, o mejor dicho, cuando la ley no podía llegar a algunos lugares con la asiduidad que merecían, allí estaba él.
Un mercenario. Sí. Un simple soldado de fortuna.
No era un oficio considerado del grupo de lo más honrados. Y bien poco le importaba que lo fuera. La reputación no era algo que le importase, menos aún, cuando para muchos ya era un ser extraño desde su nacimiento, por poder hacer magia con un simple chasquido de sus dedos.
Pero que les dijeran a todas aquellas personas a las que había ayudado con el filo de su espada, con su fuego y viento, si un mercenario era un mal hombre por defecto. Seguramente se sorprenderían de su respuesta.
Sí. Alguien a veces tenía que sacrificarse para que las cosas fueran mejor. Y el sacrificio de ser reconocido por tan innoble oficio para la mayoría de los mortales, no era nada comparado con el sacrificio que estaba dispuesto a pagar por las personas que quería, y por aquello en lo que creía.
Ley. Así había dicho. Aunque él prefería usar la palabra justicia. Pues en todas partes había normas que no podía considerar del todo justas. Por ello, poco le importaba la legalidad, cuando se enfrentaba de lleno a la justicia más universal.
Ese era el motivo para ser tan deshonroso mercenario, y no tan agraciado caballero de brillante armadura, tan común en los cuentos.
La ley no era lo que más le interesaba en esta vida.
Pero desde que la epidemia tocara en cada puerta, de cada vecino de la comarca de los dragones. La situación no podía haber ido a mejor. Eso nunca pasaba en estos casos. En tales momentos la supervivencia se volvía la mayor motivación de todo ser. Así que el pillaje estaba a la orden del día, como bien había visto en el viaje hasta ese poblado. Y los caminos se habían tornado mucho más oscuros y tétricos que de costumbre.
- Sí, reconozco las marcas. Hay una comunidad de ellos en Lunargenta. La mayor en el continente, en realidad-, dijo en bajo, adentrándose con paso lento en el pueblo.
Desenvainar su espada, le restaba sigilo por la luz del fuego mágico que acompañaba el acero. No obstante, en ese momento estaban en el ojo del huracán. Solamente había que ver el estado de ese poblado. Silencioso y abandonado. Poco importaba ser sigilosos ahora mismo. Si no estaban solos, lo acabarían averiguando a las malas.
Si quedaba alguien en las inmediaciones. Ya daría la cara. Si era la pobre gente del pueblo, se haría lo que se pudiera para mitigar su dolor, Si era una amenaza, le daría la medicina que solía recetar en dichos casos. Fuego y acero.
- Cristianos se hacen llamar. Pero esto de los árboles…-.
Eso no cuadraba con el modus operandi de los tal mencionados cristianos. Sí, eran raros de cojones. Creían que todo había sido creado por un único dios, y más tonterías de ese tipo, que solamente podían ser calificadas como estupidez y charlatanería. Pero eso era todo. Esas gentes eran minoría, y no solían pasar de ser unos simples cuentistas. A que venía lo de los cuerpos colgados.
- No sé. Nunca los había visto hacer algo así. Ni tampoco he escuchador rumores de algo parecido-, explicó. - No sabría decir si aquí vive una comunidad cristiana, que se ha vuelto loca por la epidemia. O todo lo contrario-, confirmó sus mayores temores. - Quizás los culpan de todo lo que pasa. No me extrañaría. Dicen bastantes locuras. Así que no sería extraño que alguien los tomara como el problema-, dijo, haciendo especial énfasis en la palabra problema.
Estaba seguro de que esos cristianos no eran causantes de ningún mal, más allá de los dolores de cabeza que provocaban. Más aún, cuando sabía de dónde provenía la pirámide, por las explicaciones de Níniel, y el resto de sus compañeros de la Logia.
Pero eso lo sabían ellos. La gente podría estar empezando a tomarse la justicia por su mano. Y no una bella y universal, como la que él intentaba emular, no siempre con buen éxito, por supuesto. Esta era una justicia de locura y depravación, que solamente debería ser considerada como venganza. Una venganza por algo de lo que no eran culpables aquellas gentes.
- Esto no me gusta-, siguió hablando. Aunque realmente no hacía falta mencionarlo, para que ambos se hicieran una idea del panorama. - No me gusta nada. Inspeccionemos el interior de las casas en busca de esa llave, y reunámonos con Abbey. Ten presente tener que utilizar alguna bendición en cualquier momento. Por seguridad-, terminó de decir, encaminándose hacia la primera casa.
En ella, después de un rato buscando no encontraron nada. Así mismo en la siguiente y en la siguiente. En cada cabaña que inspeccionaban no se encontraba el preciado objeto que buscaban, y no hacía falta decir lo exasperante que era ello.
La noche se iba cerrando sobre ellos. a la vez que perdían el tiempo buscando infructuosamente la dichosa llave.
Seguramente en este momento, era cuando alguien decía que sería mejor separarse para buscar más rápido. Y un rato más tarde, todos estaban muertos, cazados de uno en uno. No, ya estaban bastante vulnerables solamente siendo dos, como para ponérselo más fácil al enemigo separándose adrede.
Debían seguir juntos. Y juntos fueron investigando en cada casa en vano. Hasta que solamente quedó una junto a la ribera del río. Una muy particular, no solamente por lo que era, sino también por lo que tenía detrás.
- Fíjate en eso-, comentó, acercándose a la cabaña desde el pueblo, caminando pegado a la ribera del río.
Estaba seguro de que Níniel ya se habría dado cuenta antes que él. Pues no era un secreto que una elfa tenía mejor visión y oído que un brujo. Sin embargo, quería hacer hincapié en ello y captar la atención de la sacerdotisa.
- Un puente. Qué raro. Por qué estará justo detrás del molino de agua-, expresó su extrañeza a su compañera. - Solo nos queda ese sitio, así que por fuerza tenemos que ir de todos modos-, confirmó lo obvio.
La cabaña tenía el clásico molino de agua a uno de sus costados, por lo cual era fácil deducir que era un molino. Estaba sobre una pequeña isleta del río, por definirlo de algún modo. Y la rueda daba al lado más cercano al pueblo, teniendo que cruzar un pequeño puente para llegar a la entrada del molino.
Todo bastante normal. Lo extraño era aquel otro puente, que partía de la isleta hacia la otra orilla del río. Justo en la parte trasera de la cabaña, y siendo obligado pasar por ella para llegar hasta dicho puente. Era eso lo que llamaba la atención, justo eso. Por qué estaba construido de esa forma, o mejor dicho, ahí. Por qué no estaba en otra parte, donde no fuera necesario atravesar el molino para atravesar el río. Donde fuera más cómodo para todos.
Seguramente porque era la distancia más corta para cruzar el río. Ni más ni menos.
La isla donde se levantaba el molino, era el mejor sitio para colocar dicho molino, y aprovechar la fuerza del agua siguiendo su curso. Y también donde se necesitaba menos madera para levantar un puente. Unas tablas para pasar por encima del riachuelo entre la isla y el pueblo, y un puente para salvar el resto del río. Ese trozo de tierra, esa isla, eran menos tablas que cortar y ensamblar. Menos trabajo, y por supuesto, menos dinero.
Es más, seguramente siendo un lugar de paso. El molino ni siquiera estuviera cerrado. Seguro que generalmente estaba abierto.
Vinc agarró el pomo de la puerta, y al girarlo… Nada. No siempre se abalanza un grupo de bandido en una emboscada, cuando intentas abrir una puerta. A veces simplemente no pasa nada. Incluso en ocasiones, por raro que parezca, la puerta se abre… Pero no, en esta historia la puerta simplemente se mantuvo en su sitio.
Generalmente estaría abierto, eso había pensado. Pero hoy no era uno de esos días.
- Un momento-, comentó, después de suspirar ante su mala fortuna.
Ya podrían poner las cosas más fáciles en estas aventuras.
En fin. El brujo envainó su espada, y después de dar un paso hacia atrás, se impulsó hacia adelante y pateó la puerta con fuerza. La madera crujió, pero se mantuvo impasible. Por ello repitió el proceso. Una dos, y… a la tercera la puerta crujió mucho más que antes, saltando a la vez un trozo de la madera del marco donde el pasador del cerrojo impedía que se abriera.
Nada más romper el cerrojo, por el propio impulso de la acometida, acabó entrando un palmo en el molino Por ello, rápidamente puso la mano en la empuñadura de su arma. Dispuesto para la lucha. Sin embargo, no hizo falta combatir. No había pasado nada al intentar abrir la puerta, y tampoco había pasado nada al entrar. Estaban solos.
- No es magia. Pero también vale-, bromeó a su amada elfa, observándola de lado en el marco de la puerta, y dibujando una sonrisa en los labios.
Prefería ahorrar su energía para cuando realmente lo necesitara. No sabía que podría depararle el resto del camino hasta hallar la llave, o directamente el camino de vuelta cuando la tuviera en sus manos. Como bien había visto durante el trayecto, el mundo ahora era un lugar mucho más siniestro y peligroso, así que puede que los asaltaran a la vuelta. Por precaución, era mejor gastar un poco de fuerza física en romper un marco de madera endeble, que usar su talento para la magia, y cansarse mentalmente.
- Busquemos la llave-, comentó internándose en la cabaña.
Nada más dar algunos pasos en su interior, sintió el típico sonido de un molino en funcionamiento. Como los engranajes se movían al paso del agua por la rueda del molino, y esto provocaba que el mazo se elevara y cayera constantemente, en un bucle sin fin, contra el mortero donde se colocaba el grano.
Era un sonido bonito. Tranquilizador incluso. Pues allí parecía que el tiempo se había detenido. En su interior, con esa paz, y ese sonido tan rutinario. Casi parecía que no estaba en un mundo al borde del colapso. Casi parecía que todo estaba bien, y que todo marchaba como debería.
De todas formas, en cuanto entró en la zona de trabajo. Giró la palanca que unía la rueda del molino con los engranajes que hacían funcionar el mazo, acabando con el sonido y la rutina constante e imperecedera, en la que se había envuelto la cabaña.
Luego se aproximó al mortero, y se quitó el guante de su mano diestra, para introducirla libre de cuero en su interior. Un polvo fino impregnó la mano, y su paladar no tardó en descifrar el contenido del mortero y de los sacos cercanos, cuando se llevó esta a los labios.
Trigo. Aunque era fácil deducirlo sin saborearlo, pues ya había visto el trigal en las afueras del pueblo. En la parte este del poblado.
Un pueblo vacío. Un molino dejado en funcionamiento. Y trigo. Eso era todo lo que había hallado allí. Era todo lo que había encontrado, después de parar el mazo, y revisar otras habitaciones del molino. Después de revisar cada recoveco de la cabaña, como ya hiciera en todas las casas del poblado.
Trigo. Era todo lo que había encontrado.
Fue inevitable maldecir entre dientes. Casi daban ganas de agarrar esos sacos, y llevárselos para alimentar a los necesitados. Ya que su misión actual parecía un total y rotundo fracaso.
Eso parecía hasta que se fijó en Níniel, No pudo evitar hacerlo, no porque fuera la mujer más bonita del mundo para él, eso ya lo sabía antes de ir a ese lugar. Simplemente había notado como se interesaba por algo. Llevaba ya muchas historias y aventuras junto a ella, y cada día era más fácil deducir sus gestos, como seguramente para la sacerdotisa fuera sencillo deducir los de él.
Que podía decir. Ya habían adquirido mucha experiencia y conocimiento el uno del otro.
En cualquier caso, lo importante era que la elfa tenía depositada su atención en algún detalle. Y ella no era de las que se perdían observando una mota de polvo. Mucho menos durante una misión. Estaba claro que había dado con algo, y no tardó en darse cuenta de qué se trataba.
- Una cruz-, musitó, acariciando el símbolo.
Estaba creado, habiendo quemado con sutileza esa zona de la madera de la puerta. Se notaba que era algo hecho apropósito, pero le era imposible deducir el motivo. No podía saber si era obra de los aldeanos, de los asaltantes, o los dioses sabrían de quién y por qué.
Esta vez, cuando el rubio tiró el pomo, la cerradura giró sin problemas, y la oscuridad que comenzaba a hacerse dueña del exterior se mostró ante él. Igual que un puente que ya había visto con anterioridad.
- Supongo que habrá que investigarlo-, comentó, avanzado hacia el exterior. - Esto cada vez es más enrevesado.
Y tanto que lo era. Lo habían mandado a un pueblo a encontrar una llave. Pero la realidad, es que esa misión desde el principio era como encontrar una aguja en un pajar. Puede que la mentada llave ya no estuviera en los alrededores. Puede que ya se la hubieran llevado antes de que ellos llegaran, y por el recibimiento que habían tenido nada más llegar, bien podía ser una posibilidad.
Sin embargo, la misión que tenían que hacer, era demasiado importante como para rendirse. Si había un símbolo misterioso en una puerta, que daba al puente, seguirían esa pista por si daba sus frutos. Era lo menos que podían hacer.
Descartarían todas las opciones antes de volver con las manos vacías.
Aunque los dioses no lo ponían nada fácil.
Nada más salir del puente, se encontraron al otro lado de la orilla, nada raro por el momento. Pero al seguir el camino que había nada más pasar el puente, no tardaron en encontrarse con pequeño una pequeña ciénaga.
Nada importante. Ya que era muy pequeña. Probablemente fruto de algún riachuelo que se desviaba del río hasta allí, para acabar estancándose.
Pero les cortaba el camino. Lo cual volvía a traerle a la mente el dichoso puente. Para que hacer un puente, y atravesar un camino pantanoso. Por qué no hacer el puente en un lugar donde no hubiera que atravesar esas aguas estancadas, aunque no fuera grande.
No era un obstáculo notable, pero lo lógico era pasar el camino por un lugar más asequible.
- Iré delante. Pero guíame por el mejor camino para atravesarla-, le comentó a su querida sacerdotisa, justo antes de ponerse en marcha.
No sería difícil. Todo recto, en la misma dirección que ya llevaba el camino. El agua llegaba por debajo de las rodillas, lo cual indicaba que la ciénaga no supondría ningún reto para él.
No obstante, Níniel era elfa, y los miembros de dicha raza tenían un sexto sentido para avanzar en bosques y terrenos de ese tipo. Podría atravesar solo ese lugar, pero sería mucho más peligroso sin la ayuda de la elfa. Cualquier paso en falso, y en vez de hundirse por debajo de las rodillas, acabaría hundido hasta la cabeza. Con el desenlace fatal que ello podría conllevar.
Era el peligro de caminar por un lugar con aguas empozadas, y con gran cantidad de tierra, donde no se veía un palmo por debajo de su superficie.
Debía ir tanteando poco a poco, y dejarse guiar por la experiencia y destreza élfica.
Solamente los necios no eran capaces de calibrar sus propias virtudes y defectos, y dejar que personas de su entorno explotaran sus propias virtudes cuando la situación lo requería. Y él por ahora, no era tan tonto.
No tardaron demasiado en sobrepasar la corta ciénaga, y en volver a hallar el camino que habían seguido hasta encontrarse con el obstáculo acuático. Como había supuesto, estaba justo al otro lado. Como si antes nunca hubieran estado esas aguas empozadas, o como si poco le importaran atravesarlas. A lo mejor se habían decidido a trazar al senda a través de la ciénaga, de forma deliberada, como obstáculo que desalentaría a los viajeros.
No entendía los motivos para hacer algo así. Y la verdad, tampoco importaban dichos motivos. Lo importante era seguir la vereda, que discurría a través de un bosque, de un modo parecido al camino que ya realizaran para llegar al poblado. Aunque este camino era mucho más estrecho que el primero.
Esa era una zona boscosa, descontando los campos de cultivos, por lo que no le sorprendía que el camino discurriera de la misma manera que el primero que hubieran usado para llegar al pueblo. Ese detalle, para variar, no era extraño.
Lo que sí le sorprendió, fue lo que encontraron al final de la travesía.
- Creo que es una iglesia-, comentó, mirando a su compañera, para luego volver a mirar el edificio ante sus ojos. - Son los templos de aquella gente que te mencioné. Los cristianos-, dijo, sin perder el asombro. - Que demonios hace una iglesia aquí. Tan al norte. No tenía conocimiento de que se hubieran asentando tan lejos de Verisar-, terminó por decir.
Sabía que muchos viajaban por los caminos, predicando su religión. No le hubiera extrañado ver algo así, pero un templo cristiano, eso ya era mucho más sorprendente. Y que se topara con una iglesia, después de todo lo que no le terminaba d encajar en aquella misión, no ayudaba a sentir que todo iba siendo más raro a cada paso que daba.
- Entremos. Confiemos en que la llave esté aquí, o al menos respuestas y pistas de su paradero-, dijo, dando subiendo unos peldaños de la escalera.
Al subir y mirar la entrada de la iglesia no pudo evitar sentir un escalofrío.
Cuando el mundo se sumía en la total oscuridad y depravación, la mayoría de las personas olvidaban todo sentimiento de bondad, y se centraba exclusivamente en lo único que importaba. La supervivencia.
Así hacían los listos. Los que supuestamente eran los inteligentes.
Como no pensar que esas personas son inteligentes. Cuando en un momento como ese, cuando el mundo estaba hundido en la miseria. Él, por el contrario, avanzaba subiendo una escalinata de madera, hacia una entrada que tenía más parecido a la boca de un lobo, que a un simple portal.
El brujo llegó hasta la parte superior de la escalinata, y miró una vez más la entrada, que en su mente tenía la forma de una boca de lobo. Acarició el colgante de su padre una vez más, de la misma manera que estuviera haciendo durante el ascenso por las escaleras, y lo guardó bajo la ropa.
El recuerdo de su padre era reconfortante. Y su colgante era todo lo material que le quedaba de él. Era la forma más fácil de sentir que estaba con él. De recordar como lo apodaban, y como lo apodaban de la misma forma a él, por ser su cachorro.
- Níniel, ¿qué sería del mundo sin los tontos como yo? -, bromeó, a la vez que se colocaba el guante que se había quitado para acariciar el medallón de Geralt Calhoun. Su padre.
Cuando el mundo acababa envuelto en llamas. Los listos sobrevivían. Huían. Y los estúpidos iban de cabeza hacia la pira.
Pero que sería del mundo, sin esos estúpidos que luchaban por la esperanza. Sin su sacrificio. Que sería de la civilización sin esos tontos.
- No te alejes de mí-, dijo, no dispuesto a perder a su elfa otra vez, como pasara en aquel maldito barco.
Vinc desenvainó la espada de un movimiento rápido y certero, y se adentró en la boca del lobo.
Llevaba al cuello el símbolo de los Calhoun. Padre e hijo. En esa noche, no había lobo más grande que él.
Vincent Calhoun
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Fuera el que fuese el motivo para haber colgado a aquella gente hasta la muerte al lado del camino, junto a la entrada de aquel pueblo, se trataba sin lugar a dudas de una advertencia. Un claro aviso destinado a hacer que ciertas personas, o todas, dieran media vuelta y se fueran por donde habían venido si es que tenían algo de sentido común, algo de lo que Níniel no iba escasa.
Por desgracia, haciendo caso omiso de su buen juicio una vez más, tenían que seguir adelante y sin demora. Cómo sabía Abbey de aquel medallón para acceder a la pirámide y sobre la localización exacta de uno de sus fragmentos podría ser un misterio que la alta encantadora jamás revelase, pero que obtenerlo a toda costa era una necesidad imperiosa estaba más allá de toda duda. Aquellos cuerpos no les detendrían.
-Cristianos. He tenido el dudoso honor de adentrarme en algunas de sus...estructuras.- Expresaría la joven recordando que aquellas cruces, que hasta ese momento había tomado como meras marcas sin más, eran uno de sus símbolos más habituales. Como también lo era el pez, una relación que la joven encontraba extraña, claro que poco sabía de aquel extraño culto a un carpintero crucificado. -Sus catacumbas son ahora un laberinto que todo tipo de maleantes usa para ocultarse de la guardia...Y de la higiene personal.- Añadiría mientras seguía de cerca al brujo, usando el llameante filo de su espada para ver algo mejor en la niebla conforme se adentraban en aquel tétrico lugar, como si de una antorcha se tratara.
-Corren tiempos oscuros. Hace unas semanas seguro que nunca habías visto salvo en un campo de batalla a la gente arrojar a sus amigos y familiares a la orilla de los ríos en lugar de darles un adiós digno. Ni tampoco a sus vecinos acudir como las aves de rapiña allí donde los apilan buscando algo de valor.- Sería su respuesta ante las teorías y dudas del brujo sobre lo que podría haberles ocurrido a aquellos desdichados, que se sumaban a las suyas propias. Cuando el miedo y la desesperación gobernaban el corazón de las gentes...-Yo no descartaría ninguna idea.- Sentenciaría mirando a su alrededor, buscando peligros inmediatos y, ante la falta de los mismos, algún indicio de vida en una aldea que parecía tan muerta como los sujetos colgados en el camino.
-No hay luz en ninguna ventana. No sale humo de ninguna chimenea. No he escuchado el ruido de ninguna puerta cerrándose. Este lugar parece abandonado. Quizá estén escondidos o hayan huido a las montañas más al norte buscando la protección y ayuda de los templos de los dragones. -Serían sus palabras ante el comentario de Vincent sobre lo peliagudo de la situación. -¿Crées que estuviera en manos de alguno de los lugareños? Bueno, desde luego por algún sitio hay que empezar, y no parece que vaya a venir nadie a ayudarnos ni a responder a nuestras preguntas.- Dijo convencida la peliblanca siguiéndole hasta la entrada de una de aquellas pequeñas y rudimentarias viviendas norteñas.
-Te cubro la espalda.- Asentiría preparada, no siendo que tras la puerta una vez abierta se encontraran con algún campesino muerto de miedo armado con un hacha de leñador y dispuesto a clavárselo a la primera persona que entrara. Más nada de eso ocurrió y sus habilidades no fueron necesarias, pues la pareja encontró aquella primera casa con la puerta sin cerrojo y totalmente vacía.
Entrar en ella supuso un cierto alivio del frío y humedad del exterior, aunque no tanto como el que cualquiera esperaría al entrar en un hogar construido para aguantar el frío y las inclemencias del clima. La chimenea estaba apagada, aunque a su lado había apilado un buen montón de buena leña para mantenerla encendida. Era un lugar pequeño con una sola estancia que hacía las veces de cocina, sala de estar y dormitorio, separado este último del resto por unos biombos hechos con gruesas pieles de animales. Una mesa cuadrada bastante maltrecha era la pieza de mobiliario central, y sobre ella había un plato y unos cubiertos de peltre dispuestos como si su propietario estuviese a punto de regresar para comer. Algo que quedaba claro que no iba a suceder a juzgar por la capa de polvo que los cubría y que denotaba que ellos dos eran los primeros en entrar allí en un tiempo.
-Hace tiempo que nadie entra aquí...-Comentaría la peliblanca mientras echaba un vistazo por el lugar en busca del fragmento o de cualquier otra pista que les ayudara. -Una casa humilde, aquí no hay nada de valor.- Añadiría tras revisar la zona destinada a la habitación y no encontrar más que polvo y algo de ropa remendada en los cajones de la cómoda. -Nada de nada.- Se reafirmaría volviendo con Vincent que tampoco había tenido éxito en su búsqueda.
Mismo resultado obtendrían tras entrar a la siguiente, y a la siguiente, y a la siguiente. Todas ellas estaban vacías, todas ellas con las puertas marcadas. Nadie, ni vivo ni muerto se hallaba dentro de las mismas y en todas el polvo denotaba que llevaban tiempo inhabitadas, a pesar de que todas presentaban indicios de que sus propietarios se habían ido con prisa. Ropa en los armarios, cubiertos sobre la mesa, utensilios del día a día que cualquier campesino se llevaría consigo pues, aunque de escaso valor, era bien sabido que vivir del campo no muy a menudo permitía grandes lujos. ¿Qué había pasado allí? El misterio era cada vez mayor y, como la niebla, acompañándoles en su búsqueda de manera permanente estaba aquel omnipresente olor a muerte, incluso cuando ya estaban lejos de la única fuente del mismo que habían podido ver, los muertos colgados de aquel árbol.
-Cada vez hace más frío.- Diría la elfa mientras que con cada palabra su aliento se hacía visible en forma de vaho. -A este paso tendremos que buscar refugio en alguna de las casas y seguir buscando mañana.- Diría a pesar de que era más que consciente de que el tiempo era de vital importancia. En nada ayudaría si morían congelados en la intemperie como casi les ocurre cuando partieron en busca de los ingredientes para la poción de restauración del inquisidor. De hecho ya tendrían que hacer noche allí de todos modos, con ese maldito olor...
-¿Aquello? - Respondería mirando hacia donde el brujo señalaba. Una estructura de mayor tamaño que el resto de las casas que habían inspeccionado y situada en una pequeña isla de tierra rodeada por dos pequeñas corrientes de agua. -Es un molino de agua.- Aseveraría al haber visto su silueta desde la distancia al salir de la última de las casas a pesar de la niebla. Además incluso de no haber sido así su sonido característico hubiese bastado para llevarles hasta él. -Sería un lugar extraño donde dejar algo tan valioso...Pero ahora que lo dices es verdad que es raro que haya un puente tras él. Nadie construye puentes o caminos si no llevan a algún sitio...- Verbalizó para que Vincent supiera a ciencia cierta que había comprendido el motivo de su comentario.
Hacia allí dirigieron sus pasos, notando como la sensación de frío se volvía aún peor al acercarse a las heladas aguas, y pronto llegaron hasta la entrada, acompañados por el rítmico sonido de las palas y de la corriente que las movía, encontrándose con la puerta cerrada. La primera de todo el pueblo para variar y algo que bien podía significar un cambio en su suerte...o nada en absoluto. -Claro, toda tuya. Tú eres el experto en puertas.- Le diría la peliblanca al brujo apartándose. Y es que el brujo tenía bastante experiencia a la hora de abrirles paso. Ya fuera derritiendo cerraduras, volándolas por los aires o, como optó por hacer en aquella situación y ante lo endeble del obstáculo, pateándola hasta que cedió.
Toda una suerte que el ruido de los riachuelos y el molino mitigarían el de los golpes, de lo contrario cualquiera que estuviera dentro o por los alrededores y que no supiera ya que el pueblo tenía visitantes se hubiera enterado de ese hecho.
-No es el summun de la sutileza pero ha funcionado. Y no parece haber nadie en casa que se haya molestado.- Respondió al comentario jocoso de Vincent una vez éste se hubo asegurado que efectivamente era otro edificio vacío. Y aunque no estaba en su ánimo bromear sí que dedicó una suave y cariñosa caricia en la mejilla de su compañero al pasar delante de él para entrar dentro. Encontrando aquel lugar en un estado similar al de las casas que ya habían registrado. Intacto, sin nada de utilidad o valor para ellos, pero nuevamente como si la gente allí hubiese tenido que irse a toda prisa. Tanto que incluso el molino había quedado en marcha y había seguido moliendo un grano ya convertido en polvo una y otra vez a saber durante cuánto tiempo. Ni siquiera se habían llevado los sacos de harina ya preparada, algo incomprensible.
-Esto pinta cada vez peor para las gentes de este lugar. Dejar parte de su ropa vale, pero tanta...Dejarse parte de sus útiles vale, pero todos...Dejarse aquí incluso la harina...- Expresaría presagiando que fuera lo que fuera lo que ocurrió allí y su relación con los ahorcados no fue nada bueno. A veces odiaba tener razón y que sus peores presagios se demostraran acertados. Aquella vez todo parecía señalar a que sería una de esas ocasiones, y para colmo allí tampoco había ni rastro del fragmento. Solo más de aquellas cruces grabadas en las puertas del poblado, aunque una más elaborada que las que ya habían visto antes y por ende una que llamó especialmente la atención de la joven, dibujada esta vez en la parte interior de la puerta trasera de aquel molino.
-Sí, pero está no es como las otras.- Advertiría la sacerdotisa después de que Vincent se diera cuenta de lo que estaba pensando, saliendo de allí tras el brujo y sintiendo una vez más el aire del exterior como una bofetada. -No tenemos alternativa. No podemos volver sin haber registrado todo el lugar. Aunque...a saber si sigue aquí, o en el fondo del río o escondida por algún niño en un lugar donde jamás se nos ocurriría buscar. ¿Qué podemos hacer si pasa eso? ¿Desmontar todo el lugar madera a madera? Madre Isil, guíanos en la noche oscura que se acerca, por favor. - Terminaría rogando mientras que sus opciones se agotaban. Abbey ya podría haberles dado alguna información más. -Apresurémonos a averiguar a dónde lleva este camino y volver.- Instó entonces la peliblanca, cruzando al otro lado del puente y siguiendo el camino tras este, al menos hasta su aparente y prematuro final. Algo sin mucho sentido.
-Aquí acaba el camino.- Le dijo al brujo cuando vio como éste acababa abruptamente al llegar a una zona pantanosa, haciendo que la joven se girara para cerciorarse de que no habían pasado por alto ningún desvío y luego devolviera su vista al frente para tratar de discernir qué había más allá. -Esto me recuerda a mi hogar. En Sandorai los caminos también cambian, giran abruptamente, aparecen y desaparecen...Los humanos dicen que es magia de los elfos, pero no es cierto, al menos no siempre.- Comentaría asintiendo ante su petición de guiarle a través de aquella zona, segura de que el camino continuaría al otro lado.
Fue muy sencillo, solo había que seguir el rumbo que marcaba el camino antes de desaparecer, y en espacios naturales para los elfos mantener el rumbo era tan sencillo como el mero hecho de poner un pie delante del otro al caminar. La única dificultad era cerciorarse de que pisaban sobre seguro y no acaban hundiéndose en la arena por culpa de algún hueco en la tierra ocultado por el agua y el fango, pero ayudándose con su bastón para ello e indicándole al brujo que pisase donde ella lo hacía pronto pudieron dejar atrás aquel terreno. Volviendo a dar con el camino que esta vez discurría a través de un nuevo bosque o arboleda, donde solo tendrían que limitarse a no perder de vista el sendero.
Caminaron durante unos minutos y finalmente llegaron hasta el final de la senda; Un giro hacia la derecha tras una pequeña aunque empinada pendiente tras el cual la pareja se encontró de frente con una edificación grande, mayor incluso que el molino que habían dejado atrás y desde luego mucho más que cualquiera de las casas del pueblo. Era de madera y a pesar de su tamaño los árboles la mantenían oculta a la vista hasta que no llegabas hasta ella, viéndose la elfa a solo unos pocos metros de las escaleras, también de madera, que conducían a sus grandes puertas. Vincent llamó a aquella estructura iglesia, y Níniel asintió pues también había visto una, aunque mayor y de piedra, en Lunargenta.
-Si es un lugar sagrado es posible que la gente buscase refugio en él...Pero parece tan vacía como todo lo demás.- Comentó la joven mirando su fachada sin ver luz alguna en su interior y sin apreciar movimiento en su interior. -Esperemos que sí, aunque nos va a llevar un rato revisar un sitio tan grande.- Respondió siguiendo a Vincent hasta el interior, haciendo crujir los peldaños de las escaleras con cada paso que daban, así como el suelo de madera del lugar una vez ya arriba.
-¿Has oído eso?.- Preguntó girándose de repente mirando al bosque y quedándose en silencio unos instantes. -Me ha parecido...Habrán sido los escalones.- Diría al final volviéndose lentamente de nuevo hacia el brujo, echando una última mirada a la espesura. -¿Tontos como tú dices? Bueno, supongo que el mundo sería un lugar peor. Para mi sería un lugar mucho peor.- Respondería a su extraña pregunta clavando sus ojos aguamarina en los suyos y sonrojándose levemente, aunque ni se notaría debido al color de sus mejillas por el frío. -Estaré detrás de tí.- Aseguraría aprestando su bastón, entrando ambos de golpe al interior de aquel lugar oscuro como la noche que ya reinaba en el exterior.
-Voy a iluminar esto.- Advirtió la sacerdotisa al percatarse de que la espada llameante no era suficiente para iluminar todo el lugar, demasiado grande y con el techo demasiado alto para ello. Con un un amplio gesto en forma de arco delante suyo con el bastón del extremo del mismo comenzaron a aparecer pequeños orbes de luz pura que, como pompas de jabón, flotaron por todo el lugar, dispersándose e iluminándolo prácticamente por completo, salvo algunos rincones, revelando un lugar que por muy sagrado que fuera, lo cierto es que ganaba con la oscuridad.
Ante ellos varias filas de incómodos bancos de madera una tras otras se extendían hasta prácticamente el fondo de la iglesia. La mayoría de los bancos estaban en mal estado, algunos incluso estaban quebrados y astillados y los que no no parecían muy capaces de aguantar el peso de las personas a las deberían dar asiento. A ambos lados unas vidrieras circulares sencillas darían al lugar algo de luz y color durante el día, aunque como los bancos la mayoría estaban en mal estado, unas pocas rotas, el resto tan sucias que poca luz entraría a través de ellas. Bajo las vidrieras grandes telas desgastadas adornaban las paredes, y al fondo del todo, frente a la entrada, en una posición algo elevada tras un par de escalones, se hallaba un gran altar bajo la figura de aquel carpintero crucificado, representado sangrante y dolorido de una manera que solo podía ser considerada como innecesariamente morbosa. Todo estaba sucio, descuidado y el polvo parecía ser el único devoto del lugar...
Más enseguida la mirada de Níniel abandonó todos aquellos detalles para volver a posarse sobre el altar, donde en un lugar de honor, como si fuera una reliquia reverenciada, estaba el fragmento que estaban buscando. Tan a la vista que Niniel casi se pone a reír.
-Los dioses están de nuestro lado. Mira.- Señaló hacia el altar sonriendo por primera en mucho tiempo ante la primera buena noticia desde que Vincent volviera a la torre. -Al final no vamos a tener que desmontarlo todo.- Añadiría olvidándose por un momento de la advertencia del brujo de quedarse cerca y adelantándose hasta llegar al altar. -De hecho...es demasiado fácil.- Diría antes de coger el fragmento y observando con detenimiento el soporte en el que estaba así como a su alrededor, buscando algún tipo de trampa o peligro con desconfianza..
-Ummm...Usa la telequinesis Vincent, solo por si acaso. Nadie deja las cosas valiosas sin protección. Y está en un altar, así que debe ser valiosa para quien la pusiera aquí.- Decidiría al final la joven quizás pecando de ser demasiado prudente y alejándose un poco, volviendo junto al brujo. Más nada ocurrió cuando su solicitud fue cumplida, obrando el fragmento en poder del brujo sin que nada malo o extraño ocurriese.
Al menos hasta que un sonido de lo más desagradable comenzaría a escucharse. Al principio era apenas audible, muy bajo, como el rumor del viento, pero pronto comenzó a ser mucho más claro y nítido, haciendo que la peliblanca se girara como hiciera ya antes de entrar a la iglesia, tratando de identificar el origen y una vez sin éxito. -Lo he vuelto a oír...- Dijo entrecerrando los ojos y haciendo un gesto con el bastón para que las esferas de luz comenzaran a moverse de nuevo, buscando iluminar allí donde aún había sombras. -Es lo mismo que antes. No ha sido mi imaginación...Hay alguien o algo más aquí...- Diría comenzando a ponerse algo nerviosa y acumulando más éter para hacer frente a un posible peligro muy real para ella a pesar de no verlo.
-Ya tenemos lo que hemos venido a buscar. Será mejor salir de aquí.- Pidió entonces a su compañero mientras el sonido se hacía más y perturbador, quedando claro que era el de algo arrastrándose, muy pero que muy cerca de donde ellos estaban. -Y rápido.-
Por desgracia, haciendo caso omiso de su buen juicio una vez más, tenían que seguir adelante y sin demora. Cómo sabía Abbey de aquel medallón para acceder a la pirámide y sobre la localización exacta de uno de sus fragmentos podría ser un misterio que la alta encantadora jamás revelase, pero que obtenerlo a toda costa era una necesidad imperiosa estaba más allá de toda duda. Aquellos cuerpos no les detendrían.
-Cristianos. He tenido el dudoso honor de adentrarme en algunas de sus...estructuras.- Expresaría la joven recordando que aquellas cruces, que hasta ese momento había tomado como meras marcas sin más, eran uno de sus símbolos más habituales. Como también lo era el pez, una relación que la joven encontraba extraña, claro que poco sabía de aquel extraño culto a un carpintero crucificado. -Sus catacumbas son ahora un laberinto que todo tipo de maleantes usa para ocultarse de la guardia...Y de la higiene personal.- Añadiría mientras seguía de cerca al brujo, usando el llameante filo de su espada para ver algo mejor en la niebla conforme se adentraban en aquel tétrico lugar, como si de una antorcha se tratara.
-Corren tiempos oscuros. Hace unas semanas seguro que nunca habías visto salvo en un campo de batalla a la gente arrojar a sus amigos y familiares a la orilla de los ríos en lugar de darles un adiós digno. Ni tampoco a sus vecinos acudir como las aves de rapiña allí donde los apilan buscando algo de valor.- Sería su respuesta ante las teorías y dudas del brujo sobre lo que podría haberles ocurrido a aquellos desdichados, que se sumaban a las suyas propias. Cuando el miedo y la desesperación gobernaban el corazón de las gentes...-Yo no descartaría ninguna idea.- Sentenciaría mirando a su alrededor, buscando peligros inmediatos y, ante la falta de los mismos, algún indicio de vida en una aldea que parecía tan muerta como los sujetos colgados en el camino.
-No hay luz en ninguna ventana. No sale humo de ninguna chimenea. No he escuchado el ruido de ninguna puerta cerrándose. Este lugar parece abandonado. Quizá estén escondidos o hayan huido a las montañas más al norte buscando la protección y ayuda de los templos de los dragones. -Serían sus palabras ante el comentario de Vincent sobre lo peliagudo de la situación. -¿Crées que estuviera en manos de alguno de los lugareños? Bueno, desde luego por algún sitio hay que empezar, y no parece que vaya a venir nadie a ayudarnos ni a responder a nuestras preguntas.- Dijo convencida la peliblanca siguiéndole hasta la entrada de una de aquellas pequeñas y rudimentarias viviendas norteñas.
-Te cubro la espalda.- Asentiría preparada, no siendo que tras la puerta una vez abierta se encontraran con algún campesino muerto de miedo armado con un hacha de leñador y dispuesto a clavárselo a la primera persona que entrara. Más nada de eso ocurrió y sus habilidades no fueron necesarias, pues la pareja encontró aquella primera casa con la puerta sin cerrojo y totalmente vacía.
Entrar en ella supuso un cierto alivio del frío y humedad del exterior, aunque no tanto como el que cualquiera esperaría al entrar en un hogar construido para aguantar el frío y las inclemencias del clima. La chimenea estaba apagada, aunque a su lado había apilado un buen montón de buena leña para mantenerla encendida. Era un lugar pequeño con una sola estancia que hacía las veces de cocina, sala de estar y dormitorio, separado este último del resto por unos biombos hechos con gruesas pieles de animales. Una mesa cuadrada bastante maltrecha era la pieza de mobiliario central, y sobre ella había un plato y unos cubiertos de peltre dispuestos como si su propietario estuviese a punto de regresar para comer. Algo que quedaba claro que no iba a suceder a juzgar por la capa de polvo que los cubría y que denotaba que ellos dos eran los primeros en entrar allí en un tiempo.
-Hace tiempo que nadie entra aquí...-Comentaría la peliblanca mientras echaba un vistazo por el lugar en busca del fragmento o de cualquier otra pista que les ayudara. -Una casa humilde, aquí no hay nada de valor.- Añadiría tras revisar la zona destinada a la habitación y no encontrar más que polvo y algo de ropa remendada en los cajones de la cómoda. -Nada de nada.- Se reafirmaría volviendo con Vincent que tampoco había tenido éxito en su búsqueda.
Mismo resultado obtendrían tras entrar a la siguiente, y a la siguiente, y a la siguiente. Todas ellas estaban vacías, todas ellas con las puertas marcadas. Nadie, ni vivo ni muerto se hallaba dentro de las mismas y en todas el polvo denotaba que llevaban tiempo inhabitadas, a pesar de que todas presentaban indicios de que sus propietarios se habían ido con prisa. Ropa en los armarios, cubiertos sobre la mesa, utensilios del día a día que cualquier campesino se llevaría consigo pues, aunque de escaso valor, era bien sabido que vivir del campo no muy a menudo permitía grandes lujos. ¿Qué había pasado allí? El misterio era cada vez mayor y, como la niebla, acompañándoles en su búsqueda de manera permanente estaba aquel omnipresente olor a muerte, incluso cuando ya estaban lejos de la única fuente del mismo que habían podido ver, los muertos colgados de aquel árbol.
-Cada vez hace más frío.- Diría la elfa mientras que con cada palabra su aliento se hacía visible en forma de vaho. -A este paso tendremos que buscar refugio en alguna de las casas y seguir buscando mañana.- Diría a pesar de que era más que consciente de que el tiempo era de vital importancia. En nada ayudaría si morían congelados en la intemperie como casi les ocurre cuando partieron en busca de los ingredientes para la poción de restauración del inquisidor. De hecho ya tendrían que hacer noche allí de todos modos, con ese maldito olor...
-¿Aquello? - Respondería mirando hacia donde el brujo señalaba. Una estructura de mayor tamaño que el resto de las casas que habían inspeccionado y situada en una pequeña isla de tierra rodeada por dos pequeñas corrientes de agua. -Es un molino de agua.- Aseveraría al haber visto su silueta desde la distancia al salir de la última de las casas a pesar de la niebla. Además incluso de no haber sido así su sonido característico hubiese bastado para llevarles hasta él. -Sería un lugar extraño donde dejar algo tan valioso...Pero ahora que lo dices es verdad que es raro que haya un puente tras él. Nadie construye puentes o caminos si no llevan a algún sitio...- Verbalizó para que Vincent supiera a ciencia cierta que había comprendido el motivo de su comentario.
Hacia allí dirigieron sus pasos, notando como la sensación de frío se volvía aún peor al acercarse a las heladas aguas, y pronto llegaron hasta la entrada, acompañados por el rítmico sonido de las palas y de la corriente que las movía, encontrándose con la puerta cerrada. La primera de todo el pueblo para variar y algo que bien podía significar un cambio en su suerte...o nada en absoluto. -Claro, toda tuya. Tú eres el experto en puertas.- Le diría la peliblanca al brujo apartándose. Y es que el brujo tenía bastante experiencia a la hora de abrirles paso. Ya fuera derritiendo cerraduras, volándolas por los aires o, como optó por hacer en aquella situación y ante lo endeble del obstáculo, pateándola hasta que cedió.
Toda una suerte que el ruido de los riachuelos y el molino mitigarían el de los golpes, de lo contrario cualquiera que estuviera dentro o por los alrededores y que no supiera ya que el pueblo tenía visitantes se hubiera enterado de ese hecho.
-No es el summun de la sutileza pero ha funcionado. Y no parece haber nadie en casa que se haya molestado.- Respondió al comentario jocoso de Vincent una vez éste se hubo asegurado que efectivamente era otro edificio vacío. Y aunque no estaba en su ánimo bromear sí que dedicó una suave y cariñosa caricia en la mejilla de su compañero al pasar delante de él para entrar dentro. Encontrando aquel lugar en un estado similar al de las casas que ya habían registrado. Intacto, sin nada de utilidad o valor para ellos, pero nuevamente como si la gente allí hubiese tenido que irse a toda prisa. Tanto que incluso el molino había quedado en marcha y había seguido moliendo un grano ya convertido en polvo una y otra vez a saber durante cuánto tiempo. Ni siquiera se habían llevado los sacos de harina ya preparada, algo incomprensible.
-Esto pinta cada vez peor para las gentes de este lugar. Dejar parte de su ropa vale, pero tanta...Dejarse parte de sus útiles vale, pero todos...Dejarse aquí incluso la harina...- Expresaría presagiando que fuera lo que fuera lo que ocurrió allí y su relación con los ahorcados no fue nada bueno. A veces odiaba tener razón y que sus peores presagios se demostraran acertados. Aquella vez todo parecía señalar a que sería una de esas ocasiones, y para colmo allí tampoco había ni rastro del fragmento. Solo más de aquellas cruces grabadas en las puertas del poblado, aunque una más elaborada que las que ya habían visto antes y por ende una que llamó especialmente la atención de la joven, dibujada esta vez en la parte interior de la puerta trasera de aquel molino.
-Sí, pero está no es como las otras.- Advertiría la sacerdotisa después de que Vincent se diera cuenta de lo que estaba pensando, saliendo de allí tras el brujo y sintiendo una vez más el aire del exterior como una bofetada. -No tenemos alternativa. No podemos volver sin haber registrado todo el lugar. Aunque...a saber si sigue aquí, o en el fondo del río o escondida por algún niño en un lugar donde jamás se nos ocurriría buscar. ¿Qué podemos hacer si pasa eso? ¿Desmontar todo el lugar madera a madera? Madre Isil, guíanos en la noche oscura que se acerca, por favor. - Terminaría rogando mientras que sus opciones se agotaban. Abbey ya podría haberles dado alguna información más. -Apresurémonos a averiguar a dónde lleva este camino y volver.- Instó entonces la peliblanca, cruzando al otro lado del puente y siguiendo el camino tras este, al menos hasta su aparente y prematuro final. Algo sin mucho sentido.
-Aquí acaba el camino.- Le dijo al brujo cuando vio como éste acababa abruptamente al llegar a una zona pantanosa, haciendo que la joven se girara para cerciorarse de que no habían pasado por alto ningún desvío y luego devolviera su vista al frente para tratar de discernir qué había más allá. -Esto me recuerda a mi hogar. En Sandorai los caminos también cambian, giran abruptamente, aparecen y desaparecen...Los humanos dicen que es magia de los elfos, pero no es cierto, al menos no siempre.- Comentaría asintiendo ante su petición de guiarle a través de aquella zona, segura de que el camino continuaría al otro lado.
Fue muy sencillo, solo había que seguir el rumbo que marcaba el camino antes de desaparecer, y en espacios naturales para los elfos mantener el rumbo era tan sencillo como el mero hecho de poner un pie delante del otro al caminar. La única dificultad era cerciorarse de que pisaban sobre seguro y no acaban hundiéndose en la arena por culpa de algún hueco en la tierra ocultado por el agua y el fango, pero ayudándose con su bastón para ello e indicándole al brujo que pisase donde ella lo hacía pronto pudieron dejar atrás aquel terreno. Volviendo a dar con el camino que esta vez discurría a través de un nuevo bosque o arboleda, donde solo tendrían que limitarse a no perder de vista el sendero.
Caminaron durante unos minutos y finalmente llegaron hasta el final de la senda; Un giro hacia la derecha tras una pequeña aunque empinada pendiente tras el cual la pareja se encontró de frente con una edificación grande, mayor incluso que el molino que habían dejado atrás y desde luego mucho más que cualquiera de las casas del pueblo. Era de madera y a pesar de su tamaño los árboles la mantenían oculta a la vista hasta que no llegabas hasta ella, viéndose la elfa a solo unos pocos metros de las escaleras, también de madera, que conducían a sus grandes puertas. Vincent llamó a aquella estructura iglesia, y Níniel asintió pues también había visto una, aunque mayor y de piedra, en Lunargenta.
-Si es un lugar sagrado es posible que la gente buscase refugio en él...Pero parece tan vacía como todo lo demás.- Comentó la joven mirando su fachada sin ver luz alguna en su interior y sin apreciar movimiento en su interior. -Esperemos que sí, aunque nos va a llevar un rato revisar un sitio tan grande.- Respondió siguiendo a Vincent hasta el interior, haciendo crujir los peldaños de las escaleras con cada paso que daban, así como el suelo de madera del lugar una vez ya arriba.
-¿Has oído eso?.- Preguntó girándose de repente mirando al bosque y quedándose en silencio unos instantes. -Me ha parecido...Habrán sido los escalones.- Diría al final volviéndose lentamente de nuevo hacia el brujo, echando una última mirada a la espesura. -¿Tontos como tú dices? Bueno, supongo que el mundo sería un lugar peor. Para mi sería un lugar mucho peor.- Respondería a su extraña pregunta clavando sus ojos aguamarina en los suyos y sonrojándose levemente, aunque ni se notaría debido al color de sus mejillas por el frío. -Estaré detrás de tí.- Aseguraría aprestando su bastón, entrando ambos de golpe al interior de aquel lugar oscuro como la noche que ya reinaba en el exterior.
-Voy a iluminar esto.- Advirtió la sacerdotisa al percatarse de que la espada llameante no era suficiente para iluminar todo el lugar, demasiado grande y con el techo demasiado alto para ello. Con un un amplio gesto en forma de arco delante suyo con el bastón del extremo del mismo comenzaron a aparecer pequeños orbes de luz pura que, como pompas de jabón, flotaron por todo el lugar, dispersándose e iluminándolo prácticamente por completo, salvo algunos rincones, revelando un lugar que por muy sagrado que fuera, lo cierto es que ganaba con la oscuridad.
Ante ellos varias filas de incómodos bancos de madera una tras otras se extendían hasta prácticamente el fondo de la iglesia. La mayoría de los bancos estaban en mal estado, algunos incluso estaban quebrados y astillados y los que no no parecían muy capaces de aguantar el peso de las personas a las deberían dar asiento. A ambos lados unas vidrieras circulares sencillas darían al lugar algo de luz y color durante el día, aunque como los bancos la mayoría estaban en mal estado, unas pocas rotas, el resto tan sucias que poca luz entraría a través de ellas. Bajo las vidrieras grandes telas desgastadas adornaban las paredes, y al fondo del todo, frente a la entrada, en una posición algo elevada tras un par de escalones, se hallaba un gran altar bajo la figura de aquel carpintero crucificado, representado sangrante y dolorido de una manera que solo podía ser considerada como innecesariamente morbosa. Todo estaba sucio, descuidado y el polvo parecía ser el único devoto del lugar...
Más enseguida la mirada de Níniel abandonó todos aquellos detalles para volver a posarse sobre el altar, donde en un lugar de honor, como si fuera una reliquia reverenciada, estaba el fragmento que estaban buscando. Tan a la vista que Niniel casi se pone a reír.
-Los dioses están de nuestro lado. Mira.- Señaló hacia el altar sonriendo por primera en mucho tiempo ante la primera buena noticia desde que Vincent volviera a la torre. -Al final no vamos a tener que desmontarlo todo.- Añadiría olvidándose por un momento de la advertencia del brujo de quedarse cerca y adelantándose hasta llegar al altar. -De hecho...es demasiado fácil.- Diría antes de coger el fragmento y observando con detenimiento el soporte en el que estaba así como a su alrededor, buscando algún tipo de trampa o peligro con desconfianza..
-Ummm...Usa la telequinesis Vincent, solo por si acaso. Nadie deja las cosas valiosas sin protección. Y está en un altar, así que debe ser valiosa para quien la pusiera aquí.- Decidiría al final la joven quizás pecando de ser demasiado prudente y alejándose un poco, volviendo junto al brujo. Más nada ocurrió cuando su solicitud fue cumplida, obrando el fragmento en poder del brujo sin que nada malo o extraño ocurriese.
Al menos hasta que un sonido de lo más desagradable comenzaría a escucharse. Al principio era apenas audible, muy bajo, como el rumor del viento, pero pronto comenzó a ser mucho más claro y nítido, haciendo que la peliblanca se girara como hiciera ya antes de entrar a la iglesia, tratando de identificar el origen y una vez sin éxito. -Lo he vuelto a oír...- Dijo entrecerrando los ojos y haciendo un gesto con el bastón para que las esferas de luz comenzaran a moverse de nuevo, buscando iluminar allí donde aún había sombras. -Es lo mismo que antes. No ha sido mi imaginación...Hay alguien o algo más aquí...- Diría comenzando a ponerse algo nerviosa y acumulando más éter para hacer frente a un posible peligro muy real para ella a pesar de no verlo.
-Ya tenemos lo que hemos venido a buscar. Será mejor salir de aquí.- Pidió entonces a su compañero mientras el sonido se hacía más y perturbador, quedando claro que era el de algo arrastrándose, muy pero que muy cerca de donde ellos estaban. -Y rápido.-
Vincent usa su telequinesis acordado con su usuario.
Níniel Thenidiel
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Efectivamente Vincent estaba en lo correcto y aquello no había sido causado por un grupo de cristianos. Bueno, sí, pero no precisamente de los ‘‘buenos’’.
Instinto de supervivencia a tomar en cuenta: divide y vencerás. ¿De dónde habrá sacado el brujo tanta sensatez para permanecer al lado de su compañera? Suena a que cierto escarmiento en un mundo reflejado surtió el efecto deseado.
Claro, esto solo era un decir, pues parece que mi querido bufón aun no aprendido lo que sucede cuando se arremete en contra de mis escenarios; aunque en esta ocasión lo dejaré pasar, solo porque sus métodos, aunque poco ortodoxos, fueron efectivos.
Gracias, poner las cosas difíciles es un don.
Dejar que la joven de cabellos blanquecinos guiara la cruzada fue una de las mejores decisiones que pudiesen haber tomado. Sería difícil que alguien con sus cualidades se perdiese en un ecosistema similar al de su procedencia.
Y después de que hicieran…lo que sea que hiciesen en el lapso del molino a la iglesia, llegarían a lo verdaderamente importante.
Tras un momento de largas descripciones, los ojos de la elfa se posarían en el fragmento de la llave que, curiosamente, ellos habían ido a buscar.
Gracias a todos los dioses, la joven fue bastante prudente, pidiéndole al brujo que usara su magia, en lugar de tocar ella misma el artefacto, no fuese a encontrarse con algún tipo de trampa rudimentaria.
¿Qué queréis que haga? Ellos no me dan material para reprocharles sus acciones. Lo hacen fastidiosamente bien…al menos por ahora.
Una vez que la llave se encontrase en manos del brujo, ambos harían caso a las advertencias de Níniel, poniéndose en marcha para salir de ese sitio.
Las voces que hasta ese entonces habían permanecido en un silencio sepulcral, comenzarían a resonar por los alrededores, mientras extrañas luces iluminaban el camino de los sectarios infectados, cuyo propósito sería acabar con los forasteros.
Un extraño rayo saldría disparado desde la iglesia, seguido por la explosión de aquel extraño y silencioso recinto.
- ¡A por ellos!
Sin importar los caminos que siguiesen, en un punto se verían rodeados por los sectarios, quienes, aunque enfermos, no dejaban de ser peligrosos y sádicos, aunque también eran personas ‘‘inocentes’’.
Ahora ambos tendrían que elegir entre escapar o quedarse a pelear, pese a que esta última opción solo lo pondría a merced de su enemiga.
Instinto de supervivencia a tomar en cuenta: divide y vencerás. ¿De dónde habrá sacado el brujo tanta sensatez para permanecer al lado de su compañera? Suena a que cierto escarmiento en un mundo reflejado surtió el efecto deseado.
Claro, esto solo era un decir, pues parece que mi querido bufón aun no aprendido lo que sucede cuando se arremete en contra de mis escenarios; aunque en esta ocasión lo dejaré pasar, solo porque sus métodos, aunque poco ortodoxos, fueron efectivos.
Gracias, poner las cosas difíciles es un don.
Dejar que la joven de cabellos blanquecinos guiara la cruzada fue una de las mejores decisiones que pudiesen haber tomado. Sería difícil que alguien con sus cualidades se perdiese en un ecosistema similar al de su procedencia.
Y después de que hicieran…lo que sea que hiciesen en el lapso del molino a la iglesia, llegarían a lo verdaderamente importante.
Tras un momento de largas descripciones, los ojos de la elfa se posarían en el fragmento de la llave que, curiosamente, ellos habían ido a buscar.
Gracias a todos los dioses, la joven fue bastante prudente, pidiéndole al brujo que usara su magia, en lugar de tocar ella misma el artefacto, no fuese a encontrarse con algún tipo de trampa rudimentaria.
¿Qué queréis que haga? Ellos no me dan material para reprocharles sus acciones. Lo hacen fastidiosamente bien…al menos por ahora.
Una vez que la llave se encontrase en manos del brujo, ambos harían caso a las advertencias de Níniel, poniéndose en marcha para salir de ese sitio.
Las voces que hasta ese entonces habían permanecido en un silencio sepulcral, comenzarían a resonar por los alrededores, mientras extrañas luces iluminaban el camino de los sectarios infectados, cuyo propósito sería acabar con los forasteros.
Un extraño rayo saldría disparado desde la iglesia, seguido por la explosión de aquel extraño y silencioso recinto.
- ¡A por ellos!
Sin importar los caminos que siguiesen, en un punto se verían rodeados por los sectarios, quienes, aunque enfermos, no dejaban de ser peligrosos y sádicos, aunque también eran personas ‘‘inocentes’’.
Ahora ambos tendrían que elegir entre escapar o quedarse a pelear, pese a que esta última opción solo lo pondría a merced de su enemiga.
- Enemiga:
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Ambos: Lamento no haber dado tanto énfasis en vuestros post, pues, aunque me gustan las biblias el evento debe continuar y somos los primeros que debemos terminar. Ofrezco una disculpa, por cuestiones profesionales estuve ausente estos días del foro, aunque acabó mi semana pesada y podré estar más pendiente del ordenador. En este post no he dado muchas instrucciones, ya que deseo saber que es lo que decidiréis. Si optáis por quedaros a pelear deberéis lanzar una runa que determinará varios factores y no podréis abandonar el escenario en el siguiente turno. Si decidís escapar os encomendaré la tarea de elegir el escenario hacia el cuál os dirigiréis, ya conocéis el lugar: puede ser el molino, de regreso a los escombros de la iglesia que acaba de explotar, la pequeña aldea del inicio, etc. Sin embargo, en un punto terminaréis frente a vuestra enemiga y alguno de vosotros terminará atrapado por los sectarios. Correrá por vuestra cuenta quién se convertirá en mi conejillo de indias (si elegís esta opción). No olvidéis que en base a vuestras acciones podríais terminar infectados o heridos. ¡Enjoy!
Wyn
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Aquel solitario templo le daba mala espina. Quizás precisamente por ello. Porque todo estaba demasiado en calma. En el molino. En las cabañas. Ahora también en la iglesia. A cada paso que daban, encontraban la misma escena tranquila y reposada.
De tal sosiego, que resultaba asfixiante. Pues, aunque solamente los sádicos no apreciarían un tiempo de paz y tranquilidad, la que albergaba esos lugares no era una paz… pura. No para alguien que no tuviera una piedra por cabeza. Menos aún para un hombre con su veteranía.
No. Todo marchaba mal desde el momento en el que pisara por primera vez los aledaños del pueblo. Por supuesto, cualquiera podría pensar que los habitantes de la localidad simplemente se habían marchado. Probablemente hacia el sur, huyendo de la epidemia que todo asolaba con tanta rapidez. Era lícito pensarlo. Él mismo lo había hecho, y entraba dentro de las posibilidades que había barajado.
Pero, y todos saben que lo que importa realmente en una frase, es lo que hay después de este, algo no terminaba de marchar bien. Algo no encajaba dentro del rompecabezas que armaba en su cabeza. Era difícil decir exactamente el qué, cuando solo eran puras conjeturas. Sin embargo allí estaba. Su duda y su recelo. Y si quería vivir más allá de aquella noche, sabía que debía hacer caso a su instinto.
El instinto. Ese nombre que definía una conducta innata e inconsciente, que muchos sobrevaloraban, y que otros tanto infravaloraban. Que podía decir. No llovía a gusto de todos, eso era un hecho. Pero lo cierto, es que si se sabía utilizar y aprender de ella, te podía, literalmente, salvar la vida. A fin y al cabo, el instinto que tenía ahora mismo en total alerta, no era producto de su especie. No era una creación inconsciente e irracional de lo más recóndito de su ser. Más bien al contrario. Era en realidad una simple argamasa formada por las experiencias. No era innato como se hacía creer o definía, sino más bien era una voz dentro de tu cabeza, que se hacía fuerte y sabia con el aprendizaje.
Ese era el instinto que era parte de él, y del cual podía fiarse. Pues no dejaba de ser una creación de su lógica y pensamiento. Y ahora mismo le removía la conciencia por un motivo claro. No debía fiarse de su entorno. Aquella paz era tan pobre como la espada de madera de un niño. Era lógico pensar que los habitantes de aquel pueblo habían huido de allí por miedo a los estragos de la epidemia. Encajaba con el escenario encontrado. Abandonado con gran presteza. Un síntoma de miedo. Pero, si tantas prisas tenían, ¿por qué se habían molestado en perder el tiempo colgando a varias personas de los árboles?
Huían sin recoger todos sus bienes. O muchos que se podrían considerar esenciales, como los sacos de trigo que fácilmente podrían intercambiar por comida durante su viaje al sur. Y sin embargo…
No. Sabía que no tenía sentido. Y por eso desde el primer instante que pisó ese pueblo, sabía que algo no marchaba bien. Que esa calma solamente era el preludio de la tormenta.
- No, no he oído nada-, contestó a su compañera sentimental, y se permitió una sonrisa cálida mientras se adentraba en la iglesia. - Eso es porque tú me tienes aprecio. Para el común de los mortales solamente soy un idiota en busca de muerte prematura-, rió por lo bajo y meneó la cabeza. - Pero de algo hay que morir ¿no? - dibujó su característica media sonrisa, mirando hacia la peliblanca, y luego se centró nuevamente en la búsqueda de enemigos.
No debía bajar la guardia. Era tan importante hacer caso a su instinto, como mantenerse alerta .De poco le servía lo primero, si no realizaba lo segundo. De todos modos, no hubo nada anormal en el templo, más allá de ese ambiente que tan poco le gustaba. Exceptuando un objeto.
- Lo veo-, respondió a la peliblanca.
Y tanto que lo veía. Ese fragmento de llave estaba tan expuesto, sobre el altar, que no tuvo que esperar demasiado, para llegar a vislumbrar la palabra trampa en su mente.
- La veo perfectamente-, comentó, pero esta vez refiriéndose a la posible trampa. Una situación que no tardó en apreciar en las palabras de Níniel. Normal, ella era una chica lista, y se había dado cuenta de la evidencia. - Demasiado. Tanto que puedo oler a los tramperos-, susurró esto último, pegado a la elfa, escudriñando en las sombras donde la luz de las esferas no alcanzaba.
Nada. Por mucho que intentara ver a sus enemigos ocultos, no encontraba nada. Su mente le decía que no podía ser tan fácil, pero su vista no alcanzaba a ver rival alguno. Su vista, ni ninguno de sus otros sentidos, delataban la presencia de otras personas.
Estaban solos. Y sin embargo, ese maldito sosiego exasperante lo acompañaba y le causaba cierto nerviosismo.
En fin, quizás la trampa fuera de otro tipo. Un rudimentario mecanismo para atraparlos, o una exquisita y perfecta trampa mágica. Era arcanista, y sabía lo que se podía lograr crear con el poder de las runas y la lengua de los dragones.
Vincent contestó a su elfa con un asentimiento de cabeza, pues estaba más que de acuerdo con lo último que había dicho, y con la forma de proceder. Tomar la llave desde una distancia prudencial era lo mejor, pues seguramente el creador de la trampa no habría imaginado que vendría un brujo a buscarla.
El rubio alargó el brazo, y con su mente hizo levitar el trozo de llave con su arte mágica, para luego atraerla hacia su mano. Estuvo listo y preparado para cualquier suceso, desde que alzara el fragmento, como durante su trayecto por el aire. Pero nada ocurrió. Pudo atrapar y rodear con sus dedos enguantados el pedazo de llave sin problemas.
- Curioso-, comentó, antes de escuchar un ruido de lo más extraño. - Joder, qué demonios es eso. Será mejor largarnos de aquí. Ya tenemos lo que nos interesa-, dijo, mostrando a ojos de la peliblanca el objeto, para darle más énfasis a sus palabras.
Inmediatamente después lo metió en uno de los bolsillos enganchados a sus correas del pecho, a la vez que se ponía en marcha hacia la salida, y envainaba su espada.
Ya mucho estaba durando la calma. No obstante, si por él fuera, ojalá hubiera durado eternamente, pese a que le diera tan mala espina. Era mejor tener malos augurios, que acabar abocado a un combate de destino incierto. En fin, debía quedarse con lo positivo. Al menos ahora ya no tendría esa extraña y pesada sensación sobre sus hombros, y no había perdido el tiempo manteniéndose cauto. Aunque, francamente, ser cuidadoso y cauto, nunca era una pérdida de tiempo.
El brujo bajó los escalones raudo con el viento, llevando la delantera por si alguien les salía al paso. Pues, a esas alturas, las voces que resonaban en los alrededores, en un tono claro que no venían a hacer amistad con ellos. Más aún, denotaba la cantidad de enemigos, y que era mejor moverse rápido y salir de allí.
Debían volver junto a Abbey sin pensarlo dos veces. O puede que nunca tuvieran la posibilidad de regresar.
- Mantente cerca de mí-, dijo, como ya hubiera hecho anteriormente, pero esta vez avanzando con rapidez hacia el bosque por el que habían llegado a la iglesia. - Debemos regresar. Y marcharnos sin mirar atrás. Los asuntos de esta gente no nos incumben. Solo recuperar el fragmento-, comentó finalmente, sin detenerse.
No era momento de experimentos. Era mejor desandar el camino que ya conocían, o tardarían mucho más en salir de la zona. Una zona, que por otra parte, esas personas seguro que conocían mejor que ellos. Más pronto que tarde los acabarían alcanzando, si se dedicaban a buscar rutas alternativas.
Aun estaba a medio camino entre el templo y el linde del bosque, cuando una fuerte explosión lo pilló de improvisto. Solamente habían avanzado algunos metros desde la escalinata de entrada a la iglesia, así que por acto reflejo se tiró al suelo, llevándose consigo a Níniel para protegerla. Como si eso sirviera para algo. En fin. Esperaba que su acción al menos hubiera servido para evitar que un madero ardiendo hubiese impactado con ellos.
- ¿Pero qué demonios ha sido eso? - dijo, una vez pasada la sorpresa inicial, y mirando en derredor buscando el posible causante de eso. - Mierda, puede que si hubiera una trampa después de todo en la iglesia-, comentó, ayudando a ponerse en pie a su compañera. - O puede que sea algo peor. Tenemos que darnos prisa-, dijo finalmente, poniéndose en marcha.
Lo cierto es que no hacía falta decir nada, para dejar claro que había que irse con rapidez de allí. Lo de la iglesia solo era un motivo más. Pues las voces que se escuchaban cada vez más cerca, ya eran razón suficiente para no quedarse a mirar las musarañas.
El brujo se adentró en el bosque abriendo camino para la elfa, ya que él era mejor luchador en cuerpo a cuerpo, y era más recomendable que fuera delante, por si se encontraban con alguien de frente. Eso sí, aunque llevara la delantera, los sentidos de Níniel eran su guía en el interior de la oscura espesura.
- Quizás, no estaría de más alguna bendición de destreza. Para moverme con más rapidez y agilidad-, comenzó a decirle a la peliblanca. Por bajo. Para mantener su posición oculta a oídos enemigos.
Un extra de destreza no solo serviría para volverle más ágil, y por tanto, ir más deprisa por el terreno del bosque. Sino que ello también ayudaría a no hacer excesivo ruido con sus pasos, y a mantenerse ocultos en la niebla.
En cualquier caso, no había casi terminado de hablar. Cuando escuchó el aviso que le hizo dar un paso hacia atrás, salvándole la vida. La precipitación del movimiento provocó que cayera de culo sobre la hierba, y nada más chocar contra el suelo, observó como una gran pica se clavaba entre sus piernas. Para su gusto, demasiado cerca de la posibilidad de descendencia, y en el lugar donde estaba erguido hacía un momento.
En cuanto la pica se desclavó de la tierra, siguió su ascendencia, para ver a… ¿Qué cojones era eso?
No se quedó escudriñándolo su enemigo durante mucho tiempo, más bien al contrario, pues tuvo que rodar por el suelo para no acabar ensartado. Escuchó como la pica impactaba contra el suelo nuevamente, mientras escapaba rodando. Imaginando el lugar donde se había clavado esta vez.
Vinc dejó de girar, frenando con una pierna. Clavando la rodilla de esta pierna en el suelo, se impulso hacia adelante y hacia arriba con ayuda de la otra, a la vez que desenvainaba su espada.
A ese ser no le gustaba negociar. Era demasiado agresivo para parlamentar. Aunque ahora que lo observaba mejor, diría que era una mujer. Sí, eso parecía, pero con una aspecto deplorable.
Se movió con rapidez para ponerse en medio de la enemiga y la elfa. Dándole la espalda a Níniel, y de cara a la mujer de la pica. Espada en ristre. Preparado para defenderse.
- Sí, creo que sería buena esa bendición-, comentó socarrón a la sacerdotisa. Antes de girar un poco la cabeza, pero sin dejar de vigilar de soslayo a su enemiga. - Aunque ahora me vendría bien esa que me aumenta la potencia arcana-, susurró hacia su espalda. - Que te pasa, mujer. ¿No te enseñaron a pedir las cosas por favor? - habló, volviendo a mirar frontalmente a su rival. - ¿Quieres el fragmento? - preguntó, dibujando una sonrisa lobuna en el rostro.
La mujer no dijo nada. Pero estaba claro que había captado su atención.
- ¡Pues tómalo! -, gritó y cargó contra la enemiga. Dio varios pasos con la espada dispuesta para el ataque, pero en el último momento, en vez de atacar con la espada, lanzó hacia adelante, una potente ráfaga de viento potenciada con la magia élfica.
El ataque fue tan potente, que lanzó a su enemiga hacia atrás, volteándola en al aire, antes de que cayera de bruces contra el suelo. Nada más ver como había caído, y como el idea había funcionado. Le hizo gestos a la elfa para que lo siguiera.
- Vamos, vamos. Debemos escapar de este maldito lugar-, dijo, corriendo en dirección al molino.
El plan no había cambiado. Pese al inesperado encuentro con aquella sujeto, solo debía salir de la zona y volver junto a Abbey. Recuperar el fragmento y salir con vida, era lo único que importaba. No tenía motivos para entretenerse combatiendo con los lugareños.
Algo que pronto se hizo patente que sería complicado de lograr.
No sabía exactamente cuánta distancia se había alejado de la enemiga que los había asaltado. Pero era bastante. Suficiente para estar más o menos seguro de que la habían despistado.
- ¡Danos el objeto sagrado! - gritó uno de los hombres que les cerraba el paso.
- ¿Objeto sagrado? ¿Qué objeto sagrado? - se hizo el tonto.
Maldita sea. El ataque de viento contra la mujer de la pica, les había servido para poder seguir escapando. Pero, desgraciadamente, dicho encuentro les había robado un tiempo precioso, y esa gente había conseguido posicionarse en un lugar donde poder cortarles el trayecto hacia el pueblo. Les estaban esperando, y mucho temía, que debería luchar para proseguir su marcha.
- No te hagas el tonto-, dijo esta vez una mujer. - Sabemos que tienes el artefacto. Te hemos visto salir de la iglesia.
« Te hemos visto salir de la iglesia », se permitió repetir en su mente, con cierto retintín en la voz. Menudos fisgones. Aunque claro, para esa gente, los verdaderos entrometidos eran ellos, que habían llegado para robarles. Seguro que era lo que pensaban esas personas.
- Artefacto. Objeto. Madre mía. Aclárense. Porque así es difícil hacerse una idea de lo que quieren, si no son un poco más precisos-, intentó ganar tiempo con juegos de palabras.
- Eh, estúpido…
- Deja que lo adivine. Déjate de hacer el tonto-, terminó la frase por el otro. - Muy bien. Muy bien. Señor estúpido, es decir-, se dio un toque en el pecho para enfatizar que se refería a él. - No lo es tanto como aparenta. Entiendo que desean tener el objeto que había sobre el altar de la iglesia. ¿Es así? Bien-, asintió. - Imagino que debe ser valioso para ustedes. Pero realmente este objeto es un fragmento de una llave. Que es la clave para acabar con esta epidemia. Con él…
- ¡Acabemos con ellos! -, antes de terminar la frase, la turba se decidió por hacer su próximo movimiento.
Que no era otro que un ataque. Como no. Podrían haberles regalado el fragmento para salvar a todos los habitantes del Norte, y el resto de Aerandir. Pero eso era mucho pedir. Donde estaba la gente sensata. Seguramente en vías de extinción.
- Nín. No va a quedar más remedio que abrirnos paso-, comentó, antes de chasquear los dedos, y lanzar varios de sus proyectiles explosivos al frente.
Con todo el dolor de su alma respondió a la ofensiva de los locos que los abordaban. No quería matar esa gente. Pero tampoco servía de mucho quedarse quieto y morir. Con ello solo lograba sucumbir para nada. Que la llave no fuera completada. Que la epidemia se extendiera sin obstáculo alguno, provocando la muerte de muchas más personas de las que le hacían frente en aquel bosque.
Deseaba que su ataque sirviera para disuadirlos. O que al menos abriera una brecha por la que poder huir.
Ojalá los dioses estuvieran de su lado, y obraran para que todo saliera de la mejor manera posible.
Uso mi habilidad de nivel 1, Ojos de Lobo, para luchar contra los sectarios que nos atacan.
Ojos de lobo – Vinc domina suficientemente bien el elemento del fuego como para crear proyectiles ígneos. Genera las bolas de fuego entre los dedos de la mano. Los proyectiles tienen la forma del ojo de un lobo, y son lanzados al enemigo mediante telequinesis, explotando al impactar
- Activable. Tres turno de enfriamiento.
También utilizo mi maestría en el aire, para derribar a la mujer de la pica y escapar, utilizando un ráfaga de aire potenciada por la habilidad de Intelecto Arcano de Níniel. Con su permiso, claro ^^
Maestría en Aire: Permite un control general sobre la magia de aire, pudiendo usarlo de modo ofensivo o práctico a voluntad. La intensidad del control mejora con el nivel y la inteligencia del personaje.
De tal sosiego, que resultaba asfixiante. Pues, aunque solamente los sádicos no apreciarían un tiempo de paz y tranquilidad, la que albergaba esos lugares no era una paz… pura. No para alguien que no tuviera una piedra por cabeza. Menos aún para un hombre con su veteranía.
No. Todo marchaba mal desde el momento en el que pisara por primera vez los aledaños del pueblo. Por supuesto, cualquiera podría pensar que los habitantes de la localidad simplemente se habían marchado. Probablemente hacia el sur, huyendo de la epidemia que todo asolaba con tanta rapidez. Era lícito pensarlo. Él mismo lo había hecho, y entraba dentro de las posibilidades que había barajado.
Pero, y todos saben que lo que importa realmente en una frase, es lo que hay después de este, algo no terminaba de marchar bien. Algo no encajaba dentro del rompecabezas que armaba en su cabeza. Era difícil decir exactamente el qué, cuando solo eran puras conjeturas. Sin embargo allí estaba. Su duda y su recelo. Y si quería vivir más allá de aquella noche, sabía que debía hacer caso a su instinto.
El instinto. Ese nombre que definía una conducta innata e inconsciente, que muchos sobrevaloraban, y que otros tanto infravaloraban. Que podía decir. No llovía a gusto de todos, eso era un hecho. Pero lo cierto, es que si se sabía utilizar y aprender de ella, te podía, literalmente, salvar la vida. A fin y al cabo, el instinto que tenía ahora mismo en total alerta, no era producto de su especie. No era una creación inconsciente e irracional de lo más recóndito de su ser. Más bien al contrario. Era en realidad una simple argamasa formada por las experiencias. No era innato como se hacía creer o definía, sino más bien era una voz dentro de tu cabeza, que se hacía fuerte y sabia con el aprendizaje.
Ese era el instinto que era parte de él, y del cual podía fiarse. Pues no dejaba de ser una creación de su lógica y pensamiento. Y ahora mismo le removía la conciencia por un motivo claro. No debía fiarse de su entorno. Aquella paz era tan pobre como la espada de madera de un niño. Era lógico pensar que los habitantes de aquel pueblo habían huido de allí por miedo a los estragos de la epidemia. Encajaba con el escenario encontrado. Abandonado con gran presteza. Un síntoma de miedo. Pero, si tantas prisas tenían, ¿por qué se habían molestado en perder el tiempo colgando a varias personas de los árboles?
Huían sin recoger todos sus bienes. O muchos que se podrían considerar esenciales, como los sacos de trigo que fácilmente podrían intercambiar por comida durante su viaje al sur. Y sin embargo…
No. Sabía que no tenía sentido. Y por eso desde el primer instante que pisó ese pueblo, sabía que algo no marchaba bien. Que esa calma solamente era el preludio de la tormenta.
- No, no he oído nada-, contestó a su compañera sentimental, y se permitió una sonrisa cálida mientras se adentraba en la iglesia. - Eso es porque tú me tienes aprecio. Para el común de los mortales solamente soy un idiota en busca de muerte prematura-, rió por lo bajo y meneó la cabeza. - Pero de algo hay que morir ¿no? - dibujó su característica media sonrisa, mirando hacia la peliblanca, y luego se centró nuevamente en la búsqueda de enemigos.
No debía bajar la guardia. Era tan importante hacer caso a su instinto, como mantenerse alerta .De poco le servía lo primero, si no realizaba lo segundo. De todos modos, no hubo nada anormal en el templo, más allá de ese ambiente que tan poco le gustaba. Exceptuando un objeto.
- Lo veo-, respondió a la peliblanca.
Y tanto que lo veía. Ese fragmento de llave estaba tan expuesto, sobre el altar, que no tuvo que esperar demasiado, para llegar a vislumbrar la palabra trampa en su mente.
- La veo perfectamente-, comentó, pero esta vez refiriéndose a la posible trampa. Una situación que no tardó en apreciar en las palabras de Níniel. Normal, ella era una chica lista, y se había dado cuenta de la evidencia. - Demasiado. Tanto que puedo oler a los tramperos-, susurró esto último, pegado a la elfa, escudriñando en las sombras donde la luz de las esferas no alcanzaba.
Nada. Por mucho que intentara ver a sus enemigos ocultos, no encontraba nada. Su mente le decía que no podía ser tan fácil, pero su vista no alcanzaba a ver rival alguno. Su vista, ni ninguno de sus otros sentidos, delataban la presencia de otras personas.
Estaban solos. Y sin embargo, ese maldito sosiego exasperante lo acompañaba y le causaba cierto nerviosismo.
En fin, quizás la trampa fuera de otro tipo. Un rudimentario mecanismo para atraparlos, o una exquisita y perfecta trampa mágica. Era arcanista, y sabía lo que se podía lograr crear con el poder de las runas y la lengua de los dragones.
Vincent contestó a su elfa con un asentimiento de cabeza, pues estaba más que de acuerdo con lo último que había dicho, y con la forma de proceder. Tomar la llave desde una distancia prudencial era lo mejor, pues seguramente el creador de la trampa no habría imaginado que vendría un brujo a buscarla.
El rubio alargó el brazo, y con su mente hizo levitar el trozo de llave con su arte mágica, para luego atraerla hacia su mano. Estuvo listo y preparado para cualquier suceso, desde que alzara el fragmento, como durante su trayecto por el aire. Pero nada ocurrió. Pudo atrapar y rodear con sus dedos enguantados el pedazo de llave sin problemas.
- Curioso-, comentó, antes de escuchar un ruido de lo más extraño. - Joder, qué demonios es eso. Será mejor largarnos de aquí. Ya tenemos lo que nos interesa-, dijo, mostrando a ojos de la peliblanca el objeto, para darle más énfasis a sus palabras.
Inmediatamente después lo metió en uno de los bolsillos enganchados a sus correas del pecho, a la vez que se ponía en marcha hacia la salida, y envainaba su espada.
Ya mucho estaba durando la calma. No obstante, si por él fuera, ojalá hubiera durado eternamente, pese a que le diera tan mala espina. Era mejor tener malos augurios, que acabar abocado a un combate de destino incierto. En fin, debía quedarse con lo positivo. Al menos ahora ya no tendría esa extraña y pesada sensación sobre sus hombros, y no había perdido el tiempo manteniéndose cauto. Aunque, francamente, ser cuidadoso y cauto, nunca era una pérdida de tiempo.
El brujo bajó los escalones raudo con el viento, llevando la delantera por si alguien les salía al paso. Pues, a esas alturas, las voces que resonaban en los alrededores, en un tono claro que no venían a hacer amistad con ellos. Más aún, denotaba la cantidad de enemigos, y que era mejor moverse rápido y salir de allí.
Debían volver junto a Abbey sin pensarlo dos veces. O puede que nunca tuvieran la posibilidad de regresar.
- Mantente cerca de mí-, dijo, como ya hubiera hecho anteriormente, pero esta vez avanzando con rapidez hacia el bosque por el que habían llegado a la iglesia. - Debemos regresar. Y marcharnos sin mirar atrás. Los asuntos de esta gente no nos incumben. Solo recuperar el fragmento-, comentó finalmente, sin detenerse.
No era momento de experimentos. Era mejor desandar el camino que ya conocían, o tardarían mucho más en salir de la zona. Una zona, que por otra parte, esas personas seguro que conocían mejor que ellos. Más pronto que tarde los acabarían alcanzando, si se dedicaban a buscar rutas alternativas.
Aun estaba a medio camino entre el templo y el linde del bosque, cuando una fuerte explosión lo pilló de improvisto. Solamente habían avanzado algunos metros desde la escalinata de entrada a la iglesia, así que por acto reflejo se tiró al suelo, llevándose consigo a Níniel para protegerla. Como si eso sirviera para algo. En fin. Esperaba que su acción al menos hubiera servido para evitar que un madero ardiendo hubiese impactado con ellos.
- ¿Pero qué demonios ha sido eso? - dijo, una vez pasada la sorpresa inicial, y mirando en derredor buscando el posible causante de eso. - Mierda, puede que si hubiera una trampa después de todo en la iglesia-, comentó, ayudando a ponerse en pie a su compañera. - O puede que sea algo peor. Tenemos que darnos prisa-, dijo finalmente, poniéndose en marcha.
Lo cierto es que no hacía falta decir nada, para dejar claro que había que irse con rapidez de allí. Lo de la iglesia solo era un motivo más. Pues las voces que se escuchaban cada vez más cerca, ya eran razón suficiente para no quedarse a mirar las musarañas.
El brujo se adentró en el bosque abriendo camino para la elfa, ya que él era mejor luchador en cuerpo a cuerpo, y era más recomendable que fuera delante, por si se encontraban con alguien de frente. Eso sí, aunque llevara la delantera, los sentidos de Níniel eran su guía en el interior de la oscura espesura.
- Quizás, no estaría de más alguna bendición de destreza. Para moverme con más rapidez y agilidad-, comenzó a decirle a la peliblanca. Por bajo. Para mantener su posición oculta a oídos enemigos.
Un extra de destreza no solo serviría para volverle más ágil, y por tanto, ir más deprisa por el terreno del bosque. Sino que ello también ayudaría a no hacer excesivo ruido con sus pasos, y a mantenerse ocultos en la niebla.
En cualquier caso, no había casi terminado de hablar. Cuando escuchó el aviso que le hizo dar un paso hacia atrás, salvándole la vida. La precipitación del movimiento provocó que cayera de culo sobre la hierba, y nada más chocar contra el suelo, observó como una gran pica se clavaba entre sus piernas. Para su gusto, demasiado cerca de la posibilidad de descendencia, y en el lugar donde estaba erguido hacía un momento.
En cuanto la pica se desclavó de la tierra, siguió su ascendencia, para ver a… ¿Qué cojones era eso?
No se quedó escudriñándolo su enemigo durante mucho tiempo, más bien al contrario, pues tuvo que rodar por el suelo para no acabar ensartado. Escuchó como la pica impactaba contra el suelo nuevamente, mientras escapaba rodando. Imaginando el lugar donde se había clavado esta vez.
Vinc dejó de girar, frenando con una pierna. Clavando la rodilla de esta pierna en el suelo, se impulso hacia adelante y hacia arriba con ayuda de la otra, a la vez que desenvainaba su espada.
A ese ser no le gustaba negociar. Era demasiado agresivo para parlamentar. Aunque ahora que lo observaba mejor, diría que era una mujer. Sí, eso parecía, pero con una aspecto deplorable.
Se movió con rapidez para ponerse en medio de la enemiga y la elfa. Dándole la espalda a Níniel, y de cara a la mujer de la pica. Espada en ristre. Preparado para defenderse.
- Sí, creo que sería buena esa bendición-, comentó socarrón a la sacerdotisa. Antes de girar un poco la cabeza, pero sin dejar de vigilar de soslayo a su enemiga. - Aunque ahora me vendría bien esa que me aumenta la potencia arcana-, susurró hacia su espalda. - Que te pasa, mujer. ¿No te enseñaron a pedir las cosas por favor? - habló, volviendo a mirar frontalmente a su rival. - ¿Quieres el fragmento? - preguntó, dibujando una sonrisa lobuna en el rostro.
La mujer no dijo nada. Pero estaba claro que había captado su atención.
- ¡Pues tómalo! -, gritó y cargó contra la enemiga. Dio varios pasos con la espada dispuesta para el ataque, pero en el último momento, en vez de atacar con la espada, lanzó hacia adelante, una potente ráfaga de viento potenciada con la magia élfica.
El ataque fue tan potente, que lanzó a su enemiga hacia atrás, volteándola en al aire, antes de que cayera de bruces contra el suelo. Nada más ver como había caído, y como el idea había funcionado. Le hizo gestos a la elfa para que lo siguiera.
- Vamos, vamos. Debemos escapar de este maldito lugar-, dijo, corriendo en dirección al molino.
El plan no había cambiado. Pese al inesperado encuentro con aquella sujeto, solo debía salir de la zona y volver junto a Abbey. Recuperar el fragmento y salir con vida, era lo único que importaba. No tenía motivos para entretenerse combatiendo con los lugareños.
Algo que pronto se hizo patente que sería complicado de lograr.
No sabía exactamente cuánta distancia se había alejado de la enemiga que los había asaltado. Pero era bastante. Suficiente para estar más o menos seguro de que la habían despistado.
- ¡Danos el objeto sagrado! - gritó uno de los hombres que les cerraba el paso.
- ¿Objeto sagrado? ¿Qué objeto sagrado? - se hizo el tonto.
Maldita sea. El ataque de viento contra la mujer de la pica, les había servido para poder seguir escapando. Pero, desgraciadamente, dicho encuentro les había robado un tiempo precioso, y esa gente había conseguido posicionarse en un lugar donde poder cortarles el trayecto hacia el pueblo. Les estaban esperando, y mucho temía, que debería luchar para proseguir su marcha.
- No te hagas el tonto-, dijo esta vez una mujer. - Sabemos que tienes el artefacto. Te hemos visto salir de la iglesia.
« Te hemos visto salir de la iglesia », se permitió repetir en su mente, con cierto retintín en la voz. Menudos fisgones. Aunque claro, para esa gente, los verdaderos entrometidos eran ellos, que habían llegado para robarles. Seguro que era lo que pensaban esas personas.
- Artefacto. Objeto. Madre mía. Aclárense. Porque así es difícil hacerse una idea de lo que quieren, si no son un poco más precisos-, intentó ganar tiempo con juegos de palabras.
- Eh, estúpido…
- Deja que lo adivine. Déjate de hacer el tonto-, terminó la frase por el otro. - Muy bien. Muy bien. Señor estúpido, es decir-, se dio un toque en el pecho para enfatizar que se refería a él. - No lo es tanto como aparenta. Entiendo que desean tener el objeto que había sobre el altar de la iglesia. ¿Es así? Bien-, asintió. - Imagino que debe ser valioso para ustedes. Pero realmente este objeto es un fragmento de una llave. Que es la clave para acabar con esta epidemia. Con él…
- ¡Acabemos con ellos! -, antes de terminar la frase, la turba se decidió por hacer su próximo movimiento.
Que no era otro que un ataque. Como no. Podrían haberles regalado el fragmento para salvar a todos los habitantes del Norte, y el resto de Aerandir. Pero eso era mucho pedir. Donde estaba la gente sensata. Seguramente en vías de extinción.
- Nín. No va a quedar más remedio que abrirnos paso-, comentó, antes de chasquear los dedos, y lanzar varios de sus proyectiles explosivos al frente.
Con todo el dolor de su alma respondió a la ofensiva de los locos que los abordaban. No quería matar esa gente. Pero tampoco servía de mucho quedarse quieto y morir. Con ello solo lograba sucumbir para nada. Que la llave no fuera completada. Que la epidemia se extendiera sin obstáculo alguno, provocando la muerte de muchas más personas de las que le hacían frente en aquel bosque.
Deseaba que su ataque sirviera para disuadirlos. O que al menos abriera una brecha por la que poder huir.
Ojalá los dioses estuvieran de su lado, y obraran para que todo saliera de la mejor manera posible.
Offrol
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Uso mi habilidad de nivel 1, Ojos de Lobo, para luchar contra los sectarios que nos atacan.
Ojos de lobo – Vinc domina suficientemente bien el elemento del fuego como para crear proyectiles ígneos. Genera las bolas de fuego entre los dedos de la mano. Los proyectiles tienen la forma del ojo de un lobo, y son lanzados al enemigo mediante telequinesis, explotando al impactar
- Activable. Tres turno de enfriamiento.
También utilizo mi maestría en el aire, para derribar a la mujer de la pica y escapar, utilizando un ráfaga de aire potenciada por la habilidad de Intelecto Arcano de Níniel. Con su permiso, claro ^^
Maestría en Aire: Permite un control general sobre la magia de aire, pudiendo usarlo de modo ofensivo o práctico a voluntad. La intensidad del control mejora con el nivel y la inteligencia del personaje.
Vincent Calhoun
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
El miembro 'Vincent Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Los ruidos eran cada vez más numerosos, cercanos y nítidos, denotando que, aunque en un principio parecía haber un solo punto de origen para tan inquietante runrún, en realidad había más, muchos más. Aunque qué lo causaba seguía sin ser revelado.
Fueran lo que fueran se movían, y parecían estar comenzando a rodear aquel lugar, aquella iglesia vieja y prácticamente en ruinas. Arañando sus paredes de madera desde el exterior, emitiendo guturales sonidos similares a lánguidos aunque inhumanos lamentos... Más como bestias al acecho, esperando el momento oportuno para lanzar su ataque, nada ni nadie cruzó las endebles puertas de madera del templo dedicado a aquel carpintero crucificado; Algo que Níniel casi deseaba que sucediera de una vez, pues no saber a qué se enfrentaba en una situación como aquella estaba llevando sus nervios y su auto control al límite, como cualquiera que la conociera sabría al ver cómo se mordía el labio inferior mientras dirigía su mirada de un lado a otro cada vez que la madera emitía un quejido. Especialmente cuando incluso bajo sus pies comenzaron también a escucharse tan inquietantes murmullos, dejando claro que allí dentro había ya algo más que un brujo, una elfa y toneladas de polvo.
-Veo que pensamos lo mismo.- Comentó Níniel como respuesta a la confirmación de Vincent de que como ella no pensaba que aquel lugar fuera seguro, o defendible siquiera. Y es que por mucho que salir fuera fuese peligroso, quedarse atrapados en aquella ratonera visto lo visto era a todas luces mucho peor. -Hagámoslo ya antes de que sea demasiado tarde.- Confirmó la joven asintiendo decidida y comenzando a correr tras el brujo hasta la entrada, concienciándose mentalmente en que si algo se interponía en su camino no debía dudar, creando en su cabeza la imagen de la fuerte corriente de un río tras el deshielo, arrastrando incluso gruesos troncos de árboles a su paso.
-No te preocupes, no me quedaré atrás.- Aseveró la peliblanca obedeciendo a Vincent, guardando con él solo la mínima distancia necesaria como para poder reaccionar ante cualquier contratiempo o amenaza. Más por extraño que resultase, el lugar, al menos la entrada a aquella iglesia, se encontraba vacía y libre de obstáculos. Los dioses les sonreían sin lugar a dudas.
-Hacía dónde vamos?. ¿Desandamos el sendero del...?- Comenzó a preguntar la sacerdotisa para saber hacia dónde debía guiar a su compañero, en cabeza en esos momentos, por entre la espesura. Más antes de terminar de formular su pregunta un fuerte destello la hizo guardar silencio de golpe, dejándola observando extrañada y confusa como aquella fugaz luz entraba a la iglesia por la puerta por la que ellos mismos acababan de usar. -¿Pero qué..?.- De nuevo una pregunta que quedaría inacabada cuando, abriendo sus almendrados ojos tanto como era físicamente posible, vio como todo el edificio estallaba en pedazos apenas un instante después, viéndose arrojada al suelo de manera protectora por Vincent y soltando todo el aire de sus pulmones de golpe al impactar su espalda contra con la húmeda y fría tierra.
-Por todos los dioses...- Fue cuanto pudo decir aún bajo el brujo y mirando por encima de él hacia la iglesia, de la que apenas quedaba una de sus paredes en pié mientras que del resto no quedaban más que escombros ennegrecidos que pronto serían consumidos por las llamas. Entre el fuego, el altar de piedra parecía lo único que había quedado intacto. -De habernos quedado unos segundos más ahora...- Pensó en voz alta la joven mientras Vincent la ayudaba a levantarse y ella a su vez comprobaba que no hubiera sufrido daño alguno al usar su propio cuerpo de escudo para cuidar de ella. -No...No ha sido una explosión desde dentro...algo, magia creo, salió del bosque e impactó contra ella...- Trató de explicar señalando en la dirección de la que creyó haber visto surgir aquel destello, aunque no estaba para nada segura.
No obstante abandonaría pronto aquel empeño, en cuanto varias figuras humanas, ataviadas con largas túnicas rojas con capuchas que ocultaban sus rostros aparecieron ante ellos iluminados tenebrosamente por la luz del incendio. Portaban antorchas, y algunos también utensilios de labranza y de tala que esgrimían con toda la intención de usarlas a modo de armas...contra ellos.
-¿Pero qué? ¿Humanos?. ¿Sois cristianos? Nosotros no hemos tenido nada que ver con la destrucción de vuestra iglesia... Estamos en misión oficial de la logia, hemos venido a por...- Trató de explicar la joven pensando en el gran error que podrían haber cometido al pensar que aquellos extraños ruidos los habían causado criaturas oscuras e insidiosas y no los fieles de aquel lugar regresando de...De donde fueran los cristianos a hacer sus...cosas de cristianos. -Puede que haya heridos, yo podría...- Continuó tratando de decir. Más sus palabras no parecían tener impacto alguno en aquella gente de aspecto realmente macabro, que no parecía ni escucharla. De hecho no dudaron en lanzarse a por ellos dispuestos a hacerlos pedazos. -No, no, esperad, nosotros...-Pero Vincent tenía razón, aquella gente parecía loca, no atendía a razones. Tenían que seguir huyendo y en la medida de lo posible, evitar caer en sus manos, o saltando por la aires como aquel edificio. Si era el pedazo lo que querían, la logia lo necesitaba, todo el norte lo necesitaba. Si buscaban venganza por lo de su templo, estaba claro que no era el momento ni el lugar para aclarar lo sucedido. Aunque si ellos no lo habían destruido, ni los cristianos tampoco y por ello estaban tan enfadados...¿Quién lo había hecho? Un pregunta cuyo razonamiento tendría que esperar.
Su apresurada huida los llevó de vuelta al estrecho sendero del bosque. Mucho más peligroso en ese momento. Y no solo porque les persiguieran unos locos muy pero que muy cabreados, sino porque en esos momentos, para evitar ser vistos, la luz que podían permitirse generar para ver dónde pisaban debía de ser mantenida al mínimo. Toda una suerte contar con una guía elfa en un momento así, especialmente cuando para no ser localizados optaron por abandonar rápidamente el sendero en si mismo y moverse por la espesura.
-Están por todas partes.- Comentó en voz baja la elfa a su compañero mientras le indicaba por donde ir a continuación, así como que tuviera cuidado con unas raíces especialmente enrevesadas. Y es que allí donde mirasen verían la luz de las antorchas de aquella gente, dejándolos con muy pocas opciones seguras para avanzar, obligándolos a retroceder, rodear y cambiar de rumbo constantemente.
-¿Bendición de destreza? Bien, allá voy.- Respondió de inmediato a su posterior petición frenando un poco su marcha para darle cumplimiento. Era una buena idea, muy posiblemente pudieran dejar atrás a sus perseguidores de ese modo. Y una vez llegaran a sus monturas...Bueno, solo tendrían que preocuparse del frío nocturno del norte. Por suerte a la joven no le importaba en absoluto pegarse mucho a Vincent.
Dicho así, casi parecía hasta sencillo. No obstante sus enemigos no pensaban ponérselo tan fácil. Níniel, confiando en las luces de las antorchas de aquellos cristianos para ubicar sus posiciones y esquivarlos, no contó con que alguno de ellos fuese lo suficientemente listo o se moviera lo suficientemente bien en el bosque a oscuras como para hacer lo mismo que ellos. Apenas si vio a tiempo el ataque con un pico de minería que se les vino encima, saltando hacia atrás y avisando a su compañero, que también logró esquivarlo por los pelos, recuperándose con presteza e iniciando una lucha con aquella extraña y agresiva mujer que con tanta inquina parecía desear su muerte.
-Los dioses están con nosotros.- Arengó la joven en voz alta a sabiendas de que de poco importaba a esas alturas bajar la voz; Con el entrechocar de los metales todos los cristianos cercanos ya estarían dirigiéndose hacia su posición. Con esas palabras la sacerdotisa bendijo al brujo y a sí misma con un notable incremento de sus aptitudes mágicas y cognitivas, manteniéndose a cierta distancia de la lucha y observando tanto el combate como su entorno, por si debía de darle la bienvenida a un invitado no deseado.
Definitivamente la locura se había apoderado de aquella gente. No solo es que no atendieran a razones y se dejaran llevar por la rabia psicótica y homicida...Aquella mujer incluso vestía como una salvaje, luchaba de manera salvaje y no solo no hablaba, sino que rugía, y gritaba como una desquiciada. Incluso cuando Vincent la envió volando por los aires, seguramente intentando evitar matarla, de su garganta solo salió un espantoso y gutural chillido que a la peliblanca le puso los pelos de punta.
-Voy detrás de ti.- Aseguró la elfa siguiendo al brujo sin querer mirar atrás mientras en su cabeza se arremolinaba toda clase de ideas perturbadoras. Aunque por desgracia su huida no duró mucho más. Habían hecho demasiado ruido, habían perdido demasiado tiempo con aquella zumbada del pico a pesar de haberla despachado con la máxima brevedad...Y por culpa de ello varios de aquellos cristianos habían logrado cercarles y dar con ellos. Las sombras hacían difícil poder decir cuántos exactamente, pero no eran pocos, y con cada instante que pasaba más de ellos llegarían hasta allí.
-Hablar con ellos no sirve de nada...Aunque al menos estos hablan. El sentido del humor es una característica de seres inteligentes, no esperes mucho de ellos.- Le dijo Níniel a Vincent tras su breve e infructuoso nuevo intento de mantener una conversación civilizada con aquella gente. Al menos en aquella ocasión pudieron saber que tal y como sospechaban para ellos aquel fragmento era sagrado y querían retomarlo, a cualquier precio.
Su ataque no se hizo esperar y Vincent respondió con contundencia. Varios de ellos recibieron su ataque y los más cercanos a los mismos sin duda se vieron estremecidos por el miedo ante aquel hechizo de ojos de lobo explosivos. Por un momento los sectarios se desorganizaron y titubearon, abriendo espacios entre ellos, mostrándose reacios a atacar, mirándose los unos a los otros con claras y evidentes dudas. Más parecía que para algunos de ellos el fragmento era más valioso que su propia integridad, y pronto retomaron la iniciativa.
Uno de ellos atacó a Níniel con una azada, lanzando un golpe torpe e inexperto hacia ella que pudo esquivar sin dificultad haciéndose a un lado. Aprovechando el momento en la que su “arma” quedó atorada brevemente en el suelo para golpear su abdomen con su bastón, arrebatándole el aliento y dejándolo de rodillas ante ella. Posición en la que recibió un nuevo golpe, esta vez en la nuca, dejándolo inconsciente.
Su lugar fue rápidamente ocupado por una mujer armada con una grandes tijeras de sastrería y que chillaba como una posesa. Fue todo un alivio para sus oídos aprovechar el mayor rango de su bastón para golpearla en la pierna de apoyo y hacerla caer de bruces. De una patada la desarmó, alejando sus tijeras de su mano, e inmediatamente la noqueó como había hecho con el primero.
Aquella gente no sabía luchar. Eran pueblerinos mal armados...El problema era que no paraban de llegar. Y, al igual que la mujer de las tijeras ocupó el puesto del hombre de la azada, una nueva mujer armada con un martillo de herrería no tardó en hacer frente a la joven elfa. A su lado un hombre con otro martillo similar pero de mayor tamaño se acercó también, poniéndose al lado de la primera, complicándole aún más las cosas al verse la peliblanca ante un dos contra uno.
-Sois insistentes, y eso no siempre es una virtud.- Expresó la joven retrocediendo un paso y apuntando a la cara de ambos enemigos con su bastón de manera amenazante. Generando un gran orbe de intensa luz con el que buscó ocultar su presencia en un primer momento y luego distraerlos para generar una oportunidad. -!Orbe de luz destructor!.- Espetó lanzándoselo directamente a ambos.
Por supuesto era un orbe de luz inofensiva, Níniel no era ninguna purificadora y no contaba entre sus habilidades con ningún “orbe destructor”...Pero eso la pareja de herreros no lo sabía. Ocultando su aproximación tras el orbe de luz aprovecharía el momento de confusión y cargaría contra ellos dispuesta a noquearlos, igual que a los dos anteriores.
Níniel usa este turno su hab Intelecto arcano.Fueran lo que fueran se movían, y parecían estar comenzando a rodear aquel lugar, aquella iglesia vieja y prácticamente en ruinas. Arañando sus paredes de madera desde el exterior, emitiendo guturales sonidos similares a lánguidos aunque inhumanos lamentos... Más como bestias al acecho, esperando el momento oportuno para lanzar su ataque, nada ni nadie cruzó las endebles puertas de madera del templo dedicado a aquel carpintero crucificado; Algo que Níniel casi deseaba que sucediera de una vez, pues no saber a qué se enfrentaba en una situación como aquella estaba llevando sus nervios y su auto control al límite, como cualquiera que la conociera sabría al ver cómo se mordía el labio inferior mientras dirigía su mirada de un lado a otro cada vez que la madera emitía un quejido. Especialmente cuando incluso bajo sus pies comenzaron también a escucharse tan inquietantes murmullos, dejando claro que allí dentro había ya algo más que un brujo, una elfa y toneladas de polvo.
-Veo que pensamos lo mismo.- Comentó Níniel como respuesta a la confirmación de Vincent de que como ella no pensaba que aquel lugar fuera seguro, o defendible siquiera. Y es que por mucho que salir fuera fuese peligroso, quedarse atrapados en aquella ratonera visto lo visto era a todas luces mucho peor. -Hagámoslo ya antes de que sea demasiado tarde.- Confirmó la joven asintiendo decidida y comenzando a correr tras el brujo hasta la entrada, concienciándose mentalmente en que si algo se interponía en su camino no debía dudar, creando en su cabeza la imagen de la fuerte corriente de un río tras el deshielo, arrastrando incluso gruesos troncos de árboles a su paso.
-No te preocupes, no me quedaré atrás.- Aseveró la peliblanca obedeciendo a Vincent, guardando con él solo la mínima distancia necesaria como para poder reaccionar ante cualquier contratiempo o amenaza. Más por extraño que resultase, el lugar, al menos la entrada a aquella iglesia, se encontraba vacía y libre de obstáculos. Los dioses les sonreían sin lugar a dudas.
-Hacía dónde vamos?. ¿Desandamos el sendero del...?- Comenzó a preguntar la sacerdotisa para saber hacia dónde debía guiar a su compañero, en cabeza en esos momentos, por entre la espesura. Más antes de terminar de formular su pregunta un fuerte destello la hizo guardar silencio de golpe, dejándola observando extrañada y confusa como aquella fugaz luz entraba a la iglesia por la puerta por la que ellos mismos acababan de usar. -¿Pero qué..?.- De nuevo una pregunta que quedaría inacabada cuando, abriendo sus almendrados ojos tanto como era físicamente posible, vio como todo el edificio estallaba en pedazos apenas un instante después, viéndose arrojada al suelo de manera protectora por Vincent y soltando todo el aire de sus pulmones de golpe al impactar su espalda contra con la húmeda y fría tierra.
-Por todos los dioses...- Fue cuanto pudo decir aún bajo el brujo y mirando por encima de él hacia la iglesia, de la que apenas quedaba una de sus paredes en pié mientras que del resto no quedaban más que escombros ennegrecidos que pronto serían consumidos por las llamas. Entre el fuego, el altar de piedra parecía lo único que había quedado intacto. -De habernos quedado unos segundos más ahora...- Pensó en voz alta la joven mientras Vincent la ayudaba a levantarse y ella a su vez comprobaba que no hubiera sufrido daño alguno al usar su propio cuerpo de escudo para cuidar de ella. -No...No ha sido una explosión desde dentro...algo, magia creo, salió del bosque e impactó contra ella...- Trató de explicar señalando en la dirección de la que creyó haber visto surgir aquel destello, aunque no estaba para nada segura.
No obstante abandonaría pronto aquel empeño, en cuanto varias figuras humanas, ataviadas con largas túnicas rojas con capuchas que ocultaban sus rostros aparecieron ante ellos iluminados tenebrosamente por la luz del incendio. Portaban antorchas, y algunos también utensilios de labranza y de tala que esgrimían con toda la intención de usarlas a modo de armas...contra ellos.
-¿Pero qué? ¿Humanos?. ¿Sois cristianos? Nosotros no hemos tenido nada que ver con la destrucción de vuestra iglesia... Estamos en misión oficial de la logia, hemos venido a por...- Trató de explicar la joven pensando en el gran error que podrían haber cometido al pensar que aquellos extraños ruidos los habían causado criaturas oscuras e insidiosas y no los fieles de aquel lugar regresando de...De donde fueran los cristianos a hacer sus...cosas de cristianos. -Puede que haya heridos, yo podría...- Continuó tratando de decir. Más sus palabras no parecían tener impacto alguno en aquella gente de aspecto realmente macabro, que no parecía ni escucharla. De hecho no dudaron en lanzarse a por ellos dispuestos a hacerlos pedazos. -No, no, esperad, nosotros...-Pero Vincent tenía razón, aquella gente parecía loca, no atendía a razones. Tenían que seguir huyendo y en la medida de lo posible, evitar caer en sus manos, o saltando por la aires como aquel edificio. Si era el pedazo lo que querían, la logia lo necesitaba, todo el norte lo necesitaba. Si buscaban venganza por lo de su templo, estaba claro que no era el momento ni el lugar para aclarar lo sucedido. Aunque si ellos no lo habían destruido, ni los cristianos tampoco y por ello estaban tan enfadados...¿Quién lo había hecho? Un pregunta cuyo razonamiento tendría que esperar.
Su apresurada huida los llevó de vuelta al estrecho sendero del bosque. Mucho más peligroso en ese momento. Y no solo porque les persiguieran unos locos muy pero que muy cabreados, sino porque en esos momentos, para evitar ser vistos, la luz que podían permitirse generar para ver dónde pisaban debía de ser mantenida al mínimo. Toda una suerte contar con una guía elfa en un momento así, especialmente cuando para no ser localizados optaron por abandonar rápidamente el sendero en si mismo y moverse por la espesura.
-Están por todas partes.- Comentó en voz baja la elfa a su compañero mientras le indicaba por donde ir a continuación, así como que tuviera cuidado con unas raíces especialmente enrevesadas. Y es que allí donde mirasen verían la luz de las antorchas de aquella gente, dejándolos con muy pocas opciones seguras para avanzar, obligándolos a retroceder, rodear y cambiar de rumbo constantemente.
-¿Bendición de destreza? Bien, allá voy.- Respondió de inmediato a su posterior petición frenando un poco su marcha para darle cumplimiento. Era una buena idea, muy posiblemente pudieran dejar atrás a sus perseguidores de ese modo. Y una vez llegaran a sus monturas...Bueno, solo tendrían que preocuparse del frío nocturno del norte. Por suerte a la joven no le importaba en absoluto pegarse mucho a Vincent.
Dicho así, casi parecía hasta sencillo. No obstante sus enemigos no pensaban ponérselo tan fácil. Níniel, confiando en las luces de las antorchas de aquellos cristianos para ubicar sus posiciones y esquivarlos, no contó con que alguno de ellos fuese lo suficientemente listo o se moviera lo suficientemente bien en el bosque a oscuras como para hacer lo mismo que ellos. Apenas si vio a tiempo el ataque con un pico de minería que se les vino encima, saltando hacia atrás y avisando a su compañero, que también logró esquivarlo por los pelos, recuperándose con presteza e iniciando una lucha con aquella extraña y agresiva mujer que con tanta inquina parecía desear su muerte.
-Los dioses están con nosotros.- Arengó la joven en voz alta a sabiendas de que de poco importaba a esas alturas bajar la voz; Con el entrechocar de los metales todos los cristianos cercanos ya estarían dirigiéndose hacia su posición. Con esas palabras la sacerdotisa bendijo al brujo y a sí misma con un notable incremento de sus aptitudes mágicas y cognitivas, manteniéndose a cierta distancia de la lucha y observando tanto el combate como su entorno, por si debía de darle la bienvenida a un invitado no deseado.
Definitivamente la locura se había apoderado de aquella gente. No solo es que no atendieran a razones y se dejaran llevar por la rabia psicótica y homicida...Aquella mujer incluso vestía como una salvaje, luchaba de manera salvaje y no solo no hablaba, sino que rugía, y gritaba como una desquiciada. Incluso cuando Vincent la envió volando por los aires, seguramente intentando evitar matarla, de su garganta solo salió un espantoso y gutural chillido que a la peliblanca le puso los pelos de punta.
-Voy detrás de ti.- Aseguró la elfa siguiendo al brujo sin querer mirar atrás mientras en su cabeza se arremolinaba toda clase de ideas perturbadoras. Aunque por desgracia su huida no duró mucho más. Habían hecho demasiado ruido, habían perdido demasiado tiempo con aquella zumbada del pico a pesar de haberla despachado con la máxima brevedad...Y por culpa de ello varios de aquellos cristianos habían logrado cercarles y dar con ellos. Las sombras hacían difícil poder decir cuántos exactamente, pero no eran pocos, y con cada instante que pasaba más de ellos llegarían hasta allí.
-Hablar con ellos no sirve de nada...Aunque al menos estos hablan. El sentido del humor es una característica de seres inteligentes, no esperes mucho de ellos.- Le dijo Níniel a Vincent tras su breve e infructuoso nuevo intento de mantener una conversación civilizada con aquella gente. Al menos en aquella ocasión pudieron saber que tal y como sospechaban para ellos aquel fragmento era sagrado y querían retomarlo, a cualquier precio.
Su ataque no se hizo esperar y Vincent respondió con contundencia. Varios de ellos recibieron su ataque y los más cercanos a los mismos sin duda se vieron estremecidos por el miedo ante aquel hechizo de ojos de lobo explosivos. Por un momento los sectarios se desorganizaron y titubearon, abriendo espacios entre ellos, mostrándose reacios a atacar, mirándose los unos a los otros con claras y evidentes dudas. Más parecía que para algunos de ellos el fragmento era más valioso que su propia integridad, y pronto retomaron la iniciativa.
Uno de ellos atacó a Níniel con una azada, lanzando un golpe torpe e inexperto hacia ella que pudo esquivar sin dificultad haciéndose a un lado. Aprovechando el momento en la que su “arma” quedó atorada brevemente en el suelo para golpear su abdomen con su bastón, arrebatándole el aliento y dejándolo de rodillas ante ella. Posición en la que recibió un nuevo golpe, esta vez en la nuca, dejándolo inconsciente.
Su lugar fue rápidamente ocupado por una mujer armada con una grandes tijeras de sastrería y que chillaba como una posesa. Fue todo un alivio para sus oídos aprovechar el mayor rango de su bastón para golpearla en la pierna de apoyo y hacerla caer de bruces. De una patada la desarmó, alejando sus tijeras de su mano, e inmediatamente la noqueó como había hecho con el primero.
Aquella gente no sabía luchar. Eran pueblerinos mal armados...El problema era que no paraban de llegar. Y, al igual que la mujer de las tijeras ocupó el puesto del hombre de la azada, una nueva mujer armada con un martillo de herrería no tardó en hacer frente a la joven elfa. A su lado un hombre con otro martillo similar pero de mayor tamaño se acercó también, poniéndose al lado de la primera, complicándole aún más las cosas al verse la peliblanca ante un dos contra uno.
-Sois insistentes, y eso no siempre es una virtud.- Expresó la joven retrocediendo un paso y apuntando a la cara de ambos enemigos con su bastón de manera amenazante. Generando un gran orbe de intensa luz con el que buscó ocultar su presencia en un primer momento y luego distraerlos para generar una oportunidad. -!Orbe de luz destructor!.- Espetó lanzándoselo directamente a ambos.
Por supuesto era un orbe de luz inofensiva, Níniel no era ninguna purificadora y no contaba entre sus habilidades con ningún “orbe destructor”...Pero eso la pareja de herreros no lo sabía. Ocultando su aproximación tras el orbe de luz aprovecharía el momento de confusión y cargaría contra ellos dispuesta a noquearlos, igual que a los dos anteriores.
Níniel Thenidiel
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
El miembro 'Níniel Thenidiel' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Es curioso como los mortales os aferráis al deseo de proteger aquello que es valioso para vosotros, aunque en ocasiones este sentimiento pueda conduciros a un trágico desenlace.
Martha no se había esperado tal derroche de destreza por parte de aquellos invasores, sintiéndose frustrada al creer que, tal vez, no conseguiría eliminarles tan fácil como lo imaginó.
Las provocaciones no fueron nada comparado a ese ataque la hizo volar por los aires. No era magia común y corriente…no, eso no tenía nada de ordinario. Fue ahí que lo comprendió, no era el caballero a quien debía eliminar: era la mujer de cabellos blanquecinos.
Semejante pecadora tendría que morir.
En un idílico momento de paz optaron por correr hacia el molino, siendo prontamente rodeados por los sectarios, mismo que, aunque enfermos, eran lo suficientemente numerosos y dementes como para hacerles pensar mejor sus tácticas en esta ocasión.
Pero… ¿Acaso esto les importó? No, por supuesto que no. Ellos no le temían a nada, se sentían invencibles, y este pensamiento podría convertirse en su perdición si no se moderaba.
Bueno, en esta ocasión no criticaré los excéntricos métodos que el brujo usó para salvar su trasero. A tiempos desesperados…medidas desesperadas. Pese a que hacerse el bufón frente a un grupo de personas infectadas no es precisamente la idea más ortodoxa del mundo.
Afortunadamente alguien ese concurrido grupo pensaba con sensatez. La elfa había dado en el clavo al decir que no serviría de nada razonar con los sectarios, pues estos no acatarían a las palabras, por más diplomáticas que estas fuesen.
Una bola de fuego por aquí, otra por allá. Poco a poco los miembros del culto fueron sucumbiendo a las llamas creadas por el brujo, mientras luchaban arduamente por acabar con ellos.
Un joven armado con tan solo una pala se acercaría a Vincent, buscando asestarle un golpe por la espalda. Lamentablemente un repentino ataque de tos delataría sus intenciones, llevándose el impacto de una de las esferas de fuego.
El brujo no tendría tiempo de limpiarse los residuos de saliva de su cuello, ya que su compañera crearía una hermosa distracción, permitiéndoles escapar…al menos por el momento.
¿El problema? No conseguirían avanzar lo suficiente cuando los síntomas de la enfermedad se harían presentes en el cuerpo del caballero, impidiéndole seguir el ritmo de su amada elfa.
Fiebres, espasmos, debilidad… ese solo sería el inicio de la odisea que Vincent debería soportar, y lo peor vendría a continuación.
- ¡Encontradla y traedla ante mí! -la voz de Martha resonaría en las cercanías-. Me encargaré personalmente de ella.
Ordenó a los sectarios que seguían con vida, mismos que no tardaron en acatar las órdenes, corriendo por todos lados en busca de la elfa.
El brujo era el menor de sus problemas, estaba convencida que Dios pronto cobraría los pecados de la mujer con su insulsa vida, y ella, como mensajera de esa deidad, sería quien acabase con la raíz de todo el mal: la joven de orejas puntiagudas.
Un nuevo rayo de energía sería disparado desde su picacha, volando en pedazos parte de la aldea. Acabaría con esa mujer cuando la encontrase…aun si eso costaba la vida de sus preciados feligreses.
Mientras que Níniel tendría que decidir si enfrentarse sola a su enemiga…o quedarse a ver morir a su compañero, considerando que el destino no parecía tener intenciones de dejarles escapar de ahí sin antes acabar con la loca que lideraba a los cristianos.
Martha no se había esperado tal derroche de destreza por parte de aquellos invasores, sintiéndose frustrada al creer que, tal vez, no conseguiría eliminarles tan fácil como lo imaginó.
Las provocaciones no fueron nada comparado a ese ataque la hizo volar por los aires. No era magia común y corriente…no, eso no tenía nada de ordinario. Fue ahí que lo comprendió, no era el caballero a quien debía eliminar: era la mujer de cabellos blanquecinos.
Semejante pecadora tendría que morir.
En un idílico momento de paz optaron por correr hacia el molino, siendo prontamente rodeados por los sectarios, mismo que, aunque enfermos, eran lo suficientemente numerosos y dementes como para hacerles pensar mejor sus tácticas en esta ocasión.
Pero… ¿Acaso esto les importó? No, por supuesto que no. Ellos no le temían a nada, se sentían invencibles, y este pensamiento podría convertirse en su perdición si no se moderaba.
Bueno, en esta ocasión no criticaré los excéntricos métodos que el brujo usó para salvar su trasero. A tiempos desesperados…medidas desesperadas. Pese a que hacerse el bufón frente a un grupo de personas infectadas no es precisamente la idea más ortodoxa del mundo.
Afortunadamente alguien ese concurrido grupo pensaba con sensatez. La elfa había dado en el clavo al decir que no serviría de nada razonar con los sectarios, pues estos no acatarían a las palabras, por más diplomáticas que estas fuesen.
Una bola de fuego por aquí, otra por allá. Poco a poco los miembros del culto fueron sucumbiendo a las llamas creadas por el brujo, mientras luchaban arduamente por acabar con ellos.
Un joven armado con tan solo una pala se acercaría a Vincent, buscando asestarle un golpe por la espalda. Lamentablemente un repentino ataque de tos delataría sus intenciones, llevándose el impacto de una de las esferas de fuego.
El brujo no tendría tiempo de limpiarse los residuos de saliva de su cuello, ya que su compañera crearía una hermosa distracción, permitiéndoles escapar…al menos por el momento.
¿El problema? No conseguirían avanzar lo suficiente cuando los síntomas de la enfermedad se harían presentes en el cuerpo del caballero, impidiéndole seguir el ritmo de su amada elfa.
Fiebres, espasmos, debilidad… ese solo sería el inicio de la odisea que Vincent debería soportar, y lo peor vendría a continuación.
- ¡Encontradla y traedla ante mí! -la voz de Martha resonaría en las cercanías-. Me encargaré personalmente de ella.
Ordenó a los sectarios que seguían con vida, mismos que no tardaron en acatar las órdenes, corriendo por todos lados en busca de la elfa.
El brujo era el menor de sus problemas, estaba convencida que Dios pronto cobraría los pecados de la mujer con su insulsa vida, y ella, como mensajera de esa deidad, sería quien acabase con la raíz de todo el mal: la joven de orejas puntiagudas.
Un nuevo rayo de energía sería disparado desde su picacha, volando en pedazos parte de la aldea. Acabaría con esa mujer cuando la encontrase…aun si eso costaba la vida de sus preciados feligreses.
Mientras que Níniel tendría que decidir si enfrentarse sola a su enemiga…o quedarse a ver morir a su compañero, considerando que el destino no parecía tener intenciones de dejarles escapar de ahí sin antes acabar con la loca que lideraba a los cristianos.
☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
Ambos: ¡Por fin hemos llegado a los turnos finales! ¿No estáis emocionados? Dos posts más y seréis libres. Me ha encantado el desarrollo de los acontecimientos, pero vuestras decisiones tienen un precio...y no precisamente el más leve. Os dejaré descansar este turno, así que solo tendréis que narrar vuestro escape y hacia donde os dirigiréis ahora. Tened en cuenta que los sectarios restantes os están buscando y que Vincent se encuentra contagiado, agradeced a la vampira que ha destruido la cura, así que por el momento no tendréis otra tarea más que manteneros con vida y lejos de Martha.
Vincent Calhoun: Vaya, vaya…parece que tenemos un problema. Uno de los sectarios te ha tosido en la nuca y ahora eres portador de esta bonita enfermedad. ¡Y yo que te quiero tanto! Por el momento solo presentarás unos cuantos síntomas que limitarán tus acciones y tus movimientos. Una vez acabado el tema te daré instrucciones más específicas sobre el desarrollo de la enfermedad y cómo podrás deshacerte de ella.
Níniel Thenidiel: ¿Qué te parece si te doy algo más de acción? Me agrada la idea de sacarle jugo a tus habilidades, fuera de tu rol como soporte. A partir de ahora tus decisiones serán las que determinen el rumbo de esta misión. Claro que, si lo deseas, puedes tomar el lugar de tu compañero. Salvarle a costa ser tú quién termine infectada y así permitir que sea él quién se enfrente a Martha. La decisión correrá por tu cuenta. Recuerda que todo lo que hagas será decisivo para ambos personajes. ¿El amor será más fuerte que la supervivencia? Estoy ansiando leerlo.
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
El fanatismo era una actitud peligrosa, muy peligrosa. En muchos casos convertía a las personas en seres realmente irracionales, y con una obstinación propia de los dementes. Porque no podía calificar de otro modo a las personas que tenía delante.
No quería luchar contra ellas, pero a veces las cosas no salían como uno deseaba. Esa era la triste realidad.
Aquellos individuos los habían rodeado, y aunque les habían dejado empezar a explicarse, no terminaron de permitirlo. Dejar que una persona se explicara a medias, era igual que no dejar que lo hiciera. Por ello sus palabras habían caído en un pozo sin fondo, o peor aún, sobre unas personas a las que poco les importaba lo que tenía que decir. Era como hablar con una pared.
Así de obtuso podía llegar a ser el fanatismo. Tan opaco que era imposible ver la verdad tras sus cristales manchados de extremismo, irracionalidad y locura. Con gente tan ciega, no se podía negociar ni parlamentar. Era imposible explicarles que era necesario que se llevaran el fragmento para salvar a todo los habitantes del Norte. Puede que incluso de todo el mundo.
Tan ciegos estaban, que no eran capaces de ver que se lanzaban a una completa muerte y aniquilación, para desgracia de sus deseos personales. El deseo de salir de allí sin luchar y sin tener que matar a nadie. Pues si alguien estaba en peligro y desventaja, eran precisamente las personas que les cerraban el paso, y no los veteranos magos que a priori parecían abocados a su fin.
La sacerdotisa, y el brujo que escribe estas palabras, estaban en desventaja numérica, pero ahí se terminaban los problemas para el dúo protagonista. A partir de ahí, los individuos que buscaban destruirles, eran los que inconscientemente se habían buscado la ruina. Ya que era bien sabido el dicho de que la experiencia era un grado, pero no era menos el grado de la magia, y juntos, sellaron el destino de los fanáticos.
Juntos. Elfa y brujo. Sacerdotisa y mercenario. Veteranía y magia. Hicieron que la aparente y fácil victoria de las personas que les cerraban el paso, se convirtiera precisamente en eso, aparente. Un espejismo de las dunas de Roilkat. Tan falso como real ante los ojos del errado observador, que tomaba una decisión fatal ante la verdad que solamente existía en su mente.
Como buen brujo, comenzó a crear los proyectiles explosivos que tan bien se le daba manejar, para contraatacar a los rivales que buscaban matarlos, ya sin ninguna duda. Dirigió y lanzó sus orbes de fuego, buscando siempre alcanzar las posiciones más concurridas, para quitar de en medio al mayor número de enemigos con el mínimo esfuerzo mágico.
Quizás con algo de suerte, su poder aumentado con la magia élfica, hiciera suficientes estragos en las filas de los locos como para poder abrir una brecha por la que escapar. O puede que con muchísima fortuna, esos dementes volvieran al mundo real desde su creación imaginaria, y los dejaran irse sin más batalla.
Cuando una desgracia venía, a veces lo más probable es que otra llegara. Y en esa noche, era evidente que estaba inmerso en una vorágine de adversidades constantes, de la que tendría que escapar a base de esfuerzo y voluntad. A base de pelear.
No quedaba otra. No cuando los fanáticos seguían enfrascados en su falsa realidad. Por lo que era evidente que no pensaban ceder ni huir hasta que cayeran todos.
- Ten cuidado, estas personas pueden estar infectadas-, comentó, cuando el enfrentamiento se volvió más cercano. Había conseguido mantener a raya a la gran mayoría de sus rivales con su fuego y explosiones, pero era imposible frenar a tantos. - Intenta limitar el combate cercano a lo mínimo posible-, dijo, justo antes de hacer saltar por los aires, a otro grupo de rivales que se acercaban.
Lo decía porque nunca estaba de más decirlo, pero realmente sabía que Níniel limitaría su combate cuerpo a cuerpo todo lo posible. Porque ya sabían, que tal como estaba la situación en el reino de los dragones, muy fácilmente esas personas podrían estar enfermas de la plaga que asolaba todo el norte. Y porque la sacerdotisa solía luchar intentando mantenerse al margen de la melé propiamente dicha, haciendo más fuertes a los aliados que luchaban por ella. Esa era la virtud de la magia que ella poseía. Una impresionante virtud, sinceramente, pero que conllevaba defectos como toda forma de combatir. Así pues, Níniel solía mantener la distancia siempre que podía. Pero evidentemente, no siempre era posible. No cuando el número de enemigos era tan alto.
- Debemos retirarnos a otra posición. Esta está comprometida-, comentó, desvainando su espada y rechazando el ataque de una hoz. Una hoz que normalmente segaría el trigal, pero que esta vez buscaba sesgar su vida.
Con un golpe de mandoble, hizo que el arma de su rival se desviara hacia el suelo, clavándose en el firme. Y aprovechando la oportunidad que se le había brindado, le dio un golpe seco con el pomo de la empuñadura al ahora desvalido y vulnerable fanático que le había atacado. Nada más hacerlo sintió como su la nariz del hombre cedía y crujía, así que se apartó para evitar la sangre, mientras su enemigo caía desplomado.
Por supuesto, su rapidez no impidió que se manchara el pomo con el que había golpeado al sujeto ahora inconsciente. Pero no había tiempo de limpiarla en esos instantes, tendría que tener cuidado. Además, sólo era una prueba más, de que debían irse como había sugerido.
- Tenemos que buscar otro lugar en el que hacernos fuertes, aquí ya están demasiado cerca, y nos comprometemos a contagiarnos-, afirmó, al mismo tiempo que observaba como más fanáticos se acercaban hacia ellos. - Son demasiados. No podemos derrotarlos a todos de forma segura para nosotros.
Una verdad tan grande como un templo. Debían manejar la batalla del modo más propicio para sus intereses. Era la forma de ganar después de todo ¿no? Usar la cabeza y la estrategia a su favor, y luchando contra personas que les ganaban en número, y que además posiblemente estaban infectadas, lo mejor era siempre luchar a distancia. Acabar con ellos antes de que estos los alcanzaran, así que tocaba replegarse para luchar en otra posición favorable. Usando nuevamente ataques a distancia.
Pero seguía inmerso en ese torbellino de desgracias, como bien saben, así que antes de que el querido brujo pudiera dar dos pasos, sintió la tos de alguien a su espalda, así como su aliento y el calor propio de gotas en su cuello. No tenía que pensar mucho, ni tan siquiera girarse para contemplar la escena, para saber de que eran las gotas que habían caído bajo su nuca. De donde provenían.
Vinc se giró con gran velocidad, y de forma instintivo a lanzó la bola de fuego que aún conservaba en su mano zurda, alcanzando al pobre desgraciado que había tosido en su cuello, y convirtiéndolo en una tea humana en llamas.
No se quedó observando el horror. Solamente corrió como tenía pensando hacer en primera instancia, espada en mano. Al mismo tiempo que se frotaba como podía el cuello, donde habían caído las gotas de saliva, con el dorso del guante de su mano libre.
- Volvamos al pueblo y larguémonos de aquí. Ya hemos acabado con suficientes como para poder abrirnos paso-, comentó, sin dejar de avanzar.
Recordaba el camino de vuelta a través del humedal. Era sencillo. Todo recto. La pequeña ciénaga era más un obstáculo disuasorio antes personas indiscretas, que un verdadero impedimento para progresar. Lo habían descubierto en su viaje de ida hacia la iglesia, así que ahora no tenía que esperar la guía de una experta elfa para progresar. Podía llevar la delantera perfectamente, por si alguien les salía al paso.
No fue así. El camino de vuelta al puente que llevaba al pueblo fue fácil y sin contratiempos. Lo cual le hacía pensar que los fanáticos habían puesto todo su potencial en la iglesia y en el camino de regreso al pueblo. En el bosque, donde no habían tenido más remedio que luchar.
Sin embargo, al brujo cada vez le costaba más caminar. Se sentía pesado y caluroso.
No dudó en achacarlo al esfuerzo por el combate que había librado, y por la rápida huída que habían iniciado. Correr, usar su magia, manejar la espada. Había que tener buena salud para todo eso, y una fortaleza mental y física. De lo contrario, el cansancio hacía mella con rapidez. Pero sabía que se auto engañaba.
Había librado combates más largos a lo largo de su vida. Como en las murallas de Roilkat. Toda una noche de desgaste defendiendo la ciudad, ahora ya se sentía así, después de lanzar un par de sus proyectiles explosivos, y por una carrera no demasiado larga. Sabía que podía dar más de sí, sin llegar a tales extremos. Por lo que la causa de su agotamiento era más que evidente, aunque se negaba a reconocerlo.
- Estoy bien. Sólo un poco cansado-, mintió, más a sí mismo que a Níniel, cuando era patente que le costaba moverse más de lo normal. - Sólo necesito descansar cuando salgamos de aquí-, dijo, pero nada más terminar la frase tropezó en uno de los tablones del puente y cayó con una rodilla al suelo.
Mierda. Era evidente que se había contagiado. Esa enfermedad era extremadamente rápida, y por eso se había extendido con tal rapidez por todo el territorio de los dragones.
- Tranquila. El plan no ha cambiado. Tenemos que regresar con Abbey-, intentó quitarle importancia al asunto.
El tiempo corría en su contra desde que los persiguiera un grupo de pirados. Eso no había cambiado. Debían escapar, antes de preocuparse por otras circunstancias.
Por ello, hizo un esfuerzo redoblado para poder incorporarse de nuevo, y comenzó a avanzar hacia el interior del molino. Levantarse, cada paso que daba, todo movimiento le parecía que requería el doble de energías que esos movimientos en estado normal. Sentía como si pesara el doble de kilos. Y eso era mala noticia.
Era fácil entender que se estaba convirtiendo en un estorbo para Níniel. Y que debían separarse si alguno de los dos quería conseguirlo. La elfa debía proseguir sola, o moriría junto a él.
Esa idea rondaba su cabeza, más aún, cuando vio al grupo de fanáticos que esperaban en la plaza del pueblo. Estaba claro que eran el seguro para prevenir huídas fáciles. Los fanáticos habían preparado la emboscada en el bosque, pero habían tenido al menos la sensatez de dejar un grupo atrás, en el pueblo, por si fracasaban.
En ese instante envainó su espada para no llamar la atención, pero sobre todo tuvo ganas de decirle a la elfa que prosiguiera sola, pero se lo guardó. Sabía que no le haría caso, así que era mejor seguir adelante todo lo que pudiera.
- Hay que dar un rodeo. A través del trigal, y seguir por el bosque aledaño-, comentó, fraguando una nueva ruta de escape.
Una vez listos, salieron del molino discretamente, y siguió a Níniel con gran dificultad. Al menos ahora, que iban despacio y escondiéndose para no ser vistos, le era más fácil no retrasarse demasiado. Pero sabía que si conseguían despistar a los dementes que les seguían, sería complicado poder seguir el mismo ritmo que ella.
Pasaron tras unas cabañas, para esconderse a ojos del grupo de locos en el pueblo, y se internaron por los campos de trigo. Unos medio cosechados ya, por lo que se adentraron en los que no lo estaban, manteniéndose agachados para intentar pasar lo más desapercibido posible.
Esa parte del plan funcionó. Y lo alegró enormemente, pues que algo saliera bien en esa noche, nunca estaba de más.
Del trigal pasaron a toda velocidad hacia el bosque más cercano. Bueno, Níniel pasó a toda velocidad, él parecía un pato con evidentes problemas para moverse. Seguro que hasta un pato cojo tenía una pinta menos lamentable que él.
Aún así nadie los vio, y pudieron seguir huyendo por el bosque.
Al menos así fue hasta el momento en que se desplomó.
El rubio cayó de bruces, a duras penas pudo evitar estamparse la cara al poner los brazos delante. Se sentía cada vez más pesado y caliente. Un ardor le abrasaba la cabeza y sentía frío, pues todo a su alrededor estaba a menor temperatura que él.
- Estoy bien. No pasa nada. Puedo solo-, comentó, desenvainando su espada, y clavando la punta en el suelo para ayudar a incorporarse. Pero solamente logrando quedar con una rodilla posada en el firme, mientras que con la pierna más cercana a la espada clavada, si había conseguido progresar más. - No quiero que me toques. Sólo conseguirás contagiarte-, dijo ya sin ambigüedad alguna. - Debes volver con Abbey. Yo ahora mismo soy un estorbo. No morirás por mi culpa-, terminó de decir, sacando el fragmento que llevaba en el bolsillo, y haciéndolo levitar hacia Níniel por medio de su telequinesis, para que ella lo guardara y llevara. Para que fuera ella quien se lo entregara a la alta encantadora.
Qué ironía. Hasta el instante corto que había permanecido el trozo de llave sobre su palma enguantada, justo antes de dárselo a Nín, le había parecido que el objeto era mucho más pesado que la primera vez que lo sostuviera.
- Vete. Sigue en solitario-, le pidió, pero sabía que no le haría caso.
No lo haría porque nunca dejaba a nadie atrás si era inevitable. No obstante, no le cabían dudas de que ese momento inevitable estaba ocurriendo, pero ella se negaría a irse, porque lo amaba. Y así funcionaban las cosas entre la gente que se quería. Se resistiría a irse, mas estaba seguro de que debía hacerlo.
Pero como echárselo en cara, cuando lo hacía porque le quería. Y cuando sabía perfectamente, que de ser la situación al revés, él nunca la dejaría morir sola.
- Maldita sea-, maldijo, haciendo un esfuerzo por levantarse, y consiguiendo erguirse finalmente. - Conmigo las cosas nunca son sencillas, eh-, se permitió bromear, pese a que la situación era de todo menos divertida.
Su condición física ahora mismo era penosa, pero a veces las fiebres y el cansancio producto de la enfermedad le daban una tregua. A veces el dolor era más punzante, y sus fuerzas flaqueaban al punto de caer, como acababa de pasar, un momento antes. Pero otras veces se sentía un poco mejor, y notaba que podría seguir avanzando, aunque fuese de un modo tan lamentable.
En cualquier caso, estaba claro que al elfa no lo dejaría sin más. Por ello dejó la espada clavada en la tierra, y sacó un pergamino de uno de sus múltiples bolsillos. Se trataba de un pergamino de hechizos, y permitía al portador lanzar el conjuro que previamente un mago introdujera en su interior. Una vez abierto el rollo de papel, absorbería todo hechizo que se lanzara sobre él, y después de cerrarlo, cuando se volviera a abrir, lanzaría dicho conjuro. Aún con la experiencia que tenía en arcanos, no dejaba de sorprenderle lo que se podía conseguir con un simple papel, y las letras o runas adecuadas, escritas en el orden preciso con la tinta imbuida en éter correcta. Era impresionante el poder que podían conseguir unas letras arcanas.
Abrió el pergamino, y con telequinesis lo alejó de él un poco, el espacio suficiente para poder maniobrar con su arma, y lo mantuvo levitando con el poder de su mente, en perfecta verticalidad. Luego, tomó su espada, y conjuró su poder cortante de viento, y comenzó a realizar un tajo tras otro, en dirección al pergamino. El papel, en vez de partirse, absorbía cada corte mágico que lanzaba, después de brillar levemente en un tono azulado cada vez que impactaba sobre él uno de sus cortes.
No se detuvo. No al menos hasta que no pudo más, y sintió sus fuerzas flaquear una vez más. En ese instante, clavó su espada en el suelo por segunda ocasión, algo agotado, apoyándose en ella, y acercó el papel a Níniel, por medio de la telequinesis.
- Eres una cabezota. ¿Lo sabías? - la regañó, pero en tono afectivo, no enfadado. - Enróllalo, y cuando lo vuelvas a abrir, podrás usar el poder que he introducido en su interior-, le explicó. - En cuanto abras el pergamino después de cerrarlo, el conjuro será lanzado justo por su cara posterior. Así que solamente debes abrirlo como si lo fueras a leer, y alcanzarás a todo lo que tengas delante. Te vendrá bien. Ya que como puedes observar-, hizo un gesto teatral hacia sí mismo. - No estoy en unas condiciones demasiado óptimas para combatir. Y cómo eres una cabezota que no haces caso-, sonrió levemente. - Sigamos. Ya avanzo demasiado lento, como para perder más el tiempo quietos-, dijo, envainando su espada,y comenzando a caminar.
Después de cada esfuerzo, se sentía a punto de desfallecer. Caminar le costaba horrores, así que usar uno de sus conjuros lo había debilitado en extremo. Por suerte, si descansaba un poco, recuperaba algo de sus energías. Así que ahora, al menos podría seguir caminando tras Níniel.
Tenían que salir de la zona cuanto antes. El problema, es que no dejaba de ser un estorbo para su amada sacerdotisa. No podían tomarse muchos descansos, o acabarían siendo encontrados. Y todo sería por su culpa. Por no poder llevar un ritmo decente.
Maldita fuera su fortuna. Había imaginado mil muertes para él. Era normal, teniendo en cuenta el oficio que realizaba. Prácticamente cada día tenía que afrontar un peligro nuevo. Por ello mismo, nunca imaginó que fuese a caer por culpa de una maldita enfermedad.
Era una desgracia. Pero al menos, si moría por esa pandemia, lo habría hecho intentando salvar al resto del mundo de su fatalidad.
Uso mi habilidad de nivel 4, La Herida del Viento, potenciada con la bendición de Intelecto Arcano de Níniel. Uso dicha habilidad para rellenar un Pergamino de Hechizo con su poder, e inmediatamente después se lo doy a mi querida sacerdotisa ^^
La Herida del Viento – Imbuye el arma del brujo con aire. Al ser encantada el arma, esta tiene mayor filo por las corrientes de aire que acompañaran el ataque. Pudiendo incluso generar ráfagas de aire cortante, que pueden cortar al enemigo a una distancia de 6 metros, siendo este ataque a distancia, igual en daño a un corte normal con el arma. Esta habilidad solamente funcionará con armas cortantes.
- Mantenida. Dos turnos activa. Cinco turnos para reutilizarla.
Propiedades del Pergamino: Tras abrirse, un personaje amistoso (o el propio usuario) debe usar un hechizo sobre el pergamino antes de 1 minuto. El hechizo se anulará, pero el pergamino conservará su poder en su interior. El pergamino puede volver a cerrarse. Tras abrirse nuevamente, el pergamino liberará el hechizo almacenado, reduciendo su intensidad en un 40%. El efecto almacenado se borra al terminar el rol en curso.
No quería luchar contra ellas, pero a veces las cosas no salían como uno deseaba. Esa era la triste realidad.
Aquellos individuos los habían rodeado, y aunque les habían dejado empezar a explicarse, no terminaron de permitirlo. Dejar que una persona se explicara a medias, era igual que no dejar que lo hiciera. Por ello sus palabras habían caído en un pozo sin fondo, o peor aún, sobre unas personas a las que poco les importaba lo que tenía que decir. Era como hablar con una pared.
Así de obtuso podía llegar a ser el fanatismo. Tan opaco que era imposible ver la verdad tras sus cristales manchados de extremismo, irracionalidad y locura. Con gente tan ciega, no se podía negociar ni parlamentar. Era imposible explicarles que era necesario que se llevaran el fragmento para salvar a todo los habitantes del Norte. Puede que incluso de todo el mundo.
Tan ciegos estaban, que no eran capaces de ver que se lanzaban a una completa muerte y aniquilación, para desgracia de sus deseos personales. El deseo de salir de allí sin luchar y sin tener que matar a nadie. Pues si alguien estaba en peligro y desventaja, eran precisamente las personas que les cerraban el paso, y no los veteranos magos que a priori parecían abocados a su fin.
La sacerdotisa, y el brujo que escribe estas palabras, estaban en desventaja numérica, pero ahí se terminaban los problemas para el dúo protagonista. A partir de ahí, los individuos que buscaban destruirles, eran los que inconscientemente se habían buscado la ruina. Ya que era bien sabido el dicho de que la experiencia era un grado, pero no era menos el grado de la magia, y juntos, sellaron el destino de los fanáticos.
Juntos. Elfa y brujo. Sacerdotisa y mercenario. Veteranía y magia. Hicieron que la aparente y fácil victoria de las personas que les cerraban el paso, se convirtiera precisamente en eso, aparente. Un espejismo de las dunas de Roilkat. Tan falso como real ante los ojos del errado observador, que tomaba una decisión fatal ante la verdad que solamente existía en su mente.
Como buen brujo, comenzó a crear los proyectiles explosivos que tan bien se le daba manejar, para contraatacar a los rivales que buscaban matarlos, ya sin ninguna duda. Dirigió y lanzó sus orbes de fuego, buscando siempre alcanzar las posiciones más concurridas, para quitar de en medio al mayor número de enemigos con el mínimo esfuerzo mágico.
Quizás con algo de suerte, su poder aumentado con la magia élfica, hiciera suficientes estragos en las filas de los locos como para poder abrir una brecha por la que escapar. O puede que con muchísima fortuna, esos dementes volvieran al mundo real desde su creación imaginaria, y los dejaran irse sin más batalla.
Cuando una desgracia venía, a veces lo más probable es que otra llegara. Y en esa noche, era evidente que estaba inmerso en una vorágine de adversidades constantes, de la que tendría que escapar a base de esfuerzo y voluntad. A base de pelear.
No quedaba otra. No cuando los fanáticos seguían enfrascados en su falsa realidad. Por lo que era evidente que no pensaban ceder ni huir hasta que cayeran todos.
- Ten cuidado, estas personas pueden estar infectadas-, comentó, cuando el enfrentamiento se volvió más cercano. Había conseguido mantener a raya a la gran mayoría de sus rivales con su fuego y explosiones, pero era imposible frenar a tantos. - Intenta limitar el combate cercano a lo mínimo posible-, dijo, justo antes de hacer saltar por los aires, a otro grupo de rivales que se acercaban.
Lo decía porque nunca estaba de más decirlo, pero realmente sabía que Níniel limitaría su combate cuerpo a cuerpo todo lo posible. Porque ya sabían, que tal como estaba la situación en el reino de los dragones, muy fácilmente esas personas podrían estar enfermas de la plaga que asolaba todo el norte. Y porque la sacerdotisa solía luchar intentando mantenerse al margen de la melé propiamente dicha, haciendo más fuertes a los aliados que luchaban por ella. Esa era la virtud de la magia que ella poseía. Una impresionante virtud, sinceramente, pero que conllevaba defectos como toda forma de combatir. Así pues, Níniel solía mantener la distancia siempre que podía. Pero evidentemente, no siempre era posible. No cuando el número de enemigos era tan alto.
- Debemos retirarnos a otra posición. Esta está comprometida-, comentó, desvainando su espada y rechazando el ataque de una hoz. Una hoz que normalmente segaría el trigal, pero que esta vez buscaba sesgar su vida.
Con un golpe de mandoble, hizo que el arma de su rival se desviara hacia el suelo, clavándose en el firme. Y aprovechando la oportunidad que se le había brindado, le dio un golpe seco con el pomo de la empuñadura al ahora desvalido y vulnerable fanático que le había atacado. Nada más hacerlo sintió como su la nariz del hombre cedía y crujía, así que se apartó para evitar la sangre, mientras su enemigo caía desplomado.
Por supuesto, su rapidez no impidió que se manchara el pomo con el que había golpeado al sujeto ahora inconsciente. Pero no había tiempo de limpiarla en esos instantes, tendría que tener cuidado. Además, sólo era una prueba más, de que debían irse como había sugerido.
- Tenemos que buscar otro lugar en el que hacernos fuertes, aquí ya están demasiado cerca, y nos comprometemos a contagiarnos-, afirmó, al mismo tiempo que observaba como más fanáticos se acercaban hacia ellos. - Son demasiados. No podemos derrotarlos a todos de forma segura para nosotros.
Una verdad tan grande como un templo. Debían manejar la batalla del modo más propicio para sus intereses. Era la forma de ganar después de todo ¿no? Usar la cabeza y la estrategia a su favor, y luchando contra personas que les ganaban en número, y que además posiblemente estaban infectadas, lo mejor era siempre luchar a distancia. Acabar con ellos antes de que estos los alcanzaran, así que tocaba replegarse para luchar en otra posición favorable. Usando nuevamente ataques a distancia.
Pero seguía inmerso en ese torbellino de desgracias, como bien saben, así que antes de que el querido brujo pudiera dar dos pasos, sintió la tos de alguien a su espalda, así como su aliento y el calor propio de gotas en su cuello. No tenía que pensar mucho, ni tan siquiera girarse para contemplar la escena, para saber de que eran las gotas que habían caído bajo su nuca. De donde provenían.
Vinc se giró con gran velocidad, y de forma instintivo a lanzó la bola de fuego que aún conservaba en su mano zurda, alcanzando al pobre desgraciado que había tosido en su cuello, y convirtiéndolo en una tea humana en llamas.
No se quedó observando el horror. Solamente corrió como tenía pensando hacer en primera instancia, espada en mano. Al mismo tiempo que se frotaba como podía el cuello, donde habían caído las gotas de saliva, con el dorso del guante de su mano libre.
- Volvamos al pueblo y larguémonos de aquí. Ya hemos acabado con suficientes como para poder abrirnos paso-, comentó, sin dejar de avanzar.
Recordaba el camino de vuelta a través del humedal. Era sencillo. Todo recto. La pequeña ciénaga era más un obstáculo disuasorio antes personas indiscretas, que un verdadero impedimento para progresar. Lo habían descubierto en su viaje de ida hacia la iglesia, así que ahora no tenía que esperar la guía de una experta elfa para progresar. Podía llevar la delantera perfectamente, por si alguien les salía al paso.
No fue así. El camino de vuelta al puente que llevaba al pueblo fue fácil y sin contratiempos. Lo cual le hacía pensar que los fanáticos habían puesto todo su potencial en la iglesia y en el camino de regreso al pueblo. En el bosque, donde no habían tenido más remedio que luchar.
Sin embargo, al brujo cada vez le costaba más caminar. Se sentía pesado y caluroso.
No dudó en achacarlo al esfuerzo por el combate que había librado, y por la rápida huída que habían iniciado. Correr, usar su magia, manejar la espada. Había que tener buena salud para todo eso, y una fortaleza mental y física. De lo contrario, el cansancio hacía mella con rapidez. Pero sabía que se auto engañaba.
Había librado combates más largos a lo largo de su vida. Como en las murallas de Roilkat. Toda una noche de desgaste defendiendo la ciudad, ahora ya se sentía así, después de lanzar un par de sus proyectiles explosivos, y por una carrera no demasiado larga. Sabía que podía dar más de sí, sin llegar a tales extremos. Por lo que la causa de su agotamiento era más que evidente, aunque se negaba a reconocerlo.
- Estoy bien. Sólo un poco cansado-, mintió, más a sí mismo que a Níniel, cuando era patente que le costaba moverse más de lo normal. - Sólo necesito descansar cuando salgamos de aquí-, dijo, pero nada más terminar la frase tropezó en uno de los tablones del puente y cayó con una rodilla al suelo.
Mierda. Era evidente que se había contagiado. Esa enfermedad era extremadamente rápida, y por eso se había extendido con tal rapidez por todo el territorio de los dragones.
- Tranquila. El plan no ha cambiado. Tenemos que regresar con Abbey-, intentó quitarle importancia al asunto.
El tiempo corría en su contra desde que los persiguiera un grupo de pirados. Eso no había cambiado. Debían escapar, antes de preocuparse por otras circunstancias.
Por ello, hizo un esfuerzo redoblado para poder incorporarse de nuevo, y comenzó a avanzar hacia el interior del molino. Levantarse, cada paso que daba, todo movimiento le parecía que requería el doble de energías que esos movimientos en estado normal. Sentía como si pesara el doble de kilos. Y eso era mala noticia.
Era fácil entender que se estaba convirtiendo en un estorbo para Níniel. Y que debían separarse si alguno de los dos quería conseguirlo. La elfa debía proseguir sola, o moriría junto a él.
Esa idea rondaba su cabeza, más aún, cuando vio al grupo de fanáticos que esperaban en la plaza del pueblo. Estaba claro que eran el seguro para prevenir huídas fáciles. Los fanáticos habían preparado la emboscada en el bosque, pero habían tenido al menos la sensatez de dejar un grupo atrás, en el pueblo, por si fracasaban.
En ese instante envainó su espada para no llamar la atención, pero sobre todo tuvo ganas de decirle a la elfa que prosiguiera sola, pero se lo guardó. Sabía que no le haría caso, así que era mejor seguir adelante todo lo que pudiera.
- Hay que dar un rodeo. A través del trigal, y seguir por el bosque aledaño-, comentó, fraguando una nueva ruta de escape.
Una vez listos, salieron del molino discretamente, y siguió a Níniel con gran dificultad. Al menos ahora, que iban despacio y escondiéndose para no ser vistos, le era más fácil no retrasarse demasiado. Pero sabía que si conseguían despistar a los dementes que les seguían, sería complicado poder seguir el mismo ritmo que ella.
Pasaron tras unas cabañas, para esconderse a ojos del grupo de locos en el pueblo, y se internaron por los campos de trigo. Unos medio cosechados ya, por lo que se adentraron en los que no lo estaban, manteniéndose agachados para intentar pasar lo más desapercibido posible.
Esa parte del plan funcionó. Y lo alegró enormemente, pues que algo saliera bien en esa noche, nunca estaba de más.
Del trigal pasaron a toda velocidad hacia el bosque más cercano. Bueno, Níniel pasó a toda velocidad, él parecía un pato con evidentes problemas para moverse. Seguro que hasta un pato cojo tenía una pinta menos lamentable que él.
Aún así nadie los vio, y pudieron seguir huyendo por el bosque.
Al menos así fue hasta el momento en que se desplomó.
El rubio cayó de bruces, a duras penas pudo evitar estamparse la cara al poner los brazos delante. Se sentía cada vez más pesado y caliente. Un ardor le abrasaba la cabeza y sentía frío, pues todo a su alrededor estaba a menor temperatura que él.
- Estoy bien. No pasa nada. Puedo solo-, comentó, desenvainando su espada, y clavando la punta en el suelo para ayudar a incorporarse. Pero solamente logrando quedar con una rodilla posada en el firme, mientras que con la pierna más cercana a la espada clavada, si había conseguido progresar más. - No quiero que me toques. Sólo conseguirás contagiarte-, dijo ya sin ambigüedad alguna. - Debes volver con Abbey. Yo ahora mismo soy un estorbo. No morirás por mi culpa-, terminó de decir, sacando el fragmento que llevaba en el bolsillo, y haciéndolo levitar hacia Níniel por medio de su telequinesis, para que ella lo guardara y llevara. Para que fuera ella quien se lo entregara a la alta encantadora.
Qué ironía. Hasta el instante corto que había permanecido el trozo de llave sobre su palma enguantada, justo antes de dárselo a Nín, le había parecido que el objeto era mucho más pesado que la primera vez que lo sostuviera.
- Vete. Sigue en solitario-, le pidió, pero sabía que no le haría caso.
No lo haría porque nunca dejaba a nadie atrás si era inevitable. No obstante, no le cabían dudas de que ese momento inevitable estaba ocurriendo, pero ella se negaría a irse, porque lo amaba. Y así funcionaban las cosas entre la gente que se quería. Se resistiría a irse, mas estaba seguro de que debía hacerlo.
Pero como echárselo en cara, cuando lo hacía porque le quería. Y cuando sabía perfectamente, que de ser la situación al revés, él nunca la dejaría morir sola.
- Maldita sea-, maldijo, haciendo un esfuerzo por levantarse, y consiguiendo erguirse finalmente. - Conmigo las cosas nunca son sencillas, eh-, se permitió bromear, pese a que la situación era de todo menos divertida.
Su condición física ahora mismo era penosa, pero a veces las fiebres y el cansancio producto de la enfermedad le daban una tregua. A veces el dolor era más punzante, y sus fuerzas flaqueaban al punto de caer, como acababa de pasar, un momento antes. Pero otras veces se sentía un poco mejor, y notaba que podría seguir avanzando, aunque fuese de un modo tan lamentable.
En cualquier caso, estaba claro que al elfa no lo dejaría sin más. Por ello dejó la espada clavada en la tierra, y sacó un pergamino de uno de sus múltiples bolsillos. Se trataba de un pergamino de hechizos, y permitía al portador lanzar el conjuro que previamente un mago introdujera en su interior. Una vez abierto el rollo de papel, absorbería todo hechizo que se lanzara sobre él, y después de cerrarlo, cuando se volviera a abrir, lanzaría dicho conjuro. Aún con la experiencia que tenía en arcanos, no dejaba de sorprenderle lo que se podía conseguir con un simple papel, y las letras o runas adecuadas, escritas en el orden preciso con la tinta imbuida en éter correcta. Era impresionante el poder que podían conseguir unas letras arcanas.
Abrió el pergamino, y con telequinesis lo alejó de él un poco, el espacio suficiente para poder maniobrar con su arma, y lo mantuvo levitando con el poder de su mente, en perfecta verticalidad. Luego, tomó su espada, y conjuró su poder cortante de viento, y comenzó a realizar un tajo tras otro, en dirección al pergamino. El papel, en vez de partirse, absorbía cada corte mágico que lanzaba, después de brillar levemente en un tono azulado cada vez que impactaba sobre él uno de sus cortes.
No se detuvo. No al menos hasta que no pudo más, y sintió sus fuerzas flaquear una vez más. En ese instante, clavó su espada en el suelo por segunda ocasión, algo agotado, apoyándose en ella, y acercó el papel a Níniel, por medio de la telequinesis.
- Eres una cabezota. ¿Lo sabías? - la regañó, pero en tono afectivo, no enfadado. - Enróllalo, y cuando lo vuelvas a abrir, podrás usar el poder que he introducido en su interior-, le explicó. - En cuanto abras el pergamino después de cerrarlo, el conjuro será lanzado justo por su cara posterior. Así que solamente debes abrirlo como si lo fueras a leer, y alcanzarás a todo lo que tengas delante. Te vendrá bien. Ya que como puedes observar-, hizo un gesto teatral hacia sí mismo. - No estoy en unas condiciones demasiado óptimas para combatir. Y cómo eres una cabezota que no haces caso-, sonrió levemente. - Sigamos. Ya avanzo demasiado lento, como para perder más el tiempo quietos-, dijo, envainando su espada,y comenzando a caminar.
Después de cada esfuerzo, se sentía a punto de desfallecer. Caminar le costaba horrores, así que usar uno de sus conjuros lo había debilitado en extremo. Por suerte, si descansaba un poco, recuperaba algo de sus energías. Así que ahora, al menos podría seguir caminando tras Níniel.
Tenían que salir de la zona cuanto antes. El problema, es que no dejaba de ser un estorbo para su amada sacerdotisa. No podían tomarse muchos descansos, o acabarían siendo encontrados. Y todo sería por su culpa. Por no poder llevar un ritmo decente.
Maldita fuera su fortuna. Había imaginado mil muertes para él. Era normal, teniendo en cuenta el oficio que realizaba. Prácticamente cada día tenía que afrontar un peligro nuevo. Por ello mismo, nunca imaginó que fuese a caer por culpa de una maldita enfermedad.
Era una desgracia. Pero al menos, si moría por esa pandemia, lo habría hecho intentando salvar al resto del mundo de su fatalidad.
Offrol
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Uso mi habilidad de nivel 4, La Herida del Viento, potenciada con la bendición de Intelecto Arcano de Níniel. Uso dicha habilidad para rellenar un Pergamino de Hechizo con su poder, e inmediatamente después se lo doy a mi querida sacerdotisa ^^
La Herida del Viento – Imbuye el arma del brujo con aire. Al ser encantada el arma, esta tiene mayor filo por las corrientes de aire que acompañaran el ataque. Pudiendo incluso generar ráfagas de aire cortante, que pueden cortar al enemigo a una distancia de 6 metros, siendo este ataque a distancia, igual en daño a un corte normal con el arma. Esta habilidad solamente funcionará con armas cortantes.
- Mantenida. Dos turnos activa. Cinco turnos para reutilizarla.
Propiedades del Pergamino: Tras abrirse, un personaje amistoso (o el propio usuario) debe usar un hechizo sobre el pergamino antes de 1 minuto. El hechizo se anulará, pero el pergamino conservará su poder en su interior. El pergamino puede volver a cerrarse. Tras abrirse nuevamente, el pergamino liberará el hechizo almacenado, reduciendo su intensidad en un 40%. El efecto almacenado se borra al terminar el rol en curso.
Vincent Calhoun
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
¿Por qué tenía que haber más muertes? ¿No había muerto ya suficiente gente con aquella maldita plaga? ¿No seguían muriendo decenas de personas con cada minuto que perdían en una lucha sin sentido? ¿Por qué luchaban esos fanáticos? ¿Eran acaso adoradores de la muerte? ¿Querían morir para resucitar como creían que hizo ese carpintero suyo, o acaso creían que el fragmento que obraba en poder del brujo era cuanto necesitaban para salvarse?
Absurdo. El único modo en que ese trozo de llave formara parte de salvación alguna era llevándoselo a Abbey, juntarlo con el resto de fragmentos y accediendo de nuevo a la pirámide. Y eso era precisamente lo que la joven elfa pensaba hacer, se interpusiera quien se interpusiera en su camino. Estaba en juego algo mucho más importante que sus propias vidas, mucho más importante que un solo pueblo. Si como en medicina debía escoger quién vivía y quién moría buscando salvar el mayor número de vidas, que así fuera. Si alguien estaba acostumbrada a cargar con ese peso era ella. No lloraría por los muertos... hasta que no quedara nada que pudiera hacer por los vivos.
-¿Es que no han tenido bastante?- Expresó la joven con amargura pero sin bajar la guardia ni dudar un segundo en golpear a cualquiera que se acercara demasiado. Buscando como siempre noquear a sus enemigos y no matarlos, aunque lo haría de ser necesario. -¿El combate cercano? Créeme que lo intento, pero no paran de venir.- Respondió la joven a las palabras del brujo sin acritud, pues sabía de su buena intención, aunque por desgracia pudiendo hacer poco por hacerle caso. En su divina gracia los dioses habían tenido a bien brindar a los hijos del bosque una notable resistencia a las enfermedades, tendría que confiar en ella y en lo largo de su bastón. Eso o bajar los brazos y dejar que fuese su pareja quien librase solo todo el combate, y bastante poco estaba haciendo ya para ayudarle.
-Abre un camino y te seguiré. Si pudiésemos llegar hasta nuestras monturas incluso mejor que una buena posición defensiva.- Fueron las palabras de la peliblanca ante la iniciativa de Vincent de moverse hasta una mejor zona. Y es que allí incluso a pesar de las llamas no paraban de llegar nuevos fanáticos a atacarles desde todas direcciones, sería solo cuestión de tiempo que alguno lograra su cometido o como decía el brujo, que pudiera contagiarles. Un lugar desde donde limitar su ventaja numérica y no dejarles acercarse sería toda una bendición, y salir de allí al galope tendido tanto mejor.
-Voy detrás de ti, no te detengas.- Instó la peliblanca al mismo tiempo que confirmaba que estaba lista para seguirle en aquella "retirada estratégica", pasando en su carrera a la zaga del brujo al lado del último de sus enemigos, y uno de los que más había logrado acercarse. Al menos de los que Níniel, pendiente de sus propias luchas también, había visto. Aquel sujeto había llegado muy cerca, y lo había pagado caro. Sus gritos de agonía mientras se hacía un ovillo en el suelo acompañaron a la peliblanca durante las siguientes decenas de metros a la carrera, taladrando sus oídos hasta que la distancia, o tal vez la muerte, hicieron que dejaran de escucharse. Aunque el bosque estaba lejos de recuperar el silencio con el que les había recibido al llegar.
-Parece que...hemos logrado dejarles atrás.- Expresó respirando agitadamente la joven elfa cuando por fin estuvieron de vuelta en el pueblo y ya a tan solo unas decenas de metros de su veloz vía de escape. -Pero aún nos siguen.- Añadió prestando atención a los gritos algo distantes que se escuchaban. -Será mejor seguir y no desaprovechar la...¿Estás bien?.- Preguntó preocupada al no verle tomar de nuevo la iniciativa y resoplar más cansado que ella. Ciertamente había causado estragos entre aquellos lunáticos con su magia, y tantas carreras y el viaje desde la torre no eran poca cosa...Pero siempre había mostrado una mayor fortaleza física que ella...Si ella podía continuar él no debería estar así...Ah no ser que...¿Pero cuándo había ocurrido? Había estado siempre a su lado...-No estás bien deberías... podría ir yo a por...Bien, vale, está bien.- Aceptó a regañadientes la joven al verle de nuevo en pié. Aunque a ella no iba a engañarla forzando una cara de normalidad. No engañaría ni a un humano con esa muestra de determinación, mucho menos a una elfa sanadora. No obstante en algo tenía razón el brujo; El plan no había cambiado. Al contrario, a sabiendas de las fases de la enfermedad y su alta tasa de mortalidad...el plan se había acelerado.
La joven siguió de cerca a su compañero, pendiente de sus gestos mientras avanzaban a través del molino. Pensaba en planes alternativos, en cómo se las apañaría para transportar a Vincent si terminaba siendo necesario. En si podría cargar con él y el modo de evitar un posible contagio en ese caso; Lo que mayores posibilidades parecía tener era una pequeña carreta que había visto cerca de la entrada al pueblo. No sería el no va más de la comodidad pero podría servir. Una cosa tenía clara; no pensaba dejarle atrás. Nunca. Y si lo que se interponía entre ellos y su huida juntos era un grupo más de esos condenados shemlen...Más les valía haber hecho las paces con su carpintero.
Por suerte Vincent tuvo una idea alternativa mucho mejor, por suerte para los humanos claro. Les obligaba a dar un pequeño rodeo pero, si todo salía bien, podrían salir de allí sin un solo combate más, a diferencia del plan de la peliblanca, fruto de la preocupación por el rubio y de una rabia creciente hacia esos condenados fanáticos.
-Buena idea. Iremos donde el trigo aún no ha sido cosechado, desde ahí hasta nuestras monturas son solo unos metros. Ni nos verán irnos. Sígueme.- Pidió tomando la cabeza y usando su aguda vista de elfa para localizar a todos los humanos, cerciorarse de que no había más por otras partes de la aldea y diseñando con aquella información una ruta que les llevase sin ser vistos desde el molino hasta unas casas cercanas, desde ellas a los campos de trigo y ocultos entre el trigo desde los cultivos hasta el bosque limítrofe. Todo ello sin levantar aparentemente ni la más mínima sospecha. Todo un éxito.
-Ya casi estamos, solo un poco más Vinc.- Pidió la joven al brujo a sabiendas de que estaba haciendo un sobreesfuerzo para no quedarse atrás, reduciendo su propia velocidad para ayudarle a no perder el ritmo y aprovechando para comprobar que nadie les estuviera siguiendo. Momento en el cual una fuerte deflagración ilumino el cielo nocturno, demasiado distante como para afectarles negativamente pero lo suficientemente potente como para hacer que la elfa se echara al suelo, observando por entre los árboles los efectos de semejante explosión.
-Por los dioses, es como la que destruyó la iglesia. ¿Qué diantres está pasando?- Y es que seguía siendo una incógnita el origen de aquellas explosiones, aunque una cosa si estaba clara, quien estuviera originándolas no tenía ningún cariño por nadie. Ni por ellos, que casi mueren en la iglesia, ni por los humanos de aquel lugar, algunos de los cuales habían sido alcanzados por el ataque y gritaban corriendo de un lado a otro en llamas. -Un momento, ¿no es esa la loca del pico a la que enviaste a volar antes? ¿Es ella la que causa esas explosiones? Vaya, debe de estar muy cabreada porque la enviaste por los aires...- Dedujo la joven manteniéndose oculta y usando su vista para tratar de averiguar qué estaba pasando. -Aprovechemos que están ocupados matándose entre ellos. No perdamos más tiempo. - Indicó reanudando la marcha sin ninguna intención de quedarse allí y correr el riesgo de ser la siguiente víctima de las malas pulgas de una loca chillona, vestida con harapos y capaz de hacer explotar una casa entera.
Por desgracia, y a pesar de la escasa distancia que les separaba de su destino, hasta allí habían llegado las fuerzas de Vincent, que agotado, acabó desplomándose en el suelo solo unos pocos metros más adelante, evitando caer totalmente solo gracias a lograr apoyar sus brazos sobre la húmeda tierra de aquella arboleda. De nuevo trató de aparentar estar bien, solo cansado, pero a aquellas alturas ya era inútil tratar de aparentar. Estaba claro que no era solo cansancio y Níniel lo sabía desde que cruzaron aquel puente tras el molino. Incluso para el propio brujo estaba claro que no tenía sentido seguir tratando de engañarla para no preocuparla, y ya sin tapujos pidió que no le tocara.
-Soy elfa no voy a contagiarme solo por tocarte...-Mintió la joven, pues aunque resistente no era inmune a las enfermedades, y aquella era especialmente virulenta. -!¿Qué?! No, no pienso irme de aquí sin ti, entregaremos juntos el fragmento y encontraremos una cura, ya lo verás. Las monturas están cerca, solo un esfuerzo más. No me obligues a tener que cargar contigo.- Dijo negándose con rotundidad a lo que le pedía y tratando de animarle a levantarse y recorrer la distancia que les quedaba. Apartando de su propia mente cualquier opción pesimista, cualquier idea que la hiciera pensar en que quizá incluso aunque salieran de allí el brujo no tardaría en morir.
En la pirámide debía de haber alguna solución, alguna cura...Tenía que haberla.
-Eres un brujo y yo una sacerdotisa elfa, no me digas que pensabas que iba a ser fácil...-Se permitió decir la joven haciendo alusión al ancestral odio entre ambas razas. -Será que no nos gusta lo fácil.- Añadió mientras veía como el brujo se incorporaba. Pero no para seguir moviéndose, sino para preparar algo, uno de esos pergaminos rúnicos de los que le había hablado por encima en alguna ocasión. -¿Qué haces?, sigamos moviéndonos, no estamos muy lejos ya.- Pidió la peliblanca viendo como el brujo gastaba buena parte de sus ya mermadas energías en imbuir uno de los pergaminos con una de sus magias más fuertes y luego se lo entregaba.
-No deberías haberlo hecho, tienes que tratar de conservar todas las fuerzas posibles...- Expresó claramente preocupada la peliblanca enrollando el pergamino y guardándolo con celo entre los pliegues de su ropa de invierno, mirando con cariño a su pareja y comprendiendo que con aquel gesto le confiaba a ella su propia seguridad y le brindaba un modo de luchar, si era necesario, por sí misma. Confianza como para otorgarle su última arma, su último disparo. -...pero si nos alcanza alguno de esos lunáticos le daré buen uso, puedes estar seguro... Vamos salir de esta. Ya lo verás-
Absurdo. El único modo en que ese trozo de llave formara parte de salvación alguna era llevándoselo a Abbey, juntarlo con el resto de fragmentos y accediendo de nuevo a la pirámide. Y eso era precisamente lo que la joven elfa pensaba hacer, se interpusiera quien se interpusiera en su camino. Estaba en juego algo mucho más importante que sus propias vidas, mucho más importante que un solo pueblo. Si como en medicina debía escoger quién vivía y quién moría buscando salvar el mayor número de vidas, que así fuera. Si alguien estaba acostumbrada a cargar con ese peso era ella. No lloraría por los muertos... hasta que no quedara nada que pudiera hacer por los vivos.
-¿Es que no han tenido bastante?- Expresó la joven con amargura pero sin bajar la guardia ni dudar un segundo en golpear a cualquiera que se acercara demasiado. Buscando como siempre noquear a sus enemigos y no matarlos, aunque lo haría de ser necesario. -¿El combate cercano? Créeme que lo intento, pero no paran de venir.- Respondió la joven a las palabras del brujo sin acritud, pues sabía de su buena intención, aunque por desgracia pudiendo hacer poco por hacerle caso. En su divina gracia los dioses habían tenido a bien brindar a los hijos del bosque una notable resistencia a las enfermedades, tendría que confiar en ella y en lo largo de su bastón. Eso o bajar los brazos y dejar que fuese su pareja quien librase solo todo el combate, y bastante poco estaba haciendo ya para ayudarle.
-Abre un camino y te seguiré. Si pudiésemos llegar hasta nuestras monturas incluso mejor que una buena posición defensiva.- Fueron las palabras de la peliblanca ante la iniciativa de Vincent de moverse hasta una mejor zona. Y es que allí incluso a pesar de las llamas no paraban de llegar nuevos fanáticos a atacarles desde todas direcciones, sería solo cuestión de tiempo que alguno lograra su cometido o como decía el brujo, que pudiera contagiarles. Un lugar desde donde limitar su ventaja numérica y no dejarles acercarse sería toda una bendición, y salir de allí al galope tendido tanto mejor.
-Voy detrás de ti, no te detengas.- Instó la peliblanca al mismo tiempo que confirmaba que estaba lista para seguirle en aquella "retirada estratégica", pasando en su carrera a la zaga del brujo al lado del último de sus enemigos, y uno de los que más había logrado acercarse. Al menos de los que Níniel, pendiente de sus propias luchas también, había visto. Aquel sujeto había llegado muy cerca, y lo había pagado caro. Sus gritos de agonía mientras se hacía un ovillo en el suelo acompañaron a la peliblanca durante las siguientes decenas de metros a la carrera, taladrando sus oídos hasta que la distancia, o tal vez la muerte, hicieron que dejaran de escucharse. Aunque el bosque estaba lejos de recuperar el silencio con el que les había recibido al llegar.
-Parece que...hemos logrado dejarles atrás.- Expresó respirando agitadamente la joven elfa cuando por fin estuvieron de vuelta en el pueblo y ya a tan solo unas decenas de metros de su veloz vía de escape. -Pero aún nos siguen.- Añadió prestando atención a los gritos algo distantes que se escuchaban. -Será mejor seguir y no desaprovechar la...¿Estás bien?.- Preguntó preocupada al no verle tomar de nuevo la iniciativa y resoplar más cansado que ella. Ciertamente había causado estragos entre aquellos lunáticos con su magia, y tantas carreras y el viaje desde la torre no eran poca cosa...Pero siempre había mostrado una mayor fortaleza física que ella...Si ella podía continuar él no debería estar así...Ah no ser que...¿Pero cuándo había ocurrido? Había estado siempre a su lado...-No estás bien deberías... podría ir yo a por...Bien, vale, está bien.- Aceptó a regañadientes la joven al verle de nuevo en pié. Aunque a ella no iba a engañarla forzando una cara de normalidad. No engañaría ni a un humano con esa muestra de determinación, mucho menos a una elfa sanadora. No obstante en algo tenía razón el brujo; El plan no había cambiado. Al contrario, a sabiendas de las fases de la enfermedad y su alta tasa de mortalidad...el plan se había acelerado.
La joven siguió de cerca a su compañero, pendiente de sus gestos mientras avanzaban a través del molino. Pensaba en planes alternativos, en cómo se las apañaría para transportar a Vincent si terminaba siendo necesario. En si podría cargar con él y el modo de evitar un posible contagio en ese caso; Lo que mayores posibilidades parecía tener era una pequeña carreta que había visto cerca de la entrada al pueblo. No sería el no va más de la comodidad pero podría servir. Una cosa tenía clara; no pensaba dejarle atrás. Nunca. Y si lo que se interponía entre ellos y su huida juntos era un grupo más de esos condenados shemlen...Más les valía haber hecho las paces con su carpintero.
Por suerte Vincent tuvo una idea alternativa mucho mejor, por suerte para los humanos claro. Les obligaba a dar un pequeño rodeo pero, si todo salía bien, podrían salir de allí sin un solo combate más, a diferencia del plan de la peliblanca, fruto de la preocupación por el rubio y de una rabia creciente hacia esos condenados fanáticos.
-Buena idea. Iremos donde el trigo aún no ha sido cosechado, desde ahí hasta nuestras monturas son solo unos metros. Ni nos verán irnos. Sígueme.- Pidió tomando la cabeza y usando su aguda vista de elfa para localizar a todos los humanos, cerciorarse de que no había más por otras partes de la aldea y diseñando con aquella información una ruta que les llevase sin ser vistos desde el molino hasta unas casas cercanas, desde ellas a los campos de trigo y ocultos entre el trigo desde los cultivos hasta el bosque limítrofe. Todo ello sin levantar aparentemente ni la más mínima sospecha. Todo un éxito.
-Ya casi estamos, solo un poco más Vinc.- Pidió la joven al brujo a sabiendas de que estaba haciendo un sobreesfuerzo para no quedarse atrás, reduciendo su propia velocidad para ayudarle a no perder el ritmo y aprovechando para comprobar que nadie les estuviera siguiendo. Momento en el cual una fuerte deflagración ilumino el cielo nocturno, demasiado distante como para afectarles negativamente pero lo suficientemente potente como para hacer que la elfa se echara al suelo, observando por entre los árboles los efectos de semejante explosión.
-Por los dioses, es como la que destruyó la iglesia. ¿Qué diantres está pasando?- Y es que seguía siendo una incógnita el origen de aquellas explosiones, aunque una cosa si estaba clara, quien estuviera originándolas no tenía ningún cariño por nadie. Ni por ellos, que casi mueren en la iglesia, ni por los humanos de aquel lugar, algunos de los cuales habían sido alcanzados por el ataque y gritaban corriendo de un lado a otro en llamas. -Un momento, ¿no es esa la loca del pico a la que enviaste a volar antes? ¿Es ella la que causa esas explosiones? Vaya, debe de estar muy cabreada porque la enviaste por los aires...- Dedujo la joven manteniéndose oculta y usando su vista para tratar de averiguar qué estaba pasando. -Aprovechemos que están ocupados matándose entre ellos. No perdamos más tiempo. - Indicó reanudando la marcha sin ninguna intención de quedarse allí y correr el riesgo de ser la siguiente víctima de las malas pulgas de una loca chillona, vestida con harapos y capaz de hacer explotar una casa entera.
Por desgracia, y a pesar de la escasa distancia que les separaba de su destino, hasta allí habían llegado las fuerzas de Vincent, que agotado, acabó desplomándose en el suelo solo unos pocos metros más adelante, evitando caer totalmente solo gracias a lograr apoyar sus brazos sobre la húmeda tierra de aquella arboleda. De nuevo trató de aparentar estar bien, solo cansado, pero a aquellas alturas ya era inútil tratar de aparentar. Estaba claro que no era solo cansancio y Níniel lo sabía desde que cruzaron aquel puente tras el molino. Incluso para el propio brujo estaba claro que no tenía sentido seguir tratando de engañarla para no preocuparla, y ya sin tapujos pidió que no le tocara.
-Soy elfa no voy a contagiarme solo por tocarte...-Mintió la joven, pues aunque resistente no era inmune a las enfermedades, y aquella era especialmente virulenta. -!¿Qué?! No, no pienso irme de aquí sin ti, entregaremos juntos el fragmento y encontraremos una cura, ya lo verás. Las monturas están cerca, solo un esfuerzo más. No me obligues a tener que cargar contigo.- Dijo negándose con rotundidad a lo que le pedía y tratando de animarle a levantarse y recorrer la distancia que les quedaba. Apartando de su propia mente cualquier opción pesimista, cualquier idea que la hiciera pensar en que quizá incluso aunque salieran de allí el brujo no tardaría en morir.
En la pirámide debía de haber alguna solución, alguna cura...Tenía que haberla.
-Eres un brujo y yo una sacerdotisa elfa, no me digas que pensabas que iba a ser fácil...-Se permitió decir la joven haciendo alusión al ancestral odio entre ambas razas. -Será que no nos gusta lo fácil.- Añadió mientras veía como el brujo se incorporaba. Pero no para seguir moviéndose, sino para preparar algo, uno de esos pergaminos rúnicos de los que le había hablado por encima en alguna ocasión. -¿Qué haces?, sigamos moviéndonos, no estamos muy lejos ya.- Pidió la peliblanca viendo como el brujo gastaba buena parte de sus ya mermadas energías en imbuir uno de los pergaminos con una de sus magias más fuertes y luego se lo entregaba.
-No deberías haberlo hecho, tienes que tratar de conservar todas las fuerzas posibles...- Expresó claramente preocupada la peliblanca enrollando el pergamino y guardándolo con celo entre los pliegues de su ropa de invierno, mirando con cariño a su pareja y comprendiendo que con aquel gesto le confiaba a ella su propia seguridad y le brindaba un modo de luchar, si era necesario, por sí misma. Confianza como para otorgarle su última arma, su último disparo. -...pero si nos alcanza alguno de esos lunáticos le daré buen uso, puedes estar seguro... Vamos salir de esta. Ya lo verás-
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Mi amado Fehu suele decir que las demostraciones de amor entre los mortales son preciosas, pero peligrosas cuando se ponen en riesgo la vida de los amantes.
Bueno, debo admitir que soy partidaria de dicha filosofía, especialmente cuando se es imposible bendecir tales uniones, forjadas en el caos de una decadente civilización, y cuyo fulgor podría estar destinado al desastre.
Me gustaría poder escribiros un hermoso romance, lleno de dulces afectos y palabras empalagosas; pero he aquí que mi humilde labor no es elaborar finales felices donde no los hay, sino narraros las trágicas desventuras de las almas mortales que buscan fervientemente escapar de tan tétrico escenario.
Ahora el brujo se encontraba, prácticamente, fuera de combate, lo que dejaba a la elfa como la cabeza pensante del equipo. Algo que podría considerarse como una ventaja si lo veis objetivamente.
Después de que ambos hicieran…bueno, lo que sea que hicieron, Vincent comenzaría a sentir los insulsos síntomas de la enfermedad, rogándole a su amada que siguiese adelante, dejándole a él a la deriva.
Imagino que esta es la parte dramática donde ambientamos la situación con una trágica canción de violín, esperando la resolución de la joven de cabellos blanquecinos, quien, efectivamente, dio un rotundo ‘‘no’’ por respuesta.
Tan miel sobre hojuelas había valido la pena, pues ahora la dama tenía en sus manos un valioso pergamino, mismo que le sería de gran ayuda para enfrentarse a su enemiga.
Lástima que el tiempo que no hubiese estado de su lado.
Un nuevo rayo caería muy cerca de ellos, levantando montones de tierra al momento del impacto, mandando a ambos, elfa y brujo, al suelo por la proximidad del ataque.
Mala suerte, ella ya los había encontrado, aunque esta vez no les permitiría escapar tan fácilmente.
Usando el poder mágico de su pico, la mujer crearía una pequeña barrera de energía alrededor de ella y de los forasteros, impidiendo así que pudiesen huir hacia algún punto cercano.
-Ahora yo te castigaré, serpiente pecadora -amenazó, concentrando su magia para un nuevo ataque, notando que en esta ocasión el hombre era quien no se hallaba en condiciones óptimas para pelear-. Pero primero acabaré con la semilla del mal.
Vincent se convertiría en el blanco del ataque de Martha y quedaría en manos de Níniel defenderle, aunque, claro, todo dependería de su suerte y su habilidad.
Bueno, debo admitir que soy partidaria de dicha filosofía, especialmente cuando se es imposible bendecir tales uniones, forjadas en el caos de una decadente civilización, y cuyo fulgor podría estar destinado al desastre.
Me gustaría poder escribiros un hermoso romance, lleno de dulces afectos y palabras empalagosas; pero he aquí que mi humilde labor no es elaborar finales felices donde no los hay, sino narraros las trágicas desventuras de las almas mortales que buscan fervientemente escapar de tan tétrico escenario.
Ahora el brujo se encontraba, prácticamente, fuera de combate, lo que dejaba a la elfa como la cabeza pensante del equipo. Algo que podría considerarse como una ventaja si lo veis objetivamente.
Después de que ambos hicieran…bueno, lo que sea que hicieron, Vincent comenzaría a sentir los insulsos síntomas de la enfermedad, rogándole a su amada que siguiese adelante, dejándole a él a la deriva.
Imagino que esta es la parte dramática donde ambientamos la situación con una trágica canción de violín, esperando la resolución de la joven de cabellos blanquecinos, quien, efectivamente, dio un rotundo ‘‘no’’ por respuesta.
Tan miel sobre hojuelas había valido la pena, pues ahora la dama tenía en sus manos un valioso pergamino, mismo que le sería de gran ayuda para enfrentarse a su enemiga.
Lástima que el tiempo que no hubiese estado de su lado.
Un nuevo rayo caería muy cerca de ellos, levantando montones de tierra al momento del impacto, mandando a ambos, elfa y brujo, al suelo por la proximidad del ataque.
Mala suerte, ella ya los había encontrado, aunque esta vez no les permitiría escapar tan fácilmente.
Usando el poder mágico de su pico, la mujer crearía una pequeña barrera de energía alrededor de ella y de los forasteros, impidiendo así que pudiesen huir hacia algún punto cercano.
-Ahora yo te castigaré, serpiente pecadora -amenazó, concentrando su magia para un nuevo ataque, notando que en esta ocasión el hombre era quien no se hallaba en condiciones óptimas para pelear-. Pero primero acabaré con la semilla del mal.
Vincent se convertiría en el blanco del ataque de Martha y quedaría en manos de Níniel defenderle, aunque, claro, todo dependería de su suerte y su habilidad.
- Campo de fuerza:
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☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
Ambos: ¡Habéis llegado al fantástico turno final! He optado por hacer una pequeña serie de cambios en este último post, el más importante: el intercambio en el turno de posteo. ¿Qué quiere decir esto? Que en este último post será Níniel quien postee primero y posteriormente Vincent podrá responder. La segunda concesión será que no podréis salir del campo de fuerza hasta que no os deshagáis de vuestra enemiga.
Níniel Thenidiel: Ahora deberás tomar el rol de heroína y salvar a tu amado príncipe. ¿Recuerdas que te dije que tus decisiones tendrían consecuencias? Bueno, esta es la más trascendental: deberás enfrentar a Martha, una criatura poderosa, por tu cuenta. ¡Estoy ansiando verlo! Normalmente no soy partidaria de dejar que la suerte decida vuestro futuro, no obstante, tendrás que lanzar una runa. Te preguntarás, ¿por qué? Bien, lo conocerás en el siguiente post, pero por ahora puedo decirte que el boss al que estáis enfrentando es el más poderoso de los eventos, deseaba enfrentaros a alguien de vuestro nivel. Te aclaro que la runa no determinará el resultado final, solo me ayudará con una serie de factores a considerar a la hora de terminar el evento, tanto para vos como para tu compañero. Tu misión es y seguirá siendo acabar con tu enemiga, independientemente del resultado de la runa.
Vincent Calhoun: Tal parece que te has convertido en la damisela en peligro, querido. ¡Pero no te preocupes! Tu castigo no durará para siempre. He optado por dejarte al final, pues tu amada elfa es la única que puede salvaros a ambos. En este turno podrás moverte, intentar ayudar a tu compañera, o simplemente defenderte de la amenaza de Martha. Claro que debes recordar que tu condición no es muy buena, así que cualquier cosa que hagas podría tener un costo más adelante. Recuerda que vosotros sois dos y Martha es una. Estoy segura de que, toda ayuda, por poco ortodoxa que sea, será bienvenida. ¡Casi lo olvido! No deberás lanzar runa en este turno.
Wyn
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Imbuir aquel pergamino con su magia había debilitado ostensiblemente a Vincent, incluso en comparación con respecto a su estado anterior, ya poco halagüeño de por sí. Parecía al límite de sus fuerzas, casi incapaz de colocar un pie delante del otro para seguir avanzando, como si lo único que lo sostuviera fuese ya su propia fuerza de voluntad, sus ganas de salir de allí tal y como le había pedido Níniel. Verlo así era un tormento para ella. No poder ni tan siquiera ofrecerle su hombro para ayudarle a caminar...Saber que su magia no servía contra ese mal...Cada vez resultaba más difícil aferrarse al optimismo, reprimir los pensamientos oscuros, mostrarse fuerte y segura...Pero debía seguir haciéndolo, por los dos.
-Ya casi podemos ver nuestras monturas. El árbol donde encontramos ahorcados a aquellos hombres es aquel de allí.- Comentó mostrándose segura de sus palabras y con la intención de que le brindaran a su compañero las últimas energías que tanto necesitaba. Ciertamente desde donde ellos se aproximaban aún no se veían a los susodichos desgraciados, cuyas fatídicas circunstancias parecían claras a aquellas alturas, pero para un elfo reconocer un árbol era tan sencillo como reconocer a uno de los suyos; No había dos iguales y cada uno tenía sus rasgos distintivos. Por eso nunca verías a un elfo perdido en un bosque, algo mucho más habitual en el extraño laberinto que suponían las grandes ciudades de los hombres.
-Cuando llegamos vi una vieja carreta cerca. Creo que sería bueno si pudiésemos usarla. Así podrías descansar, ahorrar fuerzas. Aunque no sé si servirá. No sé si tendrá lo necesario para enganchar a Alphon....- Continuó diciendo cuando una tercera explosión como la que ya vieran en la iglesia, y poco antes en el pueblo, impactó a escasa distancia de ellos interrumpiéndola súbitamente y enviando a la joven al suelo debido a la fuerza de la deflagración.
-Es esa condenada... lunática...- Se quejó la elfa tratando de incorporarse con cierta dificultad del suelo y moviendo la cabeza en un intento por destaponar sus oídos, los cuales pitaban levemente a causa del fuerte ruido causado por la explosión. -Vinc...¿Estás bien?...Tenemos que movernos, nos ha encontrado...- Dijo en voz alta aunque entrecortada la peliblanca mientras miraba a su alrededor algo aturdida buscando al brujo y a la lanzadora de aquel ataque, pues debía de estar cerca y sin duda estaría preparando el golpe de gracia. Lo cual quedó confirmado cuando una barrera mágica de color azulado fue conjurada en torno a ellos, cortándoles cualquier vía de escape convencional y encerrándoles a ambos dentro...con su captora.
Y es que "cerca" se demostró un término de lo más incorrecto. Aquella extraña mujer no estaba cerca, estaba justo allí, con ellos. Apuntando con su extraña arma directamente hasta un desvalido Vincent que poco o nada podría hacer por defenderse en esa situación.
-!NO! Apártate de él.- Gritó con fuerza la joven elfa al ver como aquella harapienta criatura se preparaba para atacar al brujo. -¿No soy yo la serpiente? Yo robé la reliquia de esa iglesia. La tengo aquí mismo. Es esto lo que buscas, ¿no?. -Dijo mostrándole el fragmento de la llave que obraba en su poder, haciendo que aquella mujer girara la cabeza hacia ella, aunque debido a su cogulla resultaba imposible saber si lo que estaba haciendo iba por el buen camino o no. -Un fragmento de una reliquia mayor de gran poder, y no el único que tengo. Pronto reuniré todos los fragmentos y...el mundo se sumirá en la oscuridad. La plaga es solo el primer paso de mi plan.- Mintió pensando que hacerse pasar por una terrible villana sería lo mejor en aquella situación. Al fin y al cabo aquella mujer ya estaba convencida de que eran los malos...Llevarle la contraria y tratar de convencerla de otra cosa difícilmente daría resultado. Pero si lograba atraer su atención, llegar hasta Vincent...
-Incluso robé el pergamino de la profecía sagrada del templo de Lunargenta.- Continuó actuando, basando su actuación en el comportamiento que había visto en gente peligrosa a la que se había enfrentado con anterioridad, así como en su conocimiento de causa de que en Lunargenta había un gran templo de piedra de los seguidores de aquel carpintero. Aquello hizo que su interlocutora girara su cuerpo hacia ella, evidenciando al menos cierto interés creciente en sus palabras.
-!Observa el pergamino sagrado!.- Continuó diciendo mientras sacaba el pergamino imbuido que Vincent le entregara instantes antes. Atrayendo la atención de aquella fanática que por fin se centró totalmente en Níniel y aquel trozo de papel enrollado que le mostraba. Acababa de cometer el primero de dos grandes errores; Estar loca y subestimar la inteligencia de una sacerdotisa para aprovecharse de ello.
Tan pronto como el pergamino quedó desenrollado una serie de certeras ráfagas de viento cortantes salieron de él como virotes accionados por el mecanismo de tensión de una ballesta. En aquel ataque Vincent había puesto sus esperanzas, y la sacerdotisa no lo desperdició. Pecho, piernas, brazos...La sangre comenzó a brotar a borbotes allí donde los tajos de aire impactaron sobre ella, haciéndola chillar de dolor y furia a partes iguales mientras se encogía y trataba de taponar los cortes más profundos con su mano libre, logrando solo que esta acabara también empapada del rojo fluido que ya manchaba sus harapos mientras Níniel dejaba caer el pergamino al suelo y aprovechaba para ponerse junto a Vincent, protegiéndolo pues aquella fanática no parecía querer rendirse ni siquiera a pesar de semejantes heridas.
Aquellos cortes debería haber puesto fin al combate, habría bastado para acabar con la vida de una persona normal... mas enseguida quedó claro que aquella mujer, fuese quien fuese, no era precisamente corriente. Sus heridas eran mortales de necesidad para una humana, pero aún a pesar del dolor y la pérdida de sangre seguía gritando, maldiciendo y amenazando. Si antes Níniel había pensado que lo que había mantenido en pié a Vincent había sido la fuerza de voluntad, con aquella lunática podría jurar que era el más puro y exacerbado de los odios.
-!Maldita puta! !Serpiente insidiosa! Tus trucos no bastarán para librarte de tu castigo. !He sido tocada por su mano! !MUERE!!MORID!- Gritó fuera de sí alzando su arma hacia la pareja. Cometiendo su segundo gran error; Creer que era la única capaz de conjurar barreras y no ser consciente de su entorno.
-!Ma Sheshield!- Invocó la sacerdotisa al mismo tiempo que su incansable enemiga disparaba con todo el poder que era capaz de reunir. Un femenina y hermosa figura alada de pura luz se manifestó entre ellos y su despiadada atacante protegiéndolos con sus grandes alas de todo mal. El rayo disparado desde la picacha impactó y estalló creando una gran explosión, que se extendió rápidamente por el espacio que tenía disponible. Exactamente el escaso hueco que quedaba entre la burbuja protectora de Níniel y la esfera captora de su enemiga. Franja donde solo se hallaba tan despreciable rival.
Nadie escucharía sus últimas palabras antes de que su propio ataque la alcanzara y su propia barrera la condenara a muerte sin poder escapar. Solo los dioses sabrían que fueron de dicha, pues creyó haber visto a un auténtico ángel.
-Ya casi podemos ver nuestras monturas. El árbol donde encontramos ahorcados a aquellos hombres es aquel de allí.- Comentó mostrándose segura de sus palabras y con la intención de que le brindaran a su compañero las últimas energías que tanto necesitaba. Ciertamente desde donde ellos se aproximaban aún no se veían a los susodichos desgraciados, cuyas fatídicas circunstancias parecían claras a aquellas alturas, pero para un elfo reconocer un árbol era tan sencillo como reconocer a uno de los suyos; No había dos iguales y cada uno tenía sus rasgos distintivos. Por eso nunca verías a un elfo perdido en un bosque, algo mucho más habitual en el extraño laberinto que suponían las grandes ciudades de los hombres.
-Cuando llegamos vi una vieja carreta cerca. Creo que sería bueno si pudiésemos usarla. Así podrías descansar, ahorrar fuerzas. Aunque no sé si servirá. No sé si tendrá lo necesario para enganchar a Alphon....- Continuó diciendo cuando una tercera explosión como la que ya vieran en la iglesia, y poco antes en el pueblo, impactó a escasa distancia de ellos interrumpiéndola súbitamente y enviando a la joven al suelo debido a la fuerza de la deflagración.
-Es esa condenada... lunática...- Se quejó la elfa tratando de incorporarse con cierta dificultad del suelo y moviendo la cabeza en un intento por destaponar sus oídos, los cuales pitaban levemente a causa del fuerte ruido causado por la explosión. -Vinc...¿Estás bien?...Tenemos que movernos, nos ha encontrado...- Dijo en voz alta aunque entrecortada la peliblanca mientras miraba a su alrededor algo aturdida buscando al brujo y a la lanzadora de aquel ataque, pues debía de estar cerca y sin duda estaría preparando el golpe de gracia. Lo cual quedó confirmado cuando una barrera mágica de color azulado fue conjurada en torno a ellos, cortándoles cualquier vía de escape convencional y encerrándoles a ambos dentro...con su captora.
Y es que "cerca" se demostró un término de lo más incorrecto. Aquella extraña mujer no estaba cerca, estaba justo allí, con ellos. Apuntando con su extraña arma directamente hasta un desvalido Vincent que poco o nada podría hacer por defenderse en esa situación.
-!NO! Apártate de él.- Gritó con fuerza la joven elfa al ver como aquella harapienta criatura se preparaba para atacar al brujo. -¿No soy yo la serpiente? Yo robé la reliquia de esa iglesia. La tengo aquí mismo. Es esto lo que buscas, ¿no?. -Dijo mostrándole el fragmento de la llave que obraba en su poder, haciendo que aquella mujer girara la cabeza hacia ella, aunque debido a su cogulla resultaba imposible saber si lo que estaba haciendo iba por el buen camino o no. -Un fragmento de una reliquia mayor de gran poder, y no el único que tengo. Pronto reuniré todos los fragmentos y...el mundo se sumirá en la oscuridad. La plaga es solo el primer paso de mi plan.- Mintió pensando que hacerse pasar por una terrible villana sería lo mejor en aquella situación. Al fin y al cabo aquella mujer ya estaba convencida de que eran los malos...Llevarle la contraria y tratar de convencerla de otra cosa difícilmente daría resultado. Pero si lograba atraer su atención, llegar hasta Vincent...
-Incluso robé el pergamino de la profecía sagrada del templo de Lunargenta.- Continuó actuando, basando su actuación en el comportamiento que había visto en gente peligrosa a la que se había enfrentado con anterioridad, así como en su conocimiento de causa de que en Lunargenta había un gran templo de piedra de los seguidores de aquel carpintero. Aquello hizo que su interlocutora girara su cuerpo hacia ella, evidenciando al menos cierto interés creciente en sus palabras.
-!Observa el pergamino sagrado!.- Continuó diciendo mientras sacaba el pergamino imbuido que Vincent le entregara instantes antes. Atrayendo la atención de aquella fanática que por fin se centró totalmente en Níniel y aquel trozo de papel enrollado que le mostraba. Acababa de cometer el primero de dos grandes errores; Estar loca y subestimar la inteligencia de una sacerdotisa para aprovecharse de ello.
Tan pronto como el pergamino quedó desenrollado una serie de certeras ráfagas de viento cortantes salieron de él como virotes accionados por el mecanismo de tensión de una ballesta. En aquel ataque Vincent había puesto sus esperanzas, y la sacerdotisa no lo desperdició. Pecho, piernas, brazos...La sangre comenzó a brotar a borbotes allí donde los tajos de aire impactaron sobre ella, haciéndola chillar de dolor y furia a partes iguales mientras se encogía y trataba de taponar los cortes más profundos con su mano libre, logrando solo que esta acabara también empapada del rojo fluido que ya manchaba sus harapos mientras Níniel dejaba caer el pergamino al suelo y aprovechaba para ponerse junto a Vincent, protegiéndolo pues aquella fanática no parecía querer rendirse ni siquiera a pesar de semejantes heridas.
Aquellos cortes debería haber puesto fin al combate, habría bastado para acabar con la vida de una persona normal... mas enseguida quedó claro que aquella mujer, fuese quien fuese, no era precisamente corriente. Sus heridas eran mortales de necesidad para una humana, pero aún a pesar del dolor y la pérdida de sangre seguía gritando, maldiciendo y amenazando. Si antes Níniel había pensado que lo que había mantenido en pié a Vincent había sido la fuerza de voluntad, con aquella lunática podría jurar que era el más puro y exacerbado de los odios.
-!Maldita puta! !Serpiente insidiosa! Tus trucos no bastarán para librarte de tu castigo. !He sido tocada por su mano! !MUERE!!MORID!- Gritó fuera de sí alzando su arma hacia la pareja. Cometiendo su segundo gran error; Creer que era la única capaz de conjurar barreras y no ser consciente de su entorno.
-!Ma Sheshield!- Invocó la sacerdotisa al mismo tiempo que su incansable enemiga disparaba con todo el poder que era capaz de reunir. Un femenina y hermosa figura alada de pura luz se manifestó entre ellos y su despiadada atacante protegiéndolos con sus grandes alas de todo mal. El rayo disparado desde la picacha impactó y estalló creando una gran explosión, que se extendió rápidamente por el espacio que tenía disponible. Exactamente el escaso hueco que quedaba entre la burbuja protectora de Níniel y la esfera captora de su enemiga. Franja donde solo se hallaba tan despreciable rival.
Nadie escucharía sus últimas palabras antes de que su propio ataque la alcanzara y su propia barrera la condenara a muerte sin poder escapar. Solo los dioses sabrían que fueron de dicha, pues creyó haber visto a un auténtico ángel.
Níniel Thenidiel
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Doble post para la lanzada de runa (Que se me olvidaba)
Níniel Thenidiel
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
El miembro 'Níniel Thenidiel' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Un profundo calor abrasaba todo su cuerpo. Lo que provocaba que sintiera mucho frío. Aún más de lo considerable como normal, claro estaba. Pues en esas fechas lo habitual era pasar frío si uno acababa expuesto a las inclemencias del tiempo. El clima no era el ideal, pero el mal que lo consumía por dentro aumentaba tanto su temperatura corporal, que todo a su alrededor parecía de extrema frialdad. De una frialdad superior a la que debería sentir en condiciones normales.
El fuego que padecía era tan intenso, que cualquiera notaría una diferencia tan notable en su organismo, más él que era un brujo con la capacidad de controlar las llamas. Estaba más que acostumbrado a las diferencias de temperatura. Pero aquello era del todo distinto al control del fuego por medio de la magia.
Una enfermedad en toda regla. Una que estaba asolando el norte, y ahora lo estaba destrozando a él.
Era una situación muy fácil de comprender. Aunque eran unos pensamientos que no ayudaban a sentirse mejor. Ya que era conocedor del grave peligro en el que se encontraba, y eso lo tensionaba por dentro. No podía desligar su enfermedad con la misión tan importante que estaba realizando, y comprendía el lastre que era ahora mismo para Níniel. Para todos los habitantes del territorio de los dragones, y quizás para todas las personas del mundo.
Si tenía que elegir entre salvarse él, o salvar a todos los demás, la respuesta era sencilla.
- ¿Por qué no iba a ser fácil? - dijo, justo antes de toser un par de veces sin poder continuar la conversación. - Maldita sea-, maldijo su fortuna. - ¿Por qué no iba a ser fácil? No se me ocurre un equipo más poderoso que un brujo y una sacerdotisa elfa-, comentó, marcando una media sonrisa en el rostro.
Estaba hecho polvo. Pero no por ello iba a perder la sonrisa del todo. Era su forma de mantener la tensión a ralla, y mantener a sus compañeros sin preocupaciones, y no encontraba mejor momento que este.
No podía perder la oportunidad de intentar aparentar normalidad. Por imposible que fuera cuando ambos sabían la peligrosa enfermedad que había adquirido en el bosque junto a la iglesia. Y aunque entendía el concepto real de la expresión de Níniel, que brujos y elfos tenían una historia pasada compleja y con enfrentamientos entre ellos, había decidido tomar sus palabras por un sentido más práctico.
Pese a que lo dijera para animar, no dejaba de ser cierto. Pocas combinaciones eran más letales que un brujo y un elfo con la magia de Níniel. El aumento de poder que otorgaba la magia élfica, hacía la ya de por sí poderosa magia de los brujos, un arma de incuestionable valor. Ya fuera porque la magia de los elfos ayudara a que los hechizos brujos fuesen más potentes, o a que los propios brujos se cansaran menos usándolos, lo cual desembocaba en un tiempo más duradero con posibilidad de utilizarlos.
Dos brujos de igual potencial, sumaban un poder inferior al de un brujo y un sacerdote elfo, con las mismas aptitudes para la magia que los dos primeros. Así de simple.
Era un hecho que había aprendido conviviendo junto a Níniel. Compartiendo vida y conocimientos desde que se conocieran en Vulwulfar. Parecía tan lejano el día en que la viera por primera vez, pero aún lo recordaba como si fuera ayer. Cómo no hacerlo. Ese día sus vidas habían iniciado un camino difícil de imaginar en aquel momento. ¿Un brujo y una elfa juntos? Era imposible de creer. Pero por difícil de entender era una relación de la que no se arrepentía ningún instante de su vida. Con ella era feliz y todo lo demás no importaba.
Un hombre no podía estar seguro del todo en muchas cuestiones en la vida. Pero sí de la mujer que amaba con toda la sinceridad de su corazón. Con toda su alma.
Vinc siguió avanzando por el bosque. La única posibilidad de salir con vida era escapar sin ser detectados. La enfermedad le hacía sentir peor según pasaba el tiempo. Y aunque el dolor y la fatiga eran inconstantes, ya que a veces se notaba mejor, luego peor, y seguía en un bucle infinito, la triste realidad es que no estaba en condiciones de combatir con nadie. Tampoco tenía muchas opciones de poder escapar a la carrera, así que la única posibilidad que le quedaba era irse de allí antes de que alguien los volviera a ver.
Fue en ese instante, cuando una explosión se sintió tan cerca, que no pudo evitar caer al suelo por la fuerza generada por ella. Cayó de frente, apoyándose a duras penas con los antebrazos para evitar impactar de cabeza con el suelo, y fruto del agotamiento y la caída, acabó perdiendo agarre con la empuñadura de su espada.
La explosión se sintió cerca y como un jarro de agua fría. Pues sus exiguas esperanzas recaían en conseguir escapar sin ser vistos. Y no solo había fracasado en su intento de salir de la zona de forma sigilosa, sino que además los había encontrado la peor persona posible. De todos los pirados de aquel pueblo, la mujer de la pica se llevaba la palma.
- ¿La semilla del mal? - dijo, extrañado, mirando hacia la chica que se acercaba hacia ellos.
No había tiempo para dejarse llevar para el dolor, la fatiga o la desesperanza. Si iba a morir, lo haría con las botas puestas.
- Níniel, es mejor que te vayas-, comentó, alargando la mano para empuñar de nuevo su acero, y después haciendo un esfuerzo para ponerse en pie. - Vamos, hazme caso-, la apremió. - ¡Me quieres a mí! ¡Pues ven si te atreves! - gritó esto último hacia la mujer que los había encontrado.
En una situación como aquella lo único que se le venía a la cabeza era el sacrificio. Donde debía morir uno, no tenían por qué morir dos. Era mejor que Níniel se salvara. Y no solo porque la amase, sino porque llevaba consigo la pieza que podría salvar el mundo de la hecatombe que se cernía sobre él.
Aún tenía un as bajo la manga. Aún podría lanzarle algún tajo a distancia con su magia, en un intento de acabar con ella, antes de que esta acabara con él. Aún tenía opciones de matarla, pero tendría que ser rápido, pues no podría plantarle cara por mucho tiempo. A último remedio, si volvía a caer al suelo quedando a merced de su enemiga, la haría estallar por los aires junto a él, cuando se le aproximara para darle el golpe de gracia.
Estaba en guardia, y preparado para el combate. Todo lo listo y preparado que podía estar en su deplorable estado. Todo lo listo y preparado que un hombre podía estar para morir.
Pero Níniel no era en esos instantes una mujer que se pudiera considerar obediente. Obvió por completo sus palabras, y se mantuvo en la zona, en vez de escapar, mientras le ganaba tiempo para alejarse y huir lejos.
La verdad. Era lo esperable. Ya imaginaba, mejor dicho, ya sabía que la elfa no se apartaría de su lado. Pero debía intentar convencerla de que se pusiera a salvo. Por el bien de ella. Por el de todos.
Pero también pudo apreciar en esos instantes, la cúpula que los rodeaba por todos lados, cerrándose sobre sus cabezas. Incluso para un pájaro era imposible salir de aquella jaula de magia. Nín no podría huir ni aunque le hiciera caso.
Estaban encerrados. La situación no podía ser más angustiosa. Pero pronto las palabras de la sacerdotisa captaron la atención de la chica con la pica. Sin duda, todo un alegato de mentiras. Un cuento que era obvio para cualquiera que supiera la verdad, pero una historia con una apariencia real para una enajenada mental como lo era aquella mujer.
Él tenía intención de atacar antes de que Níniel comenzara a hablar con la enemiga que los perseguía sin tregua. Pero la elfa tenía un plan, así que si atacaba solo conseguiría tirarlo por los suelos. Debía ser paciente y dejar que la sacerdotisa siguiera distrayendo a la psicópata de la pica, pues era su evidente propósito.
Por ello, el brujo, en vez de atacar, se fue alejando con pasos laterales de su rival. Sin bajar la guardia, y buscando acercarse poco a poco a Níniel, por si debía interponerse entre su enemigo y la elfa.
Si el plan de Nín salía mal actuaría. De momento dejaría que la estratagema de su amada tomara forma. Un plan que comprendió en cuanto vio el pergamino. Nada más observarlo en manos de la peliblanca, y escuchar lo que dijo sobre él, supo que buscaba llamar la atención de la mujer sobre él. Y el motivo para ello era bastante obvio. Había hecho bien en ganar distancia con su rival.
Los tajos de aire cortante comenzaron a volar en dirección a la sectaria. Cada uno llegaba con precisión y letalidad, provocando un corte sangrante en la mujer. Una cadena de tajos sin pausa que comenzaron a convertir a la que fuera su enemiga, en una masa de carne sanguinolenta.
El pergamino no era tan perfecto como si hubiera atacado con su poder de forma directa. Como pensaba hacer antes de que Níniel prepara su ataque sorpresivo con el pergamino. El pergamino hacía que los hechizos perdieran un poco de su potencia al almacenarse en ellos, sin embargo, en esta ocasión el conjuro que salía del papel apergaminado no era muy distinto a un ataque suyo normal. Es más, en realidad era más potente. Pues cuando había almacenado su Herida del Viento en el papel, aún sentía el aumento de poder que le otorgaba la magia que la sacerdotisa había lanzado sobre él, justo antes de la batalla contra los sectarios del bosque.
Por esto, era fácil entender el estado en el que había quedado la mujer, al recibir tantos tajos que un hechizo tan poderoso.
Esa parte era sencilla de comprender. Más no que aún siguiera en pie y con ganas de seguir dando guerra. ¡Era imposible! ¿Cómo seguía con vida?
No pensaba desaprovechar la oportunidad que le había ofrecido Níniel, debilitándola tanto. Por lo que estaba predispuesto a lanzar más cortes de aire por sus propios medios.
Esa era la idea. Pero justo cuando iba a atacar comenzó a toser, perdiendo un tiempo precioso. El tiempo necesario para acometer con sus hechizos contra la mujer, antes de que esta contraatacara.
Maldijo en su mente su mala suerte. Haber perdido una oportunidad como esa para terminar con esa loca, antes de que pudiera hacerles daño por última vez.
Vinc miró hacia su elfa, y vio seguridad en su mirada. Ello le tranquilizó, pues no temía el ataque de la chica de la pica, y eso significaba que tenía todo bajo control. Escuchar unas reconocibles palabras élficas de labios de la elfa, ayudó a tranquilizarlo aún más. Ya que conocía ese hechizo. El hechizo de una barrera protectora, que ni Mortagglia y sus secuaces vampiros habían podido derribar.
Una luz cegadora relució al otro lado de la barrera que los protegía, e iluminó toda la zona tras ella. Una explosión que barrió todo lo que había fuera de la esfera protectora, y todo lo que había dentro de la jaula mágica que había creado la mujer a la que se enfrentaban.
- Una loca atrapada en su propia jaula. Qué irónico-, comentó con un tono que entremezclaba la burla y la satisfacción personal. Aún retumbaba el eco de la explosión tras la barrera protectora. Aún la luz bañaba el bosque al otro lado. - Recuérdame que nunca te cabree Níniel-, bromeó de una forma más habitual en él, y después rió con suavidad.
Al menos hasta que una tos le cortó la risa. Aunque en realidad no dejó de reír. Más bien acabó riendo más fuerte, pero con una tos cada vez más potente según iba riendo, hasta que la tos acabó ganando la batalla por completo a la carcajada.
- Me acabo de fijar que no debo cabrear ni a mi madre, ni a mi hija, ni a mi hermana, ni tampoco a mi amada-, dijo una vez controló la tos, y luego otra vez rió con suavidad, para evitar forzarse en exceso con la risa. - Estoy rodeado de mujeres poderosas. Vivo en constante peligro-, negó con la cabeza, divertido y sonriendo a su querida elfa.
Ni esa maldita enfermedad iba a borrarle la sonrisa del rostro. No ahora. No en ese momento.
El fuego que padecía era tan intenso, que cualquiera notaría una diferencia tan notable en su organismo, más él que era un brujo con la capacidad de controlar las llamas. Estaba más que acostumbrado a las diferencias de temperatura. Pero aquello era del todo distinto al control del fuego por medio de la magia.
Una enfermedad en toda regla. Una que estaba asolando el norte, y ahora lo estaba destrozando a él.
Era una situación muy fácil de comprender. Aunque eran unos pensamientos que no ayudaban a sentirse mejor. Ya que era conocedor del grave peligro en el que se encontraba, y eso lo tensionaba por dentro. No podía desligar su enfermedad con la misión tan importante que estaba realizando, y comprendía el lastre que era ahora mismo para Níniel. Para todos los habitantes del territorio de los dragones, y quizás para todas las personas del mundo.
Si tenía que elegir entre salvarse él, o salvar a todos los demás, la respuesta era sencilla.
- ¿Por qué no iba a ser fácil? - dijo, justo antes de toser un par de veces sin poder continuar la conversación. - Maldita sea-, maldijo su fortuna. - ¿Por qué no iba a ser fácil? No se me ocurre un equipo más poderoso que un brujo y una sacerdotisa elfa-, comentó, marcando una media sonrisa en el rostro.
Estaba hecho polvo. Pero no por ello iba a perder la sonrisa del todo. Era su forma de mantener la tensión a ralla, y mantener a sus compañeros sin preocupaciones, y no encontraba mejor momento que este.
No podía perder la oportunidad de intentar aparentar normalidad. Por imposible que fuera cuando ambos sabían la peligrosa enfermedad que había adquirido en el bosque junto a la iglesia. Y aunque entendía el concepto real de la expresión de Níniel, que brujos y elfos tenían una historia pasada compleja y con enfrentamientos entre ellos, había decidido tomar sus palabras por un sentido más práctico.
Pese a que lo dijera para animar, no dejaba de ser cierto. Pocas combinaciones eran más letales que un brujo y un elfo con la magia de Níniel. El aumento de poder que otorgaba la magia élfica, hacía la ya de por sí poderosa magia de los brujos, un arma de incuestionable valor. Ya fuera porque la magia de los elfos ayudara a que los hechizos brujos fuesen más potentes, o a que los propios brujos se cansaran menos usándolos, lo cual desembocaba en un tiempo más duradero con posibilidad de utilizarlos.
Dos brujos de igual potencial, sumaban un poder inferior al de un brujo y un sacerdote elfo, con las mismas aptitudes para la magia que los dos primeros. Así de simple.
Era un hecho que había aprendido conviviendo junto a Níniel. Compartiendo vida y conocimientos desde que se conocieran en Vulwulfar. Parecía tan lejano el día en que la viera por primera vez, pero aún lo recordaba como si fuera ayer. Cómo no hacerlo. Ese día sus vidas habían iniciado un camino difícil de imaginar en aquel momento. ¿Un brujo y una elfa juntos? Era imposible de creer. Pero por difícil de entender era una relación de la que no se arrepentía ningún instante de su vida. Con ella era feliz y todo lo demás no importaba.
Un hombre no podía estar seguro del todo en muchas cuestiones en la vida. Pero sí de la mujer que amaba con toda la sinceridad de su corazón. Con toda su alma.
Vinc siguió avanzando por el bosque. La única posibilidad de salir con vida era escapar sin ser detectados. La enfermedad le hacía sentir peor según pasaba el tiempo. Y aunque el dolor y la fatiga eran inconstantes, ya que a veces se notaba mejor, luego peor, y seguía en un bucle infinito, la triste realidad es que no estaba en condiciones de combatir con nadie. Tampoco tenía muchas opciones de poder escapar a la carrera, así que la única posibilidad que le quedaba era irse de allí antes de que alguien los volviera a ver.
Fue en ese instante, cuando una explosión se sintió tan cerca, que no pudo evitar caer al suelo por la fuerza generada por ella. Cayó de frente, apoyándose a duras penas con los antebrazos para evitar impactar de cabeza con el suelo, y fruto del agotamiento y la caída, acabó perdiendo agarre con la empuñadura de su espada.
La explosión se sintió cerca y como un jarro de agua fría. Pues sus exiguas esperanzas recaían en conseguir escapar sin ser vistos. Y no solo había fracasado en su intento de salir de la zona de forma sigilosa, sino que además los había encontrado la peor persona posible. De todos los pirados de aquel pueblo, la mujer de la pica se llevaba la palma.
- ¿La semilla del mal? - dijo, extrañado, mirando hacia la chica que se acercaba hacia ellos.
No había tiempo para dejarse llevar para el dolor, la fatiga o la desesperanza. Si iba a morir, lo haría con las botas puestas.
- Níniel, es mejor que te vayas-, comentó, alargando la mano para empuñar de nuevo su acero, y después haciendo un esfuerzo para ponerse en pie. - Vamos, hazme caso-, la apremió. - ¡Me quieres a mí! ¡Pues ven si te atreves! - gritó esto último hacia la mujer que los había encontrado.
En una situación como aquella lo único que se le venía a la cabeza era el sacrificio. Donde debía morir uno, no tenían por qué morir dos. Era mejor que Níniel se salvara. Y no solo porque la amase, sino porque llevaba consigo la pieza que podría salvar el mundo de la hecatombe que se cernía sobre él.
Aún tenía un as bajo la manga. Aún podría lanzarle algún tajo a distancia con su magia, en un intento de acabar con ella, antes de que esta acabara con él. Aún tenía opciones de matarla, pero tendría que ser rápido, pues no podría plantarle cara por mucho tiempo. A último remedio, si volvía a caer al suelo quedando a merced de su enemiga, la haría estallar por los aires junto a él, cuando se le aproximara para darle el golpe de gracia.
Estaba en guardia, y preparado para el combate. Todo lo listo y preparado que podía estar en su deplorable estado. Todo lo listo y preparado que un hombre podía estar para morir.
Pero Níniel no era en esos instantes una mujer que se pudiera considerar obediente. Obvió por completo sus palabras, y se mantuvo en la zona, en vez de escapar, mientras le ganaba tiempo para alejarse y huir lejos.
La verdad. Era lo esperable. Ya imaginaba, mejor dicho, ya sabía que la elfa no se apartaría de su lado. Pero debía intentar convencerla de que se pusiera a salvo. Por el bien de ella. Por el de todos.
Pero también pudo apreciar en esos instantes, la cúpula que los rodeaba por todos lados, cerrándose sobre sus cabezas. Incluso para un pájaro era imposible salir de aquella jaula de magia. Nín no podría huir ni aunque le hiciera caso.
Estaban encerrados. La situación no podía ser más angustiosa. Pero pronto las palabras de la sacerdotisa captaron la atención de la chica con la pica. Sin duda, todo un alegato de mentiras. Un cuento que era obvio para cualquiera que supiera la verdad, pero una historia con una apariencia real para una enajenada mental como lo era aquella mujer.
Él tenía intención de atacar antes de que Níniel comenzara a hablar con la enemiga que los perseguía sin tregua. Pero la elfa tenía un plan, así que si atacaba solo conseguiría tirarlo por los suelos. Debía ser paciente y dejar que la sacerdotisa siguiera distrayendo a la psicópata de la pica, pues era su evidente propósito.
Por ello, el brujo, en vez de atacar, se fue alejando con pasos laterales de su rival. Sin bajar la guardia, y buscando acercarse poco a poco a Níniel, por si debía interponerse entre su enemigo y la elfa.
Si el plan de Nín salía mal actuaría. De momento dejaría que la estratagema de su amada tomara forma. Un plan que comprendió en cuanto vio el pergamino. Nada más observarlo en manos de la peliblanca, y escuchar lo que dijo sobre él, supo que buscaba llamar la atención de la mujer sobre él. Y el motivo para ello era bastante obvio. Había hecho bien en ganar distancia con su rival.
Los tajos de aire cortante comenzaron a volar en dirección a la sectaria. Cada uno llegaba con precisión y letalidad, provocando un corte sangrante en la mujer. Una cadena de tajos sin pausa que comenzaron a convertir a la que fuera su enemiga, en una masa de carne sanguinolenta.
El pergamino no era tan perfecto como si hubiera atacado con su poder de forma directa. Como pensaba hacer antes de que Níniel prepara su ataque sorpresivo con el pergamino. El pergamino hacía que los hechizos perdieran un poco de su potencia al almacenarse en ellos, sin embargo, en esta ocasión el conjuro que salía del papel apergaminado no era muy distinto a un ataque suyo normal. Es más, en realidad era más potente. Pues cuando había almacenado su Herida del Viento en el papel, aún sentía el aumento de poder que le otorgaba la magia que la sacerdotisa había lanzado sobre él, justo antes de la batalla contra los sectarios del bosque.
Por esto, era fácil entender el estado en el que había quedado la mujer, al recibir tantos tajos que un hechizo tan poderoso.
Esa parte era sencilla de comprender. Más no que aún siguiera en pie y con ganas de seguir dando guerra. ¡Era imposible! ¿Cómo seguía con vida?
No pensaba desaprovechar la oportunidad que le había ofrecido Níniel, debilitándola tanto. Por lo que estaba predispuesto a lanzar más cortes de aire por sus propios medios.
Esa era la idea. Pero justo cuando iba a atacar comenzó a toser, perdiendo un tiempo precioso. El tiempo necesario para acometer con sus hechizos contra la mujer, antes de que esta contraatacara.
Maldijo en su mente su mala suerte. Haber perdido una oportunidad como esa para terminar con esa loca, antes de que pudiera hacerles daño por última vez.
Vinc miró hacia su elfa, y vio seguridad en su mirada. Ello le tranquilizó, pues no temía el ataque de la chica de la pica, y eso significaba que tenía todo bajo control. Escuchar unas reconocibles palabras élficas de labios de la elfa, ayudó a tranquilizarlo aún más. Ya que conocía ese hechizo. El hechizo de una barrera protectora, que ni Mortagglia y sus secuaces vampiros habían podido derribar.
Una luz cegadora relució al otro lado de la barrera que los protegía, e iluminó toda la zona tras ella. Una explosión que barrió todo lo que había fuera de la esfera protectora, y todo lo que había dentro de la jaula mágica que había creado la mujer a la que se enfrentaban.
- Una loca atrapada en su propia jaula. Qué irónico-, comentó con un tono que entremezclaba la burla y la satisfacción personal. Aún retumbaba el eco de la explosión tras la barrera protectora. Aún la luz bañaba el bosque al otro lado. - Recuérdame que nunca te cabree Níniel-, bromeó de una forma más habitual en él, y después rió con suavidad.
Al menos hasta que una tos le cortó la risa. Aunque en realidad no dejó de reír. Más bien acabó riendo más fuerte, pero con una tos cada vez más potente según iba riendo, hasta que la tos acabó ganando la batalla por completo a la carcajada.
- Me acabo de fijar que no debo cabrear ni a mi madre, ni a mi hija, ni a mi hermana, ni tampoco a mi amada-, dijo una vez controló la tos, y luego otra vez rió con suavidad, para evitar forzarse en exceso con la risa. - Estoy rodeado de mujeres poderosas. Vivo en constante peligro-, negó con la cabeza, divertido y sonriendo a su querida elfa.
Ni esa maldita enfermedad iba a borrarle la sonrisa del rostro. No ahora. No en ese momento.
Vincent Calhoun
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Re: [MEGAEVENTO] Los desterrados [El Norte no olvida] [Níniel-Vincent]
Los actos de amor suelen ser un deleite para aquellos que observamos desde las alturas.
La valiente elfa había hecho todo lo que estaba en sus manos para salvar a su ser querido, captando la atención de Martha con sus imprudentes palabras. Al menos dichos métodos surtieron efecto, pues ahora Vincent había dejado de ser el blanco elegido, pese a las constantes provocaciones que éste hacía, a fin de salvar a Niníel de las garras de aquella mujer.
¿Ya he mencionado que me encantan las escenas Hollywoodienses? No, pues ahora ya lo sabéis.
Las ráfagas de viento salieron disparadas del pergamino, impactándose de lleno en el cuerpo de Martha. ¿Qué podría ser peor que una loca con una picacha mágica? Ah, sí: una loca herida y cabreada con una picacha mágica.
Con su ultimo aliento, Martha se preparó para lanzar el más mortífero de sus ataques. Desafortunadamente su contrincante era tan poderosa como ella, y, peor aún, le superaba en inteligencia.
La elfa convocó una barrera que les protegería a ella y al brujo, algo que sin duda sería digno de recordar.
Todo se convirtió en un escenario lleno de fuegos y colores, mientras el cuerpo de Martha se consumía lenta y tortuosamente. La barrera de la líder de los sectarios se desvaneció poco a poco, y lo único que quedaría de dicha mujer sería un par esquirlas, pertenecientes a la picacha.
Ahora la pareja podría huir y reunirse con las lideres del gremio de la Logia.
Mis queridos lectores, os aseguro que las intenciones de los integrantes del gremio eran tan puras como el agua de los manantiales. ¿Cómo hubiesen podido saber lo que sucedería? Nadie lo habría imaginado. Se suponía que en la pirámide yacía la solución a la enfermedad; pero lo que sucedería al abrir las puertas de aquel artefacto superaba sus expectativas, pues ahora la enfermedad había sido liberada al mundo.
Y ellos eran los únicos responsables…
La valiente elfa había hecho todo lo que estaba en sus manos para salvar a su ser querido, captando la atención de Martha con sus imprudentes palabras. Al menos dichos métodos surtieron efecto, pues ahora Vincent había dejado de ser el blanco elegido, pese a las constantes provocaciones que éste hacía, a fin de salvar a Niníel de las garras de aquella mujer.
¿Ya he mencionado que me encantan las escenas Hollywoodienses? No, pues ahora ya lo sabéis.
Las ráfagas de viento salieron disparadas del pergamino, impactándose de lleno en el cuerpo de Martha. ¿Qué podría ser peor que una loca con una picacha mágica? Ah, sí: una loca herida y cabreada con una picacha mágica.
Con su ultimo aliento, Martha se preparó para lanzar el más mortífero de sus ataques. Desafortunadamente su contrincante era tan poderosa como ella, y, peor aún, le superaba en inteligencia.
La elfa convocó una barrera que les protegería a ella y al brujo, algo que sin duda sería digno de recordar.
Todo se convirtió en un escenario lleno de fuegos y colores, mientras el cuerpo de Martha se consumía lenta y tortuosamente. La barrera de la líder de los sectarios se desvaneció poco a poco, y lo único que quedaría de dicha mujer sería un par esquirlas, pertenecientes a la picacha.
Ahora la pareja podría huir y reunirse con las lideres del gremio de la Logia.
Mis queridos lectores, os aseguro que las intenciones de los integrantes del gremio eran tan puras como el agua de los manantiales. ¿Cómo hubiesen podido saber lo que sucedería? Nadie lo habría imaginado. Se suponía que en la pirámide yacía la solución a la enfermedad; pero lo que sucedería al abrir las puertas de aquel artefacto superaba sus expectativas, pues ahora la enfermedad había sido liberada al mundo.
Y ellos eran los únicos responsables…
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Ambos: ¡Habéis terminado el evento! ¡Enhorabuena! Os ofrezco una disculpa por los tiempos tan deplorables en mis respuestas, no contaba con todos los inconvenientes que acontecerían en mi vida fuera del foro, así que espero podáis disculparme. Lo habéis hecho muy bien y complacida me hallo de haberos tenido en mis manos. Espero haber llenado vuestras expectativas, pero si tenéis algún comentario de retroalimentación, por favor no dudéis en expresarlo. Ahora pasaré a dejaros lo que os corresponde.
Ambos ganais:
+15 puntos de experiencia por calidad.
+5 puntos de experiencia por originalidad.
+10 puntos de influencia para el gremio.
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Níniel Thenidiel: Hablando con vos me dijiste que cronológicamente tú baculo será destruido tras este mastereado. Una pena, me hubiese gustado ser yo quien lo reconstruyese, pero espero el objeto que te he dado compense un poco ese pequeño inconveniente. Como siempre he de elogiar tu escritura clara y tu narrativa atrapante, me complace leer una personalidad más definida en tu personaje y ya no encontrarme con esos cambios drásticos entre un post y otro. No lo voy a negar, sacarles partido a tus habilidades fuera de rol de soporte ha sido todo un éxtasis, espero que comiences a considerar dejar el rol de soporte, pues parece que se te da mejor ser toda una combatiente.
Recompensa: Esquirla mágica.
Una vez que reconstruyas tu báculo, derrite esta esquirla con el fuego negro de Vincent, ya que ningún otro fuego será capaz de deshacerla; y vacíala directamente sobre tu objeto. Esto le brindará a tu báculo un encantamiento especial, el cual consistirá en lo siguiente:
☀ Tus habilidades sanadoras aumentarán un 50%, reduciendo el tiempo de enfriamiento de todas ellas un turno. (Uso 1 vez cada 4 turnos)
☀ Tus atributos obtendrán un aumento del 40%, aumentando el mantenimiento de tus habilidades sanadoras y defensivas un turno más. (Uso 1 vez cada 5 turnos)
☀ Te permitirá convocar una pequeña criatura de luz que podrá atacar a un enemigo o defender y/o sanar a un personaje aliado sin importar la distancia a la que te encuentres y sin ningún coste extra de mana. (Uso 1 vez cada 6 turnos)
☀ Lluvia de estrellas: (Ataque de Martha)
Este ataque te permitirá convocar una poderosa lluvia de estrellas, capaces de arrasar todo a su paso, siendo un ataque inesquivable e inbloqueable, pero que limitará el uso de tus demás habilidades (defensivas y ofensivas) a un enfriamiento de tres turnos en los que te hallarás vulnerable. (Uso 1 vez por tema)
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Una vez que reconstruyas tu báculo, derrite esta esquirla con el fuego negro de Vincent, ya que ningún otro fuego será capaz de deshacerla; y vacíala directamente sobre tu objeto. Esto le brindará a tu báculo un encantamiento especial, el cual consistirá en lo siguiente:
☀ Tus habilidades sanadoras aumentarán un 50%, reduciendo el tiempo de enfriamiento de todas ellas un turno. (Uso 1 vez cada 4 turnos)
☀ Tus atributos obtendrán un aumento del 40%, aumentando el mantenimiento de tus habilidades sanadoras y defensivas un turno más. (Uso 1 vez cada 5 turnos)
☀ Te permitirá convocar una pequeña criatura de luz que podrá atacar a un enemigo o defender y/o sanar a un personaje aliado sin importar la distancia a la que te encuentres y sin ningún coste extra de mana. (Uso 1 vez cada 6 turnos)
☀ Lluvia de estrellas: (Ataque de Martha)
Este ataque te permitirá convocar una poderosa lluvia de estrellas, capaces de arrasar todo a su paso, siendo un ataque inesquivable e inbloqueable, pero que limitará el uso de tus demás habilidades (defensivas y ofensivas) a un enfriamiento de tres turnos en los que te hallarás vulnerable. (Uso 1 vez por tema)
- Esquirla Mágica:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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Vincent Calhoun: ¿Qué quieres que te diga? Eres mi favorito, eso lo sabes de sobra. Me ha encantado tu participación y no puedo hacer más que agradecerte por la paciencia que me has tenido. Ya sabes, mi cariño es doloroso, pero tiene sus recompensas.
Recompensa: Esquirla Mágica.
Derrite esta esquirla con tu fuego negro y vacíala sobre la hoja de tu espada, esto te brindará un nuevo encantamiento:
Aragami:
Esta habilidad te permitirá crear una gigantesca criatura humanoide espiritual con forma de un guerrero, misma que te envolverá y protegerá (junto a los aliados que se hallen cerca de ti), además de que podrá atacar a tu voluntad. Para convocarla deberás pasar por varias etapas:
☀ 1.- El esqueleto: En esta etapa el Aragami se presentará como un esqueleto espiritual el cual aumentará tu defensa y tus atributos en un 45%. (Coste de manutención: Tu energía se verá reducida en un 25% / Duración en el campo: 3 turnos – 1 turno si se pasa a la siguiente etapa)
☀ 2.- Musculatura: En esta etapa el Aragami obtendrá una especie de ligamentos que comenzará a brindarle la forma de su apariencia final. Tu defensa aumentará en un 60% y tu velocidad de ataque obtendrá un aumento de 35%, permitiéndote dañar primero (Coste de manutención: tu energía se verá reducida en un 40% / Duración en el campo: 2 turnos, mismos que deberán mantenerse para pasar a la etapa final)
☀ 3.- Guerrero Aragami: Esta criatura de varios metros de alto no puede ser bloqueada ni esquivada. Funciona como una barrera que prohíbe el paso de cualquier ataque y con su espada espiritual es capaz de desterrar todo aquello que ataque a una dimensión desconocida o deshacerlo al instante. (Coste de manutención: 60% de reducción en tu energía y mana. Además, no podrás usar ningún otro ataque mientras el Aragami esté en el campo. / Si optas por convocarlo directamente, es decir, sin pasar por las etapas tu energía se verá reducida en un 75% pero el uso será inmediato y durará en el campo por 2 turnos / Duración en el campo: 3 turnos / Uso 1 vez por tema)
Aclaración: A diferencia de otras habilidades, el Aragami no necesita ser convocado completamente para su uso, puede ser usado en cualquiera de sus etapas sin la necesidad de una continuidad en el proceso de convocación.
Consecuencia: Enfermedad.
Durante los siguientes tres temas sentirás los síntomas de la enfermedad en todo su esplendor y serás un foco fuerte de infección. Sin embargo, no necesitarás un mastereado para librarte de la enfermedad.
Las recompensas han sido añadidas a vuestros perfiles ^^.
Recompensa: Esquirla Mágica.
Derrite esta esquirla con tu fuego negro y vacíala sobre la hoja de tu espada, esto te brindará un nuevo encantamiento:
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Aragami:
Esta habilidad te permitirá crear una gigantesca criatura humanoide espiritual con forma de un guerrero, misma que te envolverá y protegerá (junto a los aliados que se hallen cerca de ti), además de que podrá atacar a tu voluntad. Para convocarla deberás pasar por varias etapas:
☀ 1.- El esqueleto: En esta etapa el Aragami se presentará como un esqueleto espiritual el cual aumentará tu defensa y tus atributos en un 45%. (Coste de manutención: Tu energía se verá reducida en un 25% / Duración en el campo: 3 turnos – 1 turno si se pasa a la siguiente etapa)
- Etapa 1:
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☀ 2.- Musculatura: En esta etapa el Aragami obtendrá una especie de ligamentos que comenzará a brindarle la forma de su apariencia final. Tu defensa aumentará en un 60% y tu velocidad de ataque obtendrá un aumento de 35%, permitiéndote dañar primero (Coste de manutención: tu energía se verá reducida en un 40% / Duración en el campo: 2 turnos, mismos que deberán mantenerse para pasar a la etapa final)
- Etapa 2:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
☀ 3.- Guerrero Aragami: Esta criatura de varios metros de alto no puede ser bloqueada ni esquivada. Funciona como una barrera que prohíbe el paso de cualquier ataque y con su espada espiritual es capaz de desterrar todo aquello que ataque a una dimensión desconocida o deshacerlo al instante. (Coste de manutención: 60% de reducción en tu energía y mana. Además, no podrás usar ningún otro ataque mientras el Aragami esté en el campo. / Si optas por convocarlo directamente, es decir, sin pasar por las etapas tu energía se verá reducida en un 75% pero el uso será inmediato y durará en el campo por 2 turnos / Duración en el campo: 3 turnos / Uso 1 vez por tema)
- Aragami Final:
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Aclaración: A diferencia de otras habilidades, el Aragami no necesita ser convocado completamente para su uso, puede ser usado en cualquiera de sus etapas sin la necesidad de una continuidad en el proceso de convocación.
Consecuencia: Enfermedad.
Durante los siguientes tres temas sentirás los síntomas de la enfermedad en todo su esplendor y serás un foco fuerte de infección. Sin embargo, no necesitarás un mastereado para librarte de la enfermedad.
Las recompensas han sido añadidas a vuestros perfiles ^^.
Wyn
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