Criptocartografía [Desafío] [Evento Horrorween]
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Criptocartografía [Desafío] [Evento Horrorween]
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Chistoff Balwing dedicaba a la criptocartografía, una clase erudición, surgida a partir de la cartografía clásica mezclada con los sueños y las leyendas. El objetivo era construir un mapa con los lugares que no existían y nunca llegarían a existir. El mapa era inmenso, infinito, en él debían haber cualquier lugar de cualquier leyenda: Las montañas flotantes de los dragones, bosque de árboles móviles de los elfos, la isla con los ríos de ron de los piratas, la ciudad de los dulces de los niños humanos, la última montaña con la que soñó la esposa de Balwing, Bella Norley, la noche anterior… Todas aquellas regiones, por simples o extrañas que pareciesen, debían de estar dibujadas en el mapa y definidas, por separado, en papiros independientes. Cualquier lugar, viniera de leyendas o de los sueños de una única persona, era importante.
Fueron muchos los que señalaron con el dedo la inutilidad de los estudios criptocartográficos. Chistoff Balwing se acordaba de ellos cada vez que se sentaba enfrente de su mesa de trabajo y bañaba su fina pluma de ganso en la tinta de colores; eran unos ignorantes y unos pretenciosos, no entendían la magia que reside en el hogar de los sueños. El mapa de Balwing, era una fuente inagotable de aquella magia, de aquel poder. El mismo Chistoff lo probaba cada noche. Antes de irse a dormir y después de hacer el amor con su mujer, cogía el mapa con las dos manos y se fijaba en un punto concreto de éste. Al cerrar los ojos, estaba ahí. Podía notar el sabor de las golosinas en la ciudad de los dulces de los niños humanos, sentir el viento rozar su piel mientras volaba entre las montañas flotantes de los dragones, beber de los ríos de ron de los piratas… Una noche, viajó a las ciudades Sodoma y Gomorra de la mitología de los cristianos y a la siguiente llegó al Valhalla y se bebió de la copa del Padre Odín. Los hombres simples, ignorantes, eran libres de decir lo que quisieran; tarde o temprano, el tiempo les pondría en su lugar.
-Trabajas demasiado- Bella se acercó por la espalda de su esposo y le abrazo por el cuello – Vente a la cama conmigo- terminó dándole un beso en la, cada vez, más pronunciada calva.
Bella olía a fragancias de flores. Sin girarse a verla de frente, Chistoff supo que su mujer se acababa de bañar. Quiso imaginarse cómo se vería: la piel suave recién hidratada por el jabón, el cabello mojado perfumado con el aroma de mil flores, los ojos resplandecientes por el reflejo del agua… A pesar de haber visto a su mujer incontables veces salir después de tomarse un baño, no pudo imaginársela.
-Solo un poco más, deja que acabe con…- se dio cuenta que, realmente, no sabía que estaba dibujando en el mapa – Esto-.
-De acuerdo, te esperaré en la cama- Balwing notó como, detrás de su espalda, Bella se abrochaba la bata- No tardes, querido; no querrás que me congele-.
Continuó escribiendo y dibujando sin saber qué estaba haciendo. Simplemente, se dejaba guiar por el sueño que su mujer le acababa de regalar. Chistoff, por sí mismo, carecía de imaginación, no podía soñar; sin embargo, Bella Norley tenía un talento innato. Más de una vez, le sentó a su lado y le preguntó por sus sueños. ¿Qué había visto la noche anterior? ¡Era magnífica! Se acordaba de todos los detalles, empezando por el aspecto de las flores que recogía para hacer un ramillete y terminando por el sabor de la miel que comía en los sueños. Si había miel, debían de haber abejas, ¿cómo eran? Y Bella se lo contaba todo. Pregunta a pregunta. Era magnífica.
La región del mapa en la que Balwing trabajaba era el cuerpo de su mujer; lo dibujaba como si fuera un país más, con sus montañas y sus ríos. Era Bella, no como se veía de cara al espejo, sino como ella se creía ver: sin canas en la melena ni arrugas, cada vez más abundantes, en su piel. Mejillas sonrojadas, decoradas con la misma tinta de color rosada que utilizaba Balwing para pintar los desiertos. Caderas gráciles y generosas, provistas de una cordillera de deseos y fantasías impronunciables. Pechos redondos y firmes, la gravedad todavía no había hecho meya en ellos. El resultado final, fue una mujer mejor que su esposa; se enamoró nada más verla.
Dejó los lápices, reglas y compases a un lado de la mesa. Se levantó pensando en la imagen de la nueva Bella. En la cama, la auténtica le estaba esperando. La amaba por costumbre, pero la quería y le gustaba pasar las noches junto a ella. Cuando Bella se durmió profundamente, Chistoff fue a su despacho, como cada noche, y cogió un tramo del enorme mapa. No tardó demasiado en volver a la cama, la diferencia de peso en el lecho podría despertar a Bella. Una vez de vuelta, desplegó el tramo del mapa y lo fijó en él. Era el nuevo dibujo que hizo a partir de la imagen que su mujer tenía de ella misma. Con la yema de los dedos, tocó las curvas de sus caderas hechas con ríos de color rojo; por algún motivo que no comprendía, aquello le excitó. Se durmió pensando en la imagen de Bella; soñó con ella. En el sueño, hicieron el amor tres veces.
La mañana siguiente fue complicada para Christoff. Al despertar, vio el cuerpo desnudo de Bella con repugnancia, la aborreció. En comparación con la imagen del mapa, la auténtica se quedaba corta. Sin pensar dos veces, cogió el mapa, que había dejado sobre la mesita, y se volvió a dormir pensando en el sueño de Bella.
Fue hermoso, los dos estaban desnudos. Corrían cogidos de las manos, como dos jovenzuelos, a través de un mar de hierba de colores. Más adelante, se podía ver un jardín de amapolas rodeado por el baile de un montón de mariposas; detrás de ellos, se encontraban las montañas animaladas, aquellas que la forma como cabeza de animales. Ambos lugares, eran fantasías, de personas que jamás había conocido. Por fin lo había alcanzado, el letargo absoluto, el lugar perfecto para todos aquellos que, como él, carecían del don de la imaginación. Estaba en el mundo de los sueños, donde los lugares de leyenda e ilusiones existían todos congregados en un mismo lugar.
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-Dígame, doctor: ¿está vivo?- preguntó Bella nerviosa.
-Todas las constantes parecen indicar que sí lo está- el doctor tenía un instrumento que Bella nunca había visto apoyado sobre el pecho de su marido.
-Lleva dos días así, no despierta. No sé qué más hacer, doctor. Lo he probado todo. Le grité, le tiré un vaso de agua fría en la cabeza e incluso le empujé de la cama con pequeños golpes; pero sigue sin despertar, doctor. ¿No se quedará así para siempre? Por favor, dígame que despertará. Estoy muy asustada- rompió a llorar- Tengo mucho miedo, doctor-.
-Haremos todo lo posible por su marido, no se preocupe señora Balwing-.
-Prométamelo, juré que lo hará despertar-.
- Bella Norley:
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* Bienvenido soñador: Por toda Aerandir corren rumores de un hombre que no despierta de su sueño. La señora Balwing, Bella Norley, está buscando desesperadamente ayuda para curar a su marido, tú serás esta ayuda. Estás en Dundarak, no me importa tu cronología, pero puedes explicarla si lo crees necesario y la señora Balwing te pide, te suplica, que hagas algo por su marido. Aceptas el encargo. En este primer turno deberás describir tu encuentro con Bella, llegar a la casa de los Balwing y describir el estado de Christoff en la cama. Puedes intentar despertarlo, si lo deseas, pero, te adelanto, en este primer turno no lo hará.
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Re: Criptocartografía [Desafío] [Evento Horrorween]
Un largo suspiro escapó de los labios de la joven peliblanca mientras con cuidado cerraba un grueso volumen manuscrito y lo dejaba a un lado con la frustración claramente dibujada en su rostro. ¿Cuántos iban ya? ¿Cuánto tiempo llevaba revisando un libro tras otro sin apenas tomarse unos minutos de descanso? Resultaba difícil saberlo cuando toda luz allí era creada mediante magia gracias a unas lámparas encantadas y ni tan siquiera podía calcularse gracias al progresivo desgaste de las mucho más comunes velas de cera. Bien podría haber sido un día entero, quizá más. Seguramente menos o alguien ya habría acudido a comprobar que todo iba bien...O quizá no, con todo lo que estaba ocurriendo en el norte sus compañeros de la logia seguramente tendrían demasiadas cosas en la cabeza como para preocuparse de una elfa con tendencia a perder la noción del tiempo.
-Y tanto tiempo gastado para nada...- Se lamentó la elfa permitiéndose apoyar la frente sobre la mesa agradeciendo la sensación de frió que esta le transmitió a la vez que estiraba los brazos y la espalda en un intento por desentumecerse. -¿Cómo es posible que no haya nada sobre esta maldita enfermedad pero sí varios libros enteros sobre males contagiados mediante la práctica de relaciones sexuales?.- Se preguntó tratando de que a su mente no regresaran de forma vívida la gran cantidad de grabados y bocetos que ilustraban dichos tomos de una forma tal que rayaban lo morboso en lugar de permanecer en lo estríctamente médico. En ese momento llamaron a la puerta.
-Níniel.- Pronunció una voz femenina correspondiente a una muchacha joven desde el otro lado de la puerta. -Soy yo, Mati. ¿Puedo pasar?.- Pidió con tono respetuoso.
-Umm, sí, sí. Pasa.- Permitió la peliblanca levantando la cabeza de la mesa y echando un vistazo a su alrededor comprobando que su habitación estaba ordenada como siempre, a excepción de las pilas de libros que se hallaban amontonados sobre la mesa en dos grupos, unos los la ya revisados, los otros los aún pendientes de lectura. La elfa sabía que la chica no hubiese ido hasta allí de no ser algo importante. Y qué diantes, necesitaba sacar su cabeza de los libros aunque fuera un rato.
-Con permiso.- Diría la voz abriendo la puerta y revelando que se trataba de una joven que rondaba los veinte años de edad y que destacaba por su largo y rizado cabello de color caoba. Una de las últimas incorporaciones a la Logia, y por ende aún cohibida cuando se trataba de hablar con los veteranos o miembros de cierto rango. -Lamento interrumpir tus estudios, sé que son importantes...Pero...eh, me...Mi tío, un médico reputado está...ah...- Comenzó a decir poniéndose cada vez más nerviosa y aparentemente incapaz de ordenar sus ideas y expresarlas de manera coherente. Tanto era así que Níniel tuvo que pedirle que se calmara y empezara por el principio, sin prisa.
-Sí, verás...Mi tío es médico. Hace unos días fue llamado de urgencia para acudir a la casa del señor Balwing, puede que te suene el nombre pues tiene...o tenía, cierta reputación en la ciudad.- Empezó a narrar la joven ya de manera mucho más conexa, haciendo una pausa para esperar algún gesto por parte de Níniel al escuchar aquel apellido. Prosiguiendo cuando ésta negó con la cabeza con total sinceridad. -Bueno, de un tiempo a esta parte el señor Balwing ha estado dedicando su tiempo y su dinero a la criptocartografía, una disciplina no muy apreciada...Le dedicaba muchas horas, incluso pasando noches en vela. Una mañana su mujer despertó y como de costumbre quiso despertar a su esposo, pero por mucho que lo intentó no fue capaz. Por eso hicieron llamar a mi tío.- Relataba la joven mientras la elfa escuchaba aún sin saber a dónde quería ir a parar su compañera.
-¿Estaba muerto? ¿Había presentado algún síntoma? ¿Crees que es cosa de la plaga?.- Preguntó la peliblanca interpretando que la pelirroja había ido a verla a sabiendas de que estaba tratando de averiguar algo más sobre aquella enfermedad que asolaba el norte.
-No, eso es lo extraño. Está vivo, dormido pero vivo y no despierta. Incluso parece que no necesitara ni comer ni beber...No tiene ningún sentido médico. Mi tío juró a la señora Balwing que haría todo lo posible por él pero...No sabe qué le pasa o podría pasarle. Ha consultado con varios sanadores pero nadie tiene respuesta, y con todo lo de la plaga poca ayuda más espera recibir.- Hizo una pausa pensando sus siguientes palabras. -No sabe qué hacer y el caso le tiene consumido. Estoy preocupada por él y pensé que...-
-Que una sanadora elfa podría ayudarle...- Terminó la elfa la frase por su compañera quedando pensativa por unos instantes, más seria de lo habitual. -Lo cierto es que esos síntomas no me son desconocidos...- Añadió entonces en voz baja, casi más para sí que para su interlocutora, recordando lo sucedido un tiempo atrás en Vulwulfar con cierto brujo que había llegado muy lejos a la hora de probar un nuevo tipo de magia que permitía a las personas viajar a un mundo de sueños, recuerdos y fantasías. Un mundo que había acabado resultando inestable y peligroso. ¿Acaso aquel hombre había logrado a través de la criptocaligrafía algo similar a lo que lograse Otrore mediante magia, runas y alquimia? Algo así sin duda interesaría al que fuera por un breve lapso de tiempo su maestro de alquimia...Y desde luego a la propia Níniel.
-¿De verdad? ¿Sabés lo que le ocurre al señor Balwing? Los dioses nos sonríen. Sabía que consultarte era una buena idea. !Verás cuando lo sepa mi tío!- Estalló en júbilo la pelirroja agradeciéndoles a los dioses aquel golpe de suerte, alegrándose tanto como si aquel hombre incapaz de despertar fuera de su propia familia. Aquella chica tenía un gran corazón, eso era innegable.
-Es pronto para alegrarse. Si es lo que creo que es serio y peligroso, no hay garantía de curación. Además tendré que verlo para confirmarlo. Hay sutiles venenos y pócimas que podrían inducir a un hombre a un sueño permanente. También magias negativas, o incluso positivas mal usadas...- Dijo la sacerdotisa tratando de mantener los pies de Mati en el suelo antes de que un optimismo desmedido acabara por conducirla a una decepción también desproporcionada. La cautela debía imponerse ante una situación semejante. Si Mati quería llegar algún día a ser sanadora, tal y como era su intención manifiesta, era una lección que tenía que aprender. -¿Cuándo creés que podríamos visitar al señor Balwing? El tiempo puede resultar vital si es lo que temo.- Preguntó la elfa a una de nuevo sería Mati.
-Pues...Ahora mismo. La casa de mi tío está a medio camino. Solo tendríamos que pasar por allí antes.- Contestó la joven pelirroja. -Pero, tu estudio...-
-Llevo días sin encontrar nada, perdida en un mar de ilustraciones demasiado vulgares para unos libros sobre medicina, y no he logrado nada. Espero que al menos al señor Balwing sí pueda ayudarlo. Los libros estarán aquí cuando vuelva, y los retomaré con más ganas cuando me haya dado un poco el aire y vuelva a sentirme útil.- Expresó la peliblanca levantándose y preparando sus cosas. Tomando su grueso abrigo para protegerse del frío del exterior y saliendo acto seguido de su habitación rumbo a la entrada de la torre, donde Mati, que había sido más rápida en prepararse, ya la esperaba dispuesta para salir.
--No me puedo creer que la criptocaligrafía tenga algo que ver por mucho que así lo crea usted señorita Thenidiel. Solo son...imaginaciones plasmadas en pergamino. Mapas sin sentido de fantasías más propias de los niños. No sé cómo le puede dar crédito a tal "disciplina" siendo como es miembro de la Logia.- Se quejaba el doctor Suvorov mientras caminaban por las calles de Dundarak con el esfuerzo de quiénes debían ser los primeros en abrirse paso a través de una gruesa capa de nieve virgen. Las calles de la ciudad estaban extrañamente tranquilas y silenciosas.
-Le repito que los síntomas son similares, pero no descarto nada. Me limito a decir que no es la primera vez que los veo.-Respondió la elfa cansada de escuchar a aquel hombre de pelirrojo mostacho negar aquella posibilidad a la vez que compartía con ella teorías y tratamientos que había probado y que habían resultado todos infructuosos. Lo cual no hacía sino hacer que la idea de que el paciente estuviera atrapado en el mundo de los sueños cobrara cada vez más fuerza por descarte.
-Bien, igualmente antes de decir nada me lo comunicará a mi en privado. No quiero que alarme a Bella, ejem, a la señora Balwing innecesariamente. La conozco y sabré cómo decirle cualquier información médica que obtenga. Al fin y al cabo soy el médico de la familia desde hace años.- Pidió el hombre. Y por alguna razón Níniel sintió que no era solamente cortesía profesional lo que estaba pidiendo, aunque no tuvo razones para negar dicha petición. -Estupendo. Bien aquí es. Llamaré a la puerta.- Informó el hombre acercándose a una puerta de madera bien trabajada y de aspecto sólido, usando el llamador tres veces antes de soltarlo y esperar con una sonrisa nerviosa y las manos cruzadas.
No tardó en abrirles una mujer de largo cabello negro con las ropas algo desarregladas. No era ninguna adolescente ya, pero tampoco era mayor, aunque las grandes ojeras y las bolsas de sus párpados la desfavorecían notablemente. Debía de llevar días sin dormir nada, y a saber cuánto sin dormir las horas necesarias seguidas. Incluso sus movimientos eran algo torpes debido al más que evidente agotamiento. De hecho incluso pareció tener dificultades para reconocer al doctor.
-No nos sobra la comida, no tenemos nada qué...¿Doctor? Oh vaya lo lamento. Pensaba que era...La ciudad está rara desde lo de esa enfermedad...No esperaba su visita. ¿Ha descubierto algo?.- Al preguntar aquello último su mirada apagada recobró un poco del brillo que debía tener cuando todo iba bien, incluso pareció recobrar algo de la energía perdida.
-Es..posible. Te presento a Níniel Thenidiel, una sanadora elfa. Forma parte de la Logia y es posible que esté, familiarizada con los síntomas que sufre tu marido. Ella es mi sobrina Mati ¿Podríamos pasar?.- Respondió Suvorov.
-Desde luego, sí. Una elfa, oh vaya, eso es bueno, ¿no? Sí, son buenas noticias. Adelante por favor. Mi esposo está en la habitación del fondo. No despierta, no come, no bebe...Pero eso ya lo sabe, lo siento...¿Podrá ayudarlo? ¿Ya ha visto...lo que sea que le ocurre antes? ¿Qué le pasó a esa persona?- Interrogó la mujer sin piedad a la peliblanca que ni siquiera había tenido aún la ocasión de avanzar unos pasos y desprenderse de su gruesa capa negra cubierta en parte de nieve. Su nerviosismo era normal, y la falta de sueño no le hacía ningún bien en ese sentido.
-Pronto lo sabremos. Primero le echaré un vistazo. Y mientras cuénteme qué sabe del trabajo que su marido hacía aquí. Tengo entendido que trabajaba en un proyecto de criptocartografía. ¿Con qué materiales solía trabajar?- Preguntó Níniel ignorando la mirada que Suvorov la echó ante la mención de aquel nombre. Aunque no tenía razones para ello, solo preguntaba para saber si podría haber estado en contacto con alguna sustancia similar a las que Otrore usaba para entrar en el mundo de los sueños,nada más.
-Por aquí por favor...Adelante.- Dijo la mujer dando acceso a Níniel al que era el dormitorio principal de la casa. Un lugar amplio con una gran cama de matrimonio como pieza principal del mobiliario sobre la que descansaba durmiendo plácidamente el señor Balwing. La habitación estaba perfumada y el fuego recién alimentado, denotando que la señora de la casa había estado cuidando atentamente de su esposo, seguramente sintiéndose impotente al ser lo único que podía hacer por él.
-Pues...pergaminos, tintas de todo tipo...La de dinero que ha gastado en ellas...Herramientas de cartografía normales...No sé. Está todo ahí en su escritorio.- Respondió a continuación haciendo que la joven peliblanca mirara hacia donde señalaba con interés. -Sé que la gente habla mal de nosotros por ello pero, es su pasión y es mi deber como esposa apoyarle en ella...Tenemos algunas propiedades en la ciudad, podemos permitírnoslo. ¿Qué hay de malo?.-
Níniel no respondió a aquella pregunta, en vez de eso se acercó hasta el lecho tras terminar de echar un vistazo a lo que había sobre el escritorio, habiendo centrado su vista de elfa especialmente en el gran mapa que ocupaba buena parte de la superficie de madera. Despacio, colocó su mano derecha sobre el cuerpo del durmiente, a una altura de unos treinta centímetros sobre el mismo, y comenzó a moverla por el aire mientras emitía una tenue pero agradable luz dorada, atrayendo toda la atención de médico y esposa que seguramente no habían tenido muchas ocasiones de ver la magia élfica en acción. Pasados unos minutos pondría ambas manos sobre la cabeza del hombre, concentrándose. Emitiendo un pulso constante de magia de luz que hizo que su cuerpo se moviera un poco, como si se agitara en sueños, pero nada más. Retirándose entonces unos centímetros del lecho y clavando sus ojos aguamarina en los de Suvorov, dejándole claro que tenían que hablar.
-!Se ha movido! ¿Eso es bueno? ¿Sabés qué le ocurre? Por favor tienes que curarlo. No sé, no sé qué haría sin él...- Interrumpió la mujer comenzando a llorar y acercándose hasta la peliblanca, aferrándose a la manga de su ropa entre sollozos. Convirtiendo su petición en una súplica desesperada.
-Sin duda haremos lo que podamos. Por favor espera aquí un momento. Quiero hablar con la señorita Thenidiel. Mati, quédate con ella.- Pidió el médico casi teniendo que separar a la pobre plañidera de Níniel y llevándola al pasillo por el que habían llegado hasta allí y desde donde aún podía escucharse su llanto.
-¿Y bien? Seguro que ya sabe que ningún dibujito es el culpable de esto. ¿Qué le ha revelado su magia de elfa?- Inquirió con cierto tono imperioso el doctor. De nuevo denotando que era de esa mayoría de gente que no veía bien la Criptocartografía.
-El mapa del escritorio no es ningún dibujito. Emana una gran cantidad de magia y algunos de los frascos de tinta son sin duda usadas en arcanos. Crea lo que crea sobre esa disciplina es un hecho; El señor Balwing está atrapado, dentro de su propia mente.
-Y tanto tiempo gastado para nada...- Se lamentó la elfa permitiéndose apoyar la frente sobre la mesa agradeciendo la sensación de frió que esta le transmitió a la vez que estiraba los brazos y la espalda en un intento por desentumecerse. -¿Cómo es posible que no haya nada sobre esta maldita enfermedad pero sí varios libros enteros sobre males contagiados mediante la práctica de relaciones sexuales?.- Se preguntó tratando de que a su mente no regresaran de forma vívida la gran cantidad de grabados y bocetos que ilustraban dichos tomos de una forma tal que rayaban lo morboso en lugar de permanecer en lo estríctamente médico. En ese momento llamaron a la puerta.
-Níniel.- Pronunció una voz femenina correspondiente a una muchacha joven desde el otro lado de la puerta. -Soy yo, Mati. ¿Puedo pasar?.- Pidió con tono respetuoso.
-Umm, sí, sí. Pasa.- Permitió la peliblanca levantando la cabeza de la mesa y echando un vistazo a su alrededor comprobando que su habitación estaba ordenada como siempre, a excepción de las pilas de libros que se hallaban amontonados sobre la mesa en dos grupos, unos los la ya revisados, los otros los aún pendientes de lectura. La elfa sabía que la chica no hubiese ido hasta allí de no ser algo importante. Y qué diantes, necesitaba sacar su cabeza de los libros aunque fuera un rato.
-Con permiso.- Diría la voz abriendo la puerta y revelando que se trataba de una joven que rondaba los veinte años de edad y que destacaba por su largo y rizado cabello de color caoba. Una de las últimas incorporaciones a la Logia, y por ende aún cohibida cuando se trataba de hablar con los veteranos o miembros de cierto rango. -Lamento interrumpir tus estudios, sé que son importantes...Pero...eh, me...Mi tío, un médico reputado está...ah...- Comenzó a decir poniéndose cada vez más nerviosa y aparentemente incapaz de ordenar sus ideas y expresarlas de manera coherente. Tanto era así que Níniel tuvo que pedirle que se calmara y empezara por el principio, sin prisa.
-Sí, verás...Mi tío es médico. Hace unos días fue llamado de urgencia para acudir a la casa del señor Balwing, puede que te suene el nombre pues tiene...o tenía, cierta reputación en la ciudad.- Empezó a narrar la joven ya de manera mucho más conexa, haciendo una pausa para esperar algún gesto por parte de Níniel al escuchar aquel apellido. Prosiguiendo cuando ésta negó con la cabeza con total sinceridad. -Bueno, de un tiempo a esta parte el señor Balwing ha estado dedicando su tiempo y su dinero a la criptocartografía, una disciplina no muy apreciada...Le dedicaba muchas horas, incluso pasando noches en vela. Una mañana su mujer despertó y como de costumbre quiso despertar a su esposo, pero por mucho que lo intentó no fue capaz. Por eso hicieron llamar a mi tío.- Relataba la joven mientras la elfa escuchaba aún sin saber a dónde quería ir a parar su compañera.
-¿Estaba muerto? ¿Había presentado algún síntoma? ¿Crees que es cosa de la plaga?.- Preguntó la peliblanca interpretando que la pelirroja había ido a verla a sabiendas de que estaba tratando de averiguar algo más sobre aquella enfermedad que asolaba el norte.
-No, eso es lo extraño. Está vivo, dormido pero vivo y no despierta. Incluso parece que no necesitara ni comer ni beber...No tiene ningún sentido médico. Mi tío juró a la señora Balwing que haría todo lo posible por él pero...No sabe qué le pasa o podría pasarle. Ha consultado con varios sanadores pero nadie tiene respuesta, y con todo lo de la plaga poca ayuda más espera recibir.- Hizo una pausa pensando sus siguientes palabras. -No sabe qué hacer y el caso le tiene consumido. Estoy preocupada por él y pensé que...-
-Que una sanadora elfa podría ayudarle...- Terminó la elfa la frase por su compañera quedando pensativa por unos instantes, más seria de lo habitual. -Lo cierto es que esos síntomas no me son desconocidos...- Añadió entonces en voz baja, casi más para sí que para su interlocutora, recordando lo sucedido un tiempo atrás en Vulwulfar con cierto brujo que había llegado muy lejos a la hora de probar un nuevo tipo de magia que permitía a las personas viajar a un mundo de sueños, recuerdos y fantasías. Un mundo que había acabado resultando inestable y peligroso. ¿Acaso aquel hombre había logrado a través de la criptocaligrafía algo similar a lo que lograse Otrore mediante magia, runas y alquimia? Algo así sin duda interesaría al que fuera por un breve lapso de tiempo su maestro de alquimia...Y desde luego a la propia Níniel.
-¿De verdad? ¿Sabés lo que le ocurre al señor Balwing? Los dioses nos sonríen. Sabía que consultarte era una buena idea. !Verás cuando lo sepa mi tío!- Estalló en júbilo la pelirroja agradeciéndoles a los dioses aquel golpe de suerte, alegrándose tanto como si aquel hombre incapaz de despertar fuera de su propia familia. Aquella chica tenía un gran corazón, eso era innegable.
-Es pronto para alegrarse. Si es lo que creo que es serio y peligroso, no hay garantía de curación. Además tendré que verlo para confirmarlo. Hay sutiles venenos y pócimas que podrían inducir a un hombre a un sueño permanente. También magias negativas, o incluso positivas mal usadas...- Dijo la sacerdotisa tratando de mantener los pies de Mati en el suelo antes de que un optimismo desmedido acabara por conducirla a una decepción también desproporcionada. La cautela debía imponerse ante una situación semejante. Si Mati quería llegar algún día a ser sanadora, tal y como era su intención manifiesta, era una lección que tenía que aprender. -¿Cuándo creés que podríamos visitar al señor Balwing? El tiempo puede resultar vital si es lo que temo.- Preguntó la elfa a una de nuevo sería Mati.
-Pues...Ahora mismo. La casa de mi tío está a medio camino. Solo tendríamos que pasar por allí antes.- Contestó la joven pelirroja. -Pero, tu estudio...-
-Llevo días sin encontrar nada, perdida en un mar de ilustraciones demasiado vulgares para unos libros sobre medicina, y no he logrado nada. Espero que al menos al señor Balwing sí pueda ayudarlo. Los libros estarán aquí cuando vuelva, y los retomaré con más ganas cuando me haya dado un poco el aire y vuelva a sentirme útil.- Expresó la peliblanca levantándose y preparando sus cosas. Tomando su grueso abrigo para protegerse del frío del exterior y saliendo acto seguido de su habitación rumbo a la entrada de la torre, donde Mati, que había sido más rápida en prepararse, ya la esperaba dispuesta para salir.
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--No me puedo creer que la criptocaligrafía tenga algo que ver por mucho que así lo crea usted señorita Thenidiel. Solo son...imaginaciones plasmadas en pergamino. Mapas sin sentido de fantasías más propias de los niños. No sé cómo le puede dar crédito a tal "disciplina" siendo como es miembro de la Logia.- Se quejaba el doctor Suvorov mientras caminaban por las calles de Dundarak con el esfuerzo de quiénes debían ser los primeros en abrirse paso a través de una gruesa capa de nieve virgen. Las calles de la ciudad estaban extrañamente tranquilas y silenciosas.
-Le repito que los síntomas son similares, pero no descarto nada. Me limito a decir que no es la primera vez que los veo.-Respondió la elfa cansada de escuchar a aquel hombre de pelirrojo mostacho negar aquella posibilidad a la vez que compartía con ella teorías y tratamientos que había probado y que habían resultado todos infructuosos. Lo cual no hacía sino hacer que la idea de que el paciente estuviera atrapado en el mundo de los sueños cobrara cada vez más fuerza por descarte.
-Bien, igualmente antes de decir nada me lo comunicará a mi en privado. No quiero que alarme a Bella, ejem, a la señora Balwing innecesariamente. La conozco y sabré cómo decirle cualquier información médica que obtenga. Al fin y al cabo soy el médico de la familia desde hace años.- Pidió el hombre. Y por alguna razón Níniel sintió que no era solamente cortesía profesional lo que estaba pidiendo, aunque no tuvo razones para negar dicha petición. -Estupendo. Bien aquí es. Llamaré a la puerta.- Informó el hombre acercándose a una puerta de madera bien trabajada y de aspecto sólido, usando el llamador tres veces antes de soltarlo y esperar con una sonrisa nerviosa y las manos cruzadas.
No tardó en abrirles una mujer de largo cabello negro con las ropas algo desarregladas. No era ninguna adolescente ya, pero tampoco era mayor, aunque las grandes ojeras y las bolsas de sus párpados la desfavorecían notablemente. Debía de llevar días sin dormir nada, y a saber cuánto sin dormir las horas necesarias seguidas. Incluso sus movimientos eran algo torpes debido al más que evidente agotamiento. De hecho incluso pareció tener dificultades para reconocer al doctor.
-No nos sobra la comida, no tenemos nada qué...¿Doctor? Oh vaya lo lamento. Pensaba que era...La ciudad está rara desde lo de esa enfermedad...No esperaba su visita. ¿Ha descubierto algo?.- Al preguntar aquello último su mirada apagada recobró un poco del brillo que debía tener cuando todo iba bien, incluso pareció recobrar algo de la energía perdida.
-Es..posible. Te presento a Níniel Thenidiel, una sanadora elfa. Forma parte de la Logia y es posible que esté, familiarizada con los síntomas que sufre tu marido. Ella es mi sobrina Mati ¿Podríamos pasar?.- Respondió Suvorov.
-Desde luego, sí. Una elfa, oh vaya, eso es bueno, ¿no? Sí, son buenas noticias. Adelante por favor. Mi esposo está en la habitación del fondo. No despierta, no come, no bebe...Pero eso ya lo sabe, lo siento...¿Podrá ayudarlo? ¿Ya ha visto...lo que sea que le ocurre antes? ¿Qué le pasó a esa persona?- Interrogó la mujer sin piedad a la peliblanca que ni siquiera había tenido aún la ocasión de avanzar unos pasos y desprenderse de su gruesa capa negra cubierta en parte de nieve. Su nerviosismo era normal, y la falta de sueño no le hacía ningún bien en ese sentido.
-Pronto lo sabremos. Primero le echaré un vistazo. Y mientras cuénteme qué sabe del trabajo que su marido hacía aquí. Tengo entendido que trabajaba en un proyecto de criptocartografía. ¿Con qué materiales solía trabajar?- Preguntó Níniel ignorando la mirada que Suvorov la echó ante la mención de aquel nombre. Aunque no tenía razones para ello, solo preguntaba para saber si podría haber estado en contacto con alguna sustancia similar a las que Otrore usaba para entrar en el mundo de los sueños,nada más.
-Por aquí por favor...Adelante.- Dijo la mujer dando acceso a Níniel al que era el dormitorio principal de la casa. Un lugar amplio con una gran cama de matrimonio como pieza principal del mobiliario sobre la que descansaba durmiendo plácidamente el señor Balwing. La habitación estaba perfumada y el fuego recién alimentado, denotando que la señora de la casa había estado cuidando atentamente de su esposo, seguramente sintiéndose impotente al ser lo único que podía hacer por él.
-Pues...pergaminos, tintas de todo tipo...La de dinero que ha gastado en ellas...Herramientas de cartografía normales...No sé. Está todo ahí en su escritorio.- Respondió a continuación haciendo que la joven peliblanca mirara hacia donde señalaba con interés. -Sé que la gente habla mal de nosotros por ello pero, es su pasión y es mi deber como esposa apoyarle en ella...Tenemos algunas propiedades en la ciudad, podemos permitírnoslo. ¿Qué hay de malo?.-
Níniel no respondió a aquella pregunta, en vez de eso se acercó hasta el lecho tras terminar de echar un vistazo a lo que había sobre el escritorio, habiendo centrado su vista de elfa especialmente en el gran mapa que ocupaba buena parte de la superficie de madera. Despacio, colocó su mano derecha sobre el cuerpo del durmiente, a una altura de unos treinta centímetros sobre el mismo, y comenzó a moverla por el aire mientras emitía una tenue pero agradable luz dorada, atrayendo toda la atención de médico y esposa que seguramente no habían tenido muchas ocasiones de ver la magia élfica en acción. Pasados unos minutos pondría ambas manos sobre la cabeza del hombre, concentrándose. Emitiendo un pulso constante de magia de luz que hizo que su cuerpo se moviera un poco, como si se agitara en sueños, pero nada más. Retirándose entonces unos centímetros del lecho y clavando sus ojos aguamarina en los de Suvorov, dejándole claro que tenían que hablar.
-!Se ha movido! ¿Eso es bueno? ¿Sabés qué le ocurre? Por favor tienes que curarlo. No sé, no sé qué haría sin él...- Interrumpió la mujer comenzando a llorar y acercándose hasta la peliblanca, aferrándose a la manga de su ropa entre sollozos. Convirtiendo su petición en una súplica desesperada.
-Sin duda haremos lo que podamos. Por favor espera aquí un momento. Quiero hablar con la señorita Thenidiel. Mati, quédate con ella.- Pidió el médico casi teniendo que separar a la pobre plañidera de Níniel y llevándola al pasillo por el que habían llegado hasta allí y desde donde aún podía escucharse su llanto.
-¿Y bien? Seguro que ya sabe que ningún dibujito es el culpable de esto. ¿Qué le ha revelado su magia de elfa?- Inquirió con cierto tono imperioso el doctor. De nuevo denotando que era de esa mayoría de gente que no veía bien la Criptocartografía.
-El mapa del escritorio no es ningún dibujito. Emana una gran cantidad de magia y algunos de los frascos de tinta son sin duda usadas en arcanos. Crea lo que crea sobre esa disciplina es un hecho; El señor Balwing está atrapado, dentro de su propia mente.
Níniel Thenidiel
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Re: Criptocartografía [Desafío] [Evento Horrorween]
Al volver a la habitación, el doctor Suvorov cogió el mapa de la mesita con la punta de los dedos como si estuviera cogiendo algo tan peligroso y delicado que pudiera romperse, con catastróficos resultados, en cualquier momento. El pergamino era inmenso, Christoff había hecho un gran trabajo. Entre los rodillos de los extremos del pergamino había una gran acumulación de lugares, criptolugares, que jamás existieron y nunca existirán. El doctor se sintió maravillado a la par que atemorizado. ¿Cómo algo tan bello podía causar tanto mal a una familia? Balwing era quien estaba en trance, pero el daño no acababa en él. Bella, su mujer, lloraba en silencio y sin lágrimas sin apartar los ojos del cuerpo inmóvil de Christoff. Si Níniel tenía razón, la única forma de acabar con el mal sería quemado el mapa, deshacerse de él para siempre. El doctor Suvorov poco sabía sobre los temas de arcanos y sueños, aunque estaba completamente seguro que quería quemar el mapa, nada garantizaba que Balwing despertase. Al fin y al cabo, por ese motivo Bella les hizo llamar, tenían que despertarle. La misma Bella podría hacer una hoguera y quemar el mapa. Si no lo hizo, fue por el mismo motivo por el que Suvorov se quedó plantado a un paso de la cama mirando con un ojo el mapa y con el otro a Christoff Balwing.
-¿Y bien? ¿Qué habéis dicho? ¿Podéis despertar a Chris?- Bella estaba nerviosa, casi parecía que estuviera a punto de arrancarse el cabello de puro nerviosismo.
Antes de contestar a la mujer, doctor dejó el mapa a un lado de la cama, tenerlo entre las manos le hacía sentir extraño, asustado.
-Haremos todo lo que esté en nuestras manos, no se preocupe- dijo con un tono neutral, como si fuera una respuesta enseñada.
-Lo he intentado todo, pero no me escucha- Bella habló más para sí misma que para el doctor y la elfa- Sonríe y en ocasiones hablar en susurros, pero no es conmigo. Es como si solo hiciera caso a lo que sucede en el sueño. Siempre ha sido así, ¿saben? Se pasaba horas en su despacho escribiendo y hablando sobre los sueños. No se imaginan cuántas horas podía pasar trabajando en ese dichoso mapa- la mirada que le dedicó Bella al pergamino fue de puro odio, muy diferente a cómo lo miraba Suvorov. – Se lo prometo, llegué a creer que Chris quería más su trabajo que a mí-.
En el mundo onírico, Christoff Balwing flotaba por los valles, campos y montañas que no existían cogido de la mano de la imagen del sueño de Bella. Pasó por el campo de amapolas, por las montañas de cabezas de animales, por un jardín de juegos infantiles decorado con las estatuas de los grandes héroes de Aerandir, un circo pintado de azul y negro, una iglesia cristiana coronada en su cúspide por una cruz de madera en la que había clavado un chico con rasgos femeninos, un río de bolsas de cuero y cartas…. Ninguno de aquellos paisajes estaban dibujados en el mapa de Christoff y, sin embargo, todos ellos existían en el mundo onírico. Eran preciosos; la mujer que tenía al lado también lo era.
* Níniel Thenidiel: En este desafío hay un pequeño Easter Egg que supongo que te habrás dado cuenta. Los lugares del mundo onírico son los lugares de los sueños de mis npcs más usados, por orden según los distintos escenarios: Sonagashira, Meyi, Hont, Shappire, Padre Callahan y Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones. No he hecho este detalle por hacer gracia, sino porque está muy relacionado con uno de los objetivos del próximo, y último turno. Deberás entrar al mundo onírico con ayuda del mapa y convencer a Christoff Balwing para volver al mundo real. Dentro de este mundo, debes describirlo con los lugares del sueño de tu personaje y de los personajes que hayas conocido en tus viajes (Bio, Huracán, Vincent…) como yo lo he hecho con los sueños de mis npcs.
-¿Y bien? ¿Qué habéis dicho? ¿Podéis despertar a Chris?- Bella estaba nerviosa, casi parecía que estuviera a punto de arrancarse el cabello de puro nerviosismo.
Antes de contestar a la mujer, doctor dejó el mapa a un lado de la cama, tenerlo entre las manos le hacía sentir extraño, asustado.
-Haremos todo lo que esté en nuestras manos, no se preocupe- dijo con un tono neutral, como si fuera una respuesta enseñada.
-Lo he intentado todo, pero no me escucha- Bella habló más para sí misma que para el doctor y la elfa- Sonríe y en ocasiones hablar en susurros, pero no es conmigo. Es como si solo hiciera caso a lo que sucede en el sueño. Siempre ha sido así, ¿saben? Se pasaba horas en su despacho escribiendo y hablando sobre los sueños. No se imaginan cuántas horas podía pasar trabajando en ese dichoso mapa- la mirada que le dedicó Bella al pergamino fue de puro odio, muy diferente a cómo lo miraba Suvorov. – Se lo prometo, llegué a creer que Chris quería más su trabajo que a mí-.
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En el mundo onírico, Christoff Balwing flotaba por los valles, campos y montañas que no existían cogido de la mano de la imagen del sueño de Bella. Pasó por el campo de amapolas, por las montañas de cabezas de animales, por un jardín de juegos infantiles decorado con las estatuas de los grandes héroes de Aerandir, un circo pintado de azul y negro, una iglesia cristiana coronada en su cúspide por una cruz de madera en la que había clavado un chico con rasgos femeninos, un río de bolsas de cuero y cartas…. Ninguno de aquellos paisajes estaban dibujados en el mapa de Christoff y, sin embargo, todos ellos existían en el mundo onírico. Eran preciosos; la mujer que tenía al lado también lo era.
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* Níniel Thenidiel: En este desafío hay un pequeño Easter Egg que supongo que te habrás dado cuenta. Los lugares del mundo onírico son los lugares de los sueños de mis npcs más usados, por orden según los distintos escenarios: Sonagashira, Meyi, Hont, Shappire, Padre Callahan y Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones. No he hecho este detalle por hacer gracia, sino porque está muy relacionado con uno de los objetivos del próximo, y último turno. Deberás entrar al mundo onírico con ayuda del mapa y convencer a Christoff Balwing para volver al mundo real. Dentro de este mundo, debes describirlo con los lugares del sueño de tu personaje y de los personajes que hayas conocido en tus viajes (Bio, Huracán, Vincent…) como yo lo he hecho con los sueños de mis npcs.
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Re: Criptocartografía [Desafío] [Evento Horrorween]
La mirada de Suvorov lo decía todo. No creía las palabras de Níniel sobre aquel mapa y aquella pseudodisciplina con prácticamente nulo reconocimiento en la comunidad. Más que eso, no quería creerlo. Como si aceptarlo supusiera demoler uno de los pilares fundamentales de su idiosincrasia y fuese más importante mantenerlo en pie, aunque fuera negando las evidencias, que aceptar que estaba equivocado y que aquel hombre realmente había logrado algo más que simplemente malgastar su tiempo y despilfarrar su fortuna y buen nombre.
-Puede negarlo si quiere. Supongo que debe ser más sencillo cuando no se percibe el éter, pero es la verdad. El método que ha usado el señor Balwing difiere del que conozco, pero en esencia funcionan del mismo modo. Crea una "puerta" a un lugar que puede resultar más peligroso de lo que se cree.- Explicó la elfa a su interlocutor clavando su mirada aguamarina en sus ojos para denotar su total sinceridad. Iba a necesitar su ayuda. Si Suvorov se negaba, o peor aún, se las arreglaba para convencer a la señora Balwing de que era una elfa loca y de que la echara de allí, muy posiblemente significaría que aquel Criptocartógrafo nunca despertaría.
-En la otra ocasión, hace varios meses, fue un brujo quien quedó atrapado en ese lugar. Su hija pidió ayuda a todo el mundo, pero no la obtuvo. Los brujos no estaban bien vistos allí, y menos él pues la gente sospechaba de los extraños experimentos que realizaba en su laboratorio. La ignorancia resulta muy peligrosa, ¿no cree? Pero hay un modo de ayudar a estos "incautos".- Siguió narrando, viendo como el hombre comenzaba a ser incapaz de sostenerle su mirada, hasta que finalmente la bajó soltando un largo suspiro.
-Es...esta bien. Supongamos que creo que ese mapa no son solo dibujos. Entonces es un artefacto mágico peligroso...¿No es trabajo de la Logia ocuparse de dichos artefactos? Deberíamos...destruirlo antes de que otra persona, Bella, acabe igual que su marido.- Le estaba costando asumir la nueva situación. De la negación había pasado a tratar de buscar un culpable externo. Casi insinuando que la si la Logia hubiese controlado las actividades del señor Balwing aquello no habría pasado.
-La Logia no es omnisciente ni omnipresente me temo. Pero sí, sabiendo de su poder deberá pasar a manos más preparadas y su futuro decidido por el gran inquisidor. -Asintió la joven que sabía de sobra los peligros que traía consigo que ciertos objetos mágicos estuvieran en las manos equivocadas. Seguramente la Logia tendría que prestar más atención a la criptocaligrafía de ese momento en adelante, y tratar de controlar mucho más a sus practicantes. -Por el momento lo necesitamos. Como he dicho antes ese mapa es una puerta, y si queremos despertar al señor Balwing alguién va a tener que cruzarla, encontrarlo y traerlo de vuelta.- Dijo la peliblanca con la seguridad de quien ya ha vivido una situación similar y puede hablar desde la experiencia. Claro que decirlo era mucho más sencillo que hacerlo.
-Espero que sepas lo que haces...- Fue la respuesta última de Suvorov mientras se giraba para volver, tuteándola por primera vez. Y no por confianza precisamente.
De vuelta a la habitación, Bella, inconsolable al lado de una Mati que realmente se veía superada por el profundo pesar de la mujer y había sido incapaz de calmarla, no tardó en preguntar a los dos médicos sobre su conversación privada y el destino de su esposo. Su falta de sueño y la incertidumbre a la que por desgracia Suvorov y Níniel habían contribuido la tenían al borde del colapso. Y que el hombre del mostacho pelirrojo solo respondiera de manera neutra tomando el mapa y yendo con él de un lado a otro de la habitación sin decir nada más tampoco es que ayudara mucho.
-Hemos confirmado que se trata de un caso similar al que ya viví en el pasado. Para explicarlo de manera sencilla, es magia. La tinta rúnica que hacía servir su esposo ha creado un efecto mágico que ha causado que su mente haya quedado atrapada en un sueño permanente. No hay medicina ni magia que pueda funcionar directamente, pero sí hay un modo de hacerle despertar que funcionó en el caso del que hablo.- Le dijo la peliblanca a la mujer consiguiendo que de nuevo sus ojos se iluminaran con esperanza y comenzara a agradecerle a la elfa su ayuda a pesar de que era muy pronto para celebrar nada. Además aquella mujer era demasiado efusiva, mucho más de a lo que Níniel estaba acostumbrada. Tanto contacto físico con una extraña resultaba algo incómodo para ella.
-Ese proceso...- Continuó diciendo.- ...Consiste en usar el mismo método que usó él para ir a sus sueños y en cierto modo liberarlo de ellos. Proceso que evidentemente implica el mismo riesgo para quien trate de ayudarlo de quedar igualmente atrapado...- Terminó de hablar la elfa haciendo que Mati se tapara la boca para ahogar un sonido de miedo y preocupación.
-Entonces...La persona que trate de despertarlo podría acabar como él...Sí sabes cómo hacerlo adelante, iré yo. Si quedo atrapada al menos estaremos juntos para siempre...- Se ofreció la mujer rápidamnete y con determinación a pesar de que a penas se tenía en pié, sus ojos estaban rojos de tanto llorar y que desde luego no parecía para nada capacitada para tal tarea.
-No Bella, iré yo. Soy el médico de la familia. Te prometí que haría lo posible...- Se ofreció acto seguido Suvorov con un tono nada convencido para espanto de Mati.
-No iréis ninguno. Para eso he venido aquí. Si va una persona a la que conoce es fácil que crea que forma parte del sueño. Además ya he estado en el mundo de los sueños y estoy mucho mejor preparada que cualquiera de vosotros para despertarlo. Esto no es discutible. No quiero tener que rescatar a tres personas en vez de solo a una. El mapa por favor.- Pidió o más bien ordenó la joven con un tono que no admitía protesta alguna. No es que ardiera en deseos de volver a un lugar como aquel pero, había dicho la más pura verdad. Era loable que ambos estuvieran dispuestos a correr el riesgo, pero ninguno tendría ni una sola posibilidad en aquel lugar, donde tus deseos y tus pesadillas podían tornarse reales.
-Mati, si no despierto en un tiempo razonable avisa a las altas encantadoras. Ellas sabrán qué hacer.- Instruyó además la joven mientras tomaba el mapa de lugares imaginarios y comenzaba a estudiarlo con detenimiento aunque aún sin intención de activar su extraño poder. Lo cual de hecho no sabía hacer, solo podía suponerlo teniendo en cuenta su pasada experiencia, las herramientas de las que había dispuesto el señor Balwing y el relato de cómo su esposa lo había encontrado en la cama al despertarse con el mapa en las manos. Todo señalaba a que el mapa y solo el mapa era la puerta y la llave...¿Pero cómo exactamente?
No tardaría mucho, al centrar su atención en una de las zonas allí dibujadas, en sentir como una fuerza la atraía hacia aquel punto del mapa, como una corriente de aire que buscaba llevársela, succionarla. Era una sensación que sin duda alertaría a cualquiera y le haría arrojar aquel mapa lo más lejos posible para evitarlo...Pero lo cierto es que al mismo tiempo ejercía un efecto de canto de sirena, una atrayente llamada. Una tentadora invitación a ver y descubrir cosas increíbles solo a su alcance.
A Níniel le costó resistirse, pero logró apartar la mirada en el último momento, sintiendo que podía volver a respirar tras un largo tiempo sin poder hacerlo, o al menos a ella así se lo pareció. Acababa de descubrir casi sin querer cómo funcionaba aquel mapa que se tornaba más inquietante por momentos. Había resultado muy fácil descubrir su “secreto” si es que podía ser llamado así. Sencillo pero práctico a la vez que peligroso al no requerir nada especial para su activación. Y ante aquello, y ante la extraña tentación a mirar más y más de cerca, las palabras de Bella sobre la obsesión de su marido cobraron un nuevo y perturbador sentido. ¿Y sí sus sospechas eran ciertas? Pronto tendría la ocasión de comprobarlo.
-Bien, estoy preparada, empecemos.- Fueron sus últimas palabras mientras se ponía cómoda en un sillón cercano a la chimenea y tras mirar una a una a aquellas tres personas nuevamente volvía a centrarse en un punto concreto de aquel mapa, dejándose llevar aquella vez por la tentación hasta que notó cómo sus ojos se cerraban y su mente comenzaba a flotar, a volar...y luego a caer. Su cabeza se ladeó en el respaldo del sillón a la par que sus brazos cayeron inertes a sus costados, aunque sus manos aún sostenían el mapa con fuerza. Su cuerpo seguía allí, pero su mente ya no.
Aquella sensación le era familiar a la sacerdotisa. Caer, caer y caer en una oscuridad total y sin un final aparente. Perder la noción del tiempo, del espacio, dejar de sentir...Era lo mismo que había ocurrido al adentrarse en el mundo de los sueños de Otrore, aunque al ser la segunda vez sabía que debía mantenerse tranquila y calmada, que aquello no duraría eternamente como podía llegar a parecer. Que no llevaba días cayendo si no segundos. Que de hecho su cuerpo estaba plácidamente dormido en aquel cómodo sillón de la habitación y no se había movido.
Entonces de repente todo cambio. Agua, agua cálida y cristalina a través de la cual se filtraban los rayos del sol hasta llegar hasta su cuerpo sumergido. Era una sensación tan agradable como conocida. Tanto que ni siquiera tuvo que ascender hasta la superficie para saber dónde estaba. Aquello era Veyond, concretamente el pequeño rio que transcurría cerca a la casa de su familia en Sandorai. Ya había previsto aquella posibilidad. Que al entrar de nuevo al mundo de los sueños aparecería allí como la primera vez, en un lugar conocido, seguro...Un lugar omnipresente en sus sueños y recuerdos, su hogar.
Despacio nadó hacia arriba, permitiéndose alargar aquello un poco más y tomando una abundante bocanada de aire cuando llegó hasta la superficie. Comenzando a mirar alrededor solo para comprobar que efectivamente estaba en casa. Un par de brazadas fueron suficientes para alcanzar la orilla y salió del agua con seguridad, haciendo que esta resbalara por su piel de porcelana desprovista de toda prenda de ropa. Aquello la sorprendió momentáneamente, verse desnuda allí a la vista de cualquiera que pudiera estar mirando. Pero no tardó en recordar que en la otra ocasión había ocurrido exactamente lo mismo.
-Y eso que no me he bañado desnuda en esta parte del rio desde que era una niña pequeña...- Comentó para sí misma la joven pensando en que aquellos días de su infancia debían de estar más grabados en sus recuerdos de lo que ella misma creía.
Despacio, a sabiendas de que como en su primera vez en aquel lugar no habría nadie, la joven se alisó el pelo escurriendo el agua de el y se dirigió hacia su casa, solo a unos pasos de distancia. Allí encontraría sus cosas y podría continuar su camino como hiciera la otra vez. O eso pensaba ella. Pues cual fue su sorpresa cuando, a pesar de que efectivamente su casa estaba donde se suponía que debía estar, esta de repente desenterró sus raíces del suelo y comenzó a andar con gigantescas zancadas rumbo al norte, alejándose de la peliblanca que atónita observaba como su hogar se alejaba...Y con él su ropa.
-No. No, no , no...!Vuelve aquí!- Comenzó a espetarle a su casa que hacía caso omiso a sus peticiones. -!Espera! Mi ropa está ahí dentro.- Pidió corriendo tras ella tan rápido como pudo y comprobando para su consternación que a pesar de ello era incapaz de alcanzar a su ahora móvil hogar. -Será posible...- Se quejó concentrándose y bendiciéndose a sí misma con un notable incremento de su agilidad, destreza y velocidad, acelerando su carrera y logrando ponerse finalmente a la altura de las gruesas raíces de aquel gran árbol que parecía tener prisa por llegar...a donde se supusiera que se dirigía.
Con cuidado de no ser aplastada mientras corría, la joven observó el movimiento de ramas y raíces y comprendió que había un patrón en este. Primero una raíz, luego la del otro lado seguida de las dos adyacentes a la primera... Se concentró, esperó al momento justo y saltó sobre una de estas últimas, aferrándose a ella con uñas y dientes, comenzando a encaramarse a ella poco a poco, no sin dificultad por culpa del movimiento, llegando hasta su gruesa parte superior, mucho más segura y estable. Desde allí, y con mucho cuidado, avanzó hasta el tronco del árbol, aprovechando una de las ventanas de la casa para acceder a su interior, donde acabó sentada en el suelo, jadeante por el esfuerzo y con el cuerpo lleno de magulladuras y tierra.
-Sí esto es obra mía tengo una imaginación desbordante...Los espíritus del bosque caminan, los guardianes caminan...Pero que yo sepa mi casa no se ha movido en cientos de años...- Se quejó aplicándose su propia magia de sanación a los raspones mientras observaba como todo el lugar temblaba constantemente y los objetos caían uno tras otro al suelo desde los estantes, comenzando a moverse por el mismo. -Ese era el jarrón preferido de mi madre, heredado desde los tiempo de Avacyn...Si esto fuera real le daría un soponcio...- Añadió también tras ver unos restos de cerámica con aspecto de haber conformado hacía poco una obra de arte de gran valor.
Recuperada de los raspones la joven se puso en pié, teniendo que hacer gala de todo su sentido del equilibrio para no acabar como el jarrón de Avacyn así como para evitar pisar algún objeto o fragmento cortante. Su destino eran las escaleras que ocupaban el centro de la casa y que comunicaban las diferentes plantas de la misma. Así podría llegar hasta su habitación y ponerse algo de ropa, si no acababa descalabrándose por el camino claro, porque la casa no parecía tener ni la menor intención de frenar su marcha.
Una vez en su habitación, descubriría que las cosas allí no estaban mucho mejor que abajo. En conjunto todo estaba un tanto oblicuo, con la cama contra la ventana, las mesitas volcadas y los armarios igual. Conseguir sacar de esos muebles algo de ropa fue casi más complicado que trepar por aquellas raíces hasta la casa, y ponérsela tampoco resultó sencillo, pero por fin estaba vestida. Manchada de tierra, pero vestida.
-Ha costado más que la última vez...- Expresó atándose el cinturón que ceñía su túnica blanca a su cintura. -Ahora veamos a donde me estás llevando.- Dijo la joven saliendo de aquel desastre de habitación, ignorando que la cajonera con su ropa íntima acababa de volcar esparciendo su contenido por el suelo. Yendo hacia la balconada de aquel nivel para asomarse para averiguar dónde estaba y hacía donde se dirigía. Aferrándose a la barandilla con fuerza para no caerse.
Una cosa estaba clara; Ya no estaban en Sandorai.
Ante ella y su casa andante se extendía un gran lago alrededor del cual el gran árbol avanzaba sin descanso. En el centro del lago, construida sobre una isla se alzaba una gran torre conectada a tierra mediante un puente de piedra lo suficientemente ancho como para que dos carretas pudieran cruzarlo una al lado de la otra sin problema. Níniel reconoció rápidamente el lugar, por lo que su visión no le causó mayor sorpresa, aunque sí cierta extrañeza ya que no era un lugar que el señor Balwing dibujaría ni tampoco formaba parte estrictamente de sus sueños y recuerdos, sino de los de Vincent. Aquel era el lugar donde estudió magia, un lugar imponente situado sobre un nexo ley cuya energía podía sentir en cada milímetro de su piel.
-Y con esta son tres las veces que he estado en las islas, aunque solo una en la realidad.- ¿Podría estar el señor Balwing dentro de la torre? Todo parecía indicar que no. Aquello era algo que la propia elfa había llevado consigo a aquel mundo. Debía buscar algo que no fuera suyo.
En ese momento y ante ella, las paredes de piedra de la torre comenzaron a cambiar, a transformarse. Su dura superficie comenzó a brillar y a reflejar la luz del sol, como si la piedra se hubiera convertido en un metal brillante. Brillante y pulido como un...- Oh, no...Otra vez no...- Negó la elfa mientras para su horror observaba como toda la torre se convertía en un gigantesco espejo en el que pronto, en vez de mostrarse un reflejo de la realidad, comenzaron a aparecer escenas de lo más obscenas con ella de protagonista, haciendo que los colores rápidamente subieran a su rostro y hasta la punta de sus largas orejas. -Cálmate Níniel.- Trató de decirse a sí misma y bajando la mirada al suelo sin que diera resultado. Optando entonces por entrar de nuevo al interior de la casa. Pero incluso allí aquellas imágenes la siguieron, apareciendo en los espejos y mostrando cada vez escenas más subidas de tono.
Finalmente la joven cerró los ojos y respiró hondo. Aquello no tenía que avergonzarla. Sencillamente era un recuerdo tomando forma en el mundo de los sueños. Un recuerdo de un deseo aumentado y mostrado con malicia en otro sueño. Además aquella vez no había nadie allí para verlo salvo ella...Era absurdo sentirse tan afectada, solo eran imágenes de ella haciendo...Bueno, cosas. Definitivamente no debía sentirse así ante ellas. Igual que tampoco debía sentir algo sobre su mano, moviéndose hacia su antebrazo...
La peliblanca abrió los ojos de golpe y se miró el brazo dando un pequeño grito al ver en el una peluda araña del tamaño de su puño. Rápidamente usó la otra mano para lanzarla al suelo lejos de ella, pensando que aquello sería suficiente, pero enseguida vio como el repulsivo arácnido, lejos de haber captado la indirecta, usaba sus ocho peludas patas para avanzar de nuevo directamente hacia ella...Y no estaba sola.
Primero fue una araña más, luego dos, tres, diez...En apenas unos segundos buena parte del suelo estaba cubierto de negras arañas que como si poseyeran una única mente se dirigían todas en su dirección. Si hubiese tenido su bastón, la peliblanca quizá hubiese tratado de espantarlas, pero ni era el caso ni su número lo hubiese hecho viable. Sencillamente eran demasiadas. Por ello la joven retrocedió rápidamente y volvió a salir a la balconada, cerrando las puertas tras ella y comprobando con cierto asco como aquellas cosas se amontonaban contra ella, aunque sin poder cruzarla.
Preguntarse el origen de semejantes criaturas en tal número estaba plenamente justificado dada la situación, pero no fue necesario, pues por desgracia la respuesta estuvo clara tan pronto como la elfa se giró y observó que nuevamente habían cambiado de localización...Y estaba en uno de los últimos lugares en los que nadie sensato querría estar.
Se trataba de un pueblo, no muy grande pero tampoco pequeño. Decenas de casas se apilaban unas junto a otras sin demasiado orden o concierto, como solía ser habitual en las aldeas humanas, pero dejando un espacio libre en el centro de todo aquello conformando la plaza que todo pueblo tenía y que cumplía una gran variedad de funciones sociales y comerciales. Hasta ahí todo sería normal, la descripción de un pueblo humano como cualquier otro...Si no fuera porque todo el lugar estaba totalmente cubierto por una gran telaraña recorrida por cientos, o incluso miles de aquellas arañas grandes como puños de elfa. Cerca de algunas de las casas se apilaban huevos de araña, demasiado grandes como para pertenecer a aquellas que recorrían la telaraña. Junto a ellos, capullos de seda recubrían unas formas claramente humanas de distintos tamaños.
-Maldita sea...- Espetó la peliblanca poniéndose en guardia y preparándose para usar su magia mientras veía como el árbol veía su marcha frenada por culpa de las telarañas. -Vamos, no te pares aquí...- Rogó mientras para su horror pudo ver como una criatura de gran tamaño salía de una grieta del suelo al mismo tiempo que las arañas pequeñas huían de allí en desbandada. -Tú estás muerta...Te hicimos pedazos...- Dijo la joven viendo como la reina de las arañas, mujer de cintura para arriba, gigantesca araña de cintura para abajo, se acercaba hacia el árbol gritando rabiosa, comenzando a lanzar aquel ácido que comenzó a consumir la madera allí donde la alcanzaba. Casi acertando a la elfa de no haberse ésta apartado a tiempo.
Níniel pensó rápidamente en un plan y se bendijo a sí misma, haciendo que dos esferas de luz aparecieran flotando a su lado. Entonces, alargó su mano hacia la grotesca figura de la reina araña y a sabiendas de que sería su mejor opción comenzó a drenar las energías de tan peligrosa enemiga, no una ni dos, sino hasta tres veces. Notaba como la energía de aquella monstruosidad recorría su cuerpo, toda la fuerza de una criatura de ese tamaño. Pero no era eso lo que que quería, y solo suspiró aliviada cuando vio que sin sus fuerzas la reina araña se frenaba y finalmente abandonaba su persecución, retirándose de vuelta a su oscuro cubil a la espera de presas más fáciles, permitiendo a Níniel y a su casa árbol abandonar aquella pesadilla, rumbo a otro que resultaría ser totalmente distinto al que dejaba atrás.
-¿Y ahora dónde estamos?- Se preguntó la peliblanca al ver ante sí un interminable prado de amapolas. No reconocía aquel lugar pero resultaba tan hermoso, tranquilo e idílico que no pudo si no agradecer el cambio y tomar una larga bocanada de aire fresco con olor a hierba y flores. -Del infierno al paraíso.- Añadió la elfa sintiendo de repente un cambio brusco en los movimientos de la casa árbol y teniendo solo el tiempo justo para aferrarse con más fuerza a la barandilla antes de que de manera inesperada el gran árbol cayera con fuerza y estrépito al suelo.
Sintió un golpe, escuchó el sonido de la madera crujiendo, y luego solo oscuridad.
-Elfa, eh elfa.- Fue lo primero que escuchó. -Por fin despiertas. Menuda siesta te has echado.- Decía una voz masculina mientras Níniel abría los ojos y se incorporaba despacio. Viendo a su lado a un hombre de mediana edad vestido con ropas de lujo y tras él una especie de carpa de tela, sin duda también fabricada con materiales de gran calidad. -¿Estás bien?.- Preguntó el hombre atrayendo de nuevo la mirada de la joven que asintió tras comprobar que estaba de una pieza.
-¿Qué ha pasado? Un momento, ¿señor Balwing?.- Inquirió la elfa al reconocer al hombre a pesar de sus muy distintas vestiduras.
-¿Sabes mi nombre? Esto es nuevo. Que interesante. Pues de repente apareció un árbol caminante haciendo un montón de ruido y...Plaf...cayó al suelo. Estaba cubierto de una especie de ácido que creo que lo mató. Me acerqué a investigar más de cerca y bajo una de las ramas te encontré a ti. Todo un hallazgo. Siempre pensé que no tenía imaginación pero estaba equivocado. Imaginarme a una elfa como tú, tan joven y hermosa, llegando en un árbol, pronunciando mi nombre nada más despertar.- Explicó el señor Balwing, que sin pedir permiso alguno se tomó la descara licencia de colocar una de sus manos sobre el muslo de la joven y comenzar a acariciarlo de manera ascendente.
-¿Qué, qué se cree que hace?- Le detuvo de inmediato la joven con nerviosismo parando su mano y mirándole a los ojos inquieta.
-¿Tú qué crees preciosa? Te haré el amor y luego se nos unirá mi esposa. -Dijo señalando hacia la carpa de la que en ese momento salió una versión mas joven y perfecta de la señora Balwing, desnuda.- Y eso que no tenía imaginación...-Fue la escandalosa respuesta de aquel viejo verde que trató de continuar con sus caricias, más su mano no se movió ni un milímetro. -No sin mi permiso.-
-Vaya, sí que tienes fuerza...ahhh AHHH- Comenzó a gritar cuando la peliblanca comenzó a apretar su mano con toda la fuerza de la reina araña que aún saturaba su cuerpo. -¿Qué? Esto no...no debería...AHH-
- No soy producto de tu imaginación. Soy real y he venido a devolverte al mundo real a ti. O al menos ese era el plan. Bella llorando desconsolada, pasando días y noches en vela cuidando de ti, rezando por ti. Consumida por la angustia...Y mientras su marido... Debería dejarte aquí.- Le acusó la elfa levantándose y apartándose de aquel sujeto asqueada. Al final Bella tenía razón y prefería su trabajo a ella...Sustituyéndola por una Bella idealizada y falsa, o por una elfa si es que se cruzaba alguna en su lujurioso camino, mostrando un total desprecio por su fiel esposa real.
-No regresaré, aquí soy feliz. Tengo todo lo que necesito.- Respondió el hombre que parecía incrédulo ante la sensación de dolor de su mano.
-Mientras matas de pena a tu esposa que te ama profunda y sinceramente por estar con una imagen idealizada que solo existe en tu cabeza. Una imagen que de dónde crees que has sacado sino de la real...Abandonar a tu esposa a cambio de una sombra de ella, de una quimera, un reflejo perturbado de ella. Una farsa, como una muñeca de arcilla animada, con su aspecto pero sin su corazón, sin su espíritu...Me das pena. Y pensar que he tomado el riesgo por alguien como tú...-
-Puede negarlo si quiere. Supongo que debe ser más sencillo cuando no se percibe el éter, pero es la verdad. El método que ha usado el señor Balwing difiere del que conozco, pero en esencia funcionan del mismo modo. Crea una "puerta" a un lugar que puede resultar más peligroso de lo que se cree.- Explicó la elfa a su interlocutor clavando su mirada aguamarina en sus ojos para denotar su total sinceridad. Iba a necesitar su ayuda. Si Suvorov se negaba, o peor aún, se las arreglaba para convencer a la señora Balwing de que era una elfa loca y de que la echara de allí, muy posiblemente significaría que aquel Criptocartógrafo nunca despertaría.
-En la otra ocasión, hace varios meses, fue un brujo quien quedó atrapado en ese lugar. Su hija pidió ayuda a todo el mundo, pero no la obtuvo. Los brujos no estaban bien vistos allí, y menos él pues la gente sospechaba de los extraños experimentos que realizaba en su laboratorio. La ignorancia resulta muy peligrosa, ¿no cree? Pero hay un modo de ayudar a estos "incautos".- Siguió narrando, viendo como el hombre comenzaba a ser incapaz de sostenerle su mirada, hasta que finalmente la bajó soltando un largo suspiro.
-Es...esta bien. Supongamos que creo que ese mapa no son solo dibujos. Entonces es un artefacto mágico peligroso...¿No es trabajo de la Logia ocuparse de dichos artefactos? Deberíamos...destruirlo antes de que otra persona, Bella, acabe igual que su marido.- Le estaba costando asumir la nueva situación. De la negación había pasado a tratar de buscar un culpable externo. Casi insinuando que la si la Logia hubiese controlado las actividades del señor Balwing aquello no habría pasado.
-La Logia no es omnisciente ni omnipresente me temo. Pero sí, sabiendo de su poder deberá pasar a manos más preparadas y su futuro decidido por el gran inquisidor. -Asintió la joven que sabía de sobra los peligros que traía consigo que ciertos objetos mágicos estuvieran en las manos equivocadas. Seguramente la Logia tendría que prestar más atención a la criptocaligrafía de ese momento en adelante, y tratar de controlar mucho más a sus practicantes. -Por el momento lo necesitamos. Como he dicho antes ese mapa es una puerta, y si queremos despertar al señor Balwing alguién va a tener que cruzarla, encontrarlo y traerlo de vuelta.- Dijo la peliblanca con la seguridad de quien ya ha vivido una situación similar y puede hablar desde la experiencia. Claro que decirlo era mucho más sencillo que hacerlo.
-Espero que sepas lo que haces...- Fue la respuesta última de Suvorov mientras se giraba para volver, tuteándola por primera vez. Y no por confianza precisamente.
De vuelta a la habitación, Bella, inconsolable al lado de una Mati que realmente se veía superada por el profundo pesar de la mujer y había sido incapaz de calmarla, no tardó en preguntar a los dos médicos sobre su conversación privada y el destino de su esposo. Su falta de sueño y la incertidumbre a la que por desgracia Suvorov y Níniel habían contribuido la tenían al borde del colapso. Y que el hombre del mostacho pelirrojo solo respondiera de manera neutra tomando el mapa y yendo con él de un lado a otro de la habitación sin decir nada más tampoco es que ayudara mucho.
-Hemos confirmado que se trata de un caso similar al que ya viví en el pasado. Para explicarlo de manera sencilla, es magia. La tinta rúnica que hacía servir su esposo ha creado un efecto mágico que ha causado que su mente haya quedado atrapada en un sueño permanente. No hay medicina ni magia que pueda funcionar directamente, pero sí hay un modo de hacerle despertar que funcionó en el caso del que hablo.- Le dijo la peliblanca a la mujer consiguiendo que de nuevo sus ojos se iluminaran con esperanza y comenzara a agradecerle a la elfa su ayuda a pesar de que era muy pronto para celebrar nada. Además aquella mujer era demasiado efusiva, mucho más de a lo que Níniel estaba acostumbrada. Tanto contacto físico con una extraña resultaba algo incómodo para ella.
-Ese proceso...- Continuó diciendo.- ...Consiste en usar el mismo método que usó él para ir a sus sueños y en cierto modo liberarlo de ellos. Proceso que evidentemente implica el mismo riesgo para quien trate de ayudarlo de quedar igualmente atrapado...- Terminó de hablar la elfa haciendo que Mati se tapara la boca para ahogar un sonido de miedo y preocupación.
-Entonces...La persona que trate de despertarlo podría acabar como él...Sí sabes cómo hacerlo adelante, iré yo. Si quedo atrapada al menos estaremos juntos para siempre...- Se ofreció la mujer rápidamnete y con determinación a pesar de que a penas se tenía en pié, sus ojos estaban rojos de tanto llorar y que desde luego no parecía para nada capacitada para tal tarea.
-No Bella, iré yo. Soy el médico de la familia. Te prometí que haría lo posible...- Se ofreció acto seguido Suvorov con un tono nada convencido para espanto de Mati.
-No iréis ninguno. Para eso he venido aquí. Si va una persona a la que conoce es fácil que crea que forma parte del sueño. Además ya he estado en el mundo de los sueños y estoy mucho mejor preparada que cualquiera de vosotros para despertarlo. Esto no es discutible. No quiero tener que rescatar a tres personas en vez de solo a una. El mapa por favor.- Pidió o más bien ordenó la joven con un tono que no admitía protesta alguna. No es que ardiera en deseos de volver a un lugar como aquel pero, había dicho la más pura verdad. Era loable que ambos estuvieran dispuestos a correr el riesgo, pero ninguno tendría ni una sola posibilidad en aquel lugar, donde tus deseos y tus pesadillas podían tornarse reales.
-Mati, si no despierto en un tiempo razonable avisa a las altas encantadoras. Ellas sabrán qué hacer.- Instruyó además la joven mientras tomaba el mapa de lugares imaginarios y comenzaba a estudiarlo con detenimiento aunque aún sin intención de activar su extraño poder. Lo cual de hecho no sabía hacer, solo podía suponerlo teniendo en cuenta su pasada experiencia, las herramientas de las que había dispuesto el señor Balwing y el relato de cómo su esposa lo había encontrado en la cama al despertarse con el mapa en las manos. Todo señalaba a que el mapa y solo el mapa era la puerta y la llave...¿Pero cómo exactamente?
No tardaría mucho, al centrar su atención en una de las zonas allí dibujadas, en sentir como una fuerza la atraía hacia aquel punto del mapa, como una corriente de aire que buscaba llevársela, succionarla. Era una sensación que sin duda alertaría a cualquiera y le haría arrojar aquel mapa lo más lejos posible para evitarlo...Pero lo cierto es que al mismo tiempo ejercía un efecto de canto de sirena, una atrayente llamada. Una tentadora invitación a ver y descubrir cosas increíbles solo a su alcance.
A Níniel le costó resistirse, pero logró apartar la mirada en el último momento, sintiendo que podía volver a respirar tras un largo tiempo sin poder hacerlo, o al menos a ella así se lo pareció. Acababa de descubrir casi sin querer cómo funcionaba aquel mapa que se tornaba más inquietante por momentos. Había resultado muy fácil descubrir su “secreto” si es que podía ser llamado así. Sencillo pero práctico a la vez que peligroso al no requerir nada especial para su activación. Y ante aquello, y ante la extraña tentación a mirar más y más de cerca, las palabras de Bella sobre la obsesión de su marido cobraron un nuevo y perturbador sentido. ¿Y sí sus sospechas eran ciertas? Pronto tendría la ocasión de comprobarlo.
-Bien, estoy preparada, empecemos.- Fueron sus últimas palabras mientras se ponía cómoda en un sillón cercano a la chimenea y tras mirar una a una a aquellas tres personas nuevamente volvía a centrarse en un punto concreto de aquel mapa, dejándose llevar aquella vez por la tentación hasta que notó cómo sus ojos se cerraban y su mente comenzaba a flotar, a volar...y luego a caer. Su cabeza se ladeó en el respaldo del sillón a la par que sus brazos cayeron inertes a sus costados, aunque sus manos aún sostenían el mapa con fuerza. Su cuerpo seguía allí, pero su mente ya no.
Aquella sensación le era familiar a la sacerdotisa. Caer, caer y caer en una oscuridad total y sin un final aparente. Perder la noción del tiempo, del espacio, dejar de sentir...Era lo mismo que había ocurrido al adentrarse en el mundo de los sueños de Otrore, aunque al ser la segunda vez sabía que debía mantenerse tranquila y calmada, que aquello no duraría eternamente como podía llegar a parecer. Que no llevaba días cayendo si no segundos. Que de hecho su cuerpo estaba plácidamente dormido en aquel cómodo sillón de la habitación y no se había movido.
Entonces de repente todo cambio. Agua, agua cálida y cristalina a través de la cual se filtraban los rayos del sol hasta llegar hasta su cuerpo sumergido. Era una sensación tan agradable como conocida. Tanto que ni siquiera tuvo que ascender hasta la superficie para saber dónde estaba. Aquello era Veyond, concretamente el pequeño rio que transcurría cerca a la casa de su familia en Sandorai. Ya había previsto aquella posibilidad. Que al entrar de nuevo al mundo de los sueños aparecería allí como la primera vez, en un lugar conocido, seguro...Un lugar omnipresente en sus sueños y recuerdos, su hogar.
Despacio nadó hacia arriba, permitiéndose alargar aquello un poco más y tomando una abundante bocanada de aire cuando llegó hasta la superficie. Comenzando a mirar alrededor solo para comprobar que efectivamente estaba en casa. Un par de brazadas fueron suficientes para alcanzar la orilla y salió del agua con seguridad, haciendo que esta resbalara por su piel de porcelana desprovista de toda prenda de ropa. Aquello la sorprendió momentáneamente, verse desnuda allí a la vista de cualquiera que pudiera estar mirando. Pero no tardó en recordar que en la otra ocasión había ocurrido exactamente lo mismo.
-Y eso que no me he bañado desnuda en esta parte del rio desde que era una niña pequeña...- Comentó para sí misma la joven pensando en que aquellos días de su infancia debían de estar más grabados en sus recuerdos de lo que ella misma creía.
Despacio, a sabiendas de que como en su primera vez en aquel lugar no habría nadie, la joven se alisó el pelo escurriendo el agua de el y se dirigió hacia su casa, solo a unos pasos de distancia. Allí encontraría sus cosas y podría continuar su camino como hiciera la otra vez. O eso pensaba ella. Pues cual fue su sorpresa cuando, a pesar de que efectivamente su casa estaba donde se suponía que debía estar, esta de repente desenterró sus raíces del suelo y comenzó a andar con gigantescas zancadas rumbo al norte, alejándose de la peliblanca que atónita observaba como su hogar se alejaba...Y con él su ropa.
-No. No, no , no...!Vuelve aquí!- Comenzó a espetarle a su casa que hacía caso omiso a sus peticiones. -!Espera! Mi ropa está ahí dentro.- Pidió corriendo tras ella tan rápido como pudo y comprobando para su consternación que a pesar de ello era incapaz de alcanzar a su ahora móvil hogar. -Será posible...- Se quejó concentrándose y bendiciéndose a sí misma con un notable incremento de su agilidad, destreza y velocidad, acelerando su carrera y logrando ponerse finalmente a la altura de las gruesas raíces de aquel gran árbol que parecía tener prisa por llegar...a donde se supusiera que se dirigía.
Con cuidado de no ser aplastada mientras corría, la joven observó el movimiento de ramas y raíces y comprendió que había un patrón en este. Primero una raíz, luego la del otro lado seguida de las dos adyacentes a la primera... Se concentró, esperó al momento justo y saltó sobre una de estas últimas, aferrándose a ella con uñas y dientes, comenzando a encaramarse a ella poco a poco, no sin dificultad por culpa del movimiento, llegando hasta su gruesa parte superior, mucho más segura y estable. Desde allí, y con mucho cuidado, avanzó hasta el tronco del árbol, aprovechando una de las ventanas de la casa para acceder a su interior, donde acabó sentada en el suelo, jadeante por el esfuerzo y con el cuerpo lleno de magulladuras y tierra.
-Sí esto es obra mía tengo una imaginación desbordante...Los espíritus del bosque caminan, los guardianes caminan...Pero que yo sepa mi casa no se ha movido en cientos de años...- Se quejó aplicándose su propia magia de sanación a los raspones mientras observaba como todo el lugar temblaba constantemente y los objetos caían uno tras otro al suelo desde los estantes, comenzando a moverse por el mismo. -Ese era el jarrón preferido de mi madre, heredado desde los tiempo de Avacyn...Si esto fuera real le daría un soponcio...- Añadió también tras ver unos restos de cerámica con aspecto de haber conformado hacía poco una obra de arte de gran valor.
Recuperada de los raspones la joven se puso en pié, teniendo que hacer gala de todo su sentido del equilibrio para no acabar como el jarrón de Avacyn así como para evitar pisar algún objeto o fragmento cortante. Su destino eran las escaleras que ocupaban el centro de la casa y que comunicaban las diferentes plantas de la misma. Así podría llegar hasta su habitación y ponerse algo de ropa, si no acababa descalabrándose por el camino claro, porque la casa no parecía tener ni la menor intención de frenar su marcha.
Una vez en su habitación, descubriría que las cosas allí no estaban mucho mejor que abajo. En conjunto todo estaba un tanto oblicuo, con la cama contra la ventana, las mesitas volcadas y los armarios igual. Conseguir sacar de esos muebles algo de ropa fue casi más complicado que trepar por aquellas raíces hasta la casa, y ponérsela tampoco resultó sencillo, pero por fin estaba vestida. Manchada de tierra, pero vestida.
-Ha costado más que la última vez...- Expresó atándose el cinturón que ceñía su túnica blanca a su cintura. -Ahora veamos a donde me estás llevando.- Dijo la joven saliendo de aquel desastre de habitación, ignorando que la cajonera con su ropa íntima acababa de volcar esparciendo su contenido por el suelo. Yendo hacia la balconada de aquel nivel para asomarse para averiguar dónde estaba y hacía donde se dirigía. Aferrándose a la barandilla con fuerza para no caerse.
Una cosa estaba clara; Ya no estaban en Sandorai.
Ante ella y su casa andante se extendía un gran lago alrededor del cual el gran árbol avanzaba sin descanso. En el centro del lago, construida sobre una isla se alzaba una gran torre conectada a tierra mediante un puente de piedra lo suficientemente ancho como para que dos carretas pudieran cruzarlo una al lado de la otra sin problema. Níniel reconoció rápidamente el lugar, por lo que su visión no le causó mayor sorpresa, aunque sí cierta extrañeza ya que no era un lugar que el señor Balwing dibujaría ni tampoco formaba parte estrictamente de sus sueños y recuerdos, sino de los de Vincent. Aquel era el lugar donde estudió magia, un lugar imponente situado sobre un nexo ley cuya energía podía sentir en cada milímetro de su piel.
-Y con esta son tres las veces que he estado en las islas, aunque solo una en la realidad.- ¿Podría estar el señor Balwing dentro de la torre? Todo parecía indicar que no. Aquello era algo que la propia elfa había llevado consigo a aquel mundo. Debía buscar algo que no fuera suyo.
En ese momento y ante ella, las paredes de piedra de la torre comenzaron a cambiar, a transformarse. Su dura superficie comenzó a brillar y a reflejar la luz del sol, como si la piedra se hubiera convertido en un metal brillante. Brillante y pulido como un...- Oh, no...Otra vez no...- Negó la elfa mientras para su horror observaba como toda la torre se convertía en un gigantesco espejo en el que pronto, en vez de mostrarse un reflejo de la realidad, comenzaron a aparecer escenas de lo más obscenas con ella de protagonista, haciendo que los colores rápidamente subieran a su rostro y hasta la punta de sus largas orejas. -Cálmate Níniel.- Trató de decirse a sí misma y bajando la mirada al suelo sin que diera resultado. Optando entonces por entrar de nuevo al interior de la casa. Pero incluso allí aquellas imágenes la siguieron, apareciendo en los espejos y mostrando cada vez escenas más subidas de tono.
Finalmente la joven cerró los ojos y respiró hondo. Aquello no tenía que avergonzarla. Sencillamente era un recuerdo tomando forma en el mundo de los sueños. Un recuerdo de un deseo aumentado y mostrado con malicia en otro sueño. Además aquella vez no había nadie allí para verlo salvo ella...Era absurdo sentirse tan afectada, solo eran imágenes de ella haciendo...Bueno, cosas. Definitivamente no debía sentirse así ante ellas. Igual que tampoco debía sentir algo sobre su mano, moviéndose hacia su antebrazo...
La peliblanca abrió los ojos de golpe y se miró el brazo dando un pequeño grito al ver en el una peluda araña del tamaño de su puño. Rápidamente usó la otra mano para lanzarla al suelo lejos de ella, pensando que aquello sería suficiente, pero enseguida vio como el repulsivo arácnido, lejos de haber captado la indirecta, usaba sus ocho peludas patas para avanzar de nuevo directamente hacia ella...Y no estaba sola.
Primero fue una araña más, luego dos, tres, diez...En apenas unos segundos buena parte del suelo estaba cubierto de negras arañas que como si poseyeran una única mente se dirigían todas en su dirección. Si hubiese tenido su bastón, la peliblanca quizá hubiese tratado de espantarlas, pero ni era el caso ni su número lo hubiese hecho viable. Sencillamente eran demasiadas. Por ello la joven retrocedió rápidamente y volvió a salir a la balconada, cerrando las puertas tras ella y comprobando con cierto asco como aquellas cosas se amontonaban contra ella, aunque sin poder cruzarla.
Preguntarse el origen de semejantes criaturas en tal número estaba plenamente justificado dada la situación, pero no fue necesario, pues por desgracia la respuesta estuvo clara tan pronto como la elfa se giró y observó que nuevamente habían cambiado de localización...Y estaba en uno de los últimos lugares en los que nadie sensato querría estar.
Se trataba de un pueblo, no muy grande pero tampoco pequeño. Decenas de casas se apilaban unas junto a otras sin demasiado orden o concierto, como solía ser habitual en las aldeas humanas, pero dejando un espacio libre en el centro de todo aquello conformando la plaza que todo pueblo tenía y que cumplía una gran variedad de funciones sociales y comerciales. Hasta ahí todo sería normal, la descripción de un pueblo humano como cualquier otro...Si no fuera porque todo el lugar estaba totalmente cubierto por una gran telaraña recorrida por cientos, o incluso miles de aquellas arañas grandes como puños de elfa. Cerca de algunas de las casas se apilaban huevos de araña, demasiado grandes como para pertenecer a aquellas que recorrían la telaraña. Junto a ellos, capullos de seda recubrían unas formas claramente humanas de distintos tamaños.
-Maldita sea...- Espetó la peliblanca poniéndose en guardia y preparándose para usar su magia mientras veía como el árbol veía su marcha frenada por culpa de las telarañas. -Vamos, no te pares aquí...- Rogó mientras para su horror pudo ver como una criatura de gran tamaño salía de una grieta del suelo al mismo tiempo que las arañas pequeñas huían de allí en desbandada. -Tú estás muerta...Te hicimos pedazos...- Dijo la joven viendo como la reina de las arañas, mujer de cintura para arriba, gigantesca araña de cintura para abajo, se acercaba hacia el árbol gritando rabiosa, comenzando a lanzar aquel ácido que comenzó a consumir la madera allí donde la alcanzaba. Casi acertando a la elfa de no haberse ésta apartado a tiempo.
Níniel pensó rápidamente en un plan y se bendijo a sí misma, haciendo que dos esferas de luz aparecieran flotando a su lado. Entonces, alargó su mano hacia la grotesca figura de la reina araña y a sabiendas de que sería su mejor opción comenzó a drenar las energías de tan peligrosa enemiga, no una ni dos, sino hasta tres veces. Notaba como la energía de aquella monstruosidad recorría su cuerpo, toda la fuerza de una criatura de ese tamaño. Pero no era eso lo que que quería, y solo suspiró aliviada cuando vio que sin sus fuerzas la reina araña se frenaba y finalmente abandonaba su persecución, retirándose de vuelta a su oscuro cubil a la espera de presas más fáciles, permitiendo a Níniel y a su casa árbol abandonar aquella pesadilla, rumbo a otro que resultaría ser totalmente distinto al que dejaba atrás.
-¿Y ahora dónde estamos?- Se preguntó la peliblanca al ver ante sí un interminable prado de amapolas. No reconocía aquel lugar pero resultaba tan hermoso, tranquilo e idílico que no pudo si no agradecer el cambio y tomar una larga bocanada de aire fresco con olor a hierba y flores. -Del infierno al paraíso.- Añadió la elfa sintiendo de repente un cambio brusco en los movimientos de la casa árbol y teniendo solo el tiempo justo para aferrarse con más fuerza a la barandilla antes de que de manera inesperada el gran árbol cayera con fuerza y estrépito al suelo.
Sintió un golpe, escuchó el sonido de la madera crujiendo, y luego solo oscuridad.
-Elfa, eh elfa.- Fue lo primero que escuchó. -Por fin despiertas. Menuda siesta te has echado.- Decía una voz masculina mientras Níniel abría los ojos y se incorporaba despacio. Viendo a su lado a un hombre de mediana edad vestido con ropas de lujo y tras él una especie de carpa de tela, sin duda también fabricada con materiales de gran calidad. -¿Estás bien?.- Preguntó el hombre atrayendo de nuevo la mirada de la joven que asintió tras comprobar que estaba de una pieza.
-¿Qué ha pasado? Un momento, ¿señor Balwing?.- Inquirió la elfa al reconocer al hombre a pesar de sus muy distintas vestiduras.
-¿Sabes mi nombre? Esto es nuevo. Que interesante. Pues de repente apareció un árbol caminante haciendo un montón de ruido y...Plaf...cayó al suelo. Estaba cubierto de una especie de ácido que creo que lo mató. Me acerqué a investigar más de cerca y bajo una de las ramas te encontré a ti. Todo un hallazgo. Siempre pensé que no tenía imaginación pero estaba equivocado. Imaginarme a una elfa como tú, tan joven y hermosa, llegando en un árbol, pronunciando mi nombre nada más despertar.- Explicó el señor Balwing, que sin pedir permiso alguno se tomó la descara licencia de colocar una de sus manos sobre el muslo de la joven y comenzar a acariciarlo de manera ascendente.
-¿Qué, qué se cree que hace?- Le detuvo de inmediato la joven con nerviosismo parando su mano y mirándole a los ojos inquieta.
-¿Tú qué crees preciosa? Te haré el amor y luego se nos unirá mi esposa. -Dijo señalando hacia la carpa de la que en ese momento salió una versión mas joven y perfecta de la señora Balwing, desnuda.- Y eso que no tenía imaginación...-Fue la escandalosa respuesta de aquel viejo verde que trató de continuar con sus caricias, más su mano no se movió ni un milímetro. -No sin mi permiso.-
-Vaya, sí que tienes fuerza...ahhh AHHH- Comenzó a gritar cuando la peliblanca comenzó a apretar su mano con toda la fuerza de la reina araña que aún saturaba su cuerpo. -¿Qué? Esto no...no debería...AHH-
- No soy producto de tu imaginación. Soy real y he venido a devolverte al mundo real a ti. O al menos ese era el plan. Bella llorando desconsolada, pasando días y noches en vela cuidando de ti, rezando por ti. Consumida por la angustia...Y mientras su marido... Debería dejarte aquí.- Le acusó la elfa levantándose y apartándose de aquel sujeto asqueada. Al final Bella tenía razón y prefería su trabajo a ella...Sustituyéndola por una Bella idealizada y falsa, o por una elfa si es que se cruzaba alguna en su lujurioso camino, mostrando un total desprecio por su fiel esposa real.
-No regresaré, aquí soy feliz. Tengo todo lo que necesito.- Respondió el hombre que parecía incrédulo ante la sensación de dolor de su mano.
-Mientras matas de pena a tu esposa que te ama profunda y sinceramente por estar con una imagen idealizada que solo existe en tu cabeza. Una imagen que de dónde crees que has sacado sino de la real...Abandonar a tu esposa a cambio de una sombra de ella, de una quimera, un reflejo perturbado de ella. Una farsa, como una muñeca de arcilla animada, con su aspecto pero sin su corazón, sin su espíritu...Me das pena. Y pensar que he tomado el riesgo por alguien como tú...-
Níniel usa estrella fugaz. Furia de Anar y Aspir este turno. Además de visitar lugares de recuerdos y sueños Propios, de Vincent y Bio.
Níniel Thenidiel
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Re: Criptocartografía [Desafío] [Evento Horrorween]
Miró dubitativo a su mujer, luego a insolente elfa y, finalmente, a su mujer. Le costaba creer las cosas que decía la orejaspicudas, era toda una maleducada. Bella estaba con él, justo a su lado derecho. Le acarició la mejilla con delicadeza, su piel era suave como siempre debió ser; para nada estaba hecha de arcilla.
-Tengo miedo, Chris- dijo Bella devolviéndole la caricia- Nos quiere separar, hacer daño. No creas nada de lo que dice. ¡Es mentira! Por favor, no le hagas caso. Soy real y te quiero, tú sabes que te amo más que nada.-
-Lo sé, cariño- besó a Bella en la mejilla para tranquilizarla.
Bella estaba cada vez más nerviosa y, lo peor, le estaba poniendo a él también nervioso. Era consciente que la elfa era un parásito que había entrado en su vida para destruirla. La comparó con un Cuco, esos pájaros que anidaban en los nidos de otros pájaros para comerse los huevos y luego poner los suyos. Algo, en su mente, le hacía pensar que ella era un Cuco de sueños. En su llegada, pasó algo, que hizo desapareciera el campo de amapolas y las montañas con forma de cabezas de animales para dar lugar a otros lugares: árboles bañados con ácido, arañas negras y peludas… ¿Qué clase de sueños horribles tenían los Cucos?
-Quiere destruir nuestro hogar- Bella señaló a la elfa. –Ha puesto sus huevos y hará que sus crías nos devoren. Chris, debes de hacer algo, mátala-.
Soltó la mano de Christoff y se agachó a coger una rama tan grande y gruesa que bien se podría utilizar como un garrote. Bella tendiendo el arma a las manos de Balwing con una sonrisa. No fue necesario que dijera absolutamente nada, el brillo de sus ojos y la satírica curva de su sonrisa hablaron por ella.
-Dime, elfa. ¿Sabes que son los Cucos? Son feos pájaros que se comen los huevos de los otros pájaros para poner los suyos. Cuando sus crías nacen, son éstas las que devoran al inocente pajarita. Cuando era un crío me imaginé que un Cuco se había comido mis sueños- se dio un par de leves golpes en la sien con el garrote para indicarle a la elfa que el pajarraco estaba en su cabeza – ¿No es estúpido? Hace años que no lo recordaba, los niños llegan a ser tan inocentes. Sus sueños son los más divertidos. – soltó una agradable risotada- Lo cierto es que nunca abandoné la idea, la olvidé, pero seguía en mi cabeza. Quizás, mis estudios sobre la criptocartografía eran una excusa para obligar al Cuco a asomar su cabeza y vengarme de lo que me hizo. Creo que por fin, después de todos estos años, he conseguido hacer aparecer al Cuco. Lo tengo justo enfrente-.
No se lo pensó dos veces, después de decir la última frase, atizó con el garrote la cabeza onírica de Bella.
Christoff Balwing y Níniel Thenidiel despertaron del sueño. Un pájaro negro, con ojos rojos y tan grande como un perro; apareció de la cabeza de Christoff y se fue volando por la ventana.
Bella no hizo caso del horrible pajarraco, al ver que su marido despertaba, se abalanzó a abrazar su cuello y a llenarle la mejilla de besos.
-¿Chris, estás bien? ¡Oh, benditos sean todos los Dioses y benditas sean las sacerdotisas elfas! ¡Estás bien! Creí que te no volverías a despertar, que te quedarías durmiendo para siempre. Gracias Níniel, le has salvado-.
-Bella…- Christoff hablaba con media voz- tus arrugas…-
-¿Acabas de despertar y lo único que se te ocurre es recordarme que soy mayor?- dijo entre molesta y divertida.
-No- tosió, le costaba mucho hablar- Me gustas así, estás perfecto-.
Terminó besando a Bella en la mejilla. Su piel no era suave ni tersa, se agrietaba por la edad como un viejo trozo de madera.
* Níniel Theniediel: Sorpresa, sorpresón: Uno de los sueños que se hicieron realidad, fue el de la infancia de Balwing: El Cuco. La buena noticia es que has rescatado a Balwing, la mala, que el Cuco está libre. ¿O quizás, también sea buena? Eventos, misiones, mastereados, trama del 19… ¡Uy se me ha escapado! (link en la imagen de mi firma).
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-Tengo miedo, Chris- dijo Bella devolviéndole la caricia- Nos quiere separar, hacer daño. No creas nada de lo que dice. ¡Es mentira! Por favor, no le hagas caso. Soy real y te quiero, tú sabes que te amo más que nada.-
-Lo sé, cariño- besó a Bella en la mejilla para tranquilizarla.
Bella estaba cada vez más nerviosa y, lo peor, le estaba poniendo a él también nervioso. Era consciente que la elfa era un parásito que había entrado en su vida para destruirla. La comparó con un Cuco, esos pájaros que anidaban en los nidos de otros pájaros para comerse los huevos y luego poner los suyos. Algo, en su mente, le hacía pensar que ella era un Cuco de sueños. En su llegada, pasó algo, que hizo desapareciera el campo de amapolas y las montañas con forma de cabezas de animales para dar lugar a otros lugares: árboles bañados con ácido, arañas negras y peludas… ¿Qué clase de sueños horribles tenían los Cucos?
-Quiere destruir nuestro hogar- Bella señaló a la elfa. –Ha puesto sus huevos y hará que sus crías nos devoren. Chris, debes de hacer algo, mátala-.
Soltó la mano de Christoff y se agachó a coger una rama tan grande y gruesa que bien se podría utilizar como un garrote. Bella tendiendo el arma a las manos de Balwing con una sonrisa. No fue necesario que dijera absolutamente nada, el brillo de sus ojos y la satírica curva de su sonrisa hablaron por ella.
-Dime, elfa. ¿Sabes que son los Cucos? Son feos pájaros que se comen los huevos de los otros pájaros para poner los suyos. Cuando sus crías nacen, son éstas las que devoran al inocente pajarita. Cuando era un crío me imaginé que un Cuco se había comido mis sueños- se dio un par de leves golpes en la sien con el garrote para indicarle a la elfa que el pajarraco estaba en su cabeza – ¿No es estúpido? Hace años que no lo recordaba, los niños llegan a ser tan inocentes. Sus sueños son los más divertidos. – soltó una agradable risotada- Lo cierto es que nunca abandoné la idea, la olvidé, pero seguía en mi cabeza. Quizás, mis estudios sobre la criptocartografía eran una excusa para obligar al Cuco a asomar su cabeza y vengarme de lo que me hizo. Creo que por fin, después de todos estos años, he conseguido hacer aparecer al Cuco. Lo tengo justo enfrente-.
No se lo pensó dos veces, después de decir la última frase, atizó con el garrote la cabeza onírica de Bella.
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Bella no hizo caso del horrible pajarraco, al ver que su marido despertaba, se abalanzó a abrazar su cuello y a llenarle la mejilla de besos.
-¿Chris, estás bien? ¡Oh, benditos sean todos los Dioses y benditas sean las sacerdotisas elfas! ¡Estás bien! Creí que te no volverías a despertar, que te quedarías durmiendo para siempre. Gracias Níniel, le has salvado-.
-Bella…- Christoff hablaba con media voz- tus arrugas…-
-¿Acabas de despertar y lo único que se te ocurre es recordarme que soy mayor?- dijo entre molesta y divertida.
-No- tosió, le costaba mucho hablar- Me gustas así, estás perfecto-.
Terminó besando a Bella en la mejilla. Su piel no era suave ni tersa, se agrietaba por la edad como un viejo trozo de madera.
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En el mapa encontrarás los sueños y los deseos de las personas que encuentres. Es útil para saber si alguien sueña contigo o con una mujer diferente, o para saber si tiene sueños malvados en contra del bienestar de Aerandir. Lo podrás usar hasta tres veces, luego perderá su efecto.
Entiendo que es muy fácil hacer metarol con este objeto. Recomiendo, si lo usas con un usuario con el que no tengas demasiada confianza, que antes mandes un mp primero para conocer mejor los sueños y las intenciones del personaje en cuestión. Si lo usas con un npc Master, lo mismo. Nunca se sabe con qué te puedes encontrar… Ejem… [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] disfrazada… Ejem….
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