Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
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Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
Corrí todo lo que pude para alejarme de la aldea y de lo allí sucedido, sin comprender muy bien cómo había llegado a aquella situación. ¿El mundo se había vuelto loco? Vamos a ver. Llego a una aldea con buenas intenciones, me encuentro a un grupo de felinos que dicen que son los que mandan en la tierra de los lobos. ¿Gatos mandando sobre lobos? Definitivamente algo no cuadraba del todo. Yo en mi aldea veía siempre a los gatos huir de los perros, pero parecía que el mundo de los seres inteligentes era más enrevesado. Aún tenia que aprender muchas cosas.
Al margen de todo eso, me había unido para ayudar pues no quería meterme en problemas. Pero precisamente eso me había traído toda una serie de desgracias. Primero, por compadecerme de unos niños había contraído aquella maldita enfermedad que había llegado del Norte. Me había compadecido para luego no poder evitar que, "el supuesto héroe de la historia", le cortara la cabeza a ambos niños. ¡Malditos bardos! ¡Aquella parte de la historia nunca la habían contado! Se suponía que un héroe salvaba a la gente y era compasivo. Y precisamente por seguir esos estándares había acabado siendo el villano del cuento.
Segundo, después de eso mi curiosidad me había llevado a más desgracias. En que mal momento me acerque a curiosear sobre la mirada de aquel anciano. Pues ese acto valió para tomarme por un traidor y como prácticamente causante de una rebelión de la que no tenia ni idea. Me vi envuelto en una batalla que no provoqué, que no me incumbía y que nunca había deseado. Pero lo que yo quisiese estaba fuera de lugar en aquel cruel mundo real. Lo único que habían visto era que me defendí de una leónica, que vino atacarme sin yo haber provocado la pelea, y que me había acercado a hablar con un viejo, lo cual me había procurado dos cosas: el odio de un grupo de mercenarios peligrosos, que dominaban aquellos bosques, y el de una pequeña zarigüella, a la que había salvado metiéndola en una casa y alejándola de la pelea. ¿Pero eso que importaba cuando te habías acercado a un anciano que no conocías y cuando simplemente habías defendido tu vida?
Me paré a descansar y a combatir mi frustración. Todo me había salido realmente mal. Era un ignorante chico de dieciséis años que, por querer ser el héroe compasivo y bueno de los cuentos, había acabo siendo el villano que usarían las viejas para asustar a los niños. Oculté mi rostro completamente con la capucha, puede que en aquel maldito bosque no hubiera nadie, pero prefería que ni las plantas me vieran así. El fruto de todos sus esfuerzos o su compasión había sido pagado con el contagio de una peligrosa enfermedad1. Algo que acompañaba a las enemistades contraídas. Había salvado a la zarigüella y a Lyn, pero nadie me había dado las gracias, sólo me habían expulsado de aquella aldea con malas formas.
"El mundo es duro y cruel, Ircan, debes darte cuenta de una vez." me decía una y otra vez "Madura. Esto no es un cuento de hadas."
¿Debería volverme yo tan cruel y duro, como lo era el mundo, si quería tener alguna oportunidad de sobrevivir? ¿De verdad no había personas buenas, compasivas y honradas? ¿Todo eso sólo existían en las falsas leyendas que cantaban los bardos? Me encontraba muy perdido, sin saber muy bien que camino iba a tomar mi vida. Aunque era un camino que ya había comenzado a caminar y por ahora, si hacía caso a lo que me había dicho aquella gente, iba andando por el camino del mal aunque yo no quisiera.
Me quité la espada de la espalda, me molestaba al estar sentado, y al colocarla en mis rodillas no pude evitar exclamar un "¡Oh!" y comenzar a reírme con una risita tonta. Mi espada no era mi espada, o por lo menos no como yo la recordaba. Sabía que era mi espada por la tira de cuero que le había colocado Tom, ¡pero el resto de la espada era totalmente diferente! Ya no había marcas de oxido ni estaba mellada, sino todo lo contrario, estaba reluciente y completamente afilada, incluso me pareció que era más grande. Examinándola detenidamente vi que en la hoja de la espada habían aparecido unas misteriosas runas.
"Los dioses tienen un sentido del humor bastante extraño." me dije sonriendo "Me envían una enfermedad mortal, pero a cambio me regalan una espada maravillosa. Sólo espero vivir el tiempo suficiente como para disfrutarla."
Sin duda era un momento agridulce.
Animado por la buena noticia, que viendo las malas ya me motivó bastante, decidí levantarme y alejarme aún más de aquella aldea. No quería arriesgarme a que Imargo se arrepintiera de dejarme marchar y comenzará a darme caza. Si eso sucedía quería estar lo más lejos posible.
Me mantuve el pañuelo en la boca para no quería infectar a nadie, no quería dar más motivos al mundo para que me odiaran. De esta forma, comencé a caminar por la arboleda, intentando evitar a los grandes grupos de gente, al mismo tiempo que comenzaba a notar un pequeño escozor en la lengua2. Viendo mi actual reputación y la enfermedad, ahora mismo sólo era un paría al que nadie querría acercarse. Debía de dar un tiempo para que se olvidará todo lo sucedido y para curarme de aquella enfermedad, si es que se encontraba alguna cura.
________________________________________________________________________________________________________
1: Maldición contraída en [MEGAEVENTO] La ayuda de los leónicos [No hay santuario][Eltrant-Ircan].
2: Inicio de los efectos de la enfermedad en mi cuerpo.
Por si las dudas: Este post no va dirigido a ninguna queja de los resultados de dicho evento, sino más bien va a orientado a los traumas originados en el personaje por lo vivido. Gracias
Al margen de todo eso, me había unido para ayudar pues no quería meterme en problemas. Pero precisamente eso me había traído toda una serie de desgracias. Primero, por compadecerme de unos niños había contraído aquella maldita enfermedad que había llegado del Norte. Me había compadecido para luego no poder evitar que, "el supuesto héroe de la historia", le cortara la cabeza a ambos niños. ¡Malditos bardos! ¡Aquella parte de la historia nunca la habían contado! Se suponía que un héroe salvaba a la gente y era compasivo. Y precisamente por seguir esos estándares había acabado siendo el villano del cuento.
Segundo, después de eso mi curiosidad me había llevado a más desgracias. En que mal momento me acerque a curiosear sobre la mirada de aquel anciano. Pues ese acto valió para tomarme por un traidor y como prácticamente causante de una rebelión de la que no tenia ni idea. Me vi envuelto en una batalla que no provoqué, que no me incumbía y que nunca había deseado. Pero lo que yo quisiese estaba fuera de lugar en aquel cruel mundo real. Lo único que habían visto era que me defendí de una leónica, que vino atacarme sin yo haber provocado la pelea, y que me había acercado a hablar con un viejo, lo cual me había procurado dos cosas: el odio de un grupo de mercenarios peligrosos, que dominaban aquellos bosques, y el de una pequeña zarigüella, a la que había salvado metiéndola en una casa y alejándola de la pelea. ¿Pero eso que importaba cuando te habías acercado a un anciano que no conocías y cuando simplemente habías defendido tu vida?
Me paré a descansar y a combatir mi frustración. Todo me había salido realmente mal. Era un ignorante chico de dieciséis años que, por querer ser el héroe compasivo y bueno de los cuentos, había acabo siendo el villano que usarían las viejas para asustar a los niños. Oculté mi rostro completamente con la capucha, puede que en aquel maldito bosque no hubiera nadie, pero prefería que ni las plantas me vieran así. El fruto de todos sus esfuerzos o su compasión había sido pagado con el contagio de una peligrosa enfermedad1. Algo que acompañaba a las enemistades contraídas. Había salvado a la zarigüella y a Lyn, pero nadie me había dado las gracias, sólo me habían expulsado de aquella aldea con malas formas.
"El mundo es duro y cruel, Ircan, debes darte cuenta de una vez." me decía una y otra vez "Madura. Esto no es un cuento de hadas."
¿Debería volverme yo tan cruel y duro, como lo era el mundo, si quería tener alguna oportunidad de sobrevivir? ¿De verdad no había personas buenas, compasivas y honradas? ¿Todo eso sólo existían en las falsas leyendas que cantaban los bardos? Me encontraba muy perdido, sin saber muy bien que camino iba a tomar mi vida. Aunque era un camino que ya había comenzado a caminar y por ahora, si hacía caso a lo que me había dicho aquella gente, iba andando por el camino del mal aunque yo no quisiera.
Me quité la espada de la espalda, me molestaba al estar sentado, y al colocarla en mis rodillas no pude evitar exclamar un "¡Oh!" y comenzar a reírme con una risita tonta. Mi espada no era mi espada, o por lo menos no como yo la recordaba. Sabía que era mi espada por la tira de cuero que le había colocado Tom, ¡pero el resto de la espada era totalmente diferente! Ya no había marcas de oxido ni estaba mellada, sino todo lo contrario, estaba reluciente y completamente afilada, incluso me pareció que era más grande. Examinándola detenidamente vi que en la hoja de la espada habían aparecido unas misteriosas runas.
"Los dioses tienen un sentido del humor bastante extraño." me dije sonriendo "Me envían una enfermedad mortal, pero a cambio me regalan una espada maravillosa. Sólo espero vivir el tiempo suficiente como para disfrutarla."
Sin duda era un momento agridulce.
Animado por la buena noticia, que viendo las malas ya me motivó bastante, decidí levantarme y alejarme aún más de aquella aldea. No quería arriesgarme a que Imargo se arrepintiera de dejarme marchar y comenzará a darme caza. Si eso sucedía quería estar lo más lejos posible.
Me mantuve el pañuelo en la boca para no quería infectar a nadie, no quería dar más motivos al mundo para que me odiaran. De esta forma, comencé a caminar por la arboleda, intentando evitar a los grandes grupos de gente, al mismo tiempo que comenzaba a notar un pequeño escozor en la lengua2. Viendo mi actual reputación y la enfermedad, ahora mismo sólo era un paría al que nadie querría acercarse. Debía de dar un tiempo para que se olvidará todo lo sucedido y para curarme de aquella enfermedad, si es que se encontraba alguna cura.
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1: Maldición contraída en [MEGAEVENTO] La ayuda de los leónicos [No hay santuario][Eltrant-Ircan].
2: Inicio de los efectos de la enfermedad en mi cuerpo.
Por si las dudas: Este post no va dirigido a ninguna queja de los resultados de dicho evento, sino más bien va a orientado a los traumas originados en el personaje por lo vivido. Gracias
Última edición por Ircan el Miér Jul 26 2017, 23:51, editado 2 veces
Ircan
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
Era una tarde solitaria, el Sol se escondía bajo la penumbra del final del camino, la presión por la reciente desgracia había causado desesperación, ni siquiera las larvas se dignaban a aparecer para fastidiarme la cena. De todas formas yo me lo había buscado y no espero retractarme, claro que no, pero al menos desearía comer algo. Y como si hubiesen escuchado mis plegarias, frente a mis ojos se encontraba aquella figura tan desolada y en busca de algún tentempié, olfateando la maleza sin ningún resultado. Paciencia, sigilo y precisión, lo único que necesitaba.
Había permanecido en el bosque todo el día, me urgía alejarme por un segundo de Ulmer, el constante revuelo por la epidemia me había dejado extenuada. Todo se había convertido en una paranoia, ni siquiera mi madre se salvaba de ciertos rumores y chismes. Me daba igual la posible maldición, siempre estuve exenta de las enfermedades que amenazaban a la población, así que definitivamente no tenía por qué preocuparme. La razón del por qué me alejo de la aldea es simple, necesito un respiro y sobre todo de mi madre; constantemente esta en busca de piedad, de que la compadezca, busca formas para que le preste atención y ya no lo soporto. Prefiero permanecer por un tiempo aleatorio en el bosque, con tan solo un morral que contenga lo necesario y subsistir de la caza aparentando ser un lobo salvaje, que pasar un segundo más con mi madre. Necesito apartarme por un tiempo y aquí me encuentro, esperando el momento indicado para que aquel singular ciervo sea mío.
Y éste era el momento. Sin embargo, antes de que me transformara, como si todo el bosque estuviera en contra de que yo cenara esta noche, un crujido se escuchó del lado contrario a donde yo me escondía donde se desplegaba un enjambre que huía, haciendo que el animal se alertara para así terminar huyendo adentrándose por la maleza.
Di un largo suspiro y me erguí para enfrentar al intruso. – ¿Quién anda ahí? – Articulé con desdén, aunque mi intento por hacerlo sonó algo estúpido, nadie saldría de los yuyos para presentarse en aquella situación. – ¡Si vienes por el ciervo, lamento decirte que ninguno de los dos lo tendrá! – Sonreí con ironía observando cada zona de los matorrales que me rodeaban, buscando un indicio que me pudiera llevar a quien quiera que haya logrado que hoy no cenara. Y antes de que pudiera gritar irónicamente de nuevo, se oyó un estruendo a mis espaldas, me giré aprisa pero nadie se encontraba allí. Nuevamente sucedió, y esta vez era más cerca. Estaba asustada, pero no quería aparentarlo, no quería demostrarlo. Estaba considerando la opción de transformarme, pero si resultaba alguien de la aldea me presionaría para volver y no quería hacerlo. Ahora que lo pienso... tal vez ni siquiera sea una persona.
Divisaba cada árbol, cada arbusto, cada centímetro del lugar que me rodeaba esperando el momento exacto, hasta que recatadamente vislumbre una silueta que corrió en dirección a los matorrales que yacían a mi derecha. Así que solo me incliné lentamente escondiendo la daga debajo de mi palma, la cual ocultaba en una de mis botas. – La noche se acerca… dicen que criaturas peligrosas habitan por estos lares. ¡Deberías correr! – Tome valor y lancé la daga con agilidad hacía un punto incierto; más bien, donde había intuido que se encontraba el entrometido… y efectivamente, le había dado. Se hoyó el alarido de, al parecer, la voz de un hombre; así que corrí hacia allí, procurando ser sigilosa.
Había permanecido en el bosque todo el día, me urgía alejarme por un segundo de Ulmer, el constante revuelo por la epidemia me había dejado extenuada. Todo se había convertido en una paranoia, ni siquiera mi madre se salvaba de ciertos rumores y chismes. Me daba igual la posible maldición, siempre estuve exenta de las enfermedades que amenazaban a la población, así que definitivamente no tenía por qué preocuparme. La razón del por qué me alejo de la aldea es simple, necesito un respiro y sobre todo de mi madre; constantemente esta en busca de piedad, de que la compadezca, busca formas para que le preste atención y ya no lo soporto. Prefiero permanecer por un tiempo aleatorio en el bosque, con tan solo un morral que contenga lo necesario y subsistir de la caza aparentando ser un lobo salvaje, que pasar un segundo más con mi madre. Necesito apartarme por un tiempo y aquí me encuentro, esperando el momento indicado para que aquel singular ciervo sea mío.
Y éste era el momento. Sin embargo, antes de que me transformara, como si todo el bosque estuviera en contra de que yo cenara esta noche, un crujido se escuchó del lado contrario a donde yo me escondía donde se desplegaba un enjambre que huía, haciendo que el animal se alertara para así terminar huyendo adentrándose por la maleza.
Di un largo suspiro y me erguí para enfrentar al intruso. – ¿Quién anda ahí? – Articulé con desdén, aunque mi intento por hacerlo sonó algo estúpido, nadie saldría de los yuyos para presentarse en aquella situación. – ¡Si vienes por el ciervo, lamento decirte que ninguno de los dos lo tendrá! – Sonreí con ironía observando cada zona de los matorrales que me rodeaban, buscando un indicio que me pudiera llevar a quien quiera que haya logrado que hoy no cenara. Y antes de que pudiera gritar irónicamente de nuevo, se oyó un estruendo a mis espaldas, me giré aprisa pero nadie se encontraba allí. Nuevamente sucedió, y esta vez era más cerca. Estaba asustada, pero no quería aparentarlo, no quería demostrarlo. Estaba considerando la opción de transformarme, pero si resultaba alguien de la aldea me presionaría para volver y no quería hacerlo. Ahora que lo pienso... tal vez ni siquiera sea una persona.
Divisaba cada árbol, cada arbusto, cada centímetro del lugar que me rodeaba esperando el momento exacto, hasta que recatadamente vislumbre una silueta que corrió en dirección a los matorrales que yacían a mi derecha. Así que solo me incliné lentamente escondiendo la daga debajo de mi palma, la cual ocultaba en una de mis botas. – La noche se acerca… dicen que criaturas peligrosas habitan por estos lares. ¡Deberías correr! – Tome valor y lancé la daga con agilidad hacía un punto incierto; más bien, donde había intuido que se encontraba el entrometido… y efectivamente, le había dado. Se hoyó el alarido de, al parecer, la voz de un hombre; así que corrí hacia allí, procurando ser sigilosa.
Eileen
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
A mi torpe caminar donde comenzaba a acusar el cansancio pronto se le sumo aquel irritante pero leve escozor en la lengua y la herida del hombro, que aunque no tenía mucha importancia, comenzó a arder como si fuera un hierro candente. Todo aquello acompañado de mi pesimismo tras los acontecimientos. Me impidió darme cuenta de la presencia de un ciervo a unos pasos de mi. El cual al escuchar el roce de mi cuerpo con las ramas bajas de los arbustos salio corriendo para perderse entre los arboles del bosque. Con el hambre que tenía y la gran cantidad de carne que se podía sacar de un ciervo me arrepentí de mi torpeza.
Bien era cierto que las autoridades habían recomendado no cazar animales pues estos podían estar infectados. ¿Pero a mi que me importaba ya eso? Yo ya lo estaba. En aquel momento vi que mi enfermedad me daba una ventaja. Ya podía comerme a cualquier animal del bosque, total la cosa no podía empeorar más o eso creía.
De repente sonó una voz femenina al otro lado del follaje. Una voz algo alarmada y que seguramente estaba exigiendo saber quien había sido el responsable de que su presa huyera.
"Si ya está enfadada por haberle espantando el ciervo. No se que como actuara si me ve que estoy enfermo" pensé con cautela e intente volver sobre mis pasos para no cruzarme con aquella persona.
Sin embargo, mi compañera tenía otros planes. Comenzó a decir algo sobre la noche y de criaturas peligrosas. A mi me iban a hablar de criaturas peligrosas, me acaba de enfrentar a una mercenaria felina. Y me preocupe al escuchar un "¡Debes correr!". Menos mal que me preocupe y dí unos pasos instintivos hacía un lado, pues de otra forma no hubiera podido esquivar el afiliado cuchillo que de repente salio de entre las ramas. Salté a un lado de la forma más rápida posible, es decir, salte de la forma más torpe posible hacia un lado, con la buena suerte de chocar contra el tronco de un árbol y darme justamente en la herida del hombro que comenzó a doler como si me torturaran mil demonios. Si, mi buena suerte siempre estaba ahí para que todo me saliera perfectamente.
-¡Agg! ¡Maldita sea!- maldijé con un profundo grito de dolor llevándome la mano al hombro por instinto aunque aquello fuera inútil -¿Quieres matarme? ¡Yo no te he hecho nada! ¿Porque quieres matarme? -pregunté intentado conocer las intenciones de mi agresor.
Por un momento temí que fuera alguna mujer de los leónicos que habían cambiado de idea y habían decidido darme caza por el bosque.
Bien era cierto que las autoridades habían recomendado no cazar animales pues estos podían estar infectados. ¿Pero a mi que me importaba ya eso? Yo ya lo estaba. En aquel momento vi que mi enfermedad me daba una ventaja. Ya podía comerme a cualquier animal del bosque, total la cosa no podía empeorar más o eso creía.
De repente sonó una voz femenina al otro lado del follaje. Una voz algo alarmada y que seguramente estaba exigiendo saber quien había sido el responsable de que su presa huyera.
"Si ya está enfadada por haberle espantando el ciervo. No se que como actuara si me ve que estoy enfermo" pensé con cautela e intente volver sobre mis pasos para no cruzarme con aquella persona.
Sin embargo, mi compañera tenía otros planes. Comenzó a decir algo sobre la noche y de criaturas peligrosas. A mi me iban a hablar de criaturas peligrosas, me acaba de enfrentar a una mercenaria felina. Y me preocupe al escuchar un "¡Debes correr!". Menos mal que me preocupe y dí unos pasos instintivos hacía un lado, pues de otra forma no hubiera podido esquivar el afiliado cuchillo que de repente salio de entre las ramas. Salté a un lado de la forma más rápida posible, es decir, salte de la forma más torpe posible hacia un lado, con la buena suerte de chocar contra el tronco de un árbol y darme justamente en la herida del hombro que comenzó a doler como si me torturaran mil demonios. Si, mi buena suerte siempre estaba ahí para que todo me saliera perfectamente.
-¡Agg! ¡Maldita sea!- maldijé con un profundo grito de dolor llevándome la mano al hombro por instinto aunque aquello fuera inútil -¿Quieres matarme? ¡Yo no te he hecho nada! ¿Porque quieres matarme? -pregunté intentado conocer las intenciones de mi agresor.
Por un momento temí que fuera alguna mujer de los leónicos que habían cambiado de idea y habían decidido darme caza por el bosque.
Última edición por Ircan el Miér Jul 19 2017, 12:43, editado 1 vez
Ircan
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
De entre los arbustos se distinguió a un hombre que parecía alarmado, quien presionaba su hombro para, inútilmente, apaciguar cierto dolor que estaba padeciendo. Me pregunté si yo había provocado eso, si lo había dañado. De cierto modo me daba igual, pero al ver como ocultaba su rostro debajo de aquella capucha para evitar que lo viera, logró que lentamente me acerque en busca de alguna respuesta. Siempre en guardia, por si se le ocurría atacarme, no me daba buena espina que se encontrase aquí al atardecer y mucho menos que me haya interrumpido.
Puede que la gran mayoría del tiempo me de todo igual o directamente no preste atención, como el hecho de estar en el bosque mientras la luna se asoma de entre los matorrales sabiendo que una gran maldición pronto se expandiría por todo Aerandir. No obstante, con el tiempo me había acostumbrado a no preocuparme, ya lo había hecho demasiado. Me merecía un largo descanso.
Pese a ello tenía que hacer algo. Debo admitir que me sentía algo culpable, pero no podía quedarme quieta a esperar que saliera de su escondite. ¿Qué tal si todo resultaba al revés y yo era la herida?
Di un buen suspiro y sonreí con suficiencia. –Siento haberte asustado…– Caminé lentamente hacía aquel árbol, donde mi preciada daga estaba clavada. – Pero en estos bosques suceden cosas extrañas ¿Entiendes? –Tomé la daga con fuerza para sacarla de aquel árbol, y al hacerlo me dirigí al sujeto en busca de su mirada, pero aún seguía resistiéndose.
– Debo estar alerta, sobre todo si me impiden cenar. – Escupí con rencor, aunque luego de no recibir respuestas comencé a reír. – Pero tranquilo, seguramente haz de tener una buena razón para estar aquí… Así que dime ¿Qué haces aquí? – Tomé la iniciativa… nuevamente, e intenté acercarme para inspeccionar aquella contingente herida que el ocultaba con su mano; no obstante, se alejó vertiginosamente huyendo de mi tacto. ¿Qué le ocurría? Ni que quisiera asesinarlo…
En esta instancia ya estaba dudando de su condición, parecía desganado, como si no tuviera ánimos siquiera de discutir conmigo sobre el incidente. Destacando en principal que no quería enseñar su rostro, así que solo sostuve la daga detrás de mí por si las moscas.
Estaba dispuesta a seguir hablando, aun así si no obtenía respuestas. Me decidía a azorar una y otra vez, ya que si no deseaba escucharme, simplemente hubiese dado la vuelta para así largarse. Así que desde mi posición me esforcé por asimilar su rostro pero lo único que lograba ver era su barbilla, que se notaba, raramente pálida.
Puede que la gran mayoría del tiempo me de todo igual o directamente no preste atención, como el hecho de estar en el bosque mientras la luna se asoma de entre los matorrales sabiendo que una gran maldición pronto se expandiría por todo Aerandir. No obstante, con el tiempo me había acostumbrado a no preocuparme, ya lo había hecho demasiado. Me merecía un largo descanso.
Pese a ello tenía que hacer algo. Debo admitir que me sentía algo culpable, pero no podía quedarme quieta a esperar que saliera de su escondite. ¿Qué tal si todo resultaba al revés y yo era la herida?
Di un buen suspiro y sonreí con suficiencia. –Siento haberte asustado…– Caminé lentamente hacía aquel árbol, donde mi preciada daga estaba clavada. – Pero en estos bosques suceden cosas extrañas ¿Entiendes? –Tomé la daga con fuerza para sacarla de aquel árbol, y al hacerlo me dirigí al sujeto en busca de su mirada, pero aún seguía resistiéndose.
– Debo estar alerta, sobre todo si me impiden cenar. – Escupí con rencor, aunque luego de no recibir respuestas comencé a reír. – Pero tranquilo, seguramente haz de tener una buena razón para estar aquí… Así que dime ¿Qué haces aquí? – Tomé la iniciativa… nuevamente, e intenté acercarme para inspeccionar aquella contingente herida que el ocultaba con su mano; no obstante, se alejó vertiginosamente huyendo de mi tacto. ¿Qué le ocurría? Ni que quisiera asesinarlo…
En esta instancia ya estaba dudando de su condición, parecía desganado, como si no tuviera ánimos siquiera de discutir conmigo sobre el incidente. Destacando en principal que no quería enseñar su rostro, así que solo sostuve la daga detrás de mí por si las moscas.
Estaba dispuesta a seguir hablando, aun así si no obtenía respuestas. Me decidía a azorar una y otra vez, ya que si no deseaba escucharme, simplemente hubiese dado la vuelta para así largarse. Así que desde mi posición me esforcé por asimilar su rostro pero lo único que lograba ver era su barbilla, que se notaba, raramente pálida.
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
La herida dolía, el escozor que ya estaba patente había sido sustituido por un ardor que durante unos segundos fue insoportable. Apreté los dientes masticando el dolor sin comprender aún muy bien porque había sido agredido.
Unos segundos después apareció la que supuse que era la propietaria del cuchillo que había amenazado mi integridad física. Apareció de detrás de los arbustos y avanzó hacía mi, mientras las ramas de los arbustos acariciaban su cuerpo, esgrimiendo una disculpa. Vi el rostro de una mujer de cabellos rojizos que me miraba con un sentimiento de culpabilidad. Puede que su semblante dijera más que sus palabras.
"¿Otra mujer pelirroja?" pensé haciendo memoria y dándome cuenta de que todas las mujeres a las que había conocido desde que salí de mi aldea habían sido pelirrojas. Zarina, Julieta, Lyn y ahora aquella chica, todas eran pelirrojas, aunque con diferentes tonos "¿Será algún tipo de señal?" dude ya de si en ese aspecto también estaban interviniendo los dioses.
Baje la mirada, mientras escuchaba como la mujer sacaba el cuchillo que se había clavado en un árbol cercano.
"¿Acaso quería rematar la faena?" dudé preocupado y comencé a alejarme de la mujer para mantener una distancia de seguridad.
Arrastré mi cuerpo por el suelo, que provoco que la chica volviera a prestarme atención. La chica volvió a excusarse para luego recriminarme que le había ahuyentado a su cena. Levanté mi mirada un poco para mirarla confuso, por suerte la capucha y la escasa luz del atardecer impidió que me viera la cara.
Estuve tentado de preguntar si recibía así a todas las personas que le ahuyentaban a una presa sin darse cuenta. Pero me callé al ver que la chica siguió hablando exigiendo saber los motivos que me habían traído a aquel lugar. Pero no sólo hizo eso, sino que comenzó a acercarse más a mi. Por la dirección de su mirada interpreté que estaba decidida a inspeccionar la herida de mi hombro. ¡Pero ella no podía hacer eso! ¡Se contagiaría!
Me retiré torpemente lo más rápido que pude. Arañe con mis manos el suelo moviendo tierra, hojas y pequeñas piedras, ignorando por un momento el persistente dolor del hombro, para levantarme y alejarme de aquella chica. No la conocía de nada, ni siquiera sabia si era una buena persona. Pero aún me consideraba una persona bondadosa y no podía dejar que aquella mujer se contagiara y compartiera mi desgracia. Me levanté y me sujeté a un árbol escondiéndome detrás de él.
Por un momento sólo hubo un completo silencio solamente interrumpido por el silbido del aire y los quejidos de las ramas de los arboles que este movía en su errante avance. Cerré los ojos para ocultarme a mi mismo mi pesar.
Mientras la mujer esperaba. Supuse que estaba completamente confundida por mi actuar, puede que incluso ofendida. Creí que era justo darle una explicación aunque eso supusiera tener un enfrentamiento, nadie me podía asegurar que aquella mujer no fuera como Imargo, que mataba a todo enfermo, siendo ese su método para erradicar la enfermedad.
-No debes acercarte a mi.- le aconsejé ocultado mi rostro con mi capucha y mi cuerpo con el grosor del árbol a mi espalda -Estoy enfermo. Estoy infectado por esa extraña enfermedad que ha venido del norte.-
Me apreté el hombro herido con fuerza. Pese a que eso me doliera no era mayor al dolor que cobijaba mi alma. Apreté los dientes e impedí el avance de las lagrimas.
-Si tocaras mi sangre podrías infectarte tu también. Incluso podrías infectarte al respirar el mismo aire que yo.-
Salí de detrás del árbol y me eché hacia atrás la capucha mostrando mi pelo blanco como la leche y mis ojos azules a la par que mostraba como mi rostro estaba tapado con una tela.
-No te conozco de nada. Pero no quiero que sufras este mal. Esta maldición es sólo mía.- intenté explicarle para que no se sintiera ofendida al haber huido de ella -Yo... yo sólo camino errante por estos bosques en busca de un refugio donde pasar la noche. Nunca quise fastidiarte la cena. Lo siento.
La chica se quedó muda al mirarme. Así que me volví a colocar la capucha para ocultar mi rostro.
-Será mejor que me vaya...- dije volviéndome para continuar con mi camino errante.
Unos segundos después apareció la que supuse que era la propietaria del cuchillo que había amenazado mi integridad física. Apareció de detrás de los arbustos y avanzó hacía mi, mientras las ramas de los arbustos acariciaban su cuerpo, esgrimiendo una disculpa. Vi el rostro de una mujer de cabellos rojizos que me miraba con un sentimiento de culpabilidad. Puede que su semblante dijera más que sus palabras.
"¿Otra mujer pelirroja?" pensé haciendo memoria y dándome cuenta de que todas las mujeres a las que había conocido desde que salí de mi aldea habían sido pelirrojas. Zarina, Julieta, Lyn y ahora aquella chica, todas eran pelirrojas, aunque con diferentes tonos "¿Será algún tipo de señal?" dude ya de si en ese aspecto también estaban interviniendo los dioses.
Baje la mirada, mientras escuchaba como la mujer sacaba el cuchillo que se había clavado en un árbol cercano.
"¿Acaso quería rematar la faena?" dudé preocupado y comencé a alejarme de la mujer para mantener una distancia de seguridad.
Arrastré mi cuerpo por el suelo, que provoco que la chica volviera a prestarme atención. La chica volvió a excusarse para luego recriminarme que le había ahuyentado a su cena. Levanté mi mirada un poco para mirarla confuso, por suerte la capucha y la escasa luz del atardecer impidió que me viera la cara.
Estuve tentado de preguntar si recibía así a todas las personas que le ahuyentaban a una presa sin darse cuenta. Pero me callé al ver que la chica siguió hablando exigiendo saber los motivos que me habían traído a aquel lugar. Pero no sólo hizo eso, sino que comenzó a acercarse más a mi. Por la dirección de su mirada interpreté que estaba decidida a inspeccionar la herida de mi hombro. ¡Pero ella no podía hacer eso! ¡Se contagiaría!
Me retiré torpemente lo más rápido que pude. Arañe con mis manos el suelo moviendo tierra, hojas y pequeñas piedras, ignorando por un momento el persistente dolor del hombro, para levantarme y alejarme de aquella chica. No la conocía de nada, ni siquiera sabia si era una buena persona. Pero aún me consideraba una persona bondadosa y no podía dejar que aquella mujer se contagiara y compartiera mi desgracia. Me levanté y me sujeté a un árbol escondiéndome detrás de él.
Por un momento sólo hubo un completo silencio solamente interrumpido por el silbido del aire y los quejidos de las ramas de los arboles que este movía en su errante avance. Cerré los ojos para ocultarme a mi mismo mi pesar.
Mientras la mujer esperaba. Supuse que estaba completamente confundida por mi actuar, puede que incluso ofendida. Creí que era justo darle una explicación aunque eso supusiera tener un enfrentamiento, nadie me podía asegurar que aquella mujer no fuera como Imargo, que mataba a todo enfermo, siendo ese su método para erradicar la enfermedad.
-No debes acercarte a mi.- le aconsejé ocultado mi rostro con mi capucha y mi cuerpo con el grosor del árbol a mi espalda -Estoy enfermo. Estoy infectado por esa extraña enfermedad que ha venido del norte.-
Me apreté el hombro herido con fuerza. Pese a que eso me doliera no era mayor al dolor que cobijaba mi alma. Apreté los dientes e impedí el avance de las lagrimas.
-Si tocaras mi sangre podrías infectarte tu también. Incluso podrías infectarte al respirar el mismo aire que yo.-
Salí de detrás del árbol y me eché hacia atrás la capucha mostrando mi pelo blanco como la leche y mis ojos azules a la par que mostraba como mi rostro estaba tapado con una tela.
-No te conozco de nada. Pero no quiero que sufras este mal. Esta maldición es sólo mía.- intenté explicarle para que no se sintiera ofendida al haber huido de ella -Yo... yo sólo camino errante por estos bosques en busca de un refugio donde pasar la noche. Nunca quise fastidiarte la cena. Lo siento.
La chica se quedó muda al mirarme. Así que me volví a colocar la capucha para ocultar mi rostro.
-Será mejor que me vaya...- dije volviéndome para continuar con mi camino errante.
Ircan
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
Me sentía vergonzosamente estúpida al tratar de acercarme si quiera para saber lo que le estaba pasando y tratar de ayudarlo con aquella herida que se estaba propagando. ¿En qué estaba pensando? Tal vez sólo me oía porque se sentía amenazado… o simplemente confundido, más que yo diría.
De ese modo me dispuse a darme la vuelta para marcharme y escapar de esta rara situación. No obstante, antes que diera un solo paso oí lo que más me temía y lo que no quería sospechar desde el momento en que lo vi. El individuo tenía la desdicha de haber sido apresado por aquella enfermedad que carecía de alguna cura.
Su voz irregular dándome indicios de que temía sollozar me oprimió el alma. Más aún cuando se desprendió de su capucha dejándome asimilar su rostro lívido cubierto por una tela. Cualquiera en su sano juicio, y por la desgracia que padecía, no le hubiese tomado importancia que otra persona compartiera su pesar. Sin embargo, él tuvo otros planes y decidió advertirme de su condición; aun así luego de que, despreocupadamente, le lancé una daga con intenciones de herirlo sin importar quién era. Y me sentí aún más terrible cuando se lamentó por haber ahuyentado mi presa, lo cual ahora me resultaba ridículamente estúpido. ¡¿Quién trataría de matar a alguien por un simple ciervo?! Estaba en deuda con aquel hombre.
Afloraba un sentimiento de impotencia, tenía que hacer algo, debía ayudarlo de alguna manera; aun así eso implicaba que corriera el riesgo de infectarme. No tenía nada ni nadie que perder.
Pese a ello, supuse que había demorado demasiado en reflexionar sobre mis errores, ya que cuando me incliné a disculparme… ya se había ido.
¡Demonios! Me había inmerso tanto en mis pensamientos que había olvidado que seguía allí. No estaba dispuesta a rendirme, el hombre gritaba con augurio que alguien lo ayudase. Así que corrí en dirección a donde supuse que él había dado la vuelta para marcharse, efectivamente, por donde había venido. Me apresuré mirando a cada lado de arriba a abajo, pero no conseguía respuestas, sólo el bosque cayendo en una oscuridad mientras la Luna se asomaba. Tenía que encontrarlo antes que se haga la noche por completo, no quería tener que transformarme para poder ver a través de la oscuridad y que sepa que era un licántropo.
Seguí acelerando desesperada ya por que no había señal del individuo. Ni siquiera distinguía sus pisadas en la creciente opacidad.
Antes de que osara a rendirme vislumbré una figura desde la lejanía de aquel camino de tierra rodeado por cantidad de matorrales. No se discernía su identidad… sin embargo, me decidí por acercarme aprisa.
Al estar lo suficientemente cerca tomé una gran bocanada de aire. – ¡Espera! – Me giré para estar frente a él, y definitivamente era él. – Yo te he herido y tú me has advertido de tu enfermedad... –
Se notaba confundido y seguía con la manía de no dirigirme la mirada. –… No puedo dejarlo así.
Esperaba una respuesta, pero no recibía un ápice de expresión alguna, solo un silencio que me impacientaba cada vez más.
–Conozco este bosque como la palma de mi mano. Sé donde puedes refugiarte… al menos por esta noche. – No espero que con eso pueda pagar lo que le he provocado, pero supongo que le será útil.
De ese modo me dispuse a darme la vuelta para marcharme y escapar de esta rara situación. No obstante, antes que diera un solo paso oí lo que más me temía y lo que no quería sospechar desde el momento en que lo vi. El individuo tenía la desdicha de haber sido apresado por aquella enfermedad que carecía de alguna cura.
Su voz irregular dándome indicios de que temía sollozar me oprimió el alma. Más aún cuando se desprendió de su capucha dejándome asimilar su rostro lívido cubierto por una tela. Cualquiera en su sano juicio, y por la desgracia que padecía, no le hubiese tomado importancia que otra persona compartiera su pesar. Sin embargo, él tuvo otros planes y decidió advertirme de su condición; aun así luego de que, despreocupadamente, le lancé una daga con intenciones de herirlo sin importar quién era. Y me sentí aún más terrible cuando se lamentó por haber ahuyentado mi presa, lo cual ahora me resultaba ridículamente estúpido. ¡¿Quién trataría de matar a alguien por un simple ciervo?! Estaba en deuda con aquel hombre.
Afloraba un sentimiento de impotencia, tenía que hacer algo, debía ayudarlo de alguna manera; aun así eso implicaba que corriera el riesgo de infectarme. No tenía nada ni nadie que perder.
Pese a ello, supuse que había demorado demasiado en reflexionar sobre mis errores, ya que cuando me incliné a disculparme… ya se había ido.
¡Demonios! Me había inmerso tanto en mis pensamientos que había olvidado que seguía allí. No estaba dispuesta a rendirme, el hombre gritaba con augurio que alguien lo ayudase. Así que corrí en dirección a donde supuse que él había dado la vuelta para marcharse, efectivamente, por donde había venido. Me apresuré mirando a cada lado de arriba a abajo, pero no conseguía respuestas, sólo el bosque cayendo en una oscuridad mientras la Luna se asomaba. Tenía que encontrarlo antes que se haga la noche por completo, no quería tener que transformarme para poder ver a través de la oscuridad y que sepa que era un licántropo.
Seguí acelerando desesperada ya por que no había señal del individuo. Ni siquiera distinguía sus pisadas en la creciente opacidad.
Antes de que osara a rendirme vislumbré una figura desde la lejanía de aquel camino de tierra rodeado por cantidad de matorrales. No se discernía su identidad… sin embargo, me decidí por acercarme aprisa.
Al estar lo suficientemente cerca tomé una gran bocanada de aire. – ¡Espera! – Me giré para estar frente a él, y definitivamente era él. – Yo te he herido y tú me has advertido de tu enfermedad... –
Se notaba confundido y seguía con la manía de no dirigirme la mirada. –… No puedo dejarlo así.
Esperaba una respuesta, pero no recibía un ápice de expresión alguna, solo un silencio que me impacientaba cada vez más.
–Conozco este bosque como la palma de mi mano. Sé donde puedes refugiarte… al menos por esta noche. – No espero que con eso pueda pagar lo que le he provocado, pero supongo que le será útil.
Eileen
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
"Lo que me faltaba... Luna llena..."
Alcé la vista con rabia al cielo nocturno. De nuevo se me presentaba aquel astro que tantas molestias me daba. Mascullé una maldición y bajé la mirada, ocultando de nuevo mi rostro con la capucha. No sabía porque, pero ese acto me trasmitía una total seguridad, me sentía protegido. Era como tener mi pequeña fortaleza privada ajena al mundo. Tras esto, reanudé mi marcha mientras comenzaba a sufrir la llamada del lobo de mi interior1, que ahora si que le habían entrado ganas de salir.
"Estate quieto maldito lobo, ¡no estoy de humor!" me advertí furioso "¿Es que los dioses no pueden sonreírme ni un poquito?"
Caminé dando traspiés y sujetándome, como podía, a cada árbol que tenia a mi alcance. Cada paso me costaba más que el anterior; mi cuerpo y mi mente comenzaban a estar al limite de su capacidad. El lobo de mi interior ansiaba salir mientras que mi cuerpo ansiaba desfallecer a cada paso que lograba dar.
Ignoraba completamente las caricias de las ramas en mi cuerpo y el roce del viento en mi piel. Mi mente estaba demasiado ocupada atendiendo aquel hervidero de sensaciones, provocadas por mis alocados sentidos, que daban más información de la que podía procesar: jadeos, un olor extraño, pisadas, otro olor que me resultaba algo familiar... Demasiada información para una mente humana.
Me llevé la mano a la cabeza mientras caminaba encorvado sujetándome a los troncos de los arboles. Y así ande errante por un bosque que no conocía, en el que ya comenzaba a entrar con fuerza la noche, hasta que...
– ¡Espera! – sonó una voz conocida que adjudique rápidamente a uno de mis delirios.
Me paré en seco y miré a mi alrededor totalmente desorientado. No sólo lo hice por aquella voz. Mis sentidos se habían disparado. Aún no era capaz de entenderlos, pero todos coincidían en una cosa: Peligro. Algo malo iba pasar. Algo se acercaba y podía percibir que no me iba a gustar.
De repente una sombra rojiza se puso delante de mi, era la chica de antes. ¿Que hacía allí?. La chica comenzó a hablarme, pero su voz era casi un susurro. Mis sentidos habían decidido centrarse en otra cosa, en algo más peligroso.
Estaba confundido y miraba a todos lados menos a la chica. Noté como el latido de mi corazón comenzó a acelerarse, como si supiera lo que iba a ocurrir. La chica se calló y reino el silencio. Cerré los ojos y capté como el viento traía un olor extraño a mi olfato y el sonido de las hojas al ser pisoteadas. ¿Eran 4 patas? ¿Dos personas los estaban siguiendo?
De repente, la chica volvió a hablar aún preocupada e insistiendo en ayudarme, lo que me hizo perder la concentración. Agradecía aquel ofrecimiento, pero en aquel momento nada de eso importaba. ¡Algo peligroso se acercaba! ¡Y debía de saber que era para actuar lo antes posible!
-¡Callá! - exclamé en un susurro cruzando mis labios con el dedo indice.
Estaba cerca muy cerca.... Casi podía sentirlo detrás de mi. El sonido de sus pisadas, su desagradable olor, el sonido de su respiración, que incluso me pareció notarla en la nuca; incluso sentí como unos ojos me miraban ansiosos desde la maleza...
-¡Oye! ¡No hace falta ponerse desagradable! - exclamó la chica molesta - Vale que...
-¡Agachate! - grité lanzándome contra la chica en un acto instintivo, derribándola y tumbándola en el suelo mientras una figura, oscura y enorme, pasaba por encima de nuestras cabezas para aterrizar a unos escasos metros de nosotros.
Clavé mis ojos en la criatura y pude ver horrorizado su tamaño. En la oscuridad, aquella criatura parecía un lobo huargo, por lo cual comencé a temer seriamente por mi vida y la de la chica. Si aquella criatura era lo que me temía, pronto llegaría el resto de la manada y nos harían trizas, antes siquiera de que pudiéramos gritar.
Me levanté apresuradamente y cogí la mano de la chica para levantarla de un tirón, alejándola de la bestia. La criatura avanzó hacía nosotros con una respiración bastante agitada. La bestia caminó lentamente hacía donde la luz de la Luna bañaba el suelo, mostrando poco a poco su verdadera identidad. Un enorme oso pardo nos miraba hambriento y alocado con unos granos rojos en la cara. Aquella criatura estaba infectada, y tanto el dolor de la enfermedad como el hambre, nos habían convertido en perfectos candidatos para subsanar su furia y su falta de alimento.
-¡Huye! - le dije mientras la empujaba para colocarla detrás mía - ¡Debes salvarte!
Los buenos sentimientos de la joven la habían llevado a ese problema, así que no podía permitir que ella pagara por mi desgracia. Además, yo ya estaba enfermo y seguramente moriría en unas semanas. ¿Que tenía que perder? Al menos podría tener una muerte heroica, como la de los héroes de los que hablaban los bardos. Por lo menos haría que algo en aquel cruel mundo saliera bien.
Desenvainé mi espada, recientemente transformada por los dioses, con la total intención de hacer frente en solitario a la bestia. Pero, por otro triste capricho divino, comprendí que, o bien aquella espada parecía poseer vida propia, o era demasiado pesada para mi, ya que me costaba horrores blandirla. Sin embargo, no podía permitirme perder mucho tiempo en esas banalidades, pues la bestia no iba a esperarme.
El oso se impulsó en sus patas traseras, antes de saltar hacía a mi con sus zarpas y sus fauces abiertas. Salté torpemente hacía la izquierda alejándome del oso, pero rodando estrepitosamente por el suelo. El pie me había fallado. Algo que no hubiera sucedido, si el lobo de mi interior no se hubiese puesto como loco por querer salir a jugar con el oso enfermo.
"¡No es el momento! ¡Maldita sea!" me espetaba mentalmente aunque sabia que no servia de nada.
El oso se giró y volvió a la carga. Pero yo, no me detuve, seguí rodando y rodando por el suelo tropezando con piedras y ramas, que fueron dejando sus propias marcas en mi; un sacrificio menor con tal de mantenerme alejado de las garras del oso.
Me levanté todo lo rápido que el mareo y mi horripilante jaqueca licántropa me permitieron. Sujeté la espada con fuerza y reté al oso, con una mirada firme, para que viniera a por mi. La bestia aceptó mi desafió y vino a grandes zancadas. Yo lo esperé sujetando mi espada, cuya punta apoyaba en el suelo al no poder aguantar su peso, y con una mirada llena de determinación. Pasará lo que pasará sabia, que en aquel momento, estaba haciendo lo correcto.
__________________________________________________________________________________________________________
1 = Hago referiencia a mi habilidad de nivel 0 "Un solo ser" que me otorga un -5 en destreza, sabiduría e inteligencia por la noche, y que se duplica en Luna Llena, descrita en el anterior post por Eileen.
Se van a tirar las runas para determinar un poco el combate con el oso, tanto de mi parte como de Eileen. Será un poco una guía a la hora de ver si nuestros golpes aciertan, la gravedad que producen estos en la bestia o bien otros efectos como que la bestia nos esquive o nos de algún zarpazo o mordisco.
Alcé la vista con rabia al cielo nocturno. De nuevo se me presentaba aquel astro que tantas molestias me daba. Mascullé una maldición y bajé la mirada, ocultando de nuevo mi rostro con la capucha. No sabía porque, pero ese acto me trasmitía una total seguridad, me sentía protegido. Era como tener mi pequeña fortaleza privada ajena al mundo. Tras esto, reanudé mi marcha mientras comenzaba a sufrir la llamada del lobo de mi interior1, que ahora si que le habían entrado ganas de salir.
"Estate quieto maldito lobo, ¡no estoy de humor!" me advertí furioso "¿Es que los dioses no pueden sonreírme ni un poquito?"
Caminé dando traspiés y sujetándome, como podía, a cada árbol que tenia a mi alcance. Cada paso me costaba más que el anterior; mi cuerpo y mi mente comenzaban a estar al limite de su capacidad. El lobo de mi interior ansiaba salir mientras que mi cuerpo ansiaba desfallecer a cada paso que lograba dar.
Ignoraba completamente las caricias de las ramas en mi cuerpo y el roce del viento en mi piel. Mi mente estaba demasiado ocupada atendiendo aquel hervidero de sensaciones, provocadas por mis alocados sentidos, que daban más información de la que podía procesar: jadeos, un olor extraño, pisadas, otro olor que me resultaba algo familiar... Demasiada información para una mente humana.
Me llevé la mano a la cabeza mientras caminaba encorvado sujetándome a los troncos de los arboles. Y así ande errante por un bosque que no conocía, en el que ya comenzaba a entrar con fuerza la noche, hasta que...
– ¡Espera! – sonó una voz conocida que adjudique rápidamente a uno de mis delirios.
Me paré en seco y miré a mi alrededor totalmente desorientado. No sólo lo hice por aquella voz. Mis sentidos se habían disparado. Aún no era capaz de entenderlos, pero todos coincidían en una cosa: Peligro. Algo malo iba pasar. Algo se acercaba y podía percibir que no me iba a gustar.
De repente una sombra rojiza se puso delante de mi, era la chica de antes. ¿Que hacía allí?. La chica comenzó a hablarme, pero su voz era casi un susurro. Mis sentidos habían decidido centrarse en otra cosa, en algo más peligroso.
Estaba confundido y miraba a todos lados menos a la chica. Noté como el latido de mi corazón comenzó a acelerarse, como si supiera lo que iba a ocurrir. La chica se calló y reino el silencio. Cerré los ojos y capté como el viento traía un olor extraño a mi olfato y el sonido de las hojas al ser pisoteadas. ¿Eran 4 patas? ¿Dos personas los estaban siguiendo?
De repente, la chica volvió a hablar aún preocupada e insistiendo en ayudarme, lo que me hizo perder la concentración. Agradecía aquel ofrecimiento, pero en aquel momento nada de eso importaba. ¡Algo peligroso se acercaba! ¡Y debía de saber que era para actuar lo antes posible!
-¡Callá! - exclamé en un susurro cruzando mis labios con el dedo indice.
Estaba cerca muy cerca.... Casi podía sentirlo detrás de mi. El sonido de sus pisadas, su desagradable olor, el sonido de su respiración, que incluso me pareció notarla en la nuca; incluso sentí como unos ojos me miraban ansiosos desde la maleza...
-¡Oye! ¡No hace falta ponerse desagradable! - exclamó la chica molesta - Vale que...
-¡Agachate! - grité lanzándome contra la chica en un acto instintivo, derribándola y tumbándola en el suelo mientras una figura, oscura y enorme, pasaba por encima de nuestras cabezas para aterrizar a unos escasos metros de nosotros.
Clavé mis ojos en la criatura y pude ver horrorizado su tamaño. En la oscuridad, aquella criatura parecía un lobo huargo, por lo cual comencé a temer seriamente por mi vida y la de la chica. Si aquella criatura era lo que me temía, pronto llegaría el resto de la manada y nos harían trizas, antes siquiera de que pudiéramos gritar.
Me levanté apresuradamente y cogí la mano de la chica para levantarla de un tirón, alejándola de la bestia. La criatura avanzó hacía nosotros con una respiración bastante agitada. La bestia caminó lentamente hacía donde la luz de la Luna bañaba el suelo, mostrando poco a poco su verdadera identidad. Un enorme oso pardo nos miraba hambriento y alocado con unos granos rojos en la cara. Aquella criatura estaba infectada, y tanto el dolor de la enfermedad como el hambre, nos habían convertido en perfectos candidatos para subsanar su furia y su falta de alimento.
-¡Huye! - le dije mientras la empujaba para colocarla detrás mía - ¡Debes salvarte!
Los buenos sentimientos de la joven la habían llevado a ese problema, así que no podía permitir que ella pagara por mi desgracia. Además, yo ya estaba enfermo y seguramente moriría en unas semanas. ¿Que tenía que perder? Al menos podría tener una muerte heroica, como la de los héroes de los que hablaban los bardos. Por lo menos haría que algo en aquel cruel mundo saliera bien.
Desenvainé mi espada, recientemente transformada por los dioses, con la total intención de hacer frente en solitario a la bestia. Pero, por otro triste capricho divino, comprendí que, o bien aquella espada parecía poseer vida propia, o era demasiado pesada para mi, ya que me costaba horrores blandirla. Sin embargo, no podía permitirme perder mucho tiempo en esas banalidades, pues la bestia no iba a esperarme.
El oso se impulsó en sus patas traseras, antes de saltar hacía a mi con sus zarpas y sus fauces abiertas. Salté torpemente hacía la izquierda alejándome del oso, pero rodando estrepitosamente por el suelo. El pie me había fallado. Algo que no hubiera sucedido, si el lobo de mi interior no se hubiese puesto como loco por querer salir a jugar con el oso enfermo.
"¡No es el momento! ¡Maldita sea!" me espetaba mentalmente aunque sabia que no servia de nada.
El oso se giró y volvió a la carga. Pero yo, no me detuve, seguí rodando y rodando por el suelo tropezando con piedras y ramas, que fueron dejando sus propias marcas en mi; un sacrificio menor con tal de mantenerme alejado de las garras del oso.
Me levanté todo lo rápido que el mareo y mi horripilante jaqueca licántropa me permitieron. Sujeté la espada con fuerza y reté al oso, con una mirada firme, para que viniera a por mi. La bestia aceptó mi desafió y vino a grandes zancadas. Yo lo esperé sujetando mi espada, cuya punta apoyaba en el suelo al no poder aguantar su peso, y con una mirada llena de determinación. Pasará lo que pasará sabia, que en aquel momento, estaba haciendo lo correcto.
__________________________________________________________________________________________________________
1 = Hago referiencia a mi habilidad de nivel 0 "Un solo ser" que me otorga un -5 en destreza, sabiduría e inteligencia por la noche, y que se duplica en Luna Llena, descrita en el anterior post por Eileen.
Se van a tirar las runas para determinar un poco el combate con el oso, tanto de mi parte como de Eileen. Será un poco una guía a la hora de ver si nuestros golpes aciertan, la gravedad que producen estos en la bestia o bien otros efectos como que la bestia nos esquive o nos de algún zarpazo o mordisco.
Última edición por Ircan el Jue Jul 20 2017, 19:08, editado 8 veces
Ircan
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
La frustración comenzaba a ahogarme al ver que no quería responder. Estaba ido y notaba como no tenía intenciones de prestarme atención, ni siquiera me miraba. ¡Pero que descarado! Corro el riesgo de contraer la enfermedad sólo para ayudarlo y ni siquiera escucha lo que le digo.
Tenía ganas de gritarle que era un desgraciado por no tomar en cuenta, siquiera, mis intenciones. Cabe destacar que muy pocas veces intento ayudar a desconocidos. ¡Mucho menos si están enfermos!
Pero aquí estoy, absorbiendo mi paciencia que cada vez escaseaba aún más.
Al mirarlo noté como tenía los ojos cerrados... esperando algo. En ese instante ya pensaba lo peor de su condición así que me dispuse a intentar una vez más ayudarlo. No obstante, como respuesta obtuve un regaño. ¡Me calló! Y en ese instante culminó la poca paciencia que quedaba.
–¡Oye! ¡No hace falta ponerse desagradable! – Intenté ser lo más amable posible, pero seguía sin prestarme atención y ya comenzaba a enfurecerme. – Vale que... – Y osó a interrumpirme... nuevamente, para luego percatarme de como se tiraba sobre mi, cayendo hacia el frió suelo de aquel bosque.
En otra ocasión, sin pensarlo, lo hubiera golpeado hasta que rogara piedad. Pero en esta circunstancia agradezco que haya pasado. De él no haberlo hecho, en este momento hubiese sido la cena de aquel horrible oso pardo que, claramente, no tenía buenas intenciones con nosotros.
¿En qué momento había llegado? Ni siquiera lo noté y eso era lo que trataba de intuir el sujeto. Me sentía aún más estúpida por no darme cuenta de la situación. Pese a eso, no era el momento para lamentarme. Mucho menos cuando el hombre me levantó de una sacudida, para luego ponerse delante de mi y protegerme de la bestia infectada, incitando a que huyera y me salvara.
Luego de oír aquellas penosas palabras, di la vuelta para comenzar a correr y huir de aquella bestialidad, puede que haya intentado ayudarlo pero prefiero salvar mi pellejo antes que arriesgarme a tales situaciones.
Sin embargo, comenzaron a aflorar mis pensamientos, cómo me advirtió de su enfermedad y me salvó de aquel oso, procurando encargarse por su cuenta de aquello. Y fue en ese instante que se oían los gruñidos del animal y me detuve en medio del recorrido al imaginarme lo peor, el muchacho siendo descuartizado por el gran oso y yo aquí... huyendo como una cobarde.
Suspiré con pesar – Luego me lamentaré por esto...– Susurré y di la vuelta para volver al lugar de los hechos. Me escondí detrás de los arbustos y vislumbre al oso preparado para atacar furtivamente a quien se mantenía inmóvil y con la espada hacía abajo... sin tener fuerzas para siquiera blandir en guardia.
¡Qué estaba haciendo! Si seguía en aquella posición, el animal lo asesinaría mucho antes de que osara a levantar la espada. Tenía que hacer algo. Saqué mi vieja daga de bronce de mi zapato y esperando que mi precisión sea eficaz, o al menos que sea suerte, le de en la cabeza a ese animal.
Di un gran espiro concentrando mi objetivo y la lancé directo a su... hombro. No era lo que esperaba pero al menos sirvió para distraerlo.
Observé como el sujeto miraba hacia los lados en busca de alguna explicación y, tras aquello, salí de mi escondite para sonreír con suficiencia e indicarle que en esta pelea no estaba solo.
Tenía ganas de gritarle que era un desgraciado por no tomar en cuenta, siquiera, mis intenciones. Cabe destacar que muy pocas veces intento ayudar a desconocidos. ¡Mucho menos si están enfermos!
Pero aquí estoy, absorbiendo mi paciencia que cada vez escaseaba aún más.
Al mirarlo noté como tenía los ojos cerrados... esperando algo. En ese instante ya pensaba lo peor de su condición así que me dispuse a intentar una vez más ayudarlo. No obstante, como respuesta obtuve un regaño. ¡Me calló! Y en ese instante culminó la poca paciencia que quedaba.
–¡Oye! ¡No hace falta ponerse desagradable! – Intenté ser lo más amable posible, pero seguía sin prestarme atención y ya comenzaba a enfurecerme. – Vale que... – Y osó a interrumpirme... nuevamente, para luego percatarme de como se tiraba sobre mi, cayendo hacia el frió suelo de aquel bosque.
En otra ocasión, sin pensarlo, lo hubiera golpeado hasta que rogara piedad. Pero en esta circunstancia agradezco que haya pasado. De él no haberlo hecho, en este momento hubiese sido la cena de aquel horrible oso pardo que, claramente, no tenía buenas intenciones con nosotros.
¿En qué momento había llegado? Ni siquiera lo noté y eso era lo que trataba de intuir el sujeto. Me sentía aún más estúpida por no darme cuenta de la situación. Pese a eso, no era el momento para lamentarme. Mucho menos cuando el hombre me levantó de una sacudida, para luego ponerse delante de mi y protegerme de la bestia infectada, incitando a que huyera y me salvara.
Luego de oír aquellas penosas palabras, di la vuelta para comenzar a correr y huir de aquella bestialidad, puede que haya intentado ayudarlo pero prefiero salvar mi pellejo antes que arriesgarme a tales situaciones.
Sin embargo, comenzaron a aflorar mis pensamientos, cómo me advirtió de su enfermedad y me salvó de aquel oso, procurando encargarse por su cuenta de aquello. Y fue en ese instante que se oían los gruñidos del animal y me detuve en medio del recorrido al imaginarme lo peor, el muchacho siendo descuartizado por el gran oso y yo aquí... huyendo como una cobarde.
Suspiré con pesar – Luego me lamentaré por esto...– Susurré y di la vuelta para volver al lugar de los hechos. Me escondí detrás de los arbustos y vislumbre al oso preparado para atacar furtivamente a quien se mantenía inmóvil y con la espada hacía abajo... sin tener fuerzas para siquiera blandir en guardia.
¡Qué estaba haciendo! Si seguía en aquella posición, el animal lo asesinaría mucho antes de que osara a levantar la espada. Tenía que hacer algo. Saqué mi vieja daga de bronce de mi zapato y esperando que mi precisión sea eficaz, o al menos que sea suerte, le de en la cabeza a ese animal.
Di un gran espiro concentrando mi objetivo y la lancé directo a su... hombro. No era lo que esperaba pero al menos sirvió para distraerlo.
Observé como el sujeto miraba hacia los lados en busca de alguna explicación y, tras aquello, salí de mi escondite para sonreír con suficiencia e indicarle que en esta pelea no estaba solo.
Eileen
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
Una daga había aparecido misteriosamente para impactar en el hombro derecho del oso. ¿De donde había salido aquella daga? ¿Por fin una ayuda divina?. Si hubiese sido un guerrero experto, me hubiera importado bien poco de dónde había salido aquella daga, pero no lo era. En vez de eso, me puse a zarandear mi cabeza de un lado a otro buscando al dueño de aquel objeto. Vi como una cabellera rojiza salia de detrás de unos arbustos a mi derecha. ¿La chica había vuelto? ¿Por qué había vuelto? ¿Porque nadie me hacía caso? Se estaba poniendo en peligro y ella no merecía eso. Pero, pese a todo, le dediqué una sonrisa agradeciéndole que hubiera vuelto para ayudarme.
¡Muy bien héroe! Lo más recomendable en medio de una pelea contra un oso. furioso y enfermo, es ponerte a sonreirle como un pasmarote a una chica. Puede que el oso no pensará lo mismo, o que no fuera lo suficientemente educado como para esperar a que terminara con mis sonrisitas. Cosa que no hizo. En aquel maravilloso tiempo que yo había desperdiciado, el oso se recuperó del improvisto ataque y volvió a dirigirse furioso a por mi, seguramente me consideraba el causante de su dolor. Uno de sus bufidos fue lo que me alertó para volverme a poner en guardia.
Me giré sorprendido y vi como el oso se abalanzaba sobre mi con las fauces abiertas. Giré sobre mi mismo dirigiéndome a la izquierda. Pero, la torpeza que me acompañaba debido al conflicto interno que tenía con mi yo lobo, hizo que mi movimiento cesará antes de lo planeado, quedando demasiado cerca del oso. El cual, averiguando donde me encontraba sin necesidad de mirarme, se giró con brusquedad dándome un zarpazo con su pata izquierda, haciéndome volar por los aires.
Rápidamente noté como salia el aire mis pulmones, producto del golpe de aquella bestia. Y por si aún quedaba algo, este pronto saldría. Unos escasos segundos más tarde, noté como mi cuerpo impactaba contra un tronco, haciendo que todo este crujiera de dolor y quedará completamente noqueado, antes si quiera de caer al suelo.
-No puedo acabar así...- susurré masticando con rabia cada una de las palabras, al mismo tiempo que daba furioso un puñetazo a la tierra.
Miré al oso totalmente irritado y con una sensación algo extraña, parecía que mi cuerpo había decidido ayudarme. En aquel momento no era consciente de lo que pasaba. Y sólo lo sabría un tiempo después, cuando mi compañera me preguntara el motivo, por el cual, mis ojos habían pasado de un azul claro a un color ambarino brillante.
-Vamos a bailar,- dije con un tono de voz más áspero y profundo del que yo solía usar - osito... - mascullé apretando con fuerza los dientes a la par que el mango de la espada.
Agarré mi espada y corrí hacía el oso que me aguardaba con un gruñido. Grité furioso mientras me dirigía hacía aquella bestia, arrastrando la punta de mi espada por la tierra.
¡Muy bien héroe! Lo más recomendable en medio de una pelea contra un oso. furioso y enfermo, es ponerte a sonreirle como un pasmarote a una chica. Puede que el oso no pensará lo mismo, o que no fuera lo suficientemente educado como para esperar a que terminara con mis sonrisitas. Cosa que no hizo. En aquel maravilloso tiempo que yo había desperdiciado, el oso se recuperó del improvisto ataque y volvió a dirigirse furioso a por mi, seguramente me consideraba el causante de su dolor. Uno de sus bufidos fue lo que me alertó para volverme a poner en guardia.
Me giré sorprendido y vi como el oso se abalanzaba sobre mi con las fauces abiertas. Giré sobre mi mismo dirigiéndome a la izquierda. Pero, la torpeza que me acompañaba debido al conflicto interno que tenía con mi yo lobo, hizo que mi movimiento cesará antes de lo planeado, quedando demasiado cerca del oso. El cual, averiguando donde me encontraba sin necesidad de mirarme, se giró con brusquedad dándome un zarpazo con su pata izquierda, haciéndome volar por los aires.
Rápidamente noté como salia el aire mis pulmones, producto del golpe de aquella bestia. Y por si aún quedaba algo, este pronto saldría. Unos escasos segundos más tarde, noté como mi cuerpo impactaba contra un tronco, haciendo que todo este crujiera de dolor y quedará completamente noqueado, antes si quiera de caer al suelo.
-No puedo acabar así...- susurré masticando con rabia cada una de las palabras, al mismo tiempo que daba furioso un puñetazo a la tierra.
Miré al oso totalmente irritado y con una sensación algo extraña, parecía que mi cuerpo había decidido ayudarme. En aquel momento no era consciente de lo que pasaba. Y sólo lo sabría un tiempo después, cuando mi compañera me preguntara el motivo, por el cual, mis ojos habían pasado de un azul claro a un color ambarino brillante.
-Vamos a bailar,- dije con un tono de voz más áspero y profundo del que yo solía usar - osito... - mascullé apretando con fuerza los dientes a la par que el mango de la espada.
Agarré mi espada y corrí hacía el oso que me aguardaba con un gruñido. Grité furioso mientras me dirigía hacía aquella bestia, arrastrando la punta de mi espada por la tierra.
Última edición por Ircan el Lun Jul 24 2017, 02:26, editado 1 vez
Ircan
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
El encapuchado me sonrió agradecidamente al decidirme ayudarlo. Aunque supongo que se tomó su tiempo para apreciar tal acto, ya que el oso aprovechó el instante para recuperarse y dirigirse hasta el hombre con semblante furioso. El sacrificio de mi única daga había sido, de cierta manera, en vano.
Traté de advertirle pero ya era demasiado tarde, el animal corrió con vehemencia y arrasó contra él, para luego terminar desplazándolo con una fuerza descomunal hacia un tronco que yacía del otro lado.
Mi instinto me decía que corra hacia él para ayudarlo o tal vez para mantener ocupado al oso pero ya tenía otros planes, debía recuperar la daga.
Era primordial poder recuperarla, no podía osar a transformarme y que supiera que era licántropo, tal vez no le agradaban o simplemente huiría al verme de tal manera. También por el hecho de que no me gustaba hacerlo frente a desconocidos, tal vez luego lo usaba en mi contra o simplemente osaría a tener ventaja sobre mi persona al saber quien soy realmente. Ni siquiera sabía su nombre, tenía que cuidarme del oso y de él. Si, aunque me haya salvado en ciertas ocasiones debo estar a la defensiva.
Pese a eso debía dejar de quedarme parada como estúpida observando como aquella bestia terminaba de una vez con todo. Así que, sin más vueltas, corrí hacia el animal, el cual estaba de espaldas proponiéndose a atacar nuevamente al encapuchado.
- ¡Ven aquí asquerosa bestia! - Grité con cólera y salté sobre un tronco para terminar sobre el oso y poder recuperar la daga. Al tenerla en mis manos, la saqué fuertemente de su piel induciendo un gemido de dolor por parte de la bestia, quien se paró en dos patas por instinto y aproveché ese instante para dar la vuelta y enfrentar al animal que carecía de piedad.
Con furia levantó su extremidad e intentó cortar mi garganta con sus garras aunque, por suerte, fui lo suficientemente rápida para inclinarme hacia atrás y esquivarlo. No obstante, un tronco estaba tumbado detrás de mi y provocó que tropezara quedando así a la merced del oso. Me arrastré hacía atrás e intenté aprisa darle nuevamente con la daga, con la diferencia de que fallé cuando el oso se propuso a volver a estar en cuatro patas. ¡Genial! Había perdido mi daga en un intento imprudente por, siquiera, hacerle daño.
Cuando ya creía que era mi fin, observé detrás al encapuchado que corría aprisa hacía la bestia para atacarla. Aunque percibía algo extraño en él; curiosamente sus ojos se habían bañado de un amarillo profundo que miraba a aquel oso impetuoso.
De todas formas, salí de mi trance por aquella mirada y empleé ese instante en el que estaba distraído para salir de su acorralamiento y preparar mi siguiente ataque.
Traté de advertirle pero ya era demasiado tarde, el animal corrió con vehemencia y arrasó contra él, para luego terminar desplazándolo con una fuerza descomunal hacia un tronco que yacía del otro lado.
Mi instinto me decía que corra hacia él para ayudarlo o tal vez para mantener ocupado al oso pero ya tenía otros planes, debía recuperar la daga.
Era primordial poder recuperarla, no podía osar a transformarme y que supiera que era licántropo, tal vez no le agradaban o simplemente huiría al verme de tal manera. También por el hecho de que no me gustaba hacerlo frente a desconocidos, tal vez luego lo usaba en mi contra o simplemente osaría a tener ventaja sobre mi persona al saber quien soy realmente. Ni siquiera sabía su nombre, tenía que cuidarme del oso y de él. Si, aunque me haya salvado en ciertas ocasiones debo estar a la defensiva.
Pese a eso debía dejar de quedarme parada como estúpida observando como aquella bestia terminaba de una vez con todo. Así que, sin más vueltas, corrí hacia el animal, el cual estaba de espaldas proponiéndose a atacar nuevamente al encapuchado.
- ¡Ven aquí asquerosa bestia! - Grité con cólera y salté sobre un tronco para terminar sobre el oso y poder recuperar la daga. Al tenerla en mis manos, la saqué fuertemente de su piel induciendo un gemido de dolor por parte de la bestia, quien se paró en dos patas por instinto y aproveché ese instante para dar la vuelta y enfrentar al animal que carecía de piedad.
Con furia levantó su extremidad e intentó cortar mi garganta con sus garras aunque, por suerte, fui lo suficientemente rápida para inclinarme hacia atrás y esquivarlo. No obstante, un tronco estaba tumbado detrás de mi y provocó que tropezara quedando así a la merced del oso. Me arrastré hacía atrás e intenté aprisa darle nuevamente con la daga, con la diferencia de que fallé cuando el oso se propuso a volver a estar en cuatro patas. ¡Genial! Había perdido mi daga en un intento imprudente por, siquiera, hacerle daño.
Cuando ya creía que era mi fin, observé detrás al encapuchado que corría aprisa hacía la bestia para atacarla. Aunque percibía algo extraño en él; curiosamente sus ojos se habían bañado de un amarillo profundo que miraba a aquel oso impetuoso.
De todas formas, salí de mi trance por aquella mirada y empleé ese instante en el que estaba distraído para salir de su acorralamiento y preparar mi siguiente ataque.
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
La chica había atacado al oso, con gran habilidad por cierto. En mi carrera hacía el oso, vi como esta se colocaba encima de la bestia para recuperar su cuchillo. Sin embargo, en el aullido de dolor del animal, este se levantó en sus patas traseras queriendo derribar a la mujer. No obstante, la chica fue más rápida, saltó justo en el momento oportuno para caer delante de la bestia, decidida a atravesarla con su cuchillo.
"Es ágil." pensé dirigiéndole una mirada de admiración. Me faltaban sólo unos poco metros más. Los actos de la chica habían alejado demasiado al oso de mi. El cual ahora amenazaba a la chica.
El oso alzó una de sus zarpas dispuesto a degollar el cuello de la chica. Esta, haciendo muestra de nuevo de su agilidad y rapidez, lo esquivó saltando hacía atrás. Pero los caprichos de los dioses parecían no acompañarnos aquella noche, eso, o disfrutaban enormemente con el entretenimiento que les producía vernos luchar por nuestras vidas. En su hábil movimiento, la joven tropezó con un tronco cayendo al suelo. El oso avanzó hacía ella. La chica camufló su temor confiando en su daga y la lanzó hacía el oso.
Vi con un destello, producido por la luz de la luna, como la daga pasaba ignorando al oso y se acercaba peligrosamente hacia a mi. Aunque no era un lanzamiento muy certero, o por lo menos no tanto como lo había sido antes, pues la esquive con un simple cambio de dirección.
"¿Pelea contra los dos a la vez?" miré confundido a la chica. En la cual si que vi ya una profunda cara de preocupación al estar desprotegida.
-¡Eh tu! - grité furioso a la bestia agarrando fuertemente mi espada, preparando mi ataque -¡Que tu oponente soy yo!
Llamé la atención del oso, lo que sirvió para que la chica pudiera escapar. Sonreí por ello y porque una rara locura comenzó a poseerme. No me importó que el oso me lanzara otro zarpazo erguido en sus dos patas. De hecho, solté una carcajada algo siniestra, cuando me agache hábilmente aprovechando mi estatura para pasar por debajo de su pata, antes de que está me impactara. Quedé muy cerca del oso, puede que demasiado, pero era lo que quería.
Reuní toda la fuerza de la que disponía, para depositar toda la velocidad de mi carrera en mi espada, lo que me facilitó levántarla y realizar un corte en vertical que impactó en el torso del animal, que acompañó mi acto con un lastimoso gruñido. El corte, no fue muy profundo, pero lo suficiente para dañar al animal y que este comenzará a sangrar. Algo que, acompañado de ya su dolorosa enfermedad, seguramente haría los movimientos de la bestia algo más lentos, siendo más fáciles de esquivar.
Sin embargo, no todo eran buenas noticias. El animal se revolvió y tuve que saltar hacía la derecha, para mantenerme a salvo de sus garras. La bestia no se estuvo quieto por mucho tiempo, volvió a acercarse a mi más furioso que nunca. Mantuve las distancias, alejándome de sus colmillos y sus garras, saltando de un lado al otro.
Pero mucho había durado mi buena suerte en cuanto a agilidad. Sin previo aviso, a mi lobo interno le volvieron a entrar las ganas de jugar con el oso enfermo, lo que me hizo tropezar y rodar por los suelos, quedando totalmente expuesto al oso. El oso se percató de mi torpeza y saltó hacía a mi dispuesto a acabar conmigo.
Me levanté como pude y salté a mi izquierda de una forma poco elegante, volviendo a ser obligado a rodar por los suelos. De repente, escuché un grito femenino. ¡La chica! ¡La había perdido de vista!. Miré hacía donde provenía la voz. El oso amenazaba de nuevo a la chica. Está vez había sido yo el culpable, lo había atraído hacía donde estaba ella.
"¡Mierda!" maldije apretando los dientes -¡No! ¡Ven aquí! ¡Ven aquí estúpido oso!- grité intentando en vano llamar la atención del oso. Pero este me ignoró totalmente, la chica le resultaba más apetitosa que un saco de huesos como yo.
Intenté levantarme, pero mi cuerpo me falló y volví a caer. Me costaba controlar mi cuerpo, de nuevo mi jaqueca comenzó a avasallarme con una fuerza abrumadora.
"Es ágil." pensé dirigiéndole una mirada de admiración. Me faltaban sólo unos poco metros más. Los actos de la chica habían alejado demasiado al oso de mi. El cual ahora amenazaba a la chica.
El oso alzó una de sus zarpas dispuesto a degollar el cuello de la chica. Esta, haciendo muestra de nuevo de su agilidad y rapidez, lo esquivó saltando hacía atrás. Pero los caprichos de los dioses parecían no acompañarnos aquella noche, eso, o disfrutaban enormemente con el entretenimiento que les producía vernos luchar por nuestras vidas. En su hábil movimiento, la joven tropezó con un tronco cayendo al suelo. El oso avanzó hacía ella. La chica camufló su temor confiando en su daga y la lanzó hacía el oso.
Vi con un destello, producido por la luz de la luna, como la daga pasaba ignorando al oso y se acercaba peligrosamente hacia a mi. Aunque no era un lanzamiento muy certero, o por lo menos no tanto como lo había sido antes, pues la esquive con un simple cambio de dirección.
"¿Pelea contra los dos a la vez?" miré confundido a la chica. En la cual si que vi ya una profunda cara de preocupación al estar desprotegida.
-¡Eh tu! - grité furioso a la bestia agarrando fuertemente mi espada, preparando mi ataque -¡Que tu oponente soy yo!
Llamé la atención del oso, lo que sirvió para que la chica pudiera escapar. Sonreí por ello y porque una rara locura comenzó a poseerme. No me importó que el oso me lanzara otro zarpazo erguido en sus dos patas. De hecho, solté una carcajada algo siniestra, cuando me agache hábilmente aprovechando mi estatura para pasar por debajo de su pata, antes de que está me impactara. Quedé muy cerca del oso, puede que demasiado, pero era lo que quería.
Reuní toda la fuerza de la que disponía, para depositar toda la velocidad de mi carrera en mi espada, lo que me facilitó levántarla y realizar un corte en vertical que impactó en el torso del animal, que acompañó mi acto con un lastimoso gruñido. El corte, no fue muy profundo, pero lo suficiente para dañar al animal y que este comenzará a sangrar. Algo que, acompañado de ya su dolorosa enfermedad, seguramente haría los movimientos de la bestia algo más lentos, siendo más fáciles de esquivar.
Sin embargo, no todo eran buenas noticias. El animal se revolvió y tuve que saltar hacía la derecha, para mantenerme a salvo de sus garras. La bestia no se estuvo quieto por mucho tiempo, volvió a acercarse a mi más furioso que nunca. Mantuve las distancias, alejándome de sus colmillos y sus garras, saltando de un lado al otro.
Pero mucho había durado mi buena suerte en cuanto a agilidad. Sin previo aviso, a mi lobo interno le volvieron a entrar las ganas de jugar con el oso enfermo, lo que me hizo tropezar y rodar por los suelos, quedando totalmente expuesto al oso. El oso se percató de mi torpeza y saltó hacía a mi dispuesto a acabar conmigo.
Me levanté como pude y salté a mi izquierda de una forma poco elegante, volviendo a ser obligado a rodar por los suelos. De repente, escuché un grito femenino. ¡La chica! ¡La había perdido de vista!. Miré hacía donde provenía la voz. El oso amenazaba de nuevo a la chica. Está vez había sido yo el culpable, lo había atraído hacía donde estaba ella.
"¡Mierda!" maldije apretando los dientes -¡No! ¡Ven aquí! ¡Ven aquí estúpido oso!- grité intentando en vano llamar la atención del oso. Pero este me ignoró totalmente, la chica le resultaba más apetitosa que un saco de huesos como yo.
Intenté levantarme, pero mi cuerpo me falló y volví a caer. Me costaba controlar mi cuerpo, de nuevo mi jaqueca comenzó a avasallarme con una fuerza abrumadora.
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
Tomé carrera y me dirigí hacia el otro lado de los grandes matorrales que nos rodeaban, donde suponía que mi daga había caído. Estaba pensando seriamente en fabricarme otra, pero ni siquiera tenía recursos para aquello así que descarté la posibilidad.
La búsqueda se me imposibilitaba cada vez más al notar como la oscuridad tomaba posesión del lugar. Aún no aprendía a controlar completamente mis habilidades, y estaba lamentando en este momento no haberlo tomado en serio anteriormente.
Parecía una anciana acariciando la fría tierra del suelo intentando, con esperanza, poder sentir algo frío y duro, correspondiente a mi daga. Las palmas de mi mano me temblaban desesperadamente, conteniendo la frustración que prevalecía al no encontrarla mientras oía como el oso gruñía luego de las fuertes sacudidas que provocaban al contrastar contra la maleza.
En mi último intento inútil por tratar de encontrar la daga, logré vislumbrar un brillo de entre los arbustos. Antes de poder conseguir encaminarme hacia allí, me giré rápidamente para estar al tanto de la situación y el encapuchado era apresado por la bestia que se notaba algo herida. Al menos el si aportó algo.
Corrí hacía los arbustos y afortunadamente era la daga. Sonreí con rencor y me di la vuelta para enfrentar una vez más a la bestia. Pese a eso, mis intenciones se vieron interrumpidas por aquel oso que estaba frente a mi. Gracias a la impresión repentina causada por sorpresa di un grito que, probablemente, lo habrá escuchado todo Aerandir...
En ese instante solo oía un pequeño susurro a lo lejos de aquel encapuchado que intentaba llevarse a la bestia hacia él. Pero, por alguna extraña razón, se acercaba cada vez más a mi esperando el momento exacto en que me resistiera para atacarme. Otra cosa no podía efectuar, tenía que hacer algo si no quería terminar como su cena.
Sin dejar de mirar su semblante bestial, lentamente levanté mi mano que apretaba con fuerza la daga para darle con fuerza en su cráneo. De todas formas, el oso fue sorprendentemente más rápido arañando mi atuendo y lanzándome de una gran embestida hacia un arbusto, sintiendo como todos mis huesos eran estrujados contra el matorral y como las pequeñas ramas raspaban cada centímetro de mi piel levemente. Todo a mi alrededor daba vueltas y solo admiraba una figura oscura que se acercaba cada vez más para luego atizar con mis costillas.
Como consecuencia, comencé a rodar hacia el lado contrario y terminé tumbada debajo de un gran tronco abandonado. Ya no tenía fuerzas si quiera para ahogar un gemido. Sólo oía desde lo lejos como el encapuchado gritaba eufórico hacia la bestia. Creía estar inconsciente al ver todo borroso y como iba desapareciendo todo a mi al rededor, exceptuando algo... la daga, que aún permanecía en mi mano luego del alboroto, seguía allí. Con la energía escasa que propagaba, tomé fuerzas para poder erguirme nuevamente, pero con dificultad.
Pese a eso, saqué un poco de sangre de mi labio inferior y admiré mi dedo indice cubierto de ésta. En aquel momento una sensación de fiereza recorría por todo mi cuerpo y tenía la impetuosidad de transformarme. Lo iba a hacer, no podía dejar que me destrozara una simple bestia enferma. – ¡De ésta no te salvas! – Osé a gritar para encaminarme corriendo hacia la bestia en busca de mi venganza.
La búsqueda se me imposibilitaba cada vez más al notar como la oscuridad tomaba posesión del lugar. Aún no aprendía a controlar completamente mis habilidades, y estaba lamentando en este momento no haberlo tomado en serio anteriormente.
Parecía una anciana acariciando la fría tierra del suelo intentando, con esperanza, poder sentir algo frío y duro, correspondiente a mi daga. Las palmas de mi mano me temblaban desesperadamente, conteniendo la frustración que prevalecía al no encontrarla mientras oía como el oso gruñía luego de las fuertes sacudidas que provocaban al contrastar contra la maleza.
En mi último intento inútil por tratar de encontrar la daga, logré vislumbrar un brillo de entre los arbustos. Antes de poder conseguir encaminarme hacia allí, me giré rápidamente para estar al tanto de la situación y el encapuchado era apresado por la bestia que se notaba algo herida. Al menos el si aportó algo.
Corrí hacía los arbustos y afortunadamente era la daga. Sonreí con rencor y me di la vuelta para enfrentar una vez más a la bestia. Pese a eso, mis intenciones se vieron interrumpidas por aquel oso que estaba frente a mi. Gracias a la impresión repentina causada por sorpresa di un grito que, probablemente, lo habrá escuchado todo Aerandir...
En ese instante solo oía un pequeño susurro a lo lejos de aquel encapuchado que intentaba llevarse a la bestia hacia él. Pero, por alguna extraña razón, se acercaba cada vez más a mi esperando el momento exacto en que me resistiera para atacarme. Otra cosa no podía efectuar, tenía que hacer algo si no quería terminar como su cena.
Sin dejar de mirar su semblante bestial, lentamente levanté mi mano que apretaba con fuerza la daga para darle con fuerza en su cráneo. De todas formas, el oso fue sorprendentemente más rápido arañando mi atuendo y lanzándome de una gran embestida hacia un arbusto, sintiendo como todos mis huesos eran estrujados contra el matorral y como las pequeñas ramas raspaban cada centímetro de mi piel levemente. Todo a mi alrededor daba vueltas y solo admiraba una figura oscura que se acercaba cada vez más para luego atizar con mis costillas.
Como consecuencia, comencé a rodar hacia el lado contrario y terminé tumbada debajo de un gran tronco abandonado. Ya no tenía fuerzas si quiera para ahogar un gemido. Sólo oía desde lo lejos como el encapuchado gritaba eufórico hacia la bestia. Creía estar inconsciente al ver todo borroso y como iba desapareciendo todo a mi al rededor, exceptuando algo... la daga, que aún permanecía en mi mano luego del alboroto, seguía allí. Con la energía escasa que propagaba, tomé fuerzas para poder erguirme nuevamente, pero con dificultad.
Pese a eso, saqué un poco de sangre de mi labio inferior y admiré mi dedo indice cubierto de ésta. En aquel momento una sensación de fiereza recorría por todo mi cuerpo y tenía la impetuosidad de transformarme. Lo iba a hacer, no podía dejar que me destrozara una simple bestia enferma. – ¡De ésta no te salvas! – Osé a gritar para encaminarme corriendo hacia la bestia en busca de mi venganza.
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
Mi cuerpo no me respondía. Mi control sobre él era demasiado intermitente. Entre la lucha con mi yo interno, para mantener un poco la cordura, y la lucha por sobreponerme al propio desgaste que había sufrido, causa de los tremendos golpes directos que había recibido, no conseguía ponerme en pie.
Escuché como el oso se divertía a placer con la chica, y aunque no lo ví, si oí como su cuerpo chocaba contra el suelo. Fue en ese momento cuando la vi, tumbada debajo de un tronco, inmóvil. Mis ojos mostraron el impacto que tuvo sobre mi aquella visión. Miré incrédulo, con los ojos completamente abiertos, como la chica yacía inmóvil y como el oso se acercaba, seguramente dispuesto a aprovechar su cena.
Tardé unos segundos en notar como unas lagrimas, producto de la furia, se acumulaban en mis retinas. Tardé unos segundos en volver a la dura realidad, y cuando lo hice, ya nada podía detenerme, iba a matar a ese oso.
Toda resistencia de mi cuerpo a moverse o los problemas de mi lobo interior quedaron en nada. Puede que fuera porque en aquellos momentos me había convertido en una bestia más peligrosa que un animal, un loco.
Apreté con fuerza los dientes, así con furia la empuñadura de mi espada y salí corriendo y gritando hacía el maldito oso. Éste pareció percatarse de que yo aún existía, como si lo hubiera olvidado, algo que me enfureció aún más. Mientras corría levanté la espada, de forma horizontal haciendo que la hoja plana acariciara mi mejilla, dispuesto a empalar a aquel endemoniado animal.
El oso reaccionó. Pero sus movimientos eran demasiado lentos, por fin las heridas y el cansancio de la enfermedad había ejercido el efecto deseado. No pudo detener mi avance. Grité furioso al mismo tiempo que descargaba toda la velocidad de mi carrera y todas las fuerzas que me quedaban en la punta de una espada, la cual comenzaba abrirse paso en el hombro derecho del animal, quebrando en su avance, piel, musculo y hueso hasta que el tope de la empuñadura la detuvo.
Percibí el lastimero quejido del oso a unos escasos centímetros de mi oído. Pensé que había ganado, pero aquella criatura se resignaba a morir, se revolvió y me lanzó de nuevo por los aires de un zarpazo, aunque con mucha menos fuerza que antes, desplazándome sólo unos escasos metros.
Caí de espaldas, completamente exhausto e incapaz de moverme. Vi como el oso avanzaba quejosamente, con la espada aún clava, acercándose amenazante hacía a mi, con un respiración sangrante.
"¿Moriremos ambos en este combate?" pensé antes de ver un destello rojizo aparecer otra vez en la escena.
_______________________________________________________________________________________________________
Este ultimo lanzamiento determinará un poco la gravedad total de nuestras heridas, en coherencia con lo descrito.
Escuché como el oso se divertía a placer con la chica, y aunque no lo ví, si oí como su cuerpo chocaba contra el suelo. Fue en ese momento cuando la vi, tumbada debajo de un tronco, inmóvil. Mis ojos mostraron el impacto que tuvo sobre mi aquella visión. Miré incrédulo, con los ojos completamente abiertos, como la chica yacía inmóvil y como el oso se acercaba, seguramente dispuesto a aprovechar su cena.
Tardé unos segundos en notar como unas lagrimas, producto de la furia, se acumulaban en mis retinas. Tardé unos segundos en volver a la dura realidad, y cuando lo hice, ya nada podía detenerme, iba a matar a ese oso.
Toda resistencia de mi cuerpo a moverse o los problemas de mi lobo interior quedaron en nada. Puede que fuera porque en aquellos momentos me había convertido en una bestia más peligrosa que un animal, un loco.
Apreté con fuerza los dientes, así con furia la empuñadura de mi espada y salí corriendo y gritando hacía el maldito oso. Éste pareció percatarse de que yo aún existía, como si lo hubiera olvidado, algo que me enfureció aún más. Mientras corría levanté la espada, de forma horizontal haciendo que la hoja plana acariciara mi mejilla, dispuesto a empalar a aquel endemoniado animal.
El oso reaccionó. Pero sus movimientos eran demasiado lentos, por fin las heridas y el cansancio de la enfermedad había ejercido el efecto deseado. No pudo detener mi avance. Grité furioso al mismo tiempo que descargaba toda la velocidad de mi carrera y todas las fuerzas que me quedaban en la punta de una espada, la cual comenzaba abrirse paso en el hombro derecho del animal, quebrando en su avance, piel, musculo y hueso hasta que el tope de la empuñadura la detuvo.
Percibí el lastimero quejido del oso a unos escasos centímetros de mi oído. Pensé que había ganado, pero aquella criatura se resignaba a morir, se revolvió y me lanzó de nuevo por los aires de un zarpazo, aunque con mucha menos fuerza que antes, desplazándome sólo unos escasos metros.
Caí de espaldas, completamente exhausto e incapaz de moverme. Vi como el oso avanzaba quejosamente, con la espada aún clava, acercándose amenazante hacía a mi, con un respiración sangrante.
"¿Moriremos ambos en este combate?" pensé antes de ver un destello rojizo aparecer otra vez en la escena.
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Este ultimo lanzamiento determinará un poco la gravedad total de nuestras heridas, en coherencia con lo descrito.
Última edición por Ircan el Mar Jul 25 2017, 13:08, editado 1 vez
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
En el recorrido, la bestia se notaba algo cansada y con intenciones de asesinar al encapuchado sin importar que el muriese también. Qué loco, ¿no? El cuadrúpedo estaba dispuesto a morir con tal de que nosotros también cayéramos en la desgracia. Toda necesidad de alimentarse se había desvanecido al percibir como resultaba ser una presa difícil para aquel carnívoro. Hasta parecía emanar orgullo de sus poros. ¿Será eso posible?
Una vez más el encapuchado estaba bajo la sujeción del animal, quien se disponía a asesinarlo luego de haberle dado un gran guantazo que lo hizo rodar como si fuera un costal de papas.
No obstante, al estar aún más cerca de mi objetivo, atisbé la gran espada del hombre que estaba incrustada entre los tegumentos del animal. Entonces una pizca de razonamiento se interpuso entre mis deseos por transformarme y acabar con la bestia, antes de que terminara de deshacerme de todo mi atuendo. Cabe destacar que éste estaba infectado y tan solo al atreverme a darle un mordisco ya formaría parte del círculo de los maldecidos. Debía hacer a un lado mis ansias por ejecutarlo.
La debilidad que emanaba de aquella bestia, con la espada del encapuchado aún entre sus tejidos y dándome la espalda mientras se atrevía a terminar con él, me dieron el ángulo perfecto para yo ser quien termine con todo este bullicio.
Nuevamente hacia presencia a mi tan adorada daga, que me había salvado en tantas ocasiones que ya se me imposibilitaba no usarla. La tomé nuevamente y corrí aún más rápido hacia la escena. Percibí como el encapuchado tenía una expresión sorprendida. Qué, ¿Creía que ya había muerto? Que poca fe que tenía hacia mi persona.
De todas formas dirigí mi recorrido hacia un árbol que se encontraba a su izquierda, alejándome completamente del objetivo. Pero no sin una razón. Salté hacia aquel árbol y pateé con fuerza el tronco de la misma para impulsarme hacia el lado contrario. Claro que si, donde estaba el oso a punto de asesinar al hombre. Así que sin más, rápidamente levanté la daga sobre mi cabeza para terminar con mi salto justo a un lado del oso... y con la daga, efectivamente, introducida en su cráneo.
Tomé un gran espiro tras terminar con la poca energía que quedaba en mi ser en tal acto que, orgullosamente, no había sido en vano. En aquel lapso el oso había dejado de gruñir contra la voluntad del encapuchado para quedarse con una expresión completamente neutral mientras una gota de sangre recorría su cavidad nasal cayendo lentamente hacia la fría tierra. Me alejé por instinto de la bestia para prevenir que sea infectada, y fue ahí cuando su inclinación lo dejó tumbado boca arriba en la tierra de aquellos matorrales que sólo eran vislumbrados por la Luna que, ciertamente, había presenciado todo el conflicto.
Lo miré al encapuchado con una pequeña sonrisa de satisfacción y me dispuse a estirar mi mano para ayudar a que se levantara. Pero el negó con la cabeza para después levantarse por su cuenta. Cierto, por un momento me había olvidado que el también padecía de la desdicha. Entonces me alejé del hombre y solo suspire de alivio al ver el cadáver del animal con mi única daga en su cráneo. Ya no la podía recuperar, al estar bañada de sangre correría el riesgo. Tal vez en algún momento volveré a la aldea para persuadir a mi madre y que me consiga una, quien sabe.
– ... Sobrevivimos – Reí con cansancio y me senté en aquel tronco que me había salvado la primera vez que enfrenté al oso y le presté más atención a todo mi alrededor bañado por una oscuridad que sólo se apreciaba por la luz de la Luna. Hasta que llegué a ver al encapuchado que estaba parado del otro lado observándome.
"Tal vez sea buena persona después de todo".
_______________________________________________________________________________________________________
Hice uso de mi habilidad frustración la cual dicta que cuando uno de tus ataques sea esquivado o bloqueado, puedes en tu siguiente post realizar un ataque especial que será considerado un 50% más fuerte y más preciso.
Una vez más el encapuchado estaba bajo la sujeción del animal, quien se disponía a asesinarlo luego de haberle dado un gran guantazo que lo hizo rodar como si fuera un costal de papas.
No obstante, al estar aún más cerca de mi objetivo, atisbé la gran espada del hombre que estaba incrustada entre los tegumentos del animal. Entonces una pizca de razonamiento se interpuso entre mis deseos por transformarme y acabar con la bestia, antes de que terminara de deshacerme de todo mi atuendo. Cabe destacar que éste estaba infectado y tan solo al atreverme a darle un mordisco ya formaría parte del círculo de los maldecidos. Debía hacer a un lado mis ansias por ejecutarlo.
La debilidad que emanaba de aquella bestia, con la espada del encapuchado aún entre sus tejidos y dándome la espalda mientras se atrevía a terminar con él, me dieron el ángulo perfecto para yo ser quien termine con todo este bullicio.
Nuevamente hacia presencia a mi tan adorada daga, que me había salvado en tantas ocasiones que ya se me imposibilitaba no usarla. La tomé nuevamente y corrí aún más rápido hacia la escena. Percibí como el encapuchado tenía una expresión sorprendida. Qué, ¿Creía que ya había muerto? Que poca fe que tenía hacia mi persona.
De todas formas dirigí mi recorrido hacia un árbol que se encontraba a su izquierda, alejándome completamente del objetivo. Pero no sin una razón. Salté hacia aquel árbol y pateé con fuerza el tronco de la misma para impulsarme hacia el lado contrario. Claro que si, donde estaba el oso a punto de asesinar al hombre. Así que sin más, rápidamente levanté la daga sobre mi cabeza para terminar con mi salto justo a un lado del oso... y con la daga, efectivamente, introducida en su cráneo.
Tomé un gran espiro tras terminar con la poca energía que quedaba en mi ser en tal acto que, orgullosamente, no había sido en vano. En aquel lapso el oso había dejado de gruñir contra la voluntad del encapuchado para quedarse con una expresión completamente neutral mientras una gota de sangre recorría su cavidad nasal cayendo lentamente hacia la fría tierra. Me alejé por instinto de la bestia para prevenir que sea infectada, y fue ahí cuando su inclinación lo dejó tumbado boca arriba en la tierra de aquellos matorrales que sólo eran vislumbrados por la Luna que, ciertamente, había presenciado todo el conflicto.
Lo miré al encapuchado con una pequeña sonrisa de satisfacción y me dispuse a estirar mi mano para ayudar a que se levantara. Pero el negó con la cabeza para después levantarse por su cuenta. Cierto, por un momento me había olvidado que el también padecía de la desdicha. Entonces me alejé del hombre y solo suspire de alivio al ver el cadáver del animal con mi única daga en su cráneo. Ya no la podía recuperar, al estar bañada de sangre correría el riesgo. Tal vez en algún momento volveré a la aldea para persuadir a mi madre y que me consiga una, quien sabe.
– ... Sobrevivimos – Reí con cansancio y me senté en aquel tronco que me había salvado la primera vez que enfrenté al oso y le presté más atención a todo mi alrededor bañado por una oscuridad que sólo se apreciaba por la luz de la Luna. Hasta que llegué a ver al encapuchado que estaba parado del otro lado observándome.
"Tal vez sea buena persona después de todo".
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Última edición por Eileen el Miér Jul 26 2017, 00:19, editado 2 veces
Eileen
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
El destello rojizo, un apodo que creí acorde para aquella mujer, hizo de nuevo muestra de su habilidad. Apareció de la nada, para mi gran sorpresa pues ciertamente había creído que el oso la había matado, corriendo hasta un árbol cercano al oso. ¿Para qué? Pronto averigüé la respuesta a mi pregunta, cuando vi atónito como la joven atravesaba el cráneo del animal.
"¿Algún día mi torpeza me permitiría moverme así?" no pude evitar preguntarme al mismo tiempo que veía como el oso caía inmóvil a tierra.
La chica sonrió satisfecha y susurró una palabra de triunfo antes de ir a recuperar su daga. Pero dudó, temiendo infectarse, y se quedó donde estaba, con algunas pequeñas muestras de arrepentimiento.
Sin embargo, yo no podía abandonar mi espada tan fácilmente, y mucho menos después de lo que había tenido que sufrir para conseguirla. Me levanté, sintiendo como mis brazos y mis piernas se resentían a ello con un desagradable dolor en la fibra de mis músculos, y me dirigí hacía el cadáver del oso.
-Gracias por la ayuda- agradecí a la chica sonriente, al tiempo que me acercaba al animal. Una sonrisa que no tenía mucho sentido mostrar, ya que el trozo de tela que llevaba en la boca la ocultaba.
Cuando llegué empuñe con fuerza el mago de mi espada y la saque dando un tirón, pese a los nuevos quejidos de mi brazo. Me costó unos cuantos segundos y un gran esfuerzo sacarla, pero al final lo conseguí. Luego vi el mango del puñal que sobresalía del cráneo de la victima, la arma de nuestra victoria. No veía justo dejarla allí. La tomé del pomo y di un fuerte tirón para desincrustarla, algo que me costó mucho menos que la espada. La daga estaba bastante dañada, no por nada acababa de atravesar el cráneo de un oso.
-Te la arreglaré un poco. Tengo algunos conocimientos de herrería.- le dije a la chica mientras limpiaba el arma en los pelos del oso- Creo que sería una buena forma de pagarte por la ayuda. - y repetí el mismo acto que hice con la daga, pero con mi espada.
Una vez limpié ambas armas, guardé mi espada en la funda y le dí la daga a la chica, para que la guardará hasta el momento en el que pudiera repararla.
-Bueno...- suspiré mientras ponía mis brazos en jarra -Dijiste que sabías de un lugar para pasar la noche, ¿no? - pregunté mirándola fijamente a los ojos, escudriñándola con la mirada -Creo que me gustaría mucho conocer dicho lugar. -sonreí, aunque con el trapo, la capucha y la oscuridad de la noche seguramente el gesto pasó desapercibido- Por cierto, soy Ircan Seiron, es un placer- añadí con un gesto y un tono amable mientras me quitaba la capucha. Creo que es lo que se debe hacer cuando te presentas -¿Y tu eres...? -indagué haciendo un torbellino con el dedo mientras me inclinaba hacía la chica curioso por saber la respuesta.
"¿Algún día mi torpeza me permitiría moverme así?" no pude evitar preguntarme al mismo tiempo que veía como el oso caía inmóvil a tierra.
La chica sonrió satisfecha y susurró una palabra de triunfo antes de ir a recuperar su daga. Pero dudó, temiendo infectarse, y se quedó donde estaba, con algunas pequeñas muestras de arrepentimiento.
Sin embargo, yo no podía abandonar mi espada tan fácilmente, y mucho menos después de lo que había tenido que sufrir para conseguirla. Me levanté, sintiendo como mis brazos y mis piernas se resentían a ello con un desagradable dolor en la fibra de mis músculos, y me dirigí hacía el cadáver del oso.
-Gracias por la ayuda- agradecí a la chica sonriente, al tiempo que me acercaba al animal. Una sonrisa que no tenía mucho sentido mostrar, ya que el trozo de tela que llevaba en la boca la ocultaba.
Cuando llegué empuñe con fuerza el mago de mi espada y la saque dando un tirón, pese a los nuevos quejidos de mi brazo. Me costó unos cuantos segundos y un gran esfuerzo sacarla, pero al final lo conseguí. Luego vi el mango del puñal que sobresalía del cráneo de la victima, la arma de nuestra victoria. No veía justo dejarla allí. La tomé del pomo y di un fuerte tirón para desincrustarla, algo que me costó mucho menos que la espada. La daga estaba bastante dañada, no por nada acababa de atravesar el cráneo de un oso.
-Te la arreglaré un poco. Tengo algunos conocimientos de herrería.- le dije a la chica mientras limpiaba el arma en los pelos del oso- Creo que sería una buena forma de pagarte por la ayuda. - y repetí el mismo acto que hice con la daga, pero con mi espada.
Una vez limpié ambas armas, guardé mi espada en la funda y le dí la daga a la chica, para que la guardará hasta el momento en el que pudiera repararla.
-Bueno...- suspiré mientras ponía mis brazos en jarra -Dijiste que sabías de un lugar para pasar la noche, ¿no? - pregunté mirándola fijamente a los ojos, escudriñándola con la mirada -Creo que me gustaría mucho conocer dicho lugar. -sonreí, aunque con el trapo, la capucha y la oscuridad de la noche seguramente el gesto pasó desapercibido- Por cierto, soy Ircan Seiron, es un placer- añadí con un gesto y un tono amable mientras me quitaba la capucha. Creo que es lo que se debe hacer cuando te presentas -¿Y tu eres...? -indagué haciendo un torbellino con el dedo mientras me inclinaba hacía la chica curioso por saber la respuesta.
Ircan
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
Aprecié su considerable agradecimiento, el cual no pude estimar con seguridad ya que aquel pedazo de tela imposibilitaba verlo.
¿Qué se supone que debía hacer en ese momento? Estaba considerando la posibilidad de largarme sin decir una palabra, pero al ver las acciones del hombre y como sacaba su espada de los tejidos del cadáver de aquel animal, para luego sacar mi tan preciada daga me hicieron retractarme. ¿Qué haría con ella? Era absurdo recuperarla, se había ido junto con mis posibilidades de no transformarme en mi defensa.
Sin embargo, me sorprendí al oírle decir que el tenía conocimientos de herrería. ¿Acaso el mundo al fin me sonreía? Tras ésto tomé la decisión de no alejarme de aquel hombre, quizá podría sacar provecho de sus habilidades y poder hasta tener una buena armadura. Sonreí gracias a aquellas posibilidades y recibí la daga que él había extraído del animal, para luego esconderla tras mi bota... nuevamente. Gracias al cielo llevaba calcetines, de otro modo no sabría como llevar aquella daga que, aunque había sido removido todo indicio de sangre, suelo ser muy desconfiada y prefería prevenir antes que lamentar.
Lo miré incrédula ya que decidió seguir hablando. Al parecer los roles habían cambiado y ahora él era el charlatán. Incluso había rebuscado en la idea que había dado mucho antes sobre el refugio... en realidad no era una mala idea, estábamos atrapados en la oscuridad y debíamos escondernos hasta la mañana. Podrían tratar de asesinarnos algún gorila infectado... o quizá otro oso.
– Por cierto, soy Ircan Seiron, es un placer – Así que ese era su nombre. Me había tomado por sorpresa con aquella presentación, incluso había decidido exponer su rostro en señal de amabilidad. ¿Acaso ese será su nombre verdadero? ¿O era simplemente un truco? No lo sé, con las mentiras con las que había convivido por años ya me esperaba cualquier banalidad. Y fue aún más extraño cuando preguntó quién era yo...
Sonreí con amabilidad y me incliné elegantemente – Soy E... Elizabeth.
No sé por qué había hecho eso. Esta claro que aún desconfiaba del hombre y no me inspiraba seguridad a pesar de lo ya vivido. Habrá sido suerte por estar en aquellas situaciones pero no me permitía confiar, no ahora que recordaba como sus ojos cambiaron drásticamente. Tenía que descubrir quien era realmente antes de siquiera revelarle mi identidad.
De todas formas aceptaré su propuesta y lo guiaré hacia la cueva, aún no me olvido de sus habilidades como herrero...
– Estamos demasiado lejos del lugar... – Formulé mientras observaba mi alrededor en busca de aquellas diferencias que me hacían distinguir una zona de otra. – Pero con suerte llegaremos antes del amanecer y podremos descansar un rato. – Di la vuelta y comencé a caminar en la dirección contrario de donde habíamos venido.
Estaba preocupada por mi instancia y mi salud, no estaba enterada sobre que los animales también estaban infectados. Tal vez si hubiese cazado a ese ciervo ya estaría acarreada por la maldición. A pesar de aquello, puede que tenga la suerte de no padecer la enfermedad pero ahora mismo estoy auxiliando a un infectado que, por cierto lo mantengo realmente alejado de mi, y esta dispuesto a confiar en mi palabra hasta llegar al refugio. Ahora me sentía algo arrepentida por no haberle revelado mi identidad o al menos decirle mi nombre.
¿Qué se supone que debía hacer en ese momento? Estaba considerando la posibilidad de largarme sin decir una palabra, pero al ver las acciones del hombre y como sacaba su espada de los tejidos del cadáver de aquel animal, para luego sacar mi tan preciada daga me hicieron retractarme. ¿Qué haría con ella? Era absurdo recuperarla, se había ido junto con mis posibilidades de no transformarme en mi defensa.
Sin embargo, me sorprendí al oírle decir que el tenía conocimientos de herrería. ¿Acaso el mundo al fin me sonreía? Tras ésto tomé la decisión de no alejarme de aquel hombre, quizá podría sacar provecho de sus habilidades y poder hasta tener una buena armadura. Sonreí gracias a aquellas posibilidades y recibí la daga que él había extraído del animal, para luego esconderla tras mi bota... nuevamente. Gracias al cielo llevaba calcetines, de otro modo no sabría como llevar aquella daga que, aunque había sido removido todo indicio de sangre, suelo ser muy desconfiada y prefería prevenir antes que lamentar.
Lo miré incrédula ya que decidió seguir hablando. Al parecer los roles habían cambiado y ahora él era el charlatán. Incluso había rebuscado en la idea que había dado mucho antes sobre el refugio... en realidad no era una mala idea, estábamos atrapados en la oscuridad y debíamos escondernos hasta la mañana. Podrían tratar de asesinarnos algún gorila infectado... o quizá otro oso.
– Por cierto, soy Ircan Seiron, es un placer – Así que ese era su nombre. Me había tomado por sorpresa con aquella presentación, incluso había decidido exponer su rostro en señal de amabilidad. ¿Acaso ese será su nombre verdadero? ¿O era simplemente un truco? No lo sé, con las mentiras con las que había convivido por años ya me esperaba cualquier banalidad. Y fue aún más extraño cuando preguntó quién era yo...
Sonreí con amabilidad y me incliné elegantemente – Soy E... Elizabeth.
No sé por qué había hecho eso. Esta claro que aún desconfiaba del hombre y no me inspiraba seguridad a pesar de lo ya vivido. Habrá sido suerte por estar en aquellas situaciones pero no me permitía confiar, no ahora que recordaba como sus ojos cambiaron drásticamente. Tenía que descubrir quien era realmente antes de siquiera revelarle mi identidad.
De todas formas aceptaré su propuesta y lo guiaré hacia la cueva, aún no me olvido de sus habilidades como herrero...
– Estamos demasiado lejos del lugar... – Formulé mientras observaba mi alrededor en busca de aquellas diferencias que me hacían distinguir una zona de otra. – Pero con suerte llegaremos antes del amanecer y podremos descansar un rato. – Di la vuelta y comencé a caminar en la dirección contrario de donde habíamos venido.
Estaba preocupada por mi instancia y mi salud, no estaba enterada sobre que los animales también estaban infectados. Tal vez si hubiese cazado a ese ciervo ya estaría acarreada por la maldición. A pesar de aquello, puede que tenga la suerte de no padecer la enfermedad pero ahora mismo estoy auxiliando a un infectado que, por cierto lo mantengo realmente alejado de mi, y esta dispuesto a confiar en mi palabra hasta llegar al refugio. Ahora me sentía algo arrepentida por no haberle revelado mi identidad o al menos decirle mi nombre.
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
Caminé detrás de Elizabeth, así se había presentado la chica aunque con un tono sospechoso, pero mantuvé bastante la distancia. Ya no era sólo porque no quería contagiarla; sino porque aquel momento de duda había dado alarma a todos mis sentidos que, con la Luna llena aún brillando en el cielo, estaban más que alterados.
Lo que si que era verdad es que era otro tipo de alteración. Mi lobo interior no hacía tantos esfuerzos por salir. ¿Puede que en realidad aquella chica no fuera una amenaza? ¿O había otro motivo oculto?
Caminamos durante horas, atravesando el oscuro bosque, con la única luz que las frondosas ramas, de los altos arboles de la arboleda central, permitían a la Luna bañar la tierra.
Fue una marcha en silenció, y algo extraña. Después de matar juntos a un oso; lo normal hubiese sido romper el hielo directamente, pero aquella situación parecía especial. El hielo seguía sin romperse, por ninguno de los dos. Yo supusé que era por mi enfermedad, por la cual la chica quería mantenerse alejada, pero había algo más. Me había mirado de forma extraña, como calculando mi valor, y aquel tono de duda al presentarme no me gustaba nada.
Sin embargo, por ahora también me convenía seguir a su lado. Yo era un licántropo pero, como siempre me decía a mi mismo, era un licántropo penoso que no sabía siquiera orientarse en un bosque. En cambio, la chica, se movía como si aquella fuera su casa de toda la vida. Puede que me llevará a una trampa, pero mis provisiones eran ya muy escasas y no podía permitirme el lujo de vagar más tiempo perdido por aquel bosque.
Mientras, veía como se movía mi compañera delante de mi. Cojeaba un poco y de vez en cuando se llevaba una mano al vientre, allí donde el oso le había asestado el ultimo golpe. Pero, si le dolía, no lo demostraba. Yo por mi parte cojeaba de una forma más marcada, algo también debido a la torpeza que inducia la Luna en mi, llevaba una mano en mi hombro, la herida se había abierto con la pelea, y a¡la otra en mis costillas.
Tras un largo rato caminando en silenció, y de forma algo lastimosa; la luz de la Luna comenzó a desaparecer para ser substituida por una tímida claridad, producida por el comienzo de la llegada del amanecer.
La chica se paró de repente y señalo con el dedo un hueco en la roca.
-Es aquí-
Subimos escalando una pequeña pared de la montaña semiderruida, lo que nos permitió usar los huecos entre las rocas como escalones improvisados. Al llegar al pequeño saliente que daba entrada al refugio, me eche de nuevo la capucha para atrás y limpie con mi antebrazo algunas gotas de sudor. Era el único que sudaba y tampoco es que hiciera mucho calor a aquellas horas de la madrugada. Mis temores se iban confirmando, la enfermedad ya había comenzado a expandirse por mi cuerpo, en el cual ya comenzaba a reinar la fiebre que tanto había visto reflejada en los infectados.
Lo que si que era verdad es que era otro tipo de alteración. Mi lobo interior no hacía tantos esfuerzos por salir. ¿Puede que en realidad aquella chica no fuera una amenaza? ¿O había otro motivo oculto?
Caminamos durante horas, atravesando el oscuro bosque, con la única luz que las frondosas ramas, de los altos arboles de la arboleda central, permitían a la Luna bañar la tierra.
Fue una marcha en silenció, y algo extraña. Después de matar juntos a un oso; lo normal hubiese sido romper el hielo directamente, pero aquella situación parecía especial. El hielo seguía sin romperse, por ninguno de los dos. Yo supusé que era por mi enfermedad, por la cual la chica quería mantenerse alejada, pero había algo más. Me había mirado de forma extraña, como calculando mi valor, y aquel tono de duda al presentarme no me gustaba nada.
Sin embargo, por ahora también me convenía seguir a su lado. Yo era un licántropo pero, como siempre me decía a mi mismo, era un licántropo penoso que no sabía siquiera orientarse en un bosque. En cambio, la chica, se movía como si aquella fuera su casa de toda la vida. Puede que me llevará a una trampa, pero mis provisiones eran ya muy escasas y no podía permitirme el lujo de vagar más tiempo perdido por aquel bosque.
Mientras, veía como se movía mi compañera delante de mi. Cojeaba un poco y de vez en cuando se llevaba una mano al vientre, allí donde el oso le había asestado el ultimo golpe. Pero, si le dolía, no lo demostraba. Yo por mi parte cojeaba de una forma más marcada, algo también debido a la torpeza que inducia la Luna en mi, llevaba una mano en mi hombro, la herida se había abierto con la pelea, y a¡la otra en mis costillas.
Tras un largo rato caminando en silenció, y de forma algo lastimosa; la luz de la Luna comenzó a desaparecer para ser substituida por una tímida claridad, producida por el comienzo de la llegada del amanecer.
La chica se paró de repente y señalo con el dedo un hueco en la roca.
-Es aquí-
Subimos escalando una pequeña pared de la montaña semiderruida, lo que nos permitió usar los huecos entre las rocas como escalones improvisados. Al llegar al pequeño saliente que daba entrada al refugio, me eche de nuevo la capucha para atrás y limpie con mi antebrazo algunas gotas de sudor. Era el único que sudaba y tampoco es que hiciera mucho calor a aquellas horas de la madrugada. Mis temores se iban confirmando, la enfermedad ya había comenzado a expandirse por mi cuerpo, en el cual ya comenzaba a reinar la fiebre que tanto había visto reflejada en los infectados.
Ircan
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
Efectivamente habíamos llegado en el instante en el que la Luna comenzaba a esconderse. El amanecer se estaba acercando y nosotros hacia la cueva, también. No era como lo recordaba, se notaba más diminuto... o tal vez era el exceso de rocas y pedruscos que yacían en cada esquina.
El largo camino fue un infierno con respecto a las heridas que había provocado la pelea con el oso. Cada vez que movía las piernas para dar un paso hacia delante, mis caderas dolían haciendo que mi estómago se contrajera. Pero no quería demostrar debilidad frente al encapuchado, debía disimular mi dolor y, afortunadamente, lo había logrado ya que no formulé ni una sola palabra en el camino, solo me dediqué a encontrar el objetivo.
En el recorrido me tomé la libertad de pensar en algún ungüento o líquido que pudiera preparar con los frutos del bosque. Tenía algunos conocimientos de medicina debido a las constantes exigencias de mi madre que, aunque en ese momento era fastidioso que me obligara a hacerlo, ahora lo agradezco porque podría apaciguar el dolor que sentía y tal vez... ayudar al enfermo.
Nos adentramos en la cueva luego de haber escalado por un largo rato, ya que las dificultades físicas hicieron que aquel conciso camino se hiciera aún más tedioso y pausado. Di un gran respingo de alivio por al fin llegar y tomé asiento en el suelo rocoso para cerrar los ojos por un momento.
No podía quedarme aquí a morir de hambre y esperar a que nos recuperáramos cuando las heridas no eran leves.
Abrí los ojos y rebusqué aprisa en el pequeño morral que sujetaba en mi cadera que, sorprendentemente, se había salvado de las constantes sacudidas que tuve anteriormente. Fui demasiado estúpida al no guardar aunque sea un pedazo de comida, cabe recordar que no tenía idea de los animales infectados y mi confianza se valía en mis habilidades para cazar pero ahora ya no existía esa posibilidad. Solo esperaba que al menos algunos frutos viejos del bosque hayan sobrevivido a tal epidemia.
Sonreí con esperanza al ver que en realidad no había olvidado guardar la pequeña botella con aceite, sabía que podría servir en mi recorrido sin fin.
Me levanté con emoción y observé al encapuchado que estaba en la otra esquina sentado y con los ojos cerrados mientras respiraba lentamente. Podía notar algunas gotas de sudor y como fruncía el ceño en algunas ocasiones... supuse que estaba sufriendo de fiebre.
– Ircan... – Lo nombré y él sólo abrió los ojos lentamente para prestarme atención. – Debo salir. No preguntes por qué, sólo quédate aquí y no te muevas hasta que vuelva. – Me miró con confusión y rodé los ojos. – Solo... no te muevas. Volveré... lo prometo. – Observé su rostro cubierto por la tela por unos segundos y sin más di la vuelta para poder salir de la cueva.
El hombre estaba cansado, tenía una herida fresca y lo necesitaba bien para que pueda fabricarme una daga o al menos reparar la anterior, aunque... en verdad tenía intenciones de ayudarlo.
Ya estaba amaneciendo, el momento perfecto para ir en busca de materiales. Tal vez volvería antes de que la noche se asomara. Troté hacia el sur, orientándome por las pequeñas marcas de lo que alguna vez había utilizado para jugar.
Lo más desafortunado es que sólo necesitaba dos frutos y ninguno de los dos se encontraban en la misma zona. A pesar de mi poca energía, me encaminé directo a mis objetivos. Si iba a recorrer Aerandir alejándome de las desgracias, debía hacerlo pero estando ilesa.
En el trayecto pude recolectar algún que otro fruto que, claramente, podía ser ingerido. Esta de más decir que conocía este bosque más que mi aldea y estaba al tanto de cuales frutos eran venenosos y cuales no. Por alguna razón decidí encaminarme sola en una aventura sin meta... y aquí me encuentro, buscando frutos para apaciguar el dolor físico de un infectado.
Y como si los dioses al fin se habían cansado de mis desgracias, había encontrado aquel árbol que lo recordaba tal cual a como lo esta ahora. Sonreí con nostalgia y me puse de puntitas para poder alcanzar los frutos secos de Andiroba, para luego guardarlos en el morral.
Al dirigirme hacia mi otro objetivo y divisar el arbusto trepador que contenía los frutos que quería, corrí satisfecha hacia la cueva y traté de llegar antes de que oscureciera. Por suerte aún era de día cuando llegué.
Al entrar sonreí instintivamente al ver como el encapuchado permanecía allí, parecía dormido. Así que aproveche y comencé a preparar aquellas plantas medicinales. ¡Al fin algo bueno!
Sin más tardanzas, busqué entre las rocas algo para poder preparar la infusión pero no conseguía algo digno. Como último recurso tomé un gran pedrusco y machaqué los frutos del arbusto trepador con una pequeña roca hasta lograr convertirlo en polvo. Al no tener demasiados materiales a mi alcance opté por moler los frutos de Andiroba, mezclando los dos para tener una infusión definitiva. Al finalizar tomé la pequeña botella de aceite e introduje el polvo mixto dentro de el, tapándolo para luego batirlo y terminar con la preparación.
Miré el frasco con regocijo. No era lo mejor pero serviría para mitigar el dolor.
Me acerqué al muchacho y me incliné para estar a su altura... pero no tan cerca. – Ircan... – En ese instante abrió sus ojos rápidamente, con solo susurrar su nombre, perfecto. Así que posicioné la pequeña botella frente a él.
– ¿Qué es esto? – Dijo con curiosidad mientras tomaba inseguro el frasco.
– Tómalo... No te librará de tu enfermedad pero al menos servirá para tu fiebre y tu dolor físico. – Sonreí con desdén. – Tiene un horrible olor fuerte, lo sé. Pero sólo bebe un poco y luego frotas lo que queda sobre tus heridas y los lugares en donde sientas dolor. Te aliviarás. – Me erguí nuevamente y me di la vuelta para ir en busca de mi morral y sacar un par de frutas. Las lancé en su dirección y las tomó con habilidad. – Es todo lo que encontré. Supongo que todo lo demás esta infectado. – Reí con sorna y me senté nuevamente para morder aquella fruta. Dios, tenía tanta hambre que me la acabé en un santiamén.
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Hago uso de mis conocimientos con respecto a mi profesión primaria: Medicina.
El largo camino fue un infierno con respecto a las heridas que había provocado la pelea con el oso. Cada vez que movía las piernas para dar un paso hacia delante, mis caderas dolían haciendo que mi estómago se contrajera. Pero no quería demostrar debilidad frente al encapuchado, debía disimular mi dolor y, afortunadamente, lo había logrado ya que no formulé ni una sola palabra en el camino, solo me dediqué a encontrar el objetivo.
En el recorrido me tomé la libertad de pensar en algún ungüento o líquido que pudiera preparar con los frutos del bosque. Tenía algunos conocimientos de medicina debido a las constantes exigencias de mi madre que, aunque en ese momento era fastidioso que me obligara a hacerlo, ahora lo agradezco porque podría apaciguar el dolor que sentía y tal vez... ayudar al enfermo.
Nos adentramos en la cueva luego de haber escalado por un largo rato, ya que las dificultades físicas hicieron que aquel conciso camino se hiciera aún más tedioso y pausado. Di un gran respingo de alivio por al fin llegar y tomé asiento en el suelo rocoso para cerrar los ojos por un momento.
No podía quedarme aquí a morir de hambre y esperar a que nos recuperáramos cuando las heridas no eran leves.
Abrí los ojos y rebusqué aprisa en el pequeño morral que sujetaba en mi cadera que, sorprendentemente, se había salvado de las constantes sacudidas que tuve anteriormente. Fui demasiado estúpida al no guardar aunque sea un pedazo de comida, cabe recordar que no tenía idea de los animales infectados y mi confianza se valía en mis habilidades para cazar pero ahora ya no existía esa posibilidad. Solo esperaba que al menos algunos frutos viejos del bosque hayan sobrevivido a tal epidemia.
Sonreí con esperanza al ver que en realidad no había olvidado guardar la pequeña botella con aceite, sabía que podría servir en mi recorrido sin fin.
Me levanté con emoción y observé al encapuchado que estaba en la otra esquina sentado y con los ojos cerrados mientras respiraba lentamente. Podía notar algunas gotas de sudor y como fruncía el ceño en algunas ocasiones... supuse que estaba sufriendo de fiebre.
– Ircan... – Lo nombré y él sólo abrió los ojos lentamente para prestarme atención. – Debo salir. No preguntes por qué, sólo quédate aquí y no te muevas hasta que vuelva. – Me miró con confusión y rodé los ojos. – Solo... no te muevas. Volveré... lo prometo. – Observé su rostro cubierto por la tela por unos segundos y sin más di la vuelta para poder salir de la cueva.
El hombre estaba cansado, tenía una herida fresca y lo necesitaba bien para que pueda fabricarme una daga o al menos reparar la anterior, aunque... en verdad tenía intenciones de ayudarlo.
Ya estaba amaneciendo, el momento perfecto para ir en busca de materiales. Tal vez volvería antes de que la noche se asomara. Troté hacia el sur, orientándome por las pequeñas marcas de lo que alguna vez había utilizado para jugar.
Lo más desafortunado es que sólo necesitaba dos frutos y ninguno de los dos se encontraban en la misma zona. A pesar de mi poca energía, me encaminé directo a mis objetivos. Si iba a recorrer Aerandir alejándome de las desgracias, debía hacerlo pero estando ilesa.
En el trayecto pude recolectar algún que otro fruto que, claramente, podía ser ingerido. Esta de más decir que conocía este bosque más que mi aldea y estaba al tanto de cuales frutos eran venenosos y cuales no. Por alguna razón decidí encaminarme sola en una aventura sin meta... y aquí me encuentro, buscando frutos para apaciguar el dolor físico de un infectado.
Y como si los dioses al fin se habían cansado de mis desgracias, había encontrado aquel árbol que lo recordaba tal cual a como lo esta ahora. Sonreí con nostalgia y me puse de puntitas para poder alcanzar los frutos secos de Andiroba, para luego guardarlos en el morral.
Al dirigirme hacia mi otro objetivo y divisar el arbusto trepador que contenía los frutos que quería, corrí satisfecha hacia la cueva y traté de llegar antes de que oscureciera. Por suerte aún era de día cuando llegué.
Al entrar sonreí instintivamente al ver como el encapuchado permanecía allí, parecía dormido. Así que aproveche y comencé a preparar aquellas plantas medicinales. ¡Al fin algo bueno!
Sin más tardanzas, busqué entre las rocas algo para poder preparar la infusión pero no conseguía algo digno. Como último recurso tomé un gran pedrusco y machaqué los frutos del arbusto trepador con una pequeña roca hasta lograr convertirlo en polvo. Al no tener demasiados materiales a mi alcance opté por moler los frutos de Andiroba, mezclando los dos para tener una infusión definitiva. Al finalizar tomé la pequeña botella de aceite e introduje el polvo mixto dentro de el, tapándolo para luego batirlo y terminar con la preparación.
Miré el frasco con regocijo. No era lo mejor pero serviría para mitigar el dolor.
Me acerqué al muchacho y me incliné para estar a su altura... pero no tan cerca. – Ircan... – En ese instante abrió sus ojos rápidamente, con solo susurrar su nombre, perfecto. Así que posicioné la pequeña botella frente a él.
– ¿Qué es esto? – Dijo con curiosidad mientras tomaba inseguro el frasco.
– Tómalo... No te librará de tu enfermedad pero al menos servirá para tu fiebre y tu dolor físico. – Sonreí con desdén. – Tiene un horrible olor fuerte, lo sé. Pero sólo bebe un poco y luego frotas lo que queda sobre tus heridas y los lugares en donde sientas dolor. Te aliviarás. – Me erguí nuevamente y me di la vuelta para ir en busca de mi morral y sacar un par de frutas. Las lancé en su dirección y las tomó con habilidad. – Es todo lo que encontré. Supongo que todo lo demás esta infectado. – Reí con sorna y me senté nuevamente para morder aquella fruta. Dios, tenía tanta hambre que me la acabé en un santiamén.
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Re: Un paria en la arboleda [Libre] [Maldición] [CERRADO]
La cueva había sido acondicionada pobremente simulando un puesto de caza. Contaba con una pequeña hoguera, que aún conservaba algo de leña sin quemar, unas hendiduras en la montaña que servían de asiento y podía ver la tela de algún que otro fardo vacío.
Sintiendo como me subía la fiebre, me acerqué a una de las hendiduras, que hacía como asiento, y me senté para descansar. Mientras la chica rebuscaba en su zurrón, me acomodé en la roca y cerré los ojos.
Cada vez sentía más calor en mi frente, eso se añadió al escozor que tenía en la lengua, la cual sentía hinchada, a la herida del hombro, que se había abierto, y a los golpes sufridos en el ultimo combate. Me sentía muy cansado, respiraba lentamente, con la esperanza tanto de tranquilizarme como de recuperarme por mi sólo, pero la verdad es que eso sólo servia para que cada vez me entrará más sueño.
-Ircan...- escuché como la voz de Elizabeth me llamaba. Me recuperé de mi ensoñación y abrí lentamente los ojos para mirarla.
Me dijo que debía irse, la miré confundido y en mi interior volvieron las dudas de antes.
"¿Me quiere tender una trampa?" pensé automáticamente mirándola fijamente para intentar descubrir sus intenciones.
La chica le quitó importancia a eso y prometió que volvería. Se quedó unos segundos mirando mi rostro y luego se fue sin decir nada.
Solo en la cueva, y en mi estado, ya no había nada que me impidiera dormirme, algo que mi cuerpo me estaba pidiendo desde hacía un tiempo. Me recosté en la roca y rápidamente me dormí, sin importarme los peligros a los que me veía expuesto o si en verdad había caído en una trampa. En aquel momento sólo necesitaba descansar, pues si no lo hacía sería incapaz de defenderme de nada.
Estaba tan cansado, que ni las pesadillas lograron despertarme.
Los oseznos decapitados por Imargo me perseguían en mis sueños.
-¡Prometiste que nos salvarías! ¡Confiábamos en ti! - me gritaban unos cuerpos de oseznos a los que le faltaba la cabeza- ¡Eres un mentiroso! ¡Un traidor! -aquellos cuerpos me perseguían con sus lastimosos gritos.
Yo corría y corría por un bosque sin fin.
- ¡Un traidor! - esta vez era la voz de Imargo -¡Te cortaré la cabeza traidor! - gritó mientras alzaba la espada a la par que me perseguía.
Imargo era más rápido que yo y, por más que yo corriese, parecía que no conseguía avanzar nada. Imargo ya estaba demasiado cerca de mi.
-¡Muere! - gritó balanceando su espada. Cerré los ojos.
-Ircan... abrí los ojos rápidamente. Ya no había rastro de Imargo y me encontraba de nuevo en la cueva.
Me giré y vi como Elizabeth me daba una pequeña botella.
-¿Qué es esto? - pregunté tomando la pequeña botella extrañado.
Me explicó que era como una especie de medicina, que no iba a curarme pero si que aliviaría un poco el dolor que sentía.
"Lo mismo decían los leónicos a los habitantes de la aldea." miré a la chica mientras estaba se sentaba. No pudo ver una muestra de desconfianza en mi mirada. "¿Y si es veneno?"
Me quedé mirando el pequeño frasco y cuando alcé la vista vi como la chica me lanzaba una fruta. La atrapé con mi mano libre y miré de nuevo al frasco. Mientras tanto la chica comía.
-Asi que un sabor amargo... - repetí las palabras de Elizabeth mientras reflexionaba sobre mi decisión "Supongo que peor no puedo estar"
Tomé el contenido de un largó trago, rápidamente me arrepentí. Tosí violentamente. ¡Por los dioses! ¡Y tanto que estaba amargo! Pegué un rápido morisco a la fruta, para intentar quitarme el amargor, pero sirvió de bien poco. Hice una mueca sacando y mordiéndome la lengua. Tras eso, y como me indicó la chica, utilicé lo que me sobró de la "medicina" para aplicármela tanto en el hombro como en la zona izquierda de mis costillas, tampoco es que hubiera mucho ungüento para poder aplicarla en más sitios.
Con todo, sentí cierto alivió, sensación que se sumo al pequeño descanso que había tomado. Fue entonces cuando me acordé de lo prometido. Metí la mano en mi zurrón buscando aquella pequeña piedra de afilar que Tom me había dado junto una nota que rezaba: "Haber si ahora, que vas a tener tiempo de sobra, adecentas la espada que te regalé. Es una vergüenza para un herrero portar un espada en ese estado. Como vuelvas y la espada siga igual, ¡te mandaré de una patada al lago!" Sonreí inconscientemente, recordando aquella nota, mientras sujetaba la pequeña piedra de afilar en mis manos.
Miré a la chica, que ya había terminado de comer y que se había puesto cómoda en la roca para descansar un rato.
-Dame la daga.- le indiqué, puede que un tono demasiado imperativo y serio -Voy a intentar arreglártela, como te prometí.- añadí rápidamente en un tono más amable, intentando enmendar mi error.
La chica me miró un poco extraña, se sacó la daga de la bota y me la acercó, con un semblante despreocupado.
-Puedes descansar un rato mientras trabajo. - le aconsejé mientras tomaba la daga que me ofrecía. La dejé en el suelo junto a la piedra de afilar -Tu también necesitas descansar un poco.
Elizabeth se encogió de hombros y se recostó en la roca dispuesta a descansar. Yo mientras me puse manos a la obra.
Encendí la hoguera, valiéndome de las chispas producidas al chascar dos piedras. Tomé la daga, vi que era de bronce, eso facilitaría las cosas. Mientras el fuego tomaba fuerza, la estudié. La punta se había doblado y estaba totalmente mellada, era lo más grave, el resto se solucionaría con algunas pasadas de la piedra de afilar.
Sin más preámbulos, coloqué la daga en el fuego y deje que este la pusiera al rojo. El bronce era más fácil de moldear que el hierro o el acero debido a la baja temperatura que necesitaba para fundirlo. Hecho esto deposité la daga sobre el duro suelo de piedra, y valiéndose de una roca la golpeé para enderezar la punta. Tuve que insistir con algunos golpes hasta que el metal cedió.
Tras eso, esperé un rato a que el metal se enfriara un poco y pase repetidas veces la piedra de afilar de forma correcta, justo como Tom me había enseñado. Fui dando forma, al filo del aún cálido metal, centrándome minuciosamente en el interior para ir avanzando hacía el exterior, intentando recuperar la forma original de aquella daga.1
Cuando terminé vi con cierto orgullo mi trabajo. No es que hubiese sido una reconstrucción total y perfecta. Con los recursos de los que disponía y mis básicos conocimientos, pensé que había hecho un trabajo bastante decente. Así que me levanté y me dirigí a Elizabeth.
-Elizabeth...- la llamé intentando despertarla, pero no hubo respuesta - Elizabeth - repetí alzando un poco el tono, pero seguía sin responder- ¡Elizabeth! - exclamé mientras comencé a zarandear su cuerpo ya algo más preocupado de que no respondiera.
-¿Qui...- respondió medio adormilada abriendo los ojos y viéndome[color#ffcc99] - ¿Q-q-que? [/color]-tartamudeó con un tono, que era una mezcla entre la preocupación y la timidez.
"Esto es muy raro..." la miré extrañado intentando indagar con la mirada en aquel misterio. -Ya he reparado tu daga. No puede considerarse una obra magistral, pero creo que te servirá para salir del apuro. -le dije mientras le acercaba el pomo de la daga.
-G-g-gracias Ircan...- volvió a tartamudear mientras cogía la daga. En aquel momento supuse que era por timidez, o eso quería pensar.
Asentí con la cabeza y volví rápidamente a mi sitio. Ya había estado demasiado tiempo cerca de la chica, no quería infectarla.
Miré al fuego pensativo. Luego estudié mis reservas. Apenas me quedaba un sorbo de agua del pellejo que llevaba y me quedaban únicamente dos trozos de carne seca. Debía de reponer mis suministros. Miré a la chica y vi como esta también miraba su zurrón ya vació con una mirada desoladora.
-Mañana al amanecer partiré hacía el Lago. Necesito reponer mis reservas de agua y lavar esta herida, sino se infectará y no puedo sumar más desgracias. -informé a mi compañera mientras colocaba mis brazos sobre mis rodillas y entrelazaba los dedos de mis manos.- Sería un placer para mi que me guiaras, no conozco bien este bosque y no me sobra tiempo como para perderme. ¿Te animas a alargar un poco nuestra aventura juntos?
La chica simplemente asintió. Parecía que tenía las mismas necesidades que yo.
-¡Bien!- exclamé con alegría alzando los puños - Partiremos mañana al amanecer. Hoy creo que es recomendable que descansemos. Esta ultima noche ha sido agotadora.
La chica asintió de nuevo y ambos nos dispusimos a descansar, antes de que diera inició [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
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1: Hago uso de mis conocimientos en Herrería para afilar la daga de Eileen, considerando que la daga es de un material de calidad pobre y puedo acceder a emplear o usar dichos materiales.
Sintiendo como me subía la fiebre, me acerqué a una de las hendiduras, que hacía como asiento, y me senté para descansar. Mientras la chica rebuscaba en su zurrón, me acomodé en la roca y cerré los ojos.
Cada vez sentía más calor en mi frente, eso se añadió al escozor que tenía en la lengua, la cual sentía hinchada, a la herida del hombro, que se había abierto, y a los golpes sufridos en el ultimo combate. Me sentía muy cansado, respiraba lentamente, con la esperanza tanto de tranquilizarme como de recuperarme por mi sólo, pero la verdad es que eso sólo servia para que cada vez me entrará más sueño.
-Ircan...- escuché como la voz de Elizabeth me llamaba. Me recuperé de mi ensoñación y abrí lentamente los ojos para mirarla.
Me dijo que debía irse, la miré confundido y en mi interior volvieron las dudas de antes.
"¿Me quiere tender una trampa?" pensé automáticamente mirándola fijamente para intentar descubrir sus intenciones.
La chica le quitó importancia a eso y prometió que volvería. Se quedó unos segundos mirando mi rostro y luego se fue sin decir nada.
Solo en la cueva, y en mi estado, ya no había nada que me impidiera dormirme, algo que mi cuerpo me estaba pidiendo desde hacía un tiempo. Me recosté en la roca y rápidamente me dormí, sin importarme los peligros a los que me veía expuesto o si en verdad había caído en una trampa. En aquel momento sólo necesitaba descansar, pues si no lo hacía sería incapaz de defenderme de nada.
Estaba tan cansado, que ni las pesadillas lograron despertarme.
Los oseznos decapitados por Imargo me perseguían en mis sueños.
-¡Prometiste que nos salvarías! ¡Confiábamos en ti! - me gritaban unos cuerpos de oseznos a los que le faltaba la cabeza- ¡Eres un mentiroso! ¡Un traidor! -aquellos cuerpos me perseguían con sus lastimosos gritos.
Yo corría y corría por un bosque sin fin.
- ¡Un traidor! - esta vez era la voz de Imargo -¡Te cortaré la cabeza traidor! - gritó mientras alzaba la espada a la par que me perseguía.
Imargo era más rápido que yo y, por más que yo corriese, parecía que no conseguía avanzar nada. Imargo ya estaba demasiado cerca de mi.
-¡Muere! - gritó balanceando su espada. Cerré los ojos.
-Ircan... abrí los ojos rápidamente. Ya no había rastro de Imargo y me encontraba de nuevo en la cueva.
Me giré y vi como Elizabeth me daba una pequeña botella.
-¿Qué es esto? - pregunté tomando la pequeña botella extrañado.
Me explicó que era como una especie de medicina, que no iba a curarme pero si que aliviaría un poco el dolor que sentía.
"Lo mismo decían los leónicos a los habitantes de la aldea." miré a la chica mientras estaba se sentaba. No pudo ver una muestra de desconfianza en mi mirada. "¿Y si es veneno?"
Me quedé mirando el pequeño frasco y cuando alcé la vista vi como la chica me lanzaba una fruta. La atrapé con mi mano libre y miré de nuevo al frasco. Mientras tanto la chica comía.
-Asi que un sabor amargo... - repetí las palabras de Elizabeth mientras reflexionaba sobre mi decisión "Supongo que peor no puedo estar"
Tomé el contenido de un largó trago, rápidamente me arrepentí. Tosí violentamente. ¡Por los dioses! ¡Y tanto que estaba amargo! Pegué un rápido morisco a la fruta, para intentar quitarme el amargor, pero sirvió de bien poco. Hice una mueca sacando y mordiéndome la lengua. Tras eso, y como me indicó la chica, utilicé lo que me sobró de la "medicina" para aplicármela tanto en el hombro como en la zona izquierda de mis costillas, tampoco es que hubiera mucho ungüento para poder aplicarla en más sitios.
Con todo, sentí cierto alivió, sensación que se sumo al pequeño descanso que había tomado. Fue entonces cuando me acordé de lo prometido. Metí la mano en mi zurrón buscando aquella pequeña piedra de afilar que Tom me había dado junto una nota que rezaba: "Haber si ahora, que vas a tener tiempo de sobra, adecentas la espada que te regalé. Es una vergüenza para un herrero portar un espada en ese estado. Como vuelvas y la espada siga igual, ¡te mandaré de una patada al lago!" Sonreí inconscientemente, recordando aquella nota, mientras sujetaba la pequeña piedra de afilar en mis manos.
Miré a la chica, que ya había terminado de comer y que se había puesto cómoda en la roca para descansar un rato.
-Dame la daga.- le indiqué, puede que un tono demasiado imperativo y serio -Voy a intentar arreglártela, como te prometí.- añadí rápidamente en un tono más amable, intentando enmendar mi error.
La chica me miró un poco extraña, se sacó la daga de la bota y me la acercó, con un semblante despreocupado.
-Puedes descansar un rato mientras trabajo. - le aconsejé mientras tomaba la daga que me ofrecía. La dejé en el suelo junto a la piedra de afilar -Tu también necesitas descansar un poco.
Elizabeth se encogió de hombros y se recostó en la roca dispuesta a descansar. Yo mientras me puse manos a la obra.
Encendí la hoguera, valiéndome de las chispas producidas al chascar dos piedras. Tomé la daga, vi que era de bronce, eso facilitaría las cosas. Mientras el fuego tomaba fuerza, la estudié. La punta se había doblado y estaba totalmente mellada, era lo más grave, el resto se solucionaría con algunas pasadas de la piedra de afilar.
Sin más preámbulos, coloqué la daga en el fuego y deje que este la pusiera al rojo. El bronce era más fácil de moldear que el hierro o el acero debido a la baja temperatura que necesitaba para fundirlo. Hecho esto deposité la daga sobre el duro suelo de piedra, y valiéndose de una roca la golpeé para enderezar la punta. Tuve que insistir con algunos golpes hasta que el metal cedió.
Tras eso, esperé un rato a que el metal se enfriara un poco y pase repetidas veces la piedra de afilar de forma correcta, justo como Tom me había enseñado. Fui dando forma, al filo del aún cálido metal, centrándome minuciosamente en el interior para ir avanzando hacía el exterior, intentando recuperar la forma original de aquella daga.1
Cuando terminé vi con cierto orgullo mi trabajo. No es que hubiese sido una reconstrucción total y perfecta. Con los recursos de los que disponía y mis básicos conocimientos, pensé que había hecho un trabajo bastante decente. Así que me levanté y me dirigí a Elizabeth.
-Elizabeth...- la llamé intentando despertarla, pero no hubo respuesta - Elizabeth - repetí alzando un poco el tono, pero seguía sin responder- ¡Elizabeth! - exclamé mientras comencé a zarandear su cuerpo ya algo más preocupado de que no respondiera.
-¿Qui...- respondió medio adormilada abriendo los ojos y viéndome[color#ffcc99] - ¿Q-q-que? [/color]-tartamudeó con un tono, que era una mezcla entre la preocupación y la timidez.
"Esto es muy raro..." la miré extrañado intentando indagar con la mirada en aquel misterio. -Ya he reparado tu daga. No puede considerarse una obra magistral, pero creo que te servirá para salir del apuro. -le dije mientras le acercaba el pomo de la daga.
-G-g-gracias Ircan...- volvió a tartamudear mientras cogía la daga. En aquel momento supuse que era por timidez, o eso quería pensar.
Asentí con la cabeza y volví rápidamente a mi sitio. Ya había estado demasiado tiempo cerca de la chica, no quería infectarla.
Miré al fuego pensativo. Luego estudié mis reservas. Apenas me quedaba un sorbo de agua del pellejo que llevaba y me quedaban únicamente dos trozos de carne seca. Debía de reponer mis suministros. Miré a la chica y vi como esta también miraba su zurrón ya vació con una mirada desoladora.
-Mañana al amanecer partiré hacía el Lago. Necesito reponer mis reservas de agua y lavar esta herida, sino se infectará y no puedo sumar más desgracias. -informé a mi compañera mientras colocaba mis brazos sobre mis rodillas y entrelazaba los dedos de mis manos.- Sería un placer para mi que me guiaras, no conozco bien este bosque y no me sobra tiempo como para perderme. ¿Te animas a alargar un poco nuestra aventura juntos?
La chica simplemente asintió. Parecía que tenía las mismas necesidades que yo.
-¡Bien!- exclamé con alegría alzando los puños - Partiremos mañana al amanecer. Hoy creo que es recomendable que descansemos. Esta ultima noche ha sido agotadora.
La chica asintió de nuevo y ambos nos dispusimos a descansar, antes de que diera inició [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
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