[MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
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[MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
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Sandorai, 4:59 pm
Angustia, terror y espanto se podía percibir entre las almas incautas que trataban de ingresar al bosque en busca de una remota esperanza de salvación; y es que a ojos de cualquiera, los elfos podían parecer crueles y egoístas, sin embargo, resulta conveniente mostrar el otro punto de vista, ese donde las tranquilas tribus en los bordes del bosque fueron devastadas por oleadas de personas enfermas que clamaban por una medicina que solo existía en su imaginación; ciertamente resultaba lógico pensar que los elfos, aún sanos al menos hasta donde se pensaba, podrían tener algún secreto que ocultaban al resto de las razas, tristemente no era así.
Nuestra historia estará centrada en una pequeña tribu en los bordes de Sandorai, justo en los bordes que limitan con Wulvufar; el tranquilo Clan Telanadas se había mantenido al margen de la política general; rechazando todas las invitaciones a los concilios entre clanes, en consecuencia habían quedado relegados y solitarios, proscritos pero autónomos, un alto precio a cambio de su libertad.
Sin embargo no era tan malo; gracias a esa misma independencia, varios de los desterrados de los otros clanes habían encontrado allí un hogar, un lugar donde no eran juzgados y donde, por su cercanía con la ciudad de los humanos, se permitían dejar entrar otras razas sin menoscabos ni desconfianzas, cosa que les había dado buenos resultados económicamente... Hasta ahora.
Una primera oleada de personas aparentemente enfermas llegaron con ellos implorando una medicina que ni siquiera los más ancianos habían escuchado nombrar alguna vez; otras oleadas llegaron luego y ante la negativa de los elfos de entregar algo que no poseían, tornaron agresiva a la turba que tras una tercera oleada comenzaban a sobrepasar en número a los mismos integrantes de la tribu.
Rápidamente se pusieron todos en guardia, o al menos todos los que eran capaces de presentar resistencia, pues muchos de los presentes eran ancianas y niños que poco podrían hacer para defender su tribu; los más agresivos comenzaron a meterse a las casas de los elfos en busca de algo que ni siquiera sabían cómo era, aunque al final decidirían ir a la casa de la matriarca de la tribu, alguien tendrá que detenerlos.
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∞ Bienvenidos, Ingela y Helyare; Serán ustedes las encargadas de contar la historia desde el punto de vista de los elfos, vistos ahora como crueles, sanguinarios y celosos guardianes de una cura que no poseen.
∞ Deberán describir su llegada al bosque y sus motivos para estar ahí, además de la llegada de los primeros humanos (enfermos o no) así como la reacción de los elfos ante tales atropellos.
∞ Deberán atender enfermos y al mismo tiempo detener a los conflictivos, así que la tarea no será nada sencilla.
Ansur
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Los rumores se hacían más y más fuertes. Hablaban de una extraña enfermedad que consumía a todos los seres vivos de Aerandir por igual. desde que escuchó aquello, Ingela estaba inquieta.
Los rumores se habían convertido en graves certezas con las noticias que escuchaba en la posada. La enfermedad era real y el caos se había apoderado de Lunargenta en más de una ocasión. Ella apenas salía de la posada, temerosa a la enfermedad. Se había atrincherado allí en vista de que Aranarth había partido a buscar a Helyare tiempo atrás, antes de que la locura de la enfermedad empezara. Por su parte Zatch había desaparecido. Habían quedado de encontrarse un día y, a pesar de las advertencias de no salir de la posada, ella fue a su lugar de encuentro y él no apareció. Temió lo peor. Pero su zorro era un chico listo, hábil, astuto y vivaracho. Estaba segura de que volvería a verlo. No era él quien le preocupaba, ni Aranarth o Helyare.
Pensaba una y otra vez en Fëanor y en Thunderbolt, preocupada, deseaba ir a su lado para asegurarse de que estuvieran bien. No dudaba que el niño era capaz de cuidarse y al pequeño dragón guardián, pero aún así, las tripas le exigían ir a cerciorarse de aquello. ¿Qué hacer? La angustia no la dejaba dormir. Al despuntar el alba, ella ya estaba lista para el viaje.
Se echó la mochila al hombro y partió. Fëanor era un niño chiquito y dulce, amable, generoso... que necesitaba ser protegido y cuidado hasta que aprendiera lo suficiente y creciera bastante. Tenía toda la vida por delante. Por eso lo había dejado junto a un maestro sanador que había aceptado al chico como aprendiz. Ingela y Fëanor acordaron aquello tiempo atrás; cuando él hubiera terminado su entrenamiento, iría al norte para aprender las técnicas de sanación de los dragones y quedarse junto a su protectora en Dundarak. Ella ahora era su familia y pretendía cuidar de él siempre, incluso si ya era un elfo viejo y mañoso.
Como no tenía tiempo que perder, se transformó para volar, primero a Vulwufar y de ahí seguir a pie un pintoresco caminito hasta la villa del Clan Telenadas. Un caminito que Ingela recordaba como uno tranquilo y más bien solitario, con bellos sauces y un arroyito que corría en paralelo. Ahora estaba concurrido. Hombres, mujeres, niños, ancianos, todos viajaban hacia la villa.
Ingela veía aquello con extrañeza y desconfianza, haciéndola preocupar aún más por el bienestar de Fëanor. Aceleró el paso, tratando de desmarcarse de las demás personas del camino. Sobre todo porque algunos tosían y lucían más muertos que vivos. Lo único que deseaba era llegar junto a él y al maestro sanador para ayudarlos y protegerlos. Esta gente iba en hordas a las villas élficas buscando el poder sanador de esa raza y su niño era, justamente, uno de ellos.
Sacudía la cabeza para sacarse los pensamientos horrorosos de su mente.
Ingresar a la villa no le fue fácil. Estaba fuertemente resguardada por los milicianos del clan. Por más que ella les decía quién era y a quién buscaba, estos no le permitían el ingreso, ni a ella ni a los demás viajeros. Ya algunos habían armado sus tiendas a las afueras de la villa, esperando. ¿Qué esperaban? Ingela no sabía y sentía miedo de preguntar. En verdad, ella solo quería ir por su pequeño elfo.
Finalmente, uno de los milicianos la reconoció -¿Ingela? ¡Oh sí! La dragona que vino con el chico, el aprendiz del Maestre Gelion. Vamos, entra, pero ve directo a donde ellos.- le dijo abriéndole paso a la dragona. Ella lo miró confundida. El miliciano lo notó y le explicó -Como ves, hay muchas personas que quieren entrar a la villa. Al principio eran pocos así que no nos preocupamos por ellos. Venían buscando a los médicos y sanadores. Pero pronto los grupos fueron creciendo y no dábamos abasto, además, llegan enfermos y no queremos contaminar la villa, así que estamos controlando el ingreso de viajeros- le dijo y ella lo miró aterrada -G...gracias…- le dijo y corrió, literalmente, hacia la casa del viejo elfo sanador.
Cuando llegó, encontró la casa cerrada. Desesperada, tocó la puerta con fuerza -¡Maestro! ¡Fëanor! Soy yo, Ingela- decía una y otra vez. Una vecina, anciana, la miraba desde la puerta de la casa conjunta -¡Niña, niña!- la llamó -Ellos se han ido a Sandorai, fueron a buscar... no recuerdo lo que fueron a buscar... pero volverán. Hay muchos enfermos y se quedaban cortos de ingredientes- dijo, intentando explicar la ausencia de los elfos. La dragona le sonrió y decidió que esperaría un par de días por ellos y si no regresaban, les iría a buscar.
Rodeó la casa buscando una ventana abierta o alguna hendija por donde escabullirse. Habían dejado todo fuertemente cerrada. Era entendible, tenían que asegurarse de resguardar su consultorio. Usando un truco que aprendió de Zatch, usó un alambre para abrir la puerta del patio. Lo primero que hizo fue encender la chimenea y preparar algo de comer.
Los rumores se habían convertido en graves certezas con las noticias que escuchaba en la posada. La enfermedad era real y el caos se había apoderado de Lunargenta en más de una ocasión. Ella apenas salía de la posada, temerosa a la enfermedad. Se había atrincherado allí en vista de que Aranarth había partido a buscar a Helyare tiempo atrás, antes de que la locura de la enfermedad empezara. Por su parte Zatch había desaparecido. Habían quedado de encontrarse un día y, a pesar de las advertencias de no salir de la posada, ella fue a su lugar de encuentro y él no apareció. Temió lo peor. Pero su zorro era un chico listo, hábil, astuto y vivaracho. Estaba segura de que volvería a verlo. No era él quien le preocupaba, ni Aranarth o Helyare.
Pensaba una y otra vez en Fëanor y en Thunderbolt, preocupada, deseaba ir a su lado para asegurarse de que estuvieran bien. No dudaba que el niño era capaz de cuidarse y al pequeño dragón guardián, pero aún así, las tripas le exigían ir a cerciorarse de aquello. ¿Qué hacer? La angustia no la dejaba dormir. Al despuntar el alba, ella ya estaba lista para el viaje.
Se echó la mochila al hombro y partió. Fëanor era un niño chiquito y dulce, amable, generoso... que necesitaba ser protegido y cuidado hasta que aprendiera lo suficiente y creciera bastante. Tenía toda la vida por delante. Por eso lo había dejado junto a un maestro sanador que había aceptado al chico como aprendiz. Ingela y Fëanor acordaron aquello tiempo atrás; cuando él hubiera terminado su entrenamiento, iría al norte para aprender las técnicas de sanación de los dragones y quedarse junto a su protectora en Dundarak. Ella ahora era su familia y pretendía cuidar de él siempre, incluso si ya era un elfo viejo y mañoso.
Como no tenía tiempo que perder, se transformó para volar, primero a Vulwufar y de ahí seguir a pie un pintoresco caminito hasta la villa del Clan Telenadas. Un caminito que Ingela recordaba como uno tranquilo y más bien solitario, con bellos sauces y un arroyito que corría en paralelo. Ahora estaba concurrido. Hombres, mujeres, niños, ancianos, todos viajaban hacia la villa.
Ingela veía aquello con extrañeza y desconfianza, haciéndola preocupar aún más por el bienestar de Fëanor. Aceleró el paso, tratando de desmarcarse de las demás personas del camino. Sobre todo porque algunos tosían y lucían más muertos que vivos. Lo único que deseaba era llegar junto a él y al maestro sanador para ayudarlos y protegerlos. Esta gente iba en hordas a las villas élficas buscando el poder sanador de esa raza y su niño era, justamente, uno de ellos.
Sacudía la cabeza para sacarse los pensamientos horrorosos de su mente.
Ingresar a la villa no le fue fácil. Estaba fuertemente resguardada por los milicianos del clan. Por más que ella les decía quién era y a quién buscaba, estos no le permitían el ingreso, ni a ella ni a los demás viajeros. Ya algunos habían armado sus tiendas a las afueras de la villa, esperando. ¿Qué esperaban? Ingela no sabía y sentía miedo de preguntar. En verdad, ella solo quería ir por su pequeño elfo.
Finalmente, uno de los milicianos la reconoció -¿Ingela? ¡Oh sí! La dragona que vino con el chico, el aprendiz del Maestre Gelion. Vamos, entra, pero ve directo a donde ellos.- le dijo abriéndole paso a la dragona. Ella lo miró confundida. El miliciano lo notó y le explicó -Como ves, hay muchas personas que quieren entrar a la villa. Al principio eran pocos así que no nos preocupamos por ellos. Venían buscando a los médicos y sanadores. Pero pronto los grupos fueron creciendo y no dábamos abasto, además, llegan enfermos y no queremos contaminar la villa, así que estamos controlando el ingreso de viajeros- le dijo y ella lo miró aterrada -G...gracias…- le dijo y corrió, literalmente, hacia la casa del viejo elfo sanador.
Cuando llegó, encontró la casa cerrada. Desesperada, tocó la puerta con fuerza -¡Maestro! ¡Fëanor! Soy yo, Ingela- decía una y otra vez. Una vecina, anciana, la miraba desde la puerta de la casa conjunta -¡Niña, niña!- la llamó -Ellos se han ido a Sandorai, fueron a buscar... no recuerdo lo que fueron a buscar... pero volverán. Hay muchos enfermos y se quedaban cortos de ingredientes- dijo, intentando explicar la ausencia de los elfos. La dragona le sonrió y decidió que esperaría un par de días por ellos y si no regresaban, les iría a buscar.
Rodeó la casa buscando una ventana abierta o alguna hendija por donde escabullirse. Habían dejado todo fuertemente cerrada. Era entendible, tenían que asegurarse de resguardar su consultorio. Usando un truco que aprendió de Zatch, usó un alambre para abrir la puerta del patio. Lo primero que hizo fue encender la chimenea y preparar algo de comer.
Última edición por Ingela el Miér Jul 26 2017, 21:20, editado 1 vez
Ingela
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Hace unos días...
–¿Me dejarás despedirme de Ingela? –Aranarth se mordió el labio, evitando encontrar su mirada con la de la elfa cuando hizo esa pregunta. La dragona no sabía nada, la versión que él le había dado era que iba a buscar a Helyare después de un tiempo desaparecida. Por eso merodeaban por las cercanías del bosque. La habían visto por última vez en una festividad, justo después de huir. Él no había estado cuando se había encontrado con los Eytherzair, no conocía más que las órdenes que le habían sido asignadas. Y tenía que encontrarla. La carta que le había llegado marcaba la sentencia que pesaba sobre la elfa, irreversible.
Negó levemente sin mirar a su amiga. No podía permitir que viera a la dragona. Debía entregarla cuanto antes pero, ¿quería hacerlo?
Caminaron durante un tiempo en dirección a Sandorai. Los rumores sobre la enfermedad se habían más grandes según avanzaban. Ella había estado en las proximidades de Ulmer y no había visto nada, pero al dirigirse al sur, después de unos días, empezó a ver a grandes masas de gente dirigirse a Verisar. No entendía nada, pero le daba igual lo que le sucediera a esos humanos. Le daba igual todo, absolutamente todo, en esos momentos.
Y su viaje continuó.
Presente
Ya estaban cerca del bosque, pero la situación se estaba volviendo más insostenible. Lo que en principio eran simples casos aislados, ahora se convertían en pánico e histeria. Helyare miraba a la gente tratar de saltar las murallas de los pueblos, a los soldados atacándolos, personas muertas en medio de los caminos. Y eso le parecía muy desagradable. –¿Qué sucede? –Le preguntó al elfo cuando quisieron entrar en un pueblo y les prohibieron pasar.
–Hay un mal que está acabando con los humanos. –No estaba del todo equivocado, el mal existía. Pero eso de que sólo atacaba a humanos era discutible, sobre todo porque había hombres bestia a las puertas de la ciudad, tratando de buscar una entrada.
–¡Dejadnos pasar! ¡Venimos del norte! –La elfa se quedó confundida. ¿A los dragones también les afectaba? Por un instante pensó en la dragona y su familia. ¿Estarían bien?
–Aranarth, ¿dónde dejaste a Ingela? –Preguntó alarmada.
–En una posada, pero no nos dejan pasar.
–¡Tenemos que ir a buscarla! ¡Afecta a los dragones! –El elfo no sabía bien cómo entrar y, pese a que trató de convencer a uno de los guardias, el resultado fue negativo.
–¡Los enfermos están yendo al bosque, tenemos que avisar a los pueblos colindantes! –Gritó uno de los soldados, de fondo, tratando de dar aviso a sus compañeros.
Ambos elfos quedaron petrificados. ¿A Sandorai? Ninguno de los dos quería que el lugar se llenase de enfermos que acabasen con su hogar. Al instante salieron corriendo hacia la arboleda. La preocupación era evidente, esa gran cantidad de enfermos en el bosque era demasiado. Podían contagiar a los miembros de su familia, destrozarlo todo. ¡No lo iban a permitir! Aunque estaba dentro del bosque, el clan se encontraba relativamente cerca de Verisar, y no podían perder el tiempo ante las oleadas de enfermos que iban directos al bosque. Debían avisar a los suyos.
Llegaron cerca de la villa que pertenecía al clan Telanadas, un grupo pacífico a quien no tenían demasiado aprecio por sus ideas de libre integración, aunque parecía que habían cambiado de parecer, pues los soldados se agrupaban en las entradas y custodiaban el paso. Ellos no tenían intención de quedarse ahí, tenían que continuar bosque a través, pero el elfo se detuvo frente a Helyare y la miró con seriedad. –No puedes pasar.
–Pero… ¿Y Luinil? ¿Y mis padres?
–Si entras… todo será más rápido. –Ese “todo” era un eufemismo para no mencionar la condena. A pesar de que él tenía que ser el artífice y tenía que hacerlo cuanto antes, algo hacía que quisiera retrasarlo hasta lo inevitable. La elfa quiso discutir, pero de nuevo se vio interrumpida. –Quédate aquí. Si están bien, te informaré.
–Quiero ir…
–No creo que sea lo mejor. Ya sabes. –Señaló el papel enrollado que colgaba de si cinturón. –Espera aquí. Y ten cuidado. –Echó una mirada a los enfermos. –Si ha afectado a los dragones y hombres bestia… Nada impide que podamos vernos afectados.
–Mára mesta, alámenë.
Él hizo un gesto con la cabeza, como asintiendo, y apoyó la mano en el brazo de la elfa, pero ella se apartó un paso hacia atrás. –Elen síla lúmenn’ omentielvo
–Nai Imbar varyuva len.
–Nai Imbar varyuva len. –Y dicho eso, el elfo se fue bosque a través, a ver cómo se encontraban los miembros de su clan. Helyare, en cambio, se quedó a las afueras de la villa de Telanadas. Ahora tenía otra tarea: entrar. Era el único lugar donde parecía estar a salvo. Los soldados estaban custodiando las entradas, así que sería complicado entrar, pero debía intentarlo, no quería enfermar. La gente trataba de entrar como fuera posible, al igual que lo habían intentado en las murallas de las villas de Verisar. Salvo que estas no estaban tan fortificadas. A la elfa le comía la rabia por cómo se estaban comportando, por cómo estaban tratando entrar por la fuerza a un territorio que no era el suyo. ¡Que se quedasen en Verisar! Según podía oír, buscaban una cura. ¿A qué? Aunque los elfos la tuvieran no podían hacer frente a tantos enfermos. ¿Por qué no los dejaban en paz? Durante las luchas contra los brujos no habían intervenido, y ahora que querían una supuesta cura estaban arrasando con todo.
Helyare salió corriendo hacia una de las entradas, pero le prohibieron el paso. –Nányë quendi! Tullen tye-rehtien. –Gritó con urgencia para que la dejasen entrar, y evitar el contagio de los enfermos que se acercaban. Los guardias la miraron y se apartaron, permitiéndole el paso. Ya hacía tiempo que no llevaba la capucha, la había tenido que usar para defenderse de la maldita niña bruja de Villasauco, así que los siguientes días, a pesar de que seguía queriendo ocultar su rostro, no lo había conseguido. Ahora ya sí que distinguían sus rasgos élficos. Entró dentro de la villa y se quedó horrorizada con la situación. Ella pensaba que dentro del pueblo todo sería un remanso de paz, pero no. Los que habían sido admitidos estaban desvalijando las casas, atacando a los elfos. Y los guardias que no custodiaban, estaban enfrentándose a ellos. Aunque, a ojos de Helyare, lo hacían de malas formas. Se notaba que no eran un clan dicho en el combate. Por desgracia, ella no llevaba ningún arma aparte de la daga. Tomó el arco de uno de los elfos y disparó contra una de las personas que estaba intentando allanar una de las casas que parecían vacías. Quería proteger el pequeño pueblo y el bosque de esa gente.
- Traducciones:
Mára mesta, alámenë: Buen viaje, que los dioses te bendigan.
Elen síla lúmenn’ omentielvo: Las estrellas velarán por nuestro encuentro.
Nai Imbar varyuva len: Que Imbar te guarde.
Nányë quendi! Tullen tye-rehtien: Soy elfa, y he venido a ayudar!
Helyare
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Aire caliente y sudor se mezclaban impregnando el aire del característico olor de los humanos, menos preocupados por su aseo personal; esto sumado a las moscas que seguían a los enfermos a donde iban, dibujaban un paisaje de lo más grotesco y que ya comenzaba a rozar con lo horrendo; quejidos y lamentos de enfermos de todas las edades se dejaban escuchar como una tétrica sonata de angustia y desolación sin que hubiera respuesta de los elfos hasta que al fin uno de los ancianos de la tribu apareció acompañado por dos jóvenes guerreros, quienes a la entrada del pequeño conjunto de viviendas alertaría a los humanos -Atención, presten aten- Tosió un par de veces, para ser un elfo su salud parecía no ser la mejor de todas, pero a fin de cuentas, hasta a ellos debía afectarles la edad y el viejo no es que estuviera precisamente en la flor de la juventud -Entendemos por qué han venido y lamentamos su pesar- Llevó ambas manos a su pecho con tristeza -Pero, eso que buscan, esa cura al mal que les ataca, no está en nuestras manos- Aquella aseveración despertó una serie de gritos y abucheos de parte de los humanos.
Nadie se esperaría que unos metros más atrás, de una de las viviendas apareciera un sujeto bajo una capucha y tras beber una extraña poción de color verde (aunque la mayor parte o si no toda, solo se la echó encima) comenzó a dar gritos de alegría -¡¡Estoy curado!! ¡¡Estoy curado!!- para luego perderse corriendo entre los enfermos gritando y saltando; esto lógicamente hizo que todas las miradas se dirigieran al anciano, quien aún no terminaba de entender lo ocurrido; por otro lado cerca de la entrada y con una maliciosa sonrisa, la de alguien que ha urdido un siniestro plan, un hombre de unos dos metros y cuerpo fuerte hablaba con voz de trueno, intimidante y agresivo -¡Mienten!- Señaló al anciano -¡El viejo y sus fenónemos mienten! ¡Lo aseguro como que me llamo Vaux!- Levantó la espada que llevaba en su mano -No quieren ayudarnos, ya lo han visto- Giró para mirar al resto de humanos que se encontraban en el lugar, algunos enfermos, otros a punto de enfermar seguramente -Esconden la cura, ya lo han visto- Al parecer intentaba instigar al resto a saquear la aldea en busca de algo que realmente no estaba ahí.
- Vaux:
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Silencio y miradas confusas y preocupadas se hicieron presentes hasta que el anciano intentó defenderse pero fue enviado al piso por una piedra que voló a su cabeza -¡¡Entren todos!!- Gritó el molesto Vaux que acompañado por otros corrieron a la entrada derribando a los elfos que la custodiaban y no parecían ni de lejos guerreros; rápidamente todo se convirtió en caos; las familias elfas intentaban cerrar las puertas de sus casas frente a una oleada de humanos desenfrenados que sin razón ni lógica avanzaban invadiendo y saqueando las casas sin saber siquiera lo que estaban buscando -¡Defiendan el pueblo!- Gritó uno de los dos guardianes del anciano -No los maten, solo están asustados- Murmuró el viejo mientras se levantaba con la frente sangrando, con un atisbo de esperanza aún confiaba en el buen juicio de los humanos y es que a fin de cuentas, cada uno de ellos haría lo que fuera por salvarse o salvar a sus seres queridos.
Un pequeño grupo de humanos liderados por el mismo que había iniciado el caos, avanzaban sin prestar atención a nada más -Vamos por esa perra, esta vez será mía por la fuerza aunque tenga que arrasar su maldito pueblo para conseguirlo- Murmuraba el sujeto hasta que el pintoresco grupo se tropezó con otra elfa bastante simpática -Deja ese arco, niña, te harás daño- Dijo en tono despectivo a Helyare que con un arco intentaba proteger el pueblo, al tiempo que sus dos acompañantes empezaban a reírse de la elfa -Jefe, deje que nos quedemos con ésta- La señaló de arriba hasta abajo uno de los acompañantes, justamente el mismo que había salido antes gritando que estaba curado -Diviértanse con ella, yo iré por la otra zorra- Dijo sin darle mucha importancia dispuesto a marcharse mientras sus dos acompañantes se acercaban a Helyare con claras y abusivas intenciones.
Rápidamente y antes que la joven Ingela pudiera darse cuenta, el pueblo se había convertido en un caos abrumador, ruidos de cosas rotas se dejaban escuchar a ambos lados de la pequeña residencia en la que se había refugiado -¡No, por favor, las niñas no, las niñas no!- Gritaba afuera una mujer desesperada que sin duda llamaría la atención de la pequeña dragona poniéndola en alerta, algo grave estaba sucediendo; la dragona podía ahora abrir la puerta principal de la casa desde adentro con facilidad, o salir por donde había entrado para evitar ser vista; en cualquier caso vería en la casa de al lado a tres sujetos forcejando con una mujer para arrebatarle a dos jovencitas rubias, uno de ellos con los pantalones desatados y con intenciones poco apropiadas.
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∞ Helyare: te has encontrado con los causantes del caos, puedes encargarte sin problemas de los dos acompañantes, pero su líder intentará escapar; aunque sería divertido pedirlo tan solo por el resultado, por esta ocasión no será necesario lanzar runas.
∞ Ingela: tendrás que tomar decisiones, ayudar o ponerte a salvo, proteger a los ciudadanos o la casa de Fëanor; los eventos que observan son tan solo la punta del iceberg y si no son detenidos desencadenarán un mal mayor; tampoco necesitas lanzar runas.
∞ Esta historia desencadenará conflictos mayores, de ustedes depende reducir las repercusiones.
Última edición por Ansur el Jue Ago 03 2017, 00:18, editado 1 vez
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Ingela había logrado hacer que el agua hirviese y echaba unos condimentos que encontró. Un agua salada le bastaba para engañar un poco a la tripa hasta que encontrara comida de verdad. Echaba el último poco de lo que pensaba que era alguna clase de pimienta, cuando un fuerte estruendo la hizo dar un salto de sorpresa. Un masivo griterío se escuchó por todos lados, cosas caían, otras se quebraban, chillidos, exclamaciones y... ¿risas?
Ingela se asomó para ver como dos hombres arrastraban a dos jóvenes elfas de cabellos dorados. Una tercera se aferraba a las manos de las niñas pero de un tremendo puñetazo dio a parar casi a la entrada de la casa donde ella estaba resguardada. Uno de los hombres se sentaba a horcajadas sobre la niña y se desabrochaba el cinturón. No cabían dudas de lo que pretendía con la niña. Abrió los ojos de par en par y buscó su mandoble, le rebanaría en dos antes de que lograra su cometido. Al tomar su mandoble, vio en un estante unos pergaminos y se le ocurrió usarlo para unas runas arcanas, aquella magia ancestral que los dragones enseñaron a los hombres y que ella aprendería a usar tiempo atrás1.
Instintivamente dejó en la puerta un pergamino con la palabra spaan escrita en lenguaje dracónico, para la protección del lugar. En otros llevaba la palabra kren escrita, dejándolos tirados en el suelo de la casa como trampas; si alguien pisaba aquellos pergaminos, estos explotarían. Habiéndose asegurado de resguardar el hogar de su pupilo, Ingela salió corriendo, empuñando su mandoble.
Tan concentrado como estaba tratando de penetrar a la niña, no vio a la rubia, quien atravesó el pecho del malnacido desde la espalda. Sádica, levantó su mandoble, cortando hacia el cuello del bastardo2. Chorros de sangre bañaban a la pequeña elfa que no paraba de gritar de espanto. Apoyó su bota en el hombre y desencajó su espadón, tirando al tipo a un lado de la pequeña elfa, a quien corría a socorrer la mujer que la acompañaba.
El otro, habiendo visto aquel despliegue de la joven dragona, olvidó a su presa y corrió a atacarla, pero Ingela lo esperaba. ¡Oh, por los siete! ¡Cómo lo esperaba! Rió con malicia y sacó de la parte trasera de su pantalón un pergamino, el cuál lanzó al pecho del tipejo. El pergamino tenía la palabra kren, la misma que usó para las trampas explosivas. Al contacto con el pecho del bribón, el pergamino explotó, abriendo un enorme agujero en el cuerpo del hombre.
Ingela soltó una risa de victoria al ver a los dos hombres caídos, orgullosa de haber salvado a las chicas. Pero poco le duró la emoción. Al girar su cuerpo, buscando con la mirada a las niñas, vio a dos hombres forcejeando con una mujer. El horror invadió a Ingela, sintió su corazón dar un salto y detenerse -¡HELYARE!- gritó Ingela y corrió hasta donde estaba su amiga. No iba a permitir que esos hijos de puta la tocaran.
Ingela se asomó para ver como dos hombres arrastraban a dos jóvenes elfas de cabellos dorados. Una tercera se aferraba a las manos de las niñas pero de un tremendo puñetazo dio a parar casi a la entrada de la casa donde ella estaba resguardada. Uno de los hombres se sentaba a horcajadas sobre la niña y se desabrochaba el cinturón. No cabían dudas de lo que pretendía con la niña. Abrió los ojos de par en par y buscó su mandoble, le rebanaría en dos antes de que lograra su cometido. Al tomar su mandoble, vio en un estante unos pergaminos y se le ocurrió usarlo para unas runas arcanas, aquella magia ancestral que los dragones enseñaron a los hombres y que ella aprendería a usar tiempo atrás1.
Instintivamente dejó en la puerta un pergamino con la palabra spaan escrita en lenguaje dracónico, para la protección del lugar. En otros llevaba la palabra kren escrita, dejándolos tirados en el suelo de la casa como trampas; si alguien pisaba aquellos pergaminos, estos explotarían. Habiéndose asegurado de resguardar el hogar de su pupilo, Ingela salió corriendo, empuñando su mandoble.
Tan concentrado como estaba tratando de penetrar a la niña, no vio a la rubia, quien atravesó el pecho del malnacido desde la espalda. Sádica, levantó su mandoble, cortando hacia el cuello del bastardo2. Chorros de sangre bañaban a la pequeña elfa que no paraba de gritar de espanto. Apoyó su bota en el hombre y desencajó su espadón, tirando al tipo a un lado de la pequeña elfa, a quien corría a socorrer la mujer que la acompañaba.
El otro, habiendo visto aquel despliegue de la joven dragona, olvidó a su presa y corrió a atacarla, pero Ingela lo esperaba. ¡Oh, por los siete! ¡Cómo lo esperaba! Rió con malicia y sacó de la parte trasera de su pantalón un pergamino, el cuál lanzó al pecho del tipejo. El pergamino tenía la palabra kren, la misma que usó para las trampas explosivas. Al contacto con el pecho del bribón, el pergamino explotó, abriendo un enorme agujero en el cuerpo del hombre.
Ingela soltó una risa de victoria al ver a los dos hombres caídos, orgullosa de haber salvado a las chicas. Pero poco le duró la emoción. Al girar su cuerpo, buscando con la mirada a las niñas, vio a dos hombres forcejeando con una mujer. El horror invadió a Ingela, sintió su corazón dar un salto y detenerse -¡HELYARE!- gritó Ingela y corrió hasta donde estaba su amiga. No iba a permitir que esos hijos de puta la tocaran.
- *Traducción:
- Spaan: Protección
Kren: Literalmente, destrozar. En este contexto, explotar.
- 1.- Habilidad:
- Uso de habilidad de nivel 0: Armas cortantes de 2 manos
- 2.- Profesión:
- Uso de profesión secundaria: Arcanos
Ingela
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
La primera vez que Helyare pudo ver lo que era un abuso sexual fue cuando llegó a Lunargenta, durante una de las tantas festividades que había por la ciudad. En aquella taberna vio a unos tipos que se acercaron a la mujer mariposa con intenciones lascivas, pero ni siquiera en ese momento lo entendió. No entendía por qué, a pesar de que ella no quería, se seguían acercando. O por qué ignoraban sus palabras. Ella lo estaba pasando mal y parecían no hacer caso. No entendió nada de lo que pasaba. Ella había crecido en un lugar donde el placer carnal era un regalo que los dioses otorgaban a sus hijos, para disfrutar. Y debía ser así. ¿Por qué otros lo manchaban haciendo llorar a la muchacha? Jamás había visto a nadie llorar por el sexo, salvo ese día. Y se le quedó marcado. Después de ayudar a Sona, se la llevó, pero no se atrevió a preguntarle por qué le había ocurrido eso. La vio tan mal que prefirió dejarla descansar. Y no supo más acerca del tema.
Más tarde conocería la cara más atroz de ese tipo de abusos. Aun sin entender por qué ocurrían, le habían contado que se hacían para una especie de ritual de una especie… Y no quería recordarlo. Esas imágenes eran demasiado fuertes para ella. Miró a esos tipos que se reían de ella mientras se acercaban con esa cara tan característica. Todos la tenían cuando hacían eso, se había fijado. No era, exactamente, la expresión de insinuación, más bien destilaba esa maldad específica que te llevaba a aprovecharte del cuerpo de otra persona y dañarlo. –Fuera. Dejadme en paz. –Apuntó con el arco, pero siguieron avanzando hacia ella. Sin mediar palabra disparó a uno de ellos y la flecha impactó en su abdomen, sobresaliendo por la espalda y haciendo que cayera hacia atrás. En ese momento vio a Ingela. Su grito la había alertado… Y distraído. –Ing… –Quiso exclamar, pero no le dio tiempo. En cuanto la flecha impactó sobre uno de los hombres, el otro se abalanzó sobre la elfa, quitándole el arco y haciendo que cayera al suelo.
–¡Ahora sí que te va a ir mal! –El tipejo ese no se había enterado de que la dragona iba corriendo a ayudar a su amiga. Pero, aunque agradecía su ayuda, Helyare no iba a dejarla tiempo para llegar. En cuanto cayó al suelo, con sus piernas hizo un barrido hacia el hombre, golpeando con fuerza sus tobillos para que cayese.
De inmediato se incorporó y, con su daga, le apuñaló en el ojo, profiriendo un grito de rabia. Volvió a hacerlo en tres ocasiones más, en varias partes de la cara, escuchándose el ruido característico de la carne abriéndose ante el filo de la afilada hoja y manchando la mano de la elfa con la sangre del hombre. Ahí, sentada de rodillas, mirando lo que había hecho permaneció durante segundos, y luego pasó la vista hacia Ingela.
La rabia la había cegado y todo este tiempo acumulando estrés había sido la lanzadera para descargar su furia contra quien había osado molestarla. –Estoy bien. –Respondió de forma tenue y seca a la dragona. Se incorporó de golpe hacia la dragona y la agarró por los hombros, con fuerza. –¿¡Qué haces aquí!? ¿¡Por qué te mueves de donde te dejó Aranarth!? ¡¡Fuimos a buscarte y no estabas!! –Gritó bastante furiosa a la muchacha del norte, presa de la preocupación. Pensó que no iba a volver a verla y el encontrarla ahí había sido una bendición, última oportunidad para despedirse. Pero no podía evitar estar preocupada, pues estar fuera de una zona segura la ponía en riesgo. –¡Tenías que haberte quedado allí! –Gruñó y la atrajo hacia ella para darle un fuerte abrazo, algo que no había hecho hasta ese momento. Le daba igual que estuviera manchada de sangre, pero tenía que hacerlo. No iba a volver a verla y tenía que demostrar que había sido muy importante para la elfa, un pilar fundamental en todo el tiempo que había estado fuera. –¿Estás bien? –Preguntó sin separarse de ella.
Tardó unos instantes en apartarse de la dragona. Le daba igual, también, el mandoble. Sólo quería abrazarla bien fuerte, pero tuvo que soltarla. Y posiblemente ella no supiera a qué venía eso. Podía achacarlo a que se había asustado por esos tipos o algo así. Cualquier cosa era válida para justificar su abrazo. Más tarde le contaría la razón.
Por fin la soltó, se giró y tomó el arco que le habían tirado al suelo y unas cuantas flechas. –Tenemos que impedir que entren al bosque. –Miró hacia los árboles con la misma preocupación con que había visto a Ingela. –No quiero que esta gente haga rituales así con mi hermana, como los que querían hacer con esas elfas o conmigo. –Rituales, como ella había aprendido que se hacían esos abusos, así los llamaba. Y quería proteger a Luinil de esa locura, no podía permitir que cruzasen los árboles. –No quiero que entren a Sandorai. –El resto de personas le daba un poco más igual. Y el tercero que Helyare había visto había conseguido escapar. Se puso a mirar para todos lados, buscándolo. No quería que escapase ninguno de esos.
Más tarde conocería la cara más atroz de ese tipo de abusos. Aun sin entender por qué ocurrían, le habían contado que se hacían para una especie de ritual de una especie… Y no quería recordarlo. Esas imágenes eran demasiado fuertes para ella. Miró a esos tipos que se reían de ella mientras se acercaban con esa cara tan característica. Todos la tenían cuando hacían eso, se había fijado. No era, exactamente, la expresión de insinuación, más bien destilaba esa maldad específica que te llevaba a aprovecharte del cuerpo de otra persona y dañarlo. –Fuera. Dejadme en paz. –Apuntó con el arco, pero siguieron avanzando hacia ella. Sin mediar palabra disparó a uno de ellos y la flecha impactó en su abdomen, sobresaliendo por la espalda y haciendo que cayera hacia atrás. En ese momento vio a Ingela. Su grito la había alertado… Y distraído. –Ing… –Quiso exclamar, pero no le dio tiempo. En cuanto la flecha impactó sobre uno de los hombres, el otro se abalanzó sobre la elfa, quitándole el arco y haciendo que cayera al suelo.
–¡Ahora sí que te va a ir mal! –El tipejo ese no se había enterado de que la dragona iba corriendo a ayudar a su amiga. Pero, aunque agradecía su ayuda, Helyare no iba a dejarla tiempo para llegar. En cuanto cayó al suelo, con sus piernas hizo un barrido hacia el hombre, golpeando con fuerza sus tobillos para que cayese.
De inmediato se incorporó y, con su daga, le apuñaló en el ojo, profiriendo un grito de rabia. Volvió a hacerlo en tres ocasiones más, en varias partes de la cara, escuchándose el ruido característico de la carne abriéndose ante el filo de la afilada hoja y manchando la mano de la elfa con la sangre del hombre. Ahí, sentada de rodillas, mirando lo que había hecho permaneció durante segundos, y luego pasó la vista hacia Ingela.
La rabia la había cegado y todo este tiempo acumulando estrés había sido la lanzadera para descargar su furia contra quien había osado molestarla. –Estoy bien. –Respondió de forma tenue y seca a la dragona. Se incorporó de golpe hacia la dragona y la agarró por los hombros, con fuerza. –¿¡Qué haces aquí!? ¿¡Por qué te mueves de donde te dejó Aranarth!? ¡¡Fuimos a buscarte y no estabas!! –Gritó bastante furiosa a la muchacha del norte, presa de la preocupación. Pensó que no iba a volver a verla y el encontrarla ahí había sido una bendición, última oportunidad para despedirse. Pero no podía evitar estar preocupada, pues estar fuera de una zona segura la ponía en riesgo. –¡Tenías que haberte quedado allí! –Gruñó y la atrajo hacia ella para darle un fuerte abrazo, algo que no había hecho hasta ese momento. Le daba igual que estuviera manchada de sangre, pero tenía que hacerlo. No iba a volver a verla y tenía que demostrar que había sido muy importante para la elfa, un pilar fundamental en todo el tiempo que había estado fuera. –¿Estás bien? –Preguntó sin separarse de ella.
Tardó unos instantes en apartarse de la dragona. Le daba igual, también, el mandoble. Sólo quería abrazarla bien fuerte, pero tuvo que soltarla. Y posiblemente ella no supiera a qué venía eso. Podía achacarlo a que se había asustado por esos tipos o algo así. Cualquier cosa era válida para justificar su abrazo. Más tarde le contaría la razón.
Por fin la soltó, se giró y tomó el arco que le habían tirado al suelo y unas cuantas flechas. –Tenemos que impedir que entren al bosque. –Miró hacia los árboles con la misma preocupación con que había visto a Ingela. –No quiero que esta gente haga rituales así con mi hermana, como los que querían hacer con esas elfas o conmigo. –Rituales, como ella había aprendido que se hacían esos abusos, así los llamaba. Y quería proteger a Luinil de esa locura, no podía permitir que cruzasen los árboles. –No quiero que entren a Sandorai. –El resto de personas le daba un poco más igual. Y el tercero que Helyare había visto había conseguido escapar. Se puso a mirar para todos lados, buscándolo. No quería que escapase ninguno de esos.
Helyare
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Apenas un poco esfuerzo había bastado para que la valiente Ingela consiguiera acabar con aquellos sujetos, tal vez en gran parte porque la habían subestimado, nadie esperaría que tan adorable jovencita resultara ser una máquina asesina; vaya sorpresa la que se habían llevado, ahora su aspecto bañado en sangre daba una imagen bastante terrorífica; finalmente tras deshacerse de aquellos molestos sujetos alcanzó a ver a Helyare que ya terminaba de hacer su parte no muy lejos de ahí, aunque el que parecía ser el líder de aquellos sujetos se les había perdido de vista, por el momento.
Nada se interponía en el camino del sujeto que con todo el aspecto de un vil mercenario caminaba en línea recta hasta el último rincón de la aldea en donde seguramente se encontraba a quien el hombre buscaba; antes de llegar fue detenido por un par de elfos -Apártense, escorias- Dijo con soberbia a los guardianes que no duraron mucho en su camino pues la dragona no era la única que se había guardado sus trucos y sorpresas; el sujeto generó rápidamente en su mano una llamarada que lanzó hacia los elfos prendiéndolos en fuego junto a las casas tras ellos; instantes después una ráfaga de viento se encargó de avivar las llamas que en unos segundos ya se habían expandido a varias casas cercanas, todo iba mal y se pondría mucho peor.
Seguramente nadie había imaginado que aquel sujeto era nada menos que un brujo, tal vez uno de aquellos que mantenían los viejos rencores hacia la raza del bosque, pero cual fuera su razón se las habían ingeniado para generar caos y ahora también destrucción en el pequeño poblado; aunque sus razones aún no eran develadas; lo que sí era develado era el miedo que se adueñaba de los pocos enfermos que habían sido admitidos para entrar al pueblo y que ahora veían impotentes cómo la vivienda que se había acondicionado improvisadamente para atenderlos, comenzaba a arder dejándolos atrapados.
Un poco más lejos, la entrada, o lo que quedaba de ella, se llevaba a cabo una encarnizada lucha en la que los secuaces de Vaux aprovechaban para colarse mientras que los inocentes atrapados en medio de la disputa eran reducidos por los arqueros elfos, el miedo se adueñaba de ambos bandos mientras los verdaderos causantes del desorden deambulaban en busca de sus propios fines. Al final del camino el brujo Vaux había alcanzado su principal objetivo, o al menos la tenía frente a él -Ven conmigo Turil, si vienes por las buenas no verás tu aldea reducida a cenizas- Amenazó mientras generaba llamas en ambas manos -Vales más si te llevo sin un rasguño- Una joven y hermosa doncella de dorados cabellos apretó los puños y vio cómo todo comenzaba a arder lentamente hasta que una nueva llamarada aumentó el daño en las estructuras -Vamos, no tengo todo el día- Dijo Vaux con una voz que podría resultar molesta al escucharla largo rato o tal vez era su actitud pedante lo que lo hacía más fácil de odiar.
Ráfagas de fuego volaron hacia un par de elfos que desde lo alto intentaban tomarlo por sorpresa y los cuerpos calcinados cayeron al piso poco después -¡¡NO!! ¡¡Basta!!- Gritó la chica apretando los puños -A mí no me mires, eso es tu culpa, y si no vienes, más de tus amigos morirán por tu culpa, todo será tu culpa- El hombre de aspecto bastante calmado para el caos que se vivía, estaba torturando psicológicamente a la chica para hacer que aceptara ir con él por las buenas; con la mayoría de los elfos en la entrada, que tampoco es que destacaran como fieros guerreros, no había quien ayudara a la chica ¿O sí?
∞ La situación no deja de empeorar y ahora se enfrentan a cuatro problemas distintos, difícilmente y a menos que hagan alguna genialidad, no podrán resolverlos todos, tratar de hacerlo podría llevar a que no resuelvan ninguno a menos que les ayuden mucho las runas, que por el historial de cierta elfa, lo dudo, así que lo más recomendable es que decidan cuál o cuáles de los problemas atenderán primero; pueden ir juntas o separadas y también pueden usar a Aranarth como apoyo.
∞ 1. El infame Vaux que ha resultado ser un brujo, amenaza con incendiar todo a menos que la misteriosa chica vaya con él; para ubicarlo solo tendrán que seguir la ruta de las llamas; es bastante perceptivo, por lo que atacarlo por sorpresa resulta casi imposible; deberán lanzar runas si van por esta opción.
∞ 2. Los secuaces del brujo entran aprovechando la confusión y el caos, alguien debe detenerlo; no son rivales difíciles, pero podrían ser difíciles de detectar pues se confunden entre la población, pero sus intenciones los delatan, buscan robar jovencitas elfas para venderlas como esclavas; no hará falta lanzar runas si van por esta opción.
∞ 3. Una pequeña vivienda que hacía las veces de centro médico improvisado ha sido víctima de las llamas y las personas dentro; alguien debe ayudarles pero ¿Cómo? Pueden ponerse creativas, pero deberán lanzar una runa si van por esta opción.
∞ 4. En medio del desorden, algunos justos han pagado por pecadores, hay decenas de heridos y enfermos que piden ayuda; tal vez alguien pueda coordinar los ataques para mantener a salvo a los inocentes; esta opción tampoco requiere lanzar runas.
∞ Pero no todo es tan malo, al menos tienen salud... aunque la adorable Ingela aprenderá que estar bañada con la sangre de un enfermo no es una buena idea, su temperatura aumentará ligeramente y sentirá los párpados ligeramente más pesados.
Nada se interponía en el camino del sujeto que con todo el aspecto de un vil mercenario caminaba en línea recta hasta el último rincón de la aldea en donde seguramente se encontraba a quien el hombre buscaba; antes de llegar fue detenido por un par de elfos -Apártense, escorias- Dijo con soberbia a los guardianes que no duraron mucho en su camino pues la dragona no era la única que se había guardado sus trucos y sorpresas; el sujeto generó rápidamente en su mano una llamarada que lanzó hacia los elfos prendiéndolos en fuego junto a las casas tras ellos; instantes después una ráfaga de viento se encargó de avivar las llamas que en unos segundos ya se habían expandido a varias casas cercanas, todo iba mal y se pondría mucho peor.
Seguramente nadie había imaginado que aquel sujeto era nada menos que un brujo, tal vez uno de aquellos que mantenían los viejos rencores hacia la raza del bosque, pero cual fuera su razón se las habían ingeniado para generar caos y ahora también destrucción en el pequeño poblado; aunque sus razones aún no eran develadas; lo que sí era develado era el miedo que se adueñaba de los pocos enfermos que habían sido admitidos para entrar al pueblo y que ahora veían impotentes cómo la vivienda que se había acondicionado improvisadamente para atenderlos, comenzaba a arder dejándolos atrapados.
Un poco más lejos, la entrada, o lo que quedaba de ella, se llevaba a cabo una encarnizada lucha en la que los secuaces de Vaux aprovechaban para colarse mientras que los inocentes atrapados en medio de la disputa eran reducidos por los arqueros elfos, el miedo se adueñaba de ambos bandos mientras los verdaderos causantes del desorden deambulaban en busca de sus propios fines. Al final del camino el brujo Vaux había alcanzado su principal objetivo, o al menos la tenía frente a él -Ven conmigo Turil, si vienes por las buenas no verás tu aldea reducida a cenizas- Amenazó mientras generaba llamas en ambas manos -Vales más si te llevo sin un rasguño- Una joven y hermosa doncella de dorados cabellos apretó los puños y vio cómo todo comenzaba a arder lentamente hasta que una nueva llamarada aumentó el daño en las estructuras -Vamos, no tengo todo el día- Dijo Vaux con una voz que podría resultar molesta al escucharla largo rato o tal vez era su actitud pedante lo que lo hacía más fácil de odiar.
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Ráfagas de fuego volaron hacia un par de elfos que desde lo alto intentaban tomarlo por sorpresa y los cuerpos calcinados cayeron al piso poco después -¡¡NO!! ¡¡Basta!!- Gritó la chica apretando los puños -A mí no me mires, eso es tu culpa, y si no vienes, más de tus amigos morirán por tu culpa, todo será tu culpa- El hombre de aspecto bastante calmado para el caos que se vivía, estaba torturando psicológicamente a la chica para hacer que aceptara ir con él por las buenas; con la mayoría de los elfos en la entrada, que tampoco es que destacaran como fieros guerreros, no había quien ayudara a la chica ¿O sí?
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∞ La situación no deja de empeorar y ahora se enfrentan a cuatro problemas distintos, difícilmente y a menos que hagan alguna genialidad, no podrán resolverlos todos, tratar de hacerlo podría llevar a que no resuelvan ninguno a menos que les ayuden mucho las runas, que por el historial de cierta elfa, lo dudo, así que lo más recomendable es que decidan cuál o cuáles de los problemas atenderán primero; pueden ir juntas o separadas y también pueden usar a Aranarth como apoyo.
∞ 1. El infame Vaux que ha resultado ser un brujo, amenaza con incendiar todo a menos que la misteriosa chica vaya con él; para ubicarlo solo tendrán que seguir la ruta de las llamas; es bastante perceptivo, por lo que atacarlo por sorpresa resulta casi imposible; deberán lanzar runas si van por esta opción.
∞ 2. Los secuaces del brujo entran aprovechando la confusión y el caos, alguien debe detenerlo; no son rivales difíciles, pero podrían ser difíciles de detectar pues se confunden entre la población, pero sus intenciones los delatan, buscan robar jovencitas elfas para venderlas como esclavas; no hará falta lanzar runas si van por esta opción.
∞ 3. Una pequeña vivienda que hacía las veces de centro médico improvisado ha sido víctima de las llamas y las personas dentro; alguien debe ayudarles pero ¿Cómo? Pueden ponerse creativas, pero deberán lanzar una runa si van por esta opción.
∞ 4. En medio del desorden, algunos justos han pagado por pecadores, hay decenas de heridos y enfermos que piden ayuda; tal vez alguien pueda coordinar los ataques para mantener a salvo a los inocentes; esta opción tampoco requiere lanzar runas.
∞ Pero no todo es tan malo, al menos tienen salud... aunque la adorable Ingela aprenderá que estar bañada con la sangre de un enfermo no es una buena idea, su temperatura aumentará ligeramente y sentirá los párpados ligeramente más pesados.
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Ingela corría hacia su amiga, pero cuando vio cómo se libraba de los tipos que la habían alcanzado, iba desacelerando la marcha hasta quedar quieta, viendo como los pobres desgraciados caían al piso sin vida. Sonrió contenta y admirada; olvidaba lo fuerte y ágil que era esa elfa flaca y bajita. -Pues vaya par de imb...- comenzó a decir pero Helyare comenzó a regañarla, zarandeándola con fuerza -¡Epa! ¡Tranqui-i-i-la!- dijo intentando calmar a la elfa.
Que la regañara y fuera brusca y dura con ella no le extrañaba, esa era la forma que tenía la elfa de demostrar su cariño. Pero que la abrazara, tan fuerte y apretado, eso... eso dejó a Ingela sin palabras. Perpleja al inicio, pero conmovida al final, la estrechó con la mano que tenía libre -Estoy bien... tenía que venir aquí por mi... por mi pupilo Fëanor- le dijo en voz baja y calmada. Cuando Helyare la soltó, Ingela quería un poquito más a su amiga, la miraba con ternura. Sabía que dentro de esa coraza había una chica de buen corazón y que le tenía cariño aunque fuese una poco evolucionada dragona. Ella sabía que lo que necesitaba era tiempo.
-Tranquila, fahliil, no llegarán a Sandorai, no permitiremos que hagan rituales con ninguna chica- le dijo justo cuando escuchó una especie de explosión. El fuego se expandió rápidamente.
Por un instante, Ingela no supo qué hacer. El caos reinaba, los gritos la ensordecían y abrumaban. De repente se sintió mareada, un súbito cansancio se apoderó de su cuerpo, los parpados le pesaban. Comenzó a sudar frío pues un extraño calor le calentaba el cuerpo y la boca le quedó seca. ¿Qeé le pasaba? Sacudió la cabeza, no era momento de desfallecer.
-Hely, ¿qué hacemos? Hay demasiados frentes y yo...- comenzó a decir cuando vio una casa arder en llamas, afuera, una mujer intentaba entrar pero un hombre la agarraba, llegando a levantarla por la cintura para evitar que se tirara al fuego. Dio un paso, quería verle mejor el rostro pues aquella mujer se le hacía conocida. El pecho se le apretó cuando reconoció a una de sus primas. Ingela corrió hacia ella con el corazón apretado -¡Bethelen!- la llamó. La mujer giró su cabeza y al ver a la rubia, se zafó del hombre que la apretaba y corrió hacia ella. -¡Ingela! ¡Ingela!- lloraba la mujer quien llorando se le echó en los brazos -¡Ayúdame Ingela! ¡Hay que salvarlos! ¡Están todos allí dentro!- dijo señalando la casa en llamas -¿Quiénes están allí dentro?- preguntó Ingela -¡Los niños!- exclamó su prima. Bethelen era médico, había logrado salir de Dundarak cuando la pirámide cayó del cielo, antes de que la enfermedad se propagara. Viajó directamente a la tierra de los elfos, sabiendo que su medicina era la mejor de Aerandir, para desarrollar una cura a la enfermedad. Se había quedado allí todo este tiempo ayudando, sobre todo cuando los enfermos comenzaron a llegar buscando aquella solución a la tan terrible enfermedad.
Ahora los niños que cuidaba estaban a punto de morir calcinados -Pero Bethelen... tú eres dragón de tierra*...- le dijo Ingela en tono de broma -¡Echa tierra al fuego!- le dijo abriendo los ojos. Su prima la miró como si Ingela le hubiese dado la mejor de las ideas de la vida -¡Tienes razón! ¿Cómo no se me ocurrió antes?- dijo caminando hacia atrás y transformando su cuerpo en un robusto dragón de tierra.
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Aquellos que tenían la sangre del Dragón de Tierra controlaban la tierra y las rocas a su alrededor, con rugidos, golpes de sus patas y aleteo lograban mover la tierra a su voluntad. Y eso hizo Bethelen, golpeó el suelo con sus patas con fuerza, tres veces, logrando levantar enormes boquetes a los que luego rugió, desmoronándolos, y con sus alas, los lanzó sobre la casa, buscando ahogar las grandes llamas que la consumían. Hizo esto varias veces, mientras otros intentaban hacer lo mismo golpeando con trapos y sábanas el fuego. Pero algo alimentaba las llamas.
Ingela buscó con la mirada el origen de ello y lo que vio fue a un hombre lanzando bolas de fuego con las manos hacia unos pobres soldados del clan, quienes ardían hasta quedar prácticamente hechos cenizas. Horrorizada, Ingela vio como el hombre se acercaba amenazante a una chica. Los soldados que ahora yacían calcinados en el piso la estaban defendiendo. ¿Quién sería ella? Si los elfos de ese clan la estaban protegiéndola, era importante. ¡Helyare!- gritó Ingela, llamando la atención de la elfa -¡Allí!- señaló hacia el hombre, sabía que su amiga, con ese odio visceral hacia los brujos, no permitiría que el tipo llegara más lejos.
Que la regañara y fuera brusca y dura con ella no le extrañaba, esa era la forma que tenía la elfa de demostrar su cariño. Pero que la abrazara, tan fuerte y apretado, eso... eso dejó a Ingela sin palabras. Perpleja al inicio, pero conmovida al final, la estrechó con la mano que tenía libre -Estoy bien... tenía que venir aquí por mi... por mi pupilo Fëanor- le dijo en voz baja y calmada. Cuando Helyare la soltó, Ingela quería un poquito más a su amiga, la miraba con ternura. Sabía que dentro de esa coraza había una chica de buen corazón y que le tenía cariño aunque fuese una poco evolucionada dragona. Ella sabía que lo que necesitaba era tiempo.
-Tranquila, fahliil, no llegarán a Sandorai, no permitiremos que hagan rituales con ninguna chica- le dijo justo cuando escuchó una especie de explosión. El fuego se expandió rápidamente.
Por un instante, Ingela no supo qué hacer. El caos reinaba, los gritos la ensordecían y abrumaban. De repente se sintió mareada, un súbito cansancio se apoderó de su cuerpo, los parpados le pesaban. Comenzó a sudar frío pues un extraño calor le calentaba el cuerpo y la boca le quedó seca. ¿Qeé le pasaba? Sacudió la cabeza, no era momento de desfallecer.
-Hely, ¿qué hacemos? Hay demasiados frentes y yo...- comenzó a decir cuando vio una casa arder en llamas, afuera, una mujer intentaba entrar pero un hombre la agarraba, llegando a levantarla por la cintura para evitar que se tirara al fuego. Dio un paso, quería verle mejor el rostro pues aquella mujer se le hacía conocida. El pecho se le apretó cuando reconoció a una de sus primas. Ingela corrió hacia ella con el corazón apretado -¡Bethelen!- la llamó. La mujer giró su cabeza y al ver a la rubia, se zafó del hombre que la apretaba y corrió hacia ella. -¡Ingela! ¡Ingela!- lloraba la mujer quien llorando se le echó en los brazos -¡Ayúdame Ingela! ¡Hay que salvarlos! ¡Están todos allí dentro!- dijo señalando la casa en llamas -¿Quiénes están allí dentro?- preguntó Ingela -¡Los niños!- exclamó su prima. Bethelen era médico, había logrado salir de Dundarak cuando la pirámide cayó del cielo, antes de que la enfermedad se propagara. Viajó directamente a la tierra de los elfos, sabiendo que su medicina era la mejor de Aerandir, para desarrollar una cura a la enfermedad. Se había quedado allí todo este tiempo ayudando, sobre todo cuando los enfermos comenzaron a llegar buscando aquella solución a la tan terrible enfermedad.
Ahora los niños que cuidaba estaban a punto de morir calcinados -Pero Bethelen... tú eres dragón de tierra*...- le dijo Ingela en tono de broma -¡Echa tierra al fuego!- le dijo abriendo los ojos. Su prima la miró como si Ingela le hubiese dado la mejor de las ideas de la vida -¡Tienes razón! ¿Cómo no se me ocurrió antes?- dijo caminando hacia atrás y transformando su cuerpo en un robusto dragón de tierra.
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Aquellos que tenían la sangre del Dragón de Tierra controlaban la tierra y las rocas a su alrededor, con rugidos, golpes de sus patas y aleteo lograban mover la tierra a su voluntad. Y eso hizo Bethelen, golpeó el suelo con sus patas con fuerza, tres veces, logrando levantar enormes boquetes a los que luego rugió, desmoronándolos, y con sus alas, los lanzó sobre la casa, buscando ahogar las grandes llamas que la consumían. Hizo esto varias veces, mientras otros intentaban hacer lo mismo golpeando con trapos y sábanas el fuego. Pero algo alimentaba las llamas.
Ingela buscó con la mirada el origen de ello y lo que vio fue a un hombre lanzando bolas de fuego con las manos hacia unos pobres soldados del clan, quienes ardían hasta quedar prácticamente hechos cenizas. Horrorizada, Ingela vio como el hombre se acercaba amenazante a una chica. Los soldados que ahora yacían calcinados en el piso la estaban defendiendo. ¿Quién sería ella? Si los elfos de ese clan la estaban protegiéndola, era importante. ¡Helyare!- gritó Ingela, llamando la atención de la elfa -¡Allí!- señaló hacia el hombre, sabía que su amiga, con ese odio visceral hacia los brujos, no permitiría que el tipo llegara más lejos.
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
El miembro 'Ingela' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Se separó de Ingela con cuidado, nunca la había abrazado. Bueno, si algún día en su viaje había tocado el brazo de la chica del norte, aunque hubiese sido para llamar su atención, era un milagro. No era dada al contacto físico a pesar de que muchas veces ella misma necesitaba un abrazo. ¿Cuánto tiempo llevaba sin que nadie se le acercara afectuosamente?
–¿Quién es Fëanor? –Preguntó sin comprender. ¿Desde cuándo la dragona tenía amigos elfos?
Pero ese no era el momento ni el lugar. La aldea estaba siendo presa del caos más absoluto. Por mucho que hubieran acabado con esos hombres, otros venían con sus malas intenciones y Helyare ya no era capaz de distinguir quiénes vivían en el poblado, quiénes habían sido acogidos o quiénes intentaban asaltarlo. Perdida como estaba, sólo con su daga en la mano, miraba para todos lados. Ingela salió corriendo a ayudar a alguien a quien ella no conocía y se quedó sola, mirando a ver quién parecía culpable del asedio. Encontró a un tipo al que vio atacar a una jovencita que gritaba pidiendo ayuda. ¡Otro que quería hacer rituales! Sin pensarlo, corrió hacia él y de un golpe clavó su daga en la nuca del desconocido. La volvió a sacar, apoyando sus dos manos en el mango, dejando que cayese la sangre sobre el mismo tipo y limpiando la hoja, después, con su ropa (la de él). Habían hablado de una enfermedad y no iba a estar en contacto con nadie, no sabía quién podía estar contagiado y quién no.
La voz de Ingela llamó su atención y la hizo girarse para ver cómo uno de los que se le habían escapado cuando trataban de hacer un ritual con ella, estaba molestando a una mujer de cabellos plateados. Había fuego cerca, lo había visto lanzar una ráfaga contra unos elfos. Eso hizo que su sangre hirviera. ¡¡Un maldito brujo atacando a elfos!! Sin pensarlo, agarró el arco que había cogido anteriormente y salió disparada hacia él. Le esperaba el mismo destino que a su subordinado por haber hecho eso.
Los elfos que estaban calcinándose gritaban de dolor mientras se retorcían entre las llamas. Su sangre hervía de rabia, pero se le congelaba el corazón al tener que presenciar eso. ¿En serio había brujos que eran capaces de quemar vivos a los elfos? Sin duda había que destruirlos. Todo lo que sabía de ellos era verdad. Excepto en un caso en particular. Pero todos los demás sí eran malvados y merecían la muerte. Eran seres sin corazón, capaces de matar de esa forma tan horrible. La magia los corrompía, pues era un poder que no les pertenecía.
Ya lo había visto en otras ocasiones. Algunos brujos habían hecho campeonatos para cazar elfos. También había conocido a una pequeña bruja que se divertía convirtiéndolos en ceniza con las manos imbuidas en lava. Se estremeció al recordarlo, cómo el calor que desprendía le quemaba la cara a varios metros. Era doloroso, y ni siquiera la estaba tocando. Volvió a sentir un escalofrío al pensar en lo que esos elfos estaban pasando en ese instante.
–¡Déjala en paz! –Ordenó colocándose en una posición distanciada del brujo, tensando la cuerda y colocando una de las flechas. No iba a dar más advertencias, no a un hechicero que destruía su hogar. Sabía que debía tener cuidado a la hora de enfrentarse a él, pues era rápido con el fuego y no quería acabar como los habitantes de la aldea, por mucho que su destino fuese el mismo en poco tiempo. A Helyare le estaba costando trabajo centrarse en una sola persona cuando veía que a cada segundo, más elfos eran heridos, más casas eran quemadas… Pero tenía que hacerlo. No podía pasar los árboles y amenazar con prenderlo todo. –¡Y vete! –Sabía que no iba a hacer caso. De hecho, seguía con su inusual calma y esa mirada que estaba enfadando más a la elfa. De pronto, una sombra apareció entre los árboles y la arquera giró la cabeza en busca de qué había sido. Vio horrorizada otra llamarada y tensó más la cuerda, de nuevo dirigiéndose hacia el brujo. –¡Acaba con esto ya! ¡No quiero a ninguno de tus secuaces en el bosque! ¡O acabarás con una flecha entre los ojos! –Amenazó al ver que algo pululaba por entre los árboles, aunque bien tenían que ver con otras visiones que había tenido cuando estaba en Sandorai. Llevaba tanto sin estar en su territorio que ya no recordaba cuándo aparecían y cómo eran. Aparte, atacaban el bosque, al igual que este brujo que tenía enfrente.
–Ya has oído. –La voz seria de Aranarth se hizo presente en el lugar. Había visto que dentro de la arboleda no había nadie sospechoso o de quien preocuparse, y que todo el mal estaba en esa aldea. Si conseguían pararlos ahí, conseguirían que los ataques no llegasen a otros pueblos. El elfo tenía la espada desenvainada y estaba preparado para lanzar el primer ataque si no quería colaborar… Y aunque quisiera. No iba a darle ni una oportunidad aunque rogase por su vida. –Vamos a acabar con esto ya. Y dejaréis de atacar el pueblo. –Se colocó un paso por delante de la elfa rubia. Helyare, a varios metros, tenía la flecha apuntando hacia el torso del hechicero. Si hacía amago de atacar a su compañero, acabaría lanzándosela sin mediar palabra.
Sin decir más, el guerrero levantó su espada dispuesto a partirlo al medio y Helyare soltó la cuerda con intenciones de impedir cualquier tipo de ataque contra su amigo.
–¿Quién es Fëanor? –Preguntó sin comprender. ¿Desde cuándo la dragona tenía amigos elfos?
Pero ese no era el momento ni el lugar. La aldea estaba siendo presa del caos más absoluto. Por mucho que hubieran acabado con esos hombres, otros venían con sus malas intenciones y Helyare ya no era capaz de distinguir quiénes vivían en el poblado, quiénes habían sido acogidos o quiénes intentaban asaltarlo. Perdida como estaba, sólo con su daga en la mano, miraba para todos lados. Ingela salió corriendo a ayudar a alguien a quien ella no conocía y se quedó sola, mirando a ver quién parecía culpable del asedio. Encontró a un tipo al que vio atacar a una jovencita que gritaba pidiendo ayuda. ¡Otro que quería hacer rituales! Sin pensarlo, corrió hacia él y de un golpe clavó su daga en la nuca del desconocido. La volvió a sacar, apoyando sus dos manos en el mango, dejando que cayese la sangre sobre el mismo tipo y limpiando la hoja, después, con su ropa (la de él). Habían hablado de una enfermedad y no iba a estar en contacto con nadie, no sabía quién podía estar contagiado y quién no.
La voz de Ingela llamó su atención y la hizo girarse para ver cómo uno de los que se le habían escapado cuando trataban de hacer un ritual con ella, estaba molestando a una mujer de cabellos plateados. Había fuego cerca, lo había visto lanzar una ráfaga contra unos elfos. Eso hizo que su sangre hirviera. ¡¡Un maldito brujo atacando a elfos!! Sin pensarlo, agarró el arco que había cogido anteriormente y salió disparada hacia él. Le esperaba el mismo destino que a su subordinado por haber hecho eso.
Los elfos que estaban calcinándose gritaban de dolor mientras se retorcían entre las llamas. Su sangre hervía de rabia, pero se le congelaba el corazón al tener que presenciar eso. ¿En serio había brujos que eran capaces de quemar vivos a los elfos? Sin duda había que destruirlos. Todo lo que sabía de ellos era verdad. Excepto en un caso en particular. Pero todos los demás sí eran malvados y merecían la muerte. Eran seres sin corazón, capaces de matar de esa forma tan horrible. La magia los corrompía, pues era un poder que no les pertenecía.
Ya lo había visto en otras ocasiones. Algunos brujos habían hecho campeonatos para cazar elfos. También había conocido a una pequeña bruja que se divertía convirtiéndolos en ceniza con las manos imbuidas en lava. Se estremeció al recordarlo, cómo el calor que desprendía le quemaba la cara a varios metros. Era doloroso, y ni siquiera la estaba tocando. Volvió a sentir un escalofrío al pensar en lo que esos elfos estaban pasando en ese instante.
–¡Déjala en paz! –Ordenó colocándose en una posición distanciada del brujo, tensando la cuerda y colocando una de las flechas. No iba a dar más advertencias, no a un hechicero que destruía su hogar. Sabía que debía tener cuidado a la hora de enfrentarse a él, pues era rápido con el fuego y no quería acabar como los habitantes de la aldea, por mucho que su destino fuese el mismo en poco tiempo. A Helyare le estaba costando trabajo centrarse en una sola persona cuando veía que a cada segundo, más elfos eran heridos, más casas eran quemadas… Pero tenía que hacerlo. No podía pasar los árboles y amenazar con prenderlo todo. –¡Y vete! –Sabía que no iba a hacer caso. De hecho, seguía con su inusual calma y esa mirada que estaba enfadando más a la elfa. De pronto, una sombra apareció entre los árboles y la arquera giró la cabeza en busca de qué había sido. Vio horrorizada otra llamarada y tensó más la cuerda, de nuevo dirigiéndose hacia el brujo. –¡Acaba con esto ya! ¡No quiero a ninguno de tus secuaces en el bosque! ¡O acabarás con una flecha entre los ojos! –Amenazó al ver que algo pululaba por entre los árboles, aunque bien tenían que ver con otras visiones que había tenido cuando estaba en Sandorai. Llevaba tanto sin estar en su territorio que ya no recordaba cuándo aparecían y cómo eran. Aparte, atacaban el bosque, al igual que este brujo que tenía enfrente.
–Ya has oído. –La voz seria de Aranarth se hizo presente en el lugar. Había visto que dentro de la arboleda no había nadie sospechoso o de quien preocuparse, y que todo el mal estaba en esa aldea. Si conseguían pararlos ahí, conseguirían que los ataques no llegasen a otros pueblos. El elfo tenía la espada desenvainada y estaba preparado para lanzar el primer ataque si no quería colaborar… Y aunque quisiera. No iba a darle ni una oportunidad aunque rogase por su vida. –Vamos a acabar con esto ya. Y dejaréis de atacar el pueblo. –Se colocó un paso por delante de la elfa rubia. Helyare, a varios metros, tenía la flecha apuntando hacia el torso del hechicero. Si hacía amago de atacar a su compañero, acabaría lanzándosela sin mediar palabra.
Sin decir más, el guerrero levantó su espada dispuesto a partirlo al medio y Helyare soltó la cuerda con intenciones de impedir cualquier tipo de ataque contra su amigo.
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- Sé que los dioses pasan de mí pero, por favor... ¡Dadme una buena runa! T.T Aunque sea por una vez en mi vida en Aerandir
Helyare
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
El miembro 'Helyare' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Ascuas y hollín llovían sobre la asediada aldea de los pacíficos elfos quienes habían sido elegidos como objetivo tal vez por su misma incapacidad de defenderse de tal amenaza además de algunas cuentas pendientes con cierto brujo; sin embargo la máxima tensión venía a los ojos de la joven dragona, que incapaz de ayudar contemplaba cómo ardía el lugar lleno de enfermos, muchos de ellos niños y mujeres aunque esto no la detendría y su ingeniosa cabeza comenzaría a tramar una alternativa, una que no tardó mucho en llegar al convencer a su compañera de usar la tierra como arma; en un instante la mujer se había convertido en una gran bestia que con una especie de danza hacía que la tierra se levantara; había ciertamente algo de brusquedad y torpeza, no llegaba al nivel de manejo que tendría un tensai de tierra pero ciertamente cumplía el objetivo, oleadas de tierra caían sobre las llamas que aunque al principio parecía inexpugnables, luego comenzarían a menguar.
No muy lejos, la elfa proscrita y su compañero, alertados por Ingela llegaban a donde el infame brujo quien echó a reír en primera opción ante la amenaza de la pelirroja; dio un paso atrás con evidente preocupación al verse apuntado -¿Cómo te atreves? Insensata ¿No sabes quién soy?- Su primera reacción intuitiva fue encender sus manos en fuego para calcinar a la elfa y su compañero tal como había hecho con los otros que habían intentado confrontarlo pero esta vez no tendría el resultado esperado.
Se arremolinó el cielo oscureciéndose cual si el día se convirtiera en noche; los pájaros volaron aterrados cual si huyeran del más espantoso evento; algo estaba sucediendo pero no era algo que le importara al brujo que sin la más mínima preocupación lanzó una ráfaga de fuego con todas sus fuerzas directamente hacia la elfa al tiempo que ésta le atacaba con una flecha; lo que siguió fue completamente inaudito al punto que la batalla pareció detenerse; el viento dejo de soplar y el tiempo mismo parecía aletargarse sin explicación; la flecha de la elfa rompió las llamas atravesándolas y emergiendo como una flecha de fuego que no solo se incrustó en el abdomen del brujo sino que lo atravesó hasta el otro lado, extrañamente no había una herida visible.
Un halo de luz rodeó a la elfa formando una especie de barrera que la protegió de las llamas; las cuales se extinguieron de prisa como también lo hicieron las que rodeaban las manos del brujo -Pero... pero...- Intentaba desesperadamente encender sus manos de nuevo pero su magia parecía haberlo abandonado -¿Qué me has hecho? ¿Quién demonios eres?- Gritó con odio hacia la misteriosa extraña que parecía contar con la bendición de los mismos dioses -¡¡Devuélveme mi magia!!- Gritó mientras emprendía una carrera directamente hacia la elfa.
Ruidos extraños comenzaron a escucharse alrededor, las ramas de los árboles se movían y se escuchaban pasos acercarse, muchos pasos grandes y pesados -¡¡Pero qué es esto!!- Se escuchó a uno de los secuaces del brujo gritar mientras era arrastrado por un par de lianas que le sujetaron las piernas y lo arrastraron hacia el bosque donde un último grito delataría su final; otros de los sujetos fueron mordidos por serpientes o atacados por pájaros; alguien rebosaba de buena suerte y había ganado el favor del bosque mismo; incuso el cielo parecía estar de su lado pues una llovizna comenzó a caer extinguiendo las pocas llamas que aún quedaban.
∞ Contra todo pronóstico, Helyare ha sacado una buena runa, eso contradice todas las leyes de la naturaleza y altera las fuerzas de la naturaleza rompiendo el equilibrio de la realidad; la elfa ha conseguido el favor de los dioses y por este turno será más fuerte y más rápida, así que el brujo Vaux no será problema para ella incluso si desea acabarlo con sus propias manos, que bien se lo merece.
∞ La joven Ingela por su parte también obtendrá su parte de ayuda para extinguir las llamas y los secuaces de Vaux serán acechados por criaturas del bosque que servirán para identificarlos y ahuyentarlos del lugar; pareciera ser un final feliz pero aún no lo es. La dragona se sentirá cada vez más cansada y la temperatura de su cuerpo comenzará a subir.
∞ No será necesario lanzar más runas, otro golpe de suerte de Helyare podría colapsar la realidad misma y causar un mal mayor, en este turno Helyare podrá acabar con el brujo mientras Ingela comienza a sentir los extraños síntomas de una enfermedad.
No muy lejos, la elfa proscrita y su compañero, alertados por Ingela llegaban a donde el infame brujo quien echó a reír en primera opción ante la amenaza de la pelirroja; dio un paso atrás con evidente preocupación al verse apuntado -¿Cómo te atreves? Insensata ¿No sabes quién soy?- Su primera reacción intuitiva fue encender sus manos en fuego para calcinar a la elfa y su compañero tal como había hecho con los otros que habían intentado confrontarlo pero esta vez no tendría el resultado esperado.
Se arremolinó el cielo oscureciéndose cual si el día se convirtiera en noche; los pájaros volaron aterrados cual si huyeran del más espantoso evento; algo estaba sucediendo pero no era algo que le importara al brujo que sin la más mínima preocupación lanzó una ráfaga de fuego con todas sus fuerzas directamente hacia la elfa al tiempo que ésta le atacaba con una flecha; lo que siguió fue completamente inaudito al punto que la batalla pareció detenerse; el viento dejo de soplar y el tiempo mismo parecía aletargarse sin explicación; la flecha de la elfa rompió las llamas atravesándolas y emergiendo como una flecha de fuego que no solo se incrustó en el abdomen del brujo sino que lo atravesó hasta el otro lado, extrañamente no había una herida visible.
Un halo de luz rodeó a la elfa formando una especie de barrera que la protegió de las llamas; las cuales se extinguieron de prisa como también lo hicieron las que rodeaban las manos del brujo -Pero... pero...- Intentaba desesperadamente encender sus manos de nuevo pero su magia parecía haberlo abandonado -¿Qué me has hecho? ¿Quién demonios eres?- Gritó con odio hacia la misteriosa extraña que parecía contar con la bendición de los mismos dioses -¡¡Devuélveme mi magia!!- Gritó mientras emprendía una carrera directamente hacia la elfa.
Ruidos extraños comenzaron a escucharse alrededor, las ramas de los árboles se movían y se escuchaban pasos acercarse, muchos pasos grandes y pesados -¡¡Pero qué es esto!!- Se escuchó a uno de los secuaces del brujo gritar mientras era arrastrado por un par de lianas que le sujetaron las piernas y lo arrastraron hacia el bosque donde un último grito delataría su final; otros de los sujetos fueron mordidos por serpientes o atacados por pájaros; alguien rebosaba de buena suerte y había ganado el favor del bosque mismo; incuso el cielo parecía estar de su lado pues una llovizna comenzó a caer extinguiendo las pocas llamas que aún quedaban.
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∞ Contra todo pronóstico, Helyare ha sacado una buena runa, eso contradice todas las leyes de la naturaleza y altera las fuerzas de la naturaleza rompiendo el equilibrio de la realidad; la elfa ha conseguido el favor de los dioses y por este turno será más fuerte y más rápida, así que el brujo Vaux no será problema para ella incluso si desea acabarlo con sus propias manos, que bien se lo merece.
∞ La joven Ingela por su parte también obtendrá su parte de ayuda para extinguir las llamas y los secuaces de Vaux serán acechados por criaturas del bosque que servirán para identificarlos y ahuyentarlos del lugar; pareciera ser un final feliz pero aún no lo es. La dragona se sentirá cada vez más cansada y la temperatura de su cuerpo comenzará a subir.
∞ No será necesario lanzar más runas, otro golpe de suerte de Helyare podría colapsar la realidad misma y causar un mal mayor, en este turno Helyare podrá acabar con el brujo mientras Ingela comienza a sentir los extraños síntomas de una enfermedad.
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Bethelen hacía gala de una torpeza tal al poner en práctica su manejo del elemento, que hacía sentir a Ingela un poco de vergüenza ajena. Era muy obvio para ella que su prima no solía transformarse en dragón, por lo que su control de la transformación y su elemento era escaso. Pero con todo y la tosquedad del método con que la dragona de tierra ejecutaba su poder, estaba surtiendo efecto. Las llamas en la casona menguaban. Ingela hacía su parte golpeando las llamas con un trapo. A pesar de que cada movimiento le costaba un esfuerzo enorme, ella continuaba con su labor.
No muy lejos de donde estaba ella luchando contra las llamas, Helyare había lanzado su flecha hacia el brujo que había causado todo. Una flecha especial que lo atravesó y quitó sus poderes. Al parecer, la magia del bosque había visto con buenos ojos el esfuerzo de las mujeres en salvar la villa y les favorecieron. Los árboles retumbaron y un sinnúmero de animales arremetieron en contra de aquellos quienes pretendían hacer el mal allí. O así entendió Ingela, viendo que los seres del bosque atacaban solo a unos pocos hombres. -¡Ustedes son, malditos!- dijo, soltando el trapo y corriendo hacia el que estaba más cerca.
Atacó al hombre, pero el cuerpo le dolía tanto que hacía sus movimientos más lentos. Con dificultad logró golpearlo tan fuerte que lo tiró al piso y otro elfo lo finiquitó. Más personas se percataron de los ataques selectivos de los animales del bosque y se unieron a la lucha. Ingela veía todo aquello sin poder enfocar la vista. De repente, las figuras perdieron el contorno y veía manchas de colores. No lograba mantener el equilibrio. Tambaleante, fue a buscar donde apoyarse.
Sudaba helado, con el cuerpo arrebatado en fiebre, buscó con la mirada a Helyare o a Aranarth.
No muy lejos de donde estaba ella luchando contra las llamas, Helyare había lanzado su flecha hacia el brujo que había causado todo. Una flecha especial que lo atravesó y quitó sus poderes. Al parecer, la magia del bosque había visto con buenos ojos el esfuerzo de las mujeres en salvar la villa y les favorecieron. Los árboles retumbaron y un sinnúmero de animales arremetieron en contra de aquellos quienes pretendían hacer el mal allí. O así entendió Ingela, viendo que los seres del bosque atacaban solo a unos pocos hombres. -¡Ustedes son, malditos!- dijo, soltando el trapo y corriendo hacia el que estaba más cerca.
Atacó al hombre, pero el cuerpo le dolía tanto que hacía sus movimientos más lentos. Con dificultad logró golpearlo tan fuerte que lo tiró al piso y otro elfo lo finiquitó. Más personas se percataron de los ataques selectivos de los animales del bosque y se unieron a la lucha. Ingela veía todo aquello sin poder enfocar la vista. De repente, las figuras perdieron el contorno y veía manchas de colores. No lograba mantener el equilibrio. Tambaleante, fue a buscar donde apoyarse.
Sudaba helado, con el cuerpo arrebatado en fiebre, buscó con la mirada a Helyare o a Aranarth.
Ingela
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Ambos elfos tenían intención de acabar con el brujo. Esa raza no debía pisar el bosque por nada del mundo y, menos, atacar. Había puesto en peligro la vida de la joven de cabellos rubios, aunque no les importaba demasiado, ya que no era uno de los clanes amigados con el suyo. Sólo prestaban atención al hechicero. Lo siguiente que ocurrió fue en cuestión de escasos segundos:
El hechicero lanzó una llamarada contra la elfa, pero la flecha de ésta atravesó las llamas sin una sola mella e impactó contra el brujo, atravesándolo. Pero no había sangre. A la vez que sucedía esto, un halo de luz rodeó a la elfa y esta permaneció inmóvil, mirando cómo el fuego se acercaba a ella y, de pronto, se abría tal y como lo había hecho con la flecha. El elfo se quedó petrificado, mirando lo que sucedía sin entender nada, al igual que Helyare. Todavía tenía la espada en ristre y no sabía bien qué hacer, pues el brujo clamaba por sus poderes como si la joven del bosque se los hubiera arrebatado. ¿Cuándo? Helyare todavía seguía perpleja, pues no sabía qué estaba ocurriendo. Ella no había robado nada a nadie…
Ni siquiera el viento soplaba. Todo parecía haberse detenido. Durante un segundo, ambos elfos intercambiaron miradas antes de centrar la atención en los animales que aparecían para atacar a los malhechores, y en las lianas que atrapaban al brujo. Al instante, Helyare cargó el arco y soltó otra flecha, queriendo comprobar si pasaría lo mismo. Junto a ella, Aranarth acabó el golpe que planeaba dar con su espada, haciendo un barrido de derecha a izquierda y sesgando la cabeza del hechicero, que cayó al suelo desplomado a la vez que la flecha de madera se incrustaba en su pecho y salía por su espalda, a causa del golpe.
La muchacha rubia estaba sorprendida a la par que en shock. Tampoco ella entendía qué había pasado, pero había sido salvada por ambos elfos. Sonriente, se dirigió a quien tenía más cerca para darle las gracias, aunque Aranarth sólo asintió como restándole importancia, mientras guardaba la espada, sin dejar de mirar a Helyare, quien seguía atenta a lo que había sucedido. De la pequeña bolsa que llevaba colgada la elfa, asomó la cabecita un pequeño hada azulado, que había estado ahí escondida durante todo el rato, evitando la confrontación.
Cuando la elfa notó el movimiento de su saquito, la empujó suavemente con la mano para evitar que saliera. –Quieta ahí. –Suspiró, pues cada vez que salía alguien resultaba herido y no quería que hiciera nada ahora, no en ese desastre que se había formado en el pueblo.
–Chiri, chiri. –Como siempre, esa era la única respuesta del pequeño ser, que se resistía a quedar metida en la bolsa. La pequeña pelea con el hada acabó cuando Aranarth vio a Ingela tambaleándose y rápidamente ambos fueron hacia la dragona.
–¡Ingela! –Se acercó primero Helyare, inclinándose hacia ella y ayudándola a sentarse para que se sintiera mejor. Aranarth avanzó un par de pasos para ayudar a las chicas, pero su amiga lo detuvo. –No, espera.
–Ten cuidado, Kaeltha, te puedes contagiar.
–¿Y qué más da? Te dijeron que me entregases viva, no sana. –Se encogió de hombros sin siquiera mirarle mientras seguía apoyando a la dragona. Si iban a acabar con su vida daba igual si se contagiaba o no, de las dos formas acabaría muerta.
Notaba el toque brillante en la cara de la muchacha, estaba sudando. Sin pensarlo apoyó la mano en su frente para ver si tenía fiebre y… Efectivamente. –Trae agua y varios paños. Voy a buscar un sitio para que pueda descansar. –Ordenó en voz alta. Sabía que no debía darle órdenes a alguien del status de su amigo, pero la situación lo requería. No sabía de medicina y apenas conocía cuatro pociones sencillas de alquimia. En esos momentos se arrepentía de no haber hecho caso a las clases que su madre les daba a su hermana Luinil y a ella, pero no podía lamentarse ahora. Conocía otros trucos más rudimentarios que había aprendido en sus entrenamientos o de simple saber popular. Con cuidado volvió a levantar a su amiga, pasando uno de sus brazos por la cintura de la joven del norte, y agarrando, por encima detrás de su nuca, el brazo de su amiga, para ayudarla a caminar hacia la primera casa abierta que vio. Lo bueno es que casi todas estaban abiertas a causa de la reyerta. Entró sin pedir permiso y buscó el lugar más cómodo para dejar a la dragona. –Ingela, túmbate, te voy a ayudar. –Susurró, haciendo que se tumbase, con delicadeza impropia de ella.
–Chiri… –El hada había conseguido escapar del saco, pero Helyare no tenía tiempo de hacerla volver, tan solo la vigilaría para que no hiciera más estragos, como ya había ocurrido. Aranarth apareció, con la ayuda de una elfa, con un cuenco de agua y varios paños que Helyare humedeció.
El primero lo puso sobre su frente, luego otro por su cuello. Remangó la camisa de la muchacha y también colocó pequeños trozos de tela en codos y axilas. –Ahm… Debes irte fuera un segundo. –Le pidió a su amigo, mientras el diminuto ser brillante se posaba en el hombro de la elfa. Tanto tiempo viajando y ya entendía por qué debía salirse, así que sin decir nada, cerró la puerta tras de sí. Helyare colocó otros paños húmedos en la zona de la ingle de la joven del norte, tratando de que con todos los trozos de tela mojados pudiera bajar su temperatura. Además, así podía alejar al elfo de cualquier posibilidad de contagio. No sabía qué le pasaba y no era capaz de hacer nada. Hasta que se le ocurrió una idea. –Nillë, cúrala. –Pero el hada no se inmutó, sólo miró a Helyare. –Vamos… –Nada. Empezó a picarla con el dedo para apresurarla a que hiciera algo con la dragona. Pero lejos de seguir las órdenes, trató de atacar a la elfa, hastiada por el trato que esta le estaba dando.
El hechicero lanzó una llamarada contra la elfa, pero la flecha de ésta atravesó las llamas sin una sola mella e impactó contra el brujo, atravesándolo. Pero no había sangre. A la vez que sucedía esto, un halo de luz rodeó a la elfa y esta permaneció inmóvil, mirando cómo el fuego se acercaba a ella y, de pronto, se abría tal y como lo había hecho con la flecha. El elfo se quedó petrificado, mirando lo que sucedía sin entender nada, al igual que Helyare. Todavía tenía la espada en ristre y no sabía bien qué hacer, pues el brujo clamaba por sus poderes como si la joven del bosque se los hubiera arrebatado. ¿Cuándo? Helyare todavía seguía perpleja, pues no sabía qué estaba ocurriendo. Ella no había robado nada a nadie…
Ni siquiera el viento soplaba. Todo parecía haberse detenido. Durante un segundo, ambos elfos intercambiaron miradas antes de centrar la atención en los animales que aparecían para atacar a los malhechores, y en las lianas que atrapaban al brujo. Al instante, Helyare cargó el arco y soltó otra flecha, queriendo comprobar si pasaría lo mismo. Junto a ella, Aranarth acabó el golpe que planeaba dar con su espada, haciendo un barrido de derecha a izquierda y sesgando la cabeza del hechicero, que cayó al suelo desplomado a la vez que la flecha de madera se incrustaba en su pecho y salía por su espalda, a causa del golpe.
La muchacha rubia estaba sorprendida a la par que en shock. Tampoco ella entendía qué había pasado, pero había sido salvada por ambos elfos. Sonriente, se dirigió a quien tenía más cerca para darle las gracias, aunque Aranarth sólo asintió como restándole importancia, mientras guardaba la espada, sin dejar de mirar a Helyare, quien seguía atenta a lo que había sucedido. De la pequeña bolsa que llevaba colgada la elfa, asomó la cabecita un pequeño hada azulado, que había estado ahí escondida durante todo el rato, evitando la confrontación.
Cuando la elfa notó el movimiento de su saquito, la empujó suavemente con la mano para evitar que saliera. –Quieta ahí. –Suspiró, pues cada vez que salía alguien resultaba herido y no quería que hiciera nada ahora, no en ese desastre que se había formado en el pueblo.
–Chiri, chiri. –Como siempre, esa era la única respuesta del pequeño ser, que se resistía a quedar metida en la bolsa. La pequeña pelea con el hada acabó cuando Aranarth vio a Ingela tambaleándose y rápidamente ambos fueron hacia la dragona.
–¡Ingela! –Se acercó primero Helyare, inclinándose hacia ella y ayudándola a sentarse para que se sintiera mejor. Aranarth avanzó un par de pasos para ayudar a las chicas, pero su amiga lo detuvo. –No, espera.
–Ten cuidado, Kaeltha, te puedes contagiar.
–¿Y qué más da? Te dijeron que me entregases viva, no sana. –Se encogió de hombros sin siquiera mirarle mientras seguía apoyando a la dragona. Si iban a acabar con su vida daba igual si se contagiaba o no, de las dos formas acabaría muerta.
Notaba el toque brillante en la cara de la muchacha, estaba sudando. Sin pensarlo apoyó la mano en su frente para ver si tenía fiebre y… Efectivamente. –Trae agua y varios paños. Voy a buscar un sitio para que pueda descansar. –Ordenó en voz alta. Sabía que no debía darle órdenes a alguien del status de su amigo, pero la situación lo requería. No sabía de medicina y apenas conocía cuatro pociones sencillas de alquimia. En esos momentos se arrepentía de no haber hecho caso a las clases que su madre les daba a su hermana Luinil y a ella, pero no podía lamentarse ahora. Conocía otros trucos más rudimentarios que había aprendido en sus entrenamientos o de simple saber popular. Con cuidado volvió a levantar a su amiga, pasando uno de sus brazos por la cintura de la joven del norte, y agarrando, por encima detrás de su nuca, el brazo de su amiga, para ayudarla a caminar hacia la primera casa abierta que vio. Lo bueno es que casi todas estaban abiertas a causa de la reyerta. Entró sin pedir permiso y buscó el lugar más cómodo para dejar a la dragona. –Ingela, túmbate, te voy a ayudar. –Susurró, haciendo que se tumbase, con delicadeza impropia de ella.
–Chiri… –El hada había conseguido escapar del saco, pero Helyare no tenía tiempo de hacerla volver, tan solo la vigilaría para que no hiciera más estragos, como ya había ocurrido. Aranarth apareció, con la ayuda de una elfa, con un cuenco de agua y varios paños que Helyare humedeció.
El primero lo puso sobre su frente, luego otro por su cuello. Remangó la camisa de la muchacha y también colocó pequeños trozos de tela en codos y axilas. –Ahm… Debes irte fuera un segundo. –Le pidió a su amigo, mientras el diminuto ser brillante se posaba en el hombro de la elfa. Tanto tiempo viajando y ya entendía por qué debía salirse, así que sin decir nada, cerró la puerta tras de sí. Helyare colocó otros paños húmedos en la zona de la ingle de la joven del norte, tratando de que con todos los trozos de tela mojados pudiera bajar su temperatura. Además, así podía alejar al elfo de cualquier posibilidad de contagio. No sabía qué le pasaba y no era capaz de hacer nada. Hasta que se le ocurrió una idea. –Nillë, cúrala. –Pero el hada no se inmutó, sólo miró a Helyare. –Vamos… –Nada. Empezó a picarla con el dedo para apresurarla a que hiciera algo con la dragona. Pero lejos de seguir las órdenes, trató de atacar a la elfa, hastiada por el trato que esta le estaba dando.
- Leer!:
- Meto aquí al hada que me dio Máster Ger en el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que tenía con él. Al final de este tema, Máster Ansur debe evaluar mi moralidad. Aquí dejo lo que escribió Máster Ger para que quede más claro y que no se me olvide nada:
Esta alegre hada del bosque que vuela alrededor tuya emitiendo zumbidos se ha unido a ti tras verte en apuros. Aprecia la discreción, la hospitalidad, el respeto por la intimidad, la generosidad, la gentileza, la honradez, la limpieza y el trato cortés y respetuoso. ¡Qué grandes valores! ¿verdad? Si no tienes compasión con los que sufren, ni ayudas a los que te necesitan, cuando necesites ayuda tampoco te ayudará.
Al principio (o final) de cada tema dirigido por un master (incluidos los que tengas activos), tendrás que pedirle al mismo que evalúe tu “moralidad” final de la misión en función de tus decisiones, que éste evaluará como “buena” o “malvada” según tus decisiones y sus consecuencias (que, cuidado, pueden tener la mejor de las intenciones pero causar estragos y ser igualmente malas si te equivocas). Según lo que el master decida y hasta el próximo evento de master, el hada tendrá una moralidad buena o malvada y contará con las siguientes habilidades:
Moralidad buena. No activada.
Helyare contará con las siguientes habilidades: Las dos se pueden utilizar en la misma misión, tema libre o evento, pero únicamente una vez por rol cada una.
-Hada protectora: El hada crea una esfera protectora azul que rodea a Helyare y actúa como escudo frente a cualquier tipo de daño mágico o físico.
-Fortuna: El hada cambia la suerte de Helyare durante un turno. La runa lanzada será de calidad “media” independientemente del resultado. Debe utilizarse en el mismo post en el que se lanza la runa. Útil para evitar desgracias más que previsibles.
-Penitencia: El hada curará, al final del rol, las heridas leves sobre Helyare. No podrá curar nada grave ni tampoco las maldiciones.
Moralidad malvada: Activada
Helyare contará con la siguientes penalizaciones:
-Hada asesina: El hada atacará y matará al primer NPC del hilo que se encare con Helyare. Independientemente de que sea malo o bueno. Si es un usuario, le dañará severamente.
-Mala fortuna: La primera runa del hilo que lance (no vale la de “castigo”) será la peor de las posibles.
-Castigo: El hada que acompaña a Helyare la atacará una vez por rol, de cualquier tipo. Tendrás que lanzar una runa antes de los cinco primeros turnos, si sale mala o muy mala, te causará daños graves, si no, resistirás el ataque.[/u]
Actualmente, tus intenciones fueron malévolas (venganza, odio e intento de asesinato) por lo que el hada contará con las habilidades malévolas en tus hilos activos hasta el próximo evento master en el que participes.
La que compete ahora es la moralidad malvada, que es la que está activada. Como tengo que lanzar antes de los cinco turnos, aquí va mi runita para ver si mi propia hadita me patea o no :c
PD: No se le puede hacer nada a mi hada, aunque ataque ¬¬"
Helyare
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
El miembro 'Helyare' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Aunque había comenzado como algo simple, un mareo sin importancia o poco menos, lo cierto es que el estado de la dragona empeoraba a cada instante amenazando incluso con llevarla al piso; además de la elfa fugitiva, varios de los presentes se avocaron a ayudar a la joven rubia preocupados por su estado que parecía bastante grave; mientras tanto un nuevo personaje se hizo presente en la escena, y no es que no hubiera estado antes, pero se había mantenido a escondidas pero finalmente logró salir de su escondite o prisión, como a ratos le parecía, y no pensaba volver ahí adentro.
Nada lograban los esfuerzos de todos y a las súplicas de Helyare, la pequeña hada se limitaba a observar de brazos cruzados sin la más mínima intención de mover un dedo, incluso al final acabó por envolverse a sí misma en un halo de luz para luego impactarse contra el pecho de la elfa enviándola hacia atrás para luego mirarla orgullosa hacia abajo; lamentablemente su momento de satisfacción fue interrumpido por Turil quien descuidadamente apartó con la mano al hada mientras entraba alarmada causando que la pequeña criatura se enojara aún más de lo que ya parecía estar -Sosténganla- Dijo la chica que antes había sido salvada por Helyare y que ahora estaba en deuda pero para sorpresa de todos, colocó sus manos en el pecho de la dragona y una onda de aire frío se esparció por todo su cuerpo bajándole la temperatura al menos temporalmente.
Silencio y susurros se hicieron presentes en la sala al notar que se trataba nada menos que de una bruja, una más, como los otros que habían causado tal desastre; varios de los elfos que estaban cerca llevaron las manos a sus armas preparados para atacar a la recién descubierta bruja aunque ella los ignoró y se dirigió al hada -Criatura mágica, por favor, ayuda a quienes me ayudaron- Su voz suplicante y pacífica calmó la ira de quienes la observaban acechantes mirando intermitentemente también al hada -Chi... ri... chiri- Respondió el hada señalando a Helyare con ira -Chiri chiri, chiri- Continuó agitando las manos -No- Dijo la bruja en tono calmado -Si eso deseas, entonces que sea a mí- Más nadie en la sala entendería nada de lo que estaban conversando, o al menos nada de lo que el hada decía, pero parecían haber llegado a un acuerdo.
Una media sonrisa con trazos de malicia se dibujó en el rostro de la pequeña criatura y ante la vista de todos saltó sobre Ingela y le incrustó las manos en el pecho aunque extrañamente no había rastros de herida o corte; una brillante estela rojiza cubrió el cuerpo de la dragona mientras la pequeña hada con un esfuerzo sacó una especie de luz violeta que luego llevó hasta el pecho de Turil y lo incrustó con evidente malicia haciendo que la chica se desplomara al piso escupiendo sangre. La pequeña criatura voló sin remordimiento alguno hasta posarse cerca de Helyare al tiempo que Ingela abría los ojos con la piel helada y sin rastros de ningún síntoma de enfermedad.
Realmente aterrador habían resultado aquellos instantes, la bruja respiraba pero estaba inconsciente en el piso y a pesar del recelo de la mayoría, algunos de los elfos presentes acudieron a ayudarla aunque de momento nada lograría despertarla; la dragona por su parte sentiría el cuerpo ligeramente entumecido a causa del frío pero fuera de eso estaría completamente sana e incluso un poco más; aunque no lo sabría, ahora sería inmune a la dichosa enfermedad; Helyare por su parte, si era astuta, podría haber notado una alternativa para deshacerse de aquellas oscuras visiones que la acechaban, si podía hacer que el hada lo transfiriera a otra persona tal vez sería lo mismo que con la rara enfermedad ¿O no?
∞ Gracias a su esfuerzo y buena suerte han conseguido un “final feliz” aunque no para todos por igual, la jovencita a la que Helyare había salvado acabó por ser una bruja escondida entre los elfos, y es que con su aspecto era difícil darse cuenta que no se trataba de una hija del bosque; de cualquier manera Helyare se enfrentará a un último desafío en esta ronda final ¿Cómo reaccionará al notar que acaba de salvar a una bruja?
∞ Ingela por su parte se ha salvado y ha obtenido en el proceso el Signo de Panakos, la cual quedará grabada en su pecho, justo en el lugar de donde el hada arrancó la enfermedad; mientras tenga esta marca será inmune a cualquier enfermedad natural (No aplica a maldiciones, maleficios u otros efectos mágicos) aunque esto no es del todo bueno; dicha panacea es ambicionada por más de un alquimista y si saben que la lleva, podrían querer arrebatársela a cualquier costo; será imposible ocultarla estando en forma de dragón.
∞ Solo es necesaria una ronda más para describir su cierre, luego de eso daré sus recompensas.
Nada lograban los esfuerzos de todos y a las súplicas de Helyare, la pequeña hada se limitaba a observar de brazos cruzados sin la más mínima intención de mover un dedo, incluso al final acabó por envolverse a sí misma en un halo de luz para luego impactarse contra el pecho de la elfa enviándola hacia atrás para luego mirarla orgullosa hacia abajo; lamentablemente su momento de satisfacción fue interrumpido por Turil quien descuidadamente apartó con la mano al hada mientras entraba alarmada causando que la pequeña criatura se enojara aún más de lo que ya parecía estar -Sosténganla- Dijo la chica que antes había sido salvada por Helyare y que ahora estaba en deuda pero para sorpresa de todos, colocó sus manos en el pecho de la dragona y una onda de aire frío se esparció por todo su cuerpo bajándole la temperatura al menos temporalmente.
Silencio y susurros se hicieron presentes en la sala al notar que se trataba nada menos que de una bruja, una más, como los otros que habían causado tal desastre; varios de los elfos que estaban cerca llevaron las manos a sus armas preparados para atacar a la recién descubierta bruja aunque ella los ignoró y se dirigió al hada -Criatura mágica, por favor, ayuda a quienes me ayudaron- Su voz suplicante y pacífica calmó la ira de quienes la observaban acechantes mirando intermitentemente también al hada -Chi... ri... chiri- Respondió el hada señalando a Helyare con ira -Chiri chiri, chiri- Continuó agitando las manos -No- Dijo la bruja en tono calmado -Si eso deseas, entonces que sea a mí- Más nadie en la sala entendería nada de lo que estaban conversando, o al menos nada de lo que el hada decía, pero parecían haber llegado a un acuerdo.
Una media sonrisa con trazos de malicia se dibujó en el rostro de la pequeña criatura y ante la vista de todos saltó sobre Ingela y le incrustó las manos en el pecho aunque extrañamente no había rastros de herida o corte; una brillante estela rojiza cubrió el cuerpo de la dragona mientras la pequeña hada con un esfuerzo sacó una especie de luz violeta que luego llevó hasta el pecho de Turil y lo incrustó con evidente malicia haciendo que la chica se desplomara al piso escupiendo sangre. La pequeña criatura voló sin remordimiento alguno hasta posarse cerca de Helyare al tiempo que Ingela abría los ojos con la piel helada y sin rastros de ningún síntoma de enfermedad.
Realmente aterrador habían resultado aquellos instantes, la bruja respiraba pero estaba inconsciente en el piso y a pesar del recelo de la mayoría, algunos de los elfos presentes acudieron a ayudarla aunque de momento nada lograría despertarla; la dragona por su parte sentiría el cuerpo ligeramente entumecido a causa del frío pero fuera de eso estaría completamente sana e incluso un poco más; aunque no lo sabría, ahora sería inmune a la dichosa enfermedad; Helyare por su parte, si era astuta, podría haber notado una alternativa para deshacerse de aquellas oscuras visiones que la acechaban, si podía hacer que el hada lo transfiriera a otra persona tal vez sería lo mismo que con la rara enfermedad ¿O no?
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∞ Gracias a su esfuerzo y buena suerte han conseguido un “final feliz” aunque no para todos por igual, la jovencita a la que Helyare había salvado acabó por ser una bruja escondida entre los elfos, y es que con su aspecto era difícil darse cuenta que no se trataba de una hija del bosque; de cualquier manera Helyare se enfrentará a un último desafío en esta ronda final ¿Cómo reaccionará al notar que acaba de salvar a una bruja?
∞ Ingela por su parte se ha salvado y ha obtenido en el proceso el Signo de Panakos, la cual quedará grabada en su pecho, justo en el lugar de donde el hada arrancó la enfermedad; mientras tenga esta marca será inmune a cualquier enfermedad natural (No aplica a maldiciones, maleficios u otros efectos mágicos) aunque esto no es del todo bueno; dicha panacea es ambicionada por más de un alquimista y si saben que la lleva, podrían querer arrebatársela a cualquier costo; será imposible ocultarla estando en forma de dragón.
- Signo de Panakos:
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∞ Solo es necesaria una ronda más para describir su cierre, luego de eso daré sus recompensas.
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
La fiebre había hecho que Ingela perdiera el conocimiento estando en brazos de Helyare. En ese estado, comenzó a soñar que huía, aterrada, de una masa que la perseguía chillando, gritando con furia. Era una masa sin forma de la que salían brazos y piernas, rostros que se desfiguraban, asquerosas pústulas de las que salía un pus sanguinolento, que amenazaba con tragársela y convertirla en una de las pobres almas desgraciadas que poseía. La joven dragona corría, desdoblándose también, cambiando de forma, transmutando en versiones inverosímiles de si misma. Sentía una angustia que le apretaba el pecho y la ahogaba. No había escape ni lugar donde esconderse. Era una carrera interminable, agotadora e infernal.
Había logrado poner distancia entre la cosa que la perseguía y ella, dando largas zancadas con unas piernas que se estiraban y contraían al correr, cuando un terrible calor le quemó el pecho. Tal fue el dolor, que Ingela cayó al piso, retorciéndose, gritando con voces guturales, mientras se le pintaba en el pecho un dibujo que brillaba, como si el pincel fuese un fierro al rojo vivo. Cuando el dibujo estuvo terminado, un espectro comenzó a salir por los trazos. Era una Ingela negra, sin forma definida, con cuencas vacías en lugar de ojos.
Y de repente, el sueño terminó en una explosión de luz. Ingela abrió los ojos lentamente y se encontró con la mirada confundida de Helyare, quien lucía sorprendida y preocupada por igual. -Hola fahliil- dijo con voz trémula. Se sentía débil y el pecho le ardía. Llevó una mano a su seno y sintió unos surcos. Bajó la mirada y se encontró con el dibujo de su sueño, marcado en su piel exactamente como lo soñó, un tatuaje de tinta negra. -Por los siete... ahora no podré usar escote sin que se vea esto...- dijo resoplando.
Miró a los lados y vio a la mujer tirada en el piso, rodeada de elfos que intentaban ayudarla -Pero... ¿qué ha ocurrido aquí?- pregunto. Tenía la boca seca y sentía un singular frío en todo el cuerpo. Volvió a mirar a su amiga y notó la pequeña hadita posada en su hombro -¿Y quién es este nuevo amiguito? ¡Hola! ¡Yo soy Ingela!- le dijo sonriendo a su pequeño salvador, aunque aún no lo supiera.
Había logrado poner distancia entre la cosa que la perseguía y ella, dando largas zancadas con unas piernas que se estiraban y contraían al correr, cuando un terrible calor le quemó el pecho. Tal fue el dolor, que Ingela cayó al piso, retorciéndose, gritando con voces guturales, mientras se le pintaba en el pecho un dibujo que brillaba, como si el pincel fuese un fierro al rojo vivo. Cuando el dibujo estuvo terminado, un espectro comenzó a salir por los trazos. Era una Ingela negra, sin forma definida, con cuencas vacías en lugar de ojos.
Y de repente, el sueño terminó en una explosión de luz. Ingela abrió los ojos lentamente y se encontró con la mirada confundida de Helyare, quien lucía sorprendida y preocupada por igual. -Hola fahliil- dijo con voz trémula. Se sentía débil y el pecho le ardía. Llevó una mano a su seno y sintió unos surcos. Bajó la mirada y se encontró con el dibujo de su sueño, marcado en su piel exactamente como lo soñó, un tatuaje de tinta negra. -Por los siete... ahora no podré usar escote sin que se vea esto...- dijo resoplando.
Miró a los lados y vio a la mujer tirada en el piso, rodeada de elfos que intentaban ayudarla -Pero... ¿qué ha ocurrido aquí?- pregunto. Tenía la boca seca y sentía un singular frío en todo el cuerpo. Volvió a mirar a su amiga y notó la pequeña hadita posada en su hombro -¿Y quién es este nuevo amiguito? ¡Hola! ¡Yo soy Ingela!- le dijo sonriendo a su pequeño salvador, aunque aún no lo supiera.
Ingela
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Nillë no sólo no parecía estar por la labor de ayudar a Ingela, sino que atacó a Helyare también. La elfa ya sabía cómo se las gastaba el hada, pero todavía seguía intentando que curase a la dragona como había curado sus heridas en Villasauco. Pero nada. Se negaba en muchas ocasiones y en otras tantas la víctima de su furia era la misma elfa. No conseguían llevarse del todo bien y Helyare no entendía por qué se había empeñado en seguirla a todas partes.
La fuerte corriente que recibió la elfa no fue tan potente como en otras ocasiones, sólo notó el golpe, como si quemase. –¡Nillë! –Se quejó. Pero justo a tiempo entró la muchacha a quien Aranarth y ella habían protegido de los brujos y comenzó una conversación con la pequeña hada, que seguía quejándose. Nadie entendía qué decían, ni siquiera Helyare pese a que era su diminuta acompañante. No había conseguido descifrar qué decía con “chiri”. Pero esa mujer sí sabía a qué se refería y parecía que habían llegado a un trato.
De pronto, Nillë plantó sus manos en el pecho de Ingela, como lo había hecho antes con la elfa, quien se alteró y quiso avanzar hacia ella, pensando que dañaría a la dragona. –¡No! –Pero no le dio tiempo a protestar, cuando sacó un orbe luminoso y lo lanzó contra la joven. Esa muchacha… Sus trucos habían desvelado que no era una elfa, sino una bruja. Helyare quedó estupefacta viendo cómo esa hechicera estaba en el bosque de Sandorai.
Sólo la voz de Ingela la sacó de su ensimismamiento, fue a la primera a quien saludó. –Ingela. –Helyare se mordió el labio y poco faltó para que se lanzase contra la rubia para volver a abrazarla, mas no lo hizo. Se mantuvo en la distancia, tratando de no pensar que lo que tenía al lado, retorciéndose, era una bruja. La joven del norte centró su atención en la pequeña hada, que comenzó a revolotear sobre ella. –¡Chiri, chiri! –No paraba de repetir eso mientras jugaba con los cabellos dorados de la chica. –Se llama Nillë. –Informó la elfa a tiempo que se levantaba. –Descansa. –Miró a la hechicera de soslayo y se fue, dejándolos ahí a todos.
La pequeña hada se detuvo sobre la cabeza de Ingela, sin entender nada. Mientras, unos cuantos elfos trataban de ayudar a la joven que había caído desplomada. Helyare, por su parte, fue a buscar a Aranarth, que estaba apoyado en el tronco de un árbol, a escasos metros de la casa. –¿Todo bien?
–Ingela está bien, ha despertado. Nillë la ayudó. –El elfo respiró tranquilo, aliviado. –Pero a quien salvamos es una bruja. Una maldita bruja que estaba en Sandorai. –Hizo una mueca.
–Pues ya sabes lo que debemos hacer. –Movió la cabeza hacia donde estaban los cuerpos de los hechiceros, indicando quién podía ser la siguiente en la lista.
–Ha salvado a Ingela. Nillë traspasó la enfermedad a la bruja.
–Mejor que muera ella a que lo haga la joven del norte.
–Ya, pero… –No supo qué decir. En su mente sentía que debía una a la bruja, pero obviamente era mucho más importante la vida de Ingela que la de una hechicera desconocida que no debería estar en el bosque. –Pero nada. La enfermedad hará lo suyo. –Sentenció el elfo, tan tajante como siempre.
–Tampoco sabríamos curársela. –Aportó Helyare. Sentía que quería desprenderse de cualquier culpa por no ayudar a la bruja. Pero es que si alguien merecía la muerte era ella, no la dragona. Suspiró.
–Es una bruja y se ha “camuflado” entre nuestros hermanos. No merece salvación. Al menos los dioses tendrán condescendencia por su buena obra. Puede compensarlo por haber nacido así. –Helyare no respondió. Los brujos eran los seres más horribles de todo Aerandir, los odiaba a muerte. Pero podía presumir de haber conocido a alguno bueno… Y no quería que a él le ocurriese ese mal destino. Pero esa opinión no podía soltarla abiertamente, estaba apoyando a una raza que había destruido el bosque, que les habían destrozado las tierras. Merecían la muerte más dolorosa posible. Pero desde hacía un tiempo, cada paso que daba en Sandorai estaba precedido por sangre, gritos y choque de espadas. Escuchaba y veía a sus hermanos luchar contra los hechiceros en cruentas batallas. Era imposible contar la de veces que había despertado en mitad de la noche por el sonido de los gritos, por las hojas de metal cortando gargantas, por los pasos y las emboscadas. Duraban segundos, pero eran muy intensos. Sentía el sufrimiento que habían vivido, había pisado la sangre de alguno de sus hermanos y se había llegado a plantear si a los miembros de su clan les iba a tocar vivir eso si decidían luchar por Beltrexus. Un escalofrío volvió a recorrer su cuerpo al pensarlo. Se negaba. Era demasiado horrible. Tanto para unos como para otros, pese a la inclinación evidente de la elfa.
Lo increíble, lo que le había llevado mucho tiempo asumir, era que si Vincent fuera uno de esos brujos de sus visiones, también dolería tanto como la derrota de sus hermanos. Le dio una punzada en el estómago al pensarlo de nuevo. Había tenido que estar dándole vueltas y vueltas al asunto para intentar no sentirse tan mal al pensar en lamentar la muerte de un brujo.
Y ahora mismo estaba ocurriendo algo parecido. Esa estúpida hechicera no merecía estar en el bosque… Pero había salvado a Ingela a costa de su vida.
Suspiró. –Vuelvo dentro.
El acordarse de las visiones le había dejado mal cuerpo a la elfa. Sabía que regresarían al cruzar la primera arboleda. Por suerte o por desgracia, el griterío y la lucha en ese poblado habían acallado a las voces que oía al acercarse a Sandorai.
Nillë revoloteó en torno a ella. –Chiri, chiri, chiri. –Parecía que se le había pasado el enfado y Helyare la miró.
–Te agradezco que sacaras la enfermedad del cuerpo de Ingela. –Era la única persona a quien podía considerar amiga y no quería perderla, aunque dentro de poco se fuera a ir para siempre. –Cuídala cuando yo no esté. –Susurró esto último a la pequeña hada, que la miró sin entender. Esta comenzó a señalar con sus bracitos brillantes a la pelirroja y luego a la bruja que estaba tendida en el suelo. Repitió los gestos al ver que Helyare no se daba cuenta. Bastaron unos gestos para que entendiera: quería transmitir sus visiones a la bruja, que todavía estaba en el suelo.
Con cierta altanería miró a la rubia. La había protegido, había tenido suficiente por hoy. Pero luego volvió la vista hacia la chica del norte. Estaba bien, débil, pero bien. La había reconocido, estaba consciente. Su fiebre había bajado y tenía mejor aspecto. Un nudo se formó en la garganta de la elfa, sin saber qué hacer. Claro que quería deshacerse de las visiones que la atormentaban. Pero dentro de poco ya no lo harían más. Y esa bruja ya estaba sufriendo, se había ofrecido voluntaria para cargar con el mal de una desconocida. Iba a ir a la muerte.
Helyare suspiró y negó con la cabeza, subiendo la mano para que el hada pudiera apoyarse ahí. –No, Nillë. Vamos a dejarlo como está. –Volvió a echar la mirada al lugar donde los elfos trataban de atenderla. –Ha recibido la enfermedad a cambio de Ingela. No haré que también sufra esto. Se lo debo, a pesar de que sea una maldita bruja. –Hablaba muy bajito para que sólo la pequeña hada pudiera escucharla. Esta se posó en la mano de la elfa, con la cabeza ladeada y pestañeando para mostrar su incredulidad.
La fuerte corriente que recibió la elfa no fue tan potente como en otras ocasiones, sólo notó el golpe, como si quemase. –¡Nillë! –Se quejó. Pero justo a tiempo entró la muchacha a quien Aranarth y ella habían protegido de los brujos y comenzó una conversación con la pequeña hada, que seguía quejándose. Nadie entendía qué decían, ni siquiera Helyare pese a que era su diminuta acompañante. No había conseguido descifrar qué decía con “chiri”. Pero esa mujer sí sabía a qué se refería y parecía que habían llegado a un trato.
De pronto, Nillë plantó sus manos en el pecho de Ingela, como lo había hecho antes con la elfa, quien se alteró y quiso avanzar hacia ella, pensando que dañaría a la dragona. –¡No! –Pero no le dio tiempo a protestar, cuando sacó un orbe luminoso y lo lanzó contra la joven. Esa muchacha… Sus trucos habían desvelado que no era una elfa, sino una bruja. Helyare quedó estupefacta viendo cómo esa hechicera estaba en el bosque de Sandorai.
Sólo la voz de Ingela la sacó de su ensimismamiento, fue a la primera a quien saludó. –Ingela. –Helyare se mordió el labio y poco faltó para que se lanzase contra la rubia para volver a abrazarla, mas no lo hizo. Se mantuvo en la distancia, tratando de no pensar que lo que tenía al lado, retorciéndose, era una bruja. La joven del norte centró su atención en la pequeña hada, que comenzó a revolotear sobre ella. –¡Chiri, chiri! –No paraba de repetir eso mientras jugaba con los cabellos dorados de la chica. –Se llama Nillë. –Informó la elfa a tiempo que se levantaba. –Descansa. –Miró a la hechicera de soslayo y se fue, dejándolos ahí a todos.
La pequeña hada se detuvo sobre la cabeza de Ingela, sin entender nada. Mientras, unos cuantos elfos trataban de ayudar a la joven que había caído desplomada. Helyare, por su parte, fue a buscar a Aranarth, que estaba apoyado en el tronco de un árbol, a escasos metros de la casa. –¿Todo bien?
–Ingela está bien, ha despertado. Nillë la ayudó. –El elfo respiró tranquilo, aliviado. –Pero a quien salvamos es una bruja. Una maldita bruja que estaba en Sandorai. –Hizo una mueca.
–Pues ya sabes lo que debemos hacer. –Movió la cabeza hacia donde estaban los cuerpos de los hechiceros, indicando quién podía ser la siguiente en la lista.
–Ha salvado a Ingela. Nillë traspasó la enfermedad a la bruja.
–Mejor que muera ella a que lo haga la joven del norte.
–Ya, pero… –No supo qué decir. En su mente sentía que debía una a la bruja, pero obviamente era mucho más importante la vida de Ingela que la de una hechicera desconocida que no debería estar en el bosque. –Pero nada. La enfermedad hará lo suyo. –Sentenció el elfo, tan tajante como siempre.
–Tampoco sabríamos curársela. –Aportó Helyare. Sentía que quería desprenderse de cualquier culpa por no ayudar a la bruja. Pero es que si alguien merecía la muerte era ella, no la dragona. Suspiró.
–Es una bruja y se ha “camuflado” entre nuestros hermanos. No merece salvación. Al menos los dioses tendrán condescendencia por su buena obra. Puede compensarlo por haber nacido así. –Helyare no respondió. Los brujos eran los seres más horribles de todo Aerandir, los odiaba a muerte. Pero podía presumir de haber conocido a alguno bueno… Y no quería que a él le ocurriese ese mal destino. Pero esa opinión no podía soltarla abiertamente, estaba apoyando a una raza que había destruido el bosque, que les habían destrozado las tierras. Merecían la muerte más dolorosa posible. Pero desde hacía un tiempo, cada paso que daba en Sandorai estaba precedido por sangre, gritos y choque de espadas. Escuchaba y veía a sus hermanos luchar contra los hechiceros en cruentas batallas. Era imposible contar la de veces que había despertado en mitad de la noche por el sonido de los gritos, por las hojas de metal cortando gargantas, por los pasos y las emboscadas. Duraban segundos, pero eran muy intensos. Sentía el sufrimiento que habían vivido, había pisado la sangre de alguno de sus hermanos y se había llegado a plantear si a los miembros de su clan les iba a tocar vivir eso si decidían luchar por Beltrexus. Un escalofrío volvió a recorrer su cuerpo al pensarlo. Se negaba. Era demasiado horrible. Tanto para unos como para otros, pese a la inclinación evidente de la elfa.
Lo increíble, lo que le había llevado mucho tiempo asumir, era que si Vincent fuera uno de esos brujos de sus visiones, también dolería tanto como la derrota de sus hermanos. Le dio una punzada en el estómago al pensarlo de nuevo. Había tenido que estar dándole vueltas y vueltas al asunto para intentar no sentirse tan mal al pensar en lamentar la muerte de un brujo.
Y ahora mismo estaba ocurriendo algo parecido. Esa estúpida hechicera no merecía estar en el bosque… Pero había salvado a Ingela a costa de su vida.
Suspiró. –Vuelvo dentro.
El acordarse de las visiones le había dejado mal cuerpo a la elfa. Sabía que regresarían al cruzar la primera arboleda. Por suerte o por desgracia, el griterío y la lucha en ese poblado habían acallado a las voces que oía al acercarse a Sandorai.
Nillë revoloteó en torno a ella. –Chiri, chiri, chiri. –Parecía que se le había pasado el enfado y Helyare la miró.
–Te agradezco que sacaras la enfermedad del cuerpo de Ingela. –Era la única persona a quien podía considerar amiga y no quería perderla, aunque dentro de poco se fuera a ir para siempre. –Cuídala cuando yo no esté. –Susurró esto último a la pequeña hada, que la miró sin entender. Esta comenzó a señalar con sus bracitos brillantes a la pelirroja y luego a la bruja que estaba tendida en el suelo. Repitió los gestos al ver que Helyare no se daba cuenta. Bastaron unos gestos para que entendiera: quería transmitir sus visiones a la bruja, que todavía estaba en el suelo.
Con cierta altanería miró a la rubia. La había protegido, había tenido suficiente por hoy. Pero luego volvió la vista hacia la chica del norte. Estaba bien, débil, pero bien. La había reconocido, estaba consciente. Su fiebre había bajado y tenía mejor aspecto. Un nudo se formó en la garganta de la elfa, sin saber qué hacer. Claro que quería deshacerse de las visiones que la atormentaban. Pero dentro de poco ya no lo harían más. Y esa bruja ya estaba sufriendo, se había ofrecido voluntaria para cargar con el mal de una desconocida. Iba a ir a la muerte.
Helyare suspiró y negó con la cabeza, subiendo la mano para que el hada pudiera apoyarse ahí. –No, Nillë. Vamos a dejarlo como está. –Volvió a echar la mirada al lugar donde los elfos trataban de atenderla. –Ha recibido la enfermedad a cambio de Ingela. No haré que también sufra esto. Se lo debo, a pesar de que sea una maldita bruja. –Hablaba muy bajito para que sólo la pequeña hada pudiera escucharla. Esta se posó en la mano de la elfa, con la cabeza ladeada y pestañeando para mostrar su incredulidad.
Helyare
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Re: [MEGAEVENTO] La invaluable panacea [Donde habitan los elfos][Ingela-Helyare]
Aún se podían escuchar algunos gritos desesperados en el exterior de la pequeña morada que había servido de refugio a las damiselas de esta historia, unas damiselas que no habían necesitado a ningún príncipe para salvarse sino que ellas mismas habían decidido salir adelante pateando traseros; aunque no a todos les había ido tan bien y la indefensa dragona escupe-fuego había caído víctima de los extraños síntomas de la espantosa pandemia que asolaba cada rincón de Aerandir.
Ninguno de los presentes en aquellla habitación habían entendido nada de lo dialogado entre el hada y la bruja, aunque ciertamente parecían haber llegado a un acuerdo que bien supo ejecutar la pequeña hada, no solo para sanar a la dragona sino también para tentar a la elfa, la diminuta criatura parecía disfrutar más cuando estaba en su modo malvado sin embargo para su sorpresa la pelirroja no se dejó caer en la tentación; un gesto bastante noble que aunque enojó un poco al hada también la hizo respetar un poco, solo un poco, la voluntad de la elfa para resistirse y seguir cargando con su propia maldición.
Seguramente todos pensarían que la joven y adorable dragona vería su último amanecer ese día pero no fue así, pues Nillë había conseguido, tras muchas súplicas y un raro pacto, llevar su enfermedad a alguien más; los presentes se maravillaron al presenciar el milagro ocurrido aunque no todo era el final feliz que habían esperado, la bruja había caído al piso y apenas respiraba, los elfos la miraban desde lejos hasta que un pequeño grupo finalmente intervino para ayudarla y recostarla sobre una mesa.
Unos pequeños instantes de paz acompañarían al grupo antes de lo que estaba por venir, pues por un lado, la joven dragona no imaginaría siquiera que los escotes serían el menor de sus problemas más adelante; al verla salir aparentemente sana, las personas comenzaron a susurrarse entre ellas, nadie se atrevía a decir nada pero la intriga estaba en el aire, era más que evidente que los elfos sí tenían esa cura milagrosa y no querían compartirla, o al menos eso era lo que se inclinarían a creer los más optimistas, de otro modo resultaba imposible que se hubiera sanado de ese modo, a menos que inventaran la loca historia de un hada capaz de sanar, lo cual sería una completa locura.
Rápidamente comenzaron a correrse rumores hasta que uno de los ancianos se acercó a Aranarth y luego de entregarle algo en secreto, le susurró algo al oído que luego el elfo compartiría con la pelirroja, debían abandonar el lugar antes que las sospechas causaran otro desorden, la frágil paz que habían conseguido podía ser rota si seguían viendo a la chica -Por favor, váyanse, no queremos que tu amiga nos contagie también- Dijo el mismo anciano a Helyare con una mirada suplicante mientras les señalaba el camino al bosque y otras dos elfas cubrían a Ingela con una capa de color verde azulado -Por favor- Susurró otra muy cerca de la chica rubia, lo cierto es que esta vez no era solo la aldea la que corría peligro sino directamente la dragona.
∞ Helyare sorprendentemente te has contenido de arremeter contra la bruja agradeciendo que hizo... lo que sea que haya hecho para ayudar a tu amiga, además antes la habías salvado de aquel hombre que la perseguía; tus acciones no pasarán desapercibidas para tu diminuta acompañante a quien de momento has causado una buena impresión, logrando que se ponga temporalmente de tu lado.
Actualmente, tus intenciones fueron justas (protección, piedad, tolerancia) por lo que el hada contará con las habilidades benignas en tus hilos activos hasta el próximo evento master en el que participes.
Lo que el viejo elfo entregó a tu compañero es para ti, un extraño collar con el nombre “Piglat” o al menos eso es lo que Aranarth recordará que le dijo el anciano, una vez que te lo pongas terminarán tus visiones del pasado, pero no podrás quitártelo o las ilusiones se harán peores, en la parte de atrás del raro collar encontrarás seis palabras, son la segunda pista para encontrarle su utilidad, la primera está en el nombre, acabas de entrar al “Hard Mode Puzzle”.
∞ Ingela como ya te había comentado, la marca en tu pecho supondrá un peligro que aún ignoras, además de todo has recibido de los elfos una Capa Druida, con ella podrás comunicarte con los animales o criaturas del bosque de Sandorai, no entenderás lo que digan pero ellos a ti sí, por lo que podrías pedirles algunos favores. Si lo haces de buena manera y no están enojados, te ayudarán, tiene 3 usos. Advertencia: no siempre funciona correctamente.
∞ Ambas reciben:
∞ 15 puntos de experiencia en función de la calidad del texto.
∞ 5 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
20 puntos de experiencia en total que han sido sumados directamente a sus perfiles, no olviden añadir los objetos a sus listas de tareas.
Ninguno de los presentes en aquellla habitación habían entendido nada de lo dialogado entre el hada y la bruja, aunque ciertamente parecían haber llegado a un acuerdo que bien supo ejecutar la pequeña hada, no solo para sanar a la dragona sino también para tentar a la elfa, la diminuta criatura parecía disfrutar más cuando estaba en su modo malvado sin embargo para su sorpresa la pelirroja no se dejó caer en la tentación; un gesto bastante noble que aunque enojó un poco al hada también la hizo respetar un poco, solo un poco, la voluntad de la elfa para resistirse y seguir cargando con su propia maldición.
Seguramente todos pensarían que la joven y adorable dragona vería su último amanecer ese día pero no fue así, pues Nillë había conseguido, tras muchas súplicas y un raro pacto, llevar su enfermedad a alguien más; los presentes se maravillaron al presenciar el milagro ocurrido aunque no todo era el final feliz que habían esperado, la bruja había caído al piso y apenas respiraba, los elfos la miraban desde lejos hasta que un pequeño grupo finalmente intervino para ayudarla y recostarla sobre una mesa.
Unos pequeños instantes de paz acompañarían al grupo antes de lo que estaba por venir, pues por un lado, la joven dragona no imaginaría siquiera que los escotes serían el menor de sus problemas más adelante; al verla salir aparentemente sana, las personas comenzaron a susurrarse entre ellas, nadie se atrevía a decir nada pero la intriga estaba en el aire, era más que evidente que los elfos sí tenían esa cura milagrosa y no querían compartirla, o al menos eso era lo que se inclinarían a creer los más optimistas, de otro modo resultaba imposible que se hubiera sanado de ese modo, a menos que inventaran la loca historia de un hada capaz de sanar, lo cual sería una completa locura.
Rápidamente comenzaron a correrse rumores hasta que uno de los ancianos se acercó a Aranarth y luego de entregarle algo en secreto, le susurró algo al oído que luego el elfo compartiría con la pelirroja, debían abandonar el lugar antes que las sospechas causaran otro desorden, la frágil paz que habían conseguido podía ser rota si seguían viendo a la chica -Por favor, váyanse, no queremos que tu amiga nos contagie también- Dijo el mismo anciano a Helyare con una mirada suplicante mientras les señalaba el camino al bosque y otras dos elfas cubrían a Ingela con una capa de color verde azulado -Por favor- Susurró otra muy cerca de la chica rubia, lo cierto es que esta vez no era solo la aldea la que corría peligro sino directamente la dragona.
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∞ Helyare sorprendentemente te has contenido de arremeter contra la bruja agradeciendo que hizo... lo que sea que haya hecho para ayudar a tu amiga, además antes la habías salvado de aquel hombre que la perseguía; tus acciones no pasarán desapercibidas para tu diminuta acompañante a quien de momento has causado una buena impresión, logrando que se ponga temporalmente de tu lado.
Actualmente, tus intenciones fueron justas (protección, piedad, tolerancia) por lo que el hada contará con las habilidades benignas en tus hilos activos hasta el próximo evento master en el que participes.
Lo que el viejo elfo entregó a tu compañero es para ti, un extraño collar con el nombre “Piglat” o al menos eso es lo que Aranarth recordará que le dijo el anciano, una vez que te lo pongas terminarán tus visiones del pasado, pero no podrás quitártelo o las ilusiones se harán peores, en la parte de atrás del raro collar encontrarás seis palabras, son la segunda pista para encontrarle su utilidad, la primera está en el nombre, acabas de entrar al “Hard Mode Puzzle”.
- Collar Piglat:
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Palabras en el reverso:
eeksay
ancientay
eedomfray
uidadray
ilusionay
orgetfay
∞ Ingela como ya te había comentado, la marca en tu pecho supondrá un peligro que aún ignoras, además de todo has recibido de los elfos una Capa Druida, con ella podrás comunicarte con los animales o criaturas del bosque de Sandorai, no entenderás lo que digan pero ellos a ti sí, por lo que podrías pedirles algunos favores. Si lo haces de buena manera y no están enojados, te ayudarán, tiene 3 usos. Advertencia: no siempre funciona correctamente.
- Capa Druida:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
∞ Ambas reciben:
∞ 15 puntos de experiencia en función de la calidad del texto.
∞ 5 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
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