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Mensaje  Helyare Mar Oct 10 2017, 23:56

Moralidad del hada:



En cuanto Ingela se despertó, la elfa se fue con gran rapidez para afuera, dejando a Nillë con la dragona. –Chiri, chiri –siguió revoloteando la pequeña hada, intentando presentarse ante la rubia del norte.
No quería ver a Ingela, bueno, sí quería, pero no debía. Ya habían acabado de salvar al pueblo, ahora debían seguir con la otra misión que tenían. Con pasos lentos caminó unos metros fuera de la casa y allí, apoyado en un árbol, estaba Aranarth. Se había marchado cuando había intentado sanar a la dragona y no había regresado, pero sabía que la salud de la joven ya volvía a estar bien.

El elfo le tendió la mano y depositó sobre su palma un collar dorado, muy hermoso –Kael, me han dado esto para ti. Es un obsequio por haberles ayudado –Helyare lo miró con detenimiento y sorpresa. ¿Quién le daría un regalo a ella? Cruzó la mirada con su amigo tratando de buscar alguna respuesta más, pero él ya había transmitido todo el mensaje. La elfa simplemente asintió y se colocó el collar. Al instante sintió como si se quitase un peso de encima, como si nadie más la estuviera observando. De nuevo los árboles habían dejado de ser el escondite de esos elfos y brujos que se mataban entre ellos frente a sus narices. No notaba nada, ni choques de espadas, ni gritos, ni sangre. Nada. Miró a todos lados y en el bosque sólo se escuchaban los pájaros y el mecer de las hojas. Por primera vez después de tanto tiempo…
Al menos, su último paseo por Sandorai sería en completa paz, escuchando los murmullos del mismo bosque y sin ver la sangre de sus hermanos manchando las bellas flores. –Quieren que nos vayamos. Debemos partir –dijo en élfico, pues era la lengua más cómoda para hablar con su amiga.
¿Y qué pasará con Ingela?
Ella no puede venir con nosotros –se encogió de hombros, como indicando que no había más remedio que cumplir con lo acordado.
Pero… no podemos dejarla sola aquí –ambos miraron a uno de los más mayores, quien se acercaba a paso lento hacia ellos. Ambos inclinaron ligeramente sus cabezas ante el anciano, sobre todo Helyare.
Deben partir, por favor –estaba visiblemente preocupado por la salud de sus hermanos.
Lo entendemos y lo haremos, señor. Pero deje que la joven dragona descanse aquí unos días, por favor –parecía negarse a la petición del rubio, quien rápido intervino de nuevo. –Es importante. Pues no puede acompañarnos en nuestro camino. Sólo serán unos días –de nuevo, volvió a negarse, pero alguien le interrumpió, una joven que había visto el ataque.
Sólo serán unos días y nos han salvado. Además, la joven del norte aún no está recuperada del todo. ¿Dejaremos ir en ese estado a quien con su vida nos salvó? –eso pareció tener mayor efecto que el diálogo del  forastero, así que al final sí consiguieron varios días de permanencia.

De detrás de la mujer que había convencido al hombre salió corriendo una pequeña elfa con tres velas amarillas y se las tendió. Ante la atónita mirada del resto, la inocencia de esa pequeña resaltó tanto que les enterneció a la par que les asustó, por si se contagiaba. Poco le importó a la elfita. Se plantó delante de Helyare y Aranarth, este último se agachó ante la niña, hincando su rodilla en el suelo. –Man-ië?
Samhain lícuma, Isilmë, “elenrínanna”, Anaroquenna –sonrió la pequeña, echándose hacia delante para ofrecerle a los elfos las velas. La que sobraba era para la dragona.
Hantalë –respondieron ambos, recogiendo sus ofrendas. Con la que quedaba, la pequeñita salió corriendo hacia la casa donde descansaba Ingela y tocó la puerta varias veces, de forma muy animada.
Se notaba que se acercaba una celebración. Los niños siempre eran los primeros en alegrar los poblados cuando algún evento se acercaba. La elfa miró a la pequeña y se dejó caer sobre un tronco caído de un árbol, al lado de su compañero. Su mirada se clavó en la vela que le había dado la niña.

Esas velas se regalaban para celebrar Samhain. Su mente divagaba recordándose a ella misma cuando, años atrás, le regaló una a Luinil para que ella también la colocase frente a la puerta de su casa. Las dos fueron a jugar con las semillas de sus antepasados y era tan gracioso ver a la pequeña elfa tratar de atrapar las semillas…
De pronto, notó cómo la mano del elfo se posaba sobre uno de sus hombros, en un gesto cariñoso, quería darle ánimos, pero no sabía cómo hacerlo, y menos si iba a ser él quien tuviera que impartir justicia. Durante un par de segundos, sus ojos verdes se clavaron en la mano de Aranarth, luego volvieron a la vela. “Ni siquiera regresaré para Samhein”, se lamentó en silencio. Sólo quien había tenido una muerte digna y honorable se reencarnaría cada año, con el permiso de la diosa Imbar, en una semilla para convertirse en un árbol.
Estaba tan absorta que ni siquiera se había parado a pensar en cómo se había dirigido a ambos la elfita.
Ambos deberíamos partir –comentó en voz baja el elfo, mas Helyare no respondió, simplemente apretaba la vela entre sus dos manos.

El resto de elfos del clan, ajenos a todo, empezaban a preparar las decoraciones para la festividad. Aunque todavía quedaban días, pero se sentían honrados de poder dar la bienvenida  a sus antepasados un año más, y querían que todo estuviese perfecto para el recibimiento.

La pequeña de las velas estaba feliz por haberlas entregado y Nillë, que seguía con Ingela, mostraba gran interés en la vela y en la futura celebración, aunque por ahora sólo miraba, sentada en el hombro de la dragona, haciendo pequeñas trencitas en su pelo rubio –chiri, chiri.

Traducciones y aclaraciones:


Última edición por Helyare el Miér Ene 17 2018, 00:55, editado 1 vez
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Mensaje  Ingela Miér Oct 11 2017, 21:03

Ingela estaba sentada en el catre, todavía algo mareada y con un sabor metálico en la boca. Una cosita revoloteaba al rededor de su cabeza haciendo ruiditos graciosos. Cuando pudo enfocar bien, descubrió un hada, una hada pequeñita y sonriente -Hola pequeñita- le dijo alegre. Solo había leído acerca de ellas y nunca había visto una en persona. Era un ser maravilloso.

Pero no pudo dedicarle mucho tiempo al hada, el pecho le ardía mucho, como si le hubiesen arrancado la piel. Se miró y encontró una marca extraña -Es el signo de Panakos- le dijo su prima, quien se acercó a ella y le ofreció agua en un cuenco -Es la marca que ha quedado luego que esta pequeñita que tienes en el hombro hizo su magia en ti- continuó diciendo, mirando a la hadita con una sonrisa mientras estiraba la mano para intentar tocarla. Nillë no se dejó tocar al principio, primero esquivó la mano de la otra dragona y luego de revisarla, olfateándola, volando al rededor, pudo asegurarse que era una buena persona y se dejó tocar, pero solo un piecito nada más.

Ingela miró a Bethelen confundida y luego a la hadita -¿Entonces ella me sanó?- dijo señalando a la revoloteadora -Para ser así chiquita, eres muy fuerte y poderosa- le dijo -Gracias por quitarme la enfermedad- finalizó sonriendo.

Nillë dejó a Bethelen y volvió a posarse en el hombro de Ingela. Seguía hablando sin parar, haciendo sus ruiditos, mientras tomaba pequeños mechones para hacerle trenzas. Ingela sonreía, encontraba a la hadita muy graciosa. Pero su prima comenzó a mirarla con rostro de angustia y tristeza que la joven dragona no pudo pasar por alto. -¿Qué ocurre, Bethi?- le preguntó tomandole las manos a su prima. La joven la miró y apretó la boca al resoplar -Debes saber que esa marca es tanto una bendición como una condena- comenzó a hablar con tono lúgubre la dragona -Es magia poderosa la que puede crearla, y hay muchos allí afuera que ansían poseerla... debes tener cuidado, evita mostrarla- le advirtió. -Esa marca te hace inmune a la enfermedad, a cualquier enfermedad- le dijo, acercándose para hablar en voz baja -¿Has visto todo el caos que se ha armado? La gente está desesperada buscando una cura a esta plaga asesina, Inge, y tú llevas en el pecho una marca mágica que te protege de ella- terminó de decirle con la voz quebrada, notablemente preocupada por el futuro de su prima.

Bethelen era unos 15 años mayor que Ingela, entonces recordaba su nacimiento, su primera infancia, incluso estuvo presente durante su primera transformación. Le tenía mucho cariño por ser una chica adorable y generosa.

Ingela miró a su prima con seriedad -No te preocupes, puedo cuidarme sola- le dijo mientras se puso de pie. Esbozó una gran sonrisa a su prima y la abrazó -Necesito que me cuentes qué haces aquí. ¿Tienes noticias de mi familia? Vamos... ¡hay mucho que contar!- le dijo tomándola del brazo.

Bethelen miró al suelo y su expresión se tornó más triste aún -Dundarak es un desierto de muerte, primita- le dijo -No sé en qué estado se encuentre nuestra familia- continuó. Alzó la mirada al techo, conteniendo las lágrimas, antes de continuar -Después que la pirámide cayó del cielo y se abriera, la enfermedad comenzó a arrasar con todo; decenas, cientos cayeron y comenzaron a morir.- siguió -Yo salí con la primera oleada de personas que lograron huir de la ciudad, supe que después cerraron las puertas y todos se quedaron encerrados allí.- no pudo aguantar más el llanto y se agarró la cara -¡Nuestros padres quedaron allí! ¡Oma Elle también!- le dijo entre sollozos y lamentos.

Ingela sintió como si un cuchillo le rasgara el corazón. Abrazó fuerte a su prima y salió de aquella casita rauda, no tenía ni un minuto que perder. Nillë se agarró de ella y así evitar la fatiga de volar.

Afuera, sentada sobre un árbol caído, estaba Helyare y junto a ella, Aranarth. Avanzó dando largas zancadas hacia ellos. Llegó junto a ellos y sin mediar más palabras, les soltó sus planes -Tengo que regresar a Dundarak cuanto antes-. Los miró un segundo y no esperó a que respondieran -Vámonos al norte- les dijo, mirando especialmente a la elfa.
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Mensaje  Helyare Jue Oct 12 2017, 02:11

No se daba cuenta de lo fuerte que estaba apretando la vela entre sus dedos mientras la miraba. Pese a que sus ojos verdes estuviesen clavados en la ofrenda de la pequeña elfa, su mente seguía cavilando entre los recuerdos de la festividad. Había pasado de lo graciosa que era su hermana cuando apenas contaba con dos añitos y trataba de atrapar las semillas, al día que le contaron la historia a la pequeña Luinil. Parecía fascinada. Y sin duda, todos sus recuerdos iban para ella, era la persona a quien Helyare más quería, pese al abismo que las separaba. Pese a que la joven sacerdotisa no hubo mencionado ni una sola palabra sobre la futura sentencia de su hermana.

Aranarth, quien ahora mismo estaba a su lado, también había ido con ella en alguna ocasión a colocar las velas. Y también había ido con su hermano. Después de más de un año… y todavía no había vuelto. Se agolpaban demasiados recuerdos en la cabeza de Helyare, tantos que creía que le iba a estallar. Estuvo a punto de levantarse y lanzar la vela contra el suelo. Pero, por suerte, pudo controlarse a tiempo. Había sido un regalo y no lo iba a desprestigiar así, no. Mejor la encendería y rezaría por sus antepasados, aunque ellos ya no la quisieran.
También se había detenido en el momento justo en el que Ingela iba hacia ellos dando grandes pasos, con Nillë agarrada a ella. En cuanto se detuvo, el hada fue a posarse sobre la vela y comenzó a hablar en su idioma inentendible –chiri, chiri, chiri… chiri –sin parar de gesticular.

La elfa agachó la cabeza y mantuvo la atención en el hada, aunque más bien era para evitar la mirada con la dragona, quien parecía impetuosa por ir hacia el norte.

El norte… Alguna vez habían hablado de ir allí y olvidarse de todo, de dejar de ser perseguida, de huir de su pasado. Pero hace tiempo, cuando todavía andaban en una ruta sin sentido.
Hacía unos meses que había dejado atrás a la dragona y a Aranarth y, a lo mejor era cosa suya, pero cuando había corrido a verla, durante la invasión de los enfermos, había notado que Ingela había cambiado. ¿Era que había crecido? No sabía con exactitud, pero después de tanto sin verla, la notaba diferente.
Y seguramente ella misma también cambió. Pero no lo notaba. Y lo cierto es que sí, su pelo había vuelto a ser de color rojizo, aunque con mechones blancos, había crecido y caía, alborotado, por encima de sus hombros. Sus facciones estaban más marcadas por la pérdida de peso. Estas últimas semanas habían sido cruciales para ella y el bajón que había pegado era evidente, sobre todo, porque ya no llevaba la capa que ocultaba su rostro al mundo.

Tardó en responder a Ingela, tanto que casi contesta Aranarth, pero ella se adelantó –ohh… te vas. –No pudo seguir la frase. De pronto sintió cómo una daga atravesaba su pecho. Por una parte era lo mejor, si la dragona tenía asuntos propios que tratar sería más fácil el separarse y no tener que dar explicaciones. Pero pensar que posiblemente ya no la volviera a ver…
No podemos ir contigo, Ingela. Nuestro hogar es Sandorai, no el Norte –apuntilló el elfo, acompañado del asentimiento de Helyare.
Tenemos que quedarnos aquí. Hay asuntos que resolver y no podrías venir con nosotros –comentó la elfa, aún apretando la vela. Incapaz de mantener la mirada a la dragona, volvió a agachar la cabeza para dirigirse al hada. –Pero Nillë puede quedarse contigo, si ella quiere, así te hará compañía. He visto que le has gustado.
Trató de sonreír, alzando de nuevo la cabeza y recordando cómo el pequeño ser había tratado a Sarez cuando se habían encontrado en aquella llanura. Y también, cómo había tratado a aquel soldado de su clan. En esa ocasión sí le agradeció la muerte. Era el guerrero o ella, y Nillë había estado ahí para salvarla. Su poder era inmenso y se sentía más segura, pues nada le pasaría a la dragona.

Era raro que Helyare rechazase la oferta de ir al norte, dado que ella no podía pisar el bosque de los elfos, y siempre había mantenido su postura de querer alejarse lo máximo posible de esa zona. Aunque fuera doloroso, era mejor estar a miles de kilómetros que rondando por los aledaños del lugar.

Intentaban mostrar calma pero se mascaba la tensión. Era una inconformidad diferente a la que se podía aprecian cuando se encontraban esos dos elfos. De hecho, por más que estuviesen todo el día discutiendo, el aura que desprendían era más o menos amigable. Ahora era sólo tensión, no por ellos, sino por el destino que les esperaba.  

¿Ha sucedido algo para que tu partida sea tan rápida, joven Ingela? –preguntó el elfo, ligeramente sorprendido de que fuese tan de golpe. Ambos miraron con cierta preocupación a la muchacha. Habían pasado el suficiente tiempo con ella como para que les importase, aunque siempre mostrasen esa actitud distante y pasiva tan irritable. A pesar de las prisas, ellos permanecían como estatuas, sin moverse. Sobre todo, las expresiones de Helyare, eran imperceptibles y lentas. Y Aran parecía estar más tenso que de costumbre y no dejaba de acariciar el pomo de la espada con la mano que le quedaba libre, la que no estaba sobre el hombro de su amiga.  
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Mensaje  Ingela Vie Oct 13 2017, 16:07

Con las prisas y el ímpetu con que había actuado al principio, no se había dado cuenta de lo extraño que se comportaban Aranarth y Helyare. Pero de repente, le llegó como un golpe en la cara. Ellos eran raros, desde que los conoció, pero ahora actuaban mucho más extraño; Aranarth estaba tocando a Helyare.

Era imposible que Ingela no notara ese gesto. Hely era una desterrada de su clan, una paria, indeseable, lo peor de lo peor, era, para la gente de su clan, más insignificante que el polvo que se les pegaba a la suela de sus zapatos al caminar. Era, a todas luces para los Eytherzair, excremento de cragswar. Entonces, que Aranarth la estuviera tocando... -¿Qué ocurre?- les preguntó.

Se quedó callada un segundo, esperando respuesta, pero antes de que ellos pudieran hacerlo, otra pregunta salió de la boca de Ingela -¿No que tú no puedes pisar el bosque de Sandorai, Hely? Eso me has contado, que tienen una magia que te impide pasar... siempre has querido irte de aquí, ¿por qué ahora me dices que te quedas?- siguió -De verdad no comprendo por qué insistes en quedarte aquí- comenzó a hablar, en tono molesto. La terquedad de la elfa siempre la sacaba de sus casillas.

Se agachó frente a Helyare y le tomó las manos -Tú misma me has dicho que ellos ya no te quieren, que no es tu hogar... que no puedes regresar. Que estás marcada de por vida. Que no puedes volver a ser lo que eras antes, que Kaeltha ya no existe... vamos, te ofrezco mi hogar, yo sí te quiero a mi lado... eres mi amiga- le dijo, mirándola a la cara. -Además, no me gusta nada como te está agarrando este guardia de aquí- dijo bromeando, señalando con un gesto de la cabeza a Aranarth. -Es como si te tuviese sujeta para que no te escapes- dijo riendo.

Ocultaba con su risa una preocupación extraña, un presentimiento que le generaba malestar. No, Aranarth no quebraría las normas de su clan, tan estricto y estructurado; la cercanía con un marginal era mal vista y digna de castigo.

Levantó la mirada y se dirigió a Aranarth, aún en cuclillas desde el suelo -Tengo que ir al norte a ayudar a mi familia, ellos están muy mal- les contó -Lo que me ha dicho mi prima es muy desalentador, así que necesito volver. Me sería de gran ayuda que me acompañara Helyare, al fin y al cabo, no es que tenga algo importante que hacer- dijo, tornando la mirada de nuevo a Hely. -Entonces, ¿vienes conmigo? Apenas regresen Fëanor y Thunderbolt marcharé- finalizó con seriedad.

Cuando Ingela conoció a Helyare era una chica mucho más inocente de lo que era en ese momento. Su expresión había cambiado, se notaba sobre todo en las ojeras que antes no tenía. Ahora su rostro se veía levemente más demacrado y su mirada era más profunda. El rostro, definitivamente, ya no era el de una niña, lucía más como una mujer. Pero sonreía, con la misma alegría que se negaba a perder. Ahora su sonrisa era para Helyare, para convencerla de ir en esa aventura con ella.
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Mensaje  Helyare Sáb Oct 14 2017, 20:15

La dragona apareció como un torbellino y, como siempre, empezó a hablar sin descanso. Lo que a Helyare le molestaba en más de una ocasión, ahora lo extrañaba. Quería que siguiera hablando, que no parase. Era de las últimas veces que escucharía la voz de la joven del norte, no quería perderse algo que para ella sonaba como una melodía, aunque la estuviese acusando y pidiendo explicaciones.

Al darse cuenta de lo extraño de su gesto, tras la confusa mirada de Ingela, apartó su mano después de haber recorrido sutilmente la zona del omóplato de su compañera. No se había dado cuenta de lo que podía parecer su gesto hasta que la joven rubia lo dijo. No, no la estaba sujetando. Ella había asumido su condena, quien no la había asumido era él mismo, que no paraba de pensar y darle vueltas a la cabeza. Tanto, que se podía notar lo tenso que estaba. Ingela lo había notado, posiblemente estuviese apretando el hombro a Kaeltha, fruto de los nervios que él mismo también tenía. Ella, sin embargo, estaba sentada con la vela entre las manos, parecía que iba a partirla, así que Aranarth no era el único que estaba tenso. Este último decidió cruzarse de brazos, pues no sabía qué hacer para no moverse de forma apresurada.

Helyare, por su parte, torció la cabeza para evitar encontrarse con la mirada de Ingela, quien estaba acuclillada frente a ella. Quería oír su voz, pero no escucharla. Por cada palabra de la dragona sentía que un puñal atravesaba su cuerpo. Sí, no la querían, no era su hogar… todas esas palabras destrozaban el corazón de la elfa, si es que podía hacerse más pedazos. Volvería a Sandorai, pero para cumplir su sentencia. Por supuesto que no la querían, deseaban verla arder. Pero Ingela estaba ofreciéndole irse con ella, le dijo que eran amigas. En ese momento se formó un nudo en la garganta de la joven y apretó tanto la vela que casi la dejó partida.

Por suerte, la dragona se dirigió a Aranarth, girándose un poco, instante que aprovechó la elfa para levantarse y poder volver a esquivar la mirada de la joven del norte. Si no hubiese tenido la vela entre las manos estaría temblando. Pero no le dio tiempo a mucho, tan solo a levantarse, pues Ingela volvió a dirigirse a ella. Por suerte para Helyare, el elfo interrumpió la conversación. Ella no hubiese podido responder a la muchacha y… había dicho que se marcharía en cuanto llegasen a los que esperaba. Ese tono que había usado había dado a entender que era un ultimátum. No, ya no la volvería a ver, y eso la dejaba destrozada.

No puede ir contigo –parecía bastante más serio que de costumbre. –Tenemos que quedarnos aquí –él mismo parecía visiblemente afectado, a pesar de que mantenía su habitual postura regia y distante. Solía serlo, pero no tanto con Ingela como lo estaba siendo ahora. Y él tampoco quería decir lo que sucedía. Ninguno de los dos soltaba prenda sobre por qué estaban tan raros, pero era lógico que algo no iba bien. Aranarth permanecía como una estatua, quieto, y Helyare seguía evitando mirar a la dragona. Estaba claro que el disimulo no era para los elfos, pero la pelirroja no podía irse sin más, no podía dejar que Ingela partiese sin siquiera despedirse.

De golpe se lanzó contra la dragona, dándole un fuerte abrazo, como se lo había dado cuando se habían encontrado en ese poblado. La apretó con todas sus fuerzas, apoyando la barbilla en su hombro para ocultar su rostro descompuesto por la tristeza. Las lágrimas no las pudo evitar, aunque quería disfrazarlas de alegría, al igual que su tono, que intentó que fuera jovial. –Ingela… vuelvo a casa –en cuanto Aranarth escuchó eso no pudo aguantar más y se fue dando grandes zancadas. Quería gritar, golpear algo, cualquier cosa que pudiese sacar la rabia que recorría su cuerpo. Lejos de la vista de las chicas, quedó apoyado con una mano en el tronco de un árbol, mientras que con la otra apretaba el puente de su nariz. Nada conseguía que su frustración se alejase. Estaba en la peor encrucijada de su vida: su honra y la de su familia o la vida de su mejor amiga. No era capaz de entender por qué había pasado eso, por qué habían llegado a ese punto. Pero había sido encomendado para una misión que no quería cumplir.

Por su parte, Helyare seguía abrazando a Ingela, no quería soltarla –Te voy a echar de menos –ella había sido su única amiga desde que había salido de Claro y no podía irse sin despedirse. Por desgracia, siempre la había menospreciado por su condición de dragón, pero en esos momentos es cuando sentía que de verdad había sido una amiga y era quien había estado con ella sin importarle quién fuera, su historia o su carácter. Esa adorable dragona había estado siempre ahí para ayudarla. ¿Quién le iba a decir a ella que alguien de otra raza sería tan amable? En ese momento otro rostro se le vino a la cabeza, seguido de una punzada en su pecho. Vincent también había sido leal a pesar de ser un odioso brujo, y por haberle ayudado ahora estaba condenada. Había topado con gente amable pero, al ser de otras razas, rompían con las normas de su clan, un clan que ya no la quería allí pero que todavía dirigía lo que sí podía o no podía hacer. Y ahora ya no podría hacer nada, por juntarse con seres de otras razas.

Por primera vez en toda su vida se estaba dando cuenta de lo importante que era esa dragona para ella.

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Mensaje  Ingela Lun Oct 16 2017, 21:00

La actitud de Aranarth era tan extraña... estaba tan tenso que parecía que si respiraba se iba a romper. Por su lado, Helyare no la miraba a la cara, se mostraba esquiva nerviosa. Iba a decir algo, pero la elfa se puso de pie como un resorte y abrazó a Ingela.

Era la segunda vez en un día que Helyare hacía eso.

Hely no mostraba su cariño de esa manera.De hecho, Hely no demostraba cariño. Nunca. Estaba demasiado rota, el trauma de su destierro había sido hacía muy poco tiempo y las heridas estaban aún muy frescas como para que la elfa entendiera que existía vida más allá de su clan, que el honor es intrínseco de las personas, no algo que otros te dan y luego te pueden quitar. Lo más importante, que Ingela sabía y entendía a la perfección, era que la elfa necesitaba aún mucho tiempo para que el dolor mitigue y pudiese ver la vida con nuevos ojos.

Por eso, ese abrazo fue demasiado perturbador para la dragona y supo inmediatamente que mentía cuando le dijo que volvería a su casa.

La apretó fuerte, aprovechando el abrazo, antes de tomarla por los hombros y obligarla mirarle a los ojos -No me engañes- le dijo con severidad, con una seriedad en el rostro que lo oscurecía -Tú no vuelves a tu hogar- sentenció. -Si volvieras a tu clan, estarías feliz y no, no estás feliz- le dijo y esta vez sonó angustiada. Algo no estaba bien y podía percibirlo, si estiraba los dedos, podía tocar en el aire ese malestar.

-Por favor, Helyare... dime qué ocurre en verdad, ¿por qué tienes que quedarte en Sandorai?- le pidió, más bien le exigió, a la pelirroja elfa.
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Mensaje  Helyare Miér Oct 18 2017, 01:22

Nillë voló junto al elfo cuando este se fue. Ella tampoco entendía nada pese a que había compartido parte del viaje con ellos. Pero ella no solía meterse en conversaciones ajenas así que descansaba en el hombro de Helyare o en la bolsita, sin prestar atención a lo que decían. Y, bueno, ella desconocía el idioma de los elfos, sólo entendía el común, así que tampoco podía aportar nada a la conversación.

Helyare, por su parte, trataba de recomponerse con el abrazo, pero era peor. Pensar que nunca más volvería a ver a la dragona era demasiado para ella. Y ésta tampoco  se había creído que volviera a casa, eso le complicó mucho más las cosas a la elfa, quien empezó a notar que se volvía a quedar sin respiración. Su pecho ardía y apenas podía moverse. Sentía que se ahogaba, esa maldita sensación que había experimentado estas últimas semanas en demasiadas ocasiones. Volvió a intentar apartar la mirada de Ingela, pero era más difícil ahora que Aran no estaba como apoyo para ayudar a distraer la atención de su amiga en ciertas ocasiones. Le buscó con la mirada, mas no lo encontró. Ahora sólo estaba ella con la dragona. Aun así intentó buscar una vía de escape, pero era demasiado complicado.

Ingela, yo… –tartamudeó, no le salían las palabras, se ahogaban antes de escapar de su boca. Volvió a apretar la vela y, apartándose de la joven del norte, fue a colocarla en la base de uno de los árboles más cercanos. Inspiró y se arrodilló ante la vela. Su voz era monótona y fría, más que de costumbre. La atención a la vela hacía que le fuera más fácil explicar lo que iba a explicar. –Mejor hablaré de tradiciones. Esta vela es para celebrar Samhain, una hermosa tradición de Sandorai en la que los dioses permiten a nuestros ancestros volver convertidos en semillas, que vuelven a convertirse en árboles en un tiempo –sonrió levemente. –Los elfos, al morir, somos enterrados en el bosque para formar parte de la naturaleza. Los árboles crecen gracias a nosotros, y nosotros gracias a ellos. Esa y luchando por defender a tus hermanos, son las muertes más honorables para los elfos como yo –hizo una pausa, dejando escapar el aire. Ni ella sabía realmente a dónde quería llegar. Bueno, sí lo sabía, lo que desconocía era cómo llegar al final, y estaba dando muchas vueltas. –Pero hay otras tradiciones que no son tan bellas –sus manos descansaban sobre sus muslos, sentada sobre sus piernas y sin dejar de mirar a la vela, antes de girarse  y quedar frente a Ingela, aún en su posición. –Y voy a hablarte de otra que existe en mi pueblo –otra pausa, volviendo a evitar la mirada de la joven rubia – Te he contado las muertes más honrosas para nosotros. Pero también hay una para quienes no pueden contar con el privilegio del honor, la misma que merecen los brujos. ¿Sabes qué es una alta traición? ¿Y cuál es su castigo? –Esperó un par de segundos, pero luego siguió hablando, sin esperar la respuesta de la joven –El elfo que comete un crimen de sangre o una alta traición no merece morir con el honor de sus hermanos. Los miembros del clan montan la pira y colocan flores blancas y amarillas. Son los colores para simbolizar la muerte –explicó–, y al traidor lo visten de blanco, con ropas sencillas. Es la única muerte en la que todos los miembros pueden estar presentes. El káno del clan es quien se encarga de ajusticiar al traidor, es quien enciende la pira cuando ya todo está preparado –volvió a suspirar –. Káno es… un título que se le da al elfo que tiene el puesto más alto del ejército, después de los líderes –inconscientemente dirigió la vista hacia donde Aranarth se había ido. Él era quien ostentaba ese título en esos momentos, y su hermano antes de él.

Volvió la vista a la dragona rápidamente. No sabía si había entendido o no la referencia, le estaba explicando el proceso por el cual se ajusticiaba a un traidor a muerte pero no sabía si había quedado suficientemente claro que ella era a quien iban a meter en la pira hasta que sus cenizas acabasen esparcidas por la hierba.

Tengo que quedarme aquí porque espero mi sentencia –soltó de golpe, levantándose; esta vez volvió a apartar la mirada de la dragona.

Durante unos instantes poco quedó de su miedo e inseguridad, por escasos segundos volvía a ser la chica impetuosa y con arrojo que lideraba al ejército hace tiempo, sin miedo. Sabía que era su destino y debía cumplirlo. Aunque pasados esos segundos, volvió a sentir pavor por lo que le esperaba y, sobre todo, por pensar que jamás volvería a ver a sus seres queridos. Eso la machacaba, pero aun así era incapaz de mirar a la joven del norte de nuevo, no quería cruzar la mirada con ella.
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Mensaje  Ingela Mar Oct 24 2017, 22:13

¿Cómo se llama esa sensación de súbito vacío? Cuando de repente te quedas sin palabras, la mente en blanco y dejas de sentir el ambiente; si hace frío o calor, no te das cuenta. También sientes un hondo agujero en el estómago. Es que da la impresion que incluso el cuerpo queda hueco porque tu alma se escapa unos minutos. ¿Quizás es perplejidad? No, es otra. Esa palabra se queda corta para lo que sintió Ingela. Perdió los colores y la capacidad de articular palabra o de hilar un pensamiento con otro. Solo retumbaba en su mente la voz de la elfa "espero mi sentencia", con la parsimonia con la que las había pronunciado.

Miraba a la elfa y no lo podía creer, en un momento, pensó que era una broma, un chiste de mal gusto. Cuando recobró la compostura y volvieron los pensamientos, la dragona hizo una media sonrisa. Aquello era una broma, o había entendido mal. Aún confundida, preguntó -¿Qué sentencia, Helyare?- mirando fijamente el rostro de la elfa que le rehuía los ojos.

Silencio, esa fue la respuesta. Lentamente, las palabras de Hely fueron asentándose en el pecho de Ingela, a quien la sonrisa se le borró y los ojos se le llenaron de lágrimas. Se arrodilló, hasta quedar frente a su amiga y le tomó las manos. -Hely...- susurró, resistiendo el nudo que se le formó en la garganta. Tomó las manos de la elfa, se sentían frías y tan delgadas, que las sujetó con sumo cuidado.

-¿Por qué, Hely? ¿Por qué quieren matarte?- soltó, con la voz quebrada. No lo entendía. Helyare era una buena mujer, bondadosa y generosa. Con sus trabas, sus creencias retrógradas, con todo eso que sacaba de quicio a Ingela, pero buena. No había hecho nada malo, a su ver. Además, ellos ya la habían exiliado, ¿qué les importaba a ellos lo que ella hiciera ahora con su vida? Ya no les pertenecía.

Ingela se enojó, sintió una rabia que le apretaba el pecho -¡No lo voy a permitir! ¿De qué te acusan? ¿Con qué autoridad te condenan? Ellos te echaron, ¡te sacaron de su clan! Ya no les perteneces, ya no pueden hacerte nada- exclamó, enojada y desesperada.

Las lágrimas corrían silenciosas por su rostro cuando guardó silencio, esperando alguna reacción de su amiga. Ela no le había mirado a la cara en ningún momento. ¿Por qué aceptaba así de mansamente esa condena? Pero lo que más atormentaba el corazón de Ingela: ¿por qué no huía con ella?

-Hely, por favor, ven conmigo, vayámonos al norte... allá no podrán tocarte... los caballeros te protegerán... si queda alguno en pie... yo te cuidaré... vamos, por favor, vayámonos- suplicó la dragona, volviendo a hablar bajito, buscando los ojos de su amiga.

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Mensaje  Helyare Jue Oct 26 2017, 02:34

Primero notó cómo las manos de Ingela envolvían las suyas, podía notar lo ardientes que estaban, ¿o eran las suyas que estaban heladas? Bajó la mirada para ver que, en efecto, la dragona sujetaba sus manos son cuidado, con delicadeza y ternura. Le fui imposible no ver reflejada una de las escenas más duras que había vivido: cuando ella se despidió de Luinil antes de partir. Sentía cierto apego por la joven del norte porque le recordaba a su hermanita cuando la había encontrado, tan dulce, tan pequeña. Ese gesto de las manos la conmocionó, dejándola estupefacta. Quien se las sujetaba no era su hermana, ella no la tocaría. Era Ingela, la joven que había estado con ella tanto tiempo, desde la fiesta de Claro. Estaba acuclillada frente a ella y en su voz se notaba el desasosiego de no entender lo que estaba sucediendo. El tono de su voz se clavaba en el oído de la elfa como si fuera una tormenta. Estaba angustiada, triste, enfadada… ¿por qué? Tampoco lo entendía, no veía sentido que se pusiera así por alguien que siempre se había mostrado tan reacia e indiferente ante ella, –¿por qué lloras? –era incapaz de entender el porqué de la angustia de la joven. Sí, podía echarla en falta, pero no era para tanto. Después de todo, no era buena acompañante para la muchacha.

Una retahíla de preguntas era lo único que escuchaba y tuvo que esperar a encontrar el momento para responder. No era porque la dragona hablase mucho, no. Era porque ella misma no era capaz de que sus palabras salieran. Tardó unos segundos en reaccionar para tratar de responder a todas las preguntas de la joven.
Estoy condenada a muerte porque entré en el bosque. ¡Pero yo no hice nada! –Gritó, de repente, tratando de justificar sus actos ante Ingela –maté a una bruja y su familia me persiguió. Me atraparon y me llevaron a Sandorai. ¡Yo no podía entrar! ¡No sé cómo pude hacerlo! –en ese momento se dio cuenta que estaba gritando, algunos elfos la miraron extrañados, aunque rápidamente volvieron a sus quehaceres cuando vieron que ella se había callado. –Eso “solo” fue desobediencia ante mi anterior castigo. Sí podían castigarme por ello, pero… –tragó saliva para evitar que se quebrase su voz, tenía miedo a decirlo –me vieron con un brujo en el bosque, en Sandorai –su cuerpo temblaba y no era capaz de controlarlo. Ni siquiera se había dado cuenta –con un brujo –repitió abatida –y le… yo… le… –no era capaz de decirlo, se le trababan las palabras –le… defendí –dijo finalmente, agachando la cabeza en un gesto muy culpable, como si hubiese cometido el peor de los crímenes –. Le defendí ante mi clan –musitó, viniéndose abajo.

Pese a haber sido reprendida y sentenciada por ello, no se arrepentía. Y eso le causaba un gran desconcierto, pues hubiera podido redimirse de haber entregado al hechicero y haberse salvado ella. Pero no. Incluso delante de los líderes de su clan se mostró firme para intentar sacar de allí con vida a Vincent. Y el no arrepentirse por haberlo hecho la atormentaba. Todos los días rondaban por su cabeza una y otra vez las frases: “has ayudado a un brujo”, “has antepuesto a un brujo sobre todos tus hermanos, traidora” o “¿vale arriesgar tu vida por la de un hechicero?”. Había decepcionado a su familia hasta límites inalcanzables. La cara de su madre se descompuso al verla aparecer escoltada por los guardias que una vez ella dirigió, acompañada del brujo. Sólo con ver esa cara, Helyare ya supo que no podría siquiera volver a dirigirse a le había dado la vida, ni siquiera como sacerdotisa.

Le daba miedo contárselo a Ingela, incluso. Pese a que su cultura era diferente, pero ella pensaba que sería juzgada otra vez más por haber cometido tan tremendo error.
Me condenan por alta traición, evadir mi condena, desacato, daños y delitos de sangre –se mordió el labio. –Nillë atacó a un guardia que me estaba empujando y lo mató. Creyeron que había sido yo y no lo negué –no quería que le hicieran algo a la pequeña hada azulada que en esos momentos miraba al elfo desde la distancia, sin saber qué hacer para tratar de ayudarle a canalizar esa rabia que sentía y hacía que sus manos brillasen concentrando gran cantidad de energía en ellas, incapaz de controlarla.

La lista de acusaciones hacia Helyare era tan larga que llenaba un pergamino y que la llevaría a la muerte.
Iba a volver a decir algo, pero su mirada se encontró con la de Ingela y sintió que su corazón se detenía cuando vio que las lágrimas caían por sus mejillas. Antes había intentado evitar su mirada, pero ahora vio cómo la joven del norte lloraba por ella –Ingela –la miró como si estuviera viendo la escena desde otro punto de vista, como si no estuviera en su propio cuerpo. Lloraba ¿por ella? ¿Tanto le importaba? En ningún momento había esperado ver a alguien derramando lágrimas por ella y eso acabó por destrozar los pedazos que ya estaban hechos añicos en su interior.

Volvió a escuchar las súplicas de la joven del norte pidiéndole que fueran a Dundarak, diciendo que ella sería su protectora. La estaba destrozando más aún al sentir que esa joven dragona la quería tanto como para protegerla. Pero no podía irse. Negó sutilmente antes de cerrar los ojos y coger aire. Lo necesitaba, seguía temblando y sus manos se movían descontroladas entre las de Ingela.
Si yo… me voy, es a Aranarth a quien… –su voz se ahogó hasta tal punto que no salió ningún sonido más de su voz. No hasta que no volvió a coger aire, mirando en la dirección donde estaban el elfo y Nillë. Por nada del mundo permitiría que su amigo sufriese siquiera una milésima parte de lo que suponía perder la honra. No podía permitir que lo pasase mal –a quien… condenarán –apartó las manos de la joven dragona, encogiéndose y cruzando los brazos sobre su torso,  apretándose con tanta fuerza sus propios hombros que se estaba clavando las uñas. Seguía temblando, pero era la única forma que ella tenía de intentar alejar la ansiedad que sufría en ese preciso instante. Fue en ese momento cuando de verdad sintió que el filo de un cuchillo atravesaba su pecho. Era la primera vez que se lo iba a contar a alguien y sentía que le faltaba el aire. Realmente, nadie sabía de su sentencia. –A él… le han encomendado… que me entregue… Si no… si no lo hace… va a… ¡tiene que hacerlo! Si no… ¡perderá su honra! Él… y su familia… Y es un gran… un gran guerrero. No… puedo hacerle… esto –era incapaz de contener el nudo de su garganta que casi impedía que pudiese respirar. Todavía temblaba y se apretaba los brazos con todas sus fuerzas, sintiendo que perdía energía, que estaba agotada –yo… soy… la desterrada. Él no. No merece… pasar por esto… Y yo… he hecho… mucho daño… cosas horribles… He llevado deshonra… a mi familia, incluso… a la suya… y no quiero llevársela… a Aranarth también.

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Mensaje  Ingela Jue Oct 26 2017, 17:24

Ingela veía a Helyare estremecerse de angustia y miedo. Jamás habría siquiera llegado a imaginar que la elfa pudiera ponerse así, tan descompuesta y desencajada.

La envolvió entre sus brazos y apretó un poco; se sentía tan pequeña, delgada y frágil, que la dragona pensó que en cualquier momento se quebraría en pedazos. Sintió cómo el corazón se le partía en pedazos y no poder hacer más que abrazarla... ¿O sí? ¿Podría haber algo más que hacer para salvar a Hely?

Tomó a Helyare por los hombros y la miró con una renovada mirada. Se veía alegre ahora, mordiéndose los labios de emoción -Se me ha ocurrido una idea, y no podrás decir que no. ¡Es perfecto!- exclamó. Tomó a Helyare de la mano y la arrastró llevó junto a Aranarth, quien tenía esa estoica mirada nostálgica al horizonte. ¡Qué monumento de hombre! -¡Aranarth!- comenzó a llamar la dragona -Dices que el problema es que a Aranarth lo castiguen si no te entregan, ¿cierto?- dijo, mientras marchaba apresurada.

Cuando llegaron junto al elfo, quien las miró sorprendido, la dragona habló, directa y sin dar rodeos -Aranarth, dime algo, ¿cómo reconocen en tu clan a los cuerpos carbonizados? Y si existe ese método élfico, ¿cómo se puede burlar?- preguntó, con un ímpetu extraño.

Voletó a mirar a la elfa, con una sonrisa amplia -Tendrán que pasar por sobre mi emplumado cuerpo de dragón muerto para hacerte daño, Hely, te lo prometo- dijo, con una renovada seguridad
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Mensaje  Helyare Jue Oct 26 2017, 20:23

El gesto de cariño por parte de la dragona consiguió que la joven elfa dejase de hacerse daño. Era presa de una angustia incapaz de controlar, mas el abrazo de Ingela consiguió calmarla. Un poco, al menos. Apoyó la cabeza en su hombro y cerró los ojos, dejándose caer en un estado que no podía reconocer, como si todo a su alrededor se moviese menos ella. Al menos, eso sintió hasta que la joven del norte se levantó con energía renovada. Había pasado del llanto y la tristeza a la determinación en apenas unos instantes. Helyare la miró con cierta sorpresa, pero no se movió hasta que la misma dragona la agarró y casi la llevó a rastras a buscar al elfo.

La joven de se secó las lágrimas con la manga de su camisa, tratando de que Aran no se diera cuenta de lo destruida que estaba. Frente a él siempre había mantenido un perfil bastante serio para que no se sintiera más culpable. Y él hacía lo mismo, trataba de mantener el semblante inexpresivo frente a su amiga, así evitaban hablar del tema que a ambos les atormentaba y que no encontraban ninguna manera de solucionar. Al menos ellos dos, pues Ingela sí parecía tener una forma de resolverlo.

La energía que rodeaba las manos del elfo se extinguió cuando éste escuchó el primer grito de Ingela llamándolo, y se giró inmediatamente, volviendo a su aspecto siempre serio. –¿Qué quieres, Ingela? –se aclaró la garganta, pensando que había sido demasiado antipático con la muchacha en su pregunta, pero no estaba de humor en absoluto para medir su forma de hablar. Estaba sorprendido al ver a ambas chicas yendo tan apresuradas ante él. La mirada de su amiga era indescriptible, siempre tan seria y tan vacía. Ingela la llevaba a rastras y ella sí parecía más alegre. Evitó que sus ojos azules se encontrasen con los de la elfa, prestando atención solo a la joven del norte. Ambos mantuvieron cierta distancia, aunque expectantes ante las palabras de la rubia.

Nillë voló hacia el hombro de la dragona, donde se sentó a la espera de su turno para hablar. Quería contarle a la muchacha que el elfo también estaba extraño, pero simplemente esperó.
¿Qué clase de pregunta es esa?  No se puede. Una vez que las llamas consumen un cuerpo hasta reducirlo a cenizas, no se puede reconocer quién fue. El fuego arrebata cualquier tipo de identidad –enfadado, pasó la vista por las dos y suspiró, llevándose una mano a la frente mientras que la otra seguía reposando sobre la empuñadura de su espada.
No se acostumbra a ese tipo de muerte, Ingela. Ya te he dicho que las maneras de morir son diferentes. Y que sólo ciertos condenados tienen la pena de morir como un brujo. No se usa ese método tan habitualmente como para saber distinguir los cuerpos. Simplemente acabas siendo un puñado de cenizas, sin cuerpo; te conviertes en nada, simple polvo.
¿Se lo has contado? –el silencio de la elfa confirmó que lo había hecho y su respuesta fue otro resoplido. A saber qué iba a pensar esa chica de él al enterarse de lo que iba a pasar. Su mirada se volvió hacia la de la dragona –no hagas tonterías, Ingela. No sé qué pretendes hacer, pero no lo hagas. Puedes empeorar las cosas más de lo que están. Tengo que hacerlo… –se quedó dudando en si acabar o no la frase. ‹‹Aunque no quiera››, era la siguiente parte, aunque finalmente no la dijo en voz alta.
Tener que ser él quien llevase a la que había sido su mejor amiga a la muerte no era fácil, esos pensamientos también lo atormentaban y machacaban por dentro. Su amiga, su cuñada, su arael’sha… era totalmente incapaz de estar tranquilo –te dije que Ingela no debía saberlo.
Estaba enfadado, no porque lo hubiese contado realmente, sino porque el tiempo pasaba y no podía hacer más que su deber.
Tenía que hacerlo –la elfa usó la misma frase que había dicho él antes.
No puedo permitir que te vayas con ella al norte –remarcó, apretando su mano en torno a la empuñadura de la espada y dando un paso hacia delante.
No voy a irme. No puedo proveer de deshonra a quien me proveyó de luz a lo largo de mi vida –esas palabras, pese a ser pronunciadas en un tono monótono, se clavaron profundamente en Aranarth, dejándolo paralizado durante unos instantes. Su mente voló por varias escenas en las que habían compartido momentos muy felices juntos, pero todo eso acabó destruido por la imagen en la que él alzaba la antorcha que quemaría la pira en la que Kaeltha estaba atada, vestida con una túnica blanca. No sabía hacia dónde se inclinaba la balanza, hiciera lo que hiciera perdería demasiado.

Incapaz de responder a Kaeltha, posó la mirada en Ingela y comenzó a hablar, más bien para tratar de cambiar el tema y evitar que esas ideas siguieran torturándolo, mientras se apartaba mechones de su pelo plateado de la cara –a sabiendas de que no funcionará, ¿qué pretendes hacer, Ingela? –aunque lo había ignorado adrede, había escuchado el comentario de la dragona sobre que nadie dañaría a Kael. Eso le alivió a la par que le puso más nervioso. Sí, su amiga tenía a alguien en quien apoyarse, pero él tenía que cumplir su misión. Aunque, también, se alegraba de que no se lo fueran a poner tan fácil. Quería una excusa por efímera que fuese para tratar de buscar otra salida que no llevase a la muerte de la persona a quien más quería, y tampoco llevase a la pérdida de su honra y status. Pero, también la acusaban de un delito de sangre y alta traición…
La cabeza de Aranarth era un hervidero a punto de explotar. –Lo mejor es que regreses al norte tú sola. Tus hermanos te necesitan. Lo que suceda aquí no es asunto tuyo y no vas a poder hacer nada sin empeorar las cosas.
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Mensaje  Ingela Jue Oct 26 2017, 21:22

Ingela puso los ojos en blanco mientras Aranarth hablaba, además, alzó la mano que tenía libre para hacer el gesto de que hablaba, burlándose de Aranarth. Cuando él terminó de hablar, sacudió la cabeza, sonriendo ampliamente. -Aranarth, Aranarth... mi querido Aranarth... Tú lo que tienes de hermoso, lo tienes de pesado- dijo, bajando la mano para ponerla en la cintura.

La dragona estaba tan emocionada que saltaba, se podía ver su cuerpo vibrar. Su idea era fantástica, magnífica, un poco cruel, pero perfecta. Seguramente nunca antes, y nunca más, saldría de su cabeza algo tan genial como lo que se le había ocurrido. -Entonces, dices que si tú llevas con un cuerpo completamente calcinado con los de tu clan, y dices que es... qué se yo... Helyare que murió a manos de un brujo de fuego que atacó al clan Telanadas... ¿no podrán saber que mientes?- preguntó Ingela, develando así su genialmente magnífico plan.

-Miren, miren a su al rededor- les pidió -Esto es casi un cementerio, hay cadáveres por todos lados; hombres, mujeres, elfos... brujos...- dijo señalando el montón de cuerpos sin vida que los sobrevivientes habían comenzado a juntar, separados por raza. Y, aunque hacía sentir mal a la joven dragona, era cierto. Además de los enfermos, el ataque de los brujos junto con la estampida de enfermos que entró, habían dejado un número considerable de muertos, tantos que los vivos no sabían qué hacer con ellos.

Ingela continuó -Deben haber muchos cuerpos aquí de personas solas, nadie los va a reclamar, y sus almas ya no están con nosotros. Hay que elegir un cuerpo que luzca como el de Helyare, vestirlo con su ropa y... quemarlo hasta que quede irreconocible...- dijo y se mordió el labio, esa era la parte fea de su plan, pero no la peor -...será algo bonito... después de muerta, esa persona va a estar salvando una vida...- dijo para sentir que en realidad no estaría profanando un cuerpo.

Miró a Helyare, buscando alguna reacción -Aranarth lleva el cuerpo con su gente y lo presenta como el de Kaeltha, mientras nosotras nos vamos al norte- siguió -Así se cumplirá la sentencia, Aranarth no sufrirá ningún castigo, y tú podrás vivir y rehacer tu vida, lejos. Vas a poder hacer una nueva vida, con tus normas, tus leyes, tus códigos, todo tuyo, a tu manera- le dijo a la elfa en un tono que sonaba casi a una súplica.

Guardó silencio y miró a Aranarth -Y si quieres, tú también puedes unirte a nosotras, Aranarth- dijo -El norte es maravilloso, allí puedes ser libre- apuntó, sabiendo que la única razón por la cuál Hely no aceptaría esa idea era que algo pudiera salir mal y Aranarth saliera perjudicado.
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Mensaje  Helyare Vie Oct 27 2017, 01:21

A pesar de que la dragona estuviera contenta, el ambiente estaba tenso, y las burlas de la joven sólo consiguieron encender más al elfo, que rápidamente saltó –¿¡cómo que pesado!? –Apretó la empuñadura de la espada, dando una zancada hacia Ingela, muy alterado por la burla, sumado a toda la presión que sentía –¡¡Te estoy diciendo que no te…!!
Áva carë –Helyare se puso entre ambos, justo enfrente de Aran colocando una de sus manos sobre la que él tenía en la empuñadura, impidiendo que desenvainara la espada –ecetlya áva necarnan awra eldandil. Ingela narë.
Si algo caracterizaba a Aranarth era su explosividad desmedida y, aunque no quisiera hacer daño a la dragona, sí había salido decidido a tomar venganza por la burla. Y más en esos momentos de tensión donde no era siquiera capaz de controlar la magia de sus dioses. Pero Helyare estaba frente a él e hizo que se detuviese a pensar por un momento en lo que iba a hacer.
Áva paltanyan –Helyare dio un pequeño paso hacia atrás, apartando la mano.
Mem-rehterë –ver a su amiga frente a él hizo que quedase petrificado. Habían estado mucho tiempo juntos, pero fue en ese instante, cuando la tenía de frente, cuando se dio cuenta de lo demacrada que estaba. A pesar de haberla visto a diario, nunca se había fijado tanto como ese instante. O nunca le había impactado tanto su cambio hasta ahora, que todavía tenía marcas de haber estado llorando. Su rostro mostraba la agonía que estaba viviendo y todo el peso que cargaba sobre su liviano cuerpo. Nunca, jamás, la había visto tan débil, y era muy impactante. Había sentido el tacto de su mano por primera vez en meses y era frío. Esa chica que tenía enfrente no era Kaeltha.
Istanyë –dijo de mala gana, colocando bien su espada y tratando de mantener su perfil altanero, pese a que la imagen del rostro de Helyare no se le quitaba de la cabeza. Era demasiado chocante. Haciendo una mueca se alejó unos pasos. Esos ojos verdes tan vacíos habían hecho que se detuviese, iba a atacar a Ingela, a la joven dragona que con quien había compartido días y noches. Movió la cabeza hacia un lado y hacia otro para hacer tronar sus huesos del cuello y se cruzó de brazos.

La elfa se apartó y miró a Ingela, que seguía emocionada como acostumbraba a estar siempre. Esa alegría que tanto fastidiaba a Helyare ahora le daba la vida. Ambos elfos la miraron, escuchando lo que decía, mas a ninguno le gustaba la idea. La elfa pasó la vista por los cuerpos que había esparcidos. Aranarth, sin embargo, simplemente negaba y daba vueltas caminando varios pasos y regresando sobre los mismos con su capa ondeando a cada movimiento, aún con los brazos cruzados –no, Ingela, no. No podemos hacer eso. Si todo fuera tan fácil… pero sabrán que miento –el elfo resopló ante la “facilidad” de la dragona por hacer frente a problemas tan serios. ¿Qué podía esperar de una niña de otra raza? Helyare asintió las palabras de Aran, ella había sido castigada al destierro por mentir a los líderes, entre otras cosas. Al instante ella sujetó el brazo de la dragona.

Mientras el elfo cavilaba y se estrujaba el cerebro, tratando de asimilar las cosas, Helyare miró a su amiga –¿y si le descubren? ¿Y si le condenan también? Es realmente difícil todo –su mentón volvió a temblar, sujetando fuertemente el brazo de la rubia del norte. Estaba claro que tenía mucho miedo, tanto que se estaba quedando pequeña ante la situación que la desbordaba.

Justo en ese momento, Aranarth se dirigió a las chicas, en especial a Ingela, que era la artífice de ese plan que no acababa de ver. ¿Entregar otro cuerpo? No le veía sentido. Aunque realmente no encontraba el sentido a nada de lo que hiciera, tanto si era decantándose por una opción o por la otra con las que contaba. –¿Cómo piensas que puedo presentarme ante mis líderes con un cuerpo calcinado y decir que es Kaeltha? –parecía irrisorio para el elfo ese plan tan estúpido. Aparte de los líderes, uno de ellos era su propio padre, y una de las jefas del ejército, su madre. ¿Iba a arriesgarse a perderlo todo? –¡Ni hablar! ¡Se acabó! ¡Basta de tonterías de niños! ¡Esto no es un juego! –explotó, presa de los nervios. Helyare sabía que tras ese amasijo de nervios lo que se ocultaba era miedo, el rubio no paraba de moverse, inquieto, notaba la tensión en sus manos  y los bruscos movimientos y gestos que hacía. Sin duda, él también estaba asustado, pero no lo mostraba. Era el káno de un osado clan élfico, no podía mostrar miedo –Kaeltha debe venir conmigo. ¡Tengo una misión encomendada! –se escudaba en su quehacer, en bucle, para tratar de justificar sus futuros actos –tengo que cumplirla, Ingela. No funcionará esta idea tan… “idílica”. ¿¡Cómo explico que un miserable brujo la mató frente a mí, calcinándola y yo no la protegí!? ¿¡Un asqueroso brujo delante de mis ojos y yo sin hacer nada!? ¿¡Cómo crees que sería recibido mi comportamiento frente a mis líderes!? –se acercó hasta quedar frente a ella, visiblemente cabreado. Helyare no se movió de donde estaba, mirando la escena con incomodidad. Notaba a la dragona más alta que cuando se habían separado, pero era innegable que Aranarth le sacaba varias cabezas y su imagen era más imponente. –Además, ¿ir yo al norte? Estás loca, Ingela. Ya soy libre, ¿para qué iría yo allí? ¡Mi hogar es Sandorai! ¡Y mi familia está aquí! –de reojo miró a Kaeltha y tuvo que apartar rápidamente la mirada hacia Ingela. Los ojos verdes de su amiga hacían trastabillar su furia y por milésimas de segundos se llegaba a plantear los planes sin sentido de la dragona. Solo durante segundos.

No quería ser él quien acabase con la vida de su amiga. Por mucho que en voz alta reflejase su descontento, le enfurecía más el haber pensado en llevar a cabo las ideas de Ingela. ¡No tenían sentido! Pero, y si…
Estaba entre la espada y la pared. Si entregaba a Kaeltha la perdería para siempre y él tendría que vivir con la culpa de haberla matado. Si la dejaba huir podría suponerle una condena de por vida, desterrado, sin honra. Se estremecía sólo de pensar en eso. A él nunca le podría pasar, antes acababa con su propia vida.

Algunos habitantes del clan Telanadas miraban la escena desde la distancia, sin entender qué estaba pasando. E incluso Nillë levantó el vuelo y su brillo se hizo más intenso, mirando al elfo.

Desde otros clanes siempre se había dicho que el orgullo Eytherzair era el peor castigo que arrastraban los miembros del clan, y era verdad. El orgullo del guerrero le impedía dejarse ayudar por Ingela, quien trataba por todos los medios de salvarlos a ambos, algo que ninguno de los dos eran capaces de ver con claridad.

Traducciones:
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Mensaje  Ingela Dom Oct 29 2017, 07:16

Ingela miró furiosa a Aranarth. ¡¿Cómo osaba negar la genialidad de su plan?! Definitivamente, esos elfos estaban locos.

-¿Entonces prefieres ser el que le prenda fuego a tu amiga?- soltó, dura e hiriente. No tenía por qué tener cuidado de lo que decía, ni tacto o delicadeza, él nunca lo había tenido con ella, al contrario, siempre había hecho gala de una frialdad digna de un témpano del pico más alto. -Qué despreciable ser eres- escupió, enojada -Prefieres matarla antes que perder tu status... Pues permíteme recordarte que ella perdió todo, sus logros, su familia, su posición, su puta vida entera, por proteger a tu hermano, por mantenerlo a salvo del juicio de tu clan ¿Y así le pagas? ¿Prendiéndole fuego a la pira que la matará como la porquería más grande?- lanzó, despiadada, furiosa

-Si a ti no te importa la vida de Helyare, a mí sí, y no permitiré que tú, aunque seas un káno o lo que sea, o cualquiera de tu clan, le haga daño a MI amiga- dijo, firme y desafiante. -No voy a dudar en enfrentarme a ti por salvarla y mucho tendrá que temer tu gente si desato mi furia sobre ellos. Bien lo sabes- dijo -Y te juro por todos los dioses que lo haré- dijo, amenazante. Poco le intimidaba ya el elfo que le sacaba dos cabezas.

Lo que dijo luego, la dejó confundida -¿Y tendrías que hacer algo si un brujo la ataca? ¿A ella que es una desterrada? ¿Una paria intocable? ¿Por qué tendrías que detenerla? Además, sería casi una burla del destino, asesinada por la raza "despreciable" a la que ayudó. Si entiendo bien la lógica de los suyos, no tendrías razón alguna por la cual intervenir, sobre todo, porque estabas muy ocupado salvando a otros elfos. ¿O es que no ves lo que ha pasado aquí?- le respondió, abriendo los brazos, señalando el desastre que era ahora Telanadas.

Negó con la cabeza, desilusionada por el actuar de ambos elfos -No puedo entender tu egoísmo... y... ¿sabes? Entregarla te hace, ante mí y cualquiera con un poquito de decencia, un cobarde sin honor que pone un emblema antes que la vida de una amiga leal- dijo, mirándolo con asco -¿Te has detenido a pensar cómo será tu vida después de que la mates?- preguntó. Ante el silencio de todos, siguió -Sí, un cobarde, eso eres, cobarde egoísta, preso de una mentalidad absurda y cerrada, por eso no eres libre, tu cabeza no es libre- dijo, terminando de hablarle al elfo. Dió media vuelta y habló a ambos -Yo no dejaré sola a mi amiga, si te la llevas, iré con ella- sentenció, tomando la mano de Helyare.

La miró a la cara, con una lágrima que luchaba por no caer en uno de sus celestes ojos -No estás sola, Hely- le dijo, apretando su mano.
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Mensaje  Helyare Lun Oct 30 2017, 18:21

¡¡No quiero ser yo quien le prenda fuego!! –El tono de la conversación había subido mucho. Helyare no había visto a ninguno de los dos tan enfadado como en ese momento. Sí que Aranarth era una persona bastante proclive al cabreo, pero nunca lo había visto así. Ni siquiera cuando discutían entre ellos dos. Tanto la elfa como Nillë miraban como si no estuvieran hablando de la primera, sorprendidas por lo que se estaban diciendo. Ingela no parecía cortarse en sus palabras y el elfo se estaba alterando demasiado. –¡¡Pero no hay otro remedio!! ¡¡Llevo desde que me dieron su maldita sentencia buscando la forma de no entregarla!! Pero… ¡¡No puedo!! –algunos miembros del clan Telanadas se acercaron poco a poco a los forasteros. Si seguían armando bulla los echarían cuanto antes, pues bastantes penurias habían pasado. – ¡Tu plan no va a servir! ¡Me matarán a mí por ayudar a una traidora y luego a ella! –Señaló a la elfa, quien aún miraba sin decir nada, dolida por la escena –¡¡Yo no quiero matarla!!

La discusión entre ambos se calentaba más, pero a Helyare se había quedado petrificada ante la cabezonería de Ingela para intentar salvarla. Se refería a ella como “su amiga”, algo que parecía encoger el corazón de la joven del bosque. Decía que se enfrentaría a quien hiciera falta, algo que la enternecía hasta el punto de casi hacerla llorar.

Mientras tanto, Ingela y Aranarth seguían enzarzados, discutiendo sobre el futuro de ella misma. Pero, por más que el elfo intentase defender su postura, cada vez se le complicaba más, ya que no quería dañar a Helyare y las palabras de la dragona estaban haciendo mella en él. Nunca había tenido a nadie que le soltase tantas verdades juntas a la cara o que le hiciera enfrentarse a lo que él mismo se negaba a escuchar. Por supuesto que no quería matarla, ni entregarla siquiera, pero se veía atrapado en un laberinto del que no podía salir, una encrucijada que podía acabar también con su vida.

Iba a responderle sobre las diferencias que tenían ellos y la dragona al hablar de emblema pero se calló. Quedó en silencio al escuchar a la dragona preguntarle cómo sería su vida después de que ella muriese. En ese momento todo su mundo se vino abajo. Sus recuerdos eran casi todos con Kaeltha, habían sido inseparables, como hermanos. De hecho, había pasado más tiempo con ella que con su propio hermano. Y no, no había pensado en su vida tras la muerte de Kaeltha. Bueno, no había pensado en su muerte siquiera. Intentaba evitar pensar que una vez que la llevase al clan, no solo se tendría que despedir de ella, sino que él le arrancaría la vida. No había llegado a entender que iba a perder a la persona a quien más quería de todo Aerandir. Perderla a ella o toda su vida. Pero una vida sin ella también se planteaba demasiado dura. Ni escuchó lo siguiente que le dijo la dragona. No se había enfrentado tan a la realidad como hasta ahora: no volvería a ver a Kaeltha. Sintió como si le hubiesen atravesado el pecho con miles de flechas, pero no dijo nada.

Mientras, la joven dragona estaba sujetando las manos de Helyare, quien sonreía en una mueca indescifrable, incapaz de decir o hacer nada. Ingela estaba ahí, luchando a capa y espada por salvarla. Simplemente se mordió el labio, todavía le temblaba la barbilla y Nillë fue volando a apoyarse en el hombro de la joven rubia, dándole un abrazo. Era la primera vez que le decían que no estaba sola. Desde que había abandonado su casa era todo lo contrario. Siempre sola, incluso cuando estaba acompañada. Se sentía alejada de cualquiera, y también de la misma Ingela. Aranarth siempre había sido su amigo, pero él mismo había establecido una barrera que marcaba el abismo del status y no podían ni tocarse sin esperar represalias. Sí, él también había aportado su granito de arena para que la joven sintiera que estaba sola. A pesar de que el elfo intentaba acompañarla, pero siempre bajo esa coraza que le impedía romper ninguna regla.

Helyare llevaba tiempo sin saber qué era eso de no estar sola. Había visto que Vincent había entrado a Sandorai a buscarla para devolverle el arco, a Ingela acompañándola en cualquiera de sus pasos, y siempre había pensado que eran meros acompañantes, y ya. Incluso había compartido un momento más íntimo con Sarez y no se había visto acompañada, no del todo. A pesar de que había gente que le había demostrado algo de amabilidad, se cerraba en su soledad, pues no merecía ningún tipo de afecto. En esos momentos, Ingela estaba destruyendo la muralla que había construido con esas ideas –gracias…

La elfa que había convencido al anciano para permitir que se quedasen se aproximó a ellos. –Discúlpenme –sonrió tímidamente, irrumpiendo en la conversación –, no he podido evitar escuchar lo que decían –miró a Aranarth, era quien más alto había hablado, luego a se dirigió a todos –. Lamento lo ocurrido y no está bien que me meta pero me gustaría apostar por la idea de la joven dragona que nos ha salvado.
Ambos elfos miraban a la muchacha con incredulidad, sin saber bien qué iba a decir. –Mi hermano fue de viaje a Vulwulfar, era comerciante en la ciudad e iba a llevar unas especias, plantas… aquí tenemos buenas especias. Tuvo la mala suerte de encontrarse con Francesca Lombardi –se estremeció y agachó la mirada –era una bruja con el título de “tetracampeona del torneo de caza de elfos de Beltrexus”. ¡Es horrible! –casi iba a echarse a llorar. –Mató, en una reyerta, al elfo que acompañaba a mi hermano y a él, Francesca lo entregó a sus padres y lo llevaron a Sandorai, a Villasauco… dijo que era “para su hermanita”. Supimos que fue quemado vivo en veinte segundos. Sufrió… sé que sufrió y sólo iba a comerciar –hizo una pausa lenta para coger aire, clavando sus ojos en los de Aranarth, sobre todo. –Y los padres de la pequeña que me acompañaba, quien os entregó las velas para Samhain, murieron en uno de esos torneos de caza de elfos en Beltrexus. Ellos y sus dos hijos. Sólo quedó Fiarël, a quien yo cuido. El anciano que os ha pedido que abandonáseis el lugar perdió a su familia por culpa del camarlengo Pavel. Ellos vivían en Vulwulfar y... bueno, aquí muchos hemos sufrido a esa maldita familia y a ese hombre, nuestro clan está bastante cerca de la ciudad. Y sé que en otros clanes, sobre todo los cercanos a Villasauco, también lo están pasando mal. Pero… Isilmë los mató. Tomó venganza por todos nosotros y nuestros familiares asesinados, hizo justicia. En pocos días las almas de nuestros seres queridos volarán por Sandorai en forma de semillas y gracias a ella no serán más. Y gracias a ella, también, los que trajeron el mal a nuestra aldea ya no están. Le debemos nuestra vida.

La joven volvió la mirada hacia Ingela y se acercó a ella –nos ha ayudado, ha salvado a mis hermanos. Estoy muy, muy agradecida. Y he podido escuchar que quiere salvar a quien nos ayudó tanto. Ahora quiero… queremos devolverle el favor, joven dragona del norte, y que la vida de una de nuestras hermanas sirva para salvar otra vida a quien luchó por nosotros –hizo una sutil reverencia a ambas chicas y, al instante, otros elfos que estaban ahí escuchando asintieron e hicieron lo mismo, ofreciendo su colaboración en los planes de Ingela.

Aran miraba toda la escena sorprendido. Muchas de las cosas que la joven contaba no las conocía no podía hacer más que mirar a las chicas, aun con su cabeza pensando en lo que Ingela había dicho. Helyare, sin soltar a su amiga, contemplaba a todos los elfos que estaban ahí dispuestos a que su vida no acabase. ¿Por qué? Si no había podido salvar a Almereth y a Farnesse.

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Mensaje  Ingela Jue Nov 02 2017, 16:54

Ingela escuchó el relato de la joven elfa y el ofrecimiento que hicieron para ayudar en su plan y salvar a Helyare con una enorme sonrisa en el rostro. Y, no hay que negarlo, algunas lagrimillas de felicidad se escaparon. -Gracias, muchas gracias- le dijo, abrazando a la muchacha. La soltó rápidamente y miró a Aranarth, quien lucía confundido -¿Ves? Eres el único cobarde que prefiere el camino fácil antes de luchar- le dijo, mirándolo con superioridad. Lo que tenía de guapo, lo tenía de tonto.

Luego volteó a mirar a Helyare -Necesito tu ropa y que te despabiles- le dijo, mirándola a los ojos. La pelirroja lucía desconcertada, con cara de no poder dar crédito a lo que escuchaba. La hadita revoloteaba robre la cabeza de ambas -¡Chiri! ¡Chiri!- chillaba una y otra vez, apremiando a Helyare pues tenían que apresurarse. Al mal paso, darle prisa, ¿no es cierto? Pero Aranarth aún no lucía convencido -Tenemos que hacer esto, Aran, por los dioses... ¿qué más hace falta para que te convenzas?- le dijo, taconeando el piso. Chasqueó la lengua y se giró, llevándose a Helyare consigo.

La actitud de Aranarth superaba los límites de la paciencia de Ingela. Para ella era muy claro lo que tenían que hacer. Aunque el llevarlo a cabo le parecía difícil y complicado, el objetivo en si era muy sencillo. Destrozó el corazón de la dragona el que a Aranarth le importara más su posición en su clan que la vida de su amiga. Y es que si ella realmente ella hubiese traicionado a su pueblo, entendería un poco, pero no fue así, y ha demostrado todo el tiempo que es una buena persona, leal, noble, gruñona, sí, pero generosa y desinteresada. Ingela le había agarrado un enorme cariño y no quería ser cómplice de la muerte de alguien tan bueno, alguien que le había ayudado y con quien había vivido experiencias inolvidables. Había cuestionado a Aranarth cómo sería su vida tras la muerte de Hely, pero en realidad no le importaba el cargo de conciencia que él tendría, era el suyo propio, el tener que vivir con el hecho de no haber intentado salvarla. ¿Qué clase de persona sería si entregaba a la elfa flaca? Una mala persona, mala amiga, una deshonra para sus padres, una mala amiga.

Mientras, seguía a la elfa del clan Telanadas, llevando a Helyare de la mano, hacia el cadáver que usarían. Tenían que elegir una mujer, joven, con la misma contextura de Hely, lo cual no sería fácil. Las elfas de Telanadas eran generosas con sus curvas, mientras que la pelirroja estaba bien flaquita.
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Mensaje  Helyare Sáb Nov 04 2017, 15:11

Las palabras de Ingela seguían siendo dardos hacia el elfo, quien aún seguía perplejo mirando la escena. La persona a quien habían mandado ajusticiar, su amiga, había salvado a varios miembros de este clan que tan bien les había acogido. Incluso horas antes también se había enfrentado a un brujo. Esa sí era más la Kaeltha que conocía, aunque en esos momentos parecía que su mente no estaba donde estaba su cuerpo.  ¿Serviría de algo si intentaba pedir una absolución de la condena de su amiga haciendo referencia a todos sus actos? Por un instante lo pensó, pero descartó la idea cuando visualizó su cabeza sobre la roca de Sarniâr. No le iban a hacer caso.

Helyare escuchó lo que decían refiriéndose a ella, pero no era capaz de alegrarse por haberles ayudado. Simplemente, se sentía vacía y ya. A pesar de que ya no solo Ingela trataba de salvarla, sino un clan entero. Un clan que la clamaba bajo los nombres de Isilmë y elenrínanna. Nillë parecía más feliz, revoloteaba alrededor de ambas chicas y de la muchacha que había ofrecido su ayuda. El rubio seguía atónito, pensando en todo lo que había pasado en un momento. Había pasado días y días destrozado al pensar que tendría que entregar a su amiga, y ahora un clan entero trataba de salvarla. Pero, ¿y el suyo? Sabía que había lagunas en ese plan. Aun así, no dijo nada. Simplemente se quedó mirando cómo Ingela se llevaba a su amiga, guiadas por los miembros de Telanadas.

Tenían que buscar un cadáver que pudiera pasar por Helyare, algo complicado. Pero tendrían que esperarla durante unos minutos para que se cambiase.

La guiaron hacia una de las cabañas de madera y pidieron sus ropas, tal y como la dragona había pedido. La elfa asintió pero no iba a cambiarse delante de nadie y pidió que la dejaran privacidad. Muchos elfos entendían la desnudez del mismo modo que los humanos, así que respetaron su decisión. En realidad seguían siendo sus cicatrices las que motivaban esa negación a mostrar su cuerpo, más que vergüenza, pues ella nunca había sido criada con ese tipo de pudor. Sobre una de las camas había ropa de colores apagados y una espesa capa que sería de gran ayuda para cuando subiese al norte. La elfa observó la ropa con detenimiento, muy tapada y holgada. Lo primero que pensó fue en cómo podría correr sin engancharse con las ramas… hasta que recordó que no volvería a pisar el bosque.

Justo cuando iba a cambiarse de ropa alguien llamó a la puerta dando pequeños toques –adelante. –La alta figura de Aranarth apareció, cerrando la puerta tras de sí. Ni siquiera avanzó, se quedó ahí apoyado. Ninguno dijo nada hasta pasados unos incómodos segundos que parecieron horas.
Aún no han encontrado a la “persona perfecta”. Y posiblemente haya que usar más fuego –la frase estaba cargada de eufemismos para intentar evitar decir que iban a destrozar un cadáver de uno de sus hermanos para hacerlo pasar por el de Helyare y engañar a sus líderes mientras ella huía. Miró a la elfa, quien estaba cogiendo una de las prendas de ropa. A ella también le afectaba que tuvieran que hacer eso con el cuerpo de alguien que no podría tener la sepultura que merecía, pero una parte de ella se enternecía al pensar que estaban armando todo eso para ella misma. –Istal sa áva melduvan hautanyel. Ma neccë ni, man caruvaccë? –Terminó con un suspiro, llevándose el pelo hacia atrás. Helyare miró al rubio y se acercó, dibujando una tenue sonrisa en su rostro.
Oanteltolvë i  Romenardato  quetimielyen sa úmerneccë carë.  Istanye. Istaccë sa caruvanye… canye –esas palabras fueron como un jarro de agua helada para Aranarth, quien giró la cabeza tratando de esquivar la mirada de su amiga. Pero Helyare acercó su mano a la barbilla de él para hacer que la volviese a mirar. –Alassia nin an úaxarnieccë. Careccë mauya len, carelyë vandë.

Eso no le hacía sentirse mejor y más sabiendo que ella se arriesgaría por salvar su vida si fuera al revés, tal y como había hecho con su hermano. Helyare se volvió a girar para buscar la ropa y Nillë, harta de no entenderles hablar, tardó poco en echar al elfo de la casa –Chiri…
Era más útil buscando cuerpos que interrumpiendo a Helyare. Antes de irse, la elfa le dio su ropa y él se largó sin decir mucho más. Se sentía muy mal después de haber escuchado las palabras de Ingela y también las de su amiga. Pero no era el único, Helyare también caviló, mientras se vestía, en las consecuencias que podría haber para él si algo salía mal. Y se negaba a pensar que alguien como Aran pudiera perderlo todo por protegerla.

Mientras tanto, él se acercó a Ingela y le tendió la ropa de la elfa –está terminando de vestirse. ¿Habéis encontrado a alguien que pueda pasar por ella? Tiene que ser lo más idéntica posible –recalcó lo que ya todos sabían, pero su vida pendía de ese plan y no quería fallos –, pero que no se pueda identificar su rostro –miró a la dragona. –Si aún necesitas ayuda para elegir un cuerpo, lo haré –en ese momento, Helyare se unió a ellos para ayudarles con su tarea, junto con Nillë.

Quiero colocar velas de Samhain para todos ellos –comentó, doblándose las mangas de la camisa que le habían dado –, se lo merecen. Y quiero otras dos velas más, por favor.  Hubo dos elfos que también me ayudaron a luchar contra la bruja de los Lombardi y el camarlengo. Y… gracias por todo. Pero no tenéis por qué hacer esto –miró a Ingela –no es necesario.
Todos escucharon sus palabras pero no dejaron de moverse para apilar ante ellos los cadáveres que podrían servir, para que eligieran el adecuado. Era tétrica, pero la idea de Ingela era, sin duda, la mejor, y todo el clan estaba de acuerdo con ella.


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Mensaje  Ingela Vie Nov 10 2017, 20:42

El rostro de Ingela era una sinfonía de expresiones. Cada vez que movían uno de los cadáveres, se le iban los colores porque tendría que ver si era útil. Se le revolvía el estómago y las caras de asco mal disimuladas iban y venían. Ella intentaba a toda costa mantenerse fuerte, firme, poderosa, por su amiga, por todos, sobre todo, porque era la artífice de aquel plan descabellado y peligroso.

Cuando llegó Aranarth, no hizo más que señalar lo obvio -Sí, Aranarth, quedará irreconocible... usaré todo el fuego de mis entrañas para que el... pobre cadáver... quede irreconocible- dijo, haciendo una voz gangosa y desganada. Ella sabía cuál era su parte en el plan, aparte de estratega. Levantó la cara y, mirándolo de lado, dijo con su voz normal -Tú más bien preocúpate de pensar en lo que vas a decir a tu gente, lo de la pelea aquí en Telanadas y lo de que un brujo de fuego la calcinó-.

Resopló y, negando con la cabeza, volvió a mirar a la joven que yacía a sus pies, delgada, morena, con hilos de sangre seca saliendo de su boca, nariz y orejas. Lo que haya sido que pasó con ella, fue muy doloroso. La dragona tragó en seco de pensar que hasta después de muerta, el cuerpo de esa chica lo pasaría mal. En su cabeza, Ingelita se cuestionó por primera vez el profanar así un cuerpo. Pero era la única solución que había para salvar a su amiga y todos, incluida la poca familia que quedaba de esa chica, estaban de acuerdo con su plan.

Hasta el momento, era la que más se parecía a Hely en porte y complexión. No es que abundaran las flacas en aquel lugar. Habían encontrado con suerte tres o cuatro cadáveres que se le parecieran, y uno de ellos era de un chico. Cuando llegó la pelirroja junto a ellos, señaló a la morena. -Creo que ella nos puede ayudar- dijo, tratando de ser respetuosa -Pero, y creo que todos estaremos de acuerdo, antes de... intervenirla... deberíamos hacer una ceremonia, para agradecerle a su espíritu, familia y comunidad- le dijo a los dos elfos. -Yo no conozco mucho de ceremonias élficas-.

Tomó la mano de Helyare, viendo que estaba notablemente afectada con todo aquello -Todo estará bien, fahliil, ya verás- le susurró sonriendo, mientras Nillë revoloteaba alegre sobre sus cabezas.
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Mensaje  Helyare Mar Nov 14 2017, 13:56

El elfo no paraba de mirar el cadáver que estaba en el suelo. Trataba de ver si sería igual que su amiga una vez que la dragona hiciese lo suyo con el cuerpo, pero no paraba de encontrar fallos y pensar que ese plan no iba a funcionar. Resopló ligeramente mientras ladeaba su cabeza, tratando de buscar semejanzas entre Kaeltha y esta chica anónima. Era bastante joven, por eso era tan pequeña y delgada. Pero quemada no se identificaría su edad. No pudo evitar sentir algo de ternura por la muchacha, aun después de muerta no se le podría dar el funeral élfico. Pero era necesario para salvar a su amiga… si es que funcionaba el plan. Simplemente asintió cuando Ingela le dijo que tenía que pensar qué decir. Aún no lo había pensado y no era capaz de imaginar qué mentira contaría ante sus propios padres y ante los líderes del clan. ¿Hareth le descubriría? No sabía hasta qué punto la magia de la sacerdotisa podría interferir en sus planes, pero si lo hacía podía darse por muerto.

Cuando Helyare apareció también observó el cadáver con escepticismo. Más bien pensaba lo mismo que su amigo, ¿sería válida? Apretó con fuerza la mano de Ingela y la miró – ¿y si no está bien? ¿Y si nos descubren y…? –su mirada fue a buscar a Aran, que estaba a su lado, aún observando el cuerpo. Se mordió el labio y agachó la cabeza, encontrándose de nuevo con el cadáver de la chica sin nombre.


Entonces te enseñaremos las costumbres élficas, joven dragona –comentó el rubio para tratar de quitar hierro al asunto, ignorando lo que había dicho su amiga y retomando la conversación por donde Ingela había comentado sobre hacerle un ritual a la joven. Todos los elfos del clan se iban acercando, haciendo un círculo alrededor de ellos, portando las velas que Helyare había pedido. La pequeña que antes había estado repartiendo velas fue a entregarles dos nuevas a los tres, con una amplia sonrisa, extendiendo sus pequeñas manitas hacia Helyare, quien las cogió, dedicándole también un gesto agradable a la elfita. –Todos ascenderán desde la tierra para despedirse de sus seres queridos. Si te fijas, hay pequeñas semillas que flotan en el aire, son nuestros antepasados. Nuestros dioses les han dado permiso para volver entre nosotros. Y ella puede que esté aquí con su familia –señaló a la joven que estaba tendida en el suelo, con la cabeza. –Se convertirán en parte del bosque. Su cuerpo y su alma forman parte de los árboles de Sandorai, como deberíamos hacer todos al irnos –su mirada fue hacia Helyare, pues a ella no le esperaba esa muerte tan honrada –, y las velas son para evitar a los malos espíritus y mantener contentos a los buenos –explicó a la dragona.

Helyare miró sus dos velas y luego a la chica morena –quiero saber su nombre. Quiero saber el nombre de todos los que han muerto luchando por defender a su pueblo.
Se llamaba Shairel –dijo un elfo bastante joven que abrazaba a otra elfa más mayor. Era el hermano de la muchacha. Helyare repitió su nombre, mirándola, mientras su familia ponía la vela en su honor.
El honor de Shairel es doble: ha dado la vida defendiendo a sus hermanos y después ayudará a salvar otra vida –añadió el rubio. Helyare miró al elfo y luego se dirigió a la familia.
Yo no soy tan importante como vuestra hija… o hermana –miró al más joven -, si queréis un funeral de honor, de verdadero honor, todavía estáis a tiempo.
Honor es poder salvar la vida de quien nos la salvó a nosotros, elenrínanna –todos parecían estar más que de acuerdo con el plan de la dragona, quien se había acabado llevando la simpatía de la gente mucho antes que los otros dos elfos. ¿Ella era la única que veía qué podía pasar si fallaban?
Todos comenzaron a realizar oraciones a los dioses para que cuidaran el cuerpo de la joven. La peculiaridad es que lo hacían en el idioma común para que Ingela pudiese enterarse de todo.

Después de eso, una larga fila de personas iban mencionando el nombre de sus familiares y se procedía a hacer otros rezos y a colocarlos cerca de los árboles donde serían enterrados, rodeados con velas. El ritual normal hubiera sido con flores, entierros… pero no tenían tanto tiempo como para detenerse a cavar. Y lo sabían. Todos los elfos estuvieron completamente de acuerdo en que lo primordial era realizar el plan de Ingela y después ya, con calma, velar a sus difuntos.

Nillë se metió en el saquito donde acostumbraba a viajar, pues no quería ver a tantos muertos, estaba muy triste, aunque feliz de que su compañera elfa tuviera una amiga que hiciera todo eso por salvarla.

Aprovechando que Helyare estaba rindiendo culto a los dos elfos y hablando con quienes la reclamaban, Aranarth se acercó a Ingela –si todo sale bien te enviaré una carta. A ti exclusivamente, pues nunca más podré dirigirme a ella como si siguiera viva mientras permanezca en Sandorai –se detuvo un momento y carraspeó. –Todavía sigo sin creer que este plan vaya a salir bien, ojalá nuestros dioses nos ayuden. Pero no contaré con su bendición si voy a mentir ante mis padres y ante mis líderes. Aún no sé qué les voy a contar ni cómo. No sé siquiera si la madre de Kaeltha podrá reconocer a su propia hija aunque esté “su” cuerpo calcinado, desconozco hasta dónde llega el poder de su magia. Intento pensar en que todo saldrá bien, pero no me cuesta ver el éxito cuando estamos desafiando a todo en lo que creo –suspiró y esperó unos segundos más, mientras trataba de desenganchar algo de su brazo, aunque le era complicado con la armadura. –Sólo quiero que me hagas una promesa ante  los dioses en los que creas: júrame que la vas a cuidar, y dale esto cuando lleguéis a vuestro destino –dicho eso le tendió el brazalete que ya le había dejado en Claro.


Última edición por Helyare el Miér Nov 22 2017, 13:20, editado 1 vez
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Mensaje  Ingela Lun Nov 20 2017, 20:39

Ingela se veía impávida, segura de lo que hacía y decía. En serio, hablaba con una sabiduría que, de poder escucharse a si misma, la sorprendería enormemente. Pero llegó un punto en el que quedó fuera de si. Estaba cercana la hora de... calcinar el cuerpo. No se debía retrasar mucho más.

Los elfos de Telanadas estaban ya haciendo su ritual de Samhain, prendiendo sus velitas, recitando esos rezos tan bonitos, mientras Ingela miraba el cadaver de la chica. Sintió el pecho apretado y una angustia que la ahogaba de solo pensar en lo que le haría. La niña le entregó una vela e Ingela le respondió con una sonrisa que se borró una vez la pequeñita siguió su camino, repartiendo velas a todos. La joven dragona volvió a mirar el cadáver. Hely hablaba con la familia de la elfa muerta, al parecer les agradecía, no estaba segura.

Aranarth la sacó de su ensimismamiento, diciéndole algo de una carta que le enviaría, dudando de nuevo de la veracidad del plan. Ingela asentía y negaba con la cabeza al escucharlo -Todo saldrá bien... tus dioses ven que salvas la vida de alguien bueno... sus leyes son demasiado estrictas, ¿sabes? Demasiado cerradas... la naturaleza no es así, es flexible, cambia, se transforma- comenzó a hablar, sacando de nuevo esa sabiduría de los dragones -La naturaleza prevalece por eso, porque no se estanca. Y si la naturaleza es creación de los dioses, pues... es porque los dioses son así, ¿no lo crees?- dijo, tomando el brazalete que Aran le ofrecía -Cuidaré de ella, Aranarth, tendrá un hogar en el norte donde será amada y podrá ser una necia amargada durante muchos años- le dijo en voz baja mientras con la otra mano tomaba una de las de él -Y podría ser tu hogar también, si lo deseas- le dijo, apretando con cariño.

´Soltó la mano del elfo y guardó el brazalete en su bolsillo -Tengo trabajo que hacer- le dijo, ahogando una lágrima. En el fondo, no quería tener que destrozar el cuerpo de Shairel para tener que salvar la vida de su amiga, ya que los elfos de su clan la sentenciaron a morir por haber ayudado a un brujo. Era estúpido. ¡La ridiculez más grande! todo. Pero dadas las circunstancias... tendría que ser así.

Cerró los ojos y se concentró en visualizar una hoguera con llamas poderosas y brillantes. Su cuerpo comenzó a transformarse en el de un dragón. Afortunadamente, poseía un pergamino mágico de pudor que resguardaba sus prendas y todo aquello que portara en su forma humana; detestaría el romper su ropa cada vez que se transformaba en dragón. Tras unos segundos, ese dragón rojo con plumas en que ahora se transformaba, apareció frente a los miembros del clan, rugiendo poderosamente.
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Mensaje  Helyare Miér Nov 22 2017, 14:33

Mis Dioses ven que estoy ayudando a una tra… –se detuvo en mitad de la frase, volteando la cabeza para apartar la vista de Ingela. Al instante se llevó la mano a la frente para apartarse los mechones de su cabello de la cara, una costumbre que ya tenía casi como manía, y suspiró. ¿Qué pensar? ¿Estaba haciendo lo correcto o no? ¿Haría lo mismo si hubiese sido otra persona del clan? ¿Se tomaría tantas molestias? –Lo estricto es lo que hace que todo funcione en perfecto equilibrio. Si dejas total libertad la gente no respetará al que está a su lado. El resto de sociedades son individualistas, despegadas, traicioneras… –estaba claro que la diferencia de culturas siempre era notable cuando hablaban esos dos.
El elfo alzó la vista hacia su amiga después de que Ingela le ofreciera ir al Norte, y luego negó –mi hogar está aquí, en Sandorai –comentó con cierto deje de tristeza en la voz bastante bien disimulado con su seriedad habitual, y luego volvió a dirigir la mirada a la dragona. –Sé que la cuidarás –sonrió sutilmente a la vez que acariciaba el dorso de su mano con el pulgar.

Poco después, la chica del norte se convirtió en dragón ante el asombro de todos los elfos, incluida Helyare, quien sólo la había visto una vez más, aparte de esa. Y le salvó la vida, al igual que iba a hacerlo esa vez. Había llegado el momento que menos querían que llegase. La elfa volvió a repetir a la familia de Shairel si estaban seguros de su decisión, pues no habría funeral élfico para ella, sería quemada como lo eran los traidores, el destino que a ella le esperaría de no ser por la elfa caída. Y de nuevo volvieron a decir que sí, pero no tuvieron la fuerza suficiente para estar presentes ante lo que iba a hacer Ingela.

Helyare tampoco era capaz de pedírselo a su amiga, simplemente permaneció allí quieta, junto con la elfa que les había estado ayudando. Aranarth se acercó a ellas, aún bastante serio. Todavía seguían rondando por su cabeza los pensamientos catastróficos del plan de Ingela, y estos competían contra los positivos en los que su amiga se salvaba. Pero, a pesar de salvarse, ya no la volvería a ver. Siempre había parecido un témpano de hielo, aunque estuviese asustado por el destino incierto que le esperaba al presentarse en su clan con el cuerpo de una desconocida, aunque estuviera triste por no volver a ver a Kaeltha… todo eso era reprimido por su infranqueable seriedad y distancia.

Helyare le miró haciendo una leve mueca que imitaba una sonrisa y volvió la cabeza hacia la dragona. No eran los únicos que estaban viendo qué iba a hacer la chica del norte. Excepto los más allegados a Shairel, el resto estaban ahí, mandando su apoyo a quien les había salvado y a su amiga. Incluso la más pequeña de los elfos estaba allí, con los ojos abiertos como platos ante su asombro de ver por primera vez a un dragón real. Todos aguardaron a lo venía.

Si… a pesar de todo, Shairel no puede engañar a nuestros líderes, yo iré contigo al bosque –comentó Helyare con cierta tristeza. A ella también le dolía tener que separarse de él, pero más le dolía pensar que si el plan no salía bien, al  elfo le esperaba una condena como la suya, por traición.
¿Crees que Ingela te dejará venir conmigo? –“¿crees que quiero matarte?” Debería haber sido la pregunta exacta, pero no la formuló, dejó salir una risita muy tenue, como jocosa –no creo que me deje llevarte y no sé si mi espada servirá de algo frente a sus llamas.
Ella sabía que lo decía en broma para intentar quitar hierro al asunto mientras contemplaban el futuro de Shairel.

¿Es cierto que mataste a un cazador de elfos y a una bruja? –Helyare asintió levemente, sin apartar la mirada de su amiga.
¡Acabó con el Camarlengo Pavel! Era… era… ¡Un tipo horrible! A los elfos de Vulwulfar los trataba mal. Quería matarlos, era un hostigador. ¡Y Francesca era cazadora de elfos! ¿Te lo imaginas? Ella y su familia capturan elfos y los llevan a Beltrexus para el campeonato de caza. Y los persiguen por varios lugares para matarlos –intervino la joven, de golpe, hasta que su voz se quedó en un hilo al recordar todo –, y en Sandorai sabemos que tienen una casa. O que la ocupan, no lo sé bien. Pero sé que llevan elfos y… nunca vuelven –miró al rubio con pavor en sus ojos. –Tu amiga nos salvó. A todos nosotros. No merece ninguna condena por parte de los tuyos –Aranarth la miró ligeramente sorprendido porque no esperaba ese ímpetu por parte de la joven, y no supo qué decir. Seguía entre la espada y la pared en su mente. Sus hermanos la acusaban de traidora y sobre ella pusieron una condena que acabaría con su vida; este clan la estaba tratando como si fuera una Alta Sacerdotisa porque les había salvado. ¿A quién creer?
A pesar de que supiera cuál era su deber, siempre intentaba tirar un poco más hacia la joven elfa, pero no era capaz de expresarlo, y más sabiendo en el lío que se iba a meter: traición a su clan, lo más bajo que podía caer. Su cabeza iba a explotar.

Y a pesar de todo, Helyare no dijo nada, estaba callada, con la vista clavada en Ingela. Su cabeza también era un hervidero de ideas y todas tenían su parte mala. Empezando por la incineración de esa joven que ya había sufrido tanto en el ataque de los brujos.
¿Cuándo partiréis hacia el norte? –preguntó Aranarth después de salir de su sorpresa.
No lo sé, Ingela dijo que esperaba a otra persona aquí. ¿Y tú? ¿Cuándo volverás “a casa”?
En cuanto pueda.
Ten mucho cuidado, recuerda lo que te he dicho sobre Shairel –no hubo respuesta, pero ambos sabían que tras cruzar la linde del bosque todo sería incierto y dependería de lo que los dioses decidieran. El elfo carraspeó un momento para aclarar su voz antes de hablar, mas ninguno se miraba.

Quédate un día más, necesito hablar contigo.  
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Mensaje  Ingela Miér Nov 22 2017, 21:05

-Mis Dioses ven que estoy ayudando a una tra…- había dicho Aranarth antes de que ella se transformara. Ella le respondió volteando los ojos, negando con la cabeza, con una expresión de fastidio. Seguía con el que Hely era una traidora. Pero se quedó callado, no terminó la frase. Tal vez fue ver la expresión de la dragona o que por fin aquello que repetía hasta el hastío había dejado de sonar a verdad.

Ahora, desde la altura que le daba su cuerpo bestial, Ingela miraba el cadáver con tristeza que podía ver en los ojos de aquel impresionante dragón. ¿Lo haría allí en frente de todos? ¿Así no más? Hizo un sonido, como un gemido, dando un paso hacia atrás, moviendo la cabeza y el cuerpo en negación.

¡Le estaba costando demasiado hacer aquello! ¿Cómo era posible? Ni que estuviera matándola, si ya estaba bien muerta. Pero estaría haciéndole un daño a sus creencias. Quizás su alma se enojaría. ¿Y si luego la comenzaba a penar? Volvió a acercarse al cuerpo y lo olfateó. Echándose al suelo, reposando la cabeza sobre sus patas delanteras, volvió a olfatearla, rozando suavemente la cabeza de la elfa muerta con la punta del hocico. Luego buscó con la mirada a su amiga. Unas mujeres trajeron la ropa de Helyare y vistieron a la chica con ellas.

Hely estaba como petrificada. Tenía una expresión que Ingela no supo llamar miedo, angustia, ansiedad, o todo lo anterior junto. Junto a ella, Aranarth lucía preocupado, desencajado, y eso era muy extraño, siendo que él jamás permitía que se le vieran sus emociones. Los demás elfos, sin embargo, la miraban y alentaban a continuar. -Es lo correcto- dijo alguno -Vamos, hazlo- escuchó de otro lado. Eran voces tranquilas, sin rencor alguno. Todo lo contrario. A pesar de todo, en el aire se sentía amor.

Ingela, como dragón, se paró enérgica y resopló, bufando, tomó el cadáver suavemente entre sus dientes y lo apartó de los demás, pidiendo espacio al extender sus alas. Se apartó y tomó aire. Con un rugido exhaló su poderoso fuego en un largo aliento que hizo que la ropa de la chica se prendiera en fuego. Se detuvo para tomar más aire y volvió a soplar fuego sobre ella. Repitió una y otra, y otra vez, rodeandola para que el fuego le llegara por todas partes.

El olor a carne y cabello quemado era horrible. Así como el espectáculo de un cuerpo que se quema. Muchos voltearon para no ver, otros más prefirieron irse. La piel se ennegreció hasta carbonizarse y desaparecer. El cuerpo se fue contrayendo a medida que se quemaba más y más. Pronto el rostro había desaparecido, algunas partes eran hueso negro, las cuencas vacías. En un momento, Ingela se tuvo que detener. Antes había tenido que usar su fuego para defenderse y sabía cómo era un cuerpo con graves quemaduras, pero jamás lo había hecho para quemarlo por completo.

Le dolía el estómago y estaba muy cansada, pero aún tenía que terminar.
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Mensaje  Helyare Sáb Nov 25 2017, 00:59

Ambos elfos hablaban sin apartar la vista de la dragona. Querían estar con ella en esos momentos aunque no fuese necesario. Helyare permanecía seria, petrificada, pero era incapaz de voltearse y darle la espalda a quien le estaba salvando la vida. Y Aranarth veía honorable permanecer al lado de Ingela en esos momentos. Era muy duro dar muerte a alguien, pero más duro era cebarse con un cadáver de ese modo, cuya alma no podría descansar con las otras. Esa noche habría que pedir por ella.

Mientras la joven elfa del clan daba tan buenas referencias sobre Helyare, esta avanzó un par de pasos para intentar ayudar a Ingela, pues se veía incapaz de hacerlo. Dudaba, miraba el cadáver con cierto fastidio, y la pelirroja vio la oportunidad de detenerlo, mas no pudo hacerlo porque su amiga extendió sus alas en señal de que necesitaba su espacio. Con cierta tristeza, Helyare regresó junto a los dos elfos rubios. Sin saber bien por qué, aceptó la propuesta de Aranarth de quedarse en Telanadas un día más. Así podrían despedirse.

El fuego salió de las entrañas de Ingela y la expresión de ambos elfos cambió. No se fijaron en los otros, tan sólo podían ver la llamarada que salía de la dragona y que estaba reduciendo a cenizas el cadáver de Shairel. Nunca la habían visto en esa situación. Sí convertida en dragón, pero nunca escupiendo semejantes llamaradas.
Helyare cruzó los brazos, colocando sus manos un poco más abajo de sus hombros, como si tuviera frío. Y realmente estaba sintiendo frío, era la pena que invadía su cuerpo ante esa situación. No culpaba a la dragona, ni mucho menos. Se culpaba a sí misma por no haber aceptado su responsabilidad y de ese modo, Ingela no tendría que estar sufriendo mientras profanaba un cadáver de ese modo tan duro. No conseguía sentirse aliviada ni con el apoyo que los elfos le brindaban. Sabía que lo estaba pasando mal, que la joven del norte era muy respetuosa con las costumbres funerarias. Y Helyare le había explicado en una ocasión que los cadáveres no se quemaban de acuerdo a sus costumbres.
Y todo por ella…

Mientras la joven había estado soltando las bocanadas, algunos se habían retirado, otros se habían volteado… pocos eran los que tenían la osadía de contemplar cómo se iba marchitando Shairel.
La elfa trataba de no cerrar los ojos, pero sus gestos eran horribles al notar el olor a la piel y el pelo quemándose. Sus manos se apretaron más contra sus brazos.

Aranarth tampoco lo estaba pasando bien, pero él sabía disimular mejor sus expresiones. Siempre permanecía serio, aunque era innegable que estaba nervioso. Una de sus manos descansaba sobre la empuñadura de su espada, gesto que solía hacer al no estar tranquilo. Pero una mirada hacia su compañera le hizo dejar de disimular con su porte intachable y hacer algo.
En cuanto vio que la dragona se detuvo se acercó a ella, asegurándose de hacer algo de ruido en su caminar para que ella notase su presencia. –Ingela –su expresión volvió a tornarse impasible, tratando de disimular el mal olor y la terrible vista que tenía a escasos metros de él. No iba a hacer sentir peor a la dragona, su cara trató de reflejar fraternidad mostrando una leve sonrisa calmada –, creo que ya es suficiente. Lo has hecho muy bien, es irreconocible. No es necesario que sigas –el elfo extendió una mano hacia ella en señal de gratitud.
Lo que él pretendía era acabar con el sufrimiento que eso le originaba a la joven norteña y también a su amiga, quien no tardó en acercarse a ambos para brindar apoyo a la dragona.

El olor seguía siendo muy fuerte y cada vez más insoportable, pero ambos evitaron gestos referidos a eso.
Eres… una gran amiga –esas palabras salieron de la boca de la elfa, quien rara vez las decía.

De reojo, Aranarth miró el cadáver de Shairel para ver hasta qué punto era irreconocible o si daba alguna pista de que no fuera la verdadera Kaeltha.



Horas más tarde



Habían sugerido a Ingela que descansara, agraciándola con multitud de detalles que denotaban agradecimiento por lo que había hecho. Mientras tanto, Helyare, Aranarth y otros elfos estaban fuera preparando la última parte del plan. Otro grupo estaba preparando a la joven calcinada para que el guerrero se la llevase.
Quiero que estés bien –comentó Helyare a su amigo, mientras miraba al grupo que se encargaba de Shairel.
Lo estaré.
Si me lo permite, yo iré con él. Puedo reforzar la historia que dijo Ingela, podemos ir varios al territorio del Clan Eytherzair y tratar de convencerles de la veracidad de sus palabras –la joven que les había acompañado ahora también se ofrecía a ir con Aranarth ante sus líderes. Ambos elfos se voltearon para mirarla con incredulidad. –Os ayudaremos tanto como vosotros nos habéis ayudado a nosotros –parecía decidida a hacer todo lo posible porque no tuvieran que despedir a nadie más, ni siquiera a los que habían llegado “extranjeros”.
Helyare y Aran se miraron un momento y después asintieron ante la muchacha, aceptando su propuesta. La sacerdotisa del clan y uno de los ancianos también se ofrecieron a acompañar al guerrero.

Después de agradecerles y pedirles que cuidaran bien a su amigo, Helyare decidió retirarse para descansar, el día había sido demasiado largo y agotador para ella.
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