Punto de inflexión [Privado][Cerrado]
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Su visita al puerto fue breve, la hechicera buscaba el barco de Gabrielle y no tardó en encontrarlo atracado en el muelle, pero por desgracia cuando subió a bordo la capitana no estaba en condiciones de atenderla. La tripulación al completo se había corrido una buena juerga aquella noche y ahora dormían tras la borrachera, así que no le quedó más remedio, tomó pluma y pergamino del estudio de la rubia y le dejó una nota clavada en el mapa con el que solía orientarse para navegar. “Necesito que me hagas un favor, lleva tu barco al norte y reúnete conmigo en el punto señalado tan pronto como puedas. Elen.” Una vez dejado el mensaje se marchó a toda prisa, consciente de que a caballo le llevaría más tiempo alcanzar el lugar de amarre que Gabrielle solía usar cuando viajaba a los fríos reinos del norte.
Sombra era rápido pero no viajaría sola, tenía que reunirse con Melena Blanca en el bosque antes de continuar su camino hacia isla volcánica, y teniendo en cuenta su tamaño, buscar una montura para el leónico parecía bastante difícil. Seguramente tendría que adecuar su paso al que marcase el centinela del este, algo que podía echar por tierra su plan de alcanzar el territorio de Amaterasu sin que Alister la alcanzase, pero al menos debía intentarlo. Por lo pronto debía abandonar Lunargenta y llegar al punto en que el hombre bestia había decidido quedarse acampado, movido por su unión al bosque y por la reticencia a visitar una ciudad infectada de maldad. Ciertamente no era el mejor lugar del mundo, había ladrones, asesinos, estafadores y maleantes por doquier, así que podía entender su posición, aunque no todo el mundo era así.
Elen espoleó su caballo e inició una carrera a través de las adoquinadas calles, cabalgando como si la llevara el diablo hasta traspasar los muros de Lunargenta y dejarlos atrás. Los guardias que vigilaban las puertas tuvieron que apartarse bruscamente para no ser arrollados por el negro corcel, pero cubierta como estaba con la capa y la capucha, no alcanzaron a reconocerla. Pronto comenzó a llover y la joven dio gracias por ello, su olor desaparecería gracias al agua y también las huellas de Sombra, lo que dificultaría aún más al cazador que pudiese seguirla.
Una vez pasada la primera línea de árboles, dejando atrás Vulwufar y Baslodia, redujo el paso, no quería agotar a su montura ya que les esperaba un largo viaje a través del bosque hasta la estepa y luego las gélidas tierras del norte, así que bastaría con un trote ligero para avanzar a buen ritmo, al menos de momento. Echando cuentas, y si conseguía aprovechar toda la noche, la joven tendría una ventaja considerable sobre el dragón, que con suerte tardaría un poco en darse cuenta de su marcha. Nadie la había visto abandonar la posada así que no tendría forma de saber cuándo se había ido, aunque su destino si podría imaginarlo. Amaterasu era la última centinela que quedaba por convencer y él sabía que antes de conseguir tal cosa la benjamina de los Calhoun tenía que saldar cuentas con la nigromante, cumpliendo su palabra y realizando la tarea que ni la propia Amaterasu se veía capaz de lograr.
Aquello por supuesto no pintaba nada bien para la tensai de aire, pero no le quedaba más remedio que intentarlo, necesitaba reunir de una vez por todas a sus hermanos para la batalla final contra los jinetes. Sin detenerse, la de cabellos cenicientos continuó a través del bosque hasta llegar al pantano misterioso, lugar en que todos sus sentidos se agudizaron ya que había tenido más de un problema con las criaturas de la zona. La lluvia arreciaba con fuerza y había empapado ya su capa, así que sin opciones, buscó una cueva lo suficientemente grande para que pudieran resguardarse tanto ella como su caballo, al menos durante unas horas. Revisó la caverna espada en mano, y en cuanto pudo asegurar que no había nada dentro, tomó las riendas de Sombra y lo guió al interior, al tiempo que se retiraba la capucha.
Retiró la silla de montar con las alforjas de su lomo y se preparó para pasar allí el tiempo que tardase en amainar, reuniendo algunos trozos de leña para encender un pequeño fuego con que calentarse y secar su ropa. También había traído algo de comida consigo pero no tenía hambre, sus pensamientos iban una y otra vez al cúmulo de sentimientos que había percibido del dragón, y eso provocó que sus ojos volvieran a empañarse mientras aguardaba sentada a la entrada de la cueva, con la vista perdida en algún punto del bosque. Sin saberlo, alguien estaba siendo testigo de su tristeza, pero no decidió mostrarse, le habían dicho que no lo hiciera.
Alister
Después de todo lo ocurrido el dragón solo quería que aquella maldita noche terminase, quería olvidarlo todo, el ataque a la hechicera, su lucha en el puerto para recuperar el medallón y sobretodo… la petición de Elen, petición que seguía sin asimilar. No podía creer que le hubiese pedido que la matase de ser preciso, era algo que no estaba dispuesto a hacer de ninguna manera, y eso tendría que hacerle entender al día siguiente, cuando ambos estuviesen más calmados y pudiesen hablar tranquilamente. Estaba seguro de que ella insistiría, pero su mayor miedo era que ahora no eran solo ellos dos, no, Melena Blanca los esperaba en el bosque, y el leónico quizá aceptase lo que la hechicera pedía.
Debía impedirlo, ¿pero cómo? Aún no lo sabía. Cansado, se dejó vencer por el sueño, aunque no pudo descansar mucho, los malos recuerdos se adueñaron de su mente, provocándole pesadillas. Su hermana Emily volvió a aparecer tendida en la cama y sin vida, pero pronto su rostro fue sustituido por el de la centinela, una imagen que no quería ver. No podía perderla a ella también, no lo soportaría. Alterado por las imágenes, Alister despertó de forma repentina, abriendo mucho los ojos y alegrándose de que todo hubiese sido un mal sueño.
Se incorporó hasta quedar sentado en la cama, y entonces pudo comprobar que los primeros rayos de la mañana empezaban a colarse por entre las cortinas, estaba amaneciendo. Aquel día se suponía que tenía que acudir a un entrenamiento bien temprano así que no perdió el tiempo, se levantó y fue al baño para asearse y cambiarse de ropa, tras lo cual tomó su espada y abandonó la habitación, deteniéndose frente a la puerta de la bruja. Alzó una mano para tocar pero se detuvo indeciso durante unos instantes, después de la mala noche que había tenido quizá fuese mejor no despertarla, se dijo, así que optó por bajar las escaleras y dirigirse al campo en que le esperaba su instructor, con el que estuvo practicando un par de horas.
Aquello no solo le ayudó a mejorar su técnica sino también a despejar la mente, algo que le vendría bien de cara a la conversación que debía tener con Elen. A su regreso, Alister observó que la ventana de la joven estaba abierta de par en par así que supuso que había despertado, pero también se percató de que su caballo no estaba en el establo, detalle que podría indicar que había salido a alguna parte. Al parecer tendría que esperar para poder aclarar las cosas con ella. Entró en la posada y se dirigió hacia la barra, donde el propietario terminaba de colocar unos barriles de cerveza que acababan de traerle. - Buenas, ¿ha dejado Elen algún recado para mí? - preguntó, captando la atención del hombre. - ¿La bruja? No ha pasado por aquí. - le respondió el tabernero. - ¿Cómo qué no? Su caballo no está en el establo. - replicó el dragón, pero aquel hombre no podía brindarle más información.
De pronto aquella ventana abierta tomó otro significado para él, y sin perder ni un segundo, subió las escaleras y utilizó su copia de la llave para entrar en la habitación de la centinela. La cama estaba fría, no había dormido allí, y buena parte de sus cosas habían desaparecido, varias mudas de ropa, sus armas y armadura, las pociones e ingredientes, se había llevado casi todo, dejando únicamente una escueta nota de despedida para él. Alister la leyó y la arrugó hasta hacer una bola con ella, tenía que dar con Elen antes de que cometiese una estupidez.
Maldijo interiormente mientras abandonaba la estancia cerrando tras de sí, y de inmediato volvió a bajar para dirigirse a los establos en busca de algún rastro que seguir, pero la lluvia lo había borrado todo. - Mierda. - masculló entre dientes, incorporándose y pensando a dónde podría haberse ido, aunque eso no era difícil de imaginar. Su siguiente parada era isla volcánica, pero ¿cómo se le ocurría ir sola al encuentro de la nigromante sabiendo lo peligrosa que era? No, antes de acercarse al territorio de Amaterasu tendría que reunirse con Melena Blanca en los bosques del este, allí debía alcanzarlos.
Sin planificar nada, Alister se alejó de los caballos y comenzó a transformarse, alzando el vuelo en cuanto completó su forma bestial.
Su visita al puerto fue breve, la hechicera buscaba el barco de Gabrielle y no tardó en encontrarlo atracado en el muelle, pero por desgracia cuando subió a bordo la capitana no estaba en condiciones de atenderla. La tripulación al completo se había corrido una buena juerga aquella noche y ahora dormían tras la borrachera, así que no le quedó más remedio, tomó pluma y pergamino del estudio de la rubia y le dejó una nota clavada en el mapa con el que solía orientarse para navegar. “Necesito que me hagas un favor, lleva tu barco al norte y reúnete conmigo en el punto señalado tan pronto como puedas. Elen.” Una vez dejado el mensaje se marchó a toda prisa, consciente de que a caballo le llevaría más tiempo alcanzar el lugar de amarre que Gabrielle solía usar cuando viajaba a los fríos reinos del norte.
Sombra era rápido pero no viajaría sola, tenía que reunirse con Melena Blanca en el bosque antes de continuar su camino hacia isla volcánica, y teniendo en cuenta su tamaño, buscar una montura para el leónico parecía bastante difícil. Seguramente tendría que adecuar su paso al que marcase el centinela del este, algo que podía echar por tierra su plan de alcanzar el territorio de Amaterasu sin que Alister la alcanzase, pero al menos debía intentarlo. Por lo pronto debía abandonar Lunargenta y llegar al punto en que el hombre bestia había decidido quedarse acampado, movido por su unión al bosque y por la reticencia a visitar una ciudad infectada de maldad. Ciertamente no era el mejor lugar del mundo, había ladrones, asesinos, estafadores y maleantes por doquier, así que podía entender su posición, aunque no todo el mundo era así.
Elen espoleó su caballo e inició una carrera a través de las adoquinadas calles, cabalgando como si la llevara el diablo hasta traspasar los muros de Lunargenta y dejarlos atrás. Los guardias que vigilaban las puertas tuvieron que apartarse bruscamente para no ser arrollados por el negro corcel, pero cubierta como estaba con la capa y la capucha, no alcanzaron a reconocerla. Pronto comenzó a llover y la joven dio gracias por ello, su olor desaparecería gracias al agua y también las huellas de Sombra, lo que dificultaría aún más al cazador que pudiese seguirla.
Una vez pasada la primera línea de árboles, dejando atrás Vulwufar y Baslodia, redujo el paso, no quería agotar a su montura ya que les esperaba un largo viaje a través del bosque hasta la estepa y luego las gélidas tierras del norte, así que bastaría con un trote ligero para avanzar a buen ritmo, al menos de momento. Echando cuentas, y si conseguía aprovechar toda la noche, la joven tendría una ventaja considerable sobre el dragón, que con suerte tardaría un poco en darse cuenta de su marcha. Nadie la había visto abandonar la posada así que no tendría forma de saber cuándo se había ido, aunque su destino si podría imaginarlo. Amaterasu era la última centinela que quedaba por convencer y él sabía que antes de conseguir tal cosa la benjamina de los Calhoun tenía que saldar cuentas con la nigromante, cumpliendo su palabra y realizando la tarea que ni la propia Amaterasu se veía capaz de lograr.
Aquello por supuesto no pintaba nada bien para la tensai de aire, pero no le quedaba más remedio que intentarlo, necesitaba reunir de una vez por todas a sus hermanos para la batalla final contra los jinetes. Sin detenerse, la de cabellos cenicientos continuó a través del bosque hasta llegar al pantano misterioso, lugar en que todos sus sentidos se agudizaron ya que había tenido más de un problema con las criaturas de la zona. La lluvia arreciaba con fuerza y había empapado ya su capa, así que sin opciones, buscó una cueva lo suficientemente grande para que pudieran resguardarse tanto ella como su caballo, al menos durante unas horas. Revisó la caverna espada en mano, y en cuanto pudo asegurar que no había nada dentro, tomó las riendas de Sombra y lo guió al interior, al tiempo que se retiraba la capucha.
Retiró la silla de montar con las alforjas de su lomo y se preparó para pasar allí el tiempo que tardase en amainar, reuniendo algunos trozos de leña para encender un pequeño fuego con que calentarse y secar su ropa. También había traído algo de comida consigo pero no tenía hambre, sus pensamientos iban una y otra vez al cúmulo de sentimientos que había percibido del dragón, y eso provocó que sus ojos volvieran a empañarse mientras aguardaba sentada a la entrada de la cueva, con la vista perdida en algún punto del bosque. Sin saberlo, alguien estaba siendo testigo de su tristeza, pero no decidió mostrarse, le habían dicho que no lo hiciera.
Alister
Después de todo lo ocurrido el dragón solo quería que aquella maldita noche terminase, quería olvidarlo todo, el ataque a la hechicera, su lucha en el puerto para recuperar el medallón y sobretodo… la petición de Elen, petición que seguía sin asimilar. No podía creer que le hubiese pedido que la matase de ser preciso, era algo que no estaba dispuesto a hacer de ninguna manera, y eso tendría que hacerle entender al día siguiente, cuando ambos estuviesen más calmados y pudiesen hablar tranquilamente. Estaba seguro de que ella insistiría, pero su mayor miedo era que ahora no eran solo ellos dos, no, Melena Blanca los esperaba en el bosque, y el leónico quizá aceptase lo que la hechicera pedía.
Debía impedirlo, ¿pero cómo? Aún no lo sabía. Cansado, se dejó vencer por el sueño, aunque no pudo descansar mucho, los malos recuerdos se adueñaron de su mente, provocándole pesadillas. Su hermana Emily volvió a aparecer tendida en la cama y sin vida, pero pronto su rostro fue sustituido por el de la centinela, una imagen que no quería ver. No podía perderla a ella también, no lo soportaría. Alterado por las imágenes, Alister despertó de forma repentina, abriendo mucho los ojos y alegrándose de que todo hubiese sido un mal sueño.
Se incorporó hasta quedar sentado en la cama, y entonces pudo comprobar que los primeros rayos de la mañana empezaban a colarse por entre las cortinas, estaba amaneciendo. Aquel día se suponía que tenía que acudir a un entrenamiento bien temprano así que no perdió el tiempo, se levantó y fue al baño para asearse y cambiarse de ropa, tras lo cual tomó su espada y abandonó la habitación, deteniéndose frente a la puerta de la bruja. Alzó una mano para tocar pero se detuvo indeciso durante unos instantes, después de la mala noche que había tenido quizá fuese mejor no despertarla, se dijo, así que optó por bajar las escaleras y dirigirse al campo en que le esperaba su instructor, con el que estuvo practicando un par de horas.
Aquello no solo le ayudó a mejorar su técnica sino también a despejar la mente, algo que le vendría bien de cara a la conversación que debía tener con Elen. A su regreso, Alister observó que la ventana de la joven estaba abierta de par en par así que supuso que había despertado, pero también se percató de que su caballo no estaba en el establo, detalle que podría indicar que había salido a alguna parte. Al parecer tendría que esperar para poder aclarar las cosas con ella. Entró en la posada y se dirigió hacia la barra, donde el propietario terminaba de colocar unos barriles de cerveza que acababan de traerle. - Buenas, ¿ha dejado Elen algún recado para mí? - preguntó, captando la atención del hombre. - ¿La bruja? No ha pasado por aquí. - le respondió el tabernero. - ¿Cómo qué no? Su caballo no está en el establo. - replicó el dragón, pero aquel hombre no podía brindarle más información.
De pronto aquella ventana abierta tomó otro significado para él, y sin perder ni un segundo, subió las escaleras y utilizó su copia de la llave para entrar en la habitación de la centinela. La cama estaba fría, no había dormido allí, y buena parte de sus cosas habían desaparecido, varias mudas de ropa, sus armas y armadura, las pociones e ingredientes, se había llevado casi todo, dejando únicamente una escueta nota de despedida para él. Alister la leyó y la arrugó hasta hacer una bola con ella, tenía que dar con Elen antes de que cometiese una estupidez.
Maldijo interiormente mientras abandonaba la estancia cerrando tras de sí, y de inmediato volvió a bajar para dirigirse a los establos en busca de algún rastro que seguir, pero la lluvia lo había borrado todo. - Mierda. - masculló entre dientes, incorporándose y pensando a dónde podría haberse ido, aunque eso no era difícil de imaginar. Su siguiente parada era isla volcánica, pero ¿cómo se le ocurría ir sola al encuentro de la nigromante sabiendo lo peligrosa que era? No, antes de acercarse al territorio de Amaterasu tendría que reunirse con Melena Blanca en los bosques del este, allí debía alcanzarlos.
Sin planificar nada, Alister se alejó de los caballos y comenzó a transformarse, alzando el vuelo en cuanto completó su forma bestial.
Última edición por Elen Calhoun el Mar Ene 23 2018, 11:52, editado 1 vez
Elen Calhoun
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Re: Punto de inflexión [Privado][Cerrado]
La lluvia tardó varias horas en cesar, dando a la hechicera el tiempo necesario para poner en orden sus pensamientos y auto convencerse de que había hecho lo mejor para ambos, aunque doliese. Sin embargo, no pudo evitar que las lágrimas recorriesen sus rostro, detalle que llamó la atención de quien la observaba desde el bosque. Unos ojos color tierra la siguieron mientras se levantaba para preparar nuevamente a su montura y retomar el camino, aún era de noche y con el suelo lleno de barro no era recomendable viajar pero nada de aquello parecía importar a la mujer, que sin duda debía estar huyendo de algo malo. ¿La estarían persiguiendo? Se preguntó mentalmente la observadora, con expresión preocupada.
No debía delatarse, le habían dicho que se mantuviese oculta en el bosque hasta que volviesen a por ella, pero de eso hacía ya varios días y nadie había aparecido para llevarla a casa, hecho que la entristecía. Aquella mujer era la primera persona con la que se cruzaba desde el incidente en que había quedado sola, y por alguna razón sintió el impulso de seguirla, quizá ella pudiese ayudarla se dijo, aunque primero debía asegurarse de que no representaba un peligro. Viendo que estaba a punto de marcharse, la observadora se preparó para partir tras ella a pesar de su clara desventaja, ya que iría a pie mientras la extraña se movía a caballo. En realidad no importaba, el bosque era su amigo y la ayudaría a no perder el rastro de la mujer, tarea que la reciente lluvia le facilitaría.
Los cascos del caballo dejaban huellas claras a su paso, a lo que debía sumar que la bruja utilizaba su elemento para iluminar el camino con un precioso orbe celeste, luz que resultaba muy fácil de seguir a pesar de la distancia. Sin detenerse, Elen avanzó en dirección al campamento de Melena Blanca esperando alcanzarlo poco después del alba si todo iba bien, consciente de que entonces se acabaría su ventaja, Alister despertaría y se daría cuenta de que se había marchado. El dragón podía ser muy terco, igual que ella, así que intentaría encontrarla, pero si lograba reunirse con el centinela y emprender la marcha hacia el norte quizá tuviesen una oportunidad de alcanzar los dominios de Amaterasu antes de que diese con ellos.
Para ello necesitaba la ayuda de Gabrielle, o más bien su barco, con el que planeaba cruzar el mar y alcanzar isla volcánica. Una vez allí estaba casi segura de que las cosas se le pondrían difíciles, aún debía un favor a la hechicera y sin duda se trataría de una tarea casi imposible y muy peligrosa, pero debía hacer honor a su palabra y ganarse el apoyo de Amaterasu, así que no le quedaba más opción que intentarlo. La benjamina de los Calhoun sintió la presión cuando el cielo comenzó a clarear, debía darse prisa o Alister los encontraría, y la verdad era que no quería verse en esa situación, no sabía cómo actuar con él ahora que había descubierto lo que sentía.
Espoleó su montura para acelerar el paso, algo que aumentó la distancia entre ella y su perseguidora, de cuya presencia se habría percatado si no hubiese estado tan centrada en la idea de huir de su compañero. Por su parte, la pequeña observadora no se rindió, siguió caminando sin perder de vista el brillante orbe de electricidad, aunque su cuerpo comenzaba a cansarse. La realidad era que no podría seguirle el paso durante mucho tiempo, lo cual la obligaría a descubrirse para captar la atención de la mujer y con ello, poder pedirle ayuda.
Después de pasar casi toda la noche en vela, y calculando que le quedaban aún un par de horas para el amanecer, Elen detuvo el caballo y se bajó de la silla, para acto seguido atar las riendas de su montura a un árbol cercano y sentarse contra el tronco del mismo, permitiéndose cerrar los ojos durante unos minutos. No le serviría de nada llegar agotada a su encuentro con Melena Blanca, aún les quedaba por delante un largo viaje en el cual tendrían que hacer lo posible por mantenerse ocultos, algo fácil de decir pero no de hacer cuando tu compañero de viaje mide más de dos metros y su blanco pelaje destaca entre verde de la vegetación. Ni siquiera sabía cómo le explicaría la situación, y la verdad era que no tenía ganas de entrar en detalles sobre el porqué de su separación con Alister, pero algo tendría que decir.
Dejando esas preocupaciones a un lado, la de cabellos cenicientos cerró los ojos y trató de descansar un poco, momento que su perseguidora aprovechó para alcanzarla y recuperar el aliento, su cuerpo no estaba hecho para aquellas largas caminatas, aún no. Aprovechando que la mujer parecía dormida, dedicó unos minutos a dejar una señal que pudiese llamar su atención cuando despertase, optando por no descubrirse todavía ya que no podía estar segura de que fuese inofensiva.
Los primeros rayos de la mañana interrumpieron el sueño de la tensai, obligándola a abrir los ojos y proseguir su camino, no sin antes reparar en algo que estaba segura de no haber visto al sentarse. A apenas un par de metros de su posición y en medio de dos árboles, había una rosa blanca que parecía haber brotado mientras dormía, completamente florecida y solitaria, algo extraño cuanto menos. Elen frunció levemente el ceño mientras se levantaba, se acercó a la flor y la observó durante unos instantes, extrañada al ver que no parecía un rosal normal y corriente, no, solo había un tallo y era el de la propia rosa, pero no tenía tiempo para ponerse a investigar al respecto. Subió a su montura y volvió a emprender la marcha hacia el campamento de Melena Blanca, lugar que no tardó mucho en encontrar.
El leónico ya estaba despierto y vigilaba el fuego mientras su desayuno se cocinaba, pero de inmediato se percató de su llegada y levantó la vista para cruzarla con la de la hechicera. - Tenemos que irnos. - indicó Elen nada más llegar. - ¿Y el dragón? - preguntó Melena Blanca, ladeando la cabeza y comprobando al momento que no se encontraba tras ella. - No viene con nosotros. - respondió la bruja, sin dar más detalles.
Justo en aquel instante, en Lunargenta Alister acababa de regresar a la posada tras su entrenamiento, descubriendo la fuga de la hechicera.
No debía delatarse, le habían dicho que se mantuviese oculta en el bosque hasta que volviesen a por ella, pero de eso hacía ya varios días y nadie había aparecido para llevarla a casa, hecho que la entristecía. Aquella mujer era la primera persona con la que se cruzaba desde el incidente en que había quedado sola, y por alguna razón sintió el impulso de seguirla, quizá ella pudiese ayudarla se dijo, aunque primero debía asegurarse de que no representaba un peligro. Viendo que estaba a punto de marcharse, la observadora se preparó para partir tras ella a pesar de su clara desventaja, ya que iría a pie mientras la extraña se movía a caballo. En realidad no importaba, el bosque era su amigo y la ayudaría a no perder el rastro de la mujer, tarea que la reciente lluvia le facilitaría.
Los cascos del caballo dejaban huellas claras a su paso, a lo que debía sumar que la bruja utilizaba su elemento para iluminar el camino con un precioso orbe celeste, luz que resultaba muy fácil de seguir a pesar de la distancia. Sin detenerse, Elen avanzó en dirección al campamento de Melena Blanca esperando alcanzarlo poco después del alba si todo iba bien, consciente de que entonces se acabaría su ventaja, Alister despertaría y se daría cuenta de que se había marchado. El dragón podía ser muy terco, igual que ella, así que intentaría encontrarla, pero si lograba reunirse con el centinela y emprender la marcha hacia el norte quizá tuviesen una oportunidad de alcanzar los dominios de Amaterasu antes de que diese con ellos.
Para ello necesitaba la ayuda de Gabrielle, o más bien su barco, con el que planeaba cruzar el mar y alcanzar isla volcánica. Una vez allí estaba casi segura de que las cosas se le pondrían difíciles, aún debía un favor a la hechicera y sin duda se trataría de una tarea casi imposible y muy peligrosa, pero debía hacer honor a su palabra y ganarse el apoyo de Amaterasu, así que no le quedaba más opción que intentarlo. La benjamina de los Calhoun sintió la presión cuando el cielo comenzó a clarear, debía darse prisa o Alister los encontraría, y la verdad era que no quería verse en esa situación, no sabía cómo actuar con él ahora que había descubierto lo que sentía.
Espoleó su montura para acelerar el paso, algo que aumentó la distancia entre ella y su perseguidora, de cuya presencia se habría percatado si no hubiese estado tan centrada en la idea de huir de su compañero. Por su parte, la pequeña observadora no se rindió, siguió caminando sin perder de vista el brillante orbe de electricidad, aunque su cuerpo comenzaba a cansarse. La realidad era que no podría seguirle el paso durante mucho tiempo, lo cual la obligaría a descubrirse para captar la atención de la mujer y con ello, poder pedirle ayuda.
Después de pasar casi toda la noche en vela, y calculando que le quedaban aún un par de horas para el amanecer, Elen detuvo el caballo y se bajó de la silla, para acto seguido atar las riendas de su montura a un árbol cercano y sentarse contra el tronco del mismo, permitiéndose cerrar los ojos durante unos minutos. No le serviría de nada llegar agotada a su encuentro con Melena Blanca, aún les quedaba por delante un largo viaje en el cual tendrían que hacer lo posible por mantenerse ocultos, algo fácil de decir pero no de hacer cuando tu compañero de viaje mide más de dos metros y su blanco pelaje destaca entre verde de la vegetación. Ni siquiera sabía cómo le explicaría la situación, y la verdad era que no tenía ganas de entrar en detalles sobre el porqué de su separación con Alister, pero algo tendría que decir.
Dejando esas preocupaciones a un lado, la de cabellos cenicientos cerró los ojos y trató de descansar un poco, momento que su perseguidora aprovechó para alcanzarla y recuperar el aliento, su cuerpo no estaba hecho para aquellas largas caminatas, aún no. Aprovechando que la mujer parecía dormida, dedicó unos minutos a dejar una señal que pudiese llamar su atención cuando despertase, optando por no descubrirse todavía ya que no podía estar segura de que fuese inofensiva.
Los primeros rayos de la mañana interrumpieron el sueño de la tensai, obligándola a abrir los ojos y proseguir su camino, no sin antes reparar en algo que estaba segura de no haber visto al sentarse. A apenas un par de metros de su posición y en medio de dos árboles, había una rosa blanca que parecía haber brotado mientras dormía, completamente florecida y solitaria, algo extraño cuanto menos. Elen frunció levemente el ceño mientras se levantaba, se acercó a la flor y la observó durante unos instantes, extrañada al ver que no parecía un rosal normal y corriente, no, solo había un tallo y era el de la propia rosa, pero no tenía tiempo para ponerse a investigar al respecto. Subió a su montura y volvió a emprender la marcha hacia el campamento de Melena Blanca, lugar que no tardó mucho en encontrar.
El leónico ya estaba despierto y vigilaba el fuego mientras su desayuno se cocinaba, pero de inmediato se percató de su llegada y levantó la vista para cruzarla con la de la hechicera. - Tenemos que irnos. - indicó Elen nada más llegar. - ¿Y el dragón? - preguntó Melena Blanca, ladeando la cabeza y comprobando al momento que no se encontraba tras ella. - No viene con nosotros. - respondió la bruja, sin dar más detalles.
Justo en aquel instante, en Lunargenta Alister acababa de regresar a la posada tras su entrenamiento, descubriendo la fuga de la hechicera.
Elen Calhoun
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Re: Punto de inflexión [Privado][Cerrado]
Por suerte para ella el leónico no hizo más preguntas al respecto, dando por sentado que al no poder cruzar al plano de los jinetes, la hechicera había decidido continuar su camino sin la compañía del alado. Su desayuno fue más breve que de costumbre ya que la joven parecía impaciente por iniciar la marcha, así que tras unos minutos, ambos se pusieron en camino, lo cual obligó a Elen a adaptarse al paso de su nuevo compañero, ya que buscar una montura para semejante hombre bestia parecía una tarea bastante complicada. - ¿Siempre vas a pie? - preguntó la bruja, mientras intentaba imaginar qué criatura del bosque podría hacer de caballo a un león tan grande. - No siempre, pero lo prefiero. - respondió Melena Blanca, que avanzaba ligeramente por delante de la tensai.
Elen aprovechó esto para intentar borrar las huellas de ambos mientras caminaban, valiéndose de su telequinesis para hacer que una rama cargada de hojas barriese el suelo tras ellos. No había forma de cubrir el campamento improvisado del hombre bestia pero al menos si Alister llegaba hasta allí, no sabría qué dirección habían tomado… aunque por otra parte el dragón podía optar por adelantarse a ella y esperarla en isla volcánica, donde sabía que tarde o temprano aparecería. Esa idea hizo que la joven frunciese el ceño, no quería que se expusiese a la impulsividad de Amaterasu, no cuando había visto de primera mano cómo se las gastaba.
- En el templo dijiste que Vladimir ya está de nuestra parte… ¿cómo lo conseguiste? - inquirió Melena Blanca, rompiendo el silencio y sacando a Elen de sus pensamientos. - Cuando lo encontré formaba parte de una organización de vampiros dirigida por una mujer horrible, se había dejado arrastrar por ella después de que no se valorase su trabajo como centinela durante tantos años. - comenzó a relatar la benjamina de los Calhoun, trayendo a su mente los acontecimientos de aquel día. - Mi misión era sacarlo de allí y convencerlo de que debía ayudar en la lucha contra los jinetes, pero una de mis compañeras tenía otra muy distinta… pretendía matarlo por todo el daño que había causado bajo las órdenes de Mortagglia. - continuó, centrándose en lo importante ya que dar detalles sobre los actos de Vladimir no ayudaría a que el leónico confiase en él.
- Finalmente tuve que enfrentarme a mi mejor amiga para defenderlo, y eso fue lo que le dio cierta esperanza en los centinelas, ver que podía confiar en mí y que estaría dispuesta a luchar por él. - terminó la de ojos verdes, sin querer recordar aquella parte, ya que no estaba orgullosa de haber lastimado a Anastasia. - ¿Defendiste a un ser como él antes que a tu amiga? - preguntó el león, con un deje de reprobación en la voz. Melena Blanca se guiaba por el honor y seguramente no estaría de acuerdo con muchas de las cosas que la hechicera había tenido que hacer para llegar a donde estaba, pero la muerte de Tyrande lo obligaba a intervenir para que aquel mal que los Tarmúnil representaban fuese erradicado, así que debía aprender a colaborar con sus hermanos y por ende, aceptar que no fuesen como él.
- Era necesario… sé que tu opinión de Vladimir y Amaterasu no es la mejor, créeme yo tampoco los hubiese elegido como compañeros para esta batalla, pero si queremos salir victoriosos debemos trabajar en equipo, o de lo contrario nuestras vidas se perderán en vano y les entregaremos en bandeja de plata las cuatro reliquias… imagina lo que harían con ellas. - contestó Elen, consciente de que si perdían, todo lo que había visto durante años a través de sus pesadillas se haría realidad. - Yo ya he sido testigo de lo que ocurrirá si fracasamos, me han obligado a verlo una y otra vez… el fuego consumiendo todo a su paso, los gritos y llantos, la sangre corriendo como ríos… no podemos permitirlo. - prosiguió tras una leve pausa.
El centinela del este sabía que estaba en lo cierto, y que Verzela no sería la última en intentar abrir un portar al Oblivion, pero aquellas palabras de la joven lo intrigaron, haciendo que se volviese hacia ella para mirarla. - ¿Cómo lo has visto? - inquirió, deteniéndose. - Antes de despedirse Tarivius me dijo si debía confiar mi vida a alguno de vosotros lo hiciese a ti, supongo que no tiene caso ocultar la relación que me une a los jinetes. - dijo la de cabellos cenicientos, tomándose unos instantes antes de volver a hablar. - Estoy maldita, así comenzó todo… por estar en el lugar y momento equivocados. - empezó a relatar, como si de una historia lejana se tratase. - No importan los detalles de aquella noche, el hecho es que terminé maldita por los jinetes y a partir de entonces comencé a tener pesadillas con ellos y lo que pretenden hacer en estas tierras, entre otras cosas. - continuó, sin mencionar las fiebres y desvanecimientos.
Aquella revelación sorprendió al leónico, que comenzó a mirarla con otros ojos, entendiendo ahora su fijación por reunir a los centinelas para enfrentar de una vez por todas a los Tarmúnil. - Los años pasaron y aprendí a vivir con ello, hasta que encontré a Tarivius y aceptó ayudarme, a pesar de que eso iba a costarle la vida. - dijo instantes después, llevando la diestra a la marca que el hechicero le había dejado como recuerdo. - Si hubiese sabido desde el principio que para convertirme en centinela él tenía que morir no hubiese aceptado el cargo. - musitó, bajando la vista al árbol de la vida. - Supongo que vio algo en mí y creyó que podría lograr lo que él no pudo, reuniros a todos para la batalla final, consiguiendo que formásemos un verdadero equipo. - prosiguió, buscando los ojos del hombre bestia.
Años, eso había dicho la benjamina de los Calhoun, que había pasado años bajo la maldición de los jinetes, ¿seguiría bajo la misma? - ¿Aún tienes esas pesadillas? - preguntó, con curiosidad. - El medallón mantiene a raya los efectos de la maldición, pero sí, si me lo quito vuelven... y cada vez son peores. - confesó, sin mencionar que Ilmerith se divertía ahora jugando con su mente e intentando que se viese a sí misma como un mero instrumento de la oscuridad que cargaba consigo. - Entiendo, será mejor que nos reunamos pronto con Vladimir y Amaterasu… esto debe acabar. - dijo con voz firme, volviendo a ponerse en marcha y aligerando su paso para llegar cuanto antes a los dominios de la nigromante. - Estoy en deuda con Amaterasu, cuando lleguemos a isla volcánica tendré que cumplir la tarea que me pida, espero que eso y la intervención de Vlad sirvan para convencerla de que colabore con nosotros. - dijo Elen, para luego guardar silencio durante un rato y espolear a su montura.
Su pequeña perseguidora se mantenía a cierta distancia para no ser descubierta, sobre todo porque la aparición del enorme león la había asustado, ahora no solo debía decidir si aquella mujer era de confianza, sino también si el hombre bestia podría ser una amenaza para ella.
Alister
Una vez transformado, el dragón intentó nuevamente encontrar cualquier rastro de la hechicera gracias a su olfato, pero la lluvia de la noche anterior había borrado su aroma, no tenía nada con lo que poder guiarse. Frustrado, alzó el vuelo y se dirigió al bosque, esperando alcanzar a la tensai y al leónico antes de que ella cometiese la estupidez de pedirle que la matase en caso de perder el control. Melena Blanca no dudaría en aceptar tal petición, sobre todo si con ello consideraba que hacía un favor a la centinela, salvándola de convertirse en algo que no era.
Sin embargo, alcanzar el campamento en que se habían separado del león le llevaría algunas horas y su cuerpo no estaba en el mejor momento, la noche anterior había resultado herido durante su pelea con Maxine y el entrenamiento de la mañana se había encargado de agotar buena parte de sus energías, con lo que pronto se vio obligado a descender entre los árboles. Un sonoro gruñido escapó de su garganta, espantando a los animales que se encontraban por los alrededores, apenas había dejado atrás las afueras de la ciudad y le quedaba bastante para llegar a la frontera que separaba el bosque de los humanos de las tierras del este.
No lo había pensado bien, pero ¿quién lo haría en su situación? El hecho de no tener comida ni nada más que su ropa a prueba de transformaciones no importaban cuando la mujer a la que amaba se dirigía a una batalla de la que quizá no regresaría. ¿Y si no volvía a verla antes de que cruzase al Oblivion? No, no podía permitir que eso pasase, tenía que encontrarla a como diese lugar. Sin permitirse ni un respiro, Alister volvió a alzar el vuelo ignorando el cansancio que se adueñaba de su cuerpo y trató de llegar lo más lejos posible antes de volver a aterrizar, pero solo consiguió alcanzar el pantano misterioso, donde no le quedaría más remedio que quedarse hasta haber recuperado las fuerzas.
Aquel no era el mejor lugar ni el más seguro, más de una vez había estado allí de cacería con la hechicera, y por eso mismo decidió mantenerse en su forma bestial todo el tiempo, al menos así podría defenderse si alguna amenaza se le acercaba, cosa que en su versión humana no podría hacer ya que no tenía ningún arma. - Elen… ¿dónde estás? - se preguntaba interiormente, mientras intentaba controlar la oleada de emociones que lo asaltaban, esa misma que la joven había sentido la noche antes cuando utilizó la flor de sentimiento.
Elen aprovechó esto para intentar borrar las huellas de ambos mientras caminaban, valiéndose de su telequinesis para hacer que una rama cargada de hojas barriese el suelo tras ellos. No había forma de cubrir el campamento improvisado del hombre bestia pero al menos si Alister llegaba hasta allí, no sabría qué dirección habían tomado… aunque por otra parte el dragón podía optar por adelantarse a ella y esperarla en isla volcánica, donde sabía que tarde o temprano aparecería. Esa idea hizo que la joven frunciese el ceño, no quería que se expusiese a la impulsividad de Amaterasu, no cuando había visto de primera mano cómo se las gastaba.
- En el templo dijiste que Vladimir ya está de nuestra parte… ¿cómo lo conseguiste? - inquirió Melena Blanca, rompiendo el silencio y sacando a Elen de sus pensamientos. - Cuando lo encontré formaba parte de una organización de vampiros dirigida por una mujer horrible, se había dejado arrastrar por ella después de que no se valorase su trabajo como centinela durante tantos años. - comenzó a relatar la benjamina de los Calhoun, trayendo a su mente los acontecimientos de aquel día. - Mi misión era sacarlo de allí y convencerlo de que debía ayudar en la lucha contra los jinetes, pero una de mis compañeras tenía otra muy distinta… pretendía matarlo por todo el daño que había causado bajo las órdenes de Mortagglia. - continuó, centrándose en lo importante ya que dar detalles sobre los actos de Vladimir no ayudaría a que el leónico confiase en él.
- Finalmente tuve que enfrentarme a mi mejor amiga para defenderlo, y eso fue lo que le dio cierta esperanza en los centinelas, ver que podía confiar en mí y que estaría dispuesta a luchar por él. - terminó la de ojos verdes, sin querer recordar aquella parte, ya que no estaba orgullosa de haber lastimado a Anastasia. - ¿Defendiste a un ser como él antes que a tu amiga? - preguntó el león, con un deje de reprobación en la voz. Melena Blanca se guiaba por el honor y seguramente no estaría de acuerdo con muchas de las cosas que la hechicera había tenido que hacer para llegar a donde estaba, pero la muerte de Tyrande lo obligaba a intervenir para que aquel mal que los Tarmúnil representaban fuese erradicado, así que debía aprender a colaborar con sus hermanos y por ende, aceptar que no fuesen como él.
- Era necesario… sé que tu opinión de Vladimir y Amaterasu no es la mejor, créeme yo tampoco los hubiese elegido como compañeros para esta batalla, pero si queremos salir victoriosos debemos trabajar en equipo, o de lo contrario nuestras vidas se perderán en vano y les entregaremos en bandeja de plata las cuatro reliquias… imagina lo que harían con ellas. - contestó Elen, consciente de que si perdían, todo lo que había visto durante años a través de sus pesadillas se haría realidad. - Yo ya he sido testigo de lo que ocurrirá si fracasamos, me han obligado a verlo una y otra vez… el fuego consumiendo todo a su paso, los gritos y llantos, la sangre corriendo como ríos… no podemos permitirlo. - prosiguió tras una leve pausa.
El centinela del este sabía que estaba en lo cierto, y que Verzela no sería la última en intentar abrir un portar al Oblivion, pero aquellas palabras de la joven lo intrigaron, haciendo que se volviese hacia ella para mirarla. - ¿Cómo lo has visto? - inquirió, deteniéndose. - Antes de despedirse Tarivius me dijo si debía confiar mi vida a alguno de vosotros lo hiciese a ti, supongo que no tiene caso ocultar la relación que me une a los jinetes. - dijo la de cabellos cenicientos, tomándose unos instantes antes de volver a hablar. - Estoy maldita, así comenzó todo… por estar en el lugar y momento equivocados. - empezó a relatar, como si de una historia lejana se tratase. - No importan los detalles de aquella noche, el hecho es que terminé maldita por los jinetes y a partir de entonces comencé a tener pesadillas con ellos y lo que pretenden hacer en estas tierras, entre otras cosas. - continuó, sin mencionar las fiebres y desvanecimientos.
Aquella revelación sorprendió al leónico, que comenzó a mirarla con otros ojos, entendiendo ahora su fijación por reunir a los centinelas para enfrentar de una vez por todas a los Tarmúnil. - Los años pasaron y aprendí a vivir con ello, hasta que encontré a Tarivius y aceptó ayudarme, a pesar de que eso iba a costarle la vida. - dijo instantes después, llevando la diestra a la marca que el hechicero le había dejado como recuerdo. - Si hubiese sabido desde el principio que para convertirme en centinela él tenía que morir no hubiese aceptado el cargo. - musitó, bajando la vista al árbol de la vida. - Supongo que vio algo en mí y creyó que podría lograr lo que él no pudo, reuniros a todos para la batalla final, consiguiendo que formásemos un verdadero equipo. - prosiguió, buscando los ojos del hombre bestia.
Años, eso había dicho la benjamina de los Calhoun, que había pasado años bajo la maldición de los jinetes, ¿seguiría bajo la misma? - ¿Aún tienes esas pesadillas? - preguntó, con curiosidad. - El medallón mantiene a raya los efectos de la maldición, pero sí, si me lo quito vuelven... y cada vez son peores. - confesó, sin mencionar que Ilmerith se divertía ahora jugando con su mente e intentando que se viese a sí misma como un mero instrumento de la oscuridad que cargaba consigo. - Entiendo, será mejor que nos reunamos pronto con Vladimir y Amaterasu… esto debe acabar. - dijo con voz firme, volviendo a ponerse en marcha y aligerando su paso para llegar cuanto antes a los dominios de la nigromante. - Estoy en deuda con Amaterasu, cuando lleguemos a isla volcánica tendré que cumplir la tarea que me pida, espero que eso y la intervención de Vlad sirvan para convencerla de que colabore con nosotros. - dijo Elen, para luego guardar silencio durante un rato y espolear a su montura.
Su pequeña perseguidora se mantenía a cierta distancia para no ser descubierta, sobre todo porque la aparición del enorme león la había asustado, ahora no solo debía decidir si aquella mujer era de confianza, sino también si el hombre bestia podría ser una amenaza para ella.
Alister
- Spoiler:
Una vez transformado, el dragón intentó nuevamente encontrar cualquier rastro de la hechicera gracias a su olfato, pero la lluvia de la noche anterior había borrado su aroma, no tenía nada con lo que poder guiarse. Frustrado, alzó el vuelo y se dirigió al bosque, esperando alcanzar a la tensai y al leónico antes de que ella cometiese la estupidez de pedirle que la matase en caso de perder el control. Melena Blanca no dudaría en aceptar tal petición, sobre todo si con ello consideraba que hacía un favor a la centinela, salvándola de convertirse en algo que no era.
Sin embargo, alcanzar el campamento en que se habían separado del león le llevaría algunas horas y su cuerpo no estaba en el mejor momento, la noche anterior había resultado herido durante su pelea con Maxine y el entrenamiento de la mañana se había encargado de agotar buena parte de sus energías, con lo que pronto se vio obligado a descender entre los árboles. Un sonoro gruñido escapó de su garganta, espantando a los animales que se encontraban por los alrededores, apenas había dejado atrás las afueras de la ciudad y le quedaba bastante para llegar a la frontera que separaba el bosque de los humanos de las tierras del este.
No lo había pensado bien, pero ¿quién lo haría en su situación? El hecho de no tener comida ni nada más que su ropa a prueba de transformaciones no importaban cuando la mujer a la que amaba se dirigía a una batalla de la que quizá no regresaría. ¿Y si no volvía a verla antes de que cruzase al Oblivion? No, no podía permitir que eso pasase, tenía que encontrarla a como diese lugar. Sin permitirse ni un respiro, Alister volvió a alzar el vuelo ignorando el cansancio que se adueñaba de su cuerpo y trató de llegar lo más lejos posible antes de volver a aterrizar, pero solo consiguió alcanzar el pantano misterioso, donde no le quedaría más remedio que quedarse hasta haber recuperado las fuerzas.
Aquel no era el mejor lugar ni el más seguro, más de una vez había estado allí de cacería con la hechicera, y por eso mismo decidió mantenerse en su forma bestial todo el tiempo, al menos así podría defenderse si alguna amenaza se le acercaba, cosa que en su versión humana no podría hacer ya que no tenía ningún arma. - Elen… ¿dónde estás? - se preguntaba interiormente, mientras intentaba controlar la oleada de emociones que lo asaltaban, esa misma que la joven había sentido la noche antes cuando utilizó la flor de sentimiento.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: Punto de inflexión [Privado][Cerrado]
A pesar de tener al bosque de su parte y de que gracias a la aparición del enorme león la marcha de la mujer de cabellos cenicientos se hubiese ralentizado considerablemente, su cuerpo no estaba preparado para caminar durante horas sin descanso, hecho que comenzó a pasarle factura tras un rato persiguiéndolos. ¿Qué debía hacer? Al decidirse a seguir a la joven se había alejado bastante del lugar en que la habían dejado, pero sus esperanzas de que alguien volviese para llevarla a casa se habían esfumado hacía días. Sin más opciones, la pequeña observadora siguió adelante ayudándose del terreno para no perder el rastro del par de centinelas y así permitirse ir algo más despacio, lo cual daría un respiro a sus piernas.
Por suerte para ella decidieron detenerse poco después de que el sol llegara a su cenit, marcando el paso del mediodía. Aquello fue más bien decisión del hombre bestia, pero la joven a pesar de tener prisa por proseguir, cedió ante la petición de su compañero, que claramente estaba más cansado por ir a pie y quería reponer fuerzas comiendo algo. Una vez situada a cubierto y manteniendo cierta distancia con el par de extraños para que no se percatasen de su presencia, la pequeña pudo observar como la mujer de cabellos claros preparaba una hoguera, elevando la vista al cielo con preocupación de vez en cuando, detalle que captó su atención. ¿Qué ocurría? ¿Cuál sería el motivo de su tristeza y nerviosismo? Aquellas preguntas revolotearon dentro de su cabeza, y no fue la única que se dio cuenta del extraño comportamiento de la bruja.
- ¿Pasa algo? - inquirió Melena Blanca, mientras extraía de su bolsa lo que le había sobrado del desayuno. - ¿Qué?... No, nada. - fue la respuesta de la tensai, que bajó la vista hacia la leña y utilizó sus poderes eléctricos para soltar una descarga contra la misma, encendiendo el fuego en cuestión de segundos. Una columna de humo que delatase su posición no era precisamente lo que necesitaba en aquel momento, pero debía actuar con normalidad y asegurarse de que tanto ella como su compañero estuviesen en las mejores condiciones cuando llegasen a isla volcánica, desde donde con suerte, abrirían un portal al Oblivion para acabar de una vez por todas con los Tarmúnil.
- He visto un riachuelo no muy lejos de aquí, iré a recoger algo de agua. - comentó, a modo de excusa para ausentarse unos minutos y estar a solas con sus pensamientos. El leónico asintió con la cabeza en respuesta y se puso a preparar la comida para ambos, aprovechando la tranquilidad del lugar para descansar un poco de cara al trayecto que aún les quedaba por delante. Ni siquiera sabía cómo cruzarían al territorio de la nigromante, pero eso no parecía preocupar a Elen, así que decidió no pensar mucho en ello, dando por hecho que tendría algún plan.
Lo tenía, con suerte para cuando llegasen al norte Gabrielle ya estaría allí con su barco y podría ayudarlos a cruzar a isla volcánica, eso en el mejor de los casos, ya que si se veían obligados a esperar por el navío Alister tendría tiempo de alcanzarlos y las cosas podrían ponerse feas. Esa idea no la dejaba tranquila, ¿qué haría si los encontraba? ¿cómo afrontaría tal encuentro? La última conversación que habían tenido no había sido agradable para ninguno de los dos y el hecho de haber huido solo complicaría las cosas aún más. En un vano intento por despejar su mente, la de ojos verdes se alejó del lugar en que acamparían y siguió el sonido del agua hasta ver el riachuelo que había mencionado, pero no se acercó a rellenar su cantimplora como había dicho, en vez de eso apoyó pesadamente la espalda y la cabeza contra un árbol cercano y se dejó caer hasta quedar sentada, con las rodillas flexionadas y los brazos sobre éstas.
Durante años había mantenido sus emociones a raya para que los efectos de la maldición no empeorasen, pero desde que portaba el medallón solar y no tenía que reprimir sus sentimientos las cosas se habían desestabilizado, ya no era la misma, y en ocasiones deseaba volver a aquella fría versión de sí misma del pasado. Todo parecía más sencillo sin aquellas emociones sacudiendo su cuerpo y sumiéndola en una tristeza que no desaparecía ni le permitía concentrarse como debía. El rostro del cazador ocupó sus pensamientos, junto con todo lo que había sentido la noche que discutieron, provocando que golpease el suelo con el puño cerrado a causa de la impotencia y seguidamente hundiese el rostro entre los brazos, mientras sus verdes ojos se aguaban.
Una vez más la pequeña era testigo de aquello desde los árboles, la había seguido para intentar un segundo acercamiento, y verla allí apartada y desconsolada la convenció de que no era una amenaza, al contrario, necesitaba apoyo. A pesar de su cansancio se concentró para hacerle un regalo como el que había dejado a la entrada de la cueva la primera noche, echando mano de sus poderes para hacer brotar una hermosa rosa blanca justo delante de donde se encontraba. Ésta vez Elen si sintió el flujo de maná y levantó la vista a tiempo de ver como el tallo de la flor terminaba de formarse para dar paso a las hojas y níveos pétalos. Sorprendida, se secó las mejillas y observó la rosa hasta que ésta terminó de abrirse delante de sus ojos, momento en que alargó la mano para acariciar levemente los pétalos.
Alguien estaba detrás de aquello sin duda, podía percibir la magia, pero ¿quién era el responsable y por qué lo hacía? Sin querer arrancar la flor ya que era hermosa, la joven miró a su alrededor en busca de la persona que la había hecho brotar, alcanzando a distinguir una pequeña silueta tras unos árboles, no muy lejos de donde se encontraba. La figura se ocultó de inmediato al verse descubierta, pero no se escucharon pasos ni nada que indicase que estaba huyendo, simplemente había decidido esconderse, quizá por miedo. - ¡Eh, espera! - exclamó Elen al tiempo que se levantaba para dirigirse al punto en que había visto la silueta.
Alister
Buscar un lugar seguro para descansar en el pantano no resultó fácil, el dragón conocía bien aquel terreno y las bestias que solían morar por la zona, todas dispuestas a causarle problemas si tenían el estómago vacío. Eso lo llevó a buscar un sitio que le permitiese tener la espalda cubierta en todo momento, una pared de roca lo suficientemente alta como para no tener que preocuparse de que algo le atacase por detrás. Allí haría lo posible por recuperar fuerzas, aunque al haber salido de Lunargenta sin comida ni agua lo único que podía hacer era esperar a que el cansancio remitiese, momento en que proseguiría su viaje hacia el norte esperando alcanzar a la hechicera lo antes posible.
Sus alargadas pupilas de reptil recorrían incansablemente los alrededores, alerta ante cualquier posible amenaza, pero tras un rato de tensión terminó relajándose, en cuanto se convenció de que permanecer en su forma bestial mantendría a raya a las criaturas del pantano. ¿Cuánta ventaja le llevaría Elen? Se preguntó, recordando el punto en que se habían separado de Melena Blanca para volver a la ciudad. Teniendo en cuenta que la joven había tenido toda la noche para avanzar probablemente ya se hubiesen reunido, razón de más para esforzarse y alcanzarlos, antes de que fuese demasiado tarde. Puede que la benjamina de los Calhoun no tuviese en mente rendirse antes de enfrentarse a los Tarmúnil pero si pactaba con el leónico que la eliminase de ser preciso él podría pasar a convertirse en su compañero de viaje y vigilante, un protector para la reliquia que portaba la bruja y al mismo tiempo, posible verdugo de su dueña.
Alister no estaba dispuesto a permitir que eso ocurriese de ninguna manera, era el único que había conseguido traer de vuelta a la tensai cuando la oscuridad se apoderaba de ella y creía firmemente que con su presencia podría evitar una recaída de la bruja, podía mantenerla a salvo. Exhausto y preocupado, el dragón intentó quitarse los malos pensamientos de la cabeza y centrarse en lo que tenía a su alrededor, al menos hasta que el sopor lo venció, sumiéndolo en un necesario y reparador sueño.
El sol avanzó hasta pasar su punto más alto, momento en que al alado despertó y con energías renovadas, decidió alzar el vuelo para seguir su camino, manteniéndose a poca altura y muy atento a todo lo que tenía bajo él. Buscaba el campamento de Melena Blanca, y tras un par de horas, con sus obligados descansos para no forzar su cuerpo, dio con él. Vacío, no estaban allí ni el león ni la bruja, y a juzgar por el estado de la hoguera se habían marchado hacía ya varias horas. Alister descendió lentamente y aterrizó junto a las cenizas, mientras el hambre comenzaba a atenazar su estómago y la sequedad se adueñaba de su boca. - Está borrando su rastro. - dijo, al no encontrar huellas que saliesen del campamento, sin duda trataba de dificultarle las cosas, no quería ser encontrada. Sin embargo, su aroma estaba en el ambiente, ese olor a hierbas que la hechicera utilizaba para asearse era inconfundible para él, solo tenía que seguirlo, pero su cuerpo no aguantaría mucho más antes de colapsar.
Frustrado por no haberla encontrado antes de que se marchase con Melena Blanca hacia el norte, y consciente de que si seguía forzándose de aquella manera no aguantaría lo suficiente para alcanzarla, el dragón decidió aprovechar aquel lugar para reponer fuerzas, buscando algo de agua y comida en los alrededores antes de continuar. Fue así como dio con un curioso rastro de pisadas, pequeñas para ser las de Elen, pero que parecían bordear el lugar e iban en la dirección que debían haber tomado los centinelas. - Parece que no soy el único que los sigue. - musitó, tomando aquello como un golpe de suerte. Puede que la hechicera estuviese borrando su rastro pero no contaba con aquel otro, que junto con el aroma a hierbas podrían conducirlo directamente hacia ella.
Algo más animado, Alister inspeccionó los alrededores en busca de alimento, y no tardó en dar con un río de aguas claras y lo más importante, dulces. Aquello le proporcionaría agua y con suerte comida, si conseguía pescar algo claro. Decidido a reponerse, el alado cambió a su forma humana para hidratarse y hallar un modo de atrapar su almuerzo, cosa que sin herramientas de ningún tipo iba a poner a prueba tanto sus habilidades de cazador como su capacidad para improvisar con lo que la naturaleza el brindaba. - Ojalá hubiese traído un cuchillo. - masculló mientras andaba por el borde del río, observando los peces y sin saber aún cómo se las ingeniaría para atraparlos.
Finalmente, y teniendo en cuenta que no disponía de armas, optó por reunir materiales de los árboles y arbustos cercanos para crear una trampa y echarla al agua, tras lo cual comenzó a buscar piedras lo suficientemente afiladas como para tallar con ellas o usarlas para limpiar el pescado cuando lo hubiese conseguido. Toda la preparación le llevó un rato pero su esfuerzo se vio recompensado cuando regresó para revisar la trampa tras disponer todo para encender una nueva hoguera donde había estado la del leónico. No sería un festín pero al menos comería bien, algo que le ayudaría a recuperarse y le brindaría la oportunidad de continuar con aquella persecución… aunque no tuviese idea de lo que pasaría cuando volviese a encontrarse con la de ojos verdes.
Quedaba más que claro que no quería ser encontrada pero ¿cómo reaccionaría al verlo? ¿volverían a discutir? Después de haber huido como lo había hecho era muy probable.
Por suerte para ella decidieron detenerse poco después de que el sol llegara a su cenit, marcando el paso del mediodía. Aquello fue más bien decisión del hombre bestia, pero la joven a pesar de tener prisa por proseguir, cedió ante la petición de su compañero, que claramente estaba más cansado por ir a pie y quería reponer fuerzas comiendo algo. Una vez situada a cubierto y manteniendo cierta distancia con el par de extraños para que no se percatasen de su presencia, la pequeña pudo observar como la mujer de cabellos claros preparaba una hoguera, elevando la vista al cielo con preocupación de vez en cuando, detalle que captó su atención. ¿Qué ocurría? ¿Cuál sería el motivo de su tristeza y nerviosismo? Aquellas preguntas revolotearon dentro de su cabeza, y no fue la única que se dio cuenta del extraño comportamiento de la bruja.
- ¿Pasa algo? - inquirió Melena Blanca, mientras extraía de su bolsa lo que le había sobrado del desayuno. - ¿Qué?... No, nada. - fue la respuesta de la tensai, que bajó la vista hacia la leña y utilizó sus poderes eléctricos para soltar una descarga contra la misma, encendiendo el fuego en cuestión de segundos. Una columna de humo que delatase su posición no era precisamente lo que necesitaba en aquel momento, pero debía actuar con normalidad y asegurarse de que tanto ella como su compañero estuviesen en las mejores condiciones cuando llegasen a isla volcánica, desde donde con suerte, abrirían un portal al Oblivion para acabar de una vez por todas con los Tarmúnil.
- He visto un riachuelo no muy lejos de aquí, iré a recoger algo de agua. - comentó, a modo de excusa para ausentarse unos minutos y estar a solas con sus pensamientos. El leónico asintió con la cabeza en respuesta y se puso a preparar la comida para ambos, aprovechando la tranquilidad del lugar para descansar un poco de cara al trayecto que aún les quedaba por delante. Ni siquiera sabía cómo cruzarían al territorio de la nigromante, pero eso no parecía preocupar a Elen, así que decidió no pensar mucho en ello, dando por hecho que tendría algún plan.
Lo tenía, con suerte para cuando llegasen al norte Gabrielle ya estaría allí con su barco y podría ayudarlos a cruzar a isla volcánica, eso en el mejor de los casos, ya que si se veían obligados a esperar por el navío Alister tendría tiempo de alcanzarlos y las cosas podrían ponerse feas. Esa idea no la dejaba tranquila, ¿qué haría si los encontraba? ¿cómo afrontaría tal encuentro? La última conversación que habían tenido no había sido agradable para ninguno de los dos y el hecho de haber huido solo complicaría las cosas aún más. En un vano intento por despejar su mente, la de ojos verdes se alejó del lugar en que acamparían y siguió el sonido del agua hasta ver el riachuelo que había mencionado, pero no se acercó a rellenar su cantimplora como había dicho, en vez de eso apoyó pesadamente la espalda y la cabeza contra un árbol cercano y se dejó caer hasta quedar sentada, con las rodillas flexionadas y los brazos sobre éstas.
Durante años había mantenido sus emociones a raya para que los efectos de la maldición no empeorasen, pero desde que portaba el medallón solar y no tenía que reprimir sus sentimientos las cosas se habían desestabilizado, ya no era la misma, y en ocasiones deseaba volver a aquella fría versión de sí misma del pasado. Todo parecía más sencillo sin aquellas emociones sacudiendo su cuerpo y sumiéndola en una tristeza que no desaparecía ni le permitía concentrarse como debía. El rostro del cazador ocupó sus pensamientos, junto con todo lo que había sentido la noche que discutieron, provocando que golpease el suelo con el puño cerrado a causa de la impotencia y seguidamente hundiese el rostro entre los brazos, mientras sus verdes ojos se aguaban.
Una vez más la pequeña era testigo de aquello desde los árboles, la había seguido para intentar un segundo acercamiento, y verla allí apartada y desconsolada la convenció de que no era una amenaza, al contrario, necesitaba apoyo. A pesar de su cansancio se concentró para hacerle un regalo como el que había dejado a la entrada de la cueva la primera noche, echando mano de sus poderes para hacer brotar una hermosa rosa blanca justo delante de donde se encontraba. Ésta vez Elen si sintió el flujo de maná y levantó la vista a tiempo de ver como el tallo de la flor terminaba de formarse para dar paso a las hojas y níveos pétalos. Sorprendida, se secó las mejillas y observó la rosa hasta que ésta terminó de abrirse delante de sus ojos, momento en que alargó la mano para acariciar levemente los pétalos.
Alguien estaba detrás de aquello sin duda, podía percibir la magia, pero ¿quién era el responsable y por qué lo hacía? Sin querer arrancar la flor ya que era hermosa, la joven miró a su alrededor en busca de la persona que la había hecho brotar, alcanzando a distinguir una pequeña silueta tras unos árboles, no muy lejos de donde se encontraba. La figura se ocultó de inmediato al verse descubierta, pero no se escucharon pasos ni nada que indicase que estaba huyendo, simplemente había decidido esconderse, quizá por miedo. - ¡Eh, espera! - exclamó Elen al tiempo que se levantaba para dirigirse al punto en que había visto la silueta.
Alister
Buscar un lugar seguro para descansar en el pantano no resultó fácil, el dragón conocía bien aquel terreno y las bestias que solían morar por la zona, todas dispuestas a causarle problemas si tenían el estómago vacío. Eso lo llevó a buscar un sitio que le permitiese tener la espalda cubierta en todo momento, una pared de roca lo suficientemente alta como para no tener que preocuparse de que algo le atacase por detrás. Allí haría lo posible por recuperar fuerzas, aunque al haber salido de Lunargenta sin comida ni agua lo único que podía hacer era esperar a que el cansancio remitiese, momento en que proseguiría su viaje hacia el norte esperando alcanzar a la hechicera lo antes posible.
Sus alargadas pupilas de reptil recorrían incansablemente los alrededores, alerta ante cualquier posible amenaza, pero tras un rato de tensión terminó relajándose, en cuanto se convenció de que permanecer en su forma bestial mantendría a raya a las criaturas del pantano. ¿Cuánta ventaja le llevaría Elen? Se preguntó, recordando el punto en que se habían separado de Melena Blanca para volver a la ciudad. Teniendo en cuenta que la joven había tenido toda la noche para avanzar probablemente ya se hubiesen reunido, razón de más para esforzarse y alcanzarlos, antes de que fuese demasiado tarde. Puede que la benjamina de los Calhoun no tuviese en mente rendirse antes de enfrentarse a los Tarmúnil pero si pactaba con el leónico que la eliminase de ser preciso él podría pasar a convertirse en su compañero de viaje y vigilante, un protector para la reliquia que portaba la bruja y al mismo tiempo, posible verdugo de su dueña.
Alister no estaba dispuesto a permitir que eso ocurriese de ninguna manera, era el único que había conseguido traer de vuelta a la tensai cuando la oscuridad se apoderaba de ella y creía firmemente que con su presencia podría evitar una recaída de la bruja, podía mantenerla a salvo. Exhausto y preocupado, el dragón intentó quitarse los malos pensamientos de la cabeza y centrarse en lo que tenía a su alrededor, al menos hasta que el sopor lo venció, sumiéndolo en un necesario y reparador sueño.
El sol avanzó hasta pasar su punto más alto, momento en que al alado despertó y con energías renovadas, decidió alzar el vuelo para seguir su camino, manteniéndose a poca altura y muy atento a todo lo que tenía bajo él. Buscaba el campamento de Melena Blanca, y tras un par de horas, con sus obligados descansos para no forzar su cuerpo, dio con él. Vacío, no estaban allí ni el león ni la bruja, y a juzgar por el estado de la hoguera se habían marchado hacía ya varias horas. Alister descendió lentamente y aterrizó junto a las cenizas, mientras el hambre comenzaba a atenazar su estómago y la sequedad se adueñaba de su boca. - Está borrando su rastro. - dijo, al no encontrar huellas que saliesen del campamento, sin duda trataba de dificultarle las cosas, no quería ser encontrada. Sin embargo, su aroma estaba en el ambiente, ese olor a hierbas que la hechicera utilizaba para asearse era inconfundible para él, solo tenía que seguirlo, pero su cuerpo no aguantaría mucho más antes de colapsar.
Frustrado por no haberla encontrado antes de que se marchase con Melena Blanca hacia el norte, y consciente de que si seguía forzándose de aquella manera no aguantaría lo suficiente para alcanzarla, el dragón decidió aprovechar aquel lugar para reponer fuerzas, buscando algo de agua y comida en los alrededores antes de continuar. Fue así como dio con un curioso rastro de pisadas, pequeñas para ser las de Elen, pero que parecían bordear el lugar e iban en la dirección que debían haber tomado los centinelas. - Parece que no soy el único que los sigue. - musitó, tomando aquello como un golpe de suerte. Puede que la hechicera estuviese borrando su rastro pero no contaba con aquel otro, que junto con el aroma a hierbas podrían conducirlo directamente hacia ella.
Algo más animado, Alister inspeccionó los alrededores en busca de alimento, y no tardó en dar con un río de aguas claras y lo más importante, dulces. Aquello le proporcionaría agua y con suerte comida, si conseguía pescar algo claro. Decidido a reponerse, el alado cambió a su forma humana para hidratarse y hallar un modo de atrapar su almuerzo, cosa que sin herramientas de ningún tipo iba a poner a prueba tanto sus habilidades de cazador como su capacidad para improvisar con lo que la naturaleza el brindaba. - Ojalá hubiese traído un cuchillo. - masculló mientras andaba por el borde del río, observando los peces y sin saber aún cómo se las ingeniaría para atraparlos.
Finalmente, y teniendo en cuenta que no disponía de armas, optó por reunir materiales de los árboles y arbustos cercanos para crear una trampa y echarla al agua, tras lo cual comenzó a buscar piedras lo suficientemente afiladas como para tallar con ellas o usarlas para limpiar el pescado cuando lo hubiese conseguido. Toda la preparación le llevó un rato pero su esfuerzo se vio recompensado cuando regresó para revisar la trampa tras disponer todo para encender una nueva hoguera donde había estado la del leónico. No sería un festín pero al menos comería bien, algo que le ayudaría a recuperarse y le brindaría la oportunidad de continuar con aquella persecución… aunque no tuviese idea de lo que pasaría cuando volviese a encontrarse con la de ojos verdes.
Quedaba más que claro que no quería ser encontrada pero ¿cómo reaccionaría al verlo? ¿volverían a discutir? Después de haber huido como lo había hecho era muy probable.
Elen Calhoun
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Re: Punto de inflexión [Privado][Cerrado]
Rápidamente, Elen cruzó por entre los árboles hasta llegar a la zona en que había visto la pequeña silueta, deteniéndose únicamente al encontrarse frente al tronco tras el cual se había escondido la misma. No quería asustarla así que lo rodeó despacio, colocando una mano sobre la corteza del árbol mientras avanzaba hasta toparse con la personita que había hecho crecer las rosas, que resultó ser una niña elfa, demasiado pequeña como para andar por ahí sola. - Hola, ¿has sido tú? - preguntó para romper el hielo, señalando la dirección en que estaba la rosa blanca. La niña, de cabellos castaños a juego con sus ojos color tierra, asintió en respuesta mientras retorcía la tela de su vestido entre los dedos con nerviosismo, puede que hubiese decidido que aquella mujer no era una amenaza pero era la primera persona que le hablaba en días, y no sabía muy bien cómo actuar ahora que la tenía delante.
Elen notó que no se sentía cómoda, se acercó un poco más y se acuclilló para quedar a la misma altura de la pequeña, esperando que eso ayudase. - Ha sido un bonito detalle, gracias. - dijo, consiguiendo que una sonrisa se dibujase en el rostro de la niña. - ¿Estás sola? - inquirió a continuación, levantando la vista por detrás de la pequeña en busca de algún adulto que la acompañase, algo que no vio por ninguna parte. - Sí. - contestó la elfa con cierta tristeza, bajando la cabeza. - No deberías ir sola por el bosque, es peligroso. - comentó la de ojos verdes, que conocía de sobra la zona y los riesgos que conllevaba viajar por ella. - Lo sé, papá me lo dijo muchas veces pero… - dejó la frase a medias, mientras el miedo y la tristeza se apoderaban de su rostro.
- ¿Qué ocurre? - preguntó la bruja de inmediato al ver su expresión. - Mamá, papá y yo volvíamos del norte e íbamos a ver a los abuelos… pero algo atacó el carro en el camino… mamá me dijo que corriese y me escondiese en el bosque, dijo que vendría a buscarme… pero no vino. - reveló, con ojos llorosos. - Shhh, tranquila, ¿cuándo paso eso? - inquirió Elen, esperando que hubiese sido lo suficientemente reciente como para que hubiese posibilidades de ayudar aún. - Hace una semana. - musitó la elfa. Demasiado tiempo, pensó la tensai, si una bestia de la zona había atacado a los padres de la pequeña lo más probable era que estuviesen muertos, en el mejor de los casos solo estarían heridos, pero en entonces habrían intentado encontrarla, cosa que al parecer no había pasado.
- Cuando te vi en la cueva pensé que podrías ayudarme, por eso te seguí. - continuó, secándose las mejillas con el dorso de su mano. - Iremos a ver qué ha pasado ¿vale? - dijo Elen para tranquilizarla, aunque aquel retraso daría ventaja al dragón y aumentaría las posibilidades de que los alcanzase antes de llegar a isla volcánica. - Mi amigo conoce bien estos bosques, vamos. - añadió, tendiendo una mano a la niña. Ella dudó durante un instante, luego tomó la mano de la hechicera y la acompañó de vuelta al campamento que Melena Blanca terminaba de levantar. - ¿Cómo te llamas? Yo soy Elen. - se presentó la benjamina de los Calhoun, en un intento por distraer a su acompañante. - Nimthîriel. - respondió, justo antes de que el leónico las viese llegar.
El centinela las observo algo confuso, hasta que la de cabellos cenicientos se lo llevó a un lado para explicarle lo que pasaba. - Sé que probablemente sea tarde pero deberíamos intentarlo. - susurró Elen, sin querer que la pequeña los escuchase. - Conozco estas tierras como la palma de mi mano, daremos con el carro. - contestó el león, consciente de que seguramente no llegarían a tiempo de ayudar, pero aun así era su deber velar por los habitantes de la zona y también por la seguridad de los viajeros, debía ocuparse del problema. - Dime pequeña, ¿recuerdas dónde ocurrió? - preguntó, acercándose a la elfa, que lo miraba con cierto temor. - No voy a hacerte nada. - añadió, mientras se sentaba a su lado para no parecer tan grande en comparación.
Nimthîriel describió el lugar del ataque con tanto detalle como pudo, y a partir de ahí el centinela del este hizo sus cálculos para saber a dónde debían dirigirse en cuanto terminasen de comer. Después de alimentarse a base de frutos y bayas durante la última semana, la pequeña agradeció que compartiesen con ella lo que traían, había tenido suerte de encontrarlos, o más bien a la bruja, cuya tristeza la impulsó a ir tras ella. ¿Cuál sería la causa? Quizá más adelante pudiese averiguarlo.
Tras un descanso en que los tres pudieron almorzar con tranquilidad y reponer fuerzas, Melena Blanca comenzó a recoger el campamento mientras la hechicera desataba su montura y ayudaba a su nueva acompañante a subir a la silla. Para Nimthîriel aquello fue un gran alivio, ya no tendría que seguir a pie el ritmo de ambos y eso era algo que sus pequeñas piernas agradecerían enormemente. Tomaron su nuevo rumbo desviándose de la ruta que los llevaría a las tierras del norte, pero según los cálculos del leónico tardarían un día en llegar, razón que los obligó a volver a acampar en cuanto el sol se ocultó tras el horizonte.
Elen insistió en buscar un buen sitio para pasar la noche, y finalmente dieron con una cueva vacía que parecía el lugar perfecto tanto para dormir como para ocultarse de la vista. Una vez dentro, la tensai preparó una hoguera y su compañero estiró unas pieles en el suelo de piedra para que pudiesen aislarse un poco del frío. Nimthîriel los observaba con curiosidad, y no pudo evitar que ciertas preguntas saliesen de su boca en cuanto los tres estuvieron cómodamente sentados junto al fuego. - ¿Por qué eres tan grande? - preguntó a Melena Blanca, no es que fuese el primer hombre bestia que veía en su vida pero sin duda era el más imponente.
- Supongo que los leónicos somos de los hombres bestia más corpulentos, es cosa de genes. - respondió el centinela, mientras terminaba su cena con tranquilidad. - ¿Hay más como tú? - volvió a preguntar la niña. - Claro, no somos muchos pero sí que hay más. - aquello era algo interesante, sobre todo para una muchacha a la que aún le quedaban tantas cosas por ver. - Papá tiene amigos como tú pero son pequeñitos, uno es un ratón que viene a jugar conmigo a veces. - dijo la elfa, sonriendo levemente al recordar al pequeño hombrecillo, aunque eso desapareció en cuanto la preocupación por el estado de sus padres se adueñó de ella.
La de cabellos cenicientos se dio cuenta del cambio e instintivamente alargó la mano para acariciar el pelo de la niña, gesto que captó su atención por completo. - Mami dice que a los abuelos no les gustan los brujos porque se llevan mal. - comentó, refiriéndose a la rama élfica de su familia. - No todos pensamos lo mismo. - fue la respuesta de la joven, que a lo largo de su vida había conocido a muchos elfos y no había tenido problema con ellos. - ¿Dónde están tus abuelos? - preguntó Elen, para tener un lugar al que devolverla en caso de no encontrar con vida a sus padres. - Los papás de mami están en Sandorai pero no los conozco… se enfadaron cuando se marchó con papá. - aquello podía suponer un gran problema, pero quizá quedase aún algo de esperanza.
- Los abuelos viven en la ciudad. - añadió, ésta vez en referencia a su familia paterna, que era humana. - ¿Lunargenta? - inquirió la bruja, recibiendo como respuesta un gesto afirmativo de cabeza. - Si te lleváramos hasta allí ¿sabrías encontrar su casa? - prosiguió la tensai, aunque regresar arruinaría todos sus planes de huida. Nimthîriel asintió con la cabeza de nuevo así que tenían un plan alternativo, por si las cosas no salían bien. Después de aquello cenaron y la benjamina de los Calhoun se ofreció a hacer la primera guardia junto a la entrada de la cueva, permitiendo que sus dos compañeros pudiesen dormir unas horas.
En silencio, la hechicera escrutó con la mirada los alrededores pero todo parecía en calma, así que una vez más volvieron a asaltarla los recuerdos de la noche en que había discutido con Alister. ¿La estaría buscando? Probablemente así fuese pero no se lo iba a poner fácil, ya se había encargado de borrar su rastro mientras avanzaban, y esperaba que con eso fuese suficiente para hacerle entender que no debía seguirla. Envuelta en su capa Elen apoyó la cabeza contra la pared de piedra y se quedó pensativa, con la mirada clavada en lo profundo del bosque, hasta que unos ruidos provenientes del interior la sobresaltaron.
Eran unos débiles quejidos mezclados con una respiración agitada, algo que conocía bien, Nimthîriel estaba teniendo una pesadilla. La pequeña revivía en sueños el ataque todas las noches, la desesperación, el miedo, los rostros de sus padres llenos de preocupación e incertidumbre… la voz de su madre gritándole que corriese a esconderse… ni siquiera tuvo tiempo de ver qué lo había hecho, solo hizo caso y echó a correr hasta que sus piernas le fallaron, momento en que con ayuda de su habilidad para hacer crecer plantas se subió a un árbol, valiéndose de una gruesa enredadera. Allí esperó durante todo un día, pero nadie apareció para llevarla a casa, se había quedado sola.
Nimthîriel despertó con las lágrimas escapando de sus ojos, se levantó y decidió caminar hacia la entrada, donde se encontraba la tensai. - Has tenido una pesadilla, tranquila, estás a salvo. - le dijo nada más verla. - Ven, siéntate conmigo. - añadió en cuanto la tuvo algo más cerca, abriendo su capa para que la pequeña pudiese acomodarse a su lado y quedar abrigada con la tela. - Ya pasó. - musitó, al tiempo que le secaba las mejillas. - ¿Y si no los encuentro? ¿y si les han hecho daño? - preguntó con un hilo de voz la niña. - No pienses en eso. - fue lo único que pudo decirle, ya que por desgracia, lo más probable era que después de una semana ambos estuviesen muertos. La mejor opción que tenían era comprobar el lugar y luego llevarla a Lunargenta para que volviese con su familia, pero iba a ser duro afrontar lo ocurrido, sobre todo por lo joven que era.
Durante unos minutos se hizo el silencio, hasta que Nimthîriel, que había terminado acurrucándose junto a la centinela, volvió a hablar. - Tú también estás triste, lo he visto. - dijo sin apenas elevar la voz. - ¿Por qué llorabas? - preguntó, levantando ligeramente el rostro para ver el de la bruja. - Es complicado. - respondió la de cabellos cenicientos, pero no iba a quedar ahí la conversación. - ¿Alguien te persigue? - insistió Nim, que la había visto mirar con nerviosismo al cielo y borrar el rastro de sus pisadas. - No lo sé. - musitó Elen, sin querer hablar del tema. La elfa cerró los ojos para concentrarse, y de pronto unas frondosas enredaderas comenzaron a caer desde la parte alta de la pared en que se encontraba la cueva, cubriendo la entrada hasta hacerla prácticamente invisible.
Elen se giró para observarla sorprendida, para ser tan pequeña tenía un control sobre las plantas admirable, aunque ello conllevaba por supuesto un desgaste. Aquella barrera los mantendría fuera de la vista pero permitiría que siguiese entrando aire, era perfecta. Tras el esfuerzo que había realizado para dar algo de tranquilidad a la bruja, Nimthîriel se acomodó junto a ella y volvió a quedarse dormida, ésta vez sin que las pesadillas volviesen, por suerte. La benjamina de los Calhoun también se permitió descansar un rato ahora que estaban a salvo y no tenía que preocuparse porque el dragón apareciese de un momento a otro y la encontrase, al menos hasta que Melena Blanca se despertó para hacer el cambio de guardia.
Con cuidado, el leónico hizo reaccionar a la joven para que fuese junto al fuego y llevó a la pequeña para acomodarla allí también, quedando los tres en torno a la hoguera.
Alister
El dragón prosiguió su camino al atardecer con energías renovadas, que le ayudaron a aprovechar las últimas horas de luz del día y a avanzar una distancia considerable, aunque no la suficiente como para alcanzar a la hechicera. Sin saber cuánta ventaja le llevaban ni a qué ritmo iban era complicado calcular los días que tardaría en alcanzarlos, pero solo esperaba no llegar demasiado tarde, no podía permitírselo. Estaba seguro de que se dirigían a isla volcánica para encontrarse con Amaterasu y abrir un portal al Oblivion, pero en vez de ir por la costa y esperarlos allí prefería tener ocasión de hablar con la tensai antes de llegar al territorio de la nigromante, solo así conseguiría hacerla entrar en razón sobre lo que tenía en mente.
Al caer la noche buscó un lugar donde poder descansar sin peligro, y sin poder contar con nada que lo mantuviese caliente optó por mantenerse en su forma bestial y encender una hoguera, eso bastaría para mantener a raya la bajada de temperatura que solía acompañar a la madrugada.
- Nimthîriel:
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Elen notó que no se sentía cómoda, se acercó un poco más y se acuclilló para quedar a la misma altura de la pequeña, esperando que eso ayudase. - Ha sido un bonito detalle, gracias. - dijo, consiguiendo que una sonrisa se dibujase en el rostro de la niña. - ¿Estás sola? - inquirió a continuación, levantando la vista por detrás de la pequeña en busca de algún adulto que la acompañase, algo que no vio por ninguna parte. - Sí. - contestó la elfa con cierta tristeza, bajando la cabeza. - No deberías ir sola por el bosque, es peligroso. - comentó la de ojos verdes, que conocía de sobra la zona y los riesgos que conllevaba viajar por ella. - Lo sé, papá me lo dijo muchas veces pero… - dejó la frase a medias, mientras el miedo y la tristeza se apoderaban de su rostro.
- ¿Qué ocurre? - preguntó la bruja de inmediato al ver su expresión. - Mamá, papá y yo volvíamos del norte e íbamos a ver a los abuelos… pero algo atacó el carro en el camino… mamá me dijo que corriese y me escondiese en el bosque, dijo que vendría a buscarme… pero no vino. - reveló, con ojos llorosos. - Shhh, tranquila, ¿cuándo paso eso? - inquirió Elen, esperando que hubiese sido lo suficientemente reciente como para que hubiese posibilidades de ayudar aún. - Hace una semana. - musitó la elfa. Demasiado tiempo, pensó la tensai, si una bestia de la zona había atacado a los padres de la pequeña lo más probable era que estuviesen muertos, en el mejor de los casos solo estarían heridos, pero en entonces habrían intentado encontrarla, cosa que al parecer no había pasado.
- Cuando te vi en la cueva pensé que podrías ayudarme, por eso te seguí. - continuó, secándose las mejillas con el dorso de su mano. - Iremos a ver qué ha pasado ¿vale? - dijo Elen para tranquilizarla, aunque aquel retraso daría ventaja al dragón y aumentaría las posibilidades de que los alcanzase antes de llegar a isla volcánica. - Mi amigo conoce bien estos bosques, vamos. - añadió, tendiendo una mano a la niña. Ella dudó durante un instante, luego tomó la mano de la hechicera y la acompañó de vuelta al campamento que Melena Blanca terminaba de levantar. - ¿Cómo te llamas? Yo soy Elen. - se presentó la benjamina de los Calhoun, en un intento por distraer a su acompañante. - Nimthîriel. - respondió, justo antes de que el leónico las viese llegar.
El centinela las observo algo confuso, hasta que la de cabellos cenicientos se lo llevó a un lado para explicarle lo que pasaba. - Sé que probablemente sea tarde pero deberíamos intentarlo. - susurró Elen, sin querer que la pequeña los escuchase. - Conozco estas tierras como la palma de mi mano, daremos con el carro. - contestó el león, consciente de que seguramente no llegarían a tiempo de ayudar, pero aun así era su deber velar por los habitantes de la zona y también por la seguridad de los viajeros, debía ocuparse del problema. - Dime pequeña, ¿recuerdas dónde ocurrió? - preguntó, acercándose a la elfa, que lo miraba con cierto temor. - No voy a hacerte nada. - añadió, mientras se sentaba a su lado para no parecer tan grande en comparación.
Nimthîriel describió el lugar del ataque con tanto detalle como pudo, y a partir de ahí el centinela del este hizo sus cálculos para saber a dónde debían dirigirse en cuanto terminasen de comer. Después de alimentarse a base de frutos y bayas durante la última semana, la pequeña agradeció que compartiesen con ella lo que traían, había tenido suerte de encontrarlos, o más bien a la bruja, cuya tristeza la impulsó a ir tras ella. ¿Cuál sería la causa? Quizá más adelante pudiese averiguarlo.
Tras un descanso en que los tres pudieron almorzar con tranquilidad y reponer fuerzas, Melena Blanca comenzó a recoger el campamento mientras la hechicera desataba su montura y ayudaba a su nueva acompañante a subir a la silla. Para Nimthîriel aquello fue un gran alivio, ya no tendría que seguir a pie el ritmo de ambos y eso era algo que sus pequeñas piernas agradecerían enormemente. Tomaron su nuevo rumbo desviándose de la ruta que los llevaría a las tierras del norte, pero según los cálculos del leónico tardarían un día en llegar, razón que los obligó a volver a acampar en cuanto el sol se ocultó tras el horizonte.
Elen insistió en buscar un buen sitio para pasar la noche, y finalmente dieron con una cueva vacía que parecía el lugar perfecto tanto para dormir como para ocultarse de la vista. Una vez dentro, la tensai preparó una hoguera y su compañero estiró unas pieles en el suelo de piedra para que pudiesen aislarse un poco del frío. Nimthîriel los observaba con curiosidad, y no pudo evitar que ciertas preguntas saliesen de su boca en cuanto los tres estuvieron cómodamente sentados junto al fuego. - ¿Por qué eres tan grande? - preguntó a Melena Blanca, no es que fuese el primer hombre bestia que veía en su vida pero sin duda era el más imponente.
- Supongo que los leónicos somos de los hombres bestia más corpulentos, es cosa de genes. - respondió el centinela, mientras terminaba su cena con tranquilidad. - ¿Hay más como tú? - volvió a preguntar la niña. - Claro, no somos muchos pero sí que hay más. - aquello era algo interesante, sobre todo para una muchacha a la que aún le quedaban tantas cosas por ver. - Papá tiene amigos como tú pero son pequeñitos, uno es un ratón que viene a jugar conmigo a veces. - dijo la elfa, sonriendo levemente al recordar al pequeño hombrecillo, aunque eso desapareció en cuanto la preocupación por el estado de sus padres se adueñó de ella.
La de cabellos cenicientos se dio cuenta del cambio e instintivamente alargó la mano para acariciar el pelo de la niña, gesto que captó su atención por completo. - Mami dice que a los abuelos no les gustan los brujos porque se llevan mal. - comentó, refiriéndose a la rama élfica de su familia. - No todos pensamos lo mismo. - fue la respuesta de la joven, que a lo largo de su vida había conocido a muchos elfos y no había tenido problema con ellos. - ¿Dónde están tus abuelos? - preguntó Elen, para tener un lugar al que devolverla en caso de no encontrar con vida a sus padres. - Los papás de mami están en Sandorai pero no los conozco… se enfadaron cuando se marchó con papá. - aquello podía suponer un gran problema, pero quizá quedase aún algo de esperanza.
- Los abuelos viven en la ciudad. - añadió, ésta vez en referencia a su familia paterna, que era humana. - ¿Lunargenta? - inquirió la bruja, recibiendo como respuesta un gesto afirmativo de cabeza. - Si te lleváramos hasta allí ¿sabrías encontrar su casa? - prosiguió la tensai, aunque regresar arruinaría todos sus planes de huida. Nimthîriel asintió con la cabeza de nuevo así que tenían un plan alternativo, por si las cosas no salían bien. Después de aquello cenaron y la benjamina de los Calhoun se ofreció a hacer la primera guardia junto a la entrada de la cueva, permitiendo que sus dos compañeros pudiesen dormir unas horas.
En silencio, la hechicera escrutó con la mirada los alrededores pero todo parecía en calma, así que una vez más volvieron a asaltarla los recuerdos de la noche en que había discutido con Alister. ¿La estaría buscando? Probablemente así fuese pero no se lo iba a poner fácil, ya se había encargado de borrar su rastro mientras avanzaban, y esperaba que con eso fuese suficiente para hacerle entender que no debía seguirla. Envuelta en su capa Elen apoyó la cabeza contra la pared de piedra y se quedó pensativa, con la mirada clavada en lo profundo del bosque, hasta que unos ruidos provenientes del interior la sobresaltaron.
Eran unos débiles quejidos mezclados con una respiración agitada, algo que conocía bien, Nimthîriel estaba teniendo una pesadilla. La pequeña revivía en sueños el ataque todas las noches, la desesperación, el miedo, los rostros de sus padres llenos de preocupación e incertidumbre… la voz de su madre gritándole que corriese a esconderse… ni siquiera tuvo tiempo de ver qué lo había hecho, solo hizo caso y echó a correr hasta que sus piernas le fallaron, momento en que con ayuda de su habilidad para hacer crecer plantas se subió a un árbol, valiéndose de una gruesa enredadera. Allí esperó durante todo un día, pero nadie apareció para llevarla a casa, se había quedado sola.
Nimthîriel despertó con las lágrimas escapando de sus ojos, se levantó y decidió caminar hacia la entrada, donde se encontraba la tensai. - Has tenido una pesadilla, tranquila, estás a salvo. - le dijo nada más verla. - Ven, siéntate conmigo. - añadió en cuanto la tuvo algo más cerca, abriendo su capa para que la pequeña pudiese acomodarse a su lado y quedar abrigada con la tela. - Ya pasó. - musitó, al tiempo que le secaba las mejillas. - ¿Y si no los encuentro? ¿y si les han hecho daño? - preguntó con un hilo de voz la niña. - No pienses en eso. - fue lo único que pudo decirle, ya que por desgracia, lo más probable era que después de una semana ambos estuviesen muertos. La mejor opción que tenían era comprobar el lugar y luego llevarla a Lunargenta para que volviese con su familia, pero iba a ser duro afrontar lo ocurrido, sobre todo por lo joven que era.
Durante unos minutos se hizo el silencio, hasta que Nimthîriel, que había terminado acurrucándose junto a la centinela, volvió a hablar. - Tú también estás triste, lo he visto. - dijo sin apenas elevar la voz. - ¿Por qué llorabas? - preguntó, levantando ligeramente el rostro para ver el de la bruja. - Es complicado. - respondió la de cabellos cenicientos, pero no iba a quedar ahí la conversación. - ¿Alguien te persigue? - insistió Nim, que la había visto mirar con nerviosismo al cielo y borrar el rastro de sus pisadas. - No lo sé. - musitó Elen, sin querer hablar del tema. La elfa cerró los ojos para concentrarse, y de pronto unas frondosas enredaderas comenzaron a caer desde la parte alta de la pared en que se encontraba la cueva, cubriendo la entrada hasta hacerla prácticamente invisible.
Elen se giró para observarla sorprendida, para ser tan pequeña tenía un control sobre las plantas admirable, aunque ello conllevaba por supuesto un desgaste. Aquella barrera los mantendría fuera de la vista pero permitiría que siguiese entrando aire, era perfecta. Tras el esfuerzo que había realizado para dar algo de tranquilidad a la bruja, Nimthîriel se acomodó junto a ella y volvió a quedarse dormida, ésta vez sin que las pesadillas volviesen, por suerte. La benjamina de los Calhoun también se permitió descansar un rato ahora que estaban a salvo y no tenía que preocuparse porque el dragón apareciese de un momento a otro y la encontrase, al menos hasta que Melena Blanca se despertó para hacer el cambio de guardia.
Con cuidado, el leónico hizo reaccionar a la joven para que fuese junto al fuego y llevó a la pequeña para acomodarla allí también, quedando los tres en torno a la hoguera.
Alister
El dragón prosiguió su camino al atardecer con energías renovadas, que le ayudaron a aprovechar las últimas horas de luz del día y a avanzar una distancia considerable, aunque no la suficiente como para alcanzar a la hechicera. Sin saber cuánta ventaja le llevaban ni a qué ritmo iban era complicado calcular los días que tardaría en alcanzarlos, pero solo esperaba no llegar demasiado tarde, no podía permitírselo. Estaba seguro de que se dirigían a isla volcánica para encontrarse con Amaterasu y abrir un portal al Oblivion, pero en vez de ir por la costa y esperarlos allí prefería tener ocasión de hablar con la tensai antes de llegar al territorio de la nigromante, solo así conseguiría hacerla entrar en razón sobre lo que tenía en mente.
Al caer la noche buscó un lugar donde poder descansar sin peligro, y sin poder contar con nada que lo mantuviese caliente optó por mantenerse en su forma bestial y encender una hoguera, eso bastaría para mantener a raya la bajada de temperatura que solía acompañar a la madrugada.
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Re: Punto de inflexión [Privado][Cerrado]
Con la llegada del amanecer el grupo volvió a ponerse en marcha, con el leónico al frente como guía mientras la hechicera y la pequeña lo seguían de cerca. Ambos sabían bien que probablemente llegasen tarde para ayudar a los padres de Nimthîriel pero ¿cómo explicárselo? Solo era una niña. Elen sujetaba las riendas de Sombra y avanzaba sin dejar de pensar en lo que podrían encontrar, y en lo que ello causaría a la elfa. Una pérdida como aquella sin duda resultaría especialmente dolorosa a una edad tan corta así que debían actuar con cuidado, y no permitir bajo ningún concepto que la pequeña viese algo que pudiese traumatizarla.
Tal como había previsto Melena Blanca, para cuando el sol alcanzó su punto más alto ya estaban cerca del lugar del incidente, lo suficiente como para ver a lo lejos la carreta en que viajaban Nimthîriel y sus padres antes del ataque. - ¡Ahí está! - exclamó la niña con una mezcla de emoción y nerviosismo, mientras señalaba la carreta. - Quedaos aquí, iré a ver qué ha pasado. - indicó el leónico, dirigiendo una mirada a su compañera. Melena Blanca quería que mantuviese a Nim alejada por si acaso y así lo hizo la tensai, asintiendo con la cabeza y deteniendo al caballo. Sin decir nada más se dio la vuelta y avanzó hacia la carreta, que se encontraba a unos escasos cincuenta metros pero estaba rodeada de arbustos, algo que no permitía ver desde allí si había algún cuerpo en el suelo.
Elen lo observó mientras se alejaba, atenta a cualquier posible peligro ya que no podían descartar que lo que había atacado a la familia siguiese por la zona, pero teniendo en cuenta lo fuerte y corpulento que era el centinela probablemente no tuviese de que preocuparse. - Bájame por favor. - pidió Nimthîriel, que parecía algo más inquieta ahora que había vuelto. - Deberías quedarte ahí… al menos hasta que nos aseguremos de que no hay peligro. - contestó la hechicera, pero la tristeza que se reflejó en el rostro de la elfa terminó convenciéndola. Una vez en el suelo, y quizá en busca de apoyo, la pequeña tomó la mano de la bruja y aguardó nerviosa el regreso de Melena Blanca.
Lo que el leónico encontró no le tomó por sorpresa, no después de que hubiese pasado más de una semana del ataque. Las bestias culpables de ello, pues sin duda aquel destrozado escenario debía ser obra de más de una, habían atacado ferozmente al matrimonio, dejando dos claros rastros de sangre que iban casi en la misma dirección. No costaba imaginarse lo que había ocurrido, tras indicar a la niña que huyese a lo profundo del bosque ambos habían intentado mantenerse juntos para defenderse, pero no fue suficiente. Algunos de los bártulos que iban en la carreta estaban tirados por el suelo, probablemente los hubiesen arrojado a propósito para tratar de alejar a los animales antes de huir, pero esto tampoco funcionó.
Los rastros de sangre lo condujeron directamente a lo que quedaba del matrimonio, un montón de huesos desperdigados, prendas de ropa hechas jirones y cabellos arrancados, los habían devorado vivos, una terrible forma de morir. Melena Blanca cerró los ojos por un momento sin saber cómo iban a explicar aquello a Nim, luego examinó más de cerca los restos y encontró un brazalete de plata manchado de sangre pero sorprendentemente intacto, objeto que decidió recoger y limpiar para entregarlo a la pequeña, que podría conservarlo como recuerdo de su madre. Tras esto optó por regresar junto a la tensai para contarle lo que había encontrado, pero en cuanto tuviese un momento se encargaría de dar un entierro digno a la pareja, que no se merecía un final así de cruel.
No quedaba rastro de los culpables y eso lo intranquilizaba, ¿dónde habrían ido? ¿estarían atacando a otros viajeros en los caminos? Aquel era su territorio y debía velar por la seguridad de quienes lo atravesaban, pero claro quedaba que no podía estar en todas partes ni adivinar cuándo pasarían aquellas cosas.
Nimthîriel apretó la mano de la hechicera nada más ver la silueta del león, pero pronto se dio cuenta de que algo no iba bien, la expresión del hombre bestia y que volviese solo eran malas señales. Elen observó como su compañero negaba con la cabeza mientras se les acercaba, confirmando lo que ya pensaba, habían llegado tarde. - Lo siento. - fue lo único que dijo, agachándose para entregar el brazalete a la niña. Con las manos temblorosas, Nim tomó la joya de su madre y de inmediato comenzó a llorar de forma inconsolable, consciente de que sus padres ya no volverían nunca más. - ¡No! - gritó entre lágrimas, antes de dejarse llevar por un impulso y tratar de correr en dirección a la carreta, no quería creer que los había perdido.
A pesar de su intento no llegó muy lejos, Elen la detuvo y de inmediato la levantó del suelo, tomándola en brazos con fuerza e ignorando la forma en que se revolvía para escapar. - Créeme, no quieres verlos así, no puedo dejar que lo hagas. - dijo la de cabellos cenicientos, al tiempo que le acariciaba el pelo con una mano para tranquilizarla. Nimthîriel hundió el rostro en el hueco de su cuello y siguió llorando, aferrándose a la camisa de la tensai con una mano mientras con la otra sostenía el brazalete. - Me haré cargo de ellos, esperadme aquí. - intervino Melena Blanca, antes de volver al lugar del ataque para dar entierro a las víctimas.
Para cuando regresó Nim ya estaba algo más calmada, tenía los ojos enrojecidos pero no lloraba, solo se limitaba a quedarse en silencio junto a la bruja y permitir que ésta la rodease con sus brazos. - ¿Quieres despedirte de ellos? - le preguntó el leónico, poniendo una de sus manos sobre el hombro de la niña. Ella asintió y lo siguió a través del bosque, de la mano de la benjamina de los Calhoun. Para evitar que viese la carreta y la sangre bordearon el lugar del incidente y se dirigieron a un árbol ligeramente apartado, junto al cual ahora se alzaba una tosca cruz de madera sobre la recién tapada tumba del matrimonio.
Las lágrimas volvieron a recorrer las mejillas de la elfa una vez más, mientras se arrodillaba sobre la tierra que cubría a sus padres y colocaba ambas manos sobre la misma. No dijo nada, solo utilizó sus poderes para que del suelo comenzase a brotar una enredadera de flores, que se extendió hasta cubrir por completo la cruz. - ¿Qué haremos con ella? - preguntó el centinela del este en un susurro, inclinándose ligeramente hacia Elen. - Tiene familia en Lunargenta, la llevaremos con nosotros al norte, allí nos esperará un barco para que podamos cruzar a isla volcánica. Hablaré con la capitana para que la lleve a Verisar y se encargue de entregarla a sus abuelos si la cosa sale mal… - respondió también en un susurro, consciente de que después de convencer a Amaterasu cruzarían al Oblivion, y que una vez allí podría pasar cualquier cosa… en el peor de los casos los Tarmúnil vencerían y ninguno de los centinelas regresaría.
Elen confiaba en Gabrielle y sabía que no se negaría a hacerle tal favor, pero esperaba poder devolver ella misma a la niña.
Alister
El hambre volvía a atenazar sus estómagos aquella madrugada, poco habían conseguido cazar desde que se toparon con el par de viajeros del camino, y la falta de alimento provocaba que se mostrasen más atrevidos a la hora de elegir a sus presas. Eso los llevó a querer investigar el fuego que se veía en el bosque, donde esperaban encontrar más humanos fáciles de atrapar, cosa que no fue así. En vez de eso fueron a dar con un dragón, aparentemente dormido pero igualmente peligroso, además de bien protegido gracias a su coraza natural de escamas. Una manada completa quizá hubiese podido conseguirlo, pero ellos, que estaban mucho más al sur de la zona en que solían vivir, solo eran dos y demasiados jóvenes para tener la experiencia necesaria de cara al combate, tenían las de perder.
Aun así no se echaron atrás, tenían hambre y aquel ser podría alimentarlos durante varios días si conseguían abatirlo. De forma imprudente, uno de los scrunts se acercó al alado por uno de los costados, mientras el otro se mantenía a su espalda y buscaba un punto débil al que atacar. Las patas eran el objetivo más factible, ya que si conseguían herirlo no podría mantenerse en pie, pero también debían tener en cuenta que se encontraban ante una bestia que podía volar, algo que no podían permitir o verían como su comida se les escapaba.
Alister percibió un aroma extraño cuando comenzaron a acercársele y despertó al escuchar el crujir de las ramas, pero se mantuvo inmóvil, valorando la situación sin alertar al par de scrunts que caminaban a su alrededor, al menos hasta que el que avanzaba hacia su costado estuvo lo suficientemente cerca como para intentar atacarlo. Fue entonces cuando se levantó de forma repentina, rugiendo guturalmente y desplegando las alas para parecer aún más grande, algo con lo que esperaba ahuyentarlos. El scrunt retrocedió de forma instintiva pero no se marchó, en vez de eso trató de distraerlo para que su compañero pudiese abalanzarse sobre la espalda del dragón, algo que a Alister no le costó prever.
Sabía que eran dos y que trabajaban en equipo, pero en cuanto uno de ellos quedase fuera de combate probablemente el otro huiría para salvar la vida, así que en vez de centrarse en el que tenía en frente optó por darse la vuelta en el momento en que el otro saltaba hacia él, abriendo las mandíbulas y chocando violentamente con el scrunt. Plegó las alas para que les costase más alcanzarlas y arremetió contra el lobo de forma feroz, ganando algo de tiempo mientras su vientre se tornaba naranja. El segundo atacante no tardó en intervenir mordiéndole la cola, pero sus mandíbulas no pudieron atravesar la coraza de escamas, tenía que alcanzar las patas.
Tras propinarle un contundente golpe con la cola para apartarlo, Alister se abalanzó sobre el scrunt que tenía frente a sí y disparó su elemento en forma de llamarada, quemándole parte del lomo y consiguiendo que profiriese un quejido de dolor mientras hacía lo posible por alejarse de él. Sin embargo, ni siquiera el fuego logró disuadir al par de lobos, que volvieron a atacar a la vez movidos por el hambre y la furia. Fue un desesperado intento por su parte, que los conduciría a su fin. Una vez más, el dragón escupió su elemento sobre ellos, alcanzando de lleno a uno, que entre gemidos trató de revolcarse por el suelo para apagar las llamas que lo consumían. El otro consiguió esquivar su ataque y alcanzó una de sus patas pero fue rápidamente empujado por el alado, que abrió las fauces y las cerró con fuerza en torno a su cuello hasta partirlo.
Con el primero muerto, Alister lo soltó y se dirigió hacia el segundo para terminar de quemarlo, lanzando una prolongada llamarada sobre él hasta que dejó de emitir sonido alguno. Maldijo interiormente mientras veía como su enemigo quedaba reducido a un bulto negruzco, había ganado sí, pero ya no podría descansar aquella noche con tranquilidad, el bosque le acababa de recordar lo peligroso que podía llegar a ser.
Por suerte la herida de su pata solo era algo superficial así que no tenía de qué preocuparse, pero cuanto antes encontrase a la hechicera mejor. Negándose a volver a dormir, el cazador se quedó sentado junto a la hoguera hasta que el sol comenzó a salir, momento en que se puso en marcha. Durante unas horas siguió el rastro de pisadas que había encontrado junto al campamento de Melena Blanca, pero estas de forma repentina desaparecieron, complicándole la tarea. Ahora solo tenía lo que quedaba del aroma de Elen, que era muy poco, tenía que ganar terreno o le perdería la pista.
Tal como había previsto Melena Blanca, para cuando el sol alcanzó su punto más alto ya estaban cerca del lugar del incidente, lo suficiente como para ver a lo lejos la carreta en que viajaban Nimthîriel y sus padres antes del ataque. - ¡Ahí está! - exclamó la niña con una mezcla de emoción y nerviosismo, mientras señalaba la carreta. - Quedaos aquí, iré a ver qué ha pasado. - indicó el leónico, dirigiendo una mirada a su compañera. Melena Blanca quería que mantuviese a Nim alejada por si acaso y así lo hizo la tensai, asintiendo con la cabeza y deteniendo al caballo. Sin decir nada más se dio la vuelta y avanzó hacia la carreta, que se encontraba a unos escasos cincuenta metros pero estaba rodeada de arbustos, algo que no permitía ver desde allí si había algún cuerpo en el suelo.
Elen lo observó mientras se alejaba, atenta a cualquier posible peligro ya que no podían descartar que lo que había atacado a la familia siguiese por la zona, pero teniendo en cuenta lo fuerte y corpulento que era el centinela probablemente no tuviese de que preocuparse. - Bájame por favor. - pidió Nimthîriel, que parecía algo más inquieta ahora que había vuelto. - Deberías quedarte ahí… al menos hasta que nos aseguremos de que no hay peligro. - contestó la hechicera, pero la tristeza que se reflejó en el rostro de la elfa terminó convenciéndola. Una vez en el suelo, y quizá en busca de apoyo, la pequeña tomó la mano de la bruja y aguardó nerviosa el regreso de Melena Blanca.
- Música ambiental:
Lo que el leónico encontró no le tomó por sorpresa, no después de que hubiese pasado más de una semana del ataque. Las bestias culpables de ello, pues sin duda aquel destrozado escenario debía ser obra de más de una, habían atacado ferozmente al matrimonio, dejando dos claros rastros de sangre que iban casi en la misma dirección. No costaba imaginarse lo que había ocurrido, tras indicar a la niña que huyese a lo profundo del bosque ambos habían intentado mantenerse juntos para defenderse, pero no fue suficiente. Algunos de los bártulos que iban en la carreta estaban tirados por el suelo, probablemente los hubiesen arrojado a propósito para tratar de alejar a los animales antes de huir, pero esto tampoco funcionó.
Los rastros de sangre lo condujeron directamente a lo que quedaba del matrimonio, un montón de huesos desperdigados, prendas de ropa hechas jirones y cabellos arrancados, los habían devorado vivos, una terrible forma de morir. Melena Blanca cerró los ojos por un momento sin saber cómo iban a explicar aquello a Nim, luego examinó más de cerca los restos y encontró un brazalete de plata manchado de sangre pero sorprendentemente intacto, objeto que decidió recoger y limpiar para entregarlo a la pequeña, que podría conservarlo como recuerdo de su madre. Tras esto optó por regresar junto a la tensai para contarle lo que había encontrado, pero en cuanto tuviese un momento se encargaría de dar un entierro digno a la pareja, que no se merecía un final así de cruel.
No quedaba rastro de los culpables y eso lo intranquilizaba, ¿dónde habrían ido? ¿estarían atacando a otros viajeros en los caminos? Aquel era su territorio y debía velar por la seguridad de quienes lo atravesaban, pero claro quedaba que no podía estar en todas partes ni adivinar cuándo pasarían aquellas cosas.
- Brazalete:
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Nimthîriel apretó la mano de la hechicera nada más ver la silueta del león, pero pronto se dio cuenta de que algo no iba bien, la expresión del hombre bestia y que volviese solo eran malas señales. Elen observó como su compañero negaba con la cabeza mientras se les acercaba, confirmando lo que ya pensaba, habían llegado tarde. - Lo siento. - fue lo único que dijo, agachándose para entregar el brazalete a la niña. Con las manos temblorosas, Nim tomó la joya de su madre y de inmediato comenzó a llorar de forma inconsolable, consciente de que sus padres ya no volverían nunca más. - ¡No! - gritó entre lágrimas, antes de dejarse llevar por un impulso y tratar de correr en dirección a la carreta, no quería creer que los había perdido.
A pesar de su intento no llegó muy lejos, Elen la detuvo y de inmediato la levantó del suelo, tomándola en brazos con fuerza e ignorando la forma en que se revolvía para escapar. - Créeme, no quieres verlos así, no puedo dejar que lo hagas. - dijo la de cabellos cenicientos, al tiempo que le acariciaba el pelo con una mano para tranquilizarla. Nimthîriel hundió el rostro en el hueco de su cuello y siguió llorando, aferrándose a la camisa de la tensai con una mano mientras con la otra sostenía el brazalete. - Me haré cargo de ellos, esperadme aquí. - intervino Melena Blanca, antes de volver al lugar del ataque para dar entierro a las víctimas.
Para cuando regresó Nim ya estaba algo más calmada, tenía los ojos enrojecidos pero no lloraba, solo se limitaba a quedarse en silencio junto a la bruja y permitir que ésta la rodease con sus brazos. - ¿Quieres despedirte de ellos? - le preguntó el leónico, poniendo una de sus manos sobre el hombro de la niña. Ella asintió y lo siguió a través del bosque, de la mano de la benjamina de los Calhoun. Para evitar que viese la carreta y la sangre bordearon el lugar del incidente y se dirigieron a un árbol ligeramente apartado, junto al cual ahora se alzaba una tosca cruz de madera sobre la recién tapada tumba del matrimonio.
Las lágrimas volvieron a recorrer las mejillas de la elfa una vez más, mientras se arrodillaba sobre la tierra que cubría a sus padres y colocaba ambas manos sobre la misma. No dijo nada, solo utilizó sus poderes para que del suelo comenzase a brotar una enredadera de flores, que se extendió hasta cubrir por completo la cruz. - ¿Qué haremos con ella? - preguntó el centinela del este en un susurro, inclinándose ligeramente hacia Elen. - Tiene familia en Lunargenta, la llevaremos con nosotros al norte, allí nos esperará un barco para que podamos cruzar a isla volcánica. Hablaré con la capitana para que la lleve a Verisar y se encargue de entregarla a sus abuelos si la cosa sale mal… - respondió también en un susurro, consciente de que después de convencer a Amaterasu cruzarían al Oblivion, y que una vez allí podría pasar cualquier cosa… en el peor de los casos los Tarmúnil vencerían y ninguno de los centinelas regresaría.
- Enredadera:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Elen confiaba en Gabrielle y sabía que no se negaría a hacerle tal favor, pero esperaba poder devolver ella misma a la niña.
Alister
El hambre volvía a atenazar sus estómagos aquella madrugada, poco habían conseguido cazar desde que se toparon con el par de viajeros del camino, y la falta de alimento provocaba que se mostrasen más atrevidos a la hora de elegir a sus presas. Eso los llevó a querer investigar el fuego que se veía en el bosque, donde esperaban encontrar más humanos fáciles de atrapar, cosa que no fue así. En vez de eso fueron a dar con un dragón, aparentemente dormido pero igualmente peligroso, además de bien protegido gracias a su coraza natural de escamas. Una manada completa quizá hubiese podido conseguirlo, pero ellos, que estaban mucho más al sur de la zona en que solían vivir, solo eran dos y demasiados jóvenes para tener la experiencia necesaria de cara al combate, tenían las de perder.
Aun así no se echaron atrás, tenían hambre y aquel ser podría alimentarlos durante varios días si conseguían abatirlo. De forma imprudente, uno de los scrunts se acercó al alado por uno de los costados, mientras el otro se mantenía a su espalda y buscaba un punto débil al que atacar. Las patas eran el objetivo más factible, ya que si conseguían herirlo no podría mantenerse en pie, pero también debían tener en cuenta que se encontraban ante una bestia que podía volar, algo que no podían permitir o verían como su comida se les escapaba.
Alister percibió un aroma extraño cuando comenzaron a acercársele y despertó al escuchar el crujir de las ramas, pero se mantuvo inmóvil, valorando la situación sin alertar al par de scrunts que caminaban a su alrededor, al menos hasta que el que avanzaba hacia su costado estuvo lo suficientemente cerca como para intentar atacarlo. Fue entonces cuando se levantó de forma repentina, rugiendo guturalmente y desplegando las alas para parecer aún más grande, algo con lo que esperaba ahuyentarlos. El scrunt retrocedió de forma instintiva pero no se marchó, en vez de eso trató de distraerlo para que su compañero pudiese abalanzarse sobre la espalda del dragón, algo que a Alister no le costó prever.
Sabía que eran dos y que trabajaban en equipo, pero en cuanto uno de ellos quedase fuera de combate probablemente el otro huiría para salvar la vida, así que en vez de centrarse en el que tenía en frente optó por darse la vuelta en el momento en que el otro saltaba hacia él, abriendo las mandíbulas y chocando violentamente con el scrunt. Plegó las alas para que les costase más alcanzarlas y arremetió contra el lobo de forma feroz, ganando algo de tiempo mientras su vientre se tornaba naranja. El segundo atacante no tardó en intervenir mordiéndole la cola, pero sus mandíbulas no pudieron atravesar la coraza de escamas, tenía que alcanzar las patas.
Tras propinarle un contundente golpe con la cola para apartarlo, Alister se abalanzó sobre el scrunt que tenía frente a sí y disparó su elemento en forma de llamarada, quemándole parte del lomo y consiguiendo que profiriese un quejido de dolor mientras hacía lo posible por alejarse de él. Sin embargo, ni siquiera el fuego logró disuadir al par de lobos, que volvieron a atacar a la vez movidos por el hambre y la furia. Fue un desesperado intento por su parte, que los conduciría a su fin. Una vez más, el dragón escupió su elemento sobre ellos, alcanzando de lleno a uno, que entre gemidos trató de revolcarse por el suelo para apagar las llamas que lo consumían. El otro consiguió esquivar su ataque y alcanzó una de sus patas pero fue rápidamente empujado por el alado, que abrió las fauces y las cerró con fuerza en torno a su cuello hasta partirlo.
Con el primero muerto, Alister lo soltó y se dirigió hacia el segundo para terminar de quemarlo, lanzando una prolongada llamarada sobre él hasta que dejó de emitir sonido alguno. Maldijo interiormente mientras veía como su enemigo quedaba reducido a un bulto negruzco, había ganado sí, pero ya no podría descansar aquella noche con tranquilidad, el bosque le acababa de recordar lo peligroso que podía llegar a ser.
Por suerte la herida de su pata solo era algo superficial así que no tenía de qué preocuparse, pero cuanto antes encontrase a la hechicera mejor. Negándose a volver a dormir, el cazador se quedó sentado junto a la hoguera hasta que el sol comenzó a salir, momento en que se puso en marcha. Durante unas horas siguió el rastro de pisadas que había encontrado junto al campamento de Melena Blanca, pero estas de forma repentina desaparecieron, complicándole la tarea. Ahora solo tenía lo que quedaba del aroma de Elen, que era muy poco, tenía que ganar terreno o le perdería la pista.
Elen Calhoun
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Re: Punto de inflexión [Privado][Cerrado]
Durante las horas siguientes al terrible descubrimiento Nimthîriel se mostró ausente, no hablaba ni parecía reaccionar a cuanto la rodeaba, tenía la mirada perdida y se había esfumado por completo el brillo de esperanza que iluminaba sus ojos color tierra. De repente había quedado vacía, como si su mente estuviese en realidad muy lejos de allí, en algún lugar en que no tuviese que asimilar la dolorosa verdad. A ratos las lágrimas volvían a caer por sus mejillas pero la pequeña no hacía ruido alguno, ni respondía a pesar de los esfuerzos de Elen para hacerla reaccionar.
La tensai podía hacerse una idea de lo duro que aquello debía estar resultando para Nim y sabía que sin duda necesitaría tiempo para superarlo, pero no por ello dejaba de preocuparse, ahora la niña era responsabilidad suya, al menos hasta que la llevase junto a su familia. Melena Blanca las observaba en silencio, apenado porque aquello hubiese ocurrido en su territorio, donde se suponía que él debía proteger a la gente, pero debía ser realista, no podía estar en todas partes. El hecho de haber proporcionado al matrimonio un entierro digno lo aliviaba un tanto pero las bestias culpables seguían sueltas, y si nadie las detenía volverían a atacar a los viajeros que transitaran por la zona, más ahora que sabían que éstos representaban una comida fácil.
Por desgracia no tenía a sus leónicos con él para organizar una partida de caza y eliminar a los asesinos antes de que atacasen de nuevo, no, su misión lo reclamaba y debía seguir hacia el norte con la hechicera para acabar lo que habían empezado, para vengar la muerte de Tyrande y todas las que los Tarmúnil habían causado a lo largo de los años. Retomado el camino hacia su destino, el grupo avanzó sin detenerse hasta que el sol comenzó a ponerse, momento en que decidieron buscar un lugar para acampar. Conscientes de los peligros que acechaban en el bosque optaron por un claro lo bastante amplio como para que cualquier posible amenaza se delatase antes de acercarse lo suficiente para atacarlos, encendieron un fuego y se organizaron para hacer guardia durante toda la noche. Melena Blanca se encargaría de la primera mientras Elen intentaba que la pequeña volviese en sí, algo que no parecía tarea fácil.
La hechicera acomodó a Nim cerca del fuego sobre una manta y le cubrió los hombros con otra para protegerla del frío, pero la niña seguía mostrándose ausente, como si no consiguiese asimilar lo ocurrido y su cerebro la hubiese aislado del mundo. - Nim, Nimthîriel, tienes que comer algo. - instó la de cabellos cenicientos, mientras colocaba frente a la elfa un pañuelo con algo de pan y fruta. Aquello tampoco sirvió de nada, una profunda tristeza atenazaba el estómago de la pequeña, provocando que no tuviese apetito. Lo único que hacía era sostener con fuerza el brazalete que el leónico había recuperado, el único recuerdo que podría guardar de su difunta madre.
- Nim mírame por favor, tienes que reaccionar. - insistió la joven, pero sin éxito. No conseguiría que comiese nada aquella noche, pero si al menos lograba dormirla quizá a la mañana siguiente las cosas mejorasen. Con esa idea en mente la tensai envolvió a la elfa con sus brazos y acomodó la cabeza de la niña contra su pecho, del mismo modo que recordaba hacer a su madre con ella cuando estaba triste. Terminó de envolverla en la manta y con la diestra rebuscó en el interior de la bolsa de su cinturón hasta dar con un pequeño frasco que había conseguido hacía algún tiempo, cerrando los ojos durante un momento antes de destaparlo.
En cuanto lo hizo comenzó a sonar una suave melodía, que poco a poco consiguió relajar a la niña hasta que exhausta tanto por el trayecto como por la carga emocional, cerró los ojos y se sumió en un profundo sueño. La benjamina de los Calhoun respiró aliviada al ver que funcionaba y se mantuvo inmóvil hasta que su compañero llegó para que tomase el relevo en la guardia, momento en que recostó a Nim y se apartó unos metros del campamento, quedando al borde del claro. Aún no sabía si el nuevo día traería consigo una mejora en el ánimo de la elfa pero debía confiar en que así fuese, y en que poco a poco superase la pérdida de sus padres.
¿Dónde estaría Alister en aquel momento? Se preguntó mientras miraba al cielo, sin saber que el dragón observaba en aquel instante las mismas estrellas que ella.
Alister
El aroma de la bruja era tan tenue que en ocasiones le costaba seguirlo, lo perdía y tenía que volver a rastrear la zona para encontrarlo de nuevo, algo que resultaba frustrante porque lo obligaba a ir por tierra o volar muy bajo, con la incomodidad que eso provocaba. El bosque no estaba hecho para que un dragón lo sobrevolase a baja altura, los árboles se convertían en un obstáculo constante y muy molesto, así que finalmente optó por aterrizar y seguir a pie, aunque sin abandonar su forma bestial. Muchos animales se escondían al escucharlo llegar, lo cual era comprensible ya que no estaban acostumbrados a ver a seres como él por la zona.
Alister olfateaba el aire cada pocos metros para asegurarse de que iba en la dirección correcta, pero de pronto notó que el aroma de Elen se desviaba de la ruta que tendría que haber seguido para llegar a isla volcánica, ¿por qué? - ¿Será un truco para despistarme? - preguntó en voz baja, pero pronto descartó esa idea, en cuanto notó lo que debía ser el olor de Melena Blanca. Había un tercer aroma en el ambiente pero decidió no prestarle atención, el tiempo corría y si no daba pronto con el par de centinelas todo habría sido en vano. De inmediato, alzó el vuelo y siguió a toda prisa aquel nuevo rumbo, notando como por fin parecía que se acercaba a la tensai.
Algo los había desviado y también había provocado que bajasen el ritmo al que avanzaban, lo que permitió al dragón encontrar un rastro más fresco que lo llevó directamente hasta el lugar del incidente. De inmediato supo que tanto Elen como el leónico habían pasado allí un rato, sus olores estaban muy presentes aún en la zona y no le costó averiguar el motivo por el que se detuvieron. - Los scrunts hicieron esto. - dijo, resoplando al captar el aroma de las bestias a las que había matado la noche anterior. La carreta, los bártulos tirados y la sangre que teñía el suelo terminaron de contarle la historia que ya imaginaba, junto con la tumba recientemente cavada no muy lejos de allí.
Se habían tomado la molestia de dar sepultura a las víctimas de los scrunts, algo que no le extrañó en absoluto conociendo como era la tensai y lo que ésta le había contado acerca del centinela del este. Quizá no estuviese bien por su parte, pero teniendo en cuenta que había salido de Lunargenta sin nada más que lo puesto decidió revisar los bártulos que quedaban cerca de la carreta para ver si podía aprovechar algo, y de paso acampar allí. De vuelta en su forma humana, Alister reunió los materiales y objetos que podían servir de algo y encendió una hoguera para espantar a los animales del bosque, con la esperanza de que aquella noche fuese tranquila y le permitiese descansar un poco.
Uso de objeto máster, frasco de canción embotellada.
La tensai podía hacerse una idea de lo duro que aquello debía estar resultando para Nim y sabía que sin duda necesitaría tiempo para superarlo, pero no por ello dejaba de preocuparse, ahora la niña era responsabilidad suya, al menos hasta que la llevase junto a su familia. Melena Blanca las observaba en silencio, apenado porque aquello hubiese ocurrido en su territorio, donde se suponía que él debía proteger a la gente, pero debía ser realista, no podía estar en todas partes. El hecho de haber proporcionado al matrimonio un entierro digno lo aliviaba un tanto pero las bestias culpables seguían sueltas, y si nadie las detenía volverían a atacar a los viajeros que transitaran por la zona, más ahora que sabían que éstos representaban una comida fácil.
Por desgracia no tenía a sus leónicos con él para organizar una partida de caza y eliminar a los asesinos antes de que atacasen de nuevo, no, su misión lo reclamaba y debía seguir hacia el norte con la hechicera para acabar lo que habían empezado, para vengar la muerte de Tyrande y todas las que los Tarmúnil habían causado a lo largo de los años. Retomado el camino hacia su destino, el grupo avanzó sin detenerse hasta que el sol comenzó a ponerse, momento en que decidieron buscar un lugar para acampar. Conscientes de los peligros que acechaban en el bosque optaron por un claro lo bastante amplio como para que cualquier posible amenaza se delatase antes de acercarse lo suficiente para atacarlos, encendieron un fuego y se organizaron para hacer guardia durante toda la noche. Melena Blanca se encargaría de la primera mientras Elen intentaba que la pequeña volviese en sí, algo que no parecía tarea fácil.
La hechicera acomodó a Nim cerca del fuego sobre una manta y le cubrió los hombros con otra para protegerla del frío, pero la niña seguía mostrándose ausente, como si no consiguiese asimilar lo ocurrido y su cerebro la hubiese aislado del mundo. - Nim, Nimthîriel, tienes que comer algo. - instó la de cabellos cenicientos, mientras colocaba frente a la elfa un pañuelo con algo de pan y fruta. Aquello tampoco sirvió de nada, una profunda tristeza atenazaba el estómago de la pequeña, provocando que no tuviese apetito. Lo único que hacía era sostener con fuerza el brazalete que el leónico había recuperado, el único recuerdo que podría guardar de su difunta madre.
- Nim mírame por favor, tienes que reaccionar. - insistió la joven, pero sin éxito. No conseguiría que comiese nada aquella noche, pero si al menos lograba dormirla quizá a la mañana siguiente las cosas mejorasen. Con esa idea en mente la tensai envolvió a la elfa con sus brazos y acomodó la cabeza de la niña contra su pecho, del mismo modo que recordaba hacer a su madre con ella cuando estaba triste. Terminó de envolverla en la manta y con la diestra rebuscó en el interior de la bolsa de su cinturón hasta dar con un pequeño frasco que había conseguido hacía algún tiempo, cerrando los ojos durante un momento antes de destaparlo.
En cuanto lo hizo comenzó a sonar una suave melodía, que poco a poco consiguió relajar a la niña hasta que exhausta tanto por el trayecto como por la carga emocional, cerró los ojos y se sumió en un profundo sueño. La benjamina de los Calhoun respiró aliviada al ver que funcionaba y se mantuvo inmóvil hasta que su compañero llegó para que tomase el relevo en la guardia, momento en que recostó a Nim y se apartó unos metros del campamento, quedando al borde del claro. Aún no sabía si el nuevo día traería consigo una mejora en el ánimo de la elfa pero debía confiar en que así fuese, y en que poco a poco superase la pérdida de sus padres.
¿Dónde estaría Alister en aquel momento? Se preguntó mientras miraba al cielo, sin saber que el dragón observaba en aquel instante las mismas estrellas que ella.
- Melodía:
Alister
El aroma de la bruja era tan tenue que en ocasiones le costaba seguirlo, lo perdía y tenía que volver a rastrear la zona para encontrarlo de nuevo, algo que resultaba frustrante porque lo obligaba a ir por tierra o volar muy bajo, con la incomodidad que eso provocaba. El bosque no estaba hecho para que un dragón lo sobrevolase a baja altura, los árboles se convertían en un obstáculo constante y muy molesto, así que finalmente optó por aterrizar y seguir a pie, aunque sin abandonar su forma bestial. Muchos animales se escondían al escucharlo llegar, lo cual era comprensible ya que no estaban acostumbrados a ver a seres como él por la zona.
Alister olfateaba el aire cada pocos metros para asegurarse de que iba en la dirección correcta, pero de pronto notó que el aroma de Elen se desviaba de la ruta que tendría que haber seguido para llegar a isla volcánica, ¿por qué? - ¿Será un truco para despistarme? - preguntó en voz baja, pero pronto descartó esa idea, en cuanto notó lo que debía ser el olor de Melena Blanca. Había un tercer aroma en el ambiente pero decidió no prestarle atención, el tiempo corría y si no daba pronto con el par de centinelas todo habría sido en vano. De inmediato, alzó el vuelo y siguió a toda prisa aquel nuevo rumbo, notando como por fin parecía que se acercaba a la tensai.
Algo los había desviado y también había provocado que bajasen el ritmo al que avanzaban, lo que permitió al dragón encontrar un rastro más fresco que lo llevó directamente hasta el lugar del incidente. De inmediato supo que tanto Elen como el leónico habían pasado allí un rato, sus olores estaban muy presentes aún en la zona y no le costó averiguar el motivo por el que se detuvieron. - Los scrunts hicieron esto. - dijo, resoplando al captar el aroma de las bestias a las que había matado la noche anterior. La carreta, los bártulos tirados y la sangre que teñía el suelo terminaron de contarle la historia que ya imaginaba, junto con la tumba recientemente cavada no muy lejos de allí.
Se habían tomado la molestia de dar sepultura a las víctimas de los scrunts, algo que no le extrañó en absoluto conociendo como era la tensai y lo que ésta le había contado acerca del centinela del este. Quizá no estuviese bien por su parte, pero teniendo en cuenta que había salido de Lunargenta sin nada más que lo puesto decidió revisar los bártulos que quedaban cerca de la carreta para ver si podía aprovechar algo, y de paso acampar allí. De vuelta en su forma humana, Alister reunió los materiales y objetos que podían servir de algo y encendió una hoguera para espantar a los animales del bosque, con la esperanza de que aquella noche fuese tranquila y le permitiese descansar un poco.
Uso de objeto máster, frasco de canción embotellada.
Elen Calhoun
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Re: Punto de inflexión [Privado][Cerrado]
La llegada del nuevo día obligó al par de centinelas a recoger el campamento que habían montado para volver a ponerse en marcha hacia su destino, pero su pequeña acompañante seguía mostrándose afectada por lo sucedido el día anterior, cosa que preocupaba a la hechicera. Nimthîriel apenas hablaba pero después de tantas horas sin probar bocado su estómago la traicionó y comenzó a emitir leves rugidos a causa del hambre. Esto bastó para que la de ojos verdes se sentase a su lado y le pusiese delante algo de comida, que a diferencia de la noche anterior, fue aceptada. - Gracias. - susurró la niña con cierta vergüenza, antes alargar una de sus pequeñas manos hacia lo que Elen le había traído. - No es nada cielo. - respondió ella, acompañando sus palabras con una caricia a los cabellos de la elfilla.
- Es demasiado pequeña para pasar por esto. - pensó para sí, consciente de que el golpe que se había llevado tardaría en sanar y que quizá la marcase de por vida. La única esperanza de la tensai era que todo saliese bien en el norte para poder acompañar a la niña a Verisar y devolverla a su familia, quienes tendrían que hacer un gran esfuerzo para que volviese a ser la misma de antes.
Tras el desayuno todos se pusieron en camino a paso ligero, esperando dejar atrás los bosques del este en cuestión de un par de días, objetivo que no les permitía perder más tiempo del necesario para reponer fuerzas. Elen sujetaba las riendas de Sombra y caminaba junto a su hermano leónico, intentando de vez en cuando sacar algún tema de conversación en que Nim pudiese participar, y aunque al principio solo conseguía que la niña la mirase y respondiese con un gesto de cabeza, poco a poco la cosa empezó a mejorar. - ¿Puedes hacer crecer cualquier tipo de planta? ¿Un árbol por ejemplo? - preguntó con cierta curiosidad la benjamina de los Calhoun.
- Mami me enseñó a hacer crecer las flores del jardín… me dijo que si practicaba mucho algún día conseguiría hacer cosas más grandes. - contestó con cierta tristeza, ella nunca la vería conseguir aquello. - Lo que hiciste en la cueva para que pudiésemos ocultarnos fue algo grande. - intervino de nuevo la joven para animarla, y arrepintiéndose de haber sacado el tema ahora que sabía que le traería recuerdos de su fallecida madre. - Las enredaderas son fáciles, en casa tenemos una de flores violetas, es bonita… - comentó, antes de que el silencio volviese a instalarse en el grupo.
Sin incidentes, los tres continuaron a través del bosque hasta que el sol alcanzó su cenit, indicándoles que era hora de comer, y tras una breve pausa para ello volvieron a ponerse en camino, hasta que algo sobresaltó a la de cabellos cenicientos.
Elen pudo sentir aquella aura conocida antes incluso de escuchar el batir de alas, la había encontrado. - Toma las riendas, ¡marchaos rápido! Os alcanzaré. - indicó a Melena Blanca, para acto seguido separarse del grupo y adentrarse en una zona de vegetación más espesa y por tanto, menos accesible. - ¡No! - soltó Nim, alargando una mano en la dirección en que se marchaba la tensai, a la que a pesar de conocer de tan poco, había cogido cierto cariño. Fue entonces cuando ambos pudieron ver la sombra del dragón sobrevolándolos y girando para perseguir a la hechicera, hecho que terminó de asustar a la pequeña elfa. - ¡Se la va a comer! - gritó, poniéndose en lo peor. Impulsivamente, quizá porque ya había perdido a suficiente gente, Nim trató de bajarse del caballo para seguir a la bruja, y a pesar de los intentos del leónico por retenerla, consiguió zafarse.
La benjamina de los Calhoun no quería que fuesen testigos de lo que pasaría cuando Alister consiguiese alcanzarla, dando por hecho que volverían a discutir y que se dirían cosas que no incumbían ni a Melena Blanca ni a la niña. Con esto en mente trató de alejarse todo lo posible de ellos antes de que el alado pudiese tocar tierra, cosa que no tardó en suceder. Bruscamente, Alister aterrizó cortando el paso a la de cabellos cenicientos y llevándose por el camino un par de árboles, que terminaron partidos bajo su peso. - ¡No vuelvas a hacerme esto! - vociferó, espantando a cualquier animal que se encontrase en la zona y haciendo que Elen se detuviese en seco.
Estaba furioso, como era de esperar, pero la de ojos verdes tenía muy claro que no podía seguir a su lado, no podía permitirse una debilidad como la que él representaba. - ¿Qué demonios haces aquí? Dejé muy claro en la nota que seguía sola. - espetó la tensai en respuesta, con gesto serio. - ¿De verdad creías que iba a quedarme de brazos cruzados mientras tú te marchabas? - replicó el dragón mientras salvaba la distancia que lo separaba de la centinela hasta quedar a escasos centímetros de ella. De haber estado en su forma humana aquello habría sido realmente incómodo para la joven, tenerlo tan cerca podría haberla desarmado. - Debiste hacerlo, ya no te necesito. - soltó con brusquedad, sin moverse del sitio. Tenía que hallar el modo de librarse de él, y si no le quedaba más remedio que mostrar su peor faceta lo haría.
- Claro, ahora tienes al león… ¿ya le has pedido que te mate? ¿lo has hecho? - inquirió Alister, con un deje de preocupación en la voz. - No me hace falta, sé que lo hará porque es lo correcto. - contestó con firmeza y sin apartar la mirada de los ojos del alado. - ¡No lo permitiré! - exclamó él de inmediato, dispuesto a enfrentarse a cualquiera que intentase cumplir su petición. - Eres débil, has perdido de vista el objetivo por el que te uniste a mí… estás demasiado involucrado conmigo. - soltó Elen, sin pensarlo. - ¿A qué te refieres? - preguntó el cazador, sin saber lo que la hechicera había descubierto. - Utilicé una flor de sentimiento para entender lo que te pasaba, lo sé todo Alister… sé lo que sientes por mí. - el alado no se esperaba aquello en absoluto, retrocedió ligeramente y observó a la benjamina de los Calhoun sin que su mirada reflejase enfado, ahora solo había sitio para la sorpresa y la incertidumbre.
- ¿Y? ¿tanto te molesta? - consiguió formular tras unos segundos. - Tarde o temprano cometerás un error, volverás a exponerte para protegerme como hiciste en el pueblo de los hombres araña, no puedo permitirlo. - dijo la joven, justo en el momento en que unas enredaderas comenzaron a brotar para atrapar las patas del dragón. Alister se revolvió de forma instintiva, mientras la de cabellos cenicientos buscaba a Nim con la mirada. - Para Nim. - le indicó, pero eso no borró la preocupación de la niña. - ¡Va a hacerte daño! - exclamó, sin detener las enredaderas. - Créeme, no lo haría ni aunque se lo pidiese. - las palabras de la tensai eran confusas para la pequeña pero sirvieron para que dejase de intentar atrapar a la temible bestia.
- Márchate, será lo mejor para los dos. - continuó, ésta vez dirigiéndose al alado. - No, no lo es. No me iré a ninguna parte. - respondió él, terco como siempre. Con la presencia de la elfa y la situación en un punto muerto del que no parecía que fuese a salir, Elen optó por dar la espalda a su compañero y dirigirse hacia Nim, tomándola en brazos para volver a llevarla con Melena Blanca. El dragón las siguió mientras cambiaba de forma, y entonces todas las piezas del puzle cuadraron, aquella niña que lo miraba con desconfianza, fuera quien fuese, había dejado el rastro de pisadas pequeñas que él había seguido para dar con los centinelas, y probablemente estuviese relacionada de algún modo con la carreta derribada y el par de tumbas que había visto el día anterior.
- Creía que no venía con nosotros. - comentó Melena Blanca al verlos llegar. - Se ha empeñado. - contestó con tono molesto la bruja, mientras la elfa observaba sorprendida al cazador, que se había transformado ante sus ojos en un hombre. - Sigamos, ya hemos perdido bastante tiempo. - fue lo último que dijo antes de subir a Nim a la silla de montar y ponerse en marcha. El resto del trayecto lo hicieron mayormente en silencio, a pesar de todas las preguntas que cruzaban las mentes de la niña, el leónico y el dragón.
Lo único de que podía estar seguro Alister tras su breve conversación con la hechicera era que el motivo de su rechazo a que la acompañase no se debía solamente a que se negase a matarla si las sombras del medallón se apoderaban de ella sino que también intentaba protegerlo, algo que tenía sentido después de la última pesadilla que había tenido. Elen se había visto a sí misma arrebatando la vida de sus seres queridos sin que éstos hiciesen nada por defenderse y no quería que eso llegase a ocurrir, de ahí que le hubiese pedido tal cosa. Que él también estuviese en aquella pesadilla significaba que era importante para ella, y aunque podía estarse equivocando al alimentar sus ilusiones, tenía esperanzas.
Sin embargo, que ella hubiese descubierto sus sentimientos del modo en que lo había hecho lo había dejado algo descolocado y sin saber cómo volver a abordar el tema. Melena Blanca por su parte prefería mantenerse al margen dado el tenso ambiente que se había apoderado del grupo pero se preguntaba qué estaba pasando entre ambos y la pequeña Nim no entendía bien lo que ocurría, aunque sospechaba que las noches en que había visto triste a la bruja tenían algo que ver con aquel extraño hombre.
- Es demasiado pequeña para pasar por esto. - pensó para sí, consciente de que el golpe que se había llevado tardaría en sanar y que quizá la marcase de por vida. La única esperanza de la tensai era que todo saliese bien en el norte para poder acompañar a la niña a Verisar y devolverla a su familia, quienes tendrían que hacer un gran esfuerzo para que volviese a ser la misma de antes.
Tras el desayuno todos se pusieron en camino a paso ligero, esperando dejar atrás los bosques del este en cuestión de un par de días, objetivo que no les permitía perder más tiempo del necesario para reponer fuerzas. Elen sujetaba las riendas de Sombra y caminaba junto a su hermano leónico, intentando de vez en cuando sacar algún tema de conversación en que Nim pudiese participar, y aunque al principio solo conseguía que la niña la mirase y respondiese con un gesto de cabeza, poco a poco la cosa empezó a mejorar. - ¿Puedes hacer crecer cualquier tipo de planta? ¿Un árbol por ejemplo? - preguntó con cierta curiosidad la benjamina de los Calhoun.
- Mami me enseñó a hacer crecer las flores del jardín… me dijo que si practicaba mucho algún día conseguiría hacer cosas más grandes. - contestó con cierta tristeza, ella nunca la vería conseguir aquello. - Lo que hiciste en la cueva para que pudiésemos ocultarnos fue algo grande. - intervino de nuevo la joven para animarla, y arrepintiéndose de haber sacado el tema ahora que sabía que le traería recuerdos de su fallecida madre. - Las enredaderas son fáciles, en casa tenemos una de flores violetas, es bonita… - comentó, antes de que el silencio volviese a instalarse en el grupo.
Sin incidentes, los tres continuaron a través del bosque hasta que el sol alcanzó su cenit, indicándoles que era hora de comer, y tras una breve pausa para ello volvieron a ponerse en camino, hasta que algo sobresaltó a la de cabellos cenicientos.
Elen pudo sentir aquella aura conocida antes incluso de escuchar el batir de alas, la había encontrado. - Toma las riendas, ¡marchaos rápido! Os alcanzaré. - indicó a Melena Blanca, para acto seguido separarse del grupo y adentrarse en una zona de vegetación más espesa y por tanto, menos accesible. - ¡No! - soltó Nim, alargando una mano en la dirección en que se marchaba la tensai, a la que a pesar de conocer de tan poco, había cogido cierto cariño. Fue entonces cuando ambos pudieron ver la sombra del dragón sobrevolándolos y girando para perseguir a la hechicera, hecho que terminó de asustar a la pequeña elfa. - ¡Se la va a comer! - gritó, poniéndose en lo peor. Impulsivamente, quizá porque ya había perdido a suficiente gente, Nim trató de bajarse del caballo para seguir a la bruja, y a pesar de los intentos del leónico por retenerla, consiguió zafarse.
La benjamina de los Calhoun no quería que fuesen testigos de lo que pasaría cuando Alister consiguiese alcanzarla, dando por hecho que volverían a discutir y que se dirían cosas que no incumbían ni a Melena Blanca ni a la niña. Con esto en mente trató de alejarse todo lo posible de ellos antes de que el alado pudiese tocar tierra, cosa que no tardó en suceder. Bruscamente, Alister aterrizó cortando el paso a la de cabellos cenicientos y llevándose por el camino un par de árboles, que terminaron partidos bajo su peso. - ¡No vuelvas a hacerme esto! - vociferó, espantando a cualquier animal que se encontrase en la zona y haciendo que Elen se detuviese en seco.
Estaba furioso, como era de esperar, pero la de ojos verdes tenía muy claro que no podía seguir a su lado, no podía permitirse una debilidad como la que él representaba. - ¿Qué demonios haces aquí? Dejé muy claro en la nota que seguía sola. - espetó la tensai en respuesta, con gesto serio. - ¿De verdad creías que iba a quedarme de brazos cruzados mientras tú te marchabas? - replicó el dragón mientras salvaba la distancia que lo separaba de la centinela hasta quedar a escasos centímetros de ella. De haber estado en su forma humana aquello habría sido realmente incómodo para la joven, tenerlo tan cerca podría haberla desarmado. - Debiste hacerlo, ya no te necesito. - soltó con brusquedad, sin moverse del sitio. Tenía que hallar el modo de librarse de él, y si no le quedaba más remedio que mostrar su peor faceta lo haría.
- Claro, ahora tienes al león… ¿ya le has pedido que te mate? ¿lo has hecho? - inquirió Alister, con un deje de preocupación en la voz. - No me hace falta, sé que lo hará porque es lo correcto. - contestó con firmeza y sin apartar la mirada de los ojos del alado. - ¡No lo permitiré! - exclamó él de inmediato, dispuesto a enfrentarse a cualquiera que intentase cumplir su petición. - Eres débil, has perdido de vista el objetivo por el que te uniste a mí… estás demasiado involucrado conmigo. - soltó Elen, sin pensarlo. - ¿A qué te refieres? - preguntó el cazador, sin saber lo que la hechicera había descubierto. - Utilicé una flor de sentimiento para entender lo que te pasaba, lo sé todo Alister… sé lo que sientes por mí. - el alado no se esperaba aquello en absoluto, retrocedió ligeramente y observó a la benjamina de los Calhoun sin que su mirada reflejase enfado, ahora solo había sitio para la sorpresa y la incertidumbre.
- ¿Y? ¿tanto te molesta? - consiguió formular tras unos segundos. - Tarde o temprano cometerás un error, volverás a exponerte para protegerme como hiciste en el pueblo de los hombres araña, no puedo permitirlo. - dijo la joven, justo en el momento en que unas enredaderas comenzaron a brotar para atrapar las patas del dragón. Alister se revolvió de forma instintiva, mientras la de cabellos cenicientos buscaba a Nim con la mirada. - Para Nim. - le indicó, pero eso no borró la preocupación de la niña. - ¡Va a hacerte daño! - exclamó, sin detener las enredaderas. - Créeme, no lo haría ni aunque se lo pidiese. - las palabras de la tensai eran confusas para la pequeña pero sirvieron para que dejase de intentar atrapar a la temible bestia.
- Márchate, será lo mejor para los dos. - continuó, ésta vez dirigiéndose al alado. - No, no lo es. No me iré a ninguna parte. - respondió él, terco como siempre. Con la presencia de la elfa y la situación en un punto muerto del que no parecía que fuese a salir, Elen optó por dar la espalda a su compañero y dirigirse hacia Nim, tomándola en brazos para volver a llevarla con Melena Blanca. El dragón las siguió mientras cambiaba de forma, y entonces todas las piezas del puzle cuadraron, aquella niña que lo miraba con desconfianza, fuera quien fuese, había dejado el rastro de pisadas pequeñas que él había seguido para dar con los centinelas, y probablemente estuviese relacionada de algún modo con la carreta derribada y el par de tumbas que había visto el día anterior.
- Creía que no venía con nosotros. - comentó Melena Blanca al verlos llegar. - Se ha empeñado. - contestó con tono molesto la bruja, mientras la elfa observaba sorprendida al cazador, que se había transformado ante sus ojos en un hombre. - Sigamos, ya hemos perdido bastante tiempo. - fue lo último que dijo antes de subir a Nim a la silla de montar y ponerse en marcha. El resto del trayecto lo hicieron mayormente en silencio, a pesar de todas las preguntas que cruzaban las mentes de la niña, el leónico y el dragón.
Lo único de que podía estar seguro Alister tras su breve conversación con la hechicera era que el motivo de su rechazo a que la acompañase no se debía solamente a que se negase a matarla si las sombras del medallón se apoderaban de ella sino que también intentaba protegerlo, algo que tenía sentido después de la última pesadilla que había tenido. Elen se había visto a sí misma arrebatando la vida de sus seres queridos sin que éstos hiciesen nada por defenderse y no quería que eso llegase a ocurrir, de ahí que le hubiese pedido tal cosa. Que él también estuviese en aquella pesadilla significaba que era importante para ella, y aunque podía estarse equivocando al alimentar sus ilusiones, tenía esperanzas.
Sin embargo, que ella hubiese descubierto sus sentimientos del modo en que lo había hecho lo había dejado algo descolocado y sin saber cómo volver a abordar el tema. Melena Blanca por su parte prefería mantenerse al margen dado el tenso ambiente que se había apoderado del grupo pero se preguntaba qué estaba pasando entre ambos y la pequeña Nim no entendía bien lo que ocurría, aunque sospechaba que las noches en que había visto triste a la bruja tenían algo que ver con aquel extraño hombre.
Elen Calhoun
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Re: Punto de inflexión [Privado][Cerrado]
- Deberíamos acampar, apenas nos queda una hora de luz. - recomendó el leónico, viendo que el sol ya estaba medio oculto tras el horizonte. De ser por la hechicera habrían continuado toda la noche ayudados por su magia pero no podía pensar solo en sí misma, no cuando llevaban a una niña con ellos. Sin decir nada, la de cabellos cenicientos detuvo a Sombra y bajó a Nim, depositándola con cuidado en el suelo. Pronto las temperaturas comenzarían a caer así que no debían perder tiempo, tenían que encender una hoguera y prepararse para pasar la noche. - No nos queda leña. - comentó Elen, tras echar un vistazo a sus alforjas. - Me ocuparé de ello. - contestó al momento Melena Blanca, echando mano su hacha.
Mientras el centinela del este se ocupaba de talar un par de árboles pequeños de la zona, la tensai ató su caballo y comenzó a descargar sus pertenencias para colocarlas en torno al lugar en que dormirían. Nim la seguía en todo momento, desviando la vista de vez en cuando hacia el dragón, que no quitaba ojo de encima a la bruja. - Siéntate aquí. - le indicó Elen, para luego echarle una manta sobre los hombros. El frío no tardaría en hacer acto de presencia y aunque Alister aún no había comentado nada al respecto, su falta de ropa de abrigo lo obligaría a adoptar de nuevo su forma bestial antes del amanecer.
Elen por su parte rebuscó entre sus cosas hasta dar con la capa que había utilizado para huir de Lunargenta, se la puso y se envolvió con ella hasta que Melena Blanca regresó con la leña para el fuego. Viendo que el dragón se adelantaba para ofrecerse a encender la hoguera la benjamina de los Calhoun extendió una mano y soltó una repentina descarga hacia la madera, que en cuestión de segundos se vio envuelta en llamas, sobresaltando ligeramente a la elfilla, no le necesitaba para nada, eso era lo que debía demostrarle.
Sus miradas se cruzaron durante un breve instante, y mientras la del cazador reflejaba cierta tristeza, la de ella era fría. - Tomad lo que necesitéis, yo haré guardia. - dijo, llevándose consigo únicamente una pieza de fruta para cenar. El rostro de la joven se relajó en cuanto pudo dar la espalda al resto del grupo, dejando entrever que no estaba contenta con la situación, y mucho menos con tener que actuar de un modo tan brusco con el hombre al que amaba. Tras alejarse a unos quince metros del campamento tomó asiento, apoyando la espalda contra el tronco de un árbol, y se quedó mirando la roja manzana que sostenía con desgana, no tenía hambre, todo aquello le había creado un nudo en el estómago y lo único que deseaba era desaparecer… pero no podía.
¿Por qué no había hecho caso de su nota? ¿no se daba cuenta de que era lo mejor para los dos? Al parecer no. Ignorando la manzana, Elen se envolvió por completo en su capa y tiró de la capucha para cubrir su rostro tanto como le fuese posible, no por frío sino por miedo a que la tristeza volviese a embargarla y aguase sus ojos, eso era algo que el dragón no debía ver. Su figura podía confundirse con el entorno gracias a la oscuridad y al color de la tela, de modo que las amenazas tardasen en percibir su presencia hasta que fuese demasiado tarde para ellas.
A diferencia de las noches anteriores, en que había reinado la calma y se había alegrado de ello, la de cabellos cenicientos necesitaba una distracción, cualquier cosa que pudiese sacar a Alister de su cabeza aunque solo fuese por un rato. Por desgracia sus deseos no iban a ser escuchados, su viaje hacia isla volcánica resultaría especialmente duro ahora que debía encontrar el modo de apartar de sí al alado. La vía más rápida estaba clara, hacerle daño para que se marchase por su propia voluntad, pero se sentía incapaz de hacerlo, así que no le quedaba más remedio que tratarle con la mayor indiferencia posible, buscando que se sintiese fuera de lugar, desplazado e inútil.
Junto a la hoguera los demás cenaban en silencio, Nim observaba de hito en hito a los dos hombres preguntándose qué más le quedaría por ver, y si tal como sospechaba, aquel dragón tenía que ver con las veces que había visto llorar a la bruja. El fuego crepitaba y los mantenía a una temperatura aceptable pero solo a dos de ellos, los que contaban con algo de abrigo, ya fuese el pelaje natural del león o la manta de la niña. Alister, sin otra opción, terminó transformándose de nuevo para estar cómodo, y fue entonces cuando la pequeña decidió levantarse para comprobar que la tensai también estuviese bien.
Inmersa en sus pensamientos, Elen no prestó atención al sonido de los ligeros pasos de la elfa hasta que la tuvo justo al lado. Reaccionó al notar una de sus pequeñas manos tocándole el hombro, girándose hacia ella de forma refleja, y a pesar de que su expresión no demostraba nada, Nimthîriel supo leer lo que decía su mirada, no se encontraba bien. De inmediato la niña extendió la otra mano, ofreciéndole una pasta dulce de las pocas que quedaban en las alforjas de la comida, consiguiendo que la centinela esbozase una leve sonrisa. - Gracias. - dijo, aceptando aquel detalle y obligándose a dar un bocado. - La abuela hace unas muy ricas, cuando me lleves a casa le diré que te las prepare. - comentó, al tiempo que se abría un hueco para sentarse junto a la de cabellos cenicientos.
La benjamina de los Calhoun rodeó a su acompañante con un brazo y sonrió, a pesar de que su futuro y su regreso del Oblivion fuesen inciertos. - Otra vez estás triste… lo veo… - musitó, como si no quisiera que nadie más aparte de ella pudiese escucharla. - ¿Es por su culpa? - preguntó, sin especificar, aunque no era necesario. La joven clavó la vista en el suelo y guardó silencio durante unos segundos, sin saber qué responderle. - Son cosas de mayores Nim… no lo entenderías. - decidió decir, pero no contaba con la sensibilidad de la elfa y su capacidad para entender las emociones ajenas. - Él te quiere ¿verdad? - inquirió la niña, al tiempo que elevaba el rostro para buscar los ojos de la bruja. - Lo sé por cómo te mira… así miraba papá a mamá. - continuó, sorprendiendo a la centinela, que no supo que decir.
- ¿Tú lo quieres? - preguntó, pero no obtuvo respuesta alguna por parte de la hechicera. En vez de eso, Elen echó hacia atrás la cabeza y la apoyó en el tronco, de modo que no pudiese ver su expresión. - Duerme, mañana será un día largo. - le instó tras unos instantes, y dando por hecho que no iba a contestar a su cuestión la pequeña obedeció, acomodándose a su lado y permitiendo que el sopor la venciese. Durante el par de horas siguientes la benjamina de los Calhoun trató de concentrarse en lo que se le venía encima, su próximo encuentro con Amaterasu y lo que era más preocupante, el hecho de que siguiese en deuda con la nigromante. Conociendo su carácter impulsivo lo más prudente era que solo ella y Melena Blanca fuesen a sus dominios a tratar de convencerla para que los ayudase, motivo por el cual necesitaría que Gabrielle estuviese esperándolos ya en el norte cuando llegasen.
- Descansa un poco, yo haré la siguiente guardia. - dijo el leónico, que se había acercado para relevarla. Elen asintió y con cuidado tomó a Nim en brazos, intentando no despertarla. En cuanto estuvo de pie se dirigió al campamento y acostó a la pequeña, arropándola con la manta que le había dado al principio de la noche. - Elen tenemos que hablar de lo del bosque… - intervino Alister, que seguía aún despierto y veía en aquel momento su oportunidad de sacar nuevamente el espinoso tema. - No hay nada que hablar, no deberías estar aquí. - le cortó ella, para acto seguido recostarse junto a la elfa, dándole la espalda. Con el rostro fuera de la vista del cazador, la joven no pudo evitar que su expresión se volviese triste, cerró los ojos e ignoró la lágrima que recorría su mejilla hasta caer al suelo mientras deseaba interiormente volver a ser la que un día fue, aquella mujer que sabía contener perfectamente sus emociones y mantenerlas a raya.
Mientras el centinela del este se ocupaba de talar un par de árboles pequeños de la zona, la tensai ató su caballo y comenzó a descargar sus pertenencias para colocarlas en torno al lugar en que dormirían. Nim la seguía en todo momento, desviando la vista de vez en cuando hacia el dragón, que no quitaba ojo de encima a la bruja. - Siéntate aquí. - le indicó Elen, para luego echarle una manta sobre los hombros. El frío no tardaría en hacer acto de presencia y aunque Alister aún no había comentado nada al respecto, su falta de ropa de abrigo lo obligaría a adoptar de nuevo su forma bestial antes del amanecer.
Elen por su parte rebuscó entre sus cosas hasta dar con la capa que había utilizado para huir de Lunargenta, se la puso y se envolvió con ella hasta que Melena Blanca regresó con la leña para el fuego. Viendo que el dragón se adelantaba para ofrecerse a encender la hoguera la benjamina de los Calhoun extendió una mano y soltó una repentina descarga hacia la madera, que en cuestión de segundos se vio envuelta en llamas, sobresaltando ligeramente a la elfilla, no le necesitaba para nada, eso era lo que debía demostrarle.
Sus miradas se cruzaron durante un breve instante, y mientras la del cazador reflejaba cierta tristeza, la de ella era fría. - Tomad lo que necesitéis, yo haré guardia. - dijo, llevándose consigo únicamente una pieza de fruta para cenar. El rostro de la joven se relajó en cuanto pudo dar la espalda al resto del grupo, dejando entrever que no estaba contenta con la situación, y mucho menos con tener que actuar de un modo tan brusco con el hombre al que amaba. Tras alejarse a unos quince metros del campamento tomó asiento, apoyando la espalda contra el tronco de un árbol, y se quedó mirando la roja manzana que sostenía con desgana, no tenía hambre, todo aquello le había creado un nudo en el estómago y lo único que deseaba era desaparecer… pero no podía.
¿Por qué no había hecho caso de su nota? ¿no se daba cuenta de que era lo mejor para los dos? Al parecer no. Ignorando la manzana, Elen se envolvió por completo en su capa y tiró de la capucha para cubrir su rostro tanto como le fuese posible, no por frío sino por miedo a que la tristeza volviese a embargarla y aguase sus ojos, eso era algo que el dragón no debía ver. Su figura podía confundirse con el entorno gracias a la oscuridad y al color de la tela, de modo que las amenazas tardasen en percibir su presencia hasta que fuese demasiado tarde para ellas.
A diferencia de las noches anteriores, en que había reinado la calma y se había alegrado de ello, la de cabellos cenicientos necesitaba una distracción, cualquier cosa que pudiese sacar a Alister de su cabeza aunque solo fuese por un rato. Por desgracia sus deseos no iban a ser escuchados, su viaje hacia isla volcánica resultaría especialmente duro ahora que debía encontrar el modo de apartar de sí al alado. La vía más rápida estaba clara, hacerle daño para que se marchase por su propia voluntad, pero se sentía incapaz de hacerlo, así que no le quedaba más remedio que tratarle con la mayor indiferencia posible, buscando que se sintiese fuera de lugar, desplazado e inútil.
Junto a la hoguera los demás cenaban en silencio, Nim observaba de hito en hito a los dos hombres preguntándose qué más le quedaría por ver, y si tal como sospechaba, aquel dragón tenía que ver con las veces que había visto llorar a la bruja. El fuego crepitaba y los mantenía a una temperatura aceptable pero solo a dos de ellos, los que contaban con algo de abrigo, ya fuese el pelaje natural del león o la manta de la niña. Alister, sin otra opción, terminó transformándose de nuevo para estar cómodo, y fue entonces cuando la pequeña decidió levantarse para comprobar que la tensai también estuviese bien.
Inmersa en sus pensamientos, Elen no prestó atención al sonido de los ligeros pasos de la elfa hasta que la tuvo justo al lado. Reaccionó al notar una de sus pequeñas manos tocándole el hombro, girándose hacia ella de forma refleja, y a pesar de que su expresión no demostraba nada, Nimthîriel supo leer lo que decía su mirada, no se encontraba bien. De inmediato la niña extendió la otra mano, ofreciéndole una pasta dulce de las pocas que quedaban en las alforjas de la comida, consiguiendo que la centinela esbozase una leve sonrisa. - Gracias. - dijo, aceptando aquel detalle y obligándose a dar un bocado. - La abuela hace unas muy ricas, cuando me lleves a casa le diré que te las prepare. - comentó, al tiempo que se abría un hueco para sentarse junto a la de cabellos cenicientos.
La benjamina de los Calhoun rodeó a su acompañante con un brazo y sonrió, a pesar de que su futuro y su regreso del Oblivion fuesen inciertos. - Otra vez estás triste… lo veo… - musitó, como si no quisiera que nadie más aparte de ella pudiese escucharla. - ¿Es por su culpa? - preguntó, sin especificar, aunque no era necesario. La joven clavó la vista en el suelo y guardó silencio durante unos segundos, sin saber qué responderle. - Son cosas de mayores Nim… no lo entenderías. - decidió decir, pero no contaba con la sensibilidad de la elfa y su capacidad para entender las emociones ajenas. - Él te quiere ¿verdad? - inquirió la niña, al tiempo que elevaba el rostro para buscar los ojos de la bruja. - Lo sé por cómo te mira… así miraba papá a mamá. - continuó, sorprendiendo a la centinela, que no supo que decir.
- ¿Tú lo quieres? - preguntó, pero no obtuvo respuesta alguna por parte de la hechicera. En vez de eso, Elen echó hacia atrás la cabeza y la apoyó en el tronco, de modo que no pudiese ver su expresión. - Duerme, mañana será un día largo. - le instó tras unos instantes, y dando por hecho que no iba a contestar a su cuestión la pequeña obedeció, acomodándose a su lado y permitiendo que el sopor la venciese. Durante el par de horas siguientes la benjamina de los Calhoun trató de concentrarse en lo que se le venía encima, su próximo encuentro con Amaterasu y lo que era más preocupante, el hecho de que siguiese en deuda con la nigromante. Conociendo su carácter impulsivo lo más prudente era que solo ella y Melena Blanca fuesen a sus dominios a tratar de convencerla para que los ayudase, motivo por el cual necesitaría que Gabrielle estuviese esperándolos ya en el norte cuando llegasen.
- Descansa un poco, yo haré la siguiente guardia. - dijo el leónico, que se había acercado para relevarla. Elen asintió y con cuidado tomó a Nim en brazos, intentando no despertarla. En cuanto estuvo de pie se dirigió al campamento y acostó a la pequeña, arropándola con la manta que le había dado al principio de la noche. - Elen tenemos que hablar de lo del bosque… - intervino Alister, que seguía aún despierto y veía en aquel momento su oportunidad de sacar nuevamente el espinoso tema. - No hay nada que hablar, no deberías estar aquí. - le cortó ella, para acto seguido recostarse junto a la elfa, dándole la espalda. Con el rostro fuera de la vista del cazador, la joven no pudo evitar que su expresión se volviese triste, cerró los ojos e ignoró la lágrima que recorría su mejilla hasta caer al suelo mientras deseaba interiormente volver a ser la que un día fue, aquella mujer que sabía contener perfectamente sus emociones y mantenerlas a raya.
Elen Calhoun
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Re: Punto de inflexión [Privado][Cerrado]
Durante los días siguientes Alister intentó hablar en más de una ocasión con la de cabellos cenicientos acerca de lo que ésta había descubierto sobre él, pero la hechicera no estaba por la labor y se limitaba a cortar la conversación de forma brusca o a no responder. La tensión inicial entre ambos dio paso a una aparente indiferencia por parte de la joven hacia el dragón, con el cual interactuaba solo lo necesario para proseguir el viaje. Esto terminó apagando los ánimos del cazador, que resignado, optó por seguir adelante con el único objetivo de protegerla de todo peligro, incluso del que ella misma representaba. Quizá no estuviese escrito que acabasen juntos como él quería, pero al menos la mantendría con vida y no permitiría que las sombras volviesen a dominarla, tal como temía la tensai.
Consciente de que la hechicera aún no había hablado con Melena Blanca sobre ello el alado evitaba dejarlos a solas, no quería dar oportunidad a la benjamina de los Calhoun de cometer lo que para él era claramente un error. Esto no agradaba a la bruja, que leía perfectamente las intenciones de su compañero, pero sin ganas de volver a discutir y menos aún delante del resto del grupo, la de ojos verdes asumió que tendría que soportar aquella situación hasta que llegasen al barco de Gabrielle. Una vez allí buscaría el modo de convencer a Alister para que se quedase a bordo junto con Nim y la tripulación de la comerciante, de modo que solo ella y el leónico fuesen al encuentro de Amaterasu.
Lo que su visita a isla volcánica les deparaba era aún un misterio, pero si de algo estaba segura era de que el impulsivo carácter de la nigromante y lo divertido que le resultaba hacer daño a los demás terminarían poniendo a prueba el aguante del equipo que esperaba formar. Algunos dirían que los cuatro centinelas encarnaban el equilibrio entre el bien y el mal, con Melena Blanca y Elen del lado de la luz mientras Vladimir y Amaterasu preferían la oscuridad, pero tarde o temprano eso crearía tensión entre ellos y podría llevar a un enfrentamiento interno, más ahora que Tyrande había muerto y el hombre bestia actuaba no solo para cumplir su deber sino también para vengar a su predecesora.
Elen albergaba esperanzas con Vladimir, creía que a pesar de todo lo que había hecho aún se le podía guiar hacia el camino correcto, pero con la nigromante la cosa cambiaba, y teniendo en cuenta la relación que ésta y el vampiro tenían quizá no hubiese otro desenlace posible que el de una ruptura en dos bandos. Ese escenario no los ayudaba, el inmortal era el centinela más antiguo de los cuatro y Amaterasu la más efectiva, ¿qué podían hacer contra eso ella y el leónico? Muy poco.
Queriendo quitar esos negativos pensamientos de su cabeza, la de cabellos cenicientos despejó su mente y se concentró en montar el nuevo campamento cuando la noche se les echó encima. Atrás habían quedado los bosques y gran parte de la estepa, pronto el frío del norte los recibiría junto con el níveo manto de la llanura nevada, un territorio duro, sobre todo para una niña. Por eso la joven prestaba mayor atención a Nimthîriel, intentando que el viaje le resultase lo más cómodo posible ya que no les quedaba más remedio que llevarla consigo hasta Alvheim. - ¿Está bien así? - preguntó, tras arropar a la pequeña con una de las mantas. La elfa asintió con la cabeza y dejó que el cansancio la venciese, cerrando los ojos lentamente.
- Yo haré la primera guardia. - comentó el leónico, que todavía no se había terminado su cena. - Descansaré un rato entonces. - indicó la bruja, envolviéndose en su capa y tendiéndose cerca de la niña por si las pesadillas volvían a asaltarla, cosa que ocurría de vez en cuando. Alister, en su forma bestial, se sentó cerca del fuego y observó en silencio a la benjamina de los Calhoun hasta que ésta pareció dormirse, momento en que Melena Blanca interrumpió sus pensamientos. - No has probado bocado esta noche. - dijo, captando en parte su atención. - No tengo hambre. - contestó el dragón, sin apartar la vista de la figura de la tensai. - Después de volar toda la tarde yo la tendría… ¿esto es por ella no? - preguntó, consiguiendo su respuesta solo con ver cómo el alado bajaba la cabeza y se quedaba mirando al suelo. Alister dejó escapar un suspiro de resignación y guardó silencio, puede que un apoyo le viniese bien pero no estaba seguro de que el león pudiese serlo.
- Es una mujer complicada… me ha contado lo de su maldición. - aquellas palabras hicieron que de inmediato la reptiliana mirada del dragón se cruzase con la del centinela, con un brillo extraño, amenazante. - Su maldición está controlada. - soltó, controlándose para que su tono de voz no despertase a la bruja. - Lo sé, el medallón la mantiene a raya. - intervino de nuevo el león, sin terminar de entender el cambio en el alado. Alister temía que en algún descuido la de cabellos cenicientos le hubiese hablado de las posesiones temporales que había sufrido pero viendo el sorprendido rostro del hombre bestia no parecía el caso, así que volvió a relajarse.
- No te tortures, creo que no tiene esperanzas de volver del Oblivion. - musitó Melena Blanca, y teniendo en cuenta que a pesar de haber matado a Verzhela quedaban doce jinetes y ellos solo serían cuatro, en el mejor de los casos, quizá la hechicera estuviese en lo cierto. A pesar de ello debían hacer cuanto pudiesen para detener a los Tarmúnil, aunque eso supusiese que alguno de ellos o los cuatro no regresasen. Morir en combate era honorable y no podía pedir un final mejor para su vida, pero debían llevarse por delante la amenaza que los jinetes representaban para el mundo. - Volverá. - aseguró Alister en voz baja, necesitaba creer en ello.
El silencio, solo roto por el crepitar de la hoguera se adueñó del campamento tras aquella breve conversación entre ambos, y poco después el dragón decidió que era hora de descansar un poco así que se acomodó como pudo e intentó despejar su mente para conciliar el sueño. Las horas pasaron lentamente, y tras un par de cambios de guardia los primeros rayos de sol instaron al grupo a volver a ponerse en marcha hacia su destino.
La gélida brisa del norte les dio la bienvenida poco después del mediodía, habían llegado a la llanura nevada y con ello estaban un paso más cerca de isla volcánica.
Consciente de que la hechicera aún no había hablado con Melena Blanca sobre ello el alado evitaba dejarlos a solas, no quería dar oportunidad a la benjamina de los Calhoun de cometer lo que para él era claramente un error. Esto no agradaba a la bruja, que leía perfectamente las intenciones de su compañero, pero sin ganas de volver a discutir y menos aún delante del resto del grupo, la de ojos verdes asumió que tendría que soportar aquella situación hasta que llegasen al barco de Gabrielle. Una vez allí buscaría el modo de convencer a Alister para que se quedase a bordo junto con Nim y la tripulación de la comerciante, de modo que solo ella y el leónico fuesen al encuentro de Amaterasu.
Lo que su visita a isla volcánica les deparaba era aún un misterio, pero si de algo estaba segura era de que el impulsivo carácter de la nigromante y lo divertido que le resultaba hacer daño a los demás terminarían poniendo a prueba el aguante del equipo que esperaba formar. Algunos dirían que los cuatro centinelas encarnaban el equilibrio entre el bien y el mal, con Melena Blanca y Elen del lado de la luz mientras Vladimir y Amaterasu preferían la oscuridad, pero tarde o temprano eso crearía tensión entre ellos y podría llevar a un enfrentamiento interno, más ahora que Tyrande había muerto y el hombre bestia actuaba no solo para cumplir su deber sino también para vengar a su predecesora.
Elen albergaba esperanzas con Vladimir, creía que a pesar de todo lo que había hecho aún se le podía guiar hacia el camino correcto, pero con la nigromante la cosa cambiaba, y teniendo en cuenta la relación que ésta y el vampiro tenían quizá no hubiese otro desenlace posible que el de una ruptura en dos bandos. Ese escenario no los ayudaba, el inmortal era el centinela más antiguo de los cuatro y Amaterasu la más efectiva, ¿qué podían hacer contra eso ella y el leónico? Muy poco.
Queriendo quitar esos negativos pensamientos de su cabeza, la de cabellos cenicientos despejó su mente y se concentró en montar el nuevo campamento cuando la noche se les echó encima. Atrás habían quedado los bosques y gran parte de la estepa, pronto el frío del norte los recibiría junto con el níveo manto de la llanura nevada, un territorio duro, sobre todo para una niña. Por eso la joven prestaba mayor atención a Nimthîriel, intentando que el viaje le resultase lo más cómodo posible ya que no les quedaba más remedio que llevarla consigo hasta Alvheim. - ¿Está bien así? - preguntó, tras arropar a la pequeña con una de las mantas. La elfa asintió con la cabeza y dejó que el cansancio la venciese, cerrando los ojos lentamente.
- Yo haré la primera guardia. - comentó el leónico, que todavía no se había terminado su cena. - Descansaré un rato entonces. - indicó la bruja, envolviéndose en su capa y tendiéndose cerca de la niña por si las pesadillas volvían a asaltarla, cosa que ocurría de vez en cuando. Alister, en su forma bestial, se sentó cerca del fuego y observó en silencio a la benjamina de los Calhoun hasta que ésta pareció dormirse, momento en que Melena Blanca interrumpió sus pensamientos. - No has probado bocado esta noche. - dijo, captando en parte su atención. - No tengo hambre. - contestó el dragón, sin apartar la vista de la figura de la tensai. - Después de volar toda la tarde yo la tendría… ¿esto es por ella no? - preguntó, consiguiendo su respuesta solo con ver cómo el alado bajaba la cabeza y se quedaba mirando al suelo. Alister dejó escapar un suspiro de resignación y guardó silencio, puede que un apoyo le viniese bien pero no estaba seguro de que el león pudiese serlo.
- Es una mujer complicada… me ha contado lo de su maldición. - aquellas palabras hicieron que de inmediato la reptiliana mirada del dragón se cruzase con la del centinela, con un brillo extraño, amenazante. - Su maldición está controlada. - soltó, controlándose para que su tono de voz no despertase a la bruja. - Lo sé, el medallón la mantiene a raya. - intervino de nuevo el león, sin terminar de entender el cambio en el alado. Alister temía que en algún descuido la de cabellos cenicientos le hubiese hablado de las posesiones temporales que había sufrido pero viendo el sorprendido rostro del hombre bestia no parecía el caso, así que volvió a relajarse.
- No te tortures, creo que no tiene esperanzas de volver del Oblivion. - musitó Melena Blanca, y teniendo en cuenta que a pesar de haber matado a Verzhela quedaban doce jinetes y ellos solo serían cuatro, en el mejor de los casos, quizá la hechicera estuviese en lo cierto. A pesar de ello debían hacer cuanto pudiesen para detener a los Tarmúnil, aunque eso supusiese que alguno de ellos o los cuatro no regresasen. Morir en combate era honorable y no podía pedir un final mejor para su vida, pero debían llevarse por delante la amenaza que los jinetes representaban para el mundo. - Volverá. - aseguró Alister en voz baja, necesitaba creer en ello.
El silencio, solo roto por el crepitar de la hoguera se adueñó del campamento tras aquella breve conversación entre ambos, y poco después el dragón decidió que era hora de descansar un poco así que se acomodó como pudo e intentó despejar su mente para conciliar el sueño. Las horas pasaron lentamente, y tras un par de cambios de guardia los primeros rayos de sol instaron al grupo a volver a ponerse en marcha hacia su destino.
La gélida brisa del norte les dio la bienvenida poco después del mediodía, habían llegado a la llanura nevada y con ello estaban un paso más cerca de isla volcánica.
Elen Calhoun
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