Inflexión | Pasado [Interpretativo] [Privado]
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Inflexión | Pasado [Interpretativo] [Privado]
Cuando desperté casi se echaba la noche encima. Estaba en las caballerizas, con una botella de cristal ahumado en la mano y el vestido enredado en heno. Pero podía oír su voz. Cerré los ojos mientras una lágrima silenciosa resbalaba por mi cara consciente de todo. De Wallace, de su olor, de la relación con el elfo... Dioses, todo estaba claro ahora. Había podido sentirlos como si fuesen reales. Junto a mi, y su calor, y sus labios....
Se me escapó una risa condescendiente. A quién quería engañar. Era una jugarreta de mi subconsciente para hacerme ver que estaba sola. Envuelta en vacas, en lugareños, en una casa que no era mía, con un vampiro extravagante en el sótano, mujeres que vienen y van, y una muchacha muda por única compañía normal. Estaba sola, lo sabía y por primera vez creo que empezaba a asimilarlo.
Me levanté a duras penas. Ni siquiera recordaba cómo había llegado allí la noche anterior. Levanté la botella y la olí. Ron. Bueno, había habido ron, ya no había nada. Nada. Como yo. Como Revan me había hecho ver... Jamás logré olvidar aquella noche, la noche en la que huí de aquella casa infecta donde me convirtieron y pasé tanto tiempo, e intenté hacerle entrar en razón, no quería dejarle allí con la hermandad del Príncipe y al final las consecuencias de mis actos fueron peores… nada salió como debería y yo solo... No quería dejarle allí. ¿Pero qué otra cosa podría haber hecho sino intentar convencerle y sacarle del ensimismamiento en que yo también estuve metida? Él era lo más parecido a una familia que me quedaba. Y solo quería que dejase de causar dolor a los demás, como por fin yo me había dado cuenta, quería que él fuese él mismo, vampiro, humano… qué más da. Pero cree el ladrón que todos son de su condición y él…
Suspiré.
Más tarde y con los meses ese suceso con Revan me llevaría inconscientemente a separarme de todo lo que me rodeaba. Incluso del brujo. Apreté los dientes; ese era un tema que me comía por dentro como lenguas de fuego cada vez que acudía a mi cabeza. Pero era cierto. Cuando me separé de la Hermandad, me dediqué a vivir la vida contemplando un mundo que siempre se me había negado: primero por ser una niña, luego por ser una subordinada de la hermandad, ¿y entonces? Ahhh entonces, después de conseguir huir, me dejé llevar por el lastre animal que el Príncipe había metido en mis venas cuando era apenas una cría. Esa era la única faceta que conocía de mí en el mundo adulto.
¿Pero qué haces? Te estás excusando con esto.
No es verdad.
Lo estás haciendo. Estuvo mal pero estuvo ahí, no puedes borrar esa parte de tu vida. No te mortifiques por ello.
Cerré los ojos con fuerza y los abrí negando con un suspiro. Pero, en todo aquel amasijo de ron, de mujeres y de hombres, de sangre y de descontrol, ¿cuánto había de mí? ¿En todo aquello qué parte era la que me pertenecía? La respuesta era sencilla y la veía ahora aquí, en el establo tirada con una botella vacía, era una respuesta que había estado flotando en mi cabeza esperando a ser capturada. Nada. Sencillamente, nada. Esa no era yo. No sabía quién era yo, pero sabía que era alguien a medio camino entre Ireth, la niña, y Ébano, el animal.
No conseguiría nada hasta no pensar en mí. Hasta no lograr erigirme como Ébano y muy por debajo de ella, como Ireth. Y por eso me había alejado de todo sin saber… Por primera vez lo empezaba a atisbar. Me largué del Nido y evité volver a mi hogar de la infancia porque no sabía quién sería la mujer que estaría yendo hacia allí. Me había estado negando como niña, después como máquina de matar subordinada y me estaba negando como animal que sólo sabe cazar, beber sangre y follar. Y si negaba todo aquello el problema era que no conocía a la persona que quedaba…. Me estaba negando a mí misma, y no podía negarme todo el tiempo...
Necesitaba sangre, y estaba sola. Y se acabó. Esta no podía ser mi realidad para el resto de mis días. Demasiados días.
Los vampiros necesitan sangre, eso es así. Y yo estaba sola, eso también es así, por ser una estúpida y una engreída, y además con sucias inseguridades en mi ser.
Y el ron no es buen conversador, por buen compañero que sea... Tenía que pasar un tiempo alejada de él, y construirme a mí misma porque pasé directamente de tener 15 años, a ser reclutada, a ser una bestia y a vivir como un vampiro. Luego le conocí, pero ¿quién era yo? Quería volver a ser Ébano, y también Ireth. Cambiante, colérica y en el fondo demasiado emocional, rendida a las sensaciones. Necesitaba rescatar a esa persona del pozo de desconocimiento que habitaba en mi.
Se me escapó media sonrisilla, recogí mi botella, quité las ramitas que adornaban mi vestido -negro, suelto y sin corpiño, solo llevaba las botas y el vestido de gasa negra- y salí de los establos; el sol ya se había escondido. Los pájaros piaban y como siempre, también los cuervos. Arriba en la casa,por una ventana podía ver a Isell. Me saludaba con la mano con gesto de preocupación... Debería hablar con ella. Le sonreí y me dirigí a la salida trasera, junto a las murallas del caserío de Arathon había una charca bastante amplia, así que me acerqué para bañarme y comencé a quitarme las botas…
Se me escapó una risa condescendiente. A quién quería engañar. Era una jugarreta de mi subconsciente para hacerme ver que estaba sola. Envuelta en vacas, en lugareños, en una casa que no era mía, con un vampiro extravagante en el sótano, mujeres que vienen y van, y una muchacha muda por única compañía normal. Estaba sola, lo sabía y por primera vez creo que empezaba a asimilarlo.
Me levanté a duras penas. Ni siquiera recordaba cómo había llegado allí la noche anterior. Levanté la botella y la olí. Ron. Bueno, había habido ron, ya no había nada. Nada. Como yo. Como Revan me había hecho ver... Jamás logré olvidar aquella noche, la noche en la que huí de aquella casa infecta donde me convirtieron y pasé tanto tiempo, e intenté hacerle entrar en razón, no quería dejarle allí con la hermandad del Príncipe y al final las consecuencias de mis actos fueron peores… nada salió como debería y yo solo... No quería dejarle allí. ¿Pero qué otra cosa podría haber hecho sino intentar convencerle y sacarle del ensimismamiento en que yo también estuve metida? Él era lo más parecido a una familia que me quedaba. Y solo quería que dejase de causar dolor a los demás, como por fin yo me había dado cuenta, quería que él fuese él mismo, vampiro, humano… qué más da. Pero cree el ladrón que todos son de su condición y él…
Suspiré.
Más tarde y con los meses ese suceso con Revan me llevaría inconscientemente a separarme de todo lo que me rodeaba. Incluso del brujo. Apreté los dientes; ese era un tema que me comía por dentro como lenguas de fuego cada vez que acudía a mi cabeza. Pero era cierto. Cuando me separé de la Hermandad, me dediqué a vivir la vida contemplando un mundo que siempre se me había negado: primero por ser una niña, luego por ser una subordinada de la hermandad, ¿y entonces? Ahhh entonces, después de conseguir huir, me dejé llevar por el lastre animal que el Príncipe había metido en mis venas cuando era apenas una cría. Esa era la única faceta que conocía de mí en el mundo adulto.
¿Pero qué haces? Te estás excusando con esto.
No es verdad.
Lo estás haciendo. Estuvo mal pero estuvo ahí, no puedes borrar esa parte de tu vida. No te mortifiques por ello.
Cerré los ojos con fuerza y los abrí negando con un suspiro. Pero, en todo aquel amasijo de ron, de mujeres y de hombres, de sangre y de descontrol, ¿cuánto había de mí? ¿En todo aquello qué parte era la que me pertenecía? La respuesta era sencilla y la veía ahora aquí, en el establo tirada con una botella vacía, era una respuesta que había estado flotando en mi cabeza esperando a ser capturada. Nada. Sencillamente, nada. Esa no era yo. No sabía quién era yo, pero sabía que era alguien a medio camino entre Ireth, la niña, y Ébano, el animal.
No conseguiría nada hasta no pensar en mí. Hasta no lograr erigirme como Ébano y muy por debajo de ella, como Ireth. Y por eso me había alejado de todo sin saber… Por primera vez lo empezaba a atisbar. Me largué del Nido y evité volver a mi hogar de la infancia porque no sabía quién sería la mujer que estaría yendo hacia allí. Me había estado negando como niña, después como máquina de matar subordinada y me estaba negando como animal que sólo sabe cazar, beber sangre y follar. Y si negaba todo aquello el problema era que no conocía a la persona que quedaba…. Me estaba negando a mí misma, y no podía negarme todo el tiempo...
Necesitaba sangre, y estaba sola. Y se acabó. Esta no podía ser mi realidad para el resto de mis días. Demasiados días.
Los vampiros necesitan sangre, eso es así. Y yo estaba sola, eso también es así, por ser una estúpida y una engreída, y además con sucias inseguridades en mi ser.
Y el ron no es buen conversador, por buen compañero que sea... Tenía que pasar un tiempo alejada de él, y construirme a mí misma porque pasé directamente de tener 15 años, a ser reclutada, a ser una bestia y a vivir como un vampiro. Luego le conocí, pero ¿quién era yo? Quería volver a ser Ébano, y también Ireth. Cambiante, colérica y en el fondo demasiado emocional, rendida a las sensaciones. Necesitaba rescatar a esa persona del pozo de desconocimiento que habitaba en mi.
Se me escapó media sonrisilla, recogí mi botella, quité las ramitas que adornaban mi vestido -negro, suelto y sin corpiño, solo llevaba las botas y el vestido de gasa negra- y salí de los establos; el sol ya se había escondido. Los pájaros piaban y como siempre, también los cuervos. Arriba en la casa,por una ventana podía ver a Isell. Me saludaba con la mano con gesto de preocupación... Debería hablar con ella. Le sonreí y me dirigí a la salida trasera, junto a las murallas del caserío de Arathon había una charca bastante amplia, así que me acerqué para bañarme y comencé a quitarme las botas…
Ébano
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Re: Inflexión | Pasado [Interpretativo] [Privado]
La sangre y el sueño agridulce despertó al brujo de un sueño forzado. El recuerdo de un amor jamas olvidado hizo al pelirrojo sonreír con amargura mientras la melancolía lo invitaba a quedarse allí tumbado, a dormir de nuevo. El hombre se quedó quieto aun con los ojos cerrados, frunciendo el ceño mientras su cerebro le recordaba dónde estaba y qué hacía allí.
Después de su largo viaje de peregrinaje, el brujo había regresado con respuestas a todas sus dudas. Acompañado por su hijo, Seth, el mestizo, había empezado una cruzada por encontrarse a sí mismo, el simple propósito de su existencia, ya que su vida había dado un giro inesperado tras la separación Ébano. El brujo había abandonado el bastión dado que cada esquina de ese castillo de piedra fría le recordaba a ella.
No la odiaba, pero no entendía el porqué. El le había abierto su casa, su corazón, le había dicho aquellas palabras que tanto había deseado soltarle. Le había hecho promesas que cumpliría y aun así, ella acabó por marcharse. Pero a diferencia de otras situaciones, el brujo permaneció paciente. Puede que ella necesitase espacio, quien sabe...pero habían pasado semanas.
El pelirrojo abrió el ojo bueno observando la tienda donde había podido descansar un poco. Inhaló lenta y profundamente y se secó el sudor de la frente. Hacía tres días que estaban en ese camino apostados, cerca de la capital, Lunargenta. Se habían cruzado con una caravana de refugiados que habían sufrido bajas. Algo había masacrado a la mitad de los supervivientes y a las monturas dejando un escenario sangriento y macabro. El brujo y su hijo habían decidido entonces socorrer a las familias que quedaban y resolver el problema. Mientras Seth sanaba y cuidaba a los heridos, el hombre pelirrojo llevaba a cabo una pequeña investigación para descubrir la naturaleza del atacante.
El hombre se levantó de su descanso, lavó su rostro con agua limpia que le había traído una de las mujeres y ató su pelo largo y rojizo en un moño de guerrero. Se puso la cota de malla ligera y una camisa de lino. Cogió el vasto cinturón donde llevaba su daga y su diario con anotaciones de criaturas y salió de la tienda.
De las veinte personas que habían formado la caravana, cinco habían muerto y cinco más estaban en observación dado que sus heridas eran graves. El brujo se acercó a la zona donde habían depositado los cadáveres y los examinó de nuevo.
Marcas de mordiscos, dientes similares a las de un adulto, algo afilados para ser de un humano puro. Algunos cadáveres presentaban arañazos en zonas estratégicas como el cuello, el muslo y el vientre, zonas donde el sangrado es mayor.
-...Es inteligente....- susurró el brujo para sí mismo, apuntando todo lo que veía en su cuaderno. Con la daga, el brujo abrió el profundo corte de una mujer, justo en el vientre. La carne de los bordes parecía podrida, incluso dejaba un rastro de humo, como si estuviera quemándose. El pelirrojo frunció el ceño, pensativo. Acercó la punta del arma y olió con cuidado el resto de sangre y pus.-...veneno?...- Extrañado, el hombre se levantó limpiando la daga con un trozo de tela. Cuando alzó la mirada, pensando que clase de criatura podría hacer estas heridas, se encontró con su hijo quien a su vez se limpiaba las manos de sangre.
La mirada del elfo lo decía todo. Uno de los heridos había muerto.
-Conseguí que parara de sangrar pero otra cosa lo ha matado....- susurró el joven mientras miraba hacia la tienda de los heridos.-...su sangre estaba muy espesa, posiblemente era ve...-
- Veneno.- Dijo el brujo, cortándole a mitad de la frase.-...las heridas de los cadáveres también tienen la sangre espesa y podredumbre en la carne...- El elfo asintió con la cabeza y suspiró, agotado por las horas de cuidados y sobretodo por no dormir. Su padre miró hacia las montañas, silenciosas y altivas. No podían irse de allí sin cazar a la criatura…
Después de su largo viaje de peregrinaje, el brujo había regresado con respuestas a todas sus dudas. Acompañado por su hijo, Seth, el mestizo, había empezado una cruzada por encontrarse a sí mismo, el simple propósito de su existencia, ya que su vida había dado un giro inesperado tras la separación Ébano. El brujo había abandonado el bastión dado que cada esquina de ese castillo de piedra fría le recordaba a ella.
No la odiaba, pero no entendía el porqué. El le había abierto su casa, su corazón, le había dicho aquellas palabras que tanto había deseado soltarle. Le había hecho promesas que cumpliría y aun así, ella acabó por marcharse. Pero a diferencia de otras situaciones, el brujo permaneció paciente. Puede que ella necesitase espacio, quien sabe...pero habían pasado semanas.
El pelirrojo abrió el ojo bueno observando la tienda donde había podido descansar un poco. Inhaló lenta y profundamente y se secó el sudor de la frente. Hacía tres días que estaban en ese camino apostados, cerca de la capital, Lunargenta. Se habían cruzado con una caravana de refugiados que habían sufrido bajas. Algo había masacrado a la mitad de los supervivientes y a las monturas dejando un escenario sangriento y macabro. El brujo y su hijo habían decidido entonces socorrer a las familias que quedaban y resolver el problema. Mientras Seth sanaba y cuidaba a los heridos, el hombre pelirrojo llevaba a cabo una pequeña investigación para descubrir la naturaleza del atacante.
El hombre se levantó de su descanso, lavó su rostro con agua limpia que le había traído una de las mujeres y ató su pelo largo y rojizo en un moño de guerrero. Se puso la cota de malla ligera y una camisa de lino. Cogió el vasto cinturón donde llevaba su daga y su diario con anotaciones de criaturas y salió de la tienda.
De las veinte personas que habían formado la caravana, cinco habían muerto y cinco más estaban en observación dado que sus heridas eran graves. El brujo se acercó a la zona donde habían depositado los cadáveres y los examinó de nuevo.
Marcas de mordiscos, dientes similares a las de un adulto, algo afilados para ser de un humano puro. Algunos cadáveres presentaban arañazos en zonas estratégicas como el cuello, el muslo y el vientre, zonas donde el sangrado es mayor.
-...Es inteligente....- susurró el brujo para sí mismo, apuntando todo lo que veía en su cuaderno. Con la daga, el brujo abrió el profundo corte de una mujer, justo en el vientre. La carne de los bordes parecía podrida, incluso dejaba un rastro de humo, como si estuviera quemándose. El pelirrojo frunció el ceño, pensativo. Acercó la punta del arma y olió con cuidado el resto de sangre y pus.-...veneno?...- Extrañado, el hombre se levantó limpiando la daga con un trozo de tela. Cuando alzó la mirada, pensando que clase de criatura podría hacer estas heridas, se encontró con su hijo quien a su vez se limpiaba las manos de sangre.
La mirada del elfo lo decía todo. Uno de los heridos había muerto.
-Conseguí que parara de sangrar pero otra cosa lo ha matado....- susurró el joven mientras miraba hacia la tienda de los heridos.-...su sangre estaba muy espesa, posiblemente era ve...-
- Veneno.- Dijo el brujo, cortándole a mitad de la frase.-...las heridas de los cadáveres también tienen la sangre espesa y podredumbre en la carne...- El elfo asintió con la cabeza y suspiró, agotado por las horas de cuidados y sobretodo por no dormir. Su padre miró hacia las montañas, silenciosas y altivas. No podían irse de allí sin cazar a la criatura…
Wallace Mcgregor
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Re: Inflexión | Pasado [Interpretativo] [Privado]
Me había quitado ambas botas y caminaba por la orilla de la charca cuando unas luces muy a lo lejos captaron mi atención.
– ¿Qué puñeta...? –se me escapó. Cerré la boca y fruncí las cejas, consciente de que aunque estuviese en los terrenos circundantes a la gran casa de Arathon siempre había lugar en las tierras de huerta y de afueras a la ciudad para los asaltantes, y lo último que me apetecía era tener que ponerme a correr detrás de alguien.
Sin embargo aquellas luces estaban cautivando mi atención. Atardecía, la luz fuerte del sol hacía tiempo que había caído y caminaba despacio; decidí salir del poco agua que cubría mis tobillos y me puse las botas con los pies mojados, para coger el camino hacia aquellas... ¿Antorchas? Parecía fuego, pero controlado. Y estaba lo suficientemente lejos como para que alguien normal no lo viera o para que pareciese parte de otra casa vecina e incluso del campamento de algún labriego de camino a la aldea cercana. Estaba controlado, y sin embargo a pesar de que a esa distancia pareciera alguno de esos casos... La línea de luz era demasiado amplia, con varios focos, y a quién quería engañar... Estaba lejos, probablemente en medio de los caminos, alejada de las casas, ¿tan amplia, a estas horas? ¿Un circo? ¿Teatro ambulante? No... La feria no tenía lugar aún.
La botella era lo único que había cogido al salir del establo donde me había despertado. Dioses, seguro que.... apestaba... Pero no me quería detener allí... Quería saber qué era aquello y por qué se había apostado tan cerca de mi casa, porque sí, estaba lejos del camino pero lo suficiente como para que un vampiro lo viese, y las gentes de alrededor saben que yo vivo allí, así que.... Alguien en un grupo numeroso se ha detenido en los caminos cercanos a mi casa, alguien extranjero. Un grupo. Y mi deber es conocer qué narices ocurre en mis dominios.
Me eché agua en la cara, recogí mi pelo rubio en un moño de mala manera, sin cinta, y rompí la botella contra una piedra. Me bastaba conmigo misma, pero nunca se sabía y no tenía ningún arma ahí. Hecho lo cual, corrí entre los árboles hasta estar suficiente cerca como para no ser vista y poder observar. Me moví de un árbol a otro corriendo, veloz. Los murmullos empezaron a llegarme más nítidos... Lastimeros, quejas. Voces susurrando.... Tragué, de espaldas a un árbol, buscando conocer qué había ocurrido, y me volví muy despacio hacia aquel claro improvisado.
Estaban a unos veinte metros del camino, se habían alejado pero los rastros del desastre llegaban hasta ellos. Habían levantado unas dos... Tres, tiendas. Sí, eso era...
– Joder..... –suspiré para mi. Apreté los dientes con rabia notándolos salir, como mis ojos, rojos. Había sangre, mucha, podía olerla y se mezclaba con muchos olores diferentes: brasas de fuego, comida fría, especias, hierba, madera, azufre, salvia... Y podredumbre; lo impregnaba todo. Esos olores no eran más que el testigo y prueba de las carretas tiradas por los suelos, rotas, los fajos de grano y otros paquetes agrupados en los carros restantes y al final, las ánimas. Las supervivientes y los desafortunados. A un lado se apiñaban todos aquellos que estaban bien, según pude ver, en otra tienda por el olor que me llegaba habría heridos, y en la otra.... No estaba lejos de suponer que se trataba de los caídos.
¿Un asalto? ¿Qué otra cosa podría ser? Un bebé empezó a llorar de pronto, volví la cabeza y me di cuenta de que había avanzado hasta entrar en el claro. Me quedé inmóvil. Estarían pensando que era una loca, o peor... Una... ¿Una de esos que los habían masacrado para.... robar? ¿Qué otra cosa? Las situaciones así siempre me cogían con mis mejores galas, por supuesto. Sorbí por la nariz y miré a una muchacha que recogía entre su seno al bebé que lloraba y a una niña que se pegaba a ella.
Un chico joven, adolescente, me miraba desafiante con un madero en ristre, con la cara llena de hollín y el gesto asustado. – ¿¡Qué quieres!? –profirió. Su madre, supuse, le tiró de la mano libre y le hizo caer al suelo instándole a callar
–¡Conseguirás que te mate! –le dijo.
¿Yo? Por todos los dioses... ¿¡Yo!? Apreté los dientes y moví el cuello en un movimiento espasmódico. Esto es inaudito, ¿cómo ha podido pasar esto cerca de MI casa y sin que me enterase, joder? “Me estoy haciendo mayor…” –pensé, cabreada.
El olor a sangre, los olores mezclados, el maldito azufre y saber que me habría enterado de esto de no estar durmiendo la mona me hizo temblar de rabia. El chaval debió asustarse y soltó el madero.
– Dónde –dije, sin más. Era obvio que estaban siendo ayudados, tenían mantas y agua en un cuenco común, y parecía limpia, además de apariencia de organización dentro del caos. Quería saber quién estaba incurriendo en mis dominios, y sobre todo quería saber qué jodido asaltante había provocado aquello; sin embargo mis deseos escondían la egoísta necesidad de saber si yo estaba tan desmejorada como para no darme cuenta de la presencia de simples bandidos o si todavía había esperanzas para hacer de mi lo que fui antaño.
– ¡¿Dónde están?! –proferí más alto, a lo que un hombre señaló una tienda entre las tres al fondo del improvisado campamento.
Salí caminando veloz hacia la tienda con la mente nublada por la impotencia y por una noche de exceso, con el moño casi deshecho y con el vestido sin ceñir, con una estúpida botella rota en la mano. "Se reirán de mí", me decía Ireth. Solté una risa despectiva mientras escuchaba a Ébano en mi cabeza "Que se atrevan, si quieren".
Tiré de la cortina de la tienda, y el resultado de aquel debate se fue a la mierda más lejana posible, ante la visión pasmosa que se abrió ante mi.
Rojo. Sangre.
Azufre y rizos en rastas. Apreté los dientes y dejé caer la cortina con suavidad, distraída, con cientos de recuerdos acuosos en mis ojos, rojos por el hambre y la falta de descanso, así como por el desastre que había allí montado.
– Joder... Venga ya... –fue lo único que alcanzó a salir de mi boca. Ni siquiera podía ver bien si se había dado cuenta. Pero no me hacía falta siquiera verle la cara, ni tan solo verle. Su olor... ¿No lo antes olí por la podredumbre? Dioses... Tampoco reparé en la otra figura, cerca de mi cuerpo, a mi derecha. Le olía ahora claramente. Y veía mi sueño reciente en mi mente, y rezaba por estar equivocada. Aunque en el fondo.... Cerré los ojos y me mordí el interior de la boca hasta obtener un sabor férreo e hice de tripas corazón, mirando al cuerpo que había a mis pies. – Hay que sacarle, o se infectarán los demás. No puede tocar el agua, ni tú tampoco.
No dije más. No sé si por no saber qué mierda decir, si por sentirme absolutamente pequeña a su lado, necesitada de todo lo que me había privado o si porque realmente era necesaria mi ayuda allí. En el fondo no quería más que volver a meterme en el hueco cálido de sus brazos. Pero ese era mi problema, mi puto problema, porque sabía que él no querría volver a dejar que me refugiara allí.
– ¿Qué puñeta...? –se me escapó. Cerré la boca y fruncí las cejas, consciente de que aunque estuviese en los terrenos circundantes a la gran casa de Arathon siempre había lugar en las tierras de huerta y de afueras a la ciudad para los asaltantes, y lo último que me apetecía era tener que ponerme a correr detrás de alguien.
Sin embargo aquellas luces estaban cautivando mi atención. Atardecía, la luz fuerte del sol hacía tiempo que había caído y caminaba despacio; decidí salir del poco agua que cubría mis tobillos y me puse las botas con los pies mojados, para coger el camino hacia aquellas... ¿Antorchas? Parecía fuego, pero controlado. Y estaba lo suficientemente lejos como para que alguien normal no lo viera o para que pareciese parte de otra casa vecina e incluso del campamento de algún labriego de camino a la aldea cercana. Estaba controlado, y sin embargo a pesar de que a esa distancia pareciera alguno de esos casos... La línea de luz era demasiado amplia, con varios focos, y a quién quería engañar... Estaba lejos, probablemente en medio de los caminos, alejada de las casas, ¿tan amplia, a estas horas? ¿Un circo? ¿Teatro ambulante? No... La feria no tenía lugar aún.
La botella era lo único que había cogido al salir del establo donde me había despertado. Dioses, seguro que.... apestaba... Pero no me quería detener allí... Quería saber qué era aquello y por qué se había apostado tan cerca de mi casa, porque sí, estaba lejos del camino pero lo suficiente como para que un vampiro lo viese, y las gentes de alrededor saben que yo vivo allí, así que.... Alguien en un grupo numeroso se ha detenido en los caminos cercanos a mi casa, alguien extranjero. Un grupo. Y mi deber es conocer qué narices ocurre en mis dominios.
Me eché agua en la cara, recogí mi pelo rubio en un moño de mala manera, sin cinta, y rompí la botella contra una piedra. Me bastaba conmigo misma, pero nunca se sabía y no tenía ningún arma ahí. Hecho lo cual, corrí entre los árboles hasta estar suficiente cerca como para no ser vista y poder observar. Me moví de un árbol a otro corriendo, veloz. Los murmullos empezaron a llegarme más nítidos... Lastimeros, quejas. Voces susurrando.... Tragué, de espaldas a un árbol, buscando conocer qué había ocurrido, y me volví muy despacio hacia aquel claro improvisado.
Estaban a unos veinte metros del camino, se habían alejado pero los rastros del desastre llegaban hasta ellos. Habían levantado unas dos... Tres, tiendas. Sí, eso era...
– Joder..... –suspiré para mi. Apreté los dientes con rabia notándolos salir, como mis ojos, rojos. Había sangre, mucha, podía olerla y se mezclaba con muchos olores diferentes: brasas de fuego, comida fría, especias, hierba, madera, azufre, salvia... Y podredumbre; lo impregnaba todo. Esos olores no eran más que el testigo y prueba de las carretas tiradas por los suelos, rotas, los fajos de grano y otros paquetes agrupados en los carros restantes y al final, las ánimas. Las supervivientes y los desafortunados. A un lado se apiñaban todos aquellos que estaban bien, según pude ver, en otra tienda por el olor que me llegaba habría heridos, y en la otra.... No estaba lejos de suponer que se trataba de los caídos.
¿Un asalto? ¿Qué otra cosa podría ser? Un bebé empezó a llorar de pronto, volví la cabeza y me di cuenta de que había avanzado hasta entrar en el claro. Me quedé inmóvil. Estarían pensando que era una loca, o peor... Una... ¿Una de esos que los habían masacrado para.... robar? ¿Qué otra cosa? Las situaciones así siempre me cogían con mis mejores galas, por supuesto. Sorbí por la nariz y miré a una muchacha que recogía entre su seno al bebé que lloraba y a una niña que se pegaba a ella.
Un chico joven, adolescente, me miraba desafiante con un madero en ristre, con la cara llena de hollín y el gesto asustado. – ¿¡Qué quieres!? –profirió. Su madre, supuse, le tiró de la mano libre y le hizo caer al suelo instándole a callar
–¡Conseguirás que te mate! –le dijo.
¿Yo? Por todos los dioses... ¿¡Yo!? Apreté los dientes y moví el cuello en un movimiento espasmódico. Esto es inaudito, ¿cómo ha podido pasar esto cerca de MI casa y sin que me enterase, joder? “Me estoy haciendo mayor…” –pensé, cabreada.
El olor a sangre, los olores mezclados, el maldito azufre y saber que me habría enterado de esto de no estar durmiendo la mona me hizo temblar de rabia. El chaval debió asustarse y soltó el madero.
– Dónde –dije, sin más. Era obvio que estaban siendo ayudados, tenían mantas y agua en un cuenco común, y parecía limpia, además de apariencia de organización dentro del caos. Quería saber quién estaba incurriendo en mis dominios, y sobre todo quería saber qué jodido asaltante había provocado aquello; sin embargo mis deseos escondían la egoísta necesidad de saber si yo estaba tan desmejorada como para no darme cuenta de la presencia de simples bandidos o si todavía había esperanzas para hacer de mi lo que fui antaño.
– ¡¿Dónde están?! –proferí más alto, a lo que un hombre señaló una tienda entre las tres al fondo del improvisado campamento.
Salí caminando veloz hacia la tienda con la mente nublada por la impotencia y por una noche de exceso, con el moño casi deshecho y con el vestido sin ceñir, con una estúpida botella rota en la mano. "Se reirán de mí", me decía Ireth. Solté una risa despectiva mientras escuchaba a Ébano en mi cabeza "Que se atrevan, si quieren".
Tiré de la cortina de la tienda, y el resultado de aquel debate se fue a la mierda más lejana posible, ante la visión pasmosa que se abrió ante mi.
Rojo. Sangre.
Azufre y rizos en rastas. Apreté los dientes y dejé caer la cortina con suavidad, distraída, con cientos de recuerdos acuosos en mis ojos, rojos por el hambre y la falta de descanso, así como por el desastre que había allí montado.
– Joder... Venga ya... –fue lo único que alcanzó a salir de mi boca. Ni siquiera podía ver bien si se había dado cuenta. Pero no me hacía falta siquiera verle la cara, ni tan solo verle. Su olor... ¿No lo antes olí por la podredumbre? Dioses... Tampoco reparé en la otra figura, cerca de mi cuerpo, a mi derecha. Le olía ahora claramente. Y veía mi sueño reciente en mi mente, y rezaba por estar equivocada. Aunque en el fondo.... Cerré los ojos y me mordí el interior de la boca hasta obtener un sabor férreo e hice de tripas corazón, mirando al cuerpo que había a mis pies. – Hay que sacarle, o se infectarán los demás. No puede tocar el agua, ni tú tampoco.
No dije más. No sé si por no saber qué mierda decir, si por sentirme absolutamente pequeña a su lado, necesitada de todo lo que me había privado o si porque realmente era necesaria mi ayuda allí. En el fondo no quería más que volver a meterme en el hueco cálido de sus brazos. Pero ese era mi problema, mi puto problema, porque sabía que él no querría volver a dejar que me refugiara allí.
Última edición por Ébano el Miér Jul 18 2018, 23:43, editado 1 vez
Ébano
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Re: Inflexión | Pasado [Interpretativo] [Privado]
El olor indiscutible de la vampiresa atacó al olfato del brujo, causándole un leve mareo. Su perfume y el olor a ron, eso también era indiscutible. El hombre tuvo que agarrarse de la mesa donde estaba el muerto reciente para no perder el norte.
Su cerebro estaba intentando analizar lo que estaba pasando. No se esperaba verla tan pronto y menos en una escena como aquella. No podía girarse para mirarla, tenía el cuerpo petrificado. Respiraba lentamente, intentando calmarse. Seth se quedó mirando a la mujer fijamente, movió la cabeza en dirección a su padre y suspiró.
-Voy...a mirar a los otros heridos....sí...- susurró pasando por al lado de la vampiresa, rozando su mano levemente, sin mirar atrás. Sabía que no debía meterse en aquella conversación que podría resultar violenta incluso.
El brujo cerro el ojo bueno, y se dio un leve masaje en las manos, girándose lentamente. Verla allí lo dejó k.o. Tan hermosa, descolocada y desaliñada, tan viva. ¿Había...bebido? Parecía sacada de una buena pelea y con una botella vacía de ron… Miles de recuerdos inundaron su mente, abrumándolo. El pelirrojo tuvo que apoyarse en la mesa para mantener un poco la compostura mientras intentaba para sus adentros no gritar de la emoción de verla de nuevo. Repasó con la mirada cada curva, cada cabello, cada detalle de ella como si jamás la hubiera visto y se empapó de su olor.
-Hola Ireth...me alegra verte...-consiguió decir, casi en un susurro. Tenía la boca seca y las palabras se le mezclaban, parecía tonto. Buscaba qué decir en aquel momento pero solo se le ocurría acercarse y besarla.-... he intentado extraer sangre pero se coagula al instante... ¿podrías ayudarnos? -le pidió regalándole una sonrisa dulce, como aquellas que le daba de buena mañana, cuando las sábanas los tapaban a ambos después de una noche de amor. El brujo se acercó a la vampiresa con cautela, no quería asustarla y cogió su mano para depositar un leve beso cortés. El contacto de su piel en sus labios lo acabo de matar. Se quedó allí quieto, con la mano pegada a su boca. La giró y la apoyó en su mejilla, como una caricia. Mantuvo la mano allí mientras su ojo bueno se clavaba en los de ella. No podía disimular más, verla de nuevo le estaba llenando de nuevo. Su mirada lo decía todo, melancolía, adoración, arrepentimiento...- lo siento...- susurró apartándose. No quería incomodarla, no ahora que se habían reencontrado. Se giró, dándole la espalda y se tapó la boca con disimulo, aguantando las ganas de salir de allí y llevársela al fin del mundo.
Él, un brujo forjado en la batalla y la sangre, cazador de hombres y bestias, no conocía el miedo y había besado a la muerte muchas veces pero esa muchacha lo desarmaba.
Su cerebro estaba intentando analizar lo que estaba pasando. No se esperaba verla tan pronto y menos en una escena como aquella. No podía girarse para mirarla, tenía el cuerpo petrificado. Respiraba lentamente, intentando calmarse. Seth se quedó mirando a la mujer fijamente, movió la cabeza en dirección a su padre y suspiró.
-Voy...a mirar a los otros heridos....sí...- susurró pasando por al lado de la vampiresa, rozando su mano levemente, sin mirar atrás. Sabía que no debía meterse en aquella conversación que podría resultar violenta incluso.
El brujo cerro el ojo bueno, y se dio un leve masaje en las manos, girándose lentamente. Verla allí lo dejó k.o. Tan hermosa, descolocada y desaliñada, tan viva. ¿Había...bebido? Parecía sacada de una buena pelea y con una botella vacía de ron… Miles de recuerdos inundaron su mente, abrumándolo. El pelirrojo tuvo que apoyarse en la mesa para mantener un poco la compostura mientras intentaba para sus adentros no gritar de la emoción de verla de nuevo. Repasó con la mirada cada curva, cada cabello, cada detalle de ella como si jamás la hubiera visto y se empapó de su olor.
-Hola Ireth...me alegra verte...-consiguió decir, casi en un susurro. Tenía la boca seca y las palabras se le mezclaban, parecía tonto. Buscaba qué decir en aquel momento pero solo se le ocurría acercarse y besarla.-... he intentado extraer sangre pero se coagula al instante... ¿podrías ayudarnos? -le pidió regalándole una sonrisa dulce, como aquellas que le daba de buena mañana, cuando las sábanas los tapaban a ambos después de una noche de amor. El brujo se acercó a la vampiresa con cautela, no quería asustarla y cogió su mano para depositar un leve beso cortés. El contacto de su piel en sus labios lo acabo de matar. Se quedó allí quieto, con la mano pegada a su boca. La giró y la apoyó en su mejilla, como una caricia. Mantuvo la mano allí mientras su ojo bueno se clavaba en los de ella. No podía disimular más, verla de nuevo le estaba llenando de nuevo. Su mirada lo decía todo, melancolía, adoración, arrepentimiento...- lo siento...- susurró apartándose. No quería incomodarla, no ahora que se habían reencontrado. Se giró, dándole la espalda y se tapó la boca con disimulo, aguantando las ganas de salir de allí y llevársela al fin del mundo.
Él, un brujo forjado en la batalla y la sangre, cazador de hombres y bestias, no conocía el miedo y había besado a la muerte muchas veces pero esa muchacha lo desarmaba.
Wallace Mcgregor
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Re: Inflexión | Pasado [Interpretativo] [Privado]
El elfo salió de la tienda. El elfo. Claro, joder, el maldito elfo y su.. olor y sus estúpidas facciones... Tragué y levanté la mirada. Después se levantó, me miró. Me bebía con su ojo bueno, y casi podía sentir el otro mirándome. Apreté los dientes nuevamente hasta hacerme daño sin siquiera darme cuenta, tenía los colmillos sumamente largos y a esas alturas no discernía si estaban así por el olor a sangre, por la excitación del momento o por el torbellino de sensaciones....
Así que no pude más que agachar la cabeza, no me atrevía a mirarle, no después de no haberle dado explicaciones, no después de culparle egoístamente por creer que valía lo suficiente para él como para ir detrás de una cría estúpida que huye cuando no encuentra un lugar para sí misma. Porque sabía perfectamente que era culpa mía.
– Hola Ireth...me alegra verte..... -silencio-. He intentado extraer sangre pero se coagula al instante... podrías ayudarnos?
Su voz me golpeó como no pensé que lo haría. Ronca y grave, esa voz de la que había arrancado desde risas hasta el gemido más profundo, la voz que me había acunado por las mañanas. En algún momento me di cuenta de un par de lágrimas bajando por mi piel, y me dio rabia, demasiada rabia. "¿Joder, si querías esto por qué mierda no te quedaste, estúpida?", me dije a mi misma. Apreté las manos, no sabía si adelantarme, si abrazarle, salir corriendo o esfumarme de mi cabeza y dejar que mi cuerpo se desvaneciera allí mismo. Me di cuenta de que me asustaba lo que pudiera pasar.
Pero me cogió la mano, su contacto... Su piel. Era como un bálsamo para aquella situación. Me besó el dorso y la puso contra su mejilla. Contra su barba rojiza, esa que tuve en mi mente cada mediodía hasta bien entrada la tarde y cada ocaso. Levanté la cabeza poco a poco hasta sus ojos, aliviada por vicisitudes del destino o más bien, de él; por su tacto, su voz. La tranquilidad que jamás tuve era la que encontré meses ha en aquel hombre, y pese a todos los disgustos, ausencias o angustia, era una tranquilidad perenne, como la llama que había prendido en el momento en que le vi.
Negué con la cabeza ante su disculpa con una sensación extraña de paz, sabiendo que podría resolver nuestros asuntos en cuanto fuese posible, y con la certeza de que aquel accidente de caravana urgía más en aquel momento.
Se dio la vuelta tras soltar mi mano y se apoyó en la mesa. Y verlo ahí, de espaldas, pensativo, como tantas otras veces.. Era reconfortante, casi tanto como para reactivarme; que era lo que necesitaba aquella pobre gente.– Brujo imbécil... –dije antes de ponerme de puntillas para oler su pelo y deslizar la mano por su espalda. – Go raibh maith agat.
"Gracias", era una milésima parte de lo que sentía en ese momento, necesitaba hundirme en él, empaparme de nuevo del pelirrojo y dejarme llevar, sabía que ninguno necesitábamos nada más, y eso me hacía feliz.– Dile al chico que busque frutos rojos. Moras... Ya sabes. Sus hojas y sus frutos, y también espino, todo el que pueda. Eso ayudará a que no se coagule –me arrodillé ante el cadáver y pasé las manos por las líneas abiertas de su cuerpo, profundas e infectadas. Estaba hinchado y podrido, de color oscuro. Olí la sangre–. Envenenada, aunque eso ya lo sabrás. –la probé, paladeé y acto seguido escupí con asco ante el amargor que me impregnaba la boca. – Ahg. Animal, sabe a..tierra, a humedad, no a humano desde luego. Y lleva veneno –de rodillas me ladeé para mirarle hacia arriba–. ¿Cómo ha ocurrido esto? Lo que sea que haya atacado la caravana sabía lo que hacía, y no he oído de accidentes similares en la zona. Vivo aquí al lado, es extraño que todo esto haya pasado tan rápido sin correrse la voz..
Pensé en la situación y decidí ofrecer algo más. – Si... Si es necesario podemos trasladar a los demás a la casa, es grande. Aunque bueno eso ya lo sabes.. No es buena idea quedarnos aquí mucho tiempo. Claro que tampoco podemos dejar aquí... ni los cadáveres ni las cosas. Habría que establecer un orden..
Así que no pude más que agachar la cabeza, no me atrevía a mirarle, no después de no haberle dado explicaciones, no después de culparle egoístamente por creer que valía lo suficiente para él como para ir detrás de una cría estúpida que huye cuando no encuentra un lugar para sí misma. Porque sabía perfectamente que era culpa mía.
– Hola Ireth...me alegra verte..... -silencio-. He intentado extraer sangre pero se coagula al instante... podrías ayudarnos?
Su voz me golpeó como no pensé que lo haría. Ronca y grave, esa voz de la que había arrancado desde risas hasta el gemido más profundo, la voz que me había acunado por las mañanas. En algún momento me di cuenta de un par de lágrimas bajando por mi piel, y me dio rabia, demasiada rabia. "¿Joder, si querías esto por qué mierda no te quedaste, estúpida?", me dije a mi misma. Apreté las manos, no sabía si adelantarme, si abrazarle, salir corriendo o esfumarme de mi cabeza y dejar que mi cuerpo se desvaneciera allí mismo. Me di cuenta de que me asustaba lo que pudiera pasar.
Pero me cogió la mano, su contacto... Su piel. Era como un bálsamo para aquella situación. Me besó el dorso y la puso contra su mejilla. Contra su barba rojiza, esa que tuve en mi mente cada mediodía hasta bien entrada la tarde y cada ocaso. Levanté la cabeza poco a poco hasta sus ojos, aliviada por vicisitudes del destino o más bien, de él; por su tacto, su voz. La tranquilidad que jamás tuve era la que encontré meses ha en aquel hombre, y pese a todos los disgustos, ausencias o angustia, era una tranquilidad perenne, como la llama que había prendido en el momento en que le vi.
Negué con la cabeza ante su disculpa con una sensación extraña de paz, sabiendo que podría resolver nuestros asuntos en cuanto fuese posible, y con la certeza de que aquel accidente de caravana urgía más en aquel momento.
Se dio la vuelta tras soltar mi mano y se apoyó en la mesa. Y verlo ahí, de espaldas, pensativo, como tantas otras veces.. Era reconfortante, casi tanto como para reactivarme; que era lo que necesitaba aquella pobre gente.– Brujo imbécil... –dije antes de ponerme de puntillas para oler su pelo y deslizar la mano por su espalda. – Go raibh maith agat.
"Gracias", era una milésima parte de lo que sentía en ese momento, necesitaba hundirme en él, empaparme de nuevo del pelirrojo y dejarme llevar, sabía que ninguno necesitábamos nada más, y eso me hacía feliz.– Dile al chico que busque frutos rojos. Moras... Ya sabes. Sus hojas y sus frutos, y también espino, todo el que pueda. Eso ayudará a que no se coagule –me arrodillé ante el cadáver y pasé las manos por las líneas abiertas de su cuerpo, profundas e infectadas. Estaba hinchado y podrido, de color oscuro. Olí la sangre–. Envenenada, aunque eso ya lo sabrás. –la probé, paladeé y acto seguido escupí con asco ante el amargor que me impregnaba la boca. – Ahg. Animal, sabe a..tierra, a humedad, no a humano desde luego. Y lleva veneno –de rodillas me ladeé para mirarle hacia arriba–. ¿Cómo ha ocurrido esto? Lo que sea que haya atacado la caravana sabía lo que hacía, y no he oído de accidentes similares en la zona. Vivo aquí al lado, es extraño que todo esto haya pasado tan rápido sin correrse la voz..
Pensé en la situación y decidí ofrecer algo más. – Si... Si es necesario podemos trasladar a los demás a la casa, es grande. Aunque bueno eso ya lo sabes.. No es buena idea quedarnos aquí mucho tiempo. Claro que tampoco podemos dejar aquí... ni los cadáveres ni las cosas. Habría que establecer un orden..
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Re: Inflexión | Pasado [Interpretativo] [Privado]
El brujo observó con detenimiento cada movimiento de la vampiresa mientras ésta examinaba los cuerpos y sus heridas. No dudó ni un momento en apuntar las resoluciones de la mujer mientras él mismo intentaba recordar todo lo que sabía sobre especies de monstruos capaces de hacer tal cosa.
- La caravana estaba llena de refugiados de varias aldeas. Se ve que una banda de saqueadores ha tomado fuerza y están asaltando todo lo que se mueve...-extendió un mapa encima de la mesa con las aldeas marcadas.- Si te fijas... toda la acción pasa en la misma zona, no se alejan mas allá del rio ni de la ciudad....-señaló el rion y los puntos que había marcado.-... cuando yo...fui un saqueador... siempre tenia un campamento central y actuábamos en circulo, para no perder suministros...- esas palabras fueron duras de decir, un sentimiento de culpa y remordimientos se apoderaron de él. Se dio cuenta que poco le había contado de su pasado como...maleante. Ellos dos ya se conocieron de una manera bastante violenta pero ella tenia derecho a saber mas de él. La miró de reojo esperando algún comentario, quizás desaprobación, miedo o incluso decepción. Bajó la mirada, expectante.- Creo que hay muchas cosas que no sabes...-dijo en un susurro con la voz temblorosa.- Ébano yo sigo queri...- El pelirrojo abrió la boca para confesar que aun la amaba pero antes de que las palabra salieran de su boca un fuerte calambre azotó toda su espalda haciéndole girar de golpe hacia la salida de la tienda.
Un aullido desgarrador cortó el aire dejando al brujo estático y con los ojos bien abiertos. Los llantos de los niños acallaron los murmullos mientras el caos resurgía de nuevo. De golpe, la tela de la tienda se rompió al ser golpeada con algo que cayó a pies de ambos. El hombre miró hacia abajo e hizo una mueca de asco al contemplar un torso de hombre totalmente mutilado. Un segundo aullido resonó en el valle haciendo estremecer al bosque y a todo aquel que pudiera escucharlo. El brujo no lo dudo ni un segundo y salió a toda prisa para contemplar el horror que había dejado el ser.
Varias tiendas estaban destrozadas con los supervivientes saliendo de ellas como podían. El hombre buscó rápidamente a su hijo con los ojos, encontrandolo agazapado intentando salvar a una niña víctima de un mordisco. Los padres de la niña yacían mutilados al lado. El pelirrojo trago saliva y miró desde el hombro a la mujer.
-Ya no hay tiempo, tenemos que seguir el rastro ahora que está fresco.- gruñó sin más. A paso ligero entró en su tienda, apenas en pie, y cogió sus espadas y se las ató a la espalda.
El brujo disponía de una espada larga de acero. La segunda espada, de acero helado, estaba misteriosamente fijada a la vaina. El brujo no había conseguido blandirla. Un extraño regalo de su maestro quien predijo en su día que la espada se dejaría usar en el momento indicado. Claro está, el brujo maldecía al arma cada vez que quería usarla pero al menos servía como método intimidatorio.
Armado y vestido, el brujo se acercó a su hijo quien observaba el cuerpo sin vida de la niña. No hizo falta palabras, solo una simple caricia de su padre en la cabeza para saber que el brujo iba a lo que iba. El mestizo alzó los ojos levemente para mirar a su padre y asintió mientras se levantaba para socorrer a los supervivientes de ese último ataque. Al ver a la vampiresa cambió su rumbo y se acercó mirándola fijamente. Sus ojos verdosos se clavaron en ella, escudriñándola en lo más profundo.
-Mas te vale que no le pase nada al grandullón…-le susurró antes de coger vendas y toallas para los heridos.- seria una lastima que este “dulce” encuentro se quede en sangre y...urgh…-gruñó el mestizo mirando el torso mutilado del suelo.-...esto...
- La caravana estaba llena de refugiados de varias aldeas. Se ve que una banda de saqueadores ha tomado fuerza y están asaltando todo lo que se mueve...-extendió un mapa encima de la mesa con las aldeas marcadas.- Si te fijas... toda la acción pasa en la misma zona, no se alejan mas allá del rio ni de la ciudad....-señaló el rion y los puntos que había marcado.-... cuando yo...fui un saqueador... siempre tenia un campamento central y actuábamos en circulo, para no perder suministros...- esas palabras fueron duras de decir, un sentimiento de culpa y remordimientos se apoderaron de él. Se dio cuenta que poco le había contado de su pasado como...maleante. Ellos dos ya se conocieron de una manera bastante violenta pero ella tenia derecho a saber mas de él. La miró de reojo esperando algún comentario, quizás desaprobación, miedo o incluso decepción. Bajó la mirada, expectante.- Creo que hay muchas cosas que no sabes...-dijo en un susurro con la voz temblorosa.- Ébano yo sigo queri...- El pelirrojo abrió la boca para confesar que aun la amaba pero antes de que las palabra salieran de su boca un fuerte calambre azotó toda su espalda haciéndole girar de golpe hacia la salida de la tienda.
Un aullido desgarrador cortó el aire dejando al brujo estático y con los ojos bien abiertos. Los llantos de los niños acallaron los murmullos mientras el caos resurgía de nuevo. De golpe, la tela de la tienda se rompió al ser golpeada con algo que cayó a pies de ambos. El hombre miró hacia abajo e hizo una mueca de asco al contemplar un torso de hombre totalmente mutilado. Un segundo aullido resonó en el valle haciendo estremecer al bosque y a todo aquel que pudiera escucharlo. El brujo no lo dudo ni un segundo y salió a toda prisa para contemplar el horror que había dejado el ser.
Varias tiendas estaban destrozadas con los supervivientes saliendo de ellas como podían. El hombre buscó rápidamente a su hijo con los ojos, encontrandolo agazapado intentando salvar a una niña víctima de un mordisco. Los padres de la niña yacían mutilados al lado. El pelirrojo trago saliva y miró desde el hombro a la mujer.
-Ya no hay tiempo, tenemos que seguir el rastro ahora que está fresco.- gruñó sin más. A paso ligero entró en su tienda, apenas en pie, y cogió sus espadas y se las ató a la espalda.
El brujo disponía de una espada larga de acero. La segunda espada, de acero helado, estaba misteriosamente fijada a la vaina. El brujo no había conseguido blandirla. Un extraño regalo de su maestro quien predijo en su día que la espada se dejaría usar en el momento indicado. Claro está, el brujo maldecía al arma cada vez que quería usarla pero al menos servía como método intimidatorio.
Armado y vestido, el brujo se acercó a su hijo quien observaba el cuerpo sin vida de la niña. No hizo falta palabras, solo una simple caricia de su padre en la cabeza para saber que el brujo iba a lo que iba. El mestizo alzó los ojos levemente para mirar a su padre y asintió mientras se levantaba para socorrer a los supervivientes de ese último ataque. Al ver a la vampiresa cambió su rumbo y se acercó mirándola fijamente. Sus ojos verdosos se clavaron en ella, escudriñándola en lo más profundo.
-Mas te vale que no le pase nada al grandullón…-le susurró antes de coger vendas y toallas para los heridos.- seria una lastima que este “dulce” encuentro se quede en sangre y...urgh…-gruñó el mestizo mirando el torso mutilado del suelo.-...esto...
Wallace Mcgregor
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