Tanteando nuevos terrenos [CERRADO]

Sus orejas se movieron levemente cuando uno de aquellos bandidos habló sobre los de su raza. Aquello la extrañó un poco y paró unos segundos pensando en si de verdad había sido así. Astrid no había estado muy atenta a los estragos de aquel suceso, siempre se trataba de sobrevivir en aquellos lugares sola y todo era tan nuevo para ella que la hizo dudar ¿Acaso era la culpa de su raza? Gruñó por lo bajo y luego se volvió a sacudir para quitarse algunas flechas que aún tenía entre las escamas que casi no le causaron daño alguno. Su cabeza se estaba nublando un poco, demasiada información para la pequeña dragona. Ahora no pensaba en solo salvar a sus compañeros sino también darle un escarmiento a aquellos hombres por ir creando calumnias de su raza. Con un impulso de sus patas delanteras se puso sobre sus patas traseras y con un fuerte balanceo hacia su posición original hizo que golpease con ferocidad el suelo y rugiera con un poco de ira.

Esa vez no iba a huir y menos teniendo a dos personas a las cuales proteger. Aleteó para avivar más el fuego que rodeaba algunos perímetros del bosque y luego cargó contra un árbol. A sabiendas de que en alguna parte de aquel árbol se encontraban alguno de los arqueros que les había golpeado siguió embistiendo hasta que oía los gritos de los que intentaban caer bien al suelo. Uno cayó cerca de ella y se puso encima acercando su hocico, que seguía emitiendo un ligero humo de sus fosas nasales del ataque que poco antes había efectuado. El hombre que se encontraba debajo de ella comenzó a suplicar, indefenso, que le perdonase la vida. Astrid bufó y comenzó a golpear con sus patas la tierra a los lados de la cabeza del hombre hasta que del propio terror el hombre acabó inconsciente. Uno menos, pero eran demasiados y los podía oír preparando otra oleada. Miró a su compañero y con un pequeño ademán de cabeza le señaló una dirección. El norte.

Astrid cogió impulso y de un salto logró alejarse del suelo y mantener el vuelo. La buscaban a ella, si servía de cebo para la siguiente oleada de flechas seguramente podrían escapar y luego los encontraría en la dirección que les dijo. Sin pensarlo más alzó el vuelo un poco más alto, casi rozando la frondosa copa de los árboles para luego caer casi en picado creando pequeñas ráfagas de viento e intentando ser una distracción para que pudieran irse. Había visto como la habían tratado incluso viéndola en su forma dragón sin casi ni conocerse. Aquello había entrado muy profundo en el subconsciente de Astrid. Llevaba demasiado tiempo sin que nadie la mirase con tranquilidad en su forma dragón. Casi cuando se fue de su aldea. Giró un poco la cabeza para mirar detrás de ella al oír un ruido muy familiar y vio una nueva oleada de flechas ir justo hacia ella. Apretó los dientes e intentó moverse para que no le dieran.

Las espadas danzaron y los aceros chocaron, pero en una batalla hay muchas más armas para emplear. Barrí el pie de apoyo de mi contrincante haciendo que rodará colina abajo, algo que seguramente me daría algunos segundos para escapar. Salí corriendo mientras evaluaba el campo de batalla. No podía encontrar a Apocks, pero si a la dragona que se había convertido en la diana predilecta para los arqueros. Nos superaban demasiado en numero como para plantearse seguir luchando. Parece que Astrid pensó lo mismo, me miró y me indicó el norte, quise entender que estaba marcando una ruta de huida, no se si Apocks también vio aquella señal, pero en aquella circunstancia debía de confiar en que el hombre bestia encontraría la forma de escapar. Sin esperar a una nueva descarga de flechas la dragona alzó el vuelo hacia el sur.

"¿Se está poniendo cómo cebo?" intenté comprender los motivos de la dragona y salí corriendo hacía el norte mientras intentaba frenar la sangría de mi herida.

Me resigné y apreté los dientes furioso. No me gustaba que hicieran de cebo para salvarme la vida, tampoco me gustaba la idea de dejar a Apocks a su suerte, ¿pero qué otra cosa podía hacer? Si iba detrás de la dragona, su sacrificio habrá sido en vano, pues al final me enfrentaría a todo el grupo de bandidos y estaríamos en la misma situación, y mis fuerzas ya flaqueaban bastante. Y con Apocks era más de lo mismo, si perdía el tiempo buscando al hombre bestia, al final quedaríamos encerrados por el grupo, en el que ya había miembros que pensaban que yo también era un dragón, y el sacrificio de Astrid también sería en vano. Así que simplemente recé a todos los dioses que conocía, en especial a los del panteón de los dragones, para que favorecieran a la dragona.

Corrí entre la espesura todo lo que mis heridas y mis piernas me permitieron siguiendo la dirección que me habían marcado. Debía de encontrar un punto en el cual poder esconderme y que sirviera de encuentro. El lobo de mi interior bramaba por salir y volver para comerse a algún que otro enemigo. Hacía que me doliera la cabeza y que no pudiera centrarme bien del entorno que me envolvía. De repente sentí como se mojaban mis pies y como estos tropezaban con una roca haciendo que cayera de bruces en lo que parecía ser un arroyo. El frió del agua me despejó un poco y me permitió concentrarme, aunque aún tenía dificultades. En ese pequeño momento de descanso decidí que mi rumbo sería subir el arroyo durante un pequeño trayecto para despistar a mis posibles perseguidores, ya luego rectificaría el rumbo, si es que era capaz.

Tras unos minutos calándome los pies y pasando bastante frió salí del arroyo y volví a marcar el norte como referencia. Fue entonces cuando vi un pequeño peñasco que sobresalía de la espesura del bosque. Era muy probable que la dragona parará allí para descansar en vez de arriesgarse a aterrizar en el bosque cubierto de ramas. Debía de jugármela, no me quedaba otra. Marqué el rumbo y avancé quejoso y cada vez más lentamente hacía el risco.


Tras unos largos y sufridos minutos de caminata y semiescalada, conseguí alcanzar la cima del peñasco y me recosté rendido contra una roca. Me centré en recuperar el aliento antes de atreverme en examinar mis heridas. La mejilla me ardía, pero no era nada en comparación al vientre. Me levanté la camisa y vi como la herida seguía manando sangre sobre una pequeña costra negra que ya se había comenzado a formar. En verdad la herida no era profunda, y mucho menos peligrosa, pero el haberla dejado tanto rato sin tratarla había complicado el asunto. Rebusqué en mi zurrón para sacar algunos trozos de tela, apreté los dientes y comencé a limpiar la herida quitando todo elemento de suciedad que pudiera infectarla. Con otro trozo de tela, lo puse encima de la herida y presioné para intentar parar la hemorragia.

Sin poder hacer mucho más, mantuvé la presión y me intenté acomodar todo lo que pude contra la roca. Solamente me faltaba esperar bien a la dragona, a Apocks o al propio amanecer, que marcaría la reanudación de mi viaje, aunque esperaba no hacerlo solo.

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Jajaja Astrid, he puesto que he rezado por ti, pero ya veo que no te hace falta. Menuda runa que has sacado jajaja.

Al notar que aquel ruido era la oleada de flechas rápidamente giró su cuerpo lentamente para pasar a través de los árboles y las flechas se quedaron clavadas en ellos. Esbozó una sonrisa y volvió a alzar el vuelo al ver que Ircan se había alejado por donde le había dicho. Casi perdiéndose en la copa de los árboles, sintió sus fuerzas mermar. Había estado mucho tiempo en su forma de dragón y comenzaba a debilitarla. Voló un poco más hasta que estableció el rumbo exacto y fue bajando lentamente siempre cuidando de que aquellos bandidos no estuvieran siguiéndola o algo parecido. Se removió un poco para quitarse un par de flechas de los primeros ataques y pudo saber que las heridas que tenía alrededor del cuerpo no le causarían daño alguno cuando se volviera a convertir en su forma humana. Algo positivo en aquel estrendoroso momento contra los bandidos.

Pestañeó varias veces notando como sus ojos se cerraban poco a poco y su visión se volvía más y más nublosa, tenía que encontrar a Ircan y a Apocks antes de que no pudiera aguantar más. Un par de minutos bastaron para que, en un momento de lucidez, pudo ver a Ircan en la cima de un peñasco. Suspiró aliviada y emitió un leve rugido alertándolo de que estaba llegando y no se asustase. Pero cuando iba a aterrizar sus alas no respondieron bien y pasó muy cerca de él por encima y comenzó a rodar por el peñazco y fue golpeándose con todo lo que estaba en la dirección en la que había caído. Gracias al cielo que pudo parar mordiendo una de las rocas y pocos segundos después gruñó y lentamente se convertía nuevamente en su forma humana. Estaba ahora más herida por los golpes del mal aterrizaje que por la batalla contra aquellos bandidos. Logró levantarse con el cabello alborotado, arañazos por todos lados y varios moratones.

Astrid se quedó apoyada un par de minutos en la roca para que pudiera recuperarse un poco. Cogió una gran bocanada de aire y abrió los ojos. Soltó un suspiro que fue algo de humo guardado del ataque con fuego contra los bandidos. Su mirada se posó en Ircan y esbozó una sonrisa. Gracias al cielo que le había entendido y había conseguido llegar a un sitio donde pudiera verlo. Se alejó un poco de la roca comenzando a andar hacia el contrario. Entonces recordó que había sido el que más recibió en la batalla y casi en segundos lo miró de arriba a abajo y pudo notar que mantenía la mano sobre su vientre. -Ircan...- Aumentó el ritmo y casi en poco recorrió el rastro de escombros que había provocado ella misma cuando perdió el equilibrio cuando intentó aterrizar, dio gracias al cielo que no cayó sobre él, sino, no podría habérselo perdonado nunca.

-¡Ircan dios mio! ¿¡Estás bien!? -Preguntó preocupada y casi se tira a su lado cayendo de rodillas a su lado. La cara de dolor al caer de esa manera y tener los huesos entumecidos hizo que soltase una pequeña queja que después se convirtió en un movimiento de negación ante su propio acto. "Eres tonta Astrid" Se dijo a si misma y luego miró la herida del joven. Sabía algo de medicina pero no mucho para poder ser de mucha ayuda a Ircan. -Deberíamos de hacer algo con esa herida para que deje de sangrar... Puedo llevarte en mi lomo a la ciudad más cercana para que te vea un médico y pueda serte más de ayuda- Murmuró preocupada y luego miró a su alrededor bajando los hombros. Apocks no estaba por los alrededores, posiblemente habría tomado otro camino.

Cerró los ojos unos segundos pensando en todas las posibilidades catastróficas que pudieron haber ocurrido. Esos bandidos decían que por culpa de su raza había ocurrido algo terible ¿y si ese encuentro era culpa de ella? ¿Estar junta a alguien podría significar que siempre estarían en constante peligro? Aquello hizo que de los ojos de Astrid cayeran un par de lágrimas que recorrieron sus mejillas. -Lo siento... Ha sido mi culpa- Fue lo único que dijo con un tono de voz bajo y con la voz un poco quebrada por un posible llanto.

Oprimí el gesto de dolor al ver como la dragona aterrizaba de forma brusca contra una roca, haciéndola añicos. ¿Estaría bien? Como si fuera una respuesta a mi pregunta, la mujer volvió a su forma humana y, pasados unos minutos, ando como si no hubiera pasado nada. Seguí presionando la herida, no podía tardar mucho en dejar de sangrar. Astrid pareció notarlo y apresuró el paso hacia mi.

-Tranquila...- le respondí con una sonrisa tranquila mientras omitía el pequeño escozor de la herida. -Es una pequeña herida que simplemente se debería haber tratado antes. - aparté la tela de la herida y no pude evitar mostrar una mueca de dolor al sentir como la venda tiraba de la herida al arrancar la pequeña costra que se había formado. - Sólo hay que limpiarla y ponerle una venda limpia. Tengo alguna de esas en mi zurrón.

De repente vi como la dragona comenzaba a llorar. Astrid se disculpó, y no entendí muy bien porqué lo hacía. Me quedé mirándola unos segundos, mientras ella sollozaba, intentando saber que ocurría. Al final lo comprendí.

- No ha sido culpa tuya Astrid, ni tuya ni de tu raza. - alargué la mano que tenía libre y le sequé las lagrimas, sin importarme las confianzas que me tomaba para ello. - Hazme caso. - le dediqué una sonrisa. - Se de lo que hablo, a fin de cuentas, soy un superviviente de esa enfermedad. Si yo no te culpo, nadie puede hacerlo. - cerré los ojos y amplié mi sonrisa. - Así que... ¿tienes algo con lo que lavar la herida? Me gusta este peñasco pero creo que deberíamos retomar nuestro viaje. - aparté la mano del rostro de Astrid.

Miré al horizonte, intentando orientarme. Hasta ese momento no me había parado a pensar en dónde estaba. Aquel punto elevado podría servir para encontrar algún punto de referencia. Miré a mi izquierda y vi el pequeño telón de fondo del mar.

-No creo que estemos muy lejos de Ulmer. - miré a la dragona. -Es hacia donde me dirijo, no se si entra en tus planes ir la capital de los lobos, pero... puede ser un buen lugar para que te reabastezcas y puedas recuperar fuerzas en tu viaje.

Su pecho comenzó a sentir una fuerte agonía mientras de sus ojos caían lágrimas con abundancia. El solo pensar que podrían haber acabado peor por ella la hacía sufrir demasiado. Recordó cuando casi la intentaron matar al descubrir que era una dragona ¿Por eso la intentaron matar? ¿Era tan peligrosa en realidad? Sabía que cuando estaba en su forma de dragón a veces se podía descontrolar, pero no tanto como para hacer daño a una persona. Pero... ¿y si hubiera pasado algo? ¿y si hubiera quemado de alguna forma a alguno de sus compañeros? Sus ojos siguieron llorando notando como su cuerpo se estremecía un poco por el mal rato que estaba pasando ella misma con sus pensamientos. Hasta que notó una calidez en su mejilla. Lentamente abrió los ojos y vio a Ircan secando sus lágrimas. Aquello le pareció tierno y junto a sus palabras poco a poco la dragona logró tranquilizarse.

-Gracias Ircan... Me puse así de repente porque me han pasado algunos eventos que me dieron a pensar que realmente podríamos ser culpables de hacer daño a otras personas...- Murmuró con una pequeña sonrisa algo más calmada. Ella asintió ante la pregunta que hizo Ircan y se levantó yendo hacia atrás. Dio gracias a que pudo coger su espada y un par de cosas más de su pequeña mochila. No tenía comida ni ropa de cambio, pero ya podría conseguir algo cazando o reabasteciéndose en la ciudad más cercana. Cogió una pequeña bota y se acercó nuevamente a Ircan arrodillándose a su lado. -Puede que duela un poco, pero así no se infectará- Avisó mientras con un pedazo de venda limpia que había cogido del zurrón del contrario limpiaba la herida echando un poco de agua con mucho cuidado. Aquello la hizo tener un pequeño dejavú que la entristeció por unos segundos. Movió la cabeza para quitarse ese pensamiento de la cabeza y siguió ayudando a Ircan.

-No tengo un rumbo fijo... Me fui a descubrir el mundo donde vivimos... Durante mucho tiempo estuve encerrada en mi aldea. Y aunque durante los primeros momentos del viaje fueron bastante duros... Pude mantener la fe en que podría continuar mi camino tranquilamente y así cumplir lo que me había planteado- Comenzó a explicar mientras echaba un poco de agua en la venda y quitaba los restos que en un futuro pudieran ocasionar alguna infección en la herida. Intentaba mantener distraído a Ircan mientras hacía aquello por si le dolía. -La verdad es que a veces echo de menos mi vida tranquila en la aldea... Lo que más me preocupa por las noches es que no sé cómo les va a mis hermanos ni a mi padre... Cuando me fui de mi aldea estaba enfermo...- Siguió hablando acabando por limpiar completamente la herida.

Alzó la mirada hacia él y luego volvió a sacar más vendas del zurrón del contrario y con cuidado lo vendó para que dejara de sangrar y pudiera cicatrizar bien. Cuando terminó miró a su alrededor y se puso de pie. -Será algo difícil de bajar este lugar con tu herida cicatrizando, podría abrirse y volver a sangrar, descansaremos un poco y así pueda volver a convertirme en dragón y bajarte con cuidado. Ahora mismo me duele todo el cuerpo- Movió el cuello oyéndose unos pequeños crujidos y se revisó ella misma. Tenía el vestido completamente rasgado por la caída y en algunas zonas se podía ver su piel de un color morado. Los moratones se hacían visibles por casi todo el cuerpo de la joven Astrid. Rodó los ojos negando ante su torpeza al aterrizar. Se había hecho más daño al chocar contra la piedra que luchando con una banda de bandidos que les duplicaban en número.

Se quedó apoyada de pie en la roca donde estaba apoyado Ircan y luego miró al horizonte imitando a su compañero. Seguir el camino hasta esa ciudad, podría ser una buena idea. Ircan parecía conocer la ciudad, a lo mejor podría enseñarle sobre las curiosidades de Ulmer... Capital de los lobos como había sido nombrada por el contrario. Pero sus pensamientos se centraron en que no se podía desviar mucho durante unos días de él. Si viajaba a su lado podría ayudarlo si la herida empeoraba. Además, como decía su padre, dos cabezas piensan mejor que una. Si los bandidos aquellos les hubieran seguido la pista era mejor mantenerse unidos que les pillaran cada uno por un lado. Al pensar en eso se acordó de Apocks ¿Estaría a salvo? ¿Habría escapado? Algo en su interior le decía que aquel escurridizo sabía lo que hacía. Cerró los ojos y deseó lo mejor en su viaje y que algún día se volvieran a ver.

Cuando Astrid sinceró sus sentimientos no pude evitar sonreír al sentirme bastante cercano a aquella situación.

-Bueno, no deberías preocuparte por eso. Cada uno somos responsables de lo que hacemos, y cada uno de nosotros escribe su propio destino. No podemos rendirnos ante cualquier dificultad que se nos presente.

Puede que aquellas palabras pudieran ser muy chocantes para la edad que tenía, pero después de todo lo que había vivido había tenido que madurar de golpe. Debí de dejar atrás al niño para intentar dar entrada al hombre. Aunque en verdad era un niño que jugaba a ser un hombre en el cruel juego de la vida.

-Y te comprendo, yo también me temo a mi mismo, y a lo que pueda hacer...- hice una mueca cuando noté como Astrid comenzaba a limpiar mi herida. Esta escocía y radiaba de dolor, pero debía de ser así, si no se limpiaba bien todo aquello sería en vano. -Es normal extrañar el hogar...- dije con nostalgia.

Miré a Astrid. Aquel asunto familiar sin duda era complicado, y en mi caso yo hubiera dado cualquier cosa por volver a ver a mi madre.

-Creo que deberías volver a verlo. Si tu decisión es la de viajar fuera de tu aldea deberías poder hacerlo con la conciencia tranquila, seguro que tu padre lo comprende. - en ese momento terminó de limpiar mi herida y le sonreí agradecido. -Gracias.

Luego me vendó y me trasmitió un pequeño plan para nuestros próximos pasos. También noté lo magullada que estaba en mi compañera. Su figura había quedado excesivamente decorada por rasguños y moratones que los jirones de su ropa me mostraban. Yo no era el único que debía de descansar, aunque parece que Astrid no había sido del todo sincera a la hora de hablar de su "cansancio".

-Me parece bien... Ya que voy a ser al que van a llevar, descansa tu primero y yo vigilo. - miré a Astrid con una sonrisa afable. - Además el escozor de la herida ahora mismo me ha quitado el sueño. - añadí para adelantarme a cualquier escusa. -Creo que podemos tomarnos un día de descanso. Tengo reservas, que aunque sean un poco escasas, nos valdrán para los dos. - me froté contra la roca. - Y desde Ulmer podrás tomar rumbo para tu tierra o para el sur por un camino algo más fiable que el sendero que seguías cuando nos conocimos.

Volví a mirar al horizonte.

-Creo que nos hemos ganado un pequeño descanso.

-Lo dejé en la aldea bastante enfermo... No creo que volviendo por mis pasos pueda llegar a tiempo- Suspiró esbozando una sonrisa triste pero que después intentó mostrar una sonrisa de felicidad algo forzada para que no se notase la añoranza al hogar, aunque ya lo había dejado claro con sus palabras. Abrió la boca para poner una excusa y quedarse ella vigilando pero no le dio tiempo ni a emitir un sonido desde su garganta cuando el contrario ya puso por encima de ella que iba a quedarse él haciendo un poco de guardia. La dragona esbozó una sonrisa y poco a poco se fue sentando a su lado apoyada en la roca. No era el sitio más cómodo del mundo y más con los golpes que tenía en todo su cuerpo, pero había dormido en camas de posadas mucho más horribles que esa roca. Se arregló el cabello un poco recogiéndolo en una coleta alta para que no la molestase mientras intentaba coger el sueño.

Lo miró sonriendo y luego miró la herida. -Si se abre o lo que sea no dudes en despertarme ¿De acuerdo? Una herida aunque sea superficial no hay que tomarla a la ligera- Ella sabía bien de lo que hablaba, su padre por eso enfermó. Una herida mal curada que lo llevó a enfermar. -Intenta descansar tú también aunque la herida te haya quitado el sueño- Aquello último lo dijo con una media sonrisa sabiendo que él había ganado en la carrera por poner alguna excusa. Se giró un poco para intentar acomodarse y al final quedó apoyada en la roca, acurrucada y dándole la espalda a Ircan. Desde aquella perspectiva el contrario casi podía ver su espalda entera por los rasguños que tenía el vestido. De su hombro derecho asomaba una marca rosada, haciendo contraste con la piel de Astrid, la cual si seguías algunos agujeros del vestido se veía hasta casi acabar su cintura. Para ella los golpes que se había dado en la caída no eran nada.

Cuando consiguió encontrar la postura adecuada para descansar, sus ojos lentamente se fueron cerrando hasta acabar por completo. Poco a poco se fue quedando dormida, presa del cansancio y la falta de sueño de aquella horrible noche. Entonces volvió a soñar, pero esta vez no era una pesadilla. Era un recuerdo con su madre. Astrid tendría la apariencia de una niña de seis años y su madre estaba curando con unas hierbas una herida que se había hecho en la pierna. La pequeña castaña se secaba las lágrimas gimoteando mientras la mujer que le estaba curando la herida le cantaba una canción. La niña dejó de llorar en cuanto oyó la canción y esa sensación de paz fue la que inundó a Astrid durante el sueño. Su cuerpo se fue relajando cada vez más. Sus piernas caían lentamente de la posición que había cogido para quedarse dormida y muy lentamente su cuerpo se iba deslizando por la roca.

Cuando notó que su cuerpo chocaba contra algo abrió los ojos y se encontró con la cabeza apoyada en el hombro de Ircan. No supo cuánto tiempo había estado en aquella posición ni cuánto había dormido, pero no pensó que con lo que había chocado era posiblemente su compañero. Bostezó, aún estaba en el mundo de los sueños y había sido espontáneo el que abriera los ojos y mirase durante unos segundos. Cerró los ojos de nuevo y tal y como se había despertado se quedó dormida profundamente. Cada vez que respiraba soltaba algún que otro quejido por los golpes que había recibido, pero el cansando podía sobre el dolor lo que la mantuvo dormida sin percatarse de nada de sus heridas o del mundo de fuera. En sueños abrió los ojos de nuevo, estaba en aquel peñasco, pero estaba sola. “-¿Ircan?-” Preguntó sabiendo que no iba a recibir respuesta. Dio un giro sobre si misma para observar dónde estaba y vio a lo lejos una luz.

Su sueño siguió y ella caminó hasta el otro lado del peñasco. Observó un paisaje que no había podido pararse a contemplar por culpa de las circunstancias. La joven se sentó al borde del peñasco y alzó la mano hacia la copa de los árboles, que en su sueño dejaban pasar más luz de lo que realmente dejaba en la realidad. Entonces notó como en sus hombros dos personas posaban sus manos en ellos. Esbozó una sonrisa. No hacía falta girarse para que ella misma supiera quiénes eran. “-Gracias Papá... Mamá...-” Fue lo único que dijo antes de que no notase nada en sus hombros. La calma del sueño siguió hasta que lentamente volvió a abrir los ojos, esta vez más centrada en el mundo real, fuera de los sueños. Se frotó los ojos y luego se estiró mientras bosteza. -Que sueño más tranquilo he tenido...- susurró casi para ella misma.