La Gran Caza [Mastereado, Asher]
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La Gran Caza [Mastereado, Asher]
En un abrir y cerrar de ojos había pasado de estar encerrado en la cárcel de los hombres de metal a ver el sol brillar y notar el frescor del húmedo césped a sus pies. Tocó la hierba como si fuera la primera vez que la veía, hizo lo mismo con los troncos de árboles y las piedras. Poco, o nada, recordaba de lo que había pasado. Pensó que había muerto, que los guardias le habían entregado al verdugo de la ciudad y éste hubiera dejado caer el hacha sobre su cuello. Después de todo, la idea inicial era la de retenerlo durante quince días para luego ejecutarle como si nada. Harambe consiguió retrasar la fecha de su muerte usando su mejor arma: el miedo. Al primer guardia que entró en su celda, le tomó desprevenido y utilizó sus grandes manazas para aplastar la pequeña cabeza del humano. A partir de entonces, se lo pensarían varias antes de entrar en la celda. Después de catorce días, al gorila le acompañaban los esqueletos de tres humanos y veinte biocibernéticos. La carne se la había comido. A fin de cuentas, Harambe era medio animal y los guardias le habían dejado sin comer. Llegó el día quince, el que se suponía que lo ejecutarían, y no sucedió nada. Veinte, treinta, cuarenta… Los días transcurrieron sin novedades; Harambe había vencido a la muerte. Así lo gritaba a pleno pulmón para que los otros presos pudieran escucharle.
-Aquí no hay nadie que me escuche- dijo sonriendo. Tenía la boca llena de hojas; fue gratificante comer algo fresco.
No, no podía estar muerto pues notaba el sabor de las hojas. Como fuera, se dejó caer de espaldas en el mullido césped con los brazos extendidos y se quedó mirando el cielo. ¿No era estupendo estar vivo?
Rugió dando a relucir su parte animal. Otros animales le respondiendo en el acto. No se podía distinguir de qué especie eran; Harambe pensó que todos los animales, de todas las razas que existían, le estaban dando la bienvenida de vuelta a la vida. Entonces, rugió más fuerte. Se puso de pie de un salto y comenzó a gritar mientras se golpeaba el pecho como lo haría cualquier gorila.
Delante de él, una runa marcada en un árbol comenzó a brillar con un pálido color naranja. Harambe se acercó sin vacilación pensando que aquella voz sería la de la persona que le había sacado de la prisión de los hombres de metal.
-Esos guardias han estado a punto de dejarme morir de hambre. ¿Sabes lo difícil que es atraer a las ratas a la celda? No te haces una idea-
-Hombre Gorila. Animal 13. Hombre Gato. Animal 14. Habéis sido convocados a la Gran Caza. Enterrado bajo el árbol encontraréis más instrucciones. Mantened a vuestro compañero vivo. Manteneos Vivos-.
Entre las ramas del árbol, un hombre gato ronroneaba en sueños. Debía de ser el compañero del que hablaba la voz. Harambe sonrío. Además de la libertad, le habían dado un nuevo amigo para jugar. Quizás al Hombre Gato también le hubieran traído de la cárcel del mismo modo que a él; es más, podrían haber utilizado el mismo truco que Harambe utilizó para dormir a los 10 Pobrecitos y obligarles a participar en su macabro juego. ¿Otro juego? ¿En otro escenario más grande? Las posibilidades de que así lo fueran eran muy altas.
-Despierta felino- estiró la cola del Hombre Gato; la cárcel dejó sin “tacto” a Harambe - El árbol te está hablando y más vale que le prestes atención-.
Estaba muy feliz de volver a verle y más todavía que el árbol de fuego le hubiera dicho que eran compañeros. Hont, entre saltitos, contestó alegremente que eso ya lo sabía. Asher y él eran muy buenos amigos, ya fueron compañeros una vez, cuando derrotaron juntos al monstruo del mar y devolvieron al Capitán Gareth de vuelta a su canción, podían llegar a serlo una segunda vez. Y, después de esta aventura, otra más. ¡Todas las que hicieran falta! También le preguntó a la voz si había visto su espada de madera; no la encontraba. Al ver a Asher, se dio cuenta que él también había perdido sus espadas. ¡Qué coincidencia! Hont estaba tan emocionado por el recuentro con su mejor amigo que no le dio importancia. Dio un vote hasta su barriga y empezó a saltar para hacerlo despertar. No podía quedarse dormido para siempre, tenían muchas cosas qué hacer, el árbol de fuego les había dicho que tenían que desenterrar un tesoro que había debajo de él y que en su interior habría más pistas sobre la aventura. No lo dijo así, con esas mismas palabras; pero Hont ya no se acordaba de lo que había dicho.
-¡Asher, soy yo! Vamos, despierta. ¡Arriba! Tenemos una aventura por delante. ¡Despierta! –
Después de dar varios saltos y utilizar la panza del hombre perro como trampolín; fue hasta su cabeza y, con mucho cuidado, le levantó los párpados. Si le ayudaba a abrir los ojos, tal vez lo hiciera de verdad.
-Ya eres mayorcito para despertarte solito, venga Asher. No seas aburrido-.
La voz del árbol de fuego volvió a sonar.
-Hombre Perro. Animal 8. Hombre Zarigüeya. Animal 9. Habéis sido convocados a la Gran Caza. Enterrado bajo el árbol encontraréis más instrucciones. Mantened a vuestro compañero vivo. Manteneos Vivos-.
-¿Lo oyes? Nos están llamando para una aventura y tú sigues durmiendo como una marmota-.
* Asher: He aquí el mastereado que durante tantos meses andabas esperando. Creo que ya conoces a los npcs: Harambe (misión [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]) y Hont (sobran presentaciones). En este primer post lo he separado en dos partes bien diferencias. La primera, la dedico a tu acompañante Syl y la segunda a tu personaje Asher. Esto está hecho porque no estás con Syl. Estáis en lugares diferentes; para colmo no tenéis armas, armaduras ni ninguna de las pertenencias de tu inventario. Tu objetivo, para ir calentando motores a todo lo que se avecina, será despertar con ambos personajes e interactuar con los “compañeros”. Presentarse ante ellos y abrir la caja que anuncia la runa naranja del árbol. El interior de la caja lo desvelaré en el siguiente turno.
-Aquí no hay nadie que me escuche- dijo sonriendo. Tenía la boca llena de hojas; fue gratificante comer algo fresco.
No, no podía estar muerto pues notaba el sabor de las hojas. Como fuera, se dejó caer de espaldas en el mullido césped con los brazos extendidos y se quedó mirando el cielo. ¿No era estupendo estar vivo?
Rugió dando a relucir su parte animal. Otros animales le respondiendo en el acto. No se podía distinguir de qué especie eran; Harambe pensó que todos los animales, de todas las razas que existían, le estaban dando la bienvenida de vuelta a la vida. Entonces, rugió más fuerte. Se puso de pie de un salto y comenzó a gritar mientras se golpeaba el pecho como lo haría cualquier gorila.
Delante de él, una runa marcada en un árbol comenzó a brillar con un pálido color naranja. Harambe se acercó sin vacilación pensando que aquella voz sería la de la persona que le había sacado de la prisión de los hombres de metal.
-Esos guardias han estado a punto de dejarme morir de hambre. ¿Sabes lo difícil que es atraer a las ratas a la celda? No te haces una idea-
-Hombre Gorila. Animal 13. Hombre Gato. Animal 14. Habéis sido convocados a la Gran Caza. Enterrado bajo el árbol encontraréis más instrucciones. Mantened a vuestro compañero vivo. Manteneos Vivos-.
Entre las ramas del árbol, un hombre gato ronroneaba en sueños. Debía de ser el compañero del que hablaba la voz. Harambe sonrío. Además de la libertad, le habían dado un nuevo amigo para jugar. Quizás al Hombre Gato también le hubieran traído de la cárcel del mismo modo que a él; es más, podrían haber utilizado el mismo truco que Harambe utilizó para dormir a los 10 Pobrecitos y obligarles a participar en su macabro juego. ¿Otro juego? ¿En otro escenario más grande? Las posibilidades de que así lo fueran eran muy altas.
-Despierta felino- estiró la cola del Hombre Gato; la cárcel dejó sin “tacto” a Harambe - El árbol te está hablando y más vale que le prestes atención-.
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Estaba muy feliz de volver a verle y más todavía que el árbol de fuego le hubiera dicho que eran compañeros. Hont, entre saltitos, contestó alegremente que eso ya lo sabía. Asher y él eran muy buenos amigos, ya fueron compañeros una vez, cuando derrotaron juntos al monstruo del mar y devolvieron al Capitán Gareth de vuelta a su canción, podían llegar a serlo una segunda vez. Y, después de esta aventura, otra más. ¡Todas las que hicieran falta! También le preguntó a la voz si había visto su espada de madera; no la encontraba. Al ver a Asher, se dio cuenta que él también había perdido sus espadas. ¡Qué coincidencia! Hont estaba tan emocionado por el recuentro con su mejor amigo que no le dio importancia. Dio un vote hasta su barriga y empezó a saltar para hacerlo despertar. No podía quedarse dormido para siempre, tenían muchas cosas qué hacer, el árbol de fuego les había dicho que tenían que desenterrar un tesoro que había debajo de él y que en su interior habría más pistas sobre la aventura. No lo dijo así, con esas mismas palabras; pero Hont ya no se acordaba de lo que había dicho.
-¡Asher, soy yo! Vamos, despierta. ¡Arriba! Tenemos una aventura por delante. ¡Despierta! –
Después de dar varios saltos y utilizar la panza del hombre perro como trampolín; fue hasta su cabeza y, con mucho cuidado, le levantó los párpados. Si le ayudaba a abrir los ojos, tal vez lo hiciera de verdad.
-Ya eres mayorcito para despertarte solito, venga Asher. No seas aburrido-.
La voz del árbol de fuego volvió a sonar.
-Hombre Perro. Animal 8. Hombre Zarigüeya. Animal 9. Habéis sido convocados a la Gran Caza. Enterrado bajo el árbol encontraréis más instrucciones. Mantened a vuestro compañero vivo. Manteneos Vivos-.
-¿Lo oyes? Nos están llamando para una aventura y tú sigues durmiendo como una marmota-.
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* Asher: He aquí el mastereado que durante tantos meses andabas esperando. Creo que ya conoces a los npcs: Harambe (misión [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]) y Hont (sobran presentaciones). En este primer post lo he separado en dos partes bien diferencias. La primera, la dedico a tu acompañante Syl y la segunda a tu personaje Asher. Esto está hecho porque no estás con Syl. Estáis en lugares diferentes; para colmo no tenéis armas, armaduras ni ninguna de las pertenencias de tu inventario. Tu objetivo, para ir calentando motores a todo lo que se avecina, será despertar con ambos personajes e interactuar con los “compañeros”. Presentarse ante ellos y abrir la caja que anuncia la runa naranja del árbol. El interior de la caja lo desvelaré en el siguiente turno.
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Syl descansaba plácidamente. Desde que volvieron del Arenal, todas las noches habían sido mucho más cálidas. La suavidad del pelaje ajeno y la seguridad que sentía entre los fuertes brazos de su compañero eran lo que esperaba cada día. Estar en un lugar en lo que nada importase. Sólo Syl y él.
El felino se despertó, pero no abrió los ojos. Sólo quería unos segundos más. ¿Que hora era? Un rugido sonó, no demasiado lejos. No era nada de lo que alarmarse. Después de todo, seguían en el bosque. Syl agitó una oreja, pero continuó quieto, ronroneando sin darse cuenta. Tal vez ni siquiera fuese real. Podía ser solo parte del mismo sueño.
Un fuerte dolor en su cola le sacó de dudas. El gato se giró... y notó la ausencia de una superficie. Instintivamente, el felino se dio la vuelta en el aire, y cayó sobre la hierba con un suave "plof". Al instante, se levantó, poniéndose en guardia. ¿Donde estaba? Tanteó a su espalda, pero su ballesta no estaba ahí. Ni tampoco su armadura. El único ser vivo que veía aparte de él era un gorila, que le miraba casi divertido. Syl esbozó una mueca, mostrando los dientes.
-Tranquilo, gato. ¿No has oído la voz? Somos compañeros.- dijo el desconocido.
-¿Qué?- El felino alternó la mirada entre él y el árbol del que acababa de caer. Ese no era el lugar en el que habían acampado. No. Los olores eran distintos. -¿Quien eres? ¿Dónde estamos?-
El gorila resopló ligeramente. Sin embargo, respondió.
-Harambe. En cuanto a lo segundo... ni idea. Pero parece algún tipo de juego. Según la voz, algo llamado "La Gran Caza".- dijo, mirando al árbol. -Sonríe un poco, gato. Al parecer, somos compañeros.-
-Ugh...- gimió, llevándose la mano a la frente. ¿Como demonios había llegado ahí? Tenía que haber sido durante la noche, pero... era imposible que alguien les hubiese atacado sin despertar a nadie. El felino escudriñó al gorila con la mirada. Pero el tal Harambe no mentía. Recordaba la voz. La había oído, incluso si aún estaba medio dormido. "Mantened a vuestro compañero vivo." Tendría que trabajar con él. -Nos ha llamado "Animal 13" y "Animal 14". Así que hay al menos otros doce.-
-No tan deprisa. Te he dado mi nombre. Dime el tuyo.- ordenó de manera brusca.
-Syl.- accedió. El gorila asintió, dejándole continuar. -No sabemos si hay animales salvajes entre esos doce. Y si nos ha dicho que nos mantengamos vivos... estamos en peligro mortal.- suspiró. ¿Por qué nunca podía tomar un respiro? -Ah, mierda. Estaba con otros tres hombres bestia... es posible que también los hayan tomado.- murmuró, más para si mismo que para Harambe.
-Tiempo al tiempo. ¿Por qué no buscamos las instrucciones antes de asumir nada?- preguntó el gorila, señalando al árbol con la cabeza.
Syl exhaló, algo molesto. Acababa de despertarse, y ya se encontraba en una situación dificil. No importaba. Tenía que mantenerse alerta y pensar con claridad. El felino examinó el tronco del árbol. Parecía tener algún tipo de runa grabada. Sin embargo, se dirigió a las raices y empezó a escarbar, ensuciandose las manos de tierra. Sin embargo, a los pocos segundos, consiguió vislumbrar algo naranja. Cuidadosamente, empezó a tirar de ella hasta sacarla por completo.
El gato se sacudió las manos y virtió los restos de tierra que aún quedaban sobre la tapa de la caja. Después, miró al gorila, y la abrió, preparado para saltar hacia atrás en cualquier momento.
Noté un extraño peso sobre mi estómago.
Al principio pensé que era la cabeza de Syl. Era posible que le hubiese dado por usarme de almohada. Incluso probable. Gruñí ligeramente, y tanteé con mi mano, pero no encontré nada. Sin embargo, el peso desapareció. Me revolví hacia un lado, aún somnoliento. Me negaba a despertarme. Era demasiado temprano. No había visto el sol, pero tenía que ser demasiado temprano.
Emití un gemido quedo. ¿Estaba levantándome los párpados? Quería despertarme. Me negaba. Los cerré con más fuerza, y exhalé. buscando su mano con la mía. ¿Por qué estaba en la hierba? Tal vez no la hubiese colocado bien al acampar. Refunfuñé algo ininteligible y abrí los ojos ligeramente. Podía oír una voz.
Me recompuse, y bostecé, mirando alrededor. Algo pequeño. No. Mis ojos se centraron. Lo conocía.
-¿Hont? ¿Que demonios estás haciendo tu aquí?- pregunté. ¿Aún estaba soñando? No había visto al pequeño desde hacía bastante, pero era imposible olvidarme de él. Alcé la mirada. Algo iba mal. -Oh, vaya.- Ese árbol estaba... ardiendo. Simplemente ardiendo. ¿Que clase de magia...? No. Tal vez fuese un ser vivo. Había oído una voz.
-¡Asher!- exclamó Hont, saltando en el sitio. -¡Tenemos una aventura, Asher!- repitió, emocionado. -¡Lo ha dicho el árbol! ¡Algo sobre una caza!-
Miré alrededor. No estaba en ningún sitio que conociese. Tampoco recordaba como había llegado hasta allí. ¿En que me había metido...? Me levanté, acercándome un poco al árbol. Ese fuego era real. El calor que emitía me hizo mantenerme a unos cuantos pasos del tronco. "Tal vez podría..." mi mano se movió hacia mi cintura, en busca de Brillo. Pero, como siempre, mi vida estaba llena de decepciones. Tampoco tenía mi armadura, por supuesto. Ni mis runas. De hecho, la única de mis posesiones eran unos pantalones de cuero.
Iba a ser un día muy largo.
Había algo en el tronco. Fruncí el ceño, intentando distinguir lo que era. ¿Una runa? Una runa de sonido... Casi al instante, una voz salió del símbolo. Hombre perro, animal ocho... "Mantened vivo a vuestro compañero." Esbocé una mueca. Mi futuro debía depararme cosas agradables si era necesario decir eso. Al menos tenía a Hont. Pero...
Me alejé del tronco, y lancé un aullido al cielo. Después, grité tan fuerte como pude.
-¡SYL! ¡KOTH!- llamé. Si había más hombres bestia ahí, era posible que también hubiesen tomado a mis compañeros. Hubo una respuesta: no ante los nombres, pero sí ante el aullido. Varios rugidos de distintos animales. Definitivamente, no estábamos solos allí.
-¿Asher...?- preguntó Hont, detrás de mí. -¿Va todo bien? ¿No tendríamos que hacer caso de lo que dice el árbol?- preguntó.
-Ah...- suspiré, pero asentí ligeramente. -Si, es sólo que... tengo otros amigos que pueden haber sido...- miré alrededor. ¿Que habiamos sido? -¿Secuestrados? Solo espero que estén bien...- murmuré. El hombre zarigüeya pareció pensar durante unos segundos, pero después, me miró a los ojos.
-¡No te preocupes, Asher! ¡No tengas miedo! ¡Tu y yo somos héroes, y los héroes nunca se acobardan!- exclamó. Me alegraba ver que no había perdido su entusiasmo. -¡Así que vamos! ¡Busquemos bajo el árbol, y luego encontraremos a tus amigos!-
No pude evitar sonreír. No era ni la mitad de héroe que Hont, pero era justo lo que necesitaba. Miré hacia el tronco, algo más determinado.
-Muy bien. Vamos.- dije. Sin embargo, las llamas del árbol eran demasiado potentes. Me encorvé, alejándome todo lo que pude del fuego. -¿Puedes desenterrar lo que sea eso, Hont? Soy demasiado alto para estar a salvo del fuego.-
Mi compañero se acercó rápidamente hacia las raíces del árbol, aún entre risas.
-¡Ja, ja! ¡Esto no es nada!- exclamó, hurgando rápidamente entre la tierra. Tras unos momentos, empezó a sacar una caja naranja y la arrastró junto a mi, hinchando el pecho orgulloso.
-Bien hecho, Hont. Ahora, vamos a ver...-
El felino se despertó, pero no abrió los ojos. Sólo quería unos segundos más. ¿Que hora era? Un rugido sonó, no demasiado lejos. No era nada de lo que alarmarse. Después de todo, seguían en el bosque. Syl agitó una oreja, pero continuó quieto, ronroneando sin darse cuenta. Tal vez ni siquiera fuese real. Podía ser solo parte del mismo sueño.
Un fuerte dolor en su cola le sacó de dudas. El gato se giró... y notó la ausencia de una superficie. Instintivamente, el felino se dio la vuelta en el aire, y cayó sobre la hierba con un suave "plof". Al instante, se levantó, poniéndose en guardia. ¿Donde estaba? Tanteó a su espalda, pero su ballesta no estaba ahí. Ni tampoco su armadura. El único ser vivo que veía aparte de él era un gorila, que le miraba casi divertido. Syl esbozó una mueca, mostrando los dientes.
-Tranquilo, gato. ¿No has oído la voz? Somos compañeros.- dijo el desconocido.
-¿Qué?- El felino alternó la mirada entre él y el árbol del que acababa de caer. Ese no era el lugar en el que habían acampado. No. Los olores eran distintos. -¿Quien eres? ¿Dónde estamos?-
El gorila resopló ligeramente. Sin embargo, respondió.
-Harambe. En cuanto a lo segundo... ni idea. Pero parece algún tipo de juego. Según la voz, algo llamado "La Gran Caza".- dijo, mirando al árbol. -Sonríe un poco, gato. Al parecer, somos compañeros.-
-Ugh...- gimió, llevándose la mano a la frente. ¿Como demonios había llegado ahí? Tenía que haber sido durante la noche, pero... era imposible que alguien les hubiese atacado sin despertar a nadie. El felino escudriñó al gorila con la mirada. Pero el tal Harambe no mentía. Recordaba la voz. La había oído, incluso si aún estaba medio dormido. "Mantened a vuestro compañero vivo." Tendría que trabajar con él. -Nos ha llamado "Animal 13" y "Animal 14". Así que hay al menos otros doce.-
-No tan deprisa. Te he dado mi nombre. Dime el tuyo.- ordenó de manera brusca.
-Syl.- accedió. El gorila asintió, dejándole continuar. -No sabemos si hay animales salvajes entre esos doce. Y si nos ha dicho que nos mantengamos vivos... estamos en peligro mortal.- suspiró. ¿Por qué nunca podía tomar un respiro? -Ah, mierda. Estaba con otros tres hombres bestia... es posible que también los hayan tomado.- murmuró, más para si mismo que para Harambe.
-Tiempo al tiempo. ¿Por qué no buscamos las instrucciones antes de asumir nada?- preguntó el gorila, señalando al árbol con la cabeza.
Syl exhaló, algo molesto. Acababa de despertarse, y ya se encontraba en una situación dificil. No importaba. Tenía que mantenerse alerta y pensar con claridad. El felino examinó el tronco del árbol. Parecía tener algún tipo de runa grabada. Sin embargo, se dirigió a las raices y empezó a escarbar, ensuciandose las manos de tierra. Sin embargo, a los pocos segundos, consiguió vislumbrar algo naranja. Cuidadosamente, empezó a tirar de ella hasta sacarla por completo.
El gato se sacudió las manos y virtió los restos de tierra que aún quedaban sobre la tapa de la caja. Después, miró al gorila, y la abrió, preparado para saltar hacia atrás en cualquier momento.
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Noté un extraño peso sobre mi estómago.
Al principio pensé que era la cabeza de Syl. Era posible que le hubiese dado por usarme de almohada. Incluso probable. Gruñí ligeramente, y tanteé con mi mano, pero no encontré nada. Sin embargo, el peso desapareció. Me revolví hacia un lado, aún somnoliento. Me negaba a despertarme. Era demasiado temprano. No había visto el sol, pero tenía que ser demasiado temprano.
Emití un gemido quedo. ¿Estaba levantándome los párpados? Quería despertarme. Me negaba. Los cerré con más fuerza, y exhalé. buscando su mano con la mía. ¿Por qué estaba en la hierba? Tal vez no la hubiese colocado bien al acampar. Refunfuñé algo ininteligible y abrí los ojos ligeramente. Podía oír una voz.
Me recompuse, y bostecé, mirando alrededor. Algo pequeño. No. Mis ojos se centraron. Lo conocía.
-¿Hont? ¿Que demonios estás haciendo tu aquí?- pregunté. ¿Aún estaba soñando? No había visto al pequeño desde hacía bastante, pero era imposible olvidarme de él. Alcé la mirada. Algo iba mal. -Oh, vaya.- Ese árbol estaba... ardiendo. Simplemente ardiendo. ¿Que clase de magia...? No. Tal vez fuese un ser vivo. Había oído una voz.
-¡Asher!- exclamó Hont, saltando en el sitio. -¡Tenemos una aventura, Asher!- repitió, emocionado. -¡Lo ha dicho el árbol! ¡Algo sobre una caza!-
Miré alrededor. No estaba en ningún sitio que conociese. Tampoco recordaba como había llegado hasta allí. ¿En que me había metido...? Me levanté, acercándome un poco al árbol. Ese fuego era real. El calor que emitía me hizo mantenerme a unos cuantos pasos del tronco. "Tal vez podría..." mi mano se movió hacia mi cintura, en busca de Brillo. Pero, como siempre, mi vida estaba llena de decepciones. Tampoco tenía mi armadura, por supuesto. Ni mis runas. De hecho, la única de mis posesiones eran unos pantalones de cuero.
Iba a ser un día muy largo.
Había algo en el tronco. Fruncí el ceño, intentando distinguir lo que era. ¿Una runa? Una runa de sonido... Casi al instante, una voz salió del símbolo. Hombre perro, animal ocho... "Mantened vivo a vuestro compañero." Esbocé una mueca. Mi futuro debía depararme cosas agradables si era necesario decir eso. Al menos tenía a Hont. Pero...
Me alejé del tronco, y lancé un aullido al cielo. Después, grité tan fuerte como pude.
-¡SYL! ¡KOTH!- llamé. Si había más hombres bestia ahí, era posible que también hubiesen tomado a mis compañeros. Hubo una respuesta: no ante los nombres, pero sí ante el aullido. Varios rugidos de distintos animales. Definitivamente, no estábamos solos allí.
-¿Asher...?- preguntó Hont, detrás de mí. -¿Va todo bien? ¿No tendríamos que hacer caso de lo que dice el árbol?- preguntó.
-Ah...- suspiré, pero asentí ligeramente. -Si, es sólo que... tengo otros amigos que pueden haber sido...- miré alrededor. ¿Que habiamos sido? -¿Secuestrados? Solo espero que estén bien...- murmuré. El hombre zarigüeya pareció pensar durante unos segundos, pero después, me miró a los ojos.
-¡No te preocupes, Asher! ¡No tengas miedo! ¡Tu y yo somos héroes, y los héroes nunca se acobardan!- exclamó. Me alegraba ver que no había perdido su entusiasmo. -¡Así que vamos! ¡Busquemos bajo el árbol, y luego encontraremos a tus amigos!-
No pude evitar sonreír. No era ni la mitad de héroe que Hont, pero era justo lo que necesitaba. Miré hacia el tronco, algo más determinado.
-Muy bien. Vamos.- dije. Sin embargo, las llamas del árbol eran demasiado potentes. Me encorvé, alejándome todo lo que pude del fuego. -¿Puedes desenterrar lo que sea eso, Hont? Soy demasiado alto para estar a salvo del fuego.-
Mi compañero se acercó rápidamente hacia las raíces del árbol, aún entre risas.
-¡Ja, ja! ¡Esto no es nada!- exclamó, hurgando rápidamente entre la tierra. Tras unos momentos, empezó a sacar una caja naranja y la arrastró junto a mi, hinchando el pecho orgulloso.
-Bien hecho, Hont. Ahora, vamos a ver...-
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Se adelantó a coger un hueso de pájaro, excelentemente tallado con forma de punzón. Lo demás objetos, los mapas y los trapos, se los podía quedar el gato. Si se conoce los secretos de las magias, y por lo visto el nuevo Anfitrión los conocía de muy buena mano, un hueso de pájaro era mucho más peligroso que una mochila pocos virotes. Respecto al mapa; para quien quisiera quedarse en el bosque, era interesante saber dónde estaban. Sin embargo, Harambe era un gorila con grandes aspiraciones; siendo la primera, la más importante, tomar una comida caliente en el calor de una chimenea; una mecedora y una manta para tapar sus piernas tampoco estaría mal.
Siguió fantaseando con la idea que él consideraba un cálido hogar, mientras se clavaba el hueso de pájaro en la muñeca de su mano izquierda y escribía una runa. Tenía las manos repletas de cicatrices de viejas runas, la nueva se superponía a las viejas. Una vez terminó, sintió un revivido fulgor recorriendo sus venas. Tomó el tronco del árbol con ambas manos y lo arrancó sin apenas esfuerzo. Lanzó varias decenas de metros más allá.
El gato, Syl, podría quedarse con sus mapas del tesoro. Harambe, que era viejo en juegos, le interesaba más saber si bajo el árbol había una trampa. Sería lo que él hubiera hecho; mejor dicho: lo que él hizo a los 10 pobrecitos. Para despertarles, formó una trampa para cada uno; un juego dentro de un juego. Los separó en parejas, uno quedaba atrapado en uno estaba libre y el otro atrapado en una trampa de la cual, si el otro no le salvaba, moriría. Pensó que este caso sería similar. Syl parecía un chaval carente de experiencia. Si le habían emparejado con Harambe sería, tal vez, para que él le salvase. Bajo del árbol, entre sus raíces, esperaba encontrar una runa explosiva o cualquier trampa similar que de no haberla encontrado a tiempo hubieran muerto los dos. Lo que encontró, sin embargo, fue algo que le hizo gritar de la risa: una ballesta encerrada en una caja de cristal.
-Me juego el cuello a que sabes utilizar ese cachivache. Cógelo, no te cortes. Te lo han regalado, es todo tuyo. Yo me largo de aquí-.
Caminó hasta el linde del bosque, no muy lejos de dónde había despertado. Un paso hacia delante, y salía del mar de árbol; uno hacia atrás y se sumergía de nuevo en el juego. Un fallo del Anfitrión fue el de hacerles jugar en un campo abierto. Harambe se creía más inteligente por haber hecho jugar a los 10 Pobrecitos en un casa totalmente encerrada.
Dio el paso definitivo y una corriente eléctrica, nacida desde el suelo, recorrió todo su cuerpo. Rápidamente, se echó al suelo y rebuscó entre la verde hierba: Una runa de posición. Al salir de ella, se electrocutaría. ¿Estarían encantados los participantes o cualquier animal? El experimento lo hizo con un perro de la pradera que correteaba por fuera del bosque.
-Ven pequeño, tengo una cosa para ti- le enseñó un terrón que, pintada con la sangre que le corría por la runa, parecía y olía como un trozo de carne - se bueno y ven como papi. Buen chico, buen chico-.
El perro, nada más entrar al bosque, murió electrocutado. Cuando conociera al Anfitrión le daría la enhorabuena por lo su juego. Con ese mísero truco, se había asegurado que ningún curioso, persona, animal o ambas, entrase en la partida.
-Dime Syl, ¿sabes qué es esto?- señaló la runa del suelo - Déjame que yo te lo diga: esta es la razón por la que no podrás volver con tus amigos hasta que se acabe la partida-.
Fue con cuidado, arrastrándose por el suelo como si estuviera en una misión de infiltración, hasta llegar bajo el árbol. Pequeñas hojas de fuego caían balanceándose con el escaso viento, parecían pequeñas estrellas. Hont intentó no tocarlas, podrían quemar; consiguió esquivarles durante un largo tiempo, finalmente una le tocó la espalda; se esfumó nada más tocar su piel, hacía cosquillas. Después de esa primera hoja, no se preocupó; siguió arrastrándose, esta vez un poco más rápido, hasta llegar a las raíces del árbol.
Escarbó con sus pequeñas manitas buscando la caja de la cual hablaba la voz. Fue fácil encontrarla, estaba escondida por poco más que un hilillo de tierra; como si esperase que un animal muy pequeñito fuera a cogerla.
-¡La tengo!- levantó la cajita de acebo para enseñársela a Asher. Las estrellas que caían en la madera dejaban una manchita negra.
Salió a arrastrándose, igual que había entrado con la diferencia que, ahora, tenía que preocuparse de la caja no se ensuciase con de tierra ni con las hojas de fuego. Quería enseñarle la caja limpia a Asher, conforme él se le había encontrado. Era su forma de demostrar que había hecho un buen trabajo.
-¿Qué crees que habrá dentro? Yo creo que hay un tesoro, como el del Capitán Gareth. ¿Recuerdas? Aerandir nos debe un tesoro pirata. Tiene que ser un tesoro abrió la caja- Jo, solo hay papeles. Y ni siquiera son mapas del tesoro. ¡Míralos! No tienen ninguna equis, todo el mundo sabe que los mapas del tesoro tienen una equis donde indica dónde está el oro- desplegó el enorme mapa en la cara de Ahser para que lo viera- ¿Lo ves? El árbol de fuego nos ha engañado-.
Los otros papeles Hont no los entendía. Había uno que hablaba sobre piedras y plantas y el otro sobre dibujos extraños.
La voz del árbol del fuego volvió a hablar. Su tono de voz era diferente, como el de un mayordomo al dar la bienvenida en una fiesta.
-Hombre Perro. Animal 8. Hombre Zarigüeya. Animal 9. Habéis sido convocados a la Gran Caza. En vuestras manos tenéis un mapa con el que orientaros. Los lugares marcados con números verdes esconden secretos: armas, armaduras y ventajas con las que poder utilizar en la Caza. Los lugares marcados en rojo son las cuatro entradas al Salón de la Gloria. El centro del mapa encontraréis la Gloria. Tan solo podéis pasar si antes elimináis a los otros jugadores o demostráis ser un gran cazador. Recordad: Mantened a vuestro compañero vivo. Manteneos Vivos. Si uno muere, el otro también lo hará-.
-¿Tú sabes lo que quiere decir con caza? No me gusta cómo lo dice; me pone los pelos de punta-.
* Asher: Antes de hablar de lo sucedido en cada parte del post, déjame enseñarte el mapa que durante tantas semanas he estado trabajando. Discúlpame, soy muy mala haciendo mapas, mejoraré para próximos temas. No tomes los tamaños de los dibujos del mapa exactos, no son para nada proporcionales.
Parte Syl Después de tomar la ballesta (calidad pobre) y ver el experimento de la runa de posición, la runa del árbol dice lo mismo que le dice a Asher a Hont. Deberás tomar una decisión, un primer camino por donde empezar a viajar: Este, Norte o Sur (en el Oeste está runa de posición). En el siguiente turno, todavía no llegarás a los lugares de los números.
Parte Asher Los papeles que Hont no entiende son el arma con la que Asher deberá jugar hasta encontrar algo mejor. En ellos se anuncia una receta de magia arcana: "Encantar proyectil":
Ingredientes:
3 gotas de sangre de Liliopsidea
2 Hojas de ürtica
1 Hoja de Nymphaea ( para elemento agua) o 1 Hoja de refia (para elemento tierra) o 2 Uvas dorada (para elemento fuego) o 1 plumasde Artina Volaris (para elemento aire)
Requisitos
Nivel 30
Ingredientes comprados en mercado o conseguido en temas con un master.
Al escribir la runa sobre una roca, ésta tomara el poder del elemento conjugado: agua (daño y posible congelación) , fuego (daño fuego y posible quemaduras), de barro (daño tierra y relentiza) o aire (el proyectil es 50% más rápido y daño aire). El daño que causa es proporcional a la rareza de la roca que se utilice como proyectil.
A lo largo de la misión encontrarás más recetas como ésta y los ingredientes para darles uso. Por ahora, te recomiendo coger todas las piedras que encuentres en tu camino.
Como sucede con Syl, tendrás que tomar una elección: Este, Oeste, Note o Sur.
Siguió fantaseando con la idea que él consideraba un cálido hogar, mientras se clavaba el hueso de pájaro en la muñeca de su mano izquierda y escribía una runa. Tenía las manos repletas de cicatrices de viejas runas, la nueva se superponía a las viejas. Una vez terminó, sintió un revivido fulgor recorriendo sus venas. Tomó el tronco del árbol con ambas manos y lo arrancó sin apenas esfuerzo. Lanzó varias decenas de metros más allá.
El gato, Syl, podría quedarse con sus mapas del tesoro. Harambe, que era viejo en juegos, le interesaba más saber si bajo el árbol había una trampa. Sería lo que él hubiera hecho; mejor dicho: lo que él hizo a los 10 pobrecitos. Para despertarles, formó una trampa para cada uno; un juego dentro de un juego. Los separó en parejas, uno quedaba atrapado en uno estaba libre y el otro atrapado en una trampa de la cual, si el otro no le salvaba, moriría. Pensó que este caso sería similar. Syl parecía un chaval carente de experiencia. Si le habían emparejado con Harambe sería, tal vez, para que él le salvase. Bajo del árbol, entre sus raíces, esperaba encontrar una runa explosiva o cualquier trampa similar que de no haberla encontrado a tiempo hubieran muerto los dos. Lo que encontró, sin embargo, fue algo que le hizo gritar de la risa: una ballesta encerrada en una caja de cristal.
-Me juego el cuello a que sabes utilizar ese cachivache. Cógelo, no te cortes. Te lo han regalado, es todo tuyo. Yo me largo de aquí-.
Caminó hasta el linde del bosque, no muy lejos de dónde había despertado. Un paso hacia delante, y salía del mar de árbol; uno hacia atrás y se sumergía de nuevo en el juego. Un fallo del Anfitrión fue el de hacerles jugar en un campo abierto. Harambe se creía más inteligente por haber hecho jugar a los 10 Pobrecitos en un casa totalmente encerrada.
Dio el paso definitivo y una corriente eléctrica, nacida desde el suelo, recorrió todo su cuerpo. Rápidamente, se echó al suelo y rebuscó entre la verde hierba: Una runa de posición. Al salir de ella, se electrocutaría. ¿Estarían encantados los participantes o cualquier animal? El experimento lo hizo con un perro de la pradera que correteaba por fuera del bosque.
-Ven pequeño, tengo una cosa para ti- le enseñó un terrón que, pintada con la sangre que le corría por la runa, parecía y olía como un trozo de carne - se bueno y ven como papi. Buen chico, buen chico-.
El perro, nada más entrar al bosque, murió electrocutado. Cuando conociera al Anfitrión le daría la enhorabuena por lo su juego. Con ese mísero truco, se había asegurado que ningún curioso, persona, animal o ambas, entrase en la partida.
-Dime Syl, ¿sabes qué es esto?- señaló la runa del suelo - Déjame que yo te lo diga: esta es la razón por la que no podrás volver con tus amigos hasta que se acabe la partida-.
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Fue con cuidado, arrastrándose por el suelo como si estuviera en una misión de infiltración, hasta llegar bajo el árbol. Pequeñas hojas de fuego caían balanceándose con el escaso viento, parecían pequeñas estrellas. Hont intentó no tocarlas, podrían quemar; consiguió esquivarles durante un largo tiempo, finalmente una le tocó la espalda; se esfumó nada más tocar su piel, hacía cosquillas. Después de esa primera hoja, no se preocupó; siguió arrastrándose, esta vez un poco más rápido, hasta llegar a las raíces del árbol.
Escarbó con sus pequeñas manitas buscando la caja de la cual hablaba la voz. Fue fácil encontrarla, estaba escondida por poco más que un hilillo de tierra; como si esperase que un animal muy pequeñito fuera a cogerla.
-¡La tengo!- levantó la cajita de acebo para enseñársela a Asher. Las estrellas que caían en la madera dejaban una manchita negra.
Salió a arrastrándose, igual que había entrado con la diferencia que, ahora, tenía que preocuparse de la caja no se ensuciase con de tierra ni con las hojas de fuego. Quería enseñarle la caja limpia a Asher, conforme él se le había encontrado. Era su forma de demostrar que había hecho un buen trabajo.
-¿Qué crees que habrá dentro? Yo creo que hay un tesoro, como el del Capitán Gareth. ¿Recuerdas? Aerandir nos debe un tesoro pirata. Tiene que ser un tesoro abrió la caja- Jo, solo hay papeles. Y ni siquiera son mapas del tesoro. ¡Míralos! No tienen ninguna equis, todo el mundo sabe que los mapas del tesoro tienen una equis donde indica dónde está el oro- desplegó el enorme mapa en la cara de Ahser para que lo viera- ¿Lo ves? El árbol de fuego nos ha engañado-.
Los otros papeles Hont no los entendía. Había uno que hablaba sobre piedras y plantas y el otro sobre dibujos extraños.
La voz del árbol del fuego volvió a hablar. Su tono de voz era diferente, como el de un mayordomo al dar la bienvenida en una fiesta.
-Hombre Perro. Animal 8. Hombre Zarigüeya. Animal 9. Habéis sido convocados a la Gran Caza. En vuestras manos tenéis un mapa con el que orientaros. Los lugares marcados con números verdes esconden secretos: armas, armaduras y ventajas con las que poder utilizar en la Caza. Los lugares marcados en rojo son las cuatro entradas al Salón de la Gloria. El centro del mapa encontraréis la Gloria. Tan solo podéis pasar si antes elimináis a los otros jugadores o demostráis ser un gran cazador. Recordad: Mantened a vuestro compañero vivo. Manteneos Vivos. Si uno muere, el otro también lo hará-.
-¿Tú sabes lo que quiere decir con caza? No me gusta cómo lo dice; me pone los pelos de punta-.
_____________________
* Asher: Antes de hablar de lo sucedido en cada parte del post, déjame enseñarte el mapa que durante tantas semanas he estado trabajando. Discúlpame, soy muy mala haciendo mapas, mejoraré para próximos temas. No tomes los tamaños de los dibujos del mapa exactos, no son para nada proporcionales.
- Mapa:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Las líneas gruesas, las que dan al centro, forman parte de un mismo edificio: El Salón de la Gloria. El resto, son caminos destruidos, los descubrirás más adelante. A medida que avanzamos en la trama, haré numerosas menciones al mapa.
Las dos equis azules no forman parte del mapa que ven Syl y Asher, las he puesto offrol. La de arriba la izquierda muestra la zona donde se encuentra Syl y Harambe. La de abajo la derecha, donde están Asher y Hont
Parte Syl Después de tomar la ballesta (calidad pobre) y ver el experimento de la runa de posición, la runa del árbol dice lo mismo que le dice a Asher a Hont. Deberás tomar una decisión, un primer camino por donde empezar a viajar: Este, Norte o Sur (en el Oeste está runa de posición). En el siguiente turno, todavía no llegarás a los lugares de los números.
Parte Asher Los papeles que Hont no entiende son el arma con la que Asher deberá jugar hasta encontrar algo mejor. En ellos se anuncia una receta de magia arcana: "Encantar proyectil":
Ingredientes:
3 gotas de sangre de Liliopsidea
2 Hojas de ürtica
1 Hoja de Nymphaea ( para elemento agua) o 1 Hoja de refia (para elemento tierra) o 2 Uvas dorada (para elemento fuego) o 1 plumasde Artina Volaris (para elemento aire)
Requisitos
Nivel 30
Ingredientes comprados en mercado o conseguido en temas con un master.
Al escribir la runa sobre una roca, ésta tomara el poder del elemento conjugado: agua (daño y posible congelación) , fuego (daño fuego y posible quemaduras), de barro (daño tierra y relentiza) o aire (el proyectil es 50% más rápido y daño aire). El daño que causa es proporcional a la rareza de la roca que se utilice como proyectil.
A lo largo de la misión encontrarás más recetas como ésta y los ingredientes para darles uso. Por ahora, te recomiendo coger todas las piedras que encuentres en tu camino.
Como sucede con Syl, tendrás que tomar una elección: Este, Oeste, Note o Sur.
Última edición por Sigel el Miér Jun 06 2018, 18:37, editado 2 veces
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Syl observó, perplejo, como el gorila atravesaba su propia piel con aquel punzón de hueso. Estaba... ¿dibujando algo? No. Una runa. Tenía decenas de marcas iguales, más viejas. Aquello era brutal. Sin embargo, el gorila pareció ignorar el dolor por completo. El felino esbozó una mueca, comparando mentalmente aquellas marcas con las runas de Asher. Al menos el hombre perro no se las hacía con su propia sangre.
Sin embargo, el efecto fue sorprendente. Si el gorila era fuerte de por si, aquella marca había amplificado su fuerza aún más, llevándolo a niveles extremos. Tras esa pequeña demostración, Syl no pudo evitar sentir cierto respeto ante el hombre gorila. Como poco, era mucho mejor tenerlo de aliado que de enemigo. Tal vez fuese demasiado salvaje y tosco para su gusto, pero con esa fuerza había poco que pudiese hacerle frente. Lo cual no dejaba de ser un riesgo para él mismo. Si la situación lo requería, tendría que atacar por sorpresa.
El gato continuó inspeccionando los contenidos de la caja. Al ver lo que contenía, suspiró aliviado, ignorando la ruidosa risa del gorila. Una ballesta en una caja de cristal. No era la suya: de hecho, aquella parecía algo vieja. Sin embargo, era mejor que un arma cuerpo a cuerpo. Al menos con eso podía defenderse. Syl tomó el mapa, pero no tuvo tiempo para examinarlo antes de que el gorila decidiese irse.
-Espera.- dijo el gato. Demasiado tarde. Antes de que le alcanzase, el gorila recibió una descarga eléctrica. Syl se puso en guardia, buscando el causante con la mirada. ¿Había un brujo cerca...?
No. Harambe parecía tranquilo. De hecho, fue más allá, y atrajo a un animal de fuera. Syl contempló, asqueado, como aquel perro recibía una potente descarga eléctrica y quedaba reducido a un humeante cadaver. Más runas. Maravilloso.
-¿Te das cuenta de lo que significa esto?- preguntó el felino, apuntando a su arma. -La ballesta y el punzón. No están puestos al azar. Son las armas que sabemos usar. El que nos haya traído aquí nos ha estado observando.- continuó. -Sabe lo que podemos hacer.- Eso era un problema. Habían tenido cuidado al escogerlos. Tras decir eso, una voz resonó en el árbol. Esta vez, dando detalles sobre la Gran Caza. Syl chasqueó la lengua. -...como pensaba. Quieren que nos matemos entre nosotros.-
Harambe dejó escapar una risa gutural. Aquello le seguía recordando a su pequeño juego, pero a Syl le parecía que no se lo estaba tomando demasiado en serio. El gorila le miró, curioso.
-Muy bien... ¿y qué quieres hacer, Syl?- preguntó. -No parece que haya forma de escapar. Si fuese el Anfitrión, al menos, me habría asegurado de que la única forma fuese ganando.- dijo. El gato le miró algo extrañado. ¿Ya le había puesto nombre al que los había traído? No importaba. -Tengo curiosidad por conocerlo, pero no creo que vaya a encontrarlo de buenas... ¿así que, que hacemos? ¿Participamos o no?-
-Bah. Da igual si estamos retenidos aquí o no. La mejor manera de sobrevivir es manteniendonos a salvo.- dijo el felino. -Deberíamos buscar las herramientas que podamos y mantenernos alejados del conflicto. Que la gente se mate entre sí, si quieren. Pero me niego a tomar parte.- declaró. No había duda alguna de que habría otros participantes, tentados por la promesa de lo que fuera que fuese la "Gloria", que intentarían matar al resto. Si mantenían un perfil bajo, podrían evitarlos. Y, tal vez, encontrar a Asher. Si es que se encontraba en ese maldito lugar.
Harambe sonrió. El gato había decidido no jugar. ¿Como habría sido si le hubiese encerrado junto a los diez pobrecitos? Aquella vez, todo el mundo decidió votar para salvar su cuello. Tal vez ese juego fuese algo distinto, después de todo.
Finalmente, Syl arrojó la caja de cristal al suelo, que se rompió contra una roca. Con cuidado de no cortarse con los cristales, sacó la ballesta y cargó uno de los virotes. Nada de gran calidad, pero útil.
-El mapa no nos dice donde estamos, pero viendo que no podemos ir en esa dirección...- dijo, señalando la runa eléctrica. -Es seguro decir que estamos en alguna parte del borde oeste. Es la única salida por tierra.- continuó. -Así que, vamos en dirección contraria. Al Este.- Una vez encontrasen alguna de las figuras, podría decir con más precisión donde se ubicaban. Syl enrolló el mapa cuidadosamente y lo guardó en la mochila junto a sus virotes. Intercambió una mirada con Harambe, y, finalmente, empezó a caminar.
Examiné los contenidos de la caja. Nada de armas, lamentablemente, pero eso era... curioso. Un mapa y una receta arcana. Aquellos ingredientes eran distintos a los que solía usar. El poder venía más de la mezcla que de la runa en sí, pero el resultado era similar: un proyectil con poder elemental. Sería útil.
Antes de que pudiese decir nada, la voz volvió a sonar. Esta vez, nos dejaba algo claro. Quería que matásemos. Nos estaba dando un objetivo. Alcanzar la Gloria. Mis ojos se clavaron en el árbol. Lentamente, mi rostro se contrajo en una mueca. Mostré los dientes, furioso. ¿Quien demonios se creía que era?
-¡GAH! ¡MALDITO BASTARDO!- exclamé. -¡NO VOY A SEGUIRTE EL JUEGO, ESTÚPIDO CRETINO!- Estaba harto. Harto de mancharme las manos por los demás. Harto de derramar sangre por otro. No. Nunca más. Ya no era un mercenario. -No sé quien demonios nos ha traído hasta aquí, Hont. Pero el único que va a morir va a ser él.- gruñí. Había cometido un grave error si me había subestimado de esa manera. Un plan. Tenía que pensar un plan.
-Asher... ¿estás bien?- preguntó Hont, encogiéndose un poco. -Estás enfadado... No me gusta que grites...- dijo, algo preocupado. Conté hasta diez y respiré hondo, tal y como hacía Rakfyr. Suspiré.
-Vale. Estoy bien.- dije, en un tono más neutral. Me arrodillé junto al hombre zarigüeya, quedándome más a su altura. -Aún voy a destripar a ese capullo, pero estoy bien. Escucha, Hont. Estamos en una situación mala. No sé como hemos acabado aquí. Pero el que nos ha traído quiere que matemos a otros hombres bestia.- expliqué, seriamente. -Y tal vez ellos quieran matarnos a nosotros.-
-¿...significa eso que son malos?- preguntó, algo dubitativo.
-No. No necesariamente. Pero tengo una idea. Una idea para derrotar al malo de verdad, y salvar a todo el mundo.- dije, esbozando una sonrisa lopuna. Hont lanzó una carcajada, y saltó hacia mi para trepar hasta mi hombro.
-¡Ja, ja! ¡Así está mejor! ¡Vamos a darle una tunda a ese villano!- exclamó.
-Por el momento... déjame hablar a mi si nos cruzamos con otra gente. Ah, y si ves alguna de estas cosas...- desenrollé la receta, mostrando los dibujos básicos de los ingredientes que necesitaba. Un insecto con forma de flor, una planta urticante, y otras cosas variadas. -...avísame. Nos serán útiles.-
Cogí unas pocas piedras del suelo y me las coloqué en el bolsillo. No eran idóneas para encantamientos: las mejores eran lisas, y se encontraban en el agua de ríos o el mar. Examiné el mapa. No tenia ni idea de donde estaba. Pero mi intuición me decía que fuese en una dirección.
Y entonces, empecé a caminar. Hacia el Norte.
Sin embargo, el efecto fue sorprendente. Si el gorila era fuerte de por si, aquella marca había amplificado su fuerza aún más, llevándolo a niveles extremos. Tras esa pequeña demostración, Syl no pudo evitar sentir cierto respeto ante el hombre gorila. Como poco, era mucho mejor tenerlo de aliado que de enemigo. Tal vez fuese demasiado salvaje y tosco para su gusto, pero con esa fuerza había poco que pudiese hacerle frente. Lo cual no dejaba de ser un riesgo para él mismo. Si la situación lo requería, tendría que atacar por sorpresa.
El gato continuó inspeccionando los contenidos de la caja. Al ver lo que contenía, suspiró aliviado, ignorando la ruidosa risa del gorila. Una ballesta en una caja de cristal. No era la suya: de hecho, aquella parecía algo vieja. Sin embargo, era mejor que un arma cuerpo a cuerpo. Al menos con eso podía defenderse. Syl tomó el mapa, pero no tuvo tiempo para examinarlo antes de que el gorila decidiese irse.
-Espera.- dijo el gato. Demasiado tarde. Antes de que le alcanzase, el gorila recibió una descarga eléctrica. Syl se puso en guardia, buscando el causante con la mirada. ¿Había un brujo cerca...?
No. Harambe parecía tranquilo. De hecho, fue más allá, y atrajo a un animal de fuera. Syl contempló, asqueado, como aquel perro recibía una potente descarga eléctrica y quedaba reducido a un humeante cadaver. Más runas. Maravilloso.
-¿Te das cuenta de lo que significa esto?- preguntó el felino, apuntando a su arma. -La ballesta y el punzón. No están puestos al azar. Son las armas que sabemos usar. El que nos haya traído aquí nos ha estado observando.- continuó. -Sabe lo que podemos hacer.- Eso era un problema. Habían tenido cuidado al escogerlos. Tras decir eso, una voz resonó en el árbol. Esta vez, dando detalles sobre la Gran Caza. Syl chasqueó la lengua. -...como pensaba. Quieren que nos matemos entre nosotros.-
Harambe dejó escapar una risa gutural. Aquello le seguía recordando a su pequeño juego, pero a Syl le parecía que no se lo estaba tomando demasiado en serio. El gorila le miró, curioso.
-Muy bien... ¿y qué quieres hacer, Syl?- preguntó. -No parece que haya forma de escapar. Si fuese el Anfitrión, al menos, me habría asegurado de que la única forma fuese ganando.- dijo. El gato le miró algo extrañado. ¿Ya le había puesto nombre al que los había traído? No importaba. -Tengo curiosidad por conocerlo, pero no creo que vaya a encontrarlo de buenas... ¿así que, que hacemos? ¿Participamos o no?-
-Bah. Da igual si estamos retenidos aquí o no. La mejor manera de sobrevivir es manteniendonos a salvo.- dijo el felino. -Deberíamos buscar las herramientas que podamos y mantenernos alejados del conflicto. Que la gente se mate entre sí, si quieren. Pero me niego a tomar parte.- declaró. No había duda alguna de que habría otros participantes, tentados por la promesa de lo que fuera que fuese la "Gloria", que intentarían matar al resto. Si mantenían un perfil bajo, podrían evitarlos. Y, tal vez, encontrar a Asher. Si es que se encontraba en ese maldito lugar.
Harambe sonrió. El gato había decidido no jugar. ¿Como habría sido si le hubiese encerrado junto a los diez pobrecitos? Aquella vez, todo el mundo decidió votar para salvar su cuello. Tal vez ese juego fuese algo distinto, después de todo.
Finalmente, Syl arrojó la caja de cristal al suelo, que se rompió contra una roca. Con cuidado de no cortarse con los cristales, sacó la ballesta y cargó uno de los virotes. Nada de gran calidad, pero útil.
-El mapa no nos dice donde estamos, pero viendo que no podemos ir en esa dirección...- dijo, señalando la runa eléctrica. -Es seguro decir que estamos en alguna parte del borde oeste. Es la única salida por tierra.- continuó. -Así que, vamos en dirección contraria. Al Este.- Una vez encontrasen alguna de las figuras, podría decir con más precisión donde se ubicaban. Syl enrolló el mapa cuidadosamente y lo guardó en la mochila junto a sus virotes. Intercambió una mirada con Harambe, y, finalmente, empezó a caminar.
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Examiné los contenidos de la caja. Nada de armas, lamentablemente, pero eso era... curioso. Un mapa y una receta arcana. Aquellos ingredientes eran distintos a los que solía usar. El poder venía más de la mezcla que de la runa en sí, pero el resultado era similar: un proyectil con poder elemental. Sería útil.
Antes de que pudiese decir nada, la voz volvió a sonar. Esta vez, nos dejaba algo claro. Quería que matásemos. Nos estaba dando un objetivo. Alcanzar la Gloria. Mis ojos se clavaron en el árbol. Lentamente, mi rostro se contrajo en una mueca. Mostré los dientes, furioso. ¿Quien demonios se creía que era?
-¡GAH! ¡MALDITO BASTARDO!- exclamé. -¡NO VOY A SEGUIRTE EL JUEGO, ESTÚPIDO CRETINO!- Estaba harto. Harto de mancharme las manos por los demás. Harto de derramar sangre por otro. No. Nunca más. Ya no era un mercenario. -No sé quien demonios nos ha traído hasta aquí, Hont. Pero el único que va a morir va a ser él.- gruñí. Había cometido un grave error si me había subestimado de esa manera. Un plan. Tenía que pensar un plan.
-Asher... ¿estás bien?- preguntó Hont, encogiéndose un poco. -Estás enfadado... No me gusta que grites...- dijo, algo preocupado. Conté hasta diez y respiré hondo, tal y como hacía Rakfyr. Suspiré.
-Vale. Estoy bien.- dije, en un tono más neutral. Me arrodillé junto al hombre zarigüeya, quedándome más a su altura. -Aún voy a destripar a ese capullo, pero estoy bien. Escucha, Hont. Estamos en una situación mala. No sé como hemos acabado aquí. Pero el que nos ha traído quiere que matemos a otros hombres bestia.- expliqué, seriamente. -Y tal vez ellos quieran matarnos a nosotros.-
-¿...significa eso que son malos?- preguntó, algo dubitativo.
-No. No necesariamente. Pero tengo una idea. Una idea para derrotar al malo de verdad, y salvar a todo el mundo.- dije, esbozando una sonrisa lopuna. Hont lanzó una carcajada, y saltó hacia mi para trepar hasta mi hombro.
-¡Ja, ja! ¡Así está mejor! ¡Vamos a darle una tunda a ese villano!- exclamó.
-Por el momento... déjame hablar a mi si nos cruzamos con otra gente. Ah, y si ves alguna de estas cosas...- desenrollé la receta, mostrando los dibujos básicos de los ingredientes que necesitaba. Un insecto con forma de flor, una planta urticante, y otras cosas variadas. -...avísame. Nos serán útiles.-
Cogí unas pocas piedras del suelo y me las coloqué en el bolsillo. No eran idóneas para encantamientos: las mejores eran lisas, y se encontraban en el agua de ríos o el mar. Examiné el mapa. No tenia ni idea de donde estaba. Pero mi intuición me decía que fuese en una dirección.
Y entonces, empecé a caminar. Hacia el Norte.
Asher Daregan
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Volteó la cabeza durante un segundo, el tiempo suficiente para saber que no saber que no había nadie detrás de ella pero no el suficiente para tranquilizarse. Los horrores no acababan en el momento que un cazador desaparece del campo visual de su presa; todo lo contrario, empiezan justo en ese momento. Podría estar en cualquier parte: debajo de las piedras o detrás del pequeño bosque que se asomaba por el frente. Abena no se sentía para nada segura. En la caja que la voz le regaló a ella y a su compañero (el animal 19) había encontrado una gran armadura que se ajustaba perfectamente a su compleja complexión física, incluso había un yelmo que se ajustaba a sus cuernos, y una maza con la que poder cazar. Cerró los sin dejar de correr. ¡No! Cazar no. Si llegase el momento para usar la maza la utilizaría como defensa no como ataque.
Pasó lo inevitable, la mujer rinoceronte topó de bruces contra el tronco de un abeto. El árbol fue derribado al instante. Abena se quedó sentada por el golpe, con los brazos cruzados abrazando a la maza que encontró. Pasó unos minutos en la misma posición, sin moverse lo más mínimo. Al fin comprendió que su perseguidor, el cazador que la seguía, le había dejado. Quizás se habría cansado de perseguirla, aunque Abena fuera muy grande y torpe, podía correr muy deprisa si se lo pretendía. También era posible, mucho más posible, que se hubiera fijado en otro hombre bestia. Un animalillo indefenso que estaba en el lugar y momento. Inmediatamente, la mujer sintió pena por la imaginaría persona que había dado la vida para salvar. Más tarde, otros dos minutos en silencio y exactamente la misma posición, puso cara a esa persona: Wanda; su compañera, mujer cierva, animal 18.
Había dejado a Wanda en las ruinas, justo en el momento en el que sonaron las cadenas. Venía de todas direcciones, desde dentro de la pared. Pensaron que allí dentro estaban seguras, que nadie les encontrarían. Fue un terrible error. Primero escucharon un ruido atroz, como si alguien estuviera rasgando las paredes desde su interior. Wanda dijo que no se preocupase, que eran los viejos engranajes del molino lo que estaba sonando. Había un molino dibujado en el mapa, tenía que ser aquello. Pero luego vinieron las flechas desde el techo. No eran tornillos ni engranajes, ¡eran flechas!
Las que impactaron sobre Abena apenas le hicieron daño, su piel era muy resistente. La peor parte se la llevó Wanda. Una de flecha le atravesó la pierna izquierda. Abena la cogió en brazos y se la llevó corriendo. La mujer cierva era muy inteligente. En un abrir y cerrar de ojos, había preparado una crema que al ponerla sobre su pierna curó la herida sin dejar ningún rastro. ¡Sorprende! Si conseguían evitar la lluvia de flechas, estarían salvadas.
El cazador apareció en uno de los pasillos de la ruinas. Era un hombre cocodrilo. A Abena le fascinó la manera con la que podía mantenerse erguido. Jamás había visto a un hombre bestia con la espalda tan recta como aquel. El hombre cocodrilo tenía una armadura muy similar a la de la mujer rinoceronte con la diferencia que en los guanteletes tenía implantadas afiladas cuchillas.
Abena, en un acto de locura y valentía, dejó a Wanda a un lado y se abalanzó contra el desconocido. El resultado final fue una caza que no supo determinar cuánto tiempo duró. Juraría que, al salir de las ruinas, el hombre seguía persiguiéndola a toda velocidad.
En algún momento debió haberle dejado de seguir, pero ella no sabía decir cuál. Sentada, bajo con la espalda apoyada en el tronco de un árbol que ella misma había derribado, no podía dejar de llorar por Wanda.
Bo Cheng, el que la Voz dictaminó que sería su compañero, cometió la terrible desfachatez de encararse contra la Voz. El veredicto ante su crimen fue previsible, las piedras del camino se abrieron como una boca y le tragaron. Su cuerpo se convirtió en un mapa de cardenales. Hablando de mapas, el que habían encontrado en la cajita de madera desapareció. Se lo comió la boca de piedras; hasta la vista.
Hibou sonrió y acarició con ternura la cabeza de Bo Cheng como una hacen los profesores a sus alumnos cuando les demuestran que están equivocados. No podía esperar más de un mono que voceaba, constante, que solamente seguía las voluntades de su rey.
-Debes de mostrar amabilidad con aquellos que te han invitado a su casa-.
-Esto no es una casa, señor búho- lentamente, Bo Cheng, se fue levantando. Se ayudaba del bastón que le ofreció la Voz para levantarse – Estamos en mitad del bosque. ¿No lo estás viendo? Nadie me ha invitado a venir aquí. Me han traído a la fuerza. He despertado en medio del camino, tú me has visto despertar. ¡Brujería, hechizos, blasfemia!-.
El hombre búho, más sensato y tranquilo que su compañero, se dedicó a acicalar sus plumas mientras que Bo Cheng hacía gala de sus instintos más primarios dando saltos y golpeando con el báculo las piedras del camino. Bajo las piedras se escuchó el sonido de las runas de la Voz, se oía como si un gigante de roca estuviera haciendo gárgaras.
Otro acto primario, por parte del primitivo Bo Cheng, fue arrodillarse, juntar las palmas de sus manos y rezar al mono que hacía las veces de Rey y Dios por partes iguales.
-Que el Rey Mono guíe el Ídolo de la luz y de la vida hacia mí. Que me dé fuerzas para continuar el viaje. Si he de matar será por la luz del Ídolo. Si he de vivir, será con la vida que el Ídolo me tiene preparada. ¡Gloria al Rey Mono! Quien encontró el ídolo escondido más allá del bosque de los monos-.
Hibou puso su garra sobre la cabeza del mono. En los primeros segundos, pareciese que le estuviera acariciando con las uñas. Pronto se demostraron las verdaderas pretensiones: estampó la cabeza del mono contra las baldosas del camino. Cuando levantó su cabeza, procuró que sus oídos estuvieran bien abiertos y limpios para que pudiera escucharle alto y claro.
-Te recomiendo que me prestes más atención a mí que la que se la has prestado a la Voz y la boca de baldosas.- apretó con una uña el lóbulo de la oreja a la que susurraba - Por si no te has percatado, nuestras vidas corren una seria amenaza de muerte. Si sabes contar habrás descubierto que hay otros animales que, cómo nosotros, estarán obligados a dar caza al resto. Nos han invitado para jugar, para ponernos a prueba. Un consejo: demuestra que la puedes superar-.
Terminó su discurso de alentación dándole un beso, por encima de la misma oreja a la que había estado hostigando, a Bo Cheng. Una de cal y otra de arena.
-Allá se nos tiene preparo un escenario perfecto para que muestres tu valía. Como se suele decir: donde hay agua hay vida. Vayamos al lago- Hibou terminó con una amarga sonrisa.
Antes de marchar, un pequeño regalo para quienes pasasen por el mismo camino en el que ellos se habían despertado. El hombre búho se arrancó una de sus blancas plumas del brazo y la clavó en la runa a la que Bo Cheng estuvo apaleando. La boca de baldosas se volvió a abrir, más furiosa que la anterior vez; ellos ya estaban lejos para que pudieran hacerles daño. Pequeños detalles, como el que acababa de idear, eran los que distinguían a un hombre precavido que cuida de sus espaldas; que de un cadáver que en vida no estuvo lo suficientemente atento.
* Asher: Tus dos personajes están a medio camino de uno de los puntos claves del mapa. Syl viaja hacia unas ruinas, todavía indeterminadas, y Asher hacia un lago.
Parte Syl El camino se vuelve cada vez más arenoso y los árboles desaparecen poco a poco. Da la impresión que hace mucho tiempo, este terreno se utilizó en la construcción de un perdido pueblo. En tu camino te encontrarás con Abena, una mujer rinoceronte terriblemente asustada. ¿Aliada o enemiga? La decisión es tuya. Ella te contará que su compañera, Wanda, está en peligro y que posiblemente haya muerto en el interior de las runas. En este turno deberás tomar la decisión si ir a ayudarla o quedarte sin hacer nada.
Mención especial a Wanda. Si quieres saber más acerca de su historia apareció en el tema: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Parte Asher Antes de llegar al lago encuentras un camino de baldosas rojas. El camino cobra vida delante de ti como si fuera la boca de un gigante. En el post ya has leído cómo se activó. Tu misión en este turno será derrotar a la criatura y llegar al lago. No olvides lanzar la voluntad de los Dioses. Si los Dioses son agradecidos, puede que te ofrezcan lo que la boca se haya tragado con antelación.
Mención especial a Bo Cheng. El Rey Mono y su séquito de soldados, en los cuales se integra Cheng, apareció en el tema: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Pasó lo inevitable, la mujer rinoceronte topó de bruces contra el tronco de un abeto. El árbol fue derribado al instante. Abena se quedó sentada por el golpe, con los brazos cruzados abrazando a la maza que encontró. Pasó unos minutos en la misma posición, sin moverse lo más mínimo. Al fin comprendió que su perseguidor, el cazador que la seguía, le había dejado. Quizás se habría cansado de perseguirla, aunque Abena fuera muy grande y torpe, podía correr muy deprisa si se lo pretendía. También era posible, mucho más posible, que se hubiera fijado en otro hombre bestia. Un animalillo indefenso que estaba en el lugar y momento. Inmediatamente, la mujer sintió pena por la imaginaría persona que había dado la vida para salvar. Más tarde, otros dos minutos en silencio y exactamente la misma posición, puso cara a esa persona: Wanda; su compañera, mujer cierva, animal 18.
Había dejado a Wanda en las ruinas, justo en el momento en el que sonaron las cadenas. Venía de todas direcciones, desde dentro de la pared. Pensaron que allí dentro estaban seguras, que nadie les encontrarían. Fue un terrible error. Primero escucharon un ruido atroz, como si alguien estuviera rasgando las paredes desde su interior. Wanda dijo que no se preocupase, que eran los viejos engranajes del molino lo que estaba sonando. Había un molino dibujado en el mapa, tenía que ser aquello. Pero luego vinieron las flechas desde el techo. No eran tornillos ni engranajes, ¡eran flechas!
Las que impactaron sobre Abena apenas le hicieron daño, su piel era muy resistente. La peor parte se la llevó Wanda. Una de flecha le atravesó la pierna izquierda. Abena la cogió en brazos y se la llevó corriendo. La mujer cierva era muy inteligente. En un abrir y cerrar de ojos, había preparado una crema que al ponerla sobre su pierna curó la herida sin dejar ningún rastro. ¡Sorprende! Si conseguían evitar la lluvia de flechas, estarían salvadas.
El cazador apareció en uno de los pasillos de la ruinas. Era un hombre cocodrilo. A Abena le fascinó la manera con la que podía mantenerse erguido. Jamás había visto a un hombre bestia con la espalda tan recta como aquel. El hombre cocodrilo tenía una armadura muy similar a la de la mujer rinoceronte con la diferencia que en los guanteletes tenía implantadas afiladas cuchillas.
Abena, en un acto de locura y valentía, dejó a Wanda a un lado y se abalanzó contra el desconocido. El resultado final fue una caza que no supo determinar cuánto tiempo duró. Juraría que, al salir de las ruinas, el hombre seguía persiguiéndola a toda velocidad.
En algún momento debió haberle dejado de seguir, pero ella no sabía decir cuál. Sentada, bajo con la espalda apoyada en el tronco de un árbol que ella misma había derribado, no podía dejar de llorar por Wanda.
- Abena:
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Bo Cheng, el que la Voz dictaminó que sería su compañero, cometió la terrible desfachatez de encararse contra la Voz. El veredicto ante su crimen fue previsible, las piedras del camino se abrieron como una boca y le tragaron. Su cuerpo se convirtió en un mapa de cardenales. Hablando de mapas, el que habían encontrado en la cajita de madera desapareció. Se lo comió la boca de piedras; hasta la vista.
Hibou sonrió y acarició con ternura la cabeza de Bo Cheng como una hacen los profesores a sus alumnos cuando les demuestran que están equivocados. No podía esperar más de un mono que voceaba, constante, que solamente seguía las voluntades de su rey.
-Debes de mostrar amabilidad con aquellos que te han invitado a su casa-.
-Esto no es una casa, señor búho- lentamente, Bo Cheng, se fue levantando. Se ayudaba del bastón que le ofreció la Voz para levantarse – Estamos en mitad del bosque. ¿No lo estás viendo? Nadie me ha invitado a venir aquí. Me han traído a la fuerza. He despertado en medio del camino, tú me has visto despertar. ¡Brujería, hechizos, blasfemia!-.
El hombre búho, más sensato y tranquilo que su compañero, se dedicó a acicalar sus plumas mientras que Bo Cheng hacía gala de sus instintos más primarios dando saltos y golpeando con el báculo las piedras del camino. Bajo las piedras se escuchó el sonido de las runas de la Voz, se oía como si un gigante de roca estuviera haciendo gárgaras.
Otro acto primario, por parte del primitivo Bo Cheng, fue arrodillarse, juntar las palmas de sus manos y rezar al mono que hacía las veces de Rey y Dios por partes iguales.
-Que el Rey Mono guíe el Ídolo de la luz y de la vida hacia mí. Que me dé fuerzas para continuar el viaje. Si he de matar será por la luz del Ídolo. Si he de vivir, será con la vida que el Ídolo me tiene preparada. ¡Gloria al Rey Mono! Quien encontró el ídolo escondido más allá del bosque de los monos-.
Hibou puso su garra sobre la cabeza del mono. En los primeros segundos, pareciese que le estuviera acariciando con las uñas. Pronto se demostraron las verdaderas pretensiones: estampó la cabeza del mono contra las baldosas del camino. Cuando levantó su cabeza, procuró que sus oídos estuvieran bien abiertos y limpios para que pudiera escucharle alto y claro.
-Te recomiendo que me prestes más atención a mí que la que se la has prestado a la Voz y la boca de baldosas.- apretó con una uña el lóbulo de la oreja a la que susurraba - Por si no te has percatado, nuestras vidas corren una seria amenaza de muerte. Si sabes contar habrás descubierto que hay otros animales que, cómo nosotros, estarán obligados a dar caza al resto. Nos han invitado para jugar, para ponernos a prueba. Un consejo: demuestra que la puedes superar-.
Terminó su discurso de alentación dándole un beso, por encima de la misma oreja a la que había estado hostigando, a Bo Cheng. Una de cal y otra de arena.
-Allá se nos tiene preparo un escenario perfecto para que muestres tu valía. Como se suele decir: donde hay agua hay vida. Vayamos al lago- Hibou terminó con una amarga sonrisa.
Antes de marchar, un pequeño regalo para quienes pasasen por el mismo camino en el que ellos se habían despertado. El hombre búho se arrancó una de sus blancas plumas del brazo y la clavó en la runa a la que Bo Cheng estuvo apaleando. La boca de baldosas se volvió a abrir, más furiosa que la anterior vez; ellos ya estaban lejos para que pudieran hacerles daño. Pequeños detalles, como el que acababa de idear, eran los que distinguían a un hombre precavido que cuida de sus espaldas; que de un cadáver que en vida no estuvo lo suficientemente atento.
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- Bo Cheng:
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- Hibou:
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* Asher: Tus dos personajes están a medio camino de uno de los puntos claves del mapa. Syl viaja hacia unas ruinas, todavía indeterminadas, y Asher hacia un lago.
Parte Syl El camino se vuelve cada vez más arenoso y los árboles desaparecen poco a poco. Da la impresión que hace mucho tiempo, este terreno se utilizó en la construcción de un perdido pueblo. En tu camino te encontrarás con Abena, una mujer rinoceronte terriblemente asustada. ¿Aliada o enemiga? La decisión es tuya. Ella te contará que su compañera, Wanda, está en peligro y que posiblemente haya muerto en el interior de las runas. En este turno deberás tomar la decisión si ir a ayudarla o quedarte sin hacer nada.
Mención especial a Wanda. Si quieres saber más acerca de su historia apareció en el tema: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Parte Asher Antes de llegar al lago encuentras un camino de baldosas rojas. El camino cobra vida delante de ti como si fuera la boca de un gigante. En el post ya has leído cómo se activó. Tu misión en este turno será derrotar a la criatura y llegar al lago. No olvides lanzar la voluntad de los Dioses. Si los Dioses son agradecidos, puede que te ofrezcan lo que la boca se haya tragado con antelación.
Mención especial a Bo Cheng. El Rey Mono y su séquito de soldados, en los cuales se integra Cheng, apareció en el tema: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Los dos hombres bestia caminaron en silencio. A pesar de su encuentro inicial, el hombre gorila no tardó en notar que su nuevo "amigo" era más bien de pocas palabras. Y no era tan sólo por evitar hacer ruido. Su paso era silencioso y precavido, pero lo más curioso era la frialdad de su mirada. No confiaba en él, ni confiaría en nadie a quien se encontrasen. Tenía los ojos y los movimientos de un cazador. No era de extrañar que le hubiesen elegido para ese juego.
En cierta forma, era bueno. Tal vez fuese un novato en comparación con Harambe, pero no era un idiota. Mejor eso que tener que cuidar de algún inutil. Cuando habían emprendido la marcha, el gato se había subido a las ramas de un árbol, y había avanzado de salto a salto con total naturalidad. Era más lento, pero evitaba dejar un rastro. El gorila decidió hacer lo mismo: si el trepar árboles estaba en la sangre de alguien, era en la suya. Sin embargo, pasado un rato, los árboles comenzaron a escasear y la hierba empezó a ser sustituida por arena. Parecía ser que no se encontraban en un bosque eterno. Syl se quedó quieto unos instantes, y descendió de un salto.
-¿Sabes...?- el gato le chistó al instante, alzando dos dedos a sus labios. Sus orejas estaban alzadas. Harambe gruñó, algo molesto por la interrupción, pero se quedó callado.
-He oido algo. Un golpe. Fuerte.- murmuró el felino, señalando al origen del sonido. El gato preparó su ballesta y se encogió, alerta. Había algo. No estaba lejos, pero no había sonidos de persecución. No les había detectado. Podían escapar fácilmente, pero el terreno hacia delante era arenoso. Dejarían un rastro muy evidente. Tal vez sería mejor tenderles una emboscada a sus enemigos.
Lentamente, el gato le hizo un gesto a Harambe para que se detuviese, y empezó a acercarse al ruido. Empezaba a ser más fácil distinguir la fuente. Eran... ¿sollozos? No tardó en encontrar la fuente. Un hombre rinoceronte, sentado junto a un árbol derribado. Syl le apuntó con la ballesta, aún inseguro. Con esa piel no le haría nada. Pero no tenía tanta protección en los ojos. Finalmente, el felino suspiró y salió de su escondite.
-Quieto ahí.- ordenó. El rinoceronte dejó de llorar y alzó la mirada. En cuanto le vio, apretó su maza con fuerza, y empezó a emitir una serie de gemidos incomprensibles. -Espera, espera, calla. ¿Quien eres? Si tu no nos atacas, no te haremos daño.- aseguró, aún sin dejar de apuntarle. A diferencia de el gigantesco ser, sus manos no temblaban.
-Yo... yo... Wanda...- gimoteó. Era una voz femenina. Finalmente, se puso en pie. Era enorme. Como si acabase de volverse consciente del peligro, retrocedió de un paso y agitó su maza en el aire. -¡No te acerques! ¡No quiero pelear, pero lo haré!- aseguró, con voz temblorosa.
Espíritus. ¿Acaso le había escuchado?
-No hace falta pelear.- repitió con voz clara, bajando la ballesta ligeramente. -No venimos a cazar a nadie. ¿Donde está tu compañero?- preguntó.
-¡Wanda...!- gimió de nuevo. Tal vez Wanda no fuese su nombre, sino el de su compañera. O tal vez fuese un ser increíblemente estúpido que solo sabía decir su nombre. Syl suspiró y esperó unos segundos. -Está... está en peligro. ¿Vienes... vienes a ayudar?- preguntó. Un pequeño brillo de esperanza iluminó sus ojos. -Por favor. Yo... yo... No sabía qué...-
-¿Ahora estamos charlando con el resto de desgraciados? Que juego tan aburrido.- interrumpió el gorila, apareciendo de entre los árboles. -¿Qué? No he oído que estuvieses matando a nadie y te has puesto a hablar. No me mires así.-
-Da igual. No creo que sea una amenaza...- resopló el gato. -Vámonos.-
-¡No! ¡Espera!- dijo la mujer rinoceronte. -¡Wanda necesita ayuda! ¡Por favor! Nos... nos atacó un hombre... un hombre... - Se detuvo un instante y bajó la mirada, pensativa. - ¡Un hombre cocodrilo! Me lancé contra él, y empezó a perseguirme, pero...-
Syl se detuvo e intercambió una mirada con el gorila, aún sin decir nada. Asintió ligeramente, indicándole a la mujer que continuase.
-Tuve que dejar a Wanda atrás... no sé donde está. Estaba en ese molino de allí... creía que estábamos seguras, pero había una trampa. Flechas. Flechas por todas partes.- dijo. Aquello encajaba con las marcas de su armadura. Era improbable que estuviese mintiendo.- Pero... no sé a quien quiero engañar. Es probable que Wanda esté muerta... y es por mi culpa...-
-¿Hmm...?- Syl arqueó una ceja, algo extrañado. Había algo que no encajaba. Pero tenía que asegurarse. -Tu compañera... ¿Qué puede hacer? ¿Sabe luchar?- preguntó, aún ojeando la armadura y maza de la mujer rinoceronte. Era evidente que habían recibido un buen equipo. Tal vez podía averiguar algunas cosas, o conseguir algo de todo aquello.
-Ella... ella es lista. Hizo una crema cuando le alcanzó una flecha, y se curó casi al instante. Era impresionante...- murmuró. -Pero... ¿me ayudarás?-
El felino apretó los dientes durante un instante. Podía ser una trampa. Si no de la rinoceronte, del cocodrilo, o del anfitrión. Tenía que ser precavido. Pero también había cosas que ganar. Cosas que harían las cosas más fáciles. Si algo había aprendido en su tiempo con Asher, era que tener cuatro personas era mejor que tener dos.
Y si todo fallaba, siempre podía usarlos como peones para continuar.
-De acuerdo.- asintió. El gorila le miró, algo perplejo pero definitivamente divertido. No dijo nada, pero lo dijo todo. Le estaba dejando las decisiones a él. Quería ver donde llegaba. Pero si todo le estallaba en la cara, Harambe no sería responsable. -Pero tendrás que hacerme caso. No creo que Wanda esté muerta, ya que tu estás viva. Hay que ir con cuidado si quieres que eso siga así.- dijo solemnemente, agazapándose de nuevo. -Seguidme desde lejos. Y no hagáis ruido.-
Syl miró en la dirección a la que había señalado la mujer. Una vez se acercasen lo suficiente, tendría que tener mucho cuidado. Era posible que hubiese más trampas, o que el hombre cocodrilo les estuviese esperando. Sin embargo, él estaría preparado. [1]
El bosque dio paso a un camino de piedra. Tal vez fuese buena señal. Íbamos en una dirección prometedora, pero también había que andar con cuidado.
-Estate alerta, Hont. Nadie sabe lo que puede...- Un extraño rugido salió desde abajo. El suelo entre nuestros pies empezó a temblar, y algo comenzó a abrirse. ¿Un terremoto? ¿Una avalancha? No pensé, y salté al instante, evitando la apertura por muy poco. No me detuve. Continué corriendo por donde había venido hasta creer estar a una distancia segura. Después, me giré. ¿Que demonios era esa cosa? Un enorme monstruo de roca se alzó del suelo, furioso. Chasqueé la lengua. ¿No podían darme un respiro nunca?
Instintivamente, llevé la mano a mi cintura. Ah, claro. No tenia armas. De todas formas, era difícil que una espada pudiese hacer gran cosa contra ese ser. El monstruo avanzó y empezó a mover su brazo, pretendiendo usarlo como maza. Retrocedí, esquivando el potente manotazo. Un golpe de esos y acabaría mal parado. ¿Como lo mataba? Incluso si me las arreglaba para derribarlo, era de roca. No sería fácil. Me quedé quieto unos segundos, vigilante. Su "pecho" no se movía. Parecía furioso, pero no asustado. Su pecho no se movía. Y su estructura corporal no tenía ningún sentido. Esa cosa no estaba viva. No más que un cadaver reanimado.
Evité el siguiente golpe, lanzándome en una voltereta por el suelo. ¿Como lo mataba? ¿Qué hacía? No, era imposible. No tenía los medios. La única alternativa era correr. Sin embargo, el ser de piedra estaba tapando el camino. Más baldosas rojas se extendían por la zona. Pero había algo raro en una de ellas. Un objeto pequeño que sobresalía.
-¡Hont!- exclamé. -¡Distraelo!- dije.
-¡Vale!- gritó. Como activado por un mecanismo, el pequeño héroe se lanzó hacia adelante y se impulsó sobre su cola, usándola para propulsarse hacia arriba y aterrizar sobre la "cara" del gólem de piedra. [2] -¡Ya verás! ¡Vamos a tumbarte, por malo!- dijo emocionado, esquivando los manotazos del confuso ser y trepando por todo su cuerpo.
Eché a correr, deslizándome junto al ser de piedra y dirigiéndome hacia el objeto que había llamado mi atención. A medida que me acercaba, empezó a ser más claro. Una... ¿pluma? ¿Que hacía eso clavado en el suelo, alzándose como un mástil entre las baldosas? No. Había más. En la misma baldosa, había una marca. Una runa. Tal vez activase una trampa. O tal vez fuese lo que le daba vida a ese ser.
No había tiempo para pensar. Me arrojé al suelo, cogiendo la pluma y arrancándola del suelo sin detenerme. Me encogí, esperando escuchar una explosión o sentir flechas disparándose de alguna parte. Pero no hubo más que el gruñido de las rocas, chocando entre sí. El ser cayó de rodillas, y Hont echó a correr hacia mi a cuatro patas. Lentamente, el gólem empezó a quedarse inmóvil y fundirse con la piedra bajo él. El hombre zarigüeya miró hacia atrás, y saltó con el puño arriba en un gesto triunfal.
-¡Ja! ¿¡Has visto eso!? ¡Ha sido genial! ¿Me has visto, Asher? ¡Él estaba como... FUAH! y... ¡BRAAAH! ¡Pero no podía pillarme! ¡Ha estado chupado!- exclamó, riendo e imitando exageradamente los gestos del ser. -¡Hacemos un equipo genial! ¡Por algo somos héroes!- dijo. Respiré pesadamente y sonreí. Su entusiasmo era infeccioso. Me sacudí la tierra de mi pelaje y me senté un segundo, relajándome un poco.
Examiné la pluma que había recogido. Blanca, completamente blanca. No había acabado ahí por accidente. ¿Era de un animal, o un hombre bestia...? Me la guardé en el bolsillo. Tal vez podía darle un uso más adelante. Después, me levanté y me aproximé a los escombros que habían quedado de aquella abominación, escudriñando la mirada para ver a través de la nube de polvo. Era posible que hubiese quedado algo dentro. Con suerte, algo que pudiese usar.
[1] Syl activa su habilidad de nivel 4: Acechador.
[2] Hont usa su rasgo de nivel 1: Salto con cola.
Ya que Abena no ha tenido dialogo aún, le he puesto color yo mismo: #cc3300 (he pensado que el color del bronce le pegaba)
En cierta forma, era bueno. Tal vez fuese un novato en comparación con Harambe, pero no era un idiota. Mejor eso que tener que cuidar de algún inutil. Cuando habían emprendido la marcha, el gato se había subido a las ramas de un árbol, y había avanzado de salto a salto con total naturalidad. Era más lento, pero evitaba dejar un rastro. El gorila decidió hacer lo mismo: si el trepar árboles estaba en la sangre de alguien, era en la suya. Sin embargo, pasado un rato, los árboles comenzaron a escasear y la hierba empezó a ser sustituida por arena. Parecía ser que no se encontraban en un bosque eterno. Syl se quedó quieto unos instantes, y descendió de un salto.
-¿Sabes...?- el gato le chistó al instante, alzando dos dedos a sus labios. Sus orejas estaban alzadas. Harambe gruñó, algo molesto por la interrupción, pero se quedó callado.
-He oido algo. Un golpe. Fuerte.- murmuró el felino, señalando al origen del sonido. El gato preparó su ballesta y se encogió, alerta. Había algo. No estaba lejos, pero no había sonidos de persecución. No les había detectado. Podían escapar fácilmente, pero el terreno hacia delante era arenoso. Dejarían un rastro muy evidente. Tal vez sería mejor tenderles una emboscada a sus enemigos.
Lentamente, el gato le hizo un gesto a Harambe para que se detuviese, y empezó a acercarse al ruido. Empezaba a ser más fácil distinguir la fuente. Eran... ¿sollozos? No tardó en encontrar la fuente. Un hombre rinoceronte, sentado junto a un árbol derribado. Syl le apuntó con la ballesta, aún inseguro. Con esa piel no le haría nada. Pero no tenía tanta protección en los ojos. Finalmente, el felino suspiró y salió de su escondite.
-Quieto ahí.- ordenó. El rinoceronte dejó de llorar y alzó la mirada. En cuanto le vio, apretó su maza con fuerza, y empezó a emitir una serie de gemidos incomprensibles. -Espera, espera, calla. ¿Quien eres? Si tu no nos atacas, no te haremos daño.- aseguró, aún sin dejar de apuntarle. A diferencia de el gigantesco ser, sus manos no temblaban.
-Yo... yo... Wanda...- gimoteó. Era una voz femenina. Finalmente, se puso en pie. Era enorme. Como si acabase de volverse consciente del peligro, retrocedió de un paso y agitó su maza en el aire. -¡No te acerques! ¡No quiero pelear, pero lo haré!- aseguró, con voz temblorosa.
Espíritus. ¿Acaso le había escuchado?
-No hace falta pelear.- repitió con voz clara, bajando la ballesta ligeramente. -No venimos a cazar a nadie. ¿Donde está tu compañero?- preguntó.
-¡Wanda...!- gimió de nuevo. Tal vez Wanda no fuese su nombre, sino el de su compañera. O tal vez fuese un ser increíblemente estúpido que solo sabía decir su nombre. Syl suspiró y esperó unos segundos. -Está... está en peligro. ¿Vienes... vienes a ayudar?- preguntó. Un pequeño brillo de esperanza iluminó sus ojos. -Por favor. Yo... yo... No sabía qué...-
-¿Ahora estamos charlando con el resto de desgraciados? Que juego tan aburrido.- interrumpió el gorila, apareciendo de entre los árboles. -¿Qué? No he oído que estuvieses matando a nadie y te has puesto a hablar. No me mires así.-
-Da igual. No creo que sea una amenaza...- resopló el gato. -Vámonos.-
-¡No! ¡Espera!- dijo la mujer rinoceronte. -¡Wanda necesita ayuda! ¡Por favor! Nos... nos atacó un hombre... un hombre... - Se detuvo un instante y bajó la mirada, pensativa. - ¡Un hombre cocodrilo! Me lancé contra él, y empezó a perseguirme, pero...-
Syl se detuvo e intercambió una mirada con el gorila, aún sin decir nada. Asintió ligeramente, indicándole a la mujer que continuase.
-Tuve que dejar a Wanda atrás... no sé donde está. Estaba en ese molino de allí... creía que estábamos seguras, pero había una trampa. Flechas. Flechas por todas partes.- dijo. Aquello encajaba con las marcas de su armadura. Era improbable que estuviese mintiendo.- Pero... no sé a quien quiero engañar. Es probable que Wanda esté muerta... y es por mi culpa...-
-¿Hmm...?- Syl arqueó una ceja, algo extrañado. Había algo que no encajaba. Pero tenía que asegurarse. -Tu compañera... ¿Qué puede hacer? ¿Sabe luchar?- preguntó, aún ojeando la armadura y maza de la mujer rinoceronte. Era evidente que habían recibido un buen equipo. Tal vez podía averiguar algunas cosas, o conseguir algo de todo aquello.
-Ella... ella es lista. Hizo una crema cuando le alcanzó una flecha, y se curó casi al instante. Era impresionante...- murmuró. -Pero... ¿me ayudarás?-
El felino apretó los dientes durante un instante. Podía ser una trampa. Si no de la rinoceronte, del cocodrilo, o del anfitrión. Tenía que ser precavido. Pero también había cosas que ganar. Cosas que harían las cosas más fáciles. Si algo había aprendido en su tiempo con Asher, era que tener cuatro personas era mejor que tener dos.
Y si todo fallaba, siempre podía usarlos como peones para continuar.
-De acuerdo.- asintió. El gorila le miró, algo perplejo pero definitivamente divertido. No dijo nada, pero lo dijo todo. Le estaba dejando las decisiones a él. Quería ver donde llegaba. Pero si todo le estallaba en la cara, Harambe no sería responsable. -Pero tendrás que hacerme caso. No creo que Wanda esté muerta, ya que tu estás viva. Hay que ir con cuidado si quieres que eso siga así.- dijo solemnemente, agazapándose de nuevo. -Seguidme desde lejos. Y no hagáis ruido.-
Syl miró en la dirección a la que había señalado la mujer. Una vez se acercasen lo suficiente, tendría que tener mucho cuidado. Era posible que hubiese más trampas, o que el hombre cocodrilo les estuviese esperando. Sin embargo, él estaría preparado. [1]
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El bosque dio paso a un camino de piedra. Tal vez fuese buena señal. Íbamos en una dirección prometedora, pero también había que andar con cuidado.
-Estate alerta, Hont. Nadie sabe lo que puede...- Un extraño rugido salió desde abajo. El suelo entre nuestros pies empezó a temblar, y algo comenzó a abrirse. ¿Un terremoto? ¿Una avalancha? No pensé, y salté al instante, evitando la apertura por muy poco. No me detuve. Continué corriendo por donde había venido hasta creer estar a una distancia segura. Después, me giré. ¿Que demonios era esa cosa? Un enorme monstruo de roca se alzó del suelo, furioso. Chasqueé la lengua. ¿No podían darme un respiro nunca?
Instintivamente, llevé la mano a mi cintura. Ah, claro. No tenia armas. De todas formas, era difícil que una espada pudiese hacer gran cosa contra ese ser. El monstruo avanzó y empezó a mover su brazo, pretendiendo usarlo como maza. Retrocedí, esquivando el potente manotazo. Un golpe de esos y acabaría mal parado. ¿Como lo mataba? Incluso si me las arreglaba para derribarlo, era de roca. No sería fácil. Me quedé quieto unos segundos, vigilante. Su "pecho" no se movía. Parecía furioso, pero no asustado. Su pecho no se movía. Y su estructura corporal no tenía ningún sentido. Esa cosa no estaba viva. No más que un cadaver reanimado.
Evité el siguiente golpe, lanzándome en una voltereta por el suelo. ¿Como lo mataba? ¿Qué hacía? No, era imposible. No tenía los medios. La única alternativa era correr. Sin embargo, el ser de piedra estaba tapando el camino. Más baldosas rojas se extendían por la zona. Pero había algo raro en una de ellas. Un objeto pequeño que sobresalía.
-¡Hont!- exclamé. -¡Distraelo!- dije.
-¡Vale!- gritó. Como activado por un mecanismo, el pequeño héroe se lanzó hacia adelante y se impulsó sobre su cola, usándola para propulsarse hacia arriba y aterrizar sobre la "cara" del gólem de piedra. [2] -¡Ya verás! ¡Vamos a tumbarte, por malo!- dijo emocionado, esquivando los manotazos del confuso ser y trepando por todo su cuerpo.
Eché a correr, deslizándome junto al ser de piedra y dirigiéndome hacia el objeto que había llamado mi atención. A medida que me acercaba, empezó a ser más claro. Una... ¿pluma? ¿Que hacía eso clavado en el suelo, alzándose como un mástil entre las baldosas? No. Había más. En la misma baldosa, había una marca. Una runa. Tal vez activase una trampa. O tal vez fuese lo que le daba vida a ese ser.
No había tiempo para pensar. Me arrojé al suelo, cogiendo la pluma y arrancándola del suelo sin detenerme. Me encogí, esperando escuchar una explosión o sentir flechas disparándose de alguna parte. Pero no hubo más que el gruñido de las rocas, chocando entre sí. El ser cayó de rodillas, y Hont echó a correr hacia mi a cuatro patas. Lentamente, el gólem empezó a quedarse inmóvil y fundirse con la piedra bajo él. El hombre zarigüeya miró hacia atrás, y saltó con el puño arriba en un gesto triunfal.
-¡Ja! ¿¡Has visto eso!? ¡Ha sido genial! ¿Me has visto, Asher? ¡Él estaba como... FUAH! y... ¡BRAAAH! ¡Pero no podía pillarme! ¡Ha estado chupado!- exclamó, riendo e imitando exageradamente los gestos del ser. -¡Hacemos un equipo genial! ¡Por algo somos héroes!- dijo. Respiré pesadamente y sonreí. Su entusiasmo era infeccioso. Me sacudí la tierra de mi pelaje y me senté un segundo, relajándome un poco.
Examiné la pluma que había recogido. Blanca, completamente blanca. No había acabado ahí por accidente. ¿Era de un animal, o un hombre bestia...? Me la guardé en el bolsillo. Tal vez podía darle un uso más adelante. Después, me levanté y me aproximé a los escombros que habían quedado de aquella abominación, escudriñando la mirada para ver a través de la nube de polvo. Era posible que hubiese quedado algo dentro. Con suerte, algo que pudiese usar.
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[1] Syl activa su habilidad de nivel 4: Acechador.
[2] Hont usa su rasgo de nivel 1: Salto con cola.
Ya que Abena no ha tenido dialogo aún, le he puesto color yo mismo: #cc3300 (he pensado que el color del bronce le pegaba)
Asher Daregan
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
El miembro 'Asher' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Ayudar a la mujer rinoceronte era una muy mala elección. El Anfitrión de la Gran Caza, si es que era un hombre tan listo como Harambe, tiene el poder, y casi la obligación, de sacar ventaja de la piedad y misericordia de sus invitados. En el juego de los 10 Pobrecitos, Harambe usó a Lauren Ytrallen, una elfa débil y maldita, para alimentar la piedad de los pobrecitos. Funcionó a la perfección: los pobrecitos sospechaban de aquellos que se ponían en contra de la elfa y confiaban en aquellos que se mantenían a su lado protegiéndola. De no ser por Athos y Shappire, Harambe hubiera pasado inadvertido durante toda la partida. La Gran Caza era solo ligeramente diferente al juego de los 10 Pobrecitos. Aquí no había un Anfitrión que reconocer en medio de una multitud; sino estúpidos hombres bestias que matarían solo porque una voz les ha ordenado ser asesinos y multitud de trampas que se activarían nada más cruzar en frente de ellas. ¿Dónde se ocultaban las trampas y dónde estaban los asesinos? La respuesta era muy sencilla: en aquellos lugares y momentos donde la piedad juegue un papel fundamental en las elecciones.
Sujetando el hueso de pájaro con la mano izquierda, inscribió una runa en la muñeca de su mano derecha similar a la que escribió para descubrir la caja de cristal bajo del árbol. ¿Los cocodrilos tenían un buen sentido del olfato? Harambe no lo sabía con seguridad, pero de ser así, la runa le convertía en un perfecto objetivo. Por no hablar del dolor que sentía, era horroroso.
-Más te vale que me lo agradezcas como es debido o te reventaré la cabeza contra el suelo- amenazó a Syl con una sonrisa.
- ¿De verdad que me vais a ayudar? ¿No me estáis mintiendo? –
-Todo tiene un precio: queremos las medicinas de tu amiga. Has dicho que se llamaba Wanda, ¿Verdad? Y también has dicho que te curó una herida. Pues bien, Wanda me podría curar varias heridas que tengo. Son bastante feas y creo que se van a poner peores-.
-¡Lo hará! Estoy segura que lo hará. Ella es muy lista y muy buena. Os dará un abrazo y os hará lo que pidáis-.
-¡Así me gusta!-.
Harambe dejó que Abena fuese quien dirigiese el camino hacia las ruinas. En caso que hubiera una trampa escondida bajo la arena, era más inteligente que le alcanzase a un rival en el juego que a un compañero.
Poco a poco, el escenario se fue llenando de grandes pedruscos y columnas caídas. Seguramente, en un tiempo bastante lejano, todo el campo fue una pequeña ciudad. Casi se podría divisar dónde hubiera estado la plaza, las nueve casas contadas, el templo, el establo, la posada y la forja. A Harambe no le costó imaginarse cómo sería vivir ahí, un pequeño rinconcito civilizado en mitad del bosque. ¿A quién le perteneció? Pensó en agacharse y observar las rocas que una fueron las paredes de una agradable posada para buscar alguna indicación que le dijera que tipo de personas la habitaron. Rehusó la idea al instante. No podía olvidar que el lugar podía ser un completo enjambre de trampas.
La forja era el edificio que menos daño había sufrido. Las paredes se habían mantenidos intactas, apenas se veía unas pequeñas hendiduras por la corrosión de los ladrillos. La enorme chimenea se había inclinado hacia el este, quizás debido a los fuertes vientos de poniente.
- Ese es el lugar, perdí la pista de Wanda. Tenéis que tener cuidado, esos hombres son muy peligrosos. Sobre todo, el Cocodrilo. Él es el peor-.
-Tranquila, no es la primera vez que almuerzo carne de reptil-.
Abena abrió muy despacio la puerta de la forja. En un primer vistazo, no parecía haber nadie. El techo era una enredadera de cadenas de hierro y redes con la que se soportaba un techo que parecía estar a punto de desplomarse. ¿Una trampa? Harambe cogió del brazo a Syl y le echó para atrás. Las medicinas eran tentadoras, pero de nada servirían si morían aplastados.
- ¡Cuidado, está ahí arriba!- la enorme mujer dio un brinco hacia atrás. No se refería a Wanda, sino a uno de sus dos perseguidores.
Un hombre rata se reía desde las cadenas de hierro. Tenía un cuchillo manchado de sangre (sangre de cierva) en su mano izquierda y una pequeña ballesta en su mano derecha.
-Sois unos aburridos, ¿es que no vais a acercaros más? ¡Aburridos! -
El hombre cocodrilo apareció justo en ese momento, detrás del grupo de tres. Su garra atravesó por sorpresa la espalda de Harambe antes que se pudiera girarse y verle de frente.
-Cabrón- escupió una flema de sangre.
-¡No!- Abena agitó la maza sin dar a ningún objetivo fijo.
El pantano estaba repleto de hombres anuros. A diferenciar de Bo Cheng e Hibou, éstos no estaban definidos por un grupo determinado. ¿Tendrían números? Seguramente no. ¿Armas? Un simple arco de madera con algunas flechas bañadas en su propio veneno, nada preocupante. La Voz los había puesto ahí sin motivo aparente, al menos era la sensación que daba. Si no eran cazadores, serían presas. Un mero entretenimiento para los simples cazadores.
-Adelante, sé que lo estás deseando-.
Bo Cheng dio un salto y se dedicó a dar tumbos por el pantano. El hombre mono era increíblemente ágil y rápido, ninguna de las flechas venenosas llegó a alcanzarle. Al poco que los hombres anuros se descuidaron Bo Cheng acabó con tres de ellos: uno de ellos lo estaba pisando con el pie derecho, el segundo lo sujetaba con la boca como si fuera un premio y al tercero le daba repetidos bastonazos; era como ver a un niño pequeño jugar en el parque. En cierto sentido, era adorable.
Mientras Bo Cheng jugaba con sus nuevos amigos, Hibou se dedicaba a acicalarse las plumas de sus alas. A los lejos se escuchaba frenéticos golpes de roca dura chocando contra el suelo. Consideraba un símbolo de debilidad dejar que los sentimientos se hicieran dueños de sus cuerpos; sin embargo, en ocasión tan aciaga como aquella, no pudo evitar que sus labios mostraran una ligera sonrisa bajo el pico. Quien fuera que se hubiera topado con la trampa de las baldosas, había batirle. Que Bo Cheng matase a todos los peones de la partida que quisiera, Hibou estaba ansioso de toparse con una de las piezas importantes: un alfil o quizás una torre. Esto sería muy divertido.
Un hombre anuro, más astuto y osado que sus hermanos, pensó que sería buena idea disparar hacia el hombre búho que divagaba sobre la rama de un árbol. Incrédulo. No podía estar más equivocado. Hibou hizo un pequeño movimiento, casi imperceptible, lo justo y necesario para esquivar la flecha. Ésta se clavó en el tronco del árbol, un hilillo de denso jugo verde chorreaba por su punta. ¿Creían que sería tan sencillo envenenarle?
Hibou arrancó la flecha del árbol y descendió hacia el lugar donde se encontrada el pobre hombre rana. Desde que el disparo, el anuro había permanecido inmóvil, como si estuviera hipnotizado por el miedo.
-Abre la boca-.
El anuro negó con la cabeza.
-Todo será más sencillo si me obedeces-.
Tragó salivo y volvió a negar.
-Has sido tú quien ha provocado que esto ocurra-.
Hibou desplegó sus grandes alas blancas. Las agitó y un torbellino de plumas tan afiladas como cuchillas rodeó al anuro. El torbellino se fue cerrando, con la rana en su interior. Las plumas le arañaron y desgarraron. Entonces, abrió la boca. Hibou detuvo el torbellino, sonrió e introdujo la flecha en el interior de la bocaza del anuro.
-Bo Cheng, deja de jugar. Nuestros amigos están a punto de llegar; debemos presentarles nuestros respetos-.
* Asher: A partir de este punto, se describirán las relaciones con los npcs. Esto influirá en gran medida en el futuro del tema.
Parte Syl El hombre rata tiene a Wanda atrapada en algún lugar entre las cadenas. Deberás rescatar a Wanda. Tus rivales son el cocodrilo erguido y el hombre rata; por sus imágenes de referencia es fácil deducir su estilo de combate. Puedes pelear, hablar o cualquier otra cosa que se te ocurra: lo importante es rescatar a Wanda. Harambe, por su parte, ha sido herido de gravedad por el Cocodrilo, la ayuda que te pueda ofrecer será muy escasa. Tomes el camino que tomes, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
Harambe: Desconfía de Syl
Abena: Confía en Syl
Parte Asher El monstruo de baldosas deja caer 5 hojas de refia y una garra de metal, la que hubiera sido el arma de Hibou. Ahora bien, en el lago te encontrarás con los hombres ranas, Bo Cheng y Hibou. ¿Qué es lo que sucederá? Reconozco que las intenciones de Hibou no son claras; todo depende de cómo te presentes ante ellos.
Hont Confía en Asher
Sujetando el hueso de pájaro con la mano izquierda, inscribió una runa en la muñeca de su mano derecha similar a la que escribió para descubrir la caja de cristal bajo del árbol. ¿Los cocodrilos tenían un buen sentido del olfato? Harambe no lo sabía con seguridad, pero de ser así, la runa le convertía en un perfecto objetivo. Por no hablar del dolor que sentía, era horroroso.
-Más te vale que me lo agradezcas como es debido o te reventaré la cabeza contra el suelo- amenazó a Syl con una sonrisa.
- ¿De verdad que me vais a ayudar? ¿No me estáis mintiendo? –
-Todo tiene un precio: queremos las medicinas de tu amiga. Has dicho que se llamaba Wanda, ¿Verdad? Y también has dicho que te curó una herida. Pues bien, Wanda me podría curar varias heridas que tengo. Son bastante feas y creo que se van a poner peores-.
-¡Lo hará! Estoy segura que lo hará. Ella es muy lista y muy buena. Os dará un abrazo y os hará lo que pidáis-.
-¡Así me gusta!-.
Harambe dejó que Abena fuese quien dirigiese el camino hacia las ruinas. En caso que hubiera una trampa escondida bajo la arena, era más inteligente que le alcanzase a un rival en el juego que a un compañero.
Poco a poco, el escenario se fue llenando de grandes pedruscos y columnas caídas. Seguramente, en un tiempo bastante lejano, todo el campo fue una pequeña ciudad. Casi se podría divisar dónde hubiera estado la plaza, las nueve casas contadas, el templo, el establo, la posada y la forja. A Harambe no le costó imaginarse cómo sería vivir ahí, un pequeño rinconcito civilizado en mitad del bosque. ¿A quién le perteneció? Pensó en agacharse y observar las rocas que una fueron las paredes de una agradable posada para buscar alguna indicación que le dijera que tipo de personas la habitaron. Rehusó la idea al instante. No podía olvidar que el lugar podía ser un completo enjambre de trampas.
La forja era el edificio que menos daño había sufrido. Las paredes se habían mantenidos intactas, apenas se veía unas pequeñas hendiduras por la corrosión de los ladrillos. La enorme chimenea se había inclinado hacia el este, quizás debido a los fuertes vientos de poniente.
- Ese es el lugar, perdí la pista de Wanda. Tenéis que tener cuidado, esos hombres son muy peligrosos. Sobre todo, el Cocodrilo. Él es el peor-.
-Tranquila, no es la primera vez que almuerzo carne de reptil-.
Abena abrió muy despacio la puerta de la forja. En un primer vistazo, no parecía haber nadie. El techo era una enredadera de cadenas de hierro y redes con la que se soportaba un techo que parecía estar a punto de desplomarse. ¿Una trampa? Harambe cogió del brazo a Syl y le echó para atrás. Las medicinas eran tentadoras, pero de nada servirían si morían aplastados.
- ¡Cuidado, está ahí arriba!- la enorme mujer dio un brinco hacia atrás. No se refería a Wanda, sino a uno de sus dos perseguidores.
Un hombre rata se reía desde las cadenas de hierro. Tenía un cuchillo manchado de sangre (sangre de cierva) en su mano izquierda y una pequeña ballesta en su mano derecha.
-Sois unos aburridos, ¿es que no vais a acercaros más? ¡Aburridos! -
El hombre cocodrilo apareció justo en ese momento, detrás del grupo de tres. Su garra atravesó por sorpresa la espalda de Harambe antes que se pudiera girarse y verle de frente.
-Cabrón- escupió una flema de sangre.
-¡No!- Abena agitó la maza sin dar a ningún objetivo fijo.
- Hombre Cocodrilo:
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- Hombre Rata:
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El pantano estaba repleto de hombres anuros. A diferenciar de Bo Cheng e Hibou, éstos no estaban definidos por un grupo determinado. ¿Tendrían números? Seguramente no. ¿Armas? Un simple arco de madera con algunas flechas bañadas en su propio veneno, nada preocupante. La Voz los había puesto ahí sin motivo aparente, al menos era la sensación que daba. Si no eran cazadores, serían presas. Un mero entretenimiento para los simples cazadores.
-Adelante, sé que lo estás deseando-.
Bo Cheng dio un salto y se dedicó a dar tumbos por el pantano. El hombre mono era increíblemente ágil y rápido, ninguna de las flechas venenosas llegó a alcanzarle. Al poco que los hombres anuros se descuidaron Bo Cheng acabó con tres de ellos: uno de ellos lo estaba pisando con el pie derecho, el segundo lo sujetaba con la boca como si fuera un premio y al tercero le daba repetidos bastonazos; era como ver a un niño pequeño jugar en el parque. En cierto sentido, era adorable.
Mientras Bo Cheng jugaba con sus nuevos amigos, Hibou se dedicaba a acicalarse las plumas de sus alas. A los lejos se escuchaba frenéticos golpes de roca dura chocando contra el suelo. Consideraba un símbolo de debilidad dejar que los sentimientos se hicieran dueños de sus cuerpos; sin embargo, en ocasión tan aciaga como aquella, no pudo evitar que sus labios mostraran una ligera sonrisa bajo el pico. Quien fuera que se hubiera topado con la trampa de las baldosas, había batirle. Que Bo Cheng matase a todos los peones de la partida que quisiera, Hibou estaba ansioso de toparse con una de las piezas importantes: un alfil o quizás una torre. Esto sería muy divertido.
Un hombre anuro, más astuto y osado que sus hermanos, pensó que sería buena idea disparar hacia el hombre búho que divagaba sobre la rama de un árbol. Incrédulo. No podía estar más equivocado. Hibou hizo un pequeño movimiento, casi imperceptible, lo justo y necesario para esquivar la flecha. Ésta se clavó en el tronco del árbol, un hilillo de denso jugo verde chorreaba por su punta. ¿Creían que sería tan sencillo envenenarle?
Hibou arrancó la flecha del árbol y descendió hacia el lugar donde se encontrada el pobre hombre rana. Desde que el disparo, el anuro había permanecido inmóvil, como si estuviera hipnotizado por el miedo.
-Abre la boca-.
El anuro negó con la cabeza.
-Todo será más sencillo si me obedeces-.
Tragó salivo y volvió a negar.
-Has sido tú quien ha provocado que esto ocurra-.
Hibou desplegó sus grandes alas blancas. Las agitó y un torbellino de plumas tan afiladas como cuchillas rodeó al anuro. El torbellino se fue cerrando, con la rana en su interior. Las plumas le arañaron y desgarraron. Entonces, abrió la boca. Hibou detuvo el torbellino, sonrió e introdujo la flecha en el interior de la bocaza del anuro.
-Bo Cheng, deja de jugar. Nuestros amigos están a punto de llegar; debemos presentarles nuestros respetos-.
- Hombres ranas:
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* Asher: A partir de este punto, se describirán las relaciones con los npcs. Esto influirá en gran medida en el futuro del tema.
Parte Syl El hombre rata tiene a Wanda atrapada en algún lugar entre las cadenas. Deberás rescatar a Wanda. Tus rivales son el cocodrilo erguido y el hombre rata; por sus imágenes de referencia es fácil deducir su estilo de combate. Puedes pelear, hablar o cualquier otra cosa que se te ocurra: lo importante es rescatar a Wanda. Harambe, por su parte, ha sido herido de gravedad por el Cocodrilo, la ayuda que te pueda ofrecer será muy escasa. Tomes el camino que tomes, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
Harambe: Desconfía de Syl
Abena: Confía en Syl
Parte Asher El monstruo de baldosas deja caer 5 hojas de refia y una garra de metal, la que hubiera sido el arma de Hibou. Ahora bien, en el lago te encontrarás con los hombres ranas, Bo Cheng y Hibou. ¿Qué es lo que sucederá? Reconozco que las intenciones de Hibou no son claras; todo depende de cómo te presentes ante ellos.
Hont Confía en Asher
- Garra de metal:
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Última edición por Sigel el Dom Dic 24 2017, 10:09, editado 1 vez
Sigel
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
El felino era completamente consciente de lo vacía que resultaba la amenaza de Harambe. Sabía perfectamente que tenían que protegerse entre sí. O al menos, lo sospechaba: aún no había encontrado ninguna prueba de que realmente fuese así. De hecho, parte del motivo por el que había aceptado era para confirmarlo. Si encontraban a Wanda y estaba muerta, era posible que no hubiese unión real entre compañeros. O que Abena estuviese mintiendo. En cualquier caso, Syl sabía que hacer. Si tragarse su orgullo evitaba que acabasen matándose entre sí, era un sacrificio menor. Era una situación peligrosa, y tenía que mantener la calma. Ser más listo que el resto.
-Bien. Gracias por tu ayuda, Harambe. Si sirve de algo, estoy haciendo lo que más nos conviene. A ambos. No gano nada poniéndonos en peligro sin motivo.- declaró, mirándole fijamente.
No tardaron en encontrarse entre las runas de un pequeño pueblo. Syl frunció el ceño. ¿Donde se encontraban? Aquel sitio no podía ser Ulmer. ¿Como de lejos podían haberle llevado? Una vez terminasen con esa maldita caza, tal vez podría investigar un poco. El felino se mantuvo agachado. Ese silencio era inquietante. Syl toqueteó su ballesta, intentando controlar su respiración. Lentamente, la mujer rinoceronte abrió la puerta que daba a la forja.
El gorila apartó a Syl de un tirón, disparando la alerta del gato. Y entonces, ocurrió. Una emboscada, tal y como esperaba. Tenía que moverse. Un arquero en el interior, y un guerrero fuera. Tenian superioridad numérica. Podían ganar. No era dificil ver que entrar en la forja era una idea terrible. Asi que Syl hizo lo que parecía más lógico: cerrar la puerta. Tenía que centrarse en el cocodrilo antes de que matase a Harambe. Si el hombre rata se acercaba a abrir la puerta, sería golpeado por la maza de Abena. Y si no, la armadura de la mujer podía resistir cualquier cosa que le lanzasen.
Syl retrocedió con un par de brincos. Aquel tipo estaba centrado en el gorila. Ese sería su último error. El gato empezó a correr, y en el último instante, saltó hacia el guerrero con los pies por delante. El gato se apoyó sobre su espalda y se impulsó con otra zancada, desequilibrandole lo suficiente como para tirarle al suelo. Estaba acorazado. Tenía que acertar en un punto débil.
El felino disparó. Tal vez no acertase. Tal vez solo sirviese para distraerle, o para herirle levemente. Lo importante era que el primer tiro le haría precavido ante futuros disparos... pero no ante el virote que tenía bajo la manga. El cocodrilo se levantó con un rugido, y cargó hacia Syl.
Inhaló, empuñando el virote. Esquivar la garra. Clavarle la flecha en el ojo, como si se tratase de un cuchillo. Si no era posible, en el cuello. Retroceder.
Y si todo fallaba, tendría que contar con Harambe.
¡Una caja! Parecía ser igual a la que había encontrado bajo el árbol de fuego. Eso significaba suministros. Tal vez algo útil, incluso.
-¡Oh! ¿Otra caja? ¿Crees que esta tendrá un tesoro de verdad?- preguntó Hont, tan entusiasmado como yo. Esbocé una sonrisa y abrí la caja. Lo primero fue un objeto metálico. ¿Una daga? No. Una garra.Una garra metálica. Y... plantas. Arqueé una ceja, tardando unos segundos en hacer la conexión. Esas hojas... podía usarlas. Bueno, o las podría usar si conseguía el resto de ingredientes. Por el momento, me irían bien, aunque Hont parecía decepcionado.
-No pongas esa cara. Puede ser útil.- dije, inspeccionando la garra. Era sorprendentemente adaptable. Tras un par de minutos, conseguí ponérmela apropiadamente. Flexione los dedos ligeramente. Si le daba un arañazo a alguien, iba a doler de verdad. Lancé un par de ataques al aire y sonreí, satisfecho. Después, volvimos a emprender la marcha. Aún quedaba mucho terreno que recorrer.
Tras un rato, pudimos vislumbrar un pantano. Y de allí... varios sonidos. Seguramente, los de una pelea. Cuanto más nos acercamos, más evidente era. Varios pequeños hombres rana, un simio, y... un búho blanco. Fruncí el ceño, plenamente consciente de la pluma blanca que había encontrado. Sin embargo, me relajé un poco mientras me aproximaba. No me fiaba, y estaba más que preparado para un combate si era necesario, pero haría lo posible por evitarlo.
-¡Eh! ¡Hola! ¿Quienes sois?- saludó el hombre zarigüeya. -¡Yo soy Hont, el héroe! ¿Que tal estáis? ¿Necesitáis ayuda?- preguntó. Suspiré. Aquella era una extraña primera impresión.
-Hola. Solo para asegurarme... vamos a mantener la calma, ¿eh?- dije, alzando la mano sin la garra metálica en gesto pacificador. -No tenemos motivos para pelear, a pesar de lo que haya dicho una runa en un árbol. No sé quien ha armado todo esto... pero me parece que nos subestima. No somos animales salvajes que pelean por comida.- continué, negando con la cabeza. -Sea como sea... mi nombre es Asher, y Hont ya se ha presentado. Encantado.-
Puse todos mis sentidos en alerta, dispuesto a saltar en cualquier momento. No habían atacado aún, pero si el búho era el que había manipulado la runa... tenía que andarme con cuidado.
-Parecéis saber manejaros. Tal vez nos podríamos ayudar entre nosotros. ¿Intercambiar información, tal vez? Estoy seguro de que lo que realmente quiere todo el mundo es volver a su vida normal. No es necesario derramar sangre para conseguir eso.
-Bien. Gracias por tu ayuda, Harambe. Si sirve de algo, estoy haciendo lo que más nos conviene. A ambos. No gano nada poniéndonos en peligro sin motivo.- declaró, mirándole fijamente.
No tardaron en encontrarse entre las runas de un pequeño pueblo. Syl frunció el ceño. ¿Donde se encontraban? Aquel sitio no podía ser Ulmer. ¿Como de lejos podían haberle llevado? Una vez terminasen con esa maldita caza, tal vez podría investigar un poco. El felino se mantuvo agachado. Ese silencio era inquietante. Syl toqueteó su ballesta, intentando controlar su respiración. Lentamente, la mujer rinoceronte abrió la puerta que daba a la forja.
El gorila apartó a Syl de un tirón, disparando la alerta del gato. Y entonces, ocurrió. Una emboscada, tal y como esperaba. Tenía que moverse. Un arquero en el interior, y un guerrero fuera. Tenian superioridad numérica. Podían ganar. No era dificil ver que entrar en la forja era una idea terrible. Asi que Syl hizo lo que parecía más lógico: cerrar la puerta. Tenía que centrarse en el cocodrilo antes de que matase a Harambe. Si el hombre rata se acercaba a abrir la puerta, sería golpeado por la maza de Abena. Y si no, la armadura de la mujer podía resistir cualquier cosa que le lanzasen.
Syl retrocedió con un par de brincos. Aquel tipo estaba centrado en el gorila. Ese sería su último error. El gato empezó a correr, y en el último instante, saltó hacia el guerrero con los pies por delante. El gato se apoyó sobre su espalda y se impulsó con otra zancada, desequilibrandole lo suficiente como para tirarle al suelo. Estaba acorazado. Tenía que acertar en un punto débil.
El felino disparó. Tal vez no acertase. Tal vez solo sirviese para distraerle, o para herirle levemente. Lo importante era que el primer tiro le haría precavido ante futuros disparos... pero no ante el virote que tenía bajo la manga. El cocodrilo se levantó con un rugido, y cargó hacia Syl.
Inhaló, empuñando el virote. Esquivar la garra. Clavarle la flecha en el ojo, como si se tratase de un cuchillo. Si no era posible, en el cuello. Retroceder.
Y si todo fallaba, tendría que contar con Harambe.
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¡Una caja! Parecía ser igual a la que había encontrado bajo el árbol de fuego. Eso significaba suministros. Tal vez algo útil, incluso.
-¡Oh! ¿Otra caja? ¿Crees que esta tendrá un tesoro de verdad?- preguntó Hont, tan entusiasmado como yo. Esbocé una sonrisa y abrí la caja. Lo primero fue un objeto metálico. ¿Una daga? No. Una garra.Una garra metálica. Y... plantas. Arqueé una ceja, tardando unos segundos en hacer la conexión. Esas hojas... podía usarlas. Bueno, o las podría usar si conseguía el resto de ingredientes. Por el momento, me irían bien, aunque Hont parecía decepcionado.
-No pongas esa cara. Puede ser útil.- dije, inspeccionando la garra. Era sorprendentemente adaptable. Tras un par de minutos, conseguí ponérmela apropiadamente. Flexione los dedos ligeramente. Si le daba un arañazo a alguien, iba a doler de verdad. Lancé un par de ataques al aire y sonreí, satisfecho. Después, volvimos a emprender la marcha. Aún quedaba mucho terreno que recorrer.
Tras un rato, pudimos vislumbrar un pantano. Y de allí... varios sonidos. Seguramente, los de una pelea. Cuanto más nos acercamos, más evidente era. Varios pequeños hombres rana, un simio, y... un búho blanco. Fruncí el ceño, plenamente consciente de la pluma blanca que había encontrado. Sin embargo, me relajé un poco mientras me aproximaba. No me fiaba, y estaba más que preparado para un combate si era necesario, pero haría lo posible por evitarlo.
-¡Eh! ¡Hola! ¿Quienes sois?- saludó el hombre zarigüeya. -¡Yo soy Hont, el héroe! ¿Que tal estáis? ¿Necesitáis ayuda?- preguntó. Suspiré. Aquella era una extraña primera impresión.
-Hola. Solo para asegurarme... vamos a mantener la calma, ¿eh?- dije, alzando la mano sin la garra metálica en gesto pacificador. -No tenemos motivos para pelear, a pesar de lo que haya dicho una runa en un árbol. No sé quien ha armado todo esto... pero me parece que nos subestima. No somos animales salvajes que pelean por comida.- continué, negando con la cabeza. -Sea como sea... mi nombre es Asher, y Hont ya se ha presentado. Encantado.-
Puse todos mis sentidos en alerta, dispuesto a saltar en cualquier momento. No habían atacado aún, pero si el búho era el que había manipulado la runa... tenía que andarme con cuidado.
-Parecéis saber manejaros. Tal vez nos podríamos ayudar entre nosotros. ¿Intercambiar información, tal vez? Estoy seguro de que lo que realmente quiere todo el mundo es volver a su vida normal. No es necesario derramar sangre para conseguir eso.
Asher Daregan
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
El miembro 'Asher' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Tomó la muñeca del gato y detuvo su contraataque. Acto seguido, lo lanzó contra las rocas picudas antes de que pudiera defenderse con su otra mano.
Pillado por sorpresa. Era ridículo. Durante todo el camino hacia la forja, el gorila había estado vigilando con cautela cualquier rincón en el cual podía esconderse un enemigo: debajo de las piedras, por encima de los tejados, al otro lado de las paredes en ruinas… Al llegar a la forja quedó convencido de que nadie les había seguido. La herida de su espalda era una prueba de que se había equivocado. El cocodrilo erguido, así lo llamaba Abena, le había atacado por la espalda justo en el momento que más desprevenido estuvo, cuando buscaba en la oscuridad de la forja dónde estaba Wanda.
Syl hizo lo que pudo. Estuvo bien. Al utilizar la espalda del gorila como trampolín, de alguna forma, hizo que éste volviera a ser consciente de lo que pasaba a su alrededor.
A Hambre le temblaban los dedos. Buscó entre la arena el hueso de pájaro. Cuando lo encontró, se le resbaló de la mano. La segunda vez que lo cogió, lo hizo con las dos manos para asegurarse de que no se le volviera a caer. La runa la inscribió sobre su pierna, hubiera sido más efectivo que un tercero la inscribiese en la espalda; pero no había tiempo para pedir ayuda a Abena. El gorila rugió, la herida le quemaba. Se sentía como una vaca siendo marcada por el hierro rojo. Entre bufidos, se levantó a duras penas. Golpeó el suelo con sus puños, como lo haría cualquier gorila en son de amenaza y se lanzó contra el cocodrilo.
Era rápido, mucho más que el gorila. No había ataque, puñetazo o salto, que el cocodrilo erguido no conseguía esquivar. Harambe no se rendía. Era una cuestión de orgullo. Quería devolverle el daño que le había hecho.
Sin dejar de abrazar la maza, caminó lentamente hacia la puerta cerrada. La abrió muy lentamente. De la oscuridad salió un ruido de cadenas y la risa del hombre rata. Respiró hondo. Su amiga estaba ahí dentro, tenía que saberla.
-¡Wanda! ¿Estás aquí? ¿Me oyes? Soy Abena- entró, muy despacio, a la forja - ¡Wanda!-
-¡Sí, tu amiguita está aquí conmigo! Ven, únete a nosotros. Conozco un juego muy divertido en el que se necesitan tres personas: un ciervo, un rinoceronte y una rata-.
-¡Cállate! Tú no eres Wanda- agitó la maza por delante de su pecho como si con ésta pudiera espantar la risa de la rata.
-En eso tienes razón, no soy Wanda. Mi nombre es Babel – la siguiente frase parecía que iba dirigida a otra persona- ¿Por qué no le dices algo a tu amiga?-
-¡Es una trampa! ¡HUYE!- Esa era la voz de Wanda, Abena la reconoció a la perfección.
Unas cadenas, quizás las que había estado escuchando, bajaron desde las vigas de la forja como si fueran serpientes. Abena intentó zafarse de ellas, pero sus movimientos eran bruscos y torpes, no hacía otra cosa que enredarse más y más.
Babel se deslizó por las cadenas. Llevaba la ballesta atada a su espalda. En la mano derecha tenía un cuchillo.
-¡Vete!- fue a atacar a la rata, pero se le cayó la maza de las manos.
-¿Ya te quieres ir? El juego solo acaba de empezar- rodeó el cuerno de Abena con la punta del cuchillo- Verás, cierta voz me dijo que debía matar a otros animales. A mí no me gusta matar. Es muy aburrido. ¿Sabes que me gusta? ¡Fabricar cosas! En mi taller tengo muchas recetas de muchos juguetes. Vine a la forja buscando materiales. El más importante de todos, lo tienes tú. Me lo tendrás que regalar. ¡Te lo cambio por tu amiguita! –
El cuchillo hizo su función: cortó el cuerno de Abena.
Mientras Asher hablaba, Hont se quedaba muy serio con los brazos cruzados. Si tuviera su espada de madera, hubiera dado unas cuantas estocadas al aire como muestra de su simpatía hacia los nuevos amigos. ¡Un búho y un mono! Los dos eran hombres muy fuertes, daban miedo; especialmente el mono. Él sujetaba con los dientes un hombre rana, parecía un lobo que llevaba su almuerzo recién cazado a su guarida. Al lado de Asher, Hont no tenía nada que temer. Si pasaba algo malo, estaba seguro que él lo defendería. No hacía falta que tuviera o no la espada de madera. Eran héroes de verdad; podían luchar con cualquier cosa.
-Es un placer conocerte Asher. Y a ti también, pequeño héroe. Yo soy Hibou y éste es nuestro querido amigo Bo Cheng- el búho blanco dio una palmada en la espalda del mono haciendo que escupiera la rana que tenía en la boca – Disculpad sus modales; Bo Cheng es más animal que hombre, ya me entendéis-.
-Bo Cheng, guardia del Rey Mono y servidor del Ídolo de la Luz y de la Vida- se presentó como un caballero de la Guardia de Lunargenta.
-¿No es encantador?-
Hont estuvo a punto de contestar a Hibou. No, el hombre mono no era encantador. ¡Daba miedo!
-Estoy de acuerdo, derramar sangre sería un disparate. - ¿¡Y qué había del hombre rana que había matado su amigo!? Hont se mordió los labios – La Voz todavía no nos ha dado una razón plausible para tener que obedecerla. No me juzgues con esos ojos, pequeño héroe; sé que la habéis oído. Nosotros dejamos La Voz en las baldosas por las que habéis venido-.
Tiró de los faldones de Asher para avisarle. ¡Debía de darse cuenta! La pluma blanca que vieron era de Hibou. ¡Lo acababa de confesar!
-¿Qué os parece? Vosotros nos decís todo lo que habéis aprendido en vuestro camino y yo os diré lo que sé-.
* Asher: Siento que haya una parte más emocionante que la otra, para mí resulta más cómodo a la hora de escribir los posts y llevar el tema. Si prefieres que estén las dos igual de equilibradas en todos los post, puedes decírmelo.
Parte Syl La mala runa ha hecho que fracases en su contraataque. La elección de dejar a Abena sola, ha hecho que Babel le cortase el cuerno. Después de esto, la rata escapa. Harambe, como habías predicho, ha ido a defender a Syl. El cocodrilo no parece querer matar. Los dos estáis muy heridos. Podéis enfrentaros de nuevo al cocodrilo o desinteresaros por él e ir a salvaguardar a Abena y Wanda. Si eliges la primera opción, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
Harambe: Indiferente
Abena: Confía en Syl
Parte Asher Tienes una oportunidad de ganarte la confianza de Hibou y Bo Cheng. Has sido tú quién ha propuesto cambiar la información: deberás decirle a Hibou todo lo que sabes acerca de la Gran Caza. Dependiendo de lo que le digas, conseguirás o no su confianza.
Hont Confía en Asher
Hibou Indiferente.
Bo Cheng Indiferente.
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Pillado por sorpresa. Era ridículo. Durante todo el camino hacia la forja, el gorila había estado vigilando con cautela cualquier rincón en el cual podía esconderse un enemigo: debajo de las piedras, por encima de los tejados, al otro lado de las paredes en ruinas… Al llegar a la forja quedó convencido de que nadie les había seguido. La herida de su espalda era una prueba de que se había equivocado. El cocodrilo erguido, así lo llamaba Abena, le había atacado por la espalda justo en el momento que más desprevenido estuvo, cuando buscaba en la oscuridad de la forja dónde estaba Wanda.
Syl hizo lo que pudo. Estuvo bien. Al utilizar la espalda del gorila como trampolín, de alguna forma, hizo que éste volviera a ser consciente de lo que pasaba a su alrededor.
A Hambre le temblaban los dedos. Buscó entre la arena el hueso de pájaro. Cuando lo encontró, se le resbaló de la mano. La segunda vez que lo cogió, lo hizo con las dos manos para asegurarse de que no se le volviera a caer. La runa la inscribió sobre su pierna, hubiera sido más efectivo que un tercero la inscribiese en la espalda; pero no había tiempo para pedir ayuda a Abena. El gorila rugió, la herida le quemaba. Se sentía como una vaca siendo marcada por el hierro rojo. Entre bufidos, se levantó a duras penas. Golpeó el suelo con sus puños, como lo haría cualquier gorila en son de amenaza y se lanzó contra el cocodrilo.
Era rápido, mucho más que el gorila. No había ataque, puñetazo o salto, que el cocodrilo erguido no conseguía esquivar. Harambe no se rendía. Era una cuestión de orgullo. Quería devolverle el daño que le había hecho.
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Sin dejar de abrazar la maza, caminó lentamente hacia la puerta cerrada. La abrió muy lentamente. De la oscuridad salió un ruido de cadenas y la risa del hombre rata. Respiró hondo. Su amiga estaba ahí dentro, tenía que saberla.
-¡Wanda! ¿Estás aquí? ¿Me oyes? Soy Abena- entró, muy despacio, a la forja - ¡Wanda!-
-¡Sí, tu amiguita está aquí conmigo! Ven, únete a nosotros. Conozco un juego muy divertido en el que se necesitan tres personas: un ciervo, un rinoceronte y una rata-.
-¡Cállate! Tú no eres Wanda- agitó la maza por delante de su pecho como si con ésta pudiera espantar la risa de la rata.
-En eso tienes razón, no soy Wanda. Mi nombre es Babel – la siguiente frase parecía que iba dirigida a otra persona- ¿Por qué no le dices algo a tu amiga?-
-¡Es una trampa! ¡HUYE!- Esa era la voz de Wanda, Abena la reconoció a la perfección.
Unas cadenas, quizás las que había estado escuchando, bajaron desde las vigas de la forja como si fueran serpientes. Abena intentó zafarse de ellas, pero sus movimientos eran bruscos y torpes, no hacía otra cosa que enredarse más y más.
Babel se deslizó por las cadenas. Llevaba la ballesta atada a su espalda. En la mano derecha tenía un cuchillo.
-¡Vete!- fue a atacar a la rata, pero se le cayó la maza de las manos.
-¿Ya te quieres ir? El juego solo acaba de empezar- rodeó el cuerno de Abena con la punta del cuchillo- Verás, cierta voz me dijo que debía matar a otros animales. A mí no me gusta matar. Es muy aburrido. ¿Sabes que me gusta? ¡Fabricar cosas! En mi taller tengo muchas recetas de muchos juguetes. Vine a la forja buscando materiales. El más importante de todos, lo tienes tú. Me lo tendrás que regalar. ¡Te lo cambio por tu amiguita! –
El cuchillo hizo su función: cortó el cuerno de Abena.
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Mientras Asher hablaba, Hont se quedaba muy serio con los brazos cruzados. Si tuviera su espada de madera, hubiera dado unas cuantas estocadas al aire como muestra de su simpatía hacia los nuevos amigos. ¡Un búho y un mono! Los dos eran hombres muy fuertes, daban miedo; especialmente el mono. Él sujetaba con los dientes un hombre rana, parecía un lobo que llevaba su almuerzo recién cazado a su guarida. Al lado de Asher, Hont no tenía nada que temer. Si pasaba algo malo, estaba seguro que él lo defendería. No hacía falta que tuviera o no la espada de madera. Eran héroes de verdad; podían luchar con cualquier cosa.
-Es un placer conocerte Asher. Y a ti también, pequeño héroe. Yo soy Hibou y éste es nuestro querido amigo Bo Cheng- el búho blanco dio una palmada en la espalda del mono haciendo que escupiera la rana que tenía en la boca – Disculpad sus modales; Bo Cheng es más animal que hombre, ya me entendéis-.
-Bo Cheng, guardia del Rey Mono y servidor del Ídolo de la Luz y de la Vida- se presentó como un caballero de la Guardia de Lunargenta.
-¿No es encantador?-
Hont estuvo a punto de contestar a Hibou. No, el hombre mono no era encantador. ¡Daba miedo!
-Estoy de acuerdo, derramar sangre sería un disparate. - ¿¡Y qué había del hombre rana que había matado su amigo!? Hont se mordió los labios – La Voz todavía no nos ha dado una razón plausible para tener que obedecerla. No me juzgues con esos ojos, pequeño héroe; sé que la habéis oído. Nosotros dejamos La Voz en las baldosas por las que habéis venido-.
Tiró de los faldones de Asher para avisarle. ¡Debía de darse cuenta! La pluma blanca que vieron era de Hibou. ¡Lo acababa de confesar!
-¿Qué os parece? Vosotros nos decís todo lo que habéis aprendido en vuestro camino y yo os diré lo que sé-.
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* Asher: Siento que haya una parte más emocionante que la otra, para mí resulta más cómodo a la hora de escribir los posts y llevar el tema. Si prefieres que estén las dos igual de equilibradas en todos los post, puedes decírmelo.
Parte Syl La mala runa ha hecho que fracases en su contraataque. La elección de dejar a Abena sola, ha hecho que Babel le cortase el cuerno. Después de esto, la rata escapa. Harambe, como habías predicho, ha ido a defender a Syl. El cocodrilo no parece querer matar. Los dos estáis muy heridos. Podéis enfrentaros de nuevo al cocodrilo o desinteresaros por él e ir a salvaguardar a Abena y Wanda. Si eliges la primera opción, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
Harambe: Indiferente
Abena: Confía en Syl
Parte Asher Tienes una oportunidad de ganarte la confianza de Hibou y Bo Cheng. Has sido tú quién ha propuesto cambiar la información: deberás decirle a Hibou todo lo que sabes acerca de la Gran Caza. Dependiendo de lo que le digas, conseguirás o no su confianza.
Hont Confía en Asher
Hibou Indiferente.
Bo Cheng Indiferente.
Última edición por Sigel el Sáb Dic 30 2017, 21:13, editado 1 vez
Sigel
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Syl se levantó con un gruñido, notando algunas punzadas de dolor en su costado. El impacto contra las piedras no le había dejado sin aire, pero si le había provocado algunos rasguños. Nada de lo que preocuparse por el momento: el gorila lo estaba pasando peor. El guerrero parecía estar centrándose en esquivar los ataques, más que en matar.
Aquello era malo. ¿Estaba intentando huir? En un principio, había pensado que la trampa era para matar a más cazadores, pero era posible que se equivocase. Syl escuchó gritos del interior de la forja. Tal vez dejar sola a la mujer rinoceronte no había sido la mejor idea. Pero no había vuelta atrás. Harambe estaba prácticamente en frenesí. Quería matar, y el gato no tenía intención de meterse en su camino.
El felino colocó un virote en su ballesta y se clavó una rodilla en el suelo. Temblaba. Inspiró hondo, molesto consigo mismo, y estabilizó su respiración. Frío, aire frío. Los movimientos del gorila y el cocodrilo eran demasiado rápidos. Tenía que concentrarse. Había una pequeña abertura en la armadura. A la altura de la rodilla. Podía incapacitarlo. No dudaba de que Harambe le rompería el cuello al lagarto una vez estuviese vulnerable.
Un temor empezó a manifestarse en el estómago del gato. Si fallaba, podía acabar dándole a Harambe. Se lo quitó de la cabeza. Había apoyado a Asher muchas veces de la misma forma, y ninguna había acabado acertando al perro. Aquello no era como en Dalmasca. Lo haría bien.
-Espíritus. Hacedme un favor...- musitó.
Syl contuvo su respiración, y disparó su ballesta.
Suspiré algo más tranquilo. El hombre buho estaba siendo gentil y educado, lo cual era sorprendente en aquel lugar. Sin embargo, no nos habían atacado a la primera de cambio. Hont, por su parte, no parecía tan aliviado.
-Tranquilo, Hont. Sé que parecen duros, pero por eso mismo es mejor cooperar, ¿no?- pregunté, tocandole el hombro ligeramente. Algo en mi interior estaba completamente de acuerdo con el hombre zarigüeya. Como una voz dentro de mi que temblaba y rugía, advirtiéndome que no me fiase. Pero me negaba a guiarme en base a prejuicios. -Encantado de conoceros.- asentí.
Escuché atentamente las palabras de Hibou. El buho era frío, y, honestamente, dudaba de que derramar sangre le importase demasiado. Nos había dejado una trampa potencialmente peligrosa, después de todo. Reí ligeramente y saqué la pluma blanca de mi bolsillo, tendiéndosela a Hibou.
-Creo que esto es tuyo. Interesante truco, por cierto. Convertir la runa de "abrir" en una de "ira" cambiando un solo punto...- Hibou era listo. Lo cual no dejaba de hacer que me preocupase más. Alguien idiota no era peligroso. Sin embargo, eso también significaba que nos podía ayudar más. -Imagino que también te has dado cuenta, ¿no? Las runas. La voz viene de ellas, y apostaría a que casi todas las trampas funcionan igual.- sugerí.
Suspiré hondo, pensando en lo que podía decir a partir de lo que sabía.
-Muy bien... sé que estamos en los bosques del este. Los árboles son similares... posiblemente en la zona norte, puesto que el frío no los ha afectado mucho. La... "Voz" parece estar controlada por alguien con objetivos muy claros. Y conocimientos arcanos. No he encontrado ningún rastro humano aún, y empiezo a pensar que solo ha reunido hombres bestia.- Como si no tuviésemos suficiente con ser despreciados en las ciudades humanas, ahora también nos juntaban para matarnos entre nosotros. -El que nos ha traído aquí nos ha observado. Conoce nuestras habilidades. Nos ha proporcionado cosas especificas para lo que sabemos hacer. Ha mencionado varias veces la "Gran Caza", y algo sobre un Salón de la Gloria... Implicando que quiere que matemos a otros para dejarnos pasar. Aunque quien sabe lo que hay allí. Podría ser perfectamente otra trampa mayor.- gruñí. Pensé en lo que dijo la runa. Una y otra vez. Podía recitarlo casi a la perfección.
-Pero... ahora que lo pienso, las palabras que usa... ¿No son algo raras? "Tan solo podéis pasar si antes elimináis a los otros jugadores o demostráis ser un gran cazador." Esa última parte... ¿Por qué añadir eso? Supongo que se puede ser un gran cazador sin matar a otros...- cavilé. -Pero es extraño que nos haya puesto en parejas. "Recordad: Mantened a vuestro compañero vivo. Manteneos Vivos. Si uno muere, el otro también lo hará." Manteneos vivos, manteneos vivos... ¿Por qué emparejarnos? Además...- hice una pausa. Había algo que me había parecido extraño desde un comienzo. -¿Estamos seguros de que sabemos quien es nuestro compañero? Parece... raro el habernos asignado a alguien tan distinto. Es decir, si nos ha traido aquí por ser hombres bestias, lo lógico sería que nos agrupasen por especie... sin ofender, Hont. Estoy contento de que tú seas mi compañero.- añadí.
-Vale, he hablado demasiado. ¿Que hay de vosotros? ¿Alguna idea sobre este sitio?- inquirí. -Y, solo por curiosidad... ¿donde estabais antes de aparecer aquí?
Aquello era malo. ¿Estaba intentando huir? En un principio, había pensado que la trampa era para matar a más cazadores, pero era posible que se equivocase. Syl escuchó gritos del interior de la forja. Tal vez dejar sola a la mujer rinoceronte no había sido la mejor idea. Pero no había vuelta atrás. Harambe estaba prácticamente en frenesí. Quería matar, y el gato no tenía intención de meterse en su camino.
El felino colocó un virote en su ballesta y se clavó una rodilla en el suelo. Temblaba. Inspiró hondo, molesto consigo mismo, y estabilizó su respiración. Frío, aire frío. Los movimientos del gorila y el cocodrilo eran demasiado rápidos. Tenía que concentrarse. Había una pequeña abertura en la armadura. A la altura de la rodilla. Podía incapacitarlo. No dudaba de que Harambe le rompería el cuello al lagarto una vez estuviese vulnerable.
Un temor empezó a manifestarse en el estómago del gato. Si fallaba, podía acabar dándole a Harambe. Se lo quitó de la cabeza. Había apoyado a Asher muchas veces de la misma forma, y ninguna había acabado acertando al perro. Aquello no era como en Dalmasca. Lo haría bien.
-Espíritus. Hacedme un favor...- musitó.
Syl contuvo su respiración, y disparó su ballesta.
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Suspiré algo más tranquilo. El hombre buho estaba siendo gentil y educado, lo cual era sorprendente en aquel lugar. Sin embargo, no nos habían atacado a la primera de cambio. Hont, por su parte, no parecía tan aliviado.
-Tranquilo, Hont. Sé que parecen duros, pero por eso mismo es mejor cooperar, ¿no?- pregunté, tocandole el hombro ligeramente. Algo en mi interior estaba completamente de acuerdo con el hombre zarigüeya. Como una voz dentro de mi que temblaba y rugía, advirtiéndome que no me fiase. Pero me negaba a guiarme en base a prejuicios. -Encantado de conoceros.- asentí.
Escuché atentamente las palabras de Hibou. El buho era frío, y, honestamente, dudaba de que derramar sangre le importase demasiado. Nos había dejado una trampa potencialmente peligrosa, después de todo. Reí ligeramente y saqué la pluma blanca de mi bolsillo, tendiéndosela a Hibou.
-Creo que esto es tuyo. Interesante truco, por cierto. Convertir la runa de "abrir" en una de "ira" cambiando un solo punto...- Hibou era listo. Lo cual no dejaba de hacer que me preocupase más. Alguien idiota no era peligroso. Sin embargo, eso también significaba que nos podía ayudar más. -Imagino que también te has dado cuenta, ¿no? Las runas. La voz viene de ellas, y apostaría a que casi todas las trampas funcionan igual.- sugerí.
Suspiré hondo, pensando en lo que podía decir a partir de lo que sabía.
-Muy bien... sé que estamos en los bosques del este. Los árboles son similares... posiblemente en la zona norte, puesto que el frío no los ha afectado mucho. La... "Voz" parece estar controlada por alguien con objetivos muy claros. Y conocimientos arcanos. No he encontrado ningún rastro humano aún, y empiezo a pensar que solo ha reunido hombres bestia.- Como si no tuviésemos suficiente con ser despreciados en las ciudades humanas, ahora también nos juntaban para matarnos entre nosotros. -El que nos ha traído aquí nos ha observado. Conoce nuestras habilidades. Nos ha proporcionado cosas especificas para lo que sabemos hacer. Ha mencionado varias veces la "Gran Caza", y algo sobre un Salón de la Gloria... Implicando que quiere que matemos a otros para dejarnos pasar. Aunque quien sabe lo que hay allí. Podría ser perfectamente otra trampa mayor.- gruñí. Pensé en lo que dijo la runa. Una y otra vez. Podía recitarlo casi a la perfección.
-Pero... ahora que lo pienso, las palabras que usa... ¿No son algo raras? "Tan solo podéis pasar si antes elimináis a los otros jugadores o demostráis ser un gran cazador." Esa última parte... ¿Por qué añadir eso? Supongo que se puede ser un gran cazador sin matar a otros...- cavilé. -Pero es extraño que nos haya puesto en parejas. "Recordad: Mantened a vuestro compañero vivo. Manteneos Vivos. Si uno muere, el otro también lo hará." Manteneos vivos, manteneos vivos... ¿Por qué emparejarnos? Además...- hice una pausa. Había algo que me había parecido extraño desde un comienzo. -¿Estamos seguros de que sabemos quien es nuestro compañero? Parece... raro el habernos asignado a alguien tan distinto. Es decir, si nos ha traido aquí por ser hombres bestias, lo lógico sería que nos agrupasen por especie... sin ofender, Hont. Estoy contento de que tú seas mi compañero.- añadí.
-Vale, he hablado demasiado. ¿Que hay de vosotros? ¿Alguna idea sobre este sitio?- inquirí. -Y, solo por curiosidad... ¿donde estabais antes de aparecer aquí?
Asher Daregan
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
El miembro 'Asher' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Abasi cayó de rodillas. El gato le disparó una flecha de punta dura encima de la rótula. El gorila, severo, aprovechó el momento de debilidad; levantó los brazos, grandes como montañas, por encima de los hombros del cocodrilo. Este último esquive no fue tan propicio como los anteriores. Abasi se dejó caer al suelo por completó y rodó hasta alejarse del gorila. Pensó que lo había dejado quieto cuando le clavó las cuchillas; que no iba a ser un problema. El gato tampoco tenía que serlo; debió quedarse quieto en las piedras. Babel lo prometió: La rinoceronte volvería con ayuda, pero nadie iba a ser un problema.
-¿A qué viene tanto miedo? Con lo grande que eras podrías matarlos en un santiamén- dijo Babel.
-Yo no mató-.
-Pues mándalos dormir, que se queden muy quietecitos-.
Babel mintió. Dijo muchas mentiras. Dijo que utilizaría el cuerno de la rinoceronte para fabricar un juguete que les sacará del bosque. Abasi volvería a casa, a la cloaca.
-Babel lo prometió- la voz de Abasi sonaba como la de un niño grande- tenías que quedarte dormido, quieto. Babel cogería el cuerno y nos iríamos de aquí. Lo prometió-.
El gorila se colocó encima de Abasi. A grandes golpes y tirones, le arrancó la armadura pieza a pieza. Cogió el regalo de la Campana (así llamaba Abasi a los guanteletes), los estuvo observó unos minutos y luego se los pasó a su compañero gato.
-Syl acércate, nuestro amigo está cantando-.
Wanda tomó a Abena del hombro. La chica rinoceronte pesaba el doble que la cierva, puede que incluso más; los llantos y gritos no hicieron que la carga fuera más ligera, todo lo contrario. Wanda sabía todo lo que hacía falta saber para calmar el dolor de Abena; que tuviera los materiales era otra historia de la cual no quería preocuparse. Lo más importante era sacar a Abena de la forja. La rata, maldita y odiosa criatura, podía volver a aparecer en cualquier momento. Aunque, si se detenía a pensarlo, la rata no tenía motivos para volver. Quería el cuerno de Abena, ¡felicidades! A base de utilizar a Wanda como cebo, había conseguido que la rinoceronte regresase a la forja. Después de cortarle el cuerno con una sierra, liberó al cebo y se marchó entre las sombras.
-Tranquila, te pondrás bien. He visto a animales más grandes que tú sobrevivir sin sus cuernos- no mentía, lo había visto. El eufemismo quedaba en la razón que solamente los animales con cuernos podían entender: era pura estética. Sin el cuerno, Abena no parecía una rinoceronte, sino una hipopótamo musculada.
Fuera de la forja, Wanda se dio cuenta de quiénes habían sido los causantes de que Abena volviera a la forja. ¿El lagarto y la rata? Ni por asomo. El gato y el gorila, los prototipos de héroes por excelencia, era quienes tenían la culpa. Abena, por sí sola, no era suficiente valiente para regresar.
-Vosotros dos, dejad de jugar con la lagartija y echadme una mano-.
Hibou giró la cabeza para ver los árboles de su alrededor, su cuello dio la vuelta entera. Hont había visto a otros búhos hacer mover el cuello, no debería sorprenderle. Sin embargo, había algo en los ojos de Hibou que no le gustaba nada en absoluto. Algo muy malo. Era como si estuviera pensando en la mejor forma de hacer cosas malas a todo lo que le envuelve: a los árboles, al agua del pantano, a los nenúfares, a los flores bichos, a su compañero y hacia Asher.
-Halago tu capacidad de observación y tu facilidad a la hora de hacerte preguntas. Reconozco que no me había dado cuenta de dónde estamos, no soy un experto en la flora. Sobre todo, destaco tus preguntas sobre las palabras de La Voz. Dijo o, entre las cinco vocales que existen en la lengua común, eligió utilizar la o. Aquello o lo otro; no dijo: aquello y lo otro-.
Hont prestaba atención a las palabras de Hibou, lo vigilaba. No entendía lo que decía, pero si pronunciaba una palabra que sonase mal, como un insulto, le llenaría el culo de azotes.
-Déjame que os cuente una historia, seré breve: Antes de llegar aquí… el Bosque del Este, ¿verdad? Cumplía mi oficio como consejero del comandante Beltrán. Un buen hombre, siempre al servicio de sus superiores. Si me lo permitís, que no salga entre nosotros, el comandante era un poco falto de sesera. Sus ejércitos y sus estrategias eran comandados por mí. A los ojos de los humanos, Beltrán era el honorable caballero; en las sombras, era yo quién cumplía su deber. Un hombre bestia como comandante sería algo inviable – se agachó y acarició la tierra - El lugar, la zona de combate, nunca fue de mi interés, como has podido comprobar. Había otros asuntos que me parecían más importantes, entre ellos destacan dos: cómo formar a un ejército y cómo prepararles para el combate. Respecto a lo primero, gustaba de equilibrar la balanza. Ponía a un guerrero con buenas dotes de liderazgo al lado de un enclenque necesitado de disciplina. Así es como La Voz nos ha emparejado. No estuve seguro hasta que nos reunimos. El segundo punto vital de mis estrategias era el entrenamiento- señaló a la rana muerta bajo los pies del hombre mono - Entrenamiento- repitió mucho más despacio. – Adelante, Bo Cheng, háblanos sobre ti-.
-Soy Bo Cheng, guardia del Rey de los Monos y servidor del Ídolo de la Luz y de la Vida- Hont se dio cuenta que el mono repitió la misma frase que utilizó para presentarse. Era un mono muy raro.
Detrás de Hibou y Bo Cheng sonaban murmuros acuáticos, pantanosos. Los hombres rana estaban escondidos bajo el agua. Hont alcanzó a ver el reflejo de una punta de flecha asomando por el agua. El instinto de zarigüeya de Hont le dijo que no se metiera, que las ranas atacarían a Hibou y a Bo Cheng porque son malos.
Hont dio un paso atrás, resbaló con una piedra y cayó de bruces contra el suelo. Estornudó, antes de despertar con Asher Hont tuvo una época de muchos estornudos. A tientas entre el pantano, buscó un trozo de alga que le ayudase a limpiarse los mocos. Creyó haberlo encontrado y tiró de él; para su desgracia no se trataba de ninguna alga, sino de un montón de plumas blancas que asomaban de la boca de un hombre rana.
-Entrenamiento- repitió Hibou con una sonrisa.
* Asher:
Parte Syl En el siguiente turno tienes mucho qué hacer: decidir qué hacer con Abasi, socorrer a Abena y decidir cuál será tu siguiente camino: Este, Norte o Sur. Ahora que Babel, experto en trampas, está libre, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses por ver si te topas con una de sus trampas.
Harambe: Indiferente
Abena: Confía en Syl
Wanda Desconfía de Syl y de Harambe
Parte Asher Recibes mucha información por parte de Hibou, si es cierta o no es algo que no te puedo garantizar. Es lo que el personaje cree que es cierto según sus vivencias (parecido a lo que Harambe cuenta sobre el Anfitrión). Los hombres ranas están preparando su vengan a la vez que Hont encuentra otro hombre rana asesinado por Hibou. En el siguiente turno deberás decidir si ayudas a Hibuo y Bo Cheng con las ranas o haces caso de Hont y te vas de ahí a otra zona del mapa (Este, Oeste o Norte).
Hont Confía en Asher
Hibou Indiferente.
Bo Cheng Indiferente.
-¿A qué viene tanto miedo? Con lo grande que eras podrías matarlos en un santiamén- dijo Babel.
-Yo no mató-.
-Pues mándalos dormir, que se queden muy quietecitos-.
Babel mintió. Dijo muchas mentiras. Dijo que utilizaría el cuerno de la rinoceronte para fabricar un juguete que les sacará del bosque. Abasi volvería a casa, a la cloaca.
-Babel lo prometió- la voz de Abasi sonaba como la de un niño grande- tenías que quedarte dormido, quieto. Babel cogería el cuerno y nos iríamos de aquí. Lo prometió-.
El gorila se colocó encima de Abasi. A grandes golpes y tirones, le arrancó la armadura pieza a pieza. Cogió el regalo de la Campana (así llamaba Abasi a los guanteletes), los estuvo observó unos minutos y luego se los pasó a su compañero gato.
-Syl acércate, nuestro amigo está cantando-.
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Wanda tomó a Abena del hombro. La chica rinoceronte pesaba el doble que la cierva, puede que incluso más; los llantos y gritos no hicieron que la carga fuera más ligera, todo lo contrario. Wanda sabía todo lo que hacía falta saber para calmar el dolor de Abena; que tuviera los materiales era otra historia de la cual no quería preocuparse. Lo más importante era sacar a Abena de la forja. La rata, maldita y odiosa criatura, podía volver a aparecer en cualquier momento. Aunque, si se detenía a pensarlo, la rata no tenía motivos para volver. Quería el cuerno de Abena, ¡felicidades! A base de utilizar a Wanda como cebo, había conseguido que la rinoceronte regresase a la forja. Después de cortarle el cuerno con una sierra, liberó al cebo y se marchó entre las sombras.
-Tranquila, te pondrás bien. He visto a animales más grandes que tú sobrevivir sin sus cuernos- no mentía, lo había visto. El eufemismo quedaba en la razón que solamente los animales con cuernos podían entender: era pura estética. Sin el cuerno, Abena no parecía una rinoceronte, sino una hipopótamo musculada.
Fuera de la forja, Wanda se dio cuenta de quiénes habían sido los causantes de que Abena volviera a la forja. ¿El lagarto y la rata? Ni por asomo. El gato y el gorila, los prototipos de héroes por excelencia, era quienes tenían la culpa. Abena, por sí sola, no era suficiente valiente para regresar.
-Vosotros dos, dejad de jugar con la lagartija y echadme una mano-.
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Hibou giró la cabeza para ver los árboles de su alrededor, su cuello dio la vuelta entera. Hont había visto a otros búhos hacer mover el cuello, no debería sorprenderle. Sin embargo, había algo en los ojos de Hibou que no le gustaba nada en absoluto. Algo muy malo. Era como si estuviera pensando en la mejor forma de hacer cosas malas a todo lo que le envuelve: a los árboles, al agua del pantano, a los nenúfares, a los flores bichos, a su compañero y hacia Asher.
-Halago tu capacidad de observación y tu facilidad a la hora de hacerte preguntas. Reconozco que no me había dado cuenta de dónde estamos, no soy un experto en la flora. Sobre todo, destaco tus preguntas sobre las palabras de La Voz. Dijo o, entre las cinco vocales que existen en la lengua común, eligió utilizar la o. Aquello o lo otro; no dijo: aquello y lo otro-.
Hont prestaba atención a las palabras de Hibou, lo vigilaba. No entendía lo que decía, pero si pronunciaba una palabra que sonase mal, como un insulto, le llenaría el culo de azotes.
-Déjame que os cuente una historia, seré breve: Antes de llegar aquí… el Bosque del Este, ¿verdad? Cumplía mi oficio como consejero del comandante Beltrán. Un buen hombre, siempre al servicio de sus superiores. Si me lo permitís, que no salga entre nosotros, el comandante era un poco falto de sesera. Sus ejércitos y sus estrategias eran comandados por mí. A los ojos de los humanos, Beltrán era el honorable caballero; en las sombras, era yo quién cumplía su deber. Un hombre bestia como comandante sería algo inviable – se agachó y acarició la tierra - El lugar, la zona de combate, nunca fue de mi interés, como has podido comprobar. Había otros asuntos que me parecían más importantes, entre ellos destacan dos: cómo formar a un ejército y cómo prepararles para el combate. Respecto a lo primero, gustaba de equilibrar la balanza. Ponía a un guerrero con buenas dotes de liderazgo al lado de un enclenque necesitado de disciplina. Así es como La Voz nos ha emparejado. No estuve seguro hasta que nos reunimos. El segundo punto vital de mis estrategias era el entrenamiento- señaló a la rana muerta bajo los pies del hombre mono - Entrenamiento- repitió mucho más despacio. – Adelante, Bo Cheng, háblanos sobre ti-.
-Soy Bo Cheng, guardia del Rey de los Monos y servidor del Ídolo de la Luz y de la Vida- Hont se dio cuenta que el mono repitió la misma frase que utilizó para presentarse. Era un mono muy raro.
Detrás de Hibou y Bo Cheng sonaban murmuros acuáticos, pantanosos. Los hombres rana estaban escondidos bajo el agua. Hont alcanzó a ver el reflejo de una punta de flecha asomando por el agua. El instinto de zarigüeya de Hont le dijo que no se metiera, que las ranas atacarían a Hibou y a Bo Cheng porque son malos.
Hont dio un paso atrás, resbaló con una piedra y cayó de bruces contra el suelo. Estornudó, antes de despertar con Asher Hont tuvo una época de muchos estornudos. A tientas entre el pantano, buscó un trozo de alga que le ayudase a limpiarse los mocos. Creyó haberlo encontrado y tiró de él; para su desgracia no se trataba de ninguna alga, sino de un montón de plumas blancas que asomaban de la boca de un hombre rana.
-Entrenamiento- repitió Hibou con una sonrisa.
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* Asher:
Parte Syl En el siguiente turno tienes mucho qué hacer: decidir qué hacer con Abasi, socorrer a Abena y decidir cuál será tu siguiente camino: Este, Norte o Sur. Ahora que Babel, experto en trampas, está libre, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses por ver si te topas con una de sus trampas.
Harambe: Indiferente
Abena: Confía en Syl
Wanda Desconfía de Syl y de Harambe
Parte Asher Recibes mucha información por parte de Hibou, si es cierta o no es algo que no te puedo garantizar. Es lo que el personaje cree que es cierto según sus vivencias (parecido a lo que Harambe cuenta sobre el Anfitrión). Los hombres ranas están preparando su vengan a la vez que Hont encuentra otro hombre rana asesinado por Hibou. En el siguiente turno deberás decidir si ayudas a Hibuo y Bo Cheng con las ranas o haces caso de Hont y te vas de ahí a otra zona del mapa (Este, Oeste o Norte).
Hont Confía en Asher
Hibou Indiferente.
Bo Cheng Indiferente.
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Syl suspiró. Todo había salido bien, al parecer. El reptil estaba inmovilizado bajo Harambe, hablando sobre un tal Babel. Y el cuerno. ¿Cuerno? El gato miró hacia atrás. La puerta de la forja estaba abierta, y una mujer ciervo les miraba con expresión severa. Estaba cargando con Abena, a quien... le faltaba un cuerno.
Esbozó una mueca. Habían mutilado a la mujer rinoceronte. La idea era bastante perturbadora. Eso debía ser a lo que se refería el cocodrilo. Harambe le ofreció algo a Syl, que cogió para inspeccionar con cuidado. Guanteletes. Tres afiladas cuchillas sobresalían de cada uno. Era la primera vez que veía un arma de ese estilo de cerca. ¿Se los estaba dando? El gorila no parecía tener interés en ellos. El gato se colocó uno de los guanteletes y accionó un pequeño mecanismo en la parte de abajo. Las cuchillas se movieron, dándoles un alcance decente.
Siempre podía tratarlos como una daga.
-Tenemos que movernos.- murmuró el gato. Cuanto antes saliesen de aquel lugar repleto de trampas, mejor. Pero había dos asuntos con los que lidiar primero. El cocodrilo aún gemía cosas sobre Babel. Quedarse dormido. Sonaba a que había sido engañado. El felino suspiró. Aquello no lo hacía más fácil. -Esto no es por el juego, la caza o lo que sea. Es porque nos has atacado.- murmuró, colocándose junto al reptil. Sus propias acciones le habían llevado hasta allí. Fuese engañado o no, era un idiota peligroso. Y dejar a alguien así vivo era un riesgo que no podían asumir.
-Que el Dragón de Agua te proteja en tu viaje.- musitó Syl. Una pequeña plegaria para el Guía más similar a él que conocía. Las cuchillas se clavaron en el corazón del reptil, perforándolo al instante. Fue rápido. Lo único que soltó fue una exclamación de sorpresa antes de perder el conocimiento. El arquero desencajó las hojas, ahora ensangrentadas, y cerró los ojos del reptil. -No tenemos tiempo para un interrogatorio.- se excuso, dirigiéndose a Harambe. -Y además, ya no tenemos que preocuparnos de la rata. O de lo que haga con un cuerno. De todas formas... buen trabajo. Y gracias. Hacemos un buen equipo.- terminó, asintiendo ligeramente.
Syl se dirigió a Abena y Wanda. Habían terminado con aquello. Mejor cambiar de lugar.
-Abena dijo que puedes curar heridas. Eso nos vendría bien.- dijo, cogiendo a la mujer rinoceronte del brazo libre. Espíritus, que pesada era. -Tu curas al gorila, y nosotros evitamos que nos maten a la primera de cambio.- No, eso no funcionaría. La mirada de la mujer ciervo era casi hostil. -Escucha, sé que no te gusta que le hayan herido. Pero si no hubiésemos vuelto, podrías estar muerta. Y ella también. No podíamos saber que era lo que querían sin venir.- aclaró.
El felino suspiró. Por esa clase de cosas prefería que Asher se encargase de hablar.
Hibou era un poco perturbador.
Lo había asumido por completo. La manera de hablar, la forma de moverse, y ese giro de cuello era más que suficiente para que me diese mala espina. Por eso comprendía la mirada de Hont. El hombre zarigüeya no había dicho nada en un rato, pero no hacía falta. Entendía perfectamente lo que sentía en ese momento.
Pero aun así, sería injusto guiarme sólo por eso. Las palabras del buho no eran hostiles en absoluto. Incluso si su forma de moverse le podía poner los pelos de punta a alguien. Había lidiado con gente más tenebrosa que había resultado ser inofensiva. O útil, al menos.
-Así que eras básicamente un comandante... impresionante. Llegar hasta ese puesto no es nada fácil, y menos desde las sombras.- asentí. Salvo que fuese por derecho de nacimiento, escalar en los rangos de un ejercito era casi imposible. Hibou debía tener cierto mérito como estratega. Sin embargo, gruñí ligeramente ante cierto detalle. -Malditos humanos. Las cosas no tendrían que ser así. Si el comandante era idiota, tú te merecías el puesto, no él.- dije, cruzándome de brazos. Sin embargo, continué escuchando. La teoría sobre las parejas era interesante. No podía demostrar que fuese certera aún, pero podía pensar en ello.
Agité una oreja. Algo venía del pantano. Me puse en guardia, con la garra de metal por delante. Más hombres rana. Estaba bastante seguro de que el dialogo no era una opción. Querían venganza. Saqué a Hont de las aguas pantanosas y lo coloqué sobre la orilla.
-Mantente alerta.- advertí, tanto por mi propio bien como por el suyo. -Y se valiente. Los héroes nunca tienen miedo.
Una flecha asomó de las aguas. Me encorvé hacia adelante... y salté, justo enfrente de uno de los hombres rana, que cayó hacia atrás por la sorpresa. El anfibio intentó recomponerse, apuntando su arco hacia mi. No tuvo tiempo. Lo arranqué de sus patas con un manotazo, y desgarré la cuerda con mi arma. A continuación, tomé a aquel viscoso ser de las raidas prendas que llevaba, y lo arrojé con fuerza.
Siguiente. Aquel mono, Bo Cheng, parecía estar arreglandoselas bastante bien, avanzando a saltos por la cienaga. Hice lo mismo, aproximandome a otro de los anuros e incapacitándolo con una buena patada. Nada letal, por supuesto: iba a asegurarme de hacer precisamente lo contrario de lo que mandaba la voz. No iba a matar, salvo que fuese necesario.
Uno a uno, los hombres rana cayeron en número. Finalmente, dejaron de ser una amenaza. Hibou tenía razón. No habían sido más que entrenamiento. Algunas flechas se habían acercado a tocarme, por supuesto, pero había conseguido evitarlas. Volví a donde se encontraban Hont y el búho. Teníamos que dejar de perder el tiempo.
-Sería mejor moverse de aquí.- sugerí. -Demasiado entrenamiento puede acabar en heridas. Vamos a ir hacia el Norte. ¿Nos acompañáis?- sugerí. Eran hábiles. Era mejor ir en grupo. Como mínimo, tener más gente podía intimidar a otras parejas de cazadores y evitar que atacasen. Pero había aún había algo que quería decir. -Una cosa, Bo Cheng... ¿Qué es el Ídolo de la Luz que has mencionado?- pregunté. Era lo único que había dicho desde que le vi, después de todo.
Syl va al Norte.
Asher ayuda a Hibou y Bo Cheng, y sugiere ir al Norte también si aún es posible.
Esbozó una mueca. Habían mutilado a la mujer rinoceronte. La idea era bastante perturbadora. Eso debía ser a lo que se refería el cocodrilo. Harambe le ofreció algo a Syl, que cogió para inspeccionar con cuidado. Guanteletes. Tres afiladas cuchillas sobresalían de cada uno. Era la primera vez que veía un arma de ese estilo de cerca. ¿Se los estaba dando? El gorila no parecía tener interés en ellos. El gato se colocó uno de los guanteletes y accionó un pequeño mecanismo en la parte de abajo. Las cuchillas se movieron, dándoles un alcance decente.
Siempre podía tratarlos como una daga.
-Tenemos que movernos.- murmuró el gato. Cuanto antes saliesen de aquel lugar repleto de trampas, mejor. Pero había dos asuntos con los que lidiar primero. El cocodrilo aún gemía cosas sobre Babel. Quedarse dormido. Sonaba a que había sido engañado. El felino suspiró. Aquello no lo hacía más fácil. -Esto no es por el juego, la caza o lo que sea. Es porque nos has atacado.- murmuró, colocándose junto al reptil. Sus propias acciones le habían llevado hasta allí. Fuese engañado o no, era un idiota peligroso. Y dejar a alguien así vivo era un riesgo que no podían asumir.
-Que el Dragón de Agua te proteja en tu viaje.- musitó Syl. Una pequeña plegaria para el Guía más similar a él que conocía. Las cuchillas se clavaron en el corazón del reptil, perforándolo al instante. Fue rápido. Lo único que soltó fue una exclamación de sorpresa antes de perder el conocimiento. El arquero desencajó las hojas, ahora ensangrentadas, y cerró los ojos del reptil. -No tenemos tiempo para un interrogatorio.- se excuso, dirigiéndose a Harambe. -Y además, ya no tenemos que preocuparnos de la rata. O de lo que haga con un cuerno. De todas formas... buen trabajo. Y gracias. Hacemos un buen equipo.- terminó, asintiendo ligeramente.
Syl se dirigió a Abena y Wanda. Habían terminado con aquello. Mejor cambiar de lugar.
-Abena dijo que puedes curar heridas. Eso nos vendría bien.- dijo, cogiendo a la mujer rinoceronte del brazo libre. Espíritus, que pesada era. -Tu curas al gorila, y nosotros evitamos que nos maten a la primera de cambio.- No, eso no funcionaría. La mirada de la mujer ciervo era casi hostil. -Escucha, sé que no te gusta que le hayan herido. Pero si no hubiésemos vuelto, podrías estar muerta. Y ella también. No podíamos saber que era lo que querían sin venir.- aclaró.
El felino suspiró. Por esa clase de cosas prefería que Asher se encargase de hablar.
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Hibou era un poco perturbador.
Lo había asumido por completo. La manera de hablar, la forma de moverse, y ese giro de cuello era más que suficiente para que me diese mala espina. Por eso comprendía la mirada de Hont. El hombre zarigüeya no había dicho nada en un rato, pero no hacía falta. Entendía perfectamente lo que sentía en ese momento.
Pero aun así, sería injusto guiarme sólo por eso. Las palabras del buho no eran hostiles en absoluto. Incluso si su forma de moverse le podía poner los pelos de punta a alguien. Había lidiado con gente más tenebrosa que había resultado ser inofensiva. O útil, al menos.
-Así que eras básicamente un comandante... impresionante. Llegar hasta ese puesto no es nada fácil, y menos desde las sombras.- asentí. Salvo que fuese por derecho de nacimiento, escalar en los rangos de un ejercito era casi imposible. Hibou debía tener cierto mérito como estratega. Sin embargo, gruñí ligeramente ante cierto detalle. -Malditos humanos. Las cosas no tendrían que ser así. Si el comandante era idiota, tú te merecías el puesto, no él.- dije, cruzándome de brazos. Sin embargo, continué escuchando. La teoría sobre las parejas era interesante. No podía demostrar que fuese certera aún, pero podía pensar en ello.
Agité una oreja. Algo venía del pantano. Me puse en guardia, con la garra de metal por delante. Más hombres rana. Estaba bastante seguro de que el dialogo no era una opción. Querían venganza. Saqué a Hont de las aguas pantanosas y lo coloqué sobre la orilla.
-Mantente alerta.- advertí, tanto por mi propio bien como por el suyo. -Y se valiente. Los héroes nunca tienen miedo.
Una flecha asomó de las aguas. Me encorvé hacia adelante... y salté, justo enfrente de uno de los hombres rana, que cayó hacia atrás por la sorpresa. El anfibio intentó recomponerse, apuntando su arco hacia mi. No tuvo tiempo. Lo arranqué de sus patas con un manotazo, y desgarré la cuerda con mi arma. A continuación, tomé a aquel viscoso ser de las raidas prendas que llevaba, y lo arrojé con fuerza.
Siguiente. Aquel mono, Bo Cheng, parecía estar arreglandoselas bastante bien, avanzando a saltos por la cienaga. Hice lo mismo, aproximandome a otro de los anuros e incapacitándolo con una buena patada. Nada letal, por supuesto: iba a asegurarme de hacer precisamente lo contrario de lo que mandaba la voz. No iba a matar, salvo que fuese necesario.
Uno a uno, los hombres rana cayeron en número. Finalmente, dejaron de ser una amenaza. Hibou tenía razón. No habían sido más que entrenamiento. Algunas flechas se habían acercado a tocarme, por supuesto, pero había conseguido evitarlas. Volví a donde se encontraban Hont y el búho. Teníamos que dejar de perder el tiempo.
-Sería mejor moverse de aquí.- sugerí. -Demasiado entrenamiento puede acabar en heridas. Vamos a ir hacia el Norte. ¿Nos acompañáis?- sugerí. Eran hábiles. Era mejor ir en grupo. Como mínimo, tener más gente podía intimidar a otras parejas de cazadores y evitar que atacasen. Pero había aún había algo que quería decir. -Una cosa, Bo Cheng... ¿Qué es el Ídolo de la Luz que has mencionado?- pregunté. Era lo único que había dicho desde que le vi, después de todo.
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Syl va al Norte.
Asher ayuda a Hibou y Bo Cheng, y sugiere ir al Norte también si aún es posible.
Última edición por Asher el Vie Ene 05 2018, 01:35, editado 1 vez
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
El miembro 'Asher' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
La mirada que le dedicó al felino hablaba sin necesitar palabras. Wanda se sentía ofendida, no soportaba a las personas egoístas que solo piensan en sí mismas. A Abena le habían cortado el cuerno con un cuchillo oxidado, cosa que podría infectar la herida. ¿Qué tal si, en lugar de jugar con una lagartija moribunda, mostraban un poco de consideración por ella? El gato y el gorila eran grandes y fuertes, podrían sujetar a Abena mientras Wanda se encargaría de limpiar y sanar la herida. Pero no, vieron más preciso rematar al lagarto. Lo más grave del asunto es que el gato hablaba como si Wanda fuera su se esclava: “Te he salvado la vida. Ahora, me perteneces. Obedece”.
-Siéntate aquí, no te va a pasar nada. Te lo prometo- le dijo a Abena con un tono de voz muy suave.
Wanda cogió un montón de tierra batida del suelo y la esparció por encima de la herida de Abena. Eso crearía una máscara de fango que la protegería de la suciedad. Cortó un trozo de tela de su falda y la usó para envolver el morro de la mujer rinoceronte.
-Sé que te hago daño, pero tienes que ser fuerte- dijo antes de apretar el lazo.
-¡Joder, me estoy desangrando!- era cierto. El gorila había tenido que acostarse en posición fetal en el suelo. Con ambas manos, se apretaba la espalda como si pudiera cerrar la brecha de su herida usando solo los dedos. – ¡Ven de una maldita vez!- en lugar de llorar como Abena, él gritaba como un simio.
Como ellos habían hecho antes con Abena, Wanda ignoró los gruñidos del gorila y fue a hablar con el hombre gato.
-Dime que te parece mi contraoferta: yo no dejo que os muráis a cambio que protejáis a mi amiga- dejó un segundo de silencio para que el gato comprendiese lo que quería decir- Te equivocas al hablarme como si fueras un héroe y yo tu princesa de la torre. Si ÉL nos ha hecho venir, es porque cree que todos somos igual de aptos para ganar. ¿No lo has pensado?-
-Todos los jugadores tienen la misma posibilidad de ganar, ya lo sabemos. ¡Quieres hacer el favor de curarme!-
-Babel no me habría matado. Lo habría intentado e incluso, en algún momento, hubiera creído que me habría matado; pero no lo habría conseguido. Al final, yo le habría matado a él y Abena seguiría teniendo el cuerno en su sitio. ¿Lo habías pensado? Lo dudo-.
Un secreto que no quiso decir, insinuarlo le pareció más divertido, es que Wanda había muerto y resucitado meses atrás en el Campo de Alquimistas. Una gota del Bálsamo del Fin era suficiente para ralentizar los latidos del corazón de tal manera que pareciese que hubiera muerta. En el mismo cofre en el Abena encontró una cota de malla y una maza, Wanda encontró un collar de cascabel y dentro de éste, una botellita llena de Bálsamo del Fin. Él la habría robado del laboratorio de Wanda. ¿Qué más cosas hubiera podido robar? Quizás, lo que fuera que hubiera podido dormir a animales tan grandes como Abena, el gato y el gorila.
Camino despacio, tranquila y orgullosa, hacia donde el Gorila se había echado. Se puso de cuchillas y procedió de igual forma, aunque con menos cuidado, que con Abena.
-Sin mis pociones, no puedo hacer más-.
Cada vez, se sentía más cerca de la mansión de los Diez Pobrecitos. El puesto de chica incordio, que un tiempo ocupó Simphony Shappire, ahora le pertenecía a Wanda. Siguiendo con la analogía de los Diez: Abena sería el viejo Charles Gwalchme que todo el mundo tenía que atender por obligación, Sly el joven e intrépido Athos que apuesta por la muerte y él, Harambe, le había tocado ser el bruto y torpe Kanos. No sabía que le hacía enfurecer más, si conocer a otra Shappire o representar al miembro más inútil de los Diez.
Seeren (seguramente, el animal que encuentre no se llame igual que la sirena de los Diez) la encontrarían en el mar.
De los escombros, Harambe cogió una viga de hierro y la utilizó como muleta para ayudarse a caminar. Le costaba horrores enderezarse. Cada vez que intentaba dar un paso más rápido que otro, tenía que apretar los labios para hacer callar un grito de dolor. Cuando vio el agua, el puerto y la barca, quiso deshacerse de la muleta y saltar a la barca. Viajaría lejos, allá donde el nuevo Anfitrión, la copia barata de lo que él fue en la mansión de los Diez, no pudiera controlar.
-No soy un Kano- susurró.
El deseo de libertad fue anulado por una obviedad que Kano no hubiera logrado a entender: si un premio es muy goloso, es una trampa.
-El Ídolo de la Luz y de la Vida es la prueba por la cual el Rey Mono ascenderá al trono del Gran Fuego y se convertirá en un Dios- recitó Bo Cheng como si fuera una plegaria. – El Rey Mono encontró el Ídolo de la Luz y de la Vida en el interior del templo. Las cosas brillantes que los monos encontramos, conduce la luz de dentro- manos en apuntando hacia su pecho- hacia fuera- manos desplegadas en abanico.
-El templo del que habla está cerca de la base de los biocibernéticos- dijo Hibou a la oreja de Asher; Hont, por bajo, pudo escucharles – Supongo que se trata de algún artefacto tecnológico abandonado; no tiene mayor importancia. Los humanos tienen sus ídolos de madera y los monos los de luz-.
Antes de alejarse por completo del pantano, Hont quiso dedicarle un último vistazo de despedida. Se sentía mal por lo que había sucedido. Ahser era un héroe muy bueno, no había matado a ninguna rana. En cambio, Bo Cheng había matado a muchas. ¡¿Y qué había de esa rana llena de plumas blancas?! Durante la pelea, Hibou no se había movido del sitio. Giró su cabeza al completo y se limpió las alas, no hizo nada más. ¿Pero, qué paso antes? Hont le daba muchas vueltas al asunto, y quizás no debía hacerlo. Se sentía cansado y le dolía la cabeza. A Asher se le daba muy bien descubrir a los malos. ¿Estaría pensando en Hibou? Ojala fuera así, porque Hont sentía que no tenía fuerzas para hacerlo.
Muy rápido, sin que nadie le viera, se puso la mano en la frente para comprobar si tenía fiebre. Una gripe y un par de estornudos no eran suficientes para parar al mejor héroe de Aerandir. Lo que Hont temía era que Hibou aprovechase uno de sus estornudos para meterle plumas en la boca como hizo (no lo vio, no tenía pruebas) con el hombre rana.
La selva era cada vez más espesa y los árboles más grandes. Desde la altura de Hont estaba todo oscuro, las ramas de árboles y las cabezas de sus compañeros le tapaban toda luz del sol. A la altura de Asher, no debía de ser muy diferente.
Más adelante encontraron una enorme pared de metal, a Hont le recordó las murallas de la base de los biocibernéticos. La pared no era lisa, estaba repleta de grandes manchurrones de óxido.
-Por aquí no podemos pasar; vamos de aquí, por favor Asher- Hont se refería a irse de verdad; volver a Lunargenta.
Hibou le quitó el báculo a Bo Cheng y dio un par de golpes a una de las manchas de óxido.
-Podemos romper por aquí y pasar al otro lado-.
Hont negó con la cabeza.
Detrás de ellos, se escucharon gritos de diversos distintos animales (ranas incluidas). Al otro lado de la muralla de metal, solo silencio.
-Estamos ente la espada y la pared- la risa de Hibou hacia que a Hont se le pusieran los pelos de punta.
* Asher:
Parte Syl Harambe y Abena están muy mal heridos. Has encontrado un bote. ¡Qué casualidad! Caben justo cuatro personas. Tú eliges si cogerlo o ir a otro lugar.
Harambe: Indiferente con Syl y Abena y desconfía de Wanda
Abena: Confía en Syl
Wanda Desconfía de Syl y de Harambe
Parte Asher Llegas a un muro de metal. Hibou Si ves el mapa, al otro del muro está el camino que lleva al Salón de la Gloria. Conforme yo lo veo, tienes varias opciones: derribar las zonas de óxido para poder pasar, trepar el muro o dar media vuelta y buscar otro camino. Piensa la más adecuada.
Hont Confía en Asher
Hibou Indiferente.
Bo Cheng Indiferente.
-Siéntate aquí, no te va a pasar nada. Te lo prometo- le dijo a Abena con un tono de voz muy suave.
Wanda cogió un montón de tierra batida del suelo y la esparció por encima de la herida de Abena. Eso crearía una máscara de fango que la protegería de la suciedad. Cortó un trozo de tela de su falda y la usó para envolver el morro de la mujer rinoceronte.
-Sé que te hago daño, pero tienes que ser fuerte- dijo antes de apretar el lazo.
-¡Joder, me estoy desangrando!- era cierto. El gorila había tenido que acostarse en posición fetal en el suelo. Con ambas manos, se apretaba la espalda como si pudiera cerrar la brecha de su herida usando solo los dedos. – ¡Ven de una maldita vez!- en lugar de llorar como Abena, él gritaba como un simio.
Como ellos habían hecho antes con Abena, Wanda ignoró los gruñidos del gorila y fue a hablar con el hombre gato.
-Dime que te parece mi contraoferta: yo no dejo que os muráis a cambio que protejáis a mi amiga- dejó un segundo de silencio para que el gato comprendiese lo que quería decir- Te equivocas al hablarme como si fueras un héroe y yo tu princesa de la torre. Si ÉL nos ha hecho venir, es porque cree que todos somos igual de aptos para ganar. ¿No lo has pensado?-
-Todos los jugadores tienen la misma posibilidad de ganar, ya lo sabemos. ¡Quieres hacer el favor de curarme!-
-Babel no me habría matado. Lo habría intentado e incluso, en algún momento, hubiera creído que me habría matado; pero no lo habría conseguido. Al final, yo le habría matado a él y Abena seguiría teniendo el cuerno en su sitio. ¿Lo habías pensado? Lo dudo-.
Un secreto que no quiso decir, insinuarlo le pareció más divertido, es que Wanda había muerto y resucitado meses atrás en el Campo de Alquimistas. Una gota del Bálsamo del Fin era suficiente para ralentizar los latidos del corazón de tal manera que pareciese que hubiera muerta. En el mismo cofre en el Abena encontró una cota de malla y una maza, Wanda encontró un collar de cascabel y dentro de éste, una botellita llena de Bálsamo del Fin. Él la habría robado del laboratorio de Wanda. ¿Qué más cosas hubiera podido robar? Quizás, lo que fuera que hubiera podido dormir a animales tan grandes como Abena, el gato y el gorila.
Camino despacio, tranquila y orgullosa, hacia donde el Gorila se había echado. Se puso de cuchillas y procedió de igual forma, aunque con menos cuidado, que con Abena.
-Sin mis pociones, no puedo hacer más-.
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Cada vez, se sentía más cerca de la mansión de los Diez Pobrecitos. El puesto de chica incordio, que un tiempo ocupó Simphony Shappire, ahora le pertenecía a Wanda. Siguiendo con la analogía de los Diez: Abena sería el viejo Charles Gwalchme que todo el mundo tenía que atender por obligación, Sly el joven e intrépido Athos que apuesta por la muerte y él, Harambe, le había tocado ser el bruto y torpe Kanos. No sabía que le hacía enfurecer más, si conocer a otra Shappire o representar al miembro más inútil de los Diez.
Seeren (seguramente, el animal que encuentre no se llame igual que la sirena de los Diez) la encontrarían en el mar.
De los escombros, Harambe cogió una viga de hierro y la utilizó como muleta para ayudarse a caminar. Le costaba horrores enderezarse. Cada vez que intentaba dar un paso más rápido que otro, tenía que apretar los labios para hacer callar un grito de dolor. Cuando vio el agua, el puerto y la barca, quiso deshacerse de la muleta y saltar a la barca. Viajaría lejos, allá donde el nuevo Anfitrión, la copia barata de lo que él fue en la mansión de los Diez, no pudiera controlar.
-No soy un Kano- susurró.
El deseo de libertad fue anulado por una obviedad que Kano no hubiera logrado a entender: si un premio es muy goloso, es una trampa.
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-El Ídolo de la Luz y de la Vida es la prueba por la cual el Rey Mono ascenderá al trono del Gran Fuego y se convertirá en un Dios- recitó Bo Cheng como si fuera una plegaria. – El Rey Mono encontró el Ídolo de la Luz y de la Vida en el interior del templo. Las cosas brillantes que los monos encontramos, conduce la luz de dentro- manos en apuntando hacia su pecho- hacia fuera- manos desplegadas en abanico.
-El templo del que habla está cerca de la base de los biocibernéticos- dijo Hibou a la oreja de Asher; Hont, por bajo, pudo escucharles – Supongo que se trata de algún artefacto tecnológico abandonado; no tiene mayor importancia. Los humanos tienen sus ídolos de madera y los monos los de luz-.
Antes de alejarse por completo del pantano, Hont quiso dedicarle un último vistazo de despedida. Se sentía mal por lo que había sucedido. Ahser era un héroe muy bueno, no había matado a ninguna rana. En cambio, Bo Cheng había matado a muchas. ¡¿Y qué había de esa rana llena de plumas blancas?! Durante la pelea, Hibou no se había movido del sitio. Giró su cabeza al completo y se limpió las alas, no hizo nada más. ¿Pero, qué paso antes? Hont le daba muchas vueltas al asunto, y quizás no debía hacerlo. Se sentía cansado y le dolía la cabeza. A Asher se le daba muy bien descubrir a los malos. ¿Estaría pensando en Hibou? Ojala fuera así, porque Hont sentía que no tenía fuerzas para hacerlo.
Muy rápido, sin que nadie le viera, se puso la mano en la frente para comprobar si tenía fiebre. Una gripe y un par de estornudos no eran suficientes para parar al mejor héroe de Aerandir. Lo que Hont temía era que Hibou aprovechase uno de sus estornudos para meterle plumas en la boca como hizo (no lo vio, no tenía pruebas) con el hombre rana.
La selva era cada vez más espesa y los árboles más grandes. Desde la altura de Hont estaba todo oscuro, las ramas de árboles y las cabezas de sus compañeros le tapaban toda luz del sol. A la altura de Asher, no debía de ser muy diferente.
Más adelante encontraron una enorme pared de metal, a Hont le recordó las murallas de la base de los biocibernéticos. La pared no era lisa, estaba repleta de grandes manchurrones de óxido.
-Por aquí no podemos pasar; vamos de aquí, por favor Asher- Hont se refería a irse de verdad; volver a Lunargenta.
Hibou le quitó el báculo a Bo Cheng y dio un par de golpes a una de las manchas de óxido.
-Podemos romper por aquí y pasar al otro lado-.
Hont negó con la cabeza.
Detrás de ellos, se escucharon gritos de diversos distintos animales (ranas incluidas). Al otro lado de la muralla de metal, solo silencio.
-Estamos ente la espada y la pared- la risa de Hibou hacia que a Hont se le pusieran los pelos de punta.
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* Asher:
Parte Syl Harambe y Abena están muy mal heridos. Has encontrado un bote. ¡Qué casualidad! Caben justo cuatro personas. Tú eliges si cogerlo o ir a otro lugar.
Harambe: Indiferente con Syl y Abena y desconfía de Wanda
Abena: Confía en Syl
Wanda Desconfía de Syl y de Harambe
Parte Asher Llegas a un muro de metal. Hibou Si ves el mapa, al otro del muro está el camino que lleva al Salón de la Gloria. Conforme yo lo veo, tienes varias opciones: derribar las zonas de óxido para poder pasar, trepar el muro o dar media vuelta y buscar otro camino. Piensa la más adecuada.
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Syl resopló, molesto. Casi parecía que la mujer ciervo tenía ganas de buscar otra pelea. Pero daba igual. Mientras fuese útil, no tenía intención de dejar que un comentario desagradable les detuviese.
-Muy bien. Pero entiende que es imposible que supiéramos eso sin haberte visto antes. Tu amiga estaba demasiado preocupada como para contarnos todo detalle.- dijo simplemente, analizando las palabras de la mujer ciervo. Era orgullosa, condescendiente y arrogante. Pero había cierta verdad en lo que decía. Era improbable que el anfitrión pusiese a gente solo para ser una presa.
El gato contempló atentamente como la mujer tendía las heridas de Harambe. Trabajaba con seguridad. Estaba claro que había hecho esas cosas antes. Tal vez fuese su trabajo, incluso. Suspiró. No le gustaba reconocerlo, pero era buena.
-Si hay ingredientes que podamos encontrar, para medicinas o bálsamos... sólo dilo y estaré atento.- avisó, mirando hacia la arboleda. El gato conocía algunas hierbas: principalmente, las usadas para venenos, pero también un puñado de antídotos. -Aunque dudo que haya dejado Inhibis convenientemente cerca o algo.- añadió.
Casi sentía lástima por el gorila, pero no dejó que se le notase. Se esforzó por borrar esa sensación: era probable que Harambe se sintiese ofendido si mostraba algún tipo de pena por él. Pero también había cierta preocupación por sí mismo: si su compañero era lento y vulnerable, podía convertirse en un problema.
No tardaron en encontrar el fin de la tierra. Y con él, un barco. El agua era marina, y a juzgar por la posición del sol... debían estar en el límite Este de Aerandir. Al menos podía hacerse una idea básica de la zona.
-Este barco no nos va a llevar muy lejos.- observó en voz alta. Mejor no dejar que Abena o Wanda se emocionasen demasiado. Miró a Harambe. Estaba seguro de que también se había dado cuenta. -Hemos visto lo que pasa cuando cruzas un límite, en el extremo Oeste. Si intentas alejarte demasiado... acabas frito. No tiene sentido poner ese límite y dejarnos un barco.- Pero aun así, debía estar allí por un motivo.
El felino se acercó, tanteando el bote con su peso. No parecía que fuese a hundirse en cualquier momento.
-No tiene sentido volver atrás. Bordeemos la costa, dirección Este. Según el mapa... hay algo, no muy lejos.- indicó, señalando el sitio con la cabeza. El encontrar el barco le había servido bien para orientarse. Suponiendo que el mapa fuese fiable, por supuesto.
Me tranquilicé un poco al oir la explicación del mono. Por un momento, pensaba que no tenia personalidad. Aquello tampoco hablaba demasiado en su favor, pero servía. La explicación de Hibou tampoco le vino mal: era curioso que lo conociese tan bien.
El entorno no tardó en cambiar, una vez más. Era extraño. Aquello no podía ser natural. Primero una arboleda, luego un pantano... y ahora, árboles completamente distintos a los primeros. Más grandes. Me recordaban casi a los de Sandorai. Pero luego, algo aún más chocante. Una pared de metal.
-No estoy seguro de que romperla sea buena idea. Podría ser una trampa.- observé. Las manchas eran demasiado claras. Me mantuve atento, buscando cualquier clase de símbolo arcano con la mirada. Tenía que haber algo fuera de lugar. Los gritos de distintos animales sonaron a mi espalda. -...eso suena mal.- dije, esbozando una mueca.
Observé al grupo, calculando mis opciones rápidamente. Teníamos gente ágil. Abrir un agujero en el muro no nos ayudaría demasiado. Nos ralentizaría, y abriría un paso para cualquier otro animal que nos estuviese persiguiendo. No quería averiguar exactamente qué estaba haciendo gritar a los animales detrás de nosotros. Pero dudaba de que fuese algo con lo que razonar.
El eco de los animales volvió a sonar. Apreté los dientes. Intentar escalar el muro también traía su riesgo.
-Trepemos.- dije. Ninguno del grupo tendría dificultad para hacerlo: había visto moverse a todos ellos. Tenían la destreza necesaria para escalar sin problemas. Tomé carrerilla y me impulsé, utilizando la garra de metal para arañar la pared y mantenerme agarrado. Encontré una zona a la que sujetarme, en la que me mantuve durante unos segundos. Miré hacia abajo y ofrecí una mano. Si alguien lo necesitaba, podía hacer de trampolín. -No toquéis las manchas.- advertí.
-Muy bien. Pero entiende que es imposible que supiéramos eso sin haberte visto antes. Tu amiga estaba demasiado preocupada como para contarnos todo detalle.- dijo simplemente, analizando las palabras de la mujer ciervo. Era orgullosa, condescendiente y arrogante. Pero había cierta verdad en lo que decía. Era improbable que el anfitrión pusiese a gente solo para ser una presa.
El gato contempló atentamente como la mujer tendía las heridas de Harambe. Trabajaba con seguridad. Estaba claro que había hecho esas cosas antes. Tal vez fuese su trabajo, incluso. Suspiró. No le gustaba reconocerlo, pero era buena.
-Si hay ingredientes que podamos encontrar, para medicinas o bálsamos... sólo dilo y estaré atento.- avisó, mirando hacia la arboleda. El gato conocía algunas hierbas: principalmente, las usadas para venenos, pero también un puñado de antídotos. -Aunque dudo que haya dejado Inhibis convenientemente cerca o algo.- añadió.
Casi sentía lástima por el gorila, pero no dejó que se le notase. Se esforzó por borrar esa sensación: era probable que Harambe se sintiese ofendido si mostraba algún tipo de pena por él. Pero también había cierta preocupación por sí mismo: si su compañero era lento y vulnerable, podía convertirse en un problema.
No tardaron en encontrar el fin de la tierra. Y con él, un barco. El agua era marina, y a juzgar por la posición del sol... debían estar en el límite Este de Aerandir. Al menos podía hacerse una idea básica de la zona.
-Este barco no nos va a llevar muy lejos.- observó en voz alta. Mejor no dejar que Abena o Wanda se emocionasen demasiado. Miró a Harambe. Estaba seguro de que también se había dado cuenta. -Hemos visto lo que pasa cuando cruzas un límite, en el extremo Oeste. Si intentas alejarte demasiado... acabas frito. No tiene sentido poner ese límite y dejarnos un barco.- Pero aun así, debía estar allí por un motivo.
El felino se acercó, tanteando el bote con su peso. No parecía que fuese a hundirse en cualquier momento.
-No tiene sentido volver atrás. Bordeemos la costa, dirección Este. Según el mapa... hay algo, no muy lejos.- indicó, señalando el sitio con la cabeza. El encontrar el barco le había servido bien para orientarse. Suponiendo que el mapa fuese fiable, por supuesto.
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Me tranquilicé un poco al oir la explicación del mono. Por un momento, pensaba que no tenia personalidad. Aquello tampoco hablaba demasiado en su favor, pero servía. La explicación de Hibou tampoco le vino mal: era curioso que lo conociese tan bien.
El entorno no tardó en cambiar, una vez más. Era extraño. Aquello no podía ser natural. Primero una arboleda, luego un pantano... y ahora, árboles completamente distintos a los primeros. Más grandes. Me recordaban casi a los de Sandorai. Pero luego, algo aún más chocante. Una pared de metal.
-No estoy seguro de que romperla sea buena idea. Podría ser una trampa.- observé. Las manchas eran demasiado claras. Me mantuve atento, buscando cualquier clase de símbolo arcano con la mirada. Tenía que haber algo fuera de lugar. Los gritos de distintos animales sonaron a mi espalda. -...eso suena mal.- dije, esbozando una mueca.
Observé al grupo, calculando mis opciones rápidamente. Teníamos gente ágil. Abrir un agujero en el muro no nos ayudaría demasiado. Nos ralentizaría, y abriría un paso para cualquier otro animal que nos estuviese persiguiendo. No quería averiguar exactamente qué estaba haciendo gritar a los animales detrás de nosotros. Pero dudaba de que fuese algo con lo que razonar.
El eco de los animales volvió a sonar. Apreté los dientes. Intentar escalar el muro también traía su riesgo.
-Trepemos.- dije. Ninguno del grupo tendría dificultad para hacerlo: había visto moverse a todos ellos. Tenían la destreza necesaria para escalar sin problemas. Tomé carrerilla y me impulsé, utilizando la garra de metal para arañar la pared y mantenerme agarrado. Encontré una zona a la que sujetarme, en la que me mantuve durante unos segundos. Miré hacia abajo y ofrecí una mano. Si alguien lo necesitaba, podía hacer de trampolín. -No toquéis las manchas.- advertí.
Asher Daregan
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
El cuerno de la chica rinoceronte se balanceaba en su cuello como si fuera una campana sin sonido. Para que no le molestase, Babel hubiera tenido la genial idea (humildad aparte) de atarse el cuerno al cuello con un cordel. Aquello, le hacía parecer un adorable animal de compañía con collar nuevo. ¡Qué vergonzoso! Y que práctico al mismo tiempo. Si querían quitarle el collar, y por ende el cuerno de rinoceronte, tenían que cortarle la cabeza. Instintivamente, Babel se tapó la boca. Era mejor no dar ideas a aquellas criaturas. Tan solo faltaba hacer una burla en tono sarcástico para que los bichos se lo tomasen como cierto.
Hablando bichos, a varios metros de distancia, una manada de ellos se acercaba hacia nuestro querido ratoncito.
-Hombre Rata 22 has abandonado a tu compañero Hombre Cocodrilo 23. Una trampa castigada en este juego- la voz le perseguía, estaba en todas partes – El cazador, Animal 22, será cazado-
-Eso habrá que verlo- murmuraba en respuesta Babel.
-Tu condena dificultará la progresión de la Gran Caza- continuaba La Voz.
No podía estar más en lo cierto. De alguna zona remota que Babel no pudo determinar, unas criaturas de horrible aspecto se unieron al juego. Eran animales mezclados con otros animales. Como si hubieran cortado un miembro de uno y se lo hubieran cosido a otro.
-Así que es cierto, existen- hablaba para él- ¡Híbridos!-
En la juventud de todo hombre bestia que se precie había un momento en el que el gusanillo de querer conocer más sobre la raza aparece para quedarse. A Babel, en sus tiempos mozos, le encantaban las historias que hablaban sobre el origen de los hombres bestias. Al parecer, los científicos del Otro Lado trajeron a Aerandir la ciencia y los aerandianos cedieron sus hombres y sus animales. Antes de experimentar con personas, lo hicieron con animales. Según contaban las leyendas, éste era el origen de los híbridos. Después de la guerra contra ciencia y los hombres de metal; lo humanos decidieron matar a todos los híbridos. Comprensible, era algo que conocían; tenían miedo que las nuevas criaturas tomasen el control.
Un parque científico en el centro del mapa, nuevos híbridos renacidos y un montón de hombres bestias puestos a prueba en una gran Caza. Había que estar ciego para no comprender lo que estaba pasando.
“Damas y caballeros, ante vosotros, las respuestas a todas vuestras preguntas”.
Babel sonreía, se sentía como el mayor hijo de puta de toda Aerandir. Con tan solo ver a los híbridos, creyó descifrar todos los enigmas de La Voz. Era un genio. ¡Un puñetero genio!
Lástima que los muertos no pudieran hablar con nadie.
Un perro con púas en el torso y una larga cola de escorpión rastreó al hombre rata. Avisó a los otros híbridos; toda la manera se unió a perseguir el aroma. Encontraron a Babel debajo de los escombros de una casa, escondido como lo que era: una rata. El híbrido le clavó el aguijón en la cara. Hora del almuerzo.
Un hombre hiena cabalgaba a lomos de una mujer caballo. Ella con una lanza y el con un hacha, obedecían las leyes del juego.
Oshu (Hombre Perro, Animal 28) hacía frente a ambos animales. Con una espada en cada mano, hacía entre chocar las armas de sus rivales. Él era, ligeramente, más civilizado que sus rivales. En vez de preocuparse por formar ataques, se encargaba de la defensa.
Su compañera. Nar, era una mujer antílope (Animal 29). Sería, frágil y nada cobarde. Tenía el torso de mujer, dos piernas de antílope, dos manos humanas y delicadas y unos hermosos cuernos coronando su cabeza. El arma le ofrecieron fue un arco de calidad mundana. Nada útil en los combates cuerpo a cuerpo con animales que no se quedan quietos ni un solo segundo.
Por el mar venía un barco con pintas hostiles. Dos hombres se veían en cubierta: un capitán pescado y su secuaz el tiburón. Estaban cargando las balistas, apuntaban hacia la playa.
El peligro no acababa, al otro lado de la playa, venían un grupo de cuatro: un gorila, un felino, una cierva y un rinoceronte sin cuerno.
Oshu hizo una señal a Nar para que estuviera alerta. No había que confiar en nadie. Antes de dialogar y antes de atacar, había que asegurarse de poder defenderse.
Hont estaba cada vez más débil, enfermo. Los saltos eran su especialidad, se le daba muy bien trepar paredes y esquivar obstáculos. Sin embargo, con ésta no pudo. Se subió a la espalda de Asher, se cogió de su cuello y dejó que el hicieran todo el esfuerzo.
“Lo siento Asher, no sé qué me pasa” le quiso decir, pero temió que los hombres malos se dieran cuenta de su enfermedad. Porque sí, Bo Cheng e Hibou eran hombres malos. ¡Muy malos! Asher podría ser más confiado que Hont, pero él sabía quién era bueno y malo nada más verlo. ¡Además! ¿Qué era aquello de “enclenque falto de disciplina”? Hont le daba muchas vueltas. No lo comprendía. Le dolía demasiado la cabeza como para poder pensar con claridad.
Hont estornudó. Estaba enfermo. Un lobo le contagió de la pandemia de los dragones.
-Quiero irme. Vámonos. Asher, por favor. No puedo más- deliraba.
Hibou se quedó asombrado de la belleza del lugar. La pared de metal ocultaba una frondosa selva, un paraíso traído de otro lugar. Se acercó a uno de los arboles más grandes, arañó su corteza y, con un dedo, probó su sabía. Deliciosa. Un premio por haber superado la prueba del pantano. ¿Y el cofre? Dentro del pantano, por supuesto. Las ranas se encargaban de protegerlo. De no haber estado Asher y Hont, Hibou se hubiera hecho con el contenido del tesoro. Sin embargo, ahora formaba parte de un grupo. Dictaba la democracia. ¿Era esto lo que había planeado el Gran Maestro? Era muy posible. Hibou se quedó pensando en ello mientras saboreaba su dedo mojado de sabia. Las parejas estaban formadas para que ambos estuvieran cómodos, en perfecta simbiosis. Tan solo había que ver a Asher y Hont, no se separaban ni un solo momento. Más de lo mismo para Bo Cheng e Hibou, perfecta simbiosis: uno manda y el otro obedece. Los grupos, por naturaleza, estaban condenados al fracaso.
Un hombre perro podía soportar la carga que era una zarigüeya, amigo suyo, enferma. Un hombre búho y un hombre mono, indiferentes a los otros dos, no tenían por qué ponerse trabas a la aventura. La enfermedad de la zarigüeya solo les retrasaría. Y estaban demasiado cerca como para permitir acarrear una desventaja tan importante.
Hibou volvió a lo alto de la pared. Volando, llegaba antes que nadie. A Asher y Hont les quedaba poco por llegar a la cima.
-Y estado pensando en los términos de nuestra alianza, y llegado a la conclusión de que no nos conviene aceptarla. Tu amiguito es un problema que no queremos afrontar-
Bo Cheng terminó de trepar en el momento en el que Hibou, moviendo las alas, formaba un tornado de plumas blancas, afiladas como cuchillas, envolvía a Asher y a Hont. El tornado les hizo caer al suelo. ¿Muertos? No era la intención de Hibou, pero no sería una opción que descartase.
Las ranas del pantano apuntaron sus arcos en contra del perro y la zarigüeya. En el suelo eran débiles. Desmayados lo eran todavía más. Tensaron las flechas y….
-Vosotros no sois jugadores. ¡Largo!-
Un hombre elefante, el animal más grande de todos los presentes (todavía más que Abena), se plantó enfrente al perro y la zarigüeya.
-¿Tú qué opinas?-
-Que merece la pena esperar a que se despierten. Parecen buenas personas-.
Esto lo dijo una mujer vaca. Piel blanca, cuernos de su animal y ojos naranja que brillaban tanto como dos soles.
* Asher:
Parte Syl Estás en una de las entradas al Salón de la Gloria. Uno de los puntos más peligrosos por el número de animales que se reúnen en él. Tres parejas están combatiendo. Tu deber será decidir si unirte al combate o utilizar el diálogo para hacer amigos.
Pista: no todos los personajes son buenos dialogando.
Pista 2: deberás defenderte de los ataques de todos.
Por ver si quedas (Tú o algún miembro del equipo) herido directa o indirectamente, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
Harambe: Indiferente con Syl y Abena y desconfía de Wanda
Abena: Confía en Syl
Wanda Desconfía de Syl y de Harambe
Parte Asher Hibou ha roto la alianza y te ha tirado de la pared justo cuando estabas a punto de llegar a la cima. Quedas inconsciente durante un largo momento. Cuando despiertas, un hombre elefante y una mujer vaca te socorren. Deberás presentarte ante ellos, demostrar, como dijo la mujer, que eres una buena persona.
Cuando despiertes, Hont sigue inconsciente. Los síntomas de la pandemia crecen de manera exponencial.
Hont Confía en Asher
(Ya que Hibou y Bo Cheng han dejado de formar parte de tu equipo, no podrás saber la opinión que tienen sobre ti)
Hablando bichos, a varios metros de distancia, una manada de ellos se acercaba hacia nuestro querido ratoncito.
-Hombre Rata 22 has abandonado a tu compañero Hombre Cocodrilo 23. Una trampa castigada en este juego- la voz le perseguía, estaba en todas partes – El cazador, Animal 22, será cazado-
-Eso habrá que verlo- murmuraba en respuesta Babel.
-Tu condena dificultará la progresión de la Gran Caza- continuaba La Voz.
No podía estar más en lo cierto. De alguna zona remota que Babel no pudo determinar, unas criaturas de horrible aspecto se unieron al juego. Eran animales mezclados con otros animales. Como si hubieran cortado un miembro de uno y se lo hubieran cosido a otro.
-Así que es cierto, existen- hablaba para él- ¡Híbridos!-
En la juventud de todo hombre bestia que se precie había un momento en el que el gusanillo de querer conocer más sobre la raza aparece para quedarse. A Babel, en sus tiempos mozos, le encantaban las historias que hablaban sobre el origen de los hombres bestias. Al parecer, los científicos del Otro Lado trajeron a Aerandir la ciencia y los aerandianos cedieron sus hombres y sus animales. Antes de experimentar con personas, lo hicieron con animales. Según contaban las leyendas, éste era el origen de los híbridos. Después de la guerra contra ciencia y los hombres de metal; lo humanos decidieron matar a todos los híbridos. Comprensible, era algo que conocían; tenían miedo que las nuevas criaturas tomasen el control.
Un parque científico en el centro del mapa, nuevos híbridos renacidos y un montón de hombres bestias puestos a prueba en una gran Caza. Había que estar ciego para no comprender lo que estaba pasando.
“Damas y caballeros, ante vosotros, las respuestas a todas vuestras preguntas”.
Babel sonreía, se sentía como el mayor hijo de puta de toda Aerandir. Con tan solo ver a los híbridos, creyó descifrar todos los enigmas de La Voz. Era un genio. ¡Un puñetero genio!
Lástima que los muertos no pudieran hablar con nadie.
Un perro con púas en el torso y una larga cola de escorpión rastreó al hombre rata. Avisó a los otros híbridos; toda la manera se unió a perseguir el aroma. Encontraron a Babel debajo de los escombros de una casa, escondido como lo que era: una rata. El híbrido le clavó el aguijón en la cara. Hora del almuerzo.
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Un hombre hiena cabalgaba a lomos de una mujer caballo. Ella con una lanza y el con un hacha, obedecían las leyes del juego.
Oshu (Hombre Perro, Animal 28) hacía frente a ambos animales. Con una espada en cada mano, hacía entre chocar las armas de sus rivales. Él era, ligeramente, más civilizado que sus rivales. En vez de preocuparse por formar ataques, se encargaba de la defensa.
Su compañera. Nar, era una mujer antílope (Animal 29). Sería, frágil y nada cobarde. Tenía el torso de mujer, dos piernas de antílope, dos manos humanas y delicadas y unos hermosos cuernos coronando su cabeza. El arma le ofrecieron fue un arco de calidad mundana. Nada útil en los combates cuerpo a cuerpo con animales que no se quedan quietos ni un solo segundo.
Por el mar venía un barco con pintas hostiles. Dos hombres se veían en cubierta: un capitán pescado y su secuaz el tiburón. Estaban cargando las balistas, apuntaban hacia la playa.
El peligro no acababa, al otro lado de la playa, venían un grupo de cuatro: un gorila, un felino, una cierva y un rinoceronte sin cuerno.
Oshu hizo una señal a Nar para que estuviera alerta. No había que confiar en nadie. Antes de dialogar y antes de atacar, había que asegurarse de poder defenderse.
- Oshu:
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- Nar:
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- Hiena y yegua:
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- En el barco:
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Hont estaba cada vez más débil, enfermo. Los saltos eran su especialidad, se le daba muy bien trepar paredes y esquivar obstáculos. Sin embargo, con ésta no pudo. Se subió a la espalda de Asher, se cogió de su cuello y dejó que el hicieran todo el esfuerzo.
“Lo siento Asher, no sé qué me pasa” le quiso decir, pero temió que los hombres malos se dieran cuenta de su enfermedad. Porque sí, Bo Cheng e Hibou eran hombres malos. ¡Muy malos! Asher podría ser más confiado que Hont, pero él sabía quién era bueno y malo nada más verlo. ¡Además! ¿Qué era aquello de “enclenque falto de disciplina”? Hont le daba muchas vueltas. No lo comprendía. Le dolía demasiado la cabeza como para poder pensar con claridad.
Hont estornudó. Estaba enfermo. Un lobo le contagió de la pandemia de los dragones.
-Quiero irme. Vámonos. Asher, por favor. No puedo más- deliraba.
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Hibou se quedó asombrado de la belleza del lugar. La pared de metal ocultaba una frondosa selva, un paraíso traído de otro lugar. Se acercó a uno de los arboles más grandes, arañó su corteza y, con un dedo, probó su sabía. Deliciosa. Un premio por haber superado la prueba del pantano. ¿Y el cofre? Dentro del pantano, por supuesto. Las ranas se encargaban de protegerlo. De no haber estado Asher y Hont, Hibou se hubiera hecho con el contenido del tesoro. Sin embargo, ahora formaba parte de un grupo. Dictaba la democracia. ¿Era esto lo que había planeado el Gran Maestro? Era muy posible. Hibou se quedó pensando en ello mientras saboreaba su dedo mojado de sabia. Las parejas estaban formadas para que ambos estuvieran cómodos, en perfecta simbiosis. Tan solo había que ver a Asher y Hont, no se separaban ni un solo momento. Más de lo mismo para Bo Cheng e Hibou, perfecta simbiosis: uno manda y el otro obedece. Los grupos, por naturaleza, estaban condenados al fracaso.
Un hombre perro podía soportar la carga que era una zarigüeya, amigo suyo, enferma. Un hombre búho y un hombre mono, indiferentes a los otros dos, no tenían por qué ponerse trabas a la aventura. La enfermedad de la zarigüeya solo les retrasaría. Y estaban demasiado cerca como para permitir acarrear una desventaja tan importante.
Hibou volvió a lo alto de la pared. Volando, llegaba antes que nadie. A Asher y Hont les quedaba poco por llegar a la cima.
-Y estado pensando en los términos de nuestra alianza, y llegado a la conclusión de que no nos conviene aceptarla. Tu amiguito es un problema que no queremos afrontar-
Bo Cheng terminó de trepar en el momento en el que Hibou, moviendo las alas, formaba un tornado de plumas blancas, afiladas como cuchillas, envolvía a Asher y a Hont. El tornado les hizo caer al suelo. ¿Muertos? No era la intención de Hibou, pero no sería una opción que descartase.
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Las ranas del pantano apuntaron sus arcos en contra del perro y la zarigüeya. En el suelo eran débiles. Desmayados lo eran todavía más. Tensaron las flechas y….
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-Vosotros no sois jugadores. ¡Largo!-
Un hombre elefante, el animal más grande de todos los presentes (todavía más que Abena), se plantó enfrente al perro y la zarigüeya.
-¿Tú qué opinas?-
-Que merece la pena esperar a que se despierten. Parecen buenas personas-.
Esto lo dijo una mujer vaca. Piel blanca, cuernos de su animal y ojos naranja que brillaban tanto como dos soles.
- Mujer vaca <3:
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- Hombre elefante:
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* Asher:
Parte Syl Estás en una de las entradas al Salón de la Gloria. Uno de los puntos más peligrosos por el número de animales que se reúnen en él. Tres parejas están combatiendo. Tu deber será decidir si unirte al combate o utilizar el diálogo para hacer amigos.
Pista: no todos los personajes son buenos dialogando.
Pista 2: deberás defenderte de los ataques de todos.
Por ver si quedas (Tú o algún miembro del equipo) herido directa o indirectamente, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
Harambe: Indiferente con Syl y Abena y desconfía de Wanda
Abena: Confía en Syl
Wanda Desconfía de Syl y de Harambe
Parte Asher Hibou ha roto la alianza y te ha tirado de la pared justo cuando estabas a punto de llegar a la cima. Quedas inconsciente durante un largo momento. Cuando despiertas, un hombre elefante y una mujer vaca te socorren. Deberás presentarte ante ellos, demostrar, como dijo la mujer, que eres una buena persona.
Cuando despiertes, Hont sigue inconsciente. Los síntomas de la pandemia crecen de manera exponencial.
Hont Confía en Asher
(Ya que Hibou y Bo Cheng han dejado de formar parte de tu equipo, no podrás saber la opinión que tienen sobre ti)
Sigel
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
El trayecto en aquel bote no fue demasiado largo. Sin embargo, Syl no estaba demasiado acostumbrado a remar... o incluso a estar cerca de fuentes tan grandes de agua. Sabía nadar, por supuesto, pero por lo general, evitaba acercarse mucho a puertos o barcos. Aun así, no habían tenido mucha elección: aquello parecía ser el mejor método de transporte del que disponian.
No tardaron en darse cuenta de que era mejor abandonarlo.
Los sonidos de un combate llegaron antes de que pudiese vislumbrarlos siquiera. Los cuatro tripulantes del bote se tensaron al instante. Wanda tocó a Abena en el hombro, tranquilizándola un poco. Sin embargo, Syl estaba más concentrado en las siluetas que veía en la playa.
La figura de un centauro era más que evidente. Pero donde debía haber un torso, había dos. Otro participante debía estar montado a su lomo... y estaban atacando a otra pareja. Alguien delgado y con cuernos... y un canino. No podía ser. ¿Asher?
No eran los únicos. Otro barco también estaba acercándose a participar en el encuentro. Uno más grande, pesado... y armado con una balista. Aquello podía ser problemático.
-Muy bien. ¿Alguna idea?- resopló Harambe. Parecía estar de peor humor que de costumbre. La herida debía ser peor de lo que pensaba.
-No podemos luchar contra tantos a la vez.- musitó el felino. Su mente empezó a trabajar a toda velocidad. -Ese barco está orientado hacia la playa, pero apostaría a que después vendrá a por nosotros. Lo mismo con el centauro.-
-Se ha acabado eso de hacer amigos.- observó el gorila.
¿Era eso cierto? Syl había visto varias situaciones como esa a lo largo de su vida. Sobre todo, en el arenal de Roilkat. Enfrentamientos entre bandidos y gente de las arenas, o incluso guardias. Él solía verlos como problemas, salvo cuando estaban en periodos de necesidad. En esos casos, eran oportunidades.
-El enemigo de mi enemigo...- dijo Syl. -Es un recurso. Vale, escuchad. Vamos a desembarcar en el puerto... y huir. Abena, necesito que ayudes a Harambe a moverse. Cuando bajemos, ayúdale y sigue a Wanda. Ignora todo lo demás. ¿Entendido?- La mujer rinoceronte repitió las órdenes y asintió. Sin embargo, los otros dos no parecían contentos. -No hay tiempo para discutir. Esta es nuestro mejor baza para sobrevivir. Tenemos que ir hacia allí.- dijo, señalando a la selva que se adentraba tras la playa.
-¿Y tú? ¿Vas a ir a "salvarlos" a todos? ¿Qué vas a hacer?- preguntó Wanda, arqueando una ceja. Su mirada lo decía todo. Syl sacó su ballesta y colocó un virote.
-Lo que sea necesario.-
El hombre perro no era Asher, eso estaba claro. Se parecía, a su manera, pero no era él. Aun así, presentaba posibilidades. Tal vez fuese alguien de su misma aldea. Tal vez no tuviese nada que ver. En cualquier caso, merecía la pena intentarlo. Si funcionaba como todo estaba previsto, se zafarían del resto e incluso podrían ganar dos aliados. Dos aliados capaces de combatir y que no aparentaban estar heridos.
Y si no, solo tendría que enfrentarse a dos enemigos en lugar de seis.
Llegaron a la playa. Una enorme jabalina aterrizó en la arena, proviniente de la balista. Y entonces, comenzaron a moverse. Harambe y Abena siguieron a Wanda, mientras Syl tomaba su posición.
Apuntó a la mujer caballo. Era un tiro difícil, pero la centauro estaba distraída. Estaba claro que sus nuevos "amigos" le habían visto, pero aquello no era lo importante. Lo importante era inutilizar al transporte de la hiena. Si lo hacia, le inutilizaría cualquier posibilidad de perseguirlos: tendría que defenderse del otro barco, o abandonar a su compañera a su suerte. El felino disparó, y salió corriendo, siguiendo a Abena y Harambe mientras recargaba. Se dio la vuelta. Disparó de nuevo. Y esta vez, gritó.
-¡Mut arite arke! ¡Meva! ¡Hombre perro, ven con nosotros!- La primera frase era en el idioma natal de Asher. "No somos hostiles. Ayuda." Si lo reconocía, tal vez eso bastase para convencerlo. Si no...
Otro proyectil de balista se aterrizó en la arena, a escasos metros de la pareja.
Abrí los ojos con un gruñido, dolorido. Me llevé la mano a la cabeza. Jodido buho. No había tenido tiempo para reaccionar. Había caido una distancia considerable, pero estaba vivo.
Me levanté, musitando una serie de maldiciones, y miré alrededor. Aquella visión hizo que retrocediese de un salto. ¡Ese tipo era gigantesco! No estaba acostumbrado a verme superado en altura, pero aquello era impresionante. Sacudí la cabeza. Uno de los dos dijo algo, pero no llegué a comprenderlo. Aún me pitaban los oidos. Alcé un dedo, pidiendoles un segundo, y respiré hondo, aclarando mis ideas.
-Tenias razón, Hont... Hont. ¡Hont!- miré alrededor. Le tenía sujeto a mi cuello cuando caímos. ¿Donde estaba? Oh, espiritus. Seguía en el suelo. Me arrodillé junto a él, colocando una zarpa que podía rodearle por completo sobre su pecho. El corazón le bombeaba rápidamente, pero su cuerpo estaba algo más caliente de lo normal. Maldije por lo bajo. ¿Estaba enfermo? La plaga. Gruñí.
Un carraspeo detrás de mi hizo que desviase mi atención. Ah, si. El gigante y su compañera. No parecían hostiles, a juzgar por como debían habernos encontrado inconscientes y seguíamos vivos.
-Si... hola. Soy Asher. Gracias por no matarnos.- dije de forma atropellada. Me sentía algo nervioso. Respiré, recordando las instrucciones de Rakfyr. -Estábamos trepando este muro cuando nuestros... "aliados" decidieron que estaban mejor sin nosotros y nos tiraron.- esbocé una mueca y miré el muro. Si hubiese caído peor, podría haber muerto. -Un búho blanco y un mono. Cuidado, si los veis.- advertí.
-La verdad es que me vendría bien algo de ayuda. Mi amigo sigue inconsciente, y no estoy muy seguro de que hacer. Creo que también está enfermo.- Incluso después de aquella puñalada trapera, no era reacio a volver a confiar. Después de todo, si esos dos quisieran matarnos, lo habrían hecho. -Pero quiero lo mismo que todo el mundo. Salir de aquí. No voy a matar a nadie solo porque me lo diga una voz.
No tardaron en darse cuenta de que era mejor abandonarlo.
Los sonidos de un combate llegaron antes de que pudiese vislumbrarlos siquiera. Los cuatro tripulantes del bote se tensaron al instante. Wanda tocó a Abena en el hombro, tranquilizándola un poco. Sin embargo, Syl estaba más concentrado en las siluetas que veía en la playa.
La figura de un centauro era más que evidente. Pero donde debía haber un torso, había dos. Otro participante debía estar montado a su lomo... y estaban atacando a otra pareja. Alguien delgado y con cuernos... y un canino. No podía ser. ¿Asher?
No eran los únicos. Otro barco también estaba acercándose a participar en el encuentro. Uno más grande, pesado... y armado con una balista. Aquello podía ser problemático.
-Muy bien. ¿Alguna idea?- resopló Harambe. Parecía estar de peor humor que de costumbre. La herida debía ser peor de lo que pensaba.
-No podemos luchar contra tantos a la vez.- musitó el felino. Su mente empezó a trabajar a toda velocidad. -Ese barco está orientado hacia la playa, pero apostaría a que después vendrá a por nosotros. Lo mismo con el centauro.-
-Se ha acabado eso de hacer amigos.- observó el gorila.
¿Era eso cierto? Syl había visto varias situaciones como esa a lo largo de su vida. Sobre todo, en el arenal de Roilkat. Enfrentamientos entre bandidos y gente de las arenas, o incluso guardias. Él solía verlos como problemas, salvo cuando estaban en periodos de necesidad. En esos casos, eran oportunidades.
-El enemigo de mi enemigo...- dijo Syl. -Es un recurso. Vale, escuchad. Vamos a desembarcar en el puerto... y huir. Abena, necesito que ayudes a Harambe a moverse. Cuando bajemos, ayúdale y sigue a Wanda. Ignora todo lo demás. ¿Entendido?- La mujer rinoceronte repitió las órdenes y asintió. Sin embargo, los otros dos no parecían contentos. -No hay tiempo para discutir. Esta es nuestro mejor baza para sobrevivir. Tenemos que ir hacia allí.- dijo, señalando a la selva que se adentraba tras la playa.
-¿Y tú? ¿Vas a ir a "salvarlos" a todos? ¿Qué vas a hacer?- preguntó Wanda, arqueando una ceja. Su mirada lo decía todo. Syl sacó su ballesta y colocó un virote.
-Lo que sea necesario.-
El hombre perro no era Asher, eso estaba claro. Se parecía, a su manera, pero no era él. Aun así, presentaba posibilidades. Tal vez fuese alguien de su misma aldea. Tal vez no tuviese nada que ver. En cualquier caso, merecía la pena intentarlo. Si funcionaba como todo estaba previsto, se zafarían del resto e incluso podrían ganar dos aliados. Dos aliados capaces de combatir y que no aparentaban estar heridos.
Y si no, solo tendría que enfrentarse a dos enemigos en lugar de seis.
Llegaron a la playa. Una enorme jabalina aterrizó en la arena, proviniente de la balista. Y entonces, comenzaron a moverse. Harambe y Abena siguieron a Wanda, mientras Syl tomaba su posición.
Apuntó a la mujer caballo. Era un tiro difícil, pero la centauro estaba distraída. Estaba claro que sus nuevos "amigos" le habían visto, pero aquello no era lo importante. Lo importante era inutilizar al transporte de la hiena. Si lo hacia, le inutilizaría cualquier posibilidad de perseguirlos: tendría que defenderse del otro barco, o abandonar a su compañera a su suerte. El felino disparó, y salió corriendo, siguiendo a Abena y Harambe mientras recargaba. Se dio la vuelta. Disparó de nuevo. Y esta vez, gritó.
-¡Mut arite arke! ¡Meva! ¡Hombre perro, ven con nosotros!- La primera frase era en el idioma natal de Asher. "No somos hostiles. Ayuda." Si lo reconocía, tal vez eso bastase para convencerlo. Si no...
Otro proyectil de balista se aterrizó en la arena, a escasos metros de la pareja.
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Abrí los ojos con un gruñido, dolorido. Me llevé la mano a la cabeza. Jodido buho. No había tenido tiempo para reaccionar. Había caido una distancia considerable, pero estaba vivo.
Me levanté, musitando una serie de maldiciones, y miré alrededor. Aquella visión hizo que retrocediese de un salto. ¡Ese tipo era gigantesco! No estaba acostumbrado a verme superado en altura, pero aquello era impresionante. Sacudí la cabeza. Uno de los dos dijo algo, pero no llegué a comprenderlo. Aún me pitaban los oidos. Alcé un dedo, pidiendoles un segundo, y respiré hondo, aclarando mis ideas.
-Tenias razón, Hont... Hont. ¡Hont!- miré alrededor. Le tenía sujeto a mi cuello cuando caímos. ¿Donde estaba? Oh, espiritus. Seguía en el suelo. Me arrodillé junto a él, colocando una zarpa que podía rodearle por completo sobre su pecho. El corazón le bombeaba rápidamente, pero su cuerpo estaba algo más caliente de lo normal. Maldije por lo bajo. ¿Estaba enfermo? La plaga. Gruñí.
Un carraspeo detrás de mi hizo que desviase mi atención. Ah, si. El gigante y su compañera. No parecían hostiles, a juzgar por como debían habernos encontrado inconscientes y seguíamos vivos.
-Si... hola. Soy Asher. Gracias por no matarnos.- dije de forma atropellada. Me sentía algo nervioso. Respiré, recordando las instrucciones de Rakfyr. -Estábamos trepando este muro cuando nuestros... "aliados" decidieron que estaban mejor sin nosotros y nos tiraron.- esbocé una mueca y miré el muro. Si hubiese caído peor, podría haber muerto. -Un búho blanco y un mono. Cuidado, si los veis.- advertí.
-La verdad es que me vendría bien algo de ayuda. Mi amigo sigue inconsciente, y no estoy muy seguro de que hacer. Creo que también está enfermo.- Incluso después de aquella puñalada trapera, no era reacio a volver a confiar. Después de todo, si esos dos quisieran matarnos, lo habrían hecho. -Pero quiero lo mismo que todo el mundo. Salir de aquí. No voy a matar a nadie solo porque me lo diga una voz.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
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Tyr
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Había tres personas a bordo del navío. Dos de ellos quedaban a la vista de los hombres y mujeres que se peleaban en la playa: sus nombres eran capitán Fosh, un viejo pirata conocido en toda Aerandir por su peculiar cabeza, y Cinurón, un marinero con el cuerpo de un tiburón. La tercera persona escondida en los camarotes. No era ególatra decir que el futuro de la Gran Caza dependía de su vida o su muerte. Tenía los ojos vendados, las manos esposadas y una mordaza en la boca. A pesar de ello, el Animal Número 5 sonreía.
Abena estaba confusa, giraba la cabeza como si estuviera metida en un tornado que solo ella podía ver y sentir. Wanda estaba preocupada por su amiga. Si tuviera sus enseres médicos podría estudiar la herida del cuerno. Abena podría estar sufriendo un infarto por la pérdida de sangre delante de sus narices.
-Reina del Norte-
-¿Qué ha dicho?- gruñó Harambe.
-No es nada, está delirando- contestó Wanda.
La mujer cierva se sentía frustrada, impotente. Mientras Syl hacía amigos y se ganaba enemigos, ella estaba obligada a ser testigo de cómo moría Abena sin que pudiera hacer nada para arreglarlo. Harambe no se quedaba atrás. La herida en la espalda del gran gorila no mejoraba. Si no fuera por su tozudez, habría caído hacía horas. Éste era el único atributo que la cierva compartía con el gorila. Verlo tropezar, apretar los puños y seguir caminando como si nada le recordó al día de su muerte (de su No-Muerte).
-Habéis oído a Syl- decía el gorila más para él que para las chicas- debemos seguir caminando sin preocuparnos de que nos pase. Nuestro Anfitrión nos espera en el centro de la estructura. ¡Vamos!-
El grupo de tres se encontró con la entrada en la playa. La puerta era mezcla de puerto marino y abertura de cloaca: Un cilindro de aluminio con una estructura de madera en su interior. Wanda pensó, con sarcasmo, que era un hangar para ratas. Abena levanto, costosamente, el brazo y señaló el cilindro. Harambe fue el primero en ponerse en marcha.
Los proyectiles del felino impactaron contra las patas delanteras de la yegua. Cayó de rendida sobre sus patas sangrantes. Oshu aprovechó la oportunidad, dio un brinco y cortó la cabeza de la hiena mientras ésta caía al suelo.
-No me maté, por favor. Estaba asustada. Erais vosotros o yo. No me mates-.
La lanza estaba en el suelo, hacía de separación entre el perro y la yegua. Por el aspecto de sus patas, ella no podría volver a ponerse en pie. Suplicaba que le dieran muerte, que tuvieran piedad. Lloraba como una niña. Era consciente que había perdido y, aun así, hacía esfuerzo por seguir viviendo. Oshu puso sus espadas en forma de X en el cuello de la yegua.
-Me lo agradecerás-
Cerró la cruz. La cabeza de la yegua rodó por el suelo.
-Acércate- le indicó al felino- armadura pesada pobre, armadura ligera común, lanza y hacha. ¿Quieres algo? Has ayudado, es justo darte tu parte de la recompensa- tras unos segundos, mientras desnudaba a las víctimas, añadió- ¿Dónde aprendiste esas palabras? ¿Quién te las ha enseñado?- en la segunda pregunta, dejó ver sus colmillos en son de amenaza.
-Vienen- dijo Nar dirigiendo una agria mirada al barco pirata.
Oshu le contestó con la palma de la mano. Los piratas, al menos por unos minutos, podían esperar; el felino no. Insistió una vez más:
-¿Por qué un gato conoce el idioma de mis padres?-
Ohm y Toriel se miraron mutuamente. Habían escuchada a las ranas hablar sobre un búho blanco y un mono; dos asesinos a los que había que vigilarlos. El primero, según contaban, era el más peligroso. Las palabras que utilizaban para definirlo eran: elegante, analizador y terrible. El mono también era terrible, pero sus otros dos adjetivos, salvaje y sumiso, le hacían más predecible y menos peligroso que el búho.
Toriel daba gracias de tener a Ohm a su lado, de no ser por el hombre elefante, estaría asustada. Ella, por cuenta propia, no podía hacer frente a dos enemigos tan fuertes como eran el búho y el mono del que hablaba Asher. El hombre perro era casi tan alto como el elefante y, aun así, había caído envuelto de plumas blancas. Otra cosa por la que dar gracias era que Ahser no quisiera pelear. Hasta el momento, todo el bosque parecía haberse vuelto loco. De cualquier lugar emergía algo que quería matarlos u obligarles a matar: El Señor-Que-Habla, las runas que movían los árboles, los hombres ranas salvajes… Parecía que estuvieran condenados a matar o ser matados.
-Nosotros tampoco os vamos a matar- contestó Ohm- a diferencia de aquellas ranas, nosotros tenemos cabeza con la que pensar. Mi nombre Ohmios, pero todos me llaman Ohm y ella es Toriel. Números 26 y 27 respectivamente. Como vosotros, también estamos obligados a cazar-.
-Pero, has tenido suerte, somos del grupo de los rebeldes- siguió hablando Toriel con voz graciosa mientras se arrodillaba al lado del pequeño Hont para examinarlo con cuidado- ignoramos al Señor-Que-Habla y vemos la caza pasar. Es una buena estrategia-.
Ohm sonrió dulcemente a la broma de Toriel. Entre el elefante y la vaca había una relación más allá del compañerismo. Los peligros que habían superado en la Gran Caza les habían unido de forma que no hubiera pasado en otras circunstancias.
-Reconozco el mal de tu amigo, mi padre murió de la misma enfermedad; el mal de Dundarak. Conozco los síntomas, pero no sé cómo curarlos. No soy médico, pero estoy segura que el Señor-Que-Habla puso a algún médico en la Caza. El Rey del Sur podría encontrar al médico y salvar a tu amigo-.
-¿Has oído eso?- interrumpió Ohm con las orejas erguidas – Debemos irnos de aquí-
-Las ranas también lo han oído, no hay ninguna- añadió mirando a Asher- acompáñanos a ver al Rey del Sur. Por el camino, nos puedes contar todo lo que sepas acerca de la Caza, el Señor-Que-Habla y el búho blanco. Nos encantaría escucharte-.
-Pero en voz baja, no querrás que ningún cazador nos escuche-.
* Asher:
Parte Syl Tiene una situación complicada. Harambe, Wanda y Abena deciden ocultarse de los proyectiles del navío en el interior del “Puerto para ratas”. Oshu ha reconocido el idioma, pero desconfía al escucharlo en la voz de un gato. El barco pirata se aproxima, sus arpones caen cada vez más cerca de dónde estás. Deberás elegir entre dos opciones: reunir al grupo entero en la entrada y esconderte de sus proyectiles o enfrentarte contra el navío para asegurar que estés a salvo.
Puedes controlar a Oshu y Nar como desees, me ayudará a crear una personalidad más complicada para los personajes. Te invito, sobre todo, que hables con Oshu. No conozco el idioma de la tribu de Asher y, en este punto, es algo muy importante.
Si tomas enfrentamiento, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses por ver si quedas herido.
Harambe: Indiferente con Syl y Abena y desconfía de Wanda
Abena: Confía en Syl
Wanda Desconfía de Syl. Empieza a confiar en Harambe (gracias a tu buena suerte).
Parte Asher Las escenas de compartir información son mis favoritas. Deberás hablar con Ohm y Toriel, decir lo que sepas y ganar su confianza. Deberás elegir qué decir y qué callarte. Si hablas bien, ellos te dirán lo que saben acerca del Rey del Sur.
Hont Confía en Asher
Toriel Indiferente
Ohm Indiferente.
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Abena estaba confusa, giraba la cabeza como si estuviera metida en un tornado que solo ella podía ver y sentir. Wanda estaba preocupada por su amiga. Si tuviera sus enseres médicos podría estudiar la herida del cuerno. Abena podría estar sufriendo un infarto por la pérdida de sangre delante de sus narices.
-Reina del Norte-
-¿Qué ha dicho?- gruñó Harambe.
-No es nada, está delirando- contestó Wanda.
La mujer cierva se sentía frustrada, impotente. Mientras Syl hacía amigos y se ganaba enemigos, ella estaba obligada a ser testigo de cómo moría Abena sin que pudiera hacer nada para arreglarlo. Harambe no se quedaba atrás. La herida en la espalda del gran gorila no mejoraba. Si no fuera por su tozudez, habría caído hacía horas. Éste era el único atributo que la cierva compartía con el gorila. Verlo tropezar, apretar los puños y seguir caminando como si nada le recordó al día de su muerte (de su No-Muerte).
-Habéis oído a Syl- decía el gorila más para él que para las chicas- debemos seguir caminando sin preocuparnos de que nos pase. Nuestro Anfitrión nos espera en el centro de la estructura. ¡Vamos!-
El grupo de tres se encontró con la entrada en la playa. La puerta era mezcla de puerto marino y abertura de cloaca: Un cilindro de aluminio con una estructura de madera en su interior. Wanda pensó, con sarcasmo, que era un hangar para ratas. Abena levanto, costosamente, el brazo y señaló el cilindro. Harambe fue el primero en ponerse en marcha.
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Los proyectiles del felino impactaron contra las patas delanteras de la yegua. Cayó de rendida sobre sus patas sangrantes. Oshu aprovechó la oportunidad, dio un brinco y cortó la cabeza de la hiena mientras ésta caía al suelo.
-No me maté, por favor. Estaba asustada. Erais vosotros o yo. No me mates-.
La lanza estaba en el suelo, hacía de separación entre el perro y la yegua. Por el aspecto de sus patas, ella no podría volver a ponerse en pie. Suplicaba que le dieran muerte, que tuvieran piedad. Lloraba como una niña. Era consciente que había perdido y, aun así, hacía esfuerzo por seguir viviendo. Oshu puso sus espadas en forma de X en el cuello de la yegua.
-Me lo agradecerás-
Cerró la cruz. La cabeza de la yegua rodó por el suelo.
-Acércate- le indicó al felino- armadura pesada pobre, armadura ligera común, lanza y hacha. ¿Quieres algo? Has ayudado, es justo darte tu parte de la recompensa- tras unos segundos, mientras desnudaba a las víctimas, añadió- ¿Dónde aprendiste esas palabras? ¿Quién te las ha enseñado?- en la segunda pregunta, dejó ver sus colmillos en son de amenaza.
-Vienen- dijo Nar dirigiendo una agria mirada al barco pirata.
Oshu le contestó con la palma de la mano. Los piratas, al menos por unos minutos, podían esperar; el felino no. Insistió una vez más:
-¿Por qué un gato conoce el idioma de mis padres?-
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Ohm y Toriel se miraron mutuamente. Habían escuchada a las ranas hablar sobre un búho blanco y un mono; dos asesinos a los que había que vigilarlos. El primero, según contaban, era el más peligroso. Las palabras que utilizaban para definirlo eran: elegante, analizador y terrible. El mono también era terrible, pero sus otros dos adjetivos, salvaje y sumiso, le hacían más predecible y menos peligroso que el búho.
Toriel daba gracias de tener a Ohm a su lado, de no ser por el hombre elefante, estaría asustada. Ella, por cuenta propia, no podía hacer frente a dos enemigos tan fuertes como eran el búho y el mono del que hablaba Asher. El hombre perro era casi tan alto como el elefante y, aun así, había caído envuelto de plumas blancas. Otra cosa por la que dar gracias era que Ahser no quisiera pelear. Hasta el momento, todo el bosque parecía haberse vuelto loco. De cualquier lugar emergía algo que quería matarlos u obligarles a matar: El Señor-Que-Habla, las runas que movían los árboles, los hombres ranas salvajes… Parecía que estuvieran condenados a matar o ser matados.
-Nosotros tampoco os vamos a matar- contestó Ohm- a diferencia de aquellas ranas, nosotros tenemos cabeza con la que pensar. Mi nombre Ohmios, pero todos me llaman Ohm y ella es Toriel. Números 26 y 27 respectivamente. Como vosotros, también estamos obligados a cazar-.
-Pero, has tenido suerte, somos del grupo de los rebeldes- siguió hablando Toriel con voz graciosa mientras se arrodillaba al lado del pequeño Hont para examinarlo con cuidado- ignoramos al Señor-Que-Habla y vemos la caza pasar. Es una buena estrategia-.
Ohm sonrió dulcemente a la broma de Toriel. Entre el elefante y la vaca había una relación más allá del compañerismo. Los peligros que habían superado en la Gran Caza les habían unido de forma que no hubiera pasado en otras circunstancias.
-Reconozco el mal de tu amigo, mi padre murió de la misma enfermedad; el mal de Dundarak. Conozco los síntomas, pero no sé cómo curarlos. No soy médico, pero estoy segura que el Señor-Que-Habla puso a algún médico en la Caza. El Rey del Sur podría encontrar al médico y salvar a tu amigo-.
-¿Has oído eso?- interrumpió Ohm con las orejas erguidas – Debemos irnos de aquí-
-Las ranas también lo han oído, no hay ninguna- añadió mirando a Asher- acompáñanos a ver al Rey del Sur. Por el camino, nos puedes contar todo lo que sepas acerca de la Caza, el Señor-Que-Habla y el búho blanco. Nos encantaría escucharte-.
-Pero en voz baja, no querrás que ningún cazador nos escuche-.
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* Asher:
Parte Syl Tiene una situación complicada. Harambe, Wanda y Abena deciden ocultarse de los proyectiles del navío en el interior del “Puerto para ratas”. Oshu ha reconocido el idioma, pero desconfía al escucharlo en la voz de un gato. El barco pirata se aproxima, sus arpones caen cada vez más cerca de dónde estás. Deberás elegir entre dos opciones: reunir al grupo entero en la entrada y esconderte de sus proyectiles o enfrentarte contra el navío para asegurar que estés a salvo.
Puedes controlar a Oshu y Nar como desees, me ayudará a crear una personalidad más complicada para los personajes. Te invito, sobre todo, que hables con Oshu. No conozco el idioma de la tribu de Asher y, en este punto, es algo muy importante.
Si tomas enfrentamiento, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses por ver si quedas herido.
Harambe: Indiferente con Syl y Abena y desconfía de Wanda
Abena: Confía en Syl
Wanda Desconfía de Syl. Empieza a confiar en Harambe (gracias a tu buena suerte).
Parte Asher Las escenas de compartir información son mis favoritas. Deberás hablar con Ohm y Toriel, decir lo que sepas y ganar su confianza. Deberás elegir qué decir y qué callarte. Si hablas bien, ellos te dirán lo que saben acerca del Rey del Sur.
Hont Confía en Asher
Toriel Indiferente
Ohm Indiferente.
Sigel
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
Syl miró al barco, ligeramente inquieto. No era buena idea ponerse a dialogar en ese momento, pero era cierto que los cadáveres podían tener algo útil. Lo que era más: había reconocido las palabras que había dicho. No era hostil, al menos por ahora.
-Puedo usar la armadura ligera. La lanza también me serviría.- declaró. El hombre perro dejó ambas cosas en el suelo: la coraza de cuero le iría un poco grande, pero serviría de todas formas. No había tiempo para ajustarsela. -Tenemos que movernos.- dijo, mirando al barco.
-Primero responde.- exigió el perro.- Cuanto más tardes, mayor riesgo.-
Syl suspiró. Entendía, o creía entender, el por qué parecía tan inquisitivo. Áruent era un sitio remoto. Un sitio que no recibía muchos visitantes. Y su idioma, el Aru, no era algo que se enseñase a extranjeros. La gente de ese sitio tenia, por costumbre, no enseñar nada salvo que uno fuese un buen maestro. "No hay mayor daño que enseñar mal." Pero ese hombre no tenía el mismo acento que había oido al visitar. Al igual que el de Asher, era más neutral. Casi imperceptible.
-He estado en Áruent.- confesó. -No por mucho tiempo. Pero mi compañero es de ahí. Estaré encantado de contarte más una vez estemos a salvo.- dijo, señalando el puerto.
-¿Suficiente?- preguntó la mujer antílope, cogiendo el hacha. -Daos prisa.-
Un arpón se clavó a escasos metros de su posición. El hombre perro murmuró una maldición, y los tres se apresuraron a entrar en el cilindro.
El interior era, sorprendentemente, de madera. Y, por fortuna, era espacioso, aunque con tanta gente en su interior empezaba a parecerlo menos. Harambe, Abena y Wanda estaban dentro. Milagrosamente, ninguno estaba más herido de lo que estaba antes. Syl se acercó a Wanda y le tendió la lanza. No podían permitirse tener a nadie desarmado.
-Toma. Tal vez te necesitemos.- dijo, de la forma más neutral posible. Mentir y manipular no eran sus fuertes. Se le daba mejor decir la verdad, tal y como acababa de hacer. Luego, miró a los dos desconocidos. -Abena, Wanda, Harambe.- dijo, señalando a cada uno respectivamente.
-Soy Nar.- dijo la antílope. -Y él es...-
-Oshu.- interrumpió. -¿Por qué has estado en Áruent? ¿Y cuando?-
-A este paso formaremos un ejercito.- musitó Harambe.
-No más de un mes o dos. Y como he dicho, he estado allí por mi amigo. Asher. Asher Darengan.- dijo claramente, mirándolo a los ojos. Estaba demasiado defensivo. Syl empezaba a preguntarse si había sido un error. Pero los ojos del hombre perro cambiaron ligeramente al oír el nombre. Como si le sonase.
-No conozco a ningún Asher. Pero mis padres... he oido el nombre de Darengan.- musitó. -¿Está aquí?-
-Espero que no. Pero no lo sé.-
-Oshu. Tranquilo.- dijo Nar, tocándole el hombro. -No creo que esté mintiendo. Y esta gente no parece peligrosa.-
-Eso es que no nos conoces.-
-Ja. Seguro que eso ayuda.- intervino Wanda.
-No sé si este sitio es seguro, Nar.-
-La reina del norte...-
-¡Callaos de una vez!- exclamó Syl, molesto. -No tenemos tiempo para esto. Esa gente del barco sigue fuera. Y estoy bastante seguro de que van a venir aquí. Es la entrada más cercana que tienen. Así que, o nos pasamos el tiempo huyendo, o les tendemos una emboscada y nos aseguramos de que nadie nos siga.- Aquello era demasiado. Tenía que actuar como un líder. Como Asher. Estaba fuera de su elemento, pero sabía como funcionaba. Solo tenía que poner orden y ser decisivo. -Wanda y Abena. Flanco derecho. No sé que le pasa, pero necesita que la guíes. Harambe. Intenta no desangrarte. Ya haces suficiente con caminar. Pero si alguien se acerca, aplástalos. Y vosotros dos... no teneis que escucharme. Pero esto os conviene. ¿Quieres encontrar a alguien de Áruent, Oshu? Porque yo también. Y si está aquí, lo más seguro es que se dirija al Salón.- declaró. Syl se colocó a la zona izquierda, recargando su ballesta y tomando una posición útil.
Tal vez tendrían que abordar el barco, pero sería mucho más sencillo una vez sus ocupantes dejasen de disparar.
Rebeldes... ¿Había un grupo de rebeldes? Aquello era bueno. Desde el principio había sentido la idea de rebelarme ante todo aquello. Si había más como yo, teníamos más posibilidades.
-Ja. Fuera también tengo un grupo. "Rebeldes" sería una buena forma de definirlo. Aunque somos más como una familia.- murmuré. Miré a Hont, algo nervioso. La plaga de Dundarak. Por supuesto. Suspiré. Aquella cosa nunca dejaría de atormentarme.
La pareja empezó a hablar sobre un Rey del Sur. Arqueé una ceja. Pero no tenía nada mejor que hacer. Dudaba de que pudiese acceder al Salón incluso si lo intentaba. Además, cuantas menos posibilidades hubiese de encontrarme de nuevo con el búho, mejor para ambos. Así que los seguí, llevando a Hont conmigo.
-He vivido la misma enfermedad de la que hablas.- murmuré. -La he superado. No sabía siquiera que fuese posible, pero... aquí estoy.- dije, encogiéndome de hombros. -Sobre la Caza... sé que estamos en los reinos del Oeste. Y creo que hay alguna forma de acceder al Salón sin matar a nadie. Aún no la he descubierto, pero por las palabras de la Voz... tiene que haberla.- dije, en voz baja.
-Lo que no sé es por qué nos ha emparejado de esta forma. El búho tenía una teoría. Creía que juntaba a un líder con experiencia y a un seguidor que obedeciese. Pero dudo que sea tan simple. Lo que no entiendo es... por qué estoy con Hont.- expliqué. -Es decir. Nos conocemos. Es un pequeño héroe, luchamos juntos una vez. Pero... hay alguien más en quien confío. Alguien a quien amo. Espero que me equivoque, pero... creo que está aquí.- musité, algo melancólico. -Dudo que se deje matar. Sabe defenderse. Pero no soporto la idea de no estar ahí si le ocurre algo.- suspiré.
Toriel y Ohm me daban una sensación completamente distinta a la que había dado el búho. Parecían... mayores. Me recordaban un poco a mis padres, en cierta forma. Tal vez me equivocase, por supuesto. Si no me había dejado guiar por prejuicios con Hibou, con ellos también debía mantenerme algo alerta. Pero lo poco que sabía ya les dejaba en una buena luz.
-Hibou y Bo Cheng. Esos son los nombres del búho y el mono. El primero era un estratega. Fue consejero de un comandante en el ejercito. Es frío. Tal vez incluso cruel. Pero... no nos atacó. No creo que estuviese simplemente esperando a un momento idóneo. Podría habernos matado cuando estábamos inconscientes, pero no lo hizo. Aún así, no creo que dude en matar a alguien si tiene motivos para ello. Motivos más sólidos que una voz, digo.- expliqué. No me parecía que fuese un tema muy relevante. Era improbable que los encontrase de nuevo. -Bo Cheng parecía obsesionado con un templo suyo. No nos dijo demasiado. Creo que se limita a seguir órdenes.
Eso no era de lo que quería hablar. Había sido completamente sincero con ellos. Ocultar cosas no me ayudaría.
-En el mundo de fuera... era un bandido.- confesé. -Antes de eso, fui un mercenario. He estado en prisión, y sufrido mi castigo. Si, he matado gente. Mucha más de lo que debería. No soy una buena persona. O un héroe, como Hont. Pero... no os he mentido. Tengo una familia. Un grupo de rebeldes. Lo creáis o no, queremos cambiar las cosas a mejor.- expliqué. -Estoy harto de solo sobrevivir en sistemas injustos dictados por una persona. Quiero hacer algo. Esta situación es igual. La voz quiere que vuelva a mancharme las manos de sangre. No lo haré. Tampoco estoy contento con sólo sobrevivir. No quiero ver la Caza pasar. Quiero acabar con ella.- mascullé.
Era consciente del riesgo que suponía el contar todo aquello. Pero me sentía mejor. No importaba si acababa sólo. Habían ofrecido un oido, y eso era lo que necesitaba. Notaba mi espalda más ligera. Y estaba determinado. Iba a acabar con todo eso.
-Si lo que he dicho supone un problema, no es necesario que me llevéis con vosotros.- declaré. -Ya habéis hecho mucho protegiendonos de las ranas. Pero si no... me gustaría saber quien es el tal "Rey del Sur"-
-Puedo usar la armadura ligera. La lanza también me serviría.- declaró. El hombre perro dejó ambas cosas en el suelo: la coraza de cuero le iría un poco grande, pero serviría de todas formas. No había tiempo para ajustarsela. -Tenemos que movernos.- dijo, mirando al barco.
-Primero responde.- exigió el perro.- Cuanto más tardes, mayor riesgo.-
Syl suspiró. Entendía, o creía entender, el por qué parecía tan inquisitivo. Áruent era un sitio remoto. Un sitio que no recibía muchos visitantes. Y su idioma, el Aru, no era algo que se enseñase a extranjeros. La gente de ese sitio tenia, por costumbre, no enseñar nada salvo que uno fuese un buen maestro. "No hay mayor daño que enseñar mal." Pero ese hombre no tenía el mismo acento que había oido al visitar. Al igual que el de Asher, era más neutral. Casi imperceptible.
-He estado en Áruent.- confesó. -No por mucho tiempo. Pero mi compañero es de ahí. Estaré encantado de contarte más una vez estemos a salvo.- dijo, señalando el puerto.
-¿Suficiente?- preguntó la mujer antílope, cogiendo el hacha. -Daos prisa.-
Un arpón se clavó a escasos metros de su posición. El hombre perro murmuró una maldición, y los tres se apresuraron a entrar en el cilindro.
El interior era, sorprendentemente, de madera. Y, por fortuna, era espacioso, aunque con tanta gente en su interior empezaba a parecerlo menos. Harambe, Abena y Wanda estaban dentro. Milagrosamente, ninguno estaba más herido de lo que estaba antes. Syl se acercó a Wanda y le tendió la lanza. No podían permitirse tener a nadie desarmado.
-Toma. Tal vez te necesitemos.- dijo, de la forma más neutral posible. Mentir y manipular no eran sus fuertes. Se le daba mejor decir la verdad, tal y como acababa de hacer. Luego, miró a los dos desconocidos. -Abena, Wanda, Harambe.- dijo, señalando a cada uno respectivamente.
-Soy Nar.- dijo la antílope. -Y él es...-
-Oshu.- interrumpió. -¿Por qué has estado en Áruent? ¿Y cuando?-
-A este paso formaremos un ejercito.- musitó Harambe.
-No más de un mes o dos. Y como he dicho, he estado allí por mi amigo. Asher. Asher Darengan.- dijo claramente, mirándolo a los ojos. Estaba demasiado defensivo. Syl empezaba a preguntarse si había sido un error. Pero los ojos del hombre perro cambiaron ligeramente al oír el nombre. Como si le sonase.
-No conozco a ningún Asher. Pero mis padres... he oido el nombre de Darengan.- musitó. -¿Está aquí?-
-Espero que no. Pero no lo sé.-
-Oshu. Tranquilo.- dijo Nar, tocándole el hombro. -No creo que esté mintiendo. Y esta gente no parece peligrosa.-
-Eso es que no nos conoces.-
-Ja. Seguro que eso ayuda.- intervino Wanda.
-No sé si este sitio es seguro, Nar.-
-La reina del norte...-
-¡Callaos de una vez!- exclamó Syl, molesto. -No tenemos tiempo para esto. Esa gente del barco sigue fuera. Y estoy bastante seguro de que van a venir aquí. Es la entrada más cercana que tienen. Así que, o nos pasamos el tiempo huyendo, o les tendemos una emboscada y nos aseguramos de que nadie nos siga.- Aquello era demasiado. Tenía que actuar como un líder. Como Asher. Estaba fuera de su elemento, pero sabía como funcionaba. Solo tenía que poner orden y ser decisivo. -Wanda y Abena. Flanco derecho. No sé que le pasa, pero necesita que la guíes. Harambe. Intenta no desangrarte. Ya haces suficiente con caminar. Pero si alguien se acerca, aplástalos. Y vosotros dos... no teneis que escucharme. Pero esto os conviene. ¿Quieres encontrar a alguien de Áruent, Oshu? Porque yo también. Y si está aquí, lo más seguro es que se dirija al Salón.- declaró. Syl se colocó a la zona izquierda, recargando su ballesta y tomando una posición útil.
Tal vez tendrían que abordar el barco, pero sería mucho más sencillo una vez sus ocupantes dejasen de disparar.
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Rebeldes... ¿Había un grupo de rebeldes? Aquello era bueno. Desde el principio había sentido la idea de rebelarme ante todo aquello. Si había más como yo, teníamos más posibilidades.
-Ja. Fuera también tengo un grupo. "Rebeldes" sería una buena forma de definirlo. Aunque somos más como una familia.- murmuré. Miré a Hont, algo nervioso. La plaga de Dundarak. Por supuesto. Suspiré. Aquella cosa nunca dejaría de atormentarme.
La pareja empezó a hablar sobre un Rey del Sur. Arqueé una ceja. Pero no tenía nada mejor que hacer. Dudaba de que pudiese acceder al Salón incluso si lo intentaba. Además, cuantas menos posibilidades hubiese de encontrarme de nuevo con el búho, mejor para ambos. Así que los seguí, llevando a Hont conmigo.
-He vivido la misma enfermedad de la que hablas.- murmuré. -La he superado. No sabía siquiera que fuese posible, pero... aquí estoy.- dije, encogiéndome de hombros. -Sobre la Caza... sé que estamos en los reinos del Oeste. Y creo que hay alguna forma de acceder al Salón sin matar a nadie. Aún no la he descubierto, pero por las palabras de la Voz... tiene que haberla.- dije, en voz baja.
-Lo que no sé es por qué nos ha emparejado de esta forma. El búho tenía una teoría. Creía que juntaba a un líder con experiencia y a un seguidor que obedeciese. Pero dudo que sea tan simple. Lo que no entiendo es... por qué estoy con Hont.- expliqué. -Es decir. Nos conocemos. Es un pequeño héroe, luchamos juntos una vez. Pero... hay alguien más en quien confío. Alguien a quien amo. Espero que me equivoque, pero... creo que está aquí.- musité, algo melancólico. -Dudo que se deje matar. Sabe defenderse. Pero no soporto la idea de no estar ahí si le ocurre algo.- suspiré.
Toriel y Ohm me daban una sensación completamente distinta a la que había dado el búho. Parecían... mayores. Me recordaban un poco a mis padres, en cierta forma. Tal vez me equivocase, por supuesto. Si no me había dejado guiar por prejuicios con Hibou, con ellos también debía mantenerme algo alerta. Pero lo poco que sabía ya les dejaba en una buena luz.
-Hibou y Bo Cheng. Esos son los nombres del búho y el mono. El primero era un estratega. Fue consejero de un comandante en el ejercito. Es frío. Tal vez incluso cruel. Pero... no nos atacó. No creo que estuviese simplemente esperando a un momento idóneo. Podría habernos matado cuando estábamos inconscientes, pero no lo hizo. Aún así, no creo que dude en matar a alguien si tiene motivos para ello. Motivos más sólidos que una voz, digo.- expliqué. No me parecía que fuese un tema muy relevante. Era improbable que los encontrase de nuevo. -Bo Cheng parecía obsesionado con un templo suyo. No nos dijo demasiado. Creo que se limita a seguir órdenes.
Eso no era de lo que quería hablar. Había sido completamente sincero con ellos. Ocultar cosas no me ayudaría.
-En el mundo de fuera... era un bandido.- confesé. -Antes de eso, fui un mercenario. He estado en prisión, y sufrido mi castigo. Si, he matado gente. Mucha más de lo que debería. No soy una buena persona. O un héroe, como Hont. Pero... no os he mentido. Tengo una familia. Un grupo de rebeldes. Lo creáis o no, queremos cambiar las cosas a mejor.- expliqué. -Estoy harto de solo sobrevivir en sistemas injustos dictados por una persona. Quiero hacer algo. Esta situación es igual. La voz quiere que vuelva a mancharme las manos de sangre. No lo haré. Tampoco estoy contento con sólo sobrevivir. No quiero ver la Caza pasar. Quiero acabar con ella.- mascullé.
Era consciente del riesgo que suponía el contar todo aquello. Pero me sentía mejor. No importaba si acababa sólo. Habían ofrecido un oido, y eso era lo que necesitaba. Notaba mi espalda más ligera. Y estaba determinado. Iba a acabar con todo eso.
-Si lo que he dicho supone un problema, no es necesario que me llevéis con vosotros.- declaré. -Ya habéis hecho mucho protegiendonos de las ranas. Pero si no... me gustaría saber quien es el tal "Rey del Sur"-
Asher Daregan
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
-¡Ratas cobardes!- bramaba el capitán pirata- ¡Os alcanzaré!-
-Mi capitán, no se esfuerce. Si huyen sabremos dónde van-.
-Tienes razón. Ella nos lo dirá. Y cuando lo haga, mandaremos a los grumetes a por ellos-.
En el camarote, el capitán Fosh amenazó a la Reina del Norte para que le dijera dónde había ido el grupo de animales que estaba en la playa. Ella les dijo que era hacer trampas, que no podía decirles nada. Finalmente, acabó hablando y Fosh mandó a los grumetes a atacar al grupo.
Nar sacó el mapa que encontró en el baúl. Le dio varias vueltas, lo examinó con detenimiento. El Salón debía de ser el punto central. Ellos podían estar en el norte o en el este; en esos lugares eran donde había dibujas las puertas del mar. Entre las dos opciones, se decantó por la puerta del norte ya que, aledaña a ella, había una barcaza dibujada. Tanto si estaban en la puerta norte como la del este; el camino a seguir sería el mismo: pasar la puerta y caminar recto hacia El Salón.
-Debemos continuar. Si nos paramos puede ser peor- Nar señaló la puerta.
-Chica lista- Harambe se dejaba caer de espaldas contra la pared. El tacto era frío, le aliviaba el dolor. –La puerta está abierta. ¿Quieres pasar tú primero? Antes, he visto a un pájaro morir asado por pasar el límite que especulaba en el mapa. Puede ser una trampa-.
-Y puede no serlo- contesto Oshu.
-Adelante, abre la puertecilla. Me encanta decir “ya te lo dije” a los cadáveres-.
-Yo de ti haría caso de lo que dice Harambe, sabe de runas y de trampas más que nadie- dijo Wanda sin dejar de vigilar el mar.
-Una razón para desconfiar de él- la frase de Oshu a Harambe le trajo recuerdos acerca de una mansión con 10 personas en las que nadie confiaba en nadie.
-No he podido negarme- Abena habló con una voz que no era suya- Les he dicho dónde estáis. Corréis peligro. Huid-.
-¿Abena?- Wanda midió la fiebre de su amiga. No tenía calentura.
-Abena tiene razón, debemos darnos prisa- insistió Nar.
Entre las aguas asomaban cabezas de peces (Asher y Hont sabrían que éstos no eran jugadores de verdad, sino “entretenimiento”). Llevaban armas y armaduras artesanales, hechas a partir de corales y estrellas de mar.
-Número 22 hizo trampa y los híbridos le mataron. Números 33 y 34 no han aprendido. Recibir ayuda de los Reyes es hacer trampas- repetía Abena con la voz de la Reina del Norte.
Toriel y Ohm sabían lo que aparentaba saber: que unas personas habían llevado a un grupo de animales a un lugar del Bosque del Este para que se peleasen entre ellos. Las deducciones de Asher les parecieron increíbles. Toriel creyó que era el guía de la pareja y Ohm el que necesitaba ser guiado. Recordó que el primer beso que se dieron, junto después de huir de una trampa que por poco les cortaba la cabeza, lo empezó ella. El hombre elefante, por su parte, pensaba en la posibilidad de que ningún hombre bestia quiera hacer daño a un compañero. Hibou no mató a Asher cuando tuvo oportunidad. ¿Y si nadie mataba a nadie? Tal vez, todos eran unos rebeldes. Se apuntó mentalmente la pregunta para hacérsela al Rey del Sur. Pronto se reunirían con él.
Guiaron a Asher y Hont por la frondosa selva aledaña al pantano. Por todas partes se escuchaban gritos de jungla, ninguno de los animales eran participantes de la Caza.
Ohm en primera posición, cortaba las lianas con un machete para abrir el camino. Asher, en segundo lugar, llevaba a Hont en brazos. Y en último lugar, Toriel vigilaba la retaguardia. Había que estar atentos. Ellos no eran los únicos que querían encontrarse con uno de los reyes, pero sí los que sabían dónde estaba uno.
-Ya estamos llegando- anunció Ohm en voz baja.
-Puedes mirarlos, pero no llames su atención- dijo Toriel. Una mano la tenía en el hombro de Asher y la otra la utilizaba para señalar a las bestias de los árboles. –Híbridos. No son los primeros que Ohm y yo vemos. Solo… ten cuidado-.
Las criaturas tenían el dorso arqueado de un mono, una docena de patas alargadas como la de un insecto y una cabeza que recordaba a la de un gecko. Saltaban de árbol en árbol por la dirección contrario a dónde estaba debería estar el Rey del Sur.
Finalmente llegaron a un claro. En el centro había un abeto y en su cima una casa árbol, el palacio del Rey del Sur. Un hombre sapo con un bastón que tenía una cara pintada, estaba sentado en el umbral de la puerta. Ohm se arrodilló y miró al suelo. Toriel cogió a Hont y lo dejo tendido a los pies del abeto. El silencio, casi majestuoso, lo rompió el Rey del Sur.
-Tiene Ferma número 4. Mucha Ferma para un animal pequeña. Mucha Ferma para un animal grande-.
El Rey del Sur brincó de la casa árbol al suelo. Miró a los ojos de Hont y luego hizo que la cara sonriente de su bastón mirase también a Hont. Parecían dos doctores debatiendo sobre el estado de su paciente.
-Zarigüeya número 9. ¿Y tú debes ser Perro número 8? Me acuerdo de vuestros números. Buenos números. De la primera lista de diez. Grandes expectativas tenía en vuestros números. Yo soy Nate Halliman, Sapo número 32. La última decena. Mal sapo. Nosotros no somos luchadores. Somos pensadores- croó risas.
Asher y Hont escucharon antes la voz de Nate Halliman, era posible que le reconociesen. Su voz era la que sonaba en las runas.
-Halliman, hemos venido a pedirte un favor. ¿Puedes curar a Hont?- dijo Toriel.
-No. Pero trajimos a una persona que podía sanar fermas de números muy altos. Mujer cierva número 18. Irónico-.
-¿Y dónde está la mujer cierva?- inquirió Ohm.
-Las posiciones las conoce la Reina del Norte. Nosotros no quisimos Caza- giró el bastón de lado a lado como si éste estuviera negando con la cabeza – No quisimos ferma ni tampoco nerma-.
Nate Halliman dio la espalda al grupo y brincó, otra vez, a lo alto de la cabaña.
-Fueron otros tres Reyes. Quieren quitarme a mi amigo. Ka-ING también quiso quitarme a mi amigo. Malas personas y malos números – mirando hacia Asher- Tienes preguntas. Lo veo en tus ojos. Podrás hacer una pregunta. Te irás después-.
* Asher:
Parte Syl Sigamos con la batalla. Estás entre la espada (de coral) y la pared. Deberás elegir qué hacer, si pasar por la puertecilla que llevará al camino hacia al Salón o luchar contra un ejército de merluzos.
Deberás lanzar la voluntad de los Dioses.
Harambe: Indiferente con Syl y Abena y desconfía de Wanda
Abena: Confía en Syl
Wanda Desconfía de Syl.
Oshu Confía en Syl y Nar. Indiferente al resto.
Nar Indiferente
Parte Asher Has encontrado a uno de los cuatro reyes, Nate Halliman. Personaje que conocimos en la misión “Vladimir el Inmortal” (y que debería haber registrado hace años, pero esperaba un momento especial como éste). Nate confiesa que la Gran Caza fue por su culpa. Te ofrece hacer una, sea lo que sea, te la responderá. Deberás pensar bien qué es lo que quieras preguntar.
Hont Confía en Asher
Toriel Confía.
Ohm Confía.
-Mi capitán, no se esfuerce. Si huyen sabremos dónde van-.
-Tienes razón. Ella nos lo dirá. Y cuando lo haga, mandaremos a los grumetes a por ellos-.
En el camarote, el capitán Fosh amenazó a la Reina del Norte para que le dijera dónde había ido el grupo de animales que estaba en la playa. Ella les dijo que era hacer trampas, que no podía decirles nada. Finalmente, acabó hablando y Fosh mandó a los grumetes a atacar al grupo.
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Nar sacó el mapa que encontró en el baúl. Le dio varias vueltas, lo examinó con detenimiento. El Salón debía de ser el punto central. Ellos podían estar en el norte o en el este; en esos lugares eran donde había dibujas las puertas del mar. Entre las dos opciones, se decantó por la puerta del norte ya que, aledaña a ella, había una barcaza dibujada. Tanto si estaban en la puerta norte como la del este; el camino a seguir sería el mismo: pasar la puerta y caminar recto hacia El Salón.
-Debemos continuar. Si nos paramos puede ser peor- Nar señaló la puerta.
-Chica lista- Harambe se dejaba caer de espaldas contra la pared. El tacto era frío, le aliviaba el dolor. –La puerta está abierta. ¿Quieres pasar tú primero? Antes, he visto a un pájaro morir asado por pasar el límite que especulaba en el mapa. Puede ser una trampa-.
-Y puede no serlo- contesto Oshu.
-Adelante, abre la puertecilla. Me encanta decir “ya te lo dije” a los cadáveres-.
-Yo de ti haría caso de lo que dice Harambe, sabe de runas y de trampas más que nadie- dijo Wanda sin dejar de vigilar el mar.
-Una razón para desconfiar de él- la frase de Oshu a Harambe le trajo recuerdos acerca de una mansión con 10 personas en las que nadie confiaba en nadie.
-No he podido negarme- Abena habló con una voz que no era suya- Les he dicho dónde estáis. Corréis peligro. Huid-.
-¿Abena?- Wanda midió la fiebre de su amiga. No tenía calentura.
-Abena tiene razón, debemos darnos prisa- insistió Nar.
Entre las aguas asomaban cabezas de peces (Asher y Hont sabrían que éstos no eran jugadores de verdad, sino “entretenimiento”). Llevaban armas y armaduras artesanales, hechas a partir de corales y estrellas de mar.
-Número 22 hizo trampa y los híbridos le mataron. Números 33 y 34 no han aprendido. Recibir ayuda de los Reyes es hacer trampas- repetía Abena con la voz de la Reina del Norte.
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Toriel y Ohm sabían lo que aparentaba saber: que unas personas habían llevado a un grupo de animales a un lugar del Bosque del Este para que se peleasen entre ellos. Las deducciones de Asher les parecieron increíbles. Toriel creyó que era el guía de la pareja y Ohm el que necesitaba ser guiado. Recordó que el primer beso que se dieron, junto después de huir de una trampa que por poco les cortaba la cabeza, lo empezó ella. El hombre elefante, por su parte, pensaba en la posibilidad de que ningún hombre bestia quiera hacer daño a un compañero. Hibou no mató a Asher cuando tuvo oportunidad. ¿Y si nadie mataba a nadie? Tal vez, todos eran unos rebeldes. Se apuntó mentalmente la pregunta para hacérsela al Rey del Sur. Pronto se reunirían con él.
Guiaron a Asher y Hont por la frondosa selva aledaña al pantano. Por todas partes se escuchaban gritos de jungla, ninguno de los animales eran participantes de la Caza.
Ohm en primera posición, cortaba las lianas con un machete para abrir el camino. Asher, en segundo lugar, llevaba a Hont en brazos. Y en último lugar, Toriel vigilaba la retaguardia. Había que estar atentos. Ellos no eran los únicos que querían encontrarse con uno de los reyes, pero sí los que sabían dónde estaba uno.
-Ya estamos llegando- anunció Ohm en voz baja.
-Puedes mirarlos, pero no llames su atención- dijo Toriel. Una mano la tenía en el hombro de Asher y la otra la utilizaba para señalar a las bestias de los árboles. –Híbridos. No son los primeros que Ohm y yo vemos. Solo… ten cuidado-.
Las criaturas tenían el dorso arqueado de un mono, una docena de patas alargadas como la de un insecto y una cabeza que recordaba a la de un gecko. Saltaban de árbol en árbol por la dirección contrario a dónde estaba debería estar el Rey del Sur.
- Híbrido:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Finalmente llegaron a un claro. En el centro había un abeto y en su cima una casa árbol, el palacio del Rey del Sur. Un hombre sapo con un bastón que tenía una cara pintada, estaba sentado en el umbral de la puerta. Ohm se arrodilló y miró al suelo. Toriel cogió a Hont y lo dejo tendido a los pies del abeto. El silencio, casi majestuoso, lo rompió el Rey del Sur.
-Tiene Ferma número 4. Mucha Ferma para un animal pequeña. Mucha Ferma para un animal grande-.
El Rey del Sur brincó de la casa árbol al suelo. Miró a los ojos de Hont y luego hizo que la cara sonriente de su bastón mirase también a Hont. Parecían dos doctores debatiendo sobre el estado de su paciente.
-Zarigüeya número 9. ¿Y tú debes ser Perro número 8? Me acuerdo de vuestros números. Buenos números. De la primera lista de diez. Grandes expectativas tenía en vuestros números. Yo soy Nate Halliman, Sapo número 32. La última decena. Mal sapo. Nosotros no somos luchadores. Somos pensadores- croó risas.
Asher y Hont escucharon antes la voz de Nate Halliman, era posible que le reconociesen. Su voz era la que sonaba en las runas.
-Halliman, hemos venido a pedirte un favor. ¿Puedes curar a Hont?- dijo Toriel.
-No. Pero trajimos a una persona que podía sanar fermas de números muy altos. Mujer cierva número 18. Irónico-.
-¿Y dónde está la mujer cierva?- inquirió Ohm.
-Las posiciones las conoce la Reina del Norte. Nosotros no quisimos Caza- giró el bastón de lado a lado como si éste estuviera negando con la cabeza – No quisimos ferma ni tampoco nerma-.
Nate Halliman dio la espalda al grupo y brincó, otra vez, a lo alto de la cabaña.
-Fueron otros tres Reyes. Quieren quitarme a mi amigo. Ka-ING también quiso quitarme a mi amigo. Malas personas y malos números – mirando hacia Asher- Tienes preguntas. Lo veo en tus ojos. Podrás hacer una pregunta. Te irás después-.
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* Asher:
Parte Syl Sigamos con la batalla. Estás entre la espada (de coral) y la pared. Deberás elegir qué hacer, si pasar por la puertecilla que llevará al camino hacia al Salón o luchar contra un ejército de merluzos.
Deberás lanzar la voluntad de los Dioses.
Harambe: Indiferente con Syl y Abena y desconfía de Wanda
Abena: Confía en Syl
Wanda Desconfía de Syl.
Oshu Confía en Syl y Nar. Indiferente al resto.
Nar Indiferente
Parte Asher Has encontrado a uno de los cuatro reyes, Nate Halliman. Personaje que conocimos en la misión “Vladimir el Inmortal” (y que debería haber registrado hace años, pero esperaba un momento especial como éste). Nate confiesa que la Gran Caza fue por su culpa. Te ofrece hacer una, sea lo que sea, te la responderá. Deberás pensar bien qué es lo que quieras preguntar.
Hont Confía en Asher
Toriel Confía.
Ohm Confía.
Sigel
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Re: La Gran Caza [Mastereado, Asher]
La tensión aumentaba por momentos. Sus perseguidores no aparecían, y el resto empezaba a cuestionar la idea de una emboscada. Su discusión era irritante. Pero alguien dijo algo que nadie esperaba.
Abena. La mujer rinoceronte. Su voz era distinta. Su mirada, también. No estaba desenfocada ni perdida como había estado hasta entonces. Era como si algo la hubiese poseído. Syl la miró de cerca, notando como el pelaje se le extendía y ponía de punta. Se sacudió, intentando olvidar esa sensación. Tenía que tomar una decisión.
Cualquier rastro de duda desapareció del rostro del felino cuando los peces empezaron a aparecer del agua. El primero que se asomó recibió un virote en la garganta. No tenían tiempo para aquello.
-¡Corred!- gritó Syl, dirigiendose hacia la puerta. Se dio la vuelta y recargó. No todos serian tan rápidos como él. Si no se paraba, les dejaría atrás. -¡Os cubro!- avisó, apuntando su próximo disparo.
Si alguien dudaba aún de si era una trampa o no, no lo hizo saber. No había tiempo para discutir. Oshu fue uno de los primeros en reaccionar. Comprensible: no había bajado la guardia ni un momento. Nar se movió junto a él. Más de esos seres salían del agua. Su indumentaria era, cuanto menos, pobre, lo cual al menos negaba cualquier impulso de quedarse a saquear.
-¡Wanda! ¡Haz que Abena se mueva!- exclamó. No podía explicar el trance en el que había entrado la mujer acorazada. No podía haber brujos o vampiros cerca, después de todo. Tenía que estar ligado a esa persona que había mencionado. La Reina del Norte. Syl atravesó la cabeza de otro de los peces mientras el resto del grupo se acercaba a la puerta. Algunos centraban su atención en el gato, pero no tardaban en arrepentirse de su error: las espadas gemelas del hombre perro decapitaban y destripaban a los invasores sin gran dificultad.
Syl desplegó las cuchillas de su guantelete y las hundió en uno de los seres del suelo. A continuación, giró sobre si mismo y lo arrojó a través de la puerta. Si había alguna trampa, era posible que aquello la activase.
Pero la hubiese o no, sus opciones eran limitadas. Tenian que correr. El gato atravesó la puerta, y el resto siguió detrás.
______________________________________________
Contemplé atónito las aberraciones que señaló Toriel. Esos seres no parecían tener nada de humano. Rasgos de distintos animales, quizá. Pero dudaba de que hubiese algo de inteligencia. Parecían, simplemente, monstruos. Mezclas de seres que no deberían existir. ¿Fruto de la nigromancia...? No. No tenían el mismo olor a muerte y putrefacción. Aquellas cosas estaban vivas. Apreté los puños.
Al menos no parecían muy interesados en nosotros.
No tardamos en llegar a un claro. Un buen lugar para asentarse, no muy diferente de aquellos en los que solía acampar con los Nómadas. La reverencia que la pareja parecía mostrar al tal "Rey del Sur" me inquietaba un poco. Los hombres bestia no debian tener reyes. La realeza era un invento humano.
Me crucé de brazos al ver al sapo. No dije nada. No parecía ser hostil, pero si le hacía daño a Hont, intervendría.
-No soy un número.- gruñí. -Mi nombre es Asher Daregan.- declaré, serio. Su voz era la de las runas. Tensé la mandíbula. Quería destripar a esa rana. Si no fuera por Toriel y Ohm, tal vez lo habría hecho. Me quedé callado. Debía haber una explicación para todo eso. Me controlé, forzándome a no hablar hasta oír explicaciones.
Había varias cosas que podía sacar de sus palabras. Para empezar, Nate Halliman dejó algo claro: él tenía algo que ver con toda esa situación. Con la Caza. "Trajimos." Él, y otros. Eran los causantes. Pero no los culpables. Si podía confiar en su palabra, claro.
¿Podía?
Ferma tenía que ser su forma de referirse a la enfermedad. A la Plaga. Había un modo de curarlo, al parecer: solo había que encontrar a la persona adecuada. Una mujer ciervo. Esperaba que estuviese viva. Respiré pesadamente, intentando calmarme. Pero el corazón me bombeaba con fuerza. Sentía furia. Odio. Si lo que decía era cierto, él era responsable por aquello. Podía averiguar muchas cosas. Me ofrecía una sola respuesta a una pregunta. Intenté recordar las palabras de mi padre. Cerré los ojos y respiré hondo. Diez segundos. Aquella decisión era importante.
Era cierto, tenia muchas preguntas en mi cabeza.
Pero Asher Daregan no se dobla ante ningún rey.
-Nate Halliman. Has puesto en peligro a mucha gente. Muchos hombres bestia. Les has tratado como números, no como personas.- declaré, con una mirada desafiante. -Dices que no querías la Caza. Y, sin embargo... estás aquí. Escondido en una casa mientras los otros se manchan de sangre.- Negué con la cabeza. -No voy a llamarte Rey. Estoy harto. Voy a acabar con esto.- dije, apretando la garra metálica. Recogí a Hont con cuidado. Tendría que asegurarme de que estuviese bien.
-Voy a acabar con esta Caza. No habrá más muerte, ni más sangre, si puedo evitarlo. Si quieres ayudar, hazlo. Si prefieres quedarte aquí y esconderte... eres libre de hacer lo que quieras. Vive o muere con tus propias decisiones.- resoplé, dándome la vuelta.
Me detuve, sin mirarle. Iba a alcanzar el Salón.
-Aún hay esperanza para mi. Para ti también.-
_______________________________________________________
Me he tomado la libertad de matar unos cuantos peces con Syl, ya que tienes un número infinito a tu disposición. Sin embargo, la acción de este turno es atravesar la puerta.
También he pensado mucho el qué hacer con Asher, e incluso tenía muchas preguntas en mente. Pero creo que acceder a eso no sería actuar como Asher.
Asher Daregan
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