Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
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Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Procesando la información….
Me encuentro al norte del bosque de los licántropos, mientras camino puedo ver muchos seres vivos al mí alrededor ¡Montones de ellos! Me sorprende lo variada que puede ser la vida, un diminuto gusano cae desde un árbol en mi hombro, y me quedo observándolo con interés, miro hacia arriba y veo la inmensa planta desde la que ha caído, fácilmente llega a los treinta metros.
Grandes y pequeños, peludos y lisos, pinchudos y suaves, la vida era infinitamente variada, y cada nueva característica que descubría, hacía que mi fascinación y mi curiosidad se acrecentara. También resultaban datos muy interesantes que podía tomar y reutilizar, la naturaleza era la mejor fabricante de máquinas que pudiera existir, sus diseños siempre cambiantes y adaptables al entorno eran una excelente inspiración que podía utilizar luego en mis creaciones.
Había caminado casi en línea recta desde que me había marchado de los páramos, al tener un mapa incorporado en mi sistema no necesitaba seguir los caminos trazados por los humanos, simplemente iba en línea recta y solo me desviaba cuando el terreno no me permitía pasar. Lo único que no había encontrado aún eran seres de alguna raza inteligente, eso me tenía ligeramente… ¿Decepcionada? Sí, creo que esa sería la palabra correcta “Frustración que se da al desengañarse de lo que no satisface nuestras expectativas” Y tenía muchas expectativas.
Apoyé el dedo cerca del insecto para que se subiera y luego lo deje sobre una hoja, no quería dañar nada de lo que me rodeaba, no a menos que fuera para descubrir cómo funcionaba. Pero por suerte, todos los seres vivos que me rodeaban en ese momento eran conocidos para mí. Así que continué caminando en línea recta, ramas y hojas golpeaban contra mi cuerpo, pero mi sensibilidad al dolor estaba muy por debajo de la media humana, así que simplemente lo ignoraba.
Un pedazo de mi camisa se enganchó y rasgo, me detuve para examinar los daños pero no parecía ser nada importante, solo media manga salida… El aspecto era algo muy importante para los seres inteligentes, daba estatus, podían catalogarlo a uno dentro de una clase social tan solo con verlo… “Conjunto de personas que pertenecen al mismo nivel económico o social”, ciertamente esa característica era muy interesante.
Luego de considerar los pros y los contras durante unos segundos, decidí que era mejor detenerse a arreglar eso antes de continuar. Encontré un enorme y hermoso árbol con raíces gigantes que salían por arriba de la tierra, parecía un buen lugar para sentarme. Subí hasta una de las raíces, me quite la camisa y me dispuse a remendarla, la costura no se me daba tan bien como el reparar objetos mecánicos.
Llevaba siempre conmigo un morral donde iba juntando objetos que creía que podrían servirme en algún momento. Lo abrí y comencé a sacar lo que para la mayoría de los orgánicos sería pura basura ¿Por qué? “Persona o cosa despreciable”, no, no era eso… “Desechos, residuos” Si, de eso se trataba. Encontré un trozo de hilo, extendí uno de mis dedos y dejé salir una aguja, con la que comencé a arreglar la prenda dañada.
Lo hacía muy lentamente, pero con exactitud milimétrica, todos los puntos estaban exactamente a la misma distancia y con el mismo ángulo. Podía escuchar a los pájaros a mi alrededor, también ardillas, tal vez conejos, seguramente los animales salvajes no se sentían amenazados por mí, me veía como una humana, pero no tenía la presencia de uno, ni su olor.
Me encuentro al norte del bosque de los licántropos, mientras camino puedo ver muchos seres vivos al mí alrededor ¡Montones de ellos! Me sorprende lo variada que puede ser la vida, un diminuto gusano cae desde un árbol en mi hombro, y me quedo observándolo con interés, miro hacia arriba y veo la inmensa planta desde la que ha caído, fácilmente llega a los treinta metros.
Grandes y pequeños, peludos y lisos, pinchudos y suaves, la vida era infinitamente variada, y cada nueva característica que descubría, hacía que mi fascinación y mi curiosidad se acrecentara. También resultaban datos muy interesantes que podía tomar y reutilizar, la naturaleza era la mejor fabricante de máquinas que pudiera existir, sus diseños siempre cambiantes y adaptables al entorno eran una excelente inspiración que podía utilizar luego en mis creaciones.
Había caminado casi en línea recta desde que me había marchado de los páramos, al tener un mapa incorporado en mi sistema no necesitaba seguir los caminos trazados por los humanos, simplemente iba en línea recta y solo me desviaba cuando el terreno no me permitía pasar. Lo único que no había encontrado aún eran seres de alguna raza inteligente, eso me tenía ligeramente… ¿Decepcionada? Sí, creo que esa sería la palabra correcta “Frustración que se da al desengañarse de lo que no satisface nuestras expectativas” Y tenía muchas expectativas.
Apoyé el dedo cerca del insecto para que se subiera y luego lo deje sobre una hoja, no quería dañar nada de lo que me rodeaba, no a menos que fuera para descubrir cómo funcionaba. Pero por suerte, todos los seres vivos que me rodeaban en ese momento eran conocidos para mí. Así que continué caminando en línea recta, ramas y hojas golpeaban contra mi cuerpo, pero mi sensibilidad al dolor estaba muy por debajo de la media humana, así que simplemente lo ignoraba.
Un pedazo de mi camisa se enganchó y rasgo, me detuve para examinar los daños pero no parecía ser nada importante, solo media manga salida… El aspecto era algo muy importante para los seres inteligentes, daba estatus, podían catalogarlo a uno dentro de una clase social tan solo con verlo… “Conjunto de personas que pertenecen al mismo nivel económico o social”, ciertamente esa característica era muy interesante.
- Ropa:
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Luego de considerar los pros y los contras durante unos segundos, decidí que era mejor detenerse a arreglar eso antes de continuar. Encontré un enorme y hermoso árbol con raíces gigantes que salían por arriba de la tierra, parecía un buen lugar para sentarme. Subí hasta una de las raíces, me quite la camisa y me dispuse a remendarla, la costura no se me daba tan bien como el reparar objetos mecánicos.
- Árbol:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Llevaba siempre conmigo un morral donde iba juntando objetos que creía que podrían servirme en algún momento. Lo abrí y comencé a sacar lo que para la mayoría de los orgánicos sería pura basura ¿Por qué? “Persona o cosa despreciable”, no, no era eso… “Desechos, residuos” Si, de eso se trataba. Encontré un trozo de hilo, extendí uno de mis dedos y dejé salir una aguja, con la que comencé a arreglar la prenda dañada.
Lo hacía muy lentamente, pero con exactitud milimétrica, todos los puntos estaban exactamente a la misma distancia y con el mismo ángulo. Podía escuchar a los pájaros a mi alrededor, también ardillas, tal vez conejos, seguramente los animales salvajes no se sentían amenazados por mí, me veía como una humana, pero no tenía la presencia de uno, ni su olor.
Última edición por Zöe el Lun Dic 04 2017, 21:36, editado 1 vez
Zöe
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Hacía ya tres días que Gwynn, su hermana y Alasdair habían llegado al minúsculo asentamiento de Kinbuck, un modesto campamento fronterizo que alojaba a una veintena de lobos de tres clanes locales. El puesto, como tantos otros, tenía como objetivo ser una base de operaciones desde la cual organizar y conducir expediciones a lo largo del cambiante y difuso perímetro del territorio de la tribu, y servir de refugio para los mercaderes y transeúntes. Por supuesto, esto significaba que todos los temporales habitantes de Kinbuck eran cazadores y guerreros adultos, preocupados de cosas de adultos, como inventarios, logística, mapas y rumores. Al segundo día Gwynn estaba seguro que moriría de aburrimiento.
Empeorando las cosas Caoimhe y Alasdair habían optado por viajar a un asentamiento vecino para ayudar en la restauración de una arboleda sagrada y participar en los ritos de inauguración. Gwynn, incapaz de seguir el paso de marcha de los mayores había sido dejado atrás con la promesa de que regresarían a primera hora del día siguiente. El pequeño, enfadado, había decidido aquella mañana realizar su propia expedición a la espesura del bosque, imaginando aventuras y preparado para ahuyentar malhechores suficientemente estúpidos para acercarse al territorio de la Tribu.
El lobo recorrió con paso seguro y rítmico los alrededores, olfateando distraídamente cada árbol en su camino, saltando sobre las piedras y bebiendo de los riachuelos que surcaban el paisaje. Había roto su ayuno aquella mañana con una generosa porción de carne salada, por lo que, contento y saciado, observaba a las criaturas del bosque con curiosa indiferencia.
Sus finas orejas captaron el tenue crujir de ramas no muy lejos de allí e instintivamente detuvo su marcha para mirar en dirección al ruido. Los ciervos y otros grandes mamíferos solían ser más cuidadosos en su andar, especialmente con un depredador correteando cerca. ¿Se trataría de un oso, quizás? ¿Un jabalí escarbando torpemente en búsqueda de tubérculos? O, quizás… ¿otra criatura?
Las pupilas del lobo se expandieron ligeramente y echo a andar en dirección del sonido, esta vez con pasos ligeros y cuidadosos, su figura algo más baja, algo más acechante, preparado para esconderse entre las malezas y helechos o emprender la carrera. A medida que se aproximaba su aguda nariz capturó un aroma que nunca antes había percibido. Había un elemento propiamente humano, lo cual le hizo aminorar el paso con cautela, pero al mismo tiempo había algo que no cuadraba.
Agachándose entre la vegetación esperó a que la fuente del ruido y el peculiar aroma apareciera. El lobo ladeó la cabeza levemente cuando una mujer humana emergió entre los árboles caminando con paso certero y monótono, ignorando la débil obstrucción de ramas y hojas contra su cuerpo. La nariz del cachorro olfateó al aire percibiendo nuevamente el contradictorio aroma de la mujer. Definitivamente había un tenue olor humano, pero era casi como si no fuese ella la fuente, por extraño que pareciera. La rica textura del olor animal estaba salpicada sobre una base extraña e indescriptible, homogénea, sutil, impenetrable. No era el olor de ningún ser vivo que el lobo conociera, y sin embargo la criatura frente a él parecía ser definitivamente humana. El corazón del animal aceleró su latir mientras una parte de su mente daba con la respuesta.
La mujer continuó con su decidida marcha más allá del improvisado escondite del lobo y este le siguió silenciosamente hasta un colosal y venerable árbol. Enormes raíces tortuosas sobresalían del suelo como si este no fuese suficientemente extenso para albergarlas, y sobre ellas trepó la mujer para sentarse. Con movimientos estudiados se quitó la camisa y de uno de sus dedos conjuró una fina aguja metálica. No había duda alguna, pensó el lobo escondido a varias yardas de distancia, sin duda se trataba de uno de los espíritus del bosque, uno de los daoine sìdhe.
Gwynn sintió esa corriente ardiente que recorría sus músculos y tendones cada vez que cambiaba su forma y, momentos más tarde, era nuevamente un niño de rodillas en el suelo. Los ojos del muchacho buscaron inmediatamente la figura de la mujer y de manera inconsciente se llevó un pulgar a la boca mordiéndolo suavemente. ¿Qué decían las historias y las canciones sobre lo que se debía hacer en presencia de uno de los daoine sidhe? Ah, un ofrenda, en especial si aquel árbol era su residencia. Los ojos del muchacho buscaron a su alrededor y dieron con una tupida mata de lavanda silvestre. Moviéndose lentamente el licántropo cortó algunas de las flores en un modesto ramo y se irguió abandonando su escondite.
Vale, no hay nada que temer, pensó dando algunos pasos hacia la mujer. Los espíritus eran bondadosos con las criaturas del bosque, y él era una de ellas. Pero aún así, ¿qué se debía decir? Los ritos en su clan involucraban ofrendas a los sidhe, pero ellos raramente se mostraban directamente, ¡mucho menos en forma humana!
“¿E-eres un sidhe?” preguntó cuando estuvo a escasas ocho yardas de la mujer, su voz sonando demasiado débil y titubeante en sus oídos. “Estas flores son para ti, es-es una ofrenda. Para que, um, protejas y cuides a mi tribu si alguno de ellos se acerca a tu árbol, y para que le digas a nuestros ancestros que les recordamos y honramos.”
El muchacho estiró sus brazos ofreciendo las flores de lavanda sin poder evitar sonrojarse algo avergonzado. ¡Aquella era posiblemente la ofrenda más miserable que los sidhe habían recibido en siglos!
Empeorando las cosas Caoimhe y Alasdair habían optado por viajar a un asentamiento vecino para ayudar en la restauración de una arboleda sagrada y participar en los ritos de inauguración. Gwynn, incapaz de seguir el paso de marcha de los mayores había sido dejado atrás con la promesa de que regresarían a primera hora del día siguiente. El pequeño, enfadado, había decidido aquella mañana realizar su propia expedición a la espesura del bosque, imaginando aventuras y preparado para ahuyentar malhechores suficientemente estúpidos para acercarse al territorio de la Tribu.
El lobo recorrió con paso seguro y rítmico los alrededores, olfateando distraídamente cada árbol en su camino, saltando sobre las piedras y bebiendo de los riachuelos que surcaban el paisaje. Había roto su ayuno aquella mañana con una generosa porción de carne salada, por lo que, contento y saciado, observaba a las criaturas del bosque con curiosa indiferencia.
Sus finas orejas captaron el tenue crujir de ramas no muy lejos de allí e instintivamente detuvo su marcha para mirar en dirección al ruido. Los ciervos y otros grandes mamíferos solían ser más cuidadosos en su andar, especialmente con un depredador correteando cerca. ¿Se trataría de un oso, quizás? ¿Un jabalí escarbando torpemente en búsqueda de tubérculos? O, quizás… ¿otra criatura?
Las pupilas del lobo se expandieron ligeramente y echo a andar en dirección del sonido, esta vez con pasos ligeros y cuidadosos, su figura algo más baja, algo más acechante, preparado para esconderse entre las malezas y helechos o emprender la carrera. A medida que se aproximaba su aguda nariz capturó un aroma que nunca antes había percibido. Había un elemento propiamente humano, lo cual le hizo aminorar el paso con cautela, pero al mismo tiempo había algo que no cuadraba.
Agachándose entre la vegetación esperó a que la fuente del ruido y el peculiar aroma apareciera. El lobo ladeó la cabeza levemente cuando una mujer humana emergió entre los árboles caminando con paso certero y monótono, ignorando la débil obstrucción de ramas y hojas contra su cuerpo. La nariz del cachorro olfateó al aire percibiendo nuevamente el contradictorio aroma de la mujer. Definitivamente había un tenue olor humano, pero era casi como si no fuese ella la fuente, por extraño que pareciera. La rica textura del olor animal estaba salpicada sobre una base extraña e indescriptible, homogénea, sutil, impenetrable. No era el olor de ningún ser vivo que el lobo conociera, y sin embargo la criatura frente a él parecía ser definitivamente humana. El corazón del animal aceleró su latir mientras una parte de su mente daba con la respuesta.
La mujer continuó con su decidida marcha más allá del improvisado escondite del lobo y este le siguió silenciosamente hasta un colosal y venerable árbol. Enormes raíces tortuosas sobresalían del suelo como si este no fuese suficientemente extenso para albergarlas, y sobre ellas trepó la mujer para sentarse. Con movimientos estudiados se quitó la camisa y de uno de sus dedos conjuró una fina aguja metálica. No había duda alguna, pensó el lobo escondido a varias yardas de distancia, sin duda se trataba de uno de los espíritus del bosque, uno de los daoine sìdhe.
Gwynn sintió esa corriente ardiente que recorría sus músculos y tendones cada vez que cambiaba su forma y, momentos más tarde, era nuevamente un niño de rodillas en el suelo. Los ojos del muchacho buscaron inmediatamente la figura de la mujer y de manera inconsciente se llevó un pulgar a la boca mordiéndolo suavemente. ¿Qué decían las historias y las canciones sobre lo que se debía hacer en presencia de uno de los daoine sidhe? Ah, un ofrenda, en especial si aquel árbol era su residencia. Los ojos del muchacho buscaron a su alrededor y dieron con una tupida mata de lavanda silvestre. Moviéndose lentamente el licántropo cortó algunas de las flores en un modesto ramo y se irguió abandonando su escondite.
Vale, no hay nada que temer, pensó dando algunos pasos hacia la mujer. Los espíritus eran bondadosos con las criaturas del bosque, y él era una de ellas. Pero aún así, ¿qué se debía decir? Los ritos en su clan involucraban ofrendas a los sidhe, pero ellos raramente se mostraban directamente, ¡mucho menos en forma humana!
“¿E-eres un sidhe?” preguntó cuando estuvo a escasas ocho yardas de la mujer, su voz sonando demasiado débil y titubeante en sus oídos. “Estas flores son para ti, es-es una ofrenda. Para que, um, protejas y cuides a mi tribu si alguno de ellos se acerca a tu árbol, y para que le digas a nuestros ancestros que les recordamos y honramos.”
El muchacho estiró sus brazos ofreciendo las flores de lavanda sin poder evitar sonrojarse algo avergonzado. ¡Aquella era posiblemente la ofrenda más miserable que los sidhe habían recibido en siglos!
Gwynn
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Punto, punto, punto, iba avanzando en la reparación de mi camisa lentamente pero con absoluta exactitud, compenetrada en mi tarea no presté atención y no me di cuenta que me observaban. Aunque quizás aun estando atenta no lo habría notado, ya que el espécimen que me estaba vigilando se movía con increíble sigilo, lo esperable en un ser que estaba acostumbrado a vivir allí, no como yo.
Detuve mi tarea en el aire, levanté la vista para encontrarme con un niño, incline la cabeza ligeramente hacia la derecha mientras lo analizaba. Parecía tener unos diez o doce años, por lo que todavía no se lo consideraba un adulto para los ojos humanos, incluso aunque tuviera la capacidad de reproducirse. Parecía dubitativo, como si no supiera si acercarse, sus latidos estaban acelerados, su andar era nervioso, tenía una ligera sudoración, podría deducir con eso que estaba ansioso, “Estado de agitación o inquietud del ánimo”
El chico llevaba algo en las manos, unas flores que pronto identifique como Lavandula angustifolia, de la familia de las lamiáceas, una planta silvestre bastante común en esas zonas. Los humanos solían usarla con fines medicinales, también como relajante y como fragancia para sus viviendas. Me encontraba procesando la información cuando el niño habló, y los datos extra que me facilito no aclaraban para nada la situación.
-¿Un sidhe? – Rápidamente mi cerebro busco toda la información al respeto… Pero no había muchos datos, era algún tipo de divinidad, aunque parecía ser más como una categoría. Deje mi camisa a un lado y guarde la aguja en mi dedo nuevamente, baje de la raíz con movimientos pausados y mecánicos hasta quedar frente al chico. Me puse de rodillas para que quedáramos a la misma altura, y agarre las flores, envolviendo a la vez sus manos con las mías, le sonreí tal como me habían enseñado que se hacía.
Este era mi primer encuentro con personas luego de mucho tiempo de estar caminando sola, quería que saliera bien, en verdad deseaba que no salieran corriendo al verme ¿Por qué? Nadie había reaccionado así, no tenía ningún recuerdo como ese en mi base de datos, pero por algún motivo tenía la sensación de que alguna vez había sucedido.
-Estoy muy agradecida por recibir tu ofrenda, la acepto y prometo retribuírtelo de alguna manera – Solté entonces sus manos, el contacto había resultado cálido, mis manos en cambio se sentían frías, era agradable el poder compartir cosas con los orgánicos –Aunque yo no puedo comunicarme con esos ancestros de los que hablas, solo puedo hablar con seres vivos y que hablen mi lengua – Aunque tenía algunos buenos traductores para otros idiomas, pero el niño no me había solicitado tanta información – Pero si puedo protegerte ¿Hay alguna amenaza en los alrededores? – El chico había mencionado lo de “Cuidar a su tribu si alguno se acercaba al árbol” Por lo que supuse que debían estar en algún riesgo.
Me senté y dejé las flores apoyadas en mi regazo, esperaba que el chico no se sintiera muy decepcionado de que no pudiera comunicarme con sus antepasados, aunque según mis datos ningún ser viviente podía hacer algo así.
-Mi nombre es Z03, aunque los orgánicos me llaman Zöe, espero que podamos llevarnos bien, niño de los bosques – Sonreí nuevamente y extendí una mano a modo de saludo. Me habían dicho que así se realizaba una presentación educada, y tenía que hacer mérito si quería ganarme su aceptación luego de haberlo decepcionado por mi falta de capacidad para comunicarme con seres de otros planos.
Detuve mi tarea en el aire, levanté la vista para encontrarme con un niño, incline la cabeza ligeramente hacia la derecha mientras lo analizaba. Parecía tener unos diez o doce años, por lo que todavía no se lo consideraba un adulto para los ojos humanos, incluso aunque tuviera la capacidad de reproducirse. Parecía dubitativo, como si no supiera si acercarse, sus latidos estaban acelerados, su andar era nervioso, tenía una ligera sudoración, podría deducir con eso que estaba ansioso, “Estado de agitación o inquietud del ánimo”
El chico llevaba algo en las manos, unas flores que pronto identifique como Lavandula angustifolia, de la familia de las lamiáceas, una planta silvestre bastante común en esas zonas. Los humanos solían usarla con fines medicinales, también como relajante y como fragancia para sus viviendas. Me encontraba procesando la información cuando el niño habló, y los datos extra que me facilito no aclaraban para nada la situación.
-¿Un sidhe? – Rápidamente mi cerebro busco toda la información al respeto… Pero no había muchos datos, era algún tipo de divinidad, aunque parecía ser más como una categoría. Deje mi camisa a un lado y guarde la aguja en mi dedo nuevamente, baje de la raíz con movimientos pausados y mecánicos hasta quedar frente al chico. Me puse de rodillas para que quedáramos a la misma altura, y agarre las flores, envolviendo a la vez sus manos con las mías, le sonreí tal como me habían enseñado que se hacía.
Este era mi primer encuentro con personas luego de mucho tiempo de estar caminando sola, quería que saliera bien, en verdad deseaba que no salieran corriendo al verme ¿Por qué? Nadie había reaccionado así, no tenía ningún recuerdo como ese en mi base de datos, pero por algún motivo tenía la sensación de que alguna vez había sucedido.
-Estoy muy agradecida por recibir tu ofrenda, la acepto y prometo retribuírtelo de alguna manera – Solté entonces sus manos, el contacto había resultado cálido, mis manos en cambio se sentían frías, era agradable el poder compartir cosas con los orgánicos –Aunque yo no puedo comunicarme con esos ancestros de los que hablas, solo puedo hablar con seres vivos y que hablen mi lengua – Aunque tenía algunos buenos traductores para otros idiomas, pero el niño no me había solicitado tanta información – Pero si puedo protegerte ¿Hay alguna amenaza en los alrededores? – El chico había mencionado lo de “Cuidar a su tribu si alguno se acercaba al árbol” Por lo que supuse que debían estar en algún riesgo.
Me senté y dejé las flores apoyadas en mi regazo, esperaba que el chico no se sintiera muy decepcionado de que no pudiera comunicarme con sus antepasados, aunque según mis datos ningún ser viviente podía hacer algo así.
-Mi nombre es Z03, aunque los orgánicos me llaman Zöe, espero que podamos llevarnos bien, niño de los bosques – Sonreí nuevamente y extendí una mano a modo de saludo. Me habían dicho que así se realizaba una presentación educada, y tenía que hacer mérito si quería ganarme su aceptación luego de haberlo decepcionado por mi falta de capacidad para comunicarme con seres de otros planos.
Zöe
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
La mujer se puso de pie y descendió de la raíz con ese andar que era a la vez fluido y rígido en un sentido antinatural. El muchacho la observó frunciendo levemente el ceño, confundido. ¿Acaso no era uno de los sidhe? ¿Podía ser alguna otra clase de ser, alguno que sólo habita fuera del territorio de la Tribu? O quizás se trataba de uno de aquellos sidh que disfrutaban jugando con las demás criaturas, a veces incluso cruelmente.
El muchacho retrocedió instintivamente un paso cuando la mujer estuvo a un par de pies de distancia mas se tranquilizó visiblemente cuando esta se arrodilló frente a él cogiendo tanto las flores como sus manos. Su piel era fría en contraste a la suave calidez del niño, quien no pudo evitar tensarse frente a lo inesperado de la sensación.
Las palabras de la mujer eran amables y el muchacho pudo relajarse una vez más, pero su confusión sólo había aumentado. Al fin y al cabo, si al morir sus atepasados regresaban al bosque y a la tierra, ¿cómo era possible que los daoine sidhe no pudiesen comunicarse con ellos?
“¿Amenaza? Quizá. Siempre las hay,” dijo mirando a la mujer sentarse frente a él. Hesitando unos momentos el pequeño optó por arrodillarse sobre la tierra sentándose sobre sus pantorrillas. Zöe, tal como se había presentado la mujer, extendió una mano hacia el él y el muchaho tardó unos momentos en darse cuenta de qué significaba ese gesto. Lo había visto anteriormente, el saludo que utilizaban los adultos de clanes distintos entre sí. Gwynn extendió su mano y cogió entre sus dedos el antebrazo de la mujer, tal como había observado a otros hacer. Los saludos entre familiares en un clan eran mucho más físicos y espontáneos, en especial entre los cachorros o hacia ellos. El joven licántropo no pudo evitar sentir una oleada de satisfactorio orgullo de verse saludando como lo hacían los guerreros y los cazadores. Su elación fue breve, sin embargo, pues resultaba evidente que quien tenía frente a él no era uno de los sidhe.
“Mi nombre es Gwynn, del clan Drumgelloch,” respondió soltando el brazo de Zöe, “Y este es el territorio de la Tribu. Tú… tú no eres un sidhe, ¿no? Pero tampoco eres humana,” dijo inclinándose hacia la mujer, su agudo olfato percibiendo nuevamente la ausencia de un aroma propiamente animal, propiamente… vivo. Su mirada se detuvo brevemente en los senos desnudos de la joven, como si aquel detalle sólo reforzara sus palabras. Los humanos sentían nàire, una vergüenza humillante frente al exhibir sus cuerpos tal como eran. Sólo entonces reparó en la cicatriz en la cabeza de Zöe, o los extraños agujeros que había allí repartidos. “¿Estás herida? ¿Te duele?” Preguntó alarmado llevando su mano a la sien de la mujer, explorando con sus dedos la piel que rodeaba los orificios.
“Si necesitas ayuda tenemos un campamento no muy lejos de aquí. ¡Seguro que los adultos podrán ayudarte! Aunque,” añadió mordiendo su labio inferior algo inseguro. “No se supone que vayas allí sin motivo, um, ¿qué estás haciendo aquí?”
La pregunta podía sonar impertinente pero, ¿acaso no era lo que se había propuesto hacer aquella mañana? ¿Vigilar las fronteras de la Tribu?
El muchacho retrocedió instintivamente un paso cuando la mujer estuvo a un par de pies de distancia mas se tranquilizó visiblemente cuando esta se arrodilló frente a él cogiendo tanto las flores como sus manos. Su piel era fría en contraste a la suave calidez del niño, quien no pudo evitar tensarse frente a lo inesperado de la sensación.
Las palabras de la mujer eran amables y el muchacho pudo relajarse una vez más, pero su confusión sólo había aumentado. Al fin y al cabo, si al morir sus atepasados regresaban al bosque y a la tierra, ¿cómo era possible que los daoine sidhe no pudiesen comunicarse con ellos?
“¿Amenaza? Quizá. Siempre las hay,” dijo mirando a la mujer sentarse frente a él. Hesitando unos momentos el pequeño optó por arrodillarse sobre la tierra sentándose sobre sus pantorrillas. Zöe, tal como se había presentado la mujer, extendió una mano hacia el él y el muchaho tardó unos momentos en darse cuenta de qué significaba ese gesto. Lo había visto anteriormente, el saludo que utilizaban los adultos de clanes distintos entre sí. Gwynn extendió su mano y cogió entre sus dedos el antebrazo de la mujer, tal como había observado a otros hacer. Los saludos entre familiares en un clan eran mucho más físicos y espontáneos, en especial entre los cachorros o hacia ellos. El joven licántropo no pudo evitar sentir una oleada de satisfactorio orgullo de verse saludando como lo hacían los guerreros y los cazadores. Su elación fue breve, sin embargo, pues resultaba evidente que quien tenía frente a él no era uno de los sidhe.
“Mi nombre es Gwynn, del clan Drumgelloch,” respondió soltando el brazo de Zöe, “Y este es el territorio de la Tribu. Tú… tú no eres un sidhe, ¿no? Pero tampoco eres humana,” dijo inclinándose hacia la mujer, su agudo olfato percibiendo nuevamente la ausencia de un aroma propiamente animal, propiamente… vivo. Su mirada se detuvo brevemente en los senos desnudos de la joven, como si aquel detalle sólo reforzara sus palabras. Los humanos sentían nàire, una vergüenza humillante frente al exhibir sus cuerpos tal como eran. Sólo entonces reparó en la cicatriz en la cabeza de Zöe, o los extraños agujeros que había allí repartidos. “¿Estás herida? ¿Te duele?” Preguntó alarmado llevando su mano a la sien de la mujer, explorando con sus dedos la piel que rodeaba los orificios.
“Si necesitas ayuda tenemos un campamento no muy lejos de aquí. ¡Seguro que los adultos podrán ayudarte! Aunque,” añadió mordiendo su labio inferior algo inseguro. “No se supone que vayas allí sin motivo, um, ¿qué estás haciendo aquí?”
La pregunta podía sonar impertinente pero, ¿acaso no era lo que se había propuesto hacer aquella mañana? ¿Vigilar las fronteras de la Tribu?
Gwynn
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Por un momento pensé que me había confundido de gesto, el chico miró mi mano como si fuera una cosa extraña y pareció no entender. Si me ponía a pensarlo habían sub culturas que tenían costumbres distintas, tal vez la gente de los bosques hacían otra cosa para saludarse. Si me ponía a pensarlo, también tenían la capacidad de comunicarse con seres que ya habían muerto ¡Eso era impresionante! Se habían ganado todo mi respeto.
Finalmente aceptó el saludo, aunque de modo ligeramente distinto a como lo tenía pensado, corregí mis datos para incluir esa variante, en un futuro ya no cometería el mismo error.
-Sí, las hay – Respondí mecánicamente – Pero algunas son más urgentes que otras –Si en ese mismo instante había alguna amenaza podía intentar ayudarlo. Pero si se trataba de un peligro en un sentido simbólico o profético, modalidades que los orgánicos solían utilizar, entonces no estaba muy segura de poder cumplir mi palabra.
-Es un gusto conocerte, Gwynn, del clan Drumgelloch – Dije con una sonrisa de satisfacción, y es que aunque el principio de la charla había resultado algo compleja, ahora parecía estar fluyendo como correspondía - ¿De la tribu? – “Grupo homogéneo, social y políticamente autónomo, que ocupa un territorio propio.” - … ¡Licantropos! ¿Tu tribu es de licántropos? – Eso probablemente explicaría porque el niño iba desnudo por el bosque, según mis datos los humanos suelen preferís el usar ropa en la medida de lo posible – No, no soy una sidhe, soy un autómata con figura humana.
Agaché un poco la cabeza para facilitarle a Gwynn del clan Drumgelloch el que tocara los puertos que me servían como receptores y transmisores de información. La mayor parte del tiempo no era consciente de que estaban allí, era como cualquier otra parte de mi cuerpo, aunque entendía que para los orgánicos podía ser algo desagradable de ver.
-No creo que vaya a ser necesario, no son heridas, así es como soy – Decirle que “nací” con eso en mi cabeza no sería una información correcta, aunque era lo más cercano a la realidad – Así fui creada, los uso para trabajar y para sanar a los que son como yo – No estaba segura cuanto podía decirle a Gwynn del clan Drumgelloch y que me siguiera entendiendo.
Que conectaba cables a mi cabeza y los unía a pequeños robots que me servían para hacer pequeñas labores podía ser quizás demasiada información para un primer momento, era mejor ir de a poco.
-Estaba caminando – Fue todo lo que dije y me quede esperando, pero viendo que podía ser poca información agregué – Camino hacia el sur, y el modo más corto es cruzando este bosque, entonces tan solo lo cruce… ¿Tu tribu no permite eso? ¿Tendré problemas con tu gente por andar por esta zona? – Mi mente trabajaba rápidamente intentando buscar datos sobre los pueblos locales y sus costumbres, pero esas cosas cambiaban todo el tiempo así que no podía asegurar que mi información fuera correcta – Si es necesario podría hablar con alguno de tus lideres para que me de su permiso de caminar por aquí.
Finalmente aceptó el saludo, aunque de modo ligeramente distinto a como lo tenía pensado, corregí mis datos para incluir esa variante, en un futuro ya no cometería el mismo error.
-Sí, las hay – Respondí mecánicamente – Pero algunas son más urgentes que otras –Si en ese mismo instante había alguna amenaza podía intentar ayudarlo. Pero si se trataba de un peligro en un sentido simbólico o profético, modalidades que los orgánicos solían utilizar, entonces no estaba muy segura de poder cumplir mi palabra.
-Es un gusto conocerte, Gwynn, del clan Drumgelloch – Dije con una sonrisa de satisfacción, y es que aunque el principio de la charla había resultado algo compleja, ahora parecía estar fluyendo como correspondía - ¿De la tribu? – “Grupo homogéneo, social y políticamente autónomo, que ocupa un territorio propio.” - … ¡Licantropos! ¿Tu tribu es de licántropos? – Eso probablemente explicaría porque el niño iba desnudo por el bosque, según mis datos los humanos suelen preferís el usar ropa en la medida de lo posible – No, no soy una sidhe, soy un autómata con figura humana.
Agaché un poco la cabeza para facilitarle a Gwynn del clan Drumgelloch el que tocara los puertos que me servían como receptores y transmisores de información. La mayor parte del tiempo no era consciente de que estaban allí, era como cualquier otra parte de mi cuerpo, aunque entendía que para los orgánicos podía ser algo desagradable de ver.
-No creo que vaya a ser necesario, no son heridas, así es como soy – Decirle que “nací” con eso en mi cabeza no sería una información correcta, aunque era lo más cercano a la realidad – Así fui creada, los uso para trabajar y para sanar a los que son como yo – No estaba segura cuanto podía decirle a Gwynn del clan Drumgelloch y que me siguiera entendiendo.
Que conectaba cables a mi cabeza y los unía a pequeños robots que me servían para hacer pequeñas labores podía ser quizás demasiada información para un primer momento, era mejor ir de a poco.
-Estaba caminando – Fue todo lo que dije y me quede esperando, pero viendo que podía ser poca información agregué – Camino hacia el sur, y el modo más corto es cruzando este bosque, entonces tan solo lo cruce… ¿Tu tribu no permite eso? ¿Tendré problemas con tu gente por andar por esta zona? – Mi mente trabajaba rápidamente intentando buscar datos sobre los pueblos locales y sus costumbres, pero esas cosas cambiaban todo el tiempo así que no podía asegurar que mi información fuera correcta – Si es necesario podría hablar con alguno de tus lideres para que me de su permiso de caminar por aquí.
Zöe
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
“¿Otómata?” repitió el muchacho ladeando la cabeza. “Nunca había oído nada sobre los otómatas, pero seguramente tu gente vive más allá del Bosque. Todo este bosque,” dijo estirando exageradamente sus brazos a ambos lados para mostrar cuán extenso era, “es territorio de los lobos, pero mi tribu sólo controla una pequeña parte. Los humanos suelen evitar venir aquí. No hay nada para ellos. Los únicos que visitan son mercaderes. A veces humanos malos también, pero los cazadores se ocupan de ellos.”
Gwynn observó los pequeños orificios metálicos en la cabeza de Zöe aún no muy convencido. No entendía que había querido decir la mujer con que así había sido creada, o que los usaba para trabajar y sanar. Quizás era uno de los artilugios que los brujos utilizaban para hacer magia, ¡quizá Zöe fuese una bruja! Aunque según había oído los brujos eran muy similares a los humanos.
“¿Hacia el sur? Oh, te diriges a las tierras humanas. Yo también iré allí cuando mi hermana venga a por mí,” continuó el muchacho sonriendo ampliamente. Casi no podía contener su excitación al pensar en el viaje que tenía por delante. Pese a todas las cosas negativas que había oído sobre las ciudades, las increíbles cualidades que las historias le atribuían eran suficientes para seducir su curiosidad. Las viviendas, los mercados, las armaduras de metal cual caparazones para humanos, ¡los castillos! Montañas de piedra hecha por el hombre para protegerse de la avaricia de otros de su misma especie. El licántropo intentaba imaginar todo esto con los elementos que conocía y sospechaba, sabiamente, que la realidad sería infinitamente más espectacular a cualquiera de sus invenciones.
“No necesitas permiso para cruzarlo. El bosque no nos pertenece, nosotros sólo cuidamos a nuestra gente. Si no eres una amenaza los cazadores no te molestarán. Si lo eres, te matarán,” dijo encogiéndose de hombros. No era una amenaza en los ojos de Gwynn, simplemente un hecho natural y lógico.
El licántropo estiró los brazos sobre su cabeza dando un bostezo que fue súbitamente interrumpido por un estornudo que sacudió su cuerpo. Cerrando los ojos fuertemente el muchacho sacudió su cabeza de manera breve y enérgica para deshacerse de posibles estornudos futuros.
“Nuestro campamento está al sur y un poco al este,” dijo indicando la dirección con sus dedos sin desviar la mirada de la joven. Una vida en los bosques, por corta que fuese, le habían otorgado una excelente memoria espacial y sentido de orientación. “¿Puedo caminar contigo un poco? Me gustaría oír cuentos sobre tu gente. ¿Has estado en las ciudades humanas? ¿Es verdad que están rodeadas de muros de piedra altos como un aliso?”
Las voces ásperas de un grupo de grajos distrajo al muchacho un momento. Momentos más tarde las grajillas respondían con llamados agudos. Los ojos del pequeño licántropo exploraron instintivamente la cercanía, sus oídos atentos a otros sonidos.
“Oh, por cierto,” dijo finalmente volviendo su atención hacia la joven indicando con un índice sus pechos expuestos.“Si vas a las ciudades humanas tendrás que cubrir tu cuerpo. Los humanos se avergüenzan de él y odian a quienes no llevan vestido.”
Gwynn observó los pequeños orificios metálicos en la cabeza de Zöe aún no muy convencido. No entendía que había querido decir la mujer con que así había sido creada, o que los usaba para trabajar y sanar. Quizás era uno de los artilugios que los brujos utilizaban para hacer magia, ¡quizá Zöe fuese una bruja! Aunque según había oído los brujos eran muy similares a los humanos.
“¿Hacia el sur? Oh, te diriges a las tierras humanas. Yo también iré allí cuando mi hermana venga a por mí,” continuó el muchacho sonriendo ampliamente. Casi no podía contener su excitación al pensar en el viaje que tenía por delante. Pese a todas las cosas negativas que había oído sobre las ciudades, las increíbles cualidades que las historias le atribuían eran suficientes para seducir su curiosidad. Las viviendas, los mercados, las armaduras de metal cual caparazones para humanos, ¡los castillos! Montañas de piedra hecha por el hombre para protegerse de la avaricia de otros de su misma especie. El licántropo intentaba imaginar todo esto con los elementos que conocía y sospechaba, sabiamente, que la realidad sería infinitamente más espectacular a cualquiera de sus invenciones.
“No necesitas permiso para cruzarlo. El bosque no nos pertenece, nosotros sólo cuidamos a nuestra gente. Si no eres una amenaza los cazadores no te molestarán. Si lo eres, te matarán,” dijo encogiéndose de hombros. No era una amenaza en los ojos de Gwynn, simplemente un hecho natural y lógico.
El licántropo estiró los brazos sobre su cabeza dando un bostezo que fue súbitamente interrumpido por un estornudo que sacudió su cuerpo. Cerrando los ojos fuertemente el muchacho sacudió su cabeza de manera breve y enérgica para deshacerse de posibles estornudos futuros.
“Nuestro campamento está al sur y un poco al este,” dijo indicando la dirección con sus dedos sin desviar la mirada de la joven. Una vida en los bosques, por corta que fuese, le habían otorgado una excelente memoria espacial y sentido de orientación. “¿Puedo caminar contigo un poco? Me gustaría oír cuentos sobre tu gente. ¿Has estado en las ciudades humanas? ¿Es verdad que están rodeadas de muros de piedra altos como un aliso?”
Las voces ásperas de un grupo de grajos distrajo al muchacho un momento. Momentos más tarde las grajillas respondían con llamados agudos. Los ojos del pequeño licántropo exploraron instintivamente la cercanía, sus oídos atentos a otros sonidos.
“Oh, por cierto,” dijo finalmente volviendo su atención hacia la joven indicando con un índice sus pechos expuestos.“Si vas a las ciudades humanas tendrás que cubrir tu cuerpo. Los humanos se avergüenzan de él y odian a quienes no llevan vestido.”
Gwynn
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
-Autómata, la palabra es autómata, “Máquina que imita la figura y los movimientos de un ser animado”, me hicieron para que sea similar a un humano, reproduzca sus actitudes y sus movimientos. Eso es lo que quiere decir “Autómata” – Si bien no me importaba demasiado que el muchacho comprendiera a fondo lo que yo era, no me parecía bien engañarlo, y no corregirlo en su error era otro modo de engañar.
Así que estaba en lo correcto, el joven era en realidad un licántropo, eso tenía mucho sentido, por eso se había acercado tan silenciosamente. Agregué a mi base de datos la información que Gwynn del clan Drumgelloch me estaba dando, esa parte del bosque le pertenecía a su tribu, pero habían muchos pueblos licántropos y al parecer estaban medianamente de acuerdo en relación a qué parte del bosque le pertenecía a cada uno.
-Así es, cruzaré las tierras humanas, aunque no será mi destino final – Lo cierto era que no había en mi programación algo que pudiera ser llamado un “Destino” u “Objetivo”, podía conocer las definiciones de esas palabras, pero no las entendía por completo. Lo que si sabía era que algo en mí me empujaba a seguir y no era mi motor interno el que lo hacía – Tu pueblo parece ser muy sabio, no tienen la misma obsesión que demuestran otras razas por tener posesión de todo lo que los rodea – Al escuchar cual era el trabajo de los cazadores solo asentí, me parecía bastante lógico que si su tarea era proteger ese lugar se mostraran agresivos con aquellos que no lo respetaban.
Miré en la dirección que Gwynn del clan Drumgelloch señalaba, así que no era obligatorio que pasara por su tribu, en cierto modo me decepcioné, o al menos creía que ese sentimiento podía ser llamado así. La idea de tener a un grupo de licántropos tan cerca y no poder detenerme a contemplarlos me parecía un desperdicio, pero no podía insistir, sería lo que los humanos llamaban “de mala educación”.
-Claro, el bosque es libre para nosotros que no pretendemos hacerle ningún mal – Respondí utilizando un argumento que Gwynn del clan Drumgelloch había usado también. Me puse en pie de forma mecánica, aún con las flores en la mano, y tomando como referencia la zona en que el joven me había dicho que estaba su gente, comencé a caminar desviándome para no cruzarlos – No conozco la ciudad humana en persona… Creo. Pero tengo registros históricos en mi base de datos que incluyen imágenes – Comencé a revisarlos – Confirmado, unos muros rodean la fortaleza que los humanos llaman ciudad – Continué revisando las inscripciones – En ninguna parte corroboran la altura exacta, los diferentes archivos se contradicen entre si.
Los datos pasaban por el interior de mi mente sin necesidad de que hiciera algún esfuerzo o prestara atención, por lo que podía continuar caminando y esquivando los elementos del bosque a la par que le respondía al joven. Un sonido hizo que se detuviera durante unos segundos, pero no logré comprender de qué se trataba, y ya que el muchacho no hizo ningún comentario no me pareció prudente el preguntar.
-Mmmm – La indicación de Gwynn del clan Drumgelloch era cierto, yo también sabía que los humanos tenían esa costumbre. Saqué mi camisa a medio reparar del morral y me la puse mientras continuaba hablando – Tienes razón, eres muy amable por hacérmelo notar – Estaba abrochando los botones cuando pregunté - ¿Por qué vas a ir a la ciudad humana cuando tu hermana venga a por ti? ¿No estarías más cómodo entre los tuyos?
Sin pensarlo mucho continuaba caminando en línea recta, pero claro, ahora tenía un acompañante. Llegamos a una parte del recorrido que era interrumpido por un pequeño precipicio, si estuviera sola lo más probable es que intentaría saltarlo, calculando la distancia y la fuerza de mi salto podía estar segura de llegar al otro lado, pero ¿Y el muchacho?
-Tendremos que dar un rodeo, Gwynn del clan Drumgelloch. No es seguro para un joven con tu contextura física el intentar saltar – Otra posibilidad es que pasara en forma de lobo, pero no estaba segura de cómo funcionaba eso, o si el chico quería hacerlo, por lo que no comenté nada más.
Así que estaba en lo correcto, el joven era en realidad un licántropo, eso tenía mucho sentido, por eso se había acercado tan silenciosamente. Agregué a mi base de datos la información que Gwynn del clan Drumgelloch me estaba dando, esa parte del bosque le pertenecía a su tribu, pero habían muchos pueblos licántropos y al parecer estaban medianamente de acuerdo en relación a qué parte del bosque le pertenecía a cada uno.
-Así es, cruzaré las tierras humanas, aunque no será mi destino final – Lo cierto era que no había en mi programación algo que pudiera ser llamado un “Destino” u “Objetivo”, podía conocer las definiciones de esas palabras, pero no las entendía por completo. Lo que si sabía era que algo en mí me empujaba a seguir y no era mi motor interno el que lo hacía – Tu pueblo parece ser muy sabio, no tienen la misma obsesión que demuestran otras razas por tener posesión de todo lo que los rodea – Al escuchar cual era el trabajo de los cazadores solo asentí, me parecía bastante lógico que si su tarea era proteger ese lugar se mostraran agresivos con aquellos que no lo respetaban.
Miré en la dirección que Gwynn del clan Drumgelloch señalaba, así que no era obligatorio que pasara por su tribu, en cierto modo me decepcioné, o al menos creía que ese sentimiento podía ser llamado así. La idea de tener a un grupo de licántropos tan cerca y no poder detenerme a contemplarlos me parecía un desperdicio, pero no podía insistir, sería lo que los humanos llamaban “de mala educación”.
-Claro, el bosque es libre para nosotros que no pretendemos hacerle ningún mal – Respondí utilizando un argumento que Gwynn del clan Drumgelloch había usado también. Me puse en pie de forma mecánica, aún con las flores en la mano, y tomando como referencia la zona en que el joven me había dicho que estaba su gente, comencé a caminar desviándome para no cruzarlos – No conozco la ciudad humana en persona… Creo. Pero tengo registros históricos en mi base de datos que incluyen imágenes – Comencé a revisarlos – Confirmado, unos muros rodean la fortaleza que los humanos llaman ciudad – Continué revisando las inscripciones – En ninguna parte corroboran la altura exacta, los diferentes archivos se contradicen entre si.
Los datos pasaban por el interior de mi mente sin necesidad de que hiciera algún esfuerzo o prestara atención, por lo que podía continuar caminando y esquivando los elementos del bosque a la par que le respondía al joven. Un sonido hizo que se detuviera durante unos segundos, pero no logré comprender de qué se trataba, y ya que el muchacho no hizo ningún comentario no me pareció prudente el preguntar.
-Mmmm – La indicación de Gwynn del clan Drumgelloch era cierto, yo también sabía que los humanos tenían esa costumbre. Saqué mi camisa a medio reparar del morral y me la puse mientras continuaba hablando – Tienes razón, eres muy amable por hacérmelo notar – Estaba abrochando los botones cuando pregunté - ¿Por qué vas a ir a la ciudad humana cuando tu hermana venga a por ti? ¿No estarías más cómodo entre los tuyos?
Sin pensarlo mucho continuaba caminando en línea recta, pero claro, ahora tenía un acompañante. Llegamos a una parte del recorrido que era interrumpido por un pequeño precipicio, si estuviera sola lo más probable es que intentaría saltarlo, calculando la distancia y la fuerza de mi salto podía estar segura de llegar al otro lado, pero ¿Y el muchacho?
-Tendremos que dar un rodeo, Gwynn del clan Drumgelloch. No es seguro para un joven con tu contextura física el intentar saltar – Otra posibilidad es que pasara en forma de lobo, pero no estaba segura de cómo funcionaba eso, o si el chico quería hacerlo, por lo que no comenté nada más.
Zöe
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Autómata. Máquinas. Humanos artificiales hechos de metal y animados por la fuerza del rayo. Gwynn observó a la mujer con ojos muy abiertos. Había escuchado las historias sobre aquellos seres en su aldea, en la penumbra del ocaso o alrededor del fuego en la gruta de invierno, cachorros en su forma homínida abrazados unos a otros para protegerse del frío y para reconfortarse frente a los tétricos cuentos que algunos de los mayores disfrutaban narrarles.
En estas historias los humanos artificiales eran seres trágicamente imperfectos y desprovistos de espíritu o esencia que les uniese a la naturaleza, meras herramientas nacidas de la codicia y la arrogancia de sus creadores. Gwynn decidió ignorar por ahora la revelación.
“¿Quieres decir que irás más allá de las tierras humanas? ¡Allí sólo hay agua! Hay un lago gigante que rodea toda la tierra, así,” dijo el muchacho usando sus brazos para ilustrar sus palabras, “y aunque puedes usar botes para adentrarte en él no llegas a ningún lugar y el Trueno no te protege allí, he hecho crea tormentas que te tragan y desapareces para siempre.”
El pequeño licántropo caminaba junto a Zöe con su atención dividida entre ella y el suelo frente a él. Era extraño a veces recorrer el bosque en su forma humana, cuando la delicada piel de sus pies reclamaba especial atención y cautela al pisar y, sin embargo, disfrutaba siempre de esos momentos. Contrastado con la velocidad y la enorme riqueza sensorial de su forma lupina la experiencia como niño resultaba extrañamente placentera, meditativa, como si el tiempo se dilatara dándole posibilidad de observar un universo de detalles que de otra forma no serían aparentes. Sabía que Zöe tendría que aminorar un poco su marcha por él, pero sospechaba que la mujer no tenía inconvenientes en esperar.
“Mi hermana quiere conocer el mundo,” respondió tras pensar unos momentos en la pregunta de Zöe. “Ella y Alasdair, que es su amigo, dicen que la Tribu puede mantener las tradiciones sin aislarse del mundo, que puede ‘ocupar su lugar con orgullo y propagar su mensaje de manera asertiva,’” recitó el licántropo con ligera mofa, como si las palabras no significasen mucho o fuesen meras necedades. “A mí me gusta mucho mi familia, pero también quiero conocer el mundo, ¿sabes? Así cuando regrese tendré muy buenas historias.”
Tras rodear un pequeño despeñadero llegaron a un sector del bosque dominado por pinos esbeltos que por su proximidad sumían el bosque en la penumbra. Frente a ellos, a unas cincuenta yardas, un claro amplio se extendía reflejando la luz del sol con un verde vibrante y Gwynn aceleró el paso en seguida sintiendo el cosquilleo de las agujas de pino bajo sus pies.
“¡Es un cairn!” exclamó alegremente dedicándole a la joven una enorme sonrisa. Se trataba de un modesto montículo de tierra en cuyo centro había dispuesto un círculo de irregulares piedras completamente cubiertas en musgo y hierba, dotando al lugar de una atmósfera tan mística como venerable. “Parece muy antiguo. Nosotros tenemos algunos cerca de nuestra aldea. Solemos reunirnos allí para cantar. A veces dormimos en ellos para estar más cerca de los espíritus y nuestros antepasados."
El muchacho caminó hacia el centro del cairn sintiendo la suavidad del musgo y la hierba bajo sus pies y se sentó finalmente en el centro disfrutando el sol sobre su cuerpo. Permaneció allí unos momentos observando a la mujer con una expresión neutra.
"He oído sobre tu gente," dijo finalmente con una voz algo más queda. "Los humanos artificiales. He oído que no tenéis espíritu como las demás criaturas, que vuestra existencia es un error de los humanos. Sólo he oído cosas malas, pero tú no pareces ser mala. Pareces humana, pero no como los humanos de las historias. Esos son avaros y crueles, pero tú no lo eres. ¿Qué eres?" preguntó el muchacho ladeando la cabeza con genuina e inocente curiosidad. "He oído que estáis hechos de metal y que la fuerza del rayo os da movimiento. ¿Qué sientes? ¿Qué piensas cuando abres los ojos y ves los animales y los árboles?"
En estas historias los humanos artificiales eran seres trágicamente imperfectos y desprovistos de espíritu o esencia que les uniese a la naturaleza, meras herramientas nacidas de la codicia y la arrogancia de sus creadores. Gwynn decidió ignorar por ahora la revelación.
“¿Quieres decir que irás más allá de las tierras humanas? ¡Allí sólo hay agua! Hay un lago gigante que rodea toda la tierra, así,” dijo el muchacho usando sus brazos para ilustrar sus palabras, “y aunque puedes usar botes para adentrarte en él no llegas a ningún lugar y el Trueno no te protege allí, he hecho crea tormentas que te tragan y desapareces para siempre.”
El pequeño licántropo caminaba junto a Zöe con su atención dividida entre ella y el suelo frente a él. Era extraño a veces recorrer el bosque en su forma humana, cuando la delicada piel de sus pies reclamaba especial atención y cautela al pisar y, sin embargo, disfrutaba siempre de esos momentos. Contrastado con la velocidad y la enorme riqueza sensorial de su forma lupina la experiencia como niño resultaba extrañamente placentera, meditativa, como si el tiempo se dilatara dándole posibilidad de observar un universo de detalles que de otra forma no serían aparentes. Sabía que Zöe tendría que aminorar un poco su marcha por él, pero sospechaba que la mujer no tenía inconvenientes en esperar.
“Mi hermana quiere conocer el mundo,” respondió tras pensar unos momentos en la pregunta de Zöe. “Ella y Alasdair, que es su amigo, dicen que la Tribu puede mantener las tradiciones sin aislarse del mundo, que puede ‘ocupar su lugar con orgullo y propagar su mensaje de manera asertiva,’” recitó el licántropo con ligera mofa, como si las palabras no significasen mucho o fuesen meras necedades. “A mí me gusta mucho mi familia, pero también quiero conocer el mundo, ¿sabes? Así cuando regrese tendré muy buenas historias.”
Tras rodear un pequeño despeñadero llegaron a un sector del bosque dominado por pinos esbeltos que por su proximidad sumían el bosque en la penumbra. Frente a ellos, a unas cincuenta yardas, un claro amplio se extendía reflejando la luz del sol con un verde vibrante y Gwynn aceleró el paso en seguida sintiendo el cosquilleo de las agujas de pino bajo sus pies.
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“¡Es un cairn!” exclamó alegremente dedicándole a la joven una enorme sonrisa. Se trataba de un modesto montículo de tierra en cuyo centro había dispuesto un círculo de irregulares piedras completamente cubiertas en musgo y hierba, dotando al lugar de una atmósfera tan mística como venerable. “Parece muy antiguo. Nosotros tenemos algunos cerca de nuestra aldea. Solemos reunirnos allí para cantar. A veces dormimos en ellos para estar más cerca de los espíritus y nuestros antepasados."
El muchacho caminó hacia el centro del cairn sintiendo la suavidad del musgo y la hierba bajo sus pies y se sentó finalmente en el centro disfrutando el sol sobre su cuerpo. Permaneció allí unos momentos observando a la mujer con una expresión neutra.
"He oído sobre tu gente," dijo finalmente con una voz algo más queda. "Los humanos artificiales. He oído que no tenéis espíritu como las demás criaturas, que vuestra existencia es un error de los humanos. Sólo he oído cosas malas, pero tú no pareces ser mala. Pareces humana, pero no como los humanos de las historias. Esos son avaros y crueles, pero tú no lo eres. ¿Qué eres?" preguntó el muchacho ladeando la cabeza con genuina e inocente curiosidad. "He oído que estáis hechos de metal y que la fuerza del rayo os da movimiento. ¿Qué sientes? ¿Qué piensas cuando abres los ojos y ves los animales y los árboles?"
Gwynn
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
No dije nada mientras Gwynn del clan Drumgelloch me instruía sobre las creencias de su tribu en relación a lo que había más allá de las tierras humanas. Sus comentarios me hacían pensar que no contaban con mapas precisos sobre cómo eran las tierras de Aerandir, era una lástima porque si el joven orgánico tenía planes de salir de allí le sería muy difícil poder guiarse. Pero preferí no intervenir en sus dogmas, había aprendido con la familia de dragones que las personas no se tomaban a bien que uno les diera pruebas racionales de que estaban equivocados.
-Tu hermana y su amigo Alasdair son muy sabios entonces – Le dije mientras miraba hacia adelante asegurándome de que no perdiéramos el rumbo – Las comunidades que tienden a la endogamia son las primeras en extinguirse, es necesario recurrir a la exogamia para que la cruza entre individuos que no están genéticamente emparentados dé como resultado una descendencia cada vez más heterogénea… - Medite un segundo sobre lo que estaba diciendo, probablemente mis palabras no serían comprendidas por un orgánico tan joven – Es muy bueno ver mundo, y en lo posible procrear con licántropos de otras tribus también, eso les dará cachorros más fuertes.
Cuando llegamos al montículo mi sistema comenzó a buscar rápidamente a que podía referirse con “Cairn”, encontré que eran túmulos de referencia a veces para marcar sepulturas, corrientes de agua, caminos y tantos otros sitios que podía ser necesario diferenciar con algún tipo de distintivo.
-Entonces ¿Usan esto para comunicarse con sus antepasados? – Pregunté muy interesada ya que ese asunto no me había quedado claro – Antes también mencionaste a los que ya no estaban aquí ¿Tan importantes son para ustedes aquellos que ya no están?
Sabía que para muchas culturas todo lo que rodeaba a la muerte era siempre muy reverenciado, tenían rituales muy largos y complicados, días especiales, sitios reservados solo para los cuerpos de los difuntos y todo tipo de objetos para recordarlos u honrarlos. Claramente yo no podía entender nada de eso, pero no me llamaban la atención más que cualquiera de las tantas otras costumbres que tenían los orgánicos.
Me acerqué al cairn, pero justo antes de poner un pie sobre la suave superficie de musgo me detuve. Al parecer Gwynn del clan Drumgelloch había escuchado hablar de los bio-ciberneticos, pero algo en su tono de voz me hacía sentir que sería una falta de respeto por mi parte el tocar esa superficie. Yo era un “ser artificial”.
-Tu información no es muy exacta, Gwynn del clan Drumgelloch – Le dije y baje la mirada, sin darme cuenta pestañee rápido varias veces, estaba intentando ordenar la información de modo eficiente para poder explicarle a un joven orgánico conceptos que incluso a mí me resultaban difíciles de comprender – ¡No somos un error de los humanos! – Esa oración me salió un tono más alto de lo que esperaba, y me sorprendió el escuchar mi propia voz – Nos diseñaron siendo plenamente conscientes de lo que hacían, y cumplimos con nuestro cometido tal como se nos ordenó.
Aún no me había atrevido a entrar al cairn, no sentía que el joven me estuviera invitando tampoco, era más bien como si estuviera evaluándome, determinando si era alguien de quien se pudiera fiar.
-Soy una bio-cibernetico, diseñada para cumplir las órdenes de los humanos y realizar todas las tareas que ellos no deseaban hacer – Me agache y comencé a desatar los cordones de mis botas – Mis creadores ya no están en este mundo, y por lo tanto mi existencia carece de algún propósito. No tengo eso que ustedes los orgánicos llaman “alma”, pero puedo sentir cosas. Mi interior es de metal, pero también tengo sangre en mis venas – A medida que iba mencionando mis características me sacaba el calzado – Funciono con energía, pero también necesito comer y descansar como ustedes – Con los pies descalzos me atreví a dar un primer paso dentro del cairn, acercándome lentamente a Gwynn del clan Drumgelloch – Cuando abro los ojos y veo toda la belleza que me rodea no puedo más que pensar que la naturaleza es algo maravilloso, y que ser un producto de su sabiduría debe ser fascinante.
Me había detenido a poca distancia del joven orgánico y me había sentado para que nuevamente quedáramos a la misma altura.
-No sé si sentimos de la misma manera, probablemente no, pero eso no significa que los autómatas seamos inmunes a las emociones – Sonreí aunque tal vez por la seriedad del tema no correspondía hacer ese gesto, pero no sabía hacer muchas más muecas – Hubo muchas veces que nos hubiese sido muy útil el no tener emociones.
-Tu hermana y su amigo Alasdair son muy sabios entonces – Le dije mientras miraba hacia adelante asegurándome de que no perdiéramos el rumbo – Las comunidades que tienden a la endogamia son las primeras en extinguirse, es necesario recurrir a la exogamia para que la cruza entre individuos que no están genéticamente emparentados dé como resultado una descendencia cada vez más heterogénea… - Medite un segundo sobre lo que estaba diciendo, probablemente mis palabras no serían comprendidas por un orgánico tan joven – Es muy bueno ver mundo, y en lo posible procrear con licántropos de otras tribus también, eso les dará cachorros más fuertes.
Cuando llegamos al montículo mi sistema comenzó a buscar rápidamente a que podía referirse con “Cairn”, encontré que eran túmulos de referencia a veces para marcar sepulturas, corrientes de agua, caminos y tantos otros sitios que podía ser necesario diferenciar con algún tipo de distintivo.
-Entonces ¿Usan esto para comunicarse con sus antepasados? – Pregunté muy interesada ya que ese asunto no me había quedado claro – Antes también mencionaste a los que ya no estaban aquí ¿Tan importantes son para ustedes aquellos que ya no están?
Sabía que para muchas culturas todo lo que rodeaba a la muerte era siempre muy reverenciado, tenían rituales muy largos y complicados, días especiales, sitios reservados solo para los cuerpos de los difuntos y todo tipo de objetos para recordarlos u honrarlos. Claramente yo no podía entender nada de eso, pero no me llamaban la atención más que cualquiera de las tantas otras costumbres que tenían los orgánicos.
Me acerqué al cairn, pero justo antes de poner un pie sobre la suave superficie de musgo me detuve. Al parecer Gwynn del clan Drumgelloch había escuchado hablar de los bio-ciberneticos, pero algo en su tono de voz me hacía sentir que sería una falta de respeto por mi parte el tocar esa superficie. Yo era un “ser artificial”.
-Tu información no es muy exacta, Gwynn del clan Drumgelloch – Le dije y baje la mirada, sin darme cuenta pestañee rápido varias veces, estaba intentando ordenar la información de modo eficiente para poder explicarle a un joven orgánico conceptos que incluso a mí me resultaban difíciles de comprender – ¡No somos un error de los humanos! – Esa oración me salió un tono más alto de lo que esperaba, y me sorprendió el escuchar mi propia voz – Nos diseñaron siendo plenamente conscientes de lo que hacían, y cumplimos con nuestro cometido tal como se nos ordenó.
Aún no me había atrevido a entrar al cairn, no sentía que el joven me estuviera invitando tampoco, era más bien como si estuviera evaluándome, determinando si era alguien de quien se pudiera fiar.
-Soy una bio-cibernetico, diseñada para cumplir las órdenes de los humanos y realizar todas las tareas que ellos no deseaban hacer – Me agache y comencé a desatar los cordones de mis botas – Mis creadores ya no están en este mundo, y por lo tanto mi existencia carece de algún propósito. No tengo eso que ustedes los orgánicos llaman “alma”, pero puedo sentir cosas. Mi interior es de metal, pero también tengo sangre en mis venas – A medida que iba mencionando mis características me sacaba el calzado – Funciono con energía, pero también necesito comer y descansar como ustedes – Con los pies descalzos me atreví a dar un primer paso dentro del cairn, acercándome lentamente a Gwynn del clan Drumgelloch – Cuando abro los ojos y veo toda la belleza que me rodea no puedo más que pensar que la naturaleza es algo maravilloso, y que ser un producto de su sabiduría debe ser fascinante.
Me había detenido a poca distancia del joven orgánico y me había sentado para que nuevamente quedáramos a la misma altura.
-No sé si sentimos de la misma manera, probablemente no, pero eso no significa que los autómatas seamos inmunes a las emociones – Sonreí aunque tal vez por la seriedad del tema no correspondía hacer ese gesto, pero no sabía hacer muchas más muecas – Hubo muchas veces que nos hubiese sido muy útil el no tener emociones.
Zöe
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Gwynn observó a la mujer acercarse sin mover un músculo, atento a sus palabras e intentando imaginar cómo era posible construir un humano mezclando metal y sangre, uno que necesite comer como cualquier otro animal. ¿Qué clase de magia era necesaria? ¿Quién imaginó la figura de Zöe? ¿Su rostro, sus facciones, manerismos y personalidad? ¿Quién decidió crear un ser que podía sentir y sufrir para utilizar como una herramienta? El muchacho frunció los labios, súbitamente consciente hasta qué punto la soberbia y avaricia humana alimentaba su crueldad. Las palabras de la joven, sin embargo, carecían de rastro alguno de esa cultura tóxica e injusta. Por el contrario, había en ellas presente un claro elemento de naturalidad, espontaneidad y compasión, como un cachorro humano antes de ser corrompido por su civilización. Aquello era suficiente para hacer que Gwynn confiase en la joven.
“Entonces fuiste creada para ser una esclava,” dijo cuando la mujer se sentó frente a él. “Me alegro que tus creadores estén muertos. Eso quiere decir que ahora eres libre, ¿no? Que puedes hacer lo que quieras… a no ser que los otros humanos esperen que seas también su esclava. En ese caso siempre puedes vivir en el bosque, lejos de ellos. Los humanos son extraños. No les basta con apoderarse de la naturaleza y todo lo que les ofrece, también intentan apoderarse unos de otros, dominarlos y controlarlos.”
Un escarabajo de lomo esmeralda trepó al muslo del muchacho y este lo atrapó gentilmente entre sus dedos. Con un movimiento lento el licántropo se tendió sobre su vientre acercándose con ello a Zöe. El gesto de echarse frente a alguien estaba cargado de significado en la cultura lupina de los lobos de Blair Atholl, y era uno de los rasgos infantiles que Gwynn aún no sacudía. Delicadamente depositó el escarabajo sobre la pierna de la mujer, siguiendo su perezosa marcha con la mirada.
“No podemos hablar con nuestros antepasados igual que como hablamos nosotros ahora,” dijo respondiendo a una de las preguntas que Zöe había formulado minutos atrás. “Ellos ya no existen. La tierra da vida a las plantas y los árboles, y ellos dan vida a los animales, desde el escarabajo hasta el lobo. Cuando morimos retornamos a la tierra. Lo que queda son los que vienen después. Por eso cuando nos comunicamos con los antepasados en verdad nos comunicamos con nosotros mismos, pero a través de la sabiduría que hemos heredado de ellos.”
El muchacho apoyó su barbilla en una de sus manos mientras con la otra evitaba que el escarabajo cayera de la pierna de Zöe. Tras unos momentos sus ojos azules buscaron la mirada de la joven.
“No estoy seguro qué es lo que los humanos llaman alma, pero para mí todo lo que vemos tiene espíritu, desde la piedra hasta el agua. El espíritu de los animales es un poco diferente, porque puede compartirlo, a través de las crías o a través de las canciones, en nuestro caso. Tú también tienes espíritu, Zöe, y también puedes compartirlo como los animales. Lo siento, sólo sé sobre tu gente lo que he oído en las historias, pero tú eres diferente.”
A la distancia un aullido profundo y prolongado rompió la armonía del bosque. Momentos más tarde otros tantos respondieron a la llamada como un coro solemne y armónico. El joven licántropo giró el rostro en dirección del sonido sintiendo esa ligera excitación que era vestigio del instinto lupino aún en su forma humana. De su garganta emanó un pequeño sonido agudo y gutural que recordaba al gemido juguetón de un canino.
“Esos deben ser los cazadores regresando a Kinbuck,” dijo dedicándole a Zöe una sonrisa. “Si seguimos hacia el sur desde aquí pasaremos muy cerca. Si quieres puedes visitar el campamento. Nadie dirá nada si estás conmigo. Por cierto, Zöe, ¿qué esperas encontrar en las tierras humanas?”
“Entonces fuiste creada para ser una esclava,” dijo cuando la mujer se sentó frente a él. “Me alegro que tus creadores estén muertos. Eso quiere decir que ahora eres libre, ¿no? Que puedes hacer lo que quieras… a no ser que los otros humanos esperen que seas también su esclava. En ese caso siempre puedes vivir en el bosque, lejos de ellos. Los humanos son extraños. No les basta con apoderarse de la naturaleza y todo lo que les ofrece, también intentan apoderarse unos de otros, dominarlos y controlarlos.”
Un escarabajo de lomo esmeralda trepó al muslo del muchacho y este lo atrapó gentilmente entre sus dedos. Con un movimiento lento el licántropo se tendió sobre su vientre acercándose con ello a Zöe. El gesto de echarse frente a alguien estaba cargado de significado en la cultura lupina de los lobos de Blair Atholl, y era uno de los rasgos infantiles que Gwynn aún no sacudía. Delicadamente depositó el escarabajo sobre la pierna de la mujer, siguiendo su perezosa marcha con la mirada.
“No podemos hablar con nuestros antepasados igual que como hablamos nosotros ahora,” dijo respondiendo a una de las preguntas que Zöe había formulado minutos atrás. “Ellos ya no existen. La tierra da vida a las plantas y los árboles, y ellos dan vida a los animales, desde el escarabajo hasta el lobo. Cuando morimos retornamos a la tierra. Lo que queda son los que vienen después. Por eso cuando nos comunicamos con los antepasados en verdad nos comunicamos con nosotros mismos, pero a través de la sabiduría que hemos heredado de ellos.”
El muchacho apoyó su barbilla en una de sus manos mientras con la otra evitaba que el escarabajo cayera de la pierna de Zöe. Tras unos momentos sus ojos azules buscaron la mirada de la joven.
“No estoy seguro qué es lo que los humanos llaman alma, pero para mí todo lo que vemos tiene espíritu, desde la piedra hasta el agua. El espíritu de los animales es un poco diferente, porque puede compartirlo, a través de las crías o a través de las canciones, en nuestro caso. Tú también tienes espíritu, Zöe, y también puedes compartirlo como los animales. Lo siento, sólo sé sobre tu gente lo que he oído en las historias, pero tú eres diferente.”
A la distancia un aullido profundo y prolongado rompió la armonía del bosque. Momentos más tarde otros tantos respondieron a la llamada como un coro solemne y armónico. El joven licántropo giró el rostro en dirección del sonido sintiendo esa ligera excitación que era vestigio del instinto lupino aún en su forma humana. De su garganta emanó un pequeño sonido agudo y gutural que recordaba al gemido juguetón de un canino.
“Esos deben ser los cazadores regresando a Kinbuck,” dijo dedicándole a Zöe una sonrisa. “Si seguimos hacia el sur desde aquí pasaremos muy cerca. Si quieres puedes visitar el campamento. Nadie dirá nada si estás conmigo. Por cierto, Zöe, ¿qué esperas encontrar en las tierras humanas?”
Gwynn
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
La charla con Gwynn del clan Drumgelloch era sumamente interesante, mi sistema trabajaba con velocidad, asimilando toda una nueva familia de nuevos conceptos e ideas.
-Se supone que debería obedecer a cualquier humano, sean mis creadores o no… Pero a veces no me siento obligada a hacerlo – Pensé en la palabra “Esclavo: [Persona] que, por estar bajo el dominio jurídico de otra, carece de libertad” – No, no lo somos. Los esclavos deben ser personas, un individuo de la especie humana o al menos un ser vivo. No se nos considera humanos ni tampoco seres vivos, por lo que no podríamos entrar en esa categoría – Me quede pensando en ello unos segundos más – Seria como considerar a tu martillo un esclavo tan solo porque lo utilizas sin pedirle permiso.
No tenía una opinión formada sobre los humanos, sabía mucho sobre su historia y sus características particulares, cuantos años vivían en promedio, un listado de sus costumbres y sus modos. Pero tenía que darle la razón a Gwynn del clan Drumgelloch en algo, las reseñas históricas los mostraban como una raza muy conflictiva y combativa.
-No sé si hay mucho para decir sobre los míos…. Apenas hay un “los míos” en el sentido en que tu gente comprende esa palabra. Tenemos una base, pero no creo que estemos reunidos allí por camaradería, compañerismo o amistad. Es simplemente que somos más eficientes cuando estamos juntos.
Veo al escarabajo caminando por mi pierna y a Gwynn del clan Drumgelloch guiándolo. Puedo decir que pertenece a la familia de los coleópteros, que se alimenta de cosas muy diversas como frutas, carroña u otros insectos y que se reproducen con una hembra pero hay algunas especies que cambian de género dependiendo de la necesidad. Pero estos solo eran datos fríos y duros, el joven licántropo había reconocido con mucha facilidad que ese ser tenía un alma.
No solo eso, aseguraba que todos teníamos una, lo cual me incluía ¿Qué era un alma? ¿Qué era estar vivo? Tenía muchas definiciones de eso también, pero no lograba entenderlas, eran demasiado amplias.
-Este cuerpo que ves antes era el cuerpo de una humana ¿Crees que aún tengo el alma de la que fui? ¿O será que tengo una nueva desde que desperté como bio-cibernética? –Le pregunto con sincero interés en su opinión, parece saber mucho más que yo sobre todo ese asunto de las almas.
Un sonido a la distancia parecía marcar el final de la charla. Me quede mirándolo a la espera de que me dijera qué quería hacer. Curiosamente, me invita a conocer un poco más sobre su gente.
-Si tu tribu no se enojara con mi presencia entonces estaría muy agradecida de poder ver a tu pueblo, Gwynn del clan Drumgelloch – Sonrió para demostrarle mi alegría ante la idea que me propone. Luego me pongo en pie y comienzo a caminar – No espero encontrar nada en las tierras humanas, ni tampoco en el lugar donde viven los elfos, ni los hechiceros… Pero tampoco esperaba encontrar nada en el bosque de los Licántropos, y sin embargo te encontré a ti.
Me quedé repasando el momento en que vi al joven por primera vez.
– Tú me trajiste un presente cuando nos conocimos ¿Debería llevar yo un obsequio cuando me presentes?
-Se supone que debería obedecer a cualquier humano, sean mis creadores o no… Pero a veces no me siento obligada a hacerlo – Pensé en la palabra “Esclavo: [Persona] que, por estar bajo el dominio jurídico de otra, carece de libertad” – No, no lo somos. Los esclavos deben ser personas, un individuo de la especie humana o al menos un ser vivo. No se nos considera humanos ni tampoco seres vivos, por lo que no podríamos entrar en esa categoría – Me quede pensando en ello unos segundos más – Seria como considerar a tu martillo un esclavo tan solo porque lo utilizas sin pedirle permiso.
No tenía una opinión formada sobre los humanos, sabía mucho sobre su historia y sus características particulares, cuantos años vivían en promedio, un listado de sus costumbres y sus modos. Pero tenía que darle la razón a Gwynn del clan Drumgelloch en algo, las reseñas históricas los mostraban como una raza muy conflictiva y combativa.
-No sé si hay mucho para decir sobre los míos…. Apenas hay un “los míos” en el sentido en que tu gente comprende esa palabra. Tenemos una base, pero no creo que estemos reunidos allí por camaradería, compañerismo o amistad. Es simplemente que somos más eficientes cuando estamos juntos.
Veo al escarabajo caminando por mi pierna y a Gwynn del clan Drumgelloch guiándolo. Puedo decir que pertenece a la familia de los coleópteros, que se alimenta de cosas muy diversas como frutas, carroña u otros insectos y que se reproducen con una hembra pero hay algunas especies que cambian de género dependiendo de la necesidad. Pero estos solo eran datos fríos y duros, el joven licántropo había reconocido con mucha facilidad que ese ser tenía un alma.
No solo eso, aseguraba que todos teníamos una, lo cual me incluía ¿Qué era un alma? ¿Qué era estar vivo? Tenía muchas definiciones de eso también, pero no lograba entenderlas, eran demasiado amplias.
-Este cuerpo que ves antes era el cuerpo de una humana ¿Crees que aún tengo el alma de la que fui? ¿O será que tengo una nueva desde que desperté como bio-cibernética? –Le pregunto con sincero interés en su opinión, parece saber mucho más que yo sobre todo ese asunto de las almas.
Un sonido a la distancia parecía marcar el final de la charla. Me quede mirándolo a la espera de que me dijera qué quería hacer. Curiosamente, me invita a conocer un poco más sobre su gente.
-Si tu tribu no se enojara con mi presencia entonces estaría muy agradecida de poder ver a tu pueblo, Gwynn del clan Drumgelloch – Sonrió para demostrarle mi alegría ante la idea que me propone. Luego me pongo en pie y comienzo a caminar – No espero encontrar nada en las tierras humanas, ni tampoco en el lugar donde viven los elfos, ni los hechiceros… Pero tampoco esperaba encontrar nada en el bosque de los Licántropos, y sin embargo te encontré a ti.
Me quedé repasando el momento en que vi al joven por primera vez.
– Tú me trajiste un presente cuando nos conocimos ¿Debería llevar yo un obsequio cuando me presentes?
Zöe
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Gwynn meditó un rato sobre las palabras de la mujer mientras avanzaban a través de la espesura. Le costaba trabajo entender la analogía del martillo. Había aprendido que aquello era exactamente lo que ser esclavo significaba, dejar de ser libre para ser transformado en objeto o herramienta de alguien, quien podía disponer de la persona como quiera e incluso venderla a otros. Pero también había oído a los mayores hablar sobre la hipocresía de los humanos en este respecto, quienes prohibían formalmente prácticas como la esclavitud mientras seguía siendo una realidad cotidiana, si bien oculta tras un pesado velo de ambigüedad e intereses particulares. Zöe había dicho que nunca había estado en las tierras humanas, quizás por ello no estaba al tanto de la naturaleza venenosa de los humanos.
Sus pasos les llevaron a través de una parte del bosque dominada por enormes píceas, algunas tan altas como treinta hombres. Los colosales árboles dejaban pasar algo más de luz y el suelo del bosque estaba allí cubierto por árboles jóvenes y duros arbustos que obligaban al muchacho a caminar cuidado cada paso, evitando pisar ramas y raíces medio escondidas bajo las malezas y el musgo. La suave ladera dio paso a una pendiente escarbada que conducía a un angosto valle ensombrecido por densa vegetación e inundado por el particular aroma húmedo de la turba. Kinbuck se encontraba ligeramente al oeste desde su actual posición, pero Gwynn había encontrado es diminuto valle temprano esa mañana y había recordado a tiempo que valía la pena regresar.
“Si ese cuerpo solía ser humano, ¿quiere eso decir que tú eras humana? ¿O acaso tú habitas en el metal que los humanos metieron en ese cuerpo?” preguntó casualmente mientras sus ojos exploraban la vegetación a su alrededor. Dando un agudo y corto llamado de felicidad el muchacho se apresuró hacia un grupo de arbustos que crecían entre los alisos y los sauces. “Quería mostrarte esto, ¡son los mejores arándanos rojos que he probado este año!” exclamó sonriendo mientras sus dedos cogían hábilmente los pequeños frutos. Cuando hubo juntado un buen puñado se los llevó a la boca y miró a Zöe arrugando la pequeña nariz a causa del sabor ácido.
“Mmmm,” profirió cerrando los ojos cuando la acidez inicial dio paso al suave y fresco dulzor de los arándanos. “¿Los has comido alguna vez? Espera, cogeré algunos más para el camino. Ya estamos muy cerca.”
Con la misma agilidad que exhibiera hace unos momentos el pequeño licántropo juntó una buena porción de los mejores frutos entre sus manos y echó a andar guiando a Zöe con una sonrisa, extendiendo su botín hacia ella para que probara alguno. La tierra era suave y delicada allí y Gwynn aceleró el paso sintiendo las ganas de mostrarle a la mujer el campamento que casi sentía propio, a pesar de haber llegado apenas un par de días atrás.
“Ah, allí está la entrada,” dijo señalando una sobria estructura entre dos enormes robles que resultaba difícil de discernir a la distancia, pero mirando con atención era posible ver que se trataba de parte un extenso muro cubierto de musgo, malezas y troncos sobresalientes que parecía fundirse con el bosque a su alrededor. “Está rodeado por una palizada de árboles y tierra, así que no es fácil encontrarlo a no ser que se lo busque,” explicó el muchacho encogiéndose de hombros. “Y no te preocupes por lo del presente, no es necesario, eso ha sido error mío. Estoy seguro que...”
“¡Alto!” gruñó una voz a espaldas del joven licántropo. Gwynn inhaló bruscamente por la sorpresa y se giró sobre sus talones para encontrarse con la enorme figura de un hombre de mediana edad apuntando una lanza directamente al cuello de Zöe. El sujeto era completamente calvo, pero lo compensaba con furiosas cejas rojizas que enmarcaban severos ojos grises y un inponente bigote cobrizo que casi tapaba su boca completamente y se extendía hacia los lados casi hasta llegar a la altura de la barbilla. Su único vestido era una especie de pesada falda de lana y cuero y sandalias de materia vegetal. “Tú, mujer, aléjate del cachorro,” gruñó nuevamente enfatizando sus palabras con un movimiento sutil de su lanza.
“¡Espera, Eoghan!” exclamó Gwynn elevando las manos a la altura de sus homnbros, los pocos arándanos que aún tenía rodando a sus pies. “Ella es Zöe, es uno de los humanos artificiales. Estaba perdida en el bosque y yo le he invitado aquí.”
El corpulento individuo desvió sus ojos hacia el muchacho antes de regresar su mirada a la mujer frente a él, examinándola en detalle y buscando cualquier indicio de armas o amenaza de cualquier tipo. Finalmente lanzó un bufido ronco y dejó caer una enorme mano pesadamente sobre el cuello del muchacho, rodeándolo completamente mas sin ejercer presión alguna. “Pues haber avisado antes de llegar, jodido enano. Nos hemos llevado un susto primero al no encontrarte en ningún sitio, y luego cuando los cazadores han visto a una extraña acercarse contigo desde el pantano.”
El hombre retiró la lanza apoyándola sobre sus fornidos hombros y soltó el cuello del muchacho propinándole un ligero empujón que sin embargo hizo al pequeño trastabillar.
“¿Así que eres una bio?” preguntó dirigiendo a Zöe una mirada seca y dura, aunque carente ahora de hostilidad, sólo mesurada desconfianza. “¿Que haces en medio del Bosque? ¿Y qué haces con uno de nuestros cachorros?”
“¡Que no soy un cachorro!” protestó Gwynn acercándose al gigante quien combatiendo una sonrisa divertida le apartó perezosamente con el revés de su mano haciéndole nuevamente trastabillar.
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Las preguntas de Gwynn del clan Drumgelloch solo me confundían más ¿Entonces el metal también podía tener un espíritu? Me sentía algo perdida, no sabía donde habitaba mi ser, aunque si ni siquiera el licántropo podía contestar a algo así, muy probablemente nunca lo sabría. El alegre grito del muchacho me saco de mis cavilaciones, le sonreí para demostrar que compartía su júbilo por haber encontrado los frutos.
-No, nunca los he probado, no tengo necesidad de comer por lo que no suelo ingerir nada – Durante mi instancia con la familia de dragones en varias oportunidades me habían dado a probar de su comida, pero había descubierto que todos los sabores me eran casi totalmente indiferentes, y que luego tenía que deshacerme de los restos limpiando mi sistema – Pero me gustaría probarlas – No porque las necesitara, sino porque era el joven quien me las ofrecía.
Agarré algunas y las fui comiendo de a poco, intentando saborearlas, pero confirme lo que ya sabía, el sabor ácido era apenas perceptible para mis papilas gustativas, aunque no estaba segura si mi lengua en si era inservible, o si la parte de mi cerebro que se encargaba de registrar ese tipo de sensaciones había sido removido. Aún así hice un gesto de gusto, ya que no quería decepcionar a Gwynn del clan Drumgelloch.
-Entiendo, así pueden ver a los enemigos antes de que ellos los descubran a ustedes, es una idea muy inteligente – Le dije al joven orgánico mientras nos acercábamos a la empalizada.
El recibimiento fue algo mas brusco de lo que había imaginado, una vez más no pude escuchar a la persona que se había acercado a nosotros, me di la vuelta lentamente al oír la voz de alto. Me encontré con una lanza que apuntaba a mi cuello, el arma era sostenida por un hombre de mediana edad, suponía que un licántropo, de prominente bigote y casi nula vestimenta.
-De acuerdo – Es todo lo que dije, sin tener miedo, sin mostrar preocupación, y es que cuando me daban ordenes directas la parte más automática de mi sistema parecía primar por sobre mi consciencia. Cuando Gwynn del clan Drumgelloch le explico la situación el orgánico pareció más dispuesto a no lastimarme, retiró la lanza de mi cuello y yo aproveche para agacharme y juntar los arándanos que se habían caído.
-Sí, soy una bio-cibernética – Respondí a la primera pregunta – Voy de camino al sur y el modo más eficaz para poder llegar es atravesando este bosque – Había terminado de juntar los frutos así que me levanté y se los entregue al joven orgánico con una sonrisa – Gwynn del clan Drumgelloch me encontró y demostrando una gran amabilidad se ofreció a acompañarme.
El hombre hizo una especie de sonido con la garganta que interpreté como de descontento, o reproche, no podía estar segura, pero al menos no volvió a apuntarme con su arma, por lo que supuse que mis respuestas lo habían convencido. Mire a mi alrededor, habían muchas personas allí, todos iban escasos de ropa, y los más pequeños incluso se paseaban sin nada puesto.
La mayoría de los residentes estaban ocupados en alguna tarea, el campamento requería de la colaboración de todos para funcionar, así que nadie podía darse el lujo de quedarse descansando. Quizás la única excepción a la regla eran los más jóvenes, niños más pequeños que el propio Gwynn que hasta hacia unos minutos se encontraban jugando por el refugio y ahora se dedicaban a verme con absoluta fascinación.
Levanté la mano y los salude esbozando una sonrisa mecánica.
-No, nunca los he probado, no tengo necesidad de comer por lo que no suelo ingerir nada – Durante mi instancia con la familia de dragones en varias oportunidades me habían dado a probar de su comida, pero había descubierto que todos los sabores me eran casi totalmente indiferentes, y que luego tenía que deshacerme de los restos limpiando mi sistema – Pero me gustaría probarlas – No porque las necesitara, sino porque era el joven quien me las ofrecía.
Agarré algunas y las fui comiendo de a poco, intentando saborearlas, pero confirme lo que ya sabía, el sabor ácido era apenas perceptible para mis papilas gustativas, aunque no estaba segura si mi lengua en si era inservible, o si la parte de mi cerebro que se encargaba de registrar ese tipo de sensaciones había sido removido. Aún así hice un gesto de gusto, ya que no quería decepcionar a Gwynn del clan Drumgelloch.
-Entiendo, así pueden ver a los enemigos antes de que ellos los descubran a ustedes, es una idea muy inteligente – Le dije al joven orgánico mientras nos acercábamos a la empalizada.
El recibimiento fue algo mas brusco de lo que había imaginado, una vez más no pude escuchar a la persona que se había acercado a nosotros, me di la vuelta lentamente al oír la voz de alto. Me encontré con una lanza que apuntaba a mi cuello, el arma era sostenida por un hombre de mediana edad, suponía que un licántropo, de prominente bigote y casi nula vestimenta.
-De acuerdo – Es todo lo que dije, sin tener miedo, sin mostrar preocupación, y es que cuando me daban ordenes directas la parte más automática de mi sistema parecía primar por sobre mi consciencia. Cuando Gwynn del clan Drumgelloch le explico la situación el orgánico pareció más dispuesto a no lastimarme, retiró la lanza de mi cuello y yo aproveche para agacharme y juntar los arándanos que se habían caído.
-Sí, soy una bio-cibernética – Respondí a la primera pregunta – Voy de camino al sur y el modo más eficaz para poder llegar es atravesando este bosque – Había terminado de juntar los frutos así que me levanté y se los entregue al joven orgánico con una sonrisa – Gwynn del clan Drumgelloch me encontró y demostrando una gran amabilidad se ofreció a acompañarme.
El hombre hizo una especie de sonido con la garganta que interpreté como de descontento, o reproche, no podía estar segura, pero al menos no volvió a apuntarme con su arma, por lo que supuse que mis respuestas lo habían convencido. Mire a mi alrededor, habían muchas personas allí, todos iban escasos de ropa, y los más pequeños incluso se paseaban sin nada puesto.
La mayoría de los residentes estaban ocupados en alguna tarea, el campamento requería de la colaboración de todos para funcionar, así que nadie podía darse el lujo de quedarse descansando. Quizás la única excepción a la regla eran los más jóvenes, niños más pequeños que el propio Gwynn que hasta hacia unos minutos se encontraban jugando por el refugio y ahora se dedicaban a verme con absoluta fascinación.
Levanté la mano y los salude esbozando una sonrisa mecánica.
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
“Ya veo,” dijo Eoghan perdiendo interés rápidamente ahora que había determinado que la bio cibernética no era amenaza alguna, sólo otro más de aquellos tristes bastardos metálicos que deambulaban tras los humanos como títeres mecánicos, desprovistos de voluntad o ambiciones. El hombre se había encontrado un puñado de ellos en sus viajes más allá de la frontera de la Tribu, y en cada uno de ellos había visto reflejada la inescrupulosa crueldad humana. No era enteramente partidario de tener a uno de ellos allí, en especial jugando con los cachorros, pero sabía por experiencia que el riesgo era nulo, y que al menos serviría como pretexto para hablarles luego sobre los increíbles y tétricos inventos de los humanos del portal.
“Al sur, ¿huh? ¿Hacia la base de tu gente? Espero que así sea, no hay nada bueno para ti en las tierras humanas. Por supuesto, no es mi lugar para decirte qué hacer,” dijo acariciando el bigote cobrizo. Tras un momento suspiró pesadamente y se encogió de hombros contrayendo visiblemente los prominentes músculos de su pecho. “En ese caso eres bienvenida a permanecer aquí hasta que caiga el sol, aunque me temo que no podremos extender la invitación más allá de eso. No intentes llevarte nada. Estaremos atentos a lo que hagas. Y tú, Gwynn, ¿he de recordarte nuevamente que estamos en la frontera? No puedes ir hablando con extraños, y menos acercarte a ellos, ¿entiendes? Hablaré con tu hermana... No, no. No pongas esos ojos, esta vez te lo has ganado tú solo.”
Con un saludo perezoso de su mano Eoghan se giró y echó a andar hacia las escalas de madera que llevaban a un puesto de vigía sobre el orgánico muro. Gwynn miró a Zöe con el rostro aún compungido, su preocupación evidente ahora que tendría que recibir la reprimenda de Caoimhe. Fue el turno del muchacho de suspirar pesadamente para luego retornar a su anterior sonrisa.
“Ven Zöe, te mostraré el campamento,” dijo cogiendo una de las manos de la mujer para conducirla hacia el centro del asentamiento. Un puñado de niños, algunos de ellos en su forma lupina, se acercó entre risas y ladridos agudos y Gwynn repartió los pocos arándanos rojos que quedaban entre ellos. Los pequeños observaron intrigados a la joven, tocando sus ropajes y susurrando entre ellos. Una mujer les llamó desde la entrada de una amplia tienda de pieles y cuero y el grupo corrió hacia ella entre gritos alegres. Habían llegado ayer, un día después de Gwynn, provenientes de un pequeño clan fronterizo en proceso de fusionarse con los Balloch, el principal clan de la región.
El campamento era bastante modesto, una pequeña colección de tiendas y rústicas cabañas de madera con tejados de corteza de abedul cubierta de césped, como era tradicional en las construcciones de los clanes fronterizos de Blair Atholl. Normalmente la población del asentamiento consistía en una guarnición semi permanente de cazadores y guerreros, aunque habitualmente actuaba como refugio temporal de lobos viajeros y mercaderes.
“La gente aquí construye casas enormes, y también casas para cada familia,” explicó el muchacho señalando las cabañas. “En la frontera tienen muchas cosas geniales, y en los asentamientos más grandes forjan herramientas y armas. Yo nunca lo he visto, pero mi hermana sí, y dice que ponen el metal en el fuego y soplan hasta que brilla como ascuas y es blando, y luego lo golpean con metal frío para cambiar su forma,” continuó apenas conteniendo su entusiasmo. “He oído que en las ciudades humanas hacen eso para crear caparazones de metal como tortugas para protegerse de otros humanos.”
Gwynn condujo a la mujer de la mano hacia un edificio alargado en el centro del campamento que servía de vivienda temporal a buena parte de los visitantes de Kinbuck, así como lugar de reunión y celebración. El interior era agradablemente oscuro y el fuego en el centro desprendía un agradable olor a madera de fresno y tejo. A esa hora del día el edificio estaba desierto, salvo por un niño y una niña que jugaban junto al fuego con pequeños animales tallados en madera.
El muchacho se sentó cruzando las piernas sobre una de las pieles que servían de asiento y cama y señaló a Zöe para que se sentase junto a él.
“No puedo esperar a ver las ciudades humanas y sus muros de piedra,” comentó sonriendo, sus dedos recorriendo distraídamente los pelos del pellejo bajo él. “También quiero ver como trabajan el metal, o como tallan la piedra para adornar las casas de sus jefes.”
Uno de los niños lanzó un chillido extático y Gwynn les observó un momento antes de mirar nuevamente a la mujer.
“¿Qué hay de ti, Zöe? ¿Dónde estabas antes de venir aquí, y qué quieres encontrar en las tierras humanas? Quizás pueda ayudarte.”
“Al sur, ¿huh? ¿Hacia la base de tu gente? Espero que así sea, no hay nada bueno para ti en las tierras humanas. Por supuesto, no es mi lugar para decirte qué hacer,” dijo acariciando el bigote cobrizo. Tras un momento suspiró pesadamente y se encogió de hombros contrayendo visiblemente los prominentes músculos de su pecho. “En ese caso eres bienvenida a permanecer aquí hasta que caiga el sol, aunque me temo que no podremos extender la invitación más allá de eso. No intentes llevarte nada. Estaremos atentos a lo que hagas. Y tú, Gwynn, ¿he de recordarte nuevamente que estamos en la frontera? No puedes ir hablando con extraños, y menos acercarte a ellos, ¿entiendes? Hablaré con tu hermana... No, no. No pongas esos ojos, esta vez te lo has ganado tú solo.”
Con un saludo perezoso de su mano Eoghan se giró y echó a andar hacia las escalas de madera que llevaban a un puesto de vigía sobre el orgánico muro. Gwynn miró a Zöe con el rostro aún compungido, su preocupación evidente ahora que tendría que recibir la reprimenda de Caoimhe. Fue el turno del muchacho de suspirar pesadamente para luego retornar a su anterior sonrisa.
“Ven Zöe, te mostraré el campamento,” dijo cogiendo una de las manos de la mujer para conducirla hacia el centro del asentamiento. Un puñado de niños, algunos de ellos en su forma lupina, se acercó entre risas y ladridos agudos y Gwynn repartió los pocos arándanos rojos que quedaban entre ellos. Los pequeños observaron intrigados a la joven, tocando sus ropajes y susurrando entre ellos. Una mujer les llamó desde la entrada de una amplia tienda de pieles y cuero y el grupo corrió hacia ella entre gritos alegres. Habían llegado ayer, un día después de Gwynn, provenientes de un pequeño clan fronterizo en proceso de fusionarse con los Balloch, el principal clan de la región.
El campamento era bastante modesto, una pequeña colección de tiendas y rústicas cabañas de madera con tejados de corteza de abedul cubierta de césped, como era tradicional en las construcciones de los clanes fronterizos de Blair Atholl. Normalmente la población del asentamiento consistía en una guarnición semi permanente de cazadores y guerreros, aunque habitualmente actuaba como refugio temporal de lobos viajeros y mercaderes.
“La gente aquí construye casas enormes, y también casas para cada familia,” explicó el muchacho señalando las cabañas. “En la frontera tienen muchas cosas geniales, y en los asentamientos más grandes forjan herramientas y armas. Yo nunca lo he visto, pero mi hermana sí, y dice que ponen el metal en el fuego y soplan hasta que brilla como ascuas y es blando, y luego lo golpean con metal frío para cambiar su forma,” continuó apenas conteniendo su entusiasmo. “He oído que en las ciudades humanas hacen eso para crear caparazones de metal como tortugas para protegerse de otros humanos.”
Gwynn condujo a la mujer de la mano hacia un edificio alargado en el centro del campamento que servía de vivienda temporal a buena parte de los visitantes de Kinbuck, así como lugar de reunión y celebración. El interior era agradablemente oscuro y el fuego en el centro desprendía un agradable olor a madera de fresno y tejo. A esa hora del día el edificio estaba desierto, salvo por un niño y una niña que jugaban junto al fuego con pequeños animales tallados en madera.
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El muchacho se sentó cruzando las piernas sobre una de las pieles que servían de asiento y cama y señaló a Zöe para que se sentase junto a él.
“No puedo esperar a ver las ciudades humanas y sus muros de piedra,” comentó sonriendo, sus dedos recorriendo distraídamente los pelos del pellejo bajo él. “También quiero ver como trabajan el metal, o como tallan la piedra para adornar las casas de sus jefes.”
Uno de los niños lanzó un chillido extático y Gwynn les observó un momento antes de mirar nuevamente a la mujer.
“¿Qué hay de ti, Zöe? ¿Dónde estabas antes de venir aquí, y qué quieres encontrar en las tierras humanas? Quizás pueda ayudarte.”
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Era ya la segunda vez que un Licántropo me advertía sobre los humanos ¿Sería tan malo querer ir a conocerlos? Sabía que no eran la raza más querida de Aerandir, y conocía sobre las múltiples atrocidades que habían hecho a lo largo de la historia, pero tampoco estaba segura que alguna raza estuviera exenta de eso. Yo había sido una humana en algún momento ¿Había sido yo así de malvada también? Me lamentaba enormemente de no tener recuerdos para poder averiguarlo.
-Muchas gracias por permitirme quedarme – Dije mientras asentía, había llegado decidida a seguir sus reglas, así que no veía ningún problema con que me permitieran quedarme solo hasta el anochecer - ¿Es muy malo que se lo digan a tu hermana, Gwynn del clan Drumgelloch? – Por sus gestos entendía que no era algo que le agradara oír, pero no estaba segura de cual podía ser el motivo.
Me gustaban los niños orgánicos, eran más sencillos de entender, más sinceros, si sonreían era porque estaban contentos y si lloraban porque estaban tristes. Los adultos me resultaban más complicados, ya que no podía adivinar por sus gestos qué es lo que pasaba por su mente. Deje que los cachorros tocaran mis ropas mientras murmuraban “Es una humana artificial”, “Si, como la de las historias”, “¿O sea que adentro tiene metal?”, “Mira qué raro, tiene agujeros en la cabeza”. Si de mí hubiese dependido me habría quedado con ellos, respondiendo todas sus dudas y aprendiendo a la vez de su sabiduría. Pero pronto los llamaron para que regresen a su morada, y Gwynn del clan Drumelloch tiró de mí también para que sigamos caminando.
-La capacidad de darle forma al metal es sin duda algo fascinante, y si bien en Aerandir permanece en una etapa rudimentaria, probablemente continuaran realizando esta maravillosa practica hasta que se vuelvan tan sofisticados que puedan crear objetos más pequeños y exactos – “Como mi cuerpo, por ejemplo”, no pude evitar pensarlo ya que gran parte de mis esqueleto tenía mezcla de metal.
Entre a la acogedora carpa y me sorprendió lo limpia y ordenaba que estaba, modifique mis registros que, evidentemente, había sido escritos por humanos que nada sabían de las costumbres de los Licántropos. Era un sitio muy agradable, ahora mismo no había nadie, pero podía imaginar que estando varias familias dentro sería un sitio lleno de alegría y jolgorio.
-Yo soy lo más avanzado que podrás ver en cuanto al manejo de metales de los humanos – Le dije mientras me sentaba con las piernas cruzadas, imitando al joven orgánico – Creo que yo también disfrutare enormemente de poder conocer las famosas ciudades humanas…
Me quedé pensando en lo que el pequeño licántropo me preguntaba, verdaderamente no estaba segura de qué responder, y eso era algo extraño en mí. Me sentía confusa ¿Qué quería encontrar en las tierras humanas? ¿Cuál era mi impulso? ¿Cuál era mi motivación? Pensar en eso me ponía triste, o al menos era lo más cerca que podía estar a lo que un orgánico conocía como infelicidad.
-Antes de aquí estaba muy al norte, en un refugio científico abandonado por los humanos. Estaba allí sola, pues todos los demás autómatas habían dejado de funcionar… - Me lamentaba de no haber podido hacer más por ellos, pero no podía llorarlos, no tenía esa función – Así que me fui, y camine mucho, hasta llegar a las estepas donde habitan los dragones, allí una familia me dio alojamiento durante algún tiempo pero un día decidí que era momento de volver a andar – Casi podía escuchar a mi mente trabajando en la siguiente parte de la respuesta, intentando formular algo que tuviera sentido – No lo sé… - Dije con cierto pesar en mi tono, aunque no había pensado en decirlo de esa manera – Quiero andar, marchar hacia adelante y buscar algo que tenga algún sentido…
Yo no tenía gestos de nerviosismo como solía pasarle a los orgánicos a veces cuando hablaban de temas incomodos, pero podía notar que mi rostro estaba siendo más expresivo que de costumbre, y sabía que eso no era habitual en mí. Evidentemente ese era lo que las personas llamaban “un asunto delicado”, y había aprendido que cuando uno encontraba un asunto así, tenía que cambiar de tema.
-¿Por qué tienes que esperar a tu hermana para poder comenzar tu viaje fuera del bosque?
-Muchas gracias por permitirme quedarme – Dije mientras asentía, había llegado decidida a seguir sus reglas, así que no veía ningún problema con que me permitieran quedarme solo hasta el anochecer - ¿Es muy malo que se lo digan a tu hermana, Gwynn del clan Drumgelloch? – Por sus gestos entendía que no era algo que le agradara oír, pero no estaba segura de cual podía ser el motivo.
Me gustaban los niños orgánicos, eran más sencillos de entender, más sinceros, si sonreían era porque estaban contentos y si lloraban porque estaban tristes. Los adultos me resultaban más complicados, ya que no podía adivinar por sus gestos qué es lo que pasaba por su mente. Deje que los cachorros tocaran mis ropas mientras murmuraban “Es una humana artificial”, “Si, como la de las historias”, “¿O sea que adentro tiene metal?”, “Mira qué raro, tiene agujeros en la cabeza”. Si de mí hubiese dependido me habría quedado con ellos, respondiendo todas sus dudas y aprendiendo a la vez de su sabiduría. Pero pronto los llamaron para que regresen a su morada, y Gwynn del clan Drumelloch tiró de mí también para que sigamos caminando.
-La capacidad de darle forma al metal es sin duda algo fascinante, y si bien en Aerandir permanece en una etapa rudimentaria, probablemente continuaran realizando esta maravillosa practica hasta que se vuelvan tan sofisticados que puedan crear objetos más pequeños y exactos – “Como mi cuerpo, por ejemplo”, no pude evitar pensarlo ya que gran parte de mis esqueleto tenía mezcla de metal.
Entre a la acogedora carpa y me sorprendió lo limpia y ordenaba que estaba, modifique mis registros que, evidentemente, había sido escritos por humanos que nada sabían de las costumbres de los Licántropos. Era un sitio muy agradable, ahora mismo no había nadie, pero podía imaginar que estando varias familias dentro sería un sitio lleno de alegría y jolgorio.
-Yo soy lo más avanzado que podrás ver en cuanto al manejo de metales de los humanos – Le dije mientras me sentaba con las piernas cruzadas, imitando al joven orgánico – Creo que yo también disfrutare enormemente de poder conocer las famosas ciudades humanas…
Me quedé pensando en lo que el pequeño licántropo me preguntaba, verdaderamente no estaba segura de qué responder, y eso era algo extraño en mí. Me sentía confusa ¿Qué quería encontrar en las tierras humanas? ¿Cuál era mi impulso? ¿Cuál era mi motivación? Pensar en eso me ponía triste, o al menos era lo más cerca que podía estar a lo que un orgánico conocía como infelicidad.
-Antes de aquí estaba muy al norte, en un refugio científico abandonado por los humanos. Estaba allí sola, pues todos los demás autómatas habían dejado de funcionar… - Me lamentaba de no haber podido hacer más por ellos, pero no podía llorarlos, no tenía esa función – Así que me fui, y camine mucho, hasta llegar a las estepas donde habitan los dragones, allí una familia me dio alojamiento durante algún tiempo pero un día decidí que era momento de volver a andar – Casi podía escuchar a mi mente trabajando en la siguiente parte de la respuesta, intentando formular algo que tuviera sentido – No lo sé… - Dije con cierto pesar en mi tono, aunque no había pensado en decirlo de esa manera – Quiero andar, marchar hacia adelante y buscar algo que tenga algún sentido…
Yo no tenía gestos de nerviosismo como solía pasarle a los orgánicos a veces cuando hablaban de temas incomodos, pero podía notar que mi rostro estaba siendo más expresivo que de costumbre, y sabía que eso no era habitual en mí. Evidentemente ese era lo que las personas llamaban “un asunto delicado”, y había aprendido que cuando uno encontraba un asunto así, tenía que cambiar de tema.
-¿Por qué tienes que esperar a tu hermana para poder comenzar tu viaje fuera del bosque?
Zöe
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Gwynn observó a la joven atentamente, sus ojos explorando cada pulgada de su anatomía. Aún le era imposible aprehender el concepto de un humano artificial fabricado por otros. Sin duda Zöe para él no se sentía humana, su olor no correspondía, sus movimientos y expresiones parecían desconectadas de sus sentidos y los agujeros y perfecta cicatriz en su cabeza eran testimonio de los artefactos metálicos que había escondidos bajo su piel, y aún así la idea parecía absurda. Aún más bizarra era la noción de que la mujer había sido alguna vez humana, y que por algún motivo había sido despojada de su naturaleza para convertirse, en cambio, en una sirviente mecánica.
“¿Por qué dejaron de funcionar los otros autómatas?” preguntó frunciendo el ceño e inclinando su cuerpo hacia Zöe. “¿Dejarás tú también de funcionar? Espero que no. Si eso sucede te llevaré a los clanes que trabajan el metal para que te ayuden.”
No podía dejar de sentir algo de lástima por la mujer. Podía imaginar cómo se sentía perfectamente; en una ocasión, cuando pequeño, se había separado de sus hermanos mayores y había pasado horas esperando junto al río, emitiendo llamados débiles temeroso de que pudiese atraer a alguna otra criatura. Podía imaginar que la joven sentía algo similar a la angustia que la soledad e incertidumbre habían producido en él en ese momento. Al menos él había contado con su familia para que le encontrara, pero Zöe no tenía a nadie.
De manera espontánea se acomodó para quedar algo más cerca de la mujer y abrazó su cintura apoyando su frente contra la base del cuello de la joven.
“No te preocupes Zöe,” dijo intentando impregnar su voz de firme confianza, tal como su hermana hubiese hecho. “Sé que encontrarás a gente que te agrade en tus viajes. Si te quedas con ellos sería como crear tu propio clan, ¿no? Así no estarías sola.”
“Oh, y mi hermana...” continuó tensándose casi imperceptiblemente. Esbozando una sonrisa nerviosa se separó de la mujer para mirarla a los ojos nuevamente. “Dejar el clan para viajar fue su idea. Ella siempre tuvo interés en lo que había más allá del Bosque, en las otras razas y cómo vivían. Ella dice que podemos aprender mucho de ellas y así estar mejor preparados. Yo… dejé el clan siguiéndola a ella, pero sin decirle. Pero prometí que sería bueno y que no me metería en líos si me dejaba viajar con ella.”
El muchacho suspiró pesadamente entrelazando sus dedos tras la nuca. Afuera de la cabaña un grupo de voces alegres se había congregado entre risas y órdenes vagas.
“Es por eso que no quería que Eoghan le dijera que había desaparecido toda la mañana. Ya sé lo que dirá Caiomhe.” El pequeño licántropo sonrió mirando a la entrada y añadió: “Oh, creo que ya es hora de comer.”
Como conjurado por sus palabras un grupo de adultos hizo su entrada seguido por un puñado de alborotados cachorros. De un momento a otro la espaciosa y alargada habitación se llenó de voces, manos, risas, hocicos y narices frías, pequeños gritos alegres y colas pendulares. La escena parecía caótica, pero cada uno se movía en el reducido espacio con un propósito aparente, algunos llevando leña al fuego, otros arrojando ingredientes y trozos de ciervo y conejo en la marmita y los más pequeños jugueteando y estorbando al resto.
Algunos lobos dirigieron breves miradas hacia Zöe pero en mayor parte optaron por ignorarle respetuosamente. La biocibernética era ahora una invitada en el campamento y sería tratada como tal, como una más del grupo.
Una vez acabado los preparativos niños y adulto tomaron lugar sobre las camas a ambos costados charlando amenamente. Un niño pequeño de quizás unos cinco o seis años trepó sobre el regazo de Zöe y se dedicó a observarle con enormes ojos de un azul cielo cargados de transparente curiosidad. Desde una esquina una mujer mayor con el rostro pintado con los circulares diseños azules de los guerreros comenzó a marcar un tranquilo ritmo sobre un tambor de pellejo de ciervo. El sonido apagó las voces de adultos y niños, reemplazadas por la voz dulce y pura de una joven sentada cerca del fuego entonando una suave y alegre canción.
Cada párrafo cantado por la chica era seguido por las voces entusiastas de todos los presentes cantando el coro. Incluso los más pequeños parecían saber la letra y elevaban sus voces para ser oídos por todos, orgullosos de participar en un juego importante al que sabían jugar tan bien como los adultos. Gwynn cantó junto al resto haciendo alarde de su voz y hábil control sobre ella. Entre los distintos clanes los Drumgelloch eran famosos por su música, sus cuentos y poesía, y el muchacho sabía que debía ser representante de esta tradición. La canción finalizó con la misma suavidad con la que había empezado y una docena de conversaciones estallaron simultáneamente a lo largo de la habitación.
"En la frontera también cantan mucho," explicó Gwynn dirigiendo su atención nuevamente a Zöe. "¿Sabes alguna canciones? ¿Cantabas con otros autómatas cuando ellos aún funcionaban? ¿Qué hacíais para divertiros?"
“¿Por qué dejaron de funcionar los otros autómatas?” preguntó frunciendo el ceño e inclinando su cuerpo hacia Zöe. “¿Dejarás tú también de funcionar? Espero que no. Si eso sucede te llevaré a los clanes que trabajan el metal para que te ayuden.”
No podía dejar de sentir algo de lástima por la mujer. Podía imaginar cómo se sentía perfectamente; en una ocasión, cuando pequeño, se había separado de sus hermanos mayores y había pasado horas esperando junto al río, emitiendo llamados débiles temeroso de que pudiese atraer a alguna otra criatura. Podía imaginar que la joven sentía algo similar a la angustia que la soledad e incertidumbre habían producido en él en ese momento. Al menos él había contado con su familia para que le encontrara, pero Zöe no tenía a nadie.
De manera espontánea se acomodó para quedar algo más cerca de la mujer y abrazó su cintura apoyando su frente contra la base del cuello de la joven.
“No te preocupes Zöe,” dijo intentando impregnar su voz de firme confianza, tal como su hermana hubiese hecho. “Sé que encontrarás a gente que te agrade en tus viajes. Si te quedas con ellos sería como crear tu propio clan, ¿no? Así no estarías sola.”
“Oh, y mi hermana...” continuó tensándose casi imperceptiblemente. Esbozando una sonrisa nerviosa se separó de la mujer para mirarla a los ojos nuevamente. “Dejar el clan para viajar fue su idea. Ella siempre tuvo interés en lo que había más allá del Bosque, en las otras razas y cómo vivían. Ella dice que podemos aprender mucho de ellas y así estar mejor preparados. Yo… dejé el clan siguiéndola a ella, pero sin decirle. Pero prometí que sería bueno y que no me metería en líos si me dejaba viajar con ella.”
El muchacho suspiró pesadamente entrelazando sus dedos tras la nuca. Afuera de la cabaña un grupo de voces alegres se había congregado entre risas y órdenes vagas.
“Es por eso que no quería que Eoghan le dijera que había desaparecido toda la mañana. Ya sé lo que dirá Caiomhe.” El pequeño licántropo sonrió mirando a la entrada y añadió: “Oh, creo que ya es hora de comer.”
Como conjurado por sus palabras un grupo de adultos hizo su entrada seguido por un puñado de alborotados cachorros. De un momento a otro la espaciosa y alargada habitación se llenó de voces, manos, risas, hocicos y narices frías, pequeños gritos alegres y colas pendulares. La escena parecía caótica, pero cada uno se movía en el reducido espacio con un propósito aparente, algunos llevando leña al fuego, otros arrojando ingredientes y trozos de ciervo y conejo en la marmita y los más pequeños jugueteando y estorbando al resto.
Algunos lobos dirigieron breves miradas hacia Zöe pero en mayor parte optaron por ignorarle respetuosamente. La biocibernética era ahora una invitada en el campamento y sería tratada como tal, como una más del grupo.
Una vez acabado los preparativos niños y adulto tomaron lugar sobre las camas a ambos costados charlando amenamente. Un niño pequeño de quizás unos cinco o seis años trepó sobre el regazo de Zöe y se dedicó a observarle con enormes ojos de un azul cielo cargados de transparente curiosidad. Desde una esquina una mujer mayor con el rostro pintado con los circulares diseños azules de los guerreros comenzó a marcar un tranquilo ritmo sobre un tambor de pellejo de ciervo. El sonido apagó las voces de adultos y niños, reemplazadas por la voz dulce y pura de una joven sentada cerca del fuego entonando una suave y alegre canción.
Cada párrafo cantado por la chica era seguido por las voces entusiastas de todos los presentes cantando el coro. Incluso los más pequeños parecían saber la letra y elevaban sus voces para ser oídos por todos, orgullosos de participar en un juego importante al que sabían jugar tan bien como los adultos. Gwynn cantó junto al resto haciendo alarde de su voz y hábil control sobre ella. Entre los distintos clanes los Drumgelloch eran famosos por su música, sus cuentos y poesía, y el muchacho sabía que debía ser representante de esta tradición. La canción finalizó con la misma suavidad con la que había empezado y una docena de conversaciones estallaron simultáneamente a lo largo de la habitación.
"En la frontera también cantan mucho," explicó Gwynn dirigiendo su atención nuevamente a Zöe. "¿Sabes alguna canciones? ¿Cantabas con otros autómatas cuando ellos aún funcionaban? ¿Qué hacíais para divertiros?"
Gwynn
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Abrí la boca para contestarle, pero no sabía cómo explicarle en términos sencillos que las piezas internas comienzas a perder utilidad con el uso, que los circuitos se gastan y provocan cortos, a veces incluso incendios. La falta de mantenimiento era uno de los más crueles enemigos, porque carcomía por dentro lentamente, produciendo pequeños errores al comienzo imperceptibles que con el tiempo se iban agravando.
-Dejaron de funcionar porque nadie estaba allí para cuidar de ellos, y necesitamos de reparaciones constantes para seguir moviéndonos correctamente – Esa parecía una respuesta sencilla que el orgánico entendería – Si, dejaré de funcionar algún día, pero no tienes de que preocuparte, Gwynn del clan Drumgelloch, a menos que algún imprevisto ocurra, eso pasará dentro de mucho tiempo – Según mis registros el tiempo estimado de vida de un Bio-cibernético era bastante más largo que el de los licántropos, pero me pareció que no era necesario agregar eso.
Me sorprendió el gesto de afecto del joven orgánico, no esperaba que sintiera la necesidad de darme consuelo, no solía generar ese tipo de sentimientos en los seres vivos. Pase mi brazo por sobre sus hombros, como había visto que hacían a veces las personas cuando querían mostrarse afectuosas, y lo apreté con cuidado contra mi cuerpo. Se sentía tan pequeño y frágil estando así.
-Ya encontré alguien que me agrada mucho – Le sonreí, pero no continúe con el tema – Tu hermana parece una mujer interesante, me gustaría poder conocerla algún día – Seguramente hoy no podría, ya que las condiciones para que toleraran mi estadía habían sido bien claras.
De pronto muchos de los habitantes de la tribu comenzaron a entrar en el salón, tal como me imaginaba, el momento de las comidas era siempre un motivo de celebración y jolgorio. Los orgánicos no se daban cuenta de la cantidad de rituales que tenían alrededor de la comida, seguramente serían más conscientes de ello si no tuvieran la necesidad de alimentarse como yo.
Un pequeño orgánico se subió a mis piernas y yo pase los brazos alrededor de él para asegurarme de que no se fuera a caer, no estaba segura de donde había aprendido ese gesto tan protector, pero me resultaba muy natural. Le sonreí al niño, pensé que tendría que comenzar una conversación con él pero de pronto todas las voces se callaron para darle lugar a una hermosa música. Era acompasada y dulce, hablaba de cosas que yo no entendía, pero parecía llegar al corazón de todos los que se encontraban allí, causaba alegría y risas entre los presentes.
-Tengo muchos archivos con letras de canciones de las distintas especies de Aerandir – Respondí mirando fijamente a Gwynn – Pero aunque pueda decirlas palabra por palabra no puedo cantarlas, no logro… entender el canto – “Composición poética con música a propósito para ser cantada, o adaptable a los aires populares” Ciertamente esa era su definición, pero no me alcanzaba con eso para poder realizar una bella melodía – No cantábamos, tampoco nos divertíamos, solo estábamos allí guardados en un depósito, a la espera de que requirieran de nuestros servicios – En líneas generales los autómatas requeríamos de una orden o misión para poder funcionar, sin eso tan solo nos quedábamos quietos. Un cuarto lleno de bio-cibernéticos era tan silencioso y falto de actividad como una habitación llena de muebles – Tu voz estaba perfectamente entonada, Gwynn del clan Drumgelloch ¿Quién te enseño a cantar? ¿Cantan siempre la misma canción cuando es el momento de comer?
Algunos comenzaban a comer, no estaba segura de cuáles eran las costumbres de los licántropos en la mesa, pero me pareció que lo más prudente era esperar a que todos los demás comenzaran antes de agarrar algo. Seguramente sería mal visto que no probara absolutamente nada, por lo que tendría que comer al menos un poco.
El niño seguía en mi regazo y al verme hablar con Gwynn pareció molestarse, agarró mi rostro con ambas manos y lo giro hasta que estuviera viéndolo de frente. Me sonrió muy divertido y yo correspondí a su gesto, señalo luego los puertos en mi cabeza.
-¿Te duele? – Repitió sin saberlo la misma pregunta que me había hecho el joven licántropo ese mismo día.
-No, no me duelen, así han sido siempre – Luego una mujer lo llamo para que comiera con los suyos, así que lo ayude a bajar – Mi apariencia resulta demasiado llamativa – Incluso más que entre los humanos, los que estaban algo más acostumbrados a que algún bio-cibernético estuviera dando vueltas por la ciudad a veces – Espero poder dejar una buena impresión entre tu gente, Gwynn del clan Drumgelloch.
-Dejaron de funcionar porque nadie estaba allí para cuidar de ellos, y necesitamos de reparaciones constantes para seguir moviéndonos correctamente – Esa parecía una respuesta sencilla que el orgánico entendería – Si, dejaré de funcionar algún día, pero no tienes de que preocuparte, Gwynn del clan Drumgelloch, a menos que algún imprevisto ocurra, eso pasará dentro de mucho tiempo – Según mis registros el tiempo estimado de vida de un Bio-cibernético era bastante más largo que el de los licántropos, pero me pareció que no era necesario agregar eso.
Me sorprendió el gesto de afecto del joven orgánico, no esperaba que sintiera la necesidad de darme consuelo, no solía generar ese tipo de sentimientos en los seres vivos. Pase mi brazo por sobre sus hombros, como había visto que hacían a veces las personas cuando querían mostrarse afectuosas, y lo apreté con cuidado contra mi cuerpo. Se sentía tan pequeño y frágil estando así.
-Ya encontré alguien que me agrada mucho – Le sonreí, pero no continúe con el tema – Tu hermana parece una mujer interesante, me gustaría poder conocerla algún día – Seguramente hoy no podría, ya que las condiciones para que toleraran mi estadía habían sido bien claras.
De pronto muchos de los habitantes de la tribu comenzaron a entrar en el salón, tal como me imaginaba, el momento de las comidas era siempre un motivo de celebración y jolgorio. Los orgánicos no se daban cuenta de la cantidad de rituales que tenían alrededor de la comida, seguramente serían más conscientes de ello si no tuvieran la necesidad de alimentarse como yo.
Un pequeño orgánico se subió a mis piernas y yo pase los brazos alrededor de él para asegurarme de que no se fuera a caer, no estaba segura de donde había aprendido ese gesto tan protector, pero me resultaba muy natural. Le sonreí al niño, pensé que tendría que comenzar una conversación con él pero de pronto todas las voces se callaron para darle lugar a una hermosa música. Era acompasada y dulce, hablaba de cosas que yo no entendía, pero parecía llegar al corazón de todos los que se encontraban allí, causaba alegría y risas entre los presentes.
-Tengo muchos archivos con letras de canciones de las distintas especies de Aerandir – Respondí mirando fijamente a Gwynn – Pero aunque pueda decirlas palabra por palabra no puedo cantarlas, no logro… entender el canto – “Composición poética con música a propósito para ser cantada, o adaptable a los aires populares” Ciertamente esa era su definición, pero no me alcanzaba con eso para poder realizar una bella melodía – No cantábamos, tampoco nos divertíamos, solo estábamos allí guardados en un depósito, a la espera de que requirieran de nuestros servicios – En líneas generales los autómatas requeríamos de una orden o misión para poder funcionar, sin eso tan solo nos quedábamos quietos. Un cuarto lleno de bio-cibernéticos era tan silencioso y falto de actividad como una habitación llena de muebles – Tu voz estaba perfectamente entonada, Gwynn del clan Drumgelloch ¿Quién te enseño a cantar? ¿Cantan siempre la misma canción cuando es el momento de comer?
Algunos comenzaban a comer, no estaba segura de cuáles eran las costumbres de los licántropos en la mesa, pero me pareció que lo más prudente era esperar a que todos los demás comenzaran antes de agarrar algo. Seguramente sería mal visto que no probara absolutamente nada, por lo que tendría que comer al menos un poco.
El niño seguía en mi regazo y al verme hablar con Gwynn pareció molestarse, agarró mi rostro con ambas manos y lo giro hasta que estuviera viéndolo de frente. Me sonrió muy divertido y yo correspondí a su gesto, señalo luego los puertos en mi cabeza.
-¿Te duele? – Repitió sin saberlo la misma pregunta que me había hecho el joven licántropo ese mismo día.
-No, no me duelen, así han sido siempre – Luego una mujer lo llamo para que comiera con los suyos, así que lo ayude a bajar – Mi apariencia resulta demasiado llamativa – Incluso más que entre los humanos, los que estaban algo más acostumbrados a que algún bio-cibernético estuviera dando vueltas por la ciudad a veces – Espero poder dejar una buena impresión entre tu gente, Gwynn del clan Drumgelloch.
Zöe
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Gwynn observó a la joven con algo de lástima. No podía imaginar lo que sería no entender el canto, sería casi como perder un sentido, o la habilidad de reír. De hecho, ¿podía Zöe reír? Era imposible determinar hasta que punto habían robado su humanidad. Sin cantos, sin juegos, sin caza, ni bosque ni familia, sólo espera sin propósito. ¿Cómo podía alguien merecer semejante castigo?
Le costó trabajo sonreír frente al elogio de la mujer.
“Aprendí cantando con mi familia, siempre lo he hecho. Los clanes de Blair Atholl son muy buenos cantando, pero mi clan es el mejor,” dijo orgulloso apuntando a su pecho con el pulgar. Junto a él un joven vestido con una sobria túnica negra y pantalón de lana emitió un bufido de mofa, pero el muchacho le ignoró sonriendo. “Y cantamos muchas canciones, algunas son conocidas por todos los clanes, otras no. Ayer cantaron una que me gustó mucho pero no conocía.”
Junto al fuego Eoghan repartía cuencos de madera cargados de carne, tubérculos y vegetales, su estatura y semblante severo suficientes para mantener a todos los cachorros a su alrededor quietos y en línea. En un extremo de la habitación una mujer gritó enfurecida y un lobo joven rodó sobre su espalda ofreciendo su vientre con la cola entre sus piernas, suscitando risas y ladridos.
“Es bueno que seas llamativa. No solemos recibir extranjeros en los clanes, o al menos ninguno de tu especie,” dijo Gwynn atacando con los dedos las costillas del pequeño celoso mientras bajaba del regazo de Zöe, arrancando de él estridentes carcajadas.
“¿Quien es ella, Gwynn?” preguntó un niño de ojos grises envuelto en una piel de foca que resultaba extrañamente fuera de lugar tan lejos de la costa. El muchacho parecía tener casi la misma edad que Gwynn y pese a haberle conocido hace tan solo un día se dirigía a él como hermanos de toda una vida.
“Ella es Zöe y es una autómata,” respondió el aludido posando una mano sobre el hombro de la joven sonriendo triunfalmente. Sabía perfectamente que el chico no sabría el significado de la palabra, lo cual le concedía una autoridad especial sobre él.
“¿Otómata?”
“No, no, Fergus. Se dice au-tómata,” corrigió Gwynn elevando su índice derecho como si estuviese enseñándole algo tan esencial como obvio. “Es una de los humanos creados con metal por otros humanos, y viene de las tierras de los dragones.”
“¡Oh! Pues entonces tendrás muchas historias sobre los dragones, ¿no, Zóe?” continuó el ojigris sentándose junto a Gwynn y compartiendo la piel de foca con él.
Los adultos comenzaban a abandonar ya la cabaña entre risas y órdenes caóticas. Siempre había trabajo por hacer durante la época de lluvias, y cada vez menos horas de luz para realizarlo. Los más pequeños, por su parte, gravitaron naturalmente hacia la nueva y exótica atracción del día y Zöe no tardó en encontrarse rodeada por media docena de niños observándole de manera curiosa y expectante, pero tan cerca que parecía que la joven fuese una fogata en una tarde de invierno. El mismo niño de ojos azul cielo retomó su lugar sobre su regazo acurrucándose contra ella con labios aún manchados con grasa de ciervo.
“Vale,” dijo Gwynn asumiendo el rol de vocero del pequeño grupo. “¿Por qué no nos cuentas alguna historia sobre los dragones que conociste o sus tierras, Zöe?”
Le costó trabajo sonreír frente al elogio de la mujer.
“Aprendí cantando con mi familia, siempre lo he hecho. Los clanes de Blair Atholl son muy buenos cantando, pero mi clan es el mejor,” dijo orgulloso apuntando a su pecho con el pulgar. Junto a él un joven vestido con una sobria túnica negra y pantalón de lana emitió un bufido de mofa, pero el muchacho le ignoró sonriendo. “Y cantamos muchas canciones, algunas son conocidas por todos los clanes, otras no. Ayer cantaron una que me gustó mucho pero no conocía.”
Junto al fuego Eoghan repartía cuencos de madera cargados de carne, tubérculos y vegetales, su estatura y semblante severo suficientes para mantener a todos los cachorros a su alrededor quietos y en línea. En un extremo de la habitación una mujer gritó enfurecida y un lobo joven rodó sobre su espalda ofreciendo su vientre con la cola entre sus piernas, suscitando risas y ladridos.
“Es bueno que seas llamativa. No solemos recibir extranjeros en los clanes, o al menos ninguno de tu especie,” dijo Gwynn atacando con los dedos las costillas del pequeño celoso mientras bajaba del regazo de Zöe, arrancando de él estridentes carcajadas.
“¿Quien es ella, Gwynn?” preguntó un niño de ojos grises envuelto en una piel de foca que resultaba extrañamente fuera de lugar tan lejos de la costa. El muchacho parecía tener casi la misma edad que Gwynn y pese a haberle conocido hace tan solo un día se dirigía a él como hermanos de toda una vida.
“Ella es Zöe y es una autómata,” respondió el aludido posando una mano sobre el hombro de la joven sonriendo triunfalmente. Sabía perfectamente que el chico no sabría el significado de la palabra, lo cual le concedía una autoridad especial sobre él.
“¿Otómata?”
“No, no, Fergus. Se dice au-tómata,” corrigió Gwynn elevando su índice derecho como si estuviese enseñándole algo tan esencial como obvio. “Es una de los humanos creados con metal por otros humanos, y viene de las tierras de los dragones.”
“¡Oh! Pues entonces tendrás muchas historias sobre los dragones, ¿no, Zóe?” continuó el ojigris sentándose junto a Gwynn y compartiendo la piel de foca con él.
Los adultos comenzaban a abandonar ya la cabaña entre risas y órdenes caóticas. Siempre había trabajo por hacer durante la época de lluvias, y cada vez menos horas de luz para realizarlo. Los más pequeños, por su parte, gravitaron naturalmente hacia la nueva y exótica atracción del día y Zöe no tardó en encontrarse rodeada por media docena de niños observándole de manera curiosa y expectante, pero tan cerca que parecía que la joven fuese una fogata en una tarde de invierno. El mismo niño de ojos azul cielo retomó su lugar sobre su regazo acurrucándose contra ella con labios aún manchados con grasa de ciervo.
“Vale,” dijo Gwynn asumiendo el rol de vocero del pequeño grupo. “¿Por qué no nos cuentas alguna historia sobre los dragones que conociste o sus tierras, Zöe?”
Gwynn
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Pasaban los cuencos con comida de mano en mano, y me incluían en la repartición, me pareció un gesto muy cortés de su parte, podrían haberme apartado y no ofrecerme más que un lugar donde sentarme, sin embargo me trataban como a todos los demás. Agarre el plato y probé un par de bocados, pero no podía excederme o me pasaría medio día limpiando mi sistema.
Otro niño se acercó a preguntar sobre mi identidad, me parecía curioso que siempre se lo preguntaran a Gwynn y no a mi directamente ¿Sería que mi palabra no era lo suficientemente fiable? Asentí ante la descripción del joven licántropo, en parte orgullosa de que en tan poco tiempo hubiese entendido tan bien mi condición.
-¿Historias? – “Fábula, cuento, o narración inventada”, no estaba segura que fuera eso lo que me pedían los cachorros, “Conjunto de los sucesos referidos por los historiadores”, seguramente eso era – Si, tengo historias sobre la comunidad de los dragones… - Pensé qué sería lo más adecuado para comenzar – Mi estadía en esas tierras fue con una familia que vivía en la estepa, no en Dundarak que es la ciudad principal.
-¿Cómo son las estepas? ¿Es verdad que viven en casas que están muy, muy alto? – Me pregunto el joven que se había sentado junto a Gwynn.
-No, viven en chozas comunes, y casi todo el tiempo mantienen su forma humana. Las estepas son tierras llanas y muy extensas, sin apenas vegetación, no hay árboles, ni plantas como las que ven aquí, solo nieve en invierno y campos sin labrar en verano – Los jóvenes me escuchaban interesados, aunque los más pequeños se distraían, estando en su forma de lobo se molestaban entre si mordiendo al que tenían al lado quien no tardaba en contestar de la misma manera – Llevan vidas muy humildes, son felices con las pequeñas cosas que pueden conseguir en el día a día- Tenia un muy buen recuerdo de mi instancia con esa familia, se habían mostrado muy amables conmigo, sobre todo considerando que apenas sabía hablar cuando me encontraron.
-Eso es aburrido – Comentó uno de los jóvenes que estaba más atrás – ¡Cuéntanos sobre las batallas de los señores dragones! – Parecía ser algo más grande que Gwynn, y quizás estaba entrando en esa edad en la que los cachorros comienzan a dejar los juegos infantiles para hacer actividades de índole bélico.
-No presencie ninguna pelea entre dragones, son una comunidad bastante pacifica – Le respondí con absoluta seriedad – Pero si quieren narraciones sobre sus orígenes contarles lo que sé – Varios de los chicos asintieron así que comencé a hablar – Los dragones tal como los conocemos aparecieron en Aerandir hace aproximadamente unos 16.500 años, esto sucedió luego de que se fundara Teritia, la primera ciudad de los brujos. Según la información que se logro recaudar, una parte de la colonia humana no estaba de acuerdo con el camino que estaba tomando Teritia, por lo que decidieron separarse e irse a las montañas a alabar a los antiguos dragones. Como demostraron una lealtad absoluta se los recompensó con la capacidad de poder tomar la forma de dragones. Se dice que estos dragones elementales desaparecieron hace unos 15.000 años, aunque todo es relativo y nunca es posible dar datos certeros ya que la mayoría de la información se transmitió del boca en boca y no a través de documentos serios como correspondería.
Ensimismada en mi relato no me di cuenta que quizás mis historias no eran de mucho interés para los más jóvenes, parecían estar adormilados, apoyados unos contra otros mientras utilizaban lo que les quedaba de fuerza para intentar mantener los ojos abiertos. Mire a Gwynn del clan Drumgelloch y no parecía estar mucho mejor.
-Creo que tampoco sé contar historias - Baje la vista para señalar que estaba apenada por mi incapacidad.
Otro niño se acercó a preguntar sobre mi identidad, me parecía curioso que siempre se lo preguntaran a Gwynn y no a mi directamente ¿Sería que mi palabra no era lo suficientemente fiable? Asentí ante la descripción del joven licántropo, en parte orgullosa de que en tan poco tiempo hubiese entendido tan bien mi condición.
-¿Historias? – “Fábula, cuento, o narración inventada”, no estaba segura que fuera eso lo que me pedían los cachorros, “Conjunto de los sucesos referidos por los historiadores”, seguramente eso era – Si, tengo historias sobre la comunidad de los dragones… - Pensé qué sería lo más adecuado para comenzar – Mi estadía en esas tierras fue con una familia que vivía en la estepa, no en Dundarak que es la ciudad principal.
-¿Cómo son las estepas? ¿Es verdad que viven en casas que están muy, muy alto? – Me pregunto el joven que se había sentado junto a Gwynn.
-No, viven en chozas comunes, y casi todo el tiempo mantienen su forma humana. Las estepas son tierras llanas y muy extensas, sin apenas vegetación, no hay árboles, ni plantas como las que ven aquí, solo nieve en invierno y campos sin labrar en verano – Los jóvenes me escuchaban interesados, aunque los más pequeños se distraían, estando en su forma de lobo se molestaban entre si mordiendo al que tenían al lado quien no tardaba en contestar de la misma manera – Llevan vidas muy humildes, son felices con las pequeñas cosas que pueden conseguir en el día a día- Tenia un muy buen recuerdo de mi instancia con esa familia, se habían mostrado muy amables conmigo, sobre todo considerando que apenas sabía hablar cuando me encontraron.
-Eso es aburrido – Comentó uno de los jóvenes que estaba más atrás – ¡Cuéntanos sobre las batallas de los señores dragones! – Parecía ser algo más grande que Gwynn, y quizás estaba entrando en esa edad en la que los cachorros comienzan a dejar los juegos infantiles para hacer actividades de índole bélico.
-No presencie ninguna pelea entre dragones, son una comunidad bastante pacifica – Le respondí con absoluta seriedad – Pero si quieren narraciones sobre sus orígenes contarles lo que sé – Varios de los chicos asintieron así que comencé a hablar – Los dragones tal como los conocemos aparecieron en Aerandir hace aproximadamente unos 16.500 años, esto sucedió luego de que se fundara Teritia, la primera ciudad de los brujos. Según la información que se logro recaudar, una parte de la colonia humana no estaba de acuerdo con el camino que estaba tomando Teritia, por lo que decidieron separarse e irse a las montañas a alabar a los antiguos dragones. Como demostraron una lealtad absoluta se los recompensó con la capacidad de poder tomar la forma de dragones. Se dice que estos dragones elementales desaparecieron hace unos 15.000 años, aunque todo es relativo y nunca es posible dar datos certeros ya que la mayoría de la información se transmitió del boca en boca y no a través de documentos serios como correspondería.
Ensimismada en mi relato no me di cuenta que quizás mis historias no eran de mucho interés para los más jóvenes, parecían estar adormilados, apoyados unos contra otros mientras utilizaban lo que les quedaba de fuerza para intentar mantener los ojos abiertos. Mire a Gwynn del clan Drumgelloch y no parecía estar mucho mejor.
-Creo que tampoco sé contar historias - Baje la vista para señalar que estaba apenada por mi incapacidad.
Zöe
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
La atenta expectación entre los pequeños murió rápidamente. En lugar de relatos anecdóticos y fantásticos se encontraban ahora recibiendo una lección de historia. ¿Quién podía preocuparse de lo que había sucedido 15000 años atrás? ¡Ni siquiera sus abuelos eran tan antiguos! ¡Ni siquiera los clanes! ¡Probablemente ni siquiera los árboles!
“Um, bueno, no es tu culpa, Zöe,” dijo Gwynn restregando sus ojos con el puño. “Quizás los dragones no saben contar historias, por eso tú nunca aprendiste.”
“¿Por qué no lo haces tú, Gwynn?” dijo Fergus con una sonrisa pícara golpeando con el codo suavemente las costillas del otro muchacho bajo la piel de foca. “¿No has dicho que los Drumgelloch sois los mejores contando historias?”
El aludido sonrió rascando su mejilla con los dedos enérgicamente, casi como si quisiera borrar la constelación de pecas que la adornaba. Esta era una oportunidad perfecta para hacer alarde de los talentos de su clan, y quizás también impresionar a Zöe.
“Vale, esta es una historia de verdad, le ocurrió a un cazador de mi aldea llamado Artair Bola-y-Media cuando viajaba a través del Pantano Misterioso...” comenzó el muchacho abandonando su lugar junto a Fergus para arrodillarse frente al grupo sentándose sobre sus talones y aclarando brevemente su garganta intentando hacer sonar su voz sombría pese a su timbre aún agudo, su rostro adoptando un semblante serio. Durante varios minutos el pequeño licántropo narró las aventuras de Artair en las oscuras ciénagas al sur del Bosque. Era evidente que Gwynn tenía práctica en narrar historias, usando su voz y lenguaje corporal para hacer el relato más evocador y vívido.
“...pero no era un oso atrapado en el fango, de eso estaba seguro,” murmuró Gwynn suavemente como si se tratara de un secreto, forzando a los niños a inclinarse inconscientemente hacia él. “Al girarse vio una sombra saltar hacia él... ¡ROAR!” gritó elevando sus manos sobre su cabeza cual zarpas. Los más pequeños ahogaron un grito e incluso Fergus estrujó la piel de foca alrededor de su cuerpo. La batalla de Artair contra el monstruo del pantano duró varios minutos entre las exclamaciones, vítores y risas de su audiencia, y su inevitable victoria fue ampliamente celebrada.
Gwynn llevó una mano a la nuca y dedicó una sonrisa tímida a Zöe. Sabía que la mujer conocía muchas cosas, relatos incluídos, pero esperaba que no conociese las historias de Artair. En cualquier caso, considerando que no había oído nunca sobre su clan la posibilidad era bastante remota, pensó aliviado.
“¡Zöe! ¡Juguemos al escondite!” propuso el niño de ojos color cielo recibiendo una lluvia de sonidos de aprobación y el pequeño grupo prácticamente arrastró a la mujer al exterior.
“Sabes las reglas del juego, ¿no, Zöe?” preguntó Gwynn una vez en medio del campamento. “Debes cerrar los ojos y contar hasta veinte, luego puedes abrirlos y buscar a cada uno de nosotros. ¡No puedes mirar antes! Bien, ¿estáis todos preparados? Comienza a contar… ¡Ahora!”
Un coro de risas alborotadas se dispersó alrededor de la mujer y Gwynn no perdió un momento, girándose y echando a correr a toda velocidad hacia el puesto de vigía junto a la entrada. Por desgracia Eoghan se encontraba nuevamente allí, y le bastó al severo guerrero una rápida mirada al rostro sonriente y ojos fulgurantes del muchacho para entender de qué se trataba la atropellada interrupción.
“Oh, no. ¡Nada de juegos aquí! ¡Fuera!” rugió el corpulento pelirrojo antes de coger una varilla fresca de junco y asestar un golpe seco que, pese a lo blando de la improvisada arma, hizo al pecoso sisear de dolor.
Sobando la línea rosa que ahora surcaba su baja espalda el muchacho corrió hacia un pequeño cobertizo aledaño y, presintiendo que Zöe ya estaría buscándoles, se cubrió torpemente con un saco medio vacío.
“Um, bueno, no es tu culpa, Zöe,” dijo Gwynn restregando sus ojos con el puño. “Quizás los dragones no saben contar historias, por eso tú nunca aprendiste.”
“¿Por qué no lo haces tú, Gwynn?” dijo Fergus con una sonrisa pícara golpeando con el codo suavemente las costillas del otro muchacho bajo la piel de foca. “¿No has dicho que los Drumgelloch sois los mejores contando historias?”
El aludido sonrió rascando su mejilla con los dedos enérgicamente, casi como si quisiera borrar la constelación de pecas que la adornaba. Esta era una oportunidad perfecta para hacer alarde de los talentos de su clan, y quizás también impresionar a Zöe.
“Vale, esta es una historia de verdad, le ocurrió a un cazador de mi aldea llamado Artair Bola-y-Media cuando viajaba a través del Pantano Misterioso...” comenzó el muchacho abandonando su lugar junto a Fergus para arrodillarse frente al grupo sentándose sobre sus talones y aclarando brevemente su garganta intentando hacer sonar su voz sombría pese a su timbre aún agudo, su rostro adoptando un semblante serio. Durante varios minutos el pequeño licántropo narró las aventuras de Artair en las oscuras ciénagas al sur del Bosque. Era evidente que Gwynn tenía práctica en narrar historias, usando su voz y lenguaje corporal para hacer el relato más evocador y vívido.
“...pero no era un oso atrapado en el fango, de eso estaba seguro,” murmuró Gwynn suavemente como si se tratara de un secreto, forzando a los niños a inclinarse inconscientemente hacia él. “Al girarse vio una sombra saltar hacia él... ¡ROAR!” gritó elevando sus manos sobre su cabeza cual zarpas. Los más pequeños ahogaron un grito e incluso Fergus estrujó la piel de foca alrededor de su cuerpo. La batalla de Artair contra el monstruo del pantano duró varios minutos entre las exclamaciones, vítores y risas de su audiencia, y su inevitable victoria fue ampliamente celebrada.
Gwynn llevó una mano a la nuca y dedicó una sonrisa tímida a Zöe. Sabía que la mujer conocía muchas cosas, relatos incluídos, pero esperaba que no conociese las historias de Artair. En cualquier caso, considerando que no había oído nunca sobre su clan la posibilidad era bastante remota, pensó aliviado.
“¡Zöe! ¡Juguemos al escondite!” propuso el niño de ojos color cielo recibiendo una lluvia de sonidos de aprobación y el pequeño grupo prácticamente arrastró a la mujer al exterior.
“Sabes las reglas del juego, ¿no, Zöe?” preguntó Gwynn una vez en medio del campamento. “Debes cerrar los ojos y contar hasta veinte, luego puedes abrirlos y buscar a cada uno de nosotros. ¡No puedes mirar antes! Bien, ¿estáis todos preparados? Comienza a contar… ¡Ahora!”
Un coro de risas alborotadas se dispersó alrededor de la mujer y Gwynn no perdió un momento, girándose y echando a correr a toda velocidad hacia el puesto de vigía junto a la entrada. Por desgracia Eoghan se encontraba nuevamente allí, y le bastó al severo guerrero una rápida mirada al rostro sonriente y ojos fulgurantes del muchacho para entender de qué se trataba la atropellada interrupción.
“Oh, no. ¡Nada de juegos aquí! ¡Fuera!” rugió el corpulento pelirrojo antes de coger una varilla fresca de junco y asestar un golpe seco que, pese a lo blando de la improvisada arma, hizo al pecoso sisear de dolor.
Sobando la línea rosa que ahora surcaba su baja espalda el muchacho corrió hacia un pequeño cobertizo aledaño y, presintiendo que Zöe ya estaría buscándoles, se cubrió torpemente con un saco medio vacío.
Gwynn
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Lo que hacia Gwynn del clan Drumgelloch era algo completamente diferente de lo que yo había hecho, y de todo lo que yo conocía. No solo contaba el relato, sino que ponía todo su ser en ello, de pronto parecía otra persona, alguien mucho más maduro y serio, no había allí ni rastros del pequeño orgánico que me había entregado flores en aquel árbol mientras reparaba mi camisa.
Escuché con atención todo el relato ¡Era impresionante! Nunca imagine que alguien pudiera vivir aventuras tan interesantes como las de ese tal Artair Bola, debía ser un licántropo muy valiente. En las partes más oscuras del relato podía sentir las pequeñas manos de los niños apretando mi ropa, algunos incluso escondían el rostro apoyándose en mi espalda. Al llegar el final de la historia aplaudí junto con todos, pues me había resultado sumamente entretenido y revelador, muchos datos nuevos habían sido agregados a mis archivos.
-Eso fue impresionante, Gwynn del clan Drumgelloch – Dije mientras seguía aplaudiendo. Y continué sonriendo mientras los niños me arrastraban afuera con la idea de jugar – De acuerdo, jugaré con ustedes.
Las reglas parecían sencillas, podía cerrar los ojos, y sabia contar hasta mucho más de veinte, buscar a los pequeños no debería resultar un problema, aunque ellos tenían la ventaja de conocer muy bien el campamento. De todos modos sentía una extraña sensación de placer al poder participar de una actividad como esta, el “perder” o “ganar” era algo irrelevante.
Conté tal como me dijeron, sin espiar, y al terminar me di la vuelta, seguramente para los seres orgánicos que no contaban con sensores como los míos este juego era mucho más difícil. Observé con atención toda la zona, al parecer todos habían corrido lejos, llevaría un rato sacarlos de sus escondites. Camine lentamente, había un canasto cerrado junto a algunas bolsas con granos y frutos, los adultos de la tribu me observaron con curiosidad mientras veían como metía la mano en una de las cestas y sacaba de ella a uno de los niños.
-Te encontré – Dije sin hacer ningún gesto en particular, luego lo puse con cuidado en el piso y continué caminando. Repetí este mismo proceso varias veces, uno estaba en un árbol, otro bajo la manta que cubría las piernas de una señora mayor, dos estaban dentro de una de las carpas, y uno escondido bajo unas pieles que estaban colgadas.
El sol comenzaba a caer, y ya solo me faltaba encontrar a Gwynn del clan Drumgelloch, sabía perfectamente donde estaba pero había un motivo por el cual estaba retrasando el momento, y es que el encontrarlo marcaría el final del juego y el principio de la despedida. Crucé miradas con Eoghan, sabía que estaba atento a mis movimientos y que pronto se acercaría para pedirme que me marchara tal como habíamos acordado.
Me acerqué lentamente al cobertizo, según mis registros allí había alguien con las características del joven licántropo escondido. Habían varias cosas más guardadas allí, pero yo me dirigí directamente hacía el saco vacío y lo levanté mientras le sonreía al pequeño Gwynn.
-Te encontré – Apoyé una mano en su cabeza y deje que resbale hasta su mentón – Ya es hora de que me vaya, Gwynn del clan Drumgelloch…
No podía afirmar que eso que sentía en mi pecho era tristeza, pero sin duda había algo diferente en mi sistema que me empujaba a intentar extender un poco más mi visita.
Escuché con atención todo el relato ¡Era impresionante! Nunca imagine que alguien pudiera vivir aventuras tan interesantes como las de ese tal Artair Bola, debía ser un licántropo muy valiente. En las partes más oscuras del relato podía sentir las pequeñas manos de los niños apretando mi ropa, algunos incluso escondían el rostro apoyándose en mi espalda. Al llegar el final de la historia aplaudí junto con todos, pues me había resultado sumamente entretenido y revelador, muchos datos nuevos habían sido agregados a mis archivos.
-Eso fue impresionante, Gwynn del clan Drumgelloch – Dije mientras seguía aplaudiendo. Y continué sonriendo mientras los niños me arrastraban afuera con la idea de jugar – De acuerdo, jugaré con ustedes.
Las reglas parecían sencillas, podía cerrar los ojos, y sabia contar hasta mucho más de veinte, buscar a los pequeños no debería resultar un problema, aunque ellos tenían la ventaja de conocer muy bien el campamento. De todos modos sentía una extraña sensación de placer al poder participar de una actividad como esta, el “perder” o “ganar” era algo irrelevante.
Conté tal como me dijeron, sin espiar, y al terminar me di la vuelta, seguramente para los seres orgánicos que no contaban con sensores como los míos este juego era mucho más difícil. Observé con atención toda la zona, al parecer todos habían corrido lejos, llevaría un rato sacarlos de sus escondites. Camine lentamente, había un canasto cerrado junto a algunas bolsas con granos y frutos, los adultos de la tribu me observaron con curiosidad mientras veían como metía la mano en una de las cestas y sacaba de ella a uno de los niños.
-Te encontré – Dije sin hacer ningún gesto en particular, luego lo puse con cuidado en el piso y continué caminando. Repetí este mismo proceso varias veces, uno estaba en un árbol, otro bajo la manta que cubría las piernas de una señora mayor, dos estaban dentro de una de las carpas, y uno escondido bajo unas pieles que estaban colgadas.
El sol comenzaba a caer, y ya solo me faltaba encontrar a Gwynn del clan Drumgelloch, sabía perfectamente donde estaba pero había un motivo por el cual estaba retrasando el momento, y es que el encontrarlo marcaría el final del juego y el principio de la despedida. Crucé miradas con Eoghan, sabía que estaba atento a mis movimientos y que pronto se acercaría para pedirme que me marchara tal como habíamos acordado.
Me acerqué lentamente al cobertizo, según mis registros allí había alguien con las características del joven licántropo escondido. Habían varias cosas más guardadas allí, pero yo me dirigí directamente hacía el saco vacío y lo levanté mientras le sonreía al pequeño Gwynn.
-Te encontré – Apoyé una mano en su cabeza y deje que resbale hasta su mentón – Ya es hora de que me vaya, Gwynn del clan Drumgelloch…
No podía afirmar que eso que sentía en mi pecho era tristeza, pero sin duda había algo diferente en mi sistema que me empujaba a intentar extender un poco más mi visita.
Zöe
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Gwynn escuchó los pasos monótonos y decididos y contuvo el aliento, soltándolo en una carcajada cuando la joven removió el saco dejándole expuesto.
“¡Por un momento pensé que no me encontrarías!” exclamó frunciendo el ceño para fingir desazón, pero el esfuerzo fue efímero y acabó en una enorme sonrisa al sentir la gentil caricia de la mujer en su rostro. El gesto fue delicado y breve, y sin embargo la atípica naturalidad en él resultaba sorprendentemente fuera de lugar considerando los ademanes mecánicos y neutros de Zöe. El corazón de Gwynn dio un vuelco. De alguna manera, por tan sólo un momento, tan sólo un pestañeo, la joven frente a él había parecido extrañamente cercana, extrañamente real. Casi humana.
“¿Estás segura que no puedes quedarte esta noche?” preguntó agachando la mirada.
“No depende de ella,” respondió Eoghan desde la entrada, silencioso como un lince pese a su tamaño. Encogiéndose de hombros despreocupadamente añadió: “Tenemos reglas que respetar. Este no es un albergue ni una posada. Es un puesto de avanzada de los Clanes. Tu hermana llegará dentro de poco y según tengo entendido marcharéis al alba. Es mejor que os despidáis ahora.”
El corpulento cazador dio dos secas palmadas a una viga de madera y echó a andar hacia su puesto dedicando un saludo vago con la mano a Zöe. Gwynn mantuvo la mirada en el suelo ahora genuinamente compungido. Había esperado que la mujer pasase la noche con ellos, y quizá incluso que pudiese unirse a su pequeño grupo rumbo a las tierras del sur. ¿Acaso no se dirigían todos al mismo lugar?
“Espero que tengas mucha suerte en las tierras humanas, Zöe,” dijo avanzando un par de pasos y estrujando la cintura de la mujer en un fuerte abrazo. Permaneció allí unos momentos, prolongando la despedida y memorizando el aroma único y especial de la joven, aquel que delataba su naturaleza y que le había llevado en un inicio a confundirle con un espíritu del bosque. “¡No dejes que te traten otra vez como una esclava! Encuentra gente buena que te trate bien. Espero… espero que podamos vernos nuevamente algún día,” finalizó separándose lo suficiente para dirigirle una enorme sonrisa. Siempre era así en las historias, ¿no? La gente podía reencontrarse y vivir nuevas aventuras. Seguro sería lo mismo con Zöe.
“¡Oh, es verdad! Espera, no te muevas,” añadió con ojos muy abiertos antes de echar a correr hacia el edificio central. Pasado un rato regresó corriendo hasta la autómata, mejillas sonrosadas y respiración agitada por la carrera. Su mano se extendió hacia ella para ofrecerle un pequeño pergamino cuadrado de bordes irregulares en cuyo centro había dibujado un lobo sentado aullando bajo una luna enorme, tan grande que parecía que el animal estuviese dentro de ella. El dibujo era torpe y su trazo inseguro, pero no era difícil interpretarlo.
“Ten. Lo hice yo. Ese soy yo cantando a la luna. Es para que no te olvides de mí,” dijo buscando los ojos de Zöe con una sonrisa tímida.
“¡Por un momento pensé que no me encontrarías!” exclamó frunciendo el ceño para fingir desazón, pero el esfuerzo fue efímero y acabó en una enorme sonrisa al sentir la gentil caricia de la mujer en su rostro. El gesto fue delicado y breve, y sin embargo la atípica naturalidad en él resultaba sorprendentemente fuera de lugar considerando los ademanes mecánicos y neutros de Zöe. El corazón de Gwynn dio un vuelco. De alguna manera, por tan sólo un momento, tan sólo un pestañeo, la joven frente a él había parecido extrañamente cercana, extrañamente real. Casi humana.
“¿Estás segura que no puedes quedarte esta noche?” preguntó agachando la mirada.
“No depende de ella,” respondió Eoghan desde la entrada, silencioso como un lince pese a su tamaño. Encogiéndose de hombros despreocupadamente añadió: “Tenemos reglas que respetar. Este no es un albergue ni una posada. Es un puesto de avanzada de los Clanes. Tu hermana llegará dentro de poco y según tengo entendido marcharéis al alba. Es mejor que os despidáis ahora.”
El corpulento cazador dio dos secas palmadas a una viga de madera y echó a andar hacia su puesto dedicando un saludo vago con la mano a Zöe. Gwynn mantuvo la mirada en el suelo ahora genuinamente compungido. Había esperado que la mujer pasase la noche con ellos, y quizá incluso que pudiese unirse a su pequeño grupo rumbo a las tierras del sur. ¿Acaso no se dirigían todos al mismo lugar?
“Espero que tengas mucha suerte en las tierras humanas, Zöe,” dijo avanzando un par de pasos y estrujando la cintura de la mujer en un fuerte abrazo. Permaneció allí unos momentos, prolongando la despedida y memorizando el aroma único y especial de la joven, aquel que delataba su naturaleza y que le había llevado en un inicio a confundirle con un espíritu del bosque. “¡No dejes que te traten otra vez como una esclava! Encuentra gente buena que te trate bien. Espero… espero que podamos vernos nuevamente algún día,” finalizó separándose lo suficiente para dirigirle una enorme sonrisa. Siempre era así en las historias, ¿no? La gente podía reencontrarse y vivir nuevas aventuras. Seguro sería lo mismo con Zöe.
“¡Oh, es verdad! Espera, no te muevas,” añadió con ojos muy abiertos antes de echar a correr hacia el edificio central. Pasado un rato regresó corriendo hasta la autómata, mejillas sonrosadas y respiración agitada por la carrera. Su mano se extendió hacia ella para ofrecerle un pequeño pergamino cuadrado de bordes irregulares en cuyo centro había dibujado un lobo sentado aullando bajo una luna enorme, tan grande que parecía que el animal estuviese dentro de ella. El dibujo era torpe y su trazo inseguro, pero no era difícil interpretarlo.
“Ten. Lo hice yo. Ese soy yo cantando a la luna. Es para que no te olvides de mí,” dijo buscando los ojos de Zöe con una sonrisa tímida.
Gwynn
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Re: Una imitación de vida [Cerrado] [Gwynn]
Iba a contestarle al joven orgánico, pero Eoghan lo hizo antes que yo, y no pude más que asentir, lo que decía tenía sentido, y pedir como favor el poder quedarme una noche sería abusar de la hospitalidad que me habían ofrecido. Enderece mi espalda y mire con neutralidad al hombre, no lo podía culpar por ser exigente, pero en este momento prefería no escuchar eso, y al parecer tampoco Gwynn.
-Espero que tú también tengas mucha suerte, Gwynn del clan Drumgelloch, debes esforzarte mucho y hacer caso de lo que tu hermana te diga – Deje que me abrace y apoye una mano en su nuca, su cabello era muy suave y aún no perdía esa dulce fragancia que tienen los niños antes de llegar a la pubertad – No tienes que preocuparte, buscare buenas personas, y cuando volvamos a encontrarnos te las presentare.
Lo solté para que pudiera ir a buscar algo, desde afuera podía escuchar las risas de los demás niños que probablemente ya se habían entregado a algún otro juego, los orgánicos estaban siempre llenos de energía, envidiaba eso. No me moví de mi sitio hasta que vi volver a Gwynn quien traía en sus manos un dibujo para ofrecerme.
-Un dibujo – Lo tome con cuidado, era sencillo, pero se entendía perfectamente ¿Qué se suponía que dijera ante algo así? ¿Qué mis registros visuales eran sumamente precisos y por lo tanto no había forma alguna de que lo olvidara? Gwynn esperaba una respuesta de mi parte, le sonreí – Es un hermoso dibujo, lo guardare – “Junto con los demás” pensé por un segundo, y es extraño porque no tenía ningún otro dibujo ni del joven licántropo ni de nadie más. No había tiempo para pensar en esas cosas – Siento que me has dado muchas cosas, las flores, tu conocimiento, la tarde con la tribu y ahora este dibujo – Me agache para estar a la misma altura que él – Y en cambio yo siento que no te he dado nada…
Intenté recordar si llevaba algo conmigo, algo que pudiera ser de valor y retribuirle así al menos una pequeña parte de lo que él me había dado, pero no tenía nada… Siquiera llevaba mochila de viaje, como no necesitaba comer, ni dormir, y todos los implementos necesarios los llevaba en mis manos, no tenía algo que pudiera regalar.
-No sé qué…- Baje la vista porque me sentía ¿Avergonzada? Sí, eso podría ser, avergonzada de mis incapacidades – No tengo nada de valor para darte…- Seguramente estaría decepcionado, no era un buen modo de despedirse, fruncí el ceño y en un acto impulsivo lo envolví con mis brazos, dejando un beso con sabor a nostalgia en su frente y luego me puse en pie – Cuando volvamos a vernos, tendré un regalo adecuado para entregarte.
Tenía la sensación de que cada minuto que pasaba la decisión de marcharse resultaba más difícil de llevar a cabo, tampoco entendía eso, tendría muchas cosas para pensar en el camino. Ya apenas quedaba algo de luz, la espesura del bosque hacia que el entorno resultara aún más oscuro y yo no llevaba conmigo siquiera una antorcha, pero no importaba, nunca me había molestado que la noche oscura se ciñera sobre mí.
-Espero que tú también tengas mucha suerte, Gwynn del clan Drumgelloch, debes esforzarte mucho y hacer caso de lo que tu hermana te diga – Deje que me abrace y apoye una mano en su nuca, su cabello era muy suave y aún no perdía esa dulce fragancia que tienen los niños antes de llegar a la pubertad – No tienes que preocuparte, buscare buenas personas, y cuando volvamos a encontrarnos te las presentare.
Lo solté para que pudiera ir a buscar algo, desde afuera podía escuchar las risas de los demás niños que probablemente ya se habían entregado a algún otro juego, los orgánicos estaban siempre llenos de energía, envidiaba eso. No me moví de mi sitio hasta que vi volver a Gwynn quien traía en sus manos un dibujo para ofrecerme.
-Un dibujo – Lo tome con cuidado, era sencillo, pero se entendía perfectamente ¿Qué se suponía que dijera ante algo así? ¿Qué mis registros visuales eran sumamente precisos y por lo tanto no había forma alguna de que lo olvidara? Gwynn esperaba una respuesta de mi parte, le sonreí – Es un hermoso dibujo, lo guardare – “Junto con los demás” pensé por un segundo, y es extraño porque no tenía ningún otro dibujo ni del joven licántropo ni de nadie más. No había tiempo para pensar en esas cosas – Siento que me has dado muchas cosas, las flores, tu conocimiento, la tarde con la tribu y ahora este dibujo – Me agache para estar a la misma altura que él – Y en cambio yo siento que no te he dado nada…
Intenté recordar si llevaba algo conmigo, algo que pudiera ser de valor y retribuirle así al menos una pequeña parte de lo que él me había dado, pero no tenía nada… Siquiera llevaba mochila de viaje, como no necesitaba comer, ni dormir, y todos los implementos necesarios los llevaba en mis manos, no tenía algo que pudiera regalar.
-No sé qué…- Baje la vista porque me sentía ¿Avergonzada? Sí, eso podría ser, avergonzada de mis incapacidades – No tengo nada de valor para darte…- Seguramente estaría decepcionado, no era un buen modo de despedirse, fruncí el ceño y en un acto impulsivo lo envolví con mis brazos, dejando un beso con sabor a nostalgia en su frente y luego me puse en pie – Cuando volvamos a vernos, tendré un regalo adecuado para entregarte.
Tenía la sensación de que cada minuto que pasaba la decisión de marcharse resultaba más difícil de llevar a cabo, tampoco entendía eso, tendría muchas cosas para pensar en el camino. Ya apenas quedaba algo de luz, la espesura del bosque hacia que el entorno resultara aún más oscuro y yo no llevaba conmigo siquiera una antorcha, pero no importaba, nunca me había molestado que la noche oscura se ciñera sobre mí.
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