El Caldero Saltarín [Desafío]
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El Caldero Saltarín [Desafío]
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No todos los brujos del Hekshold empatizaban con las tragedias de la península. La mayor parte, miraban hacia otro lado argumentado que no era de su convenio (como la maestra Lise Meitner) o se jactaba de la inmunidad que, hasta el momento, gozaban las islas (como el maestro Heck Hartem) . Había pocas excepciones y entre ellas destacaba la maestra Adda Lovelace. Pasaba largas horas encerrada en los laboratorios de la Torre Axhol estudiando y probando toda clase de pociones que pudieran servir para curar la pandemia de la península. Tenía muy en cuenta que más de la mitad de sus alumnos no eran brujos; eran elfos, humanos, dragones y algún que otro hombre bestia. Todos ellos dejaron atrás a sus familias para viajar a Belltrexus y estudiar los secretos de la alquimia y la medicina. De tenerlos delante, Lovelace los apachurraría a todos con un cálido abrazo maternal. ¡Pobrecitos! Caminaban por los pasillos del Hekshold con la cabeza baja y con los ojos húmedos por las lágrimas; seguramente, hubieran pasado la noche llorando pensando que sus familiares habían muerto por culpa de la enfermedad que emergió de la pirámide. Lo peor para ellos era la falta de noticias; la incertidumbre de no saber qué estaba pasando les devoraba por dentro. Para Lovelace, resultaba imposible no sentir lo que sus alumnos sentían. Pecaba de bondadosa, lo sabía muy bien, pero no podía mirar a otro lado como hacían los demás. Mentalmente, sin llegar a decírselo nunca a nadie para que no le recordasen lo inútil que sería sus experimentos, se prometió trabajar lo máximo posible con tal de llegar a algo, lo que fuera, que pudiera sanar los males de la pandemia.
Del caldero de Lovelace emergía toda una congregación de espumas de colores, si no estuviera tan cansada admiraría la belleza del cazo. Burbujas azules, rojas y amarillas volaban por toda la habitación y acababan saliendo por la ventana. La escena era hermosa. Si hacía un movimiento rápido, sonaban los plops de las burbujas explotándose. Lovelace también ignoraba las burbujas. Más de una vez, al girarse para coger un frasco de Polvo de Buey de Aernder o de hojas de Ilfrost, dio un sobresalto por el ruido de los plops.
Tantos días seguidos trabajando sin descanso le estaban haciendo más bien que mal. Llevaba tres días sin comer, si es que a dar pequeños mordiscos a las hojas secas de las plantas de sus botes para comprobar su estado se le podía llamar “comer”. No recordaba cuándo fue la última vez que se durmió en la cama y no encima de la mesa de su laboratorio. Tampoco es que su memoria fuera muy confiable en aquellos días; ni si quiera recordaba lo último que le había echado al caldero. ¿Pétalos de flor de Mysäi o una estrella Nein? Como no estaba segura volvió a añadir ambos ingredientes y escribió, en una papiro lleno de garabatos y tachones, el orden por el cual lo había añadido. Salieron nuevas espumas y burbujas del caldero, tenían colores que Lovelace no sabía ni que pudieran llegar a asistir. Su mezcla, no creía que se le pudiera llamar poción, tenía tantos ingredientes que no sabía identificarlos. Lo único que sabía a ciencia cierta era que acababa de añadir tres pétalos de flor de Mysäi y una cuarta parte de una estrella de Nein; todo lo anterior era un misterio.
Lo mejor sería limpiar todo y volver a empezar desde el principio. Pero eso sería al día siguiente, después de haber dormido lo que en ocho días no había conseguido. Bostezó, tumbó su cabeza en un hueco de la mesa de acebo del laboratorio libre de frascos de pociones e ingredientes y se durmió al instante. Lo necesitaba.
Al día siguiente se despertó con un pequeño grito de sorpresa. Sintió como si alguien o algo estuviera empujando repetidas su espalda para obligarle a despertar, como un perro hambriento despierta a su amo.
- Cinco minutitos más. Todavía es muy pronto, querido- dijo pensando que el sueño del perro era real. Pronto se dio cuenta que no tenía ninguna mascota y que si la tuviera, no la dejaría entrar en el laboratorio. -¿Querido?-
El culpable de los empujones era el caldero; estaba saltando a su espalda. No era un perro, pero, por la manera en que se movía, lo parecía bastante. Incluso, la espuma de la noche anterior, caía por el borde del caldero como si fuera la lengua de un cánido.
-Creo que tenemos un pequeño problema, amiguito- dijo llevándose la mano en cabeza. Como respuesta, el caldero saltarín escupió una rana - Un gran problemita-.
La maestra Lovelace bajó las escaleras de la Torre Axhol hasta el gran salón del Hekshold. El caldero saltarín le estuvo siguiendo y escupiendo animales, plantas y objetos durante todo el trayecto. Entre la espuma de colores, igual emergía un tallo de urtica que un tronco de refia, un cachorro de gato o un burro adulto, la pata de una mesa o la mesa entera. Cualquier sola salía del caldero saltarín, cualquier cosa a excepción de un frasco con la cura para la pandemia.
Le preguntó a la maestra Lise Meitner qué debía hacer con el caldero saltarín. No había duda que, de alguna forma extraña, había adquirido una especie de vida. Ladraba con plops de burbujas, sacaba la lengua de espuma y movía su parte trasera como si tuviera un rabo. ¿Qué debía hacer? ¿Matar a un ser vivo? Meitner fue intransigente, contestó con un simple movimiento de cabeza: Sí. Era un peligro. Si en lugar de un burro, hubiera invocado una langostruosidad y ésta hubiera atacado a los alumnos, la maestra Lovelace estaría en un serio problema. Lo dijo con aquellas mismas palabras: “Serio problema”. Nada de “pequeño problema” o “gran problemita” como dijo Adda Lovelace.
Al final, llevó al caldero saltarín al bosque de Belltrexus. Durante el trayecto, el caldero había invocado una cría de buey de Aender, una estantería, una puerta, una alta rama de nogal, un canasto de naranjas, una vaca y Ihana Mara. Cada vez eran cosas más grandes.
-Lo siento amiguito,- Lovelace sacó su varita e movía la corriente de agua de su cantimplora como si fuera un látigo - ya has oído Lise, tengo que hacerlo por el bien del Hekshold- el caladero saltarín se sentó sobre sus patas traseras como lo haría un perro - ¡No me mires así! Lo estás haciendo todo más difícil-.
Se equivocó, lo difícil de verdad vino cuando, entre la espuma de colores del caldero saltarín, emergió un toro adulto. El animal, gran y violento, embistió contra la maestra. Ella era rápida y diestra con sus hechizos; usó la corriente de agua, no para atacar, sino para golpearse a sí misma y esquivar la embestida del toro. Craso error. Estando en el suelo, el tronco de un enorme nogal (también invocado por el caldero saltarín) cayó en su pierna derecha.
Lise Meitner tenía razón, el caldero saltarín era un serio problema.
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* Bienhallado/a domador/a de calderos: Estás en el bosque cercano a Belltrexus, no me importa cómo has llegado hasta aquí, por mi parte, no seré estricta con tu cronología, pero puedes explicarlo si lo deseas. Es más importante que te encuentres con la escena del caldero saltarín vomitando animales, árboles y objetos sin control. Lovelace ha intentado deshacerse de él y ha quedado muy herida, en este turno deberás ayudarla.
Si consigues el favor de la maestra Lovelace podrás ganar una plaza en la Academia Hekshold, concretamente, en la Casa Axhol
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Re: El Caldero Saltarín [Desafío]
I - ¿Puedes escuchar sus campanas?
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | CAPITULO 3: "¡Eres un buen chico!" |
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[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | l suave murmullo del viento viajando a través de las fronteras de aquel viejo bosque, deleitaba de Adanedhel el corazón. El elfo se encontraba lleno de calma en algún punto de |
Con instrumento en mano, se encontraba sentado en la apta y firme superficie de un viejo tocón. ¿Por qué un tocón? Al momento de elegir asiento, su mente evocó las palabras de un viejo y difunto amigo que una vez le contó: "¡Estate atento a los tocones! ¡Desde que pierden sus bellas hojas y dominante porte, desean ansiosamente ganarse de alguien la atención!". ¿Era así que decía? ¡Tantos refranes que había el elfo escuchado! No lo intentes Adanedhel, sabes que no podrás recordarlo.
Volviendo a lo importante, que me enredo más que una hembra Ihana Mara al estar próxima su etapa de celo. Desde aquel encuentro, había algo en el elfo que causaba una extraña sensación, una especie de nudo en su pecho. Ya lo había sentido antes, esa adrenalina corriendo por cada una de sus venas. Solo había una forma de calmarse, drenar cada sentimiento en una mágica y bella pieza. Las composiciones de Adanedhel surgían de ese modo, ¡era música que aventuras relataba! Los vaivenes del destino en los que constantemente el elfo aparecía, pronto en una bella sinfonía se transformaban. ¡No se diga más! Era momento de que el bardo diera honor a su apodo. Llenó de aire sus pulmones y se preparó para dar inicio a la pieza con un efusivo so- *¡PLAF!*
Un ligero y poco deseado sismo estremeció el bosque, provocando que Adanedhel se elevara levemente de su lugar. ¿Pero que pudo provocar semejante estruendo? El corazón del elfo raudo se lleno de esa peligrosa sensación llamada curiosidad. Se asomó entre los arboles que habían traído aquel sonido, encontrándose algo inesperado y un tanto peculiar. ¡Un sendero marcado por un buey de Aender, una vaca, una estantería y otras cosas al azar! ¿¡No es espectacular!?
La dicha inundó el corazón del Bardo, ¡nunca antes había visto algo similar! ¡Lo había conseguido! Buscar algo que le recordara su etapa de elfo curioso, era el motivo por el cual el bardo seguía en estos bosques en primer lugar. Adanedhel seguía el camino de objetos y criaturas, como si un niño con nuevos juguetes se tratara. Le emocionaba la idea de ver lo que se hallaba al final del sendero, pues; ciertamente los entes que le componían, en rareza y tamaño evolucionaban.
¡Cada vez estaba más cerca! ¡Su caminata se torno en una carrera veloz! ¡Ya casi llegaba! ¡Su alma le susurraba que en apresurarse no tuviera temor! ... Sus pasos y emoción frenaron en seco, al momento en que el bardo se encontró con semejante escena. ¡Una mujer estaba herida! Un inmenso e inexplicable tronco había caído desafortunadamente sobre su pierna. ¡Adanedhel no dudo ni un segundo en acudir en el pronto auxilio de la dama! Solo se detuvo un breve momento para sonreirle a la mujer y saludarle, ojala esta si confié en él y no le amenace con una rama. Ciertamente, un hombre de increíble fuerza era el bardo. ¡Pero era inútil intentar levantar el tronco! ¡Sus brazos no alcanzaban a rodearlo! No quería arriesgarse a empujarle y empeorar las heridas de la mujer. ¡Solo había una solución! ¡Él y sus anteriores encarnaciones la conocían bien! Tomó hábilmente su inmensa flauta y con dos manos le empuñó. Un rápido y preciso movimiento, ante la fuerza del cuerno el tronco cedió, liberando a la mujer y dividiéndose en dos.
No tardo en remover ambas mitades y apartarlas de la pierna de la dama, ¡nunca se debe hacer esperar a una mujer! Pero su ayuda no estaba completa aún, todavía había un trabajo que solo él podía hacer. ¹Volvió a tomar su cuerno, esta vez con un poco más de sensibilidad y gracia. Su alma estaba feliz, esperaba que el bardo tocara con mucha ansía. Una suave escala de Do dio inicio a la bella pieza, notas más agudas y fuertes se implementaron, adoptando la composición cada vez más fuerza. Se inspiraba en aquella jovencita, intensificando la música igual que ella cuando su curiosidad crecía progresivamente. La luz envolvía las heridas de la bella dama, reconstruyendo sus tejidos y sanando sus pesares, casi instantáneamente.
Tomó una buena bocanada de aire y se sostuvo de las rodillas para no caerse, una vez terminó la preciosa nota final. Había quedado exhausto, las heridas de la mujer eran de suma gravedad y muy difíciles de sanar. El elfo alzo su mano derecha mientras intentaba calmar su agitada respiración. Le indicaba a la mujer que no se preocupara, que solo necesitaba un minuto para concluir su recuperación. El elfo no se había percatado, que la dama no había emitido palabra alguna desde que hizo su aparición. Alzo su mirada, para encontrarse a la mujer viéndole con suma impresión.
—T-t-tu—antes que la mujer pudiera terminar esa frase, Adanedhel le tomaría en brazos y esquivaría una inmensa bola de nieve que amenazaba con arrollarles. ¿De donde había salido? No era posible que... El elfo parpadeo un par de veces, en el momento en que vio aquel caldero correteando y escupiendo toda cantidad de objetos. La espuma de colores que servia como lengua y su comportamiento canino le dejo perplejo. Miro a la mujer con una inmensa sonrisa y ojos de asombro. La dicha estaba clara en cada esquina de su rostro.
- off-rol:
- Hago uso de la habilidad racial "Manos Sanadoras" por medio de la habilidad "Sinfonía Ancestral".
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Tenzin Fang Leiden
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Re: El Caldero Saltarín [Desafío]
Se lamentaba de no haber atendido más al trabajo de su cuerpo, tal y como le aconsejo, decenas de veces, el maestro Rutherford. Lo reconocía, le sobraban esos pocos quilos que tenía de más. ¿Y qué más daba? El pollo asado con salsas de finas hierbas que hacían los cocineros del Hekshold estaba riquísimo, por no hablar del redondo de ternera…, ¿y qué diría respecto a las sopas? Nada que objetar, ¡eran deliciosas! A la maestra Lovelace nunca le preocupó tener unos pocos quilos de más. No comía como si le fuera la vida en ello, pero sí era cierto que le gustaba comer bien. Claro era, que nunca se imaginó que iba a ser llevada cual saca de patatas por un fornido elfo.
El primer instinto de Lovelace fue patalear la espalda del elfo. Dio hasta tres golpes con la pierna sana; la otra, aunque se recuperaba poco a poco, la mantenía erguida por prevención. Después de ello, se dejó llevar con total sumisión.
-¿Mi tiene algún nombre, mi valiente caballero?- dijo Adda Lovelace –Me gustaría saberlo, no se puede agradecer a nadie si no se le conoce el nombre-.
El caldero saltarín seguía de cerca a la maestra Lovelace y al gigantón de orejas picudas. Ahí estaba, escupiendo toda clase de chismes y animales sin ton ni son. Ignoraba el mal que estaba haciendo o el que podía haber hecho. Movía su trasero, el que parecía la cola de un perro, con alegría y sacaba la lengua de espumas de colores como si estuviera esperando que le dieran una galletita como premio.
-Míralo, es tan inocente que no me creo que sea tan peligroso. Yo lo cree, de alguna manera. He trabajado durante meses buscando una cura la pandemia y… Este es el resultado. Sé que debo, pero no me atrevo a deshacerme de él. Se ha convertido en un serio problema- suspiró de cansancio - ¿Lo podrías hacer por mí? Te recompensaré, te lo prometo-.
* Bardo: ¡Empieza el combate! Deberás terminar con el caldero saltarín. Aquí es donde deberás hacer uso de todo tu ingenio y toda tu originalidad. Tienes muchísima libertad, aprovéchala para hacer un tema interesante.
El primer instinto de Lovelace fue patalear la espalda del elfo. Dio hasta tres golpes con la pierna sana; la otra, aunque se recuperaba poco a poco, la mantenía erguida por prevención. Después de ello, se dejó llevar con total sumisión.
-¿Mi tiene algún nombre, mi valiente caballero?- dijo Adda Lovelace –Me gustaría saberlo, no se puede agradecer a nadie si no se le conoce el nombre-.
El caldero saltarín seguía de cerca a la maestra Lovelace y al gigantón de orejas picudas. Ahí estaba, escupiendo toda clase de chismes y animales sin ton ni son. Ignoraba el mal que estaba haciendo o el que podía haber hecho. Movía su trasero, el que parecía la cola de un perro, con alegría y sacaba la lengua de espumas de colores como si estuviera esperando que le dieran una galletita como premio.
-Míralo, es tan inocente que no me creo que sea tan peligroso. Yo lo cree, de alguna manera. He trabajado durante meses buscando una cura la pandemia y… Este es el resultado. Sé que debo, pero no me atrevo a deshacerme de él. Se ha convertido en un serio problema- suspiró de cansancio - ¿Lo podrías hacer por mí? Te recompensaré, te lo prometo-.
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* Bardo: ¡Empieza el combate! Deberás terminar con el caldero saltarín. Aquí es donde deberás hacer uso de todo tu ingenio y toda tu originalidad. Tienes muchísima libertad, aprovéchala para hacer un tema interesante.
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Re: El Caldero Saltarín [Desafío]
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | a primera reacción de Adanedhel, recalco el hecho de que solo fue en una primera instancia, fue ignorar las palabras de la mujer en sus brazos. ¡Las mágicas propiedades del |
—¡Adanedhel! —respondió el elfo entusiasmado. ¡Claro que ella merecía saberlo! ¡Era la creadora de una criatura tan impresionante como lo era aquel caldero! La emoción que recorría su cuerpo no tenía comparación. No pudo contenerla por más tiempo, ¡abrazó a la dama con efusividad y emoción! Claro, dejarse llevar por la alegría no implicaba que Bardo perdiera el control. Vigilaba la fuerza de sus brazos, no quería aplastarle como aquel árbol que en su pierna cayó.
Tras aquella muestra de alegría y, no intencionalmente, de afecto, el bardo colocó con sumo cuidado a la mujer en el suelo. Su pierna seguía recuperándose, pues su magia, aunque ciertamente de propiedades milagrosas, no era de instantáneo efecto. El elfo se dirigió al caldero, acercándose despacio e intentando no alarmarle. La criatura permanecía estática, dudando de las intenciones del músico y tensándose al ver a este ultimo intentar tocarle. Al ser consciente de esto, Bardo apartó su mano un segundo; volviendo a intentar tras dedicarle una bella sonrisa. Una leve caricia sembró un voto de confianza en el caldero, pues tras aquel breve contacto, la criatura volvió a menear alegre su "colita".
Terminó aquel adorable gesto y Adanadhel se dedicó a explorar los limites que había en la confianza del caldero. Dichos limites eran inexistentes, la criatura; escupiendo objetos a diestra y siniestra, saltaba alrededor del elfo. ¡Era demasiado joven para perder la esperanza en un mundo que recién le abría las puertas! ¡Bardo sabía muy bien eso! Mientras jugaba y mimaba a aquella criatura como si fuera su padre, el músico prestaba atención a las palabras de la agotada dama. Sus orejas se tensaron en el momento en que le escuchó emitir aquel seudónimo que tantas vidas aterraba, no había mejor forma de nombrar a la muerte y la desolación que con dicha palabra.
Un escalofrió corrió por su espalda cuando aquella dama mencionó la necesidad de deshacerse de aquella fascinante criatura. No pudo evitar ver con tristeza al caldero que entre sus brazos se había tendido, buscando más afecto del elfo. Era un alma tan joven e inocente... ¿como era posible que causara tanta amargura? El accidente del árbol, aquel pequeño sismo que le alertó, esa bola de nieve que estuvo a punto de arrollarles. ¿Era realmente su culpa? ¿Todo podía solucionarse con un poco de adiestramiento? ¿Su inocencia realmente era un buen fundamento para defenderle? Bardo había pasado por este tipo de debates en innumerables ocasiones... lamentablemente, errar tantas veces ya le había dado una respuesta: sus sentimientos no podían interponerse con el deber que, si bien no había pedido, se le había atribuido.
"Toda vida es valiosa" solía repetirse constantemente el elfo. Era la enseñanza que le brindaba a todos... pero, en ciertas ocasiones, el músico tenía que ir en contra de sus ideales y creencias.¡Debía hacerlo! Él sacrificaría todo lo que cree correcto. Él lo haría por ti, sin importar las veces que le des la espalda. Por este mundo que siempre le abandonaba, pero al cual el elfo tanto amaba.
Bardo le confirmó a la dama su petición, él se deshacería del caldero. ¡Pero Adanedhel no podía simplemente tomar su cuerno y usarlo para aplastar a la criatura! ¡Aunque lo intentara, no podía hacerlo! Ciertamente, era mucho más sencillo. Pero si iba a poner fin a su vida, se encargaría de honrarle y hacer de su muerte el mejor momento de su corta existencia. Tampoco iba a permitir que aquello marcara su fin, ¡le mantendría vivo en las maravillosas historias que serían contadas por los siglos de los siglos! Eso haría el elfo, aunque le costara la vida en ello. Su esencia perduraría hasta el fin de los tiempos.
Ocultando todo indicio de aquel caos emocional con su efusiva sonrisa, Bardo se propuso a continuar jugando con el caldero. Eso le hacía feliz, ¿cierto? Saltaban, corrían, exploraban, comían. La criatura se mostraba tan contenta al tener un compañero de juego... es una lastima que tanta emoción le estaba provocando escupir cosas que aumentaban cada vez más de su amigo el riesgo. Adanedhel no mostraba descontento, le aplaudía con sinceridad cada vez que lograba invocar algo completamente nuevo, ¡como un padre que felicitaba a su hijo con orgullo! De pronto el elfo pudo apreciar cierto cansancio en él, ¡debía estar agotado tras estar todo el rato escupiendo! Se arrodilló para estar a su nivel. El músico volvió a acariciarle, mostrando una vez más su incondicional afecto.
—Eres un buen chico. —susurró el elfo sonriendo. La colita del caldero no paraba de sacudirse con felicidad, ¹Bardo aprovecho aquello para de su bolsa un fino tarro de tinta mágica lograr encontrar. —Quédate quieto, ¿si? —murmuró una vez más el bardo. Dibujó sobre el "pecho" de la criatura unos complicados símbolos que su memoria había grabado. Las runas "ᚴᛆᛐᛆᚱᛁᛋᛘᚮᛋ" plasmadas se hallaban en aquel caldero. Esté último dio un giro de felicidad al ver aquellas siglas dibujadas en su cuerpo, Bardo estaría encantado de explicarle lo que iba a pasar... pero no podía hacerlo. —Eres un buen chico... —repitió el elfo, intentando contener las lagrimas que amenazaban con resbalarse de sus parpados. ¿Cuantas veces había estado en esta posición? ¿Por qué siempre era tan difícil? Miró una vez más al caldero, reuniendo cada una de sus características y sellándolas en su memoria. Tomó todo el aire que sus pulmones le permitieron. Sentía que si no lo hacía, la garganta le fallaría y no podría pronunciar aquello. Abrió los ojos, una vez se sintió preparado para hacerlo. Sus labios se abrieron, pronunciando aquel verso que purificaría y neutralizará la magia del caldero. —... Katharismós.
Solo fue un breve momento, igual que el corto tiempo que había interactuado con aquella criatura de corto sendero. Pero, de igual forma, fue un fuerte pinchazo en su corazón, una vez sintió como se escapaba toda la vida de aquel mágico caldero. Miró al objeto en sus brazos, deseando en lo más profundo de su ser verlo todavía rebosante de vida. Vaya decepción se llevó, eran solo runas que pintaban un objeto que ya no se movía. Adanedhel miró ahora a la bella dama, ella no se encontraba en un mejor estado. Estaba al borde de las lagrimas, del mismo modo que el triste y nostálgico bardo. El elfo se levantó, debía ser fuerte por todos. Abrió su corazón a la mujer, él cargaría con su dolor, aún si le costaba sus codos.
—Jeje... —rió ella al ser rodeada por los brazos del bardo. —Usualmente soy yo la que consuela y da los abrazos. —dijo aquella mujer conteniendo su llanto.
Persistente era Adanedhel, no cesó hasta que su tristeza de madre sucumbió ante la buena voluntad de su abrazo. Bardo había visto retratos de ella en el Hekshold, le pintaban como una bondadosa mujer. El elfo se compadecía, no eran tan diferentes ella y Bardo. Ambos querían simplemente ayudarlos a todos. Y ahora ambos compartían el mismo dolor, sufriendo por un caldero que se marchó demasiado pronto. El elfo tomó un par de ramas, juntandolas con una cuerda y formando una cruz. Las clavo en el lugar donde el caldero había muerto, poniendo frente a la cruz su restos. Adanedhel se arrodilló ante la tumba, recitando en silencio una plegaria. Rogaba a los dioses que recibieran su alma en los bellos campos de divina abundancia.
- off-rol:
- Hago uso de la profesión "Arcanos" (καθαρισμός) (No sé mucho sobre ella, espero estar usándola bien).
- He editado, necesitaba cambiar un par de cosas (Errores ortográficos, narración, incongruencias).
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Tenzin Fang Leiden
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Re: El Caldero Saltarín [Desafío]
Intentó cerrar los ojos, despreocuparse y dejarse caer sobre el abrazo del gran elfo. El peligro ya había pasado, se habían deshecho del problemita y del serio problema. Fin, ya está, se acabó. Seguir pensando en el caldero saltarín, una vida que ella convocó sin saber cómo, era una tortura; una condena de la cual no podía escapar. La maestra Lovelace mantuvo los ojos bien abiertos, clavados en las dos ramitas que señalaban en lugar donde murió el caldero saltarín. Sabía que habían obrado correctamente, habían tomado la opción sensata y justa para todos. Después de que el elfo pronunciase su oración, todo lo que salió de la boca del caldero saltarín se convirtió en espuma de colores. Estaba bien, un final feliz. Entonces, ¿por qué se sentía tan triste? Quizás, fuera por puro instinto materno; pocos lo comprenderían.
Terminado el abrazo, dio unos pasos para alejarse del gran elfo. Tomó la postura que utilizaba para hablar con sus discípulos en las clases; era una actitud firme, dulce y decidida. Carente de frialdad, como podría resultar la maestra Meitner.
Adda Lovelace fue al cuerpecito inmóvil del caldero de saltarín. Utilizó un pequeño vial, que guardaba siempre en el bolsillo de su blusa para estos casos de emergencia, para tomar una muestra de la espuma de colores que emergía de la boca del caldero. Más tarde, en una de las habitaciones de la torre Axhol, analizaría la muestra y descubriría que, realmente, no era muy diferente a la espuma que surgía del jabón.
-Has sido muy valiente, Adanedhel- su voz era tan clara que casi se podían palpar las palabras que decía – conozco un lugar para los chicos valientes como tú. ¿Dejarás que te lo muestre? Es mi forma de agradecerte lo que has hecho hoy por mí-.
* Bardo: La mala noticia es que ha muerto el Caldero Saltarín, la buena es que ahora formas parte de la Academia Hekshold. Una de cal y una arena.
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +3 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 5 ptos totales de experiencia
Los puntos han sido sumados directamente a tu perfil.
Estás dentro de la Academia Hekshold, podrás participar a sus clases (sin importar de qué maestro sean), las cuales haré más adelante, cuando hayan más alumnos, con la misma mecánica de los desafíos. Por otra parte, estate atento porque podrás participar en mastereados en los que se necesite, especialmente, un miembro de la Casa Axhol.
Terminado el abrazo, dio unos pasos para alejarse del gran elfo. Tomó la postura que utilizaba para hablar con sus discípulos en las clases; era una actitud firme, dulce y decidida. Carente de frialdad, como podría resultar la maestra Meitner.
Adda Lovelace fue al cuerpecito inmóvil del caldero de saltarín. Utilizó un pequeño vial, que guardaba siempre en el bolsillo de su blusa para estos casos de emergencia, para tomar una muestra de la espuma de colores que emergía de la boca del caldero. Más tarde, en una de las habitaciones de la torre Axhol, analizaría la muestra y descubriría que, realmente, no era muy diferente a la espuma que surgía del jabón.
-Has sido muy valiente, Adanedhel- su voz era tan clara que casi se podían palpar las palabras que decía – conozco un lugar para los chicos valientes como tú. ¿Dejarás que te lo muestre? Es mi forma de agradecerte lo que has hecho hoy por mí-.
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