Viento de sal [Eltrant Tale]
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Viento de sal [Eltrant Tale]
La calma sacudía las hojas otoñales con vientos que comenzaban a ser fríos. El otoño se acercaba con parsimonia desde los cálidos soles del verano mientras Lunargenta seguía sumida en el caos. Las islas parecían ser el único lugar que se encontraba a salvo de esa locura de mundo. Tal vez por el mar que las separaba del resto de Aerandir, tal vez porque los brujos, tras haber salido escaldados en las guerras, habían optado por mantenerse ajenos a la desgracia que asolaba el mundo.
El mar, esa mañana, se encontraba en calma cuando las dos jóvenes tomaron el barco y zarparon rumbo al que fue su hogar. La rubia, sin nada que perder, acompañaba a la única persona con quien había logrado tomar confianza tras años de estancia solitaria de un lado a otro, y la morena, a pesar de las advertencias del peligro, se había encontrado demasiado preocupada por los suyos como para mantenerse alejada dela ciudad más tiempo.
Las islas no habían sido, tampoco, un descanso para ninguna de ellas. Tras la extraña entrega de premios que ninguna de las dos comprendía todavía, habían tenido que salir corriendo como alma que lleva al diablo. La guardia había tomado cartas en el asunto en cuanto los premios habían sido anunciados, y ellas, como vulgares ladronas, habían tomado su recompensa para salir huyendo sin mirar atrás, entre las claras risas de Tessa y la seriedad de Alanna que, quitándose la máscara para poder respirar en la carrera, había salido del lugar dejando tras ella, solamente, un antifaz de gato.
Las islas ya parecían poco más que un simple borrón verde en la distancia cuando la antigua guardia se movió de su sitio privilegiado en la balaustrada, desde donde había visto alejarse las islas, y se estiró alzando los brazos al cielo notando crujir sus huesos, agarrotados por haber pasado demasiado tiempo encogida a la espera de que alguien detuviera su escape. Por suerte,
nadie parecía haber reparado en ellas. Tessa, a su lado, tomaba el sol abanicándose con uno de sus dibujos a medio hacer, abriendo un ojo para observar los movimientos de su amiga, que parecía fingir una relajación que sus rizos rubios dudaban que existieran.
- Aly.- la llamó alzando la mirada y dejando a un lado su improvisado palmito. La guardia bajó la mirada esperando que la chica siguiera hablando.- ¿Sabes a quien conocí en la entrega de premios?.- Preguntó con aparente indiferencia.
- ¿A quién?- Se decidió a preguntar, viendo la larga pausa que la otra había hecho, a sabiendas de que, si no mostraba interés, probablemente cortaría la conversación, al tiempo que apoyaba sus codos en la madera y tiraba hacia atrás su cabeza dejando caer su pelo por la borda, mirando al cielo.
- A Eltrant Tale.- Respondió Tessa ocultando una sonrisa.
- ¿Qué?- Alanna dio un respingo, sosteniéndose con ambas manos del pasamanos para evitar ir de cabeza al suelo del barco.
- A Tale, tu amigo, estaba allí.- Aseguró, era consciente de que Alanna no había visto a Tale, se habían ido corriendo antes de que cualquiera pudiera recoger su premio, después de todo, no es que pudieran quedarse para un teté a teté.- Le dije que tú también estabas, pensé que te buscaría.- confesó, inocente, porque así era, Tessa había tenido la esperanza de que el mercenario acudiera a su amiga para decirle, al menos, que se encontraba bien. La Gata había pasado más de una noche sin dormir preocupada por el estado de sus amigos, y, en particular, del mercenario, quisiera o no aceptarlo en voz alta.
El silencio corrió de una a otra mientras se miraban y la cabeza de Alanna no dejaba de dar vueltas. Eltrant, ¿Estaría bien? ¿Habría tenido algún problema en todo ese tiempo? ¿Por qué si él había sabido que ella estaba allí no había ido a decirle nada? Apretó el colgante de su cuello respirando hondo, ¿sería cierto lo que había dicho en la carta? Tras haberla releído tantas veces como para que esta acabase con las esquinas rotas y más arrugada que una rata sin pelo, había comenzado a entender los matices que había trazado la pluma, el pulso tembloroso, y la despedida decían bastante, pero ahora, parecía que no tenía intención de verla. Los sentimientos se confundieron en el pequeño cuerpo de la chica que, finalmente, sin saber porque decantarse, se decidió por sentirse enfadada. Tanto hablar para al final, ¿qué? ¿No querer ni siquiera verla? Se preguntaba si se habría, siquiera, preocupado por su estado, como ella lo había hecho por el de él. Lanzó un bufido, exasperada.
- Vamos, tranquila, seguro que os veis pronto.- sonrió la navegante que acababa de ver pasar a una chiquilla que se asemejaba a la niña que había ido con Eltrant en la gala.
- ¿Estaba bien?- preguntó la chica dejando que la curiosidad ganase a la rabia.- ¿Preguntó por mi?.- desvió la mirada no queriendo mostrar un levísimo sonrojo en sus mejillas.
- Pues...- no respondió, una sonrisa inmensa se abrió paso, a través de los labios de la rubia.- Preguntémosle.- musitó sin que Alanna llegara a escucharla, tomándola de la mano y obligándola a levantarse avanzando con paso firme hasta pararse en seco y empujar a su amiga para que diera justo con la persona a la que quería ver.
-Espera, Tessa, ¿dónde vamos?-Preguntó la chica morena dejándose arrastrar sin recibir respuesta, notando el empujón y golpeándose contra alguien- Lo siento.- Se disculpó Alanna con la persona contra quien había chocado, dispuesta a girarse para encarar a Tessa, alzando la cabeza y quedándose plantada en el sitio.
- Hola, Tale.- Saludó Tessa con un gesto de la mano, sin perder la sonrisa, mientras su amiga parecía despertar del trance.
- ¡Tú!- La antigua guardia, con el ceño fruncido y se mordió la lengua antes de soltar alguna burrada. Tomó aire con fuerza inflando el pecho y, antes de poder controlarse, levantó el puño y lo lanzó hacia delante golpeando la mandíbula del mercenario, dejando escapar, con eso, la rabia. -¡Eso por irte sin despedirte! ¡Idiota!- se mantuvo parada mirándolo sin perder el gesto enfadado de su cara.
-El mundo es un pañuelo, ¿verdad?- Preguntó Tessa a la niña sin perder el gesto.- ¿Qué piensas?- Le susurró bajando hasta la altura de la chiquilla.- yo veo conexión.- se puso seria mientras hablaba, siendo, probablemente, la única persona que diría algo así después de semejante puñetazo, probablemente debían dar gracias por que la cubierta estuviera prácticamente desierta, al menos, esa zona, porque allá donde se encontraba el timón parecía llena de cabo a rabo.
El mar, esa mañana, se encontraba en calma cuando las dos jóvenes tomaron el barco y zarparon rumbo al que fue su hogar. La rubia, sin nada que perder, acompañaba a la única persona con quien había logrado tomar confianza tras años de estancia solitaria de un lado a otro, y la morena, a pesar de las advertencias del peligro, se había encontrado demasiado preocupada por los suyos como para mantenerse alejada dela ciudad más tiempo.
Las islas no habían sido, tampoco, un descanso para ninguna de ellas. Tras la extraña entrega de premios que ninguna de las dos comprendía todavía, habían tenido que salir corriendo como alma que lleva al diablo. La guardia había tomado cartas en el asunto en cuanto los premios habían sido anunciados, y ellas, como vulgares ladronas, habían tomado su recompensa para salir huyendo sin mirar atrás, entre las claras risas de Tessa y la seriedad de Alanna que, quitándose la máscara para poder respirar en la carrera, había salido del lugar dejando tras ella, solamente, un antifaz de gato.
Las islas ya parecían poco más que un simple borrón verde en la distancia cuando la antigua guardia se movió de su sitio privilegiado en la balaustrada, desde donde había visto alejarse las islas, y se estiró alzando los brazos al cielo notando crujir sus huesos, agarrotados por haber pasado demasiado tiempo encogida a la espera de que alguien detuviera su escape. Por suerte,
nadie parecía haber reparado en ellas. Tessa, a su lado, tomaba el sol abanicándose con uno de sus dibujos a medio hacer, abriendo un ojo para observar los movimientos de su amiga, que parecía fingir una relajación que sus rizos rubios dudaban que existieran.
- Aly.- la llamó alzando la mirada y dejando a un lado su improvisado palmito. La guardia bajó la mirada esperando que la chica siguiera hablando.- ¿Sabes a quien conocí en la entrega de premios?.- Preguntó con aparente indiferencia.
- ¿A quién?- Se decidió a preguntar, viendo la larga pausa que la otra había hecho, a sabiendas de que, si no mostraba interés, probablemente cortaría la conversación, al tiempo que apoyaba sus codos en la madera y tiraba hacia atrás su cabeza dejando caer su pelo por la borda, mirando al cielo.
- A Eltrant Tale.- Respondió Tessa ocultando una sonrisa.
- ¿Qué?- Alanna dio un respingo, sosteniéndose con ambas manos del pasamanos para evitar ir de cabeza al suelo del barco.
- A Tale, tu amigo, estaba allí.- Aseguró, era consciente de que Alanna no había visto a Tale, se habían ido corriendo antes de que cualquiera pudiera recoger su premio, después de todo, no es que pudieran quedarse para un teté a teté.- Le dije que tú también estabas, pensé que te buscaría.- confesó, inocente, porque así era, Tessa había tenido la esperanza de que el mercenario acudiera a su amiga para decirle, al menos, que se encontraba bien. La Gata había pasado más de una noche sin dormir preocupada por el estado de sus amigos, y, en particular, del mercenario, quisiera o no aceptarlo en voz alta.
El silencio corrió de una a otra mientras se miraban y la cabeza de Alanna no dejaba de dar vueltas. Eltrant, ¿Estaría bien? ¿Habría tenido algún problema en todo ese tiempo? ¿Por qué si él había sabido que ella estaba allí no había ido a decirle nada? Apretó el colgante de su cuello respirando hondo, ¿sería cierto lo que había dicho en la carta? Tras haberla releído tantas veces como para que esta acabase con las esquinas rotas y más arrugada que una rata sin pelo, había comenzado a entender los matices que había trazado la pluma, el pulso tembloroso, y la despedida decían bastante, pero ahora, parecía que no tenía intención de verla. Los sentimientos se confundieron en el pequeño cuerpo de la chica que, finalmente, sin saber porque decantarse, se decidió por sentirse enfadada. Tanto hablar para al final, ¿qué? ¿No querer ni siquiera verla? Se preguntaba si se habría, siquiera, preocupado por su estado, como ella lo había hecho por el de él. Lanzó un bufido, exasperada.
- Vamos, tranquila, seguro que os veis pronto.- sonrió la navegante que acababa de ver pasar a una chiquilla que se asemejaba a la niña que había ido con Eltrant en la gala.
- ¿Estaba bien?- preguntó la chica dejando que la curiosidad ganase a la rabia.- ¿Preguntó por mi?.- desvió la mirada no queriendo mostrar un levísimo sonrojo en sus mejillas.
- Pues...- no respondió, una sonrisa inmensa se abrió paso, a través de los labios de la rubia.- Preguntémosle.- musitó sin que Alanna llegara a escucharla, tomándola de la mano y obligándola a levantarse avanzando con paso firme hasta pararse en seco y empujar a su amiga para que diera justo con la persona a la que quería ver.
-Espera, Tessa, ¿dónde vamos?-Preguntó la chica morena dejándose arrastrar sin recibir respuesta, notando el empujón y golpeándose contra alguien- Lo siento.- Se disculpó Alanna con la persona contra quien había chocado, dispuesta a girarse para encarar a Tessa, alzando la cabeza y quedándose plantada en el sitio.
- Hola, Tale.- Saludó Tessa con un gesto de la mano, sin perder la sonrisa, mientras su amiga parecía despertar del trance.
- ¡Tú!- La antigua guardia, con el ceño fruncido y se mordió la lengua antes de soltar alguna burrada. Tomó aire con fuerza inflando el pecho y, antes de poder controlarse, levantó el puño y lo lanzó hacia delante golpeando la mandíbula del mercenario, dejando escapar, con eso, la rabia. -¡Eso por irte sin despedirte! ¡Idiota!- se mantuvo parada mirándolo sin perder el gesto enfadado de su cara.
-El mundo es un pañuelo, ¿verdad?- Preguntó Tessa a la niña sin perder el gesto.- ¿Qué piensas?- Le susurró bajando hasta la altura de la chiquilla.- yo veo conexión.- se puso seria mientras hablaba, siendo, probablemente, la única persona que diría algo así después de semejante puñetazo, probablemente debían dar gracias por que la cubierta estuviera prácticamente desierta, al menos, esa zona, porque allá donde se encontraba el timón parecía llena de cabo a rabo.
Alanna Delteria
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Re: Viento de sal [Eltrant Tale]
Se apoyó en la barandilla de madera y clavó sus ojos en la difusa línea que separaba el mar y el firmamento en el horizonte. Tras unos segundos soportando estoicamente el vaivén de la embarcación cerró los ojos y se concentró en el suave olor a salitre que arrastraba la brisa que impulsaba el navío. Se sujetó con aún más fuerza, no le gustaban los barcos, nunca le habían gustado.
Volvió a depositar su mirada en el lejano punto en el cual, con el tiempo, debía de aparecer la costa de Verisar. Ya hacía dos noches que habían dejado las islas atrás, Beltrexus era un puntito verde en el horizonte en aquel momento y sabía que, desde un principio, la idea había sido que ahora volviese a su cabaña; no obstante, tanto Lyn como la maldición de su mano seguían acompañándole, por lo que, una vez más, se vería obligado a rechazar aquella oportunidad.
De todas formas, los bosques del este seguían sumido en el caos que era la plaga, cualquier parte estaba bien en aquel momento. Cualquiera.
- ¿Hemos llegado ya? – Lyn se apoyó en el pasamanos, junto a él.
- Un par de días más. – Contestó Eltrant sin girarse a mirarla. Lo cierto es que había sido una suerte haber encontrado aquel barco, la mayoría de las embarcaciones que anclaban en Beltrexus no volvían a soltar amarras. ¿Quién en su sano juicio iba a querer abandonar el único sitio libre de plaga de Aerandir? Al parecer, ellos.
- Llevas diciendo eso dos días. – La vampiresa se sentó sobre la balaustrada.
- Te vas a caer. – Advirtió entonces el exmercenario.
- ¿Yo? ¿Caerme? Me ofendes, Mortal. – Lyn se cruzó de brazos y se tambaleó un poco en el proceso, pero logró mantener el equilibrio.
- No voy a ser yo el que salte detrás de ti si te caes al agua. – Aseguró Eltrant apoyándose junto a la muchacha. – Así que bajate.
- ¿Por qué no sabes nadar? – Inquirió entonces Lyn con una sonrisa divertida.
- Principalmente – Respondió Eltrant devolviéndole la sonrisa.
- Bueno… voy a por algo de beber. – Comentó casualmente bajándose de su improvisado asiento. Eltrant asintió a aquello y dejó que la muchacha se perdiese a lo largo de la cubierta de la embarcación.
En el idioma particular de Lyn “Voy a por algo de beber” se solía traducir, usualmente, por “Voy a hacerme con dos de botellas de vino y vaciarlas por mi propia cuenta”. Siempre había encontrado particularmente extraño el interés de la joven por el vino. ¿Era por qué tenía el color de la sangre? Fuese como fuese, no pasaron apenas un par de segundos hasta que volvió a estar solo.
Los minutos pasaron lenta pero inexorablemente, la embarcación siguió surcando los mares, casi deslizándose sobre las olas que repicaban contra el casco de la nave. A aquellas horas apenas había nadie dónde se encontraba, un par de marineros que, supuestamente ocupados, caminaban de un lugar a otro, revisando nudos y oteando un oscuro horizonte al que parecían no acercarse nunca.
- …Y ahora ¿A dónde? – Se dijo a si mismo imitando a los marineros, intentando adivinar el posible destino que les esperaba. ¿Se bajarían en Roilkat? ¿En Lunargenta? ¿O quizás Lunargenta? Desde luego, los mejores curanderos se encontraban en esa ciudad, quizás ahí podrían decirle algo de su mano plateada.
- No he encontrado nada, Mortal – La voz de Lyn regresó – Así que creo que voy a morderte y… - Una voz que, muy a su pesar, conocía se alzó sobre la de la vampiresa. Frunciendo el ceño se giró a ver que hacía allí aquella mujer que decía conocer a Alanna, no obstante, justo cuando alguien se chocó contra él, se encontró con algo que no esperaba.
Le cruzaron la cara.
Un puñetazo, fuerte, de improviso, le hizo tambalearse y se vio obligado a apoyarse de nuevo en el pasamanos, incluso con su armadura. ¿Qué clase de fuerza era aquella? Su mandibula comenzó a adquirir una leve tonalidad roja antes de que siquiera pudiese contestar nada.
Allí estaba, la persona a la que había estado evitando durante todos aquellos meses: Alanna.
- ¿Por qué todos los que te encuentras acaban pegándote? ...Si me dieran un Aero cada vez que pasa tendría... unos veinte Aeros... parece poco, pero siguen siendo muchos puñetazos – Lyn suspiró y, sin decir nada más, ayudó a su acompañante a levantarse, Eltrant trató de articular algunas palabras de agradecimiento, pero se quedó mirando a la Gata durante unos segundos, tratando de comprender como podía haber acabado en el mismo barco que él.
- Hola Alanna. – Dijo una vez estuvo de pie, gesticulando, tratando de recobrar la sensibilidad en la boca. – ...Buen derechazo. – Afirmó. No sabía que más decir, creía haberlo dejado todo claro en la carta, aunque, por supuesto, no podía esperar que la guarda comprendiese todo lo que trataba de decir en esta.
- ¿Ella es Alanna? Así que de verdad existe... – Lyn se acercó a Eltrant y se inclinó junto a él - ¿La rubia o la castaña? – Preguntó en susurro, analizando visualmente a las dos muchachas. – La rubia tiene su encanto… - Siguió murmurando. – Aunque la castaña tiene así un tipo de “Chica de la choza de al lado” – Eltrant la miró con el ceño fruncido, una sonrisa se dibujó en el rostro de Lyn. – De todas formas. – Se cruzó de brazos, asintió para sí. – Son demasiado para ti, ríndete ahora que estas a tiempo, Mortal. Nadie te culpará por ello. Bueno, yo sí, pero míralas… es evidente que… – Eltrant la apartó de un empujón, Lyn comenzó a reírse.
- Yo… - Se llevó la mano hasta la nuca, volvió a mirar a las mujeres – He estado… ¿Ocupado? – Suspiró, aquello no iba a funcionar. Avanzó un par de pasos hasta estar justo frente a Alanna, la miró fijamente a los ojos. – Lo siento – Dijo con simpleza.
Volvió a depositar su mirada en el lejano punto en el cual, con el tiempo, debía de aparecer la costa de Verisar. Ya hacía dos noches que habían dejado las islas atrás, Beltrexus era un puntito verde en el horizonte en aquel momento y sabía que, desde un principio, la idea había sido que ahora volviese a su cabaña; no obstante, tanto Lyn como la maldición de su mano seguían acompañándole, por lo que, una vez más, se vería obligado a rechazar aquella oportunidad.
De todas formas, los bosques del este seguían sumido en el caos que era la plaga, cualquier parte estaba bien en aquel momento. Cualquiera.
- ¿Hemos llegado ya? – Lyn se apoyó en el pasamanos, junto a él.
- Un par de días más. – Contestó Eltrant sin girarse a mirarla. Lo cierto es que había sido una suerte haber encontrado aquel barco, la mayoría de las embarcaciones que anclaban en Beltrexus no volvían a soltar amarras. ¿Quién en su sano juicio iba a querer abandonar el único sitio libre de plaga de Aerandir? Al parecer, ellos.
- Llevas diciendo eso dos días. – La vampiresa se sentó sobre la balaustrada.
- Te vas a caer. – Advirtió entonces el exmercenario.
- ¿Yo? ¿Caerme? Me ofendes, Mortal. – Lyn se cruzó de brazos y se tambaleó un poco en el proceso, pero logró mantener el equilibrio.
- No voy a ser yo el que salte detrás de ti si te caes al agua. – Aseguró Eltrant apoyándose junto a la muchacha. – Así que bajate.
- ¿Por qué no sabes nadar? – Inquirió entonces Lyn con una sonrisa divertida.
- Principalmente – Respondió Eltrant devolviéndole la sonrisa.
- Bueno… voy a por algo de beber. – Comentó casualmente bajándose de su improvisado asiento. Eltrant asintió a aquello y dejó que la muchacha se perdiese a lo largo de la cubierta de la embarcación.
En el idioma particular de Lyn “Voy a por algo de beber” se solía traducir, usualmente, por “Voy a hacerme con dos de botellas de vino y vaciarlas por mi propia cuenta”. Siempre había encontrado particularmente extraño el interés de la joven por el vino. ¿Era por qué tenía el color de la sangre? Fuese como fuese, no pasaron apenas un par de segundos hasta que volvió a estar solo.
Los minutos pasaron lenta pero inexorablemente, la embarcación siguió surcando los mares, casi deslizándose sobre las olas que repicaban contra el casco de la nave. A aquellas horas apenas había nadie dónde se encontraba, un par de marineros que, supuestamente ocupados, caminaban de un lugar a otro, revisando nudos y oteando un oscuro horizonte al que parecían no acercarse nunca.
- …Y ahora ¿A dónde? – Se dijo a si mismo imitando a los marineros, intentando adivinar el posible destino que les esperaba. ¿Se bajarían en Roilkat? ¿En Lunargenta? ¿O quizás Lunargenta? Desde luego, los mejores curanderos se encontraban en esa ciudad, quizás ahí podrían decirle algo de su mano plateada.
- No he encontrado nada, Mortal – La voz de Lyn regresó – Así que creo que voy a morderte y… - Una voz que, muy a su pesar, conocía se alzó sobre la de la vampiresa. Frunciendo el ceño se giró a ver que hacía allí aquella mujer que decía conocer a Alanna, no obstante, justo cuando alguien se chocó contra él, se encontró con algo que no esperaba.
Le cruzaron la cara.
Un puñetazo, fuerte, de improviso, le hizo tambalearse y se vio obligado a apoyarse de nuevo en el pasamanos, incluso con su armadura. ¿Qué clase de fuerza era aquella? Su mandibula comenzó a adquirir una leve tonalidad roja antes de que siquiera pudiese contestar nada.
Allí estaba, la persona a la que había estado evitando durante todos aquellos meses: Alanna.
- ¿Por qué todos los que te encuentras acaban pegándote? ...Si me dieran un Aero cada vez que pasa tendría... unos veinte Aeros... parece poco, pero siguen siendo muchos puñetazos – Lyn suspiró y, sin decir nada más, ayudó a su acompañante a levantarse, Eltrant trató de articular algunas palabras de agradecimiento, pero se quedó mirando a la Gata durante unos segundos, tratando de comprender como podía haber acabado en el mismo barco que él.
- Hola Alanna. – Dijo una vez estuvo de pie, gesticulando, tratando de recobrar la sensibilidad en la boca. – ...Buen derechazo. – Afirmó. No sabía que más decir, creía haberlo dejado todo claro en la carta, aunque, por supuesto, no podía esperar que la guarda comprendiese todo lo que trataba de decir en esta.
- ¿Ella es Alanna? Así que de verdad existe... – Lyn se acercó a Eltrant y se inclinó junto a él - ¿La rubia o la castaña? – Preguntó en susurro, analizando visualmente a las dos muchachas. – La rubia tiene su encanto… - Siguió murmurando. – Aunque la castaña tiene así un tipo de “Chica de la choza de al lado” – Eltrant la miró con el ceño fruncido, una sonrisa se dibujó en el rostro de Lyn. – De todas formas. – Se cruzó de brazos, asintió para sí. – Son demasiado para ti, ríndete ahora que estas a tiempo, Mortal. Nadie te culpará por ello. Bueno, yo sí, pero míralas… es evidente que… – Eltrant la apartó de un empujón, Lyn comenzó a reírse.
- Yo… - Se llevó la mano hasta la nuca, volvió a mirar a las mujeres – He estado… ¿Ocupado? – Suspiró, aquello no iba a funcionar. Avanzó un par de pasos hasta estar justo frente a Alanna, la miró fijamente a los ojos. – Lo siento – Dijo con simpleza.
Eltrant Tale
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Re: Viento de sal [Eltrant Tale]
Mientras la noche se había aclarado dejando ver una luna que se asemejaba a una sonrisa grisácea, Alanna cerró los puños con fuerza para evitar lanzarse a dar un nuevo puñetazo al mercenario, que, desde el suelo, se tocó la mandíbula, ¿se habría pasado? No, definitivamente, no, se había marchado sin despedirse, y no había dado señales de vida en todos esos meses. ¿Es que a caso no tenía idea de lo preocupada que había estado? Relajó la postura sin apartar la mirada del joven de ojos claros y trago saliva, notaba que la tensión llegaba a sus ojos humedeciéndolos, y llorar no era una opción, como no lo había sido nunca.
La chica era, además, vagamente consciente de una niña de pelo negro que parecía flotar con cada paso y que se encontraba junto a Tessa, que miraba la escena con una leve sonrisa en los labios. La rubia se sentó en el pasamanos y dejó colgar las piernas dentro del barco mientras reía ante las palabras de la chiquilla, no llegaba a comprender la relación que podía tener esa niña con el mercenario, pero decir que Alanna era demasiado para él... no podía tenerlo claro.
Su amiga había hablado mucho del muchacho que había sido su primer amor, sabía de sus aventuras en la granja, de su reencuentro y era plenamente consciente de que su amiga le tenía un gran aprecio, lo consideraba más que un amigo, más que familia, se había preocupado más por su bienestar que por el de aquellos que seguían en Lunargenta, la castaña lo había atribuido en todo momento a las pocas noticias que tenía del chico, pero Tessa siempre quería pensar más allá, que fuera o no cierto era otra cosa.
– ¿Verdad? – coincidió la rubia con la niña, habiendo escuchado los susurros que esta había dado al oido del mercenario, curiosa como era. – Alanna tiene aire de “vecinita de al lado” es como ver la chica que esperas que se quede sin novio para atacar… aunque luego te puede arrear un guantazo... – La sonrisa se amplió al notar que Alanna seguía sin escuchar, probablemente luchando entre dar otro puñetazo o darse la vuelta y desaparecer de la cara de Tale y es que Tessa no iba desencaminada, si ella no había tenido noticias de él en tanto tiempo, qué derecho tenía él de tenerla, en ese momento, delante? Pero conocía a la Gata, y no iba a darse media vuelta hasta que no hubiera decidido como actuar. Por pobre que resultara a ambas la excusa que parecía intentar dar el chico.
Alanna alzó la cabeza para mirar los ojos, que se le antojaban arrepentidos, mientras calculaba como podría pegarle de fuerte estando así de cerca. Tragó saliva ante su disculpa, y comenzó a parlotear, nerviosa e indignada frente a una disculpa tan escasa, ¿la había mantenido alejada durante meses, y esperaba que se conformase con un simple “Lo siento”?
– ¡¿”Lo siento”?!, ¡¿”Los siento”?! – repitió con indignación sin moverse del sitio. – Meses, meses sin saber nada de ti, preocupándome, pensando que te habían matado o que te habían contagiado la enfermedad esa, ¿y todo lo que dices es “Lo siento”? – reclamó frunciendo profundamente el ceño. – ¿Sabes lo preocupada que he estado? ¿Tienes una idea de lo mal que lo he pasado por no saber de ti? ¡Ni una misera carta! ¿Te parece normal? me habría conformado con un "estoy bien" – Estaba enfadada, de eso no había duda alguna. – ¡Tengo ganas de volver a pegarte! – afirmó sin cortarse un pelo. – Pero al menos se que estás bien. – comentó intentando calmarse. – El golpe ha sido por no decir nada, y esto, por mantenerte a salvo. – Le cogió del cuello de la armadura, y, poniéndose de puntillas, mandó recato, enfado y vergüenza a la mierda y rozó ligeramente sus labios con los de él, importándole poco o nada que Tessa estuviera sonriendo victoriosa, que una niña rara la mirase y que el mismo barco pudiera llegar a hundirse. – No vuelvas a desaparecer así, imbécil.- Le pidió con suavidad soltándolo y alejándose de allí a paso veloz, con las mejillas ardiendo.
– Vaya vaya. – sonrió Tessa saltando para volver a poner los pies en la madera pegajosa que era la cubierta del barco. – Eso si que no me lo esperaba, igual tendrás que enfadarla más a menudo, aunque no se si vale la pena un puñetazo por cada beso. – se carcajeó alejándose siguiendo a su amiga.
La encontró escondida entre dos barriles de agua dulce que aun no habían metido en la bodega a pesar de estar ya cerca de dos días a bordo, con los brazos abrazando sus rodillas y la cara, roja como un tomate, escondida en estas y cubriéndose con su larga melena como si fuera una manta y la fuera a proteger de la vergüenza.
– ¡Hey! – la saludó. – ¿Qué ha sido eso? Era lo último que esperaba tras el derechazo. – rió la chica sentandose junto a ella.
– No lo se, un impulso. – musitó sin levantar la cabeza.
– Pues como te den esos ramalazos con toda la gente por la que te preocupes, no ganarás para besos. – se burló.
– Cállate. – le pidió molesta, mirándola por fin, demostrando que, efectivamente, se encontraba tan azorada como lo demostraban sus mejillas.
– Bueno, – se encogió la rubia de hombros. – Al menos dime, ¿besa bien? – preguntó xon sonrisa lobuna, logrando que Alanna volviera a esconderse entre su pelo, con un sonido de queja poco elegante, mandándola a tomar viento, sacando una nueva sonrisa de la chica de pelo rizado, que, sin lugar a dudas, se divertía con las reacciones de la Guardia.
La chica era, además, vagamente consciente de una niña de pelo negro que parecía flotar con cada paso y que se encontraba junto a Tessa, que miraba la escena con una leve sonrisa en los labios. La rubia se sentó en el pasamanos y dejó colgar las piernas dentro del barco mientras reía ante las palabras de la chiquilla, no llegaba a comprender la relación que podía tener esa niña con el mercenario, pero decir que Alanna era demasiado para él... no podía tenerlo claro.
Su amiga había hablado mucho del muchacho que había sido su primer amor, sabía de sus aventuras en la granja, de su reencuentro y era plenamente consciente de que su amiga le tenía un gran aprecio, lo consideraba más que un amigo, más que familia, se había preocupado más por su bienestar que por el de aquellos que seguían en Lunargenta, la castaña lo había atribuido en todo momento a las pocas noticias que tenía del chico, pero Tessa siempre quería pensar más allá, que fuera o no cierto era otra cosa.
– ¿Verdad? – coincidió la rubia con la niña, habiendo escuchado los susurros que esta había dado al oido del mercenario, curiosa como era. – Alanna tiene aire de “vecinita de al lado” es como ver la chica que esperas que se quede sin novio para atacar… aunque luego te puede arrear un guantazo... – La sonrisa se amplió al notar que Alanna seguía sin escuchar, probablemente luchando entre dar otro puñetazo o darse la vuelta y desaparecer de la cara de Tale y es que Tessa no iba desencaminada, si ella no había tenido noticias de él en tanto tiempo, qué derecho tenía él de tenerla, en ese momento, delante? Pero conocía a la Gata, y no iba a darse media vuelta hasta que no hubiera decidido como actuar. Por pobre que resultara a ambas la excusa que parecía intentar dar el chico.
Alanna alzó la cabeza para mirar los ojos, que se le antojaban arrepentidos, mientras calculaba como podría pegarle de fuerte estando así de cerca. Tragó saliva ante su disculpa, y comenzó a parlotear, nerviosa e indignada frente a una disculpa tan escasa, ¿la había mantenido alejada durante meses, y esperaba que se conformase con un simple “Lo siento”?
– ¡¿”Lo siento”?!, ¡¿”Los siento”?! – repitió con indignación sin moverse del sitio. – Meses, meses sin saber nada de ti, preocupándome, pensando que te habían matado o que te habían contagiado la enfermedad esa, ¿y todo lo que dices es “Lo siento”? – reclamó frunciendo profundamente el ceño. – ¿Sabes lo preocupada que he estado? ¿Tienes una idea de lo mal que lo he pasado por no saber de ti? ¡Ni una misera carta! ¿Te parece normal? me habría conformado con un "estoy bien" – Estaba enfadada, de eso no había duda alguna. – ¡Tengo ganas de volver a pegarte! – afirmó sin cortarse un pelo. – Pero al menos se que estás bien. – comentó intentando calmarse. – El golpe ha sido por no decir nada, y esto, por mantenerte a salvo. – Le cogió del cuello de la armadura, y, poniéndose de puntillas, mandó recato, enfado y vergüenza a la mierda y rozó ligeramente sus labios con los de él, importándole poco o nada que Tessa estuviera sonriendo victoriosa, que una niña rara la mirase y que el mismo barco pudiera llegar a hundirse. – No vuelvas a desaparecer así, imbécil.- Le pidió con suavidad soltándolo y alejándose de allí a paso veloz, con las mejillas ardiendo.
– Vaya vaya. – sonrió Tessa saltando para volver a poner los pies en la madera pegajosa que era la cubierta del barco. – Eso si que no me lo esperaba, igual tendrás que enfadarla más a menudo, aunque no se si vale la pena un puñetazo por cada beso. – se carcajeó alejándose siguiendo a su amiga.
La encontró escondida entre dos barriles de agua dulce que aun no habían metido en la bodega a pesar de estar ya cerca de dos días a bordo, con los brazos abrazando sus rodillas y la cara, roja como un tomate, escondida en estas y cubriéndose con su larga melena como si fuera una manta y la fuera a proteger de la vergüenza.
– ¡Hey! – la saludó. – ¿Qué ha sido eso? Era lo último que esperaba tras el derechazo. – rió la chica sentandose junto a ella.
– No lo se, un impulso. – musitó sin levantar la cabeza.
– Pues como te den esos ramalazos con toda la gente por la que te preocupes, no ganarás para besos. – se burló.
– Cállate. – le pidió molesta, mirándola por fin, demostrando que, efectivamente, se encontraba tan azorada como lo demostraban sus mejillas.
– Bueno, – se encogió la rubia de hombros. – Al menos dime, ¿besa bien? – preguntó xon sonrisa lobuna, logrando que Alanna volviera a esconderse entre su pelo, con un sonido de queja poco elegante, mandándola a tomar viento, sacando una nueva sonrisa de la chica de pelo rizado, que, sin lugar a dudas, se divertía con las reacciones de la Guardia.
Alanna Delteria
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Re: Viento de sal [Eltrant Tale]
- Yo… - Alanna continuó hablando, impidiendo que Eltrant se explicase lo más mínimo – Bueno… esto… - Quizás habría sido mejor que se hubiese quedado callado, era evidente que aquel “Lo siento” solo había complicado más las cosas. ¿Acababa de oír a Alanna decir que quería volver a golpearle? Eltrant puso cara de circunstancia mientras oía, en silencio, la reprimenda de su compañera.
Cerró los ojos cuando la guarda le sujetó del cuello y se preparó para recibir otro puñetazo en la barbilla, no obstante, contra todo pronóstico, no fue aquello lo que Alanna le ofreció. Un beso, uno corto, leve, los labios de ambos apenas se rozaron, pero fue suficiente para ser considerado como tal. Abrió los ojos de par en par y sin decir nada, observó cómo, cuando la mujer se separó de él, se marchó a grandes zancadas mientras su amiga rubia la seguía con un aire divertido en la mirada.
Lyn y él se volvieron a quedar solos. Eltrant se quedó estático durante unos segundos, mirando exactamente el lugar en el que había estado Alanna.
Suspiró.
- ¡Vaya! – Lyn se colocó a su lado, cruzándose de brazos. – Y luego soy yo la de los “Poderes mentales” – Se encargó de hacer un gesto melodramático con las manos cuando hablo de su habilidad para que los demás la obedeciesen.
- Ahora no, Lyn… - Dijo pasándose la mano por la cara. La vampiresa no añadió nada más, al menos no inmediatamente, parecía haber comprendido que aquella no estaba siendo una situación precisamente fácil para el exguarda.
Se apoyó de nuevo sobre la balaustrada, perdiéndose, en ese momento, en las oscuras aguas sobre las cuales flotaba la embarcación. Por alguna razón lanzarse al vacío de pronto parecía una buena idea, sacudió la cabeza, ¿En que estaba pensando? Repitió en su cabeza las últimas palabras que le había dicho Alanna.
- “¿…Esto por mantenerte a salvo?” – Se quitó el guantelete que cubría su mano izquierda, la mano plateada brilló tenuemente bajo la luz de la luna, reflejando el rostro de Lyn, que, como había hecho antes, se había sentado en el pasamanos y le miraba con cierta cara de preocupación.
- Me cae bien. – Dijo la ojiazul tumbándose completamente sobre el angosto trozo de madera que separaba a los tripulantes de la embarcación de las frías aguas que les rodeaban. Eltrant enarcó una ceja al ver esto y tiró con fuerza de la pierna de la muchacha, bajándola del pasamanos inmediatamente. – Bruto – Aseveró Lyn levantándose del suelo, Eltrant sonrió, pero no contestó, tamborileó sobre la madera con la mano de acero y siguió contemplando la espuma que se formaba cada vez que el barco rompía alguna de las olas con las que se encontraba. – ¿Pues sabes qué? Mi parte favorita ha sido el derechazo que te ha dado en la cara. – Aseguró, Eltrant ensanchó la sonrisa.
- Sí, ha sido un buen golpe. – Se llevó de nuevo la mano hasta la mandíbula, seguía doliéndole un poco.
- ¿No vas a ir decirle nada? – Preguntó sacudiéndose la ropa para justo después volver a subirse en la barandilla; esta vez completamente de pie mientras extendía los brazos para mantener el equilibrio. El castaño entornó los ojos, tentado de volver a bajarla por la fuerza, pero un marinero llamó la atención de la vampiresa, quien se encogió de hombros y continuó paseándose, lo cierto es que tenía un equilibrio que daba envidia, tenía que admitirlo.
- ¿Por qué quieres darme un disgusto? – Preguntó alejándose de la barandilla, atusándose la barba.
- No es que me sorprenda que te preocupes, un sirviente como tú estaría perdido sin su ama. – Lyn dejó escapar una carcajada exagerada al decir eso y se bajó del pasamanos, Eltrant puso los ojos en blanco. - ¡Emociones! – Exclamó adoptando una de esas poses dramáticas que tanto le gustaban - ¡Amor! – Le dio un empujón, no consiguió gran cosa - ¡Ve y dile lo que sientes antes de que sea tarde! – Añadió sin parar de empujar. – Necesito ver a alguien ser rechazado para la nove…
- …Lyn. – Le cubrió completamente la cara con la palma de la mano, apagando la voz de la muchacha y apartándola, al menos, la longitud de su brazo. – Para - No podía evitar encontrar sorprenderte que, aun presa de la mano de metal, la muchacha seguía hablando. Sacudió la cabeza y dejó escapar una risotada corta. No iba admitírselo, pero aquel comportamiento le había ayudado, un poco al menos.
Tras enfundarse de nuevo el guantelete en su mano izquierda, liberó a la vampiresa y se encaminó hacia el lugar en el que había visto perderse a Alanna, no es como si le apeteciese hablar mucho del tema, pero iban a estar encerrados en ese barco unos cuantos días, no iba a poder evitarla tanto tiempo. Para ser alguien que encaraba siempre los problemas de frente se lo estaba pensando demasiado a la hora de enfocar aquello.
Encontró a la pareja parcialmente ocultas tras dos toneles, respiró hondo antes de acercarse, no estaba seguro de si lo mejor en aquellos casos era dejarles tranquila. Lo peor de todo es que no podía pensar en que podría hacer otra persona en su situación, era triste pero cierto, la mayor parte de sus amigos y conocidos no eran precisamente muy sociables.
Salvo Alanna, por supuesto. ¿Qué haría Alanna en su situación? La miró durante unos segundos desde la distancia, estaba sentada tras los barriles, no podía apreciar bien su cara debido a la oscuridad del lugar, también se estaba cubriendo su rostro con el pelo.
- Te he visto lanzarte a por dragones más tranquilo. – Dijo Lyn a su espalda.
- Sí, y que estés repitiéndome eso no ayuda. – Dijo girándose molesto.
- Te he visto lanzarte a por dragones más tranquilo. – Repitió Lyn.
Maldiciendo su suerte en voz baja se acercó a las muchachas y, sin decir nada, se sentó junto a Alanna, estirando las piernas y sus brazos por encima de su cabeza.
- ¿Puedo sentarme aquí? – Preguntó - ¿O vas a volver pegarme? – Sonrió, podía sentir como cada palabra que decía era un clavo más en el féretro que Alanna, mentalmente, le debía de estar fabricando. - Me... me alegro que estes bien. - Lyn, por otro lado, se acercó a la amiga de Alanna y se colocó junto a ella.
- ¡Hola, soy Lyn! – Dijo alzando la mano con su caracteristica jovialidad – Me encanta el color de tu pelo. - Alargó la mano hasta que esta estuvo peligrosamente cerca de los cabellos de la rubia, pero se contuvo, o pareció que lo hizo. – Una vez se lo teñí así al Mortal mientras dormía. Que risas cuando se despertó – Señaló a Eltrant, este se llevó la mano hasta la cara y suspiró.
Cerró los ojos cuando la guarda le sujetó del cuello y se preparó para recibir otro puñetazo en la barbilla, no obstante, contra todo pronóstico, no fue aquello lo que Alanna le ofreció. Un beso, uno corto, leve, los labios de ambos apenas se rozaron, pero fue suficiente para ser considerado como tal. Abrió los ojos de par en par y sin decir nada, observó cómo, cuando la mujer se separó de él, se marchó a grandes zancadas mientras su amiga rubia la seguía con un aire divertido en la mirada.
Lyn y él se volvieron a quedar solos. Eltrant se quedó estático durante unos segundos, mirando exactamente el lugar en el que había estado Alanna.
Suspiró.
- ¡Vaya! – Lyn se colocó a su lado, cruzándose de brazos. – Y luego soy yo la de los “Poderes mentales” – Se encargó de hacer un gesto melodramático con las manos cuando hablo de su habilidad para que los demás la obedeciesen.
- Ahora no, Lyn… - Dijo pasándose la mano por la cara. La vampiresa no añadió nada más, al menos no inmediatamente, parecía haber comprendido que aquella no estaba siendo una situación precisamente fácil para el exguarda.
Se apoyó de nuevo sobre la balaustrada, perdiéndose, en ese momento, en las oscuras aguas sobre las cuales flotaba la embarcación. Por alguna razón lanzarse al vacío de pronto parecía una buena idea, sacudió la cabeza, ¿En que estaba pensando? Repitió en su cabeza las últimas palabras que le había dicho Alanna.
- “¿…Esto por mantenerte a salvo?” – Se quitó el guantelete que cubría su mano izquierda, la mano plateada brilló tenuemente bajo la luz de la luna, reflejando el rostro de Lyn, que, como había hecho antes, se había sentado en el pasamanos y le miraba con cierta cara de preocupación.
- Me cae bien. – Dijo la ojiazul tumbándose completamente sobre el angosto trozo de madera que separaba a los tripulantes de la embarcación de las frías aguas que les rodeaban. Eltrant enarcó una ceja al ver esto y tiró con fuerza de la pierna de la muchacha, bajándola del pasamanos inmediatamente. – Bruto – Aseveró Lyn levantándose del suelo, Eltrant sonrió, pero no contestó, tamborileó sobre la madera con la mano de acero y siguió contemplando la espuma que se formaba cada vez que el barco rompía alguna de las olas con las que se encontraba. – ¿Pues sabes qué? Mi parte favorita ha sido el derechazo que te ha dado en la cara. – Aseguró, Eltrant ensanchó la sonrisa.
- Sí, ha sido un buen golpe. – Se llevó de nuevo la mano hasta la mandíbula, seguía doliéndole un poco.
- ¿No vas a ir decirle nada? – Preguntó sacudiéndose la ropa para justo después volver a subirse en la barandilla; esta vez completamente de pie mientras extendía los brazos para mantener el equilibrio. El castaño entornó los ojos, tentado de volver a bajarla por la fuerza, pero un marinero llamó la atención de la vampiresa, quien se encogió de hombros y continuó paseándose, lo cierto es que tenía un equilibrio que daba envidia, tenía que admitirlo.
- ¿Por qué quieres darme un disgusto? – Preguntó alejándose de la barandilla, atusándose la barba.
- No es que me sorprenda que te preocupes, un sirviente como tú estaría perdido sin su ama. – Lyn dejó escapar una carcajada exagerada al decir eso y se bajó del pasamanos, Eltrant puso los ojos en blanco. - ¡Emociones! – Exclamó adoptando una de esas poses dramáticas que tanto le gustaban - ¡Amor! – Le dio un empujón, no consiguió gran cosa - ¡Ve y dile lo que sientes antes de que sea tarde! – Añadió sin parar de empujar. – Necesito ver a alguien ser rechazado para la nove…
- …Lyn. – Le cubrió completamente la cara con la palma de la mano, apagando la voz de la muchacha y apartándola, al menos, la longitud de su brazo. – Para - No podía evitar encontrar sorprenderte que, aun presa de la mano de metal, la muchacha seguía hablando. Sacudió la cabeza y dejó escapar una risotada corta. No iba admitírselo, pero aquel comportamiento le había ayudado, un poco al menos.
Tras enfundarse de nuevo el guantelete en su mano izquierda, liberó a la vampiresa y se encaminó hacia el lugar en el que había visto perderse a Alanna, no es como si le apeteciese hablar mucho del tema, pero iban a estar encerrados en ese barco unos cuantos días, no iba a poder evitarla tanto tiempo. Para ser alguien que encaraba siempre los problemas de frente se lo estaba pensando demasiado a la hora de enfocar aquello.
Encontró a la pareja parcialmente ocultas tras dos toneles, respiró hondo antes de acercarse, no estaba seguro de si lo mejor en aquellos casos era dejarles tranquila. Lo peor de todo es que no podía pensar en que podría hacer otra persona en su situación, era triste pero cierto, la mayor parte de sus amigos y conocidos no eran precisamente muy sociables.
Salvo Alanna, por supuesto. ¿Qué haría Alanna en su situación? La miró durante unos segundos desde la distancia, estaba sentada tras los barriles, no podía apreciar bien su cara debido a la oscuridad del lugar, también se estaba cubriendo su rostro con el pelo.
- Te he visto lanzarte a por dragones más tranquilo. – Dijo Lyn a su espalda.
- Sí, y que estés repitiéndome eso no ayuda. – Dijo girándose molesto.
- Te he visto lanzarte a por dragones más tranquilo. – Repitió Lyn.
Maldiciendo su suerte en voz baja se acercó a las muchachas y, sin decir nada, se sentó junto a Alanna, estirando las piernas y sus brazos por encima de su cabeza.
- ¿Puedo sentarme aquí? – Preguntó - ¿O vas a volver pegarme? – Sonrió, podía sentir como cada palabra que decía era un clavo más en el féretro que Alanna, mentalmente, le debía de estar fabricando. - Me... me alegro que estes bien. - Lyn, por otro lado, se acercó a la amiga de Alanna y se colocó junto a ella.
- ¡Hola, soy Lyn! – Dijo alzando la mano con su caracteristica jovialidad – Me encanta el color de tu pelo. - Alargó la mano hasta que esta estuvo peligrosamente cerca de los cabellos de la rubia, pero se contuvo, o pareció que lo hizo. – Una vez se lo teñí así al Mortal mientras dormía. Que risas cuando se despertó – Señaló a Eltrant, este se llevó la mano hasta la cara y suspiró.
Eltrant Tale
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Re: Viento de sal [Eltrant Tale]
Alanna miró a Tessa con los ojos abiertos como platos. ¿Besar? cierto, eso era lo que había hecho, lo había besado, lo había besado justo después de arrearle un puñetazo en la cara. Bufó cubriéndose la cara con las manos notando el vaivén de las olas meciendo el barco. Demasiadas emociones se habían confundido en muy poco tiempo y había acabado reaccionando como una loca. Y, tal vez lo peor, era que no le preocupaba el golpe, Eltrant se llevaba muchos, aunque era la primera vez que ella lo había golpeado, aunque podía refugiarse en que la madre del chico le había dado permiso tiempo atrás, estaba claro que en cuanto pudiera debía disculparse por eso, pero no, lo que realmente le preocupaba era el beso, probablemente después del chico no le fuera a dirigir la palabra de nuevo.
– Tessa, ¿Qué he hecho? No me va a dirigir la palabra en la vida.– se escondió de nuevo entre su mata de pelo y notó la mano de la chica sobre la cabeza, dándole suaves toques.
– Lo dudo, solo lo has descolocado, pero no creo que no vaya a hablar contigo.– sonrió.
– No lo entiendes. – suspiró pesadamente echando la cabeza hacia atrás. – Me considera su hermana pequeña, y va y yo le... – el sonrojo volvió a subir a sus mejillas y, nuevamente, se encogió ocultándose del mundo entre sus mechones. – ¿Cómo la he liado tanto? – Se preguntó a si misma sin respuesta.
– Hermana pequeña eh...– pensó la rubia en voz alta jugando con una hebra de pelo de Alanna. – No se, pero no creo que los hermanos se miren así .– Alanna frunció el ceño y alzó la mirada, confusa.
– ¿Así cómo? – preguntó con la boca chica.
– Así. – Tessa la cogió de las manos, frunció el ceño se puso bizca, intentando hacer reír a la Gata, que solo bufó, alejó las manos y lanzó un suspiro atusándose el pelo, nerviosa.
– No tienes gracia Tessa. – murmuró con los ojos cerrados.
– Bueno, gracia no, pero sí razón. – Sonrió la chica. – Mira allí. – Señaló al chico castaño que se acercaba, seguido por la chiquilla que caminaba como si estuviera levitando.
– No se si estoy yo como para hablar con él ahora...– se lamentó.
– Deja de pensar tanto y de quejarte. – Le pegó Tessa en el hombro. – No estabas preocupada por eso, pues ahora te callas y apechugas. – Asintió la rubia antes de sonreír al par que se acercaba.
Con un suspiro, levantó la mirada al escuchar los pasos más cerca, de veras no estaba preparada para eso, ni siquiera entendía por qué había actuado como lo había hecho, simplemente se había lanzado, la preocupación y el alivio habían sustituido al enfado, que había desaparecido en cuanto le dio el puñetazo, que por nada del mundo pensaba repetir, y solo... lo había hecho, estaba segura de que iba a exigirle una explicación, una explicación que no tenía, o, mejor dicho, que si tenía pero no estaba segura de estar dispuesta a dar, no después de haber actuado como una loca y, definitivamente, no con la niña y Tessa delante.
Tragó saliva con dificultad y jugueteó con el colgante que llevaba al cuello aguantando inconscientemente la respiración, insegura de lo que se le avecinaba. Notó un nuevo codazo de Tessa, señal de que se relajara, y escuchó a la chica susurrarle "cobarde" al oído, en tono de broma. Pero es que, ciertamente era una cobarde, cómo iba a hablar después de eso, si tan solo lo hubiera pensado mejor y se hubiera mantenido fría, no tendría que estar comiéndose la cabeza de semejante forma, no en esos momentos. Probablemente cuando el chico no recibiera la explicación requerida se largase y a saber cuando volvería a saber nada de él.
Lo miró cuando se acercó a ella y apartó la mirada con velocidad mientras observaba a la niña presentarse a Tessa, que le sonrió y se centró en ella para dejar cierto espacio a su amiga, alejándose, incluso, un par de pasos como si le dijera "esto es cosa tuya". Alanna suspiró y vio a Eltrant estirarse, de reojo, se abrazó las rodillas, aun roja.
– Lo siento por el golpe.– murmuró, sin saber si creerse su segunda frase, después de todo, si hubiera querido saber de ella, habría intentado preguntar, o en ese baile raro habría intentado hablar con ella, suponía que no tenía idea alguna de lo que había pasado en la guardia, con sus padres y... bueno, su padre también. Fuera como fuese, si debía disculparse por el golpe, porque realmente pensaba que no había actuado bien, pero no pensaba hacerlo por lo que había hecho después.
– Así que Lyn, ¿no?- Escuchó que preguntaba Tessa a la chiquilla con una sonrisa. – Yo soy Tessa, un placer, y te confirmo que mi pelo es natural, a mi no me hacen falta tintes. – confesó orgullosa – tu pelo brilla mucho ¿es por tu dieta?– Preguntó, sospechando por las palabras que la niña había usado, que no era precisamente humana, ninguna cría normal usaría "mortal" para referirse a una persona.
– ¿Qué tal estos meses?– preguntó intentando romper el incómodo silencio, en el que ella se negaba a contestar la pregunta muda que creía sentir rondar por la cabeza de Eltrant. Después de todo, no tenía idea alguna de qué decir, esperaba que él dijese algo si quería sacar el tema, o incluso que estallase una tormenta -sin truenos a ser posible- que los hiciera moverse y evitar hablar de eso.
– Tessa, ¿Qué he hecho? No me va a dirigir la palabra en la vida.– se escondió de nuevo entre su mata de pelo y notó la mano de la chica sobre la cabeza, dándole suaves toques.
– Lo dudo, solo lo has descolocado, pero no creo que no vaya a hablar contigo.– sonrió.
– No lo entiendes. – suspiró pesadamente echando la cabeza hacia atrás. – Me considera su hermana pequeña, y va y yo le... – el sonrojo volvió a subir a sus mejillas y, nuevamente, se encogió ocultándose del mundo entre sus mechones. – ¿Cómo la he liado tanto? – Se preguntó a si misma sin respuesta.
– Hermana pequeña eh...– pensó la rubia en voz alta jugando con una hebra de pelo de Alanna. – No se, pero no creo que los hermanos se miren así .– Alanna frunció el ceño y alzó la mirada, confusa.
– ¿Así cómo? – preguntó con la boca chica.
– Así. – Tessa la cogió de las manos, frunció el ceño se puso bizca, intentando hacer reír a la Gata, que solo bufó, alejó las manos y lanzó un suspiro atusándose el pelo, nerviosa.
– No tienes gracia Tessa. – murmuró con los ojos cerrados.
– Bueno, gracia no, pero sí razón. – Sonrió la chica. – Mira allí. – Señaló al chico castaño que se acercaba, seguido por la chiquilla que caminaba como si estuviera levitando.
– No se si estoy yo como para hablar con él ahora...– se lamentó.
– Deja de pensar tanto y de quejarte. – Le pegó Tessa en el hombro. – No estabas preocupada por eso, pues ahora te callas y apechugas. – Asintió la rubia antes de sonreír al par que se acercaba.
Con un suspiro, levantó la mirada al escuchar los pasos más cerca, de veras no estaba preparada para eso, ni siquiera entendía por qué había actuado como lo había hecho, simplemente se había lanzado, la preocupación y el alivio habían sustituido al enfado, que había desaparecido en cuanto le dio el puñetazo, que por nada del mundo pensaba repetir, y solo... lo había hecho, estaba segura de que iba a exigirle una explicación, una explicación que no tenía, o, mejor dicho, que si tenía pero no estaba segura de estar dispuesta a dar, no después de haber actuado como una loca y, definitivamente, no con la niña y Tessa delante.
Tragó saliva con dificultad y jugueteó con el colgante que llevaba al cuello aguantando inconscientemente la respiración, insegura de lo que se le avecinaba. Notó un nuevo codazo de Tessa, señal de que se relajara, y escuchó a la chica susurrarle "cobarde" al oído, en tono de broma. Pero es que, ciertamente era una cobarde, cómo iba a hablar después de eso, si tan solo lo hubiera pensado mejor y se hubiera mantenido fría, no tendría que estar comiéndose la cabeza de semejante forma, no en esos momentos. Probablemente cuando el chico no recibiera la explicación requerida se largase y a saber cuando volvería a saber nada de él.
Lo miró cuando se acercó a ella y apartó la mirada con velocidad mientras observaba a la niña presentarse a Tessa, que le sonrió y se centró en ella para dejar cierto espacio a su amiga, alejándose, incluso, un par de pasos como si le dijera "esto es cosa tuya". Alanna suspiró y vio a Eltrant estirarse, de reojo, se abrazó las rodillas, aun roja.
– Lo siento por el golpe.– murmuró, sin saber si creerse su segunda frase, después de todo, si hubiera querido saber de ella, habría intentado preguntar, o en ese baile raro habría intentado hablar con ella, suponía que no tenía idea alguna de lo que había pasado en la guardia, con sus padres y... bueno, su padre también. Fuera como fuese, si debía disculparse por el golpe, porque realmente pensaba que no había actuado bien, pero no pensaba hacerlo por lo que había hecho después.
– Así que Lyn, ¿no?- Escuchó que preguntaba Tessa a la chiquilla con una sonrisa. – Yo soy Tessa, un placer, y te confirmo que mi pelo es natural, a mi no me hacen falta tintes. – confesó orgullosa – tu pelo brilla mucho ¿es por tu dieta?– Preguntó, sospechando por las palabras que la niña había usado, que no era precisamente humana, ninguna cría normal usaría "mortal" para referirse a una persona.
– ¿Qué tal estos meses?– preguntó intentando romper el incómodo silencio, en el que ella se negaba a contestar la pregunta muda que creía sentir rondar por la cabeza de Eltrant. Después de todo, no tenía idea alguna de qué decir, esperaba que él dijese algo si quería sacar el tema, o incluso que estallase una tormenta -sin truenos a ser posible- que los hiciera moverse y evitar hablar de eso.
Alanna Delteria
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Re: Viento de sal [Eltrant Tale]
Vio, desde dónde estaba sentado, como Lyn desviaba la mirada y balbuceaba una respuesta afirmativa cuando la rubia, Tessa, le preguntó si su brillante color de pelo se debía a su dieta. Eltrant suspiró en voz baja y se giró hacía Alanna, que le había preguntado, quizás por aliviar un poco la tensión del momento, como había pasado los últimos meses.
- Estos meses… - Sonrió cansado - …Bueno, tengo una cabaña en los bosques del este, a las afueras de un pueblo apartado, es pequeñita y tiene muchos agujeros que aún no he podido reparar. – Se detuvo un instante - Pero no está mal. – Dijo casi en un susurro, alzando la vista. – …He plantado unas patatas justo al lado... y fresas, esas que te gustaban. – Se giró de nuevo a hacía su aliada, sonrió, esta vez genuinamente. – Es un sitio tranquilo. – Bajó la cabeza – “Alejado de todo” – Pensó. – Después me encontré con ella. – Señaló a Lyn, quien, desde dónde se encontraba, levantó los pulgares, sonriente. – Y le prometí acompañarla hasta Betrexus, cosa que ya hemos hecho – Expuso, la vampiresa se bajó del barril y estiró ambos brazos por encima de su cabeza.
- Y te hiciste mi lacayo, no te saltes partes, Mortal. Esa es la más importante. – Añadió la ojiazul, Eltrant la miró duramente durante unos segundos, algo que solo hizo que el buen humor de la vampiresa aumentase. – El caso es que desde entonces somos inseparables, uña y carne. – Exclamó, Eltrant se llevó la mano hasta la cara y se frotó los ojos. – El aprendiz y su maestra. – Continuó. – ¡El asistente y la jefa!
- Te… - suspiró y obvió lo que decia la muchacha - …Tenemos una especie de trato. – Lyn ensanchó la sonrisa al oír la palabra trato pero no hizo mención alguna al hecho de que era Eltrant quien le proporcionaba la sangre que necesitaba para vivir, cosa que el castaño agradeció, las cosas ya eran lo suficientemente complicadas de por sí sin que la vampiresa sacase a la luz aquello como siempre solia acerlo: llamandolo "Fetiche raro".
- Más o menos eso es todo... – Dijo rascándose la barba. – Solo hay una cosa que… - Se desabrochó las correas que mantenían sujeto el guantelete izquierdo a su brazo y procedió a dejarlo a un lado, desvelando bajo el metal el guante de piel que ocultaba su mano del mismo material que su armadura.
¿Se lo contaba? Se lo pensó durante unos instantes, se quedó en silencio, contemplando en silencio su extremidad izquierda. Aquello era una prueba de que no “Se había cuidado” de que seguía siendo el mismo suicida que de costumbre.
Pero no podía mentirle, había desaparecido dos meses, se había ido dejando solo una carta tras de sí. Se lo tenía que decir, después de todo era Alanna, solo podía contar con unas cuantas personas en Aerandir para contarles aquello y la guarda era una de ellas.
- En Beltrexus me metí en un lio con un brujo y un niño que… bueno, míralo tú misma. - Se quitó el guante y lo depositó junto a la pieza de armadura de la que se había desprendido momentos atrás. La mano de metal volvió a brillar bajo la luz de la luna en cuanto el exmercenario se la mostró a los presentes – Metal. – Dijo abriendo y cerrando la mano, la naturalidad con la que el acero se movía era fantasmagórica, era como si estuviese mirando a una estatua cobrar vida. – No puedo usar armas. Cuando las levanto se quedan como... ¿Mantequilla? – Expuso, no estaba seguro de si aquella era la descripción más adecuada - ¡Aunque! – Exclamó aquella palabra antes de que ninguno de los presentes pudiese entrar en la espiral de pesimismo que parecía estar atrayendo con aquellas últimas palabras. - …Aunque los efectos parecen estar pasando. – Aseguró con una sonrisa, continuó moviendo la mano para mostrárselo. – La noto menos rígida, y… creo que las armas duran más tiempo entre mis manos. – Explicó – Esto es como un resfriado, solo tengo que esperar. – Dijo dándole una leve palmada a Alanna en el hombro.
Suspiró y bajo la mirada, volvió a darle vueltas al asunto. ¿Y si no se curaba simplemente con esperar? ¿Qué iba a hacer? ¿Tirar abajo las puertas de la academia en la que aquel brujo enseñaba y buscarle? Se rascó la barba.
- Tendrías que verle sujetando una espada. – Dijo Lyn, rompiendo el silencio, se acercó a Alanna. – Es como ver a… bueno… un hombre que no puede "alzar" eso que… - Se le escapó una risita. – Ya sabes. – Le dio un par de codazos. – Tú me entiendes… - Le dio algunos codazos más.
- ¡Lyn! – Protestó Eltrant golpeando con fuerza la madera sobre la que se había sentado - ¿¡Que dijimos de esos paralelismos?! – Preguntó levantándose.
- ¡Que eran increíblemente divertidos! – Aseguró la muchacha señalandole.- ¡Admítelo! - Eltrant negó con la cabeza, si le seguía el juego iba acabar en una pelea verbal que, como de costumbre, iba a perder. La única diferencia es que esta vez iba a ser delante de Alanna.
- …Dime Alanna. – Se giró hacía la guarda - ¿Qué tal has estado tú estos meses? – Se giró entonces hacía Tessa, antes de que la guarda le respondiese y, tras pasarse la mano por el pelo, dubitativo, se la ofreció. – No me he… presentado en condiciones. – Dijo – Soy Eltrant Tale.
- Estos meses… - Sonrió cansado - …Bueno, tengo una cabaña en los bosques del este, a las afueras de un pueblo apartado, es pequeñita y tiene muchos agujeros que aún no he podido reparar. – Se detuvo un instante - Pero no está mal. – Dijo casi en un susurro, alzando la vista. – …He plantado unas patatas justo al lado... y fresas, esas que te gustaban. – Se giró de nuevo a hacía su aliada, sonrió, esta vez genuinamente. – Es un sitio tranquilo. – Bajó la cabeza – “Alejado de todo” – Pensó. – Después me encontré con ella. – Señaló a Lyn, quien, desde dónde se encontraba, levantó los pulgares, sonriente. – Y le prometí acompañarla hasta Betrexus, cosa que ya hemos hecho – Expuso, la vampiresa se bajó del barril y estiró ambos brazos por encima de su cabeza.
- Y te hiciste mi lacayo, no te saltes partes, Mortal. Esa es la más importante. – Añadió la ojiazul, Eltrant la miró duramente durante unos segundos, algo que solo hizo que el buen humor de la vampiresa aumentase. – El caso es que desde entonces somos inseparables, uña y carne. – Exclamó, Eltrant se llevó la mano hasta la cara y se frotó los ojos. – El aprendiz y su maestra. – Continuó. – ¡El asistente y la jefa!
- Te… - suspiró y obvió lo que decia la muchacha - …Tenemos una especie de trato. – Lyn ensanchó la sonrisa al oír la palabra trato pero no hizo mención alguna al hecho de que era Eltrant quien le proporcionaba la sangre que necesitaba para vivir, cosa que el castaño agradeció, las cosas ya eran lo suficientemente complicadas de por sí sin que la vampiresa sacase a la luz aquello como siempre solia acerlo: llamandolo "Fetiche raro".
- Más o menos eso es todo... – Dijo rascándose la barba. – Solo hay una cosa que… - Se desabrochó las correas que mantenían sujeto el guantelete izquierdo a su brazo y procedió a dejarlo a un lado, desvelando bajo el metal el guante de piel que ocultaba su mano del mismo material que su armadura.
¿Se lo contaba? Se lo pensó durante unos instantes, se quedó en silencio, contemplando en silencio su extremidad izquierda. Aquello era una prueba de que no “Se había cuidado” de que seguía siendo el mismo suicida que de costumbre.
Pero no podía mentirle, había desaparecido dos meses, se había ido dejando solo una carta tras de sí. Se lo tenía que decir, después de todo era Alanna, solo podía contar con unas cuantas personas en Aerandir para contarles aquello y la guarda era una de ellas.
- En Beltrexus me metí en un lio con un brujo y un niño que… bueno, míralo tú misma. - Se quitó el guante y lo depositó junto a la pieza de armadura de la que se había desprendido momentos atrás. La mano de metal volvió a brillar bajo la luz de la luna en cuanto el exmercenario se la mostró a los presentes – Metal. – Dijo abriendo y cerrando la mano, la naturalidad con la que el acero se movía era fantasmagórica, era como si estuviese mirando a una estatua cobrar vida. – No puedo usar armas. Cuando las levanto se quedan como... ¿Mantequilla? – Expuso, no estaba seguro de si aquella era la descripción más adecuada - ¡Aunque! – Exclamó aquella palabra antes de que ninguno de los presentes pudiese entrar en la espiral de pesimismo que parecía estar atrayendo con aquellas últimas palabras. - …Aunque los efectos parecen estar pasando. – Aseguró con una sonrisa, continuó moviendo la mano para mostrárselo. – La noto menos rígida, y… creo que las armas duran más tiempo entre mis manos. – Explicó – Esto es como un resfriado, solo tengo que esperar. – Dijo dándole una leve palmada a Alanna en el hombro.
Suspiró y bajo la mirada, volvió a darle vueltas al asunto. ¿Y si no se curaba simplemente con esperar? ¿Qué iba a hacer? ¿Tirar abajo las puertas de la academia en la que aquel brujo enseñaba y buscarle? Se rascó la barba.
- Tendrías que verle sujetando una espada. – Dijo Lyn, rompiendo el silencio, se acercó a Alanna. – Es como ver a… bueno… un hombre que no puede "alzar" eso que… - Se le escapó una risita. – Ya sabes. – Le dio un par de codazos. – Tú me entiendes… - Le dio algunos codazos más.
- ¡Lyn! – Protestó Eltrant golpeando con fuerza la madera sobre la que se había sentado - ¿¡Que dijimos de esos paralelismos?! – Preguntó levantándose.
- ¡Que eran increíblemente divertidos! – Aseguró la muchacha señalandole.- ¡Admítelo! - Eltrant negó con la cabeza, si le seguía el juego iba acabar en una pelea verbal que, como de costumbre, iba a perder. La única diferencia es que esta vez iba a ser delante de Alanna.
- …Dime Alanna. – Se giró hacía la guarda - ¿Qué tal has estado tú estos meses? – Se giró entonces hacía Tessa, antes de que la guarda le respondiese y, tras pasarse la mano por el pelo, dubitativo, se la ofreció. – No me he… presentado en condiciones. – Dijo – Soy Eltrant Tale.
Eltrant Tale
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Re: Viento de sal [Eltrant Tale]
Miró al mercenario y le devolvió la sonrisa cansada, al recordar los días tranquilos, tal como lo contaba, se parecía bastante a los recuerdos que tenía de la granja, que, en ese instante parecían tan lejanos como las montañas de Dundarak, los tiempos en los que se manchaba la ropa de rojo llenándose los carrillos de fresas había quedado atrás hacía mucho, y, en ese momento, lo sentía más distante que nunca. Mientras escuchaba la historia de Eltrant movió su mano enguantada, y sonrió, en pocos meses parecía que hubieran pasado siglos. Se quitó los guantes sintiendo el frío en las manos, allá donde había habido verde, estaba ahora su color pálido habitual, y donde no sentía nada, podía notar el aire frío de la noche pasando entre los dedos, antes de volver su mirada a la chiquilla que comenzaba a hablar.
Intercambió una sonrisa con Tessa y escondió una risa mordiéndose los labios, su amiga rubia parecía haber notado algo, pero la pequeña parecía entretenida. Asintió ante el entusiasmo de la chiquilla asumiendo que el trato del que hablaba Eltrant no distaba mucho, en realidad, de lo que decía la morena de pelo corto y pasitos de ángel. No pudo evitar volver a la seriedad anterior, intentando reemplazar la incomodidad que había sentido tras ese impulso que no había llegado a reprimir, y más cuando el tono del mercenario se volvió, nuevamente, serio. Fijó su mirada en Eltrant mientras este retiraba el guantelete que cubría su zurda y un brillo azulado se desprendía de lo que debería ser su piel. La ex-guardia frunció el ceño, hierro, o algún tipo de aleación, no sabía lo que era, pero no era carne.
La mirada de Alanna no podía alejarse de esa mano metálica mientras la voz nerviosa de Eltrant intentaba explicarse, fue ese el momento que decidió Tessa para levantarse y, sin decir nada, coger a la niña de la mano para alejarse, podía ser divertida, pero lo que su amiga tenía que contar no era para oídos extraños. La rubia sonrió a la vampiresa cuando la soltó y le guiñó un ojo, cómplice.
- Yo también les quiero molestar, pero dejémosles explicarse solos, habrá tiempo para fastidiarlos más tarde.- aseguró dando zancadas mirando el cielo, que comenzaba a nublarse.- Que piel más blanca, ¿eres alérgica al sol?- siguió intentando fastidiar a la chiquilla.
Con el ceño fruncido, Alanna estiró la mano y rozó el metal que parecía cubrir de una forma extraña la zurda del ex guardia, estaba fría. Con un suspiro, se acurrucó nuevamente abranzándose las rodillas. Podría gritarle, pero no tenía derecho, ella se había metido en un lío más gordo que el tener una mano cambiada, había recuperado su mano, pero no se olvidaba de esa maldición que no sabía cuando se activaría ni de que tenía a toda la guardia de Lunargenta persiguiéndola por desertora. Alzó la mirada al cielo, que comenzaba a oscurecerse con nubes grises.
- Se te curará.- aseguró, más para ella, que para él, si ella había quitado el verde de su mano, el podría volver a empuñar una espada pronto. Suspiró y miró al frente.- Has estado tranquilo, al menos. Me alegro.- sonrió un poco, intentando retrasar su explicación.- Yo... por dónde empiezo.- preguntó en voz alta sin saber que decir.- Poco después de que te fueras, apareció mi padre, mi padre de verdad.- se decidió por empezar.- es guardia, siempre fue guardia, cuando se que de la granja fue por la guardia, se metió en la secta, por la guardia, fingió matar a Elise, por la guardia, lo primero para él fue siempre la guardia.- explicó con un leve dejo de rencor en la voz.- Mi padrastro me adoptó por él, no por mi, eran amigos, nunca me lo dijo, ni él, ni Meredith.- comenzó a jugar con los guantes que se había quitado antes, intentando distraerse de la historia para no hundirse en ella y perder la perspectiva de dónde estaba.- Me alejé, me apunté a la marina de Lunargenta y permitieron mi traslado, allí conocí a Tessa, es navegante, la mejor del mundo.- sonrió con orgullo por los logros de su amiga.- Es la mejor.- Aseguró permitiéndose alejarse de la incomodidad, la rabia y la frustración.- Llevábamos cerca de tres meses en el mar cuando estalló la plaga, y estábamos en Sacrestic cuando llegó una carta de Meredith pidiéndome que buscase la cura por Sandorai.- volvió a mirar el cielo y soltó vaho en el frío de la noche otoñal.- sabía que no me dejarían irme así como así por mucho que quisiera, por mucho que avisara, así que... me fui.- dijo encogiéndose de hombros.- sin más, y Tessa me siguió. Ahora... me persigue la guardia, soy una fugitiva y estoy intentando entrar en Lunargenta para ver si están todos bien, aunque probablemente en cuanto ponga un pie en la ciudad me apresen.- sonrió medio apesadumbrada medio disculpándose.- Supongo que ahora soy yo quien merece una torta.- aseguró esperando su reacción.
No sabía como explicarle a su amigo que, desde que desertó, se sentía perdida, pero extrañamente libre. Era como si se hubiera quitado un inmenso peso de encima, como si su espalda hubiera dejado de sostener el mundo, y por fin pudiera alzar la cabeza, no seguir los pasos de su padre, no estar bajo las ordenes de nadie, esa libertad que le daba el ser solo Aly. No Delteria, la guardia; no la Gata, la asesina; no Alanna, la hijastra; no, solo ella, solo Aly; esa que quedaba cuando se quitaban todas las capas de nombres impuestos, esa que se permitía reír, llorar, soltar improperios, dar saltos y gritos, e incluso algún golpe. Sentía que, después de haber abandonado todo lo que se suponía que era, podía ser quien quisiera, reinventarse, y no sabía por donde empezar, pero le gustaba la sensación. Sonrió brillantemente a pesar de las nubes de tormenta que se arremolinaban entorno al barco, normal en la época de lluvias.
- He adquirido algunas malas costumbres.- indicó señalando su propia mandíbula.- De veras, siento el golpe, creo que al final, no era quien para decir nada.- negó con la cabeza, sin dejar el gesto, consciente de que era un pequeño desastre con patas, pero se sentía como no lo había hecho desde que su padre desapareció siendo ella niña.
Intercambió una sonrisa con Tessa y escondió una risa mordiéndose los labios, su amiga rubia parecía haber notado algo, pero la pequeña parecía entretenida. Asintió ante el entusiasmo de la chiquilla asumiendo que el trato del que hablaba Eltrant no distaba mucho, en realidad, de lo que decía la morena de pelo corto y pasitos de ángel. No pudo evitar volver a la seriedad anterior, intentando reemplazar la incomodidad que había sentido tras ese impulso que no había llegado a reprimir, y más cuando el tono del mercenario se volvió, nuevamente, serio. Fijó su mirada en Eltrant mientras este retiraba el guantelete que cubría su zurda y un brillo azulado se desprendía de lo que debería ser su piel. La ex-guardia frunció el ceño, hierro, o algún tipo de aleación, no sabía lo que era, pero no era carne.
La mirada de Alanna no podía alejarse de esa mano metálica mientras la voz nerviosa de Eltrant intentaba explicarse, fue ese el momento que decidió Tessa para levantarse y, sin decir nada, coger a la niña de la mano para alejarse, podía ser divertida, pero lo que su amiga tenía que contar no era para oídos extraños. La rubia sonrió a la vampiresa cuando la soltó y le guiñó un ojo, cómplice.
- Yo también les quiero molestar, pero dejémosles explicarse solos, habrá tiempo para fastidiarlos más tarde.- aseguró dando zancadas mirando el cielo, que comenzaba a nublarse.- Que piel más blanca, ¿eres alérgica al sol?- siguió intentando fastidiar a la chiquilla.
Con el ceño fruncido, Alanna estiró la mano y rozó el metal que parecía cubrir de una forma extraña la zurda del ex guardia, estaba fría. Con un suspiro, se acurrucó nuevamente abranzándose las rodillas. Podría gritarle, pero no tenía derecho, ella se había metido en un lío más gordo que el tener una mano cambiada, había recuperado su mano, pero no se olvidaba de esa maldición que no sabía cuando se activaría ni de que tenía a toda la guardia de Lunargenta persiguiéndola por desertora. Alzó la mirada al cielo, que comenzaba a oscurecerse con nubes grises.
- Se te curará.- aseguró, más para ella, que para él, si ella había quitado el verde de su mano, el podría volver a empuñar una espada pronto. Suspiró y miró al frente.- Has estado tranquilo, al menos. Me alegro.- sonrió un poco, intentando retrasar su explicación.- Yo... por dónde empiezo.- preguntó en voz alta sin saber que decir.- Poco después de que te fueras, apareció mi padre, mi padre de verdad.- se decidió por empezar.- es guardia, siempre fue guardia, cuando se que de la granja fue por la guardia, se metió en la secta, por la guardia, fingió matar a Elise, por la guardia, lo primero para él fue siempre la guardia.- explicó con un leve dejo de rencor en la voz.- Mi padrastro me adoptó por él, no por mi, eran amigos, nunca me lo dijo, ni él, ni Meredith.- comenzó a jugar con los guantes que se había quitado antes, intentando distraerse de la historia para no hundirse en ella y perder la perspectiva de dónde estaba.- Me alejé, me apunté a la marina de Lunargenta y permitieron mi traslado, allí conocí a Tessa, es navegante, la mejor del mundo.- sonrió con orgullo por los logros de su amiga.- Es la mejor.- Aseguró permitiéndose alejarse de la incomodidad, la rabia y la frustración.- Llevábamos cerca de tres meses en el mar cuando estalló la plaga, y estábamos en Sacrestic cuando llegó una carta de Meredith pidiéndome que buscase la cura por Sandorai.- volvió a mirar el cielo y soltó vaho en el frío de la noche otoñal.- sabía que no me dejarían irme así como así por mucho que quisiera, por mucho que avisara, así que... me fui.- dijo encogiéndose de hombros.- sin más, y Tessa me siguió. Ahora... me persigue la guardia, soy una fugitiva y estoy intentando entrar en Lunargenta para ver si están todos bien, aunque probablemente en cuanto ponga un pie en la ciudad me apresen.- sonrió medio apesadumbrada medio disculpándose.- Supongo que ahora soy yo quien merece una torta.- aseguró esperando su reacción.
No sabía como explicarle a su amigo que, desde que desertó, se sentía perdida, pero extrañamente libre. Era como si se hubiera quitado un inmenso peso de encima, como si su espalda hubiera dejado de sostener el mundo, y por fin pudiera alzar la cabeza, no seguir los pasos de su padre, no estar bajo las ordenes de nadie, esa libertad que le daba el ser solo Aly. No Delteria, la guardia; no la Gata, la asesina; no Alanna, la hijastra; no, solo ella, solo Aly; esa que quedaba cuando se quitaban todas las capas de nombres impuestos, esa que se permitía reír, llorar, soltar improperios, dar saltos y gritos, e incluso algún golpe. Sentía que, después de haber abandonado todo lo que se suponía que era, podía ser quien quisiera, reinventarse, y no sabía por donde empezar, pero le gustaba la sensación. Sonrió brillantemente a pesar de las nubes de tormenta que se arremolinaban entorno al barco, normal en la época de lluvias.
- He adquirido algunas malas costumbres.- indicó señalando su propia mandíbula.- De veras, siento el golpe, creo que al final, no era quien para decir nada.- negó con la cabeza, sin dejar el gesto, consciente de que era un pequeño desastre con patas, pero se sentía como no lo había hecho desde que su padre desapareció siendo ella niña.
Alanna Delteria
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Re: Viento de sal [Eltrant Tale]
Escuchó atentamente la historia de Alanna, cerrando los ojos, centrándose en la voz de su acompañante. No hacía tanto que no la veía si lo ponía en perspectiva, en realidad cuando seguía en la guardia tampoco coincidan tanto; trabajos en diferentes puntos de Aerandir le tenían maniatado, había llegado a pasarse semanas sin pisar la urbe de los humanos, siempre vagando, de patrulla.
Miró a Lyn alejarse mientras la voz de la guarda se fundía con el suave murmullo de las olas que chocaban contra el barco. ¿A dónde se dirigían ahora? O mejor dicho ¿Qué es lo que era ahora? ¿Era de nuevo un mercenario? ¿Iba a volver a la guardia?
Suspiró y sonrió a su amiga.
- Lo importante es que estas bien, da igual todo lo demas. – Dijo depositando una de sus manos en el hombro de la muchacha, la que no era de metal. Lo último que querría hacer Alanna en aquel momento era ponerse a debatir acerca del origen de su padre y él, desde luego, no iba a obligarla a hacerlo. – Y… no creo que te apresen. – Se atusó la barba. – Llevo un par de meses vagando por ahí. Ya te lo he dicho. – Dijo – No he visto un solo cartel de se busca con tu cara. – Hizo memoria, tratando de recordar los distintos rostros que le miraban de vuelta desde el tablón de madera, ese que estaba siempre junto a las distintas garitas de la guardia por el continente, estaba seguro de que si hubiese visto a Alanna en él se habría dado cuenta. - ¿Estás segura de que te consideran desertora? – Preguntó alzando una ceja. – Quiero decir, por lo que a muchos respecta, con todo esto de la plaga, los vampiros… bandidos… – Verisar estaba en problemas, Aerandir en si lo estaba, eso era algo que hasta los críos podían ver. ¿Cómo había llegado todo hasta aquel punto? – Es perfectamente posible que estés “Perdida en Combate” – Hizo el gesto de las comillas con las manos.
Le dedicó otra sonrisa cuando advirtió que, quizás, fuese ella quien se merecía una bofetada. Negó con la cabeza y dejó caer su cabeza hacía atrás, apoyándola en la húmeda madera que tenía tras él.
- No lo creo. – Fue lo único que dijo, observando como varias decenas de nubes comenzaban a arremolinarse sobre sus cabezas. – Ya iba siendo hora – Añadió Eltrant, dándole un leve empujón a su amiga cuando esta mencionó el hecho de que había obtenido algunas malas costumbres.
Estiró las piernas, las grebas dejaron escapar sendos crujidos metálicos cuando lo hizo, volvió a sonreír a Alanna y se quedó en silencio, mirándose directamente las piernas; pasó la mano de metal por encima de la pernera del mismo material, se concentró en el suave siseo que esta emitió cuando los metales se deslizaron uno sobre otro.
Tomó aire. Era extraño, la expresión de la Gata no era como la recordaba, si algo caracterizaba a Alanna era la facilidad que siempre había tenido para leer sus emociones, al menos él.
Tristeza, alegría, miedo, enfado; aquellas eran las típicas emociones que Eltrant solía vislumbrar en el rostro de una Delteria usualmente impasible para el resto del mundo. Pero lo único que era capaz de detectar aquella noche era un deje de, quizás, alivio. Alivio y algo que el castaño no sabía cómo interpretar, la forma más acertada de describirlo era, quizás, la expresión alguien que por fin respiraba tras llevar mucho tiempo con una gruesa al cuello, una cuerda con la que se había habituado a vivir.
¿Tanto le había afectado que desapareciese? No, estaba seguro que no se debía a eso. Su padre, la guardia, aquello era mucho más probable. Se quedó en silencio y no dijo nada al respecto, ya lo había pensado antes y lo volvía a hacer, Alanna no se merecía hablar de aquellos temas con él, no allí, no en la fría cubierta de un barco mercante.
Mientras miraba a su amiga, volvieron las mismas preguntas a su cabeza. ¿Quién era él? ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Iba a arrastrar a Lyn consigo a dónde fuese? Contempló a la vampiresa, a lo lejos, conversar con Tessa.
- Parece que se llevan bien. – Dijo con una sonrisa a su amiga sin levantarse. – …Así que Tessa. – Analizó a la nueva amiga de Alanna desde la distancia, a simple vista parecía una mujer normal y corriente, nada del otro mundo. Un poco malhablada quizás, pero ya había lidiado con Huracán con anterioridad – Da un poco de miedo. ¿Te lo ha dicho alguna vez alguien? – Amplió su sonrisa, mientras tanto Lyn comenzó a girar sobre sí misma, enseñándole a Tessa, probablemente, lo inamovible que era su peinado.
Se llevó la mano hasta la cara y suspiró. ¿Por qué siempre hacía eso?
La tormenta continuó acumulándose sobre sus cabezas, de forma lenta pero inexorable, algunos marineros procedieron a colocar antorchas, les oyó conversar entre ellos. Algo acerca de un barco que se acercaba, un barco que no tenía las velas alzadas, pero que aun así se movía.
Frunció el ceño por unos instantes, pero ignoró aquellos comentarios, continuó hablando con Alanna, poniéndose al día de la situación en la que ambos estaban. En realidad, no había mucho más que decir, habían tratado todos los temas de golpe, apenas se habían visto.
- ¿Sabes que he trabajado de camarero en las islas? – Dijo tratando de romper el silencio. – Sí, he cocinado. Yo solo. – Aseguró dándose un leve golpe en el pecho, orgulloso. – Y según los clientes, la comida estaba muy “Comestible” – Aseguró. – Eso es bueno ¿No? – Añadió en seguida, rascándose la barba.
Al poco de que Alanna contestase varios tripulantes pasaron frente a ellos corriendo a toda velocidad, una campana comenzó a resonar a lo largo de toda la embarcación.
- ¡Dos barcos sin velas ni banderas se dirigen hacia nosotros! – Gritaban algunos, alertando a sus camaradas. – ¡Preparaos! – Añadían enseguida. - ¡Tomad las armas!
Miró a su aliada, frunció el ceño y, sin dudarlo un instante, se levantó. Palideció un poco, seguía sin poder usar la espada que pendía de su cinto, apretó los dientes y se la desató, dejándosela a Alanna entre las manos.
- Úsala tú – Dijo sacando un poco de la hoja de la vaina, desvelando el gélido metal azul brillante que Alanna ya había visto muchas veces y que ocultaba la envoltura – Yo tengo esto – Sonrió, abrió y cerró la mano de metal repetidamente.
La campana de alerta seguía sonando, los barcos se acercaban. Cabía la posibilidad de que no fuese nada, de que solo fuese un convoy abandonado que arrastraban las mareas de aquí a allá. Pero ¿Iba a arriesgarse a quedarse sin hacer nada? Era evidente que los tripulantes no querían correr el riesgo en caso de que fuese algo más.
Sabía quién era, al menos en aquel momento; Era un caballero errante, no quería volver a casa, pero tampoco quería volver a trabajar por dinero, era alguien capaz de ser el escudo de otra persona por el simple hecho de que esta lo necesitaba. Como le había dicho Irirgo, en aquella distante playa cerca de Baslodia:
“El mundo necesita más héroes”
Miró a Lyn alejarse mientras la voz de la guarda se fundía con el suave murmullo de las olas que chocaban contra el barco. ¿A dónde se dirigían ahora? O mejor dicho ¿Qué es lo que era ahora? ¿Era de nuevo un mercenario? ¿Iba a volver a la guardia?
Suspiró y sonrió a su amiga.
- Lo importante es que estas bien, da igual todo lo demas. – Dijo depositando una de sus manos en el hombro de la muchacha, la que no era de metal. Lo último que querría hacer Alanna en aquel momento era ponerse a debatir acerca del origen de su padre y él, desde luego, no iba a obligarla a hacerlo. – Y… no creo que te apresen. – Se atusó la barba. – Llevo un par de meses vagando por ahí. Ya te lo he dicho. – Dijo – No he visto un solo cartel de se busca con tu cara. – Hizo memoria, tratando de recordar los distintos rostros que le miraban de vuelta desde el tablón de madera, ese que estaba siempre junto a las distintas garitas de la guardia por el continente, estaba seguro de que si hubiese visto a Alanna en él se habría dado cuenta. - ¿Estás segura de que te consideran desertora? – Preguntó alzando una ceja. – Quiero decir, por lo que a muchos respecta, con todo esto de la plaga, los vampiros… bandidos… – Verisar estaba en problemas, Aerandir en si lo estaba, eso era algo que hasta los críos podían ver. ¿Cómo había llegado todo hasta aquel punto? – Es perfectamente posible que estés “Perdida en Combate” – Hizo el gesto de las comillas con las manos.
Le dedicó otra sonrisa cuando advirtió que, quizás, fuese ella quien se merecía una bofetada. Negó con la cabeza y dejó caer su cabeza hacía atrás, apoyándola en la húmeda madera que tenía tras él.
- No lo creo. – Fue lo único que dijo, observando como varias decenas de nubes comenzaban a arremolinarse sobre sus cabezas. – Ya iba siendo hora – Añadió Eltrant, dándole un leve empujón a su amiga cuando esta mencionó el hecho de que había obtenido algunas malas costumbres.
Estiró las piernas, las grebas dejaron escapar sendos crujidos metálicos cuando lo hizo, volvió a sonreír a Alanna y se quedó en silencio, mirándose directamente las piernas; pasó la mano de metal por encima de la pernera del mismo material, se concentró en el suave siseo que esta emitió cuando los metales se deslizaron uno sobre otro.
Tomó aire. Era extraño, la expresión de la Gata no era como la recordaba, si algo caracterizaba a Alanna era la facilidad que siempre había tenido para leer sus emociones, al menos él.
Tristeza, alegría, miedo, enfado; aquellas eran las típicas emociones que Eltrant solía vislumbrar en el rostro de una Delteria usualmente impasible para el resto del mundo. Pero lo único que era capaz de detectar aquella noche era un deje de, quizás, alivio. Alivio y algo que el castaño no sabía cómo interpretar, la forma más acertada de describirlo era, quizás, la expresión alguien que por fin respiraba tras llevar mucho tiempo con una gruesa al cuello, una cuerda con la que se había habituado a vivir.
¿Tanto le había afectado que desapareciese? No, estaba seguro que no se debía a eso. Su padre, la guardia, aquello era mucho más probable. Se quedó en silencio y no dijo nada al respecto, ya lo había pensado antes y lo volvía a hacer, Alanna no se merecía hablar de aquellos temas con él, no allí, no en la fría cubierta de un barco mercante.
Mientras miraba a su amiga, volvieron las mismas preguntas a su cabeza. ¿Quién era él? ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Iba a arrastrar a Lyn consigo a dónde fuese? Contempló a la vampiresa, a lo lejos, conversar con Tessa.
- Parece que se llevan bien. – Dijo con una sonrisa a su amiga sin levantarse. – …Así que Tessa. – Analizó a la nueva amiga de Alanna desde la distancia, a simple vista parecía una mujer normal y corriente, nada del otro mundo. Un poco malhablada quizás, pero ya había lidiado con Huracán con anterioridad – Da un poco de miedo. ¿Te lo ha dicho alguna vez alguien? – Amplió su sonrisa, mientras tanto Lyn comenzó a girar sobre sí misma, enseñándole a Tessa, probablemente, lo inamovible que era su peinado.
Se llevó la mano hasta la cara y suspiró. ¿Por qué siempre hacía eso?
La tormenta continuó acumulándose sobre sus cabezas, de forma lenta pero inexorable, algunos marineros procedieron a colocar antorchas, les oyó conversar entre ellos. Algo acerca de un barco que se acercaba, un barco que no tenía las velas alzadas, pero que aun así se movía.
Frunció el ceño por unos instantes, pero ignoró aquellos comentarios, continuó hablando con Alanna, poniéndose al día de la situación en la que ambos estaban. En realidad, no había mucho más que decir, habían tratado todos los temas de golpe, apenas se habían visto.
- ¿Sabes que he trabajado de camarero en las islas? – Dijo tratando de romper el silencio. – Sí, he cocinado. Yo solo. – Aseguró dándose un leve golpe en el pecho, orgulloso. – Y según los clientes, la comida estaba muy “Comestible” – Aseguró. – Eso es bueno ¿No? – Añadió en seguida, rascándose la barba.
Al poco de que Alanna contestase varios tripulantes pasaron frente a ellos corriendo a toda velocidad, una campana comenzó a resonar a lo largo de toda la embarcación.
- ¡Dos barcos sin velas ni banderas se dirigen hacia nosotros! – Gritaban algunos, alertando a sus camaradas. – ¡Preparaos! – Añadían enseguida. - ¡Tomad las armas!
Miró a su aliada, frunció el ceño y, sin dudarlo un instante, se levantó. Palideció un poco, seguía sin poder usar la espada que pendía de su cinto, apretó los dientes y se la desató, dejándosela a Alanna entre las manos.
- Úsala tú – Dijo sacando un poco de la hoja de la vaina, desvelando el gélido metal azul brillante que Alanna ya había visto muchas veces y que ocultaba la envoltura – Yo tengo esto – Sonrió, abrió y cerró la mano de metal repetidamente.
La campana de alerta seguía sonando, los barcos se acercaban. Cabía la posibilidad de que no fuese nada, de que solo fuese un convoy abandonado que arrastraban las mareas de aquí a allá. Pero ¿Iba a arriesgarse a quedarse sin hacer nada? Era evidente que los tripulantes no querían correr el riesgo en caso de que fuese algo más.
Sabía quién era, al menos en aquel momento; Era un caballero errante, no quería volver a casa, pero tampoco quería volver a trabajar por dinero, era alguien capaz de ser el escudo de otra persona por el simple hecho de que esta lo necesitaba. Como le había dicho Irirgo, en aquella distante playa cerca de Baslodia:
“El mundo necesita más héroes”
Eltrant Tale
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Re: Viento de sal [Eltrant Tale]
Sonrió ante la actitud más que madura y comprensiva que demostraba Eltrant, después de todo, tal vez sí que era ese hermano mayor, le gustase más o menos. Cerró los ojos tirando hacia atrás la cabeza, dejando reposar la coronilla en la fresca madera del barco. Tal vez tuviera razón, tal vez solo la hubieran dado por perdida en combate, tal vez la carta nunca hubiera llegado a su destino, tal vez su capitán lo hubiera comprendido y no hubiera dado parte, tal vez pensaran que su huida se había dado a causa de la desesperación o que no había sido tal, sino un intento infructuoso por llegar a Lunargenta. Tal vez. Quizá. A lo mejor. Demasiadas opciones, demasiadas posibilidades, demasiadas coincidencias deberían darse para que fuera posible algo así, aunque, pudiera ser, si, solo si, le había sonreído la suerte, aunque, al final, ella no dejaba de ser una mariposa azul, ¿no?
Respiró hondo el aire nocturno mientras el cielo se encapotaba de nubes oscuras. Era la primera vez que no temía una tormenta, al contrario, pensaba que sería algo bueno. La lluvia, por poco que le gustase, limpiaba el aire, si la fortuna hacía que se derramase sobre Lunargenta, cabía la posibilidad de que la enfermedad se fuera con ella, aunque seguía siendo algo tan remoto como su salvación. Era extraño no sentir el peso del mundo sobre ella, en ese momento se sentía como una vela, había estado amarrada por fuertes ataduras a un mástil demasiado rígido como para poder romperlo, pero el viento se había encargado de quebrar las cuerdas, y flotaba por el aire, dejándose llevar, sin sitio a donde ir y sin querer ir a ningún sitio en particular.
Ya no tenía que hacer nada: no tenía que buscar a su hermana por todo el mundo; no tenía que salvar damas en apuros, ni que rescatar provincias; no tenía que buscar venganza frente a nadie porque nadie le había hecho nada; no tenía que entrenar, ni que seguir ordenes; no tenía que robar documentos, ni mancharse las manos de sangre por razones que no entendía mientras los interesados se sentaban tras un escritorio. Ya no era una mano de obra barata que usar y desechar cuando está demasiado sucia, era, simplemente, ella.
Sonrió de nuevo sin poder evitarlo, si, sin duda, era bueno haber adquirido alguna mala costumbre, parecía que, por fin, tenía una visión crítica, y no la de un bio programado para seguir ordenes, ahora podía elegir. Y si algo tenía en claro desde el momento en el que había abandonado las ordenes es que escogía no ser como su padre. Sus referentes habían sido, todos, hombres de “ley”, tan firmemente agarrados a la guardia que no habían sido capaces de priorizar, anteponiendo siempre la guardia a todo lo demás, incluso a su propia familia. Ella no quería eso, no quería abandonar a sus amigos por órdenes absurdas, no quería dejar de lado una familia que la necesitaba, unos amigos que requerían su ayuda, por una institución que, si, le había dado educación y fuerza, pero le había arrebatado mucho más. No, lo primero eran las personas que siempre estaba a tu lado, que se esforzaban por ayudarte, por ser un pilar cuando el mundo se derrumbaba.
— Sí, algo he oído. — rió suavemente mirando a Tessa, frente a la afirmación del espadachín. — Pero es mi amiga, y los amigos siempre van primero. — declaró, más para ella que para Eltrant. — La chiquilla, es divertida, algo paliducha, pero… parece agradable. — observó viendo como la morena hacía elegantes aspavientos sin que un solo mechón de pelo se moviera de su sitio. — ¿qué lleva en la cabeza? ¿resina? No se le mueve ni un mechón. — comentó entre divertida y sorprendida mientras apartaba una de sus ondas de la cara, por desgracia, su pelo era bastante más indomable que el de la chiquilla.
El ruido aumentó en cubierta, el ajetreo se volvió más claro, pero no sintió que debiera hacer nada, podría ser solo algo para los marineros, y ella era solo una pasajera, no una tripulante, ni tampoco tenía poder alguno sobre el clima como para ayudar en una tormenta. Volvió su mirada a Eltrant y a su mano, curiosa por lo que contaba. — “Habrá llevado la cocina con mano de hierro” — se entrometió en su cabeza un pensamiento que la obligó a ocultar su cabeza en las rodillas para no reírse en la cara del chico. Respiró hondo.
— Sí, claro, es… comestible es bueno. — asintió, intentando borrar el sarcasmo divertido de su voz, lográndolo a medias. — horrible no, eso habría sido malo, pero comestible… comestible es mejor que malo, sí, es bueno. — divagó un poco en un intento inútil de ocultar su diversión, por desgracia, duró poco.
El grito de alerta hizo que todo el que se encontraba en cubierta se alzara, los asaltaban. Se colocó los guantes de un tirón y palpó en busca de sus dagas. No estaban, las había dejado junto a su equipaje en el camarote, estúpida de ella. Eltrant, ya preparado, le tendió su espada. Más pesada de lo que acostumbraba a usar. Hacía demasiado que no luchaba con espadas, había perdido costumbre y velocidad y con un arma tan pesada sería más un incordio que una ayuda, pero no podía quedarse desarmada, era consciente de que, si lo hacía Tessa se vería obligada a defenderla, y no es que ninguna de las dos fuera especialmente resistente a los golpes. Agarró el mango con ambas manos y la sopesó, observando el hermoso brillo azul del filo. La usaría, solo esperaba que la espada colaborase con ella.
— Espera — advirtió dándose cuenta de que le había cedido su única arma. — ¿Y tú? Por mucho que tu mano sea de hierro tu no lo eres, no puedes luchar a puñetazos y comerte todos los golpes. — protestó preocupada.
— ¡Aly! — la llamaron a su espalda antes de que pudiera añadir algo más. — Nos asaltan. — informó la rubia llegando a su lado, haciendo que la castaña asintiera. — Ya lo sabes, ¿no? Yo te cubro y tu golpeas. — Preparó su arco Tessa sin necesidad de más instrucciones; ella sí había llevado consigo su arma predilecta.
— Tendrás que cubrirnos a los dos. — murmuró aun preocupada por el complejo de escudo de su compañero. — busca un lugar seguro desde el que disparar, y si crees que tienes problemas, da un grito e iré.
Cuando se separaron ambas chicas; una dirigiéndose a la gavia mayor, desde donde tendría una visión perfecta de todo el barco y podría apuntar sin problema alguno, la otra siguiendo al ex guardia, dispuesta a cubrirlo si fuera necesario; los primeros asaltantes del navío sin velas ya habían lanzado arpones para asegurarse de que el mercante donde ellos iban no podría huir.
— Vamos, tenemos que cortar amarras. — comentó Alanna alzando la espada, sintiendo que iría más lenta, pero que con algo de suerte sería útil.
Respiró hondo el aire nocturno mientras el cielo se encapotaba de nubes oscuras. Era la primera vez que no temía una tormenta, al contrario, pensaba que sería algo bueno. La lluvia, por poco que le gustase, limpiaba el aire, si la fortuna hacía que se derramase sobre Lunargenta, cabía la posibilidad de que la enfermedad se fuera con ella, aunque seguía siendo algo tan remoto como su salvación. Era extraño no sentir el peso del mundo sobre ella, en ese momento se sentía como una vela, había estado amarrada por fuertes ataduras a un mástil demasiado rígido como para poder romperlo, pero el viento se había encargado de quebrar las cuerdas, y flotaba por el aire, dejándose llevar, sin sitio a donde ir y sin querer ir a ningún sitio en particular.
Ya no tenía que hacer nada: no tenía que buscar a su hermana por todo el mundo; no tenía que salvar damas en apuros, ni que rescatar provincias; no tenía que buscar venganza frente a nadie porque nadie le había hecho nada; no tenía que entrenar, ni que seguir ordenes; no tenía que robar documentos, ni mancharse las manos de sangre por razones que no entendía mientras los interesados se sentaban tras un escritorio. Ya no era una mano de obra barata que usar y desechar cuando está demasiado sucia, era, simplemente, ella.
Sonrió de nuevo sin poder evitarlo, si, sin duda, era bueno haber adquirido alguna mala costumbre, parecía que, por fin, tenía una visión crítica, y no la de un bio programado para seguir ordenes, ahora podía elegir. Y si algo tenía en claro desde el momento en el que había abandonado las ordenes es que escogía no ser como su padre. Sus referentes habían sido, todos, hombres de “ley”, tan firmemente agarrados a la guardia que no habían sido capaces de priorizar, anteponiendo siempre la guardia a todo lo demás, incluso a su propia familia. Ella no quería eso, no quería abandonar a sus amigos por órdenes absurdas, no quería dejar de lado una familia que la necesitaba, unos amigos que requerían su ayuda, por una institución que, si, le había dado educación y fuerza, pero le había arrebatado mucho más. No, lo primero eran las personas que siempre estaba a tu lado, que se esforzaban por ayudarte, por ser un pilar cuando el mundo se derrumbaba.
— Sí, algo he oído. — rió suavemente mirando a Tessa, frente a la afirmación del espadachín. — Pero es mi amiga, y los amigos siempre van primero. — declaró, más para ella que para Eltrant. — La chiquilla, es divertida, algo paliducha, pero… parece agradable. — observó viendo como la morena hacía elegantes aspavientos sin que un solo mechón de pelo se moviera de su sitio. — ¿qué lleva en la cabeza? ¿resina? No se le mueve ni un mechón. — comentó entre divertida y sorprendida mientras apartaba una de sus ondas de la cara, por desgracia, su pelo era bastante más indomable que el de la chiquilla.
El ruido aumentó en cubierta, el ajetreo se volvió más claro, pero no sintió que debiera hacer nada, podría ser solo algo para los marineros, y ella era solo una pasajera, no una tripulante, ni tampoco tenía poder alguno sobre el clima como para ayudar en una tormenta. Volvió su mirada a Eltrant y a su mano, curiosa por lo que contaba. — “Habrá llevado la cocina con mano de hierro” — se entrometió en su cabeza un pensamiento que la obligó a ocultar su cabeza en las rodillas para no reírse en la cara del chico. Respiró hondo.
— Sí, claro, es… comestible es bueno. — asintió, intentando borrar el sarcasmo divertido de su voz, lográndolo a medias. — horrible no, eso habría sido malo, pero comestible… comestible es mejor que malo, sí, es bueno. — divagó un poco en un intento inútil de ocultar su diversión, por desgracia, duró poco.
El grito de alerta hizo que todo el que se encontraba en cubierta se alzara, los asaltaban. Se colocó los guantes de un tirón y palpó en busca de sus dagas. No estaban, las había dejado junto a su equipaje en el camarote, estúpida de ella. Eltrant, ya preparado, le tendió su espada. Más pesada de lo que acostumbraba a usar. Hacía demasiado que no luchaba con espadas, había perdido costumbre y velocidad y con un arma tan pesada sería más un incordio que una ayuda, pero no podía quedarse desarmada, era consciente de que, si lo hacía Tessa se vería obligada a defenderla, y no es que ninguna de las dos fuera especialmente resistente a los golpes. Agarró el mango con ambas manos y la sopesó, observando el hermoso brillo azul del filo. La usaría, solo esperaba que la espada colaborase con ella.
— Espera — advirtió dándose cuenta de que le había cedido su única arma. — ¿Y tú? Por mucho que tu mano sea de hierro tu no lo eres, no puedes luchar a puñetazos y comerte todos los golpes. — protestó preocupada.
— ¡Aly! — la llamaron a su espalda antes de que pudiera añadir algo más. — Nos asaltan. — informó la rubia llegando a su lado, haciendo que la castaña asintiera. — Ya lo sabes, ¿no? Yo te cubro y tu golpeas. — Preparó su arco Tessa sin necesidad de más instrucciones; ella sí había llevado consigo su arma predilecta.
— Tendrás que cubrirnos a los dos. — murmuró aun preocupada por el complejo de escudo de su compañero. — busca un lugar seguro desde el que disparar, y si crees que tienes problemas, da un grito e iré.
Cuando se separaron ambas chicas; una dirigiéndose a la gavia mayor, desde donde tendría una visión perfecta de todo el barco y podría apuntar sin problema alguno, la otra siguiendo al ex guardia, dispuesta a cubrirlo si fuera necesario; los primeros asaltantes del navío sin velas ya habían lanzado arpones para asegurarse de que el mercante donde ellos iban no podría huir.
— Vamos, tenemos que cortar amarras. — comentó Alanna alzando la espada, sintiendo que iría más lenta, pero que con algo de suerte sería útil.
Alanna Delteria
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