[MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
Aerandir :: Reinos del este. :: Ulmer
Página 1 de 1. • Comparte
[MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, realizaba la peor de sus funciones: Dar malas noticias en un lugar triste. Dundarak había caído. Adie estuvo ahí cuando el aire enfermó y los dragones murieron. Aunque no comprendía lo que había pasado (sus funciones no fueron capaces de realizar un análisis detallado), lo había visto todo con sus grandes y brillantes ojos de color azul. Su misión, desde entonces, fue la de viajar por Aerandir dando la mala nueva.
Ulmer fue el primer destino del mensajero. La ciudad era muy diferente a como era Dundarak. Los dragones vivían en altas torres rodeadas por largas murallas; los lobos, en cambio, vivían en pequeñas cabañas hechas de madera y paja que no estaban rodeadas por nada. A Adie no le gustaba Ulmer. La mayoría de los licántropos eran analfabetos que no sabían leer sus cartas y en las anchas calles había muy poco metal que masticar; con suerte, con mucha suerte, podía encontrar el asa de un cubo o una moneda en el suelo. Nada que se pudiera igualar a las grandes piezas de hierro que los dragones dejaban sin vigilancia. Hubo una vez que, en la misma Dundarak, Adie encontró una mena de hierro en mitad de la calle. ¡Un tesoro para los dientes de Adie! No tardó en metérselo en la boca y morderlo hasta haber reducido el mineral a polvo. Los mensajeros se comprometían a realizar siempre sus deberes, aunque la recompensa fuera tan penosa como el asa de un cubo.
Se situó en el centro de Ulmer, levantó las manos y comenzó a hablar con voz triste que, junto a su característico acento metalizado, sonó como si un millar de ratas estuvieran corriendo por un camino de cristales rotos.
-¡Dundarak ha caído! Ha sido arrasada por un mal un invisible. Se recomienda anular toda función relacionada con la ingesta y con la respiración para no acabar siendo víctimas de dicho mal- un coro de lobos alrededor de Adie hablaron en susurros entre ellos- Debo realizar mi función de leer vuestro horóscopo, pero os advierto que os espera un futuro terrible y triste- el cibernético miró al cielo- ¡Ulmer caerá antes de que acabe el día!- los ojos azules de Adie cambiaron de color a amarillo y señaló las nubes con uno de sus largos dedos de metal- “Grasa, peste y muerte”. Lo veo en vuestro horóscopo-.
-¡Explícate hojalata!- habló alguien entre la multitud.
-Tus funciones auditivas no son capaces de entender mi lenguaje- el color de ojos de Adie volvió a ser azul. - No te preocupes, tus funciones visuales sí serán capaz de comprenderme-.
Con el mismo dedo que Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, señaló las nubes del cielo; señaló un hombre que vomitaba en la acera, a una mujer con costras de sangre por toda la cara, a un hombre joven que no podía mantenerse de pie de no ser por la ayuda de un bastón y, por último, el cadáver de un anciano tirado en el barro pocilga de una granja, unos cerdos estaban comiendo el cadáver del viejo.
-Ellos realizaron sus funciones de ingesta y respiración y han sido atacados por el mal invisible que vino de Dundarak- dijo Adie con una sonrisa triunfal y se dirigió al mismo hombre que antes- ¿Vuestras funciones auditivas me comprenden ahora?-
Todos le comprendieron al mensajero. El mal invisible que enferma había entrado en la ciudad de los lobos. Las medidas se tomaron muy rápido. Aquellos que parecían estar sanos se alejaban de todo el mundo y se encerraban en sus casas. Los enfermos, o los que parecían estar enfermos, eran tratados como meras ratas. Por mucho que suplicasen ayuda, la respuesta era siempre la misma: Un empujón para tirarles al suelo y un adiós. Ulmer se comportaba de la misma caótica y paranoica manera con la que Dundarak se comportó antes de caer. Que siguieran como hasta ahora, las predicciones de Adie nunca erran.
Bienvenidos pájaros de mal agüero: La enfermedad ha llegado a Ulmer. En este primer turno deberéis decir qué os ha traído a Ulmer y describir la escena que sufre la ciudad. Podéis interactuar con Adie si lo deseáis.
Si necesitas información acerca de Adie la obtendrás ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo])
Para más información acerca del Evento, pinchar ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]).
Ulmer fue el primer destino del mensajero. La ciudad era muy diferente a como era Dundarak. Los dragones vivían en altas torres rodeadas por largas murallas; los lobos, en cambio, vivían en pequeñas cabañas hechas de madera y paja que no estaban rodeadas por nada. A Adie no le gustaba Ulmer. La mayoría de los licántropos eran analfabetos que no sabían leer sus cartas y en las anchas calles había muy poco metal que masticar; con suerte, con mucha suerte, podía encontrar el asa de un cubo o una moneda en el suelo. Nada que se pudiera igualar a las grandes piezas de hierro que los dragones dejaban sin vigilancia. Hubo una vez que, en la misma Dundarak, Adie encontró una mena de hierro en mitad de la calle. ¡Un tesoro para los dientes de Adie! No tardó en metérselo en la boca y morderlo hasta haber reducido el mineral a polvo. Los mensajeros se comprometían a realizar siempre sus deberes, aunque la recompensa fuera tan penosa como el asa de un cubo.
Se situó en el centro de Ulmer, levantó las manos y comenzó a hablar con voz triste que, junto a su característico acento metalizado, sonó como si un millar de ratas estuvieran corriendo por un camino de cristales rotos.
-¡Dundarak ha caído! Ha sido arrasada por un mal un invisible. Se recomienda anular toda función relacionada con la ingesta y con la respiración para no acabar siendo víctimas de dicho mal- un coro de lobos alrededor de Adie hablaron en susurros entre ellos- Debo realizar mi función de leer vuestro horóscopo, pero os advierto que os espera un futuro terrible y triste- el cibernético miró al cielo- ¡Ulmer caerá antes de que acabe el día!- los ojos azules de Adie cambiaron de color a amarillo y señaló las nubes con uno de sus largos dedos de metal- “Grasa, peste y muerte”. Lo veo en vuestro horóscopo-.
-¡Explícate hojalata!- habló alguien entre la multitud.
-Tus funciones auditivas no son capaces de entender mi lenguaje- el color de ojos de Adie volvió a ser azul. - No te preocupes, tus funciones visuales sí serán capaz de comprenderme-.
Con el mismo dedo que Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, señaló las nubes del cielo; señaló un hombre que vomitaba en la acera, a una mujer con costras de sangre por toda la cara, a un hombre joven que no podía mantenerse de pie de no ser por la ayuda de un bastón y, por último, el cadáver de un anciano tirado en el barro pocilga de una granja, unos cerdos estaban comiendo el cadáver del viejo.
-Ellos realizaron sus funciones de ingesta y respiración y han sido atacados por el mal invisible que vino de Dundarak- dijo Adie con una sonrisa triunfal y se dirigió al mismo hombre que antes- ¿Vuestras funciones auditivas me comprenden ahora?-
Todos le comprendieron al mensajero. El mal invisible que enferma había entrado en la ciudad de los lobos. Las medidas se tomaron muy rápido. Aquellos que parecían estar sanos se alejaban de todo el mundo y se encerraban en sus casas. Los enfermos, o los que parecían estar enfermos, eran tratados como meras ratas. Por mucho que suplicasen ayuda, la respuesta era siempre la misma: Un empujón para tirarles al suelo y un adiós. Ulmer se comportaba de la misma caótica y paranoica manera con la que Dundarak se comportó antes de caer. Que siguieran como hasta ahora, las predicciones de Adie nunca erran.
_____________________
Bienvenidos pájaros de mal agüero: La enfermedad ha llegado a Ulmer. En este primer turno deberéis decir qué os ha traído a Ulmer y describir la escena que sufre la ciudad. Podéis interactuar con Adie si lo deseáis.
Si necesitas información acerca de Adie la obtendrás ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo])
Para más información acerca del Evento, pinchar ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]).
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
En aquel momento había viajado a Ulmer con la esperanza de tener mejores cambios por las presas que cazaba, supuse que al ser territorio de licántropos se interesarían más en animales… aunque el asunto era saber si podría estar allí tan tranquilamente, por naturaleza los lobos eran territoriales y supuse que aquel gesto también estaría en los licántropos “Realmente puedo aprovechar este viaje para estudiar un poco mejor la raza, eso me hubiese recomendado mi maestro”.
Realmente entrar al poblado de Ulmer no fue tan difícil, por lo visto la gente estaba prestando atención a algo mucho más relevante. Sujeté con fuerza el jabalí que había matado aquella mañana y lo arrastré hasta donde la gente se estaba reuniendo, en aquel momento sin duda me iba a dejar llevar por mi curiosidad.
El ambiente se notaba algo cargado o pesado, era como si alguien hubiese muerto en aquel sitio… o quizá solo eran ideas mías, la verdad es que posiblemente fuese la constante sensación de incomodidad al estar cerca de grandes grupos de gente y odiaba aquello, debía comenzar a pensar de una manera más social después de todo… o volver a alejarme del mundo por otros dos años y vivir en el bosque.
Tuve que levantar la vista cuando reconocí la voz de quien hablaba “¿Qué está haciendo Adie aquí?” Ya me había encontrado con él en otras ocasiones y en la mayoría solo trataba de dar un mensaje ¿Acaso ahora estaba haciendo lo mismo? El problema es que parecía transmitir un mensaje negativo “¿Ulmer caerá antes de que acabe el día?”.
Las palabras siguientes de Adie fueron un poco más confusas, aunque el hecho de que viese muerte en el futuro no sonaba nada bien. Uno de los presentes no había entendido bien el mensaje del Bio-cibernetico, la verdad es que yo tampoco lo había captado del todo bien y me alegraba que alguien hubiese preguntado. La explicación está vez vino por ejemplos señalados por el propio Adie, había elegido apuntar a gente que parecía enferma… ¿Acaso aquel era el mensaje?
“¿Atacados por el mal invisible?” Seguramente estaba hablaba de que habían enfermado, aquello tenía sentido ya que los seleccionados estaban en deplorables condiciones… entonces si su mensaje era referente a ello ya cobraba sentido lo de peste y muerte, ¿Pero acaso aquello era tan grave como para que Ulmer llegara a su fin en tan solo un día? Realmente no tenía todo claro aun y por lo visto el “mal invisible” venía de Dundarak, lo cual ahora me hacía pensar en cómo estaría el norte.
El caos no tardó mucho en desatarse, claramente los que creían estar sanos querían seguir así y los enfermos iban a ser rechazados, el clásico esquema de la supervivencia del más fuerte. Mientras evitaba todo aquel caos supe que era lo que sentía en el aire al llegar, era la pesadez que efectuaba un ambiente enfermo y triste.
Podía simplemente irme de aquel sitio y no regresar pero necesitaba saber que sucedía con exactitud y por lo visto Adie parecía saberlo, evitaba una que otra persona que parecía tener gestos de enfermedad tal como los señalados antes por el Bio-cibernetico; en aquel momento no podía detenerme y ayudar a cualquiera que se cruzara frente a mí.
La figura de Adie era por suerte fácil de seguir, su altura lo delataba con facilidad y dudaba perderle la pista. Tuve que dejar de arrastrar al jabalí para ganar velocidad y alcanzar finalmente al gigante, dudaba que si seguía arrastrando al animal muerto tuviese oportunidad alguna de llegar igual de rápido al Bio.
- Adie, amigo… espera. – Le dije por lo alto al robot colocándome a su lado y dándole una palmada en una de las piernas. – Detente por un segundo, no tan literal pero ya entiendes... creo
Tuve que estirarme y recuperar un poco de aire, por suerte el gran Bio-cibernetico pareció haberme reconocido y se había detenido momentos después de que le diese la palmada. El problema ahora es que había olvidado las preguntas importantes que debía realizar, debía pensar algo para no quedar como un idiota.
- ¿Cómo sabes que Ulmer caerá antes de que acabe el día? – Aquella pregunta de cierto modo era importante. – Está claro que hay una que otra persona grave… pero eso no significa que todo vaya a empeorar en menos de un día. – Me pasé la manos pro la barbilla tratando de idear otra pregunta, realmente la tensión del momento me dificultaba pensar bien. - ¿Cómo se supone que vivamos si no podemos comer o respirar? Tampoco le veo mucho sentido a eso ¿Seguro que estás dando bien el mensaje Adie? No dudo de tu labor como mensajero… pero quizá algo esté mal.
Realmente entrar al poblado de Ulmer no fue tan difícil, por lo visto la gente estaba prestando atención a algo mucho más relevante. Sujeté con fuerza el jabalí que había matado aquella mañana y lo arrastré hasta donde la gente se estaba reuniendo, en aquel momento sin duda me iba a dejar llevar por mi curiosidad.
El ambiente se notaba algo cargado o pesado, era como si alguien hubiese muerto en aquel sitio… o quizá solo eran ideas mías, la verdad es que posiblemente fuese la constante sensación de incomodidad al estar cerca de grandes grupos de gente y odiaba aquello, debía comenzar a pensar de una manera más social después de todo… o volver a alejarme del mundo por otros dos años y vivir en el bosque.
Tuve que levantar la vista cuando reconocí la voz de quien hablaba “¿Qué está haciendo Adie aquí?” Ya me había encontrado con él en otras ocasiones y en la mayoría solo trataba de dar un mensaje ¿Acaso ahora estaba haciendo lo mismo? El problema es que parecía transmitir un mensaje negativo “¿Ulmer caerá antes de que acabe el día?”.
Las palabras siguientes de Adie fueron un poco más confusas, aunque el hecho de que viese muerte en el futuro no sonaba nada bien. Uno de los presentes no había entendido bien el mensaje del Bio-cibernetico, la verdad es que yo tampoco lo había captado del todo bien y me alegraba que alguien hubiese preguntado. La explicación está vez vino por ejemplos señalados por el propio Adie, había elegido apuntar a gente que parecía enferma… ¿Acaso aquel era el mensaje?
“¿Atacados por el mal invisible?” Seguramente estaba hablaba de que habían enfermado, aquello tenía sentido ya que los seleccionados estaban en deplorables condiciones… entonces si su mensaje era referente a ello ya cobraba sentido lo de peste y muerte, ¿Pero acaso aquello era tan grave como para que Ulmer llegara a su fin en tan solo un día? Realmente no tenía todo claro aun y por lo visto el “mal invisible” venía de Dundarak, lo cual ahora me hacía pensar en cómo estaría el norte.
El caos no tardó mucho en desatarse, claramente los que creían estar sanos querían seguir así y los enfermos iban a ser rechazados, el clásico esquema de la supervivencia del más fuerte. Mientras evitaba todo aquel caos supe que era lo que sentía en el aire al llegar, era la pesadez que efectuaba un ambiente enfermo y triste.
Podía simplemente irme de aquel sitio y no regresar pero necesitaba saber que sucedía con exactitud y por lo visto Adie parecía saberlo, evitaba una que otra persona que parecía tener gestos de enfermedad tal como los señalados antes por el Bio-cibernetico; en aquel momento no podía detenerme y ayudar a cualquiera que se cruzara frente a mí.
La figura de Adie era por suerte fácil de seguir, su altura lo delataba con facilidad y dudaba perderle la pista. Tuve que dejar de arrastrar al jabalí para ganar velocidad y alcanzar finalmente al gigante, dudaba que si seguía arrastrando al animal muerto tuviese oportunidad alguna de llegar igual de rápido al Bio.
- Adie, amigo… espera. – Le dije por lo alto al robot colocándome a su lado y dándole una palmada en una de las piernas. – Detente por un segundo, no tan literal pero ya entiendes... creo
Tuve que estirarme y recuperar un poco de aire, por suerte el gran Bio-cibernetico pareció haberme reconocido y se había detenido momentos después de que le diese la palmada. El problema ahora es que había olvidado las preguntas importantes que debía realizar, debía pensar algo para no quedar como un idiota.
- ¿Cómo sabes que Ulmer caerá antes de que acabe el día? – Aquella pregunta de cierto modo era importante. – Está claro que hay una que otra persona grave… pero eso no significa que todo vaya a empeorar en menos de un día. – Me pasé la manos pro la barbilla tratando de idear otra pregunta, realmente la tensión del momento me dificultaba pensar bien. - ¿Cómo se supone que vivamos si no podemos comer o respirar? Tampoco le veo mucho sentido a eso ¿Seguro que estás dando bien el mensaje Adie? No dudo de tu labor como mensajero… pero quizá algo esté mal.
Fredericksen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 394
Nivel de PJ : : 2
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
Hacía un par de semanas que había regresado a casa. Mi madre aún seguía triste, no había conseguido persuadirme de abandonar el gremio, y mi padre tampoco estaba muy contento con que volviera a recuperar mi puesto de cazadora. Sabían que era peligroso, pero no podían hacer nada, pues él mismo había decidido nombrarme maestra cazadora junto a Isabella. Todavía seguía faltando gente, yo sabía que no regresarían nunca pero…
Días después de mi regreso, me dirigí al Palacio de los Vientos a empezar con la nueva etapa del gremio. Al verme, Natasha Boisson puso una cara descompuesta, no sabía si porque se alegraba de verme o porque todavía estaba resentida por cómo la trataba las últimas veces. Aun así, saludé. - Buenos días, Natasha. ¿Hay nuevos contratos? - Su mirada no cambió. - Quiero empezar cuanto antes. ¿Han llegado los nuevos cazadores? - Simplemente asintió, incapaz de creerse que fuera a empezar así, de golpe, con todo. - Pásame la ficha de todos, quiero revisarla. Y quiero ver los nuevos contratos. - Dicho esto, entré en el despacho. Ya no estaba destruido, habían reconstruido todo como estaba siempre, con ese estilo gótico tan feo. Sí, era horrible, en mis manos había estado cambiarlo pero no había querido. Antes de mi partida a Lunargenta, había pedido que se respetara toda la decoración del lugar, en especial la del despacho.
Comencé a ojear los papeles sin prestar demasiada atención. Vampiros atacando villas, eso no había cambiado. Todos iguales salvo uno que venía de Ulmer. Era una petición de ayuda a los cazadores porque les era imposible controlar las masas. ¿Y esto? Me fijé en quién solicitaba nuestra ayuda y era un cliente que ya nos había pedido en más de una ocasión nuestros servicios para eliminar a unos chupasangres. También decía que había vampiros aprovechándose de las oleadas de personas, eso ya me cuadraba más. Lista para empezar a trabajar, accedí a ese contrato. El resto, más fáciles, serían para los nuevos integrantes.
Tardé relativamente poco en hacer las maletas y volver a embarcarme hacia el continente, aunque no pasamos por Lunargenta, sino que el barco atracó más adelante. Cerca de la Base de los Bios. Lo siguiente fue llegar hasta Ulmer. Esta vez iba yo sola, sin compañeros, aunque echaba en falta el apoyo y la conversación de otro cazador.
Esperaba encontrar algo totalmente distinto a lo que mis ojos vieron al llegar al poblado. Antes estaba lleno de vida, los lobos paseaban por las calles, si es que se podían llamar así y, aunque hubiese vampiros siempre había alguien que te guiara. Ahora no. Todo estaba vacío, las puertas cerradas y las únicas personas que parecían estar por la calle tenían un aspecto horrible. En la hoja del contrato lo decía: Ulmer estaba sucumbiendo a una extraña enfermedad traída del norte. Y era contagiosa. Así que me mantuve muy alejada de toda esa gente. Aparte de los enfermos que intentaban suplicar por ayuda, había un robot. Y, hasta donde sabía, no podían enfermar, así que me acerqué a él a distancia prudencial. - Hola, ¿sabe dónde se encuentra el líder de la manada? - No iba a decirle el nombre porque era más fácil que si no lo conocía pudiera indicarle si le nombraba como líder que por su nombre. También enseñé el papel firmado por él. - Me han llamado para ayudar. ¿Qué sucede aquí?
Al momento llegó un encapuchado y no pude evitar dar un par de pasos hacia atrás, por si acaso estaba contagiado. Miré a todos lados, no había mucha más gente por la calle aparte de nosotros y los enfermos. No pude evitarlo y escuché al chico hablar de que Ulmer caería al final del día, eso me alarmó. ¿Comer o respirar? ¿No podíamos comer? La cabeza me daba vueltas porque no entendía del todo qué había pasado, aparte de que sabía que había una enfermedad. Pero no conocía su alcance. - Quiero saberlo todo. - Sentencié mirando al hombre encapuchado y al robot. - ¿Y por qué el líder de la manada requiere la ayuda de los cazadores?
Días después de mi regreso, me dirigí al Palacio de los Vientos a empezar con la nueva etapa del gremio. Al verme, Natasha Boisson puso una cara descompuesta, no sabía si porque se alegraba de verme o porque todavía estaba resentida por cómo la trataba las últimas veces. Aun así, saludé. - Buenos días, Natasha. ¿Hay nuevos contratos? - Su mirada no cambió. - Quiero empezar cuanto antes. ¿Han llegado los nuevos cazadores? - Simplemente asintió, incapaz de creerse que fuera a empezar así, de golpe, con todo. - Pásame la ficha de todos, quiero revisarla. Y quiero ver los nuevos contratos. - Dicho esto, entré en el despacho. Ya no estaba destruido, habían reconstruido todo como estaba siempre, con ese estilo gótico tan feo. Sí, era horrible, en mis manos había estado cambiarlo pero no había querido. Antes de mi partida a Lunargenta, había pedido que se respetara toda la decoración del lugar, en especial la del despacho.
Comencé a ojear los papeles sin prestar demasiada atención. Vampiros atacando villas, eso no había cambiado. Todos iguales salvo uno que venía de Ulmer. Era una petición de ayuda a los cazadores porque les era imposible controlar las masas. ¿Y esto? Me fijé en quién solicitaba nuestra ayuda y era un cliente que ya nos había pedido en más de una ocasión nuestros servicios para eliminar a unos chupasangres. También decía que había vampiros aprovechándose de las oleadas de personas, eso ya me cuadraba más. Lista para empezar a trabajar, accedí a ese contrato. El resto, más fáciles, serían para los nuevos integrantes.
Tardé relativamente poco en hacer las maletas y volver a embarcarme hacia el continente, aunque no pasamos por Lunargenta, sino que el barco atracó más adelante. Cerca de la Base de los Bios. Lo siguiente fue llegar hasta Ulmer. Esta vez iba yo sola, sin compañeros, aunque echaba en falta el apoyo y la conversación de otro cazador.
Esperaba encontrar algo totalmente distinto a lo que mis ojos vieron al llegar al poblado. Antes estaba lleno de vida, los lobos paseaban por las calles, si es que se podían llamar así y, aunque hubiese vampiros siempre había alguien que te guiara. Ahora no. Todo estaba vacío, las puertas cerradas y las únicas personas que parecían estar por la calle tenían un aspecto horrible. En la hoja del contrato lo decía: Ulmer estaba sucumbiendo a una extraña enfermedad traída del norte. Y era contagiosa. Así que me mantuve muy alejada de toda esa gente. Aparte de los enfermos que intentaban suplicar por ayuda, había un robot. Y, hasta donde sabía, no podían enfermar, así que me acerqué a él a distancia prudencial. - Hola, ¿sabe dónde se encuentra el líder de la manada? - No iba a decirle el nombre porque era más fácil que si no lo conocía pudiera indicarle si le nombraba como líder que por su nombre. También enseñé el papel firmado por él. - Me han llamado para ayudar. ¿Qué sucede aquí?
Al momento llegó un encapuchado y no pude evitar dar un par de pasos hacia atrás, por si acaso estaba contagiado. Miré a todos lados, no había mucha más gente por la calle aparte de nosotros y los enfermos. No pude evitarlo y escuché al chico hablar de que Ulmer caería al final del día, eso me alarmó. ¿Comer o respirar? ¿No podíamos comer? La cabeza me daba vueltas porque no entendía del todo qué había pasado, aparte de que sabía que había una enfermedad. Pero no conocía su alcance. - Quiero saberlo todo. - Sentencié mirando al hombre encapuchado y al robot. - ¿Y por qué el líder de la manada requiere la ayuda de los cazadores?
Cassandra C. Harrowmont
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 142
Nivel de PJ : : 1
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
[Entorno al cibernético gigante se formó un círculo de personas. En su mayoría, eran curiosos que preguntaba toda clase de gilipolleces. Podía escucharlos a la perfección desde su mesa de trabajo donde tallaba una futura mesa: ”¿Qué significa eso que has dicho? ¿Puedo ayudar en algo? ¿Qué va a pasar con Ulmer? ¿Qué nos pasará a nosotros? Para Jacob Marsh, todas aquellas preguntas eran gilipolleces. No era necesario un hombre de hojalata para que las respondieran, él lo haría encantado. ¿Por qué no le preguntan? Sus respuestas serían mucho mejores que la del supuesto mensajero: ¿Qué significaba lo que el cibernético había dicho? No significaba nada. ¿Podían los extranjeros ayudar? No, lo que debían hacer es regresar a sus casas. Los asuntos de los lobos, los lobos los solucionan. ¿Qué iba a con Ulmer? Absolutamente nada. Porque Dundarak hubiera caído, no significaba que a Ulmer iba a pasar lo mismo. ¿Qué iba a pasar con los lobos? Que serían felices por el resto de sus días.
Los tajos con el cuchillo cada vez iban siendo más violentos. Jacob Marsh perdió la imagen mental de la mesa que estaba construyendo. Seguía tallando, pese a no saber ni siquiera que lo estaba haciendo. Era una manera de clamar el rencor y el odio que sentía hacia los extranjeros. Ellos se creían con derecho a protestar de todas las decisiones de la manada. Marlowe ya les había avisado y qué razón tenía el viejo. Jacob Marsh no le había creído hasta aquel momento. No creyó que nadie fuera tan osado ni belicoso como para aprovechar el mal de otra ciudad con tal de asustar a la manada y adueñarse de ésta. Jugaban con el miedo, si no obedecíamos sus órdenes acabaríamos muertos. Se equivocaron al pensar que los lobos se dejarían domar. ¡Se equivocaron! Y con ese último pensamiento, perforó con el cuchillo la que debería haber sido la tabla de la mesa.
-Mis funciones no pueden localizar al líder de la manada- el cibernético gigante fue respondiendo a las cuestiones una por una. Mientras, a unos metros de distancia, Jacob preparaba un nuevo madero de fresno para empezar a tallar. - Sucede lo que sucedió en Dundarak. Un villano invisible está devorando a la carne de los lobos y las funciones de éstos son incapaces de detectar que les están devorando.- ¿Fue una risa mecánica lo que escuchó Jacob? ¿Acaso el mensajero se estaba burlando de la manada. Plantó la oreja para escuchar mejor el sonido que el cibernético emitía. No parecía una risa, era como si un montón de espadas cayesen al suelo. ¿Quizás un llanto? - Mis funciones no me permiten ser más literal: vas a ver grasa, vas a sentir una horrible peste atacar tu nariz y la muerte va a llegar a Ulmer antes de que acabe el día. Tengo la función de hablar más alto, pero carezco de alguna función que me permita hablar más claro.- Adie se encogió de hombros y siguió hablando- Desconozco lo que las funciones de los hombres y mujeres de carne os permite o no os permite hacer. No te puedo ayudar a desactivar tus funciones de ingesta y respiración, Fredericksen, lo debes hacer solo-.
Una vez quedaron respondidas todas las preguntas, la multitud de gilipollas se dispersó como si nada hubiera pasado. El cibernético se sentó en el centro de la plaza de Ulmer, el mismo lugar en el que dio el mensaje, y se quedó un largo rato comiendo trozos de tierra y piedras que arrancaba con sus propias garras. No podía apartar la vista de él, había algo que lo atraía a miradlo y no sabía él qué. Se sentía amenazado, aunque el cibernético no le estuviera hablando ni mirando directamente, eso no importaba. La propia presencia del mensajero era una manaza para Jacob Marsh.
Echó un ojo al resto de la manada. Muchos de ellos sentían lo mismo que él. Dennis Schunke e Inga Scharf hacían sus labores diarias sin apartar los ojos del cibernético. ¿Acaso sentían lo mismo que Jacob Marsh? Inga tejía en prenda amorfa en el telar y Dennis cortaba la leña a hachazos. En más de dos ocasiones, la chica estuvo a punto de sacarse un dedo entre los punzones de la máquina y la cabeza del hacha del chico estuvo a punto de salirse del mango. No estaban prestando atención, al igual que Jacob que seguía tallando algo que no tenía la menor idea de qué era.
-No puedo sacar el cubo- dijo un chico, apenas un niño, que intentaba sacar agua del pozo común- creo que hay algo muy pesado encima del cubo-.
Dennis y Jacob, como si estuvieran esperando la llamada del chaval, se acercaron a ayudar a tirar de la cuerda. Adie también se unió pero se quedó unos centímetros alejados de los lobos.
Tiraron con fuerza. Con toda la que eran capaces de conseguir entre los dos hombres y un cibernético. Era como pescar. Allí abajo, había un pez muy gordo. Si lo querían sacar del agua debían de estirar. Con fuerza. ¡Más fuerza! Jacob era el que más cerca del pozo estaba, apoyó sus piernas en la piedra del pozo para hacer un mayor impulso. Dennis, detrás de Jacob, hacía lo que podía.
Después de unos minutos, el pez gordo que habían pescado salió del agua.
La cabeza hinchada de un hombre asomó por la boca del pozo. ¿Estaba vivo? Aquella pregunta, utilizando el vocabulario de Jacob Marsh, era una gilipollez: Estaba muerto.
El cadáver había caído al pozo, por el estado de éste, quizás hacía varios días. La cuerda del cubo había rodeado el cuerpo por la barriga de tal forma que daba la impresión de que fuera una peonza. Los hombres y el cibernético siguieron estiraron sin descanso. El cadáver ya había sacado los brazos y media barriga.
De repente se escuchó un sonido seco, pero viscoso. Como si una masa pan recién horneado se estuvieran quebrando. Esa comparación era más que adecuada pues el olor que producía el obeso al romperse era muy parecido al del pan mohoso.
-¡Grasa y peste!- Adie pareció celebrarlo.
Medio cuerpo del muerto estaba en tierra, la otra mitad cayó otra vez dentro del pozo. Adie se acercó al cadáver, le arrancó la nariz y se la comió con dos mordiscos.
-Mis funciones señalan que lleva 91 horas y 19 minutos 45 segundos muerto. El agua ha hecho que el cadáver se inflase y pareciese más grande y pesado de lo que en realidad era antes de morir ¡Causa de la muerte!-levantó los brazos- El mal invisible. Toda esta agua está contaminada por el mal- se dirigió al extranjero encapuchado- ¿Los hombres de carne podéis desactivar vuestras funciones de ingesta de agua? Todo aquel que haya bebida de aquí está contaminado; el villano lo estará devorando desde su interior-.
-¡Cállate gilipollas!-
Jacob atizó con la mano abierta el careto del mensajero cibernético. La mano le quedó roja del impactó, al gilipollas de hojalata no le hizo nada.
-Esto no es Dundarak, nosotros a nosotros no nos va a pasar lo mismo que a ellos. Y si nos llega a pasar… ¡¿Qué más da?! Nosotros lo solucionaremos. No hemos pedido la ayuda de los extranjeros. No queremos vuestra compasión.-
Fue hacia el porche de la cabaña de Dennis e Inga y cogió el hacha con la que antes Dennis había estado trabajando. Con ella, volvió a golpear la cabeza del cibernético. Le dio directo al ojo produciéndole un corte que le atravesaba la cabeza. El cibernético no se defendió.
-¡No va con vosotros!- con una mano, interrumpió a Dennis e Inga que estuvieron a punto de decirle que parase- Él se lo ha buscado. Nos ha amenazado y ahora dice que todos nosotros estamos enfermos. No, no ha dicho esa palabra. Ha dicho que estamos muertos-.
El segundo hachazo, éste en la pierna izquierda, hizo que el mensajero cayese de rodillas contra el suelo.
Bienvenidos al convoy de los enfermos: Esta misión es sencilla. El objetivo es doble, poneros de acuerdo entre vosotros cómo organizaros. En primer lugar, deberéis proteger a Adie. Jacob Marsh puede acabar herido pero no muerto. Y en segundo lugar, deberéis hacer lo posible para calmar a los habitantes de la manada. Es muy posible que todos los habitantes de Ulmer estén enfermos, infectados por ese muerto que hemos encontrado en el pozo. ¿Cómo hablaréis con ellos? ¿Cómo trataríais a unas personas que saben que van a morir?
Los tajos con el cuchillo cada vez iban siendo más violentos. Jacob Marsh perdió la imagen mental de la mesa que estaba construyendo. Seguía tallando, pese a no saber ni siquiera que lo estaba haciendo. Era una manera de clamar el rencor y el odio que sentía hacia los extranjeros. Ellos se creían con derecho a protestar de todas las decisiones de la manada. Marlowe ya les había avisado y qué razón tenía el viejo. Jacob Marsh no le había creído hasta aquel momento. No creyó que nadie fuera tan osado ni belicoso como para aprovechar el mal de otra ciudad con tal de asustar a la manada y adueñarse de ésta. Jugaban con el miedo, si no obedecíamos sus órdenes acabaríamos muertos. Se equivocaron al pensar que los lobos se dejarían domar. ¡Se equivocaron! Y con ese último pensamiento, perforó con el cuchillo la que debería haber sido la tabla de la mesa.
-Mis funciones no pueden localizar al líder de la manada- el cibernético gigante fue respondiendo a las cuestiones una por una. Mientras, a unos metros de distancia, Jacob preparaba un nuevo madero de fresno para empezar a tallar. - Sucede lo que sucedió en Dundarak. Un villano invisible está devorando a la carne de los lobos y las funciones de éstos son incapaces de detectar que les están devorando.- ¿Fue una risa mecánica lo que escuchó Jacob? ¿Acaso el mensajero se estaba burlando de la manada. Plantó la oreja para escuchar mejor el sonido que el cibernético emitía. No parecía una risa, era como si un montón de espadas cayesen al suelo. ¿Quizás un llanto? - Mis funciones no me permiten ser más literal: vas a ver grasa, vas a sentir una horrible peste atacar tu nariz y la muerte va a llegar a Ulmer antes de que acabe el día. Tengo la función de hablar más alto, pero carezco de alguna función que me permita hablar más claro.- Adie se encogió de hombros y siguió hablando- Desconozco lo que las funciones de los hombres y mujeres de carne os permite o no os permite hacer. No te puedo ayudar a desactivar tus funciones de ingesta y respiración, Fredericksen, lo debes hacer solo-.
Una vez quedaron respondidas todas las preguntas, la multitud de gilipollas se dispersó como si nada hubiera pasado. El cibernético se sentó en el centro de la plaza de Ulmer, el mismo lugar en el que dio el mensaje, y se quedó un largo rato comiendo trozos de tierra y piedras que arrancaba con sus propias garras. No podía apartar la vista de él, había algo que lo atraía a miradlo y no sabía él qué. Se sentía amenazado, aunque el cibernético no le estuviera hablando ni mirando directamente, eso no importaba. La propia presencia del mensajero era una manaza para Jacob Marsh.
Echó un ojo al resto de la manada. Muchos de ellos sentían lo mismo que él. Dennis Schunke e Inga Scharf hacían sus labores diarias sin apartar los ojos del cibernético. ¿Acaso sentían lo mismo que Jacob Marsh? Inga tejía en prenda amorfa en el telar y Dennis cortaba la leña a hachazos. En más de dos ocasiones, la chica estuvo a punto de sacarse un dedo entre los punzones de la máquina y la cabeza del hacha del chico estuvo a punto de salirse del mango. No estaban prestando atención, al igual que Jacob que seguía tallando algo que no tenía la menor idea de qué era.
-No puedo sacar el cubo- dijo un chico, apenas un niño, que intentaba sacar agua del pozo común- creo que hay algo muy pesado encima del cubo-.
Dennis y Jacob, como si estuvieran esperando la llamada del chaval, se acercaron a ayudar a tirar de la cuerda. Adie también se unió pero se quedó unos centímetros alejados de los lobos.
Tiraron con fuerza. Con toda la que eran capaces de conseguir entre los dos hombres y un cibernético. Era como pescar. Allí abajo, había un pez muy gordo. Si lo querían sacar del agua debían de estirar. Con fuerza. ¡Más fuerza! Jacob era el que más cerca del pozo estaba, apoyó sus piernas en la piedra del pozo para hacer un mayor impulso. Dennis, detrás de Jacob, hacía lo que podía.
Después de unos minutos, el pez gordo que habían pescado salió del agua.
La cabeza hinchada de un hombre asomó por la boca del pozo. ¿Estaba vivo? Aquella pregunta, utilizando el vocabulario de Jacob Marsh, era una gilipollez: Estaba muerto.
El cadáver había caído al pozo, por el estado de éste, quizás hacía varios días. La cuerda del cubo había rodeado el cuerpo por la barriga de tal forma que daba la impresión de que fuera una peonza. Los hombres y el cibernético siguieron estiraron sin descanso. El cadáver ya había sacado los brazos y media barriga.
De repente se escuchó un sonido seco, pero viscoso. Como si una masa pan recién horneado se estuvieran quebrando. Esa comparación era más que adecuada pues el olor que producía el obeso al romperse era muy parecido al del pan mohoso.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-¡Grasa y peste!- Adie pareció celebrarlo.
Medio cuerpo del muerto estaba en tierra, la otra mitad cayó otra vez dentro del pozo. Adie se acercó al cadáver, le arrancó la nariz y se la comió con dos mordiscos.
-Mis funciones señalan que lleva 91 horas y 19 minutos 45 segundos muerto. El agua ha hecho que el cadáver se inflase y pareciese más grande y pesado de lo que en realidad era antes de morir ¡Causa de la muerte!-levantó los brazos- El mal invisible. Toda esta agua está contaminada por el mal- se dirigió al extranjero encapuchado- ¿Los hombres de carne podéis desactivar vuestras funciones de ingesta de agua? Todo aquel que haya bebida de aquí está contaminado; el villano lo estará devorando desde su interior-.
-¡Cállate gilipollas!-
Jacob atizó con la mano abierta el careto del mensajero cibernético. La mano le quedó roja del impactó, al gilipollas de hojalata no le hizo nada.
-Esto no es Dundarak, nosotros a nosotros no nos va a pasar lo mismo que a ellos. Y si nos llega a pasar… ¡¿Qué más da?! Nosotros lo solucionaremos. No hemos pedido la ayuda de los extranjeros. No queremos vuestra compasión.-
Fue hacia el porche de la cabaña de Dennis e Inga y cogió el hacha con la que antes Dennis había estado trabajando. Con ella, volvió a golpear la cabeza del cibernético. Le dio directo al ojo produciéndole un corte que le atravesaba la cabeza. El cibernético no se defendió.
-¡No va con vosotros!- con una mano, interrumpió a Dennis e Inga que estuvieron a punto de decirle que parase- Él se lo ha buscado. Nos ha amenazado y ahora dice que todos nosotros estamos enfermos. No, no ha dicho esa palabra. Ha dicho que estamos muertos-.
El segundo hachazo, éste en la pierna izquierda, hizo que el mensajero cayese de rodillas contra el suelo.
- Jacob Marsh:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Dennis e Inga:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
_____________________
Bienvenidos al convoy de los enfermos: Esta misión es sencilla. El objetivo es doble, poneros de acuerdo entre vosotros cómo organizaros. En primer lugar, deberéis proteger a Adie. Jacob Marsh puede acabar herido pero no muerto. Y en segundo lugar, deberéis hacer lo posible para calmar a los habitantes de la manada. Es muy posible que todos los habitantes de Ulmer estén enfermos, infectados por ese muerto que hemos encontrado en el pozo. ¿Cómo hablaréis con ellos? ¿Cómo trataríais a unas personas que saben que van a morir?
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
No me había fijado de la presencia de otra mujer que ya había llegado hasta Adie, por lo visto también tenía varias preguntas que esperaban respuestas… el asunto es que yo no sabía que era el “todo” lo que quería saber y tampoco es como si yo conociera mucho de lo que sucedía, por eso mismo había seguido al bio-cibernético. Por si no fuera poco ahora tenía otra duda ¿El líder de allí había pedido ayuda a cazadores? ¿Qué clase de cazadores?
Para no parecer tan ignorante ante el asunto me llevé una mano a la barbilla y miré pensativo el suelo, aunque en mi mente no pasara nada interesante en ese momento debía parecer conocer algo del tema. Además la mujer parecía ser una de esas mercenarias que siempre lleva más información encima de la que aparentaba tener, posiblemente si era mercenaria, eso explicaba porque buscaba al líder.
Por fortuna Adie había comenzado a hablar y a soltar información, si algo me quedaba claro es que él nunca tomaba decisiones a la ligera. “¿Un villano invisible comiendo a los lobos?” No entendía muy bien aquello, suponía que ese villano era el mismo mal anteriormente mencionado… y si era así debía tratarse de una enfermedad, tuve que seguir escuchando con atención al bio-cibernético para tratar de entender del todo sus palabras.
“Verás grasa y olerás peste.” Aquello podía explicar porque decía que no se podían cumplir las funciones respiratorias… cosa que veía imposible a decir verdad. Por lo último que dijo Adie estaba claro que no sabía que una persona no podía hacer aquello, lo cual me daba a entender algo; si realmente hablaba de una… todo mundo estaba en peligro por igual.
- Si, ya veré como me encargo de eso de no comer o respirar… pero lo veo complicado. – Respondí al gigante quitándole importancia a mis palabras con un movimiento de mano.
Ahora solo me quedaba pensar que hacer, si había un mal invisible allí lo más probable es que también pudiera atacarme; tal vez podía irme aun sin correr peligro pero eso no me quedaba claro… por el momento solo me quedaba esperar y ver que nuevo suceso ocurriría ¿Y qué mejor manera de esperar un mensaje que sentarme al lado del mensajero?
Observé a la mujer que también había buscado respuestas con Adie, supuse que por su lado podía hacer lo suficiente con aquella información, si conocía al líder seguramente estaba allí con algún propósito.
- ¿Acaso el líder de la manada ya sabía lo que iba a ocurrir? – Solté sin pensarlo en voz alta, era lo más razonable si había pedido ayuda de cazadores.
Como de costumbre solo esperaría, acariciando el filo de una flecha y observando como el bio-cibernético comía tierra… cosa que no era normal, seguramente costumbre de su raza. Si en un rato no llegaba algún dato importante no dudaría en irme de allí, seguramente esconderme en los bosques pudiera ser más seguro… claro, si ya no estaba jodido.
Tuve que girarme al escuchar un niño pedir ayuda con una cubeta, un par de sujetos del pueblo no dudaron en acercarse a ayudar, extrañamente Adie también se acercó dejándome solo con la alternativa de seguirle, en aquellos momentos debía ser como una garrapata pegada a su lomo, le seguiría a cualquier sitio.
Mientras Adie y los otros dos sujetos tiraban de la soga yo solo me limitaba a observar, no necesitaban más fuerza para aquel trabajo… y además yo era un ser ágil pero no fuerte, si soportaba caídas de los árboles era porque ya estaba adaptado a esos golpes. El que estaba más cerca del pozo parecía hacer estar haciendo gran fuerza, algo debía haber allí abajo que causara que una labor tan simple como sacar un balde resultara complicada.
Me acerqué al pozo para saber bien que podía ser, pero solo me conseguí con un olor asqueroso y… con la cabeza de alguien saliendo, por lo visto estaban jalando a alguien. Retrocedí rápidamente del sitio y me posicione varios pasos lejos allí, ya entendía porque se les dificultaba tanto, estaban jalando un cuerpo. Poco a poco el cuerpo iba saliendo, cada vez resultaba más asqueroso ver a aquel cadáver; había visto muchas cosas en la vida pero no algo tan asqueroso… ni el cuerpo de un oso muerto siendo devorado por lombrices…bueno, eso también había sido repugnante
Un sonido tan repugnante como el olor que había en el aire acompañó el cuerpo del sujeto partiéndose, tuve que girarme y respirar tratando de controlar las nauseas… cosa inútil ya que terminé vomitando de todos modos a causa del asco producido, eso era mucho peor que ver a una dragona devorando gente y esta vez estaba en lo cierto.
El grito emocionado de Adie me hizo recordar de nuevo toda su plática de la plaga y la peste atacar la nariz, si tanto énfasis hacía en que una peste llegaría a la nariz seguramente debía ser importante evadirla, por algo el mismo había propuesto dejar de respirar. Rápidamente me limpié la boca con el dorso de la mano y cubrí parte de mi rostro con el cuello de la camisa, en aquel momento podía dejar libre mi paranoia sin tener problemas. Tuve la desgracia de girarme en el momento que Adie le arrancaba la nariz al cadáver y se la llevaba a la boca, ya definitivamente había algo mal con él.
-¿Era necesario quitarle la nariz para saber cuando había muerto? – Dije con cierto asco, el funcionamiento de aquel ser cada vez era más raro. – Y no, no podemos desactivar eso Adie, podemos resistir un buen tiempo sin beber algo pero no es saludable… bueno, beber de esa basura no creo que sea muy saludable tampoco.
Aquella charla podía resultar agradable si se le daba su tiempo, cosa que uno de los sujetos que posteriormente había ayudado no parecía tener… hasta parecía enfadado de cierto modo “Hay gente que necesita relajarse un poco en el mundo.” Sacudí un poco la cabeza a modo de negación, ser impulsivo nunca era bueno. El asunto no solo terminó con el insulto, aquel extraño también se había atrevido a agredir a Adie, aunque parecía haberle hecho más daño a él que al gigante de hierro.
- Si llega a pasar algo posiblemente puedan quedar como ese sujeto hinchado… quizá peor, realmente no sé.
El sujeto se retiro un momento para luego regresar con un hacha, no dejó tiempo a reaccionar cuando el primer golpe ya había sido dirigido contra Adie. El gigante parecía tener una grave herida pero aun así no hacía nada… realmente si aquel golpe hubiese sido dirigido a un humano ya la persona se hubiese muerta tan solo con el contacto del utensilio.
- El solo está advirtiéndoles del peligro, no los está amenazando ni les atacó. – Apreté los puños observando al grupo de pueblerinos que parecía conocerse, aquella forma de reaccionar era la peor que podían tomar.
Otro golpe se presentó contra Adie e hizo caer de cierto modo al Bio-cibernético, aquello había estado de más y no iba a quedarme como un idiota viendo como maltrataban al pobre ser; aquel gigante me agradaba, no lo conocía del todo pero en los pocos encuentros que habíamos tenidos había aprendido a respetarlo… aunque me hubiese hecho recorrer medio bosque en busca de una carta.
Retiré el arco de mi carcaj y una flecha de mi carcaj, nunca me había agradado la idea de tener que usar el arco a tan cortas distancias pero no iba a usar una flecha como arma cuerpo a cuerpo, al menos no esta vez. Tensé la flecha sin pensar mucho en el asunto y disparé al hombro del sujeto antes de que pudiera seguir dañando al Bio-cibernetico, aunque aquello había sido un grave error.
- Como decía, en ningún momento se les amenazó como para que tuviesen que recurrir a la fuerza. – Retrocedí un par de pasos y tensé otra flecha en el arco. – Pero creo que ya es muy tarde para hablar. - Sabía que las palabras no ayudarían de nada.
El licántropo del hacha ahora tomaba el arma con más fuerza, los nudillos del hombre estaban blancos y su cara se había puesto roja “Muy bien Fred, sigue buscando problemas en sitios donde no debes”. Esperaba que aquello de que “Los licántropos de Ulmer tienen muy buen olfato” fuese mentira, si aquel sujeto podía oler el miedo que iba creciendo poco a poco dentro de mí seguramente se confiaría.
Cuando noté que el hombre comenzó a avanzar con más rapidez no dudé en disparar otra flecha directo a su rodilla, si él había herido a Adie con un solo golpe no quería imaginar que le pasaría a mis huesos si aquella hacha llegaba a impactarme. La flecha se enterró limpiamente en la rodilla del sujeto, aquello hizo que tropezara dando oportunidad de alejarme aun más.
- Nada de rencores por lo de su amigo ¿Cierto? – Sonreí nerviosamente observando a los otros dos pueblerinos que habían estado junto al agresor, por lo visto eran conocidos de aquel hombre. – Digo… todos vimos que fue en defensa propia y hay cosas más importantes que una pelea… como por ejemplo el muerto en el agua ¿No? – No sabía que tanto pudiera convencer a aquellos de lo que se debía hacer.
El sujeto agresivo ya volvía a estar de pie y la ira en sus ojos no aminoraba; tal como antes, los pueblerinos de Ulmer que aun seguían en las calles se habían congregado para saber que era el alboroto que se estaba formando. Escuché una que otra exclamación en referencia al cuerpo muerto, también referencias a las flechas clavadas en el sujeto del hacha… lo único que tenía claro por ahora es que había sido mala idea ir a Ulmer.
Para no parecer tan ignorante ante el asunto me llevé una mano a la barbilla y miré pensativo el suelo, aunque en mi mente no pasara nada interesante en ese momento debía parecer conocer algo del tema. Además la mujer parecía ser una de esas mercenarias que siempre lleva más información encima de la que aparentaba tener, posiblemente si era mercenaria, eso explicaba porque buscaba al líder.
Por fortuna Adie había comenzado a hablar y a soltar información, si algo me quedaba claro es que él nunca tomaba decisiones a la ligera. “¿Un villano invisible comiendo a los lobos?” No entendía muy bien aquello, suponía que ese villano era el mismo mal anteriormente mencionado… y si era así debía tratarse de una enfermedad, tuve que seguir escuchando con atención al bio-cibernético para tratar de entender del todo sus palabras.
“Verás grasa y olerás peste.” Aquello podía explicar porque decía que no se podían cumplir las funciones respiratorias… cosa que veía imposible a decir verdad. Por lo último que dijo Adie estaba claro que no sabía que una persona no podía hacer aquello, lo cual me daba a entender algo; si realmente hablaba de una… todo mundo estaba en peligro por igual.
- Si, ya veré como me encargo de eso de no comer o respirar… pero lo veo complicado. – Respondí al gigante quitándole importancia a mis palabras con un movimiento de mano.
Ahora solo me quedaba pensar que hacer, si había un mal invisible allí lo más probable es que también pudiera atacarme; tal vez podía irme aun sin correr peligro pero eso no me quedaba claro… por el momento solo me quedaba esperar y ver que nuevo suceso ocurriría ¿Y qué mejor manera de esperar un mensaje que sentarme al lado del mensajero?
Observé a la mujer que también había buscado respuestas con Adie, supuse que por su lado podía hacer lo suficiente con aquella información, si conocía al líder seguramente estaba allí con algún propósito.
- ¿Acaso el líder de la manada ya sabía lo que iba a ocurrir? – Solté sin pensarlo en voz alta, era lo más razonable si había pedido ayuda de cazadores.
Como de costumbre solo esperaría, acariciando el filo de una flecha y observando como el bio-cibernético comía tierra… cosa que no era normal, seguramente costumbre de su raza. Si en un rato no llegaba algún dato importante no dudaría en irme de allí, seguramente esconderme en los bosques pudiera ser más seguro… claro, si ya no estaba jodido.
Tuve que girarme al escuchar un niño pedir ayuda con una cubeta, un par de sujetos del pueblo no dudaron en acercarse a ayudar, extrañamente Adie también se acercó dejándome solo con la alternativa de seguirle, en aquellos momentos debía ser como una garrapata pegada a su lomo, le seguiría a cualquier sitio.
Mientras Adie y los otros dos sujetos tiraban de la soga yo solo me limitaba a observar, no necesitaban más fuerza para aquel trabajo… y además yo era un ser ágil pero no fuerte, si soportaba caídas de los árboles era porque ya estaba adaptado a esos golpes. El que estaba más cerca del pozo parecía hacer estar haciendo gran fuerza, algo debía haber allí abajo que causara que una labor tan simple como sacar un balde resultara complicada.
Me acerqué al pozo para saber bien que podía ser, pero solo me conseguí con un olor asqueroso y… con la cabeza de alguien saliendo, por lo visto estaban jalando a alguien. Retrocedí rápidamente del sitio y me posicione varios pasos lejos allí, ya entendía porque se les dificultaba tanto, estaban jalando un cuerpo. Poco a poco el cuerpo iba saliendo, cada vez resultaba más asqueroso ver a aquel cadáver; había visto muchas cosas en la vida pero no algo tan asqueroso… ni el cuerpo de un oso muerto siendo devorado por lombrices…bueno, eso también había sido repugnante
Un sonido tan repugnante como el olor que había en el aire acompañó el cuerpo del sujeto partiéndose, tuve que girarme y respirar tratando de controlar las nauseas… cosa inútil ya que terminé vomitando de todos modos a causa del asco producido, eso era mucho peor que ver a una dragona devorando gente y esta vez estaba en lo cierto.
El grito emocionado de Adie me hizo recordar de nuevo toda su plática de la plaga y la peste atacar la nariz, si tanto énfasis hacía en que una peste llegaría a la nariz seguramente debía ser importante evadirla, por algo el mismo había propuesto dejar de respirar. Rápidamente me limpié la boca con el dorso de la mano y cubrí parte de mi rostro con el cuello de la camisa, en aquel momento podía dejar libre mi paranoia sin tener problemas. Tuve la desgracia de girarme en el momento que Adie le arrancaba la nariz al cadáver y se la llevaba a la boca, ya definitivamente había algo mal con él.
-¿Era necesario quitarle la nariz para saber cuando había muerto? – Dije con cierto asco, el funcionamiento de aquel ser cada vez era más raro. – Y no, no podemos desactivar eso Adie, podemos resistir un buen tiempo sin beber algo pero no es saludable… bueno, beber de esa basura no creo que sea muy saludable tampoco.
Aquella charla podía resultar agradable si se le daba su tiempo, cosa que uno de los sujetos que posteriormente había ayudado no parecía tener… hasta parecía enfadado de cierto modo “Hay gente que necesita relajarse un poco en el mundo.” Sacudí un poco la cabeza a modo de negación, ser impulsivo nunca era bueno. El asunto no solo terminó con el insulto, aquel extraño también se había atrevido a agredir a Adie, aunque parecía haberle hecho más daño a él que al gigante de hierro.
- Si llega a pasar algo posiblemente puedan quedar como ese sujeto hinchado… quizá peor, realmente no sé.
El sujeto se retiro un momento para luego regresar con un hacha, no dejó tiempo a reaccionar cuando el primer golpe ya había sido dirigido contra Adie. El gigante parecía tener una grave herida pero aun así no hacía nada… realmente si aquel golpe hubiese sido dirigido a un humano ya la persona se hubiese muerta tan solo con el contacto del utensilio.
- El solo está advirtiéndoles del peligro, no los está amenazando ni les atacó. – Apreté los puños observando al grupo de pueblerinos que parecía conocerse, aquella forma de reaccionar era la peor que podían tomar.
Otro golpe se presentó contra Adie e hizo caer de cierto modo al Bio-cibernético, aquello había estado de más y no iba a quedarme como un idiota viendo como maltrataban al pobre ser; aquel gigante me agradaba, no lo conocía del todo pero en los pocos encuentros que habíamos tenidos había aprendido a respetarlo… aunque me hubiese hecho recorrer medio bosque en busca de una carta.
Retiré el arco de mi carcaj y una flecha de mi carcaj, nunca me había agradado la idea de tener que usar el arco a tan cortas distancias pero no iba a usar una flecha como arma cuerpo a cuerpo, al menos no esta vez. Tensé la flecha sin pensar mucho en el asunto y disparé al hombro del sujeto antes de que pudiera seguir dañando al Bio-cibernetico, aunque aquello había sido un grave error.
- Como decía, en ningún momento se les amenazó como para que tuviesen que recurrir a la fuerza. – Retrocedí un par de pasos y tensé otra flecha en el arco. – Pero creo que ya es muy tarde para hablar. - Sabía que las palabras no ayudarían de nada.
El licántropo del hacha ahora tomaba el arma con más fuerza, los nudillos del hombre estaban blancos y su cara se había puesto roja “Muy bien Fred, sigue buscando problemas en sitios donde no debes”. Esperaba que aquello de que “Los licántropos de Ulmer tienen muy buen olfato” fuese mentira, si aquel sujeto podía oler el miedo que iba creciendo poco a poco dentro de mí seguramente se confiaría.
Cuando noté que el hombre comenzó a avanzar con más rapidez no dudé en disparar otra flecha directo a su rodilla, si él había herido a Adie con un solo golpe no quería imaginar que le pasaría a mis huesos si aquella hacha llegaba a impactarme. La flecha se enterró limpiamente en la rodilla del sujeto, aquello hizo que tropezara dando oportunidad de alejarme aun más.
- Nada de rencores por lo de su amigo ¿Cierto? – Sonreí nerviosamente observando a los otros dos pueblerinos que habían estado junto al agresor, por lo visto eran conocidos de aquel hombre. – Digo… todos vimos que fue en defensa propia y hay cosas más importantes que una pelea… como por ejemplo el muerto en el agua ¿No? – No sabía que tanto pudiera convencer a aquellos de lo que se debía hacer.
El sujeto agresivo ya volvía a estar de pie y la ira en sus ojos no aminoraba; tal como antes, los pueblerinos de Ulmer que aun seguían en las calles se habían congregado para saber que era el alboroto que se estaba formando. Escuché una que otra exclamación en referencia al cuerpo muerto, también referencias a las flechas clavadas en el sujeto del hacha… lo único que tenía claro por ahora es que había sido mala idea ir a Ulmer.
Fredericksen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 394
Nivel de PJ : : 2
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
Buscaba respuestas cuando llegué a Ulmer. Nos había llegado un contrato para ayudar en aquel lugar y no había vampiros, no por ahora. ¿Cuántas veces tenía que repetir que mi trabajo era exterminar a esos chupasangres? Allí, junto al cibernético de las premoniciones, me quedé esperando a que resolviera todas mis dudas. Teníamos que desactivar funciones y cosas así a las que no presté mucho caso porque ese tipo hablaba raro. ¿No podía hablar como otros cibernéticos? Rachel también era rarita pero, al menos, hablaba bien, se la entendía. Al ver que no podía localizar al líder de la manada me pregunté, para mí, qué leches estaba haciendo en ese lugar. Y más si veía que la muerte acechaba a cada rato. Estaban enfermos y no sabía cómo se contagiaba ese mal, pero se veía que era muy grave.
El bio-cibernético se sentó y el otro chaval igual. Los miré con sorpresa y comencé a dar vueltas por el camino, buscando alguna pista. Pero nada. Lo único que llamó mi atención fue la voz de un niño, cerca de donde estaban los dos sentados y me fui hacia ellos, pensando que podría ayudar en algo. Cuando llegué sólo estaban sacando agua del pozo. Bah… Era un niño que no podía cargar el cubo, nada más. Lo raro empezó cuando tuvieron que ayudar varios hombres y el cibernético. Ahí me quedé mirando lo que hacían, eso ya era más raro pues, por mucho que pesase el cubo de agua, no eran necesarias tantas manos para empujar.
Lo siguiente que vi fue lo más asqueroso que he visto en toda mi vida. Y he visto cosas asquerosas, pero dejar a un vampiro como un alfiletero no era nada comparado con eso: atrapado en el cubo había un cadáver hinchado que, literalmente, se partió a la mitad, dejando un olor jodidamente desagradable en el ambiente. Al ver cómo todo su cuerpo se separaba en dos y ese hedor no pude evitar llevarme la mano a la boca por las arcadas que me estaban dando. Por más que intentaba contener las ganas de vomitar no sirvió de nada y, al final me tuve que ir a un callejón a echar todo lo que tenía en el estómago. Había sido demasiado, encima ese olor se quedaba metido en la nariz y era peor. Todo eso junto con el sabor asqueroso que quedaba después de haber vomitado. ¡Horrible! Hice gárgaras con un trago de agua de mi cantimplora y lo escupí, pero no se me iba la sensación de quemazón de la boca. Justo salí del callejón para escuchar al robot decir el tiempo que llevaba muerto… Pero de una forma demasiado particular y asquerosa que me hizo meterme en el callejón, de nuevo.
Estaba apoyada en la pared con el codo, apoyando mi frente en el antebrazo, resoplando. En un momento me estaba encontrando fatal por tantas cosas asquerosas que había visto en tan poquito tiempo. Sólo de acordarme del olor se me nublaba la vista y me volvían a entrar las náuseas. Estaba sudando y unos pocos mechones de pelo se me pegaban a la frente. Por los dioses, qué mal cuerpo se me había quedado.
Después de unos minutos tratando de tomar aire fresco, decidí salir, dispuesta a aguantar lo que fuera. Si habían llamado a los cazadores, no era plan de encontrarme así. Tenía que dar una imagen de que nada había ocurrido, aunque mi pálido rostro reflejaba otra cosa distinta. Justó salí cuando uno de los hombres estaba golpeando al robot, que no se movía. El chico de la capucha le disparó en dos ocasiones, tratando de calmar las cosas. Hombre… Calmarlas después de haber disparado…
Ese tipo había sido derribado, pero volvía a la carga sujetando un hacha. Sin pensarlo, cargué una flecha y disparé desde mi posición, luego me fui acercando a donde estaban. El virote impactó en la pierna del hombre y lo caer, haciendo que también la puya de la flecha se clavase en el suelo. - No te muevas. Y escucha. ¡Escuchad todos! - Me acerqué al encapuchado y al cibernético, pero miraba a los habitantes de Ulmer mientras levantaba la voz para que me oyeran. - No sé qué está pasando aquí. Pero este robot sólo os informaba. ¡No ha amenazado a nadie! - No conocía a ese hombre de metal pero sí que era cierto que no había amenazado a nadie, sólo había dicho cosas que, en un principio, hasta a mí me habían parecido tonterías, pero estaba acertando en todo. Lo de “grasa y peste” era muy cierto. - ¡Os está ayudando!
Tenía el arco preparado en una mano y una flecha en la otra, por si hacía falta disparar a alguien más, no quería que se me acercara ninguno de esos seres. El bio-cibernético había dicho que todos los que hubieran bebido agua de ese pozo estaban enfermos y siendo el único lugar que yo había visto desde donde se podía sacar agua, no quería arriesgarme. La gente empezó a ponerse nerviosa ante las palabras del robot. - Dejadlo en paz. Si sabe ciertas cosas y podemos encontrar la solución a la enfermedad no tendremos que volver a ver cosas como esa. ¡No está todo perdido! ¡A lo mejor ese tipo se ahogó! No entréis en pánico. - Moví la mano de la flecha señalando el pozo. - ¡Joder! Si queréis no estar muertos empezad a colaborar, busquemos una solución a todo esto. - Era irónico que yo dijese lo de colaborar, cuando prefería hacer las cosas en solitario. Pero el gremio me había enseñado que, en ocasiones, necesitabas el apoyo de alguien para ayudarte en situaciones peliagudas. Y esta gente me daba igual, pero ahora mismo corríamos peligro todos y, siendo egoísta, no iba a enfermarme por culpa de unos paletos de pueblo que se ponían a discutir y a arrear hachazos a diestro y siniestro. Yo no iba a morir ahí como ese tío del pozo. O colaborábamos y yo me largaba a las Islas. Aquí no había vampiros, mi trabajo no era este.
El bio-cibernético se sentó y el otro chaval igual. Los miré con sorpresa y comencé a dar vueltas por el camino, buscando alguna pista. Pero nada. Lo único que llamó mi atención fue la voz de un niño, cerca de donde estaban los dos sentados y me fui hacia ellos, pensando que podría ayudar en algo. Cuando llegué sólo estaban sacando agua del pozo. Bah… Era un niño que no podía cargar el cubo, nada más. Lo raro empezó cuando tuvieron que ayudar varios hombres y el cibernético. Ahí me quedé mirando lo que hacían, eso ya era más raro pues, por mucho que pesase el cubo de agua, no eran necesarias tantas manos para empujar.
Lo siguiente que vi fue lo más asqueroso que he visto en toda mi vida. Y he visto cosas asquerosas, pero dejar a un vampiro como un alfiletero no era nada comparado con eso: atrapado en el cubo había un cadáver hinchado que, literalmente, se partió a la mitad, dejando un olor jodidamente desagradable en el ambiente. Al ver cómo todo su cuerpo se separaba en dos y ese hedor no pude evitar llevarme la mano a la boca por las arcadas que me estaban dando. Por más que intentaba contener las ganas de vomitar no sirvió de nada y, al final me tuve que ir a un callejón a echar todo lo que tenía en el estómago. Había sido demasiado, encima ese olor se quedaba metido en la nariz y era peor. Todo eso junto con el sabor asqueroso que quedaba después de haber vomitado. ¡Horrible! Hice gárgaras con un trago de agua de mi cantimplora y lo escupí, pero no se me iba la sensación de quemazón de la boca. Justo salí del callejón para escuchar al robot decir el tiempo que llevaba muerto… Pero de una forma demasiado particular y asquerosa que me hizo meterme en el callejón, de nuevo.
Estaba apoyada en la pared con el codo, apoyando mi frente en el antebrazo, resoplando. En un momento me estaba encontrando fatal por tantas cosas asquerosas que había visto en tan poquito tiempo. Sólo de acordarme del olor se me nublaba la vista y me volvían a entrar las náuseas. Estaba sudando y unos pocos mechones de pelo se me pegaban a la frente. Por los dioses, qué mal cuerpo se me había quedado.
Después de unos minutos tratando de tomar aire fresco, decidí salir, dispuesta a aguantar lo que fuera. Si habían llamado a los cazadores, no era plan de encontrarme así. Tenía que dar una imagen de que nada había ocurrido, aunque mi pálido rostro reflejaba otra cosa distinta. Justó salí cuando uno de los hombres estaba golpeando al robot, que no se movía. El chico de la capucha le disparó en dos ocasiones, tratando de calmar las cosas. Hombre… Calmarlas después de haber disparado…
Ese tipo había sido derribado, pero volvía a la carga sujetando un hacha. Sin pensarlo, cargué una flecha y disparé desde mi posición, luego me fui acercando a donde estaban. El virote impactó en la pierna del hombre y lo caer, haciendo que también la puya de la flecha se clavase en el suelo. - No te muevas. Y escucha. ¡Escuchad todos! - Me acerqué al encapuchado y al cibernético, pero miraba a los habitantes de Ulmer mientras levantaba la voz para que me oyeran. - No sé qué está pasando aquí. Pero este robot sólo os informaba. ¡No ha amenazado a nadie! - No conocía a ese hombre de metal pero sí que era cierto que no había amenazado a nadie, sólo había dicho cosas que, en un principio, hasta a mí me habían parecido tonterías, pero estaba acertando en todo. Lo de “grasa y peste” era muy cierto. - ¡Os está ayudando!
Tenía el arco preparado en una mano y una flecha en la otra, por si hacía falta disparar a alguien más, no quería que se me acercara ninguno de esos seres. El bio-cibernético había dicho que todos los que hubieran bebido agua de ese pozo estaban enfermos y siendo el único lugar que yo había visto desde donde se podía sacar agua, no quería arriesgarme. La gente empezó a ponerse nerviosa ante las palabras del robot. - Dejadlo en paz. Si sabe ciertas cosas y podemos encontrar la solución a la enfermedad no tendremos que volver a ver cosas como esa. ¡No está todo perdido! ¡A lo mejor ese tipo se ahogó! No entréis en pánico. - Moví la mano de la flecha señalando el pozo. - ¡Joder! Si queréis no estar muertos empezad a colaborar, busquemos una solución a todo esto. - Era irónico que yo dijese lo de colaborar, cuando prefería hacer las cosas en solitario. Pero el gremio me había enseñado que, en ocasiones, necesitabas el apoyo de alguien para ayudarte en situaciones peliagudas. Y esta gente me daba igual, pero ahora mismo corríamos peligro todos y, siendo egoísta, no iba a enfermarme por culpa de unos paletos de pueblo que se ponían a discutir y a arrear hachazos a diestro y siniestro. Yo no iba a morir ahí como ese tío del pozo. O colaborábamos y yo me largaba a las Islas. Aquí no había vampiros, mi trabajo no era este.
Cassandra C. Harrowmont
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 142
Nivel de PJ : : 1
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
Se encontraba arrodillado en mitad de la plaza, a pocos metros de donde estaba el pozo. Le caía una fina línea de sangre y saliva por la boca. En el lugar donde el extranjero le clavó la primera flecha, había una mancha roja en su camisa. No le dolía, tampoco le dolió cuando se la sacó de un tirón. La mayor molestia que sentía en el hombro era un terrible picor, como ciento de hormigas rojas estuvieran caminando en un mismo lugar. La flecha de la pierna no se atrevió a arrancársela, prefiero dejársela puesta, aunque no se pudiera levantar. Al menos, mientras la tuviera clavada, no sentiría a las hormigas.
Las emociones de su rostro cambiaban por cada segundo, de igual manera podía estar riéndose al imaginarse cuánto daño le había hecho al gilipollas de hojalata como podría gritar de angustia porque una de las hormigas rojas había conseguido penetrar su piel y morderle desde dentro. En el momento en el que el un segundo proyectil atravesó su pierna sana, Jacob Marsh estaba llorando.
Definitivamente, no se iba a levantar. Desde el suelo las vistas eran estupendas, y no lo pensaba solo por el trasero de la extranjera o las delgadas piernas de Inga Scharf; sino que, además, tenía una perspectiva mucho más amplia de todo lo que sucedía en la plaza. Veía a la hojalata arrodillado de la misma manera que él, el extranjero de la capucha levantar los brazos con cordialidad pretendiendo ser amigos de los lobos, la chica nueva, erguida como una estaca de madera, se presentaba como la salvadora de todo y de todos… Jacob era más de consciente de lo que pasaba. Lo que más le fascinó ver, fue ver a Dennis Schunke entrar a escondidas en su casa. Días atrás, Marlowe, le dijo a Jacob que tenía la sospecha de que Schunke ocultaba algo en lo alto de su altillo. Jacob quiso saber qué era, llamó a la puerta de los Schunke y les pidió entrar de buenas y de malas formas. Dennis se negó a dejarle pasar mientras Inga corría en la habitación de arriba (subía al altillo). Escondían algo, no había duda. Jacob Marsh imaginó que Dennis iba a por lo que fuera que estuvieran escondiendo.
Después de terminase el discurso de la extranjera, hubo unos minutos de silencio y de paz. Jacob aprovechó para romper las flechas de sus piernas, las puntas de ésta se las dejó clavadas. Si las sacaba, podía perder mucha sangre y ya había perdido suficiente.
Adie, hojalata mensajera y gilipolleces de funciones, se tocó la cara. Tenía una brecha vertical que le cortaba medio rostro. Jacob esperaba ver un rastro de sangre, aceite, brea o de alguna sustancia similar salir de la herida del cibernético. Sin embargo, no salía nada. La herida era una línea por la que salía un tenue brillo azulado.
-Necesito un herrero que realice sus funciones de reparación conmigo. ¡Grasa, muerte y peste! ¿Quieres que te prediga el futuro? ¡Sabía que era 19! Funciones de reparación y tratamiento de metales. Cibernético mensajero y muchas otras funciones. Los humanos no pueden desactivar sus funciones de respiración. Los humanos necesitan realizar sus funciones de ingesta de agua. Mis funciones pueden ver el futuro en las estrellas. – Adie estaba delirando, repetía frases sin sentido.
-No le ayudéis, dejadla que se muera- dijo Marsh entre risas.
Dennis Schunk, que estaba ayudando a Jacob, retiró su mano y dejó a su compañero en el suelo.
-Deberías callarte si no quieres acabar muerto. Los extranjeros no se andan con chiquitas- dedico una mirada de soslayo a la cazadora.
-No me callaré, - alargó el brazo para cogerse de Dennis - alguien tiene que hablar bien claro. Ya que ninguno de vosotros os atrevéis a decir la verdad, la tengo que decir yo: ¡Llevamos días enfermos!- las palabras le salieron de la boca sin que se estuviera dando cuenta, repetía las mismas frases que Marlowe le había dicho por privado. - No tiene que venir nadie de fuera para decirnos algo que nosotros ya sabíamos, y menos para burlarse de nosotros. Podemos valernos por nuestra propia cuenta-.
Terminó la última frase dando un empujón a Dennis. Jacob se fue cojeando a la cabaña de Benjamin Korlan, el curandero de la manada, mientras maldecía con gruñidos guturales.
-Mensajero,- Dennis se arrodilló delante del cibernético - dime dónde podemos encontrar agua sana. Es importante para nosotros-.
-Dennis Schunke Kantos, suma las letras y dan 19. ¡Grasa y peste! Falta por conocer la muerte. ¿Quieres que prediga tu futuro? Cibernético buscador de agua sana y muchas otras funciones. Hay tres lobos en Ulmer con pozo propio. Dos de ellos han fallecido, el último es Gabriel Marlowe-.
-¿Fallecido?-
-Muerto, difunto, caput, caput-.
-¿Quiénes eran?-
-¡Licántropos fallecidos que se han quedado sin funciones!-
-Jacob tiene razón, estás roto-
Mientras Dennis hablaba con Adie, Inga Scharf cogió del brazo a la cazadora. Le miró fijamente durante unos segundos, quería asegurarse de que esa chica sería la indicada para el trabajo. Parecía muy joven, mala señal. Los jóvenes eran precipitados y miedosos. El ejemplo claro lo tenía a pocos metros de distancia: Jacob Marsh. Él, apenas se llevaba un par de años con Inga, sin embargo, ella pensaba que eran los suficientes. Jacob siempre estaría por debajo, tanto en madurez como en inteligencia. ¿Cuántos años se llevaría con la cazadora? A simple vista, no menos de diez.
-Mi marido y yo hemos sido los que te han hecho venir hasta aquí,- dijo Inga manteniendo la mirada fija en los ojos de la cazadora- ven conmigo-.
Una vez se hubo ido Jacob Marsh, Inga arrastró a la cazadora hacia la puerta trasera de su casa.
-Te lo advierto, no te va a gustar lo que vas a ver aquí dentro. Te voy a pedir dos cosas y me tienes que prometer que las cumplirás.- Puso la llave dentro la cerradura y dejó soltar un amargo resoplido - No me juzgues ni a mí ni a mi marido Dennis. Esa es la primera promesa que me tienes que hacer. La segunda: Por respeto, no vomites-.
Dicho esto, rodó la llave y dejó que la chica pasase primero. Miró hacia la derecha y hacia la izquierda. Deseaba que nadie la hubiera visto. Los rumores corrían más veloces que el viento y Gabriel Marlowe siempre se enteraba de todo. Inga una vaga sensación de que Marlowe tenía planes malvados para la manada. Había conseguido reunir un grupo, no demasiado inteligente de lobos que le reían las gracias y se creían todo aquello que decía. La mitad de las cosas eran mentiras, la otra mitad los rumores que siempre llegaban a sus orejas. Cerró la puerta con la misma fuerza con la que daría un puñetazo a Marlowe.
-Es arriba, vamos- la sequedad de Inga fue en aumento.
La primera habitación era la cocina. Había un par de cubos de agua de pozo que los echó al suelo de una patada. Después de ella un enorme pasillo que acababa en las escaleras. La cazadora subió primero. Una vez en el pio interior, Inga estiró la cuerda del techo que dejaba caer las escaleras para subir al altillo.
-Arriba del todo-.
Nuevamente, la cazadora subió primero. Inga miró por las ventanas para asegurarse que nadie les prestaba atención. Así era, allí abajo estaban entretenidos con lo que fuera que estuviera diciendo el cibernético mensajero.
En el altillo, acomodado entre sábanas y cojines estaba el cadáver del pequeño Aros Schunke. El niño había muerto hacía varios días. Inga no podía decir cuántos con exactitud, para ella parecía siglos. Todas las noches, desde el maldito día, Inga bañaba al cadáver son lociones perfumantes. Lo mantenía limpio para que no oliera y no atrajese a los insectos. Compró, en la cabaña de Benjamin, cremas para que su piel se mantuviera lisa y rosada. Al curandero le dijo que las cremas eran para ella, éste le contestó que no entendía por qué se cuidaba su piel si ya era perfecta. No hablaron sobre Aros, y aquello era buena señal, no sospechaban.
-Están escondiendo a los enfermos. Los entierran en vida o los dejan morirse en el bosque. Lo último, como ya has visto, ha sido tirarlo en el pozo. No cayó, sé que lo tiraron cuando todavía vivía. A mi hijo quise cuidarlo yo. Entiéndelo, sé que soy una madre egoísta: preferí ver morir lentamente a mí hijo que dejar que unos salvajes le matasen y escondieran su cadáver.- por un momento, pareció que iba a saltar y abrazar el cuerpo de Aros, pero se supo contener- Eres una cazadora, tú trabajo es el de proteger a los ciudadanos. Te hice venir para que protejas a mi familia y a toda Ulmer. Quiero que les hagas ver que están enfermos-.
Dos hombres grandes y torpes hombres, enviados de Marlowe, llamaron a la puerta de los Schunke. Tenían órdenes muy concisas, Gabriel las había resumido de forma que hasta el más estúpido lo pudiera entender: Matar.
Fredericksen: Tu objetivo es, relativamente, el más complejo. Debes de cuidar de Adie. Puede aparecer otro loco como Jacob. Aerandir estaría muy triste si perdiese a su mensajero. Por otra parte, deberás elegir a una de las casas que tienen pozo propio independiente al que ha aparecido el muerto. ¿La casa de Marlowe o la casa de alguno de los fallecidos?
Cassandra C. Harrowmont: Inga te ha llevado lejos de donde sucede la acción de Adie, más concretamente, a su propia casa. Te ha mostrado su secreto. Cumple tus servicios como cazadora y protege a la familia Schunke.
Las emociones de su rostro cambiaban por cada segundo, de igual manera podía estar riéndose al imaginarse cuánto daño le había hecho al gilipollas de hojalata como podría gritar de angustia porque una de las hormigas rojas había conseguido penetrar su piel y morderle desde dentro. En el momento en el que el un segundo proyectil atravesó su pierna sana, Jacob Marsh estaba llorando.
Definitivamente, no se iba a levantar. Desde el suelo las vistas eran estupendas, y no lo pensaba solo por el trasero de la extranjera o las delgadas piernas de Inga Scharf; sino que, además, tenía una perspectiva mucho más amplia de todo lo que sucedía en la plaza. Veía a la hojalata arrodillado de la misma manera que él, el extranjero de la capucha levantar los brazos con cordialidad pretendiendo ser amigos de los lobos, la chica nueva, erguida como una estaca de madera, se presentaba como la salvadora de todo y de todos… Jacob era más de consciente de lo que pasaba. Lo que más le fascinó ver, fue ver a Dennis Schunke entrar a escondidas en su casa. Días atrás, Marlowe, le dijo a Jacob que tenía la sospecha de que Schunke ocultaba algo en lo alto de su altillo. Jacob quiso saber qué era, llamó a la puerta de los Schunke y les pidió entrar de buenas y de malas formas. Dennis se negó a dejarle pasar mientras Inga corría en la habitación de arriba (subía al altillo). Escondían algo, no había duda. Jacob Marsh imaginó que Dennis iba a por lo que fuera que estuvieran escondiendo.
Después de terminase el discurso de la extranjera, hubo unos minutos de silencio y de paz. Jacob aprovechó para romper las flechas de sus piernas, las puntas de ésta se las dejó clavadas. Si las sacaba, podía perder mucha sangre y ya había perdido suficiente.
Adie, hojalata mensajera y gilipolleces de funciones, se tocó la cara. Tenía una brecha vertical que le cortaba medio rostro. Jacob esperaba ver un rastro de sangre, aceite, brea o de alguna sustancia similar salir de la herida del cibernético. Sin embargo, no salía nada. La herida era una línea por la que salía un tenue brillo azulado.
-Necesito un herrero que realice sus funciones de reparación conmigo. ¡Grasa, muerte y peste! ¿Quieres que te prediga el futuro? ¡Sabía que era 19! Funciones de reparación y tratamiento de metales. Cibernético mensajero y muchas otras funciones. Los humanos no pueden desactivar sus funciones de respiración. Los humanos necesitan realizar sus funciones de ingesta de agua. Mis funciones pueden ver el futuro en las estrellas. – Adie estaba delirando, repetía frases sin sentido.
-No le ayudéis, dejadla que se muera- dijo Marsh entre risas.
Dennis Schunk, que estaba ayudando a Jacob, retiró su mano y dejó a su compañero en el suelo.
-Deberías callarte si no quieres acabar muerto. Los extranjeros no se andan con chiquitas- dedico una mirada de soslayo a la cazadora.
-No me callaré, - alargó el brazo para cogerse de Dennis - alguien tiene que hablar bien claro. Ya que ninguno de vosotros os atrevéis a decir la verdad, la tengo que decir yo: ¡Llevamos días enfermos!- las palabras le salieron de la boca sin que se estuviera dando cuenta, repetía las mismas frases que Marlowe le había dicho por privado. - No tiene que venir nadie de fuera para decirnos algo que nosotros ya sabíamos, y menos para burlarse de nosotros. Podemos valernos por nuestra propia cuenta-.
Terminó la última frase dando un empujón a Dennis. Jacob se fue cojeando a la cabaña de Benjamin Korlan, el curandero de la manada, mientras maldecía con gruñidos guturales.
-Mensajero,- Dennis se arrodilló delante del cibernético - dime dónde podemos encontrar agua sana. Es importante para nosotros-.
-Dennis Schunke Kantos, suma las letras y dan 19. ¡Grasa y peste! Falta por conocer la muerte. ¿Quieres que prediga tu futuro? Cibernético buscador de agua sana y muchas otras funciones. Hay tres lobos en Ulmer con pozo propio. Dos de ellos han fallecido, el último es Gabriel Marlowe-.
-¿Fallecido?-
-Muerto, difunto, caput, caput-.
-¿Quiénes eran?-
-¡Licántropos fallecidos que se han quedado sin funciones!-
-Jacob tiene razón, estás roto-
_____________________
Mientras Dennis hablaba con Adie, Inga Scharf cogió del brazo a la cazadora. Le miró fijamente durante unos segundos, quería asegurarse de que esa chica sería la indicada para el trabajo. Parecía muy joven, mala señal. Los jóvenes eran precipitados y miedosos. El ejemplo claro lo tenía a pocos metros de distancia: Jacob Marsh. Él, apenas se llevaba un par de años con Inga, sin embargo, ella pensaba que eran los suficientes. Jacob siempre estaría por debajo, tanto en madurez como en inteligencia. ¿Cuántos años se llevaría con la cazadora? A simple vista, no menos de diez.
-Mi marido y yo hemos sido los que te han hecho venir hasta aquí,- dijo Inga manteniendo la mirada fija en los ojos de la cazadora- ven conmigo-.
Una vez se hubo ido Jacob Marsh, Inga arrastró a la cazadora hacia la puerta trasera de su casa.
-Te lo advierto, no te va a gustar lo que vas a ver aquí dentro. Te voy a pedir dos cosas y me tienes que prometer que las cumplirás.- Puso la llave dentro la cerradura y dejó soltar un amargo resoplido - No me juzgues ni a mí ni a mi marido Dennis. Esa es la primera promesa que me tienes que hacer. La segunda: Por respeto, no vomites-.
Dicho esto, rodó la llave y dejó que la chica pasase primero. Miró hacia la derecha y hacia la izquierda. Deseaba que nadie la hubiera visto. Los rumores corrían más veloces que el viento y Gabriel Marlowe siempre se enteraba de todo. Inga una vaga sensación de que Marlowe tenía planes malvados para la manada. Había conseguido reunir un grupo, no demasiado inteligente de lobos que le reían las gracias y se creían todo aquello que decía. La mitad de las cosas eran mentiras, la otra mitad los rumores que siempre llegaban a sus orejas. Cerró la puerta con la misma fuerza con la que daría un puñetazo a Marlowe.
-Es arriba, vamos- la sequedad de Inga fue en aumento.
La primera habitación era la cocina. Había un par de cubos de agua de pozo que los echó al suelo de una patada. Después de ella un enorme pasillo que acababa en las escaleras. La cazadora subió primero. Una vez en el pio interior, Inga estiró la cuerda del techo que dejaba caer las escaleras para subir al altillo.
-Arriba del todo-.
Nuevamente, la cazadora subió primero. Inga miró por las ventanas para asegurarse que nadie les prestaba atención. Así era, allí abajo estaban entretenidos con lo que fuera que estuviera diciendo el cibernético mensajero.
En el altillo, acomodado entre sábanas y cojines estaba el cadáver del pequeño Aros Schunke. El niño había muerto hacía varios días. Inga no podía decir cuántos con exactitud, para ella parecía siglos. Todas las noches, desde el maldito día, Inga bañaba al cadáver son lociones perfumantes. Lo mantenía limpio para que no oliera y no atrajese a los insectos. Compró, en la cabaña de Benjamin, cremas para que su piel se mantuviera lisa y rosada. Al curandero le dijo que las cremas eran para ella, éste le contestó que no entendía por qué se cuidaba su piel si ya era perfecta. No hablaron sobre Aros, y aquello era buena señal, no sospechaban.
-Están escondiendo a los enfermos. Los entierran en vida o los dejan morirse en el bosque. Lo último, como ya has visto, ha sido tirarlo en el pozo. No cayó, sé que lo tiraron cuando todavía vivía. A mi hijo quise cuidarlo yo. Entiéndelo, sé que soy una madre egoísta: preferí ver morir lentamente a mí hijo que dejar que unos salvajes le matasen y escondieran su cadáver.- por un momento, pareció que iba a saltar y abrazar el cuerpo de Aros, pero se supo contener- Eres una cazadora, tú trabajo es el de proteger a los ciudadanos. Te hice venir para que protejas a mi familia y a toda Ulmer. Quiero que les hagas ver que están enfermos-.
_____________________
Dos hombres grandes y torpes hombres, enviados de Marlowe, llamaron a la puerta de los Schunke. Tenían órdenes muy concisas, Gabriel las había resumido de forma que hasta el más estúpido lo pudiera entender: Matar.
_____________________
Fredericksen: Tu objetivo es, relativamente, el más complejo. Debes de cuidar de Adie. Puede aparecer otro loco como Jacob. Aerandir estaría muy triste si perdiese a su mensajero. Por otra parte, deberás elegir a una de las casas que tienen pozo propio independiente al que ha aparecido el muerto. ¿La casa de Marlowe o la casa de alguno de los fallecidos?
Cassandra C. Harrowmont: Inga te ha llevado lejos de donde sucede la acción de Adie, más concretamente, a su propia casa. Te ha mostrado su secreto. Cumple tus servicios como cazadora y protege a la familia Schunke.
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
La desconocida había vuelto a hacerse presente y también disparando una flecha contra el pueblerino, si algo me había quedado claro aquel día aparte de que todos posiblemente iban a morir era que los habitantes de aquel pueblo resistían al menos 3 flechas, cosa que realmente debía aplaudirse… aunque bueno, no es como si se le hubiese disparado en un órgano de mucha importancia “Entonces sería como medio aplauso los que hay que brindarles”.
La mujer era la voz de la razón, expresaba sus ideas mejor de lo que yo hubiese podido hacer, daba hasta la alternativa de que el sujeto del pozo pudo haberse ahogado “Claro que se ahogó… luego de seguramente haber tropezado y agonizado por su enfermedad.” Era lógico, si el sujeto había enfermado seguro había perdido fuerzas y luego ‘caput’ un cuerpo en el agua. Aun así no le quitaba merito a la charla de la mujer, hasta trataba de que el pueblo trabajara en conjunto para que no murieran.
Aprovechando el silencio que ahora reinaba me acerqué a aquella cazadora y le di una palmada en el hombro. – Nos ha salvado, estamos agradecidos.– Comenté por lo bajo para que esta escuchara, le dirigí una mirada a Adie que ahora tenía el rostro deformado de cierta manera por la herida y no evité hacer una mueca. – O al menos yo estoy agradecido… no sé si él diga lo mismo después de tal golpe.
Mi teoría de que Adie podía estar mal fue confirmada cuando el mismo comenzó a decir cosas sin sentidos, tal vez estuviese ya delirando “Oh no, se va a morir… si es que puede morir.” No tenía en claro que aquel gigante de hierro podría conocer a la muerte pero no me quería arriesgar a tener la respuesta en ese momento, Adie había resultado útil para saber una que otra cosa y sería malo perderlo y claro estaba que aquello sería triste, el gigante de hierro era agradable.
- Sorprendente, aun tienes energía para molestar. - Mascullé después de escuchar al herido, aquel sujeto merecía el aplauso completo, su insistencia se lo había ganado totalmente.
Fue bueno ver que el propio compañero del sujeto le daba una advertencia, parecía que el que el herido era el único idiota allí o al menos el único idiota que lo daba a notar “Porque claramente Fred, los genios disparan a habitantes de un poblado”. El pueblerino herido ignoró la advertencia y siguió con el parloteo, todo iba “normal” hasta que dijo algo importante, ya sabían que estaban enfermos.
- ¿Nos estábamos burlando de ellos? Yo al menos no. – Comenté a la cazadora con cierta curiosidad, creí que habíamos dejado en claro que solo tratábamos de ayudar de cierta forma.
El herido se fue a quien sabe dónde, seguro a un rincón triste y oscuro a aceptar que había hecho algo malo aquel día, realmente no me importaba mucho lo que hiciera ese sujeto. Tuve que centrar mi atención en el compañero de aquel hombre, se había acercado a Adie aunque no parecía tener ganas de atacar. Me acerqué un par de pasos para escuchar mejor la charla que comenzaba a tomar forma.
Lo primero que respondió Adie fue el nombre de aquel hombre “Vaya nombre tan largo”. Cuando el bio-cibernético dijo que la suma de las letras daba 19 no aguanté la tentación de contarlas, hasta usé los dedos para aquel acto y quién lo diría, si daba 19. Los datos que soltaba Adie parecían incoherentes, no se parecían mucho a las respuestas que solía dar… aunque tampoco le entendía mucho cuando hablaba con "normalidad".
- Pues con un agujero así en la cara cualquiera hablaría sin sentido. – Dije observando al tal Dennis. – Pero tal vez tenga razón en su desvarió ¿Hay algún Gabriel Marlowe en este pueblo? – Un asentimiento de cabeza fue la respuesta de Dennis, una respuesta que daba a entender que Adie podía saber lo que decía.
“Tres lobos en Ulmer con pozo propio y dos ya están muertos.” Repetí mentalmente observando las nubes “El tercero es ese tal Gabriel… pero si aquel tal Gabriel no aceptaba compartir agua debemos buscar los otros dos pozos.” Inconscientemente había sacado una flecha del carcaj y comenzaba a acariciar el filo de esta ¿Por qué debía quedarme? Si todos estaban enfermos era un peligro, lo más sensato era largarme ¿Por qué lo hacía? “Porque te molesta ser un inútil, por eso.” Aquello lo había dicho una vez mi maestro, no recordaba bien porque me había dicho aquello, seguro una tontería, hasta cabía la posibilidad de que mi imaginación hubiese creado aquel recuerdo.
Un hilo de sangre ya brotaba de mi pulgar, me había perdido en mis pensamientos y no calculaba la fuerza con la cual deslizaba el dedo por la hoja de hierro. “¿Pero cómo se supone que sepa dónde buscar?” Podía preguntarle a Adie, solo existía el problema de que volviera a repetir lo mismo una y otra vez “No preguntes cosas de las cuales ya tienes respuesta”. Arrugué el ceño y dejé de acariciar la flecha, ya me preocupaba que estuviese escuchando la voz de Gillidan cada 5 minutos, eso no podía ser buena señal.
- Aunque tiene razón. – Regresé la mirada al Bio-cibernético y al pueblerino. – Las preguntas son monótonas y simples, las dices de forma diferente pero atraen a la misma respuesta. – Me acerqué a Adie y lo observé directamente a los ojos, tratando de ignorar esa brecha en su rostro, aquello se podría resolver después. – Muy bien Adie, amigo, presta tención. – Coloqué las manos en los hombros del gigante y pensé bien la pregunta. – Ya sabemos que le pasó a los licántropos y que es “estar fallecido” ¿Pero conoces el nombre de los licántropos muertos?
Aquel modo de hablar lento siempre había sido usado por mi maestro, siempre tuve problemas para entender cosas y decía algo como “A una mente lenta hay que hablarle lento.” “Maldición, me estaba insultando a su manera.” Sacudí la cabeza queriendo alejar ya todos esos recuerdos y aquella voz, nunca estaba mal una pequeña ayuda del pasado pero una regresión de aquellas podía resultar peligrosa.
- Dennis ¿Cierto? – pregunté al pueblerino. – Por lo visto no tenemos otra opción que ayudarnos mutuamente. – Encogí los hombros y retiré la capucha de mi rostro, supuse que mostrando la cara podía ganar algo de confianza. – Espero que no te moleste un par de sugerencias, si mi amigo herido llega a soltar algún nombre que reconozcas sería buena idea mandar un grupo de personas a los hogares de estos licántropos difuntos… ya sabes para que busquen el agua. Por otro lado, nosotros podríamos buscar a ese tal Gabriel Marlowe y pedirle que nos deje usar su pozo, si es que tiene alguno. – Llevé el pulgar a mi boca y comencé a limpiar la sangre de la herida hecha por la flecha, como de costumbre la saliva era la mejor medicina. – Solo son ideas, por mi no hay problema si quieren volverse un caos y no saber qué hacer mientras yo me quedo observando junto a mi amigo de metal… o mientras ambos nos vamos.
Observé a los alrededores dándome cuenta de un nuevo detalle, la salvadora ya no estaba “Muy bien Fred, entonces deja de hablar como alguien valiente, ya no tienes a nadie que te proteja.” Un muy mal momento para que la mujer se hubiese ido, aun así no podía flaquear en mis palabras. – Espero que seas tan inteligente como luces y aceptes las sugerencias.
La mujer era la voz de la razón, expresaba sus ideas mejor de lo que yo hubiese podido hacer, daba hasta la alternativa de que el sujeto del pozo pudo haberse ahogado “Claro que se ahogó… luego de seguramente haber tropezado y agonizado por su enfermedad.” Era lógico, si el sujeto había enfermado seguro había perdido fuerzas y luego ‘caput’ un cuerpo en el agua. Aun así no le quitaba merito a la charla de la mujer, hasta trataba de que el pueblo trabajara en conjunto para que no murieran.
Aprovechando el silencio que ahora reinaba me acerqué a aquella cazadora y le di una palmada en el hombro. – Nos ha salvado, estamos agradecidos.– Comenté por lo bajo para que esta escuchara, le dirigí una mirada a Adie que ahora tenía el rostro deformado de cierta manera por la herida y no evité hacer una mueca. – O al menos yo estoy agradecido… no sé si él diga lo mismo después de tal golpe.
Mi teoría de que Adie podía estar mal fue confirmada cuando el mismo comenzó a decir cosas sin sentidos, tal vez estuviese ya delirando “Oh no, se va a morir… si es que puede morir.” No tenía en claro que aquel gigante de hierro podría conocer a la muerte pero no me quería arriesgar a tener la respuesta en ese momento, Adie había resultado útil para saber una que otra cosa y sería malo perderlo y claro estaba que aquello sería triste, el gigante de hierro era agradable.
- Sorprendente, aun tienes energía para molestar. - Mascullé después de escuchar al herido, aquel sujeto merecía el aplauso completo, su insistencia se lo había ganado totalmente.
Fue bueno ver que el propio compañero del sujeto le daba una advertencia, parecía que el que el herido era el único idiota allí o al menos el único idiota que lo daba a notar “Porque claramente Fred, los genios disparan a habitantes de un poblado”. El pueblerino herido ignoró la advertencia y siguió con el parloteo, todo iba “normal” hasta que dijo algo importante, ya sabían que estaban enfermos.
- ¿Nos estábamos burlando de ellos? Yo al menos no. – Comenté a la cazadora con cierta curiosidad, creí que habíamos dejado en claro que solo tratábamos de ayudar de cierta forma.
El herido se fue a quien sabe dónde, seguro a un rincón triste y oscuro a aceptar que había hecho algo malo aquel día, realmente no me importaba mucho lo que hiciera ese sujeto. Tuve que centrar mi atención en el compañero de aquel hombre, se había acercado a Adie aunque no parecía tener ganas de atacar. Me acerqué un par de pasos para escuchar mejor la charla que comenzaba a tomar forma.
Lo primero que respondió Adie fue el nombre de aquel hombre “Vaya nombre tan largo”. Cuando el bio-cibernético dijo que la suma de las letras daba 19 no aguanté la tentación de contarlas, hasta usé los dedos para aquel acto y quién lo diría, si daba 19. Los datos que soltaba Adie parecían incoherentes, no se parecían mucho a las respuestas que solía dar… aunque tampoco le entendía mucho cuando hablaba con "normalidad".
- Pues con un agujero así en la cara cualquiera hablaría sin sentido. – Dije observando al tal Dennis. – Pero tal vez tenga razón en su desvarió ¿Hay algún Gabriel Marlowe en este pueblo? – Un asentimiento de cabeza fue la respuesta de Dennis, una respuesta que daba a entender que Adie podía saber lo que decía.
“Tres lobos en Ulmer con pozo propio y dos ya están muertos.” Repetí mentalmente observando las nubes “El tercero es ese tal Gabriel… pero si aquel tal Gabriel no aceptaba compartir agua debemos buscar los otros dos pozos.” Inconscientemente había sacado una flecha del carcaj y comenzaba a acariciar el filo de esta ¿Por qué debía quedarme? Si todos estaban enfermos era un peligro, lo más sensato era largarme ¿Por qué lo hacía? “Porque te molesta ser un inútil, por eso.” Aquello lo había dicho una vez mi maestro, no recordaba bien porque me había dicho aquello, seguro una tontería, hasta cabía la posibilidad de que mi imaginación hubiese creado aquel recuerdo.
Un hilo de sangre ya brotaba de mi pulgar, me había perdido en mis pensamientos y no calculaba la fuerza con la cual deslizaba el dedo por la hoja de hierro. “¿Pero cómo se supone que sepa dónde buscar?” Podía preguntarle a Adie, solo existía el problema de que volviera a repetir lo mismo una y otra vez “No preguntes cosas de las cuales ya tienes respuesta”. Arrugué el ceño y dejé de acariciar la flecha, ya me preocupaba que estuviese escuchando la voz de Gillidan cada 5 minutos, eso no podía ser buena señal.
- Aunque tiene razón. – Regresé la mirada al Bio-cibernético y al pueblerino. – Las preguntas son monótonas y simples, las dices de forma diferente pero atraen a la misma respuesta. – Me acerqué a Adie y lo observé directamente a los ojos, tratando de ignorar esa brecha en su rostro, aquello se podría resolver después. – Muy bien Adie, amigo, presta tención. – Coloqué las manos en los hombros del gigante y pensé bien la pregunta. – Ya sabemos que le pasó a los licántropos y que es “estar fallecido” ¿Pero conoces el nombre de los licántropos muertos?
Aquel modo de hablar lento siempre había sido usado por mi maestro, siempre tuve problemas para entender cosas y decía algo como “A una mente lenta hay que hablarle lento.” “Maldición, me estaba insultando a su manera.” Sacudí la cabeza queriendo alejar ya todos esos recuerdos y aquella voz, nunca estaba mal una pequeña ayuda del pasado pero una regresión de aquellas podía resultar peligrosa.
- Dennis ¿Cierto? – pregunté al pueblerino. – Por lo visto no tenemos otra opción que ayudarnos mutuamente. – Encogí los hombros y retiré la capucha de mi rostro, supuse que mostrando la cara podía ganar algo de confianza. – Espero que no te moleste un par de sugerencias, si mi amigo herido llega a soltar algún nombre que reconozcas sería buena idea mandar un grupo de personas a los hogares de estos licántropos difuntos… ya sabes para que busquen el agua. Por otro lado, nosotros podríamos buscar a ese tal Gabriel Marlowe y pedirle que nos deje usar su pozo, si es que tiene alguno. – Llevé el pulgar a mi boca y comencé a limpiar la sangre de la herida hecha por la flecha, como de costumbre la saliva era la mejor medicina. – Solo son ideas, por mi no hay problema si quieren volverse un caos y no saber qué hacer mientras yo me quedo observando junto a mi amigo de metal… o mientras ambos nos vamos.
Observé a los alrededores dándome cuenta de un nuevo detalle, la salvadora ya no estaba “Muy bien Fred, entonces deja de hablar como alguien valiente, ya no tienes a nadie que te proteja.” Un muy mal momento para que la mujer se hubiese ido, aun así no podía flaquear en mis palabras. – Espero que seas tan inteligente como luces y aceptes las sugerencias.
Fredericksen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 394
Nivel de PJ : : 2
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
- Yo no me estoy burlando de nadie. - Comenté en respuesta al desconocido, aunque sí pensaba que eran unos paletos pueblerinos. Pero eso me lo guardaba, mejor. Luego me quedé mirando a todos los que hablaban. Cada uno tenía que dar su opinión sobre lo que ocurría y no pude evitar resoplar con hastío porque seguían igual. No colaboraban e iban a enfermar. ¡Cosa suya! Yo tenía un barco que me esperaba para llevarme a las Islas, que les dieran por culo si no querían salvarse. Estaba dispuesta a irme, pero una mujer me agarró del brazo y me llevó a su casa. - ¡Eh! ¡Espera! - Parecía querer ocultar algo, pues iba con mucho disimulo hacia su vivienda. Al principio era reticente a entrar, pero la curiosidad me superaba y quería saber qué tenía ahí que con tanto ahínco quería esconder, pero me quería enseñar a mí.
Entré la primera, aún con la flecha en la mano y el arco en la otra. Al más mínimo atisbo de que alguien se me acercase le iba a clavar un virote en la cabeza. No quería enfermarme y era lógico que si me tocaban acabaría contagiándome. Resoplé de nuevo, no paraba de subir. - ¿A dónde me llevas? - A lo mejor hubiese sido mejor idea quedarme en la plaza aquella. Aunque, pensando cómo se estaban comportando y la mano tan rápida que tenían a la hora de sacar las armas, estaba más protegida aquí. Parecía que no había nadie así que si tenía que defenderme era sólo de una mujer. En la plaza tendría que enfrentarme al pueblo y ya me había tocado vivir una muchedumbre enfurecida cerca de aquí. Tratar con catetos de pueblo era algo difícil. Tenían la mente más plana que la superficie de una mesa.
Encima la mujer esta me decía que no me iba a gustar y que tenía que prometer ciertas cosas, como no juzgar sus actos o no vomitar. Bueno, creo que después de lo del pozo, pocas cosas harían que sacase el contenido de mi estómago. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y casi me da una arcada al pensar en lo que había visto en el pozo, pero lo disimulé con una mueca y asentí poco crédula ante lo que me esperaba en el último piso.
Seguí subiendo hasta el altillo. - Oye, ¿me vas a decir a dónde vamos? - Comenté ya un poco nerviosa. Pero no hizo falta que me dijera nada, en cuanto aparecí por la trampilla lo vi. ¡Era un crío! Parecía que estaba dormido entre sábanas en un camastro improvisado. Me acerqué un poco más a ver qué sucedía con esa criatura. No daba el aspecto de un muerto, tal vez sí estuviese dormido de verdad. Pero pronto confirmé que no estaba vivo. Clavé la vista en el pecho del chico, que no se movía, y no había hecho ningún tipo de movimiento desde que habían llegado. La mujer, Inga, estaba hablando. Giré levemente la cabeza hacia ella, incrédula todavía por lo que estaba viendo. ¿¡Por qué mierdas tenía un cadáver ahí!? Podía entender que se tuviera tanto apego a alguien, nosotros habíamos vivido algo parecido pero… ¿Una vez muerto? ¿No era mejor ofrecer un funeral digno y que su alma se la llevasen los dioses? La verdad es que no entendía bien las costumbres de los salvajes esos, este reino no es que me gustase demasiado.
Trataba de entender su punto pero ver al cadáver del niño ahí me daba muy mal rollo. ¡La mujer estaba loca! Fue reticente a creerla en un primer momento, aunque viendo lo salvajes que eran casi coincidían esas prácticas que contaba Inga. - ¿Y no se les ha ocurrido que es mejor separarlos del resto y ya? - Rodé los ojos, resoplando de nuevo. Aunque… Había que pensar en qué podía pasar si no acababan con los enfermos. La epidemia se podía expandir y sería peor. A veces era buena solución esa de acabar con los contagiados, pero no de esa forma tan asquerosa. - ¿Los entierran vivos? - Fue la peor de las muertes que me había podido imaginar, y yo la había usado, pero en defensa propia o contra algún chupasangres. - Y tú lo has dicho: soy una cazadora. Pero mi trabajo es matar vampiros, no ayudar a los ciudadanos. - Me quise retirar de ese asunto y volverme a las Islas. Era cosa de ellos cómo gestionasen la enfermedad.
De hecho, iba a irme. Hasta que alguien llamó a la puerta. Al instante miré a Inga con cierta desconfianza. No sabía si me había intentado tender una trampa y encerrarme en la casa o era verdad que iban a ir a por su hijo y ella lo estaba protegiendo.
Alcé el arco y, aunque estábamos arriba del todo, lo preparé para lo que pudiera pasar. Esa gente era demasiado bruta como para andarme con diálogos. Era casi como tratar con las sanguijuelas de la noche. - ¿Quién llama? - Insté con algo de enfado en mi voz, la mujer parecía tener miedo al escuchar el sonido de los puños tocar la madera. - Como sea una trampa te mataré.
- ¡No es una trampa! - Susurró de mala gana, ofendida por lo que había dicho. Se supone que ella me había contratado para proteger a su familia, no iba a dejarme tirada. Se supone, claro, porque en este mundo ya había visto de todo.
Veía lógico que acabasen con los enfermos, pero no de forma tan salvaje, así que una parte de mí quiso ayudar pese a saber que esta no era mi lucha. Estaría más a gusto en Beltrexus, pero bastante daño habían hecho ya los cazadores que yo contraté hacía un tiempo y tenía que lavar tanto mi imagen como la del gremio. No podía irme por mucho que quisiera. Esos inútiles que habían llevado nuestro logo mataban en mi nombre y la imagen que teníamos ahora era nefasta. Bastante que esta persona nos había contratado…
Hacía un tiempo ya que apenas entraban contratos y solían ser minucias, estábamos perdiendo ingresos.
Con resignación volví la mirada hacia Inga. - Te ayudaré. - Ella correspondió con una media sonrisa de satisfacción y alivio. No sabía aún todo lo que tenía que tragar para enmendar los errores que cometí con la antigua contratación. En esa época me daba igual quien viniera a servirnos, no pensaba en si sus intenciones eran buenas o malas, simplemente quería disfrutar de mi victoria.
Con el arco preparado bajé las escaleras muy despacio, tratando de hacer el menor ruido posible. - Tú primera. - Sin rechistar, aunque con algo de miedo e inseguridad, avanzó delante de mí. Si pretendía traicionarme la tendría a tiro y si era atacada podría defenderla desde atrás.
Lo que ella hiciera con el cadáver de su hijo era cosa suya, no iba a meterme pese a que me pareciera un acto de locura.
- ¡Abre, Inga! ¡Venimos a hacerte una visita! - La voz grave y tosca de un hombre fue lo único que se escuchó. Miré a la mujer, que cada peldaño que bajaba parecía conducirla a un infierno, y llamé su atención tocándola el hombro.
- Abre. Yo te cubriré. - Susurré muy bajito y me oculté tras una de las paredes de la casa. En cuanto dejó de verme parecía estar más atemorizada, pero la mujer confiaba en que hubiese hecho una buena elección en su contrato. Abrió, y al instante irrumpieron en su casa dos hombres de gran tamaño ataviados con pieles y armas rudimentarias, para golpear. Uno llevaba una especie de mazo y el otro un hacha con poco filo.
- Has tardado mucho, mujer. ¡Casi nos morimos esperando! - Se acercaron a ella, cerrando la puerta a sus espaldas. - Bueno, bueno. - Empezó. - Nos han llegado ciertos rumores de que ocultas algo en esta casa…
- No oculto nada. - Se mantuvo seria, apoyada en las escaleras.
- Déjanos comprobarlo. - Sonreían abiertamente, como si hubiesen encontrado un tesoro. Tras la pared, yo me estaba muriendo de rabia solo con escuchar la forma altanera en la que hablaban. Malditos pueblerinos…
En cuanto empujaron a la mujer, salí de detrás de mi escondite, girándome hacia ellos con el arco ya en ristre, apuntando hacia mis objetivos. - Si dais un solo paso os atravieso a ambos a la vez. - Amenacé con voz baja. - ¿Qué hacéis en esta casa?
Me fui acercando poco a poco hasta quedar a unos tres metros de ellos. Los tenía muy a tiro y difícilmente podía fallar tal y como estaban colocados. Ambos me miraron con una mezcla de sorpresa e incredulidad. No esperaban que estuviera ahí. Tensé la cuerda del arco dispuesta a callarlos para siempre si se atrevían a moverse sin responder a mis preguntas.
Entré la primera, aún con la flecha en la mano y el arco en la otra. Al más mínimo atisbo de que alguien se me acercase le iba a clavar un virote en la cabeza. No quería enfermarme y era lógico que si me tocaban acabaría contagiándome. Resoplé de nuevo, no paraba de subir. - ¿A dónde me llevas? - A lo mejor hubiese sido mejor idea quedarme en la plaza aquella. Aunque, pensando cómo se estaban comportando y la mano tan rápida que tenían a la hora de sacar las armas, estaba más protegida aquí. Parecía que no había nadie así que si tenía que defenderme era sólo de una mujer. En la plaza tendría que enfrentarme al pueblo y ya me había tocado vivir una muchedumbre enfurecida cerca de aquí. Tratar con catetos de pueblo era algo difícil. Tenían la mente más plana que la superficie de una mesa.
Encima la mujer esta me decía que no me iba a gustar y que tenía que prometer ciertas cosas, como no juzgar sus actos o no vomitar. Bueno, creo que después de lo del pozo, pocas cosas harían que sacase el contenido de mi estómago. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y casi me da una arcada al pensar en lo que había visto en el pozo, pero lo disimulé con una mueca y asentí poco crédula ante lo que me esperaba en el último piso.
Seguí subiendo hasta el altillo. - Oye, ¿me vas a decir a dónde vamos? - Comenté ya un poco nerviosa. Pero no hizo falta que me dijera nada, en cuanto aparecí por la trampilla lo vi. ¡Era un crío! Parecía que estaba dormido entre sábanas en un camastro improvisado. Me acerqué un poco más a ver qué sucedía con esa criatura. No daba el aspecto de un muerto, tal vez sí estuviese dormido de verdad. Pero pronto confirmé que no estaba vivo. Clavé la vista en el pecho del chico, que no se movía, y no había hecho ningún tipo de movimiento desde que habían llegado. La mujer, Inga, estaba hablando. Giré levemente la cabeza hacia ella, incrédula todavía por lo que estaba viendo. ¿¡Por qué mierdas tenía un cadáver ahí!? Podía entender que se tuviera tanto apego a alguien, nosotros habíamos vivido algo parecido pero… ¿Una vez muerto? ¿No era mejor ofrecer un funeral digno y que su alma se la llevasen los dioses? La verdad es que no entendía bien las costumbres de los salvajes esos, este reino no es que me gustase demasiado.
Trataba de entender su punto pero ver al cadáver del niño ahí me daba muy mal rollo. ¡La mujer estaba loca! Fue reticente a creerla en un primer momento, aunque viendo lo salvajes que eran casi coincidían esas prácticas que contaba Inga. - ¿Y no se les ha ocurrido que es mejor separarlos del resto y ya? - Rodé los ojos, resoplando de nuevo. Aunque… Había que pensar en qué podía pasar si no acababan con los enfermos. La epidemia se podía expandir y sería peor. A veces era buena solución esa de acabar con los contagiados, pero no de esa forma tan asquerosa. - ¿Los entierran vivos? - Fue la peor de las muertes que me había podido imaginar, y yo la había usado, pero en defensa propia o contra algún chupasangres. - Y tú lo has dicho: soy una cazadora. Pero mi trabajo es matar vampiros, no ayudar a los ciudadanos. - Me quise retirar de ese asunto y volverme a las Islas. Era cosa de ellos cómo gestionasen la enfermedad.
De hecho, iba a irme. Hasta que alguien llamó a la puerta. Al instante miré a Inga con cierta desconfianza. No sabía si me había intentado tender una trampa y encerrarme en la casa o era verdad que iban a ir a por su hijo y ella lo estaba protegiendo.
Alcé el arco y, aunque estábamos arriba del todo, lo preparé para lo que pudiera pasar. Esa gente era demasiado bruta como para andarme con diálogos. Era casi como tratar con las sanguijuelas de la noche. - ¿Quién llama? - Insté con algo de enfado en mi voz, la mujer parecía tener miedo al escuchar el sonido de los puños tocar la madera. - Como sea una trampa te mataré.
- ¡No es una trampa! - Susurró de mala gana, ofendida por lo que había dicho. Se supone que ella me había contratado para proteger a su familia, no iba a dejarme tirada. Se supone, claro, porque en este mundo ya había visto de todo.
Veía lógico que acabasen con los enfermos, pero no de forma tan salvaje, así que una parte de mí quiso ayudar pese a saber que esta no era mi lucha. Estaría más a gusto en Beltrexus, pero bastante daño habían hecho ya los cazadores que yo contraté hacía un tiempo y tenía que lavar tanto mi imagen como la del gremio. No podía irme por mucho que quisiera. Esos inútiles que habían llevado nuestro logo mataban en mi nombre y la imagen que teníamos ahora era nefasta. Bastante que esta persona nos había contratado…
Hacía un tiempo ya que apenas entraban contratos y solían ser minucias, estábamos perdiendo ingresos.
Con resignación volví la mirada hacia Inga. - Te ayudaré. - Ella correspondió con una media sonrisa de satisfacción y alivio. No sabía aún todo lo que tenía que tragar para enmendar los errores que cometí con la antigua contratación. En esa época me daba igual quien viniera a servirnos, no pensaba en si sus intenciones eran buenas o malas, simplemente quería disfrutar de mi victoria.
Con el arco preparado bajé las escaleras muy despacio, tratando de hacer el menor ruido posible. - Tú primera. - Sin rechistar, aunque con algo de miedo e inseguridad, avanzó delante de mí. Si pretendía traicionarme la tendría a tiro y si era atacada podría defenderla desde atrás.
Lo que ella hiciera con el cadáver de su hijo era cosa suya, no iba a meterme pese a que me pareciera un acto de locura.
- ¡Abre, Inga! ¡Venimos a hacerte una visita! - La voz grave y tosca de un hombre fue lo único que se escuchó. Miré a la mujer, que cada peldaño que bajaba parecía conducirla a un infierno, y llamé su atención tocándola el hombro.
- Abre. Yo te cubriré. - Susurré muy bajito y me oculté tras una de las paredes de la casa. En cuanto dejó de verme parecía estar más atemorizada, pero la mujer confiaba en que hubiese hecho una buena elección en su contrato. Abrió, y al instante irrumpieron en su casa dos hombres de gran tamaño ataviados con pieles y armas rudimentarias, para golpear. Uno llevaba una especie de mazo y el otro un hacha con poco filo.
- Has tardado mucho, mujer. ¡Casi nos morimos esperando! - Se acercaron a ella, cerrando la puerta a sus espaldas. - Bueno, bueno. - Empezó. - Nos han llegado ciertos rumores de que ocultas algo en esta casa…
- No oculto nada. - Se mantuvo seria, apoyada en las escaleras.
- Déjanos comprobarlo. - Sonreían abiertamente, como si hubiesen encontrado un tesoro. Tras la pared, yo me estaba muriendo de rabia solo con escuchar la forma altanera en la que hablaban. Malditos pueblerinos…
En cuanto empujaron a la mujer, salí de detrás de mi escondite, girándome hacia ellos con el arco ya en ristre, apuntando hacia mis objetivos. - Si dais un solo paso os atravieso a ambos a la vez. - Amenacé con voz baja. - ¿Qué hacéis en esta casa?
Me fui acercando poco a poco hasta quedar a unos tres metros de ellos. Los tenía muy a tiro y difícilmente podía fallar tal y como estaban colocados. Ambos me miraron con una mezcla de sorpresa e incredulidad. No esperaban que estuviera ahí. Tensé la cuerda del arco dispuesta a callarlos para siempre si se atrevían a moverse sin responder a mis preguntas.
Cassandra C. Harrowmont
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 142
Nivel de PJ : : 1
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
Gabriel Marlowe era conocido por su infinidad de hazañas, cada cual peor que la anterior. Se decía que, algunos años atrás, fue el macho alfa de una tribu ajena a la Manada. Una leyenda como muchas otras que pudiera haber. Lo cierto era que jamás existió dicho tribu y él nunca había sido alfa; al menos, oficialmente, nunca lo fue. Marlowe era la clase de personas que hablaba en las sombras y éstas extendían sus palabras por todo el bosque. Con un simple chasqueo de dedos, podía hacer mandar a un par de matones a tu casa. Años atrás, cuando estaba aprendiendo a utilizar su lengua ponzoñosa, era todavía peor. Las opiniones respecto a él se separaron en dos, por un lado estaban los que querían hablar con él y aprender de las artimañas que contaba y por otro estaban los lobos que tenían miedo del auge de Marlowe en la Manada. Una palabra suya llegaba antes a los oídos de los lobos que las del mismísimo alfa; tal vez, por eso se había creído que había convertido en el macho alfa.
Otra historia, una que Jacob Marsh recordaba con especial afecto, relataba cómo Marlowe había conseguido una de las casas más lujosas de toda Ulmer. Aquí los edificios no eran como en las ciudades humanas, ni mucho menos; eran casas rurales, diseñadas esencialmente para mantener a la familia y a los animales de la granja. Pocas casas eran las que destacaban en la aldea, una de ellas, quizás la que más, era la de Gabriel Marlowe. Según contaba la leyenda, él mismo le había mandado fabricar y hombres de todas las ciudades y razas, vinieron a construirla. Elfos, humanos, brujos y vampiros; sería un espectáculo haberlos visto alguna vez trabajar unidos. La verdad era muy diferente; todo el mundo la conocía, incluso el gilipollas de Dennis y su mujer, sin embargo preferían repetir las mentiras que el mismo Marlowe expandía muy inteligentemente (hablaba con las sombras y éstas le contestaban). La casa de Gabriel Marlowe fue una ofrenda para una familia de mercaderes que, de vez en cuando, venían desde las ciudades de los humanos y vampiros para vender sus exóticos productos a los lobos. Aprovechando las idas y venidas de la familia, Marlowe se agenció el hogar como suyo. Nadie le llevó la contrario; por aquel entonces, eran muchos le creían macho alfa de una tribu que no existía.
Jacob Marsh conocía los secretos más oscuros de Marlowe. No se los dijo a nadie porque admiraba y amaba al viejo. Puede que dijera mentiras para obtener prestigio y poder frente a los demás licántropos; pero siempre lo hacía por un bien mayor. La casa de la familia de los mercaderes era un buen ejemplo. La agencia estaba vacía la mayor parte del año; un grupo de labradores cuidaba de las plantas y otro grupo de los animales. Sin embargo, nadie los disfrutaba. Era un desperdició de hogar, por ese motivo Marlowe lo tomó como suyo. Jacob y otros licántropos fieles a la filosofía de Marlowe le ayudaron a tomar la casa. Los labradores siguieron cultivando las hortalizas y dando de comer a los animales, se convirtieron, casi sin saberlo, en los sirvientes de Gabriel Marlowe. Los rumores que las sombras extendían hicieron que estos hombres tomasen a su nuevo señor como el lobo más poderoso de toda Ulmer.
Jacob Marsh hablaba sobre su tema preferido de conversación, Gabriel Marlowe, al curandero Benjamin Korlan mientras le estaba sanando las heridas de las flechas.
-Es un hijo puta, un cabrón como los que ya no quedan. Si estuviera en su lugar, conseguiría a las mejores hembras de Ulmer y las encerraría a todas a en una misma habitación. Todas para mí, sí señor. ¿Sabes cuántas veces he soñado con el culo prieto de Inga, la mujer de Dennis? Demasiadas-. Soltó un bufido en el momento en el curandero le aplicaba una loción caliente sobre las heridas de la pierna. Luego, siguió hablando como si nada. - En lugar de eso, el cabrón de Marlowe se dedica a leer libros durante la noche. ¡Libros!- soltó una risotada que hizo temblar los frascos de la estantería de la cabaña- Si fuera la mitad de inteligente quemaría todos esos libros.- otra risotada- ¿Y bien, cuánto te debo viejo amigo?-
-No te preocupes, la deuda ya está pagada- contestó Benjamin Korlan en un tono sombrío.
Benjamin se asomó a la ventana de la cabaña. Se quedó mirando la casa de Gabriel Marlowe. Unos hombres estaban preparando grandes toneles de agua limpia, el mismo Marlowe daba la cara los infelices que iban a pedirle agua; les repartía un cazo a cada uno y, acto seguido, les daba un beso en la mejilla sin importar que fueran hombres o mujeres. Benjamin se preguntó cuántos besos de esos había recibido Jacob y cuántos más estaba dispuesto a recibir. Se acarició la mejilla y recordó los labios de Marlowe acercándose a su cara. Le temblaron las manos y las piernas. Si no cumplía su parte del trato, ese beso significaba una promesa de muerte no de afecto.
-Así da gusto venir a tu tienda. Y yo que pensaba que me iba a costar un ojo de la cara.- Jacob Marsh volvió a reír.
Inga bajo las escaleras en el mismo momento en el que los dos hombres de la entrada rieron al unísono. Era una risa diabólica y salvaje, un adelanto para el aullido que se convirtió. Uno de los hombres, ahora en su forma lubina, dio un empujón con la mano abierta a la cazadora creándole tres líneas de sangre en el vientre. El segundo lobo se puso a cuatro patas y corrió. Inga, mordiéndose el labio inferior, le cedió paso. El lobo bajó con el cuerpo de Aros en las fauces.
-¡Suéltalo, es mi niño!- suplicó Inga entre lamentos.
Los dos lobos escupían una baba gris y densa que Inga Scharf había en Aros días antes de que enfermase. ¡Infectados! Si ella lo pudiera haber adivinado, nerviosa y asustada como estaba, Benjamin Korlan también lo hubiera hecho. ¡Y también el mismo Gabriel Marlowe! Inga dejó de llorar en cuanto se dio cuenta de lo que estaba pasando.
-Ten cuidado con ellos, están enfermos.- los llantos desaparecieron y su voz volvía a ser la de una figura de hielo - Les han prometido dejarles con vida a cambio de obedecer como perros. Son perros infectados-.
El primer lobo se abalanzó contra Inga, la cogió del cuello, apretando las uñas para desangrarla lentamente. El segundo saltó por la ventana y desapareció entre las casas vecinas.
-Ayu- Inga se estaba ahogando. Intentaba deshacerse del lobo pateándole el pecho. -da- era inútil, él era mucho más fuerte y pesado. -me-.
-¿Por qué la gallina cruzó la carretera? Porque estaba grapada al 19 y había leído en las estrellas las palabras grasa, peste y muerte. ¡Era una gallina con muchas funciones!-
-Estoy preocupado por tu amigo, no parece mejorar-
Dennis Schunke, Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, y Fredericksen llegaron a la casa de Gabriel Marlowe diez minutos después de que lo hiciera el lobo con el niño de Inga. Dennis reconoció a su hijo en las manos enguantadas de Marlowe, lo levantaba en alto y lo enseñaba al improvisado público de personas que habían ido a su casa a pedirle agua.
-Esto, mis amigos, es una ofensa para mí y para todos vosotros. Una familia, amigos nuestros, nos han traicionado. ¡Este es el niño de los Schunke! Murió por culpa la enfermedad de Dundarak. Los Schunke, en lugar de enterrarlo como hicimos nosotros con nuestros familiares, lo han escondido durante todo esto. Por culpa de ellos, estamos así. Cada día hay más enfermos y menos alimentos. Nos peleamos entre nosotros cada vez que muere un animal. ¡Y ellos esconden a un foco de infección! No me extrañaría que el muerto del pozo se hubiera infectado por culpa de este niño- lanzó el cadáver al suelo- ¡Mirad, por ahí se atreve a venir!- Gabriel Marlowe señaló a Dennis Schunke. –Haced lo que debáis hacer-.
Fredericksen: Todos los presentes van a intentar atacar a Dennis y a todos los que estén a su lado (tú y Adie). No les culpes, están desesperados. Puedes elegir la opción de enfrentarte a la multitud o salir por patas. Como sea, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
Cassandra C. Harrowmont: Tu primer objetivo es sencillo: Salva a Inga. Una vez acabes con el lobo, seguirás el rastro del niño hasta la casa de Marlowe. Tu decides si unirte con Fred o intentar infiltrarte en el hogar de Marlowe y recuperar el cadáver del niño. Si te unes a Fred, compartirás la misma suerte que saqué él.
Otra historia, una que Jacob Marsh recordaba con especial afecto, relataba cómo Marlowe había conseguido una de las casas más lujosas de toda Ulmer. Aquí los edificios no eran como en las ciudades humanas, ni mucho menos; eran casas rurales, diseñadas esencialmente para mantener a la familia y a los animales de la granja. Pocas casas eran las que destacaban en la aldea, una de ellas, quizás la que más, era la de Gabriel Marlowe. Según contaba la leyenda, él mismo le había mandado fabricar y hombres de todas las ciudades y razas, vinieron a construirla. Elfos, humanos, brujos y vampiros; sería un espectáculo haberlos visto alguna vez trabajar unidos. La verdad era muy diferente; todo el mundo la conocía, incluso el gilipollas de Dennis y su mujer, sin embargo preferían repetir las mentiras que el mismo Marlowe expandía muy inteligentemente (hablaba con las sombras y éstas le contestaban). La casa de Gabriel Marlowe fue una ofrenda para una familia de mercaderes que, de vez en cuando, venían desde las ciudades de los humanos y vampiros para vender sus exóticos productos a los lobos. Aprovechando las idas y venidas de la familia, Marlowe se agenció el hogar como suyo. Nadie le llevó la contrario; por aquel entonces, eran muchos le creían macho alfa de una tribu que no existía.
Jacob Marsh conocía los secretos más oscuros de Marlowe. No se los dijo a nadie porque admiraba y amaba al viejo. Puede que dijera mentiras para obtener prestigio y poder frente a los demás licántropos; pero siempre lo hacía por un bien mayor. La casa de la familia de los mercaderes era un buen ejemplo. La agencia estaba vacía la mayor parte del año; un grupo de labradores cuidaba de las plantas y otro grupo de los animales. Sin embargo, nadie los disfrutaba. Era un desperdició de hogar, por ese motivo Marlowe lo tomó como suyo. Jacob y otros licántropos fieles a la filosofía de Marlowe le ayudaron a tomar la casa. Los labradores siguieron cultivando las hortalizas y dando de comer a los animales, se convirtieron, casi sin saberlo, en los sirvientes de Gabriel Marlowe. Los rumores que las sombras extendían hicieron que estos hombres tomasen a su nuevo señor como el lobo más poderoso de toda Ulmer.
Jacob Marsh hablaba sobre su tema preferido de conversación, Gabriel Marlowe, al curandero Benjamin Korlan mientras le estaba sanando las heridas de las flechas.
-Es un hijo puta, un cabrón como los que ya no quedan. Si estuviera en su lugar, conseguiría a las mejores hembras de Ulmer y las encerraría a todas a en una misma habitación. Todas para mí, sí señor. ¿Sabes cuántas veces he soñado con el culo prieto de Inga, la mujer de Dennis? Demasiadas-. Soltó un bufido en el momento en el curandero le aplicaba una loción caliente sobre las heridas de la pierna. Luego, siguió hablando como si nada. - En lugar de eso, el cabrón de Marlowe se dedica a leer libros durante la noche. ¡Libros!- soltó una risotada que hizo temblar los frascos de la estantería de la cabaña- Si fuera la mitad de inteligente quemaría todos esos libros.- otra risotada- ¿Y bien, cuánto te debo viejo amigo?-
-No te preocupes, la deuda ya está pagada- contestó Benjamin Korlan en un tono sombrío.
Benjamin se asomó a la ventana de la cabaña. Se quedó mirando la casa de Gabriel Marlowe. Unos hombres estaban preparando grandes toneles de agua limpia, el mismo Marlowe daba la cara los infelices que iban a pedirle agua; les repartía un cazo a cada uno y, acto seguido, les daba un beso en la mejilla sin importar que fueran hombres o mujeres. Benjamin se preguntó cuántos besos de esos había recibido Jacob y cuántos más estaba dispuesto a recibir. Se acarició la mejilla y recordó los labios de Marlowe acercándose a su cara. Le temblaron las manos y las piernas. Si no cumplía su parte del trato, ese beso significaba una promesa de muerte no de afecto.
-Así da gusto venir a tu tienda. Y yo que pensaba que me iba a costar un ojo de la cara.- Jacob Marsh volvió a reír.
_____________________
Inga bajo las escaleras en el mismo momento en el que los dos hombres de la entrada rieron al unísono. Era una risa diabólica y salvaje, un adelanto para el aullido que se convirtió. Uno de los hombres, ahora en su forma lubina, dio un empujón con la mano abierta a la cazadora creándole tres líneas de sangre en el vientre. El segundo lobo se puso a cuatro patas y corrió. Inga, mordiéndose el labio inferior, le cedió paso. El lobo bajó con el cuerpo de Aros en las fauces.
-¡Suéltalo, es mi niño!- suplicó Inga entre lamentos.
Los dos lobos escupían una baba gris y densa que Inga Scharf había en Aros días antes de que enfermase. ¡Infectados! Si ella lo pudiera haber adivinado, nerviosa y asustada como estaba, Benjamin Korlan también lo hubiera hecho. ¡Y también el mismo Gabriel Marlowe! Inga dejó de llorar en cuanto se dio cuenta de lo que estaba pasando.
-Ten cuidado con ellos, están enfermos.- los llantos desaparecieron y su voz volvía a ser la de una figura de hielo - Les han prometido dejarles con vida a cambio de obedecer como perros. Son perros infectados-.
El primer lobo se abalanzó contra Inga, la cogió del cuello, apretando las uñas para desangrarla lentamente. El segundo saltó por la ventana y desapareció entre las casas vecinas.
-Ayu- Inga se estaba ahogando. Intentaba deshacerse del lobo pateándole el pecho. -da- era inútil, él era mucho más fuerte y pesado. -me-.
_____________________
-¿Por qué la gallina cruzó la carretera? Porque estaba grapada al 19 y había leído en las estrellas las palabras grasa, peste y muerte. ¡Era una gallina con muchas funciones!-
-Estoy preocupado por tu amigo, no parece mejorar-
Dennis Schunke, Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, y Fredericksen llegaron a la casa de Gabriel Marlowe diez minutos después de que lo hiciera el lobo con el niño de Inga. Dennis reconoció a su hijo en las manos enguantadas de Marlowe, lo levantaba en alto y lo enseñaba al improvisado público de personas que habían ido a su casa a pedirle agua.
-Esto, mis amigos, es una ofensa para mí y para todos vosotros. Una familia, amigos nuestros, nos han traicionado. ¡Este es el niño de los Schunke! Murió por culpa la enfermedad de Dundarak. Los Schunke, en lugar de enterrarlo como hicimos nosotros con nuestros familiares, lo han escondido durante todo esto. Por culpa de ellos, estamos así. Cada día hay más enfermos y menos alimentos. Nos peleamos entre nosotros cada vez que muere un animal. ¡Y ellos esconden a un foco de infección! No me extrañaría que el muerto del pozo se hubiera infectado por culpa de este niño- lanzó el cadáver al suelo- ¡Mirad, por ahí se atreve a venir!- Gabriel Marlowe señaló a Dennis Schunke. –Haced lo que debáis hacer-.
- Gabriel Marlowe:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
_____________________
Fredericksen: Todos los presentes van a intentar atacar a Dennis y a todos los que estén a su lado (tú y Adie). No les culpes, están desesperados. Puedes elegir la opción de enfrentarte a la multitud o salir por patas. Como sea, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
Cassandra C. Harrowmont: Tu primer objetivo es sencillo: Salva a Inga. Una vez acabes con el lobo, seguirás el rastro del niño hasta la casa de Marlowe. Tu decides si unirte con Fred o intentar infiltrarte en el hogar de Marlowe y recuperar el cadáver del niño. Si te unes a Fred, compartirás la misma suerte que saqué él.
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
Ciertamente Adie parecía estar algo mal, solo que no podía decir exactamente la gravedad del problema, el bio-cibernético a veces decía cosas sin sentido, cosas que solo él entendía… quizá siguiera aquel mismo patrón, quizá daba mensajes que el solo comprendía “O solo tal vez el golpe si destruyó la poca lógica que quedaba en él.”
- Si, eso está claro… aunque depende del punto de vista que lo veas, todos siempre estamos en constante decadencia aquí. – Afirmé dándome unos golpecitos en la sien con el dedo. – Según aprendí en mi pasado poco a poco morimos aquí adentro, solo que unos lo hacen más rápido que otros. – Encogí los hombros y levanté un poco las manos. – Realmente no recuerdo bien el asunto, ignoré a mi maestro en esa clase.
Al llegar a la residencia del tal Gabriel ya había una multitud de personas, lo raro es que parecía haber alguien dando un discurso, supuse que aquel debería ser Gabriel Marlowe. La escena me recordó a un fragmento de historia que escuché cuando era joven, en aquella historia una tribu de de humanos se vestía con pieles de animales para presentar al hijo del líder a los dioses, solían ir a una montaña cuando el sol comentaba a ocultarse y el hijo solía ser presentado por el consejero del líder “Solo que aquí la cosa no parece tratarse de una presentación.”
- ¿Niño de los Schunke? – Pregunté por lo bajo observando a Dennis, si recordaba bien todo el nombre que había dicho Adie aquel debía de ser el apellido del sujeto “¿Aquel entonces es su hijo?” Seguramente era así, solo que había un dato algo raro en todo aquello. – Un momento ¿Escondieron a un niño muerto? – Pregunté a Dennis aun sin levantar mucho la voz.
Por un lado era lógico lo que decía Marlowe, esconder a un niño muerto era una idea muy mala, una pésima idea… pero eso no significaba que aquel simple cuerpo pudiese causar tanto problema al pueblo, no es como si los Shunke hubiesen estado tomando la saliva del muerto para colocarla en cada jarra de agua “Porque no están haciendo eso ¿Verdad?”
Cuando Marlowe señaló a Dennis no fue extraño ver que la multitud reunida dirigiese la mirada a este, algunos se notaban molestos a simple vista, al parecer Gabriel había logrado tocarles algún pensamiento sensible con sus palabras. Lo malo fue cuando aquel “líder” dijo “Haced lo que debáis hacer”, no había que ser muy inteligente para saber a lo que se refería.
- No soy un experto en situaciones de peligro… pero no creo que sea buena idea quedarnos.
- Debo quedarme. – Comentó Dennis con un tono seco observando el cuerpo de su hijo en el suelo.
- Claro que no, puedes correr con aquellas extremidades llamadas piernas que los dioses te otorgaron. – Dije con algo de prisa al ver a la multitud que se iba acercando, algunos tenían las manos vacías pero otros poseían una que otra arma corta que llevaban enfundadas o escondidas.
- Mira, te lo dejaré en palabras sencillas en las cuales logres entenderlo ¿Ves aquel niño en el suelo? ¡Es mi hijo! ¿¡Cómo te sentirías si toman el cuerpo de tu hijo y lo arrojan al suelo como si fuera un simple trapo sucio!?
- Primero que nada, no tengo hijos… al menos no de sangre, así que no podría darte una respuesta exacta y por segundo pero no menos importante, no escondería el cadáver de un niño, sé que estoy algo no-cuerdo pero no llegaría a ese extremo. – Por lo que noté en la mira de Dennis pude descubrir que había de todo un poco menos felicidad, además mis palabras tampoco eran muy amables o alentadoras que digamos. – Pero me sentiría mal supongo.
Regresé la mirada a la multitud que ahora estaba más cerca y se había posicionado de tal manera para cortar el paso de ser necesario, si Dennis se quedaba contra aquella gente acabaría peor que mal, no tenía más opción que quedarme y ayudar “Esto de apaciguar pueblerinos ya está resultando molesto.” Preparé una flecha en el arco y apunté a la turba enfurecida, no debía matar a nadie, solo neutralizar… solo que claro, aquello resultaba más difícil.
- Miremos el lado positivo, tenemos algo a nuestro favor. – Comenté disparando la primera flecha e impactando en el brazo a un sujeto que tenía una espada corta.
- ¿Qué cosa? – Preguntó Dennis con algo de esperanza en su voz.
- Los chistes de Adie, no hay nada mejor que el humor para tener los ánimos en alto.
La multitud de pueblerinos furiosos ya había comenzado a arremeter contra el pequeño grupo, dudaba que tan solo Dennis y mi persona pudiésemos encargarnos de aquello, además en medio de aquel disturbio no podía alejarme mucho de Adie, si dejaba al bio-cibernético solo posiblemente lo hicieran pedazos. Mientras Dennis Shunke se defendía de los atacantes cercanos yo me encargaba de inmovilizar a los que consideraba más peligrosos, entre estos habían estado el sujeto de la espada corta y otro hombre de considerable musculatura que llevaba un hacha pequeña.
Por experiencia sabía que en algún momento mi arco resultaría inútil, siempre era bueno para la distancia pero cuando el asunto me obligara a defenderme cuerpo a cuerpo no podía contar con este. Mientras más se reunían los atacantes podía escuchar algunas frases que soltaban estos entre los golpes “Atrapen a los traidores.” “Es culpa de Shunke, no dejen que se salga con la suya.” Palabras que no servían mucho de apoyo.
En un leve descuido alguien se había acercado al mensajero metálico y estaba listo para atacarle con una daga, cuando noté a aquel sujeto tuve que dispararle sin apuntar, por mera suerte la flecha cortó un poco su mejilla pero aquel contacto bastó para que él perdiese la concentración. Aprovechando el corto periodo de aturdimiento del sujeto preparé otra flecha con más rapidez, esta vez el tiro fue más acertado y dio a parar en el pecho de aquel extraño “Bueno… supongo que era inevitable uno que otro muerto.” Aunque aquella muerte no debía ser algo negativo, me alejé por un momento de la pelea y tomé la daga que antes sostuvo el cuerpo muerto, con aquella arma me podría defender para cuando las cosas empeoraran.
- ¿Ves esto Adie? Esto nos salvará. – Le comenté al bio-cibernético mientras levantaba la daga. – O eso espero…
Colgué el arco en mi hombro y ahora me preparé para usar aquella arma, nunca había sido muy fanático de atacar cuerpo a cuerpo, aquello implicaba vivir más de cerca las reacciones de dolor de la gente y escuchar con más claridad sus lamentos al ser heridos… “Pero es eso o sufrir Fred, tú eliges.”
- Si, eso está claro… aunque depende del punto de vista que lo veas, todos siempre estamos en constante decadencia aquí. – Afirmé dándome unos golpecitos en la sien con el dedo. – Según aprendí en mi pasado poco a poco morimos aquí adentro, solo que unos lo hacen más rápido que otros. – Encogí los hombros y levanté un poco las manos. – Realmente no recuerdo bien el asunto, ignoré a mi maestro en esa clase.
Al llegar a la residencia del tal Gabriel ya había una multitud de personas, lo raro es que parecía haber alguien dando un discurso, supuse que aquel debería ser Gabriel Marlowe. La escena me recordó a un fragmento de historia que escuché cuando era joven, en aquella historia una tribu de de humanos se vestía con pieles de animales para presentar al hijo del líder a los dioses, solían ir a una montaña cuando el sol comentaba a ocultarse y el hijo solía ser presentado por el consejero del líder “Solo que aquí la cosa no parece tratarse de una presentación.”
- ¿Niño de los Schunke? – Pregunté por lo bajo observando a Dennis, si recordaba bien todo el nombre que había dicho Adie aquel debía de ser el apellido del sujeto “¿Aquel entonces es su hijo?” Seguramente era así, solo que había un dato algo raro en todo aquello. – Un momento ¿Escondieron a un niño muerto? – Pregunté a Dennis aun sin levantar mucho la voz.
Por un lado era lógico lo que decía Marlowe, esconder a un niño muerto era una idea muy mala, una pésima idea… pero eso no significaba que aquel simple cuerpo pudiese causar tanto problema al pueblo, no es como si los Shunke hubiesen estado tomando la saliva del muerto para colocarla en cada jarra de agua “Porque no están haciendo eso ¿Verdad?”
Cuando Marlowe señaló a Dennis no fue extraño ver que la multitud reunida dirigiese la mirada a este, algunos se notaban molestos a simple vista, al parecer Gabriel había logrado tocarles algún pensamiento sensible con sus palabras. Lo malo fue cuando aquel “líder” dijo “Haced lo que debáis hacer”, no había que ser muy inteligente para saber a lo que se refería.
- No soy un experto en situaciones de peligro… pero no creo que sea buena idea quedarnos.
- Debo quedarme. – Comentó Dennis con un tono seco observando el cuerpo de su hijo en el suelo.
- Claro que no, puedes correr con aquellas extremidades llamadas piernas que los dioses te otorgaron. – Dije con algo de prisa al ver a la multitud que se iba acercando, algunos tenían las manos vacías pero otros poseían una que otra arma corta que llevaban enfundadas o escondidas.
- Mira, te lo dejaré en palabras sencillas en las cuales logres entenderlo ¿Ves aquel niño en el suelo? ¡Es mi hijo! ¿¡Cómo te sentirías si toman el cuerpo de tu hijo y lo arrojan al suelo como si fuera un simple trapo sucio!?
- Primero que nada, no tengo hijos… al menos no de sangre, así que no podría darte una respuesta exacta y por segundo pero no menos importante, no escondería el cadáver de un niño, sé que estoy algo no-cuerdo pero no llegaría a ese extremo. – Por lo que noté en la mira de Dennis pude descubrir que había de todo un poco menos felicidad, además mis palabras tampoco eran muy amables o alentadoras que digamos. – Pero me sentiría mal supongo.
Regresé la mirada a la multitud que ahora estaba más cerca y se había posicionado de tal manera para cortar el paso de ser necesario, si Dennis se quedaba contra aquella gente acabaría peor que mal, no tenía más opción que quedarme y ayudar “Esto de apaciguar pueblerinos ya está resultando molesto.” Preparé una flecha en el arco y apunté a la turba enfurecida, no debía matar a nadie, solo neutralizar… solo que claro, aquello resultaba más difícil.
- Miremos el lado positivo, tenemos algo a nuestro favor. – Comenté disparando la primera flecha e impactando en el brazo a un sujeto que tenía una espada corta.
- ¿Qué cosa? – Preguntó Dennis con algo de esperanza en su voz.
- Los chistes de Adie, no hay nada mejor que el humor para tener los ánimos en alto.
La multitud de pueblerinos furiosos ya había comenzado a arremeter contra el pequeño grupo, dudaba que tan solo Dennis y mi persona pudiésemos encargarnos de aquello, además en medio de aquel disturbio no podía alejarme mucho de Adie, si dejaba al bio-cibernético solo posiblemente lo hicieran pedazos. Mientras Dennis Shunke se defendía de los atacantes cercanos yo me encargaba de inmovilizar a los que consideraba más peligrosos, entre estos habían estado el sujeto de la espada corta y otro hombre de considerable musculatura que llevaba un hacha pequeña.
Por experiencia sabía que en algún momento mi arco resultaría inútil, siempre era bueno para la distancia pero cuando el asunto me obligara a defenderme cuerpo a cuerpo no podía contar con este. Mientras más se reunían los atacantes podía escuchar algunas frases que soltaban estos entre los golpes “Atrapen a los traidores.” “Es culpa de Shunke, no dejen que se salga con la suya.” Palabras que no servían mucho de apoyo.
En un leve descuido alguien se había acercado al mensajero metálico y estaba listo para atacarle con una daga, cuando noté a aquel sujeto tuve que dispararle sin apuntar, por mera suerte la flecha cortó un poco su mejilla pero aquel contacto bastó para que él perdiese la concentración. Aprovechando el corto periodo de aturdimiento del sujeto preparé otra flecha con más rapidez, esta vez el tiro fue más acertado y dio a parar en el pecho de aquel extraño “Bueno… supongo que era inevitable uno que otro muerto.” Aunque aquella muerte no debía ser algo negativo, me alejé por un momento de la pelea y tomé la daga que antes sostuvo el cuerpo muerto, con aquella arma me podría defender para cuando las cosas empeoraran.
- ¿Ves esto Adie? Esto nos salvará. – Le comenté al bio-cibernético mientras levantaba la daga. – O eso espero…
Colgué el arco en mi hombro y ahora me preparé para usar aquella arma, nunca había sido muy fanático de atacar cuerpo a cuerpo, aquello implicaba vivir más de cerca las reacciones de dolor de la gente y escuchar con más claridad sus lamentos al ser heridos… “Pero es eso o sufrir Fred, tú eliges.”
Fredericksen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 394
Nivel de PJ : : 2
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
El miembro 'Fredericksen' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2234
Nivel de PJ : : 0
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
Todavía estaba apuntando a los lobos mientras trataban de entrar a la casa de la mujer. No me gustaba el hecho de que tuviera un cadáver pero… ¿quién era yo para juzgarla? Milton aún no había despertado, llevaba tanto tiempo así que no sabíamos si al final sobreviviría, estaba muerto en vida y los médicos no nos daban solución, aparte de finalizar con su sufrimiento. Por un momento pensé en lo que había dicho Cyrilo y se me revolvieron las tripas. Pero, ¿y si moría? ¿Qué haríamos con él? Mi madre no sería capaz de dejar su cuerpo en una fosa como habíamos hecho con el de Isabella. Era demasiado duro y yo todavía seguía esperanzada porque hubiese otra solución. Aunque, de primeras, me había chocado muchísimo el hecho de que la loba hubiese guardado el cadáver de su hijo, debía cumplir la misión que me habían mandado.
Ahí estaba, expectante ante los actos de los lobos, que rápidamente se abalanzaron sobre ambas. Sus garras me atravesaron aunque, por suerte, mi traje de cazadora era bastante duro y consiguió salvarme del destripamiento. Apenas tres arañazos, menos mal. Pero aun así escocían. Quise dispararles pero la flecha quedó incrustada en la pared. Con rabia arranqué el virote y justo los vi bajar, uno con el bebé en sus fauces. El otro, se lanzó sobre Inga de nuevo. A ese fue al que le disparé esta vez. ¡Putos chuchos! Volví a cargar contra él, no iba a permitir que se fuera de rositas después de atacarme a mí. No sabía si había sido él o el otro que había salido corriendo por la ventana, pero me daba igual. Pagarían los dos.
Aún me arrepentía de estar ahí, pero ese era mi trabajo y no volvería a defraudar a los cazadores. Atravesado con dos flechas que habían impactado en su torso y cabeza, el lobo había caído, aplastándole la pierna a la mujer. Corrí a por una manta y con ella envolví al perro. No iba a tocarlo si estaba enfermo, no sin la ayuda de una barrera de protección, que en este caso era la manta. A base de empujones conseguí liberar a Inga. Ahora sólo quedaba su bebé. - Iré a por ellos. Te ayudaré, como me has pedido. Pero dame algo para curarme esto. Sólo dime dónde está, tú no lo toques. - Parecía seria, pero las cosas tenían que ser así. Había una enfermedad que mataba a quien contagiaba. Y a mí no me había matado la Hermandad, no me iba a matar algo invisible. Esperé a que Inga me indicase dónde estaban sus productos de cuidados sanitarios.
Ella asintió cuando se lo pedí y me llevó a un pequeño mueble, muy rudimentario. - Por favor… Date prisa. Mi hijo…
- Sí, sí, pero yo no voy a salir así. - Si ya está muerto, no había prisa, pensé. - Si me contagio no podré ayudarte. - Comencé las curas en mis tres rasguños, usando algunos medicamentos que me sonaban de algo.
- Espera…Te ayudo.
- No. Quieta. Tú has estado en contacto con los lobos. - Reclamé, mientras di un paso hacia atrás para que no me tocase. - Yo me encargo.
Acabé de taparme las heridas de las garras, agradeciendo mentalmente y mucho más a quienes habían creado mi traje y a las magníficas placas que me protegían. ¡Por qué poco! Pero había salido bien, sólo lamentaba los rasguños en la tela, pero ya se arrepentirían.
Tomé el arco y miré a Inga. - Dime dónde se lo han llevado.
- A la casa de Marlowe.
- ¿El de pozo?
- ¿Cuál?
- Antes… El cibernético había dicho que había tres pozos de agua sana. - Inga cayó en lo que decía y asintió.
- Ese es.
- ¿Dónde está su casa? - La mujer salió de la casa y señaló en otra, pasadas tres casas más. - Bien.
Después de eso, salí corriendo hacia donde me había indicado. Pero me detuve detrás de la primera casa. Algo pasaba.
Delante del edificio que me había señalado Inga estaban congregados los vecinos, gritaban y soltaban arengas contra los traidores. ¿Por qué? Iban a por los Schunke. Un poco lógico si teníamos en cuenta que tenían un cadáver guardado… Pero ellos no estaban enfermos, ¿no? No habían hecho nada raro.
Me fui acercando más, ya con el arco preparado para el ataque. Uno de ellos había lanzado el cadáver del niño de los Schunke al suelo. Ese era Marlowe, supuse. Quise entrar entre la gente y plantarle cara, decirles que se dejasen de tonterías y enterrasen el cadáver. Pero no, estaban demasiado ocupados yendo a por el muchacho de la capucha, el marido de Inga y el cibernético. Tal vez, si me esperaba un poco…
De una cuerda donde había ropas tendidas tomé una pequeña sábana y me fui acercando, rodeando a la turba que iba en contra de esos tres. Con el mayor disimulo que pudiera tener, teniendo en cuenta que era extranjera, iba armada y había sido llamada por la familia a la que acusaban, traté de echar la sábana por encima del cadáver. Y recogerlo. No dije nada, ni un solo ruido.
- ¿Se puede saber qué haces? - Preguntó el líder, el arengador. Me giré y lo miré, después volví a agacharme para atar los bordes de la sábana y poder cargar mejor con el cadáver del pequeño. Trataba de disimular y ser lo más natural posible.
- Recojo el cuerpo. ¿Acaso queréis infectaros todos? No puedes decir que esto ha sido la causa de la enfermedad y lanzarlo al lado de tu pueblo. ¿Tan rápido queréis morir? - Puse los ojos en blanco a la par que negaba. - Retiraré el cadáver. - Me encogí de hombros, como si fuera lo más normal del mundo. - Sé que esto no es ni medio normal. ¡Están guardando a un muerto! Pero si lo dejas aquí, todos enfermaréis. Por eso lo envuelvo y me lo llevo lejos. Quiero irme rápido y acabar con mi trabajo lo antes posible. Si no está el foco, no habrá enfermos. - No sabía hasta qué punto eso era verdad o no, pero intentaba convencerlo de cualquier forma para llevarme el cadáver. Luego ya hablaría con Inga para que lo enterrase o hiciese el rito que se suponía que hacían los lobos. Ni idea de funerales de otros reinos. Pero tampoco podía tener el cadáver en su casa. Cargué con el bulto y empecé a caminar. Quise ignorar a los que iban a ser ajusticiados por la muchedumbre, pero me daban cierta lástima, sobre todo el chico de la daga. Pero si quería ayudarles primero me tendría que alejar yo, no quería que las represalias fuesen para mí también. No más escándalos en mi gremio, esta vez debía hacer las cosas bien. Primero tenía que estar a salvo y después ayudaría a los otros.
Off: perdon por la tardanza >-< avise pero no pense que fuera a alargarse tanto 3
Ahí estaba, expectante ante los actos de los lobos, que rápidamente se abalanzaron sobre ambas. Sus garras me atravesaron aunque, por suerte, mi traje de cazadora era bastante duro y consiguió salvarme del destripamiento. Apenas tres arañazos, menos mal. Pero aun así escocían. Quise dispararles pero la flecha quedó incrustada en la pared. Con rabia arranqué el virote y justo los vi bajar, uno con el bebé en sus fauces. El otro, se lanzó sobre Inga de nuevo. A ese fue al que le disparé esta vez. ¡Putos chuchos! Volví a cargar contra él, no iba a permitir que se fuera de rositas después de atacarme a mí. No sabía si había sido él o el otro que había salido corriendo por la ventana, pero me daba igual. Pagarían los dos.
Aún me arrepentía de estar ahí, pero ese era mi trabajo y no volvería a defraudar a los cazadores. Atravesado con dos flechas que habían impactado en su torso y cabeza, el lobo había caído, aplastándole la pierna a la mujer. Corrí a por una manta y con ella envolví al perro. No iba a tocarlo si estaba enfermo, no sin la ayuda de una barrera de protección, que en este caso era la manta. A base de empujones conseguí liberar a Inga. Ahora sólo quedaba su bebé. - Iré a por ellos. Te ayudaré, como me has pedido. Pero dame algo para curarme esto. Sólo dime dónde está, tú no lo toques. - Parecía seria, pero las cosas tenían que ser así. Había una enfermedad que mataba a quien contagiaba. Y a mí no me había matado la Hermandad, no me iba a matar algo invisible. Esperé a que Inga me indicase dónde estaban sus productos de cuidados sanitarios.
Ella asintió cuando se lo pedí y me llevó a un pequeño mueble, muy rudimentario. - Por favor… Date prisa. Mi hijo…
- Sí, sí, pero yo no voy a salir así. - Si ya está muerto, no había prisa, pensé. - Si me contagio no podré ayudarte. - Comencé las curas en mis tres rasguños, usando algunos medicamentos que me sonaban de algo.
- Espera…Te ayudo.
- No. Quieta. Tú has estado en contacto con los lobos. - Reclamé, mientras di un paso hacia atrás para que no me tocase. - Yo me encargo.
Acabé de taparme las heridas de las garras, agradeciendo mentalmente y mucho más a quienes habían creado mi traje y a las magníficas placas que me protegían. ¡Por qué poco! Pero había salido bien, sólo lamentaba los rasguños en la tela, pero ya se arrepentirían.
Tomé el arco y miré a Inga. - Dime dónde se lo han llevado.
- A la casa de Marlowe.
- ¿El de pozo?
- ¿Cuál?
- Antes… El cibernético había dicho que había tres pozos de agua sana. - Inga cayó en lo que decía y asintió.
- Ese es.
- ¿Dónde está su casa? - La mujer salió de la casa y señaló en otra, pasadas tres casas más. - Bien.
Después de eso, salí corriendo hacia donde me había indicado. Pero me detuve detrás de la primera casa. Algo pasaba.
Delante del edificio que me había señalado Inga estaban congregados los vecinos, gritaban y soltaban arengas contra los traidores. ¿Por qué? Iban a por los Schunke. Un poco lógico si teníamos en cuenta que tenían un cadáver guardado… Pero ellos no estaban enfermos, ¿no? No habían hecho nada raro.
Me fui acercando más, ya con el arco preparado para el ataque. Uno de ellos había lanzado el cadáver del niño de los Schunke al suelo. Ese era Marlowe, supuse. Quise entrar entre la gente y plantarle cara, decirles que se dejasen de tonterías y enterrasen el cadáver. Pero no, estaban demasiado ocupados yendo a por el muchacho de la capucha, el marido de Inga y el cibernético. Tal vez, si me esperaba un poco…
De una cuerda donde había ropas tendidas tomé una pequeña sábana y me fui acercando, rodeando a la turba que iba en contra de esos tres. Con el mayor disimulo que pudiera tener, teniendo en cuenta que era extranjera, iba armada y había sido llamada por la familia a la que acusaban, traté de echar la sábana por encima del cadáver. Y recogerlo. No dije nada, ni un solo ruido.
- ¿Se puede saber qué haces? - Preguntó el líder, el arengador. Me giré y lo miré, después volví a agacharme para atar los bordes de la sábana y poder cargar mejor con el cadáver del pequeño. Trataba de disimular y ser lo más natural posible.
- Recojo el cuerpo. ¿Acaso queréis infectaros todos? No puedes decir que esto ha sido la causa de la enfermedad y lanzarlo al lado de tu pueblo. ¿Tan rápido queréis morir? - Puse los ojos en blanco a la par que negaba. - Retiraré el cadáver. - Me encogí de hombros, como si fuera lo más normal del mundo. - Sé que esto no es ni medio normal. ¡Están guardando a un muerto! Pero si lo dejas aquí, todos enfermaréis. Por eso lo envuelvo y me lo llevo lejos. Quiero irme rápido y acabar con mi trabajo lo antes posible. Si no está el foco, no habrá enfermos. - No sabía hasta qué punto eso era verdad o no, pero intentaba convencerlo de cualquier forma para llevarme el cadáver. Luego ya hablaría con Inga para que lo enterrase o hiciese el rito que se suponía que hacían los lobos. Ni idea de funerales de otros reinos. Pero tampoco podía tener el cadáver en su casa. Cargué con el bulto y empecé a caminar. Quise ignorar a los que iban a ser ajusticiados por la muchedumbre, pero me daban cierta lástima, sobre todo el chico de la daga. Pero si quería ayudarles primero me tendría que alejar yo, no quería que las represalias fuesen para mí también. No más escándalos en mi gremio, esta vez debía hacer las cosas bien. Primero tenía que estar a salvo y después ayudaría a los otros.
Off: perdon por la tardanza >-< avise pero no pense que fuera a alargarse tanto 3
Cassandra C. Harrowmont
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 142
Nivel de PJ : : 1
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
Todos los presentes habían visto el cadáver del niño, ya no importaba que la joven cazadora se lo llevase, el mal ya estaba hecho. Los lobos de Ulmer lo adoraban, vitoreaban el nombre de Gabriel Marlowe a la vez que maldecían a Dennis Schunke e Inga Scharf. Horas antes, durante aquella misma mañana, pudo haber un par de familias que dudasen de su palabra, sin contar a los Schunke, en especial a la fiera Inga, que siempre le habían estado recriminando. Eso se acabó, en el mismo momento en el que la cazadora le dio la espalda y se fue con el cadáver del niño, Marlowe se dio cuenta que la manada estaba bajo su poder. Ya sea por el agua que les daba o por haber descubierto el cadáver del hijo de los Schunke, todos confiaban en él. Los ojos de los lobos saltaban del bulto que sostenía a la mujer en brazos a las manos de Gabriel Marlowe como si estuvieran esperando una señal, una orden para bien atacar o dejar que la cazadora cumpliera su deber. Ella, seguramente, no se estaría dando cuenta del peligro que corría, con un chasquido de dedos, Marlowe podía hacer que la matasen a pedradas por el simple motivo de haber entrado en su propiedad sin permiso. Todo se lo debía a Inga, si no hubiera estado ocultando a su hijo moribundo y después muerto, jamás hubiera podido hacerse con la manada con tanta facilidad como lo había hecho; ni siquiera tras intoxicar el agua del pozo común.
Levantó las manos para calmar a la multitud, aquellos que no le miraban era porque estaban persiguiendo a Dennis, el cibernético mensajero y el extranjero que iba con ellos.
-Estamos en deuda con usted, cazadora- se escuchó un coro de susurros (gracias, gracias) por donde pasaba la chica- Hemos tenido problemas con cierta gente que no quiere obedecer las normas. Son débiles, no les juzgo. Si un familiar cercano hubiera enfermado con la misma gravedad que el niño de los Schunke, también lo hubiera ocultado a los verdugos para que no le sacrificasen a la Luna. Comprendemos el dolor de los Schunke, pero no por ello debemos dejar de castigarles- otro coro de susurros, más grande que el anterior (no, no, NO), se escuchó desde pequeños puntos concretos de la multitud- ¿Lo hará por nosotros? Es parte de su deber dar caza a los criminales como Dennis e Inga. Mis hombres se encargan de Dennis, encargase usted de Inga. Se lo agradeceremos como es debido-.
Cogió desprevenido de la capucha al extranjero, iba a pagar por lo que le había hecho. Tiró del agarré con tanta fuerza que le hizo caer al suelo de espaldas. Ni entonces tuvo compasión de él. Le pisó el torso dejando caer todo su peso contra él. Con el pie que le quedaba libre, le pateó su estúpida cara de imbécil. Jacob Marsh reía al darse cuenta que un hilillo de sangre corría por la sien del extranjero de los bosques. Se debería sentir como Jacob se sintió cuando él y la cazadora le dispararon en las rodillas después de defender a Ulmer de las noticias de malagüero mensajero.
-Es un gusto volver a verte-.
Otro detalle que le gustó fue ver la cara de Adie completamente masacrada, parecía una roca hecha añicos. Dennis Schunke estaba con ellos, sería considerado una amenaza si no estuviera más concentrado en las piedras que le lanzaban desde la espalda que en detener a Jacob Marsh. Obra de Gabriel Marlowe, suponía, él era la única persona de toda Aerandir capaz de hacer que todos los habitantes de un mismo Reino le tratasen como si fuera un Dios sin serlo. Jacob admiraba profundamente a Marlowe por hazañas como esas. Sus historias se podían contar por mil. Después de este día, esperaba poder contar una nueva historia en que Jacob Marsh fuera el protagonista; el héroe de Ulmer que mató a extranjeros agitadores y a un cibernético que traía la muerte haya por donde pasaba. Un nombre muy largo por un cuento, sonaría mejor que se titulase solo como: “La leyenda de Jacob Marsh”.
Estaba tan desprevenido como el chico cuando le hubo cogido, no se dio cuenta que Dennis había tomado un enorme pedrusco y lo utilizó como arma para golpear la cabeza de Jacob. En otras circunstancias, en unas en las que no se hubiera tomado las pócimas de Benjamin Kantos, habría caído inconsciente nada más recibir el golpe. Sin embargo, en este momento, no sentía nada más que el éxtasis del dolor ajeno.
-Pagarás por esto- dijo Jacob Marsh medio riendo y medio aullando.
Fredericksen: Tu rival es Jacob Marsh. Ya has visto de lo que es capaz el lobo. No tiene piedad y está muy enfadado, utilizará todo lo que esté a su favor para matarte. Por otro lado, tras tu mala runa, tú estás en el suelo muy débil para poder luchar. Mira el lado bueno, tienes a Adie y Dennis que te ayudarán en todo lo que necesites. No te olvides de lanzar la Voluntad de los Dioses. Suerte buena o media, matarás a Jacob Marsh.
Cassandra C. Harrowmont: Viene ahora la peor decisión de todas: ¿te atreverías a matar a Inga, a una madre? Si es que sí, ella se defenderá; no será tan fácil como puedes imaginar. Si es que no, todo el coro de licántrpos que está alrededor de Marlowe se lanzarán a por ti. Sea como sea, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
El único npc que no puede morir en este tema es Gabriel Marlowe.
Levantó las manos para calmar a la multitud, aquellos que no le miraban era porque estaban persiguiendo a Dennis, el cibernético mensajero y el extranjero que iba con ellos.
-Estamos en deuda con usted, cazadora- se escuchó un coro de susurros (gracias, gracias) por donde pasaba la chica- Hemos tenido problemas con cierta gente que no quiere obedecer las normas. Son débiles, no les juzgo. Si un familiar cercano hubiera enfermado con la misma gravedad que el niño de los Schunke, también lo hubiera ocultado a los verdugos para que no le sacrificasen a la Luna. Comprendemos el dolor de los Schunke, pero no por ello debemos dejar de castigarles- otro coro de susurros, más grande que el anterior (no, no, NO), se escuchó desde pequeños puntos concretos de la multitud- ¿Lo hará por nosotros? Es parte de su deber dar caza a los criminales como Dennis e Inga. Mis hombres se encargan de Dennis, encargase usted de Inga. Se lo agradeceremos como es debido-.
_____________________
Cogió desprevenido de la capucha al extranjero, iba a pagar por lo que le había hecho. Tiró del agarré con tanta fuerza que le hizo caer al suelo de espaldas. Ni entonces tuvo compasión de él. Le pisó el torso dejando caer todo su peso contra él. Con el pie que le quedaba libre, le pateó su estúpida cara de imbécil. Jacob Marsh reía al darse cuenta que un hilillo de sangre corría por la sien del extranjero de los bosques. Se debería sentir como Jacob se sintió cuando él y la cazadora le dispararon en las rodillas después de defender a Ulmer de las noticias de malagüero mensajero.
-Es un gusto volver a verte-.
Otro detalle que le gustó fue ver la cara de Adie completamente masacrada, parecía una roca hecha añicos. Dennis Schunke estaba con ellos, sería considerado una amenaza si no estuviera más concentrado en las piedras que le lanzaban desde la espalda que en detener a Jacob Marsh. Obra de Gabriel Marlowe, suponía, él era la única persona de toda Aerandir capaz de hacer que todos los habitantes de un mismo Reino le tratasen como si fuera un Dios sin serlo. Jacob admiraba profundamente a Marlowe por hazañas como esas. Sus historias se podían contar por mil. Después de este día, esperaba poder contar una nueva historia en que Jacob Marsh fuera el protagonista; el héroe de Ulmer que mató a extranjeros agitadores y a un cibernético que traía la muerte haya por donde pasaba. Un nombre muy largo por un cuento, sonaría mejor que se titulase solo como: “La leyenda de Jacob Marsh”.
Estaba tan desprevenido como el chico cuando le hubo cogido, no se dio cuenta que Dennis había tomado un enorme pedrusco y lo utilizó como arma para golpear la cabeza de Jacob. En otras circunstancias, en unas en las que no se hubiera tomado las pócimas de Benjamin Kantos, habría caído inconsciente nada más recibir el golpe. Sin embargo, en este momento, no sentía nada más que el éxtasis del dolor ajeno.
-Pagarás por esto- dijo Jacob Marsh medio riendo y medio aullando.
_____________________
Ambos: Este será vuestro último turno. Cada uno, se enfrentará a un rival conciso de la misión.Fredericksen: Tu rival es Jacob Marsh. Ya has visto de lo que es capaz el lobo. No tiene piedad y está muy enfadado, utilizará todo lo que esté a su favor para matarte. Por otro lado, tras tu mala runa, tú estás en el suelo muy débil para poder luchar. Mira el lado bueno, tienes a Adie y Dennis que te ayudarán en todo lo que necesites. No te olvides de lanzar la Voluntad de los Dioses. Suerte buena o media, matarás a Jacob Marsh.
Cassandra C. Harrowmont: Viene ahora la peor decisión de todas: ¿te atreverías a matar a Inga, a una madre? Si es que sí, ella se defenderá; no será tan fácil como puedes imaginar. Si es que no, todo el coro de licántrpos que está alrededor de Marlowe se lanzarán a por ti. Sea como sea, deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
El único npc que no puede morir en este tema es Gabriel Marlowe.
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
Me había confiado de más y en aquel momento no pensaba que algo pudiese tomarme desprevenido, un grave error de mi parte porque si se habían aprovechado de que había dejado mi espalda totalmente desprotegida. Caí directo al suelo tratando de analizar lo que sucedía, estaba tan concentrado en el resto que no era normal ver de la nada el cielo, la daga resbaló de mis manos y dio a parar unos centímetros lejos de mi.
El dolor de la espalda a causa de la caída se vio acompañado por otro aún más agudo en el torso, al parecer la persona que me había tirado al suelo sabía como neutralizar a alguien. Traté de observar quien había sido el causante de aquello, levanté la mirada un peco pero nuevamente me vi interrumpido por otro golpe, esta vez mucho más doloroso que los que me habían propinado con anterioridad. Todos mis pensamientos ahora eran confusos y el panorama me daba vueltas aunque tuviese la cabeza quieta y apoyada en el suelo, el césped que me rodeaba comenzaba a verse borroso y oscuro “¿Tan rápido está oscureciendo?”
Me removí en el suelo tratando de liberarme de lo que me mantenía quieto, cuando recuperé un poco la visión y concentración lo primero que hice fue observar que me retenía, alguien me estaba pisando ¿Pero quién? La respuesta no tardó en llegar, aún en mi leve aturdimiento podía reconocer la voz de quien hablaba, era el sujeto que había herido a Adie “Parece que ahora seré yo el de la cortada en el rostro.” - No recuerdo que tuviésemos planeada esta reunión. – Comenté lentamente mientras llevaba mi mano a la cabeza, tan solo hablar era molesto “O quizá sea yo el molesto…no, no lo creo.” Al pasar mi mano sobre la sien noté una extraña sensación, había un extraño liquido en esta, tuve que lamer mis dedos para descubrir que era sangre ¿Acaso estaba sangrando? - Pero te tengo la mala noticia de que no podemos vernos ahora… si quieres me buscas después y tomamos hidromiel. – Al parecer mi comentario no le agradó mucho al sujeto ya que presionó nuevamente con su pie y me hizo callar.
No era necesario estar en plenas condiciones para saber que todo iba mal, había estado en situaciones similares antes y había salido vivo de suerte “Pero esta vez dudo que sea tan sencillo.” Aquel pueblerino no era un simple matón, era alguien que soltaba odio con cada aliento, alguien que sabía que hacer exactamente y como “Lo primero que debes hacer es liberarte, Fred.” ¿Pero como lo haría? Dudaba que fuese tan sencillo como tomar la pierna y empujar, si hacía aquello solo ganaría otra patada que me dejaría en el sueño eterno.
Volví a deje la cabeza en el suelo observando la nada, quizá solo debía resignarme y aceptar las consecuencias de mis actos… tal vez debía aceptar la paliza “¿Ese golpe te dejó idiota verdad?” No iba a recibir una paliza, me iba a masacrar allí mismo. Entrecerré los ojos intentando que mi cabeza volviese a funcionar como debía, no podía rendirme tan fácil. Y al parecer dio sus frutos ya que noté la daga que había sostenido antes, no estaba tan lejos, aún existía una posibilidad.
Mientras mi mente intentaba funcionar Dennis había atacado al hombre rabioso, solo que el ataque no había servido para mucho ya que Don Rabia solo se reía. “No te distraigas y aprovecha que no te presta atención.” Deslicé la mano hasta la daga y tomé con fuerza la empuñadura, por un momento planeé en clavársela en el pie pero noté lo idiota que era aquella idea, si hacía aquello también me apuñalaría el abdomen.
Por cómo se desarrollaban los sucesos estaba claro que Don Rabia ahora atacaría a Dennis, aquello sería beneficioso porque tal vez me dejase libre… pero no podía dejar a Shunke, había intentado ayudarme después de todo. Levanté la daga y la enterré con fuerza en la pierna de el pueblerino, ya había visto antes como había resistido un par de flechas así que sin pensarlo mucho retiré el arma y comencé a apuñalar repetidamente al sujeto en el mismo sitio.
Lo único que escuché fue a Don Rabia soltar un gruñido de molestia y maldiciones entre dientes, podía ver como la sangre manchaba su pantalón a medía que se expandía pero aún así no se retiraba. – Quítate maldita sea. – Comenté mientras recuperaba el aliento. Aquello solo provocó que el captor soltara una carcajada, levantó la pierna un poco para volver a enterrarla en mi abdomen con más fuerza, proceso que repitió con más fuerza para luego patear mi costado.
Todos los golpes recibidos me habías quitado totalmente el aire, el dolor que al inicio había tomado como molesto ahora era insoportable. Lo único positivo de aquello es que había podido aprovecharme de la ultima patada y rodar por el suelo para alejarme, aunque no sabía que tan útil sería después de todo.
- ¿En serio planeaban que con esas idioteces podrían ganarme? – El sujeto volvió a reír apretando los puños, sus nudillos se tornaban blancos a causa de la fuerza pero lo peor era su mirada, aquella mirada realmente me daba miedo. – Primero el imbécil de Dennis planea detenerme con una piedra, ahora tú planeas que con un juguetito será suficiente. No me hagan reír. – Don Rabio escupió el suelo y se irguió, aquello demostraba la confianza que se tenía.
Mientras aquel sujeto hablaba Shunke y Adie se habían acercado, si los 3 le hacíamos frente a aquel pueblerino tal vez tuviésemos oportunidad… pero sabía que Adie no podría hacer mucho, si antes lo habían desfigurado de un solo golpe en aquel momento tal vez lo dejarían totalmente fuera de uso “Así que solo puedo contar con Dennis.”
- ¿Aún puedes ponerte en pie, chico? – Preguntó Dennis mientras me tendía la mano, los pueblerinos aún lanzaban rocas y otros objetos pero no todos llegaban.
- Es una suerte siquiera respirar. – Tomé la mano que me extendía y me coloqué de pie lentamente sintiendo como el dolor se extendía por mi cuerpo, no sabía cómo iba a moverme sin sentir que me estaban apaleando pero sería mejor descubrirlo rápido.
- Pues será mejor que busques la manera de recomponerte.
- Si si… estoy en ello. – Sacudí la mano y tomé una bocanada de aire esperando que el mundo dejase de girar.
Solo que no tuve el tiempo necesario, una roca había pasado volando cerca y casi me había dado de lleno en la cara. Al levantar la mirada noté que había sido el mismo rabioso quien la arrojó, primero había atacado a la distancia y ahora se encontraba corriendo para atacar cuerpo a cuerpo.
- ¿Qué tan bueno eres cuerpo a cuerpo?
- Pues contra personas normales supongo que bueno… contra eso tengo la muerte asegurada. – Levanté la daga y señalé a Don Rabia.- Pero supongo que a distancia podré hacer algo contra esa cosa.
- Pues más te vale que sea cierto, mantendré a Jacob a raya. – Dennis se adelantó y comenzó a dirigirse al pueblerino, si ambos se iban a enfrentar cara a cara tenía la oportunidad de pensar mejor que hacer.
Dennis estaba preparado para golpear a Jacob en su debido momento, solo que el otro que parecía no sentir dolor y recibió gustoso el golpe de Dennis en el rostro. Jacob aprovechando la cercanía golpeó a Dennis en la nariz haciéndolo retroceder un par de pasos, sin desaprovechar la ventaja que tenía levantó su mano izquierda y la dirigió en otro impacto que al rostro que Shunke no logro evitar.
Por mi parte tiré la daga que aún sostenía al suelo y desenfundé el carcaj, si no iba a estar dando golpes de cerca lo mejor que podía hacer era apoyar a distancia. Coloqué la primera flecha en el arco y comencé a relajar mi respiración, jamás había intentado hacer aquello teniendo tan poco aire en los pulmones, pero nunca estaba de más intentar. Apunté a los licántropos mientras seguían golpeándose el uno al otro, notaba que por el rostro de Dennis caían algunas gotas de sangre, igual que por el de Jacob… solo que había una diferencia “Don Rabias presenta cierta cojera.” Tal vez mi ataque con la daga si había funcionado de algo.
Mi respiración había parado totalmente, de igual manera había dejado de sentir el corazón palpitar en mi pecho “No tienes mucho tiempo, Fred, adelante.” Disparé la primera flecha contra Jacob, había rozado un poco a Dennis pero no era nada de gravedad, lo importante es que había logrado dar en el blanco, en el hombro del demente. Sin esperar alguna otra reacción me apresuré a retirar otra flecha del carcaj y apuntar Jacob, tal vez si dejaba uno de sus brazos inútiles podríamos salir de aquello. Disparé esta vez un poco más abajo, Dennis se había fijado en que otro proyectil iba en dirección a ellos y se había apartado a tiempo, la flecha se incrustó esta vez en el antebrazo del pueblerino
- ¡Malditos, son unos malditos! – Gritó Jacob mientras la sangre deslizaba por su brazo “¿Cuánta sangre tiene aquel sujeto?” No tenía ni idea pero por lógica ya debería comenzar a debilitarse.
Tomé una bocanada de aire y caí de rodillas al suelo, el corazón había vuelto a latir pero se encontraba en un ritmo acelerado y el aire que llegaba a mis pulmones ardía. Tosí un poco mientras intentaba recuperarme, haber hecho aquello había sido una completa mala idea.
- Debo recordarle que si cumple de tal manera sus funciones respiratorias encontrará la muerte, hará caput.
- Gracias Adie… ¿Qué haría yo sin ti? – Levanté la mirada para contemplar como el conflicto entre licántropos no terminaba, al menos esta vez era una pelea de dos brazos contra uno “Valió la pena, eso sin dudarlo.”
Los movimientos de Jacob se veían más lentos pero aún así seguía peleando con el mismo odio de antes, consideré volver a utilizar aquel truco de la respiración pero era una completa mala idea. Quizá era momento de dar apoyo cuerpo a cuerpo, recogí la daga que había tirado y me levanté con esfuerzo, esta vez definitivamente debía visitar a algún doctor para que me ayudase con aquellas heridas “O algún elfo, también puede ayudar.” Pero primero acabaría aquel asunto.
Aprovechando que Jacob estaba entretenido con Dennis rodeé el conflicto lo mejor que pude para acercarme por la espalda a aquel sujeto, nunca me había agradado la idea de asesinar pero estaba claro que aquella era una hierba mala que se debía arrancar de raíz. Don Rabia había tomado a Shunke del cuello de la camisa y se encontraba propinándole cabezazos, a falta de un brazo, buena era una cabeza hueca.
- Lo siento… pero no dejaste más opciones. – Coloqué el arma a altura de mi pecho y me dirigí contra Jacob, aquel era el todo o nada.
El dolor de la espalda a causa de la caída se vio acompañado por otro aún más agudo en el torso, al parecer la persona que me había tirado al suelo sabía como neutralizar a alguien. Traté de observar quien había sido el causante de aquello, levanté la mirada un peco pero nuevamente me vi interrumpido por otro golpe, esta vez mucho más doloroso que los que me habían propinado con anterioridad. Todos mis pensamientos ahora eran confusos y el panorama me daba vueltas aunque tuviese la cabeza quieta y apoyada en el suelo, el césped que me rodeaba comenzaba a verse borroso y oscuro “¿Tan rápido está oscureciendo?”
Me removí en el suelo tratando de liberarme de lo que me mantenía quieto, cuando recuperé un poco la visión y concentración lo primero que hice fue observar que me retenía, alguien me estaba pisando ¿Pero quién? La respuesta no tardó en llegar, aún en mi leve aturdimiento podía reconocer la voz de quien hablaba, era el sujeto que había herido a Adie “Parece que ahora seré yo el de la cortada en el rostro.” - No recuerdo que tuviésemos planeada esta reunión. – Comenté lentamente mientras llevaba mi mano a la cabeza, tan solo hablar era molesto “O quizá sea yo el molesto…no, no lo creo.” Al pasar mi mano sobre la sien noté una extraña sensación, había un extraño liquido en esta, tuve que lamer mis dedos para descubrir que era sangre ¿Acaso estaba sangrando? - Pero te tengo la mala noticia de que no podemos vernos ahora… si quieres me buscas después y tomamos hidromiel. – Al parecer mi comentario no le agradó mucho al sujeto ya que presionó nuevamente con su pie y me hizo callar.
No era necesario estar en plenas condiciones para saber que todo iba mal, había estado en situaciones similares antes y había salido vivo de suerte “Pero esta vez dudo que sea tan sencillo.” Aquel pueblerino no era un simple matón, era alguien que soltaba odio con cada aliento, alguien que sabía que hacer exactamente y como “Lo primero que debes hacer es liberarte, Fred.” ¿Pero como lo haría? Dudaba que fuese tan sencillo como tomar la pierna y empujar, si hacía aquello solo ganaría otra patada que me dejaría en el sueño eterno.
Volví a deje la cabeza en el suelo observando la nada, quizá solo debía resignarme y aceptar las consecuencias de mis actos… tal vez debía aceptar la paliza “¿Ese golpe te dejó idiota verdad?” No iba a recibir una paliza, me iba a masacrar allí mismo. Entrecerré los ojos intentando que mi cabeza volviese a funcionar como debía, no podía rendirme tan fácil. Y al parecer dio sus frutos ya que noté la daga que había sostenido antes, no estaba tan lejos, aún existía una posibilidad.
Mientras mi mente intentaba funcionar Dennis había atacado al hombre rabioso, solo que el ataque no había servido para mucho ya que Don Rabia solo se reía. “No te distraigas y aprovecha que no te presta atención.” Deslicé la mano hasta la daga y tomé con fuerza la empuñadura, por un momento planeé en clavársela en el pie pero noté lo idiota que era aquella idea, si hacía aquello también me apuñalaría el abdomen.
Por cómo se desarrollaban los sucesos estaba claro que Don Rabia ahora atacaría a Dennis, aquello sería beneficioso porque tal vez me dejase libre… pero no podía dejar a Shunke, había intentado ayudarme después de todo. Levanté la daga y la enterré con fuerza en la pierna de el pueblerino, ya había visto antes como había resistido un par de flechas así que sin pensarlo mucho retiré el arma y comencé a apuñalar repetidamente al sujeto en el mismo sitio.
Lo único que escuché fue a Don Rabia soltar un gruñido de molestia y maldiciones entre dientes, podía ver como la sangre manchaba su pantalón a medía que se expandía pero aún así no se retiraba. – Quítate maldita sea. – Comenté mientras recuperaba el aliento. Aquello solo provocó que el captor soltara una carcajada, levantó la pierna un poco para volver a enterrarla en mi abdomen con más fuerza, proceso que repitió con más fuerza para luego patear mi costado.
Todos los golpes recibidos me habías quitado totalmente el aire, el dolor que al inicio había tomado como molesto ahora era insoportable. Lo único positivo de aquello es que había podido aprovecharme de la ultima patada y rodar por el suelo para alejarme, aunque no sabía que tan útil sería después de todo.
- ¿En serio planeaban que con esas idioteces podrían ganarme? – El sujeto volvió a reír apretando los puños, sus nudillos se tornaban blancos a causa de la fuerza pero lo peor era su mirada, aquella mirada realmente me daba miedo. – Primero el imbécil de Dennis planea detenerme con una piedra, ahora tú planeas que con un juguetito será suficiente. No me hagan reír. – Don Rabio escupió el suelo y se irguió, aquello demostraba la confianza que se tenía.
Mientras aquel sujeto hablaba Shunke y Adie se habían acercado, si los 3 le hacíamos frente a aquel pueblerino tal vez tuviésemos oportunidad… pero sabía que Adie no podría hacer mucho, si antes lo habían desfigurado de un solo golpe en aquel momento tal vez lo dejarían totalmente fuera de uso “Así que solo puedo contar con Dennis.”
- ¿Aún puedes ponerte en pie, chico? – Preguntó Dennis mientras me tendía la mano, los pueblerinos aún lanzaban rocas y otros objetos pero no todos llegaban.
- Es una suerte siquiera respirar. – Tomé la mano que me extendía y me coloqué de pie lentamente sintiendo como el dolor se extendía por mi cuerpo, no sabía cómo iba a moverme sin sentir que me estaban apaleando pero sería mejor descubrirlo rápido.
- Pues será mejor que busques la manera de recomponerte.
- Si si… estoy en ello. – Sacudí la mano y tomé una bocanada de aire esperando que el mundo dejase de girar.
Solo que no tuve el tiempo necesario, una roca había pasado volando cerca y casi me había dado de lleno en la cara. Al levantar la mirada noté que había sido el mismo rabioso quien la arrojó, primero había atacado a la distancia y ahora se encontraba corriendo para atacar cuerpo a cuerpo.
- ¿Qué tan bueno eres cuerpo a cuerpo?
- Pues contra personas normales supongo que bueno… contra eso tengo la muerte asegurada. – Levanté la daga y señalé a Don Rabia.- Pero supongo que a distancia podré hacer algo contra esa cosa.
- Pues más te vale que sea cierto, mantendré a Jacob a raya. – Dennis se adelantó y comenzó a dirigirse al pueblerino, si ambos se iban a enfrentar cara a cara tenía la oportunidad de pensar mejor que hacer.
Dennis estaba preparado para golpear a Jacob en su debido momento, solo que el otro que parecía no sentir dolor y recibió gustoso el golpe de Dennis en el rostro. Jacob aprovechando la cercanía golpeó a Dennis en la nariz haciéndolo retroceder un par de pasos, sin desaprovechar la ventaja que tenía levantó su mano izquierda y la dirigió en otro impacto que al rostro que Shunke no logro evitar.
Por mi parte tiré la daga que aún sostenía al suelo y desenfundé el carcaj, si no iba a estar dando golpes de cerca lo mejor que podía hacer era apoyar a distancia. Coloqué la primera flecha en el arco y comencé a relajar mi respiración, jamás había intentado hacer aquello teniendo tan poco aire en los pulmones, pero nunca estaba de más intentar. Apunté a los licántropos mientras seguían golpeándose el uno al otro, notaba que por el rostro de Dennis caían algunas gotas de sangre, igual que por el de Jacob… solo que había una diferencia “Don Rabias presenta cierta cojera.” Tal vez mi ataque con la daga si había funcionado de algo.
Mi respiración había parado totalmente, de igual manera había dejado de sentir el corazón palpitar en mi pecho “No tienes mucho tiempo, Fred, adelante.” Disparé la primera flecha contra Jacob, había rozado un poco a Dennis pero no era nada de gravedad, lo importante es que había logrado dar en el blanco, en el hombro del demente. Sin esperar alguna otra reacción me apresuré a retirar otra flecha del carcaj y apuntar Jacob, tal vez si dejaba uno de sus brazos inútiles podríamos salir de aquello. Disparé esta vez un poco más abajo, Dennis se había fijado en que otro proyectil iba en dirección a ellos y se había apartado a tiempo, la flecha se incrustó esta vez en el antebrazo del pueblerino
- ¡Malditos, son unos malditos! – Gritó Jacob mientras la sangre deslizaba por su brazo “¿Cuánta sangre tiene aquel sujeto?” No tenía ni idea pero por lógica ya debería comenzar a debilitarse.
Tomé una bocanada de aire y caí de rodillas al suelo, el corazón había vuelto a latir pero se encontraba en un ritmo acelerado y el aire que llegaba a mis pulmones ardía. Tosí un poco mientras intentaba recuperarme, haber hecho aquello había sido una completa mala idea.
- Debo recordarle que si cumple de tal manera sus funciones respiratorias encontrará la muerte, hará caput.
- Gracias Adie… ¿Qué haría yo sin ti? – Levanté la mirada para contemplar como el conflicto entre licántropos no terminaba, al menos esta vez era una pelea de dos brazos contra uno “Valió la pena, eso sin dudarlo.”
Los movimientos de Jacob se veían más lentos pero aún así seguía peleando con el mismo odio de antes, consideré volver a utilizar aquel truco de la respiración pero era una completa mala idea. Quizá era momento de dar apoyo cuerpo a cuerpo, recogí la daga que había tirado y me levanté con esfuerzo, esta vez definitivamente debía visitar a algún doctor para que me ayudase con aquellas heridas “O algún elfo, también puede ayudar.” Pero primero acabaría aquel asunto.
Aprovechando que Jacob estaba entretenido con Dennis rodeé el conflicto lo mejor que pude para acercarme por la espalda a aquel sujeto, nunca me había agradado la idea de asesinar pero estaba claro que aquella era una hierba mala que se debía arrancar de raíz. Don Rabia había tomado a Shunke del cuello de la camisa y se encontraba propinándole cabezazos, a falta de un brazo, buena era una cabeza hueca.
- Lo siento… pero no dejaste más opciones. – Coloqué el arma a altura de mi pecho y me dirigí contra Jacob, aquel era el todo o nada.
Fredericksen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 394
Nivel de PJ : : 2
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
El miembro 'Fredericksen' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2234
Nivel de PJ : : 0
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
Miré a toda la muchedumbre mientras trataba de seguir disimulando con el cuerpo envuelto del niño. Plan equivocado, tocaba recurrir a otro porque no colaba que me fuera tan campante con el cadáver. Me giré para escuchar a Marlowe, pero con escepticismo. Sus palabras me sonaban vacías pero estaban llenas para los que lo escuchaban, por quienes pasé una mirada con cierto asco. No me gustaban los lobos, me parecían incluso más salvajes y tribales que los hombres bestia y tampoco es que fueran muy famosos por dialogar. Lo único bueno que tenían es que acababan matando a algunos vampiros y no teníamos que desplazarnos. Pero eran tan estúpidos que a veces nos dificultaban más el cazar a sus enemigos naturales.
Esperé a que el hombre se callase y luego comencé a hablar. - Espera, espera. Mi deber es servir a quien me haya contratado. ¿Has sido tú? No. - comencé con cierto tono de vacile. A la mierda eso de portarme bien que había intentado mantener para dar una buena imagen del gremio. Ese tipo me estaba enfadando con sus habladurías. Me parecía una especie de secta o algo parecido. Y querían castigar a Inga. Resoplé y apoyé una de mis manos en la cadera. - No comprendéis el dolor que sienten - miré a todos - no sois capaces de imaginaros el dolor de una madre al ver como su hijo se está muriendo, hipócritas. - Estaba enfadada. Yo había tenido que ver a mi madre hundida en el dolor más profundo al llegar mi hermano en su estado de coma. A día de hoy seguía sin poder salir de la habitación, se consumía a cada hora mientras agarraba la mano de Milton. Desde Sacrestic Ville no había vuelto a ser la misma y se había olvidado de todo lo que pasaba a su alrededor. Por eso había ayudado a Inga, no por el dinero, sino porque al ver su rostro me acordé de mi madre, quien seguía en Beltrexus muerta en vida. Esa mujer había visto cómo su pequeño moría y no había podido hacer más que intentar evitar que lo mataran de peores maneras. A lo mejor… a ella le movió lo mismo que a mí cuando sucedió lo de mi hermano. Antes que matarlo y “acabar con todo” te aferras a la esperanza del “y si…” y tratas de dejar que viva, por si acaso pudiese volver a abrir los ojos. En el caso de Inga no funcionó. En el de mi familia… esperaba que sí.
Todos los presentes me miraron con mala cara. No, no entendían a lo que me refería. - Tú mismo has dicho que también serías débil. ¿Entonces? ¿Por qué no dejas que esta familia le haga un funeral a su hijo? - pregunté de forma inquisidora a Marlowe, era quien parecía mover el cotarro. - Si tanto les entiendes, da ejemplo. Deja que puedan despedirse de su bebé y ya. No están enfermos, entiende su dolor.
Realmente, tampoco entendía eso de dejar un cadáver enfermo, pero sí había visto en Inga el reflejo de mi madre y no podía hacer nada. Por más repulsivo que me pareciera no podía evitar sentir cierta lástima. Ellos ya no podrían revivir a su hijo, ¿qué más les daba a los otros? Podrían enterrarlo o incinerarlo, o lo que sea que hicieran los lobos. Y ya.
Pero no parecía gustarles. Marlowe me miró de forma bastante dura y yo correspondí la mirada, sin molestarme en coger el arco. El coro estaba esperando la señal para abalanzarse sobre mí, pero ya estaba preparada para ello si algo pasaba. - ¿Acaso estás con los traidores?
- ¿Traidores por intentar cuidar a su hijo? Es repugnante guardar un cadáver. Igual que el del pozo, ¿no? - miré a todos. - Ah, no. Ese no estaba muerto, sino enfermo. Murió ahogado. - Los murmullos empezaron a sonar cada vez más fuerte. No les estaba convenciendo… y tampoco quería. Solo buscaba que dejasen en paz a la mujer. - Dejad que entierre a su hijo, ¿o es que si no está muerto no se puede enterrar? Sé lo que este hombre ha hecho con los enfermos. ¿En serio creéis que sea un buen líder cuando no se preocupa por el pueblo? - empecé a reír.
Era lógico que no iba a tardar demasiado en estallar la guerra y todos se lanzaron a por mí. Pegué una patada en el suelo haciendo que se desquebrajase y de ahí saliese un muro de arena maciza que separaba a los lobos de mí. Pude oír la voz de Marlowe gritar las indicaciones a sus seguidores pero no alcancé a escuchar lo que decía porque en cuanto el muro se erigió frente a mí salí corriendo para entregarle la manta con el cuerpo de su bebé a Inga. - ¡Corre!
Nada más decir eso una muchedumbre de personas salieron, pero yo ya tenía el arco preparado y empecé a disparar. Mis flechas siempre iban de tres en tres, apoyándome en la telequinesia para impulsarlas a modo de lanza, pero no eran suficientes para reducir al pueblo que venía contra mí. De reojo pude ver que el otro extranjero de la capa también tenía ciertos problemas. Pero él no me importaba, sólo yo misma. Volví a dar una patada al suelo haciendo que se abriese un pequeño desnivel, suficiente para hacer que los primeros se tambaleasen, momento que aproveché para disparar a los que estaban atrás. Si podía ir quitándome a más gente, mejor que mejor. - ¡Deteneos! - No quería acabar con los perros esos, pero si no me quedaba otro remedio…
Uno de ellos, con un pequeño escudo de madera, fue capaz de golpearme para arrebatarme el arco, que cayó al suelo. Con el mismo escudo me golpeó a mí y me hizo caer al suelo. ¡Mierda! Había perdido la ventaja que me daba la distancia, pero esto no iba a quedar así. Desde el suelo le hice un barrido golpeando su tobillo con mis botas y también acabó tendido sobre la arena. De un ágil salto me levanté y con su mismo escudo le golpeé, como él había hecho conmigo. Sólo que yo me aseguré haberle dado en la cabeza. Alcé el pequeño escudo con la telequinesis y lo lancé contra la muchedumbre de canto, tratando de que tuvieran que esquivarlo, tiempo que aprovecharía para recuperar mi arco.
A pesar de que no me gustaba, tenía que retroceder porque me estaban ganando terreno. Un nuevo muro de tierra me separaba de ellos después de volver a golpear el suelo. Cualquier cosa que me sirviera para mantenerlos a raya era perfecta para mí. No iba a dejar que se volviesen a acercar esos pulgosos.
Esperé a que el hombre se callase y luego comencé a hablar. - Espera, espera. Mi deber es servir a quien me haya contratado. ¿Has sido tú? No. - comencé con cierto tono de vacile. A la mierda eso de portarme bien que había intentado mantener para dar una buena imagen del gremio. Ese tipo me estaba enfadando con sus habladurías. Me parecía una especie de secta o algo parecido. Y querían castigar a Inga. Resoplé y apoyé una de mis manos en la cadera. - No comprendéis el dolor que sienten - miré a todos - no sois capaces de imaginaros el dolor de una madre al ver como su hijo se está muriendo, hipócritas. - Estaba enfadada. Yo había tenido que ver a mi madre hundida en el dolor más profundo al llegar mi hermano en su estado de coma. A día de hoy seguía sin poder salir de la habitación, se consumía a cada hora mientras agarraba la mano de Milton. Desde Sacrestic Ville no había vuelto a ser la misma y se había olvidado de todo lo que pasaba a su alrededor. Por eso había ayudado a Inga, no por el dinero, sino porque al ver su rostro me acordé de mi madre, quien seguía en Beltrexus muerta en vida. Esa mujer había visto cómo su pequeño moría y no había podido hacer más que intentar evitar que lo mataran de peores maneras. A lo mejor… a ella le movió lo mismo que a mí cuando sucedió lo de mi hermano. Antes que matarlo y “acabar con todo” te aferras a la esperanza del “y si…” y tratas de dejar que viva, por si acaso pudiese volver a abrir los ojos. En el caso de Inga no funcionó. En el de mi familia… esperaba que sí.
Todos los presentes me miraron con mala cara. No, no entendían a lo que me refería. - Tú mismo has dicho que también serías débil. ¿Entonces? ¿Por qué no dejas que esta familia le haga un funeral a su hijo? - pregunté de forma inquisidora a Marlowe, era quien parecía mover el cotarro. - Si tanto les entiendes, da ejemplo. Deja que puedan despedirse de su bebé y ya. No están enfermos, entiende su dolor.
Realmente, tampoco entendía eso de dejar un cadáver enfermo, pero sí había visto en Inga el reflejo de mi madre y no podía hacer nada. Por más repulsivo que me pareciera no podía evitar sentir cierta lástima. Ellos ya no podrían revivir a su hijo, ¿qué más les daba a los otros? Podrían enterrarlo o incinerarlo, o lo que sea que hicieran los lobos. Y ya.
Pero no parecía gustarles. Marlowe me miró de forma bastante dura y yo correspondí la mirada, sin molestarme en coger el arco. El coro estaba esperando la señal para abalanzarse sobre mí, pero ya estaba preparada para ello si algo pasaba. - ¿Acaso estás con los traidores?
- ¿Traidores por intentar cuidar a su hijo? Es repugnante guardar un cadáver. Igual que el del pozo, ¿no? - miré a todos. - Ah, no. Ese no estaba muerto, sino enfermo. Murió ahogado. - Los murmullos empezaron a sonar cada vez más fuerte. No les estaba convenciendo… y tampoco quería. Solo buscaba que dejasen en paz a la mujer. - Dejad que entierre a su hijo, ¿o es que si no está muerto no se puede enterrar? Sé lo que este hombre ha hecho con los enfermos. ¿En serio creéis que sea un buen líder cuando no se preocupa por el pueblo? - empecé a reír.
Era lógico que no iba a tardar demasiado en estallar la guerra y todos se lanzaron a por mí. Pegué una patada en el suelo haciendo que se desquebrajase y de ahí saliese un muro de arena maciza que separaba a los lobos de mí. Pude oír la voz de Marlowe gritar las indicaciones a sus seguidores pero no alcancé a escuchar lo que decía porque en cuanto el muro se erigió frente a mí salí corriendo para entregarle la manta con el cuerpo de su bebé a Inga. - ¡Corre!
Nada más decir eso una muchedumbre de personas salieron, pero yo ya tenía el arco preparado y empecé a disparar. Mis flechas siempre iban de tres en tres, apoyándome en la telequinesia para impulsarlas a modo de lanza, pero no eran suficientes para reducir al pueblo que venía contra mí. De reojo pude ver que el otro extranjero de la capa también tenía ciertos problemas. Pero él no me importaba, sólo yo misma. Volví a dar una patada al suelo haciendo que se abriese un pequeño desnivel, suficiente para hacer que los primeros se tambaleasen, momento que aproveché para disparar a los que estaban atrás. Si podía ir quitándome a más gente, mejor que mejor. - ¡Deteneos! - No quería acabar con los perros esos, pero si no me quedaba otro remedio…
Uno de ellos, con un pequeño escudo de madera, fue capaz de golpearme para arrebatarme el arco, que cayó al suelo. Con el mismo escudo me golpeó a mí y me hizo caer al suelo. ¡Mierda! Había perdido la ventaja que me daba la distancia, pero esto no iba a quedar así. Desde el suelo le hice un barrido golpeando su tobillo con mis botas y también acabó tendido sobre la arena. De un ágil salto me levanté y con su mismo escudo le golpeé, como él había hecho conmigo. Sólo que yo me aseguré haberle dado en la cabeza. Alcé el pequeño escudo con la telequinesis y lo lancé contra la muchedumbre de canto, tratando de que tuvieran que esquivarlo, tiempo que aprovecharía para recuperar mi arco.
A pesar de que no me gustaba, tenía que retroceder porque me estaban ganando terreno. Un nuevo muro de tierra me separaba de ellos después de volver a golpear el suelo. Cualquier cosa que me sirviera para mantenerlos a raya era perfecta para mí. No iba a dejar que se volviesen a acercar esos pulgosos.
Off: Uso de habilidad racial y habilidades de tensai de tierra. Aquí está el link de mi runa, la he tirado antes, espero que no te importe master <3: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Perdon por la tardanza 3
Cassandra C. Harrowmont
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 142
Nivel de PJ : : 1
Re: [MEGAEVENTO] Grasa, peste y muerte [No hay santuario][Cassandra-Fredericksen]
El extranjero puso en juego su último ataque, era todo o nada. El resultado: Nada. Jacob tenía los agudos reflejos de un animal herido. Antes de que siquiera llegara a tocarle, soltó a Dennis de un golpe y se lanzó hacia el chico. Le desarmó de un golpe seco y, aprovechando la sorpresa, clavó sus garras en cada uno de sus hombros. Despacio, fue levantándole del suelo. No había prisas; el lobo tenía todo el tiempo necesario para disfrutar cada grito del chaval y cada gota de sangre caliente que corría por sus garras. Lo mejor, lo que más le divertía, era ver el careto de Dennis y el gigante de metal al darse cuenta que su amiguito estaba muriendo lentamente en sus manos sin que ellos pudieran hacer nada.
Gabriel Marlowe se sentiría orgulloso de él. Después de esto, del asesinato y la tortura, le condecoraría con honores. Podía ser que, incluso, le abriese las puertas de su casa y le preparase una habitación como su mano derecha. Eso sonaba muy bien. Tendría comida limpia todos los días de la semana y no esa mierda recubierta de fango que servían en la cantera de la ciudad. Mientras la imaginación de Jacob volaba en múltiples “podía ser”, sus manos subieron de los hombros del chico hasta su cuello. Allí, las uñas se clavaron en su piel sin llegar a cortarle ninguna vena; cuando quería, Jacob era muy meticuloso, tanto y como había aprendido de Marlowe.
Al otro lado del patio, detrás de la multitud, Gabriel Marlowe hizo una señal a Jacob Marsh para que le trajese al extranjero. Jacob, a pesar que se estaba divirtiendo más que nunca, obedeció. Corrió hacia Marlowe con la velocidad de un perro bien entrenado. Una vez a sus pies, dejó caer a su presa. Otros lobos habían atrapado a Dennis y al mensajero cibernético, éstos se colocaron detrás del gran lobo.
-Escúchame bien,- Marlowe cogió al chaval por el mentón - habéis fracasado en lo que fuera que hubieras intentado hacer tu amiga y tú. Estamos en confía, puedes contármelo: ¿qué pretendíais? Todos estamos esperando saber qué es lo que habéis venido a hacer en Ulmer – levantó los brazos como si fuera un fanático religioso - Este es nuestro pueblo, nuestra vida. No necesitamos que ningún extranjero que venga y a decirnos qué debemos hacer con nuestros traidores- aquello era una referencia al discurso anterior de la chica- Hasta ahora hemos sabido cuidar bien de nuestro pueblo, no os necesitamos-.
Acabó el monologo abofeteando al extranjero. Se limpió la mano de sangre con un pañuelo. Jacob Marsh, sentado sobre sus patas traseras como un dócil cachorro, observaba cada gesto de Marlowe con una total admiración.
El público presente clamaba a gritos y golpes un castigo para el extranjero. No se iban a contentar con una simple reprimenda. Gabriel Marlowe, que bien sabía los deseos de su pueblo, desenvainó su espada bastarda. Hizo una señal con la cabeza a Jacob para que abriese la boca del muchacho, éste obedeció inmediatamente.
-Sé que a los extranjeros se os da mal recordar las lecciones,- metió la mano derecha en el interior de la boca del chico y le sacó la lengua – he aquí un recordatorio para que nunca olvides la manera correcta con la que tratar a los lobos-.
En el momento en el que la espada de Marlowe cortó de cuaja la lengua del chico, Jacob Marsh aulló de felicidad; los otros lobos del público le siguieron el ritmo. Pronto, todo Ulmer se convirtió en una sinfonía de aullidos.
-No me olvidado de ti, mi querido Dennis. ¡Soltadle!- los lobos que sujetaban a Dennis, se alejaron un paso de él - Debemos de asegurarnos que no estás infectado. No me lo tengas en cuenta, ha sido culpa de tu mujer por poner en riesgo la manada-.
-Eres un malnaci…-
No llegó a terminar la palabra, Marlowe cortó su cuello con la espada con la facilidad con la que se corta mantequilla. Dennis murió ahogado con su propia sangre intentando emitir un último insulto. Jacob volvió a aullar.
Los primeros aullidos del séquito de hombres y mujeres de Marlowe le puso el vello de punta. Pensó en lo peor, la muerte de su marido. Primero, la enfermedad de los dragones se llevó a Aros y, ahora, era la demencia de los lobos la que se había llevado a Dennis. Inga apretó los labios para contener un grito dolor que, seguramente, hubiera acabado siendo el aullido de una loba madre enfurecida.
Tomó la mano de la cazadora, otra víctima de la demencia de los lobos, y la arrastró hacia fuera, lejos del séquito de Marlowe. La empujó contra unos matorrales, hizo que se agachara y le puso una mano en la boca para que no emitiera ningún ruido. No era que no confiase en el sigilo de la cazadora, lo hizo porque se sentía tan agitada, tan nerviosa, que necesitaba, desesperadamente, sentir el tacto de alguien a su lado.
Otra vez los aullidos, volvieron a sonar como una canción de muerte, como un réquiem. Soltó un amargo resoplido. Marlowe había ganado y ya no podían hacer nada por evitarlo. En los futuros días, habrá más mentiras, menos comida y más muerte. Todavía, con aquella premisa, la ciudad de Ulmer adoptaría la figura de Gabriel Marlowe como si fuera la de un Dios. Inga se dio cuenta, justo en aquel momento, que la estrategia de Marlowe nunca fue la de convertirse en el macho alfa de la manada, él quería ser un Dios para los lobos. Lo había conseguido.
-Salgamos de aquí,- le dijo a la cazadora reprimiendo una lágrima – no podemos hacer nada-. "No has hecho nada, cazadora". Lo último solo lo pensó.
* Ambos: ¿Qué más añadir? Marlowe lo ha dicho y hecho todo.
* Fredericksen: Tus intenciones han sido buenas, una lástima que los Dioses no hayan sido tan buenos contigo. Lo digo sinceramente, los posts que has escrito en este tema son tus mejores con diferencia. Te has enfrentado contra criaturas mucho más grandes que tú, has sido herido, te has levantado, te han vuelto a herir… Me ha sido muy difícil pensar en una maldición proporcional a todo lo que has sufrido.
Recompensas
15 puntos en función de la calidad del texto
5 puntos en función de la originalidad a la hora de resolver los conflictos
Total = 20 Puntos de Experiencia
Maldición: Te han cortado la lengua. ¿Podrás hablar en los futuros temas? Más o menos… hablarás tan bien como alguien a quien se le ha cortado la lengua. ¿Durante cuantos turnos? Hasta que busques la manera de tener una lengua nueva.
Maldición 2: Enemistad con Gabriel Marlowe, uno de los capitanes del ejército del Hombre Muerto. ¿Esto qué significa? Que de una forma directa (mediante una intervención master) o de manera indirecta (sorpresa), Marlowe irá a por ti. En tu posición, estaría muy asustada.
* Cassandra C. Harrowmont: Tu frialdad a la hora de tomar decisiones han hecho que Marlowe ascienda a considerarse un Dios para los licántropos y también ha sido la causante que Inga siga viva. ¿En qué te quedas?
Recompensas
13 puntos en función de la calidad del texto
5 puntos en función de la originalidad a la hora de resolver los conflictos
Total = 18 Puntos de Experiencia
Aeros: 200aeros. Inga te paga por la mitad de tus servicios. No has cumplido con la misión por la que ella te contrato, solo te paga las molestias.
Maldición: Lo que he dicho a nuestro amigo Fred. Marlowe y sus lobos también estarán en rivalidad contigo.
* Ambos: Los puntos ya han sido sumados directamente a vuestros perfiles. A pesar de las grandes pausas que ha tenido este tema, me he divertido mucho escribiendo en él y espero que vosotros también. Ha muerto uno de los npcs, Dennis, que había pensado usar en futuras misiones, pero… todo sea por el rol. Espero de corazón que vosotros también lo hayáis pasado bien. Y, de verdad, Fred, no me tengas en cuenta la maldición; me sabe muy mal haberte hecho algo tan gordo >.< Mira el lado positivo, has sido tú quien ha probado directamente la maldad de Marlowe.
Gabriel Marlowe se sentiría orgulloso de él. Después de esto, del asesinato y la tortura, le condecoraría con honores. Podía ser que, incluso, le abriese las puertas de su casa y le preparase una habitación como su mano derecha. Eso sonaba muy bien. Tendría comida limpia todos los días de la semana y no esa mierda recubierta de fango que servían en la cantera de la ciudad. Mientras la imaginación de Jacob volaba en múltiples “podía ser”, sus manos subieron de los hombros del chico hasta su cuello. Allí, las uñas se clavaron en su piel sin llegar a cortarle ninguna vena; cuando quería, Jacob era muy meticuloso, tanto y como había aprendido de Marlowe.
Al otro lado del patio, detrás de la multitud, Gabriel Marlowe hizo una señal a Jacob Marsh para que le trajese al extranjero. Jacob, a pesar que se estaba divirtiendo más que nunca, obedeció. Corrió hacia Marlowe con la velocidad de un perro bien entrenado. Una vez a sus pies, dejó caer a su presa. Otros lobos habían atrapado a Dennis y al mensajero cibernético, éstos se colocaron detrás del gran lobo.
-Escúchame bien,- Marlowe cogió al chaval por el mentón - habéis fracasado en lo que fuera que hubieras intentado hacer tu amiga y tú. Estamos en confía, puedes contármelo: ¿qué pretendíais? Todos estamos esperando saber qué es lo que habéis venido a hacer en Ulmer – levantó los brazos como si fuera un fanático religioso - Este es nuestro pueblo, nuestra vida. No necesitamos que ningún extranjero que venga y a decirnos qué debemos hacer con nuestros traidores- aquello era una referencia al discurso anterior de la chica- Hasta ahora hemos sabido cuidar bien de nuestro pueblo, no os necesitamos-.
Acabó el monologo abofeteando al extranjero. Se limpió la mano de sangre con un pañuelo. Jacob Marsh, sentado sobre sus patas traseras como un dócil cachorro, observaba cada gesto de Marlowe con una total admiración.
El público presente clamaba a gritos y golpes un castigo para el extranjero. No se iban a contentar con una simple reprimenda. Gabriel Marlowe, que bien sabía los deseos de su pueblo, desenvainó su espada bastarda. Hizo una señal con la cabeza a Jacob para que abriese la boca del muchacho, éste obedeció inmediatamente.
-Sé que a los extranjeros se os da mal recordar las lecciones,- metió la mano derecha en el interior de la boca del chico y le sacó la lengua – he aquí un recordatorio para que nunca olvides la manera correcta con la que tratar a los lobos-.
En el momento en el que la espada de Marlowe cortó de cuaja la lengua del chico, Jacob Marsh aulló de felicidad; los otros lobos del público le siguieron el ritmo. Pronto, todo Ulmer se convirtió en una sinfonía de aullidos.
-No me olvidado de ti, mi querido Dennis. ¡Soltadle!- los lobos que sujetaban a Dennis, se alejaron un paso de él - Debemos de asegurarnos que no estás infectado. No me lo tengas en cuenta, ha sido culpa de tu mujer por poner en riesgo la manada-.
-Eres un malnaci…-
No llegó a terminar la palabra, Marlowe cortó su cuello con la espada con la facilidad con la que se corta mantequilla. Dennis murió ahogado con su propia sangre intentando emitir un último insulto. Jacob volvió a aullar.
_____________________
Los primeros aullidos del séquito de hombres y mujeres de Marlowe le puso el vello de punta. Pensó en lo peor, la muerte de su marido. Primero, la enfermedad de los dragones se llevó a Aros y, ahora, era la demencia de los lobos la que se había llevado a Dennis. Inga apretó los labios para contener un grito dolor que, seguramente, hubiera acabado siendo el aullido de una loba madre enfurecida.
Tomó la mano de la cazadora, otra víctima de la demencia de los lobos, y la arrastró hacia fuera, lejos del séquito de Marlowe. La empujó contra unos matorrales, hizo que se agachara y le puso una mano en la boca para que no emitiera ningún ruido. No era que no confiase en el sigilo de la cazadora, lo hizo porque se sentía tan agitada, tan nerviosa, que necesitaba, desesperadamente, sentir el tacto de alguien a su lado.
Otra vez los aullidos, volvieron a sonar como una canción de muerte, como un réquiem. Soltó un amargo resoplido. Marlowe había ganado y ya no podían hacer nada por evitarlo. En los futuros días, habrá más mentiras, menos comida y más muerte. Todavía, con aquella premisa, la ciudad de Ulmer adoptaría la figura de Gabriel Marlowe como si fuera la de un Dios. Inga se dio cuenta, justo en aquel momento, que la estrategia de Marlowe nunca fue la de convertirse en el macho alfa de la manada, él quería ser un Dios para los lobos. Lo había conseguido.
-Salgamos de aquí,- le dijo a la cazadora reprimiendo una lágrima – no podemos hacer nada-. "No has hecho nada, cazadora". Lo último solo lo pensó.
_____________________
* Ambos: ¿Qué más añadir? Marlowe lo ha dicho y hecho todo.
* Fredericksen: Tus intenciones han sido buenas, una lástima que los Dioses no hayan sido tan buenos contigo. Lo digo sinceramente, los posts que has escrito en este tema son tus mejores con diferencia. Te has enfrentado contra criaturas mucho más grandes que tú, has sido herido, te has levantado, te han vuelto a herir… Me ha sido muy difícil pensar en una maldición proporcional a todo lo que has sufrido.
Recompensas
15 puntos en función de la calidad del texto
5 puntos en función de la originalidad a la hora de resolver los conflictos
Total = 20 Puntos de Experiencia
Maldición: Te han cortado la lengua. ¿Podrás hablar en los futuros temas? Más o menos… hablarás tan bien como alguien a quien se le ha cortado la lengua. ¿Durante cuantos turnos? Hasta que busques la manera de tener una lengua nueva.
Maldición 2: Enemistad con Gabriel Marlowe, uno de los capitanes del ejército del Hombre Muerto. ¿Esto qué significa? Que de una forma directa (mediante una intervención master) o de manera indirecta (sorpresa), Marlowe irá a por ti. En tu posición, estaría muy asustada.
* Cassandra C. Harrowmont: Tu frialdad a la hora de tomar decisiones han hecho que Marlowe ascienda a considerarse un Dios para los licántropos y también ha sido la causante que Inga siga viva. ¿En qué te quedas?
Recompensas
13 puntos en función de la calidad del texto
5 puntos en función de la originalidad a la hora de resolver los conflictos
Total = 18 Puntos de Experiencia
Aeros: 200aeros. Inga te paga por la mitad de tus servicios. No has cumplido con la misión por la que ella te contrato, solo te paga las molestias.
Maldición: Lo que he dicho a nuestro amigo Fred. Marlowe y sus lobos también estarán en rivalidad contigo.
* Ambos: Los puntos ya han sido sumados directamente a vuestros perfiles. A pesar de las grandes pausas que ha tenido este tema, me he divertido mucho escribiendo en él y espero que vosotros también. Ha muerto uno de los npcs, Dennis, que había pensado usar en futuras misiones, pero… todo sea por el rol. Espero de corazón que vosotros también lo hayáis pasado bien. Y, de verdad, Fred, no me tengas en cuenta la maldición; me sabe muy mal haberte hecho algo tan gordo >.< Mira el lado positivo, has sido tú quien ha probado directamente la maldad de Marlowe.
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Contenido patrocinado
Temas similares
» [MEGAEVENTO] La ayuda de los leónicos [No hay santuario][Eltrant-Ircan]
» [MEGAEVENTO] El convoy de los enfermos [No hay santuario][Alzzul-Windorind]
» [Cerrado] Huracán y Cassandra {Privado} {Pasado}
» [Mastereado] Secreto en la montaña [Cassandra C. Harrowmont]
» Gotas de Hartem [Cátedra: Huracán y Cassandra] [Hekshold]
» [MEGAEVENTO] El convoy de los enfermos [No hay santuario][Alzzul-Windorind]
» [Cerrado] Huracán y Cassandra {Privado} {Pasado}
» [Mastereado] Secreto en la montaña [Cassandra C. Harrowmont]
» Gotas de Hartem [Cátedra: Huracán y Cassandra] [Hekshold]
Aerandir :: Reinos del este. :: Ulmer
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Ayer a las 23:14 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Ayer a las 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Ayer a las 16:18 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 05:53 por Lukas
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Ayer a las 00:33 por Vincent Calhoun
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar Nov 19 2024, 22:49 por Eltrant Tale
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Mar Nov 19 2024, 22:42 por Cohen
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18 2024, 04:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr