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Mensaje  Erenair Jue 23 Nov - 22:58

Procuraba no mirarme. O no mirarla. O, a falta de un termino mejor, no vernos el uno al otro.

Sabia que había muchas consecuencias en esos actos. Sabia que verme desde otros ojos era verme también con otros pensamientos. Lo notaba. Dentro de mi. Algo estaba tratando de ocupar mi forma de ser y mi razón. Mi mente. Mi vida. Tuve que refrenar varias veces el estúpido impulso del cuerpo de esa elfa a tocarse las orejas, para comprobar que estaban ahí. Cada vez que me detenía, algo en mi interior se removía, sintiéndome falto de algo.

-Eres un capullo.- Dijo de pronto. Luego se corrigió: - No sé por qué he dicho eso. O sea, lo pienso de ti. Pero lo piensa Iredia. Aunque creo que tú de ti mismo también.

No dije nada. Ni siquiera me gire después de que entonara el insulto. Pues ni quería verme. Esta vez, yo tampoco supe si se trataba de un pensamiento propio o de la elfa. Sabia que habia verdad en sus palabras. Lo notaba incluso siendo yo. Lo sabia de ser yo. ¿Que tanto me odiaba? Desde ese cuerpo ya no era capaz de reconocerlo...
De pronto, allí en la lejanía, se escucho un grito sofocado. de una niña. Se me encogió el corazón y contuve las ganas de echarme las manos a la boca, presa del pánico.

-Voy a reventarle la cara a ese hijo de puta. - Dijo la elfa en mi cuerpo. - Y luego a ti. Espera, ¿qué porras pasa? ¡Yo no hablo así! -protestó con amargura.

Ambos echamos a correr en dirección al pasillo. Allí, oculta entre sombras, se alzaba una poderosa puerta metálica decorada con una única anilla central y dos cerrojos. Espere a que mi yo hiciera lo que yo mismo hubiera echo... Pero en cuanto rozó la puerta, un campo de fuerza la empujó hacia atrás con una fuerza descomunal. Se golpeó la espalda contra la pared de enfrente violentamente. Vi como impactaba, algo anonadado y echándome (esta vez sin poder evitarlo) las manos a la boca de la impresión.

-Puto bastardo... Creo que necesitamos a la sirvienta. No podemos entrar por la fuerza aquí.

Mire de soslayo a la puerta. Tenia una idea. Una muy mala idea.

- Hay otra posibilidad... - Dije muy, pero que muy pausadamente. - ... Puedes usar algo de magia. De mi magia, quiero decir.

Hubo un silencio incomodo.

- No tienes experiencia... Y es posible que cierta cantidad de Prana haga que el brazo se te entumezca por un rato... O que explote... Pero si lo haces bien... Podrías destruir la puerta o la barrera... Aunque es un riesgo.

Y allí, sin decir nada mas, me quede mirando a esa usurpadora de mi cuerpo. A esa elfa que en su día me había echo dudar del camino que había escogido en la vida.
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
Bien, para compensar mi falta de persona estos días, os lo voy a dejar algo interesante.
Empezando por ti, mi querido Eltrant, te voy a dar la oportunidad de lanzar RUNA. Si tu tirada es neutra, buena o excelente, llegaras a tiempo de unirte con nosotros antes que tomemos TAMAÑA decisión. Si por el contrario tu runa es mala, tomaras la bifurcación contraria en el pasadizo, y Iredia tendrá que afrentarse a esta decisión:
Iredia, tienes la posibilidad de elegir. Lógicamente, siempre puedes optar por la opción aburrida y segura de irte a buscar los restos del cadáver de la sirvienta... Pero QUIZÁS eso hace que tu niña... Bueno, se joda. O muera. O ambas.
La opción rápida, arriesgada y tentadora es que, de no estar Eltrant contigo, tengas que tirar tu también RUNA... Pero se trata de una Runa jodida, así que necesitaras suerte BUENA o EXCELENTE para pasar el desafió.
Si por el contrario tiras Neutral o Mala, no ocurrirá... Nada. Mi brazo se resentirá un poco y la barrera seguirá estando estable. PERO, si tiras una runa Horrible... Yo perderé un brazo. (Preferiblemente, izquierdo).
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Mensaje  Eltrant Tale Vie 24 Nov - 20:14

- Talón, punta, talón, punta, talón, punta… - Aun con las constantes frases de Lyn y la forma en la que esta le dirigía la palabra, se estaba habituando a caminar de aquel modo. – Cada vez lo haces mejor – Dijo la vampiresa sonriente, sin dejar de avanzar por el extenso pasadizo que, sorpresivamente, se ocultaba bajo la mansión.

A pesar de haber recuperado en parte la movilidad, una parte de él seguía concentrándose en lo terriblemente complicado que le parecía aquel calzado. ¿Caminaba así Iredia siempre? ¿Cómo podía moverse con tanta naturalidad? Negó con la cabeza, y suspiró, justo entonces volvió a trastabillar y cayó al suelo de rodillas.

- No me suelte la mano, señorita Lyn. – Pidió de nuevo, levantándose, sujetándose con firmeza al brazo de la vampiresa, la cual sonrió.

- Recuerda, mi querida sirvienta. – Dijo divertida, ayudándole a levantarse - Talón, punta. – La ojiazul soltó a la sirvienta y desfiló durante varios metros por delante de ella, ejemplificando lo que quería decir, moviendo el trasero como una de las tantas nobles que se paseaban por los amplios salones de baile de Lunargenta buscando pretendiente. Eltrant frunció el ceño y se cruzó de brazos, se tambaleó un poco y se apoyó en la pared.

Para haber estado agotada hasta hacía unos pocos minutos, la vampiresa estaba de muy buen humor.

- Señorita Lyanna. – Aún con el ceño fruncido se vio obligado a esbozar una sonrisa encantadora, si estuviese frente a un espejo se habría ruborizado, aquel cuerpo se movía casi por su propia cuenta. Cuando volviese a la normalidad se lo iba a pagar con creces – Le pido, por favor, que no me hable de ese modo, soy consciente de lo que está diciendo. – Aseguró ¿Aquello era lo máximo que podía mostrar de su enfado? Suspiró, no parecía ser suficiente, Lyn no cambió nada de su expresión, al contrario, parecía más alegre tras oír aquellas palabras.

No la culpaba, debía de ser un alivio, al menos, saber que parte del “Eltrant” normal, seguía dentro de la sirvienta. Aunque este estuviese obligado a comportarse como una sirvienta.

- Me encanta esas muestras de agresividad sutil, Elena. – Dijo Lyn de vuelta, volviendo a sujetarla del brazo para continuar caminando, riendo por lo bajo. La peliazul suspiró con suavidad. – Eres una chica con clase. – Añadió después. - ¡Te puedo dejar vestidos! – agregó enseguida, Eltrant volvió a sonreír con educación y negó con la cabeza.

- Gracias, señorita Lyn. – Respondió la sirvienta de vuelta imitando la forma de andar que había usado Lyn momento atrás, no quería hacerlo, pero su cuerpo se movía por si solo y, además, no podía sino obedecer todo lo que le proponía la vampiresa. Era como vivir una pesadilla constituida por abrazos y vestidos ridículamente ajustados. - ¿Debo recordarle que recuerdo lo angustiada que se hallaba con mi… situación momentos atrás? – El rostro de Lyn se contrajo en una mueca molesta, y después negó con la cabeza.

- Incluso así eres una aburrida. – dijo inflando los mofletes, desviando la mirada. – Me ofendes, Elena. ¡Tú ama esta triste! – Dijo llevándose dramáticamente una de las manos hasta la cara. Como Lyn había esperado, la sirvienta bajó la cabeza.

- Mis más sinceras disculpas, señorita. – Un tic se apareció en el ojo de Eltrant. Eso si que no lo iba a tolerar. – Voy a… voy a… - Sacudió la cabeza, frunció el ceño - ¡Dejarte sin sangre lo que te queda de vida! – Exclamó, el rostro de Lyn se iluminó aún más. - ¡Y no voy a volver a leerme ninguno de tus libros! – Gritó, se sentía liberado, en parte. - ¡Y puedes ir olvidandote del vino, por que no te pienso comprar nada!

- ¡Has vuelto, aún más, Mortal! – Dijo Lyn deteniéndose en mitad del pasadizo, zarandeándola con fuerza.

- Pero antes de hacer eso… - La sirvienta volvió a sonreír. – Voy a prepararte un té. – Amplió la sonrisa y se apoyó en el hombro de la ojiazul para no tropezarse. – Y unas pastas que me salen riquísimas. – Añadió - ¿Qué le parece? – Preguntó al final.

- …Y ya te has vuelto a ir – Suspiró Lyn, jugueteando con su flequillo.

Habían llegado entonces hasta una especie de bifurcación, aquel “laberinto” distaba mucho de ser uno por que, hasta el momento, solo había ido en una dirección. La sirvienta frunció el ceño y ajustó el delantal.

Tenían que decidir por dónde ir.

- ¿Hacia dónde vamos, señorita Lyn? – Preguntó mirando hacía ambos lados, escrutando la oscuridad que se alzaba frente a las dos jóvenes.

Lo cierto es que, en apariencia, no sabía cómo podían ayudar al brujo y a la elfa. Después de todo él no podía dejar de ser una sirvienta salvo cuando Lyn le enfadaba, no estaba seguro de ser de mucha utilidad en combate, y Lyn, aunque en mejor estado, seguía parándose a respirar cada par de metros, agotada.

Aguardó en silencio a ver la reacción de la “Señora de la noche”, la cual, como la peliazul, se paró a estudiar cuidadosamente las dos opciones que tenían frente a ellos. No podía evitar pensar en la situación en la que se encontraban Karkaran e Iredia y, ¿Se encontrarían bien? Tenía que haber estado más atento y, quizás, en aquel momento no llevaría falda.

Era culpa suya.

Curiosamente, más que la disyuntiva a la que se enfrentaban lo que más le preocupaba era que, de vez en cuando, se preguntaba porque aquellos pasillos tenían tan poca iluminación y que podía hacer para remediarlo en su calidad de cuidadora del lugar.

- ¿Ha decidido ya? – Inquirió al cabo de unos minutos, Lyn se giró hacia ella y, tras unos instantes en silencio, se encogió de hombros.  

- No huelo ni escucho nada interesante ninguno de los dos, son prácticamente idénticos. Desde aquí lo parecen al menos – afirmó, la sirvienta se llevó una de las manos hasta el mentón, pensativa.

- En ese caso, le recomiendo ir hacia la derecha. – dijo – Siempre podemos volver si nos equivocamos. – Sonrió y señaló el camino a seguir.

- ¡Me gusta esa iniciativa, Elena! – dijo agarrando a la sirvienta por el hombro y adentrándose en el oscuro pasadizo. - ¡Ascendida! – Exclamó a la nada.

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Última edición por Eltrant Tale el Sáb 25 Nov - 19:26, editado 2 veces
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Mensaje  Tyr Vie 24 Nov - 20:14

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Mensaje  Iredia Dom 26 Nov - 14:00

Miró muy fijamente a su otro yo que no era ella. ¿Le acababa de decir que usase su magia después de haberle dicho que no ratos antes?¿Estaba confiando en ella para ello? O sea, en él. En ella siendo él. Bah, daba igual. Frunció el ceño, sopesando la posibilidad. La idea malvada de que saliese mal y a Karkaran le explotase un brazo era algo que la tentaba mucho. Su mente consciente lo primero que empezó a sopesar fueron las posibilidades de que saliese mal. Había muchas. Luego, otro cacho de su cabeza empezó a pensar en las probabilidades de que la elfa karkariana quisiera curarlo en caso de que saliese mal. Había muy pocas. La parte que correspondía a Iredia de verdad estaba confusa, ida. Ni ella misma sabía lo que haría con él en caso de que eso saliese mal, que era lo más probable.

Con un suspiro, trató de levantarse, dándose cuenta de que tenía un poderoso dolor de espalda fruto del topetazo contra la pared. Nada comparado a lo que iba a suceder a continuación. Alzó un brazo, entrecerrando los ojos y concentrándose como si tuviera algún tipo de idea sobre lo que tenía que hacer. Realmente, si trataba de dejarse llevar, seguramente el cuerpo que estaba usurpando supiese realizar los movimientos solo. En ese preciso instante, vio aparecer a la sirvienta peliazul y a Lyn. Les hizo un gesto para que se quedase donde estaban.

-Quedaos ahí atrás. Y tú también, Kar... Osea, tú. Esto puede salir mal.

¿Le acababa de llamar Kar? ¿Era idiota? Sí, era idiota. La maldita costumbre de llamarlo así. Sintió una punzada de dolor en el estómago al pronunciar de nuevo ese nombre, no estando segura de si era dolor emocional de ella o de él. Bueno, de ella estaba segura de que sí.

Alzó el brazo de nuevo y trazó unos símbolos que había visto realizar al brujo cientos de veces. Por dentro, se le escapó una oración a la tierra.



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OFF: Me voy a tomar la molestia de tirar de todas formas, que esto está interesante. Si saco runa horrible... jijiijiijjiijiji
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Mensaje  Tyr Dom 26 Nov - 14:00

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Mensaje  Erenair Lun 27 Nov - 22:44

Aparte la mirada, pues no quería verlo...
Casi note el grito y la perdida de esa extremidad dentro de mi propio ser. Pude notar el inmenso dolor que causaba que el Prana reventara tus propios huesos y carne, haciendo que estas se consumieran por tratar de distorsionar tu propia energía. Una intensa olor a carne abrasada inundo la estancia mientras notaba también como, pese a la distancia, algunas gotas de sangre envueltas en pedazos de carne saltaban y me golpeaban por todo el cuero.

No me preocupe tanto por mi cuerpo como pudo hacer mi mente de Iredia. O Iredia por mi en todo caso. El dolor hacia mi cuerpo era algo que, desde mi persona, nunca había sido un problema. Podía asumirlo. Pero desde el cuerpo de la elfa... Era difícil verlo. Era algo doloroso. ¿Era eso lo que ella sentía al verme sufrir?
No dude demasiado cuando encontré el valor suficiente de observar el cuero que ahora trataba de agarrarse el muñón que había quedado en su hombro izquierdo. Me acerqué rápidamente y tome de sus alforjas varias hierbas y un liquido marrón que descansaba dentro de un vial muy pequeño. Agarre mi cinturón y corte un trozo con el cuchillo de la elfa. Se lo puse el la boca a mi cuerpo mientras mezclaba con un rápido sacudir las hierbas dentro del vial, que había cogido un tono amarillo.

- Esto va a doler. - Avisé, lamentándome de nuevo por sentir esa tristeza y el sufrimiento ajeno.

Aplique entonces la mezcla ácida sobre mi carne viva, haciendo que soltara un humillo junto un asqueroso sonido de corrosión que lleno la estancia junto con el intenso y desgarrador grito que emergió de mi antigua garganta.
Agarré tan fuerte como pude mi antiguo cuerpo, trantado de contenerlo tanto como pude con ese debil cuerpo. Me gire entonces a la vampiresa y su acompañante.

- ¡Ayudadme, joder!

Tras un par de sacudidas más, el cuerpo de ese brujo mutilado se detuvo. Me gire entonces hacia Lyn, con la frente empapada en sudor.

- Necesito que vayais a por el cadaver de la sirvienta de antes... A menos que por alguna razón extraña tengáis algo de ella... ¿Un dedo, un ojo, algo de sangre...?
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Mensaje  Eltrant Tale Mar 5 Dic - 22:57

“Plotch”, aquel fue sonido que precedió al manantial de sangre que comenzó a manar del brazo izquierdo de Karkaredia, el cual había estallado como si de una patata sobrecalentada se tratase, como una botella de cristal al fuego.

Tragó saliva y, la peliazul, se pasó la mano derecha por la cara, limpiado la sangre que, ahora, la cubría debido a la repentina explosión. Escuchó los gritos que Iredian le daba, las ordenes que el brujo encerrado en el cuerpo de la elfa les instaba a las dos chicas que acaban de llegar a acatar.

Pero parecía que se encontrase muy lejos, como si oyese todo aquello desde detrás de una cascada. Se encontró paralizado durante unos segundos.

Pero volvió a recobrar el sentido, sacudió la cabeza y, esta vez, siendo plenamente dueño de todos sus movimientos, se acercó hasta el herido. Le había estallado el brazo, dolía, era evidente que dolia.

- Señorita Lyn… - dijo seriamente mirando a la vampiresa, ajustándose el delantal, analizando la situación como buenamente podía, los gritos de dolor del brujo eran perfectamente audibles, lo serian incluso al otro lado de la puerta - ¿Puedo pedirle que muerda a Karkaredia? – añadió a continuación, ya que, a pesar de que Iredian parecía estar controlando la situación a su manera y se estaba asegurando de que su propio cuerpo no se desangraba, seguía sin ser Iredia y esta estaba luchando contra el dolor, un tipo de dolor que Eltrant, muy a su pesar, estaba acostumbrado a sentir en sus propias carnes.

Aunque por supuesto, a él nunca le había estallado el brazo.

Lyn bajó la mirada hasta sus botas y se mordió el labio inferior, se cruzó de brazos unos instantes y, después de juguetear compulsivamente con su flequillo volvió a depositar sus enormes y expresivos ojos azules sobre el herido.

- ¿Te… parece bien? – preguntó al cabo de unos segundos, aunque Eltrant no sabía si se lo estaba preguntando a él o al herido. Lo cierto es que, le pareciera bien o no a los presentes, Iredia necesitaba aquello, y Lyn también, podía ver en sus ojos que, por mucho que la joven se negase a reconocerlo, un poco de sangre para paliar el cansancio que sentía por la pelea de antes no le vendría nada mal.

La vampiresa se quedó callada durante varios minutos más, prácticamente fundiéndose con las sombras, indecisa. Varios minutos que, por mucho que la sirvienta intentó que no se le hicieran eternos a nadie tratando de conversar con el brujo sin brazo, parecieron ser horas.

- Esto… - Lyn se acercó sigilosamente hasta dónde estaban ellos, casi con una gracilidad felina. Le sobresaltaba un poco cuando se comportaba así. - …Esto… no va a doler nada, no te preocupes. – dijo casi en un susuro antes de, sin esperar la respuesta de Karkaredia y del verdadero dueño de aquel cuerpo, morder al brujo.[1]

La mordedura apenas duró unos segundos, por lo que Lyn no tardó en soltar la extremidad herida de Karkaredia, Eltrant se cruzó de brazos y miró fijamente el rostro del herido, buscando alguna señal de alivio en su mirada.

A él al menos no tardaba apenas nada en hacer efecto, aun cuando todo su cuerpo estaba cubierto en heridas.

- Eso debería bastar. – dijo Lyn limpiándose la sangre que resbalaba por la comisura de su labio con el puño de su camisa. - ¡Gracias por la comida! – agregó ensanchando la sonrisa, momento en el que se giró hacía la oscuridad que se extendía tras ellos, hacía el amplio pasadizo por el que habían llegado hasta allí. – Voy a… a por lo que ha… - señaló a Iredian –  Pedido Iredian… - aseguró.

Eltrant enarcó una ceja al oír esto, pero no contestó, simplemente asintió a la vampiresa, quien no tardó en desaparecer entre las sombras, no sin antes, señalar a Eltrant.

- Ha vuelto en parte. – dijo la voz de Lyn internándose en las sombras – Pero no puede dejar de hablar como una criada, aprovechadlo. – la melodiosa risa de Lyn resonó en el pasillo y después, se hizo el silencio.

Suspiró y se llevó una de las manos hasta la cara, después, se giró hacía la pareja y se cruzó de brazos. Torció el gesto cuando notó el olor a carne quemada que desprendía el brazo de Karkaredia, ¿Qué clase de mejunje había aplicado sobre la herida? Al menos ahora no dolería.

Se acercó hasta los dos y tras suspirar profundamente se pasó la mano por su cabellera azulada.

- Es evidente el señor Kakaredia que no puede usar su magia, señorita Iredian  - dijo cruzándose de brazos – Mejor no intentarlo más ¿No cree? – Hizo unos gestos raros para representar la magia que usaban los brujos y después volvió a adoptar su pose inicial. – Hay muchas maneras de atravesar una puerta, sin necesidad de usar tales artes. – agregó al final dedicándole una sonrisa a la pareja, la mejor sonrisa tranquilizadora que podía esbozar en aquel momento. Algo que, tenía que admitir, había mejorado considerablemente respecto a su forma normal.

Era curioso, de estar en la situación de Iredia no habría dudado ni un instante en usar las habilidades con las que contaba el cuerpo de Karkaran, probablemente lo habría hecho en cuanto hubiese comprendido minimamente el cuerpo en el que se encontraba atrapado. ¿Quién en su sano juicio no trataría de usar la magia de ser necesario?

Frunció el ceño y miró a la elfa pelirroja. ¿Reventaría ella también si trataba de usar sus poderes curativos? Era probable, no podía dejar que hiriesen a nadie más, nadie iba a usar magia hasta que no recuperasen sus cuerpos.

Se llevó la mano hasta el flequillo en un acto reflejo, realizando, irónicamente, un gesto parecido al que realizaba Lyn cuando se encontraba nerviosa. Karkaredia como fuerza de combate estaba ya, muy descartado, Iredian por otro lado estaba en un cuerpo que contenía la plaga que asolaba Aerandir.

No tenían muchas alternativas.

- Si me disculpa, señor, me temo que seré yo quien cargue con esta responsabilidad de ahora en adelante – dijo, sonriendo, y llevando ambas manos hasta el cinturón del brujo dónde, rápidamente, desató la espada que colgaba del cinturón del mismo, sin permitir que este se quejase al respecto. Después de todo ¿Qué iba a poder hacer para impedírselo? Le faltaba un brazo.

Sonrió al sentir el peso de esta entre sus delicadas manos de sirvienta y, cuidadosamente, desenvainó parte de la hoja. Una bella espada de confección elfica, tan afilada que, de estar en manos del Eltrant normal, podría llegar a atravesar alguna armadura que otra.

Hizo algunos amagos con la hoja, su cuerpo, ahora, recordaba al menos como usarla y a diferencia de sus propias espadas, aquella era más ligera; probablemente debido a los materiales con los que había sido forjada. Sentía casi el mismo peso que si cargaba a Olvido, su claymore plateada, con su cuerpo normal.

- Es un arma elegante. – dijo atándose el cinturón alrededor de la cintura, comprobando que la hoja no llegaba a tocar el suelo al estar ahí. – Mis felicitaciones, señor Karkaran, no es un arma que se vea diariamente. No en estos lares al menos – dijo mirando a la elfa, con la misma sonrisa que curzado su rostro momentos atrás. – No se preocupen. – añadió al final. – Yo me encargo de los… problemas. – Hizo una serie reverencia, una que le permitió ver los tacones que seguía vistiendo; No pasaba nada, negó con la cabeza y tomó aire, de ser necesario se desharía de aquel calzado, aun cuando aquella idea le pusiese ridículamente triste.

- ¡Ya estoy! – La voz de Lyn se hizo eco de nuevo en el pasillo, precediendo a la joven vampiresa que, con un pequeño pañuelo manchado de sangre, se colocó frente a los presentes que la esperaban. – Seguía viva. – dijo asintiendo para sí misma, entregándole el pañuelo a Iredian – Le he dado con una silla en la cabeza, seguro que sigue viva, pero no creo que nos moleste en un rato. – sonrió, enarcó una ceja al ver la espada en la cintura de la sirvienta. - ¿Has terminado de volver, querida Elena? – preguntó a Eltrant, que negó educadamente con la cabeza y respondió a la sonrisa ofreciéndole otra.

- Todavía no, señorita Lyn – dijo dejando caer ambas manos hasta el cinturón – Aunque parece que me voy acercando poco a poco. – aseguró, la vampiresa no parecía convencida del todo, pero no respondió, se acercó a la puerta cerrada que tenían frente a ellos.

- ¿Te encuentras bien? – preguntó a Karkaredia momentos antes de girarse hacía Iredian - ¿Qué vas a hacer con eso? - inquirió.

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[1] Habilidad Lyn Nivel 0: Saliva Anestésica.


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Mensaje  Iredia Mar 12 Dic - 14:55

Y sucedió lo que más había temido. La magia no debía usarse a la ligera, las conciencias que habían usurpado cuerpos que no eran suyos no debían usar poderes a los que no estaban acostumbrado. Sintió como si un gigante hubiera apretado tanto su brazo que este hubiera estallado por la presión. Entonces, todo se volvió muy confuso.

Lo único que tenía claro es que su visión se tornó borrosa y rojiza y que sentía un dolor indescriptible, agudo y casi mortal en su brazo izquierdo. O, mejor dicho, en el cacho que le había quedado de su brazo izquierdo, que realmente era el brazo de Karkaran. Se desplomó en el suelo como un trapo y se quedó apoyada en la pared mientras notaba que algo hurgaba dentro de ese dolor, haciéndolo aún más doloroso. Sintió una rabia súbita, una ira venida casi de ninguna parte. Había pasado de ser alguien poderoso con una espada a ser un completo despojo. Aún le quedaba la mano derecha, que podía manejarla mejor que la izquierda, pero primero tenía que salir viva de ahí. Debía hacerlo, porque lo primero que iba a hacer era coger a ese mayordomo que estaba al otro lado de la puerta destrozarlo de una paliza. Sabía de sobra que ese pensamiento era más propio de Karkaran que de ella, sin embargo, por primera vez, ambas conciencias en su cabeza estaban de acuerdo.

Apenas desvió una mirada lánguida y de sufrimiento hacia su otro cuerpo, que le aplicaba una mezcla que olía bastante mal, aunque la mezcla de olores actual en aquella estancia era difícil de soportar.

-Hmpf... -trató de hablar mientras su cuerpo pelirrojo hacía sus tareas, pero no pudo.

En algún momento, mientras las voces hablaban, debió perder la consciencia. Cuando volvió a despertar, Lyn estaba haciéndole algo a su hombro. La miró con el ceño fruncido, pero una vez más no pudo hablar. Sin embargo, tras ese momento, el dolor empezó a remitir y no pudo evitar un gemido gutural parecido a un gorgojeo de alivio. Fue capaz entonces de mirar más claramente a su alrededor. Qué disparate. Le acababan de quitar la espada y tampoco podía quejarse demasiado, pues no era lo más grave que había perdido en los últimos minutos. Con la boca pastosa y los ojos vidriosos por el sudor y el lagrimeo, miró a la sirvienta peliazul mientras hacía alusiones sobre su espada.

-Se la dio un elfo... a Karkaran. -se sintió mareada un instante, como si aquel recuerdo le hubiese provocado una punzada- De hecho... ya no debería llevarla. -dijo con voz sentenciosa.

Era verdad, esa espada se la dio con el fin de proteger a Iredia, algo que había incumplido. Lyn entonces se acercó a ella/él y no pudo evitar una sonrisa media. Se sentía como si acabaran de darle una paliza, pero al menos ya no le dolía apenas el brazo.

-Gracias, pequeña. -le dijo mientras la acariciaba el pelo con simpatía. Luego, tragando saliva visiblemente incómoda, se giró hacia su otro yo- Y a ti también. Supongo. -añadió con cierta acritud. Sabía que en parte la había curado para cuidarse a sí mismo más que por ella. Ya lo tenía asumido.

Con visible esfuerzo, se incorporó y, sujetándose a la pared con la mano libre, miró a "Eltrant" y a la puerta.

-Ellas dos deberían quedarse atrás. Tú y yo vamos delante. Total, aún me queda otro brazo y, en caso de recuperar nuestros cuerpos, mis poderes y los de Lyn nos vendrán bien.





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Sorry por la tardanza, un puente complicadito ^^U

Iredia
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