La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
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La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
9:00 AM en Lunargenta, el clima esta con un clima ventoso y con ligero frió si no se esta bajo el sol.
Sus ojos se abren con algo de esfuerzo, tratando de despertar de aquel sueño en el que intenta tocar el sol con sus manos, pero jamas puede hacerlo. Cuando la noche llega en su mente, es alli cuando despierta e intenta parpadear para intentar asimilar su contorno. Sus ojos están con ojeras, cada parpadeo es un castigo a su vista, no quiere despertar y mucho menos levantarse, su aspecto despeinado y des-prolijo dejan en claro que es alguien que se mueve mucho cuando descansa, sin mencionar la cama totalmente desordenada. Exhala un bostezo inmenso pero que no sale de su cuarto, y a medida que lo hace pone firme su tronco y estira los brazos como si fuera a tocar el cielo. Tuerce su espalda a un costado, al otro, un par de palmadas a sus mejillas y ya esta listo para comenzar el día. Un hombre común hasta ahora.
Edzard no tarda mas de 10 minutos en prepararse y ya salir al aire libre, para empezar a abrir su negocio, "Taberna de Alara" nombre dado en honor a su fallecida hermana. Comienza a limpiar la entrada de este con una escoba, la rutina de todos los días de la semana. El cartel de "Abierto/Cerrado" se encuentra ahora del lado "Abierto". Limpia un poco una estatua valiosa que pertenece a su familia, Horshyon, que consiste en un leon rugiendo como bienvenida a la taberna.
Parece que hoy será otro dia de esos.
El hombre suspira algo angustiado, recordando que todos los días es lo mismo, las mismas acciones y emociones de siempre. Pero no siempre, de vez en cuando es libre de oír y entrar en charla con alguno de sus clientes, pero eso no es algo cotidiano en el, se da en muy raras ocasiones, pertenece al grupo de los que les gusta dejar el espacio a los demás, sin molestar.
En el fondo, el quiere que pase algo distinto. El lo desea.
Sus ojos se abren con algo de esfuerzo, tratando de despertar de aquel sueño en el que intenta tocar el sol con sus manos, pero jamas puede hacerlo. Cuando la noche llega en su mente, es alli cuando despierta e intenta parpadear para intentar asimilar su contorno. Sus ojos están con ojeras, cada parpadeo es un castigo a su vista, no quiere despertar y mucho menos levantarse, su aspecto despeinado y des-prolijo dejan en claro que es alguien que se mueve mucho cuando descansa, sin mencionar la cama totalmente desordenada. Exhala un bostezo inmenso pero que no sale de su cuarto, y a medida que lo hace pone firme su tronco y estira los brazos como si fuera a tocar el cielo. Tuerce su espalda a un costado, al otro, un par de palmadas a sus mejillas y ya esta listo para comenzar el día. Un hombre común hasta ahora.
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Edzard no tarda mas de 10 minutos en prepararse y ya salir al aire libre, para empezar a abrir su negocio, "Taberna de Alara" nombre dado en honor a su fallecida hermana. Comienza a limpiar la entrada de este con una escoba, la rutina de todos los días de la semana. El cartel de "Abierto/Cerrado" se encuentra ahora del lado "Abierto". Limpia un poco una estatua valiosa que pertenece a su familia, Horshyon, que consiste en un leon rugiendo como bienvenida a la taberna.
Parece que hoy será otro dia de esos.
El hombre suspira algo angustiado, recordando que todos los días es lo mismo, las mismas acciones y emociones de siempre. Pero no siempre, de vez en cuando es libre de oír y entrar en charla con alguno de sus clientes, pero eso no es algo cotidiano en el, se da en muy raras ocasiones, pertenece al grupo de los que les gusta dejar el espacio a los demás, sin molestar.
En el fondo, el quiere que pase algo distinto. El lo desea.
Edzard Horshyon
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
-El señor Branzen debe odiarme…
Era una vista extraña que la criada estuviese caminando en solitario a través de una ciudad a la que contadas veces, había visitado. Más extraño aún, que estuviese exponiendo sus pensamientos en voz alta. Sin dudas la situación en su trabajo había sobrepasado el límite que Nuria era capaz de tolerar en ese pequeño cuerpo que poseía. Caminaba lentamente, como si llevase una persona más grande que ella a sus espaldas… hipotéticamente lo hacía. El señor de la casa para la que trabajaba era un hombre bohemio, estrambótico y fetichista. Temeroso de la mano de Dios, tenía fe ciega en el cristianismo; su forma de pensar era herencia de su familia y abolengo, al igual que el temor a la oscuridad, lo oculto, el castigo divino. También había recibido ese terrible orgullo que, cuando lo sacaba a relucir, era capaz de hacer inclinar incluso a una bestia salvaje.
- No debí pasar la noche en la residencia Abes. Pero tampoco puedo cambiar el pasado…
Después de dos días sin dar señales de vida cuando había partido a buscar aceite de lavanda a unos pocos kilómetros, la familia la había dado por muerta o cuanto menos, apestada por la pandemia. Nuria recibió una reprimenda a la que nunca antes había sido sometida. Cada una de las personas de la casa tomó su turno para decirle, de una forma muy directa y contundente, lo que pensaban de su atraso, su desorientación y los límites que habían en el sentido común para dar señales de vida, más otras cosas. En una situación como esa, la criada no pudo más que agachar la cabeza y aceptar todo sin rechistar. Su usual falta de atención había quedado encerrada, literalmente, entre los pechos pervertidos de Nelly y el reloj de bolsillo de Osman. Después de lo que pareció una mañana interminable de culpas y reproches, Nuria fue enviada a cambiar su atuendo, puesto que aún conservaba los de la familia Abes, y fue encargada de enviar una misiva con su puño y letra, reflexionando acerca de no volver a intruír en los asuntos de los Abes.
-Debí haberme disculpado más y dibujarme de rodillas, por si no entendían las palabras de una torpe criada como yo…
La humana estaba convencida de que la habían enviado por los víveres a la ciudad porque había hecho algo mal, y por la sucesión de los hechos sólo podía pensar en el incidente Abes. Nunca se le pasó por la mente aceptar literalmente las palabras de la cocinera Lucrezia: “El señor Abes considera que es mejor que vayas tú porque por una u otra razón has probado no contagiarte”. Aquellas eran patrañas, la peste no era algo mágico ni tangible como para ser inmune. Nuria sabía que había tenido suerte en varios aspectos y por eso mismo, simplemente no creyó en la sinceridad de las personas con las que convivía día a día. Caminaba desahuciada, con la cabeza gacha.
“Parece que hoy será otro dia de esos.”
- No lo creo… nunca había sido tan complicado. Creo que esta vez perderé mi trabajo- respondió distraída al comentario que oyó. Nuria se sorprendió de sí misma, parándose en seco y mirando a la persona a la que le había hablado, el sonrojo era evidente. Su cuerpo pareció empequeñecer cuando tuvo que echarse hacia atrás para ver el rostro del que parecía un tendero por su delantal y escoba. -Enorme… ¡es decir! Lo siento. Estaba un poco ida…- comentó negando con la cabeza y agachándola en el mismo acto. Esa acción la llevó a ver una cola felina desproporcionadamente grande para pertenecer a un animal. Parpadeó un par de veces y prestó mayor atención a quién tenía frente a sí. “Tiene los ojos de gato” se dijo para sí, sintiendo un sudor frío bajar por su espalda. Tal vez no debió comer esos hongos para el desayuno… comenzaba a alucinar.
Era una vista extraña que la criada estuviese caminando en solitario a través de una ciudad a la que contadas veces, había visitado. Más extraño aún, que estuviese exponiendo sus pensamientos en voz alta. Sin dudas la situación en su trabajo había sobrepasado el límite que Nuria era capaz de tolerar en ese pequeño cuerpo que poseía. Caminaba lentamente, como si llevase una persona más grande que ella a sus espaldas… hipotéticamente lo hacía. El señor de la casa para la que trabajaba era un hombre bohemio, estrambótico y fetichista. Temeroso de la mano de Dios, tenía fe ciega en el cristianismo; su forma de pensar era herencia de su familia y abolengo, al igual que el temor a la oscuridad, lo oculto, el castigo divino. También había recibido ese terrible orgullo que, cuando lo sacaba a relucir, era capaz de hacer inclinar incluso a una bestia salvaje.
- No debí pasar la noche en la residencia Abes. Pero tampoco puedo cambiar el pasado…
Después de dos días sin dar señales de vida cuando había partido a buscar aceite de lavanda a unos pocos kilómetros, la familia la había dado por muerta o cuanto menos, apestada por la pandemia. Nuria recibió una reprimenda a la que nunca antes había sido sometida. Cada una de las personas de la casa tomó su turno para decirle, de una forma muy directa y contundente, lo que pensaban de su atraso, su desorientación y los límites que habían en el sentido común para dar señales de vida, más otras cosas. En una situación como esa, la criada no pudo más que agachar la cabeza y aceptar todo sin rechistar. Su usual falta de atención había quedado encerrada, literalmente, entre los pechos pervertidos de Nelly y el reloj de bolsillo de Osman. Después de lo que pareció una mañana interminable de culpas y reproches, Nuria fue enviada a cambiar su atuendo, puesto que aún conservaba los de la familia Abes, y fue encargada de enviar una misiva con su puño y letra, reflexionando acerca de no volver a intruír en los asuntos de los Abes.
-Debí haberme disculpado más y dibujarme de rodillas, por si no entendían las palabras de una torpe criada como yo…
La humana estaba convencida de que la habían enviado por los víveres a la ciudad porque había hecho algo mal, y por la sucesión de los hechos sólo podía pensar en el incidente Abes. Nunca se le pasó por la mente aceptar literalmente las palabras de la cocinera Lucrezia: “El señor Abes considera que es mejor que vayas tú porque por una u otra razón has probado no contagiarte”. Aquellas eran patrañas, la peste no era algo mágico ni tangible como para ser inmune. Nuria sabía que había tenido suerte en varios aspectos y por eso mismo, simplemente no creyó en la sinceridad de las personas con las que convivía día a día. Caminaba desahuciada, con la cabeza gacha.
“Parece que hoy será otro dia de esos.”
- No lo creo… nunca había sido tan complicado. Creo que esta vez perderé mi trabajo- respondió distraída al comentario que oyó. Nuria se sorprendió de sí misma, parándose en seco y mirando a la persona a la que le había hablado, el sonrojo era evidente. Su cuerpo pareció empequeñecer cuando tuvo que echarse hacia atrás para ver el rostro del que parecía un tendero por su delantal y escoba. -Enorme… ¡es decir! Lo siento. Estaba un poco ida…- comentó negando con la cabeza y agachándola en el mismo acto. Esa acción la llevó a ver una cola felina desproporcionadamente grande para pertenecer a un animal. Parpadeó un par de veces y prestó mayor atención a quién tenía frente a sí. “Tiene los ojos de gato” se dijo para sí, sintiendo un sudor frío bajar por su espalda. Tal vez no debió comer esos hongos para el desayuno… comenzaba a alucinar.
Nuria
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
La verdad es que la entrada de piedra que da con el bar del tabernero esta quedando mas impecable de lo que esperaba, su aburrimiento y divagación en sus pensamientos hicieron que perdiera la noción del tiempo y se encontraba con la mirada perdida, mirando el piso ser cepillado por su escoba, imaginando posibles escenarios que pudieran ocurrir de ahí en mas. Una guerra civil; una invasión, un incendio, un chico cayéndose, etc, lo que sea que haga su día un poco mas interesante. No hace falta decir que esto es simplemente su imaginación, y el empeño que esta poniendo en crear dichos escenarios demuestran una vez mas su falta de "color" en la vida.
Una pequeña y llamativa voz interrumpió sus palabras, aquellas que decía para si mismo con la seguridad de que nadie le esté escuchando. Cuando se percató de esta suave voz se dio la vuelta, algo sorprendido, con esos ojos cansados pero aun asi enfocando su penetrante mirada en aquella chica, morena y de una piel aparentemente lisa como la hoja. Se quedo observando un rato, pues no sabe que decir ante tal situacion.
-¿Su... trabajo?-
Horshyon se quedó allí parado, con escoba en mano y observando a la desconocida. Parece ser que ella también estaba divagando en sus pensamientos, alguien mas que sufre de los delirios y lujos de la imaginación. Hasta que parece por fin reacción y se disculpa con el hombre.
-No no, no te preocupes, es normal, yo también lo estaba.- Inmediatamente después, su espalda se pone recta junto con su cuerpo, esconde su cola en su cintura, amarrándola allí para que nadie pueda verla, parece ser que se le escapo un poco por el pantalón.
La joven ya esta presente, no hay margen para retroceder sin hacer de esa escena algo mas incomoda. Unos pocos segundos de silencio incomodo sucedieron entre ambos, mientras Edzard piensa en como puede salir bien parado. Al final, termina haciendo algo que hace casi todos los días. -Pareces que necesitas distraerte un poco. No tardaré en abrir el lugar, asi que,
puedes entrar y tomar algo si quieres.- Dice con su voz gruesa y a unos pocos metros de ella, siempre respetando la burbuja de espacio.
Una pequeña y llamativa voz interrumpió sus palabras, aquellas que decía para si mismo con la seguridad de que nadie le esté escuchando. Cuando se percató de esta suave voz se dio la vuelta, algo sorprendido, con esos ojos cansados pero aun asi enfocando su penetrante mirada en aquella chica, morena y de una piel aparentemente lisa como la hoja. Se quedo observando un rato, pues no sabe que decir ante tal situacion.
-¿Su... trabajo?-
Horshyon se quedó allí parado, con escoba en mano y observando a la desconocida. Parece ser que ella también estaba divagando en sus pensamientos, alguien mas que sufre de los delirios y lujos de la imaginación. Hasta que parece por fin reacción y se disculpa con el hombre.
-No no, no te preocupes, es normal, yo también lo estaba.- Inmediatamente después, su espalda se pone recta junto con su cuerpo, esconde su cola en su cintura, amarrándola allí para que nadie pueda verla, parece ser que se le escapo un poco por el pantalón.
La joven ya esta presente, no hay margen para retroceder sin hacer de esa escena algo mas incomoda. Unos pocos segundos de silencio incomodo sucedieron entre ambos, mientras Edzard piensa en como puede salir bien parado. Al final, termina haciendo algo que hace casi todos los días. -Pareces que necesitas distraerte un poco. No tardaré en abrir el lugar, asi que,
puedes entrar y tomar algo si quieres.- Dice con su voz gruesa y a unos pocos metros de ella, siempre respetando la burbuja de espacio.
Edzard Horshyon
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Nuria apretó la falda con sus brazos, el viento soplaba fuerte y amenazaba con mostrarle las partes más reservadas de la criada a este buen tabernero. Cuando el hombre se enderezó, encuadrando mejor sus hombros, la humana dio un paso atrás. Solamente el porte del hombre que por su edad podría ser su padre, era lo suficientemente intimidante como para que se hubiese arrepentido de estar del mismo lado de la acera que él. Al menos su voz y lo que con ella decía, no eran tan rudas como la criada esperaba. Instintivamente le sonrió al hombre, ambos estaban en una situación similar y ella encontraba bastante entretenida la idea de que alguien como él pudiera tener la cabeza en las nubes.
Después de un corto silencio, el tabernero le ofreció pasar. Nuria apretó sus labios sopesándolo. Buscó con la vista el nombre del establecimiento; si no era nada extremadamente raro, no veía obstáculo para negarse. A fin de cuentas, el señor Branzen ya no la quería más en su casa, de lo contrario no la hubiese enviado a una ciudad repleta de vampiros y peste. Tal vez, bajo las peores circunstancias, encontrara un nuevo empleo a través de la Taberna de Alara. Su expresión se relajó, era un nombre incluso dulce para un negocio como ese. -…Gracias- Respondió finalmente, mostrando una tímida sonrisa. Estaba nerviosa, era la primera vez en su vida que entraba a una taberna. -Con permiso- dijo desde la puerta, más por costumbre que por deber. El león de la entrada era ciertamente, tan intimidante como el hombre de la escoba. La joven se alegraba porque uno fuera de piedra y el otro tuviese ojos serenos.
Frente a sí estaba un edificio que se notaba de edad, pero que se encontraba muy bien mantenido. Nuria no sabía qué hacer, no había nadie más; sus pasos hacían eco a través de la estancia a medida que avanzaba. Ella no solía tener ese tipo de experiencias diario, primero porque los pisos de las casas para las que trabajaba estaban alfombrados generalmente y segundo, porque en ellas la vida social era tan intensa que no se podría escuchar la voz de uno mismo sin hacer un esfuerzo. Poniendo esos pensamientos de lado, intentó sentarse en uno de los taburetes de la barra pero falló cuando quiso treparse a uno de ellos. Miró para todos lados avergonzada, cruzando los dedos para que nadie la hubiese visto. Suspiró profundamente y acomodó el banco que casi se cae sobre ella.
El entrenamiento de criada le pesaba más que su pobre estado de ánimo, por lo que pasó un dedo por la barra y las mesas, buscando una mota de polvo para limpiar con los paños que siempre cargaba en sus bolsillos, no obstante, no halló nada. Como el hombre aún no llegaba y ella no pensaba en servirse su propio trago por una lista innumerable de razones, decidió tomar una escoba de repuesto y ponerse a barrer para matar tiempo. -Tan limpio...- murmuró asombrada y pensativa.
Después de un corto silencio, el tabernero le ofreció pasar. Nuria apretó sus labios sopesándolo. Buscó con la vista el nombre del establecimiento; si no era nada extremadamente raro, no veía obstáculo para negarse. A fin de cuentas, el señor Branzen ya no la quería más en su casa, de lo contrario no la hubiese enviado a una ciudad repleta de vampiros y peste. Tal vez, bajo las peores circunstancias, encontrara un nuevo empleo a través de la Taberna de Alara. Su expresión se relajó, era un nombre incluso dulce para un negocio como ese. -…Gracias- Respondió finalmente, mostrando una tímida sonrisa. Estaba nerviosa, era la primera vez en su vida que entraba a una taberna. -Con permiso- dijo desde la puerta, más por costumbre que por deber. El león de la entrada era ciertamente, tan intimidante como el hombre de la escoba. La joven se alegraba porque uno fuera de piedra y el otro tuviese ojos serenos.
Frente a sí estaba un edificio que se notaba de edad, pero que se encontraba muy bien mantenido. Nuria no sabía qué hacer, no había nadie más; sus pasos hacían eco a través de la estancia a medida que avanzaba. Ella no solía tener ese tipo de experiencias diario, primero porque los pisos de las casas para las que trabajaba estaban alfombrados generalmente y segundo, porque en ellas la vida social era tan intensa que no se podría escuchar la voz de uno mismo sin hacer un esfuerzo. Poniendo esos pensamientos de lado, intentó sentarse en uno de los taburetes de la barra pero falló cuando quiso treparse a uno de ellos. Miró para todos lados avergonzada, cruzando los dedos para que nadie la hubiese visto. Suspiró profundamente y acomodó el banco que casi se cae sobre ella.
El entrenamiento de criada le pesaba más que su pobre estado de ánimo, por lo que pasó un dedo por la barra y las mesas, buscando una mota de polvo para limpiar con los paños que siempre cargaba en sus bolsillos, no obstante, no halló nada. Como el hombre aún no llegaba y ella no pensaba en servirse su propio trago por una lista innumerable de razones, decidió tomar una escoba de repuesto y ponerse a barrer para matar tiempo. -Tan limpio...- murmuró asombrada y pensativa.
Off: Lo siento, hoy volví a leer tu ficha y creo que no debí haber narrado que veía la cola de Edz D=. Si en algun momento hago algo que no esté bien, hazmelo saber >o<
Nuria
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Sus manos fueron a su rostro evitando del todo la luz que cegaba, colándose por las pestañas hasta tocar sus pupilas, le movía algo entre las entrañas y no pudo si no menos removerse incómodo ante el dolor de cabeza que le tocaba cada pedazo de su cráneo; no pudo más que llevar ambas manos a la cabeza, olvidando la luz en sus ojos. Gimió frustrado e impotente ante el dolor y a pesar de que intentó, no pudo recordar del todo lo que había pasado la noche anterior, se tocó los brazos con fuerza y giró hacia un costado:
-¡Mierda! -soltó desde el frío suelo, a la vez que su brazo, entumecido por el golpe, rogaba por ser liberado de su cuerpo-.Satanás se ríe a mi costa- escupió.
Se levantó torpemente del madero y se tambaleó por la habitación, buscando las prendas que se encontraban repartidas en el lugar, agachándose sin inhibiciones a pesar de que se sabía en cueros. Salió a trompicones y maldiciones de la habitación y se vistió en su camino a la sala de estar, escuchó un gruñir a sus espaldas y tardó en enfocar a Pete, que algo le decía, pero Desmond sólo veía sus labios mover y sonidos toscos e irritables salir de ella. Finalmente entendió algo como: "Te has pasado la noche tomando" y él sólo pudo encogerse de hombros y escupir un perdón que no creyó ni él mismo. Pete hizo un gesto de fastidio y se levantó haciendo sonar las tablas de la casa mientras se dirigía a la cocina. Realizó una plegaria al cielo cada vez que las tablas sonaron a cada paso que daba hacia la sala donde se encontraban las cubetas con agua y se dejó caer en la bañera de metal que el cantinero había dejado preparado con anterioridad para él.
La limpieza era algo tan esencial como la vida misma y una de las pocas cosas que le agradecía a su madre, a pesar de que Pete se mofaba cada día en su cara, no dejaba de sorprenderlo dejándole la bañera lista con su navaja y sus polvos de huevo, para los dientes.
“Te veré un día besándote con un hombre, babieca sodomita”, le decía el cantinero.
-Al menos yo aún conservo todos los dientes, pedazo de puerco-bufó al salir de la casa.
Recordaba que ese día debía acercarse al muelle para confirmar la llegada del barco que traía una ostentosa carga a la cuál le había seguido el rastro hacía meses, sin embargo, al llegar, sus ilusiones se desinflaron rápidamente y tanto como terminó de insultar al viento norte que no hacía aparición, concentrando enfermedades en el aire y retrasando mercancías, dirigió su paso, frustrado, hacia cualquier lugar que no le recordara su fracaso en el muelle.
Entró a un local mirando nada más que sus pisadas y en cuanto reaccionó, levantó la mirada, desorientado, dirigió la mirada alrededor del local y la detuvo en una chica que mantenía una escoba entre sus manos, descartó rápidamente la idea de que ella sería quién le atendería y, acostumbrado a hablar de tragos sólo con hombres, soltó en una mueca impaciente, con el mentón altivo y labios apretados -El tabernero.
-¡Mierda! -soltó desde el frío suelo, a la vez que su brazo, entumecido por el golpe, rogaba por ser liberado de su cuerpo-.Satanás se ríe a mi costa- escupió.
Se levantó torpemente del madero y se tambaleó por la habitación, buscando las prendas que se encontraban repartidas en el lugar, agachándose sin inhibiciones a pesar de que se sabía en cueros. Salió a trompicones y maldiciones de la habitación y se vistió en su camino a la sala de estar, escuchó un gruñir a sus espaldas y tardó en enfocar a Pete, que algo le decía, pero Desmond sólo veía sus labios mover y sonidos toscos e irritables salir de ella. Finalmente entendió algo como: "Te has pasado la noche tomando" y él sólo pudo encogerse de hombros y escupir un perdón que no creyó ni él mismo. Pete hizo un gesto de fastidio y se levantó haciendo sonar las tablas de la casa mientras se dirigía a la cocina. Realizó una plegaria al cielo cada vez que las tablas sonaron a cada paso que daba hacia la sala donde se encontraban las cubetas con agua y se dejó caer en la bañera de metal que el cantinero había dejado preparado con anterioridad para él.
La limpieza era algo tan esencial como la vida misma y una de las pocas cosas que le agradecía a su madre, a pesar de que Pete se mofaba cada día en su cara, no dejaba de sorprenderlo dejándole la bañera lista con su navaja y sus polvos de huevo, para los dientes.
“Te veré un día besándote con un hombre, babieca sodomita”, le decía el cantinero.
-Al menos yo aún conservo todos los dientes, pedazo de puerco-bufó al salir de la casa.
Recordaba que ese día debía acercarse al muelle para confirmar la llegada del barco que traía una ostentosa carga a la cuál le había seguido el rastro hacía meses, sin embargo, al llegar, sus ilusiones se desinflaron rápidamente y tanto como terminó de insultar al viento norte que no hacía aparición, concentrando enfermedades en el aire y retrasando mercancías, dirigió su paso, frustrado, hacia cualquier lugar que no le recordara su fracaso en el muelle.
Entró a un local mirando nada más que sus pisadas y en cuanto reaccionó, levantó la mirada, desorientado, dirigió la mirada alrededor del local y la detuvo en una chica que mantenía una escoba entre sus manos, descartó rápidamente la idea de que ella sería quién le atendería y, acostumbrado a hablar de tragos sólo con hombres, soltó en una mueca impaciente, con el mentón altivo y labios apretados -El tabernero.
Desmond
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
A esas alturas, Mina detestaba Lunargenta. Era un pozo infecto lleno de gente sucia y hedionda. Todo estaba mugriento y descuidado, e incluso sentía que cada día empeoraba la situación de la ciudad. Ahora, lo único que quería era encontrar a la bio cibernética e irse de una vez por todas de ese lugar para no volver.
Pero claro, ella, a diferencia de su "amiga", necesitaba comida para tener energía y en ese momento tenía las "reservas energéticas bajas", frase que usaba a menudo la cyborg para decir que tenía hambre. Pero en Lunargenta no era seguro comer, ni beber, ni andar, respirar mucho menos... existir en la capital humana era un desafío a la vida misma. Pero aquel lugar le llamó la atención por lo limpio que lucía y eso, allí, era tan raro como una piedra de hipatita.
No dudó en entrar, segura que si ponían esmero en la limpieza de la entrada, la cocina y todo adentro estaría incluso mejor. A paso rápido, pero sin descuidar su coqueto contoneo, entró; las tripas rugiendo le apremiaban. -¡Buenos días!- dijo, saludando a la chica que estaba dentro y al hombre que estaba sentado en la barra. Además de ellos, no había nadie más, lo cual también agradó a la ilusionista. Además de la peste, el desorden, el mal olor, la suciedad, Mina detestaba el atiborramiento de Lunargenta. Es que ni siquiera perdiendo la mitad de la población gracias a la enfermedad, había menos gente.
Dirigiéndose a la muchacha con la escoba. -Me preguntaba... ¿qué tienen hoy para desayunar?- dijo -Y, a propósito, qué local más limpio tiene- dijo, inhalando para sentir el aroma del local -¡Ni siquiera tiene olor a sudor!- soltó, imprudente. La bruja sonreía, feliz de encontrar aquel oasis; limpio, vacío, con gente bonita en su interior... porque la chica tenía una mirada dulce y tímida, mientras que por su lado, el muchacho hasta estaba perfumado. Se sintió en un pequeño paraíso.
Pero claro, ella, a diferencia de su "amiga", necesitaba comida para tener energía y en ese momento tenía las "reservas energéticas bajas", frase que usaba a menudo la cyborg para decir que tenía hambre. Pero en Lunargenta no era seguro comer, ni beber, ni andar, respirar mucho menos... existir en la capital humana era un desafío a la vida misma. Pero aquel lugar le llamó la atención por lo limpio que lucía y eso, allí, era tan raro como una piedra de hipatita.
No dudó en entrar, segura que si ponían esmero en la limpieza de la entrada, la cocina y todo adentro estaría incluso mejor. A paso rápido, pero sin descuidar su coqueto contoneo, entró; las tripas rugiendo le apremiaban. -¡Buenos días!- dijo, saludando a la chica que estaba dentro y al hombre que estaba sentado en la barra. Además de ellos, no había nadie más, lo cual también agradó a la ilusionista. Además de la peste, el desorden, el mal olor, la suciedad, Mina detestaba el atiborramiento de Lunargenta. Es que ni siquiera perdiendo la mitad de la población gracias a la enfermedad, había menos gente.
Dirigiéndose a la muchacha con la escoba. -Me preguntaba... ¿qué tienen hoy para desayunar?- dijo -Y, a propósito, qué local más limpio tiene- dijo, inhalando para sentir el aroma del local -¡Ni siquiera tiene olor a sudor!- soltó, imprudente. La bruja sonreía, feliz de encontrar aquel oasis; limpio, vacío, con gente bonita en su interior... porque la chica tenía una mirada dulce y tímida, mientras que por su lado, el muchacho hasta estaba perfumado. Se sintió en un pequeño paraíso.
Mina Harker
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Apena ha terminado la charla con esa chica extraña que ha cruzado en la entrada de negocio, el dueño toma la escoba en manos y se adentra a la taberna ya para continuar con las labores de adentro, no sin antes pulir por 3 segundos la gran estatua del león que se ubica al lado de la puerta, Edzard tiene cierta manía con que ese recuerdo familiar este intacto. Deja la puerta para que la morena pueda entrar y hacerle saber que el lugar ya esta abierto, que es mas que bienvenida. Respira profundamente, como si se estuviera preparando para el largo día que le espera, ya que sin clientela o con ella, todos los días son largos allí dentro. No pierde tiempo y va directamente a la cocina para preparar un café de bienvenida y gratuito a la chica (Nuria).
Ya dentro de la cocina se toma su tiempo, si bien todo en el exterior de la taberna, osea la sala principal, baños y la barra están impecables y con un perfume a rosas directamente extraídas del bosque de Lunargenta en las afueras, la cocina estaba un tanto desordenada. Pues claro, el es el único trabajando en un lugar donde acuden decenas de personas, y el solo debe encargarse de todo, es lógico pensar que siquiera un sitio se encuentre bajo las consecuencias del desorden. Platos por allí, vasos por allá, el mismo se entiende en esa zona, pero no deja a nadie pasar a esta.
Cuando ya se retira de la cocina, con una bandeja y una taza de café en ella, puede ver que la chica anteriormente mencionada estaba con la escoba limpiando el piso de madera. -Em... ¿que esta haciendo?- El dueño Horshyon se queda con una expresión confusa y un tanto desorientada. Se acerca con la bandeja, la deja en la mesa que esta al lado de la joven y le detiene con calma la escoba. -¿Por que estas limpiando? No hace falta, ya lo haré yo.- Le dice con una sonrisa amigable y un tanto burlesca, tratando de no sonar muy agresivo por retirarle la escoba. -Gracias de todos modos. Por favor, siéntate y disfruta del café.-
Antes de que se diera cuenta ya hay otras dos personas dentro del local, una mujer elegante y un hombre de aspecto desordenado. La primera se acerca a la joven morena, preguntando sobre las cosas de la taberna como si ella fuera la dueña. Ante toda esta escena, Edzard vuelve con esa expresión de confusión y de no saber que esta pasando, hasta era un tanto graciosa, pues el en verdad no sabe que demonios pasa ese día que todos parecen confundirse con los papeles de los demás. Vuelve en si y ahora sonando un poco mas sereno pregunta a la mujer (Mina) -Disculpe señorita, ¿se le ofrece un desayuno?- Dejando el azúcar al lado del café que le sirve a la jovencita de antes (Nuria), se reincorpora y dirige su mirada a la segunda mujer, limpiando sus manos con un paño limpio sacado de la cocina. De esta forma, quiere dar a entender que el es el dueño del lugar.
Ya dentro de la cocina se toma su tiempo, si bien todo en el exterior de la taberna, osea la sala principal, baños y la barra están impecables y con un perfume a rosas directamente extraídas del bosque de Lunargenta en las afueras, la cocina estaba un tanto desordenada. Pues claro, el es el único trabajando en un lugar donde acuden decenas de personas, y el solo debe encargarse de todo, es lógico pensar que siquiera un sitio se encuentre bajo las consecuencias del desorden. Platos por allí, vasos por allá, el mismo se entiende en esa zona, pero no deja a nadie pasar a esta.
Cuando ya se retira de la cocina, con una bandeja y una taza de café en ella, puede ver que la chica anteriormente mencionada estaba con la escoba limpiando el piso de madera. -Em... ¿que esta haciendo?- El dueño Horshyon se queda con una expresión confusa y un tanto desorientada. Se acerca con la bandeja, la deja en la mesa que esta al lado de la joven y le detiene con calma la escoba. -¿Por que estas limpiando? No hace falta, ya lo haré yo.- Le dice con una sonrisa amigable y un tanto burlesca, tratando de no sonar muy agresivo por retirarle la escoba. -Gracias de todos modos. Por favor, siéntate y disfruta del café.-
Antes de que se diera cuenta ya hay otras dos personas dentro del local, una mujer elegante y un hombre de aspecto desordenado. La primera se acerca a la joven morena, preguntando sobre las cosas de la taberna como si ella fuera la dueña. Ante toda esta escena, Edzard vuelve con esa expresión de confusión y de no saber que esta pasando, hasta era un tanto graciosa, pues el en verdad no sabe que demonios pasa ese día que todos parecen confundirse con los papeles de los demás. Vuelve en si y ahora sonando un poco mas sereno pregunta a la mujer (Mina) -Disculpe señorita, ¿se le ofrece un desayuno?- Dejando el azúcar al lado del café que le sirve a la jovencita de antes (Nuria), se reincorpora y dirige su mirada a la segunda mujer, limpiando sus manos con un paño limpio sacado de la cocina. De esta forma, quiere dar a entender que el es el dueño del lugar.
Edzard Horshyon
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Los ojos de Nuria casi se salen haciendo un “pop” tras la sucesión de invitados en la taberna de Alara, ella no esperaba que tan temprano en la mañana, pudiera reunirse tanta gente en un local como ese. Saludó con la cabeza al joven, que parecía más de los barrios altos que de por esos lares. Conocía el tono que había usado y el marco de las cejas en ese lugar, aunque el hombre le había dicho dos palabras, Nuria intuyó que no debía ponerse en su camino y tratar de ser diligente mientras él estuviese cerca. La naturaleza mansa de Nuria y tantos años de servicio como criada la hacían moverse como si realmente trabajase allí por una cuestión de costumbre solamente. Buscó con la vista a los alrededores y señaló con la cabeza hacia una puerta -Ya estará con usted- respondió con su parsimonia habitual, en realidad no tenía idea de dónde estaba el tabernero, o si él era la misma persona de buen corazón que la dejó entrar, pero fuese como fuese, no quería hacer quedar mal al hombre de la escoba.
Por otra parte, Nuria se sonrojó al mirar a la dama que entró después, moviéndose por la taberna como si fuese su ostentoso hogar. Si la criada pensó que el primer joven no era de por allí, cando vio a la fémina comenzó a creer que ella misma se había equivocado de puerta y que esa, no era la misma Taberna de Alara a la que había querido entrar desde el principio. Al momento de responderle a la joven mujer, Nuria titubeó un poco -P..para desayunar…- su respuesta terminó de formularse sola cuando apareció el hombre de la escoba, esta vez con una bandeja entre manos. El perfume del café recién hecho le dio la respuesta a Nuria -Parece que hoy tendremos café y tal vez galleta- finalizó, no hizo mucho aspaviento, sabía que tarde o temprano se sabría que ella no trabajaba allí, pero no quería hacer un espectáculo de ello. Los errores eran naturales y ella después de todo, no era más que una criada, una sirvienta, con su uniforme o sin él.
El buen hombre se acercó a la humana y detuvo su movimiento mecánico con la escoba. Nuria se sonrojó cuando escuchó sus palabras -…lo siento, es un hábito adquirido… no he querido ofenderle de ninguna forma…- murmuró sin levantar sus ojos del delantal de él. Asintió una vez a lo que dijo, haciéndole caso - Gracias a usted, con permiso- esta vez su voz era más alta y clara. Tomó entre sus manos la taza y se sentó silenciosamente en la mesa, observando su reflejo en el líquido, disfrutando su aroma. Ahora que el encargado estaba en el frente de batalla, le dejaría a él manejar al resto, y por como lo veía, Nuria estaba segura de que ese hombre podía con todo. Era poco perceptible, pero la humana podía notar como, a través de sus actos sutiles, él demostraba ser el verdadero dueño.
Nuria le sonrió a su taza, se sentía a gusto allí. Cerró sus ojos y tomó un sorbo amargo- Um hmm… bueno- el gusto amargo evocaba memorias olvidadas de lugares por donde había transitado. Se cruzó de piernas y pensó en que tal vez sería agradable trabajar una temporada por esos rumbos. La joven quería hablar un poco más con el hombre de la escoba, pero no quería importunarle en su trabajo; él parecía muy a gusto con su independencia. Posó sus ojos en el joven y luego en la mujer, eran exactamente el tipo de personas para los que usualmente trabajaba. Personas de porte orgulloso, bien vestidos, bien cuidados. Ella nunca podría ser así, sus orígenes eran humildes y si se escarbaba el linaje de su madre, nada bueno saldría de allí. Se estiró “origen ordinario, vida ordinaria, problemas ordinarios. Una vida sencilla” esa idea era tan atrayente que cuando se dio cuenta, tiempo y café se habían acabado.
Por otra parte, Nuria se sonrojó al mirar a la dama que entró después, moviéndose por la taberna como si fuese su ostentoso hogar. Si la criada pensó que el primer joven no era de por allí, cando vio a la fémina comenzó a creer que ella misma se había equivocado de puerta y que esa, no era la misma Taberna de Alara a la que había querido entrar desde el principio. Al momento de responderle a la joven mujer, Nuria titubeó un poco -P..para desayunar…- su respuesta terminó de formularse sola cuando apareció el hombre de la escoba, esta vez con una bandeja entre manos. El perfume del café recién hecho le dio la respuesta a Nuria -Parece que hoy tendremos café y tal vez galleta- finalizó, no hizo mucho aspaviento, sabía que tarde o temprano se sabría que ella no trabajaba allí, pero no quería hacer un espectáculo de ello. Los errores eran naturales y ella después de todo, no era más que una criada, una sirvienta, con su uniforme o sin él.
El buen hombre se acercó a la humana y detuvo su movimiento mecánico con la escoba. Nuria se sonrojó cuando escuchó sus palabras -…lo siento, es un hábito adquirido… no he querido ofenderle de ninguna forma…- murmuró sin levantar sus ojos del delantal de él. Asintió una vez a lo que dijo, haciéndole caso - Gracias a usted, con permiso- esta vez su voz era más alta y clara. Tomó entre sus manos la taza y se sentó silenciosamente en la mesa, observando su reflejo en el líquido, disfrutando su aroma. Ahora que el encargado estaba en el frente de batalla, le dejaría a él manejar al resto, y por como lo veía, Nuria estaba segura de que ese hombre podía con todo. Era poco perceptible, pero la humana podía notar como, a través de sus actos sutiles, él demostraba ser el verdadero dueño.
Nuria le sonrió a su taza, se sentía a gusto allí. Cerró sus ojos y tomó un sorbo amargo- Um hmm… bueno- el gusto amargo evocaba memorias olvidadas de lugares por donde había transitado. Se cruzó de piernas y pensó en que tal vez sería agradable trabajar una temporada por esos rumbos. La joven quería hablar un poco más con el hombre de la escoba, pero no quería importunarle en su trabajo; él parecía muy a gusto con su independencia. Posó sus ojos en el joven y luego en la mujer, eran exactamente el tipo de personas para los que usualmente trabajaba. Personas de porte orgulloso, bien vestidos, bien cuidados. Ella nunca podría ser así, sus orígenes eran humildes y si se escarbaba el linaje de su madre, nada bueno saldría de allí. Se estiró “origen ordinario, vida ordinaria, problemas ordinarios. Una vida sencilla” esa idea era tan atrayente que cuando se dio cuenta, tiempo y café se habían acabado.
Nuria
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Pasó su lengua por el interior de sus mejillas de manera impaciente, incómodo por no encontrar a algún hombre cerca. No sabía comportarse con una mujer si ésta no era pagada previamente, no sabía actuar decentemente y jamás lo había intentado, por lo cual apostaba por las distancias y con honestidad mal disimulada, lo prefería así, no quería empezar a aprender modales ni en ese momento ni después. Miró a la chica unos instantes más como si con ello pudiese sonsacarle una respuesta y luego cuando la recibió se volteó al frente asintiendo escuetamente, dispuesto a acomodarse en una de las sillas que se situaban frente a la barra. Se dedicó a pasear sus ojos por la habitación sin estar realmente interesado en nada de lo que veía y llevó su mano hasta su cadera, dispuesto a tocar el mango de su espada como siempre hacía cada vez que se sentía inseguro.
Entonces recordó que con el desespero por alejarse de Pete, se había vestido sin más, sin armas, sin cinturón con cuchillos, sin nada que le protegiera en su poder. Gruñó, se removió incómodo en el asiento y, hurgando el interior de su aljaba de cuero para uno de los bolsillos interiores que se había encargado de acomodar él mismo, sacó un palillo que llevó hasta su boca con la intención de limpiar el polvo que había quedado en su rápido cepillado con el crin de caballo. Y a pesar de que no era un hombre paciente, esperó. A un hombre, al que sea.
A sus espaldas, el amago de un alegre saludo (o eso creyó) lo sacó de sus cavilaciones y giró para encontrarse a una alegre y coqueta mujer, mirando a su alrededor con una sonrisa tan extensa que Desmond se tomó el tiempo de temer por su cordura. Cerró ojos inhalando su aroma y cuando los abrió, no pudo hacer más que una mueca, que pretendió ser una sonrisa. Permitió que la chica de cabello corto y aspecto humilde se dirigiera, de manera sumisa y titubeante, a la mujer de finos rasgos y elevó una ceja, se cruzó de brazos e inclinó su cabeza hacia adelante, empujó su cuerpo hasta que se vio de pie, dejó el palillo en la barra y caminó hasta la mujer de cabello largo con toda parsimonia, mientras soltaba una perorata:
—Qué grotesco entrevé el que empiece, una mujer de su clase, una entrada como la que acabamos de presenciar —dijo en alto, lo suficiente para que la mujer le escuchara —, sin embargo, resulta conveniente poder interpretar sus preferencias.
Desmond torció el gesto en cuanto terminó la frase y se detuvo justo frente a ella, midiendo su porte, pero más que nada, sus pertenencias. Era menuda y delgada, por lo cuál podría resultar muy ágil. Miró sus caderas sin disimulo y percibió -o seguramente imaginó- que hacía un contoneo con ellas que le recordaba vagamente a Didacus (un hombre con contrabandista con el que interactuaba a menudo); se tocó la barbilla justo en las líneas del mentón, buscando algún indicio de un bolso.
“¿Qué tan rápido podrá correr?”, pensó, un sabor amargo en su interior le indicó que no intentara nada.
Otra voz a sus espaldas le hizo desechar rápidamente la idea, para cuando el hombre se dirigió a la chica él aprovechó de rodearlo discretamente para dirigirse finalmente a la barra, donde retomó su tarea de limpiar sus dientes con el palillo que había apostado en el lugar. “Los días no te pertenecen”, sonó una vocecita en su interior, Desmond entornó los ojos sin sorpresa, él ya lo sabía.
—Para cuando termine—emitió tan lentamente como pudo, volteándose al tabernero. Extrañamente no sabía dirigirse a él, cuando el hombre con el que constantemente interactuaba era un tabernero—. Agradecería un caldo de su cocina—intentó ser amable, tardó unos segundos antes de tonar esforzadamente, en una voz que no le pertenecía—, por... favor.
Estuvo a punto de vomitar en cuanto terminó de hablar, pero lo contuvo y se quedó en su lugar, tratando de disimular lo pintoresco (y grotesco) que se le tornaba el cuadro de esa taberna: un hombre mayor (que a Desmond le parecía decente), una mujer sumisa, un contrabandista y otra mujer de porte exquisito, pero con aires de loca.
¿Qué podía salir mal?
Entonces recordó que con el desespero por alejarse de Pete, se había vestido sin más, sin armas, sin cinturón con cuchillos, sin nada que le protegiera en su poder. Gruñó, se removió incómodo en el asiento y, hurgando el interior de su aljaba de cuero para uno de los bolsillos interiores que se había encargado de acomodar él mismo, sacó un palillo que llevó hasta su boca con la intención de limpiar el polvo que había quedado en su rápido cepillado con el crin de caballo. Y a pesar de que no era un hombre paciente, esperó. A un hombre, al que sea.
A sus espaldas, el amago de un alegre saludo (o eso creyó) lo sacó de sus cavilaciones y giró para encontrarse a una alegre y coqueta mujer, mirando a su alrededor con una sonrisa tan extensa que Desmond se tomó el tiempo de temer por su cordura. Cerró ojos inhalando su aroma y cuando los abrió, no pudo hacer más que una mueca, que pretendió ser una sonrisa. Permitió que la chica de cabello corto y aspecto humilde se dirigiera, de manera sumisa y titubeante, a la mujer de finos rasgos y elevó una ceja, se cruzó de brazos e inclinó su cabeza hacia adelante, empujó su cuerpo hasta que se vio de pie, dejó el palillo en la barra y caminó hasta la mujer de cabello largo con toda parsimonia, mientras soltaba una perorata:
—Qué grotesco entrevé el que empiece, una mujer de su clase, una entrada como la que acabamos de presenciar —dijo en alto, lo suficiente para que la mujer le escuchara —, sin embargo, resulta conveniente poder interpretar sus preferencias.
Desmond torció el gesto en cuanto terminó la frase y se detuvo justo frente a ella, midiendo su porte, pero más que nada, sus pertenencias. Era menuda y delgada, por lo cuál podría resultar muy ágil. Miró sus caderas sin disimulo y percibió -o seguramente imaginó- que hacía un contoneo con ellas que le recordaba vagamente a Didacus (un hombre con contrabandista con el que interactuaba a menudo); se tocó la barbilla justo en las líneas del mentón, buscando algún indicio de un bolso.
“¿Qué tan rápido podrá correr?”, pensó, un sabor amargo en su interior le indicó que no intentara nada.
Otra voz a sus espaldas le hizo desechar rápidamente la idea, para cuando el hombre se dirigió a la chica él aprovechó de rodearlo discretamente para dirigirse finalmente a la barra, donde retomó su tarea de limpiar sus dientes con el palillo que había apostado en el lugar. “Los días no te pertenecen”, sonó una vocecita en su interior, Desmond entornó los ojos sin sorpresa, él ya lo sabía.
—Para cuando termine—emitió tan lentamente como pudo, volteándose al tabernero. Extrañamente no sabía dirigirse a él, cuando el hombre con el que constantemente interactuaba era un tabernero—. Agradecería un caldo de su cocina—intentó ser amable, tardó unos segundos antes de tonar esforzadamente, en una voz que no le pertenecía—, por... favor.
Estuvo a punto de vomitar en cuanto terminó de hablar, pero lo contuvo y se quedó en su lugar, tratando de disimular lo pintoresco (y grotesco) que se le tornaba el cuadro de esa taberna: un hombre mayor (que a Desmond le parecía decente), una mujer sumisa, un contrabandista y otra mujer de porte exquisito, pero con aires de loca.
¿Qué podía salir mal?
Desmond
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
La chica con la escoba balbuceó algunas palabras que Mina no entendió. ¿Podría ser novata en el puesto? ¿No sabía atender a la clientela? ¿Por qué barría en lugar de preguntar qué deseaba? La ilusionista miraba con impaciencia a la chica que lucía nerviosa. Tras de ella, se había puesto de pie el hombre que también esperaba, y habló, dirigiéndose a ella, o eso parecía. Tampoco le entendió muy bien lo que dijo -Qué grotesco entrevé el que empiece, una mujer de su clase, una entrada como la que acabamos de presenciar- dijo en voz alta, llamando la atención de Mina -...sin embargo, resulta conveniente poder interpretar sus preferencias- finalizó, con una sonrisa torcida y un aire de autosuficiencia que desagradó a la bruja.
Mina lo miró de la cabeza a los pies y de vuelta. Un dragón, el tipo de mana que fluía por su cuerpo lo delataba. Aunque su porte también, todos los dragones que conocía tenían ese mismo aire de extrema seguridad, como si fuesen invencibles. Creen que por poder transformar su cuerpo al de una bestia poderosa no existe nada ni nadie que los derrote. Cuando bien sabía ella que de nada servía un cuerpo acorazado si la mente es débil. -Qué extraño, usas palabras del idioma común, pero nada de lo que dices tiene sentido, querido- dijo, en un tono que pretendía ser amable, pero desbordaba fastidio -Ahora, de nuevo, con calma, respira hondo, ordena las ideas en esa cabecita de dragón para que puedas juntar palabras que sean congruentes una tras otra, ¿vale?- le dijo y volteó su mirada justo cuando apareció un hombre con una bandeja.
Pero él tampoco la atendió inmediatamente, estaba más ocupado instruyendo a su mesera. Con razón aquel lugar estaba vacío y tan limpio, ¿quién iba a entrar allí si la atención era tan mala? Por supuesto, una incauta como ella y tal vez, el hombre que habla extraño. ¿Tendrá algún problema mental? ¿Será que es tonto y no sabe hablar? Todo eso pensaba Mina, pero no era su problema, ella quería huevos con tocino y jugo de fruta. ¿Sería acaso mucho pedir? ¿Un desayuno? Es que si no le ponían comida en frente, pronto, aquel lugar quedaría hecho trizas.
Mientras el hombre que parecía llevar el local hablaba con la chica nerviosa, Mina perdía la paciencia. Hasta que por fin, se dignó a dirigirse a ella -Disculpe señorita, ¿se le ofrece un desayuno?- preguntó, manteniendo una expresión seria. Sí, definitivamente, el fuerte de aquel negocio no era la atención al cliente.
-Sí, me gustaría tomar desayuno, ¿qué ofrece?- dijo ella. Detrás, el otro hombre pedía un caldo. Mina lo miró con el rabillo del ojo, notando que se había perdido los colores, palideciendo. -Querido, ¿estás bien?- dijo, girando para mirarlo a la cara, con un poquito de preocupación en la expresión. Le dio la impresión de que en cualquier momento se desvanecería. -Luces muy... descompuesto...- dijo y no pudo evitar el alejarse un paso de él. -¿Seguro que lo que necesitas es caldo?- dijo, poniendo la mano en su rostro para, disimuladamente, taparse la boca y nariz.
Fue una reacción instintiva, visceral. ¿Y cómo no tenerla? Lunargenta era una olla de podredumbre y enfermedad. La peste era sumamente contagiosa. Ella había mantenido una higiene escrupulosa, pagado por las posadas más limpias y exclusivas, y cuidaba de lo que se llevaba a la boca. De hecho, entró a ese local atraída por su pulcritud, como para ahora compartir espacios con un enfermo. -¿Seguro que no quieres... salir?- le dijo y ya no pudo ocultar su desagrado.
Mina lo miró de la cabeza a los pies y de vuelta. Un dragón, el tipo de mana que fluía por su cuerpo lo delataba. Aunque su porte también, todos los dragones que conocía tenían ese mismo aire de extrema seguridad, como si fuesen invencibles. Creen que por poder transformar su cuerpo al de una bestia poderosa no existe nada ni nadie que los derrote. Cuando bien sabía ella que de nada servía un cuerpo acorazado si la mente es débil. -Qué extraño, usas palabras del idioma común, pero nada de lo que dices tiene sentido, querido- dijo, en un tono que pretendía ser amable, pero desbordaba fastidio -Ahora, de nuevo, con calma, respira hondo, ordena las ideas en esa cabecita de dragón para que puedas juntar palabras que sean congruentes una tras otra, ¿vale?- le dijo y volteó su mirada justo cuando apareció un hombre con una bandeja.
Pero él tampoco la atendió inmediatamente, estaba más ocupado instruyendo a su mesera. Con razón aquel lugar estaba vacío y tan limpio, ¿quién iba a entrar allí si la atención era tan mala? Por supuesto, una incauta como ella y tal vez, el hombre que habla extraño. ¿Tendrá algún problema mental? ¿Será que es tonto y no sabe hablar? Todo eso pensaba Mina, pero no era su problema, ella quería huevos con tocino y jugo de fruta. ¿Sería acaso mucho pedir? ¿Un desayuno? Es que si no le ponían comida en frente, pronto, aquel lugar quedaría hecho trizas.
Mientras el hombre que parecía llevar el local hablaba con la chica nerviosa, Mina perdía la paciencia. Hasta que por fin, se dignó a dirigirse a ella -Disculpe señorita, ¿se le ofrece un desayuno?- preguntó, manteniendo una expresión seria. Sí, definitivamente, el fuerte de aquel negocio no era la atención al cliente.
-Sí, me gustaría tomar desayuno, ¿qué ofrece?- dijo ella. Detrás, el otro hombre pedía un caldo. Mina lo miró con el rabillo del ojo, notando que se había perdido los colores, palideciendo. -Querido, ¿estás bien?- dijo, girando para mirarlo a la cara, con un poquito de preocupación en la expresión. Le dio la impresión de que en cualquier momento se desvanecería. -Luces muy... descompuesto...- dijo y no pudo evitar el alejarse un paso de él. -¿Seguro que lo que necesitas es caldo?- dijo, poniendo la mano en su rostro para, disimuladamente, taparse la boca y nariz.
Fue una reacción instintiva, visceral. ¿Y cómo no tenerla? Lunargenta era una olla de podredumbre y enfermedad. La peste era sumamente contagiosa. Ella había mantenido una higiene escrupulosa, pagado por las posadas más limpias y exclusivas, y cuidaba de lo que se llevaba a la boca. De hecho, entró a ese local atraída por su pulcritud, como para ahora compartir espacios con un enfermo. -¿Seguro que no quieres... salir?- le dijo y ya no pudo ocultar su desagrado.
- Mensaje para Ed y Des.:
- Como ambos son muy muy súper nuevos, tal vez no saben que en este momento de Aerandir hay una enfermedad, una pandemia, una peste, muy contagiosa y desagradable, que tiene invadido todo el continente aerandiano.
De ahí la reacción de Mina y el por qué la cara de Des la espanta. Créanme, no exagero.
Mina Harker
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Fue un gran avance que aquella chica con un aire y actitud rara dejará de barrer, eso la verdad fue algo que lo desenfocó un poco al tabernero, nunca nadie a entrado con la intención de trabajar así sin mas, tuvo pocos empleados y el ultimo fue victima de la pandemia, no pudo sobrevivir. Si estaba tan pegada a esas costumbres de sirvienta, tal vez hablaría con ella mas tarde, algo le dice que esa chica no esta del todo bien con tan solo mirarla fijamente durante un par de segundos, pero claro, todo esto luego de atender a los otros dos individuos que se presentaron repentinamente en el establecimiento, una mujer impaciente y un muchacho... ¿tímido?
Palmea un poco el hombro de la morena que ya estaba tranquila tomando su café , como si se estuviera despidiendo momentáneamente de ella y pasar rápido a la mujer de piel clara como el día. -Bueno, tenemos caldo.- Edzard hace énfasis al caldo mirando y señalando al hombre (Desmond) con la cabeza. -Tenemos un estilo muy tradicional de comida, así que puedo ofrecerle unos omeletes con bollos rellenos y un té Sandoral. Puedo traerle el menú si gusta.- Dijo un tanto despreocupado, ya es costumbre atender a varios clientes a la vez, y mientras terminaba de hablar con aquella mujer escribe en una pequeña libre "Caldo" para el hombre que se encontraba en la barra.
Ante los comentarios un tanto agresivos de la señorita que pedía el menú (Mina) el barman se pone a pensar sobre la situación, pues la plaga ha sido uno de los motivos por la cual la clientela a disminuido en estos últimos días. Edzard se ha preocupado tanto por el cuidado de su taberna que ahora le resulta un tanto incomodo la posibilidad de que la plaga también le afecté a el, y no solo a el mismo sino a sus clientes, los cuales de enfermarse haría que el señor león se sienta culpable por sus malestares. Es alguien con orgullo y preocupación interior, jamas aceptaría el haberle hecho daño a otras personas sin intención de ello.
Pero Edzard es alguien bastante bondadoso, ocultaría esas pequeñas incomodidades en su mente para hacer del lugar mas pacifico y acogedor posible. Ya se ocuparía en su momento de una posible plaga en su taberna. Luego de examinar al sujeto, y de pensar que la chica tal vez exageraba un poco, para que todos estén a gustos, Edzard trata de contestar con una sencillez que solo el puede expresar. Exhala aire y sonríe un tanto cansado. -He oído que el té Sandoral es bueno para los malestares de estos días. Les prepararé uno a cada uno como cortesía y preocupación de la casa.-
Palmea un poco el hombro de la morena que ya estaba tranquila tomando su café , como si se estuviera despidiendo momentáneamente de ella y pasar rápido a la mujer de piel clara como el día. -Bueno, tenemos caldo.- Edzard hace énfasis al caldo mirando y señalando al hombre (Desmond) con la cabeza. -Tenemos un estilo muy tradicional de comida, así que puedo ofrecerle unos omeletes con bollos rellenos y un té Sandoral. Puedo traerle el menú si gusta.- Dijo un tanto despreocupado, ya es costumbre atender a varios clientes a la vez, y mientras terminaba de hablar con aquella mujer escribe en una pequeña libre "Caldo" para el hombre que se encontraba en la barra.
Ante los comentarios un tanto agresivos de la señorita que pedía el menú (Mina) el barman se pone a pensar sobre la situación, pues la plaga ha sido uno de los motivos por la cual la clientela a disminuido en estos últimos días. Edzard se ha preocupado tanto por el cuidado de su taberna que ahora le resulta un tanto incomodo la posibilidad de que la plaga también le afecté a el, y no solo a el mismo sino a sus clientes, los cuales de enfermarse haría que el señor león se sienta culpable por sus malestares. Es alguien con orgullo y preocupación interior, jamas aceptaría el haberle hecho daño a otras personas sin intención de ello.
Pero Edzard es alguien bastante bondadoso, ocultaría esas pequeñas incomodidades en su mente para hacer del lugar mas pacifico y acogedor posible. Ya se ocuparía en su momento de una posible plaga en su taberna. Luego de examinar al sujeto, y de pensar que la chica tal vez exageraba un poco, para que todos estén a gustos, Edzard trata de contestar con una sencillez que solo el puede expresar. Exhala aire y sonríe un tanto cansado. -He oído que el té Sandoral es bueno para los malestares de estos días. Les prepararé uno a cada uno como cortesía y preocupación de la casa.-
- Spoiler:
- Gracias por la aclaración Mina.
Edzard Horshyon
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
La sonrisa que Nuria le había dedicado al hombre que hacía de todo y a su café, se borró cuando se percató de la situación que se estaba generando en la taberna. “¿Será una de las famosas peleas taberneras?” se preguntó, tomando instintivamente una actitud más cautelosa que se reflejaba en una postura rígida y movimientos angulosos. El hombre que cada vez parecía más el dueño del local que un simple empleado a los ojos dela criada, tomaba la situación con calma. Nuria sintió un profundo y sincero sentimiento de admiración instantánea, por la forma en la que el hombre manejó la situación de los clientes. Para cuando se percató, se encontraba entre la mesa de la joven y el hombre que, indirectamente, estaba siendo acusado de portar la peste, lo sabía, ella había visto muchas versiones de la misma situación en las calles desde que conoció a personas enfermas... desde que comenzó a prestar un poco más de atención a las cosas que le rodeaban.
- El té debería de ser suficiente…- secundó, mirando a los dos partidos, después del momento tenso que le pareció sentir, prefería mantener una posición neutral. - Los infectados tienen fiebre y pústulas… también tienen puntos en su paladar- Nuria recordaba muy bien el caso del hombre infectado en las Afueras de la Ciudad. No sólo Ircan, sino los niños que habitaban en la residencia Abes. Pero así como la enfermedad parecía ser enviada por los dioses, por los mismos era curada. De lo contrario, la criada no se explicaba la continua mejora de aquellos huérfanos. - Es muy sencillo de observar- agregó, en un tono sugerente. Ella no tenía nada en contra de la hermosa dama que estaba allí, pero su actitud era un poco exagerada y eso ponía ligeramente nerviosa a la humana. Prefería, si le era posible, evitar tener que relacionarse con personas tan demandantes... pero ahora que estaba involucrada tendría que apechar.
Posando sus ojos sobre el tabernero, Nuria se acercó a él y se permitió llamar su atención tocando su codo. -¿Podría acompañarle a la cocina? Es… esto… Su té de Sandorai… ¿le agrega un toque de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]? He conocido a algunas personas que lo preparan, pero nunca me han dicho la misma receta dos veces. Y como nunca viajé a la tierra de los elfos…- comenzó a excusarse antes de escuchar la respuesta. Muchas personas eran celosas de sus conocimientos, otros de sus posesiones y ese hombre parecía tener tanto de unos como de otros. La criada quería pensar que el tabernero fuese del pequeño grupo de esos que les gusta compartir con los demás sus experiencias.
Off: Siento lo escueto y la demora. Estoy un poquito complicada y preferí dejar esto posteado a nada y retrasar el hilo u.u
- El té debería de ser suficiente…- secundó, mirando a los dos partidos, después del momento tenso que le pareció sentir, prefería mantener una posición neutral. - Los infectados tienen fiebre y pústulas… también tienen puntos en su paladar- Nuria recordaba muy bien el caso del hombre infectado en las Afueras de la Ciudad. No sólo Ircan, sino los niños que habitaban en la residencia Abes. Pero así como la enfermedad parecía ser enviada por los dioses, por los mismos era curada. De lo contrario, la criada no se explicaba la continua mejora de aquellos huérfanos. - Es muy sencillo de observar- agregó, en un tono sugerente. Ella no tenía nada en contra de la hermosa dama que estaba allí, pero su actitud era un poco exagerada y eso ponía ligeramente nerviosa a la humana. Prefería, si le era posible, evitar tener que relacionarse con personas tan demandantes... pero ahora que estaba involucrada tendría que apechar.
Posando sus ojos sobre el tabernero, Nuria se acercó a él y se permitió llamar su atención tocando su codo. -¿Podría acompañarle a la cocina? Es… esto… Su té de Sandorai… ¿le agrega un toque de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]? He conocido a algunas personas que lo preparan, pero nunca me han dicho la misma receta dos veces. Y como nunca viajé a la tierra de los elfos…- comenzó a excusarse antes de escuchar la respuesta. Muchas personas eran celosas de sus conocimientos, otros de sus posesiones y ese hombre parecía tener tanto de unos como de otros. La criada quería pensar que el tabernero fuese del pequeño grupo de esos que les gusta compartir con los demás sus experiencias.
Off: Siento lo escueto y la demora. Estoy un poquito complicada y preferí dejar esto posteado a nada y retrasar el hilo u.u
Nuria
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Incorporó su cabeza sujetándose el puente de su nariz y masajeándolo a su vez, la escasa luz que rodeaba el lugar tocó sus ojos y el dolor se disipó muy lentamente, le dio el correspondiente crédito al alcohol que todavía refulgía en su paladar y trató, con sus ojos, de ubicar a la grosera mujer. Le tomó algo de tiempo recomponerse y aunque prometió a tantos dioses como recordaba no volver a tomar hasta perder la razón, en su interior sabía que no iba a cumplir sus palabras y que poca palabra iba a tomar de nuevo en virtud de ellos. Cuando ubicó finalmente a la mujer, pasó la lengua por sus labios, en un intento vano por humedecerlos.
—Pequeña, creo que has confundido los síntomas —habló suavemente, trató de asumir que el que hablaba era él y que esa era su voz, cuando lo logró, prosiguió en un tono algo más alto, lo suficiente para que le escuchara—, el alcohol es algo que toman las personas grandes, personas adultas… mayores que tú —procedió a explicar remarcando con énfasis la última frase, muy lento, como si se enfrentara a hombre borracho y tuviese que darle instrucciones difíciles para volver a casa—, a veces, los grandes se exceden con éste elíxir de vida. Al día siguiente, amanecen como si un caballo hubiese pateado cada parte de su cuerpo… Pero por sobre todo la cabeza, nunca olvides eso, la cabeza siempre sacará la peor parte —La miró unos instantes y ondeó la mano frente a sí, como si intentara espantar bichos molestos, o a ella. Luego bajó su mano y prosiguió—. No es algo que desearía sintieras, niña, con tu debilucho cuerpo seguro no resistirías lo suficiente para contarlo.
Cuando terminó de picarle con la insuperable gracia del sarcasmo, sintió como su cabeza hacía su mayor esfuerzo por no estallar, agradeció al hombre con un asentimiento de la misma y tanteó la mesa en busca del palillo, pero justo antes de volver a su ardua tarea de limpiar sus dientes con su irrefutable ahínco, giró sorprendido a la joven que mantenía la taza de café entre sus manos, ¿es que acaso ella le estaba defendiendo? No pudo creerlo de primer momento, pero luego su pecho se hinchó como un gallo orgulloso a la vez que una divertida sonrisa cruzaba por su rostro, volvió su mirada entonces a la mujer que se enfrentaba casi con un aire casual.
—Gracias…—murmuró por lo bajo sin mirarla, dirigiéndose a la mujer de cabello corto no sin algo de dificultad, a la vez que hacía un inmenso esfuerzo por contener una fuerte risotada para burlarse de la otra mujer, también de cabello negro, pero largo.
Mantuvo una firme línea en sus labios a la vez que se volteaba nuevamente a la barra, paseó su mano derecha por sus brazos, tanteando sus músculos a la vez que movía sus pies infantilmente, hacia adelante y hacia atrás, una y otra vez, esperando con paciencia. Por un momento pensó que podría quedarse tranquilo, pero como no era algo propio de él, volteó nuevamente y a medida que la chica que le había mínimamente “defendido” se dirigía al tabernero, dibujó una burlesca sonrisa a la menuda dama que se mantenía sola.
—Te invitaría a una fila de cervezas, enana. Pero dudo puedas resistir si quiera a la primera.
Volteó nuevamente y llevó su mano con el palillo finalmente a su boca, con aire casual. Qué adorables le parecían todas las personas de aquella taberna, de Lunagerta, de Aerandir, ¿qué decía? ¡Del mundo entero! Una mueca de disgusto se dibujó en su cara cuando pudo ver el alcance de sus pensamientos y los retractó de inmediato. Cuando estaba aburrido, cosas como esa no podía evitar pensar; ubicó rápidamente un recuerdo muy lúcido de los enfrentamientos que se daban en la taberna de Pete, con hombres ebrios que subían a mesas (o hacían un improvisado campo, moviendo mesas y sillas para despejar) y se tocaban el cuerpo con la punta de sus dedos, haciendo toques cortos y violentos, eran juegos propios de los marinos, contrabandistas o viajeros borrachos, pero a Desmond se le daba bien participar en ellos, con o sin alcohol, para ganar un par de aeros. No era tan difícil, no habían mayores reglas y el ganador era quién se mantenía de pie dentro del círculo. Sonrió cuando en su recuerdo se evocó en su primera vez en el campo de batalla, la cara mucho mas joven de Pete, quién le miraba angustiado y le pedía desesperadamente salir del lugar, donde un hombre mucho más alto y corpulento lo esperaba flexionando y mostrando sus fibrosos músculos.
Detuvo el tren de sus pensamientos para pasear la mirada por la taberna prácticamente vacía con desconcierto. Pete siempre tenía su local lleno, día o noche hombres y mujeres iban y venían del local, pocos ocupaban las posaderas que se encontraban en el segundo piso, la mayoría de los hombres preferían dormir con excitantes mujeres en vez de un calmado cuarto vacío, con una acogedora cama a sus despensas -las que solicitaban mucho más los viajeros-, pero siempre estaban dispuestos a compartir una jarra de cerveza en el local, o una buena y sólida comida, dándole un aire vivaz y atiborrado, siempre con personas dentro.
Pero este lugar… ¿cuánto tiempo permanecía sólo éste hombre?
—Pequeña, creo que has confundido los síntomas —habló suavemente, trató de asumir que el que hablaba era él y que esa era su voz, cuando lo logró, prosiguió en un tono algo más alto, lo suficiente para que le escuchara—, el alcohol es algo que toman las personas grandes, personas adultas… mayores que tú —procedió a explicar remarcando con énfasis la última frase, muy lento, como si se enfrentara a hombre borracho y tuviese que darle instrucciones difíciles para volver a casa—, a veces, los grandes se exceden con éste elíxir de vida. Al día siguiente, amanecen como si un caballo hubiese pateado cada parte de su cuerpo… Pero por sobre todo la cabeza, nunca olvides eso, la cabeza siempre sacará la peor parte —La miró unos instantes y ondeó la mano frente a sí, como si intentara espantar bichos molestos, o a ella. Luego bajó su mano y prosiguió—. No es algo que desearía sintieras, niña, con tu debilucho cuerpo seguro no resistirías lo suficiente para contarlo.
Cuando terminó de picarle con la insuperable gracia del sarcasmo, sintió como su cabeza hacía su mayor esfuerzo por no estallar, agradeció al hombre con un asentimiento de la misma y tanteó la mesa en busca del palillo, pero justo antes de volver a su ardua tarea de limpiar sus dientes con su irrefutable ahínco, giró sorprendido a la joven que mantenía la taza de café entre sus manos, ¿es que acaso ella le estaba defendiendo? No pudo creerlo de primer momento, pero luego su pecho se hinchó como un gallo orgulloso a la vez que una divertida sonrisa cruzaba por su rostro, volvió su mirada entonces a la mujer que se enfrentaba casi con un aire casual.
—Gracias…—murmuró por lo bajo sin mirarla, dirigiéndose a la mujer de cabello corto no sin algo de dificultad, a la vez que hacía un inmenso esfuerzo por contener una fuerte risotada para burlarse de la otra mujer, también de cabello negro, pero largo.
Mantuvo una firme línea en sus labios a la vez que se volteaba nuevamente a la barra, paseó su mano derecha por sus brazos, tanteando sus músculos a la vez que movía sus pies infantilmente, hacia adelante y hacia atrás, una y otra vez, esperando con paciencia. Por un momento pensó que podría quedarse tranquilo, pero como no era algo propio de él, volteó nuevamente y a medida que la chica que le había mínimamente “defendido” se dirigía al tabernero, dibujó una burlesca sonrisa a la menuda dama que se mantenía sola.
—Te invitaría a una fila de cervezas, enana. Pero dudo puedas resistir si quiera a la primera.
Volteó nuevamente y llevó su mano con el palillo finalmente a su boca, con aire casual. Qué adorables le parecían todas las personas de aquella taberna, de Lunagerta, de Aerandir, ¿qué decía? ¡Del mundo entero! Una mueca de disgusto se dibujó en su cara cuando pudo ver el alcance de sus pensamientos y los retractó de inmediato. Cuando estaba aburrido, cosas como esa no podía evitar pensar; ubicó rápidamente un recuerdo muy lúcido de los enfrentamientos que se daban en la taberna de Pete, con hombres ebrios que subían a mesas (o hacían un improvisado campo, moviendo mesas y sillas para despejar) y se tocaban el cuerpo con la punta de sus dedos, haciendo toques cortos y violentos, eran juegos propios de los marinos, contrabandistas o viajeros borrachos, pero a Desmond se le daba bien participar en ellos, con o sin alcohol, para ganar un par de aeros. No era tan difícil, no habían mayores reglas y el ganador era quién se mantenía de pie dentro del círculo. Sonrió cuando en su recuerdo se evocó en su primera vez en el campo de batalla, la cara mucho mas joven de Pete, quién le miraba angustiado y le pedía desesperadamente salir del lugar, donde un hombre mucho más alto y corpulento lo esperaba flexionando y mostrando sus fibrosos músculos.
Detuvo el tren de sus pensamientos para pasear la mirada por la taberna prácticamente vacía con desconcierto. Pete siempre tenía su local lleno, día o noche hombres y mujeres iban y venían del local, pocos ocupaban las posaderas que se encontraban en el segundo piso, la mayoría de los hombres preferían dormir con excitantes mujeres en vez de un calmado cuarto vacío, con una acogedora cama a sus despensas -las que solicitaban mucho más los viajeros-, pero siempre estaban dispuestos a compartir una jarra de cerveza en el local, o una buena y sólida comida, dándole un aire vivaz y atiborrado, siempre con personas dentro.
Pero este lugar… ¿cuánto tiempo permanecía sólo éste hombre?
- OFF ROL:
- Por mi parte no hay problemas, Nuria. Igualmente mi tiempo está escaso y me tomé un instante para responder ahora, porque el resto de la semana no sé si lo tendré. Así que también solicito disculpas al resto si tardo en la próxima actualización.
Desmond
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
El rostro de asco de Mina no cambió ni un ápice, aunque la chica de la escoba, que ahora estaba sentada cerca con una bebida caliente entre las manos, explicó los síntomas específicos de la enfermedad. Ella siguió mirando con desagrado al hombre que estaba en la barra, junto a ella. -Gracias por la aclaración, nena, esa es información muy útil- dijo -De ahora en adelante, revisaré el paladar de todo aquel con quien me cruce- finalizó, no sin algo de sarcasmo en la voz.
Alzó las cejas, cerrando los ojos, y volvió a mirar al tabernero, era mucho más agradable a la vista. -Es usted muy amable, le agradecería el té... con el agua bien hervida, de ser posible... y los bollos... ¡suena delicioso! Sí, definitivamente lo quiero todo, muchas gracias... y... disculpe usted... ¿Cuál es su nombre?- preguntó, adoptando una actitud encantadora.
Pero la amabilidad de la joven bruja desapareció cuando el hombre a su lado, el enfermo le explicó, de una manera demasiado desagradable, que lo que tenía era resaca -Oh vaya, entonces lo que eres es... un borracho ¡Qué alivio!- dijo la ilusionista. Resopló y negó con la cabeza, luego sonrió con malicia. -Oh, querido, apuesto que sí, tú me ganarías en todo, ¿cierto?- le dijo, provocativa, bajando el volumen y el tono de su voz, haciéndola más melosa. Apoyó el codo sobre la barra y el mentón en su mano.
-Entonces, no estás enfermo, solamente tienes resaca- dijo, mirándolo de la cabeza a los pies -Porque... pústulas, a los enfermos le salen pústulas, ¿como esas?- dijo, señalando el brazo del bravucón que le había respondido tan groseramente. Los ojos rasgados brillaron, tornándose por un instante de color amarillo y, con un movimiento de la mano, hizo aparecer la ilusión de horribles, sanguinolentas, asquerosas llagas por toda la piel del hombre, deformando su rostro como el del peor de los enfermos.
Alzó las cejas, cerrando los ojos, y volvió a mirar al tabernero, era mucho más agradable a la vista. -Es usted muy amable, le agradecería el té... con el agua bien hervida, de ser posible... y los bollos... ¡suena delicioso! Sí, definitivamente lo quiero todo, muchas gracias... y... disculpe usted... ¿Cuál es su nombre?- preguntó, adoptando una actitud encantadora.
Pero la amabilidad de la joven bruja desapareció cuando el hombre a su lado, el enfermo le explicó, de una manera demasiado desagradable, que lo que tenía era resaca -Oh vaya, entonces lo que eres es... un borracho ¡Qué alivio!- dijo la ilusionista. Resopló y negó con la cabeza, luego sonrió con malicia. -Oh, querido, apuesto que sí, tú me ganarías en todo, ¿cierto?- le dijo, provocativa, bajando el volumen y el tono de su voz, haciéndola más melosa. Apoyó el codo sobre la barra y el mentón en su mano.
-Entonces, no estás enfermo, solamente tienes resaca- dijo, mirándolo de la cabeza a los pies -Porque... pústulas, a los enfermos le salen pústulas, ¿como esas?- dijo, señalando el brazo del bravucón que le había respondido tan groseramente. Los ojos rasgados brillaron, tornándose por un instante de color amarillo y, con un movimiento de la mano, hizo aparecer la ilusión de horribles, sanguinolentas, asquerosas llagas por toda la piel del hombre, deformando su rostro como el del peor de los enfermos.
Mina Harker
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Edzard aun no entiende muy bien que sucede con la chica morena, por alguna razón parece que esta perdida, desorientada, que no estuviera actuando como si estuviera presente en ese momento. Ante esto, el barman se queda observando de arriba a abajo a la chica, buscando algo que pueda distinguirla, alguna familia, algún negocio, pero nada, en estos momentos ella era una completa desconocida y a la vez una muy rara. Pero esto no es algo que use para definir a la chica, no la conoce, y quiere ser lo mas amable con ella para que se sienta segura y no mas confundida de lo que ya parece estar. Siempre que le dirige la palabra lo hace con calma y paciencia. -Em... si claro, claro que puedes acompañarme.- Dijo dudando al principio, pero luego demostró esa paciencia y calma mencionada antes.
-Mi nombre es Edzard, Edzard Castle, es un placer.- Dijo mirando a la señorita que pregunto su nombre y luego al chico en la barra. Castle no era mas que un apellido falso para ocultar el origen de su clan Horshyon, algo que mantiene bien oculto. Estaba consciente y su padre siempre le informó sobre ello, que los miembros del clan Horshyon eran codiciados en estas épocas como objetos de guerra, sus armaduras y sus tesoros sacros. El tesoro sacro de Edzard era Rhitta, un hacha dorada enorme de una mano que estaba ubicada arriba de la barra como una decoración, la mas notoria de todas ellas.
-Por favor, traten de mantener un ambiente agradable para todos.- Dijo cuando se iba con la chica morena (Nuria) a la cocina, volteándose y viendo a los dos restantes que parecían estar discutiendo. Luego Edzard, con mucha calma y flojera, mira a la ventana y dice exhalando aire. -Pues parece que solo seremos nosotros el día de hoy.- Afuera empieza a llover, una llovizna que golpea con suavidad la madera del tejado de la taberna, pero las nubes amenazaban con tormenta, y sumando eso con la plaga, es muy poco probable que el bar este muy poblado el día de hoy.
-Bien entonces...- Dice un tanto cansado y en voz baja, pero despabilándose, pues sabe que tiene clientes y no debe hacerlos esperar. -Dos caldos, uno bien hervido y bollos. No tardare mas de 10 minutos.- Dijo ya poniéndose manos a la obra, agarrando ingredientes de la barra para luego dirigirse a la puerta que lleva a la cocina. Antes de entrar se detiene y se percata que lleva a la chica consigo, y que una de sus normas es que no deja entrar a nadie a la cocina, pues esta demasiado desordenada y hablaría muy mal de el.
Recordando algo que dijo anteriormente, busca la manera de "entretener" a la chica, para que se quede en la barra. -Creo haber visto que me sobro dos o tres tajos de Osculum en aquellos cajones. ¿Me harías el favor? Yo mientras tanto prepararé las cosas.- Tiene razón, hay Osculum, pero solo uno, y no sabe en cual cajón.
-Mi nombre es Edzard, Edzard Castle, es un placer.- Dijo mirando a la señorita que pregunto su nombre y luego al chico en la barra. Castle no era mas que un apellido falso para ocultar el origen de su clan Horshyon, algo que mantiene bien oculto. Estaba consciente y su padre siempre le informó sobre ello, que los miembros del clan Horshyon eran codiciados en estas épocas como objetos de guerra, sus armaduras y sus tesoros sacros. El tesoro sacro de Edzard era Rhitta, un hacha dorada enorme de una mano que estaba ubicada arriba de la barra como una decoración, la mas notoria de todas ellas.
- Rhitta:
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-Por favor, traten de mantener un ambiente agradable para todos.- Dijo cuando se iba con la chica morena (Nuria) a la cocina, volteándose y viendo a los dos restantes que parecían estar discutiendo. Luego Edzard, con mucha calma y flojera, mira a la ventana y dice exhalando aire. -Pues parece que solo seremos nosotros el día de hoy.- Afuera empieza a llover, una llovizna que golpea con suavidad la madera del tejado de la taberna, pero las nubes amenazaban con tormenta, y sumando eso con la plaga, es muy poco probable que el bar este muy poblado el día de hoy.
-Bien entonces...- Dice un tanto cansado y en voz baja, pero despabilándose, pues sabe que tiene clientes y no debe hacerlos esperar. -Dos caldos, uno bien hervido y bollos. No tardare mas de 10 minutos.- Dijo ya poniéndose manos a la obra, agarrando ingredientes de la barra para luego dirigirse a la puerta que lleva a la cocina. Antes de entrar se detiene y se percata que lleva a la chica consigo, y que una de sus normas es que no deja entrar a nadie a la cocina, pues esta demasiado desordenada y hablaría muy mal de el.
Recordando algo que dijo anteriormente, busca la manera de "entretener" a la chica, para que se quede en la barra. -Creo haber visto que me sobro dos o tres tajos de Osculum en aquellos cajones. ¿Me harías el favor? Yo mientras tanto prepararé las cosas.- Tiene razón, hay Osculum, pero solo uno, y no sabe en cual cajón.
Edzard Horshyon
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
La criada no era buena con las personas como la fémina que había ingresado a la taberna de Alara. Casi nunca sabía cómo responder ante ellas, parecía que nunca nada era correcto y eso cansaba a la humana que sentía que los años de vida le eran succionados con cada pensamiento que les dedicaba. Al mismo tiempo que interactuaba con el tabernero, no podía dejar de prestar atención al intercambio entre esos dos. “Se atraen” pensó, considerando similitudes y diferencias en ese par. El joven sin embargo, parecía menos prepotente que ella. Nuria no había dejado de apreciar la palabra de gratitud de semejante persona.
Una suave línea que emulaba una sonrisa le fue dedicada al hombre de los ojos felinos -Gracias señor Edzard- acompañó sus palabras con una pequeña reverencia de su cabeza. Sentía que debía presentarse, pero le dio algo de vergüenza dado el fuerte temperamento de la mujer que les acompañaba. La criada asintió una vez a las sabias palabras de mantener el orden y puso una expresión seria al ver que, luego de las palabras de la joven que parecía de alta cuna, “aparecían” horrendas pústulas en el joven hombre. Era la primera vez que veía algo similar y la humana intuyó que no estaba ante una mujer normal. “Mejor observar a este par” se dijo para sí, siguiendo a Castle. Nuria sintió que éste se había olvidado de ella por algunos momentos, no era la primera vez que sucedía… pero no dejaba de sentarle un poco amargo saber que su presencia valía lo mismo que al aire. “Tal vez realmente debí haber entrenado para convertirme en una asesina silenciosa”.
La criada advierte la sutileza del tabernero en dibujar una línea entre cliente y dueño. Ella asintió y se volvió hacia los cajones señalados suspirando. Si la taberna sólo tenía personas raras como ese par de clientes todos los días, sería difícil trabajar con Edzard. “Probablemente deba buscar empleo en otro lugar. El señor Castle también me verá como una carga” se dijo para sus fueros internos, intentando no deprimirse con el pensamiento. En general los buenos trabajos no le tocaban porque ella parecía más joven y poco confiable de lo que en realidad era. Casi siempre la contrataban en casas donde el dinero escaseaba y era mejor alimentar un cuerpo pequeño que uno grande.
Abrió el primer cajón de arriba, intentado ignorar lo que sucedía a sus espaldas entre la pareja despareja. Tuvo que ponerse en puntas de pie para ver claramente el contenido del cajón. Revolvió un poco entre hojas aromáticas de diversos orígenes. La criada no dejó de advertir que estaban mezcladas tanto ramas secas como verdes, eso ayudaba mucho a la hora de clasificar ese tipo de especias. Empujó el cajón y siguió con el siguiente en busca del osculum. -Creo que no debí ver esto- murmuró para sí, cerrando rápidamente el mueble para pasar al siguiente. -Oh. Aquí está- observó la planta y se preguntó si Edzard tendría un cultivo cerca. Era un ejemplar de excelente calidad, o al menos eso pensó al ver el vigor del color.
Se acercó a la barra - Hace tiempo que no veía tanto color en Lunargenta- usó esas palabras como pretexto para llamar la atención del cocinero. - Parece que esta vez tiene usted clientes complicados. El día tampoco ayuda…- comentó, poniendo la planta al alcance del hombre. Hacer conversación no se le daba bien, pero definitivamente no quería estar cerca de la gata y el perro que compartían espacio bajo el techo de la taberna. - Quiere usted que le ayude en algo? Entiendo un poco de cocina y soy muy buena asistente- se ofreció, aunque no se hizo esperanzas. Nuria creía que Castle era el tipo de hombres que se valían de sobra solos; ella solamente buscaba desesperadamente encontrar un lugar al que pertenecer.
Una suave línea que emulaba una sonrisa le fue dedicada al hombre de los ojos felinos -Gracias señor Edzard- acompañó sus palabras con una pequeña reverencia de su cabeza. Sentía que debía presentarse, pero le dio algo de vergüenza dado el fuerte temperamento de la mujer que les acompañaba. La criada asintió una vez a las sabias palabras de mantener el orden y puso una expresión seria al ver que, luego de las palabras de la joven que parecía de alta cuna, “aparecían” horrendas pústulas en el joven hombre. Era la primera vez que veía algo similar y la humana intuyó que no estaba ante una mujer normal. “Mejor observar a este par” se dijo para sí, siguiendo a Castle. Nuria sintió que éste se había olvidado de ella por algunos momentos, no era la primera vez que sucedía… pero no dejaba de sentarle un poco amargo saber que su presencia valía lo mismo que al aire. “Tal vez realmente debí haber entrenado para convertirme en una asesina silenciosa”.
La criada advierte la sutileza del tabernero en dibujar una línea entre cliente y dueño. Ella asintió y se volvió hacia los cajones señalados suspirando. Si la taberna sólo tenía personas raras como ese par de clientes todos los días, sería difícil trabajar con Edzard. “Probablemente deba buscar empleo en otro lugar. El señor Castle también me verá como una carga” se dijo para sus fueros internos, intentando no deprimirse con el pensamiento. En general los buenos trabajos no le tocaban porque ella parecía más joven y poco confiable de lo que en realidad era. Casi siempre la contrataban en casas donde el dinero escaseaba y era mejor alimentar un cuerpo pequeño que uno grande.
Abrió el primer cajón de arriba, intentado ignorar lo que sucedía a sus espaldas entre la pareja despareja. Tuvo que ponerse en puntas de pie para ver claramente el contenido del cajón. Revolvió un poco entre hojas aromáticas de diversos orígenes. La criada no dejó de advertir que estaban mezcladas tanto ramas secas como verdes, eso ayudaba mucho a la hora de clasificar ese tipo de especias. Empujó el cajón y siguió con el siguiente en busca del osculum. -Creo que no debí ver esto- murmuró para sí, cerrando rápidamente el mueble para pasar al siguiente. -Oh. Aquí está- observó la planta y se preguntó si Edzard tendría un cultivo cerca. Era un ejemplar de excelente calidad, o al menos eso pensó al ver el vigor del color.
Se acercó a la barra - Hace tiempo que no veía tanto color en Lunargenta- usó esas palabras como pretexto para llamar la atención del cocinero. - Parece que esta vez tiene usted clientes complicados. El día tampoco ayuda…- comentó, poniendo la planta al alcance del hombre. Hacer conversación no se le daba bien, pero definitivamente no quería estar cerca de la gata y el perro que compartían espacio bajo el techo de la taberna. - Quiere usted que le ayude en algo? Entiendo un poco de cocina y soy muy buena asistente- se ofreció, aunque no se hizo esperanzas. Nuria creía que Castle era el tipo de hombres que se valían de sobra solos; ella solamente buscaba desesperadamente encontrar un lugar al que pertenecer.
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Rumió potentemente su lengua entre sus dientes, con descaro, hizo un gesto molesto y miró a lo largo del local, con ojos cansados. Había una razón por la cual pagaba a mujeres para acostarse con ellas, y era más sencillo de explicar de lo que se veía, el hecho de que no debía haber una interacción previa, eran agradables, humildes y de conversación fácil, además, no tenía que medirse de palabras. Por ello, entre otras cosas, evitaba de sobremanera conversaciones con mujeres como la que ahora se apostaba a su lado, hablándole con un sarcasmo marcado en la voz.
Se sacó el palillo de la boca y la miró con atención, se sentía nervioso, obviamente, jamás había sido bueno llevando conversaciones sólidas, por lo cual miraba a la mujer con extrañeza, sin dejar de medir sus movimientos gráciles y felinos. Cuando se acercó lo suficiente, Desmond se sobresaltó y se inclinó hacia atrás, elevó una de sus cejas elocuentemente, sin poder esconder lo incómoda que le parecía la cercanía para con ella, e incluso, la conversación.
—No lo sé—soltó sin un poco de amabilidad—. La verdad, preferiría dejarte ganar.
Suspiró y le dio una significativa mirada, logró alcanzar el brillo y sus ojos tornándose amarillos, no dejó pasar esto al momento de bajar su propia mirada hacia su brazo y quedarse unos largos instantes así. La burla de hacía algunos minutos atrás desapareció rápidamente, mientras mantenía la vista fija en su brazo, meditador.
Su costumbre insana por tocarse los brazos frecuentemente para notar sus músculos y pensar en cuánto más debía ejercitarlos le hizo descartar rápidamente la enfermedad, hacía unos pocos minutos los había visto, tocado, y su piel se había mantenido sana. Sin embargo, siguió mirándolos un tiempo más antes de levantar la mirada hacia la chica que seguía a su lado, con algo de fuerza alcanzó su muñeca, para reducir distancias entre ellos. Se inclinó hacia ella hasta que sus miradas y cabezas quedaron completamente equiparadas y se detuvo a tan solo centímetros de su rostro.
—No sé a qué juegas —murmuró bajo, con gesto implacable y sereno—, pero me está irritando, problemática mujer.
Y tal como la había agarrado, la soltó, como si el contacto le quemara agitó repetidamente la muñeca mientras se alejaba de ella y se inclinaba hacia la barra, estiro sus manos hasta que alcanzaron el borde del otro extremo y sus pies volvieron a moverse hacia atrás infantilmente e hizo una inocente sonrisa para luego guiñarle un ojo.
—¿Quieres un trago, o terminarás sacándome un ojo?
No pudo evitar proferir una pequeña risa mientras sus pies se mecían serenos, sacó sus manos del otro extremo y se irguió a la vez que escondía un bostezo con el revés de su mano, dejó caer sus dedos en la barra y empezó a tamborilear sus índices en el mueble mientras le lanzaba una mirada de soslayo.
—Mira, realmente quiero evitarle problemas a este hombre— murmuró, hablando lo suficientemente bajo para que sólo la mujer a su lado pudiese escucharle. Recordó a Pete mientras miraba al tabernero—. Así que, ¿por qué no nos omitimos este paso, nos comportamos como dos simples humanos y olvidamos las diferencias? —Pensó que sería correcto tenderle una mano, pero desechó la idea tan pronto la imaginó—. O lo otro sería esperar que nos escolten a fuera, por conflictivos —lanzó una mirada afuera y luego volvió a mirarla, reposando sus ojos en los de la chica— y realmente, mujer. Detesto la lluvia.
Claro, por interés, cualquiera era civilizado. Inclusive él.
Se sacó el palillo de la boca y la miró con atención, se sentía nervioso, obviamente, jamás había sido bueno llevando conversaciones sólidas, por lo cual miraba a la mujer con extrañeza, sin dejar de medir sus movimientos gráciles y felinos. Cuando se acercó lo suficiente, Desmond se sobresaltó y se inclinó hacia atrás, elevó una de sus cejas elocuentemente, sin poder esconder lo incómoda que le parecía la cercanía para con ella, e incluso, la conversación.
—No lo sé—soltó sin un poco de amabilidad—. La verdad, preferiría dejarte ganar.
Suspiró y le dio una significativa mirada, logró alcanzar el brillo y sus ojos tornándose amarillos, no dejó pasar esto al momento de bajar su propia mirada hacia su brazo y quedarse unos largos instantes así. La burla de hacía algunos minutos atrás desapareció rápidamente, mientras mantenía la vista fija en su brazo, meditador.
Su costumbre insana por tocarse los brazos frecuentemente para notar sus músculos y pensar en cuánto más debía ejercitarlos le hizo descartar rápidamente la enfermedad, hacía unos pocos minutos los había visto, tocado, y su piel se había mantenido sana. Sin embargo, siguió mirándolos un tiempo más antes de levantar la mirada hacia la chica que seguía a su lado, con algo de fuerza alcanzó su muñeca, para reducir distancias entre ellos. Se inclinó hacia ella hasta que sus miradas y cabezas quedaron completamente equiparadas y se detuvo a tan solo centímetros de su rostro.
—No sé a qué juegas —murmuró bajo, con gesto implacable y sereno—, pero me está irritando, problemática mujer.
Y tal como la había agarrado, la soltó, como si el contacto le quemara agitó repetidamente la muñeca mientras se alejaba de ella y se inclinaba hacia la barra, estiro sus manos hasta que alcanzaron el borde del otro extremo y sus pies volvieron a moverse hacia atrás infantilmente e hizo una inocente sonrisa para luego guiñarle un ojo.
—¿Quieres un trago, o terminarás sacándome un ojo?
No pudo evitar proferir una pequeña risa mientras sus pies se mecían serenos, sacó sus manos del otro extremo y se irguió a la vez que escondía un bostezo con el revés de su mano, dejó caer sus dedos en la barra y empezó a tamborilear sus índices en el mueble mientras le lanzaba una mirada de soslayo.
—Mira, realmente quiero evitarle problemas a este hombre— murmuró, hablando lo suficientemente bajo para que sólo la mujer a su lado pudiese escucharle. Recordó a Pete mientras miraba al tabernero—. Así que, ¿por qué no nos omitimos este paso, nos comportamos como dos simples humanos y olvidamos las diferencias? —Pensó que sería correcto tenderle una mano, pero desechó la idea tan pronto la imaginó—. O lo otro sería esperar que nos escolten a fuera, por conflictivos —lanzó una mirada afuera y luego volvió a mirarla, reposando sus ojos en los de la chica— y realmente, mujer. Detesto la lluvia.
Claro, por interés, cualquiera era civilizado. Inclusive él.
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Tomar la mano que te sujeta, tirar de tu atacante, golpear con el codo la quijada. Atacante cae inconsciente sobre la barra.
Pero Mina se mantuvo impávida. Miró la mano del hombre y luego a sus ojos sin mostrar temor ni el sentirse intimidada. Tras de ella, una hermosa hacha que adornaba la pared vibró sonoramente. El ruido solo paró cuando el tipo atinó a soltarla. Y justo ahí, una sonrisa burlona apareció en el rostro de Mina. -Bah, qué aburrido eres- dijo mientras se acomodaba el cabello. Ya no perdería su tiempo él.
Se acomodó en su asiento, dispuesta a esperar por su desayuno y a ignorar al hombrecito que tenía al lado, cuando escuchó un ruido que parecía venir del suelo. Comenzó lejano y sordo, pero fue creciendo e incluso hizo vibrar el piso. -¿Pero qué... demonios?- exclamó Mina levantando las manos de la barra, viendo como esta temblaba. Ya no pudo seguir ignorando al chico junto a ella, lo miró, con una expresión de extrañeza y sorpresa -¿En Lunargenta tiembla?- le preguntó.
De repente, el ruido del suelo y el temblor se detuvo, quedando un instante en el que todos quedaron en silencio, expectantes. Un barril solitario pasó rodando, tras de ese, frutas. Luego, un perro corriendo con el rabo entre las patas.
Un grito desgarrador sonó, rompiendo la tensa calma, seguido por un tropel de gritos, cosas que se caían y quebraban. El suelo volvió a temblar, retumbando por una horda que se acercaba a gran velocidad. El griterío bajaba por la calle y la ilusionista, que se había levantado de su asiento y miraba hacia afuera, estaba lista para usar su habilidad de telekinesia y cerrar la puerta. Pero no fue tan rápida.
Como una ola que revienta con violencia sobre el roquerío, un montón de bichos pequeños, de medio metro de alto, verdes, hediondos, chillones, sebosos, entraron en el local arrasando con todo, rompiendo cuanto mueble se les atravesaba. Era un remolino de los más desagradables, molestos y odiosos...
Pero Mina se mantuvo impávida. Miró la mano del hombre y luego a sus ojos sin mostrar temor ni el sentirse intimidada. Tras de ella, una hermosa hacha que adornaba la pared vibró sonoramente. El ruido solo paró cuando el tipo atinó a soltarla. Y justo ahí, una sonrisa burlona apareció en el rostro de Mina. -Bah, qué aburrido eres- dijo mientras se acomodaba el cabello. Ya no perdería su tiempo él.
Se acomodó en su asiento, dispuesta a esperar por su desayuno y a ignorar al hombrecito que tenía al lado, cuando escuchó un ruido que parecía venir del suelo. Comenzó lejano y sordo, pero fue creciendo e incluso hizo vibrar el piso. -¿Pero qué... demonios?- exclamó Mina levantando las manos de la barra, viendo como esta temblaba. Ya no pudo seguir ignorando al chico junto a ella, lo miró, con una expresión de extrañeza y sorpresa -¿En Lunargenta tiembla?- le preguntó.
De repente, el ruido del suelo y el temblor se detuvo, quedando un instante en el que todos quedaron en silencio, expectantes. Un barril solitario pasó rodando, tras de ese, frutas. Luego, un perro corriendo con el rabo entre las patas.
Un grito desgarrador sonó, rompiendo la tensa calma, seguido por un tropel de gritos, cosas que se caían y quebraban. El suelo volvió a temblar, retumbando por una horda que se acercaba a gran velocidad. El griterío bajaba por la calle y la ilusionista, que se había levantado de su asiento y miraba hacia afuera, estaba lista para usar su habilidad de telekinesia y cerrar la puerta. Pero no fue tan rápida.
Como una ola que revienta con violencia sobre el roquerío, un montón de bichos pequeños, de medio metro de alto, verdes, hediondos, chillones, sebosos, entraron en el local arrasando con todo, rompiendo cuanto mueble se les atravesaba. Era un remolino de los más desagradables, molestos y odiosos...
-¡GOBLINS!-
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Mina Harker
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Aproximadamente fueron 15 o 20 minutos que se habrá tardado en hacer todos los platos que le fueron ordenados. Solo faltaba el osculum para la tazas de té que serviría como cortesía, con ello esperaba mejorar o al menos prever enfermedades de sus clientes, con su ultima hoja de aquel cultivo. No seria capaz de ir a buscar mas en las condiciones de afuera, pero no es algo tan urgente, así que de todas formas decidió usarlo. Con una bandeja y todos los platos encima de ella, sale de la cocina muy tranquilo y buscando a al chica morena en la barra, para así agregar el osculum a las tazas y de esta forma ya todo estaría listo para entregar a los clientes.
-He tenido días peores...- Contestando casi al momento de encontrarse con Nuria y fijando su vista en la hoja. Ya con esta en manos, la mezcló en las 3 tazas por un par de segundos y ya todo esta listo.
Edzard no pudó ver el momento en el que Mina y Demond se pusieron a hacer trucos de magia y ni siquiera pudo escuchar su pleito verbal, ya que se encontraba en la cocina. Pero casi como si fuera automático, ignorando toda su conversación puesto que no le gusta meterse en situación ajenas, a menos que sea demasiado necesario, les avisa que ya todo esta servido en voz alta. -¡Ya esta listo!- Primero deja el plato y taza a Nuria, luego Mina y al final a Desmond, dejando las cosas al alcance de ellos para que no tuvieran que moverse ni un poco. Esa era una buena atención al cliente.
Limpia sus manos con una rejilla limpia que esta cerca y espera a que ellos prueben la comida, de esta forma aseguraría si es de su agrado o tal vez se halla olvidado de algo, lo cual es imposible puesto que el hombre es alguien muy detallista.
Pero nota que Nuria no esta comiendo, y en vez de ello entabla una conversación con el barman. La chica estaba ofreciendo su ayuda, y ya hasta este punto, Edzard cree que esta muchacha tiene una ferviente pasión por la cocina y por ser una sirvienta, puesto que hasta el momento se ha esforzado en hacer y ayudar en muchas cosas en la taberna, sin siquiera conocer al dueño. Todos estos pensamiento volvieron a la mente de Horshyon, ahora conocido como Castle. Se le quedo mirando por unos segundos sin decir nada, pensando que si le ofrecía trabajo, estaría ayudando a esa chica en cierta forma. Ella parece perdida, y algo le dice al hombre bestia que el es capaz de ayudarle. Dirige su mirada al frente, hace una mueca con sus labios, como si estuviera saboreando el interior de su boca pensativo y responde directo.
-Podemos hablar de ello mas tarde.- De esta forma, da pie a que de seguro, el le ofreceria trabajo a ella. Pero por ahora es mejor que disfruten de la comida.
No creyó que fuera nada importante en un principio, pues gracias a su sangre de bestia y de león, sus orejas están un poco mas desarrolladas, y fue capaz de escuchar ese estruendo de antes pero no le dio mucha atención, en estos días con la plaga, hay muchos ruidos fuertes y conflictos en el exterior.
-¿Que?-Sucios y salvajes goblins se presentan en su bar, partiendo la puerta al medio y tirando sillas y mesas a su alrededor, mientras se hacían paso hasta nosotros. Edzard no reacciono de inmediato, pero lo primero que hizo, casi por inercia y porque la tenia a su lado de la barra, protegió a Nuria con un brazo, echándola hacia atrás y sin saber que decirle a sus otros dos clientes. No quiere que salgan lastimados bajo ninguna circunstancia, Edzard es un gran combatiente pero eso tal vez no ayude en ese momento, así que opta por la decisión que el considera mas apropiada en ese momento.
-¡Salten por la barra, vamos a la cocina!- Sin desesperación, solo con un aire de autoritario en su voz alta.
-He tenido días peores...- Contestando casi al momento de encontrarse con Nuria y fijando su vista en la hoja. Ya con esta en manos, la mezcló en las 3 tazas por un par de segundos y ya todo esta listo.
Edzard no pudó ver el momento en el que Mina y Demond se pusieron a hacer trucos de magia y ni siquiera pudo escuchar su pleito verbal, ya que se encontraba en la cocina. Pero casi como si fuera automático, ignorando toda su conversación puesto que no le gusta meterse en situación ajenas, a menos que sea demasiado necesario, les avisa que ya todo esta servido en voz alta. -¡Ya esta listo!- Primero deja el plato y taza a Nuria, luego Mina y al final a Desmond, dejando las cosas al alcance de ellos para que no tuvieran que moverse ni un poco. Esa era una buena atención al cliente.
Limpia sus manos con una rejilla limpia que esta cerca y espera a que ellos prueben la comida, de esta forma aseguraría si es de su agrado o tal vez se halla olvidado de algo, lo cual es imposible puesto que el hombre es alguien muy detallista.
Pero nota que Nuria no esta comiendo, y en vez de ello entabla una conversación con el barman. La chica estaba ofreciendo su ayuda, y ya hasta este punto, Edzard cree que esta muchacha tiene una ferviente pasión por la cocina y por ser una sirvienta, puesto que hasta el momento se ha esforzado en hacer y ayudar en muchas cosas en la taberna, sin siquiera conocer al dueño. Todos estos pensamiento volvieron a la mente de Horshyon, ahora conocido como Castle. Se le quedo mirando por unos segundos sin decir nada, pensando que si le ofrecía trabajo, estaría ayudando a esa chica en cierta forma. Ella parece perdida, y algo le dice al hombre bestia que el es capaz de ayudarle. Dirige su mirada al frente, hace una mueca con sus labios, como si estuviera saboreando el interior de su boca pensativo y responde directo.
-Podemos hablar de ello mas tarde.- De esta forma, da pie a que de seguro, el le ofreceria trabajo a ella. Pero por ahora es mejor que disfruten de la comida.
UN FUERTE ESTRUENDO INTERRUMPE SU TABERNA.
No creyó que fuera nada importante en un principio, pues gracias a su sangre de bestia y de león, sus orejas están un poco mas desarrolladas, y fue capaz de escuchar ese estruendo de antes pero no le dio mucha atención, en estos días con la plaga, hay muchos ruidos fuertes y conflictos en el exterior.
-¿Que?-Sucios y salvajes goblins se presentan en su bar, partiendo la puerta al medio y tirando sillas y mesas a su alrededor, mientras se hacían paso hasta nosotros. Edzard no reacciono de inmediato, pero lo primero que hizo, casi por inercia y porque la tenia a su lado de la barra, protegió a Nuria con un brazo, echándola hacia atrás y sin saber que decirle a sus otros dos clientes. No quiere que salgan lastimados bajo ninguna circunstancia, Edzard es un gran combatiente pero eso tal vez no ayude en ese momento, así que opta por la decisión que el considera mas apropiada en ese momento.
-¡Salten por la barra, vamos a la cocina!- Sin desesperación, solo con un aire de autoritario en su voz alta.
Edzard Horshyon
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Las respuestas de Castle hicieron que la joven criada se mordiera el interior de la boca, había encontrado en el tabernero una figura de referencia y al contrario de muchas otras ocasiones en las que prefería apartar al mundo de ella misma, en esa ocasión se había interesado en la vida e historia del hombre frente a ella. Era rápido y limpio, educado y a la vez autoritario. Ella sabía que podría aprender dos o tres cosas de él si se lo permitía, pero su carencia de roce social en momentos como ese pesaban. Nuria temía hablar y complicar las cosas para un futuro provechoso. Asintió un par de veces a su interlocutor y agradeció el plato con el bollo. Para ella el bollo era de tamaño familiar, miró el alimento entre sus manos y sonrió aspirando el vaho de la comida recién hecha.
El dilema entre los estirados pasó a segundo plano mientras digería lentamente el té con osculum. -Um hmm… bueno… muy bueno…- murmuró levantando deliberadamente la cabeza al techo para observarlo al detalle. Al principio le había preocupado un poco la lluvia, sin embargo habiendo visto claramente las fuertes vigas que soportaban la estructura de la taberna, sentía que no podía haber encontrado un mejor lugar para pasar el tiempo. Acto seguido le hizo una mueca satisfecha al tabernero, reconociendo las palabras de él y luego miró pensativa el contenido de su taza-Cuando el río suena…- pronunció cada palabra lentamente, mientras veía las ondas que se formaban en la superficie del agua. Apenas momentos más tarde, una horda de horribles criaturas pequeñas entró por la puerta llevándose todo a su paso.
Nuria tomó su bollo y levantó la taza justo a tiempo antes de ser enviada hacia atrás por el potente brazo de Castle. El contacto con el hombre a la altura de su pecho la hizo perder la concentración en mantener el equilibrio y los sentidos alertas en una situación de peligro como aquella. Sin dudas a la criada aún le faltaban vivir muchas experiencias. La orden tajante y clara de dueño de la taberna la devolvió a sus cabales. Mordió su bollo y se fue tras la barra como le ordenaron dando pequeños pasos rápidos en una forma de desplazamiento bastante incómoda (la comida por delante, lo demás por detrás). En realidad esas pequeñas criaturas destructivas y no muy agradables a la vista, le parecían tiernas pero tenía muy claro que no debía exteriorizar esos pensamientos. Después de todo, era más que evidente que eran como las aguas negras de las tormentas, fulminantes y apestosos.
Una vez tras la barra se tomó el té de un sorbo mientras buscaba con la vista algo que pudiera servirle de arma y encontró algo que hizo que sus ojos se iluminaran: una antorcha. Una vez con su nueva arma encendida se subió a la barra y golpeó con toda su fuerza a una de esas criaturas que buscaba invadir su línea imaginaria. - ¡Fue-ra!- agitó la antorcha al aire dibujando extrañas figuras en el aire - Shu shu-
El dilema entre los estirados pasó a segundo plano mientras digería lentamente el té con osculum. -Um hmm… bueno… muy bueno…- murmuró levantando deliberadamente la cabeza al techo para observarlo al detalle. Al principio le había preocupado un poco la lluvia, sin embargo habiendo visto claramente las fuertes vigas que soportaban la estructura de la taberna, sentía que no podía haber encontrado un mejor lugar para pasar el tiempo. Acto seguido le hizo una mueca satisfecha al tabernero, reconociendo las palabras de él y luego miró pensativa el contenido de su taza-Cuando el río suena…- pronunció cada palabra lentamente, mientras veía las ondas que se formaban en la superficie del agua. Apenas momentos más tarde, una horda de horribles criaturas pequeñas entró por la puerta llevándose todo a su paso.
Nuria tomó su bollo y levantó la taza justo a tiempo antes de ser enviada hacia atrás por el potente brazo de Castle. El contacto con el hombre a la altura de su pecho la hizo perder la concentración en mantener el equilibrio y los sentidos alertas en una situación de peligro como aquella. Sin dudas a la criada aún le faltaban vivir muchas experiencias. La orden tajante y clara de dueño de la taberna la devolvió a sus cabales. Mordió su bollo y se fue tras la barra como le ordenaron dando pequeños pasos rápidos en una forma de desplazamiento bastante incómoda (la comida por delante, lo demás por detrás). En realidad esas pequeñas criaturas destructivas y no muy agradables a la vista, le parecían tiernas pero tenía muy claro que no debía exteriorizar esos pensamientos. Después de todo, era más que evidente que eran como las aguas negras de las tormentas, fulminantes y apestosos.
Una vez tras la barra se tomó el té de un sorbo mientras buscaba con la vista algo que pudiera servirle de arma y encontró algo que hizo que sus ojos se iluminaran: una antorcha. Una vez con su nueva arma encendida se subió a la barra y golpeó con toda su fuerza a una de esas criaturas que buscaba invadir su línea imaginaria. - ¡Fue-ra!- agitó la antorcha al aire dibujando extrañas figuras en el aire - Shu shu-
Nuria
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
No era descabellado que en Lunargenta hubiese esa clase de criaturas. Una ciudad asquerosa debía estar plagada de criaturas que le hicieran honor. Mina había saltado sobre la barra, tratando de salvar su delicioso desayuno, mientras pateaba a los bichos que intentaban subir a esta y usaba su telekinesis para estrellarles en la cara cuanto objeto pudiera mover con el poder de su mente. Los brujos no podían mover a los seres vivos, pero, ¡qué útil sería en ese momento!
Eran una marea que atacaba sin tregua. Se trepaban por las sillas, con sus brazos y patas cortas y regordetas. Eran tantos, que Mina no pudo evitar que subieran sobre la barra. Uno se abrazó a su pierna derecha como lapa, meneando la pelvis como perro en celo -¡Suéltame! ¡Asqueroso!- chillaba la ilusionista sacudiendo la pierna, a lo que el goblin respondía mirándola, haciendo gemidos y meneando más la pelvis contra su pierna. Detrás de ella, otros hicieron una torre de goblins, encaramándose en los hombros del de abajo, con tres de ellos armaron una figura que era tan alta como la bruja y la empujaron.
cuando Wilhelmina giró para ver qué era, le asestaron un tremendo puñetazo en la boca que la hizo retroceder unos pasos en los que casi pierde el equilibrio y cae de la barra, con su goblin fuertemente apretado a su pierna. Llevó las manos a su cara -¿Pero cómo te atreves?- gritó y avanzó para responder el puñetazo, pero fue en vano, porque los desgraciados bichos saltaron, desarmado su torre de goblins y huyendo de ella, riendo a carcajadas, para comerse su desayuno, el cual habían robado con desacaro.
-¡Vamos a la cocina!- gritó Edzard con una calma que sorprendió a la ilusionista. Su hermosa taberna estaba infestada de pequeñas sabandijas destructoras que arrazaban con todo a su paso, y él, tan campante. Él llevaba a la jovencita debajo del brazo como si nada; o él era muy fuerte o ella tan liviana como pluma. Lo cierto es que ambas eran de contextura y tamaño similar, pequeñas y menudas, pero bien sabía la bruja que las apariencias engañaban. Mina de un saltó bajó de la barra e intentó seguirlo, pero el goblin lujurioso seguía apareándose con su pierna. La bruja hizo lo que mejor le salían, ilusiones. Se agachó para espantarlo, e hizo que su cara fuera la de una espantosa gorgona, sin nariz, con lengua y ojos de reptil y su pelo de serpiente. El bicho la soltó, espantado, y salió corriendo despavorido.
Al verse liberada, fue detrás de Edzard y le sonrió, fijándose en la chica -Soy Mina- le dijo a la morena cuando sus miradas se cruzaron al entrar a la cocina. Ni bien cruzó el umbral, cerró la puerta y la retuvo con su cuerpo. Sentía el golpeteo del otro lado que la hacía rebotar, pero usaba toda su fuerza física y telekinética para mantener esa puerta cerrada -Necesito todos los muebles que puedan taponar la puerta, ¡ahora!- exclamó.
Eran una marea que atacaba sin tregua. Se trepaban por las sillas, con sus brazos y patas cortas y regordetas. Eran tantos, que Mina no pudo evitar que subieran sobre la barra. Uno se abrazó a su pierna derecha como lapa, meneando la pelvis como perro en celo -¡Suéltame! ¡Asqueroso!- chillaba la ilusionista sacudiendo la pierna, a lo que el goblin respondía mirándola, haciendo gemidos y meneando más la pelvis contra su pierna. Detrás de ella, otros hicieron una torre de goblins, encaramándose en los hombros del de abajo, con tres de ellos armaron una figura que era tan alta como la bruja y la empujaron.
cuando Wilhelmina giró para ver qué era, le asestaron un tremendo puñetazo en la boca que la hizo retroceder unos pasos en los que casi pierde el equilibrio y cae de la barra, con su goblin fuertemente apretado a su pierna. Llevó las manos a su cara -¿Pero cómo te atreves?- gritó y avanzó para responder el puñetazo, pero fue en vano, porque los desgraciados bichos saltaron, desarmado su torre de goblins y huyendo de ella, riendo a carcajadas, para comerse su desayuno, el cual habían robado con desacaro.
-¡Vamos a la cocina!- gritó Edzard con una calma que sorprendió a la ilusionista. Su hermosa taberna estaba infestada de pequeñas sabandijas destructoras que arrazaban con todo a su paso, y él, tan campante. Él llevaba a la jovencita debajo del brazo como si nada; o él era muy fuerte o ella tan liviana como pluma. Lo cierto es que ambas eran de contextura y tamaño similar, pequeñas y menudas, pero bien sabía la bruja que las apariencias engañaban. Mina de un saltó bajó de la barra e intentó seguirlo, pero el goblin lujurioso seguía apareándose con su pierna. La bruja hizo lo que mejor le salían, ilusiones. Se agachó para espantarlo, e hizo que su cara fuera la de una espantosa gorgona, sin nariz, con lengua y ojos de reptil y su pelo de serpiente. El bicho la soltó, espantado, y salió corriendo despavorido.
Al verse liberada, fue detrás de Edzard y le sonrió, fijándose en la chica -Soy Mina- le dijo a la morena cuando sus miradas se cruzaron al entrar a la cocina. Ni bien cruzó el umbral, cerró la puerta y la retuvo con su cuerpo. Sentía el golpeteo del otro lado que la hacía rebotar, pero usaba toda su fuerza física y telekinética para mantener esa puerta cerrada -Necesito todos los muebles que puedan taponar la puerta, ¡ahora!- exclamó.
Mina Harker
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Es increíble como las cosas pueden cambiar en cuestión de minutos, y tan dramáticamente. Una linda tarde rescatada de una época de enfermedades se llevaba a cabo con una fluidez y calma tremendas, pero no fue tan tremendo como el ataque de esos goblins, el cual estaban desordenando y rompiendo la mayoría de su taberna. Los que le conocen, esperarían que Edzard este desesperado por su taberna, asustado y sin saber que hacer cuando destruyen el lugar que tanto le cuesta mantener día a día, pero no, el ahora esta concentrado en el bienestar de las señoritas y del joven, el cual no se sabe su paradero.
Uno de esos bichos salto hacia la cabeza de Nuria y Edzard lo sostuvo solo con una mano, apretando y luego estampandolo contra la barra, dejándolo inconsciente, pues esos eran muy pequeños. Una vez que Mina estaba de su lado, estaba listo para llevarlas hacia la cocina y encerrarse ahi el tiempo que sea necesario. Antes de cruzar la puerta, mira hacia atras, al hacha que se encuentra postrada en la pared, con algo de impotencia, pues le seria muy util ahora, pero la puerta debe cerrarse y asi se hizo. Con un fuerte golpe, la puerta se cierra bruscamente e inmediatamente junto con Mina, Edzard empieza a forcejear con un brazo mientras con el otro intenta alcanzar una silla para trancar la perilla, cosa que al final consigue y aprovechando eso va por mas cosas.
-Carajo, nunca me ha ocurrido algo así con los goblins.- Dijo llegando con una mesa redonda, para trancar y reforzar mas la seguridad de la cocina. -¿Ustedes están bien? ¿No les paso nada?- Da un rapido vistazo a su alrededor y logra percatarse de que Desmond no se haya con ellos. -¿Y el chico?- Dijo apurado, tratando de ganar tiempo, yendo a buscar alcohol y así pasárselo a la chica que ha recibido un puñetazo, por si es que lo necesita.
Uno de esos bichos salto hacia la cabeza de Nuria y Edzard lo sostuvo solo con una mano, apretando y luego estampandolo contra la barra, dejándolo inconsciente, pues esos eran muy pequeños. Una vez que Mina estaba de su lado, estaba listo para llevarlas hacia la cocina y encerrarse ahi el tiempo que sea necesario. Antes de cruzar la puerta, mira hacia atras, al hacha que se encuentra postrada en la pared, con algo de impotencia, pues le seria muy util ahora, pero la puerta debe cerrarse y asi se hizo. Con un fuerte golpe, la puerta se cierra bruscamente e inmediatamente junto con Mina, Edzard empieza a forcejear con un brazo mientras con el otro intenta alcanzar una silla para trancar la perilla, cosa que al final consigue y aprovechando eso va por mas cosas.
-Carajo, nunca me ha ocurrido algo así con los goblins.- Dijo llegando con una mesa redonda, para trancar y reforzar mas la seguridad de la cocina. -¿Ustedes están bien? ¿No les paso nada?- Da un rapido vistazo a su alrededor y logra percatarse de que Desmond no se haya con ellos. -¿Y el chico?- Dijo apurado, tratando de ganar tiempo, yendo a buscar alcohol y así pasárselo a la chica que ha recibido un puñetazo, por si es que lo necesita.
Edzard Horshyon
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Mina se atrevió a soltar la puerta, deteniendo la telekinesis con la que también la mantenía cerrada. Dio un par de pasos hacia atrás, mirando siempre a la puerta, y en guardia por si esta se abría y entraban esos bichos asquerosos. Afortunadamente, la tranca había funcionado. Triunfante, Mina sonrió y recuperó su postura orgullosa. -Bueno, eso estuvo cerca, ¿cierto?- dijo y miró al hombre que regresaba con una botella de alcohol. Ahí sintió dolor en su quijada y el sabor de la sangre -¡Au! ¡Auauauu!- se quejó llevando ambas manos a la boca. Sí, el puñetazo que le propinaron le había partido su hermoso labio. -...malditos...- masculló, dejándose limpiar la herida por Edzard -Los voy a hacer papilla de goblin...- aseveró con rabia. ¡Habían magullado su precioso rostro! -Espero que eso no deje marca...- se lamentó, suspirando.
-No sé qué le pasó al grosero que estaba afuera, no me dio tiempo... y creo que tampoco necesita nuestra ayuda, con lo fuerte que es...- dijo con ironía y algo de burla en su tono de voz. -¿Tú estás bien?- preguntó al tabernero -Digo, afuera están haciendo el festín del destrozo, y tu taberna, pobrecilla...- le dijo, estirando la mano para ponerla sobre el antebrazo del fornido hombre. -Pero vamos, cuando se vayan, te ayudaré a limpiar- dijo alegremente, poniendo su mejor cara de buena.
-Quizás, para matar el tiempo... me puedas preparar otro bollo, que el anterior me lo robaron- dijo haciendo un puchero.
-No sé qué le pasó al grosero que estaba afuera, no me dio tiempo... y creo que tampoco necesita nuestra ayuda, con lo fuerte que es...- dijo con ironía y algo de burla en su tono de voz. -¿Tú estás bien?- preguntó al tabernero -Digo, afuera están haciendo el festín del destrozo, y tu taberna, pobrecilla...- le dijo, estirando la mano para ponerla sobre el antebrazo del fornido hombre. -Pero vamos, cuando se vayan, te ayudaré a limpiar- dijo alegremente, poniendo su mejor cara de buena.
-Quizás, para matar el tiempo... me puedas preparar otro bollo, que el anterior me lo robaron- dijo haciendo un puchero.
Mina Harker
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
No va a negar que en el fondo se siente bastante enojado y degustado con toda esta situación que esta viviendo, una tranquila tarde en Lunargenta se fue al traste cuando los goblins atacaron. Mientras él esta haciendo alguna que otra expresión de fastidio, traba con su espalda la puerta ya que los pequeños revoltosos quieren entrar como a de lugar. Tuvieron que dejar atrás a ese chico que estaba discutiendo con la mujer de piel suave. Tener que dejar atrás a alguien de esa manera en cierta manera hiere su orgullo, pero no puede evitarlo, debe cuidar de las otras dos ahora que puede hacerlo y asegurar su bienestar. El siente que mientras estén dentro de la taberna, son totalmente su responsabilidad.
Se concentra por completo en Mina, que parecía estar bastante activa y también enojada con toda la situación. Los goblins suelen aburrirse al poco tiempo que ya no encuentren nada que romper, así que era cuestión de esperar y tratar de demostrar una actitud calmada. -Estoy bien...- Dice sin mirarle, respirando un tanto cansado y relajándose, tiene muchas cosas en mente. -Solo espero que no destruyan mas de lo debido, sería un gasto muy severo para mi capital.- Se peina el cabello con un tanto de fastidio, demostrando que esta un poco nervioso al recordar que si los goblins se pasan de mano, a el le saldría muy caro, cosa que afectaría a la economía del local. Le mira a los ojos, pensando para responderle, y en un par de segundos lo recuerda. -Los bollos... están afuera...- Suspirando. El tiene varias cosas guardadas en la barra para luego prepararlo en la cocina. -Y sinceramente no tengo ganas de cocinar en estos momentos, si no te molesta señorita. Unos apestosos goblins están arruinando mi local y solo quiero que se vayan.- Su actitud refleja un mal humor obvio, y es entendible.
Pero ya demasiado estress por los últimos minutos. Con el sonido de destrozos de fondo, logra calmarse y entablar una charla amistosa con aquella mujer. Después de todo, ella no tiene la culpa de lo que esta sucediendo. -Lamento estar tan cascarrabias, jamas los goblins han invadido mi tienda. Lo único que he tenido fueron malhechores, y luego de su 3ra visita ya saben que no deben meterse conmigo.- Sonríe de forma sincera. -Y si, claro, puedes ayudarme a limpiar, creo que voy a necesitar ayuda.- Se escucha como un plato se rompe, lo cual hace que Escanor abra bien los ojos, para luego respirar y ya olvidarse de ello. -Hay alcohol y gasas en la mesa del fondo, por si lo necesitas.- Dice esto preocupándose por la chica, pero en realidad el brazo del barman esta sangrando, puede notarse todo un camino de sangre que recorre su bicept hasta llegar hasta su mano.
Se concentra por completo en Mina, que parecía estar bastante activa y también enojada con toda la situación. Los goblins suelen aburrirse al poco tiempo que ya no encuentren nada que romper, así que era cuestión de esperar y tratar de demostrar una actitud calmada. -Estoy bien...- Dice sin mirarle, respirando un tanto cansado y relajándose, tiene muchas cosas en mente. -Solo espero que no destruyan mas de lo debido, sería un gasto muy severo para mi capital.- Se peina el cabello con un tanto de fastidio, demostrando que esta un poco nervioso al recordar que si los goblins se pasan de mano, a el le saldría muy caro, cosa que afectaría a la economía del local. Le mira a los ojos, pensando para responderle, y en un par de segundos lo recuerda. -Los bollos... están afuera...- Suspirando. El tiene varias cosas guardadas en la barra para luego prepararlo en la cocina. -Y sinceramente no tengo ganas de cocinar en estos momentos, si no te molesta señorita. Unos apestosos goblins están arruinando mi local y solo quiero que se vayan.- Su actitud refleja un mal humor obvio, y es entendible.
Pero ya demasiado estress por los últimos minutos. Con el sonido de destrozos de fondo, logra calmarse y entablar una charla amistosa con aquella mujer. Después de todo, ella no tiene la culpa de lo que esta sucediendo. -Lamento estar tan cascarrabias, jamas los goblins han invadido mi tienda. Lo único que he tenido fueron malhechores, y luego de su 3ra visita ya saben que no deben meterse conmigo.- Sonríe de forma sincera. -Y si, claro, puedes ayudarme a limpiar, creo que voy a necesitar ayuda.- Se escucha como un plato se rompe, lo cual hace que Escanor abra bien los ojos, para luego respirar y ya olvidarse de ello. -Hay alcohol y gasas en la mesa del fondo, por si lo necesitas.- Dice esto preocupándose por la chica, pero en realidad el brazo del barman esta sangrando, puede notarse todo un camino de sangre que recorre su bicept hasta llegar hasta su mano.
Edzard Horshyon
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Re: La taberna de Alara (Libre) [Cerrado por abandono]
Mina buscó el alcohol y las gasas donde le indicaron, pateaba el piso de la rabia que sentía por haber sido tan descuidada y que esos bichos espantosos llegaran a golpearla. Le daban ganas de salir y acabar con ellos a punta de hachazos. ¡Pero eran tantos! Aunque así podría practicar diversas y variadas torturas, innovar, inventar, hacerlos sufrir hasta cansarse de ello. Vale, de acuerdo, no, eso era demasiado. Pero no olvidaría nunca que un goblin le había pegado.
-¿Los bollos están afuera? ¡Pero es que esto no puede empeorar más!- exclamó fastidiada. Se apoyó sobre la pared y se cruzó de brazos, resoplando, ahora quedaba esperar que se aburrieran y se fueran. Es que así eran los goblins, llegaban, robaban, rompían y se iban. Lo escuchó quejarse, estaba enojado y vamos, era de esperarse, era su taberna la que estaba siendo destrozada inmisericorde por una horda de pequeñas bestias.
Después de limpiarse, no pudo evitar comenzar a lamer la herida de su labio. Sabía que era un mal hábito, que se veía feo y era de mal gusto, pero... ¡es que era una manía imposible de evitar! -Siempre queda la opción de espantarlos- dijo de la nada, después de escuchar la resignación con la que habló el tabernero. -Soy ilusionista, con una buena ilusión quizás salgan corriendo. ¿Sabes a qué le temen los goblins?- preguntó a Edzard, acercándose a él, mirándolo con picardía. -Entre más pronto se vayan, menos habrá que reparar, antes podrás abrir tu estancia y yo podré comer aquellos bollos- dijo esbozando una sonrisa.
-¿Los bollos están afuera? ¡Pero es que esto no puede empeorar más!- exclamó fastidiada. Se apoyó sobre la pared y se cruzó de brazos, resoplando, ahora quedaba esperar que se aburrieran y se fueran. Es que así eran los goblins, llegaban, robaban, rompían y se iban. Lo escuchó quejarse, estaba enojado y vamos, era de esperarse, era su taberna la que estaba siendo destrozada inmisericorde por una horda de pequeñas bestias.
Después de limpiarse, no pudo evitar comenzar a lamer la herida de su labio. Sabía que era un mal hábito, que se veía feo y era de mal gusto, pero... ¡es que era una manía imposible de evitar! -Siempre queda la opción de espantarlos- dijo de la nada, después de escuchar la resignación con la que habló el tabernero. -Soy ilusionista, con una buena ilusión quizás salgan corriendo. ¿Sabes a qué le temen los goblins?- preguntó a Edzard, acercándose a él, mirándolo con picardía. -Entre más pronto se vayan, menos habrá que reparar, antes podrás abrir tu estancia y yo podré comer aquellos bollos- dijo esbozando una sonrisa.
Mina Harker
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