El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
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El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
Día de los difuntos: Beltrexus
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Por las calles de Beltrexus ya se puede respirar el ambiente festivo del día de los difuntos.
Para los habitantes de las Islas Illidenses, la llegada de la estación otoñal tiene un gran significado, pues se acerca el día en que todos se unirán para ‘‘reencontrarse’’ con aquellos que habían partido a una mejor vida.
La plaza mayor de Beltrexus poco a poco se llenaría de color con las hermosas flores de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], junto a las originales artesanías de papel, que se fabricaban para dar vida a esa época del año.
Sí, para toda esta gente la muerte no debía ser un símbolo de desdicha. No cuando se podía conmemorar a sus difuntos con una celebración, en donde se haría galardón de la vida que éstos llevaron alguna vez, con un obsequio de trascendencia espiritual.
Las familias preparaban sus disfraces para el gran desfile; limpiaban las tumbas de sus muertos, decorándolas con todo tipo de adornos de papel, flores y caramelos, dándole vida al pequeño tributo conocido como el ‘‘altar de los difuntos’’.
¿Qué es un altar de los difuntos?
Bien, pues esta decoración consiste en una serie de ofrendas, en las cuales se hace una memoria especial a aquel o aquellos, cuyas almas ya no transitan por este mundo; constituyéndose con una serie de elementos con significados emocionales, mucho más importantes que la belleza exterior que los adornaba.
El primer elemento del altar consiste en un dibujo o retrato de los difuntos. (Aquellos a quienes se está recordando)
Papel picado de colores. (Representa la unión de la vida y la muerte)
Calaveritas de azúcar. (Representan a los difuntos de la familia)
Pan de difunto: Es un tipo de pan especial, preparada únicamente para el día de los difuntos. (Representa la generosidad del anfitrión y el regalo de la tierra misma)
Vaso de agua. (Significa vida y mitiga la sed del difunto)
Flores. (Guían el camino de las almas a su regreso)
Veladoras. (Símbolo del amor que guía a las almas hacia el altar)
Comida. (Aquellos platillos que gustaban al difunto)
Objetos personales. (Cosas que el difunto solía utilizar)
*Juguetes. (Si el difunto se trataba de un infante)
Incienso. (Paso de la vida a la muerte, alejando malos espíritus)
Plato con sal. (Purifica el alma y evita que se corrompa)
Cruz de polvo de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. (Representa los cuatro puntos cardinales)
- Altar de difuntos:
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Entre todas las celebraciones festejadas en Aerandir, el día de los difuntos es una de las más queridas por los habitantes del territorio insular, pues, con sus altares coloridos, disfraces alegres y las incesantes luces de las veladoras; podrían reencontrarse una vez más con sus seres queridos, trayéndolos a la vida una noche más, por medio de sus recuerdos.
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Ha llegado el ''HalloWyn'' a Aerandir y en esta ocasión se me ha encomendado la misión de dirigir el evento global que tendrá lugar en las Islas Illidenses. Para aquellos que seáis nuevos y no sepáis en qué consisten estos eventos, os explicaré de una manera muy rápida.
☀Todos podéis participar. Esa es la idea principal, que os divirtáis en conjunto y por igual.
☀Entre más personas participéis será mejor.
☀Si bien estos eventos os pueden parecer cutres o poco molones, pero la idea es desarrollar el lore de Aerandir con vuestras participaciones y generar una diversidad de tramas. Así que dejad de lado vuestros prejuicios por este tipo de temas, pues todo aporte lo hacemos con el mayor cariño para vosotros, para que os divirtáis y sepáis que estamos al pendiente de vosotros.
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Información:
☀Libre participación. Todos los usuarios con más de diez post onrol pueden participar.
☀El día de los difuntos se celebrará del 31 de Octubre al 7 de Noviembre. En los cuales podréis postear con total libertad, desarrollar tramas, exhibir vuestros mejores disfraces, resaltar vuestros altares de muertos, y, ¿por qué no? Recordar a vuestros seres queridos que ya no se hallan entre nosotros.
☀Como objetivo principal deberéis: entrar en el evento y disfrutar de él con el disfraz más original posible relacionado con dicha celebración (Ej: La Catrina). Si tenéis alguna duda con respecto a los atuendos típicos de esta celebración, podéis contactar conmigo por mp, y con mucho gusto os dirigiré con expertas en la materia.
☀Lo más importante es el altar a vuestros difuntos. ¡Todos queremos saber qué cosas gustaban a vuestros seres queridos! ¡Así que no seáis tímidos y dad rienda suelta vuestra imaginación!
☀Opcionalmente podréis crear una trama con otros usuarios y aportar aquello que consideréis que puede dar vida a la festividad.
☀Podéis postear a vuestra libre conveniencia. Ya sea cumplir el objetivo en un post, en dos, en tres...
☀Tenéis total libertad en los turnos, no tendréis que limitaros a otro usuario para postear, aunque os ruego que seáis coherentes.
☀No soy un master que tenga NPC's, así que os permitiré que me deslumbréis con la participación de los vuestros, si así lo decidís.
☀No haré intervenciones salvo para nombrar a los ganadores de los concursos el último día.
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Recompensas:
☀+3 puntos de experiencia.
☀50 aeros
☀50 aeros adicionales + 2 puntos de experiencia extras a aquellos que ganen al mejor disfraz y al mejor altar.
☀Pequeño recordatorio de la festividad.
☀Pequeña recompensa sorpresa a los ganadores.
☀Quienes creen una pequeña trama dentro del evento obtendrán un objeto adicional.
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Aclaraciones finales:
☀El concurso del altar de difuntos consiste en una descripción de lo que vuestros personajes elaborarían para sus preciados difuntos. La idea es que dejéis salir vuestra creatividad y mostréis cómo recordaríais a aquellos que ya se han ido. Estoy ansiando leeros, así que si tenéis dudas no olvidéis mandarme un mp.
☀El martes 31 (horario Español) estaré abriendo el tema para que podáis participar.
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Wyn
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
El día de los difuntos siempre ha sido una cita obligada para la gente de mi aldea, aunque nuestros muertos los enterramos en los bosques de los alrededores las celebraciones de Beltrexus eran una forma más de honrarlos y recordarlos entre todos. Como cada año, los días anteriores de la partida eran un caos en la aldea, cada familia tenía derecho a aportar un objeto u ofrenda para el gran altar que se haría una vez llegásemos al lugar y por ello se pasaban día y noche ideando entre todos cual sería el objeto elegido para este año.
Sabiendo de la proximidad de estas fechas decidí volver durante unas semanas al pueblo, siendo esta una excepción en mi viaje que solo podía ocurrir en ciertas festividades de gran importancia. Al acercarnos a las proximidades Fluffy empezó a bramar felizmente, pues desde la lejanía ya empezaban a verse un par de columnas de humo adornar el cielo, indicando que en poco menos de quince minutos ya estaríamos en casa. Habían pasado bastantes meses y durante este tiempo no había tenido ningún tipo de contacto con mi familia, tal y como estipulaba la tradición; por ese motivo cuando vislumbré en el centro de la aldea a mis padres pura alegría inundó mi cuerpo y me dispuse a correr hacia ellos sin mirar atrás- ¡Madre! ¡Padre! –Los dos bovinos se giraron como si de un resorte se tratara y una sonrisa sin par inundó todos nuestros rostros. Al abrazo que nos proferimos con la mayor alegría que he sentido nunca se añadieron poco a poco todos los amigos, conocidos y residentes de la aldea, siendo ésta una reunión de lo más esperada por todos.
Cuando nos separamos mis padres me sentaron en uno de los troncos de la hoguera central, donde durante varias horas estuve contando a todo aquel que quisiera escuchar las peripecias que había pasado durante el tiempo que había estado fuera; el caos de Ulmer con los cristianos, los viajes con el pequeño clan de Gwynn, las, ahora ya pasado un tiempo, graciosas estafas en las afueras de Lunargenta,….
Pasaron así los minutos hasta que llegué a la historia de la anterior gala en Beltrexus, momento en el que los ojos de mi madre se iluminaron- Mi pequeña, este año nos toca a los Bellowood llevar las ofrendas en el día de los difuntos, no quiero despedirme de ti tan pronto así que… ¿porque no me acompañas a la capital de las Islas Illidenses? Siendo una viajera tan experimentada seguro que puedes guiarme por esa gran ciudad –una gran sonrisa se posó en mi rostro ante la posibilidad que se me estaba planteando- ¡Pues…pues claro! Será un honor ayudarte en algo tan importante madre –afirmé extremadamente feliz.
Antes de marchar empaquetamos todas las decoraciones y nos dispusimos a ponernos un disfraz tradicional para mezclarnos mejor con las tradiciones de la zona. Los sabios de la aldea sacaron diferentes tintes, ramas, flores y telas; poco a poco iban transformándonos en algo completamente diferente, algo mucho más acorde con esta festividad.
El viaje fue algo largo, cargar con todas las decoraciones para el altar era bastante más incómodo de lo que había imaginado en un principio, pues aunque de pequeña siempre había visto como se llevaban esas grandes bolsas no era lo mismo imaginarlo que hacerlo tú misma. Sin embargo un vez llegué a la ciudad no pude evitar contagiarme por el entusiasmo que desprendía, la gente iba disfrazada de las formas más estrafalariamente hermosas que jamás había vislumbrado y las calles, llenas de sin par estaba repletas de preciosos altares, flores, velas y comida.
Durante un buen rato estuvimos paseando sin prisa alguna, disfrutando de la compañía de ambas después de tanto tiempo sin poder vernos ni comunicarnos- ¿Y que has estado haciendo todo este tiempo? Nos has contado tus viajes y he visto como Fluffy ha crecido mucho desde que te fuiste con él, ¿os habéis alimentado bien? –mientras hablaba, mi madre iba midiendo mi altura, comparándola con la suya- ¡Has crecido! –exclamó al cabo de unos segundos- Mi pequeña se está haciendo mayor tan rápido... –finalizó mientras me levantaba con uno de sus brazos- ¡Ma…madre! –
Al cabo de unas horas encontramos un sitio algo apartado de los altares principales, un árbol joven crecía fuerte y robusto, era similar a los que crecían cerca de nuestra aldea y sin ni siquiera tener que preguntar nos acercamos ambas para empezar a construir el altar. En las ramas más bajas colocamos varias veladoras, que las almas de aquellos que habían perecido pudieran llegar al altar sin perderse, junto a ellas una gran cantidad de pájaros de papel fueron colgados como ofrendas, no eran objetos personales pero para nosotros representaban la libertad del alma, la paz del vuelo, felicidad y calma. En el tronco una tira de flores variadas iba adornando cual corona y elevándose por el árbol, guiando las almas de nuestros antepasados, enterrados en la tierra y devueltos a la naturaleza, hacia las velas, hacia la purificación. Finalmente, una pequeña tela con el estandarte tradicional de la tribu, como símbolo representativo de aquellos a los que queríamos honrar, yacía a los pies del árbol; en las raíces, pues la familia, la aldea, lo son todo- Todos somos uno y juntos formamos un árbol de raíces infinitas, uno que nunca caerá –susurramos ambas simultáneamente.
Nos mantuvimos en silencio unos minutos, recordando a aquellos que tanto queríamos y después de ello nos separamos del árbol, ahora decorado, para volver al centro de la ciudad a disfrutar de un merecido descanso después de tanto viaje. Mi madre me seguía mientras ilusionada iba admirando las impresionantes ideas que la gente había tenido para sus altares, la gran variedad de razas que se había aglomerado esos días en la ciudad y lo hermosas que habían quedado las avenidas, ramblas y callejuelas de Beltrexus. Era una verdadera suerte estar ahí.
Sabiendo de la proximidad de estas fechas decidí volver durante unas semanas al pueblo, siendo esta una excepción en mi viaje que solo podía ocurrir en ciertas festividades de gran importancia. Al acercarnos a las proximidades Fluffy empezó a bramar felizmente, pues desde la lejanía ya empezaban a verse un par de columnas de humo adornar el cielo, indicando que en poco menos de quince minutos ya estaríamos en casa. Habían pasado bastantes meses y durante este tiempo no había tenido ningún tipo de contacto con mi familia, tal y como estipulaba la tradición; por ese motivo cuando vislumbré en el centro de la aldea a mis padres pura alegría inundó mi cuerpo y me dispuse a correr hacia ellos sin mirar atrás- ¡Madre! ¡Padre! –Los dos bovinos se giraron como si de un resorte se tratara y una sonrisa sin par inundó todos nuestros rostros. Al abrazo que nos proferimos con la mayor alegría que he sentido nunca se añadieron poco a poco todos los amigos, conocidos y residentes de la aldea, siendo ésta una reunión de lo más esperada por todos.
Cuando nos separamos mis padres me sentaron en uno de los troncos de la hoguera central, donde durante varias horas estuve contando a todo aquel que quisiera escuchar las peripecias que había pasado durante el tiempo que había estado fuera; el caos de Ulmer con los cristianos, los viajes con el pequeño clan de Gwynn, las, ahora ya pasado un tiempo, graciosas estafas en las afueras de Lunargenta,….
Pasaron así los minutos hasta que llegué a la historia de la anterior gala en Beltrexus, momento en el que los ojos de mi madre se iluminaron- Mi pequeña, este año nos toca a los Bellowood llevar las ofrendas en el día de los difuntos, no quiero despedirme de ti tan pronto así que… ¿porque no me acompañas a la capital de las Islas Illidenses? Siendo una viajera tan experimentada seguro que puedes guiarme por esa gran ciudad –una gran sonrisa se posó en mi rostro ante la posibilidad que se me estaba planteando- ¡Pues…pues claro! Será un honor ayudarte en algo tan importante madre –afirmé extremadamente feliz.
Antes de marchar empaquetamos todas las decoraciones y nos dispusimos a ponernos un disfraz tradicional para mezclarnos mejor con las tradiciones de la zona. Los sabios de la aldea sacaron diferentes tintes, ramas, flores y telas; poco a poco iban transformándonos en algo completamente diferente, algo mucho más acorde con esta festividad.
- Alira:
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- Madre de Alira (Boudicca):
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El viaje fue algo largo, cargar con todas las decoraciones para el altar era bastante más incómodo de lo que había imaginado en un principio, pues aunque de pequeña siempre había visto como se llevaban esas grandes bolsas no era lo mismo imaginarlo que hacerlo tú misma. Sin embargo un vez llegué a la ciudad no pude evitar contagiarme por el entusiasmo que desprendía, la gente iba disfrazada de las formas más estrafalariamente hermosas que jamás había vislumbrado y las calles, llenas de sin par estaba repletas de preciosos altares, flores, velas y comida.
Durante un buen rato estuvimos paseando sin prisa alguna, disfrutando de la compañía de ambas después de tanto tiempo sin poder vernos ni comunicarnos- ¿Y que has estado haciendo todo este tiempo? Nos has contado tus viajes y he visto como Fluffy ha crecido mucho desde que te fuiste con él, ¿os habéis alimentado bien? –mientras hablaba, mi madre iba midiendo mi altura, comparándola con la suya- ¡Has crecido! –exclamó al cabo de unos segundos- Mi pequeña se está haciendo mayor tan rápido... –finalizó mientras me levantaba con uno de sus brazos- ¡Ma…madre! –
Al cabo de unas horas encontramos un sitio algo apartado de los altares principales, un árbol joven crecía fuerte y robusto, era similar a los que crecían cerca de nuestra aldea y sin ni siquiera tener que preguntar nos acercamos ambas para empezar a construir el altar. En las ramas más bajas colocamos varias veladoras, que las almas de aquellos que habían perecido pudieran llegar al altar sin perderse, junto a ellas una gran cantidad de pájaros de papel fueron colgados como ofrendas, no eran objetos personales pero para nosotros representaban la libertad del alma, la paz del vuelo, felicidad y calma. En el tronco una tira de flores variadas iba adornando cual corona y elevándose por el árbol, guiando las almas de nuestros antepasados, enterrados en la tierra y devueltos a la naturaleza, hacia las velas, hacia la purificación. Finalmente, una pequeña tela con el estandarte tradicional de la tribu, como símbolo representativo de aquellos a los que queríamos honrar, yacía a los pies del árbol; en las raíces, pues la familia, la aldea, lo son todo- Todos somos uno y juntos formamos un árbol de raíces infinitas, uno que nunca caerá –susurramos ambas simultáneamente.
- Objetos del altar:
Nos mantuvimos en silencio unos minutos, recordando a aquellos que tanto queríamos y después de ello nos separamos del árbol, ahora decorado, para volver al centro de la ciudad a disfrutar de un merecido descanso después de tanto viaje. Mi madre me seguía mientras ilusionada iba admirando las impresionantes ideas que la gente había tenido para sus altares, la gran variedad de razas que se había aglomerado esos días en la ciudad y lo hermosas que habían quedado las avenidas, ramblas y callejuelas de Beltrexus. Era una verdadera suerte estar ahí.
Alira Bellowood
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
El día de los difuntos: el único día de mi vida, después de salir del agujero llamado villa en el que vivía de niña, en el que vivía como Feith Greenwood. Ese día no era Wood, ni Woodpecker, ni la loba… no era la asesina ni la loca. Era la humana… la infanta que le rendía honor a sus padres, a sus antepasados, a los difuntos. Feith Greenwood, la madre, la pareja, la eterna novia solitaria que no tenía derecho a llamarse viuda. Era la primera vez, la primera en toda mi vida en el que realmente deseaba honrar a aquellos que me habían acompañado en el viaje de la vida. La vez primera en la que deseaba celebrar su vida y sus recuerdos… ¿y qué mejor ocasión que las celebraciones de los brujos?. Como Wood odiaba a los brujos, odiaba a los cibernéticos, odiaba a los elfos, odiaba la vida y odiaba la muerte. Odiaba a todos aquellos a los que no podía hacer daño fácilmente. Pero como Feith… la jovencita que amaba y era amada no odiaba a esas razas. Feith Greenwood, deseaba presentar sus respetos con toda la integridad necesaria para volver a encarar a aquellos que ya no podían caminar a su lado.
Me tomó un par de semanas prepararme para ese evento. Pruebas de maquillaje, la confección del vestuario, la reunión de los elementos para el altar y reunir la información de cómo celebrar correctamente esa fiesta. Lo más difícil fue, sin dudas, conseguir los retratos a carboncillo y las ofrendas… Complicado. No imposible, pero sí complicado. Mis padres habían sido tan pobres que dudaba que en algún momento alguien les hubiera retratado… y de ser así, esa imagen habría sido quemada junto a nuestra casa cuando ambos murieron. Afortunadamente, yo era prácticamente el vivo retrato de Grace Greenwood y recordaba bastante bien las facciones de mi padre, lo suficiente como para mandar hacer sus retratos con muy buenos –y costosos- artistas ilidinenses.
A medida que se acercaba la fecha me sentía cada vez más extraña, me contagiaba con el espíritu del ambiente y por unos días fui capaz de ver a los brujos bajo otra luz. Aunque la señora de la posada en la que estaba me hizo saber que podía hacer mi altar en su casa, ya que me encontraba muy lejos de la mía, preferí hacerlo en la plaza principal, para que mis muertos no se sintieran solitarios y así, antes de que llegara el anochecer comencé a armar mi pequeño lugar sagrado. En un lugar no muy apartado armé una pequeña carpa, allí coloqué unos cajones de madera que ofrecieron como mesa. Por supuesto que los recubrí con un mantel a cuadros de colores y muchos pétalos de flores de diferentes colores. Yo no era buena con eso de cortar papel y juzgué que estaría haciendo “trampas” si además de los cuadros y la ayuda con el pan de muertos, también compraba el papel cortado de colores.
El paso siguiente fue colocar las imágenes de mis seres queridos. Mi madre, Grace, mi padre, Kaulder, Luner, mi lobo, amante y maestro, nuestro hijito neonato y… Alex.
Con un beso y una caricia en cada uno de ellos, procedí a colocar el agua, el pan –que consideraba el más feo de toda la región y tal vez en toda la historia de Aerandir- y la sal. Omití el incienso, porque aunque el foco de la noche estaba en mis invitados, mi nariz de este mundo no lo soportaría y estaba más que segura que la de mi niño, la de Luner y Alex tampoco. Sonreí pensando en sus expresiones de enojo al sentir el aroma dulce del incienso. En cambio, coloqué agua ardiente, ron y cerveza. Yo creo que tú Luner y tú, nuestro hijo, son los malos espíritus aquí y si alguno de los otros viene a esta carpa, yo les doy permiso para que se diviertan un buen rato, tenemos suficiente alcohol para una fiesta de toda la noche… volví a acariciar sus retratos. Sabía que esas imágenes no les hacían justicia, pero mi corazón se volvía tibio.
Las flores solo las coloqué alrededor de mamá, pequeños pimpollos de una espina bastante difícil de conseguir en las Islas. Aún te recuerdo riñendo con papá para que no corte el arbusto con espinas… Y aún no puedo creer que él te hiciera caso. Probablemente yo me llevé todo el lado oscuro de la familia… le comenté, acariciando el pergamino y colocando varias de esas flores alrededor de su persona imaginaria.
Miré a papá y puse una calavera de azúcar a su lado Para que te endulce y me perdones. No seguí tus pasos y me porté mal. Solo espero que mis hijos hereden algo de la estirpe Greenwood que no venga por el lado de Francis. ¿Realmente era tu hermano? Deberías hacerle pasar mal si es que te lo cruzas de casualidad. No sé como funcionan sus cosas, pero como sea, estoy segura de que me entiendes. Él me debe y tú… me dejaste sola. Así que ahora ve a endulzarte y mandarme buenos sueños porque sigo sin dormir bien le enarqué una ceja. Solamente yo me peleaba con una memoria. Me encogí de hombros, si los dioses nos escuchaban, era más que probable que ellos también.
Finalmente me puse frente a Alex. Y tú… eres el peor. Me dejaste sola con dos. ¿Cómo se supone que los crie ahora? Al menos podrías iluminarme de algún modo y protegernos de esa bendita peste que me tiene sin trabajo y exiliada con brujos… puse los ojos en blanco, era más fácil culparle de todo que dejar salir lo que realmente llevaba por dentro. Por cierto, aún te amo.
Después del momento de ponerse al día, me arrodillé frente a ellos. Frente a Alex coloqué su daga, frente a Luner uno de sus colmillos (el único recordatorio de su existencia), frente a mis padres, puse una vasija que cabía en la palma de mi mano, tomé la daga de Alex y corté profundo en las yemas de mis pulgares Mi sangre es lo único que tengo de ustedes, y lo único que siempre me acompañará declaré, dedicándole unas gotas a mi pequeño también Mamá te recuerda todos los días y te extraña mucho. También te traje esto para jugar. Agregué, poniendo frente a él el único regalo que pude hacerle en toda su existencia .
Ahora a escuchar todos. No recuerdo sus comidas preferidas y como gasté tanto en todos estos chuches, tendrán que arreglárselas con ese pan entre ustedes y las pequeñas calaveras de azúcar y me vale bastante poco que sean un recuerdo de los demás, aquí somos pocos y nos conocemos. Así que buen provecho dije con vehemencia, sirviéndome ron y brindando a su salud.
Off:Mi disfraz
Me tomó un par de semanas prepararme para ese evento. Pruebas de maquillaje, la confección del vestuario, la reunión de los elementos para el altar y reunir la información de cómo celebrar correctamente esa fiesta. Lo más difícil fue, sin dudas, conseguir los retratos a carboncillo y las ofrendas… Complicado. No imposible, pero sí complicado. Mis padres habían sido tan pobres que dudaba que en algún momento alguien les hubiera retratado… y de ser así, esa imagen habría sido quemada junto a nuestra casa cuando ambos murieron. Afortunadamente, yo era prácticamente el vivo retrato de Grace Greenwood y recordaba bastante bien las facciones de mi padre, lo suficiente como para mandar hacer sus retratos con muy buenos –y costosos- artistas ilidinenses.
A medida que se acercaba la fecha me sentía cada vez más extraña, me contagiaba con el espíritu del ambiente y por unos días fui capaz de ver a los brujos bajo otra luz. Aunque la señora de la posada en la que estaba me hizo saber que podía hacer mi altar en su casa, ya que me encontraba muy lejos de la mía, preferí hacerlo en la plaza principal, para que mis muertos no se sintieran solitarios y así, antes de que llegara el anochecer comencé a armar mi pequeño lugar sagrado. En un lugar no muy apartado armé una pequeña carpa, allí coloqué unos cajones de madera que ofrecieron como mesa. Por supuesto que los recubrí con un mantel a cuadros de colores y muchos pétalos de flores de diferentes colores. Yo no era buena con eso de cortar papel y juzgué que estaría haciendo “trampas” si además de los cuadros y la ayuda con el pan de muertos, también compraba el papel cortado de colores.
El paso siguiente fue colocar las imágenes de mis seres queridos. Mi madre, Grace, mi padre, Kaulder, Luner, mi lobo, amante y maestro, nuestro hijito neonato y… Alex.
- G. Greenwood:
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- K.Greenwood:
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- Luner&Hijo:
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- Alex:
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Con un beso y una caricia en cada uno de ellos, procedí a colocar el agua, el pan –que consideraba el más feo de toda la región y tal vez en toda la historia de Aerandir- y la sal. Omití el incienso, porque aunque el foco de la noche estaba en mis invitados, mi nariz de este mundo no lo soportaría y estaba más que segura que la de mi niño, la de Luner y Alex tampoco. Sonreí pensando en sus expresiones de enojo al sentir el aroma dulce del incienso. En cambio, coloqué agua ardiente, ron y cerveza. Yo creo que tú Luner y tú, nuestro hijo, son los malos espíritus aquí y si alguno de los otros viene a esta carpa, yo les doy permiso para que se diviertan un buen rato, tenemos suficiente alcohol para una fiesta de toda la noche… volví a acariciar sus retratos. Sabía que esas imágenes no les hacían justicia, pero mi corazón se volvía tibio.
Las flores solo las coloqué alrededor de mamá, pequeños pimpollos de una espina bastante difícil de conseguir en las Islas. Aún te recuerdo riñendo con papá para que no corte el arbusto con espinas… Y aún no puedo creer que él te hiciera caso. Probablemente yo me llevé todo el lado oscuro de la familia… le comenté, acariciando el pergamino y colocando varias de esas flores alrededor de su persona imaginaria.
- espinas de cruz:
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Miré a papá y puse una calavera de azúcar a su lado Para que te endulce y me perdones. No seguí tus pasos y me porté mal. Solo espero que mis hijos hereden algo de la estirpe Greenwood que no venga por el lado de Francis. ¿Realmente era tu hermano? Deberías hacerle pasar mal si es que te lo cruzas de casualidad. No sé como funcionan sus cosas, pero como sea, estoy segura de que me entiendes. Él me debe y tú… me dejaste sola. Así que ahora ve a endulzarte y mandarme buenos sueños porque sigo sin dormir bien le enarqué una ceja. Solamente yo me peleaba con una memoria. Me encogí de hombros, si los dioses nos escuchaban, era más que probable que ellos también.
Finalmente me puse frente a Alex. Y tú… eres el peor. Me dejaste sola con dos. ¿Cómo se supone que los crie ahora? Al menos podrías iluminarme de algún modo y protegernos de esa bendita peste que me tiene sin trabajo y exiliada con brujos… puse los ojos en blanco, era más fácil culparle de todo que dejar salir lo que realmente llevaba por dentro. Por cierto, aún te amo.
Después del momento de ponerse al día, me arrodillé frente a ellos. Frente a Alex coloqué su daga, frente a Luner uno de sus colmillos (el único recordatorio de su existencia), frente a mis padres, puse una vasija que cabía en la palma de mi mano, tomé la daga de Alex y corté profundo en las yemas de mis pulgares Mi sangre es lo único que tengo de ustedes, y lo único que siempre me acompañará declaré, dedicándole unas gotas a mi pequeño también Mamá te recuerda todos los días y te extraña mucho. También te traje esto para jugar. Agregué, poniendo frente a él el único regalo que pude hacerle en toda su existencia .
- calavera pintada:
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Ahora a escuchar todos. No recuerdo sus comidas preferidas y como gasté tanto en todos estos chuches, tendrán que arreglárselas con ese pan entre ustedes y las pequeñas calaveras de azúcar y me vale bastante poco que sean un recuerdo de los demás, aquí somos pocos y nos conocemos. Así que buen provecho dije con vehemencia, sirviéndome ron y brindando a su salud.
Off:Mi disfraz
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
Madre iba adelante, padre, un par de pasos atrás de ella. Luego iba el mozo empujando una carretilla con las ofrendas para la tumba de mis hermanos. De último iba yo, perdida en mis pensamientos. El año pasado íbamos los cinco a hacer las ofrendas a mis abuelos, mis hermanos adoraban la Fiesta de los Muertos, era su día favorito. Les encantaba vestirse según la tradición de la fecha y armar los pequeños altares sobre las tumbas de los abuelos. Llegaban incluso a armar altares en tumbas olvidadas; leían los nombres de los que allí yacían y brindaban con ellos. Yo los seguía, por supuesto, siempre los seguí. No podía creer que era a ellos a quienes ahora armaríamos un altar de muertos. Por eso iba atrás, cavilando, distanciada de todo.
Madre comenzó con los preparativos un par de semanas atrás pensando en todo lo que a ellos le gustaba. Sus altares siempre fueron coloridos, así que las guirnaldas, las flores, las velas, los muñecos, la comida, todo, todo era multicolor. No queríamos honrarlos con tristeza, todo lo contrario, la alegría que los caracterizaba estaba impregnada en todo cuanto llevábamos. Pero ni siquiera por eso yo lograba esbozar una sonrisa.
Sentía gran pesar en mi corazón. Yo los amaba tanto... con ellos murió un pedazo de mi y mi alegría, la real, se desvaneció por completo. Reía, sí, pasaba momentos felices, pero eran solamente eso, momentos. Solía soñar a menudo con ellos. Ese mismo día se habían aparecido en mis sueños, pidiéndome sonrisas y dándome ánimos, que madre y padre me necesitaban. Pero yo lloraba, desconsolada, diciéndoles lo mucho que los extrañaba y necesitaba a mi lado.
En el cementerio de Beltrexus la gente llenaba los espacios. En un momento llegué a desear no estar allí, rodeada de tantos que lucían tan, pero tan felices... los odié y envidié. Pero no podía llorar, no podía mostrar debilidad frente a madre, además, si lloraba, dañaría mi maquillaje y no podía aparecer frente a mis hermanos desarreglada.
El mausoleo familiar, tan suntuoso y magnífico, lucía triste al lado de las demás tumbas.
Poco a poco, el altar fue tomando forma, poníamos objetos que a ellos les gustaban, comida y bebida, debajo de su retrato.
Cuando terminamos, no teníamos tema de conversación, no sabíamos de qué hablar. Hasta que padre comenzó a contar una anécdota de cuando ellos eran chicos, el primer día que fueron al Hekshold. Madre y yo reímos, pero no fui capaz de quedarme allí con ellos, conversando así, en pasado.
Mientras ellos recordaban y reían, yo salí, necesitaba aire fresco.
- Lucy y Jonathan Harker:
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Madre comenzó con los preparativos un par de semanas atrás pensando en todo lo que a ellos le gustaba. Sus altares siempre fueron coloridos, así que las guirnaldas, las flores, las velas, los muñecos, la comida, todo, todo era multicolor. No queríamos honrarlos con tristeza, todo lo contrario, la alegría que los caracterizaba estaba impregnada en todo cuanto llevábamos. Pero ni siquiera por eso yo lograba esbozar una sonrisa.
- Vestido de Día de los Muertos de Mina:
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Sentía gran pesar en mi corazón. Yo los amaba tanto... con ellos murió un pedazo de mi y mi alegría, la real, se desvaneció por completo. Reía, sí, pasaba momentos felices, pero eran solamente eso, momentos. Solía soñar a menudo con ellos. Ese mismo día se habían aparecido en mis sueños, pidiéndome sonrisas y dándome ánimos, que madre y padre me necesitaban. Pero yo lloraba, desconsolada, diciéndoles lo mucho que los extrañaba y necesitaba a mi lado.
En el cementerio de Beltrexus la gente llenaba los espacios. En un momento llegué a desear no estar allí, rodeada de tantos que lucían tan, pero tan felices... los odié y envidié. Pero no podía llorar, no podía mostrar debilidad frente a madre, además, si lloraba, dañaría mi maquillaje y no podía aparecer frente a mis hermanos desarreglada.
El mausoleo familiar, tan suntuoso y magnífico, lucía triste al lado de las demás tumbas.
- Mausoleo Familiar Harker:
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- Guirnaldas:
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- Muñecas:
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- Flores y velas:
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Poco a poco, el altar fue tomando forma, poníamos objetos que a ellos les gustaban, comida y bebida, debajo de su retrato.
- Altar:
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Cuando terminamos, no teníamos tema de conversación, no sabíamos de qué hablar. Hasta que padre comenzó a contar una anécdota de cuando ellos eran chicos, el primer día que fueron al Hekshold. Madre y yo reímos, pero no fui capaz de quedarme allí con ellos, conversando así, en pasado.
Mientras ellos recordaban y reían, yo salí, necesitaba aire fresco.
Última edición por Mina Harker el Dom 5 Nov - 17:10, editado 1 vez
Mina Harker
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
El puerto rebosaba de actividad, atrayendo el trabajo y a la gente ajena a la isla para hacerla temporalmente su hogar. La gente bajaba ordenadamente del barco, siendo las mujeres y los niños quienes tenían la prioridad. En el muelle, lentamente se comenzaron a aglomerar en grupos que esperaban al resto de sus familiares bajar, así como también quienes buscaban a parientes y amigos que viajaban a bordo. Era esperable que hubiera un desorden y gente gritando de un lado a otro, aunque el ambiente festivo del Samhain se hacía más presente que nunca.
Un solitario anciano, de apariencia de al menos unos 70 años, fue el último en bajar del barco. Se distinguía del resto debido a su singular forma de vestir: un abrigo hecho de lana de los animales del norte con intrincados diseños que acusaba su lugar de origen. Su cabello blanco y liso llegaba hasta un poco más abajo de sus hombros, el cual parecía competir con su bigote que llegaba al mismo punto que su melena. Sus ojos eran de un color castaño que se notaban desgastados por el paso de las décadas y su tez blanca se asemejaba al de los papiros usados en los escritos.
Se sentía especialmente irritado, debido a que, en la carta que había recibido, la solicitud que le había pedido su nieta era muy específica: el no llegar volando en su forma dragón a la isla para no asustar a la gente. Tenía más de 140 años en el cuerpo, y aun cuando era muy arraigado a sus costumbres, era testarudo y de una línea de pensamiento muy egoísta: ¡Si deseaba volar como dragón, volaría como dragón!
Suspiró, al sentir que cada año su paciencia se volvía más delgada.
Sus ojos comenzaron a buscar a su nieta, quien se supone esperaba en el puerto, en algún punto en donde pudiera ser visible. Afortunadamente había recibido buenos genes, sobre todo los de altura. Ya habían pasado los tiempos de juventud en donde llegó a medir dos metros de alto, pero afortunadamente todavía no necesitaba mirar hacia arriba para comunicarse con ella, por lo que sabía que si miraba hacia las cabezas de la gente, encontraría algo que destacaría.
Y así fue. Sus ojos se posaron en un sombrero que destacaba por su diseño singular y que se encargaba de cubrir por completo su oscuro cabello. Lentamente comenzó a caminar hacia aquella señal, esquivando a la gente atolondradamente reunida en el muelle. Pudo ver su rostro entre los tumultos de gente, lo que hizo que su corazón se acelerara levemente, mientras apuraba el paso. Habían transcurrido meses que se sintieron como años desde la última vez que la vio, por lo que lentamente una alegría comenzó a inundar su cuerpo.
Eso hasta que vio el letrero muy mal armado que tenía escrito su nombre en él, mientras que la joven dragona lo movía para todos lados, como si buscara a alguien en particular, ignorando el hecho de que estaba a tres metros de él.
- … - no podía ocultar en su rostro su irritación
- … - ella por su parte, parecía ignorarlo a propósito, hasta que el anciano se acercó a ella, tomó su letrero y lo lanzó lejos, cayendo en la cabeza de algún pobre marinero que no entendía qué había pasado
- Cada vez estás agarrando costumbres más raras, sabes - suspiró.
La joven no respondió a sus palabras. Simplemente estiró sus brazos lo que más pudo y encerró el débil y agotado cuerpo del anciano en un abrazo que fue fuerte en un comienzo, pero que lentamente perdió fuerza para derretirse frente al dragón. Lentamente su cabeza se ocultó en su hombro para ocultar las lágrimas de felicidad de verlo, mientras intentaba hablar sin que las palabras pudieran salir. Aquello le fue retribuido con un abrazo que también perdió fuerza al poco tiempo, para gentilmente acomodarla frente a su cuerpo, mientras una de sus manos tomó gentilmente su cabeza, acariciándola como si fuera una cachorro dragón de muy poca edad.
- Bienvenido… abuelo - por fin pudo reunir fuerzas de flaqueza para expresar sus sentimientos en palabras, mientras se acurrucaba frente al dragón.
- Ha pasado tiempo, Siria - le respondió, mientras se encargaba de cargar con la fragilidad de la dragona.
La habitación era humilde, y solo tenía lo necesario para pasar la noche: dos camas individuales, unos pequeños muebles para contener ropa y otras pertenencias, un espejo que medía dos metros de alto, otros adornos propios de una habitación arrendada, pero por sobre todo, y lo más importante para la dragona, era una pequeña mesa redonda para beber un buen té.
- No sé por qué todavía insistes en beber el té de esta forma - se quejaba un poco. La mesa no contenía sillas, y no era muy alta, solo lo suficiente como para esconder las piernas debajo de ella, forzando a los comensales a sentarse sobre estas en el suelo.
- A mí me acomoda, y no hace daño a la espalda. Al menos, no te puedes jorobar como con las sillas - le replicó, mientras le servía un té de manzanilla - Y ya me contó mamá que agarraste esa costumbre en casa
- Pero la espalda ya no me da para aguantar - instintivamente se llevaba una mano a sus costillas cercanas a su espalda - Ya tengo como… 142 años quizás
- ¿No que eran 147? - preguntó, mientras se sentaba frente a él
- … ¿quizás? - pensó detenidamente por algunos segundos - No lo sé, dejé de contarlos cuando cumplí 100, me dio algo como una depresión cuando llegué a esa edad
- Ahh, si… la crisis de los 100 años - revoleaba sus ojos - ¿No estás grande para superar eso?
- Me lo dices como si tú hubieras ya vivido eso…
- Pero es que mírate, abuelo - le señaló su bigote - ¿Hace cuánto dejaste de afeitarte por estar preocupado por llegar a los 100? En lo que tengo existencia que recuerdo que tienes esa… cosa en tu cara
- ¡Pero es popular entre las lolas! - el término se refería a las chicas jóvenes, pero ha estado en desuso desde hace generaciones, probablemente desde que los dragones originales todavía hablaban con la tribu - Un bigote así te hace ver sabio
- No abuelo, es asqueroso - la dragona no pudo evitar poner cara de estar irritada - A ninguna chica en su sano juicio le gustan ese tipo de bigotes
- Eres una pesada… - se lamentó mientras bebía algo de té - Vengo de viajar por kilómetros para que me retes por mi preferencia artística sobre mi vello facial.
La tarde avanzó lentamente, como si se tratara de un sueño de verano que evocaba la nostalgia. Samhain era una celebración que atraía aquel sentimiento, rindiendo tributo a aquellos que ya no se encontraban con nosotros. Remembranzas del pasado, recuerdos de tiempos mejores. También era la razón de por qué ambos dragones se encontraban en aquella celebración tan ajena a ellos y a su cultura.
- Leí en tu carta que querías hacer un tributo a los guerreros dragones - rompió el silencio, bebiendo un poco de té después de decir esas palabras
- Algo así - se mostró dudosa y decidida al mismo tiempo, por razones muy distintas entre si
- Si quisieras hacer algo como eso no necesitabas comentármelo, y además, pedirme que viniera a estas tierras - la dragona sabía al punto al que iba, por lo que comenzó a prepararse mentalmente - Dime, ¿Qué pasa por tu mente?
El último sorbo marcó el fin del té que se encontraba en sus manos. Había una razón muy específica por la cual se encontraba indecisa, y a la vez había otra por la cual encontrarse muy decidida.
- Verás, abuelo… - tomó un descanso mientras suspiraba - No sé si estás al tanto de cómo son las costumbres locales. Te lo explico corto, se trata de rendir culto hacia los muertos, a través de los disfraces y… bueno, también… presentar un altar y… rendirles tributos
Los nervios comenzaban a apoderarse de su voz al ver que el rostro de su abuelo se volvía duro y severo. Aun así continuó, aunque reconocía que se le hacía difícil conforme pasaban los minutos
- ¿Y me puedes explicar la lógica detrás de rendir tributo a través de los disfraces? - y su voz calzaba con el rostro que colocaba - Porque no entiendo esta costumbre… humana.
- Pues, técnicamente son brujos… - la dragona pudo sentir cómo la vena de la frente de su abuelo se inflamaba de la irritación por aquella corrección - Perdón - bajó su cabeza - Hace un tiempo que venía estudiando esta celebración. Es completamente respetuosa, no es algo como lo que hacen los vampiros, ni es burda como lo que hacen los humanos, de verdad
- Ajam… - mantenía su mirada estoica hacia los ojos de Siria - ¿Y qué planeas hacer? ¿Y cómo caigo yo en tus planes?
Fue directo al grano. La dragona pensó que era lo mejor, para evitar todo este rodeo, y además posibles malentendidos que podrían surgir.
- … hice un disfraz para este evento, basándome en la cultura de nuestros ancestros dragones y combinándolo con las festividades de la isla.
Se quedó en silencio por varios segundos, mirando sus ojos. Claro, se encontraban nerviosos, y podía sentir cómo su corazón se apretaba al ver a su abuelo con una mirada tan dura hacia ella. Pero también podía sentir esa sensación de decisión que la empujaba al límite, en donde no planeaba ceder.
- ¿Y cómo es el disfraz? - preguntó finalmente, después de segundos que parecían minutos
- Lo tengo en el closet - señaló con el dedo - pero… necesitaría probarme el disfraz por completo para que te hagas una idea
- Por supuesto - asintió.
Aquello llevó a que ambos se miraran mutuamente por varios segundos, sin decir palabra alguna. Esto llevó a que paulatinamente la dragona viera a su familiar con rostro irritado, como si no hubiera captado la indirecta que le había dicho.
- … Necesito privacidad para vestirme, abuelo.
- … - su rostro se sorprendió, pasando a disculparse profusamente - Disculpa, disculpa, no entendí de primeras lo que querías decir
Salió de la habitación, algo avergonzado. Sí, se estaba volviendo anciano y le costaba captar algunas cosas, pero tampoco estaba senil, podía entender perfectamente ese tipo de mensajes.
Pasó un buen rato, en donde sintió que la puerta se abrió, aunque la joven se ocultaba detrás de esta. Lo invitó a pasar, esperando a que se posicionara dentro de la habitación para enseñarle el disfraz. Cuando cerró la puerta, se colocó delante de él finalmente.
Los ojos del anciano se volvieron grandes, sorprendidos. El trabajo que había realizado no había sido un trabajo menor, y aunque distara de ser profesional, la forma en que todo estaba trabajado podía notarse la pasión con la que había hecho su labor, independientemente de si aprobaba aquella acción que había realizado la dragona de viento. Se sentó casi por instinto en la cama, observando.
La armadura estaba hecha de un metal poco resistente, nada realmente para defenderse en el campo de batalla, pero ideal para aquellas armaduras que adornaban las casas de nobles y castillos. No era algo que protegiera por completo a Siria, no al grado de los paladines humanos por ejemplo. Las partes de metal cubrían las piernas desde el tobillo hasta la rodilla, separándose para cubrir sus muslos. Su torso estaba cubierto en la mitad derecha por metal, mientras que la parte izquierda era cubiera por una gruesa capa de cuero que impedía que algo como una flecha impactase en sus zonas vitales. Hombreras de metal protegían la unión de sus extremidades con su torso. Todo su cuerpo estaba cubierto por partes de cuero que combinaban con las partes de metal, haciéndolo una unión entre el mundo salvaje y tribal con el mundo de la tecnología y el uso del metal. Idealmente concebida para el combate cuerpo a cuerpo, otorgando agilidad a los dragones y la suficiente protección como para no salir heridos de gravedad o con lesiones permanentes en sus cuerpos.
Aquel trabajo era una recreación impresionante, pero no lo suficiente como para impactar a un historiador o algún dragón que hubiese estudiado o vivido lo suficiente para verlas en acción. No, lo que realmente impresionó al anciano fue el ver el rostro de la joven.
Una cubierta de pintura de color oscuro atravesaba horizontalmente el rostro de la joven, pintando la zona de sus ojos de color oscuro en gran parte de la zona superior de su rostro. En sus mejillas, se encontraban rastros de pintura blanca que, contrastando con la zona oscura, viajaban verticalmente hasta la zona cercana a su nariz. Pintada de un color oscuro desde el labio inferior hasta su mandíbula, recreaba el lado más tribal de los primeros guerreros dragones, aquellos que permanecieron como una tribu salvaje que idolatraba a sus dioses. Pero no solo eso. En su cabeza, su casco poseía la forma de la cabeza de un dragón, con sus dientes protegiendo la zona superior de su cara, y ojos de color escarlata. Encima de este casco, otra cabeza de dragón de un color dorado protegía y se sentía como si fuera un símbolo de reconocimiento. Del casco, una hermosa cabellera hecha de las lanas de los animales más comunes de las estepas cubría por completo su nuca y costados, acompañado de trenzas de madera que eran muy comunes entre las mujeres guerreras y que las distinguían como feroces guerreras.
No sabía cómo sentirse. Por un lado, el usar aquel diseño en el casco podía sentirse como una falta de respeto hacia los muertos, y así también a los dragones. Era como si el diseño superior dorado fuera la representación de un dragón elemental mientras que el diseño inferior podía sentirse como la calavera de uno de los dragones humanos que bebieron de la sangre de sus dioses. Para los dragones, el rito fúnebre era uno muy sagrado, ya que representaba la vida después de la muerte. Entonces, usar algo parecido a una calavera, imitando las costumbres del Samhain de esa forma, podía sentirse como una falta de respeto.
Pero los ojos de la joven decían otra cosa. Transmitían la decisión de honor hacia las costumbres por sobre todo, del querer honrar a quienes ya no estaban en este mundo. Que sus guerreros se fortalecían a través de las costumbres y el legado que les dejaron sus antepasados, que los dioses dragones estaban por sobre todo, pero también cuidando a quienes fueron escogidos como su raza favorita. Se sentía como una distinción, algo único que solo podía nacer de sus costumbres.
El conocía esa mirada. Era la misma de aquella persona con la que había decidido compartir su vida hace más de 100 años, que le entregó la dicha de ser amado, la alegría de compartir un legado, de dejar una huella en forma de descendencia. Le recordaba mucho a ese amor que debió marchar hacia la otra vida, dejándolo solo en el camino de la vida.
Una mano se posó en la cabeza de la dragona, mientras sonreía levemente al verla en ese uniforme. No lo consideraba como disfraz. Algo como lo que había hecho no podía considerarlo como tal.
- Sabes… a veces me pregunto qué pasa por tu cabeza cuando piensas en cosas como esta.
- ¿…? - no entendió su mensaje. Por sobre todo, sus expectativas eran que se volviera agresivo, enojado, o en el mejor de los casos, decidiera no hablarle de vuelta y marcharse a su hogar. Estaba preparada para todo, excepto… que fuera comprensivo.
- Nada, nada - sonrió, quitando su mano de su cabeza - Me gusta mucho el cómo has hecho tuya una tradición antigua como la de los guerreros dragones y moldearla con… esto del Samhain.
- … ¿no vas a pegarme o algo así? - realmente estaba confundida
- ¿Qué razones tendría para golpearte? - negó con la cabeza
- Podría listarte 700, pero…
- Me gusta - interrumpió - Solo eso necesito para eliminar esas 700 razones que tienes en tu cabeza.
No pudo evitar bajar la mirada, quizás por un poco de asombro, quizás por culpa. Se acercó a su abuelo, y no pudo aguantarse los deseos de abrazarlo fuertemente, descansando su cabeza en su hombro. Aquello fue recibido con el mismo cariño que le había entregado su nieta. La chica debió aguantar las ganas de llorar, no podía hacerlo si deseaba que el maquillaje se mantuviera en su lugar y sin verse feo.
- Pues, eso es una parte - retomó las fuerzas y se separó de él - Me gustaría que la segunda me acompañaras. Es parte de un tributo.
- Me parece bien, supongo que es la verdadera razón de por qué me invitaste, ¿no?
La joven asintió. Tomó la mano de su familiar, y comenzó a guiarlo por el exterior. Lentamente se podían ver las personas que, disfrazadas, inundaban las calles de la isla, listas a presentar sus tributos a los muertos. La dragona no sería la excepción, pero por el momento, solo podía alegrarse de que el disfraz no había causado un impacto negativo en su abuelo. Su mano sostenía a la de él con emoción, mientras que con su otra mano saludaba a los pequeños que se asombraban por su trabajo.
Definitivamente podía sentirse la festividad en el aire.
Un solitario anciano, de apariencia de al menos unos 70 años, fue el último en bajar del barco. Se distinguía del resto debido a su singular forma de vestir: un abrigo hecho de lana de los animales del norte con intrincados diseños que acusaba su lugar de origen. Su cabello blanco y liso llegaba hasta un poco más abajo de sus hombros, el cual parecía competir con su bigote que llegaba al mismo punto que su melena. Sus ojos eran de un color castaño que se notaban desgastados por el paso de las décadas y su tez blanca se asemejaba al de los papiros usados en los escritos.
Se sentía especialmente irritado, debido a que, en la carta que había recibido, la solicitud que le había pedido su nieta era muy específica: el no llegar volando en su forma dragón a la isla para no asustar a la gente. Tenía más de 140 años en el cuerpo, y aun cuando era muy arraigado a sus costumbres, era testarudo y de una línea de pensamiento muy egoísta: ¡Si deseaba volar como dragón, volaría como dragón!
Suspiró, al sentir que cada año su paciencia se volvía más delgada.
Sus ojos comenzaron a buscar a su nieta, quien se supone esperaba en el puerto, en algún punto en donde pudiera ser visible. Afortunadamente había recibido buenos genes, sobre todo los de altura. Ya habían pasado los tiempos de juventud en donde llegó a medir dos metros de alto, pero afortunadamente todavía no necesitaba mirar hacia arriba para comunicarse con ella, por lo que sabía que si miraba hacia las cabezas de la gente, encontraría algo que destacaría.
Y así fue. Sus ojos se posaron en un sombrero que destacaba por su diseño singular y que se encargaba de cubrir por completo su oscuro cabello. Lentamente comenzó a caminar hacia aquella señal, esquivando a la gente atolondradamente reunida en el muelle. Pudo ver su rostro entre los tumultos de gente, lo que hizo que su corazón se acelerara levemente, mientras apuraba el paso. Habían transcurrido meses que se sintieron como años desde la última vez que la vio, por lo que lentamente una alegría comenzó a inundar su cuerpo.
Eso hasta que vio el letrero muy mal armado que tenía escrito su nombre en él, mientras que la joven dragona lo movía para todos lados, como si buscara a alguien en particular, ignorando el hecho de que estaba a tres metros de él.
- … - no podía ocultar en su rostro su irritación
- … - ella por su parte, parecía ignorarlo a propósito, hasta que el anciano se acercó a ella, tomó su letrero y lo lanzó lejos, cayendo en la cabeza de algún pobre marinero que no entendía qué había pasado
- Cada vez estás agarrando costumbres más raras, sabes - suspiró.
La joven no respondió a sus palabras. Simplemente estiró sus brazos lo que más pudo y encerró el débil y agotado cuerpo del anciano en un abrazo que fue fuerte en un comienzo, pero que lentamente perdió fuerza para derretirse frente al dragón. Lentamente su cabeza se ocultó en su hombro para ocultar las lágrimas de felicidad de verlo, mientras intentaba hablar sin que las palabras pudieran salir. Aquello le fue retribuido con un abrazo que también perdió fuerza al poco tiempo, para gentilmente acomodarla frente a su cuerpo, mientras una de sus manos tomó gentilmente su cabeza, acariciándola como si fuera una cachorro dragón de muy poca edad.
- Bienvenido… abuelo - por fin pudo reunir fuerzas de flaqueza para expresar sus sentimientos en palabras, mientras se acurrucaba frente al dragón.
- Ha pasado tiempo, Siria - le respondió, mientras se encargaba de cargar con la fragilidad de la dragona.
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La habitación era humilde, y solo tenía lo necesario para pasar la noche: dos camas individuales, unos pequeños muebles para contener ropa y otras pertenencias, un espejo que medía dos metros de alto, otros adornos propios de una habitación arrendada, pero por sobre todo, y lo más importante para la dragona, era una pequeña mesa redonda para beber un buen té.
- No sé por qué todavía insistes en beber el té de esta forma - se quejaba un poco. La mesa no contenía sillas, y no era muy alta, solo lo suficiente como para esconder las piernas debajo de ella, forzando a los comensales a sentarse sobre estas en el suelo.
- A mí me acomoda, y no hace daño a la espalda. Al menos, no te puedes jorobar como con las sillas - le replicó, mientras le servía un té de manzanilla - Y ya me contó mamá que agarraste esa costumbre en casa
- Pero la espalda ya no me da para aguantar - instintivamente se llevaba una mano a sus costillas cercanas a su espalda - Ya tengo como… 142 años quizás
- ¿No que eran 147? - preguntó, mientras se sentaba frente a él
- … ¿quizás? - pensó detenidamente por algunos segundos - No lo sé, dejé de contarlos cuando cumplí 100, me dio algo como una depresión cuando llegué a esa edad
- Ahh, si… la crisis de los 100 años - revoleaba sus ojos - ¿No estás grande para superar eso?
- Me lo dices como si tú hubieras ya vivido eso…
- Pero es que mírate, abuelo - le señaló su bigote - ¿Hace cuánto dejaste de afeitarte por estar preocupado por llegar a los 100? En lo que tengo existencia que recuerdo que tienes esa… cosa en tu cara
- ¡Pero es popular entre las lolas! - el término se refería a las chicas jóvenes, pero ha estado en desuso desde hace generaciones, probablemente desde que los dragones originales todavía hablaban con la tribu - Un bigote así te hace ver sabio
- No abuelo, es asqueroso - la dragona no pudo evitar poner cara de estar irritada - A ninguna chica en su sano juicio le gustan ese tipo de bigotes
- Eres una pesada… - se lamentó mientras bebía algo de té - Vengo de viajar por kilómetros para que me retes por mi preferencia artística sobre mi vello facial.
La tarde avanzó lentamente, como si se tratara de un sueño de verano que evocaba la nostalgia. Samhain era una celebración que atraía aquel sentimiento, rindiendo tributo a aquellos que ya no se encontraban con nosotros. Remembranzas del pasado, recuerdos de tiempos mejores. También era la razón de por qué ambos dragones se encontraban en aquella celebración tan ajena a ellos y a su cultura.
- Leí en tu carta que querías hacer un tributo a los guerreros dragones - rompió el silencio, bebiendo un poco de té después de decir esas palabras
- Algo así - se mostró dudosa y decidida al mismo tiempo, por razones muy distintas entre si
- Si quisieras hacer algo como eso no necesitabas comentármelo, y además, pedirme que viniera a estas tierras - la dragona sabía al punto al que iba, por lo que comenzó a prepararse mentalmente - Dime, ¿Qué pasa por tu mente?
El último sorbo marcó el fin del té que se encontraba en sus manos. Había una razón muy específica por la cual se encontraba indecisa, y a la vez había otra por la cual encontrarse muy decidida.
- Verás, abuelo… - tomó un descanso mientras suspiraba - No sé si estás al tanto de cómo son las costumbres locales. Te lo explico corto, se trata de rendir culto hacia los muertos, a través de los disfraces y… bueno, también… presentar un altar y… rendirles tributos
Los nervios comenzaban a apoderarse de su voz al ver que el rostro de su abuelo se volvía duro y severo. Aun así continuó, aunque reconocía que se le hacía difícil conforme pasaban los minutos
- ¿Y me puedes explicar la lógica detrás de rendir tributo a través de los disfraces? - y su voz calzaba con el rostro que colocaba - Porque no entiendo esta costumbre… humana.
- Pues, técnicamente son brujos… - la dragona pudo sentir cómo la vena de la frente de su abuelo se inflamaba de la irritación por aquella corrección - Perdón - bajó su cabeza - Hace un tiempo que venía estudiando esta celebración. Es completamente respetuosa, no es algo como lo que hacen los vampiros, ni es burda como lo que hacen los humanos, de verdad
- Ajam… - mantenía su mirada estoica hacia los ojos de Siria - ¿Y qué planeas hacer? ¿Y cómo caigo yo en tus planes?
Fue directo al grano. La dragona pensó que era lo mejor, para evitar todo este rodeo, y además posibles malentendidos que podrían surgir.
- … hice un disfraz para este evento, basándome en la cultura de nuestros ancestros dragones y combinándolo con las festividades de la isla.
Se quedó en silencio por varios segundos, mirando sus ojos. Claro, se encontraban nerviosos, y podía sentir cómo su corazón se apretaba al ver a su abuelo con una mirada tan dura hacia ella. Pero también podía sentir esa sensación de decisión que la empujaba al límite, en donde no planeaba ceder.
- ¿Y cómo es el disfraz? - preguntó finalmente, después de segundos que parecían minutos
- Lo tengo en el closet - señaló con el dedo - pero… necesitaría probarme el disfraz por completo para que te hagas una idea
- Por supuesto - asintió.
Aquello llevó a que ambos se miraran mutuamente por varios segundos, sin decir palabra alguna. Esto llevó a que paulatinamente la dragona viera a su familiar con rostro irritado, como si no hubiera captado la indirecta que le había dicho.
- … Necesito privacidad para vestirme, abuelo.
- … - su rostro se sorprendió, pasando a disculparse profusamente - Disculpa, disculpa, no entendí de primeras lo que querías decir
Salió de la habitación, algo avergonzado. Sí, se estaba volviendo anciano y le costaba captar algunas cosas, pero tampoco estaba senil, podía entender perfectamente ese tipo de mensajes.
Pasó un buen rato, en donde sintió que la puerta se abrió, aunque la joven se ocultaba detrás de esta. Lo invitó a pasar, esperando a que se posicionara dentro de la habitación para enseñarle el disfraz. Cuando cerró la puerta, se colocó delante de él finalmente.
Los ojos del anciano se volvieron grandes, sorprendidos. El trabajo que había realizado no había sido un trabajo menor, y aunque distara de ser profesional, la forma en que todo estaba trabajado podía notarse la pasión con la que había hecho su labor, independientemente de si aprobaba aquella acción que había realizado la dragona de viento. Se sentó casi por instinto en la cama, observando.
La armadura estaba hecha de un metal poco resistente, nada realmente para defenderse en el campo de batalla, pero ideal para aquellas armaduras que adornaban las casas de nobles y castillos. No era algo que protegiera por completo a Siria, no al grado de los paladines humanos por ejemplo. Las partes de metal cubrían las piernas desde el tobillo hasta la rodilla, separándose para cubrir sus muslos. Su torso estaba cubierto en la mitad derecha por metal, mientras que la parte izquierda era cubiera por una gruesa capa de cuero que impedía que algo como una flecha impactase en sus zonas vitales. Hombreras de metal protegían la unión de sus extremidades con su torso. Todo su cuerpo estaba cubierto por partes de cuero que combinaban con las partes de metal, haciéndolo una unión entre el mundo salvaje y tribal con el mundo de la tecnología y el uso del metal. Idealmente concebida para el combate cuerpo a cuerpo, otorgando agilidad a los dragones y la suficiente protección como para no salir heridos de gravedad o con lesiones permanentes en sus cuerpos.
Aquel trabajo era una recreación impresionante, pero no lo suficiente como para impactar a un historiador o algún dragón que hubiese estudiado o vivido lo suficiente para verlas en acción. No, lo que realmente impresionó al anciano fue el ver el rostro de la joven.
Una cubierta de pintura de color oscuro atravesaba horizontalmente el rostro de la joven, pintando la zona de sus ojos de color oscuro en gran parte de la zona superior de su rostro. En sus mejillas, se encontraban rastros de pintura blanca que, contrastando con la zona oscura, viajaban verticalmente hasta la zona cercana a su nariz. Pintada de un color oscuro desde el labio inferior hasta su mandíbula, recreaba el lado más tribal de los primeros guerreros dragones, aquellos que permanecieron como una tribu salvaje que idolatraba a sus dioses. Pero no solo eso. En su cabeza, su casco poseía la forma de la cabeza de un dragón, con sus dientes protegiendo la zona superior de su cara, y ojos de color escarlata. Encima de este casco, otra cabeza de dragón de un color dorado protegía y se sentía como si fuera un símbolo de reconocimiento. Del casco, una hermosa cabellera hecha de las lanas de los animales más comunes de las estepas cubría por completo su nuca y costados, acompañado de trenzas de madera que eran muy comunes entre las mujeres guerreras y que las distinguían como feroces guerreras.
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No sabía cómo sentirse. Por un lado, el usar aquel diseño en el casco podía sentirse como una falta de respeto hacia los muertos, y así también a los dragones. Era como si el diseño superior dorado fuera la representación de un dragón elemental mientras que el diseño inferior podía sentirse como la calavera de uno de los dragones humanos que bebieron de la sangre de sus dioses. Para los dragones, el rito fúnebre era uno muy sagrado, ya que representaba la vida después de la muerte. Entonces, usar algo parecido a una calavera, imitando las costumbres del Samhain de esa forma, podía sentirse como una falta de respeto.
Pero los ojos de la joven decían otra cosa. Transmitían la decisión de honor hacia las costumbres por sobre todo, del querer honrar a quienes ya no estaban en este mundo. Que sus guerreros se fortalecían a través de las costumbres y el legado que les dejaron sus antepasados, que los dioses dragones estaban por sobre todo, pero también cuidando a quienes fueron escogidos como su raza favorita. Se sentía como una distinción, algo único que solo podía nacer de sus costumbres.
El conocía esa mirada. Era la misma de aquella persona con la que había decidido compartir su vida hace más de 100 años, que le entregó la dicha de ser amado, la alegría de compartir un legado, de dejar una huella en forma de descendencia. Le recordaba mucho a ese amor que debió marchar hacia la otra vida, dejándolo solo en el camino de la vida.
Una mano se posó en la cabeza de la dragona, mientras sonreía levemente al verla en ese uniforme. No lo consideraba como disfraz. Algo como lo que había hecho no podía considerarlo como tal.
- Sabes… a veces me pregunto qué pasa por tu cabeza cuando piensas en cosas como esta.
- ¿…? - no entendió su mensaje. Por sobre todo, sus expectativas eran que se volviera agresivo, enojado, o en el mejor de los casos, decidiera no hablarle de vuelta y marcharse a su hogar. Estaba preparada para todo, excepto… que fuera comprensivo.
- Nada, nada - sonrió, quitando su mano de su cabeza - Me gusta mucho el cómo has hecho tuya una tradición antigua como la de los guerreros dragones y moldearla con… esto del Samhain.
- … ¿no vas a pegarme o algo así? - realmente estaba confundida
- ¿Qué razones tendría para golpearte? - negó con la cabeza
- Podría listarte 700, pero…
- Me gusta - interrumpió - Solo eso necesito para eliminar esas 700 razones que tienes en tu cabeza.
No pudo evitar bajar la mirada, quizás por un poco de asombro, quizás por culpa. Se acercó a su abuelo, y no pudo aguantarse los deseos de abrazarlo fuertemente, descansando su cabeza en su hombro. Aquello fue recibido con el mismo cariño que le había entregado su nieta. La chica debió aguantar las ganas de llorar, no podía hacerlo si deseaba que el maquillaje se mantuviera en su lugar y sin verse feo.
- Pues, eso es una parte - retomó las fuerzas y se separó de él - Me gustaría que la segunda me acompañaras. Es parte de un tributo.
- Me parece bien, supongo que es la verdadera razón de por qué me invitaste, ¿no?
La joven asintió. Tomó la mano de su familiar, y comenzó a guiarlo por el exterior. Lentamente se podían ver las personas que, disfrazadas, inundaban las calles de la isla, listas a presentar sus tributos a los muertos. La dragona no sería la excepción, pero por el momento, solo podía alegrarse de que el disfraz no había causado un impacto negativo en su abuelo. Su mano sostenía a la de él con emoción, mientras que con su otra mano saludaba a los pequeños que se asombraban por su trabajo.
Definitivamente podía sentirse la festividad en el aire.
Siria
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
Fuera, en la calle, se escucha un silencio de voces. Los brujos, y algún que otro extranjero malaventurado, hablaban en ásperos susurros que los podía oír incluso con las ventanas de la habitación cerradas. Escucharlos me ponía histérico, prefería oír hablar a la cabeza de Talisa y los cuervos de Duna antes que presenciar las voces, profundas como rezos, de la calle.
Mi habitación estaba en el segundo piso del hostal. Pese a que olía mal y que de las paredes colgaba cierta cosa verde que prefería no saber qué era; el hostelero a arrendaba por un precio muy elevado. La razón era las ventanas estaban orientadas directamente hacia la plaza de Belltrexus. No solamente podía escuchar las voces de los vivos hacían sus alteres, sino que también podía ver los honores que, sin razón, recibían los muertos. Me apoyaba en el cristal con las dos manos, dejando caer todo mi peso y angustia. Miraba, apretaba los dientes y, de vez en cuando, daba un seco puñetazo al cristal.
¿Qué estúpido Dios declaró que era grato honrar a los muertos? Mi camino, mi vida, ha estado repleta de muerte; todas causadas por mis propias manos. La primera, la de mi madre; murió al darme a luz. Mi padre, un leal siervo de los estúpidos Dioses, se encargó de recordarme, día tras día, que me cargué a mi madre antes de ni siquiera tener razón de ser. ¡Sorpresa! Harto de sus injurias y alentado por el que aquel entonces era mi mejor amigo, también le maté a él. Fue entonces cuando me escapé de casa, dejé la comodidad de una vida aburguesada a cambio de seguir con las lecciones que Sam me enseñaba. No era más que un adolescente cuando ya sabía utilizar la electricidad que corre por mis venas para chamuscar elfos. Según los Dioses, ¿tendría que hacerle un altar a cada elfo que probó los labios de Suuri? ¿O quizás, se lo tendría que hacer a Sam? Después de todo lo que me enseñó, de acogerme luego de haber matado a mi padre y de haber lo más parecido a un amigo que jamás tuve; sería justo que honrase su muerte, ¿verdad? Ahí abajo todos estarían de acuerdo con eso. Pensaría que lo más honesto, por mi parte, era realizarle un altar para pedir disculpas por haberle matado. No fue por celos, no tenía envidia. Sam fue una mala la representación de lo que era y lo que quería ser; descubrí, por el peor de los medios, que todo era una farsa. No me quedó otro remedio. Suuri se encargó de su cabeza de la misma forma que se hubo encargado de la de mi padre.
Definitivamente, mi vida había sido un camino de muerte. Los últimos en añadir a la lista eran Talisa, Castinur, los niños de la aldea que ya no recordaba el nombre y Jorah, El Cojo. Todos aquellos acabaron murieron por mi culpa, no me lamentaba; todo lo contrario, me congratulaba que la lista se estuviera haciendo más y más grande. Repetí sus nombres mentalmente, a excepción de los niños que los llamé Niño y Niña; por cada nombre daba un golpe con los nudillos al cristal. Sonreí y un dolor intenso recorrió mis manos; como si millares de diminutos cristales se estuvieran clavando en mis nudillos todos al mismo tiempo. No me hizo falta revisar el cristal de la ventana, sabía que estaba a la perfección. El dolor provenía de mis maldiciones.
Con un acto reflejo, giré mi cabeza y busqué con la mirada la cabeza de Talisa, el pequeño suvenir que había cogido de mi última aventura. La cabeza estaba postrada encima de la cama, si es que aun montón de paja mal colocada en somier se le podía llamar cama. Las cuencas de los ojos vacías me observaban como si se estuviera lamentado de que hubiera nacido. Ya éramos dos los que se lamentaban. El rastro de muerte que dejaba a mi paso no existiría si, sencillamente, nunca hubiera nacido, o si estuviera muerto.
Dejé el cristal de la ventana y fui a la repisa de mi habitación. En los cajones guardaba los ingredientes para altar que crearía esa noche. Mi intención era muy diferente a la que tenían la gente de abajo, y los adornos que había seleccionado no podían ser peores: calaveras de pájaro que había estado recolectando en el bosque, agujas y un punzón de hierro con el que autoflagerarme. No era la primera vez que lo hacía, desde que los cuervos de Duna anidaron en el interior de mi piel, clavarme el punzón en algún lugar de mi cuerpo y ver gotear la sangre se convirtió en una práctica común. Disfrutaba, era un forma de rebeldía, te hacer que mi dolor fuera superior al que me pudiera producir las maldiciones de Duna.
Desenvolví la venda que cubría mi pierna. Un herida de hace tres días empezaba a hacer costra. Con el punzón, con sumo cuidado, rasqué la piel para sacar la costra. Los cuervos, los que vivían en mi mente, entendieron la señal y comenzaron a picarme por toda la pierna. El dolor era suave, proporcional al que sentía al abrir la vieja herida. Todavía no había terminado. Clavé, poco a poco, una aguja en el centro de la herida. Ahí estaban los cuervos, avanzando en su carrera por ver quién era el que me hacía más daño, si ellos o yo. Una vez estaba el camino abierto, pasé de la aguja al punzón. Me lo clave en el muslo, grité tan fuerte que hizo callar los susurros de la plaza. Antes que los cuervos intentasen igualar el dolor, solté el punzón y me abracé a la cabeza de Talisa.
-Otra vez he vencido, ¿no estás orgullosa de mí? –terminé la frase besando la frente de la cabeza. – Sonríes, eso es que lo estás- mi voz sonaba temblorosa, como si estuviera desnudo en Dundarak.
Unos minutos después, tras pasar el dolor momentáneo, cogí una aguja limpia y la bañé en la herida. Utilicé la sangre para pintar las calaveras de los pájaros, una a una; con mucho cuidado, como si se tratase de mi misma calavera.
-¿Me están quedando bien? Sí, la verdad es que sí. ¿Te gustan? A mí también me están gustan. ¿Qué crees que pensarán los de ahí abajo? Sí, tienes razón, no lo entenderán. Le resultará complicado. A veces, tengo la sensación que no entiendo ni yo – me levanté de la cama- Venga, arriba- cogí la cabeza de Talisa con una mano como si fuera una bola de jugar a los bolos- tenemos que enseñarles nuestras calaveras a los de abajo-.
Metí todas las calaveras de cuervo, la pintada y la que no, en un saco de cuero. La cabeza de Talisa la sujetaba con la mano izquierda, el saco con la derecha. Sin más, salí de la habitación y de la posada. Fui a la plaza, donde el corrillo de personas seguía con sus rezos sin prestarme atención. Nadie se fijó en ese viejo que caminaba arrastrando una pierna herida y que llevaba una cabeza de metal en una mano y una bolsa con calaveras en la otra; pensarían que era un disfraz.
Entre los altares, busqué un hueco vacío para poner el mío. Me senté de rodillas, puse la cabeza de Talisa a un lado y abrí el saco de cuero en el otro. Una a una, fui sacando las calaveras de cuervo. Formé un semicírculo con ellas, en el centro quedaba la que había pintado con mi sangre.
-Déjalo- le recriminé a la cabeza de Talisa- ya sé que no lo comprenderán, pero esto lo hago por mí. Soy el siervo de Duna, ¿no es así? Lo mejor que puedo ofrecer a un muerto como yo son calaveras de cuervos-.
Esta vez, al levantarme, cogí la cabeza de metal con las dos manos, no con una. Con la mano izquierda, le estaba tapando la boca. En mi mente, Talisa no dejaba de hablar. Me estaba volviendo loco, sabía que no podía decirme nada; estaba tan muerta como todos los demás. Sin embargo, y en contra de toda lógica, agradecía creer escuchar una voz femenina a mi lado. Hacía que no me sintiera tan solo.
Offrol: He ignorado mucho la estética que propusiste, Master Wyn; soy consciente. Pero creo que merece la pena por el resultado final. Espero que os guste <3
Mi habitación estaba en el segundo piso del hostal. Pese a que olía mal y que de las paredes colgaba cierta cosa verde que prefería no saber qué era; el hostelero a arrendaba por un precio muy elevado. La razón era las ventanas estaban orientadas directamente hacia la plaza de Belltrexus. No solamente podía escuchar las voces de los vivos hacían sus alteres, sino que también podía ver los honores que, sin razón, recibían los muertos. Me apoyaba en el cristal con las dos manos, dejando caer todo mi peso y angustia. Miraba, apretaba los dientes y, de vez en cuando, daba un seco puñetazo al cristal.
¿Qué estúpido Dios declaró que era grato honrar a los muertos? Mi camino, mi vida, ha estado repleta de muerte; todas causadas por mis propias manos. La primera, la de mi madre; murió al darme a luz. Mi padre, un leal siervo de los estúpidos Dioses, se encargó de recordarme, día tras día, que me cargué a mi madre antes de ni siquiera tener razón de ser. ¡Sorpresa! Harto de sus injurias y alentado por el que aquel entonces era mi mejor amigo, también le maté a él. Fue entonces cuando me escapé de casa, dejé la comodidad de una vida aburguesada a cambio de seguir con las lecciones que Sam me enseñaba. No era más que un adolescente cuando ya sabía utilizar la electricidad que corre por mis venas para chamuscar elfos. Según los Dioses, ¿tendría que hacerle un altar a cada elfo que probó los labios de Suuri? ¿O quizás, se lo tendría que hacer a Sam? Después de todo lo que me enseñó, de acogerme luego de haber matado a mi padre y de haber lo más parecido a un amigo que jamás tuve; sería justo que honrase su muerte, ¿verdad? Ahí abajo todos estarían de acuerdo con eso. Pensaría que lo más honesto, por mi parte, era realizarle un altar para pedir disculpas por haberle matado. No fue por celos, no tenía envidia. Sam fue una mala la representación de lo que era y lo que quería ser; descubrí, por el peor de los medios, que todo era una farsa. No me quedó otro remedio. Suuri se encargó de su cabeza de la misma forma que se hubo encargado de la de mi padre.
Definitivamente, mi vida había sido un camino de muerte. Los últimos en añadir a la lista eran Talisa, Castinur, los niños de la aldea que ya no recordaba el nombre y Jorah, El Cojo. Todos aquellos acabaron murieron por mi culpa, no me lamentaba; todo lo contrario, me congratulaba que la lista se estuviera haciendo más y más grande. Repetí sus nombres mentalmente, a excepción de los niños que los llamé Niño y Niña; por cada nombre daba un golpe con los nudillos al cristal. Sonreí y un dolor intenso recorrió mis manos; como si millares de diminutos cristales se estuvieran clavando en mis nudillos todos al mismo tiempo. No me hizo falta revisar el cristal de la ventana, sabía que estaba a la perfección. El dolor provenía de mis maldiciones.
Con un acto reflejo, giré mi cabeza y busqué con la mirada la cabeza de Talisa, el pequeño suvenir que había cogido de mi última aventura. La cabeza estaba postrada encima de la cama, si es que aun montón de paja mal colocada en somier se le podía llamar cama. Las cuencas de los ojos vacías me observaban como si se estuviera lamentado de que hubiera nacido. Ya éramos dos los que se lamentaban. El rastro de muerte que dejaba a mi paso no existiría si, sencillamente, nunca hubiera nacido, o si estuviera muerto.
Dejé el cristal de la ventana y fui a la repisa de mi habitación. En los cajones guardaba los ingredientes para altar que crearía esa noche. Mi intención era muy diferente a la que tenían la gente de abajo, y los adornos que había seleccionado no podían ser peores: calaveras de pájaro que había estado recolectando en el bosque, agujas y un punzón de hierro con el que autoflagerarme. No era la primera vez que lo hacía, desde que los cuervos de Duna anidaron en el interior de mi piel, clavarme el punzón en algún lugar de mi cuerpo y ver gotear la sangre se convirtió en una práctica común. Disfrutaba, era un forma de rebeldía, te hacer que mi dolor fuera superior al que me pudiera producir las maldiciones de Duna.
Desenvolví la venda que cubría mi pierna. Un herida de hace tres días empezaba a hacer costra. Con el punzón, con sumo cuidado, rasqué la piel para sacar la costra. Los cuervos, los que vivían en mi mente, entendieron la señal y comenzaron a picarme por toda la pierna. El dolor era suave, proporcional al que sentía al abrir la vieja herida. Todavía no había terminado. Clavé, poco a poco, una aguja en el centro de la herida. Ahí estaban los cuervos, avanzando en su carrera por ver quién era el que me hacía más daño, si ellos o yo. Una vez estaba el camino abierto, pasé de la aguja al punzón. Me lo clave en el muslo, grité tan fuerte que hizo callar los susurros de la plaza. Antes que los cuervos intentasen igualar el dolor, solté el punzón y me abracé a la cabeza de Talisa.
-Otra vez he vencido, ¿no estás orgullosa de mí? –terminé la frase besando la frente de la cabeza. – Sonríes, eso es que lo estás- mi voz sonaba temblorosa, como si estuviera desnudo en Dundarak.
Unos minutos después, tras pasar el dolor momentáneo, cogí una aguja limpia y la bañé en la herida. Utilicé la sangre para pintar las calaveras de los pájaros, una a una; con mucho cuidado, como si se tratase de mi misma calavera.
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-¿Me están quedando bien? Sí, la verdad es que sí. ¿Te gustan? A mí también me están gustan. ¿Qué crees que pensarán los de ahí abajo? Sí, tienes razón, no lo entenderán. Le resultará complicado. A veces, tengo la sensación que no entiendo ni yo – me levanté de la cama- Venga, arriba- cogí la cabeza de Talisa con una mano como si fuera una bola de jugar a los bolos- tenemos que enseñarles nuestras calaveras a los de abajo-.
Metí todas las calaveras de cuervo, la pintada y la que no, en un saco de cuero. La cabeza de Talisa la sujetaba con la mano izquierda, el saco con la derecha. Sin más, salí de la habitación y de la posada. Fui a la plaza, donde el corrillo de personas seguía con sus rezos sin prestarme atención. Nadie se fijó en ese viejo que caminaba arrastrando una pierna herida y que llevaba una cabeza de metal en una mano y una bolsa con calaveras en la otra; pensarían que era un disfraz.
Entre los altares, busqué un hueco vacío para poner el mío. Me senté de rodillas, puse la cabeza de Talisa a un lado y abrí el saco de cuero en el otro. Una a una, fui sacando las calaveras de cuervo. Formé un semicírculo con ellas, en el centro quedaba la que había pintado con mi sangre.
-Déjalo- le recriminé a la cabeza de Talisa- ya sé que no lo comprenderán, pero esto lo hago por mí. Soy el siervo de Duna, ¿no es así? Lo mejor que puedo ofrecer a un muerto como yo son calaveras de cuervos-.
Esta vez, al levantarme, cogí la cabeza de metal con las dos manos, no con una. Con la mano izquierda, le estaba tapando la boca. En mi mente, Talisa no dejaba de hablar. Me estaba volviendo loco, sabía que no podía decirme nada; estaba tan muerta como todos los demás. Sin embargo, y en contra de toda lógica, agradecía creer escuchar una voz femenina a mi lado. Hacía que no me sintiera tan solo.
- Aspecto Gerrit:
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Gerrit Nephgerd
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
Una vez más, como cada año, la capital de los brujos abandonaba la gris rutina para verse envuelta por una colorida celebración, la que honraba a todos aquellos que ya no caminaban entre los vivos. En vez de recordar a los muertos con tristeza en las islas aquel día era motivo de alegría, y todos sus habitantes preparaban con ilusión los adornos para sus casas y altares, esperando sentir la presencia de sus seres queridos una vez más. También era tradición disfrazarse y pintarse el rostro, cosas que chocaron un poco al dragón en cuanto su compañera le explicó lo que harían aquella tarde. En el norte no se veían aquel tipo de cosas, y para Alister quedó patente que las costumbres de los hechiceros eran bastante diferentes a las de su pueblo.
Para la de ojos verdes era una oportunidad perfecta de reencontrarse con una de las tradiciones de su raza, ya que no había tenido ocasión de celebrar aquel día debidamente desde que abandonó las islas con Vincent para ir en busca de su madre. Su maldición y todos los problemas que la habían perseguido durante los últimos años se lo habían impedido, pero aún guardaba el recuerdo de aquellos festejos cuando era apenas una adolescente y los Stone se ocupaban tanto de ella como de su hermano. - ¿Puedo ayudar en algo? - preguntó Alister, que la veía ir de un lado a otro de la habitación sin saber muy bien qué estaba buscando. - Estoy segura de que los dejé aquí. - masculló la joven mientras registraba los cajones del escritorio que solía usar para leer.
Aún era temprano pero según lo que le había comentado Elen tendrían gran parte del día ocupada solo para reunir los adornos y disfraces, todo ello a espaldas de Yennefer, que por suerte seguía dormida en la habitación de invitados. - ¡Aquí están! - exclamó la bruja, para de inmediato encogerse de hombros y arrepentirse, no debía despertar a su madre, no antes de que estuviese todo preparado. Tras unos instantes de silencio, en los que no se escuchó movimiento alguno en la casa, Elen volvió a calmarse y coloco con cuidado lo que había encontrado sobre la mesa. - ¿Tu padre? - preguntó el dragón al acercarse y pasear su mirada por los diferentes retratos. La de cabellos cenicientos asintió con la cabeza y esbozó una leve sonrisa sin apartar la mirada de los dibujos, que eran casi el único recuerdo que tenía de él, junto con las imágenes que Vladimir le había hecho rememorar durante su visita a la guarida de la Hermandad.
La centinela sabía que el vampiro había manipulado su mente para mostrarle aquellas cosas pero ¿por qué impedírselo? Quizá fuese la única forma de recordar los buenos momentos de su infancia. - Pondré este en el altar, ¿tú tienes alguno de tu familia? - preguntó, tomando uno de los retratos y levantando la vista hacia su compañero. - Supongo que nuestras costumbres te resultan raras pero es la forma que tenemos de honrarlos y sentirlos cerca, así no caen en el olvido. - añadió al poco, ya que el dragón se había quedado callado y ligeramente cabizbajo. - Siempre los llevo conmigo. - respondió Alister, para acto seguido abandonar la habitación durante un momento y regresar con los retratos de sus padres y hermana en las manos.
Elen las tomó con cuidado y las observó detenidamente, primero el de Emily y luego el del matrimonio. - Hacían una bonita pareja. - comentó, viendo la complicidad que había entre los padres del dragón en la imagen. - Puede que no estén físicamente aquí, mi padre tampoco, sus restos descansan en el norte, pero todos tendrán un lugar en el altar. - dijo, entregando de nuevo las imágenes al cazador. Una vez encontrados los retratos, ambos se prepararon rápidamente y cabalgaron hacia Beltrexus para comprar los adornos que la hechicera quería colocar, guirnaldas, calaveras, flores, velas, un par de muñecos y algo de comida. Luego llegó la hora de los disfraces, dos para ellos y uno más para Yennefer, junto con algo de maquillaje para que pudiesen pintarse los rostros después de ir al cementerio a montarlo todo.
Sabiendo que la tensai los descubriría si volvían a la casa familiar, decidieron quedarse en la ciudad el resto del día, contagiándose del ambiente festivo que inundaba las calles y aprovechando una de las posadas para cambiarse y maquillarse. Conscientes de que no había tumba sobre la que colocar el altar, ambos buscaron un lugar ligeramente apartado del cementerio y comenzaron a prepararlo todo al caer la tarde, tomando como base y apoyo un árbol. - Ya está, ahora iré a buscar a mi madre para que se una a nosotros. - anunció Elen en cuanto todo estuvo perfecto, dejando a Alister allí para que vigilase el lugar y se ocupase de mantener las velas encendidas. El trayecto hasta la casa familiar no le llevó mucho, y nada más llegar observó que Yennefer se encontraba cómodamente sentada junto al fuego en el salón, con un retrato entre las manos. - Al fin aparecéis, ya creí que ibais a pasar todo el día fuera. - dijo la hechicera al escuchar los pasos de su hija, levantando la vista y encontrando una imagen de ella que no esperaba.
- ¿Elen? - preguntó con cierta incredulidad, pero no tuvo tiempo de decir nada más. - Prepárate rápido, Alister nos espera. - la instó la joven, salvando la distancia que las separaba y entregándole el vestido que debía ponerse. Yennefer observó durante unos segundos la prenda y luego dejó escapar un suspiro, se levantó de su cómodo asiento y se encaminó a su habitación, donde no tardó mucho en cambiarse. La de cabellos cenicientos se encargó de maquillar a su madre, proceso que sí le llevó algo más de tiempo ya que no estaba acostumbrada a hacer aquellas cosas, luego ambas abandonaron la casa y se dirigieron al cementerio de Beltrexus, donde el dragón aguardaba junto al altar que los dos habían preparado con tanto cariño.
El lugar rebosaba color y alegría, cientos de personas se habían congregado alrededor de las tumbas de sus seres queridos y las risas se entremezclaban con la música, creando un ambiente totalmente festivo. - Por aquí. - dijo Elen, tomando de la mano a su madre para guiarla a través del gentío hasta el apartado árbol. Alister las esperaba frente al mismo, con la vista clavada en los retratos de su familia, que descansaban junto al del padre de Elen, entre las flores y calaveras. - Esto… es precioso. - oyó decir a Yennefer en cuanto llegaron, reaccionando de inmediato y dándose la vuelta para encarar al par de hechiceras. La morena se acercó lentamente y recorrió con la mirada el altar hasta toparse con el dibujo de su marido, momento en que hizo lo posible por mantenerse alegre, a pesar de que él ya no estuviese a su lado.
- Le habría encantado. - dijo instantes después, mientras acariciaba la imagen. Elen sonrió al escuchar sus palabras, aunque echaba en falta la presencia de su hermano Vince y de la pequeña Allyson en aquella celebración. - Mira como ha crecido nuestra pequeña, cuan orgulloso estarías de ella si la vieras ahora. - comentó la morena, como si su esposo estuviese allí y pudiese oírla. Aquella noche sería larga, los festejos se alargarían hasta bien entrada la madrugada así que se quedarían reunidos en torno al árbol, compartiendo historias del pasado para recordar a los que ya no estaban.
Para la de ojos verdes era una oportunidad perfecta de reencontrarse con una de las tradiciones de su raza, ya que no había tenido ocasión de celebrar aquel día debidamente desde que abandonó las islas con Vincent para ir en busca de su madre. Su maldición y todos los problemas que la habían perseguido durante los últimos años se lo habían impedido, pero aún guardaba el recuerdo de aquellos festejos cuando era apenas una adolescente y los Stone se ocupaban tanto de ella como de su hermano. - ¿Puedo ayudar en algo? - preguntó Alister, que la veía ir de un lado a otro de la habitación sin saber muy bien qué estaba buscando. - Estoy segura de que los dejé aquí. - masculló la joven mientras registraba los cajones del escritorio que solía usar para leer.
Aún era temprano pero según lo que le había comentado Elen tendrían gran parte del día ocupada solo para reunir los adornos y disfraces, todo ello a espaldas de Yennefer, que por suerte seguía dormida en la habitación de invitados. - ¡Aquí están! - exclamó la bruja, para de inmediato encogerse de hombros y arrepentirse, no debía despertar a su madre, no antes de que estuviese todo preparado. Tras unos instantes de silencio, en los que no se escuchó movimiento alguno en la casa, Elen volvió a calmarse y coloco con cuidado lo que había encontrado sobre la mesa. - ¿Tu padre? - preguntó el dragón al acercarse y pasear su mirada por los diferentes retratos. La de cabellos cenicientos asintió con la cabeza y esbozó una leve sonrisa sin apartar la mirada de los dibujos, que eran casi el único recuerdo que tenía de él, junto con las imágenes que Vladimir le había hecho rememorar durante su visita a la guarida de la Hermandad.
- Padre de Elen:
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La centinela sabía que el vampiro había manipulado su mente para mostrarle aquellas cosas pero ¿por qué impedírselo? Quizá fuese la única forma de recordar los buenos momentos de su infancia. - Pondré este en el altar, ¿tú tienes alguno de tu familia? - preguntó, tomando uno de los retratos y levantando la vista hacia su compañero. - Supongo que nuestras costumbres te resultan raras pero es la forma que tenemos de honrarlos y sentirlos cerca, así no caen en el olvido. - añadió al poco, ya que el dragón se había quedado callado y ligeramente cabizbajo. - Siempre los llevo conmigo. - respondió Alister, para acto seguido abandonar la habitación durante un momento y regresar con los retratos de sus padres y hermana en las manos.
Elen las tomó con cuidado y las observó detenidamente, primero el de Emily y luego el del matrimonio. - Hacían una bonita pareja. - comentó, viendo la complicidad que había entre los padres del dragón en la imagen. - Puede que no estén físicamente aquí, mi padre tampoco, sus restos descansan en el norte, pero todos tendrán un lugar en el altar. - dijo, entregando de nuevo las imágenes al cazador. Una vez encontrados los retratos, ambos se prepararon rápidamente y cabalgaron hacia Beltrexus para comprar los adornos que la hechicera quería colocar, guirnaldas, calaveras, flores, velas, un par de muñecos y algo de comida. Luego llegó la hora de los disfraces, dos para ellos y uno más para Yennefer, junto con algo de maquillaje para que pudiesen pintarse los rostros después de ir al cementerio a montarlo todo.
- Padres de Alister y Emily:
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- Disfraces de Elen y Alister:
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Sabiendo que la tensai los descubriría si volvían a la casa familiar, decidieron quedarse en la ciudad el resto del día, contagiándose del ambiente festivo que inundaba las calles y aprovechando una de las posadas para cambiarse y maquillarse. Conscientes de que no había tumba sobre la que colocar el altar, ambos buscaron un lugar ligeramente apartado del cementerio y comenzaron a prepararlo todo al caer la tarde, tomando como base y apoyo un árbol. - Ya está, ahora iré a buscar a mi madre para que se una a nosotros. - anunció Elen en cuanto todo estuvo perfecto, dejando a Alister allí para que vigilase el lugar y se ocupase de mantener las velas encendidas. El trayecto hasta la casa familiar no le llevó mucho, y nada más llegar observó que Yennefer se encontraba cómodamente sentada junto al fuego en el salón, con un retrato entre las manos. - Al fin aparecéis, ya creí que ibais a pasar todo el día fuera. - dijo la hechicera al escuchar los pasos de su hija, levantando la vista y encontrando una imagen de ella que no esperaba.
- ¿Elen? - preguntó con cierta incredulidad, pero no tuvo tiempo de decir nada más. - Prepárate rápido, Alister nos espera. - la instó la joven, salvando la distancia que las separaba y entregándole el vestido que debía ponerse. Yennefer observó durante unos segundos la prenda y luego dejó escapar un suspiro, se levantó de su cómodo asiento y se encaminó a su habitación, donde no tardó mucho en cambiarse. La de cabellos cenicientos se encargó de maquillar a su madre, proceso que sí le llevó algo más de tiempo ya que no estaba acostumbrada a hacer aquellas cosas, luego ambas abandonaron la casa y se dirigieron al cementerio de Beltrexus, donde el dragón aguardaba junto al altar que los dos habían preparado con tanto cariño.
- Disfraz de Yennefer:
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El lugar rebosaba color y alegría, cientos de personas se habían congregado alrededor de las tumbas de sus seres queridos y las risas se entremezclaban con la música, creando un ambiente totalmente festivo. - Por aquí. - dijo Elen, tomando de la mano a su madre para guiarla a través del gentío hasta el apartado árbol. Alister las esperaba frente al mismo, con la vista clavada en los retratos de su familia, que descansaban junto al del padre de Elen, entre las flores y calaveras. - Esto… es precioso. - oyó decir a Yennefer en cuanto llegaron, reaccionando de inmediato y dándose la vuelta para encarar al par de hechiceras. La morena se acercó lentamente y recorrió con la mirada el altar hasta toparse con el dibujo de su marido, momento en que hizo lo posible por mantenerse alegre, a pesar de que él ya no estuviese a su lado.
- Le habría encantado. - dijo instantes después, mientras acariciaba la imagen. Elen sonrió al escuchar sus palabras, aunque echaba en falta la presencia de su hermano Vince y de la pequeña Allyson en aquella celebración. - Mira como ha crecido nuestra pequeña, cuan orgulloso estarías de ella si la vieras ahora. - comentó la morena, como si su esposo estuviese allí y pudiese oírla. Aquella noche sería larga, los festejos se alargarían hasta bien entrada la madrugada así que se quedarían reunidos en torno al árbol, compartiendo historias del pasado para recordar a los que ya no estaban.
- Altar y adornos:
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Elen Calhoun
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
Tengo que admitirlo, tuve buenas intenciones, realmente muy buenas. Estaba teniendo un gran momento, recordando anécdotas divertidas con mis muertitos, saltando en mi línea de tiempo, de años en años, momentos buenos, momentos malos, momentos felices y otros no tanto. Físicamente estaba sola en mi carpa, pero sentía que el espacio estaba lleno… tal vez demasiado. Arg… ya pues. Necesito algo de aire. Ahí nos vemos al rato dije agitando la botella. Me serví algo de cerveza en un vaso pequeño, de paso regué un poco el resto del altar, que ya era hora de que ellos también bebieran un poco más de estos buenos tratos de la vida carnal, después de todo, probablemente iba a pasar un buen tiempo antes de que decidiera volver a celebrarles sus existencias tan alegremente.
El golpe del aire fresco me trajo un poco a mis sentidos. Parpadee un par de veces, no podía estar tan borracha como para ver oscuro. ¡Oh! Jojo… ya es de noche. ¡Qué interesante! advertí. Velas de colores, adornos de papel y flores que sólo se veían bajo el amparo de la luna. Si no pertenecieran a la isla de los brujos, ya las hubiera reclamado como emblema de los licántropos. La luna era nuestra, pero podría compartirla con esas hermosas flores. Noté que por vez primera había acertado decentemente con mi disfraz. Habían variaciones muy bellas, pero nada se comparaba con mis plumas negras. Yo era como un cuervo, un cuervo viudo y negro, así como la mala suerte que siempre me seguía. Irónico. Mi disfraz era para recordarme cuando llegara a este punto, porque siempre supe que iba a llegar a este punto.
Estamos celebrando la vida de los muertos juas… dije para mí misma, mirando aquí y allá. Hubo un árbol altar que me llamó mucho la atención. Parecía que las aves de papel en vez de colgar del árbol, volaran a su alrededor. Alguien los quiere mucho dije con un amargo amago de sonrisa. No importa, este año, sólo este año, yo los quiero más dije mirando el vaso medio lleno. Sí, sólo por esta vez, Feith se portaría bien. Estaba en el proceso de ello, tomando aire y los últimos sorbos de alcohol. Después de ese vaso, retornaría con mis muertos para pasar el resto de la noche con sus honorables memorias. No las feas. Sólo las honorables. Sonreí “Malditos con suerte. Algún día alguien espero que haga esto por mí”.
Me di la media vuelta, dispuesta a cambiar de rumbo. Era un poco deprimente ver lo triste de mi habilidad motriz para hacer un altar hermoso como los que estaban a mi alrededor. No era que yo no tuviera “magia” sino que nada lindo podía ser fabricado por mí. Ni siquiera mi sonrisa era bella. Muchos se turbaban al verla. Ché iba a echar un escupitajo al suelo, pero lo contuve y me lo tragué, lo que me dio un acceso de tos que tuve que apagar con lo que me quedaba de mi trago. Me agaché a un lado del camino, pensaba descansar unos momentos mientras todo volvía a su lugar cuando el inconfundible olor a sangre llegó a mi olfato. Instintivamente me relamí los labios y busqué la fuente de tal ambrosía. Era la sangre más dulce que había olido desde que dejé de beberla por placer, esa sangre parecía tener voz y llamarme. Caminé en cuatro patas, arrastrando mi hermoso vestido recubierto de plumas negras, ensuciándolo y maltratándolo.
Sabía que no debía, que tenía que comportarme, pero… “Sólo un poco más, ay me ensucié de todas formas…” me decía mi lado malvado, el de la loba loca y agresiva que quería suprimir solamente por esa noche. Cuando vi el recipiente de tan delicado néctar solamente fui capaz de torcer la boca y observar con desilusión al viejo que hablaba solo. Cuanto menos esperaba un joven sexy y fuerte… mis palabras sonaron más fuertes de lo que pretendí en un principio. Me puse en pie rápidamente y caminé de forma un poco más digna hacia el anciano que se creía pariente de los cuervos Eh… interesante elección de tributo comenté, torciendo la cabeza para encontrarle algún sentido a su altar. La cabeza le da el toque agregué, mirando lo que quedaba del cráneo metálico de lo que supuse fue un biocibernético entre las manos del viejo. Era una imagen bastante dramática la que tenía a la vista, contrastaba bastante con el ambiente general. Tal vez por eso me arriesgué a acercarme más, no era tan doloroso verlo a él con su tributo en comparación con los casi templos de más allá.
¿Era necesario también lastimarse para la imagen general? Pregunté enarcando una ceja y cruzándome de brazos de una forma bastante incómoda, teniendo en cuenta el vaso. Tener los brazos cruzados era mejor que intentar desnudar al viejo para lamer su sangre o clavarle los colmillos para exprimirlo como un limón. Alguien tan mayor… carraspee un poco, era el día de honrar a los muertos, al menos tenía que tenerle respeto a alguien que por su apariencia pronto estaría en el más allá que en el más acá …debería de tener más tributos… ¿no?. Busqué sus ojos entre las arrugas y el pelo blanco, eran azules profundos. Me gustaban esos ojos y esa expresión. Un temblor bajó por mi espina, el querer beber su sangre y arrebatarle los ojos me recordó a Eona. Di un paso atrás, como si estuviese viendo un monstruo, él era mí monstruo personal. Entrecerré los ojos “¿Real o fantasía?”.
El golpe del aire fresco me trajo un poco a mis sentidos. Parpadee un par de veces, no podía estar tan borracha como para ver oscuro. ¡Oh! Jojo… ya es de noche. ¡Qué interesante! advertí. Velas de colores, adornos de papel y flores que sólo se veían bajo el amparo de la luna. Si no pertenecieran a la isla de los brujos, ya las hubiera reclamado como emblema de los licántropos. La luna era nuestra, pero podría compartirla con esas hermosas flores. Noté que por vez primera había acertado decentemente con mi disfraz. Habían variaciones muy bellas, pero nada se comparaba con mis plumas negras. Yo era como un cuervo, un cuervo viudo y negro, así como la mala suerte que siempre me seguía. Irónico. Mi disfraz era para recordarme cuando llegara a este punto, porque siempre supe que iba a llegar a este punto.
Estamos celebrando la vida de los muertos juas… dije para mí misma, mirando aquí y allá. Hubo un árbol altar que me llamó mucho la atención. Parecía que las aves de papel en vez de colgar del árbol, volaran a su alrededor. Alguien los quiere mucho dije con un amargo amago de sonrisa. No importa, este año, sólo este año, yo los quiero más dije mirando el vaso medio lleno. Sí, sólo por esta vez, Feith se portaría bien. Estaba en el proceso de ello, tomando aire y los últimos sorbos de alcohol. Después de ese vaso, retornaría con mis muertos para pasar el resto de la noche con sus honorables memorias. No las feas. Sólo las honorables. Sonreí “Malditos con suerte. Algún día alguien espero que haga esto por mí”.
Me di la media vuelta, dispuesta a cambiar de rumbo. Era un poco deprimente ver lo triste de mi habilidad motriz para hacer un altar hermoso como los que estaban a mi alrededor. No era que yo no tuviera “magia” sino que nada lindo podía ser fabricado por mí. Ni siquiera mi sonrisa era bella. Muchos se turbaban al verla. Ché iba a echar un escupitajo al suelo, pero lo contuve y me lo tragué, lo que me dio un acceso de tos que tuve que apagar con lo que me quedaba de mi trago. Me agaché a un lado del camino, pensaba descansar unos momentos mientras todo volvía a su lugar cuando el inconfundible olor a sangre llegó a mi olfato. Instintivamente me relamí los labios y busqué la fuente de tal ambrosía. Era la sangre más dulce que había olido desde que dejé de beberla por placer, esa sangre parecía tener voz y llamarme. Caminé en cuatro patas, arrastrando mi hermoso vestido recubierto de plumas negras, ensuciándolo y maltratándolo.
Sabía que no debía, que tenía que comportarme, pero… “Sólo un poco más, ay me ensucié de todas formas…” me decía mi lado malvado, el de la loba loca y agresiva que quería suprimir solamente por esa noche. Cuando vi el recipiente de tan delicado néctar solamente fui capaz de torcer la boca y observar con desilusión al viejo que hablaba solo. Cuanto menos esperaba un joven sexy y fuerte… mis palabras sonaron más fuertes de lo que pretendí en un principio. Me puse en pie rápidamente y caminé de forma un poco más digna hacia el anciano que se creía pariente de los cuervos Eh… interesante elección de tributo comenté, torciendo la cabeza para encontrarle algún sentido a su altar. La cabeza le da el toque agregué, mirando lo que quedaba del cráneo metálico de lo que supuse fue un biocibernético entre las manos del viejo. Era una imagen bastante dramática la que tenía a la vista, contrastaba bastante con el ambiente general. Tal vez por eso me arriesgué a acercarme más, no era tan doloroso verlo a él con su tributo en comparación con los casi templos de más allá.
¿Era necesario también lastimarse para la imagen general? Pregunté enarcando una ceja y cruzándome de brazos de una forma bastante incómoda, teniendo en cuenta el vaso. Tener los brazos cruzados era mejor que intentar desnudar al viejo para lamer su sangre o clavarle los colmillos para exprimirlo como un limón. Alguien tan mayor… carraspee un poco, era el día de honrar a los muertos, al menos tenía que tenerle respeto a alguien que por su apariencia pronto estaría en el más allá que en el más acá …debería de tener más tributos… ¿no?. Busqué sus ojos entre las arrugas y el pelo blanco, eran azules profundos. Me gustaban esos ojos y esa expresión. Un temblor bajó por mi espina, el querer beber su sangre y arrebatarle los ojos me recordó a Eona. Di un paso atrás, como si estuviese viendo un monstruo, él era mí monstruo personal. Entrecerré los ojos “¿Real o fantasía?”.
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
En uno de mis recurrentes viajes a las islas coincidí con una de las festividades más importante en el calendario de los magos. Y como buena persona curiosa y con gran hambre de conocimiento me interesé en averiguar de que iba todo aquello a lo que los brujos llamaban "Día de los difuntos". Así pues tome el dinero que tenía y mi zurrón y me dirigí a Beltrexus, que al ser la capital supuse que sería el mejor ejemplo de como se festejaba dicha festividad.
Conforme me fui acercando a la villa, fui encontrándome por el camino a diversas personas disfrazadas de esqueletos. Eso no era algo que me resultara extraño en aquellas fechas, hacía poco que había estado en la Feria de los Horrores, dónde la dinámica del disfraz también había sido la vida de ultratumba. Sin embargo, aquellos disfraces no parecía que buscasen lo mismo que los que vi en Sacrestic Ville. Mientras que en Sacrestic Ville se vivía un ambiente profano y burlesco sobre la muerte, en Beltrexus se podía palpar un ambiente alegre, festivo y como de reencuentro con aquellos seres del más allá. No se buscaba profanar la muerte, más bien se convivía con ella como conmemorando la vida de los que ya no estaban con una fiesta en su honor, algo bastante diferente a lo que había experimentado antes.
"Mmm... debería disfrazarme yo tambien" me rasqué el mentón mientras miraba a la gente que me acompañaba en el camino. Me giré y miré al conejo muerto viviente que había ganado en la Feria1. -¿Tu qué opinas?
El conejo se me quedo mirando con las orejas totalmente erectas y moviendo de forma cómica su hocico.
-Si, comprendo. Aunque tu lo tienes fácil. Llevas el disfraz de muerto de serie. - me mordí el pulgar mirando a mi alrededor buscando una solución a aquel nuevo problema.
Encontré un puesto en el que vendían trajes para la fiesta. Algo típico, siempre habían mercaderes que acudían raudos a sacar beneficios extras de cualquier acontecimiento importante, sobretodo en aquellos extranjeros como yo que iban a aquellos festejos sin tener ni idea de que trataban.
-¡Vamos Gus!- apremié al conejo, al que no tardé mucho tiempo en ponerle un nombre. Este me siguió con pequeños saltos que hacían que sus orejas se balancearan tanto como una veleta.
Me abrí paso entre la gente, seguido de cerca por mi fiel conejo, y conseguí entrar en la tienda. No tardo en aparecer frente a mi un gordo tendedero que me miraba con ojos brillantes frotándose las manos con cierto nerviosismo y mordiéndose la lengua con una sonrisa que no me inducia una buena sensación.
-¿En que puedo ayudarte jovén? - levanté la mano para responder, pero parece que no comprendí que aquello era una pregunta retorica. -¿Un gran disfraz de gala? ¡Si lo tengo! ¡Por sólo cuatrocientos aeros! - mis ojos se pusieron como platos cuando escuche el precio. ¡Por aquella cantidad prácticamente me podría comprar una casa! - ¡Venga, venga! ¡Es una ganga! - colocó la mano en mi espalda y me internó aún más en la tienda. ¿Acaso llevaba las pintas de un hombre rico? - ¡Oh...! ¡Seguro que eso para usted es sólo basura! ¡Perdone mi insolencia! ¡Le mostraré los grandes atuendos! ¡Dignos sólo de las cuatro grandes familias de brujos! ¡Y por solo ochocientos aeros!
- ¡Ey! ¡Ey! - me desembaracé del brazo de aquel hombre - ¿Acaso me has visto cara de mina de oro o qué? ¡Ni loco me gasto cuatrocientos aeros en un disfraz! - puse distancia entre ambos mientras notaba como me iba alterando por momentos. - Principalmente porque no los tengo. Yo sólo quiero algo barato y a ser posible de alquiler.
-¡Bah! ¡Otro muerto de hambre! ¡No se por qué me has hecho perder el tiempo contigo! - el hombre me fulminó con la mirada cruzado de brazos.
- ¡Pero si no me has dejado ni hablar!
- ¡Bah! - zarandeó la mano quitándole importancia al asunto e ignorando mi incipiente enfado. -Mira por el fondo. Ahí están las cosas reservadas para los tipos como tu. - se volvió y fue de nuevo hacia la entrada, seguramente a la espera de cazar alguna otra posible victima de sus estrafalarios precios.
Achiné los ojos y miré como se iba aquel tendedero gordo mientras apretaba los puños y me mordía el labio. Apreté los dientes y me giré desairado.
Busqué entre los diferentes percheros que contenían gran cantidad de ropa usada y vieja,algunas prendas incluso estaban roídas o tenían agujeros. Al final encontré lo que buscaba. De entre todos los atuendos cogí un chaqué negro con solapas grandes de un color rojo bastante llamativo junto al propio pantalón negro a juego. También tomé un pañuelo azul vivo que me coloqué en el cuello a forma de corbata y bueno la típica camisa blanca. Por ultimo también tomé un sombrero de copa. Me probé todo y, aunque el traje era bastante viejo e incluso estaba roído en algunas partes, me quedaba bien pero me faltaba algo. Oteé la tienda y encontré una sección de complementos, seguramente ahí encontraría aquello que me faltaba.
Tras algunos minutos sumergido en toda una mar de complementos hallé un peluca de pelo a lo afro y un violín, que aunque parecía muy real, era de juguete. Los añadí a mi conjunto y encontré que cuadraban a la perfección. Tenía ya el elemento elegante con el chaqué, que era apropiado para hacer honor a la importancia del evento, la ropa colorida, en consonancia con la alegría que aquel día representaba para los magos, y el pelo afro y el violín, orientados a aquel aspecto divertido de la festividad.
- ¿Qué opinas Gus? - di una vuelta sobre mi mismo ante mi acompañante. Este respondió con el mismo gesto de antes, movimiento del hocico y orejas erectas. Sabía que no me comprendía, pero era una buena escusa para expresar mis pensamiento en voz alta. - Si lo se, me falta el maquillaje. Pero para eso ya tengo una idea perfecta.
Con mis nuevas ropas me dirigí al mostrador, donde estaba atendiendo una joven chica con un aspecto muy amable. Y menos mal, no me hacia mucha gracia reencontrarme con aquel impertinente tendedero.
- ¡Muy buenos días! - la chica esbozo una amplia sonrisa. - ¿Para comprar o alquilar?
- Para alquilar. - sonreí habiendo sido contagiado por la dependienta.
- ¡Perfecto! - tomó las prendas y comenzó a anotar cosas en una especie de registro. - ¿Va a querer que guardemos sus cosas en un taquilla hasta que devuelva los artículos? Si lo hace tiene acceso a un descuento. - se acercó y me susurro. - Es una medida que tiene la tienda para asegurarse de que devuelven los trajes, aprovecha...
-Vale si, perfecto.
-¡Muy bien! ¡Gracias por su visita y disfrute del día! - me dedicó una ultima sonrisa mientras me indicaba el precio en una especie de resguardo y me daba una llave.
Una vez guardé todo en aquella taquilla y me aseguré de guardar bien la llave en uno de los bolsillos de aquel traje comencé a retomar mi camino hacía el interior de la ciudad.
-Bien es hora de "maquillarse" -saqué un pastelito con forma de calavera, otra de mis adquisiciones de Sacrestic.2
Cuando terminé de comérmelo sentí algo raro en mi cuerpo, como si una energía mágica recorriera mis venas. Sentí un pequeño cosquilleo a nivel general que me hizo cerrar los ojos. Cuando los abrí vi que mis manos estaba, a simple vista, desprovistas de piel, y podía apreciarse el blanco de mis huesos sobre un fondo negro.
-¡Genial! - apreté el puño en señal de victoria. - ¡Vamos Gus! ¡Tenemos que descubrir muchas cosas!
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1: Animal acompañante otorgado por Master Sigel en el evento: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Uso de este objeto máster.
2:Pastelito de calavera de Shappy: Otorga la apariencia de un esqueleto real. Uso de objeto Máster obtenido en el evento: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].Conforme me fui acercando a la villa, fui encontrándome por el camino a diversas personas disfrazadas de esqueletos. Eso no era algo que me resultara extraño en aquellas fechas, hacía poco que había estado en la Feria de los Horrores, dónde la dinámica del disfraz también había sido la vida de ultratumba. Sin embargo, aquellos disfraces no parecía que buscasen lo mismo que los que vi en Sacrestic Ville. Mientras que en Sacrestic Ville se vivía un ambiente profano y burlesco sobre la muerte, en Beltrexus se podía palpar un ambiente alegre, festivo y como de reencuentro con aquellos seres del más allá. No se buscaba profanar la muerte, más bien se convivía con ella como conmemorando la vida de los que ya no estaban con una fiesta en su honor, algo bastante diferente a lo que había experimentado antes.
"Mmm... debería disfrazarme yo tambien" me rasqué el mentón mientras miraba a la gente que me acompañaba en el camino. Me giré y miré al conejo muerto viviente que había ganado en la Feria1. -¿Tu qué opinas?
El conejo se me quedo mirando con las orejas totalmente erectas y moviendo de forma cómica su hocico.
-Si, comprendo. Aunque tu lo tienes fácil. Llevas el disfraz de muerto de serie. - me mordí el pulgar mirando a mi alrededor buscando una solución a aquel nuevo problema.
Encontré un puesto en el que vendían trajes para la fiesta. Algo típico, siempre habían mercaderes que acudían raudos a sacar beneficios extras de cualquier acontecimiento importante, sobretodo en aquellos extranjeros como yo que iban a aquellos festejos sin tener ni idea de que trataban.
-¡Vamos Gus!- apremié al conejo, al que no tardé mucho tiempo en ponerle un nombre. Este me siguió con pequeños saltos que hacían que sus orejas se balancearan tanto como una veleta.
Me abrí paso entre la gente, seguido de cerca por mi fiel conejo, y conseguí entrar en la tienda. No tardo en aparecer frente a mi un gordo tendedero que me miraba con ojos brillantes frotándose las manos con cierto nerviosismo y mordiéndose la lengua con una sonrisa que no me inducia una buena sensación.
-¿En que puedo ayudarte jovén? - levanté la mano para responder, pero parece que no comprendí que aquello era una pregunta retorica. -¿Un gran disfraz de gala? ¡Si lo tengo! ¡Por sólo cuatrocientos aeros! - mis ojos se pusieron como platos cuando escuche el precio. ¡Por aquella cantidad prácticamente me podría comprar una casa! - ¡Venga, venga! ¡Es una ganga! - colocó la mano en mi espalda y me internó aún más en la tienda. ¿Acaso llevaba las pintas de un hombre rico? - ¡Oh...! ¡Seguro que eso para usted es sólo basura! ¡Perdone mi insolencia! ¡Le mostraré los grandes atuendos! ¡Dignos sólo de las cuatro grandes familias de brujos! ¡Y por solo ochocientos aeros!
- ¡Ey! ¡Ey! - me desembaracé del brazo de aquel hombre - ¿Acaso me has visto cara de mina de oro o qué? ¡Ni loco me gasto cuatrocientos aeros en un disfraz! - puse distancia entre ambos mientras notaba como me iba alterando por momentos. - Principalmente porque no los tengo. Yo sólo quiero algo barato y a ser posible de alquiler.
-¡Bah! ¡Otro muerto de hambre! ¡No se por qué me has hecho perder el tiempo contigo! - el hombre me fulminó con la mirada cruzado de brazos.
- ¡Pero si no me has dejado ni hablar!
- ¡Bah! - zarandeó la mano quitándole importancia al asunto e ignorando mi incipiente enfado. -Mira por el fondo. Ahí están las cosas reservadas para los tipos como tu. - se volvió y fue de nuevo hacia la entrada, seguramente a la espera de cazar alguna otra posible victima de sus estrafalarios precios.
Achiné los ojos y miré como se iba aquel tendedero gordo mientras apretaba los puños y me mordía el labio. Apreté los dientes y me giré desairado.
Busqué entre los diferentes percheros que contenían gran cantidad de ropa usada y vieja,algunas prendas incluso estaban roídas o tenían agujeros. Al final encontré lo que buscaba. De entre todos los atuendos cogí un chaqué negro con solapas grandes de un color rojo bastante llamativo junto al propio pantalón negro a juego. También tomé un pañuelo azul vivo que me coloqué en el cuello a forma de corbata y bueno la típica camisa blanca. Por ultimo también tomé un sombrero de copa. Me probé todo y, aunque el traje era bastante viejo e incluso estaba roído en algunas partes, me quedaba bien pero me faltaba algo. Oteé la tienda y encontré una sección de complementos, seguramente ahí encontraría aquello que me faltaba.
Tras algunos minutos sumergido en toda una mar de complementos hallé un peluca de pelo a lo afro y un violín, que aunque parecía muy real, era de juguete. Los añadí a mi conjunto y encontré que cuadraban a la perfección. Tenía ya el elemento elegante con el chaqué, que era apropiado para hacer honor a la importancia del evento, la ropa colorida, en consonancia con la alegría que aquel día representaba para los magos, y el pelo afro y el violín, orientados a aquel aspecto divertido de la festividad.
- ¿Qué opinas Gus? - di una vuelta sobre mi mismo ante mi acompañante. Este respondió con el mismo gesto de antes, movimiento del hocico y orejas erectas. Sabía que no me comprendía, pero era una buena escusa para expresar mis pensamiento en voz alta. - Si lo se, me falta el maquillaje. Pero para eso ya tengo una idea perfecta.
Con mis nuevas ropas me dirigí al mostrador, donde estaba atendiendo una joven chica con un aspecto muy amable. Y menos mal, no me hacia mucha gracia reencontrarme con aquel impertinente tendedero.
- ¡Muy buenos días! - la chica esbozo una amplia sonrisa. - ¿Para comprar o alquilar?
- Para alquilar. - sonreí habiendo sido contagiado por la dependienta.
- ¡Perfecto! - tomó las prendas y comenzó a anotar cosas en una especie de registro. - ¿Va a querer que guardemos sus cosas en un taquilla hasta que devuelva los artículos? Si lo hace tiene acceso a un descuento. - se acercó y me susurro. - Es una medida que tiene la tienda para asegurarse de que devuelven los trajes, aprovecha...
-Vale si, perfecto.
-¡Muy bien! ¡Gracias por su visita y disfrute del día! - me dedicó una ultima sonrisa mientras me indicaba el precio en una especie de resguardo y me daba una llave.
Una vez guardé todo en aquella taquilla y me aseguré de guardar bien la llave en uno de los bolsillos de aquel traje comencé a retomar mi camino hacía el interior de la ciudad.
-Bien es hora de "maquillarse" -saqué un pastelito con forma de calavera, otra de mis adquisiciones de Sacrestic.2
Cuando terminé de comérmelo sentí algo raro en mi cuerpo, como si una energía mágica recorriera mis venas. Sentí un pequeño cosquilleo a nivel general que me hizo cerrar los ojos. Cuando los abrí vi que mis manos estaba, a simple vista, desprovistas de piel, y podía apreciarse el blanco de mis huesos sobre un fondo negro.
-¡Genial! - apreté el puño en señal de victoria. - ¡Vamos Gus! ¡Tenemos que descubrir muchas cosas!
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1: Animal acompañante otorgado por Master Sigel en el evento: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Uso de este objeto máster.
- Conejo Zombie:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Y aquí dejo mi disfraz.
- Disfraz de Ircan:
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
Importante: todo lo subrayado son links a fotos o información. Clíckalos! <3
Las calles de Beltrexus se estaban llenando de decoraciones porque se acercaba el día de los Difuntos, una de las mejores fiestas que teníamos en las Islas. A pesar de tratarse de una celebración para recordar a nuestros muertos, lo hacíamos de una forma muy alegre. En otras regiones era todo más lúgubre y triste. Pero aquí no, salíamos con disfraces, colocábamos flores muy coloridas por todos lados… ¡Era muy bonito! Y había mucho ambiente festivo. Recuerdo que cuando éramos más pequeños, mi hermano y yo preparábamos un altar para nuestros difuntos junto con nuestros padres. Todo lleno de flores, de cintas, de figuras… Luego mi madre nos pintaba la cara y salíamos a festejar a la calle con nuestros amigos.
Aun cuando fui algo más mayor seguía haciendo el altar. No con tantísima ilusión como cuando era pequeña, pero sí que me motivaba a hacerlo todos los años para que quedase bonito. No quería que nadie tuviera un altar más hermoso que el mío, obviamente. Así que me empeñaba en conseguir lo mejor, incluso traído desde otras partes de Aerandir, exclusivamente para ese día.
Pero este año iba a ser distinto…
Desde lo ocurrido en Sacrestic Ville, mi madre no estaba por la labor de hacer prácticamente nada. Seguía en la habitación de mi hermano, apenas la veíamos y si salía del cuarto se movía por la casa como un alma en pena. A veces parecía de la familia Boisson. Y ante la cercanía del día de los Difuntos les propuse a mis padres hacer altares, como todos los años, para alegrar un poco la casa. Mi padre me dijo que estaba de acuerdo, era tradición y nuestros difuntos merecían su altar. Pero mi madre se negó a hacer nada que fuera festivo cuando mi hermano seguía debatiéndose entre la vida y la muerte. A veces, horribles pensamientos surcaban mi cabeza, en los que pensaba que era mejor la muerte que el sufrimiento de estar en un limbo sin saber si despertaría o no. Simplemente respiraba de forma tenue, no más. Ni reaccionaba al ruido, ni se movía, nada. Ni siquiera los médicos daban un diagnóstico.
Otras veces pensaba, durante segundos, en la propuesta que hizo Cyrilo en su día. Pero rápido la descartaba. No podía tener a mi hermano siendo un chupasangres.
Debido a la negativa de mi madre de poner cualquier adorno a las vasijas de mis abuelos, tuve que pensar otra cosa para poder disfrutar la fiesta. Mis abuelos, sus padres, merecían su altar, había perdido a dos de ellos sin ni siquiera conocerlos y nunca había dejado de rendirles un homenaje, tal y como merecían por ser miembros de nuestra gran familia. Según me había contado mi madre cuando éramos pequeños, ellos habían muerto debido a una enfermedad poco tiempo antes de nacer yo. Mi abuelo, Armel Valguerique fue un hombre muy importante e influyente en las Islas; mi abuela, Cecilia, una dama de la alta sociedad muy respetada en el sur. De ella me dieron mi segundo nombre. Y desde pequeña siempre había pensado que ambos tenían que ver con la realeza, había crecido con esa ilusión.
A pesar de que mi madre no tuviera intenciones de celebrar nada yo sí lo hice por mi cuenta. Se acercaba el día de los difuntos y no iba a dejar pasar la ocasión para hacer unos cuantos altares. Así que, como todos los años empecé a encargar todo lo que necesitaba: flores de todo tipo como rosas de varios colores, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y un par de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], varias velas, vasos de cristal para las velas y cálices para el agua, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], incienso y las cruces de polvo de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Una de las tardes, mientras trabajaba, me puse a repasar la lista para ver qué me faltaba. Tenía los retratos de mis abuelos, por supuesto, pero me faltaba uno más. Dejé los contratos que estaba ordenando a un lado de la mesa y comencé a escribir en un papiro una carta, la cual tuve que repetir varias veces porque no me salía lo que quería decir. A quien iba dirigida era a alguien con quien hacía meses que no tenía trato. De hecho, no sabía nada de esa persona, así que no sabía cómo pedirle que viniera para el Día de los Difuntos. Al final, me quedó la carta más sosa del mundo, pero lo importante era lo que le decía. Sin mucho tardar me fui hacia Natasha y le pedí que me ayudara en un par de cositas, aunque no estaba muy por la labor y sólo me consiguió dos de las cosas que pedí. ¡Boisson tenía que ser!
Esa noche volví a mi casa corriendo para poder decirles a los encargados de los [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que me enviasen una carta. Estaba tan concentrada en mi carta que se me olvidó saludar a mi [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], no le llevé la manzana que todos los días le daba. Era una ironía de los dioses que una de mis mascotas fuese una especie de murciélago al que se solía confundir con vampiro.
Los días pasaron y todo lo que encargué iba llegando. Los sirvientes iban a buscarlo a las tiendas en mi nombre y cuando regresaba del trabajo estaba todo en mi cuarto. Así mi madre no lo veía y no podía poner quejas.
¡Y por fin el día llegó! Estaba emocionada por preparar los altares y rápidamente cogí las vasijas de mis abuelos, dispuesta a armarles un precioso altar en la entrada de nuestra mansión. Esta vez no estaba mi hermano ni mi madre para ayudarme, pero yo solita me apañaba con la ayuda de mis doncellas. - ¡Que destaque el color rojo! ¡Y el dorado! Que se vea que son Harrowmonts. - Decía con orgullo mientras colocaba los papiros de papel picado y estandartes de la familia.
Puse una bandeja honda con agua y ahí coloqué velas y flores flotantes. Hacía un efecto precioso. También llené [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] con agua y dos platos con sal. Otros dos más con sus platos favoritos. ¡Estaba quedando precioso!
El día anterior les había pedido a mis cocineras que preparasen [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], y también las coloqué en el altar, como todos los años. De hecho, a mi abuelo le encantaba ese pan. Las [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] eran maravillosas y, por supuesto, muchas, muchas flores adornaban el altar y sus retratos. Con una vela encendí el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y coloqué los objetos personales de ambos, todos los años eran los mismos: una pulsera de mi abuela y un broche de la familia de mi abuelo. - ¡Está precioso! - sonreí. Después de un rato admirando mi obra y cuidando que ninguna vela se apagase, entré en casa.
Allí seguía el cuarto de mi hermano cerrado y supuse que mi madre estaba ahí dentro.
- No quiero tener que hacer el año que viene un altar para ti, idiota. Ya te estás recuperando. - Musité antes de entrar en mi cuarto.
Ahora me tocaba a mí ponerme guapa. Había quedado esa noche con mis amigas, después de las celebraciones familiares. Todos los años salíamos esa noche a las tabernas, pues abrían hasta horas más altas. Por desgracia, este año mi madre no me había ayudado con los altares y tampoco me pintaría como otros años. Pero mis doncellas se encargaron de dejarme lo más [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] para la celebración.
Mas no iba a ir en ese momento a la ciudad, tenía algo que hacer antes de ir a ver a mis amigas. Todavía me sobraban flores, velas, vasos, papeles de colores… todo. Había pedido más cantidad que de costumbre y, pese a que al principio no estaba muy segura de querer hacerlo, luego me animé. Embauqué a algunas de mis doncellas y, entre todas, cargamos todo lo que necesitaba para otro altar, este iba a ser distinto al resto. Estaría a ras de suelo.
Ya estaba oscureciendo y las luces iluminaban la ciudad mientras nosotras subíamos hasta el acantilado de la Muerte. A Elie le daba bastante miedo, pero no le quedaba de otra que seguirme. El trato era que cargasen las cosas hasta el acantilado, luego podrían irse a celebrar lo que quisieran. Pero no podían decir qué habían estado haciendo desde que habían salido de mi casa conmigo. De hecho, mis padres creían que había salido como todos los años y que estaría en la ciudad. Pero no.
Cuando llegamos al lugar donde estaban las dos tumbas, dejaron las cosas en el suelo y se fueron, alguna que otra reticente a dejarme ahí sola, pero les había dado libre. No por ellas, sino para que me dejasen en paz.
-¿Está segura, Maestra?
-Sí, marchaos.
-Pero… es tarde. ¿Y si le pasa algo?
-Todo el mundo está de fiesta. Aquí no hay nadie. Y si viene alguien acabará en el mar. Tranquila.
Después de insistir más acabaron yéndose. Yo empecé con mi tarea, sola. En mi carta había mandado el lugar donde quedaríamos, pero no había nadie.
No, Jules no iba a venir, no tenía ni idea de dónde estaba pero el muy imbécil me había dejado tirada... Eso si es que recibió la carta. Hubiese tardado mucho menos con su ayuda pero ahora no podía hacer nada salvo pensar en qué me había llevado a estar en el Acantilado de la Muerte, haciendo un altar en modo clandestino mientras trataba de que mi vestido no se manchase ni mi maquillaje se corriese, mientras aguantaba la corrientilla helada nocturna… Todo eso para ponerle un altar a una Boisson. Algo estaba mal en mí, definitivamente.
Coloqué la alfombra que serviría como base para mi altar. Iba a ser pequeño y, aunque colorido, iba a ser algo más “oscuro” que el que acostumbraba a hacer. Era su esencia, si no le había quitado las cortinas horrendas esas, no le iba a poner un altar divino. Podría, y quedaría más bonito, pero prefería algo que la representase. Aunque sin cuervos ni murciélagos.
- No te quejes, te he encargado flores muy bonitas y unas que [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], aunque tú te merezcas un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. - Comenté sonriendo mientras empezaba a colocar flores sobre la alfombra. A ella también le hice un plato hondo con [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Alrededor empecé a poner papiros de colores para simular el papel y también tiré algunas flores más que me habían sobrado, y todo eso con más velas por el suelo. Aunque no tenía tantas como mis abuelos.
Por supuesto, ella también tendría su [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], pero era de flores, más pequeña de lo habitual y puesta sobre el suelo. Sin duda, mi altar estaba siendo muy pequeño e improvisado. Un pequeño cuenco con sal, un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] de agua, el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] de azúcar.
Su plato favorito no lo conocía, nunca me había importado qué le gustaba comer. De pequeñas le decíamos que se comía las cabezas de los murciélagos o cualquier tipo de cosa asquerosa, pero realmente no tenía ni idea de qué comida le podía gustar. También coloqué [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y, por último, saqué de la bolsa de tela un pergamino con su [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y un objeto personal. Ambos me los había dado Natasha. No se había molestado en buscarme algo tan significativo, así que acabé con su [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] de la fiesta en la que secuestraron a mi madre, y de retrato, pese a haberle dicho a Natasha que intentase buscar alguno en el que saliera decente - algo imposible siendo una Boisson -, me trajo uno donde salía bastante rara. Torcí el gesto al verlo. - Pff, ni con un vestido sales tú guapa… Le había pedido a tu prima que sacase un retrato donde estuvieras sonriendo, pero como mucho tendrías cinco años. Así que te aguantas con este.
Coloqué el pergamino aplastado por los vasos con las velas para que quedase extendido y no se volase. Justo antes de irme contemplé mi pequeña obra. No era ni mucho menos tan ostentoso como el de mis abuelos, este pasaba más desapercibido. Pero aún le faltaba algo, no podía marcharme.
- Por si acaso tu prima no me daba algo decente cogí este broche de uno de los cajones. Es el símbolo de tu familia. Como no tengo nada para Isabella, compártelo con ella. - Murmuré y dejé al lado del retrato un broche negro representando a las Boisson.
Un último vistazo a mi altar antes de recoger mi bolsa y bajar a Beltrexus. Nunca pensé que podría hacer un altar a una Boisson, pero ahí estaba.
Sin decir nada más, empecé a caminar en dirección a la ciudad, dispuesta a celebrar la fiesta como siempre la había festejado.
Aun cuando fui algo más mayor seguía haciendo el altar. No con tantísima ilusión como cuando era pequeña, pero sí que me motivaba a hacerlo todos los años para que quedase bonito. No quería que nadie tuviera un altar más hermoso que el mío, obviamente. Así que me empeñaba en conseguir lo mejor, incluso traído desde otras partes de Aerandir, exclusivamente para ese día.
Pero este año iba a ser distinto…
Desde lo ocurrido en Sacrestic Ville, mi madre no estaba por la labor de hacer prácticamente nada. Seguía en la habitación de mi hermano, apenas la veíamos y si salía del cuarto se movía por la casa como un alma en pena. A veces parecía de la familia Boisson. Y ante la cercanía del día de los Difuntos les propuse a mis padres hacer altares, como todos los años, para alegrar un poco la casa. Mi padre me dijo que estaba de acuerdo, era tradición y nuestros difuntos merecían su altar. Pero mi madre se negó a hacer nada que fuera festivo cuando mi hermano seguía debatiéndose entre la vida y la muerte. A veces, horribles pensamientos surcaban mi cabeza, en los que pensaba que era mejor la muerte que el sufrimiento de estar en un limbo sin saber si despertaría o no. Simplemente respiraba de forma tenue, no más. Ni reaccionaba al ruido, ni se movía, nada. Ni siquiera los médicos daban un diagnóstico.
Otras veces pensaba, durante segundos, en la propuesta que hizo Cyrilo en su día. Pero rápido la descartaba. No podía tener a mi hermano siendo un chupasangres.
Debido a la negativa de mi madre de poner cualquier adorno a las vasijas de mis abuelos, tuve que pensar otra cosa para poder disfrutar la fiesta. Mis abuelos, sus padres, merecían su altar, había perdido a dos de ellos sin ni siquiera conocerlos y nunca había dejado de rendirles un homenaje, tal y como merecían por ser miembros de nuestra gran familia. Según me había contado mi madre cuando éramos pequeños, ellos habían muerto debido a una enfermedad poco tiempo antes de nacer yo. Mi abuelo, Armel Valguerique fue un hombre muy importante e influyente en las Islas; mi abuela, Cecilia, una dama de la alta sociedad muy respetada en el sur. De ella me dieron mi segundo nombre. Y desde pequeña siempre había pensado que ambos tenían que ver con la realeza, había crecido con esa ilusión.
A pesar de que mi madre no tuviera intenciones de celebrar nada yo sí lo hice por mi cuenta. Se acercaba el día de los difuntos y no iba a dejar pasar la ocasión para hacer unos cuantos altares. Así que, como todos los años empecé a encargar todo lo que necesitaba: flores de todo tipo como rosas de varios colores, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y un par de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], varias velas, vasos de cristal para las velas y cálices para el agua, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], incienso y las cruces de polvo de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Una de las tardes, mientras trabajaba, me puse a repasar la lista para ver qué me faltaba. Tenía los retratos de mis abuelos, por supuesto, pero me faltaba uno más. Dejé los contratos que estaba ordenando a un lado de la mesa y comencé a escribir en un papiro una carta, la cual tuve que repetir varias veces porque no me salía lo que quería decir. A quien iba dirigida era a alguien con quien hacía meses que no tenía trato. De hecho, no sabía nada de esa persona, así que no sabía cómo pedirle que viniera para el Día de los Difuntos. Al final, me quedó la carta más sosa del mundo, pero lo importante era lo que le decía. Sin mucho tardar me fui hacia Natasha y le pedí que me ayudara en un par de cositas, aunque no estaba muy por la labor y sólo me consiguió dos de las cosas que pedí. ¡Boisson tenía que ser!
Esa noche volví a mi casa corriendo para poder decirles a los encargados de los [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que me enviasen una carta. Estaba tan concentrada en mi carta que se me olvidó saludar a mi [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], no le llevé la manzana que todos los días le daba. Era una ironía de los dioses que una de mis mascotas fuese una especie de murciélago al que se solía confundir con vampiro.
Los días pasaron y todo lo que encargué iba llegando. Los sirvientes iban a buscarlo a las tiendas en mi nombre y cuando regresaba del trabajo estaba todo en mi cuarto. Así mi madre no lo veía y no podía poner quejas.
¡Y por fin el día llegó! Estaba emocionada por preparar los altares y rápidamente cogí las vasijas de mis abuelos, dispuesta a armarles un precioso altar en la entrada de nuestra mansión. Esta vez no estaba mi hermano ni mi madre para ayudarme, pero yo solita me apañaba con la ayuda de mis doncellas. - ¡Que destaque el color rojo! ¡Y el dorado! Que se vea que son Harrowmonts. - Decía con orgullo mientras colocaba los papiros de papel picado y estandartes de la familia.
Puse una bandeja honda con agua y ahí coloqué velas y flores flotantes. Hacía un efecto precioso. También llené [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] con agua y dos platos con sal. Otros dos más con sus platos favoritos. ¡Estaba quedando precioso!
- Velas y flores del altar:
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Lugar donde están las velas.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Visto desde arriba
El día anterior les había pedido a mis cocineras que preparasen [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], y también las coloqué en el altar, como todos los años. De hecho, a mi abuelo le encantaba ese pan. Las [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] eran maravillosas y, por supuesto, muchas, muchas flores adornaban el altar y sus retratos. Con una vela encendí el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y coloqué los objetos personales de ambos, todos los años eran los mismos: una pulsera de mi abuela y un broche de la familia de mi abuelo. - ¡Está precioso! - sonreí. Después de un rato admirando mi obra y cuidando que ninguna vela se apagase, entré en casa.
- Altar de mis abuelos:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Mi abuela, Cecilia de Valguerique
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Mi abuelo, Armel Valguerique
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Muñecos
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Papel picado
Allí seguía el cuarto de mi hermano cerrado y supuse que mi madre estaba ahí dentro.
- No quiero tener que hacer el año que viene un altar para ti, idiota. Ya te estás recuperando. - Musité antes de entrar en mi cuarto.
Ahora me tocaba a mí ponerme guapa. Había quedado esa noche con mis amigas, después de las celebraciones familiares. Todos los años salíamos esa noche a las tabernas, pues abrían hasta horas más altas. Por desgracia, este año mi madre no me había ayudado con los altares y tampoco me pintaría como otros años. Pero mis doncellas se encargaron de dejarme lo más [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] para la celebración.
Mas no iba a ir en ese momento a la ciudad, tenía algo que hacer antes de ir a ver a mis amigas. Todavía me sobraban flores, velas, vasos, papeles de colores… todo. Había pedido más cantidad que de costumbre y, pese a que al principio no estaba muy segura de querer hacerlo, luego me animé. Embauqué a algunas de mis doncellas y, entre todas, cargamos todo lo que necesitaba para otro altar, este iba a ser distinto al resto. Estaría a ras de suelo.
Ya estaba oscureciendo y las luces iluminaban la ciudad mientras nosotras subíamos hasta el acantilado de la Muerte. A Elie le daba bastante miedo, pero no le quedaba de otra que seguirme. El trato era que cargasen las cosas hasta el acantilado, luego podrían irse a celebrar lo que quisieran. Pero no podían decir qué habían estado haciendo desde que habían salido de mi casa conmigo. De hecho, mis padres creían que había salido como todos los años y que estaría en la ciudad. Pero no.
Cuando llegamos al lugar donde estaban las dos tumbas, dejaron las cosas en el suelo y se fueron, alguna que otra reticente a dejarme ahí sola, pero les había dado libre. No por ellas, sino para que me dejasen en paz.
-¿Está segura, Maestra?
-Sí, marchaos.
-Pero… es tarde. ¿Y si le pasa algo?
-Todo el mundo está de fiesta. Aquí no hay nadie. Y si viene alguien acabará en el mar. Tranquila.
Después de insistir más acabaron yéndose. Yo empecé con mi tarea, sola. En mi carta había mandado el lugar donde quedaríamos, pero no había nadie.
No, Jules no iba a venir, no tenía ni idea de dónde estaba pero el muy imbécil me había dejado tirada... Eso si es que recibió la carta. Hubiese tardado mucho menos con su ayuda pero ahora no podía hacer nada salvo pensar en qué me había llevado a estar en el Acantilado de la Muerte, haciendo un altar en modo clandestino mientras trataba de que mi vestido no se manchase ni mi maquillaje se corriese, mientras aguantaba la corrientilla helada nocturna… Todo eso para ponerle un altar a una Boisson. Algo estaba mal en mí, definitivamente.
Coloqué la alfombra que serviría como base para mi altar. Iba a ser pequeño y, aunque colorido, iba a ser algo más “oscuro” que el que acostumbraba a hacer. Era su esencia, si no le había quitado las cortinas horrendas esas, no le iba a poner un altar divino. Podría, y quedaría más bonito, pero prefería algo que la representase. Aunque sin cuervos ni murciélagos.
- No te quejes, te he encargado flores muy bonitas y unas que [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], aunque tú te merezcas un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. - Comenté sonriendo mientras empezaba a colocar flores sobre la alfombra. A ella también le hice un plato hondo con [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Alrededor empecé a poner papiros de colores para simular el papel y también tiré algunas flores más que me habían sobrado, y todo eso con más velas por el suelo. Aunque no tenía tantas como mis abuelos.
Por supuesto, ella también tendría su [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], pero era de flores, más pequeña de lo habitual y puesta sobre el suelo. Sin duda, mi altar estaba siendo muy pequeño e improvisado. Un pequeño cuenco con sal, un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] de agua, el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] de azúcar.
Su plato favorito no lo conocía, nunca me había importado qué le gustaba comer. De pequeñas le decíamos que se comía las cabezas de los murciélagos o cualquier tipo de cosa asquerosa, pero realmente no tenía ni idea de qué comida le podía gustar. También coloqué [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y, por último, saqué de la bolsa de tela un pergamino con su [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y un objeto personal. Ambos me los había dado Natasha. No se había molestado en buscarme algo tan significativo, así que acabé con su [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] de la fiesta en la que secuestraron a mi madre, y de retrato, pese a haberle dicho a Natasha que intentase buscar alguno en el que saliera decente - algo imposible siendo una Boisson -, me trajo uno donde salía bastante rara. Torcí el gesto al verlo. - Pff, ni con un vestido sales tú guapa… Le había pedido a tu prima que sacase un retrato donde estuvieras sonriendo, pero como mucho tendrías cinco años. Así que te aguantas con este.
Coloqué el pergamino aplastado por los vasos con las velas para que quedase extendido y no se volase. Justo antes de irme contemplé mi pequeña obra. No era ni mucho menos tan ostentoso como el de mis abuelos, este pasaba más desapercibido. Pero aún le faltaba algo, no podía marcharme.
- Por si acaso tu prima no me daba algo decente cogí este broche de uno de los cajones. Es el símbolo de tu familia. Como no tengo nada para Isabella, compártelo con ella. - Murmuré y dejé al lado del retrato un broche negro representando a las Boisson.
Un último vistazo a mi altar antes de recoger mi bolsa y bajar a Beltrexus. Nunca pensé que podría hacer un altar a una Boisson, pero ahí estaba.
Sin decir nada más, empecé a caminar en dirección a la ciudad, dispuesta a celebrar la fiesta como siempre la había festejado.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
El rumor de una extraña celebración en las islas llega a oídos del inventor, las festividades mortuorias no cesan al parecer. Faltar suena bien pero su otro hermano pequeño anda con un humor insoportable por haberse perdido la festividad del circo “sin duda alimentado gracias a las propias historias de Ratita”… solo existe una forma de sacar esa espina.
Y aquí estamos… no recordaba las islas tan pintorescas.
¡Son muchos colores!
Luego de un viaje relativamente rápido ambos mocosos pasean por la capital, que los dioses bendigan la riqueza y sus beneficios intrínsecos. Ciertamente el ambiente festivo y toda la decoración despiertan curiosidad incluso en el más ateo de los seres, aunque sea solo como reacción cultural.
Al menos tenemos comida gratis jeje.
Cada altar tiene algo comestible que ofrecer sin pedir remuneración, es lo más útil que puede resultar una tradición religiosa. Motas por otro lado no puede dejar de corretear, es el primer choque de culturas que experimenta sin duda. No ha salido mucho de Lunargenta… técnicamente nunca había salido.
Relájate, los niños brujos lanzan fuego si los molestas.
Pero Demian es brujo y no lo hace.
Dem es un… brujo extraño.
Debe ser el único hechicero que no ataca con elementos pero chimar no puede criticar mucho, sabe lo que es salir fuera del molde. Como llegan temprano tienen oportunidad de preguntar de qué va la celebración, el niño genio se sorprende al enterarse que es un tributo bastante animado a los difuntos.
No es algo que se escuche todos los días.
Menciona para sí mismo cuando termina de asimilar las historias de una anciana, internamente le parece un bonito concepto. Siempre que la muerte llega es motivo de tristeza y todos los rituales parecen aumentar ese estado emocional, hacer una festividad educada pero no carente de espíritu tiene fundamento y lógica.
Mientras Motas huye por haber molestado a un perro su hermano mayor medita una idea descabellada, tiene ganas de participar. Siempre recuerda a Giaco con tristeza, quizás ahora pueda ver su partida de una manera diferente. Sonríe mientras toma a su colega de un brazo, luego da instrucciones.
¿Entendiste?
Si hermano.
Pasan media hora recolectando materiales y datos, luego se reúnen para cotejar. Chimar quiere hacer un tributo acorde a su padre, algo diferente pero no inapropiado. Con los recursos enfrente deja salir su imaginación, afortunadamente tiene un ayudante listo que lleva aprendiendo varios meses con él.
A medida que el sitio se puebla de personajes, altares y ritos los dos hermanos construyen su obra. Llaman la curiosidad de varios nativos por tener un estilo diferente, misión cumplida. Cuando la celebración principal está por iniciar ya tienen completado su modesto altar, los trajes y el maquillaje.
Sorprendente si tenemos en cuenta que conseguimos todo de manera… “poco honesta”.
Espero que el dueño no reconozca la chaqueta…
Creo que falta algo.
Saca de su diario una pintura enrollada a modo de pergamino, es bastante buena. La hizo hace años, todos los inventores deben tener nociones de arte para crear sus planos, esquemas y diseños raros. Sonríe tiernamente al verla, luego le coloca en un lugar destacado y permanece mirándola algún tiempo. La cara melancólica de Motas lo devuelve al mundo real… todos los Gorriones son huérfanos.
Tranquilo enano “le rodea con su brazo izquierdo” este altar es para todos.
Nunca mencionas a tu madre… ¿a qué se debe?
Se muy poco de ella, mi padre evitaba hablar de ese tema empleando muchos trucos. Solo tengo entendido que murió al darme a luz, ni siquiera tengo una imagen de ella… “niega con la cabeza al ver la cara de su interlocutor” pero supongo que el altar también la incluye, esta intrínseco enano usa la lógica jeje… y si me estomago no se equivoca es hora de otra ración dulce, ¿te apuntas?
Eso no se pregunta jajaja.
Y aquí estamos… no recordaba las islas tan pintorescas.
¡Son muchos colores!
Luego de un viaje relativamente rápido ambos mocosos pasean por la capital, que los dioses bendigan la riqueza y sus beneficios intrínsecos. Ciertamente el ambiente festivo y toda la decoración despiertan curiosidad incluso en el más ateo de los seres, aunque sea solo como reacción cultural.
Al menos tenemos comida gratis jeje.
Cada altar tiene algo comestible que ofrecer sin pedir remuneración, es lo más útil que puede resultar una tradición religiosa. Motas por otro lado no puede dejar de corretear, es el primer choque de culturas que experimenta sin duda. No ha salido mucho de Lunargenta… técnicamente nunca había salido.
Relájate, los niños brujos lanzan fuego si los molestas.
Pero Demian es brujo y no lo hace.
Dem es un… brujo extraño.
Debe ser el único hechicero que no ataca con elementos pero chimar no puede criticar mucho, sabe lo que es salir fuera del molde. Como llegan temprano tienen oportunidad de preguntar de qué va la celebración, el niño genio se sorprende al enterarse que es un tributo bastante animado a los difuntos.
No es algo que se escuche todos los días.
Menciona para sí mismo cuando termina de asimilar las historias de una anciana, internamente le parece un bonito concepto. Siempre que la muerte llega es motivo de tristeza y todos los rituales parecen aumentar ese estado emocional, hacer una festividad educada pero no carente de espíritu tiene fundamento y lógica.
Mientras Motas huye por haber molestado a un perro su hermano mayor medita una idea descabellada, tiene ganas de participar. Siempre recuerda a Giaco con tristeza, quizás ahora pueda ver su partida de una manera diferente. Sonríe mientras toma a su colega de un brazo, luego da instrucciones.
¿Entendiste?
Si hermano.
Pasan media hora recolectando materiales y datos, luego se reúnen para cotejar. Chimar quiere hacer un tributo acorde a su padre, algo diferente pero no inapropiado. Con los recursos enfrente deja salir su imaginación, afortunadamente tiene un ayudante listo que lleva aprendiendo varios meses con él.
A medida que el sitio se puebla de personajes, altares y ritos los dos hermanos construyen su obra. Llaman la curiosidad de varios nativos por tener un estilo diferente, misión cumplida. Cuando la celebración principal está por iniciar ya tienen completado su modesto altar, los trajes y el maquillaje.
Sorprendente si tenemos en cuenta que conseguimos todo de manera… “poco honesta”.
Espero que el dueño no reconozca la chaqueta…
Creo que falta algo.
Saca de su diario una pintura enrollada a modo de pergamino, es bastante buena. La hizo hace años, todos los inventores deben tener nociones de arte para crear sus planos, esquemas y diseños raros. Sonríe tiernamente al verla, luego le coloca en un lugar destacado y permanece mirándola algún tiempo. La cara melancólica de Motas lo devuelve al mundo real… todos los Gorriones son huérfanos.
Tranquilo enano “le rodea con su brazo izquierdo” este altar es para todos.
Nunca mencionas a tu madre… ¿a qué se debe?
Se muy poco de ella, mi padre evitaba hablar de ese tema empleando muchos trucos. Solo tengo entendido que murió al darme a luz, ni siquiera tengo una imagen de ella… “niega con la cabeza al ver la cara de su interlocutor” pero supongo que el altar también la incluye, esta intrínseco enano usa la lógica jeje… y si me estomago no se equivoca es hora de otra ración dulce, ¿te apuntas?
Eso no se pregunta jajaja.
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- Dibujo de Giaco Maquiavelo:
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
- Así que tengo que hacer un altar, ¿no? - pregunté a aquella anciana con la que me había cruzado a la entrada en la ciudad.
-Si - la anciana me miraba de forma rara, como si le costase creer que fuera una persona real.
-Vale... ¿Y que objetos me has dicho que necesito para eso?
-Un retrato o dibujo del difunto o difuntos, papel picado de colores, calaveritas de azúcar... - y siguió enumerando el resto de objetos, asi como su significado, de forma paciente.
- Muchas gracias señora. - le dediqué una sonrisa, me quité el sombrero de copa y le hice una elegante reverencia.
-Mmm... ¿Seguro que eres una persona normal? - la mujer no pudo evitar hacerme la pregunta, sin duda mi "disfraz" no era algo habitual en aquella festividad.
- ¡Jo jo jo jo! - reí divertido. - Muchas veces me hago esa misma pregunta. Tenga un buen día. ¡Vamos Gus! - me di elegantemente la vuelta y puse rumbo al centro de la ciudad.
La villa definitivamente se había engalanado para aquella ocasión. No es que hubiera estado antes en la capital pero sin duda todas aquellas pancartas y banderitas coloridas, al igual que muchos otros elementos festivos, como confeti por las calles o numerosos puestos de comida o recuerdos, no creí que fueran algo habitual en la ciudad de los brujos, o por lo menos no con aquella temática.
"Tengo que conseguir doce objetos.... ¿Por dónde podría empezar?"
Caminaba por en medio de la calle esquivando a los grandes grupos de personas que iban acompañadas de sus amigos o familiares. Sin duda era una fiesta de "muerte", los esqueletos habían tomado por completo las calles, el maquillaje de todos coincidían en ese mismo aspecto.
"No por nada creen que en este día los vivos se reencuentran con los muertos."
Sin duda aquella forma de ver la muerte era cuanto menos interesante. ¿Qué sentido tiene ir a ver a nuestros difuntos con lagrimas y pena? Si es una visita y vamos a verlos, ¿no deberíamos mostrarles precisamente algo alegre? No podía evitar estar de acuerdo con los brujos en aquel aspecto. Estaba decidido, debía de hacer un altar por mis difuntos. Aunque aquello me suponía un pequeño problema.
"¿A quién puedo dedicarle el altar?"
Caminé por aquellas coloridas calles mientras me rascaba el mentón intentando encontrar algún candidato en mi memoria. No había conocido a muchos familiares, de hecho había vivido siempre con mi madre, y esa era el aspecto familiar que más recordaba. No podía realizar un altar para mi padre, nunca lo había conocido y no sabía siquiera si vivía. Tampoco por mi madre, ya que me negaba a aceptar el hecho de que estuviera muerta.
"¡Ya lo tengo!" la vela de las ideas se encendió de golpe. "Para la abuelita."
No es que hubiera conocido mucho a mi abuela, sólo la recordaba de cortos fragmentos que aún retenía sobre mi más tierna infancia. Aún así, todos los recuerdos eran buenos por lo que ahora podía recompensárselo. Pero ahora se me presentaba un problema aún más grande, encontrar aquellos doce objetos. Enumeré mentalmente los objetos y comencé a seleccionar aquellos a por los que iría primero. Deje los alimentos para el final, pues así era más probable que llegaran en buen estado, bueno era más probable que llegaran en general.
"Papel, carbóncito..." fui contando con los dedos de mi mano. "papel de colores, velas, objeto personal, incienso y polvo de roseta. ¡Muy bien! Empecemos por los papeles y el carbóncito."
En una ciudad de brujos, no creo que fuera muy difícil encontrar papel y carbón para dibujar. Y más teniendo en cuenta aquella festividad.
Recorrí las calles buscando algún establecimiento de aquel tipo, hasta que encontré un letrero con forma de libro, la mejor pista que podía haber pedido.
Al entrar escuché el tintineo de unas pequeñas lineas de metal y, sin apenas pasar unos segundos, un hombre entrado en años y de vista cansada, apareció en lo que parecía ser un mostrador, que estaba inundado de diversos papeles y libros. El rostro del vendedor cambio radicalmente en cuanto me vio con mi disfraz, lo mismo que me había pasado con la otra señora.
- ¿Qué desea?
- Me preguntaba si tendría por ahí algún trozo de papel, aunque sea pequeño, y un carbóncito para dibujar.
- ¿Es para realizar un altar?
Asentí.
- ¿Es la primera vez que vas a hacerlo?
Volví a asentir, pero esta vez con más fuerza.
- Muy bien, en ese caso ten. - me entregó un trozo de papel de apenas dos palmos cuadrados y un pequeño trozo de carbón. - Haz algo bonito para tus difuntos y ten un buen día. - el hombre me sonrió y volvió a meterse en la trastienda mientras yo me quedaba totalmente paralizado. No sabía que en la ciudad de los brujos fueran tan hospitalarios.
Guardé aquello en mi zurrón y salí de la tienda, aún me quedaban muchos objetos que encontrar. Recorrí las calles corriendo hasta que encontré un puesto donde vendían papel de colores, precisamente para la realización de estos altares, algo que sin duda influyó en el precio. Seguramente no iba a encontrar nada mejor, así que deje los aeros correspondientes y cogí papel azul oscuro, azul claro y naranja.
- ¡Vamos Gus! ¡Aún nos faltan diez! - le grité al conejo que me seguía a toda velocidad con sus grandes saltos.
Me paré de golpe y mi acompañante chocó contra mi, aunque prácticamente ni se inmutó, Gus era poco expresivo. El motivo de aquello fue que me encontré con un puesto donde se vendían tazas de té.
"A mi abuela le encantaba el té..." recordé vagamente una tarde con mi abuela, y me vi jugando cerca de la chimenea mientras mi abuelita me miraba con una sonrisa dando pequeños sorbos a una taza que despedía un fino hilo de vapor. "Ya que no tengo ningún objeto personal suyo... Puede que esto valga..."
Me acerqué al dependiente y escogí una de las tazas. fue algo cara pero valió la pena. Pese a que no fuera muy glamurosa, no creo que a mi abuela le importase, nunca habíamos sido una familia rica.
Tras eso fui corriendo al templo más cercano, si en algún lugar podría encontrar velas e incienso en un día como aquel, sin duda sería en las inmediaciones de algún templo. Y así fue, no me faltaron las tiendas dónde poder elegir los productos y dónde volver a desembolsar otra pequeña suma de aeros.
"¿De dónde demonios voy a sacar polvo de piedra droseta?"
Gracias a Tom no desconocía aquel material, pero era un mineral tan raro de encontrar como difícil de trabajar. La droseta prácticamente era un veneno, sería muy raro que la gente lo fuera vendiendo por ahí y sólo los grandes joyeros trabajaban con aquel mineral de altos costes.
"Puede que algún joyero quiera sacar algún beneficio a los fallos que haya podido tener cuando trabajaba este material..."
Sin perder más tiempo pregunté a la persona más cercana de dónde podía encontrar una joyería. Esta me miró bastante extrañada, algo que ya consideraba como normal, y me indicó el camino a seguir. Se lo agradecí y salí corriendo seguido de mi acompañante no muerto.
-¡Vamos! ¡Vamos! ¡Señores! ¡Polvo de droseta para sus altares! ¡Precios increibles! - escuché los gritos de una persona a medida que me acercaba al sitio que me habían indicado.
Al doblar la esquina encontré la joyería que buscaba y al hombre que gritaba. Me di un minuto para recuperar el aliento.
-Yo....- respiraba aún entrecortadamente. - Yo querría un pequeño puñado.
El mercader me miró con unos ojos alegres y codiciosos. No sabía que los mercaderes iban a ser los primeros en disfrutar de ese día.
Pedí una pequeña cantidad y dí su pago en aeros, la verdad fue bastante barato. Y sin nada más que me mantuviera en aquel lugar me marché para continuar mi búsqueda.
-Bueno... - metí la cabeza dentro de mi zurrón. -Ya sólo nos falta la mitad. ¿Crees que me dará tiempo Gus? - le pregunté al conejo mientras miré el cielo que comenzaba a abandonar el tono luminoso de la mañana. Mis tripas sonaron, como si fueran un reloj que anunciaba el medio día. -Creo que hubiese sido mejor empezar por la comida....
Me tomé un pequeño descanso para comer y recuperar las fuerzas perdidas durante la ajetreada mañana que había tenido. Aún me faltaba por conseguir otros seis objetos más, pero estos seguramente serían más fáciles de encontrar. Al ser un evento importante para los brujos no faltaban los puestos de comida, sobretodo de dulces, apostados en prácticamente todas las calles. Lo cual me facilito la adquisición del pan de difunto, un pastélito de manzana, que por lo poco que recordaba eran sus favoritos, y una calavera de azúcar. En una de estas tiendas también pude obtener un puñado de sal. Pero, para poder conseguir otros dos artículos del altar necesitaba los recipientes adecuados: un plato y un vaso. Cuando caí en la cuenta de eso me maldije a mi mismo, pues no había aprovechado el momento en el que compré la taza para obtener esos productos, que también estaban presentes en aquel puesto de ventas. Así que ahora me tocaba volver.
Desanduve mis pasos mientras observaba por el camino como la fiesta comenzaba a aumentar de tono a medida que la luz del sol iba desapareciendo en el horizonte. Las calles eran una autentica fiesta con personas que iban de un puesto al otro para probar cada delicia de aquel día o simplemente se unían a toda una infinidad de bailes que comenzaban a aparecer en plena calle cuando algún grupo comediante tocaba sus instrumentos. Yo seguramente me uniera a aquellas personas más tarde, una vez hubiese hecho mi altar. Por nada del mundo me iba a perder el gran desfile que tendría lugar al ocaso, por lo que debía de darme prisa.
Acelere mis pasos para llegar a aquel puesto. Tuve bastante suerte, pues cuando llegué la vendedora estaba a punto de cerrar, seguramente ella también quería disfrutar de aquel día. Aún así me atendió con una sonrisa, aunque estaba claro que estaba impaciente por irse, y pude obtener un vaso y un plato de cerámica bastante austeros.
Y, faltándome ya sólo un ingrediente, corrí, como alma perseguida por el diablo, hasta la Plaza Mayor de Beltraux. Por lo que había escuchado, ese lugar estaba plagado de puestos donde se vendían flores, seguramente debido a que era el mismo sitio donde debían colocarse los altares.
Al llegar, no me entretuve demasiado en la compra. Obtuvé unas pocas flores rojas y amarillas y volví a salir disparado para hacer mi altar. Hablé con uno de los administradores del evento para que me diera una mesita de madera en la cual colocar mi altar. Una vez la conseguí me retiré a un lugar vació de la plaza y comencé con el montaje. Con unas tijeras de mi zurrón corté de forma graciosa el papel de colores azul claro y oscuro, dándole forma de caras y otros derivados. Extendí aquellos papeles sobre la mesita a modo de mantel. Encima coloqué el papel naranja recortado con forma de picos.Realicé un borde con las flores y dentro incluí el resto de elementos que había conseguido. Tomé el papel en blanco y el carbóncillo y comencé a retratar, con toda la habilidad que pude, a mi abuela. Coloqué el retrato en medio del altar y sonreí contento por como me había quedado.
-Buenas abuela. - le hablé al altar aún sonriendo. - En un rato nos veremos y comeremos juntos como en el pasado. - me di un beso en la palma de la mano y lo deposité en el retrato. - Ahora debo irme, sino no te podré honrar en el desfile.
Y vuelta a la carrera me dirigí al lugar donde se daría inició el desfile de aquella noche donde los vivos se reencontrarían con los muertos para ser felices juntos de nuevo.
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-Si - la anciana me miraba de forma rara, como si le costase creer que fuera una persona real.
-Vale... ¿Y que objetos me has dicho que necesito para eso?
-Un retrato o dibujo del difunto o difuntos, papel picado de colores, calaveritas de azúcar... - y siguió enumerando el resto de objetos, asi como su significado, de forma paciente.
- Muchas gracias señora. - le dediqué una sonrisa, me quité el sombrero de copa y le hice una elegante reverencia.
-Mmm... ¿Seguro que eres una persona normal? - la mujer no pudo evitar hacerme la pregunta, sin duda mi "disfraz" no era algo habitual en aquella festividad.
- ¡Jo jo jo jo! - reí divertido. - Muchas veces me hago esa misma pregunta. Tenga un buen día. ¡Vamos Gus! - me di elegantemente la vuelta y puse rumbo al centro de la ciudad.
La villa definitivamente se había engalanado para aquella ocasión. No es que hubiera estado antes en la capital pero sin duda todas aquellas pancartas y banderitas coloridas, al igual que muchos otros elementos festivos, como confeti por las calles o numerosos puestos de comida o recuerdos, no creí que fueran algo habitual en la ciudad de los brujos, o por lo menos no con aquella temática.
"Tengo que conseguir doce objetos.... ¿Por dónde podría empezar?"
Caminaba por en medio de la calle esquivando a los grandes grupos de personas que iban acompañadas de sus amigos o familiares. Sin duda era una fiesta de "muerte", los esqueletos habían tomado por completo las calles, el maquillaje de todos coincidían en ese mismo aspecto.
"No por nada creen que en este día los vivos se reencuentran con los muertos."
Sin duda aquella forma de ver la muerte era cuanto menos interesante. ¿Qué sentido tiene ir a ver a nuestros difuntos con lagrimas y pena? Si es una visita y vamos a verlos, ¿no deberíamos mostrarles precisamente algo alegre? No podía evitar estar de acuerdo con los brujos en aquel aspecto. Estaba decidido, debía de hacer un altar por mis difuntos. Aunque aquello me suponía un pequeño problema.
"¿A quién puedo dedicarle el altar?"
Caminé por aquellas coloridas calles mientras me rascaba el mentón intentando encontrar algún candidato en mi memoria. No había conocido a muchos familiares, de hecho había vivido siempre con mi madre, y esa era el aspecto familiar que más recordaba. No podía realizar un altar para mi padre, nunca lo había conocido y no sabía siquiera si vivía. Tampoco por mi madre, ya que me negaba a aceptar el hecho de que estuviera muerta.
"¡Ya lo tengo!" la vela de las ideas se encendió de golpe. "Para la abuelita."
No es que hubiera conocido mucho a mi abuela, sólo la recordaba de cortos fragmentos que aún retenía sobre mi más tierna infancia. Aún así, todos los recuerdos eran buenos por lo que ahora podía recompensárselo. Pero ahora se me presentaba un problema aún más grande, encontrar aquellos doce objetos. Enumeré mentalmente los objetos y comencé a seleccionar aquellos a por los que iría primero. Deje los alimentos para el final, pues así era más probable que llegaran en buen estado, bueno era más probable que llegaran en general.
"Papel, carbóncito..." fui contando con los dedos de mi mano. "papel de colores, velas, objeto personal, incienso y polvo de roseta. ¡Muy bien! Empecemos por los papeles y el carbóncito."
En una ciudad de brujos, no creo que fuera muy difícil encontrar papel y carbón para dibujar. Y más teniendo en cuenta aquella festividad.
Recorrí las calles buscando algún establecimiento de aquel tipo, hasta que encontré un letrero con forma de libro, la mejor pista que podía haber pedido.
Al entrar escuché el tintineo de unas pequeñas lineas de metal y, sin apenas pasar unos segundos, un hombre entrado en años y de vista cansada, apareció en lo que parecía ser un mostrador, que estaba inundado de diversos papeles y libros. El rostro del vendedor cambio radicalmente en cuanto me vio con mi disfraz, lo mismo que me había pasado con la otra señora.
- ¿Qué desea?
- Me preguntaba si tendría por ahí algún trozo de papel, aunque sea pequeño, y un carbóncito para dibujar.
- ¿Es para realizar un altar?
Asentí.
- ¿Es la primera vez que vas a hacerlo?
Volví a asentir, pero esta vez con más fuerza.
- Muy bien, en ese caso ten. - me entregó un trozo de papel de apenas dos palmos cuadrados y un pequeño trozo de carbón. - Haz algo bonito para tus difuntos y ten un buen día. - el hombre me sonrió y volvió a meterse en la trastienda mientras yo me quedaba totalmente paralizado. No sabía que en la ciudad de los brujos fueran tan hospitalarios.
Guardé aquello en mi zurrón y salí de la tienda, aún me quedaban muchos objetos que encontrar. Recorrí las calles corriendo hasta que encontré un puesto donde vendían papel de colores, precisamente para la realización de estos altares, algo que sin duda influyó en el precio. Seguramente no iba a encontrar nada mejor, así que deje los aeros correspondientes y cogí papel azul oscuro, azul claro y naranja.
- ¡Vamos Gus! ¡Aún nos faltan diez! - le grité al conejo que me seguía a toda velocidad con sus grandes saltos.
Me paré de golpe y mi acompañante chocó contra mi, aunque prácticamente ni se inmutó, Gus era poco expresivo. El motivo de aquello fue que me encontré con un puesto donde se vendían tazas de té.
"A mi abuela le encantaba el té..." recordé vagamente una tarde con mi abuela, y me vi jugando cerca de la chimenea mientras mi abuelita me miraba con una sonrisa dando pequeños sorbos a una taza que despedía un fino hilo de vapor. "Ya que no tengo ningún objeto personal suyo... Puede que esto valga..."
Me acerqué al dependiente y escogí una de las tazas. fue algo cara pero valió la pena. Pese a que no fuera muy glamurosa, no creo que a mi abuela le importase, nunca habíamos sido una familia rica.
Tras eso fui corriendo al templo más cercano, si en algún lugar podría encontrar velas e incienso en un día como aquel, sin duda sería en las inmediaciones de algún templo. Y así fue, no me faltaron las tiendas dónde poder elegir los productos y dónde volver a desembolsar otra pequeña suma de aeros.
"¿De dónde demonios voy a sacar polvo de piedra droseta?"
Gracias a Tom no desconocía aquel material, pero era un mineral tan raro de encontrar como difícil de trabajar. La droseta prácticamente era un veneno, sería muy raro que la gente lo fuera vendiendo por ahí y sólo los grandes joyeros trabajaban con aquel mineral de altos costes.
"Puede que algún joyero quiera sacar algún beneficio a los fallos que haya podido tener cuando trabajaba este material..."
Sin perder más tiempo pregunté a la persona más cercana de dónde podía encontrar una joyería. Esta me miró bastante extrañada, algo que ya consideraba como normal, y me indicó el camino a seguir. Se lo agradecí y salí corriendo seguido de mi acompañante no muerto.
-¡Vamos! ¡Vamos! ¡Señores! ¡Polvo de droseta para sus altares! ¡Precios increibles! - escuché los gritos de una persona a medida que me acercaba al sitio que me habían indicado.
Al doblar la esquina encontré la joyería que buscaba y al hombre que gritaba. Me di un minuto para recuperar el aliento.
-Yo....- respiraba aún entrecortadamente. - Yo querría un pequeño puñado.
El mercader me miró con unos ojos alegres y codiciosos. No sabía que los mercaderes iban a ser los primeros en disfrutar de ese día.
Pedí una pequeña cantidad y dí su pago en aeros, la verdad fue bastante barato. Y sin nada más que me mantuviera en aquel lugar me marché para continuar mi búsqueda.
-Bueno... - metí la cabeza dentro de mi zurrón. -Ya sólo nos falta la mitad. ¿Crees que me dará tiempo Gus? - le pregunté al conejo mientras miré el cielo que comenzaba a abandonar el tono luminoso de la mañana. Mis tripas sonaron, como si fueran un reloj que anunciaba el medio día. -Creo que hubiese sido mejor empezar por la comida....
* * *
Me tomé un pequeño descanso para comer y recuperar las fuerzas perdidas durante la ajetreada mañana que había tenido. Aún me faltaba por conseguir otros seis objetos más, pero estos seguramente serían más fáciles de encontrar. Al ser un evento importante para los brujos no faltaban los puestos de comida, sobretodo de dulces, apostados en prácticamente todas las calles. Lo cual me facilito la adquisición del pan de difunto, un pastélito de manzana, que por lo poco que recordaba eran sus favoritos, y una calavera de azúcar. En una de estas tiendas también pude obtener un puñado de sal. Pero, para poder conseguir otros dos artículos del altar necesitaba los recipientes adecuados: un plato y un vaso. Cuando caí en la cuenta de eso me maldije a mi mismo, pues no había aprovechado el momento en el que compré la taza para obtener esos productos, que también estaban presentes en aquel puesto de ventas. Así que ahora me tocaba volver.
Desanduve mis pasos mientras observaba por el camino como la fiesta comenzaba a aumentar de tono a medida que la luz del sol iba desapareciendo en el horizonte. Las calles eran una autentica fiesta con personas que iban de un puesto al otro para probar cada delicia de aquel día o simplemente se unían a toda una infinidad de bailes que comenzaban a aparecer en plena calle cuando algún grupo comediante tocaba sus instrumentos. Yo seguramente me uniera a aquellas personas más tarde, una vez hubiese hecho mi altar. Por nada del mundo me iba a perder el gran desfile que tendría lugar al ocaso, por lo que debía de darme prisa.
Acelere mis pasos para llegar a aquel puesto. Tuve bastante suerte, pues cuando llegué la vendedora estaba a punto de cerrar, seguramente ella también quería disfrutar de aquel día. Aún así me atendió con una sonrisa, aunque estaba claro que estaba impaciente por irse, y pude obtener un vaso y un plato de cerámica bastante austeros.
Y, faltándome ya sólo un ingrediente, corrí, como alma perseguida por el diablo, hasta la Plaza Mayor de Beltraux. Por lo que había escuchado, ese lugar estaba plagado de puestos donde se vendían flores, seguramente debido a que era el mismo sitio donde debían colocarse los altares.
Al llegar, no me entretuve demasiado en la compra. Obtuvé unas pocas flores rojas y amarillas y volví a salir disparado para hacer mi altar. Hablé con uno de los administradores del evento para que me diera una mesita de madera en la cual colocar mi altar. Una vez la conseguí me retiré a un lugar vació de la plaza y comencé con el montaje. Con unas tijeras de mi zurrón corté de forma graciosa el papel de colores azul claro y oscuro, dándole forma de caras y otros derivados. Extendí aquellos papeles sobre la mesita a modo de mantel. Encima coloqué el papel naranja recortado con forma de picos.Realicé un borde con las flores y dentro incluí el resto de elementos que había conseguido. Tomé el papel en blanco y el carbóncillo y comencé a retratar, con toda la habilidad que pude, a mi abuela. Coloqué el retrato en medio del altar y sonreí contento por como me había quedado.
-Buenas abuela. - le hablé al altar aún sonriendo. - En un rato nos veremos y comeremos juntos como en el pasado. - me di un beso en la palma de la mano y lo deposité en el retrato. - Ahora debo irme, sino no te podré honrar en el desfile.
Y vuelta a la carrera me dirigí al lugar donde se daría inició el desfile de aquella noche donde los vivos se reencontrarían con los muertos para ser felices juntos de nuevo.
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Última edición por Ircan el Mar 7 Nov - 23:17, editado 1 vez
Ircan
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
Las calles de Dundarak se encontraban rebosantes de energía y alegría. Era difícil esquivar a los niños corriendo por las calles, mientras con improvisadas ramas de árboles jugaban a ser caballeros dragones. Los adultos también ayudaban en esa parte, llevando utensilios diversos para todos lados, así como sus animales comerciados en el mercado. Los más tranquilos, esperablemente, eran los ancianos, quienes solo miraban desde lejos las festividades. Habían pasado décadas desde que la energía de la juventud los había abandonado, solo dejándolos observar con melancolía a las nuevas generaciones.
- Es increíble como esto se llenó, sabes
Delante de él se encontraba su amiga de la infancia. Era muy alta para ser mujer, aproximadamente 1,80 metros de altura, aunque no era lo suficiente para alcanzarlo, siendo unos 20 centímetros los que los separaban.
- Este tipo de celebraciones atrae a todos, y no es para menos. Solo se hace una vez al año, e involucra desde los más pequeños hasta los más ancianos
Unos niños de aproximadamente 8 años se quedaron asombrados mirándola. Tomaban su mano, tocando detenidamente las uniones de metal de su armadura. Ella simplemente les respondió tocando sus manos de vuelta, y contestando las preguntas que les hacían.
- ¿De verdad eres una caballero dragona?
- Mi armadura da acuso recibido, ¿no?
- Oooohhhh, guau. Debes ser muy fuerte
Orgullosa y fuerte, pero cercana y cálida. A veces algo tosca y muy ingenua, pero con una convicción que sobrepasaba a la de los mortales. Si alguien le pidiera a él que pudiera personificar los valores y las costumbres más puras de los dragones, ella sería la única en su mente.
- Eres buena con los niños
- Probablemente es primera vez que ven a una caballero dragón mujer en su armadura, lista y dispuesta a cualquier predicamento
Los caballeros dragones. Seres completamente entregados a su pueblo, a sus dioses y a sus costumbres, todo materializado en un avatar de justicia y entrega. Es por eso que eran admirados y reconocidos por su propia gente. De ellos se hablaban leyendas, de legados, de historia. Aunque parecía egoísta, mucho de ello fue lo que los llamó a convertirse a ser caballeros.
- Es bueno saber que te lo tomas en serio - posó su mano gentilmente en su hombro, consiguiendo que se girara para verlo - Estoy orgulloso de ti, Kainé.
- … ¿Kainé? - respondió confundida
Pero aquel era su nombre. Siempre lo fue. Desde que se conocieron en las indómitas praderas desde pequeños hasta que habían llegado a ese punto, en donde ambos se consagraron como caballeros dragones, siempre la había llamado por ese nombre. ¿Por qué su mirada se encontraba tan confundida?
Fue entonces que se dio cuenta.
No, no se encontraban en Dundarak. Tampoco se celebraba algo que conocía. No era un joven lleno de sueños y que estaba dispuesto a dar todo por el mundo.
Se encontraba en Belltrexus. La celebración era algo llamado “Samhain”. Era un anciano que posaba su mano arrugada frente a su nieta. Se mostraba confundida frente a él, pero no porque el nombre le fuera desconocido. Más bien, era todo lo contrario.
- … Disculpa Siria - finalmente dijo, mientras lentamente sacaba su mano de su hombro, desviando la mirada en vergüenza - Me imagino que esta celebración me está jugando estas pasad--
No alcanzó a terminar su frase cuando sintió como la calidez de la dragona de viento se manifestó en la forma de un abrazo que rodeó su agotado cuerpo. Se sentía nostálgico, una remembranza de tiempos que, para él, eran mejores.
Le causaba dolor. No importaba cuántos años pasaran, nunca dejaba de doler cuando los recuerdos volvían.
- Vamos, te traje acá para conmemorar, no para abrir viejas heridas
Sabía que no era su intención el abrirlas. La joven no tenía la culpa de que él decidiera mantenerlas abiertas para siempre, quizás por castigo, o porque no sabía qué otra forma podía mantener su recuerdo vivo, sin ese riesgo de que alguna vez fuera a olvidarlo y acostumbrarse a estar sin ella.
Se alejaron lo suficiente como para quedar ajenos a las celebraciones de los demás. El Samhain podía tratarse sobre celebrar a los muertos, pero, a diferencia de la población local, ambos dragones sentían que deseaban hacer un ritual mucho más personal, más íntimo, lejos de quienes no comprendían sus sentimientos.
Lejos de la ciudad había un pequeño árbol tallado en piedra. El trabajo era de principiantes, sin ese detalle que acercaba la obra a la autenticidad que un profesional podía lograr, pero era perfectamente reconocible como tal. Se encontraba rodeado de pasto también hecho con pequeños arreglos de piedra que brotaban circularmente alrededor del centro de aquel trabajo. Probablemente el árbol, desde sus raíces hasta lo más alto de sus hojas, podía medir fácilmente un metro de alto.
Pero aquello distaba de lo que más llamaba la atención. Al costado de aquel árbol, una criatura también tallada en piedra yacía a su costado. Los ojos del anciano se fijaron inmediatamente en aquella figura, reconociéndola casi por instinto.
Era un pequeño dragón que yacía al lado de aquel árbol. Su brazo izquierdo abrazaba lo que podía al árbol, con sus garras incrustadas en la gran figura de piedra. Su cabeza se encontraba en el suelo como el resto de su cuerpo, mientras sus alas caídas se extendían por el suelo hecho del duro elemento. Aun cuando se encontraba en su forma sagrada, la expresión del dragón mostraba mucha calma, como si se encontrara sumido en un profundo y eterno sueño. El detalle del dragón distaba mucho del resto del trabajo, siendo este hecho con mucha dedicación y cuidado, como si hubiera sido realizado por el trabajo de alguien que hubiera dedicado milimétricamente a depositar su cariño en aquella obra.
Quizás, si no hubieran pasado aquellas décadas llenas de dolor, hubiera llorado sin control frente a tal tributo de su nieta.
- Recuerdo que me gustaba mucho ir a ver esa estatua en la ciudad de Dundarak - la joven dragona rompió el silencio que se formó mientras su anciano abuelo observaba la estatua como si hubieran pasado años de no haberlo hecho - Cuando niña, realmente no entendía su significado, hasta que papá me contó de qué iba…
La historia detrás de ella nunca es conocida por los extranjeros, porque solo la veían como una estatua que muestra a un dragón descansando o durmiendo. Y aun así, aquella no era una historia que conocían todos los dragones. Incluso Siria sabía solo extractos sobre aquel evento, mientras que tuvo que usar su imaginación para completar los agujeros.
Era la historia del más puro y altruista sacrificio.
- La estatua es de Kainé… tu abuela - cerró sus ojos, intentando contener su dolor interno. La dragona de viento no respondió. Sabía que su abuela poseía ese nombre, pero no que la estatua estaba erigida a su nombre - Mucha gente lo desconoce, pero cuando… esas criaturas metálicas atacaron nuestro mundo, y antes que las razas se congregaran para hacerles frente, nos tocó defender nuestro hogar, Dundarak
Lentamente ambos se sentaron frente al altar. Lentamente los dedos del anciano recorrieron la cabeza de la escultura, como si sus recuerdos vinieran y se fueran, atormentándolo en el proceso. Aun cuando su voz se llenaba de dolor, arrepentimiento y nostalgia, estaba ese ápice que daba a entender a su nieta que el orgullo también inundaba su alma.
- En el centro de la ciudad, se encontraban nuestros niños, ancianos, heridos y todos aquellos que no podían salir de la ciudad. En medio del caos, ella… - tomó un respiro mientras se detenía. Era visible que aguantaba sus sentimientos lo más que podía - … tomó la decisión de quedarse en medio de la batalla mientras el resto de los caballeros dragones defendieron con todo a los indefensos…
La historia que se conocía era aquella que narraba cómo los dragones lograron sacar a los bio-cibernéticos de sus tierras gracias a improvisada ayuda que obtuvieron de las razas que, sin pensarlo, ayudaron a mantener a Dundarak como tierra de dragones. Pero al igual que en todas la guerras, habían historias pequeñas de individuos que dieron todo por sus tierras, personas que quedaron en el olvido de Aerandir. Muchos de ellos dieron sus vidas con un valor inconmensurable y una resolución que eran dignas de reyes e incluso dioses, pero que nunca llegaron a oídos de la gente. Injustamente en el anonimato, con historias olvidadas y que el tiempo se encargó de borrar.
- Cuando volví a ver a Kainé… - su mano instintivamente se fue hacia la parte inferior de su rostro, tapando sus labios, mientras su respiración se agitaba debido a la emoción de los recuerdos - … la encontré cómo la has retratado en esta pequeña estatua… en aquel tributo que se encuentra en Dundarak… - y aun cuando intentaba controlarse, sus mejillas se encontraban bañadas en humedad - … se encontraba con cientos de cadáveres de esas… abominaciones… con cientos de heridas en su cuerpo…
Incontables historias como esa, solo recordadas por quienes eran familia, amigos, y a veces los muros bañados en sangre. Historias destinadas a ser olvidadas, a carecer de importancia. Sin embargo, ¿cuánto le debíamos a esos héroes que dieron mucho más que sus vidas para permitir que otros pudieran celebrar un Samhain como este? ¿Cuánto le debíamos a nuestros antepasados, sus resoluciones, sus valentías y su forma de enfrentar a la muerte de la forma más altruista que existía?
¿Algún día podría llegar a hacer un sacrifico como ese? ¿Sería lo suficientemente fuerte como para marcar una diferencia?
Existían cientos de sentimientos en su corazón y en su voz. Aquella fue la misma sensación que tuvo cuando conoció a Wood. No era una dragona segura, todavía muchos miedos la atormentaban, muchas inseguridades le impedían tomar decisiones que quizás otros tomarían fácilmente, y por sobre todo, no creía poder vivir a la altura de alguien como su abuela.
Solo había una cosa de la que estaba segura. Era de aquel regalo que los dioses le habían dado.
Era su canto.
Su voz se alzó entre el silencio de la oscuridad. En aquella isla, en donde nada les concernía, entregados en un tributo hacia alguien que el tiempo olvidó. Sus sentimientos se materializaron en sílabas melancólicas, pero estoicas. Se sentían fuertes a ratos, como si sintieran admiración, y en otros eran tristes, se sentía como si en un momento cualquiera se fuera a quebrar del llanto. Pero no dejaba de cantar. Se sentía como si fuera una pequeña que, a pesar del dolor y del sufrimiento, no quería dejar de intentarlo, que deseaba salir adelante y construir un mundo mejor.
Era el tributo de alguien quién nunca conoció hacia alguien que nadie recordaría.
Shul kara moihi arjaruk noisin
Da gyalef-talfoir malekfoidi anslaat erinchvoir
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei Kainé wergorath
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei yama tei Kainé wergorath dai-irajou
Shul kara moihi arjaruk noisin
Da gyalef-talfoir malekfoidi anslaat erinchvoir
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei Kainé wergorath
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei yama tei Kainé wergorath dai-irajou
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei Kainé wergorath
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei yama tei Kainé wergorath dai-irajou
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei Kainé wergorath
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei yama tei Kainé wergorath dai-irajou
Cuando su canto se redujo al silencio, solo los sollozos de su abuelo se podían escuchar. El dolor acumulado de décadas parecía concentrarse en un solo momento, junto con el arrepentimiento. Las mismas preguntas que lo acosaron durante años lo acosaron al mismo tiempo en un ciclo sin fin.
"¿Por qué no hice nada para evitarlo?"
"¿Por qué no estuve a su lado?"
"¿Por qué no luché con ella?"
"¿Por qué tuvo que morir?"
"¿Por qué ella y no yo?"
"¿Por qué el destino quiso que siguiera caminando por este sendero?"
Se agarró a la joven con sus débiles brazos, escondiendo su rostro en su regazo, mientras lloraba sin control. La dragona no pudo hacer nada más que rodear su cabeza con sus brazos, intentando no contagiarse de aquel llanto, aunque infructuosamente. No podía decir nada, y aun cuando pudiera, no existía nada que pudiera decir que pudiera ayudar a su abuelo en ese momento.
Solo pudo pensar que su canción siempre traía dolor a quienes la escuchaban
- Es increíble como esto se llenó, sabes
Delante de él se encontraba su amiga de la infancia. Era muy alta para ser mujer, aproximadamente 1,80 metros de altura, aunque no era lo suficiente para alcanzarlo, siendo unos 20 centímetros los que los separaban.
- Este tipo de celebraciones atrae a todos, y no es para menos. Solo se hace una vez al año, e involucra desde los más pequeños hasta los más ancianos
Unos niños de aproximadamente 8 años se quedaron asombrados mirándola. Tomaban su mano, tocando detenidamente las uniones de metal de su armadura. Ella simplemente les respondió tocando sus manos de vuelta, y contestando las preguntas que les hacían.
- ¿De verdad eres una caballero dragona?
- Mi armadura da acuso recibido, ¿no?
- Oooohhhh, guau. Debes ser muy fuerte
Orgullosa y fuerte, pero cercana y cálida. A veces algo tosca y muy ingenua, pero con una convicción que sobrepasaba a la de los mortales. Si alguien le pidiera a él que pudiera personificar los valores y las costumbres más puras de los dragones, ella sería la única en su mente.
- Eres buena con los niños
- Probablemente es primera vez que ven a una caballero dragón mujer en su armadura, lista y dispuesta a cualquier predicamento
Los caballeros dragones. Seres completamente entregados a su pueblo, a sus dioses y a sus costumbres, todo materializado en un avatar de justicia y entrega. Es por eso que eran admirados y reconocidos por su propia gente. De ellos se hablaban leyendas, de legados, de historia. Aunque parecía egoísta, mucho de ello fue lo que los llamó a convertirse a ser caballeros.
- Es bueno saber que te lo tomas en serio - posó su mano gentilmente en su hombro, consiguiendo que se girara para verlo - Estoy orgulloso de ti, Kainé.
- … ¿Kainé? - respondió confundida
Pero aquel era su nombre. Siempre lo fue. Desde que se conocieron en las indómitas praderas desde pequeños hasta que habían llegado a ese punto, en donde ambos se consagraron como caballeros dragones, siempre la había llamado por ese nombre. ¿Por qué su mirada se encontraba tan confundida?
Fue entonces que se dio cuenta.
No, no se encontraban en Dundarak. Tampoco se celebraba algo que conocía. No era un joven lleno de sueños y que estaba dispuesto a dar todo por el mundo.
Se encontraba en Belltrexus. La celebración era algo llamado “Samhain”. Era un anciano que posaba su mano arrugada frente a su nieta. Se mostraba confundida frente a él, pero no porque el nombre le fuera desconocido. Más bien, era todo lo contrario.
- … Disculpa Siria - finalmente dijo, mientras lentamente sacaba su mano de su hombro, desviando la mirada en vergüenza - Me imagino que esta celebración me está jugando estas pasad--
No alcanzó a terminar su frase cuando sintió como la calidez de la dragona de viento se manifestó en la forma de un abrazo que rodeó su agotado cuerpo. Se sentía nostálgico, una remembranza de tiempos que, para él, eran mejores.
Le causaba dolor. No importaba cuántos años pasaran, nunca dejaba de doler cuando los recuerdos volvían.
- Vamos, te traje acá para conmemorar, no para abrir viejas heridas
Sabía que no era su intención el abrirlas. La joven no tenía la culpa de que él decidiera mantenerlas abiertas para siempre, quizás por castigo, o porque no sabía qué otra forma podía mantener su recuerdo vivo, sin ese riesgo de que alguna vez fuera a olvidarlo y acostumbrarse a estar sin ella.
Se alejaron lo suficiente como para quedar ajenos a las celebraciones de los demás. El Samhain podía tratarse sobre celebrar a los muertos, pero, a diferencia de la población local, ambos dragones sentían que deseaban hacer un ritual mucho más personal, más íntimo, lejos de quienes no comprendían sus sentimientos.
Lejos de la ciudad había un pequeño árbol tallado en piedra. El trabajo era de principiantes, sin ese detalle que acercaba la obra a la autenticidad que un profesional podía lograr, pero era perfectamente reconocible como tal. Se encontraba rodeado de pasto también hecho con pequeños arreglos de piedra que brotaban circularmente alrededor del centro de aquel trabajo. Probablemente el árbol, desde sus raíces hasta lo más alto de sus hojas, podía medir fácilmente un metro de alto.
Pero aquello distaba de lo que más llamaba la atención. Al costado de aquel árbol, una criatura también tallada en piedra yacía a su costado. Los ojos del anciano se fijaron inmediatamente en aquella figura, reconociéndola casi por instinto.
Era un pequeño dragón que yacía al lado de aquel árbol. Su brazo izquierdo abrazaba lo que podía al árbol, con sus garras incrustadas en la gran figura de piedra. Su cabeza se encontraba en el suelo como el resto de su cuerpo, mientras sus alas caídas se extendían por el suelo hecho del duro elemento. Aun cuando se encontraba en su forma sagrada, la expresión del dragón mostraba mucha calma, como si se encontrara sumido en un profundo y eterno sueño. El detalle del dragón distaba mucho del resto del trabajo, siendo este hecho con mucha dedicación y cuidado, como si hubiera sido realizado por el trabajo de alguien que hubiera dedicado milimétricamente a depositar su cariño en aquella obra.
Quizás, si no hubieran pasado aquellas décadas llenas de dolor, hubiera llorado sin control frente a tal tributo de su nieta.
- Recuerdo que me gustaba mucho ir a ver esa estatua en la ciudad de Dundarak - la joven dragona rompió el silencio que se formó mientras su anciano abuelo observaba la estatua como si hubieran pasado años de no haberlo hecho - Cuando niña, realmente no entendía su significado, hasta que papá me contó de qué iba…
La historia detrás de ella nunca es conocida por los extranjeros, porque solo la veían como una estatua que muestra a un dragón descansando o durmiendo. Y aun así, aquella no era una historia que conocían todos los dragones. Incluso Siria sabía solo extractos sobre aquel evento, mientras que tuvo que usar su imaginación para completar los agujeros.
Era la historia del más puro y altruista sacrificio.
- La estatua es de Kainé… tu abuela - cerró sus ojos, intentando contener su dolor interno. La dragona de viento no respondió. Sabía que su abuela poseía ese nombre, pero no que la estatua estaba erigida a su nombre - Mucha gente lo desconoce, pero cuando… esas criaturas metálicas atacaron nuestro mundo, y antes que las razas se congregaran para hacerles frente, nos tocó defender nuestro hogar, Dundarak
Lentamente ambos se sentaron frente al altar. Lentamente los dedos del anciano recorrieron la cabeza de la escultura, como si sus recuerdos vinieran y se fueran, atormentándolo en el proceso. Aun cuando su voz se llenaba de dolor, arrepentimiento y nostalgia, estaba ese ápice que daba a entender a su nieta que el orgullo también inundaba su alma.
- En el centro de la ciudad, se encontraban nuestros niños, ancianos, heridos y todos aquellos que no podían salir de la ciudad. En medio del caos, ella… - tomó un respiro mientras se detenía. Era visible que aguantaba sus sentimientos lo más que podía - … tomó la decisión de quedarse en medio de la batalla mientras el resto de los caballeros dragones defendieron con todo a los indefensos…
La historia que se conocía era aquella que narraba cómo los dragones lograron sacar a los bio-cibernéticos de sus tierras gracias a improvisada ayuda que obtuvieron de las razas que, sin pensarlo, ayudaron a mantener a Dundarak como tierra de dragones. Pero al igual que en todas la guerras, habían historias pequeñas de individuos que dieron todo por sus tierras, personas que quedaron en el olvido de Aerandir. Muchos de ellos dieron sus vidas con un valor inconmensurable y una resolución que eran dignas de reyes e incluso dioses, pero que nunca llegaron a oídos de la gente. Injustamente en el anonimato, con historias olvidadas y que el tiempo se encargó de borrar.
- Cuando volví a ver a Kainé… - su mano instintivamente se fue hacia la parte inferior de su rostro, tapando sus labios, mientras su respiración se agitaba debido a la emoción de los recuerdos - … la encontré cómo la has retratado en esta pequeña estatua… en aquel tributo que se encuentra en Dundarak… - y aun cuando intentaba controlarse, sus mejillas se encontraban bañadas en humedad - … se encontraba con cientos de cadáveres de esas… abominaciones… con cientos de heridas en su cuerpo…
Incontables historias como esa, solo recordadas por quienes eran familia, amigos, y a veces los muros bañados en sangre. Historias destinadas a ser olvidadas, a carecer de importancia. Sin embargo, ¿cuánto le debíamos a esos héroes que dieron mucho más que sus vidas para permitir que otros pudieran celebrar un Samhain como este? ¿Cuánto le debíamos a nuestros antepasados, sus resoluciones, sus valentías y su forma de enfrentar a la muerte de la forma más altruista que existía?
¿Algún día podría llegar a hacer un sacrifico como ese? ¿Sería lo suficientemente fuerte como para marcar una diferencia?
Existían cientos de sentimientos en su corazón y en su voz. Aquella fue la misma sensación que tuvo cuando conoció a Wood. No era una dragona segura, todavía muchos miedos la atormentaban, muchas inseguridades le impedían tomar decisiones que quizás otros tomarían fácilmente, y por sobre todo, no creía poder vivir a la altura de alguien como su abuela.
Solo había una cosa de la que estaba segura. Era de aquel regalo que los dioses le habían dado.
Era su canto.
Su voz se alzó entre el silencio de la oscuridad. En aquella isla, en donde nada les concernía, entregados en un tributo hacia alguien que el tiempo olvidó. Sus sentimientos se materializaron en sílabas melancólicas, pero estoicas. Se sentían fuertes a ratos, como si sintieran admiración, y en otros eran tristes, se sentía como si en un momento cualquiera se fuera a quebrar del llanto. Pero no dejaba de cantar. Se sentía como si fuera una pequeña que, a pesar del dolor y del sufrimiento, no quería dejar de intentarlo, que deseaba salir adelante y construir un mundo mejor.
Era el tributo de alguien quién nunca conoció hacia alguien que nadie recordaría.
- Spoiler:
- Canción cantada por Siria (alrededor del minuto 1:01): [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Shul kara moihi arjaruk noisin
Da gyalef-talfoir malekfoidi anslaat erinchvoir
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei Kainé wergorath
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei yama tei Kainé wergorath dai-irajou
Shul kara moihi arjaruk noisin
Da gyalef-talfoir malekfoidi anslaat erinchvoir
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei Kainé wergorath
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei yama tei Kainé wergorath dai-irajou
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei Kainé wergorath
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei yama tei Kainé wergorath dai-irajou
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei Kainé wergorath
Hyol tatyoraa parfeiku harhei fadaliyo pu
Hyol mikata yokokra nohei yama tei Kainé wergorath dai-irajou
Cuando su canto se redujo al silencio, solo los sollozos de su abuelo se podían escuchar. El dolor acumulado de décadas parecía concentrarse en un solo momento, junto con el arrepentimiento. Las mismas preguntas que lo acosaron durante años lo acosaron al mismo tiempo en un ciclo sin fin.
"¿Por qué no hice nada para evitarlo?"
"¿Por qué no estuve a su lado?"
"¿Por qué no luché con ella?"
"¿Por qué tuvo que morir?"
"¿Por qué ella y no yo?"
"¿Por qué el destino quiso que siguiera caminando por este sendero?"
Se agarró a la joven con sus débiles brazos, escondiendo su rostro en su regazo, mientras lloraba sin control. La dragona no pudo hacer nada más que rodear su cabeza con sus brazos, intentando no contagiarse de aquel llanto, aunque infructuosamente. No podía decir nada, y aun cuando pudiera, no existía nada que pudiera decir que pudiera ayudar a su abuelo en ese momento.
Solo pudo pensar que su canción siempre traía dolor a quienes la escuchaban
- Spoiler:
- Off: No tengo una referencia visual del altar de Siria, por eso no agregué foto alguna
Última edición por Siria el Miér 8 Nov - 15:37, editado 2 veces
Siria
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
Mina se alejó del mausoleo familiar, sus padres contaban, animados, anécdotas de sus hijos fallecidos y reían. Mina no entendía cómo podían actuar así, como si no les doliera, habiendo ocurrido aquella tragedia hacía pocos meses. Ella sentía rabia, odio, tenía deseos de venganza, su ira crecía y se acumulaba dentro de ella. Se había vuelto más callada y seria, prefería estar en su habitación y no hablaba de lo ocurrido. Pensó que con aquella celebración sentiría un poco de alivio, pero no fue así, todo lo contrario, la hizo sentir aún más enojo.
No había compartido con nadie aquello, ni permitido que una sola lágrima cayera por sus mejillas en todos esos meses; ni el día que recibieron la noticia, ni cuando los sepultaron, ni cuando entraba a las habitaciones de ellos. Reprimía todo y maldecía al mundo por continuar, al tiempo por avanzar y a todo aquel que había seguido con su vida, como si la muerte de los gemelos Harker no hubiese ocurrido.
Caminaba apretando las muelas y los puños a los lados de su cuerpo cuando una voz angelical hizo que se desviara de sus pensamientos. No supo cómo ni por qué, sus pies caminaron hacia donde provenía ese canto. Vio desde atrás a una mujer que cantaba para un hombre entrado en años. Su canto era dulce, sonaba melancólico y triste. Mina quedó estática, completamente embelesada con la canción.
Lentamente, la melodía se le fue metiendo por la piel. Al principio se resistió, intentó marcharse, pero no lo logró, se quedó allí, quieta, escuchando, usando todas sus fuerzas para evitar que la canción, que esa voz, penetrara más en su cuerpo. Pero no pudo, era más fuerte que ella. Toda la tristeza que había encerrado en lo más profundo de su ser explotó y lloró amargamente, desconsolada, apretando las manos sobre su pecho. Lloró todas las lágrimas que se había negado durante meses.
Dio media vuelta y se marchó, lo más rápidamente posible. o podía entender lo que decía, era en algún idioma que ella no había escuchado jamás. Su elaborado maquillaje fue surcado por las lágrimas pero ya no le importó, de hecho, prefirió sacárselo con su pañuelo y salir de esa farsa; no se sentía festiva ni deseaba celebrar.
Se alejó corriendo, para que ni la mujer ni el anciano la vieran. Corrió de vuelta con sus padres, a quienes necesitaba más que nunca. Cuando llegó junto a ellos, saltaron al verla tan descompuesta y la abrazaron, consolándola en silencio. La apretaban fuerte, no entendían a ciencia cierta qué le pasaba a su hija, pero lo intuían. Por fin las emociones fueron demasiadas para el menudo cuerpo de la bruja y tuvieron que salir. -Está bien, mi niña... está bien...- murmuró dulcemente su madre, a quien las lágrimas se le agolpaban en los ojos.
No había compartido con nadie aquello, ni permitido que una sola lágrima cayera por sus mejillas en todos esos meses; ni el día que recibieron la noticia, ni cuando los sepultaron, ni cuando entraba a las habitaciones de ellos. Reprimía todo y maldecía al mundo por continuar, al tiempo por avanzar y a todo aquel que había seguido con su vida, como si la muerte de los gemelos Harker no hubiese ocurrido.
Caminaba apretando las muelas y los puños a los lados de su cuerpo cuando una voz angelical hizo que se desviara de sus pensamientos. No supo cómo ni por qué, sus pies caminaron hacia donde provenía ese canto. Vio desde atrás a una mujer que cantaba para un hombre entrado en años. Su canto era dulce, sonaba melancólico y triste. Mina quedó estática, completamente embelesada con la canción.
Lentamente, la melodía se le fue metiendo por la piel. Al principio se resistió, intentó marcharse, pero no lo logró, se quedó allí, quieta, escuchando, usando todas sus fuerzas para evitar que la canción, que esa voz, penetrara más en su cuerpo. Pero no pudo, era más fuerte que ella. Toda la tristeza que había encerrado en lo más profundo de su ser explotó y lloró amargamente, desconsolada, apretando las manos sobre su pecho. Lloró todas las lágrimas que se había negado durante meses.
Dio media vuelta y se marchó, lo más rápidamente posible. o podía entender lo que decía, era en algún idioma que ella no había escuchado jamás. Su elaborado maquillaje fue surcado por las lágrimas pero ya no le importó, de hecho, prefirió sacárselo con su pañuelo y salir de esa farsa; no se sentía festiva ni deseaba celebrar.
Se alejó corriendo, para que ni la mujer ni el anciano la vieran. Corrió de vuelta con sus padres, a quienes necesitaba más que nunca. Cuando llegó junto a ellos, saltaron al verla tan descompuesta y la abrazaron, consolándola en silencio. La apretaban fuerte, no entendían a ciencia cierta qué le pasaba a su hija, pero lo intuían. Por fin las emociones fueron demasiadas para el menudo cuerpo de la bruja y tuvieron que salir. -Está bien, mi niña... está bien...- murmuró dulcemente su madre, a quien las lágrimas se le agolpaban en los ojos.
Mina Harker
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Re: El día de los difuntos [Evento Global] [Eventos del HorrorWyn]
Día de los difuntos: Beltrexus
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Todos habéis hecho un excelente trabajo, me divertí muchísimo leyéndoos. Ahora pasaré a entregaros lo que os corresponde:
+3 puntos de experiencia
+50 aeros
Recuerdo del festival: Calaverita de Azucar con tu nombre
Puede que parezca un dulce como cualquiera, pero esta pequeña calaverita no es para nada comestible. Cuando te encuentres en peligro lánzala al suelo y creará una cortina de humo que nublará la visibilidad de tus enemigos, brindándote la oportunidad de escapar o de crear una distracción.
- Calaverita de azucar:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
¡Vaya que me habéis puesto en aprietos! Vuestros disfraces han sido magníficos y me ha sido casi imposible decidirme por uno solo, así que he optado por declarar un empate entre los dos disfraces que me parecieron los más originales:
Alira y Mina
¡Felicitaciones!
Ambas ganáis:
+2 puntos de experiencia
+50 aeros adicionales
Recompensa sorpresa: Piedra de la resurrección
Esta piedra os permitirá reencontraros con un ser querido una vez más. En el tema que elijáis, solo deberéis dar tres vueltas a la piedra y pensar en esa persona que ya no está con vosotros, de esta forma podréis hablar con esa persona durante todo lo que dure ese tema. ¡Disfrutad de vuestro tiempo de calidad con el difunto! Una vez terminado ese tema, la piedra perderá su poder mágico.
- Piedra de la resurrección:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
El premio al altar de difuntos se lo lleva Elen. Su altar de difuntos me cautivó completamente. ¡Muchas felicidades!
Ganas:
+2 puntos de experiencia
+50 aeros adicionales
Recompensa sorpresa: Piedra de la resurrección
Esta piedra os permitirá reencontraros con un ser querido una vez más. En el tema que elijáis, solo deberéis dar tres vueltas a la piedra y pensar en esa persona que ya no está con vosotros, de esta forma podréis hablar con esa persona durante todo lo que dure ese tema. ¡Disfrutad de vuestro tiempo de calidad con el difunto! Una vez terminado ese tema, la piedra perderá su poder mágico.
- Piedra de la resurrección:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Aclaraciones finales:
Ya que ninguno os habéis animado a crear una trama entre vosotros, os habéis perdido de una hermosa recompensa que tenía preparada. ¡Animaos a no rolear en solitario!Las recompensas han sido añadidas a vuestros perfiles ^^.
Gracias por sintonizar nuestro canal, reportando desde el Valhalla: WynNews
#Wynehu is love, Wynehu is life.
Wyn
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