[MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
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[MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
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El Doctor Aleksandr Sókolov, más conocido como “el doctor Peste”, es el mejor toxicólogo de Aerandir. Lleva décadas estudiando el comportamiento de toxinas y desarrollando venenos muy potentes con múltiples efectos que se distribuyen entre bandidos y contrabandistas de Aerandir, por los que recibe auténticas millonadas. Habituado a trabajar con venenos de todo tipo, por todos es sabido que ha realizado una síntesis contra múltiples enfermedades, exclusivamente para sí mismo, que le hace inmuniza contra enfermedades, y le permite trabajar con ellos sin miedo a contagiarse.
Lamentablemente, probablemente no esté dispuesto a participar en la salvación del mundo, por lo que no habrá más remedio que introducirse en el arboreto y robar su medicación para poder distribuirla por todo el continente e inmunizar a la gente.
Vive aislado en soledad en el interior del gran arboreto de la base de los biocibernéticos, poblado por multitud de especies vegetales y trampas peligrosas. Su nivel de locura está a la altura de su superdotado coeficiente intelectual. ¿Habrá algún valiente dispuesto a introducirse en el mismo y robar la cura?
* * * * * * * * * *
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La base biocibernética se encontraba sellada y aislada por un enorme río que actuaba de frontera entre la vida y la tecnología, y la más profunda decadencia. La gente había montado improvisados poblados alrededor buscando un auxilio que nunca obtendrían. Tal vez esos enormes desagües que evacuaban agua hirviendo, fruto de la refrigeración de las fábricas cibernéticas. Pudiesen terminar siendo una fuente de salud. O tal vez no.
Corría el rumor por aquellos campamentos de las afueras que en el Doctor Peste, tenía una vacuna contra todas las enfermedades, y desde ellos, partían multitud de incursiones de gente desesperada hacia la base y, concretamente, hacia el arboreto. La mayoría de intrusos terminaban, desgraciadamente, con un tiro de ballesta en el entrecejo. Eso si no daban con un guardia.
Pero vosotros, héroes de Aerandir, habéis conseguido librar los sistemas de seguridad de la base y habéis conseguido entrar al arboreto por la única entrada posible: Un pequeño lucernario abierto en la parte superior del mismo. Y es que el arboreto se encontraba encerrado dentro de un edificio. Habéis partido solos. Pero justo antes de entrar al arboreto, accediendo por la claraboya, os habéis encontrado con un famoso ballestero: Roman Levi Stephenson. No es un tipo lo que se dice, especialmente dicharachero, y tampoco es que os haya dado demasiadas confianzas nada más verlo. – Si me jodéis, estáis muertos. – Sí, ese fue su saludo en cuanto lo toparon en la claraboya. ¿Un tipo agradable, verdad? Desconocéis sus verdaderas intenciones, aunque recordáis haberlo visto en múltiples carteles de “Indeseable fugado. Aproximarse con extrema precaución”. Lleva una larga gabardina y dos ballestas de mano. Bastante parecido a otros como Franco Nero o Fiona Wright.
- Roman Levi Stephenson:
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-No hace falta que vengáis detrás de mí. Iré solo.– indicó Roman nada más poner un pie en la parte Norte del Arboreto. Pudieron sentir el cantar de los pájaros y un cielo soleado. Falso, por supuesto. Sólo era una animación. Y por ello ningún vampiro sentiría nada malo porque aquel sol simulado reflejara en su piel. Era un lugar tan frondoso que cualquier borracho que allí despertara pensaría que estaba en medio de Sandorái.
Sin embargo, por mucho que Roman pidiera silencio, sus pasos al impactar con el suelo fueron sentidos por una mujer rara, una especie de dríade con ojos rojos, que les acechaba en las sombras. Andaba a cuatro patas y jamás se erguía sobre sus dos piernas. Curioso. Esos chasquidos metálicos revelaban que no era, por completo, una mujer de carne y hueso. Olfateó a los presentes y les rodeó, antes de colocarse sobre una roca que dividía dos caminos.
- Sprigcyb:
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-¡Sprigcyb ve desconocidos en el Arboreto! ¿Los invitados vienen a ver al Doctor Peste? – preguntó la extraña criatura mitad planta mitad robot. - Al Doctor Peste no le gustan los invitados, pero Sprigcyb está programada para ser cortés con ellos. – se acercó a Sarez y olfateó a su alrededor. Sus sensores sabían que olía a elfo. A un repugnante elfo. ¿Qué venía a hacer allí un elfo? – Sprigcyb sabe que hay mucha gente muriéndose fuera, y Sprigcyb se lamenta por ello. Pero Sprigcyb no puede hacer nada. Sprigcyb no está programada para ayudar a extranjeros pues el doctor no quiere que Sprigcyb ayude.
Roman miró a la criatura con repugnancia. Ni siquiera la escuchó, y corrió por el camino de la derecha. Parecía tener claro a donde iba o qué buscaba.
Entonces Sprigcyb le miró misteriosa. No estaba programada para reaccionar ante tal reacción. Y menos ir detrás de alguien cuando aún quedaban dos visitantes delante de ella. Aquello la había descolocado. Miró rápidamente a Sarez y Johannes, los dos que aún quedaban.
-Sprigcyb informa que si vais por el camino de la izquierda os encontraréis la granja-invernadero. – informó la dríade. – Y si vais por el de la derecha, el alegre y verde estanque. – continuó. – La casa del doctor Peste se encuentra, indistintamente, al final de ambos caminos.
Teniendo en cuenta que Roman se había ido por el de la derecha, los dos podían tomar la decisión de tomar un camino según las indicaciones de Sprigcyb, o bien ignorarla como ha hecho Roman y seguir su propia intuición. Roman parece tener claro a donde va, aunque no os haga ni caso. Y recuerdad...
Vosotros podéis ser la posible salvación de esta gente.
* * * * * * * * * *
¡Bienvenidos al Arboreto, valientes!
Sarez, Johannes, sobre vosotros cae una de las misiones más importantes del evento: Conseguir la cura. Hay muchos refugiados fuera, esperándola. Seguro que habéis sufrido muchas penurias para llegar hasta el arboreto, y estaré encantado de leerlas. Pero vuestra primera tarea será elegir uno de los dos caminos con la información sabida. ¿Es Sprigcyb, una dríade inofensiva al servicio del doctor Peste, de fiar? ¿Lo es Roman Levi Stephenson? Pensad MUY bien las decisiones pues el destino de Aerandir está en vuestras manos, no me hagáis sentirme luego a mí culpable si en vez de conseguir la vacuna inmunizadora os hacéis con el veneno más leta y lo distribuís por ahí.
Tendréis los dos que tirar una runa. Tranquilos, no os voy a maldecir tan temprano. Simplemente es para decidir a quién seguirá Sprigcyb. Seguirá al que mejor runa saque. Si decidís ir juntos, ignoraré las runas pues irá con los dos.
Nota: Esta misión va en relación con la misión "Unidad de Toxinas", así que recomiendo seguirla si queréis descubrir la historia al completo.
Ger
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
Veo las caras de pánico de las personas de mí alrededor y me pregunto qué es lo que ha pasado. ¿Por qué se pegan? ¿Por qué se empujan? ¿Por qué se matan? ¿Por qué enferman?
Hace unos días las calles de la ciudad de los humanos estaban alborotadas de gente que gritaba cosas que no entendía. Merrigan dijo que nosotros nos teníamos que quedar en la habitación. No podíamos salir. Cerró la puerta y las ventanas. No dejó que nadie entrase. Si teníamos sed bebíamos de la misma agua de los cubos que usábamos para lavarnos el cuerpo y la ropa. El hambre lo saciábamos con la comida de emergencia que guardábamos en nuestras mochilas. Le pregunté a Merrigan por qué hacíamos eso y me contestó que era porque Aerandir estaba en emergencia.
No lo llegué a comprender hasta que, tres días después de ver las calles repletadas de personas gritando, noté el olor a muerto. No importaba que las ventanas de nuestra habitación estuvieran cerradas, el apestoso aroma penetraba las paredes. Merrigan lo notó tan bien como yo. Cada vez se lavaba con más frecuencia con tal de quitarse el olor de encima.
Mientras se duchaba, violé la primera norma de las que Merrigan me dijo en caso de emergencia: abrí la ventana para ver de dónde venía el olor. Entonces entendí los gritos de los días anteriores. La calle estaba recubierta por muertos que tenían en el cuerpo tantos cráteres secos que daba la impresión que se estuvieran descomponiendo incluso antes de haber muerto. Desde los balcones de los otros edificios, vi unos hombres tapados hasta la cabeza con telas negras arrojar más muertos a la calle.
Merrigan me sorprendió a mi espalda. Acababa de salir de la ducha. Una toalla verde cubría su cuerpo de suave porcelana. Durante un segundo, esperé a que me ordenase que cerrase la ventana y volviera hacia el interior. Sin embargo, lo que hizo fue muy diferente. Se puso a mí lado y dejó caer su cabeza contra mi pecho sin apartar la vista de lo que sucedía fuera de nuestra habitación.
Después de un tiempo (ignoro si fue minutos o horas) viendo como las ratas y los brambos se peleaban por comerse los cadáveres; Merrigan me explicó lo que pasaba. Me dijo que era por culpa de una enfermedad que volaba por el aire como si fuera un cuervo invisible y mataba a todo aquel que lo tocaba. Las ventanas las cerró para que no entrase el cuervo.
Merrigan se vistió con sus ropas negras. Las que usa cuando tenemos que viajar mucho. Los vestidos elegantes son para tocar el arpa, los negros para caminar. Bajamos al salón de la posada. Vimos dos muertos, los dueños de la taberna, tirados en la barra. Lo primero que hicimos fue ir a la cocina y llenar nuestras mochilas de cántaros de agua limpia y comida en conserva. Hacía tres días que no bebíamos agua limpia, aquello fue un regalo para nosotros. Luego fuimos a ver los cadáveres. Merrigan se tapó la nariz y la boca con un trozo de tela, hizo conmigo justo después. Mientras Merrigan dedicaba una canción de despedida a los antiguos dueños (nos cuidaron muy bien) rebusqué entre sus bolsillos por si encontraba algo que nos pudiera ayudar. Lo encontré.
Ese algo es lo que hoy, cinco días después, nos ha traído frente a la base de los hombres de metal. Merrigan vuelve a llevar sus ropas negras. La nota dice que el cadáver del posadero tenía en el bolsillo dice que quien quiera sobrevivir que se dirija a la base de los biocibernéticos, aquí está la cura.
Merrigan y yo no somos los únicos que hemos viajado a buscar la cura. Enfrente del río que bordea la base de los hombres de metal hay una gran multitud de personas gritando asustadas. Esto hace que me pregunte todo lo que me estoy preguntando: ¿Qué ha pasado? ¿Por qué se pegan? ¿Por qué se empujan? ¿Por qué se matan? ¿Por qué enferman?
Dos hombres están en el suelo dando vueltas y pegándose entre ellos, a nadie parece importarle. Un niño perdido corre buscando a su madre, la madre no aparece. Desde lo alto de las torres de la ciudad de metal, una ballesta con un hombre detrás dispara a todo aquel que se acerca al río.
La imagen no es agradable. Las personas tienen miedo de la enfermedad (es como un cuervo invisible). Muchos de los presenten tosen y tienen los mismos cráteres secos que vi en los cadáveres (el cuervo mata a quien toca). No soy bueno relacionándome con las otras personas, pero por primera vez puedo hacerme una idea de lo que están pensando porque yo pienso lo mismo: “El cuervo está aquí y me está tocando”.
-Por aquí, papa- Merrigan me coge de la mano y me arrastra lejos de la multitud- no podemos hacer nada y quiero irme de aquí.- la última frase la acompaña con un bufido de cansancio.
Nos alejamos de la gente (y los cuervos invisibles) que se congrega en la entrada de la base de los hombres de metal. Vemos varios campamentos provisionales. Algunos de ellos venden comida, otros agua y, muy pocos, falsas medicinas que no sirven de nada.
-Tenemos que encontrar un sitio donde poder dormir esta noche, a lo mejor mañana los cibernéticos abren las puertas. ¿Qué te parece?-
-No creo-.
-Yo tampoco creo que vayan a dejarnos pasar,- otro resoplido- pero tenemos que intentarlo. No podemos estar de brazos cruzados sin hacer nada-.
-Es por mi culpa. No debí haber abierto la ventana. Entró el cuervo-.
Pese a que no me sepa explicar, Merrigan me comprende. Coge mi mano y apoya su cabeza en mi pecho como si fuera una niña pequeña.
-La culpa fue mía por haber pensado que estaríamos a salvo encerrados sin comida ni bebida-.
Merrigan comienza a llorar. Le rodeo con un brazo mientras con la otra mano le acaricio el cabello. Parece tranquilizarse. No soporto verla así. Ojala fuera capaz de pensar en alguna manera mejor para hacerle volver a sonreír. Lo único que se me ocurre, es acariciar su largo cabello.
-No nos vamos- digo finalmente- hemos venido a por la cura. Vamos a matar al cuervo invisible-.
-Papá…- no sé qué quiere decir, pero pronto se corta ella misma y continua diciendo- gracias-.
Mientras camino noto que el suelo cambia de tacto. Dejo de pisar tierra para pisar algo que parece madera. En silencio me agacho y retiro la hojarasca del suelo.
-Es una trampi- Merrigan se tapa la boca antes de terminar la frase: “Es una trampilla”.
Abro la puerta. Merrigan entra primero, luego voy yo. Creo que nadie nos ha visto. Cierro la trampilla desde el interior. Bajo, hay un pasadizo que va en línea recta. No tenemos otra opción. Caminamos lentamente por el estrecho pasillo. Ninguno de los dos sabe dónde nos dirige, pero cualquier lugar es mejor que estar rodeado de personas con cuervos invisibles en sus cabezas.
Al final del pasillo hay otra trampilla, ésta ya está abierta. En la superficie, un hombre con un par de ballesta nos dice que si le jodemos estamos muertos. Tengo la sensación de que él ha sido quien, de alguna forma, nos llamó cuando estábamos perdidos enfrente de la base de los hombres de metal. Detrás del hombre de piel negra, hay un pequeño bosque que esconde algo que, tanto Merrigan como yo, sabemos qué es: La cura.
-Te seguimos- salgo a la superficie primero y luego ayudo a Merrigan a subir.
Antes que nos demos cuenta, una criatura de metal y hierba aparece de la nada. He visto criaturas de metal y criaturas de árboles, pero nunca una que sea las dos cosas al mismo tiempo. Cuando habla, su voz me recuerda a la voz de una araña.
Dice que se llama Sprigcyb y que estamos en el arboreto del Doctor Peste (es el nombre que había en la nota de los cadáveres de la posada).Merrigan y yo nos miramos mutuamente. Compartimos una misma idea aunque no la estemos diciendo en voz alta: “Peste quiere la cura para él y no nos la dará”. Llevo mi mano al arco y Merrigan a su arpa. Ambos estamos decidimos a conseguir la cura. El humano de las ballestas nos ha llamado para que la consigamos y lo vamos a hacer. Merrigan tiene la magia que convoca con su música, yo tengo mis flechas y mi arco.
Sprigcyb nos enseña dos caminos distintos. El humano escoge el suyo. Dice que no lo sigamos que vayamos por nuestra cuenta. Merrigan me mira y asiente como si estuviera dando la razón al humano.
-Nosotros iremos por ahí,- Merrigan señala el camino diferente al humano- si nos separamos podremos cubrir más trozo- me coge de la mano y empezamos a caminar dirección a la granja.
Offrol: Mensaje para Master Ger: Tú me pones a Sokolov, yo visto a Merrigan con el traje de Emily en el Dishonored 2 Es un trato justo <3
Hace unos días las calles de la ciudad de los humanos estaban alborotadas de gente que gritaba cosas que no entendía. Merrigan dijo que nosotros nos teníamos que quedar en la habitación. No podíamos salir. Cerró la puerta y las ventanas. No dejó que nadie entrase. Si teníamos sed bebíamos de la misma agua de los cubos que usábamos para lavarnos el cuerpo y la ropa. El hambre lo saciábamos con la comida de emergencia que guardábamos en nuestras mochilas. Le pregunté a Merrigan por qué hacíamos eso y me contestó que era porque Aerandir estaba en emergencia.
No lo llegué a comprender hasta que, tres días después de ver las calles repletadas de personas gritando, noté el olor a muerto. No importaba que las ventanas de nuestra habitación estuvieran cerradas, el apestoso aroma penetraba las paredes. Merrigan lo notó tan bien como yo. Cada vez se lavaba con más frecuencia con tal de quitarse el olor de encima.
Mientras se duchaba, violé la primera norma de las que Merrigan me dijo en caso de emergencia: abrí la ventana para ver de dónde venía el olor. Entonces entendí los gritos de los días anteriores. La calle estaba recubierta por muertos que tenían en el cuerpo tantos cráteres secos que daba la impresión que se estuvieran descomponiendo incluso antes de haber muerto. Desde los balcones de los otros edificios, vi unos hombres tapados hasta la cabeza con telas negras arrojar más muertos a la calle.
Merrigan me sorprendió a mi espalda. Acababa de salir de la ducha. Una toalla verde cubría su cuerpo de suave porcelana. Durante un segundo, esperé a que me ordenase que cerrase la ventana y volviera hacia el interior. Sin embargo, lo que hizo fue muy diferente. Se puso a mí lado y dejó caer su cabeza contra mi pecho sin apartar la vista de lo que sucedía fuera de nuestra habitación.
Después de un tiempo (ignoro si fue minutos o horas) viendo como las ratas y los brambos se peleaban por comerse los cadáveres; Merrigan me explicó lo que pasaba. Me dijo que era por culpa de una enfermedad que volaba por el aire como si fuera un cuervo invisible y mataba a todo aquel que lo tocaba. Las ventanas las cerró para que no entrase el cuervo.
Merrigan se vistió con sus ropas negras. Las que usa cuando tenemos que viajar mucho. Los vestidos elegantes son para tocar el arpa, los negros para caminar. Bajamos al salón de la posada. Vimos dos muertos, los dueños de la taberna, tirados en la barra. Lo primero que hicimos fue ir a la cocina y llenar nuestras mochilas de cántaros de agua limpia y comida en conserva. Hacía tres días que no bebíamos agua limpia, aquello fue un regalo para nosotros. Luego fuimos a ver los cadáveres. Merrigan se tapó la nariz y la boca con un trozo de tela, hizo conmigo justo después. Mientras Merrigan dedicaba una canción de despedida a los antiguos dueños (nos cuidaron muy bien) rebusqué entre sus bolsillos por si encontraba algo que nos pudiera ayudar. Lo encontré.
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Ese algo es lo que hoy, cinco días después, nos ha traído frente a la base de los hombres de metal. Merrigan vuelve a llevar sus ropas negras. La nota dice que el cadáver del posadero tenía en el bolsillo dice que quien quiera sobrevivir que se dirija a la base de los biocibernéticos, aquí está la cura.
Merrigan y yo no somos los únicos que hemos viajado a buscar la cura. Enfrente del río que bordea la base de los hombres de metal hay una gran multitud de personas gritando asustadas. Esto hace que me pregunte todo lo que me estoy preguntando: ¿Qué ha pasado? ¿Por qué se pegan? ¿Por qué se empujan? ¿Por qué se matan? ¿Por qué enferman?
Dos hombres están en el suelo dando vueltas y pegándose entre ellos, a nadie parece importarle. Un niño perdido corre buscando a su madre, la madre no aparece. Desde lo alto de las torres de la ciudad de metal, una ballesta con un hombre detrás dispara a todo aquel que se acerca al río.
La imagen no es agradable. Las personas tienen miedo de la enfermedad (es como un cuervo invisible). Muchos de los presenten tosen y tienen los mismos cráteres secos que vi en los cadáveres (el cuervo mata a quien toca). No soy bueno relacionándome con las otras personas, pero por primera vez puedo hacerme una idea de lo que están pensando porque yo pienso lo mismo: “El cuervo está aquí y me está tocando”.
-Por aquí, papa- Merrigan me coge de la mano y me arrastra lejos de la multitud- no podemos hacer nada y quiero irme de aquí.- la última frase la acompaña con un bufido de cansancio.
Nos alejamos de la gente (y los cuervos invisibles) que se congrega en la entrada de la base de los hombres de metal. Vemos varios campamentos provisionales. Algunos de ellos venden comida, otros agua y, muy pocos, falsas medicinas que no sirven de nada.
-Tenemos que encontrar un sitio donde poder dormir esta noche, a lo mejor mañana los cibernéticos abren las puertas. ¿Qué te parece?-
-No creo-.
-Yo tampoco creo que vayan a dejarnos pasar,- otro resoplido- pero tenemos que intentarlo. No podemos estar de brazos cruzados sin hacer nada-.
-Es por mi culpa. No debí haber abierto la ventana. Entró el cuervo-.
Pese a que no me sepa explicar, Merrigan me comprende. Coge mi mano y apoya su cabeza en mi pecho como si fuera una niña pequeña.
-La culpa fue mía por haber pensado que estaríamos a salvo encerrados sin comida ni bebida-.
Merrigan comienza a llorar. Le rodeo con un brazo mientras con la otra mano le acaricio el cabello. Parece tranquilizarse. No soporto verla así. Ojala fuera capaz de pensar en alguna manera mejor para hacerle volver a sonreír. Lo único que se me ocurre, es acariciar su largo cabello.
-No nos vamos- digo finalmente- hemos venido a por la cura. Vamos a matar al cuervo invisible-.
-Papá…- no sé qué quiere decir, pero pronto se corta ella misma y continua diciendo- gracias-.
Mientras camino noto que el suelo cambia de tacto. Dejo de pisar tierra para pisar algo que parece madera. En silencio me agacho y retiro la hojarasca del suelo.
-Es una trampi- Merrigan se tapa la boca antes de terminar la frase: “Es una trampilla”.
Abro la puerta. Merrigan entra primero, luego voy yo. Creo que nadie nos ha visto. Cierro la trampilla desde el interior. Bajo, hay un pasadizo que va en línea recta. No tenemos otra opción. Caminamos lentamente por el estrecho pasillo. Ninguno de los dos sabe dónde nos dirige, pero cualquier lugar es mejor que estar rodeado de personas con cuervos invisibles en sus cabezas.
Al final del pasillo hay otra trampilla, ésta ya está abierta. En la superficie, un hombre con un par de ballesta nos dice que si le jodemos estamos muertos. Tengo la sensación de que él ha sido quien, de alguna forma, nos llamó cuando estábamos perdidos enfrente de la base de los hombres de metal. Detrás del hombre de piel negra, hay un pequeño bosque que esconde algo que, tanto Merrigan como yo, sabemos qué es: La cura.
-Te seguimos- salgo a la superficie primero y luego ayudo a Merrigan a subir.
Antes que nos demos cuenta, una criatura de metal y hierba aparece de la nada. He visto criaturas de metal y criaturas de árboles, pero nunca una que sea las dos cosas al mismo tiempo. Cuando habla, su voz me recuerda a la voz de una araña.
Dice que se llama Sprigcyb y que estamos en el arboreto del Doctor Peste (es el nombre que había en la nota de los cadáveres de la posada).Merrigan y yo nos miramos mutuamente. Compartimos una misma idea aunque no la estemos diciendo en voz alta: “Peste quiere la cura para él y no nos la dará”. Llevo mi mano al arco y Merrigan a su arpa. Ambos estamos decidimos a conseguir la cura. El humano de las ballestas nos ha llamado para que la consigamos y lo vamos a hacer. Merrigan tiene la magia que convoca con su música, yo tengo mis flechas y mi arco.
Sprigcyb nos enseña dos caminos distintos. El humano escoge el suyo. Dice que no lo sigamos que vayamos por nuestra cuenta. Merrigan me mira y asiente como si estuviera dando la razón al humano.
-Nosotros iremos por ahí,- Merrigan señala el camino diferente al humano- si nos separamos podremos cubrir más trozo- me coge de la mano y empezamos a caminar dirección a la granja.
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
Se me olvidó la runa de la emoción que tenía.
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
El miembro 'Sarez' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
Seyren despertó súbitamente. Agitado entre una respiración profunda y difusa. Nuevamente aquella pesadilla había embargado su sueño; Aquel sueño donde Johannes yace sobre una pila de muertos acompañado por una luna roja, un cielo plagado en llamas y a sus pies, una tierra árida bañada únicamente por la sangre de un centenar de victimas. No sabia lo que eso significaba. La imagen misma se había tatuado sobre sus retinas y por más que pestañeara, esta no desaparecía. Él la detestaba.
Se puso de pie. Sus desnudos pies sintieron la fría madera húmeda bajo sus dedos. Se aproximó hasta el muro y espió a través del rabillo de uno de los podridos tablones de la cabaña que había estado usando como refugio a las afueras de la ciudad. El claro permanecía solitario, silencioso. La migración de multitudes había frenado de repente.
Hace algunos días había decidido huir de la ciudad; Todo había comenzado tan repentino. Los rumores sobre aquel mal que descendió desde el cielo había corrido casi tan deprisa como su terrible alcance. En un momento los rumores habían llegado desde el norte y de pronto, como una tormenta, se había abalanzado a terrenos cercanos. La población había caído en la histeria colectiva. Los fuertes demostraron su cruel filosofía y arrebataron alimento y bebida a aquellos que no podían defenderse. Los más ricos se encerraron en sus jaulas de marfil y todos despreciaban a cualquiera que presentará el menor síntoma de enfermedad como si de una indeseable e inmunda rata se tratase.
Seyren se llevo la mano a la frente mientras recordaba esos momentos. El peliblanco apenas había podido tomar alimento alguno aparentemente descontaminado y se había hidratado con la escasa agua que había recolectado de los pozos de cultivo. Cualquiera habría querido matarlo para arrancar de sus tiesas manos alguna migaja de lo que él afortunadamente había probado. La cabaña donde se encontraba crujía terriblemente por el día, se sacudía tempestivamente por las noches. Su estado de abandono le había provisto de un necesario e improvisado refugio ante los tiempos.
Seyren empuño con fuerza su mano; Había querido ayudar, lo había deseado pero más temprano que tarde se dio cuenta de que eso estaba fuera de su alcance.
Cuando la oscuridad mengua el corazón de los hombres, cuando la tempestad parece no tener fin, es ahí donde los más valientes suelen aflorar. Cuando la esperanza es capaz de recurrir a medidas extraordinarias para encontrar el buen común. Seyren recordó su encontró más fortuito que casual con algunos hombres. Estos marchaban determinados hasta la base de los bio en donde se hablaba de una posible cura. Para seyren, esa era la vela que el destino había encendido. La luz de la esperanza que todos habían estado esperando.
Sin vacilar más, tomó sus escasas pertenencias y partió hacia el territorio de los seres de metal.
La situación requería rapidez, velocidad; Seyren se había encargado de procurar ambas para arribar a la base de los bio. El escenario que encontró no era muy diferente a todo lo que desdichadamente había tenido que presenciar antes. La desesperación gobernaba en el lugar. El sonar de las plegarias no cesaba en ningún momento. Todos estaban convencidos de que la cura estaba adentro y que los seres que resguardaban tan celosamente su interior no poseían la empatía necesaria para compartir sus conocimientos a los enfermos que poco a poco se aglutinaban al rededor del río.
Seyren se mostró furioso ante la idea; Su mente no fue capaz de aceptar tal hecho de injusticia, arrogancia y egoísmo.
El robo era algo que Seyren desaprobaba, pero, en esta ocasión, mantendría de lado sus ideales. Si robar era la respuesta para el bien colectivo, entonces él robaría. Johannes sonreía en sus adentros; Johannes estaba celoso de aquel "asesino perfecto", para él era mejor así. Regresar a todos al foso del abismo; Esta era la respuesta de los dioses por las faltas de los hombres; Por todo aquel acto malicioso que manchaba día a día la tierra que nos fue confiada. La tierra clama por lo que es suyo y es esta su forma de recuperarlo.
Seyren espabilo. Reprimió aquellas ideas que el asesino con entusiasmo dibujaba. Encontró a aquel grupo de hombres que le habían provisto de esta información.
Seyren se acercó a su campamento donde fue bienvenido de inmediato. Los hombres planeaban una y mil formas de entrar a la base sin ser detectados por los guardias. Muchos intentos anteriores habían terminado de manera fatal a orillas del río. Uno de ellos aseguraba que había una pequeña abertura suficientemente grande para que un hombre se escurriera a través de ella. —Estoy interesado. Iré yo— Respondió Seyren con determinación. Solo necesitaba una distracción a una distancia prudente de aquel lucernario por donde emanaba un gentil viento.
Sus compañeros, complacidos, idearon una distracción suficientemente prolongada para que Seyren cruzara el río de manera discreta, oculto entre las sombras como su contraparte de asesino conocía a flor de piel. Su entrenamiento en el arte del sigilo lo llevo hasta la pequeña abertura del lugar el cual no le fue difícil alcanzar hasta atravesar su umbral hasta aquel lugar sintético que su vista percibió como primera impresión.
Cuando el joven fue capaz de indagar más al respecto de lo que le rodeaba, encontró presencias no afines al lugar al que se había colado. Rápidamente se dio cuenta de que no era el único que había llegado sin invitación, cosa que no le sorprendió demasiado.
El primero en dirigir palabra fue el sujeto de tez oscura. Aparentemente, lo que tenia de habilidoso lo tenia también de prepotente. Seyren pudo haber dicho lo mismo sobres su propósito en aquel lugar, pero prefirió callar y hacer de lado aquel comportamiento ensimismado del agresivo hombre.
No fue necesario ir muy lejos para encontrar al primer habitante que les diera una peculiar bienvenida. «El doctor peste» Dijo aquel ser. Johannes había escuchado hablar de él; Johannes es ferviente admirador del trabajo de aquel hombre; Como él, la sangre de Johannes es veneno.
La pequeña criatura anunció el proceder de ambos caminos. El resto de presentes, un elfo y una chica, se decidieron por el camino de la izquierda. En sus recuerdos, Seyren sabía que los elfos son criaturas nobles, dignos de confianza, no obstante, El sujeto de gabardina ignoró por completo las indicaciones y parecía no estar interesado en más nada.
No confiado, Seyren decide ir tras el ballestero. Sus motivos se mantienen ocultos. Sus objetivos, cuestionables. Si Seyren puede hacer algo para evitar errores, entonces procederá como mejor le parezca.
Se puso de pie. Sus desnudos pies sintieron la fría madera húmeda bajo sus dedos. Se aproximó hasta el muro y espió a través del rabillo de uno de los podridos tablones de la cabaña que había estado usando como refugio a las afueras de la ciudad. El claro permanecía solitario, silencioso. La migración de multitudes había frenado de repente.
Hace algunos días había decidido huir de la ciudad; Todo había comenzado tan repentino. Los rumores sobre aquel mal que descendió desde el cielo había corrido casi tan deprisa como su terrible alcance. En un momento los rumores habían llegado desde el norte y de pronto, como una tormenta, se había abalanzado a terrenos cercanos. La población había caído en la histeria colectiva. Los fuertes demostraron su cruel filosofía y arrebataron alimento y bebida a aquellos que no podían defenderse. Los más ricos se encerraron en sus jaulas de marfil y todos despreciaban a cualquiera que presentará el menor síntoma de enfermedad como si de una indeseable e inmunda rata se tratase.
Seyren se llevo la mano a la frente mientras recordaba esos momentos. El peliblanco apenas había podido tomar alimento alguno aparentemente descontaminado y se había hidratado con la escasa agua que había recolectado de los pozos de cultivo. Cualquiera habría querido matarlo para arrancar de sus tiesas manos alguna migaja de lo que él afortunadamente había probado. La cabaña donde se encontraba crujía terriblemente por el día, se sacudía tempestivamente por las noches. Su estado de abandono le había provisto de un necesario e improvisado refugio ante los tiempos.
Seyren empuño con fuerza su mano; Había querido ayudar, lo había deseado pero más temprano que tarde se dio cuenta de que eso estaba fuera de su alcance.
Cuando la oscuridad mengua el corazón de los hombres, cuando la tempestad parece no tener fin, es ahí donde los más valientes suelen aflorar. Cuando la esperanza es capaz de recurrir a medidas extraordinarias para encontrar el buen común. Seyren recordó su encontró más fortuito que casual con algunos hombres. Estos marchaban determinados hasta la base de los bio en donde se hablaba de una posible cura. Para seyren, esa era la vela que el destino había encendido. La luz de la esperanza que todos habían estado esperando.
Sin vacilar más, tomó sus escasas pertenencias y partió hacia el territorio de los seres de metal.
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La situación requería rapidez, velocidad; Seyren se había encargado de procurar ambas para arribar a la base de los bio. El escenario que encontró no era muy diferente a todo lo que desdichadamente había tenido que presenciar antes. La desesperación gobernaba en el lugar. El sonar de las plegarias no cesaba en ningún momento. Todos estaban convencidos de que la cura estaba adentro y que los seres que resguardaban tan celosamente su interior no poseían la empatía necesaria para compartir sus conocimientos a los enfermos que poco a poco se aglutinaban al rededor del río.
Seyren se mostró furioso ante la idea; Su mente no fue capaz de aceptar tal hecho de injusticia, arrogancia y egoísmo.
El robo era algo que Seyren desaprobaba, pero, en esta ocasión, mantendría de lado sus ideales. Si robar era la respuesta para el bien colectivo, entonces él robaría. Johannes sonreía en sus adentros; Johannes estaba celoso de aquel "asesino perfecto", para él era mejor así. Regresar a todos al foso del abismo; Esta era la respuesta de los dioses por las faltas de los hombres; Por todo aquel acto malicioso que manchaba día a día la tierra que nos fue confiada. La tierra clama por lo que es suyo y es esta su forma de recuperarlo.
Seyren espabilo. Reprimió aquellas ideas que el asesino con entusiasmo dibujaba. Encontró a aquel grupo de hombres que le habían provisto de esta información.
Seyren se acercó a su campamento donde fue bienvenido de inmediato. Los hombres planeaban una y mil formas de entrar a la base sin ser detectados por los guardias. Muchos intentos anteriores habían terminado de manera fatal a orillas del río. Uno de ellos aseguraba que había una pequeña abertura suficientemente grande para que un hombre se escurriera a través de ella. —Estoy interesado. Iré yo— Respondió Seyren con determinación. Solo necesitaba una distracción a una distancia prudente de aquel lucernario por donde emanaba un gentil viento.
Sus compañeros, complacidos, idearon una distracción suficientemente prolongada para que Seyren cruzara el río de manera discreta, oculto entre las sombras como su contraparte de asesino conocía a flor de piel. Su entrenamiento en el arte del sigilo lo llevo hasta la pequeña abertura del lugar el cual no le fue difícil alcanzar hasta atravesar su umbral hasta aquel lugar sintético que su vista percibió como primera impresión.
Cuando el joven fue capaz de indagar más al respecto de lo que le rodeaba, encontró presencias no afines al lugar al que se había colado. Rápidamente se dio cuenta de que no era el único que había llegado sin invitación, cosa que no le sorprendió demasiado.
El primero en dirigir palabra fue el sujeto de tez oscura. Aparentemente, lo que tenia de habilidoso lo tenia también de prepotente. Seyren pudo haber dicho lo mismo sobres su propósito en aquel lugar, pero prefirió callar y hacer de lado aquel comportamiento ensimismado del agresivo hombre.
No fue necesario ir muy lejos para encontrar al primer habitante que les diera una peculiar bienvenida. «El doctor peste» Dijo aquel ser. Johannes había escuchado hablar de él; Johannes es ferviente admirador del trabajo de aquel hombre; Como él, la sangre de Johannes es veneno.
La pequeña criatura anunció el proceder de ambos caminos. El resto de presentes, un elfo y una chica, se decidieron por el camino de la izquierda. En sus recuerdos, Seyren sabía que los elfos son criaturas nobles, dignos de confianza, no obstante, El sujeto de gabardina ignoró por completo las indicaciones y parecía no estar interesado en más nada.
No confiado, Seyren decide ir tras el ballestero. Sus motivos se mantienen ocultos. Sus objetivos, cuestionables. Si Seyren puede hacer algo para evitar errores, entonces procederá como mejor le parezca.
Última edición por Johannes el Jue 20 Jul - 16:12, editado 1 vez
Johannes
Aerandiano de honor
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
Las indicaciones de Sprigcyb habían sido bien claras: Por el camino de la izquierda: La granja-invernadero, y por la derecha, el alegre y verde estanque. En función de eso, o tal vez de su instinto, los visitantes eligieron. Roman, el ballestero de la gabardina, había ido directamente hacia la derecha sin ni siquiera escuchar lo que aquella dríade tenía que decir. Caminó que también eligió el humano de cabellos níveos. Los dos elfos, por el contrario, quisieron ir por el de la izquierda.
-Los invitados han elegido. Ahora le toca elegir a Sprigcyb. – dijo ella en soledad, una vez los dos grupos estuvieron formados. – Sprigcyb seguirá a los humanos. Los números lo han querido así. – se dijo ella, comenzando a caminar, a cuatro patas, como solía hacer, a Johannes que podía ver a lo lejos a Roman.
* * * * * * * * * *
El camino de la izquierda, el que tomaron Sarez y Merrigan, se hizo cada vez más oscuro. Y la vegetación dulce comenzó a volverse espesa y densa. Había multitud de mosquitos y otro tipo de insectos. Y una muy agobiante sensación de humedad les invadió. Estaban en un clima bastante tropical. Parecido al de las islas illidenses, pero aún más agobiante. Y todo se veía artificial.
Aquel camino, que supuestamente conducía a la granja invernadero, como había dicho Sprigcyb, los llevó a un denso y oscuro pantano. Y para colmo estaban solos. No tenían nadie que los acompañara. Merrigan y Sarez tendrían que empapar sus pies en aquel lodazar para atravesar el otro lado. Aunque todo era falso, parecía muy real. Para colmo, no estaba Sprigcyb para darles consejos, ni tampoco Roman ni Johannes. Definitivamente, cuanto antes pasasen de largo, mejor aún.
Nada ni nadie los acechó. Sólo los insectos que, por cierto, eran bastante peligrosos, ya que se nutrían de las plantas con toxinas del doctor Peste. Así que más valía que salieran rápido de allí si no querían acabar, quizás, con algo peor que la peste que asolaba Aerandir. Habían tomado el camino difícil, sin duda.
Terminaron llegando a un pantano. El “alegre y verde lago” del que había hablado Sprigcyb, que supuestamente se encontraba en el camino contrario. Era infranqueable por los laterales por la espesa maleza y una verja que suponía el final del arboreto. Si querían continuar, tendrían que atravesarlo.
Nadar era una posibilidad, pero poco apetecible. Esas aguas tenían un color verdoso y se formaban burbujitas que explotaban como si fuese ácido. Por lo que la idea era rápidamente descartable, aunque si su cabeza no les daba para mucho más, podía ser una última alternativa.
Lo cierto es que tenían dos mejores posibilidades. Un camino de setas gigantes se abría ante ellos, sólo tenían que ir saltando de una en una. Sin caerse al agua verde, por supuesto. Pero si lo preferían, tenían una especie de camino de tierra que atravesaba el lago. No había nada ni nadie ahí molestándolos y el mayor obstáculo que tenían ante sí era saltar una inocente piedra de no más de medio metro de altura en medio del camino terroso. Sprigcyb podría haberles orientado y ayudado, como había hecho antes, pero no estaba con ellos.
* * * * * * * * * *
Johannes siguió a Roman y, como tal, fue por el camino de la derecha, el que según Sprigcyb llevaba al “alegre y verde estanque”. Pero lejos de ello su camino era mucho más abierto y menos “mortal” que el que habían elegido. Sólo de apariencia, claro. Un bello pinar parecía ser la cara alegre del Arboreto.
Sprigcyb no se separó de la espalda de Johannes. Mostrándose siempre visible y en silencio. A lo lejos, se veía una especie de granja-invernadero. Y el viejo miembro del gremio de asesinos podría ver cómo Roman entraba en el mismo sin pensárselo dos veces. Desde la distancia podía ver caballos corretear por los campos, pero no eran caballos normales. Tenían un evidente parecido a las plantas. También había ovejitas y cabras vivas. Balaban y berreaban. Todo estaba muy bien cuidado y segado, con la característica temática cibernética y vegetal tan presente en el arboreto.
Lo gracioso del idílico panorama era que el arboreto concluía ahí. Johannes no podía seguir hacia delante. Y es que al fondo, detrás de este paraje podía verse un estampado pintado como del sol y las nubes. ¿Había mentido Sprigcyb al decir que los dos caminos llevaban al hogar del doctor Peste? Era una posibilidad. Pero era eso, pintura.
-Sprigcyb te recomienda acercarte a los caballos y a las ovejas, mas nunca vayas a la cabra. Las cabras tienen cuernos. No son buenas. – le dijo mientras contemplaba como Johannes observaba a los tres tipos curiosos de animales. – El humano de la gabardina entró al invernadero, es un buen sitio al que podrías entrar. Allí dentro hay plantas muy bonitas e inofensivas. – comentó al respecto, con la mirada seria. – Sprigcyb te seguirá allá donde vayas.
* * * * * * * * * *
Las decisiones y las runas han querido que se formen los siguientes grupos:
- Sarez y Merrigan: Camino de la izquierda: el que "llevaba" a la granja-invernadero.
- Johannes, Roman y Sprigcyb: Camino de la derecha: El que "llevaba" al verde estanque.
Sarez: Parece que te ha tocado el camino más complicado. Pero sólo en apariencia, pues terminas llegando al alegre y verde estanque. Y para colmo Sprigcyb no ha ido contigo para iluminarte con sus útiles consejos. Así que tendrás que ir “a ciegas” o guiándote por tu instinto el resto de la misión. Te deseo suerte con ello, la necesitarás. Llegar a donde se encuentra el Doctor Peste parece un buen objetivo ante la falta de información, pero para ello tendrás que cruzar el “alegre y verde estanque”. Tenéis tres opciones para ello: Nadar por el viscoso líquido verde, saltar por encima de las setas, o seguir ese fácil camino que tiene una piedra atravesada en medio. Cualquiera te permitirá atravesar el lago. No te quejarás de las facilidades que te doy. Ah, importante, ya que vas con Merrigan, tendrás que decidir quién pasa primero y por qué camino lo hace (o si lo hacéis los dos por el mismo en qué orden).
Johannes: Sprigcyb te seguirá durante toda la misión nutriéndote con útiles consejos, a menos que quieras eliminarla (cosa que podrás hacer, ya que ella no ataca). Has llegado a la granja-invernadero y notas que el camino concluye ahí. Roman ha entrado al invernadero y hay varios animales fuera del mismo que no os ponen oposición. Puedes acercarte a alguno de ellos o interactuar con uno de los mismos. O bien adentrarte en un invernadero en el que, como ha dicho Sprigcyb, no hay ningún peligro.
-Los invitados han elegido. Ahora le toca elegir a Sprigcyb. – dijo ella en soledad, una vez los dos grupos estuvieron formados. – Sprigcyb seguirá a los humanos. Los números lo han querido así. – se dijo ella, comenzando a caminar, a cuatro patas, como solía hacer, a Johannes que podía ver a lo lejos a Roman.
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El camino de la izquierda, el que tomaron Sarez y Merrigan, se hizo cada vez más oscuro. Y la vegetación dulce comenzó a volverse espesa y densa. Había multitud de mosquitos y otro tipo de insectos. Y una muy agobiante sensación de humedad les invadió. Estaban en un clima bastante tropical. Parecido al de las islas illidenses, pero aún más agobiante. Y todo se veía artificial.
Aquel camino, que supuestamente conducía a la granja invernadero, como había dicho Sprigcyb, los llevó a un denso y oscuro pantano. Y para colmo estaban solos. No tenían nadie que los acompañara. Merrigan y Sarez tendrían que empapar sus pies en aquel lodazar para atravesar el otro lado. Aunque todo era falso, parecía muy real. Para colmo, no estaba Sprigcyb para darles consejos, ni tampoco Roman ni Johannes. Definitivamente, cuanto antes pasasen de largo, mejor aún.
Nada ni nadie los acechó. Sólo los insectos que, por cierto, eran bastante peligrosos, ya que se nutrían de las plantas con toxinas del doctor Peste. Así que más valía que salieran rápido de allí si no querían acabar, quizás, con algo peor que la peste que asolaba Aerandir. Habían tomado el camino difícil, sin duda.
Terminaron llegando a un pantano. El “alegre y verde lago” del que había hablado Sprigcyb, que supuestamente se encontraba en el camino contrario. Era infranqueable por los laterales por la espesa maleza y una verja que suponía el final del arboreto. Si querían continuar, tendrían que atravesarlo.
Nadar era una posibilidad, pero poco apetecible. Esas aguas tenían un color verdoso y se formaban burbujitas que explotaban como si fuese ácido. Por lo que la idea era rápidamente descartable, aunque si su cabeza no les daba para mucho más, podía ser una última alternativa.
Lo cierto es que tenían dos mejores posibilidades. Un camino de setas gigantes se abría ante ellos, sólo tenían que ir saltando de una en una. Sin caerse al agua verde, por supuesto. Pero si lo preferían, tenían una especie de camino de tierra que atravesaba el lago. No había nada ni nadie ahí molestándolos y el mayor obstáculo que tenían ante sí era saltar una inocente piedra de no más de medio metro de altura en medio del camino terroso. Sprigcyb podría haberles orientado y ayudado, como había hecho antes, pero no estaba con ellos.
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Johannes siguió a Roman y, como tal, fue por el camino de la derecha, el que según Sprigcyb llevaba al “alegre y verde estanque”. Pero lejos de ello su camino era mucho más abierto y menos “mortal” que el que habían elegido. Sólo de apariencia, claro. Un bello pinar parecía ser la cara alegre del Arboreto.
Sprigcyb no se separó de la espalda de Johannes. Mostrándose siempre visible y en silencio. A lo lejos, se veía una especie de granja-invernadero. Y el viejo miembro del gremio de asesinos podría ver cómo Roman entraba en el mismo sin pensárselo dos veces. Desde la distancia podía ver caballos corretear por los campos, pero no eran caballos normales. Tenían un evidente parecido a las plantas. También había ovejitas y cabras vivas. Balaban y berreaban. Todo estaba muy bien cuidado y segado, con la característica temática cibernética y vegetal tan presente en el arboreto.
- Ovejas, cabra y caballo:
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Lo gracioso del idílico panorama era que el arboreto concluía ahí. Johannes no podía seguir hacia delante. Y es que al fondo, detrás de este paraje podía verse un estampado pintado como del sol y las nubes. ¿Había mentido Sprigcyb al decir que los dos caminos llevaban al hogar del doctor Peste? Era una posibilidad. Pero era eso, pintura.
-Sprigcyb te recomienda acercarte a los caballos y a las ovejas, mas nunca vayas a la cabra. Las cabras tienen cuernos. No son buenas. – le dijo mientras contemplaba como Johannes observaba a los tres tipos curiosos de animales. – El humano de la gabardina entró al invernadero, es un buen sitio al que podrías entrar. Allí dentro hay plantas muy bonitas e inofensivas. – comentó al respecto, con la mirada seria. – Sprigcyb te seguirá allá donde vayas.
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Las decisiones y las runas han querido que se formen los siguientes grupos:
- Sarez y Merrigan: Camino de la izquierda: el que "llevaba" a la granja-invernadero.
- Johannes, Roman y Sprigcyb: Camino de la derecha: El que "llevaba" al verde estanque.
Sarez: Parece que te ha tocado el camino más complicado. Pero sólo en apariencia, pues terminas llegando al alegre y verde estanque. Y para colmo Sprigcyb no ha ido contigo para iluminarte con sus útiles consejos. Así que tendrás que ir “a ciegas” o guiándote por tu instinto el resto de la misión. Te deseo suerte con ello, la necesitarás. Llegar a donde se encuentra el Doctor Peste parece un buen objetivo ante la falta de información, pero para ello tendrás que cruzar el “alegre y verde estanque”. Tenéis tres opciones para ello: Nadar por el viscoso líquido verde, saltar por encima de las setas, o seguir ese fácil camino que tiene una piedra atravesada en medio. Cualquiera te permitirá atravesar el lago. No te quejarás de las facilidades que te doy. Ah, importante, ya que vas con Merrigan, tendrás que decidir quién pasa primero y por qué camino lo hace (o si lo hacéis los dos por el mismo en qué orden).
Johannes: Sprigcyb te seguirá durante toda la misión nutriéndote con útiles consejos, a menos que quieras eliminarla (cosa que podrás hacer, ya que ella no ataca). Has llegado a la granja-invernadero y notas que el camino concluye ahí. Roman ha entrado al invernadero y hay varios animales fuera del mismo que no os ponen oposición. Puedes acercarte a alguno de ellos o interactuar con uno de los mismos. O bien adentrarte en un invernadero en el que, como ha dicho Sprigcyb, no hay ningún peligro.
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
El clima es similar al de los bosques, pero mucho más cálido y húmedo. Es como una mentira, una exageración. Merrigan me explicó una vez que los humanos necesitan exagerar para creerse más importantes de lo que son. Si un humano tiene una casa de dos pisos, a sus amigos les miente diciendo que tiene cuatro. Si uno tiene media docena de gallinas en su coral, a sus amigos les miente diciendo que tiene tres docenas. Los humanos lo hacen con cualquier cosa: “Mi suegra hace un guiso con el que comerían una manada de licántropos, tengo una joya más grande que mi cabeza…” Yo no entendía por qué hacen eso. Son mentiras, están engañando a sus amigos. Merrigan tuvo que explicármelo. Ella dijo que a estas mentiras se le llaman exageraciones. Los humanos saben reconocer una exageración cuando la tienen delante. Saben que no hay que tomarla al pie de la letra y se ríen. Merrigan dijo que las exageraciones son como bromas. A mí no me hace gracia este las exageraciones-bromas. Este clima no me hace gracia me resulta muy incómodo. No es gracioso.
Merrigan y yo empezamos el camino cogidos de la mano para no perdernos entre la maleza. Nos soltamos al cabo de unos minutos porque nuestras manos sudaban demasiado. Unos minutos después, volvemos a cogernos. No duramos mucho tiempo. Finalmente, Merrigan decide poner un pañuelo en medio de entre las dos manos.
El sudor es molesto, pero peor son los insectos. Los mosquitos son bromas-exageraciones igual que el clima. Están hechos de metal y recubiertos por una capa verde de musgo. Me recuerdan a Sprigcyb. Uno de estos mosquitos se me pone el cuello. Lo mato, con la mano que me queda libre, antes de que pueda picarme. No confío en la picadura de estos insectos. ¿Y si han picado antes a los hombres infectados de allá fuera? ¿Y si han picado algo peor? ¿Y si dentro de sus estómagos llevan un veneno que es exageración y broma sin gracia? Aunque estemos en silencios, me doy cuenta que Merrigan piensa igual que yo. Cada vez que uno de nosotros nota las patas de un insecto de metal en su piel, hace una señal al otro para que pare de andar y mata al insecto.
Las exageraciones las hacen los humanos. Este sitio es una exageración. El clima los insectos, los árboles… Todo es una broma sin gracia. No conozco al humano que ha hecho este lugar, nunca lo he visto; pero sé su nombre, lo pone en la nota que cogimos de los cadáveres del hostal: Sokolov. Es a él a quien estamos buscando. Él es el único que puede matar al cuervo invisible que lleva la enfermedad.
Llegamos al claro de un lado. El número de insectos que nos encontramos es mucho más elevado. Moscas, mosquitos, abejas, libélulas… Algunos de estos mosquitos son tan grandes como mi cabeza (un humano exageraría diciendo que son tan grandes como él). Llevo una mano a mi carcaj mientras con la otra alejo por unos pasos a Merrigan de mí. No me gusta el tamaño ni el aspecto de los insectos exagerados. Si uno se acerca, le atravesaré con una de mis flechas.
-Parece que no les interesamos, mira eso de ahí- Merrigan señala una mosca gigante de metal. Tiene un largo tubo por boca. Clava el tubo en el interior del tronco de un árbol que no sé reconocer. Un líquido verde, tan viscoso como la savia de cualquier árbol, fluye a través del tubo de la boca de la mosca de metal- se alimentan de las estas extrañas plantas. Quizás, nosotros no les interesamos.- se da una palmada a la nuca- Quiero decir: a los grandes no les interesemos. Podemos avanzar sin que nos hagan daño-.
Asiento con la cabeza al mismo tiempo que dejo de tocar el carcaj.
Llegamos al agua del lago. Tiene el mismo color y aspecto que la savia de los árboles exagerados. Echo una ojeada a todo el lago. Tres libélulas gigantes beben del agua. Una mantis se acerca a la orilla, pero en lugar de clavar ningún tuvo en el agua, usas las armas de sus brazos para cazar otro bicho indescriptible que se escondía bajo una seta flotante.
Cojo un palo del suelo y remuevo el agua. Es como remover la sangre espesa del interior de un cadáver. Una burbuja estalla a pocos centímetros del palo.
-No nadaremos-.
Merrigan, me suelta la mano, se gira y busca otros caminos sin dar un paso más de donde estamos.
-Veo otro camino, está un poco lejos, pero parece Estar limpio. No veo insectos ni plantas… no veo nada. ¿Y si cogemos ese?-
Tiene un buen ojo. Confío en ella. No es necesario que me gire a revisar el otro camino. Si ella dice que está sano es porque lo está.
-Incluso cuando no hay nada es exagerado- digo en voz alta sin darme cuenta.
-¿Qué has dicho?-
-Estoy pensando-
-No hay mucho en qué pensar. Tenemos que llegar hacia el doctor Peste y ahí está el camino que nos llevará con él. ¿Qué necesitas pensar?-
-Tienes miedo-.
-¡Claro que lo tengo! La gente de ahí quiere respuestas. No sabe lo qué ha pasado. Y nosotros tampoco lo sabemos. Un hombre, por algún motivo que ni tú ni yo sabemos, nos ha dicho que entremos por aquí y que nos llevará junto a otro hombre que tiene las respuestas que la gente de fuera se desespera por tener. Somos unos privilegiados y, en lugar de darnos prisas, caminamos despacio y nos paramos a pensar. – Se echa atrás un mechón de pelo detrás de la oreja- No es momento para pensar-.
Me levanto del suelo. Pongo mi brazo en la espalda de Merrigan, a veces ella me pide que haga esto cuando está asustada. Me rechaza el abrazo con un empujón. Me mira fijamente con los ojos vidriosos y salta para abrazarme con todas sus fuerzas.
-No quiero morir- llora apoyando su cabeza contra mi torso- Prométeme que no vamos a morir-
-Te lo prometo- le beso la cabeza.
Estamos un rato abrazándonos. Veo el camino que describió Merrigan. Tenía razón, no hay nada. Resulta extraño que no haya nada. Tan solo hay una pequeña roca fácil de saltar que impide el paso. La roca es lo que más desconfianza me produce, por su aspecto parece normal, no parece exagerada.
-Pensaba en lo que me explicaste sobre las exageraciones de los humanos,- le digo cuando nos separamos- todo este lugar parece una exageración. Hace demasiada humedad y demasiado calor, los insectos son demasiado grandes y el camino limpio está demasiado vacío. Creo que todo lo hizo el mismo humano para burlarse de nosotros. Me dijiste que las exageraciones son bromas-.
-Sí, algo muy parecido- contesta Merrigan más tranquila.
-Este lugar es una broma-.
-Entonces, ¿qué quieres hacer? No podemos dar media vuelta y volver atrás-.
-Podemos saltar.- señalo las setas gigantes del lago – Aguantarán nuestro peso. He visto una mantis metálica, una de las grandes, subirse encima-.
-¿Tú crees?-
-Lo creo-.
-¿Y el agua verde, no nos matará?-
-No la tocaremos, te lo prometo- Merrigan asiente con una dulce sonrisa- yo iré primero-.
Merrigan y yo empezamos el camino cogidos de la mano para no perdernos entre la maleza. Nos soltamos al cabo de unos minutos porque nuestras manos sudaban demasiado. Unos minutos después, volvemos a cogernos. No duramos mucho tiempo. Finalmente, Merrigan decide poner un pañuelo en medio de entre las dos manos.
El sudor es molesto, pero peor son los insectos. Los mosquitos son bromas-exageraciones igual que el clima. Están hechos de metal y recubiertos por una capa verde de musgo. Me recuerdan a Sprigcyb. Uno de estos mosquitos se me pone el cuello. Lo mato, con la mano que me queda libre, antes de que pueda picarme. No confío en la picadura de estos insectos. ¿Y si han picado antes a los hombres infectados de allá fuera? ¿Y si han picado algo peor? ¿Y si dentro de sus estómagos llevan un veneno que es exageración y broma sin gracia? Aunque estemos en silencios, me doy cuenta que Merrigan piensa igual que yo. Cada vez que uno de nosotros nota las patas de un insecto de metal en su piel, hace una señal al otro para que pare de andar y mata al insecto.
Las exageraciones las hacen los humanos. Este sitio es una exageración. El clima los insectos, los árboles… Todo es una broma sin gracia. No conozco al humano que ha hecho este lugar, nunca lo he visto; pero sé su nombre, lo pone en la nota que cogimos de los cadáveres del hostal: Sokolov. Es a él a quien estamos buscando. Él es el único que puede matar al cuervo invisible que lleva la enfermedad.
Llegamos al claro de un lado. El número de insectos que nos encontramos es mucho más elevado. Moscas, mosquitos, abejas, libélulas… Algunos de estos mosquitos son tan grandes como mi cabeza (un humano exageraría diciendo que son tan grandes como él). Llevo una mano a mi carcaj mientras con la otra alejo por unos pasos a Merrigan de mí. No me gusta el tamaño ni el aspecto de los insectos exagerados. Si uno se acerca, le atravesaré con una de mis flechas.
-Parece que no les interesamos, mira eso de ahí- Merrigan señala una mosca gigante de metal. Tiene un largo tubo por boca. Clava el tubo en el interior del tronco de un árbol que no sé reconocer. Un líquido verde, tan viscoso como la savia de cualquier árbol, fluye a través del tubo de la boca de la mosca de metal- se alimentan de las estas extrañas plantas. Quizás, nosotros no les interesamos.- se da una palmada a la nuca- Quiero decir: a los grandes no les interesemos. Podemos avanzar sin que nos hagan daño-.
Asiento con la cabeza al mismo tiempo que dejo de tocar el carcaj.
Llegamos al agua del lago. Tiene el mismo color y aspecto que la savia de los árboles exagerados. Echo una ojeada a todo el lago. Tres libélulas gigantes beben del agua. Una mantis se acerca a la orilla, pero en lugar de clavar ningún tuvo en el agua, usas las armas de sus brazos para cazar otro bicho indescriptible que se escondía bajo una seta flotante.
Cojo un palo del suelo y remuevo el agua. Es como remover la sangre espesa del interior de un cadáver. Una burbuja estalla a pocos centímetros del palo.
-No nadaremos-.
Merrigan, me suelta la mano, se gira y busca otros caminos sin dar un paso más de donde estamos.
-Veo otro camino, está un poco lejos, pero parece Estar limpio. No veo insectos ni plantas… no veo nada. ¿Y si cogemos ese?-
Tiene un buen ojo. Confío en ella. No es necesario que me gire a revisar el otro camino. Si ella dice que está sano es porque lo está.
-Incluso cuando no hay nada es exagerado- digo en voz alta sin darme cuenta.
-¿Qué has dicho?-
-Estoy pensando-
-No hay mucho en qué pensar. Tenemos que llegar hacia el doctor Peste y ahí está el camino que nos llevará con él. ¿Qué necesitas pensar?-
-Tienes miedo-.
-¡Claro que lo tengo! La gente de ahí quiere respuestas. No sabe lo qué ha pasado. Y nosotros tampoco lo sabemos. Un hombre, por algún motivo que ni tú ni yo sabemos, nos ha dicho que entremos por aquí y que nos llevará junto a otro hombre que tiene las respuestas que la gente de fuera se desespera por tener. Somos unos privilegiados y, en lugar de darnos prisas, caminamos despacio y nos paramos a pensar. – Se echa atrás un mechón de pelo detrás de la oreja- No es momento para pensar-.
Me levanto del suelo. Pongo mi brazo en la espalda de Merrigan, a veces ella me pide que haga esto cuando está asustada. Me rechaza el abrazo con un empujón. Me mira fijamente con los ojos vidriosos y salta para abrazarme con todas sus fuerzas.
-No quiero morir- llora apoyando su cabeza contra mi torso- Prométeme que no vamos a morir-
-Te lo prometo- le beso la cabeza.
Estamos un rato abrazándonos. Veo el camino que describió Merrigan. Tenía razón, no hay nada. Resulta extraño que no haya nada. Tan solo hay una pequeña roca fácil de saltar que impide el paso. La roca es lo que más desconfianza me produce, por su aspecto parece normal, no parece exagerada.
-Pensaba en lo que me explicaste sobre las exageraciones de los humanos,- le digo cuando nos separamos- todo este lugar parece una exageración. Hace demasiada humedad y demasiado calor, los insectos son demasiado grandes y el camino limpio está demasiado vacío. Creo que todo lo hizo el mismo humano para burlarse de nosotros. Me dijiste que las exageraciones son bromas-.
-Sí, algo muy parecido- contesta Merrigan más tranquila.
-Este lugar es una broma-.
-Entonces, ¿qué quieres hacer? No podemos dar media vuelta y volver atrás-.
-Podemos saltar.- señalo las setas gigantes del lago – Aguantarán nuestro peso. He visto una mantis metálica, una de las grandes, subirse encima-.
-¿Tú crees?-
-Lo creo-.
-¿Y el agua verde, no nos matará?-
-No la tocaremos, te lo prometo- Merrigan asiente con una dulce sonrisa- yo iré primero-.
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
Se apresuró para no perder de vista al ballestero. Guardaba con cuidado sus pisadas y se mantuvo siempre alerta. Le parecía extraño que la criatura lo siguiera de cerca, como si esta lo escudriñara. —¿Te encargaron vigilarme?— Susurró Seyren sin esperar respuesta. Miró a su alrededor y le pareció sospechoso que las defensas del edificio no estuvieran al pie como tan eficientemente lo habían hecho afuera. Seyren sabia de la tecnología de los bio; sin dudas podría esperar más de lo que la simple vista le dictaba.
En cambio a la incertidumbre que al peliblanco embargaba, el ballestero parecía seguro. Su paso firme cual tormenta; Su vista hacia adelante cual águila. Estas señas despertaron en Seyren más de un par de preguntas, un número de sospechas. Cual fuera que sean, le inspiraban a seguir cerca de él.
Dentro de poco, La vista de Seyren fue deleitada por un bello claro. Por unos instantes olvidó que se encontraba dentro de un edificio y su imaginación jugaba a encontrarse en las mediaciones del bosque, cerca de la península, incluso la suave y generosa brisa secaba el sudor de su cuello. Se maravilló por el trabajo de los residentes y su posesión por las herramientas necesarias para recrear ese tipo de paisajes; «Tan artificiales como ellos mismos lo son». Sus creaciones eran la misma cara de su naturaleza.
Tal fue la sorpresa de Seyren cuando pudo darse cuenta de que no había ningún estanque verde, ni siquiera algo similar a un insignificante charco. Se detuvo de golpe. Seyren miró de reojo a Sprigcyb; Parecía estar reprochándole. Lo peor fue cuando se percato de que el camino finalizaba ahí, frente a él. Con calma se aproximó hasta lo que parecía ser un muro y colocó delicadamente la palma de su mano sobre ella. Fría y firme al tacto.
Confundido, Seyren inspecciono a sus alrededores. Solitario, se erguía frente al claro lo que parecía ser un invernadero al cual, ignorando el resto, el ballestero se había apresurado a entrar; A su alrededor, extraños especimenes de animales conjugando de manera soberbia con la decoración del lugar. Su guía, Sprigcyb, otorgo algunas breves recomendaciones.
Simplemente Seyren no podía entenderlo. ¿Se habían equivocado de camino? No recordaba haber tomado un sendero distinto; Estaba convencido de esto último.
Guardó la calma. Si el sujeto de tez oscura había entrado ahí y, aparentemente, no había otra salida, entonces no tardaría mucho en salir, ya fuese con las manos vacías o no, no tardaría en salir. Mientras tanto, Seyren revolvió sus pensamientos. ¿Debía volver sobre sus pasos y encontrar otro camino? Estaba conciente de que cada segundo en ese lugar era respectivo a un segundo más sin ser descubierto, por lo tanto, no quería perder demasiado tiempo en un largo proceso de prueba-error.
Seyren volvió la mirada a los animales ahí presentes. En un momento Seyren ideó montar uno de esos caballos. Su lado infantil recreó el agraciado y glorioso momento donde saldría victorioso de ese lugar con la cura en sus manos sobre el lomo de una de esas majestuosas bestias alzándose sobre sus patas traseras, arrasando a todo aquel que osara interponerse entre él y su meta, pero debía ser más realista. Johannes susurraba dentro de él y, seguramente, de haberse tratado de una persona distinta, ya habría cortado de oreja a oreja su cuello por estar divagando de esa forma.
Seyren miró también a las ovejas rechonchas. Aquello que crecía al rededor de su cuerpo no podía ser lana; Seyren podía estar seguro de eso, podría ser otra cosa pero probablemente no se tratara de lana. Rápidamente esa opción fue descartada por sus propias sospechas.
—Dijiste que debía permanecer lejos de la cabra, ¿cierto? —Preguntó a su guía mirándole por encima de su hombro mientras se llevaba las manos a la cintura—. Dime, Sprigcyb, ¿Crees que los elfos habrán errado el camino también? O ¿Es que tu memoria esta dañada?
Seyren se acerco con cautela hacia la cabra. Chasqueo los labios en reiteradas ocasiones y aproximó su mano con gentil ademán mientras se inclinaba sobre su espalda para encarar al extraño animal. Por alguna razón, aquella criatura le recordó de manera fugaz la fea cabra, propiedad de su madre; la fea, cruel y despiadada cabra, propiedad de su madre que, a pesar de todo, producía buena leche y una crema exquisita. Seyren había enfrentado aquella retorcida cornamenta cuando solo era un niño; Siempre creyó que esa cabra había sido parida en el mismísimo averno.
Sin saber que esperar, Seyren continuó acercándose a ella. Debía terminar con las elucubraciones y pasar de una buena vez a los hechos.
En cambio a la incertidumbre que al peliblanco embargaba, el ballestero parecía seguro. Su paso firme cual tormenta; Su vista hacia adelante cual águila. Estas señas despertaron en Seyren más de un par de preguntas, un número de sospechas. Cual fuera que sean, le inspiraban a seguir cerca de él.
Dentro de poco, La vista de Seyren fue deleitada por un bello claro. Por unos instantes olvidó que se encontraba dentro de un edificio y su imaginación jugaba a encontrarse en las mediaciones del bosque, cerca de la península, incluso la suave y generosa brisa secaba el sudor de su cuello. Se maravilló por el trabajo de los residentes y su posesión por las herramientas necesarias para recrear ese tipo de paisajes; «Tan artificiales como ellos mismos lo son». Sus creaciones eran la misma cara de su naturaleza.
Tal fue la sorpresa de Seyren cuando pudo darse cuenta de que no había ningún estanque verde, ni siquiera algo similar a un insignificante charco. Se detuvo de golpe. Seyren miró de reojo a Sprigcyb; Parecía estar reprochándole. Lo peor fue cuando se percato de que el camino finalizaba ahí, frente a él. Con calma se aproximó hasta lo que parecía ser un muro y colocó delicadamente la palma de su mano sobre ella. Fría y firme al tacto.
Confundido, Seyren inspecciono a sus alrededores. Solitario, se erguía frente al claro lo que parecía ser un invernadero al cual, ignorando el resto, el ballestero se había apresurado a entrar; A su alrededor, extraños especimenes de animales conjugando de manera soberbia con la decoración del lugar. Su guía, Sprigcyb, otorgo algunas breves recomendaciones.
Simplemente Seyren no podía entenderlo. ¿Se habían equivocado de camino? No recordaba haber tomado un sendero distinto; Estaba convencido de esto último.
Guardó la calma. Si el sujeto de tez oscura había entrado ahí y, aparentemente, no había otra salida, entonces no tardaría mucho en salir, ya fuese con las manos vacías o no, no tardaría en salir. Mientras tanto, Seyren revolvió sus pensamientos. ¿Debía volver sobre sus pasos y encontrar otro camino? Estaba conciente de que cada segundo en ese lugar era respectivo a un segundo más sin ser descubierto, por lo tanto, no quería perder demasiado tiempo en un largo proceso de prueba-error.
Seyren volvió la mirada a los animales ahí presentes. En un momento Seyren ideó montar uno de esos caballos. Su lado infantil recreó el agraciado y glorioso momento donde saldría victorioso de ese lugar con la cura en sus manos sobre el lomo de una de esas majestuosas bestias alzándose sobre sus patas traseras, arrasando a todo aquel que osara interponerse entre él y su meta, pero debía ser más realista. Johannes susurraba dentro de él y, seguramente, de haberse tratado de una persona distinta, ya habría cortado de oreja a oreja su cuello por estar divagando de esa forma.
Seyren miró también a las ovejas rechonchas. Aquello que crecía al rededor de su cuerpo no podía ser lana; Seyren podía estar seguro de eso, podría ser otra cosa pero probablemente no se tratara de lana. Rápidamente esa opción fue descartada por sus propias sospechas.
—Dijiste que debía permanecer lejos de la cabra, ¿cierto? —Preguntó a su guía mirándole por encima de su hombro mientras se llevaba las manos a la cintura—. Dime, Sprigcyb, ¿Crees que los elfos habrán errado el camino también? O ¿Es que tu memoria esta dañada?
Seyren se acerco con cautela hacia la cabra. Chasqueo los labios en reiteradas ocasiones y aproximó su mano con gentil ademán mientras se inclinaba sobre su espalda para encarar al extraño animal. Por alguna razón, aquella criatura le recordó de manera fugaz la fea cabra, propiedad de su madre; la fea, cruel y despiadada cabra, propiedad de su madre que, a pesar de todo, producía buena leche y una crema exquisita. Seyren había enfrentado aquella retorcida cornamenta cuando solo era un niño; Siempre creyó que esa cabra había sido parida en el mismísimo averno.
Sin saber que esperar, Seyren continuó acercándose a ella. Debía terminar con las elucubraciones y pasar de una buena vez a los hechos.
Johannes
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
Aquel lago verde no les gustaba a ninguno de los dos. No era alegre, como Sprigcyb había deducido. Tenían que pasarlo cuanto antes, y para ello tenían dos opciones. Aunque Merrigan quiso pasar por la aparentemente más sencilla, un camino por la costa. Sarez propuso saltar de seta en seta por un camino de las mismas.
Él mismo se ofreció a pasar primero. No era una mala idea del todo. Saltar sobre cuatro sombreros de seta y estarían al otro lado. Un camino más rápido que el otro. Sarez puso un pie en el primero, que se movió un poco. Probablemente por la inestabilidad. El elfo era ligero y fue saltando de uno en uno. Haciendo equilibrios para no caerse pues la superficie estaba resbaladiza. Llegó al otro lado sin inconveniente. ¿Fácil, verdad? Estaba claro que no era tan difícil como parecía. Ahora le quedaba animar a Merrigan a que hiciera lo mismo.
La elfina, aún más ligera que Sarez, puso un pie sobre la primera, que esta vez se revolvió aún más. También sobre la segunda y sobre la tercera. El problema llegó al llegar a la última que, harta de que la gente se le pasase por encima, decidió levantarse justo cuando la elfa puso un pie. Ésta resbaló y cayó de lleno al lago.
Se tintó por completo de verde y como pudo trató de llegar nadando hasta la costa. Menos mal que cayó en la última. Una seta mecánica casi tan alta como Sarez se irguió delante de ellos. No era un rival demasiado difícil. Y de sus láminas en el himenio, comenzó a emitir un gas que Merrigan no tuvo otra que respirar por su aproximación a la misma. Se ahogó en un último grito de asfixia.
La elfa consiguió llegar a la costa a duras penas. Tosió un par de veces, pero no podría respirar demasiado bien. Ahora Sarez tendría que luchar contra la fatídica seta metálica que iba a intentar envenenarle igual que él.
En el otro lado del arboreto y en una situación bastante distinta se encontraba Johannes. El de pelo blanco había visto entrar a Roman en el invernadero, pero a pesar de ello, prefirió preguntar a Sprigcyb antes de aventurarse a hacer nada.
-Así es. La cabra te hará mal. – confirmó Sprigcyb a su pregunta de Johannes, quien luego le preguntaría por los elfos. – No sé como estarán los elfos. Ellos han ido al verde y alegre lago. Todo allí es maravilloso y fantástico. El agua está limpia y el doctor Peste no utiliza sus toxinas. – le respondió mirándole a los ojos, sin mostrar ni un ápice de expresión en su rostro.
Pese a las recomendaciones de la dríade cibernética, Johannes decidió acercarse al animal de los cuernos que, como los demás, se encontraba pastando cerca del límite artificial de la parcela.
Sin embargo, nada más apoyar su mano en el cuerpo del animal. Éste no le atacó, y Johannes podría ver como su cornamenta izquierda tenía forma de manivela, que al girar, rápidamente le abrió una puerta camuflada detrás del “paisaje” que actuaba como decorado.
-No vaya por ahí, caballero. Por ahí no llegará a donde se encuentra el Doctor Peste. – afirmó Sprigcyb, que seguía sin separarse de él. – Mejor haría en ayudar al hombre que entró al invernadero. Que pronto estará en peligro.
Por una vez, Sprigcyb parecía tener la razón. Y procedente del interior del invernadero, Johannes podría ver salir volando por los aires a Roman. Al tiempo que una enorme planta carnívora trataba de devorarlo. El ballestero se defendía con sus armas, desde el suelo, pero ante la falta de ayuda y la dificultad para moverse todo parecía indicar que el hombre terminaría siendo devorado si Seyren no lo impedía y cortaba. Además, Roman parecía estar envuelto por aquel humo verdoso. En una especie de aura.
Roman acabó jadeante, pero aún tuvo fuerzas para dirigirse al espadachín y tirarle un pequeño vial. - ¡Agh! Maldita sea. – clamó el hombre. - ¡Toma, chico! ¡Es uno de los ingredientes necesarios para la cura! – y le lanzó el vial para que lo cogiera. - ¡Lleva la cura a buen recaudo! – le gritó. Cuando esa diabólica planta se disponía a lanzarse contra él.
Sarez: Pasar los dos por un camino inestable no es del todo bueno. Merrigan, que ha sido la segunda, ha caído al lago y ha respirado uno de los venenos del Dr. Sokolov, alias Peste. Por favor, no pienses que podrías haber sido tú. Estás hablando de tu hija. Tendrás que tirar una runa para delimitar tu suerte en combate, ver si consigues derrotar a la seta o, en el peor de los casos (runa mala/muy mala), terminas igual que ella.
Era una pena, la quería para ti, pero por tus elecciones será Merrigan quien porte la maldición de la espora fétidas. De los poros de la piel de su cabeza se emanará, cada tres turnos, un olor fétido similar al de las heces muy incómodas que harán que sea expulsada de cualquier lugar público o comunidad en el que se encuentre: Taberna, comuna élfica, vivienda... No habrá nadie que la aguante a su lado más de cinco minutos. Tal vez Sarez o alguien que la aprecie dispuesto a hacerlo. Pero aún así, olerá fatal.
Además, como ha caído al río. El viscoso líquido verde impregnará su piel y quedará teñida de este color por el resto de sus aventuras hasta que realices una misión u evento en el que se le quite. Ya que esta no es la cura por la infección corriente.
Johannes: De todos los usuarios que llevo en mis eventos, tú eres el más sensato y el que mejor va. Acercarte a la cabra era sin duda la mejor de las elecciones. Ni los caballos ni las ovejas te habrían dejado salir ileso. Y ya ves lo que te habría pasado si hubieses entrado al invernadero. Veo que ya has descubierto como funciona Sprigcyb. ¡Como ves, te será de gran ayuda el resto de la misión para terminar bien! Ahora tendrás que decidir entre tomar la cura y largarte por la puerta trasera que se acaba de abrir en medio del paisaje, o bien ayudar a Roman tratando de acabar con la planta carnívora. Si te decantas por esta última opción tendrás que tirar otra runa. Dejarlo morir te hará salir ileso de este enfrentamiento pero tal vez perder información o ver tu nobleza y valentía de héroe por los suelos. A ver qué tal obras esta vez.
Él mismo se ofreció a pasar primero. No era una mala idea del todo. Saltar sobre cuatro sombreros de seta y estarían al otro lado. Un camino más rápido que el otro. Sarez puso un pie en el primero, que se movió un poco. Probablemente por la inestabilidad. El elfo era ligero y fue saltando de uno en uno. Haciendo equilibrios para no caerse pues la superficie estaba resbaladiza. Llegó al otro lado sin inconveniente. ¿Fácil, verdad? Estaba claro que no era tan difícil como parecía. Ahora le quedaba animar a Merrigan a que hiciera lo mismo.
La elfina, aún más ligera que Sarez, puso un pie sobre la primera, que esta vez se revolvió aún más. También sobre la segunda y sobre la tercera. El problema llegó al llegar a la última que, harta de que la gente se le pasase por encima, decidió levantarse justo cuando la elfa puso un pie. Ésta resbaló y cayó de lleno al lago.
Se tintó por completo de verde y como pudo trató de llegar nadando hasta la costa. Menos mal que cayó en la última. Una seta mecánica casi tan alta como Sarez se irguió delante de ellos. No era un rival demasiado difícil. Y de sus láminas en el himenio, comenzó a emitir un gas que Merrigan no tuvo otra que respirar por su aproximación a la misma. Se ahogó en un último grito de asfixia.
La elfa consiguió llegar a la costa a duras penas. Tosió un par de veces, pero no podría respirar demasiado bien. Ahora Sarez tendría que luchar contra la fatídica seta metálica que iba a intentar envenenarle igual que él.
- Hombre seta:
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En el otro lado del arboreto y en una situación bastante distinta se encontraba Johannes. El de pelo blanco había visto entrar a Roman en el invernadero, pero a pesar de ello, prefirió preguntar a Sprigcyb antes de aventurarse a hacer nada.
-Así es. La cabra te hará mal. – confirmó Sprigcyb a su pregunta de Johannes, quien luego le preguntaría por los elfos. – No sé como estarán los elfos. Ellos han ido al verde y alegre lago. Todo allí es maravilloso y fantástico. El agua está limpia y el doctor Peste no utiliza sus toxinas. – le respondió mirándole a los ojos, sin mostrar ni un ápice de expresión en su rostro.
Pese a las recomendaciones de la dríade cibernética, Johannes decidió acercarse al animal de los cuernos que, como los demás, se encontraba pastando cerca del límite artificial de la parcela.
Sin embargo, nada más apoyar su mano en el cuerpo del animal. Éste no le atacó, y Johannes podría ver como su cornamenta izquierda tenía forma de manivela, que al girar, rápidamente le abrió una puerta camuflada detrás del “paisaje” que actuaba como decorado.
-No vaya por ahí, caballero. Por ahí no llegará a donde se encuentra el Doctor Peste. – afirmó Sprigcyb, que seguía sin separarse de él. – Mejor haría en ayudar al hombre que entró al invernadero. Que pronto estará en peligro.
Por una vez, Sprigcyb parecía tener la razón. Y procedente del interior del invernadero, Johannes podría ver salir volando por los aires a Roman. Al tiempo que una enorme planta carnívora trataba de devorarlo. El ballestero se defendía con sus armas, desde el suelo, pero ante la falta de ayuda y la dificultad para moverse todo parecía indicar que el hombre terminaría siendo devorado si Seyren no lo impedía y cortaba. Además, Roman parecía estar envuelto por aquel humo verdoso. En una especie de aura.
Roman acabó jadeante, pero aún tuvo fuerzas para dirigirse al espadachín y tirarle un pequeño vial. - ¡Agh! Maldita sea. – clamó el hombre. - ¡Toma, chico! ¡Es uno de los ingredientes necesarios para la cura! – y le lanzó el vial para que lo cogiera. - ¡Lleva la cura a buen recaudo! – le gritó. Cuando esa diabólica planta se disponía a lanzarse contra él.
- Planta devoradora del Dr. Peste:
Sólo una. Algo más pequeña. Como cinco veces el tamaño de un humano.
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Sarez: Pasar los dos por un camino inestable no es del todo bueno. Merrigan, que ha sido la segunda, ha caído al lago y ha respirado uno de los venenos del Dr. Sokolov, alias Peste. Por favor, no pienses que podrías haber sido tú. Estás hablando de tu hija. Tendrás que tirar una runa para delimitar tu suerte en combate, ver si consigues derrotar a la seta o, en el peor de los casos (runa mala/muy mala), terminas igual que ella.
Era una pena, la quería para ti, pero por tus elecciones será Merrigan quien porte la maldición de la espora fétidas. De los poros de la piel de su cabeza se emanará, cada tres turnos, un olor fétido similar al de las heces muy incómodas que harán que sea expulsada de cualquier lugar público o comunidad en el que se encuentre: Taberna, comuna élfica, vivienda... No habrá nadie que la aguante a su lado más de cinco minutos. Tal vez Sarez o alguien que la aprecie dispuesto a hacerlo. Pero aún así, olerá fatal.
Además, como ha caído al río. El viscoso líquido verde impregnará su piel y quedará teñida de este color por el resto de sus aventuras hasta que realices una misión u evento en el que se le quite. Ya que esta no es la cura por la infección corriente.
Johannes: De todos los usuarios que llevo en mis eventos, tú eres el más sensato y el que mejor va. Acercarte a la cabra era sin duda la mejor de las elecciones. Ni los caballos ni las ovejas te habrían dejado salir ileso. Y ya ves lo que te habría pasado si hubieses entrado al invernadero. Veo que ya has descubierto como funciona Sprigcyb. ¡Como ves, te será de gran ayuda el resto de la misión para terminar bien! Ahora tendrás que decidir entre tomar la cura y largarte por la puerta trasera que se acaba de abrir en medio del paisaje, o bien ayudar a Roman tratando de acabar con la planta carnívora. Si te decantas por esta última opción tendrás que tirar otra runa. Dejarlo morir te hará salir ileso de este enfrentamiento pero tal vez perder información o ver tu nobleza y valentía de héroe por los suelos. A ver qué tal obras esta vez.
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
El hongo gigante le tira al agua y siento sus ojos clavados en mí. Le he prometido que no le pasaría nada. Le abracé después de habérselo prometido. Puedo sentir la decepción y el miedo de Merrigan. Me imagino que pensará que no soy un buen padre para ella, que soy un mentiroso y mis abrazos son una exageración. Sus gritos son mudos y ahogados, está tan asustada que no puede hacer sonar sus gritos. Mientras intenta nadar alejándose del hongo gigante, se rasca la piel, ahora del mismo color del musgo, con tanta fuerza que sus uñas parecen limas.
Me muevo rápido. Descuelgo el arco de mi espalda y disparo contra el hongo gigante. Mis flechas son certeras, dan directo a la cabeza del metal. Él se ríe, no le he hecho daño. Es muy resistente. Clava sus manos en el interior del lago y saca una enorme roca del tamaño de un cerdo adulto. Quiero jugar a mi juego: el de disparar proyectiles. Lanza la roca contra mí. Me deshago de ella dando rodando por el suelo. Esquivar el la roca ha sido fácil, el peligro está en el agua contaminada. Temo el haberme mojado con una gota de agua verde. Me examino rápidamente: brazos, piernas, pecho… No veo ninguna mota verde. Puede que haya tenido suerte.
Mientras esquivaba la roca, el hongo gigante toma un nuevo objetivo: Merrigan. Camina pesadamente por el agua salpicando gotas verdes por cada paso. Sus garras de metal están fuera del agua; a ella no le va a lanzar una roca como ha hecho conmigo. Si tiene oportunidad, usará sus garras. Oportunidad que no le voy a dejar. Tomo mi arco y vuelvo a dispararle en la cara para llamar su atención. No funciona, mis flechas son como picaduras de mosquito para él. Necesito hacerle más daño. Busco en mi carcaj las flechas más pesadas; todas son iguales, finas y ligeras. Lo más pesado que tengo para lanzarle es mi hacha, pero es fácil errar lanzando el hacha y no quiero perderla en el fondo del lago verde. Pienso sin dejar de dispararle en la cara y en los brazos, éstos están cada vez más cerca de Merrigan. ¡Lo tengo!
De la mochila, saco una cuerda. Cojo un extremo y lo ato a una flecha. Ésta la disparo contra una rama alta de los árboles. Se queda clavada. El otro extremo lo utilizo como si fuera una liana, me sujeto en él y tomo impulso balanceándome. Cuando me veo confiado, salto hacia el hongo gigante. Me quedo sujeto en su espalda sin llegar a tocar el agua verde. Con una mano saco el tomahawk mientras con la otra me agarro al sombrero con forma de seta de la criatura. Golpeo repetidas veces la cabeza por la sien, como si le estuviera talando. Funciona, el hongo gigante deja de perseguir a Merrigan. Las garras de metal, las mueve por la espalda buscándome. Tengo suerte que su cuerpo sea tosco y pesado, no alcanza a dañarme.
-¡Date prisa!- le grito a Merrigan.
Llorando sin lágrimas, nada hacia la orilla. Se sujeta a la tierra, parece a abrazarla, y respira con dificultad. Está a salvo.
No se puede decir lo mismo de mí, el hongo gigante levanta sus piernas todo lo que puede. Si no puede agarrarme, decide hacerme caer al agua. Trepo por el sombrero de seta justo en el momento en el que intenta caer de espaldas hacia el lago. Ahora estoy de cara a la criatura. El siguiente golpe de tomahawk le corta medio rostro creándole una cicatriz muy parecida a la mía.
El hongo gigante se rinde y, esta vez, se mueve lentamente para esconderse en el fondo del lago, tal y como nosotros lo encontramos. Tengo ventaja, soy más rápido que él. Salto hacia la cuerda-liana y vuelvo a la orilla antes de que pueda tirarme. La criatura ha desaparecido entre las otras setas, Merrigan y yo estamos en tierra firme.
Ella se ha puesta una toalla por encima para secarse. Tiene un aspecto horrible. Camino hacia ella tan lentamente como el hongo gigante se movía en el agua. Tras dar dos pasos, ella me mira con fiereza y grita todo lo que no pudo gritar en el lago.
-¡Vete, aléjate de mí!- se abraza a la toalla- ¡Doy asco, vete!-
Me quedo inmóvil en el sitio. No sé qué decir. Tampoco qué hacer. Por un lado, quiero coger a Merrigan y llevármela lejos de este maldito (exagerado) lugar. Por otro, pienso que el mismo hombre que creó la enfermedad puede tener una cura. Vinimos por este motivo. A ninguno de los dos nos gustaba el bosque y, aun así, quisimos atravesarlo para encontrar la cura a la pandemia. Hay un tercer lado, uno que somete todos los otros pensamientos que tengo. Es la rabia. Estoy furioso. Si tuviera delante al creador del lago verde, le hundiría la cabeza en él para que siente lo que Merrigan siente. Siento que todo mi cuerpo se contrae, como si todo yo formase parte de un mismo músculo. Doy un puñetazo al tronco del árbol más cercano, el mismo en el que hay una cuerda colgando de una de sus ramas más altas.
- Yo….- Mi voz es interrumpida por el llanto de Merrigan. Me humedezco los labios y vuelvo a hablar- Conseguiremos la cura-.
-¡Lo dices por decir, como siempre; no quieres verme triste ni asusta, por eso prometes cosas que no puedes cumplir!-
El hongo gigante me libra de contestar a la última frase de Merrigan. Emerge del lago, por segunda vez. El interior de su rostro, cortado por mi hacha, se deshace por el ácido del lago. Llega a la superficie, pone sus garras en la tierra y se arrastra por el suelo. Parece que, tras su última caída, se hizo daño en las piernas. Ahora sufrirá más daño. Todo el dolor que siento, lo evocaré a la criatura. Tomo mi arco y mis flechas y disparo contra la cabeza del hongo gigante. No apunto hacia las partes de metal, sino hacia el interior del corte que hice con el hacha. Me concentro en ese punto. Por dentro está muriendo, ayudaré a que muera. Las flechas que lanzo y mi arco brillan con la misma luz blanca que aparece cuando sano a alguien. Sonrío de rabia y satisfacción por poder vengar de alguien que ha hecho daño a Merrigan.
Me muevo rápido. Descuelgo el arco de mi espalda y disparo contra el hongo gigante. Mis flechas son certeras, dan directo a la cabeza del metal. Él se ríe, no le he hecho daño. Es muy resistente. Clava sus manos en el interior del lago y saca una enorme roca del tamaño de un cerdo adulto. Quiero jugar a mi juego: el de disparar proyectiles. Lanza la roca contra mí. Me deshago de ella dando rodando por el suelo. Esquivar el la roca ha sido fácil, el peligro está en el agua contaminada. Temo el haberme mojado con una gota de agua verde. Me examino rápidamente: brazos, piernas, pecho… No veo ninguna mota verde. Puede que haya tenido suerte.
Mientras esquivaba la roca, el hongo gigante toma un nuevo objetivo: Merrigan. Camina pesadamente por el agua salpicando gotas verdes por cada paso. Sus garras de metal están fuera del agua; a ella no le va a lanzar una roca como ha hecho conmigo. Si tiene oportunidad, usará sus garras. Oportunidad que no le voy a dejar. Tomo mi arco y vuelvo a dispararle en la cara para llamar su atención. No funciona, mis flechas son como picaduras de mosquito para él. Necesito hacerle más daño. Busco en mi carcaj las flechas más pesadas; todas son iguales, finas y ligeras. Lo más pesado que tengo para lanzarle es mi hacha, pero es fácil errar lanzando el hacha y no quiero perderla en el fondo del lago verde. Pienso sin dejar de dispararle en la cara y en los brazos, éstos están cada vez más cerca de Merrigan. ¡Lo tengo!
De la mochila, saco una cuerda. Cojo un extremo y lo ato a una flecha. Ésta la disparo contra una rama alta de los árboles. Se queda clavada. El otro extremo lo utilizo como si fuera una liana, me sujeto en él y tomo impulso balanceándome. Cuando me veo confiado, salto hacia el hongo gigante. Me quedo sujeto en su espalda sin llegar a tocar el agua verde. Con una mano saco el tomahawk mientras con la otra me agarro al sombrero con forma de seta de la criatura. Golpeo repetidas veces la cabeza por la sien, como si le estuviera talando. Funciona, el hongo gigante deja de perseguir a Merrigan. Las garras de metal, las mueve por la espalda buscándome. Tengo suerte que su cuerpo sea tosco y pesado, no alcanza a dañarme.
-¡Date prisa!- le grito a Merrigan.
Llorando sin lágrimas, nada hacia la orilla. Se sujeta a la tierra, parece a abrazarla, y respira con dificultad. Está a salvo.
No se puede decir lo mismo de mí, el hongo gigante levanta sus piernas todo lo que puede. Si no puede agarrarme, decide hacerme caer al agua. Trepo por el sombrero de seta justo en el momento en el que intenta caer de espaldas hacia el lago. Ahora estoy de cara a la criatura. El siguiente golpe de tomahawk le corta medio rostro creándole una cicatriz muy parecida a la mía.
El hongo gigante se rinde y, esta vez, se mueve lentamente para esconderse en el fondo del lago, tal y como nosotros lo encontramos. Tengo ventaja, soy más rápido que él. Salto hacia la cuerda-liana y vuelvo a la orilla antes de que pueda tirarme. La criatura ha desaparecido entre las otras setas, Merrigan y yo estamos en tierra firme.
Ella se ha puesta una toalla por encima para secarse. Tiene un aspecto horrible. Camino hacia ella tan lentamente como el hongo gigante se movía en el agua. Tras dar dos pasos, ella me mira con fiereza y grita todo lo que no pudo gritar en el lago.
-¡Vete, aléjate de mí!- se abraza a la toalla- ¡Doy asco, vete!-
Me quedo inmóvil en el sitio. No sé qué decir. Tampoco qué hacer. Por un lado, quiero coger a Merrigan y llevármela lejos de este maldito (exagerado) lugar. Por otro, pienso que el mismo hombre que creó la enfermedad puede tener una cura. Vinimos por este motivo. A ninguno de los dos nos gustaba el bosque y, aun así, quisimos atravesarlo para encontrar la cura a la pandemia. Hay un tercer lado, uno que somete todos los otros pensamientos que tengo. Es la rabia. Estoy furioso. Si tuviera delante al creador del lago verde, le hundiría la cabeza en él para que siente lo que Merrigan siente. Siento que todo mi cuerpo se contrae, como si todo yo formase parte de un mismo músculo. Doy un puñetazo al tronco del árbol más cercano, el mismo en el que hay una cuerda colgando de una de sus ramas más altas.
- Yo….- Mi voz es interrumpida por el llanto de Merrigan. Me humedezco los labios y vuelvo a hablar- Conseguiremos la cura-.
-¡Lo dices por decir, como siempre; no quieres verme triste ni asusta, por eso prometes cosas que no puedes cumplir!-
El hongo gigante me libra de contestar a la última frase de Merrigan. Emerge del lago, por segunda vez. El interior de su rostro, cortado por mi hacha, se deshace por el ácido del lago. Llega a la superficie, pone sus garras en la tierra y se arrastra por el suelo. Parece que, tras su última caída, se hizo daño en las piernas. Ahora sufrirá más daño. Todo el dolor que siento, lo evocaré a la criatura. Tomo mi arco y mis flechas y disparo contra la cabeza del hongo gigante. No apunto hacia las partes de metal, sino hacia el interior del corte que hice con el hacha. Me concentro en ese punto. Por dentro está muriendo, ayudaré a que muera. Las flechas que lanzo y mi arco brillan con la misma luz blanca que aparece cuando sano a alguien. Sonrío de rabia y satisfacción por poder vengar de alguien que ha hecho daño a Merrigan.
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
El miembro 'Sarez' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO] El Arboreto [La posible salvación] [Sarez-Johannes]
Tema cerrado por abandono de Johannes.
Sarez +5 ptos por las molestias y la maldición de Merrigan seguirá efectiva.
Johannes - 5 puntos por abandono.
Sarez +5 ptos por las molestias y la maldición de Merrigan seguirá efectiva.
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