Nadir [Libre] [2/3]
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Nadir [Libre] [2/3]
-Paremos aquí.- dije en voz alta. Aún teníamos algo de tiempo antes de que atardeciese, pero parecía un buen sitio para acampar. Era mejor hacerlo con tiempo, después de todo, y llevábamos un buen ritmo.
El claro al que había llegado junto a Syl y Naharu no era demasiado extenso. Debía reconocer que aquellos bosques eran realmente frondosos. A pesar de todo, no íbamos a estar apretujados. El solo necesitar dos tiendas tenía sus beneficios. Dejé la mochila en el suelo y empezamos a preparar las cosas.
Estaba algo inquieto. Un hormigueo había estado recorriendo mi cuerpo durante un buen rato. Tenía un mal presentimiento, y por una vez, no tenía nada que ver con los Jinetes, o la corona, o algo por el estilo. Estaba... algo ansioso. Respiré hondo. Lo mejor sería entretenerme, tener las manos ocupadas. Fui hacia Syl, dispuesto a ayudarle con la tienda. No fue necesario que me mirase dos veces antes de que una pregunta se dibujase en su rostro.
Negué con la cabeza. No era nada. Técnicamente, no estaba mintiendo. No me parecía que fuese nada.
-¿Que tal vamos de comida?- pregunté, señalando la bolsa de Syl con la cabeza.
-Tenemos suficiente, pero nos sobra tiempo. Pensaba ir a cazar.- dijo. Eché una mirada hacia el oso que nos acompañaba. Mejor tener de sobra. Asentí levemente. -¿Pasa algo?- preguntó.
-...No lo sé.- admití, llevándome la mano a la nuca. -No te preocupes. No es nada.- dije al final, restándole importancia con un gesto. Mi compañero no replicó.
Aquello no había durado mucho. Quizás pudiese preparar una hoguera. Me alejé unos metros e invoqué a Brillo. Clavé la espada en el suelo, marcando la posición, y empecé a buscar piedras. No me llevó más de unos minutos. Tras organizarlas en círculo, lo que faltaba era leña.
Me acerqué al oso. Podía ser buen momento para hablar con él.
-Naharu. Necesitamos algo de leña.- dije, acercándome al enorme oso. -¿...Te he visto talando con ese hacha?- pregunté. No parecía que tuviese una de mano. Era algo extraño. Después de todo, tenía el aspecto de una útil para pelear, o incluso ejecutar gente. Sacudí la cabeza. -Da igual. ¿Vamos?-
No necesitaba ayuda realmente: apenas necesitaría algo de leña. Pero me daba la sensación de que el úrsido nunca estaba sin hacer nada.
-¿Que tal estás, Naharu?- pregunté, algo dubitativo. A decir verdad, me avergonzaba un poco. No lo conocía del todo bien, pese a que llevaba un año con los Nómadas. Como consecuencia, no sabía exactamente de que hablar. Me pasaba con más compañeros de los que me gustaba admitir. -¿Hay... algún problema, o algo que tengas en mente ultimamente?-
La recogida de leña no iba a durar demasiado, o eso esperaba. No sabía que estaba haciendo, ni que me pasaba. Respiré hondo. Quizás necesitaba un descanso.
El claro al que había llegado junto a Syl y Naharu no era demasiado extenso. Debía reconocer que aquellos bosques eran realmente frondosos. A pesar de todo, no íbamos a estar apretujados. El solo necesitar dos tiendas tenía sus beneficios. Dejé la mochila en el suelo y empezamos a preparar las cosas.
Estaba algo inquieto. Un hormigueo había estado recorriendo mi cuerpo durante un buen rato. Tenía un mal presentimiento, y por una vez, no tenía nada que ver con los Jinetes, o la corona, o algo por el estilo. Estaba... algo ansioso. Respiré hondo. Lo mejor sería entretenerme, tener las manos ocupadas. Fui hacia Syl, dispuesto a ayudarle con la tienda. No fue necesario que me mirase dos veces antes de que una pregunta se dibujase en su rostro.
Negué con la cabeza. No era nada. Técnicamente, no estaba mintiendo. No me parecía que fuese nada.
-¿Que tal vamos de comida?- pregunté, señalando la bolsa de Syl con la cabeza.
-Tenemos suficiente, pero nos sobra tiempo. Pensaba ir a cazar.- dijo. Eché una mirada hacia el oso que nos acompañaba. Mejor tener de sobra. Asentí levemente. -¿Pasa algo?- preguntó.
-...No lo sé.- admití, llevándome la mano a la nuca. -No te preocupes. No es nada.- dije al final, restándole importancia con un gesto. Mi compañero no replicó.
Aquello no había durado mucho. Quizás pudiese preparar una hoguera. Me alejé unos metros e invoqué a Brillo. Clavé la espada en el suelo, marcando la posición, y empecé a buscar piedras. No me llevó más de unos minutos. Tras organizarlas en círculo, lo que faltaba era leña.
Me acerqué al oso. Podía ser buen momento para hablar con él.
-Naharu. Necesitamos algo de leña.- dije, acercándome al enorme oso. -¿...Te he visto talando con ese hacha?- pregunté. No parecía que tuviese una de mano. Era algo extraño. Después de todo, tenía el aspecto de una útil para pelear, o incluso ejecutar gente. Sacudí la cabeza. -Da igual. ¿Vamos?-
No necesitaba ayuda realmente: apenas necesitaría algo de leña. Pero me daba la sensación de que el úrsido nunca estaba sin hacer nada.
-¿Que tal estás, Naharu?- pregunté, algo dubitativo. A decir verdad, me avergonzaba un poco. No lo conocía del todo bien, pese a que llevaba un año con los Nómadas. Como consecuencia, no sabía exactamente de que hablar. Me pasaba con más compañeros de los que me gustaba admitir. -¿Hay... algún problema, o algo que tengas en mente ultimamente?-
La recogida de leña no iba a durar demasiado, o eso esperaba. No sabía que estaba haciendo, ni que me pasaba. Respiré hondo. Quizás necesitaba un descanso.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
Aunque no me terminaba de convencer la idea de detenernos mientras aún hubiera sol, entendía las razones tras la decisión del can. Asentí, y al verles empezar a preparar su tienda, me encaminé a preparar la mía.
Inhalé profundamente, relajando el cuerpo. Había pasado noche en sitios mejores y sitios peores. Tampoco olía mal. Eso siempre se agradecía.
-Servirá. -comenté sencillamente.
Dejé caer mi morral en el lado opuesto del claro, sitio donde planeaba dormir. Miré fijamente el espacio frente a mí, como esperando a que algún milagro me ahorrase la tarea que se avecinaba. Eventualmente empecé a sacar las cosas necesarias para armar la tienda. Dejé salir un largo suspiro, tras el que comencé a trabajar.
La palabra "comida" me sacó de mi forcejeo mental. Al girar la cabeza me encontré con la mirada de Asher, como si el cánido hubiera escuchado mis pensamientos. Respondí frunciendo el ceño, y volví a lo que estaba haciendo.
Me erguí satisfecho una vez terminada la tienda, y tras sacudir mis manos la una con la otra, di un vistazo alrededor. Syl ya había terminado con su parte, y Asher se dispuso a empezar la fogata.
-Aún no me acostumbro del todo a tus cachivaches mágicos -comenté, mientras observaba con cautela la espada incrustada en el suelo. Sabía que ese tipo de cosas eran posibles, pero nunca se me hubiese ocurrido que las vería con mis propios ojos, menos aún que acompañaría a un arcanista por el continente.
Sacudí la cabeza, como si aquello ayudara a disipar aquél hilo de pensamiento, y me dispuse a buscar leña para el fuego. Tomé mi hacha con firmeza. El tacto del mango era suave, pero destilaba la fortaleza del instrumento. Inevitablemente mi cabeza fue inundada con los recuerdos atados al hacha, pero Asher me sacó rápidamente de mis cavilaciones.
-Si te sirven los ojos, me habrás visto hacerlo en algún momento. -respondí espontáneamente. Busqué recuerdos que consolidaran mi respuesta, pero para mi sorpresa, aquellos eran escasos.
Entonces me di cuenta de que asociaba el uso del hacha con el talar, pese a que últimamente su filo tenía otro propósito. Corté mis pensamientos con un suspiro. Asentí, y tras rascarme la cabeza, me adentré en el bosque junto con el hombre perro.
Caminaba con el hacha al hombro, mientras buscaba con la mirada un árbol adecuado. La pregunta del can me tomó desprevenido, me giré a verle.
-No me quejo. -respondí, volviendo mi vista al frente.
Aquél parecía prometedor. Me acerqué al tronco con paso tranquilo, cuando Asher hizo otra pregunta.
-Sólo he tenido una cosa en mente desde que dejé mi aldea -respondí, sin detener mi tarea-. Y estoy trabajando en ello.
Palpé la corteza con la mano libre. Presioné con la uña de mi índice, y seguidamente tracé una línea. Finalmente me alejé, y di otro largo vistazo a las dimensiones del árbol. Debían ser... ¿40 cm de ancho? Y lo suficientemente bajo para no molestar mucho.
-Pero lo importante, ¿qué te ocurre hoy? -Tomé el hacha con ambas manos, y tras posicionarme bien, simulé un par de golpes- Estás más... enérgico. ¿Pulgas? Tranquilo, no le comentaré nada a Syl. -Solté una risita tras el comentario. Había algo raro en Asher, sin duda. Me recordaba a aquella tarde en que Ombako había roto la taza favorita de madre, y buscaba la forma de disimular.
Cerré los ojos un momento, e inmediatamente después descargué un potente golpe contra el árbol. El impacto fracturó el silencio del bosque e hizo volar un puñado de astillas.
-Oh, casi lo olvido -comenté, dejando el hacha incrustada en el tronco-. Deberías ponerte por allá -señalé con mi cabeza en dirección a mis espaldas-. Mira que sería muy triste que el Arcanista, Centinela y asombroso aventurero nómada Asher Daregan encontrara su fin entre un árbol y el suelo.
Volví a reírme, esta vez con una sonora carcajada. Saqué el hacha con un tirón, y tras simular una vez el segundo golpe, di el hachazo. Le siguió otro inmediatamente después, después un cuarto y, para terminar...
-¡Abajo! -di el último golpe, con el que el árbol empezó a crujir, para finalmente caer con su propio peso, a mi derecha. Llovieron unas cuantas hojas pertenecientes a árboles vecinos, las cuales procedí a sacudirme de encima.
No pude evitar sonreír ante las memorias de incontables días junto a mi padre. La sonrisa disminuyó mientras me giraba hacia Asher, pero no se borró del todo.
-Entonces, ¿qué harás? ¿Te prenderás en fuego, o tomarás un largo baño?
Inhalé profundamente, relajando el cuerpo. Había pasado noche en sitios mejores y sitios peores. Tampoco olía mal. Eso siempre se agradecía.
-Servirá. -comenté sencillamente.
Dejé caer mi morral en el lado opuesto del claro, sitio donde planeaba dormir. Miré fijamente el espacio frente a mí, como esperando a que algún milagro me ahorrase la tarea que se avecinaba. Eventualmente empecé a sacar las cosas necesarias para armar la tienda. Dejé salir un largo suspiro, tras el que comencé a trabajar.
La palabra "comida" me sacó de mi forcejeo mental. Al girar la cabeza me encontré con la mirada de Asher, como si el cánido hubiera escuchado mis pensamientos. Respondí frunciendo el ceño, y volví a lo que estaba haciendo.
Me erguí satisfecho una vez terminada la tienda, y tras sacudir mis manos la una con la otra, di un vistazo alrededor. Syl ya había terminado con su parte, y Asher se dispuso a empezar la fogata.
-Aún no me acostumbro del todo a tus cachivaches mágicos -comenté, mientras observaba con cautela la espada incrustada en el suelo. Sabía que ese tipo de cosas eran posibles, pero nunca se me hubiese ocurrido que las vería con mis propios ojos, menos aún que acompañaría a un arcanista por el continente.
Sacudí la cabeza, como si aquello ayudara a disipar aquél hilo de pensamiento, y me dispuse a buscar leña para el fuego. Tomé mi hacha con firmeza. El tacto del mango era suave, pero destilaba la fortaleza del instrumento. Inevitablemente mi cabeza fue inundada con los recuerdos atados al hacha, pero Asher me sacó rápidamente de mis cavilaciones.
-Si te sirven los ojos, me habrás visto hacerlo en algún momento. -respondí espontáneamente. Busqué recuerdos que consolidaran mi respuesta, pero para mi sorpresa, aquellos eran escasos.
Entonces me di cuenta de que asociaba el uso del hacha con el talar, pese a que últimamente su filo tenía otro propósito. Corté mis pensamientos con un suspiro. Asentí, y tras rascarme la cabeza, me adentré en el bosque junto con el hombre perro.
Caminaba con el hacha al hombro, mientras buscaba con la mirada un árbol adecuado. La pregunta del can me tomó desprevenido, me giré a verle.
-No me quejo. -respondí, volviendo mi vista al frente.
Aquél parecía prometedor. Me acerqué al tronco con paso tranquilo, cuando Asher hizo otra pregunta.
-Sólo he tenido una cosa en mente desde que dejé mi aldea -respondí, sin detener mi tarea-. Y estoy trabajando en ello.
Palpé la corteza con la mano libre. Presioné con la uña de mi índice, y seguidamente tracé una línea. Finalmente me alejé, y di otro largo vistazo a las dimensiones del árbol. Debían ser... ¿40 cm de ancho? Y lo suficientemente bajo para no molestar mucho.
-Pero lo importante, ¿qué te ocurre hoy? -Tomé el hacha con ambas manos, y tras posicionarme bien, simulé un par de golpes- Estás más... enérgico. ¿Pulgas? Tranquilo, no le comentaré nada a Syl. -Solté una risita tras el comentario. Había algo raro en Asher, sin duda. Me recordaba a aquella tarde en que Ombako había roto la taza favorita de madre, y buscaba la forma de disimular.
Cerré los ojos un momento, e inmediatamente después descargué un potente golpe contra el árbol. El impacto fracturó el silencio del bosque e hizo volar un puñado de astillas.
-Oh, casi lo olvido -comenté, dejando el hacha incrustada en el tronco-. Deberías ponerte por allá -señalé con mi cabeza en dirección a mis espaldas-. Mira que sería muy triste que el Arcanista, Centinela y asombroso aventurero nómada Asher Daregan encontrara su fin entre un árbol y el suelo.
Volví a reírme, esta vez con una sonora carcajada. Saqué el hacha con un tirón, y tras simular una vez el segundo golpe, di el hachazo. Le siguió otro inmediatamente después, después un cuarto y, para terminar...
-¡Abajo! -di el último golpe, con el que el árbol empezó a crujir, para finalmente caer con su propio peso, a mi derecha. Llovieron unas cuantas hojas pertenecientes a árboles vecinos, las cuales procedí a sacudirme de encima.
No pude evitar sonreír ante las memorias de incontables días junto a mi padre. La sonrisa disminuyó mientras me giraba hacia Asher, pero no se borró del todo.
-Entonces, ¿qué harás? ¿Te prenderás en fuego, o tomarás un largo baño?
Naharu
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
-No tengo pulgas.- respondí, chasqueando la lengua. -Los únicos parásitos que sufro miden más de dos metros y tienen un hacha.- dije, sonriendo. Me aparté del árbol, tal y como el oso había sugerido. No era como si uno tan pequeño fuese a hacerme nada, pero mejor prevenir.
El corazón me latía a gran velocidad, y mi aliento se volvió gélido. Dejé de sonreir, y me apoyé en un árbol cercano.
Mis manos temblaban. Aquella ligera molestia se estaba volviendo más seria de lo que esperaba. Una imagen surgió en mi mente. Un mansión. Un desierto. Fantasmas. Me llevé una mano a la cabeza, solo para ver, horrorizado, como mi garra había desaparecido. Aún la sentía. Miré al oso, incrédulo.
-Esto... es un problema.- musité. Esbocé una mueca al sentir otra punzada de dolor en mi cabeza. Aquello eran... recuerdos. Recuerdos míos. -¿Donde...?-
Las piernas me fallaron, y me quedé de rodillas, en el suelo. No entendía que estaba pasando. Todo vino a la vez. Durante casi un minuto, breves instantes de memorias cruzaron mi cabeza, haciéndome sentirlo todo una vez más. Brillo apareció en mi mano, pero era... distinta. Un segundo anillo descansaba en el pomo, al rojo vivo, fundiéndose con la espada en pocos segundos. Y entonces, el filo del arma comenzó a distorsionarse. El nombre se quedó grabado en mi cabeza.
-Eclipse...-
Me levanté. O mejor dicho, mi alma se levantó. Mi cuerpo seguía en el suelo, dándome una macabra perspectiva al verlo desde fuera. Aquello que observaba a Naharu, aquel fantasma dorado y etéreo, era mi espíritu. Mi perspectiva cambió al momento, esta vez de vuelta en el suelo. Me volví a levantar (por primera vez), aún desorientado. El tatuaje que rodeaba mi ojo empezó a brillar, volviendo a mis irises azules.
-Demasiado peligroso. Pero deja un cristal. Es lo que falta.- le murmuré al oso, olvidando las palabras tan pronto salieron de mi boca. Dejé escapar un gruñido. Aún dolía. Aquel ser... -Agua.- dije. Las runas de mis piernas se activaron, lanzándome a varios metros en un instante. [1] Rodé por el suelo. No había parado. Por algún motivo, no sentí el dolor en mi cuerpo, pero me estaba estremeciendo por algo mucho más grave.
Los gruñidos se volvieron aullidos de dolor. Arañé la tierra. Rojo carmesí... Me giré en un último instante, recapacitando justo antes de que una explosión saliese de mi mano, ascendiendo al cielo. [2]
Jadeé, aún tumbado. Había parado. Pero iba a tener un problema mayor.
-¿Por qué... sé esto?- pregunté entre alientos. Quizás fuese en ese momento, o unos minutos después, pero algo comenzó a arrastrarme. Cerré los ojos. Solo podía dejarme llevar.
La explosión le hizo volver tan rápido como sus piernas le podían llevar. Si la había usado de esa forma, señalando su posición, era que necesitaba ayuda... y debía ser más de la que apuntar aquel estallido hacia alguien le pudiese otorgar.
Se lo encontró tumbado boca arriba. Algo iba muy mal.
-¿Que demonios ha pasado?- preguntó Syl, mirando al Centinela inconsciente.-Nunca ha hecho algo así.- Esbozó una mueca. Su cuerpo estaba... desvaneciendose, a partes. Primero una mano desaparecía, y volvía a verse un segundo después mientras la zona invisible cambiaba de lugar. -No. No, no, no, no.- repitió. No conocía aquello.
Cogió la mano de Asher y colocó la otra sobre su cuello, buscando su pulso. Estaba acelerado, pero era regular.
-Ayúdame a llevarlo a la tienda.- pidió. Sabía que cualquiera de los dos podía hacerlo solo, pero no era tan seguro. Una vez lo movieron y dejaron sobre una tela extendida, Syl empezó a desabrochar su armadura, buscando heridas. Estaba sangrando, aunque no eran demasiado serias. -Necesito vendas y agua. Están en su mochila.- dijo, señalando al exterior.
No iba a ser un día normal.
El corazón me latía a gran velocidad, y mi aliento se volvió gélido. Dejé de sonreir, y me apoyé en un árbol cercano.
Mis manos temblaban. Aquella ligera molestia se estaba volviendo más seria de lo que esperaba. Una imagen surgió en mi mente. Un mansión. Un desierto. Fantasmas. Me llevé una mano a la cabeza, solo para ver, horrorizado, como mi garra había desaparecido. Aún la sentía. Miré al oso, incrédulo.
-Esto... es un problema.- musité. Esbocé una mueca al sentir otra punzada de dolor en mi cabeza. Aquello eran... recuerdos. Recuerdos míos. -¿Donde...?-
Las piernas me fallaron, y me quedé de rodillas, en el suelo. No entendía que estaba pasando. Todo vino a la vez. Durante casi un minuto, breves instantes de memorias cruzaron mi cabeza, haciéndome sentirlo todo una vez más. Brillo apareció en mi mano, pero era... distinta. Un segundo anillo descansaba en el pomo, al rojo vivo, fundiéndose con la espada en pocos segundos. Y entonces, el filo del arma comenzó a distorsionarse. El nombre se quedó grabado en mi cabeza.
-Eclipse...-
Me levanté. O mejor dicho, mi alma se levantó. Mi cuerpo seguía en el suelo, dándome una macabra perspectiva al verlo desde fuera. Aquello que observaba a Naharu, aquel fantasma dorado y etéreo, era mi espíritu. Mi perspectiva cambió al momento, esta vez de vuelta en el suelo. Me volví a levantar (por primera vez), aún desorientado. El tatuaje que rodeaba mi ojo empezó a brillar, volviendo a mis irises azules.
-Demasiado peligroso. Pero deja un cristal. Es lo que falta.- le murmuré al oso, olvidando las palabras tan pronto salieron de mi boca. Dejé escapar un gruñido. Aún dolía. Aquel ser... -Agua.- dije. Las runas de mis piernas se activaron, lanzándome a varios metros en un instante. [1] Rodé por el suelo. No había parado. Por algún motivo, no sentí el dolor en mi cuerpo, pero me estaba estremeciendo por algo mucho más grave.
Los gruñidos se volvieron aullidos de dolor. Arañé la tierra. Rojo carmesí... Me giré en un último instante, recapacitando justo antes de que una explosión saliese de mi mano, ascendiendo al cielo. [2]
Jadeé, aún tumbado. Había parado. Pero iba a tener un problema mayor.
-¿Por qué... sé esto?- pregunté entre alientos. Quizás fuese en ese momento, o unos minutos después, pero algo comenzó a arrastrarme. Cerré los ojos. Solo podía dejarme llevar.
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La explosión le hizo volver tan rápido como sus piernas le podían llevar. Si la había usado de esa forma, señalando su posición, era que necesitaba ayuda... y debía ser más de la que apuntar aquel estallido hacia alguien le pudiese otorgar.
Se lo encontró tumbado boca arriba. Algo iba muy mal.
-¿Que demonios ha pasado?- preguntó Syl, mirando al Centinela inconsciente.-Nunca ha hecho algo así.- Esbozó una mueca. Su cuerpo estaba... desvaneciendose, a partes. Primero una mano desaparecía, y volvía a verse un segundo después mientras la zona invisible cambiaba de lugar. -No. No, no, no, no.- repitió. No conocía aquello.
Cogió la mano de Asher y colocó la otra sobre su cuello, buscando su pulso. Estaba acelerado, pero era regular.
-Ayúdame a llevarlo a la tienda.- pidió. Sabía que cualquiera de los dos podía hacerlo solo, pero no era tan seguro. Una vez lo movieron y dejaron sobre una tela extendida, Syl empezó a desabrochar su armadura, buscando heridas. Estaba sangrando, aunque no eran demasiado serias. -Necesito vendas y agua. Están en su mochila.- dijo, señalando al exterior.
No iba a ser un día normal.
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[1] Habilidad: Impulso
[2] Habilidad: Estallido
Asher Daregan
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
En lugar de una respuesta mordaz, mi comentario fue respondido con silencio poco característico. Vi entonces a un Asher indispuesto, usando un árbol para mantenerse de pie. Aquello aumentó mi confusión, pero no tanto como el haberme dado cuenta de que... ¡¿le faltaba una mano?!
El perro susurró las palabras que cruzaban por mi mente en ese momento: 'Esto es un problema'.
-¿...Syl? -levanté la voz, algo asustado. Me dirigí al can, acelerando el paso al ver que cayó al suelo-. ¿Qué rayos te pasó? -pregunté, esta vez con un tono más bajo. Me agache y posé mi mano en su hombro.
Pero no reaccionaba, ni a mi voz ni al contacto. Había pensado en ir a buscar a Syl, pero no me gustaba la idea de dejarle solo. Pensé en cargarle hasta el campamento, pero la súbita aparición de su espada me hizo retroceder instintivamente. ¿Acaso era obra de alguien? ¿Estábamos bajo ataque? Tomé el hacha con firmeza, preparándome para lo peor.
Pero no hubo otro movimiento más que el de la espada. Estaba... ¿cambiando?
¿...Eclipse? ¿Qué caraj...?
-¡Syyl! -exclamé, esta vez más fuerte que antes- ¡Algo le ocurre a Ash-
Se levantó del suelo, sus ojos distintos, y diciendo cosas sin sentido.
-¿Hay peligro? ¿...De qué cristal hablas? Daregan, ¡¿qué pasa?! -Sacudí la mano frente a él, intentando ver reacción alguna. ¿Estará alucinando?- ¿Tienes sed? Vamos al claro, ahí beb-
A penas tuve tiempo de quitarme del medio, antes de que el perro saliera disparado un buen tramo, y consecuentemente rodase por el suelo.
-¡SYL! -grité con todas mis fuerzas mientras Asher forcejeaba en la tierra. La preocupación se hizo más pesada. Era peligroso acercarme a él en ese estado, así que di unos pasos en dirección al campamento-¡SYL, NECESITO QUE VEN.. -Mis palabras fueron interrumpidas por un destello, por un tremendo estruendo que me hizo encogerme de la sorpresa, y cuya intensidad hizo mecer los árboles circundantes- ¡CARAJOS, SYL!
El felino apareció pocos instantes tras la explosión, tan visiblemente alarmado como lo estaba yo. Al menos, Asher ya no parecía un montón de pirotecnia encendida. Ahora sólo jadeaba en el suelo.
-¡Justo hablábamos de que estaba raro, y le ha dado un patatús mágico!
El gato negó varias veces, su terrible angustia era evidente. Intenté tranquilizarle de alguna forma, pero ahora no era el momento. Ante la petición del felino, tomé a Asher de los brazos, para que ambos lo llevásemos a la tienda. El camino de vuelta fue más corto que el de ida, o eso me pareció a mi.
-Voy -Busqué el bolso de Asher, y tras llevárselo a Syl, saqué de su interior las vendas y el agua solicitada. Se los entregué, tras lo que solté un largo suspiro-. Balbuceó sobre un eclipse, dejar un cristal, y peligro. ¿Te suena de algo?
Estudié el cuerpo del perro con la mirada, y negué con la cabeza. No entendía absolutamente nada de lo que ocurría. Tenía esperanzas de que Syl tuviese al menos una pista.
-Ten cuidado -dije, intentado no ser muy severo-. ¿Necesita algo más? Si no, iré a montar guardia. Si es un ataque de algún tipo, nosotros podríamos ser los siguientes.
Con ello lancé una mirada a los alrededores, buscando alguna señal de compañía.
El perro susurró las palabras que cruzaban por mi mente en ese momento: 'Esto es un problema'.
-¿...Syl? -levanté la voz, algo asustado. Me dirigí al can, acelerando el paso al ver que cayó al suelo-. ¿Qué rayos te pasó? -pregunté, esta vez con un tono más bajo. Me agache y posé mi mano en su hombro.
Pero no reaccionaba, ni a mi voz ni al contacto. Había pensado en ir a buscar a Syl, pero no me gustaba la idea de dejarle solo. Pensé en cargarle hasta el campamento, pero la súbita aparición de su espada me hizo retroceder instintivamente. ¿Acaso era obra de alguien? ¿Estábamos bajo ataque? Tomé el hacha con firmeza, preparándome para lo peor.
Pero no hubo otro movimiento más que el de la espada. Estaba... ¿cambiando?
¿...Eclipse? ¿Qué caraj...?
-¡Syyl! -exclamé, esta vez más fuerte que antes- ¡Algo le ocurre a Ash-
Se levantó del suelo, sus ojos distintos, y diciendo cosas sin sentido.
-¿Hay peligro? ¿...De qué cristal hablas? Daregan, ¡¿qué pasa?! -Sacudí la mano frente a él, intentando ver reacción alguna. ¿Estará alucinando?- ¿Tienes sed? Vamos al claro, ahí beb-
A penas tuve tiempo de quitarme del medio, antes de que el perro saliera disparado un buen tramo, y consecuentemente rodase por el suelo.
-¡SYL! -grité con todas mis fuerzas mientras Asher forcejeaba en la tierra. La preocupación se hizo más pesada. Era peligroso acercarme a él en ese estado, así que di unos pasos en dirección al campamento-¡SYL, NECESITO QUE VEN.. -Mis palabras fueron interrumpidas por un destello, por un tremendo estruendo que me hizo encogerme de la sorpresa, y cuya intensidad hizo mecer los árboles circundantes- ¡CARAJOS, SYL!
El felino apareció pocos instantes tras la explosión, tan visiblemente alarmado como lo estaba yo. Al menos, Asher ya no parecía un montón de pirotecnia encendida. Ahora sólo jadeaba en el suelo.
-¡Justo hablábamos de que estaba raro, y le ha dado un patatús mágico!
El gato negó varias veces, su terrible angustia era evidente. Intenté tranquilizarle de alguna forma, pero ahora no era el momento. Ante la petición del felino, tomé a Asher de los brazos, para que ambos lo llevásemos a la tienda. El camino de vuelta fue más corto que el de ida, o eso me pareció a mi.
-Voy -Busqué el bolso de Asher, y tras llevárselo a Syl, saqué de su interior las vendas y el agua solicitada. Se los entregué, tras lo que solté un largo suspiro-. Balbuceó sobre un eclipse, dejar un cristal, y peligro. ¿Te suena de algo?
Estudié el cuerpo del perro con la mirada, y negué con la cabeza. No entendía absolutamente nada de lo que ocurría. Tenía esperanzas de que Syl tuviese al menos una pista.
-Ten cuidado -dije, intentado no ser muy severo-. ¿Necesita algo más? Si no, iré a montar guardia. Si es un ataque de algún tipo, nosotros podríamos ser los siguientes.
Con ello lancé una mirada a los alrededores, buscando alguna señal de compañía.
Naharu
Experto
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
Me desperté de un sobresalto, y noté al instante un dolor punzante en el torso. Estaba vendado. Esbocé una mueca, recordando partes de lo que había pasado. Sabía algo nuevo. No debía tener demasiado tiempo. Me levanté.
La tienda estaba oscura, pero no tardó en iluminarse un poco cuando Syl la abrió. El felino me clavó la mirada, atónito.
-Está despierto.- anunció en voz alta. A continuación, se acercó a mi, colocando una mano en mi hombro. -Creo que deberías quedarte tumbado. Nos has dado un buen susto.- dijo. Le abracé con fuerza, inspirando profundamente. Syl suspiró.
-Lo siento. Pero tengo que arreglar esto. ¿Cuanto tiempo ha pasado?- pregunté, dirigiéndome al exterior. Fruncí el ceño. Estaba atardeciendo. El cielo estaba completamente naranja, y no tardaría en anochecer. -Dos... o tres horas.- me respondí a mi mismo. Debía haber ocurrido ya. ¿Quizás mientras estuviese dormido? Era extraño que no hubiese sentido nada. -Será mejor que lo explique. Venid.-
Mis compañeros habían comenzado ya una hoguera. Unos pocos conejos muertos yacían al lado sobre una piel. Aún no estaban desollados. Me llevé la mano a la cabeza. No tenía la corona. Comprensible, Syl debía habérsela llevado mientras estaba inconsciente.
Me acerqué al fuego, contemplando la mejor forma de explicar aquello. Era, como mínimo, complicado.
-Hace cinco meses, cuando estábamos en Dundarak, salí a pasear durante el día. Volví a medianoche, sin recordar nada de lo que había pasado, y sin nada distinto. Como ejemplo... Brillo seguía siendo Brillo.- expliqué. Recordé entonces algo que podía ayudar. Volví a la tienda y saqué a Reflejo. Tras retornar a la hoguera, tracé una linea en el suelo, y clavé el arma a un lado.
-Esta espada se llama Reflejo. La hizo Eltrant Tale. Es una copia física de Brillo, sin magia ni nada por el estilo. Esta marca, - dije, señalando un círculo más ancho cerca del pomo -es la del anillo lunar. Nada extraño de momento, ¿no?- pregunté. Fuera de que tuviese una copia exacta de mi espada, claro estaba. -Hace cinco meses, en la noche que he mencionado, me encontré con una mujer. Ella me ofreció un segundo anillo, uno encantado por el sol, si le ayudaba. Y eso hice.-
Tragué saliva. Ahí es donde la cosa se ponía complicada. Invoqué mi espada. El arma era visiblemente distinta - la hoja estaba cubierta de un éter visible incluso con ojos normales. Tanto el mango como la guarda eran distintos, siendo visiblemente más ostentosos.
-Esto es Brillo después de tener ambos anillos. Eclipse. Hasta hoy, era igual a Brillo. Pero el anillo se lo puse esa misma noche, no hoy.- expliqué. Empezaba a notar algo de confusión. Era normal, después de todo. -Lo que ocurrió esa noche no tuvo consecuencias hasta... hace unas horas. Como si no hubiese pasado, y de repente... esto.- dije. -No es solo la espada. Recuerdo... todo. Sé cosas que no debía saber. Y se lo que me pasa.-
Comencé a relatar lo ocurrido. Como conocí fantasmas. Como me adentré en aquella mansión, y como, tras cruzar una puerta, me vi en un mundo distinto al nuestro. Tres sitios distintos. Uno, lleno de éter y muertos reanimados. Otro, sin magia alguna, y con colosos gigantes. Y el último... un desierto en el cual mi cuerpo no podía vivir.
Todo eso había pasado en esa noche y, al mismo tiempo, no había ocurrido. Las consecuencias eran dos. Eclipse existía en lugar de Brillo... y mi cuerpo fue cambiado de alguna forma.
-Al parecer, mi alma está en algún tipo de... conflicto. Como si no encajase con mi cuerpo. Y en esos momentos... me es dificil actuar.- expliqué. Había mucho más. -El que no "haya ocurrido" hasta ahora... no sé por qué. Demasiados planos demasiado rápido, supongo.- dije, negando con la cabeza.
-Eso es lo más raro que te ha pasado.- dijo Syl. -...Y han sido muchas, muchas cosas.-
El felino parecía inquieto. Sus ojos estaban clavados en Eclipse. Acercó la mano a la hoja. No lo detuve. Pese a las llamas azules que rodeaban la hoja, el gato no sufrió ningún daño. Apretó su puño en torno a la parte física de la hoja, como si estuviese asegurándose de que seguía existiendo.
-Tu mano había desaparecido.- dijo. -¿Va a ser así siempre?- preguntó.
-No, no debería.- suspiré. Cerré los ojos, tratando de recordar. De alguna forma, sabía lo que iba a hacer. O lo que debía hacer. -Cada cierto tiempo, no podré moverme del todo bien. A veces no podré orientarme en absoluto. Otras veces... no hará nada. Serán cinco días, a partir de mañana.- expliqué. El por qué estaba tan seguro de aquello se me escapaba. -Sé como curarlo.-
Frunció el ceño y se llevó la mano a la frente, masajeandola ligeramente. Su cola se quedó fija, entornada en el aire.
-Sigue siendo mejor que la plaga.- suspiró.
-Espero... no haberte asustado demasiado.- le dije al oso. Recordaba que era él con quien estaba. Al menos no bromearía sobre pulgas. Encontré la idea algo divertida. -¿Alguna pregunta?
Asher Daregan
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El pasar del tiempo era pesado, el aire se sentía espeso con la miel del atardecer, que ocupaba cada vez más espacio en el cielo. Pasé al menos una hora sentado, atento, pero tras un largo rato sin señales de intervención exterior, dejé de hacer guardia. Mi desesperación se fue diluyendo poco a poco, hasta convertirse en desazón. Syl, por otra parte, aún se veía muy intranquilo. No era fácil. Lo entendía.
-Supongo que tuve suerte de no estar frente a esa explosión -puse en palabras los pensamientos que rondaban mi cabeza, como moscas. No sé si hubiese sido suficiente para acabarme al instante, pero no me sorprendería si ese fuera el caso. Suspiré, por enésima vez el día de hoy-. Iré a buscar la leña. -añadí, antes de levantarme. La charla no ayudaría. No en este momento.
Me dirigí al lugar de los acontecimientos, a paso sereno, pero sin perder tiempo. Barrí el camino con la mirada, y los árboles y las cercanías, buscando algún indicio. Los asuntos de origen mágico eran totalmente ajenos a mi entendimiento, pero cualquier cosa sería útil. Eventualmente llegué al árbol talado, sin encontrar algo útil en el trayecto. Me resigné, agaché, y tras un corto conteo, tomé aquél tronco bajo el brazo, me levanté, y con cierto esfuerzo, me dispuse a arrastrarlo.
Era como si el bosque hubiese olvidado lo que ocurrió hace un rato. Había cantares esporádicos donde hubo gruñidos, y las ramas que se sacudieron con el carmesí ahora se mecían en el dorado. A veces pensaba en lo fácil que serían las cosas si uno fuese piedra y no hombre.
Pero eventualmente terminaría uno como arma, en la cabeza de alguien inocente. Si uno fuese árbol, y no hombre, eventualmente sería lanza, o flecha, o arco. O leña.
Pero soy hombre y no piedra o árbol. Y como tal, puedo elegir con quién acabar. Uso piedras y lanzas para terminar con el injusto, y leña para despedir al puro.
Aquél último pensamiento hizo de mecha, despertando otra vez las frustraciones que me impulsaban. Con el pasar de ese año, y todo lo que he visto, y hecho, y matado y salvado, aquella frustración ya no era pira ardiente, sino ceniza cándida.
En el claro dividí el tronco, y otra vez, y así hasta que fuesen trozos manejables. Con ellos armé la fogata, ahí donde Asher había hecho el círculo de piedras. Hice del resto a un lado, hasta que fuesen requeridos.
Nuestros caminos se juntaron por cosas de la vida, perro. Llámalo destino, casualidad o lo que sea. Y aunque el caos haga de las suyas para revertirlo, es con mi voluntad que lo niego. Y así mismo has de hacerlo tú. Vive, para que otros vivan. Y por el amor de lo que creas, no te atrevas a dejarle solo.
Lancé otro vistazo a Syl. Ya el naranja había ocupado lo alto en su totalidad. Un ruido proveniente de la tienda rompió la pesadez del aire, captó mi atención, y mis orejas reaccionaron al instante, aferrándose a aquello. No me dio tiempo ni de voltear, y ya el gato se había acercado y revisado el interior. Hubo una fracción de segundo en que no supe si esperar buenas o malas noticias.
Suspiré con alivio al comprobar que se trataba de lo último. Me dirigí a la tienda.
-¿Susto? ¿Que tu compañero el perro mágico empiece a alucinar, pegar brincos y a literalmente detonar sus manos a pocos pasos de tu cara? ¡Qué sensible, Syl! -En mi ironía se notaban atisbos de alivio, y el desahogo del pánico que sentí hace un par de horas.
Asentí ante la oferta de explicación, y tomé asiento cerca de la fogata. Seguí al can con la mirada cuando se devolvió a la tienda, y levanté una ceja al ver que traía a Brillo en mano. Explicó la naturaleza de esa espada, una... réplica. ¿Repuesto, quizás?
Negué con la cabeza, intentado desanudar la idea de dos espadas idénticas, de nombres centelleantes, anillos mágicos y amnesia pasada.
-Todo común y corriente, sí. -Me crucé de brazos, haciendo mi mayor esfuerzo por sacar algo entendible de las palabras de Asher.
Invocó a Brillo, pero ahora era Eclipse. A partir de ese momento, la explicación se hizo pelota y rodó por ahí, lejos de mi alcance.
-¿Dices que una de tus aventuras mágicas se retrasó en el tiempo? -intenté ordenar en mi mente los conceptos pantanosos que escuchaba.
Y aquello no fue lo peor. Empezó a contar la anécdota que no recordaba hasta hace unas horas. Una de fantasmas, mansiones y...
-¡¿Eh?! -Enderecé la espalda en sorpresa-. ¿Dices que hay otros mundos?
...Mundos llenos de aún mayor caos, al parecer. Chasqueé la lengua. Aquello era como una broma de mal gusto.
-Demasiadas palabras muy rápido. -Me levanté de mi asiento, ligeramente entretenido con mi comentario. Me alejé poco a poco del fuego, procesando lo que había escuchado. Observé de reojo a Syl toquetear a Eclipse, y escuché la advertencia de Asher.
-¿No puedes borrar las runas de tus palmas? Es un peligro que vuelvas a ponerte así, estando acompañado. -alcé un poco la voz, para compensar por la distancia.
Las palabras de Syl trajeron consigo las memorias que me trajeron hasta acá. Aquello se sentía como ceniza en la lengua. Cada vez, mi objetivo se sentía más como intentar alejar la marea a punta de pedradas. Debía hacerme más capaz. Aumentar mi influencia en este mundo. Asher se dirigió a mi, con lo que me encaminé al par y volví a tomar asiento.
-¿Asustado? ¡Qué va! -Le lancé una mirada divertida a Syl, recordando mis gritos desesperados-. Tengo más que 'alguna', pero ya aprendí mucho por hoy. Alguna otra palabra sobre alergia al alma, y me implosionarán los riñones. -Mi carcajada retumbó entre los árboles.
Me removí en el asiento.
-Bueno, sí tengo una pregunta. -Me enserié lo más convincentemente que pude-. ¿Usaremos esa fogata para la carne, o estamos esperando a que se vuelva a desmayar?
-Supongo que tuve suerte de no estar frente a esa explosión -puse en palabras los pensamientos que rondaban mi cabeza, como moscas. No sé si hubiese sido suficiente para acabarme al instante, pero no me sorprendería si ese fuera el caso. Suspiré, por enésima vez el día de hoy-. Iré a buscar la leña. -añadí, antes de levantarme. La charla no ayudaría. No en este momento.
Me dirigí al lugar de los acontecimientos, a paso sereno, pero sin perder tiempo. Barrí el camino con la mirada, y los árboles y las cercanías, buscando algún indicio. Los asuntos de origen mágico eran totalmente ajenos a mi entendimiento, pero cualquier cosa sería útil. Eventualmente llegué al árbol talado, sin encontrar algo útil en el trayecto. Me resigné, agaché, y tras un corto conteo, tomé aquél tronco bajo el brazo, me levanté, y con cierto esfuerzo, me dispuse a arrastrarlo.
Era como si el bosque hubiese olvidado lo que ocurrió hace un rato. Había cantares esporádicos donde hubo gruñidos, y las ramas que se sacudieron con el carmesí ahora se mecían en el dorado. A veces pensaba en lo fácil que serían las cosas si uno fuese piedra y no hombre.
Pero eventualmente terminaría uno como arma, en la cabeza de alguien inocente. Si uno fuese árbol, y no hombre, eventualmente sería lanza, o flecha, o arco. O leña.
Pero soy hombre y no piedra o árbol. Y como tal, puedo elegir con quién acabar. Uso piedras y lanzas para terminar con el injusto, y leña para despedir al puro.
Aquél último pensamiento hizo de mecha, despertando otra vez las frustraciones que me impulsaban. Con el pasar de ese año, y todo lo que he visto, y hecho, y matado y salvado, aquella frustración ya no era pira ardiente, sino ceniza cándida.
En el claro dividí el tronco, y otra vez, y así hasta que fuesen trozos manejables. Con ellos armé la fogata, ahí donde Asher había hecho el círculo de piedras. Hice del resto a un lado, hasta que fuesen requeridos.
Nuestros caminos se juntaron por cosas de la vida, perro. Llámalo destino, casualidad o lo que sea. Y aunque el caos haga de las suyas para revertirlo, es con mi voluntad que lo niego. Y así mismo has de hacerlo tú. Vive, para que otros vivan. Y por el amor de lo que creas, no te atrevas a dejarle solo.
Lancé otro vistazo a Syl. Ya el naranja había ocupado lo alto en su totalidad. Un ruido proveniente de la tienda rompió la pesadez del aire, captó mi atención, y mis orejas reaccionaron al instante, aferrándose a aquello. No me dio tiempo ni de voltear, y ya el gato se había acercado y revisado el interior. Hubo una fracción de segundo en que no supe si esperar buenas o malas noticias.
Suspiré con alivio al comprobar que se trataba de lo último. Me dirigí a la tienda.
-¿Susto? ¿Que tu compañero el perro mágico empiece a alucinar, pegar brincos y a literalmente detonar sus manos a pocos pasos de tu cara? ¡Qué sensible, Syl! -En mi ironía se notaban atisbos de alivio, y el desahogo del pánico que sentí hace un par de horas.
Asentí ante la oferta de explicación, y tomé asiento cerca de la fogata. Seguí al can con la mirada cuando se devolvió a la tienda, y levanté una ceja al ver que traía a Brillo en mano. Explicó la naturaleza de esa espada, una... réplica. ¿Repuesto, quizás?
Negué con la cabeza, intentado desanudar la idea de dos espadas idénticas, de nombres centelleantes, anillos mágicos y amnesia pasada.
-Todo común y corriente, sí. -Me crucé de brazos, haciendo mi mayor esfuerzo por sacar algo entendible de las palabras de Asher.
Invocó a Brillo, pero ahora era Eclipse. A partir de ese momento, la explicación se hizo pelota y rodó por ahí, lejos de mi alcance.
-¿Dices que una de tus aventuras mágicas se retrasó en el tiempo? -intenté ordenar en mi mente los conceptos pantanosos que escuchaba.
Y aquello no fue lo peor. Empezó a contar la anécdota que no recordaba hasta hace unas horas. Una de fantasmas, mansiones y...
-¡¿Eh?! -Enderecé la espalda en sorpresa-. ¿Dices que hay otros mundos?
...Mundos llenos de aún mayor caos, al parecer. Chasqueé la lengua. Aquello era como una broma de mal gusto.
-Demasiadas palabras muy rápido. -Me levanté de mi asiento, ligeramente entretenido con mi comentario. Me alejé poco a poco del fuego, procesando lo que había escuchado. Observé de reojo a Syl toquetear a Eclipse, y escuché la advertencia de Asher.
-¿No puedes borrar las runas de tus palmas? Es un peligro que vuelvas a ponerte así, estando acompañado. -alcé un poco la voz, para compensar por la distancia.
Las palabras de Syl trajeron consigo las memorias que me trajeron hasta acá. Aquello se sentía como ceniza en la lengua. Cada vez, mi objetivo se sentía más como intentar alejar la marea a punta de pedradas. Debía hacerme más capaz. Aumentar mi influencia en este mundo. Asher se dirigió a mi, con lo que me encaminé al par y volví a tomar asiento.
-¿Asustado? ¡Qué va! -Le lancé una mirada divertida a Syl, recordando mis gritos desesperados-. Tengo más que 'alguna', pero ya aprendí mucho por hoy. Alguna otra palabra sobre alergia al alma, y me implosionarán los riñones. -Mi carcajada retumbó entre los árboles.
Me removí en el asiento.
-Bueno, sí tengo una pregunta. -Me enserié lo más convincentemente que pude-. ¿Usaremos esa fogata para la carne, o estamos esperando a que se vuelva a desmayar?
Naharu
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
Tanto Syl como Naharu parecieron confiar en mi palabra. Por extraña que fuese aquella historia, parecían haberlo entendido bien. Aunque quizás les llevase algo más de tiempo asimilarlo todo.
-¿Te parece que esto se sale con agua caliente?- le pregunté a Naharu tras acercarme, dándole un ligero manotazo en el hombro y mostrando la palma de mi mano. Aunque era dificil apreciarse del todo cuando no brillaba, la runa era visible a través de mi pelaje. No era pintura de guerra o algo así. -Tendría que perder las manos y conseguir unas nuevas para deshacerme de las runas.-
Comencé a despellejar los conejos con un cuchillo de desollar. No me molestaba ensuciarme las manos, aunque requería de cierta atención. Generalmente, a Syl se le daba mejor esa clase de cosas, pero viendo que era él quien iba a cocinar aquella vez, prefería ser útil. Había estado durmiendo mientras preparaban el campamento, después de todo.
Quitar la piel era lo fácil. El resto lo hice más distraidamente, casi sin pensar.
-...Dejad de mirarme así. Mi mano funciona.- dije sin alzar la cabeza. Mostré mi garra izquierda, algo manchada de sangre, y la abrí y cerré varias veces como demostración. Después, seguí con mi trabajo. No me llevó demasiado. Una vez terminado, Syl comenzó a asar las piezas, y me dispuse a lavarme las manos.
-¿Puedes hacer algo nuevo?- preguntó Syl. -Con Eclipse, digo. ¿Más espectáculos?- Esbocé una gran sonrisa. No sabía con toda seguridad los límites que tenía, pero tenía algunas ideas.
-Bueno...- dije. La espada se materializó en mi mano, una vez más.
-¡Espíritus, ahora no!- me detuvo, mirándome con preocupación. Solté una carcajada, y dejé que el arma desapareciese.
-Era broma... es cierto que estás sensible.- dije, burlón. El gato resopló y siguió con su cocina. -Pero tengo una idea de lo que puede hacer. Creo que canaliza la energía de las otras runas, por lo que no puedo usarlas todas a la vez. Y, técnicamente, podría sacrificar el éter de las runas de mi cuerpo para alimentarla, por lo que podría evitar explosiones...- expliqué. Intenté usar términos sencillos. Era algo más complejo, pero no estaba dando una clase en el Hekshold o algo por el estilo.
-Básicamente, puedo usar una cantidad absurda de magia en un solo ataque... o saturar una zona de éter. Lo primero sería muy destructivo, y de lo segundo... no estoy seguro.- admití. No conocía los detalles tan a fondo como me habría gustado. A primera vista, parecía que la energía de los espíritus se podía usar de alguna manera, y que además, funcionaba de forma distinta al éter común. -Y... algo más. Tengo que experimentar.- dije
-¿No es adorable? Está emocionado por sus nuevas armas de aniquilación masiva.- le preguntó Syl al oso. -Porque el artefacto legendario no era suficiente.-
-Cierto. La corona. ¿Donde está?- pregunté. La había perdido de vista, pero estaba seguro de que el gato la tenía a buen recaudo.
-Mañana. Quiero asegurarme de que estás bien.- replicó. Bajé las orejas y chasqueé la lengua. Ni que fuese un crío. -Esto ya está.- avisó. Había preparado los cuatro conejos. Debía ser más que suficiente. Incluso el oso debía sentirse satisfecho tras comerse dos de ellos. Sin embargo, fue Syl el que repartió las raciones. Uno y medio para Naharu y para mi, y uno sólo para él.
-Gracias.- dije. Entendía sus razones. Estaba cuidando de mi. Y a decir verdad, tenía el hambre suficiente para aquel extra. -Lo siento, Aru, pero no voy a dejar sobras.- dije, mirando al oso.
Con eso, y tras salar un poco mi comida, comenzó aquel festín. Aquello me supo mejor que cualquier otra cosa. Era como si no hubiese comido nada en semanas.
-¿Te parece que esto se sale con agua caliente?- le pregunté a Naharu tras acercarme, dándole un ligero manotazo en el hombro y mostrando la palma de mi mano. Aunque era dificil apreciarse del todo cuando no brillaba, la runa era visible a través de mi pelaje. No era pintura de guerra o algo así. -Tendría que perder las manos y conseguir unas nuevas para deshacerme de las runas.-
Comencé a despellejar los conejos con un cuchillo de desollar. No me molestaba ensuciarme las manos, aunque requería de cierta atención. Generalmente, a Syl se le daba mejor esa clase de cosas, pero viendo que era él quien iba a cocinar aquella vez, prefería ser útil. Había estado durmiendo mientras preparaban el campamento, después de todo.
Quitar la piel era lo fácil. El resto lo hice más distraidamente, casi sin pensar.
-...Dejad de mirarme así. Mi mano funciona.- dije sin alzar la cabeza. Mostré mi garra izquierda, algo manchada de sangre, y la abrí y cerré varias veces como demostración. Después, seguí con mi trabajo. No me llevó demasiado. Una vez terminado, Syl comenzó a asar las piezas, y me dispuse a lavarme las manos.
-¿Puedes hacer algo nuevo?- preguntó Syl. -Con Eclipse, digo. ¿Más espectáculos?- Esbocé una gran sonrisa. No sabía con toda seguridad los límites que tenía, pero tenía algunas ideas.
-Bueno...- dije. La espada se materializó en mi mano, una vez más.
-¡Espíritus, ahora no!- me detuvo, mirándome con preocupación. Solté una carcajada, y dejé que el arma desapareciese.
-Era broma... es cierto que estás sensible.- dije, burlón. El gato resopló y siguió con su cocina. -Pero tengo una idea de lo que puede hacer. Creo que canaliza la energía de las otras runas, por lo que no puedo usarlas todas a la vez. Y, técnicamente, podría sacrificar el éter de las runas de mi cuerpo para alimentarla, por lo que podría evitar explosiones...- expliqué. Intenté usar términos sencillos. Era algo más complejo, pero no estaba dando una clase en el Hekshold o algo por el estilo.
-Básicamente, puedo usar una cantidad absurda de magia en un solo ataque... o saturar una zona de éter. Lo primero sería muy destructivo, y de lo segundo... no estoy seguro.- admití. No conocía los detalles tan a fondo como me habría gustado. A primera vista, parecía que la energía de los espíritus se podía usar de alguna manera, y que además, funcionaba de forma distinta al éter común. -Y... algo más. Tengo que experimentar.- dije
-¿No es adorable? Está emocionado por sus nuevas armas de aniquilación masiva.- le preguntó Syl al oso. -Porque el artefacto legendario no era suficiente.-
-Cierto. La corona. ¿Donde está?- pregunté. La había perdido de vista, pero estaba seguro de que el gato la tenía a buen recaudo.
-Mañana. Quiero asegurarme de que estás bien.- replicó. Bajé las orejas y chasqueé la lengua. Ni que fuese un crío. -Esto ya está.- avisó. Había preparado los cuatro conejos. Debía ser más que suficiente. Incluso el oso debía sentirse satisfecho tras comerse dos de ellos. Sin embargo, fue Syl el que repartió las raciones. Uno y medio para Naharu y para mi, y uno sólo para él.
-Gracias.- dije. Entendía sus razones. Estaba cuidando de mi. Y a decir verdad, tenía el hambre suficiente para aquel extra. -Lo siento, Aru, pero no voy a dejar sobras.- dije, mirando al oso.
Con eso, y tras salar un poco mi comida, comenzó aquel festín. Aquello me supo mejor que cualquier otra cosa. Era como si no hubiese comido nada en semanas.
Asher Daregan
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
-Si calientas el agua lo suficiente... -respondí, alejando con cierto nervio la palma del perro. Había visto de lo que era capaz en el pasado, pero hoy fue una experiencia más cercana. Más de lo que debería-. También podrías aprovechar y conseguir manos más bonitas, ya que estás.
Solté una fuerte carcajada, abandonando finalmente la tensión que cargaba encima. Asher se dispuso a desollar los conejos, y como a mí no se me daba muy bien la cocina, Syl se encargaría de ello, por lo que no tenía nada que hacer. Ya empezaba a anochecer. Me dirigí a mi tienda, y la observé unos segundos.
-Debo conseguir una más grande, en lo que encontremos civilización. -comenté en voz alta. Aquella tienda a duras penas me contenía completamente, teniendo que flexionar las piernas para no dejar los pies fuera al dormir.
Perdí la fe en la comodidad de aquella noche. Rebusqué en mi mochila, y de ella saqué un saco pequeño, lleno de la ceniza de fogatas anteriores. Puñado a puñado, fui haciendo un círculo alrededor de la tienda. Mientras tanto, escuchaba la conversación del par. Me dio un escalofrío al escuchar "¿Más espectáculos"'. Al finalizar anudé firmemente el saquito, y me sacudí las manos.
Al ver que Asher había convocado a Eclipse, resoplé. Preparé el saco en mis manos, y al escuchar la exclamación de Syl, se lo lancé al perro, como si fuese una pelota.
-¡Ni se te ocurra, jodido petardo parlante! -me quejé.
Me encogí de hombros, y fui a recoger el saco de ceniza del suelo. Tomé asiento otra vez. No sé qué era más letal, si los ataques mágicos descontrolados de ese perro, o el estrés que le causaba a uno. Empezó a contar cómo creía que funcionaba lo que había aprendido, pero sólo presté atención a lo último, "...evitar explosiones".
-¿Cada cuánto tiempo te darán esos ataques de alergia mágica? Sería bueno que hicieras eso de descargarte antes de empezar a retorcerte y luchar con el aire.
Volteé los ojos ante el comentario de Syl, y solté una leve risita. Espadas flameantes, coronas legendarias... De verdad era difícil de comprender del todo. Un adorno que te hacía más poderoso, sólo con llevarlo.
-¿Cómo rayos funciona ese cachivache? -pregunte por fin.
El olor a comida me tenía distraído, y cuando Syl afirmó que estaba lista, aplaudí un par de veces de la emoción. Tomé mi parte, y después de agradecerle al gato, empecé a comer. Asher hizo un comentario. El mote 'Aru' retumbó por mi cabeza, como si de una campana se tratara. Cerré los ojos, y aceleré mi masticar. Finalmente los abrí, habiendo tomado una decisión.
-Ñnammame -tragué- Llámame Narú.
Le di un empujoncito, con cuidado de no tumbar la comida.
-Y no quiero tus sobras. -resoplé.
Se hacía más oscuro con cada minuto que pasaba, por lo que tras terminar de comer, me levanté y me encaminé a mi tienda.
-Descansen bien. -deseé a ambos. No sé por qué, pero tengo el presentimiento de que mañana tampoco será un día tranquilo.
Ignoré mis propios desvaríos, y finalmente entré a la tienda y dejé el hacha a un lado. Me acosté, y respiré profundamente. Sólo hubo un contratiempo ese día, y no hubo pérdidas. Esperaba que esos cinco días posteriores no fuesen peores.
Solté una fuerte carcajada, abandonando finalmente la tensión que cargaba encima. Asher se dispuso a desollar los conejos, y como a mí no se me daba muy bien la cocina, Syl se encargaría de ello, por lo que no tenía nada que hacer. Ya empezaba a anochecer. Me dirigí a mi tienda, y la observé unos segundos.
-Debo conseguir una más grande, en lo que encontremos civilización. -comenté en voz alta. Aquella tienda a duras penas me contenía completamente, teniendo que flexionar las piernas para no dejar los pies fuera al dormir.
Perdí la fe en la comodidad de aquella noche. Rebusqué en mi mochila, y de ella saqué un saco pequeño, lleno de la ceniza de fogatas anteriores. Puñado a puñado, fui haciendo un círculo alrededor de la tienda. Mientras tanto, escuchaba la conversación del par. Me dio un escalofrío al escuchar "¿Más espectáculos"'. Al finalizar anudé firmemente el saquito, y me sacudí las manos.
Al ver que Asher había convocado a Eclipse, resoplé. Preparé el saco en mis manos, y al escuchar la exclamación de Syl, se lo lancé al perro, como si fuese una pelota.
-¡Ni se te ocurra, jodido petardo parlante! -me quejé.
Me encogí de hombros, y fui a recoger el saco de ceniza del suelo. Tomé asiento otra vez. No sé qué era más letal, si los ataques mágicos descontrolados de ese perro, o el estrés que le causaba a uno. Empezó a contar cómo creía que funcionaba lo que había aprendido, pero sólo presté atención a lo último, "...evitar explosiones".
-¿Cada cuánto tiempo te darán esos ataques de alergia mágica? Sería bueno que hicieras eso de descargarte antes de empezar a retorcerte y luchar con el aire.
Volteé los ojos ante el comentario de Syl, y solté una leve risita. Espadas flameantes, coronas legendarias... De verdad era difícil de comprender del todo. Un adorno que te hacía más poderoso, sólo con llevarlo.
-¿Cómo rayos funciona ese cachivache? -pregunte por fin.
El olor a comida me tenía distraído, y cuando Syl afirmó que estaba lista, aplaudí un par de veces de la emoción. Tomé mi parte, y después de agradecerle al gato, empecé a comer. Asher hizo un comentario. El mote 'Aru' retumbó por mi cabeza, como si de una campana se tratara. Cerré los ojos, y aceleré mi masticar. Finalmente los abrí, habiendo tomado una decisión.
-Ñnammame -tragué- Llámame Narú.
Le di un empujoncito, con cuidado de no tumbar la comida.
-Y no quiero tus sobras. -resoplé.
Se hacía más oscuro con cada minuto que pasaba, por lo que tras terminar de comer, me levanté y me encaminé a mi tienda.
-Descansen bien. -deseé a ambos. No sé por qué, pero tengo el presentimiento de que mañana tampoco será un día tranquilo.
Ignoré mis propios desvaríos, y finalmente entré a la tienda y dejé el hacha a un lado. Me acosté, y respiré profundamente. Sólo hubo un contratiempo ese día, y no hubo pérdidas. Esperaba que esos cinco días posteriores no fuesen peores.
Naharu
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
-No van a ser así.- aseguré. -Este era distinto. Los... "ataques" serán mucho menores. Si son graves, puede que no sea capaz de moverme.- expliqué. Tenía un par de trucos bajo la manga si sucedía en combate, pero esperaba que no llegase a ello. -De la frecuencia... no estoy seguro.- expliqué. -Y la corona funciona con magia. Sorpresa.-
Después de cenar, no tardamos en quedarnos solos. Me recosté sobre la piel junto a Syl, y me quedé mirando al cielo estrellado.
El gato me abrazó. Me acurruqué contra él, pero acabó insistiendo en intercambiar posiciones. Le relajaba escuchar el latido de mi corazón, después de todo. Tras lo ocurrido, se merecía aquel gusto. Observé las constelaciones, disfrutando del suave ronroneo de Syl. El Lobo aún era visible en el firmamento. Casi sentía como me miraba a los ojos. Y pensar que era aquel el Guía que reclamaría mi alma.
Esperaba tenerla para entonces.
-Asher.- me susurró el felino. -¿Como vas a salvarte?- preguntó.
-Soy un maestro arcanista. Sabes que tengo recursos.- dije, acariciando su espalda cariñosamente. -He... aprendido algo nuevo. No sé si nadie más la conoce, pero... hay una runa para el alma.- expliqué. Si bien había una palabra en el lenguaje dracónico, y referencias en el natural, ninguna de las dos podía alterarla con facilidad. Debía ser un secreto muy bien escondido. -Es algo experimental, pero... creo que podría estabilizarla.-
-Mmmh...- Syl restregó su cara contra el pelaje de mi pecho. -No sabes que pasará realmente, ¿no?- preguntó. -Pero tampoco hay otra opción.-
-Saldrá bien. Lo prometo.- aseguré. Hubo una larga pausa. Lo abracé más fuerte. Hacía algo de frío. -Siento que sea siempre así.
-No esperaba una vida tranquila, Asher.- dijo. -¿No deberías ser tú el que se sienta mal, de todos modos?- preguntó. Le miré. Tenía lágrimas en los ojos. Le apreté más fuerte, sin poder evitar el sollozar también. Lloramos juntos, desahogandonos el uno en el otro.
Hasta que, finalmente, la angustia se desvaneció, poco a poco. Fuimos a nuestra tienda. Era hora de descansar. Nos lo merecíamos.
-Te amo.-
-Yo también.-
Lancé otro tajo al aire, dejando escapar la espada y aprovechando el impulso para desgarrar a un enemigo imaginario con mi guantelete. Era una táctica que nadie vería venir, pero necesitaba pulirla un poco. No estaba acostumbrado a usar la mano izquierda para atacar, y tenía que acercarme mucho para conseguir algo.
Quizás si avanzase con un salto por la derecha podía atacar al cuello. Pero sería arriesgado. Salvo que se tratase de un arma de asta, o algo contundente, me arriesgaría a algo peor que un corte. Suspiré, alejando aquellos pensamientos. Las tácticas nuevas podían esperar. Aún tenía que acostumbrarme al peso de Eclipse. Continué mis ejercicios durante un largo rato. Tenía al menos una hora o dos antes de que Syl se levantase.
Tras finalizar el entrenamiento físico, me decanté por examinar a fondo la espada. La conexión que tenía con aquel objeto inanimado era increible. El arma respondía cuando la tocaba. Sus runas se intensificaban cuando las tocaba, y el más ligero pensamiento sobre activarlas hacía que se mostrasen de forma evidente entre el brillo azulado del arma.
Me preguntaba como de bien podría usarla cualquier otro arcanista. Hibou había podido hacer algo de lo que yo era incapaz, pero quizás él no tenía acceso al mismo arsenal.
Calculaba que había pasado el tiempo suficiente. El sol estaba lo suficientemente alto como para empezar el día. Sonreí. Era el momento de ponerlo a prueba.
Adopté una postura de combate y respiré hondo. El fuego espiritual de Eclipse comenzó a hacerse más fuerte, mientras que cinco de las runas de la espada se apagaban. Lentamente, dibujé un tajo en el aire. Y, sobre mi cabeza, empezó a formarse una gigantesca luna de energía, del mismo tono azul que tenía el arma. [1] Un fuerte zumbido resonó por todo el claro.
No podía dejarme llevar por la emoción. Aquello era peligroso. Y se estaba moviendo con mi posición. Decidí apuntarlo al suelo con un tajo vertical. Mi espada descendió, y la enorme onda avanzó a toda velocidad.
Caí hacia atrás por el impulso. Parte de la luna se hundió en el suelo, dejando una profunda cicatriz. La otra parte atravesó un árbol, cortándolo en dos... y continuó, partiendo todo lo que tenía delante hasta acabar bajo tierra y perderse de vista.
-¿Que demonios...?- preguntó Syl, sobresaltándome. No le había oido llegar. Estaba de pie, justo detrás de mi. Tenía ambas manos delante y la boca abierta -¿Como...?-
-Creo que sirve para cortar leña.- dije. Si la hubiese lanzado en horizontal, habría derribado medio bosque. Me levanté, mirando más a fondo la destrucción que acababa de causar. La linea en la tierra se hacía más profunda a medida que avanzaba. Aquella cosa había atravesado el árbol como si fuese de mantequilla... y no había frenado en lo más mínimo.
[1] Sacrificadas runas: Hont, Ohm, Oshu y Toriel para usar Colmillo Celeste
Después de cenar, no tardamos en quedarnos solos. Me recosté sobre la piel junto a Syl, y me quedé mirando al cielo estrellado.
El gato me abrazó. Me acurruqué contra él, pero acabó insistiendo en intercambiar posiciones. Le relajaba escuchar el latido de mi corazón, después de todo. Tras lo ocurrido, se merecía aquel gusto. Observé las constelaciones, disfrutando del suave ronroneo de Syl. El Lobo aún era visible en el firmamento. Casi sentía como me miraba a los ojos. Y pensar que era aquel el Guía que reclamaría mi alma.
Esperaba tenerla para entonces.
-Asher.- me susurró el felino. -¿Como vas a salvarte?- preguntó.
-Soy un maestro arcanista. Sabes que tengo recursos.- dije, acariciando su espalda cariñosamente. -He... aprendido algo nuevo. No sé si nadie más la conoce, pero... hay una runa para el alma.- expliqué. Si bien había una palabra en el lenguaje dracónico, y referencias en el natural, ninguna de las dos podía alterarla con facilidad. Debía ser un secreto muy bien escondido. -Es algo experimental, pero... creo que podría estabilizarla.-
-Mmmh...- Syl restregó su cara contra el pelaje de mi pecho. -No sabes que pasará realmente, ¿no?- preguntó. -Pero tampoco hay otra opción.-
-Saldrá bien. Lo prometo.- aseguré. Hubo una larga pausa. Lo abracé más fuerte. Hacía algo de frío. -Siento que sea siempre así.
-No esperaba una vida tranquila, Asher.- dijo. -¿No deberías ser tú el que se sienta mal, de todos modos?- preguntó. Le miré. Tenía lágrimas en los ojos. Le apreté más fuerte, sin poder evitar el sollozar también. Lloramos juntos, desahogandonos el uno en el otro.
Hasta que, finalmente, la angustia se desvaneció, poco a poco. Fuimos a nuestra tienda. Era hora de descansar. Nos lo merecíamos.
-Te amo.-
-Yo también.-
[. . .]
Lancé otro tajo al aire, dejando escapar la espada y aprovechando el impulso para desgarrar a un enemigo imaginario con mi guantelete. Era una táctica que nadie vería venir, pero necesitaba pulirla un poco. No estaba acostumbrado a usar la mano izquierda para atacar, y tenía que acercarme mucho para conseguir algo.
Quizás si avanzase con un salto por la derecha podía atacar al cuello. Pero sería arriesgado. Salvo que se tratase de un arma de asta, o algo contundente, me arriesgaría a algo peor que un corte. Suspiré, alejando aquellos pensamientos. Las tácticas nuevas podían esperar. Aún tenía que acostumbrarme al peso de Eclipse. Continué mis ejercicios durante un largo rato. Tenía al menos una hora o dos antes de que Syl se levantase.
Tras finalizar el entrenamiento físico, me decanté por examinar a fondo la espada. La conexión que tenía con aquel objeto inanimado era increible. El arma respondía cuando la tocaba. Sus runas se intensificaban cuando las tocaba, y el más ligero pensamiento sobre activarlas hacía que se mostrasen de forma evidente entre el brillo azulado del arma.
Me preguntaba como de bien podría usarla cualquier otro arcanista. Hibou había podido hacer algo de lo que yo era incapaz, pero quizás él no tenía acceso al mismo arsenal.
Calculaba que había pasado el tiempo suficiente. El sol estaba lo suficientemente alto como para empezar el día. Sonreí. Era el momento de ponerlo a prueba.
Adopté una postura de combate y respiré hondo. El fuego espiritual de Eclipse comenzó a hacerse más fuerte, mientras que cinco de las runas de la espada se apagaban. Lentamente, dibujé un tajo en el aire. Y, sobre mi cabeza, empezó a formarse una gigantesca luna de energía, del mismo tono azul que tenía el arma. [1] Un fuerte zumbido resonó por todo el claro.
No podía dejarme llevar por la emoción. Aquello era peligroso. Y se estaba moviendo con mi posición. Decidí apuntarlo al suelo con un tajo vertical. Mi espada descendió, y la enorme onda avanzó a toda velocidad.
Caí hacia atrás por el impulso. Parte de la luna se hundió en el suelo, dejando una profunda cicatriz. La otra parte atravesó un árbol, cortándolo en dos... y continuó, partiendo todo lo que tenía delante hasta acabar bajo tierra y perderse de vista.
-¿Que demonios...?- preguntó Syl, sobresaltándome. No le había oido llegar. Estaba de pie, justo detrás de mi. Tenía ambas manos delante y la boca abierta -¿Como...?-
-Creo que sirve para cortar leña.- dije. Si la hubiese lanzado en horizontal, habría derribado medio bosque. Me levanté, mirando más a fondo la destrucción que acababa de causar. La linea en la tierra se hacía más profunda a medida que avanzaba. Aquella cosa había atravesado el árbol como si fuese de mantequilla... y no había frenado en lo más mínimo.
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[1] Sacrificadas runas: Hont, Ohm, Oshu y Toriel para usar Colmillo Celeste
Asher Daregan
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
Desperté ante el sonido de llanto. Me levanté, ambos preocupado y curioso, y salí a investigar. En el camino me froté el rostro con el dorso de la mano, intentado desperezarme. No funcionó. Olfateé algo. Era la primera vez que olía aquello, pero aún así lo recordaba de algún lugar. Era repugnante. Aceleré el paso, nervioso, hasta que encontré la fuente del lamento.
-¿Syl? ¿Qué ocurre? -le pregunté. Mi voz intentaba tranquilizar, pero se notaba que estaba alterado.
No contestó. Siguió sollozando, arrodillado en el suelo. Simplemente elevó su temblorosa mano, apuntando a mi derecha. Me giré, y quedé paralizado ante lo que vi.
Era Asher. Se encontraba tendido en el suelo, envuelto en llamas celestes, fuego que no crepitaba. Su pelaje consumido, su piel fundida. El humo se hacía cada vez más negro, y se elevaba hasta encontrarse con el cielo naranja. Retrocedí un paso, por la impresión, y seguidamente me giré.
-¡¿Qué carajo pasó?! -cuestioné al felino-. ¿S-Syl? -Pero ya no estaba allí. Lo busqué con la mirada. Ahora se encontraba frente a los restos del can. El olor se hizo más intenso, contuve las ganas de vomitar-. Syl, lo lamento mucho, pero debes alejarte de él, no sabes qu-
Un movimiento brusco me interrumpió. El pilar de humo se retorció en el aire, sin viento alguno. Y como si de una garra se tratase, atrapó a Syl. Maldije profusamente. Intenté acercarme, pero aquella garra ahora se dispersaba por el suelo, como un manto azabache, cubriéndolo todo. Pude ver la silueta de Syl retorcerse, marchitarse poco a poco. Dudé un momento, pero seguidamente corrí a mi tienda. Busqué desesperadamente en el interior, revolcando todo lo que ahí se encontraba.
-¡¿Dónde estás?!
No encontraba el talismán por ninguna parte.
-Narú -escuché una voz infantil venir desde mi espalda-. ¿Narú?
Volteé rápidamente, incrédulo. Sólo estaba aquella miasma, a centímetros de mi cara. Se aferró a mi cuello, y a mi hocico, y a mis extremidades. Era tibia al tacto. Me cubrió en pocos segundos, mientras forcejeaba. Aquella peste inundó mis sentidos, cada pelo y cada maldito poro de mi piel. Las lágrimas brotaban de mis ojos, por la peste, y el humo, y la frustración y el miedo. Pataleé, maldije...
Y finalmente desperté. Mi respiración estaba tan agitada como si hubiese corrido un día entero. Sentía frío en los huesos, y el calor de las lágrimas correr por mi rostro. El corazón en la garganta, y el tacto del mango del hacha en la mano. Me sentía asfixiado, jadeaba. Solté el hacha, y me abrí camino hasta salir de la tienda. Tenía el estómago revuelto. Me aferré con ambas garras al suelo, haciendo mi mayor esfuerzo por no vomitar. Tras un momento, reposé la frente en la tierra, e inhalé profundamente. El aire puro limpió de mis pulmones aquél maldito olor de pesadilla.
Nunca olvidaría esa peste, el olor de mi gente, calcinándose.
Me mantuve en esa posición hasta que logré calmarme. Maldije aquella pesadilla, y la impotencia que me invadía. Finalmente me puse de pie y observé alrededor: El sol apenas empezaba a alejar la oscuridad. Asher ya se había levantado, y lanzaba golpes al aire.
-...No tan temprano, por favor... -susurré para mí mismo.
Busque la cantimplora en mi tienda, y acto seguido caminé hacia la hoguera del día anterior, que ya estaba consumida. Tomé asiento, y procedí a beber agua, lavarme la cara y reposar un poco.
-Buen día -Anuncié mi presencia al perro, por si no me hubiese prestado atención antes.
No tenía nada que hacer hasta que despertara Syl y retomáramos camino. Así que simplemente me quedé ahí sentado, tarareando, mientras veía a Asher hacer el tonto con su espada nueva. La pesadilla permanecía, dando tumbos por mi mente. ¿Qué habrá significado?
No pasó mucho tiempo para que el aburrimiento me empezara a masticar los huesos. Tenía la cabeza reposada en la mano, mientras veía en otra dirección. Luchaba mentalmente para mantenerme despierto, hasta que un fuerte zumbido interrumpió aquello. Di un manotazo al aire a mi lado, intentando espantar al insecto que producía ese molesto sonido. Al ver que no se inmutó, volví la mirada.
-¿...Y eso qué es? -interrogué con algo de nervios al perro. Me refería, obviamente, a la media luna que flotaba cerca de él. Debía ser una de las habilidades de las que habló ayer.
Me puse de pie, y retrocedí lentamente. Aquello destilaba poder. Es como si fuese a estallar en cualquier momento.
-Ay, Asher, no me digas que piensas... -el perro liberó aquella onda de energía, que avanzó perpendicular al suelo. Rasgó la tierra como un cuchillo a la tela. Y a los árboles, y todo lo que consiguió. Reaccioné encogiéndome un poco y tapando mis oídos con las palmas, para amortiguar el tremendo ruido-... Hacer eso.
Eventualmente el ruido se detuvo. Al comprobar con la mirada que ya se había acabado aquello, me acerqué a paso lento. Saludé a Syl asintiendo la cabeza, con un rostro que gritaba 'regáñale, por favor', y me adelanté a Asher, ignorando el chiste que acababa de soltar. E intentado ignorar el nivel de destrucción que había causado en un instante.
-¿Esto no es algo... excesivo? -pregunté, mientras analizaba las marcas en la tierra. Un brillo captó mi atención. Eran... restos de algo. ¿Cristal?
Me acerqué un poco más, después de tomar un palo que había suelto. Comprobé que no había calor, y me apoyé en el suelo. Entonces, empecé a tocar aquello con la punta del palo, preparado para alguna reacción. Pero para mi sorpresa, no hubo nada. Era sólido, como una piedra. Separé uno de la tierra, con el palo, y lo tomé, con curiosidad.
-¿Qué se supone que es esto? ¿Es valioso? -cuestioné al perro, mostrándole aquél cristal celeste que sostenía entre mis dedos.
Le lancé suavemente el cristal, para que lo atrapase, y mi dirigí a mi tienda.
-Ahora que estamos todos despiertos -Mi mirada brincaba entre ambos-. ¿Queda algo de comida? Cuanto antes salgamos mejor, ¿no?
-¿Syl? ¿Qué ocurre? -le pregunté. Mi voz intentaba tranquilizar, pero se notaba que estaba alterado.
No contestó. Siguió sollozando, arrodillado en el suelo. Simplemente elevó su temblorosa mano, apuntando a mi derecha. Me giré, y quedé paralizado ante lo que vi.
Era Asher. Se encontraba tendido en el suelo, envuelto en llamas celestes, fuego que no crepitaba. Su pelaje consumido, su piel fundida. El humo se hacía cada vez más negro, y se elevaba hasta encontrarse con el cielo naranja. Retrocedí un paso, por la impresión, y seguidamente me giré.
-¡¿Qué carajo pasó?! -cuestioné al felino-. ¿S-Syl? -Pero ya no estaba allí. Lo busqué con la mirada. Ahora se encontraba frente a los restos del can. El olor se hizo más intenso, contuve las ganas de vomitar-. Syl, lo lamento mucho, pero debes alejarte de él, no sabes qu-
Un movimiento brusco me interrumpió. El pilar de humo se retorció en el aire, sin viento alguno. Y como si de una garra se tratase, atrapó a Syl. Maldije profusamente. Intenté acercarme, pero aquella garra ahora se dispersaba por el suelo, como un manto azabache, cubriéndolo todo. Pude ver la silueta de Syl retorcerse, marchitarse poco a poco. Dudé un momento, pero seguidamente corrí a mi tienda. Busqué desesperadamente en el interior, revolcando todo lo que ahí se encontraba.
-¡¿Dónde estás?!
No encontraba el talismán por ninguna parte.
-Narú -escuché una voz infantil venir desde mi espalda-. ¿Narú?
Volteé rápidamente, incrédulo. Sólo estaba aquella miasma, a centímetros de mi cara. Se aferró a mi cuello, y a mi hocico, y a mis extremidades. Era tibia al tacto. Me cubrió en pocos segundos, mientras forcejeaba. Aquella peste inundó mis sentidos, cada pelo y cada maldito poro de mi piel. Las lágrimas brotaban de mis ojos, por la peste, y el humo, y la frustración y el miedo. Pataleé, maldije...
Y finalmente desperté. Mi respiración estaba tan agitada como si hubiese corrido un día entero. Sentía frío en los huesos, y el calor de las lágrimas correr por mi rostro. El corazón en la garganta, y el tacto del mango del hacha en la mano. Me sentía asfixiado, jadeaba. Solté el hacha, y me abrí camino hasta salir de la tienda. Tenía el estómago revuelto. Me aferré con ambas garras al suelo, haciendo mi mayor esfuerzo por no vomitar. Tras un momento, reposé la frente en la tierra, e inhalé profundamente. El aire puro limpió de mis pulmones aquél maldito olor de pesadilla.
Nunca olvidaría esa peste, el olor de mi gente, calcinándose.
Me mantuve en esa posición hasta que logré calmarme. Maldije aquella pesadilla, y la impotencia que me invadía. Finalmente me puse de pie y observé alrededor: El sol apenas empezaba a alejar la oscuridad. Asher ya se había levantado, y lanzaba golpes al aire.
-...No tan temprano, por favor... -susurré para mí mismo.
Busque la cantimplora en mi tienda, y acto seguido caminé hacia la hoguera del día anterior, que ya estaba consumida. Tomé asiento, y procedí a beber agua, lavarme la cara y reposar un poco.
-Buen día -Anuncié mi presencia al perro, por si no me hubiese prestado atención antes.
No tenía nada que hacer hasta que despertara Syl y retomáramos camino. Así que simplemente me quedé ahí sentado, tarareando, mientras veía a Asher hacer el tonto con su espada nueva. La pesadilla permanecía, dando tumbos por mi mente. ¿Qué habrá significado?
...
No pasó mucho tiempo para que el aburrimiento me empezara a masticar los huesos. Tenía la cabeza reposada en la mano, mientras veía en otra dirección. Luchaba mentalmente para mantenerme despierto, hasta que un fuerte zumbido interrumpió aquello. Di un manotazo al aire a mi lado, intentando espantar al insecto que producía ese molesto sonido. Al ver que no se inmutó, volví la mirada.
-¿...Y eso qué es? -interrogué con algo de nervios al perro. Me refería, obviamente, a la media luna que flotaba cerca de él. Debía ser una de las habilidades de las que habló ayer.
Me puse de pie, y retrocedí lentamente. Aquello destilaba poder. Es como si fuese a estallar en cualquier momento.
-Ay, Asher, no me digas que piensas... -el perro liberó aquella onda de energía, que avanzó perpendicular al suelo. Rasgó la tierra como un cuchillo a la tela. Y a los árboles, y todo lo que consiguió. Reaccioné encogiéndome un poco y tapando mis oídos con las palmas, para amortiguar el tremendo ruido-... Hacer eso.
Eventualmente el ruido se detuvo. Al comprobar con la mirada que ya se había acabado aquello, me acerqué a paso lento. Saludé a Syl asintiendo la cabeza, con un rostro que gritaba 'regáñale, por favor', y me adelanté a Asher, ignorando el chiste que acababa de soltar. E intentado ignorar el nivel de destrucción que había causado en un instante.
-¿Esto no es algo... excesivo? -pregunté, mientras analizaba las marcas en la tierra. Un brillo captó mi atención. Eran... restos de algo. ¿Cristal?
Me acerqué un poco más, después de tomar un palo que había suelto. Comprobé que no había calor, y me apoyé en el suelo. Entonces, empecé a tocar aquello con la punta del palo, preparado para alguna reacción. Pero para mi sorpresa, no hubo nada. Era sólido, como una piedra. Separé uno de la tierra, con el palo, y lo tomé, con curiosidad.
-¿Qué se supone que es esto? ¿Es valioso? -cuestioné al perro, mostrándole aquél cristal celeste que sostenía entre mis dedos.
Le lancé suavemente el cristal, para que lo atrapase, y mi dirigí a mi tienda.
-Ahora que estamos todos despiertos -Mi mirada brincaba entre ambos-. ¿Queda algo de comida? Cuanto antes salgamos mejor, ¿no?
Naharu
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
-Si alguna vez vuelvo a prisión, usaré esto.- bromeé. Aquel era un nivel de destrucción que podía causar grandes estragos en cualquier parte. Podía tumbar una torre, o colapsar un edificio sin problema. Si lo usaba con cuidado, podía ser una herramienta treméndamente útil, aunque el coste era grande.
-Quizás deberíamos irnos antes de que alguien venga. Alguien debe haberlo oído.- dijo Syl, llevándose la mano a la nuca. -Por favor, no hagas eso salvo que sea necesario.- murmuró.
Nuestro compañero se acercó a la cicatriz de tierra que había dejado. Al parecer, había encontrado algo. Me acerqué con curiosidad. Algo cristalino. Naharu me lo pasó y lo miré a contraluz. Fuera lo que fuese, parecía muy, muy puro. Me concentré y abrí los ojos, dispuesto a examinar cualquier rastro de éter.
Casi me quedé ciego.
Aquella cosa estaba lo más cerca posible de ser magia sólida. No sabía que era. Pero tenía una cantidad increíble de energía dentro. Lancé una carcajada. ¡Menudo hallazgo!
-Esta cosa... es increíble. Tengo que examinarla a fondo...- musité. La guardé cuidadósamente en mi morral. Ahora sí que tenía ganas de llegar al Templo del Todo.
Tras desayunar algo y recoger todo el campamento, empezamos a movernos. Pero antes de que saliesemos del claro, algo me interrumpió.
Mis manos habían comenzado a temblar de nuevo.
No era algo continuo ni natural. Se movían por si solas, como si hubiese recibido una de mis propias descargas eléctricas. A veces dolía. En otros instantes, no sentía nada.
Respiré profundamente. Syl ya lo había notado. Me arrodillé en el suelo, y el gato me abrazó, preocupado. Intenté moverme. Me costó un poco más de lo que esperaba, como su llevase un enorme peso encima. Pero podía. Me apoyé en Eclipse, y comencé a levantarme, bajo la preocupada mirada de mi compañero.
-Está bajo control.- aseguré. Apreté los dientes, dejando escapar un gruñido de dolor. Si intentaba forzarme, acabaría cansado rápidamente. -Voy a intentar algo.-
Respiré hondo, y sujeté la espada frente a mi. Hasta el momento, había dejado que el arma me otorgase su energía muchas veces. Pero nunca había hecho lo contrario. Las runas de mi cuerpo empezaron a apagarse mientras transmitían su éter a Eclipse. Pasaron unos largos segundos. Y entonces, toda la magia acumulada salió desperdigada. [1]
El cielo comenzó a oscurecerse. Una sombra comenzó a extenderse por encima del bosque, cubriéndolo todo en una cúpula negra. Una noche sin luna ni estrellas.
Mi espíritu se levantó. La figura etérea que se alzaba ante Syl tenía mi misma forma. Tan parte de mi como el hombre perro que se encontraba postrado en el suelo, inconsciente. El felino me miró, confuso. Estaba tenso. Era normal. Debió haberle recordado a cuando una versión oscura de Elen se presentó ante nosotros.
-No te preocupes. Como dije, está bajo control.- dije sin mover los labios. El eco de mi voz resonó por su cabeza y por la del oso.
-¿Asher? ¿Estás... bien?- preguntó, aún dubitativo.
-Mejor que nunca.- Era cierto. Me sentía más ligero. Más fuerte. Capaz de hacer cualquier cosa, incluso en esa forma espectral. Como si me hubiese librado de ataduras físicas. Sin embargo, mi cuerpo seguía allí. Tomé a Eclipse e hice una ágil floritura. -Parece ser que esto es una posible solución.- dije.
-Has... tapado el Sol.- observó el felino, cruzándose de brazos. -Y es... raro. ¿Se supone que tu alma...?- inquirió, alzando la mano. La sujeté con la mía, haciendo evidente que sí, aún podía tocarme. Suspiró. -Está algo fría.- Podía notar su tacto a la perfección.
-No debería durar demasiado, creo. Al menos le da otro significado al nombre de "Eclipse".- dije. Mi mayor preocupación en ese momento estaba en mi cuerpo. Incluso si era más fuerte, tendría que protegerlo de cualquier amenaza. Por mucho que lo intentase, no podía simplemente volver a él.
Opté por arrodillarme frente a mi cuerpo y, con la ayuda de Syl, subirlo a mi espalda. Tal y como sospechaba, era pesado, pero con aquella fuerza, no tenía ningún problema para cargarlo.
-Si alguien te ve, se va a llevar un buen susto.- observó Syl. -Más de lo normal, quiero decir.- Puse una sonrisa exagerada, mostrando todos los dientes.
-Si no se han asustado con eso de que el sol haya muerto...-
[1] Sacrificadas runas: Impulso, Estallido, Absorber, Corte de Energía y Wanda para usar Cielo Oscuro
-Quizás deberíamos irnos antes de que alguien venga. Alguien debe haberlo oído.- dijo Syl, llevándose la mano a la nuca. -Por favor, no hagas eso salvo que sea necesario.- murmuró.
Nuestro compañero se acercó a la cicatriz de tierra que había dejado. Al parecer, había encontrado algo. Me acerqué con curiosidad. Algo cristalino. Naharu me lo pasó y lo miré a contraluz. Fuera lo que fuese, parecía muy, muy puro. Me concentré y abrí los ojos, dispuesto a examinar cualquier rastro de éter.
Casi me quedé ciego.
Aquella cosa estaba lo más cerca posible de ser magia sólida. No sabía que era. Pero tenía una cantidad increíble de energía dentro. Lancé una carcajada. ¡Menudo hallazgo!
-Esta cosa... es increíble. Tengo que examinarla a fondo...- musité. La guardé cuidadósamente en mi morral. Ahora sí que tenía ganas de llegar al Templo del Todo.
Tras desayunar algo y recoger todo el campamento, empezamos a movernos. Pero antes de que saliesemos del claro, algo me interrumpió.
Mis manos habían comenzado a temblar de nuevo.
No era algo continuo ni natural. Se movían por si solas, como si hubiese recibido una de mis propias descargas eléctricas. A veces dolía. En otros instantes, no sentía nada.
Respiré profundamente. Syl ya lo había notado. Me arrodillé en el suelo, y el gato me abrazó, preocupado. Intenté moverme. Me costó un poco más de lo que esperaba, como su llevase un enorme peso encima. Pero podía. Me apoyé en Eclipse, y comencé a levantarme, bajo la preocupada mirada de mi compañero.
-Está bajo control.- aseguré. Apreté los dientes, dejando escapar un gruñido de dolor. Si intentaba forzarme, acabaría cansado rápidamente. -Voy a intentar algo.-
Respiré hondo, y sujeté la espada frente a mi. Hasta el momento, había dejado que el arma me otorgase su energía muchas veces. Pero nunca había hecho lo contrario. Las runas de mi cuerpo empezaron a apagarse mientras transmitían su éter a Eclipse. Pasaron unos largos segundos. Y entonces, toda la magia acumulada salió desperdigada. [1]
El cielo comenzó a oscurecerse. Una sombra comenzó a extenderse por encima del bosque, cubriéndolo todo en una cúpula negra. Una noche sin luna ni estrellas.
Mi espíritu se levantó. La figura etérea que se alzaba ante Syl tenía mi misma forma. Tan parte de mi como el hombre perro que se encontraba postrado en el suelo, inconsciente. El felino me miró, confuso. Estaba tenso. Era normal. Debió haberle recordado a cuando una versión oscura de Elen se presentó ante nosotros.
-No te preocupes. Como dije, está bajo control.- dije sin mover los labios. El eco de mi voz resonó por su cabeza y por la del oso.
-¿Asher? ¿Estás... bien?- preguntó, aún dubitativo.
-Mejor que nunca.- Era cierto. Me sentía más ligero. Más fuerte. Capaz de hacer cualquier cosa, incluso en esa forma espectral. Como si me hubiese librado de ataduras físicas. Sin embargo, mi cuerpo seguía allí. Tomé a Eclipse e hice una ágil floritura. -Parece ser que esto es una posible solución.- dije.
-Has... tapado el Sol.- observó el felino, cruzándose de brazos. -Y es... raro. ¿Se supone que tu alma...?- inquirió, alzando la mano. La sujeté con la mía, haciendo evidente que sí, aún podía tocarme. Suspiró. -Está algo fría.- Podía notar su tacto a la perfección.
-No debería durar demasiado, creo. Al menos le da otro significado al nombre de "Eclipse".- dije. Mi mayor preocupación en ese momento estaba en mi cuerpo. Incluso si era más fuerte, tendría que protegerlo de cualquier amenaza. Por mucho que lo intentase, no podía simplemente volver a él.
Opté por arrodillarme frente a mi cuerpo y, con la ayuda de Syl, subirlo a mi espalda. Tal y como sospechaba, era pesado, pero con aquella fuerza, no tenía ningún problema para cargarlo.
-Si alguien te ve, se va a llevar un buen susto.- observó Syl. -Más de lo normal, quiero decir.- Puse una sonrisa exagerada, mostrando todos los dientes.
-Si no se han asustado con eso de que el sol haya muerto...-
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Asher Daregan
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
Ya era hora.
El desayuno no me pareció tan apetitoso como la cena de la noche anterior. No sabía si era debido al mal sabor que me dejó la pesadilla, o porque simplemente no estaba tan bueno. Mientras me llenase la barriga y no me matase después, aquello me era indiferente. Comí.
Lo siguiente sí que no me era indiferente: Recoger la tienda.
Si ya es fastidioso armarla, tener que deshacer el trabajo a la mañana siguiente era una broma en la que nadie se reía. Bueno, conociéndolo, Asher seguramente se reiría. Le lancé al can un vistazo cargado de apatía, como si se hubiese burlado fuera de mi mente.
Terminado aquello, fui el primero en caminar. Normalmente iba el último, pero tenía prisa en esta ocasión. Era como si intentara huir cuanto antes de ese sitio. antes de que ocurriera algún otro imprevisto mágico.
Y, sorpresa. Como oliendo mis pánico, el imprevisto mágico se presentó solito.
Me giré al darme cuenta de que no me seguían. Pude ver a Asher encogido en el suelo, mientras Syl le abrazaba.
-¿Otro patatús mágico? -pregunté. Confiaba en las palabras del día anterior, las que decían que no sería tan malo como la primera vez, pero no pude evitar tensar el cuerpo.
El perro se puso de pie, con evidente esfuerzo, y aseguró que estaba bajo control. Los instantes siguientes me hicieron aguantar la respiración, sin darme cuenta. Levantó a Eclipse, y noté las runas de su cuerpo apagarse. Repentinamente, la luz del ambiente empezó a apagarse también. En unos instantes, volvió a ser de noche.
Barrí los alrededores con la mirada, antes de cuestionar al perro.
-¿Tú hiciste... -dirigí mi mirada a Asher. Ahora habían dos. Uno parecía hecho de luz, y el otro parecía haberse desmayado. Suspiré-… ¿Huh?
Los recientes acontecimientos parecían haberme entumecido ante este tipo de cosas. Mi 'sorpresa' de este momento, que ahora se acercaba más a un leve desconcierto, no se comparaba en nada a la del día anterior. Me ahorré las preguntas.
-Oh, ¿sólo tapaste el sol? Pensé que habías adelantado el día, o algo. -Di un vistazo al cielo. No había ninguna estrella, ni rastro de luna. Me tranquilizó un poco la idea de que el flujo del tiempo aún estuviese fuera de sus manos, por raro que sonase aquello.
El par conversó un momento, sobre los detalles del nuevo estado de Asher. Me resigné a escuchar la conversación. Me di cuenta también de que en ese estado la voz de Asher tenía algo raro, como si no proviniese de un punto en concreto. Oh, esa era su alma. La imaginé distinta.
Asher alma cargó a Asher cuerpo, y parecía listo para seguir caminando.
¿...A qué había llegado, como para que la vista del alma de un perro cargando a su cuerpo no fuese algo tan peculiar?
-¿Quién se asustaría al ver a Brillito? -respondí a Syl, lanzándole después una mirada al alma de Asher-. ¡Si parece el fantasma del Yule presente!
Volví la mirada al camino, con más velocidad de la que pretendía. Toda esa situación me tenía hasta las narices, y el agotamiento mental empezaba a cobrar factura. En eso Asher habló, y sus palabras se sintieron como un pinchazo. Volví a verle, visiblemente alarmado.
-¡¿Mataste al sol?!
El desayuno no me pareció tan apetitoso como la cena de la noche anterior. No sabía si era debido al mal sabor que me dejó la pesadilla, o porque simplemente no estaba tan bueno. Mientras me llenase la barriga y no me matase después, aquello me era indiferente. Comí.
Lo siguiente sí que no me era indiferente: Recoger la tienda.
Si ya es fastidioso armarla, tener que deshacer el trabajo a la mañana siguiente era una broma en la que nadie se reía. Bueno, conociéndolo, Asher seguramente se reiría. Le lancé al can un vistazo cargado de apatía, como si se hubiese burlado fuera de mi mente.
Terminado aquello, fui el primero en caminar. Normalmente iba el último, pero tenía prisa en esta ocasión. Era como si intentara huir cuanto antes de ese sitio. antes de que ocurriera algún otro imprevisto mágico.
Y, sorpresa. Como oliendo mis pánico, el imprevisto mágico se presentó solito.
Me giré al darme cuenta de que no me seguían. Pude ver a Asher encogido en el suelo, mientras Syl le abrazaba.
-¿Otro patatús mágico? -pregunté. Confiaba en las palabras del día anterior, las que decían que no sería tan malo como la primera vez, pero no pude evitar tensar el cuerpo.
El perro se puso de pie, con evidente esfuerzo, y aseguró que estaba bajo control. Los instantes siguientes me hicieron aguantar la respiración, sin darme cuenta. Levantó a Eclipse, y noté las runas de su cuerpo apagarse. Repentinamente, la luz del ambiente empezó a apagarse también. En unos instantes, volvió a ser de noche.
Barrí los alrededores con la mirada, antes de cuestionar al perro.
-¿Tú hiciste... -dirigí mi mirada a Asher. Ahora habían dos. Uno parecía hecho de luz, y el otro parecía haberse desmayado. Suspiré-… ¿Huh?
Los recientes acontecimientos parecían haberme entumecido ante este tipo de cosas. Mi 'sorpresa' de este momento, que ahora se acercaba más a un leve desconcierto, no se comparaba en nada a la del día anterior. Me ahorré las preguntas.
-Oh, ¿sólo tapaste el sol? Pensé que habías adelantado el día, o algo. -Di un vistazo al cielo. No había ninguna estrella, ni rastro de luna. Me tranquilizó un poco la idea de que el flujo del tiempo aún estuviese fuera de sus manos, por raro que sonase aquello.
El par conversó un momento, sobre los detalles del nuevo estado de Asher. Me resigné a escuchar la conversación. Me di cuenta también de que en ese estado la voz de Asher tenía algo raro, como si no proviniese de un punto en concreto. Oh, esa era su alma. La imaginé distinta.
Asher alma cargó a Asher cuerpo, y parecía listo para seguir caminando.
¿...A qué había llegado, como para que la vista del alma de un perro cargando a su cuerpo no fuese algo tan peculiar?
-¿Quién se asustaría al ver a Brillito? -respondí a Syl, lanzándole después una mirada al alma de Asher-. ¡Si parece el fantasma del Yule presente!
Volví la mirada al camino, con más velocidad de la que pretendía. Toda esa situación me tenía hasta las narices, y el agotamiento mental empezaba a cobrar factura. En eso Asher habló, y sus palabras se sintieron como un pinchazo. Volví a verle, visiblemente alarmado.
-¡¿Mataste al sol?!
Naharu
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-Era una broma.- aseguré.
El camino se me hizo breve. A pesar de la carga extra, y el cuidado que debía tomar, encabecé la expedición con paso acelerado. No tardé en acostumbrarme a aquel ritmo. Aquel cuerpo era... curioso. Para empezar, no respiraba, a diferencia del "yo" que llevaba a mi espalda. Las runas de mi cuerpo eran visibles a través de la magia que lo cubría. Si no hubiese usado su poder para alimentar la magia, era probable que pudiese usarlas igualmente.
La oscuridad no me molestaba del todo, aunque sin la luz de mi propio cuerpo, sabía que resultaría difícil de ver. A Syl no, por supuesto, pero para un humano debía ser complicado. Sin luna o estrellas, en mitad del bosque... se acercaba fácilmente a la oscuridad absoluta.
Me preguntaba como de lejos llegaría aquello. ¿Era solo en una zona determinada? No era posible que aquella sombra recubriese el mundo entero. A juzgar por la cantidad de magia usada... quizás afectase a algo así como unos pocos kilómetros, a lo sumo. Era dificil de decir: quizás desde una montaña, sería más sencillo.
-Imaginate hacer esto en una ciudad.- comenté. -Sería casi como en Lunargenta durante la guerra.-
-Diría que peor. Al menos en la guerra, podías culpar a los vampiros.- respondió el felino. -O al torbellino de sombras. O a la pirámide. Aquí...- Olisqueó el aire. -No hay nada. Creo que has espantado a los animales.-
-Quizás... deje esto para emergencias.- sugerí. El hecho de que no estuviese seguro de como cancelarlo era algo malo. Ya podía imaginarme los rumores sobre los constantes eclipses y días sin sol alguno. ¿Cuanto tardaría alguien en sugerir que se trataba del fin del mundo? -O para días insufribles de verano.-
-Ojalá pudieses perder a Brillo.- musitó Syl. -Eclipse. Eso.- después, miró a Naharu. Parecía quedarse un poco atrás. No disfrutaba demasiado de las caminatas largas, por lo que me había parecido. Le esperamos unos segundos. -¿Sabes que puede invocar otra espada igual, pero de luz?-
Pensé en las posibilidades. En ese momento, Eclipse se acercaba incluso a las capacidades de uno de los artefactos de Centinela. Si caía en malas manos, como la Capa Blanca, podía tener resultados catastróficos. Era una suerte que no tuviese que preocuparme por aquello. La única forma de impedir que la invocase sería mantenerla en un lugar que restringiese toda la magia, y aquello anularía sus capacidades.
Por supuesto, también podían matarme. Aunque eso se volvía más dificil por momentos.
Y, de repente, empecé a notar cosas de nuevo. No el mismo cosquilleo de antes. La oscuridad empezaba a aclararse. Rápidamente, bajé el cuerpo que llevaba a mis espaldas. La luz empezaba a volver, y varios rayos de sol se colaron desde el cielo.
Mi espíritu volvió a mi cuerpo. Me desperté en el suelo. Estaba bien. Me sacudí la tierra y las ramas. Estaba bien. Ni siquiera cansado, incluso. Alcé un pulgar y sonreí antes de estirarme, dejando que mis huesos crujiesen.
-Buenos días.- dije, como si no hubiese pasado nada en absoluto. -Oh, ya casi estamos. Nunca has estado en el Templo, ¿no, Aru?- pregunté. Le debíamos haber mencionado el Templo del Todo y los totems que lo adornaban, pero nunca llevado hasta allí.
Con la nueva luz, podía ver el pico por encima de nosotros. La cabeza de un ave yacía alta, fácil de ver. Se la señalé al hombre oso.
-¿No deberías avisarle sobre Kayr?- inquirió Syl. Le miré. Ni siquiera me lo había planteado. Y aun así, no lo hice. Solo sonreí. El gato puso los ojos en blanco. -No le tengas miedo. Y no saques el hacha.- le dijo al oso.
Nos adentramos en el claro, e inspiré hondo. Lo había echado de menos. La cabaña seguía en pie, por lo que veía, y los totems seguían en buenas condiciones. Rakfyr debía haberlos mantenido bien.
Sin embargo, el hombre tigre no salió a recibirnos. ¿Quizás hubiese salido?
No tardé en averiguarlo. El sonido de la hierba moviéndose me hizo girarme. Un gran león se abalanzó sobre mi, tirándome al suelo de forma dolorosa. Siguió atacando sin piedad mientras trataba de protegerme con mis brazos.
Kayr me dio grandes lametazos. Por grande que fuese yo, el animal siempre me parecía enorme. Me alegraba que aún me recordase. Le rasqué la melena vigorosamente, aún tratando de sacármelo de encima. No pude evitar reír, contento de verle también.
De entre los árboles también salió el chamán. Parecía haber mantenido su atuendo también.
-Sabía que seríais vosotros.- dijo, esbozando una amplia sonrisa. -Asher, Syl... ha pasado demasiado tiempo. Deberíais haber visitado más.- Mi compañero le dio un abrazo amistoso como saludo. Tras ayudarme a levantarme, yo también. Después, se dirigió hacia el oso, tendiéndole la mano. -Bienvenido. Mi nombre es Rakfyr.-
El camino se me hizo breve. A pesar de la carga extra, y el cuidado que debía tomar, encabecé la expedición con paso acelerado. No tardé en acostumbrarme a aquel ritmo. Aquel cuerpo era... curioso. Para empezar, no respiraba, a diferencia del "yo" que llevaba a mi espalda. Las runas de mi cuerpo eran visibles a través de la magia que lo cubría. Si no hubiese usado su poder para alimentar la magia, era probable que pudiese usarlas igualmente.
La oscuridad no me molestaba del todo, aunque sin la luz de mi propio cuerpo, sabía que resultaría difícil de ver. A Syl no, por supuesto, pero para un humano debía ser complicado. Sin luna o estrellas, en mitad del bosque... se acercaba fácilmente a la oscuridad absoluta.
Me preguntaba como de lejos llegaría aquello. ¿Era solo en una zona determinada? No era posible que aquella sombra recubriese el mundo entero. A juzgar por la cantidad de magia usada... quizás afectase a algo así como unos pocos kilómetros, a lo sumo. Era dificil de decir: quizás desde una montaña, sería más sencillo.
-Imaginate hacer esto en una ciudad.- comenté. -Sería casi como en Lunargenta durante la guerra.-
-Diría que peor. Al menos en la guerra, podías culpar a los vampiros.- respondió el felino. -O al torbellino de sombras. O a la pirámide. Aquí...- Olisqueó el aire. -No hay nada. Creo que has espantado a los animales.-
-Quizás... deje esto para emergencias.- sugerí. El hecho de que no estuviese seguro de como cancelarlo era algo malo. Ya podía imaginarme los rumores sobre los constantes eclipses y días sin sol alguno. ¿Cuanto tardaría alguien en sugerir que se trataba del fin del mundo? -O para días insufribles de verano.-
-Ojalá pudieses perder a Brillo.- musitó Syl. -Eclipse. Eso.- después, miró a Naharu. Parecía quedarse un poco atrás. No disfrutaba demasiado de las caminatas largas, por lo que me había parecido. Le esperamos unos segundos. -¿Sabes que puede invocar otra espada igual, pero de luz?-
Pensé en las posibilidades. En ese momento, Eclipse se acercaba incluso a las capacidades de uno de los artefactos de Centinela. Si caía en malas manos, como la Capa Blanca, podía tener resultados catastróficos. Era una suerte que no tuviese que preocuparme por aquello. La única forma de impedir que la invocase sería mantenerla en un lugar que restringiese toda la magia, y aquello anularía sus capacidades.
Por supuesto, también podían matarme. Aunque eso se volvía más dificil por momentos.
Y, de repente, empecé a notar cosas de nuevo. No el mismo cosquilleo de antes. La oscuridad empezaba a aclararse. Rápidamente, bajé el cuerpo que llevaba a mis espaldas. La luz empezaba a volver, y varios rayos de sol se colaron desde el cielo.
Mi espíritu volvió a mi cuerpo. Me desperté en el suelo. Estaba bien. Me sacudí la tierra y las ramas. Estaba bien. Ni siquiera cansado, incluso. Alcé un pulgar y sonreí antes de estirarme, dejando que mis huesos crujiesen.
-Buenos días.- dije, como si no hubiese pasado nada en absoluto. -Oh, ya casi estamos. Nunca has estado en el Templo, ¿no, Aru?- pregunté. Le debíamos haber mencionado el Templo del Todo y los totems que lo adornaban, pero nunca llevado hasta allí.
Con la nueva luz, podía ver el pico por encima de nosotros. La cabeza de un ave yacía alta, fácil de ver. Se la señalé al hombre oso.
-¿No deberías avisarle sobre Kayr?- inquirió Syl. Le miré. Ni siquiera me lo había planteado. Y aun así, no lo hice. Solo sonreí. El gato puso los ojos en blanco. -No le tengas miedo. Y no saques el hacha.- le dijo al oso.
Nos adentramos en el claro, e inspiré hondo. Lo había echado de menos. La cabaña seguía en pie, por lo que veía, y los totems seguían en buenas condiciones. Rakfyr debía haberlos mantenido bien.
Sin embargo, el hombre tigre no salió a recibirnos. ¿Quizás hubiese salido?
No tardé en averiguarlo. El sonido de la hierba moviéndose me hizo girarme. Un gran león se abalanzó sobre mi, tirándome al suelo de forma dolorosa. Siguió atacando sin piedad mientras trataba de protegerme con mis brazos.
Kayr me dio grandes lametazos. Por grande que fuese yo, el animal siempre me parecía enorme. Me alegraba que aún me recordase. Le rasqué la melena vigorosamente, aún tratando de sacármelo de encima. No pude evitar reír, contento de verle también.
De entre los árboles también salió el chamán. Parecía haber mantenido su atuendo también.
-Sabía que seríais vosotros.- dijo, esbozando una amplia sonrisa. -Asher, Syl... ha pasado demasiado tiempo. Deberíais haber visitado más.- Mi compañero le dio un abrazo amistoso como saludo. Tras ayudarme a levantarme, yo también. Después, se dirigió hacia el oso, tendiéndole la mano. -Bienvenido. Mi nombre es Rakfyr.-
Asher Daregan
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
"Era una broma"
Exhalé con alivio al escuchar eso. Lo veía poco probable, pero viniendo de este jodido loco, había que estar preparado para creerse cosas que no deberían creerse. Que pudiese centellear o arder si recibir daño, lanzar tajos de energía y hacer explotar cosas sólo con tocarlas con su palma... Y ahora separar su alma de su cuerpo.
Me encogí de hombros, como aflojando la mente.
Si dejo que cada cosa me sorprenda, terminaré enloqueciendo. Respirando profundamente, como aceptando mi nueva forma de recibir aquello, me resigné a seguirlos. Si bien la oscuridad era profunda, no tenía problemas en ello, sólo debía caminar en dirección al perro brillante.
Quizás me había esforzado mucho en despejar la mente, porque perdí la noción del tiempo. Por un rato no era más que una polilla gigante, hasta que se detuvieron a esperarme: Me estaba quedando atrás. Solía ocurrir, aún desde pequeño. Pero no es culpa mía, ¿eh? Intenta mover esta cantidad de oso con sólo estas patucas.
-¿Pero cuántas espadas tiene? ¿No empieza a ser excesivo? -respondí al comentario de Syl, con un tono de voz propio de quien se preocupa de lo saludable de los pasatiempos de un amigo.
Poco después mi visión se hizo más clara. No, era otra cosa. La oscuridad empezaba a desaparecer, como disolviéndose en el aire. Brillito se unió a su cuerpo otra vez, y el can se levantó dando un pulgar arriba. A veces no sabía si era correcto que alguien con esa actitud tuviese ese nivel de poder.
Negué con la cabeza al escuchar su pregunta, disimulando el pinchazo que provocaba en mi paciencia el escucharle llamarme 'Aru'. Si bien había oído antes de este refugio, el Templo de Todo, no había llegado el momento en que lo hubiese visitado antes. Seguí con la mirada al sitio al que apuntó Asher, y pude ver un tótem considerablemente alto.
-Woah... -mi asombró escapó por mi boca.
Interrogué al felino con la mirada. ¿Kayr? ¿Un compañero?
Seguí al par, adentrándome en el claro. Respiré hondo. Tótems, muchos tótems adornaban el sitio. De distintas formas, distintos Guías. Observé alrededor. No sólo eso, distintos Dioses. La cabaña era la siguiente cosa más destacable del lugar. Me sentí de vuelta en mi aldea por un instante, como si aquellas vistas hubiesen alterado el curso de la historia, como si hubiesen eliminado los sucesos que me hicieron irme de allí. Pero aquella brillante sensación no tardó en oscurecerse, como el cielo sin luna ni estrellas de hace un rato. No era magia, ni un acto divino. Este caso, sólo fueron las memorias de lo que en verdad pasó. Me anclaron otra vez al presente, y recobré la lucidez.
Espera, ¿por qué no debía tem-
Un ruido en el linde del claro me hizo girar. Más rápido que mi visión, algo se abalanzó en esta dirección. Más específicamente, sobre Asher. Mis instintos de lucha se dispararon, pero se estrellaron contra la escena que vi desenvolverse ante mi. Era un león. Un león que no estaba destripándolo, sino babeándolo a lametazos. Las palabras de Syl tomaron sentido, y suspiré, calmando mis nervios.
-Tienes intenciones de matarme de una embolia, ¿no? -dije al perro que aún forcejeaba con quien supongo era Kayr.
Contemplé la escena, ambos algo mosqueado y algo curioso. Una voz serena atrajo mi atención. Provenía de la dirección de la que vino el león. Era otro felino, un tigre. Aunque este, obviamente, no era un animal. Saludó al par con alegría, y se dirigió a mí, con la mano extendida.
-Soy Naharu -respondí a su bienvenida estrechando su mano, de forma firme pero no sobrecogedora-. Es un placer, Rakfyr.
Vi al león, y luego a Asher. Como si fuese un puñado de tierra en una corriente de agua, la vista del perro enturbió la curiosidad en mis ojos, convirtiéndola en un ligero fastidio.
-La mayoría del tiempo, al menos. -volví la vista al hombre tigre, y esbocé una sonrisa algo agotada.
Exhalé con alivio al escuchar eso. Lo veía poco probable, pero viniendo de este jodido loco, había que estar preparado para creerse cosas que no deberían creerse. Que pudiese centellear o arder si recibir daño, lanzar tajos de energía y hacer explotar cosas sólo con tocarlas con su palma... Y ahora separar su alma de su cuerpo.
Me encogí de hombros, como aflojando la mente.
Si dejo que cada cosa me sorprenda, terminaré enloqueciendo. Respirando profundamente, como aceptando mi nueva forma de recibir aquello, me resigné a seguirlos. Si bien la oscuridad era profunda, no tenía problemas en ello, sólo debía caminar en dirección al perro brillante.
Quizás me había esforzado mucho en despejar la mente, porque perdí la noción del tiempo. Por un rato no era más que una polilla gigante, hasta que se detuvieron a esperarme: Me estaba quedando atrás. Solía ocurrir, aún desde pequeño. Pero no es culpa mía, ¿eh? Intenta mover esta cantidad de oso con sólo estas patucas.
-¿Pero cuántas espadas tiene? ¿No empieza a ser excesivo? -respondí al comentario de Syl, con un tono de voz propio de quien se preocupa de lo saludable de los pasatiempos de un amigo.
Poco después mi visión se hizo más clara. No, era otra cosa. La oscuridad empezaba a desaparecer, como disolviéndose en el aire. Brillito se unió a su cuerpo otra vez, y el can se levantó dando un pulgar arriba. A veces no sabía si era correcto que alguien con esa actitud tuviese ese nivel de poder.
Negué con la cabeza al escuchar su pregunta, disimulando el pinchazo que provocaba en mi paciencia el escucharle llamarme 'Aru'. Si bien había oído antes de este refugio, el Templo de Todo, no había llegado el momento en que lo hubiese visitado antes. Seguí con la mirada al sitio al que apuntó Asher, y pude ver un tótem considerablemente alto.
-Woah... -mi asombró escapó por mi boca.
Interrogué al felino con la mirada. ¿Kayr? ¿Un compañero?
Seguí al par, adentrándome en el claro. Respiré hondo. Tótems, muchos tótems adornaban el sitio. De distintas formas, distintos Guías. Observé alrededor. No sólo eso, distintos Dioses. La cabaña era la siguiente cosa más destacable del lugar. Me sentí de vuelta en mi aldea por un instante, como si aquellas vistas hubiesen alterado el curso de la historia, como si hubiesen eliminado los sucesos que me hicieron irme de allí. Pero aquella brillante sensación no tardó en oscurecerse, como el cielo sin luna ni estrellas de hace un rato. No era magia, ni un acto divino. Este caso, sólo fueron las memorias de lo que en verdad pasó. Me anclaron otra vez al presente, y recobré la lucidez.
Espera, ¿por qué no debía tem-
Un ruido en el linde del claro me hizo girar. Más rápido que mi visión, algo se abalanzó en esta dirección. Más específicamente, sobre Asher. Mis instintos de lucha se dispararon, pero se estrellaron contra la escena que vi desenvolverse ante mi. Era un león. Un león que no estaba destripándolo, sino babeándolo a lametazos. Las palabras de Syl tomaron sentido, y suspiré, calmando mis nervios.
-Tienes intenciones de matarme de una embolia, ¿no? -dije al perro que aún forcejeaba con quien supongo era Kayr.
Contemplé la escena, ambos algo mosqueado y algo curioso. Una voz serena atrajo mi atención. Provenía de la dirección de la que vino el león. Era otro felino, un tigre. Aunque este, obviamente, no era un animal. Saludó al par con alegría, y se dirigió a mí, con la mano extendida.
-Soy Naharu -respondí a su bienvenida estrechando su mano, de forma firme pero no sobrecogedora-. Es un placer, Rakfyr.
Vi al león, y luego a Asher. Como si fuese un puñado de tierra en una corriente de agua, la vista del perro enturbió la curiosidad en mis ojos, convirtiéndola en un ligero fastidio.
-La mayoría del tiempo, al menos. -volví la vista al hombre tigre, y esbocé una sonrisa algo agotada.
Naharu
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
El león continuó dando vueltas a mi alrededor, "cabezeandome" con la sutileza que podía.
-Lo entiendo, debe haber sido... dificil.- asintió Rakfyr. -Syl tiene más paciencia de la que podría aspirar a tener nunca.- bromeó, mirando al hombre gato.
-No es para tanto. Vale la pena.- aseguró este, sacudiendo la mano.
-¿Te ha llegado el mensaje, Rakfyr?- pregunté, curioso. El hombre tigre se quedó pensativo unos segundos. Antes de que pudiese responder, el cuervo blanco apareció de entre los árboles y voló hacia mi, posándose sobre mi hombro con un graznido. -Parece que sí.-
-Veo que te has rodeado de compañeros.- dijo el chamán. -Y... de objetos poderosos. Confío en que sepas controlarlo bien.-
No respondí. El cuervo se alejó volando, nervioso ante la mirada constante del león, y comencé a caminar hacia la cabaña. Debía tener espacio suficiente para los cuatro, sin problemas.
-Tenemos camas.- le dije al oso. -Por si te interesa. Consideralo como un hogar, si quieres.- A decir verdad, me sentía algo nostálgico al respecto. Suspiré. Tenía mucho que hacer. Me adentré en la pequeña habitación que hacía de taller, y dejé el cristal que había encontrado sobre la mesa. Lo investigaría luego. Por el momento, tendría que pensar en algunas mejoras para el refugio.
La primera era esencial. Una runa de transporte. Con ella, podría volver a ese sitio en cualquier momento. El problema, por supuesto, era el espacio. Tendría que hacerlo fuera. Quizás con una mezcla que pudiese pintar sobre la tierra... no, la lluvia podría arruinarla.
Mientras tanto, el trio de hombres bestia hablaba. Syl le explicó a Rakfyr el asunto del alma de Asher, y el hombre tigre se quedó callado.
-Quizás... haya algo que pueda hacer.- musitó. -Sé de un ritual. Necesitaré algunas cosas, pero creo que podemos conseguirlas aquí.- explicó.
Syl suspiró, aliviado.
-Parece llevarlo bien, pero...- No terminó la frase. El tigre asintió, comprensivo. -Te conseguiré lo que haga falta.- dijo. Tras eso, se dispuso a dejar la mochila junto a la cabaña, y sacar lo necesario. A pesar de tener camas disponibles, prefería dormir en la tienda.
-¿Que hay de ti, Naharu?- preguntó el chamán. -Si necesitas ayuda de algún tipo, no tienes más que preguntar. También tenemos un totem del Cazador.- dijo, señalando al otro lado del claro. -Y... no te preocupes por Kayr. Suele mantener distancias hasta que toma confianza.-
-Lo entiendo, debe haber sido... dificil.- asintió Rakfyr. -Syl tiene más paciencia de la que podría aspirar a tener nunca.- bromeó, mirando al hombre gato.
-No es para tanto. Vale la pena.- aseguró este, sacudiendo la mano.
-¿Te ha llegado el mensaje, Rakfyr?- pregunté, curioso. El hombre tigre se quedó pensativo unos segundos. Antes de que pudiese responder, el cuervo blanco apareció de entre los árboles y voló hacia mi, posándose sobre mi hombro con un graznido. -Parece que sí.-
-Veo que te has rodeado de compañeros.- dijo el chamán. -Y... de objetos poderosos. Confío en que sepas controlarlo bien.-
No respondí. El cuervo se alejó volando, nervioso ante la mirada constante del león, y comencé a caminar hacia la cabaña. Debía tener espacio suficiente para los cuatro, sin problemas.
-Tenemos camas.- le dije al oso. -Por si te interesa. Consideralo como un hogar, si quieres.- A decir verdad, me sentía algo nostálgico al respecto. Suspiré. Tenía mucho que hacer. Me adentré en la pequeña habitación que hacía de taller, y dejé el cristal que había encontrado sobre la mesa. Lo investigaría luego. Por el momento, tendría que pensar en algunas mejoras para el refugio.
La primera era esencial. Una runa de transporte. Con ella, podría volver a ese sitio en cualquier momento. El problema, por supuesto, era el espacio. Tendría que hacerlo fuera. Quizás con una mezcla que pudiese pintar sobre la tierra... no, la lluvia podría arruinarla.
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Mientras tanto, el trio de hombres bestia hablaba. Syl le explicó a Rakfyr el asunto del alma de Asher, y el hombre tigre se quedó callado.
-Quizás... haya algo que pueda hacer.- musitó. -Sé de un ritual. Necesitaré algunas cosas, pero creo que podemos conseguirlas aquí.- explicó.
Syl suspiró, aliviado.
-Parece llevarlo bien, pero...- No terminó la frase. El tigre asintió, comprensivo. -Te conseguiré lo que haga falta.- dijo. Tras eso, se dispuso a dejar la mochila junto a la cabaña, y sacar lo necesario. A pesar de tener camas disponibles, prefería dormir en la tienda.
-¿Que hay de ti, Naharu?- preguntó el chamán. -Si necesitas ayuda de algún tipo, no tienes más que preguntar. También tenemos un totem del Cazador.- dijo, señalando al otro lado del claro. -Y... no te preocupes por Kayr. Suele mantener distancias hasta que toma confianza.-
Asher Daregan
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Re: Nadir [Libre] [2/3]
Las palabras de comprensión de Rakfyr eran un alivio: Significaba que yo no era el único al que el can hacía pasar malos ratos de vez en cuando. Entonces seguí su mirada hacia el otro felino, y enarqué una ceja al escuchar la respuesta de este.
—Eres la persona más sensata con la que he tratado en meses, confiaré en tus palabras —dije a Syl.
Dirigí los ojos al perro cuando este empezó a hablar, y mi mirada se quedó adherida al ave que había aparecido de la nada.
¿Es que también coleccionas animales, o qué?
Aquél pensamiento no dejó mi boca, pues la conversación que había empezado tomó mi entera atención. Reajusté mi postura, para tener en frente a ambos.
—A mí casi me hace confeti de oso el día de ayer. —Sentí cómo se me bajaba la tensión sólo con recordar el suceso— ...Así que más le vale controlarlo.
El cuervo se fue como apareció, y Asher se encaminó a la cabaña. Las palabras que entonces me dirigió, sin saberlo, tenían un peso que me tomó desprevenido, revelándome un hecho que no había considerado realmente, o que no había terminado de aceptar. Usé esta nueva percepción como apoyo, sacándome un poco más del agua pantanosa que eran mis memorias.
—Este es mi nuevo hogar... —Mis pensamientos escaparon de mi hocico, en un susurro para mí mismo.
No me refería a este sitio, específicamente, sino a mi lugar con los Nómadas. Aquellos sin lugar al que ir, convirtiéndose en su propio hogar... Era curioso, cuanto menos.
Entré a la cabaña, y aceleré un poco el paso en el momento en que una cama entró a mi campo visual. Dejé la mochila caer a un lado, y me senté, quejándome con un suspiro. La madera contestó a mis acciones quejándose bajo mi peso, lo que me hizo entrar en suspenso por unos instantes.
Exhalé otra vez, aliviado por la ausencia de crujidos y eventual destrucción del mueble, y estiré los brazos y la espalda. Había extrañado la comodidad de una cama, y me deleité con la sencilla oportunidad de sentarme en algo blando por primera vez en tiempo más del que debería. Entonces me acosté completamente, y bramé en celebración.
Me disponía a descansar —Más por agotamiento mental que físico—, cuando escuché que me nombraban. Era Rakfyr.
—Todo bien por aquí. —Levanté un brazo, con el pulgar arriba, de forma poco convincente.
Sus siguientes palabras me hicieron abrir los ojos, y redujeron un poco el aire "cómico" que podía estarme rodeando.
—Agradezco la hospitalidad —dije tranquilamente, quizás con un poco de agotamiento tiñendo mi voz. Pensé en comentar algo respecto a la mención del Cazador, pero preferí evitarlo. No era el momento— Espero que no me tome confianza pronto, entonces. —Reí con pocas ganas.
Cerré otra vez los ojos, y respiré hondo.
Este es mi nuevo hogar.
Esta es mi nueva vida.
—Eres la persona más sensata con la que he tratado en meses, confiaré en tus palabras —dije a Syl.
Dirigí los ojos al perro cuando este empezó a hablar, y mi mirada se quedó adherida al ave que había aparecido de la nada.
¿Es que también coleccionas animales, o qué?
Aquél pensamiento no dejó mi boca, pues la conversación que había empezado tomó mi entera atención. Reajusté mi postura, para tener en frente a ambos.
—A mí casi me hace confeti de oso el día de ayer. —Sentí cómo se me bajaba la tensión sólo con recordar el suceso— ...Así que más le vale controlarlo.
El cuervo se fue como apareció, y Asher se encaminó a la cabaña. Las palabras que entonces me dirigió, sin saberlo, tenían un peso que me tomó desprevenido, revelándome un hecho que no había considerado realmente, o que no había terminado de aceptar. Usé esta nueva percepción como apoyo, sacándome un poco más del agua pantanosa que eran mis memorias.
—Este es mi nuevo hogar... —Mis pensamientos escaparon de mi hocico, en un susurro para mí mismo.
No me refería a este sitio, específicamente, sino a mi lugar con los Nómadas. Aquellos sin lugar al que ir, convirtiéndose en su propio hogar... Era curioso, cuanto menos.
Entré a la cabaña, y aceleré un poco el paso en el momento en que una cama entró a mi campo visual. Dejé la mochila caer a un lado, y me senté, quejándome con un suspiro. La madera contestó a mis acciones quejándose bajo mi peso, lo que me hizo entrar en suspenso por unos instantes.
Exhalé otra vez, aliviado por la ausencia de crujidos y eventual destrucción del mueble, y estiré los brazos y la espalda. Había extrañado la comodidad de una cama, y me deleité con la sencilla oportunidad de sentarme en algo blando por primera vez en tiempo más del que debería. Entonces me acosté completamente, y bramé en celebración.
Me disponía a descansar —Más por agotamiento mental que físico—, cuando escuché que me nombraban. Era Rakfyr.
—Todo bien por aquí. —Levanté un brazo, con el pulgar arriba, de forma poco convincente.
Sus siguientes palabras me hicieron abrir los ojos, y redujeron un poco el aire "cómico" que podía estarme rodeando.
—Agradezco la hospitalidad —dije tranquilamente, quizás con un poco de agotamiento tiñendo mi voz. Pensé en comentar algo respecto a la mención del Cazador, pero preferí evitarlo. No era el momento— Espero que no me tome confianza pronto, entonces. —Reí con pocas ganas.
Cerré otra vez los ojos, y respiré hondo.
Este es mi nuevo hogar.
Esta es mi nueva vida.
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