La fuente de la juventud [Desafío]
Página 1 de 1. • Comparte
La fuente de la juventud [Desafío]
La compañía del Hekshold, dirigida por las maestras Mietner y Lovelace, tardó dos horas en llegar a la aldea Lirio. Teniendo en cuenta el tamaño de la isla, el tiempo era ridículo, exageradamente grande. Ambas maestras compartieron una mirada vacilante. Ambas llegaron a la misma deducción: un poderoso hechizo protegía la aldea.
Las caravanas y los caballos se quedaron en los lindes de la aldea. La mitad de los trabajadores se encargaron de preparar el puesto de partida; la otra mitad sirvieron de escoltas para la maestras. Lirio era un lugar un humilde, apenas había cinco familias al completo. Adda Lovelace, despreocupada, dijo que no era necesario tomar tantas precauciones, que las familias de Lirio se asustarían al ver a un grupo de hombres armados. Meitner, muy distinta a Lovelace, insistió en que la seguridad era necesaria. Si el mensaje que Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, le entregó decía la verdad, las gentes de Lirio corrían el peligro de temer algo más grande que un grupo de brujos armados.
Lirio se organizaba de la siguiente manera: once grandes casa, dos para cada familia y la restante, la más pequeña, para el extranjero, con amplios jardines congregadas alrededor de un pozo. A las fuerzas, un granero, una pequeña forja y un aserradero. Lovelace explicó al resto de la compañía que la gente de Lirio vivía como si todos perteneciesen a la misma familia. Confiaban los unos en los otros, compartían todo lo que tenía. La máxima que se seguía: Hoy por ti y mañana por mí. Todos eran hermanos; casi literalmente. Si existiesen dados del árbol genealógico de los habitantes, se vería como todos pertenecían a la misma raíz.
-¿Cómo una secta?- preguntó un trabajador.
-Como una gran familia viviendo en el paraíso- contestó la maestra Lovelace con una sonrisa.
Ian Egdecomb, el sujeto que escribió la carta, el extranjero de Lirio, esperaba a las maestras en al lado del pozo. Niños y jóvenes adolescentes bebían agua a su alrededor. Ian Egdecomb levantó los brazos como si estuviera abrazando al aire. Se le veía feliz, aliviado. Lise Meitner comprendió el por qué.
-¡Maestras Lovelace y Meitner! Os he estado esperando durante toda la mañana, supongo que no os fue fácil encontrar Lirio- dijo riendo, Ian parecía estar celebrando una fiesta privada, solo para él.
-Ian Edgecomb, El Hado Novato- dijo la maestra Meitner con voz neutral.
-El mismo que viste y calza-.
-El mismo que maldijo Aerandir al poseer 19 objetos con un gran poder. Objetos que luego perdiste y ni siquiera recuerdas cuáles son-.
-¡Correcto, correctísimo!- afirmó con la cabeza sin menguar la sonrisa.
-Y bien, en tu carta decías que encontraste un objeto maldito. ¿Dónde está?- a la maestra Mietner no le gustaba perder el tiempo.
Ian Egdecomb tomó a un niño, de aproximadamente trece años, por los hombres y le arrastró para ponerlo delante de él. Lise Meitner arqueó una ceja en gesto de duda. Ian Egdecomb lo comprendió al instante, afirmó con la cabeza y habló con voz clara y alegre:
-El señor Rob tiene cincuenta y ocho años- apartó al chico y señaló a una niña que aparentaba los mismos trece años-. Aquella es su mujer, Julia. Hace unos pasteles que están para chuparse los dedos. ¡Los mejores de Lirio! Y, aquel de allá, es Sam, el hijo de ambos. ¿Cuántos años le echáis? ¿Veintiuno, veintidós? ¡Tiene treinta y tres!-
Adda Lovelace se llevó las manos en la boca para ahogar un resoplido de preocupación.
-Estos jóvenes a mi lado que ven son todos los habitantes de Lirio. ¡Vengan, mis queridas maestras! Acérquense. Tienen que verlo con sus propios ojos-.
El Hago Novato recogió agua con el cubo del pozo. Descolgó el cubo de madera de la polea y se lo tendió a Lise Meitner en las manos. Su sonrisa y sus repetidos movimientos afirmativos con la cabeza, instaban a que Meitner bebiese. Ella, en son de la magia y del bienestar de Aerandir, obedeció. Bebió un sorbo directamente del cubo. Las arrugas y las manchas amarillas, propias de la vejes, de las manos se atenuaron. Ofreció el cubo a Lovelace. Ella no bebió, su examen consistía en echar al cubo pociones de todo tipo y ver la reacción que tenía lugar.
-Por lo que supongo, el pozo es uno de los objetos poseídos. Lo encontraste y desde entonces lo has estado protegiendo de los curiosos-.
-¡Correcto, correctísimo!-
–Todos están malditos-.
-Ellos prefieren llamarse eternos. Creen que los Dioses les han otorgado la ofrenda de la inmortalidad-.
-¿Tienes miedo de lo que les pueda suceder?-
-Tengo miedo de que otras personas encuentren el pozo y se conviertan en locos eternos-.
-No te preocupes, querido- la maestra Lovelace se unió a la conversación-. Estas personas tienen una oportunidad de salvarse. Han sido poseídas indirectamente. Sería mucho peor si se hubieran comido el cubo a mordisco. Creo poder fabricar una poción que les devuelva a la normalidad-.
-¡Y a la cordura!-
-Yo los veo muy cuerdos y tranquilos. Apenas se mueven, parecen estatuas-.
-Ian los está controlando- dijo Meitner al oído de Lovelace-. Si los suelta, atacarán-.
El Hado Novato hizo una reverencia para agradecer a las maestras su trabajo. Por primera vez, la Adda Lovelace se percató que la sonrisa de Ian Egdecomb escondía la sombra de una terrible angustía. Lise Meitner lo había deducido desde el primer momento.
* Bienhallado/a eterno joven: Perteneces a la compañía que las maestras Meitner y Lovelace organizaron para socorrer a la aldea Lirio. Puedes participar aunque no seas alumno/a del Hekshold. Si haces bien el desafío, pronto lo serás. A partir de aquí, daré las instrucciones del tema asumiendo que conoces la historia de los 19 objetos malditos y de Ian Egdecomb. Es una historia muy largo; casi todos mis temas desde hace dos años (por no decir todos) están relacionados con esta gran historia.
Quienes beben del agua directamente del pozo se tornan un poco más jóvenes. El pueblo de Lirio está maldito. Los objetos del 19, como sabes, son similares al anillo de Sauron, pero con diferente poder y maldición. En este primer turno: te encuentras con el pozo, escuchas la conversación entre las maestras e Ian Egdecomb. Adda Lovelace va a preparar una cura para socorrer el pueblo. Ian está haciendo un esfuerzo inmenso por tal de controlar al pueblo. El momento en el que el esfuerzo supera su límite es el momento en el que empieza tu turno. El pueblo de Lirio es receloso con las visitas, atacará a los extranjeros: a Ian, a las maestras, a la compañía y a ti. Tu objetivo será proteger a las maestras y, sobre todo, a la gente de Lirio. Recuerda que son gente humilde, malditos. Busca una manera de poder retenerlos sin necesidad de matarlos.
Deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
En este desafío cabe la posibilidad de ganar un puesto en la Academia Hekshold
* Información importante:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Ian Egdecomb no tiene ficha. La tendrá en un futuro. He estado posponiéndolo porque, antes de hacerla, me gusta presentarlo en un tema. Esto lo hago porque quizás a ti se te ocurre una característica más del personaje que a mí no se me ha ocurrido. Todo lo que digas sobre él y la forma en que lo manejes puede ser muy útil para la elaboración de su ficha.
Las caravanas y los caballos se quedaron en los lindes de la aldea. La mitad de los trabajadores se encargaron de preparar el puesto de partida; la otra mitad sirvieron de escoltas para la maestras. Lirio era un lugar un humilde, apenas había cinco familias al completo. Adda Lovelace, despreocupada, dijo que no era necesario tomar tantas precauciones, que las familias de Lirio se asustarían al ver a un grupo de hombres armados. Meitner, muy distinta a Lovelace, insistió en que la seguridad era necesaria. Si el mensaje que Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, le entregó decía la verdad, las gentes de Lirio corrían el peligro de temer algo más grande que un grupo de brujos armados.
Lirio se organizaba de la siguiente manera: once grandes casa, dos para cada familia y la restante, la más pequeña, para el extranjero, con amplios jardines congregadas alrededor de un pozo. A las fuerzas, un granero, una pequeña forja y un aserradero. Lovelace explicó al resto de la compañía que la gente de Lirio vivía como si todos perteneciesen a la misma familia. Confiaban los unos en los otros, compartían todo lo que tenía. La máxima que se seguía: Hoy por ti y mañana por mí. Todos eran hermanos; casi literalmente. Si existiesen dados del árbol genealógico de los habitantes, se vería como todos pertenecían a la misma raíz.
-¿Cómo una secta?- preguntó un trabajador.
-Como una gran familia viviendo en el paraíso- contestó la maestra Lovelace con una sonrisa.
Ian Egdecomb, el sujeto que escribió la carta, el extranjero de Lirio, esperaba a las maestras en al lado del pozo. Niños y jóvenes adolescentes bebían agua a su alrededor. Ian Egdecomb levantó los brazos como si estuviera abrazando al aire. Se le veía feliz, aliviado. Lise Meitner comprendió el por qué.
-¡Maestras Lovelace y Meitner! Os he estado esperando durante toda la mañana, supongo que no os fue fácil encontrar Lirio- dijo riendo, Ian parecía estar celebrando una fiesta privada, solo para él.
-Ian Edgecomb, El Hado Novato- dijo la maestra Meitner con voz neutral.
-El mismo que viste y calza-.
-El mismo que maldijo Aerandir al poseer 19 objetos con un gran poder. Objetos que luego perdiste y ni siquiera recuerdas cuáles son-.
-¡Correcto, correctísimo!- afirmó con la cabeza sin menguar la sonrisa.
-Y bien, en tu carta decías que encontraste un objeto maldito. ¿Dónde está?- a la maestra Mietner no le gustaba perder el tiempo.
Ian Egdecomb tomó a un niño, de aproximadamente trece años, por los hombres y le arrastró para ponerlo delante de él. Lise Meitner arqueó una ceja en gesto de duda. Ian Egdecomb lo comprendió al instante, afirmó con la cabeza y habló con voz clara y alegre:
-El señor Rob tiene cincuenta y ocho años- apartó al chico y señaló a una niña que aparentaba los mismos trece años-. Aquella es su mujer, Julia. Hace unos pasteles que están para chuparse los dedos. ¡Los mejores de Lirio! Y, aquel de allá, es Sam, el hijo de ambos. ¿Cuántos años le echáis? ¿Veintiuno, veintidós? ¡Tiene treinta y tres!-
Adda Lovelace se llevó las manos en la boca para ahogar un resoplido de preocupación.
-Estos jóvenes a mi lado que ven son todos los habitantes de Lirio. ¡Vengan, mis queridas maestras! Acérquense. Tienen que verlo con sus propios ojos-.
El Hago Novato recogió agua con el cubo del pozo. Descolgó el cubo de madera de la polea y se lo tendió a Lise Meitner en las manos. Su sonrisa y sus repetidos movimientos afirmativos con la cabeza, instaban a que Meitner bebiese. Ella, en son de la magia y del bienestar de Aerandir, obedeció. Bebió un sorbo directamente del cubo. Las arrugas y las manchas amarillas, propias de la vejes, de las manos se atenuaron. Ofreció el cubo a Lovelace. Ella no bebió, su examen consistía en echar al cubo pociones de todo tipo y ver la reacción que tenía lugar.
-Por lo que supongo, el pozo es uno de los objetos poseídos. Lo encontraste y desde entonces lo has estado protegiendo de los curiosos-.
-¡Correcto, correctísimo!-
–Todos están malditos-.
-Ellos prefieren llamarse eternos. Creen que los Dioses les han otorgado la ofrenda de la inmortalidad-.
-¿Tienes miedo de lo que les pueda suceder?-
-Tengo miedo de que otras personas encuentren el pozo y se conviertan en locos eternos-.
-No te preocupes, querido- la maestra Lovelace se unió a la conversación-. Estas personas tienen una oportunidad de salvarse. Han sido poseídas indirectamente. Sería mucho peor si se hubieran comido el cubo a mordisco. Creo poder fabricar una poción que les devuelva a la normalidad-.
-¡Y a la cordura!-
-Yo los veo muy cuerdos y tranquilos. Apenas se mueven, parecen estatuas-.
-Ian los está controlando- dijo Meitner al oído de Lovelace-. Si los suelta, atacarán-.
El Hado Novato hizo una reverencia para agradecer a las maestras su trabajo. Por primera vez, la Adda Lovelace se percató que la sonrisa de Ian Egdecomb escondía la sombra de una terrible angustía. Lise Meitner lo había deducido desde el primer momento.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
_____________________
* Bienhallado/a eterno joven: Perteneces a la compañía que las maestras Meitner y Lovelace organizaron para socorrer a la aldea Lirio. Puedes participar aunque no seas alumno/a del Hekshold. Si haces bien el desafío, pronto lo serás. A partir de aquí, daré las instrucciones del tema asumiendo que conoces la historia de los 19 objetos malditos y de Ian Egdecomb. Es una historia muy largo; casi todos mis temas desde hace dos años (por no decir todos) están relacionados con esta gran historia.
Quienes beben del agua directamente del pozo se tornan un poco más jóvenes. El pueblo de Lirio está maldito. Los objetos del 19, como sabes, son similares al anillo de Sauron, pero con diferente poder y maldición. En este primer turno: te encuentras con el pozo, escuchas la conversación entre las maestras e Ian Egdecomb. Adda Lovelace va a preparar una cura para socorrer el pueblo. Ian está haciendo un esfuerzo inmenso por tal de controlar al pueblo. El momento en el que el esfuerzo supera su límite es el momento en el que empieza tu turno. El pueblo de Lirio es receloso con las visitas, atacará a los extranjeros: a Ian, a las maestras, a la compañía y a ti. Tu objetivo será proteger a las maestras y, sobre todo, a la gente de Lirio. Recuerda que son gente humilde, malditos. Busca una manera de poder retenerlos sin necesidad de matarlos.
Deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
En este desafío cabe la posibilidad de ganar un puesto en la Academia Hekshold
* Información importante:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Ian Egdecomb no tiene ficha. La tendrá en un futuro. He estado posponiéndolo porque, antes de hacerla, me gusta presentarlo en un tema. Esto lo hago porque quizás a ti se te ocurre una característica más del personaje que a mí no se me ha ocurrido. Todo lo que digas sobre él y la forma en que lo manejes puede ser muy útil para la elaboración de su ficha.
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: La fuente de la juventud [Desafío]
Aquello si que era un golpe de suerte.
Bueno, tal vez no podía considerarlo "suerte", exactamente. Con el tiempo que había pasado y el esfuerzo que había empeñado, era inevitable que consiguiese una oportunidad como aquella. Pero aun así, no esperaba que surgiese algo tan perfecto. Tenía que agradecérselo a Alba. La bruja era, probablemente, el mejor contacto que tenía relacionado con la Hekshold. Era gracias a ella a la que había conseguido ese trabajo. Y con ello, la oportunidad de hablar con dos de los mayores brujos que había en Aerandir.
Había oído ciertas cosas sobre la academia. En un principio, no me había interesado demasiado. Creía que era un lugar para que los brujos aprendiesen a controlar los elementos, y poco más. Pero estaba equivocado. Era algo mucho mayor. Un centro de conocimiento como ningún otro. Un sitio especializado para almacenar y enseñar. Y, aunque gran parte de esto se centraba en la magia, había muchas otras cosas. Alquimia, herrería, carpintería, matemáticas, astronomía... la lista era exhaustiva. Pero lo importante para mi era otra cosa. Ahí tenía que haber uno de los mayores especialistas en Arcanos que existían.
Aunque tenía bastante experiencia creando y manipulando runas, la experimentación tenía sus límites si no le acompañaba un aprendizaje intensivo. Sabía que podía hacerlo mejor, y que las runas que usase podían salvar mi vida. Así que debía mejorar. Pero no era el único motivo para estar allí.
El mayor motivo estaba grabado en mi hombro.
-Uff... ah...- jadeó Alba. -Nada como un paseo de dos horas para recordarme como es la isla.- dijo, apoyándose contra una pared. -Y yo que creía que la echaba de menos.- dijo, sonriendo.
-Es un poco irónico el que alguien que controla el aire se quede sin aliento.- observé, riendo entre dientes.
-Ja, ja.- la bruja me sacó la lengua y se incorporó, dando un pequeño salto en el sitio. -¡Esto no es suficiente para detenerme! Tu sabes que siempre estoy lista para un poco de... "avientura"- dijo, soltando una carcajada. Esbocé una mueca. Aquello me había dolido en el alma.
Miré alrededor. Una multitud de jovenes estaba congregada junto al pozo. A su lado, las maestras Meitner y Lovelace... y un hombre de aspecto extraño, al cual no conocía. Me acerqué, atento a lo que decían. No tenía demasiado interés en Lovelace: Meitner era la que dominaba las runas. Tendría que comportarme bien si quería ganarme su ayuda. Después de todo, solo estaba allí como escolta, al menos en un principio.
Me quedé algo pensativo, dudando de que decir. Hasta que la maestra identificó al llamado Ian Edgecomb.
-¿Que has qué?- intervine. ¿19 objetos malditos y ni siquiera se acordaba de cuales? Aquello era más que un simple descuido. -¿Por qué pareces tan contento al admitir todo eso?- inquirí, cruzándome de brazos.
-No lo estoy. Me siento increíblemente arrepentido y culpable. Culpable y arrepentido.- aseguró, aún sonriente. ¿Me estaba tomando el pelo? Alterné la mirada entre los adultos cercanos. Meitner era inescrutable. La otra maestra tampoco parecía muy sorprendida. Alba simplemente se encogió de hombros. Suspiré, frotandome la sien.
Contemplé la explicación del hado, escéptico. Los niños eran... ¿adultos? ¿Atrapados en cuerpos de preadolescentes? Aquello si que era una maldición. Pero la demostración del agua milagrosa si fue sorprendente. Aquello era increible. ¿A que precio llegaría una botella de ese agua? Me moví algo inquieto, pensativo. No sería suficiente si eliminaba mis posibilidades de librarme de esa runa.
-Curarlos no va a ser suficiente. Si el pozo resulta un problema, la mejor opción es bloquearlo de alguna manera... pero aun así. ¿Estás seguro de que es el pozo en sí?- pregunté, dirigiendome a Ian.
-¿Qué? Err, bueno. No estoy del todo...- fruncí el ceño. El hombre parecía nervioso. Casi tartamudeaba. -Has visto lo que hace el agua, ¿no? Tiene que ser el pozo.-
-El agua del pozo viene desde más abajo.- dije. -Es posible que haya algo flotando que sea lo que esté afectando el agua. Es decir... es probable que el pozo estuviese aquí incluso antes de que ocurriese todo esto, ¿no?- Una gota de sudor resbaló por la frente del hombre. ¿Por qué estaba tan ansioso? No. Espera. Aquello no eran nervios. Se estaba sobreextendiendo. Para cuando me di cuenta, era tarde. El hombre cayó de rodillas. Y algo cambió al instante.
Los niños, que hasta el momento se habían quedado bebiendo en silencio, estallaron en gritos. Y se desató el caos. Aquella multitud de críos empezó a desperdigarse por toda la aldea. Algunos corrieron a distintas casas, volviendo segundos después con armas improvisadas y herramientas de granja. La mayoría parecían demasiado grandes o pesadas para ellos. Pero esos no eran niños normales. No había cordura en su mirada. Desenvainé a Brillo.
-¡Asher, no!- me detuvo Alba. -¡No puedes matarlos!-
-Está bajo control.- declaré. Saqué una pequeña piedra de mi bolsillo y la lancé al aire. La runa voló por encima de mi... y, mientras caía, la destrocé con un tajo de la espada.[1] Un destello eléctrico iluminó el pozo, y la hoja empezó a emitir una corriente continua. Coloqué a Brillo en su funda. Aquello sería suficiente electricidad para dejar a alguien débil sin ganas de luchar durante un rato.
Me acerqué a las maestras, colocandome entre ellas y el primer de los mocosos con una horca de granja. El chico estaba lanzando una especie de grito de guerra mientras cargaba hacia mi. Golpeé la herramienta con mi espada, haciendo que el chico perdiese el control de su arma, y lancé una estocada hacia su estómago. Por supuesto, no iba a atravesarlo con la funda de por medio, pero la descarga eléctrica fue suficiente para hacerle soltar un grito de dolor y, tras unos segundos, caer al suelo.
-¿¡No tienes una forma menos dolorosa de hacer eso!?- preguntó Alba. Un par de chicos se abalanzaron contra ella, con los puños en alto, solo para ser derribados por una onda de viento de la bruja. Corrí hacia ellos, aprovechando que aún no se habían levantado, e hice lo mismo que con el primero: tocarles con la vaina durante unos segundos era suficiente. Aunque los gritos y llantos empezaban a resultar molestos.
-¡No si quieres que lo haga bien!- protesté. ¿Que otras opciones tenia? Pensé brévemente en lanzarlos al pozo, pero aquello podía acabar teniendo consecuencias muy negativas. ¿Los estrangulaba hasta que cayesen? No, eso podía salir mal. Suspiré. Odiaba que me limitasen tanto.
Tenía que dejar de dudar tanto. Un puñado de niños estaba empujando y pateando a Ian, que seguía en el suelo. Suspiré. ¿Iba a tener que ponerme serio? Apunté al grupo con Brillo, y la sortija del mango se volvió negra. Un portal apareció de la nada. A través de él, lo único que se veía era oscuridad. [2]
-¡Silencio!- llamé, invocando al ser de vacío. Unas manos de la negrura más absoluta empezaron a aparecer, intentando agarrar todo ser vivo cercano. El ser terminó de materializarse, aún con su forma extraña e indefinida. Dos de los niños salieron corriendo y chillando, asustados, pero el resto intentó golpearlo. Sus golpes se encontraron con algo tan sólido como el metal.
Aproveché el momento para aplicarles la misma descarga. Tres destellos de luz después, los chicos estaban tumbados en el suelo, y el monstruo había desaparecido sin dejar rastro. ¿Cuantos más quedaban?
Bueno, tal vez no podía considerarlo "suerte", exactamente. Con el tiempo que había pasado y el esfuerzo que había empeñado, era inevitable que consiguiese una oportunidad como aquella. Pero aun así, no esperaba que surgiese algo tan perfecto. Tenía que agradecérselo a Alba. La bruja era, probablemente, el mejor contacto que tenía relacionado con la Hekshold. Era gracias a ella a la que había conseguido ese trabajo. Y con ello, la oportunidad de hablar con dos de los mayores brujos que había en Aerandir.
Había oído ciertas cosas sobre la academia. En un principio, no me había interesado demasiado. Creía que era un lugar para que los brujos aprendiesen a controlar los elementos, y poco más. Pero estaba equivocado. Era algo mucho mayor. Un centro de conocimiento como ningún otro. Un sitio especializado para almacenar y enseñar. Y, aunque gran parte de esto se centraba en la magia, había muchas otras cosas. Alquimia, herrería, carpintería, matemáticas, astronomía... la lista era exhaustiva. Pero lo importante para mi era otra cosa. Ahí tenía que haber uno de los mayores especialistas en Arcanos que existían.
Aunque tenía bastante experiencia creando y manipulando runas, la experimentación tenía sus límites si no le acompañaba un aprendizaje intensivo. Sabía que podía hacerlo mejor, y que las runas que usase podían salvar mi vida. Así que debía mejorar. Pero no era el único motivo para estar allí.
El mayor motivo estaba grabado en mi hombro.
-Uff... ah...- jadeó Alba. -Nada como un paseo de dos horas para recordarme como es la isla.- dijo, apoyándose contra una pared. -Y yo que creía que la echaba de menos.- dijo, sonriendo.
-Es un poco irónico el que alguien que controla el aire se quede sin aliento.- observé, riendo entre dientes.
-Ja, ja.- la bruja me sacó la lengua y se incorporó, dando un pequeño salto en el sitio. -¡Esto no es suficiente para detenerme! Tu sabes que siempre estoy lista para un poco de... "avientura"- dijo, soltando una carcajada. Esbocé una mueca. Aquello me había dolido en el alma.
Miré alrededor. Una multitud de jovenes estaba congregada junto al pozo. A su lado, las maestras Meitner y Lovelace... y un hombre de aspecto extraño, al cual no conocía. Me acerqué, atento a lo que decían. No tenía demasiado interés en Lovelace: Meitner era la que dominaba las runas. Tendría que comportarme bien si quería ganarme su ayuda. Después de todo, solo estaba allí como escolta, al menos en un principio.
Me quedé algo pensativo, dudando de que decir. Hasta que la maestra identificó al llamado Ian Edgecomb.
-¿Que has qué?- intervine. ¿19 objetos malditos y ni siquiera se acordaba de cuales? Aquello era más que un simple descuido. -¿Por qué pareces tan contento al admitir todo eso?- inquirí, cruzándome de brazos.
-No lo estoy. Me siento increíblemente arrepentido y culpable. Culpable y arrepentido.- aseguró, aún sonriente. ¿Me estaba tomando el pelo? Alterné la mirada entre los adultos cercanos. Meitner era inescrutable. La otra maestra tampoco parecía muy sorprendida. Alba simplemente se encogió de hombros. Suspiré, frotandome la sien.
Contemplé la explicación del hado, escéptico. Los niños eran... ¿adultos? ¿Atrapados en cuerpos de preadolescentes? Aquello si que era una maldición. Pero la demostración del agua milagrosa si fue sorprendente. Aquello era increible. ¿A que precio llegaría una botella de ese agua? Me moví algo inquieto, pensativo. No sería suficiente si eliminaba mis posibilidades de librarme de esa runa.
-Curarlos no va a ser suficiente. Si el pozo resulta un problema, la mejor opción es bloquearlo de alguna manera... pero aun así. ¿Estás seguro de que es el pozo en sí?- pregunté, dirigiendome a Ian.
-¿Qué? Err, bueno. No estoy del todo...- fruncí el ceño. El hombre parecía nervioso. Casi tartamudeaba. -Has visto lo que hace el agua, ¿no? Tiene que ser el pozo.-
-El agua del pozo viene desde más abajo.- dije. -Es posible que haya algo flotando que sea lo que esté afectando el agua. Es decir... es probable que el pozo estuviese aquí incluso antes de que ocurriese todo esto, ¿no?- Una gota de sudor resbaló por la frente del hombre. ¿Por qué estaba tan ansioso? No. Espera. Aquello no eran nervios. Se estaba sobreextendiendo. Para cuando me di cuenta, era tarde. El hombre cayó de rodillas. Y algo cambió al instante.
Los niños, que hasta el momento se habían quedado bebiendo en silencio, estallaron en gritos. Y se desató el caos. Aquella multitud de críos empezó a desperdigarse por toda la aldea. Algunos corrieron a distintas casas, volviendo segundos después con armas improvisadas y herramientas de granja. La mayoría parecían demasiado grandes o pesadas para ellos. Pero esos no eran niños normales. No había cordura en su mirada. Desenvainé a Brillo.
-¡Asher, no!- me detuvo Alba. -¡No puedes matarlos!-
-Está bajo control.- declaré. Saqué una pequeña piedra de mi bolsillo y la lancé al aire. La runa voló por encima de mi... y, mientras caía, la destrocé con un tajo de la espada.[1] Un destello eléctrico iluminó el pozo, y la hoja empezó a emitir una corriente continua. Coloqué a Brillo en su funda. Aquello sería suficiente electricidad para dejar a alguien débil sin ganas de luchar durante un rato.
Me acerqué a las maestras, colocandome entre ellas y el primer de los mocosos con una horca de granja. El chico estaba lanzando una especie de grito de guerra mientras cargaba hacia mi. Golpeé la herramienta con mi espada, haciendo que el chico perdiese el control de su arma, y lancé una estocada hacia su estómago. Por supuesto, no iba a atravesarlo con la funda de por medio, pero la descarga eléctrica fue suficiente para hacerle soltar un grito de dolor y, tras unos segundos, caer al suelo.
-¿¡No tienes una forma menos dolorosa de hacer eso!?- preguntó Alba. Un par de chicos se abalanzaron contra ella, con los puños en alto, solo para ser derribados por una onda de viento de la bruja. Corrí hacia ellos, aprovechando que aún no se habían levantado, e hice lo mismo que con el primero: tocarles con la vaina durante unos segundos era suficiente. Aunque los gritos y llantos empezaban a resultar molestos.
-¡No si quieres que lo haga bien!- protesté. ¿Que otras opciones tenia? Pensé brévemente en lanzarlos al pozo, pero aquello podía acabar teniendo consecuencias muy negativas. ¿Los estrangulaba hasta que cayesen? No, eso podía salir mal. Suspiré. Odiaba que me limitasen tanto.
Tenía que dejar de dudar tanto. Un puñado de niños estaba empujando y pateando a Ian, que seguía en el suelo. Suspiré. ¿Iba a tener que ponerme serio? Apunté al grupo con Brillo, y la sortija del mango se volvió negra. Un portal apareció de la nada. A través de él, lo único que se veía era oscuridad. [2]
-¡Silencio!- llamé, invocando al ser de vacío. Unas manos de la negrura más absoluta empezaron a aparecer, intentando agarrar todo ser vivo cercano. El ser terminó de materializarse, aún con su forma extraña e indefinida. Dos de los niños salieron corriendo y chillando, asustados, pero el resto intentó golpearlo. Sus golpes se encontraron con algo tan sólido como el metal.
Aproveché el momento para aplicarles la misma descarga. Tres destellos de luz después, los chicos estaban tumbados en el suelo, y el monstruo había desaparecido sin dejar rastro. ¿Cuantos más quedaban?
__________________________________________________________________________________
[1] Usadas habilidades: Runa elemental - Descarga y Absorber
[2] Usado objeto: Sortija encantada por la luna (Tercer Poder: Súbdito de Vacío)
Alba es un PNJ del Clan de Los Nómadas. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: La fuente de la juventud [Desafío]
El miembro 'Asher' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2234
Nivel de PJ : : 0
Re: La fuente de la juventud [Desafío]
En teoría iba a ir el profesor Hartem a Lirio, junto con las maestras Lovelace y Meitner. Yo iba a quedar como profesora sustituta en sus clases cuando él se fuera. Pero al final se negó, quería hacer unos experimentos con sus alumnos y cambiamos las tornas: yo iría con las maestras. Me daba igual, podía dar las clases que me pidiera, o ir a ayudar a las maestras, además decían que irían a una misión un tanto peliaguda, perfectamente podría serles de ayuda para la defensa. Días después de que me dijeran a qué iban exactamente, partimos.
En una pequeña aldea, llamada Lirio, estaba ocurriendo algo extraño. Habían recibido una carta sobre un objeto maldito y tenían que ir a ver qué pasaba. Así que, para allá que fuimos nosotras tres y una gran comitiva para la defensa. ¡Sí que tenía que ser poderosa la maldición! Yo iba bastante tranquila, después de haber visto atrocidades con los vampiros, las maldiciones no me producían tanto miedo, sobre todo cuando no tenía yo nada que ver con ellas. Si las víctimas eran de un pueblo, pues nada, a esperar que las maestras Meitner y Lovelace les salvaran. Eso sí, el camino se me estaba haciendo eterno, era como si no avanzásemos.
- ¿Por qué es tan largo el camino? - pregunté más para mí. La isla no era tan grande como para tardar tantísimo desde Beltrexus hasta Lirio. Viendo donde estaba situada en los mapas que habían dibujado, era imposible tardar tanto.
- Creemos que hay un hechizo. - comentó la profesora Lovelace, con su siempre habitual calma. Genial… ¡Íbamos a hacernos viejos hasta que llegásemos a la aldea!, pensé para mí. Aunque no pude evitar soltar una miradita a ambas profesoras.
Por fin llegamos. La aldea parecía normal. Un hombre apareció frente a nosotras y saludó a las maestras. Enarqué una ceja, recorriéndolo con la mirada de arriba abajo, sin disimular una mueca de enfado. ¿¡Cómo que “maestras Lovelace y Meitner”!? Y yo, ¿¡qué!? También era maestra. ¿Ese tipo era idiota? Rodé los ojos, cruzándome de brazos y descargando mi peso en una pierna. Carraspeé, aunque no sirvió de mucho y eso me crispó más. No me gustaba pasar desapercibida, y menos también había sido elegida para ir a la misión pero, ¿qué le podía pedir al tonto ese? Continuaron hablando sobre la maldición y trajo a unos niños. Eran unos críos, pero el tal Ian Edgecomb decía que eran adultos y hasta viejos. ¿En serio? Mi enfado dejó paso a la curiosidad, que aumentó cuando empezó a sacar agua del pozo. La maestra Meitner probó y… ¡rejuveneció! Mis ojos se abrieron más, mirando el agua. ¿Era eso? Le ofreció a la maestra Lovelace, pero como no sabía si a mí me ofrecería o no, aproveché y yo sí bebí del segundo cubo que sacó. Quería probarlo. Obviamente, sabía que yo era joven, bella y todo eso. Pero… ¿rejuvenecer? ¡Por los dioses! ¡Eso era genial! No quería convertirme en una cría como los del pueblo pero, ¿tal vez tres o cuatro años menos? ¡Sí! Volver a tener veintidós o veintitrés…
Sin dudarlo, bebí.
¿¡Por qué esto era una maldición!? Podía hacer eternamente jóvenes a quienes probasen esta agua. Aunque sí que era verdad, que mejor que no se enterase el resto de habitantes, la consumirían en días. Pero, estaría bien para los habitantes de la isla. O para los maestros del Hekshold… Ser eternamente joven parecía ser una maravilla, anhelado por muchos. Por mí, también. No era capaz de pensar cómo sería al verme vieja. Miré, de nuevo, a las maestras y negué. Prefería mantenerme joven para siempre, no tener el pelo blanco y estropeado, ni arrugas o manchas en la piel. Ser siempre hábil, ágil, fuerte, poder seguir siendo cazadora por mucho más tiempo. Era lo que me daba rabia de los vampiros y de los elfos. Los vampiros no envejecían, aunque bien cierto era que estaban malditos y merecían estar todos muertos. Y los elfos, ¿alguien había visto a un elfo envejecer? Sí… con trescientos años o así. Casi siempre aparentaban ser tan jóvenes. ¿Por qué no nos podíamos aprovechar nosotros de esto? Estaba en nuestra isla, en nuestro territorio. Nos pertenecía. Yo seguía cavilando, mirando el pozo.
No presté atención a la conversación de las maestras con el hombre más mayor del pueblo. Mojé mis labios y alcé la vista justo en el momento en que la maestra Lovelace decía de hacer una poción para salvarlos. Vale, si los conseguía salvar, menos gente probaría el líquido del pozo. Estaba de acuerdo en eso. Pero el tipo estaba muy raro, y los críos, más.
Uno de los guardias, un hombre bestia con forma de perro, intervino. Me giré con una mirada sentenciante. ¿Quién era este tipejo para hablar? Si solo tenía que estar defendiendo, mejor que cerrase el hocico. Y encima quería bloquear el pozo. Claro, claro…
Resoplé ante la actitud de animal de ese tipo. - ¿Y si solo lo tapamos? Estaría bien que pudiéramos acceder al pozo para estudiar el agua - propuse a las maestras. - Si ahora quitamos el objeto, o lo que haya ahí abajo, el agua perderá sus propiedades y no podremos investigar. Puede afectar a las rocas, filtraciones en la tierra, sedimentos… Creo que podríamos estudiarlo el maestro Hartem y yo. - Avancé hasta el pozo - y también los de Tensái de agua. Puede ser un buen objeto de estudio.
Y, de pronto… Los críos regresaron a sus casas y salieron con armas rudimentarias. Para más inri, el perro impertinente desenvainó su espada y se puso a atacarles. Enarqué una ceja y miré a las maestras. - ¿Y este es nuestro guardia? - Resoplé. Vaya motivado…
Sacó una especie de hechizo de oscuridad y le miré, con la cara descompuesta. De nuevo, miré a las maestras buscando algo de apoyo en la nefasta decisión de dejar que los hombres bestia sirvieran de guardia. ¡Eran animales! ¿Qué se podía esperar de ellos?
Los críos estaban alterados y, obviamente, trataban de defenderse. Aparte de lo raros que estaban, que habían atacado a Ian y nos amenazaban con sus armas, aunque estaban más entretenidos con lo que sea que había sacado el hombre bestia.
- ¡Basta! ¿¡Pero qué haces!? - gruñí al perro. Tenía que ir yo a dar ejemplo. Las maestras no necesitaban protección, pero si la necesitasen, no era esa. Extendí una de mis manos y una pequeña “ola de tierra” avanzó hacia la aldea, tirando a los niños al suelo. - Déjate de trucos. Si tenemos que investigar será mejor apartarlos del pozo, y ya. - Como si yo lo supiera todo, levanté un muro de tierra de unos dos metros y medio unos metros por detrás del pozo, para tratar de dividir la aldea en dos y que los críos no estuviesen incordiando. - Ahora podemos investigar, hacer las pociones para curarlos y todo eso. - Miré con soberbia al hombre bestia, como si yo tuviera la razón absoluta de todo. Luego volví a las maestras y a Ian. - Tenemos que darnos prisa.
Apenas había quitado la mirada del muro, tan solo para hablar con ellos. Si perdía la concentración, era probable que se cayera por algún lado y pudiesen entrar los enanos a seguir molestando.
En una pequeña aldea, llamada Lirio, estaba ocurriendo algo extraño. Habían recibido una carta sobre un objeto maldito y tenían que ir a ver qué pasaba. Así que, para allá que fuimos nosotras tres y una gran comitiva para la defensa. ¡Sí que tenía que ser poderosa la maldición! Yo iba bastante tranquila, después de haber visto atrocidades con los vampiros, las maldiciones no me producían tanto miedo, sobre todo cuando no tenía yo nada que ver con ellas. Si las víctimas eran de un pueblo, pues nada, a esperar que las maestras Meitner y Lovelace les salvaran. Eso sí, el camino se me estaba haciendo eterno, era como si no avanzásemos.
- ¿Por qué es tan largo el camino? - pregunté más para mí. La isla no era tan grande como para tardar tantísimo desde Beltrexus hasta Lirio. Viendo donde estaba situada en los mapas que habían dibujado, era imposible tardar tanto.
- Creemos que hay un hechizo. - comentó la profesora Lovelace, con su siempre habitual calma. Genial… ¡Íbamos a hacernos viejos hasta que llegásemos a la aldea!, pensé para mí. Aunque no pude evitar soltar una miradita a ambas profesoras.
Por fin llegamos. La aldea parecía normal. Un hombre apareció frente a nosotras y saludó a las maestras. Enarqué una ceja, recorriéndolo con la mirada de arriba abajo, sin disimular una mueca de enfado. ¿¡Cómo que “maestras Lovelace y Meitner”!? Y yo, ¿¡qué!? También era maestra. ¿Ese tipo era idiota? Rodé los ojos, cruzándome de brazos y descargando mi peso en una pierna. Carraspeé, aunque no sirvió de mucho y eso me crispó más. No me gustaba pasar desapercibida, y menos también había sido elegida para ir a la misión pero, ¿qué le podía pedir al tonto ese? Continuaron hablando sobre la maldición y trajo a unos niños. Eran unos críos, pero el tal Ian Edgecomb decía que eran adultos y hasta viejos. ¿En serio? Mi enfado dejó paso a la curiosidad, que aumentó cuando empezó a sacar agua del pozo. La maestra Meitner probó y… ¡rejuveneció! Mis ojos se abrieron más, mirando el agua. ¿Era eso? Le ofreció a la maestra Lovelace, pero como no sabía si a mí me ofrecería o no, aproveché y yo sí bebí del segundo cubo que sacó. Quería probarlo. Obviamente, sabía que yo era joven, bella y todo eso. Pero… ¿rejuvenecer? ¡Por los dioses! ¡Eso era genial! No quería convertirme en una cría como los del pueblo pero, ¿tal vez tres o cuatro años menos? ¡Sí! Volver a tener veintidós o veintitrés…
Sin dudarlo, bebí.
¿¡Por qué esto era una maldición!? Podía hacer eternamente jóvenes a quienes probasen esta agua. Aunque sí que era verdad, que mejor que no se enterase el resto de habitantes, la consumirían en días. Pero, estaría bien para los habitantes de la isla. O para los maestros del Hekshold… Ser eternamente joven parecía ser una maravilla, anhelado por muchos. Por mí, también. No era capaz de pensar cómo sería al verme vieja. Miré, de nuevo, a las maestras y negué. Prefería mantenerme joven para siempre, no tener el pelo blanco y estropeado, ni arrugas o manchas en la piel. Ser siempre hábil, ágil, fuerte, poder seguir siendo cazadora por mucho más tiempo. Era lo que me daba rabia de los vampiros y de los elfos. Los vampiros no envejecían, aunque bien cierto era que estaban malditos y merecían estar todos muertos. Y los elfos, ¿alguien había visto a un elfo envejecer? Sí… con trescientos años o así. Casi siempre aparentaban ser tan jóvenes. ¿Por qué no nos podíamos aprovechar nosotros de esto? Estaba en nuestra isla, en nuestro territorio. Nos pertenecía. Yo seguía cavilando, mirando el pozo.
No presté atención a la conversación de las maestras con el hombre más mayor del pueblo. Mojé mis labios y alcé la vista justo en el momento en que la maestra Lovelace decía de hacer una poción para salvarlos. Vale, si los conseguía salvar, menos gente probaría el líquido del pozo. Estaba de acuerdo en eso. Pero el tipo estaba muy raro, y los críos, más.
Uno de los guardias, un hombre bestia con forma de perro, intervino. Me giré con una mirada sentenciante. ¿Quién era este tipejo para hablar? Si solo tenía que estar defendiendo, mejor que cerrase el hocico. Y encima quería bloquear el pozo. Claro, claro…
Resoplé ante la actitud de animal de ese tipo. - ¿Y si solo lo tapamos? Estaría bien que pudiéramos acceder al pozo para estudiar el agua - propuse a las maestras. - Si ahora quitamos el objeto, o lo que haya ahí abajo, el agua perderá sus propiedades y no podremos investigar. Puede afectar a las rocas, filtraciones en la tierra, sedimentos… Creo que podríamos estudiarlo el maestro Hartem y yo. - Avancé hasta el pozo - y también los de Tensái de agua. Puede ser un buen objeto de estudio.
Y, de pronto… Los críos regresaron a sus casas y salieron con armas rudimentarias. Para más inri, el perro impertinente desenvainó su espada y se puso a atacarles. Enarqué una ceja y miré a las maestras. - ¿Y este es nuestro guardia? - Resoplé. Vaya motivado…
Sacó una especie de hechizo de oscuridad y le miré, con la cara descompuesta. De nuevo, miré a las maestras buscando algo de apoyo en la nefasta decisión de dejar que los hombres bestia sirvieran de guardia. ¡Eran animales! ¿Qué se podía esperar de ellos?
Los críos estaban alterados y, obviamente, trataban de defenderse. Aparte de lo raros que estaban, que habían atacado a Ian y nos amenazaban con sus armas, aunque estaban más entretenidos con lo que sea que había sacado el hombre bestia.
- ¡Basta! ¿¡Pero qué haces!? - gruñí al perro. Tenía que ir yo a dar ejemplo. Las maestras no necesitaban protección, pero si la necesitasen, no era esa. Extendí una de mis manos y una pequeña “ola de tierra” avanzó hacia la aldea, tirando a los niños al suelo. - Déjate de trucos. Si tenemos que investigar será mejor apartarlos del pozo, y ya. - Como si yo lo supiera todo, levanté un muro de tierra de unos dos metros y medio unos metros por detrás del pozo, para tratar de dividir la aldea en dos y que los críos no estuviesen incordiando. - Ahora podemos investigar, hacer las pociones para curarlos y todo eso. - Miré con soberbia al hombre bestia, como si yo tuviera la razón absoluta de todo. Luego volví a las maestras y a Ian. - Tenemos que darnos prisa.
Apenas había quitado la mirada del muro, tan solo para hablar con ellos. Si perdía la concentración, era probable que se cayera por algún lado y pudiesen entrar los enanos a seguir molestando.
Cassandra C. Harrowmont
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 142
Nivel de PJ : : 1
Re: La fuente de la juventud [Desafío]
El miembro 'Cassandra C. Harrowmont' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2234
Nivel de PJ : : 0
Re: La fuente de la juventud [Desafío]
¿Durante cuánto tiempo Egdecomb había estado controlando al pueblo de Lirio? Adie, el mensajero por excelencia de Aerandir, estaba en Verisar; sin él, una carta común tardaba semanas en llegar a su destino. En el mejor de los casos, Ian llevaba una semana entera despierto, conjurando dos hechizos al mismo tiempo: la niebla que proteja a Lirio de los extranjeros y el control de mentes sobre los jóvenes malditos. En el peor de los casos, calculaba Meitner mentalmente, Ian podía haber estado un mes entero conjurando. De estar presente el maestro Rutherford, se hubiera quedado maravillado por las habilidades de El Hado Novato y hubiera dicho que la locura del hechizo era fruto de su enorme poder. Meitner, sin embargo, no sintió admiración por Ian; sino ternura. De haber estado en el lugar de El Hado, hubiera matado a los malditos como lo estaba haciendo el hombre perro y encerrado el pozo como lo hacía la maestra Harrowmont, la quien discípula de Hartem. Habría sido una solución más válida que controlar y esperar. Al menos, no hubiera derivado en unos pueblerinos armados con hozas y rastrillos atacando a todo aquel que aparentase tener más de trece años.
Adda Lovelace estaba arrodillada junto con Ian Egdecomb. Éste, en cuanto perdió el control sobre sus hechizos, se había quedado dormido. Con una mano, la maestra Lovelace reunía sus pócimas y experimentaba con el agua buscando una cura; la otra la tenía puesta sobre el pecho de Ian asegurándose de que el pulso de El Hado se mantenía constante. Otro brujo, en su lugar, habría muerto de cansancio.
El agua del pozo que Lovelace examinaba en un frasco de cristal comenzó a hervir y a teñirse de rosa. Los niños, fuera del reglón de piedra maciza, gritaban como demonios enloquecidos.
-¿Cuánto te queda?- preguntó Meitner a Lovelace
-No lo sé. Pueden ser minutos u horas. La caligrafía de Egdecomb es confusa y sus notas están repletas de garabatos-
Esto lo decía porque, mientas le medía el pulso, le había cogido prestado un cuaderno de cuero donde había escrito los ensayos que realizó en Lirio. Lovelace creyó que entre las notas estaba la cura de la maldición.
El tiempo era de vital importancia. Una lección que Egdecomb sabía muy bien; por eso motivo había estado guardando Lirio de los curiosos. Cualquier viajero que pasase cerca del pueblo, escucharía los gritos, se asomaría pasar saber qué está pasando y moriría por el ataque de unos viejos con cuerpos de niños. Meitner levantó las manos; una nube negra descansó sobre Lirio. Primero vino el viento y luego la lluvia. Un huracán rodeó la Lirio para que nadie pudiera entrar o salir del pueblo. La nube negra hacia la misma función que una capa para un ilusionista callejero: ocultar las evidencias.
Del otro lado de la pared de Harrowmont, los niños invocaban sus elementos y los hacían chocar contra la piedra. Fuego, agua, viento y tierra. Harrowmont era buena, una Hartem; pero no lo suficiente.
-Guardias, inmovilizad a los críos. Sin herirlos- la última frase la añadió después, más por respeto hacia Lovelace que porque a ella le hubiera gustado - Pronto les sanaremos. Harrowmont, por lo que más quieras, ayuda a Lovelace con la pócima. Haz lo que te pida. Confío en ti-.
De un manotazo, deshizo el hechizo de la muralla de roca de Harrowmont. Como cualquiera de la casa Hartem, la chica era decidida y tenía carácter. Dos cualidades que le llevarían al desastre. Lirio, o quizás el objeto maldito, se nutría de las habilidades mágicas y se las ofrecía a los niños. Meitner lo notó cuando invocó la tormenta. Se sintió débil y sofocada. Antes de que Harrowmont se cayese, como le estaba a punto de suceder a Meitner, le liberó de su propio hechizo.
-Cuando Lovelace terminé- Lise sintió una de sus rodillas flaquear - daremos la cura a los críos. Nadie debe tocar el pozo y nadie debe salir de Lirio-.
* Asher: lidera al grupo de guardias y busca la forma de inmovilizar al pueblo. Que nadie salga, que nadie entre y que nadie toque el pozo. Las maestras (y tu npc) se sentirán, cada vez, más débiles, flojas. La maldición del objeto se alimenta de su magia. No temas por usar la fuerza bruta.
* Cassandra C. Harrowmont: Ayuda a la maestra Lovelace con la poción y a la maestra Meitner con el conjuro de protección. Ten mucho cuidado. El objeto del 19 parece ser más poderoso a más hechizos hayan activos en la zona. Asher no podrá inmovilizar a todos los niños a la vez. Son muchos y bastante fuertes (recuerda que se alimentan de vuestros hechizos, a más hechizos, niños más fuertes). Al ser el tuyo el último post, deberás hacer lo posible para que absolutamente TODOS queden retenidos. Proteger a las catedráticas sigue siendo tu máximo prioridad.
* Ambos: Los dos deberéis lanzar la Voluntad de los Dioses.
Me disculpas si el desafío os resulta aburrido. En un principio, estaba ideado para un solo usuario. He dejado que los dos participaseis ya que me interesa que más gente conozca el Hekshold y pueda unirse en estos temas.
Adda Lovelace estaba arrodillada junto con Ian Egdecomb. Éste, en cuanto perdió el control sobre sus hechizos, se había quedado dormido. Con una mano, la maestra Lovelace reunía sus pócimas y experimentaba con el agua buscando una cura; la otra la tenía puesta sobre el pecho de Ian asegurándose de que el pulso de El Hado se mantenía constante. Otro brujo, en su lugar, habría muerto de cansancio.
El agua del pozo que Lovelace examinaba en un frasco de cristal comenzó a hervir y a teñirse de rosa. Los niños, fuera del reglón de piedra maciza, gritaban como demonios enloquecidos.
-¿Cuánto te queda?- preguntó Meitner a Lovelace
-No lo sé. Pueden ser minutos u horas. La caligrafía de Egdecomb es confusa y sus notas están repletas de garabatos-
Esto lo decía porque, mientas le medía el pulso, le había cogido prestado un cuaderno de cuero donde había escrito los ensayos que realizó en Lirio. Lovelace creyó que entre las notas estaba la cura de la maldición.
El tiempo era de vital importancia. Una lección que Egdecomb sabía muy bien; por eso motivo había estado guardando Lirio de los curiosos. Cualquier viajero que pasase cerca del pueblo, escucharía los gritos, se asomaría pasar saber qué está pasando y moriría por el ataque de unos viejos con cuerpos de niños. Meitner levantó las manos; una nube negra descansó sobre Lirio. Primero vino el viento y luego la lluvia. Un huracán rodeó la Lirio para que nadie pudiera entrar o salir del pueblo. La nube negra hacia la misma función que una capa para un ilusionista callejero: ocultar las evidencias.
Del otro lado de la pared de Harrowmont, los niños invocaban sus elementos y los hacían chocar contra la piedra. Fuego, agua, viento y tierra. Harrowmont era buena, una Hartem; pero no lo suficiente.
-Guardias, inmovilizad a los críos. Sin herirlos- la última frase la añadió después, más por respeto hacia Lovelace que porque a ella le hubiera gustado - Pronto les sanaremos. Harrowmont, por lo que más quieras, ayuda a Lovelace con la pócima. Haz lo que te pida. Confío en ti-.
De un manotazo, deshizo el hechizo de la muralla de roca de Harrowmont. Como cualquiera de la casa Hartem, la chica era decidida y tenía carácter. Dos cualidades que le llevarían al desastre. Lirio, o quizás el objeto maldito, se nutría de las habilidades mágicas y se las ofrecía a los niños. Meitner lo notó cuando invocó la tormenta. Se sintió débil y sofocada. Antes de que Harrowmont se cayese, como le estaba a punto de suceder a Meitner, le liberó de su propio hechizo.
-Cuando Lovelace terminé- Lise sintió una de sus rodillas flaquear - daremos la cura a los críos. Nadie debe tocar el pozo y nadie debe salir de Lirio-.
_____________________
* Asher: lidera al grupo de guardias y busca la forma de inmovilizar al pueblo. Que nadie salga, que nadie entre y que nadie toque el pozo. Las maestras (y tu npc) se sentirán, cada vez, más débiles, flojas. La maldición del objeto se alimenta de su magia. No temas por usar la fuerza bruta.
* Cassandra C. Harrowmont: Ayuda a la maestra Lovelace con la poción y a la maestra Meitner con el conjuro de protección. Ten mucho cuidado. El objeto del 19 parece ser más poderoso a más hechizos hayan activos en la zona. Asher no podrá inmovilizar a todos los niños a la vez. Son muchos y bastante fuertes (recuerda que se alimentan de vuestros hechizos, a más hechizos, niños más fuertes). Al ser el tuyo el último post, deberás hacer lo posible para que absolutamente TODOS queden retenidos. Proteger a las catedráticas sigue siendo tu máximo prioridad.
* Ambos: Los dos deberéis lanzar la Voluntad de los Dioses.
Me disculpas si el desafío os resulta aburrido. En un principio, estaba ideado para un solo usuario. He dejado que los dos participaseis ya que me interesa que más gente conozca el Hekshold y pueda unirse en estos temas.
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: La fuente de la juventud [Desafío]
-Fuera de mi camino, niña. Ya tengo suficientes críos con lo que lidiar.- gruñí. ¿A que venía eso? No estaba ayudando. Resoplé. Ni siquiera sabía por qué habíamos traído a alguien así. Tanto Meitner como Lovelace estaban haciendo su trabajo para remediar la situación, pero esa chica demostraba que cualquiera podía obtener el título de maestro. -Si quieres demostrar algo, sé útil.-
Negué con la cabeza al ver el muro de piedra. Eso no detendría a los habitantes de Lirio. Les ganaría algo de tiempo, pero para administrar la cura tendrían que reducirlos a todos. Tal vez debía haber especificado. "Se útil durante más de dos minutos." Pero daba igual. Dos minutos era un buen tiempo para reagrupar al resto de guardias. Los niños que no habían quedado fuera de combate estaban fuera del muro, después de todo. Alcé el brazo, llamando la atención del grupo de guardias. Meitner estaba convocando una tormenta a su alrededor, pero tenía que hacerme oír.
-¡ESCOLTA! ¡Reuníos aquí!- grité. Tenía que liderarlos. Organizar un plan, y llevarlo a cabo. Tenía que hacer que confiasen en mi. -Preparaos. Armas contundentes. Si no tenéis, usad vainas o pomos. Vigilad vuestra fuerza, pero noqueadlos si es necesario. Voy a daros una oportunidad. En cuanto ese muro caiga, no dudéis ni un segundo. Quieren matarnos.- declaré. Pero aquellos eran mercenarios que vivían en las Islas. No le temían a la magia. Algunos eran, seguramente, brujos incluso. -Y si morís, no cobrais. Si alguno escapa, tampoco. Asegurad la zona.- ordené. Sentí una mano en mi hombro.
-Asher... algo va mal.- jadeó Alba. Parecía débil. Casi enferma. Como cuando se sobreextendía. Maldije entre dientes. ¿Como había pasado eso? No era ella la que había invocado una tormenta de la nada. -Ese pozo... está chupando mi magia.- La chica estaba temblando. Cambio de planes.
-¡Todos los brujos! ¡Manteneos a los alrededores! ¡No dejéis que huyan, pero no uséis magia!- grité. Parecía que iba a tener que ponerme serio, después de todo. Desenvainé a Brillo y anulé el encantamiento. La espada dejó de emitir electricidad. Solo quedaba el acero y la plata. -El resto, daos prisa. Y... Maestra Meitner. Tengo que hablar contigo, después de esto.-
El muro se derrumbó con un gesto de la mencionada. Y aquellos niños, reducidos a poco más que un grupo de monstruos, empezaron a lanzar sus hechizos.
No, no era tan simple. Había uno por delante. Igual que yo había hecho con los guardias, él lideraba a esa banda. En un pueblo así, debía ser el alcalde, o algo similar. Una bola de fuego se alzaba por delante de su mano. Había odio en su mirada. Un odio horrible y antinatural. Si querían jugar a ser demonios... tenían las de perder.
Abrí la mano izquierda... y realicé un Salto, moviéndome a una velocidad vertiginosa. La distancia que nos separaba se desvaneció casi al instante. No tuvo tiempo para reaccionar. A sus ojos, me había desvanecido. Y lo siguiente que supo fue que no podía respirar. Alcé al chico, con mi garra en su cuello. Parecía algo mayor a los demás. Coloqué mi espada bajo su barbilla.
-¡DETENEOS, O EL CHICO MUERE!- grité. Las miradas de los críos se volvieron hacia mi. Les había tomado por sorpresa. Aquello era distinto. Por un instante, casi podía ver algo de lucidez en ellos. Todos en ese pueblo eran familia. Eso significaba que eran muy cercanos. La amenaza de decapitar a uno de ellos fue lo suficientemente fuerte como para hacerles dudar durante un instante.
Durante unos breves segundos, no hubo más magia o exhibición de poderes arcanos. El chico pataleó, intentando liberarse de mi agarre. No lo permitiría. Les miré a los ojos. La ira había dejado paso al terror.
No duró, pero fue suficiente. El grupo de escolta había alcanzado a los niños mientras yo hablaba. En cuestión de segundos, muchos fueron inmovilizados. Un brujo con un brazo roto no podía hacer mucho más que centrarse en el dolor, aunque en la mayoría de los casos, no llegó a haber heridas graves. Después de todo, no tenían la fuerza como para librarse de adultos entrenados y armados. Pero el caos volvió a reinar entre los pocos que quedaban de pie.
Solté al chico y le golpeé en el pecho con el pomo de Brillo, que cayó al suelo intentando respirar. Aquello nos daría más que unos pocos segundos.
Usada habilidad de nivel 4: Impulso
Negué con la cabeza al ver el muro de piedra. Eso no detendría a los habitantes de Lirio. Les ganaría algo de tiempo, pero para administrar la cura tendrían que reducirlos a todos. Tal vez debía haber especificado. "Se útil durante más de dos minutos." Pero daba igual. Dos minutos era un buen tiempo para reagrupar al resto de guardias. Los niños que no habían quedado fuera de combate estaban fuera del muro, después de todo. Alcé el brazo, llamando la atención del grupo de guardias. Meitner estaba convocando una tormenta a su alrededor, pero tenía que hacerme oír.
-¡ESCOLTA! ¡Reuníos aquí!- grité. Tenía que liderarlos. Organizar un plan, y llevarlo a cabo. Tenía que hacer que confiasen en mi. -Preparaos. Armas contundentes. Si no tenéis, usad vainas o pomos. Vigilad vuestra fuerza, pero noqueadlos si es necesario. Voy a daros una oportunidad. En cuanto ese muro caiga, no dudéis ni un segundo. Quieren matarnos.- declaré. Pero aquellos eran mercenarios que vivían en las Islas. No le temían a la magia. Algunos eran, seguramente, brujos incluso. -Y si morís, no cobrais. Si alguno escapa, tampoco. Asegurad la zona.- ordené. Sentí una mano en mi hombro.
-Asher... algo va mal.- jadeó Alba. Parecía débil. Casi enferma. Como cuando se sobreextendía. Maldije entre dientes. ¿Como había pasado eso? No era ella la que había invocado una tormenta de la nada. -Ese pozo... está chupando mi magia.- La chica estaba temblando. Cambio de planes.
-¡Todos los brujos! ¡Manteneos a los alrededores! ¡No dejéis que huyan, pero no uséis magia!- grité. Parecía que iba a tener que ponerme serio, después de todo. Desenvainé a Brillo y anulé el encantamiento. La espada dejó de emitir electricidad. Solo quedaba el acero y la plata. -El resto, daos prisa. Y... Maestra Meitner. Tengo que hablar contigo, después de esto.-
El muro se derrumbó con un gesto de la mencionada. Y aquellos niños, reducidos a poco más que un grupo de monstruos, empezaron a lanzar sus hechizos.
No, no era tan simple. Había uno por delante. Igual que yo había hecho con los guardias, él lideraba a esa banda. En un pueblo así, debía ser el alcalde, o algo similar. Una bola de fuego se alzaba por delante de su mano. Había odio en su mirada. Un odio horrible y antinatural. Si querían jugar a ser demonios... tenían las de perder.
Abrí la mano izquierda... y realicé un Salto, moviéndome a una velocidad vertiginosa. La distancia que nos separaba se desvaneció casi al instante. No tuvo tiempo para reaccionar. A sus ojos, me había desvanecido. Y lo siguiente que supo fue que no podía respirar. Alcé al chico, con mi garra en su cuello. Parecía algo mayor a los demás. Coloqué mi espada bajo su barbilla.
-¡DETENEOS, O EL CHICO MUERE!- grité. Las miradas de los críos se volvieron hacia mi. Les había tomado por sorpresa. Aquello era distinto. Por un instante, casi podía ver algo de lucidez en ellos. Todos en ese pueblo eran familia. Eso significaba que eran muy cercanos. La amenaza de decapitar a uno de ellos fue lo suficientemente fuerte como para hacerles dudar durante un instante.
Durante unos breves segundos, no hubo más magia o exhibición de poderes arcanos. El chico pataleó, intentando liberarse de mi agarre. No lo permitiría. Les miré a los ojos. La ira había dejado paso al terror.
No duró, pero fue suficiente. El grupo de escolta había alcanzado a los niños mientras yo hablaba. En cuestión de segundos, muchos fueron inmovilizados. Un brujo con un brazo roto no podía hacer mucho más que centrarse en el dolor, aunque en la mayoría de los casos, no llegó a haber heridas graves. Después de todo, no tenían la fuerza como para librarse de adultos entrenados y armados. Pero el caos volvió a reinar entre los pocos que quedaban de pie.
Solté al chico y le golpeé en el pecho con el pomo de Brillo, que cayó al suelo intentando respirar. Aquello nos daría más que unos pocos segundos.
____________________________________________________________________________
Usada habilidad de nivel 4: Impulso
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: La fuente de la juventud [Desafío]
El miembro 'Asher' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2234
Nivel de PJ : : 0
Re: La fuente de la juventud [Desafío]
La maestra Meitner deshizo el muro que había creado. La verdad es que me sentía bastante más cansada que de costumbre mientras intentaba mantenerlo en pie. Casi me costaba mantenerme yo misma en pie. Pero cuando lo destrozó, volví a sentir algo de energía. No supe qué sucedía hasta que ella lo dijo: la maldición debilitaba la magia. Y era obvio que fortalecía la de los críos. Era imposible que unos enanos fuesen tan fuertes. En cuanto el muro cayó empezaron los chorros de elementos lanzados hacia nosotros. Los guardias saltaron contra ellos y, por una vez en todo el viaje, entendí por qué eran necesarios. En mi mente agradecí el que tuviéramos ese grupo tan numeroso de protectores. Tres brujas sin poder usar la magia, contra ese pueblo de niños magos… estaríamos perdidas.
El perro engreído fue el primero en lanzarse contra ellos. Tomó a uno y le usó de rehén para detenerlos a todos. En ese momento corrí junto a la maestra Lovelace.
- Déjeme ayudarla - dije mientras tomaba las notas de Edgecomb para ver si yo podía descifrar algo. Pensaba que era por la avanzada edad de la profesora, pero no. Es que eran imposibles de descifrar. ¿Ese tío sabía escribir? Eran más que garabatos que parecían hechos por un crío que estaba aprendiendo a escribir. Maldito capullo…
Se oía al perro gritar y al resto de guardias intentando reducir a los críos.
- Vamos, maestra, ¿cuánto le falta a esto? - insté. Ella respondió lo mismo que a la profesora Meitner. Le pasaba las cosas que necesitaba, intentaba ayudar en lo posible, mientras vigilaba que los guardias lo hicieran todo bien. Ningún crío podía acercarse ni al pozo ni a nosotras.
No paraba de mirar para todos lados, aunque estaba atenta a la poción. ¡Esto era imposible! Si esa pócima no se hacía rápido estábamos jodidos. No había que hacer daño a los críos, pero es que no paraban de atacar y eran más poderosos que antes. Encima no podíamos usar la magia.
Y, para más inri, la protección de la maestra Meitner se estaba desvaneciendo. ¡Genial! Otro problema más. Me iba a estallar la cabeza pensando a ese ritmo tan frenético, pero teníamos que hacer algo ya. Los guardias, por suerte, estaban dándonos tiempo para reaccionar, pero… había demasiados críos como para detenerlos a todos.
Entonces pensó algo. Esos críos tenían hoces, azadas y otras armas metálicas para el cultivo. Me levanté y me dirigí hacia ellos, sin moverme. Esto no tendría que mantenerlo, no era el muro.
Alcé los brazos en dirección a donde se encontraban y abriéndolos en abanico hice que todos los objetos metálicos que llevaban en las manos los pequeños habitantes de Lirio salieran volando hacia los lados. Ahora no podrían atacar a los guardias. Esa era mi idea, que no pudieran defenderse, ni siquiera acercándose a nosotros. Pero ese azote de magia me había debilitado un poco más, tuve que apoyarme sobre mis rodillas, respirando entrecortadamente. Me sentía mareada y a punto de caerme. Por suerte para mí, no había mantenido mi habilidad con los metales, sólo había intentado lanzar las armas lo más lejos posible.
- Maestra…
- Queda un poquito…
Me senté con ella para intentar ayudar un poco más, pero poco se podía hacer. Teníamos que esperar a que estuviera completada.
No sabía qué tal les estaba yendo a los guardias. Les habíamos despojado de las armas, pero aún tenían magia. Muchos estaban sufriendo el daño de enfrentarse a gente adulta y entrenada, pero otros tantos seguían en pie y molestando. Uno de ellos se acercó corriendo y gritando como si estuviera poseído. Quería patear los tubos, o a nosotras. Ya ni sé. Pero en cuanto se acercó le di un golpe en la cabeza con mi arco. No iba a gastar flechas con esos enanos, no quería matarlos. Pero el arco era de metal y un buen golpe podía dejar K.O. a alguien de su tamaño. Y así fue. Su carrera se vio truncada por el mazazo que le arreé. ¡A dormir! Por un momento se quedaron estupefactos, los que no estaban atacando a los guardias. Pero luego decidieron que era mejor atacar y, bueno, digamos que alguno se llevó una patada en la cara.
Mi modo de lucha siempre era a distancia, lejos del enemigo a poder ser. Pero también tenía nociones básicas de cómo enfrentarme a una persona a corta distancia. No era una experta, pero hacía falta conocer ciertas cosas si me dedicaba a la caza de vampiros. Y una de ellas era la defensa personal. Uno de ellos recibió una patada en el rostro, y a otro le volví a dar con el arco. Necesitábamos tiempo. Y me estaban hartando mucho ya. Lo sencillo que sería dar una patada en el suelo y hacer que no quedase ningún árbol en pie siquiera, pero no. No podía usar la magia en ese pueblo. Era la única que podía ayudar a la maestra Lovelace y si yo caía, ¿quién iba a hacerlo? No me quedó de otra que confiar en los guardias, estaban ahorrándonos mucho sufrimiento con los críos a los que tenían retenidos.
Alguno que otro seguía osando acercarse, pero acababa golpeado.
- ¡Parad! - ya estaba cansada. Había visto que funcionaba el chantaje y buscar un rehén. Los tres niños que tenía cerca tomarían ese papel. Coloqué una flecha en el arco y apunté a uno de los que estaba tirado a la cabeza. - Si os acercáis un paso más a este pozo, le reviento la cabeza. Y los guardias van a acabar con todos y cada uno de los que están en el suelo - le tenía que deber la idea al perro creído ese. - Si no queréis que vuestra familia acabe siendo de tres personas, ya os estáis quedando quietos. Porque al final, os acabaré ensartando una de mis flechas entre los ojos - tensé la cuerda del arco, dando la espalda a la maestra Lovelace, quien seguía con su tarea.
Despacio pasé el arco por ellos: primero por los que estaban en el suelo. Luego lo dirigí hacia el que más cerca estaba. Quedaban pocos de pie, pero estaban muy quietos por ahora. Más facilidad para que los protectores los redujeran y más facilidad para que la maestra acabase. Y yo estaba dispuesta a dejarlos clavados en el suelo si decidían entorpecer nuestro trabajo. Me habían hartado ya. No iba a estar golpeando a cada niño que viniera con ganas de liarla. Ahora ya, iba a ensartarles una flecha en la pierna, aunque a ellos les había dicho que lo haría en la cabeza, a ver si el miedo les hacía recapacitar. O, al menos, que no fueran tan insensatos como para arriesgarse.
La maestra Meitner también estaba muy débil. Detrás de mí estaban las dos, una de ellas intentando acabar la poción. No dejaría que nadie se acercase.
- ¿Cómo va la pócima? - insistí. Ya tenía a varios inconscientes frente a mí, pero la mirada desconcertada de los que aún quedaban en pie era bastante angustiosa. No sabía si se iban a quedar quietos, si no…
Pero, por suerte, por ahora lo estaban. No se movían y no molestaban.
Después de que el perro pusiera su espada en la garganta de uno de ellos y que recibieran los golpes de todos nosotros, ¿qué más les quedaba por aprender para quedarse quietos? Sólo quedaba ver si de verdad iban a dejar de insistir e iban a dejarnos ayudar.
El perro engreído fue el primero en lanzarse contra ellos. Tomó a uno y le usó de rehén para detenerlos a todos. En ese momento corrí junto a la maestra Lovelace.
- Déjeme ayudarla - dije mientras tomaba las notas de Edgecomb para ver si yo podía descifrar algo. Pensaba que era por la avanzada edad de la profesora, pero no. Es que eran imposibles de descifrar. ¿Ese tío sabía escribir? Eran más que garabatos que parecían hechos por un crío que estaba aprendiendo a escribir. Maldito capullo…
Se oía al perro gritar y al resto de guardias intentando reducir a los críos.
- Vamos, maestra, ¿cuánto le falta a esto? - insté. Ella respondió lo mismo que a la profesora Meitner. Le pasaba las cosas que necesitaba, intentaba ayudar en lo posible, mientras vigilaba que los guardias lo hicieran todo bien. Ningún crío podía acercarse ni al pozo ni a nosotras.
No paraba de mirar para todos lados, aunque estaba atenta a la poción. ¡Esto era imposible! Si esa pócima no se hacía rápido estábamos jodidos. No había que hacer daño a los críos, pero es que no paraban de atacar y eran más poderosos que antes. Encima no podíamos usar la magia.
Y, para más inri, la protección de la maestra Meitner se estaba desvaneciendo. ¡Genial! Otro problema más. Me iba a estallar la cabeza pensando a ese ritmo tan frenético, pero teníamos que hacer algo ya. Los guardias, por suerte, estaban dándonos tiempo para reaccionar, pero… había demasiados críos como para detenerlos a todos.
Entonces pensó algo. Esos críos tenían hoces, azadas y otras armas metálicas para el cultivo. Me levanté y me dirigí hacia ellos, sin moverme. Esto no tendría que mantenerlo, no era el muro.
Alcé los brazos en dirección a donde se encontraban y abriéndolos en abanico hice que todos los objetos metálicos que llevaban en las manos los pequeños habitantes de Lirio salieran volando hacia los lados. Ahora no podrían atacar a los guardias. Esa era mi idea, que no pudieran defenderse, ni siquiera acercándose a nosotros. Pero ese azote de magia me había debilitado un poco más, tuve que apoyarme sobre mis rodillas, respirando entrecortadamente. Me sentía mareada y a punto de caerme. Por suerte para mí, no había mantenido mi habilidad con los metales, sólo había intentado lanzar las armas lo más lejos posible.
- Maestra…
- Queda un poquito…
Me senté con ella para intentar ayudar un poco más, pero poco se podía hacer. Teníamos que esperar a que estuviera completada.
No sabía qué tal les estaba yendo a los guardias. Les habíamos despojado de las armas, pero aún tenían magia. Muchos estaban sufriendo el daño de enfrentarse a gente adulta y entrenada, pero otros tantos seguían en pie y molestando. Uno de ellos se acercó corriendo y gritando como si estuviera poseído. Quería patear los tubos, o a nosotras. Ya ni sé. Pero en cuanto se acercó le di un golpe en la cabeza con mi arco. No iba a gastar flechas con esos enanos, no quería matarlos. Pero el arco era de metal y un buen golpe podía dejar K.O. a alguien de su tamaño. Y así fue. Su carrera se vio truncada por el mazazo que le arreé. ¡A dormir! Por un momento se quedaron estupefactos, los que no estaban atacando a los guardias. Pero luego decidieron que era mejor atacar y, bueno, digamos que alguno se llevó una patada en la cara.
Mi modo de lucha siempre era a distancia, lejos del enemigo a poder ser. Pero también tenía nociones básicas de cómo enfrentarme a una persona a corta distancia. No era una experta, pero hacía falta conocer ciertas cosas si me dedicaba a la caza de vampiros. Y una de ellas era la defensa personal. Uno de ellos recibió una patada en el rostro, y a otro le volví a dar con el arco. Necesitábamos tiempo. Y me estaban hartando mucho ya. Lo sencillo que sería dar una patada en el suelo y hacer que no quedase ningún árbol en pie siquiera, pero no. No podía usar la magia en ese pueblo. Era la única que podía ayudar a la maestra Lovelace y si yo caía, ¿quién iba a hacerlo? No me quedó de otra que confiar en los guardias, estaban ahorrándonos mucho sufrimiento con los críos a los que tenían retenidos.
Alguno que otro seguía osando acercarse, pero acababa golpeado.
- ¡Parad! - ya estaba cansada. Había visto que funcionaba el chantaje y buscar un rehén. Los tres niños que tenía cerca tomarían ese papel. Coloqué una flecha en el arco y apunté a uno de los que estaba tirado a la cabeza. - Si os acercáis un paso más a este pozo, le reviento la cabeza. Y los guardias van a acabar con todos y cada uno de los que están en el suelo - le tenía que deber la idea al perro creído ese. - Si no queréis que vuestra familia acabe siendo de tres personas, ya os estáis quedando quietos. Porque al final, os acabaré ensartando una de mis flechas entre los ojos - tensé la cuerda del arco, dando la espalda a la maestra Lovelace, quien seguía con su tarea.
Despacio pasé el arco por ellos: primero por los que estaban en el suelo. Luego lo dirigí hacia el que más cerca estaba. Quedaban pocos de pie, pero estaban muy quietos por ahora. Más facilidad para que los protectores los redujeran y más facilidad para que la maestra acabase. Y yo estaba dispuesta a dejarlos clavados en el suelo si decidían entorpecer nuestro trabajo. Me habían hartado ya. No iba a estar golpeando a cada niño que viniera con ganas de liarla. Ahora ya, iba a ensartarles una flecha en la pierna, aunque a ellos les había dicho que lo haría en la cabeza, a ver si el miedo les hacía recapacitar. O, al menos, que no fueran tan insensatos como para arriesgarse.
La maestra Meitner también estaba muy débil. Detrás de mí estaban las dos, una de ellas intentando acabar la poción. No dejaría que nadie se acercase.
- ¿Cómo va la pócima? - insistí. Ya tenía a varios inconscientes frente a mí, pero la mirada desconcertada de los que aún quedaban en pie era bastante angustiosa. No sabía si se iban a quedar quietos, si no…
Pero, por suerte, por ahora lo estaban. No se movían y no molestaban.
Después de que el perro pusiera su espada en la garganta de uno de ellos y que recibieran los golpes de todos nosotros, ¿qué más les quedaba por aprender para quedarse quietos? Sólo quedaba ver si de verdad iban a dejar de insistir e iban a dejarnos ayudar.
off: uso de habilidad de nivel 1: magnetismo (Cassandra es capaz de controlar el metal, atraerlo y repelerlo a voluntad para su propio beneficio. Puede redirigir disparos, arrebatar las armas a los enemigos y controlarlas sin manos, siempre y cuando el metal esté entre ellas. No puede modificar las estructuras, ni romperlas. )
Cassandra C. Harrowmont
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 142
Nivel de PJ : : 1
Re: La fuente de la juventud [Desafío]
El miembro 'Cassandra C. Harrowmont' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2234
Nivel de PJ : : 0
Re: La fuente de la juventud [Desafío]
-Creo que podré…- murmuraba Adda Lovelace – si añado un poco de… y luego… Sí, creo que…- de repente, sin que nadie se lo esperase: - ¡LO TENGO!-
Lise Meitner se permitió el lujo de bajar sus brazos y deshacer la tormenta que hubo invocado por tal de encerrar a Lirio. Tras el hechizo, quedó con los dientes apretados y la tez arrugada. Sus piernas flaquearon y ella cayó a tierra. Parecía y se sentía mucho mayor de lo que era realmente. Tuvo el deseo de beber del pozo. Una voz rítmica, como si estuviera cantando, sonaba en la cabeza de la maestra. Le ordenaba que bebiese del agua del pozo, que le ofrecería la juventud y la vitalidad que, tiempo atrás, le fueron arrebatadas.
El lema de la casa Skarth era el valor. La fuerza de voluntad privaba sobre todas las otras cualidades de los Skarth. Lise Meitner, como el máximo exponente de la casa, era la personificación del valor. Lo demostró una vez cuando retiró la magia de Harrowmont y se sacrificó ocupando su lugar. Lo volvía a demostrar cuando, con las rodillas en tierra, se arrastraba alejándose de la Fuente de la Juventud.
-Guardias traedme a los niños- Lovelace señaló a los malditos inconscientes - una vez beban de la pócima volverán a ser como antes. Viejos, pero sanos- reía - Nosotros también deberíamos beber. No sabemos qué poderes tiene el pozo y, ya sabéis lo que se dice: más vale prevenir que curar-.
Uno de los hombres sujetó a la maestra Meitner por los hombros y le ayudó a levantarse. Le guio hasta la zona donde Lovelace repartía la pócima. A su lado, una de sus alumnas preparaba otra tanda de poción en un caldero más grande. Meitner tomó el cucharón de Lovelace con las dos manos y bebió la poción. La voz cantarina desapareció.
El siguiente en beber fue el hombre perro y su acompañante. Meitner les dedicó una firme mirada.
-Cuando esto acabe, hablaremos- repitió las mismas palabras que el perro.
Cassandra Harrowmont también estaba lista para beber de la poción. Al igual que Meitner, ella había bebido del agua del pozo para comprobar si eran ciertas las palabras de Egdecomb.
-Tú no beberás- Lovelace miró intrigada a Meitner - Necesitamos que alguien de la Academia esté en Lirio. No quiero extender más el rumor de una Fuente de la Juventud; toda Belltrexus podría quedar maldita por la fuente. Tampoco confío en el Hado- señaló a Egdecomb quien seguía roncando - Quiero que seas tú quien proteja la fuente y a Lirio. Si Thundermaul confía en ti, sería estúpido que nosotras no lo hiciéramos-.
* Asher: gracias a tus capacidades de liderazgo (y tu buena runa) has ganado la confianza de la maestra Mietner.
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +3 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 5 ptos totales de experiencia
Recompensa: Hekshold
Estás dentro de la Academia Hekshold, podrás participar a sus cátedras (sin importar de qué maestro sean). ¡Bienvenido! Ahora eres miembro de la Casa Skarth.
* Cassandra C. Harrowmont: Lovalace y Meitner confían tanto en ti que te encargan uno de los peores trabajos: encargarte de un objeto de los 19 malditos.
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +3 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 5 ptos totales de experiencia
¿Premio o maldición?: Fuente de la juventud.
Lise Meitner se permitió el lujo de bajar sus brazos y deshacer la tormenta que hubo invocado por tal de encerrar a Lirio. Tras el hechizo, quedó con los dientes apretados y la tez arrugada. Sus piernas flaquearon y ella cayó a tierra. Parecía y se sentía mucho mayor de lo que era realmente. Tuvo el deseo de beber del pozo. Una voz rítmica, como si estuviera cantando, sonaba en la cabeza de la maestra. Le ordenaba que bebiese del agua del pozo, que le ofrecería la juventud y la vitalidad que, tiempo atrás, le fueron arrebatadas.
El lema de la casa Skarth era el valor. La fuerza de voluntad privaba sobre todas las otras cualidades de los Skarth. Lise Meitner, como el máximo exponente de la casa, era la personificación del valor. Lo demostró una vez cuando retiró la magia de Harrowmont y se sacrificó ocupando su lugar. Lo volvía a demostrar cuando, con las rodillas en tierra, se arrastraba alejándose de la Fuente de la Juventud.
-Guardias traedme a los niños- Lovelace señaló a los malditos inconscientes - una vez beban de la pócima volverán a ser como antes. Viejos, pero sanos- reía - Nosotros también deberíamos beber. No sabemos qué poderes tiene el pozo y, ya sabéis lo que se dice: más vale prevenir que curar-.
Uno de los hombres sujetó a la maestra Meitner por los hombros y le ayudó a levantarse. Le guio hasta la zona donde Lovelace repartía la pócima. A su lado, una de sus alumnas preparaba otra tanda de poción en un caldero más grande. Meitner tomó el cucharón de Lovelace con las dos manos y bebió la poción. La voz cantarina desapareció.
El siguiente en beber fue el hombre perro y su acompañante. Meitner les dedicó una firme mirada.
-Cuando esto acabe, hablaremos- repitió las mismas palabras que el perro.
Cassandra Harrowmont también estaba lista para beber de la poción. Al igual que Meitner, ella había bebido del agua del pozo para comprobar si eran ciertas las palabras de Egdecomb.
-Tú no beberás- Lovelace miró intrigada a Meitner - Necesitamos que alguien de la Academia esté en Lirio. No quiero extender más el rumor de una Fuente de la Juventud; toda Belltrexus podría quedar maldita por la fuente. Tampoco confío en el Hado- señaló a Egdecomb quien seguía roncando - Quiero que seas tú quien proteja la fuente y a Lirio. Si Thundermaul confía en ti, sería estúpido que nosotras no lo hiciéramos-.
_____________________
* Asher: gracias a tus capacidades de liderazgo (y tu buena runa) has ganado la confianza de la maestra Mietner.
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +3 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 5 ptos totales de experiencia
Recompensa: Hekshold
Estás dentro de la Academia Hekshold, podrás participar a sus cátedras (sin importar de qué maestro sean). ¡Bienvenido! Ahora eres miembro de la Casa Skarth.
- CASA SKARTH:
* Cassandra C. Harrowmont: Lovalace y Meitner confían tanto en ti que te encargan uno de los peores trabajos: encargarte de un objeto de los 19 malditos.
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +3 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 5 ptos totales de experiencia
¿Premio o maldición?: Fuente de la juventud.
- Fuente de la Juventud:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Los objetos del 19 están inspirados en el anillo de poder del Señor de los Anillos. Tienen un gran beneficio mágico, pero son capaces de obsesionar a quien lo lleva hasta el punto de volverle loco. Lo has visto con la lámina de metal de la cabeza Adie o el libro de Simphony Shappire.
La Fuente de la Juventud tiene el poder de rejuvenecer a quienes beban de sus aguas a cambio de que la obsesión que ya hemos tratado en el tema. Este no es su único beneficio. Además, siempre que estés cerca del pozo o lleves agua de él en tus temas, tu inteligencia será incrementada en un 10% y la de tus compañeros y rivales disminuirán en un 20%.
La maldición: Sentirás asco por todo lo que esté relacionado con la vejez. Ya sea una persona o un edificio antiguo. Este rechazo crecerá a medida que avances en tus temas. Puede ser pequeña, por ejemplo, en los primeros 5 temas, al cabo de 20 odiarás a toda la gente mayor de 60 años y después de 50 temas, a todos aquellos mayores de 30. No tienes por qué seguir al pie de la letra los números. Es tu personaje, tú decides cómo evoluciona.
La Fuente de la Juventud no es un objeto que puedas llevar a cuestas. Sin embargo, si puedes llevar su agua. A partir de ahora, siempre que hagas un tema en Lirio, llenarás un cántaro con agua de la Fuente. Lo que se traduce en tres sorbos (2 cargas). Por cada sorbo rejuvenecerás un cuarto de año y te sanarás el 60% de tus heridas en combate.
Ahora mismo, tienes 2 sorbos.
Es recomendable que, de vez en cuando, visites en un tema libre el pueblo Lirio. Recuerda que la maestra Meitner te ha encargado que lo protejas de extranjeros.
Otro punto a tener en cuenta es que, al tener un objeto perteneciente al 19, tendrás la necesidad de hacerte con el resto de ellos. Ejemplo, si te encuentras con Shappy, querrás robarle el libro. Si te encuentras con Zatch, querrás robarle el cuerno de Nuddih o si es con Zöe, querrás El Muñeco Neil. Si por el contrario, pierdes el objeto, quedarás maldita como “Golum”.
¡Aviso! Los discípulos del Hombre Muerto podrán aparecer en tus temas (en intervenciones mías que haga sin avisar) para que les digas el paradero de La Fuente de la Juventud.
Ian Egdecomb, “El Hado Novato”, también podrá aparecer en tus temas.
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Temas similares
» El destino de los Harrowmont y de la Fuente de la Juventud [Minievento, SCA]
» El jardín de la juventud [Interpretativo] [Libre] [CERRADO]
» Una fuente poco común [Privado]
» [Cerrado] Lágrimas en la fuente [Interpretativo-LIBRE]
» Voy a por ti [Desafío]
» El jardín de la juventud [Interpretativo] [Libre] [CERRADO]
» Una fuente poco común [Privado]
» [Cerrado] Lágrimas en la fuente [Interpretativo-LIBRE]
» Voy a por ti [Desafío]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 14:43 por Eilydh
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Ayer a las 23:14 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Ayer a las 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Ayer a las 16:18 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 5:53 por Lukas
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar 19 Nov - 22:49 por Eltrant Tale
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Mar 19 Nov - 22:42 por Cohen
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun 18 Nov - 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun 18 Nov - 4:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb 16 Nov - 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér 13 Nov - 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar 12 Nov - 4:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom 10 Nov - 13:36 por Tyr
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie 8 Nov - 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie 8 Nov - 1:19 por Tyr