Los escuderos de la desdicha [ Privado Schott ]
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Re: Los escuderos de la desdicha [ Privado Schott ]
-Como decíamos ayer, nunca se es lo bastante precavido, y mira, tienes razón, a la hoguera que va- sonreí sosteniendo la bolsa con la cabeza que aun emitía crujidos, no sé si era mejor esto o llevarse el resto del cuerpo, al menos esto pesaba menos, pero la bolsa ya se estaba manchando de una sangre rojo muy oscuro que pronto comenzaría a gotear, debía darme prisa.
Me aproximé a la hoguera más grande cercana y arrojé sin muchos miramientos la bolsa con la cabeza en ella, me pareció oír incluso un grito cuando comenzó a arder, aunque seguro que era mi imaginación. -Uf…ale, hecho- suspiré, lo cierto es que era un alivio, no estaba yo para estos sustos.
-No te preocupes por la señora, no es la primera vez, además bastante ha tenido ya esta pobre gente, con que no trate de arrancarme le cuello me vale- bromeé.
Noté a Runa nerviosa, era normal, no en vano también había estado al borde de la muerte - ¿Ey Runa estas bien? - traté de calmarla -Tranquila, seguro que la maldición esa de los elfos cesa pronto, ¿has pensado en preguntar a un hechicero o algo? -
Runa llamó mi atención sobre Philip, que nos hacía señales.
- ¿Oh...más problemas...en serio...? - maldije, ya no recuerdo ni si he desayunado, es como si hubiesen pasado meses, cogí mi pala y me puse en marcha.
-Te sigo amiga, volvemos a la acción- sonreí a Runa, juntos éramos imparables.
Me aproximé a la hoguera más grande cercana y arrojé sin muchos miramientos la bolsa con la cabeza en ella, me pareció oír incluso un grito cuando comenzó a arder, aunque seguro que era mi imaginación. -Uf…ale, hecho- suspiré, lo cierto es que era un alivio, no estaba yo para estos sustos.
-No te preocupes por la señora, no es la primera vez, además bastante ha tenido ya esta pobre gente, con que no trate de arrancarme le cuello me vale- bromeé.
Noté a Runa nerviosa, era normal, no en vano también había estado al borde de la muerte - ¿Ey Runa estas bien? - traté de calmarla -Tranquila, seguro que la maldición esa de los elfos cesa pronto, ¿has pensado en preguntar a un hechicero o algo? -
Runa llamó mi atención sobre Philip, que nos hacía señales.
- ¿Oh...más problemas...en serio...? - maldije, ya no recuerdo ni si he desayunado, es como si hubiesen pasado meses, cogí mi pala y me puse en marcha.
-Te sigo amiga, volvemos a la acción- sonreí a Runa, juntos éramos imparables.
Schott
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Re: Los escuderos de la desdicha [ Privado Schott ]
Se levantó y se dispuso a caminar junto a su compañero en dirección de Philip. Estaba nerviosa, creo que era evidente que ese mismo día de emociones le había traumatizado y alterado de tal forma que casi no se controlaba ni ella misma.
Asintió, para dejarle tranquilo sobre el asunto, sabía que Schott con una sonrisa no indagaría sobre el tema, era ese tipo de persona inocente, que tenía en ocasiones el alma de un niño.
-No,pero iré a preguntar pronto sobre el tema ¿si? Y no volvió añadir palabra hasta que alcanzaron al tercero que se encontraba a una buena distancia.
- ¡Es nuestro día de suerte! Exclamó con cierta burla. - Nuestro Lord el comadreja nos ha dejado unas tareas muy, pero que muy divertidas Pateaba el suelo, con furia y cierta desilusión. - Prepara tu pala, Schott
-¿De qué estas hablando Philip?
- Te han mandado junto a George a la limpieza de carruajes Carraspeó un poco la garganta y volvió a tomar aire.- Yo estoy destinado junto a él a la limpieza de establos Philip observó dubitativo de su gran tarea al pelirrojo y resopló haciendo una señal para que le siguiese hacia dicho destino.
- ¡George te espera en la bandera amarilla Runa! Indicaba a la muchacha la dirección que debía tomar.
Así fue como sin muchos ánimos y tras varios rodeos, encontró al grandullón recogiendo cadenas de los carruajes destrozados.La guerra comenzaba a ser una autentica locura, el estado de la misma ciudad, de las cosas, todo. Era una inmensa locura que todos los seres vivos que se encontraban allí, necesitaban que acabara pronto.
-Me mandan contigo... Rompió la primera toma de contacto tras una media hora.
-Sí, como ves nos han mandado tareas divertidas... Soltó una leve risotada mientras agarraba las cadenas y las lanzaba dentro de un carromato que aún estaba en buen estado.- Ayúdame a recoger todas las cadenas del transporte averiado, luego veremos que nos toca limpiar
Runa Asintió y sin rechistar sobre el asunto comenzó a agacharse para recoger dichas cadenas y lanzarlas al carromato. Parecía que había bastantes sueltas, incluso algunas enterradas en la tierra del socabón que tenían a pocos metros, una tarea sencilla y aburrida como ninguna. -Oye George, ¿ellos que hacen en los establos? Trató de saciar su curiosidad automática.
- ¿Alguna vez te han dicho cuanto caga un burro y un caballo?
-No
-Pues ellos están apunto de descubrirlo
Y soltó tal caracaja que se le escuchó a 15 kilometros.
Pasaron de ser invisibles por ser unos simples soldados de pocamonta, a ser la visión de toda la tropa que paseaba por allí.
-Creo que no te ha escuchado nadie aún...
- En realidad eres tú la que me tiene que escuchar.
-¿Con esa risa tan espeluznante? No, gracias
-En serio muchacha interrumpió.- Ahora que estamos solos, vamos a hablar de ese extraño gusto que tienes con los hombres...
-¿Qué? Se descoloco la muchacha ante el repentino comentario.
George sonrió amable, y con toda la suavidad del mundo, apoyó su enorme mano en su pequeño hombro. - ¿Como es posible que alguien como tú... Se fije en alguien tan poco espabilado como él?
La pregunta le clavó. En realidad no sabía si dolía, le ofendía por tratar a Ronald de tal forma o le hacía cuestionar la misma respuesta. Ella nunca había sido muy dada para sentimientos, no era el tipo de mujer que se enamoraba y pensaba en casarse, y servir a su marido. Runa había servido como ladrona, como embustera, como embaucadora de la vida. Era una mujer que a ojos de gente muy inteligente, no se arrimarían por miedo, o simplemente por estatus social.
-¿Sabes esa sensación de paz que te da alguien nada más conocerlo? respondió con otra pregunta.--¿La misma seguridad que esa persona que está ante ti es un foco de luz y tú como luciérnaga te atraes hacia ella? Suspiró.-No puedo responderte el motivo, pero si puedo afirmarte que él desde siempre ha causado ese efecto en mi. Paró y sonrió un poco tímidamente ante la idea que aunque hace una hora ella le hubiese besado, tenía la certeza que él no sentía la misma luz hacia ella.
-Entiendo, sensiblera. Quiso quitar un poco de hierro al asunto mientras alzaba la cabeza para ver a los otros dos en la puerta del establo corriendo sin parar.
A veces en la vida, el gesto más bonito era simplemente querer a esa persona. Por más que duela, siempre desear la mejor y la más pura luz.
Asintió, para dejarle tranquilo sobre el asunto, sabía que Schott con una sonrisa no indagaría sobre el tema, era ese tipo de persona inocente, que tenía en ocasiones el alma de un niño.
-No,pero iré a preguntar pronto sobre el tema ¿si? Y no volvió añadir palabra hasta que alcanzaron al tercero que se encontraba a una buena distancia.
- ¡Es nuestro día de suerte! Exclamó con cierta burla. - Nuestro Lord el comadreja nos ha dejado unas tareas muy, pero que muy divertidas Pateaba el suelo, con furia y cierta desilusión. - Prepara tu pala, Schott
-¿De qué estas hablando Philip?
- Te han mandado junto a George a la limpieza de carruajes Carraspeó un poco la garganta y volvió a tomar aire.- Yo estoy destinado junto a él a la limpieza de establos Philip observó dubitativo de su gran tarea al pelirrojo y resopló haciendo una señal para que le siguiese hacia dicho destino.
- ¡George te espera en la bandera amarilla Runa! Indicaba a la muchacha la dirección que debía tomar.
Así fue como sin muchos ánimos y tras varios rodeos, encontró al grandullón recogiendo cadenas de los carruajes destrozados.La guerra comenzaba a ser una autentica locura, el estado de la misma ciudad, de las cosas, todo. Era una inmensa locura que todos los seres vivos que se encontraban allí, necesitaban que acabara pronto.
-Me mandan contigo... Rompió la primera toma de contacto tras una media hora.
-Sí, como ves nos han mandado tareas divertidas... Soltó una leve risotada mientras agarraba las cadenas y las lanzaba dentro de un carromato que aún estaba en buen estado.- Ayúdame a recoger todas las cadenas del transporte averiado, luego veremos que nos toca limpiar
Runa Asintió y sin rechistar sobre el asunto comenzó a agacharse para recoger dichas cadenas y lanzarlas al carromato. Parecía que había bastantes sueltas, incluso algunas enterradas en la tierra del socabón que tenían a pocos metros, una tarea sencilla y aburrida como ninguna. -Oye George, ¿ellos que hacen en los establos? Trató de saciar su curiosidad automática.
- ¿Alguna vez te han dicho cuanto caga un burro y un caballo?
-No
-Pues ellos están apunto de descubrirlo
Y soltó tal caracaja que se le escuchó a 15 kilometros.
Pasaron de ser invisibles por ser unos simples soldados de pocamonta, a ser la visión de toda la tropa que paseaba por allí.
-Creo que no te ha escuchado nadie aún...
- En realidad eres tú la que me tiene que escuchar.
-¿Con esa risa tan espeluznante? No, gracias
-En serio muchacha interrumpió.- Ahora que estamos solos, vamos a hablar de ese extraño gusto que tienes con los hombres...
-¿Qué? Se descoloco la muchacha ante el repentino comentario.
George sonrió amable, y con toda la suavidad del mundo, apoyó su enorme mano en su pequeño hombro. - ¿Como es posible que alguien como tú... Se fije en alguien tan poco espabilado como él?
La pregunta le clavó. En realidad no sabía si dolía, le ofendía por tratar a Ronald de tal forma o le hacía cuestionar la misma respuesta. Ella nunca había sido muy dada para sentimientos, no era el tipo de mujer que se enamoraba y pensaba en casarse, y servir a su marido. Runa había servido como ladrona, como embustera, como embaucadora de la vida. Era una mujer que a ojos de gente muy inteligente, no se arrimarían por miedo, o simplemente por estatus social.
-¿Sabes esa sensación de paz que te da alguien nada más conocerlo? respondió con otra pregunta.--¿La misma seguridad que esa persona que está ante ti es un foco de luz y tú como luciérnaga te atraes hacia ella? Suspiró.-No puedo responderte el motivo, pero si puedo afirmarte que él desde siempre ha causado ese efecto en mi. Paró y sonrió un poco tímidamente ante la idea que aunque hace una hora ella le hubiese besado, tenía la certeza que él no sentía la misma luz hacia ella.
-Entiendo, sensiblera. Quiso quitar un poco de hierro al asunto mientras alzaba la cabeza para ver a los otros dos en la puerta del establo corriendo sin parar.
A veces en la vida, el gesto más bonito era simplemente querer a esa persona. Por más que duela, siempre desear la mejor y la más pura luz.
Runa Thorgil
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Re: Los escuderos de la desdicha [ Privado Schott ]
Asentí a las palabras de Runa, tenía el presentimiento de que me ocultaba algo, pero no sé, quizás fuese el estrés o la paliza del elfo tiempo antes, ojalá pudiera leer la mente, luego le volvería a preguntar, espero que estuviese bien.
- ¿Pero qué misión de mierda es esta? - exclamé al oír las noticias de Phillip.
-Aja, ¿es otro chiste? -
-No, es una putada- maldije, vale que la guardia estaba en sus horas mas bajas, pero no tenían por ahí a algún par de desgraciados prescindibles que pudiesen usar para estas…ah..vale..ya lo había pillado.
-Pfff, esta bien, vamos….buena suerte Runa, te veo luego- me despedí sonriendo.
Los establos, o lo que quedaba de ellos, estaban junto a la muralla, el hedor se podía apreciar desde muy lejos y se elevaba por encima del del humo y el barro.
-Tu primero- me sonrió Phillip.
-Madre mía…- suspiré tratando de abrir la pesada puerta, algo en ella estaba podrido o suelto y la puerta cayó al suelo con gran estruendo desvelando el terrible interior de los establos.
-¡¡¡Pero por todos los dioses!!!- exclamé - ¿Cuánto hace que no limpian esto?, ¿cinco décadas? -
-Menos mal que eres un maestro de la pala jajaja- bromeó Phillip -Al final así con la broma le sacas bien de uso-
Maldije una vez más antes de ponernos manos a la obra.
-Amigo, ¿pero cuanto puede llegar a cagar un animal?, por los cielos- me lamenté, llevábamos ya un buen rato retirando excrementos y el nivel parecía no haber bajado.
-Ya verás, cuando te pregunten tus nietos, eh abuelo, ¿tú que hacías en la guerra?, y tu les dirás, pues estaba de mierda hasta las rodillas-
-A ver, listo, está claro que cuando cuente mis hazañas, omitiré las partes de mierda-
-Entonces te quedaras sin hazañas jajaja- río el muy cabrón.
-Calla, espera, tengo una idea, ya se como acabar esto super rápido-
-A ver…- musitó Phillip apoyándose en un rastrillo.
-Mira, esto me suena que es una historia o una leyenda o algo, mira, podemos echar agua, ya sabes, desviar un rio, o un arroyo o algo ¿sabes? Hacerlo pasar por este establo y así el agua se llevará todo y quedarán relucientes, ¿qué te parece? -
-Pues no, no me suena, vaya bobada ¿y de donde sacarás el rio?, y tendrías que cavar un canal, con un dique y todo, anda anda, déjate de ideas locas y sigue con la pala-
-Si bueno.visto así- suspiré y proseguí con mi labor, en mi cabeza había sonado muy bien.
Así pasaron las horas, entre carreta y carreta de mierda, y parecían no acabar.
-Ey Schott- me dijo Phillip.
-Dime-
-Ahora que estamos los dos solos, quiero hacerte una pregunta-
-Ehh.claro dime- dije deteniendo mi labor.
-Tu… ¿crees que debería ir al médico por esto? - dijo bajándose los pantalones.
-Ahhh…uff… ¿Qué coño? - dije tapándome los ojos.
- ¿Tiene mala pinta? -
-Uf..no se…buena desde luego no…-
-Si no me duele ni nada-
-Ya…nose..yo iría…fijo-
- ¿A ti nunca...? -
-No, por los cielos no- exclamé.
-Vale…gracias amigo- dijo subiéndose los pantalones -Tu no… ¿no lo usas mucho eh? - bromeó
-Phillip por favor, somos la guardia, el rey nos necesita, no puedes pensar siempre en lo mismo, además yo…sabes que no se me dan nada bien estos temas-
-Sisi, el rey esta encantado con como estamos dejando el establo...na, no lo jures, tu lo que pasa es que eres tonto, ¿no has intentado nada con Runa? Porque si no voy yo-
- ¿Runa?, no pero si Runa es mi amiga, además yo… ¿tú crees que Runa...? no…-
-Jajaja, pues sí que eras tonto- me golpeó amistosamente.
-No yo...no podría, Runa es muy buena amiga, hemos vivido muchas cosas juntos, yo...la aprecio, no…, no permitiría que le pasase nada-
- ¿Os conocéis desde hace mucho? -
-Uf ya ni me acuerdo, Runa es una mujer muy fuerte y decidida, pero siempre mantiene la sonrisa, es como…no se… yo, me siento muy cómodo estando con ella, pero yo…nah se merecería algo mejor… la gente que me rodea nunca acaba bien parada-
-Y que lo digas- maldijo Phillip vertiendo otro cubo de estiércol.
-No me podría perdonar si algo malo la sucediese, no por mi culpa- dije decidido.
-Pfff… valla turra…pues tú te lo pierdes, ale ve y ayúdame a mover este montón de heces-
-Eh..si..vale…- me lamenté volviendo a meter la pala en el estiércol, vaya vida.
- ¿Pero qué misión de mierda es esta? - exclamé al oír las noticias de Phillip.
-Aja, ¿es otro chiste? -
-No, es una putada- maldije, vale que la guardia estaba en sus horas mas bajas, pero no tenían por ahí a algún par de desgraciados prescindibles que pudiesen usar para estas…ah..vale..ya lo había pillado.
-Pfff, esta bien, vamos….buena suerte Runa, te veo luego- me despedí sonriendo.
Los establos, o lo que quedaba de ellos, estaban junto a la muralla, el hedor se podía apreciar desde muy lejos y se elevaba por encima del del humo y el barro.
-Tu primero- me sonrió Phillip.
-Madre mía…- suspiré tratando de abrir la pesada puerta, algo en ella estaba podrido o suelto y la puerta cayó al suelo con gran estruendo desvelando el terrible interior de los establos.
-¡¡¡Pero por todos los dioses!!!- exclamé - ¿Cuánto hace que no limpian esto?, ¿cinco décadas? -
-Menos mal que eres un maestro de la pala jajaja- bromeó Phillip -Al final así con la broma le sacas bien de uso-
Maldije una vez más antes de ponernos manos a la obra.
-Amigo, ¿pero cuanto puede llegar a cagar un animal?, por los cielos- me lamenté, llevábamos ya un buen rato retirando excrementos y el nivel parecía no haber bajado.
-Ya verás, cuando te pregunten tus nietos, eh abuelo, ¿tú que hacías en la guerra?, y tu les dirás, pues estaba de mierda hasta las rodillas-
-A ver, listo, está claro que cuando cuente mis hazañas, omitiré las partes de mierda-
-Entonces te quedaras sin hazañas jajaja- río el muy cabrón.
-Calla, espera, tengo una idea, ya se como acabar esto super rápido-
-A ver…- musitó Phillip apoyándose en un rastrillo.
-Mira, esto me suena que es una historia o una leyenda o algo, mira, podemos echar agua, ya sabes, desviar un rio, o un arroyo o algo ¿sabes? Hacerlo pasar por este establo y así el agua se llevará todo y quedarán relucientes, ¿qué te parece? -
-Pues no, no me suena, vaya bobada ¿y de donde sacarás el rio?, y tendrías que cavar un canal, con un dique y todo, anda anda, déjate de ideas locas y sigue con la pala-
-Si bueno.visto así- suspiré y proseguí con mi labor, en mi cabeza había sonado muy bien.
Así pasaron las horas, entre carreta y carreta de mierda, y parecían no acabar.
-Ey Schott- me dijo Phillip.
-Dime-
-Ahora que estamos los dos solos, quiero hacerte una pregunta-
-Ehh.claro dime- dije deteniendo mi labor.
-Tu… ¿crees que debería ir al médico por esto? - dijo bajándose los pantalones.
-Ahhh…uff… ¿Qué coño? - dije tapándome los ojos.
- ¿Tiene mala pinta? -
-Uf..no se…buena desde luego no…-
-Si no me duele ni nada-
-Ya…nose..yo iría…fijo-
- ¿A ti nunca...? -
-No, por los cielos no- exclamé.
-Vale…gracias amigo- dijo subiéndose los pantalones -Tu no… ¿no lo usas mucho eh? - bromeó
-Phillip por favor, somos la guardia, el rey nos necesita, no puedes pensar siempre en lo mismo, además yo…sabes que no se me dan nada bien estos temas-
-Sisi, el rey esta encantado con como estamos dejando el establo...na, no lo jures, tu lo que pasa es que eres tonto, ¿no has intentado nada con Runa? Porque si no voy yo-
- ¿Runa?, no pero si Runa es mi amiga, además yo… ¿tú crees que Runa...? no…-
-Jajaja, pues sí que eras tonto- me golpeó amistosamente.
-No yo...no podría, Runa es muy buena amiga, hemos vivido muchas cosas juntos, yo...la aprecio, no…, no permitiría que le pasase nada-
- ¿Os conocéis desde hace mucho? -
-Uf ya ni me acuerdo, Runa es una mujer muy fuerte y decidida, pero siempre mantiene la sonrisa, es como…no se… yo, me siento muy cómodo estando con ella, pero yo…nah se merecería algo mejor… la gente que me rodea nunca acaba bien parada-
-Y que lo digas- maldijo Phillip vertiendo otro cubo de estiércol.
-No me podría perdonar si algo malo la sucediese, no por mi culpa- dije decidido.
-Pfff… valla turra…pues tú te lo pierdes, ale ve y ayúdame a mover este montón de heces-
-Eh..si..vale…- me lamenté volviendo a meter la pala en el estiércol, vaya vida.
Schott
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Re: Los escuderos de la desdicha [ Privado Schott ]
La muchacha recogió el mechón del cabello que decidió taparle su ojo derecho detrás de su oreja mientras continuaba con su tarea. La conversación sobre aquel tema habría finalizado en un abrir y cerrar de ojos mientras arrastraba la última cadena hacia su dudoso destino, algo tan poco incierto como el propio futuro de una muchacha que ya no sabía si volvería a ver la luz dentro de unos meses, si su vida se volvería a apagar.
George, también acabó y sin decirle apenas nada tomó el carro con todas sus fuerzas, y poco a poco mientras notaba como sus músculos sufrían toda esa cantidad de peso, lo arrastraba hacia la carpa del herrero mayor. Por supuesto, con la ayuda de Runa que empezaba desde la parte de atrás.
- No entiendo esta finalidad de la cadenas.
- Supongo que las fundirán y harán nuevas armas con ellas, tienes que procesar que cada día está muriendo mucha gente y no solo por la causa de la enfermedad.
- Entiendo.
Dejaron el pesado
carro delante de aquella enorme carpa donde interiormente se escuchaba el clincheo del metal formándose a base de táctica de martillo. Era casi melodía, podría cogerse gusto a ese sonido si fuese un músico con el oído de un gato sordo, o quizás un anciano campesino acostumbrado a su viejo burro.
Aquel herrero levantó la lona y salió dispuesto a saludar a la pareja con una amable sonrisa.
- Siento muchísimo que os haya tocado a vosotros esta tarea de mierda…
- ¡Oh no! Ya le aseguro yo que no ha sido tan de mierda…
La muchacha soltó una risa traviesa ante la broma de su enorme compañero que llamó la atención del otro hombre. Un hombre a simple vista robusto y con la piel tan agrietada como un surco reclamando la vuelta del agua en cada poro de su piel. El hombre amigable dejó una daga en la mano de la muchacha que al notar el tacto áspero de ese herrero, comprendió que había personas que habían luchado toda su vida de otra forma muy distinta.
- Me temo que llevo un montón de trabajo encima, pero me gustaría que le echarais un ojo a las armas nuevas que he forjado.
- Sería un placer señor…
- Macthalagan. Interrumpió el herrero
Ella miró a su compañero y asintió. Esperaba que pronto se pudiese reunir con los otros dos compañeros, pero estaba claro que se encontraban en otro tipo de situación.
Mientras no muy lejos del lugar, se encontraba el famoso bebedor y corredor de apuestas Cat el botas. Un viejo borracho al que hace incontable tiempo abandonó una buena mujer por su adicción al alcohol y el juego. Con un aspecto machacado, cansado, degradado por la mala vida y a veces, las malas mujeres que se aprovechaban de su mala autoestima.
Se paró frente al establo tratando de no tambalearse a pesar de estar apoyado en el marco del portón.
- Aaaaquig aig algu que juelee rarog
Y emprendió tres pasos hacia adelante como el bebe que comienza sus pasos a la vida, con una pierna temblando y la otra como el palo de una escoba roída. El aliento le apestaba como la ropa y la vida, y esas botas que parecían tener su propia boca con la duda de respirar de horroroso olor de pies, o de querer hablar un nuevo idioma.
- Egtoi bugcando un ollooo … ¡Hip! Un ollo donee metegg …
Y Cat el borracho casi sin lograr diferenciar a los dos soldados, achinó sus ojos rojos y pusó su objetivo en el trasero de uno de los caballos que se encontraba aún metido en su establo.
- ¡Lugciana! ¡Amada míag!
George, también acabó y sin decirle apenas nada tomó el carro con todas sus fuerzas, y poco a poco mientras notaba como sus músculos sufrían toda esa cantidad de peso, lo arrastraba hacia la carpa del herrero mayor. Por supuesto, con la ayuda de Runa que empezaba desde la parte de atrás.
- No entiendo esta finalidad de la cadenas.
- Supongo que las fundirán y harán nuevas armas con ellas, tienes que procesar que cada día está muriendo mucha gente y no solo por la causa de la enfermedad.
- Entiendo.
Dejaron el pesado
carro delante de aquella enorme carpa donde interiormente se escuchaba el clincheo del metal formándose a base de táctica de martillo. Era casi melodía, podría cogerse gusto a ese sonido si fuese un músico con el oído de un gato sordo, o quizás un anciano campesino acostumbrado a su viejo burro.
Aquel herrero levantó la lona y salió dispuesto a saludar a la pareja con una amable sonrisa.
- Siento muchísimo que os haya tocado a vosotros esta tarea de mierda…
- ¡Oh no! Ya le aseguro yo que no ha sido tan de mierda…
La muchacha soltó una risa traviesa ante la broma de su enorme compañero que llamó la atención del otro hombre. Un hombre a simple vista robusto y con la piel tan agrietada como un surco reclamando la vuelta del agua en cada poro de su piel. El hombre amigable dejó una daga en la mano de la muchacha que al notar el tacto áspero de ese herrero, comprendió que había personas que habían luchado toda su vida de otra forma muy distinta.
- Me temo que llevo un montón de trabajo encima, pero me gustaría que le echarais un ojo a las armas nuevas que he forjado.
- Sería un placer señor…
- Macthalagan. Interrumpió el herrero
Ella miró a su compañero y asintió. Esperaba que pronto se pudiese reunir con los otros dos compañeros, pero estaba claro que se encontraban en otro tipo de situación.
Mientras no muy lejos del lugar, se encontraba el famoso bebedor y corredor de apuestas Cat el botas. Un viejo borracho al que hace incontable tiempo abandonó una buena mujer por su adicción al alcohol y el juego. Con un aspecto machacado, cansado, degradado por la mala vida y a veces, las malas mujeres que se aprovechaban de su mala autoestima.
Se paró frente al establo tratando de no tambalearse a pesar de estar apoyado en el marco del portón.
- Aaaaquig aig algu que juelee rarog
Y emprendió tres pasos hacia adelante como el bebe que comienza sus pasos a la vida, con una pierna temblando y la otra como el palo de una escoba roída. El aliento le apestaba como la ropa y la vida, y esas botas que parecían tener su propia boca con la duda de respirar de horroroso olor de pies, o de querer hablar un nuevo idioma.
- Egtoi bugcando un ollooo … ¡Hip! Un ollo donee metegg …
Y Cat el borracho casi sin lograr diferenciar a los dos soldados, achinó sus ojos rojos y pusó su objetivo en el trasero de uno de los caballos que se encontraba aún metido en su establo.
- ¡Lugciana! ¡Amada míag!
Runa Thorgil
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Re: Los escuderos de la desdicha [ Privado Schott ]
-Ufff…bueno pues parece que esto ya está- masculle dolorido apoyándome en la pared del establo.
-Menos mal, no puedo ya ni moverme- se quejó Phillip -Lo cierto es que el establo ha quedado bastante bien-
- ¿Bastante bien? Aquí se podría celebrar ahora hasta una boda- bromeé
-Jajaja, venga, vamos a lavarnos-
Tras una larga y trabajosa limpieza volvíamos a estar presentables.
-Uf..amigo no consigo que se vaya el olor de las botas- le comenté a Phillip.
-Si, yo tampoco, pruébate estas- me tendió un par de botas, similares a las mías, pero en mejor estado.
-Hmm..a ver…ou me quedan como un guante-
-Tengo buen ojo jeje-
- ¿De dónde las has sacado? -
-Bueno, de unos tipos que ya no las van a necesitar-
- ¿Las has robado? -
-No..Créeme nos harán más falta que a ellos- dijo Phillip con voz más apagada.
Miré de reojo tras de el y vi una pila de cuerpos esperando a ser enterrados.
-Oh…joder…venga vámonos- dije terminando de lavar mi pala en el arroyo.
Volvimos al centro del campamento de la guardia, donde supusimos que Runa y George habrían regresado también de su tarea, de seguro mas agradable que la nuestra.
Recorrimos un poco el campamento en su busca, el ambiente era bastante triste, la guerra se había cebado bien con la guardia y las gentes de Verisar.
-Ah mira, creo que están allí- dije creyendo ver la bonita cabellera de su amiga en una gran carpa.
Nos acercamos a ellos cuando un tipo raro que olía casi peor que la cuadra en la que habíamos estado comenzó a hacer carantoñas a un caballo.
-Pero que coj…que va a… ¡No..no!- exclamé incrédulo.
-No mires Schott, esto es de adultos- me dijo Phillip tapándome los ojos.
-Nonono…es horrible, tengo que…- miré a mi alrededor buscando una idea, y vi una botella medio vacía de algún licor infame, que me apresuré a coger y lancé contra la cabeza del semental.
La botella se rompió en su nuca y el tipo cayó desmayado de espaldas con el mástil aun izado.
-Joder Schotty buen tiro, ¿querías salvar a este tipo de la humillación? -
- ¿Qué? No, quería salvar al pobre caballo jajaja- reí
Llegamos junto a Runa y George que estaban con el herrero.
- ¿Qué? ¿Estabais viendo un teatrillo no apto para niños o como es esto? - bromeé sentándome agotado en un yunque, estaba rendido.
-Menos mal, no puedo ya ni moverme- se quejó Phillip -Lo cierto es que el establo ha quedado bastante bien-
- ¿Bastante bien? Aquí se podría celebrar ahora hasta una boda- bromeé
-Jajaja, venga, vamos a lavarnos-
Tras una larga y trabajosa limpieza volvíamos a estar presentables.
-Uf..amigo no consigo que se vaya el olor de las botas- le comenté a Phillip.
-Si, yo tampoco, pruébate estas- me tendió un par de botas, similares a las mías, pero en mejor estado.
-Hmm..a ver…ou me quedan como un guante-
-Tengo buen ojo jeje-
- ¿De dónde las has sacado? -
-Bueno, de unos tipos que ya no las van a necesitar-
- ¿Las has robado? -
-No..Créeme nos harán más falta que a ellos- dijo Phillip con voz más apagada.
Miré de reojo tras de el y vi una pila de cuerpos esperando a ser enterrados.
-Oh…joder…venga vámonos- dije terminando de lavar mi pala en el arroyo.
Volvimos al centro del campamento de la guardia, donde supusimos que Runa y George habrían regresado también de su tarea, de seguro mas agradable que la nuestra.
Recorrimos un poco el campamento en su busca, el ambiente era bastante triste, la guerra se había cebado bien con la guardia y las gentes de Verisar.
-Ah mira, creo que están allí- dije creyendo ver la bonita cabellera de su amiga en una gran carpa.
Nos acercamos a ellos cuando un tipo raro que olía casi peor que la cuadra en la que habíamos estado comenzó a hacer carantoñas a un caballo.
-Pero que coj…que va a… ¡No..no!- exclamé incrédulo.
-No mires Schott, esto es de adultos- me dijo Phillip tapándome los ojos.
-Nonono…es horrible, tengo que…- miré a mi alrededor buscando una idea, y vi una botella medio vacía de algún licor infame, que me apresuré a coger y lancé contra la cabeza del semental.
La botella se rompió en su nuca y el tipo cayó desmayado de espaldas con el mástil aun izado.
-Joder Schotty buen tiro, ¿querías salvar a este tipo de la humillación? -
- ¿Qué? No, quería salvar al pobre caballo jajaja- reí
Llegamos junto a Runa y George que estaban con el herrero.
- ¿Qué? ¿Estabais viendo un teatrillo no apto para niños o como es esto? - bromeé sentándome agotado en un yunque, estaba rendido.
Schott
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Re: Los escuderos de la desdicha [ Privado Schott ]
Las fabulosas aventuras del borracho y la botella. Donde el saleroso Cat se ponía de más de amoroso y acababa en el suelo por el golpe de una botella, o de una vida muy vibrante. El trío que se encontraba expectante en la lona de la herrería ni siquiera se percató nada de lo que estaba sucediendo en ese breve momento
Macthalagan un poco vivarachero sacó una bolsa de armas frente a los pies del enorme George, que comparado con el herrero tenía la figura de una bella doncella. Mientras la pequeña Runa miraba fijamente la daga.
- Esta daga ya le has dado uso dado por el desgate de la hoja.
- Así es. Respondió Macthalagan mientras recogía su pequeña daga.
Una voz interrumpió la conversación a sus espaldas.
- ¡Hombre! Parece que venís de una situación de mierda…
- ¡Hola chicos! . Saludó Runa girando su cabeza clavando sus ojos marrones en los de ellos. - ¿Mucho trabajo? . Trató de preocuparse por su extraña tarea. - ¿No queréis ver armas?. Dijo efusiva mientras atrapaba una espada tan fina como una aguja.
Y como niña miraba bien su empuñadora, comprobaba el peso jugando con ella de una a otra, como un gato, jugaba con ella como si una verdadera luchadora se tratase. Mientras George agarró una maza que lanzó sin dar tantas vueltas a su cabeza a los pies del pelirrojo.
- ¡Tienes que darle tu aprobación!
El gran herrero sacó un hacha y se la entrego en mano a George, todos estaban ocupados menos el delgaducho de Philip, que continuaba sentado observando a todos en silencio.
- Bueno, supongo que ahora podemos hacer un banquete de todo esto.
- ¿Acaso quieres comer cartón? Respondió George mientras probaba su hacha en un tronco a escasas zancadas.
- No, pero nos encontramos sin hacer nada productivo.
- Yo necesito un ayudante, ¿Ninguno de vosotros no tiene conocimiento de una fragua?
Y en ese breve instante todos los dedos apuntaban al pelirrojo, que parecía estar bastante distraído.
- Bien, bien muchacho.
El herrero se golpeó la panza con gracia y un poco de rudeza, comenzó a recoger todas las armas de nuevo en la gran bolsa, atando bien cada mango de las pequeñas espadas y la colgó a sus espaldas para preparase de nuevo para el trabajo.
- Si alguien quiere aprender, es el momento.
- ¿En serio? ¿Nos va dar clases sobre la herrería?
- En esta vida hay que saber de todo señorita.
La muchacha se quedó perpleja ante sus palabras y miró de reojo a cada uno de sus compañeros que extrañamente no veían nada raro en la situación. Era bien cierto que se encontraban en el ejército, en el muro. Aguantando mareas, enfermedad, y debilidades sobre sus habitantes, hasta que la guerra de una vez por todas se calmara y retomara la vida a la normalidad.
Las personas estaban asustadas, y cada uno de ellos debía de apoyarse ante la marea, ser el apoyo en su hombro, el mejor bastón para caminar. Había llegado a un punto en el que la muchacha al tener la suerte de conocer a personas como Schott, Alanna, Marie y más pequeñas personas que había dejado atrás, había cogido en sus manos una pequeña esperanza sobre el ser humano. Entendía que siempre existiría algo de luz, y como la luz alumbra fuertemente siempre la abrazaría una pequeña oscuridad, y su terror era que tanta amabilidad , no fuese algo normal.
Macthalagan un poco vivarachero sacó una bolsa de armas frente a los pies del enorme George, que comparado con el herrero tenía la figura de una bella doncella. Mientras la pequeña Runa miraba fijamente la daga.
- Esta daga ya le has dado uso dado por el desgate de la hoja.
- Así es. Respondió Macthalagan mientras recogía su pequeña daga.
Una voz interrumpió la conversación a sus espaldas.
- ¡Hombre! Parece que venís de una situación de mierda…
- ¡Hola chicos! . Saludó Runa girando su cabeza clavando sus ojos marrones en los de ellos. - ¿Mucho trabajo? . Trató de preocuparse por su extraña tarea. - ¿No queréis ver armas?. Dijo efusiva mientras atrapaba una espada tan fina como una aguja.
Y como niña miraba bien su empuñadora, comprobaba el peso jugando con ella de una a otra, como un gato, jugaba con ella como si una verdadera luchadora se tratase. Mientras George agarró una maza que lanzó sin dar tantas vueltas a su cabeza a los pies del pelirrojo.
- ¡Tienes que darle tu aprobación!
El gran herrero sacó un hacha y se la entrego en mano a George, todos estaban ocupados menos el delgaducho de Philip, que continuaba sentado observando a todos en silencio.
- Bueno, supongo que ahora podemos hacer un banquete de todo esto.
- ¿Acaso quieres comer cartón? Respondió George mientras probaba su hacha en un tronco a escasas zancadas.
- No, pero nos encontramos sin hacer nada productivo.
- Yo necesito un ayudante, ¿Ninguno de vosotros no tiene conocimiento de una fragua?
Y en ese breve instante todos los dedos apuntaban al pelirrojo, que parecía estar bastante distraído.
- Bien, bien muchacho.
El herrero se golpeó la panza con gracia y un poco de rudeza, comenzó a recoger todas las armas de nuevo en la gran bolsa, atando bien cada mango de las pequeñas espadas y la colgó a sus espaldas para preparase de nuevo para el trabajo.
- Si alguien quiere aprender, es el momento.
- ¿En serio? ¿Nos va dar clases sobre la herrería?
- En esta vida hay que saber de todo señorita.
La muchacha se quedó perpleja ante sus palabras y miró de reojo a cada uno de sus compañeros que extrañamente no veían nada raro en la situación. Era bien cierto que se encontraban en el ejército, en el muro. Aguantando mareas, enfermedad, y debilidades sobre sus habitantes, hasta que la guerra de una vez por todas se calmara y retomara la vida a la normalidad.
Las personas estaban asustadas, y cada uno de ellos debía de apoyarse ante la marea, ser el apoyo en su hombro, el mejor bastón para caminar. Había llegado a un punto en el que la muchacha al tener la suerte de conocer a personas como Schott, Alanna, Marie y más pequeñas personas que había dejado atrás, había cogido en sus manos una pequeña esperanza sobre el ser humano. Entendía que siempre existiría algo de luz, y como la luz alumbra fuertemente siempre la abrazaría una pequeña oscuridad, y su terror era que tanta amabilidad , no fuese algo normal.
Runa Thorgil
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Re: Los escuderos de la desdicha [ Privado Schott ]
Saludé a George y a Runa, que eran conscientes de nuestra amarga tarea. -Si, jajaja, muy gracioso- sonreí.
Mire a los bellos ojos de Runa - ¿Armas?, por que no jeje, seguro que es mejor que lo de antes- sonreí.
En la fragua un herrero había terminado una variedad de armas, tenían bastante buena pinta y acabado.-Hmm. estan bastante bien dadas las circunstancias- asentí. -Es todo un logro que haya podido conseguir estos filos dada la escasez de materiales y herramientas-
-Si, hace dias que los envios de hierro dejaron de llegar, estamos fundiendo menaje para hacer escudos y rejas para hacer espadas- comentó el herrero con el gesto torcido, sin duda el buen hombre habia hecho mas que horas extra para poder mantener a lo que quedaba de la guardia minimamente armado.
George lanzó una pesada maza a mis pies, la cogí sopesando su acabado.
-Hmmm, no esta nada mal, algo pesada para mi quizás, pero el centro de equilibrio es bueno- afirmé.
Cuando me quise dar cuenta, varios dedos me señalaban.
- ¿Qué? ¿Eh? ¿yo que? Yo no he sido- levante las manos, nunca se me solía acusar parta nada bueno.
Por lo visto el herrero necesitaba un ayudante -Seria un placer, esa tarea si que se me da mejor, he de admitir que estoy algo oxidado, pero creo que resultará- sonreí poniéndome el mandil de herrería.
-Jajaja- reí ante la propuesta del herrero- hombre visto que aquí no hay molino que mueva los martillos y que esa fragua está más fría que los reinos del norte nos vendrá bien alguien que refuerce ese fuego y golpee esos lingotes jeje- sonreí
Parecía que yo por fin iba a ser de utilidad para esta maldita guerra, yo no era un guerrero hábil, como Runa, mas bien lograba mantenerme con vida por pira suerte, pero ahora, haciendo armas algo menos romas para la guardia puede que consiguiese aunque solo fuese aportar mi granito de arena a la causa, son los grandes héroes los que libran las batallas, pero alguien debería contar también las historias de los anónimos que forjan sus armas.
Mire a los bellos ojos de Runa - ¿Armas?, por que no jeje, seguro que es mejor que lo de antes- sonreí.
En la fragua un herrero había terminado una variedad de armas, tenían bastante buena pinta y acabado.-Hmm. estan bastante bien dadas las circunstancias- asentí. -Es todo un logro que haya podido conseguir estos filos dada la escasez de materiales y herramientas-
-Si, hace dias que los envios de hierro dejaron de llegar, estamos fundiendo menaje para hacer escudos y rejas para hacer espadas- comentó el herrero con el gesto torcido, sin duda el buen hombre habia hecho mas que horas extra para poder mantener a lo que quedaba de la guardia minimamente armado.
George lanzó una pesada maza a mis pies, la cogí sopesando su acabado.
-Hmmm, no esta nada mal, algo pesada para mi quizás, pero el centro de equilibrio es bueno- afirmé.
Cuando me quise dar cuenta, varios dedos me señalaban.
- ¿Qué? ¿Eh? ¿yo que? Yo no he sido- levante las manos, nunca se me solía acusar parta nada bueno.
Por lo visto el herrero necesitaba un ayudante -Seria un placer, esa tarea si que se me da mejor, he de admitir que estoy algo oxidado, pero creo que resultará- sonreí poniéndome el mandil de herrería.
-Jajaja- reí ante la propuesta del herrero- hombre visto que aquí no hay molino que mueva los martillos y que esa fragua está más fría que los reinos del norte nos vendrá bien alguien que refuerce ese fuego y golpee esos lingotes jeje- sonreí
Parecía que yo por fin iba a ser de utilidad para esta maldita guerra, yo no era un guerrero hábil, como Runa, mas bien lograba mantenerme con vida por pira suerte, pero ahora, haciendo armas algo menos romas para la guardia puede que consiguiese aunque solo fuese aportar mi granito de arena a la causa, son los grandes héroes los que libran las batallas, pero alguien debería contar también las historias de los anónimos que forjan sus armas.
Schott
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Re: Los escuderos de la desdicha [ Privado Schott ]
Macthalagan, un antiguo frutero de la ciudad de Lunargenta reclutado en el oficio de la forja. Sus agrietadas manos rozaron los hombros del otro valioso herrero, y levantando parte de sus labios dejaba la marca de un hermoso hoyuelo en su piel.
Froto con jaleo dejando la parte lisa de su ropaje, y se separó dos pasos hacia atrás dejando su espalda en un ángulo recto. Movió su mano derecha haciendo una señal para indicar que entrara dentro de la lona junto a él, y giró su cuerpo dando pasos a dicha dirección.
- Necesitaré que avives muy bien el fuego, tengo un encargo bastante grande que atender. Añadió tras desaparecer dentro de la misma lona
Runa por curiosidad decidió unirse aunque fuese para aprender un poco sobre los metales, el mundo de la forja siempre le había quedado un poco lejos, así que no tenía ni la mínima idea sobre cómo dar forma a una espada. Ella sabía utilizar las armas, era el único cometido que había tenido desde uso de razón, sobre todo toda aquella que fuese de alcance largo con las que pudiese mantener a los enemigos a distancia.
Era una lona bastante grande una vez que te adentrabas en ella, el tamaño engañaba considerablemente. Por dentro se veía más espaciosa, un poco sucia debido al polvo y las partículas, y sobre todo era un mismo horno donde tenía una pequeña hoguera en sí.
Tenía una considerable colección de espadas colocadas por tamaños, a su lado, en el suelo sobre una tela extensa dejaba minuciosamente todos aquellos martillos a los que aún no había unido a su supuesto mango, y un cajón lleno de dagas y cuchillos.
En la pared más lejana se veían una larga fila de lanzas al lado de una pequeña mesa, que tan solo tenía decoración un libro. La muchacha se acercó por curiosidad para leer de que trataba, era un libro gordo y pesado de color verdoso que no se distinguía bien a causa del polvo, se veía de título “El manual del buen herrero” , un título bastante acertado para una persona que no se había dedicado a ello toda su vida.
- Bien ¿Cómo te llamas muchacho? Preguntó dándose cuenta que había sido muy descortés con su nuevo ayudante. - ¿Ves esa lista que tengo colgada ahí? Pues todo eso tiene que estar antes del anochecer… Añadió con rabia y bastante desesperación tras un resoplido.
Derrepente toda calma, todo silencio que se había formado en ese mismo instante fue interrumpido por una voz de un metro y veinte de altura. Metro y veinte de altura era una niña mugrienta debido al trabajo de su cansado padre, con unas trenzas tan fuertes y resistentes como las manos de él, con la energía de un martillo golpeando sin cesar contra el yunque “plom plom plom” , y esa misma energía que entro chillando se lanzó a los brazos del patriarca del lugar.
- Papi ¡Has traído amigos!
Metro y veinte de altura se bajo de los brazos de su padre y se lanzó a los brazos del pelirrojo como método de saludo más eficaz. Estaba radiante, y bastante feliz como cualquier niña inocente que no conocía que se avecinaba. Metro y veinte saludó con un beso en la mejilla a Schott y se quedó perpleja al ver a George entrando por la puerta.
-¡Hombre gigante! ¡cosecha abundante!
Metro y veinte repitió el mismo patrón y acabó en los brazos del gigantón.
La niña portaba un pequeño libro bajo el brazo que cayó al suelo, un pequeño libro que al comparación el que había en la mesa parecía tener apenas páginas. Un libro de bolsillo de color negro y mejor cuidado que el anterior. Runa se agachó para recoger el libro de la pequeña y se quedó perpleja al leer “Las leyes fundamentales de un buen sepulturero”. La sangre de la antigua ladrona se congelaba del terror al pensar que una simple niña como portaba algo tan fría información. ¿Qué motivo puede llevar una simple niña tener algo tan desconocido como la muerte?
Ella conocía la muerte, y no era la mejor de las facetas.
Volvió en si y se levantó para dar el libro a la pequeña que aún seguía en brazos del enorme George.
- Gracias mujer palo, eres muy delgada jijiji
Una risa se fundió dentro de la sala.
Macthalagan se dispuso a ponerse los guantes y empezar con tan ardía tarea.
- ¿Cómo sois capaces de soportar tan altas temperaturas dentro de este lugar? Cuestionó una agobiada Runa que no paraba de abanicarse con su propia mano sin cesar.
Observó, la chica tan solo podía mantenerse a un lado mientras guardaba detalle de ambos herreros en su labor. Una metro y veinte inquieta, se bajó de su compañero y se arrimó a una runa que tomó asiento en un cubo de madera vació que se encontraba fuera del entorno de trabajo de ambos.
- ¿Quieres jugar a adivina el nombre?
- Ahora no pequeña.
- ¿Por qué cara espiga?
- No sé me da bien adivinar nombres .Respondió una Runa evasiva
- Es sencillo. Él es cara oso. Dijo señalando a George – El enano bajito esmirriado es Quasimodo, es un nombre gracioso que usaba mi mami para hablar sobre mi tito. Añadía con felicidad la pequeña metro y veinte . – Y él… Dudaba de su decisión – Él es pecas. Decía refiriéndose al pelirrojo. – Para los amigos Judas .
Tantos años en la calle y en ese mismo instante no daba crédito de lo que estaba viendo de una simple niña a sus ojos.
Froto con jaleo dejando la parte lisa de su ropaje, y se separó dos pasos hacia atrás dejando su espalda en un ángulo recto. Movió su mano derecha haciendo una señal para indicar que entrara dentro de la lona junto a él, y giró su cuerpo dando pasos a dicha dirección.
- Necesitaré que avives muy bien el fuego, tengo un encargo bastante grande que atender. Añadió tras desaparecer dentro de la misma lona
Runa por curiosidad decidió unirse aunque fuese para aprender un poco sobre los metales, el mundo de la forja siempre le había quedado un poco lejos, así que no tenía ni la mínima idea sobre cómo dar forma a una espada. Ella sabía utilizar las armas, era el único cometido que había tenido desde uso de razón, sobre todo toda aquella que fuese de alcance largo con las que pudiese mantener a los enemigos a distancia.
Era una lona bastante grande una vez que te adentrabas en ella, el tamaño engañaba considerablemente. Por dentro se veía más espaciosa, un poco sucia debido al polvo y las partículas, y sobre todo era un mismo horno donde tenía una pequeña hoguera en sí.
Tenía una considerable colección de espadas colocadas por tamaños, a su lado, en el suelo sobre una tela extensa dejaba minuciosamente todos aquellos martillos a los que aún no había unido a su supuesto mango, y un cajón lleno de dagas y cuchillos.
En la pared más lejana se veían una larga fila de lanzas al lado de una pequeña mesa, que tan solo tenía decoración un libro. La muchacha se acercó por curiosidad para leer de que trataba, era un libro gordo y pesado de color verdoso que no se distinguía bien a causa del polvo, se veía de título “El manual del buen herrero” , un título bastante acertado para una persona que no se había dedicado a ello toda su vida.
- Bien ¿Cómo te llamas muchacho? Preguntó dándose cuenta que había sido muy descortés con su nuevo ayudante. - ¿Ves esa lista que tengo colgada ahí? Pues todo eso tiene que estar antes del anochecer… Añadió con rabia y bastante desesperación tras un resoplido.
Derrepente toda calma, todo silencio que se había formado en ese mismo instante fue interrumpido por una voz de un metro y veinte de altura. Metro y veinte de altura era una niña mugrienta debido al trabajo de su cansado padre, con unas trenzas tan fuertes y resistentes como las manos de él, con la energía de un martillo golpeando sin cesar contra el yunque “plom plom plom” , y esa misma energía que entro chillando se lanzó a los brazos del patriarca del lugar.
- Papi ¡Has traído amigos!
Metro y veinte de altura se bajo de los brazos de su padre y se lanzó a los brazos del pelirrojo como método de saludo más eficaz. Estaba radiante, y bastante feliz como cualquier niña inocente que no conocía que se avecinaba. Metro y veinte saludó con un beso en la mejilla a Schott y se quedó perpleja al ver a George entrando por la puerta.
-¡Hombre gigante! ¡cosecha abundante!
Metro y veinte repitió el mismo patrón y acabó en los brazos del gigantón.
La niña portaba un pequeño libro bajo el brazo que cayó al suelo, un pequeño libro que al comparación el que había en la mesa parecía tener apenas páginas. Un libro de bolsillo de color negro y mejor cuidado que el anterior. Runa se agachó para recoger el libro de la pequeña y se quedó perpleja al leer “Las leyes fundamentales de un buen sepulturero”. La sangre de la antigua ladrona se congelaba del terror al pensar que una simple niña como portaba algo tan fría información. ¿Qué motivo puede llevar una simple niña tener algo tan desconocido como la muerte?
Ella conocía la muerte, y no era la mejor de las facetas.
Volvió en si y se levantó para dar el libro a la pequeña que aún seguía en brazos del enorme George.
- Gracias mujer palo, eres muy delgada jijiji
Una risa se fundió dentro de la sala.
Macthalagan se dispuso a ponerse los guantes y empezar con tan ardía tarea.
- ¿Cómo sois capaces de soportar tan altas temperaturas dentro de este lugar? Cuestionó una agobiada Runa que no paraba de abanicarse con su propia mano sin cesar.
Observó, la chica tan solo podía mantenerse a un lado mientras guardaba detalle de ambos herreros en su labor. Una metro y veinte inquieta, se bajó de su compañero y se arrimó a una runa que tomó asiento en un cubo de madera vació que se encontraba fuera del entorno de trabajo de ambos.
- ¿Quieres jugar a adivina el nombre?
- Ahora no pequeña.
- ¿Por qué cara espiga?
- No sé me da bien adivinar nombres .Respondió una Runa evasiva
- Es sencillo. Él es cara oso. Dijo señalando a George – El enano bajito esmirriado es Quasimodo, es un nombre gracioso que usaba mi mami para hablar sobre mi tito. Añadía con felicidad la pequeña metro y veinte . – Y él… Dudaba de su decisión – Él es pecas. Decía refiriéndose al pelirrojo. – Para los amigos Judas .
Tantos años en la calle y en ese mismo instante no daba crédito de lo que estaba viendo de una simple niña a sus ojos.
Runa Thorgil
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Re: Los escuderos de la desdicha [ Privado Schott ]
Acompañé al herrero cuando nos indicó que entrásemos a la carpa, sonreí al ver el ambiente de la forja, el calor de la fragua, el humo, el gusto del metal forjado...sensaciones que me eran muy familiares y que me alegraba volver a sentir.
-Ahhh, buena fragua tienes aquí montada- sonreí
-Bueno son tiempos de necesidad, ahora más que nunca- contestó el herrero.
Comencé a avivar el fuego tal y como nos había pedido, parecía que no iba a faltar carbón y este no era de una mala calidad.
Sonreí al encontrarme útil de nuevo, no se me daba bien la espada, pero forjarlas ya es otra cosa.
Vi que Runa curioseaba por allí, me acerqué a ella -Hmm, es un buen libro, del maestro Goodman, algo pesado pero muy interesante jeje- sonreí -No te preocupes, la mayor parte del trabajo consiste en aporrear cosas inmisericordemente jeje-
Allí en la carpa había mucho trabajo hecho, pero mucho más aun por hacer, con las líneas de suministros cortadas, armar y mantener el equipo de la guardia en condiciones aceptables estaba siendo una misión casi imposible.
-Ahhh, Schott, me llamo Schott, un placer- sonreí dándole la mano.
Agarre la lista escrita en un grueso pergamino, alce las cejas, era una enorme cantidad de equipo, en un plazo absurdo.
-Bueno supongo que, si logramos hacer lo de los establos, ¿esto no puede ser imposible no? - bromee.
En ese momento una niña pequeña irrumpió en el lugar, debía de ser la hija del herrero.
-Uyuyuy, cuidado niña que aún estoy que me caigo jeje- sonreí cuando me abrazo de un salto.
Reí ante el comentario de la niña, mujer palo, esa si era buena, y eso que no llegaba a imaginar lo bien que manejaba Runa la vara en combate.
Negué agradecido el gesto del herrero que me tendido un par de guantes de trabajo para sacar los míos propios.
- ¿Jajaja, altas?, eso es que no has visto como se pone con las fundiciones- bromee a runa
-Je, si, parece el mismo infierno- sonrió el herrero.
Comencé pues a la tarea, golpeando una pechera a medio terminar sobre el yunque.
Vi de reojo como Runa entablaba conversación con la niña, sonreí, eran esos breves momentos por los que luchábamos, breves remansos de paz en el caos en que se había convertido el país.
-Ey niña, sabias que Runa es la mejor luchadora de toda Verisar?, que te lo enseñe jajaja - sonreí, no sé si sería cierto, tampoco conocía a muchos luchadores, pero apostaría a que sí que estaba entre ellos.
-Ahhh, buena fragua tienes aquí montada- sonreí
-Bueno son tiempos de necesidad, ahora más que nunca- contestó el herrero.
Comencé a avivar el fuego tal y como nos había pedido, parecía que no iba a faltar carbón y este no era de una mala calidad.
Sonreí al encontrarme útil de nuevo, no se me daba bien la espada, pero forjarlas ya es otra cosa.
Vi que Runa curioseaba por allí, me acerqué a ella -Hmm, es un buen libro, del maestro Goodman, algo pesado pero muy interesante jeje- sonreí -No te preocupes, la mayor parte del trabajo consiste en aporrear cosas inmisericordemente jeje-
Allí en la carpa había mucho trabajo hecho, pero mucho más aun por hacer, con las líneas de suministros cortadas, armar y mantener el equipo de la guardia en condiciones aceptables estaba siendo una misión casi imposible.
-Ahhh, Schott, me llamo Schott, un placer- sonreí dándole la mano.
Agarre la lista escrita en un grueso pergamino, alce las cejas, era una enorme cantidad de equipo, en un plazo absurdo.
-Bueno supongo que, si logramos hacer lo de los establos, ¿esto no puede ser imposible no? - bromee.
En ese momento una niña pequeña irrumpió en el lugar, debía de ser la hija del herrero.
-Uyuyuy, cuidado niña que aún estoy que me caigo jeje- sonreí cuando me abrazo de un salto.
Reí ante el comentario de la niña, mujer palo, esa si era buena, y eso que no llegaba a imaginar lo bien que manejaba Runa la vara en combate.
Negué agradecido el gesto del herrero que me tendido un par de guantes de trabajo para sacar los míos propios.
- ¿Jajaja, altas?, eso es que no has visto como se pone con las fundiciones- bromee a runa
-Je, si, parece el mismo infierno- sonrió el herrero.
Comencé pues a la tarea, golpeando una pechera a medio terminar sobre el yunque.
Vi de reojo como Runa entablaba conversación con la niña, sonreí, eran esos breves momentos por los que luchábamos, breves remansos de paz en el caos en que se había convertido el país.
-Ey niña, sabias que Runa es la mejor luchadora de toda Verisar?, que te lo enseñe jajaja - sonreí, no sé si sería cierto, tampoco conocía a muchos luchadores, pero apostaría a que sí que estaba entre ellos.
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