Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
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Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
En Baslodia, llevaba tres días lloviendo. La época de lluvias había llegado y se hacía notar. Afortunadamente, la ciudad estaba preparada para ello y habían pequeños canales a los lados de las calles, que llevaban el agua de la lluvia hacia la zona baja de la ciudad hasta desembocar en los puertos, llegando hasta el mar. La suciedad se limpiaba sola en Baslodia.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], la ciudad parecía estar ahora en una desesperante calma y la situación de la Mina del Tuerto parecía haberse solucionado, aunque algo continuaba ocurriendo en la Mina Roja.
Los mineros que trabajaban en ella, llevaban diez días sin volver a casa. Los guardas de los Baslod, la familia noble gobernante de la ciudad, custodiaban el acceso a la mina y los trabajadores habían sido instalados en una vivienda anexa, dónde se les retenía y se les impedía volver al hogar ni hablar con sus familiares. Los tenían completamente aislados.
Al escuchar la historia, no pude evitar recordar una de las últimas vivencias de mi padre, que había trabajado en aquella mina durante años. Una vez, uno de los túneles llegó hasta una cámara subterránea dónde había numerosos rubíes incrustados en sus paredes. Los trabajadores callaron su descubrimiento y salían de la mina con esas gemas preciosas ocultas bajo su ropa, temerosos que los guardas se percatasen de su hallazgo.
Durante un par de días todo fue bien, pero al tercero fueron descubiertos. Los que fueron hallados con rubíes encima fueron asesinados allí mismo, mientras que a los demás, se les interrogó durante días. Mi madre, viva por aquel entonces, cuidó de mí, preocupada por mi padre, al que no dejaban volver a casa.
Mi intuición me decía que aquello estaba volviendo a suceder. Aunque hacía años que no se encontraba rubíes en la mina roja, algo sucedía de nuevo en sus túneles. Y yo estaba dispuesto a averiguar de qué se trataba. Y si se trataba de rubíes, obtener la mayor información posible y elaborar un plan para obtenerlos. Mejor en mis manos que en las de los Baslod.
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Los mineros que trabajaban en ella, llevaban diez días sin volver a casa. Los guardas de los Baslod, la familia noble gobernante de la ciudad, custodiaban el acceso a la mina y los trabajadores habían sido instalados en una vivienda anexa, dónde se les retenía y se les impedía volver al hogar ni hablar con sus familiares. Los tenían completamente aislados.
Al escuchar la historia, no pude evitar recordar una de las últimas vivencias de mi padre, que había trabajado en aquella mina durante años. Una vez, uno de los túneles llegó hasta una cámara subterránea dónde había numerosos rubíes incrustados en sus paredes. Los trabajadores callaron su descubrimiento y salían de la mina con esas gemas preciosas ocultas bajo su ropa, temerosos que los guardas se percatasen de su hallazgo.
Durante un par de días todo fue bien, pero al tercero fueron descubiertos. Los que fueron hallados con rubíes encima fueron asesinados allí mismo, mientras que a los demás, se les interrogó durante días. Mi madre, viva por aquel entonces, cuidó de mí, preocupada por mi padre, al que no dejaban volver a casa.
Mi intuición me decía que aquello estaba volviendo a suceder. Aunque hacía años que no se encontraba rubíes en la mina roja, algo sucedía de nuevo en sus túneles. Y yo estaba dispuesto a averiguar de qué se trataba. Y si se trataba de rubíes, obtener la mayor información posible y elaborar un plan para obtenerlos. Mejor en mis manos que en las de los Baslod.
Última edición por Eden el Dom Oct 13 2019, 11:45, editado 1 vez
Eden
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
Camino bajo la lluvia por las inclinadas calles de Baslodia. Ya casi es de noche, pero debido a las densas nubes, hace horas que había oscurecido. Espero llegar pronto a la posada. No es que me moleste la lluvia, pero la humedad no es buena para la madera. Unos pocos minutos después me encuentro frente a la puerta de la posada, la cual parece humilde, pero para nada ruinosa, como otras en las que me he tenido que meter en alguna ocasión.
Entro sin demora, ya estoy bastante empapado. Me detengo en la entrada, cerrando la puerta tras de mi, y echo un vistazo al salón principal. Ver el fuego encendido en el hogar me reconforta súbitamente - ''Espero que el viaje merezca la pena'' - Me sorprende encontrar tan poca gente en el salón principal, es la hora de la cena y con la que esta cayendo ahí fuera cualquiera agradecería tener una lumbre a la que arrimarse. - ''¿Sera cierto que los mineros están retenidos? ''- Me acerco al fuego y dejo mi Laúd junto a mi capa, mi sombrero y mi equipaje cerca, para que se sequen mientras hablo con el posadero. Me dirijo a la barra.
El posadero me mira de reojo, mientras limpia con fingido esmero la barra, (El tiempo me ha enseñado que esta es una táctica utilizada por todo regente de taberna para parecer ocupados ante los clientes y poder poner la oreja para enterarse de todo rumor, noticia o cotilleo local o extranjero. Lo cual me resulta extremadamente útil en mi oficio, y concretamente para lo que había venido expresamente hasta esta ciudad.) me siento en un taburete y espero a ser atendido. Los rumores dicen que la situación local parece encontrarse en un momento tenso, por lo que decido no mostrar mi lado mas extrovertido por ahora.
-Saludos, una pinta de cerveza de trigo cuando pueda, por favor. Y... ¿Tendría a bien servirme algo caliente para comer? Cualquier cosa me servirá - - La respuesta del regente consta de un único movimiento de cabeza afirmativo, me temo que por esta noche no podre ofrecer mis servicios como músico para pasar la noche gratis. Total, tampoco tendría un publico digno de mis habilidades.
El posadero regresa con una jarra llena de espumosa cerveza y un humeante plato de guiso de conejo, lo deja en la barra frente a mi y regresa a su labor de limpieza. Doy un largo trago a la jarra, (el primero siempre es el mejor) y comienzo a dar cuenta del abundante plato de comida, (supongo que debido a la escasez de clientes, prefieren servir generosas cantidades a tener que tirar todo lo que sobra) Esperaba terminar de cenar para entablar conversación con el introspectivo camarero, pero se me adelanta.
- ¿Eres músico?- Dice echando un ojo a mis pertenencias. - Hace mucho que no pasa ningún bardo por aquí... aunque de todos modos, las gentes no están de humor para cánticos y fiestas, no encontraras mucho trabajo en esta ciudad.- El semblante oscuro del posadero parece desvelar que lo que sea que este sucediendo en la zona, le afecta personalmente.
- Si, bueno... el trabajo de un bardo va mas allá de tocar y cantar. No... no es esa labor la que me ha traído hasta aquí, veras... Un buen juglar debe componer su propia música, sus propias canciones, sus propias letras. Debe cantar historias. Historias reales, vivas. Y debe ir a buscarlas el mismo, sentir la historia, debe vivirla, para comprenderla y poder transmitirla de forma convincente para que aquel que la escuche la viva también. Y eso es lo que me ha traído hasta aquí... Si no es indiscreción, amigo mio... ¿Que puedes contarme de la Mina Roja? -
Entro sin demora, ya estoy bastante empapado. Me detengo en la entrada, cerrando la puerta tras de mi, y echo un vistazo al salón principal. Ver el fuego encendido en el hogar me reconforta súbitamente - ''Espero que el viaje merezca la pena'' - Me sorprende encontrar tan poca gente en el salón principal, es la hora de la cena y con la que esta cayendo ahí fuera cualquiera agradecería tener una lumbre a la que arrimarse. - ''¿Sera cierto que los mineros están retenidos? ''- Me acerco al fuego y dejo mi Laúd junto a mi capa, mi sombrero y mi equipaje cerca, para que se sequen mientras hablo con el posadero. Me dirijo a la barra.
El posadero me mira de reojo, mientras limpia con fingido esmero la barra, (El tiempo me ha enseñado que esta es una táctica utilizada por todo regente de taberna para parecer ocupados ante los clientes y poder poner la oreja para enterarse de todo rumor, noticia o cotilleo local o extranjero. Lo cual me resulta extremadamente útil en mi oficio, y concretamente para lo que había venido expresamente hasta esta ciudad.) me siento en un taburete y espero a ser atendido. Los rumores dicen que la situación local parece encontrarse en un momento tenso, por lo que decido no mostrar mi lado mas extrovertido por ahora.
-Saludos, una pinta de cerveza de trigo cuando pueda, por favor. Y... ¿Tendría a bien servirme algo caliente para comer? Cualquier cosa me servirá - - La respuesta del regente consta de un único movimiento de cabeza afirmativo, me temo que por esta noche no podre ofrecer mis servicios como músico para pasar la noche gratis. Total, tampoco tendría un publico digno de mis habilidades.
El posadero regresa con una jarra llena de espumosa cerveza y un humeante plato de guiso de conejo, lo deja en la barra frente a mi y regresa a su labor de limpieza. Doy un largo trago a la jarra, (el primero siempre es el mejor) y comienzo a dar cuenta del abundante plato de comida, (supongo que debido a la escasez de clientes, prefieren servir generosas cantidades a tener que tirar todo lo que sobra) Esperaba terminar de cenar para entablar conversación con el introspectivo camarero, pero se me adelanta.
- ¿Eres músico?- Dice echando un ojo a mis pertenencias. - Hace mucho que no pasa ningún bardo por aquí... aunque de todos modos, las gentes no están de humor para cánticos y fiestas, no encontraras mucho trabajo en esta ciudad.- El semblante oscuro del posadero parece desvelar que lo que sea que este sucediendo en la zona, le afecta personalmente.
- Si, bueno... el trabajo de un bardo va mas allá de tocar y cantar. No... no es esa labor la que me ha traído hasta aquí, veras... Un buen juglar debe componer su propia música, sus propias canciones, sus propias letras. Debe cantar historias. Historias reales, vivas. Y debe ir a buscarlas el mismo, sentir la historia, debe vivirla, para comprenderla y poder transmitirla de forma convincente para que aquel que la escuche la viva también. Y eso es lo que me ha traído hasta aquí... Si no es indiscreción, amigo mio... ¿Que puedes contarme de la Mina Roja? -
Aramis el Bardo
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
Nayru observó la ciudad desde el pequeño tejado al que se había encaramado, desapasionada. En Aerandir podías ver lugares preciosos bajo las estrellas, podías visitar lugares normalitos en la noche, y luego estaban los sitios que, y apostaba el ojo izquierdo, no mejoraban ni bajo el sol maldito. Como Baslodia: era uno de esos lugares feos, pero con ganas.
La ciudad amurallada resultaba gris incluso bajo el manto de la noche; gris y triste, oliendo a metal, óxido y miseria. La mujer arrugó la nariz, porque incluso la sangre de sus habitantes era pobre. Había tenido que alimentarse de tres personas diferentes para evitar matarlos de un solo trago, paladeando a disgusto la carencia de las cosas importantes que debería tener la sangre de cualquier persona sana. Para ella, que solía rondar los barrios bajos de las urbes por variados motivos, toparse con una persona en ese estado era normal y resultaba relativamente fácil de distinguir antes de hincar el diente. Pero allí... tres intentos, tres catas horrendas. Con la última se dio por vencida. Debió ir a buscar algo de comer a los barrios ricos en vez de conformarse con mantener un perfil bajo, sí, pero una no siempre podía comer a la carta.
Descendió con relativa agilidad por la cansada fachada de aquella casa de dos plantas, agarrándose bien a las grandes grietas y los ladrillos de barro desgastado. Ni siquiera se paró a mirar por la ventana por la que había salido hacia el tejado, ignorando el exhausto cuerpo en el jergón que dormía plácido después de un rato de intensa actividad. Ya que la sangre iba a saber mal de todas maneras, qué menos que aderezarla con un poco de excitación. Se dejó caer al suelo con un sonido suave, se sacudió las manos y emprendió la marcha en silencio.
Aunque el lugar fuese feo y estuviese desnutrido la vampiresa no estaba allí por placer. Dobló una esquina, inhalando el aire nocturno y paladeando los sabores que traía consigo la humedad de las lluvias recientes. Orines, podredumbre, desperdicios, y muy al fondo las notas acres de os productos que se usaban en todas las minas para separar de la tierra el preciado material por el cual la horadaban, fuera el que fuese. Dando un pequeño saltito bordeó un riachuelo que discurría por mitad de la calle y que tenía de todo menos agua; los canales laterales parecían desbordados.
Ignorando por completo el sospechoso intercambio entre un encapuchado y un hombre sin dentadura dobló un par de esquinas, evadiendo ágil una competición de meados entre borrachos a las puertas de un bar, escurriéndose entre un par de sombras haciendo el mínimo ruido. Nayru quería llegar a un punto en concreto de Baslodia, y se encontraba precisamente fuera de Baslodia: su destino eran las minas. Había empleado toda la noche anterior en buscar y reunir la información necesaria para confirmar el rumor que rondaba por ahí, y ahora que estaba segura era el momento de ponerse en marcha.
La Mina Roja, la misma que llevaba tanto tiempo produciendo poco o nada de los rubíes que le daban nombre, al parecer volvía a recobrar su esplendor. Tanto, que las autoridades habían aislado a los mineros encargados de la sustracción de tan preciados cristales, sin permitirles regresar a sus casas. Los lugareños llevaban como diez días sin saber nada de ellos, lo cual había disparado la alarma general, lo cual había generado la ola de rumores, lo cual la había atraído a ella, que no tenía nada que hacer en la vida porque seguía igual de perdida que cuando salió de Lunargenta.
Nayru no estaba segura de si lo que habían encontrado allá abajo eran únicamente rubíes o algo más, algo de mayor valor que hubiese obligado a los Baslod, o a quien estuviese al mando de esa futura revuelta popular, a aislar a la cuadrilla de mineros para evitar que dijesen nada. Pero ella era una mujer curiosa a la que la idea de ganarse unos buenos aeros con piedras preciosas de contrabando no le parecía nada mal, así que por eso caminaba rumbo a las minas. A ver qué podía sacarse en limpio de todo aquello antes de que se complicase innecesariamente.
O antes de que apareciesen más como ella, atraídos por el dinero fácil, la aventura o el sentido de la justicia. Arrugó el ceño a la noche encapotada, resguardada en las sombras de los muros de la ciudad. Esperaba sinceramente no encontrarse con uno de esos, tendían a generar demasiados problemas.
La ciudad amurallada resultaba gris incluso bajo el manto de la noche; gris y triste, oliendo a metal, óxido y miseria. La mujer arrugó la nariz, porque incluso la sangre de sus habitantes era pobre. Había tenido que alimentarse de tres personas diferentes para evitar matarlos de un solo trago, paladeando a disgusto la carencia de las cosas importantes que debería tener la sangre de cualquier persona sana. Para ella, que solía rondar los barrios bajos de las urbes por variados motivos, toparse con una persona en ese estado era normal y resultaba relativamente fácil de distinguir antes de hincar el diente. Pero allí... tres intentos, tres catas horrendas. Con la última se dio por vencida. Debió ir a buscar algo de comer a los barrios ricos en vez de conformarse con mantener un perfil bajo, sí, pero una no siempre podía comer a la carta.
Descendió con relativa agilidad por la cansada fachada de aquella casa de dos plantas, agarrándose bien a las grandes grietas y los ladrillos de barro desgastado. Ni siquiera se paró a mirar por la ventana por la que había salido hacia el tejado, ignorando el exhausto cuerpo en el jergón que dormía plácido después de un rato de intensa actividad. Ya que la sangre iba a saber mal de todas maneras, qué menos que aderezarla con un poco de excitación. Se dejó caer al suelo con un sonido suave, se sacudió las manos y emprendió la marcha en silencio.
Aunque el lugar fuese feo y estuviese desnutrido la vampiresa no estaba allí por placer. Dobló una esquina, inhalando el aire nocturno y paladeando los sabores que traía consigo la humedad de las lluvias recientes. Orines, podredumbre, desperdicios, y muy al fondo las notas acres de os productos que se usaban en todas las minas para separar de la tierra el preciado material por el cual la horadaban, fuera el que fuese. Dando un pequeño saltito bordeó un riachuelo que discurría por mitad de la calle y que tenía de todo menos agua; los canales laterales parecían desbordados.
Ignorando por completo el sospechoso intercambio entre un encapuchado y un hombre sin dentadura dobló un par de esquinas, evadiendo ágil una competición de meados entre borrachos a las puertas de un bar, escurriéndose entre un par de sombras haciendo el mínimo ruido. Nayru quería llegar a un punto en concreto de Baslodia, y se encontraba precisamente fuera de Baslodia: su destino eran las minas. Había empleado toda la noche anterior en buscar y reunir la información necesaria para confirmar el rumor que rondaba por ahí, y ahora que estaba segura era el momento de ponerse en marcha.
La Mina Roja, la misma que llevaba tanto tiempo produciendo poco o nada de los rubíes que le daban nombre, al parecer volvía a recobrar su esplendor. Tanto, que las autoridades habían aislado a los mineros encargados de la sustracción de tan preciados cristales, sin permitirles regresar a sus casas. Los lugareños llevaban como diez días sin saber nada de ellos, lo cual había disparado la alarma general, lo cual había generado la ola de rumores, lo cual la había atraído a ella, que no tenía nada que hacer en la vida porque seguía igual de perdida que cuando salió de Lunargenta.
Nayru no estaba segura de si lo que habían encontrado allá abajo eran únicamente rubíes o algo más, algo de mayor valor que hubiese obligado a los Baslod, o a quien estuviese al mando de esa futura revuelta popular, a aislar a la cuadrilla de mineros para evitar que dijesen nada. Pero ella era una mujer curiosa a la que la idea de ganarse unos buenos aeros con piedras preciosas de contrabando no le parecía nada mal, así que por eso caminaba rumbo a las minas. A ver qué podía sacarse en limpio de todo aquello antes de que se complicase innecesariamente.
O antes de que apareciesen más como ella, atraídos por el dinero fácil, la aventura o el sentido de la justicia. Arrugó el ceño a la noche encapotada, resguardada en las sombras de los muros de la ciudad. Esperaba sinceramente no encontrarse con uno de esos, tendían a generar demasiados problemas.
Nayru
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
A la Mina Roja sólo se accedía a través de la ciudad. Situada a unos 2000 metros de distancia de la urbe, la única forma de entrada era el estrecho camino entre una muralla defensiva y un acantilado que caía al mar. La ruta iba ascendiendo cuánto más se aproximaba a la entrada de la gruta.
Emprendí mi viaje por el sendero cuándo la oscuridad había caído. La luz de la luna había menguado mucho las últimas noches, aunque el astro aún desprendía la luz suficiente cómo para ver el camino que se abría paso entre los desfiladeros, una ruta sinuosa aunque segura.
Me sorprendí al no encontrar ningún guarda en mi travesía, aunque intuí que éstos se encontraban en la explanada que daba entrada a la Mina, dónde, según recordaba en mi última visita al lugar, había una vieja vivienda que en la actualidad daba cobijo nocturno a los mineros que no podían regresar a casa.
Tras un estrechamiento del camino, que comenzó a serpentear entre las rocas, comenzó a ancharse y la explanada surgió de golpe ante mis ojos.
La explanada era más pequeña de lo que recordaba. En ella, divisaba un pequeño e improvisado puesto de guardia, dónde había varios soldados impidiendo el acceso a la explanada. Conté cuatro, aunque la oscuridad podía engañar a mis ojos. Más al fondo, se encontraba la vieja casa, vivienda y cárcel provisional de los trabajadores. En su interior, se escuchaba un griterío. Aún no estaban descansando. Al fondo de la explanada, en la pared de piedra, se distinguía la parte superior del arco de entrada de la Mina, que al igual que la entrada del recinto, suponía estaba escoltada por otro grupo de guardas.
Entrar sería complicado, aunque más lo sería salir. La observación del lugar, la discreción y la paciencia me daban la oportunidad de aprovechar el momento indicado para entrar si este resultaba. Ahora bien: cuándo llegase el momento de salir, tendría que hacerlo corriendo grandes riesgos, ya que desde el interior, no sabría quienes ni donde se encontrarían en la planicie.
Continuaba examinando el lugar cuándo escuché unos pasos tras de mí. Alguien se aproximaba a mi espalda.
Emprendí mi viaje por el sendero cuándo la oscuridad había caído. La luz de la luna había menguado mucho las últimas noches, aunque el astro aún desprendía la luz suficiente cómo para ver el camino que se abría paso entre los desfiladeros, una ruta sinuosa aunque segura.
Me sorprendí al no encontrar ningún guarda en mi travesía, aunque intuí que éstos se encontraban en la explanada que daba entrada a la Mina, dónde, según recordaba en mi última visita al lugar, había una vieja vivienda que en la actualidad daba cobijo nocturno a los mineros que no podían regresar a casa.
Tras un estrechamiento del camino, que comenzó a serpentear entre las rocas, comenzó a ancharse y la explanada surgió de golpe ante mis ojos.
La explanada era más pequeña de lo que recordaba. En ella, divisaba un pequeño e improvisado puesto de guardia, dónde había varios soldados impidiendo el acceso a la explanada. Conté cuatro, aunque la oscuridad podía engañar a mis ojos. Más al fondo, se encontraba la vieja casa, vivienda y cárcel provisional de los trabajadores. En su interior, se escuchaba un griterío. Aún no estaban descansando. Al fondo de la explanada, en la pared de piedra, se distinguía la parte superior del arco de entrada de la Mina, que al igual que la entrada del recinto, suponía estaba escoltada por otro grupo de guardas.
Entrar sería complicado, aunque más lo sería salir. La observación del lugar, la discreción y la paciencia me daban la oportunidad de aprovechar el momento indicado para entrar si este resultaba. Ahora bien: cuándo llegase el momento de salir, tendría que hacerlo corriendo grandes riesgos, ya que desde el interior, no sabría quienes ni donde se encontrarían en la planicie.
Continuaba examinando el lugar cuándo escuché unos pasos tras de mí. Alguien se aproximaba a mi espalda.
Eden
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
Gracias a las musas que ha dejado de llover, de verdad que estaba por dejar mi laúd en la posada para evitar que se mojara, pero detesto tener que alejarme de el aunque sea unos metros, y mucho menos por mas de una hora. Para lo que me proponía hacer iba a necesitar de al menos toda la noche. Ahora la luna, aunque difusa, arroja algo de luz entre las espesas nubes, la suficiente para iluminar el estrecho sendero que discurre junto a los acantilados. - Construir una muralla tan larga solo para proteger una mina... Esos Baslod deben de apreciar mucho su capital para tomarse tantas molestias. -
Pero eso explica todo lo que me ha contado el tabernero, es algo que aprendí de pequeño, las familias poderosas y adineradas son capaces de cualquier cosa con tal de mantener su riqueza y estatus, hasta de encarcelar a sus propios obreros. Realmente asqueroso... Los perros obedientes que ejercen de guardias a sueldo para ellos no son mucho mejores que los engreídos que los contratan, eso si, suelen ser mucho menos inteligentes, sera fácil crear una distracción para colarme en la mina e investigar a mis anchas para esclarecer la verdadera razón por la que los mineros no han regresado a casa.
Si es verdad que están volviendo a sacar piedras preciosas de esos túneles, los obreros se merecen una subida de sueldo y regresar con sus familias, yo me encargare de escribir la canción que hará a todo el pueblo levantarse en contra de sus opresivos señores. Si de paso puedo quedarme alguno de esos pedruscos brillantes y sacar algo de tajada por el, esta sera una historia con final feliz.
No puedo evitar sonreír perdido en mis propios pensamientos de lo bien que viviría durante un tiempo con el dinero que sacara vendiendo esos rubíes. Sin darme cuenta llego ante la entrada a una explanada con una casa y la entrada a la que supongo que sera la mina que he venido a ''visitar''. Parece haber unos cuantos guardias y hay actividad en la casa, lo cual me viene genial, seria muy sospechoso venir cuando todos duermen. Pero... ¿Que es eso? Una sombra... es... una persona... - ¡Maldición Aramis! - ¿Me ha visto? Sin duda me ha oído llegar, iba tan metido en mis fantasías que ni me he percatado de lo que me rodeaba. Tonto, muy tonto. Esconderse ahora seria evidentemente sospechoso. Llevo mi mano al mango de mi espada casi instintivamente, aunque la oculto con mi capa. ¿Sera un guardia? No... Parece estar observando el lugar a escondidas. ¿Será un minero fugado? No... De ser así ya habría corrido hasta el pueblo. Podría ser algún familiar que ha venido a rescatar a un ser querido, o alguien que ha venido a descubrir la verdad sobre la Mina Roja, como yo. Sea cual sea la respuesta, mas me vale pensar rapido, pues ya no hay vuelta atrás.
- Buenas noches, mi buen amigo. Mi nombre es Aramis y Bardo mi profesión. -Me presento acompañando mis palabras de una gran reverencia sin soltar mi espada. - Espero no haberte sobresaltado tanto como tu a mi, ¡jaja! Cuéntame, ¿Con quien tengo el placer de hablar? ¿Como es que no te encuentras en el interior de la casa junto a todos los demás? - Muestro una sonrisa convincente, y me muestro natural y tranquilo, como si me estuvieran esperando.
Pero eso explica todo lo que me ha contado el tabernero, es algo que aprendí de pequeño, las familias poderosas y adineradas son capaces de cualquier cosa con tal de mantener su riqueza y estatus, hasta de encarcelar a sus propios obreros. Realmente asqueroso... Los perros obedientes que ejercen de guardias a sueldo para ellos no son mucho mejores que los engreídos que los contratan, eso si, suelen ser mucho menos inteligentes, sera fácil crear una distracción para colarme en la mina e investigar a mis anchas para esclarecer la verdadera razón por la que los mineros no han regresado a casa.
Si es verdad que están volviendo a sacar piedras preciosas de esos túneles, los obreros se merecen una subida de sueldo y regresar con sus familias, yo me encargare de escribir la canción que hará a todo el pueblo levantarse en contra de sus opresivos señores. Si de paso puedo quedarme alguno de esos pedruscos brillantes y sacar algo de tajada por el, esta sera una historia con final feliz.
No puedo evitar sonreír perdido en mis propios pensamientos de lo bien que viviría durante un tiempo con el dinero que sacara vendiendo esos rubíes. Sin darme cuenta llego ante la entrada a una explanada con una casa y la entrada a la que supongo que sera la mina que he venido a ''visitar''. Parece haber unos cuantos guardias y hay actividad en la casa, lo cual me viene genial, seria muy sospechoso venir cuando todos duermen. Pero... ¿Que es eso? Una sombra... es... una persona... - ¡Maldición Aramis! - ¿Me ha visto? Sin duda me ha oído llegar, iba tan metido en mis fantasías que ni me he percatado de lo que me rodeaba. Tonto, muy tonto. Esconderse ahora seria evidentemente sospechoso. Llevo mi mano al mango de mi espada casi instintivamente, aunque la oculto con mi capa. ¿Sera un guardia? No... Parece estar observando el lugar a escondidas. ¿Será un minero fugado? No... De ser así ya habría corrido hasta el pueblo. Podría ser algún familiar que ha venido a rescatar a un ser querido, o alguien que ha venido a descubrir la verdad sobre la Mina Roja, como yo. Sea cual sea la respuesta, mas me vale pensar rapido, pues ya no hay vuelta atrás.
- Buenas noches, mi buen amigo. Mi nombre es Aramis y Bardo mi profesión. -Me presento acompañando mis palabras de una gran reverencia sin soltar mi espada. - Espero no haberte sobresaltado tanto como tu a mi, ¡jaja! Cuéntame, ¿Con quien tengo el placer de hablar? ¿Como es que no te encuentras en el interior de la casa junto a todos los demás? - Muestro una sonrisa convincente, y me muestro natural y tranquilo, como si me estuvieran esperando.
Aramis el Bardo
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
La ciudad había acabado arrinconando la mina. En concreto, tenía pinta de que los que dominaban la ciudad querían arrinconar la mina, entre los altos muros y el furioso acantilado, sin dejarle hueco para escapar. Todavía no lo veía, pero podía escuchar el rugir de las olas rompiendo contra la piedra afilada.
Escuchar los rumores fue fácil. Los rubíes y la cuadrilla de mineros retenidos era algo de lo que todos hablaban, la historia flotaba en el ambiente lúgubre como una niebla pegajosa. Lo que resultó más complicado fue hacerse con la información correcta. Abandonó en silencio y con premura la última sombra de la última casa, vigilando la luna menguante sobre su cabeza como esperando que la traicionase de repente. En el mayor de los silencios y amparada por su propia naturaleza nocturna, la vampiresa emprendió el camino sendero arriba con paso ligero.
Sí, conseguir la información correcta era siempre un desafío, y rara era la vez que sacabas demasiado en limpio. Una debía saber dónde preguntar, cómo, y a quién, y con suerte acababas reuniendo algunas piezas dispares del puzle para formar tu propia versión del asunto, filtrada y vuelta a filtrar. Y era esa versión precisamente la que la estaba guiando ahora, hacia una explanada amplia frente a la boca de la mina.
Se apartó del camino con un susurro, usando la maleza y los matorrales a los lados para que tapasen la vista de su menudo cuerpo. Avanzó en la noche hasta una posición ventajosa, espiando acuclillada el puesto de guarda plantado en mitad del camino que impedía el libre tránsito. No iba a ser tan fácil, claro. ¿Podría dar un rodeo si se mantenía en silencio? Podría conjurar un poco de oscuridad y pasar entre ellos a la carrera, pero eso daría la voz de alarma. Si tan sólo Fémur estuviese aquí...
Contuvo la respiración al escuchar unos pasos ligeros, un par de pies que se acercaban alegremente por el camino que ella acababa de dejar. Agudizó su vista escaneando la oscuridad.
Sonrió sesgado. Puede que no tuviese que hacer nada. Al parecer su billete de entrada a la mina se presentaba por propia voluntad.
Escuchar los rumores fue fácil. Los rubíes y la cuadrilla de mineros retenidos era algo de lo que todos hablaban, la historia flotaba en el ambiente lúgubre como una niebla pegajosa. Lo que resultó más complicado fue hacerse con la información correcta. Abandonó en silencio y con premura la última sombra de la última casa, vigilando la luna menguante sobre su cabeza como esperando que la traicionase de repente. En el mayor de los silencios y amparada por su propia naturaleza nocturna, la vampiresa emprendió el camino sendero arriba con paso ligero.
Sí, conseguir la información correcta era siempre un desafío, y rara era la vez que sacabas demasiado en limpio. Una debía saber dónde preguntar, cómo, y a quién, y con suerte acababas reuniendo algunas piezas dispares del puzle para formar tu propia versión del asunto, filtrada y vuelta a filtrar. Y era esa versión precisamente la que la estaba guiando ahora, hacia una explanada amplia frente a la boca de la mina.
Se apartó del camino con un susurro, usando la maleza y los matorrales a los lados para que tapasen la vista de su menudo cuerpo. Avanzó en la noche hasta una posición ventajosa, espiando acuclillada el puesto de guarda plantado en mitad del camino que impedía el libre tránsito. No iba a ser tan fácil, claro. ¿Podría dar un rodeo si se mantenía en silencio? Podría conjurar un poco de oscuridad y pasar entre ellos a la carrera, pero eso daría la voz de alarma. Si tan sólo Fémur estuviese aquí...
Contuvo la respiración al escuchar unos pasos ligeros, un par de pies que se acercaban alegremente por el camino que ella acababa de dejar. Agudizó su vista escaneando la oscuridad.
Sonrió sesgado. Puede que no tuviese que hacer nada. Al parecer su billete de entrada a la mina se presentaba por propia voluntad.
Nayru
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
El sonido de los pasos me hizo girarme y entre las sombras, contemplé una silueta oscura que parecía dudar sobre si acercarse a mí o no. Llevé mi mano hasta el cinturón, dónde colgaba Ámbar, y me preparé para un inminente asalto, pero una voz amable brotó de la penumbra, dándome a entender que no pretendía asaltarme.
Se presentó cómo Aramis, de profesión bardo y se disculpó por haberme provocado semejante inquietud. La luz de la luna me permitió contemplar su rostro a medida de que se acercaba y mi vista se adaptaba cómo podía a sus rasgos.
- No me sorprende haberte asustado. La situación de la ciudad hace que todos estemos… algo tensos- dije en voz baja para no ser escuchados por los guardas, mientras liberaba mi mano de Ámbar, y me relajaba, aunque aún mantenía la guardia con aquel desconocido- Soy Eden… Te animo a que susurres. Si nuestra presencia es advertida, puede que tengamos que salir huyendo de aquí…
Observé al bardo con curiosidad. Desde pequeño, había sentido gran fascinación por ellos, su vida nómada y sus grandes historias. Enseguida lamenté no haberle encontrado en algún otro lugar, frente a un cálido fuego, una reconfortante cerveza y un cómodo asiento.
- ¡Así que eres bardo! ¡Hace mucho tiempo que no coincidía con uno! No muchos pasan ya por Baslodia… Creo que me tomas por uno de los mineros, pero no lo soy. Me he acercado para comprobar la zona. Verás… - me acerqué un par de pasos hacia él, intentando que no lo tomase por una amenaza- Mi hermano se encuentra entre los mineros. Tiene esposa e hijo y hace varios días que no vuelve por casa. Estoy preocupado por él y me había acercado a comprobar si podía verle, asegurarme que estaba bien… pero los mineros están en el interior de esa vieja casa y temo acercarme mucho más... Esos guardas no me tienen gran estima...
La mentira sonó convincente, ya que le conté la historia de mi padre en aquel mismo lugar cuándo yo era un crío, un relato que conocía a la perfección. Pude decirle la verdad, aunque no estaba dispuesto a compartir los rubíes que pudiera encontrar con nadie. Mejor ser un mentiroso rico que un pobre sincero.
En mi mente, surgió una idea perversa: podía utilizar a ese hombre como distracción, animarle a que se acercase a la explanada, laúd en mano, y recitara unos versos para los allí congregados. Mientras él mantenía toda la atención del grupo, yo podría entrar en la mina y comenzar con mi exploración.
- No llego a distinguir demasiado en esta oscuridad, pero ¿traes contigo tu laúd? Quizás podrías acercarte y tocar algo para los guardas y los mineros. Estoy seguro de que te dejarían entrar en la casa... Les vendrá bien escuchar algunas de tus historias: relajaría la tensión y les calmaría durante un rato... yo podría quedarme en las cercanías, esperando ver a mi hermano y llevar de vuelta una buena noticia a un hogar destrozado... ¿Podrías ayudarme en esta aventura? Puede que encuentres una buena historia que cantar…
Esperé su respuesta, con la esperanza de que ese buen hombre aceptara acercarse y dar un buen rato a aquellos hombres, dándome el momento perfecto para acercarme a la entrada de la Mina y proseguir con mi misión.
Se presentó cómo Aramis, de profesión bardo y se disculpó por haberme provocado semejante inquietud. La luz de la luna me permitió contemplar su rostro a medida de que se acercaba y mi vista se adaptaba cómo podía a sus rasgos.
- No me sorprende haberte asustado. La situación de la ciudad hace que todos estemos… algo tensos- dije en voz baja para no ser escuchados por los guardas, mientras liberaba mi mano de Ámbar, y me relajaba, aunque aún mantenía la guardia con aquel desconocido- Soy Eden… Te animo a que susurres. Si nuestra presencia es advertida, puede que tengamos que salir huyendo de aquí…
Observé al bardo con curiosidad. Desde pequeño, había sentido gran fascinación por ellos, su vida nómada y sus grandes historias. Enseguida lamenté no haberle encontrado en algún otro lugar, frente a un cálido fuego, una reconfortante cerveza y un cómodo asiento.
- ¡Así que eres bardo! ¡Hace mucho tiempo que no coincidía con uno! No muchos pasan ya por Baslodia… Creo que me tomas por uno de los mineros, pero no lo soy. Me he acercado para comprobar la zona. Verás… - me acerqué un par de pasos hacia él, intentando que no lo tomase por una amenaza- Mi hermano se encuentra entre los mineros. Tiene esposa e hijo y hace varios días que no vuelve por casa. Estoy preocupado por él y me había acercado a comprobar si podía verle, asegurarme que estaba bien… pero los mineros están en el interior de esa vieja casa y temo acercarme mucho más... Esos guardas no me tienen gran estima...
La mentira sonó convincente, ya que le conté la historia de mi padre en aquel mismo lugar cuándo yo era un crío, un relato que conocía a la perfección. Pude decirle la verdad, aunque no estaba dispuesto a compartir los rubíes que pudiera encontrar con nadie. Mejor ser un mentiroso rico que un pobre sincero.
En mi mente, surgió una idea perversa: podía utilizar a ese hombre como distracción, animarle a que se acercase a la explanada, laúd en mano, y recitara unos versos para los allí congregados. Mientras él mantenía toda la atención del grupo, yo podría entrar en la mina y comenzar con mi exploración.
- No llego a distinguir demasiado en esta oscuridad, pero ¿traes contigo tu laúd? Quizás podrías acercarte y tocar algo para los guardas y los mineros. Estoy seguro de que te dejarían entrar en la casa... Les vendrá bien escuchar algunas de tus historias: relajaría la tensión y les calmaría durante un rato... yo podría quedarme en las cercanías, esperando ver a mi hermano y llevar de vuelta una buena noticia a un hogar destrozado... ¿Podrías ayudarme en esta aventura? Puede que encuentres una buena historia que cantar…
Esperé su respuesta, con la esperanza de que ese buen hombre aceptara acercarse y dar un buen rato a aquellos hombres, dándome el momento perfecto para acercarme a la entrada de la Mina y proseguir con mi misión.
Eden
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
Me acerco a mi interlocutor, y me camuflo entre las sombras junto a el. Escucho atentamente su breve explicación de porque se hallaba furtivamente en aquel lugar. - (¡Un familiar directo de uno de los mineros, que suerte!) - Casi caigo en la tentación de sacar mi cuaderno y apuntar todo lo que me dijera con detalle, pero no era el momento ni el lugar adecuado. Debía asegurarme de tener un momento a solas con unas cervezas en la mesa de una taberna con el.
Siento una mirada fijada sobre la nuca, como un espeluznante escalofrío que recorre toda mi espalda, como un ciervo que intuye la mandíbula del lobo justo antes de que esta se cierna sobre su cuello. Me giro y observo el camino por el que he llegado hasta aquí. No hay mas que oscuridad y el sonido de las olas chocando contra el acantilado. Que extraño...)
Echo un vistazo a la explanada y observo el panorama, el puesto de guardia con sus cuatro soldados. No debería ser difícil convencerlos de que me dejen entrar, el problema será, una vez empiece a actuar, encontrar la manera de entrar a la mina. -(En fin. ya improvisaré algo...) Si, te ayudaré, Edén. - Le ofrezco mi mano como señal de pacto. La situación de opresión que esta familia, y tantas otras de la ciudad, están sufriendo es totalmente injusta. Quizás la historia de este valiente hermano sirva de inspiración para los demás ciudadanos de Baslodia de comenzar una revolución. - Deja que distraiga a esos guardias. Les intentaré convencer de que me envían los señores del lugar para amenizar su guardia y de que me acompañen al interior del edificio. Calculo que podré entretenerles un par de horas, pero date prisa y no te entretengas, si alguno de ellos te descubre, podría ser el fin para los dos.-
Me pongo en pie, y ensayo mi sonrisa mas convincente. Camino de forma decidida hacia los guardias del puesto, laúd en mano, dejándome ver con facilidad. Antes de llegar hasta ellos ya se encuentran en guardia, espadas en mano.
- Alto, ¿Quien va? - Me impele uno de ellos, el que parece tener mas autoridad.
- No se alarmen, caballeros. Mi nombre es Aramis, y sus señores de Baslod me piden que os salude en su nombre. He sido enviado para hacer vuestra guardia nocturna mas llevadera, en agradecimiento por vuestros servicios. - Digo alegremente, con pomposidad teatral, a la vez que acompaño mis palabras con algunos acordes mayores, aportando musicalidad al discurso. - Si les parece bien escoltarme hasta el interior del edificio principal, les deleitare con un alegre repertorio de canciones populares, épicas leyendas, y exóticos relatos de mas allá del mar. -
- ¿Has oído eso, Mcbride? ¡Un bardo! ¡Por fin algo de entretenimiento! - Dice uno de los otros guardias, refiriéndose al que habló en primer lugar. - Ya era hora de que esos estirados Baslod nos permitieran algo de diversión por aquí.-
El rostro de Mcbride no parece alegrarse tanto como el de sus compañeros, me mira de arriba a abajo con el ceño fruncido, pero finalmente asiente con la cabeza y hace una señal a todos para acudir al interior. Los guardias hacen gestos de celebración entre carcajadas y me acompañan hacia la puerta principal. Mcbride se queda unos instantes en el puesto de guardia echando un vistazo de sospecha a la oscuridad del camino, pero pocos segundos después se encuentra siguiendo nuestros pasos hacia el edificio.
Siento una mirada fijada sobre la nuca, como un espeluznante escalofrío que recorre toda mi espalda, como un ciervo que intuye la mandíbula del lobo justo antes de que esta se cierna sobre su cuello. Me giro y observo el camino por el que he llegado hasta aquí. No hay mas que oscuridad y el sonido de las olas chocando contra el acantilado. Que extraño...)
Echo un vistazo a la explanada y observo el panorama, el puesto de guardia con sus cuatro soldados. No debería ser difícil convencerlos de que me dejen entrar, el problema será, una vez empiece a actuar, encontrar la manera de entrar a la mina. -(En fin. ya improvisaré algo...) Si, te ayudaré, Edén. - Le ofrezco mi mano como señal de pacto. La situación de opresión que esta familia, y tantas otras de la ciudad, están sufriendo es totalmente injusta. Quizás la historia de este valiente hermano sirva de inspiración para los demás ciudadanos de Baslodia de comenzar una revolución. - Deja que distraiga a esos guardias. Les intentaré convencer de que me envían los señores del lugar para amenizar su guardia y de que me acompañen al interior del edificio. Calculo que podré entretenerles un par de horas, pero date prisa y no te entretengas, si alguno de ellos te descubre, podría ser el fin para los dos.-
Me pongo en pie, y ensayo mi sonrisa mas convincente. Camino de forma decidida hacia los guardias del puesto, laúd en mano, dejándome ver con facilidad. Antes de llegar hasta ellos ya se encuentran en guardia, espadas en mano.
- Alto, ¿Quien va? - Me impele uno de ellos, el que parece tener mas autoridad.
- No se alarmen, caballeros. Mi nombre es Aramis, y sus señores de Baslod me piden que os salude en su nombre. He sido enviado para hacer vuestra guardia nocturna mas llevadera, en agradecimiento por vuestros servicios. - Digo alegremente, con pomposidad teatral, a la vez que acompaño mis palabras con algunos acordes mayores, aportando musicalidad al discurso. - Si les parece bien escoltarme hasta el interior del edificio principal, les deleitare con un alegre repertorio de canciones populares, épicas leyendas, y exóticos relatos de mas allá del mar. -
- ¿Has oído eso, Mcbride? ¡Un bardo! ¡Por fin algo de entretenimiento! - Dice uno de los otros guardias, refiriéndose al que habló en primer lugar. - Ya era hora de que esos estirados Baslod nos permitieran algo de diversión por aquí.-
El rostro de Mcbride no parece alegrarse tanto como el de sus compañeros, me mira de arriba a abajo con el ceño fruncido, pero finalmente asiente con la cabeza y hace una señal a todos para acudir al interior. Los guardias hacen gestos de celebración entre carcajadas y me acompañan hacia la puerta principal. Mcbride se queda unos instantes en el puesto de guardia echando un vistazo de sospecha a la oscuridad del camino, pero pocos segundos después se encuentra siguiendo nuestros pasos hacia el edificio.
Aramis el Bardo
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
Un bardo. Con sombrero y mandolina y todo. Nayru quiso reír pero se conformó con mover los hombros en silencio. Oh, qué maravilloso. Si había una clase especial de perros callejeros que la divirtiesen, eran los bardos. Costaba mil demonios sacarles un granito de verdad entre toda la prosa y las nota musicales pero... valía la pena. Incluso cuando sólo acababas en su cama.
Y éste tenía pinta de ser intuitivo, porque miró a sus alrededores con los ojos guiñados, como si estuviese buscando algo o a alguien. La vampiresa se mantuvo totalmente quieta sin dejar de mirarle, mientras el hombre de planta estilizada seguía su camino. Decidió que podía arriesgar un poco y seguirle de manera paralela amparada por la noche... que todavía guardaba sorpresas bajo su manto.
No muy lejos se encontró con otro hombre en mitad del camino, que casi lo atraviesa de parte a parte por aparecerle por detrás. Al parecer éstas eran horas concurridas en el camino hacia la Mina. No la extrañaría encontrarse con más gente a lo largo de la madrugada.
La pareja caminó junta un trecho, charlando entre ellos y sin darse cuenta del seguimiento de la vampiresa, curiosa y deseosa de que ambos fuesen su carnada. Poco antes de llegar al puesto de guardia el hombre alto se desvaneció entre los arbustos y las sombras. El músico pronto llegó a un puesto de guardia, vigilado por dos hombres que parecían tener ganas de estar en cualquier otro sitio menos allí. Uno de ellos le dio el alto al bardo, y comenzó una conversación que Nayru no se paró a escuchar, porque aquella era su oportunidad.
Agachada como un felino al acecho se desvió unos veinte metros, rodeando el puesto y saliendo disparada campo a través. Cuando estuvo lo suficientemente lejos, y habiéndose cerciorado de que todo estaba en orden, es decir, que de podía seguir con sus planes delictivos encubiertos sin impedimento, regresó al camino con las manos en los bolsillos como si nada hubiese pasado.
La entrada la mina... no era la gran cosa. Un simple agujero negro cual pozo bajo aquel grandilocuente pórtico, en el que ni siquiera ella podía ver del todo bien. Miró en ambas direcciones antes de entrar, notando que en la casa un poco más allá había cierto jaleo. Lo mismo el bardo ya los había emborrachado a todos con un poco de jarana y vino peleón. Lo mismo lo estaba acuchillando.
Se encogió de hombros, pues no era asunto suyo. Inspiró hondo, saboreando la humedad salina del ambiente, y entró en la Mina Roja.
Y éste tenía pinta de ser intuitivo, porque miró a sus alrededores con los ojos guiñados, como si estuviese buscando algo o a alguien. La vampiresa se mantuvo totalmente quieta sin dejar de mirarle, mientras el hombre de planta estilizada seguía su camino. Decidió que podía arriesgar un poco y seguirle de manera paralela amparada por la noche... que todavía guardaba sorpresas bajo su manto.
No muy lejos se encontró con otro hombre en mitad del camino, que casi lo atraviesa de parte a parte por aparecerle por detrás. Al parecer éstas eran horas concurridas en el camino hacia la Mina. No la extrañaría encontrarse con más gente a lo largo de la madrugada.
La pareja caminó junta un trecho, charlando entre ellos y sin darse cuenta del seguimiento de la vampiresa, curiosa y deseosa de que ambos fuesen su carnada. Poco antes de llegar al puesto de guardia el hombre alto se desvaneció entre los arbustos y las sombras. El músico pronto llegó a un puesto de guardia, vigilado por dos hombres que parecían tener ganas de estar en cualquier otro sitio menos allí. Uno de ellos le dio el alto al bardo, y comenzó una conversación que Nayru no se paró a escuchar, porque aquella era su oportunidad.
Agachada como un felino al acecho se desvió unos veinte metros, rodeando el puesto y saliendo disparada campo a través. Cuando estuvo lo suficientemente lejos, y habiéndose cerciorado de que todo estaba en orden, es decir, que de podía seguir con sus planes delictivos encubiertos sin impedimento, regresó al camino con las manos en los bolsillos como si nada hubiese pasado.
La entrada la mina... no era la gran cosa. Un simple agujero negro cual pozo bajo aquel grandilocuente pórtico, en el que ni siquiera ella podía ver del todo bien. Miró en ambas direcciones antes de entrar, notando que en la casa un poco más allá había cierto jaleo. Lo mismo el bardo ya los había emborrachado a todos con un poco de jarana y vino peleón. Lo mismo lo estaba acuchillando.
Se encogió de hombros, pues no era asunto suyo. Inspiró hondo, saboreando la humedad salina del ambiente, y entró en la Mina Roja.
Nayru
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
El inocente bardo se había creído mis palabras y había accedido a la propuesta de acercarse a los guardas para proponer un breve rato de leyendas y canciones a unos mineros que sin duda, lo agradecerían.
Una vez que se alejaron rumbo a la ruinosa casa junto a la entrada de la mina, me preparé para correr. El camino a la Mina Roja había quedado desierto.
Caminé a paso ligero, aunque silencioso, procurando no hacer ruido alguno. Cuándo llegué hasta el puesto dónde los soldados montaban guardia, me acerqué hasta el fuego encendido que los había calentado hasta entonces. Miré a mi alrededor, buscando una antorcha apagada y tras encontrarla, prendí fuego a la misma con la intención de llevar conmigo una luz al interior de los oscuros túneles.
Antorcha en mano, me dirigí entonces hacia la entrada de la Mina Roja. Al llegar, entré sin dilación y me sorprendí por la altura que alcanzaba el túnel. Caminé a paso raudo hacia su interior, ya que la entrada mostraba un paso seguro en un suelo medianamente firme.
Unos metros más adelante, el túnel se dividía en tres: el que seguía recto y el que doblaba ligeramente a la derecha era mucho más altos y anchos, mientras que el de la izquierda era bastante estrecho y además, su altura se reducía a medida de que avanzaba. Sin duda, aquel túnel era de reciente creación.
Caminé por él unos metros, antorcha en mano, iluminando mi camino. El techo comenzaba a descender y pronto me di cuenta de que no podría continuar adelante de pie, así que poco a poco, mientras continuaba caminando iba agachándome más, hasta el punto de que pronto estaría gateando para poder continuar por él.
La humedad se hacía cada vez mayor y el aire era menos puro. Avanzaba a cuatro patas por el estrecho túnel, abriéndome paso cómo podía, con el máximo cuidado de no apagar la antorcha: si el fuego se apagaba, estaría sin duda, en un grave problema.
Una vez que se alejaron rumbo a la ruinosa casa junto a la entrada de la mina, me preparé para correr. El camino a la Mina Roja había quedado desierto.
Caminé a paso ligero, aunque silencioso, procurando no hacer ruido alguno. Cuándo llegué hasta el puesto dónde los soldados montaban guardia, me acerqué hasta el fuego encendido que los había calentado hasta entonces. Miré a mi alrededor, buscando una antorcha apagada y tras encontrarla, prendí fuego a la misma con la intención de llevar conmigo una luz al interior de los oscuros túneles.
Antorcha en mano, me dirigí entonces hacia la entrada de la Mina Roja. Al llegar, entré sin dilación y me sorprendí por la altura que alcanzaba el túnel. Caminé a paso raudo hacia su interior, ya que la entrada mostraba un paso seguro en un suelo medianamente firme.
Unos metros más adelante, el túnel se dividía en tres: el que seguía recto y el que doblaba ligeramente a la derecha era mucho más altos y anchos, mientras que el de la izquierda era bastante estrecho y además, su altura se reducía a medida de que avanzaba. Sin duda, aquel túnel era de reciente creación.
Caminé por él unos metros, antorcha en mano, iluminando mi camino. El techo comenzaba a descender y pronto me di cuenta de que no podría continuar adelante de pie, así que poco a poco, mientras continuaba caminando iba agachándome más, hasta el punto de que pronto estaría gateando para poder continuar por él.
La humedad se hacía cada vez mayor y el aire era menos puro. Avanzaba a cuatro patas por el estrecho túnel, abriéndome paso cómo podía, con el máximo cuidado de no apagar la antorcha: si el fuego se apagaba, estaría sin duda, en un grave problema.
Eden
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
Entro en la sala principal del edificio con paso decidido y aires de altanería, mas me vale mostrarme seguro y confiado, una leve sospecha de que yo no debería estar allí, y puedo considerarme hombre muerto.
- ¡Mirad chicos! Los jefes nos envían un regalo -
Mi entrada es bienvenida con aplausos y gritos de aprobación, al menos por parte de los guardias. Los mineros, sin embargo, permanecen en la estancia cabizbajos y pesadumbrosos. Busco entre ellos alguno que sus rasgos se asemejen a los de Eden, pero ninguno parece ser su hermano a simple vista.
Comienzo mi actuación con canciones populares folclóricas, algo sencillo que todos conozcan para animar el ambiente. También insto a los hombres a sacar el vino y brindar por la salud y el sueldo bien ganado. Mantengo la atención sobre las ventanas, intentando discernir la mirada de Eden buscando a su hermano.
Voy a seguir tocando durante un rato hasta que vea una oportunidad de escabullirme y buscar la forma de entrar en la mina. Con suerte tardaran los suficiente en darse cuenta de mi ausencia para que entre y salga con lo que vine a buscar.
- ¡Mirad chicos! Los jefes nos envían un regalo -
Mi entrada es bienvenida con aplausos y gritos de aprobación, al menos por parte de los guardias. Los mineros, sin embargo, permanecen en la estancia cabizbajos y pesadumbrosos. Busco entre ellos alguno que sus rasgos se asemejen a los de Eden, pero ninguno parece ser su hermano a simple vista.
Comienzo mi actuación con canciones populares folclóricas, algo sencillo que todos conozcan para animar el ambiente. También insto a los hombres a sacar el vino y brindar por la salud y el sueldo bien ganado. Mantengo la atención sobre las ventanas, intentando discernir la mirada de Eden buscando a su hermano.
Voy a seguir tocando durante un rato hasta que vea una oportunidad de escabullirme y buscar la forma de entrar en la mina. Con suerte tardaran los suficiente en darse cuenta de mi ausencia para que entre y salga con lo que vine a buscar.
Aramis el Bardo
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
No estaba sola. Evidentemente. Y no se trataba de un minero solo, ni de un grupo entero de ellos.
Podía sentir que las minas eran un entramado complicado, lleno de agujeros y recovecos oscuros, de pasillos interminables. Lo sabía porque sabía lo que era una mina, pero lo sentía de manera distinta en el estómago. Perderse aquí significaría morir, y daba igual cuántas gemas encontraras y lo muy rojas que fuesen: las piedras no tienen sangre.
Alzó la cara hacia el techo ciego de piedra olfateando con mayor insistencia, cerrando los ojos. Olía a humo, madera quemada, a hombre joven y sano, a sangre llena de adrenalina, a sudor, tierra removida, piedra rota, minerales desnudos, metal oxidado... Abrió los ojos y se centró en el aroma que más la interesaba. Como ya sabía, no estaba sola en aquel laberinto, y eso la dejaba un pelín más tranquila.
Alguien había entrado antes que ella abriendo camino, y no pensaba ponerse a rastrear a ciegas. No cuando ya tenía una persona haciendo de explorador, fuera quien fuese. Volvió a contemplar la encrucijada de tres dejando que una sonrisa sesgada colgase de sus labios, escogiendo el camino correcto tras el inesperado pionero. La oscuridad no era oscuridad para sus ojos vampíricos, de modo que, en total silencio, giró hacia el túnel de la izquierda.
El pasillo se estrechaba lentamente según avanzaba, hasta que prácticamente tuvo que seguir doblada a la mitad, poco le faltaba para tener que poner las manos en el suelo y gatear. Menos mal que era pequeña. El aire era cada vez más rancio pero el ambiente pronto empezó a clarear. Estaba alcanzando al dueño de la antorcha.
Se preguntó si hacer ruido para avisar de su presencia tendría buenas o malas consecuencias.
Podía sentir que las minas eran un entramado complicado, lleno de agujeros y recovecos oscuros, de pasillos interminables. Lo sabía porque sabía lo que era una mina, pero lo sentía de manera distinta en el estómago. Perderse aquí significaría morir, y daba igual cuántas gemas encontraras y lo muy rojas que fuesen: las piedras no tienen sangre.
Alzó la cara hacia el techo ciego de piedra olfateando con mayor insistencia, cerrando los ojos. Olía a humo, madera quemada, a hombre joven y sano, a sangre llena de adrenalina, a sudor, tierra removida, piedra rota, minerales desnudos, metal oxidado... Abrió los ojos y se centró en el aroma que más la interesaba. Como ya sabía, no estaba sola en aquel laberinto, y eso la dejaba un pelín más tranquila.
Alguien había entrado antes que ella abriendo camino, y no pensaba ponerse a rastrear a ciegas. No cuando ya tenía una persona haciendo de explorador, fuera quien fuese. Volvió a contemplar la encrucijada de tres dejando que una sonrisa sesgada colgase de sus labios, escogiendo el camino correcto tras el inesperado pionero. La oscuridad no era oscuridad para sus ojos vampíricos, de modo que, en total silencio, giró hacia el túnel de la izquierda.
El pasillo se estrechaba lentamente según avanzaba, hasta que prácticamente tuvo que seguir doblada a la mitad, poco le faltaba para tener que poner las manos en el suelo y gatear. Menos mal que era pequeña. El aire era cada vez más rancio pero el ambiente pronto empezó a clarear. Estaba alcanzando al dueño de la antorcha.
Se preguntó si hacer ruido para avisar de su presencia tendría buenas o malas consecuencias.
Nayru
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
Supe que iba por buen camino cuándo descubrí un pequeño rubí en el suelo del túnel. Lo cogí y lo guardé en el interior de mi mano libre y seguí abriéndome paso a través del agujero, reptando con la fuerza de mis brazos.
El sudor me caía por el rostro, a causa de la cercanía del fuego con mi cara. El túnel comenzaba a ancharse ligeramente y me sentí menos atrapado, aunque el aire se sentía muy pesado.
De pronto, una nueva cámara subterránea se abrió ante mí. Se trataba de una pequeña estancia redonda. En uno de sus extremos, nacía un nuevo túnel de acceso hasta allí. Colgando de las paredes de piedra, distinguí algunas antorchas apagadas. Decidí encender la más lejana al túnel que había usado de entrada, para impedir que la luz del fuego alertara a un posible guarda que decidiera hacer una ronda de vigilancia durante la noche.
Al encender la antorcha, las paredes se iluminaron levemente y pude contemplar grandes fragmentos de rubíes incrustados en la roca. Busqué los que estaban más a la superficie, los que pudiera extraer de la pared rápidamente y los que fueran más fáciles de transportar.
Cuándo hube encontrado un par de ellos, cogí uno de los picos de los mineros allí presentes y comencé la extracción con el mayor de los sigilos. Pese a la caída de la noche, el calor allí era sofocante y la falta de aire puro era angustiosa. Al cabo de los primeros golpes, decidí quitarme mis prendas y con el torso desnudo y sudoroso, continué con mi labor.
Al extraer el primero de los trozos, sonreí mientras lo depositaba en el suelo. Continué con la labor, ensimismado, recordando a mi padre y lo que pensaría de verme allí, robando rubíes y arriesgando mi vida.
Fue entonces cuándo escuché un lejano ruido y miré hacia el túnel que había usado cómo entrada a la cámara subterránea. ¿Acaso había alguien más allí?
El sudor me caía por el rostro, a causa de la cercanía del fuego con mi cara. El túnel comenzaba a ancharse ligeramente y me sentí menos atrapado, aunque el aire se sentía muy pesado.
De pronto, una nueva cámara subterránea se abrió ante mí. Se trataba de una pequeña estancia redonda. En uno de sus extremos, nacía un nuevo túnel de acceso hasta allí. Colgando de las paredes de piedra, distinguí algunas antorchas apagadas. Decidí encender la más lejana al túnel que había usado de entrada, para impedir que la luz del fuego alertara a un posible guarda que decidiera hacer una ronda de vigilancia durante la noche.
Al encender la antorcha, las paredes se iluminaron levemente y pude contemplar grandes fragmentos de rubíes incrustados en la roca. Busqué los que estaban más a la superficie, los que pudiera extraer de la pared rápidamente y los que fueran más fáciles de transportar.
Cuándo hube encontrado un par de ellos, cogí uno de los picos de los mineros allí presentes y comencé la extracción con el mayor de los sigilos. Pese a la caída de la noche, el calor allí era sofocante y la falta de aire puro era angustiosa. Al cabo de los primeros golpes, decidí quitarme mis prendas y con el torso desnudo y sudoroso, continué con mi labor.
Al extraer el primero de los trozos, sonreí mientras lo depositaba en el suelo. Continué con la labor, ensimismado, recordando a mi padre y lo que pensaría de verme allí, robando rubíes y arriesgando mi vida.
Fue entonces cuándo escuché un lejano ruido y miré hacia el túnel que había usado cómo entrada a la cámara subterránea. ¿Acaso había alguien más allí?
Eden
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
Termino mi canción y los entusiasmados aplausos de los guardias resuenan por todo el edificio. Un publico entregado, desde luego. Lastima que sean mercenarios trabajando como perros de unos adinerados opresores, no me siento capaz de simpatizar con ellos.
Los aplausos van cesando progresivamente mientras termino mis reverencias en agradecimiento, cuando me dispongo a comenzar el primer acorde de la siguiente canción me veo interrumpido por un lejano murmullo. Todos los presentes giran su mirada hacia las ventanas mientras el murmullo se siente cada vez mas cercano. En la oscuridad del camino se pueden ver pequeñas luces danzando en dirección al edificio donde nos encontramos, poco a poco se van distinguiendo las siluetas humanas de aquellos que portan las antorchas, junto a otras que portan horcas, guadañas y toda suerte de utensilios de granja que bien usados podrían considerarse armas. El murmullo pasa a ser un estruendoso barullo de gritos y amenazas, las gentes de la ciudad se han organizado y han venido a liberar a sus familiares y amigos.
- ¡No os quedéis ahí pasmados, idiotas! ¡A las armas! Vosotros dos, llevad a los mineros al piso de arriba, tu y tu, conmigo. VAMOS! - El capitán Mcbride comienza a dar ordenes con eficiencia militar, mientras los sorprendidos guardias corren de aquí para allá buscando sus armas y gambesones. Me aparto contra una pared mientras miro la escena tratando de proteger mi laúd de algún posible golpe. El capitán sale de la casa por la puerta principal seguido de la mayoría de sus subalternos. Otros dos guardias guían a empujones a los cautivos trabajadores por las escaleras hacia el piso de arriba. Segundos despues, el segundo guardia, que subía en ultimo lugar por las escaleras tras los mineros, cae de espaldas contra el suelo, partiéndose en el acto el cuello. Uno de los reclusos salta sobre su cuerpo y le atraviesa el pecho con su propia espada. Escucho un gran revuelo procedente del piso de arriba cuando todos los mineros comienzan a bajar las escaleras con furia desatada. Parece que han linchado entre todos al otro guardia y se han apoderado de su espada también. Ninguno parece reparar en mi presencia cuando comienzan a tapar las ventanas con todo tipo de mobiliario y a atrincherar las puertas mientras otros improvisan armas con todo lo que encuentran por la casa.- Las cosas aquí se van a poner muy feas. - Me digo a mi mismo, mientras me escabullo poco a poco hacia la salida trasera de la casa.
Camino agachado sigilosamente hasta la pared de rocas donde esta escavada la mina, camino a su lado a tientas, tocando con la palma de mi mano la pared para no perderme en la oscuridad. Desde mi posición puedo ver como la turba enfurecida y los propios mineros han acorralado a los mercenarios que se defienden en un circulo por ambos frentes. Me encantaría quedarme a observar y escribir despues una canción sobre este levantamiento magnifico, pero temo ser descubierto y que cualquiera de ambos bandos me tome por un enemigo.
Puedo imaginarme a Eden liderando la carga de furiosos ciudadanos, seguramente su plan no era solo ver si su hermano seguía con vida, si no liberarlo, organizando al gentío en un asalto directo contra los guardias. Me alegro de haber servido de distracción para tan valiente acto. Ese Eden es un zorro astuto.
- Ya me inventaré los detalles sobre la marcha... ahora será mejor esconderse hasta que todo haya pasado. - Tanteando a ciegas encuentro la entrada de la mina, lugar perfecto para esconderme, siempre y cuando no haya nadie dentro, aunque con el griterío de la batalla, seria raro que no hayan salido a ayudar. Entro en la mina y me detengo a pocos metros de la entrada. Guardo mi laúd en y saco mi pequeña lampara de aceite del macuto. - Así, mucho mejor. - No ilumina tanto como una buena antorcha, pero es mucho mas discreta y cómoda. Me introduzco mas hondo en la oscuridad de la mina, ya que estoy aquí dentro, voy a investigar a ver que hay de cierto en los rumores que se cuentan sobre las piedras preciosas de esta mina, si salgo de esta con vida, lo haré con el bolso lleno de brillantes rubíes
Avanzo hasta una separación de túneles, observo alrededor buscando pistas de donde puede estar el yacimiento, al mirar al techo veo un rastro negro de hollín que se dirige por el túnel de la izquierda. Ese es el camino mas transitado últimamente por los mineros, y hacia allí me dirijo.
Los aplausos van cesando progresivamente mientras termino mis reverencias en agradecimiento, cuando me dispongo a comenzar el primer acorde de la siguiente canción me veo interrumpido por un lejano murmullo. Todos los presentes giran su mirada hacia las ventanas mientras el murmullo se siente cada vez mas cercano. En la oscuridad del camino se pueden ver pequeñas luces danzando en dirección al edificio donde nos encontramos, poco a poco se van distinguiendo las siluetas humanas de aquellos que portan las antorchas, junto a otras que portan horcas, guadañas y toda suerte de utensilios de granja que bien usados podrían considerarse armas. El murmullo pasa a ser un estruendoso barullo de gritos y amenazas, las gentes de la ciudad se han organizado y han venido a liberar a sus familiares y amigos.
- ¡No os quedéis ahí pasmados, idiotas! ¡A las armas! Vosotros dos, llevad a los mineros al piso de arriba, tu y tu, conmigo. VAMOS! - El capitán Mcbride comienza a dar ordenes con eficiencia militar, mientras los sorprendidos guardias corren de aquí para allá buscando sus armas y gambesones. Me aparto contra una pared mientras miro la escena tratando de proteger mi laúd de algún posible golpe. El capitán sale de la casa por la puerta principal seguido de la mayoría de sus subalternos. Otros dos guardias guían a empujones a los cautivos trabajadores por las escaleras hacia el piso de arriba. Segundos despues, el segundo guardia, que subía en ultimo lugar por las escaleras tras los mineros, cae de espaldas contra el suelo, partiéndose en el acto el cuello. Uno de los reclusos salta sobre su cuerpo y le atraviesa el pecho con su propia espada. Escucho un gran revuelo procedente del piso de arriba cuando todos los mineros comienzan a bajar las escaleras con furia desatada. Parece que han linchado entre todos al otro guardia y se han apoderado de su espada también. Ninguno parece reparar en mi presencia cuando comienzan a tapar las ventanas con todo tipo de mobiliario y a atrincherar las puertas mientras otros improvisan armas con todo lo que encuentran por la casa.- Las cosas aquí se van a poner muy feas. - Me digo a mi mismo, mientras me escabullo poco a poco hacia la salida trasera de la casa.
Camino agachado sigilosamente hasta la pared de rocas donde esta escavada la mina, camino a su lado a tientas, tocando con la palma de mi mano la pared para no perderme en la oscuridad. Desde mi posición puedo ver como la turba enfurecida y los propios mineros han acorralado a los mercenarios que se defienden en un circulo por ambos frentes. Me encantaría quedarme a observar y escribir despues una canción sobre este levantamiento magnifico, pero temo ser descubierto y que cualquiera de ambos bandos me tome por un enemigo.
Puedo imaginarme a Eden liderando la carga de furiosos ciudadanos, seguramente su plan no era solo ver si su hermano seguía con vida, si no liberarlo, organizando al gentío en un asalto directo contra los guardias. Me alegro de haber servido de distracción para tan valiente acto. Ese Eden es un zorro astuto.
- Ya me inventaré los detalles sobre la marcha... ahora será mejor esconderse hasta que todo haya pasado. - Tanteando a ciegas encuentro la entrada de la mina, lugar perfecto para esconderme, siempre y cuando no haya nadie dentro, aunque con el griterío de la batalla, seria raro que no hayan salido a ayudar. Entro en la mina y me detengo a pocos metros de la entrada. Guardo mi laúd en y saco mi pequeña lampara de aceite del macuto. - Así, mucho mejor. - No ilumina tanto como una buena antorcha, pero es mucho mas discreta y cómoda. Me introduzco mas hondo en la oscuridad de la mina, ya que estoy aquí dentro, voy a investigar a ver que hay de cierto en los rumores que se cuentan sobre las piedras preciosas de esta mina, si salgo de esta con vida, lo haré con el bolso lleno de brillantes rubíes
Avanzo hasta una separación de túneles, observo alrededor buscando pistas de donde puede estar el yacimiento, al mirar al techo veo un rastro negro de hollín que se dirige por el túnel de la izquierda. Ese es el camino mas transitado últimamente por los mineros, y hacia allí me dirijo.
Aramis el Bardo
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Re: Hijos De La Mina [Libre] [3/3] [Noche] [CERRADO]
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Reivy Abadder
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