Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Página 1 de 1. • Comparte
Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Arrancó el ajado y solitario papel del amplio tablón que colgaba en la pared y lo miró encima.
Hacía apenas una noche de sueño que habían llegado al lugar, pero no había tardado demasiado en enterarse de los rumores de la zona.
Era lo típico: un monstruo enorme oculto en lo más profundo de la foresta, uno que salía a cazar de vez en cuando y que estaba alimentándose principalmente de las distintas caravanas que se dirigían al norte y de los clientes de aquella posada que, a un lado del camino, descansaba abandonada de la vista cualquier dios competente.
Nadie iba a acudir en su ayuda, no de inmediato.
Tomó aire y, con el papel en la mano, se dirigió hacia la barra, dónde un hombre fornido carente de pelo limpiaba un vaso sucio, se sentó frente a él y depositó el papel frente a los ojos del posadero, quien, dejando el vaso a un lado, enarcó una ceja sin decir nada.
No podía dejarlo pasar, aquella gente necesitaba ayuda y estaban demasiado alejados de todas partes como para encontrar a alguien que lidiara con aquel trabajo en poco tiempo.
Por lo que decían los clientes que aún no se habían marchado aterrados de la zona la bestia cada vez era menos evasiva, más agresiva hasta el punto de atreverse a adentrarse en alguno de los caminos principales, era un riesgo que pocos se atrevían a correr. Y se estaba haciendo grande, los rumores hablaban de un ser de grandes dimensiones, cada grupo de aventureros lo describía de mayor tamaño, algo que decía a todos los presentes, prácticamente a voces: “Con cada persona que mato, crezco”
Suspiró cuando vio al tabernero desaparecer tras una angosta puerta de madera tras el mostrador, se pasó la mano por la cara y cerró los ojos unos momentos.
Aunque el plan principal que tenía con Lyn era el de ir hacia el oeste se habían vuelto a desviar, tampoco le importaba demasiado ¿Acaso tenían prisa? Lyn incluso lo agradecía, seguía afirmando de que no le gustaba la tierra de sus compañeros de la noche.
Lo que les había arrastrado hasta allí habían sido las distintas habladurías de los caminos, era por lo que se guiaban principalmente cada vez que dejaban una ciudad, y no estaba mal del todo.
A ojos de Eltrant, Lyn disfrutaba, de algún modo, de las situaciones en las que se veía involucrada por estar con él, mientras que para él mismo era algo más difícil de explicar, normalmente los rumores llevaban hacía problemas y él, en aquel momento, no tenía nada mejor que hacer que solucionarlos.
Tenía que preguntarle cual era el motivo de su compañía, Eltrant era consciente de que acompañarle no era precisamente algo llevadero, en muchas ocasiones podía ser más bien un castigo que otra cosa; No podía evitar sentirse culpable por todos los problemas en los que la metía.
Se pasó la mano por la barba y suspiró, también sabía que, en cierto modo, la vampiresa no estaba del todo conforme con aquella forma de actuar que tenía él; sobre todo porque según decía, siempre que Eltrant aceptaba un trabajo de aquella índole este volvía a la habitación con la armadura destrozada y con muy poca sangre en su interior. Pero no podía hacer nada para evitarlo y Lyn lo sabía, sonrió al pensar en el breve periodo que pasó en la cabaña de los bosques del este, apenas un mes había durado ahí adentro.
El posadero volvió al cabo de unos minutos con una botella de líquido marrón y un vaso limpio. Con una sonrisa, vertió a Eltrant el contenido de la botella en el mismo, justo frente a él.
Apoyando ambos brazos sobre el mostrador se quedó mirando el líquido ocre que tenía frente a él, necesitaban el dinero, aquello era algo que Lyn comprendía muy bien. Si Eltrant era completamente sincero consigo mismo tenía que admitir que en aquel momento tenían menos dinero que un par de fantasmas indigentes, y conocía a varios de esos.
Por supuesto, cuando consiguió convencer Lyn, esta le hizo prometer a Eltrant antes de marcharse que, si veía algún elfo desquiciado en el bosque, volvería de inmediato a la posada.
Por una vez compartía la idea de la ojiazul.
- ¿Cómo te llamas muchacho? – preguntó el tabernero sacando a Eltrant de sus cavilaciones a la vez que señalaba el vaso. – Invita la casa – El hombre acarició el poblado bigote del que hacía gala y se sentó en un taburete que tenía tras la barra. - ¿Estás seguro de esto? Muchos se han internado en el bosque y no han vuelto… – añadió a continuación, Eltrant asintió dándole un largo trago a la bebida y acabándola de golpe, el hombre volvió a servirle otra copa, sin perder la sonrisa.
- Eltrant Tale. – dijo el castaño alzando el vaso y ojeándolo a contraluz. No reconoció lo que estaba tomando, pero la botella tenía pinta de cara, se encogió de hombros. – No te preocupes. – aseguró sonriendo, quitándole importancia al asunto. – Alguien tiene que encargarse de esa cosa tarde o temprano. ¿No? – volvió a mirar el papel que descansaba junto a él, el único dibujo con el que contaba era el de un ser amorfo con dos gigantescos ojos amarillos, al parecer los supervivientes capaces de describir a aquella cosa con sumo detalle no eran precisamente usuales. – Puedo hacerlo. – aseguró acabándose la segunda bebida.
El hombre se quedó en silencio un par de segundos y miró a Eltrant por encima del hombro, no había muchos clientes en aquel momento, y ninguno parecía ser un guerrero capaz a simple vista.
- Mira, chico, si vas solo… - Se detuvo un instante, suspiró. – Casi es mejor que lo dejes, tenía que haber quitado este cartel hace días, es mejor marcharse de esta zona… - Eltrant negó con la cabeza. – He visto grupos enteros de aventureros desaparecer en ese bosque. – tomando aire Eltrant se giró sobre sí mismo y estudió los clientes del local, esperando ver a alguien lo suficientemente armado o quizás loco, como para acompañarle.
Siendo de día no podia llevarse a Lyn y el posadero parecía estar bastante seguro de que ir por su cuenta y riesgo era una misión, basicamente, suicida. Lo que más le preocupaba era que, a diferencia de los comerciantes y aldeanos con los que se había cruzado, el miedo de aquel hombre no tenía aspecto de ser exagerado.
- Muy bien, tú ganas. - dijo suspirando, analizando a cada una de las personas que podía observar desde donde estaba, había un par a las que no alcanzaba a ver debido a la posición de las mesas. – Seguro que aquí hay más aventureros capaces. – se giró de nuevo al tabernero y sonrió.
- Sí, sí que los hay. – admitió el tabernero volviendo a servirle otra copa a Eltrant. – Al menos hasta hace un par de semanas. – dijo al final.
Hacía apenas una noche de sueño que habían llegado al lugar, pero no había tardado demasiado en enterarse de los rumores de la zona.
Era lo típico: un monstruo enorme oculto en lo más profundo de la foresta, uno que salía a cazar de vez en cuando y que estaba alimentándose principalmente de las distintas caravanas que se dirigían al norte y de los clientes de aquella posada que, a un lado del camino, descansaba abandonada de la vista cualquier dios competente.
Nadie iba a acudir en su ayuda, no de inmediato.
Tomó aire y, con el papel en la mano, se dirigió hacia la barra, dónde un hombre fornido carente de pelo limpiaba un vaso sucio, se sentó frente a él y depositó el papel frente a los ojos del posadero, quien, dejando el vaso a un lado, enarcó una ceja sin decir nada.
No podía dejarlo pasar, aquella gente necesitaba ayuda y estaban demasiado alejados de todas partes como para encontrar a alguien que lidiara con aquel trabajo en poco tiempo.
Por lo que decían los clientes que aún no se habían marchado aterrados de la zona la bestia cada vez era menos evasiva, más agresiva hasta el punto de atreverse a adentrarse en alguno de los caminos principales, era un riesgo que pocos se atrevían a correr. Y se estaba haciendo grande, los rumores hablaban de un ser de grandes dimensiones, cada grupo de aventureros lo describía de mayor tamaño, algo que decía a todos los presentes, prácticamente a voces: “Con cada persona que mato, crezco”
Suspiró cuando vio al tabernero desaparecer tras una angosta puerta de madera tras el mostrador, se pasó la mano por la cara y cerró los ojos unos momentos.
Aunque el plan principal que tenía con Lyn era el de ir hacia el oeste se habían vuelto a desviar, tampoco le importaba demasiado ¿Acaso tenían prisa? Lyn incluso lo agradecía, seguía afirmando de que no le gustaba la tierra de sus compañeros de la noche.
Lo que les había arrastrado hasta allí habían sido las distintas habladurías de los caminos, era por lo que se guiaban principalmente cada vez que dejaban una ciudad, y no estaba mal del todo.
A ojos de Eltrant, Lyn disfrutaba, de algún modo, de las situaciones en las que se veía involucrada por estar con él, mientras que para él mismo era algo más difícil de explicar, normalmente los rumores llevaban hacía problemas y él, en aquel momento, no tenía nada mejor que hacer que solucionarlos.
Tenía que preguntarle cual era el motivo de su compañía, Eltrant era consciente de que acompañarle no era precisamente algo llevadero, en muchas ocasiones podía ser más bien un castigo que otra cosa; No podía evitar sentirse culpable por todos los problemas en los que la metía.
Se pasó la mano por la barba y suspiró, también sabía que, en cierto modo, la vampiresa no estaba del todo conforme con aquella forma de actuar que tenía él; sobre todo porque según decía, siempre que Eltrant aceptaba un trabajo de aquella índole este volvía a la habitación con la armadura destrozada y con muy poca sangre en su interior. Pero no podía hacer nada para evitarlo y Lyn lo sabía, sonrió al pensar en el breve periodo que pasó en la cabaña de los bosques del este, apenas un mes había durado ahí adentro.
El posadero volvió al cabo de unos minutos con una botella de líquido marrón y un vaso limpio. Con una sonrisa, vertió a Eltrant el contenido de la botella en el mismo, justo frente a él.
Apoyando ambos brazos sobre el mostrador se quedó mirando el líquido ocre que tenía frente a él, necesitaban el dinero, aquello era algo que Lyn comprendía muy bien. Si Eltrant era completamente sincero consigo mismo tenía que admitir que en aquel momento tenían menos dinero que un par de fantasmas indigentes, y conocía a varios de esos.
Por supuesto, cuando consiguió convencer Lyn, esta le hizo prometer a Eltrant antes de marcharse que, si veía algún elfo desquiciado en el bosque, volvería de inmediato a la posada.
Por una vez compartía la idea de la ojiazul.
- ¿Cómo te llamas muchacho? – preguntó el tabernero sacando a Eltrant de sus cavilaciones a la vez que señalaba el vaso. – Invita la casa – El hombre acarició el poblado bigote del que hacía gala y se sentó en un taburete que tenía tras la barra. - ¿Estás seguro de esto? Muchos se han internado en el bosque y no han vuelto… – añadió a continuación, Eltrant asintió dándole un largo trago a la bebida y acabándola de golpe, el hombre volvió a servirle otra copa, sin perder la sonrisa.
- Eltrant Tale. – dijo el castaño alzando el vaso y ojeándolo a contraluz. No reconoció lo que estaba tomando, pero la botella tenía pinta de cara, se encogió de hombros. – No te preocupes. – aseguró sonriendo, quitándole importancia al asunto. – Alguien tiene que encargarse de esa cosa tarde o temprano. ¿No? – volvió a mirar el papel que descansaba junto a él, el único dibujo con el que contaba era el de un ser amorfo con dos gigantescos ojos amarillos, al parecer los supervivientes capaces de describir a aquella cosa con sumo detalle no eran precisamente usuales. – Puedo hacerlo. – aseguró acabándose la segunda bebida.
El hombre se quedó en silencio un par de segundos y miró a Eltrant por encima del hombro, no había muchos clientes en aquel momento, y ninguno parecía ser un guerrero capaz a simple vista.
- Mira, chico, si vas solo… - Se detuvo un instante, suspiró. – Casi es mejor que lo dejes, tenía que haber quitado este cartel hace días, es mejor marcharse de esta zona… - Eltrant negó con la cabeza. – He visto grupos enteros de aventureros desaparecer en ese bosque. – tomando aire Eltrant se giró sobre sí mismo y estudió los clientes del local, esperando ver a alguien lo suficientemente armado o quizás loco, como para acompañarle.
Siendo de día no podia llevarse a Lyn y el posadero parecía estar bastante seguro de que ir por su cuenta y riesgo era una misión, basicamente, suicida. Lo que más le preocupaba era que, a diferencia de los comerciantes y aldeanos con los que se había cruzado, el miedo de aquel hombre no tenía aspecto de ser exagerado.
- Muy bien, tú ganas. - dijo suspirando, analizando a cada una de las personas que podía observar desde donde estaba, había un par a las que no alcanzaba a ver debido a la posición de las mesas. – Seguro que aquí hay más aventureros capaces. – se giró de nuevo al tabernero y sonrió.
- Sí, sí que los hay. – admitió el tabernero volviendo a servirle otra copa a Eltrant. – Al menos hasta hace un par de semanas. – dijo al final.
Última edición por Eltrant Tale el Mar Ene 30 2018, 02:30, editado 1 vez
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Los cazavampiros éramos gente con trastorno de sueños. Las noches de trabajo conllevaban irremediablemente dormir por las mañanas. Pero la movilidad de nuestro trabajo nos obligaba a hacerlo en lugares insospechados: A la intemperie, en cavernas, o incluso en repugnantes antros como el que me encontraba. Aquel inmundo cuchitril de Sandorái. Una taberna de humanos perdida en el corazón del bosque de los elfos. La voz de Jules me despertó.
-¡Buenos días, señorita Boisson! ¿Ha descansado usted bien? – sonrió el cazador con alegría, imitando la voz de Lazarus, el mayordomo del Palacio de los Vientos. Entraba con una bandeja con algo de fruta y agua. – O mejor dicho, buenas tardes. Es la hora del almuerzo. Te he traído algo. – y depositó la misma en una vieja mesa. Pasando a sentarse en la silla.
-¿Cuánto tiempo he dormido? – pregunté aún medio adormecida, incorporándome con las sábanas sujetas por mi brazo, cubriendo hasta la altura del pecho.
-Bastante. – dijo mientras mordisqueaba una manzana, sin mirarme. – Me aburría y bajé a hablar con las buenas gentes de este lugar. Son tipos curiosos.
-¿Algo reseñable? – suspiré.
-Lo que se espera de estos sitios. Humanos contando leyendas sobre elfos que asaltan sus caravanas, fantasmas en los bosques… - pasaba bastante por alto las cosas. - ¡Oh! Y lo más destacable, gente preocupada por un monstruo gigante de ojos amarillos que ronda el bosque. ¡Tonterías! – concluyó el brujo terminando la manzana. – Bueno, vístete. Te espero abajo.
Algo más de veinte minutos tardé en desayunar y prepararme. Ya vestida y con todo mi armamento, recogía en una coleta mi larga melena mientras bajaba las escaleras en aquella tabernucha de mala muerte. Parecía bastante frecuentada y, como solía ser costumbre, era la única mujer presente, lo que atrajo bastantes miradas hacia mi persona, que yo traté de pasar por alto y dirigirme a donde estaba el brujo, dialogando apoyado en la barra junto a… ¿Tale? Y el tabernero.
-¡Y aquí está Huracán! La mujer de la que hablaba antes. Póngale una copa. – comentó Jules en una conversación ya iniciada, con una sonrisa y un vaso de ron en la mano, cuando me vio bajar la escalera. Llegué a su lado en la barra, a su lado estaba Eltrant.
-No me libro de ti ni en los bosques. – comenté con fastidio, apoyando el codo en la barra. Al otro extremo de Eltrant estaba la pequeña vampiresa de pelo negro. Lyn, menudo viajecito me había dado hasta Roilkat hacía apenas unas semanas, como para olvidarla. – Hola, Lyn. – saludé escuetamente mirándola con el ceño ligeramente fruncido. Seguía sin simpatizarme demasiado como chupasangres que era.
-¡Veo que ya estáis al completo los Aervengers! – Pronunció el tabernero. No sabía si aún estaba dormida y no había oído bien. Jules entonó un “¡Yuju!” y levantó la palma de la mano para tratar de chocarla con Eltrant. Yo aún estaba incrédula de lo que estaba escuchando.
-¿Los “aer” qué? – pregunté al mesonero sin reír, quitándome un rizo que me tapaba el ojo derecho.
-¡Aervengers! De Aerandir y de venganza: Una compañía de hombres y mujeres especializados en la captura de las criaturas mágicas del bosque. - Por un momento pensé estar escuchando uno de esos chistes malos del chupasangres llamado Bio, pero no, estaba escuchando bien. Quedé tan extasiada que ni siquiera fui capaz de contestar nada. – Debo advertiros, queridos aventureros, que las desapariciones que están teniendo lugar puede que no sean únicamente debido al monstruo de ojos amarillos. Y es que se dice que en la espesura opera un famoso grupo de magos elfos que, según las malas lenguas dicen, utilizan magia e ilusiones para atraer a sus víctimas y sacrificarlas en sus ritos tribales. Odian todo tipo de ser no elfo. Especialmente brujos y hombres bestia. Pero bueno, vosotros sois humanos, así que no habrá problema. – relató el muy ignorante humano. Incapaz de sentir el maná que corría por nuestros cuerpos. - Y bien, ¿estáis listos para salir a cazar al peligroso monstruo del bosque? – concluyó.
Jules levantó los brazos. Yo miré sentenciante a Eltrant, seguro que era cosa suya y su dichosa manía de salvar el mundo de manera gratuita.
-Esta vez te has superado, Tale. ¿Qué clase de gilipollez es esta? – pasé por encima de Jules casi para irme contra él a voz en grito. Fuera de mí, sin violencia pero gesticulando airadamente con los brazos. Visto desde fuera, se podría pensar que estaba montando un circo, pero yo estaba siendo muy seria.- ¡Ah, NO! Por aquí sí que no paso. Esto ya es demasiado. Soy cazadora de vampiros, no una matona de tres al cuarto. – Jules se acercó a mí entre risas para separarme un poco de comerme a Eltrant. - ¡EH! ¡EH! ¡Estoy muy tranquila! ¿Vale? ¡Pero no pienso hacerlo! De ninguna manera. ¡Ni por todo el oro del mundo conseguiréis que yo, Lady Anastasia Boisson de Beltrexus, forme parte de este ridículo tan bochornoso! Menos aún sin ver un triste aero. Esta vez no me convenceréis. ¡NO! ¡NO! Y ¡NO! ¡Punto!
En la siguiente escena estábamos caminando por los bosques. -¡Eh! ¿Tenéis alguna idea de a dónde narices vamos? – Pregunté hastiada tras un largo rato en silencio. Tanto que ni siquiera conté cuántos formábamos aquella compañía. El grupo iba delante, y yo en último lugar, refunfuñando para mis adentros. – Qué puto asco de día.
-¡Buenos días, señorita Boisson! ¿Ha descansado usted bien? – sonrió el cazador con alegría, imitando la voz de Lazarus, el mayordomo del Palacio de los Vientos. Entraba con una bandeja con algo de fruta y agua. – O mejor dicho, buenas tardes. Es la hora del almuerzo. Te he traído algo. – y depositó la misma en una vieja mesa. Pasando a sentarse en la silla.
-¿Cuánto tiempo he dormido? – pregunté aún medio adormecida, incorporándome con las sábanas sujetas por mi brazo, cubriendo hasta la altura del pecho.
-Bastante. – dijo mientras mordisqueaba una manzana, sin mirarme. – Me aburría y bajé a hablar con las buenas gentes de este lugar. Son tipos curiosos.
-¿Algo reseñable? – suspiré.
-Lo que se espera de estos sitios. Humanos contando leyendas sobre elfos que asaltan sus caravanas, fantasmas en los bosques… - pasaba bastante por alto las cosas. - ¡Oh! Y lo más destacable, gente preocupada por un monstruo gigante de ojos amarillos que ronda el bosque. ¡Tonterías! – concluyó el brujo terminando la manzana. – Bueno, vístete. Te espero abajo.
-----
Algo más de veinte minutos tardé en desayunar y prepararme. Ya vestida y con todo mi armamento, recogía en una coleta mi larga melena mientras bajaba las escaleras en aquella tabernucha de mala muerte. Parecía bastante frecuentada y, como solía ser costumbre, era la única mujer presente, lo que atrajo bastantes miradas hacia mi persona, que yo traté de pasar por alto y dirigirme a donde estaba el brujo, dialogando apoyado en la barra junto a… ¿Tale? Y el tabernero.
-¡Y aquí está Huracán! La mujer de la que hablaba antes. Póngale una copa. – comentó Jules en una conversación ya iniciada, con una sonrisa y un vaso de ron en la mano, cuando me vio bajar la escalera. Llegué a su lado en la barra, a su lado estaba Eltrant.
-No me libro de ti ni en los bosques. – comenté con fastidio, apoyando el codo en la barra. Al otro extremo de Eltrant estaba la pequeña vampiresa de pelo negro. Lyn, menudo viajecito me había dado hasta Roilkat hacía apenas unas semanas, como para olvidarla. – Hola, Lyn. – saludé escuetamente mirándola con el ceño ligeramente fruncido. Seguía sin simpatizarme demasiado como chupasangres que era.
-¡Veo que ya estáis al completo los Aervengers! – Pronunció el tabernero. No sabía si aún estaba dormida y no había oído bien. Jules entonó un “¡Yuju!” y levantó la palma de la mano para tratar de chocarla con Eltrant. Yo aún estaba incrédula de lo que estaba escuchando.
-¿Los “aer” qué? – pregunté al mesonero sin reír, quitándome un rizo que me tapaba el ojo derecho.
-¡Aervengers! De Aerandir y de venganza: Una compañía de hombres y mujeres especializados en la captura de las criaturas mágicas del bosque. - Por un momento pensé estar escuchando uno de esos chistes malos del chupasangres llamado Bio, pero no, estaba escuchando bien. Quedé tan extasiada que ni siquiera fui capaz de contestar nada. – Debo advertiros, queridos aventureros, que las desapariciones que están teniendo lugar puede que no sean únicamente debido al monstruo de ojos amarillos. Y es que se dice que en la espesura opera un famoso grupo de magos elfos que, según las malas lenguas dicen, utilizan magia e ilusiones para atraer a sus víctimas y sacrificarlas en sus ritos tribales. Odian todo tipo de ser no elfo. Especialmente brujos y hombres bestia. Pero bueno, vosotros sois humanos, así que no habrá problema. – relató el muy ignorante humano. Incapaz de sentir el maná que corría por nuestros cuerpos. - Y bien, ¿estáis listos para salir a cazar al peligroso monstruo del bosque? – concluyó.
Jules levantó los brazos. Yo miré sentenciante a Eltrant, seguro que era cosa suya y su dichosa manía de salvar el mundo de manera gratuita.
-Esta vez te has superado, Tale. ¿Qué clase de gilipollez es esta? – pasé por encima de Jules casi para irme contra él a voz en grito. Fuera de mí, sin violencia pero gesticulando airadamente con los brazos. Visto desde fuera, se podría pensar que estaba montando un circo, pero yo estaba siendo muy seria.- ¡Ah, NO! Por aquí sí que no paso. Esto ya es demasiado. Soy cazadora de vampiros, no una matona de tres al cuarto. – Jules se acercó a mí entre risas para separarme un poco de comerme a Eltrant. - ¡EH! ¡EH! ¡Estoy muy tranquila! ¿Vale? ¡Pero no pienso hacerlo! De ninguna manera. ¡Ni por todo el oro del mundo conseguiréis que yo, Lady Anastasia Boisson de Beltrexus, forme parte de este ridículo tan bochornoso! Menos aún sin ver un triste aero. Esta vez no me convenceréis. ¡NO! ¡NO! Y ¡NO! ¡Punto!
------------
En la siguiente escena estábamos caminando por los bosques. -¡Eh! ¿Tenéis alguna idea de a dónde narices vamos? – Pregunté hastiada tras un largo rato en silencio. Tanto que ni siquiera conté cuántos formábamos aquella compañía. El grupo iba delante, y yo en último lugar, refunfuñando para mis adentros. – Qué puto asco de día.
*Off: Si queréis podéis usar a mis personajes como queráis para las acciones que no describo, como la manera de la que se encuentran Elt y Jules o el inicio del viaje. Quería hacer una entrada diferente al tema
Anastasia Boisson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 627
Nivel de PJ : : 7
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Kothán se detuvo frente a la puerta e inspiró hondo, tomandose un momento para estirar ligeramente y aclararse la garganta. Era un papel sencillo. Solo tenía que pensar en un nombre. Preferiblemente uno que no hubiese usado antes, pero que sonase real. Esa parte siempre le hacía dudar un poco, pero tras unos segundos, se decidió por uno que le gustaba. El zorro cambió su postura y empujó la puerta, entrando a paso lento.
El local estaba algo más vacío de lo que le gustaría. Menos gente para difundir. Pero al menos llamaría más la atención. Kothán se dirigió hacia la barra, asegurandose de bajar ligeramente las orejas y dejar su cola caida. Paso sin brío, mirada ausente y hacia el suelo... tenía todo el papel de alguien triste y decaido. Se mordió el labio y apretó ligeramente las facciones. ¿Estrés? Dolor. Tenía que parecer algo dolorido, emocionalmente.
Su rostro no cambió en absoluto al notar la presencia de Eltrant Tale. Asher tenía razón: podía olerlo incluso desde fuera. Era posible que complicase las cosas, aunque también le brindaba una oportunidad. No le miró dos veces ni le dirigió la palabra, pero se sentó a un par de butacas de él. Por fortuna, el tabernero le prestó atención casi al instante.
-¿Va todo bien, zorro?- preguntó. Kothán resistió el impulso de dejarle un par de cosas claras y alzó ligeramente la mirada. -¿Como te llamas? ¿Necesitas algo de beber?- continuó, sirviendo cerveza en una jarra antes de recibir una respuesta.
-Maiq.- respondió con un hilo de voz. -Es... si. Gracias. Yo...- suspiró. Finalmente, asió la jarra con fuerza y dio un largo trago. -He perdido a mi mujer. Hoy.-
El tabernero enmudeció y se quedó paralizado, sin saber que decir. Tras unos segundos, se inclinó sobre la barra, cerrando los ojos por un instante.
-Lo siento mucho. ¿Que ha...? ¿Ha sido el monstruo...?- preguntó. Kothán asintió levemente.
-Teníamos una casa al norte. Algo apartado y tranquilo, como ella quería. Yo... tuve que salir, a vender las últimas vasijas que me quedaban a Lunargenta antes del invierno. Pero cuando volví...- el hombre bestia se terminó su jarra y bajó aún más la voz. -No quedaba nada. Ella... estaba embarazada.- ¿Lo estaba llevando demasiado lejos? Se había metido tanto en el papel que estaba a punto de llorar. Era tan divertido.
-Esto no puede seguir así...- se lamentó el hombre del bigote. -Mis condolencias. Voy a tener que vender este sitio e irme a otra parte...- suspiró.
-¡No!- exclamó el zorro de repente, golpeando la barra. -¡Esto tiene que acabar!- gritó. Varias personas se dieron la vuelta, sorprendidos por el cambio de tono. -¡Esa cosa tiene que morir! ¡Ya ha destrozado suficientes vidas!- continuó, enfadado. -Se a cuantos se ha llevado. Pero he conocido a un cazador que puede acabar con esto de una vez.- El coyote tembló ligeramente. Casi podía notar como todos los oidos de la sala estaban atentos.
-¿Un cazador...? Salvo que sea alguien contratado... no puedo imaginar el precio que...-
-¡Bah! Como si a algún noble le importase lo más mínimo lo que nos pasase. Ya ha habido suficientes solicitudes de ayuda, y nadie ha hecho nada.- gruñó. -No. Este es distinto. Este... ayuda a los que no pueden permitirselo. Tiene un grupo... los Nómadas. El líder es un hombre perro. Y ha prometido que va a matar a esa cosa él mismo.-
-¿Él sólo?- El tabernero frunció el ceño. -Esa cosa se ha tragado a un escuadrón de soldados. Una sola persona no puede. De ninguna manera.-
-Es... la única oportunidad que queda. Tiene que hacerlo. Si pudiese ayudar, lo haría, pero...- El zorro bajó las orejas y volvió a mirar a su jarra, ahora vacía.
-Tal vez... haya alguien que pueda hacer algo.- El tabernero miró a Eltrant. -Si ya hay un cazador buscándolo... es posible que no sea tarde. Para vengar al pueblo. A Aerandir.
-Venganza... es lo que necesitamos. Ya es tarde para salvar a mi mujer.- El zorro suspiró, y miró a Eltrant de reojo. -El hombre perro salió hacia el noroeste esta mañana.
Me puse en cuclillas, examinando el árbol con cuidado. Definitivamente era un Nein, pero no quedaba ninguna estrella junto al tronco. Maldije entre dientes. Necesitaba esa estúpida fruta. Miré arriba. Las ramas más bajas debian estar a seis metros de altura. ¿Por qué eran los árboles de ese bosque tan estúpidamente altos? A Syl le encantaría. Si es que podía subirse, claro.
Aún tenían que quedar estrellas en las ramas. Tal vez no estuviesen del todo maduras, pero daba igual. No las quería para comerlas, de todas formas. Suspiré, pensando en mis opciones. Ante la duda... desenfundé mi espada y pensé en mi próximo movimiento. Nunca había probado aquello antes. Empuñé a Brillo con fuerza y me concentré. La hoja del arma empezó a hacer honor a su nombre y se iluminó. Lancé un tajo hacia el cielo, y una media luna de energía voló en dirección a una de las ramas.
Atravesó una de ellas con un corte limpio, y siguió subiendo. Sobrepasó la altura del árbol. ¿Se desvanecería en algún momento? ¿Caería? No pude evitar sonreír ante la idea de que, en un par de horas, una desgraciada ardilla acabase cortada por la mitad por un plátano místico caído del cielo. Pero sabía que no iba a pasar. El contacto con el aire haría que desapareciese poco a poco.
Me alejé del tronco, segundos antes de que una rama cayese pesadamente a un par de metros sobre la hierba. Sonreí. Era un genio. Empecé a recolectar la fruta con cuidado de no aplastarla. La mayor parte de los frutos aún no estaban amarillos, o no estaban formados por completo, pero milagrosamente, había una estrella perfecta. Bien. Con eso tenía de sobra. Arranqué la fruta y me la llevé a la boca, satisfecho. Era una buena recompensa por mis esfuerzos: estaba deliciosamente dulce. Tal vez fuese mi día de suerte.
Terminé de comer, pero un crujido de ramas hizo que me detuviese. Ese olor... sonreí y me subí a un árbol cercano, imitando los movimientos que Syl solía usar. Silencio. Me oculté entre las frondosas ramas, y esperé.
No tardaron más de unos minutos. Eltrant Tale. Y compañía. ¿A quien estaba salvando esa vez? No, espera. Maldije en mi cabeza, pensando en que decir. Una vez se acercó lo suficiente, salté de entre las ramas, aterrizando teatralmente delante del humano.
-¡Tale! ¿Desde cuando tienes un séquito?- sonreí, lanzando una breve mirada hacia sus acompañantes. El zorro no estaba entre ellos, pero estaba casi seguro de que había tenido algo que ver. -Ojala me alegrase de verte. Vas a por mi presa, ¿verdad?- pregunté. No era muy dificil de adivinar. Monstruo gigante, héroe suicida... se atraían entre sí. -Da igual. No hace falta. Lo tengo todo bajo control.- declaré
Si mi plan funcionaba, esa cosa estaría muerta en cuestión de horas. Y yo me llevaría la fama que necesitaba para empezar a ganar algo de apoyo...
El local estaba algo más vacío de lo que le gustaría. Menos gente para difundir. Pero al menos llamaría más la atención. Kothán se dirigió hacia la barra, asegurandose de bajar ligeramente las orejas y dejar su cola caida. Paso sin brío, mirada ausente y hacia el suelo... tenía todo el papel de alguien triste y decaido. Se mordió el labio y apretó ligeramente las facciones. ¿Estrés? Dolor. Tenía que parecer algo dolorido, emocionalmente.
Su rostro no cambió en absoluto al notar la presencia de Eltrant Tale. Asher tenía razón: podía olerlo incluso desde fuera. Era posible que complicase las cosas, aunque también le brindaba una oportunidad. No le miró dos veces ni le dirigió la palabra, pero se sentó a un par de butacas de él. Por fortuna, el tabernero le prestó atención casi al instante.
-¿Va todo bien, zorro?- preguntó. Kothán resistió el impulso de dejarle un par de cosas claras y alzó ligeramente la mirada. -¿Como te llamas? ¿Necesitas algo de beber?- continuó, sirviendo cerveza en una jarra antes de recibir una respuesta.
-Maiq.- respondió con un hilo de voz. -Es... si. Gracias. Yo...- suspiró. Finalmente, asió la jarra con fuerza y dio un largo trago. -He perdido a mi mujer. Hoy.-
El tabernero enmudeció y se quedó paralizado, sin saber que decir. Tras unos segundos, se inclinó sobre la barra, cerrando los ojos por un instante.
-Lo siento mucho. ¿Que ha...? ¿Ha sido el monstruo...?- preguntó. Kothán asintió levemente.
-Teníamos una casa al norte. Algo apartado y tranquilo, como ella quería. Yo... tuve que salir, a vender las últimas vasijas que me quedaban a Lunargenta antes del invierno. Pero cuando volví...- el hombre bestia se terminó su jarra y bajó aún más la voz. -No quedaba nada. Ella... estaba embarazada.- ¿Lo estaba llevando demasiado lejos? Se había metido tanto en el papel que estaba a punto de llorar. Era tan divertido.
-Esto no puede seguir así...- se lamentó el hombre del bigote. -Mis condolencias. Voy a tener que vender este sitio e irme a otra parte...- suspiró.
-¡No!- exclamó el zorro de repente, golpeando la barra. -¡Esto tiene que acabar!- gritó. Varias personas se dieron la vuelta, sorprendidos por el cambio de tono. -¡Esa cosa tiene que morir! ¡Ya ha destrozado suficientes vidas!- continuó, enfadado. -Se a cuantos se ha llevado. Pero he conocido a un cazador que puede acabar con esto de una vez.- El coyote tembló ligeramente. Casi podía notar como todos los oidos de la sala estaban atentos.
-¿Un cazador...? Salvo que sea alguien contratado... no puedo imaginar el precio que...-
-¡Bah! Como si a algún noble le importase lo más mínimo lo que nos pasase. Ya ha habido suficientes solicitudes de ayuda, y nadie ha hecho nada.- gruñó. -No. Este es distinto. Este... ayuda a los que no pueden permitirselo. Tiene un grupo... los Nómadas. El líder es un hombre perro. Y ha prometido que va a matar a esa cosa él mismo.-
-¿Él sólo?- El tabernero frunció el ceño. -Esa cosa se ha tragado a un escuadrón de soldados. Una sola persona no puede. De ninguna manera.-
-Es... la única oportunidad que queda. Tiene que hacerlo. Si pudiese ayudar, lo haría, pero...- El zorro bajó las orejas y volvió a mirar a su jarra, ahora vacía.
-Tal vez... haya alguien que pueda hacer algo.- El tabernero miró a Eltrant. -Si ya hay un cazador buscándolo... es posible que no sea tarde. Para vengar al pueblo. A Aerandir.
-Venganza... es lo que necesitamos. Ya es tarde para salvar a mi mujer.- El zorro suspiró, y miró a Eltrant de reojo. -El hombre perro salió hacia el noroeste esta mañana.
_________________________________________________________________________________________
Me puse en cuclillas, examinando el árbol con cuidado. Definitivamente era un Nein, pero no quedaba ninguna estrella junto al tronco. Maldije entre dientes. Necesitaba esa estúpida fruta. Miré arriba. Las ramas más bajas debian estar a seis metros de altura. ¿Por qué eran los árboles de ese bosque tan estúpidamente altos? A Syl le encantaría. Si es que podía subirse, claro.
Aún tenían que quedar estrellas en las ramas. Tal vez no estuviesen del todo maduras, pero daba igual. No las quería para comerlas, de todas formas. Suspiré, pensando en mis opciones. Ante la duda... desenfundé mi espada y pensé en mi próximo movimiento. Nunca había probado aquello antes. Empuñé a Brillo con fuerza y me concentré. La hoja del arma empezó a hacer honor a su nombre y se iluminó. Lancé un tajo hacia el cielo, y una media luna de energía voló en dirección a una de las ramas.
Atravesó una de ellas con un corte limpio, y siguió subiendo. Sobrepasó la altura del árbol. ¿Se desvanecería en algún momento? ¿Caería? No pude evitar sonreír ante la idea de que, en un par de horas, una desgraciada ardilla acabase cortada por la mitad por un plátano místico caído del cielo. Pero sabía que no iba a pasar. El contacto con el aire haría que desapareciese poco a poco.
Me alejé del tronco, segundos antes de que una rama cayese pesadamente a un par de metros sobre la hierba. Sonreí. Era un genio. Empecé a recolectar la fruta con cuidado de no aplastarla. La mayor parte de los frutos aún no estaban amarillos, o no estaban formados por completo, pero milagrosamente, había una estrella perfecta. Bien. Con eso tenía de sobra. Arranqué la fruta y me la llevé a la boca, satisfecho. Era una buena recompensa por mis esfuerzos: estaba deliciosamente dulce. Tal vez fuese mi día de suerte.
Terminé de comer, pero un crujido de ramas hizo que me detuviese. Ese olor... sonreí y me subí a un árbol cercano, imitando los movimientos que Syl solía usar. Silencio. Me oculté entre las frondosas ramas, y esperé.
No tardaron más de unos minutos. Eltrant Tale. Y compañía. ¿A quien estaba salvando esa vez? No, espera. Maldije en mi cabeza, pensando en que decir. Una vez se acercó lo suficiente, salté de entre las ramas, aterrizando teatralmente delante del humano.
-¡Tale! ¿Desde cuando tienes un séquito?- sonreí, lanzando una breve mirada hacia sus acompañantes. El zorro no estaba entre ellos, pero estaba casi seguro de que había tenido algo que ver. -Ojala me alegrase de verte. Vas a por mi presa, ¿verdad?- pregunté. No era muy dificil de adivinar. Monstruo gigante, héroe suicida... se atraían entre sí. -Da igual. No hace falta. Lo tengo todo bajo control.- declaré
Si mi plan funcionaba, esa cosa estaría muerta en cuestión de horas. Y yo me llevaría la fama que necesitaba para empezar a ganar algo de apoyo...
_______________________________________________________________________________
Usada habilidad de nivel 1: Corte de Energía
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Primero apareció Jules, fue una sorpresa no podía negarlo. Enarcó una ceja y se quedó mirando, fijamente, al cazador durante unos instantes para, al final, saludarle levantando su jarra y dando una leve cabezada.
¿Desde cuándo no le veía? Probablemente aún pertenecía a la guardia la última vez que coincidió con él. Se atusó la barba unos instantes, mientras el hombre se sentaba a su lado y pedía una bebida similar a la que tenía el exmercenario frente a él.
¿Sabría que Huracán estaba viva? Suspiró, evitaría hacer comentarios al respecto, la Huracán con la que se había cruzado en Lunargenta distaba mucho de querer ser reconocida, si Jules no sabía nada al respecto quizás fuese lo mejor.
En cualquier caso, era un bien comienzo, el brujo de fuego no solo era un buen cazador, sino que además no compartía la arrogancia de su compañera, probablemente él le ayudaría simplemente si se lo pedía. El tabernero lo comprendió de inmediato y, aun serio, asintió levemente al ver como Eltrant le proponía aquel inesperado trabajo al recién llegado.
Torció el gesto durante unos segundos cuando, tras aceptar a ayudar, Jules se perdió escaleras arriba. “Tengo que despertar a un Huracán” habían sido sus palabras exactas. Eltrant forzó una sonrisa y, cuando Jules desapareció, se giró hacia el tabernero.
- No se lleve la botella – dijo sujetando el licor que descansaba justo a su derecha, el tabernero pareció confuso durante unos instantes, pero sonriendo, quizás porque vio cierto nerviosismo en los ojos del forastero, dejó el líquido en su posesión.
Al cabo de unos minutos apareció otra persona que conocía, aunque este pareció no reconocerle de vuelta. Suspiró profundamente y asió con aún más fuerza la botella que tenía firmemente sujeta en su mano derecha.
- He perdido a mi mujer. Hoy. – El hecho de que no se hubiese presentado con su propio nombre y ahora, además, estuviese hablando de aquello indicó a Eltrant que, como de costumbre, la banda del lobo estaba metidos en asuntos bastante turbios.
Sin decir nada, le dio un largo trago a la botella para evitar la tentación de desbaratar el plan de Kothán, escuchó lo que este decía sin siquiera girarse a mirarle, el tabernero, desde luego, creyó hasta el más mínimo detalle de la disparatada historia que el coyote se encargó de narrar a los pocos presentes.
- Por todos los dioses. – Musitó Eltrant en voz baja, alargando la mano hasta detrás de la barra, dónde había otra botella medio vacía, una que contenía un líquido algo más pálido que la que se había acabado hacía instantes. Koth acababa de mencionar que, además, su supuesta esposa estaba embarazada antes de morir.
Descorchó la botella con los dientes y se la mostró al tabernero, que volvió a asentir sin dejar de escuchar el relato del coyote. Eltrant se sirvió otro vaso mientras el hombre-bestia hablaba y dejó frente a él los pocos Aeros que traía consigo justo cuando Kothán terminó su discurso, haciendo publicidad del líder de los “Nómadas”: un lobo que evidentemente era Asher.
Un cazador que iba a capturar al monstruo por sí solo, por mera bondad hacía el pueblo llano.
Arqueó ambas cejas, evidentemente sorprendido y, esta vez, sí que se giró a mirar a “Maiq” buscando alguna respuesta en su mirada. Lo de los Nómadas era nuevo, aunque no le sorprendía del todo, sabía que Asher estaba intentando aunar a personas con su condición bajo un mismo estandarte lo más relevante era aquella descripción que salió de los labios del coyote.
¿Asher una persona que se preocupaba por los desfavorecidos? ¿Qué estaba intentando sacar de aquello? Suspiró y agachó la cabeza, mirando de nuevo hacía la barra, quizás fuese ese plan del que le habló el lobo, esa redención que decía no merecer ni buscar pero que, por alguien cercano a él, iba a conseguir. “Hacer las cosas un poco mejor para todos”, algo así había Asher dicho semanas atrás, al salir del Arenal.
No es como si pensase que era malo, después de todo, si Aerandir necesitaba algo era más personas que actuasen así, pero en ese caso. ¿Qué hacia Koth mintiendo de aquella forma? ¿Querían llamar la atención? Miró inquisitivamente al zorro durante unos segundos, la mayoría de las cabezas, de los clientes del lugar, estaban giradas hacía él, aun cuando este ahora se había alejado a una esquina tranquila, fingiendo entre susurros, sin salirse de su papel.
Tenía que admitir que podría ser un buen actor, uno de esos que actuaban en las enormes funciones de Lunargenta.
- Es una lástima… un chico tan joven que… bueno… - añadió el tabernero volviendo a prestarle atención, Eltrant asintió con una rápida cabezada, pero se limitó a quedarse callado, Jules estaba tardando lo suyo en despertar a Huracán.
– Al menos ahora tienes a un cazador de tu parte, Tale. Uno muy bueno al parecer – dijo esbozando una sonrisa – ¡A los Nómadas! – dijo alzando un poco la voz como si fuese un nombre que conociese todo el local, algunas personas asintieron al oír el nombre que había desvelado Kothán, unos pocos dieron un par de palmas al oír el nombre. – También tienes a ese par de jóvenes que se hospedan en el piso superior – dijo, bajo un poco la voz. – Esto es un secreto… pero… - Miró hacía los lados, comprobando de que no había ningún cotilla cerca - Lo cierto es que es me han dicho que los de arriba son… – se acercó a Eltrant lo suficiente como para que le escuchase sin alzar más la voz - … son… Cazadores de Vampiros. – dijo – Con entrenamientos muy duros, algo así, en Beltrexus… poderes ocultos de brujos, dicen que no conviene meterse con ellos, por eso, haz como si fuesen humanos. ¿Vale? – Eltrant casi no podía oírle de lo bajo que estaba hablando el tabernero, pero aun así pudo ver un leve brillo de optimismo en su mirada, casi parecía emocionado. – Un grupo muy interesante el que acabas de reunir, señor Tale. Solo con tu presencia – Eltrant torció el gesto y sonrió, él no había reunido nada, al contrario, atraía la mala suerte.
- Y… ¿Qué me dices de ti, Tale? – preguntó ahora devolviéndole parte de su espacio personal al exguarda, cosa que agradeció, el tabernero le caía bien, pero no tanto. - ¿Qué eres tú? – Eltrant sonrió y negó con la cabeza. – Tienes pinta de pertenecer a algo. – dijo atusándose el bigote, analizándole con la mirada. - ¿Has venido aquí por los rumores del… del monstruo…? ¿Quizás perteneces a alguna orden de caballeros? Puedes confiarme el secreto – Parecía estar emocionándose por momentos, pero lo cierto era que seguramente tener a un grupo de “Nómadas” que luchaban por los aldeanos y a cazadores de Vampiros en los alrededores era lo mejor que le había pasado al hombre en semanas, comprendía que, de pronto, sintiese un mínimo de esperanza.
- ¿Yo? – Se pasó la mano por el pelo, lanzó una rápida mirada a las escaleras por las que debían bajar Huracán y Jules – Pasaba por aquí – dijo con una sonrisa, el tabernero abrió los ojos, algo sorprendido y después relajó la expresión
- Un buen equipo el que habéis formado, sí señor. – dijo asintiendo para sí – Los vengadores de Aerandir… - se giró a mirar un pequeño garabato que tenía justo tras él, en la estantería repleta de botellas, un tosco dibujo que Eltrant no conseguia reconocer. – Quizás eso sea lo que necesitamos. – aseguró apoyándose en el mostrador.
No podía evitar admitir que el buen humor del hombre era contagioso, pero una parte de él seguía pensando que era lo último que necesitaba: Huracán y Asher tras una misma presa, casi podía ver el futuro, las discusiones y, lo peor, que dudasen de todas y cada una de sus decisiones. Pero necesitaba el dinero y el monstruo seguía suelto en el bosque, su orgullo no era tan importante.
Suspiró profundamente, aunque, en realidad, el sonido que dejó escapar fue más parecido a un quejido agudo que a otra cosa. Como si aquella muestra de cansancio hubiese sido una especie de invocación, Anastasia y Jules aparecieron por las escaleras.
Por supuesto, la señorita Boisson no tardó en hacer gala de la educación que los Aeros de su familia le habían permitido tener.
- Yo también me alegro de verte, Anastasia. – dijo con una sonrisa cuando la mujer le saludó. Cuando el tabernero comenzó a hablar y Jules exclamó un “Yuju” Eltrant se vio obligado a chocar la palma de la mano del brujo.
No pudo evitarlo.
Por supuesto, Huracán no estaba dispuesta a trabajar gratis, el rostro del posadero cambió de inmediato al oír las duras palabras de la cazadora. Era como si la mujer le hubiese sorbido todo el buen humor del que había hecho gala hacia unos instantes y, de nuevo, volviese a ser consciente de la cruda realidad: Un monstruo en el bosque estaba diezmando a los habitantes de la zona.
- Puedes quedarte aquí. – dijo Eltrant al ver como Jules separaba a su acompañante de él, trató de mantenerse sereno, pero lo cierto es que temió, durante unos instantes, por su integridad física ¿Estaba Huracán más irascible de lo normal? – No voy a obligarte a hacer un trabajo que no quieres. – Se levantó del asiento y depositó una de las manos en el hombro de la mujer, sonrió. – Aunque, si te digo la verdad, nos vendría muy bien tu ayuda, Lady Anastasia Boisson de Beltrexus. – dijo al final, ensanchando su sonrisa, a la vez que se encaminaba hacía la salida, justo tras asegurarse de que sus dos espadas y su armadura estaban firmemente pegadas a su cuerpo.
- ¿Vamos?
El bosque de Sandorai podía parecer idéntico al resto de foresta que te podías encontrar por todo Aerandir. Después de todo no había más que árboles y plantas por todas partes.
Sin embargo, era evidente que había algo allí diferente. Algo que un humano como él no notaba a no ser que se fijase con detenimiento de lo que sucedía a su alrededor; La frondosidad del bosque era superior, no habían sido pocas las veces que se habían visto obligados a cambiar de rumbo debido a la flora del lugar, la cual parecían ser versiones ridículamente grandes de las plantas del resto de lugares.
- Hacia el noroeste – dijo Eltrant respondiendo la pregunta de Huracán – Y no te quejes. – añadió en seguida, girándose hacía Jules y encogiendose de hombros. – Seguro que has estado en peores sitios. – dijo dejando escapar una breve carcajada.
Asher, finalmente, apareció frente a ellos, saltando grácilmente desde la cima de uno de los tantos árboles que tenían a su alrededor. Se preguntaba por qué había tardado tanto en aparecer.
- ¿Por qué siempre eres tan dramático? – preguntó a continuación con una sonrisa, negando con suavidad. Por motivos lógicos evitó responder a la pregunta acerca del sequito que decía tener, simplemente se cruzó de brazos y negó con la cabeza.
- Sea tu presa o no… hay que matarla, me da igual si despues decis que habeis sido vosotros - se rascó la barba y miró hacia la espesura – Ah, y yo sí que me alegro de volver a verte – sentenció suspirando ¿Es que nadie se alegraba de verle vivo?.
Aquel fue el momento en el que el lobo mencionó que lo tenía todo controlado, no lo dudaba, si se había molestado en hacer actuar a Kothán así debía de tener un plan, aunque le extrañaba encontrárselo solo.
– Es mejor ir en grupo de todas formas, al menos contra esta cosa. – Le debía a Lyn esa oración, al menos por una vez, después de todo había oído que aquel monstruo había acabado con grupos enteros de cazadores, no temía ir solo a por él, pero tenía que admitir que era una imprudencia. – Se… lo he prometido a Lyn – admitió cruzándose de brazos, pasándose justo después la mano por el pelo, algo nervioso, el bosque volvía a estar inexplicablemente tranquilo. ¿Por qué siempre eso predecía a lo que solía ser una emboscada?
Negó con la cabeza, apartando toda distracción de sus pensamientos y señaló a los cazadores que iban con él.
- Ellos dos son Jules y Huracán. – dijo como toda presentación, cuando terminó de hablar, se giró hacía la pareja. – Asher. – dijo al señalar al lobo. Se quedó en silencio unos segundos, esperando que todos dijesen lo que creyesen oportuno. – Vamos a trabajar todos juntos. – Esbozó una sonrisa y levantó levemente su puño hasta dejarlo frente a los demás con la intención de que estos le imitasen. - ¿No es verdad? – preguntó.
¿Desde cuándo no le veía? Probablemente aún pertenecía a la guardia la última vez que coincidió con él. Se atusó la barba unos instantes, mientras el hombre se sentaba a su lado y pedía una bebida similar a la que tenía el exmercenario frente a él.
¿Sabría que Huracán estaba viva? Suspiró, evitaría hacer comentarios al respecto, la Huracán con la que se había cruzado en Lunargenta distaba mucho de querer ser reconocida, si Jules no sabía nada al respecto quizás fuese lo mejor.
En cualquier caso, era un bien comienzo, el brujo de fuego no solo era un buen cazador, sino que además no compartía la arrogancia de su compañera, probablemente él le ayudaría simplemente si se lo pedía. El tabernero lo comprendió de inmediato y, aun serio, asintió levemente al ver como Eltrant le proponía aquel inesperado trabajo al recién llegado.
Torció el gesto durante unos segundos cuando, tras aceptar a ayudar, Jules se perdió escaleras arriba. “Tengo que despertar a un Huracán” habían sido sus palabras exactas. Eltrant forzó una sonrisa y, cuando Jules desapareció, se giró hacia el tabernero.
- No se lleve la botella – dijo sujetando el licor que descansaba justo a su derecha, el tabernero pareció confuso durante unos instantes, pero sonriendo, quizás porque vio cierto nerviosismo en los ojos del forastero, dejó el líquido en su posesión.
Al cabo de unos minutos apareció otra persona que conocía, aunque este pareció no reconocerle de vuelta. Suspiró profundamente y asió con aún más fuerza la botella que tenía firmemente sujeta en su mano derecha.
- He perdido a mi mujer. Hoy. – El hecho de que no se hubiese presentado con su propio nombre y ahora, además, estuviese hablando de aquello indicó a Eltrant que, como de costumbre, la banda del lobo estaba metidos en asuntos bastante turbios.
Sin decir nada, le dio un largo trago a la botella para evitar la tentación de desbaratar el plan de Kothán, escuchó lo que este decía sin siquiera girarse a mirarle, el tabernero, desde luego, creyó hasta el más mínimo detalle de la disparatada historia que el coyote se encargó de narrar a los pocos presentes.
- Por todos los dioses. – Musitó Eltrant en voz baja, alargando la mano hasta detrás de la barra, dónde había otra botella medio vacía, una que contenía un líquido algo más pálido que la que se había acabado hacía instantes. Koth acababa de mencionar que, además, su supuesta esposa estaba embarazada antes de morir.
Descorchó la botella con los dientes y se la mostró al tabernero, que volvió a asentir sin dejar de escuchar el relato del coyote. Eltrant se sirvió otro vaso mientras el hombre-bestia hablaba y dejó frente a él los pocos Aeros que traía consigo justo cuando Kothán terminó su discurso, haciendo publicidad del líder de los “Nómadas”: un lobo que evidentemente era Asher.
Un cazador que iba a capturar al monstruo por sí solo, por mera bondad hacía el pueblo llano.
Arqueó ambas cejas, evidentemente sorprendido y, esta vez, sí que se giró a mirar a “Maiq” buscando alguna respuesta en su mirada. Lo de los Nómadas era nuevo, aunque no le sorprendía del todo, sabía que Asher estaba intentando aunar a personas con su condición bajo un mismo estandarte lo más relevante era aquella descripción que salió de los labios del coyote.
¿Asher una persona que se preocupaba por los desfavorecidos? ¿Qué estaba intentando sacar de aquello? Suspiró y agachó la cabeza, mirando de nuevo hacía la barra, quizás fuese ese plan del que le habló el lobo, esa redención que decía no merecer ni buscar pero que, por alguien cercano a él, iba a conseguir. “Hacer las cosas un poco mejor para todos”, algo así había Asher dicho semanas atrás, al salir del Arenal.
No es como si pensase que era malo, después de todo, si Aerandir necesitaba algo era más personas que actuasen así, pero en ese caso. ¿Qué hacia Koth mintiendo de aquella forma? ¿Querían llamar la atención? Miró inquisitivamente al zorro durante unos segundos, la mayoría de las cabezas, de los clientes del lugar, estaban giradas hacía él, aun cuando este ahora se había alejado a una esquina tranquila, fingiendo entre susurros, sin salirse de su papel.
Tenía que admitir que podría ser un buen actor, uno de esos que actuaban en las enormes funciones de Lunargenta.
- Es una lástima… un chico tan joven que… bueno… - añadió el tabernero volviendo a prestarle atención, Eltrant asintió con una rápida cabezada, pero se limitó a quedarse callado, Jules estaba tardando lo suyo en despertar a Huracán.
– Al menos ahora tienes a un cazador de tu parte, Tale. Uno muy bueno al parecer – dijo esbozando una sonrisa – ¡A los Nómadas! – dijo alzando un poco la voz como si fuese un nombre que conociese todo el local, algunas personas asintieron al oír el nombre que había desvelado Kothán, unos pocos dieron un par de palmas al oír el nombre. – También tienes a ese par de jóvenes que se hospedan en el piso superior – dijo, bajo un poco la voz. – Esto es un secreto… pero… - Miró hacía los lados, comprobando de que no había ningún cotilla cerca - Lo cierto es que es me han dicho que los de arriba son… – se acercó a Eltrant lo suficiente como para que le escuchase sin alzar más la voz - … son… Cazadores de Vampiros. – dijo – Con entrenamientos muy duros, algo así, en Beltrexus… poderes ocultos de brujos, dicen que no conviene meterse con ellos, por eso, haz como si fuesen humanos. ¿Vale? – Eltrant casi no podía oírle de lo bajo que estaba hablando el tabernero, pero aun así pudo ver un leve brillo de optimismo en su mirada, casi parecía emocionado. – Un grupo muy interesante el que acabas de reunir, señor Tale. Solo con tu presencia – Eltrant torció el gesto y sonrió, él no había reunido nada, al contrario, atraía la mala suerte.
- Y… ¿Qué me dices de ti, Tale? – preguntó ahora devolviéndole parte de su espacio personal al exguarda, cosa que agradeció, el tabernero le caía bien, pero no tanto. - ¿Qué eres tú? – Eltrant sonrió y negó con la cabeza. – Tienes pinta de pertenecer a algo. – dijo atusándose el bigote, analizándole con la mirada. - ¿Has venido aquí por los rumores del… del monstruo…? ¿Quizás perteneces a alguna orden de caballeros? Puedes confiarme el secreto – Parecía estar emocionándose por momentos, pero lo cierto era que seguramente tener a un grupo de “Nómadas” que luchaban por los aldeanos y a cazadores de Vampiros en los alrededores era lo mejor que le había pasado al hombre en semanas, comprendía que, de pronto, sintiese un mínimo de esperanza.
- ¿Yo? – Se pasó la mano por el pelo, lanzó una rápida mirada a las escaleras por las que debían bajar Huracán y Jules – Pasaba por aquí – dijo con una sonrisa, el tabernero abrió los ojos, algo sorprendido y después relajó la expresión
- Un buen equipo el que habéis formado, sí señor. – dijo asintiendo para sí – Los vengadores de Aerandir… - se giró a mirar un pequeño garabato que tenía justo tras él, en la estantería repleta de botellas, un tosco dibujo que Eltrant no conseguia reconocer. – Quizás eso sea lo que necesitamos. – aseguró apoyándose en el mostrador.
No podía evitar admitir que el buen humor del hombre era contagioso, pero una parte de él seguía pensando que era lo último que necesitaba: Huracán y Asher tras una misma presa, casi podía ver el futuro, las discusiones y, lo peor, que dudasen de todas y cada una de sus decisiones. Pero necesitaba el dinero y el monstruo seguía suelto en el bosque, su orgullo no era tan importante.
Suspiró profundamente, aunque, en realidad, el sonido que dejó escapar fue más parecido a un quejido agudo que a otra cosa. Como si aquella muestra de cansancio hubiese sido una especie de invocación, Anastasia y Jules aparecieron por las escaleras.
Por supuesto, la señorita Boisson no tardó en hacer gala de la educación que los Aeros de su familia le habían permitido tener.
- Yo también me alegro de verte, Anastasia. – dijo con una sonrisa cuando la mujer le saludó. Cuando el tabernero comenzó a hablar y Jules exclamó un “Yuju” Eltrant se vio obligado a chocar la palma de la mano del brujo.
No pudo evitarlo.
Por supuesto, Huracán no estaba dispuesta a trabajar gratis, el rostro del posadero cambió de inmediato al oír las duras palabras de la cazadora. Era como si la mujer le hubiese sorbido todo el buen humor del que había hecho gala hacia unos instantes y, de nuevo, volviese a ser consciente de la cruda realidad: Un monstruo en el bosque estaba diezmando a los habitantes de la zona.
- Puedes quedarte aquí. – dijo Eltrant al ver como Jules separaba a su acompañante de él, trató de mantenerse sereno, pero lo cierto es que temió, durante unos instantes, por su integridad física ¿Estaba Huracán más irascible de lo normal? – No voy a obligarte a hacer un trabajo que no quieres. – Se levantó del asiento y depositó una de las manos en el hombro de la mujer, sonrió. – Aunque, si te digo la verdad, nos vendría muy bien tu ayuda, Lady Anastasia Boisson de Beltrexus. – dijo al final, ensanchando su sonrisa, a la vez que se encaminaba hacía la salida, justo tras asegurarse de que sus dos espadas y su armadura estaban firmemente pegadas a su cuerpo.
- ¿Vamos?
__________________________________________________________
El bosque de Sandorai podía parecer idéntico al resto de foresta que te podías encontrar por todo Aerandir. Después de todo no había más que árboles y plantas por todas partes.
Sin embargo, era evidente que había algo allí diferente. Algo que un humano como él no notaba a no ser que se fijase con detenimiento de lo que sucedía a su alrededor; La frondosidad del bosque era superior, no habían sido pocas las veces que se habían visto obligados a cambiar de rumbo debido a la flora del lugar, la cual parecían ser versiones ridículamente grandes de las plantas del resto de lugares.
- Hacia el noroeste – dijo Eltrant respondiendo la pregunta de Huracán – Y no te quejes. – añadió en seguida, girándose hacía Jules y encogiendose de hombros. – Seguro que has estado en peores sitios. – dijo dejando escapar una breve carcajada.
Asher, finalmente, apareció frente a ellos, saltando grácilmente desde la cima de uno de los tantos árboles que tenían a su alrededor. Se preguntaba por qué había tardado tanto en aparecer.
- ¿Por qué siempre eres tan dramático? – preguntó a continuación con una sonrisa, negando con suavidad. Por motivos lógicos evitó responder a la pregunta acerca del sequito que decía tener, simplemente se cruzó de brazos y negó con la cabeza.
- Sea tu presa o no… hay que matarla, me da igual si despues decis que habeis sido vosotros - se rascó la barba y miró hacia la espesura – Ah, y yo sí que me alegro de volver a verte – sentenció suspirando ¿Es que nadie se alegraba de verle vivo?.
Aquel fue el momento en el que el lobo mencionó que lo tenía todo controlado, no lo dudaba, si se había molestado en hacer actuar a Kothán así debía de tener un plan, aunque le extrañaba encontrárselo solo.
– Es mejor ir en grupo de todas formas, al menos contra esta cosa. – Le debía a Lyn esa oración, al menos por una vez, después de todo había oído que aquel monstruo había acabado con grupos enteros de cazadores, no temía ir solo a por él, pero tenía que admitir que era una imprudencia. – Se… lo he prometido a Lyn – admitió cruzándose de brazos, pasándose justo después la mano por el pelo, algo nervioso, el bosque volvía a estar inexplicablemente tranquilo. ¿Por qué siempre eso predecía a lo que solía ser una emboscada?
Negó con la cabeza, apartando toda distracción de sus pensamientos y señaló a los cazadores que iban con él.
- Ellos dos son Jules y Huracán. – dijo como toda presentación, cuando terminó de hablar, se giró hacía la pareja. – Asher. – dijo al señalar al lobo. Se quedó en silencio unos segundos, esperando que todos dijesen lo que creyesen oportuno. – Vamos a trabajar todos juntos. – Esbozó una sonrisa y levantó levemente su puño hasta dejarlo frente a los demás con la intención de que estos le imitasen. - ¿No es verdad? – preguntó.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
¿Al Noroeste? Cada vez me sentía más arrepentida de haberme unido a aquella cruzada que ni me iba ni me venía. Nosotros debíamos volver al Sur. A tomar un barco para volver a Beltrexus. ¿Qué demonios hacíamos yendo cada vez más al Norte? Esperaba con dar caza a esa criatura y volver cuanto antes al Sur.
Pese a ir en la parte de atrás del reducido grupo. Iba con la ballesta en ristre, desenfundada aunque siempre apuntando al suelo, como marcaba la norma. No me fiaba de los elfos y menos tras la advertencia del tabernero. Ellos eran la principal amenaza. Los bichos, por muy grandes que sean, no tienen cerebro.
Repentinamente, una extraña criatura saltó de una de las empinadas copas de los árboles. Justo delante de Eltrant. Mientras caía, erguí mi ballesta y seguí su trayectoria con la mira en su cuerpo. Si iba a atacarnos, esperaba reaccionar a tiempo para llegar a detenerlo.
Lejos de ello, parecía ser otro rarito dentro del selecto grupo de amigos de Tale. Aquel hombre nunca dejaba de fascinarme. ¿Tenía conocidos en todos lados dispuestos a salvar el mundo de manera altruista? No perdí la oportunidad en acercarme, aún sin fiarme demasiado de aquella criatura tan… peluda.
-Venga ya, Elt. Lo dices como si Huracán no fuese una mujer sociable. – comentó con una irónica sonrisa Jules tras las presentaciones pertinentes y el comentario de Eltrant buscando la unión en aquel ridículo gesto de alzar el puño que, por supuesto, yo no secundé. Mientras tanto, yo no paraba de mirar seria moviendo ligeramente la cabeza al nuevo hombre perro que acababa de aparecer, con la ballesta pesada apuntando siempre al suelo, para prevenir todos los peligros que pudieran aparecer. Me sonaba su aspecto, aunque no recordaba si alguna vez me había encontrado con él.
El perro era arrogante, sin duda. ¿Su séquito? ¿Acaso creía que yo era de las que se arrastraban por unos tristes aeros? Tenía millones de aeros en el banco y un gremio a mi servicio. Era Eltrant quien siempre conseguía convencerme para unirme a sus suicidas campañas y, ante las altas posibilidades de perecer que tenía el exmercenario, terminaba por unirme. Si no fuera por gente como yo, Lyn o Alanna, haría ya tiempo que el humano estaría comiendo larvas. En mi caso, Tale era demasiado capullo como para dejarle disfrutar de una relajada vida en el paraíso.
-Tale, si tienes más gente escondida por los árboles, procura advertirme. – aseveré no sin cierta arrogancia, a modo de presentación sin dejar de mirar al perro, al que había llamado Asher, con seriedad, en voz baja sin apenas entonar. – Soy de gatillo fácil. – comenté sin confianzas, en medio tono de advertencia, acercándome un poco y alzando las cejas.
–Es su manera de decir que sí colaborará. – trató de excusar un nervioso cazador, que sí que había repetido el gesto de alzar el puño. A continuación miró a Asher, visiblemente molesto por ir tras "su" presa. - Tú tranquilo, amigo, ¡si a nosotros nos gustan más los cocidos! No te quitaremos la comida. - dijo con una sonrisa Jules golpeando amistosamente el hombro del cánido, como si Asher fuese un animal, y la criatura que íbamos a cazar, su aperitivo. Lo cierto es que Jules era más simpático que yo, pero su ironía y su tórrido sentido del humor, podían llegar a ofender a más de uno. Un cuñado de libro. Nuestras presentaciones seguro que habían sido perfectas para poner aún más tenso a Eltrant.
Tras mirar rápidamente a los ojos de cada uno de los miembros del variopinto grupo, me adelanté sólo unos metros, para dejar hablar a ambos a gusto. Mi carácter se había vuelto especialmente fuerte y arisco, quizás más que de costumbre. Tale ya había visto aquella versión mía en Lunargenta. No había cambiado mucho desde entonces, ya que apenas había ido a la mansión de la arena de Roilkat, donde había encontrado a Jules, y me encontraba viajando al Norte en busca de Belladonna, a la que habíamos dejado por los bosques de los alrededores. - ¿Vamos? – pregunté. Dándome la vuelta y mirando al grupo con impaciencia.
Craso error el haberme dado la vuelta. Pues justo después sentí el tensado de arcos a mi espalda. Y no uno, sino muchos. Podía decirse que estábamos rodeados.
-Oldi alná. – dijo una voz femenina justo detrás de mí, apuntándome. Me di la vuelta despacio, para evitar asustarla. – Tirad las armas. - Chapurreó en una versión mal hablada de la lengua común que me costó entender. Y varios elfos más la siguieron para terminar rodeándonos.
-Tranquila. No venimos por vo… - comenté relajada. Bajando el arma, pero sin llegar a tirarla.
-¡Silencio! No hables. – ordenó sin dejarme terminar. La mujer, que era una elfa, siseaba marcadamente. Se acercó a mí en gráciles pasos. – Tú escuchas. Yo pregunto. Tú respondes.– Aquella joven era bastante más que una simple arquera. Podía sentir su maná, puro, del mismo manera que ella sentía el mío. Me olfateó dando vueltas a mi alrededor. - Hueles a bruja. Una bruja de oscuro poder. ¿Cómo osas pisar bajo tu condición el territorio sagrado de los Ildórien?
Su pregunta con tintes racistas no decepcionó. Los elfos eran muy suyos, y los de Sandorái, aún más. Si bien la mentalidad había cambiado en general, seguía habiendo mucho montahayas anclado en el pasado. De las guerras que perdieron hace cientos de años. Eso sí, todos seguían siendo muy protectores de lo suyo.
-Hay una bestia por aquí que ataca a la gente. – respondí aborrecida, ya que me había preguntado a mí, sin entrar en mucho detalle.
-Nuura. La bestia imbuida por la magia del Sabio Ildórien. – pronunció ella con una sonrisa, como si esperara mi respuesta. Debía ser el nombre que daban a la criatura. - No ataca a todo el mundo. Sólo a orejas redondas. Como vosotros. – miró a Asher. – Y también a alimañas del bosque. – mencionó haciendo una pausa. - Nuuta ittee. – Insultó con odio, en élfico. Palabra que conocía perfectamente desde que la elfa Helyare me la dedicó varias veces en Vulwulfar. Venía a decir algo así como “Puta bruja”. Estaba harta del primitivo racismo de todos los elfos.
-La última elfa que me dijo algo parecido acabó arrodillada, con la nariz rota y suplicando su vida en una plaza en Vulwulfar. – le repliqué con tranquilidad, recordando mi encuentro con la elfa Helyare.
Justo en ese momento la elfa sonrió. Se escuchó el tensar de los arcos en dirección a todos los miembros del grupo.
-No estamos en Vulwulfar, ittee. – comentó cruzándose de brazos y acercándose más a mí, desafiante.
-Huracán, querida, mejor déjale la parte diplomática a otro. – pidió Jules desde mis espaldas.
Me callé para no empeorar la situación. Quizás otro del grupo conseguiría una mejor charla. Mejor que fuese otro el que tomase qué dirección tomar. Había que tener cuidado. Si la bestia "trabajaba" para los elfos, íbamos a tener que engañarlos muy bien para poder salir de aquella.
Pese a ir en la parte de atrás del reducido grupo. Iba con la ballesta en ristre, desenfundada aunque siempre apuntando al suelo, como marcaba la norma. No me fiaba de los elfos y menos tras la advertencia del tabernero. Ellos eran la principal amenaza. Los bichos, por muy grandes que sean, no tienen cerebro.
Repentinamente, una extraña criatura saltó de una de las empinadas copas de los árboles. Justo delante de Eltrant. Mientras caía, erguí mi ballesta y seguí su trayectoria con la mira en su cuerpo. Si iba a atacarnos, esperaba reaccionar a tiempo para llegar a detenerlo.
Lejos de ello, parecía ser otro rarito dentro del selecto grupo de amigos de Tale. Aquel hombre nunca dejaba de fascinarme. ¿Tenía conocidos en todos lados dispuestos a salvar el mundo de manera altruista? No perdí la oportunidad en acercarme, aún sin fiarme demasiado de aquella criatura tan… peluda.
-Venga ya, Elt. Lo dices como si Huracán no fuese una mujer sociable. – comentó con una irónica sonrisa Jules tras las presentaciones pertinentes y el comentario de Eltrant buscando la unión en aquel ridículo gesto de alzar el puño que, por supuesto, yo no secundé. Mientras tanto, yo no paraba de mirar seria moviendo ligeramente la cabeza al nuevo hombre perro que acababa de aparecer, con la ballesta pesada apuntando siempre al suelo, para prevenir todos los peligros que pudieran aparecer. Me sonaba su aspecto, aunque no recordaba si alguna vez me había encontrado con él.
El perro era arrogante, sin duda. ¿Su séquito? ¿Acaso creía que yo era de las que se arrastraban por unos tristes aeros? Tenía millones de aeros en el banco y un gremio a mi servicio. Era Eltrant quien siempre conseguía convencerme para unirme a sus suicidas campañas y, ante las altas posibilidades de perecer que tenía el exmercenario, terminaba por unirme. Si no fuera por gente como yo, Lyn o Alanna, haría ya tiempo que el humano estaría comiendo larvas. En mi caso, Tale era demasiado capullo como para dejarle disfrutar de una relajada vida en el paraíso.
-Tale, si tienes más gente escondida por los árboles, procura advertirme. – aseveré no sin cierta arrogancia, a modo de presentación sin dejar de mirar al perro, al que había llamado Asher, con seriedad, en voz baja sin apenas entonar. – Soy de gatillo fácil. – comenté sin confianzas, en medio tono de advertencia, acercándome un poco y alzando las cejas.
–Es su manera de decir que sí colaborará. – trató de excusar un nervioso cazador, que sí que había repetido el gesto de alzar el puño. A continuación miró a Asher, visiblemente molesto por ir tras "su" presa. - Tú tranquilo, amigo, ¡si a nosotros nos gustan más los cocidos! No te quitaremos la comida. - dijo con una sonrisa Jules golpeando amistosamente el hombro del cánido, como si Asher fuese un animal, y la criatura que íbamos a cazar, su aperitivo. Lo cierto es que Jules era más simpático que yo, pero su ironía y su tórrido sentido del humor, podían llegar a ofender a más de uno. Un cuñado de libro. Nuestras presentaciones seguro que habían sido perfectas para poner aún más tenso a Eltrant.
Tras mirar rápidamente a los ojos de cada uno de los miembros del variopinto grupo, me adelanté sólo unos metros, para dejar hablar a ambos a gusto. Mi carácter se había vuelto especialmente fuerte y arisco, quizás más que de costumbre. Tale ya había visto aquella versión mía en Lunargenta. No había cambiado mucho desde entonces, ya que apenas había ido a la mansión de la arena de Roilkat, donde había encontrado a Jules, y me encontraba viajando al Norte en busca de Belladonna, a la que habíamos dejado por los bosques de los alrededores. - ¿Vamos? – pregunté. Dándome la vuelta y mirando al grupo con impaciencia.
Craso error el haberme dado la vuelta. Pues justo después sentí el tensado de arcos a mi espalda. Y no uno, sino muchos. Podía decirse que estábamos rodeados.
- Elfa Ildórien:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-Oldi alná. – dijo una voz femenina justo detrás de mí, apuntándome. Me di la vuelta despacio, para evitar asustarla. – Tirad las armas. - Chapurreó en una versión mal hablada de la lengua común que me costó entender. Y varios elfos más la siguieron para terminar rodeándonos.
-Tranquila. No venimos por vo… - comenté relajada. Bajando el arma, pero sin llegar a tirarla.
-¡Silencio! No hables. – ordenó sin dejarme terminar. La mujer, que era una elfa, siseaba marcadamente. Se acercó a mí en gráciles pasos. – Tú escuchas. Yo pregunto. Tú respondes.– Aquella joven era bastante más que una simple arquera. Podía sentir su maná, puro, del mismo manera que ella sentía el mío. Me olfateó dando vueltas a mi alrededor. - Hueles a bruja. Una bruja de oscuro poder. ¿Cómo osas pisar bajo tu condición el territorio sagrado de los Ildórien?
Su pregunta con tintes racistas no decepcionó. Los elfos eran muy suyos, y los de Sandorái, aún más. Si bien la mentalidad había cambiado en general, seguía habiendo mucho montahayas anclado en el pasado. De las guerras que perdieron hace cientos de años. Eso sí, todos seguían siendo muy protectores de lo suyo.
-Hay una bestia por aquí que ataca a la gente. – respondí aborrecida, ya que me había preguntado a mí, sin entrar en mucho detalle.
-Nuura. La bestia imbuida por la magia del Sabio Ildórien. – pronunció ella con una sonrisa, como si esperara mi respuesta. Debía ser el nombre que daban a la criatura. - No ataca a todo el mundo. Sólo a orejas redondas. Como vosotros. – miró a Asher. – Y también a alimañas del bosque. – mencionó haciendo una pausa. - Nuuta ittee. – Insultó con odio, en élfico. Palabra que conocía perfectamente desde que la elfa Helyare me la dedicó varias veces en Vulwulfar. Venía a decir algo así como “Puta bruja”. Estaba harta del primitivo racismo de todos los elfos.
-La última elfa que me dijo algo parecido acabó arrodillada, con la nariz rota y suplicando su vida en una plaza en Vulwulfar. – le repliqué con tranquilidad, recordando mi encuentro con la elfa Helyare.
Justo en ese momento la elfa sonrió. Se escuchó el tensar de los arcos en dirección a todos los miembros del grupo.
-No estamos en Vulwulfar, ittee. – comentó cruzándose de brazos y acercándose más a mí, desafiante.
-Huracán, querida, mejor déjale la parte diplomática a otro. – pidió Jules desde mis espaldas.
Me callé para no empeorar la situación. Quizás otro del grupo conseguiría una mejor charla. Mejor que fuese otro el que tomase qué dirección tomar. Había que tener cuidado. Si la bestia "trabajaba" para los elfos, íbamos a tener que engañarlos muy bien para poder salir de aquella.
Anastasia Boisson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 627
Nivel de PJ : : 7
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Chasqueé la lengua, pero sonreí. Eltrant estaba siendo el mismo de siempre. No podía decir que me disgustase. Aunque tenía mis motivos para ir por mi cuenta, lo cierto era que el humano podía ser útil. Como mínimo, atraía toda la mala suerte hacia él mismo.
Y tampoco se me ocurría nadie con quien prefiriese ir a matar abominaciones absurdamente grandes. Salvo Syl, quizás. Le di un par de palmadas en el hombro como gesto amistoso y miré a la pareja que le acompañaba. Jules y Huracán. ¿Que clase de nombre era Huracán? La mujer tenía la expresión más amarga que había visto en mucho tiempo. De hecho, se presentó con una amenaza, que no tardó en ser excusada por su compañero.
-¡Ja! ¿Seguro? Deberíais probar la carne de serpiente gigante...- dije, ensanchando mi sonrisa. -No pensaba comérmela, pero ahora tengo cierta curiosidad.- bromeé. Mi idea había sido arrancarle los colmillos y, si valía la pena, algunos trozos de piel, para venderla en alguna parte. Pero no todos los días se presentaba esa oportunidad. -Oye, Tale, deberías...-
Me detuve al instante, agitando una oreja. Olfateé el aire. No había nada fuera de lo normal, pero eso era aún más sospechoso. Había gente capaz de camuflar su olor. Desenfundé mi espada lentamente, mirando alrededor en busca de algo. Y entonces, lo vi. Elfos. No uno ni dos.
-Compañía.- anuncié. Una elfa se reveló de entre los árboles, apuntando a la tal Huracán, y comenzó a hablar. Si es que a eso se lo podía considerar habla. Bla, bla, bla, territorio sagrado. ¿Es que cada maldita piedra que pisaba era sagrada para algún pueblo? -Debe ser que los elfos tienen mal sabor.- bromeé. -Aunque no le culpo. No tienen mucha carne. La última vez que probé uno...- Uno de los elfos tensó más su arco, mirándome fijamente desde las ramas de un árbol, y masculló algo en su absurda lengua. Sonreí.
-Parte diplomática... oh, mi especialidad.- dije, divertido ante el comentario de Jules. Conté a los elfos de alrededor, sin bajar el arma ni un instante. ¿Diez? ¿Doce? La verdad era que no me gustaba el tono con el que había hablado la líder. De hecho, tenía por norma general el no negociar con gente que me amenazaba con armas. Lancé una carcajada, atrayendo la atención de la mayoría de ellos. -Muy bien... no pestañeéis.- dije.
Y entonces, salté. Para los demás, me estaría moviendo a una velocidad inhumana, prácticamente desapareciendo de la vista. Pero yo era consciente de cada instante. El tiempo se había ralentizado. O, al menos, mi percepción de él. Sujeté mi espada con fuerza, acercándome más y más al elfo del que me había burlado. Su expresión cambió lentamente, pasando del odio y desprecio a la confusión y sorpresa. La flecha de su arco voló hacia donde había estado segundos atrás. Pero no acertaría a nadie. O eso pensaba: tampoco es como si pudiese girarme a comprobarlo. Tenía otra cosa en mente.
Finalmente, llegué hasta donde quería, con la espada por delante. Mi hoja se clavó en el estómago del elfo, y el tiempo volvió a su transcurso natural. Tiré de mi espada, arrojando al arquero al suelo, y me fije en mi siguiente objetivo.
La arboleda se llenó de gritos. La mayoría, imposibles de entender. Pero daba igual. Según había oído, esos bastardos cooperaban con el monstruo. Tal vez incluso les llevasen sacrificios humanos. Si me libraba de ellos, le hacía un favor a todos. Y además, me habían insultado.
Me bajé del árbol de un salto, buscando aterrizar sobre uno de los elfos del suelo. La idea estaba clara: acabar sobre su espalda, levantarme, y romperle el cuello de un pisotón. Pero cuando impacté... no lo hice. Mi cuerpo atravesó el suyo sin más, e impacté contra la hierba. El elfo no se movió, sino que se volvió algo etéreo.
-¡Ilusiones!- gruñí. -¡Algunos no son reales!- Al menos eso simplificaba las cosas. Si no eran tangibles, no podían hacernos daño. Sin embargo, adivinar cuales eran reales y cuales no era algo distinto. Una flecha voló hacia mi y se clavó en mi armadura, evitando mi suave y preciosa piel por unos centímetros. Miré al responsable y arranqué el proyectil de mi coraza, musitando una maldición.
Eché a correr, rodeando los árboles y poniéndolos entre él y yo. Su maldito bosque iba a servirme de protección. Superé varios troncos y raíces, ansioso por alcanzar al arquero. Sin embargo, para cuando llegué a donde debía estar, había desaparecido. Me di la vuelta... y recibí una fuerte patada en el pecho, que me hizo tambalearme y caer al suelo. El elfo estaba ahí, con su estúpida expresión sedienta de sangre y empuñando una daga. Rodé por el suelo, evitando una temeraria puñalada y poniéndome en pie.
Mi oponente no desistió. El elfo se abalanzó sobre mi, aún buscando clavar esa cosa en mi pecho. Con Brillo en el suelo, no tenía más alternativa que retenerlo. Me protegí con las manos, cerrándolas en torno a las muñecas del elfo y empujando tanto como podía. Los brazos del hombre temblaron, incapaces de superarme en fuerza, y empecé a retorcerlos, dándole la vuelta al asunto. Hice acopio de fuerza, y no me detuve hasta que su daga apuntaba hacia su propio pecho y su brazo emitió un sonoro "crack", seguido de un grito de dolor. Empujé el brazo roto, hundiendo la daga en su cuello, y recogí a Brillo del suelo.
Iba a ser un día largo.
Y tampoco se me ocurría nadie con quien prefiriese ir a matar abominaciones absurdamente grandes. Salvo Syl, quizás. Le di un par de palmadas en el hombro como gesto amistoso y miré a la pareja que le acompañaba. Jules y Huracán. ¿Que clase de nombre era Huracán? La mujer tenía la expresión más amarga que había visto en mucho tiempo. De hecho, se presentó con una amenaza, que no tardó en ser excusada por su compañero.
-¡Ja! ¿Seguro? Deberíais probar la carne de serpiente gigante...- dije, ensanchando mi sonrisa. -No pensaba comérmela, pero ahora tengo cierta curiosidad.- bromeé. Mi idea había sido arrancarle los colmillos y, si valía la pena, algunos trozos de piel, para venderla en alguna parte. Pero no todos los días se presentaba esa oportunidad. -Oye, Tale, deberías...-
Me detuve al instante, agitando una oreja. Olfateé el aire. No había nada fuera de lo normal, pero eso era aún más sospechoso. Había gente capaz de camuflar su olor. Desenfundé mi espada lentamente, mirando alrededor en busca de algo. Y entonces, lo vi. Elfos. No uno ni dos.
-Compañía.- anuncié. Una elfa se reveló de entre los árboles, apuntando a la tal Huracán, y comenzó a hablar. Si es que a eso se lo podía considerar habla. Bla, bla, bla, territorio sagrado. ¿Es que cada maldita piedra que pisaba era sagrada para algún pueblo? -Debe ser que los elfos tienen mal sabor.- bromeé. -Aunque no le culpo. No tienen mucha carne. La última vez que probé uno...- Uno de los elfos tensó más su arco, mirándome fijamente desde las ramas de un árbol, y masculló algo en su absurda lengua. Sonreí.
-Parte diplomática... oh, mi especialidad.- dije, divertido ante el comentario de Jules. Conté a los elfos de alrededor, sin bajar el arma ni un instante. ¿Diez? ¿Doce? La verdad era que no me gustaba el tono con el que había hablado la líder. De hecho, tenía por norma general el no negociar con gente que me amenazaba con armas. Lancé una carcajada, atrayendo la atención de la mayoría de ellos. -Muy bien... no pestañeéis.- dije.
Y entonces, salté. Para los demás, me estaría moviendo a una velocidad inhumana, prácticamente desapareciendo de la vista. Pero yo era consciente de cada instante. El tiempo se había ralentizado. O, al menos, mi percepción de él. Sujeté mi espada con fuerza, acercándome más y más al elfo del que me había burlado. Su expresión cambió lentamente, pasando del odio y desprecio a la confusión y sorpresa. La flecha de su arco voló hacia donde había estado segundos atrás. Pero no acertaría a nadie. O eso pensaba: tampoco es como si pudiese girarme a comprobarlo. Tenía otra cosa en mente.
Finalmente, llegué hasta donde quería, con la espada por delante. Mi hoja se clavó en el estómago del elfo, y el tiempo volvió a su transcurso natural. Tiré de mi espada, arrojando al arquero al suelo, y me fije en mi siguiente objetivo.
La arboleda se llenó de gritos. La mayoría, imposibles de entender. Pero daba igual. Según había oído, esos bastardos cooperaban con el monstruo. Tal vez incluso les llevasen sacrificios humanos. Si me libraba de ellos, le hacía un favor a todos. Y además, me habían insultado.
Me bajé del árbol de un salto, buscando aterrizar sobre uno de los elfos del suelo. La idea estaba clara: acabar sobre su espalda, levantarme, y romperle el cuello de un pisotón. Pero cuando impacté... no lo hice. Mi cuerpo atravesó el suyo sin más, e impacté contra la hierba. El elfo no se movió, sino que se volvió algo etéreo.
-¡Ilusiones!- gruñí. -¡Algunos no son reales!- Al menos eso simplificaba las cosas. Si no eran tangibles, no podían hacernos daño. Sin embargo, adivinar cuales eran reales y cuales no era algo distinto. Una flecha voló hacia mi y se clavó en mi armadura, evitando mi suave y preciosa piel por unos centímetros. Miré al responsable y arranqué el proyectil de mi coraza, musitando una maldición.
Eché a correr, rodeando los árboles y poniéndolos entre él y yo. Su maldito bosque iba a servirme de protección. Superé varios troncos y raíces, ansioso por alcanzar al arquero. Sin embargo, para cuando llegué a donde debía estar, había desaparecido. Me di la vuelta... y recibí una fuerte patada en el pecho, que me hizo tambalearme y caer al suelo. El elfo estaba ahí, con su estúpida expresión sedienta de sangre y empuñando una daga. Rodé por el suelo, evitando una temeraria puñalada y poniéndome en pie.
Mi oponente no desistió. El elfo se abalanzó sobre mi, aún buscando clavar esa cosa en mi pecho. Con Brillo en el suelo, no tenía más alternativa que retenerlo. Me protegí con las manos, cerrándolas en torno a las muñecas del elfo y empujando tanto como podía. Los brazos del hombre temblaron, incapaces de superarme en fuerza, y empecé a retorcerlos, dándole la vuelta al asunto. Hice acopio de fuerza, y no me detuve hasta que su daga apuntaba hacia su propio pecho y su brazo emitió un sonoro "crack", seguido de un grito de dolor. Empujé el brazo roto, hundiendo la daga en su cuello, y recogí a Brillo del suelo.
Iba a ser un día largo.
______________________________________________________________
Usada habilidad de nivel 4: ImpulsoAsher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Como era de esperar, Jules fue el único que correspondió a su actitud. Levantó el puño y suspiró con suavidad, sonriendo ante la idea de compartir un trabajo con todos los que estaban a su alrededor en aquel momento.
Aunque Huracán parecía estar de mal humor, al menos el lobo no había escalado las cosas como toda respuesta, era consciente de que en aquel instante el grupo era básicamente una trampa para osos con el resorte ridículamente sensible, quien sabe que o cual podría ser el gesto que desencadenaría el caso.
Al menos la presencia de Jules al menos facilitaba las cosas, el cazador se encargaba, como de costumbre, de explicar al resto de los mortales que Huracán, aunque tuviese cara de querer matar a todo y a todos los que estaban a su alrededor, solía ser buena persona.
No pudo evitar preguntarse cómo habría reaccionado el brujo al enterarse que su compañera estaba viva. Lo que sí podía asegurar, de todas formas, es que la presencia de Jules estaba sentándole mejor a Anastasia: ya no olía a alcohol barato.
Asher se detuvo a mitad de una frase, Eltrant enarcó una ceja al ver como el lobo levantaba ligeramente la cabeza, olisqueando el ambiente. Para cuando el lobo hubo desenvainado su ya estaban rodeados de elfos.
Frunció el ceño, sorpresivamente Huracán no respondió alzando su ballesta, comenzó a conversar con la que parecía ser la que lideraba aquel grupo de arqueros: una mujer de aspecto jovial que apenas hablaba el común de forma fluida.
Eltrant prácticamente podía sentir el centenar de saetas apuntándole. Se acordó de las palabras de Lyn ¿Era ahora el momento en el que se volvía a la posada? Sonrió y dejó que, en primer lugar, Huracán hiciese las veces de diplomática.
Las palabras que intercambiaron fueron las típicas que podía esperar, eran intrusos en su territorio y, al parecer, la bestia a la que buscaban dar muerte era una especie de deidad para ellos.
Aquello explicaba los rumores, encontraba difícil de creer que una bestia, por muy poderosa que fuese esta, hubiese acabado con grupos de más una veintena de mercenarios experimentados y cazadores. Las mismas personas que en aquel momento estaban apuntándoles probablemente habían tenido mucho que ver con el destino de los que se habían internado antes que ellos en busca del monstruo.
Suspiró, ¿Qué estaba pasando últimamente con los elfos? ¿Dónde estaban esas personas amables y gentiles que ayudaban a los forasteros de necesitarlo? Desde hacía aproximadamente un mes solo había tenido trifulcas con ellos, no estaba seguro de cuantas veces había oído el apelativo “Orejas redondas”, pero probablemente habían sido más de un centenar de veces.
Por no hablar de los diferentes insultos que te decían en su propio idioma y no era capaz de entender.
Se pasó la mano por la cara, rascándose la barba y añorando esos días en los que podía conversar con Ashryn , preguntándose dónde había una Iredia cuando la necesitabas, momento en el que miró fijamente a la lideresa del grupo, ahora Asher había tomado el relevo, afirmaba que él iba a ser el diplomático.
Sabía cómo iba acabar aquello.
Llevó, casualmente, su mano útil hasta la empuñadura de Olvido en su espalda, algunos arcos se tensaron con aún más al ver el gesto del errante.
- ¿Por qué no me dejas que…? – Asher no le escuchó, sonriendo de la misma que solía hacerlo siempre desapareció de dónde estaba y, en apenas de lo que dura un parpadeo, apareció justo frente al elfo que le tenía en su punto de mira, justo en un árbol por encima de él.
El elfo al que se había acercado disparó a su atacante, aterrado, segundos antes de morir atravesado por Brillo. Eltrant arqueó ambas cejas, aquel truco era nuevo, se parecía en cierto sentido a la forma que tenía Lyn de aparecerse de aquí allá; la expresión de sorpresa, no obstante, se desvaneció de su rostro cuando la saeta del ahora cadáver se deslizó a través del aire y, desafortunadamente para él, acabó alojada en su armadura.
- ¡Maldita sea, Asher! – protestó Eltrant extrayendo casualmente la flecha y dejándole caer a un lado; no había llegado a herirle, tenía que admitir que había acertado al mejorar la calidad del metal con el que se vestía diariamente.
Cuando el arquero se precipitó al suelo desde su atalaya improvisada, una lluvia de flechas sobrevoló el lugar acompañada por una mezcolanza de voces y gritos en el idioma local.
Apretando los dientes desenvainó la claymore de un fuerte tirón y estudió sus alrededores.
No sabía muy bien que iba a hacer en aquella posición, la mayoría de las que ahora enfrentaba estaban en los árboles. Y por si aquello fuese poco, Asher no tardó en exclamar que algunos de los presentes no eran reales.
Mascullando un par de insultos en voz baja avanzó hacia dónde se encontraba el grueso de los arqueros protegiéndose la cabeza con el antebrazo izquierdo, arrastrando el espadón por el suelo.
Eltrant sabía que había muchas posibilidades de que la mayoría de aquellos tipos no fuesen más que ilusiones, pero tampoco podía pararse a elegir un elfo al que perseguir.
Con cada paso que daba sentía como una nueva flecha rebotaba contra su armadura, al menos tenía aquello de su parte, iban a tener que apuntar mejor para atravesar el metal. O usar mejores flechas.
Puso los ojos en blanco cuando el elfo que tenía más cercano se desvaneció como si no fuese más que humo al atravesarle con la espada, segundos después de aquello notó como alguien le caía encima desde las alturas.
Cayó al suelo bocabajo, notó como el individuo que tenía encima gritaba algo que no parecía ser, precisamente, un halago. Apretó los dientes y empujó la tierra sobre la que estaba tumbado, incorporándose rápidamente y desestabilizando al rubio que seguía usándolo de montura, que no pudo sino deslizar la daga sobre el metal que le cubría por el movimiento y caer de espaldas.
- Supongo que tú eres de verdad. – El hombre le contestó en elfico, Eltrant recuperó su espada y le apuntó con ella. – Siempre puedes… – el sonido metálico que le indicaba que una flecha se acababa de alojar en su espalda le hizo lanzar otro improperio en voz alta, se giró a ver de dónde procedía la satea para encontrarse con una elfa de cabellos oscuros lanzándose hacía él, gritando.
Le impactó en el pecho. La bella espada elfica se deslizó sobre su torso rasgando los distintos ornamentos de tela que cubrían la armadura con relativa facilidad, Eltrant apretó los dientes y le propinó un cabezazo a la mujer con todas sus fuerzas, alejándola momentáneamente con la nariz manando sangre.
Frunció el ceño y sujetó la espada con más fuerza, las negociaciones habían terminado en el mismo instante en el cual Asher había acabado con la vida del primero de aquellos elfos. No iban a cambiar de opinión.
Además, idolatraban a un maldito monstruo.
Cercenó la cabeza de la morena cuando esta se preparó para acometer de nuevo, no le fue demasiado complicado, la inercia con la que contaba Olvido después de lanzar el tajo hizo la mayor parte del trabajo.
No pudo pasar el hecho de que, tras herir a la elfa, esta comenzó a irradiar una rabia desmedida, casi instintiva, la mujer prácticamente se había lanzado hacía él de la misma forma que lo habría hecho un animal salvaje, sin preocuparse si quiera por su integridad física.
¿Orgullo elfico, quizás? Negó con la cabeza y continuó en guardia.
Algunos insultos más se generalizaron en el bosque cuando la cabeza de la mujer rodó por el suelo como si de un melón maduro se tratase, mas flechas volaron en su dirección, volvió a protegerse la cara con el antebrazo, al menos hasta que el elfo al que había derribado con anterioridad volvió a atacarle por la espalda.
Gruñó ligeramente alarmado al notar como la daga del hombre, por fin, conseguía abrir una brecha en su armadura, se giró inmediatamente enarbolando la espada en el proceso y, debido a la longitud de la misma, consiguió acertarle en el brazo antes de que este se alejase.
El elfo gritó de dolor al ver su extremidad ensangrentada, momento en el cual retrocedió lo suficiente como para que Eltrant no le alcanzase. El errante sonrió al ver como el brazo del hombre colgaba apenas por un hilo de carne, aquel sectario no iba a volver a usar un arco en su vida.
Enarcó una ceja cuando un elfo más apareció frente a él y se acercó al herido, preparó su espada esperando que aquel hombre viniese a auxiliar a su aliado, pero aquello estaba muy alejado de la realidad.
El recién llegado le arrancó el brazo al herido de un tirón y le dibujó una especie de símbolo en la frente con sangre, este asintió escuetamente y levantó el puñal con su brazo sano gritando la misma consigna que había exclamado la mujer de la nariz rota antes de lanzarse sobre él.
Eltrant chasqueó una ceja y frunció el ceño.
- Muy normal, sí. – fue lo único que salió de los labios de Eltrant al ver esto, aquellos elfos no eran normales, parecían incluso peor de la cabeza que los comandaba Eletha, y esos se comían a las personas.
Sacó rápidamente el yelmo que guardaba en su bolsa de viaje y se lo colocó sin perder un segundo, necesitaba las dos manos para lidiar con aquello y, aunque le limitaba bastante la visión, era mejor que recibir una flecha en la nuca.
Dejó que el elfo sin brazo se acercara a paso ligero, gritando, esgrimiendo aquel puñal elfico bajo la atenta mirada del arquero que había venido a “auxiliarle”, el cual ahora apuntaba fijamente hacia dónde estaba él, pero no dejaba marchar a la flecha que había colocado en su arco.
Cuando el herido estuvo lo suficientemente cerca Eltrant atacó, dirigió su espadón plateado hacía el brazo con el que esgrimía el cuchillo y lo cercenó sin ningún problema.
Pero aquello no fue suficiente.
Aun cuando el brazo se había quedado atrás, el elfo siguió atacándole, sin extremidades, saltó sobre él y, tras rodearle la cintura con sus piernas mostrando una agilidad que no creía posible en alguien con aquellas heridas, comenzó a propinarle cabezazos, directamente a su yelmo.
Eltrant tuvo un pequeño ataque de pánico al presenciar esto, agitó a Olvido tratando de zafarse del agarre del elfo y, después del quinto impacto, cuando la deformación en el rostro del hombre comenzó a ser evidente, consiguió clavarle la espada en mitad del pecho, matándolo.
- ¡¡La madre que os…!! – El que le había arrancado el brazo al cadáver ensangrentado que Eltrant tenía frente a él dejó, por fin, escapar la flecha que había mantenido sujeta todo aquel tiempo. La saeta impactó en su yelmo, justo en la mejilla, y cayó a un lado, Eltrant volvió al presente.
Tras sacudir la cabeza comenzó a caminar hacía su siguiente objetivo, el cual, por cómo le disparaba, era muy real.
No sabía dónde se había metido Huracán o Jules y le había perdido la vista a Asher, pero el sonido del metal y las voces seguían indicando que la pelea todavía no había terminado.
Una cosa sí tenía clara: si la bestia del bosque tenía adoradores como aquellos, no quería ni imaginar cómo sería esta.
Aunque Huracán parecía estar de mal humor, al menos el lobo no había escalado las cosas como toda respuesta, era consciente de que en aquel instante el grupo era básicamente una trampa para osos con el resorte ridículamente sensible, quien sabe que o cual podría ser el gesto que desencadenaría el caso.
Al menos la presencia de Jules al menos facilitaba las cosas, el cazador se encargaba, como de costumbre, de explicar al resto de los mortales que Huracán, aunque tuviese cara de querer matar a todo y a todos los que estaban a su alrededor, solía ser buena persona.
No pudo evitar preguntarse cómo habría reaccionado el brujo al enterarse que su compañera estaba viva. Lo que sí podía asegurar, de todas formas, es que la presencia de Jules estaba sentándole mejor a Anastasia: ya no olía a alcohol barato.
Asher se detuvo a mitad de una frase, Eltrant enarcó una ceja al ver como el lobo levantaba ligeramente la cabeza, olisqueando el ambiente. Para cuando el lobo hubo desenvainado su ya estaban rodeados de elfos.
Frunció el ceño, sorpresivamente Huracán no respondió alzando su ballesta, comenzó a conversar con la que parecía ser la que lideraba aquel grupo de arqueros: una mujer de aspecto jovial que apenas hablaba el común de forma fluida.
Eltrant prácticamente podía sentir el centenar de saetas apuntándole. Se acordó de las palabras de Lyn ¿Era ahora el momento en el que se volvía a la posada? Sonrió y dejó que, en primer lugar, Huracán hiciese las veces de diplomática.
Las palabras que intercambiaron fueron las típicas que podía esperar, eran intrusos en su territorio y, al parecer, la bestia a la que buscaban dar muerte era una especie de deidad para ellos.
Aquello explicaba los rumores, encontraba difícil de creer que una bestia, por muy poderosa que fuese esta, hubiese acabado con grupos de más una veintena de mercenarios experimentados y cazadores. Las mismas personas que en aquel momento estaban apuntándoles probablemente habían tenido mucho que ver con el destino de los que se habían internado antes que ellos en busca del monstruo.
Suspiró, ¿Qué estaba pasando últimamente con los elfos? ¿Dónde estaban esas personas amables y gentiles que ayudaban a los forasteros de necesitarlo? Desde hacía aproximadamente un mes solo había tenido trifulcas con ellos, no estaba seguro de cuantas veces había oído el apelativo “Orejas redondas”, pero probablemente habían sido más de un centenar de veces.
Por no hablar de los diferentes insultos que te decían en su propio idioma y no era capaz de entender.
Se pasó la mano por la cara, rascándose la barba y añorando esos días en los que podía conversar con Ashryn , preguntándose dónde había una Iredia cuando la necesitabas, momento en el que miró fijamente a la lideresa del grupo, ahora Asher había tomado el relevo, afirmaba que él iba a ser el diplomático.
Sabía cómo iba acabar aquello.
Llevó, casualmente, su mano útil hasta la empuñadura de Olvido en su espalda, algunos arcos se tensaron con aún más al ver el gesto del errante.
- ¿Por qué no me dejas que…? – Asher no le escuchó, sonriendo de la misma que solía hacerlo siempre desapareció de dónde estaba y, en apenas de lo que dura un parpadeo, apareció justo frente al elfo que le tenía en su punto de mira, justo en un árbol por encima de él.
El elfo al que se había acercado disparó a su atacante, aterrado, segundos antes de morir atravesado por Brillo. Eltrant arqueó ambas cejas, aquel truco era nuevo, se parecía en cierto sentido a la forma que tenía Lyn de aparecerse de aquí allá; la expresión de sorpresa, no obstante, se desvaneció de su rostro cuando la saeta del ahora cadáver se deslizó a través del aire y, desafortunadamente para él, acabó alojada en su armadura.
- ¡Maldita sea, Asher! – protestó Eltrant extrayendo casualmente la flecha y dejándole caer a un lado; no había llegado a herirle, tenía que admitir que había acertado al mejorar la calidad del metal con el que se vestía diariamente.
Cuando el arquero se precipitó al suelo desde su atalaya improvisada, una lluvia de flechas sobrevoló el lugar acompañada por una mezcolanza de voces y gritos en el idioma local.
Apretando los dientes desenvainó la claymore de un fuerte tirón y estudió sus alrededores.
No sabía muy bien que iba a hacer en aquella posición, la mayoría de las que ahora enfrentaba estaban en los árboles. Y por si aquello fuese poco, Asher no tardó en exclamar que algunos de los presentes no eran reales.
Mascullando un par de insultos en voz baja avanzó hacia dónde se encontraba el grueso de los arqueros protegiéndose la cabeza con el antebrazo izquierdo, arrastrando el espadón por el suelo.
Eltrant sabía que había muchas posibilidades de que la mayoría de aquellos tipos no fuesen más que ilusiones, pero tampoco podía pararse a elegir un elfo al que perseguir.
Con cada paso que daba sentía como una nueva flecha rebotaba contra su armadura, al menos tenía aquello de su parte, iban a tener que apuntar mejor para atravesar el metal. O usar mejores flechas.
Puso los ojos en blanco cuando el elfo que tenía más cercano se desvaneció como si no fuese más que humo al atravesarle con la espada, segundos después de aquello notó como alguien le caía encima desde las alturas.
Cayó al suelo bocabajo, notó como el individuo que tenía encima gritaba algo que no parecía ser, precisamente, un halago. Apretó los dientes y empujó la tierra sobre la que estaba tumbado, incorporándose rápidamente y desestabilizando al rubio que seguía usándolo de montura, que no pudo sino deslizar la daga sobre el metal que le cubría por el movimiento y caer de espaldas.
- Supongo que tú eres de verdad. – El hombre le contestó en elfico, Eltrant recuperó su espada y le apuntó con ella. – Siempre puedes… – el sonido metálico que le indicaba que una flecha se acababa de alojar en su espalda le hizo lanzar otro improperio en voz alta, se giró a ver de dónde procedía la satea para encontrarse con una elfa de cabellos oscuros lanzándose hacía él, gritando.
Le impactó en el pecho. La bella espada elfica se deslizó sobre su torso rasgando los distintos ornamentos de tela que cubrían la armadura con relativa facilidad, Eltrant apretó los dientes y le propinó un cabezazo a la mujer con todas sus fuerzas, alejándola momentáneamente con la nariz manando sangre.
Frunció el ceño y sujetó la espada con más fuerza, las negociaciones habían terminado en el mismo instante en el cual Asher había acabado con la vida del primero de aquellos elfos. No iban a cambiar de opinión.
Además, idolatraban a un maldito monstruo.
Cercenó la cabeza de la morena cuando esta se preparó para acometer de nuevo, no le fue demasiado complicado, la inercia con la que contaba Olvido después de lanzar el tajo hizo la mayor parte del trabajo.
No pudo pasar el hecho de que, tras herir a la elfa, esta comenzó a irradiar una rabia desmedida, casi instintiva, la mujer prácticamente se había lanzado hacía él de la misma forma que lo habría hecho un animal salvaje, sin preocuparse si quiera por su integridad física.
¿Orgullo elfico, quizás? Negó con la cabeza y continuó en guardia.
Algunos insultos más se generalizaron en el bosque cuando la cabeza de la mujer rodó por el suelo como si de un melón maduro se tratase, mas flechas volaron en su dirección, volvió a protegerse la cara con el antebrazo, al menos hasta que el elfo al que había derribado con anterioridad volvió a atacarle por la espalda.
Gruñó ligeramente alarmado al notar como la daga del hombre, por fin, conseguía abrir una brecha en su armadura, se giró inmediatamente enarbolando la espada en el proceso y, debido a la longitud de la misma, consiguió acertarle en el brazo antes de que este se alejase.
El elfo gritó de dolor al ver su extremidad ensangrentada, momento en el cual retrocedió lo suficiente como para que Eltrant no le alcanzase. El errante sonrió al ver como el brazo del hombre colgaba apenas por un hilo de carne, aquel sectario no iba a volver a usar un arco en su vida.
Enarcó una ceja cuando un elfo más apareció frente a él y se acercó al herido, preparó su espada esperando que aquel hombre viniese a auxiliar a su aliado, pero aquello estaba muy alejado de la realidad.
El recién llegado le arrancó el brazo al herido de un tirón y le dibujó una especie de símbolo en la frente con sangre, este asintió escuetamente y levantó el puñal con su brazo sano gritando la misma consigna que había exclamado la mujer de la nariz rota antes de lanzarse sobre él.
Eltrant chasqueó una ceja y frunció el ceño.
- Muy normal, sí. – fue lo único que salió de los labios de Eltrant al ver esto, aquellos elfos no eran normales, parecían incluso peor de la cabeza que los comandaba Eletha, y esos se comían a las personas.
Sacó rápidamente el yelmo que guardaba en su bolsa de viaje y se lo colocó sin perder un segundo, necesitaba las dos manos para lidiar con aquello y, aunque le limitaba bastante la visión, era mejor que recibir una flecha en la nuca.
Dejó que el elfo sin brazo se acercara a paso ligero, gritando, esgrimiendo aquel puñal elfico bajo la atenta mirada del arquero que había venido a “auxiliarle”, el cual ahora apuntaba fijamente hacia dónde estaba él, pero no dejaba marchar a la flecha que había colocado en su arco.
Cuando el herido estuvo lo suficientemente cerca Eltrant atacó, dirigió su espadón plateado hacía el brazo con el que esgrimía el cuchillo y lo cercenó sin ningún problema.
Pero aquello no fue suficiente.
Aun cuando el brazo se había quedado atrás, el elfo siguió atacándole, sin extremidades, saltó sobre él y, tras rodearle la cintura con sus piernas mostrando una agilidad que no creía posible en alguien con aquellas heridas, comenzó a propinarle cabezazos, directamente a su yelmo.
Eltrant tuvo un pequeño ataque de pánico al presenciar esto, agitó a Olvido tratando de zafarse del agarre del elfo y, después del quinto impacto, cuando la deformación en el rostro del hombre comenzó a ser evidente, consiguió clavarle la espada en mitad del pecho, matándolo.
- ¡¡La madre que os…!! – El que le había arrancado el brazo al cadáver ensangrentado que Eltrant tenía frente a él dejó, por fin, escapar la flecha que había mantenido sujeta todo aquel tiempo. La saeta impactó en su yelmo, justo en la mejilla, y cayó a un lado, Eltrant volvió al presente.
Tras sacudir la cabeza comenzó a caminar hacía su siguiente objetivo, el cual, por cómo le disparaba, era muy real.
No sabía dónde se había metido Huracán o Jules y le había perdido la vista a Asher, pero el sonido del metal y las voces seguían indicando que la pelea todavía no había terminado.
Una cosa sí tenía clara: si la bestia del bosque tenía adoradores como aquellos, no quería ni imaginar cómo sería esta.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Seguro que Jules prefería que fuese yo la que negociase antes que Asher, que parecía ser de los míos. Su diplomacia consistía en comenzar a repartir espadazos a diestro y siniestro. Sonreí. ¡Genial! Así por lo menos, por una vez no sería yo la que iniciaba el conflicto. No me gustaba tener que tragarme la responsabilidad.
La elfa desvió la mirada para ver como detrás de mí, Asher desaparecía como un rayo. Craso error el suyo. Ladeé mi cuerpo para alejarme de la trayectoria de su arco, coloqué mi mano en la suya y conjuré una fuerte corriente de aire que envió el arco lejos, desarmándola. En el mismo movimiento, llevé mi otra mano al guardaballestas para desenfundar una de las de mano, pero la elfa reaccionó con rapidez y rodó por el suelo propinándome una patada giratoria en el suelo que me derribó.
También llevaba un báculo de sauce. Rodé a mi derecha, entre la maleza para evitar que me diera un bastonazo. El primero lo esquivé, pero el segundo en las costillas mientras no pude evitarlo. Grité ahogada y volvía rodar dolorida de nuevo.
Una flecha rozó el brazo de la elfa. Profiriendo ésta un grito de dolor. - Disculpa, guapa. Podría habértelo llevado por delante. – Jules había sido el autor del disparo, con su ballesta pesada. La mujer profirió unos insultos en su lengua nativa y se fue a por él. Jules trató de anteponer su ballesta descargada, pero el ataque de la mujer lo desarmó. – Oye, podemos hablar... – esquivó uno de los golpes de ésta. Que seguía insultando al cazador en su lengua nativa. – Que yo también sé élfico... – esquivó un nuevo golpe. - ¿Sabes cómo se dice camarero en tu lengua? – la elfa profirió un barrido con su bastón que Jules esquivó agachándose. Volvió a levantarse. - Éldelbar. – Y volvió a agacharse para esquivar un nuevo golpe de bastón. Y entonces comprendí por qué a Jules, en ocasiones, dan ganas de matarlo.
Ya recuperada, disparé a la espalda de la elfa con mis ballestas de mano. Clavando varios en su omóplato. Se giró furiosa. – Nuuta ittee. – profirió, mirándome con odio. Y comenzó a levantar su bastón, con intención de clavarlo en el suelo. Un haz resplandeciente salía de la punta del mismo. - ¡Anar! – pronunció con fuerza el nombre de la deidad del sol y movió el bastón con gran agilidad hacia mí, manando de éste un potente rayo de luz que traté de esquivar con una voltereta lateral. A dicho ataque lo siguieron otros tres movimientos similares más, moviendo el arma con gran agilidad. Me escondí detrás de unos árboles y ella vino a por mí, olvidándose al hermano de Rachel.
Jules ya tenía trabajo de sobra, otros elfos habían llegado a su altura para ocuparse de él, por lo que el brujo no tuvo más remedio que encargarse de ellos. Con rápidos quiebros. El brujo no era tan rápido como yo, pero tenía sus recursos, como envolver su mano en llamas e ir lanzando el fuego a sus enemigos. No tardé en perderle la pista.
Por mi parte, corría y saltaba a los laterales haciéndome valer del impulso de una corriente de aire sobre mis pies para esquivar los ataques mágicos de la elfa. Era mejor no ponerse en la trayectoria de la luz, ya que ésta al impactar contra la madera de los árboles la hacía reventar en astillas. Acabamos en una zona bastante tranquila, alejándonos de la zona de conflicto inicial, pude esconderme detrás de unos arbustos. Hubo entonces unos momentos de tranquilidad. En los que la elfa caminaba con tranquilidad. - ¿Dónde te has metido, bruja? – preguntó ella. Vigilando cada paso. – Tienes agallas viniendo a Sandorái. – escondida tras la maleza, esperé a que su voz estuviera cerca. – Habéis firmado vuestro acta de muerte.
Cuando dijo esto, estaba lo suficientemente cerca para poder atacarla. Salí de mi escondrijo y conjuré la fuerte corriente de viento. - ¡Ash balla ná! – conjuré el viento, haciéndola salir volando para estamparla contra un árbol. Luego deslomé de mi espalda la ballesta pesada y disparé un virote a la mujer.
Ella rápidamente antepuso su báculo y creó un escudo luminoso que derritió el virote antes de que llegara a ella, para contraatacar con un fuerte haz de luz que me dio de lleno en la mano. Teniendo que soltar la ballesta por el resquemor. -Veamos qué tal te manejas sin ballesta. – comentó con media sonrisa.
Mirándola desafiante, mientras parloteaba me llevé la mano a una de las granadas del cinturón, Fumis. La dejé caer en el suelo, y una enorme vaporada de humo negro ocultó mi posición. Oculta, pude apartarme de su vista. Generé una pequeña corriente en mi posición original para disolver la humareda en cuestión de segundos, generando un efecto que simulaba una repentina desaparición.
-¡¿Qué?! ¿Cómo has hecho eso? – con la elfa asustada, todo sería mucho más sencillo. Pude aprovecharme del bosque para mantenerme oculta e ir acercándome por su espalda. - ¿Dónde te has metido? ¡Maldita bruja! – una vez flanqueada, sólo tuve que salir como una exhalación del escondite y, con una ballesta pequeña en cada mano, hacerle sentir el pinchazo de los dos virotes en el cuello. - ¡¿Cómo lo has hecho?!
-Cállate. Ahora hago yo las preguntas.– repetí parafraseando su interrogatorio anterior, manteniendo en cada mano una ballesta sobre su espalda. - ¡Chicos! Creo que tenemos una elfa dispuesta a colaborar. – grité a los compañeros dispersos por el bosque para que se acercaran a interrogar a la orejas puntiagudas. Esperaba que a los demás les hubiese ido bien en la batalla. Jules fue el primero en aparecer.
*Off: Uso de habilidad de nivel 1: Medio natural.
Uso de habilidad de nivel 3: Bombardera - Fumis.
La elfa desvió la mirada para ver como detrás de mí, Asher desaparecía como un rayo. Craso error el suyo. Ladeé mi cuerpo para alejarme de la trayectoria de su arco, coloqué mi mano en la suya y conjuré una fuerte corriente de aire que envió el arco lejos, desarmándola. En el mismo movimiento, llevé mi otra mano al guardaballestas para desenfundar una de las de mano, pero la elfa reaccionó con rapidez y rodó por el suelo propinándome una patada giratoria en el suelo que me derribó.
También llevaba un báculo de sauce. Rodé a mi derecha, entre la maleza para evitar que me diera un bastonazo. El primero lo esquivé, pero el segundo en las costillas mientras no pude evitarlo. Grité ahogada y volvía rodar dolorida de nuevo.
Una flecha rozó el brazo de la elfa. Profiriendo ésta un grito de dolor. - Disculpa, guapa. Podría habértelo llevado por delante. – Jules había sido el autor del disparo, con su ballesta pesada. La mujer profirió unos insultos en su lengua nativa y se fue a por él. Jules trató de anteponer su ballesta descargada, pero el ataque de la mujer lo desarmó. – Oye, podemos hablar... – esquivó uno de los golpes de ésta. Que seguía insultando al cazador en su lengua nativa. – Que yo también sé élfico... – esquivó un nuevo golpe. - ¿Sabes cómo se dice camarero en tu lengua? – la elfa profirió un barrido con su bastón que Jules esquivó agachándose. Volvió a levantarse. - Éldelbar. – Y volvió a agacharse para esquivar un nuevo golpe de bastón. Y entonces comprendí por qué a Jules, en ocasiones, dan ganas de matarlo.
Ya recuperada, disparé a la espalda de la elfa con mis ballestas de mano. Clavando varios en su omóplato. Se giró furiosa. – Nuuta ittee. – profirió, mirándome con odio. Y comenzó a levantar su bastón, con intención de clavarlo en el suelo. Un haz resplandeciente salía de la punta del mismo. - ¡Anar! – pronunció con fuerza el nombre de la deidad del sol y movió el bastón con gran agilidad hacia mí, manando de éste un potente rayo de luz que traté de esquivar con una voltereta lateral. A dicho ataque lo siguieron otros tres movimientos similares más, moviendo el arma con gran agilidad. Me escondí detrás de unos árboles y ella vino a por mí, olvidándose al hermano de Rachel.
Jules ya tenía trabajo de sobra, otros elfos habían llegado a su altura para ocuparse de él, por lo que el brujo no tuvo más remedio que encargarse de ellos. Con rápidos quiebros. El brujo no era tan rápido como yo, pero tenía sus recursos, como envolver su mano en llamas e ir lanzando el fuego a sus enemigos. No tardé en perderle la pista.
Por mi parte, corría y saltaba a los laterales haciéndome valer del impulso de una corriente de aire sobre mis pies para esquivar los ataques mágicos de la elfa. Era mejor no ponerse en la trayectoria de la luz, ya que ésta al impactar contra la madera de los árboles la hacía reventar en astillas. Acabamos en una zona bastante tranquila, alejándonos de la zona de conflicto inicial, pude esconderme detrás de unos arbustos. Hubo entonces unos momentos de tranquilidad. En los que la elfa caminaba con tranquilidad. - ¿Dónde te has metido, bruja? – preguntó ella. Vigilando cada paso. – Tienes agallas viniendo a Sandorái. – escondida tras la maleza, esperé a que su voz estuviera cerca. – Habéis firmado vuestro acta de muerte.
Cuando dijo esto, estaba lo suficientemente cerca para poder atacarla. Salí de mi escondrijo y conjuré la fuerte corriente de viento. - ¡Ash balla ná! – conjuré el viento, haciéndola salir volando para estamparla contra un árbol. Luego deslomé de mi espalda la ballesta pesada y disparé un virote a la mujer.
Ella rápidamente antepuso su báculo y creó un escudo luminoso que derritió el virote antes de que llegara a ella, para contraatacar con un fuerte haz de luz que me dio de lleno en la mano. Teniendo que soltar la ballesta por el resquemor. -Veamos qué tal te manejas sin ballesta. – comentó con media sonrisa.
Mirándola desafiante, mientras parloteaba me llevé la mano a una de las granadas del cinturón, Fumis. La dejé caer en el suelo, y una enorme vaporada de humo negro ocultó mi posición. Oculta, pude apartarme de su vista. Generé una pequeña corriente en mi posición original para disolver la humareda en cuestión de segundos, generando un efecto que simulaba una repentina desaparición.
-¡¿Qué?! ¿Cómo has hecho eso? – con la elfa asustada, todo sería mucho más sencillo. Pude aprovecharme del bosque para mantenerme oculta e ir acercándome por su espalda. - ¿Dónde te has metido? ¡Maldita bruja! – una vez flanqueada, sólo tuve que salir como una exhalación del escondite y, con una ballesta pequeña en cada mano, hacerle sentir el pinchazo de los dos virotes en el cuello. - ¡¿Cómo lo has hecho?!
-Cállate. Ahora hago yo las preguntas.– repetí parafraseando su interrogatorio anterior, manteniendo en cada mano una ballesta sobre su espalda. - ¡Chicos! Creo que tenemos una elfa dispuesta a colaborar. – grité a los compañeros dispersos por el bosque para que se acercaran a interrogar a la orejas puntiagudas. Esperaba que a los demás les hubiese ido bien en la batalla. Jules fue el primero en aparecer.
*Off: Uso de habilidad de nivel 1: Medio natural.
Uso de habilidad de nivel 3: Bombardera - Fumis.
Anastasia Boisson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 627
Nivel de PJ : : 7
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Había perdido de vista al resto. No era algo que me gustase admitir, pero ese bosque ya era lo suficientemente confuso sin un puñado de elfos jugando con trucos de luz. Pero si creían que podrían engañarme otra vez, no estaban siendo ilusionistas: estaban siendo ilusos.
La verdad era que el lugar empezaba a marearme. No solo había perdido de vista al resto, me había perdido yo mismo. Esa patada debía haberme dado más fuerte de lo que pensaba. ¿No había pasado ya por ese árbol? Gruñí. Normal que quemasen el bosque de Midgar. Yo también estaba tentado de provocar un incendio. Al menos los cultistas estirados tendrían algo más de lo que preocuparse. Hierba sagrada, serpiente sagrada, árboles sagrados... Si de verdad querían hacer una religión duradera, tendrían que dejar de adorar cosas inflamables.
Vi algo moverse por el rabillo del ojo, y me giré. ¿Nada? Me dirigí hacia ello. ¿Había sido un elfo? Me había parecido un elfo. El ruido de la batalla se había acallado, por lo que no tenía mucho más por lo que guiarme. Tardé unos segundos en alcanzar el lugar... pero no había nada. Me di la vuelta.
Y de repente, una docena de elfos muertos, tirados en el suelo. Vi a Eltrant, jadeando y con su espada ensangrentada. El humano me vio y sonrió, rascandose la cabeza mientras me acercaba. ¿Tan rápido había ganado?
-Parece que...- no terminó la frase antes de que mi puño impactase contra su cara. Cayó al suelo, y me lancé sobre él, estrangulándolo con la zurda mientras le golpeaba una y otra vez con la diestra. Casi al instante, la imagen del humano fue sustituida por la realidad. Era un elfo, sangrando e intentando sacarme de encima suyo desesperadamente.
Un rayo de luz se concentró en mi espalda, provocando un intenso calor incluso a través de la armadura. Gruñí y rodé hacia un lado, evitando una segunda ráfaga proviniente de un árbol cercano. Otro de ellos. En lugar de arco o flechas, solo parecía usar un talismán que colgaba de su cuello.
-¡Asta vol! ¿¡Como sabias que era una ilusión!?- siseó
-¡No lo sabía!- sonreí. El elfo lanzó otro haz de luz. Me cubrí tras un árbol, protegiéndome del ataque. Su compañero del suelo se levantó y escupió un diente, profiriendo más maldiciones en su lengua. -Oh, no. Has hecho que me duelan los nudillos.- dije, cerrando mi puño en torno al mango de Brillo. Aquello bastó para provocarlo, obligando le a atacarme sin que su compañero tuviese un tiro claro.
El ex-Eltrant se lanzó hacia mi, espada en alto. Casi me recordaba a mis tiempos de mercenario. Enemigos con ego frágil y fáciles de enfadar, tirando la cautela al viento y anunciando sus ataques con un grito de guerra. Unas palabras extrañas resonaron por el bosque, seguidas de una corriente de viento. Me encorvé y desvié la primera estocada. Espíritus, que feo que era sin dientes. Toda esa sangre le daba un... algo a su cara. Igual se la había arreglado. Su espada cortó el viento, una y otra vez, a medida que retrocedía y le cedía terreno.
Cada golpe fallado parecía volverle más frenético. Esbocé una mueca. No podía dejar de pensar en ello. ¿Y los elfos eran la raza gracil? Me recordaba a una abominación de las que construian los nigromantes. Una con rabia.
Decidí dejarme de juegos. El resto ya tenía que haber acabado, y aún me faltaba encargarme de el de muchas luces. Avancé con un paso rápido y giré con todo mi cuerpo, esquivando su ataque y hundiendo el largo de Brillo en su espalda. Un corte feo, incompleto y diagonal. Pero bastó para que dejase de moverse. Arranqué la espada de su torso, dejando que su cuerpo cayese al suelo, y busqué al del talisman con la mirada.
-¡Eh! Ya he matado a tu amigo. Puedes parar.- exclamé. Un rayo de luz voló hacia mi, chamuscando unos pocos pelos de mi hombro y obligándome a saltar hacia un lado. Estaba encima de mi. Me llevé la mano al bolsillo y saqué una de mis preciadas runas. -¡HE DICHO QUE YA VALE!- grité, arrojando la pequeña piedra al elfo.
Un chasquido eléctrico, un grito de dolor, y una sonora caída sobre la hierba revelaron su nueva posición. Me acerqué al hombre, que aún convulsionaba en el suelo, y puse fin a su existencia con un corte rápido. Limpié mi espada en su ropa y volví al lugar donde había empezado el combate. No tardé en llegar. Al parecer, alguien había conseguido asustar a la elfa. Y por una vez, no había sido yo.
-¿Cuantas bandas de elfos lunáticos hacen falta para matar a un Tale?- pregunté, sentándome junto a un árbol. Que hacer con la mujer era problema del resto. -Sé que suena a broma, pero debería empezar a llevar la cuenta... ah, Elt.- el humano había llegado, apenas segundos después. Tal vez él tuviese la respuesta. -Oh, tienes, uh...- varias flechas, algunas rotas, sobresalían de algunos puntos de su coraza, la mayoría en la espalda. Que bien le había venido esa armadura. -...muy buen gusto.-
-Si la elfa no habla, ¿puedo comérmela? No he desayunado mucho.- dije, inspeccionando mis uñas desinteresadamente.
Usada habilidad de nivel 2: Descarga
La verdad era que el lugar empezaba a marearme. No solo había perdido de vista al resto, me había perdido yo mismo. Esa patada debía haberme dado más fuerte de lo que pensaba. ¿No había pasado ya por ese árbol? Gruñí. Normal que quemasen el bosque de Midgar. Yo también estaba tentado de provocar un incendio. Al menos los cultistas estirados tendrían algo más de lo que preocuparse. Hierba sagrada, serpiente sagrada, árboles sagrados... Si de verdad querían hacer una religión duradera, tendrían que dejar de adorar cosas inflamables.
Vi algo moverse por el rabillo del ojo, y me giré. ¿Nada? Me dirigí hacia ello. ¿Había sido un elfo? Me había parecido un elfo. El ruido de la batalla se había acallado, por lo que no tenía mucho más por lo que guiarme. Tardé unos segundos en alcanzar el lugar... pero no había nada. Me di la vuelta.
Y de repente, una docena de elfos muertos, tirados en el suelo. Vi a Eltrant, jadeando y con su espada ensangrentada. El humano me vio y sonrió, rascandose la cabeza mientras me acercaba. ¿Tan rápido había ganado?
-Parece que...- no terminó la frase antes de que mi puño impactase contra su cara. Cayó al suelo, y me lancé sobre él, estrangulándolo con la zurda mientras le golpeaba una y otra vez con la diestra. Casi al instante, la imagen del humano fue sustituida por la realidad. Era un elfo, sangrando e intentando sacarme de encima suyo desesperadamente.
Un rayo de luz se concentró en mi espalda, provocando un intenso calor incluso a través de la armadura. Gruñí y rodé hacia un lado, evitando una segunda ráfaga proviniente de un árbol cercano. Otro de ellos. En lugar de arco o flechas, solo parecía usar un talismán que colgaba de su cuello.
-¡Asta vol! ¿¡Como sabias que era una ilusión!?- siseó
-¡No lo sabía!- sonreí. El elfo lanzó otro haz de luz. Me cubrí tras un árbol, protegiéndome del ataque. Su compañero del suelo se levantó y escupió un diente, profiriendo más maldiciones en su lengua. -Oh, no. Has hecho que me duelan los nudillos.- dije, cerrando mi puño en torno al mango de Brillo. Aquello bastó para provocarlo, obligando le a atacarme sin que su compañero tuviese un tiro claro.
El ex-Eltrant se lanzó hacia mi, espada en alto. Casi me recordaba a mis tiempos de mercenario. Enemigos con ego frágil y fáciles de enfadar, tirando la cautela al viento y anunciando sus ataques con un grito de guerra. Unas palabras extrañas resonaron por el bosque, seguidas de una corriente de viento. Me encorvé y desvié la primera estocada. Espíritus, que feo que era sin dientes. Toda esa sangre le daba un... algo a su cara. Igual se la había arreglado. Su espada cortó el viento, una y otra vez, a medida que retrocedía y le cedía terreno.
Cada golpe fallado parecía volverle más frenético. Esbocé una mueca. No podía dejar de pensar en ello. ¿Y los elfos eran la raza gracil? Me recordaba a una abominación de las que construian los nigromantes. Una con rabia.
Decidí dejarme de juegos. El resto ya tenía que haber acabado, y aún me faltaba encargarme de el de muchas luces. Avancé con un paso rápido y giré con todo mi cuerpo, esquivando su ataque y hundiendo el largo de Brillo en su espalda. Un corte feo, incompleto y diagonal. Pero bastó para que dejase de moverse. Arranqué la espada de su torso, dejando que su cuerpo cayese al suelo, y busqué al del talisman con la mirada.
-¡Eh! Ya he matado a tu amigo. Puedes parar.- exclamé. Un rayo de luz voló hacia mi, chamuscando unos pocos pelos de mi hombro y obligándome a saltar hacia un lado. Estaba encima de mi. Me llevé la mano al bolsillo y saqué una de mis preciadas runas. -¡HE DICHO QUE YA VALE!- grité, arrojando la pequeña piedra al elfo.
Un chasquido eléctrico, un grito de dolor, y una sonora caída sobre la hierba revelaron su nueva posición. Me acerqué al hombre, que aún convulsionaba en el suelo, y puse fin a su existencia con un corte rápido. Limpié mi espada en su ropa y volví al lugar donde había empezado el combate. No tardé en llegar. Al parecer, alguien había conseguido asustar a la elfa. Y por una vez, no había sido yo.
-¿Cuantas bandas de elfos lunáticos hacen falta para matar a un Tale?- pregunté, sentándome junto a un árbol. Que hacer con la mujer era problema del resto. -Sé que suena a broma, pero debería empezar a llevar la cuenta... ah, Elt.- el humano había llegado, apenas segundos después. Tal vez él tuviese la respuesta. -Oh, tienes, uh...- varias flechas, algunas rotas, sobresalían de algunos puntos de su coraza, la mayoría en la espalda. Que bien le había venido esa armadura. -...muy buen gusto.-
-Si la elfa no habla, ¿puedo comérmela? No he desayunado mucho.- dije, inspeccionando mis uñas desinteresadamente.
_______________________________________________________________
Usada habilidad de nivel 2: Descarga
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Se acercó al lugar del que procedían las voces, tras la pelea era lo único audible en la foresta. Las distintas voces, aunque apagadas por las frondosas plantas de Sandorai, pertenecían a la pareja de brujos y al lobo. Estaba seguro de ello.
Llegó a un pequeño claro en el que esperaban sus compañeros junto a la elfa que dirigía a los elfos que les habían atacado. Sonrió al comentario de Asher y asintió levemente con la cabeza al pasar junto a Jules.
Todos parecían estar bien, era un alivio, no se le daba bien pelear contra arqueros. El lobo acababa de dejarlo bien claro al hacer referencia a las flechas que poblaban su armadura. Al menos no estaba herido.
- ¿Todos bien? – preguntó lo suficientemente alto como para que le oyesen los presentes. Cuando oyó las diferentes respuestas dejó caer a un lado al último elfo al que había derrotado y al que arrastraba, malherido, de una pierna. Lo único que hizo fue gruñir en voz baja algunos insultos en elfico.
Tras sortear a Huracán y darle una palmada amistosa en el hombro se colocó frente a la cautiva, en cuclillas. Ahora le iba a tocar a él hacer de diplomático, aunque, afortunadamente, no había demasiado que perder en aquel momento.
- Por lo que veo… - se pasó la mano por la sangre que resbalaba por la parte delantera de su yelmo y la miró directamente a los ojos, la mujer parecía infravalorarle, aun cautiva le miraba con cierta altivez, casi como si no terminase de estar derrotada. Suspiró, después de todo no él era más que “un humano más”, dudaba mucho que la amedrentase tratando de parecer imponente.
Pero tampoco tenían mucho de dónde escoger.
- Cualquiera pensaría que tienes dos opciones. Nos ayudas o no lo haces. – levantó dos dedos volvió a sonreír, aunque seguía escondiendo las distintas expresiones tras el yelmo. – Pero… en realidad tienes tres. – negó con la cabeza – La primera de todas... – señaló con el pulgar justo tras él, dónde esperaba Asher. – Te niegas a cooperar y el lobo te come. – Estuvo a punto de reírse al decir esas palabras. – Le he visto hacerlo – aseguró – No es agradable. – Estiró ambos brazos y se volvió a levantar, el elfo herido cerró los ojos, no le había ocasionado heridas mortales, ya había muerto suficiente gente por un día, además, a más elfos muertos menos interés en cooperar tendrías los restantes, por muy sectarios que estos fuesen seguro que tenían cierta compasión por los suyos, aunque no la demostrasen.
- La segunda alternativa… - miró a Huracán – No es mucho mejor. Para ti claro, a mí personalmente no me puede importar menos. Pero te informo, por educación. – Se encogió de hombros y volvió a depositar sus ojos en los de la elfa, quien, en silencio, seguía analizando al exmercenario, escuchando atentamente cada una de sus palabras. Sí que le importaba en realidad como acabase aquella conversación, prefería no ejecutar a nadie allí, aunque por supuesto, esto solo sucedería si la arquera no trataba de atacar a nadie más.
La seguridad de los suyos primaba en aquella situación.
– Aquí Huracán es una bruja que sabe sacar partido a… bueno… a sus habilidades. – se agachó frente a la arquera y, al final, levantó el dedo índice justo frente a su cara. Se arrancó un par de flechas de su cuerpo antes de decir nada más, con la mano que tenía libre. – Eso nos lleva a la última opción que te queda. – se quitó el yelmo y lo colgó de su cinturón con cuidado, sonrió a la prisionera. – Si cooperas conmigo, podemos acabar con todo esto. Sin más sangre. – Amplió su sonrisa. - No es un mal plan, ¿No es verdad? – dijo con suavidad, sin alzar la voz, fingiendo una seguridad que, cualquiera que le conocía, sabía que no tenía. Al menos no en situaciones como aquella.
La mujer se mordió el labio inferior y siguió mirando con odio a todos los que tenía delante de ella. Casi no parecía entender que había perdido la escaramuza, pero era un hecho, todos estaban muertos y los que no, como el elfo al que había arrastrado Eltrant hasta allí, estaban incapacitados.
- ¿Qué vas a decir? – inquirió el errante levantándose, cruzándose de brazos. – No tenemos todo el día, me gustaría estar en casa para la cena. – La elfa abrió la boca para contestar, Eltrant levantó una de las manos, impidiéndoselo en el último momento. – Me llamo Eltrant Tale. – dijo presentándose. - ¿Facilita estos las cosas? – preguntó, suspiró a los pocos segundos.
- Yo… - agachó la mirada durante unos segundos, estaba evidentemente, dudando. – Mi nombre Vasarû Ildórien – dijo al final, Eltrant asintió.
- Muy bien, Vasarû – repitió Eltrant. – Dos preguntas. ¿Cómo atraemos a esa cosa que custodiais? – Vasarû frunció el ceño, evidentemente disconforme – Y… ¿Cómo sois capaces de aguantar tanto dolor? – Añadió a continuación atusándose la barba, era imposible, incluso para él, hacer la carga sin brazos que había hecho el elfo antes, el que había muero al golpearse contra su yelmo.
- Hablaré. – dijo – Hablaré con bruja. – agregó después, en aquel intentó roto de común, mientras miraba a Huracán. – Sólo ella. No humanos. No… criaturas. No brujo. – dijo después. – Solo bruja. Guererra fuerte. Honorable.
Suspirando negó con la cabeza y miró a Huracán, depositó una de sus manos en el hombro de la mujer.
- Toda tuya. – dijo sonriendo, cansado, a su amiga.
¿Por qué el giro dramático no podía haber sido, por una vez, que el monstruo era en realidad un adorable y exagerado conejito blanco? Lo agradecería, sobre todo porque el acabar convertido en un herido comenzaba a ser una costumbre.
Negó con la cabeza, no comenzaba, hacía meses que lo era.
– Trata de ser educada ¿Quieres? – bromeó a continuación segun se alejaba de Anastasia, obligando a la elfa a que se levantanse e indicándole que caminase, con las manos tras su cabeza, hasta dónde estaban Huracán y Jules.
Se acercó a Asher y, tras colocarse junto a él, procedió a, metódicamente, arrancar todas y cada una de las flechas que había en su coraza.
- ¿No te habrás vuelto a contagiar de nada desde que no te veo? – preguntó dándole un leve empujón, divertido, tras clavar la última de las flechas que estaba encallada en su armadura en el árbol en el que se había apoyado.
Giró el cuello hasta que este emitió un suave crujido, suspiró aliviado y miró desde la distancia como Huracán conversaba con la prisionera. El fantasma de una sonrisa se dibujó en su rostro al verla intercambiar palabras con Jules. Estaba mucho mejor, era una suerte.
- Ahora enserio – dijo a continuación, dejando escapar una carcajada corta, no dejó que el lobo respondiese inmediatamente – Se que es... raro que yo diga esto. Pero... bueno, eres mi amigo y tal... Ten cuidado. – dijo zarandeandole. Ajustó a Recuerdo al cinto y, después, hizo lo mismo con Olvido a su espalda. - Como prueba de que yo os hago caso cuando lo decis vosotros: estoy empezando a llevar yelmo – Le dio una palmada amistosa en el hombro, bostezó y se acomodó junto al árbol. - Es un avance ¿No? - Amplió su sonrisa. - Aunque apenas veo nada con esa cosa. - añadió dandole un golpe con el puño al casco que colgaba de su cinturón, volvió a bostezar.
El horario nocturno al que Lyn le estaba habituando era horrible.
- Parece que va para largo. – señaló a Huracán y, desde dónde estaba, la saludo con la mano. No estaba seguro si esta le había visto, pero siguió zarandeando el brazo efusivamente, también se encargó de hacerse notar para Jules, o lo intento al menos. – Entonces… ¿Todo bien? – Se rascó la barba, no era normal verle solo, aunque Kothán había aparecido por la taberna, eso indicaba que el zorro, al menos, seguía en su banda.
Llegó a un pequeño claro en el que esperaban sus compañeros junto a la elfa que dirigía a los elfos que les habían atacado. Sonrió al comentario de Asher y asintió levemente con la cabeza al pasar junto a Jules.
Todos parecían estar bien, era un alivio, no se le daba bien pelear contra arqueros. El lobo acababa de dejarlo bien claro al hacer referencia a las flechas que poblaban su armadura. Al menos no estaba herido.
- ¿Todos bien? – preguntó lo suficientemente alto como para que le oyesen los presentes. Cuando oyó las diferentes respuestas dejó caer a un lado al último elfo al que había derrotado y al que arrastraba, malherido, de una pierna. Lo único que hizo fue gruñir en voz baja algunos insultos en elfico.
Tras sortear a Huracán y darle una palmada amistosa en el hombro se colocó frente a la cautiva, en cuclillas. Ahora le iba a tocar a él hacer de diplomático, aunque, afortunadamente, no había demasiado que perder en aquel momento.
- Por lo que veo… - se pasó la mano por la sangre que resbalaba por la parte delantera de su yelmo y la miró directamente a los ojos, la mujer parecía infravalorarle, aun cautiva le miraba con cierta altivez, casi como si no terminase de estar derrotada. Suspiró, después de todo no él era más que “un humano más”, dudaba mucho que la amedrentase tratando de parecer imponente.
Pero tampoco tenían mucho de dónde escoger.
- Cualquiera pensaría que tienes dos opciones. Nos ayudas o no lo haces. – levantó dos dedos volvió a sonreír, aunque seguía escondiendo las distintas expresiones tras el yelmo. – Pero… en realidad tienes tres. – negó con la cabeza – La primera de todas... – señaló con el pulgar justo tras él, dónde esperaba Asher. – Te niegas a cooperar y el lobo te come. – Estuvo a punto de reírse al decir esas palabras. – Le he visto hacerlo – aseguró – No es agradable. – Estiró ambos brazos y se volvió a levantar, el elfo herido cerró los ojos, no le había ocasionado heridas mortales, ya había muerto suficiente gente por un día, además, a más elfos muertos menos interés en cooperar tendrías los restantes, por muy sectarios que estos fuesen seguro que tenían cierta compasión por los suyos, aunque no la demostrasen.
- La segunda alternativa… - miró a Huracán – No es mucho mejor. Para ti claro, a mí personalmente no me puede importar menos. Pero te informo, por educación. – Se encogió de hombros y volvió a depositar sus ojos en los de la elfa, quien, en silencio, seguía analizando al exmercenario, escuchando atentamente cada una de sus palabras. Sí que le importaba en realidad como acabase aquella conversación, prefería no ejecutar a nadie allí, aunque por supuesto, esto solo sucedería si la arquera no trataba de atacar a nadie más.
La seguridad de los suyos primaba en aquella situación.
– Aquí Huracán es una bruja que sabe sacar partido a… bueno… a sus habilidades. – se agachó frente a la arquera y, al final, levantó el dedo índice justo frente a su cara. Se arrancó un par de flechas de su cuerpo antes de decir nada más, con la mano que tenía libre. – Eso nos lleva a la última opción que te queda. – se quitó el yelmo y lo colgó de su cinturón con cuidado, sonrió a la prisionera. – Si cooperas conmigo, podemos acabar con todo esto. Sin más sangre. – Amplió su sonrisa. - No es un mal plan, ¿No es verdad? – dijo con suavidad, sin alzar la voz, fingiendo una seguridad que, cualquiera que le conocía, sabía que no tenía. Al menos no en situaciones como aquella.
La mujer se mordió el labio inferior y siguió mirando con odio a todos los que tenía delante de ella. Casi no parecía entender que había perdido la escaramuza, pero era un hecho, todos estaban muertos y los que no, como el elfo al que había arrastrado Eltrant hasta allí, estaban incapacitados.
- ¿Qué vas a decir? – inquirió el errante levantándose, cruzándose de brazos. – No tenemos todo el día, me gustaría estar en casa para la cena. – La elfa abrió la boca para contestar, Eltrant levantó una de las manos, impidiéndoselo en el último momento. – Me llamo Eltrant Tale. – dijo presentándose. - ¿Facilita estos las cosas? – preguntó, suspiró a los pocos segundos.
- Yo… - agachó la mirada durante unos segundos, estaba evidentemente, dudando. – Mi nombre Vasarû Ildórien – dijo al final, Eltrant asintió.
- Muy bien, Vasarû – repitió Eltrant. – Dos preguntas. ¿Cómo atraemos a esa cosa que custodiais? – Vasarû frunció el ceño, evidentemente disconforme – Y… ¿Cómo sois capaces de aguantar tanto dolor? – Añadió a continuación atusándose la barba, era imposible, incluso para él, hacer la carga sin brazos que había hecho el elfo antes, el que había muero al golpearse contra su yelmo.
- Hablaré. – dijo – Hablaré con bruja. – agregó después, en aquel intentó roto de común, mientras miraba a Huracán. – Sólo ella. No humanos. No… criaturas. No brujo. – dijo después. – Solo bruja. Guererra fuerte. Honorable.
Suspirando negó con la cabeza y miró a Huracán, depositó una de sus manos en el hombro de la mujer.
- Toda tuya. – dijo sonriendo, cansado, a su amiga.
¿Por qué el giro dramático no podía haber sido, por una vez, que el monstruo era en realidad un adorable y exagerado conejito blanco? Lo agradecería, sobre todo porque el acabar convertido en un herido comenzaba a ser una costumbre.
Negó con la cabeza, no comenzaba, hacía meses que lo era.
– Trata de ser educada ¿Quieres? – bromeó a continuación segun se alejaba de Anastasia, obligando a la elfa a que se levantanse e indicándole que caminase, con las manos tras su cabeza, hasta dónde estaban Huracán y Jules.
______________________________________________________
Se acercó a Asher y, tras colocarse junto a él, procedió a, metódicamente, arrancar todas y cada una de las flechas que había en su coraza.
- ¿No te habrás vuelto a contagiar de nada desde que no te veo? – preguntó dándole un leve empujón, divertido, tras clavar la última de las flechas que estaba encallada en su armadura en el árbol en el que se había apoyado.
Giró el cuello hasta que este emitió un suave crujido, suspiró aliviado y miró desde la distancia como Huracán conversaba con la prisionera. El fantasma de una sonrisa se dibujó en su rostro al verla intercambiar palabras con Jules. Estaba mucho mejor, era una suerte.
- Ahora enserio – dijo a continuación, dejando escapar una carcajada corta, no dejó que el lobo respondiese inmediatamente – Se que es... raro que yo diga esto. Pero... bueno, eres mi amigo y tal... Ten cuidado. – dijo zarandeandole. Ajustó a Recuerdo al cinto y, después, hizo lo mismo con Olvido a su espalda. - Como prueba de que yo os hago caso cuando lo decis vosotros: estoy empezando a llevar yelmo – Le dio una palmada amistosa en el hombro, bostezó y se acomodó junto al árbol. - Es un avance ¿No? - Amplió su sonrisa. - Aunque apenas veo nada con esa cosa. - añadió dandole un golpe con el puño al casco que colgaba de su cinturón, volvió a bostezar.
El horario nocturno al que Lyn le estaba habituando era horrible.
- Parece que va para largo. – señaló a Huracán y, desde dónde estaba, la saludo con la mano. No estaba seguro si esta le había visto, pero siguió zarandeando el brazo efusivamente, también se encargó de hacerse notar para Jules, o lo intento al menos. – Entonces… ¿Todo bien? – Se rascó la barba, no era normal verle solo, aunque Kothán había aparecido por la taberna, eso indicaba que el zorro, al menos, seguía en su banda.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Miré a Tale inquisitivamente. La elfa había decidido ir conmigo. Despojé a la misma de sus armas, la agarré del hombro y la empujé con fuerza, obligándola a avanzar delante de mí. Siempre con una ballesta menor en mano y sin decir nada, nos separamos un poco del grupo. Llevándola hasta un lugar alejado de los hombres. Donde éstos no nos pudieran escuchar.
Finalmente llegamos a un pequeño claro por el que apenas entraban unos rayos de sol. Había un enorme árbol caído, apoyado en otro de aún mayor tamaño. Di un pequeño impulso de aire y me senté en el inclinado, de cara a la elfa, que estaba abajo. Crucé mis largas piernas y sin perder el semblante serio, acerqué mediante la telequinesia una manzana de un árbol próximo hasta mi mano. Esperando que la elfa, aún en shock por la derrota en combate, empezara a hablar. Como no se animaba, ni siquiera me mirara, tuve que comenzar yo.
-Dime, Vasarû. – comenté mirando cómo abordar aquella pieza de fruta. - ¿Qué necesidad tiene un clan élfico de imbuir magia en una criatura para atacar un camino de tránsito humano? ¿Tanto os molesta que haya otros que puedan pisar vuestro bosque? – cuestioné.
La elfa me miró de refilón. Con una cierta mueca de odio, mordiéndose el labio con impotencia. Claramente estaba conteniendo las lágrimas, fruto de la frustración. – Humanos traen desgracias. Talan árboles. Matan animales. Roban comida. Matan y menosprecian elfos. – relató. – ¿Cómo se sentiría bruja si elfa entra a robar en su casa la comida? ¿Si mata a sus mascotas? ¿Si destruye tu hogar?
-No sabía que el bosque tuviese un dueño. – repliqué con brevedad.
La elfa se acercó con cierto temor, llegando a encararse conmigo. – Tú no entiendes, bruja. – aclaró. Ladeé un poco la cabeza para escuchar. – Los brujos no estáis preparados para entender pensamiento elfo. Desde hace siglos. – Qué novedad. De nuevo, una elfa refiriéndose a lo ocurrido en las islas illidenses hacía siglos. – El bosque es vida. Naturaleza. Forma parte de nuestra forma de ser. De pensar. Y debe ser respetado. Del mismo modo que nosotros respetamos los hogares de los humanos.
-Eso no justifica que nos brindéis el recibimiento que nos habéis dado. – afirmé breve y sentenciante.
Lejos de enfadarse, la elfa me sorprendió al romper a llorar. Ni siquiera hice ademán de consolarla.
-¿Qué quieres? ¿Sabes la de batidas de humanos que han venido a asaltarnos? –gesticulaba, tratando de secarse las lágrimas. – Hermanos. Primos. Padres. ¡Han muerto! Defendiendo su hogar. Amigos tuyos han acabado con la vida de mi hermano. Tendremos que migrar si continúan hostilidades. – balbuceó en su pésimo dominio de la lengua común.
Joder. Odiaba las historias sentimentales. Puse los brazos en jarra y fruncí el ceño. Las palabras de la elfa tenían su sentido. Habían entablado una estúpida guerra contra los humanos que les había llevado a ser agresivos los unos con los otros. Una guerra absurda fácilmente solucionable si los humanos no hubiesen invadido el bosque ni vacilado a los elfos. Por supuesto que eso no justificaba los feroces ataques de los orejas picudas. Para mí, tanta culpa tenían unos como otros.
-Dime dónde está Nuura. – pedí tras unos segundos de reflexión. – Dímelo. Y trataré de que esos humanos no os molesten más. Pero vosotros les dejaréis en paz. Este conflicto es ridículo. – afirmé sin tapujos.
La elfa me miró dubitativa. Apoyó una mano en un árbol. Valorando qué decir. Finalmente, buscó mis ojos para mostrarme su más sincera palabra. Buscando obtener cierta confianza. – Tiene su guarida tres kilómetros al Norte. Retiraré a elfos y podréis pasar. - con su mano apoyada. Cerró los ojos y comenzó a inhalar aire. Tras tres o cuatro repeticiones. Volvió a hablar. - El bosque me dice que bruja es respetable. Tiene el corazón limpio. Es justa. Tiene honor. El bosque me dice que debo confiar en bruja. - alcé las cejas, sorprendida.
-Por lo que veo, el bosque no tiene ni puta idea de quién soy yo. – aseveré tras dar un último mordisco a la manzana y bajar de un salto del árbol al que me había sentado.
Dicho esto. Dejé a la elfa en su posición. Parecía una joven honorable y de palabra, por lo que imaginaba que no avisaría al resto de su clan. De la que volvía me encontré con cadáveres. Algunos frescos. Los que Tale y Asher habían despachado. Otros más antiguos. En descomposición. De humanos y elfos. Fuera como fuera. Aquella estúpida guerra tenía que acabar.
Volví por mis propios pasos hasta llegar hasta el lugar donde estaban Jules, Tale y Asher. Volví con los puños apretados. Muy enfadada. Jules vino corriendo a mí.
-¡Huri! ¿Le has sacado a la elfa dónde está la criatura esa? – me preguntó Jules llegando a mi posición. - Dime que sí. Hay bastante humedad en el bosque y me está cayendo el moquillo. - Manteniendo la mirada fija en Tale, sentenciante, me estaba saludando amistosamente el muy iluso. Aparté al brujo de un empujón de mi camino para ir a por el humano recta.
Cuando llegué a su altura traté de propinarle un fuerte rodillazo en el estómago, en una parte que tenía menos armadura. No sabía cómo actuaría su querido hombre perro, por lo que también le lancé una corriente de aire suave, lo suficiente para hacerle retroceder un poco, pero sin derribarlo. No quería herir. Sólo advertir. - ¡Ash balla ná! – Y desenfundé la ballesta derecha de mano, haciendo un perfectamente medido disparo que pasaría a escasos diez centímetros de su cabeza. Simplemente como “mera advertencia” de que no se acercase. Luego volví mi vista al humano. – Te has cargado a la familia de esa elfa. – le dije. – Era lo mínimo que te merecías. – Afirmé recordando lo que él me había dicho en los eventos del banco de Lunargenta, cuando me había sacudido y, en el fondo, con razón. Alterné entonces la mirada entre ambos. – Me habéis metido en esta mierda de conflicto. Uno porque cree impartir justicia a base de mandoble. – miré a Asher - El otro, porque quiere ser famoso. El macho alfa del grupo. – Me señalé – Y en medio, yo, Maestra Cazadora. Hago mi función en la sociedad. Nunca me sentí una heroína. Esta no es mi guerra. – Resoplé. Ya estaba “dentro”. ¿Qué iba a hacer? Al menos quería que les quedara clara mi postura. – Me importan una mierda los elfos y los humanos. Pero ya que estoy aquí, qué menos que intentar que ni unos ni otros sigan haciendo el ridículo, ¿no? – comenté. - La bestia está al Norte. A tres kilómetros. No recibiremos más ataques de elfos. – concluí seria. – Os ayudo y me voy. - Así de simple era mi voluntad.
Mantuve entonces el temblante serio. Creo que había dejado lo mucho que me desagradaba haberme enrolado en aquella estúpida maniobra. Yo era cazadora de vampiros. Cazaba vampiros sin preguntar, cierto. Pero nunca otras razas. Aquel sencillo principio era lo que me distinguía a mí de una descerebrada asesina como Belladonna.
Puede que, al final, el bosque sí tuviera razón.
Finalmente llegamos a un pequeño claro por el que apenas entraban unos rayos de sol. Había un enorme árbol caído, apoyado en otro de aún mayor tamaño. Di un pequeño impulso de aire y me senté en el inclinado, de cara a la elfa, que estaba abajo. Crucé mis largas piernas y sin perder el semblante serio, acerqué mediante la telequinesia una manzana de un árbol próximo hasta mi mano. Esperando que la elfa, aún en shock por la derrota en combate, empezara a hablar. Como no se animaba, ni siquiera me mirara, tuve que comenzar yo.
-Dime, Vasarû. – comenté mirando cómo abordar aquella pieza de fruta. - ¿Qué necesidad tiene un clan élfico de imbuir magia en una criatura para atacar un camino de tránsito humano? ¿Tanto os molesta que haya otros que puedan pisar vuestro bosque? – cuestioné.
La elfa me miró de refilón. Con una cierta mueca de odio, mordiéndose el labio con impotencia. Claramente estaba conteniendo las lágrimas, fruto de la frustración. – Humanos traen desgracias. Talan árboles. Matan animales. Roban comida. Matan y menosprecian elfos. – relató. – ¿Cómo se sentiría bruja si elfa entra a robar en su casa la comida? ¿Si mata a sus mascotas? ¿Si destruye tu hogar?
-No sabía que el bosque tuviese un dueño. – repliqué con brevedad.
La elfa se acercó con cierto temor, llegando a encararse conmigo. – Tú no entiendes, bruja. – aclaró. Ladeé un poco la cabeza para escuchar. – Los brujos no estáis preparados para entender pensamiento elfo. Desde hace siglos. – Qué novedad. De nuevo, una elfa refiriéndose a lo ocurrido en las islas illidenses hacía siglos. – El bosque es vida. Naturaleza. Forma parte de nuestra forma de ser. De pensar. Y debe ser respetado. Del mismo modo que nosotros respetamos los hogares de los humanos.
-Eso no justifica que nos brindéis el recibimiento que nos habéis dado. – afirmé breve y sentenciante.
Lejos de enfadarse, la elfa me sorprendió al romper a llorar. Ni siquiera hice ademán de consolarla.
-¿Qué quieres? ¿Sabes la de batidas de humanos que han venido a asaltarnos? –gesticulaba, tratando de secarse las lágrimas. – Hermanos. Primos. Padres. ¡Han muerto! Defendiendo su hogar. Amigos tuyos han acabado con la vida de mi hermano. Tendremos que migrar si continúan hostilidades. – balbuceó en su pésimo dominio de la lengua común.
Joder. Odiaba las historias sentimentales. Puse los brazos en jarra y fruncí el ceño. Las palabras de la elfa tenían su sentido. Habían entablado una estúpida guerra contra los humanos que les había llevado a ser agresivos los unos con los otros. Una guerra absurda fácilmente solucionable si los humanos no hubiesen invadido el bosque ni vacilado a los elfos. Por supuesto que eso no justificaba los feroces ataques de los orejas picudas. Para mí, tanta culpa tenían unos como otros.
-Dime dónde está Nuura. – pedí tras unos segundos de reflexión. – Dímelo. Y trataré de que esos humanos no os molesten más. Pero vosotros les dejaréis en paz. Este conflicto es ridículo. – afirmé sin tapujos.
La elfa me miró dubitativa. Apoyó una mano en un árbol. Valorando qué decir. Finalmente, buscó mis ojos para mostrarme su más sincera palabra. Buscando obtener cierta confianza. – Tiene su guarida tres kilómetros al Norte. Retiraré a elfos y podréis pasar. - con su mano apoyada. Cerró los ojos y comenzó a inhalar aire. Tras tres o cuatro repeticiones. Volvió a hablar. - El bosque me dice que bruja es respetable. Tiene el corazón limpio. Es justa. Tiene honor. El bosque me dice que debo confiar en bruja. - alcé las cejas, sorprendida.
-Por lo que veo, el bosque no tiene ni puta idea de quién soy yo. – aseveré tras dar un último mordisco a la manzana y bajar de un salto del árbol al que me había sentado.
Dicho esto. Dejé a la elfa en su posición. Parecía una joven honorable y de palabra, por lo que imaginaba que no avisaría al resto de su clan. De la que volvía me encontré con cadáveres. Algunos frescos. Los que Tale y Asher habían despachado. Otros más antiguos. En descomposición. De humanos y elfos. Fuera como fuera. Aquella estúpida guerra tenía que acabar.
Volví por mis propios pasos hasta llegar hasta el lugar donde estaban Jules, Tale y Asher. Volví con los puños apretados. Muy enfadada. Jules vino corriendo a mí.
-¡Huri! ¿Le has sacado a la elfa dónde está la criatura esa? – me preguntó Jules llegando a mi posición. - Dime que sí. Hay bastante humedad en el bosque y me está cayendo el moquillo. - Manteniendo la mirada fija en Tale, sentenciante, me estaba saludando amistosamente el muy iluso. Aparté al brujo de un empujón de mi camino para ir a por el humano recta.
Cuando llegué a su altura traté de propinarle un fuerte rodillazo en el estómago, en una parte que tenía menos armadura. No sabía cómo actuaría su querido hombre perro, por lo que también le lancé una corriente de aire suave, lo suficiente para hacerle retroceder un poco, pero sin derribarlo. No quería herir. Sólo advertir. - ¡Ash balla ná! – Y desenfundé la ballesta derecha de mano, haciendo un perfectamente medido disparo que pasaría a escasos diez centímetros de su cabeza. Simplemente como “mera advertencia” de que no se acercase. Luego volví mi vista al humano. – Te has cargado a la familia de esa elfa. – le dije. – Era lo mínimo que te merecías. – Afirmé recordando lo que él me había dicho en los eventos del banco de Lunargenta, cuando me había sacudido y, en el fondo, con razón. Alterné entonces la mirada entre ambos. – Me habéis metido en esta mierda de conflicto. Uno porque cree impartir justicia a base de mandoble. – miré a Asher - El otro, porque quiere ser famoso. El macho alfa del grupo. – Me señalé – Y en medio, yo, Maestra Cazadora. Hago mi función en la sociedad. Nunca me sentí una heroína. Esta no es mi guerra. – Resoplé. Ya estaba “dentro”. ¿Qué iba a hacer? Al menos quería que les quedara clara mi postura. – Me importan una mierda los elfos y los humanos. Pero ya que estoy aquí, qué menos que intentar que ni unos ni otros sigan haciendo el ridículo, ¿no? – comenté. - La bestia está al Norte. A tres kilómetros. No recibiremos más ataques de elfos. – concluí seria. – Os ayudo y me voy. - Así de simple era mi voluntad.
Mantuve entonces el temblante serio. Creo que había dejado lo mucho que me desagradaba haberme enrolado en aquella estúpida maniobra. Yo era cazadora de vampiros. Cazaba vampiros sin preguntar, cierto. Pero nunca otras razas. Aquel sencillo principio era lo que me distinguía a mí de una descerebrada asesina como Belladonna.
Puede que, al final, el bosque sí tuviera razón.
Anastasia Boisson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 627
Nivel de PJ : : 7
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Sonreí abiertamente ante el farol de Eltrant. Estaba bastante seguro de que no me había visto comerme a nadie. Espera. ¿Me había visto? No, debía de ser un farol. El canibalismo tendía ser mal visto en la sociedad humana. Las pocas veces que lo había hecho, había sido especialmente cuidadoso.
Además, no había muchas recetas que usasen costillas de elfo.
Clavé la espada en la tierra enfrente de mi, repasando distraidamente las runas. Era curioso lo serio que sonaba el humano. A veces casi demostraba tener carisma. Las miradas alternaron entre él, la bruja de nombre absurdo, y la elfa. Me resultaba algo reconfortante el quedarme a un lado. Que lo solucionasen entre ellos. Debía ser así como se sentía Syl a veces. Sonreí, recordando al gato. Tenía que haberle traído. Si hubiese sabido que se formaría un grupo de ese tamaño, lo habría hecho.
Tras un rato, resolvieron el asunto. La elfa había decidido hablar con la bruja. Chasqueé la lengua. "Guerrera fuerte." Eso era que no me había visto masacrar a sus amigos. Fuera como fuese, Eltrant se sentó a mi lado. Agité la cola ligeramente, aún sin darme cuenta.
-Ah, si. Cólera, lepra, gangrena... y la gota. Y escorbuto.- dije, recitando todas las enfermedades que se me ocurrían. -Pero ya estoy mejor.- sonreí. Estaba bastante seguro de que mi raza era inmune a al menos un par de ellas. Bostecé y me relamí. Aún tenía rastros de esa fruta estrella en torno a los labios. -No sé de que hablas, yo siempre tengo cuidado...- respondí, mirándolo de reojo.
Me quedé pensando. Realmente se preocupaba por mi. Era curioso. Nuestra amistad había comenzado con un puñetazo. No. Con un juicio para ejecutarme. Sin embargo, me mantuve escuchando al humano.
-Creía que Lyn te estaba controlando o algo. No se me ocurría otra forma de verte con eso.- dije. Pero mis pensamientos volvieron a algo. No sería raro. Elt era como familia. Suspiré. Mejor hacerlo que quedarme con la duda. Me levanté y puse mis brazos alrededor de Eltrant, abrazándolo amistósamente. -Oh dios mio, esto es horrible. Odio tu armadura.- me quejé. Seguramente ni siquiera podía notarlo con esa cosa puesta. Pero el mensaje se entendía. Me separé y volví a sentarme. -En fin... gracias, Elt. Eres el mejor héroe que podría pedir como amigo.- Aquello sonaba raro. Que mal se me daba eso.
-Bueno...- dije, pensando en lo que había sucedido en las últimas semanas. -Mi grupo y yo... ahora tenemos un nombre. Los Nómadas. Y basicamente...- esbocé una mueca. Era un tema un poco serio para continuar después de un abrazo. -Estoy armando una revolución, Eltrant. Las cosas no pueden seguir así. La gente no puede estar muriendo de esta forma mientras la gente con poder lo ignora.- dije, bajando la mirada hasta Brillo. -Como con la plaga.
-Sabes que odio a la nobleza. No voy a justificarlo para darme superioridad moral. El motivo por el que los odio y la idea tras la revolución son cosas distintas. Pero eso no importa. Hay demasiada gente que no tiene lugar en Aerandir.- declaré. -...Yo les daré un sitio. Reclamar la sociedad que merecemos... de la forma que haga falta.- Me había vuelto completamente serio. Aquello distaba mucho de ser una broma. Aquello era una causa. -No espero que te unas. Tienes otros ideales, y los admiro. Pero la oferta siempre está abierta. No todos los que se nos unen actúan. Como he dicho, algunos solo quieren un lugar. Una familia.-
Me callé. La bruja había vuelto, interrumpiendo groseramente nuestra conversación y dirigiendose directa hacia Eltrant. Me levanté. Había algo en su caminar que no me gustaba.
Y entonces llegó el grito. Saqué mi espada de la tierra y la interpuse entre la mujer y yo, casi instintivamente. Una corriente de aire se dirigió hacia mi... y fue devorada por mi espada. Una pequeña brisa empezó a emanar continuamente de la hoja. Salté de mi sitio, evitando el disparo con un buen margen y colocando distancia entra la bruja y yo. Sabía que no podía fiarme de gente con nombres así.
-¿Eres suicida, o simplemente idiota?- gruñí. La mujer le estaba dando una reprimenda a Eltrant. ¿Que demonios tenía en la cabeza? Esa arrogancia... era la clase de cosa que menos soportaba de los nobles. Estaba mirando a la persona equivocada. Alguien iba a tener que bajarle los humos. -Sabes, apuntarme con un arma... suele ser mala idea.- dije, alzando a Brillo. La espada descendió con un tajo vertical, y una onda de energía verde salió volando hacia la bruja, levantando un fuerte viento a su paso. -¡VAMOS A JUGAR, ZORRA! ¡VAS A VER LO MUCHO QUE TE NECESITAMOS!- exclamé, saltando hacia la arboleda.
No sabía que le había pasado en la cabeza para que se volviese así. Pero no importaba. Iba a ponerle fin.
Usada habilidad de nivel 1: Corte de energía
Brillo adquiere daño elemental de viento por 3 turnos.
Además, no había muchas recetas que usasen costillas de elfo.
Clavé la espada en la tierra enfrente de mi, repasando distraidamente las runas. Era curioso lo serio que sonaba el humano. A veces casi demostraba tener carisma. Las miradas alternaron entre él, la bruja de nombre absurdo, y la elfa. Me resultaba algo reconfortante el quedarme a un lado. Que lo solucionasen entre ellos. Debía ser así como se sentía Syl a veces. Sonreí, recordando al gato. Tenía que haberle traído. Si hubiese sabido que se formaría un grupo de ese tamaño, lo habría hecho.
Tras un rato, resolvieron el asunto. La elfa había decidido hablar con la bruja. Chasqueé la lengua. "Guerrera fuerte." Eso era que no me había visto masacrar a sus amigos. Fuera como fuese, Eltrant se sentó a mi lado. Agité la cola ligeramente, aún sin darme cuenta.
-Ah, si. Cólera, lepra, gangrena... y la gota. Y escorbuto.- dije, recitando todas las enfermedades que se me ocurrían. -Pero ya estoy mejor.- sonreí. Estaba bastante seguro de que mi raza era inmune a al menos un par de ellas. Bostecé y me relamí. Aún tenía rastros de esa fruta estrella en torno a los labios. -No sé de que hablas, yo siempre tengo cuidado...- respondí, mirándolo de reojo.
Me quedé pensando. Realmente se preocupaba por mi. Era curioso. Nuestra amistad había comenzado con un puñetazo. No. Con un juicio para ejecutarme. Sin embargo, me mantuve escuchando al humano.
-Creía que Lyn te estaba controlando o algo. No se me ocurría otra forma de verte con eso.- dije. Pero mis pensamientos volvieron a algo. No sería raro. Elt era como familia. Suspiré. Mejor hacerlo que quedarme con la duda. Me levanté y puse mis brazos alrededor de Eltrant, abrazándolo amistósamente. -Oh dios mio, esto es horrible. Odio tu armadura.- me quejé. Seguramente ni siquiera podía notarlo con esa cosa puesta. Pero el mensaje se entendía. Me separé y volví a sentarme. -En fin... gracias, Elt. Eres el mejor héroe que podría pedir como amigo.- Aquello sonaba raro. Que mal se me daba eso.
-Bueno...- dije, pensando en lo que había sucedido en las últimas semanas. -Mi grupo y yo... ahora tenemos un nombre. Los Nómadas. Y basicamente...- esbocé una mueca. Era un tema un poco serio para continuar después de un abrazo. -Estoy armando una revolución, Eltrant. Las cosas no pueden seguir así. La gente no puede estar muriendo de esta forma mientras la gente con poder lo ignora.- dije, bajando la mirada hasta Brillo. -Como con la plaga.
-Sabes que odio a la nobleza. No voy a justificarlo para darme superioridad moral. El motivo por el que los odio y la idea tras la revolución son cosas distintas. Pero eso no importa. Hay demasiada gente que no tiene lugar en Aerandir.- declaré. -...Yo les daré un sitio. Reclamar la sociedad que merecemos... de la forma que haga falta.- Me había vuelto completamente serio. Aquello distaba mucho de ser una broma. Aquello era una causa. -No espero que te unas. Tienes otros ideales, y los admiro. Pero la oferta siempre está abierta. No todos los que se nos unen actúan. Como he dicho, algunos solo quieren un lugar. Una familia.-
Me callé. La bruja había vuelto, interrumpiendo groseramente nuestra conversación y dirigiendose directa hacia Eltrant. Me levanté. Había algo en su caminar que no me gustaba.
Y entonces llegó el grito. Saqué mi espada de la tierra y la interpuse entre la mujer y yo, casi instintivamente. Una corriente de aire se dirigió hacia mi... y fue devorada por mi espada. Una pequeña brisa empezó a emanar continuamente de la hoja. Salté de mi sitio, evitando el disparo con un buen margen y colocando distancia entra la bruja y yo. Sabía que no podía fiarme de gente con nombres así.
-¿Eres suicida, o simplemente idiota?- gruñí. La mujer le estaba dando una reprimenda a Eltrant. ¿Que demonios tenía en la cabeza? Esa arrogancia... era la clase de cosa que menos soportaba de los nobles. Estaba mirando a la persona equivocada. Alguien iba a tener que bajarle los humos. -Sabes, apuntarme con un arma... suele ser mala idea.- dije, alzando a Brillo. La espada descendió con un tajo vertical, y una onda de energía verde salió volando hacia la bruja, levantando un fuerte viento a su paso. -¡VAMOS A JUGAR, ZORRA! ¡VAS A VER LO MUCHO QUE TE NECESITAMOS!- exclamé, saltando hacia la arboleda.
No sabía que le había pasado en la cabeza para que se volviese así. Pero no importaba. Iba a ponerle fin.
_______________________________________________________________________
Usada habilidad de nivel 3: AbsorberUsada habilidad de nivel 1: Corte de energía
Brillo adquiere daño elemental de viento por 3 turnos.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Se atusó la barba mientras escuchaba el nuevo rumbo que había tomado la banda del lobo.
¿Primero un abrazo y ahora aquello? Estaba descubriendo algunas facetas de Asher que creía no llegar a ver en su vida, y quizás en varias de las siguientes. Era interesante, como Huracán, el can podía mostrarse ligeramente distante con los desconocidos, pero una persona totalmente distinta cuando la conocías de verdad.
Contempló como Huracán volvía de su interrogatorio. La mujer tenía cara de pocos amigos, como de costumbre, le dedicó una sonrisa y, mientras aguardaba a que su compañera se acercase, se cruzó de brazos.
No esperaba el rodillazo que le propinó. Frunció el ceño y retrocedió un par de pasos, llevándose la mano hasta el metal que protegía su vientre. ¿A qué se supone que venía aquello? Apretó los dientes justo cuando después la mujer lanzó una bocanada de aire contra Asher y le disparó segundos después con su arma de mano.
¿Es que se había vuelto loca?
- ¿¡Me he cargado a la familia de esa elfa?! – preguntó, prácticamente gritando, Asher estaba en pie de guerra, le sujetó por el hombro instantes después de que este lanzase el corte luminoso que acostumbraba a lanzar, esperaba que no fuese a más, tenía que detenerles. – Espérate un momento. – dijo al can apenas con un hilo de voz, esperando que este dejase de atacar.
No quería que las cosas escalasen más de los necesario. Aunque estaba enfadado, mucho, había tolerado muchas cosas a Huracán. ¿Pero aquello? ¿Qué les atacase sin más? La arrogancia que podía tolerar tenía un límite.
- ¿¡Te refieres a esos que han cubierto mi armadura de flechas!? – inquirió a continuación avanzando un par de pasos, posicionándose frente al lobo, a varios metros de la bruja. La confusión que había nublado sus pensamientos estaba convirtiéndose en ira, lo cual no facilitaba muchos las cosas.
Estalló, no pudo evitarlo.
– ¿¡O a los que han matado a personas por qué han hecho sus casas de madera!? – gritó a continuación, con el ceño fruncido. - ¿Estás hablando de los que adoran a un ser que MATA a todo lo que se aproxima a este bosque? ¿Esos que me han seguido atacando aun cuando le he cortado los dos brazos a uno? – apretó los ambos puños. - ¡A cabezazos! – Alzó el yelmo, cubierto de sangre. - Es eso, ¿verdad? - esbozó una sonrisa ironica.
Impartir justicia a base de mandoble tenía la desfachatez de decirle aquella mujer que había aceptado matar a Lyn sin siquiera pensar en la persona que había tras la recompensa, le temblaban las piernas.
- ¡Yo no he empezado esta pelea! – El elfo herido que estaba a su lado dejó escapar un quejido, Eltrant lo ignoró. Podía haber ejecutado a aquel pobre imbecil y no lo había hecho. - ¿¡Es que no han matado ellos familias?! – vociferó – ¡Si tan tristes están por sus muertos que se atengan a las malditas consecuencias de sus actos como hacemos los demás! – sentenció. - ¡Nos han recibido apuntándonos con arcos! Y los han usado bastante bien, tengo que decir. – Extendió los brazos, haciendo hincapié en el centenar de flechas que había a su alrededor.
¿Desde cuando Huracán era una adalid de la moralidad?
- ¡Maestra Cazadora! – dejó escapar una carcajada cuando Huracán, como de costumbre, se llamó a si mismo de aquella forma. Dio varias palmadas, cortas, el sonido del metal de sus guanteletes resonó en el lugar, se alzó sobre las copas de los árboles, haciendo honores al nombre de la bruja. – Se me olvidaba. Estoy ante la gran y humilde Anastasia Boisson. – se acercó varios pasos más y la señaló directamente – No te he obligado a venir. – dijo apretando los dientes, tensando la mandibula – Tampoco pretendo que seas una maldita heroína. – Entrecerró los ojos y se acercó un poco más. – Pero no me vengas con ese tipo de cosas. Voy a matar a un monstruo gigante. Eso es todo. Si estos elfos creen que pueden seguir protegiendo a un ser que mata por placer están muy equivocados. ¿O es que te piensas que las caravanas que iban al norte solo iban cargadas de humanos? – se colocó prácticamente a un palmo de ella.
Era consciente de que probablemente muchos de los muertos en aquel bosque no eran precisamente héroes, mercenarios que disfrutarían matando a aquellas personas probablemente.Pero la manera en la que Huracán había comparado aquella tribu de fanáticos con mercaderes y viajeros le había sacado de sus casillas. ¿Qué le habría dicho la elfa para que esta viniese de aquel modo? ¿Qué estaban haciendo muebles de sus árboles y por eso tenían todo el derecho del mundo a matar a todos? Sonrió amargamente.
- …tú tienes menos derecho que nadie a criticar mis decisiones, Huracán. – aseveró - Sobre todo, por qué casi le atraviesas la cabeza a Asher para demostrar lo “horrible” que es venir conmigo.
Se quedó quieto, durante unos minutos, mirándola sin parpadear. Sentía la imperiosa necesidad de volver a golpearle en la cara, también se sentía profundamente insultado.
Pensaba que Huracán estaba mejor, más asentada a la tierra, pero al parecer el título de Maestra Cazadora le venía grande. Jules sería alguien más indicado para llevar la hermandad. A diferencia de Cassandra y Huracán este aparentaba ser mentalmente estable.
- Si tan difícil te es ayudar a un amigo puedes marcharte ya, Maestra Cazadora. – masculló en voz algo más baja, pero sin perder la seriedad – Me voy al norte, con tu ayuda o sin ella. Eres libre de irte si quieres. – Eltrant se giró sobre sí mismo y, según se alejaba de la mujer, asintió amistosamente al brujo de fuego. Menos mal que estaba él ahí; Jules podía ser muchas cosas, pero tenía una paciencia infinita con Anastasia y era capaz de “controlarla”. Algo que él había creído poder hacer aquel momento.
Antes de perderse entre los árboles se giró un último momento a mirar a los presentes. Debería haber sabido que no era buena idea formar aquel grupo, ni siquiera él tenía la capacidad para mantenerlos a todos serenos.
De todos modos, era de esperar, casi como una de esas fórmulas alquímicas que llevaba la bruja consigo, una pequeña grieta en el frasco y se liberaba todo de golpe.
Necesitaba estar solo. Era consciente de que sus ideales no eran los mismos que los de los demás, pero él seguía intentándolo todo para que no acabasen las distintas trifulcas con las que se cruzaba con muertos. Ahora, encima, una amiga cercana le culpaba por defenderse de un grupo de arqueros elficos.
- Déjalo… estar, Asher… – dijo al final suspirando, cansado, indicandole al perro que envainase su espada. – Déjalo estar. – añadió enseguida, mirando a Huracán, se pasó la mano por el pelo y cerró los ojos unos instantes. ¿Por qué su relación con ella tan rematadamente unilateral? Le gustaba pensar que muchas de las cosas que decía no iban en serio, pero no dejaban de doler por ello, Lyn al menos le dedicaba palabras de afecto de vez en cuando.
– El día en el que vuelvas a apuntar con una de esas cosas a mi o a alguno de mis compañeros. – señaló a la ballesta de mano de la bruja, realizando el mismo gesto que había para que Asher guardase su arma - … te darás cuenta de que no conviene menospreciarme. – sentenció antes de perderse entre varios arbustos, caminando directamente hacia el norte. – …Y de que te hacen falta más flechas.
Necesitaba una copa.
¿Primero un abrazo y ahora aquello? Estaba descubriendo algunas facetas de Asher que creía no llegar a ver en su vida, y quizás en varias de las siguientes. Era interesante, como Huracán, el can podía mostrarse ligeramente distante con los desconocidos, pero una persona totalmente distinta cuando la conocías de verdad.
Contempló como Huracán volvía de su interrogatorio. La mujer tenía cara de pocos amigos, como de costumbre, le dedicó una sonrisa y, mientras aguardaba a que su compañera se acercase, se cruzó de brazos.
No esperaba el rodillazo que le propinó. Frunció el ceño y retrocedió un par de pasos, llevándose la mano hasta el metal que protegía su vientre. ¿A qué se supone que venía aquello? Apretó los dientes justo cuando después la mujer lanzó una bocanada de aire contra Asher y le disparó segundos después con su arma de mano.
¿Es que se había vuelto loca?
- ¿¡Me he cargado a la familia de esa elfa?! – preguntó, prácticamente gritando, Asher estaba en pie de guerra, le sujetó por el hombro instantes después de que este lanzase el corte luminoso que acostumbraba a lanzar, esperaba que no fuese a más, tenía que detenerles. – Espérate un momento. – dijo al can apenas con un hilo de voz, esperando que este dejase de atacar.
No quería que las cosas escalasen más de los necesario. Aunque estaba enfadado, mucho, había tolerado muchas cosas a Huracán. ¿Pero aquello? ¿Qué les atacase sin más? La arrogancia que podía tolerar tenía un límite.
- ¿¡Te refieres a esos que han cubierto mi armadura de flechas!? – inquirió a continuación avanzando un par de pasos, posicionándose frente al lobo, a varios metros de la bruja. La confusión que había nublado sus pensamientos estaba convirtiéndose en ira, lo cual no facilitaba muchos las cosas.
Estalló, no pudo evitarlo.
– ¿¡O a los que han matado a personas por qué han hecho sus casas de madera!? – gritó a continuación, con el ceño fruncido. - ¿Estás hablando de los que adoran a un ser que MATA a todo lo que se aproxima a este bosque? ¿Esos que me han seguido atacando aun cuando le he cortado los dos brazos a uno? – apretó los ambos puños. - ¡A cabezazos! – Alzó el yelmo, cubierto de sangre. - Es eso, ¿verdad? - esbozó una sonrisa ironica.
Impartir justicia a base de mandoble tenía la desfachatez de decirle aquella mujer que había aceptado matar a Lyn sin siquiera pensar en la persona que había tras la recompensa, le temblaban las piernas.
- ¡Yo no he empezado esta pelea! – El elfo herido que estaba a su lado dejó escapar un quejido, Eltrant lo ignoró. Podía haber ejecutado a aquel pobre imbecil y no lo había hecho. - ¿¡Es que no han matado ellos familias?! – vociferó – ¡Si tan tristes están por sus muertos que se atengan a las malditas consecuencias de sus actos como hacemos los demás! – sentenció. - ¡Nos han recibido apuntándonos con arcos! Y los han usado bastante bien, tengo que decir. – Extendió los brazos, haciendo hincapié en el centenar de flechas que había a su alrededor.
¿Desde cuando Huracán era una adalid de la moralidad?
- ¡Maestra Cazadora! – dejó escapar una carcajada cuando Huracán, como de costumbre, se llamó a si mismo de aquella forma. Dio varias palmadas, cortas, el sonido del metal de sus guanteletes resonó en el lugar, se alzó sobre las copas de los árboles, haciendo honores al nombre de la bruja. – Se me olvidaba. Estoy ante la gran y humilde Anastasia Boisson. – se acercó varios pasos más y la señaló directamente – No te he obligado a venir. – dijo apretando los dientes, tensando la mandibula – Tampoco pretendo que seas una maldita heroína. – Entrecerró los ojos y se acercó un poco más. – Pero no me vengas con ese tipo de cosas. Voy a matar a un monstruo gigante. Eso es todo. Si estos elfos creen que pueden seguir protegiendo a un ser que mata por placer están muy equivocados. ¿O es que te piensas que las caravanas que iban al norte solo iban cargadas de humanos? – se colocó prácticamente a un palmo de ella.
Era consciente de que probablemente muchos de los muertos en aquel bosque no eran precisamente héroes, mercenarios que disfrutarían matando a aquellas personas probablemente.Pero la manera en la que Huracán había comparado aquella tribu de fanáticos con mercaderes y viajeros le había sacado de sus casillas. ¿Qué le habría dicho la elfa para que esta viniese de aquel modo? ¿Qué estaban haciendo muebles de sus árboles y por eso tenían todo el derecho del mundo a matar a todos? Sonrió amargamente.
- …tú tienes menos derecho que nadie a criticar mis decisiones, Huracán. – aseveró - Sobre todo, por qué casi le atraviesas la cabeza a Asher para demostrar lo “horrible” que es venir conmigo.
Se quedó quieto, durante unos minutos, mirándola sin parpadear. Sentía la imperiosa necesidad de volver a golpearle en la cara, también se sentía profundamente insultado.
Pensaba que Huracán estaba mejor, más asentada a la tierra, pero al parecer el título de Maestra Cazadora le venía grande. Jules sería alguien más indicado para llevar la hermandad. A diferencia de Cassandra y Huracán este aparentaba ser mentalmente estable.
- Si tan difícil te es ayudar a un amigo puedes marcharte ya, Maestra Cazadora. – masculló en voz algo más baja, pero sin perder la seriedad – Me voy al norte, con tu ayuda o sin ella. Eres libre de irte si quieres. – Eltrant se giró sobre sí mismo y, según se alejaba de la mujer, asintió amistosamente al brujo de fuego. Menos mal que estaba él ahí; Jules podía ser muchas cosas, pero tenía una paciencia infinita con Anastasia y era capaz de “controlarla”. Algo que él había creído poder hacer aquel momento.
Antes de perderse entre los árboles se giró un último momento a mirar a los presentes. Debería haber sabido que no era buena idea formar aquel grupo, ni siquiera él tenía la capacidad para mantenerlos a todos serenos.
De todos modos, era de esperar, casi como una de esas fórmulas alquímicas que llevaba la bruja consigo, una pequeña grieta en el frasco y se liberaba todo de golpe.
Necesitaba estar solo. Era consciente de que sus ideales no eran los mismos que los de los demás, pero él seguía intentándolo todo para que no acabasen las distintas trifulcas con las que se cruzaba con muertos. Ahora, encima, una amiga cercana le culpaba por defenderse de un grupo de arqueros elficos.
- Déjalo… estar, Asher… – dijo al final suspirando, cansado, indicandole al perro que envainase su espada. – Déjalo estar. – añadió enseguida, mirando a Huracán, se pasó la mano por el pelo y cerró los ojos unos instantes. ¿Por qué su relación con ella tan rematadamente unilateral? Le gustaba pensar que muchas de las cosas que decía no iban en serio, pero no dejaban de doler por ello, Lyn al menos le dedicaba palabras de afecto de vez en cuando.
– El día en el que vuelvas a apuntar con una de esas cosas a mi o a alguno de mis compañeros. – señaló a la ballesta de mano de la bruja, realizando el mismo gesto que había para que Asher guardase su arma - … te darás cuenta de que no conviene menospreciarme. – sentenció antes de perderse entre varios arbustos, caminando directamente hacia el norte. – …Y de que te hacen falta más flechas.
Necesitaba una copa.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Eltrant no se tomó demasiado bien mi intervención. Sabía perfectamente la manera de la que nos habían recibido los elfos. Yo lo había experimentado también de primera mano. Le dejé terminar su discurso y me crucé de brazos, no retrocediendo un solo milímetro cuando se pegó a mí. – ¿Acaso sabes las motivaciones de esos elfos para hacerlo? Porque yo sí. He hablado con la elfa. – le respondí. – Yo mejor que nadie sé lo que es perder seres queridos por malos entendidos y conflictos sin sentido. Sólo trato de evitar que otros pasen por lo mismo, ¿tan malvada soy por ello? – pregunté haciendo un gesto de cuestión con los brazos. – ¿Qué solucionas tú cargándote a la bestia? Cobrar unos aeros. Porque luego atacarán los elfos, y estaremos en las mismas. Al menos yo les he dado esperanza y no me dedico a exterminar a los de un bando. Se aniquila a la bestia, los humanos les dejan en paz, y cesan los ataques de unos y otros. – Me expliqué. Luego me saltó con el disparo a Asher. ¡Por favor! Si no le había disparado a él. ¿De verdad cree que soy tan mala tiradora como para “fallar” más de diez centímetros? - El tiro a Asher estaba perfectamente medido. Veo cómo actúa Asher. ¿Crees que me iba a dejar hablar contigo? Si quisiera herir, lo habría hecho de otra manera.– Y es que si quisiera disparar en condiciones, lo habría hecho con otra arma y sin que me viesen. Todo cuanto buscaba era expresar mi enfado por la situación.
Asher sí que parecía habérselo tomado peor. Lo miré. Me estaba insultando e incluso había alzado su espada contra mí. - ¿Qué haces? – Pregunté. Y es que él, a diferencia de mí, no iba a advertir, sino a atacar a muerte. - ¡Eh! – grité cuando el hombre bestia alzó una fuerte onda verde contra mí. Estiré ambas manos e interpuse una fuerte corriente de aire en medio para tratar de detenerla. Haciéndome retroceder unos pasos atrás cuando estas chocaron.
Eso sí que había ido a hacer daño. Miré a Asher incrédula. Era inaudito. Ni siquiera me habían preguntado y ya se habían alzado contra mí. Estaba claro que a aquellos dos lo único que les importaba era cobrar su recompensa. Sin importar a quien hubiera que llevarse por delante. – ¡Me has insultado! ¡Me has atacado! ¿De verdad merezco esto? - Podría seguirle el combate. Aquel perro bravucón era lo que buscaba. Pero no era mi intención ni mucho menos combatir contra un “amigo” de Eltrant. Miré al mercenario, que trataba de decirle al otro que se detuviera, aunque no sin mucho efecto. – Si vine por algo, fue por ayudar a alguien que tenía por amigo. ¿Ya no recuerdas todo lo que hemos vivido juntos? – pregunté, retrocediendo y mirándolo, aunque sin perder de vista de vez en cuando la posición en la que estaba Asher. Por si intentaba algo de nuevo. – Te tenía por alguien con principios. Que no mataba porque sí. O eso creí desde lo del banco. Pero veo que no te interesa escucharme. Es más sencillo juzgarme por mi manera de expresarme. Si echas la vista atrás, verás que siempre te he ayudado. Y tú siempre te has terminado poniendo en mi contra. – Me estaba doliendo bastante lo que decía. Tenía a Eltrant por un amigo. Le tenía por alguien con más cabeza. Más sereno y pensante. Me había equivocado. Sólo era un mercenario a sueldo del mejor postor. – Pues muchas gracias, Eltrant. No temas. Quédate con tu hombre perro. Por mi parte no os molestaré más. – concluí.
Apoyé entonces mi mano en el suelo y me envolví en una corriente de humo negro para que al hombre bestia no se le ocurriese volver a atacarme. Moviéndome rápido para desaparecer entre los arbustos.
-¡No! ¡Huracán! – gritó Jules tratando de detener la nube de sombras que se movía en dirección al interior del bosque. - ¡Huracán! Espera… - siguió. – Por favor. – se arrodilló y bajó el tono de voz. – Oh, Joder. – se maldijo el cazador, de rodillas. Llevándose los dedos al entrecejo, reflexivo.
Jules era, quizás, el que mejor me entendía. Él siempre me había ayudado. Adoptado una postura neutra hacia mi carácter. Quizás era la persona que más me ayudaba a madurar. Y es que, muchas veces, no sabía qué haría sin él.
Pese a que Asher se había alzado contra ella. El cazador prefirió no decir nada. Su reacción podía llegar entendible para el brujo, ya que el perro no mantenía relación alguna con las cazadores. Sin embargo, no le había gustado la reacción de Eltrant. Llegó a la altura donde se encontraban bestia y humano y, cabizbajo, continuó caminando. – Sé que Huracán no es la mejor comunicadora. Y os pido disculpas en su nombre por su reacción. – pidió calmado. Era raro ver a Jules así de serio. – Pero entended que ha sufrido mucho últimamente. Ha visto cómo su vida dio un vuelco completo. Ha perdido a toda su familia en una batalla. Ha vagado sin rumbo durante meses, tratando de encontrarse a sí misma. – describió el brujo tranquilo. - Ella, mejor que nadie sabe lo que es perder a seres queridos por causas estúpidas. – explicó. El brujo había viajado mucho con la bruja, y sabía que, pese a lo nerviosa que era por sus genes, su corazón siempre escondía algo bueno. - Y Eltrant, lo único que quería era buscar un punto de paz entre humanos y elfos. No la has comprendido. Y lejos de apoyarla o pedirle explicaciones, te has puesto en su contra. – explicó. - No lo critico. Su acción y sus palabras están ahí. Pero si verdaderamente eres su amigo lo mínimo que tendrías que haber hecho es comprenderla. A fin de cuentas, vino aquí a por ti.
El brujo negó varias veces con la cabeza. Preocupado en lo que habían derivado los acontecimientos. Y pensando qué sería de mí ahora. Si seguía con hombre bestia y humano era única y exclusivamente porque se había comprometido y, en parte, entendía la postura de los otros dos. Jules podía tener cosas malas, pero quizás era el más sensato de los cazadores.
–En fin, ¿vamos a por la bestia? - cambió de tema, tratando de mantener su característico sentido del humor.
*Nivel 4: Tinte sombrío de los Boisson
Asher sí que parecía habérselo tomado peor. Lo miré. Me estaba insultando e incluso había alzado su espada contra mí. - ¿Qué haces? – Pregunté. Y es que él, a diferencia de mí, no iba a advertir, sino a atacar a muerte. - ¡Eh! – grité cuando el hombre bestia alzó una fuerte onda verde contra mí. Estiré ambas manos e interpuse una fuerte corriente de aire en medio para tratar de detenerla. Haciéndome retroceder unos pasos atrás cuando estas chocaron.
Eso sí que había ido a hacer daño. Miré a Asher incrédula. Era inaudito. Ni siquiera me habían preguntado y ya se habían alzado contra mí. Estaba claro que a aquellos dos lo único que les importaba era cobrar su recompensa. Sin importar a quien hubiera que llevarse por delante. – ¡Me has insultado! ¡Me has atacado! ¿De verdad merezco esto? - Podría seguirle el combate. Aquel perro bravucón era lo que buscaba. Pero no era mi intención ni mucho menos combatir contra un “amigo” de Eltrant. Miré al mercenario, que trataba de decirle al otro que se detuviera, aunque no sin mucho efecto. – Si vine por algo, fue por ayudar a alguien que tenía por amigo. ¿Ya no recuerdas todo lo que hemos vivido juntos? – pregunté, retrocediendo y mirándolo, aunque sin perder de vista de vez en cuando la posición en la que estaba Asher. Por si intentaba algo de nuevo. – Te tenía por alguien con principios. Que no mataba porque sí. O eso creí desde lo del banco. Pero veo que no te interesa escucharme. Es más sencillo juzgarme por mi manera de expresarme. Si echas la vista atrás, verás que siempre te he ayudado. Y tú siempre te has terminado poniendo en mi contra. – Me estaba doliendo bastante lo que decía. Tenía a Eltrant por un amigo. Le tenía por alguien con más cabeza. Más sereno y pensante. Me había equivocado. Sólo era un mercenario a sueldo del mejor postor. – Pues muchas gracias, Eltrant. No temas. Quédate con tu hombre perro. Por mi parte no os molestaré más. – concluí.
Apoyé entonces mi mano en el suelo y me envolví en una corriente de humo negro para que al hombre bestia no se le ocurriese volver a atacarme. Moviéndome rápido para desaparecer entre los arbustos.
-¡No! ¡Huracán! – gritó Jules tratando de detener la nube de sombras que se movía en dirección al interior del bosque. - ¡Huracán! Espera… - siguió. – Por favor. – se arrodilló y bajó el tono de voz. – Oh, Joder. – se maldijo el cazador, de rodillas. Llevándose los dedos al entrecejo, reflexivo.
Jules era, quizás, el que mejor me entendía. Él siempre me había ayudado. Adoptado una postura neutra hacia mi carácter. Quizás era la persona que más me ayudaba a madurar. Y es que, muchas veces, no sabía qué haría sin él.
Pese a que Asher se había alzado contra ella. El cazador prefirió no decir nada. Su reacción podía llegar entendible para el brujo, ya que el perro no mantenía relación alguna con las cazadores. Sin embargo, no le había gustado la reacción de Eltrant. Llegó a la altura donde se encontraban bestia y humano y, cabizbajo, continuó caminando. – Sé que Huracán no es la mejor comunicadora. Y os pido disculpas en su nombre por su reacción. – pidió calmado. Era raro ver a Jules así de serio. – Pero entended que ha sufrido mucho últimamente. Ha visto cómo su vida dio un vuelco completo. Ha perdido a toda su familia en una batalla. Ha vagado sin rumbo durante meses, tratando de encontrarse a sí misma. – describió el brujo tranquilo. - Ella, mejor que nadie sabe lo que es perder a seres queridos por causas estúpidas. – explicó. El brujo había viajado mucho con la bruja, y sabía que, pese a lo nerviosa que era por sus genes, su corazón siempre escondía algo bueno. - Y Eltrant, lo único que quería era buscar un punto de paz entre humanos y elfos. No la has comprendido. Y lejos de apoyarla o pedirle explicaciones, te has puesto en su contra. – explicó. - No lo critico. Su acción y sus palabras están ahí. Pero si verdaderamente eres su amigo lo mínimo que tendrías que haber hecho es comprenderla. A fin de cuentas, vino aquí a por ti.
El brujo negó varias veces con la cabeza. Preocupado en lo que habían derivado los acontecimientos. Y pensando qué sería de mí ahora. Si seguía con hombre bestia y humano era única y exclusivamente porque se había comprometido y, en parte, entendía la postura de los otros dos. Jules podía tener cosas malas, pero quizás era el más sensato de los cazadores.
–En fin, ¿vamos a por la bestia? - cambió de tema, tratando de mantener su característico sentido del humor.
*Nivel 4: Tinte sombrío de los Boisson
Anastasia Boisson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 627
Nivel de PJ : : 7
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Eltrant se colocó delante de mi, haciendome un gesto para que me detuviese. Solté un gruñido quedo, pero bajé ligeramente la espada. La bruja no parecía querer una pelea. Lástima.
-No apuntes con un arma salvo que quieras usarla...- dije, mirándola de reojo. No importaba. Eltrant parecía mucho más enfadado que yo. Al parecer tenían historia entre los dos... y se estaba volviendo en una discusión que no me incluía, pese al disparo de ballesta. Enfundé mi espada, aún manteniéndome en guardia, pero me quedé atrás. Eso parecía algo personal, entre ellos dos. Conocía a Eltrant lo suficiente para saber que no quería que interviniese. Suspiré, dejando escapar parte de la tensión.
Pero si volvía a atacar, no me detendría tan fácilmente.
No fue necesario. La bruja decidió desaparecer, envolviendose en una cortina de humo. Arqueé una ceja. Oh, no. Humo. Que tenebroso. Miré a Eltrant, pero el humano también se estaba alejando en dirección contraria. Aceleré el paso hasta alcanzarle, y le puse una mano en el hombro.
-Y creias que mis salidas eran dramáticas...- bromeé. -Tranquilo, Elt. Estoy contigo.- Nunca había visto al humano tan enfadado. Cada vez que le había dado un buen motivo para enfurecerse, simplemente se había puesto serio. No estaba del todo seguro de como reaccionar.
Fue entonces cuando el otro brujo intervino. Suspiré de nuevo. Esperaba que se hubiese ido con la mujer. Aquello no lo estaba mejorando: Jules se había puesto de su parte. Al menos no lo estaba demostrando a base de ballesta. Mostré ligeramente los dientes.
-Dale un respiro.- dije, mirando a la espalda de Eltrant. -Todos tenemos problemas personales. Eso no justifica el ponerse a atacar sin motivo. Y menos a gente que acaba de luchar junto a ella. Las motivaciones de alguien importan más bien poco cuando te están disparando... y eso también va por los elfos.- declaré, frunciendo el ceño. -Tener una familia no te hace buena persona de repente. Si han estado matando gente, son una amenaza. Bueno. Eran.- continué, encogiéndome de hombros. Jules no parecía mal tipo. Al menos era relativamente neutral, así que traté de no mostrarme demasiado hostil. -Da igual. Podemos discutir esto cuando matemos a esa cosa. Seguidme.- ordené, tomando la delantera y cambiando ligeramente de dirección.
Si había calculado bien, había colocado mi trampa a un tiro de piedra de la guarida. Un tiro de piedra largo, por supuesto: no sabía donde estaba exactamente, pero había conseguido acercarme lo suficiente. Había un pantano cerca... tal vez ese fuese el lugar donde vivía. Si se hundía en el agua de las partes profundas, sería dificil de encontrar. No tardamos más que unos minutos en llegar a una zona relativamente despejada de árboles. Y allí, en un extremo, se encontraba mi creación.
Un enorme glifo de tres metros de radio se encontraba en el suelo, destacando entre la hierba con su color azul. Era el arduo trabajo de un día y medio de preparación, y al menos una semana de investigación y lectura.
-Aquí está. La Gran Runa Glacial. Está casi preparada. Pero no toquéis el polvo azul. No queremos que algo salga mal, ¿eh?- dije, esbozando una sonrisa orgullosa. Saqué una de las frutas estrella de la bolsa con una "A" inscrita en mi cinturón y me acerqué al centro de la runa, con cuidado de no pisar ninguno de los trazos del dibujo. Exprimí el fruto, dejando caer una pequeña cantidad de jugo en el centro del círculo. Una sección empezó a iluminarse como respuesta, volviéndose brillante durante unos segundos, y atenuándose poco después. -Vale. Ahora, en cuanto algo de trescientos kilos o más toque la parte principal... bueno, ya veréis. Os va a encantar. Pero tened cuidado... sobre todo tú, Eltrant. Que te he visto comer.- sonreí, retrocediendo.
-Solo falta un detalle... tenemos que traerla hasta aquí. Lo ideal sería usar alguna clase de cebo, pero...- me encogí de hombros. -Por lo que sé, sólo come humanos o animales grandes. Así que... bah, vamos a ahorrárnoslo. Elt. Héroe. Sabes perfectamente que no vas a dejar que nadie más haga de cebo, incluso si me ofreciese. ¿Estás por la labor?- pregunté, yendo directo al grano. Sabía que podía contar con él. Era casi una pregunta retórica. Además, con esa coraza, era probable que sobreviviese incluso si la serpiente se lo tragaba.
Pero me aseguré de no mencionar esa parte. Que igual se le ocurrian ideas estúpidas.
-Ah, por cierto... toma esto. Ten. Mucho. Cuidado. Si la rompes, ardes.- dije, sacando un pequeño contenedor de metal. Del interior, saqué una cantimplora de cristal, con un líquido rojizo dentro. Llevar esa cosa siempre me ponía nervioso, incluso con la protección exterior. -Literalmente. Arde al tocar el aire. Y arde mucho. Lánzasela a la boca, ya verás que bien le sienta.- expliqué, depositando la botella en sus manos. -Que más... si tienes algún problema, corre más deprisa.- concluí. Tampoco había muchas más opciones. Ese era todo el plan de caza que teníamos.
-Deberías buscar una posición buena para disparar.- le indiqué a Jules. Era raro tener a un ballestero cerca y que no fuese Syl, pero supuse que actuaría más o menos igual. Probablemente.
Prestado objeto Limitado: Poción de fuego concentrada
-No apuntes con un arma salvo que quieras usarla...- dije, mirándola de reojo. No importaba. Eltrant parecía mucho más enfadado que yo. Al parecer tenían historia entre los dos... y se estaba volviendo en una discusión que no me incluía, pese al disparo de ballesta. Enfundé mi espada, aún manteniéndome en guardia, pero me quedé atrás. Eso parecía algo personal, entre ellos dos. Conocía a Eltrant lo suficiente para saber que no quería que interviniese. Suspiré, dejando escapar parte de la tensión.
Pero si volvía a atacar, no me detendría tan fácilmente.
No fue necesario. La bruja decidió desaparecer, envolviendose en una cortina de humo. Arqueé una ceja. Oh, no. Humo. Que tenebroso. Miré a Eltrant, pero el humano también se estaba alejando en dirección contraria. Aceleré el paso hasta alcanzarle, y le puse una mano en el hombro.
-Y creias que mis salidas eran dramáticas...- bromeé. -Tranquilo, Elt. Estoy contigo.- Nunca había visto al humano tan enfadado. Cada vez que le había dado un buen motivo para enfurecerse, simplemente se había puesto serio. No estaba del todo seguro de como reaccionar.
Fue entonces cuando el otro brujo intervino. Suspiré de nuevo. Esperaba que se hubiese ido con la mujer. Aquello no lo estaba mejorando: Jules se había puesto de su parte. Al menos no lo estaba demostrando a base de ballesta. Mostré ligeramente los dientes.
-Dale un respiro.- dije, mirando a la espalda de Eltrant. -Todos tenemos problemas personales. Eso no justifica el ponerse a atacar sin motivo. Y menos a gente que acaba de luchar junto a ella. Las motivaciones de alguien importan más bien poco cuando te están disparando... y eso también va por los elfos.- declaré, frunciendo el ceño. -Tener una familia no te hace buena persona de repente. Si han estado matando gente, son una amenaza. Bueno. Eran.- continué, encogiéndome de hombros. Jules no parecía mal tipo. Al menos era relativamente neutral, así que traté de no mostrarme demasiado hostil. -Da igual. Podemos discutir esto cuando matemos a esa cosa. Seguidme.- ordené, tomando la delantera y cambiando ligeramente de dirección.
Si había calculado bien, había colocado mi trampa a un tiro de piedra de la guarida. Un tiro de piedra largo, por supuesto: no sabía donde estaba exactamente, pero había conseguido acercarme lo suficiente. Había un pantano cerca... tal vez ese fuese el lugar donde vivía. Si se hundía en el agua de las partes profundas, sería dificil de encontrar. No tardamos más que unos minutos en llegar a una zona relativamente despejada de árboles. Y allí, en un extremo, se encontraba mi creación.
Un enorme glifo de tres metros de radio se encontraba en el suelo, destacando entre la hierba con su color azul. Era el arduo trabajo de un día y medio de preparación, y al menos una semana de investigación y lectura.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-Aquí está. La Gran Runa Glacial. Está casi preparada. Pero no toquéis el polvo azul. No queremos que algo salga mal, ¿eh?- dije, esbozando una sonrisa orgullosa. Saqué una de las frutas estrella de la bolsa con una "A" inscrita en mi cinturón y me acerqué al centro de la runa, con cuidado de no pisar ninguno de los trazos del dibujo. Exprimí el fruto, dejando caer una pequeña cantidad de jugo en el centro del círculo. Una sección empezó a iluminarse como respuesta, volviéndose brillante durante unos segundos, y atenuándose poco después. -Vale. Ahora, en cuanto algo de trescientos kilos o más toque la parte principal... bueno, ya veréis. Os va a encantar. Pero tened cuidado... sobre todo tú, Eltrant. Que te he visto comer.- sonreí, retrocediendo.
-Solo falta un detalle... tenemos que traerla hasta aquí. Lo ideal sería usar alguna clase de cebo, pero...- me encogí de hombros. -Por lo que sé, sólo come humanos o animales grandes. Así que... bah, vamos a ahorrárnoslo. Elt. Héroe. Sabes perfectamente que no vas a dejar que nadie más haga de cebo, incluso si me ofreciese. ¿Estás por la labor?- pregunté, yendo directo al grano. Sabía que podía contar con él. Era casi una pregunta retórica. Además, con esa coraza, era probable que sobreviviese incluso si la serpiente se lo tragaba.
Pero me aseguré de no mencionar esa parte. Que igual se le ocurrian ideas estúpidas.
-Ah, por cierto... toma esto. Ten. Mucho. Cuidado. Si la rompes, ardes.- dije, sacando un pequeño contenedor de metal. Del interior, saqué una cantimplora de cristal, con un líquido rojizo dentro. Llevar esa cosa siempre me ponía nervioso, incluso con la protección exterior. -Literalmente. Arde al tocar el aire. Y arde mucho. Lánzasela a la boca, ya verás que bien le sienta.- expliqué, depositando la botella en sus manos. -Que más... si tienes algún problema, corre más deprisa.- concluí. Tampoco había muchas más opciones. Ese era todo el plan de caza que teníamos.
-Deberías buscar una posición buena para disparar.- le indiqué a Jules. Era raro tener a un ballestero cerca y que no fuese Syl, pero supuse que actuaría más o menos igual. Probablemente.
_________________________________________________________
Prestado objeto Limitado: Poción de fuego concentrada
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Gruñó en voz baja cuando Huracán se desvaneció en una nube de humo tras terminar de hacerse la digna. “¿De verdad me merezco esto?” Había preguntado, cerró ambos puños y respiró hondo.
- Encantadora, como siempre. – dijo en voz baja volviendo a reemprender el viaje. Huracán había decidido marcharse, no le extrañaba, después de todo estaba quejándose de aquello desde el mismo instante en el que se habían cruzado en la posada.
También le consideraba un mercenario a sueldo, por fin se lo había dicho en voz alta. Sonrió amargamente, era curioso, cuando se conocieron, cuando se vieron por primera vez, eso era lo que era. ¿Significaba que su relación con la bruja seguía estancada en la misma posición? Apenas unas horas atrás él, desde luego, habría jurado que no.
Su sonrisa se tornó en una genuina cuando el lobo se acercó y le mencionó que estaba con él. Teniendo en cuenta que Huracán le había disparado no era ninguna sorpresa. Ella diría que era “demasiado buena” como para fallar aquel disparo, pero era un hecho: básicamente había disparado al lobo.
Suspiró y, tras depositar su mano en el hombro, zarandeó a Asher amigablemente, haciendo, de algún modo, reciproca la afirmación del can. Él también le cubría las espaldas.
Comenzó a caminar a través de la espesura, dejando atrás el estrecho claro en el que habían discutido con Anastasia. Jules decidió acompañarles y, por la forma en la que miraba a Eltrant, no parecía conforme con la forma en la que el exmercenario había contestado a su amiga.
Se detuvo cuando el brujo termino de hablar, momento en el que Asher afirmó que debían de dejar aquel asunto de lado. Abrió los labios durante unos segundos, pensando que decir, y frunció el ceño.
- Ese es el problema Jules. Sí la he comprendido. Y estoy cansado de hacerlo – dijo Eltrant reemprendiendo la marcha, el brujo no era mala persona, pero no pudo evitar sonar un poco brusco con él, aunque no fuese principalmente su intención. – ¿Acaso sabéis lo que yo soy debajo de… todo este metal? – añadió recuperando un poco la compostura, volviendo a detenerse a mirar al brujo.
Podía responder por él: No, no lo sabían. Nunca se habían interesado por saberlo.
Se pasó la mano por la coraza del vientre, dónde la bruja le había dado el rodillazo, curiosamente, el mismo lugar en el que tenía la descomunal cicatriz que le había ocasionado Mortagglia. Suspiró. Huracán estaba pasando una mala racha, era cierto, pero ¿Esa era su excusa para tratarle como alguien inferior? ¿Para decirle todas aquellas cosas?
– No soy uno de los sirvientes de Huracán, aunque ella parezca creerlo por cómo se comporta conmigo. – mencionó. – Soy su amigo. – dijo haciendo hincapié en la palabra amigo, de la misma forma que lo había hecho Jules al reprocharle su comportamiento – Y la amistad… bueno, la amistad va en dos direcciones, Jules. – aseguró negando con la cabeza, girándose, y volviendo a caminar tras Asher, que iba en cabeza. – Además: “Se aniquila a la bestia, los humanos les dejan en paz, y cesan los ataques de unos y otros.” – repitió las palabras que Anastasia había dicho momentos antes de marcharse. – Eso es lo que estamos haciendo desde que entramos en este maldito bosque.
Tras eso se quedó callado, pensando, la bruja probablemente se habría marchado de vuelta a la posada, una parte de él no comprendía exactamente por qué Jules seguía con ellos, no sabía exactamente como se encontraba, pero su seriedad indicaba a Eltrant que, como mínimo, estaba incómodo.
Caminó tras el lobo hasta que finalmente llegaron hasta un claro pantanoso en el que Asher había preparado lo que parecía ser una trampa rúnica. Escuchó atentamente al perro hablar sin perder detalle alguno del glifo que este había dibujado, parecía complejo.
Sonrió cuando el lobo explicó el funcionamiento de la runa sin ocultar un ápice el orgullo que emanaba de su voz y cuando segundos después, tras hacer un chiste sobre su peso de Eltrant, este le propuso hacer él de cebo argumentando que el castaño no dejaría que ninguno de los presentes salvo él lo hiciese.
Lo cierto es que no se equivocaba.
- Muy bien – dijo escuetamente, aceptando el frasco de cristal que Asher le ofrecía y agitándolo, de forma instintiva, para que ver si como la mayoría de los productos alquímicos que conocía el líquido brillaba por sí solo. – Tendré cuidado. – dijo sonriendo, ojeando el frasco a contraluz, y entrecerrando los ojos en un vano esfuerzo por distinguir si había algo especial en este.
Parecía un líquido normal y corriente, totalmente inofensivo, pero si Asher decía que aquella cosa estallaba al tocar el aire, no iba a dudar de él y comprobarlo.
- Si se me come de un bocado… - se le escapó una carcajada nerviosa – Al menos con esto estaré al punto, creo que incluso llevo sal encima. – dijo guardando el frasco en uno de los bolsillos traseros del cinturón. - ¿A la boca entonces? – Escrutó el pantano, desde dónde estaban no podía ver nada. – Vale. - aseveró recobrando la seriedad, asintiendo.
Antes de irse se giró hacía Jules y, tras unos segundos sin hacer nada, simplemente mirándole, sonrió cansado y se desató la espada que colgaba de su cinturón. Tras acercarse al brujo depositó a Recuerdo, su espada de hielo, entre sus manos.
- Por si esa cosa se acerca. – dijo dándole una palmada en el hombro. Sabía que Jules era un brujo de fuego, pero hasta los brujos de fuego necesitaban algo afilado para defenderse en situaciones como las que se iban a encontrar.
Una vez hecho esto respiró hondo y tras dar varios saltos en dónde se encontraba se dirigió al lugar en el que Asher había afirmado que esperaba la bestia. Como de costumbre estaba poniéndose en peligro por su cuenta, pero no tenía por qué preocuparse, no estaba solo.
Era gracioso pensar que, horas atrás, había estado a punto de emprender aquella búsqueda por su cuenta. Aunque no tenían a Huracán allí, estaban Jules y Asher cubriéndole las espaldas. Todo iba a salir bien.
Sus movimientos se ralentizaban con cada metro avanzado, el pantano se volvía más profundo, sus grebas se hundían en el barro húmedo que descansaba bajo las aguas verdosas que cubrían toda la extensión de aquel claro.
Las palabras de Huracán se comenzaron a repetir en su cabeza en cuanto notó un ligero movimiento a su alrededor, casi un susurro. Estaba seguro de que ya le estaban observando. Se detuvo y, lentamente, desenvainó a Olvido.
“Mercenario”, le había llamado Huracán. Trató de alejar aquella conversación de sus pensamientos y se calzó el yelmo.
- “Eltrant Tale…” - dijo para si en su cabeza. Algo inmenso se comenzó a aproximar desde lo más profundo del pantano. – “Ese Mercenario de tres al cuarto… que lo arriesga todo por un par de Aeros.” – Sonrió, la criatura se dejó ver, inmensa y amenazadora frente a él, una serpiente de un tamaño descomunal con dientes a juego. – “… Supongo que es así como me conocen” - Tomó aire y preparó su espada, ya había conseguido que aquella cosa saliese de su escondite, ahora tenía que atraerla a la trampa. – “…que es así como me… recordarán.”
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Pero no es eso lo que soy.
- Encantadora, como siempre. – dijo en voz baja volviendo a reemprender el viaje. Huracán había decidido marcharse, no le extrañaba, después de todo estaba quejándose de aquello desde el mismo instante en el que se habían cruzado en la posada.
También le consideraba un mercenario a sueldo, por fin se lo había dicho en voz alta. Sonrió amargamente, era curioso, cuando se conocieron, cuando se vieron por primera vez, eso era lo que era. ¿Significaba que su relación con la bruja seguía estancada en la misma posición? Apenas unas horas atrás él, desde luego, habría jurado que no.
Su sonrisa se tornó en una genuina cuando el lobo se acercó y le mencionó que estaba con él. Teniendo en cuenta que Huracán le había disparado no era ninguna sorpresa. Ella diría que era “demasiado buena” como para fallar aquel disparo, pero era un hecho: básicamente había disparado al lobo.
Suspiró y, tras depositar su mano en el hombro, zarandeó a Asher amigablemente, haciendo, de algún modo, reciproca la afirmación del can. Él también le cubría las espaldas.
Comenzó a caminar a través de la espesura, dejando atrás el estrecho claro en el que habían discutido con Anastasia. Jules decidió acompañarles y, por la forma en la que miraba a Eltrant, no parecía conforme con la forma en la que el exmercenario había contestado a su amiga.
Se detuvo cuando el brujo termino de hablar, momento en el que Asher afirmó que debían de dejar aquel asunto de lado. Abrió los labios durante unos segundos, pensando que decir, y frunció el ceño.
- Ese es el problema Jules. Sí la he comprendido. Y estoy cansado de hacerlo – dijo Eltrant reemprendiendo la marcha, el brujo no era mala persona, pero no pudo evitar sonar un poco brusco con él, aunque no fuese principalmente su intención. – ¿Acaso sabéis lo que yo soy debajo de… todo este metal? – añadió recuperando un poco la compostura, volviendo a detenerse a mirar al brujo.
Podía responder por él: No, no lo sabían. Nunca se habían interesado por saberlo.
Se pasó la mano por la coraza del vientre, dónde la bruja le había dado el rodillazo, curiosamente, el mismo lugar en el que tenía la descomunal cicatriz que le había ocasionado Mortagglia. Suspiró. Huracán estaba pasando una mala racha, era cierto, pero ¿Esa era su excusa para tratarle como alguien inferior? ¿Para decirle todas aquellas cosas?
– No soy uno de los sirvientes de Huracán, aunque ella parezca creerlo por cómo se comporta conmigo. – mencionó. – Soy su amigo. – dijo haciendo hincapié en la palabra amigo, de la misma forma que lo había hecho Jules al reprocharle su comportamiento – Y la amistad… bueno, la amistad va en dos direcciones, Jules. – aseguró negando con la cabeza, girándose, y volviendo a caminar tras Asher, que iba en cabeza. – Además: “Se aniquila a la bestia, los humanos les dejan en paz, y cesan los ataques de unos y otros.” – repitió las palabras que Anastasia había dicho momentos antes de marcharse. – Eso es lo que estamos haciendo desde que entramos en este maldito bosque.
Tras eso se quedó callado, pensando, la bruja probablemente se habría marchado de vuelta a la posada, una parte de él no comprendía exactamente por qué Jules seguía con ellos, no sabía exactamente como se encontraba, pero su seriedad indicaba a Eltrant que, como mínimo, estaba incómodo.
Caminó tras el lobo hasta que finalmente llegaron hasta un claro pantanoso en el que Asher había preparado lo que parecía ser una trampa rúnica. Escuchó atentamente al perro hablar sin perder detalle alguno del glifo que este había dibujado, parecía complejo.
Sonrió cuando el lobo explicó el funcionamiento de la runa sin ocultar un ápice el orgullo que emanaba de su voz y cuando segundos después, tras hacer un chiste sobre su peso de Eltrant, este le propuso hacer él de cebo argumentando que el castaño no dejaría que ninguno de los presentes salvo él lo hiciese.
Lo cierto es que no se equivocaba.
- Muy bien – dijo escuetamente, aceptando el frasco de cristal que Asher le ofrecía y agitándolo, de forma instintiva, para que ver si como la mayoría de los productos alquímicos que conocía el líquido brillaba por sí solo. – Tendré cuidado. – dijo sonriendo, ojeando el frasco a contraluz, y entrecerrando los ojos en un vano esfuerzo por distinguir si había algo especial en este.
Parecía un líquido normal y corriente, totalmente inofensivo, pero si Asher decía que aquella cosa estallaba al tocar el aire, no iba a dudar de él y comprobarlo.
- Si se me come de un bocado… - se le escapó una carcajada nerviosa – Al menos con esto estaré al punto, creo que incluso llevo sal encima. – dijo guardando el frasco en uno de los bolsillos traseros del cinturón. - ¿A la boca entonces? – Escrutó el pantano, desde dónde estaban no podía ver nada. – Vale. - aseveró recobrando la seriedad, asintiendo.
Antes de irse se giró hacía Jules y, tras unos segundos sin hacer nada, simplemente mirándole, sonrió cansado y se desató la espada que colgaba de su cinturón. Tras acercarse al brujo depositó a Recuerdo, su espada de hielo, entre sus manos.
- Por si esa cosa se acerca. – dijo dándole una palmada en el hombro. Sabía que Jules era un brujo de fuego, pero hasta los brujos de fuego necesitaban algo afilado para defenderse en situaciones como las que se iban a encontrar.
Una vez hecho esto respiró hondo y tras dar varios saltos en dónde se encontraba se dirigió al lugar en el que Asher había afirmado que esperaba la bestia. Como de costumbre estaba poniéndose en peligro por su cuenta, pero no tenía por qué preocuparse, no estaba solo.
Era gracioso pensar que, horas atrás, había estado a punto de emprender aquella búsqueda por su cuenta. Aunque no tenían a Huracán allí, estaban Jules y Asher cubriéndole las espaldas. Todo iba a salir bien.
Sus movimientos se ralentizaban con cada metro avanzado, el pantano se volvía más profundo, sus grebas se hundían en el barro húmedo que descansaba bajo las aguas verdosas que cubrían toda la extensión de aquel claro.
Las palabras de Huracán se comenzaron a repetir en su cabeza en cuanto notó un ligero movimiento a su alrededor, casi un susurro. Estaba seguro de que ya le estaban observando. Se detuvo y, lentamente, desenvainó a Olvido.
“Mercenario”, le había llamado Huracán. Trató de alejar aquella conversación de sus pensamientos y se calzó el yelmo.
- “Eltrant Tale…” - dijo para si en su cabeza. Algo inmenso se comenzó a aproximar desde lo más profundo del pantano. – “Ese Mercenario de tres al cuarto… que lo arriesga todo por un par de Aeros.” – Sonrió, la criatura se dejó ver, inmensa y amenazadora frente a él, una serpiente de un tamaño descomunal con dientes a juego. – “… Supongo que es así como me conocen” - Tomó aire y preparó su espada, ya había conseguido que aquella cosa saliese de su escondite, ahora tenía que atraerla a la trampa. – “…que es así como me… recordarán.”
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Pero no es eso lo que soy.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Narrado desde la perspectiva de Jules.
Eltrant Tale era un cachondo. ¿Qué si sabía lo que había debajo de aquella coraza? Le di un amistoso golpe en el hombro. – No sé lo que hay. Y prefiero no saberlo. – respondí con gracia. No es que Tale y Asher fueran la alegría de la huerta. Desde luego, Huracán me tenía frito, tanto que hasta tenía que enfadarme. Pero lo de estos dos… también se las traía.
Entre discusiones y opiniones acerca de la maestra cazadora, llegamos antes de que nos diéramos cuenta al objetivo. Asher preparó una trampa considerablemente grande, un glifo arcano. Desabroché la gabardina y puse los brazos en jarra, mientras pintaba un bonito cuadro en el suelo. Yo aún no me terminaba de creer la efectividad de aquello. - ¿Y dices que estos polvos explotan? – pregunté desde fuera de la circunferencia, señalándola. Alcé una ceja dubitativa. – Vale, si tú lo dices… - Supongo que sería algo así como las bombas de Soffleheimer que llevaba Huri. Qué bien nos irían en este caso… - Lo pillo, jefe. Sé más o menos como funciona esto. – respondí al perro cuando me recomendó un sitio para esconderme.
Luego vino Eltrant y me dio... -¿Una espada? – pregunté cuando Eltrant me dio su arma. No había usado una espada en mi vida. – Bueno, gracias. Pero espero no llegar a estar tan cerca del monstruo como para tener que usarla. – agradecí con una sonrisa, que cambié a una mueca de extrañeza y de no saber qué hacer cuando me di la vuelta.
Era hora de refugiarse y buscar un lugar de tiro. El escenario de combate era todo más o menos igual, un claro rodeado de árboles, y en el centro una amplia masa de agua de poco calado. Así que busqué una posición entre los árboles, no demasiado lejos de la runa de Asher, apartando el millón de bichos típicos de los pantanos, que detestaban Anastasia y Cassandra. Pero ellas eran dos vanidosas sibaritas del Palacio de los Vientos. Yo acostumbré a ser hombre de campo.
Me aposenté allí y esperé a que Eltrant hiciera su trabajo. Estaba todo demasiado tranquilo, como la calma que se avecina antes de la tormenta. Poco después de que Tale entrara, una serpiente gigante salió. -Por todos los dioses y la gracia del cordero! – exclamé con los ojos abiertos como platos, señalando aquella gigantesca serpiente. – ¡¡Es un jodido basilisco!! – comuniqué a los cuatro vientos. ¿Y Eltrant? El muy insensato los tenía bien puestos. Se ensimismó al ver a la criatura, con total parsimonia se sumergió hasta las rodillas en el pantano, espada desenfundada, como si la cosa no fuera con él. Creyéndose el apuesto héroe de sus propios cuentos. Cuando se detuvo habría apostado a que diría algo… y no fallé. Quizás le faltó decir una frase típica de las novelas de los bardos, algo como “Me llamo Eltrant Tale y tú mataste a mi padre. Prepárate para morir.“ Pero no, optó por algo más enigmático. - ¡Pero sal de ahí, insensato! – estaba ya de los nervios después de ver la inopia en la que parecía vivir Eltrant. No me extraña que Anastasia le cantara las cuarenta. Tale era todo un zumbado.
Para facilitarle las cosas, disparé con la ballesta pesada al basilisco. Acertar a aquella mole no era complicado. El virote se clavó en su lomo, pero vamos, como si a mí me picaba un mosquito. ¿Cuántas veces tenía que picar un mismo mosquito a una persona para llegar a matarla? Esperaba que las runas de Asher funcionaran. Porque si dependíamos de nuestras armas simples lo llevábamos claro. La criatura se giró un poco para ver de dónde venían los virotes. Por lo que Eltrant podría aprovechar esta pequeña distracción para acercarse sin ser visto.
-Qué diferente sería todo con ella. – suspiré viendo como la serpiente gigante se dirigía hacia mí. Y esquivando como buenamente pude su primer envite, en el que se llevó por delante cuatro o cinco árboles, pasando al lado de la trampa de Asher aunque sin fortuna, pues no llegó a ponerse encima. Confiaba en que Eltrant atrajera su atención o que se quedara pasmado y terminara siendo un gilipollas como Anastasia decía. La parte mala si sucedía lo último, es que probablemente yo no viviría para contarlo. - ¿Dónde diablos estás, Anastasia? – me dije a mí mismo. Convencido. Porque sabía que tenía que venir. Ella nunca nos dejaría así. Tan sólo…
… Había que esperar un poco más.
Anastasia Boisson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 627
Nivel de PJ : : 7
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
-No he dicho que exploten... ¿que eres, un tensai de fuego?- sonreí, sarcástico. Algunos brujos solo tenían una cosa en la cabeza. Pero tampoco podía culparle. Una explosión de tal tamaño estaría muy bien, aunque sería algo peligrosa. Después de todo, estábamos en un maldito bosque. -No, no. Esto va a ser mucho mejor.-
Chasqueé la lengua al ver como Eltrant le ofrecía Recuerdo a Jules. ¿Se había vuelto su espada de sobra? ¿Iba a prestarsela a cualquiera? Primero Koth y luego el cazador. Tale se preocupaba demasiado.
Pasó un rato, el cual dediqué a asegurarme de que la trampa estaba bien hecha. Le había dedicado bastante esfuerzo. ¿Sería suficiente? Nadie había sobrevivido un enfrentamiento con esa cosa. Nos estábamos arriesgando. Pero no había vuelta atrás. Noté algo. Un fuerte siseo, lejano. Era el momento. Desenvainé a Brillo y empuñé el mango con fuerza, ajustando ligeramente el anillo que lo rodeaba. La brisa que emitía la espada cobró más fuerza, pasando a ser una ligera corriente de viento. [1]
Respiré hondo. La serpiente se acercaba. Me coloqué delante de la runa, cambiando el peso de mi cuerpo de un pie a otro. Mi corazón empezó a latir con fuerza. Estaba menos tranquilo de lo que me gustaba admitir.
Y entonces, llegó. El basilisco era rápido. El ser se lanzó contra Jules, derribando árboles a su paso y evitándome por completo. Esbocé una mueca. Estaba mirando al enemigo equivocado. Alcé mi espada, y esta se tiñó de un intenso color verde. Más fuerte. La sujeté con ambas manos. Había que darlo todo.
Lancé un fuerte tajo enfrente de mi. Y la misma media luna que había creado antes volvió a aparecer, solo que con más fuerza e intensidad de lo normal.[2] Un ligero vendaval se levantó a su paso, desequilibrándome un poco. Pero acertó. El proyectil impactó de lleno en la serpiente, formando una larga herida vertical no muy lejos de la cabeza. Un enorme siseo de dolor salió de su boca. Aquella debía ser el primer daño serio que había recibido en mucho tiempo. Sonreí. Y entonces, la criatura se volvió hacia mi.
Mi instinto de supervivencia me alcanzó antes que mi sentido común. Empecé a correr. No tenía duda alguna de que el bicho me perseguía. Salté sobre raíces, arbustos, y matorrales, esquivando ramas y troncos por el camino. El suelo temblaba bajo mis pies, junto al estruendo de los árboles siendo derribados por semejante coloso. Pero cada vez eran más lejanos.
Esa criatura no era tan rápida como creía. Frené. Había ganado distancia, pero me estaba alejando de la trampa, y de Eltrant. Tenía que volver. Me di la vuelta. La serpiente pareció animarse más al verme frenar, y se lanzó hacia mi con la boca por delante. La esquivé, saltando hacia un lado y pasando junto a su cabeza. Tenía que actuar deprisa. Un punto débil. La herida. Introduje mi espada en la herida, buscando aumentar el daño que podía hacer desde ahí.
No tuvo mucho éxito. La carne de la serpiente era resistente, y mi espada apenas logró introducirse en su cuerpo. No tenía tiempo. El basilisco se sacudió, y con ello, me sacó de encima, obligandome a tambalearme. Maldije por lo bajo. Brillo seguía clavado en la herida. Pero tenía que dejarlo atrás. Volví a correr, esta vez en dirección al claro. Saqué la daga de mi cinturón. Aquello no iba a ser mucho mejor, pero era lo único afilado que tenía, aparte de mi lengua.
Aquella vez, esprinté con todas mis fuerzas. Tenía un plan. Un plan estúpido y arriesgado, pero era un plan. Corrí todo lo que pude, separándome lo máximo posible de la sierpe. Cuando llegué, estaba jadeando. Mis pulmones estaban a punto de estallar, y mis piernas ardían.
-No... he acabado...- dije entre exhalaciones. Me volví, observando al reptil con mirada desafiante. Calculé la distancia. Ocho... no, diez metros. Suficiente.
Salté.
Mi cuerpo se abalanzó hacia el basilisco. [3] Demasiado rápido como para reaccionar. Incluso con reflejos de serpiente. Sujeté la daga con toda la fuerza que pude. Y, finalmente, impacté, clavando el cuchillo en el ojo de la bestia a una velocidad inhumana.
Chasqueé la lengua al ver como Eltrant le ofrecía Recuerdo a Jules. ¿Se había vuelto su espada de sobra? ¿Iba a prestarsela a cualquiera? Primero Koth y luego el cazador. Tale se preocupaba demasiado.
Pasó un rato, el cual dediqué a asegurarme de que la trampa estaba bien hecha. Le había dedicado bastante esfuerzo. ¿Sería suficiente? Nadie había sobrevivido un enfrentamiento con esa cosa. Nos estábamos arriesgando. Pero no había vuelta atrás. Noté algo. Un fuerte siseo, lejano. Era el momento. Desenvainé a Brillo y empuñé el mango con fuerza, ajustando ligeramente el anillo que lo rodeaba. La brisa que emitía la espada cobró más fuerza, pasando a ser una ligera corriente de viento. [1]
Respiré hondo. La serpiente se acercaba. Me coloqué delante de la runa, cambiando el peso de mi cuerpo de un pie a otro. Mi corazón empezó a latir con fuerza. Estaba menos tranquilo de lo que me gustaba admitir.
Y entonces, llegó. El basilisco era rápido. El ser se lanzó contra Jules, derribando árboles a su paso y evitándome por completo. Esbocé una mueca. Estaba mirando al enemigo equivocado. Alcé mi espada, y esta se tiñó de un intenso color verde. Más fuerte. La sujeté con ambas manos. Había que darlo todo.
Lancé un fuerte tajo enfrente de mi. Y la misma media luna que había creado antes volvió a aparecer, solo que con más fuerza e intensidad de lo normal.[2] Un ligero vendaval se levantó a su paso, desequilibrándome un poco. Pero acertó. El proyectil impactó de lleno en la serpiente, formando una larga herida vertical no muy lejos de la cabeza. Un enorme siseo de dolor salió de su boca. Aquella debía ser el primer daño serio que había recibido en mucho tiempo. Sonreí. Y entonces, la criatura se volvió hacia mi.
Mi instinto de supervivencia me alcanzó antes que mi sentido común. Empecé a correr. No tenía duda alguna de que el bicho me perseguía. Salté sobre raíces, arbustos, y matorrales, esquivando ramas y troncos por el camino. El suelo temblaba bajo mis pies, junto al estruendo de los árboles siendo derribados por semejante coloso. Pero cada vez eran más lejanos.
Esa criatura no era tan rápida como creía. Frené. Había ganado distancia, pero me estaba alejando de la trampa, y de Eltrant. Tenía que volver. Me di la vuelta. La serpiente pareció animarse más al verme frenar, y se lanzó hacia mi con la boca por delante. La esquivé, saltando hacia un lado y pasando junto a su cabeza. Tenía que actuar deprisa. Un punto débil. La herida. Introduje mi espada en la herida, buscando aumentar el daño que podía hacer desde ahí.
No tuvo mucho éxito. La carne de la serpiente era resistente, y mi espada apenas logró introducirse en su cuerpo. No tenía tiempo. El basilisco se sacudió, y con ello, me sacó de encima, obligandome a tambalearme. Maldije por lo bajo. Brillo seguía clavado en la herida. Pero tenía que dejarlo atrás. Volví a correr, esta vez en dirección al claro. Saqué la daga de mi cinturón. Aquello no iba a ser mucho mejor, pero era lo único afilado que tenía, aparte de mi lengua.
Aquella vez, esprinté con todas mis fuerzas. Tenía un plan. Un plan estúpido y arriesgado, pero era un plan. Corrí todo lo que pude, separándome lo máximo posible de la sierpe. Cuando llegué, estaba jadeando. Mis pulmones estaban a punto de estallar, y mis piernas ardían.
-No... he acabado...- dije entre exhalaciones. Me volví, observando al reptil con mirada desafiante. Calculé la distancia. Ocho... no, diez metros. Suficiente.
Salté.
Mi cuerpo se abalanzó hacia el basilisco. [3] Demasiado rápido como para reaccionar. Incluso con reflejos de serpiente. Sujeté la daga con toda la fuerza que pude. Y, finalmente, impacté, clavando el cuchillo en el ojo de la bestia a una velocidad inhumana.
____________________________________________________________________________________
[1] Usado objeto: Sortija encantada por la luna (Refuerzo atributos + Habilidades)
[2] Usada habilidad de nivel 1: Corte de Energía (si, otra vez, gracias a la reducción de enfriamiento de la sortija)
[3] Usada habilidad de nivel 4: Impulso (idem)
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
No estaba siendo una buena distracción.
Aun cuando él había sido el primero en encarar a la bestia, esta había decidido obviarle e ir, en primer lugar, a por el brujo que se escondía en los árboles. Mascullando algunos insultos en voz baja Eltrant atacó el cuerpo de la inmensa serpiente según esta serpenteaba alrededor suyo para acometer contra Jules.
Una gruesa línea de la cual comenzó a manar sangre apareció en el lugar en el que el caballero había acertado con su mandoble. Pero, como si el animal no hubiese sentido siquiera aquel ataque continúo deslizándose sobre la musgosa agua del pantano.
- ¡No me ignores! – Demasiado tarde, por mucho que gritase el agua no le dejaba moverse correctamente y la serpiente ya había decidido su objetivo, no podría alcanzarla a tiempo.
Llevándose varios árboles por delante atacó finalmente a Jules, quien respondió usando su ballesta y esquivando a la bestia saltando entre la espesura que rodeaba aquel pantanoso claro. Cuando la serpiente perdió de vista al brujo Asher entró en acción, usando una combinación de sus artes arcanas acertó al basilisco y atrajo su atención, volviéndose, entonces, la presa de aquella cosa.
- ¡Esperadme! – Dio varias zancadas hacia el lugar en el que la pelea se estaba llevando a cabo, dónde los arboles caían simplemente, para hacer más hueco al basilisco en el lugar. Odiaba pelear en lugares como aquellos, todos saltando felizmente de árbol en árbol y el, en cambio, embarrado hasta las rodillas.
Contempló, todavía desde la distancia, como Asher desaparecía en el aire por segunda vez para aparecerse sobre la bestia, clavándose firmemente en su ojo con un cuchillo que Eltrant no recordaba haber visto hasta aquel momento. La serpiente rugió dolorida y comenzó a sacudirse, tratando de zafarse del frío abrazo de la daga de Asher.
Eltrant frunció el ceño. Al ver aquello comprendió la actitud Syl, comprendió a Lyn, incluso pudo entender alguna de las palabras que le dedicaba Huracán de cuando en cuando, en esas ocasiones en las que se sentía simpática.
Apretó los dientes, no iba a aguantar mucho más tiempo clavado en el ojo, era evidente que hasta el momento había sido el lobo el que más daño había hecho en la bestia y esta luchaba con todas sus fuerzas para quitárselo de encima.
Caminó más aprisa, abriéndose paso a través de las aguas como buenamente podía, viendo como el basilisco se movía cada vez con más fiereza, atravesando árboles, destrozándolo todo a su paso con un único objetivo: aplastar a Asher.
El incesante siseo se volvía cada vez más alto, nunca había escuchado un sonido así, no a ese volumen. No era exactamente un rugido, tampoco un gruñido, aunque podía ser considerado como tal debido a como este se alzaba sobre la copa de los árboles, seguramente los elfos lo estarían oyendo en aquel mismo instante, no le extrañaría que incluso los clientes que descansaban en la posada en la que le habían contratado lo estuviesen escuchando.
Tensó los músculos y aceleró aún más al ver como el monstruo se chocaba una y otra vez contra el tronco del árbol más grueso del lugar, uno inmenso que ascendía hasta acabar sobre las copas de los demás árboles.
- ¡Jules! – No sabía dónde estaba el brujo, le había perdido la vista entre los árboles. Pero aquel sería un buen momento para usar sus habilidades de fuego, aunque no sabía si serían muy útiles con una serpiente de aquel tamaño al menos harían el ruido suficiente para volver a atraer la atención de aquella cosa.
Lanzó su espada a un lado y comenzó a correr a toda prisa, ignorando el agua, las ramas ocultas bajo esta, y su espada, que ahora sobresalía levemente bajo el pantano. La bestia se había conseguido desprender de Asher.
Afortunadamente, consiguió sujetarle antes de que este acabase impactando contra el tronco de otro de los árboles, amortiguando levemente su caída. Era raro verle sujetar al lobo, era evidentemente más alto y corpulento que él, no fue ninguna sorpresa que cayese de espadas, en el agua, debido a la velocidad y al peso de su amigo.
- ¡¿Desde cuando los lobos vuelan?!! – exclamó de buen humor, soltado una risotada, al menos había hecho algo en aquella pelea, aunque hubiese sido hacer de colchón improvisado.
Antes de que Asher pudiese contestar nada, la serpiente giró su cabeza hacía dónde estaban, mirando al hombre-bestia con un deje de ira en sus ojos de bífido. ¿Aquella cosa quería venganza? Fuese cual fuese la respuesta, lo único que Eltrant pudo hacer antes de ser arrastrado por las fauces del monstruo fue empujar al lobo a un lado.
El basilisco le arrastró hasta que su espalda impactó contra el árbol que tenía a su espalda, el mismo contra el cual había estado Asher a punto de estrellarse escasos segundos atrás. Gritó de dolor al sentir la madera crujir tras él por la presión y, con todas sus fuerzas, aún mareado por el golpe, pisó la mandíbula inferior de la bestia y colocó ambas manos en la mandíbula superior, evitando así que cerrase la boca.
- ¡No soy…! – Podía notar el hedor que había en el aliento de aquella cosa - ¡…Muy apetitoso! – Gruñó cayendo de rodillas, la fuerza que aquel monstruo tenía en la mandíbula era abrumadora, le sorprendía que aun estuviese aguantando, fuese como fuese, no sería mucho tiempo.
Al menos el ingente número de flechas y los distintos cortes en el cuerpo de la bestia indicaba que aquel forcejeo estaba manteniendo a aquella cosa ocupada.
¿Dónde estaba la runa de Asher? La había perdido de vista, su único trabajo era atraer a aquel monstruo hacía la runa y ni siquiera eso había logrado.
Apretó los dientes sintió como la presión se iba haciendo cada vez más insoportable, como sus brazos fallaban y entonces, lo recordó.
“Arde al tocar el aire.”
Sabía que solo tenía una oportunidad, en cuando llevase una de las manos hasta el bolsillo en el que guardaba el frasco de Asher, la serpiente cerraría la boca. Pero había estado en peores situaciones.
En apenas una fracción de segundo se hizo con el frasco, a toda prisa.
Su corazón bombeaba con fuerza, era consciente de lo que se jugaba, de lo que se jugaban todos en aquel lugar, pero se había quedado sin hacer nada la mayor parte de la pelea, era hora de actuar. Apretó los dientes, como había predicho, el brazo con el que en aquel momento sujetaba al monstruo no pudo soportar la inmensa fuerza de la criatura y le falló.
Aunque antes pudo romper el vial alquímico cerrando su puño libre.[1]
- ¡Ve hacía la maldita Runa! – gritó. Una explosión arrancó, en primer lugar, la mayor parte del guantelete derecho del exmercenario, arrojando esquirlas del mismo por todas partes, como si de una lluvia de metal se tratase, la cara de la bestia recibió la mayor parte del acero incandescente que sobrevoló la zona.
Eltrant dejó escapar una mezcla entre un grito de dolor y una carcajada al sentir las quemaduras que se dibujaron en su brazo cuando la intensa llamarada que siguió a la detonación hizo su aparición, una nube de fuego que parecía no querer a apagarse y que desfilaba sobre el agua como si fuese aceite.
Apretó los dientes al notar como su armadura se iba calentando.
Cerró los ojos y se dejó caer de espaldas, al basilisco ahora le faltaban un par de dientes y parte de la mandíbula inferior, el animal retrocedía herido, justo hacía dónde suponía que esperaban Asher y Jules.
Lo único que escuchó a continuación fue el intenso siseo que su armadura, al rojo vivo, produjo cuando este cayó de espaldas al agua, envuelto en una nube de vapor. Dejó que el pantano le refrescase, las llamas que flotaban sobre su cabeza se negaban a apagarse, así como las que cubrían a la serpiente.
Pero esperaba que él, que ahora estaba totalmente bajo el agua, estuviese apagado.
Se levantó, dolorido, el brazo derecho apenas le respondía, algunas partes de su armadura seguian desprendiendo vapor y estaba bastante seguro de que su capa seguia en llamas. Se apoyó en el árbol contra el que había estado luchando por su vida y buscó a la serpiente con la mirada. Necesitaba su espada de vuelta.
¿Dónde la había dejado?
Aun cuando él había sido el primero en encarar a la bestia, esta había decidido obviarle e ir, en primer lugar, a por el brujo que se escondía en los árboles. Mascullando algunos insultos en voz baja Eltrant atacó el cuerpo de la inmensa serpiente según esta serpenteaba alrededor suyo para acometer contra Jules.
Una gruesa línea de la cual comenzó a manar sangre apareció en el lugar en el que el caballero había acertado con su mandoble. Pero, como si el animal no hubiese sentido siquiera aquel ataque continúo deslizándose sobre la musgosa agua del pantano.
- ¡No me ignores! – Demasiado tarde, por mucho que gritase el agua no le dejaba moverse correctamente y la serpiente ya había decidido su objetivo, no podría alcanzarla a tiempo.
Llevándose varios árboles por delante atacó finalmente a Jules, quien respondió usando su ballesta y esquivando a la bestia saltando entre la espesura que rodeaba aquel pantanoso claro. Cuando la serpiente perdió de vista al brujo Asher entró en acción, usando una combinación de sus artes arcanas acertó al basilisco y atrajo su atención, volviéndose, entonces, la presa de aquella cosa.
- ¡Esperadme! – Dio varias zancadas hacia el lugar en el que la pelea se estaba llevando a cabo, dónde los arboles caían simplemente, para hacer más hueco al basilisco en el lugar. Odiaba pelear en lugares como aquellos, todos saltando felizmente de árbol en árbol y el, en cambio, embarrado hasta las rodillas.
Contempló, todavía desde la distancia, como Asher desaparecía en el aire por segunda vez para aparecerse sobre la bestia, clavándose firmemente en su ojo con un cuchillo que Eltrant no recordaba haber visto hasta aquel momento. La serpiente rugió dolorida y comenzó a sacudirse, tratando de zafarse del frío abrazo de la daga de Asher.
Eltrant frunció el ceño. Al ver aquello comprendió la actitud Syl, comprendió a Lyn, incluso pudo entender alguna de las palabras que le dedicaba Huracán de cuando en cuando, en esas ocasiones en las que se sentía simpática.
Apretó los dientes, no iba a aguantar mucho más tiempo clavado en el ojo, era evidente que hasta el momento había sido el lobo el que más daño había hecho en la bestia y esta luchaba con todas sus fuerzas para quitárselo de encima.
Caminó más aprisa, abriéndose paso a través de las aguas como buenamente podía, viendo como el basilisco se movía cada vez con más fiereza, atravesando árboles, destrozándolo todo a su paso con un único objetivo: aplastar a Asher.
El incesante siseo se volvía cada vez más alto, nunca había escuchado un sonido así, no a ese volumen. No era exactamente un rugido, tampoco un gruñido, aunque podía ser considerado como tal debido a como este se alzaba sobre la copa de los árboles, seguramente los elfos lo estarían oyendo en aquel mismo instante, no le extrañaría que incluso los clientes que descansaban en la posada en la que le habían contratado lo estuviesen escuchando.
Tensó los músculos y aceleró aún más al ver como el monstruo se chocaba una y otra vez contra el tronco del árbol más grueso del lugar, uno inmenso que ascendía hasta acabar sobre las copas de los demás árboles.
- ¡Jules! – No sabía dónde estaba el brujo, le había perdido la vista entre los árboles. Pero aquel sería un buen momento para usar sus habilidades de fuego, aunque no sabía si serían muy útiles con una serpiente de aquel tamaño al menos harían el ruido suficiente para volver a atraer la atención de aquella cosa.
Lanzó su espada a un lado y comenzó a correr a toda prisa, ignorando el agua, las ramas ocultas bajo esta, y su espada, que ahora sobresalía levemente bajo el pantano. La bestia se había conseguido desprender de Asher.
Afortunadamente, consiguió sujetarle antes de que este acabase impactando contra el tronco de otro de los árboles, amortiguando levemente su caída. Era raro verle sujetar al lobo, era evidentemente más alto y corpulento que él, no fue ninguna sorpresa que cayese de espadas, en el agua, debido a la velocidad y al peso de su amigo.
- ¡¿Desde cuando los lobos vuelan?!! – exclamó de buen humor, soltado una risotada, al menos había hecho algo en aquella pelea, aunque hubiese sido hacer de colchón improvisado.
Antes de que Asher pudiese contestar nada, la serpiente giró su cabeza hacía dónde estaban, mirando al hombre-bestia con un deje de ira en sus ojos de bífido. ¿Aquella cosa quería venganza? Fuese cual fuese la respuesta, lo único que Eltrant pudo hacer antes de ser arrastrado por las fauces del monstruo fue empujar al lobo a un lado.
El basilisco le arrastró hasta que su espalda impactó contra el árbol que tenía a su espalda, el mismo contra el cual había estado Asher a punto de estrellarse escasos segundos atrás. Gritó de dolor al sentir la madera crujir tras él por la presión y, con todas sus fuerzas, aún mareado por el golpe, pisó la mandíbula inferior de la bestia y colocó ambas manos en la mandíbula superior, evitando así que cerrase la boca.
- ¡No soy…! – Podía notar el hedor que había en el aliento de aquella cosa - ¡…Muy apetitoso! – Gruñó cayendo de rodillas, la fuerza que aquel monstruo tenía en la mandíbula era abrumadora, le sorprendía que aun estuviese aguantando, fuese como fuese, no sería mucho tiempo.
Al menos el ingente número de flechas y los distintos cortes en el cuerpo de la bestia indicaba que aquel forcejeo estaba manteniendo a aquella cosa ocupada.
¿Dónde estaba la runa de Asher? La había perdido de vista, su único trabajo era atraer a aquel monstruo hacía la runa y ni siquiera eso había logrado.
Apretó los dientes sintió como la presión se iba haciendo cada vez más insoportable, como sus brazos fallaban y entonces, lo recordó.
“Arde al tocar el aire.”
Sabía que solo tenía una oportunidad, en cuando llevase una de las manos hasta el bolsillo en el que guardaba el frasco de Asher, la serpiente cerraría la boca. Pero había estado en peores situaciones.
En apenas una fracción de segundo se hizo con el frasco, a toda prisa.
Su corazón bombeaba con fuerza, era consciente de lo que se jugaba, de lo que se jugaban todos en aquel lugar, pero se había quedado sin hacer nada la mayor parte de la pelea, era hora de actuar. Apretó los dientes, como había predicho, el brazo con el que en aquel momento sujetaba al monstruo no pudo soportar la inmensa fuerza de la criatura y le falló.
Aunque antes pudo romper el vial alquímico cerrando su puño libre.[1]
- ¡Ve hacía la maldita Runa! – gritó. Una explosión arrancó, en primer lugar, la mayor parte del guantelete derecho del exmercenario, arrojando esquirlas del mismo por todas partes, como si de una lluvia de metal se tratase, la cara de la bestia recibió la mayor parte del acero incandescente que sobrevoló la zona.
Eltrant dejó escapar una mezcla entre un grito de dolor y una carcajada al sentir las quemaduras que se dibujaron en su brazo cuando la intensa llamarada que siguió a la detonación hizo su aparición, una nube de fuego que parecía no querer a apagarse y que desfilaba sobre el agua como si fuese aceite.
Apretó los dientes al notar como su armadura se iba calentando.
Cerró los ojos y se dejó caer de espaldas, al basilisco ahora le faltaban un par de dientes y parte de la mandíbula inferior, el animal retrocedía herido, justo hacía dónde suponía que esperaban Asher y Jules.
Lo único que escuchó a continuación fue el intenso siseo que su armadura, al rojo vivo, produjo cuando este cayó de espaldas al agua, envuelto en una nube de vapor. Dejó que el pantano le refrescase, las llamas que flotaban sobre su cabeza se negaban a apagarse, así como las que cubrían a la serpiente.
Pero esperaba que él, que ahora estaba totalmente bajo el agua, estuviese apagado.
Se levantó, dolorido, el brazo derecho apenas le respondía, algunas partes de su armadura seguian desprendiendo vapor y estaba bastante seguro de que su capa seguia en llamas. Se apoyó en el árbol contra el que había estado luchando por su vida y buscó a la serpiente con la mirada. Necesitaba su espada de vuelta.
¿Dónde la había dejado?
____________________________________________________________________
[1] Uso Objeto entregado por Asher: Poción de Fuego Concentrada.Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Nadie creería que iba a dejar a gente que apreciaba sola en el bosque, contra una criatura peligrosa, ¿no? Quien creyese lo contrario era que no me conocía lo suficiente. Aunque jamás admitiría que era por una causa salvadora, sino más bien por no quitarles la diversión. Cuando Jules me vio aparecer corriendo desde detrás suya sintió como si hubiese llegado un mesías.
-¿Huracán? ¿Has vuelto? – preguntó Jules al verme pasar a su lado como una exhalación.
-Dispárale desde el costado. – ordené sin mirarlo, saltando por encima de los arbustos tras los que se escondía sin pensármelo dos veces. Mis botas de ligero tacón se mojaron al pisar aquel claro. Ya estaba bien visible delante de todos, y con aquel mastodonte de cara, pegándose a lo lejos con Eltrant y Asher. Me detuve para contemplar bien al animal. Joder. Era más grande de lo que imaginaba.
Evalué cómo iba el combate. Incrédula al ver cómo llevaban el plan de combate. Más que autodenominarse vengadores, deberían hacerse llamar el escuadrón suicida. Asher atacaba con fuerza a espada, a cara de perro, nunca mejor dicho. Jules disparaba desde la distancia… y Tale era el cebo. ¿Qué podía salir mal?
Lo último que había visto era precisamente al exmercenario salir volando y caer en el agua hecho un rastrojo. Como de costumbre ¿Y la criatura? Ardía. Seguramente habría usado algún tipo de ungüento alquímico. Estaba sangrando por los cortes sufridos y también por la alquimia de Eltrant, pero aún le quedaba fuerza. Por otra parte, Asher parecía en mejor estado que el exmercenario, eso sí, aunque también fatigado. Si no intervenía, él sería el próximo objetivo. Un respiro no le vendría mal.
-Voy al lateral. - afirmó el brujo, cambiando de posición tras pensárselo un poco. Sabía que iba a lanzarme, independientemente de lo que dijera, ¿para qué tratar de detenerme?
Jules disparó virotes envueltos en fuego desde otra posición, fruto de sus habilidades, que no tardaron en llamar la atención de la criatura, que rápidamente se lanzó a por él. Yo corrí para acercarme, yendo hacia la criatura a más velocidad, gracias al impulso del viento que conjuré tras de mí. No me detuve en ningún momento, con confianza. Iba a por Jules, pero por un lateral, me acercaba yo a toda velocidad. Mantenía la boca abierta. Agresiva. Conociendo a Jules, tenía que estar pasándolo mar al verla venir de frente.
Salté cuando estaba cerca de abalanzarse contra el cazador. El chillido de ataque del animal casi me deja sorda por la proximidad, pero en el momento exacto, salté hacia él, me giré en el mismo aire para ponerme de espaldas al suelo y planear hacia ella. Para colarme entre sus dientes y su mandíbula, medio partida, abierta, en la que cabía todo mi cuerpo.
Estaba en la boca de la serpiente. Justo donde quería. Era el momento. Encogí las piernas y las crucé. Estiré los brazos. Como si estuviera en mi alcoba del Palacio de los Vientos. Cerré los ojos. Exhalé todo el aire que había en mis pulmones.
Entonces, cuando se percató de mí presencia, la serpiente se detuvo y cerró la mandíbula. Mordió con fuerza. Todo el mundo pudo ver cómo yo estaba dentro.
Un amasijo de humo negro salió de todas partes de su boca. Como si al morderme me hubiese convertido en vapor oscuro. Quien creyese eso no estaba del todo equivocado. Esa estela permaneció unos instantes inmóvil y salió por el hueco de la mandíbula que le había dejado Eltrant, saliendo fuera de su boca y materializándose en mi persona. Di una voltereta en el aire y rodé de espaldas al llegar al suelo. Tardé cuatro o cinco pasos hacia atrás en lograr detenerme la inercia del movimiento, pero siempre de cara al animal.
Respiré agitada. Nunca me había atrevido a hacer aquel movimiento. No lo había practicado y reconozco que podría haber terminado muy mal. Pero me había salido del alma y por alguna razón que desconocía sabía que saldría bien. Mi madre, Isabella, siempre decía que el mejor momento para utilizar nuevas técnicas era cuando más falta hacían.
-¡Maldita seas, Anastasia! ¡Estás como una puta cabra! – clamó el hermano de Rachel, desesperado, tras los árboles. Miré hacia él, después a Eltrant y Asher. Hice un gesto asertivo con la cabeza, para indicar que estaba bien. Con una media sonrisa. Me hice de rogar antes de volver a hablar.
Miré a Jules de reojo. ¿Por qué me interrumpes mientras llevo la cuenta? Podría verme moviendo la boca, y es que estaba llevando la cuenta. -Tres... Dos… Uno… - susurré. Había contado hasta diez números.
Una explosión tuvo lugar en el estómago de la serpiente. Había bajado bien rápido la bomba de Soffleheimer que dejé durante el movimiento. Le hizo salir volando. Había aprovechado para dejar una de las granadas de Soffleheimer. Le había dejado un buen agujero en su parte inferior. Y la inercia, o quizás un movimiento instintivo del animal, fue lo que hizo que se revolviera y terminara por los aires.
Iba a caer directa a aquella especie de círculo hecho con polvos que había en el suelo. ¿Una trampa arcana? Sonreí. Era el momento de acribillarlo. Desenfundé la ballesta pesada, tomé una flecha del carcaj y la coloqué en la misma, caminé con tranquilidad, disparando uno tras otro. – Pam, pam, pam. – canturreé con voz ahogada para mí, en voz baja. Hora de colocar puntos de sutura al basilisco mientras Asher o Tale lo remataban.
Los subrayados son el uso de habilidades, en orden:-¿Huracán? ¿Has vuelto? – preguntó Jules al verme pasar a su lado como una exhalación.
-Dispárale desde el costado. – ordené sin mirarlo, saltando por encima de los arbustos tras los que se escondía sin pensármelo dos veces. Mis botas de ligero tacón se mojaron al pisar aquel claro. Ya estaba bien visible delante de todos, y con aquel mastodonte de cara, pegándose a lo lejos con Eltrant y Asher. Me detuve para contemplar bien al animal. Joder. Era más grande de lo que imaginaba.
Evalué cómo iba el combate. Incrédula al ver cómo llevaban el plan de combate. Más que autodenominarse vengadores, deberían hacerse llamar el escuadrón suicida. Asher atacaba con fuerza a espada, a cara de perro, nunca mejor dicho. Jules disparaba desde la distancia… y Tale era el cebo. ¿Qué podía salir mal?
Lo último que había visto era precisamente al exmercenario salir volando y caer en el agua hecho un rastrojo. Como de costumbre ¿Y la criatura? Ardía. Seguramente habría usado algún tipo de ungüento alquímico. Estaba sangrando por los cortes sufridos y también por la alquimia de Eltrant, pero aún le quedaba fuerza. Por otra parte, Asher parecía en mejor estado que el exmercenario, eso sí, aunque también fatigado. Si no intervenía, él sería el próximo objetivo. Un respiro no le vendría mal.
-Voy al lateral. - afirmó el brujo, cambiando de posición tras pensárselo un poco. Sabía que iba a lanzarme, independientemente de lo que dijera, ¿para qué tratar de detenerme?
Jules disparó virotes envueltos en fuego desde otra posición, fruto de sus habilidades, que no tardaron en llamar la atención de la criatura, que rápidamente se lanzó a por él. Yo corrí para acercarme, yendo hacia la criatura a más velocidad, gracias al impulso del viento que conjuré tras de mí. No me detuve en ningún momento, con confianza. Iba a por Jules, pero por un lateral, me acercaba yo a toda velocidad. Mantenía la boca abierta. Agresiva. Conociendo a Jules, tenía que estar pasándolo mar al verla venir de frente.
Salté cuando estaba cerca de abalanzarse contra el cazador. El chillido de ataque del animal casi me deja sorda por la proximidad, pero en el momento exacto, salté hacia él, me giré en el mismo aire para ponerme de espaldas al suelo y planear hacia ella. Para colarme entre sus dientes y su mandíbula, medio partida, abierta, en la que cabía todo mi cuerpo.
Estaba en la boca de la serpiente. Justo donde quería. Era el momento. Encogí las piernas y las crucé. Estiré los brazos. Como si estuviera en mi alcoba del Palacio de los Vientos. Cerré los ojos. Exhalé todo el aire que había en mis pulmones.
Entonces, cuando se percató de mí presencia, la serpiente se detuvo y cerró la mandíbula. Mordió con fuerza. Todo el mundo pudo ver cómo yo estaba dentro.
Un amasijo de humo negro salió de todas partes de su boca. Como si al morderme me hubiese convertido en vapor oscuro. Quien creyese eso no estaba del todo equivocado. Esa estela permaneció unos instantes inmóvil y salió por el hueco de la mandíbula que le había dejado Eltrant, saliendo fuera de su boca y materializándose en mi persona. Di una voltereta en el aire y rodé de espaldas al llegar al suelo. Tardé cuatro o cinco pasos hacia atrás en lograr detenerme la inercia del movimiento, pero siempre de cara al animal.
Respiré agitada. Nunca me había atrevido a hacer aquel movimiento. No lo había practicado y reconozco que podría haber terminado muy mal. Pero me había salido del alma y por alguna razón que desconocía sabía que saldría bien. Mi madre, Isabella, siempre decía que el mejor momento para utilizar nuevas técnicas era cuando más falta hacían.
-¡Maldita seas, Anastasia! ¡Estás como una puta cabra! – clamó el hermano de Rachel, desesperado, tras los árboles. Miré hacia él, después a Eltrant y Asher. Hice un gesto asertivo con la cabeza, para indicar que estaba bien. Con una media sonrisa. Me hice de rogar antes de volver a hablar.
Miré a Jules de reojo. ¿Por qué me interrumpes mientras llevo la cuenta? Podría verme moviendo la boca, y es que estaba llevando la cuenta. -Tres... Dos… Uno… - susurré. Había contado hasta diez números.
Una explosión tuvo lugar en el estómago de la serpiente. Había bajado bien rápido la bomba de Soffleheimer que dejé durante el movimiento. Le hizo salir volando. Había aprovechado para dejar una de las granadas de Soffleheimer. Le había dejado un buen agujero en su parte inferior. Y la inercia, o quizás un movimiento instintivo del animal, fue lo que hizo que se revolviera y terminara por los aires.
Iba a caer directa a aquella especie de círculo hecho con polvos que había en el suelo. ¿Una trampa arcana? Sonreí. Era el momento de acribillarlo. Desenfundé la ballesta pesada, tomé una flecha del carcaj y la coloqué en la misma, caminé con tranquilidad, disparando uno tras otro. – Pam, pam, pam. – canturreé con voz ahogada para mí, en voz baja. Hora de colocar puntos de sutura al basilisco mientras Asher o Tale lo remataban.
[1] Niv 1: Medio natural
[2] Niv 2: Tinte sombrío de los Boisson.
[3] Niv 3: Bombardera - Crépitus
Huracán y Jules seguirán disparando virotes mientras vosotros atacáis. Por si queréis considerarlo.
Anastasia Boisson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 627
Nivel de PJ : : 7
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
La serpiente empezó a sacudirse. Sujeté la daga con todas mis fuerzas, mientras buscaba desesperadamente un punto de agarre en la cara del monstruo. Pero las escamas eran demasiado resbaladizas, y apenas ofrecían ninguna apertura. El cuchillo empezó a separarse del ojo. Mascullé una maldición.
Y salí volando. Aquel breve instante se hizo lo suficientemente largo como para recordar que debía hacer. Tenía que caer de una forma que no me rompiese la espalda. Pero no tenía control alguno sobre mi trayectoria. Solo podía rezar por que no chocase contra ningún árbol. Si lo hacía, iba a doler. Tal vez más de lo que podía soportar.
Y entonces, choqué. El golpe me dejó sin aire, pero no había impactado contra el suelo ni un árbol. Era Eltrant. Gruñí, algo aturdido y dolorido por el choque, mientras intentaba levantarme. La serpiente se acercaba. Pero me era difícil moverme. De repente, el humano me empujó a un lado, salvándome por segunda vez y poniéndome en movimiento. Aquel ser le había alcanzado.
Pero era Eltrant Tale. Seguro que podía aguantar.
Miré alrededor, aún algo desorientado. Brillo. La espada seguía clavada en la herida del basilisco, y el humano me estaba brindando una buena oportunidad para recuperarla. Me lancé hacia la hoja y tiré, usando toda la fuerza de mis brazos y apoyandome con una pierna. Lo conseguí. Justo a tiempo para ver como una explosión salía de la boca de la serpiente. Lo estabamos consiguiendo. Ese ser, que era casi adorado como un dios, había recibido unas cuantas heridas bastante permanentes. Estaba sangrando. Y si sangraba, podía morir.
No fue la única explosión que la serpiente iba a recibir. Al parecer, la mujer de antes había vuelto. Bueno. En ese momento, no iba a rechazar la ayuda. Jadeé pesadamente, intentando recuperar el aliento, mientras el reptil se entretenía de nuevo.
Una segunda explosión hizo que el ser se revolviese. Tal vez esa fuese la mejor oportunidad que tenía. Me quedé detrás del círculo arcano. Enfundé mi espada. Había hecho más que suficiente. Solo tenía que convertirme en un blanco fácil. Me quedé quieto, en el suelo, viendo como la serpiente clavaba sus ojos en mi.. y empezaba a reptar, acercándose a una velocidad peligrosa.
El círculo rúnico se activó.
Tres grandes estacas de hielo salieron del suelo, clavándose en el basilisco y deteniendolo por completo, perforando sus entrañas e incluso levantándolo a un metro del suelo. La parte superior de las estacas, ahora teñidas de sangre, relució con claridad. Y entonces, con el estruendo de un millar de cristales rompiendose, el hielo se extendió por todo su cuerpo a gran velocidad, congelando al monstruo por completo con un frío que no podía imaginar.
Un golpe de aire gélido me hizo sacudirme. Habíamos ganado.
-Ahora sí podría decir que es de sangre fría...- sonreí. Una nube de vaho salió de mi boca al hablar. -Tal vez me haya pasado con el hielo.-
Tirité ligeramente, y me alejé unos pasos de la estatua de hielo. Parecía una obra de arte. No esperaba que aguantase mucho: tal vez unos días, debido a que nos encontrábamos en pleno invierno, pero después no tardaría en derretirse. Pero para entonces solo sería un cadaver putrefacto. Incluso si los elfos se esforzaban, no creía que pudiesen revivirla. Se había acabado.
Suspiré hondo, y me rasqué la cabeza. ¿Podría haberlo conseguido yo sólo...? Era dificil de decir. La runa había sido el golpe de gracia, así que era imposible saber si habría sido suficiente por si sola. Miré alrededor, buscando a Eltrant. No tardé en encontrarlo.
-Espíritus, Elt. Estás hecho una pena.- observé. Había perdido un guantelete. Y tenía quemaduras en las zonas expuestas. Fruncí el ceño, repasando mis palabras. ¿Había dejado claro que tenía que lanzarselo a la boca de la serpiente y no a la suya? ¿Era posible que...? Sacudí la cabeza. No quería saberlo. -Gracias por cubrirme las espaldas.- añadí, estirándome y esbozando una mueca de dolor. Aún estaba bastante magullado. Golpearme contra un muro de acero no era mucho mejor que acabar estampado contra un árbol. -...no toques el hielo, o te quemarás más.- advertí.
No eramos los únicos del claro. Los otros dos cazadores habían cumplido su papel, por lo menos. Me acerqué a la mujer primero. Había vuelto después de todo.
-No ha estado mal, ¿hmm?- pregunté, ladeando la cabeza. -Mejor olvidar lo de antes. Matar monstruos colosales es la mejor forma que se me ocurre de hacer las paces.- Me encogí de hombros y esbocé una ligera sonrisa. -Aunque tal vez podamos pelear en otra ocasión, como entrenamiento. Sería divertido.- Luego, me volví hacia Jules. -¿Vienes un momento?- pregunté, haciendo un gesto con la cabeza.
Era plenamente consciente de que Eltrant tenía cosas que lidiar con Huracán. Mejor darles un momento a solas. Dejar que lo resolviesen entre ellos.
-Siento el... haber atacado a tu amiga.- dije, frotándome el cuello. -Bueno. No. No fui el que atacó primero. Pero ya sabes...- sacudí la cabeza. Ahora sonaba mal. -Se supone que es una disculpa. O media. Ya sabes. Lo digo porque parece ser tu... ¿compañera?- Compañera sonaba bien. Cada uno podía darle el significado que quisiera, después de todo. Me preguntaba si tenían la misma clase de relación que yo tenía con Syl. -En fin. Tu pareces buen tipo. Así que... ten cuidado. La gente buena tiende a morir.- Miré a Eltrant.- Salvo ese. Elt es la excepción.-
Y salí volando. Aquel breve instante se hizo lo suficientemente largo como para recordar que debía hacer. Tenía que caer de una forma que no me rompiese la espalda. Pero no tenía control alguno sobre mi trayectoria. Solo podía rezar por que no chocase contra ningún árbol. Si lo hacía, iba a doler. Tal vez más de lo que podía soportar.
Y entonces, choqué. El golpe me dejó sin aire, pero no había impactado contra el suelo ni un árbol. Era Eltrant. Gruñí, algo aturdido y dolorido por el choque, mientras intentaba levantarme. La serpiente se acercaba. Pero me era difícil moverme. De repente, el humano me empujó a un lado, salvándome por segunda vez y poniéndome en movimiento. Aquel ser le había alcanzado.
Pero era Eltrant Tale. Seguro que podía aguantar.
Miré alrededor, aún algo desorientado. Brillo. La espada seguía clavada en la herida del basilisco, y el humano me estaba brindando una buena oportunidad para recuperarla. Me lancé hacia la hoja y tiré, usando toda la fuerza de mis brazos y apoyandome con una pierna. Lo conseguí. Justo a tiempo para ver como una explosión salía de la boca de la serpiente. Lo estabamos consiguiendo. Ese ser, que era casi adorado como un dios, había recibido unas cuantas heridas bastante permanentes. Estaba sangrando. Y si sangraba, podía morir.
No fue la única explosión que la serpiente iba a recibir. Al parecer, la mujer de antes había vuelto. Bueno. En ese momento, no iba a rechazar la ayuda. Jadeé pesadamente, intentando recuperar el aliento, mientras el reptil se entretenía de nuevo.
Una segunda explosión hizo que el ser se revolviese. Tal vez esa fuese la mejor oportunidad que tenía. Me quedé detrás del círculo arcano. Enfundé mi espada. Había hecho más que suficiente. Solo tenía que convertirme en un blanco fácil. Me quedé quieto, en el suelo, viendo como la serpiente clavaba sus ojos en mi.. y empezaba a reptar, acercándose a una velocidad peligrosa.
El círculo rúnico se activó.
Tres grandes estacas de hielo salieron del suelo, clavándose en el basilisco y deteniendolo por completo, perforando sus entrañas e incluso levantándolo a un metro del suelo. La parte superior de las estacas, ahora teñidas de sangre, relució con claridad. Y entonces, con el estruendo de un millar de cristales rompiendose, el hielo se extendió por todo su cuerpo a gran velocidad, congelando al monstruo por completo con un frío que no podía imaginar.
Un golpe de aire gélido me hizo sacudirme. Habíamos ganado.
-Ahora sí podría decir que es de sangre fría...- sonreí. Una nube de vaho salió de mi boca al hablar. -Tal vez me haya pasado con el hielo.-
Tirité ligeramente, y me alejé unos pasos de la estatua de hielo. Parecía una obra de arte. No esperaba que aguantase mucho: tal vez unos días, debido a que nos encontrábamos en pleno invierno, pero después no tardaría en derretirse. Pero para entonces solo sería un cadaver putrefacto. Incluso si los elfos se esforzaban, no creía que pudiesen revivirla. Se había acabado.
Suspiré hondo, y me rasqué la cabeza. ¿Podría haberlo conseguido yo sólo...? Era dificil de decir. La runa había sido el golpe de gracia, así que era imposible saber si habría sido suficiente por si sola. Miré alrededor, buscando a Eltrant. No tardé en encontrarlo.
-Espíritus, Elt. Estás hecho una pena.- observé. Había perdido un guantelete. Y tenía quemaduras en las zonas expuestas. Fruncí el ceño, repasando mis palabras. ¿Había dejado claro que tenía que lanzarselo a la boca de la serpiente y no a la suya? ¿Era posible que...? Sacudí la cabeza. No quería saberlo. -Gracias por cubrirme las espaldas.- añadí, estirándome y esbozando una mueca de dolor. Aún estaba bastante magullado. Golpearme contra un muro de acero no era mucho mejor que acabar estampado contra un árbol. -...no toques el hielo, o te quemarás más.- advertí.
No eramos los únicos del claro. Los otros dos cazadores habían cumplido su papel, por lo menos. Me acerqué a la mujer primero. Había vuelto después de todo.
-No ha estado mal, ¿hmm?- pregunté, ladeando la cabeza. -Mejor olvidar lo de antes. Matar monstruos colosales es la mejor forma que se me ocurre de hacer las paces.- Me encogí de hombros y esbocé una ligera sonrisa. -Aunque tal vez podamos pelear en otra ocasión, como entrenamiento. Sería divertido.- Luego, me volví hacia Jules. -¿Vienes un momento?- pregunté, haciendo un gesto con la cabeza.
Era plenamente consciente de que Eltrant tenía cosas que lidiar con Huracán. Mejor darles un momento a solas. Dejar que lo resolviesen entre ellos.
-Siento el... haber atacado a tu amiga.- dije, frotándome el cuello. -Bueno. No. No fui el que atacó primero. Pero ya sabes...- sacudí la cabeza. Ahora sonaba mal. -Se supone que es una disculpa. O media. Ya sabes. Lo digo porque parece ser tu... ¿compañera?- Compañera sonaba bien. Cada uno podía darle el significado que quisiera, después de todo. Me preguntaba si tenían la misma clase de relación que yo tenía con Syl. -En fin. Tu pareces buen tipo. Así que... ten cuidado. La gente buena tiende a morir.- Miré a Eltrant.- Salvo ese. Elt es la excepción.-
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Para cuando se tambaleó hasta dónde estaba clavada Olvido, en mitad del pantano, Huracán ya había aparecido envuelta en esas sombras negras que últimamente usaba tanto. Quizás fuese el intenso pitido que resonaba en sus oídos o que aun tenia partes de su indumentaria en llamas y los vapores del metal caliente estaban afectándole más de lo que pensaba.
Pero le recordó enormemente a Lyn.
Desencajó su espada del agua con la mano izquierda, aún cubierta en metal, justo cuando una explosión sacudió el bosque.
Apenas tuvo tiempo de comprender que era lo que había usado Huracán y si era parte de sus habilidades como bruja, pues la serpiente rugió herida y, tras unos segundos revolviéndose sobre las aguas, tiñendo el pantano de carmesí, el reptil, de nuevo, depositó sus ojos en Asher.
Tensó la mandíbula y avanzó un par de pasos hacía donde estaba Asher, hiciese lo que hiciese, no iba a llegar a tiempo, era algo que podía comprender perfectamente.
Afortunadamente no era necesaria su intervención.
La serpiente fue atravesada por tres pilares de hielo justo antes de alcanzar a Asher, los cuales al final, acabaron convirtiendo a aquella cosa en una de las tantas rocas heladas que podían verse a las afueras de Dundarak.
Sonrió y negó con la cabeza, había contemplado, confuso, como el lobo envainaba su espada y se colocaba frente a la serpiente, como se convertía en un blanco fácil a propósito. ¿Cómo no se había dado cuenta de la runa?
Envainó la espada, sintió como todas las heridas de su cuerpo comenzaban a arder al unísono ahora que la pelea había terminado, masculló un par de insultos y se apoyó en uno de los tantos arboles del claro.
- Sigo estando mejor que esa cosa. – dijo, con una sonrisa, señalando a la serpiente helada. –Así que… - sacudió el brazo quemado - … me parece una victoria. – Levantó el brazo herido, vio entonces una curiosa expresión en el rostro del hombre-bestia, amplió la sonrisa. – No he podido hacer mucho más de todas formas. – admitió cuando el lobo le agradeció la ayuda, se pasó la mano sana por el pelo y se encogió de hombros, sin perder la sonrisa. – Pero ya sabes. – dijo dándole una palmada amistosa, con las pocas fuerzas que tenía. – Siempre. – Una vez terminaron aquel rápido intercambio, el lobo se alejó y se acercó hasta dónde estaban Huracán y Jules, no sin advertirle antes al exmercenario que no tocase la estatua de hielo.
- ¡No pensaba hacerlo! – mintió.
- Necesito una armadura ignifuga… ¿Habrá de esas? – susurró mientras dejaba que el lobo hablase con la pareja y golpeaba las partes que aun humeaban de su atavío. Lo cierto es que a una parte muy grande de él le preocupaba la posible reacción que tanto Cazadora como el Nómada podían tener al volver a encontrarse, pero, al menos Asher, se estaba mostrando conciliador.
Lo cual era un alivio, no se encontraba en condiciones para volver a pasar por lo de antes. Ni físicas ni mentales.
Masculló un par de insultos en voz baja cuando las quemaduras de su brazo volvieron a resentírsele al moverse, iba a ser un viaje muy largo de vuelta por el bosque. Esperaba que los elfos no volviesen con ganas de revancha, sobre todo ahora que su dios había quedado “inmortalizado” de aquella forma.
La sombra de una sonrisa se dibujó en su rostro al pensar aquello. Tenía que contárselo a Lyn, de aquel modo: inmortalizado. Probablemente la vampiresa pondría los ojos en blanco y haría algún comentaría hiriente, pero valdría la pena por la reacción de esta.
No se percató de que Jules y Asher se alejaban del grupo hasta ese momento, momento en el cual Huracán y él se quedaron a solas. Tragó saliva y, se pasó la mano izquierda por el pelo, nervioso, hasta que esta acabó en su nuca.
Dejó escapar un suspiro.
- Gracias por… la ayuda. Dudo mucho que pudiese haber hecho algo para ayudarles. No aquí. – dijo apoyándose en el tronco de otro árbol, la armadura comenzaba a pesar más de lo que le gustaba admitir, agradecería el empezar a caminar de vuelta a la posada. – El caso es que… siento lo de antes… – Añadió de forma entrecortada, pensando cuidadosamente que decir. Las emociones y el cómo lidiar con ellas no eran precisamente las características más prominentes de su personalidad. Negó con la cabeza – No debí haber reaccionado de esa forma. Te considero una buena amiga, Anastasia, se que estas pasando por un mal momento y... bueno, no tiene importancía, dejalo estar. – dijo al final.
Había muchas formas de encarar aquel tipo de situaciones y Eltrant no había sabido mantener la calma cuando debía de haberlo hecho, sabía que tenía parte de culpa y no pensaba rehuir de ella. Además, si Asher había podido zanjar el asunto aun cuando le habían disparado con una ballesta. ¿Por qué no iba a poder hacerlo él? Se suponía que él era el que no iba a reaccionar de ninguna de esas formas.
Lo cierto es que seguía habiendo muchas cosas que no compartía con la cazadora, pero la consideraba una amiga, alguien de confianza a pesar de esto. Y aun cuando a veces parecía que a la bruja le costaba tratarle como a un igual, sabía que en el fondo lo pensaba.
O eso creía; Anastasia Boisson era una persona rara, pero, por supuesto, él no era ninguna excepción.
- Entonces… - señaló al camino, ahora semiculto entre troncos astillados, por el que habían llegado hasta el pantano. - ¿Nos volvemos ya? – preguntó. – Aunque no lo parezca… - bostezó – Me ha entrado hambre. – dijo – También necesito vendas. – aseguró, forzando una sonrisa debido al dolor, al levantar el brazo derecho.
Pero le recordó enormemente a Lyn.
Desencajó su espada del agua con la mano izquierda, aún cubierta en metal, justo cuando una explosión sacudió el bosque.
Apenas tuvo tiempo de comprender que era lo que había usado Huracán y si era parte de sus habilidades como bruja, pues la serpiente rugió herida y, tras unos segundos revolviéndose sobre las aguas, tiñendo el pantano de carmesí, el reptil, de nuevo, depositó sus ojos en Asher.
Tensó la mandíbula y avanzó un par de pasos hacía donde estaba Asher, hiciese lo que hiciese, no iba a llegar a tiempo, era algo que podía comprender perfectamente.
Afortunadamente no era necesaria su intervención.
La serpiente fue atravesada por tres pilares de hielo justo antes de alcanzar a Asher, los cuales al final, acabaron convirtiendo a aquella cosa en una de las tantas rocas heladas que podían verse a las afueras de Dundarak.
Sonrió y negó con la cabeza, había contemplado, confuso, como el lobo envainaba su espada y se colocaba frente a la serpiente, como se convertía en un blanco fácil a propósito. ¿Cómo no se había dado cuenta de la runa?
Envainó la espada, sintió como todas las heridas de su cuerpo comenzaban a arder al unísono ahora que la pelea había terminado, masculló un par de insultos y se apoyó en uno de los tantos arboles del claro.
- Sigo estando mejor que esa cosa. – dijo, con una sonrisa, señalando a la serpiente helada. –Así que… - sacudió el brazo quemado - … me parece una victoria. – Levantó el brazo herido, vio entonces una curiosa expresión en el rostro del hombre-bestia, amplió la sonrisa. – No he podido hacer mucho más de todas formas. – admitió cuando el lobo le agradeció la ayuda, se pasó la mano sana por el pelo y se encogió de hombros, sin perder la sonrisa. – Pero ya sabes. – dijo dándole una palmada amistosa, con las pocas fuerzas que tenía. – Siempre. – Una vez terminaron aquel rápido intercambio, el lobo se alejó y se acercó hasta dónde estaban Huracán y Jules, no sin advertirle antes al exmercenario que no tocase la estatua de hielo.
- ¡No pensaba hacerlo! – mintió.
- Necesito una armadura ignifuga… ¿Habrá de esas? – susurró mientras dejaba que el lobo hablase con la pareja y golpeaba las partes que aun humeaban de su atavío. Lo cierto es que a una parte muy grande de él le preocupaba la posible reacción que tanto Cazadora como el Nómada podían tener al volver a encontrarse, pero, al menos Asher, se estaba mostrando conciliador.
Lo cual era un alivio, no se encontraba en condiciones para volver a pasar por lo de antes. Ni físicas ni mentales.
Masculló un par de insultos en voz baja cuando las quemaduras de su brazo volvieron a resentírsele al moverse, iba a ser un viaje muy largo de vuelta por el bosque. Esperaba que los elfos no volviesen con ganas de revancha, sobre todo ahora que su dios había quedado “inmortalizado” de aquella forma.
La sombra de una sonrisa se dibujó en su rostro al pensar aquello. Tenía que contárselo a Lyn, de aquel modo: inmortalizado. Probablemente la vampiresa pondría los ojos en blanco y haría algún comentaría hiriente, pero valdría la pena por la reacción de esta.
No se percató de que Jules y Asher se alejaban del grupo hasta ese momento, momento en el cual Huracán y él se quedaron a solas. Tragó saliva y, se pasó la mano izquierda por el pelo, nervioso, hasta que esta acabó en su nuca.
Dejó escapar un suspiro.
- Gracias por… la ayuda. Dudo mucho que pudiese haber hecho algo para ayudarles. No aquí. – dijo apoyándose en el tronco de otro árbol, la armadura comenzaba a pesar más de lo que le gustaba admitir, agradecería el empezar a caminar de vuelta a la posada. – El caso es que… siento lo de antes… – Añadió de forma entrecortada, pensando cuidadosamente que decir. Las emociones y el cómo lidiar con ellas no eran precisamente las características más prominentes de su personalidad. Negó con la cabeza – No debí haber reaccionado de esa forma. Te considero una buena amiga, Anastasia, se que estas pasando por un mal momento y... bueno, no tiene importancía, dejalo estar. – dijo al final.
Había muchas formas de encarar aquel tipo de situaciones y Eltrant no había sabido mantener la calma cuando debía de haberlo hecho, sabía que tenía parte de culpa y no pensaba rehuir de ella. Además, si Asher había podido zanjar el asunto aun cuando le habían disparado con una ballesta. ¿Por qué no iba a poder hacerlo él? Se suponía que él era el que no iba a reaccionar de ninguna de esas formas.
Lo cierto es que seguía habiendo muchas cosas que no compartía con la cazadora, pero la consideraba una amiga, alguien de confianza a pesar de esto. Y aun cuando a veces parecía que a la bruja le costaba tratarle como a un igual, sabía que en el fondo lo pensaba.
O eso creía; Anastasia Boisson era una persona rara, pero, por supuesto, él no era ninguna excepción.
- Entonces… - señaló al camino, ahora semiculto entre troncos astillados, por el que habían llegado hasta el pantano. - ¿Nos volvemos ya? – preguntó. – Aunque no lo parezca… - bostezó – Me ha entrado hambre. – dijo – También necesito vendas. – aseguró, forzando una sonrisa debido al dolor, al levantar el brazo derecho.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
El basilisco salió volando por los aires tras mi explosión y quedó muy cerca de la trampa arcana. Estando tan lejos de nosotros dos, que seguíamos disparándole, y también de un casi reventado Eltrant, que observaba la escena con el mismo asombro que Jules y yo.
De este modo, Asher era el objetivo más próximo. Y por lo tanto, fue a por él. Pero el hombre perro se encontraba justo en la trayectoria de la trampa arcana, por lo que cuando la criatura pasó por encima de ella, ésta se activó y dio lugar a una espectacular muerte que acabaría con todo el lago empapado de sangre y con el animal empalado por tres témpanos de hielo y sus esparcidos en miles de partes por todo el suelo. La paliza que le habíamos dado era hasta grotesca.
-Joder… - Dije con asombro por ver cómo de defenestrada había quedado la criatura. Cuando vi que el basilisco ya no se movía, volví a aupar la ballesta pesada a mi espalda. Durante unos segundos, eché un vistazo al gigantesco animal por última vez, impresionada por haber conseguido eliminar a aquella bestia. Aquella vez nos habíamos superado. Me reuní con Jules, a mi lado, y fuimos junto al resto del grupo a un lado de la marisma, donde al menos el agua ya no me calaría en las botas.
Eliminar a aquella criatura me había hecho recuperar un poco la sonrisa. Jules se acercó a mí y me dio un golpe amistoso en la espalda. – Es un placer tenerte de vuelta, bruja. Ahora después de esos trucos que has aprendido sí que puedo llamártelo con propiedad.– comentó riéndose, mirándome a los ojos, yo le devolví la mirada y también la sonrisa. – Te echaba de menos, Anastasia. – reí bajando la cabeza. Luego le miré a sus ojos bromistas. Esperaba una respuesta.
-¿Esperas que diga que yo también? – pregunté, sin perder la sonrisa, mojándome los labios, que se me habían secado.
-¡Eh! ¡Me dirás que no has echado de menos ni siquiera un poco a tu inseparable compañero de fatigas! – insistió el brujo cambiando su tono de voz y mostrando el índice. ¡Oh, Jules! Qué mono cuando te pones serio. Me encanta tomarte el pelo.
-Saca tus propias conclusiones. – contesté haciéndome la interesante, mirándole de reojo sin perder la sonrisa, luego miré al frente, acelerando el paso para adelantar al brujo
Era cierto. Echaba mucho de menos a todo el gremio en general. Y tenía ganas de reencontrarme con ellos. Mi encuentro con Cassandra en la mansión de la arena fue sólo un pequeño indicio de mis ganas de volver al gremio. Tras esta breve irrupción por Sandorái para buscar a Rachel, era hora de volver a casa. Lo más difícil sería explicar a Jules y compañía todo lo sucedido con Belladonna en los últimos tiempos, pero ya tendría tiempo para pensar en ello durante el viaje.
Me arreglé un poco mi larga melena entrenzada antes de volver a dirigirme a donde se encontraban Eltrant y Asher. El hombre perro fue el primero en dirigirse a mí, y desde luego parecía tener más tacto que la poca consideración que mostró cuando el incidente de los elfos.
-Sí. Ha sido divertido. – respondí brevemente, esbozando una ligera sonrisa, terminando de apartar el mechón de pelo que me tapaba el ojo derecho. Traté de olvidar nuestros más y nuestros menos de antes. A fin de cuentas, no quería arruinar los ánimos del grupo después de tan épica victoria. Jules se fue con Asher y yo, por el contrario, me encaminé hacia donde estaba Tale.
-Oh, Asher. No tienes por qué disculparte, y menos conmigo. ¿Qué me vas a contar a mí? Yo soy el primero que sabe que Huracán es como el vinagre. – El brujo desvió una mirada de admiración hacia mí, aunque no le veía, al estar de espaldas. – Pero sinceramente, no sé qué haría sin ella. - expresó con los ojos ilusionados durante unos segundos, luego volvió a mirar hacia Asher. – Y por supuesto sin mi hermana, Rachel. Pero ella trabaja también para la logia de Dundarak. Digamos que más que cazador, hago de cuidador de princesas. – explicó entre risas, poniendo una mano en el pecho.
Simultáneamente, yo llegué a donde estaba Eltrant. El mercenario se recostó sobre el tronco de un árbol y yo hice lo propio sobre otro que estaba al lado, apoyando una de mis piernas en el mismo y la otra en el suelo. Cruzada de brazos, escuché lo que tenía que decir. Se sentía a disgusto por lo que me había dicho antes. Lo cierto es que yo también le debía una explicación.
-Escucha, Eltrant, yo… - agaché un poco la cabeza. No me resultaba nada sencillo decir según qué palabras. Cuando tuve valor para decirlo, le miré a los ojos.- … He visto morir a mucha gente que quiero en los últimos tiempos. – hice una breve pausa y volví a enfocar al suelo. – Lo único que quiero es que te cuides y que evites terminar bajo tierra. – Ya había dicho algo mal para lo que venía siendo mi carácter. Levanté el dedo antes de que replicara nada. - No porque seas alguien importante para mí sino porque… - quedé pensativa. Qué mal se me daba expresar mis sentimientos hacia las personas, incluso uno de amistad profunda como sentía por Eltrant. - … Porque no es agradable terminar bajo tierra. Y ya está. – resumí encogiéndome de hombros y poniendo los ojos como platos.
Y justo tras la última palabra, sin darle tiempo a responder, me impulsé y me alejé de nuevo hacia donde estaba Jules. Maldita sea. No quería escuchar ninguna palabra afectiva por parte de Eltrant ni de nadie.
Eltrant dio la señal para partir y yo simplemente asentí con la cabeza. Era hora de volver a la taberna. Pero no sin antes echar un último vistazo a los restos. Si se podían llamar así, de aquel gigantesco basilisco. ¿Cómo diablos habíamos conseguido derrotar a aquella cosa?
De este modo, Asher era el objetivo más próximo. Y por lo tanto, fue a por él. Pero el hombre perro se encontraba justo en la trayectoria de la trampa arcana, por lo que cuando la criatura pasó por encima de ella, ésta se activó y dio lugar a una espectacular muerte que acabaría con todo el lago empapado de sangre y con el animal empalado por tres témpanos de hielo y sus esparcidos en miles de partes por todo el suelo. La paliza que le habíamos dado era hasta grotesca.
-Joder… - Dije con asombro por ver cómo de defenestrada había quedado la criatura. Cuando vi que el basilisco ya no se movía, volví a aupar la ballesta pesada a mi espalda. Durante unos segundos, eché un vistazo al gigantesco animal por última vez, impresionada por haber conseguido eliminar a aquella bestia. Aquella vez nos habíamos superado. Me reuní con Jules, a mi lado, y fuimos junto al resto del grupo a un lado de la marisma, donde al menos el agua ya no me calaría en las botas.
Eliminar a aquella criatura me había hecho recuperar un poco la sonrisa. Jules se acercó a mí y me dio un golpe amistoso en la espalda. – Es un placer tenerte de vuelta, bruja. Ahora después de esos trucos que has aprendido sí que puedo llamártelo con propiedad.– comentó riéndose, mirándome a los ojos, yo le devolví la mirada y también la sonrisa. – Te echaba de menos, Anastasia. – reí bajando la cabeza. Luego le miré a sus ojos bromistas. Esperaba una respuesta.
-¿Esperas que diga que yo también? – pregunté, sin perder la sonrisa, mojándome los labios, que se me habían secado.
-¡Eh! ¡Me dirás que no has echado de menos ni siquiera un poco a tu inseparable compañero de fatigas! – insistió el brujo cambiando su tono de voz y mostrando el índice. ¡Oh, Jules! Qué mono cuando te pones serio. Me encanta tomarte el pelo.
-Saca tus propias conclusiones. – contesté haciéndome la interesante, mirándole de reojo sin perder la sonrisa, luego miré al frente, acelerando el paso para adelantar al brujo
Era cierto. Echaba mucho de menos a todo el gremio en general. Y tenía ganas de reencontrarme con ellos. Mi encuentro con Cassandra en la mansión de la arena fue sólo un pequeño indicio de mis ganas de volver al gremio. Tras esta breve irrupción por Sandorái para buscar a Rachel, era hora de volver a casa. Lo más difícil sería explicar a Jules y compañía todo lo sucedido con Belladonna en los últimos tiempos, pero ya tendría tiempo para pensar en ello durante el viaje.
Me arreglé un poco mi larga melena entrenzada antes de volver a dirigirme a donde se encontraban Eltrant y Asher. El hombre perro fue el primero en dirigirse a mí, y desde luego parecía tener más tacto que la poca consideración que mostró cuando el incidente de los elfos.
-Sí. Ha sido divertido. – respondí brevemente, esbozando una ligera sonrisa, terminando de apartar el mechón de pelo que me tapaba el ojo derecho. Traté de olvidar nuestros más y nuestros menos de antes. A fin de cuentas, no quería arruinar los ánimos del grupo después de tan épica victoria. Jules se fue con Asher y yo, por el contrario, me encaminé hacia donde estaba Tale.
-Oh, Asher. No tienes por qué disculparte, y menos conmigo. ¿Qué me vas a contar a mí? Yo soy el primero que sabe que Huracán es como el vinagre. – El brujo desvió una mirada de admiración hacia mí, aunque no le veía, al estar de espaldas. – Pero sinceramente, no sé qué haría sin ella. - expresó con los ojos ilusionados durante unos segundos, luego volvió a mirar hacia Asher. – Y por supuesto sin mi hermana, Rachel. Pero ella trabaja también para la logia de Dundarak. Digamos que más que cazador, hago de cuidador de princesas. – explicó entre risas, poniendo una mano en el pecho.
Simultáneamente, yo llegué a donde estaba Eltrant. El mercenario se recostó sobre el tronco de un árbol y yo hice lo propio sobre otro que estaba al lado, apoyando una de mis piernas en el mismo y la otra en el suelo. Cruzada de brazos, escuché lo que tenía que decir. Se sentía a disgusto por lo que me había dicho antes. Lo cierto es que yo también le debía una explicación.
-Escucha, Eltrant, yo… - agaché un poco la cabeza. No me resultaba nada sencillo decir según qué palabras. Cuando tuve valor para decirlo, le miré a los ojos.- … He visto morir a mucha gente que quiero en los últimos tiempos. – hice una breve pausa y volví a enfocar al suelo. – Lo único que quiero es que te cuides y que evites terminar bajo tierra. – Ya había dicho algo mal para lo que venía siendo mi carácter. Levanté el dedo antes de que replicara nada. - No porque seas alguien importante para mí sino porque… - quedé pensativa. Qué mal se me daba expresar mis sentimientos hacia las personas, incluso uno de amistad profunda como sentía por Eltrant. - … Porque no es agradable terminar bajo tierra. Y ya está. – resumí encogiéndome de hombros y poniendo los ojos como platos.
Y justo tras la última palabra, sin darle tiempo a responder, me impulsé y me alejé de nuevo hacia donde estaba Jules. Maldita sea. No quería escuchar ninguna palabra afectiva por parte de Eltrant ni de nadie.
Eltrant dio la señal para partir y yo simplemente asentí con la cabeza. Era hora de volver a la taberna. Pero no sin antes echar un último vistazo a los restos. Si se podían llamar así, de aquel gigantesco basilisco. ¿Cómo diablos habíamos conseguido derrotar a aquella cosa?
Anastasia Boisson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 627
Nivel de PJ : : 7
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
-Rachel... ¿de la Logia?- repetí, pensativo. ¿Por qué me sonaba ese nombre? No. Espera. "Princesas." Sentí un escalofrío y negué con la cabeza. Mejor no pensar en aquello.
Empezamos el camino de vuelta. Tenía que encontrarme con Kothán, después de todo. Dejé que Huracán y Jules tomasen la delantera, y caminé junto a Eltrant, reteniéndole ligeramente para dejar cierta distancia entre ambos grupos.
-Hay... algo de lo que me gustaría hablar.- dije, bajando ligeramente la cabeza. No estaba seguro de como enfocar aquello. Suspiré. -Es respecto a lo de antes. Creo que no llegaste a contestar cuando mencioné lo de los Nómadas.- musité. En un principio, temía un poco como se lo fuese a tomar. Me había aceptado siendo un bandido, pero aquello era algo completamente distinto. Aquello podía acabar con la vida de mucha gente, o mejorarla.
Tragué saliva. Por supuesto, había algo más.
-No creo que esté preparado para esto, la verdad. Es más complicado que proteger a mi familia. Es algo grande. Tengo que manejarlo con cuidado, o explotará.- exhalé. Tomar esa decisión había sido un gran paso. Ya no estaba jugando con cosas pequeñas. Potencialmente, aquello podía acabar en libros de historia. -Pero tengo que hacerlo. Si no lo hago yo, no lo hará nadie. Si alguien tiene que intervenir y pasar a la acción, tomar las riendas... no debería quedarme parado.- Tantos motivos. Eran difíciles de expresar. Cerré los puños, pero intenté relajarme. Era Eltrant. Seguro que lo entendería.
-Sabes a donde irán las cosas si no lo hago, ¿verdad?- pregunté. -Incluso sin la plaga. Incluso sin vampiros. La gente no vive como debería vivir. La gente no quiere un mundo en el que solo sobrevivan los fuertes.- Durante mucho tiempo, aquello era precisamente lo que creía que era correcto. Comer o ser comido. Los fuertes ganan. Aunque la "civilización" negaba que fuese así, era bastante cercano al sistema que tenían.- Si hago esto, es posible que la mayoría sea feliz. Que no muera de hambre si hay una mala cosecha. Que no se congele si llega el invierno, o lo pierda todo por una enfermedad.-
Miré a Eltrant a los ojos, esta vez con determinación. Aquello era lo correcto. Sentí algo cálido en mi pecho, y el nudo que tenía en la garganta desapareció. Estaba bien eso de hacer el bien de vez en cuando.
-Pero como he dicho, no sé si estoy preparado. Hay una forma de averiguarlo.- expliqué. -Implica hacer un viaje a los bosques del Oeste. Pero es algo... muy difícil. Quiero que vengas. Syl y tú. Puedes traer a Lyn, si quieres. Pero nadie más.- dije. -Esto... es muy, muy importante para mi. Por eso mismo es difícil. No quiero apoyo físico. No hay nada que matar. Pero aun así...- suspiré. Había estado hablando mucho. Tal vez demasiado. -¿Puedo contar contigo?-
Pasé el resto de camino en relativo silencio, escuchando hablar a Eltrant. Había muchas cosas más en mi cabeza. Si aceptaba, podía tener una larga charla con el humano. Dejarlo todo claro. Liberarme de una vez de todo aquello.
No tardamos en llegar a la posada. Suspiré y carraspeé antes de abrir la puerta. Tenía que hacer una buena entrada.
-¡Nómadas! ¡Estoy aquí!- exclamé, con Brillo en alto. Kothán, junto a un pequeño grupo de hombres con los que estaba jugando a las cartas, alzaron sus bebidas. -¡La serpiente está muerta!-
Durante unos segundos, todo el ruido de la taberna cesó. Los rostros de los hombres y mujeres del local cambiaron por completo. Y entonces, una ovación de alegría inundó el lugar. Me dirigí al tabernero y esbocé mi mejor sonrisa confiada. La misma que solía usar el zorro.
-Tu... debes ser el líder de esos mercenarios, ¿no?- preguntó el tabernero. -Maiq nos habló de ti.-
-No somos mercenarios.- dije, negando con la cabeza. Miré de reojo a Eltrant, aún sonriente. -Solo somos... gente que viene a mejorar las cosas. También nos hemos encargado de un grupo de elfos que, al parecer, adoraban al monstruo.- expliqué. Escuché el ruido de una silla moverse a mi lado. Koth estaba ahí.
-Entonces... ¿de verdad está muerto?- preguntó. -¿Mi mujer puede descansar en paz?-
Asentí. Todo para darle más emoción al asunto, supuse. La gente parecía realmente contenta. La sensación de mi pecho volvió. Era extraño. En un principio, pensaba en aquello como un engaño más. Pero realmente habíamos ayudado a aquella gente. Eso era real. Koth alzó un vaso.
-¡Por los Nómadas!- exclamó.
Y la gente respondió. Sonreí.
Empezamos el camino de vuelta. Tenía que encontrarme con Kothán, después de todo. Dejé que Huracán y Jules tomasen la delantera, y caminé junto a Eltrant, reteniéndole ligeramente para dejar cierta distancia entre ambos grupos.
-Hay... algo de lo que me gustaría hablar.- dije, bajando ligeramente la cabeza. No estaba seguro de como enfocar aquello. Suspiré. -Es respecto a lo de antes. Creo que no llegaste a contestar cuando mencioné lo de los Nómadas.- musité. En un principio, temía un poco como se lo fuese a tomar. Me había aceptado siendo un bandido, pero aquello era algo completamente distinto. Aquello podía acabar con la vida de mucha gente, o mejorarla.
Tragué saliva. Por supuesto, había algo más.
-No creo que esté preparado para esto, la verdad. Es más complicado que proteger a mi familia. Es algo grande. Tengo que manejarlo con cuidado, o explotará.- exhalé. Tomar esa decisión había sido un gran paso. Ya no estaba jugando con cosas pequeñas. Potencialmente, aquello podía acabar en libros de historia. -Pero tengo que hacerlo. Si no lo hago yo, no lo hará nadie. Si alguien tiene que intervenir y pasar a la acción, tomar las riendas... no debería quedarme parado.- Tantos motivos. Eran difíciles de expresar. Cerré los puños, pero intenté relajarme. Era Eltrant. Seguro que lo entendería.
-Sabes a donde irán las cosas si no lo hago, ¿verdad?- pregunté. -Incluso sin la plaga. Incluso sin vampiros. La gente no vive como debería vivir. La gente no quiere un mundo en el que solo sobrevivan los fuertes.- Durante mucho tiempo, aquello era precisamente lo que creía que era correcto. Comer o ser comido. Los fuertes ganan. Aunque la "civilización" negaba que fuese así, era bastante cercano al sistema que tenían.- Si hago esto, es posible que la mayoría sea feliz. Que no muera de hambre si hay una mala cosecha. Que no se congele si llega el invierno, o lo pierda todo por una enfermedad.-
Miré a Eltrant a los ojos, esta vez con determinación. Aquello era lo correcto. Sentí algo cálido en mi pecho, y el nudo que tenía en la garganta desapareció. Estaba bien eso de hacer el bien de vez en cuando.
-Pero como he dicho, no sé si estoy preparado. Hay una forma de averiguarlo.- expliqué. -Implica hacer un viaje a los bosques del Oeste. Pero es algo... muy difícil. Quiero que vengas. Syl y tú. Puedes traer a Lyn, si quieres. Pero nadie más.- dije. -Esto... es muy, muy importante para mi. Por eso mismo es difícil. No quiero apoyo físico. No hay nada que matar. Pero aun así...- suspiré. Había estado hablando mucho. Tal vez demasiado. -¿Puedo contar contigo?-
Pasé el resto de camino en relativo silencio, escuchando hablar a Eltrant. Había muchas cosas más en mi cabeza. Si aceptaba, podía tener una larga charla con el humano. Dejarlo todo claro. Liberarme de una vez de todo aquello.
No tardamos en llegar a la posada. Suspiré y carraspeé antes de abrir la puerta. Tenía que hacer una buena entrada.
-¡Nómadas! ¡Estoy aquí!- exclamé, con Brillo en alto. Kothán, junto a un pequeño grupo de hombres con los que estaba jugando a las cartas, alzaron sus bebidas. -¡La serpiente está muerta!-
Durante unos segundos, todo el ruido de la taberna cesó. Los rostros de los hombres y mujeres del local cambiaron por completo. Y entonces, una ovación de alegría inundó el lugar. Me dirigí al tabernero y esbocé mi mejor sonrisa confiada. La misma que solía usar el zorro.
-Tu... debes ser el líder de esos mercenarios, ¿no?- preguntó el tabernero. -Maiq nos habló de ti.-
-No somos mercenarios.- dije, negando con la cabeza. Miré de reojo a Eltrant, aún sonriente. -Solo somos... gente que viene a mejorar las cosas. También nos hemos encargado de un grupo de elfos que, al parecer, adoraban al monstruo.- expliqué. Escuché el ruido de una silla moverse a mi lado. Koth estaba ahí.
-Entonces... ¿de verdad está muerto?- preguntó. -¿Mi mujer puede descansar en paz?-
Asentí. Todo para darle más emoción al asunto, supuse. La gente parecía realmente contenta. La sensación de mi pecho volvió. Era extraño. En un principio, pensaba en aquello como un engaño más. Pero realmente habíamos ayudado a aquella gente. Eso era real. Koth alzó un vaso.
-¡Por los Nómadas!- exclamó.
Y la gente respondió. Sonreí.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Tres Destinos [Libre][3/3][Cerrado]
Cruzado de brazos, Eltrant esbozó media sonrisa cuando Huracán después de decir las palabras que tenía que esta tenía en mente se alejó en dirección hacia dónde estaba Jules.
“Lo único que quiero es que te cuides y que evites terminar bajo tierra”
Se pasó la mano sana por el pelo y, sin perder la escueta sonrisa que se había dibujado en su rostro, negó con la cabeza apartándose del tronco, reemprendiendo junto al resto de suicidas que habían acabado con una “deidad” la marcha hacía la posada. Era consciente de que aquello era, probablemente, lo máximo que le iba a sacar a la bruja emocionalmente, le valía.
Era suficiente para que Eltrant supiese que le consideraba un igual, un amigo, y era lo único que necesitaba saber.
El camino de vuelta fue tranquilo, el bosque no les dio ninguna sorpresa; Los elfos beligerantes a los que habían combatido desaparecieron de los caminos que cruzaron y, aunque dudaba que se encontrasen con algo del tamaño de la serpiente a la vuelta, tampoco vislumbraron ningún animal mínimamente peligroso.
Aproximadamente a mitad de camino Asher hizo que Eltrant se alejase de los cazadores y se quedase a varios metros por detrás de la pareja, momento en el que el lobo volvió a mencionar a los Nómadas.
Eltrant enarcó una ceja y caminó junto a su compañero escuchando atentamente lo que decía, lo cierto es que, dejando a un lado la privacidad que el hombre-bestia quería para aquella conversación, el cambio de ritmo le vino bien, las quemaduras comenzaban a pasarle factura.
- “Los Nómadas…” – Aquello era más que una simple idea para el lobo, solo tenía que ver la forma en la que este se expresaba, no era usual verle de aquel modo, si hacía memoria solo recordaba haberle visto hablar de aquella manera en un par de ocasiones.
Se quedó en silencio, avanzando junto a él, y dejándole que encontrase la forma de describirle lo que pasaba por su cabeza en aquel momento, las ideas que tenía. Era evidente que Asher planeaba un cambio ambicioso, pero uno muy importante para las personas de a pie, para todo aquel que no pudiese valerse por sí mismo.
Mantuvo la mirada de determinación que le ofreció el lobo y, pensativo, analizó las frases que su amigo había usado. Eltrant estaba equivocado, lo comprendió prácticamente al instante, aquello de lo que hablaba Asher no solo era un plan, no solo era un proyecto ambicioso, el lobo tenía pensado realizar aquella visión, fuese cual fuese el coste.
Podía verlo.
Eltrant no contestó inmediatamente, depositó sus ojos en las espaldas de los brujos y dejó que sus pensamientos divagasen durante unos instantes. ¿Qué tipo de relación tenían realmente Huracán y Jules? Era curiosa, por no decir extraña. Pero era evidente se tenían el uno al otro y se trataban con una confianza y camaradería bastante única, una que tras tantas aventuras con acompañándoles, se había acostumbrado a ver.
Les recordaba a Asher y a Syl, eran tan parecidos a ellos y tan diferentes al mismo tiempo que era incluso divertido.
Tomo aire y sacudió la cabeza levemente, de forma casi imperceptible, para centrarse de nuevo en la cuestión que tenía entre manos.
- Puedes contar conmigo, Asher. Lo sabes. – dijo al final volviendo a mirar a su amigo, dándole una palmada en el hombro.
La pregunta del lobo había sido respondida, en su cabeza, prácticamente antes de que este hubiese terminado de formularla. Lo importante, al final, era que la intención que tenía era buena, el can buscaba algo que muchas personas se habían obligado a olvidar.
¿Cómo podía negarse a la petición de un amigo?
Después de la escena de Kothán en la taberna lo único que le preocupaba de todo aquel asunto era el camino que Asher podía tomar para alcanzar su objetivo, pero, de todos modos, aquel no era un problema que tuviesen que tratar ahora. Tenía que depositar un mínimo de confianza en él antes.
- Solo tienes que señalar el camino. – añadió a continuación, sacando a colación el hecho de que Asher decía necesitarle para algo especial. – Yo te sigo. – le dio otra palmada en la espalda y agitó, levemente, el brazo herido.
Una vez zanjado este asunto, el camino de vuelta fue apacible, más tranquilo de lo que el exmercenario hubiese podido esperar. Eltrant conversó con todos los presentes de temas alternos, nada especial, lo justo para mantener alejado el aburrimiento. Los chistes de Jules, probablemente horribles para el resto de los mortales, le hacían, por alguna razón, especial gracia.
Y, finalmente. llegaron a la posada.
El primero en entrar fue Asher, levantó su espada y no tardó en mencionar su hazaña, algunos aplausos y vítores para los Nómadas y los cazadores. Eltrants sonrió y no dijo nada, miró momentáneamente el lugar, el cual no tardó en llenarse de voces y alabanzas, de canciones de victoria sobre las personas que se habían enfrentado a una bestia habían sobrevivido.
- ¡Yo invito a esta ronda! – bramó uno de los clientes que estaba junto a “Maiq”, todos corearon en seguida al unísono, contentos, nadie le hacía ascos a alcohol gratis.
Se apartó a un lado y, sin llamar demasiado la atención, dejó que los Nómadas y el Gremio de Cazadores se llevasen la gloria de haber salvado el lugar mientras él se deshacía de la armadura que cubría su torso.
Tomó aire y observó como la mayoría de los lugareños rodeaban a Asher. Era evidente que estaba tratando de darle un nombre a su grupo, reconocimiento entre aquellas personas.
- No está mal para un día de trabajo. – dijo sentándose en la barra junto a los brujos, improvisando pobremente un vendaje con los restos de su capa.
Ahora… solo tenía que seguir otro rumor.
“Lo único que quiero es que te cuides y que evites terminar bajo tierra”
Se pasó la mano sana por el pelo y, sin perder la escueta sonrisa que se había dibujado en su rostro, negó con la cabeza apartándose del tronco, reemprendiendo junto al resto de suicidas que habían acabado con una “deidad” la marcha hacía la posada. Era consciente de que aquello era, probablemente, lo máximo que le iba a sacar a la bruja emocionalmente, le valía.
Era suficiente para que Eltrant supiese que le consideraba un igual, un amigo, y era lo único que necesitaba saber.
El camino de vuelta fue tranquilo, el bosque no les dio ninguna sorpresa; Los elfos beligerantes a los que habían combatido desaparecieron de los caminos que cruzaron y, aunque dudaba que se encontrasen con algo del tamaño de la serpiente a la vuelta, tampoco vislumbraron ningún animal mínimamente peligroso.
Aproximadamente a mitad de camino Asher hizo que Eltrant se alejase de los cazadores y se quedase a varios metros por detrás de la pareja, momento en el que el lobo volvió a mencionar a los Nómadas.
Eltrant enarcó una ceja y caminó junto a su compañero escuchando atentamente lo que decía, lo cierto es que, dejando a un lado la privacidad que el hombre-bestia quería para aquella conversación, el cambio de ritmo le vino bien, las quemaduras comenzaban a pasarle factura.
- “Los Nómadas…” – Aquello era más que una simple idea para el lobo, solo tenía que ver la forma en la que este se expresaba, no era usual verle de aquel modo, si hacía memoria solo recordaba haberle visto hablar de aquella manera en un par de ocasiones.
Se quedó en silencio, avanzando junto a él, y dejándole que encontrase la forma de describirle lo que pasaba por su cabeza en aquel momento, las ideas que tenía. Era evidente que Asher planeaba un cambio ambicioso, pero uno muy importante para las personas de a pie, para todo aquel que no pudiese valerse por sí mismo.
Mantuvo la mirada de determinación que le ofreció el lobo y, pensativo, analizó las frases que su amigo había usado. Eltrant estaba equivocado, lo comprendió prácticamente al instante, aquello de lo que hablaba Asher no solo era un plan, no solo era un proyecto ambicioso, el lobo tenía pensado realizar aquella visión, fuese cual fuese el coste.
Podía verlo.
Eltrant no contestó inmediatamente, depositó sus ojos en las espaldas de los brujos y dejó que sus pensamientos divagasen durante unos instantes. ¿Qué tipo de relación tenían realmente Huracán y Jules? Era curiosa, por no decir extraña. Pero era evidente se tenían el uno al otro y se trataban con una confianza y camaradería bastante única, una que tras tantas aventuras con acompañándoles, se había acostumbrado a ver.
Les recordaba a Asher y a Syl, eran tan parecidos a ellos y tan diferentes al mismo tiempo que era incluso divertido.
Tomo aire y sacudió la cabeza levemente, de forma casi imperceptible, para centrarse de nuevo en la cuestión que tenía entre manos.
- Puedes contar conmigo, Asher. Lo sabes. – dijo al final volviendo a mirar a su amigo, dándole una palmada en el hombro.
La pregunta del lobo había sido respondida, en su cabeza, prácticamente antes de que este hubiese terminado de formularla. Lo importante, al final, era que la intención que tenía era buena, el can buscaba algo que muchas personas se habían obligado a olvidar.
¿Cómo podía negarse a la petición de un amigo?
Después de la escena de Kothán en la taberna lo único que le preocupaba de todo aquel asunto era el camino que Asher podía tomar para alcanzar su objetivo, pero, de todos modos, aquel no era un problema que tuviesen que tratar ahora. Tenía que depositar un mínimo de confianza en él antes.
- Solo tienes que señalar el camino. – añadió a continuación, sacando a colación el hecho de que Asher decía necesitarle para algo especial. – Yo te sigo. – le dio otra palmada en la espalda y agitó, levemente, el brazo herido.
Una vez zanjado este asunto, el camino de vuelta fue apacible, más tranquilo de lo que el exmercenario hubiese podido esperar. Eltrant conversó con todos los presentes de temas alternos, nada especial, lo justo para mantener alejado el aburrimiento. Los chistes de Jules, probablemente horribles para el resto de los mortales, le hacían, por alguna razón, especial gracia.
Y, finalmente. llegaron a la posada.
El primero en entrar fue Asher, levantó su espada y no tardó en mencionar su hazaña, algunos aplausos y vítores para los Nómadas y los cazadores. Eltrants sonrió y no dijo nada, miró momentáneamente el lugar, el cual no tardó en llenarse de voces y alabanzas, de canciones de victoria sobre las personas que se habían enfrentado a una bestia habían sobrevivido.
- ¡Yo invito a esta ronda! – bramó uno de los clientes que estaba junto a “Maiq”, todos corearon en seguida al unísono, contentos, nadie le hacía ascos a alcohol gratis.
Se apartó a un lado y, sin llamar demasiado la atención, dejó que los Nómadas y el Gremio de Cazadores se llevasen la gloria de haber salvado el lugar mientras él se deshacía de la armadura que cubría su torso.
Tomó aire y observó como la mayoría de los lugareños rodeaban a Asher. Era evidente que estaba tratando de darle un nombre a su grupo, reconocimiento entre aquellas personas.
- No está mal para un día de trabajo. – dijo sentándose en la barra junto a los brujos, improvisando pobremente un vendaje con los restos de su capa.
Ahora… solo tenía que seguir otro rumor.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Temas similares
» Tres robots bajo un paraguas [Libre] [3/3]
» [Evento] Destinos Entrelazados
» Wonder [Libre] [Cerrado]
» El artista [Libre] [CERRADO]
» El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
» [Evento] Destinos Entrelazados
» Wonder [Libre] [Cerrado]
» El artista [Libre] [CERRADO]
» El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 14:43 por Eilydh
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Ayer a las 23:14 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Ayer a las 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Ayer a las 16:18 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 05:53 por Lukas
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar Nov 19 2024, 22:49 por Eltrant Tale
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Mar Nov 19 2024, 22:42 por Cohen
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18 2024, 04:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr