Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
Página 1 de 2. • Comparte
Página 1 de 2. • 1, 2
Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
Buscaba la respuesta a una pregunta que no tenía solución. Pasaba las horas frente al escritorio de su cuarto revisando los pocos libros que pudo conseguir y anotando sus propias conjeturas en sucios y húmedos papeles (no tenía dinero para comprar papel de buena calidad). Los pies los tenía apoyados en el viejo baúl donde guardaba la ropa de su difunta esposa, Goldie. Parecía estar protegiendo el baúl de cualquier perturbado que se lo quisiera arrebatar pensando que allí escondía las monedas de oro; la realidad era diferente: el Capitán Werner poseía con tanto ahínco el baúl por la imperiosa necesidad de abrazar a su difunta esposa. Y ésta era la pregunta que no tenía solución y que estudiaba como si la tuviera: ¿Cómo se puede abrazar a un fantasma?”
Había otros asuntos que tratar más urgentes que las elucubraciones de un viejo enloquecido. Dos de los piratas de la tripulación de El Promesa seguían desaparecidos: presos bajo las garras de sus enemigos o muertos. A Roger Baraun lo encontró con vida, casi por milagro, en unas instalaciones de los nigromantes en las cloacas bajo Lunargenta. Esto no quería significar que el siguiente pudiera llevar días flotando a la deriva del mar. Al imaginarse la escena de ver el cadáver Wes Fungai o Leonor Mendoza (los últimos piratas desaparecidos) flotando a la deriva y siendo devorados por las aves marinas, el Capitán atrajo con los pies el baúl con la ropa de Goldie. Con ella cerca, fuera fantasma o ilusión, creía poder dejar de atormentarse.
-Me pidieron que me deshiciera de ti. No pude hacerlo. – se refería a la tradición del Evento de Midsummarbólt. -Me aferro al recuerdo del sabor de tus labios y el olor de tu perfume. Pedirte matrimonio fue lo segundo mejor que hice. Lo primero fue nuestra hija. Creo que no la llegaste a conocer. Deberías vela, tiene tus ojos y mi picardía pirata. La he visto robando en el puerto y jugando con los cangrejos de la playa. No sabe que soy su padre y no sé hasta qué punto eso es bueno. Wes Fungai y Leonor Mendoza siguen desaparecidos. No pude salvarles de la Diosa Koran. Nada me asegura que nuestra hija, a mi lado, corra un final similar al de Fungai y Mendoza. Tengo miedo-.
En el umbral de la puerta de la habitación estaban Roger Baraun y Nereida Nyére. Ninguno de los dos mencionó nada al respecto del monólogo que habían escuchado de su capitán. Werner se lo agradeció sin palabras con un ligero movimiento de cabeza.
-¿Habéis descubierto algo? Decidme, os escucharé-.
-Solo rumores capitán. –se adelantó Baraun en contestar.
-Rumores. –repitió Werner suspirando. -Mentiras y verdaderas a medio contar que se expanden y amplían con una velocidad abrumadora. Conozco ese tipo de rumores, a tu edad me gustaba crearlos por diversión. Me imagino que la guerra endulza las mentiras-.
-Así es. Hemos oído todo tipo de historias-.
Contaron todo tipo de historias, a cada cual, más increíble e irreal que el anterior. El Capitán los escuchó con atención mientras se rascaba los tentáculos de la barba con la pinza. No les interrumpió en ninguna de las ocasiones, por muchas ganas que tuviera.
-Creemos que sería adecuado cambiar de aires, Lunargenta no es segura. –dijo Nereida con su dulce voz. –Además, estás historias le están afectando al corazón como si fuera un lento veneno-.
Cierto. El Capitán Werner se había enfrentado a los muertos que retomaban la vida por las virtudes de los nigromantes. Este fue el incentivo que hizo que el Capitán pensase que podría traer de la vida a Goldie no con la maldad de los nigromantes sino con la bondad de un pirata enamorado.
-Baslodia no ha sido salpicada por la guerra. Comerá mejor-.
-Y estaré alejado de la ciudad que conozco- y de Goldie y de Ulareena.
El viaje lo comenzaron aquella misma noche. Una elfa con apariencia infantil, dos hombres bestias y dos aves se ocultaron en las sombras y usaron las callejuelas secundarias para salir de Lunargenta en mitad del asedio. Los cincos (contando a los pájaros) eran piratas, sabían pasar desapercibidos mejor que cualquier otra persona. A la mañana siguiente, se habían unido a un grupo de refugiados. La comida y la bebida escatimaban en el grupo, pero, de nuevo, eran piratas acostumbrados a vivir durante meses con los pocos recursos que el mar les ofrecía.
Una vez en Baslodia, retomaron la práctica habitual. Werner se quedaba estudiando en la habitación que entre los tres regentaron y Baraun y Nyére se mezclaban entre los ciudadanos escuchando las historias que se contaban entre ellos en busca de cualquier mención referente a Wes Fungai o Leonor Mendoza.
-Los registros hablan de una ola de agua, fango y cadáveres que chocó contra el puerto de Baslodia. Las fechas coinciden con el hundimiento de la Isla Corvo Preto-.
-El herrero asegura que el número de cuervos se ha incrementado desde entonces-.
-Y extranjeros. –apuntó la elfa. –En el mercado dicen que algunos de los desconocidos tienen unas pintas raras; que no todos deben de venir de Lunargenta-.
-¿Los cadáveres de la gran ola estaban vivos?- preguntó Baraun.
-Y Mendoza puede estar entre ellos-.
Offrol este tema lo usaremos para rescatar a Leonor Mendoza según la maldición impuesta por Master Ger en el tema: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. No tengo nada pensando de antemano, improvisar me resulta más divertido. En este tema también se hace referencia al pasado Evento [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y a la guerra de Lunargenta que acontece en estos días.
Había otros asuntos que tratar más urgentes que las elucubraciones de un viejo enloquecido. Dos de los piratas de la tripulación de El Promesa seguían desaparecidos: presos bajo las garras de sus enemigos o muertos. A Roger Baraun lo encontró con vida, casi por milagro, en unas instalaciones de los nigromantes en las cloacas bajo Lunargenta. Esto no quería significar que el siguiente pudiera llevar días flotando a la deriva del mar. Al imaginarse la escena de ver el cadáver Wes Fungai o Leonor Mendoza (los últimos piratas desaparecidos) flotando a la deriva y siendo devorados por las aves marinas, el Capitán atrajo con los pies el baúl con la ropa de Goldie. Con ella cerca, fuera fantasma o ilusión, creía poder dejar de atormentarse.
-Me pidieron que me deshiciera de ti. No pude hacerlo. – se refería a la tradición del Evento de Midsummarbólt. -Me aferro al recuerdo del sabor de tus labios y el olor de tu perfume. Pedirte matrimonio fue lo segundo mejor que hice. Lo primero fue nuestra hija. Creo que no la llegaste a conocer. Deberías vela, tiene tus ojos y mi picardía pirata. La he visto robando en el puerto y jugando con los cangrejos de la playa. No sabe que soy su padre y no sé hasta qué punto eso es bueno. Wes Fungai y Leonor Mendoza siguen desaparecidos. No pude salvarles de la Diosa Koran. Nada me asegura que nuestra hija, a mi lado, corra un final similar al de Fungai y Mendoza. Tengo miedo-.
En el umbral de la puerta de la habitación estaban Roger Baraun y Nereida Nyére. Ninguno de los dos mencionó nada al respecto del monólogo que habían escuchado de su capitán. Werner se lo agradeció sin palabras con un ligero movimiento de cabeza.
-¿Habéis descubierto algo? Decidme, os escucharé-.
-Solo rumores capitán. –se adelantó Baraun en contestar.
-Rumores. –repitió Werner suspirando. -Mentiras y verdaderas a medio contar que se expanden y amplían con una velocidad abrumadora. Conozco ese tipo de rumores, a tu edad me gustaba crearlos por diversión. Me imagino que la guerra endulza las mentiras-.
-Así es. Hemos oído todo tipo de historias-.
Contaron todo tipo de historias, a cada cual, más increíble e irreal que el anterior. El Capitán los escuchó con atención mientras se rascaba los tentáculos de la barba con la pinza. No les interrumpió en ninguna de las ocasiones, por muchas ganas que tuviera.
-Creemos que sería adecuado cambiar de aires, Lunargenta no es segura. –dijo Nereida con su dulce voz. –Además, estás historias le están afectando al corazón como si fuera un lento veneno-.
Cierto. El Capitán Werner se había enfrentado a los muertos que retomaban la vida por las virtudes de los nigromantes. Este fue el incentivo que hizo que el Capitán pensase que podría traer de la vida a Goldie no con la maldad de los nigromantes sino con la bondad de un pirata enamorado.
-Baslodia no ha sido salpicada por la guerra. Comerá mejor-.
-Y estaré alejado de la ciudad que conozco- y de Goldie y de Ulareena.
El viaje lo comenzaron aquella misma noche. Una elfa con apariencia infantil, dos hombres bestias y dos aves se ocultaron en las sombras y usaron las callejuelas secundarias para salir de Lunargenta en mitad del asedio. Los cincos (contando a los pájaros) eran piratas, sabían pasar desapercibidos mejor que cualquier otra persona. A la mañana siguiente, se habían unido a un grupo de refugiados. La comida y la bebida escatimaban en el grupo, pero, de nuevo, eran piratas acostumbrados a vivir durante meses con los pocos recursos que el mar les ofrecía.
Una vez en Baslodia, retomaron la práctica habitual. Werner se quedaba estudiando en la habitación que entre los tres regentaron y Baraun y Nyére se mezclaban entre los ciudadanos escuchando las historias que se contaban entre ellos en busca de cualquier mención referente a Wes Fungai o Leonor Mendoza.
-Los registros hablan de una ola de agua, fango y cadáveres que chocó contra el puerto de Baslodia. Las fechas coinciden con el hundimiento de la Isla Corvo Preto-.
-El herrero asegura que el número de cuervos se ha incrementado desde entonces-.
-Y extranjeros. –apuntó la elfa. –En el mercado dicen que algunos de los desconocidos tienen unas pintas raras; que no todos deben de venir de Lunargenta-.
-¿Los cadáveres de la gran ola estaban vivos?- preguntó Baraun.
-Y Mendoza puede estar entre ellos-.
Offrol este tema lo usaremos para rescatar a Leonor Mendoza según la maldición impuesta por Master Ger en el tema: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. No tengo nada pensando de antemano, improvisar me resulta más divertido. En este tema también se hace referencia al pasado Evento [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y a la guerra de Lunargenta que acontece en estos días.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
-Sigo sin entender por qué tenemos que hacer esto.- dijo Kothán. Arqueé una ceja. Creía haberlo explicado bastante bien.
-Sabes como son los rumores.- dije simplemente. -Después de lo de las mantícoras... no quiero arriesgarme. Merece la pena investigar.- Eran algo más sutiles que la gigantesca y amenazadora nube negra. Pero cadáveres apareciendo en el agua, cuervos aumentando en número y gente extraña vagando por la ciudad sumaban motivos suficientes para echar un vistazo.
Sonaba demasiado a nigromantes.
-No, no. Digo por qué tenemos que ir nosotros.- especifico. -Yo, en concreto.-
-¡Es una aventura!- intervino Hont. -Vamos a asegurarnos de que todo esté bien. Es lo que hacen los héroes. Además, ¡Asher dijo que Eltrant iba a estar allí!- El zorro no parecía muy satisfecho con esa respuesta.
-Cualquiera diría que prefieres quedarte en Roilkat.- dije, esbozando una sonrisa sarcástica.
-¿Por qué tener acceso a comida caliente, camas cómodas y bebida cuando puedes morir de calor de camino al otro extremo de la peninsula?- dijo, poniendo los ojos en blanco. -Tienes razón, esto es mucho mejor.-
-Sarcasmo resentido. ¡Esa es la actitud!- bromeé, dándole un codazo amistoso. -Venga, venga. No te vuelvas blando. Hace una eternidad que no me acompañas.-
-Ah, se me olvidaba la parte sobre arriesgar mi vida. Gracias.- replicó. Reí con ganas. ¿Le había contagiado mi sarcasmo a todo el mundo, o era impresión mía? Fuera como fuese, sabía que había tomado la decisión correcta. El traer al zorro/coyote había hecho el viaje hasta Baslodia mucho más entretenido. Además, era el que mejor se manejaba con rumores y cosas similares.
No tardamos mucho más en llegar a las puertas de Baslodia. Una vez dentro de la ciudad, fuimos directamente al hogar de toda persona que se precie: una posada. Si no recordaba mal, era exactamente la misma en la que había visto a Eltrant, tiempo atrás.
¿Cuanto había pasado? ¿Un año?
Era raro volver a verla. Estaba seguro de haber cometido varias felonias allí. Dos, como mínimo.
-Vale, vamos. A trabajar.- dije. El zorro se volvió hacia mi, sorprendido.
-¿Qué? ¿Tan pronto? ¿Ni una noche para descansar?- preguntó, con una mezcla de ultraje y horror en la cara.
-Tu forma de recabar información consiste en quedarte bebiendo en una taberna y hablando con cualquiera.- Fruncí el ceño. -No necesitas dormir para eso. Además, cuanto más rápido lo hagamos, más pronto podremos volver.-
-Aquí también hay camas y comida...- se quejó con un hilo de voz. Suspiré y le lancé una pequeña bolsa de aeros. Suficiente para unas cuantas rondas. Cualquier gesto negativo que hubiese en su cara se desvaneció al instante.
-Chantaje emocional...- musité. Luego, me volví al hombre comadreja. -Hont, ¿puedes ir a averiguar algo sobre esas personas que han aparecido?- pregunté. Entrada la noche, era más bien difícil encontrar gente a la que preguntar por la plaza. Tendría que ir a otra posada. Quizás hiciese lo mismo una vez me encontrase con Eltrant.
¿Le había dicho donde teniamos que encontrarnos? Repansé mentalmente la carta que había escrito. Estaba seguro de haberle dicho la ciudad correcta. Lamentablemente, esa vez no le haría trepar ningún edificio. Por graciosa que resultase la idea.
Me restregué los ojos. Tendría que ir a asegurarnos una habitación, como mínimo.
-Sabes como son los rumores.- dije simplemente. -Después de lo de las mantícoras... no quiero arriesgarme. Merece la pena investigar.- Eran algo más sutiles que la gigantesca y amenazadora nube negra. Pero cadáveres apareciendo en el agua, cuervos aumentando en número y gente extraña vagando por la ciudad sumaban motivos suficientes para echar un vistazo.
Sonaba demasiado a nigromantes.
-No, no. Digo por qué tenemos que ir nosotros.- especifico. -Yo, en concreto.-
-¡Es una aventura!- intervino Hont. -Vamos a asegurarnos de que todo esté bien. Es lo que hacen los héroes. Además, ¡Asher dijo que Eltrant iba a estar allí!- El zorro no parecía muy satisfecho con esa respuesta.
-Cualquiera diría que prefieres quedarte en Roilkat.- dije, esbozando una sonrisa sarcástica.
-¿Por qué tener acceso a comida caliente, camas cómodas y bebida cuando puedes morir de calor de camino al otro extremo de la peninsula?- dijo, poniendo los ojos en blanco. -Tienes razón, esto es mucho mejor.-
-Sarcasmo resentido. ¡Esa es la actitud!- bromeé, dándole un codazo amistoso. -Venga, venga. No te vuelvas blando. Hace una eternidad que no me acompañas.-
-Ah, se me olvidaba la parte sobre arriesgar mi vida. Gracias.- replicó. Reí con ganas. ¿Le había contagiado mi sarcasmo a todo el mundo, o era impresión mía? Fuera como fuese, sabía que había tomado la decisión correcta. El traer al zorro/coyote había hecho el viaje hasta Baslodia mucho más entretenido. Además, era el que mejor se manejaba con rumores y cosas similares.
[. . .]
No tardamos mucho más en llegar a las puertas de Baslodia. Una vez dentro de la ciudad, fuimos directamente al hogar de toda persona que se precie: una posada. Si no recordaba mal, era exactamente la misma en la que había visto a Eltrant, tiempo atrás.
¿Cuanto había pasado? ¿Un año?
Era raro volver a verla. Estaba seguro de haber cometido varias felonias allí. Dos, como mínimo.
-Vale, vamos. A trabajar.- dije. El zorro se volvió hacia mi, sorprendido.
-¿Qué? ¿Tan pronto? ¿Ni una noche para descansar?- preguntó, con una mezcla de ultraje y horror en la cara.
-Tu forma de recabar información consiste en quedarte bebiendo en una taberna y hablando con cualquiera.- Fruncí el ceño. -No necesitas dormir para eso. Además, cuanto más rápido lo hagamos, más pronto podremos volver.-
-Aquí también hay camas y comida...- se quejó con un hilo de voz. Suspiré y le lancé una pequeña bolsa de aeros. Suficiente para unas cuantas rondas. Cualquier gesto negativo que hubiese en su cara se desvaneció al instante.
-Chantaje emocional...- musité. Luego, me volví al hombre comadreja. -Hont, ¿puedes ir a averiguar algo sobre esas personas que han aparecido?- pregunté. Entrada la noche, era más bien difícil encontrar gente a la que preguntar por la plaza. Tendría que ir a otra posada. Quizás hiciese lo mismo una vez me encontrase con Eltrant.
¿Le había dicho donde teniamos que encontrarnos? Repansé mentalmente la carta que había escrito. Estaba seguro de haberle dicho la ciudad correcta. Lamentablemente, esa vez no le haría trepar ningún edificio. Por graciosa que resultase la idea.
Me restregué los ojos. Tendría que ir a asegurarnos una habitación, como mínimo.
_______________________________________
Podéis a usar a Hont libremente a lo largo del tema. Como en los temas con Sigel, vamos. Pero no a Kothán.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
- ¿Roja? ¿No era amarilla? ¿Desde cuándo…? – Se giró hacia su compañera, deteniéndose momentáneamente a mirarla en mitad de la calle. – ¿Cuántas capas te has comprado? – Se cruzó de brazos y enarcó una ceja, Lyn sonrió y dio un giro sobre sí misma, mostrándole al exmercenario la prenda que yacía sobre sus hombros.
- Muchas. – Contestó. – Y todas con tu dinero. – dejó escapar una risita y se encogió de hombros.
Eltrant suspiró y se pasó la mano por el pelo. Quizás debería empezar a plantearse en llevar él la bolsita con los Aeros y no dejársela a Lyn.
Contando mentalmente el dinero que debían de haberle costado las numerosas capas que la vampiresa había afirmado comprar el castaño volvió a emprender la marcha, se centró en la ciudad que le rodeaba.
Estaban en Baslodia, otra vez.
La ciudad no había sido azotada con tanta fuerza como Lunargenta. La guerra, aunque presente en los pensamientos de los habitantes de la ciudad, parecía un suceso lejano para ellos, algo de lo que solo los nativos de la capital de Verisar tenían que preocuparse.
Estaban muy equivocados.
Volvió a examinar la carta que llevaba consigo, la que había recibido días atrás y que estaba firmada por Asher.
Los rumores de los que hablaba en ella eran similares a los que él solía seguir normalmente, no le importó ir hasta allí cuando se lo pidió, no es como si tuviese algún sitio en el que estar. Además, el lobo tenía razón, lo mejor que podían hacer era investigarlo más detenidamente, aunque al final no fuesen más que coincidencias ridículamente particulares.
El hecho de que cadáveres estuviesen comenzando a salir a flote en las aguas del puerto era raro, por no hablar de los extraños que pululaban las calles en aquel momento.
- ¿Otra vez mirando la carta? – Lyn se colocó a su lado, de puntillas, para poder ver el papel que seguía en manos del castaño. - ¿Tan poca memoria tienes? – Preguntó a continuación, zarandeándole con suavidad.
Antes de contestar nada Eltrant tomó a la muchacha de un brazo y, con disimulo, se ocultó en uno de los tantos callejones en los que desembocaba la avenida por la que habían estado caminando. Miró fijamente, desde su escondite, como los dos guardias a los que había visto aproximarse calle abajo pasaban de largo.
Suspiró y, una vez se hubo asegurado de que los soldados se habían marchado, se giró hacia su amiga. Acabó ofreciéndole una sonrisa cansada, Lyn se limitó a devolvérsela.
Todavía no había ninguna orden oficial para arrestarle, técnicamente, aún no le buscaban. Pero todos “Los Buscones” habían coincidido en que, después de lo de Bracknell y el Príncipe de Baslodia, lo mejor era pasar desapercibido.
Probablemente todos los cuarteles de mayor envergadura tendrían ya una descripción detallada de su apariencia. Aunque, por supuesto, era bastante consciente de que la “ley” estaba ahora mismo demasiado ocupada con la guerra.
- Vamos. – dijo después. – La posada no está muy lejos. –
[…]
Se adentró en la posada.
La reconocía, se habían hospedado allí en más de una ocasión. Era un buen sitio, la mejor proporción comodidad-precio que podías encontrar en todo Baslodia, a ojos de Eltrant.
- Menudo cuchitril, Mortal. Me recuerda a tu cabaña. – Espetó Lyn analizando el lugar con la mirada, haciendo honor a la frase que dijo la primera vez que pasaron la noche en aquel lugar. Eltrant esbozó una sonrisa. - ¿Crees que me habrán hecho caso? – dijo a continuación, siguiendo a Eltrant.
- No creo que se hayan hecho con ninguna botella de vino especiado de Dundarak – dijo Eltrant sin pararse a mirar a su acompañante, atravesando la antesala que conducía hasta la taberna de la posada. – Además, si lo tienen no pienso pagártelo, ya tienes suficiente con tus capas. - La muchacha infló los mofletes.
- Enserio. ¿Cuántas has comprado? -
- ¡Pues voy a comprar más! – Sentenció la vampiresa. - ¡Muchas más! - A aquellas horas de la noche la taberna no estaba precisamente llena, consiguieron localizar a Asher y a los demás en cuanto se adentraron en la zona en la que se servía la comida a los inquilinos del lugar. Sorpresivamente habían llegado a la hora ajustada, aun así, Eltrant esperaba que no llevasen demasiado tiempo esperandoles.
Lyn dio una pequeña carrera y se adelantó hasta dónde estaban Asher y Koth. Eltrant a un ritmo más normal, se deslizó entre las mesas. Sonrió al ver a Hont con ellos, por lo que sabía también pertenecía a los Nómadas. Le sentaba bien.
- ¡Hola Koth! ¿Cómo estás? – dijo Lyn en cuanto llegó junto al zorro, sonriendo. Fue al primero al que saludó, Lyn se llevaba extrañamente bien con Kothán, era curioso de ver. - ¡Asher! – Tras la contestación de Koth, la vampiresa se giró hacía Asher, y levantó la tela que cubría sus hombros, mostrándole la capa de vivos colores rojizos. - ¿Has visto mi capa nueva? ¿Te gusta? – preguntó, asegurándose de que Eltrant oía claramente como lo hacía.
- No sé de dónde las ha sacado, pero al parecer tiene muchas. – fue lo primero que dijo el castaño cuando tuvo la oportunidad de hablar, suspirando. – Hola a todos. – Añadió después, levantando su mano derecha como todo saludo, sonrió a los presentes. - ¿Habéis averiguado algo? Acabamos de llegar a la ciudad. – Estiró los brazos sobre su cabeza. – ¿Qué estas bebiendo, Kothán? Me vendría bien algo antes de empezar a vagar buscando pistas por toda la ciudad. – Preguntó colocandose junto al zorro y girandose hacia Asher.
- ¡Hont! – Lyn, entre tanto, se agachó junto a Hont y le dedicó una gran sonrisa, el pequeño héroe se mostró algo tímido en un principio, pero apenas duró unos segundos, después tambien sonrió. – Me han hablado mucho de ti, dicen que eres un gran héroe. – Señaló a Eltrant tras de sí, el cual seguía poniéndose al día con Asher. - Me llamo Lyn ¿Quieres que seamos amigos? – Preguntó, la zarigüeya asintió inmediatamente, no necesitaba pensarlo.
- ¡Claro! ¡Cuantos más amigos, mejor! – dijo. - ¡Así es como se viven las mejores aventuras! – La vampiresa, entonces, estrechó a la zarigüeya entre sus brazos en cuanto este dio el visto el bueno.
- ¡Abrazo de la amistad! – Eltrant enarcó una ceja al ver esto y sonrió, para Lyn cualquier excusa era buena para abrazar a un hombre-bestia. Estaba bastante seguro de que algún día conseguiria abrazar a Syl.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
- ¿En Baslodia? - preguntó, extrañado.
- Así es, ahí. En una posada no muy lejos del puerto. En seguida pensé en tí, que sería tu hermano o algo. Skatha no es un apellido que haya escuchado mucho por aquí, así que en cuanto me dijeron el nombre...
Taliesin frunció el ceño. Aquella información era cuanto menos desconcertante. El hombre con el que hablaba, un contacto de los bajos fondos con quien Taliesin intercambiaba información a menudo y a quien todos, por sus cicatrices en las comisuras de los labios, llamaban Sonrisas, se alzó de hombros. Trataba aquella información como si no fuera muy importante para él, y sólo la compartiera por dar conversación mientras terminaba su cerveza.
- No tengo hermanos. No sé quién será ese Skatha.
- Pues será una coincidencia. O un primo lejano. O un bastardo. ¡Ya he perdido la cuenta de cuántos de esos tengo yo! Ya te digo: me pareció curioso, nada más.
Pero aquello dejó a Taliesin pensativo. Su apellido le venía de su padre, un desgraciado al que no había vuelto a ver desde que tenía nueve años. Según su madre, un marinero; según muchas otras habladurías, algún tipo de pirata, tramposo o canalla que tarde o temprano debería haber encontrado su justo fin en la punta de un estoque. Jamás había conocido a nadie de su familia paterna; ¿era posible que tuviera algún primo o, quizás incluso, un hermano, hijo de una mujer en otro puerto? No le habría sorprendido. Y si bien no tenía ningún interés en lo personal en reencontrarse con familia lejana con la que no tendría nada en común, sí ayudaría a comprender el linaje de bruja de su hija.
- Dame la dirección de esa taberna.
- Posada - corrigió Sonrisas -. ¿Así que sí te interesa?
- Como dices: es raro. Al menos quiero echarle un ojo.
- Más raro de lo que crees.
El ceño fruncido de Taliesin no hizo más que acentuarse tras aquel extraño comentario. Claramente invitaba a una pregunta, pero Sonrisas, como si de golpe hubiera perdido el interés en la conversación, apuró su cerveza, dejando escapar un suspiro exagerado al dar el último trago. El vampiro comprendió lo que esperaba de él.
- No hay prisa, ¿verdad? ¡Posadero, otra ronda! Hace mucho que no te invito, Sonrisas.
- Ah, se agradece, compañero. No importa cuánto beba, siempre termino con sed, y en algún momento se me acaban las monedas. - No dijo más hasta que no estuvo la siguiente jarra en su mano y le hubo dado un buen sorbo -. Ese hombre apellidado Skatha, cualquiera que fuera su nombre, vino preguntando por eventos extraños. Cosas de muertos que retornan, de rituales y cadáveres en el mar. Vale, un poco raro, pero hasta ahí - las comisuras de sus labios se desplazaron hacia abajo, pero las cicatrices nunca dejaban de aparentar una sonrisa - bien, decente. Yo lo daría por loco. Pues bien, siete días después de eso, siete días exactos, me entero de que una ola de cadáveres se ha estrellado contra la orilla. No uno o dos; decenas, y nadie los reconoce ni sabe de dónde salen. Y allí uno se pregunta, ¿coincidencia?
Sonrisas parecía estar divirtiéndose mientras contaba su historia. A Taliesin le hacía mucha menos gracia y no tenía claro si le estaban tomando el pelo con tal de hacerle pagar una ronda. En cuanto pudo salió del local y en un día ya lo había dejado todo dispuesto para desplazarse a Baslodia.
El cielo se había cubierto de unas densas nubes negras y, por primera vez en diez años, el vampiro podía hacer uso del tiempo diurno. Con aquello era fácil mezclarse con otros viajeros y llegar hasta Baslodia sin tener que estar constantemente atento a la hora y a tener un escondite a mano. El viaje fue sencillo, rápido, y carente de sorpresas.
La llegada, sin embargo, le dejó con mala sensación en el cuerpo. Varios cuervos le miraron desde postes a la entrada de la ciudad, graznando como si le estuvieran advirtiendo: "aléjate". Enseguida desvió la mirada, pero no pudo librarse de aquel mal augurio. No era su estilo alejarse de la ciudad persiguiendo rumores sobre hermanos perdidos, cádaveres y rituales que sonaban a nigromancia; se sentía incómodo, fuera de lugar.
Llegó a la taberna, un lugar decente, y pagó por un par de noches. Habitación: primera planta a la derecha, casi al final del pasillo; comedor: al fondo siguiendo esa puerta; desayuno: a partir de las 6. Mientras escuchaba y asentía a toda la información, Taliesin se preguntaba: vale, ¿y esos cadáveres que encontraron en la playa? Pero no sabía cómo mencionarlo sin sonar como un loco.
- Perdón, una pregunta más - pidió cuando el hombre ya comenzaba a darle la espalda -. ¿Recuerda a algún hombre por el nombre de "Skatha" que se alojara aquí hace un tiempo?
- No - fue la respuesta, increíblemente escueta, que recibió después de que el posadero lo considerara durante un largo segundo.
Taliesin murmuró un muy poco sentido "gracias" y se dirigió al comedor. Le vendría bien llenarse el estómago. Al adentrarse en el edificio no pudo evitar escuchar la conversación de otro grupo: "¿habéis averiguado algo?" preguntaba un hombre. Aquello captó irremediablemente su atención. Disimulando y evitando mirar al grupo, se hizo con un plato de comida y se asentó en una mesa cercana. Y al volver a dedicarles una mirada... ¿No era aquel Asher? El hombre perro del Midsummarblot...
- Así es, ahí. En una posada no muy lejos del puerto. En seguida pensé en tí, que sería tu hermano o algo. Skatha no es un apellido que haya escuchado mucho por aquí, así que en cuanto me dijeron el nombre...
Taliesin frunció el ceño. Aquella información era cuanto menos desconcertante. El hombre con el que hablaba, un contacto de los bajos fondos con quien Taliesin intercambiaba información a menudo y a quien todos, por sus cicatrices en las comisuras de los labios, llamaban Sonrisas, se alzó de hombros. Trataba aquella información como si no fuera muy importante para él, y sólo la compartiera por dar conversación mientras terminaba su cerveza.
- No tengo hermanos. No sé quién será ese Skatha.
- Pues será una coincidencia. O un primo lejano. O un bastardo. ¡Ya he perdido la cuenta de cuántos de esos tengo yo! Ya te digo: me pareció curioso, nada más.
Pero aquello dejó a Taliesin pensativo. Su apellido le venía de su padre, un desgraciado al que no había vuelto a ver desde que tenía nueve años. Según su madre, un marinero; según muchas otras habladurías, algún tipo de pirata, tramposo o canalla que tarde o temprano debería haber encontrado su justo fin en la punta de un estoque. Jamás había conocido a nadie de su familia paterna; ¿era posible que tuviera algún primo o, quizás incluso, un hermano, hijo de una mujer en otro puerto? No le habría sorprendido. Y si bien no tenía ningún interés en lo personal en reencontrarse con familia lejana con la que no tendría nada en común, sí ayudaría a comprender el linaje de bruja de su hija.
- Dame la dirección de esa taberna.
- Posada - corrigió Sonrisas -. ¿Así que sí te interesa?
- Como dices: es raro. Al menos quiero echarle un ojo.
- Más raro de lo que crees.
El ceño fruncido de Taliesin no hizo más que acentuarse tras aquel extraño comentario. Claramente invitaba a una pregunta, pero Sonrisas, como si de golpe hubiera perdido el interés en la conversación, apuró su cerveza, dejando escapar un suspiro exagerado al dar el último trago. El vampiro comprendió lo que esperaba de él.
- No hay prisa, ¿verdad? ¡Posadero, otra ronda! Hace mucho que no te invito, Sonrisas.
- Ah, se agradece, compañero. No importa cuánto beba, siempre termino con sed, y en algún momento se me acaban las monedas. - No dijo más hasta que no estuvo la siguiente jarra en su mano y le hubo dado un buen sorbo -. Ese hombre apellidado Skatha, cualquiera que fuera su nombre, vino preguntando por eventos extraños. Cosas de muertos que retornan, de rituales y cadáveres en el mar. Vale, un poco raro, pero hasta ahí - las comisuras de sus labios se desplazaron hacia abajo, pero las cicatrices nunca dejaban de aparentar una sonrisa - bien, decente. Yo lo daría por loco. Pues bien, siete días después de eso, siete días exactos, me entero de que una ola de cadáveres se ha estrellado contra la orilla. No uno o dos; decenas, y nadie los reconoce ni sabe de dónde salen. Y allí uno se pregunta, ¿coincidencia?
Sonrisas parecía estar divirtiéndose mientras contaba su historia. A Taliesin le hacía mucha menos gracia y no tenía claro si le estaban tomando el pelo con tal de hacerle pagar una ronda. En cuanto pudo salió del local y en un día ya lo había dejado todo dispuesto para desplazarse a Baslodia.
El cielo se había cubierto de unas densas nubes negras y, por primera vez en diez años, el vampiro podía hacer uso del tiempo diurno. Con aquello era fácil mezclarse con otros viajeros y llegar hasta Baslodia sin tener que estar constantemente atento a la hora y a tener un escondite a mano. El viaje fue sencillo, rápido, y carente de sorpresas.
La llegada, sin embargo, le dejó con mala sensación en el cuerpo. Varios cuervos le miraron desde postes a la entrada de la ciudad, graznando como si le estuvieran advirtiendo: "aléjate". Enseguida desvió la mirada, pero no pudo librarse de aquel mal augurio. No era su estilo alejarse de la ciudad persiguiendo rumores sobre hermanos perdidos, cádaveres y rituales que sonaban a nigromancia; se sentía incómodo, fuera de lugar.
Llegó a la taberna, un lugar decente, y pagó por un par de noches. Habitación: primera planta a la derecha, casi al final del pasillo; comedor: al fondo siguiendo esa puerta; desayuno: a partir de las 6. Mientras escuchaba y asentía a toda la información, Taliesin se preguntaba: vale, ¿y esos cadáveres que encontraron en la playa? Pero no sabía cómo mencionarlo sin sonar como un loco.
- Perdón, una pregunta más - pidió cuando el hombre ya comenzaba a darle la espalda -. ¿Recuerda a algún hombre por el nombre de "Skatha" que se alojara aquí hace un tiempo?
- No - fue la respuesta, increíblemente escueta, que recibió después de que el posadero lo considerara durante un largo segundo.
Taliesin murmuró un muy poco sentido "gracias" y se dirigió al comedor. Le vendría bien llenarse el estómago. Al adentrarse en el edificio no pudo evitar escuchar la conversación de otro grupo: "¿habéis averiguado algo?" preguntaba un hombre. Aquello captó irremediablemente su atención. Disimulando y evitando mirar al grupo, se hizo con un plato de comida y se asentó en una mesa cercana. Y al volver a dedicarles una mirada... ¿No era aquel Asher? El hombre perro del Midsummarblot...
Taliesin Skatha
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 260
Nivel de PJ : : 2
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
La primera parada obligada para la investigación sobre el paradero de Leonor Mendoza fue en el puerto de Baslodia. Repitió el rumor a la vez que giraba la cabeza lentamente y analizaba cada risco de la playa. El rumor tenía la edad, siendo generosos, de dos meses; podían ser menos, pero, según los cálculos del Capitán Werner, no más. Teniendo en cuenta las guerras y traumas con los que convivía Verisar, era extraño pensar en la posibilidad de que un grupo de personas se organizasen para limpiar la playa. Por mucho que buscase, el Capitán no encontró ningún rastro de una ola mayor que la otra, manchas de barro seco en la arena o miembros de cadáveres esparcidos en los lugares recónditos. Nada.
Caminó hasta la orilla de la playa. Cogió un poco de agua de mar con la pinza y se la bebió con la intención de leer su historia. Buscaba el inconfundible sabor a sangre. No lo encontró.
Por su parte, Edgar el cuervo tampoco encontró nada que pudiera verificar el rumor. Mientras el Capitán estaba con sus quehaceres, el cuervo daba vueltas en círculos alrededor de la playa. De vez en cuando, descendía a la arena y levantaba un pequeño pedrusco o rebusca en el interior de una concha. El Capitán tenía la esperanza de que el cuervo encontrase una oreja o un dedo como otras veces había hecho. De nuevo, no hubo nada. Lo más relevante que Edgar le trajo fue un aero oxidado y sin valor. El Capitán lo arrojó a la arena con marcado desdén.
El segundo lugar donde continuó la investigación fue en el hostal más popular de Baslodia. Para la ocasión, el Capitán insistió en que le acompañase Nereida Nyére. La apariencia infantil de la elfa era mucho más amigable y confiable que la de un capitán pirata con tentáculos en la barba y una tenaza en vez de brazo.
Entraron a la posada con una dinámica aprendida: fingieron no conocerse y se dispersaron, cada uno fue a un extremo separado. De esta forma podrían recolectar el doble de información. Buscaron a las personas más charlatanas, aquellos que Roger Baraun solía catalogar como “primos” y el Capitán Werner como “víctimas de la Sapiencia”.
Nereida seleccionó a un grupo de jóvenes, entre quince y veinte años, que celebraban a viva voz que Baslodia estuviera a salvo de los problemas de Lunargenta; eran tan estúpidos que no pensaron en la remota posibilidad de que la Guerra se pudiera expandir a otras ciudades de Verisar ni se fijaron que bajo el gorro de Nereida se escondían las orejas que le delataban como elfa.
El Capitán se quedó en la barra y fingió coquetear con la tabernera; nada serio. Ésta sería la puesta en escena del personaje que iba a interpretar con el fin de obtener el mayor número de información posible: un viejo pirata acabado y borracho. Pidió un vaso de whisky y bebió la mitad del contenido, la otra mitad, hizo que se le cayese por el cuello en un fingido espasmo en la pinza. La peste a alcohol barato, en opinión de los presentes, podía provenir tanto de la porción de whisky que corrió por su cuello o por las otras copas que podría haber tomado en posadas anteriores. El disfraz perfecto era aquel que no necesitaba de ningún disfraz.
Una vez hecha la puesta en escena, dio un rápido vistazo por las mesas buscando las víctimas de la sapiencia con la boca más suelta. Encontró a las víctimas perfectas: dos hombres ebrios que manoseaban las piernas de una mujer de ostentosos atributos. Serían capaces de hablar de cualquier cosa si así conseguían la atención de la chica. El Capitán clavó su mirada en ellos y se maldijo así mismo por no poder presentarse a ellos. Había otro asunto más importante que tratar, un asunto que tenía que ver con la cortesía y la amistad.
Se limpió la barbilla del whisky que había fingido derramarse y se acercó a la mesa donde estaba Eltrant y sus amigos.
-Eltrant Tale, un gusto encontrarme con usted. No esperaba verle en esta ciudad. Su lugar estaba en Lunargenta, en la Guardia, si no recuerdo mal. ¿Qué le ha traído hasta aquí?-
-Mira Asher, es un pirata de verdad como el capitán Gareth-.
Como buen pirata y conocedor de historias, el Capitán Werner conocía y admiraba las leyendas del capitán Garen. Le extrañó que un hombrecillo zarigüeya, con un aspecto dócil y risueño, conociera las historias de piratas.
Offrol: no he podido resistirme en utilizar a Hont.
Caminó hasta la orilla de la playa. Cogió un poco de agua de mar con la pinza y se la bebió con la intención de leer su historia. Buscaba el inconfundible sabor a sangre. No lo encontró.
Por su parte, Edgar el cuervo tampoco encontró nada que pudiera verificar el rumor. Mientras el Capitán estaba con sus quehaceres, el cuervo daba vueltas en círculos alrededor de la playa. De vez en cuando, descendía a la arena y levantaba un pequeño pedrusco o rebusca en el interior de una concha. El Capitán tenía la esperanza de que el cuervo encontrase una oreja o un dedo como otras veces había hecho. De nuevo, no hubo nada. Lo más relevante que Edgar le trajo fue un aero oxidado y sin valor. El Capitán lo arrojó a la arena con marcado desdén.
El segundo lugar donde continuó la investigación fue en el hostal más popular de Baslodia. Para la ocasión, el Capitán insistió en que le acompañase Nereida Nyére. La apariencia infantil de la elfa era mucho más amigable y confiable que la de un capitán pirata con tentáculos en la barba y una tenaza en vez de brazo.
Entraron a la posada con una dinámica aprendida: fingieron no conocerse y se dispersaron, cada uno fue a un extremo separado. De esta forma podrían recolectar el doble de información. Buscaron a las personas más charlatanas, aquellos que Roger Baraun solía catalogar como “primos” y el Capitán Werner como “víctimas de la Sapiencia”.
Nereida seleccionó a un grupo de jóvenes, entre quince y veinte años, que celebraban a viva voz que Baslodia estuviera a salvo de los problemas de Lunargenta; eran tan estúpidos que no pensaron en la remota posibilidad de que la Guerra se pudiera expandir a otras ciudades de Verisar ni se fijaron que bajo el gorro de Nereida se escondían las orejas que le delataban como elfa.
El Capitán se quedó en la barra y fingió coquetear con la tabernera; nada serio. Ésta sería la puesta en escena del personaje que iba a interpretar con el fin de obtener el mayor número de información posible: un viejo pirata acabado y borracho. Pidió un vaso de whisky y bebió la mitad del contenido, la otra mitad, hizo que se le cayese por el cuello en un fingido espasmo en la pinza. La peste a alcohol barato, en opinión de los presentes, podía provenir tanto de la porción de whisky que corrió por su cuello o por las otras copas que podría haber tomado en posadas anteriores. El disfraz perfecto era aquel que no necesitaba de ningún disfraz.
Una vez hecha la puesta en escena, dio un rápido vistazo por las mesas buscando las víctimas de la sapiencia con la boca más suelta. Encontró a las víctimas perfectas: dos hombres ebrios que manoseaban las piernas de una mujer de ostentosos atributos. Serían capaces de hablar de cualquier cosa si así conseguían la atención de la chica. El Capitán clavó su mirada en ellos y se maldijo así mismo por no poder presentarse a ellos. Había otro asunto más importante que tratar, un asunto que tenía que ver con la cortesía y la amistad.
Se limpió la barbilla del whisky que había fingido derramarse y se acercó a la mesa donde estaba Eltrant y sus amigos.
-Eltrant Tale, un gusto encontrarme con usted. No esperaba verle en esta ciudad. Su lugar estaba en Lunargenta, en la Guardia, si no recuerdo mal. ¿Qué le ha traído hasta aquí?-
-Mira Asher, es un pirata de verdad como el capitán Gareth-.
Como buen pirata y conocedor de historias, el Capitán Werner conocía y admiraba las leyendas del capitán Garen. Le extrañó que un hombrecillo zarigüeya, con un aspecto dócil y risueño, conociera las historias de piratas.
Offrol: no he podido resistirme en utilizar a Hont.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
Kothán se sentó en una mesa vacía. Tenía que mezclarse con el ambiente para la mayoría de sus actos, después de todo. Pero no llegó a realizarse antes de que la pareja a la que habíamos estado esperando apareciese por la puerta. Supuse que podríamos esperar un poco, al fin y al cabo. Tras encargarme del precio de la habitación en la que nos hospedariamos, me acerqué a ellos.
-Siendo arrastrado por la voluntad de un cruel tirano.- dijo, tomando un sorbo de su bebida. -Como todos.-
Tras su respuesta, Lyn aprovechó el momento para presumir de su "capa nueva", lo cual me hizo esbozar una ligera sonrisa. Al parecer, el encantamiento había funcionado sin problemas. Devolví el saludo con un gesto de cabeza y me senté.
-Hemos llegado hace unos minutos.- dije, negando con la cabeza. -Pero no sé cuanto vamos a averiguar en mitad de la noche.- admití.
Kothán alzó su bebida hacia Eltrant a modo de saludo y sonrió al escuchar su pregunta.
-Vino especiado de Dundarak. Es una especialidad de aquí.- mintió. -¿Has oido que están buscando a un tal Elran Tail? Es un fugitivo de la justicia o algo así.-
-Que mal va el mundo, ¿verdad?- añadí. Sin embargo, me puse serio un momento después, inclinándome hacia el humano. -Tenemos que hablar. A solas.- declaré. No era necesario que fuese en ese momento, por supuesto. Pero si necesitaría un minuto con él. Empezaba a preocuparme, en ocasiones.
Fue entonces cuando noté un vago olor conocido. Miré alrededor, intentando identificarlo. Aquel hombre... lo reconocía. Un vampiro. Taliesin, si no recordaba mal. Le hice un gesto para que se acercase. Era una coincidencia curiosa, pero tal vez resultase útil. Si sabía algo, podía ayudar.
Sin embargo, algo me distrajo. La aparición de un hombre calamar que, sin tapujos, se dirigió hacia Eltrant. "Su lugar estaba en Lunargenta, en la Guardia." Fruncí el ceño.
-Si eso es una amenaza, vamos a tener un problema.- declaré, irguiéndome y mirándole fijamente. No parecía tener una expresión agresiva, aunque era difícil de decir al tratar con gente lejana a los mamíferos. Miré de reojo a Eltrant, esperando algún tipo de confirmación. Por su expresión, dudaba de que fuese algo por el estilo. Resoplé y me volví a sentar, calmándome un poco.
-Has estado muy nervioso últimamente.- dijo el coyote. -Como esperando a que algo salte de repente.-
-Supongo. Disculpa.- dije, mirando al hombre calamar. Hice un gesto a la silla frente a él, invitándole a sentarse.
-Deberías invitar a una ronda. Para disculparte de verdad.- sonrió Kothán. Chasqueé la lengua. A pesar de todo, Hont estaba mirando muy de cerca al recién llegado, algo emocionado.
-¿Conoces a Gareth? Yo le conocí. Le ayudamos a derrotar al monstruo de su historia cuando cobró vida.- dijo, algo ausente a lo que decían los demás.
-Va a salir de esa bolsa, que lo sepas.- respondí, haciendo referencia a la que le había dado momentos antes. -Estamos buscando información.- dije, bajando la voz. -Tenemos motivos para creer que hay nigromantes en la ciudad. Cuervos, cadáveres, gente extraña... si sabes algo al respecto, nos ayudaría. Por el bien de todos.- Kothán carraspeó, llamandome la atención de nuevo.
-Lo que quiere decir es... Se llama Asher. Yo soy Kothán.- dijo, ofreciéndole la mano.
-Siendo arrastrado por la voluntad de un cruel tirano.- dijo, tomando un sorbo de su bebida. -Como todos.-
Tras su respuesta, Lyn aprovechó el momento para presumir de su "capa nueva", lo cual me hizo esbozar una ligera sonrisa. Al parecer, el encantamiento había funcionado sin problemas. Devolví el saludo con un gesto de cabeza y me senté.
-Hemos llegado hace unos minutos.- dije, negando con la cabeza. -Pero no sé cuanto vamos a averiguar en mitad de la noche.- admití.
Kothán alzó su bebida hacia Eltrant a modo de saludo y sonrió al escuchar su pregunta.
-Vino especiado de Dundarak. Es una especialidad de aquí.- mintió. -¿Has oido que están buscando a un tal Elran Tail? Es un fugitivo de la justicia o algo así.-
-Que mal va el mundo, ¿verdad?- añadí. Sin embargo, me puse serio un momento después, inclinándome hacia el humano. -Tenemos que hablar. A solas.- declaré. No era necesario que fuese en ese momento, por supuesto. Pero si necesitaría un minuto con él. Empezaba a preocuparme, en ocasiones.
Fue entonces cuando noté un vago olor conocido. Miré alrededor, intentando identificarlo. Aquel hombre... lo reconocía. Un vampiro. Taliesin, si no recordaba mal. Le hice un gesto para que se acercase. Era una coincidencia curiosa, pero tal vez resultase útil. Si sabía algo, podía ayudar.
Sin embargo, algo me distrajo. La aparición de un hombre calamar que, sin tapujos, se dirigió hacia Eltrant. "Su lugar estaba en Lunargenta, en la Guardia." Fruncí el ceño.
-Si eso es una amenaza, vamos a tener un problema.- declaré, irguiéndome y mirándole fijamente. No parecía tener una expresión agresiva, aunque era difícil de decir al tratar con gente lejana a los mamíferos. Miré de reojo a Eltrant, esperando algún tipo de confirmación. Por su expresión, dudaba de que fuese algo por el estilo. Resoplé y me volví a sentar, calmándome un poco.
-Has estado muy nervioso últimamente.- dijo el coyote. -Como esperando a que algo salte de repente.-
-Supongo. Disculpa.- dije, mirando al hombre calamar. Hice un gesto a la silla frente a él, invitándole a sentarse.
-Deberías invitar a una ronda. Para disculparte de verdad.- sonrió Kothán. Chasqueé la lengua. A pesar de todo, Hont estaba mirando muy de cerca al recién llegado, algo emocionado.
-¿Conoces a Gareth? Yo le conocí. Le ayudamos a derrotar al monstruo de su historia cuando cobró vida.- dijo, algo ausente a lo que decían los demás.
-Va a salir de esa bolsa, que lo sepas.- respondí, haciendo referencia a la que le había dado momentos antes. -Estamos buscando información.- dije, bajando la voz. -Tenemos motivos para creer que hay nigromantes en la ciudad. Cuervos, cadáveres, gente extraña... si sabes algo al respecto, nos ayudaría. Por el bien de todos.- Kothán carraspeó, llamandome la atención de nuevo.
-Lo que quiere decir es... Se llama Asher. Yo soy Kothán.- dijo, ofreciéndole la mano.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
- Sí, yo también he oído algo de eso. –
Eso fue lo único que respondió a cuando escuchó la broma del zorro, permitiéndose esbozar, en el proceso, una escueta sonrisa.
Sin aportar nada más a la conversación, se sentó en uno de los taburetes del lugar y, suspirando, se pasó la mano derecha por la barba; todavía no había pasado el tiempo suficiente, no se sentía realmente cómodo hablando de aquello.
Enarcó una ceja cuando el lobo le pidió hablar a solas. Asintió.
- Claro. – dijo Eltrant prácticamente enseguida, tratando de adivinar mentalmente que pretendía exactamente Asher con aquello. - ¿Pasa algo? - ¿Habría averiguado algo acerca de Bracknell? Lo dudaba, si lo hubiese hecho el lobo no tendría ningún reparo en decírselo, sobre todo allí que también estaba Hont.
Antes de que pudiesen seguir la conversación otra figura se acercó al pequeño grupo, esta se dirigió directamente a él. Entrecerró los ojos levemente cuando oyó a como el recién llegado pronunciaba su nombre junto a la palabra “guardia”.
Pero relajó la expresión al descubrir de quien se trataba.
- Capitán… - Hizo memoria, conocía aquel hombre, hacía años que no le veía, pero le conocía. Era muy difícil olvidar a un hombre-bestia de sus características. Asher también se relajó cuando Eltrant se mostró conciliador con el recién llegado, no podía culpar al lobo por mostrarse cauto, él sabía lo que había vivido con Bracknell. - …Werner. – dijo al final, el nombre sí que se le había resistido un poco.
Le ofreció la mano al capitán.
- Lo de la guardia es… - Suspiró – Hace tiempo que decidí que no era para mí, se puede decir que además de eso... últimamente he tenido problemas con ellos. – dijo con sencillez, negó con la cabeza y esperó a que Asher dejase de hablar, cuando Werner respondió a lo que el lobo quería saber, volvió a mirar al pulpo. - ¿Cuánto ha pasado desde isla Calipso? ¿Dos años? – Preguntó, a continuación, tratando inútilmente de rememorar cuando fue la última vez que se vio con el marinero.
Era curioso, no recordaba gran cosa de aquella “aventura”, solo que habían salido vivos de milagro de una isla habitada por mujeres tan bellas como mal de la cabeza estaban. También recordaba la promesa que se hizo a si mismo entonces: “Nunca vuelvas a subirte a un barco”; lamentaba no haberla cumplido.
Negó con la cabeza, volvió a sonreír.
- Lo que ha dicho Asher es verdad. – Aseguró después - Nos vendría bien la ayuda. – dijo.
Lyn, mientras tanto, depositó sus brillantes ojos azules en la persona que, en una de las mesas cercanas, bebía tranquilamente. Casi parecía que la vampiresa estaba tratando de adivinar algo en el rostro del hombre, el cual era el mismo sujeto que al que Asher había hecho una seña para que se acercase hacía apenas unos segundos.
¿Conocería al lobo? ¿O simplemente le había parecido alguien con información útil?
Finalmente, su acompañante optó por girarse hacía Werner, a quien sonrió enormemente.
- Soy Lyn – dijo, presentándose. – Aquí mi lacayo se ha olvidado de presentarme. – Señaló a Eltrant, este miró primero a Asher y después a Werner; después suspiró.
Eso fue lo único que respondió a cuando escuchó la broma del zorro, permitiéndose esbozar, en el proceso, una escueta sonrisa.
Sin aportar nada más a la conversación, se sentó en uno de los taburetes del lugar y, suspirando, se pasó la mano derecha por la barba; todavía no había pasado el tiempo suficiente, no se sentía realmente cómodo hablando de aquello.
Enarcó una ceja cuando el lobo le pidió hablar a solas. Asintió.
- Claro. – dijo Eltrant prácticamente enseguida, tratando de adivinar mentalmente que pretendía exactamente Asher con aquello. - ¿Pasa algo? - ¿Habría averiguado algo acerca de Bracknell? Lo dudaba, si lo hubiese hecho el lobo no tendría ningún reparo en decírselo, sobre todo allí que también estaba Hont.
Antes de que pudiesen seguir la conversación otra figura se acercó al pequeño grupo, esta se dirigió directamente a él. Entrecerró los ojos levemente cuando oyó a como el recién llegado pronunciaba su nombre junto a la palabra “guardia”.
Pero relajó la expresión al descubrir de quien se trataba.
- Capitán… - Hizo memoria, conocía aquel hombre, hacía años que no le veía, pero le conocía. Era muy difícil olvidar a un hombre-bestia de sus características. Asher también se relajó cuando Eltrant se mostró conciliador con el recién llegado, no podía culpar al lobo por mostrarse cauto, él sabía lo que había vivido con Bracknell. - …Werner. – dijo al final, el nombre sí que se le había resistido un poco.
Le ofreció la mano al capitán.
- Lo de la guardia es… - Suspiró – Hace tiempo que decidí que no era para mí, se puede decir que además de eso... últimamente he tenido problemas con ellos. – dijo con sencillez, negó con la cabeza y esperó a que Asher dejase de hablar, cuando Werner respondió a lo que el lobo quería saber, volvió a mirar al pulpo. - ¿Cuánto ha pasado desde isla Calipso? ¿Dos años? – Preguntó, a continuación, tratando inútilmente de rememorar cuando fue la última vez que se vio con el marinero.
Era curioso, no recordaba gran cosa de aquella “aventura”, solo que habían salido vivos de milagro de una isla habitada por mujeres tan bellas como mal de la cabeza estaban. También recordaba la promesa que se hizo a si mismo entonces: “Nunca vuelvas a subirte a un barco”; lamentaba no haberla cumplido.
Negó con la cabeza, volvió a sonreír.
- Lo que ha dicho Asher es verdad. – Aseguró después - Nos vendría bien la ayuda. – dijo.
Lyn, mientras tanto, depositó sus brillantes ojos azules en la persona que, en una de las mesas cercanas, bebía tranquilamente. Casi parecía que la vampiresa estaba tratando de adivinar algo en el rostro del hombre, el cual era el mismo sujeto que al que Asher había hecho una seña para que se acercase hacía apenas unos segundos.
¿Conocería al lobo? ¿O simplemente le había parecido alguien con información útil?
Finalmente, su acompañante optó por girarse hacía Werner, a quien sonrió enormemente.
- Soy Lyn – dijo, presentándose. – Aquí mi lacayo se ha olvidado de presentarme. – Señaló a Eltrant, este miró primero a Asher y después a Werner; después suspiró.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
¡Ah, vaya! Justo en el momento en el que miraba a Asher, el hombre bestio giró la cabeza y sus ojos se encontraron. Fue un poco incómodo que le pillaran de aquella manera cuando no se había acercado a decir hola. Levantó una mano a modo de saludo para hacerle saber que le había visto, y se demoró unos minutos para terminar apresuradamente la cena.
Desde donde estaba escuchaba la mayoría de la conversación, pero tras aquel prometedor "¿Habéis averiguado algo?" no hubo nada que revelara a qué se refería aquel hombre. A pesar de todo, habría sido maleducado no acercarse a saludar ahora que se habían reconocido mutuamente. Además, por lo poco que sabía de Asher se trataba un hombre preocupado por la seguridad de la población, alguna especie de guardia auto proclamado. Era muy posible que se interesara por los motivos que habñian llevado a Taliesin a viajar a Baslodia, o al menos tuviera algo de información que intercambiar.
Para cuando Taliesin levató para acercarse al grupo, a éste se había añadido otro desconocido, un hombre calamar que olía inequívocamente a alcohol... Un hombre de mar, a todas luces; un pirata según declaró en voz alta uno de los presentes. Al vampiro no aquellos ladrones de mar le provocaban desconfianza, pero procuró ocultar su suspicacia.
- Disculpad, espero no estar interrumpiendo nada - sonrió y extendió la mano hacia Asher para saludarlo -. No esperaba ver ninguna cara conocida en Baslodia. Taliesin - repitió su nombre por si acaso; después de todo sólo se habían encontrado una vez y habían tenido una conversación bastante corta, no le culparía si había olvidado cómo se llamaba -. Asher, ¿verdad?
En cuanto hubo saludado al hombre perro le fue ofreciendo la mano a los demás, repitiendo el mismo apretón de manos hasta que hubo cubierto a todo el mundo. En su mente repetía cada nombre que escuchaba, asegurándose de aquella manera el recordarlos.
- Un gusto conoceros. ¿Me permitís que me una? - esperó a recibir permiso para apartar una silla y sentarse a la mesa. No había podido llegar a escuchar la respuesta que Asher había dado cuando el hombre calamar, Werner, preguntó qué lo traía allí, así que en lugar de volver a preguntar simplemente expuso sus propios motivos en cuanto resultó oportuno en la conversación - Lo cierto es que quizás podáis ayudarme. Estoy aquí por unos rumores que he escuchado, ligados a un hombre de mi interés. Cosas de - bajó la voz como había hecho el hombre lobo antes - cadáveres en la playa. Al parecer hubo un suceso recientemente, ¿sabéis algo al respecto?
Desde donde estaba escuchaba la mayoría de la conversación, pero tras aquel prometedor "¿Habéis averiguado algo?" no hubo nada que revelara a qué se refería aquel hombre. A pesar de todo, habría sido maleducado no acercarse a saludar ahora que se habían reconocido mutuamente. Además, por lo poco que sabía de Asher se trataba un hombre preocupado por la seguridad de la población, alguna especie de guardia auto proclamado. Era muy posible que se interesara por los motivos que habñian llevado a Taliesin a viajar a Baslodia, o al menos tuviera algo de información que intercambiar.
Para cuando Taliesin levató para acercarse al grupo, a éste se había añadido otro desconocido, un hombre calamar que olía inequívocamente a alcohol... Un hombre de mar, a todas luces; un pirata según declaró en voz alta uno de los presentes. Al vampiro no aquellos ladrones de mar le provocaban desconfianza, pero procuró ocultar su suspicacia.
- Disculpad, espero no estar interrumpiendo nada - sonrió y extendió la mano hacia Asher para saludarlo -. No esperaba ver ninguna cara conocida en Baslodia. Taliesin - repitió su nombre por si acaso; después de todo sólo se habían encontrado una vez y habían tenido una conversación bastante corta, no le culparía si había olvidado cómo se llamaba -. Asher, ¿verdad?
En cuanto hubo saludado al hombre perro le fue ofreciendo la mano a los demás, repitiendo el mismo apretón de manos hasta que hubo cubierto a todo el mundo. En su mente repetía cada nombre que escuchaba, asegurándose de aquella manera el recordarlos.
- Un gusto conoceros. ¿Me permitís que me una? - esperó a recibir permiso para apartar una silla y sentarse a la mesa. No había podido llegar a escuchar la respuesta que Asher había dado cuando el hombre calamar, Werner, preguntó qué lo traía allí, así que en lugar de volver a preguntar simplemente expuso sus propios motivos en cuanto resultó oportuno en la conversación - Lo cierto es que quizás podáis ayudarme. Estoy aquí por unos rumores que he escuchado, ligados a un hombre de mi interés. Cosas de - bajó la voz como había hecho el hombre lobo antes - cadáveres en la playa. Al parecer hubo un suceso recientemente, ¿sabéis algo al respecto?
Taliesin Skatha
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 260
Nivel de PJ : : 2
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
El tono de voz del hombre perro era tosco y desagradable. El Capitán le ojeó de hito en hito y pensó de qué modo había amenazado a Eltrant y por qué Asher no saltó al ataque en el mismo momento en que escuchó la supuesta amenaza. Supuso, torpemente, que al decir que su lugar estaba en Lunargenta el hombre perro podría haber pensado que el Capitán quería decir que el lugar de Eltrant Tale estaba entre los muertos de la capital. Pronto Eltrant desmentiría las falsas suposiciones explicando que había tenido problemas con la Guardia y que prefería alejarse de ella. Respecto a la segunda pregunta, el por qué Asher no había utilizado la fuerza antes que las palabras, el Capitán pensó que se debía por el ambiente jovial del lugar. En otra situación, con menos gente observando la escena, el Capitán estaba convencido que el perro no habría abierto la boca. Creía leer sus intenciones en sus ojos brillantes.
-Peligroso compañero es quien confunde una amenaza con un saludo amistoso- contestó con simpatía. –No tienes de qué disculparte. Estoy acostumbrado que mi aspecto se tome como augurio de mala fortuna. –hizo un gesto con la mano izquierda restándole importancia al asunto- Apoyo esa idea, el alcohol es un calmante natural-.
El hombre zarigüeya saltó encima de la mesa y relató su historia con el capitán Gareth. Acompañaba la narración con toda una procesión de gestos, golpes al aire, saltitos y tirones de manga a quienes no le prestaban atención. Al Capitán Werner le resultó entrañable ver a un chico joven, como mucho tendría quince años, relatar con tanto entusiasmo los cuentos que el Capitán escuchó cuando era un niño. Con ayuda de su individual teatro daba a entender que la historia era real.
Sin importar que hiciera el hombrecillo, Eltrant contó vagamente su desastroso rifirrafe con La Guardia. EL Capitán entrecerró los ojos sin decir nada. Era obvio que bajo aquel aro de despreocupación y misticismo se escondía una congoja con más importancia que la que Eltrant Tale quería hacer notar. El Capitán Werner no simpatizaba con la Guardia. Él era un pirata: un asaltante de barcos y un anarquista soñador; dos características contrarias al lema de La Guardia de Lunargenta.
-Me alegra no tener que ocultarte más que he derribado más navíos de La Guardia de los que puedo contar con los tentáculos de mi barba- río de forma que no se pudiera diferenciar si lo que decía era cierto o un chiste de mal gusto.
La isla de Calipso, aquella aventura inacabada gobernada por una bruja mal descrita. El Capitán recordaba la isla y recordaba a Calipso; por poco tuvo que pagar con la vida de sus marineros haber llegado por error a la isla maldita.
Y llegó el momento de las presentaciones y las confesiones: el zorro vivaracho se llamaba Kothan, el perro Asher, la adolescente que acompañaba a Eltrant era Lyn y el siguiente humano que se unió al grupo era Taliesin. Kothan y Asher mencionaron en secreto la existencia de nigromantes. Eltrant pidió abiertamente ayuda. Taliesin no fue precavido en levantar la voz y ofrecer sus servicios. En opinión del Capital, Taliesin debió haberlo hecho al revés. Despreocuparse porque alguien escuchase que hablaba de los cadáveres en playa, aquello era algo que todos los habitantes de Baslodia debieron ver, y bajar la voz en el momento que presentaba su alianza en el grupo. La unión grupo de hombres dotados (y un adolescente irritante) levantaba más sospechas que mencionar un rumor común en la ciudad.
Nereida Nyeré y Roger Baraun eran un ejemplo de cómo se hacían las cosas. Una vez recogían la información pertinente, dejaban disimuladamente las notas en un lugar alto para que Edgar El Cuervo pudiera recogerlas. Para mayor inri, el cuervo no ofrecía al capitán directamente las notas sino que las almacenaba en el soporte del candelabro del techo, allí donde nadie pudiera alcanzarle. Una vez que el Capitán diera la orden de abandonar el edificio, el cuervo dejaría caer las notas en el sombrero del pirata.
-Creo que todos buscamos el mismo camino: –dijo con alegría. –que Asher nos invite a una ronda-.
El Capitán cogió una jarra con la tenaza y la levantó. Nyeré y Baraun reconocieron la señal. Salieron del bar.
-Nos vamos- con voz seria y sin levantar sospecha.
El Capitán hizo una señal a sus compañeros para que le siguiesen. Como había planeado, antes de marcharse, Edgar el cuervo recogió todas las notas y se acomodó en el sombrero de El Capitán. Fuera del bar esperaban los piratas con los brazos cruzados.
-Estos son mis hombres de confianza: el hombre canguro, Roger Baraun, y la hermosa Nereida Nyeré. Llevamos tres semanas combatiendo contra los mismo nigromantes que dais caza- ahora que no había nadie que les escuchase, podía hablar en voz alta. –Podemos ayudarnos mutuamente-.
-Peligroso compañero es quien confunde una amenaza con un saludo amistoso- contestó con simpatía. –No tienes de qué disculparte. Estoy acostumbrado que mi aspecto se tome como augurio de mala fortuna. –hizo un gesto con la mano izquierda restándole importancia al asunto- Apoyo esa idea, el alcohol es un calmante natural-.
El hombre zarigüeya saltó encima de la mesa y relató su historia con el capitán Gareth. Acompañaba la narración con toda una procesión de gestos, golpes al aire, saltitos y tirones de manga a quienes no le prestaban atención. Al Capitán Werner le resultó entrañable ver a un chico joven, como mucho tendría quince años, relatar con tanto entusiasmo los cuentos que el Capitán escuchó cuando era un niño. Con ayuda de su individual teatro daba a entender que la historia era real.
Sin importar que hiciera el hombrecillo, Eltrant contó vagamente su desastroso rifirrafe con La Guardia. EL Capitán entrecerró los ojos sin decir nada. Era obvio que bajo aquel aro de despreocupación y misticismo se escondía una congoja con más importancia que la que Eltrant Tale quería hacer notar. El Capitán Werner no simpatizaba con la Guardia. Él era un pirata: un asaltante de barcos y un anarquista soñador; dos características contrarias al lema de La Guardia de Lunargenta.
-Me alegra no tener que ocultarte más que he derribado más navíos de La Guardia de los que puedo contar con los tentáculos de mi barba- río de forma que no se pudiera diferenciar si lo que decía era cierto o un chiste de mal gusto.
La isla de Calipso, aquella aventura inacabada gobernada por una bruja mal descrita. El Capitán recordaba la isla y recordaba a Calipso; por poco tuvo que pagar con la vida de sus marineros haber llegado por error a la isla maldita.
Y llegó el momento de las presentaciones y las confesiones: el zorro vivaracho se llamaba Kothan, el perro Asher, la adolescente que acompañaba a Eltrant era Lyn y el siguiente humano que se unió al grupo era Taliesin. Kothan y Asher mencionaron en secreto la existencia de nigromantes. Eltrant pidió abiertamente ayuda. Taliesin no fue precavido en levantar la voz y ofrecer sus servicios. En opinión del Capital, Taliesin debió haberlo hecho al revés. Despreocuparse porque alguien escuchase que hablaba de los cadáveres en playa, aquello era algo que todos los habitantes de Baslodia debieron ver, y bajar la voz en el momento que presentaba su alianza en el grupo. La unión grupo de hombres dotados (y un adolescente irritante) levantaba más sospechas que mencionar un rumor común en la ciudad.
Nereida Nyeré y Roger Baraun eran un ejemplo de cómo se hacían las cosas. Una vez recogían la información pertinente, dejaban disimuladamente las notas en un lugar alto para que Edgar El Cuervo pudiera recogerlas. Para mayor inri, el cuervo no ofrecía al capitán directamente las notas sino que las almacenaba en el soporte del candelabro del techo, allí donde nadie pudiera alcanzarle. Una vez que el Capitán diera la orden de abandonar el edificio, el cuervo dejaría caer las notas en el sombrero del pirata.
-Creo que todos buscamos el mismo camino: –dijo con alegría. –que Asher nos invite a una ronda-.
El Capitán cogió una jarra con la tenaza y la levantó. Nyeré y Baraun reconocieron la señal. Salieron del bar.
-Nos vamos- con voz seria y sin levantar sospecha.
El Capitán hizo una señal a sus compañeros para que le siguiesen. Como había planeado, antes de marcharse, Edgar el cuervo recogió todas las notas y se acomodó en el sombrero de El Capitán. Fuera del bar esperaban los piratas con los brazos cruzados.
-Estos son mis hombres de confianza: el hombre canguro, Roger Baraun, y la hermosa Nereida Nyeré. Llevamos tres semanas combatiendo contra los mismo nigromantes que dais caza- ahora que no había nadie que les escuchase, podía hablar en voz alta. –Podemos ayudarnos mutuamente-.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
-Soy más peligroso como enemigo que como compañero.- señalé, esbozando una sonrisa lopuna. Por suerte, no parecía haberle ofendido demasiado. Resultó ser un viejo conocido de Eltrant. Y uno con el que compartía estilo de vida, al parecer. -Si estás atento, igual puedes hundir uno en el que viaje Siegfried.- comenté.
Fue entonces cuando llegó Taliesin. El vampiro no parecía muy distinto de la última vez que le vi. Por alguna extraña coincidencia, parecía estar investigando exactamente lo mismo que nosotros. Miré a Kothán. El zorro se encogió de hombros.
El pirata alzó su jarra... y un cuervo aterrizó sobre su sombrero. Arqueé una ceja, pero no pareció sorprenderle en absoluto. O la situación con esos pájaros era realmente mala, o ese en particular estaba muy amaestrado. En cualquier caso, hizo ademán de irse. Señalé a Kothán para que pagase las bebidas con el dinero que le había dado y fui detrás del curioso hombre calamar.
Fuera nos esperaban dos personas. Al parecer, sus acompañantes. Una elfa... y un hombre canguro con parte de la cara destrozada.
-¡Oh, no!- exclamó Hont. -¿Estás bien?- preguntó, mirando al canguro con preocupación. Resoplé. No era bonito que te preguntasen siempre por una herida como esa.
-Hont.- le reprimí. -Disculpa. No lo dice con mala...-
-Dioses. ¿Que te ha pasado en la cara?- exclamó la voz de Kothán, apenas atravesaba la puerta. Gruñí. ¿De repente era yo el único con modales? Le atravesé con la mirada. -¿Que? No es algo malo. ¿Acaso no te van las cicatrices?- mi codo impactó con las costillas del zorro, y este se alejó entre quejidos de dolor y risas.
Carraspeé, mirando de nuevo al canguro.
-Asher Dárengan.- dije, ofreciéndole la mano. -El bocazas es Kothán... y el bocazas menor es Hont.- Repetí el gesto con la elfa. Con ellos dos, formábamos un grupo de nueve personas y un cuervo. -No me gusta ser paranoico, pero quizás llamemos la atención con tanta gente.-
-Si hacemos como que estamos celebrando algo quizás se nos una más gente.- apuntó el zorro. Sin embargo, se detuvo un instante y elevó el hocico, olisqueando el aire. -Había algo en esa cerveza, han apuñalado a Eltrant, o...- Imité su gesto.
-Sangre.- alerté. Oportuna coincidencia. Casi no parecía una coincidencia en absoluto. -La última vez que entré en esa posada acabamos defendiéndonos de unos mercenarios brujos. ¿Que toca esta semana?-
-¿Cultistas? Nunca puedes fallar con cultistas. Seguro que van a por Tale.- sonrió el zorro. Llegados a ese punto, solo podía reírme -Vamos, Lyn. ¿De donde viene?-
-Vampiresa. Es vampiresa. No tiburón. Y usa tu propia nariz.- le reprimí. -En fin. ¿Quereis ir a por el asesinato con posible trampa, o alguien tiene una idea mejor?- pregunté. Fuese una trampa o no, era un buen sitio para descubrir cosas. Sin una sugerencia que no incluyese deambular a ciegas por la noche, hice una señal hacia donde parecía que venia el olor.
Con tanta gente, sería dificil escondernos. Si nos encontrabamos con algún guardia por mala fortuna, era posible que tuviesemos que mancharnos las manos. Sobre todo si veían a Eltrant.
-Los que no queráis luchar, quedaos detrás del muro de metal y carne con nombre de caballo.- dije. En principio, aquello iba por Kothán y Taliesin, pero no estaba seguro de si los acompañantes del capitán estarían tan dispuestos a arriesgarse. Fuera como fuese, tendrían que atacarnos con un grupo bastante grande si esperaban sacar algo.
Fue entonces cuando llegó Taliesin. El vampiro no parecía muy distinto de la última vez que le vi. Por alguna extraña coincidencia, parecía estar investigando exactamente lo mismo que nosotros. Miré a Kothán. El zorro se encogió de hombros.
El pirata alzó su jarra... y un cuervo aterrizó sobre su sombrero. Arqueé una ceja, pero no pareció sorprenderle en absoluto. O la situación con esos pájaros era realmente mala, o ese en particular estaba muy amaestrado. En cualquier caso, hizo ademán de irse. Señalé a Kothán para que pagase las bebidas con el dinero que le había dado y fui detrás del curioso hombre calamar.
Fuera nos esperaban dos personas. Al parecer, sus acompañantes. Una elfa... y un hombre canguro con parte de la cara destrozada.
-¡Oh, no!- exclamó Hont. -¿Estás bien?- preguntó, mirando al canguro con preocupación. Resoplé. No era bonito que te preguntasen siempre por una herida como esa.
-Hont.- le reprimí. -Disculpa. No lo dice con mala...-
-Dioses. ¿Que te ha pasado en la cara?- exclamó la voz de Kothán, apenas atravesaba la puerta. Gruñí. ¿De repente era yo el único con modales? Le atravesé con la mirada. -¿Que? No es algo malo. ¿Acaso no te van las cicatrices?- mi codo impactó con las costillas del zorro, y este se alejó entre quejidos de dolor y risas.
Carraspeé, mirando de nuevo al canguro.
-Asher Dárengan.- dije, ofreciéndole la mano. -El bocazas es Kothán... y el bocazas menor es Hont.- Repetí el gesto con la elfa. Con ellos dos, formábamos un grupo de nueve personas y un cuervo. -No me gusta ser paranoico, pero quizás llamemos la atención con tanta gente.-
-Si hacemos como que estamos celebrando algo quizás se nos una más gente.- apuntó el zorro. Sin embargo, se detuvo un instante y elevó el hocico, olisqueando el aire. -Había algo en esa cerveza, han apuñalado a Eltrant, o...- Imité su gesto.
-Sangre.- alerté. Oportuna coincidencia. Casi no parecía una coincidencia en absoluto. -La última vez que entré en esa posada acabamos defendiéndonos de unos mercenarios brujos. ¿Que toca esta semana?-
-¿Cultistas? Nunca puedes fallar con cultistas. Seguro que van a por Tale.- sonrió el zorro. Llegados a ese punto, solo podía reírme -Vamos, Lyn. ¿De donde viene?-
-Vampiresa. Es vampiresa. No tiburón. Y usa tu propia nariz.- le reprimí. -En fin. ¿Quereis ir a por el asesinato con posible trampa, o alguien tiene una idea mejor?- pregunté. Fuese una trampa o no, era un buen sitio para descubrir cosas. Sin una sugerencia que no incluyese deambular a ciegas por la noche, hice una señal hacia donde parecía que venia el olor.
Con tanta gente, sería dificil escondernos. Si nos encontrabamos con algún guardia por mala fortuna, era posible que tuviesemos que mancharnos las manos. Sobre todo si veían a Eltrant.
-Los que no queráis luchar, quedaos detrás del muro de metal y carne con nombre de caballo.- dije. En principio, aquello iba por Kothán y Taliesin, pero no estaba seguro de si los acompañantes del capitán estarían tan dispuestos a arriesgarse. Fuera como fuese, tendrían que atacarnos con un grupo bastante grande si esperaban sacar algo.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
- Estáis todos muy graciosos hoy… - Respondió Eltrant pasándose la mano por el pelo a la vez que dejaba escapar un largo suspiro, bajó su mano hasta el pomo de Recuerdo, en su cintura y se colocó frente al grupo, mirando fijamente hacía el lugar hacía el cual había señalado Asher. – Pero sí. – Añadió – Quedaos detrás de mí - Ignoró el comentario acerca de su nombre y entrecerró levemente los ojos, tratando de discernir algo en la oscuridad que se extendía frente a él.
Sangre, tan pronto habían abandonado la taberna habían captado el olor a sangre, era demasiado oportuno. Casi parecía una invitación, una trampa, como Asher no tardó en hacer notar a los presentes.
Afortunadamente ahora el grupo era bastante grande: estaba el Capitán Werner y varios de sus tripulantes, Asher y los suyos, y también se había unido el desconocido que había estado escuchándoles desde una mesa cercana, argumentando que los sucesos que se acontecían en la ciudad también eran interesantes para él. Este último decía llamarse Tailesin, y a pesar de no parecer estar armado a simple vista, Eltrant era de los que opinaban que toda ayuda era poca, seguía siendo un par de ojos más.
- Vamos. – dijo Eltrant casualmente ante la pregunta de Asher, comenzando a caminar hacía el lugar del que decían que provenía el olor a sangre. Eran los suficientes para encarar cualquier emboscada, aun si era una trampa, dudaba mucho que contase con la fuerza necesaria para acabar con el grupo que se acababa de formar. - ¿Sangre fresca justo ahora? – Se cruzó de brazos. – ... es una pista. ¿No? – Argumentó mirando a los demás, intuyendo que sus pensamientos no estarían muy alejados de aquello.
Las calles estaban prácticamente desiertas a aquellas horas de la noche, salvando a un par de borrachos que se tambaleaban hacía otra taberna y a lo que parecía ser un panadero que comenzaba su día de trabajo, no había absolutamente nadie en las calles.
Esperaba no encontrarse con ninguna patrulla, lo último que necesitaban eran más problemas.
Si fuese sido por él, no habían encontrado aquella primera pista, estaba siguiendo ciegamente las indicaciones que le iban dando, los callejones que recorrer. No es como si el aroma de la sangre no le fuese familiar, es que, simplemente, estaba demasiado lejos para captarlo, si respiraba con fuerza lo único que conseguía era inundar sus pulmones con el característico olor a salitre que se había adueñado de la ciudad.
Era curioso como Lyn y los demás eran capaces de distinguir aquel sutil aroma entre todos los demás, no podía evitar sentir algo de envidia, en momentos como aquel no podía evitar sentirse algo inútil.
- Era Tailesin ¿Verdad? – Mientras avanzaban lentamente a través de las calles, Lyn se acercó al último integrante del grupo. – Yo soy Lyn. – dijo, después señaló a Eltrant que caminaba frente a ellos. – Y ese es el Mortal –
- Eltrant – Cortó el castaño girándose apenas unos segundos a mirarles, Lyn puso los ojos en blanco y continuó hablando con su compañero de raza.
- Dime… - Le dio un par de codazos amistosos, sonriendo, sin molestarse siquiera en ocultar los colmillos al hacerlo. Ya estaba de nuevo olvidándose del espacio personal de la gente. - ¿Eres de esos que escriben poesía triste y entrena cuervos en un sótano? – Preguntó. - ¿O eres normal? – Añadió enseguida, lo miró de arriba abajo y amplió la sonrisa.
Eltrant no pudo evitar sonreír al oír esto, Lyn no solía encontrar a muchos vampiros con los que mantener una conversación “normal”, el último que se había prestado a hacerlo había sido Aliden y fue después de tratar de matarla.
Finalmente acabaron en la entrada de un callejón, uno oscuro aparentemente deshabitado; el olor, por lo que Lyn se encargó de hacerle notar, provenía del interior del mismo.
- Típico… - Susurró Eltrant girándose hacía los demás, miró a Asher y después a Werner, esperando que alguien tuviese algo que añadir a la situación.
Sí en un principio Eltrant había sospechado que se dirigían a una trampa, ahora estaba prácticamente seguro de eso. Fuese como fuese, no le importaba entrar en primer lugar, trató de predecir mentalmente lo que podía haber en el interior de aquella estrecha callejuela.
Como mínimo un cadáver.
Off: Ahora que mis pulmones no suenan como una gaita rota, puedo volver a escribir :'D
Sangre, tan pronto habían abandonado la taberna habían captado el olor a sangre, era demasiado oportuno. Casi parecía una invitación, una trampa, como Asher no tardó en hacer notar a los presentes.
Afortunadamente ahora el grupo era bastante grande: estaba el Capitán Werner y varios de sus tripulantes, Asher y los suyos, y también se había unido el desconocido que había estado escuchándoles desde una mesa cercana, argumentando que los sucesos que se acontecían en la ciudad también eran interesantes para él. Este último decía llamarse Tailesin, y a pesar de no parecer estar armado a simple vista, Eltrant era de los que opinaban que toda ayuda era poca, seguía siendo un par de ojos más.
- Vamos. – dijo Eltrant casualmente ante la pregunta de Asher, comenzando a caminar hacía el lugar del que decían que provenía el olor a sangre. Eran los suficientes para encarar cualquier emboscada, aun si era una trampa, dudaba mucho que contase con la fuerza necesaria para acabar con el grupo que se acababa de formar. - ¿Sangre fresca justo ahora? – Se cruzó de brazos. – ... es una pista. ¿No? – Argumentó mirando a los demás, intuyendo que sus pensamientos no estarían muy alejados de aquello.
Las calles estaban prácticamente desiertas a aquellas horas de la noche, salvando a un par de borrachos que se tambaleaban hacía otra taberna y a lo que parecía ser un panadero que comenzaba su día de trabajo, no había absolutamente nadie en las calles.
Esperaba no encontrarse con ninguna patrulla, lo último que necesitaban eran más problemas.
Si fuese sido por él, no habían encontrado aquella primera pista, estaba siguiendo ciegamente las indicaciones que le iban dando, los callejones que recorrer. No es como si el aroma de la sangre no le fuese familiar, es que, simplemente, estaba demasiado lejos para captarlo, si respiraba con fuerza lo único que conseguía era inundar sus pulmones con el característico olor a salitre que se había adueñado de la ciudad.
Era curioso como Lyn y los demás eran capaces de distinguir aquel sutil aroma entre todos los demás, no podía evitar sentir algo de envidia, en momentos como aquel no podía evitar sentirse algo inútil.
- Era Tailesin ¿Verdad? – Mientras avanzaban lentamente a través de las calles, Lyn se acercó al último integrante del grupo. – Yo soy Lyn. – dijo, después señaló a Eltrant que caminaba frente a ellos. – Y ese es el Mortal –
- Eltrant – Cortó el castaño girándose apenas unos segundos a mirarles, Lyn puso los ojos en blanco y continuó hablando con su compañero de raza.
- Dime… - Le dio un par de codazos amistosos, sonriendo, sin molestarse siquiera en ocultar los colmillos al hacerlo. Ya estaba de nuevo olvidándose del espacio personal de la gente. - ¿Eres de esos que escriben poesía triste y entrena cuervos en un sótano? – Preguntó. - ¿O eres normal? – Añadió enseguida, lo miró de arriba abajo y amplió la sonrisa.
Eltrant no pudo evitar sonreír al oír esto, Lyn no solía encontrar a muchos vampiros con los que mantener una conversación “normal”, el último que se había prestado a hacerlo había sido Aliden y fue después de tratar de matarla.
Finalmente acabaron en la entrada de un callejón, uno oscuro aparentemente deshabitado; el olor, por lo que Lyn se encargó de hacerle notar, provenía del interior del mismo.
- Típico… - Susurró Eltrant girándose hacía los demás, miró a Asher y después a Werner, esperando que alguien tuviese algo que añadir a la situación.
Sí en un principio Eltrant había sospechado que se dirigían a una trampa, ahora estaba prácticamente seguro de eso. Fuese como fuese, no le importaba entrar en primer lugar, trató de predecir mentalmente lo que podía haber en el interior de aquella estrecha callejuela.
Como mínimo un cadáver.
____________________
Off: Ahora que mis pulmones no suenan como una gaita rota, puedo volver a escribir :'D
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
Le invadió casi inmediatamente una sensación de incomodidad, como si hubiera hecho algo mal al acercarse a aquel grupo de aventureros. Era mucha gente a la que conocer de golpe, mucha gente de la que fiarse de golpe. Era posible que aquella suspicacia le viniera simplemente de la presencia de un pirata en el grupo. O el darse cuenta de que al juntarse con aquellos desconocidos estuviera exponiéndose a acabar en problemas; ¿realmente valía tanto la pena averiguar quién era aquel Skatha?
Salieron de la taberna para añadir a otros dos piratas al grupo, y el nudo de preocupación en el estómago de Taliesin se reforzó un poco más. Tal como indicó Asher en voz alta, ahora eran un grupo numeroso y muy sospechoso. Y las cosas no tardaron en complicarse. "Sangre". Taliesin arrugó la nariz; sí, con la salitre del aire y el hedor a alcohol y pescado se entremezclaba el olor metálico y dulzón de la sangre recién derramada.
- Huele fresca - aportó, delatándose sin pensarlo.
Y debía ser bastante cantidad para que pudiera sentirla tan claramente. La brisa cambió y al segundo siguiente Taliesin perdió el olor; con ellos tuvo una leve noción de la dirección de la que había venido, pero no era capaz de guiar al grupo hasta ella.
Le sorprendió que lo primero en lo que pensaran los demás fuera que se trataba de una trampa. Era muy paranoico pensar de aquella forma, y si lo hacían con tal naturalidad era porque llevaban aquella romántica vida de aventurero en la que era necesario esperar lo peor. "No puede ser una trampa", reflexionó, esperando más que creyéndolo, mientras comenzaban a andar.
- Así es - le respondió a Lyn con una sonrisa. Le inquietaba que se tratara de una vampiresa según había revelado Asher, pero era una joven tan risueña y entusiasta que era difícil tratarla con suspicacia. Los codazos, lejos de molestarle, le parecieron entrañables y sinceros, e hicieron que su gesto preocupado se relajara -. ¿A tí no te surgió la pulsión de escribir sonetos desgarradores al día siguiente de convertirte? Pensaba que venía como parte de la maldición.
¡Qué abierta y despreocupada era aquella chica! Hablar de ser vampiro se hacía muy natural con alguien que lo ponía tan fácil.
- ¿Cuánto tiempo llevas? - preguntó, un poquito más bajo y con genuina curiosidad.
Poco a poco el olor se intensificó, y terminó haciéndose tan obvio que Taliesin pensó que hasta los humanos deberían sentirlo. El vampiro miró al interior del callejón al que habían llegado; la noche era oscura y estaba seguro de que Eltrant no sería capaz de ver en su interior. Por lo ancho podían pasar tres personas apretadas codo a codo, pero además había objetos varios, muebles rotos, cajas descartadas, desperdigados como para dificultar el movimiento. Su disposición era casi estratégica, y había más obstáculos en este callejon que en inmediatamente anterior. Al ver aquello, Taliesin tuvo que afiliarse a la teoría general de que aquello bien podía ser una trampa.
Antes de que pudieran decidir qué hacer, se escuchó un crujido y el vampiro pudo ver una sombra deslizándose por el final del callejón.
- Está huyendo alguien - señaló, dándole un toque a Eltrant en el hombro para llamar su atención.
Pero quizás aquello era parte de la trampa.
Off: Siento mucho la tardanza :'(
Salieron de la taberna para añadir a otros dos piratas al grupo, y el nudo de preocupación en el estómago de Taliesin se reforzó un poco más. Tal como indicó Asher en voz alta, ahora eran un grupo numeroso y muy sospechoso. Y las cosas no tardaron en complicarse. "Sangre". Taliesin arrugó la nariz; sí, con la salitre del aire y el hedor a alcohol y pescado se entremezclaba el olor metálico y dulzón de la sangre recién derramada.
- Huele fresca - aportó, delatándose sin pensarlo.
Y debía ser bastante cantidad para que pudiera sentirla tan claramente. La brisa cambió y al segundo siguiente Taliesin perdió el olor; con ellos tuvo una leve noción de la dirección de la que había venido, pero no era capaz de guiar al grupo hasta ella.
Le sorprendió que lo primero en lo que pensaran los demás fuera que se trataba de una trampa. Era muy paranoico pensar de aquella forma, y si lo hacían con tal naturalidad era porque llevaban aquella romántica vida de aventurero en la que era necesario esperar lo peor. "No puede ser una trampa", reflexionó, esperando más que creyéndolo, mientras comenzaban a andar.
- Así es - le respondió a Lyn con una sonrisa. Le inquietaba que se tratara de una vampiresa según había revelado Asher, pero era una joven tan risueña y entusiasta que era difícil tratarla con suspicacia. Los codazos, lejos de molestarle, le parecieron entrañables y sinceros, e hicieron que su gesto preocupado se relajara -. ¿A tí no te surgió la pulsión de escribir sonetos desgarradores al día siguiente de convertirte? Pensaba que venía como parte de la maldición.
¡Qué abierta y despreocupada era aquella chica! Hablar de ser vampiro se hacía muy natural con alguien que lo ponía tan fácil.
- ¿Cuánto tiempo llevas? - preguntó, un poquito más bajo y con genuina curiosidad.
Poco a poco el olor se intensificó, y terminó haciéndose tan obvio que Taliesin pensó que hasta los humanos deberían sentirlo. El vampiro miró al interior del callejón al que habían llegado; la noche era oscura y estaba seguro de que Eltrant no sería capaz de ver en su interior. Por lo ancho podían pasar tres personas apretadas codo a codo, pero además había objetos varios, muebles rotos, cajas descartadas, desperdigados como para dificultar el movimiento. Su disposición era casi estratégica, y había más obstáculos en este callejon que en inmediatamente anterior. Al ver aquello, Taliesin tuvo que afiliarse a la teoría general de que aquello bien podía ser una trampa.
Antes de que pudieran decidir qué hacer, se escuchó un crujido y el vampiro pudo ver una sombra deslizándose por el final del callejón.
- Está huyendo alguien - señaló, dándole un toque a Eltrant en el hombro para llamar su atención.
Pero quizás aquello era parte de la trampa.
Off: Siento mucho la tardanza :'(
Taliesin Skatha
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 260
Nivel de PJ : : 2
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
La compañía siguió el rastro del olor a sangre que Asher había detectado. Roger Baraun y Nereida Nyére caminaban junto con Kothan y Hont. Roger disfrutaba, como un bocazas más, de la conversación con el zorro y la zarigüeya.
-Fueron unos nigromantes. –explicaba Roger mientras se acariciaba contorno de la herida-. Eran más de veinte nigromantes. ¿Qué digo veinte? Eran doscientos por lo menos. Ellos me arrancaron la mitad de la piel de mi cara. Yo les atravesé el pecho con mi espada. Yo lo veo un trato justo. Doscientas muertas a cambio de mi preciosa piel-.
-Bip, bip, Rogie. –Nereida Nyére tuvo la suficiente consideración de no desmentir la historia de Baraun, cosa que le hubiera sido muy fácil, pero no pudo evitar emitir una de sus habituales reprimendas.
-Solo me duele si me toco la cara o si me río. –continuó Baraun fingiendo no haber escuchado a Nereida –Nada en comparación con lo que les hice. Deberíais haber estado ahí abajo, en las alcantarillas de Lunargenta. Donde va a parar las mierdas de los humanos. Ahí estaba yo, con mi espada y mi tirachinas. Y ahí estaban ellos, con sus bastones y sus muertos vivientes…-.
Nereida levantó las manos las dejó reposar en la mitad izquierda del rostro de Baraun. El canguro estaba riendo. Los dientes que quedaban al descubierto traqueteaban como las ruedas de un carruaje en mal estado. La elfa le aliviaba el dolor para que el canguro no dejase de reír.
-¿Qué más sigue Roger? –agregaba en ocasiones Nereida entre risas. –Esa parte de la historia no me la habías contado-.
El Capitán Werner iba en último lugar, detrás de Taliesin y Lyn. Escuchó la conversación entre los vampiros. No fue hasta ese entonces que descubrió que Taliesin era un vampiro. Lyn le delató. Le trataba como un hermano y decía que eran iguales a la vez que dejaba a relucir sus blancos colmillos. El Capitán Werner no le dio importancia a la raza que de Taliesin. Los vampiros que había conocido hasta entonces tenían la misma devoción por los nigromantes que un asno lo podría tener con el mar: ninguna. Un vampiro adulto en la compañía podría resultar una gran ventaja a la hora de combatir en la noche.
De vez en cuando, el Capitán giraba la cabeza y vigilaba su espalda asegurándose que nadie les estuviera persiguiendo. Eran un grupo particular y reconocible desde la distancia. Cualquiera que les viese podría deducir qué estaban tramando. Debían prestar atención a los ojos tras las ventanas entreabiertas, a las sombras que se veía debajo de las luces y al sonido del viento que traía el rumor de lejanas voces.
El rastro de sangre parecía dirigirlos a una trampa: un callejón con la salida tapiada. El Capitán estaba de acuerdo con Eltrant: nada nuevo. Puso su mano izquierda en la empuñadura del sable y esperó.
-Es evidente que esto es una trampa, el más ciego se ha dado cuenta. Contamos con el factor sorpresa. Podemos prepararnos. Devolverles la trampa a nuestro favor-.
Taliesin señaló una figura en las sombras que escapaba del callejón. El Capitán sonrió al comprobar que no había fallado al no prejuzgar a Taliesin por su raza, sus ojos eran útiles en la oscuridad. Por mucho que se esforzarse y por mucho que entrecerrase los ojos para agudizar la vista, el Capitán no conseguía ver nada. Roger Baraun enfundó una piedra en su tirachinas y apuntó a la dirección donde el vampiro señalaba. Igual que el Capitán, parecía que el canguro no conseguía diferenciar un objetivo claro.
-Contamos contigo. –dijo el Capitán en voz baja a Edgar-. No pierdas de vista a ese hombre. –al resto del grupo. –El cuervo nos llevará a donde sea que vaya a esconderse nuestro amigo. Aunque pienso que es mejor que nos dividamos. Ese hombre puede ser una distracción. Un grupo podemos quedarnos en el callejón y seguir investigando el rastro de sangre. El otro que siga al cuervo. –guardó unos segundos de silencio y añadió una burla al estilo de Baraun. –Además, si seguimos todos juntos llamaremos más la atención que la feria del condado-.
-Fueron unos nigromantes. –explicaba Roger mientras se acariciaba contorno de la herida-. Eran más de veinte nigromantes. ¿Qué digo veinte? Eran doscientos por lo menos. Ellos me arrancaron la mitad de la piel de mi cara. Yo les atravesé el pecho con mi espada. Yo lo veo un trato justo. Doscientas muertas a cambio de mi preciosa piel-.
-Bip, bip, Rogie. –Nereida Nyére tuvo la suficiente consideración de no desmentir la historia de Baraun, cosa que le hubiera sido muy fácil, pero no pudo evitar emitir una de sus habituales reprimendas.
-Solo me duele si me toco la cara o si me río. –continuó Baraun fingiendo no haber escuchado a Nereida –Nada en comparación con lo que les hice. Deberíais haber estado ahí abajo, en las alcantarillas de Lunargenta. Donde va a parar las mierdas de los humanos. Ahí estaba yo, con mi espada y mi tirachinas. Y ahí estaban ellos, con sus bastones y sus muertos vivientes…-.
Nereida levantó las manos las dejó reposar en la mitad izquierda del rostro de Baraun. El canguro estaba riendo. Los dientes que quedaban al descubierto traqueteaban como las ruedas de un carruaje en mal estado. La elfa le aliviaba el dolor para que el canguro no dejase de reír.
-¿Qué más sigue Roger? –agregaba en ocasiones Nereida entre risas. –Esa parte de la historia no me la habías contado-.
El Capitán Werner iba en último lugar, detrás de Taliesin y Lyn. Escuchó la conversación entre los vampiros. No fue hasta ese entonces que descubrió que Taliesin era un vampiro. Lyn le delató. Le trataba como un hermano y decía que eran iguales a la vez que dejaba a relucir sus blancos colmillos. El Capitán Werner no le dio importancia a la raza que de Taliesin. Los vampiros que había conocido hasta entonces tenían la misma devoción por los nigromantes que un asno lo podría tener con el mar: ninguna. Un vampiro adulto en la compañía podría resultar una gran ventaja a la hora de combatir en la noche.
De vez en cuando, el Capitán giraba la cabeza y vigilaba su espalda asegurándose que nadie les estuviera persiguiendo. Eran un grupo particular y reconocible desde la distancia. Cualquiera que les viese podría deducir qué estaban tramando. Debían prestar atención a los ojos tras las ventanas entreabiertas, a las sombras que se veía debajo de las luces y al sonido del viento que traía el rumor de lejanas voces.
El rastro de sangre parecía dirigirlos a una trampa: un callejón con la salida tapiada. El Capitán estaba de acuerdo con Eltrant: nada nuevo. Puso su mano izquierda en la empuñadura del sable y esperó.
-Es evidente que esto es una trampa, el más ciego se ha dado cuenta. Contamos con el factor sorpresa. Podemos prepararnos. Devolverles la trampa a nuestro favor-.
Taliesin señaló una figura en las sombras que escapaba del callejón. El Capitán sonrió al comprobar que no había fallado al no prejuzgar a Taliesin por su raza, sus ojos eran útiles en la oscuridad. Por mucho que se esforzarse y por mucho que entrecerrase los ojos para agudizar la vista, el Capitán no conseguía ver nada. Roger Baraun enfundó una piedra en su tirachinas y apuntó a la dirección donde el vampiro señalaba. Igual que el Capitán, parecía que el canguro no conseguía diferenciar un objetivo claro.
-Contamos contigo. –dijo el Capitán en voz baja a Edgar-. No pierdas de vista a ese hombre. –al resto del grupo. –El cuervo nos llevará a donde sea que vaya a esconderse nuestro amigo. Aunque pienso que es mejor que nos dividamos. Ese hombre puede ser una distracción. Un grupo podemos quedarnos en el callejón y seguir investigando el rastro de sangre. El otro que siga al cuervo. –guardó unos segundos de silencio y añadió una burla al estilo de Baraun. –Además, si seguimos todos juntos llamaremos más la atención que la feria del condado-.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
-¿Espada y tirachinas?- pregunté, divertido. Una curiosa combinación de armas. La historia que contaba Roger estaba evidentemente exagerada, pero le daba un toque entretenido. Hont parecía realmente inmerso en ella. Le miraba con ojos muy abiertos, completamente atento. -¿Cuantas piedras hacen falta para matar a doscientos nigromantes?-
-Ciento sesenta y tres, por supuesto. Es obviamente un maestro.- intervino Kothán, riendo. Parecía que el canguro y él se llevarían bien.
-Por supuesto.- añadí. La conversación le quitaba cierta tensión al ambiente, pero no podía evitar pensar que las cosas podían acabar mal si no estábamos alerta. Saqué un par de runas de mi bolsillo y se las tendí a Roger.[1] -Impresiónanos, maestro. Si le das a alguien, invocas al rayo.- Si tenía la confianza para usar un tirachinas en combate, debía de tener una buena puntería. Quizás aquello le viniese bien.
-¡Eh! A mi nunca me dejas jugar con tus cosas mágicas.- protestó Kothán.
-Claro, tienes tanto encanto personal que no necesitas encantamientos.- dije, sonriendo sarcástico.
Las bromas cesaron cuando Taliesin apuntó a una figura por el callejón. Werner actuó rápido. Nada mal. El tener ojos en el aire nos sería útil. Asentí ante la idea de separarnos. Confiaba lo suficiente en Tale como para dejar que protegiese al resto.
-Koth, Hont, quedaos con Eltrant. Lyn, conmigo. Taliesin y Roger, seguid al cuervo.- Aquel grupo era el más rápido, y todos podían seguir un rastro o manejarse en la oscuridad. Tras aquello, tomé carrerilla y salté, impulsándome hacia arriba a una velocidad vertiginosa hasta posarme sobre el tejado de uno de los edificios que nos rodeaban.[2] Le hice una señal a Lyn para que subiese. -Vigilaremos desde arriba. Si os tienden una emboscada, se arrepentirán.- Por su cuenta, eran un objetivo fácil. Pero contaban conmigo. No les dejaría salir heridos.
Una mirada hacia el único humano del grupo bastaba para decir lo que tenía en mente. Le estaba confiando a mi familia. Sabía que no fallaría.
-En marcha.-
La falta de luz ahí arriba no era tan fuerte. Las luces de las calles principales ayudaban un poco a no desorientarme. Intenté no fijarme en el cuervo de Werner: tenía que centrarme en las dos personas a las que estabamos "escoltando." Confiaba en que Lyn se manejaría bien por aquel terreno. Era tan ligera de pies como lo podía ser Syl, después de todo. Con cada salto que realizaba entre tejados, la vampiresa me seguía sin dificultad.
Miré hacia adelante. El cuervo estaba volando en círculos. ¿Se había detenido su objetivo...? Fruncí el ceño y desenfundé lentamente a Brillo, intercambiando una mirada con Lyn. No estaba seguro si la pareja que lo seguía podía vernos. Otras figuras se movían. Les rodeaban. ¿Atracadores cualquiera, o...?
Contemplé la escena desde arriba, esperando a ver que ocurría. Si eran una amenaza, acabaría con ellos.
Koth se quedó en silencio mientras veía a sus compañeros desaparecer por varios flancos.
-Están presumiendo, ¿verdad?- le preguntó a Eltrant. El perro parecía aprovechar cualquier oportunidad para sacar a relucir esos trucos suyos. Siendo honestos, él haría lo mismo. Fuera como fuese, la compañía que le quedaba parecía algo más... seria. Asher se había llevado a toda la gente divertida salvo a Hont.
El hombre zorro se mantuvo detrás del humano. En esos momentos, esa armadura le parecía mucho más sólida de lo normal. Aunque, ¿cuantas veces podía haberla roto?
-...No me des tu espada esta vez.- masculló. No necesitaba oportunidades para hacerse el valiente. El ambiente de guerra le había puesto algo nervioso. Si quería salvar su pellejo, tendría que asegurarse de no hacer nada estúpido.
-¡A mi si puedes dármela! ¡La usaré para defendernos!- intervino Hont. Koth le clavó la mirada.
-¡Tu eres demasiado pequeño para eso!- dijo. A continuación, miró a Werner y a Nereida. Parecían saber lo que hacían. Siete de cada diez veces, eso era bueno. -¿...deberíamos hacer algo? ¿Escondernos?- preguntó.
Se llevó la mano al cuchillo arrojadizo que escondía en su chaqueta. Encantamiento de hielo, había dicho Asher. Solo para emergencias. ¿Que contaba como una emergencia? Era dificil de decir.
-Ciento sesenta y tres, por supuesto. Es obviamente un maestro.- intervino Kothán, riendo. Parecía que el canguro y él se llevarían bien.
-Por supuesto.- añadí. La conversación le quitaba cierta tensión al ambiente, pero no podía evitar pensar que las cosas podían acabar mal si no estábamos alerta. Saqué un par de runas de mi bolsillo y se las tendí a Roger.[1] -Impresiónanos, maestro. Si le das a alguien, invocas al rayo.- Si tenía la confianza para usar un tirachinas en combate, debía de tener una buena puntería. Quizás aquello le viniese bien.
-¡Eh! A mi nunca me dejas jugar con tus cosas mágicas.- protestó Kothán.
-Claro, tienes tanto encanto personal que no necesitas encantamientos.- dije, sonriendo sarcástico.
Las bromas cesaron cuando Taliesin apuntó a una figura por el callejón. Werner actuó rápido. Nada mal. El tener ojos en el aire nos sería útil. Asentí ante la idea de separarnos. Confiaba lo suficiente en Tale como para dejar que protegiese al resto.
-Koth, Hont, quedaos con Eltrant. Lyn, conmigo. Taliesin y Roger, seguid al cuervo.- Aquel grupo era el más rápido, y todos podían seguir un rastro o manejarse en la oscuridad. Tras aquello, tomé carrerilla y salté, impulsándome hacia arriba a una velocidad vertiginosa hasta posarme sobre el tejado de uno de los edificios que nos rodeaban.[2] Le hice una señal a Lyn para que subiese. -Vigilaremos desde arriba. Si os tienden una emboscada, se arrepentirán.- Por su cuenta, eran un objetivo fácil. Pero contaban conmigo. No les dejaría salir heridos.
Una mirada hacia el único humano del grupo bastaba para decir lo que tenía en mente. Le estaba confiando a mi familia. Sabía que no fallaría.
-En marcha.-
La falta de luz ahí arriba no era tan fuerte. Las luces de las calles principales ayudaban un poco a no desorientarme. Intenté no fijarme en el cuervo de Werner: tenía que centrarme en las dos personas a las que estabamos "escoltando." Confiaba en que Lyn se manejaría bien por aquel terreno. Era tan ligera de pies como lo podía ser Syl, después de todo. Con cada salto que realizaba entre tejados, la vampiresa me seguía sin dificultad.
Miré hacia adelante. El cuervo estaba volando en círculos. ¿Se había detenido su objetivo...? Fruncí el ceño y desenfundé lentamente a Brillo, intercambiando una mirada con Lyn. No estaba seguro si la pareja que lo seguía podía vernos. Otras figuras se movían. Les rodeaban. ¿Atracadores cualquiera, o...?
Contemplé la escena desde arriba, esperando a ver que ocurría. Si eran una amenaza, acabaría con ellos.
__________________________________________________________
Koth se quedó en silencio mientras veía a sus compañeros desaparecer por varios flancos.
-Están presumiendo, ¿verdad?- le preguntó a Eltrant. El perro parecía aprovechar cualquier oportunidad para sacar a relucir esos trucos suyos. Siendo honestos, él haría lo mismo. Fuera como fuese, la compañía que le quedaba parecía algo más... seria. Asher se había llevado a toda la gente divertida salvo a Hont.
El hombre zorro se mantuvo detrás del humano. En esos momentos, esa armadura le parecía mucho más sólida de lo normal. Aunque, ¿cuantas veces podía haberla roto?
-...No me des tu espada esta vez.- masculló. No necesitaba oportunidades para hacerse el valiente. El ambiente de guerra le había puesto algo nervioso. Si quería salvar su pellejo, tendría que asegurarse de no hacer nada estúpido.
-¡A mi si puedes dármela! ¡La usaré para defendernos!- intervino Hont. Koth le clavó la mirada.
-¡Tu eres demasiado pequeño para eso!- dijo. A continuación, miró a Werner y a Nereida. Parecían saber lo que hacían. Siete de cada diez veces, eso era bueno. -¿...deberíamos hacer algo? ¿Escondernos?- preguntó.
Se llevó la mano al cuchillo arrojadizo que escondía en su chaqueta. Encantamiento de hielo, había dicho Asher. Solo para emergencias. ¿Que contaba como una emergencia? Era dificil de decir.
_____________________________________
Disculpad la tardanza. Tenía vacacioncitis aguda. Volvamos a tomar el ritmo.
[1] Prestada habilidad: Runa Elemental - Descarga a Roger. (Dos usos)
[2] Usada habilidad: Impulso
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
- ¿Mi edad? – Lyn esbozó una sonrisa al oír la pregunta de su congénere, divertida por encontrarse con uno de los suyos que no sintiese la necesidad de dominar todo el mundo conocido. – Esas no son cosas que se le pregunten a una señorita, ¿Sabes? – dijo llevándose una de las manos hasta la boca, fingiendo estar ofendida. – Pero… cien años. – dijo sin apartarse de Tailesin, en el mismo tono de voz que el vampiro había usado para formular la pregunta. - ¿A que me conservo bien? – Añadió dando una fugaz vuelta sobre sí misma.
Eltrant no pudo evitar dejar escapar una corta carcajada al oír esto, pero no añadió nada más, dejó que su compañera disfrutase de la conversación que estaba teniendo con Taliesin sin interrumpir ya que, después de todo, no era algo que Lyn tuviese oportunidad de hacer todos los días.
En cambio, sí que prestó especial atención a la historia del hombre bestia que acompañaba al capitán, de Roger, el cual se encargó de relatar como aniquiló él solo a un regimiento de doscientos nigromantes y se ganó las distintas cicatrices que cruzaban su cara.
Era bastante evidente que Roger estaba exagerando, pero aquella descabellada historia facilitó las cosas al grupo para que se relajase un poco y se sintiesen más cómodos los unos con los otros, algo que no venía nada mal si tenían en cuenta las circunstancias en las que se encontraban, sobre todo porque al poco de estar Eltrant esperando en la entrada del callejón, Tailesin se encargó de hacer notar a los presentes que había vislumbrado a alguien marchándose de allí a toda prisa.
Comportándose como el capitán de navío que decía ser, Werner inmediatamente propuso dividir el grupo en dos, cosa a la que Asher no tardó en aceptar seleccionando específicamente los miembros de cada grupo.
La idea era simple: un grupo se quedaría allí y el otro seguiría al cuervo del capitán, el cual, al parecer, les conduciría hasta el fugitivo que acababa de escapar de allí.
Eltrant tampoco se opuso a la idea, por mucho que le hubiese gustado seguir al tipo que acababa de abandonar el callejón conocía sus puntos débiles, no iba a alcanzarle con todo el metal que llevaba encima.
- Oh, si me lo pides así no puedo negarme. – Respondió Lyn, sonriendo, cuando Asher la escogió para el grupo que iba a seguir al cuervo. – Pero después quiero un abrazo – Indicó caminando lentamente hasta la base del edificio al que se acababa de subir el Nómada.
- Ten cuidado, Lyn – dijo Eltrant a la ojiazul antes de que esta siguiese los pasos del lobo, la vampiresa le guiño un ojo a Eltrant como toda respuesta y, tras eso, se desvaneció en una nube de sombras para volver a aparecerse en el tejado, justo tras Asher. [1]
Después de lanzar una última mirada a los que se habían quedado en el callejón, las dos siluetas que se perdieron entre los tejados de la ciudad.
Suspiró y bajó ambas manos hasta su cinturón. Conocía a Lyn, sabía que le iría bien, era perfectamente capaz de cuidarse de sí misma y, además, si algo iba mal estaba con Asher.
La voz de Kothán le sacó de sus cavilaciones, sonrió.
- Por supuesto que están presumiendo. – dijo dándole una palmada en la espalda. - ¿Es que no les conoces? - El zorro parecía algo fuera de lugar, cosa no le extrañaba; la única persona a la que conocía allí además de a Hont era a él mismo, algo que quizás no ayudase demasiado a tranquilizarle. - ¿Oh? – Bajó la mirada hasta Recuerdo cuando el zorro le indicó que aquella vez podía quedarse con ella. – No te preocupes, yo me encargo – Le dijo bajando ambas manos hasta su cinturón.
Asher confiaba en él, no iba a dejar que les pasase nada a los presentes.
Estuvo tentado de cederle Recuerdo a Hont, principalmente debido al entusiasmo que este mostró ante aquella idea, pero Koth tenía razón, la espada era demasiado grande para él y, además, estar armado con ella le convertiría en un objetivo, tendría que conformarse con lo que tenía.
- Tú cuida de la retaguardia ¿Vale? – dijo agachándose junto a la Zarigüeya, después se giró hacía el Capitán y Nereida - ¿Alguna idea, Capitán? ¿Algo que te diga toda… esta sangre? – Preguntó después de oír la de Kothán de esconderse.
Había demasiada sangre para pertenecer a una sola persona, una persona que, además, no estaba presente en el callejón. Nadie había dicho nada acerca de que el tipo que había huido de allí cargase con un cuerpo, así que eso solo podía indicar que alguien había derramado todo aquello allí a propósito.
¿Pero por qué?
Antes de que pudiese responder mentalmente a aquella última pregunta, varias figuras se aparecieron en la única salida del callejón, adentrándose lentamente. Eltrant no llegó se lo pensó demasiado, en cuanto les vio avanzar lentamente hacía donde estaban se posicionó delante del grupo.
- ¿Capitán Alfred Werner? – Preguntó el primero de ellos bajando su mano derecha hasta el sable que portaba, señalando directamente al calamar. – Eres tú… - Asintió para sí - Dividir a tu patético grupo marineros en dos no ha sido tu mejor idea. – dijo a continuación, sonriendo, desenvainando lentamente su espada. – No deberías meterte dónde no te llaman, no es nada personal. – dijo a continuación, haciendo una seña a los demás recién llegados para que se hiciesen con sus armas.
Eltrant extrajo a Olvido de su vaina.
- Adelante. – Les dijo levantando el espadón plateado frente a él, frunció el ceño. – Dadme un motivo. – Agregó adelantándose otra vez más, colocándose más cerca de los atacantes. [2]
Siguió al lobo ágilmente a través de los tejados, asegurándose de estar siempre lo suficientemente cerca de este. Cuando, por alguna razón, temía el no poder realizar los envidiables saltos que hacía el lobo ella, simplemente, levantaba un puente de sombras entre dos edificios y corría sobre él, sin detenerse.
Hacía tiempo que no se movía así, agradecía el cambio para variar.
Al cabo de unos minutos, se detuvieron. El cuervo alcanzó su destino y, por extensión, también lo habían hecho ellos. Entrecerrando levemente los ojos analizó la situación desde dónde estaban y asintió con suavidad cuando vio a Asher desenvainar su espada.
Además de Tailesin y Roger, había alguien más ahí abajo, varias siluetas se estaban acercando a ellos, rodeándoles.
- O están haciendo amigos muy rápido… - Se mordió el labio inferior, jugueteó con su flequillo durante unos instantes, pensando que hacer. – Muy bien – dijo al final dando una palmada frente a su cara, concentrándose.
Cerró los ojos.
Apenas necesitó un par de segundos, las sombras de todas las personas que estaban de su parte en aquel lugar comenzaron a oscilar con suavidad, casi como si tuviesen vida propia. Levantó su mano derecha, para asegurarse de que lo había hecho bien, la sombra de Asher respondió a los movimientos de la vampiresa. [3]
- A por ellos. – dijo levantándose, esperando seguir al lobo cuando este decidiese que hacer.
Si se quedaban observando, de todas formas, tendrían algo de margen. Sus propias sombras se encargarían de detener cualquier ataque que les lanzasen.
[2] Habilidad de Eltrant de Nivel 6: Muro de Acero
(Podeis usar a Elt en vuestro turno si los enemigos os atacan a vosotros en lugar de a él para que les parta por la mitad (?) :'D)
[3] Habilidad de Lyn de Nivel 8: Guardian Oscuro.
Eltrant no pudo evitar dejar escapar una corta carcajada al oír esto, pero no añadió nada más, dejó que su compañera disfrutase de la conversación que estaba teniendo con Taliesin sin interrumpir ya que, después de todo, no era algo que Lyn tuviese oportunidad de hacer todos los días.
En cambio, sí que prestó especial atención a la historia del hombre bestia que acompañaba al capitán, de Roger, el cual se encargó de relatar como aniquiló él solo a un regimiento de doscientos nigromantes y se ganó las distintas cicatrices que cruzaban su cara.
Era bastante evidente que Roger estaba exagerando, pero aquella descabellada historia facilitó las cosas al grupo para que se relajase un poco y se sintiesen más cómodos los unos con los otros, algo que no venía nada mal si tenían en cuenta las circunstancias en las que se encontraban, sobre todo porque al poco de estar Eltrant esperando en la entrada del callejón, Tailesin se encargó de hacer notar a los presentes que había vislumbrado a alguien marchándose de allí a toda prisa.
Comportándose como el capitán de navío que decía ser, Werner inmediatamente propuso dividir el grupo en dos, cosa a la que Asher no tardó en aceptar seleccionando específicamente los miembros de cada grupo.
La idea era simple: un grupo se quedaría allí y el otro seguiría al cuervo del capitán, el cual, al parecer, les conduciría hasta el fugitivo que acababa de escapar de allí.
Eltrant tampoco se opuso a la idea, por mucho que le hubiese gustado seguir al tipo que acababa de abandonar el callejón conocía sus puntos débiles, no iba a alcanzarle con todo el metal que llevaba encima.
- Oh, si me lo pides así no puedo negarme. – Respondió Lyn, sonriendo, cuando Asher la escogió para el grupo que iba a seguir al cuervo. – Pero después quiero un abrazo – Indicó caminando lentamente hasta la base del edificio al que se acababa de subir el Nómada.
- Ten cuidado, Lyn – dijo Eltrant a la ojiazul antes de que esta siguiese los pasos del lobo, la vampiresa le guiño un ojo a Eltrant como toda respuesta y, tras eso, se desvaneció en una nube de sombras para volver a aparecerse en el tejado, justo tras Asher. [1]
Después de lanzar una última mirada a los que se habían quedado en el callejón, las dos siluetas que se perdieron entre los tejados de la ciudad.
Suspiró y bajó ambas manos hasta su cinturón. Conocía a Lyn, sabía que le iría bien, era perfectamente capaz de cuidarse de sí misma y, además, si algo iba mal estaba con Asher.
La voz de Kothán le sacó de sus cavilaciones, sonrió.
- Por supuesto que están presumiendo. – dijo dándole una palmada en la espalda. - ¿Es que no les conoces? - El zorro parecía algo fuera de lugar, cosa no le extrañaba; la única persona a la que conocía allí además de a Hont era a él mismo, algo que quizás no ayudase demasiado a tranquilizarle. - ¿Oh? – Bajó la mirada hasta Recuerdo cuando el zorro le indicó que aquella vez podía quedarse con ella. – No te preocupes, yo me encargo – Le dijo bajando ambas manos hasta su cinturón.
Asher confiaba en él, no iba a dejar que les pasase nada a los presentes.
Estuvo tentado de cederle Recuerdo a Hont, principalmente debido al entusiasmo que este mostró ante aquella idea, pero Koth tenía razón, la espada era demasiado grande para él y, además, estar armado con ella le convertiría en un objetivo, tendría que conformarse con lo que tenía.
- Tú cuida de la retaguardia ¿Vale? – dijo agachándose junto a la Zarigüeya, después se giró hacía el Capitán y Nereida - ¿Alguna idea, Capitán? ¿Algo que te diga toda… esta sangre? – Preguntó después de oír la de Kothán de esconderse.
Había demasiada sangre para pertenecer a una sola persona, una persona que, además, no estaba presente en el callejón. Nadie había dicho nada acerca de que el tipo que había huido de allí cargase con un cuerpo, así que eso solo podía indicar que alguien había derramado todo aquello allí a propósito.
¿Pero por qué?
Antes de que pudiese responder mentalmente a aquella última pregunta, varias figuras se aparecieron en la única salida del callejón, adentrándose lentamente. Eltrant no llegó se lo pensó demasiado, en cuanto les vio avanzar lentamente hacía donde estaban se posicionó delante del grupo.
- ¿Capitán Alfred Werner? – Preguntó el primero de ellos bajando su mano derecha hasta el sable que portaba, señalando directamente al calamar. – Eres tú… - Asintió para sí - Dividir a tu patético grupo marineros en dos no ha sido tu mejor idea. – dijo a continuación, sonriendo, desenvainando lentamente su espada. – No deberías meterte dónde no te llaman, no es nada personal. – dijo a continuación, haciendo una seña a los demás recién llegados para que se hiciesen con sus armas.
Eltrant extrajo a Olvido de su vaina.
- Adelante. – Les dijo levantando el espadón plateado frente a él, frunció el ceño. – Dadme un motivo. – Agregó adelantándose otra vez más, colocándose más cerca de los atacantes. [2]
___________________________________________________________
Siguió al lobo ágilmente a través de los tejados, asegurándose de estar siempre lo suficientemente cerca de este. Cuando, por alguna razón, temía el no poder realizar los envidiables saltos que hacía el lobo ella, simplemente, levantaba un puente de sombras entre dos edificios y corría sobre él, sin detenerse.
Hacía tiempo que no se movía así, agradecía el cambio para variar.
Al cabo de unos minutos, se detuvieron. El cuervo alcanzó su destino y, por extensión, también lo habían hecho ellos. Entrecerrando levemente los ojos analizó la situación desde dónde estaban y asintió con suavidad cuando vio a Asher desenvainar su espada.
Además de Tailesin y Roger, había alguien más ahí abajo, varias siluetas se estaban acercando a ellos, rodeándoles.
- O están haciendo amigos muy rápido… - Se mordió el labio inferior, jugueteó con su flequillo durante unos instantes, pensando que hacer. – Muy bien – dijo al final dando una palmada frente a su cara, concentrándose.
Cerró los ojos.
Apenas necesitó un par de segundos, las sombras de todas las personas que estaban de su parte en aquel lugar comenzaron a oscilar con suavidad, casi como si tuviesen vida propia. Levantó su mano derecha, para asegurarse de que lo había hecho bien, la sombra de Asher respondió a los movimientos de la vampiresa. [3]
- A por ellos. – dijo levantándose, esperando seguir al lobo cuando este decidiese que hacer.
Si se quedaban observando, de todas formas, tendrían algo de margen. Sus propias sombras se encargarían de detener cualquier ataque que les lanzasen.
_______________________________________________
[1] Habilidad de Lyn de Nivel 2: Entre Tinieblas.[2] Habilidad de Eltrant de Nivel 6: Muro de Acero
(Podeis usar a Elt en vuestro turno si los enemigos os atacan a vosotros en lugar de a él para que les parta por la mitad (?) :'D)
[3] Habilidad de Lyn de Nivel 8: Guardian Oscuro.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
Parpadeó una vez y entreabrió la boca al escuchar la orden de Asher, pero no llegó a decir nada. En su lugar volvió a cerrar la boca y miró a Lyn, como si estuviera buscando un gesto específico por parte de esta, o pensara que con intercambiar una mirada sería capaz de transmitir un pensamiento complejo. O, quizás, porque no le apetecía separarse de ella cuando apenas habían comenzado a hablar de su maldición común. Lyn era todo lo contrario de los vampiros a los que Taliesin siempre había temido.
Pero no había mucho tiempo para considerar aquello. El cuervo del capitán se desplazaba siguiendo a la sombra fugitiva, y Taliesin no quería perderlo de vista. No sabía en qué podría ayudar él si no era con su visión en la oscuridad, así que realmente aquella tarea era adecuada para él. Si quería que aquel grupo de aventureros compartiera información con él - un grupo al que, debía admitir, le encantaría pertenecer aunque se sentía muy diferente de ellos -, no podía quedarse mirando y esperar a que las cosas vinieran solas. Además, el capitán podía ser un pirata, pero tenía razón al sugerir dividirse.
"Si pudo con doscientes nigromantes", pensó al mirar a Roger, con marcada ironía dado que sabía que aquella historia era más mentira que verdad, "entonces estoy más que seguro". No, no se sentía seguro en absoluto. Pero tampoco era un cobarde.
- No estoy armado - informó a Roger; así no habrían sorpresas más adelante -, así que quedo en tus manos si las cosas se tuercen.
La sombra había salido corriendo y el cuervo tampoco esperaba a nadie, así que Taliesin hizo lo mismo. A pesar de sus mayores esfuerzos, sus pisadas se amplificaban en las calles del puerto, prácticamente desiertas de noche en aquella zona, y podrían llamar la atención de quien no debían. Este pensamiento le causó alarma, pero lo apartó y se concentró en la tarea que se le había encomendado.
A los pocos minutos el cuervo se había detenido y daba círculos en el cielo. Taliesin detuvo su carrera a una distancia prudencial, y lo poco que quedaba acercó con tanto sigilo como fue capaz. La calle en la que se encontraban desembocaba a un pequeño acceso al mar, con un embarcadero al que se aferraba un único bote con remos. La figura se había detenido allí.
Le dio un toque a Roger y apuntó hacia la sombra; al encontrarse vestida de negro era más difícil de percibir en un primer momento, pero con las condiciones de luz del embarcadero era visible incluso para ojos humanos.
- Es una mujer - describió en voz baja. Confiaba en que el sonido de las olas contra la embarcación impediría que ella les oyera -. En la mano tiene...
Pero no debió tener el suficiente cuidado, porque la mujer se giró de golpe hacia ellos, impidiendo que terminara la frase. En un segundo había desenvainado una espada, con la que apuntaba hacia ellos. Pero no era a esto a lo que Taliesin se había referido: en la otra mano sujetaba un recipiente, aparentemente vacío pero que olía... a sangre. Sin pensarlo bien, el vampiro salió de las sombras y levantó las manos. Esperaba que la mujer no hubiera visto a Roger. Esperaba que el hombre bestia fuera a ayudarle.
- Buenas noches - dijo simplemente, sin saber muy bien qué otro saludo sería más adecuado que ese.
La mujer se quedó paralizada; bajó un poco su espada, sin duda un gesto inconsciente, a la par que fruncía el ceño.
- Tú no eres un nigromante.
- No, lo cierto es que no - admitió. - ¿Y tú? - Menudo diálogo de besugos. Taliesin se mordió la lengua tras escucharse hacer esa pregunta.
La mujer bajó la espada, esta vez del todo. Dejó escapar un "hah" impaciente y le dio la espalda.
- Métete en tus asuntos.
- Creo que tus asuntos son mis asuntos ahora mismo. ¿De quién es la sangre del callejón?
La mujer volvió a girarse hacia él; Taliesin vio sus ojos abiertos de par en par, su expresión de alarma.
- No has estado en el callejón - no una negación; advertencia, pánico, esperanza.
- Yo no, pero mis compañeros están allí ahora mismo.
¿Estaría revelando demasiado? ¿Qué estaría pasando en aquel momento en el callejón? No se encontraban físicamente muy lejos, pero los edificios del puerto impedían que tuviera una línea de visión directa. Una cosa era cierta: si se iniciaba una batalla, podría oirla.
- Entonces tus compañeros han entrado a una trampa que no es para ellos.
Pero no había mucho tiempo para considerar aquello. El cuervo del capitán se desplazaba siguiendo a la sombra fugitiva, y Taliesin no quería perderlo de vista. No sabía en qué podría ayudar él si no era con su visión en la oscuridad, así que realmente aquella tarea era adecuada para él. Si quería que aquel grupo de aventureros compartiera información con él - un grupo al que, debía admitir, le encantaría pertenecer aunque se sentía muy diferente de ellos -, no podía quedarse mirando y esperar a que las cosas vinieran solas. Además, el capitán podía ser un pirata, pero tenía razón al sugerir dividirse.
"Si pudo con doscientes nigromantes", pensó al mirar a Roger, con marcada ironía dado que sabía que aquella historia era más mentira que verdad, "entonces estoy más que seguro". No, no se sentía seguro en absoluto. Pero tampoco era un cobarde.
- No estoy armado - informó a Roger; así no habrían sorpresas más adelante -, así que quedo en tus manos si las cosas se tuercen.
La sombra había salido corriendo y el cuervo tampoco esperaba a nadie, así que Taliesin hizo lo mismo. A pesar de sus mayores esfuerzos, sus pisadas se amplificaban en las calles del puerto, prácticamente desiertas de noche en aquella zona, y podrían llamar la atención de quien no debían. Este pensamiento le causó alarma, pero lo apartó y se concentró en la tarea que se le había encomendado.
A los pocos minutos el cuervo se había detenido y daba círculos en el cielo. Taliesin detuvo su carrera a una distancia prudencial, y lo poco que quedaba acercó con tanto sigilo como fue capaz. La calle en la que se encontraban desembocaba a un pequeño acceso al mar, con un embarcadero al que se aferraba un único bote con remos. La figura se había detenido allí.
Le dio un toque a Roger y apuntó hacia la sombra; al encontrarse vestida de negro era más difícil de percibir en un primer momento, pero con las condiciones de luz del embarcadero era visible incluso para ojos humanos.
- Es una mujer - describió en voz baja. Confiaba en que el sonido de las olas contra la embarcación impediría que ella les oyera -. En la mano tiene...
Pero no debió tener el suficiente cuidado, porque la mujer se giró de golpe hacia ellos, impidiendo que terminara la frase. En un segundo había desenvainado una espada, con la que apuntaba hacia ellos. Pero no era a esto a lo que Taliesin se había referido: en la otra mano sujetaba un recipiente, aparentemente vacío pero que olía... a sangre. Sin pensarlo bien, el vampiro salió de las sombras y levantó las manos. Esperaba que la mujer no hubiera visto a Roger. Esperaba que el hombre bestia fuera a ayudarle.
- Buenas noches - dijo simplemente, sin saber muy bien qué otro saludo sería más adecuado que ese.
La mujer se quedó paralizada; bajó un poco su espada, sin duda un gesto inconsciente, a la par que fruncía el ceño.
- Tú no eres un nigromante.
- No, lo cierto es que no - admitió. - ¿Y tú? - Menudo diálogo de besugos. Taliesin se mordió la lengua tras escucharse hacer esa pregunta.
La mujer bajó la espada, esta vez del todo. Dejó escapar un "hah" impaciente y le dio la espalda.
- Métete en tus asuntos.
- Creo que tus asuntos son mis asuntos ahora mismo. ¿De quién es la sangre del callejón?
La mujer volvió a girarse hacia él; Taliesin vio sus ojos abiertos de par en par, su expresión de alarma.
- No has estado en el callejón - no una negación; advertencia, pánico, esperanza.
- Yo no, pero mis compañeros están allí ahora mismo.
¿Estaría revelando demasiado? ¿Qué estaría pasando en aquel momento en el callejón? No se encontraban físicamente muy lejos, pero los edificios del puerto impedían que tuviera una línea de visión directa. Una cosa era cierta: si se iniciaba una batalla, podría oirla.
- Entonces tus compañeros han entrado a una trampa que no es para ellos.
Taliesin Skatha
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 260
Nivel de PJ : : 2
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
Su nombre era Paula Zuhbin, como Roger Baraun, tenía sus orígenes en el arenal de Roilkat y viajó a Lunargenta en busca de nueva vida. El Capitán Werner conoció a la bruja hacía veinte años. Entonces ella era considerada una pirata temible incluso para los aliados del mismo gremio; su mala reputación no menguó con el tiempo. “La herida”, así se llamaba su barco, traficaba con sangre de diferentes personajes de importantes de Aerandir. Corría el rumor que Zuhbin tenía en su poder un frasco con la sangre del rey de los humanos. Solo ella conocía el precio que una persona estaba dispuesta a pagar por una gota de la sangre del rey; un precio que no estaba valorado en tesoros ni joyas.
El Capitán Werner estaba sorprendido, no porque la aparición de la mujer sino por comprobar que ella conservaba la costumbre de ir desnuda. Observó su cuerpo como si fuera la primera vez que veía a una mujer sin ropa. Había envejecido con el tiempo, pero todavía conservaba el aura mística y siniestra que a Werner tanto le atrajo en la juventud. Los muslos de la mujer estaban marcados por las líneas de la vejez, los pechos eran dos cimas que luchaban por resistir el asedio contaste de la gravedad, sus ojos eran dos mares de plata joven, esa parte de su cuerpo no había cambiado, y había aumentado considerablemente el número de tatuajes que pintaba su piel con los exóticos y mágicos colores de Dundarak.
—No es nada personal, son negocios — siguió el Capitán a la frase de Paula — es piratería.
En la cabeza del Capitán, todo cobraba sentido. “La herida” debió haber desembarcado en Baslodia, una ciudad lo bastante cercana a la guerra como para poder alimentarse de su sangre y lo suficientemente lejos como para no poder ser detectada. Los cuerpos desangrados que los lugareños rumoreaban haber visto eran los restos de los piratas de la “La herida”. Varias personas debieron presenciar los cadáveres antes de que los piratas pudieran limpiarlos de la costa. Paula Zuhbin recolectaba la sangre de la guerra de Lunargenta para luego venderlas a la calaña con la que ella comercializaba.
Todavía quedaba preguntar por resolver, la más valiosa era: ¿dónde estaba Leonor Mendoza? Hizo un movimiento con la tenaza indicando a Eltrant que bajase la espada.
—A ella no. —le dijo en voz baja — Estamos aquí para encontrar a Mendoza. Si la matamos nos quedaremos sin nada.
Al poco que se diera cuenta, los cinco quedaron rodeados por la tripulación de “La herida”. Cimitarras y alfanjes se dirigía hacia ellos. El Capitán esperó hasta el último momento antes de lanzar una nueva orden. Tenía la sensación que, por los viejos tiempos, la capitana Paula Zuhbin negaría con la cabeza y repetiría la frase que el Capitán le dijo a Eltrant cambiándolo de orden: “A él no”. Eso no sucedió, la chica se sonreía lánguidamente. Convocó su elemento e hizo que su cabello fueran látigos de agua. Como si fuera lo suficiente poderosa con sus dagas, sus burlones ojos de plata y sus redondos pechos.
Un pirata se lanzó contra el Capitán poniendo su cimitarra por delante. Consiguió interponer el primer ataque con la tenaza de quitina a modo de escudo. El segundo vino de la mano izquierda del brujo, lanzó un carámbano de hielo. De nuevo, el Capitán fue rápido y consiguió cortar el frágil proyectil con la espada antes de que impactase contra su cabeza. Contraatacó escupiéndole en la cara tinta para cegarle, luego se separó de él. Si hubiera seguido batallando, lo más seguro es que habría acabado muerto. La tripulación de “La herida” no era como las demás tripulaciones. Eran piratas curtidos en las peores batallas. Expertos en las artes de la guerra y carentes de escrúpulos. La capitana era la más peligrosa.
—Nereida cuida de Hont, meteos en medio de nosotros tres—ellos eran los más pequeños y vulnerables en las batalla. La retaguardia no era un lugar seguro. Los piratas de “La herida” podrían aparecer de cualquier sitio. En la vanguardia estaba la capitana Zuhbin con tres de sus mejores piratas. —Eltrant y Kothan poneos en posición de círculo, rodeando a Nereida y Hont. Lucharemos cada uno desde una dirección diferente. Nereida nos creará escudos de luz para protegernos. Utilizad vuestras espadas con presteza y razón. — guardó un segundo de silencio y agregó —La conozco. Es de una capitana pirata. Recoge y vende sangre de las personas más poderosas de Aerandir.
Alfred Werner apuntó con su espada hacia Paula Zuhbin. Ella se río. Era como la primera vez que se encontraban. No acabaría como la primera vez.
Guardó los proyectiles eléctricos en el bolsillo secundario de la mariconera. Lo cerró con cuidado. Creía que solamente el roce con esas pequeñas bolas podían producir una descarga que le dejarían inconsciente dos semanas.
—Muchas gracias señor perro, las usaré bien.
Prometió cruzando los dedos de la mano izquierda por la espalda. No tenía intenciones de usar los proyectiles encantados para “bien”, pensaba en utilizarlos para sorprender a Nereida Nyére con sus encantados. La idea era perfecta: una cena solos en la luz de la luna, unas bromas de mal gusto sobre lo complicado que era besar la mitad de la boca desollada y, la guinda final, una bola rayo lanzada a las estrellas. Si había suerte, la misteriosa figura de las sombras que escapó del callejón no sería un peligro mayor, Asher no pediría sus proyectiles de vuelta y Roger Baraun tendría la oportunidad de ejecutar su magnífico plan de conquista.
—Estás en las mejores manos — contestó a Taliesin con una sonrisa antes de partir a la acción. A estas alturas de la noche Roger Baraun se consideraba tan buen espadachín como Wes Fungai, buen tirador como Thes y mejor estratega que el Capitán Werner.
Dejó que Taliesin, Lyn y Asher marcasen el ritmo de la partida. Roger prefirió quedarse en último lugar, por comodidad, simplemente. Los vampiros sabían moverse y ocultarse en las sombras, eran parte misma de esas sombras, y el perro tenía una espada llena de runas que brillaban ofreciéndole grandes impulsos. Roger Baraun, sin embargo, solo era un canguro. Sabía saltar, obviamente que sabía saltar, nació para saltar; pero le dificultaba esconderse por los tejados de los edificios y moverse sin hacer ruido. Por cada salto que Roger hacía, varias tejas de los edificios se desplomaban contra el suelo. Por no hablar de las macetas que rompía sin querer con la cola. Nació para saltar, pero en el campo que era el arenal de Roilkat, no en la ciudad de los humanos. Pensó que era más cómodo para el equipo que la persona más ruidosa se situase en la última posición.
Edgar marcó a la persona que estaban buscando. ¡Una mujer! ¿Mendoza? Estaba demasiado lejos como para diferenciar quién era. Tenía una espada en una mano y en la otra algo que parecía una botella de ron deformada.
Taliesin se lanzó hacia la desconocida. Roger cumplió su promesa de cubrirle. En las mejores manos, ¿recuerdas? Se arrodilló en el tejado donde había quedado y tensó una piedra (no mágica) en el tirachinas.
El vampiro y la desconocida comenzaron a bailar y a charlar. Desde su posición, Roger no podía escuchar todo lo que decía se quedó con las palabras “compañeros” y “trampa”. Soltó la cuerda del tirachinas. La piedra hizo añicos la botella de ron deformada. ¡Qué desperdició de alcohol!
El Capitán Werner estaba sorprendido, no porque la aparición de la mujer sino por comprobar que ella conservaba la costumbre de ir desnuda. Observó su cuerpo como si fuera la primera vez que veía a una mujer sin ropa. Había envejecido con el tiempo, pero todavía conservaba el aura mística y siniestra que a Werner tanto le atrajo en la juventud. Los muslos de la mujer estaban marcados por las líneas de la vejez, los pechos eran dos cimas que luchaban por resistir el asedio contaste de la gravedad, sus ojos eran dos mares de plata joven, esa parte de su cuerpo no había cambiado, y había aumentado considerablemente el número de tatuajes que pintaba su piel con los exóticos y mágicos colores de Dundarak.
—No es nada personal, son negocios — siguió el Capitán a la frase de Paula — es piratería.
En la cabeza del Capitán, todo cobraba sentido. “La herida” debió haber desembarcado en Baslodia, una ciudad lo bastante cercana a la guerra como para poder alimentarse de su sangre y lo suficientemente lejos como para no poder ser detectada. Los cuerpos desangrados que los lugareños rumoreaban haber visto eran los restos de los piratas de la “La herida”. Varias personas debieron presenciar los cadáveres antes de que los piratas pudieran limpiarlos de la costa. Paula Zuhbin recolectaba la sangre de la guerra de Lunargenta para luego venderlas a la calaña con la que ella comercializaba.
Todavía quedaba preguntar por resolver, la más valiosa era: ¿dónde estaba Leonor Mendoza? Hizo un movimiento con la tenaza indicando a Eltrant que bajase la espada.
—A ella no. —le dijo en voz baja — Estamos aquí para encontrar a Mendoza. Si la matamos nos quedaremos sin nada.
Al poco que se diera cuenta, los cinco quedaron rodeados por la tripulación de “La herida”. Cimitarras y alfanjes se dirigía hacia ellos. El Capitán esperó hasta el último momento antes de lanzar una nueva orden. Tenía la sensación que, por los viejos tiempos, la capitana Paula Zuhbin negaría con la cabeza y repetiría la frase que el Capitán le dijo a Eltrant cambiándolo de orden: “A él no”. Eso no sucedió, la chica se sonreía lánguidamente. Convocó su elemento e hizo que su cabello fueran látigos de agua. Como si fuera lo suficiente poderosa con sus dagas, sus burlones ojos de plata y sus redondos pechos.
Un pirata se lanzó contra el Capitán poniendo su cimitarra por delante. Consiguió interponer el primer ataque con la tenaza de quitina a modo de escudo. El segundo vino de la mano izquierda del brujo, lanzó un carámbano de hielo. De nuevo, el Capitán fue rápido y consiguió cortar el frágil proyectil con la espada antes de que impactase contra su cabeza. Contraatacó escupiéndole en la cara tinta para cegarle, luego se separó de él. Si hubiera seguido batallando, lo más seguro es que habría acabado muerto. La tripulación de “La herida” no era como las demás tripulaciones. Eran piratas curtidos en las peores batallas. Expertos en las artes de la guerra y carentes de escrúpulos. La capitana era la más peligrosa.
—Nereida cuida de Hont, meteos en medio de nosotros tres—ellos eran los más pequeños y vulnerables en las batalla. La retaguardia no era un lugar seguro. Los piratas de “La herida” podrían aparecer de cualquier sitio. En la vanguardia estaba la capitana Zuhbin con tres de sus mejores piratas. —Eltrant y Kothan poneos en posición de círculo, rodeando a Nereida y Hont. Lucharemos cada uno desde una dirección diferente. Nereida nos creará escudos de luz para protegernos. Utilizad vuestras espadas con presteza y razón. — guardó un segundo de silencio y agregó —La conozco. Es de una capitana pirata. Recoge y vende sangre de las personas más poderosas de Aerandir.
Alfred Werner apuntó con su espada hacia Paula Zuhbin. Ella se río. Era como la primera vez que se encontraban. No acabaría como la primera vez.
_____________________
Guardó los proyectiles eléctricos en el bolsillo secundario de la mariconera. Lo cerró con cuidado. Creía que solamente el roce con esas pequeñas bolas podían producir una descarga que le dejarían inconsciente dos semanas.
—Muchas gracias señor perro, las usaré bien.
Prometió cruzando los dedos de la mano izquierda por la espalda. No tenía intenciones de usar los proyectiles encantados para “bien”, pensaba en utilizarlos para sorprender a Nereida Nyére con sus encantados. La idea era perfecta: una cena solos en la luz de la luna, unas bromas de mal gusto sobre lo complicado que era besar la mitad de la boca desollada y, la guinda final, una bola rayo lanzada a las estrellas. Si había suerte, la misteriosa figura de las sombras que escapó del callejón no sería un peligro mayor, Asher no pediría sus proyectiles de vuelta y Roger Baraun tendría la oportunidad de ejecutar su magnífico plan de conquista.
—Estás en las mejores manos — contestó a Taliesin con una sonrisa antes de partir a la acción. A estas alturas de la noche Roger Baraun se consideraba tan buen espadachín como Wes Fungai, buen tirador como Thes y mejor estratega que el Capitán Werner.
Dejó que Taliesin, Lyn y Asher marcasen el ritmo de la partida. Roger prefirió quedarse en último lugar, por comodidad, simplemente. Los vampiros sabían moverse y ocultarse en las sombras, eran parte misma de esas sombras, y el perro tenía una espada llena de runas que brillaban ofreciéndole grandes impulsos. Roger Baraun, sin embargo, solo era un canguro. Sabía saltar, obviamente que sabía saltar, nació para saltar; pero le dificultaba esconderse por los tejados de los edificios y moverse sin hacer ruido. Por cada salto que Roger hacía, varias tejas de los edificios se desplomaban contra el suelo. Por no hablar de las macetas que rompía sin querer con la cola. Nació para saltar, pero en el campo que era el arenal de Roilkat, no en la ciudad de los humanos. Pensó que era más cómodo para el equipo que la persona más ruidosa se situase en la última posición.
Edgar marcó a la persona que estaban buscando. ¡Una mujer! ¿Mendoza? Estaba demasiado lejos como para diferenciar quién era. Tenía una espada en una mano y en la otra algo que parecía una botella de ron deformada.
Taliesin se lanzó hacia la desconocida. Roger cumplió su promesa de cubrirle. En las mejores manos, ¿recuerdas? Se arrodilló en el tejado donde había quedado y tensó una piedra (no mágica) en el tirachinas.
El vampiro y la desconocida comenzaron a bailar y a charlar. Desde su posición, Roger no podía escuchar todo lo que decía se quedó con las palabras “compañeros” y “trampa”. Soltó la cuerda del tirachinas. La piedra hizo añicos la botella de ron deformada. ¡Qué desperdició de alcohol!
- Paula Zuhbin cuando era joven:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
Caí sobre una de mis rodillas. Aquellas nauseas... mi cuerpo comenzó a contraerse. Me agarré a parte del tejado, intentando no perder el equilibrio.
-Ghk... ¿otra vez?- musité. Aquello sí que era inoportuno. El pelaje de mi cuerpo empezó a receder rápidamente. Aquella vez, fue mucho más rápido. Para cuando levanté la cabeza, había dejado de ser un hombre bestia. En su lugar, era un brujo. -Ni una palabra.- le dije a Lyn, aún mareado.
La siguiente sensación me golpeó como un martillo. Aquella... energía. El éter. El potencial hecho materia. De nuevo, podía sentirla. Estaba por todas partes... a mi alcance.
Fuera como fuese, tenía que actuar. Extendí una mano. En aquella forma, podía crear ilusiones. No conocía mis propios límites, pero no era el momento de ir sobre seguro. Tenía que alejar a esa mujer de Taliesin, y prepararme para el resto.
Un temblor empezó a sacudir la zona. Todos los presentes lo empezarían a sentir. Todo se movería a su alrededor, temblando de forma más y más violenta. Tejas, roca y otros escombros empezaron a "caer" de los edificios cercanos, amenazando con aplastar a cualquiera que estuviese cerca.
La imagen era tan vívida que resultaba difícil darse cuenta. Y, sin embargo, podía intuirlo. Aun así, toda mi concentración estaba en las sensaciones que el resto debía notar: la falta de equilibrio, el movimiento a su alrededor, el peligro.
La mujer empezó a tambalearse, obviamente desorientada por aquel cambio. Estaba funcionando. Los que se escondían se estaban alejando de los callejones, intentando evitar que algo se les cayera encima. Apreté a Lyn contra mi, sujetándola bajo uno de mis brazos. No tenía el control para impedir que afectasen a otros. Podía estar sintiéndolas tanto como los demás.
Y, de repente, algo salió mal.
Tosí, incapaz de respirar. Algo impedía que mi cuerpo funcionase, y había empezado por los pulmones. La ilusión se detuvo. Mi mente entró en pánico, buscando frenéticamente una solución. Tenía que calmarme, pero resultaba imposible. Abrí la boca. Un leve aliento silbó a través de mi garganta.
Era leve, pero era algo.
Me llevó unos minutos recuperarme. No podía centrarme en nada más que en seguir respirando. No bajé del tejado. Apenas noté lo que estaba pasando.
-¿Espadas? ¿Que espadas?- preguntó Kothán. Aquellas órdenes tendrían sentido si él fuese un combatiente, pero no era el caso. Incluso Hont era más hábil en ese aspecto. -Esto ha sido una mala idea...-
El hombre zorro sacó su cuchillo arrojadizo. Nada en comparación con una daga o una espada de verdad.
-Eltrant...- dijo en voz baja. Los piratas se acercaron. Uno de ellos se quedó mirando al hombre bestia. ¿Podía notar que era vulnerable? Lo veía en sus ojos.
El hombre se lanzó hacia él. Pero nunca llegó a darle. Kothán era escurridizo. Sabía como esquivar algo así. Lo que no esperaba era el espadón de Eltrant aplastando al otro hombre contra el suelo, rompiéndole la espalda y cortando gran parte de su torso.
Esbozó una mueca. Suerte que lo tenia de su parte.
Uso de habilidad: Percepción Climática.
Asher no tiene control real sobre sus ilusiones, así que basicamente... todos los presentes en esa escena podrán sentir el temblor en mayor o menor medida. Depende de su Sabiduria.
-Ghk... ¿otra vez?- musité. Aquello sí que era inoportuno. El pelaje de mi cuerpo empezó a receder rápidamente. Aquella vez, fue mucho más rápido. Para cuando levanté la cabeza, había dejado de ser un hombre bestia. En su lugar, era un brujo. -Ni una palabra.- le dije a Lyn, aún mareado.
La siguiente sensación me golpeó como un martillo. Aquella... energía. El éter. El potencial hecho materia. De nuevo, podía sentirla. Estaba por todas partes... a mi alcance.
Fuera como fuese, tenía que actuar. Extendí una mano. En aquella forma, podía crear ilusiones. No conocía mis propios límites, pero no era el momento de ir sobre seguro. Tenía que alejar a esa mujer de Taliesin, y prepararme para el resto.
Un temblor empezó a sacudir la zona. Todos los presentes lo empezarían a sentir. Todo se movería a su alrededor, temblando de forma más y más violenta. Tejas, roca y otros escombros empezaron a "caer" de los edificios cercanos, amenazando con aplastar a cualquiera que estuviese cerca.
La imagen era tan vívida que resultaba difícil darse cuenta. Y, sin embargo, podía intuirlo. Aun así, toda mi concentración estaba en las sensaciones que el resto debía notar: la falta de equilibrio, el movimiento a su alrededor, el peligro.
La mujer empezó a tambalearse, obviamente desorientada por aquel cambio. Estaba funcionando. Los que se escondían se estaban alejando de los callejones, intentando evitar que algo se les cayera encima. Apreté a Lyn contra mi, sujetándola bajo uno de mis brazos. No tenía el control para impedir que afectasen a otros. Podía estar sintiéndolas tanto como los demás.
Y, de repente, algo salió mal.
Tosí, incapaz de respirar. Algo impedía que mi cuerpo funcionase, y había empezado por los pulmones. La ilusión se detuvo. Mi mente entró en pánico, buscando frenéticamente una solución. Tenía que calmarme, pero resultaba imposible. Abrí la boca. Un leve aliento silbó a través de mi garganta.
Era leve, pero era algo.
Me llevó unos minutos recuperarme. No podía centrarme en nada más que en seguir respirando. No bajé del tejado. Apenas noté lo que estaba pasando.
______________________________________________________________
-¿Espadas? ¿Que espadas?- preguntó Kothán. Aquellas órdenes tendrían sentido si él fuese un combatiente, pero no era el caso. Incluso Hont era más hábil en ese aspecto. -Esto ha sido una mala idea...-
El hombre zorro sacó su cuchillo arrojadizo. Nada en comparación con una daga o una espada de verdad.
-Eltrant...- dijo en voz baja. Los piratas se acercaron. Uno de ellos se quedó mirando al hombre bestia. ¿Podía notar que era vulnerable? Lo veía en sus ojos.
El hombre se lanzó hacia él. Pero nunca llegó a darle. Kothán era escurridizo. Sabía como esquivar algo así. Lo que no esperaba era el espadón de Eltrant aplastando al otro hombre contra el suelo, rompiéndole la espalda y cortando gran parte de su torso.
Esbozó una mueca. Suerte que lo tenia de su parte.
___________________________________________________
Activado el Don Interracial. Durante esta ronda, soy un brujo ilusionista.Uso de habilidad: Percepción Climática.
Asher no tiene control real sobre sus ilusiones, así que basicamente... todos los presentes en esa escena podrán sentir el temblor en mayor o menor medida. Depende de su Sabiduria.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
Desencajó la espada del hombre que había estado a punto de arremeter contra Kothán. Se giró rápidamente a mirar si el coyote estaba de una pieza, sonrió al verle bien.
- Échate atrás. – Le dijo extendiendo el brazo hacía dónde se habían quedado la elfa y Hont. Koth no era bueno peleando y Eltrant no pretendía que descubriese en aquel lugar que podía ser un héroe, no después de haberle asegurado a Asher que le protegería. - ¿Entonces todos salvo la mujer? – Preguntó a Werner en voz baja.
Volvió a centrarse en la emboscada, entrecerró los ojos y miró a la mencionada, a la mujer que se había dirigido directamente al Capitán. Ir sin nada de armadura ni ropa no era la opción más inteligente que conocía, incluso para sus estándares.
– Me vale. – Admitió, tenía sentido, si abatían a todos no tendrían forma alguna de saber quien estaba tras aquello.
Tomó la iniciativa, aun estando rodeados se movió en dirección a la mujer y otro de los hombres que seguía junto a ella, si se quedaban en el círculo solo tenían que cerrarlo poco a poco antes de acabar con ellos.
Afortunadamente, que uno de ellos se hubiese precipitado facilitaba mucho las cosas, quedaban cuatro. Se detuvo durante un instante, momentos antes de alcanzar a un pirata, llevándose la mano hasta la cara.
Un conocido malestar se apodero de todo su cuerpo, su barba se volvió más espesa, las formas y contornos del callejón, amparados por la oscuridad desde el principio de la noche, se le antojó más visibles.
- ¿…Ahora? – Lucho por controlarlo, retrocedió, bloqueó la espada de otro de los piratas que buscaba sobrepasarles para acabar con la retaguardia. – Muy bien – Se dejó llevar por la situación, sabía que no iba a poder aguantar su forma humana así dejó que el lobo le controlase a él.
Saltó contra el tipo que tenía más cerca a mitad de la transformación y, para cuando esta hubo terminado, ya sentía como su nueva mandíbula se cerraba en torno al cuello del pirata que estaba directamente a la derecha de la mujer que Werner había dicho de dejar con vida. [1]
Escuchó como las vertebras crujían bajo sus fauces y, cuando la boca comenzó a saberle a sangre, dejó caer al tipo a un lado.
- No voy a acostumbrarme nunca a esto. – Acompañado con un gruñido apático, escupió a un lado parte de la sangre que tenía en la boca al mismo tiempo que escuchaba como la cimitarra de otro pirata rebotaba contra su coraza.
Se giró hacía él y entornó los ojos.
Sujetó al hombre por la muñeca con la que sujetaba su arma cuando este volvió a acometer contra él probablemente esperando acertar en alguna de las juntas de su armadura y, tras mantenerle inmovilizado durante unos segundos, Eltrant se encargó de que Olvido acabase hundida en el vientre del corsario.
Lo miró fijamente durante unos instantes, notó como el olor a sangre impregnaba el lugar. Cuando aquella forma se apoderaba de él era capaz de ver hasta el mínimo detalle en la oscuridad, además de oler aromas que su cerebro, aun humano, no era capaz de identificar.
Se preguntó si así sería como los hombres-bestia veían el mundo o, por el contrario, lo que veía era una versión personalizada de los licántropos.
Frunciendo el ceño, dejó caer su ultimo rival al suelo y se acercó a los suyos, sin perder de vista los dos piratas que quedaban con vida volvió a retroceder hasta dónde estaban los demás.
- Esto es… - Sacudió la cabeza. – En un rato se me pasa. – dijo como toda explicación. – Es una historia divertida, supongo. – Esperó el próximo movimiento por parte de los piratas.
Estaba segura que, de que no podía ser más inoportuna.
¿De verdad? ¿En aquel momento?
Sus sombras no respondían y eso solo podía significar una cosa. Volvía a ser una licantropa y, por extensión, suponía que Eltrant también. Se mordió el labio inferior preocupada, perdió su vista en los tejados y callejones que había recorrido minutos atrás siguiendo al lobo.
Él era incapaz de controlar la transformación, probablemente estaría peleándose con su cola.
Lo más sorprendente fue, no obstante, que ellos dos y Elen no eran los únicos afectados por aquel extraño capricho de los dioses. A pocos metros de ella, dónde había estado el lobo experto en artes rúnicas al que conocía como Asher ahora había un hombre bastante alto y corpulento, uno con cara de pocos amigos que no tardó en decirle a Lyn que no dijese nada al respecto.
- ¿Oh? – No pudo evitar esbozar una sonrisa. - ¿A ti también te pasa? – Se agachó junto a él, tratando de adivinar que pasaba por la cabeza del… ¿Humano? No sabía a qué había cambiado, pero lobo no seguía siendo, de esto estaba segura. – Te encantaría ver al Mortal ahora mismo. – Le dijo dejando escapar una risita.
Un temblor comenzó a sacudir la zona, Lyn enarcó una ceja y miró directamente la cara de Asher, tratando de discernir algo más bajo la evidente concentración a la que parecía estar sometiéndose el hombre.
¿Brujo?
Los temblores sacudieron el lugar con más fuerza, Lyn se agarró al suelo, al primer saliente que encontró para no caerse del tejado. Definitivamente, Asher era un brujo. Intentó decirle algo, pero el brujo simplemente la rodeó con uno de sus brazos y la estrechó contra él.
En cuanto lo hizo los temblores cesaron, al menos en parte.
¿No eran reales? ¿Ilusiones?
Fuese como fuese, la magia terminó abruptamente cuando Asher comenzó a toser. Lyn se alejó de él unos instantes para darle algo de espacio y, al ver que esto no tenía el resultado que esperaba, volvió a acercarse evidentemente preocupada.
- ¿Estás bien? – El lobo consiguió recuperarse, pero el susto a ella no se lo quitaba nadie. ¿Es que se le había olvidado respirar? - ¿Estás muy cansado? ¿Es eso? – Preguntó, la reacción había sido similar al que ella tenía cuando necesitaba desesperadamente sangre después de haberlo dado todo con sus sombras. – Respira hondo y sientate, si es porque te has pasado con la magia pasará pronto… creo. – dijo sentándose junto a él, tratando de vislumbrar entre la oscuridad como iban las cosas abajo, con el canguro y Tailesin.
Activado el Don Interracial. Durante esta ronda, Eltrant y Lyn son licántropos.
[1] Habilidad de Eltrant Don interracial: A la yugular. En forma humana, saltas sobre un enemigo y te transformas inmediatamente en lobo a la vez que le atacas con una serie de zarpazos y mordeduras.
- Échate atrás. – Le dijo extendiendo el brazo hacía dónde se habían quedado la elfa y Hont. Koth no era bueno peleando y Eltrant no pretendía que descubriese en aquel lugar que podía ser un héroe, no después de haberle asegurado a Asher que le protegería. - ¿Entonces todos salvo la mujer? – Preguntó a Werner en voz baja.
Volvió a centrarse en la emboscada, entrecerró los ojos y miró a la mencionada, a la mujer que se había dirigido directamente al Capitán. Ir sin nada de armadura ni ropa no era la opción más inteligente que conocía, incluso para sus estándares.
– Me vale. – Admitió, tenía sentido, si abatían a todos no tendrían forma alguna de saber quien estaba tras aquello.
Tomó la iniciativa, aun estando rodeados se movió en dirección a la mujer y otro de los hombres que seguía junto a ella, si se quedaban en el círculo solo tenían que cerrarlo poco a poco antes de acabar con ellos.
Afortunadamente, que uno de ellos se hubiese precipitado facilitaba mucho las cosas, quedaban cuatro. Se detuvo durante un instante, momentos antes de alcanzar a un pirata, llevándose la mano hasta la cara.
Un conocido malestar se apodero de todo su cuerpo, su barba se volvió más espesa, las formas y contornos del callejón, amparados por la oscuridad desde el principio de la noche, se le antojó más visibles.
- ¿…Ahora? – Lucho por controlarlo, retrocedió, bloqueó la espada de otro de los piratas que buscaba sobrepasarles para acabar con la retaguardia. – Muy bien – Se dejó llevar por la situación, sabía que no iba a poder aguantar su forma humana así dejó que el lobo le controlase a él.
Saltó contra el tipo que tenía más cerca a mitad de la transformación y, para cuando esta hubo terminado, ya sentía como su nueva mandíbula se cerraba en torno al cuello del pirata que estaba directamente a la derecha de la mujer que Werner había dicho de dejar con vida. [1]
Escuchó como las vertebras crujían bajo sus fauces y, cuando la boca comenzó a saberle a sangre, dejó caer al tipo a un lado.
- No voy a acostumbrarme nunca a esto. – Acompañado con un gruñido apático, escupió a un lado parte de la sangre que tenía en la boca al mismo tiempo que escuchaba como la cimitarra de otro pirata rebotaba contra su coraza.
Se giró hacía él y entornó los ojos.
Sujetó al hombre por la muñeca con la que sujetaba su arma cuando este volvió a acometer contra él probablemente esperando acertar en alguna de las juntas de su armadura y, tras mantenerle inmovilizado durante unos segundos, Eltrant se encargó de que Olvido acabase hundida en el vientre del corsario.
Lo miró fijamente durante unos instantes, notó como el olor a sangre impregnaba el lugar. Cuando aquella forma se apoderaba de él era capaz de ver hasta el mínimo detalle en la oscuridad, además de oler aromas que su cerebro, aun humano, no era capaz de identificar.
Se preguntó si así sería como los hombres-bestia veían el mundo o, por el contrario, lo que veía era una versión personalizada de los licántropos.
Frunciendo el ceño, dejó caer su ultimo rival al suelo y se acercó a los suyos, sin perder de vista los dos piratas que quedaban con vida volvió a retroceder hasta dónde estaban los demás.
- Esto es… - Sacudió la cabeza. – En un rato se me pasa. – dijo como toda explicación. – Es una historia divertida, supongo. – Esperó el próximo movimiento por parte de los piratas.
_____________________________________________________________
Estaba segura que, de que no podía ser más inoportuna.
¿De verdad? ¿En aquel momento?
Sus sombras no respondían y eso solo podía significar una cosa. Volvía a ser una licantropa y, por extensión, suponía que Eltrant también. Se mordió el labio inferior preocupada, perdió su vista en los tejados y callejones que había recorrido minutos atrás siguiendo al lobo.
Él era incapaz de controlar la transformación, probablemente estaría peleándose con su cola.
Lo más sorprendente fue, no obstante, que ellos dos y Elen no eran los únicos afectados por aquel extraño capricho de los dioses. A pocos metros de ella, dónde había estado el lobo experto en artes rúnicas al que conocía como Asher ahora había un hombre bastante alto y corpulento, uno con cara de pocos amigos que no tardó en decirle a Lyn que no dijese nada al respecto.
- ¿Oh? – No pudo evitar esbozar una sonrisa. - ¿A ti también te pasa? – Se agachó junto a él, tratando de adivinar que pasaba por la cabeza del… ¿Humano? No sabía a qué había cambiado, pero lobo no seguía siendo, de esto estaba segura. – Te encantaría ver al Mortal ahora mismo. – Le dijo dejando escapar una risita.
Un temblor comenzó a sacudir la zona, Lyn enarcó una ceja y miró directamente la cara de Asher, tratando de discernir algo más bajo la evidente concentración a la que parecía estar sometiéndose el hombre.
¿Brujo?
Los temblores sacudieron el lugar con más fuerza, Lyn se agarró al suelo, al primer saliente que encontró para no caerse del tejado. Definitivamente, Asher era un brujo. Intentó decirle algo, pero el brujo simplemente la rodeó con uno de sus brazos y la estrechó contra él.
En cuanto lo hizo los temblores cesaron, al menos en parte.
¿No eran reales? ¿Ilusiones?
Fuese como fuese, la magia terminó abruptamente cuando Asher comenzó a toser. Lyn se alejó de él unos instantes para darle algo de espacio y, al ver que esto no tenía el resultado que esperaba, volvió a acercarse evidentemente preocupada.
- ¿Estás bien? – El lobo consiguió recuperarse, pero el susto a ella no se lo quitaba nadie. ¿Es que se le había olvidado respirar? - ¿Estás muy cansado? ¿Es eso? – Preguntó, la reacción había sido similar al que ella tenía cuando necesitaba desesperadamente sangre después de haberlo dado todo con sus sombras. – Respira hondo y sientate, si es porque te has pasado con la magia pasará pronto… creo. – dijo sentándose junto a él, tratando de vislumbrar entre la oscuridad como iban las cosas abajo, con el canguro y Tailesin.
________________________________________________________________
Activado el Don Interracial. Durante esta ronda, Eltrant y Lyn son licántropos.
[1] Habilidad de Eltrant Don interracial: A la yugular. En forma humana, saltas sobre un enemigo y te transformas inmediatamente en lobo a la vez que le atacas con una serie de zarpazos y mordeduras.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
El recipiente que la mujer sostenía estalló en mil fragmentos de cristal, con un sonido claro y marcado como un gong. Taliesin tuvo por única reacción instintiva volver a levantar las manos al aire, en un gesto que de por si gritaba "yo no he sido". La desconocida, mucho más avispada y mejor entrenada, se lanzó hacia un calle lateral al reconocer a aquello como un ataque.
El cerebro del vampiro apenas llegó a procesar qué estaba pasando. Con la mirada siguió a la mujer, viendo cómo se perdía entre las sombras... ¿Se perdía? Pestañeó, convencido de que se veía atacado por una ceguera momentánea. No era capaz de ver la oscuridad en la que se había escondido; al girarse no pudo distinguir a Roger, y sobre su cabeza no veía señales de aquel cuervo. Lo único que habían eran sombras y formas que se entremezclaban, perfiles de edificios negros que se solapaban con cielo negro. Había perdido una completa paleta de grises.
Y eso no era todo. Se llevó las manos a su rostro, tanteándolo desesperadamente mientras intentaba encontrar la diferencia invisible. No se sentía él mismo. Sus dedos reconocían su propia nariz, su barba, sus pómulos, y sin embargo había algo muy diferente en el contacto de su propia piel. Como si se hubiera puesto una máscara que imitara sus facciones a la perfección, pero por ese mismo motivo resultara tan grotesca.
De nuevo llevó su atención a sus alrededores, a lo muy perdido que se sentía. Inseguro y a tientas, llegó hasta una pared cercana y aquello le dio más seguridad. Se concentró: sí podía ver qué le rodeaba, sólo con menos precisión, con menos detalle. Le costaba explicarlo con palabras; era como si la intensidad de la luna hubiera disminuido, o como si sus ojos hubieran perdido capacidad para captar luz, como si... Fuera humano.
La certeza lo golpeó en el pecho. Humano. Se sentía débil, falto de recursos, perdido, y humano. Aquella era como se veía la luna, aquél el olor del mar, y aquella la presencia de su propio cuerpo. Se preguntó, con un deje de esperanza y otro de miedo que no supo explicar, si la maldición había desaparecido. Sintió una absurda felicidad al saber que era el mismo Taliesin de diez años atrás, quien podría instalarse en un lugar sin tener que moverse nunca, y enjejecer al mismo tiempo que crecía su hija. Sintió preocupación, sintió miedo, sintió rabia por los años perdidos. Y entonces el suelo comenzó a vibrar fuertemente.
Por suerte se encontraba junto a un muro o habría caído al suelo. Pero pronto pudo ver que no era el único que perdía el equilibrio: de un tejado cercano cayó una figura - negra, por supuesto, como todo a su alrededor -, y vio a varias otras corriendo.
¿Quién demonios eran aquellos? ¿Otra trampa?
Y donde Taliesin como vampiro se hubiera ocultado en su elemento, aquella versión de Taliesin humano se abalanzó hacia la figura que apenas comenzaba a levantarse del suelo. Se sorprendió a sí mismo: ¿qué pretendía conseguir con aquello, si no que le mataran? La respuesta vino enseguida: cuando el otro hombre apenas se levantaba, Skatha le lanzó un puñetazo y un barrido de pierna que volvieron a hacerlo caer al suelo. Con una certeza inesperada, asió del lugar en el que sin duda estaba el arma de aquel hombre y sacó una espada, que al segundo siguiente clavó en su garganta. Escuchó el sonido de su voz al salir por aquel nuevo agujero, pero no olió la sangre.
Sin tiempo para considerar si aquel asesinato a sangre fría era algo con lo que se sentía cómodo, pero sospechando que sí, se giró otra vez hacia la oscura calle en la que apenas distinguía otras figuras moviéndose. La vibración del suelo se había detenido. ¿Era aquella otra sombra Roger?
Un virote cortó el aire junto a él y Taliesin salió corriendo para ponerse a cubierto. En su camino había otra de aquellas figuras desconocidas. ¿Quién era? ¿Habría podido reconocerla con luz? La figura levantó su arma a modo defensivo y Skatha tomó aquello como declaración de intenciones. Lanzó una estocada que el otro desvió.
- ¿¡Quién eres!? - preguntó con furia e ímpetu. ¡Se sentía vivo! ¡Se sentía lleno! ¡Era todo energía y el hambre se había ido! Lanzó una segunda estocada, con el peso de su cuerpo en la punta de la espada.
El otro hombre desvió otra vez el ataque y la fuerza que había puesto Taliesin en él hizo que se tropezara hacia delante. Casi como si aquella hubiera sido su intención desde el principio, usó aquello para completar la carga y chocar contra la sombra, tirándola al suelo.
-----------
Se activa Don Interracial: Taliesin es humano con maestrias en combate desarmado, armas arrojadizas y armas cortantes a una mano. Uso sus habilidades en general a lo largo del post.
El cerebro del vampiro apenas llegó a procesar qué estaba pasando. Con la mirada siguió a la mujer, viendo cómo se perdía entre las sombras... ¿Se perdía? Pestañeó, convencido de que se veía atacado por una ceguera momentánea. No era capaz de ver la oscuridad en la que se había escondido; al girarse no pudo distinguir a Roger, y sobre su cabeza no veía señales de aquel cuervo. Lo único que habían eran sombras y formas que se entremezclaban, perfiles de edificios negros que se solapaban con cielo negro. Había perdido una completa paleta de grises.
Y eso no era todo. Se llevó las manos a su rostro, tanteándolo desesperadamente mientras intentaba encontrar la diferencia invisible. No se sentía él mismo. Sus dedos reconocían su propia nariz, su barba, sus pómulos, y sin embargo había algo muy diferente en el contacto de su propia piel. Como si se hubiera puesto una máscara que imitara sus facciones a la perfección, pero por ese mismo motivo resultara tan grotesca.
De nuevo llevó su atención a sus alrededores, a lo muy perdido que se sentía. Inseguro y a tientas, llegó hasta una pared cercana y aquello le dio más seguridad. Se concentró: sí podía ver qué le rodeaba, sólo con menos precisión, con menos detalle. Le costaba explicarlo con palabras; era como si la intensidad de la luna hubiera disminuido, o como si sus ojos hubieran perdido capacidad para captar luz, como si... Fuera humano.
La certeza lo golpeó en el pecho. Humano. Se sentía débil, falto de recursos, perdido, y humano. Aquella era como se veía la luna, aquél el olor del mar, y aquella la presencia de su propio cuerpo. Se preguntó, con un deje de esperanza y otro de miedo que no supo explicar, si la maldición había desaparecido. Sintió una absurda felicidad al saber que era el mismo Taliesin de diez años atrás, quien podría instalarse en un lugar sin tener que moverse nunca, y enjejecer al mismo tiempo que crecía su hija. Sintió preocupación, sintió miedo, sintió rabia por los años perdidos. Y entonces el suelo comenzó a vibrar fuertemente.
Por suerte se encontraba junto a un muro o habría caído al suelo. Pero pronto pudo ver que no era el único que perdía el equilibrio: de un tejado cercano cayó una figura - negra, por supuesto, como todo a su alrededor -, y vio a varias otras corriendo.
¿Quién demonios eran aquellos? ¿Otra trampa?
Y donde Taliesin como vampiro se hubiera ocultado en su elemento, aquella versión de Taliesin humano se abalanzó hacia la figura que apenas comenzaba a levantarse del suelo. Se sorprendió a sí mismo: ¿qué pretendía conseguir con aquello, si no que le mataran? La respuesta vino enseguida: cuando el otro hombre apenas se levantaba, Skatha le lanzó un puñetazo y un barrido de pierna que volvieron a hacerlo caer al suelo. Con una certeza inesperada, asió del lugar en el que sin duda estaba el arma de aquel hombre y sacó una espada, que al segundo siguiente clavó en su garganta. Escuchó el sonido de su voz al salir por aquel nuevo agujero, pero no olió la sangre.
Sin tiempo para considerar si aquel asesinato a sangre fría era algo con lo que se sentía cómodo, pero sospechando que sí, se giró otra vez hacia la oscura calle en la que apenas distinguía otras figuras moviéndose. La vibración del suelo se había detenido. ¿Era aquella otra sombra Roger?
Un virote cortó el aire junto a él y Taliesin salió corriendo para ponerse a cubierto. En su camino había otra de aquellas figuras desconocidas. ¿Quién era? ¿Habría podido reconocerla con luz? La figura levantó su arma a modo defensivo y Skatha tomó aquello como declaración de intenciones. Lanzó una estocada que el otro desvió.
- ¿¡Quién eres!? - preguntó con furia e ímpetu. ¡Se sentía vivo! ¡Se sentía lleno! ¡Era todo energía y el hambre se había ido! Lanzó una segunda estocada, con el peso de su cuerpo en la punta de la espada.
El otro hombre desvió otra vez el ataque y la fuerza que había puesto Taliesin en él hizo que se tropezara hacia delante. Casi como si aquella hubiera sido su intención desde el principio, usó aquello para completar la carga y chocar contra la sombra, tirándola al suelo.
-----------
Se activa Don Interracial: Taliesin es humano con maestrias en combate desarmado, armas arrojadizas y armas cortantes a una mano. Uso sus habilidades en general a lo largo del post.
Taliesin Skatha
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 260
Nivel de PJ : : 2
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
Entre las muchas cosas que echaba de menos de su mejor época como joven y como amante, no se encontraba la vil risa sarcástica de Paula Zuhbin. Observaba la escena tres pasos atrás donde las espadas y las habilidades mágicas estallaban en la batalla. Tenía la mano derecha en el pecho, en el lugar donde debería estar el corazón que el Capitán Werner dudaba que poseyera. Con la izquierda señalaba las cruentas escenas que más gracia le hacían y la sangre derramada en el suelo. No es anda personal, son negocios. Por supuesto que eran negocios. Para “La herida”, un vial lleno hasta la boquilla de sangre tenía más valor que la vida que cualquiera de los miembros de su tripulación, a excepción de la capitana. El lobo Eltrant Tale (¿siempre fue un licántropo infiltrado en La Guardia de Lunargenta?) hizo incrementar los productos de “La herida” a saltarse encima de uno de los hombres y desgarrarle la yugular de un mordisco y lo duplicó al introducir su espada en el vientre de otro pirata. Nereida Nyére, a diferencia de Zuhbin, giraba la cabeza en un gesto de gran aversión evitando ver lo que hacía el lobo Tale. El Capitán se esforzaba por contemplar todo cuando ocurría a su alrededor, incluida las fauces manchadas de sangre de pirata del lobo Tale y la sonrisa de la capitana Zuhbin, sin gusto ni disgusto. Se mantenía frío ante las adversidades: la repugnancia que sentía por la cruenta escena y el aborrecimiento que le infligía la risa de la bruja. La pinza le traqueteaba y los tentáculos de la barba se movían como serpientes nerviosas; sin embargo, los ojos del Capitán se mantenían firmes. Todo a su alrededor era importante. Debía tener plena constancia de quiénes se encontraban en la batalla: su posición y sus acciones pasadas y presentes. Pensaba que era el único medio para derrotar a “La herida”. La capitana Zuhbin tenía una mayor fuerza mágica, pero jamás superaría al Capitán Werner en astucia.
Y fue cuando Alfred esbozó una media sonrisa. No de forma sarcástica ni con la intención de celebrar algo que todavía no había logrado. Fue la sonrisa mucho más primitiva, como la de aquel que descubre que sus amigos le han organizado una fiesta sorpresa.
El Capitán tomó enfrentamiento contra un pirata corpulento que se posicionaba entre la capitana Zuhbin y el resto de piratas. Fue hacia él con la tenaza por delante a modo de escudo y alfanje retirado y preparado para el contraataque. El hombre corpulento dio un paso hacia atrás. Tal y como el Capitán había previsto. Paula Zuhbin disfrutaba del derramamiento de sangre a casi cualquier precio. Casi. Igual que en el pasado, no sacrificaría un compañero de cama por la obtención de materia prima. El hombre el pirata al que se había acercado el Capitán era más joven y guapo que el resto; a simple vista, y por el vivo color dorado de su cabello, no podía tener más de dieciséis años. La capitana Zuhbin era celosa con sus amantes, gustaba marcarlos con tatuajes similares a los que ella tenía por todo su cuerpo. Esa fue una de las muchas razones por las cuales Zuhbin y Werner discutieron en el pasaron. El corazón de Werner no tenía dueña (al menos, hasta que apareció Goldie en su vida). Una marca azulada asomaba de la pernera del chico: un tatuaje.
—Nereida, aquí.
La elfa entendió la orden de su capitán. Creó una esfera de luz que encerraba al Capitán Werner y al amante de Zuhbin, la capitana de “La herida” reaccionó tarde. Ordenó a su tripulación atacar al Capitán con toda su magia cuando la esfera ya se hubo formado. Los estallidos de agua y hielo se estamparon contra la luz élfica. El Capitán dio un paso hacia delante. Golpeó la cara del pirata con la tenaza al mismo tiempo que desvelaba su alfanje. Rajó, procurando no acceder al hueso, el hombro derecho del chico para impedir que cogiera una espada. Paula Zuhbin había dejado de reír. Sus dientes temblaban tanto como antes lo había hecho la pinza del Capitán Werner. Mirando hacia la capitana Zuhbin, apuntó sujetó al chico del cuello e hizo círculos con la punta de la espada alrededor de su tatuaje.
—Veo que cada vez los seleccionas más jóvenes. — la voz del Capitán invocaba los rencores del pasado — Dime una cosa, ¿qué haces cuando te aburres de uno? ¿Le cortas el cuello y rompes su tatuaje? — continuó hablando sin dejarle contestar — Porque eso es justo lo que pienso hacer si no me dices lo que queremos saber: ¿por qué nos has tendido una trampa?
Los tatuajes de la capitana Zuhbin fluían por todo su cuerpo como las del mar. Su magia nacía de la tinta de su piel. Se estaba preparando para realizar sus mejores y peores hechizos. El Capitán veía en sus ojos azules que estaba furiosa y que era incapaz de pensar. Esos ojos que se fijaban en el rostro apurado de su amante y que difuminaban todo lo demás.
El Capitán Werner le había aconsejado, más de una vez (y de doce también), que las noches de verano de las ciudades marinas eran más frías de lo que imaginaba. Nunca le tuvo muy en cuenta. El verano era sinónimo de calor tanto en Lunargenta como en Roilkat y pasando por la presente Baslodia. Un chaleco y un sombrero era toda la ropa que el canguro necesitaba, aparte de ser la única que podía comprar de forma accesible. Los humanos no estaban dispuestos a confeccionar quijotes para las extravagantes piernas de canguro por un módico precio. Un chaleco con bolsillos era más que suficiente, insistía Roger Baraun. Añadía una de sus características bromas (genialidades) para hacer más énfasis en su desnudez: si los humanos se sienten inferiores por verme desnudo no es culpa mía. Bravo y bip, bip Rogie. Contestaba Nerieda con una sonrisa pícara. Ella sabía muy bien a lo que se refería. Pantalones, ese invento costoso y malévolo que jamás imaginó que fuera a resultar mortalmente necesario. Roger sentía un frío como nunca antes lo había sentido. Se puso de cuclillas en el suelo y se abrazo el pecho para concentrar más su calor. Sus compañeros debía tener tanto frío como él, era posible que incluso más. El pelaje de Asher tenía tanto frío que decidió ocultarse bajo su piel. ¿Quién iba a imaginar que bajo de todo ese pelo se encontraba un hombre? Era posible que los hombres perros tuvieran más afinidad por su humanidad en las noches frías de igual manera que los hombres lobos tenían más afinidad por los lobos en las noches de luna llena. El pelaje de Asher por un lado y las sombras del vampiro Taliesin por otro; se habían contraído de tal manera que Roger había dejado de tenerles miedo. Era lo único bueno de todo ese frío.
—Déjame adivinar, a tu amigo le salen plumas como un pájaro cuando viene el frío. ¿Es eso, verdad que sí? — se adelantó a contestar a la vampira.
El vampiro sin sombras divisó a un segundo grupo de extraños no muy lejos de donde la primera desconocida hablaba sobre nigromantes y trampas. El frío sentaba mal a todo el mundo, Roger pensaba que estaba a punto de coger un catarro y Taliesin se convirtió en un hombre violento. Dejó a la primera mujer y se lanzó hacia el segundo grupo que corría y se caía por los tejados.
—Tened cuidado con la escarcha que se forma en las tejas, resbala y es muy puñetera. — se burló el canguro de los extraños en voz baja. — Y más cuidado debéis tener con el hombre de negro, ese sí que es jodidamente puñetero.
Por primera vez, en mucho tiempo, no había nadie que le renegase por haber dicho una palabrota. Roger se sintió extrañamente liberado y proferido unas cuantas más. Estaba tan concentrado riendo y pasando frío que se dio cuenta tarde que habían dejado abandonada a la primera mujer. ¡Mierda! ¿Dónde estaba ahora? Se había esfumado delante de sus narices. Genial, primero anunciaba la avenida de unos nigromantes, amenazaba con la muerte de los amigos que habían dejado atrás y ahora se marchaba de rositas. Muy bien, muy simpática esa mujer.
—Siento interrumpir esta preciosa escena de amor, — dijo gateando hacia donde estaban Asher y Lyn — pero somos unos idiotas de campeonato. Mientras vosotros estáis abrazándoos a la luz de la luna, Taliesin peleando como un imbécil y yo pasando frío; nuestra amiga se ha ido. ¿Dónde? Oh, no me lo preguntéis a mí. Estoy más concentrado en no convertirme en un cubo de hielo que en vigilar.
Roger Baraun no era tan ingenuo como aparentaba. Notó que Asher, o lo que quedaba de él, estaba tiritando. Parecía que el repentino frío surgía de su propia sangre. Mientras hablaba, Roger dedujo que debía era Asher quien había estado jugando con el clima. El canguro no era muy listo y, en ocasiones, podía resultar molesto, pero sabía ser agradecido con quienes le ofrecían un favor.
Sacó uno de los proyectiles arcanos que Asher le había regalado y lo fraccionó con las palmas de sus manos. Daba la corriente y quemaba ligeramente; era como tocar las manos de Nerieda cuando utilizaba su magia sanadora. Pasó el proyectil por las manos de de Asher y por su pecho.
—Creo que esto te hará sentir mejor. Nereida me enseñó un par de trucos muy útiles. Cuando se me acaban las ideas, utilizo las suyas.
Una vez agotó la fricción del proyectil, lo disparó con el tirachinas al tejado donde unas figuras se agrupaban para enfrentarse contra Taliesin. El proyectil dio forma a una esfera azul que resplandecía como una tormenta en el desierto. Cada miembro del grupo de extraños fue empujado hacia un lugar diferente. Unos cuantos tuvieron la desgracia de caer en las rejas puntiagudas de las casas colindantes y en frío pavimento; otros más afortunados, cayeron en las viejas cajas sucias que los comerciantes del lugar en las partes traseras de sus comercios. Éstos fueron los que sobrevivieron.
—Recuerda darme más de estas cosas. Son alucinantes.
Offrol: Sentía que estaba siendo egoísta y me estaba adueñando de la escena principal. He decidido dejar libre, a cualquiera de vosotros, las siguientes acciones de Paula Zuhbin. Creo que puede ser más interesante si la utilizamos entre todos. Más divertido seguro que sí.
Por otra parte, la habilidad del brujo Asher hace pasar mucho frío a Roger Baraun. Como dijo que no podría controlarla, se me ocurrió añadir este divertido efecto secundario.
Utilizo uno de los proyectiles relámpagos para reanimar a Asher y apoyar a Taliesin.
Todos cambiáis de raza menos yo, esto es muy divertido jajajajajajaja[/color]
Y fue cuando Alfred esbozó una media sonrisa. No de forma sarcástica ni con la intención de celebrar algo que todavía no había logrado. Fue la sonrisa mucho más primitiva, como la de aquel que descubre que sus amigos le han organizado una fiesta sorpresa.
El Capitán tomó enfrentamiento contra un pirata corpulento que se posicionaba entre la capitana Zuhbin y el resto de piratas. Fue hacia él con la tenaza por delante a modo de escudo y alfanje retirado y preparado para el contraataque. El hombre corpulento dio un paso hacia atrás. Tal y como el Capitán había previsto. Paula Zuhbin disfrutaba del derramamiento de sangre a casi cualquier precio. Casi. Igual que en el pasado, no sacrificaría un compañero de cama por la obtención de materia prima. El hombre el pirata al que se había acercado el Capitán era más joven y guapo que el resto; a simple vista, y por el vivo color dorado de su cabello, no podía tener más de dieciséis años. La capitana Zuhbin era celosa con sus amantes, gustaba marcarlos con tatuajes similares a los que ella tenía por todo su cuerpo. Esa fue una de las muchas razones por las cuales Zuhbin y Werner discutieron en el pasaron. El corazón de Werner no tenía dueña (al menos, hasta que apareció Goldie en su vida). Una marca azulada asomaba de la pernera del chico: un tatuaje.
—Nereida, aquí.
La elfa entendió la orden de su capitán. Creó una esfera de luz que encerraba al Capitán Werner y al amante de Zuhbin, la capitana de “La herida” reaccionó tarde. Ordenó a su tripulación atacar al Capitán con toda su magia cuando la esfera ya se hubo formado. Los estallidos de agua y hielo se estamparon contra la luz élfica. El Capitán dio un paso hacia delante. Golpeó la cara del pirata con la tenaza al mismo tiempo que desvelaba su alfanje. Rajó, procurando no acceder al hueso, el hombro derecho del chico para impedir que cogiera una espada. Paula Zuhbin había dejado de reír. Sus dientes temblaban tanto como antes lo había hecho la pinza del Capitán Werner. Mirando hacia la capitana Zuhbin, apuntó sujetó al chico del cuello e hizo círculos con la punta de la espada alrededor de su tatuaje.
—Veo que cada vez los seleccionas más jóvenes. — la voz del Capitán invocaba los rencores del pasado — Dime una cosa, ¿qué haces cuando te aburres de uno? ¿Le cortas el cuello y rompes su tatuaje? — continuó hablando sin dejarle contestar — Porque eso es justo lo que pienso hacer si no me dices lo que queremos saber: ¿por qué nos has tendido una trampa?
Los tatuajes de la capitana Zuhbin fluían por todo su cuerpo como las del mar. Su magia nacía de la tinta de su piel. Se estaba preparando para realizar sus mejores y peores hechizos. El Capitán veía en sus ojos azules que estaba furiosa y que era incapaz de pensar. Esos ojos que se fijaban en el rostro apurado de su amante y que difuminaban todo lo demás.
_____________________
El Capitán Werner le había aconsejado, más de una vez (y de doce también), que las noches de verano de las ciudades marinas eran más frías de lo que imaginaba. Nunca le tuvo muy en cuenta. El verano era sinónimo de calor tanto en Lunargenta como en Roilkat y pasando por la presente Baslodia. Un chaleco y un sombrero era toda la ropa que el canguro necesitaba, aparte de ser la única que podía comprar de forma accesible. Los humanos no estaban dispuestos a confeccionar quijotes para las extravagantes piernas de canguro por un módico precio. Un chaleco con bolsillos era más que suficiente, insistía Roger Baraun. Añadía una de sus características bromas (genialidades) para hacer más énfasis en su desnudez: si los humanos se sienten inferiores por verme desnudo no es culpa mía. Bravo y bip, bip Rogie. Contestaba Nerieda con una sonrisa pícara. Ella sabía muy bien a lo que se refería. Pantalones, ese invento costoso y malévolo que jamás imaginó que fuera a resultar mortalmente necesario. Roger sentía un frío como nunca antes lo había sentido. Se puso de cuclillas en el suelo y se abrazo el pecho para concentrar más su calor. Sus compañeros debía tener tanto frío como él, era posible que incluso más. El pelaje de Asher tenía tanto frío que decidió ocultarse bajo su piel. ¿Quién iba a imaginar que bajo de todo ese pelo se encontraba un hombre? Era posible que los hombres perros tuvieran más afinidad por su humanidad en las noches frías de igual manera que los hombres lobos tenían más afinidad por los lobos en las noches de luna llena. El pelaje de Asher por un lado y las sombras del vampiro Taliesin por otro; se habían contraído de tal manera que Roger había dejado de tenerles miedo. Era lo único bueno de todo ese frío.
—Déjame adivinar, a tu amigo le salen plumas como un pájaro cuando viene el frío. ¿Es eso, verdad que sí? — se adelantó a contestar a la vampira.
El vampiro sin sombras divisó a un segundo grupo de extraños no muy lejos de donde la primera desconocida hablaba sobre nigromantes y trampas. El frío sentaba mal a todo el mundo, Roger pensaba que estaba a punto de coger un catarro y Taliesin se convirtió en un hombre violento. Dejó a la primera mujer y se lanzó hacia el segundo grupo que corría y se caía por los tejados.
—Tened cuidado con la escarcha que se forma en las tejas, resbala y es muy puñetera. — se burló el canguro de los extraños en voz baja. — Y más cuidado debéis tener con el hombre de negro, ese sí que es jodidamente puñetero.
Por primera vez, en mucho tiempo, no había nadie que le renegase por haber dicho una palabrota. Roger se sintió extrañamente liberado y proferido unas cuantas más. Estaba tan concentrado riendo y pasando frío que se dio cuenta tarde que habían dejado abandonada a la primera mujer. ¡Mierda! ¿Dónde estaba ahora? Se había esfumado delante de sus narices. Genial, primero anunciaba la avenida de unos nigromantes, amenazaba con la muerte de los amigos que habían dejado atrás y ahora se marchaba de rositas. Muy bien, muy simpática esa mujer.
—Siento interrumpir esta preciosa escena de amor, — dijo gateando hacia donde estaban Asher y Lyn — pero somos unos idiotas de campeonato. Mientras vosotros estáis abrazándoos a la luz de la luna, Taliesin peleando como un imbécil y yo pasando frío; nuestra amiga se ha ido. ¿Dónde? Oh, no me lo preguntéis a mí. Estoy más concentrado en no convertirme en un cubo de hielo que en vigilar.
Roger Baraun no era tan ingenuo como aparentaba. Notó que Asher, o lo que quedaba de él, estaba tiritando. Parecía que el repentino frío surgía de su propia sangre. Mientras hablaba, Roger dedujo que debía era Asher quien había estado jugando con el clima. El canguro no era muy listo y, en ocasiones, podía resultar molesto, pero sabía ser agradecido con quienes le ofrecían un favor.
Sacó uno de los proyectiles arcanos que Asher le había regalado y lo fraccionó con las palmas de sus manos. Daba la corriente y quemaba ligeramente; era como tocar las manos de Nerieda cuando utilizaba su magia sanadora. Pasó el proyectil por las manos de de Asher y por su pecho.
—Creo que esto te hará sentir mejor. Nereida me enseñó un par de trucos muy útiles. Cuando se me acaban las ideas, utilizo las suyas.
Una vez agotó la fricción del proyectil, lo disparó con el tirachinas al tejado donde unas figuras se agrupaban para enfrentarse contra Taliesin. El proyectil dio forma a una esfera azul que resplandecía como una tormenta en el desierto. Cada miembro del grupo de extraños fue empujado hacia un lugar diferente. Unos cuantos tuvieron la desgracia de caer en las rejas puntiagudas de las casas colindantes y en frío pavimento; otros más afortunados, cayeron en las viejas cajas sucias que los comerciantes del lugar en las partes traseras de sus comercios. Éstos fueron los que sobrevivieron.
—Recuerda darme más de estas cosas. Son alucinantes.
_____________________
Offrol: Sentía que estaba siendo egoísta y me estaba adueñando de la escena principal. He decidido dejar libre, a cualquiera de vosotros, las siguientes acciones de Paula Zuhbin. Creo que puede ser más interesante si la utilizamos entre todos. Más divertido seguro que sí.
Por otra parte, la habilidad del brujo Asher hace pasar mucho frío a Roger Baraun. Como dijo que no podría controlarla, se me ocurrió añadir este divertido efecto secundario.
Utilizo uno de los proyectiles relámpagos para reanimar a Asher y apoyar a Taliesin.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
-No hay tiempo para descansar.- exhalé, apretando los dientes. Sin embargo, apenas podía moverme. Noté, aún aturdido, como Roger frotaba el proyectil que le había confiado contra mi cuerpo. Una pequeña chispa de alivio recorrió mis brazos, y luego, mi corazón. Respirar se hizo más sencillo.
Fue entonces cuando volví a cambiar. En cuestión de segundos, todo el pelaje que había perdido volvió a crecer. Mis piernas cambiaron su forma de nuevo, haciéndome estremecerme. Di las gracias en voz baja. No me había dado cuenta de lo que había pasado hasta entonces.
-Estoy bien.- gruñí. Algo se había encendido en mi pecho. No lo entendía del todo. Pero estaba furioso. Aquello me había dejado en ridículo, y se me había agotado la paciencia. Me levanté, con los ojos clavados en la figura contra la que luchaba Taliesin. Habían confiado en mí, y les estaba fallando.
La empuñadura de Brillo se iluminó, enviando energía a través de mi cuerpo. Me acerqué al borde del tejado. Y entonces, salté de nuevo. [1] La punzada de dolor en mis piernas era secundaria. Iba a acabar con aquello.
Estaba demasiado ocupado con el vampiro para darse cuenta. No me vio venir, ni vio como mi garra se cerraba en torno a su cuello. Para cuando quiso reaccionar, fue demasiado tarde. Un torrente de fuego le lanzó varios metros por el aire y rodar en el suelo hasta frenar por la fricción con este. [2] Sacudí la mano. Su garganta había quedado calcinada. No se levantaría.
Bajé los brazos. Creía que el olor a carne quemada sería reconfortante, en cierta forma. No lo fue.
Alguien se acercó a mi espalda. Me giré, un segundo demasiado tarde, solo para ver como mi propia sombra se había alzado desde el suelo para interponerse entre un martillo y mi cabeza. Tardé un segundo en comprender que se trataba de la magia de Lyn. Sin embargo, el atacante estaba inmovilizado.
Brillo atravesó la sombra... y el pecho de mi oponente. Enterré la espada aun más en su torso, haciéndole caer, mientras la hoja absorbía la magia que la oscuridad estaba dejando atrás. [3] No tardó en cubrirme, como si se tratase de una armadura. Desencajé la espada y busqué al próximo enemigo. Mi mirada atravesó a los presentes. Todo estaba mucho más claro. Ya no sentía frío. No sentía nada.
-Me he cansado de jugar.-
La voz que salió de mi boca no era la mía. No importaba. Solo tenía que acabar con todos. No volvería a fallar.
-...No puede ser.- murmuró Kothán. ¿Había sido Eltrant siempre un licántropo? No, no era posible. Lo habría visto, ¿no? O al menos, olido. O como mínimo, Asher lo habría mencionado.
En esos momentos, el zorro se sentía torpe. No solo no estaba siendo útil, estaba obligando a los demás a protegerlo. En momentos como ese, su orgullo podía llegar a pesar más que su instinto de conservación. Sabía que estaría relativamente a salvo si se encogía y no era una amenaza. Como mínimo, los ataques no los dirigirían hacia él. Y, hasta el momento, era lo que había hecho: nada.
No era idiota. Sabía de sobra que no podía luchar. Si lo intentaba, acabaría mal. No tenía por qué hacerse el valiente otra vez, como lo hacía Hont. El roedor (¿las zarigüeyas eran roedores?) [4] había estado saltando sobre los piratas, distrayéndolos, arañandolos y golpeandolos con cualquier objeto contundente que pudiese levantar. Aunque no lo pareciese, estaba marcando una diferencia.
No podía ser el único inútil.
Kothán se agachó, recogiendo una de las botellas rotas del suelo. En apenas un segundo, la había lanzado por el aire, provocando un corte en la cara de uno de los piratas. No era la primera vez que recibía una mirada de odio como aquella.
No dudó un instante. Si sabía hacer algo, era escabullirse. Y eso fue lo que hizo. El coyote empezó a correr, dejando atrás el enfrentamiento... salvo por el único pirata que le perseguía.
[1] Usada habilidad de Brillo: Potenciar e Impulso (gracias al enfriamiento reducido)
[2] Usada habilidad: Estallido
[3] Usada habilidad: Absorber
[4] No lo son. Son marsupiales.
Fue entonces cuando volví a cambiar. En cuestión de segundos, todo el pelaje que había perdido volvió a crecer. Mis piernas cambiaron su forma de nuevo, haciéndome estremecerme. Di las gracias en voz baja. No me había dado cuenta de lo que había pasado hasta entonces.
-Estoy bien.- gruñí. Algo se había encendido en mi pecho. No lo entendía del todo. Pero estaba furioso. Aquello me había dejado en ridículo, y se me había agotado la paciencia. Me levanté, con los ojos clavados en la figura contra la que luchaba Taliesin. Habían confiado en mí, y les estaba fallando.
La empuñadura de Brillo se iluminó, enviando energía a través de mi cuerpo. Me acerqué al borde del tejado. Y entonces, salté de nuevo. [1] La punzada de dolor en mis piernas era secundaria. Iba a acabar con aquello.
Estaba demasiado ocupado con el vampiro para darse cuenta. No me vio venir, ni vio como mi garra se cerraba en torno a su cuello. Para cuando quiso reaccionar, fue demasiado tarde. Un torrente de fuego le lanzó varios metros por el aire y rodar en el suelo hasta frenar por la fricción con este. [2] Sacudí la mano. Su garganta había quedado calcinada. No se levantaría.
Bajé los brazos. Creía que el olor a carne quemada sería reconfortante, en cierta forma. No lo fue.
Alguien se acercó a mi espalda. Me giré, un segundo demasiado tarde, solo para ver como mi propia sombra se había alzado desde el suelo para interponerse entre un martillo y mi cabeza. Tardé un segundo en comprender que se trataba de la magia de Lyn. Sin embargo, el atacante estaba inmovilizado.
Brillo atravesó la sombra... y el pecho de mi oponente. Enterré la espada aun más en su torso, haciéndole caer, mientras la hoja absorbía la magia que la oscuridad estaba dejando atrás. [3] No tardó en cubrirme, como si se tratase de una armadura. Desencajé la espada y busqué al próximo enemigo. Mi mirada atravesó a los presentes. Todo estaba mucho más claro. Ya no sentía frío. No sentía nada.
-Me he cansado de jugar.-
La voz que salió de mi boca no era la mía. No importaba. Solo tenía que acabar con todos. No volvería a fallar.
__________________________________________________
-...No puede ser.- murmuró Kothán. ¿Había sido Eltrant siempre un licántropo? No, no era posible. Lo habría visto, ¿no? O al menos, olido. O como mínimo, Asher lo habría mencionado.
En esos momentos, el zorro se sentía torpe. No solo no estaba siendo útil, estaba obligando a los demás a protegerlo. En momentos como ese, su orgullo podía llegar a pesar más que su instinto de conservación. Sabía que estaría relativamente a salvo si se encogía y no era una amenaza. Como mínimo, los ataques no los dirigirían hacia él. Y, hasta el momento, era lo que había hecho: nada.
No era idiota. Sabía de sobra que no podía luchar. Si lo intentaba, acabaría mal. No tenía por qué hacerse el valiente otra vez, como lo hacía Hont. El roedor (¿las zarigüeyas eran roedores?) [4] había estado saltando sobre los piratas, distrayéndolos, arañandolos y golpeandolos con cualquier objeto contundente que pudiese levantar. Aunque no lo pareciese, estaba marcando una diferencia.
No podía ser el único inútil.
Kothán se agachó, recogiendo una de las botellas rotas del suelo. En apenas un segundo, la había lanzado por el aire, provocando un corte en la cara de uno de los piratas. No era la primera vez que recibía una mirada de odio como aquella.
No dudó un instante. Si sabía hacer algo, era escabullirse. Y eso fue lo que hizo. El coyote empezó a correr, dejando atrás el enfrentamiento... salvo por el único pirata que le perseguía.
____________________________________
[1] Usada habilidad de Brillo: Potenciar e Impulso (gracias al enfriamiento reducido)
[2] Usada habilidad: Estallido
[3] Usada habilidad: Absorber
[4] No lo son. Son marsupiales.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
“Va a desmayarse”
Eso fueron las primeras palabras que pasaron por la cabeza de Lyn cuando el lobo, decidiendo hacer caso omiso a las palabras que esta le había dicho, decidió levantarse y saltar directamente al callejón en el que estaba peleando Tailesin.
- Lo de la piedra ha funcionado. – dijo a Roger, cruzándose de brazos, analizando la situación que tenía a sus pies. Realmente no estaba segura de si eso era lo que el lobo necesitaba en aquel momento.
Al menos, ahora que había recuperado su cuerpo usual, este parecía tener más energías.
- Tan impulsivo… - Susurró para sí sacudiendo la cabeza, contemplando, junto a Roger, como se desarrollaba la pelea del callejón. – ¿A quién me recuerda? – dijo saltando finalmente tras su aliado, acercándose hasta el lugar en el que la explosión que hizo retumbar el lugar brotó de las manos del lobo.
Asher peleaba contra los varios oponentes a los que se enfrentaba su congénere y, estos, a su vez, también usaban las sombras para pelear. Encontrarse con más un vampiro simpático al mismo tiempo no era precisamente algo que sucediese muchas veces, lo contrario no obstante…
- ¿Cómo te encuentras? – Se acercó a Tailesin, durante unos momentos le vio distinto, no le notó como realmente lo había hecho momentos atrás.
¿Estaba bien?
Fuese cual fuese la respuesta del vampiro, Asher se encargó de que la vampiresa no tuviese tiempo para escucharla. El lobo había usado las sombras de aquellos tipos para fabricarse una armadura propia y, además de eso, tenía una expresión que era ligeramente aterradora.
“Me he cansado de jugar”
Entornó ligeramente los ojos al escuchar eso, no parecía… Asher. Estudió la expresión del can durante unos segundos y después se giró hacía el resto de asaltantes que, ahora más cautos, se movían alrededor de los que habían bajado al callejón.
- Asher… - Suspiró – De verdad, creo que… - Se detuvo, algo le decía que el lobo no iba a atender a razones hasta que no pasase el peligro para los presentes. – Muy bien… - Por mucho ímpetu que le pusiese, hasta hacía unos segundos Asher había estado clamado por aire después de agotar todas sus fuerzas.
En ese sentido podía llegar a ser igual que Eltrant.
La vampiresa dio una fuerte palmada frente a ella, concentró sombras que había a su alrededor entre sus manos. Su magia había vuelto, volvía a ser una vampiresa. Cuanto antes acabasen, mejor.
El colgante que pendía de su cuello brilló con intensidad al mismo tiempo que comenzaba a levitar con suavidad. Lo sujetó con su mano izquierda, firmemente, el color del pendiente se trasladó hasta sus ojos, los cuales no tardaron en tornarse del color de la joya, de un vivo color carmesí.
- Miedo es lo que necesitáis – dijo apretando el colgante con más fuerza, transmitiendo más de su magia al mismo. – La pregunta es… ¿Cuánto para que comprendáis que no podéis ganarnos? – Les dijo avanzando un par de pasos, entrecerrando los ojos y, concentrándose en el pequeño hueco que había entre dos de los hombres que rodeaban al grupo.
Extendió la mano izquierda y, tan pronto lo hizo, un vórtice de sombras se apareció en el lugar al que apuntaba atrapando inmediatamente a los dos tipos más cercanos, quienes desaparecieron en apenas una fracción de segundo dejando tras de sí, únicamente, un brazo y una pierna cercenadas. [1]
- ¿Qué os parece si os rendís, niños? – Con eso se lo plantearían dos veces antes de atacar y si se decidían a hacerlo, Asher y Tailesin se tendrían que esforzar menos. – Creedme, estoy siendo mucho más simpática que aquí mi amigo. - El lobo podría acabar aquello sin terminar completamente exhausto.
Los piratas retrocedían.
El Capitán Alfred Werner estaba demostrando ser digno de tener aquel cargo, se encargó de atrapar al que parecía ser el segundo al mando de la capitana pirata del bando opuesto.
La miro, esperando su respuesta, ¿Se rendiría ante las palabras de Werner? ¿Pondría la vida de un miembro de su tripulación sobre la victoria en aquel sitio? La sonrisa que se dibujó en su rostro no parecía indicar esto.
“Quizás no deberías conocerme tan bien”
Aquello fue lo único que dijo, Eltrant volvió a enarbolar a Olvido, notando como su cola desaparecía lentamente, como su cuerpo volvía a adoptar la forma de un humano.
¿Qué planeaba hacer? No es como si fuesen demasiados, incluso Hont estaba peleando con todo lo que podía, zafándose de los atacantes con unos reflejos que, por mucho que le gustase pensar que podía alcanzar, Eltrant sabía que estaban muy por encima de los suyos.
El sonido de una botella de cristal rompiéndose y una retahíla de maldiciones le llamo la atención. No lo habría hecho bajo otras circunstancias, pero entre las maldiciones escucho “Coyote Repugnante” y solo conocía a una persona que, en aquel callejón, se acercaba a aquella descripción.
Se giró sobre sí mismo y localizó al tipo que corría detrás de Kothán.
Apretó los dientes, se lo había prometido a Asher.
Cargó contra aquel único pirata antes de que se alejase lo suficiente del enfrentamiento. [2]
- ¡Hont! ¡No te separes del Nereida! – Gritó mientras acometía contra el hombre por un costado y lo lanzaba contra el suelo. - ¡Deberías! – Pisó con fuerza su muñeca derecha, obligándole a soltar el alfanje. - ¡Mirar! – Otro pisotón, este precedió a un crujido y a un alarido de dolor. - ¡A los lados! – Un último puntapié se aseguró que este no iba a volver a blandir una espada con aquella mano en lo que le quedaba de vida.
Dejó al hombre, retorciéndose de dolor en el suelo mientras se sujetaba su muñeca derecha, y se giró hacía Kothán.
- ¿Todo bien? – Le preguntó girándose de nuevo hacía el combate, retomando el aliento. Se desató rápidamente a Recuerdo, si Kothán se lo pedía se la entregaría. – ¿La quieres? – Inquirió enseguida. - Para defenderte, no para atacar. – Aclaró momentos después antes de volverse hacia dónde peleaban los demás. – Bueno, vamos – dijo a continuación, independientemente de lo que contestase, tenía que volver cuanto antes.
[1] Uso Objeto Master: Sello de la Parca.
[2] Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir.
Eso fueron las primeras palabras que pasaron por la cabeza de Lyn cuando el lobo, decidiendo hacer caso omiso a las palabras que esta le había dicho, decidió levantarse y saltar directamente al callejón en el que estaba peleando Tailesin.
- Lo de la piedra ha funcionado. – dijo a Roger, cruzándose de brazos, analizando la situación que tenía a sus pies. Realmente no estaba segura de si eso era lo que el lobo necesitaba en aquel momento.
Al menos, ahora que había recuperado su cuerpo usual, este parecía tener más energías.
- Tan impulsivo… - Susurró para sí sacudiendo la cabeza, contemplando, junto a Roger, como se desarrollaba la pelea del callejón. – ¿A quién me recuerda? – dijo saltando finalmente tras su aliado, acercándose hasta el lugar en el que la explosión que hizo retumbar el lugar brotó de las manos del lobo.
Asher peleaba contra los varios oponentes a los que se enfrentaba su congénere y, estos, a su vez, también usaban las sombras para pelear. Encontrarse con más un vampiro simpático al mismo tiempo no era precisamente algo que sucediese muchas veces, lo contrario no obstante…
- ¿Cómo te encuentras? – Se acercó a Tailesin, durante unos momentos le vio distinto, no le notó como realmente lo había hecho momentos atrás.
¿Estaba bien?
Fuese cual fuese la respuesta del vampiro, Asher se encargó de que la vampiresa no tuviese tiempo para escucharla. El lobo había usado las sombras de aquellos tipos para fabricarse una armadura propia y, además de eso, tenía una expresión que era ligeramente aterradora.
“Me he cansado de jugar”
Entornó ligeramente los ojos al escuchar eso, no parecía… Asher. Estudió la expresión del can durante unos segundos y después se giró hacía el resto de asaltantes que, ahora más cautos, se movían alrededor de los que habían bajado al callejón.
- Asher… - Suspiró – De verdad, creo que… - Se detuvo, algo le decía que el lobo no iba a atender a razones hasta que no pasase el peligro para los presentes. – Muy bien… - Por mucho ímpetu que le pusiese, hasta hacía unos segundos Asher había estado clamado por aire después de agotar todas sus fuerzas.
En ese sentido podía llegar a ser igual que Eltrant.
La vampiresa dio una fuerte palmada frente a ella, concentró sombras que había a su alrededor entre sus manos. Su magia había vuelto, volvía a ser una vampiresa. Cuanto antes acabasen, mejor.
El colgante que pendía de su cuello brilló con intensidad al mismo tiempo que comenzaba a levitar con suavidad. Lo sujetó con su mano izquierda, firmemente, el color del pendiente se trasladó hasta sus ojos, los cuales no tardaron en tornarse del color de la joya, de un vivo color carmesí.
- Miedo es lo que necesitáis – dijo apretando el colgante con más fuerza, transmitiendo más de su magia al mismo. – La pregunta es… ¿Cuánto para que comprendáis que no podéis ganarnos? – Les dijo avanzando un par de pasos, entrecerrando los ojos y, concentrándose en el pequeño hueco que había entre dos de los hombres que rodeaban al grupo.
Extendió la mano izquierda y, tan pronto lo hizo, un vórtice de sombras se apareció en el lugar al que apuntaba atrapando inmediatamente a los dos tipos más cercanos, quienes desaparecieron en apenas una fracción de segundo dejando tras de sí, únicamente, un brazo y una pierna cercenadas. [1]
- ¿Qué os parece si os rendís, niños? – Con eso se lo plantearían dos veces antes de atacar y si se decidían a hacerlo, Asher y Tailesin se tendrían que esforzar menos. – Creedme, estoy siendo mucho más simpática que aquí mi amigo. - El lobo podría acabar aquello sin terminar completamente exhausto.
_______________________________________________________
Los piratas retrocedían.
El Capitán Alfred Werner estaba demostrando ser digno de tener aquel cargo, se encargó de atrapar al que parecía ser el segundo al mando de la capitana pirata del bando opuesto.
La miro, esperando su respuesta, ¿Se rendiría ante las palabras de Werner? ¿Pondría la vida de un miembro de su tripulación sobre la victoria en aquel sitio? La sonrisa que se dibujó en su rostro no parecía indicar esto.
“Quizás no deberías conocerme tan bien”
Aquello fue lo único que dijo, Eltrant volvió a enarbolar a Olvido, notando como su cola desaparecía lentamente, como su cuerpo volvía a adoptar la forma de un humano.
¿Qué planeaba hacer? No es como si fuesen demasiados, incluso Hont estaba peleando con todo lo que podía, zafándose de los atacantes con unos reflejos que, por mucho que le gustase pensar que podía alcanzar, Eltrant sabía que estaban muy por encima de los suyos.
El sonido de una botella de cristal rompiéndose y una retahíla de maldiciones le llamo la atención. No lo habría hecho bajo otras circunstancias, pero entre las maldiciones escucho “Coyote Repugnante” y solo conocía a una persona que, en aquel callejón, se acercaba a aquella descripción.
Se giró sobre sí mismo y localizó al tipo que corría detrás de Kothán.
Apretó los dientes, se lo había prometido a Asher.
Cargó contra aquel único pirata antes de que se alejase lo suficiente del enfrentamiento. [2]
- ¡Hont! ¡No te separes del Nereida! – Gritó mientras acometía contra el hombre por un costado y lo lanzaba contra el suelo. - ¡Deberías! – Pisó con fuerza su muñeca derecha, obligándole a soltar el alfanje. - ¡Mirar! – Otro pisotón, este precedió a un crujido y a un alarido de dolor. - ¡A los lados! – Un último puntapié se aseguró que este no iba a volver a blandir una espada con aquella mano en lo que le quedaba de vida.
Dejó al hombre, retorciéndose de dolor en el suelo mientras se sujetaba su muñeca derecha, y se giró hacía Kothán.
- ¿Todo bien? – Le preguntó girándose de nuevo hacía el combate, retomando el aliento. Se desató rápidamente a Recuerdo, si Kothán se lo pedía se la entregaría. – ¿La quieres? – Inquirió enseguida. - Para defenderte, no para atacar. – Aclaró momentos después antes de volverse hacia dónde peleaban los demás. – Bueno, vamos – dijo a continuación, independientemente de lo que contestase, tenía que volver cuanto antes.
_______________________________________________________________
[1] Uso Objeto Master: Sello de la Parca.
[2] Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
Su contrincante rodó por el suelo y volvió a ponerse en pie con agilidad gatuna. Taliesin recuperó el equilibrio y quedó en pose defensiva, con la espada en alto, la sangre hirviéndole y una mueca feroz en el rostro. Normalmente le habría parecido que todo se movía demasiado rápido; pero al contrario, se veía capaz de comprender y reaccionar a cada movimiento como si todos, incluido él mismo, actuaran despacio. Vio cómo el otro volvía a lanzarse sobre él, y entonces...
Entonces sintió un cosquilleo recorriéndole las venas. Su espada se volvió extraña e incómoda. Su pose no le era natural. Y el enemigo se abalanzó sobre él demasiado rápido. Taliesin sólo pudo interponer su arma, torpemente, y con la inesperada fuerza del impacto ésta salió volando de su mano. Sintió el olor único y diferente de cada sangre derramada a su alrededor, y sintió la tentación de morderle la garganta a algún hombre herido y sin fuerzas - sangre fácil pero viva.
Sobre la garganta de su atacante se cerró una garra, y con una explosión de fuego y el olor insoportable de la carne quemada su rostro desapareció. Fue lo más próximo, lo más asqueroso, que Taliesin había visto en su vida, y tuvo ganas de vomitar. Como un latido sentía el olor de la sangre, el picor de la magia a su alrededor, a golpes de martillo cada vez más fuertes mientras - lo supo inmediatamente - dejaba de ser humano y volvía a ser reclamado por las sombras.
¡Lyn! ¡Ella podría entenderlo! De alguna manera la muchacha estaba allí y Taliesin tuvo muchas ganas de abrazarse a ella, pero con las náuseas y aquella sensación fría que se cernía sobre él no fue capaz de moverse. De golpe volvía a ver en la oscuridad y se daba cuenta del caos en el que se encontraba, sin tener ni idea de qué hacer. Frente a él, Asher y Lyn despachaban a aquellos hombres como si se tratara de muñecos de trapo, y Taliesin no pudo sino retroceder y mirar con los ojos como platos. A unos metros vio la espada que acababa de soltar y volvió a asirla, pero echó de menos la seguridad con la que lo había hecho anteriormente.
El círculo que los rodeaba dudó por un momento ante las palabras de Lyn y la ferocidad de Asher. Taliesin aprovechó aquel momento para recuperar su compostura. No sabía pelear de la manera que lo había hecho hasta entonces, pero tampoco quería huir y esconderse y dejar que los otros se encargaran de todo.
- No les animes - soltó una risa breve y seca con fingido desdén, como si estuviera disfrutando de aquello, y al hablar influenció su apariencia[1]. Aplicó una ilusión sobre sus rasgos de una manera casi automática; su sonrisa se volvió lupina y sedienta de sangre, sus ojos brillantes y dementes, y su cuerpo más grande y fuerte. Todo mentira, todo ilusión, pero aquello era lo único que tenía -. Nuestro amigo está hambriento y yo me lo estoy pasando bien.
Esperaba que le hubieran visto pelear antes y que la ilusión resultara convincente, porque aquel era el farol más grande que se había marcado en su vida.
[1] Habilidad racial: Presencia vampírica
Entonces sintió un cosquilleo recorriéndole las venas. Su espada se volvió extraña e incómoda. Su pose no le era natural. Y el enemigo se abalanzó sobre él demasiado rápido. Taliesin sólo pudo interponer su arma, torpemente, y con la inesperada fuerza del impacto ésta salió volando de su mano. Sintió el olor único y diferente de cada sangre derramada a su alrededor, y sintió la tentación de morderle la garganta a algún hombre herido y sin fuerzas - sangre fácil pero viva.
Sobre la garganta de su atacante se cerró una garra, y con una explosión de fuego y el olor insoportable de la carne quemada su rostro desapareció. Fue lo más próximo, lo más asqueroso, que Taliesin había visto en su vida, y tuvo ganas de vomitar. Como un latido sentía el olor de la sangre, el picor de la magia a su alrededor, a golpes de martillo cada vez más fuertes mientras - lo supo inmediatamente - dejaba de ser humano y volvía a ser reclamado por las sombras.
¡Lyn! ¡Ella podría entenderlo! De alguna manera la muchacha estaba allí y Taliesin tuvo muchas ganas de abrazarse a ella, pero con las náuseas y aquella sensación fría que se cernía sobre él no fue capaz de moverse. De golpe volvía a ver en la oscuridad y se daba cuenta del caos en el que se encontraba, sin tener ni idea de qué hacer. Frente a él, Asher y Lyn despachaban a aquellos hombres como si se tratara de muñecos de trapo, y Taliesin no pudo sino retroceder y mirar con los ojos como platos. A unos metros vio la espada que acababa de soltar y volvió a asirla, pero echó de menos la seguridad con la que lo había hecho anteriormente.
El círculo que los rodeaba dudó por un momento ante las palabras de Lyn y la ferocidad de Asher. Taliesin aprovechó aquel momento para recuperar su compostura. No sabía pelear de la manera que lo había hecho hasta entonces, pero tampoco quería huir y esconderse y dejar que los otros se encargaran de todo.
- No les animes - soltó una risa breve y seca con fingido desdén, como si estuviera disfrutando de aquello, y al hablar influenció su apariencia[1]. Aplicó una ilusión sobre sus rasgos de una manera casi automática; su sonrisa se volvió lupina y sedienta de sangre, sus ojos brillantes y dementes, y su cuerpo más grande y fuerte. Todo mentira, todo ilusión, pero aquello era lo único que tenía -. Nuestro amigo está hambriento y yo me lo estoy pasando bien.
Esperaba que le hubieran visto pelear antes y que la ilusión resultara convincente, porque aquel era el farol más grande que se había marcado en su vida.
[1] Habilidad racial: Presencia vampírica
Taliesin Skatha
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 260
Nivel de PJ : : 2
Re: Rumores: mentiras y medias verdades [Libre] [4/4] [Cerrado]
Alfred tiene 15 años. Ella tiene ocho años, pero nunca lo reconocerá en público. Al lado del hombre calamar, parece más joven y atractiva. El mejor trago de agua es aquel que se bebe después de comer un plato en mal estado. Piensa riendo. La metáfora no es justa. Le resulta divertido repetir las burlas de los marineros transformando la mueca en un beso en la mejilla del calamar. Paula Zuhbin ve un rostro bello y afable bajo la red de tentáculos que hace la barba de Alfred. Es un chico inocente, cándido y bondadoso. No quedan hombres como él. Lo que más le llama la atención es su lealtad como pirata. Para Alfred, solo existe un capitán, el hombre que le acogió en su barco, “El oro Marginal”, el capitán Oslon. La mira a los ojos y la llama “señora Zuhbin”. ¿No es para comérselo? La capitana Zuhbin de 23 años ha torturado y asesinado por mucho menos.
Finge un encuentro fortuito con el marinero calamar. El plan era sencillo. Pide una reunión con el capitán Oslon, cualquier excusa es buena. En Lunargenta la llaman “La isla Týr” por su forma de hacha. Es pequeña y acogedora. Mis fuentes dicen que varios nobles de la ciudad han construido mansiones en Týr para guardar sus riquezas lejos de los peligros de la capital. No es una mentira. La isla existe realmente, al igual que las mansiones. El capitán Olson sabría reconocer una noticia falsa (como en nuestros días, el Capitán Werner). La capitana Zuhbin utiliza a uno de sus hombres para entregar el mensaje. El mismo hombre, acompañado de uno de los marineros de Olson, Alfred Werner, da la respuesta de Olson: “allí estaré, nos encontraremos en Týr dentro de siete días”. No, no se encontrarán.
Zuhbin insiste a Alfred a pasar la noche en el camarote principal. Le dice (miente) que ella dormirá con la tripulación. Es tradición en “La herida” que los invitados de honor duerman en el camarote principal. Llena la copa de Alfred hasta arriba de vino por cinco veces en una misma noche. Las mejillas del calamar toman un color rosado que casi le hace parecer humano. La tripulación deja a Alfred y Zuhbin solos. El cortejo hace horas que ha empezado. Ella toma cada vez más confianzas. Nota como su desnudez provoca en Alfred una mezcla de atracción y recelo. ¡Qué adorable!
—No pasa nada, es natural.
Alfred confiesa que nunca ha estado con una mujer y que tampoco ha conocido a ninguna tan hermosa como la capitana Zuhbin. Repite, al menos una decena de veces, que no está bien. Su deber es transmitir el mensaje del capitán Olson. No está bien, “mi señora”. No está bien.
—Y lo has cumplido a la perfección. Ahora dime, ¿por qué no está bien? — coge la mano casi-humana de Alfred y la deja reposar sobre su pecho izquierdo. Él siente el latido tranquilo de la capitana. Ella, el ritmo acelerado de los latidos del marinero. — Me gustas, Werner. Y percibo que yo también te gusto. No pasa nada. Solo por esta noche. ¿De acuerdo? Solo hoy.
Mentira. Pasaron dos semanas sin salir del camarote principal. Él olvidó su deber como mensajero. Ella cumplió su fantasía erótica.
Era la misma sonrisa. El Capitán Werner se acordaba perfectamente de ella. La capitana Paula Zuhbin sonreía de la misma manera que lo hizo veinte años atrás cuando reconoció frente al capitán Olson haberle engañado para que le trajera al marinero calamar. Zuhbin era una araña caprichosa. Jugaba con las presas que atrapaba en su telaraña para luego asesinarlas, no sin antes extraer su sangre y venderla en el mercado negro a hechiceros y alquimista. De no ser por la intervención del capitán Olson, Werner jamás habría abandonado “La herida” con vida. La araña le habría arrancado la cabeza de un mordisco y puesto sus tentáculos en lo alto del mástil para que todo el mundo lo viera. El Alfred Werner de quince años no lo comprendió. El de nuestros días, sabía perfectamente lo que hacía. La sonrisa de Zuhbin, sonrisa de “puedes llevártelo, ya no me interesa”, no le resulta ninguna sorpresa. Era justo la reacción que estaba esperando. Había que reconocer que en una primera instancia se disgustó al saber que el Capitán encontró su nuevo y joven juguete y que estaba dispuesto a matarlo. Se encogió de hombros y mostró la sonrisa, puedes llevártelo. De todas formas, la muerte era el negocio de “La herida”. Chicos jóvenes, atractivos y lo suficientemente estúpidos como para caer en las red de la araña, habían en todas las ciudades. Lo que ella jamás encontraría era a alguien como a Alfred Werner. ¿Verdad que no? Una repugnante bestia del mar que en lugar de arrodillarse a sus pies, hizo que ella se arrodillara. El chico temblaba y lloraba. El Capitán sonrió y dijo en voz clara y firme:
—Cinco días en el calabozo de “El Oro”, comiendo las ratas que conseguía capturar y bebiendo de las goteras del caso. —Fue el castigo que el capitán Olson le impuso. Un día por cada pirata apresado en el fastidioso ataque contra la isla Týr. — Ni una sola lágrima.
Y la sonrisa de la capitana Zuhbin cobró un giro de 180º. Las agujas de la lujuriosa brújula apuntaron en otra dirección. Ahora era el Capitán Werner quien sonreía. Era una sonrisa muy distinta a la de Paula Zuhbin, a penas una línea recta con una curvatura final; la sonrisa de un experto jugador de cartas que prevé todos los movimientos y sabe que ha vencido dos turnos antes de terminar la partida.
—Deberías saber, tú, pirata, mejor que nadie, porqué estamos aquí. Son negocios. — Zuhbin se abraza a sí misma, como si se acabase de dar cuenta de su desnudez en un vago esfuerzo para sentirse segura. La mitad de su tripulación ha muerto, el último hombre a manos de Eltrant Tale. Si no es precavida con sus palabras, morirá la otra mitad. Ella incluida. — Los rumores fluyen como el agua, Alfred. Me enteré que andabas preguntando por la sangre desaparecida y los cadáveres del mar; tú y otros pseudo-caballeros de sucias armaduras — desvió su mirada hacia Eltrant y Kothan.
Ninguna mención a los nigromantes que asolaron Lunargenta ni a Leonor Mendoza. Negocios y tráfico de cadáveres frescos, de los que todavía se les podía extraer un vial y medio de sangre. Todo se resumía en eso.
—Largo. — dijo en voz muy baja a la vez que liberaba al chico. Paula Zuhbin dio un paso hacia delante. — ¡Largo! — (1) y el grito atronó los cristales de los edificios cercanos. Ahora era él quien daba un paso adelante. Traqueteaba la tenaza y los tentáculos de la barba estaban erguidos como serpientes a punto de atacar a su presa. — Busco una mujer que te vence en nobleza y por la cual mataría. Si no puedes ayudarme a encontrarla, más vale que te apartes de mi camino. — o, si no lo hacía, tendría que vérselas con un Alfred Werner muy diferente al que había conocido y del cual se había aprovechado veinte años atrás.
Roger Baraun tenía una frase perfecta para la ocasión en su extensa gama de palabrotas: ¡Jódete Freddy! Era la palabrota que más odiaba Nereida. ¿Quién era Freddy? Ahí residía la magia de la palabrota. Freddy no era nadie en particular. En ocasiones podía ser un enemigo de “El promesa” del cual no conocía el nombre y tampoco tenía interés. ¡Jódete Freddy! Y el enemigo se jodía, pero bien jodido; tanto que su cuerpo sin vida terminaba en el mar donde los tiburones se lo comerían. También podía utilizar el nombre de Freddy para referirse a un amigo y compañero. En las situaciones desagradables, en las que no sabía qué decir para quedar bien, un “jódete Freddy” servía a la perfección. Todos se reían, incluso Nereida, aunque lo ocultase con sus bips, se reía. He perdido mi bolsa de aeros. ¡Jódete, Freddy! Mi pareja me ha abandonado. ¡Jódete Freddy! No encuentro la botella de ron que compré la semana pasada. Me la he bebido yo, jódete Freddy. Sin embargo, la verdadera magia de la palabrota residía en que Freddy también podía ser el mismo Roger Baraun. Como en el caso anterior, utilizaba la expresión para reírse ante las desgracias, con la diferencia de que, aquí, solo se reía él. Los días en los que Neireda se negaba a pasar la noche con Roger, esos eran uno de esos días de: jódete Freddy.
En raras ocasiones, Freddy podía ser dos personas a un mismo tiempo y ambas recibir un significado diferente. Freddy era una mujer perdida que no sabe qué está haciendo envuelta en una guerra entre vampiros y piratas y también era un hombre canguro que era incapaz de conjurar dos frases seguidas sin decir una palabra malsonante si no tenía a Nereida o al Capitán a su lado. Ellos sí que sabrían qué hacer. Hablarían con la Freddy mujer, dirían las palabras justas para averiguar todo lo que querían saber.
Roger puso un brazo de la mujer por encima de su hombro y le ayudó a levantarse. El pie derecho de la chica tenía una posición extraña, parecía un ancla doblada. Roger notó que la mujer hacía una mueca de dolor cada vez que lo apoyaba en el suelo. Sin ser experto en medicina como lo era Nereida, Roger se vio capaz hacer un breve diagnóstico. Me temo que tiene malas noticias. Se ha torcido el tobillo. Es lo que ocurre cuando se corre a toda prisa escapando de piratas. ¿Por qué no descansa un rato? Yo le ayudaré a levantarse. No se olvide de su medicina: poción de jódete Freddy. Beba un sorbo ahora y otro antes de acostarse.
—¿Por qué no empezamos por lo más fácil? — dijo Roger a medida que conducía a la mujer lejos de los relámpagos de Asher (¿otra vez con pelo?) y las sombras de los vampiros (¿siempre fueron vampiros?) — ¿Qué hace una chica como tú en un lugar como éste?
— Cuánta cortesía de repente — dijo en un tono de voz que venía a significar, en dos palabras: jódete Freddy.
Offrol: Utilizo mi habilidad de nivel 0: Grito de guerra.
Jódete Fredericksen jajajaja
Finge un encuentro fortuito con el marinero calamar. El plan era sencillo. Pide una reunión con el capitán Oslon, cualquier excusa es buena. En Lunargenta la llaman “La isla Týr” por su forma de hacha. Es pequeña y acogedora. Mis fuentes dicen que varios nobles de la ciudad han construido mansiones en Týr para guardar sus riquezas lejos de los peligros de la capital. No es una mentira. La isla existe realmente, al igual que las mansiones. El capitán Olson sabría reconocer una noticia falsa (como en nuestros días, el Capitán Werner). La capitana Zuhbin utiliza a uno de sus hombres para entregar el mensaje. El mismo hombre, acompañado de uno de los marineros de Olson, Alfred Werner, da la respuesta de Olson: “allí estaré, nos encontraremos en Týr dentro de siete días”. No, no se encontrarán.
Zuhbin insiste a Alfred a pasar la noche en el camarote principal. Le dice (miente) que ella dormirá con la tripulación. Es tradición en “La herida” que los invitados de honor duerman en el camarote principal. Llena la copa de Alfred hasta arriba de vino por cinco veces en una misma noche. Las mejillas del calamar toman un color rosado que casi le hace parecer humano. La tripulación deja a Alfred y Zuhbin solos. El cortejo hace horas que ha empezado. Ella toma cada vez más confianzas. Nota como su desnudez provoca en Alfred una mezcla de atracción y recelo. ¡Qué adorable!
—No pasa nada, es natural.
Alfred confiesa que nunca ha estado con una mujer y que tampoco ha conocido a ninguna tan hermosa como la capitana Zuhbin. Repite, al menos una decena de veces, que no está bien. Su deber es transmitir el mensaje del capitán Olson. No está bien, “mi señora”. No está bien.
—Y lo has cumplido a la perfección. Ahora dime, ¿por qué no está bien? — coge la mano casi-humana de Alfred y la deja reposar sobre su pecho izquierdo. Él siente el latido tranquilo de la capitana. Ella, el ritmo acelerado de los latidos del marinero. — Me gustas, Werner. Y percibo que yo también te gusto. No pasa nada. Solo por esta noche. ¿De acuerdo? Solo hoy.
Mentira. Pasaron dos semanas sin salir del camarote principal. Él olvidó su deber como mensajero. Ella cumplió su fantasía erótica.
_____________________
Era la misma sonrisa. El Capitán Werner se acordaba perfectamente de ella. La capitana Paula Zuhbin sonreía de la misma manera que lo hizo veinte años atrás cuando reconoció frente al capitán Olson haberle engañado para que le trajera al marinero calamar. Zuhbin era una araña caprichosa. Jugaba con las presas que atrapaba en su telaraña para luego asesinarlas, no sin antes extraer su sangre y venderla en el mercado negro a hechiceros y alquimista. De no ser por la intervención del capitán Olson, Werner jamás habría abandonado “La herida” con vida. La araña le habría arrancado la cabeza de un mordisco y puesto sus tentáculos en lo alto del mástil para que todo el mundo lo viera. El Alfred Werner de quince años no lo comprendió. El de nuestros días, sabía perfectamente lo que hacía. La sonrisa de Zuhbin, sonrisa de “puedes llevártelo, ya no me interesa”, no le resulta ninguna sorpresa. Era justo la reacción que estaba esperando. Había que reconocer que en una primera instancia se disgustó al saber que el Capitán encontró su nuevo y joven juguete y que estaba dispuesto a matarlo. Se encogió de hombros y mostró la sonrisa, puedes llevártelo. De todas formas, la muerte era el negocio de “La herida”. Chicos jóvenes, atractivos y lo suficientemente estúpidos como para caer en las red de la araña, habían en todas las ciudades. Lo que ella jamás encontraría era a alguien como a Alfred Werner. ¿Verdad que no? Una repugnante bestia del mar que en lugar de arrodillarse a sus pies, hizo que ella se arrodillara. El chico temblaba y lloraba. El Capitán sonrió y dijo en voz clara y firme:
—Cinco días en el calabozo de “El Oro”, comiendo las ratas que conseguía capturar y bebiendo de las goteras del caso. —Fue el castigo que el capitán Olson le impuso. Un día por cada pirata apresado en el fastidioso ataque contra la isla Týr. — Ni una sola lágrima.
Y la sonrisa de la capitana Zuhbin cobró un giro de 180º. Las agujas de la lujuriosa brújula apuntaron en otra dirección. Ahora era el Capitán Werner quien sonreía. Era una sonrisa muy distinta a la de Paula Zuhbin, a penas una línea recta con una curvatura final; la sonrisa de un experto jugador de cartas que prevé todos los movimientos y sabe que ha vencido dos turnos antes de terminar la partida.
—Deberías saber, tú, pirata, mejor que nadie, porqué estamos aquí. Son negocios. — Zuhbin se abraza a sí misma, como si se acabase de dar cuenta de su desnudez en un vago esfuerzo para sentirse segura. La mitad de su tripulación ha muerto, el último hombre a manos de Eltrant Tale. Si no es precavida con sus palabras, morirá la otra mitad. Ella incluida. — Los rumores fluyen como el agua, Alfred. Me enteré que andabas preguntando por la sangre desaparecida y los cadáveres del mar; tú y otros pseudo-caballeros de sucias armaduras — desvió su mirada hacia Eltrant y Kothan.
Ninguna mención a los nigromantes que asolaron Lunargenta ni a Leonor Mendoza. Negocios y tráfico de cadáveres frescos, de los que todavía se les podía extraer un vial y medio de sangre. Todo se resumía en eso.
—Largo. — dijo en voz muy baja a la vez que liberaba al chico. Paula Zuhbin dio un paso hacia delante. — ¡Largo! — (1) y el grito atronó los cristales de los edificios cercanos. Ahora era él quien daba un paso adelante. Traqueteaba la tenaza y los tentáculos de la barba estaban erguidos como serpientes a punto de atacar a su presa. — Busco una mujer que te vence en nobleza y por la cual mataría. Si no puedes ayudarme a encontrarla, más vale que te apartes de mi camino. — o, si no lo hacía, tendría que vérselas con un Alfred Werner muy diferente al que había conocido y del cual se había aprovechado veinte años atrás.
_____________________
Roger Baraun tenía una frase perfecta para la ocasión en su extensa gama de palabrotas: ¡Jódete Freddy! Era la palabrota que más odiaba Nereida. ¿Quién era Freddy? Ahí residía la magia de la palabrota. Freddy no era nadie en particular. En ocasiones podía ser un enemigo de “El promesa” del cual no conocía el nombre y tampoco tenía interés. ¡Jódete Freddy! Y el enemigo se jodía, pero bien jodido; tanto que su cuerpo sin vida terminaba en el mar donde los tiburones se lo comerían. También podía utilizar el nombre de Freddy para referirse a un amigo y compañero. En las situaciones desagradables, en las que no sabía qué decir para quedar bien, un “jódete Freddy” servía a la perfección. Todos se reían, incluso Nereida, aunque lo ocultase con sus bips, se reía. He perdido mi bolsa de aeros. ¡Jódete, Freddy! Mi pareja me ha abandonado. ¡Jódete Freddy! No encuentro la botella de ron que compré la semana pasada. Me la he bebido yo, jódete Freddy. Sin embargo, la verdadera magia de la palabrota residía en que Freddy también podía ser el mismo Roger Baraun. Como en el caso anterior, utilizaba la expresión para reírse ante las desgracias, con la diferencia de que, aquí, solo se reía él. Los días en los que Neireda se negaba a pasar la noche con Roger, esos eran uno de esos días de: jódete Freddy.
En raras ocasiones, Freddy podía ser dos personas a un mismo tiempo y ambas recibir un significado diferente. Freddy era una mujer perdida que no sabe qué está haciendo envuelta en una guerra entre vampiros y piratas y también era un hombre canguro que era incapaz de conjurar dos frases seguidas sin decir una palabra malsonante si no tenía a Nereida o al Capitán a su lado. Ellos sí que sabrían qué hacer. Hablarían con la Freddy mujer, dirían las palabras justas para averiguar todo lo que querían saber.
Roger puso un brazo de la mujer por encima de su hombro y le ayudó a levantarse. El pie derecho de la chica tenía una posición extraña, parecía un ancla doblada. Roger notó que la mujer hacía una mueca de dolor cada vez que lo apoyaba en el suelo. Sin ser experto en medicina como lo era Nereida, Roger se vio capaz hacer un breve diagnóstico. Me temo que tiene malas noticias. Se ha torcido el tobillo. Es lo que ocurre cuando se corre a toda prisa escapando de piratas. ¿Por qué no descansa un rato? Yo le ayudaré a levantarse. No se olvide de su medicina: poción de jódete Freddy. Beba un sorbo ahora y otro antes de acostarse.
—¿Por qué no empezamos por lo más fácil? — dijo Roger a medida que conducía a la mujer lejos de los relámpagos de Asher (¿otra vez con pelo?) y las sombras de los vampiros (¿siempre fueron vampiros?) — ¿Qué hace una chica como tú en un lugar como éste?
— Cuánta cortesía de repente — dijo en un tono de voz que venía a significar, en dos palabras: jódete Freddy.
Offrol: Utilizo mi habilidad de nivel 0: Grito de guerra.
El Capitán Werner
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 381
Nivel de PJ : : 3
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» Cartas, ofertas y una búsqueda a medias [Privado] [Helena][Cerrado]
» Camino a Baslodia y otras mentiras. { Libre 3/3 }
» Wonder [Libre] [Cerrado]
» El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
» Horizonte [Libre] [Cerrado]
» Camino a Baslodia y otras mentiras. { Libre 3/3 }
» Wonder [Libre] [Cerrado]
» El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
» Horizonte [Libre] [Cerrado]
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 16:30 por Iori Li
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Hoy a las 14:43 por Eilydh
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Ayer a las 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Ayer a las 16:18 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 05:53 por Lukas
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar Nov 19 2024, 22:49 por Eltrant Tale
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Mar Nov 19 2024, 22:42 por Cohen
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18 2024, 04:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr