No sólo agua cae del cielo [Privado] [Matthew Owens]

¡Click!

Mis labios se curvaron en una sonrisa de satisfacción cuando, al activar el mecanismo, el cajón secreto se reveló, ¡loados todos aquellos cuya lengua se suelta con algunas miradas lánguidas, unas cuantas sonrisas sugerentes y una que otra jarra de alcohol! Con cuidado, abrí el cajón, extraje una de las cajas que había en su interior y me acerqué a la ventana, por la que se colaba la luz de la luna, para contemplar  mejor su contenido. Al hacerlo, una tabla crujió bajo mi peso y me inmovilicé, pendiente de cualquier señal que me indicara que el crujido había sido escuchado.

¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!

¡Maldito perro! Iba a despertar a toda la casa y la noche era tan promisoria… Sin tiempo para nada más, me embolsé el contenido de la caja sin mirarlo y me dispuse a la fuga, abandonando lo que imaginaba un suculento botín. Rauda, salí por la ventana y trepé hasta el techo. Al suelo no podía bajar porque hay estaba el condenado animal – me hice la promesa de traerle un exquisito trozo de carne envenenada cuando volviera a terminar mi trabajo– y, además, sería donde primero buscarían un posible intruso.

Era una hermosa noche de plenilunio, admirado por los enamorados cursis y  detestado por  las ladronas fugitivas. Me moví agazapada, aprovechando las sombras – por si a alguien se le ocurría levantar la vista – y con cautela porque las techumbres de Lunargenta estaban muy lejos de ser avenidas llanas y sin escollos. Había una razón más para ser cautelosa, las noches de la ciudad estaban llenas de amenazas, especialmente desde que los vampiros hicieron su aparición en masa.

Con todo, avancé con la mayor celeridad que me permitieron las circunstancias, saltando de un techo a otro, aprovechando torretas, chimeneas y cornisas para impulsarme y apoyarme, vadeando incluso, de un salto, un par de estrechos callejones. Todo iba bien hasta que, de pronto, algo – quizás los pelos de mi espalda erizándose -  me advirtió que no estaba sola en el tejado y que la compañía no era buena; el sonido de un cuerpo moviéndose en las cercanías me confirmó que mis pelos no mentían.

Lo admito. Aunque tengo garras bien afiladas y Ágatha siempre me acompaña, prefiero la huida al combate-  a menos que este sea en el plano amoroso, todo hay que decirlo – así que, tirando por la borda toda cautela, eché a correr como alma que lleva el diablo.
Corrí y corrí, oyendo pasos venir detrás de mí, hasta que llegué a una calle demasiado ancha para que pudiera cruzar de un salto hasta el tejado de enfrente. Ni modo, tendría que continuar mi fuga por tierra. Sin la menor vacilación, tomé impulso y salté al suelo.

Ropa de trabajo e la gata, sin arco ni flechas:

Matthew era una persona trabajadora, pasaba gran parte de su tiempo consiguiendo materiales para revender por precios ridículamente altos, convenciendo a la gente de que era una oferta única, buscando nuevos materiales en los bolsillos de las personas, y sobre todo mudándose de ciudad para evitar volverse demasiado conocido. Así que una pregunta válida era ¿Qué hacía en su tiempo libre? Eso era algo que pocos llegaban a conocer, y es que el estafador era muy reservado con los detalles de su vida privada.

Lo cierto es que cuando tenía tiempo libre Owens disfrutaba de ir a sitios donde hubiese buen baile, algo de bebida y competencias de bardos, un ambiente festivo pero no excesivo donde pudiera deleitarse la vista, el paladar y el espíritu por igual. En general cuando iba a ese tipo de lugares no llevaba amigos, ni tampoco compañía femenina, era un momento solo para él, para poder regocijarse haciendo algo que le gustaba sin la necesidad de tener que fingir ningún tipo de personalidad.

Era ya tarde en la noche y la función había terminado, así que se disponía a regresar al sitio que había alquilado en esa oportunidad. En general intentaba que siempre fueran lugares nuevos, si se hacía habitué de un lugar siempre corría el riesgo de que algún conocido con viejos rencores apareciera de la nada. Así que se podría decir que el estafador estaba de muy buen humor, había bebido un poco, pero solo por placer, no para entumecer los sentidos, saboreando un extraño licor hecho en base a menta que lo había maravillado.

Dentro de la calma general instalada en la noche un sonido llamo la atención de Owens, se quedó quieto para prestar más atención, era el sonido de botas golpeando sobre tejas ¡Alguien corría por los techos! Luego de años y años de escapar por los tejados de las casas era imposible que el estafador no reconociera el sonido “Parece que a alguien lo acaban de atrapar haciendo algo que no debía”, pensó el hombre y se sonrió con picardía.

Y la cosa hubiese quedado allí si no fuera porque el ladrón no continuó corriendo sino que salto hacia la calle, más concretamente en el sitio exacto donde estaba Matthew. Agarrado por sorpresa, el estafador solo atino a extender los brazos, y para su suerte lo que atrapo fue una belleza felina.

-Vaya, vaya – Se podían escuchar otro par de pasos acercándose ¿El perseguidor? Bien, no tenían mucho tiempo para decidir – Vas a deberme una, Querida – Y dicho eso bajo a la mujer y la arrincono contra la pared más cercana, arriba de ellos había un pequeño alero que cubría una puerta y la oscuridad de la noche sería su aliada, como siempre.

Quien sea que seguía a la mujer llego hasta el borde del techo y miro en ambas direcciones, esperando que la ladrona hubiese corrido ya sea hacia la calle principal o hacia los barrios bajos. Mientras, Matthew pegaba su cuerpo al de la gata para que estuvieran lo más cerca de la pared como les fuera posible, se llevó el dedo índice a los labios para darle a entender que se mantuviera en silencio. El sujeto que la perseguía al no encontrar nada salto al techo de la casa de enfrente y siguió buscando en otra dirección.

-Será mejor moverse con cuidado, Gatita, seguramente seguirá por los alrededores durante un tiempo – Le sonrió de forma encantadora y se apartó un poco para que “la situación no se malinterprete” – Angélique Beauchat, tanto tiempo sin verte –

¡Pero! ¡qué diabl…!

Mi plan era tocar el suelo con mi gracia y garbo habituales y luego desaparecer en el callejón más cercano, buscando un escondite de emergencia que tenía por ahí,  pero no caí sobre el suelo precisamente.

En menos de lo que canta un gallo, alguien me atrapó en el aire, me depositó en el suelo y me arrinconó contra una pared. Y ese alguien pretendía que yo le debía algo, ¡habrase visto!, cuando era él quien se había interpuesto en mis ´planes.

- ¡No te debo nada! – le espeté en cuanto fue seguro romper el silencio- ¡Si te fijaras donde te paras no te habría caído encima!

Y el descarado se permitía darme consejos, como si yo no supiera cuidarme sola. En otro momento, su sonrisa me hubiera parecido encantadora, pero enojada como estaba, sólo me parecía una sonrisa de suficiencia. Me disponía a ponerle los puntos sobre las íes al presumido cuando me llamó por mi nombre.

- ¿De dónde me conoces?- pregunté, mirándolo con más atención, indagando en mi memoria.

Que me recordara gente de la que ya no tenía menor idea, era algo más o menos habitual en mi vida; y es que cuando se tiene una belleza como la mía, una resulta inolvidable, aunque la hayan visto una sola vez en la vida. Sin embargo, el moreno que tenía enfrente mío me resultaba familiar.

- Yo te he visto antes- dije, intentando recordar – Tú eres…  tú eres…

Como quien dice, tenía el nombre en la punta de la lengua, pero no alcancé a sacarlo de ahí. El sonido de pasos acercándose, subrepticiamente, como depredador que se acecha a su presa, hizo que mi cuerpo se tensara, alerta.

La desfachatez de esa gata era de lo más gracioso para Matthew, no solo le había caído encima y no estaba ni cerca de disculparse por eso, sino que además se mostraba sumamente ofendida. El estafador se tuvo que aguantar para no dejar escapar una carcajada que probablemente solo aumentaría el mal humor de la dama, en lugar de eso solo le sonrió encantador, más que dispuesto a seguirle el juego de quien era el culpable allí.

-Si miraras donde vas a caer no tendría que atraparte – Esta vez Owens dejo escapar una pequeña risita, con algo de maldad – Oh, me siento desconsolado ¿Es que no me recuerdas? – Las palabras eran las de un amante despechado, pero la sonrisa que adornaba su rostro era la de un pícaro sinvergüenza.

Al parecer la charla tendría que quedar para otro momento, podían oírse los pasos que nuevamente se acercaban hacía donde estaban. El estafador recurrió otra vez a sus dotes de improvisación, se sacó la capa que llevaba puesta y la puso sobre los hombros de Angélique, cubriéndole también la cabeza con la capucha. Luego le pasó un brazo por arriba de los hombros y comenzó a caminar como si solo fueran una pareja de enamorados paseando en mitad de la noche.

-Una pequeña ayuda de memoria: Matthew Owens, el que intentó comprarte joyería robada con monedas falsas ¿Recuerdas? – Si no querían llamar la atención tenían que caminar lento, una pareja de enamorados no iba corriendo por los estrechos pasillos de la ciudad en mitad de la noche – Que bellos recuerdos.

Se había encontrado con la mujer gato hace algún tiempo en el mercado de Lunargenta, Matthew paraba poco en ese tipo de lugares, en general hacían una o dos estafas y luego se iba a alguna otra ciudad. En esa oportunidad un conocido suyo le había presentado a Angélique, quien deseaba vender algunas piezas de joyería muy interesantes. Owens las evaluó con cuidado y finalmente le propuso un precio que sabía que la muchacha no podría resistir, claro que lo que ella no sabía es que las monedas eran totalmente falsas….

-Aún recuerdo tu gesto de victoria cuando me arrojaste la bolsa de aeros falsos a la cara, jajaja, que maravilla, cualquier otro se hubiese ido a su casa feliz pensando que había hecho el negocio de su vida – Suspiro, embargado por la nostalgia – En fin, fue muy divertido, no podría olvidarme de alguien así.

Escucharon como la persona que había seguido a Angélique por los techos daba un salto y aterrizaba en la calle por la que estaban caminando el estafador y la gatita. Apuraron un poco el paso, pero el sujeto los seguía, en ese momento tenían pocas opciones, o seguían la farsa hasta el final, o comenzaban a correr.

-Creo que te llevaste algo en verdad importante, Gatita. Seré curioso ¿Qué tienes en la bolsa? – No le interesaba robarle, pero si iba a estar poniendo en riesgo su vida quería saber al menos porque sé estaba arriesgando –Para que sean tan persistentes no puede ser un simple collar…

Doblaron en una esquina con algo más de apuro de lo normal, el sujeto estaba a pocos metros de ellos y no parecía que fuera a rendirse.

La reacción del moreno al oír los pasos me tomó por sorpresa, no tanto por su rapidez como por el hecho de que decidiera prestarme ayuda; en circunstancias similares, yo no hubiera vacilado en desaparecer del escenario, dejándolo a su suerte.

Yo no confío en la generosidad espontánea de nadie- todos, tarde o temprano, piden algo a cambio- pero la verdad es que la ayuda de mi fortuito acompañante me venía bien, especialmente porque demostró que tenía inventiva. Ya no podría escapar corriendo, había perdido la ventaja que llevaba; el camuflaje era una alternativa mejor, así que seguí el juego, dejé que me cubriera con la capa y la capucha y me pegué bien a él cuando me pasó el brazo por los hombros; ya me preocuparía luego por el precio de su ayuda.

Cuando me dijo quién era estuve a punto de darle un empujón: ¡el tipo que había intentado estafarme comprándome joyas con aeros falsos! Con lo que me había costado hacerme de esas alhajas… había sido un golpe sumamente difícil. Seguramente el tunante había pensado que estaba tratando con una damisela tonta e ingenua, que mordía el anzuelo ante una oferta tentadora y una sonrisa cautivante. Pero yo soy inmune a las sonrisas seductoras cuando estoy negociando algo y el monto que me había ofrecido por las joyas – que claramente eran robadas, se las había estado ofreciendo a un conocido perista-  era demasiado alto para ser verdadero; además, mi padre me había enseñado a diferenciar entre aeros falsos y verdaderos, no quería que alguien fuera a timar a su dulce hijita. Había sido magnífico demostrarle que se había equivocado conmigo tirándole los aeros falsos a la cara; realmente eran bellos recuerdos, así que no lo empujé.

- Yo no soy como cualquiera- señalé- Oye, si tienes tan mal ojo para elegir a tus víctimas debes morirte de hambre.

En realidad, no tenía aspecto de estar en la miseria. Quizás eligiera bien la mayoría de las veces y sólo era cosa de que no se había topado antes con alguien como yo.

- Se supone que son sólo joyas- dije, a desgana; no quería hablar de mi botín, pero no era el mejor momento para deshacerme de él o disgustarlo – No tuve tiempo de examinarlas a fondo, un perro me delató.

Mi perseguidor era realmente tenaz, teníamos que hacer algo para despistarlo. El letrero de una posada a media calle me dio una idea.

- Entremos en esa posada y pidamos una habitación- sugerí- luego podremos escapar por una de las ventanas o por la puerta trasera.

A Matthew se le ocurrieron varios comentarios galantes para respondele a la gatita, pero ya había quedado claro que ese tipo de estrategias no funcionaban con ella, así que opto por callar. No era como sí no se tomara en serio sus negocios, pero había ganado demasiadas veces y había perdido tantas otras que ya no podía tomárselo como una ofensa. Al contrario, siempre que alguien lograba descubrir sus engaños captaba en cierto modo su interés.

-Te sorprenderías de la cantidad de veces que funciona - Fue lo único que dijo, por lo pronto podía decir que era una muchacha de mucho carácter, y que estaba muy segura de poder encargarse de cualquier asunto sola, le hacía acordar un poco a cuando él mismo era joven - Ya habrá tiempo para discutir mis habilidades.

Owens apretó ligeramente los labios, podía entender que hubiese tenido que salir corriendo, pero a su entender era un trabajo muy desprolijo, casi improvisado, y esperaba más de la gatita. Pero su idea de ir a la posada sí era buena, así que acelero el paso y entro al lugar sin mirar atrás para no causar más sospechas.

El establecimiento no era demasiado grande, estaba ubicado en una de las calles laterales así que tampoco estaba pensado para recibir demasiado público, probablemente no tuviera más de cuatro habitaciones en el segundo piso. En la recepción solo había un anciano que se había dormido sobre la mesa.

-... - Matthew se lo quedó mirando unos segundos a la espera de que notara la presencia de ambos, pero el sujeto seguía profundamente dormido - Ejem - Carraspeo por fin el estafador, no tenían tiempo para esas cosas.

-¿Eh? ¡Ah sí! Buenas noches... - El anciano sonrió con amabilidad, mostrando que solo le quedaban unos pocos dientes, se refregó los ojos en un intento por quitarse algo del sopor de encima - ¿Que... Que desean?

-Una habitación sí es tan amable - “Estamos en una posada, a ver, no hay que ser muy imaginativo” pensó con mal humor el estafador, la lentitud del servicio y lo apurada de la situación comenzaba a ponerlo nervioso.

-Oh, sí claro, por supuesto, eh... - Se rasco la calva cabeza, no había mucho que pensar y sin embargo el anciano parecía tomarse una eternidad para todo - Sí, claro - Repitió - Dejen que los acompañe...

-No es necesario - Sí se tomaba todo ese tiempo para responder ya podía darse una idea Matt de todo lo que tardaría en subir la escalera.

-No, no, insisto, les mostrare cual es la habitación - Con mucha lentitud salió de atrás de la barra y se encamino hacía la escalera.

“Por todos los dioses.... ¡Solo hay unas pocas habitaciones!” Cuando el dueño no estaba mirando el estafador hizo un gesto de exasperación.

Me descomponía tan sólo pensar en el estupendo botín que seguramente había perdido por culpa de ese malhadado perro. Mi informante me había explicado con mucha claridad como acceder al cajón secreto, pero no me había dicho que en la casa había un perro; había sido un fallo de mi parte no investigar un poco más ante de entrar en la casa, pero no volvería a suceder.

La posada a la que llegamos era pequeña y bastante corriente y su encargado, tan lento como una tortuga, para despertar, para moverse, para hablar, para todo… y nosotros con nuestro perseguidor casi encima. La verdad es que Owens estaba demostrando demasiada paciencia con el viejo, yo le hubiera dado un buen remezón para despertarlo. De todos modos, aproveché que el encargado se había encaminado a la escalera para sacar las llaves de las otras habitaciones, si nuestro perseguidor llegaba y preguntaba, el viejo ya no sabría a ciencia cierta en cual habitación estaríamos, eso quizás nos daría algo más de tiempo.

Con las llaves ya en mi poder, decidí que había que usar una medida algo más enérgica que hacer gestos de exasperación si no queríamos que nos atraparan en la escalera, así que me adelanté con rapidez y me interpuse en el camino del anciano.

- Es usted muy gentil – dije con dulzura- pero no es necesario que nos acompañe. Encontraremos la habitación nosotros solos.

- Pero, señorita, será un placer acompañarlos- me respondió, sonriendo con amabilidad.

¡Vaya viejo terco, empeñándose en ser amable! ¿Por qué no podía tocarnos un encargado desatento?

- Es que no lo entiende – dije, en tono suplicante- nosotros tenemos mucha, mucha prisa ¿verdad, amor?- añadí, dirigiéndome a Owens en forma insinuante.

- ¡Ah, el fuego de la juventud! - rió el viejo- Si yo les contara…

- Tal vez en otro momento- dije, quitándole la llave de la mano y dirigiéndome aprisa a la escalera.

- Pero, pero… - alcancé a escuchar mientras corría  escaleras arriba.

No quería llegar pronto a la habitación sólo para escabullirme de mi perseguidor. Me moría de curiosidad por saber qué me había robado y ¿quién sabe?, si me movía con la celeridad suficiente, quizás hasta lograra esquivar a Matt.

El estafador barajaba diferentes opciones cuando Angélique se le adelantó, insistiéndole al anciano que era sumamente urgente que los dejara pasar, aprovechando que el viejo le daba la espalda Matthew se sonrió con algo de burla, pero enseguida se acomodó al papel que le había tocado.

-Claro que sí, Cielo - Intentó ponerle a su tono una ligera cuota de desesperación para que fuera más creíble que eran una pareja de enamorados que se dejaban llevar por la pasión.

Al ver subir a la gata corriendo Matthew se apresuró también, se pegó contra la baranda para no tener que empujar al anciano, le agarro la mano y le dejó unas monedas para pagar la habitación. Luego fue subiendo los escalones de tres en tres, no era tan ágil ni tan rápido como la gata, pero tenía años de correr para escaparse de todo tipo de cosas, así que no lo dejaría atrás tan fácilmente.

La vio en el final del pasillo y llego a poner el pie antes de que cerrara la puerta, ya estaba metido en todo ese asunto, ahora Owens tenía mucha curiosidad por saber cómo terminaría, y quien sabe, quizás podría llevarse alguna recompenza también.

-Sí que estás apurada, Cariño - Se burló el estafador mientras cerraba la puerta con llave. La habitación, como era de esperarse, no ofrecía grandes comodidades, solo una cama vieja y una mesa desvencijada. La única salida además de la puerta era una ventana que desembocaba a la calle de atrás.

Matthew llevó la mesa al centro de la habitación, quería que resultara bien visible el contenido de la bolsa y que Angélique no intentara nada raro. Luego apoyó la espalda contra la pared donde estaba la ventana y se cruzó de brazos, dándole espacio a la mujer para que revisara el botín.

-¿Y sí resulta ser algo de “valor sentimental” y nada más? - Preguntó el estafador mientras daba un vistazo rápido por la ventana, atento a que todo estuviera tranquilo afuera - Sí es así vas a deberme dinero por rentar esta habitación - Lo decía en tono de broma, pero tampoco tanto, el dar y recibir favores era la moneda que mejor manejaba Owens.

Unos pasos se acercaban por el pasillo, pudieron oír como alguien movía con fuerza el picaporte de la primer habitación del pasillo. El dueño del lugar decía algo y en su tono denotaba nerviosismo, como si intentara convencer a la persona o disculparse por algo.

Subí tan rápido como pude, pero cuando estaba a punto de lograr mi objetivo de liberarme de Owens, apareció el pie de éste y me impidió cerrar la puerta; nada que hacer, no pude evitar que entrara en la habitación, tenía que reconocer que estaba en muy buena forma para su edad.

- No quiero que me atrapen sin siquiera haber visto lo que me robé.

La única comodidad que ofrecía la habitación era no tener que dormir en el suelo y no estaba muy segura de no tener que compartir el alojamiento con pulgas y chinches. De todos modos, no importaba, no iba a dormir ahí, sólo era un escondrijo temporal… del cual, al parecer, no iba a poder salir sola, ya que Matthew bloqueaba el escape por la ventana, ¡qué tipo tan pegajoso! ¿por qué no había podido caer sobre un galante caballero?

-Estaban demasiado bien guardadas para ser sólo cosas de “valor sentimental”- repliqué- Y no te debo nada porque yo no te pedí nada – agregué.

Puse el contenido de la bolsa sobre la mesa mientras alguien intentaba abrir la primera habitación del pasillo y el dueño parecía darle explicaciones a ese alguien; sin duda, había sido una buena idea traerme todas las llaves, incluso la maestra.

Tal como yo pensaba, lo que llevaba en mi bolsa eran joyas: un par de aretes de diamantes, un collar de perlas, un brazalete dorado y dos o tres sortijas, una de las cuales me llamó la atención. La tomé de entre el montón y le di vueltas para examinarla bien, mientras afuera alguien movía el picaporte de la habitación junto a la nuestra y, ahora, además de las explicaciones del encargado, se oían las maldiciones de un parroquiano interrumpido en su sueño… o algo más. Se trataba de  un grueso anillo de varón, de oro, con un escudo de armas grabado en relieve como adorno.

- Esto parece… -  el sonido de pasos frente a la habitación que ocupábamos y el consabido mover del picaporte me hicieron callar a media frase.

El estafador miró con interés los objetos que fueron cayendo de la bolsa, las joyas se veían bien, también el brazalete y los aretes, pero nada de eso parecía justificar semejante insistencia por parte del dueño. La situación no parecía tener mucho sentido hasta que vieron caer el anillo con el escudo de armas, los ojos de Matthew brillaron “¡Imagina lo que podrías hacer con algo así!”para un timador como él un sello semejante representaba mil posibilidades.

Justo en ese momento comenzó a moverse la perilla de la puerta, primero de forma ligera, pero luego de modo más violento. Owens abrió la ventana...

-Que poco nos duró el tiempo a solas, Cariño - Al mismo tiempo que el perseguidor comenzaba a darle patadas a la puerta para forzarla, Matthew tomó el anillo de las manos de la gata y saltó por la ventana.

Estaban en un primer piso, así que la caída no fue demasiado gloriosa “Al menos no caí en brazos de alguien”, miró hacía la ventana e hizo un gesto de saludo antes de comenzar a correr. De pronto habían cambiado los roles, el estafador era perseguido por la mujer-bestia. Owens estaba seguro de que Angélique no se quedaría de brazos cruzados viendo como parte de su botín se escapaba, sí no era por el valor del anillo, al menos sería por su orgullo de ladrona.

Matt sonreía porque la noche se había vuelto mucho más interesante de lo que había esperado, está bien, disfrutar de una velada con comida, algo de vino y buena música era divertido de vez en vez, pero la emoción al tener que escapar con algo robado era incomparable.

Ese tipo de situaciones hacían que Matthew rememorada los tiempos en que era un jovencito, un adolescente intrépido y gruñón que cometía un error tras otro, claro que su torpeza le había costado caro en más de una oportunidad en ese entonces. Ahora era un hombre adulto y experimentado, conocía a la perfección las calles de esa ciudad, y no le haría fácil a la gata el encontrarlo.

Corrió hacía la calle principal, era muy tarde a la noche por lo que con suerte se cruzaban con alguna persona “Sí fuera de día esto sería más sencillo”, entonces podría esconderse entre el gentío. Pero de nada servía lamentarse sobre lo que no tenía remedio, cuando Owens comenzaba a pensar que tendría que rendirse y subir a los techos, donde la gata tenía clara ventaja, encontró su salvación “¡Una fiesta!”. Al parecer al final de la calle alguien estaba festejando alguna fecha especial, una familia ofrecía su casa al barrio, con las puertas abiertas de par en par y la cerveza corriendo como si fuera agua, la gente se dejaba llevar por el júbilo, los chistes y el baile.

Y ahora la cuestión era entrar como si fuera uno más, Matthew ingreso en la casa como si fuera un conocido de toda la vida, necesitaba perderse entre la gente.

El movimiento de Owens fue tan sorpresivo que me dejó sin reacción durante un instante, tan sólo un instante… tampoco podía permitirme más, el timador escapaba por la ventana y nuestro perseguidor intentaba echar abajo la puerta.

Me moví con celeridad- la puerta no iba a aguantar mucho más- metí las joyas en mi bolsa y salté a mi vez por la ventana y esta vez caí de pie en el suelo, como correspondía y no sobre un estafador. Una vez en el suelo, corrí a todo lo que me daban las piernas. Owens me llevaba ventaja, pero yo tenía algunas cosas a mi favor: era más joven y rápida, podía ver bien en la oscuridad… y estaba furiosa. No me importaba tanto recuperar el anillo como desquitarme del timador por haberse atrevido a birlármelo.

Como si esto no fueran suficientes razones para correr rápido, el sonido de unos pasos a mi espalda me hizo redoblar la velocidad; el perseguidor continuaba la persecución y ahora ya ni siquiera tenía el anillo para intentar negociar si me llegaba a atrapar.

Durante algún tiempo sólo el sonido de nuestros pasos al correr interrumpía el silencio de la noche pero, de pronto, llegaron a mis oídos ruidos de música, risas y voces: una fiesta. ¡Me encantan las fiestas!, pero de ésta no iba a poder disfrutar; ya estaba lo bastante cerca de Owens como para darme cuenta de que éste entraba a la casa como si fuera suya.

Seguramente, el timador iba a intentar perderse entre la gente, pero yo no iba a permitírselo, ¡no señor! Además, necesitaba crear una distracción para mi perseguidor, así que, tomando impulso, me metí en la casa tras Owens y, señalándolo, comencé a gritar a voz en cuello:

- ¡¡¡AL LADRÓN!!! ¡¡¡AL LADRÓN!!!

A mis gritos, la música y las risas se interrumpieron y fueron reemplazadas por exclamaciones y preguntas.Mientras la gente en torno se agitaba y rodeaba a Owens, aproveché la confusión para entrar más al interior de la casa, en busca de una ventana por la cual volver a la calle o al tejado.

Era solo cuestión de tiempo para que la chica gato encontrara a Matthew, y el estafador lo sabía bien, no había forma de que le permitiera escapar tan fácilmente. En el breve encuentro que habían tenido había demostrado ser una dama de lo más orgullosa, Owens se sonrió mientras miraba la bebida que había agarrado solo para aparentar, siempre era divertido el molestar a personas con tanta vanidad.

Y entonces la tan esperada ladrona apareció en escena “¡Al ladrón, al ladrón!”, sí a Matt le pagaran por cada vez que había escuchado esa oración probablemente ya podría haber comprado el castillo de Lunargenta. Las miradas de sospecha y descontento no se hicieron esperar, sin embargo Matthew parecía estar bastante calmado e incluso sonreía con autosuficiencia.

-Estoy seguro de que debe haber un error, no he robado una sola moneda en toda mi vida - Claro que ahora era la palabra de uno contra la del otro, y si tuvieran que elegir todos se inclinarían más por la joven e inocente Angélique, quien podía hacer una muy convincente mirada adorable cuando se lo proponía, que por el poco confiable Matthew - Oh bueno, puede que tengan algo de razón.

Sin mediar más palabras tomó un buen trago de la cerveza que tenía en las manos, aunque claro, en medio de la confusión había cambiado las bebidas por una que llevaba con él desde el último festival. Al terminar de pasarla su cuerpo sufrió un drástico cambio, comenzó a encogerse y a tomar otra forma, se llenó de pelo negro, una larga cola y unas orejas terminaron de completar el conjunto.

La multitud quedó completamente anonadada, no sabían qué pensar, hasta hace un momento tenían frente a ellos a un hombre de traje, y ahora lo único que podían ver era a un hermoso gato negro. Matt movió la cola en un gesto de satisfacción, podría haber elegido cualquier animal, pero dada la situación el convertirse en un felino le pareció mucho más irónico. Miró a Angélique con soberbia, rasgo característico de este tipo de animales, dicho sea de paso, y luego salió corriendo.

La primera explicación que surgió en la multitud es que estaban ante la presencia de un brujo, ese tipo de cosas asustaba mucho a la gente, pero aún así no faltó el valiente que intentara agarrar al gato mientras pasaba por debajo de sus piernas o cuando saltó sobre la mesa con la comida, tirando cada jarra y vaso que encontró en su camino.

Finalmente saltó por la ventana más cercana, de nuevo a huir.

Se sentía sumamente extraño estar en esa forma, y Matt no lograba acostumbrarse del todo a andar en cuatro patas y a tener una cola. Pero además, sus sentidos estaban mucho más sensibles, por lo que el ruido de algo cayendo parecía llegarle como si el objeto estuviera al lado suyo, cuando en realidad estaba a muchos metros de distancia.

Probablemente fue el gato más torpe que jamás hubiesen visto, caminando con asco sobre las calles llenas de barro, asustándose por los sonidos fuertes y cayéndose algunas veces cuando intentaba subir algún lugar y no lograba calcular bien la distancia y la fuerza necesaria. Aún así, era mucho más veloz escapando en esa forma que cuando estaba como humano, pero quería que Angélique lo persiguiera, porque era divertido jugar de esa forma con ella, y sí se perdía en la oscuridad de la noche el juego habría terminado.
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Subrayado: Uso de objeto Master, "Cerveza de mantequilla" Cuando la bebes, te conviertes en un animal. Literalmente. El efecto dura 2 turnos y, mientras esté activo, no podrás utilizar otros objetos ni habilidades.

¡Qué grandísimo hijo de puta! ¡Mira qué transformarse en un animal y justamente en un gato! ¡Era demasiado descaro! La sensación de triunfo que me había embargado cuando vi a Owens rodeado se desvaneció cuando ejecutó su número de magia, ¡y pensar que yo tenía de la misma cerveza!... pero no en ese momento ni en ese lugar, ¡maldita sea!

No me quedé a ver la reacción de los asistentes a la fiesta ante la desaparición de Owens. Previendo su ruta de escape, me acerqué a la ventana más próxima y logré llegar a ella muy poco después que Matt – gato la atravesara; deseando que se cruzara en su camino una jauría de perros hambrientos, salí disparada en su persecución.

Era, por lejos, el gato más torpe que hubiera visto nunca, una humillación para la raza que hubiera decidido tomar esa forma, pero, aún así, se movía más rápido que en su forma humana y tuve que esforzarme para no perderlo de vista. Con todo desfruté cada vez que lo vi asustarse ante algún pequeño ruido- y añadí unos cuantos para aumentar la diversión – y cada vez que se cayó cuando se equivocaba al intentar subir a algún lugar, ¿acaso éste creía que ser gato era una cosa fácil?

No tenía ni la menor idea de cuanto duraría la transformación de Owens ni cuánto tiempo llevaba ya persiguiéndolo, pero no me importaba; me sentía con fuerzas suficientes como para seguirlo lo que quedaba de noche y todo el día siguiente si era necesario. De todos modos, la persecución no duró mucho más porque Owens se había metido a un callejón sin salida, no sabía si había intentado escalar ya el muro y se había caído una vez más o si apenas se disponía a hacerlo, pero llegué junto a él cuando todavía estaba en el suelo.

- ¡Ya te tengo! – exclamé triunfante, pisándole la cola para sujetarlo.


No lo alcé en brazos porque cabía la posibilidad de que el malnacido se volviera a transformar en hombre a propósito para aplastarme si lo hacía – y porque podía arañarme en el intento – así que procuré sujetarlo contra el suelo para buscar el anillo, ¿dónde podría haberlo metido?

Me afanaba en mi propósito cuando el sonido de pasos, de más de una persona esta vez, me dejó en suspenso.

Convertirse en gato había resultado gracioso en un principio, por la cuestión de la ironía y todo eso, pero Matthew se arrepintió rápidamente de su elección, el estafador pensaba que tendría que haber elegido algo más sencillo de manejar, como un perro, o una rata. Los gatos tenían un cuerpo muy extraño, ágil y muy elástico que parecía descarrilarse al menor movimiento.

Que Angélique golpeara cosas a propósito o arrojara objetos a los lados para que Owes se distraiga con el sonido no ayudaba en lo más mínimo. En una de las oportunidades la mujer arrojó algo a un lado y por girarse para ver Matt se golpeó de lleno contra un barril que estaba tirado en la calle. Sacudió la cabeza atontado y en esa oportunidad casi lo agarra, pero llegó a recuperarse a tiempo.

De todas maneras el escape le duró poco, en su forma humana Matthew conocía las calles de la ciudad como si fuera la palma de su mano, pero en su forma gatuna todo le resultaba extraño y mucho más grande. Desorientado, terminó por meterse en un callejón sin salida, enojado consigo mismo por haber sido tan tonto, se giró para quedar frente a frente con Angélique.

Cuando piso la cola del gato- estafador este dejo escapar un chillido, seguido de un bufido enojado, mientras levantaba todo el pelo de su lomo en señal de enojo. Pero no había forma de competir, si era cuestión de garras y dientes sin duda la muchacha sería la ganadora.

De haber estado en su forma humana, Owens habría hecho algún tipo de chiste en relación a que estuviera rebuscando tan ansiosa por todo su cuerpo, pero no podía hablar estando en su forma de gato, así que opto por ronronear. Si Matt tenía que elegir, sin duda el tener la capacidad de hacer ese agradable gesto era lo mejor de ser gato.

Ambos felinos movieron las orejas cuando escucharon pasos que se acercaban en la esquina, Matthew estaba tan entretenido con ese juego de “atrápame si puedes” que se había olvidado por completo que alguien los había estado persiguiendo en serio. En la esquina apareció un solo hombre, pero eso no era lo peor, llevaba con él no uno sino cinco sabuesos de caza.

El Gato-Owens mostró todos sus dientes, poniendo en tensión cada uno de los músculos de su cuerpo. Pero no tenía forma alguna de librarse, lo había visto miles de veces en las calles de la ciudad, el cómo los perros en manada agarraban a los gatos que estaban solos y jugaban a perseguirlos hasta que…

Un escalofrío le recorrió la columna, no quería terminan despellejado vivo, de un salto se subió a la espalda de Angélique y se agarró tan fuerte de su ropa que sacarlo hubiese requerido de la fuerza combinada de varias personas.

¡Perros otra vez! Todos los pelos del lomo se me erizaron cuando en la esquina apareció un hombre con cinco perros de caza. De buena gana hubiera arrojado a Owens para distraer a la jauría, pero el muy maldito, cobarde, malnacido, se trepó a mi espalda y se agarró a mi ropa. No tenía tiempo para tratar de quitármelo de encima, no si no quería que los perros me atraparan y me despellejaran, no podía yo sola contra ellos.

Un callejón sin salida solamente se convierte en tal si el muro que lo cierra es total y absolutamente liso y éste no lo era. No tenía elementos decorativos que pudieran servirme de apoyo, pero tenía hendiduras y protuberancias que me servirían para trepar. Todo esto lo pensé en menos de un segundo, apenas vi a los perros en el callejón me quité las botas de una patada – para poder usar mejor las garras de los pies y, tomando carrera, salté hacia el muro quedando prendida a él a más o menos un tercio de su altura.

Un perro no puede trepar como un gato, pero los condenados pueden saltar. Cuando yo inicié mi carrera el desconocido soltó a sus perros que corrieron tras de mi y saltaban para atraparme cuando comencé a trepar. Uno de ellos estuvo a punto de agarrar mi cola y los malditos lo seguían intentando.

El corazón me latía a mil por hora y, pese al frío de la noche, empecé a sudar copiosamente, mientras escalaba metiendo mis garras en cada intersticio disponible ese muro que parecía eterno. Sí, tenía miedo; hubiera sido de idiotas no tenerlo y yo no soy idiota. Si alguno de esos malhadados chuchos lograba dar un salto más alto que otro y aprisionar mi cola o mis piernas o si perdía pie y me caía, estaba liquidada: De nada hubiera servido ofrecer a Owens como sacrificio, ese gato raquítico era una pobre presa al lado de un magnífico ejemplar como yo. Si caía, sería el fin para ambos.

Pero no caí, aunque me parecía haber trepado durante horas, en realidad no debí tardar más de un par de minutos en llegar a lo alto del muro y poder sentarme en el borde; estábamos demasiado alto como para que los perros pudieran alcanzarnos, lo único que podían hacer era saltar inútilmente y ladrar con furia. Entonces clavé mis garras en Owens con saña para quitármelo de encima y lo sostuve un momento en el vacío, pensando seriamente en arrojarlo a los perros ¡Era culpa suya que estuviéramos en este lío!

- Debería dejarte caer, pero todavía quiero que me devuelvas el anillo.

Poniéndome de pie, caminé por el borde del muro hasta el tejado de la casa siguiente, llevando a Owens bien agarrado. Suponía que no iba a ser tan estúpido de volverse hombre de nuevo en esos momentos y no quería que se fugara de nuevo.

Quizás Matthew no era bueno saltando, corriendo o haciendo piruetas en su forma gatuna, pero había quedado completamente demostrado que huir y esconderse se le daba bien, tuviera la forma que tuviera. En este caso, su salvavidas fue la misma Angélique, quien quedo como escudo entre el estafador y la horrible jauría de perros enojados.

El repentino salto de la mujer para lograr agarrarse de la pared tomo de sorpresa a Matt, quien tuvo que hacer aún más fuerza con sus uñas para asegurarse de no caer directo a las fauces de los perros. Owens se quedó más que impresionado, había conocido a muchos hombres- bestia, pero no había visto a ninguno trepar de la forma en que Angélique lo hacía, cada pequeña hendidura, borde o ladrillo era utilizado por la mujer para poder aferrarse y tomar impulso.

Cuando finalmente llegaron arriba Matthew relajo todos sus músculos, y fue un terrible error porque la mujer- gato aprovecho ese preciso momento para agarrarlo y quitarlo de sus espalda de un solo tirón. El estafador hizo un maullido lastimero al sentir las garras de Angélique clavarse con saña en su cuerpo y se la quedó mirando con ese modo tan habitual de los gatos, con algo de soberbia y desprecio.

Como única respuesta al comentario de la mujer, Matthew hizo una especie de bufido que podría traducirse como “Ya verás cuando vuelva a mi forma”. Se dejó llevar dócilmente hasta el techo de la siguiente casa, no tenía mucha opción en todo caso, era solo cuestión de que a Angélique se le ocurriera que ya no quería el anillo para que el humano terminara devorado por una jauría de perros enojados.

Una vez que estuvo en terreno seguro, volvió a su forma humana.

-Argh, de acuerdo, de acuerdo, admito que lo de volverme gato no fue la mejor de mis ideas – Dijo el ahora humano-Owens mientras se acomodaba la ropa y se sacaba un pelo de la lengua – Recordare el no volverlo a hacer, no al menos mientras este con alguien mitad bestia.

El gesto de Angélique le dejaba en claro que no podría estirar mucho más el asunto, tendría que darle el sello o la mujer le rebanaría el cuello. Levantó las manos para que quede en claro que no pretendía hacer ninguna tontería.

-Bien, bien, te lo daré, pero déjame alejarme del borde, sé perfectamente que una vez que tengas el anillo ya no te serviré de nada, y sería una pena que se te resbale el pie y me patees hacia abajo – Se movió lentamente hasta tener una pared tras de sí y luego con cuidado saco el sello del bolsillo, ofreciéndoselo a la mujer- gato – Todo tuyo, princesa.