[MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
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[MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
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En las catacumbas de Lunargenta se vivía otra guerra. Una muy diferente a la que se estaba librando en la superficie. Allí, vampiros, humanos y partidarios de cada bando, luchaban por preservar el dominio en una ciudad sumida en el caos.
Bajo las cloacas, la historia era bastante diferente. También había diversos “barriadas” en los suburbios. Por ejemplo, la zona que actuaba de guarida de los ladrones, por una parte o el club de lucha eran áreas relativamente e inseguras. Pero más allá de esta zona, allá donde las rejillas impedían el paso de los mortales y los candados se oxidaban por las aguas fecales. Se encontraba la llamada por muchos la Infraciudad.
Infraciudad era lo que había más allá de la parte viva. Nadie. Absolutamente nadie. Se atrevía a pasar de allí. Era lugar donde los miedos salían a la luz. Unos aseguraban que allí eran donde se encontraba los dioses de las sombras, otros criaturas enormes y con cuernos. Tambien cocodrilos. Otros haber visto a alguien disfrazado de payaso repartiendo globos rojos… Fuera cual fuera el motivo, pocos accedían allí.
Lejos de ello. Durante la guerra, aquella zona era el cuartel desde donde operaban los nigromantes. Los brujos más poderosos del Aquelarre se habían escondido debajo de la ciudad para hacer ejercicio de sus oscuros rituales oscuros. ¿El objetivo? Servir la voluntad de Frendel: Capturar la ciudad de Lunargenta. O hacerla hundirse sobre sus cimientos.
Cinco brujos, todos ellos encapuchados. Escuálidos y pálidos como la nieve. De avanzada edad. Estaban reunidos en una sala más amplia y seca, dentro del complejo laberíntico que suponían las catacumbas. Decían unas palabras en un idioma ininteligible. Posicionados en una distribución pentagonal. Conjuraban un gran conjuro devastador. Preferían provocar una grieta que derrumbara parte de la ciudad. Daba la sensación de aquello. De esta manera aseguraban una victoria para ellos, que se encontraban bajo tierra.
Durante su lucha contra el Aquelarre, un grupo de aventureros ha oído rumores de que están realizando este oscuro ritual en Infraciudad, el laberíntico mundo de cloacas que hay más allá del área de los barrios de las catacumbas. Los valientes han decidido vencer todos sus miedos, adentrarse en la misma y detener el conjuro.
* * * * * * * * * * * * * *
Primera ronda de la misión:
(En honor a Darkest Dungeon)
Duración: Tres turnos.
Objetivo: Encontrar la guarida de los nigromantes
De momento nada os acecha, pero no tenéis luz alguna. Necesitáis encontrar o producir luz de manera urgente para poder desplazaros. Tenéis que además llegar al lugar en el que se realiza el ritual. Tenéis libertad para poner los obstáculos que consideréis.
Tened en cuenta que el lugar es tan oscuro y decadente, que cuanto más tiempo paséis en él, más os estresaréis. Cada uno de vosotros tres tirará una runa al final de cada post.
Runa muy mala: +3 ptos de estrés al grupo. El siguiente del grupo tendrá que augurar un mal presagio.
Runa mala: +2 ptos de estrés al grupo. El siguiente del grupo tendrá que augurar un mal presagio.
Runa media: +1 pto
Runa buena: -2 Ptos
Runa muy buena: -3 ptos de estrés. El siguiente tendrá que contar algo divertido para reducir los nervios del grupo.
Si en algún momento acumuláis una cantidad mayor o igual a 12 ptos de estrés entre todos. Perdéis.
Bio: Tú, por ser el de nivel más alto, cuentas con una bonificación: Cada tirada tuya sumará +1 (es decir, +2, +1, +0, -1 o -2). Pero sólo en 2/3 turnos que tienes disponibles.
Por favor: Llevad la puntuación al final de cada post, para hacer más sencillo el recuento.
Consecuencia de Éxito: Daréis con los nigromantes.
Consecuencia de Fracaso: Os estresaréis y huiréis antes de tiempo. Los dos que más hayáis contribuido al fracaso sufriréis una maldición de locura.
Ger
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
A pesar del logro que significaba sabotear los planes del Aquelarre en las catacumbas y su misterioso plan de los soldados de sangre, no habíamos conseguido mayor cosa, al que llamaban “Maestro” había conseguido escapar antes que llegáramos y nos había dejado sin ninguna pista, o al menos era lo que parecía al inicio, con la partida de Elen a la superficie habíamos perdido una gran oportunidad de acabar con todo fácilmente, ahora solo quedábamos Rauko y yo, perdidos y sin pistas hasta que un rayo de esperanza se encendió al ver en la distancia un sujeto con un atuendo parecido al que llevaba el lanzadardos al que habíamos enfrentado antes -¡Oye, tú!- Señalé pero mi imprudencia solo causó que el sujeto iniciara una nueva persecución.
Vamos Rauko, apresúrense, creo que tengo algo- Insté a mis compañeros a seguirme, avanzamos hasta el callejón donde se había perdido de vista el sujeto sin muchas esperanzas de verle algún rastro pero para mi sorpresa, su silueta se dibujaba tranquilo y acechante al final del camino -¡¡Allá está!!- Señalé antes de comenzar a correr mientras él hacía lo mismo; al llegar al final del pasillo de nuevo pude verlo al final del siguiente -Un momento, algo no está bien- Observé mi entorno y la facilidad con la que lo encontraba, si deseaba escapar habría corrido sin parar, así que definitivamente nos estaban llevando a otra trampa -Manténganse alerta- Avisé a mis compañeros.
El largo pasillo donde habíamos ido a parar estaba ornamentado por antorchas que cada vez parecían estar más alejadas unas de otras aunque de momento no le daría importancia, trampa o no había que seguir adelante, detenernos y salir de ahí con las manos vacías no era una opción; continuó la persecución hasta que los callejones se habían convertido en un laberinto de luces intermitentes, luces que repentinamente dirían adiós; una fuerte ventisca helada como la muerte misma me erizó cada bello de la piel al pasar y cuando me di cuenta, cada luz en el camino se había apagado -Tengan cuidado, no vayan a trope- No terminé mi frase pues me tropecé con una pared -Hey, eso no estaba ahí- Protesté aunque de nada valió, no podía ver nada más allá de mis… bueno, nada -Rauko, Xana, brillen, hagan sus cosas de elfos y lucesitas- Pedí en lo que era casi una súplica.
Cerré mis ojos y agudicé mi oído para mantenerme atento a cualquier amenaza, tan expuestos y vulnerables como estábamos seríamos presas fáciles, pasos, escuchaba pasos que se acercaban desde distintas direcciones, todos a la vez y de pronto, ninguno -Pero qué rayos sucede- A ratos parecía como si los mismos pasos cambiaran de ubicación, como si desaparecieran de un lado y aparecieran en otro, alguien podía estar en dos lugares a la vez o varias personas estaban muy bien cronometradas -¿Quién anda ahí? ¡Identifícate!- Dije a quien fuera que se acercara desde la dirección que fuera pero solo logré escuchar un fuerte pitido que fue como si me perforaran los oídos y caí al piso con las manos alrededor de la cabeza ante el insoportable dolor que me causaba hasta que de pronto simplemente, cesó.
Sacudí mi cabeza y miré mis manos, o al menos eso intenté, sentía que me temblaban ligeramente aunque aún no sabía por qué -Rauko (uko, uko, uko)- Di un grito que se convirtió en un eco y se perdió en la lejanía y volvió al cabo de unos segundos -Xana (ana, ana, ana)- Dije de nuevo causando el mismo efecto, nos habían llevado hasta ahí por una razón y ya comenzaba a comprender cuál era, a oscuras éramos vulnerables y en un espacio tan cerrado, usar mi magia de voz sin duda lastimaría a mis propios compañeros, quien hubiera planeado eso resultaba ser astuto, muy astuto.
Vamos Rauko, apresúrense, creo que tengo algo- Insté a mis compañeros a seguirme, avanzamos hasta el callejón donde se había perdido de vista el sujeto sin muchas esperanzas de verle algún rastro pero para mi sorpresa, su silueta se dibujaba tranquilo y acechante al final del camino -¡¡Allá está!!- Señalé antes de comenzar a correr mientras él hacía lo mismo; al llegar al final del pasillo de nuevo pude verlo al final del siguiente -Un momento, algo no está bien- Observé mi entorno y la facilidad con la que lo encontraba, si deseaba escapar habría corrido sin parar, así que definitivamente nos estaban llevando a otra trampa -Manténganse alerta- Avisé a mis compañeros.
El largo pasillo donde habíamos ido a parar estaba ornamentado por antorchas que cada vez parecían estar más alejadas unas de otras aunque de momento no le daría importancia, trampa o no había que seguir adelante, detenernos y salir de ahí con las manos vacías no era una opción; continuó la persecución hasta que los callejones se habían convertido en un laberinto de luces intermitentes, luces que repentinamente dirían adiós; una fuerte ventisca helada como la muerte misma me erizó cada bello de la piel al pasar y cuando me di cuenta, cada luz en el camino se había apagado -Tengan cuidado, no vayan a trope- No terminé mi frase pues me tropecé con una pared -Hey, eso no estaba ahí- Protesté aunque de nada valió, no podía ver nada más allá de mis… bueno, nada -Rauko, Xana, brillen, hagan sus cosas de elfos y lucesitas- Pedí en lo que era casi una súplica.
Cerré mis ojos y agudicé mi oído para mantenerme atento a cualquier amenaza, tan expuestos y vulnerables como estábamos seríamos presas fáciles, pasos, escuchaba pasos que se acercaban desde distintas direcciones, todos a la vez y de pronto, ninguno -Pero qué rayos sucede- A ratos parecía como si los mismos pasos cambiaran de ubicación, como si desaparecieran de un lado y aparecieran en otro, alguien podía estar en dos lugares a la vez o varias personas estaban muy bien cronometradas -¿Quién anda ahí? ¡Identifícate!- Dije a quien fuera que se acercara desde la dirección que fuera pero solo logré escuchar un fuerte pitido que fue como si me perforaran los oídos y caí al piso con las manos alrededor de la cabeza ante el insoportable dolor que me causaba hasta que de pronto simplemente, cesó.
Sacudí mi cabeza y miré mis manos, o al menos eso intenté, sentía que me temblaban ligeramente aunque aún no sabía por qué -Rauko (uko, uko, uko)- Di un grito que se convirtió en un eco y se perdió en la lejanía y volvió al cabo de unos segundos -Xana (ana, ana, ana)- Dije de nuevo causando el mismo efecto, nos habían llevado hasta ahí por una razón y ya comenzaba a comprender cuál era, a oscuras éramos vulnerables y en un espacio tan cerrado, usar mi magia de voz sin duda lastimaría a mis propios compañeros, quien hubiera planeado eso resultaba ser astuto, muy astuto.
Última edición por Bio el Sáb Jul 07 2018, 05:28, editado 1 vez
Bio
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
El miembro 'Bio' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
Roger Baraun dormía en la cama de Alfred Werner. Dadas las heridas del hombre canguro, el Capitán decidió que sería prudente cederle el dormitorio, necesitaba descansar. Alfred dormía a ratos en el viejo sillón de madera del salón y a ratos en el suelo, guardado por una manta sucia y roñosa. Las heridas y traumas de Roger Baraun iban a peor. Durante el día, Nereida Nyére ponía las manos en el vientre del canguro y usaba la magia élfica para sanar extraer la oscuridad que los nigromantes de las cloacas utilizaron para corromper a Baraun. Consiguió aliviar su dolor de las piernas y devolver su color natural de la piel, todo un hito que debía de ser reconocido. Llegada la noche, Baraun repetía en sueños todos los gritos que pronunció en las cloacas distorsionados con las voces de los demás torturados. El Capitán se quedaba de pie, al lado de la cama, vigilando que el hombre canguro estuviera a salvo; era de día cuando éste se permitía el lujo de descansar, y siempre de forma interrumpida después de asegurarse de que Baraun estaba en las buenas manos sanadoras de Nyére.
Tanto en el sueño como en la vigilia, Baraun repetía que Lunargenta sufría un inmediato peligro. Dicho con las mismas palabras del hombre canguro: sala de torturas donde el Capitán Werner le había rescatado era la presentación de una fiesta todavía mayor. Werner intentó tranquilizar a Baraun: Demian, Reiko y Klinge revisaron las cloacas de arriba abajo, no encontraron nada. Los nigromantes que le habían torturado habían sido asesinados por el niño ilusionista y Reiko se encargó de cortar las cabezas de cada uno de los muertos para que no se volvieran a levantar. No había nada que temer. Le prometió cogiéndole de las dos manos. Esta era una promesa que no podía garantizar. Siendo honestos, los sueños de Baraun eran prueba suficiente para contradecir la promesa. Werner se avergonzó de mentir a su tripulante. La honestidad era un rasgo sobresaliente en el Capitán, no por nada su navío se llama El Promesa Enardecida.
-Están debajo de nosotros. Puedo escucharles y ellos también nos escuchan a nosotros. Creo que están esperando a alguien. No sé a quién, debe de ser muy importante para ellos. Son cinco personas. No se mueven, no comen ni tampoco creo que respiren. Se parecen a esas estatuas que ponen en la entrada de los templos que tienen los brazos levantados hacia los Dioses-.
-Que hoy se le pueda entender es una buena señal. –dijo Nyére alegremente - Ayer no se le entendía. Dentro de unas semanas estará completamente sano-.
-Yo no le veo sano. –confesó el Capitán con voz apagada.
-Tenemos que volver. –Roger se levantó, tomó la tenaza del Capitán como punto de apoyó - Están ahí. ¡Joder! Puedo escuchar a esos cabrones reír con su voz de ratas-.
-Bip bip, Rogie. –renegó Nyére como cada vez que Roger pronunciaba una palabra malsonante.
-Son alucinaciones producidas por el sofoco de la fiebre y el trauma de los horrores que viste. Túmbate y descansa. Es una orden de tu capitán-.
-¡Mierda! –Roger Baraun terminó cediendo. Se tumbó de nuevo.
-Sé que no debí hacerlo capitán, pero antes, mientras descansaba en el sillón, le conté a Rogie acerca de sus pesadillas-.
-No creo que sean pesadillas, son visiones. Lo que sea que me hicieron allí abajo, ha hecho posible que les pueda ver y oír. Quisieron entrar en mi cuerpo y mi alma, pero les ha salido el culo por la culata. Estoy pegado a ellos como una garrapata en verano. ¡Bip bip! –celebró.
-Bip bip- repitió Nyére.
-Son pesadillas. Nada de lo que ves es real- insistía el Capitán- Estás enfermo y debes descansar. No hay más que hablar-.
El Capitán se marchó del dormitorio, fue a la cocina. De las estanterías sacó dos tarros de galletas y una bolsa de fruta no en perfectas condiciones. Puso tanto los tarros como la bolsa de fruta encima de la encimera. Revisó los cajones buscando más comida, no encontró nada.
-Usa la fruta para hacer zumo, le sentará bien. Las galletas son para ti- le dijo a Nyére.
-¿No tiene más comida? Si quiere, puedo salir al mercado. En estos días no abren muchas tiendas, pero seguro que encuentro una con buenos productos-.
-Nyére, escúchame, tú te tienes que quedar aquí cuidando de Roger. No puedes abandonarle-.
-¿Y usted donde va? –esto le preguntó cuando el Capitán preparaba una bolsa con armas y herramientas - ¡Se va a las cloacas!-
-No lo digas tan alto, no quiero preocupar a Baraun-.
-¿Entonces no son alucinaciones?-
-Yo no he dicho eso-.
-No entiendo nada, por favor capitán-.
El Capitán Werner puso una mano en el hombro de la pequeña elfa y le dio un beso en la frente.
-Quiero asegurarme de que no queda nada en las cloacas. Lo haré por Baraun, por buscar una cura a su enfermedad; no por Lunargenta ni Aerandir. Si en tres días no tienes noticias sobre mí, activa la runa de luz del tejado. Reunirá a los piratas en el Promesa. Marchad a las islas de los brujos y preguntad por el viejo Neph, es un amigo mío, abuelo del brujo más despreciable de Aerandir. Él sabrá qué hacer-.
Edgar el cuervo se posó en el brazo del Capitán, el ave también estaba preparada para marchar.
-No puede ir solo. Baraun y yo podemos acompañarle y….-
-No. Vosotros debéis quedaros aquí. Cuando esto acabe, dile a Baraun lo que sientes por él. –Nyére se enrojeció. –Podéis vivir una buena vida- (la que a mí me arrebataron) –Sed felices, todos vosotros. Sed felices-.
Aquella misma tarde, el Capitán Werner descendía por las cloacas. Su única compañía era el cuervo Edgar. Con la tenaza sujetaba un candil con una piedra de cuarzo incandescente. El cuarzo no fue su primera opción. Había intentado encender un fuego en el interior del candil, pero el ambiente húmedo y caliente de la cloaca, similar al ambiente precio de una tormenta de verano, impedía encender cualquier juego. Por tres veces, después de muchos intentos, había conseguido producir unas chispas chasqueando la pinza. El fuego se apagó en las tres veces. Al final se decantó por utilizar el cuarzo incandescente. Aunque era más caliente e incomodo que el fuego y tenía una luz más pálida, era suficiente para combatir la angosta oscuridad del lugar.
En la primera aventura con Demian, Reiko y Klinge, el Capitán Werner estuvo marcando la pared la pinza de tal forma de que fuera fácil encontrar de número el camino por las diferentes bifurcaciones. Lo hizo con la intención de que La Guardia tomase sus justas medidas, no porque tuviera pensado volver. El error del Capitán fue pensar que las marcas seguirían en su lugar. Las paredes estaban recubiertas de una capa viviente de moho, heces y (¿por qué no decirlo) muerte del mismo color que el arroyo que fluía por el centro de la cloaca. La capa viviente reptaba por la pared cubriendo el rastro que el Capitán hubo dejado en su primera visita. Pensó que, de haber nigromantes en la zona, cosa que se resignaba en creer, era muy posible que ellos estuvieran manipulando el moho de las paredes.
Las predicciones de Baraun se hacían más evidentes a cada paso que daba. Una diferencia crucial entre su primera visita a las cloacas y esta segunda era que en la primera se enfrentó contra un ejército de no-muertos y en esta segunda no había nadie, ni siquiera los cadáveres a los que Reiko les había cortado la cabeza. (Creo que están esperando a alguien. No sé a quién, debe de ser muy importante para ellos). El Capitán negó con la cabeza repetidas veces y continuó caminando por un camino el cual dudaba que fuera el correcto.
De vez en cuando, podía escuchar voces de diferentes personas. A veces parecía que estuviera a quilómetros de distancia y otras veces daba la impresión de que tuviera su aliento pegado a la nuca. Edgar el cuervo tenía la indeseable costumbre de repetir todo cuanto decían las voces. El Capitán Werner se detenía cada vez que escuchaba una voz. Predecía, inútil y equívocamente, su distancia y su identidad. Reposaba su mano izquierda en la empuñadura de la espalda y levanta el candil. Tras asegurarse de que su única compañía era la del cuervo en su hombro, siguió caminando.
La risa la escuchó en diferentes ocasiones, pero ésta no pertenecía a ninguna de las voces de la cloaca. La risa nacía desde el interior de su cabeza, se la estaba imaginado por, quizás, la locura contagiada por Roger Baraun. La escuchaba como uno solía escuchar su propia voz cuando meditaba para sus adentros.
(Puedo escuchar a esos cabrones reír con su voz de ratas).
-Bip bip, Rogie-
Y siguió caminando tomando como dirección el eco de una voz que le resultaba similar.
Offrol: Sigo el eco de la voz de Bio.
Uso el objeto: Cuarzo encendido de mi inventario para fabricar luz.
Sigo con la trama empezada en el tema [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Tanto en el sueño como en la vigilia, Baraun repetía que Lunargenta sufría un inmediato peligro. Dicho con las mismas palabras del hombre canguro: sala de torturas donde el Capitán Werner le había rescatado era la presentación de una fiesta todavía mayor. Werner intentó tranquilizar a Baraun: Demian, Reiko y Klinge revisaron las cloacas de arriba abajo, no encontraron nada. Los nigromantes que le habían torturado habían sido asesinados por el niño ilusionista y Reiko se encargó de cortar las cabezas de cada uno de los muertos para que no se volvieran a levantar. No había nada que temer. Le prometió cogiéndole de las dos manos. Esta era una promesa que no podía garantizar. Siendo honestos, los sueños de Baraun eran prueba suficiente para contradecir la promesa. Werner se avergonzó de mentir a su tripulante. La honestidad era un rasgo sobresaliente en el Capitán, no por nada su navío se llama El Promesa Enardecida.
-Están debajo de nosotros. Puedo escucharles y ellos también nos escuchan a nosotros. Creo que están esperando a alguien. No sé a quién, debe de ser muy importante para ellos. Son cinco personas. No se mueven, no comen ni tampoco creo que respiren. Se parecen a esas estatuas que ponen en la entrada de los templos que tienen los brazos levantados hacia los Dioses-.
-Que hoy se le pueda entender es una buena señal. –dijo Nyére alegremente - Ayer no se le entendía. Dentro de unas semanas estará completamente sano-.
-Yo no le veo sano. –confesó el Capitán con voz apagada.
-Tenemos que volver. –Roger se levantó, tomó la tenaza del Capitán como punto de apoyó - Están ahí. ¡Joder! Puedo escuchar a esos cabrones reír con su voz de ratas-.
-Bip bip, Rogie. –renegó Nyére como cada vez que Roger pronunciaba una palabra malsonante.
-Son alucinaciones producidas por el sofoco de la fiebre y el trauma de los horrores que viste. Túmbate y descansa. Es una orden de tu capitán-.
-¡Mierda! –Roger Baraun terminó cediendo. Se tumbó de nuevo.
-Sé que no debí hacerlo capitán, pero antes, mientras descansaba en el sillón, le conté a Rogie acerca de sus pesadillas-.
-No creo que sean pesadillas, son visiones. Lo que sea que me hicieron allí abajo, ha hecho posible que les pueda ver y oír. Quisieron entrar en mi cuerpo y mi alma, pero les ha salido el culo por la culata. Estoy pegado a ellos como una garrapata en verano. ¡Bip bip! –celebró.
-Bip bip- repitió Nyére.
-Son pesadillas. Nada de lo que ves es real- insistía el Capitán- Estás enfermo y debes descansar. No hay más que hablar-.
El Capitán se marchó del dormitorio, fue a la cocina. De las estanterías sacó dos tarros de galletas y una bolsa de fruta no en perfectas condiciones. Puso tanto los tarros como la bolsa de fruta encima de la encimera. Revisó los cajones buscando más comida, no encontró nada.
-Usa la fruta para hacer zumo, le sentará bien. Las galletas son para ti- le dijo a Nyére.
-¿No tiene más comida? Si quiere, puedo salir al mercado. En estos días no abren muchas tiendas, pero seguro que encuentro una con buenos productos-.
-Nyére, escúchame, tú te tienes que quedar aquí cuidando de Roger. No puedes abandonarle-.
-¿Y usted donde va? –esto le preguntó cuando el Capitán preparaba una bolsa con armas y herramientas - ¡Se va a las cloacas!-
-No lo digas tan alto, no quiero preocupar a Baraun-.
-¿Entonces no son alucinaciones?-
-Yo no he dicho eso-.
-No entiendo nada, por favor capitán-.
El Capitán Werner puso una mano en el hombro de la pequeña elfa y le dio un beso en la frente.
-Quiero asegurarme de que no queda nada en las cloacas. Lo haré por Baraun, por buscar una cura a su enfermedad; no por Lunargenta ni Aerandir. Si en tres días no tienes noticias sobre mí, activa la runa de luz del tejado. Reunirá a los piratas en el Promesa. Marchad a las islas de los brujos y preguntad por el viejo Neph, es un amigo mío, abuelo del brujo más despreciable de Aerandir. Él sabrá qué hacer-.
Edgar el cuervo se posó en el brazo del Capitán, el ave también estaba preparada para marchar.
-No puede ir solo. Baraun y yo podemos acompañarle y….-
-No. Vosotros debéis quedaros aquí. Cuando esto acabe, dile a Baraun lo que sientes por él. –Nyére se enrojeció. –Podéis vivir una buena vida- (la que a mí me arrebataron) –Sed felices, todos vosotros. Sed felices-.
Aquella misma tarde, el Capitán Werner descendía por las cloacas. Su única compañía era el cuervo Edgar. Con la tenaza sujetaba un candil con una piedra de cuarzo incandescente. El cuarzo no fue su primera opción. Había intentado encender un fuego en el interior del candil, pero el ambiente húmedo y caliente de la cloaca, similar al ambiente precio de una tormenta de verano, impedía encender cualquier juego. Por tres veces, después de muchos intentos, había conseguido producir unas chispas chasqueando la pinza. El fuego se apagó en las tres veces. Al final se decantó por utilizar el cuarzo incandescente. Aunque era más caliente e incomodo que el fuego y tenía una luz más pálida, era suficiente para combatir la angosta oscuridad del lugar.
En la primera aventura con Demian, Reiko y Klinge, el Capitán Werner estuvo marcando la pared la pinza de tal forma de que fuera fácil encontrar de número el camino por las diferentes bifurcaciones. Lo hizo con la intención de que La Guardia tomase sus justas medidas, no porque tuviera pensado volver. El error del Capitán fue pensar que las marcas seguirían en su lugar. Las paredes estaban recubiertas de una capa viviente de moho, heces y (¿por qué no decirlo) muerte del mismo color que el arroyo que fluía por el centro de la cloaca. La capa viviente reptaba por la pared cubriendo el rastro que el Capitán hubo dejado en su primera visita. Pensó que, de haber nigromantes en la zona, cosa que se resignaba en creer, era muy posible que ellos estuvieran manipulando el moho de las paredes.
Las predicciones de Baraun se hacían más evidentes a cada paso que daba. Una diferencia crucial entre su primera visita a las cloacas y esta segunda era que en la primera se enfrentó contra un ejército de no-muertos y en esta segunda no había nadie, ni siquiera los cadáveres a los que Reiko les había cortado la cabeza. (Creo que están esperando a alguien. No sé a quién, debe de ser muy importante para ellos). El Capitán negó con la cabeza repetidas veces y continuó caminando por un camino el cual dudaba que fuera el correcto.
De vez en cuando, podía escuchar voces de diferentes personas. A veces parecía que estuviera a quilómetros de distancia y otras veces daba la impresión de que tuviera su aliento pegado a la nuca. Edgar el cuervo tenía la indeseable costumbre de repetir todo cuanto decían las voces. El Capitán Werner se detenía cada vez que escuchaba una voz. Predecía, inútil y equívocamente, su distancia y su identidad. Reposaba su mano izquierda en la empuñadura de la espalda y levanta el candil. Tras asegurarse de que su única compañía era la del cuervo en su hombro, siguió caminando.
La risa la escuchó en diferentes ocasiones, pero ésta no pertenecía a ninguna de las voces de la cloaca. La risa nacía desde el interior de su cabeza, se la estaba imaginado por, quizás, la locura contagiada por Roger Baraun. La escuchaba como uno solía escuchar su propia voz cuando meditaba para sus adentros.
(Puedo escuchar a esos cabrones reír con su voz de ratas).
-Bip bip, Rogie-
Y siguió caminando tomando como dirección el eco de una voz que le resultaba similar.
Offrol: Sigo el eco de la voz de Bio.
Uso el objeto: Cuarzo encendido de mi inventario para fabricar luz.
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El Capitán Werner
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
¡¡¡¡¡¡¡ESTABA TAN EMOCIONADO ESCRIBIENDO QUE SE ME OLVIDÓ LA RUNA!!!!!!!! Siempre me pasa. Maldito Master Ger y sus tramas emocionantes.
Por ahora Bio tiene -1. A ver cuanto saco yo.... El próximo que sume.
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El Capitán Werner
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
El miembro 'Capitán Werner' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
Naturalmente, como era de esperarse de mí, apenas di por terminada mi misión salí disparado hacia las afueras de la ciudad, directo a mi hermosa y cómoda casa donde Xana y yo estaríamos alejados de cualquier peligro… No, espera, desafortunadamente no fue así.
En realidad me vi obligado a permanecer un poco más en esas mohosas y nauseabundas catacumbas. No había mucho que hacer ya que no teníamos pistas para seguir las huellas del Aquelarre, pero Bio no estaba satisfecho y quería hacer más, lo cual, gracias a que Elen partió hacia quién sabe dónde, hubiera tenido que hacerlo solo si yo también me largaba.
No podría disfrutar de la paz de mi hogar si sabía que había dejado al vampiro por su cuenta en las catacumbas, y debo admitir que no me faltaban ganas para seguir estropeando los desagradables planes del Aquelarre, pero la flojera que me impulsaba a volver a casa era demasiado seductiva.
En fin, dejando de lado los tres párrafos anteriores, que, siendo honesto, no son realmente relevantes para el desenlace de esta historia, acompañé a Bio mientras fingía no estar aburrido por no encontrar ninguna pista. Por un momento creí que solo estábamos perdiendo el tiempo y que lo mejor era irnos. No obstante, me sentí motivado cuando finalmente nos topamos con alguien que parecía ser un miembro del Aquelarre.
Por desgracia nuestro sospechoso, al percatarse de nosotros, corrió hacia un callejón donde se desvaneció en la oscuridad. Claramente no podíamos dejarlo ir así sin más, no después de que desperdicié valioso tiempo de mi vida buscando alguna pista. Así que lo perseguimos, lo que no fue una tarea difícil; ese sujeto no se esforzaba en escapar, sino que parecía querer guiarnos hacia algún lugar, lo que, obviamente, podría significar una trampa muy evidente.
Asentí a la advertencia de Bio y miré a mi alrededor, solo por precaución. Traté de memorizar el camino que estábamos tomando para no terminar perdiéndome al final como un imbécil. Pero eso ya no sería tan importante más adelante; llegamos a un punto en el que la iluminación era mínima, y eso era un problema.
–Bueno, podría ser peor –susurré intentando convencerme a mí mismo de que la situación no pintaba tan mal.
Y, como si los mismos dioses me hubieran escuchado, una fría ráfaga de viento recorrió todo el pasillo, apagando así todas las antorchas, dejándonos en la completa oscuridad y despertando un escalofrío que invadió mi columna vertebral.
–¡Dioses, ¿qué fue eso?! –dijo Xana, un poco nerviosa por el repentino cambio de escenario.
Seguidamente Bio habló, pero algo le impidió terminar su frase, lo que me hizo tener un muy mal presentimiento de lo que pudo haberle sucedido. Temiendo lo peor llevé mi mano a mi espalda en busca de mi arma y me preparé psicológicamente para enfrentarme a lo que sea, suponiendo que no aparecería alguien o algo más poderoso que yo. Afortunadamente el vampiro habló otra vez, aliviándome sin darse cuenta de ello.
–Yo lo haré –indicó la elfa justo antes de canalizar energía en una de sus manos para que esta adquiriera un brillo que, aunque muy tenue, podría iluminarnos unos pocos metros.
–No –hablé inmediatamente al percatarme de que Xana se había convertido en el blanco más llamativo del grupo, algo que no me agradaba–, deja que yo me encargue y tú solo conserva tus energías –añadí, tratando de expresarme con despreocupación para que no pensara que la estaba sobreprotegiendo. Luego hice que mi mano izquierda resplandeciera como la de ella.
-¿Eh? ¿De qué hablas? Pero si con esto no se pierde mucha energía.
–Hey. –Coloqué mi dedo índice en mis labios para indicarle que hiciera silencio y señalé a Bio, quien parecía estar intentando escuchar algo, justo lo que yo necesitaba para que Xana se olvidara de la iluminación y se centrara también en oír alguna cosa.
Por supuesto, yo no me quedé atrás. También oí los pasos que no hacían más que confundirme. Y de pronto se escuchó un potente, horroroso y desgarrador pitido. El sonido era tan fuerte que sentí un dolor agudo en mi cabeza y hasta creí que mis tímpanos explotarían en algún momento. Caí de rodillas al suelo y coloqué ambas manos en mis orejas, intentando liberarme del sufrimiento. Entonces volvimos a la oscuridad debido a que me olvidé de seguir brillando.
Gracias a los dioses ese desagradable pitido desapareció en poco tiempo. Pero el dolor en mi cabeza seguía, aunque ahora era mucho menos agudo. Sin embargo también me temblaban las manos, las puntas de los dedos se me congelaron y me sentía un poco mareado.
–Chicos (icos, icos, icos).
Escuché el eco de la voz de Xana, voz que se alejó y volvió, de la misma forma que la voz de Bio. En otro momento yo hubiera intentado decir una palabra cuyas últimas dos sílabas significaran algo gracioso, porque yo no era tan maduro algunas veces, pero en esta ocasión no me sentía lo suficientemente bien para ello. A pesar de esto me levanté y volví a hacer que mi mano volviera a brillar.
Fue entonces cuando escuché unos pasos acercándose. Bio y Xana estaban frente a mí, así que alguien más estaba cerca y debía ser el sujeto al que perseguíamos; seguramente quiso aprovechar nuestra vulnerabilidad para atacarnos.
Al mirar a mi alrededor intentando saber el lugar exacto donde se originaba el sonido de las pisadas, logré ver una luz que, tal vez, era una linterna, una que no iluminaba demasiado pero sí más de lo que yo podía, detalle que, a pesar de la situación, me hizo sentir avergonzado de mi patético manejo de la magia. Pero ignorando eso, hice una seña a mis compañeros para que vieran la supuesta linterna. Seguidamente apagué mi mano, desenvainé mi espada y me preparé para una posible confrontación.
En realidad me vi obligado a permanecer un poco más en esas mohosas y nauseabundas catacumbas. No había mucho que hacer ya que no teníamos pistas para seguir las huellas del Aquelarre, pero Bio no estaba satisfecho y quería hacer más, lo cual, gracias a que Elen partió hacia quién sabe dónde, hubiera tenido que hacerlo solo si yo también me largaba.
No podría disfrutar de la paz de mi hogar si sabía que había dejado al vampiro por su cuenta en las catacumbas, y debo admitir que no me faltaban ganas para seguir estropeando los desagradables planes del Aquelarre, pero la flojera que me impulsaba a volver a casa era demasiado seductiva.
En fin, dejando de lado los tres párrafos anteriores, que, siendo honesto, no son realmente relevantes para el desenlace de esta historia, acompañé a Bio mientras fingía no estar aburrido por no encontrar ninguna pista. Por un momento creí que solo estábamos perdiendo el tiempo y que lo mejor era irnos. No obstante, me sentí motivado cuando finalmente nos topamos con alguien que parecía ser un miembro del Aquelarre.
Por desgracia nuestro sospechoso, al percatarse de nosotros, corrió hacia un callejón donde se desvaneció en la oscuridad. Claramente no podíamos dejarlo ir así sin más, no después de que desperdicié valioso tiempo de mi vida buscando alguna pista. Así que lo perseguimos, lo que no fue una tarea difícil; ese sujeto no se esforzaba en escapar, sino que parecía querer guiarnos hacia algún lugar, lo que, obviamente, podría significar una trampa muy evidente.
Asentí a la advertencia de Bio y miré a mi alrededor, solo por precaución. Traté de memorizar el camino que estábamos tomando para no terminar perdiéndome al final como un imbécil. Pero eso ya no sería tan importante más adelante; llegamos a un punto en el que la iluminación era mínima, y eso era un problema.
–Bueno, podría ser peor –susurré intentando convencerme a mí mismo de que la situación no pintaba tan mal.
Y, como si los mismos dioses me hubieran escuchado, una fría ráfaga de viento recorrió todo el pasillo, apagando así todas las antorchas, dejándonos en la completa oscuridad y despertando un escalofrío que invadió mi columna vertebral.
–¡Dioses, ¿qué fue eso?! –dijo Xana, un poco nerviosa por el repentino cambio de escenario.
Seguidamente Bio habló, pero algo le impidió terminar su frase, lo que me hizo tener un muy mal presentimiento de lo que pudo haberle sucedido. Temiendo lo peor llevé mi mano a mi espalda en busca de mi arma y me preparé psicológicamente para enfrentarme a lo que sea, suponiendo que no aparecería alguien o algo más poderoso que yo. Afortunadamente el vampiro habló otra vez, aliviándome sin darse cuenta de ello.
–Yo lo haré –indicó la elfa justo antes de canalizar energía en una de sus manos para que esta adquiriera un brillo que, aunque muy tenue, podría iluminarnos unos pocos metros.
–No –hablé inmediatamente al percatarme de que Xana se había convertido en el blanco más llamativo del grupo, algo que no me agradaba–, deja que yo me encargue y tú solo conserva tus energías –añadí, tratando de expresarme con despreocupación para que no pensara que la estaba sobreprotegiendo. Luego hice que mi mano izquierda resplandeciera como la de ella.
-¿Eh? ¿De qué hablas? Pero si con esto no se pierde mucha energía.
–Hey. –Coloqué mi dedo índice en mis labios para indicarle que hiciera silencio y señalé a Bio, quien parecía estar intentando escuchar algo, justo lo que yo necesitaba para que Xana se olvidara de la iluminación y se centrara también en oír alguna cosa.
Por supuesto, yo no me quedé atrás. También oí los pasos que no hacían más que confundirme. Y de pronto se escuchó un potente, horroroso y desgarrador pitido. El sonido era tan fuerte que sentí un dolor agudo en mi cabeza y hasta creí que mis tímpanos explotarían en algún momento. Caí de rodillas al suelo y coloqué ambas manos en mis orejas, intentando liberarme del sufrimiento. Entonces volvimos a la oscuridad debido a que me olvidé de seguir brillando.
Gracias a los dioses ese desagradable pitido desapareció en poco tiempo. Pero el dolor en mi cabeza seguía, aunque ahora era mucho menos agudo. Sin embargo también me temblaban las manos, las puntas de los dedos se me congelaron y me sentía un poco mareado.
–Chicos (icos, icos, icos).
Escuché el eco de la voz de Xana, voz que se alejó y volvió, de la misma forma que la voz de Bio. En otro momento yo hubiera intentado decir una palabra cuyas últimas dos sílabas significaran algo gracioso, porque yo no era tan maduro algunas veces, pero en esta ocasión no me sentía lo suficientemente bien para ello. A pesar de esto me levanté y volví a hacer que mi mano volviera a brillar.
Fue entonces cuando escuché unos pasos acercándose. Bio y Xana estaban frente a mí, así que alguien más estaba cerca y debía ser el sujeto al que perseguíamos; seguramente quiso aprovechar nuestra vulnerabilidad para atacarnos.
Al mirar a mi alrededor intentando saber el lugar exacto donde se originaba el sonido de las pisadas, logré ver una luz que, tal vez, era una linterna, una que no iluminaba demasiado pero sí más de lo que yo podía, detalle que, a pesar de la situación, me hizo sentir avergonzado de mi patético manejo de la magia. Pero ignorando eso, hice una seña a mis compañeros para que vieran la supuesta linterna. Seguidamente apagué mi mano, desenvainé mi espada y me preparé para una posible confrontación.
(☞゚∀゚)☞ OFFROL ☜(゚∀゚☜)
-1 -2 = -3Espero que yo no sea el que traiga la mala suerte...
Rauko
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
El miembro 'Rauko' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
Ya podía considerarme un Guerrero de Sangre aun que no es algo que podía compartir abiertamente con mi compañía actual.
Un cadáver más en el suelo, un pequeño pergamino más que conservaba, poco a poco me hacía de un gran tesoro que lograba subir mi autoestima y me hacía sentir más poderosa aun que solo se tratase de una mera ilusión, cuando había accedido a este extraño juego no había condición al respecto sobre recibir o no ayuda, y a pesar de que era molesto, inquietante y demasiado fanfarrón para mi gusto, pero no me quedaba más que darle las gracias y seguir en esta cacería que parecía no tener fin. Derek no cuestiono mis acciones ni una sola vez; cada vez que me agachaba junto a un cuerpo y confesaba a escarbar en sus bolsillos sin tomar nada más que un simple lienzo escrito, quedaba expectante a recibir sus inquietudes, pero el momento no se dio, él no preguntó nada.
Luego del décimo quinto comencé a aburrirme de todo esto, no había dado con nadie que aclare duda alguna y si bien matar asesinos era divertido, el no tener un motivo se volvía tedioso y frustrante sin mencionar el desgaste físico y cansancio mental por el agobiante lugar.
- Ser, Deberíamos salir y volver a la superficie - sugirió el alto a mi lado luego de que me pusiera de pie guardando el trapo en mi morral.
- Yo no vine contigo, has lo que quien... - no termine de pronunciar palabra cuando algo en el pecho me perturbo y forzaba a mis ladridos a acelerarse, una presión extraña que no tenía descripción alguna, una clase de magia de aura tan oscura que casi podía sentirla palpando mi rostro, mis manos, brazos y piernas, tomándome del pecho y comprimiéndolo generando adrenalina. Era extasiaste, excitante.
- Trato de ser Cortez niña idiota! Entiendo que quieras estar aquí jugando a ser el "héroe" de una absurda historia en tus fantasías, pero este no es un lugar de juegos...
Ignoraba completamente lo que a gritos escandalizados decía, aquella ligera sensación tenía un rumbo, un sentido pero aún era intermitente, esporádica, iba y venía, por momentos no sentía nada y por momentos estaba allí, anudándose en mi garganta dificultándome tragar en un suave y sutil cosquilleo, quería sentirla más en la piel, más en el cuerpo.
Comencé a caminar en un intento imposible por rastrearla. Derek quedo hablando solo con las paredes y su voz se perdía a lo lejos por el pasillo en un eco que pronto se volvió imperceptible. Así nos terminamos separando, no hubo despedidas, ni un simple agradecimiento, era descortés de mi parte pero me tenía sin cuidado el que dirán "No lo obligue a seguirme ni pedí que me cuidara... idiota" pensaba al caminar. Mis pasos fue lo único que podía oír mientras descendía. El aire se volvía cada vez más pesado, respirar se volvía un problema y aun que el fétido olor hacia encrespar los bellos de mi nariz, me creía capaz de tolerarlo, como si mi perfume habitual no fuera suficientemente fuerte con más de seis o siete meses sin baño. Bien lo dijo Derek cuando lo noto: - Ahora entiendo como este lugar se camufla contigo, apestas enana!
Había largado toda concentración, con tanto silencio no resultaba difícil leer las vibraciones en el aire, en los ecos sutiles, y mientras me moviera con cautela no tenía por qué tropezar con nada. Necesitaba guardar energías si luego tenía que detectar a alguien frente a mí.
A más oscuro de lo que ya mi vida era no llegaría este lugar, pero adentrarme entre los bajos pasillos solo me generaba un sutil dolor de cabeza.
Me senté en un rincón un instante escondiéndome tras lo que parecía un tubo a la superficie. Estaba algo mareada y perdida, el palpitar aun alborotaba mi pecho, pero el cansancio tenía su peso extra, el sudor mojando mis prendas y aferrándolas a mí me estaba volviendo loco. Me quite la capucha y las vendas de los ojos, tanta tela por todos lados, ya no podía respirar y luego de sacarme la capa opte por andar descubierta, nada allí, en un lugar tan tétrico como estas catacumbas, daría más miedo que mi primera impresión. Acomode mis engomados cabellos mugrientos por fuera de mi vestido, unas ligeras gotas se deslizaban por la mejilla y contorneaban los cabellos pegados a mi rostro por el andar y el calor, los cuales tampoco tarde mucho en quitarlos de mi cara.
De repente todo se me olvido.
Escuche unos pasos no muy lejos.
- Sera otro GS? - me cuestione en un suspiro y me puse de pie para sutilmente seguirlo. Aun sin usar magia no era una tarea difícil la persecución. El suelo humedecido, los grandes vacíos, el sutil eco del agua espejando las ondas, un lugar propicio para un no vidente, me permitió mantener una buena distancia mientras trataba de indicar si era un simple civil o alguno de mis objetivos.
Luego escucho unos murmuros a lo lejos, un sonido raro que al parecer era familiar a orejas de mi presa, voces quizás.
Por lo pronto solo observaría ya que al seguir avanzando, logre detectar a otros más adelante, hacia el lugar de donde aquella aura maligna pareciera tener sede y estarme llamando.
_______________ OFF ROL _______________
Segui una partida en solitario propia, mi NPC ya no participara. Solo los sigo a una distancia prudencial por el momento...
-3+1 = -2
y tirooo...
Un cadáver más en el suelo, un pequeño pergamino más que conservaba, poco a poco me hacía de un gran tesoro que lograba subir mi autoestima y me hacía sentir más poderosa aun que solo se tratase de una mera ilusión, cuando había accedido a este extraño juego no había condición al respecto sobre recibir o no ayuda, y a pesar de que era molesto, inquietante y demasiado fanfarrón para mi gusto, pero no me quedaba más que darle las gracias y seguir en esta cacería que parecía no tener fin. Derek no cuestiono mis acciones ni una sola vez; cada vez que me agachaba junto a un cuerpo y confesaba a escarbar en sus bolsillos sin tomar nada más que un simple lienzo escrito, quedaba expectante a recibir sus inquietudes, pero el momento no se dio, él no preguntó nada.
Luego del décimo quinto comencé a aburrirme de todo esto, no había dado con nadie que aclare duda alguna y si bien matar asesinos era divertido, el no tener un motivo se volvía tedioso y frustrante sin mencionar el desgaste físico y cansancio mental por el agobiante lugar.
- Ser, Deberíamos salir y volver a la superficie - sugirió el alto a mi lado luego de que me pusiera de pie guardando el trapo en mi morral.
- Yo no vine contigo, has lo que quien... - no termine de pronunciar palabra cuando algo en el pecho me perturbo y forzaba a mis ladridos a acelerarse, una presión extraña que no tenía descripción alguna, una clase de magia de aura tan oscura que casi podía sentirla palpando mi rostro, mis manos, brazos y piernas, tomándome del pecho y comprimiéndolo generando adrenalina. Era extasiaste, excitante.
- Trato de ser Cortez niña idiota! Entiendo que quieras estar aquí jugando a ser el "héroe" de una absurda historia en tus fantasías, pero este no es un lugar de juegos...
Ignoraba completamente lo que a gritos escandalizados decía, aquella ligera sensación tenía un rumbo, un sentido pero aún era intermitente, esporádica, iba y venía, por momentos no sentía nada y por momentos estaba allí, anudándose en mi garganta dificultándome tragar en un suave y sutil cosquilleo, quería sentirla más en la piel, más en el cuerpo.
Comencé a caminar en un intento imposible por rastrearla. Derek quedo hablando solo con las paredes y su voz se perdía a lo lejos por el pasillo en un eco que pronto se volvió imperceptible. Así nos terminamos separando, no hubo despedidas, ni un simple agradecimiento, era descortés de mi parte pero me tenía sin cuidado el que dirán "No lo obligue a seguirme ni pedí que me cuidara... idiota" pensaba al caminar. Mis pasos fue lo único que podía oír mientras descendía. El aire se volvía cada vez más pesado, respirar se volvía un problema y aun que el fétido olor hacia encrespar los bellos de mi nariz, me creía capaz de tolerarlo, como si mi perfume habitual no fuera suficientemente fuerte con más de seis o siete meses sin baño. Bien lo dijo Derek cuando lo noto: - Ahora entiendo como este lugar se camufla contigo, apestas enana!
Había largado toda concentración, con tanto silencio no resultaba difícil leer las vibraciones en el aire, en los ecos sutiles, y mientras me moviera con cautela no tenía por qué tropezar con nada. Necesitaba guardar energías si luego tenía que detectar a alguien frente a mí.
A más oscuro de lo que ya mi vida era no llegaría este lugar, pero adentrarme entre los bajos pasillos solo me generaba un sutil dolor de cabeza.
Me senté en un rincón un instante escondiéndome tras lo que parecía un tubo a la superficie. Estaba algo mareada y perdida, el palpitar aun alborotaba mi pecho, pero el cansancio tenía su peso extra, el sudor mojando mis prendas y aferrándolas a mí me estaba volviendo loco. Me quite la capucha y las vendas de los ojos, tanta tela por todos lados, ya no podía respirar y luego de sacarme la capa opte por andar descubierta, nada allí, en un lugar tan tétrico como estas catacumbas, daría más miedo que mi primera impresión. Acomode mis engomados cabellos mugrientos por fuera de mi vestido, unas ligeras gotas se deslizaban por la mejilla y contorneaban los cabellos pegados a mi rostro por el andar y el calor, los cuales tampoco tarde mucho en quitarlos de mi cara.
De repente todo se me olvido.
Escuche unos pasos no muy lejos.
- Sera otro GS? - me cuestione en un suspiro y me puse de pie para sutilmente seguirlo. Aun sin usar magia no era una tarea difícil la persecución. El suelo humedecido, los grandes vacíos, el sutil eco del agua espejando las ondas, un lugar propicio para un no vidente, me permitió mantener una buena distancia mientras trataba de indicar si era un simple civil o alguno de mis objetivos.
Luego escucho unos murmuros a lo lejos, un sonido raro que al parecer era familiar a orejas de mi presa, voces quizás.
Por lo pronto solo observaría ya que al seguir avanzando, logre detectar a otros más adelante, hacia el lugar de donde aquella aura maligna pareciera tener sede y estarme llamando.
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Última edición por Merida DunBroch el Vie Jul 06 2018, 15:24, editado 2 veces
Merida DunBroch
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
El miembro 'Merida DunBroch' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
Al terminarse el extraño sonido permanecí en el piso, mis manos sobre el piso comenzaban a enfriarse rápidamente, me moví a un lado buscando la pared para apoyarme en ella y levantarme de nuevo y fue cuando la tenue luz de Xana prestó un ápice de iluminación justo a tiempo para hacerme ver que mi mano estaba a punto de posarse sobre un enorme ciempiés que caminaba por la pared, la luz de Rauko me ayudó a ver un poco más lejos para notar que no era el único que había, sino que uno más caminaba muy cerca de mis pies, lo que me hizo dar un salto hasta atrás y quedarme cerca de los chicos entendiendo además la preocupación de Rauko, aquel lugar era una trampa en dos sentidos, sin luz estábamos a ciegas y sin poder avanzar, pero con luz sería sumamente fácil convertirnos en el punto de mira de cualquier amenaza, un dilema que más tarde pasaría a ser determinante en la aventura.
De una patada alejé al cienpies que caminaba en el piso y dejé apartado al que deambulaba por la pared para concentrarme en un posible peligro que se acercaba, pasos sucesivos y apresurados venían directo a nosotros, así que pasé entre Rauko y Xana al tiempo que sacaba mis dagas para ponerme entre ellos y esa figura de la que solo alcanzaba a ver un pequeño candil -¿Quién anda ahí? ¡Identifícate!- Ordené intentando parecer rudo pero evitando usar magia de voz que pudiera afectar a mis propios aliados.
De pronto sentí la mano de Rauko en mi hombro intentando hacerme cosquillas -Basta Rauko, no es momento de juegos- Dije en tono serio pero no se detenía, fue entonces cuando noté que el chico estaba muy lejos, lo que había en mi hombro era otro cienpies que había caído del techo, lo aparté con mi daga y cayó al piso justo sobre otro y otro más; lentamente comenzaban a aparecer atraídos por la luz de Rauko aunque pronto centrarían su atención también en la luz del candil, aunque esta más bien parecía hacerlos retroceder -¿Quién eres?- Pregunté de nuevo y apreté las dagas al notar que no dejaba de acercarse.
Cuidado con los pies, no dejen que se les acerquen esas cosas- Señalé a mis acompañantes para que prestaran atención al piso, ahora teníamos que movernos o pronto estaríamos nadando entre centípedos; sacudí mi pierna para quitarme de encima uno que comenzaba a trepar por ella -No podemos quedarnos aquí parados- Mi tono se escuchaba ya un poco alarmado, ir en dirección al recién llegado nos haría retroceder con la esperanza de ponernos a salvo a cambio de abandonar la misión, mientras que continuar adelante podría llevarnos directo a una trampa, o más bien, a otra trampa.
Me di media vuelta para seguir adelante pero aquellos insectos empezaban a salir de todos lados; di una patada a uno y luego a otro pero por cada uno que alejaba caía otro del techo o las paredes, retrocedí hasta juntar mi espalda con la de mis acompañantes al tiempo que el sujeto del candil terminaba de acercarse, si tenía intención de atacarnos nos habían dejado entre la espada y la pared, o entre el candil y los centípedos -¿Cómo rayos nos libramos de esas cosas?- Pregunté en voz alta mientras agitaba la pierna con fuerza para apartarme uno que se resistía a caer, los otros por su parte se arrastraban por el piso, techo y paredes haciendo un tétrico sonido con sus mandíbulas venenosas.
[x] Interactúo con Werner aunque aún no alcanzo a reconocerlo por la poca luz. Según aclaración de Ger actualizo el conteo a +1 tras la runa de Rauko, pues el contador no puede bajar de cero, con la runa de Mérida que suma +1 nos encontramos actualmente en +2, les recuerdo que el nivel de estrés no puede bajar de cero. Feliz navidad. De una patada alejé al cienpies que caminaba en el piso y dejé apartado al que deambulaba por la pared para concentrarme en un posible peligro que se acercaba, pasos sucesivos y apresurados venían directo a nosotros, así que pasé entre Rauko y Xana al tiempo que sacaba mis dagas para ponerme entre ellos y esa figura de la que solo alcanzaba a ver un pequeño candil -¿Quién anda ahí? ¡Identifícate!- Ordené intentando parecer rudo pero evitando usar magia de voz que pudiera afectar a mis propios aliados.
De pronto sentí la mano de Rauko en mi hombro intentando hacerme cosquillas -Basta Rauko, no es momento de juegos- Dije en tono serio pero no se detenía, fue entonces cuando noté que el chico estaba muy lejos, lo que había en mi hombro era otro cienpies que había caído del techo, lo aparté con mi daga y cayó al piso justo sobre otro y otro más; lentamente comenzaban a aparecer atraídos por la luz de Rauko aunque pronto centrarían su atención también en la luz del candil, aunque esta más bien parecía hacerlos retroceder -¿Quién eres?- Pregunté de nuevo y apreté las dagas al notar que no dejaba de acercarse.
Cuidado con los pies, no dejen que se les acerquen esas cosas- Señalé a mis acompañantes para que prestaran atención al piso, ahora teníamos que movernos o pronto estaríamos nadando entre centípedos; sacudí mi pierna para quitarme de encima uno que comenzaba a trepar por ella -No podemos quedarnos aquí parados- Mi tono se escuchaba ya un poco alarmado, ir en dirección al recién llegado nos haría retroceder con la esperanza de ponernos a salvo a cambio de abandonar la misión, mientras que continuar adelante podría llevarnos directo a una trampa, o más bien, a otra trampa.
Me di media vuelta para seguir adelante pero aquellos insectos empezaban a salir de todos lados; di una patada a uno y luego a otro pero por cada uno que alejaba caía otro del techo o las paredes, retrocedí hasta juntar mi espalda con la de mis acompañantes al tiempo que el sujeto del candil terminaba de acercarse, si tenía intención de atacarnos nos habían dejado entre la espada y la pared, o entre el candil y los centípedos -¿Cómo rayos nos libramos de esas cosas?- Pregunté en voz alta mientras agitaba la pierna con fuerza para apartarme uno que se resistía a caer, los otros por su parte se arrastraban por el piso, techo y paredes haciendo un tétrico sonido con sus mandíbulas venenosas.
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
El miembro 'Bio' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
Edgar el cuervo dio un saltito y se quedó suspendido en el aire a un centímetro de distancia del hombro del Capitán. Graznó en dirección donde provenían las voces. El Capitán Werner creía que el pájaro tampoco era capaz de comprender qué decían. La oscuridad de las cloacas, tal vez por algún tipo de magia desconocida, era capaz de ahogar todo tipo de sonidos. Incluso el graznido del cuervo lo escuchaba con intensidad menor a la que era habitual al aire libre.
Al mismo tiempo que dirigía los tentáculos de la barba al plumaje del cuervo para tranquilizarlo, cambió el candil de mano dejando libre la izquierda que usó para reposarla sobre la empuñadura de la espada. Haciendo caso de las visiones de Roger Baraun, lo más probable era que los dueños de las voces fueran nigromantes. En su primera instancia, el Capitán se encontró con un grupo de nigromantes que utilizaba la carne y sangre de los rehenes que el Aquelarre capturaba como sacrificio para sus rituales y como ingredientes para sus experimentos. Junto a Demian, Reiko y Klinge, mataron a los nigromantes y destruyeron el lugar (solo una parte). Si era cierto que había nuevos nigromantes en las cloacas, quisieran vengase por el primer ataque del Capitán Werner. Había que estar preparado: armado y, sobretodo, calmado.
Edgar el cuervo, en simbiosis con el Capitán, entendió la situación y terminó posándose en el hombro del Capitán. Erizó el plumaje y apuntó el pico en dirección a las voces. Estaba tranquilo, había dejado de graznar.
El Capitán Werner caminó muy despacio. Levantó el candil tanto como la pesada tenaza le permitía. Al igual que pasaba con los sonidos, las garras de la oscuridad apretaban la luz impidiendo que avanzase poco más de unos centímetros. Desde lejos, el pálido resplandor del candil podría parecer la visión de un fantasma.
Si fuera a obedecer lo que le dictaba el oído, los dueños de las voces (los no nigromantes) deberían estar a diez metros de distancia, incluso más. Sin embargo, el Capitán los vio a menos de dos metros. Apuntó la luz del candil al grupo y soltó la empuñadura de la espada. Entre ellos reconoció al vampiro Bio. Ver a una cara conocida hizo esbozar una sonrisa en el rostro del pirata.
-Bio. –habló lo suficientemente alto como para que se le pudiera entender en la oscuridad pero sin llegar a gritar. -¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? Maldita sea, me has asustado. –dirigió el candil a los elfos. -¿Quiénes son tus amigos? Están lejos de su hogar en el bosque. No deberían estar aquí. –lo dijo un pirata cuyo hogar estaba en el mar y no bajo la tierra. –En este agujero se esconden nigromantes… o eso creo. Un amigo que estuvo prisionero de su magia dice poder verlos. La maldición con la que le hechizaron tiene un efecto secundario: hace que estén “conectados”. Los nigromantes pueden manipular el sistema nervioso de amigo y él, a cambio, puede sentirlos de una manera que no sé explicar. Me dijo que un grupo de cinco nigromantes espera a un sexto que lo equiparan a un Dios. Es peligroso. Atendedme: no deberías estar aquí.- el tono de voz del Capitán desvelaba que él había aceptado morir por salvar a Roger Baraun de la maldición de los Nigromantes.
Edgar el cuervo descendió al suelo, al otro lado donde estaba Bio y sus amigos. Dio un agudo graznido y regresó al hombro del Capitán Werner con un insecto ciempiés en el pico. El Capitán apuntó con el candil en dirección al lugar donde Edgar cazó a su presa. Dos nuevos integrantes se sumaron a la guarnición: una mujer que tenía el aspecto de haber sufrido las torturas de los nigromantes y un chico alto. El Capitán dio rienda suelta a su imaginación. En lo que dura un segundo pensó en decenas de posibilidades que pudieran explicar quiénes eran y qué hacían allí: eran un nigromante y la chica de sus experimentos, una víctima y el héroe que la rescató…. El Capitán pensó que sería mejor prevenirse antes que lamentarse. Dejó el candil en el suelo, desenvainó la espada e interpuso la tenaza, en forma de escudo, entre su torso y los dos desconocidos.
-¿Quiénes sois y cuánto habéis escuchado? Presentaos-.
Edgar el cuervo también adquirió una posición de defensa: volaba alrededor de la cabeza del Capitán Werner esperando una orden que le mandara a atacar a los ojos (o las cuencas vacías) de los desconocidos.
Offrol: Perdonad la brusquedad del Capitán Werner, está asustado.
Contador de estrés: +2 (actual) + 0 (runa Bio) = +2
Veremos qué me sale a mí.
Al mismo tiempo que dirigía los tentáculos de la barba al plumaje del cuervo para tranquilizarlo, cambió el candil de mano dejando libre la izquierda que usó para reposarla sobre la empuñadura de la espada. Haciendo caso de las visiones de Roger Baraun, lo más probable era que los dueños de las voces fueran nigromantes. En su primera instancia, el Capitán se encontró con un grupo de nigromantes que utilizaba la carne y sangre de los rehenes que el Aquelarre capturaba como sacrificio para sus rituales y como ingredientes para sus experimentos. Junto a Demian, Reiko y Klinge, mataron a los nigromantes y destruyeron el lugar (solo una parte). Si era cierto que había nuevos nigromantes en las cloacas, quisieran vengase por el primer ataque del Capitán Werner. Había que estar preparado: armado y, sobretodo, calmado.
Edgar el cuervo, en simbiosis con el Capitán, entendió la situación y terminó posándose en el hombro del Capitán. Erizó el plumaje y apuntó el pico en dirección a las voces. Estaba tranquilo, había dejado de graznar.
El Capitán Werner caminó muy despacio. Levantó el candil tanto como la pesada tenaza le permitía. Al igual que pasaba con los sonidos, las garras de la oscuridad apretaban la luz impidiendo que avanzase poco más de unos centímetros. Desde lejos, el pálido resplandor del candil podría parecer la visión de un fantasma.
Si fuera a obedecer lo que le dictaba el oído, los dueños de las voces (los no nigromantes) deberían estar a diez metros de distancia, incluso más. Sin embargo, el Capitán los vio a menos de dos metros. Apuntó la luz del candil al grupo y soltó la empuñadura de la espada. Entre ellos reconoció al vampiro Bio. Ver a una cara conocida hizo esbozar una sonrisa en el rostro del pirata.
-Bio. –habló lo suficientemente alto como para que se le pudiera entender en la oscuridad pero sin llegar a gritar. -¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? Maldita sea, me has asustado. –dirigió el candil a los elfos. -¿Quiénes son tus amigos? Están lejos de su hogar en el bosque. No deberían estar aquí. –lo dijo un pirata cuyo hogar estaba en el mar y no bajo la tierra. –En este agujero se esconden nigromantes… o eso creo. Un amigo que estuvo prisionero de su magia dice poder verlos. La maldición con la que le hechizaron tiene un efecto secundario: hace que estén “conectados”. Los nigromantes pueden manipular el sistema nervioso de amigo y él, a cambio, puede sentirlos de una manera que no sé explicar. Me dijo que un grupo de cinco nigromantes espera a un sexto que lo equiparan a un Dios. Es peligroso. Atendedme: no deberías estar aquí.- el tono de voz del Capitán desvelaba que él había aceptado morir por salvar a Roger Baraun de la maldición de los Nigromantes.
Edgar el cuervo descendió al suelo, al otro lado donde estaba Bio y sus amigos. Dio un agudo graznido y regresó al hombro del Capitán Werner con un insecto ciempiés en el pico. El Capitán apuntó con el candil en dirección al lugar donde Edgar cazó a su presa. Dos nuevos integrantes se sumaron a la guarnición: una mujer que tenía el aspecto de haber sufrido las torturas de los nigromantes y un chico alto. El Capitán dio rienda suelta a su imaginación. En lo que dura un segundo pensó en decenas de posibilidades que pudieran explicar quiénes eran y qué hacían allí: eran un nigromante y la chica de sus experimentos, una víctima y el héroe que la rescató…. El Capitán pensó que sería mejor prevenirse antes que lamentarse. Dejó el candil en el suelo, desenvainó la espada e interpuso la tenaza, en forma de escudo, entre su torso y los dos desconocidos.
-¿Quiénes sois y cuánto habéis escuchado? Presentaos-.
Edgar el cuervo también adquirió una posición de defensa: volaba alrededor de la cabeza del Capitán Werner esperando una orden que le mandara a atacar a los ojos (o las cuencas vacías) de los desconocidos.
Offrol: Perdonad la brusquedad del Capitán Werner, está asustado.
Contador de estrés: +2 (actual) + 0 (runa Bio) = +2
Veremos qué me sale a mí.
El Capitán Werner
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
Fuera quien fuera el que se acercaba, este no iba a ser lo único de lo que debíamos preocuparnos; estábamos en un túnel cubierto por una cantidad peligrosa de asquerosos ciempiés. Por desgracia no solo estaban los típicos que se pueden encontrar en muchas zonas de la superficie, de esos cuyas picaduras no suelen causar mayor problema, sino que también había unas cuantas escolopendras de 15 a 20 centímetros de largo, las cuales, por desgracia, sí que son peligrosas debido a su veneno.
Hasta el momento ninguno de ellos había trepado por mis piernas, así que debía estar constantemente moviendo los pies para asegurarme de que siguiera siendo de esa manera. No obstante, también debía preocuparme de que no cayera alguna sobre mí, así que mantuve el rostro inclinado hacia adelante, de modo que si alguno decidía aventurarse sobre mi cabeza, aterrizaría sobre mi capucha y no sobre mí directamente.
–Pero ¿de qué estás hablando? –pregunté cuando Bio me pidió detenerme, aunque sin prestarle demasiada atención a este, pues yo estaba más concentrado en evitar a los ciempiés.
–Rauko, ¿qué es lo que estás haciendo ahora? –intervino Xana, quien se escuchaba un poco nerviosa.
–¿Es tan raro que esté evitando a estos animales? Creo que ustedes deberían hacer los mismo si no quieren terminar envenenados. –Miré a Xana y noté un ciempiés por su espalda–. ¡Cuidado! –Aparté al centípedo de un golpe.
–¡Dioses! –exclamó Xana, asustada–. Creí que eras tú el que... –Examinó rápidamente su cuerpo, se sacudió y después comenzó a imitar mi improvisado movimiento de pies.
Fue entonces cuando noté que esas odiosas criaturas venían a mi dirección, específicamente hacia donde estuviera mi mano que desprendía luz. Eso era extraño, pues esos animales no deberían sentirse atraídos por la luz. Pero de inmediato dejé de iluminar, lo que no sería un inconveniente para ver porque el personaje que se acercaba ayudaba con su candil.
Desafortunadamente la situación no estaba mejorando; los ciempiés parecían haber sido alterados y comenzaron a caer unos cuantos del techo. Tuve que estar continuamente quitándome toda cosa que sintiera en mi cabeza, sin dejar de mover los pies, lo que me hacía ver como si estuviera haciendo alguna clase de baile ridículo.
Era evidente que no podíamos continuar y llegar a salvo a algún destino si no hacíamos algo al respecto. Y estar consciente de eso comenzó a producirme desasosiego. No me preocupaba mi propia salud, pues yo tenía suficiente confianza en mí mismo para saber que lograría escapar de alguna manera, pero no podía estar seguro sobre Xana. Era la elfa la que realmente me preocupaba y no podía dejar de pensar en lo peor que podría sucederle, pues, sea lo que sea que le ocurriera, sería mi culpa por permitirle acompañarme a esta misión.
Las puntas de mis dedos, tanto de las manos como de los pies, se me congelaron. Volví a sentirme un poco mareado. Además, los latidos de mi corazón fueron adquiriendo lentamente más y más velocidad, mientras que mi piel comenzó a empaparse de un sudor frío.
Y los ciempiés finalmente se alejaron.
–¿Eh? –musité, extrañado.
No hizo falta hacer más que echar un vistazo para saber lo que había sucedido. El sujeto que se acercó era, por suerte, amigo de Bio, además de tener una inolvidable apariencia de calamar antropomorfo. Yo ni siquiera me había percatado de que ya estaba frente a nosotros; estuve tan estresado que me olvidé de todo por un momento. Pero eso era lo de menos. Gracias a su candil todos los animales se alejaron, lo que debía ser normal debido a la naturaleza de estos.
Respiré profundo, logrando calmarme, pero no pude deshacerme aún de la falta de calor en mis dedos.
El hombre-calamar habló, afirmando que Xana y yo estábamos muy lejos de nuestro hogar en el bosque. En otra circunstancia me hubiera reído de eso, pues hasta ese momento nunca viví en el bosque, pero en esta ocasión no estaba de ánimos para ello. Así que me encogí de hombros y respondí:
–Bueno, creo que todos aquí estamos lejos de nuestro hogar, ¿no? –hablé intentando sonar con un tono mordaz, pero puede que pareciera algo forzado debido a que aún estaba un poco nervioso por lo sucedido anteriormente–. Yo soy Rauko y ella es Xana. –Señalé a la elfa, quien saludó con una leve inclinación, y luego miré las manos del hombre-calamar, percatándome así de que no podría estrecharle la derecha, por lo opté por simplemente saludar con el gesto de mostrar la palma de mi mano en forma vertical.
Ansiaba que ahora todo pudiera mejorar, pero me fue imposible sentir que sería así. El hombre-calamar nos informó sobre extrañas habilidades de nigromantes y, aunque no pude prestarle demasiada atención debido a que sentía que me caerían más ciempiés en cualquier momento, supe que esta misión se había tornado mucho más peligrosa de lo que esperaba.
De inmediato pensé en diferentes formas de lograr que Xana se largara para que estuviera a salvo, pero volví a la realidad cuando descubrimos que teníamos más compañía. Nuevamente empuñé mi espada y me coloqué cerca de la elfa.
Entonces otra fría ráfaga de viento recorrió el pasillo, congelando aún más mis dedos y haciéndome sentir un extraño vacío en mi estómago.
Hasta el momento ninguno de ellos había trepado por mis piernas, así que debía estar constantemente moviendo los pies para asegurarme de que siguiera siendo de esa manera. No obstante, también debía preocuparme de que no cayera alguna sobre mí, así que mantuve el rostro inclinado hacia adelante, de modo que si alguno decidía aventurarse sobre mi cabeza, aterrizaría sobre mi capucha y no sobre mí directamente.
–Pero ¿de qué estás hablando? –pregunté cuando Bio me pidió detenerme, aunque sin prestarle demasiada atención a este, pues yo estaba más concentrado en evitar a los ciempiés.
–Rauko, ¿qué es lo que estás haciendo ahora? –intervino Xana, quien se escuchaba un poco nerviosa.
–¿Es tan raro que esté evitando a estos animales? Creo que ustedes deberían hacer los mismo si no quieren terminar envenenados. –Miré a Xana y noté un ciempiés por su espalda–. ¡Cuidado! –Aparté al centípedo de un golpe.
–¡Dioses! –exclamó Xana, asustada–. Creí que eras tú el que... –Examinó rápidamente su cuerpo, se sacudió y después comenzó a imitar mi improvisado movimiento de pies.
Fue entonces cuando noté que esas odiosas criaturas venían a mi dirección, específicamente hacia donde estuviera mi mano que desprendía luz. Eso era extraño, pues esos animales no deberían sentirse atraídos por la luz. Pero de inmediato dejé de iluminar, lo que no sería un inconveniente para ver porque el personaje que se acercaba ayudaba con su candil.
Desafortunadamente la situación no estaba mejorando; los ciempiés parecían haber sido alterados y comenzaron a caer unos cuantos del techo. Tuve que estar continuamente quitándome toda cosa que sintiera en mi cabeza, sin dejar de mover los pies, lo que me hacía ver como si estuviera haciendo alguna clase de baile ridículo.
Era evidente que no podíamos continuar y llegar a salvo a algún destino si no hacíamos algo al respecto. Y estar consciente de eso comenzó a producirme desasosiego. No me preocupaba mi propia salud, pues yo tenía suficiente confianza en mí mismo para saber que lograría escapar de alguna manera, pero no podía estar seguro sobre Xana. Era la elfa la que realmente me preocupaba y no podía dejar de pensar en lo peor que podría sucederle, pues, sea lo que sea que le ocurriera, sería mi culpa por permitirle acompañarme a esta misión.
Las puntas de mis dedos, tanto de las manos como de los pies, se me congelaron. Volví a sentirme un poco mareado. Además, los latidos de mi corazón fueron adquiriendo lentamente más y más velocidad, mientras que mi piel comenzó a empaparse de un sudor frío.
Y los ciempiés finalmente se alejaron.
–¿Eh? –musité, extrañado.
No hizo falta hacer más que echar un vistazo para saber lo que había sucedido. El sujeto que se acercó era, por suerte, amigo de Bio, además de tener una inolvidable apariencia de calamar antropomorfo. Yo ni siquiera me había percatado de que ya estaba frente a nosotros; estuve tan estresado que me olvidé de todo por un momento. Pero eso era lo de menos. Gracias a su candil todos los animales se alejaron, lo que debía ser normal debido a la naturaleza de estos.
Respiré profundo, logrando calmarme, pero no pude deshacerme aún de la falta de calor en mis dedos.
El hombre-calamar habló, afirmando que Xana y yo estábamos muy lejos de nuestro hogar en el bosque. En otra circunstancia me hubiera reído de eso, pues hasta ese momento nunca viví en el bosque, pero en esta ocasión no estaba de ánimos para ello. Así que me encogí de hombros y respondí:
–Bueno, creo que todos aquí estamos lejos de nuestro hogar, ¿no? –hablé intentando sonar con un tono mordaz, pero puede que pareciera algo forzado debido a que aún estaba un poco nervioso por lo sucedido anteriormente–. Yo soy Rauko y ella es Xana. –Señalé a la elfa, quien saludó con una leve inclinación, y luego miré las manos del hombre-calamar, percatándome así de que no podría estrecharle la derecha, por lo opté por simplemente saludar con el gesto de mostrar la palma de mi mano en forma vertical.
Ansiaba que ahora todo pudiera mejorar, pero me fue imposible sentir que sería así. El hombre-calamar nos informó sobre extrañas habilidades de nigromantes y, aunque no pude prestarle demasiada atención debido a que sentía que me caerían más ciempiés en cualquier momento, supe que esta misión se había tornado mucho más peligrosa de lo que esperaba.
De inmediato pensé en diferentes formas de lograr que Xana se largara para que estuviera a salvo, pero volví a la realidad cuando descubrimos que teníamos más compañía. Nuevamente empuñé mi espada y me coloqué cerca de la elfa.
Entonces otra fría ráfaga de viento recorrió el pasillo, congelando aún más mis dedos y haciéndome sentir un extraño vacío en mi estómago.
(☞゚∀゚)☞ OFFROL ☜(゚∀゚☜)
Conteo actualizado a: +3Y momento de cambiar el conteo con mi siguiente y fabulosa runa que será:
Rauko
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
Era todo un grupo de personas el que poco a poco se reunía mas adelante, al cual no podría acercarme más de la cuenta, no era seguro, estaba en una clara desventaja por numero no así por asecho. Usar fuentes calóricas en lugares como estos era algo muy estúpido realmente y mas con la humedad que había en el ambiente, un sin fin de alimañas se acercarían sin mencionar que delataba su ubicación, aun que dudo que les quedara otra alternativa, este sitio tenía un vaho muy preocupante.
Sin acercarme mucho me agache en el suelo, quite los trapos que cubrían como suela mis pies y los guarde en el bolsillo cuidando de no perder allí los cordones; el suelo además de mojado estaba muy frio, tanto logro crispar mi piel en un rápido recorrido por todo el cuerpo, sin embargo el agua era el mejor lector para una ciega y no solo eso, los estrechos muros de piedra solida y maciza que rebotaban cada onda que de sus bocas y cuerpos salían, no necesitaba magia para verlos o detectarlos, eran tan ruidosos que no había forma de que todos los seres vivíos y no vivos de este lugar los notáramos, no podía tratarse de guerreros de sangre.
Mis presas eran personas más cautelosas que yo inclusive, era gente en la oscuridad, moviéndose por la oscuridad como si fuera dueña de esta, entre el ave que escuche graznar y los idas y vueltas sobre el agua, y sus voces que ni susurraban, podía hasta medir la distancia entre ellos y mi ubicación actual, quise sentir hasta pena por su condición, pero por que habría gente tan confiada como para no ocultarse en un lugar tan pesado y peligroso como este, que tan peligroso era todo para ellos.
Entonces algo me distrajo de mis pensamientos, deje de sentirlos solo a ellos, cuando, es mas casi ya no podía ni ubicarlos, había demasiado ruido, un sin fin de ecos que rebotaban contra las paredes, suelo, charcos de agua proviniendo de todos lados. Estaba alejada mas sin embargo el ruido se escuchaba cada vez más fuerte. No tenía planes de huir de lo desconocido pero esto me estaba poniendo algo nerviosa y ese ruido estaba ya por todos lados, acercándose.
Entonces sentí un cosquilleo sobre mi pie y no pude evitar saltar hasta ponerme de pie y emitir sonidos guturales de asco pateando hacia todos lados. Aleje con mi magia tantos bichos como podía, pero habían demasiados y tenían demasiadas patas, eran largos y muy feos, una situación desbordante. No los conocía, en mi bosque no recordaba nada como esto y no sabía qué hacer, estaba entrando en pánico. Me eche a correr a donde aquellas personas que desconocía, tenía un 50% de probabilidades de que sean el peligro de este lugar y un 50% de que se tratara de buenos e ingenuos seres piadosos de extrañas niñas con grandes discapacidades.
- Quítenmelos... Quítenmelos... Quítenmelos... - susurraba sin levantar demasiado la voz mientras caminaba a paso acelerado con ambas manos sujetando mi capucha hacia adelante para que las ráfagas esporádicas no me terminaran de desvestir, hacia la fuente calórica que me marcaba el camino, no estando lejos deje de usar magia para alejarlos del frente con mucho pesar ya que no debía estar delatando el origen de mi ser a extraños así por que sí, pero ahora estaría a la merced de esas cosas rastreras que estaban por todos lados.
Algo inventaría luego del porque mi presencia allí, pero necesitaba liberarme de estas cosas sin alejarme de la oscura presencia que me llamaba al fondo de aquel pasillo.
________________________OFF________________________Sin acercarme mucho me agache en el suelo, quite los trapos que cubrían como suela mis pies y los guarde en el bolsillo cuidando de no perder allí los cordones; el suelo además de mojado estaba muy frio, tanto logro crispar mi piel en un rápido recorrido por todo el cuerpo, sin embargo el agua era el mejor lector para una ciega y no solo eso, los estrechos muros de piedra solida y maciza que rebotaban cada onda que de sus bocas y cuerpos salían, no necesitaba magia para verlos o detectarlos, eran tan ruidosos que no había forma de que todos los seres vivíos y no vivos de este lugar los notáramos, no podía tratarse de guerreros de sangre.
Mis presas eran personas más cautelosas que yo inclusive, era gente en la oscuridad, moviéndose por la oscuridad como si fuera dueña de esta, entre el ave que escuche graznar y los idas y vueltas sobre el agua, y sus voces que ni susurraban, podía hasta medir la distancia entre ellos y mi ubicación actual, quise sentir hasta pena por su condición, pero por que habría gente tan confiada como para no ocultarse en un lugar tan pesado y peligroso como este, que tan peligroso era todo para ellos.
Entonces algo me distrajo de mis pensamientos, deje de sentirlos solo a ellos, cuando, es mas casi ya no podía ni ubicarlos, había demasiado ruido, un sin fin de ecos que rebotaban contra las paredes, suelo, charcos de agua proviniendo de todos lados. Estaba alejada mas sin embargo el ruido se escuchaba cada vez más fuerte. No tenía planes de huir de lo desconocido pero esto me estaba poniendo algo nerviosa y ese ruido estaba ya por todos lados, acercándose.
Entonces sentí un cosquilleo sobre mi pie y no pude evitar saltar hasta ponerme de pie y emitir sonidos guturales de asco pateando hacia todos lados. Aleje con mi magia tantos bichos como podía, pero habían demasiados y tenían demasiadas patas, eran largos y muy feos, una situación desbordante. No los conocía, en mi bosque no recordaba nada como esto y no sabía qué hacer, estaba entrando en pánico. Me eche a correr a donde aquellas personas que desconocía, tenía un 50% de probabilidades de que sean el peligro de este lugar y un 50% de que se tratara de buenos e ingenuos seres piadosos de extrañas niñas con grandes discapacidades.
- Quítenmelos... Quítenmelos... Quítenmelos... - susurraba sin levantar demasiado la voz mientras caminaba a paso acelerado con ambas manos sujetando mi capucha hacia adelante para que las ráfagas esporádicas no me terminaran de desvestir, hacia la fuente calórica que me marcaba el camino, no estando lejos deje de usar magia para alejarlos del frente con mucho pesar ya que no debía estar delatando el origen de mi ser a extraños así por que sí, pero ahora estaría a la merced de esas cosas rastreras que estaban por todos lados.
Algo inventaría luego del porque mi presencia allí, pero necesitaba liberarme de estas cosas sin alejarme de la oscura presencia que me llamaba al fondo de aquel pasillo.
Conteo actual: +1
Voy con ustedes gente, no me maten...
Merida DunBroch
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
La misteriosa figura que se acercaba con el candil no detuvo su paso hasta que estuvo muy cerca, escandalizado como me encontraba por los enormes gusanos patosos no logré reconocerle al primer vistazo e hizo falta entrecerrar los ojos y detallarlo mejor para darme cuenta de quién se trataba, y es que esa barba tentaculosa no era algo que se viera todos los días -¿Capitán?- Pregunté para confirmar que se tratara de él de todos modos al tiempo que sacudía la pierna para librarme de una de las criaturas que intentaba treparse por mi pierna, afortunadamente con la cercanía de su candil las criaturas comenzaron a alejarse aunque sin marcharse aún, sino más bien formando una especie de perímetro alrededor.
¿Qué haces tú aquí?- Respondí a su pregunta -Nosotros, pues, ya sabes, lo típico, sales de casa y de pronto andas en las catacumbas cazando nigromantes- Dije con sarcasmo -Es peor de lo que pensaba- El tono de voz comenzó a tomar mayor seriedad, sus palabras no traían nada de aliento a la situación y comenzaba a sentir que seríamos pocos para detener lo que fuera que podría pasar allí abajo, con una seña de la mano derecha pedí silencio a mis acompañantes aunque ya para entonces era demasiado tarde, una nueva figura se acercaba a nosotros; el pulposo se adelantó y le pidió identificarse pero en lugar de darnos alguna información acerca de su nombre simplemente comenzó a gritar al darse cuenta que estaba sobre los cusurungos del suelo.
Su dramática entrada me hizo olvidar el peligro, no sabía realmente si reírme o preocuparme pero antes que ocurriera algo grave le tendí mi mano para que se acercara, algo ingenuo de mi parte pero cuando me di cuenta ya estaba siendo una víctima fácil para ella así que no quedaba de otra, contaba con que mis compañeros estuvieran atentos para reaccionar si la misteriosa recién llegada tenía segundas intenciones, a fin de cuentas resultaba difícil ver su rostro y tal como andaba podría ser uno de esos nigromantes y acercarse por sorpresa para asesinarnos y sacarnos las mantecas como aquellas leyendas para asustar niños.
Por desgracia no hubo manera de confirmar nada y una nueva ventisca fría me heló hasta los huesos e incuso logró silencias a los asquerosos insectos que pululaban por el piso -¿Sintieron eso?- Pregunté a mis compañeros antes de retroceder y alejarme de aquella mujer -¿Quién eres y qué haces aquí?- Interrogué de nuevo a la chica que hasta ahora no se había identificado y su misteriosa actitud ligada a su repentina llegada y su rostro cubierto, comenzaban a ponerme nervioso -No encontraremos nada si nos quedamos aquí- Sentencié en tono serio -Esos bichos se alejan de la luz del candil, si nos mantenemos unidos podemos ir avanzando- Sugerí mientras señalaba el camino al capitán y le hacía una seña discreta a Rauko para que se mantuviera cerca de la mujer misteriosa y vigilara con atención sus movimientos.
[x] El conteo estaba en +1 y tras la runa de Merida volvemos a 0 jojojo, a ver qué me sale. ¿Qué haces tú aquí?- Respondí a su pregunta -Nosotros, pues, ya sabes, lo típico, sales de casa y de pronto andas en las catacumbas cazando nigromantes- Dije con sarcasmo -Es peor de lo que pensaba- El tono de voz comenzó a tomar mayor seriedad, sus palabras no traían nada de aliento a la situación y comenzaba a sentir que seríamos pocos para detener lo que fuera que podría pasar allí abajo, con una seña de la mano derecha pedí silencio a mis acompañantes aunque ya para entonces era demasiado tarde, una nueva figura se acercaba a nosotros; el pulposo se adelantó y le pidió identificarse pero en lugar de darnos alguna información acerca de su nombre simplemente comenzó a gritar al darse cuenta que estaba sobre los cusurungos del suelo.
Su dramática entrada me hizo olvidar el peligro, no sabía realmente si reírme o preocuparme pero antes que ocurriera algo grave le tendí mi mano para que se acercara, algo ingenuo de mi parte pero cuando me di cuenta ya estaba siendo una víctima fácil para ella así que no quedaba de otra, contaba con que mis compañeros estuvieran atentos para reaccionar si la misteriosa recién llegada tenía segundas intenciones, a fin de cuentas resultaba difícil ver su rostro y tal como andaba podría ser uno de esos nigromantes y acercarse por sorpresa para asesinarnos y sacarnos las mantecas como aquellas leyendas para asustar niños.
Por desgracia no hubo manera de confirmar nada y una nueva ventisca fría me heló hasta los huesos e incuso logró silencias a los asquerosos insectos que pululaban por el piso -¿Sintieron eso?- Pregunté a mis compañeros antes de retroceder y alejarme de aquella mujer -¿Quién eres y qué haces aquí?- Interrogué de nuevo a la chica que hasta ahora no se había identificado y su misteriosa actitud ligada a su repentina llegada y su rostro cubierto, comenzaban a ponerme nervioso -No encontraremos nada si nos quedamos aquí- Sentencié en tono serio -Esos bichos se alejan de la luz del candil, si nos mantenemos unidos podemos ir avanzando- Sugerí mientras señalaba el camino al capitán y le hacía una seña discreta a Rauko para que se mantuviera cerca de la mujer misteriosa y vigilara con atención sus movimientos.
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
Los elfos se presentaron no sin antes ironizar sobre el hecho de que todos estaban lejos de su hogar. El Capitán Werner se llevó la pinza en el pecho e inclinó vagamente su espalda hacia el suelo emulando la señal de respeto del clan de Nereida Nyére. Tuvo en que cuenta que, por supuesto, no todos los clanes tendrían el mismo saludo, pero pensó que tal vez a Xana y a Rauko les agradaría reconocer un gesto de su raza en un lugar oscuro y podrido como eran las cloacas de Lunargenta.
-Encantado de conoceros Rauko y Xana. Yo soy el Capitán Alfred Werner, pero todos me conocen como Capitán-.
La mujer sin ojos se quedó a escasos metros del grupo, cohibida bajo la escasa luz del candil. Parecía un revoltoso niño que acababa de ser descubierto después de realizar una travesura. Un comportamiento que bien podría tener un solitario nigromante que estuviera a punto de atacar a aquellos que han penetrado en su morada. No contestó a las preguntas que el Capitán le formuló. Simplemente, se limitó a dar saltos sobre la misma posición y emprender una batalla personal contra los insectos de las cloacas.
En otro lugar y en otra situación, el Capitán habría sacado a relucir su sentido paternalista. Se habría acercado a la mujer sin ojos y usado la luz del candil para alejar a los bichos de ella. Sin embargo, estaban en las cloacas en un momento de tensión en el que suponía, si creía en las predicciones de Roger Baraun, que los nigromantes realizaban un horrible ritual de resurrección. No solamente tenía un comportamiento sospechoso hacia el grupo sino que además su aspecto era el mismo que el de los monstruos creados por los nigromantes y, también, el de los nigromantes menores que dejaban que sus mayores experimentasen con ellos. El rostro de la mujer le recordaba a una muñeca que había perdido las dos bolitas de cristal que formaban sus ojos y habían cosido las cuencas para que no se llenasen los agujeros de suciedad. De existir una raza de brujos capaces de combinar la inocencia y dulzura de una muñeca con la horripilante imagen de una persona sin ojos, éstos debían ser los nigromantes.
El Capitán puso su mano izquierda en el hombro de Bio en un gesto protector al ver que se dirigía a la mujer sin ojos con voz cálida y comprensiva.
-Ten cuidado, no conocemos su identidad ni sus intenciones-.
Edgar el cuervo, que hasta entonces había estado a los pies de la mujer picoteando los insectos, dio un graznido de advertencia a la oscuridad y alzó el vuelo de vuelta a su posición en el hombro del pirata. Los pequeños ojos de plata del pájaro no apartaban la vista de las tinieblas. De forma intermitente, graznaba y se acurrucaba. Tenía miedo y el Capitán Werner comprendía su miedo. Este lugar estaba maldito. La magia de los nigromantes habían hecho de las cloacas un lugar de podredumbre y maldad en el que los mayores miedos de cada uno se proyectaban en las sombras. El Capitán se sentía como un niño que creía ver a sus monstruos acechando debajo de la cama o detrás de las puertas del armario. El cuervo debía tener la misma sensación. La maldad de las cloacas tenía la capacidad de inquirir en la mente de los extraños haciendo que temiesen a lo que no existía. Esta misma maldad podía ser la causa de que el Capitán sospechase que una niña malherida y asustada fuera una peligrosa nigromante con deseos de venganza.
-¿Lo sentís? Es este horrible lugar. Baraun tenía razón, los nigromantes lo maldijeron con su magia de tinieblas. Puedo sentir a la maldad erizar los extremos de los tentáculos de mi barba. Hace que se me ponga la piel de escarpia. –miró hacia el lugar donde apuntaba el cuervo- No podemos quedarnos quietos, debemos seguir avanzando. No muy lejos de aquí, siguiendo las indicaciones de Baraun, los nigromantes están realizando sus oscuros rituales. Si les dejamos que finalicen sus cánticos, esta misma sensación se extenderá por toda Lunargenta-.
El viejo pirata tomó la iniciativa. Como portador de luz, avanzó en primer lugar marcando el camino que el grupo debiese tomar. De vez en cuando, detenía la partida y rondaba el candil iluminando las paredes por las que se guiaban y el suelo por el que pisaban; era importante prevenirse de cualquier contrariedad posible: un monstruo acechando bajo de la cama o detrás de las puertas del armario.
Durante unos metros, el cuervo seguía con su gama de graznidos. El Capitán acarició su lomo con los tentáculos de la barba. Edgar se tranquilizó lo suficiente para dejar de graznar a la oscuridad.
-Haznos una señal solo si ves peligro-.
-Peligro. Peligro- repitió despacio dando a entender que había comprendido la orden.
Como ocurría con los rayos, primero se veía el resplandor del relámpago y luego el estruendo del trueno. Al poco de seguir caminando, la compañía vio un resplandor verdoso emerger del fondo de la cloaca. La luz era fría y estaba apestaba a maldad, a lo que Demian, el niño brujo llamaba Éter. Este era el relámpago que advertía el futuro estruendo. En un arrebato de terror y desesperación, Capitán buscó tímidamente con la mano izquierda la compañía de su difunta mujer. Su presencia, pensaba, podía traer la esperanza y alejar a las tinieblas. Edgar el cuervo se había quedado encogido en el hombro del pirata, no decía nada. El Capitán abrió la puertecita de cristal del candil y apagó la piedra rojiza. El resplandor verdoso de los rituales daba suficiente luz para poder ver el camino por el que caminaban. El estruendo del trueno era una serie de cánticos religiosos acompañados por el arcaico ritmo de los timbales. La música hacía eco con el vacío de la cloaca haciendo que pareciese que estuviera mucho más lejos del lugar donde nacía. Era espeluznante y, sin embargo, atraía a la compañía como si un canto de sirena se tratase. Sin dejar de caminar, el Capitán guardó el candil apagado y frío en la mochila. Llegado el combate necesitaría la espada en la mano izquierda y la pinza en la derecha por igual.
-No podemos olvidar que ellos pueden haber utilizado su magia para vigilarnos desde el primer momento que entramos en las cloacas y saber que vamos hacia ellos con intenciones deshonestas. Cualquier estrategia previa que hagamos sería inútil si es verdad que nos están escuchando. Mi propuesta es entrar al lugar y utilizar el ingenio y la improvisación para evitar que puedan predecir nuestros ataques. Os aconsejo que cubráis de las espaldas de vuestros compañeros y, más importante, de las vuestras propias. No sabemos cuántos enemigos nos esperan ni de qué son capaces. Estad atentos. Combatir con cabeza-.
-Atentos. Cabeza. –colaboró Edgar el cuervo.
-Adelante- era un susurro y un grito de valor al mismo tiempo.
Offrol: Decía el evento que terminaba en el tercer turno, en este, al encontrar el ritual. Me he permitido describir el camino.
Lanzo dos runas de suerte. La primera es la del evento. La segunda pertenece a la habilidad del cuervo “Busca Tesoros”. Hago alusión en el post que Edgar ha encontrado algo y que grazna a ese algo. Pues bien, es el tesoro. Ger debe decir qué encontremos en ese tesoro.
La frase subrayada señala el uso de la habilidad de nivel 0 del Capitán: Grito de Guerra.
Conteo de suerte: 0 de Merida, -1 de Bio. 0 Otra vez. Nuestro nivel de estrés es muy bueno. Dudo que vayamos a perder.
Aprovecho este último turno para decir que me he divertido mucho con el evento. Master Ger, has hecho un gran trabajo haciendo estos geniales temas para nosotros. Equipo, Rauko, Bio y Merida, me ha encantado rolear con vosotros. He disfrutado muchísimo.
-Encantado de conoceros Rauko y Xana. Yo soy el Capitán Alfred Werner, pero todos me conocen como Capitán-.
La mujer sin ojos se quedó a escasos metros del grupo, cohibida bajo la escasa luz del candil. Parecía un revoltoso niño que acababa de ser descubierto después de realizar una travesura. Un comportamiento que bien podría tener un solitario nigromante que estuviera a punto de atacar a aquellos que han penetrado en su morada. No contestó a las preguntas que el Capitán le formuló. Simplemente, se limitó a dar saltos sobre la misma posición y emprender una batalla personal contra los insectos de las cloacas.
En otro lugar y en otra situación, el Capitán habría sacado a relucir su sentido paternalista. Se habría acercado a la mujer sin ojos y usado la luz del candil para alejar a los bichos de ella. Sin embargo, estaban en las cloacas en un momento de tensión en el que suponía, si creía en las predicciones de Roger Baraun, que los nigromantes realizaban un horrible ritual de resurrección. No solamente tenía un comportamiento sospechoso hacia el grupo sino que además su aspecto era el mismo que el de los monstruos creados por los nigromantes y, también, el de los nigromantes menores que dejaban que sus mayores experimentasen con ellos. El rostro de la mujer le recordaba a una muñeca que había perdido las dos bolitas de cristal que formaban sus ojos y habían cosido las cuencas para que no se llenasen los agujeros de suciedad. De existir una raza de brujos capaces de combinar la inocencia y dulzura de una muñeca con la horripilante imagen de una persona sin ojos, éstos debían ser los nigromantes.
El Capitán puso su mano izquierda en el hombro de Bio en un gesto protector al ver que se dirigía a la mujer sin ojos con voz cálida y comprensiva.
-Ten cuidado, no conocemos su identidad ni sus intenciones-.
Edgar el cuervo, que hasta entonces había estado a los pies de la mujer picoteando los insectos, dio un graznido de advertencia a la oscuridad y alzó el vuelo de vuelta a su posición en el hombro del pirata. Los pequeños ojos de plata del pájaro no apartaban la vista de las tinieblas. De forma intermitente, graznaba y se acurrucaba. Tenía miedo y el Capitán Werner comprendía su miedo. Este lugar estaba maldito. La magia de los nigromantes habían hecho de las cloacas un lugar de podredumbre y maldad en el que los mayores miedos de cada uno se proyectaban en las sombras. El Capitán se sentía como un niño que creía ver a sus monstruos acechando debajo de la cama o detrás de las puertas del armario. El cuervo debía tener la misma sensación. La maldad de las cloacas tenía la capacidad de inquirir en la mente de los extraños haciendo que temiesen a lo que no existía. Esta misma maldad podía ser la causa de que el Capitán sospechase que una niña malherida y asustada fuera una peligrosa nigromante con deseos de venganza.
-¿Lo sentís? Es este horrible lugar. Baraun tenía razón, los nigromantes lo maldijeron con su magia de tinieblas. Puedo sentir a la maldad erizar los extremos de los tentáculos de mi barba. Hace que se me ponga la piel de escarpia. –miró hacia el lugar donde apuntaba el cuervo- No podemos quedarnos quietos, debemos seguir avanzando. No muy lejos de aquí, siguiendo las indicaciones de Baraun, los nigromantes están realizando sus oscuros rituales. Si les dejamos que finalicen sus cánticos, esta misma sensación se extenderá por toda Lunargenta-.
El viejo pirata tomó la iniciativa. Como portador de luz, avanzó en primer lugar marcando el camino que el grupo debiese tomar. De vez en cuando, detenía la partida y rondaba el candil iluminando las paredes por las que se guiaban y el suelo por el que pisaban; era importante prevenirse de cualquier contrariedad posible: un monstruo acechando bajo de la cama o detrás de las puertas del armario.
Durante unos metros, el cuervo seguía con su gama de graznidos. El Capitán acarició su lomo con los tentáculos de la barba. Edgar se tranquilizó lo suficiente para dejar de graznar a la oscuridad.
-Haznos una señal solo si ves peligro-.
-Peligro. Peligro- repitió despacio dando a entender que había comprendido la orden.
Como ocurría con los rayos, primero se veía el resplandor del relámpago y luego el estruendo del trueno. Al poco de seguir caminando, la compañía vio un resplandor verdoso emerger del fondo de la cloaca. La luz era fría y estaba apestaba a maldad, a lo que Demian, el niño brujo llamaba Éter. Este era el relámpago que advertía el futuro estruendo. En un arrebato de terror y desesperación, Capitán buscó tímidamente con la mano izquierda la compañía de su difunta mujer. Su presencia, pensaba, podía traer la esperanza y alejar a las tinieblas. Edgar el cuervo se había quedado encogido en el hombro del pirata, no decía nada. El Capitán abrió la puertecita de cristal del candil y apagó la piedra rojiza. El resplandor verdoso de los rituales daba suficiente luz para poder ver el camino por el que caminaban. El estruendo del trueno era una serie de cánticos religiosos acompañados por el arcaico ritmo de los timbales. La música hacía eco con el vacío de la cloaca haciendo que pareciese que estuviera mucho más lejos del lugar donde nacía. Era espeluznante y, sin embargo, atraía a la compañía como si un canto de sirena se tratase. Sin dejar de caminar, el Capitán guardó el candil apagado y frío en la mochila. Llegado el combate necesitaría la espada en la mano izquierda y la pinza en la derecha por igual.
-No podemos olvidar que ellos pueden haber utilizado su magia para vigilarnos desde el primer momento que entramos en las cloacas y saber que vamos hacia ellos con intenciones deshonestas. Cualquier estrategia previa que hagamos sería inútil si es verdad que nos están escuchando. Mi propuesta es entrar al lugar y utilizar el ingenio y la improvisación para evitar que puedan predecir nuestros ataques. Os aconsejo que cubráis de las espaldas de vuestros compañeros y, más importante, de las vuestras propias. No sabemos cuántos enemigos nos esperan ni de qué son capaces. Estad atentos. Combatir con cabeza-.
-Atentos. Cabeza. –colaboró Edgar el cuervo.
-Adelante- era un susurro y un grito de valor al mismo tiempo.
Offrol: Decía el evento que terminaba en el tercer turno, en este, al encontrar el ritual. Me he permitido describir el camino.
Lanzo dos runas de suerte. La primera es la del evento. La segunda pertenece a la habilidad del cuervo “Busca Tesoros”. Hago alusión en el post que Edgar ha encontrado algo y que grazna a ese algo. Pues bien, es el tesoro. Ger debe decir qué encontremos en ese tesoro.
La frase subrayada señala el uso de la habilidad de nivel 0 del Capitán: Grito de Guerra.
Conteo de suerte: 0 de Merida, -1 de Bio. 0 Otra vez. Nuestro nivel de estrés es muy bueno. Dudo que vayamos a perder.
Aprovecho este último turno para decir que me he divertido mucho con el evento. Master Ger, has hecho un gran trabajo haciendo estos geniales temas para nosotros. Equipo, Rauko, Bio y Merida, me ha encantado rolear con vosotros. He disfrutado muchísimo.
Última edición por Capitán Werner el Jue Jul 26 2018, 12:48, editado 1 vez
El Capitán Werner
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
El miembro 'Capitán Werner' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
Aún no podía lograr encontrar la manera de sentirme tranquilo a pesar de que los ciempiés se alejaron gracias al candil del hombre-calamar, quien, logrando reflejar una imagen más calmada y segura de lo que yo podría transmitir poseyendo un pavor creciente, se presentó como Capitán Alfred Werner, añadiendo después que todos lo conocían como Capitán, y luego finalizó con un gesto cortés y mucho más elegante que mi vago saludo simplista. Él aparentaba ser alguien de modales refinados o, por lo menos, alguien con una mejor educación que la que tuve al vivir con una hermandad de guerreros toscos y alejado de la cultura de mi raza.
Sin tiempo para más charla la nueva compañía resultó no ser más que una chica asustada por los ciempiés… o era una astuta asesina que intentaba aprovecharse de la piedad de sus objetivos para eliminarnos con más facilidad, que era lo más probable teniendo en cuenta el lugar donde estábamos.
Sea como sea me mantuve alerta a cualquier movimiento sospechoso de ella, mientras intentaba empuñar mi espada sin que me temblaran ligeramente las manos, lo cual, extrañamente, me parecía difícil. Sin apartar la mirada de la chica, aspiré y exhalé lenta y profundamente por mi boca, pero eso tampoco podía normalizar la velocidad de mi acelerado corazón.
–Sí, solo fue una ventisca, no pasa nada –respondí con un tono serio a la pregunta de Bio, pero realmente eran palabras dirigidas a mí con intención de convencerme de que todo estaría bien, algo que no funcionó en absoluto.
Entonces, cuando el vampiro hizo una seña discreta, entendí su mensaje y me coloqué cerca de la chica extraña, percibiendo así un nuevo hedor, uno diferente al que poseía las catacumbas. Inevitablemente hice una mueca de asco y comencé a respirar solo por la boca. Xana también se colocó cerca y, como era de esperarse de cualquiera que tuviera olfato, también reaccionó de la misma manera que yo.
Intentando ignorar ese apestoso detalle, escuché las palabras del Capitán, quien, a diferencia de cuando nos advirtió que no debíamos estar ahí, nos dijo esta vez que debíamos avanzar. Obviamente yo prefería que ahora él pensara de esa forma, pues los nigromantes debían ser eliminados, ya que estos eran los responsables de que yo estuviera pasando un mal rato en las catacumbas.
El capitán dejó de hablar para seguidamente comenzar con la caminata. En ese momento yo pude haber hecho algún comentario, pero, como he mencionado antes, no me encontraba de humor para algo así.
Y finalmente avanzamos de nuevo.
Mientras caminaba no dejé de estar atento a los movimientos de la chica olorosa; solo su presencia la hacía lo suficientemente sospechosa para desconfiar de ella. Y aunque esa tarea no fuera algo difícil, tener que vigilarla y, al mismo tiempo, no pasar desapercibido ningún detalle del entorno me parecía estresante.
Con cada paso que daba, mis manos, pies e incluso la punta de mi nariz se hacían más fríos. Mi garganta se me resecaba por respirar por la boca, y en vez de tragar, escupía cuando se acumulaba mucha saliva, pues creía que ese líquido estaría contaminado.
Repentinamente recordé que Xana también estaba en ese horrible viaje. La miré al instante para ver cómo se encontraba. Ella no había dicho nada por un rato, hecho que sería distinto si estuviéramos en la superficie. También caminaba con los brazos cruzados y con la mirada baja, con unos ojos en los que se podía ver una pequeña pizca de desesperación. Sin embargo, esta vez no fui capaz de decirle algo para animarla; simplemente permanecí en silencio.
Cuando creí que estábamos llegando al seno de la oscuridad, nos detuvimos cuando vimos una luz verde al final del pasillo, una hermosa luz de mi color favorito. No obstante, esa luz estaba acompañada por lúgubres cánticos y el sonido de timbales, una tétrica canción nacida para la realización de una magia prohibida.
Instintivamente agarré mi espada con más fuerza. Ahora que habíamos llegado a nuestro destino no podíamos hacer otra cosa más que prepararnos para una inminente batalla donde, por desgracia, no conocíamos a cuántos enemigos enfrentaríamos ni con cuántos aliados podríamos contar.
Nuevamente miré a Xana y, cuando ella me miró, señalé con los ojos a la chica olorosa. Luego Xana dejó salir un pequeño suspiro antes de adquirir un semblante serio y asentir con la cabeza. Imité ese último gesto y fijé mi mirada hacia adelante, escuchando las palabras del Capitán y estando atento ante cualquier posible traición.
Entonces volvimos a avanzar.
Sin tiempo para más charla la nueva compañía resultó no ser más que una chica asustada por los ciempiés… o era una astuta asesina que intentaba aprovecharse de la piedad de sus objetivos para eliminarnos con más facilidad, que era lo más probable teniendo en cuenta el lugar donde estábamos.
Sea como sea me mantuve alerta a cualquier movimiento sospechoso de ella, mientras intentaba empuñar mi espada sin que me temblaran ligeramente las manos, lo cual, extrañamente, me parecía difícil. Sin apartar la mirada de la chica, aspiré y exhalé lenta y profundamente por mi boca, pero eso tampoco podía normalizar la velocidad de mi acelerado corazón.
–Sí, solo fue una ventisca, no pasa nada –respondí con un tono serio a la pregunta de Bio, pero realmente eran palabras dirigidas a mí con intención de convencerme de que todo estaría bien, algo que no funcionó en absoluto.
Entonces, cuando el vampiro hizo una seña discreta, entendí su mensaje y me coloqué cerca de la chica extraña, percibiendo así un nuevo hedor, uno diferente al que poseía las catacumbas. Inevitablemente hice una mueca de asco y comencé a respirar solo por la boca. Xana también se colocó cerca y, como era de esperarse de cualquiera que tuviera olfato, también reaccionó de la misma manera que yo.
Intentando ignorar ese apestoso detalle, escuché las palabras del Capitán, quien, a diferencia de cuando nos advirtió que no debíamos estar ahí, nos dijo esta vez que debíamos avanzar. Obviamente yo prefería que ahora él pensara de esa forma, pues los nigromantes debían ser eliminados, ya que estos eran los responsables de que yo estuviera pasando un mal rato en las catacumbas.
El capitán dejó de hablar para seguidamente comenzar con la caminata. En ese momento yo pude haber hecho algún comentario, pero, como he mencionado antes, no me encontraba de humor para algo así.
Y finalmente avanzamos de nuevo.
Mientras caminaba no dejé de estar atento a los movimientos de la chica olorosa; solo su presencia la hacía lo suficientemente sospechosa para desconfiar de ella. Y aunque esa tarea no fuera algo difícil, tener que vigilarla y, al mismo tiempo, no pasar desapercibido ningún detalle del entorno me parecía estresante.
Con cada paso que daba, mis manos, pies e incluso la punta de mi nariz se hacían más fríos. Mi garganta se me resecaba por respirar por la boca, y en vez de tragar, escupía cuando se acumulaba mucha saliva, pues creía que ese líquido estaría contaminado.
Repentinamente recordé que Xana también estaba en ese horrible viaje. La miré al instante para ver cómo se encontraba. Ella no había dicho nada por un rato, hecho que sería distinto si estuviéramos en la superficie. También caminaba con los brazos cruzados y con la mirada baja, con unos ojos en los que se podía ver una pequeña pizca de desesperación. Sin embargo, esta vez no fui capaz de decirle algo para animarla; simplemente permanecí en silencio.
Cuando creí que estábamos llegando al seno de la oscuridad, nos detuvimos cuando vimos una luz verde al final del pasillo, una hermosa luz de mi color favorito. No obstante, esa luz estaba acompañada por lúgubres cánticos y el sonido de timbales, una tétrica canción nacida para la realización de una magia prohibida.
Instintivamente agarré mi espada con más fuerza. Ahora que habíamos llegado a nuestro destino no podíamos hacer otra cosa más que prepararnos para una inminente batalla donde, por desgracia, no conocíamos a cuántos enemigos enfrentaríamos ni con cuántos aliados podríamos contar.
Nuevamente miré a Xana y, cuando ella me miró, señalé con los ojos a la chica olorosa. Luego Xana dejó salir un pequeño suspiro antes de adquirir un semblante serio y asentir con la cabeza. Imité ese último gesto y fijé mi mirada hacia adelante, escuchando las palabras del Capitán y estando atento ante cualquier posible traición.
Entonces volvimos a avanzar.
(☞゚∀゚)☞ OFFROL ☜(゚∀゚☜)
Tras la "bonita" runa del capi, quedamos en: +3Así que es la hora de que yo, Rauko, arregle el conteo de estrés... o eso intentaré.
Rauko
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] Fénix
Llegué donde ellos rápidamente pero no se me ocurrió absolutamente nada que decir o hacer, estaba demasiado asqueada por las miles y miles de patitas que caminaron por mis pies, sin mencionar todo el ruido que seguían haciendo las pequeñas criaturas y es que habían muchos por todos lados, demasiados, pero no allí, no cerca de estas personas y no podía concentrar mi magia para tratar de leer sus rostro o algo ya que me hallaba demasiado alterada y nerviosa.
Me frené ante la interrogativa voz pesada y gruesa, había caminado hacia él -tras la persona que andaba con un ave- sin percatarme que era observada descuidando así la impronta que manejaba como si fuese una idiota y, complicándome la existencia mas aun, esté vió mi rostro. Aquel hecho desmoronaría la fachada de una simple niñita con la que jugaba normalmente. Sujeté ambos lados de mi capucha escondiéndome mejor, las otras voces no estaban en frente mio, no sería un mal impacto a todos de primera instancia después de todo; ya demasiado sospechosa era mi comparecencia en aquel lugar y la voz del desconfiado fué la misma que hoy alarmaba al resto con suma paranoia y delirio, su evidente miedo a lo desconocido parecía ser mi única carta a favor que lo desacreditaría en sus advertencias x mí.
Lo ignoré sin decir ni hacer nada, manteniendo el rostro inclinado como si mirara al suelo y la espalda algo encobrada. El aire eran pero tan denso que los toscos movimientos de estos sujetos creaban claras ondas de aire que podían llegar a interpretarse. No era una imagen clara, pero sabía donde estaban y que hacían a groso modo, necesitaba relajarme un poco ahora que no sentía mas alimañas en mis pies.
Entonces ví un gesto al cual retenerme, una de estas cuatro personas me mostró amabilidad a pesar de la situación, y si bien el momento era sumamente crítico para todos nosotros, bien llevada, la ternura y la lástima eran recursos invaluables que intentar manipular.
Obviamente no confiarían en mí como si nada y, aquel hombre de voz gruesa y áspera de sonidos extraños en su rostro lo dejó muy en claro con quien me tendió su ayuda. Me preocupaban mas que ellos dos, las otras dos personas que no dijeron nada, a penas si se movieron para colocarse al lado mio, estaba en una clara desventaja si no podía usar mi magia tranquilamente, ellos estaban sobre mi y me dio la sensación de que era ese su plan de acción a seguir ante mi sorpresiba presencia.
Por un segundo inspiré profundo para tratar de despejar mis pensamientos pero no hizo falta, la persona amable sugirió que "sigamos" y no me cuestionó nada más a pesar de que me mantenía en absoluto silencio; era una clara invitación a seguirlos, a la que gustosa aceptaría, él creyó mi papel de joven en apuros o esa impresión me dió y me aferraría como sea a esa corazonada. Avancé dos pasos, tres, cuatro y me sentí escoltada, efectivamente tendría aquellos par de ojos sobre mí por las dudas, algo a tener en cuenta. Entonces el ave hizo su rugido molesto clásico de cuervos pero el sonido se perdía hacia adelante, él también sintió aquel poder que me hacia estremecer el cuerpo entero.
Una vez más los delirios del hombre comenzaron a escucharse, perdía la compostura muy fácilmente y hablaba demasiado para mi gusto, pero dijo algo que llamó mi atención: "los nigromantes están realizando sus oscuros rituales." Pensé entonces recordando el juego lo que el cadáver dijo antes de morirse mas atrás y todo cobraba mas sentido: la oscuridad que me latía salia de allí, de lo que el ritual traía consigo. Con mas razón iría donde ellos, estábamos claramente buscando lo mismo.
Caminé a su lado escuchando como el pájaro chillaba y chillaba incansablemente pero poco a poco otro sonido se fue alternándose con el odioso cantar del bicharraco, unos tambores, unas ondas que rebotaban en todas las paredes y con forme avanzábamos eran casi una luz a mis sentidos, veía las paredes vibrando, marcándome límites y el ruido golpeándolos a los cuatro, cinco si contaba al ave. Una vez mas el vocero del grupo habló cuanto el aire le permitió gratuitamente como si fuese de vital importancia lo que tenia para decir, sus palabras de jefe auto-proclamado fueron entre aburridas y predecibles, como así también lo seria la reacción de todos en un inminente combate, yo era un enemigo mas para ellos, y también era un enemigo para quienes estaban adelante profesando cánticos interesantes. Todos contra todos no, todos contra todos y contra mi, las cosas no se veían bien, tenia que jugar en su equipo aun, si quería lograr algo en aquel lugar, no dejaría que destruyan la fuente de esa oscura presencia, pero tampoco pondría en riesgo mi vida por algo que siquiera conozco, entonces dije lo único que se me ocurrió decir en aquel momento.
- Algo mas adelante... que está surgiendo... terminará por matarnos. Conozco ese sonido, la están trayendo.. - levanté el rostro mostrando mi cara mientras bajaba del todo la capucha para dejar de ocultarme, las vendas corridas permitían entrever mi gran herida por sobre la nariz mientras fruncía mis labios y mis gestos, usando como recurso el recuerdo del mayor miedo que experimenté en la vida, necesitaba interpretar espanto y duda innegables - No sé como explicarlo, pero esa energía pesa, arrastra y lastima... - me abracé a mi misma como si sintiera un fuerte dolor interno. Solo podía jugar con la poca y nada de información que tenía de otros Guerreros de Sangre a los que había derrotado para que mi "nuevo equipo" no me viera como un enemigo más.
Era un juego mas oscuro de lo que imaginé cuando decidí unirme a ellos y, deseaba sonreír con locura ante la exquisita sensación que aquella oscuridad me producía.
Ese algo se hizo de repente mas y mas grande, las voces se escucharon mas y mas fuertes, pronto el frió del ambiente fue tanto que comenzó a dolerme estar descalsa, la temperatura disminuyo mas, mucho mas y nada en mi cuerpo me ayudo a evitar el temblor de la mandíbula, tenia frió, me congelaba.
________________Me frené ante la interrogativa voz pesada y gruesa, había caminado hacia él -tras la persona que andaba con un ave- sin percatarme que era observada descuidando así la impronta que manejaba como si fuese una idiota y, complicándome la existencia mas aun, esté vió mi rostro. Aquel hecho desmoronaría la fachada de una simple niñita con la que jugaba normalmente. Sujeté ambos lados de mi capucha escondiéndome mejor, las otras voces no estaban en frente mio, no sería un mal impacto a todos de primera instancia después de todo; ya demasiado sospechosa era mi comparecencia en aquel lugar y la voz del desconfiado fué la misma que hoy alarmaba al resto con suma paranoia y delirio, su evidente miedo a lo desconocido parecía ser mi única carta a favor que lo desacreditaría en sus advertencias x mí.
Lo ignoré sin decir ni hacer nada, manteniendo el rostro inclinado como si mirara al suelo y la espalda algo encobrada. El aire eran pero tan denso que los toscos movimientos de estos sujetos creaban claras ondas de aire que podían llegar a interpretarse. No era una imagen clara, pero sabía donde estaban y que hacían a groso modo, necesitaba relajarme un poco ahora que no sentía mas alimañas en mis pies.
Entonces ví un gesto al cual retenerme, una de estas cuatro personas me mostró amabilidad a pesar de la situación, y si bien el momento era sumamente crítico para todos nosotros, bien llevada, la ternura y la lástima eran recursos invaluables que intentar manipular.
Obviamente no confiarían en mí como si nada y, aquel hombre de voz gruesa y áspera de sonidos extraños en su rostro lo dejó muy en claro con quien me tendió su ayuda. Me preocupaban mas que ellos dos, las otras dos personas que no dijeron nada, a penas si se movieron para colocarse al lado mio, estaba en una clara desventaja si no podía usar mi magia tranquilamente, ellos estaban sobre mi y me dio la sensación de que era ese su plan de acción a seguir ante mi sorpresiba presencia.
Por un segundo inspiré profundo para tratar de despejar mis pensamientos pero no hizo falta, la persona amable sugirió que "sigamos" y no me cuestionó nada más a pesar de que me mantenía en absoluto silencio; era una clara invitación a seguirlos, a la que gustosa aceptaría, él creyó mi papel de joven en apuros o esa impresión me dió y me aferraría como sea a esa corazonada. Avancé dos pasos, tres, cuatro y me sentí escoltada, efectivamente tendría aquellos par de ojos sobre mí por las dudas, algo a tener en cuenta. Entonces el ave hizo su rugido molesto clásico de cuervos pero el sonido se perdía hacia adelante, él también sintió aquel poder que me hacia estremecer el cuerpo entero.
Una vez más los delirios del hombre comenzaron a escucharse, perdía la compostura muy fácilmente y hablaba demasiado para mi gusto, pero dijo algo que llamó mi atención: "los nigromantes están realizando sus oscuros rituales." Pensé entonces recordando el juego lo que el cadáver dijo antes de morirse mas atrás y todo cobraba mas sentido: la oscuridad que me latía salia de allí, de lo que el ritual traía consigo. Con mas razón iría donde ellos, estábamos claramente buscando lo mismo.
Caminé a su lado escuchando como el pájaro chillaba y chillaba incansablemente pero poco a poco otro sonido se fue alternándose con el odioso cantar del bicharraco, unos tambores, unas ondas que rebotaban en todas las paredes y con forme avanzábamos eran casi una luz a mis sentidos, veía las paredes vibrando, marcándome límites y el ruido golpeándolos a los cuatro, cinco si contaba al ave. Una vez mas el vocero del grupo habló cuanto el aire le permitió gratuitamente como si fuese de vital importancia lo que tenia para decir, sus palabras de jefe auto-proclamado fueron entre aburridas y predecibles, como así también lo seria la reacción de todos en un inminente combate, yo era un enemigo mas para ellos, y también era un enemigo para quienes estaban adelante profesando cánticos interesantes. Todos contra todos no, todos contra todos y contra mi, las cosas no se veían bien, tenia que jugar en su equipo aun, si quería lograr algo en aquel lugar, no dejaría que destruyan la fuente de esa oscura presencia, pero tampoco pondría en riesgo mi vida por algo que siquiera conozco, entonces dije lo único que se me ocurrió decir en aquel momento.
- Algo mas adelante... que está surgiendo... terminará por matarnos. Conozco ese sonido, la están trayendo.. - levanté el rostro mostrando mi cara mientras bajaba del todo la capucha para dejar de ocultarme, las vendas corridas permitían entrever mi gran herida por sobre la nariz mientras fruncía mis labios y mis gestos, usando como recurso el recuerdo del mayor miedo que experimenté en la vida, necesitaba interpretar espanto y duda innegables - No sé como explicarlo, pero esa energía pesa, arrastra y lastima... - me abracé a mi misma como si sintiera un fuerte dolor interno. Solo podía jugar con la poca y nada de información que tenía de otros Guerreros de Sangre a los que había derrotado para que mi "nuevo equipo" no me viera como un enemigo más.
Era un juego mas oscuro de lo que imaginé cuando decidí unirme a ellos y, deseaba sonreír con locura ante la exquisita sensación que aquella oscuridad me producía.
Ese algo se hizo de repente mas y mas grande, las voces se escucharon mas y mas fuertes, pronto el frió del ambiente fue tanto que comenzó a dolerme estar descalsa, la temperatura disminuyo mas, mucho mas y nada en mi cuerpo me ayudo a evitar el temblor de la mandíbula, tenia frió, me congelaba.
+3 +2.. = +5 y va mi runa....
Disculpen que me este tardando, estoy teniendo ciertas complicaciones laborales que no me permiten estar en casa u.u
Merida DunBroch
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