[MEGAEVENTO: GUERRA] A lomos de Querostraza
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[MEGAEVENTO: GUERRA] A lomos de Querostraza
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La guerra había comenzado. En Lunargenta amaneció un oscuro día, a consecuencia de los nubarrones que otorgaban al ambiente un aire oscuro. Las nubes se arremolinaban sobre la ubicación del castillo sin que nadie fuese capaz de explicar qué era lo que estaba ocurriendo. Tal era la oscuridad que los chupasangres podían salir a la calle, a combatir los ejércitos de Lunargenta y los del Norte. Un gran hándicap para los ejércitos aliados.
En cuanto a la población civil, algunos permanecían en sus casas. Otros, trataban de huir a la ciudad. En el mejor de los casos, lograrían su objetivo. Pero en el peor recibirían una muerte rápida bien por los ejércitos de un bando, o los de otro. No quedaba claro qué era mejor hacer.
Para colmo, un dragón de gran envergadura sobrevolaba la ciudad. Haciendo barridas en los que literalmente incendiaba cada ciudad. - ¡¿Con quién está esa criatura de los infiernos?! - Se cuestionaban los pueblerinos, y también los vampiros, conforme aquel ser alado barría todo lo que pasara a su paso, independientemente de su bandera.
Su tamaño era descomunal, casi el doble que los llamados dragones ancianos, las mayores criaturas que se habían visto nunca, y en las frías montañas del Norte. Para muchos que ni siquiera habían abandonado Lunargenta, aquello era casi una criatura de los cuentos. Descendía con fuerza, escupía fuego con ferocidad en veloces pasadas, alzaba el vuelo de nuevo y se tomaba su tiempo para virar en los cielos volver a enfocar mientras su ronco rugido desataba el pánico en las calles.
A su paso, un reguero de fuego y muerte. Nada que estuviera sobre este quedaba vivo. Ante semejante destrucción, sólo los más valientes comenzaron a plantearse como podían distraer o ahuyentar a la bestia.
La parte negativa, es que la bestia se mantenía siempre en el aire, y sólo se acercaba a tierra para desatar el infierno. Aquel que tuviera el valor de tratar de llamar su atención, o bien disuadirla, no tendría más remedio que introducirse entre el fuego y la lava.
* * * * * * * * * * *
La colosal dragona Querostraza está desatada. Escupe una poderosa lava que impregna e incendia todo a su paso. No podréis matarla, pero sí que podréis espantarla… Si todo sale bien.
Primera ronda de la mision:
Duración: Dos turnos.
Objetivo: Tratar de subir a la dragona.
Estáis sobre el suelo y la bestia está quemándolo todo. Tenéis dos turnos para subir a sus lomos. Podéis tratar de subir por cola, ala o directamente por la cabeza.
Si subís por la cabeza: Tendréis que tirar una runa, y deberá ser de calidad buena o muy buena. Si falláis acabaréis en desventaja, pero si triunfáis facilitaréis mucho la misión. Una apuesta de riesgo pero que vale la pena.
Si subís por el ala: Tendréis que tirar una runa, y deberá ser de calidad media. La segunda fase será más sencilla.
Si subís por la cola: No tendréis que tirar runa. Pero probablemente lo paséis peor en la segunda fase.
Las runas las tendréis que tirar individualmente. Elegid bien la estrategia y que la suerte os acompañe.
Demian, por su alto nivel, contará con una pequeña ventaja en la siguiente fase. Pero por ahora no será posible utilizarla.
Ger
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] A lomos de Querostraza
"Es más grande que un cab-b-ballo" había dicho en ese entonces el pequeño Demian, de tan sólo nueve años, mientras se agazapaba tras unos arbustos junto a su maestro. Su pecho subía y bajaba rápidamente y sus ojos se abrían como platos.
"Rendirse antes de empezar es la peor manera de fallar" le había contestado el anciano sin siquiera mirarle.
Minutos más tarde el chico se lanzaba al cuello de aquel caballero, armado con nada más que una afilada daga. El hombre dormía y era la oportunidad perfecta... pero se acobardó. Bastó el titubeo de unos segundos para que el objetivo despertara y comenzara a defenderse. El chico no tuvo otra nueva chance.
Aquella misión la había debido terminar el maestro y a Demian le había costado una larga semana de castigo.
* * *
La guerra había pasado de la fría espera a la ardiente masacre y, en este caso, cuando se hablaba de ardiente se refería literalmente a un inmenso dragón lanzando llamas a su paso y arrasando la ciudad.
Demian se paró en medio de la plaza. Era raro estar allí, al menos raro en esa soledad. Normalmente el lugar estaba atiborrado de gente, personas con sus mercancías, sus canastos llenos y, por su puesto, bolsillos de los que tomar prestadas algunas monedas.
Ahora sólo estaba él.
Levantó la vista. El dragón nuevamente hacía un barrido del lugar, soplando su aliento infernal sobre las construcciones. ¿Por qué estaba allí?
Ni siquiera él mismo lo sabía, no al menos con seguridad. Era un niño, un brujo y un ladrón. No había nacido en esa tierra, lo más sensato era huir o esconderse y esperar a que todo pasara, a que las ruinas proveyeran de oportunidad para el saqueo y que el caos hiciera de los bolsillos una fruta a tomar a destajo.
Era un gorrión, los gorriones no se enfrentan a dragones, los gorriones esperan a que pase la calamidad para tomar las migajas.
¿Por qué estaba allí?
Sacó dos cuchillas arrojadizas, de las que escondía en sus botas, para sostenerlas firmemente en sus manos. Apretó el mango con fuerza, con tanto esmero que parecía querer romperlas, o bien romper sus dedos. Escupió al piso. Suspiró para intentar relajarse. Puso su mente en blanco.
–Una lagartija con alas y mal al-l-iento no va a quemar mi hogar, ¡un gorrión no es un buitre!
Caminó con la frente en alto y el pecho hinchado, una postura poco común en el chico amigo de las sombras y de un ocasional tartamudeo. Algunas chispas pasaron a su lado, desprendiéndose del humo que salía de los incendios.
¿Por qué estaba allí?
Trepar no fue difícil, no para alguien acostumbrado a infiltrarse y de entrenada agilidad como Demian. Escogió para ello una de las pocas viviendas que aún no había tomado llamas. No estaba en sus planes ser cocinado vivo antes de cumplir con su misión.
¿Misión?, ¿cuál misión? si sólo era un crío, un ladronzuelo que recorría las calles tomando cosas de bolsillos ajenos. La misión que él mismo se había puesto. Lunargenta era su hogar y el hogar de sus amigos.
Se sentó en el techo a esperar, observando, planificando.
La bestia parecía tener un movimiento errático, pero también las personas parecían tenerlo cuando caminaban descuidadas por las calles, hasta que el ojo astuto lograba identificar sus intenciones para esperarlas en el lugar preciso. Un ladrón sabía de esas cosas.
El chico sacó los brazos de las mangas de su camisa por la abertura del cuello, de modo que estas últimas colgaran a su lado. Tomó el puño de una y amarró allí, firmemente, uno de sus cuchillos arrojadizos. Hizo lo mismo con la otra, hasta quedar equipado con un par de lacios apéndices que salían de su cintura con una cuchilla en cada lado. Escupió.
El miedo era como un trago amargo, algo que te llenaba la boca de un sabor desagradable y luego te iba llenando por dentro... pero podías escupirlo. Podías botarlo antes de que pasara a tu garganta y te dificultara respirar, podías dejarlo en el piso donde otros tendrían que lidiar con él.
¿Por qué estaba allí?
Hacía calor, las llamas estaban repartidas en las calles, la destrucción abundaba y el humo comenzaba a ser molesto. No se impacientó, no podía hacerlo, lo que tenía en mente requería de paciencia y concentración, no podía desperdiciar intentos en arrebatos de impulsividad.
Asumió la posición de la flor del loto, dejando que su mente se conectara con el éter, el vacío, encontrando así el reposo de sus pensamientos. Meditar siempre había sido una de sus mejores herramientas.
La bestia seguía haciendo sus recorridos, aparentemente sin descanso ni plan, sólo llena de un incomprensible afán por destruir todo a su paso. Si las cosas seguían así las fuerzas en pugna no tendrían una ciudad por la que pelear.
De pronto hizo un giro en la dirección correcta.
Demian dejó que el éter, la fuerza que une todo, el espacio entre los espacios, le inundara, cubriendo su cuerpo de su más antigua y confiable ilusión. Su figura se disolvió en el aire, desapareciendo de la vista, pero él seguía allí, esperando el vuelo de Querostraza.
Sería sólo una sombra... un fantasma.
La criatura lanzó su lava contra una casa, haciendo estallar un techo cercano, pero no el que el chico ocupaba, no aquel donde sus pies esperaban impacientes. Escupió.
El vuelo era rápido, como lleno de furia, implacable, pero también por eso predecible. Mover semejante tamaño no era fácil. Así como un colibrí puede controlar mejor los aspectos finos de su vuelo que una gaviota, así una cosa tan grande no iba a ser finamente maniobrable.
El tiempo pareció volverse lento y Demian distinguió el trinar característico de su pequeña mascota, Chispa, en algún lugar no muy lejano. Esa avecilla parecía estar siempre alerta ante el peligro de su amo.
El momento llegó, la bestia asomaba su nariz en un vuelo rasante, un instante preciso en que el chico dejó ir sus piernas, dejándose caer desde el borde del techo para, según sus cálculos, caer justo en el lomo.
Aún en el aire, tomó las mangas colgantes de su camisa por los puños, manejando así las cuchillas. Su intención era buscar rápidamente un lugar en que encajarlas, entre las escamas, para que le hicieran de anclaje.
¿Por qué estaba allí?
Porque alguien debía hacerlo, porque no era ningún cobarde, porque había coqueteado con la muerte tantas veces, tanto dándole cadáveres como arriesgando el propio pellejo, que le era natural, un simple hecho de la vida. Porque Lunargenta era su hogar y nido de los gorriones. Porque no vendría ningún jodido lagarto a quitarle lo que tanto le había costado levantar. Porque por una vez no sería el villano, sino el héroe.
Porque no iba a tener miedo.
Off: Demian ha usado su habilidad de nivel 2, Presencia Fantasmal, la que le permite volverse invisible mediante sus ilusiones.
Demian
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] A lomos de Querostraza
El miembro 'Demian' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] A lomos de Querostraza
La ciudad estaba en llamas, jamás en su vida el guerrero fue testigo de semejante destrucción, esa maldita lagartija voladora crecida estaba convirtiendo los edificios en cenizas con solo soplarles encima una vez.
El espadachín intentaba escapar de las llamas cargando en los brazos a la pequeña Skadi mientras corría por los callejones esquivando escombros en llamas que caían de los edificios al rojo vivo, quería luchar contra la bestia, pero la niña que estaba entre sus brazos era su prioridad, tenía que protegerla, tenía que ponerla a salvo antes de que pudiera enfrentar a ese monstruo.
Después de unos minutos llegaron a una de las entradas de las alcantarillas, Klinge estuvo a punto de dejar a la niña ahí dentro, cuando dudo por unos instantes, saco una daga de hoja serpenteada y se corto el brazo izquierdo cerca del hombro con ella, bañándola con su sangre –entra ahí, y sal a buscarme solo cuando este todo silencioso aquí arriba- le dijo a la niña mientras le acariciaba su cabello rojizo al ver su mirada preocupada, para luego pasarle la daga a Skadi y esconderla dentro de las alcantarillas.
El guerrero salió a perseguir al dragón, mientras noto el chillido de un águila en la distancia; mientras buscaba por los cielos con la mirada al monstruoso dragón ve como esa águila lo observaba desde los cielos, arriba, mas alto que la lagartija voladora, lejos de la vista de todos, era algo reservado para la vista del mercenario, y sabía perfectamente lo que significaba a este punto.
El dragón seguía sobrevolando la ciudad mientras avivaba las llamas una y otra vez, Klinge no sabía cómo alcanzar a esa criatura en los cielos con su espada, ni si esta le causaría daño alguno, pero esto no lo desalentaría de intentarlo de todos modos.
El guerrero no tardo en notar un detalle al perseguir a la criatura, esta volaba peligrosamente bajo cada vez que lanzaba su aliento de fuego, lo cual le daba una oportunidad al mercenario, una pequeña y casi suicida oportunidad de hacer algo, Klinge saco una cuerda que uso para atar su hacha de mano a su brazo derecho mientras buscaba un edificio alto que aun no estaría en ruinas, o a punto de ser ruinas mientras aun sentía el águila sobrevolando la escena –Tyr…- dijo con tono ignominioso –se que no tengo tu favor, ni el favor de los demás dioses… ahora lo sé…- de pronto encontró una gran casa de tres pisos por la que se entraba a través del taller de un herrero –nunca te he rezado, ni a ti ni a los otros dioses, nunca tuve la lengua para eso…- la casa estaba mayoritariamente intacta y empezó a subir sus pisos para llegar al techo –mis trasgresiones pasadas no son lo importante ahora, lo que importa es las acciones que tomare ahora, a lo que solo tengo un pedido…- finalmente llego al techo de la casa, justo cuando la bestia estaba a punto de pasar al lado –venganza para mi... justicia para Skadi…- el mercenario se puso en posición, el dragón estaría llegando en unos instantes –y si no me escuchas… ¡al helheim contigo!- en ese instante el dragón estaba ya lo bastante cerca, Klinge se lanzo a la carrera con toda la velocidad que podía invocar en sus piernas, y cuando estuvo a punto de alcanzar el borde, apuntando a la cabeza, pego un salto con toda las fuerzas de sus piernas impulsándolo, blandiendo el hacha con la intención de clavarla entre las escamas de la criatura para engancharse.
El espadachín intentaba escapar de las llamas cargando en los brazos a la pequeña Skadi mientras corría por los callejones esquivando escombros en llamas que caían de los edificios al rojo vivo, quería luchar contra la bestia, pero la niña que estaba entre sus brazos era su prioridad, tenía que protegerla, tenía que ponerla a salvo antes de que pudiera enfrentar a ese monstruo.
Después de unos minutos llegaron a una de las entradas de las alcantarillas, Klinge estuvo a punto de dejar a la niña ahí dentro, cuando dudo por unos instantes, saco una daga de hoja serpenteada y se corto el brazo izquierdo cerca del hombro con ella, bañándola con su sangre –entra ahí, y sal a buscarme solo cuando este todo silencioso aquí arriba- le dijo a la niña mientras le acariciaba su cabello rojizo al ver su mirada preocupada, para luego pasarle la daga a Skadi y esconderla dentro de las alcantarillas.
El guerrero salió a perseguir al dragón, mientras noto el chillido de un águila en la distancia; mientras buscaba por los cielos con la mirada al monstruoso dragón ve como esa águila lo observaba desde los cielos, arriba, mas alto que la lagartija voladora, lejos de la vista de todos, era algo reservado para la vista del mercenario, y sabía perfectamente lo que significaba a este punto.
El dragón seguía sobrevolando la ciudad mientras avivaba las llamas una y otra vez, Klinge no sabía cómo alcanzar a esa criatura en los cielos con su espada, ni si esta le causaría daño alguno, pero esto no lo desalentaría de intentarlo de todos modos.
El guerrero no tardo en notar un detalle al perseguir a la criatura, esta volaba peligrosamente bajo cada vez que lanzaba su aliento de fuego, lo cual le daba una oportunidad al mercenario, una pequeña y casi suicida oportunidad de hacer algo, Klinge saco una cuerda que uso para atar su hacha de mano a su brazo derecho mientras buscaba un edificio alto que aun no estaría en ruinas, o a punto de ser ruinas mientras aun sentía el águila sobrevolando la escena –Tyr…- dijo con tono ignominioso –se que no tengo tu favor, ni el favor de los demás dioses… ahora lo sé…- de pronto encontró una gran casa de tres pisos por la que se entraba a través del taller de un herrero –nunca te he rezado, ni a ti ni a los otros dioses, nunca tuve la lengua para eso…- la casa estaba mayoritariamente intacta y empezó a subir sus pisos para llegar al techo –mis trasgresiones pasadas no son lo importante ahora, lo que importa es las acciones que tomare ahora, a lo que solo tengo un pedido…- finalmente llego al techo de la casa, justo cuando la bestia estaba a punto de pasar al lado –venganza para mi... justicia para Skadi…- el mercenario se puso en posición, el dragón estaría llegando en unos instantes –y si no me escuchas… ¡al helheim contigo!- en ese instante el dragón estaba ya lo bastante cerca, Klinge se lanzo a la carrera con toda la velocidad que podía invocar en sus piernas, y cuando estuvo a punto de alcanzar el borde, apuntando a la cabeza, pego un salto con toda las fuerzas de sus piernas impulsándolo, blandiendo el hacha con la intención de clavarla entre las escamas de la criatura para engancharse.
- disculpa::
- Lamento muchísimo la demora, fue un infierno conseguir postear últimamente.
Klinge
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] A lomos de Querostraza
El miembro 'Klinge' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] A lomos de Querostraza
¿Cuál es la manera más sencilla para parar a un coloso como aquel? Por mucho que los arqueros trataran de herir al dragón, sus escamas eran demasiado fuertes. Las máquinas de asedio no eran lo suficientemente rápidas y precisas como para abatir objetivos móviles.
No quedaba otra. Había que acabar con el dragón desde su mismo cuerpo. Algunos valientes lo sabían y no dudaban de tratar de subir. Unos desde los tejados a su paso, otros desde el mismo suelo… Si es que creían que iban a librarse de las llamas. La primera de las opciones parecía la más… ¿sensata? ¿Subirse a lomos de una criatura así es sensato?. En cualquier caso, no fueron pocos lo que lo intentaron. Pero muchos acabaron en el suelo de nuevo, otros arrasados por el dragón.
¡Pero quién nos iba a decir que el primero en conseguir subirse a lomos del imponente dragón iba a ser un niño! El pequeño Demian tenía poco de la inocencia que caracteriza a los pequeños. Pero por increíble que parezca, sí, él fue el único que consiguió subirse a lomos de Querostraza.
El segundo intento estuvo lejos de conseguirlo. Klinge iba directo a su cabeza. Pero quizás midió mal los tiempos, no era lo suficientemente fuerte… O tal vez los dioses no le acompañaron. El humano clavó su arma en la cabeza del dragón, que era la parte más dura de su caparazón, y apenas logró desgarrar una escama. Cayó al suelo y fue barrido por el fuego que había dejado a su paso.
Entre gritos de dolor y sufrimiento, Klinge conseguiría ver la luz. Los dioses no querían que el mercenario pereciese aquel día. No después de apreciar la valentía del chico. Habían decidido que viviría un día más. Su piel se había quemado por completo. Se había perdido parte de su piel, su pelo y sus ropajes estaban completamente calcinados.
Por su parte, Demian podría apreciar los gritos de sufrimiento de la gente. El dragón había alzado el vuelo como quince metros por encima del edifico más alto de la ciudad y ahora sobrevolaba el mar. Estaba virando para enfocar e incendiar, una vez más, la ciudad. En medio del frío y del viento, el pequeño tendría que dirigirse a su cabeza para tratar de cambiar el destino de cuantos se encontraban debajo.
* * * * * * * * * *
Demian: ¡Lo has conseguido! Estás a lomos del dragón. Dado que acabar con ella te será imposible, tienes que intentar redirigir a la criatura para que no siga incendiando la ciudad. Tienes libertad para ello. La criatura intentará dirigirse al castillo, pero puedes tratar de llevarla a las afueras, bien al bosque, a la zona Norte de las murallas, o al mar donde está la flota. El destino del dragón es tuyo, más para conseguir tu objetivo tendrás que lanzar una runa. Y ésta, tendrá que ser al menos media para lograr que vaya a donde le has indicado. De lo contrario, seré yo quien decida el destino del dragón.
Klinge: Te ha salido la peor runa y has caído en el fuego de Querostraza. Con ello sufres la maldición del hombre quemado. Tu cuerpo está totalmente quemado, como chamuscado o cubierto por ceniza, y cubierto por cicatrices forjadas en lava. Como si fueses de piedra, los primeros días (un tema) sufrirás quemaduras y mucho dolor, pero después el dolor irá remitiendo. Cualquier persona que toque tu piel sufrirá quemaduras como si metiese la mano en el magma de un volcán. Lo peor es que todo el mundo te considerará un monstruo, por lo que no podrás rolear en las ciudades a riesgo de que te maten. La maldición durará dos temas. Puedes conseguir la cura de tu piel en el pozo de la eterna juventud, pero para ello tendrás que hablar con master Sigel y desafiar a su actual guardiana. En lo que respecta al tema, no podrás ayudar a Demian, pero puedes postear una vez más para describir esta agria experiencia.
No quedaba otra. Había que acabar con el dragón desde su mismo cuerpo. Algunos valientes lo sabían y no dudaban de tratar de subir. Unos desde los tejados a su paso, otros desde el mismo suelo… Si es que creían que iban a librarse de las llamas. La primera de las opciones parecía la más… ¿sensata? ¿Subirse a lomos de una criatura así es sensato?. En cualquier caso, no fueron pocos lo que lo intentaron. Pero muchos acabaron en el suelo de nuevo, otros arrasados por el dragón.
¡Pero quién nos iba a decir que el primero en conseguir subirse a lomos del imponente dragón iba a ser un niño! El pequeño Demian tenía poco de la inocencia que caracteriza a los pequeños. Pero por increíble que parezca, sí, él fue el único que consiguió subirse a lomos de Querostraza.
El segundo intento estuvo lejos de conseguirlo. Klinge iba directo a su cabeza. Pero quizás midió mal los tiempos, no era lo suficientemente fuerte… O tal vez los dioses no le acompañaron. El humano clavó su arma en la cabeza del dragón, que era la parte más dura de su caparazón, y apenas logró desgarrar una escama. Cayó al suelo y fue barrido por el fuego que había dejado a su paso.
Entre gritos de dolor y sufrimiento, Klinge conseguiría ver la luz. Los dioses no querían que el mercenario pereciese aquel día. No después de apreciar la valentía del chico. Habían decidido que viviría un día más. Su piel se había quemado por completo. Se había perdido parte de su piel, su pelo y sus ropajes estaban completamente calcinados.
Por su parte, Demian podría apreciar los gritos de sufrimiento de la gente. El dragón había alzado el vuelo como quince metros por encima del edifico más alto de la ciudad y ahora sobrevolaba el mar. Estaba virando para enfocar e incendiar, una vez más, la ciudad. En medio del frío y del viento, el pequeño tendría que dirigirse a su cabeza para tratar de cambiar el destino de cuantos se encontraban debajo.
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Demian: ¡Lo has conseguido! Estás a lomos del dragón. Dado que acabar con ella te será imposible, tienes que intentar redirigir a la criatura para que no siga incendiando la ciudad. Tienes libertad para ello. La criatura intentará dirigirse al castillo, pero puedes tratar de llevarla a las afueras, bien al bosque, a la zona Norte de las murallas, o al mar donde está la flota. El destino del dragón es tuyo, más para conseguir tu objetivo tendrás que lanzar una runa. Y ésta, tendrá que ser al menos media para lograr que vaya a donde le has indicado. De lo contrario, seré yo quien decida el destino del dragón.
Klinge: Te ha salido la peor runa y has caído en el fuego de Querostraza. Con ello sufres la maldición del hombre quemado. Tu cuerpo está totalmente quemado, como chamuscado o cubierto por ceniza, y cubierto por cicatrices forjadas en lava. Como si fueses de piedra, los primeros días (un tema) sufrirás quemaduras y mucho dolor, pero después el dolor irá remitiendo. Cualquier persona que toque tu piel sufrirá quemaduras como si metiese la mano en el magma de un volcán. Lo peor es que todo el mundo te considerará un monstruo, por lo que no podrás rolear en las ciudades a riesgo de que te maten. La maldición durará dos temas. Puedes conseguir la cura de tu piel en el pozo de la eterna juventud, pero para ello tendrás que hablar con master Sigel y desafiar a su actual guardiana. En lo que respecta al tema, no podrás ayudar a Demian, pero puedes postear una vez más para describir esta agria experiencia.
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Ger
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] A lomos de Querostraza
Miré hacia el cielo. La nube negra era aún más densa en ese lugar. Los ruidos de la batalla, los gritos de terror y dolor, el temible fuego de la dragona... toda aquella situación era suficiente para que todo mi cuerpo se tensase y mi corazón palpitase con fuerza.
Verdaderamente, parecía algo imposible de arreglar. Pero para eso estaba allí.
Esbocé media sonrisa. No podía decir que el mérito fuese mío. Después de todo, el artefacto habia sido tan solo una ofrenda de ayuda. Lo único que había hecho había sido decidir como usarla. Tras evaluar las opciones... aquello sería lo mejor. El librarnos de esa amenaza no cambiaría las tornas por completo, pero sería una gran ayuda.
Saqué el objeto de la bolsa en la que lo transportaba. Necesitaba un lugar alto. Pero entre todo el caos, llegar hasta la cima de la puerta oeste no había resultado un problema. Alcé la esfera de cristal. Podía ver la oscuridad a través de ella. Varias chispas eléctricas recorrieron el interior de la esfera, calentando incluso el exterior. El tan solo sostenerla me acabaría causando quemaduras. Ante aquel estímulo, mi armadura comenzó a iluminarse, protegiendome de la electricidad.
Ignoré las llamas y el horror que levantaba. Eso no era por ellos. Clavé mi mirada en el monstruo alado.
-Vete al infierno, arpía.- dije.
La esfera de cristal se rompió a mis pies. Una luz cegadora inundó mi visión. Un torrente eléctrico se alzó hacia el cielo, dirigido directamente al estómago de Querostraza. Tras él, un fuerte viento recorrió la zona, y unas nubes menores empezaron a alzarse. Aquello no era simple electricidad. Había levantado una tormenta.
El relámpago recorrió el cuerpo de la dragona. Debido a su tamaño y la resistencia de sus escamas, la descaarga no había recorrido su cuerpo por completo. Sus alas seguían moviéndose. Quizás la parte superior la había resistido mejor. Pero sus garras no se movían. Su boca había dejado de exhalar fuego. Y, en ese momento, parecía que no podía cambiar de dirección por su cuenta.
La lluvia vino después. Quizás pudiese aliviar las llamas. Suspiré. No parecía que la dragona hubiese muerto o se hubiese estrellado contra nada importante. Lástima. Observé el escenario durante algunos instantes antes de darme la vuelta y volver al exterior de la ciudad. No había nada más que pudiese hacer allí. En el mejor de los casos, le habría aturdido lo suficiente como para que su ataque remitiese. En el peor, le habría enfurecido más.
Emprendí mi camino de vuelta al campamento leónico. Había perdido demasiado tiempo allí.
Un suministro para librarnos del lagarto. Ya que tienes a Querostraza como escudo y estás en la parte superior, la descarga no debería dolerte mucho. Aun así, el bicho está lo suficientemente aturdido como para darte una oportunidad sin que te sacuda de encima.
Vamos, que tienes runa buena. Disfruta de tu existencia como algo más que un trozo de carne chamuscada.
Verdaderamente, parecía algo imposible de arreglar. Pero para eso estaba allí.
Esbocé media sonrisa. No podía decir que el mérito fuese mío. Después de todo, el artefacto habia sido tan solo una ofrenda de ayuda. Lo único que había hecho había sido decidir como usarla. Tras evaluar las opciones... aquello sería lo mejor. El librarnos de esa amenaza no cambiaría las tornas por completo, pero sería una gran ayuda.
Saqué el objeto de la bolsa en la que lo transportaba. Necesitaba un lugar alto. Pero entre todo el caos, llegar hasta la cima de la puerta oeste no había resultado un problema. Alcé la esfera de cristal. Podía ver la oscuridad a través de ella. Varias chispas eléctricas recorrieron el interior de la esfera, calentando incluso el exterior. El tan solo sostenerla me acabaría causando quemaduras. Ante aquel estímulo, mi armadura comenzó a iluminarse, protegiendome de la electricidad.
Ignoré las llamas y el horror que levantaba. Eso no era por ellos. Clavé mi mirada en el monstruo alado.
-Vete al infierno, arpía.- dije.
La esfera de cristal se rompió a mis pies. Una luz cegadora inundó mi visión. Un torrente eléctrico se alzó hacia el cielo, dirigido directamente al estómago de Querostraza. Tras él, un fuerte viento recorrió la zona, y unas nubes menores empezaron a alzarse. Aquello no era simple electricidad. Había levantado una tormenta.
El relámpago recorrió el cuerpo de la dragona. Debido a su tamaño y la resistencia de sus escamas, la descaarga no había recorrido su cuerpo por completo. Sus alas seguían moviéndose. Quizás la parte superior la había resistido mejor. Pero sus garras no se movían. Su boca había dejado de exhalar fuego. Y, en ese momento, parecía que no podía cambiar de dirección por su cuenta.
La lluvia vino después. Quizás pudiese aliviar las llamas. Suspiré. No parecía que la dragona hubiese muerto o se hubiese estrellado contra nada importante. Lástima. Observé el escenario durante algunos instantes antes de darme la vuelta y volver al exterior de la ciudad. No había nada más que pudiese hacer allí. En el mejor de los casos, le habría aturdido lo suficiente como para que su ataque remitiese. En el peor, le habría enfurecido más.
Emprendí mi camino de vuelta al campamento leónico. Había perdido demasiado tiempo allí.
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Un suministro para librarnos del lagarto. Ya que tienes a Querostraza como escudo y estás en la parte superior, la descarga no debería dolerte mucho. Aun así, el bicho está lo suficientemente aturdido como para darte una oportunidad sin que te sacuda de encima.
Vamos, que tienes runa buena. Disfruta de tu existencia como algo más que un trozo de carne chamuscada.
Asher Daregan
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] A lomos de Querostraza
No pudo hacer nada.
Vio cuando aquel guerrero se lanzó valientemente a la cabeza del dragón, pudo notar que era uno de quienes le habían acompañado en las cloacas, cuando se habían metido para eliminar fuerzas del aquelarre... estiró una mano para intentar ayudarle...
... pero no pudo hacer nada.
Se giró una última vez a mirar las llamas envolviendo al pobre valiente y luego se concentró en la tarea que tenía entre manos, o más bien se aferró con ellas a las escamas de un monstruo. Su improvisado invento con la camisa y las dagas le servía de ayuda contra la intensa presión, aliviando en parte el esfuerzo, pero sin poder suprimir el hecho de que se aferraba a una bestia en el cielo con el riesgo de una terrible caída... o cosas peores.
El viento le hacía querer cerrar los ojos y la presión se sentía por toda su piel, como si hubiera cuchillas que quisieran rebanarle. Apretó los dientes para sacar una de las cuchillas y moverla un paso más hacia la cabeza. Una vez la hubo aferrado a una nueva escama, hizo lo mismo con la del lado, moviendo luego su cuerpo completo en la misma dirección. Repitió el proceso tres veces más.
Finalmente estaba ya a la altura del cuello y pudo asomarse a mirar lo que había abajo. Fue maravilloso.
Sus ojos se abrieron como platos y no pudo evitar que su mandíbula descendiera, mientras sus labios improvisaban una sonrisa que se enmascaraba con las (graciosas) deformaciones que hacía el choque del viento sobre sus mejillas.
Nunca había visto nada desde esa perspectiva.
Todo parecía más pequeño, como si cada casa fuera apenas un juguete y las personas diminutos soldaditos de plomo que se movían de lado a lado, algunos inútilmente lanzando pequeñas varillas, jugando a ser arqueros. Hasta el fuego tenía cierto encanto, dispuesto en patrones que eran al mismo tiempo irregulares en forma, pero regulares en distribución, siguiendo la trayectoria de los pasos de la bestia. Podía ver la ciudad completa, todo al alcance de su mano.
–¡Wow! –exclamó, aunque el sonido se lo llevó el viento y ni siquiera llegó a sus propios oídos.
La emoción no duró mucho, pronto los gritos de las personas calcinadas en vida, el olor de la destrucción, las masas huyendo, las construcciones por las que el propio chico había circulado tantas veces caían como pilas de barro. La destrucción era demasiada, la desolación se hacía presente de manera desesperadamente inevitable en las calles de Lunargenta.
Su atención descansó sobre una muralla derruida. Allí una mujer abrazaba a un niño pequeño. Era difícil decir la edad desde esa distancia, pero podía suponerse que estaba en algún punto entre los cuatro y los seis años. La bestia iba directo hacia ellos. Intentó forzar el cuello para desviarlo, pero era como tratar de mover una casa. La dragona no parecía siquiera percatarse del hecho.
Por suerte su muerte fue rápida, si a eso se le podía llamar suerte.
El rostro de Demian no pareció cambiar, pero dentro de él algo sí lo hizo. No iba a permitir que la ciudad que le había acogido siguiera siendo destruida. La bestia podía ser grande, fuerte, poderosa... podía decirse incluso que era invencible, pero no se había cruzado aún con él.
Se bajó el lente para proteger al menos uno de sus ojos del choque del aire y se concentró en la tarea.
"Si alguno de los dioses me está escuchando, si alguno no está enojado conmigo por las cosas que he hecho, por favor, por favor ayúdeme en este momento".
Tomó una bocanada de aire para absorber el éter. No era realmente necesario, pero le ayudaba a concentrarse en ello. La magia le llenó, le hizo sentir fuerte. A veces subestimaba su propio poder, escondido en la cautela propia de su entrenamiento como asesino silencioso, pero ahora no era el momento. Ahora debía echar mano a su herencia como brujo, a toda su conexión al éter. Iba a usar ilusiones con un dragón.
Optó por lo sencillo. Si pretendía meterse en la mente de una bestia tan poderosa no sabía qué podría salir de aquello, así que se enfocó en crear ilusiones visuales en el aire. El éter era movido por su influencia para manifestarse como imágenes móviles.
Primero fueron pequeños obstáculos, aunque al notar que no surtían el efecto deseado tuvo que optar por hacerlos más grandes. Formas de salientes en los edificios, rocas que salían desprendidas por alguna máquina de asedio escondida en la ciudad, incluso molestas aves, todo era orquestado para llevar a la bestia en una sola dirección.
El mar.
Desde muy pequeño había amado el mar. El movimiento de las aguas le otorgaba una extraña seguridad y calma, por lo que en el pasado podía pasar horas nadando, o simplemente flotando. Ahora era su mejor oportunidad para alejar a la criatura de las personas inocentes.
–No me deje caer, señor dragón, no me quiero morir – murmuró para sí, mientras procuraba que su invento de arnés en base a su camisa se aferrara mejor a las escamas, reforzando amarras y buscando una posición tensa que hiciera que mientras más jalara, más presionaran las cuchillas en insertarse. Trató también de meter sus pies y manos bajo escamas, aferrándose lo mejor que podía.
Se concentró más, creando una ilusión de una roca enorme, más que todas las que había hecho antes, intentando obligar a la bestia a realizar un último giro, un desvío que le llevara al océano.
Apretó los dientes al sentir que la bestia reaccionaba.
Nota: No he lanzado runa por la ayuda de Asher, que entiendo reemplaza mi runa. Si estoy equivocado, me avisan y lanzo la runa.
Nota 2: ¡Gracias a Asher!
Demian
Aerandiano de honor
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Re: [MEGAEVENTO: GUERRA] A lomos de Querostraza
La caída debió haberlo matado mucho antes de caer a las llamas, pero ni siquiera ese fuego maldito acabo con su vida, unos breves instantes de agonizante dolor recorrieron todo su cuerpo mientras su conciencia se desvanecía, en el piso mirando al cielo sintiendo como su vida se le escapaba del cuerpo Klinge vio una luz, tan fuerte y cegadora que incluso fue capaz de sobreponerse ante todas las demás luces a su alrededor, el fuego las llamas, incluso el sol se veía opacado por esa luz, parecía que el fin había llegado para el mercenario.
Una figura apareció de la luz, se podía distinguir una sombra, la silueta de un jinete, el caballo parecía galopar sobre la misma luz cuando descendió y se detuvo al lado del joven, quien levanto la mirada para observar al jinete, pero la luz lo cegaba demasiado como para distinguir sus facciones o silueta de la persona que montaba ese magnifico animal con aura sobrenatural.
Cuando el mercenario se encontraba postrado, desnudo e indefenso ante esa figura una voz de mujer, suave y a la vez imponente, le hablo -dime guerrero: ¿aun te queda algo por hacer en este mundo?- con expresión cansada y abatida el joven respondió amargamente -tengo una deuda que pagar- a lo que la figura respondió en un en un melancólico tono, casi maternal -la tragedia que viviste habrá sido causada por tu mano, pero no por tu voluntad.
De pronto el guerrero pudo ver, a pesar de la luz, como la figura sobre el caballo se volteaba a ver al cielo, donde el águila de sus alucinaciones aun sobrevolaba -tu culpa no esta en la atrocidad misma, sino en permitir que ocurriera- le dijo la figura en tono mas firme -aun no estas listo para lo que viene después, aun debes cumplir con tu propia misión- y así el corcel pateo el piso cerca de la cabeza del guerrero con tanta fuerza que levanto un viento tan fuerte que al golpear la cara del espadachín lo devolvió por fin a la realidad.
El dolor del fuego regreso a él, no… nunca se había ido, y ahora se sentía más intenso que nunca. El guerrero lanzo un poderoso alarido de dolor mientras vio sus manos calcinadas y ennegrecidas por las llamas, su ropa estaba hecha cenizas, sus armas carbonizadas, pero su cuerpo era otra historia.
Aunque dañado no estaba destruido, con su cuerpo lleno de ardientes cicatrices el guerrero intento levantarse, solo para caer de rodillas mirando de nuevo sus calcinadas manos. Finalmente lanzo un ultimo alarido de dolor al cielo que se convirtió en una risa desafiante mientras levantaba sus manos al cielo.
Ahora sabia cual era su verdadera maldición, él no podría morir, no hasta cumplir con la venganza de un padre y esposo, de una madre y esposa, de unos hijos y hermanos, la venganza de la niña que ahora lo acompañaba y que el nombro Skady, y por ella y su familia, el traería esa venganza contra aquellos que la lastimaron.
Una figura apareció de la luz, se podía distinguir una sombra, la silueta de un jinete, el caballo parecía galopar sobre la misma luz cuando descendió y se detuvo al lado del joven, quien levanto la mirada para observar al jinete, pero la luz lo cegaba demasiado como para distinguir sus facciones o silueta de la persona que montaba ese magnifico animal con aura sobrenatural.
Cuando el mercenario se encontraba postrado, desnudo e indefenso ante esa figura una voz de mujer, suave y a la vez imponente, le hablo -dime guerrero: ¿aun te queda algo por hacer en este mundo?- con expresión cansada y abatida el joven respondió amargamente -tengo una deuda que pagar- a lo que la figura respondió en un en un melancólico tono, casi maternal -la tragedia que viviste habrá sido causada por tu mano, pero no por tu voluntad.
De pronto el guerrero pudo ver, a pesar de la luz, como la figura sobre el caballo se volteaba a ver al cielo, donde el águila de sus alucinaciones aun sobrevolaba -tu culpa no esta en la atrocidad misma, sino en permitir que ocurriera- le dijo la figura en tono mas firme -aun no estas listo para lo que viene después, aun debes cumplir con tu propia misión- y así el corcel pateo el piso cerca de la cabeza del guerrero con tanta fuerza que levanto un viento tan fuerte que al golpear la cara del espadachín lo devolvió por fin a la realidad.
El dolor del fuego regreso a él, no… nunca se había ido, y ahora se sentía más intenso que nunca. El guerrero lanzo un poderoso alarido de dolor mientras vio sus manos calcinadas y ennegrecidas por las llamas, su ropa estaba hecha cenizas, sus armas carbonizadas, pero su cuerpo era otra historia.
Aunque dañado no estaba destruido, con su cuerpo lleno de ardientes cicatrices el guerrero intento levantarse, solo para caer de rodillas mirando de nuevo sus calcinadas manos. Finalmente lanzo un ultimo alarido de dolor al cielo que se convirtió en una risa desafiante mientras levantaba sus manos al cielo.
Ahora sabia cual era su verdadera maldición, él no podría morir, no hasta cumplir con la venganza de un padre y esposo, de una madre y esposa, de unos hijos y hermanos, la venganza de la niña que ahora lo acompañaba y que el nombro Skady, y por ella y su familia, el traería esa venganza contra aquellos que la lastimaron.
- Nota::
- Decidí ponerme mas experimental con mi forma de narración, tomen la “visión” que se describe en este post como una alucinación si quieren, o si se le apareció una valquiria, lo dejo a su interpretación.
Klinge
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