Clementina Chonkffuz [SOLITARIO]
Página 1 de 1. • Comparte
Clementina Chonkffuz [SOLITARIO]
El aire frío del norte le calaba hasta los huesos mientras Mina avanzaba con determinación por las calles de Dundarak. Los nevados reinos del norte no eran un lugar para los débiles, y ella lo sabía muy bien. Había llegado hasta allí siguiendo las pistas obtenidas de manera menos que cordial de un informante del mercado negro. Su corazón aún palpitaba con fuerza al recordar la tensa confrontación, pero ahora no había vuelta atrás. El destino de Tina dependía de su éxito.
La noche estaba cerrada; el cielo, cubierto por densas nubes de tormenta, hacía que cada rincón de Dundarak pareciera más oscuro y opresivo. Los edificios, agrietados por el paso del tiempo y el frío, formaban sombras alargadas sobre las calles adoquinadas, y la nieve derretida creaba pequeños charcos en los que se reflejaban las luces titilantes de antorchas lejanas. El ambiente de la ciudad era sofocante, y el silencio que la rodeaba resultaba inquietante. Apenas había cruzado una palabra con nadie desde que había entrado en la ciudad.
Finalmente, llegó al lugar que le habían indicado. Un pequeño callejón oculto, flanqueado por dos edificios en ruinas que parecían a punto de desmoronarse. Un lugar tan olvidado como los secretos que se escondían tras sus muros. A medida que avanzaba, el callejón se estrechaba, y el hedor a humedad y podredumbre la envolvió. Mina frunció el ceño y mantuvo la mano derecha firmemente sobre la empuñadura de la daga escondida en su cinturón, lista para lo que fuera.
Allí, al final del callejón, una puerta metálica oxidada, con un pequeño agujero en el centro, se erigía como la única entrada visible. Un cartel medio caído y cubierto de musgo colgaba sobre la puerta, aunque las palabras estaban completamente borradas por el tiempo. Mina se detuvo un instante, observando la puerta, intentando calmar su respiración y el nerviosismo que crecía en su interior. Sabía que este lugar no era simplemente una entrada a un juego de apuestas, sino que también era el corazón de la corrupción de Dundarak, donde el destino de muchos, como Tina, se jugaba sin misericordia.
-Confianza... solo debo actuar con confianza. Como siempre.- se repitió a sí misma, aunque la inquietud no abandonaba su mente. No podía permitir que la inseguridad la traicionara. Pocas veces se había sentido así, pero la falta de sus poderes le había afectado de maneras que ella no se había detenido a analizar. Además, esta era la última oportunidad que tenía de rescatar a su peludita secuaz. Si no lograba "ganarla", la perdería para siempre y quién sabe cuál sería su destino. Inspiró profundamente y golpeó la puerta con los nudillos, el sonido metálico resonando en el callejón como un eco hueco.
El tiempo pasó lentamente, cada segundo estirándose como una eternidad. No había respuesta al otro lado, ni movimiento alguno. Estaba a punto de golpear nuevamente cuando un sonido áspero, casi como un crujido, emergió del interior. El agujero en el centro de la puerta se deslizó hacia un lado, revelando un par de ojos oscuros y desconfiados que la observaron en silencio.
-¿Quién eres y qué quieres?- La voz al otro lado de la puerta era tan áspera como el acero que la cubría, cargada de una desconfianza palpable. Mina mantuvo la compostura, manteniendo el contacto visual sin vacilar.
-Me han dicho que este es el lugar donde las apuestas más grandes se hacen. Estoy aquí para jugar... y ganar.- Su voz era firme, llena de seguridad y altivez, aunque por dentro luchaba por mantener el control.
Los ojos la observaron por un momento más largo del que habría preferido. Mina sabía que su apariencia no era la de alguien común en ese ambiente. No vestía como una apostadora habitual, ni mucho menos, pero debía asegurarse de que la dejaran pasar.
Hubo un momento de silencio, y entonces el agujero se cerró de golpe. El corazón de Mina se aceleró. Temía haber sido descubierta o que simplemente la dejaran fuera. Sin embargo, tras unos instantes, escuchó el sonido de varios cerrojos corriéndose, y la puerta oxidada se abrió con un chirrido.
-Adelante. Pero te advierto... no es un lugar para débiles de corazón.- La advertencia del guardia resonaba en el aire helado, pero Mina ya había tomado su decisión. Lo miró con desdén e hizo un sonido de burla, chasqueando la lengua. Entró con paso firme, sintiendo cómo las sombras la envolvían, sumergiéndola en el oscuro submundo de Dundarak.
Dentro, el ambiente cambió drásticamente. La tenue iluminación de antorchas y candelabros viejos apenas lograba atravesar el humo espeso que flotaba en el aire. El sonido de las apuestas, los gritos de emoción y de frustración se entremezclaban con el murmullo constante de la multitud. Gente de todo tipo se reunía allí, algunos con miradas desesperadas, otros con la codicia marcada en sus rostros.
Mina avanzó, buscando la forma de infiltrarse en el corazón de aquel infierno, consciente de que su única opción era ganar la confianza de aquellos que regían las apuestas, y tal vez, solo tal vez, conseguir una oportunidad para salvar a Tina.
La noche estaba cerrada; el cielo, cubierto por densas nubes de tormenta, hacía que cada rincón de Dundarak pareciera más oscuro y opresivo. Los edificios, agrietados por el paso del tiempo y el frío, formaban sombras alargadas sobre las calles adoquinadas, y la nieve derretida creaba pequeños charcos en los que se reflejaban las luces titilantes de antorchas lejanas. El ambiente de la ciudad era sofocante, y el silencio que la rodeaba resultaba inquietante. Apenas había cruzado una palabra con nadie desde que había entrado en la ciudad.
Finalmente, llegó al lugar que le habían indicado. Un pequeño callejón oculto, flanqueado por dos edificios en ruinas que parecían a punto de desmoronarse. Un lugar tan olvidado como los secretos que se escondían tras sus muros. A medida que avanzaba, el callejón se estrechaba, y el hedor a humedad y podredumbre la envolvió. Mina frunció el ceño y mantuvo la mano derecha firmemente sobre la empuñadura de la daga escondida en su cinturón, lista para lo que fuera.
Allí, al final del callejón, una puerta metálica oxidada, con un pequeño agujero en el centro, se erigía como la única entrada visible. Un cartel medio caído y cubierto de musgo colgaba sobre la puerta, aunque las palabras estaban completamente borradas por el tiempo. Mina se detuvo un instante, observando la puerta, intentando calmar su respiración y el nerviosismo que crecía en su interior. Sabía que este lugar no era simplemente una entrada a un juego de apuestas, sino que también era el corazón de la corrupción de Dundarak, donde el destino de muchos, como Tina, se jugaba sin misericordia.
-Confianza... solo debo actuar con confianza. Como siempre.- se repitió a sí misma, aunque la inquietud no abandonaba su mente. No podía permitir que la inseguridad la traicionara. Pocas veces se había sentido así, pero la falta de sus poderes le había afectado de maneras que ella no se había detenido a analizar. Además, esta era la última oportunidad que tenía de rescatar a su peludita secuaz. Si no lograba "ganarla", la perdería para siempre y quién sabe cuál sería su destino. Inspiró profundamente y golpeó la puerta con los nudillos, el sonido metálico resonando en el callejón como un eco hueco.
El tiempo pasó lentamente, cada segundo estirándose como una eternidad. No había respuesta al otro lado, ni movimiento alguno. Estaba a punto de golpear nuevamente cuando un sonido áspero, casi como un crujido, emergió del interior. El agujero en el centro de la puerta se deslizó hacia un lado, revelando un par de ojos oscuros y desconfiados que la observaron en silencio.
-¿Quién eres y qué quieres?- La voz al otro lado de la puerta era tan áspera como el acero que la cubría, cargada de una desconfianza palpable. Mina mantuvo la compostura, manteniendo el contacto visual sin vacilar.
-Me han dicho que este es el lugar donde las apuestas más grandes se hacen. Estoy aquí para jugar... y ganar.- Su voz era firme, llena de seguridad y altivez, aunque por dentro luchaba por mantener el control.
Los ojos la observaron por un momento más largo del que habría preferido. Mina sabía que su apariencia no era la de alguien común en ese ambiente. No vestía como una apostadora habitual, ni mucho menos, pero debía asegurarse de que la dejaran pasar.
Hubo un momento de silencio, y entonces el agujero se cerró de golpe. El corazón de Mina se aceleró. Temía haber sido descubierta o que simplemente la dejaran fuera. Sin embargo, tras unos instantes, escuchó el sonido de varios cerrojos corriéndose, y la puerta oxidada se abrió con un chirrido.
-Adelante. Pero te advierto... no es un lugar para débiles de corazón.- La advertencia del guardia resonaba en el aire helado, pero Mina ya había tomado su decisión. Lo miró con desdén e hizo un sonido de burla, chasqueando la lengua. Entró con paso firme, sintiendo cómo las sombras la envolvían, sumergiéndola en el oscuro submundo de Dundarak.
Dentro, el ambiente cambió drásticamente. La tenue iluminación de antorchas y candelabros viejos apenas lograba atravesar el humo espeso que flotaba en el aire. El sonido de las apuestas, los gritos de emoción y de frustración se entremezclaban con el murmullo constante de la multitud. Gente de todo tipo se reunía allí, algunos con miradas desesperadas, otros con la codicia marcada en sus rostros.
Mina avanzó, buscando la forma de infiltrarse en el corazón de aquel infierno, consciente de que su única opción era ganar la confianza de aquellos que regían las apuestas, y tal vez, solo tal vez, conseguir una oportunidad para salvar a Tina.
Mina Harker
Moderador/a
Moderador/a
Cantidad de envíos : : 394
Nivel de PJ : : 3
Re: Clementina Chonkffuz [SOLITARIO]
Mina entró con paso firme en la gran sala, pero no pudo evitar sentir el peso del ambiente en cada paso que daba. La penumbra de la habitación se veía rota por la luz titilante de los candelabros antiguos y las lámparas de aceite, que proyectaban sombras que se movían de manera inquietante por las paredes cubiertas de moho. El aire estaba denso, cargado del olor penetrante del tabaco y el alcohol, mientras el ruido de risas, apuestas, y la música tensa proveniente de un rincón completaban la atmósfera caótica del lugar.
Se movió con cuidado entre las mesas, observando las caras de los presentes: hombres y mujeres de dudosa reputación, mercaderes con sonrisas avariciosas, guerreros de mirada dura, y seres cuya presencia no era común en la ciudad. Todos ellos compartían un aire de codicia. A medida que avanzaba, sintió un nudo en el estómago, pero trató de mantener su expresión imperturbable.
Entonces, sus ojos se posaron en el rincón que le provocó un escalofrío: un pequeño escenario improvisado, donde varios hombres y mujeres bestia estaban encadenados. El metal frío rodeaba sus cuellos y muñecas, y sus miradas, llenas de tristeza y desesperanza, rompieron algo en el interior de Mina.
Y allí estaba Tina.
El corazón de Mina dio un vuelco al verla. El miedo en los ojos de su amiga era palpable, su cuerpo tenso como si estuviera luchando por no sucumbir al pánico. Sus orejas caídas, sus manos temblorosas. No había duda, estaba aterrorizada. Mina apretó los dientes y sus manos formaron puños con fuerza. El tiempo parecía detenerse un segundo mientras se enfrentaba a la cruda realidad de la situación.
Sin embargo, sabía que no podía precipitarse. Un movimiento en falso y todo acabaría mal para Tina. Respiró hondo, calmando el torbellino de emociones que amenazaba con desbordarse dentro de ella, y se acercó a una de las mesas. Se inclinó ligeramente hacia adelante, fingiendo interés en la partida que se desarrollaba frente a ella, pero en realidad sus ojos buscaban algo más: una oportunidad. Sabía que los mercaderes de almas y apostadores no eran fáciles de engañar, pero confiaba en su capacidad para usar la mente y las palabras como armas.
-¿Qué tenemos aquí?- susurró una voz a su lado. Un hombre corpulento y de aspecto desaliñado se había acercado a ella con una sonrisa torcida -No te he visto antes. ¿Vienes a apostar o solo a mirar?- dijo el hombre, mirándola de pies a cabeza, como si ella fuese un bocadillo que le apetecía devorar.
Mina lo miró de reojo, calculando sus palabras con cuidado. -Me han dicho que este es el mejor lugar para… cerrar negocios.- respondió con tono frío y controlado, intentando mantener su imagen de una mujer con recursos y sin escrúpulos. -Estoy buscando algo… o a alguien que me pertenezca.- añadió, volviendo su mirada a la mesa. La indiferencia de la mujer solo hacía que el deseo del hombre creciera y eso ella lo sabía bien. Era una ventaja que podía usar a su favor.
El hombre rió entre dientes, sin dejar de observarla. -Aquí todo tiene un precio, querida. Todo. Pero si buscas "algo especial", quizá deberías empezar por ganarte un lugar en la mesa.- comentó, acercando su cuerpo al de ella.
Mina asintió, sin apartar la vista de Tina, quien seguía encadenada en el escenario, ajena a su presencia. -Por supuesto- respondió -Veamos qué puedo ofrecer a cambio.-
Se sentó en una de las sillas, sabiendo que las próximas jugadas no solo definirían el destino de Tina, sino también el suyo propio.
Se movió con cuidado entre las mesas, observando las caras de los presentes: hombres y mujeres de dudosa reputación, mercaderes con sonrisas avariciosas, guerreros de mirada dura, y seres cuya presencia no era común en la ciudad. Todos ellos compartían un aire de codicia. A medida que avanzaba, sintió un nudo en el estómago, pero trató de mantener su expresión imperturbable.
Entonces, sus ojos se posaron en el rincón que le provocó un escalofrío: un pequeño escenario improvisado, donde varios hombres y mujeres bestia estaban encadenados. El metal frío rodeaba sus cuellos y muñecas, y sus miradas, llenas de tristeza y desesperanza, rompieron algo en el interior de Mina.
Y allí estaba Tina.
El corazón de Mina dio un vuelco al verla. El miedo en los ojos de su amiga era palpable, su cuerpo tenso como si estuviera luchando por no sucumbir al pánico. Sus orejas caídas, sus manos temblorosas. No había duda, estaba aterrorizada. Mina apretó los dientes y sus manos formaron puños con fuerza. El tiempo parecía detenerse un segundo mientras se enfrentaba a la cruda realidad de la situación.
Sin embargo, sabía que no podía precipitarse. Un movimiento en falso y todo acabaría mal para Tina. Respiró hondo, calmando el torbellino de emociones que amenazaba con desbordarse dentro de ella, y se acercó a una de las mesas. Se inclinó ligeramente hacia adelante, fingiendo interés en la partida que se desarrollaba frente a ella, pero en realidad sus ojos buscaban algo más: una oportunidad. Sabía que los mercaderes de almas y apostadores no eran fáciles de engañar, pero confiaba en su capacidad para usar la mente y las palabras como armas.
-¿Qué tenemos aquí?- susurró una voz a su lado. Un hombre corpulento y de aspecto desaliñado se había acercado a ella con una sonrisa torcida -No te he visto antes. ¿Vienes a apostar o solo a mirar?- dijo el hombre, mirándola de pies a cabeza, como si ella fuese un bocadillo que le apetecía devorar.
Mina lo miró de reojo, calculando sus palabras con cuidado. -Me han dicho que este es el mejor lugar para… cerrar negocios.- respondió con tono frío y controlado, intentando mantener su imagen de una mujer con recursos y sin escrúpulos. -Estoy buscando algo… o a alguien que me pertenezca.- añadió, volviendo su mirada a la mesa. La indiferencia de la mujer solo hacía que el deseo del hombre creciera y eso ella lo sabía bien. Era una ventaja que podía usar a su favor.
El hombre rió entre dientes, sin dejar de observarla. -Aquí todo tiene un precio, querida. Todo. Pero si buscas "algo especial", quizá deberías empezar por ganarte un lugar en la mesa.- comentó, acercando su cuerpo al de ella.
Mina asintió, sin apartar la vista de Tina, quien seguía encadenada en el escenario, ajena a su presencia. -Por supuesto- respondió -Veamos qué puedo ofrecer a cambio.-
Se sentó en una de las sillas, sabiendo que las próximas jugadas no solo definirían el destino de Tina, sino también el suyo propio.
Mina Harker
Moderador/a
Moderador/a
Cantidad de envíos : : 394
Nivel de PJ : : 3
Re: Clementina Chonkffuz [SOLITARIO]
No había pasado mucho tiempo junto a la chica bestia, ¿por qué se había encariñado con aquella chica bestia? ¿Por qué la culpa la atormentaba y creaba en ella esa exasperante necesidad de ir a buscarla? Si Clementina era una chiquilla cualquiera, tenerla a su lado era una carga. Debía sentirse aliviada de haber esquivado ese lastre. Ese estorbo. Esa inoportuna e insufrible musaraña.
Esa niñita rota. Descartada. Marginada. Triste. Pequeñita.
...sola.
Tina estaba arrodillada sobre la tumba, llorando desconsolada. Las lágrimas mojaban el pelaje de su carita de comadreja. Estiraba sus manitas, enterrándolas en la tierra que cubría el cuerpo de su hermano Tino, como si pudiera acariciarlo a través de ella. Se lamentaba amargamente y no lograba componerse. Su tristeza era demasiada para ese cuerpecito cubierto de pelo blanco.
Mina se mantenía de pie a su costado, aferrada con fuerza a la pala que había usado para cavar el hueco donde habían acostado al muchacho bestia, su último lecho. Apretaba el mango de madera con tanta fuerza, que sentía cómo se astillaba y los pedacitos se clavaban en su palma. Un nudo en la garganta le impedía hablar y contener el llanto le dolía infinitamente más que las yagas en sus delicadas manos por palear. Pero no podía llorar ni mostrarse débil o conmovida por la situación de Tina.
-Basta- dijo después de un rato y tras lograr destrabar su voz. -Ya es suficiente llanto. Ninguna de esas lágrimas logrará traerlo de vuelta- su voz sonaba fría y seca, con matices de fastidio. -Ven, es hora de irnos- le dijo y extendió su mano para que la chicadreja la tomara.
Tina la miró con sus enormes ojos hinchados y rojos de tanto llorar, su peluche mojado amenazaba con congelarse por el frío del norte. -¿A dónde iremos?- preguntó ella, sorbiendo los mocos, secándose como mejor pudo la carita con una mano y con la otra tomándole la mano a la bruja para levantarse. -¿Iremos? No sé tú, pero yo iré al sur. Esta condenada ciudad es un infierno congelado del que quiero salir- respondió Mina, soltándola una vez estuvo de pie.
-Yo también iré al sur, a Lunargenta. Podemos ir juntas si quieres-
-No, no quiero-
-Oh... está bien...-
La tristeza en el rostro de Tina removió el pecho de Mina profundamente, pero ella no estaba para andar cuidando huérfanas.
Antes que cayera la noche, Mina ya abordaba un bote en el que cruzar el lago y bajar por el Tymer hasta Sandorai, abandonando a su suerte a la chicadreja.
Sin remordimientos... como durante dos horas. Después de eso, haberla dejado le carcomió la conciencia día y noche. Durante todos esos meses, aunque no había llevado la cuenta y no sabía realmente cuántos habían pasado, lo único que deseaba era liberarse del yugo del biocibernético y buscarla. Aunque por otro lado, se sentía agradecida porque no tuvo que exponerla a todos los riesgos que ella vivió.
Apenas estuvo libre, su prioridad fue Tina; por encima de los amores carnales, de recuperar sus poderes arrebatados. Tenía que encontrarla, sobre todo después de averiguar lo que fue de ella.
Ahora, la había encontrado en aquel rincón del mundo. La recuperaría y jamás la volvería a perder.
Esa niñita rota. Descartada. Marginada. Triste. Pequeñita.
...sola.
***
Dundarak, varios meses atrás.
Tina estaba arrodillada sobre la tumba, llorando desconsolada. Las lágrimas mojaban el pelaje de su carita de comadreja. Estiraba sus manitas, enterrándolas en la tierra que cubría el cuerpo de su hermano Tino, como si pudiera acariciarlo a través de ella. Se lamentaba amargamente y no lograba componerse. Su tristeza era demasiada para ese cuerpecito cubierto de pelo blanco.
Mina se mantenía de pie a su costado, aferrada con fuerza a la pala que había usado para cavar el hueco donde habían acostado al muchacho bestia, su último lecho. Apretaba el mango de madera con tanta fuerza, que sentía cómo se astillaba y los pedacitos se clavaban en su palma. Un nudo en la garganta le impedía hablar y contener el llanto le dolía infinitamente más que las yagas en sus delicadas manos por palear. Pero no podía llorar ni mostrarse débil o conmovida por la situación de Tina.
-Basta- dijo después de un rato y tras lograr destrabar su voz. -Ya es suficiente llanto. Ninguna de esas lágrimas logrará traerlo de vuelta- su voz sonaba fría y seca, con matices de fastidio. -Ven, es hora de irnos- le dijo y extendió su mano para que la chicadreja la tomara.
Tina la miró con sus enormes ojos hinchados y rojos de tanto llorar, su peluche mojado amenazaba con congelarse por el frío del norte. -¿A dónde iremos?- preguntó ella, sorbiendo los mocos, secándose como mejor pudo la carita con una mano y con la otra tomándole la mano a la bruja para levantarse. -¿Iremos? No sé tú, pero yo iré al sur. Esta condenada ciudad es un infierno congelado del que quiero salir- respondió Mina, soltándola una vez estuvo de pie.
-Yo también iré al sur, a Lunargenta. Podemos ir juntas si quieres-
-No, no quiero-
-Oh... está bien...-
La tristeza en el rostro de Tina removió el pecho de Mina profundamente, pero ella no estaba para andar cuidando huérfanas.
Antes que cayera la noche, Mina ya abordaba un bote en el que cruzar el lago y bajar por el Tymer hasta Sandorai, abandonando a su suerte a la chicadreja.
Sin remordimientos... como durante dos horas. Después de eso, haberla dejado le carcomió la conciencia día y noche. Durante todos esos meses, aunque no había llevado la cuenta y no sabía realmente cuántos habían pasado, lo único que deseaba era liberarse del yugo del biocibernético y buscarla. Aunque por otro lado, se sentía agradecida porque no tuvo que exponerla a todos los riesgos que ella vivió.
Apenas estuvo libre, su prioridad fue Tina; por encima de los amores carnales, de recuperar sus poderes arrebatados. Tenía que encontrarla, sobre todo después de averiguar lo que fue de ella.
Ahora, la había encontrado en aquel rincón del mundo. La recuperaría y jamás la volvería a perder.
Mina Harker
Moderador/a
Moderador/a
Cantidad de envíos : : 394
Nivel de PJ : : 3
Temas similares
» Veneno Caótico [solitario]
» Sentimientos que no desaparecerán [Solitario]
» El Error Del Insomne [Solitario]
» El vacío que llenar... [Solitario]
» Aria [Solitario][Terminado]
» Sentimientos que no desaparecerán [Solitario]
» El Error Del Insomne [Solitario]
» El vacío que llenar... [Solitario]
» Aria [Solitario][Terminado]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 18:40 por Lukas
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Hoy a las 18:15 por Eberus
» Derecho Aerandiano [Libre]
Hoy a las 02:17 por Tyr
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Hoy a las 01:19 por Tyr
» 89. Una compañía hacia el caos [Privado]
Ayer a las 20:51 por Aylizz Wendell
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Ayer a las 18:38 por Merié Stiffen
» Clementina Chonkffuz [SOLITARIO]
Ayer a las 16:48 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 13:24 por Tyr
» [Zona de Culto]Santuario del dragón de Mjulnr
Mar Nov 05 2024, 21:21 por Tyr
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Mar Nov 05 2024, 17:01 por Seraphine Valaryon
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Mar Nov 05 2024, 14:32 por Tyr
» [Zona de Culto] Oráculo de Fenrir
Mar Nov 05 2024, 03:02 por Tyr
» Solas, corazón del pueblo [Evento Sacrestic] [Noche] [Libre]
Dom Nov 03 2024, 17:02 por Zagreus
» Ecos De Guerra [Evento Sacrestic] [Noche]
Sáb Nov 02 2024, 23:21 por Sein Isånd
» De héroes olvidados y Rubíes Azules [Interpretativo] [Libre] [4/4] [Noche]
Miér Oct 30 2024, 21:54 por Eltrant Tale