Mercado de los Proscritos

La joven llegó a la playa y comenzó a deshacerse de las varias capas de ropa de las que se había provisto para protegerse de su aventura al aire libre. Ella entendía que era natural salir al aire fresco, pero también que “los humanos son los primeros en morir” por la picadura de un insecto, porque un animal con hambre podía atacarla, porque las bestias mitológicas podrían querer ensañarse a costa de su normalidad, o porque algún hombre quería saciar algún oscuro deseo que no podía consumar con su esposa y una chica anónima y corriente era la opción más lógica -algo que ya había sucedido-. Usó sus manos para escudarse del sol, su figura abultada por todo lo que cargaba, se movía de forma extraña sobre la arena caliente. No estaba habituada a la textura suave de los finos granos que rodeaban el mar, no eran comparables a aquellas estructuras que se asemejaban más a cristales en miniatura, pesados y que cortaban la suave piel de sus pies de los arenales de Roilkat.

- Arena tan fina que puede volar… un barco viejo con tesoros inimaginables… imposibilidades tan grandes que solo pueden ser verdades

Aunque las acciones de tomar sol, respirar la salitre del mar y haber tenido que atravesar un largo camino natural, eran cosas que ella prefería haber evitado; el poder estar dirigiéndose a una de esas fantasías que generalmente poblaban el mundo de su imaginación constituía en sí, un sueño cumplido. A medida que se acercaba a la estructura, se preguntaba si los rumores que había escuchado podrían llegar a ser reales, de ser así, tendría media batalla ganada en la misión en la que se había embarcado. Se sentía fuerte, valiente, estaba haciendo algo para ella misma. Podía ser considerado egoísta, pero si conseguía lo que había ido a buscar, se comprometería a ser extra amable y generosa con todos los que pudiera. Era su pequeña promesa al Señor su pastor, aquél que enseñaba en sus preceptos a ser caritativo y a respetar al prójimo.

La figura misteriosa pareció materializarse desde la sombra del barco. Nuria dudó un momento, pero decidió aproximarse a él. Su paso era más lento y torpe de lo que habían sido antes de divisarlo, como si quisiera postergar lo inevitable. Presentía que el hombre era peligroso, no solamente porque estaba vestido todo de negro, como si hiciera un luto perpetuo, sino por la forma en la que estaba parado, cruzado de brazos, esperando que ella se acercara, tal como si se tratara de una trampa donde él era la carnada. Una peligrosa carnada, una peligrosa, oscura y grande carnada.

- He escuchado que aquí todos los sueños son cumplidos… siempre que haya una recompensa monetaria que sea acorde- sacó un saco con los aeros que había estado ahorrando y se la tendió dubitativa al hombre. El objeto se balanceó en el aire en forma de péndulo por varios segundos antes de caer en la mano de la figura que aún no se identificaba. La criada solo esperaba que no fuese un timo magistral - Querría comprar… el arcano de mente colmena… si fuera posible… por favor- su voz se apagaba lentamente, como si todo el valor que había embotellado se dispersara con la penetrante y avasalladora mirada de ese desconocido amedrantador.

Un barco misterioso, casi fantasmal, que a bordo transporta a unos artesanos cuya genialidad cruzó mucho tiempo atrás la locura y por ello fueron expulsados de todo gremio y vilipendiados por sus compañeros de profesión, a causa de su envidia según algunos, por ser un peligro según otros. Cualquiera pensaría que algo así no era más que un cuento para niños. Una historia para no dormir, o para soñar con conocimientos y creaciones que cualquiera pensaría que solo podrían existir en sueños...Pero Níniel hacía tiempo que había aprendido a creer en esa clase de historias.

-¿Realmente viven en esa bañera? Bueno, tu eres maestra alquimista y vivimos en una casa sin muchos lujos adorada a una posada. Parece que ejercer una profesión no ha hecho rico a nadie...- Comentó la felina mientras se acercaban a los límites de la playa montadas en sus blancas monturas.

-No debemos fiarnos de las apariencias. Si la mitad de lo que hemos oído es cierto bién podrían esconder un palacio bajo esa apariencia desvencijada.- Respondió la elfa observando con recelo a la figura que sobre la arena parecía aguardar pacientemente a que se acercaran. ¿Las esperaba a ellas o acaso siempre permanecía allí, inmóvil? Sus ropas negras y su rostro completamente cubierto bastarían para espantar a cualquiera. Incluso las monturas de las jóvenes parecían reticentes a seguir andando, aunque terminaron por obedecer.

-Decid lo que queréis.- Dijo la sombría figura antes incluso de que desmontaran. Su voz ponía los pelos de punta. ¿Seguro que no eran unos fantasmas?

-Confirmar rumores y habladurías escuchadas de boca de personas que nunca hablan de rumores y habladurías.- Expresó la peliblanca tratando de sonar segura y firme. -Busco conocimientos que ayuden a la gente en estos tiempos oscuros, y dar la posibilidad  a los artesanos de trabajar con un material poco común que nadie que haya conocido ha podido tratar.-

-Tienes las manos de una sanadora...y alquimista. Tal vez...Más mostradme qué tenéis para los maestros. Trabajan por su propio interés.- Dijo el hombre de negro. Con un gesto de la cabeza Catherine sacó una bolsa grande de aeros mientras que Níniel sacaba con cuidado una piel de manticora de Trickster y se la mostraba.

-¿Qué deseáis ver?- Preguntó de nuevo la figura.

-Una mejora para armadura de mi hermana. Adaptada a su estilo de combate rápido y cuerpo a cuerpo a la par que la proteja de sus enemigos.- Fueron las palabras de la sacerdotisa. A su lado Catherine echó su capa hacia atrás para que viera su armadura, así como su físico. Incluso le mostró sus guantes y sus garras para que se hiciera una idea.

-Venid conmigo.- Dijo indicando un pequeño bote de madera. -En el barco podrás adquirir el conocimiento que buscas y, los maestros verán qué pueden hacer por tu...hermana.- Tras terminar de hablar el hombre comenzó a deslizarse sobre la arena rumbo al bote. Níniel y Cath aseguraron sus monturas y, no sin dudas, siguieron al hombre...Si es que lo era, pues no dejaba huellas en la playa al andar.