[CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
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[CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
La mañana era soleada pero fresca, con una suave brisa que llegaba desde el mar. Valeria caminaba a buen ritmo en dirección al puerto. Llevaba días de vuelta pero, lejos de encontrar la paz mental que había buscado con su regreso, se sentía irritada. La sensación había empezado como un pequeño punto de inquietud en la boca del estómago, que se había ido extendiendo poco a poco, llevándola a un estado casi constante de mal humor.
Por el camino, se cruzó con una muchacha con la cara cubierta de un fino pelaje pardo rojizo y orejas de zorro que la saludó con una sonrisa. Valeria tuvo que esforzarse para no responder con un gruñido. Por alguna razón, la alegría de la chica aumentaba su irritación. Aceleró el paso. Quería llegar al puerto lo antes posible, pasear junto al mar tenía un efecto calmante en ella. Atravesó el pueblo sin prestar atención a la gente que pasaba y, una vez pisó el embarcadero, se detuvo y respiró aliviada, como si acabase de ponerse a salvo de una persecución.
Se concedió un par de segundos antes de arrancar otra vez a andar, esta vez despacio, por el muelle. Había visitado puertos más grandes y ajetreados que aquel, pero seguía siendo un lugar lleno de actividad. Apenas unos días atrás, había desfilado sobre esas mismas tablas vestida de uniforme y rodeada de soldados, pero ahora paseaba otra vez como civil, mientras trataba de poner nombre a aquello que le impedía relajarse desde su llegada. Sabía que algunos voluntarios, sobre todo los más jóvenes, sufrían de horribles pesadillas desde el asalto a Lunargenta; uno de sus compañeros de tienda en las afueras de la ciudad, durante los trabajos de reconstrucción, solía despertar a medio campamento con sus gritos de “¡Fuego!” y su vecina de litera en el barco de vuelta tenía tales ataques de ansiedad cuando llegaba la hora de dormir que tenían que sedarla para que descansara un poco. Pero la muerte no era ninguna extraña para Valeria, hacía años que su madre y sus hermanos habían dejado de aparecérsele en sueños. Además, no fue hasta su llegada al Hekshold que empezó a sentirse inquieta.
Sus ojos se posaron en una embarcación que flotaba a unos metros de ella. Era un barco pequeño pero robusto, tenía las velas arriadas y podía verse a un par de marineros revisando el casco. Valeria se concentró en la proa, adornada con una vistosa cabeza de dragón que abría las fauces como si esperase capturar algún pez mientras surcaba las olas. Valeria notó otra vez cómo la irritación se abría paso en su interior. ¿Por qué? Siempre había admirado los barcos de los norteños. Solían decorar sus embarcaciones con dragones y siempre se las arreglaban para que las escamas parecieran brillar cuando el sol incidía en ellas.
Algo en su propia línea de pensamiento hizo que se detuviese y mirase otra vez alrededor. Reconoció un par de embarcaciones humanas un poco más adelante y una pareja de elfos, probablemente estudiantes, dedicándose carantoñas no muy lejos de donde ella se encontraba. Aquella estampa no hubiera sido posible unos años atrás, cuando ella estudiaba en el castillo, pues la apertura de éste a los extranjeros había sido muy reciente. Entonces se dio cuenta de qué era lo que le había estado pinchando desde su llegada. Había decidido quedarse un tiempo en la zona para, en cierto modo, evocar sus años de estudiante allí, una época entrañable para ella, llena de disciplina y propósito. Pero, de alguna forma, la llegada de un puñado de extranjeros parecía haber cambiado el paisaje por completo.
Valeria no se oponía a la apertura de las islas al mundo, pero una parte de ella no podía evitar sentir aquello como una intromisión. Eran muy pocos los lugares de su infancia y primera juventud que pudieran evocar en ella un sentimiento de pertenencia y empezaba a sentir que este se le escapaba.
Para calmar los nervios tras su reciente descubrimiento, se sentó sobre un noray y cerró los ojos, mientras se obligaba a respirar despacio el olor a salitre y brea que la rodeaba. Se concentró en los sonidos del puerto: los gritos de las gaviotas, el constante crujir de la madera reacomodándose en los barcos, las conversaciones de viajeros y navegantes y sus pisadas sobre el muelle de madera, una anciana pregonando la frescura de sus moluscos a lo lejos. Los sonidos propios de cualquier puerto y algo más. Valeria se concentró en ese algo: las pisadas lentas, rítmicas y pesadas de los gólems de piedra que trasladaban las mercancías de un lado a otro. Se concentró en acompasar su respiración con las pisadas y se sintió mucho más calmada. Aquel sonido era único en las islas, era lo que solía echar de menos en otros puertos. En aquel momento, decidió dejar de concentrarse en aquello que había cambiado y fijarse, en cambio, en lo que permanecía intacto.
Alguien pasó a su lado y recibió una bocanada de un aroma dulzón que le hizo estornudar primero y sonreír después. Muchos mercaderes llevaban pañuelos perfumados para sobrellevar el olor a salitre brea y sudor que acompañaba inevitablemente a los largos viajes en barco; algunos se administraban fuertes dosis del mismo antes de bajar del barco, para intentar ocultar el tiempo que llevaban alejados de la bañera. Más animada, Valeria abrió los ojos, se levantó y reanudó su paseo, esta vez hacia el pueblo.
Por el camino, se cruzó con una muchacha con la cara cubierta de un fino pelaje pardo rojizo y orejas de zorro que la saludó con una sonrisa. Valeria tuvo que esforzarse para no responder con un gruñido. Por alguna razón, la alegría de la chica aumentaba su irritación. Aceleró el paso. Quería llegar al puerto lo antes posible, pasear junto al mar tenía un efecto calmante en ella. Atravesó el pueblo sin prestar atención a la gente que pasaba y, una vez pisó el embarcadero, se detuvo y respiró aliviada, como si acabase de ponerse a salvo de una persecución.
Se concedió un par de segundos antes de arrancar otra vez a andar, esta vez despacio, por el muelle. Había visitado puertos más grandes y ajetreados que aquel, pero seguía siendo un lugar lleno de actividad. Apenas unos días atrás, había desfilado sobre esas mismas tablas vestida de uniforme y rodeada de soldados, pero ahora paseaba otra vez como civil, mientras trataba de poner nombre a aquello que le impedía relajarse desde su llegada. Sabía que algunos voluntarios, sobre todo los más jóvenes, sufrían de horribles pesadillas desde el asalto a Lunargenta; uno de sus compañeros de tienda en las afueras de la ciudad, durante los trabajos de reconstrucción, solía despertar a medio campamento con sus gritos de “¡Fuego!” y su vecina de litera en el barco de vuelta tenía tales ataques de ansiedad cuando llegaba la hora de dormir que tenían que sedarla para que descansara un poco. Pero la muerte no era ninguna extraña para Valeria, hacía años que su madre y sus hermanos habían dejado de aparecérsele en sueños. Además, no fue hasta su llegada al Hekshold que empezó a sentirse inquieta.
Sus ojos se posaron en una embarcación que flotaba a unos metros de ella. Era un barco pequeño pero robusto, tenía las velas arriadas y podía verse a un par de marineros revisando el casco. Valeria se concentró en la proa, adornada con una vistosa cabeza de dragón que abría las fauces como si esperase capturar algún pez mientras surcaba las olas. Valeria notó otra vez cómo la irritación se abría paso en su interior. ¿Por qué? Siempre había admirado los barcos de los norteños. Solían decorar sus embarcaciones con dragones y siempre se las arreglaban para que las escamas parecieran brillar cuando el sol incidía en ellas.
Algo en su propia línea de pensamiento hizo que se detuviese y mirase otra vez alrededor. Reconoció un par de embarcaciones humanas un poco más adelante y una pareja de elfos, probablemente estudiantes, dedicándose carantoñas no muy lejos de donde ella se encontraba. Aquella estampa no hubiera sido posible unos años atrás, cuando ella estudiaba en el castillo, pues la apertura de éste a los extranjeros había sido muy reciente. Entonces se dio cuenta de qué era lo que le había estado pinchando desde su llegada. Había decidido quedarse un tiempo en la zona para, en cierto modo, evocar sus años de estudiante allí, una época entrañable para ella, llena de disciplina y propósito. Pero, de alguna forma, la llegada de un puñado de extranjeros parecía haber cambiado el paisaje por completo.
Valeria no se oponía a la apertura de las islas al mundo, pero una parte de ella no podía evitar sentir aquello como una intromisión. Eran muy pocos los lugares de su infancia y primera juventud que pudieran evocar en ella un sentimiento de pertenencia y empezaba a sentir que este se le escapaba.
Para calmar los nervios tras su reciente descubrimiento, se sentó sobre un noray y cerró los ojos, mientras se obligaba a respirar despacio el olor a salitre y brea que la rodeaba. Se concentró en los sonidos del puerto: los gritos de las gaviotas, el constante crujir de la madera reacomodándose en los barcos, las conversaciones de viajeros y navegantes y sus pisadas sobre el muelle de madera, una anciana pregonando la frescura de sus moluscos a lo lejos. Los sonidos propios de cualquier puerto y algo más. Valeria se concentró en ese algo: las pisadas lentas, rítmicas y pesadas de los gólems de piedra que trasladaban las mercancías de un lado a otro. Se concentró en acompasar su respiración con las pisadas y se sintió mucho más calmada. Aquel sonido era único en las islas, era lo que solía echar de menos en otros puertos. En aquel momento, decidió dejar de concentrarse en aquello que había cambiado y fijarse, en cambio, en lo que permanecía intacto.
Alguien pasó a su lado y recibió una bocanada de un aroma dulzón que le hizo estornudar primero y sonreír después. Muchos mercaderes llevaban pañuelos perfumados para sobrellevar el olor a salitre brea y sudor que acompañaba inevitablemente a los largos viajes en barco; algunos se administraban fuertes dosis del mismo antes de bajar del barco, para intentar ocultar el tiempo que llevaban alejados de la bañera. Más animada, Valeria abrió los ojos, se levantó y reanudó su paseo, esta vez hacia el pueblo.
Última edición por Reike el Vie Mar 29 2019, 15:11, editado 1 vez
Reike
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
La situación experimentada en la escuela fue lo que se puede catalogar como “agridulce” en términos mundanos, una severa carga de emociones fuertes tuvieron lugar producto de las circunstancias aleatorias.
Lo que se suponía tenía que ser una ceremonia de renovación, una bienvenida simbólica al prominente futuro, termino como el más bajo ataque por parte de los remanentes fanáticos de Exos en la trama Ámbar.
Aunque los daños y perdida vivas fueron mínimas, eso no disminuye ni un poco la culpa que continua sintiendo la joven máquina. Después de todo fue un flaqueo en sus estrategias lo que dio la ventana al suceso.
Luego de despedirse de sus amigos en condiciones más ominosas de lo que hubiera deseado, Zero vuelve a estar por su cuenta. Tiene plena confianza en que los refugiados y sus anfitriones no bajaran la guardia ni por un instante ahora.
La trama de la ciudad subterránea llega a un cierre, aunque claramente es apenas el preludio de algo más. Exos sigue fuerte por lo que se tendrán que librar muchas contiendas antes de siquiera hacerle aparecer en real.
Z9-42 medita todo esto en los muelles de la escuela, no ha dado la señal para que su transporte lo busque y es que necesita algo de tiempo contemplativo. Aun le cuesta lidiar mucho con las consecuencias de sus acciones… especialmente las de omisión.
No puede evitar recordar lo fácil que eran antes las situaciones, cuando estaba en la base su propósito era claro. Incluso una vez como elemento fugado las posibilidades rondaban el rango de tolerables, realidad muy lejana ahora.
Es como… alborotar un avispero.
Dice en tono normal aunque claramente perdido en sus pensamientos, el rostro que muestra es melancólico. No suele soltar comentarios gratuitos ni vociferar sus pensamientos aunque este no es como todos los días.
Sabe lo que pasa, está teniendo dudas sobre el camino que decidió seguir… y a pesar de comprenderlo no puede parar, frustrante con todo el significado de la palabra. Si a eso le sumamos la velocidad con la que se mueven sus pensamientos es fácil entender lo perturbador.
Con un largo suspiro se recuesta de la barandilla del puerto, intentando distraerse con el animado paisaje. Ayer mismo no podía dejar los ojos en un solo sitio, parece imposible que se trate del mismo “chico” ahora.
Mira entonces a varios alumnos jóvenes corretear de un lado a otro, la simple escena le genera algo de envidia. Las preocupaciones infantiles no suelen ser tan severas pero… él no es un niño normal ni por asomo.
Me gustaría una Zero-hamburguesa…
Lo que se suponía tenía que ser una ceremonia de renovación, una bienvenida simbólica al prominente futuro, termino como el más bajo ataque por parte de los remanentes fanáticos de Exos en la trama Ámbar.
Aunque los daños y perdida vivas fueron mínimas, eso no disminuye ni un poco la culpa que continua sintiendo la joven máquina. Después de todo fue un flaqueo en sus estrategias lo que dio la ventana al suceso.
Luego de despedirse de sus amigos en condiciones más ominosas de lo que hubiera deseado, Zero vuelve a estar por su cuenta. Tiene plena confianza en que los refugiados y sus anfitriones no bajaran la guardia ni por un instante ahora.
La trama de la ciudad subterránea llega a un cierre, aunque claramente es apenas el preludio de algo más. Exos sigue fuerte por lo que se tendrán que librar muchas contiendas antes de siquiera hacerle aparecer en real.
Z9-42 medita todo esto en los muelles de la escuela, no ha dado la señal para que su transporte lo busque y es que necesita algo de tiempo contemplativo. Aun le cuesta lidiar mucho con las consecuencias de sus acciones… especialmente las de omisión.
No puede evitar recordar lo fácil que eran antes las situaciones, cuando estaba en la base su propósito era claro. Incluso una vez como elemento fugado las posibilidades rondaban el rango de tolerables, realidad muy lejana ahora.
Es como… alborotar un avispero.
Dice en tono normal aunque claramente perdido en sus pensamientos, el rostro que muestra es melancólico. No suele soltar comentarios gratuitos ni vociferar sus pensamientos aunque este no es como todos los días.
Sabe lo que pasa, está teniendo dudas sobre el camino que decidió seguir… y a pesar de comprenderlo no puede parar, frustrante con todo el significado de la palabra. Si a eso le sumamos la velocidad con la que se mueven sus pensamientos es fácil entender lo perturbador.
Con un largo suspiro se recuesta de la barandilla del puerto, intentando distraerse con el animado paisaje. Ayer mismo no podía dejar los ojos en un solo sitio, parece imposible que se trate del mismo “chico” ahora.
Mira entonces a varios alumnos jóvenes corretear de un lado a otro, la simple escena le genera algo de envidia. Las preocupaciones infantiles no suelen ser tan severas pero… él no es un niño normal ni por asomo.
Me gustaría una Zero-hamburguesa…
Z9-42
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
Mientras seguía la estela que había dejado atrás aquel comerciante, trataba de averiguar qué tipo de perfume llevaba. Era floral, sin duda, aunque también distinguía el clavo de olor: hacía falta una base robusta para tapar el sudor. La voz del chico la sacó de su ensimismamiento. Por un instante, pensó que se dirigía a ella y miró alrededor tratando de entender a qué se refería, pero no halló nada que justificase el comentario. Aparte de la actividad normal del puerto y un puñado de paseantes, sólo vio a unos chiquillos jugando. Nada remotamente peligroso, ni siquiera utilizaban la magia.
Volvió a mirar al niño, intrigada, y se dio cuenta de que estaba como en otro mundo. Debía de haber estado pensando en voz alta. Val sacudió ligeramente la cabeza, como para dejar atrás la interrupción y volver a su línea de pensamiento inicial, y ya estaba a punto de reanudar su camino, cuando le vino a la mente la idea de que el chico le sonaba de algo. Volvió la vista para confirmar la idea y supo enseguida de qué: la fiesta de Rutherford.
Valeria tenía una norma (entre otras): si le piden a alguien que de un discurso, es por algo, puede ser útil recordar a esa persona, aunque no levante metro y medio del suelo. A decir verdad, no había prestado demasiada atención a los discursos de la noche, más allá de tomar nota mental de quién parecía ser el líder de los refugiados. Últimamente, no tenía un humor muy festivo; había asistido “por cumplir”, que era, a fin de cuentas, la razón por la que había sido invitada al evento. Lo que no le había pasado inadvertido, más allá del catastrófico final de la velada, era el traje del muchacho, aparentemente, el mismo que aún llevaba puesto. Después de cuatro años comprando y vendiendo artículos de lujo por todo Aerandir, Valeria sabía lo suficiente sobre tejidos como para darse cuenta de que estaba ante un material muy poco común, lo cual se hacía más evidente ahora que lo observaba más de cerca.
A la luz de esta nueva información, no tuvo problemas para imaginarse la razón de la visible melancolía del muchacho. La celebración había dejado un mal sabor de boca a todos los asistentes y, si el chico había jugado un papel importante en la llegada de los forasteros, no era de extrañar que pudiera sentirse responsable de lo sucedido.
—Bueno, si esperas que salga flotando del mar, vas a estar ahí parado mucho rato —soltó como contestación a su segundo comentario. Era consciente de que su intervención podía resultar dura, quizá insensible, pero, a fin de cuentas, no le hacía ningún favor al crío retroalimentando su autocompasión.
Volvió a mirar al niño, intrigada, y se dio cuenta de que estaba como en otro mundo. Debía de haber estado pensando en voz alta. Val sacudió ligeramente la cabeza, como para dejar atrás la interrupción y volver a su línea de pensamiento inicial, y ya estaba a punto de reanudar su camino, cuando le vino a la mente la idea de que el chico le sonaba de algo. Volvió la vista para confirmar la idea y supo enseguida de qué: la fiesta de Rutherford.
Valeria tenía una norma (entre otras): si le piden a alguien que de un discurso, es por algo, puede ser útil recordar a esa persona, aunque no levante metro y medio del suelo. A decir verdad, no había prestado demasiada atención a los discursos de la noche, más allá de tomar nota mental de quién parecía ser el líder de los refugiados. Últimamente, no tenía un humor muy festivo; había asistido “por cumplir”, que era, a fin de cuentas, la razón por la que había sido invitada al evento. Lo que no le había pasado inadvertido, más allá del catastrófico final de la velada, era el traje del muchacho, aparentemente, el mismo que aún llevaba puesto. Después de cuatro años comprando y vendiendo artículos de lujo por todo Aerandir, Valeria sabía lo suficiente sobre tejidos como para darse cuenta de que estaba ante un material muy poco común, lo cual se hacía más evidente ahora que lo observaba más de cerca.
A la luz de esta nueva información, no tuvo problemas para imaginarse la razón de la visible melancolía del muchacho. La celebración había dejado un mal sabor de boca a todos los asistentes y, si el chico había jugado un papel importante en la llegada de los forasteros, no era de extrañar que pudiera sentirse responsable de lo sucedido.
—Bueno, si esperas que salga flotando del mar, vas a estar ahí parado mucho rato —soltó como contestación a su segundo comentario. Era consciente de que su intervención podía resultar dura, quizá insensible, pero, a fin de cuentas, no le hacía ningún favor al crío retroalimentando su autocompasión.
Reike
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
Las frases aleatorias del muchacho logran captar la atención de una persona, sin duda un curso de acción que no esperaba. Casi todo el mundo suele ignorar los balbuceos infantiles pues saben bien que no es la etapa más racional del ser inteligente.
Aunque al principio la señorita se mantiene a una distancia prudente dispuesta a seguir su camino, termina por intervenir. Su acotación hace que el pequeño robot establezca contacto visual de inmediato.
El primer cruce de miradas es confuso, al menos ese es el rostro que forma Z9-42. Cuando entiende que se trata de un comentario cargado de cierto humor no puede evitar generar una amplia sonrisa.
Eternamente, tendría que estar parado aquí eternamente y nunca saldría.
Curiosamente el intercambio de irracionalidades lo hace sentir mejor esta vez, sus pensamientos autodestructivos pasan a segundo plano… ¿Que se puede decir?, aún conserva la facilidad mental de un pequeño corriente.
Me llamo Zero, ¿Cuál es su nombre?
Presentaciones por delante, es un niño robot educado. Conocer el calificativo de otra persona es el preludio a un vínculo, lleva siéndolo desde que los seres pueden entenderse fluidamente entre sí en ambos lados del portal.
Nota entonces mientras espera que no conoce a esta persona, al menos en el roster de aventureros con los que ha tenido la oportunidad de interactuar o escuchar noticias. Curioso e infinitamente más destacable, adora conocer gente nueva de la nada.
La pequeña conversación transcurre en medio del agitado puerto sin contribuir demasiado a su caótica dinámica, después de todo las personas alrededor se fijan en sus asuntos al no tener motivación suficiente para reparar en el par.
En un particular momento, el chiquillo maquina nota que es estudiado por la mirada de su interlocutora. Tiene experiencia detectando tales cosas aunque decide no darle mucha importancia.
¿Es una habitante de las islas?
Dice con curiosidad real, es un detalle que le gustaría saber. Al final la escuela de magia atrae muchos forasteros, este debe ser el sitio con mayor diversidad étnica del territorio brujo en su totalidad.
Aunque al principio la señorita se mantiene a una distancia prudente dispuesta a seguir su camino, termina por intervenir. Su acotación hace que el pequeño robot establezca contacto visual de inmediato.
El primer cruce de miradas es confuso, al menos ese es el rostro que forma Z9-42. Cuando entiende que se trata de un comentario cargado de cierto humor no puede evitar generar una amplia sonrisa.
Eternamente, tendría que estar parado aquí eternamente y nunca saldría.
Curiosamente el intercambio de irracionalidades lo hace sentir mejor esta vez, sus pensamientos autodestructivos pasan a segundo plano… ¿Que se puede decir?, aún conserva la facilidad mental de un pequeño corriente.
Me llamo Zero, ¿Cuál es su nombre?
Presentaciones por delante, es un niño robot educado. Conocer el calificativo de otra persona es el preludio a un vínculo, lleva siéndolo desde que los seres pueden entenderse fluidamente entre sí en ambos lados del portal.
Nota entonces mientras espera que no conoce a esta persona, al menos en el roster de aventureros con los que ha tenido la oportunidad de interactuar o escuchar noticias. Curioso e infinitamente más destacable, adora conocer gente nueva de la nada.
La pequeña conversación transcurre en medio del agitado puerto sin contribuir demasiado a su caótica dinámica, después de todo las personas alrededor se fijan en sus asuntos al no tener motivación suficiente para reparar en el par.
En un particular momento, el chiquillo maquina nota que es estudiado por la mirada de su interlocutora. Tiene experiencia detectando tales cosas aunque decide no darle mucha importancia.
¿Es una habitante de las islas?
Dice con curiosidad real, es un detalle que le gustaría saber. Al final la escuela de magia atrae muchos forasteros, este debe ser el sitio con mayor diversidad étnica del territorio brujo en su totalidad.
Z9-42
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
La mirada directa del niño y la rapidez con que la fijó en sus ojos la tomó por sorpresa, aunque no tanto como la amplia sonrisa que se dibujó seguidamente en su rostro. La última vez que se había dirigido así a un chiquillo, éste la había mirado un instante con cara de miedo y había salido corriendo sin mediar palabra y, sin embargo, este chaval acababa de arrancarle una media sonrisa con su comentario.
Lo estudió durante un momento. ¿Qué edad tendría, ocho años, nueve como mucho? Más o menos la misma que ella cuando los dioses decidieron que era hora de espabilar. «Puede que el viejo se haya quedado ciego», pensó, «pero aún no está chocho». Hizo nota mental de mantener los ojos abiertos en el futuro, por si se topaba con el otro crío, “el gran orador”.
—Reike —contestó— y sí, supongo que “habitante de las islas” me describe perfectamente. —Correspondió a la impecable educación del muchacho con una sonrisa, quizá más jocosa que cálida—. Imagino que tú vienes del continente. ¿Estás aquí para estudiar?
En un alarde de delicadeza, había decidido no hacer ningún comentario relativo a la fiesta, además, le gustaba partir con ventaja en sus interacciones. ¿Demasiadas precauciones tratándose de un chiquillo? Puede, pero Valeria tenía un recuerdo lo bastante claro de su propia infancia como para saber que no se debe subestimar a un niño. Más de un adulto incauto en Beltrexus vivió para lamentar ese error.
Mientras sonreía para sus adentros recordando algunas de sus hazañas infantiles, se apoyó en la barandilla, junto al chico. Con las manos detrás de la espalda, en actitud relajada, dirigió la mirada hacia los niños que jugaban cerca de los muelles. Corrían persiguiéndose unos a otros, sin parar de reír. Era una escena muy apacible, pero Val sabía que, en cualquier momento, la cosa podía escapárseles de las manos. Parecía inevitable cuando varios chiquillos se juntaban: de repente, uno tropezaba, o se frustraba, o llevaba la broma demasiado lejos y alguien acababa llorando. O puede que pensar así fuese sólo una forma de sobrellevar su breve niñez.
—¿Cómo es que no estás jugando con los otros niños? —añadió a su pregunta anterior.
La mañana seguía su propio ritmo en el puerto. El mercader recién llegado desaparecía entre las casas del pueblo, probablemente en busca de una posada en la que darse un buen baño antes de dirigirse al interior con sus mercancías; los golems continuaban con su lento ir y venir; la vieja de los moluscos seguía gritando a los cuatro vientos las bondades de su producto; y la pareja de elfos que se hacía carantoñas en el embarcadero caminaba con las manos entrelazadas sin apenas apartar la visa el uno del otro.
Lo estudió durante un momento. ¿Qué edad tendría, ocho años, nueve como mucho? Más o menos la misma que ella cuando los dioses decidieron que era hora de espabilar. «Puede que el viejo se haya quedado ciego», pensó, «pero aún no está chocho». Hizo nota mental de mantener los ojos abiertos en el futuro, por si se topaba con el otro crío, “el gran orador”.
—Reike —contestó— y sí, supongo que “habitante de las islas” me describe perfectamente. —Correspondió a la impecable educación del muchacho con una sonrisa, quizá más jocosa que cálida—. Imagino que tú vienes del continente. ¿Estás aquí para estudiar?
En un alarde de delicadeza, había decidido no hacer ningún comentario relativo a la fiesta, además, le gustaba partir con ventaja en sus interacciones. ¿Demasiadas precauciones tratándose de un chiquillo? Puede, pero Valeria tenía un recuerdo lo bastante claro de su propia infancia como para saber que no se debe subestimar a un niño. Más de un adulto incauto en Beltrexus vivió para lamentar ese error.
Mientras sonreía para sus adentros recordando algunas de sus hazañas infantiles, se apoyó en la barandilla, junto al chico. Con las manos detrás de la espalda, en actitud relajada, dirigió la mirada hacia los niños que jugaban cerca de los muelles. Corrían persiguiéndose unos a otros, sin parar de reír. Era una escena muy apacible, pero Val sabía que, en cualquier momento, la cosa podía escapárseles de las manos. Parecía inevitable cuando varios chiquillos se juntaban: de repente, uno tropezaba, o se frustraba, o llevaba la broma demasiado lejos y alguien acababa llorando. O puede que pensar así fuese sólo una forma de sobrellevar su breve niñez.
—¿Cómo es que no estás jugando con los otros niños? —añadió a su pregunta anterior.
La mañana seguía su propio ritmo en el puerto. El mercader recién llegado desaparecía entre las casas del pueblo, probablemente en busca de una posada en la que darse un buen baño antes de dirigirse al interior con sus mercancías; los golems continuaban con su lento ir y venir; la vieja de los moluscos seguía gritando a los cuatro vientos las bondades de su producto; y la pareja de elfos que se hacía carantoñas en el embarcadero caminaba con las manos entrelazadas sin apenas apartar la visa el uno del otro.
Reike
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
Pronto Zero descubre que sus comentarios fueron acertados, es sorprendente lo fluido que se ha vuelto. Cuando salió de la base apenas podía poner una palabra después de otra sin vacilar. Ahora mismo es bastante fácil llevar una conversación con él, incluso ameno.
Es un bonito nombre.
Dice sonriente, lo cierto es que el calificativo le recuerda a uno de sus propios lugartenientes. Reiko es un personaje misterioso con un trasfondo triste pero su información a resultado vital para las operaciones mirmidonas.
Si vengo del continente pero no soy estudiante, estoy en misi… por mi cuenta.
Entre menos personas conozcan de Exos mejor, no sabrían manejar la información y podrían acabar colocándose en el punto de mira. Afortunadamente no es un tema demasiado accesible por lo que cualquier referencia vaga termina olvidada pronto.
La mujer no tarda en tomar una posición más cómoda, enfocando la escena que el mismo Z9-42 observaba hace poco. Eventualmente emite una pregunta que toma por sorpresa a su pequeño interlocutor.
Yo… no debo “niega con la cabeza” no quiero… soy un niño especial, ¿Especial y ocupado?
Claro que puede divertirse con otros niños, a pesar de ser un pequeño aumentado tiene pleno control sobre sus capacidades. Por otro lado no lo considera lógico, especialmente ahora que tiene una responsabilidad para con las gentes de Aerandir.
Mira el horizonte unos instantes, le es imposible negar que ha sentido “ganas” de unirse al grupito de niños en sus juegos. Después de todo sigue manteniendo mucho de su antigua vida convergiendo en él.
¿Pertenece a la escuela señorita Reike?
Utiliza una nueva interrogante para suplantar el tema anterior, táctica que rara vez falla. Tampoco es algo nacido del azar, al final el nuevo elemento ha despertado su interés. Para ganarse la amistad del niño robot solo se necesita ser amable… o al menos dispuesto.
Otro punto que se debe tener en cuenta es el poco número de registros que tiene la base de datos bio sobre la institución educativa en cuestión, lejos de algunas referencias puntuales casi todas las entradas están incompletas.
No debería resultar raro sabiendo el nivel de celo que caracteriza a la cultura, incluso en un aspecto de intercambio intelectual como este. Basta decir que Z9-42 siempre encontrara tiempo para aprender.
Es mi primera vez en este lugar, nunca había visto nada como la Academia Hekshold antes.
Es un bonito nombre.
Dice sonriente, lo cierto es que el calificativo le recuerda a uno de sus propios lugartenientes. Reiko es un personaje misterioso con un trasfondo triste pero su información a resultado vital para las operaciones mirmidonas.
Si vengo del continente pero no soy estudiante, estoy en misi… por mi cuenta.
Entre menos personas conozcan de Exos mejor, no sabrían manejar la información y podrían acabar colocándose en el punto de mira. Afortunadamente no es un tema demasiado accesible por lo que cualquier referencia vaga termina olvidada pronto.
La mujer no tarda en tomar una posición más cómoda, enfocando la escena que el mismo Z9-42 observaba hace poco. Eventualmente emite una pregunta que toma por sorpresa a su pequeño interlocutor.
Yo… no debo “niega con la cabeza” no quiero… soy un niño especial, ¿Especial y ocupado?
Claro que puede divertirse con otros niños, a pesar de ser un pequeño aumentado tiene pleno control sobre sus capacidades. Por otro lado no lo considera lógico, especialmente ahora que tiene una responsabilidad para con las gentes de Aerandir.
Mira el horizonte unos instantes, le es imposible negar que ha sentido “ganas” de unirse al grupito de niños en sus juegos. Después de todo sigue manteniendo mucho de su antigua vida convergiendo en él.
¿Pertenece a la escuela señorita Reike?
Utiliza una nueva interrogante para suplantar el tema anterior, táctica que rara vez falla. Tampoco es algo nacido del azar, al final el nuevo elemento ha despertado su interés. Para ganarse la amistad del niño robot solo se necesita ser amable… o al menos dispuesto.
Otro punto que se debe tener en cuenta es el poco número de registros que tiene la base de datos bio sobre la institución educativa en cuestión, lejos de algunas referencias puntuales casi todas las entradas están incompletas.
No debería resultar raro sabiendo el nivel de celo que caracteriza a la cultura, incluso en un aspecto de intercambio intelectual como este. Basta decir que Z9-42 siempre encontrara tiempo para aprender.
Es mi primera vez en este lugar, nunca había visto nada como la Academia Hekshold antes.
Z9-42
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
Un bonito nombre. La idea resonó en la mente de Valeria, haciendo que su mirada se desenfocase durante un momento. Un vestigio, una promesa; así era como ella lo veía. Val siempre utilizaba su apellido. Si su padre seguía vivo en alguna parte, y algo le decía que así era, esperaba que el nombre llegara a sus oídos. Sería como un mensaje triunfal: «Sí, padre, sobreviví. Sin tu ayuda». Se trataba, en el fondo, de una esperanza infantil, pero ella prefería considerarlo una venganza personal.
No se molestó en ocultar su interés cuando el chiquillo empezó a balbucear. Apartó la vista del grupo de niños y la dirigió de nuevo a su interlocutor, para observar atentamente sus gestos. «Con que un niño especial», pensó. En otras circunstancias, esas palabras se habrían topado con una risa sarcástica por toda respuesta. En aquella ocasión, no hacían más que aumentar su interés. Y ¿acaso no había estado a punto de escapársele que estaba “de misión”? De acuerdo, podía haber sido cualquier otra cosa, pero a Val no se le ocurrían muchas palabras que empezasen por “misi” (ninguna otra, a decir verdad) y, ante la duda, es más seguro sospechar. Por si acaso. Era otra de sus normas.
Se recompuso bastante rápido, para un niño tan joven, y Val no pudo menos que aplaudir su estrategia; ella misma la usaba a menudo. «Jamás pensé que llegaría el día», se dijo a sí misma, mientras trataba de evitar que la sonrisa irónica que se había ido abriendo paso en su rostro estallase en una carcajada «, pero me gusta este crío».
—Estudié aquí —contestó, tras una pausa—. Hace tiempo. —Después miró a lo lejos, en la dirección en la que se encontraba el castillo, aunque, a aquella distancia, apenas era capaz de distinguir la sombra de los torreones más allá del pueblo, los campos y el bosque—. Y tengo que reconocer que tampoco he visto nada igual.
El sonido de un llanto atrajo de nuevo su atención hacia los niños que tenían delante. Por fin había ocurrido. Al parecer, dos de ellos habían tropezado el uno con el otro. El más pequeño de los dos había caído al suelo y ahora corría hacia el puesto de moluscos, llamando a su abuela. Los otros lo siguieron, ya fuera para ayudarle o exculparse. No tenía la menor importancia, seguramente estarían jugando juntos otra vez antes de terminar la mañana.
—Pero dime, Zero —dijo, apartando los ojos de la escena y volviendo al chico—: ¿no eres un poco joven para viajar por tu cuenta?
Esta vez no sonreía, un niño no está solo por elección. Ella misma se había resistido durante años a dejar atrás su hogar, a pesar de lo duro que resultase permanecer allí. Por supuesto, si el chaval estaba en una misión, cabría preguntarse “¿para quién?”, pero era poco probable que fuera a soltarlo así como así. ¿Acaso ella habría delatado a Bhima? Ni siquiera después de tantos años. El hombre no era un príncipe de la caridad, su ayuda se pagaba, pero había sido la primera persona en creer en la pequeña Val. Hasta que la no tan pequeña decidió largarse, claro.
—Si no has venido a estudiar, pensaría que estás con los refugiados que nos acompañaron desde Lunargenta, pero la verdad es que no tienes mucha pinta de refugiado —añadió con una mirada hacia sus ropas.
Mientras escuchaba la respuesta del muchacho, distinguió, por el rabillo del ojo, a un grupo de jóvenes, tres chicos y dos chicas, que ocupaban el lugar donde habían estado jugando los chiquillos hacía un momento. Debían rondar los catorce o quince años, hablaban alto y reían con ganas. Todo en ellos, desde su ropa vistosa hasta su postura arrogante, pasando por la característica manera de hablar, sugería que debían venir de la zona rica de Beltrexus. Val conocía el tipo, pues se habían contado entre sus presas más codiciadas en el pasado. Debía reconocer, sin embargo, que no habían resultado tan agradables como compañeros de clase.
Aunque el sonido del mar a su espalda no le permitía distinguir sus palabras, algo en su forma de expresarse había hecho que su cuerpo reaccionara instintivamente, poniéndose en guardia. Apartó la mirada de su interlocutor para seguir la de los jóvenes… que estaba fija en la pareja de elfos. Los dos tortolitos, concentrados como estaban el uno en el otro, no sólo no se habían percatado de la situación, sino que caminaban derechos hacia el grupo.
Valeria levantó una ceja, mientras la expresión de su cara reflejaba sus sentimientos: una mezcla de incredulidad y fastidio. «¿Es que esos abraza árboles no tienen fieras en su bosque?», pensó. Como buena rata de ciudad, sus conocimientos sobre la vida en el bosque eran más bien nulos, pero sí sabía que hasta los perros callejeros se ponían en guardia cuando presentían el peligro. Puede que el Hekshold hubiera abierto sus puertas a los extranjeros, pero eso no significaba que todo el mundo estuviera feliz y contento de acogerlos, especialmente a los elfos. Aunque no viniesen de Sandorai, sino desde alguna otra parte del continente, aquellos dos tenían que saber que pisaban terreno inestable, ¿o es que el amor adolescente les había frito el cerebro?
No se molestó en ocultar su interés cuando el chiquillo empezó a balbucear. Apartó la vista del grupo de niños y la dirigió de nuevo a su interlocutor, para observar atentamente sus gestos. «Con que un niño especial», pensó. En otras circunstancias, esas palabras se habrían topado con una risa sarcástica por toda respuesta. En aquella ocasión, no hacían más que aumentar su interés. Y ¿acaso no había estado a punto de escapársele que estaba “de misión”? De acuerdo, podía haber sido cualquier otra cosa, pero a Val no se le ocurrían muchas palabras que empezasen por “misi” (ninguna otra, a decir verdad) y, ante la duda, es más seguro sospechar. Por si acaso. Era otra de sus normas.
Se recompuso bastante rápido, para un niño tan joven, y Val no pudo menos que aplaudir su estrategia; ella misma la usaba a menudo. «Jamás pensé que llegaría el día», se dijo a sí misma, mientras trataba de evitar que la sonrisa irónica que se había ido abriendo paso en su rostro estallase en una carcajada «, pero me gusta este crío».
—Estudié aquí —contestó, tras una pausa—. Hace tiempo. —Después miró a lo lejos, en la dirección en la que se encontraba el castillo, aunque, a aquella distancia, apenas era capaz de distinguir la sombra de los torreones más allá del pueblo, los campos y el bosque—. Y tengo que reconocer que tampoco he visto nada igual.
El sonido de un llanto atrajo de nuevo su atención hacia los niños que tenían delante. Por fin había ocurrido. Al parecer, dos de ellos habían tropezado el uno con el otro. El más pequeño de los dos había caído al suelo y ahora corría hacia el puesto de moluscos, llamando a su abuela. Los otros lo siguieron, ya fuera para ayudarle o exculparse. No tenía la menor importancia, seguramente estarían jugando juntos otra vez antes de terminar la mañana.
—Pero dime, Zero —dijo, apartando los ojos de la escena y volviendo al chico—: ¿no eres un poco joven para viajar por tu cuenta?
Esta vez no sonreía, un niño no está solo por elección. Ella misma se había resistido durante años a dejar atrás su hogar, a pesar de lo duro que resultase permanecer allí. Por supuesto, si el chaval estaba en una misión, cabría preguntarse “¿para quién?”, pero era poco probable que fuera a soltarlo así como así. ¿Acaso ella habría delatado a Bhima? Ni siquiera después de tantos años. El hombre no era un príncipe de la caridad, su ayuda se pagaba, pero había sido la primera persona en creer en la pequeña Val. Hasta que la no tan pequeña decidió largarse, claro.
—Si no has venido a estudiar, pensaría que estás con los refugiados que nos acompañaron desde Lunargenta, pero la verdad es que no tienes mucha pinta de refugiado —añadió con una mirada hacia sus ropas.
Mientras escuchaba la respuesta del muchacho, distinguió, por el rabillo del ojo, a un grupo de jóvenes, tres chicos y dos chicas, que ocupaban el lugar donde habían estado jugando los chiquillos hacía un momento. Debían rondar los catorce o quince años, hablaban alto y reían con ganas. Todo en ellos, desde su ropa vistosa hasta su postura arrogante, pasando por la característica manera de hablar, sugería que debían venir de la zona rica de Beltrexus. Val conocía el tipo, pues se habían contado entre sus presas más codiciadas en el pasado. Debía reconocer, sin embargo, que no habían resultado tan agradables como compañeros de clase.
Aunque el sonido del mar a su espalda no le permitía distinguir sus palabras, algo en su forma de expresarse había hecho que su cuerpo reaccionara instintivamente, poniéndose en guardia. Apartó la mirada de su interlocutor para seguir la de los jóvenes… que estaba fija en la pareja de elfos. Los dos tortolitos, concentrados como estaban el uno en el otro, no sólo no se habían percatado de la situación, sino que caminaban derechos hacia el grupo.
Valeria levantó una ceja, mientras la expresión de su cara reflejaba sus sentimientos: una mezcla de incredulidad y fastidio. «¿Es que esos abraza árboles no tienen fieras en su bosque?», pensó. Como buena rata de ciudad, sus conocimientos sobre la vida en el bosque eran más bien nulos, pero sí sabía que hasta los perros callejeros se ponían en guardia cuando presentían el peligro. Puede que el Hekshold hubiera abierto sus puertas a los extranjeros, pero eso no significaba que todo el mundo estuviera feliz y contento de acogerlos, especialmente a los elfos. Aunque no viniesen de Sandorai, sino desde alguna otra parte del continente, aquellos dos tenían que saber que pisaban terreno inestable, ¿o es que el amor adolescente les había frito el cerebro?
- Off::
Se me hacía un poco largo, así que te dejo a ti el encontronazo o lo continúo en el siguiente turno, como gustes ☺
Reike
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
Las palabras de Zero tienen verdad en ellas, no hay muchos sitios en el mundo que se asemejen a la academia de magia. Lugares de conocimiento tales como la Universidad de los Susurros en Lunargenta o la base bio suelen ser muy “selectivos” con sus estudiantes.
Afortunadamente la estrategia conversacional del pequeño robot surte efecto y el tema cambia sin mayores interrogantes, es claro que Zero ha logrado maestría en ciertos aspectos mundanos de la vida.
Una nueva sonrisa se forma en el niño ante las palabras de Reike, conocer que en efecto esta frente una antigua estudiante le alegra a sobremanera. Sin duda es una fuente viable de información.
Es mejor asi... soy más funcional en solitario.
El pequeño robot realmente no está solo, tiene el apoyo de una facción bastante numerosa. Claro que en campo si suele movilizarse de manera independiente por motivos prácticos… y en cierto modo gracias a una cuestión de costumbre.
Seria mentira decir que nunca ha sentido soledad en su vida, por eso valora los momentos en la Olimpus. Consiguió tomarle bastante cariño a Giroud, es uno de los mirmidones que más aprecia entre la tripulación.
Conozco al grupo, he colaborado con ellos aunque no tenemos mayor relación que la casualidad.
La lógica le dice que los refugiados de Ámbar lo tendrán en buena estima durante muchos años, después de todo contribuyó decisivamente con el bienestar de la facción… ego aparte por supuesto.
Un silencio se forma y es que algo tiene lugar en el sitio donde los niños jugaban alegremente hasta que las lágrimas aparecieron, parece el preludio de un conflicto tangible sin lógica o razón real.
Zero nota el problema por casualidad, más que todo gracias la fijación visual que mantiene su interlocutora. Es un “chico listo” pero elementos tan comunes para el resto de especies como el racismo suelen tardar en ser interpretados por su mente.
Basándose en el lenguaje corporal de una de las partes, todo decaerá a la violencia si no hay intervención oportuna. Esta predicción se reafirma entonces con el inicio verbal de las hostilidades.
¡Vuelvan a su bosque, salvajes!
Aunque al principio el comentario es tomado con incredulidad por los habitantes del bosque, no tarda en generar una respuesta igual pero en sentido contrario. Dicha reacción viene en forma de un insulto en lengua elfica por parte del novio.
Basta… por favor.
Dice luego de escabullirse ágilmente entre ambas partes, poniendo su pequeño cuerpo como barrera directa. La acción sin duda detiene las hostilidades un momento aunque más por sorpresa que otra cosa.
Afortunadamente la estrategia conversacional del pequeño robot surte efecto y el tema cambia sin mayores interrogantes, es claro que Zero ha logrado maestría en ciertos aspectos mundanos de la vida.
Una nueva sonrisa se forma en el niño ante las palabras de Reike, conocer que en efecto esta frente una antigua estudiante le alegra a sobremanera. Sin duda es una fuente viable de información.
Es mejor asi... soy más funcional en solitario.
El pequeño robot realmente no está solo, tiene el apoyo de una facción bastante numerosa. Claro que en campo si suele movilizarse de manera independiente por motivos prácticos… y en cierto modo gracias a una cuestión de costumbre.
Seria mentira decir que nunca ha sentido soledad en su vida, por eso valora los momentos en la Olimpus. Consiguió tomarle bastante cariño a Giroud, es uno de los mirmidones que más aprecia entre la tripulación.
Conozco al grupo, he colaborado con ellos aunque no tenemos mayor relación que la casualidad.
La lógica le dice que los refugiados de Ámbar lo tendrán en buena estima durante muchos años, después de todo contribuyó decisivamente con el bienestar de la facción… ego aparte por supuesto.
Un silencio se forma y es que algo tiene lugar en el sitio donde los niños jugaban alegremente hasta que las lágrimas aparecieron, parece el preludio de un conflicto tangible sin lógica o razón real.
Zero nota el problema por casualidad, más que todo gracias la fijación visual que mantiene su interlocutora. Es un “chico listo” pero elementos tan comunes para el resto de especies como el racismo suelen tardar en ser interpretados por su mente.
Basándose en el lenguaje corporal de una de las partes, todo decaerá a la violencia si no hay intervención oportuna. Esta predicción se reafirma entonces con el inicio verbal de las hostilidades.
¡Vuelvan a su bosque, salvajes!
Aunque al principio el comentario es tomado con incredulidad por los habitantes del bosque, no tarda en generar una respuesta igual pero en sentido contrario. Dicha reacción viene en forma de un insulto en lengua elfica por parte del novio.
Basta… por favor.
Dice luego de escabullirse ágilmente entre ambas partes, poniendo su pequeño cuerpo como barrera directa. La acción sin duda detiene las hostilidades un momento aunque más por sorpresa que otra cosa.
Z9-42
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
Las palabras del chico quedaron alojadas en un segundo plano de su cerebro, pues la escena que se desarrollaba ante sus ojos ocupaba la mayor parte de su atención. Su élfico era muy básico, apenas un puñado de palabras y frases hechas, pero no hacía falta ser muy fluido para entender que no era precisamente un cumplido lo que había soltado el enamorado. Valeria echó un rápido vistazo a su alrededor, aunque sólo sirvió para confirmar lo que ya sabía: No había ningún maestro a la vista, de lo contrario, los muchachos no actuarían tan abiertamente. Val sabía que la gente del pueblo no se entrometería en una reyerta entre alumnos de la academia, los mercaderes y marinos se concentraban en sus propios asuntos y los gólems… los gólems se limitaban a hacer su trabajo a menos que se les ordenase lo contrario. «Aquí el adulto responsable eres tú, querida», dijo con sorna una voz en su cabeza.
Antes de que tuviera tiempo de actuar, sin embargo, el pequeño Zero salió disparado y se colocó en medio del campo de tiro. Aquello paralizó a todos los presentes durante un momento, que Valeria aprovechó para intervenir. Considerando que lo mejor sería adoptar un enfoque diplomático, se concentró en proyectar una imagen de calma y seguridad.
—Eres Arwen, ¿verdad? —pronunció alto y claro, mientras miraba directamente a los ojos a la joven elfa— Meitner te andaba buscando y no parecía de muy buen humor. Yo que tú no la haría esperar mucho más. —Ignorando deliberadamente a los jóvenes brujos y sin apartar los ojos de los de la muchacha, se acercó a Zero y colocó una mano en su hombro, como para avisarle de que no intentara otra heroicidad.
Algunos de los chicos se volvieron nerviosamente ante la mención de la catedrática, otros se concentraron en estudiar a la recién llegada. El joven elfo ya empezaba a protestar, pues debía considerar el colmo del racismo que confundieran a su chica con otra elfa. Afortunadamente, la muchacha estaba un poco más despierta y se agarró, sin pensarlo dos veces, al cabo que le lanzaban.
—¡Oh, no! —dijo, abriendo mucho los ojos mientras apretaba el brazo de su amigo —. Había olvidado que tenía que hablar con ella sobre la traducción del otro día. Gracias —añadió y tiró del desconcertado elfo hacia el camino.
Dos de los brujos hicieron ademán de detenerlos, pero una de las muchachas, que miraba a Valeria con los ojos entrecerrados, los detuvo con un gesto e hizo despejar inmediatamente la zona. A Val le pareció que sonreía cuando se volvió para alejarse. Ella misma estaba ya girándose hacia el chiquillo para pedir explicaciones cuando oyó el “crack”. Uno de los gólems había metido una pierna, casi hasta la rodilla, en un hueco del entablillado y había perdido el equilibrio. Tanto él como la pesada caja que portaba se precipitaron hacia los elfos, que apenas habían tenido tiempo de avanzar un par de metros.
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Uso de habilidad: Maestría en Carisma
Antes de que tuviera tiempo de actuar, sin embargo, el pequeño Zero salió disparado y se colocó en medio del campo de tiro. Aquello paralizó a todos los presentes durante un momento, que Valeria aprovechó para intervenir. Considerando que lo mejor sería adoptar un enfoque diplomático, se concentró en proyectar una imagen de calma y seguridad.
—Eres Arwen, ¿verdad? —pronunció alto y claro, mientras miraba directamente a los ojos a la joven elfa— Meitner te andaba buscando y no parecía de muy buen humor. Yo que tú no la haría esperar mucho más. —Ignorando deliberadamente a los jóvenes brujos y sin apartar los ojos de los de la muchacha, se acercó a Zero y colocó una mano en su hombro, como para avisarle de que no intentara otra heroicidad.
Algunos de los chicos se volvieron nerviosamente ante la mención de la catedrática, otros se concentraron en estudiar a la recién llegada. El joven elfo ya empezaba a protestar, pues debía considerar el colmo del racismo que confundieran a su chica con otra elfa. Afortunadamente, la muchacha estaba un poco más despierta y se agarró, sin pensarlo dos veces, al cabo que le lanzaban.
—¡Oh, no! —dijo, abriendo mucho los ojos mientras apretaba el brazo de su amigo —. Había olvidado que tenía que hablar con ella sobre la traducción del otro día. Gracias —añadió y tiró del desconcertado elfo hacia el camino.
Dos de los brujos hicieron ademán de detenerlos, pero una de las muchachas, que miraba a Valeria con los ojos entrecerrados, los detuvo con un gesto e hizo despejar inmediatamente la zona. A Val le pareció que sonreía cuando se volvió para alejarse. Ella misma estaba ya girándose hacia el chiquillo para pedir explicaciones cuando oyó el “crack”. Uno de los gólems había metido una pierna, casi hasta la rodilla, en un hueco del entablillado y había perdido el equilibrio. Tanto él como la pesada caja que portaba se precipitaron hacia los elfos, que apenas habían tenido tiempo de avanzar un par de metros.
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Uso de habilidad: Maestría en Carisma
Reike
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
Reike no tarda en insertarse al problema, aprovechando la ligera conmoción creada por el niño. Es claro que desea proteger a Zero de que resulte herido o al menos envuelto en un evento desagradable.
Afortunadamente la situación es abordada de manera diplomática por la mujer, quien pasa a informar algo a la pareja elfa. Zero nota algunas miradas extrañas pero aún sigue siendo bastante “novato” a la hora de captar sentidos ocultos.
Aplica la mentira de manera regular para evitar problemas y saldar situaciones complicadas, desafortunadamente no es tan hábil cuando se encuentra en el “sentido contrario” de la popular estrategia.
La elfa no tarda en aceptar la información y actuar en consecuencia, retirándose y dejando a la facción violenta sin enemigos. Esta última intenta gatillar nuevamente problemas pero no tardan en ser detenidos por su propia figura de mando.
Sorprendente.
Dice el niño robot mirando de manera curiosa a su Reike, fue una maniobra que tenía muchas posibilidades de salir mal pero aun asi las hostilidades se evitaron de manera impecable. Eso es digno de elogio aunque no entienda bien los detalles.
Con los brujos retirándose toda la situación parece desarmada, desafortunadamente incluso los eventos aleatorios desean generar problemas y heridos… debe ser esa fuerza invisible que Zero ha detectado en toda la realidad, completamente refutada por las mentes intelectuales pero aun asi muy poderosa.
Uno de los golems sufre cierto accidente, pisa un lugar inestable y pasa a precipitarse violentamente contra el suelo. En condiciones normales esto no hubiera generado más que malestar por la pérdida de mercancías y daños menores… claro que las condiciones normales no incluyen elfos atravesados.
Nada más observar la escena, Zero saca la trayectoria final del golem y concluye que tendrán lugar dos muertes si no interviene. Esa certeza le hace abandonar todo protocolo proteccionista y correr con todas sus fuerzas para detener el fatal desenlace.
¡¡Al suelo!!
Ágilmente da una voltereta en el último instante y llega a tiempo, cargo sus extremidades segundos antes por lo que cuando tiene lugar el contacto logra mantener al golem alejado del suelo.
Los elfos acatan la fugaz orden y resultan ilesos, cuando abren los ojos nuevamente para ver la escena no tardan en arrastrarse al espacio abierto. Para ese entonces Z9-42 suda abundantemente e incluso un hilo de sangre sale por su nariz, debe apartar al ente animado de inmediato.
Canaliza un poco más de potencia y empuja de manera tal que le quede una ventana para salir, es suficiente con decir que no pierde tiempo por lo que llega a la zona segura antes de que el golem caiga por segunda vez.
Yo… fue “jadea” pesado.
Se sienta en el suelo sin apenas reparar en la nube de polvo pequeña que termina por llegar a su posición, tiembla varios instantes productos del esfuerzo físico. El informe interno llega revelando que los sistemas se resintieron pero estarán bien luego de descanso, es el único efecto colateral sin contar las miradas que le dedican ahora todos los presentes.
Afortunadamente la situación es abordada de manera diplomática por la mujer, quien pasa a informar algo a la pareja elfa. Zero nota algunas miradas extrañas pero aún sigue siendo bastante “novato” a la hora de captar sentidos ocultos.
Aplica la mentira de manera regular para evitar problemas y saldar situaciones complicadas, desafortunadamente no es tan hábil cuando se encuentra en el “sentido contrario” de la popular estrategia.
La elfa no tarda en aceptar la información y actuar en consecuencia, retirándose y dejando a la facción violenta sin enemigos. Esta última intenta gatillar nuevamente problemas pero no tardan en ser detenidos por su propia figura de mando.
Sorprendente.
Dice el niño robot mirando de manera curiosa a su Reike, fue una maniobra que tenía muchas posibilidades de salir mal pero aun asi las hostilidades se evitaron de manera impecable. Eso es digno de elogio aunque no entienda bien los detalles.
Con los brujos retirándose toda la situación parece desarmada, desafortunadamente incluso los eventos aleatorios desean generar problemas y heridos… debe ser esa fuerza invisible que Zero ha detectado en toda la realidad, completamente refutada por las mentes intelectuales pero aun asi muy poderosa.
Uno de los golems sufre cierto accidente, pisa un lugar inestable y pasa a precipitarse violentamente contra el suelo. En condiciones normales esto no hubiera generado más que malestar por la pérdida de mercancías y daños menores… claro que las condiciones normales no incluyen elfos atravesados.
Nada más observar la escena, Zero saca la trayectoria final del golem y concluye que tendrán lugar dos muertes si no interviene. Esa certeza le hace abandonar todo protocolo proteccionista y correr con todas sus fuerzas para detener el fatal desenlace.
¡¡Al suelo!!
Ágilmente da una voltereta en el último instante y llega a tiempo, cargo sus extremidades segundos antes por lo que cuando tiene lugar el contacto logra mantener al golem alejado del suelo.
Los elfos acatan la fugaz orden y resultan ilesos, cuando abren los ojos nuevamente para ver la escena no tardan en arrastrarse al espacio abierto. Para ese entonces Z9-42 suda abundantemente e incluso un hilo de sangre sale por su nariz, debe apartar al ente animado de inmediato.
Canaliza un poco más de potencia y empuja de manera tal que le quede una ventana para salir, es suficiente con decir que no pierde tiempo por lo que llega a la zona segura antes de que el golem caiga por segunda vez.
Yo… fue “jadea” pesado.
Se sienta en el suelo sin apenas reparar en la nube de polvo pequeña que termina por llegar a su posición, tiembla varios instantes productos del esfuerzo físico. El informe interno llega revelando que los sistemas se resintieron pero estarán bien luego de descanso, es el único efecto colateral sin contar las miradas que le dedican ahora todos los presentes.
- Off:
- Zero utiliza su habilidad de Lvl 1 (Golpes cargados)
Z9-42
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
No había tiempo para considerar opciones. Aun sabiendo que era demasiado peso para el alcance de sus habilidades, Valeria concentró su energía en tratar de frenar la caída de aquella mole. Sin embargo, el chico volvió a salir corriendo hacia el peligro. Aquello hizo que rompiera su concentración para intentar detenerlo, sujetándolo de la muñeca.
Fracasó en ambos empeños.
Desde su posición, observó la situación como si los dioses hubieran ralentizado el tiempo, dejándola a ella como testigo inútil de la catástrofe. No oyó el grito del pequeño, pues pareciera que su cerebro sólo registraba lo que llegaba a través de sus ojos. Sintió que ella también gritaba, pero tampoco su voz llegó a sus oídos. Vio al gólem caer, muy despacio, aferrado a su enorme caja; a los dos elfos encogerse y echarse al suelo y a aquel crío lanzarse con una voltereta para colocarse debajo del gigante. Quiso cerrar los ojos a lo que vendría después, pero los dioses parecían haberle retirado también el control sobre su propio cuerpo.
Entonces ocurrió lo inimaginable. Durante un instante, dudó de si sus ojos le estarían diciendo la verdad o los dioses seguían jugando con sus sentidos. Se obligó a sí misma a reaccionar y descubrió que sus extremidades ya le obedecían y el tiempo parecía haber vuelto a su curso. Se lanzó hacia la joven pareja para ayudarlos a salir a un área más segura. Aparte de su comprensible estado de agitación y un par de rasgaduras aquí o allá, parecían estar ilesos.
Al sonido del pesado cuerpo al golpear contra el suelo, se volvió apresuradamente hacia Zero. Dejó escapar un suspiro de alivio al verlo sentarse en el suelo, jadeante, pero a salvo. Se acercó rápidamente y se arrodilló a su lado para comprobar cómo estaba.
—¿Pesado? —dijo y, al darse cuenta de que su voz sonaba algo chillona, carraspeó antes de continuar —. Esa mole está hecha de piedra maciza.
Sujetó la barbilla del muchacho con la mano izquierda para alzar su cara hacia ella mientras, con la manga derecha, le limpiaba el sudor del rostro y un hilillo de sangre que corría bajo la nariz. Aún le temblaban las manos de la impresión, así que sus movimientos resultaban algo bruscos.
—Así que un niño especial —añadió, con una risita nerviosa —: eso vas a tener que explicármelo con más calma.
En aquel momento, los dos elfos, aún desconcertados, se acercaron para mostrar su agradecimiento al niño. La interrupción hizo que Valeria volviera su atención a los alrededores, al tiempo se apartaba discretamente a un segundo plano.
No faltaban curiosos. Se juntaban en parejas o pequeños grupos y cuchicheaban entre ellos. Los pocos que habían llegado a ver lo sucedido con sus propios ojos, narraban los hechos a los que habían acudido alertados por el ruido. Algunos parecían inquietos; otros, incrédulos. Uno de los funcionarios del puerto, aún jadeante por la carrera, comprobaba los daños ocasionados, mientras otro daba instrucciones a dos gólems más para ayudar a levantar al gigante caído. De la parte superior del mismo, surgía, en forma de abanico, una maraña de astillas de madera de variados tamaños, entremezcladas con pedazos de lo que parecían haber sido ladrillos. El mercader afectado no estaba entre los reunidos, pero no tardaría en ser informado de la situación, ya fuera por las autoridades portuarias o por los rumores que empezaban a extenderse, lo que le alcanzase primero.
Valeria dirigió la vista hacia las primeras casas del pueblo, desde donde los cinco estudiantes de antes observaban la situación. «¿Has sido tú, pequeña diablilla?», pensó mientras clavaba la vista en la de la chica que parecía controlar a la banda. No podía demostrar que tuviera algo que ver, por supuesto: la tabla podía haber estado deteriorada y haberse movido a base de tropiezos continuados. Pero a Val no le había dado buena espina la sonrisa que había creído ver en la muchacha cuando recogió a los suyos y se fue. Mientras observaba cómo el grupo se daba otra vez la vuelta y se perdía entre las casas, se dijo a sí misma que tendría que vigilarla bien de cerca.
Fracasó en ambos empeños.
Desde su posición, observó la situación como si los dioses hubieran ralentizado el tiempo, dejándola a ella como testigo inútil de la catástrofe. No oyó el grito del pequeño, pues pareciera que su cerebro sólo registraba lo que llegaba a través de sus ojos. Sintió que ella también gritaba, pero tampoco su voz llegó a sus oídos. Vio al gólem caer, muy despacio, aferrado a su enorme caja; a los dos elfos encogerse y echarse al suelo y a aquel crío lanzarse con una voltereta para colocarse debajo del gigante. Quiso cerrar los ojos a lo que vendría después, pero los dioses parecían haberle retirado también el control sobre su propio cuerpo.
Entonces ocurrió lo inimaginable. Durante un instante, dudó de si sus ojos le estarían diciendo la verdad o los dioses seguían jugando con sus sentidos. Se obligó a sí misma a reaccionar y descubrió que sus extremidades ya le obedecían y el tiempo parecía haber vuelto a su curso. Se lanzó hacia la joven pareja para ayudarlos a salir a un área más segura. Aparte de su comprensible estado de agitación y un par de rasgaduras aquí o allá, parecían estar ilesos.
Al sonido del pesado cuerpo al golpear contra el suelo, se volvió apresuradamente hacia Zero. Dejó escapar un suspiro de alivio al verlo sentarse en el suelo, jadeante, pero a salvo. Se acercó rápidamente y se arrodilló a su lado para comprobar cómo estaba.
—¿Pesado? —dijo y, al darse cuenta de que su voz sonaba algo chillona, carraspeó antes de continuar —. Esa mole está hecha de piedra maciza.
Sujetó la barbilla del muchacho con la mano izquierda para alzar su cara hacia ella mientras, con la manga derecha, le limpiaba el sudor del rostro y un hilillo de sangre que corría bajo la nariz. Aún le temblaban las manos de la impresión, así que sus movimientos resultaban algo bruscos.
—Así que un niño especial —añadió, con una risita nerviosa —: eso vas a tener que explicármelo con más calma.
En aquel momento, los dos elfos, aún desconcertados, se acercaron para mostrar su agradecimiento al niño. La interrupción hizo que Valeria volviera su atención a los alrededores, al tiempo se apartaba discretamente a un segundo plano.
No faltaban curiosos. Se juntaban en parejas o pequeños grupos y cuchicheaban entre ellos. Los pocos que habían llegado a ver lo sucedido con sus propios ojos, narraban los hechos a los que habían acudido alertados por el ruido. Algunos parecían inquietos; otros, incrédulos. Uno de los funcionarios del puerto, aún jadeante por la carrera, comprobaba los daños ocasionados, mientras otro daba instrucciones a dos gólems más para ayudar a levantar al gigante caído. De la parte superior del mismo, surgía, en forma de abanico, una maraña de astillas de madera de variados tamaños, entremezcladas con pedazos de lo que parecían haber sido ladrillos. El mercader afectado no estaba entre los reunidos, pero no tardaría en ser informado de la situación, ya fuera por las autoridades portuarias o por los rumores que empezaban a extenderse, lo que le alcanzase primero.
Valeria dirigió la vista hacia las primeras casas del pueblo, desde donde los cinco estudiantes de antes observaban la situación. «¿Has sido tú, pequeña diablilla?», pensó mientras clavaba la vista en la de la chica que parecía controlar a la banda. No podía demostrar que tuviera algo que ver, por supuesto: la tabla podía haber estado deteriorada y haberse movido a base de tropiezos continuados. Pero a Val no le había dado buena espina la sonrisa que había creído ver en la muchacha cuando recogió a los suyos y se fue. Mientras observaba cómo el grupo se daba otra vez la vuelta y se perdía entre las casas, se dijo a sí misma que tendría que vigilarla bien de cerca.
Reike
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
No tarda mucho en acercarse Reike hasta la posición del “niño”, muestra clara preocupación y es obvio que el episodio la ha afectado en cierto modo. Su comportamiento atento es bastante apreciado por el chico máquina.
Lo que hace a continuación, limpiar el sudor y la sangre en el pequeño robot, gatilla cierto recuerdo fantasma. Zero puede visualizar a una mujer importante en su vida, limpiándole de la misma forma luego de caerse por andar corriendo descontroladamente.
Por varios instantes la mirada del chiquillo artificial se vuelve tierna, como si observara a su madre. Mantiene esa mueca durante casi dos minutos hasta que la imagen mental se disuelve para no volver de nuevo.
Eventualmente llega la pareja de elfos, muy agradecidos. Ignoran mucho de lo ocurrido pero saben que deben sus vidas al “pequeño”, no escatiman en reverencias y palabras amables en un intento por caer en gracia de su salvador.
No hay nada que agradecer, es mi labor “sonríe”.
Si bien no está forzado a cuidar del ser vivo como muchos bios de rieles, escogió hacerlo desde el primer momento. Los fuertes deben proteger a los débiles, para eso están en la realidad o al menos asi lo percibe.
Es… complicado.
Dice como respuesta a su nueva compañera, ciertamente requiere algo de contexto. Es curioso que la masiva cantidad de fuerza no sea directamente asociada a las maquinas pensantes de Aerandir, sin duda debido a las otras entidades extrañas del mundo.
Al final el nivel de reserva que muestran los biocibernéticos para con el mundo también tiene mucho que ver, es posible que algunos grupos sociales los vean como mitos incluso. Triste realidad en la que las maquinas son muy culpables debido a su poca interacción en asuntos externos.
Reike parece distraída por algunos instantes aunque Z9-42 no puede determinar el enfoque de su visión, aun esta algo agotado por el esfuerzo y sus sistemas especiales tardaran en volver a funcionamiento óptimo.
Ahora quiero un chocolate…
Un extraño antojo espontaneo, casi infantil. Lo bueno de ser un niño aumentado es que la comida sigue estando al alcance, no hay efectos secundarios nocivos por ingerir cualquier tipo de alimento.
¿Me puede ayudar a ponerme de pie, señorita Reike? “pone un ligero rostro avergonzado” lamento molestar.
Lo que hace a continuación, limpiar el sudor y la sangre en el pequeño robot, gatilla cierto recuerdo fantasma. Zero puede visualizar a una mujer importante en su vida, limpiándole de la misma forma luego de caerse por andar corriendo descontroladamente.
Por varios instantes la mirada del chiquillo artificial se vuelve tierna, como si observara a su madre. Mantiene esa mueca durante casi dos minutos hasta que la imagen mental se disuelve para no volver de nuevo.
Eventualmente llega la pareja de elfos, muy agradecidos. Ignoran mucho de lo ocurrido pero saben que deben sus vidas al “pequeño”, no escatiman en reverencias y palabras amables en un intento por caer en gracia de su salvador.
No hay nada que agradecer, es mi labor “sonríe”.
Si bien no está forzado a cuidar del ser vivo como muchos bios de rieles, escogió hacerlo desde el primer momento. Los fuertes deben proteger a los débiles, para eso están en la realidad o al menos asi lo percibe.
Es… complicado.
Dice como respuesta a su nueva compañera, ciertamente requiere algo de contexto. Es curioso que la masiva cantidad de fuerza no sea directamente asociada a las maquinas pensantes de Aerandir, sin duda debido a las otras entidades extrañas del mundo.
Al final el nivel de reserva que muestran los biocibernéticos para con el mundo también tiene mucho que ver, es posible que algunos grupos sociales los vean como mitos incluso. Triste realidad en la que las maquinas son muy culpables debido a su poca interacción en asuntos externos.
Reike parece distraída por algunos instantes aunque Z9-42 no puede determinar el enfoque de su visión, aun esta algo agotado por el esfuerzo y sus sistemas especiales tardaran en volver a funcionamiento óptimo.
Ahora quiero un chocolate…
Un extraño antojo espontaneo, casi infantil. Lo bueno de ser un niño aumentado es que la comida sigue estando al alcance, no hay efectos secundarios nocivos por ingerir cualquier tipo de alimento.
¿Me puede ayudar a ponerme de pie, señorita Reike? “pone un ligero rostro avergonzado” lamento molestar.
Z9-42
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
La curiosa petición del niño hace que Valeria vuelva al presente, al tiempo que le arranca una carcajada que consigue que sus músculos vuelvan a relajarse.
—Yo diría que te has ganado todo el chocolate que te quepa en la boca —dijo y le tendió la mano para ayudarle a incorporarse —. Ven, conozco un buen sitio en el pueblo. No es muy elegante, pero es tranquilo.
Por la modestia con la que había respondido a la gratitud de la pareja, supuso que Zero querría alejarse un poco de la atención que acababa de generar y, después de todo, se acercaba la hora de comer. Firmemente, pero con cuidado de no hacer más daño al niño (que parecía aún más frágil que antes del incidente), lo condujo paso a paso hacia el pueblo. La gente que los rodeaba abrió un pasillo para dejarlos pasar, sin dejar de murmurar entre ellos, y los jóvenes elfos aprovecharon también para salir del círculo y despedirse efusivamente de su salvador. Cuando pisaron el adoquinado de la calle principal, un hombre bien vestido pasó corriendo en dirección al corro de curiosos, dejando atrás un familiar aroma dulzón.
Valeria guió al pequeño por una calle lateral y pronto se encontraron caminando por una callejuela estrecha, entre pequeñas casa de una o dos plantas, hasta que llegaron al lugar que buscaba: un pequeño patio rodeado de plantas, con un puñado de mesas en su interior, al que se accedía a través de una cancela metálica. Al fondo del patio, podía verse una pared blanca, con una ventana y una puerta abiertas, de las que salía el aroma de un guiso casero. En las tardes de verano, solían abrir un toldo en la parte más cercana a la casa, para proteger a los clientes del sol abrasador, pero estando a las puertas del invierno y sin una gota de lluvia a la vista, el toldo permanecía cerrado. El lugar apenas había cambiado desde que la bruja estudiaba en la academia, lo cual aprobó con una expresión nostálgica en el rostro.
Tan pronto se sentaron en una de las mesas, una mujer rolliza y sonriente se acercó para ver qué querían tomar. Tenía más arrugas alrededor de los ojos y el cabello recogido se veía más gris que castaño, pero estaba casi como Valeria la recordaba. No pudo evitar sonreír al responder, ahora sí se sentía en casa.
—Yo tomaré un poco de ese guiso que estoy oliendo, gracias. Para mi amigo —añadió señalando a Zero con un gesto de la cabeza—, lo que quiera.
Mientras el niño hacía su pedido, se recostó cómodamente en la silla de madera y echó un vistazo al rededor, disfrutando del aroma de las plantas y el trinar de las aves. Había otras dos mesas ocupadas. En una de ellas, dos hombres que parecían marineros, charlaban animadamente; en la otra, había una chica joven que apenas levantaba la vista de un montón de papeles. Val pensó que se trataría de una estudiante avanzada enfrascada en algún proyecto. En cuanto la mujer se metió en la cocina, la bruja dirigió la atención de nuevo hacia el niño.
—Entonces, ¿vas a explicarme de dónde saca un pequeño amante del chocolate la fuerza para levantar a un gólem de piedra? Con palabras sencillas, si puede ser —añadió con una sonrisa, aludiendo al comentario que había hecho Zero en el puerto. Valeria tenía algunas ideas al respecto, pero casi todas le parecían demasiado fantásticas.
—Yo diría que te has ganado todo el chocolate que te quepa en la boca —dijo y le tendió la mano para ayudarle a incorporarse —. Ven, conozco un buen sitio en el pueblo. No es muy elegante, pero es tranquilo.
Por la modestia con la que había respondido a la gratitud de la pareja, supuso que Zero querría alejarse un poco de la atención que acababa de generar y, después de todo, se acercaba la hora de comer. Firmemente, pero con cuidado de no hacer más daño al niño (que parecía aún más frágil que antes del incidente), lo condujo paso a paso hacia el pueblo. La gente que los rodeaba abrió un pasillo para dejarlos pasar, sin dejar de murmurar entre ellos, y los jóvenes elfos aprovecharon también para salir del círculo y despedirse efusivamente de su salvador. Cuando pisaron el adoquinado de la calle principal, un hombre bien vestido pasó corriendo en dirección al corro de curiosos, dejando atrás un familiar aroma dulzón.
Valeria guió al pequeño por una calle lateral y pronto se encontraron caminando por una callejuela estrecha, entre pequeñas casa de una o dos plantas, hasta que llegaron al lugar que buscaba: un pequeño patio rodeado de plantas, con un puñado de mesas en su interior, al que se accedía a través de una cancela metálica. Al fondo del patio, podía verse una pared blanca, con una ventana y una puerta abiertas, de las que salía el aroma de un guiso casero. En las tardes de verano, solían abrir un toldo en la parte más cercana a la casa, para proteger a los clientes del sol abrasador, pero estando a las puertas del invierno y sin una gota de lluvia a la vista, el toldo permanecía cerrado. El lugar apenas había cambiado desde que la bruja estudiaba en la academia, lo cual aprobó con una expresión nostálgica en el rostro.
Tan pronto se sentaron en una de las mesas, una mujer rolliza y sonriente se acercó para ver qué querían tomar. Tenía más arrugas alrededor de los ojos y el cabello recogido se veía más gris que castaño, pero estaba casi como Valeria la recordaba. No pudo evitar sonreír al responder, ahora sí se sentía en casa.
—Yo tomaré un poco de ese guiso que estoy oliendo, gracias. Para mi amigo —añadió señalando a Zero con un gesto de la cabeza—, lo que quiera.
Mientras el niño hacía su pedido, se recostó cómodamente en la silla de madera y echó un vistazo al rededor, disfrutando del aroma de las plantas y el trinar de las aves. Había otras dos mesas ocupadas. En una de ellas, dos hombres que parecían marineros, charlaban animadamente; en la otra, había una chica joven que apenas levantaba la vista de un montón de papeles. Val pensó que se trataría de una estudiante avanzada enfrascada en algún proyecto. En cuanto la mujer se metió en la cocina, la bruja dirigió la atención de nuevo hacia el niño.
—Entonces, ¿vas a explicarme de dónde saca un pequeño amante del chocolate la fuerza para levantar a un gólem de piedra? Con palabras sencillas, si puede ser —añadió con una sonrisa, aludiendo al comentario que había hecho Zero en el puerto. Valeria tenía algunas ideas al respecto, pero casi todas le parecían demasiado fantásticas.
- OFF:
- Espero que no te moleste el cambio de escenario. Estando Zero tan debilitado, imaginé que no mostraría mucha resistencia.
Reike
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
La respuesta de Reike hace que Zero esboce una sonrisa boba, le gusta el chocolate. Ciertamente sus gustos culinarios siguen siendo muy infantiles, algo que el aumento no pudo relegar a segundo plano.
Sin duda resulta bastante práctico que la mujer conozca un buen sitio para comer, las ventajas de tener un guía experimentado. Una vez el niño esta vertical ambos elementos avanzan al nuevo destino.
Z9-42 recibe ayuda buena parte del trayecto y es que aún mantiene una debilidad patente, se plantea durante algunos instantes activar su reactor caronte para paliar la falta de energía pero decide no tomar una acción tan drástica, podría necesitarle más adelante.
Con cierto temor los curiosos despejan el camino, solo la pareja de elfos les sigue de cerca una pequeña parte del recorrido para agradecer al “niño” su obra por última vez. Es claro que no se olvidaran del pequeño salvador en un buen tiempo.
A medida que abandonan la multitud, un mercader ataviado se abre paso. Sus gritos de molestia pueden escucharse poco después al descubrir que es la parte afectada del accidente, todo un cargamento destruido claramente mermara sus fondos.
Por su parte Reike y Zero toman varios caminos alternos, luego de algunas vueltas llegan a un sitio discreto. Para ese entonces resulta bastante obvio que solo los nativos o residentes extendidos tienen conocimiento del lugar.
Es un establecimiento modesto con cierto aire hogareño, parece llevar mucho tiempo en funcionamiento. El olor que despide la cocina no puede sino generar buenas sensaciones en el niño máquina.
No tardan en tomar una mesa, ya hay varios comensales aunque el sitio no está a su máxima capacidad. Esto sirve para que sean abordados por un elemento del personal pronto, dicha mujer no tarda en solicitar sus pedidos.
Chocolate, por favor.
Dice sonriente luego de que Reike solicita su pedido, es suficiente con decir que genera algunas carcajadas en la señora. Sorprendentemente no emite ningún consejo y se retira para cumplir las órdenes.
Pues… yo “balbucea con cierta preocupación”.
¿Porque está nervioso?, no es la primera vez que revela su verdadera naturaleza… quizás tiene miedo de arruinar la buena impresión que ha causado en su interlocutora, por muy irracional que suene.
Soy un biocibernético “dice con los ojos cerrados y en clara tensión”.
Sin duda resulta bastante práctico que la mujer conozca un buen sitio para comer, las ventajas de tener un guía experimentado. Una vez el niño esta vertical ambos elementos avanzan al nuevo destino.
Z9-42 recibe ayuda buena parte del trayecto y es que aún mantiene una debilidad patente, se plantea durante algunos instantes activar su reactor caronte para paliar la falta de energía pero decide no tomar una acción tan drástica, podría necesitarle más adelante.
Con cierto temor los curiosos despejan el camino, solo la pareja de elfos les sigue de cerca una pequeña parte del recorrido para agradecer al “niño” su obra por última vez. Es claro que no se olvidaran del pequeño salvador en un buen tiempo.
A medida que abandonan la multitud, un mercader ataviado se abre paso. Sus gritos de molestia pueden escucharse poco después al descubrir que es la parte afectada del accidente, todo un cargamento destruido claramente mermara sus fondos.
Por su parte Reike y Zero toman varios caminos alternos, luego de algunas vueltas llegan a un sitio discreto. Para ese entonces resulta bastante obvio que solo los nativos o residentes extendidos tienen conocimiento del lugar.
Es un establecimiento modesto con cierto aire hogareño, parece llevar mucho tiempo en funcionamiento. El olor que despide la cocina no puede sino generar buenas sensaciones en el niño máquina.
No tardan en tomar una mesa, ya hay varios comensales aunque el sitio no está a su máxima capacidad. Esto sirve para que sean abordados por un elemento del personal pronto, dicha mujer no tarda en solicitar sus pedidos.
Chocolate, por favor.
Dice sonriente luego de que Reike solicita su pedido, es suficiente con decir que genera algunas carcajadas en la señora. Sorprendentemente no emite ningún consejo y se retira para cumplir las órdenes.
Pues… yo “balbucea con cierta preocupación”.
¿Porque está nervioso?, no es la primera vez que revela su verdadera naturaleza… quizás tiene miedo de arruinar la buena impresión que ha causado en su interlocutora, por muy irracional que suene.
Soy un biocibernético “dice con los ojos cerrados y en clara tensión”.
Z9-42
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
Sin previo aviso, Valeria estalló en una sonora carcajada, larga y cantarina, como no había soltado en mucho tiempo. El crío tenía gracia, con pose dramática y todo. Claro que la bruja había oído hablar de aquella misteriosa raza de hombres máquina, casi siempre de boca de marinos borrachos, pero nunca había visto a uno y no era un secreto que los marineros eran hombres supersticiosos. Tal y como hablaban de ellos, Val se imaginaba a unos seres imponentes, algo así como gólems de metal, no el chiquillo enclenque que tenía delante. Ella había imaginado que quizá era presa de alguna maldición o que algún arcanista loco se habría entretenido dibujando runas en su cuerpo, pero la idea de que este niño era en realidad un biocibernético sobrepasaba la barrera de lo absurdo. ¿Hasta tal punto quería proteger sus secretos que era capaz de inventar algo tan ridículo?
Y sin embargo, el niño no reía.
Al tiempo que la mesonera llegaba con los pedidos, Valeria recuperó poco a poco la compostura. Además de la comida, les sirvieron unos refrescos con una sonrisa bondadosa y unas palmaditas en la mejilla del pequeño. Val sabía que la mujer también tenía gustos dulces y que adoraba a los niños, a pesar de no haber tenido ninguno. Observó al chico con detenimiento mientras era mimado y animado a disfrutar de su chocolate. Y la idea empezó a cobrar sentido. ¿Qué mejor arma que una que no lo parece? Tal vez ya se hubiera topado con algún otro y no lo había notado. Se preguntó si Rutherford lo sabría. «Probablemente, el viejo siempre va veinte pasos por delante de todo el mundo».
—Debo admitir —dijo después de que la mujer les deseara buen provecho y se fuera a atender a unos recién llegados— que me has pillado totalmente por sorpresa. Si me pidieran que describiese a un biocibernético, jamás habría… —dejó la frase en el aire mientras señalaba su pequeño cuerpo con un gesto de la mano—. La verdad es que ni siquiera tengo claro qué es exactamente un biocibernético —añadió en tono confuso tras una breve pausa. «Ni siquiera tengo claro por qué estoy admitiendo tan alegremente mi ignorancia», pensó.
Trataba de recordar todo lo que había oído acerca de los bio, pero como siempre había considerado las historias una patraña, no les había prestado mucha atención. En su palabra resonaban las palabras “humano”, “mecánico” y “experimento”. ¿Eran objetos mecánicos con apariencia humana o humanos sobre los que se había practicado algún tipo de experimento macabro? De repente, una idea se instaló en su mente, dibujando una expresión de alarma en su rostro: ¿quién haría experimentos con un niño?
Y sin embargo, el niño no reía.
Al tiempo que la mesonera llegaba con los pedidos, Valeria recuperó poco a poco la compostura. Además de la comida, les sirvieron unos refrescos con una sonrisa bondadosa y unas palmaditas en la mejilla del pequeño. Val sabía que la mujer también tenía gustos dulces y que adoraba a los niños, a pesar de no haber tenido ninguno. Observó al chico con detenimiento mientras era mimado y animado a disfrutar de su chocolate. Y la idea empezó a cobrar sentido. ¿Qué mejor arma que una que no lo parece? Tal vez ya se hubiera topado con algún otro y no lo había notado. Se preguntó si Rutherford lo sabría. «Probablemente, el viejo siempre va veinte pasos por delante de todo el mundo».
—Debo admitir —dijo después de que la mujer les deseara buen provecho y se fuera a atender a unos recién llegados— que me has pillado totalmente por sorpresa. Si me pidieran que describiese a un biocibernético, jamás habría… —dejó la frase en el aire mientras señalaba su pequeño cuerpo con un gesto de la mano—. La verdad es que ni siquiera tengo claro qué es exactamente un biocibernético —añadió en tono confuso tras una breve pausa. «Ni siquiera tengo claro por qué estoy admitiendo tan alegremente mi ignorancia», pensó.
Trataba de recordar todo lo que había oído acerca de los bio, pero como siempre había considerado las historias una patraña, no les había prestado mucha atención. En su palabra resonaban las palabras “humano”, “mecánico” y “experimento”. ¿Eran objetos mecánicos con apariencia humana o humanos sobre los que se había practicado algún tipo de experimento macabro? De repente, una idea se instaló en su mente, dibujando una expresión de alarma en su rostro: ¿quién haría experimentos con un niño?
Reike
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
Zero estaba listo para cualquier escenario… menos el que tuvo lugar. Su acompañante estalla en carcajadas sonoras que llaman la atención de los otros comensales, el pequeño robot solo le mira con extrañeza.
Al principio no sabe bien que tiene tanta gracia, revisa su grabación de seguridad en un intento por descubrir algún error pero todo esta impecable. Más tarde que pronto se da cuenta que su argumento fue tomado como broma.
Su mirada confusa se torna un poco triste, no sabe bien porque pero se siente mal. No suele tomarse las cosas “a pecho” pero en este caso puede decirse que se siente un poco menospreciado o incluso ofendido.
Esa mueca es suficiente para que Reike reconsidere la postura, eventualmente su rostro se torna pensativo. Z9-42 recuerda entonces que los seres vivos inteligentes a veces tardan mucho en captar algo directo y se van a las ramas.
Finalmente luego de recibir los pedidos cariñosamente, la mujer habla. No conoce mucho de los bios, es justo decir sus conocimientos sobre la especie rozan la ausencia total. Necesita ser instruida en nociones básicas.
Los bios somos… bueno, éramos personas normales. Al morir nos transformaron en seres híbridos, una mezcla entre criatura viva y máquina.
Trata de ser pertinente con los detalles pues sabe que tales conceptos se escapan a la mayoría de habitantes de Aerandir, en cierto modo confía que el nivel educativo de Reike sea suficiente para entender las nociones.
Tenemos muchas formas y funciones, rara vez hay dos bios iguales… yo soy una de las últimas generaciones, un ser más aumentado que transformado “sonríe algo animado”.
El pequeño robot es un prototipo único, el último diseño de la base. Creado para adaptarse al entorno común y poder pasar desapercibido entre elementos corrientes, todo esto gracias a un chip de control de espectro muy permisivo... tal vez demasiado o eso deben pensar las inteligencias de la base ahora.
Espero que mi verdadera naturaleza no le moleste, señorita Reike.
La gran mayoría aerandianos suelen desestimar el detalle luego del sobresalto inicial, conocen demasiado poco como para formarse una matriz de opinión severa. Al final tienden a mostrar agradecimiento pues casi todos los bios ayudan al ser vivo… claro que hay excepciones en ambos lados.
Lamento no haberlo dicho antes pero “come un poco de chocolate” suelo mantenerlo en secreto.
Al principio no sabe bien que tiene tanta gracia, revisa su grabación de seguridad en un intento por descubrir algún error pero todo esta impecable. Más tarde que pronto se da cuenta que su argumento fue tomado como broma.
Su mirada confusa se torna un poco triste, no sabe bien porque pero se siente mal. No suele tomarse las cosas “a pecho” pero en este caso puede decirse que se siente un poco menospreciado o incluso ofendido.
Esa mueca es suficiente para que Reike reconsidere la postura, eventualmente su rostro se torna pensativo. Z9-42 recuerda entonces que los seres vivos inteligentes a veces tardan mucho en captar algo directo y se van a las ramas.
Finalmente luego de recibir los pedidos cariñosamente, la mujer habla. No conoce mucho de los bios, es justo decir sus conocimientos sobre la especie rozan la ausencia total. Necesita ser instruida en nociones básicas.
Los bios somos… bueno, éramos personas normales. Al morir nos transformaron en seres híbridos, una mezcla entre criatura viva y máquina.
Trata de ser pertinente con los detalles pues sabe que tales conceptos se escapan a la mayoría de habitantes de Aerandir, en cierto modo confía que el nivel educativo de Reike sea suficiente para entender las nociones.
Tenemos muchas formas y funciones, rara vez hay dos bios iguales… yo soy una de las últimas generaciones, un ser más aumentado que transformado “sonríe algo animado”.
El pequeño robot es un prototipo único, el último diseño de la base. Creado para adaptarse al entorno común y poder pasar desapercibido entre elementos corrientes, todo esto gracias a un chip de control de espectro muy permisivo... tal vez demasiado o eso deben pensar las inteligencias de la base ahora.
Espero que mi verdadera naturaleza no le moleste, señorita Reike.
La gran mayoría aerandianos suelen desestimar el detalle luego del sobresalto inicial, conocen demasiado poco como para formarse una matriz de opinión severa. Al final tienden a mostrar agradecimiento pues casi todos los bios ayudan al ser vivo… claro que hay excepciones en ambos lados.
Lamento no haberlo dicho antes pero “come un poco de chocolate” suelo mantenerlo en secreto.
Z9-42
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Re: [CERRADO][Libre] ¿Nunca segundas partes fueron buenas?
La bruja absorbía las explicaciones del niño con profundo interés, aunque se trataba de un concepto completamente ajeno para ella. «¿Nigromancia?», fue la primera idea que le vino a la cabeza. Trató de recordar las escasas “máquinas” que había visto alguna vez en funcionamiento y su mente volvió a la travesía en barco desde Lunargenta, los refugiados con sus curiosas ideas y sus “juguetes” mecánicos. A Valeria le habían intrigado esos artilugios. En un principio había pensado que estarían animados por algún conjuro, pero no había hallado rastro de éter en ellos. Para alguien habituado al uso de la magia, aquellos ingenios parecían excesivamente complicados para algo que podía lograrse con un gesto de la mano, aunque no podía dejar de admirarse por la inventiva humana.
Se esforzó en imaginar cómo podría compaginarse ese concepto de “máquina” con el de “criatura viva”, pero las imágenes que acudían a su mente eran más bien grotescas. Val consideró de nuevo al chiquillo que tenía delante. No se parecía en nada a los artilugios de los refugiados. Había dicho que estaba más bien “aumentado” que “transformado”. «Bueno, eso explica la fuerza desproporcionada», se dijo, «pero, ¿quién lleva el control, la máquina o el organismo vivo?». Las palabras “organismo vivo” hicieron que cayera en la cuenta de las implicaciones de lo que había explicado Zero al principio.
—Entonces tú… estás… estuviste… —Incapaz de terminar de articular la frase, volvió a mirar al niño, pero ya no lo veía a él.
La bruja sacudió el recuerdo de su mente y bajó la mirada al plato, mientras parpadeaba para barrer las lágrimas que acudían a sus ojos. «¡No, ya está! El pasado, pasó». Se llevó una cucharada de estofado a la boca, más que nada, para darse tiempo a recuperar el control. La carne estaba tan tierna, que los ojos estuvieron a punto de llenársele otra vez de lágrimas pero, al menos, el sentido del gusto la trajo de vuelta al pequeño biocibernético y sus disculpas.
—No hay nada que lamentar —dijo con voz ronca. Carraspeó antes de continuar, en un tono algo brusco todavía—. No tienes por qué contarle tu vida a la primera persona que te encuentras por la calle. —Poco a poco, volvía a ser ella misma— De hecho —añadió con una sonrisa pícara—, resulta muy poco recomendable hacerlo. Nunca sabes quién podría utilizar tu pasado contra ti. —Saboreó con calma otra cucharada de comida mientras dejaba que el niño hiciera elucubraciones durante un momento, antes de detener la broma— En cualquier caso, lo importante es que hoy has salvado dos vidas. —«Y yo he aprendido algo interesante»— Bien está lo que bien acaba, ¿no? —Le guiñó un ojo y dio otro bocado.
Se esforzó en imaginar cómo podría compaginarse ese concepto de “máquina” con el de “criatura viva”, pero las imágenes que acudían a su mente eran más bien grotescas. Val consideró de nuevo al chiquillo que tenía delante. No se parecía en nada a los artilugios de los refugiados. Había dicho que estaba más bien “aumentado” que “transformado”. «Bueno, eso explica la fuerza desproporcionada», se dijo, «pero, ¿quién lleva el control, la máquina o el organismo vivo?». Las palabras “organismo vivo” hicieron que cayera en la cuenta de las implicaciones de lo que había explicado Zero al principio.
—Entonces tú… estás… estuviste… —Incapaz de terminar de articular la frase, volvió a mirar al niño, pero ya no lo veía a él.
La niña observaba la puerta cerrada desde el rincón opuesto. Podía oír el llanto de mamá en la habitación contigua. De repente, papá abrió la puerta y salió. Pasó de largo sin ver a la niña y sin molestarse en cerrar tras de sí. La pequeña se acercó despacio y se asomó al interior de la oscura habitación. Una manita, más blanca que la vieja y raída sábana, colgaba por el borde de la cama, inmóvil. Mamá, abrazada al pequeño bulto que allí yacía, lloraba sin consuelo.
—Val —susurró una voz a su espalda—, vuelve a la cocina.
La niña se volvió hacia su hermano mayor. El chico observaba la escena con los labios apretados y un rastro de humedad en los ojos. No quería asustar a la pequeña pero, a sus doce años, apenas podía contener el temblor de sus piernas. La niña le abrazó por la cintura y enterró la cara en el pecho del muchacho.
—¿Cuándo se va a curar Luke? —preguntó, con un hilo de voz amortiguado por la camisa de su hermano.
El chico la rodeó con un brazo mientras cerraba la puerta con la otra mano.
—Vamos, Val, no has comido nada desde el desayuno. Te prepararé algo.
—Val —susurró una voz a su espalda—, vuelve a la cocina.
La niña se volvió hacia su hermano mayor. El chico observaba la escena con los labios apretados y un rastro de humedad en los ojos. No quería asustar a la pequeña pero, a sus doce años, apenas podía contener el temblor de sus piernas. La niña le abrazó por la cintura y enterró la cara en el pecho del muchacho.
—¿Cuándo se va a curar Luke? —preguntó, con un hilo de voz amortiguado por la camisa de su hermano.
El chico la rodeó con un brazo mientras cerraba la puerta con la otra mano.
—Vamos, Val, no has comido nada desde el desayuno. Te prepararé algo.
La bruja sacudió el recuerdo de su mente y bajó la mirada al plato, mientras parpadeaba para barrer las lágrimas que acudían a sus ojos. «¡No, ya está! El pasado, pasó». Se llevó una cucharada de estofado a la boca, más que nada, para darse tiempo a recuperar el control. La carne estaba tan tierna, que los ojos estuvieron a punto de llenársele otra vez de lágrimas pero, al menos, el sentido del gusto la trajo de vuelta al pequeño biocibernético y sus disculpas.
—No hay nada que lamentar —dijo con voz ronca. Carraspeó antes de continuar, en un tono algo brusco todavía—. No tienes por qué contarle tu vida a la primera persona que te encuentras por la calle. —Poco a poco, volvía a ser ella misma— De hecho —añadió con una sonrisa pícara—, resulta muy poco recomendable hacerlo. Nunca sabes quién podría utilizar tu pasado contra ti. —Saboreó con calma otra cucharada de comida mientras dejaba que el niño hiciera elucubraciones durante un momento, antes de detener la broma— En cualquier caso, lo importante es que hoy has salvado dos vidas. —«Y yo he aprendido algo interesante»— Bien está lo que bien acaba, ¿no? —Le guiñó un ojo y dio otro bocado.
- OFF:
- Por mi parte, podemos hacer fundido en negro aquí y dejarles charlar tranquilos y disfrutar de la comida, a no ser que quieras rolear la conversación y/o la despedida. Considero que parten como amigos y Reike se dedicará, en los próximos meses, a peinar la biblioteca de la academia en busca de cualquier información que pueda encontrar acerca de los biocibernéticos. Si los dioses vuelven a colocarlos en el mismo lugar, Z9-42 se encontrará con una bruja mucho más instruida. Avísame por privado (o en la CB si coincidimos) si quieres que cierre el tema. Y gracias por la bienvenida rolera ^^
Reike
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