La primera defensa de Sandorai [Desafío]
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La primera defensa de Sandorai [Desafío]
El bosque de Migdar jamás había tenido tanta actividad como en los últimos días. De normal, los elfos solían alejarse de las tierras malditas por miedo de contagiar sus cuerpos con la muerte del bosque. Sin embargo, esta no era una situación normal. Lunargenta vivía un constante asedio por parte de varios enemigos de Aerandir. Las predicciones de las sumas sacerdotisas anunciaban un próximo futuro en el que la guerra se expandiría y llegaría a todos los rincones de Aerandir; las cartas que traían los cibernéticos mensajeros desde Verisar confirmaban las predicciones. Ya se habían visto solitarias y desorganizadas partidas de nigromantes en Vulwulfar y Baslodia. Era cuestión de tiempo que abandonasen las tierras de los humanos y decidiesen viajar un poco más hacia el sur, hacia la tierra de los elfos.
Atreyu Santya, líder del clan Sondve, fue la primera en convocar a sus elfos en Migdar y en preparar la defensa a un posible ataque. Otros clanes la siguieron, desde los más grandes hasta los más pequeños: Galio, Drenidil, Aur… El número incrementaba a cada semana.
Se mandó construir puestos vigías encima de los árboles. En Sandorai eran muy eficaces para detener a los extranjeros, invasores en potencia, ya que estaban camuflados por una frondosa capa de hojas verde. En Migdar tenían suerte si el árbol no se derrumbaba por el peso de la torre. Los árboles estaban secos y malditos, carecían tanto de las hojas que funcionasen como camuflaje como de la fuerza necesaria para soportar más de cincuenta quilos de peso.
Atreyu Santya dio con la solución a este problema. En lugar de ocultarse encima de los árboles, mandó a los guerreros a ocultarse en su interior. Selección los árboles con las cavidades más grandes en el interior de su tronco; en algunos de ellos podía caber con facilidad hasta dos elfos de constitución común; lo que serían tres elfas delgadas como Atreyu. Ideas como estas sirvieron para que la joven líder de los Sondve se ganase el respeto de los otros clanes. En Migdar, apodaron a Atreyu Santya como Nowo Khan, “Sabia Guía” en idioma élfico.
Por mucho que trabajasen no era suficiente. Las trampas y las edificaciones que conseguían construir, se derrumbaban a los pocos días. Algunos aseguraron, sin temor a equivocarse, que era obra de la maldición de Migdar, el mismo bosque se movía en su contra. Tres elfos, cada uno líder de un clan diferente, se reunieron con Atreyu Santya por buscar una solución al problema.
-Mi hermana sirve como criada de la sacerdotisa Danethil. –quien empezó la conversación se llamaba Trenerer Ren, del clan Tamphay. –Nos visitó la semana pasada. Dice que las visiones de Danethil han ido a mayor. Apenas puede distinguir el presente del futuro de los Dioses le brinda-.
-Con todos mis respetos Ren, ¿qué nos pretendes decir con esto?- Nonwa Vanla, del clan Von.
-Quiero decir, mi querido Nonwa Vanla, que nada de lo que hacemos funciona a un largo plazo. Tarde o temprano, nuestros enemigos llegaron. Migdar es la primera defensa. Aquí es donde podemos hacerles más daño-.
-No estoy de acuerdo. Donde les haríamos más daño sería en Lunargenta, ayudando a los humanos- al ver que nadie le contestó, Nonwa Vanla continuó hablando- Nuestro ejércitos se sumarían a los de los brujos, los hombres bestias, los dragones y, por supuesto, los humanos. Si nos quedamos en quietos en nuestras tierras, esperando recibir las sobras de una guerra, corremos el peligro de enfrentarnos en solitario contra unos enemigos que nos ganan por diez veces en número y tienen el don de controlar las maldiciones de esta tierra maldita. Lucharemos en desventaja en número y en escenario-.
-Me duele reconocerlo, pero estoy de acuerdo con Nonwa Vanla –dijo Idley Hannel, del clan Kaelth, el elfo más anciano de los cuatro. -El año pasado, cuando Verisar sufrió los daños de la enfermedad de los dragones, me mantuve firme en la posición de quedarnos al margen del asunto. Hubo quien me ignoró y por poco trae el contagio a nuestras tierras. Esta situación es diferente. La guerra no es una lapa que pudiéramos llevar pegada a la espalda-.
-Ambos sois más ancianos y sabios que yo, respeto vuestras opiniones, pero dejen que les diga que cometen un error. Viajar en Verisar es una muerte segura. Entre todas las noticias que hemos recibidos de Lunargenta, podría contar con los dedos de la mano aquellas que anuncian una victoria. Lo sensato y correcto es incrementar las defensas en Migdar. Quizás, podríamos traer a algunas de nuestras mejores sacerdotisas para que bendigan la tierra-.
-Me gustaría pedir mis respetos para hablar, mis señores. Soy la más joven entre los cuarto. Mi cabello no ha perdido su brillo naturalidad, como el de ustedes dedos, y siento enorgullecerme al decir que mi sexualidad está tan viva como la estuvo la vuestra cien años en atrás. Me presento como la líder del clan Sondve y como Nowa Khan de Migdar-.
-Permiso concedido, adelante Nowa Khan- como el elfo más anciano, era deber de Hannel ejercer como mediador.
-Mis hermanos y yo hemos trabajado duro. Ha sido inútil. Migdar es como las criaturas de los nigromantes, está vivo y muerto al mismo tiempo, y sus intenciones son igual de malévolas. Destruye nuestras edificaciones y crea una atmosfera de congoja entre nosotros. Propongo invocar a los espíritus de nuestros ancestros. Propongo llamar a la vida a los ancianos. Ellos protegerán estas tierras mejor que nosotros-.
-Con ellos aquí, ninguno de nuestros enemigos superará los lindes de Migdar. –dijo el líder del clan Tamphay.
-Con ellos aquí, nos dejará vía libre para viajar a Lunargenta. –siguió el líder del clan Von.
Atreyu ignoró ambos comentarios.
Como ella era la Nowa Khan, se le obedeció. Los elfos se reunieron en pequeños grupos. Convocar a los ancianos era una labor que se parecía a plantar un árbol. Empezaban cavando un hoyo en la tierra, lo regaban y plantaban la semilla. Al menos tres elfos, maestros en las dotes de animación, se quedaban rezando al hoyo. A las horas, un brazo de piedra y tierra emergía de la tierra. Los elfos lo cogían y tiraban de él. El otro surgía a los pocos segundos. Una vez salía la cabeza, el anciano, o protector como lo bautizaban los humanos, tenía que encargarse sin ayuda de salir de la tierra. Eran golems tan altos como árboles construidos, en lugar de arcilla, a partir de los propios vienes del lugar. Con sus manazas podrían aplastar a un caballo. Las armas comunes no herían sus resistentes cuerpos. Migdar quedaría protegido con ellos.
El primer error de Atreyu fue pensar en que los ancianos podrían sobrevivir en Migdar con la misma normalidad que lo hacían en Sandorai. La tierra maldita enfermaba a los protectores. Después de cuatro días de su nacimiento, estos se hacían añicos. Idley Hannel se lo restregó con una frase:
-Si llevamos los ancianos a Lunargenta conseguirían vivir el tiempo suficiente como para dar fin a las guerras-.
Las propuestas de abandonar Migdar y viajar hacia Lunargenta fueron más abundantes. Como había predicho, los elfos se contagiaron de la corrupción de Migdar. Atreyu encontró el cadáver de Nonwa Vanla sepultado bajo los escombros de un anciano. Las sospechas apuntaron a Trenerer Ren, Atreyu no estaba convencida de su culpabilidad. Trenerer se mantuvo firme en la negativa, aseguró que era inocente. La siguiente en ser asesinada fue la hija de Trenerer. A partir de ahí, las predicciones de las sacerdotisas, especialmente de Danethil, se hicieron realidad: Migdar estaba en guerra. No por los enemigos de Aerandir, sino por los propios elfos. Los dos bandos estaban bien diferenciados: aquellos que querían abandonar el bosque para ayudar a los humanos contra aquellos que insistían en seguir trabajando en unas defensas que el mismo bosque destruía. Atreyu se encontraba en medio de ambos mandos.
* Bienvenido/a al bosque de Migdar: Dos objetivos en este turno: uno descriptivo y otro de acción. En el primero deberás describir tus labores en la partida de elfos de Migdar, los rituales de protección y cómo se da vida a los ancianos. Te aconsejo que profundices en estas criaturas, pretendo añadirlas al bestiario y, para ello, quiero contar con la ayuda de tus descripciones. Si lo deseas, también puedes profundizar con las descripciones de los clanes que he indicado.
El segundo objetivo es tomar una decisión. Estás en medio de una rivalidad entre los dos bandos de elfos. Ambos creen estar obrando bien. La rivalidad ha llegado a las armas. Deberás detener el enfrentamiento y tomar un bando. ¿Estás a favor de quedarse en Migdar o estás a favor de llevar los ancianos al norte? No puedes quedarte indiferente a esta decisión. Según qué eliges, el segundo turno de la misión tomará un camino u otro en el desafío.
Requisitos:
Ser un elfo o tener una gran relación con ellos.
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Atreyu Santya, líder del clan Sondve, fue la primera en convocar a sus elfos en Migdar y en preparar la defensa a un posible ataque. Otros clanes la siguieron, desde los más grandes hasta los más pequeños: Galio, Drenidil, Aur… El número incrementaba a cada semana.
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Se mandó construir puestos vigías encima de los árboles. En Sandorai eran muy eficaces para detener a los extranjeros, invasores en potencia, ya que estaban camuflados por una frondosa capa de hojas verde. En Migdar tenían suerte si el árbol no se derrumbaba por el peso de la torre. Los árboles estaban secos y malditos, carecían tanto de las hojas que funcionasen como camuflaje como de la fuerza necesaria para soportar más de cincuenta quilos de peso.
Atreyu Santya dio con la solución a este problema. En lugar de ocultarse encima de los árboles, mandó a los guerreros a ocultarse en su interior. Selección los árboles con las cavidades más grandes en el interior de su tronco; en algunos de ellos podía caber con facilidad hasta dos elfos de constitución común; lo que serían tres elfas delgadas como Atreyu. Ideas como estas sirvieron para que la joven líder de los Sondve se ganase el respeto de los otros clanes. En Migdar, apodaron a Atreyu Santya como Nowo Khan, “Sabia Guía” en idioma élfico.
Por mucho que trabajasen no era suficiente. Las trampas y las edificaciones que conseguían construir, se derrumbaban a los pocos días. Algunos aseguraron, sin temor a equivocarse, que era obra de la maldición de Migdar, el mismo bosque se movía en su contra. Tres elfos, cada uno líder de un clan diferente, se reunieron con Atreyu Santya por buscar una solución al problema.
-Mi hermana sirve como criada de la sacerdotisa Danethil. –quien empezó la conversación se llamaba Trenerer Ren, del clan Tamphay. –Nos visitó la semana pasada. Dice que las visiones de Danethil han ido a mayor. Apenas puede distinguir el presente del futuro de los Dioses le brinda-.
-Con todos mis respetos Ren, ¿qué nos pretendes decir con esto?- Nonwa Vanla, del clan Von.
-Quiero decir, mi querido Nonwa Vanla, que nada de lo que hacemos funciona a un largo plazo. Tarde o temprano, nuestros enemigos llegaron. Migdar es la primera defensa. Aquí es donde podemos hacerles más daño-.
-No estoy de acuerdo. Donde les haríamos más daño sería en Lunargenta, ayudando a los humanos- al ver que nadie le contestó, Nonwa Vanla continuó hablando- Nuestro ejércitos se sumarían a los de los brujos, los hombres bestias, los dragones y, por supuesto, los humanos. Si nos quedamos en quietos en nuestras tierras, esperando recibir las sobras de una guerra, corremos el peligro de enfrentarnos en solitario contra unos enemigos que nos ganan por diez veces en número y tienen el don de controlar las maldiciones de esta tierra maldita. Lucharemos en desventaja en número y en escenario-.
-Me duele reconocerlo, pero estoy de acuerdo con Nonwa Vanla –dijo Idley Hannel, del clan Kaelth, el elfo más anciano de los cuatro. -El año pasado, cuando Verisar sufrió los daños de la enfermedad de los dragones, me mantuve firme en la posición de quedarnos al margen del asunto. Hubo quien me ignoró y por poco trae el contagio a nuestras tierras. Esta situación es diferente. La guerra no es una lapa que pudiéramos llevar pegada a la espalda-.
-Ambos sois más ancianos y sabios que yo, respeto vuestras opiniones, pero dejen que les diga que cometen un error. Viajar en Verisar es una muerte segura. Entre todas las noticias que hemos recibidos de Lunargenta, podría contar con los dedos de la mano aquellas que anuncian una victoria. Lo sensato y correcto es incrementar las defensas en Migdar. Quizás, podríamos traer a algunas de nuestras mejores sacerdotisas para que bendigan la tierra-.
-Me gustaría pedir mis respetos para hablar, mis señores. Soy la más joven entre los cuarto. Mi cabello no ha perdido su brillo naturalidad, como el de ustedes dedos, y siento enorgullecerme al decir que mi sexualidad está tan viva como la estuvo la vuestra cien años en atrás. Me presento como la líder del clan Sondve y como Nowa Khan de Migdar-.
-Permiso concedido, adelante Nowa Khan- como el elfo más anciano, era deber de Hannel ejercer como mediador.
-Mis hermanos y yo hemos trabajado duro. Ha sido inútil. Migdar es como las criaturas de los nigromantes, está vivo y muerto al mismo tiempo, y sus intenciones son igual de malévolas. Destruye nuestras edificaciones y crea una atmosfera de congoja entre nosotros. Propongo invocar a los espíritus de nuestros ancestros. Propongo llamar a la vida a los ancianos. Ellos protegerán estas tierras mejor que nosotros-.
-Con ellos aquí, ninguno de nuestros enemigos superará los lindes de Migdar. –dijo el líder del clan Tamphay.
-Con ellos aquí, nos dejará vía libre para viajar a Lunargenta. –siguió el líder del clan Von.
Atreyu ignoró ambos comentarios.
Como ella era la Nowa Khan, se le obedeció. Los elfos se reunieron en pequeños grupos. Convocar a los ancianos era una labor que se parecía a plantar un árbol. Empezaban cavando un hoyo en la tierra, lo regaban y plantaban la semilla. Al menos tres elfos, maestros en las dotes de animación, se quedaban rezando al hoyo. A las horas, un brazo de piedra y tierra emergía de la tierra. Los elfos lo cogían y tiraban de él. El otro surgía a los pocos segundos. Una vez salía la cabeza, el anciano, o protector como lo bautizaban los humanos, tenía que encargarse sin ayuda de salir de la tierra. Eran golems tan altos como árboles construidos, en lugar de arcilla, a partir de los propios vienes del lugar. Con sus manazas podrían aplastar a un caballo. Las armas comunes no herían sus resistentes cuerpos. Migdar quedaría protegido con ellos.
El primer error de Atreyu fue pensar en que los ancianos podrían sobrevivir en Migdar con la misma normalidad que lo hacían en Sandorai. La tierra maldita enfermaba a los protectores. Después de cuatro días de su nacimiento, estos se hacían añicos. Idley Hannel se lo restregó con una frase:
-Si llevamos los ancianos a Lunargenta conseguirían vivir el tiempo suficiente como para dar fin a las guerras-.
Las propuestas de abandonar Migdar y viajar hacia Lunargenta fueron más abundantes. Como había predicho, los elfos se contagiaron de la corrupción de Migdar. Atreyu encontró el cadáver de Nonwa Vanla sepultado bajo los escombros de un anciano. Las sospechas apuntaron a Trenerer Ren, Atreyu no estaba convencida de su culpabilidad. Trenerer se mantuvo firme en la negativa, aseguró que era inocente. La siguiente en ser asesinada fue la hija de Trenerer. A partir de ahí, las predicciones de las sacerdotisas, especialmente de Danethil, se hicieron realidad: Migdar estaba en guerra. No por los enemigos de Aerandir, sino por los propios elfos. Los dos bandos estaban bien diferenciados: aquellos que querían abandonar el bosque para ayudar a los humanos contra aquellos que insistían en seguir trabajando en unas defensas que el mismo bosque destruía. Atreyu se encontraba en medio de ambos mandos.
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El segundo objetivo es tomar una decisión. Estás en medio de una rivalidad entre los dos bandos de elfos. Ambos creen estar obrando bien. La rivalidad ha llegado a las armas. Deberás detener el enfrentamiento y tomar un bando. ¿Estás a favor de quedarse en Migdar o estás a favor de llevar los ancianos al norte? No puedes quedarte indiferente a esta decisión. Según qué eliges, el segundo turno de la misión tomará un camino u otro en el desafío.
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Re: La primera defensa de Sandorai [Desafío]
Sus pasos susurraban sobre la tierra, como el leve sonido de un pequeño animal que corría a esconderse en la espesura. No era muy consciente, pero a raíz de su gran pérdida se había descubierto a sí misma queriendo volver a casa. Ni siquiera Rushi, su fiel asski y ya íntimo compañero de aventuras, conseguía animarla. Ya había experimentado suficiente en el mundo humano, ya había contemplado demasiado dolor en su piel y en la ajena. Quizás el hecho de haberse criado en un modesto clan era una de las razones por las que no terminaba de adaptarse allí. También se había sorprendido a sí misma huyendo de los pueblos, de los lugares concurridos, de las miradas de otros ojos que no fueran los suyos propios reflejados en algún lugar. Era un día sombrío, parecía que no iba a tardar en caer una tormenta. Miró al cielo y rozó distraída el jirón gris que llevaba anudado a su muñeca izquierda. Había pertenecido a la capa de Itrella y, de alguna manera, había decidido que era buena idea arrancar un cacho y atársela alrededor como una muñequera, como un signo de que hubo unos días en los cuales... pudo ser madre. Un recuerdo anudado a ella para siempre, para que no olvidase jamás quién había sido antes y después de perder a su niña.
Tras haber abandonado el pantano y despedido a Eltrant, se encaminó a su hogar. Necesitaba descanso, pisar suelo conocido, pensar su siguiente jugada. Se ajustó bien la capucha, con el asski dentro, y siguió caminando. Absorta en sus cavilaciones, dio un respingo cuando oyó un profundo y lánguido "NOOOO" proveniente de algún lugar entre la espesura no muy lejos de su posición. Frunció el ceño y miró a su alrededor, sacando precavidamente el arco y una flecha. Siguió caminando hacia donde creía que había venido la voz y no se confundió. De hecho, había un bullicio enorme en el bosque. A medida que iba caminando, la atmósfera era más cargada, los árboles eran más grises y pobres y las voces se multiplicaban. Vio entonces al hombre que había pegado aquel grito. Estaba de rodillas en el suelo, mirando hacia un profundo hoyo cavado en la tierra. Tenía hojas secas en las manos y las miraba como si hubiera perdido algo muy grave. Su asski maulló y saltó de su capucha, ocultándose entre unos matorrales. ¿Qué habría encontrado?
En el momento en el que quiso ir hacia el hombre arrodillado, dos sombras saltaron al camino y sacaron sus arcos contra ella.
-¡Intrusos! -gritó uno de ellos.
El hombre arrodillado en el hoyo se levantó de golpe y la miró. Llevaba una túnica blanca cubierta por una capa gris. No tenía pelo, lo que facilitó enormemente que Iredia le viera unas enormes y perfectas orejas de elfo. Sus guardias eran elfos también, más fornidos y peludos.
-Fläin tohladen (soy una hermana) -contestó ella en élfico mientras guardaba su arco y levantaba las manos en son de paz.
Los guardias se miraron entre sí y luego volvieron a mirarla. No bajaron los arcos. El hombre calvo se acercó a ellos, sin dejar de mirarla.
-Descubre tu rostro, intrusa.
La joven obedeció y se bajó la capucha, dejando sueltos sus cabellos rojizos. Se esmeró por apartarse el pelo para que vieran las orejas que tenían en común. El de la túnica gris comentó entonces algo a los guardias. Estos se fueron con paso firme a donde ella y la sujetaron uno de cada brazo sin mucho miramiento.
-¿Qué significa esto? ¡Soy una hermana vuestra! -se quejó Iredia mientras la llevaban a la fuerza por un sendero.
-No has venido en buen momento, intrusa. Incluso los elfos estamos en guerra. Tendremos que decidir si eres aliada -el calvo miró a la elfa de una forma que no le gustó nada- o enemiga.
La elfa entonces miró a su alrededor. Había elfos desperdigados por todas partes. Unos, sobre los árboles, parecían estar haciendo alguna especie de puestos de vigía. Otros, en los caminos y en las bases de los árboles, cavaban hoyos enormes y profundos. Algunos tenían montones de polvo, pero otros... Soltó un grito ahogado y volvió a mirar al calvo.
-Estáis invocando a los ancianos! -exclamó Iredia.
El calvo hizo un gesto a los guardias para que parasen la marcha.
-Pareces familiarizada con ellos. -mencionó el calvo con voz neutra.
-Nunca había visto ninguno. Solo se invocan para defender. Es el último recurso de los elfos, cuando todos los demás han fallado. En mi clan era obligatorio aprenderse el ritual de memoria durante nuestras lecciones. -contó con cierto retintín. Esta forma de tratarla le parecía estúpida.
Las palabras de Iredia se fueron apagando a medida que iba contemplando la espectacular criatura que tenía a pocos metros de ella. Grandes y fuertes como auténticas montañas, los ancianos o protectores miraban con sus rostros neutros a los compañeros que lo habían invocado. Sus ojos eran pozos negros infinitos y su cara no mostraba boca ni nariz, eran surcos muy similares a los de los troncos de los árboles. Eran colosales como árboles venerables, imponían mucho respeto. Chocaba ver con qué tranquilidad se movían y parpadeaban, nada acorde con su tamaño y su forma. Por cada rama y cada fibra de su ser corría la sangre de la Madre Tierra. Eran, casi literalmente, hijos de ella. Justo entonces, un gemido largo y profundo, un aullido de dolor gutural emanó de una de las dos criaturas. Vio con mucho dolor cómo una de ellas caía al suelo con sus grandes brazos como troncos y se deshacía en polvo desde los pies hasta la cabeza. Si no la tuvieran sujeta, se hubiera llevado las manos a la boca, conmovida.
Uno de los elfos que estaban allí negó con la cabeza hacia el calvo. Este, con gesto grave, asintió y volvió a mirar a Iredia.
-Te llevaré ante Alduara Meyla. Si eres una elfa de Sandorai, seguro que conoces al clan Tamphay.
A la elfa le dio un vuelco al estómago. Claro que conocía a Alduara Meyla . Demasiado bien, quizás. Era una de las elfas más despiadadas que había conocido en su vida. Y pronto aquel elfo calvo descubriría ciertas cosas que quizás hicieran cambiar su actitud con respecto a ella.
No tardaron mucho en llegar a uno de los árboles más grandes que había visto en su vida. Un anciano de ramas gruesas y profundas, donde varios elfos tenían su hogar. A juzgar por el aspecto, ahí no residían los del pueblo llano. Subió a tirones por las escaleras habilitadas y pronto llegaron a un casón. El elfo calvo corrió la cortina sin llamar, cruzó unas palabras en el interior y con un gesto indicó a los guardias que metiesen a Iredia, cosa que hicieron muy convenientemente. Dentro, siete elfos la observaban con cierto interés. Uno de ellos cambió su gesto a una mueca cruel.
-Vaya. Tan-Damar. Qué curiosa coincidencia. Parece ser que las desgracias vienen todas juntas. -se levantó y se acercó a Iredia, quien seguía sujeta por los guardias.
La joven entrecerró los ojos con visible enfado cuando la líder del clan Temphay le tocó el pelo y la miró de arriba abajo, como examinando un objeto. Los demás comensales permanecían callados.
-Estás más delgada. -hizo una pausa y continuó- ¿Qué tal está tu madre?
Ahí ya no pudo contenerse.
-Tú estás mucho más vieja. Y ella está muy bien, mucho mejor desde que te fuiste a la mierda.
Algunos elfos se miraron entre sí, entre sorprendidos y agitados. Alguien detrás de ellas se levantó, una elfa de pelo azul hermosa como un amanecer y de aspecto mucho más joven que la maldita Alduara.
-No toleraré ninguna falta de respeto a ningún líder de esta mesa. Deberíais dar gracias por estar aquí y no haber recibido una flecha nada más llegar. -su voz era clara. Su tono, en cambio, muy duro y amargo.
Iredia, en cambio, no se amedrentó con ello, más bien al contrario.
-Me resulta cómico que se hable de respeto cuando la líder del clan Temphay no tuvo ninguno con mi madre. O, mejor dicho, con la líder del clan Tan-Damar. Y ahora mismo no estáis teniendo ninguno con su heredera.
Los murmullos se acrecentaron y una voz resaltó sobre las demás.
-Conozco el clan Tan-Damar. Un clan noble, sí, y muy liberal en sus costumbres. Ahora que lo mencionáis... -el elfo que hablaba era anciano, de pelo blanco y ojos azules como un cielo despejado- Sois la viva imagen de Arystra.
La elfa de pelo azul le hizo un gesto a los guardias. Estos soltaron a Iredia y se marcharon. El elfo calvo se quedó apartado en una esquina.
-Son unos bárbaros primitivos que bailan desnudos alrededor de una hoguera -espetó Aldara con desprecio- Deberíais dejarla apresada, no vaya a ser que le dé por matarnos a todos en un arranque de ira.
-Cuidado, Aldara. Tenéis una deuda de honor conmigo que puedo solicitar cuando yo desee. Y aquí hay testigos. -advirtió Iredia con voz de hielo.
-Basta -cortó la elfa del pelo azul- Dejadnos a Iredia y a mí solas. Quiero hablar con ella.
Todos obedecieron, aunque Aldara muy a regañadientes. La elfa estaba segura de que escucharía por detrás de la cortina. Su homóloga peliazul pareció pensar lo mismo.
-Carlser... mira a ver que no nos molesten.
Una vez se hubo marchado, la elfa peliazul se acercó a la joven con gesto mucho más suave.
-Perdona mi actitud previa. Estamos ante una situación muy crítica, casi una guerra civil. Busco la forma de defender a Midgar de un ataque externo, pero nuestros ancianos...
-...se mueren a los tres días -terminó Iredia por ella.
La peliazul asintió.
-Hay líderes que me presionan para que abandonemos el bosque y nos unamos a los humanos y otros líderes defienden que nos asentemos aquí para impedir la posterior entrada a Sandorai. La lucha ha llegado hasta tal punto que están muriendo hermanos nuestros en extrañas circunstancias. Había conseguido que todos nos uniésemos por una causa noble, pero ahora... ni la Nowo Khan sabe cómo guiar esta vez. Y sinceramente, casi no sé en quién puedo confiar. Idley, el sabio anciano, es el único que goza de mi plena confianza en estos momentos. Si vienes en nombre del clan Tan-Damar, bienvenida seas entonces, Iredia. Toda ayuda es poca. -no detectó la elfa ningún tono de súplica, más bien era agradecimiento.
Iredia, al oír el apodo, se inclinó ante ella a modo de respeto por su rango.
-No vengo a causar problemas, de hecho he cruzado por aquí para volver a Sandorai. -se mordió el labio un momento antes de continuar- ¿Me permitís ver a los ancianos?
La Nowo Khan pareció dudar, pero entonces asintió.
-Ven conmigo.
Ambas salieron del casón y se fueron a las zonas bajas, donde los sacerdotes y las sacerdotisas buscaban desesperadamente invocar a los protectores de su tierra. Era ciertamente desolador, reinaba un ambiente de incertidumbre, malestar y recelo entre su propia gente, algo que nunca creyó que podía suceder entre su gente. Salvo raras excepciones como Aldara, los elfos siempre habían mantenido un espíritu armónico entre ellos, siempre buscaban la vía del entendimiento. O así se había criado ella. Quizás sus lecciones habían estado un poco adornadas.
Con cierto pesar, observó a los sacerdotes. Iredia se conocía de sobra el ritual, se lo había repetido su madre hasta la saciedad. Aún podía oírla en su cabeza. << Nunca lo olvides, pues quizás un día yo no esté y necesites a los Hijos de la Tierra >>. Tenían que ser tres los sacerdotes que invocasen al anciano, pues eran tres los dioses mayores del panteón élfico a los que se rezaba en el ritual. Debían cavar un gran hoyo, pues los Hijos de la Tierra (así los llamaban en algunos clanes élficos) debían literalmente nacer de ella y tener su espacio para ello. No se les podía ayudar a salir del hoyo, ellos tenían que ser capaces de salir por sí solos. Era preferible invocarlos de noche, con luz lunar que favorece el crecimiento de la flora (en luna nueva el ritual carecía de efecto) y frente a un árbol fuerte y sano, aunque la elfa supuso que dada la urgencia les urgía invocarlos también por el día. Los tres sacerdotes debían dar tres vueltas alrededor del hoyo en el sentido del nacimiento del sol y recitar tres veces una larga letanía dedicada a los dioses.Por último, debían echar al hoyo tres cántaros medianos de agua dulce. Y así el anciano acudía a la llamada. Eran criaturas magníficas, completamente dóciles a las órdenes de los sacerdotes y asombrosamente letales, un mazazo con su brazo derecho podía partir una columna vertebral en catorce cachos. Sin embargo, necesitaban estar en un entorno natural y sano para mostrar su pleno potencial. Su energía, su alimento, residía en su entorno, cuanta más naturaleza saludable haya a su alrededor, más sanos y fuertes son. Iredia comprendió al instante por qué perecían los ancianos allí. El bosque de Midgar era inhóspito, seco y triste. Los protectores no encontraban la energía que necesitaban para vivir y morían fusionándose de nuevo con la tierra.
Contemplaban ambas elfas en estos momentos cómo un anciano salía del hoyo con dificultad. Incluso en aquellos ojos negros se podía apreciar la sabiduría del universo. Ya nacían débiles allí. Su asski apareció de nuevo con cierta mirada de congoja. Él seguramente también habría visto morir a alguno de los ancianos. Lo cogió entre sus brazos y lo acarició distraidamente. Después, miró a la Nowo Khan con pesar.
-Sé que os habrán dicho esto ya más de una vez, pero... -tragó saliva- ... estos ancianos van a seguir muriendo. Quizás os fallen cuando más los necesitemos. Nowo Khan... hay que irse. -sentenció Iredia.
Tras haber abandonado el pantano y despedido a Eltrant, se encaminó a su hogar. Necesitaba descanso, pisar suelo conocido, pensar su siguiente jugada. Se ajustó bien la capucha, con el asski dentro, y siguió caminando. Absorta en sus cavilaciones, dio un respingo cuando oyó un profundo y lánguido "NOOOO" proveniente de algún lugar entre la espesura no muy lejos de su posición. Frunció el ceño y miró a su alrededor, sacando precavidamente el arco y una flecha. Siguió caminando hacia donde creía que había venido la voz y no se confundió. De hecho, había un bullicio enorme en el bosque. A medida que iba caminando, la atmósfera era más cargada, los árboles eran más grises y pobres y las voces se multiplicaban. Vio entonces al hombre que había pegado aquel grito. Estaba de rodillas en el suelo, mirando hacia un profundo hoyo cavado en la tierra. Tenía hojas secas en las manos y las miraba como si hubiera perdido algo muy grave. Su asski maulló y saltó de su capucha, ocultándose entre unos matorrales. ¿Qué habría encontrado?
En el momento en el que quiso ir hacia el hombre arrodillado, dos sombras saltaron al camino y sacaron sus arcos contra ella.
-¡Intrusos! -gritó uno de ellos.
El hombre arrodillado en el hoyo se levantó de golpe y la miró. Llevaba una túnica blanca cubierta por una capa gris. No tenía pelo, lo que facilitó enormemente que Iredia le viera unas enormes y perfectas orejas de elfo. Sus guardias eran elfos también, más fornidos y peludos.
-Fläin tohladen (soy una hermana) -contestó ella en élfico mientras guardaba su arco y levantaba las manos en son de paz.
Los guardias se miraron entre sí y luego volvieron a mirarla. No bajaron los arcos. El hombre calvo se acercó a ellos, sin dejar de mirarla.
-Descubre tu rostro, intrusa.
La joven obedeció y se bajó la capucha, dejando sueltos sus cabellos rojizos. Se esmeró por apartarse el pelo para que vieran las orejas que tenían en común. El de la túnica gris comentó entonces algo a los guardias. Estos se fueron con paso firme a donde ella y la sujetaron uno de cada brazo sin mucho miramiento.
-¿Qué significa esto? ¡Soy una hermana vuestra! -se quejó Iredia mientras la llevaban a la fuerza por un sendero.
-No has venido en buen momento, intrusa. Incluso los elfos estamos en guerra. Tendremos que decidir si eres aliada -el calvo miró a la elfa de una forma que no le gustó nada- o enemiga.
La elfa entonces miró a su alrededor. Había elfos desperdigados por todas partes. Unos, sobre los árboles, parecían estar haciendo alguna especie de puestos de vigía. Otros, en los caminos y en las bases de los árboles, cavaban hoyos enormes y profundos. Algunos tenían montones de polvo, pero otros... Soltó un grito ahogado y volvió a mirar al calvo.
-Estáis invocando a los ancianos! -exclamó Iredia.
El calvo hizo un gesto a los guardias para que parasen la marcha.
-Pareces familiarizada con ellos. -mencionó el calvo con voz neutra.
-Nunca había visto ninguno. Solo se invocan para defender. Es el último recurso de los elfos, cuando todos los demás han fallado. En mi clan era obligatorio aprenderse el ritual de memoria durante nuestras lecciones. -contó con cierto retintín. Esta forma de tratarla le parecía estúpida.
Las palabras de Iredia se fueron apagando a medida que iba contemplando la espectacular criatura que tenía a pocos metros de ella. Grandes y fuertes como auténticas montañas, los ancianos o protectores miraban con sus rostros neutros a los compañeros que lo habían invocado. Sus ojos eran pozos negros infinitos y su cara no mostraba boca ni nariz, eran surcos muy similares a los de los troncos de los árboles. Eran colosales como árboles venerables, imponían mucho respeto. Chocaba ver con qué tranquilidad se movían y parpadeaban, nada acorde con su tamaño y su forma. Por cada rama y cada fibra de su ser corría la sangre de la Madre Tierra. Eran, casi literalmente, hijos de ella. Justo entonces, un gemido largo y profundo, un aullido de dolor gutural emanó de una de las dos criaturas. Vio con mucho dolor cómo una de ellas caía al suelo con sus grandes brazos como troncos y se deshacía en polvo desde los pies hasta la cabeza. Si no la tuvieran sujeta, se hubiera llevado las manos a la boca, conmovida.
Uno de los elfos que estaban allí negó con la cabeza hacia el calvo. Este, con gesto grave, asintió y volvió a mirar a Iredia.
-Te llevaré ante Alduara Meyla. Si eres una elfa de Sandorai, seguro que conoces al clan Tamphay.
A la elfa le dio un vuelco al estómago. Claro que conocía a Alduara Meyla . Demasiado bien, quizás. Era una de las elfas más despiadadas que había conocido en su vida. Y pronto aquel elfo calvo descubriría ciertas cosas que quizás hicieran cambiar su actitud con respecto a ella.
No tardaron mucho en llegar a uno de los árboles más grandes que había visto en su vida. Un anciano de ramas gruesas y profundas, donde varios elfos tenían su hogar. A juzgar por el aspecto, ahí no residían los del pueblo llano. Subió a tirones por las escaleras habilitadas y pronto llegaron a un casón. El elfo calvo corrió la cortina sin llamar, cruzó unas palabras en el interior y con un gesto indicó a los guardias que metiesen a Iredia, cosa que hicieron muy convenientemente. Dentro, siete elfos la observaban con cierto interés. Uno de ellos cambió su gesto a una mueca cruel.
-Vaya. Tan-Damar. Qué curiosa coincidencia. Parece ser que las desgracias vienen todas juntas. -se levantó y se acercó a Iredia, quien seguía sujeta por los guardias.
La joven entrecerró los ojos con visible enfado cuando la líder del clan Temphay le tocó el pelo y la miró de arriba abajo, como examinando un objeto. Los demás comensales permanecían callados.
-Estás más delgada. -hizo una pausa y continuó- ¿Qué tal está tu madre?
Ahí ya no pudo contenerse.
-Tú estás mucho más vieja. Y ella está muy bien, mucho mejor desde que te fuiste a la mierda.
Algunos elfos se miraron entre sí, entre sorprendidos y agitados. Alguien detrás de ellas se levantó, una elfa de pelo azul hermosa como un amanecer y de aspecto mucho más joven que la maldita Alduara.
-No toleraré ninguna falta de respeto a ningún líder de esta mesa. Deberíais dar gracias por estar aquí y no haber recibido una flecha nada más llegar. -su voz era clara. Su tono, en cambio, muy duro y amargo.
Iredia, en cambio, no se amedrentó con ello, más bien al contrario.
-Me resulta cómico que se hable de respeto cuando la líder del clan Temphay no tuvo ninguno con mi madre. O, mejor dicho, con la líder del clan Tan-Damar. Y ahora mismo no estáis teniendo ninguno con su heredera.
Los murmullos se acrecentaron y una voz resaltó sobre las demás.
-Conozco el clan Tan-Damar. Un clan noble, sí, y muy liberal en sus costumbres. Ahora que lo mencionáis... -el elfo que hablaba era anciano, de pelo blanco y ojos azules como un cielo despejado- Sois la viva imagen de Arystra.
La elfa de pelo azul le hizo un gesto a los guardias. Estos soltaron a Iredia y se marcharon. El elfo calvo se quedó apartado en una esquina.
-Son unos bárbaros primitivos que bailan desnudos alrededor de una hoguera -espetó Aldara con desprecio- Deberíais dejarla apresada, no vaya a ser que le dé por matarnos a todos en un arranque de ira.
-Cuidado, Aldara. Tenéis una deuda de honor conmigo que puedo solicitar cuando yo desee. Y aquí hay testigos. -advirtió Iredia con voz de hielo.
-Basta -cortó la elfa del pelo azul- Dejadnos a Iredia y a mí solas. Quiero hablar con ella.
Todos obedecieron, aunque Aldara muy a regañadientes. La elfa estaba segura de que escucharía por detrás de la cortina. Su homóloga peliazul pareció pensar lo mismo.
-Carlser... mira a ver que no nos molesten.
Una vez se hubo marchado, la elfa peliazul se acercó a la joven con gesto mucho más suave.
-Perdona mi actitud previa. Estamos ante una situación muy crítica, casi una guerra civil. Busco la forma de defender a Midgar de un ataque externo, pero nuestros ancianos...
-...se mueren a los tres días -terminó Iredia por ella.
La peliazul asintió.
-Hay líderes que me presionan para que abandonemos el bosque y nos unamos a los humanos y otros líderes defienden que nos asentemos aquí para impedir la posterior entrada a Sandorai. La lucha ha llegado hasta tal punto que están muriendo hermanos nuestros en extrañas circunstancias. Había conseguido que todos nos uniésemos por una causa noble, pero ahora... ni la Nowo Khan sabe cómo guiar esta vez. Y sinceramente, casi no sé en quién puedo confiar. Idley, el sabio anciano, es el único que goza de mi plena confianza en estos momentos. Si vienes en nombre del clan Tan-Damar, bienvenida seas entonces, Iredia. Toda ayuda es poca. -no detectó la elfa ningún tono de súplica, más bien era agradecimiento.
Iredia, al oír el apodo, se inclinó ante ella a modo de respeto por su rango.
-No vengo a causar problemas, de hecho he cruzado por aquí para volver a Sandorai. -se mordió el labio un momento antes de continuar- ¿Me permitís ver a los ancianos?
La Nowo Khan pareció dudar, pero entonces asintió.
-Ven conmigo.
Ambas salieron del casón y se fueron a las zonas bajas, donde los sacerdotes y las sacerdotisas buscaban desesperadamente invocar a los protectores de su tierra. Era ciertamente desolador, reinaba un ambiente de incertidumbre, malestar y recelo entre su propia gente, algo que nunca creyó que podía suceder entre su gente. Salvo raras excepciones como Aldara, los elfos siempre habían mantenido un espíritu armónico entre ellos, siempre buscaban la vía del entendimiento. O así se había criado ella. Quizás sus lecciones habían estado un poco adornadas.
Con cierto pesar, observó a los sacerdotes. Iredia se conocía de sobra el ritual, se lo había repetido su madre hasta la saciedad. Aún podía oírla en su cabeza. << Nunca lo olvides, pues quizás un día yo no esté y necesites a los Hijos de la Tierra >>. Tenían que ser tres los sacerdotes que invocasen al anciano, pues eran tres los dioses mayores del panteón élfico a los que se rezaba en el ritual. Debían cavar un gran hoyo, pues los Hijos de la Tierra (así los llamaban en algunos clanes élficos) debían literalmente nacer de ella y tener su espacio para ello. No se les podía ayudar a salir del hoyo, ellos tenían que ser capaces de salir por sí solos. Era preferible invocarlos de noche, con luz lunar que favorece el crecimiento de la flora (en luna nueva el ritual carecía de efecto) y frente a un árbol fuerte y sano, aunque la elfa supuso que dada la urgencia les urgía invocarlos también por el día. Los tres sacerdotes debían dar tres vueltas alrededor del hoyo en el sentido del nacimiento del sol y recitar tres veces una larga letanía dedicada a los dioses.Por último, debían echar al hoyo tres cántaros medianos de agua dulce. Y así el anciano acudía a la llamada. Eran criaturas magníficas, completamente dóciles a las órdenes de los sacerdotes y asombrosamente letales, un mazazo con su brazo derecho podía partir una columna vertebral en catorce cachos. Sin embargo, necesitaban estar en un entorno natural y sano para mostrar su pleno potencial. Su energía, su alimento, residía en su entorno, cuanta más naturaleza saludable haya a su alrededor, más sanos y fuertes son. Iredia comprendió al instante por qué perecían los ancianos allí. El bosque de Midgar era inhóspito, seco y triste. Los protectores no encontraban la energía que necesitaban para vivir y morían fusionándose de nuevo con la tierra.
Contemplaban ambas elfas en estos momentos cómo un anciano salía del hoyo con dificultad. Incluso en aquellos ojos negros se podía apreciar la sabiduría del universo. Ya nacían débiles allí. Su asski apareció de nuevo con cierta mirada de congoja. Él seguramente también habría visto morir a alguno de los ancianos. Lo cogió entre sus brazos y lo acarició distraidamente. Después, miró a la Nowo Khan con pesar.
-Sé que os habrán dicho esto ya más de una vez, pero... -tragó saliva- ... estos ancianos van a seguir muriendo. Quizás os fallen cuando más los necesitemos. Nowo Khan... hay que irse. -sentenció Iredia.
Iredia
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Re: La primera defensa de Sandorai [Desafío]
Guardaba la esperanza de no tener que abandonar Migdar. Más al sur se encontrarían con los lindes de Sandorai, donde los elfos de los altos clanes preparaban una defensa mucho más sofisticada que ésta. Al norte se toparían de frente con una guerra de humanos y brujos que no les convenía participar. Las profecías apuntaban que la guerra se expandiría hacia el sur. Aunque era posible que Sandorai sobreviva, las sacerdotisas no conseguían contemplar el futuro de la ciudad de los elfos, el daño que hicieran los enemigos de Aerandir sería irreparable hasta tal punto que no se sabría señalar el punto que separaba la tierra maldita de Migdar con la sagrada de Sandorai.
Atreyu Santya agitaba su melena nerviosa a la vez que meditaba sobre la conversación que había tenido con Iredia y pensaba en el futuro de su raza. En ese mismo instante, un anciano gigante caía de rodillas al suelo. Los árboles de su rostro estaban marchitos. En sus pies se juntaba un montón de hierba seca y piedras maltrechas. Santya hizo un calculó mental para averiguar la edad del anciano: dos días y medio; cada vez vivían menos tiempo. En Sandorai podría mantenerse en pie durante tres generaciones de elfos; lo que equivaldría a veinte generaciones de los humanos. En Verisar, en la guerra, vivirían lo suficiente para poder luchar durante todas las semanas que durasen la guerra. Se acercó al anciano y posó una mano en su frente. La tierra que formaba el cuerpo de la criatura se estaba derritiendo, pronto formaría parte del suelo del bosque. Atreyu Santya tomó una decisión. La anunció al resto de clanes elfos que formaban la guarnición no como una elfa más, sino como la Nowa Khan.
-La guerra está más cerca de lo que creemos. Si Verisar cae como aseguran nuestras sacerdotisas, la guerra alcanzará nuestros bosques y nuestras familias. Les detendríamos, aseguréis algunos de vosotros, pero yo os pregunto: ¿a qué precio? A uno que definitivamente yo no estoy dispuesta a paga. –se cruzó de brazos como si estuviera asegurando la veracidad de su discurso-. No voy a obligar a nadie que me siga. Los elfos que se nos quieran unir serán bien recibidos-.
-Si os marcháis no volveréis a pisar Sandorai –dijo una voz en el público.
-¡Renegados!-
-Se os acusará de los crímenes que se han cometido en este lugar, seáis o no culpables-.
-¡Asesinos!-.
-Estoy dispuesta a abandonar mi tierra si así consigo protegerla –dijo la Nowa Khan sin levantar la voz. –Aceptaré el castigo del destierro, si es lo que pedís, con la condición de que solo se me castigue a mí –.
No se dijo nada más. La Nowa Khan empezó a caminar hacia el norte. Ocho elfos, muchos menos de los que esperaba, y dos ancianos siguieron sus pasos. Bajo del lustroso vestido de la elfa aparicían las primeras marcas del castigo de los Sondve por haber desobedecido las órdenes de los clanes superiores y haber aceptado el destierro. Santya no dijo nada y resistió cada grito de dolor que le producía. No era momento de preocuparse de su futuro, tenía otros asuntos más importantes entre manos. El más importante: llevar a los ancianos a Verisar.
El pequeño grupo de elfos traspasó las fronteras de Migdar. Los dos ancianos que les acompañaban rejuvenecieron al instante. La vegetación de su torso adquirió el color de la primavera y las rocas que formaban su cuerpo tenían un nuevo recubrimiento macizo. Santya sonrió. Se dijo para sí misma que había hecho lo correcto. Después de todo, era la Nowa Khan. La sabía guía.
No muy lejos de donde estaban las chicas se levantaba un aquelarre de brujos. Cuatro brujas de vestidos con túnicas de diferentes colores rezaban alrededor de un semicírculo de piedras. Atreyu se limpió las lágrimas de los ojos e hizo una señal a Iredia para que se mantuviera el silencio. Se arrastró entre los matojos secos y llenos de espinas al aquelarre. El dolor de los pinchos no era nada comparable a lo que sentía en las espaldas. Alcanzó a escuchar algunos de los canticos de los brujos. Los tradujo mentalmente de la lengua común a la élfica para poder comprenderlos con mayor claridad.
-Es un hechizo de cordura –le susurró a Iredia-. Los brujos lo utilizan para podrir las mentes de quienes le rodean. Hacen posible que el padre mate al hijo y la hermana al hermano -.
Un elfo se acercaba al círculo de brujos. Se parecía al difunto Nonwa Vanla, pero tenía un mejor aspecto que la última vez que le vieron. Atreyu se arrastró unos centímetros más para verlo con mayor claridad. ¿Nonwa era un traidor? ¿Había fingido su propia muerte? La ropa y el rostro de Nonwa se desfiguró y, en un momento, tanto parecía ser Nonwa como Idley, Iredia y Atreyu a la vez. ¡Una ilusión!
-¿Cuántos brujos son necesarios para matar a cien elfos? Yo os lo diré: solo una bruja lo suficientemente lista como para iniciar una guerra entre ellos. ¡El Hombre Muerto estará orgulloso de nuestros resultados! Seguid así. Conseguiremos el tesoro de Sandorai en un periquete-.
-Hombre Muerto –susurró Atreyu con media voz.
* Iredia: ¡Se pone interesante! Atreyu y tú estáis frente a un aquelarre de brujos liderados por Shaira Mara. Descubres que son ellos quienes lanzaron la primera piedra. Desde las sombras, han estado manipulando a los clanes de los elfos de Migdar para que se pelen entre ellos. No solo eso sino que además escuchas algo acerca de un tesoro oculto en Sandorai. Si conoces la historia de los 19 objetos malditos (cosa que deberías conocer ya que eres portadora de uno de ellos), podrás suponer de qué se trata ese tesoro. Objetivo principal: detener el hechizo de las brujas. La vida o muerte de Shaira Mara la decidiré yo a raíz de tus acciones en el tema. No hay que olvidar que se trata de una bruja muy poderosa.
Existe la opción contraria. En lugar de detener a las brujas, unirte a ellas en el asesinato de los elfos de Migdar como venganza. No estoy segura si tomarás esta decisión pero te la planteo para que sepas que existe. Atreyu te seguirá tomes la cualquiera de las dos opciones.
Como algo opcional, un favor personal que te pidiera, es que hicieras la ficha para el bestiario de los ancianos. Tengo escaso tiempo libre. Si tienes interés, agradecería muchísimo que lo hicieras tú y me lo enviases por mp. Si estás en mi misma situación, no te preocupes. Sacaré tiempo de debajo de las piedras para poder hacer la ficha del bestiario.
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Atreyu Santya agitaba su melena nerviosa a la vez que meditaba sobre la conversación que había tenido con Iredia y pensaba en el futuro de su raza. En ese mismo instante, un anciano gigante caía de rodillas al suelo. Los árboles de su rostro estaban marchitos. En sus pies se juntaba un montón de hierba seca y piedras maltrechas. Santya hizo un calculó mental para averiguar la edad del anciano: dos días y medio; cada vez vivían menos tiempo. En Sandorai podría mantenerse en pie durante tres generaciones de elfos; lo que equivaldría a veinte generaciones de los humanos. En Verisar, en la guerra, vivirían lo suficiente para poder luchar durante todas las semanas que durasen la guerra. Se acercó al anciano y posó una mano en su frente. La tierra que formaba el cuerpo de la criatura se estaba derritiendo, pronto formaría parte del suelo del bosque. Atreyu Santya tomó una decisión. La anunció al resto de clanes elfos que formaban la guarnición no como una elfa más, sino como la Nowa Khan.
-La guerra está más cerca de lo que creemos. Si Verisar cae como aseguran nuestras sacerdotisas, la guerra alcanzará nuestros bosques y nuestras familias. Les detendríamos, aseguréis algunos de vosotros, pero yo os pregunto: ¿a qué precio? A uno que definitivamente yo no estoy dispuesta a paga. –se cruzó de brazos como si estuviera asegurando la veracidad de su discurso-. No voy a obligar a nadie que me siga. Los elfos que se nos quieran unir serán bien recibidos-.
-Si os marcháis no volveréis a pisar Sandorai –dijo una voz en el público.
-¡Renegados!-
-Se os acusará de los crímenes que se han cometido en este lugar, seáis o no culpables-.
-¡Asesinos!-.
-Estoy dispuesta a abandonar mi tierra si así consigo protegerla –dijo la Nowa Khan sin levantar la voz. –Aceptaré el castigo del destierro, si es lo que pedís, con la condición de que solo se me castigue a mí –.
No se dijo nada más. La Nowa Khan empezó a caminar hacia el norte. Ocho elfos, muchos menos de los que esperaba, y dos ancianos siguieron sus pasos. Bajo del lustroso vestido de la elfa aparicían las primeras marcas del castigo de los Sondve por haber desobedecido las órdenes de los clanes superiores y haber aceptado el destierro. Santya no dijo nada y resistió cada grito de dolor que le producía. No era momento de preocuparse de su futuro, tenía otros asuntos más importantes entre manos. El más importante: llevar a los ancianos a Verisar.
El pequeño grupo de elfos traspasó las fronteras de Migdar. Los dos ancianos que les acompañaban rejuvenecieron al instante. La vegetación de su torso adquirió el color de la primavera y las rocas que formaban su cuerpo tenían un nuevo recubrimiento macizo. Santya sonrió. Se dijo para sí misma que había hecho lo correcto. Después de todo, era la Nowa Khan. La sabía guía.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | Se asentaron a los lindes superiores del bosque. Mientras los dos ancianos preparaban el nuevo campamento, seis elfos invocaban a un tercer anciano e Irecia y Atreyu Santya daban una vuelta para explorar el lugar. -Se me está cayendo el pelo –confesó Atreyu a solas con Iredia. Desató las cuerdas del corsé del vestido y le mostró la espalda marcada-. Son las alas cortadas de los Sondve. En nuestro clan, si alguien desobedece, se le condena cortándole las alas. Me arde. Noto como se me caen las tiras de piel como si me hubiera al sol. He perdido mi magia. Pronto también perderé el color de mi pelo y la suavidad de mi piel. Seré una criatura horrible y, lo peor, no tendré derecho a volver a visitar la tierra que amo. Quiero que me prometas que me digas que he tomado una buena decisión. Prométemelo, por favor. Dime que estamos haciendo lo correcto -. |
No muy lejos de donde estaban las chicas se levantaba un aquelarre de brujos. Cuatro brujas de vestidos con túnicas de diferentes colores rezaban alrededor de un semicírculo de piedras. Atreyu se limpió las lágrimas de los ojos e hizo una señal a Iredia para que se mantuviera el silencio. Se arrastró entre los matojos secos y llenos de espinas al aquelarre. El dolor de los pinchos no era nada comparable a lo que sentía en las espaldas. Alcanzó a escuchar algunos de los canticos de los brujos. Los tradujo mentalmente de la lengua común a la élfica para poder comprenderlos con mayor claridad.
-Es un hechizo de cordura –le susurró a Iredia-. Los brujos lo utilizan para podrir las mentes de quienes le rodean. Hacen posible que el padre mate al hijo y la hermana al hermano -.
Un elfo se acercaba al círculo de brujos. Se parecía al difunto Nonwa Vanla, pero tenía un mejor aspecto que la última vez que le vieron. Atreyu se arrastró unos centímetros más para verlo con mayor claridad. ¿Nonwa era un traidor? ¿Había fingido su propia muerte? La ropa y el rostro de Nonwa se desfiguró y, en un momento, tanto parecía ser Nonwa como Idley, Iredia y Atreyu a la vez. ¡Una ilusión!
-¿Cuántos brujos son necesarios para matar a cien elfos? Yo os lo diré: solo una bruja lo suficientemente lista como para iniciar una guerra entre ellos. ¡El Hombre Muerto estará orgulloso de nuestros resultados! Seguid así. Conseguiremos el tesoro de Sandorai en un periquete-.
-Hombre Muerto –susurró Atreyu con media voz.
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* Iredia: ¡Se pone interesante! Atreyu y tú estáis frente a un aquelarre de brujos liderados por Shaira Mara. Descubres que son ellos quienes lanzaron la primera piedra. Desde las sombras, han estado manipulando a los clanes de los elfos de Migdar para que se pelen entre ellos. No solo eso sino que además escuchas algo acerca de un tesoro oculto en Sandorai. Si conoces la historia de los 19 objetos malditos (cosa que deberías conocer ya que eres portadora de uno de ellos), podrás suponer de qué se trata ese tesoro. Objetivo principal: detener el hechizo de las brujas. La vida o muerte de Shaira Mara la decidiré yo a raíz de tus acciones en el tema. No hay que olvidar que se trata de una bruja muy poderosa.
Existe la opción contraria. En lugar de detener a las brujas, unirte a ellas en el asesinato de los elfos de Migdar como venganza. No estoy segura si tomarás esta decisión pero te la planteo para que sepas que existe. Atreyu te seguirá tomes la cualquiera de las dos opciones.
Como algo opcional, un favor personal que te pidiera, es que hicieras la ficha para el bestiario de los ancianos. Tengo escaso tiempo libre. Si tienes interés, agradecería muchísimo que lo hicieras tú y me lo enviases por mp. Si estás en mi misma situación, no te preocupes. Sacaré tiempo de debajo de las piedras para poder hacer la ficha del bestiario.
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