Un poco de color en la nieve [Privado]
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Un poco de color en la nieve [Privado]
En aquella ocasión el viaje a las tierras nevadas hacia más cómodo que la última vez, si bien había prometido no volver a colocar un pie en aquella zona, la necesidad de dinero había sido mucho mayor. El viejo mercader había prometido una cantidad aceptable solo una escolta hasta las tierras nevadas, además de garantizar sitio para dormir y comida en el viaje “Toda una oferta, definitivamente” El único problema es que aceptaba nada más a un acompañante con él, lo que significó dejar a Delilah y a Genevive solas nuevamente en el bosque, al menos había logrado traer a Azrael conmigo, el animal finalmente había regresado de visita a su tierra natal.
El carromato dio algunas sacudidas a causa de los obstáculos que comenzaban a aparecer en la vía a causa de la nieve, realmente me sorprendería si aquel vehículo llegaba hasta la ciudad de Dundarak.
—Ya casi vamos allegar chico. Espero que en un par de horas podamos descansar — Dijo el mercader desde su asiento, tratando de apresurar a los yacks que jalaban el carromato, el hombre había sido inteligente y dejado a los caballos en una granja antes de empezar el tramo difícil.
— Ya escuchaste muchacho, estamos cerca de nuestro destino — Dije al lobo que descansaba acostado a mi lado, dándole unas palmadas en el costado — Y luego… realmente no pensé como rayos vamos a regresar — “Oh no, debía haberlo visto venir. No había pensado en aquella parte” —. Oiga… dígame que usted vuelve al este, no planea dejarnos en esta montaña ¿O sí? — pregunté en voz alta al conductor, había olvidado asegurarme de aquel dato mucho antes.
— ¿Al este? ¡Ja! Claro que no — contestó el mayor soltando una carcajada, girando la cabeza para verme de reojo —. Cuando termine mis asuntos por esta zona, me dirigiré al Oeste, luego con suerte, iré al este de nuevo.
— No puede ser…maldición.
— ¿Acaso no tienes como volver? Ja — Siguió hablando el viejo, soltando otra risa burlona —. Si quieres puedes ayudarme con otros asuntos, espero estar una semana a lo sumo en estas tierras antes de bajar a las llanuras nevadas, una vez allí no debería serte difícil buscar como volver.
— Si…tiene razón. Eso puede servirme — respondí asintiendo, pasando la mano por el pelaje del lobo que parecía haberse quedado dormido “Una semana… luego de eso solo será caminar de nuevo, caminar mucho…” una idea para nada esperanzadora.
— Muy bien, ya llegamos a nuestro destino — Dijo el viejo mercader mientras se frotaba las manos, el frío de Dundarak era tan molesto como de costumbre, al menos aquello no cambiaba “Pero mejor el frío al molesto sol de del arenal” — Fue un placer haber hecho negocios contigo, muchacho.
— Si, por supuesto ¿Y los aeros? — Pregunté agitando la mano en el aire, en dirección al viejo.
— Oh, claro, el dinero — Se apresuró en decir el mayor, arrojando una bolsa pequeña a mis manos. Volví a asentir, guardándola en uno de los bolsillos de la capa — Por cierto chico ¿Has pensado en eso de ayudarme con otros asuntos?
— Pues… todo depende de que asuntos se traten. Si es matar o algo así, paso. Me da miedo la sangre — comenté, sufriendo un escalofrío a causa del frío luego de bajarme del carromato, observando como el Azrael se desperezaba y saltaba a mi lado.
— Por los Dioses, claro que no se trata de matar a nadie ¿Me ves cara de mercenario?
— Tienes cara de contratarlos… solo digo.
— ¡Ja! Pues en eso no te equivocas — dijo el viejo soltando otra risa, soltando una vaho pro su boca al hacerla —. Pero realmente necesito buscar unas cosas más arriba, y un buen grupo de personas que me acompañen no estaría mal ¿Qué dices? — prosiguió hablando el mayor, ante lo cual enarqué una ceja ¿Por qué necesitaría más gente? — Dicen que ese sitio es peligroso, siempre es bueno estar seguro.
— Ya…creo que entiendo, supongo que no tengo problema entonces.
— ¡Perfecto! — Exclamó el mercader — Estaré buscando una buena posada donde dejar el carromato. No creo que suba más con nosotros, si quieres ir siendo de ayuda busca a alguien que conozca el territorio, un guía nos sería útil.
Sin esperar respuesta, el viejo afanó a los animales que comenzaron a empujar el vehículo.
— Azrael… olvidé preguntar si nos darían más dinero por ayudar — comenté al lobo, soltando un suspiro mientras me arrebujaba en la capa negra, definitivamente el frío no era mi cosa favorita —. Bueno, supongo que lo preguntaremos luego ¿No? — Azrael aulló como aprobación, con aquello bastaba por el momento — Bueno ¿Cómo rayos se consigue un guía? Supongo que deberemos caminar y hacer lo de siempre, rogar por una pisca de suerte.
Levanté la vista al cielo, si no estaba mal, aún quedaba algo de luz del día, tiempo suficiente para realizar mi nuevo trabajo “Esperemos no congelarnos esta vez, ni toparnos con Banshees… o ambas” Silbé cuando comencé a andar, indicándole a Azrael que me siguiera, lo mejor sería tener a alguien conocido cerca en una ciudad desconocida.
El carromato dio algunas sacudidas a causa de los obstáculos que comenzaban a aparecer en la vía a causa de la nieve, realmente me sorprendería si aquel vehículo llegaba hasta la ciudad de Dundarak.
—Ya casi vamos allegar chico. Espero que en un par de horas podamos descansar — Dijo el mercader desde su asiento, tratando de apresurar a los yacks que jalaban el carromato, el hombre había sido inteligente y dejado a los caballos en una granja antes de empezar el tramo difícil.
— Ya escuchaste muchacho, estamos cerca de nuestro destino — Dije al lobo que descansaba acostado a mi lado, dándole unas palmadas en el costado — Y luego… realmente no pensé como rayos vamos a regresar — “Oh no, debía haberlo visto venir. No había pensado en aquella parte” —. Oiga… dígame que usted vuelve al este, no planea dejarnos en esta montaña ¿O sí? — pregunté en voz alta al conductor, había olvidado asegurarme de aquel dato mucho antes.
— ¿Al este? ¡Ja! Claro que no — contestó el mayor soltando una carcajada, girando la cabeza para verme de reojo —. Cuando termine mis asuntos por esta zona, me dirigiré al Oeste, luego con suerte, iré al este de nuevo.
— No puede ser…maldición.
— ¿Acaso no tienes como volver? Ja — Siguió hablando el viejo, soltando otra risa burlona —. Si quieres puedes ayudarme con otros asuntos, espero estar una semana a lo sumo en estas tierras antes de bajar a las llanuras nevadas, una vez allí no debería serte difícil buscar como volver.
— Si…tiene razón. Eso puede servirme — respondí asintiendo, pasando la mano por el pelaje del lobo que parecía haberse quedado dormido “Una semana… luego de eso solo será caminar de nuevo, caminar mucho…” una idea para nada esperanzadora.
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— Muy bien, ya llegamos a nuestro destino — Dijo el viejo mercader mientras se frotaba las manos, el frío de Dundarak era tan molesto como de costumbre, al menos aquello no cambiaba “Pero mejor el frío al molesto sol de del arenal” — Fue un placer haber hecho negocios contigo, muchacho.
— Si, por supuesto ¿Y los aeros? — Pregunté agitando la mano en el aire, en dirección al viejo.
— Oh, claro, el dinero — Se apresuró en decir el mayor, arrojando una bolsa pequeña a mis manos. Volví a asentir, guardándola en uno de los bolsillos de la capa — Por cierto chico ¿Has pensado en eso de ayudarme con otros asuntos?
— Pues… todo depende de que asuntos se traten. Si es matar o algo así, paso. Me da miedo la sangre — comenté, sufriendo un escalofrío a causa del frío luego de bajarme del carromato, observando como el Azrael se desperezaba y saltaba a mi lado.
— Por los Dioses, claro que no se trata de matar a nadie ¿Me ves cara de mercenario?
— Tienes cara de contratarlos… solo digo.
— ¡Ja! Pues en eso no te equivocas — dijo el viejo soltando otra risa, soltando una vaho pro su boca al hacerla —. Pero realmente necesito buscar unas cosas más arriba, y un buen grupo de personas que me acompañen no estaría mal ¿Qué dices? — prosiguió hablando el mayor, ante lo cual enarqué una ceja ¿Por qué necesitaría más gente? — Dicen que ese sitio es peligroso, siempre es bueno estar seguro.
— Ya…creo que entiendo, supongo que no tengo problema entonces.
— ¡Perfecto! — Exclamó el mercader — Estaré buscando una buena posada donde dejar el carromato. No creo que suba más con nosotros, si quieres ir siendo de ayuda busca a alguien que conozca el territorio, un guía nos sería útil.
Sin esperar respuesta, el viejo afanó a los animales que comenzaron a empujar el vehículo.
— Azrael… olvidé preguntar si nos darían más dinero por ayudar — comenté al lobo, soltando un suspiro mientras me arrebujaba en la capa negra, definitivamente el frío no era mi cosa favorita —. Bueno, supongo que lo preguntaremos luego ¿No? — Azrael aulló como aprobación, con aquello bastaba por el momento — Bueno ¿Cómo rayos se consigue un guía? Supongo que deberemos caminar y hacer lo de siempre, rogar por una pisca de suerte.
Levanté la vista al cielo, si no estaba mal, aún quedaba algo de luz del día, tiempo suficiente para realizar mi nuevo trabajo “Esperemos no congelarnos esta vez, ni toparnos con Banshees… o ambas” Silbé cuando comencé a andar, indicándole a Azrael que me siguiera, lo mejor sería tener a alguien conocido cerca en una ciudad desconocida.
- Mercader:
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Fredericksen
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Re: Un poco de color en la nieve [Privado]
-pero... ¡A-A-AY! ¡CÓMO ME DUEEE LE!- se escuchaba cantar en la taberna aquella tarde.
-¡A-AAA-AY! ¡CÓ MO ME DUEEE LEEEE!- continuaba la cantante con el coro de una canción de esas que le gustaban a los jóvenes por aquellos días, de las estaban muy de moda.
La cantante: una hermosa y joven rubia, con la nariz y mejillas sonrojadas por la hidromiel. Cantaba con emoción y muy poca afinación pero eso no importaba a su entusiasmada audiencia que cantaba con ella, todos tanto y más borrachos que ella.
Terminando la canción -¡GRACIAS! ¡GRACIAS TOTALES!- lanzaba besos a su fervoroso público mientras se veía arrastrada afuera por la tabernera, una ex soldado que perteneció al batallón del padre de Ingela. -Es hora de volver a casa, Ingelita. Ya sabes.- le dijo risueña. No es que la chica estuviera muy borracha, pero sí lo suficiente como para taparle el suministro de hidromiel. -Bueno Ñañi, me voy a casa. ¡Nos vemos mañana!- se despidió alegremente. Aquella taberna era el lugar habitual donde se podría encontrar a la dragona hacía un par de meses, desde que Zatch se despidió de ella para nunca más volver a saber de su peludo amor. Ingelita tenía un problema con la hidromiel y su familia ya había intentado todo para ayudarla, lo último que se les ocurrió, fue dejarla y controlar su hábito; ella iba a la taberna de Ñañi y se regresaba a casa cuando esta lo estimaba conveniente. Era un entorno controlado y quedaba muy cerca de casa.
Pero esa tarde hubo una variante en la ecuación... -¡PERRIIIITO!- exclamó la jovial muchacha acercándose al lobo. Ella era una chica que había perdido el buen sentido común y a pocas cosas les tenía miedo. Aquel no era más que un perrito superdesarrollado, bonito y esponjoso. -¿Cómo se llama esta belleza? ¡Sí! ¡Tú! Eres muy bonito, muy bonitooo, míra esa carita. ¿Quién tiene unos colmillitos bonitos?- mimaba Ingela al lobo con un atrevimiento digno de su estado etílico.
Levantó la mirada al muchacho a quien aparentemente acompañaba el perrito y le sonrió -Tú no eres de por estos lados, ¿verdad?- comentó entre risas, era obvio pues estaba muy pobremente vestido para el clima invernal del norte.
-¡A-AAA-AY! ¡CÓ MO ME DUEEE LEEEE!- continuaba la cantante con el coro de una canción de esas que le gustaban a los jóvenes por aquellos días, de las estaban muy de moda.
La cantante: una hermosa y joven rubia, con la nariz y mejillas sonrojadas por la hidromiel. Cantaba con emoción y muy poca afinación pero eso no importaba a su entusiasmada audiencia que cantaba con ella, todos tanto y más borrachos que ella.
Terminando la canción -¡GRACIAS! ¡GRACIAS TOTALES!- lanzaba besos a su fervoroso público mientras se veía arrastrada afuera por la tabernera, una ex soldado que perteneció al batallón del padre de Ingela. -Es hora de volver a casa, Ingelita. Ya sabes.- le dijo risueña. No es que la chica estuviera muy borracha, pero sí lo suficiente como para taparle el suministro de hidromiel. -Bueno Ñañi, me voy a casa. ¡Nos vemos mañana!- se despidió alegremente. Aquella taberna era el lugar habitual donde se podría encontrar a la dragona hacía un par de meses, desde que Zatch se despidió de ella para nunca más volver a saber de su peludo amor. Ingelita tenía un problema con la hidromiel y su familia ya había intentado todo para ayudarla, lo último que se les ocurrió, fue dejarla y controlar su hábito; ella iba a la taberna de Ñañi y se regresaba a casa cuando esta lo estimaba conveniente. Era un entorno controlado y quedaba muy cerca de casa.
Pero esa tarde hubo una variante en la ecuación... -¡PERRIIIITO!- exclamó la jovial muchacha acercándose al lobo. Ella era una chica que había perdido el buen sentido común y a pocas cosas les tenía miedo. Aquel no era más que un perrito superdesarrollado, bonito y esponjoso. -¿Cómo se llama esta belleza? ¡Sí! ¡Tú! Eres muy bonito, muy bonitooo, míra esa carita. ¿Quién tiene unos colmillitos bonitos?- mimaba Ingela al lobo con un atrevimiento digno de su estado etílico.
Levantó la mirada al muchacho a quien aparentemente acompañaba el perrito y le sonrió -Tú no eres de por estos lados, ¿verdad?- comentó entre risas, era obvio pues estaba muy pobremente vestido para el clima invernal del norte.
Ingela
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Re: Un poco de color en la nieve [Privado]
Realmente era extraño vagar por las calles de aquella ciudad desconocida, tenía la costumbre de caminar sin problemas por Lunargenta o guiarme en los pueblos pequeños porque… eran pequeños, pero estar en una nueva ciudad era realmente extraño “Y sobre todo si hay mucha nieve de por medio” Para reafirmar aquello pateé un montoncito de nueve, seguía sin superar la experiencia helada de hacía tiempo.
— Bien, Azrael. Realmente no tengo un plan ¿Cómo se supone que consigamos un guía? Quizá nos pida dinero… yo no planeo pagar por aquel viejo, él tampoco me dio dinero que ofrecer — Me quejé moviendo los brazos en el aire, observando al lobo que daba pequeños saltos de aquí para allá, por lo visto llevaba la nieve en la sangre — Te agradecería si me prestaras algo de atención— proseguí de mala gana, volviendo a cerrar la capa para evitar los aires helados de aquel sitio “Tan solo una semana, eso basta para volver a un sitio más caliente”
Quizá la mejor opción en aquel momento era buscar un sitio donde alojarse, eso o ir buscar la posada del mercader para decirle “Lo siento, fallé el trabajo. Supongo que regresaré caminando, esperando no volverme un muñeco de nueve en el proceso” aunque la última opción no me agradaba tanto, no tenía buena figura para ser un muñeco de nieve “O bueno… tengo el ojo de nieve al menos” pensé, subiendo una mano para darme golpesitos en el ojo que seguía congelado, debería buscar alguien que revisara aquello… o arrancarlo, pero la idea de quedar permanentemente tuerto no me agradaba “Aunque ya soy tuerto, técnicamente”.
— Azrael, es mejor que demos media vuelta, dudo que consigamos algo más alg…— No pude terminar de hablar, una vagabunda había gritado algo de perro y se había acercado al animal, por lo visto la chica no estaba del todo bien, ya que trataba a Azrael como si se tratara de un amigo de toda la vida “Que mujer tan rara” ¿Acaso todos en Dundarak eran así? Lo peor es que Azrael se dejaba como si aquello fuese normal, ni un gruñido, ni un aullido, nada de crisparse “Maldito traidor, solo muerde la mano que le da de comer.”
El animal se echó en el suelo dejándose a la merced de aquella desconocida, algún día aquello le iba a pasar factura y lo terminarían arrastrando a un sitio frío y oscura “Y Fred no estará allí para ayudar, no señor, claro que no.”
— Ah ¿Quién, yo? — Pregunté, saliendo de mis pensamientos mientras miraba a la chica —. No, vengo de los bosques de Verisar, un sitio muy al sur … y luego al este, no sé si los conozcas — respondí, levantando la mano a modo teatral, mientras miraba el horizonte, solo que aquello abrió la capa y permitió otra ráfaga de aire frío pasar —. Pero no es la primera vez que vengo, la última vez conseguí a este buen muchacho cuando era cachorro — Dije señalando a Azrael con un movimiento de cabeza, el animal levantó las orejas y aulló —. Si si, y maté a tu madre, pero fue un accidente. Intenté hacer un tratado de paz con una ardilla muerta, ya te lo conté — El animal volvió a aullar, para luego soltar un bufido— ¡Oh claro, abandonarte junto a ella! Y así también podías haber muerto, lobo mal agradecido — dije cruzándome de brazos, resoplando también — Bueno… aparte de esa agradable experiencia que lograste escuchar, también conseguí esto — proseguí diciendo, dándome unos golpecitos en el ojo que estaba congelado— Creo que fue cuestión de esa Banshee, maldita cosa horrorosa.
Guardé un momento silencio mientras volvía a abrigarme en la capa, esperando que la joven procesara todo lo que acababa de decir “Después de todo ¿Cuántas veces se ve a un extraño con un lobo y un ojo congelado?”
— Espera un segundo… si me preguntas de donde soy ¿Significa que eres de aquí? — comenté con algo más de entusiasmo, si aquel era el caso, la chica debería conocer a un buen guía en la zona.
— Bien, Azrael. Realmente no tengo un plan ¿Cómo se supone que consigamos un guía? Quizá nos pida dinero… yo no planeo pagar por aquel viejo, él tampoco me dio dinero que ofrecer — Me quejé moviendo los brazos en el aire, observando al lobo que daba pequeños saltos de aquí para allá, por lo visto llevaba la nieve en la sangre — Te agradecería si me prestaras algo de atención— proseguí de mala gana, volviendo a cerrar la capa para evitar los aires helados de aquel sitio “Tan solo una semana, eso basta para volver a un sitio más caliente”
Quizá la mejor opción en aquel momento era buscar un sitio donde alojarse, eso o ir buscar la posada del mercader para decirle “Lo siento, fallé el trabajo. Supongo que regresaré caminando, esperando no volverme un muñeco de nueve en el proceso” aunque la última opción no me agradaba tanto, no tenía buena figura para ser un muñeco de nieve “O bueno… tengo el ojo de nieve al menos” pensé, subiendo una mano para darme golpesitos en el ojo que seguía congelado, debería buscar alguien que revisara aquello… o arrancarlo, pero la idea de quedar permanentemente tuerto no me agradaba “Aunque ya soy tuerto, técnicamente”.
— Azrael, es mejor que demos media vuelta, dudo que consigamos algo más alg…— No pude terminar de hablar, una vagabunda había gritado algo de perro y se había acercado al animal, por lo visto la chica no estaba del todo bien, ya que trataba a Azrael como si se tratara de un amigo de toda la vida “Que mujer tan rara” ¿Acaso todos en Dundarak eran así? Lo peor es que Azrael se dejaba como si aquello fuese normal, ni un gruñido, ni un aullido, nada de crisparse “Maldito traidor, solo muerde la mano que le da de comer.”
El animal se echó en el suelo dejándose a la merced de aquella desconocida, algún día aquello le iba a pasar factura y lo terminarían arrastrando a un sitio frío y oscura “Y Fred no estará allí para ayudar, no señor, claro que no.”
— Ah ¿Quién, yo? — Pregunté, saliendo de mis pensamientos mientras miraba a la chica —. No, vengo de los bosques de Verisar, un sitio muy al sur … y luego al este, no sé si los conozcas — respondí, levantando la mano a modo teatral, mientras miraba el horizonte, solo que aquello abrió la capa y permitió otra ráfaga de aire frío pasar —. Pero no es la primera vez que vengo, la última vez conseguí a este buen muchacho cuando era cachorro — Dije señalando a Azrael con un movimiento de cabeza, el animal levantó las orejas y aulló —. Si si, y maté a tu madre, pero fue un accidente. Intenté hacer un tratado de paz con una ardilla muerta, ya te lo conté — El animal volvió a aullar, para luego soltar un bufido— ¡Oh claro, abandonarte junto a ella! Y así también podías haber muerto, lobo mal agradecido — dije cruzándome de brazos, resoplando también — Bueno… aparte de esa agradable experiencia que lograste escuchar, también conseguí esto — proseguí diciendo, dándome unos golpecitos en el ojo que estaba congelado— Creo que fue cuestión de esa Banshee, maldita cosa horrorosa.
Guardé un momento silencio mientras volvía a abrigarme en la capa, esperando que la joven procesara todo lo que acababa de decir “Después de todo ¿Cuántas veces se ve a un extraño con un lobo y un ojo congelado?”
— Espera un segundo… si me preguntas de donde soy ¿Significa que eres de aquí? — comenté con algo más de entusiasmo, si aquel era el caso, la chica debería conocer a un buen guía en la zona.
Fredericksen
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Re: Un poco de color en la nieve [Privado]
Ingelita de verdad quiso prestarle atención al tipo. Lo miraba con una sonrisa amplia y un ojo más cerrado que el otro. La cosa es que el tipo se puso a divagar y la perdió, totalmente. Era más interesante el perrito.
-Qué panchita máss calentita tieneeeeeesh. ¡Shí sheñol! ¡Panchita calentita!- hablaba al lobo, con una voz chillona, muy aguda e infantil. El lomito se se había echado sobre un costado y abierto sus patotas, dejándose rascar la peluda panza. Era tan suavecita que la dragona no se pudo resistir y se echó sobre el animal, metiendo la cara entre el tupido pelaje del lobo mientras el hombre seguía hablando solo. Una perorata que para Ingela no tenía sentido.
Como no le estaba prestando mucha atención, no se dio cuenta de la pregunta que le hizo. Lo que sí escuchó, fue el estómago del pobre animal, que tronó de hambre. Al escuchar aquel sonido, Ingela se espantó, dando un salto y quedando de rodillas junto al lobito. -¿Pero qué oigo? ¡¿Tienes hambre?! ¡NOOOO! Mi panchita shuave...- exclamó. El animal la miró con sus ojos de perro aguado, conmoviendo a Ingela al punto de hacerla llorar. Furiosa, levantó la mirada hacia el hombre -Eres un pésimo, pésimo dueño. ¿Hace cuanto no alimentas a este pobre e indefenso animal? ¡El colmo! ¿Lo traes aquí desde Verisar sin comer? Mal hombre, ¡MAL HOMBRE!- lo acusó, señalándolo con su dedo acusador y una mirada de odio.
Se levantó y sacudió la nieve de las rodillas -Ven panchita shuave, vamos a mi casa, es cerquita, calentita y te prometo que habrá un rico estofado- invitó al lobito y se giró para liderar la marcha. Una marcha sinuosa y torpe, pero con la dignidad de una borracha enojada.
-Qué panchita máss calentita tieneeeeeesh. ¡Shí sheñol! ¡Panchita calentita!- hablaba al lobo, con una voz chillona, muy aguda e infantil. El lomito se se había echado sobre un costado y abierto sus patotas, dejándose rascar la peluda panza. Era tan suavecita que la dragona no se pudo resistir y se echó sobre el animal, metiendo la cara entre el tupido pelaje del lobo mientras el hombre seguía hablando solo. Una perorata que para Ingela no tenía sentido.
Como no le estaba prestando mucha atención, no se dio cuenta de la pregunta que le hizo. Lo que sí escuchó, fue el estómago del pobre animal, que tronó de hambre. Al escuchar aquel sonido, Ingela se espantó, dando un salto y quedando de rodillas junto al lobito. -¿Pero qué oigo? ¡¿Tienes hambre?! ¡NOOOO! Mi panchita shuave...- exclamó. El animal la miró con sus ojos de perro aguado, conmoviendo a Ingela al punto de hacerla llorar. Furiosa, levantó la mirada hacia el hombre -Eres un pésimo, pésimo dueño. ¿Hace cuanto no alimentas a este pobre e indefenso animal? ¡El colmo! ¿Lo traes aquí desde Verisar sin comer? Mal hombre, ¡MAL HOMBRE!- lo acusó, señalándolo con su dedo acusador y una mirada de odio.
Se levantó y sacudió la nieve de las rodillas -Ven panchita shuave, vamos a mi casa, es cerquita, calentita y te prometo que habrá un rico estofado- invitó al lobito y se giró para liderar la marcha. Una marcha sinuosa y torpe, pero con la dignidad de una borracha enojada.
Ingela
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Re: Un poco de color en la nieve [Privado]
Me crucé de brazos al ver el comportamiento del animal y la joven, maldito Azrael se había vendido totalmente “Esto es una traición que nunca podrá ser olvidada” pensé arrugando el ceño, lo peor es que parecía que la chica había ignorado totalmente lo que había dicho, aunque por el comportamiento algo errático solo habían tres opciones posibles “Consumió hongos, está ebria… o es una loca sin hogar” y en muchos casos si era la última opción, las primeras dos se solían cumplir instantáneamente.
El problema fue cuando la chica dio un salto, alejándose de la corta distancia que había mantenido con el lobo, por reflejo di un paso atrás y llevé la mano al carcaj, aunque no fue necesario porque la exclamación de la chica fue que Azrael por lo visto tenía hambre. Solo que no esperaba que la mujer me viese así ¿Yo que había hecho para que me quisiera matar con la mirada?
— Pero si tomamos nuestra última comida antes de retomar el viaje hoy, hace unas… no sé, varias horas. No veo el problema — respondí, encogiéndome ante el dedo acusador — Y Azrael no es un pobre e indefenso animal, la descripción “pobre e indefenso” se apega más a mí.
Aquella mujer se giró y comenzó a caminar, invitando a Azrael a su casa a comer estofado, lo que servía para responder al menos la pregunta de si era de por aquellos lares.
— Eres un sucio traidor, espero que sepas eso — Murmuré cuando me acerqué al lobo, acuclillándome ante él para darle una palmada en la cabeza —. Abres las patas ante la primer cara bonita que te consigues ¿No sabes lo peligroso que es? — El animal dio un bufido y se sacudió, apartando la nieve que quedó en su pelaje —. Ya sé que no parece peligrosa, pero ningún borracho parece peligroso hasta que saca un puñal y ZAZ, te raja de aquí a aquí — le indiqué, desplazando mi índice por el cuello —, por esta vez confiaré en tu sentido común, pero si esa chica piensa hacer estofado con nosotros no volveré a creer en ti. — Azrael soltó un corto aullido y me tomó de la capa, jalando en señal de que me diera prisa.
Ahora era cuestión de suerte de que la rubia no estuviese delirando “O quizá si tiene casa, en una callejuela sucia y mugrienta y el calor sea la pared de la cocina” Solo que… no parecía estar mugrienta para ser una vagabunda.
— ¿Estás bien? No pareces tener mucho… equilibrio — comenté a la extraña, siguiéndole el paso algo alejado —. En mi experiencia con gente que no está del todo en sus capacidades, así es como suelen romperse uno que otro diente con una caída — proseguí, metiéndome la mano en un bolsillo para sacar un par de hojas secas y masticarlas —, además ¿Sueles invitar a extraños a tu casa? — Pregunté ladeando la cabeza, entrecerrando un poco los ojos —. La gente del norte tiene culturas extrañas — Azrael aulló y me observó mientras seguíamos caminando —.Si, ya sé que eres del norte, pero fuiste criado con la cultura del Este. Una diferencia muy importante.
El problema fue cuando la chica dio un salto, alejándose de la corta distancia que había mantenido con el lobo, por reflejo di un paso atrás y llevé la mano al carcaj, aunque no fue necesario porque la exclamación de la chica fue que Azrael por lo visto tenía hambre. Solo que no esperaba que la mujer me viese así ¿Yo que había hecho para que me quisiera matar con la mirada?
— Pero si tomamos nuestra última comida antes de retomar el viaje hoy, hace unas… no sé, varias horas. No veo el problema — respondí, encogiéndome ante el dedo acusador — Y Azrael no es un pobre e indefenso animal, la descripción “pobre e indefenso” se apega más a mí.
Aquella mujer se giró y comenzó a caminar, invitando a Azrael a su casa a comer estofado, lo que servía para responder al menos la pregunta de si era de por aquellos lares.
— Eres un sucio traidor, espero que sepas eso — Murmuré cuando me acerqué al lobo, acuclillándome ante él para darle una palmada en la cabeza —. Abres las patas ante la primer cara bonita que te consigues ¿No sabes lo peligroso que es? — El animal dio un bufido y se sacudió, apartando la nieve que quedó en su pelaje —. Ya sé que no parece peligrosa, pero ningún borracho parece peligroso hasta que saca un puñal y ZAZ, te raja de aquí a aquí — le indiqué, desplazando mi índice por el cuello —, por esta vez confiaré en tu sentido común, pero si esa chica piensa hacer estofado con nosotros no volveré a creer en ti. — Azrael soltó un corto aullido y me tomó de la capa, jalando en señal de que me diera prisa.
Ahora era cuestión de suerte de que la rubia no estuviese delirando “O quizá si tiene casa, en una callejuela sucia y mugrienta y el calor sea la pared de la cocina” Solo que… no parecía estar mugrienta para ser una vagabunda.
— ¿Estás bien? No pareces tener mucho… equilibrio — comenté a la extraña, siguiéndole el paso algo alejado —. En mi experiencia con gente que no está del todo en sus capacidades, así es como suelen romperse uno que otro diente con una caída — proseguí, metiéndome la mano en un bolsillo para sacar un par de hojas secas y masticarlas —, además ¿Sueles invitar a extraños a tu casa? — Pregunté ladeando la cabeza, entrecerrando un poco los ojos —. La gente del norte tiene culturas extrañas — Azrael aulló y me observó mientras seguíamos caminando —.Si, ya sé que eres del norte, pero fuiste criado con la cultura del Este. Una diferencia muy importante.
Fredericksen
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Re: Un poco de color en la nieve [Privado]
Ingelita marchaba alegre a casa, volteando a ver al perrito quien muy lealmente, jalaba al hombrecito del ojo viruleto. -¿Qué te pasó en el ojo?- le preguntó, mirándolo descaradamente a su defecto facial. -Parece doloroso, ¿te gustarían algunas gotitas de algo? Sé que mi oma tiene gotitas para eso, sea lo que sea...- le contó. -Y por cierto, ¿cómo te llamas?- preguntó. No había prestado mucha atención a lo que él le preguntó y menos mal que no lo hizo, porque cuestionar así de feo el equilibrio de una dragona no era buena idea.
-Yo soy... Ingela Feuersteinherzdottir, de Dundarak... ¡Bienvenido a Dundarak afuerino! ¿Qué te trae por estas tierras blancas y hermosas? ¿Has venido buscando aventura? Aquí hay poca aventura, pero sí buena hidromiel... ¿quieres hidromiel?- siguió hablando, dicharachera, mientras caminaba bamboleando y se le cruzaban las piernas. Era sorprendente su capacidad de avanzar así sin tropezarse.
No tuvieron que caminar mucho, girando a la izquierda por la siguiente esquina, luego a la derecha en la que venía después, cruzar una calle y luego otra, hasta que llegaron a una calle sin salida en donde al final, había una gran construcción de piedra y madera. Destacaba su tamaño y el enorme portón de madera que a leguas se veía pesado. La rubia sonrió y señaló con un brazo -¡Llegamos!- anunció y avanzó hacia ella. Habían subido un par de escalones cuando la puerta comenzó a abrirse y otra rubia joven se asomó. Era muy parecida a Ingela, solo un poco más bajita -¡Te habías tardado!- le riñó la chica -Ay... Kristin... no me he demorado mucho... es que me encontré con un viejo amigo...- mintió, señalando al lobo -Este es... lomito suave... y él...- dijo, levantando la mirada hacia Fred -¿Cómo es que te llamabas?- preguntó. Luego volteó de nuevo hacia su hermana -Los he invitado a cenar, míralos, están escuálidos y les suenan las tripas- explicó poniendo carita triste y haciendo un puchero. Kristin miró al muchacho y al lobo de pies a cabeza y suspiró. Pronto debía hablar con su hermana acerca de esa mala manía de llevar a casa a cuanto extraño le enterneciera. -Venga, pasen- dijo finalmente de mala gana. Sabía que aquello no le gustaría mucho a sus padres.
Y tenía razón. En la mesa, a la cabeza la madre de Ingela, a su derecha, el padre y a la izquierda su hermano mayor, Linus. Al otro extremo, Oma Elle con el Opa a su derecha y su la izquierda Kristin. Ingela estaba entre su padre y hermana, Fred, entre Linus y el Opa. Todos, excepto Ingela, miraban al muchacho. -Creo que debemos darte una bienvenida a nuestro hogar- indicó la madre de Ingela. -¿A qué debemos el honor de su visita?- preguntó con cortesía mientras un par de criados servían la cena.
-Yo soy... Ingela Feuersteinherzdottir, de Dundarak... ¡Bienvenido a Dundarak afuerino! ¿Qué te trae por estas tierras blancas y hermosas? ¿Has venido buscando aventura? Aquí hay poca aventura, pero sí buena hidromiel... ¿quieres hidromiel?- siguió hablando, dicharachera, mientras caminaba bamboleando y se le cruzaban las piernas. Era sorprendente su capacidad de avanzar así sin tropezarse.
No tuvieron que caminar mucho, girando a la izquierda por la siguiente esquina, luego a la derecha en la que venía después, cruzar una calle y luego otra, hasta que llegaron a una calle sin salida en donde al final, había una gran construcción de piedra y madera. Destacaba su tamaño y el enorme portón de madera que a leguas se veía pesado. La rubia sonrió y señaló con un brazo -¡Llegamos!- anunció y avanzó hacia ella. Habían subido un par de escalones cuando la puerta comenzó a abrirse y otra rubia joven se asomó. Era muy parecida a Ingela, solo un poco más bajita -¡Te habías tardado!- le riñó la chica -Ay... Kristin... no me he demorado mucho... es que me encontré con un viejo amigo...- mintió, señalando al lobo -Este es... lomito suave... y él...- dijo, levantando la mirada hacia Fred -¿Cómo es que te llamabas?- preguntó. Luego volteó de nuevo hacia su hermana -Los he invitado a cenar, míralos, están escuálidos y les suenan las tripas- explicó poniendo carita triste y haciendo un puchero. Kristin miró al muchacho y al lobo de pies a cabeza y suspiró. Pronto debía hablar con su hermana acerca de esa mala manía de llevar a casa a cuanto extraño le enterneciera. -Venga, pasen- dijo finalmente de mala gana. Sabía que aquello no le gustaría mucho a sus padres.
Y tenía razón. En la mesa, a la cabeza la madre de Ingela, a su derecha, el padre y a la izquierda su hermano mayor, Linus. Al otro extremo, Oma Elle con el Opa a su derecha y su la izquierda Kristin. Ingela estaba entre su padre y hermana, Fred, entre Linus y el Opa. Todos, excepto Ingela, miraban al muchacho. -Creo que debemos darte una bienvenida a nuestro hogar- indicó la madre de Ingela. -¿A qué debemos el honor de su visita?- preguntó con cortesía mientras un par de criados servían la cena.
Ingela
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Re: Un poco de color en la nieve [Privado]
— ¿Gotas para el ojo? Dudo que funcionen… aunque tampoco es que duela — respondí volviendo a rascar la capa congelada del ojo, esperaba que aquella costumbre no terminara dejándome secuelas “Claro, si siquiera logro recuperar el ojo” — Ah me llamo, me llamo Fredericksen. Viajero desafortunado tiempo completo.
El nombre de la chica no estaba ni tan mal… aunque el problema fue aquello luego de “Ingela” “¿Se supone que es un apodo o un apellido… o quizá otro nombre?” Pensé mientras intentaba pronunciarlo en voz baja, soltando un poco de baba en el proceso.
— Blancas si… hermosas, no veo mucho paisaje como para llamar esto hermoso — murmuré pateando un poco de nieve, que le dio en el lomo a Azrael —. Se puede decir que vine por trabajo, pero… no pensé como volver a casa, así que ando a la espera de otro trabajo — contesté encogiéndome de hombros, apretando más la capa para mantener el calor — ¿El hidromiel caliente? Si es así, supongo que no me vendría mal un poco.
Seguí el ritmo de la chica lo mejor que podía, cruzando y girando calles hasta lo que parecía ser un sitio sin retorno, lo que me dejó todo en claro. Acababa de ser timado y me iban a cortar el cuello. Suspiré pasándome las manos por el rostro, solo que las palabras de la joven me confundieron — ¿Llegamos? — Pregunté inseguro mirando a donde señalaba con su brazo ¿En serio ella vivía aquí? — ¿Vives aquí?
Para eliminar mis sospechas, una chica salió de la vivienda para recibir a la ebria, realmente ambas se parecían “Cielos… primera vez que no es una broma pesada”, solo que la chica alcoholizada mintió a la recién llegada, acotando que ambos éramos viejos amigos, señal que no me generaba mucha confianza.
— Yo soy Freder… Fred, déjenlo en Fred — contesté resignado. Mirando a Azarael mientras me encogí de hombros. Aquella situación no era para nada normal. Sorprendentemente, la nueva chica se comió la mentira y nos dio paso a la gran casa.
Realmente en todo el trayecto hasta las tierras heladas, había imaginado cualquier situación peligrosa y descabellada, pero nunca pensé en estar tranquilamente sentado en una mesa esperando la cena mientras me rodeaba un montón de extraños “Quizá si en una taberna, pero no en una casa”.
Me encogí un poco en la silla y bajé la mano para acariciar el pelaje de Azrael, mientras el lobo estuviera cerca no debía preocuparme, siempre había demostrado ser de gran ayuda en momentos peligrosos. Solo volviendo a subir la mirada cuando una mujer en la mesa fue la que habló. Tomé suficiente aire y me aclaré la garganta, no podía flaquear con las presentaciones.
— Es un placer, mi nombre es Fredericksen. Fredericksen Candau — volví a decir con cierto dramatismo, mirando a la nada mientras levantaba una mano — viajero de los reinos del este, cazador y… no sé, realmente no tengo títulos — comenté bajando la mirada a la mesa, dándome golpecitos en el ojo — El honor de mi vista es, pues vine en un viaje de trabajos, escoltando a un mercader y olvidé buscar un método para regresar a casa. Así que ahora estoy esperando por otro trabajo, se supone que debo buscar a alguien que conozca bien este territorio y quiera… viajar, realmente no sé, el viejo me dijo que debía buscar cosas más arriba y necesitábamos un guía — me acomodé en la silla cruzándome de brazos, realmente no tenía mucha información de lo que se suponía que hiciera —. Azrael y yo nos topamos con Ingela en el camino, así que nos ofreció estofado e hidromiel. Pero estaría realmente agradecido si alguno de ustedes sabe de un guía que me pueda ayudar.
Asentí satisfecho ante la resolución que había tenido, observando como un par de personas servían la comida, por lo visto aquella familia tenía más poder del que imaginaba “Bueno, deben ser buenas personas si dan comida gratis” pensé inclinándome ante el plato que habían puesto ante mí, empujando un poco la comida con el índice, que raro era no comer roedores del bosque.
El nombre de la chica no estaba ni tan mal… aunque el problema fue aquello luego de “Ingela” “¿Se supone que es un apodo o un apellido… o quizá otro nombre?” Pensé mientras intentaba pronunciarlo en voz baja, soltando un poco de baba en el proceso.
— Blancas si… hermosas, no veo mucho paisaje como para llamar esto hermoso — murmuré pateando un poco de nieve, que le dio en el lomo a Azrael —. Se puede decir que vine por trabajo, pero… no pensé como volver a casa, así que ando a la espera de otro trabajo — contesté encogiéndome de hombros, apretando más la capa para mantener el calor — ¿El hidromiel caliente? Si es así, supongo que no me vendría mal un poco.
Seguí el ritmo de la chica lo mejor que podía, cruzando y girando calles hasta lo que parecía ser un sitio sin retorno, lo que me dejó todo en claro. Acababa de ser timado y me iban a cortar el cuello. Suspiré pasándome las manos por el rostro, solo que las palabras de la joven me confundieron — ¿Llegamos? — Pregunté inseguro mirando a donde señalaba con su brazo ¿En serio ella vivía aquí? — ¿Vives aquí?
Para eliminar mis sospechas, una chica salió de la vivienda para recibir a la ebria, realmente ambas se parecían “Cielos… primera vez que no es una broma pesada”, solo que la chica alcoholizada mintió a la recién llegada, acotando que ambos éramos viejos amigos, señal que no me generaba mucha confianza.
— Yo soy Freder… Fred, déjenlo en Fred — contesté resignado. Mirando a Azarael mientras me encogí de hombros. Aquella situación no era para nada normal. Sorprendentemente, la nueva chica se comió la mentira y nos dio paso a la gran casa.
Realmente en todo el trayecto hasta las tierras heladas, había imaginado cualquier situación peligrosa y descabellada, pero nunca pensé en estar tranquilamente sentado en una mesa esperando la cena mientras me rodeaba un montón de extraños “Quizá si en una taberna, pero no en una casa”.
Me encogí un poco en la silla y bajé la mano para acariciar el pelaje de Azrael, mientras el lobo estuviera cerca no debía preocuparme, siempre había demostrado ser de gran ayuda en momentos peligrosos. Solo volviendo a subir la mirada cuando una mujer en la mesa fue la que habló. Tomé suficiente aire y me aclaré la garganta, no podía flaquear con las presentaciones.
— Es un placer, mi nombre es Fredericksen. Fredericksen Candau — volví a decir con cierto dramatismo, mirando a la nada mientras levantaba una mano — viajero de los reinos del este, cazador y… no sé, realmente no tengo títulos — comenté bajando la mirada a la mesa, dándome golpecitos en el ojo — El honor de mi vista es, pues vine en un viaje de trabajos, escoltando a un mercader y olvidé buscar un método para regresar a casa. Así que ahora estoy esperando por otro trabajo, se supone que debo buscar a alguien que conozca bien este territorio y quiera… viajar, realmente no sé, el viejo me dijo que debía buscar cosas más arriba y necesitábamos un guía — me acomodé en la silla cruzándome de brazos, realmente no tenía mucha información de lo que se suponía que hiciera —. Azrael y yo nos topamos con Ingela en el camino, así que nos ofreció estofado e hidromiel. Pero estaría realmente agradecido si alguno de ustedes sabe de un guía que me pueda ayudar.
Asentí satisfecho ante la resolución que había tenido, observando como un par de personas servían la comida, por lo visto aquella familia tenía más poder del que imaginaba “Bueno, deben ser buenas personas si dan comida gratis” pensé inclinándome ante el plato que habían puesto ante mí, empujando un poco la comida con el índice, que raro era no comer roedores del bosque.
Fredericksen
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Re: Un poco de color en la nieve [Privado]
Un par de empleados de la casa sirvieron la cena. Tal como Ingela había prometido, era un contundente estofado de carne con papas, arvejas, zanahorias, legumbres, cebollita, habichuelitas y chorizo, servido en un generoso plato hondo de greda. En la mesa había pan para acompañar y unas jarras de vino tibio estratégicamente ubicadas lejos de la joven dragona.
-Ya veo...- respondió, intercambiando maliciosas miradas con su esposo y suegros. -Así que necesitas un guía para las montañas...- parafraseó. -Pero.. ¿qué exactamente van a buscar a las montañas? ¿Tienes idea?- inquirió, adoptando una postura que demostraba interés en lo que el muchacho le contó. -Oh, por cierto, qué descortés de mi parte, no nos hemos presentado... yo soy Ekatherina Feuerherz, madre de Ingela- dijo. Luego señaló a su esposo e hijos -Ellos son Sommer Steinherz y mis hijos mayores Linus y Christin- luego procedió a presentar a los abuelos -Ella es mi suegra, Elle y mi suegro Ralph- añadió. -Mi suegra puede ayudarte con eso que tienes en el ojo- señaló sin poder ocultar un leve gesto de desagrado.
Todos procedieron a comer, estaba muy sabroso así que por un rato quedaron en silencio disfrutando de la cena o comentando lo rico que estaba y felicitando al cocinero, hasta que Oma Elle retomó el tema del viaje de Fred -Ingela conoce muy bien las montañas- comentó casual antes de llevar una papa a su boca. -Cierto- apoyó Sommer. -No... no es cierto- respondió Linus un poco confundido. Christin le lanzó una mirada fulminante a su hermano, ella lo había entendido todo -Que sí, Linus, las conoce como la palma de su mano- espetó con los ojos bien abiertos. Ahí fue que el muchacho entendió el ardid y asintió -Es verdad, Ingela es la mejor guía que te puedes encontrar- confirmó, asintiendo y mirando a Fred. El abuelito reía bajito y comía. Ingela estaba demasiado concentrada disfrutando la comida. Ekatherina se limpió la boca con una servilleta de tela y miró a Fred -Mañana temprano podrían partir si así lo necesitas- aseguró, esbozando una sonrisa amplia y gentil. La familia de Ingela no iba a desaprovechar aquella oportunidad de sacar a la muchacha de esa rutina autodestructiva que llevaba.
A la mañana siguiente, muy temprano, Ekatherina despertó a una muy confundida Ingela que no entendía por qué su mamá le sacaba de la cama, ni por qué la hacía lavar ni vestirse para un viaje o la razón por la que le enganchaba una mochila con comida, calzones limpios y un botiquín. Muchísimo menos el que la llevara a frente a la habitación donde habían alojado a Fred y a Pancita Suave para esperarlo.
-Ya veo...- respondió, intercambiando maliciosas miradas con su esposo y suegros. -Así que necesitas un guía para las montañas...- parafraseó. -Pero.. ¿qué exactamente van a buscar a las montañas? ¿Tienes idea?- inquirió, adoptando una postura que demostraba interés en lo que el muchacho le contó. -Oh, por cierto, qué descortés de mi parte, no nos hemos presentado... yo soy Ekatherina Feuerherz, madre de Ingela- dijo. Luego señaló a su esposo e hijos -Ellos son Sommer Steinherz y mis hijos mayores Linus y Christin- luego procedió a presentar a los abuelos -Ella es mi suegra, Elle y mi suegro Ralph- añadió. -Mi suegra puede ayudarte con eso que tienes en el ojo- señaló sin poder ocultar un leve gesto de desagrado.
Todos procedieron a comer, estaba muy sabroso así que por un rato quedaron en silencio disfrutando de la cena o comentando lo rico que estaba y felicitando al cocinero, hasta que Oma Elle retomó el tema del viaje de Fred -Ingela conoce muy bien las montañas- comentó casual antes de llevar una papa a su boca. -Cierto- apoyó Sommer. -No... no es cierto- respondió Linus un poco confundido. Christin le lanzó una mirada fulminante a su hermano, ella lo había entendido todo -Que sí, Linus, las conoce como la palma de su mano- espetó con los ojos bien abiertos. Ahí fue que el muchacho entendió el ardid y asintió -Es verdad, Ingela es la mejor guía que te puedes encontrar- confirmó, asintiendo y mirando a Fred. El abuelito reía bajito y comía. Ingela estaba demasiado concentrada disfrutando la comida. Ekatherina se limpió la boca con una servilleta de tela y miró a Fred -Mañana temprano podrían partir si así lo necesitas- aseguró, esbozando una sonrisa amplia y gentil. La familia de Ingela no iba a desaprovechar aquella oportunidad de sacar a la muchacha de esa rutina autodestructiva que llevaba.
A la mañana siguiente, muy temprano, Ekatherina despertó a una muy confundida Ingela que no entendía por qué su mamá le sacaba de la cama, ni por qué la hacía lavar ni vestirse para un viaje o la razón por la que le enganchaba una mochila con comida, calzones limpios y un botiquín. Muchísimo menos el que la llevara a frente a la habitación donde habían alojado a Fred y a Pancita Suave para esperarlo.
Ingela
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Re: Un poco de color en la nieve [Privado]
— Exactamente, un guía… o una guía. No discrimino, mientras cumpla su papel supongo — comenté encogiéndome de hombros mientras sacaba una papa del estofado y la sacudía en el aire para secarla, dándole una mordida luego de aquello — Pero no tengo la menor idea de que se trate la búsqueda, quizá… no se… ¿Nieve?
Escuché atentamente la presentación de la mujer, por algún motivo aquella familia tenía nombres muy complicados “Quizá si los llego a abreviar un poco, pueda hacer algo” paseé la mirada entre los integrantes que la mujer presentaba y señalaba, tomando algo de pan y partiéndolo a la mitad para arrojarle un trozo a Azrael que no demoró en comer.
— Una familia… muy grande sin duda — dije luego de que acabara la presentación, tragando la comida que tenía en la boca dando un largo trago al vino — Y no es necesario que se preocupen por el ojo… ya me estoy adaptando a esto de ser medio ciego. Justamente esto comenzó en mi última visita a estas tierras.
La comida siguió en relativo silencio hasta la interrupción para volver a tratar el tema del viaje, por lo visto la suerte aquel día estaba definitivamente de mi lado “Exceptuando por el hecho de que estoy técnicamente atrapado en Dundarak”. Las palabras fueron y vinieron en un extraño orden, donde finalmente fue la madre de Ingela quien afirmó que la joven estará disponible al día siguiente.
— Pues de ser ese el caso, no tengo ningún problema. Realmente me ahorraron mendigar por ayuda en cualquier sitio oscuro que me cruzara. Estoy agradecido — Sacudí el chorizo en el aire antes de darle un mordisco y tirar lo sobrante a Azrael.
La hospitalidad de aquella familia había sido mucho más grande de la esperada, había esperado totalmente regresar y buscar la posada donde debería haberse alojado el mercader. Pero tener una habitación en aquella casa para Azrael y para mí fue una sorpresa.
Por muy amables que fuesen no evité dejar a Azrael junto a la puerta vigilando, había aprendido a las malas que siempre cuando algo luce muy bien es porque está de ocurrir algo muy malo. La cena había podido tener alguna clase de droga… o iban esperar que durmiera profundamente para entrar y trocearme, volviéndome sopa para el siguiente desafortunado visitante.
Milagrosamente ninguna desgracia sucedió en la noche, había despertado junto a la salida del sol. Extendiendo el arco y las flechas sobre la capa negra para limpiarlas antes de salir, al terminar volví a colgar la prenda que me servía de abrigo para abrir la puerta mientras colgaba el carcaj a mi hombro, mirando a una señora mamá de Ingela junto a la propia chica esperando afuera.
— Oh no… están esperando aquí afuera ¿Hice algo malo? Juro que no fui yo, a veces camino dormido y no es necesario llamar a las autoridad… — Azrael se había puesto a mi lado para jalar mi capa usando sus diente, llamando mi atención antes de aullar —. Oh, la mochila, así que era eso — solté un largo suspiro relajándome notablemente antes de hacer una leve reverencia como saludo — Buenos días, señora… señora… señora mamá de Ingela, Ingela. Por lo visto ya está todo listo para partir. Aunque dudo que el mercader esté despierto — me di un par de golpecitos en el ojo congelado mientras miraba a Azrael avanzar — ¿Tienen alguna idea de alguna posada o algo por el estilo donde quepa un carromato? El hombre dijo que iba a estar en una donde pudiera detener su transporte. Lo mejor es buscarlo para decirle que ya tenemos a una guía experta de las montañas heladas.
Escuché atentamente la presentación de la mujer, por algún motivo aquella familia tenía nombres muy complicados “Quizá si los llego a abreviar un poco, pueda hacer algo” paseé la mirada entre los integrantes que la mujer presentaba y señalaba, tomando algo de pan y partiéndolo a la mitad para arrojarle un trozo a Azrael que no demoró en comer.
— Una familia… muy grande sin duda — dije luego de que acabara la presentación, tragando la comida que tenía en la boca dando un largo trago al vino — Y no es necesario que se preocupen por el ojo… ya me estoy adaptando a esto de ser medio ciego. Justamente esto comenzó en mi última visita a estas tierras.
La comida siguió en relativo silencio hasta la interrupción para volver a tratar el tema del viaje, por lo visto la suerte aquel día estaba definitivamente de mi lado “Exceptuando por el hecho de que estoy técnicamente atrapado en Dundarak”. Las palabras fueron y vinieron en un extraño orden, donde finalmente fue la madre de Ingela quien afirmó que la joven estará disponible al día siguiente.
— Pues de ser ese el caso, no tengo ningún problema. Realmente me ahorraron mendigar por ayuda en cualquier sitio oscuro que me cruzara. Estoy agradecido — Sacudí el chorizo en el aire antes de darle un mordisco y tirar lo sobrante a Azrael.
La hospitalidad de aquella familia había sido mucho más grande de la esperada, había esperado totalmente regresar y buscar la posada donde debería haberse alojado el mercader. Pero tener una habitación en aquella casa para Azrael y para mí fue una sorpresa.
Por muy amables que fuesen no evité dejar a Azrael junto a la puerta vigilando, había aprendido a las malas que siempre cuando algo luce muy bien es porque está de ocurrir algo muy malo. La cena había podido tener alguna clase de droga… o iban esperar que durmiera profundamente para entrar y trocearme, volviéndome sopa para el siguiente desafortunado visitante.
Milagrosamente ninguna desgracia sucedió en la noche, había despertado junto a la salida del sol. Extendiendo el arco y las flechas sobre la capa negra para limpiarlas antes de salir, al terminar volví a colgar la prenda que me servía de abrigo para abrir la puerta mientras colgaba el carcaj a mi hombro, mirando a una señora mamá de Ingela junto a la propia chica esperando afuera.
— Oh no… están esperando aquí afuera ¿Hice algo malo? Juro que no fui yo, a veces camino dormido y no es necesario llamar a las autoridad… — Azrael se había puesto a mi lado para jalar mi capa usando sus diente, llamando mi atención antes de aullar —. Oh, la mochila, así que era eso — solté un largo suspiro relajándome notablemente antes de hacer una leve reverencia como saludo — Buenos días, señora… señora… señora mamá de Ingela, Ingela. Por lo visto ya está todo listo para partir. Aunque dudo que el mercader esté despierto — me di un par de golpecitos en el ojo congelado mientras miraba a Azrael avanzar — ¿Tienen alguna idea de alguna posada o algo por el estilo donde quepa un carromato? El hombre dijo que iba a estar en una donde pudiera detener su transporte. Lo mejor es buscarlo para decirle que ya tenemos a una guía experta de las montañas heladas.
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Re: Un poco de color en la nieve [Privado]
Ingelita bostezaba y se fregaba los ojos mientras esperaba a Fred. Junto a ella, su madre sonreía de emoción. -Hija, acompañarás a Fred, es tu responsabilidad- le decía, brillando de felicidad. La joven dragona no entendía a lo que se refería su madre -Mami, es demasiado temprano como para que me pongas responsabilidades nuevas... además, ¿quién es ese Fred?- preguntó justo cuando el muchacho salió de la habitación. -Ah... él es Fred... yo... lo traje anoche a cenar, ¿verdad?- se auto explicó. No entendía completamente por qué haberlo invitado a cenar lo convertía en su responsabilidad, pero a su mami no se le discutía. De todas formas, la chica necesitaba saber -Mami, ¿él es mi responsabilidad ahora porque es mi invitado, porque no es de la zona o por las dos cosas?- preguntó, ignorando un poquito a Fred. Ekatherina asintió -Por ambas- le aclaró a su hija.
Ingela asintió, aún somnolienta. Pero apenas salió Azrael, se le pasó el sueño y el sopor -¡Pancita!- exclamó emocionada y saltó sobre el lobo -¿Cómo dormiste? ¿Cómodo? ¿Te gustó? Ay sí, qué bonito eres... ay sí- decía, rascándole detrás de las orejas. Miró a Fred y le sonrió ampliamente. -Bueno, tomemos desayunito y nos vamos, ¿te parece?- preguntó al chico.
Una vez estuvieron con la panza llena, era hora de partir. La rubia miró a Fred con dulzura, el muchacho había comenzado a parecerle tierno de repente... quizás era efecto de Pancita. -Bueno, ¿qué hay que hacer primero?- le preguntó al salir de la casa.
Ingela asintió, aún somnolienta. Pero apenas salió Azrael, se le pasó el sueño y el sopor -¡Pancita!- exclamó emocionada y saltó sobre el lobo -¿Cómo dormiste? ¿Cómodo? ¿Te gustó? Ay sí, qué bonito eres... ay sí- decía, rascándole detrás de las orejas. Miró a Fred y le sonrió ampliamente. -Bueno, tomemos desayunito y nos vamos, ¿te parece?- preguntó al chico.
Una vez estuvieron con la panza llena, era hora de partir. La rubia miró a Fred con dulzura, el muchacho había comenzado a parecerle tierno de repente... quizás era efecto de Pancita. -Bueno, ¿qué hay que hacer primero?- le preguntó al salir de la casa.
Ingela
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Re: Un poco de color en la nieve [Privado]
— ¿Acaba de decir que soy una responsabilidad? No es como si tuviese 5 años — Susurré a Azrael con cierta indignación, si bien solía meter la pata cada día por medio, eso no me hacía alguien de quien cuidar… mucho.
Solo que el lobo no pudo prestar mucha atención, la rubia había vuelto a abalanzarse sobre el animal “Y el muy traidor ni se inmuta” A este paso debería mantener una charla con el lobo acerca de a quien le debía lealtad, aunque lo más probable es que gruñera y se quejara en el proceso.
— ¿Desayuno, también vamos a desayunar? — Dije con gran sorpresa, aquello era sorprendente. No solo regalaban una comida ¡Regalaban dos! Ciertamente toda una elegancia aquella familia.
No había esperado en absoluto haber tenido tanta suerte en aquel viajo, por costumbre lo normal hubiese sido estar a punto de perder una extremidad a cambio de información y un guía. Y ahora estaba allí, saliendo de una casa con el estómago lleno y una acompañante que parecía no querer apuñalarme entre los ojos.
— Pues lo primero que debemos que hacer es buscar al viejo. Creo que ya lo había dicho, está en alguna posada. El viejo es nuestro ¿Empleador? Supongo que sí, no sé si esta vez me vaya a pagar… ni a ti. Realmente espero dinero — Me rasqué la capa de hielo que tenía en mi ojo, arrugando un poco el ceño mientras pensaba — Aunque si te soy sincero, con que me acerque a casa es más que suficiente.
El frío volvía a hacerse presente, al parecer aquel maldito clima era constante a cualquier hora. Supongo que estará bien mientas no existiera peligro de quedar atrapado bajo la nieve “Sin fuego, ni abrigo… y a punto de morir”. Cerré la capa con ambas manos y me arrebujé en ella, resoplando mientras sentía como los pies se hundían en la nieve para volver a salir.
— ¿Realmente conoces tan bien las montañas como dice tu familia? Según ellos, eres así como una super guía inigualable y el resto son solo zopencos sin educación… o eso entendí — Giré un poco la cabeza para ver a la rubia, arqueando una ceja en espera de respuesta — Quizá no lo dijeron con esas palabras, pero ya entiendes.
En aquel momento por estar viendo a Ingela mis pies tropezaron uno con otro a causa de la nieve, haciéndome caer de bruces. En aquel momento comprendí algo extraño del mundo, aunque la nieve sea suave, si le pegas con la cara duele. Me quedé tendido en el suelo un par de segundos antes de despegar el rostro, soltando aire lentamente escuchando como Azrael se acercaba.
— Vamos, ríete. Traidor. Sé que quieres burlarte de mí desgracia — Aunque no hubo mucho tiempo para escuchar algún sonido del lobo, algo pesado me había empujado el rostro nuevamente contra el suelo causando dolor en mi cabeza en el proceso.
— Este no es sitio para que anden jugando, hay personas ocupadas que desean transitar sin problemas — la voz de quien dijo aquello era algo grave, al levantar la vista no demoré en ver a quien había hablado. Un Hombre de barba canosa y ropas gruesas. Estaba a un par de metros cerca y Azrael le gruñía con el pelaje erizado —. Yo que ustedes, callaría a ese animal antes de que lo volviese un lindo par de guantes a juego con esta capa.
— No creo que sea necesario. No hay necesidad de ponernos… agresivos — Con dificultad me senté en el suelo y puse una mano sobre la cabeza de Azrael para que no se precipitara, lo último que necesitaba era buscar problemas en un pueblo ajeno “Como siempre suele suceder. Sabía que todo iba muy bien”.
— Justo eso creía, ahora vete con tu hermanita a otro lugar donde no estorben. Los niños deberían saber su sitio para jugar — Luego de decir aquello, el canoso con la capa de de oso nos dio la espalda y siguió su camino.
— Cielos. Por lo visto el norte no es todo amable y risas… ¿O acaso tu familia es la única agradable? — Pregunté a la rubia en voz baja, evitando llamar la atención del extraño.
Solo que el lobo no pudo prestar mucha atención, la rubia había vuelto a abalanzarse sobre el animal “Y el muy traidor ni se inmuta” A este paso debería mantener una charla con el lobo acerca de a quien le debía lealtad, aunque lo más probable es que gruñera y se quejara en el proceso.
— ¿Desayuno, también vamos a desayunar? — Dije con gran sorpresa, aquello era sorprendente. No solo regalaban una comida ¡Regalaban dos! Ciertamente toda una elegancia aquella familia.
No había esperado en absoluto haber tenido tanta suerte en aquel viajo, por costumbre lo normal hubiese sido estar a punto de perder una extremidad a cambio de información y un guía. Y ahora estaba allí, saliendo de una casa con el estómago lleno y una acompañante que parecía no querer apuñalarme entre los ojos.
— Pues lo primero que debemos que hacer es buscar al viejo. Creo que ya lo había dicho, está en alguna posada. El viejo es nuestro ¿Empleador? Supongo que sí, no sé si esta vez me vaya a pagar… ni a ti. Realmente espero dinero — Me rasqué la capa de hielo que tenía en mi ojo, arrugando un poco el ceño mientras pensaba — Aunque si te soy sincero, con que me acerque a casa es más que suficiente.
El frío volvía a hacerse presente, al parecer aquel maldito clima era constante a cualquier hora. Supongo que estará bien mientas no existiera peligro de quedar atrapado bajo la nieve “Sin fuego, ni abrigo… y a punto de morir”. Cerré la capa con ambas manos y me arrebujé en ella, resoplando mientras sentía como los pies se hundían en la nieve para volver a salir.
— ¿Realmente conoces tan bien las montañas como dice tu familia? Según ellos, eres así como una super guía inigualable y el resto son solo zopencos sin educación… o eso entendí — Giré un poco la cabeza para ver a la rubia, arqueando una ceja en espera de respuesta — Quizá no lo dijeron con esas palabras, pero ya entiendes.
En aquel momento por estar viendo a Ingela mis pies tropezaron uno con otro a causa de la nieve, haciéndome caer de bruces. En aquel momento comprendí algo extraño del mundo, aunque la nieve sea suave, si le pegas con la cara duele. Me quedé tendido en el suelo un par de segundos antes de despegar el rostro, soltando aire lentamente escuchando como Azrael se acercaba.
— Vamos, ríete. Traidor. Sé que quieres burlarte de mí desgracia — Aunque no hubo mucho tiempo para escuchar algún sonido del lobo, algo pesado me había empujado el rostro nuevamente contra el suelo causando dolor en mi cabeza en el proceso.
— Este no es sitio para que anden jugando, hay personas ocupadas que desean transitar sin problemas — la voz de quien dijo aquello era algo grave, al levantar la vista no demoré en ver a quien había hablado. Un Hombre de barba canosa y ropas gruesas. Estaba a un par de metros cerca y Azrael le gruñía con el pelaje erizado —. Yo que ustedes, callaría a ese animal antes de que lo volviese un lindo par de guantes a juego con esta capa.
— No creo que sea necesario. No hay necesidad de ponernos… agresivos — Con dificultad me senté en el suelo y puse una mano sobre la cabeza de Azrael para que no se precipitara, lo último que necesitaba era buscar problemas en un pueblo ajeno “Como siempre suele suceder. Sabía que todo iba muy bien”.
— Justo eso creía, ahora vete con tu hermanita a otro lugar donde no estorben. Los niños deberían saber su sitio para jugar — Luego de decir aquello, el canoso con la capa de de oso nos dio la espalda y siguió su camino.
— Cielos. Por lo visto el norte no es todo amable y risas… ¿O acaso tu familia es la única agradable? — Pregunté a la rubia en voz baja, evitando llamar la atención del extraño.
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Fredericksen
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Re: Un poco de color en la nieve [Privado]
A Ingela, Fred le parecía un tipo gracioso. Era bastante torpe y se le notaba que tenía una suerte terrible. Y bueno, eso pasaba. La Fortuna tenía personas favoritas, tanto como para bendecirlas, como para usarlas de entretención. Y Fred entraba en la segunda categoría. ¡Cuántas carcajadas se habría mandado Dama Fortuna a costa de ese pobre hombre! Pero le había dado a Pancita Suave, así que no se podía quejar.
Iban conversando en el camino -¿Viejo? ¿Dinero? ¿Guía?- la joven dragona no entendía mucho lo que le estaban contando. -Te seré sincera: no recuerdo mucho la cena. Solo sé que estuvo sabrosa. De hecho, ni me acordaba de ti...- confesó un poco avergonzada. -No lo tomes personal, ¿sí? Es que, bueno, creo que ayer se me fue la mano con la hidromiel- añadió, sonrojándose.
Lo siguiente que le dijo Fred, la dejó helada. -¿Que yo qué?- exclamó atónita. Pero Fred no pudo responderle porque su cara estaba muy ocupada metiéndose en la nieve. La muchacha se apresuró en ayudarlo a desencajarse de la nieve que seguía blanda por la nevada nocturna. Cerca, un hombre veía con sorna la escena y se burlaba. -No entiendo la necesidad de algunos de meterse en los asuntos ajenos- le dijo a Fred mientras le pasaba su capa, que era mucho más apropiada para el clima del norte que la que él llevaba. -Toma- le dijo, colocándosela en los hombros. La dragona hacía ver esa capa liviana, pero en realidad era muy pesada y gruesa -La necesitas más que yo- indicó. Fred no se percataría en ese momento, pero la temperatura corporal de la chica se elevaba para mantener el frío a raya.
El comentario de Fred respecto a su familia le causó gracia -El frío hace tosca a la gente- le explicó -Hay viejos son bastante duros, no sé por qué, acá en el norte dependemos mucho los unos de los otros, sin la solidaridad del vecino, hay inviernos que muchos no lograrían sobrevivir- continuó -Pero eso en los viejos... no sé, creo que tiene que ver con demostrar su hombría: entre más altaneros más machos. Pero para mí son viejos ridículos- finalizó sonriendo. -Bueno, busquemos a tu empleador, ¿sabes en qué posada está?- preguntó a Fred.
Iban conversando en el camino -¿Viejo? ¿Dinero? ¿Guía?- la joven dragona no entendía mucho lo que le estaban contando. -Te seré sincera: no recuerdo mucho la cena. Solo sé que estuvo sabrosa. De hecho, ni me acordaba de ti...- confesó un poco avergonzada. -No lo tomes personal, ¿sí? Es que, bueno, creo que ayer se me fue la mano con la hidromiel- añadió, sonrojándose.
Lo siguiente que le dijo Fred, la dejó helada. -¿Que yo qué?- exclamó atónita. Pero Fred no pudo responderle porque su cara estaba muy ocupada metiéndose en la nieve. La muchacha se apresuró en ayudarlo a desencajarse de la nieve que seguía blanda por la nevada nocturna. Cerca, un hombre veía con sorna la escena y se burlaba. -No entiendo la necesidad de algunos de meterse en los asuntos ajenos- le dijo a Fred mientras le pasaba su capa, que era mucho más apropiada para el clima del norte que la que él llevaba. -Toma- le dijo, colocándosela en los hombros. La dragona hacía ver esa capa liviana, pero en realidad era muy pesada y gruesa -La necesitas más que yo- indicó. Fred no se percataría en ese momento, pero la temperatura corporal de la chica se elevaba para mantener el frío a raya.
El comentario de Fred respecto a su familia le causó gracia -El frío hace tosca a la gente- le explicó -Hay viejos son bastante duros, no sé por qué, acá en el norte dependemos mucho los unos de los otros, sin la solidaridad del vecino, hay inviernos que muchos no lograrían sobrevivir- continuó -Pero eso en los viejos... no sé, creo que tiene que ver con demostrar su hombría: entre más altaneros más machos. Pero para mí son viejos ridículos- finalizó sonriendo. -Bueno, busquemos a tu empleador, ¿sabes en qué posada está?- preguntó a Fred.
Ingela
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Re: Un poco de color en la nieve [Privado]
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