Trolls en la nieve [Libre]
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Trolls en la nieve [Libre]
No sabía cómo fue que los dragones consiguieron engañarme. Necesitaba dinero y ellos guerreros que se enfrentasen a los trolls de la montaña que, por algún motivo, se habían dejado ver en las cercanías de las bajas ciudades de Dundarak. Los dragones no eran ninguno ilusos. En lugar de contratar mercenarios oriundos de sus tierras, viajaban a Verisar en busca de personal que les sirviera como carnaza, que entretuviera a los trolls mientras que ellos les daban caza. Pagaban bien, una generosa cantidad al aceptar el encargo y, según se suponía, la doblarían al finalizar la caza. Claro que la intención de los dragones no era la de seguir pagando, sino la de recoger las bolsas de monedas entre los cadáveres de la matanza.
Accedí porque necesitaba aeros y porque no pretendía quedarme por más tiempo en Verisar. Los dragones, muy generosos en un principio, compraron una caravana para los mercenarios y los colmaron a comida durante el viaje. El último manjar de los condenados a muertos entre mis compañeros. Hubiera dicho en voz alta de no tener la boca llena.
La partida la formaban tres caballeros dragones: Fretzer Gru’alther, Walfr Parr’lo y la lideresa Mera Hur’tten. Los mercenarios éramos seis (seis npcs y tú usuario que me lees), a cada cual más tarado y necesitado de aeros. Fretezer el más grande de los dragones en su forma humana, accedió a viajar en nuestra caravana para vigilarnos. La lideresa Hur’tten así lo había ordenado por miedo que alguno de los tarados se escapase con el botín o nos matemos los unos a los otros. Walfr y la lideresa viajaban en una caravana adicional, en compañía de cofres repletos de oro y las raciones de comida.
El frío y la nieve anunció que habíamos llegado a Dundarak. El viaje fue más largo de lo que había esperado, pero teníamos buena comida que parecía no agotarse por mucho que pasase los días, así que ninguno nos quejamos.
Dejamos la caravana en los lindes de la montaña. Mera Hur’tten pagó a los conductores con un cofre a cada uno. El resto del tesoro lo cogió Walfr. Se convirtió en dragón y fue volando a depositar hasta una base que tenían en las inmediaciones. La nubes bajas y grises de Dundarak me impidieron ver en qué dirección voló el dragón. Me habría gustado saber dónde estaba la base. Allí habría más cofres de oro y una chimenea encendida que nos daría calor.
—Walfr volverá con la comida necesaria y abrigo. Nosotros subiremos la montaña, por ese sendero de ahí — dijo la lideresa.
—Tendrás un abrigo de piel de dragón. ¿Qué te parece? — le dije a un mercenario dándole un codazo para llamar su atención —, eso si no te come un troll primero.
Era un hombre bestia, un reptil extremadamente flaco hasta el punto que parecía que no había comido nada en los días anteriores que los dragones nos recogieron. Sus armas eran un par de dagas bañadas en su propio veneno. No conseguí aprender su nombre. Lo llamaba Lagartija o Lagarto, en las ocasiones que debía de ponerme serio.
—Muy grassioso — dijo Lagartija seseando.
Pasaron unas horas hasta que Walfr nos alcanzó, cumpliendo su promesa de traer abrigo y comida: un abrigo de un animal de abundante pelaje y una mochila cargada para cada uno de nosotros. Lagartija se cayó de espaldas al levantar su mochila, pesaba más que él. Le ofrecí una mano ayuda con la que le ayudé a levantarse.
—Sigue así Lagartija, se lo vas a poner muy fácil a los trolls.
Lagartija escupió bilis venenosa en el suelo. La nieve se derritió por el calor del veneno.
—Deja que te eche una mano.
Accedí a llevar la mochila de Lagartija además de la mía, una en la espalda y otra en el pecho. Era lo suficiente fuerte para cargar con las dos.
—Así, si te comen, no perderemos con los víveres — era mi forma de expresar compañerismo.
—Que te folle un gigante de sielo — gracias, en la lengua de Lagartija —. Mejor dos. Puedes con dos mochilas y podrás con dos gigantes.
Lagartija y yo dejamos de reír y de insultarnos cuando nos topamos con el primer rastro de los trolls. Mera Hur’tten mandó frenar a la compañía levantando su lanza al cielo. A diez metros encontramos el cadáver de un dragón, en su forma bestial, en la nieve. Su cabeza desapareció y en su cuerpo había un agujero donde un troll, o varios de ellos, habían estado rasgando como si fueran ratas en un cubo de basura.
—Dragón de fuego — dijo la lideresa a la vez que se acercaba al cuerpo —. Mirad, se mantuvo caliente después de muerto. Por eso no la nieve no ha ocultado el cadáver — después de un tiempo continuó —. Sigamos hacia delante.
Offrol: nuestra posición actual es la falda del macizo. Vamos a dar caza a estos bichos [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Accedí porque necesitaba aeros y porque no pretendía quedarme por más tiempo en Verisar. Los dragones, muy generosos en un principio, compraron una caravana para los mercenarios y los colmaron a comida durante el viaje. El último manjar de los condenados a muertos entre mis compañeros. Hubiera dicho en voz alta de no tener la boca llena.
La partida la formaban tres caballeros dragones: Fretzer Gru’alther, Walfr Parr’lo y la lideresa Mera Hur’tten. Los mercenarios éramos seis (seis npcs y tú usuario que me lees), a cada cual más tarado y necesitado de aeros. Fretezer el más grande de los dragones en su forma humana, accedió a viajar en nuestra caravana para vigilarnos. La lideresa Hur’tten así lo había ordenado por miedo que alguno de los tarados se escapase con el botín o nos matemos los unos a los otros. Walfr y la lideresa viajaban en una caravana adicional, en compañía de cofres repletos de oro y las raciones de comida.
El frío y la nieve anunció que habíamos llegado a Dundarak. El viaje fue más largo de lo que había esperado, pero teníamos buena comida que parecía no agotarse por mucho que pasase los días, así que ninguno nos quejamos.
Dejamos la caravana en los lindes de la montaña. Mera Hur’tten pagó a los conductores con un cofre a cada uno. El resto del tesoro lo cogió Walfr. Se convirtió en dragón y fue volando a depositar hasta una base que tenían en las inmediaciones. La nubes bajas y grises de Dundarak me impidieron ver en qué dirección voló el dragón. Me habría gustado saber dónde estaba la base. Allí habría más cofres de oro y una chimenea encendida que nos daría calor.
—Walfr volverá con la comida necesaria y abrigo. Nosotros subiremos la montaña, por ese sendero de ahí — dijo la lideresa.
—Tendrás un abrigo de piel de dragón. ¿Qué te parece? — le dije a un mercenario dándole un codazo para llamar su atención —, eso si no te come un troll primero.
Era un hombre bestia, un reptil extremadamente flaco hasta el punto que parecía que no había comido nada en los días anteriores que los dragones nos recogieron. Sus armas eran un par de dagas bañadas en su propio veneno. No conseguí aprender su nombre. Lo llamaba Lagartija o Lagarto, en las ocasiones que debía de ponerme serio.
—Muy grassioso — dijo Lagartija seseando.
Pasaron unas horas hasta que Walfr nos alcanzó, cumpliendo su promesa de traer abrigo y comida: un abrigo de un animal de abundante pelaje y una mochila cargada para cada uno de nosotros. Lagartija se cayó de espaldas al levantar su mochila, pesaba más que él. Le ofrecí una mano ayuda con la que le ayudé a levantarse.
—Sigue así Lagartija, se lo vas a poner muy fácil a los trolls.
Lagartija escupió bilis venenosa en el suelo. La nieve se derritió por el calor del veneno.
—Deja que te eche una mano.
Accedí a llevar la mochila de Lagartija además de la mía, una en la espalda y otra en el pecho. Era lo suficiente fuerte para cargar con las dos.
—Así, si te comen, no perderemos con los víveres — era mi forma de expresar compañerismo.
—Que te folle un gigante de sielo — gracias, en la lengua de Lagartija —. Mejor dos. Puedes con dos mochilas y podrás con dos gigantes.
Lagartija y yo dejamos de reír y de insultarnos cuando nos topamos con el primer rastro de los trolls. Mera Hur’tten mandó frenar a la compañía levantando su lanza al cielo. A diez metros encontramos el cadáver de un dragón, en su forma bestial, en la nieve. Su cabeza desapareció y en su cuerpo había un agujero donde un troll, o varios de ellos, habían estado rasgando como si fueran ratas en un cubo de basura.
—Dragón de fuego — dijo la lideresa a la vez que se acercaba al cuerpo —. Mirad, se mantuvo caliente después de muerto. Por eso no la nieve no ha ocultado el cadáver — después de un tiempo continuó —. Sigamos hacia delante.
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Gerrit Nephgerd
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
Tras un anuncio de taberna termine en este viaje poco común, "uno no sabe cuán necesitado está de dinero hasta que acepta condiciones tan extremas como es frío de Dundarak" o eso es lo que escuchaba decir a quienes rechazaban la oferta en Baslodia. Recuerdo haber pensado "qué tanto frío puede hacer allá", ingenua. Lo cierto es que tenía necesidad pero no conocía la nieve como para temerle, es mas, nunca me había aventurado tan al norte en una travesía y menos por trabajo; "habrá humedad? será seco? Ay Cómo será la nieve?! seguro tiene el sabor de las nubes! será más fría qué el agua del río?", mi mente divagaba infantil imaginando esto como un paseo turístico, "Reivy viene de allá, conoceré tu hogar, quizás la vea esa también!" no había escuchado de la nieve más que en sus cuentos, estaba emocionada.
☆☆☆
~Achus~
Era el primer estornudo desde que el camino comenzó a tomar altura y no me estoy refiriendo a la montaña, aún ni habíamos llegado al Paso.
No éramos muchos en esta caravana, la gente era reacia a dejar sus comodidades por un viaje tan absurdamente largo, peculiar y extraño: primero las personas que nos contrataron son oriundos de aquellas tierras o sea que son como Rei, dragones con poderes elementales y esas cosas, fueron gentiles y me brindaron un abrigo y eso es lo segundo: había buena comida, abundante, abrigos y promesa de una buena paga, eran justificables tantos gastos para mover gente de tan lejos? "¿Será que no hay ciudades cercanas a Dundarak?", llevábamos unos días viajando, sin paradas y casi sin descansos para los animales; finalmente la última cuestión que me permitía dudar de toda la situación "Con su gran tamaño, de qué no se están pudiendo ocupar???" pensaba recordando a Rei cuando se transformaba en dragon y me lleva volando a veces de un pueblo a otro, no tenía sentido.
~ teeeee prrrrrrreoooooocupppppppaaaa~
- Quizas un poco... - susurré, mi cabeza no dejaba de dar vueltas en eso, aunque a mas de medio camino era tarde para arrepentimientos "Espero poder contarlo en un futuro y reírme de esto".
~ Rrrrrreeeeeeiiíiii~
- Si, no debería estar pensando en ella... - volví a susurrar.
No interactué con nadie todo el camino, no los conocía y era reacia a tratarlos, luego habría oportunidad. Éramos un grupo bastante peculiar también y me agrada notar que no era la única pequeña del grupo, había un niño también y, aunque los dos éramos muy jóvenes para estar allí o eso especulaban de nosotros, tampoco me animé a hablarle, se supone qué debería ser más fácil con gente de mi edad, pero no era mi caso.
Al llegar a la montaña descendimos de las caravanas de inmediato, no es como que hubiese un caballo para cada uno tendríamos que caminar. El ambiente cálido que albergabamos se esfumó inmediato al abrirse la puerta, descendí con cuidado y me topé de inmediato con aquella realidad blanca.
- Diablos... Es muy... fría... - las falanges de mis pies descalzos sintieron mil agujas al yuxtaponerse con los cristales de hielo, de inmediato moví mis congelados dedos y use la telequinesis en un intento por ubicar el hidrógeno en el ambiente tratando de reconocer el lugar; una copia vivida de todo el sitio se reveló en mi mente en segundos, nunca había tenido una imagen tan clara de un sitio, era sorprendente, era como ver sin estar viendo, todo estaba bañado en agua, cada arbol, cada hoja, hasta donde mi magia alcanzaba.
Escuchabamos las instrucciones y seguiamos la marcha cuando decidí no decir nada respecto a la humedad ni estar descalza, mantuve mi cabeza gacha con los cabellos alborotados cubriendo mi rostro y la capucha puesta bajo las pieles que me habían prestado pero, el frío subió muy rápido a mi cuerpo y por más prenda que tuviera encima no lograba entrar en calor.
~Achus, achus, achus ~
Desde que empezamos a caminar estaba tiritando y estornudando.
"Si cubro mis pies dependeré de mi magia, si dependo de mi magia, terminaré agotada antes de tiempo, si eso ocurre podría morir en el intento de cumplir con el trabajo, pero si no me calzo moriré de hipotermia" y volvia a divagar cuando encontramos el primer cuerpo, muy destrozado. Quedé atónita.
~Ttttiíeeeeeeennnneeessssss mmmiiíieeeeedddddoooo~
- No lo tengo! - susurré ofuscada, pero si lo tenía y es que esos trolls qué íbamos a matar le habían ganado a una criatura tan grande y poderosa como un dragón de fuego, era enfrentarse a Rei y ganar... "Bueno, siendo objetiva, casi la mato cuando intenté comérmela..." buscaba calmar mis nervios "tampoco es que sea imposible", seguimos abanzando.
~Achus~
☆☆☆
~Achus~
Era el primer estornudo desde que el camino comenzó a tomar altura y no me estoy refiriendo a la montaña, aún ni habíamos llegado al Paso.
No éramos muchos en esta caravana, la gente era reacia a dejar sus comodidades por un viaje tan absurdamente largo, peculiar y extraño: primero las personas que nos contrataron son oriundos de aquellas tierras o sea que son como Rei, dragones con poderes elementales y esas cosas, fueron gentiles y me brindaron un abrigo y eso es lo segundo: había buena comida, abundante, abrigos y promesa de una buena paga, eran justificables tantos gastos para mover gente de tan lejos? "¿Será que no hay ciudades cercanas a Dundarak?", llevábamos unos días viajando, sin paradas y casi sin descansos para los animales; finalmente la última cuestión que me permitía dudar de toda la situación "Con su gran tamaño, de qué no se están pudiendo ocupar???" pensaba recordando a Rei cuando se transformaba en dragon y me lleva volando a veces de un pueblo a otro, no tenía sentido.
~ teeeee prrrrrrreoooooocupppppppaaaa~
- Quizas un poco... - susurré, mi cabeza no dejaba de dar vueltas en eso, aunque a mas de medio camino era tarde para arrepentimientos "Espero poder contarlo en un futuro y reírme de esto".
~ Rrrrrreeeeeeiiíiii~
- Si, no debería estar pensando en ella... - volví a susurrar.
No interactué con nadie todo el camino, no los conocía y era reacia a tratarlos, luego habría oportunidad. Éramos un grupo bastante peculiar también y me agrada notar que no era la única pequeña del grupo, había un niño también y, aunque los dos éramos muy jóvenes para estar allí o eso especulaban de nosotros, tampoco me animé a hablarle, se supone qué debería ser más fácil con gente de mi edad, pero no era mi caso.
Al llegar a la montaña descendimos de las caravanas de inmediato, no es como que hubiese un caballo para cada uno tendríamos que caminar. El ambiente cálido que albergabamos se esfumó inmediato al abrirse la puerta, descendí con cuidado y me topé de inmediato con aquella realidad blanca.
- Diablos... Es muy... fría... - las falanges de mis pies descalzos sintieron mil agujas al yuxtaponerse con los cristales de hielo, de inmediato moví mis congelados dedos y use la telequinesis en un intento por ubicar el hidrógeno en el ambiente tratando de reconocer el lugar; una copia vivida de todo el sitio se reveló en mi mente en segundos, nunca había tenido una imagen tan clara de un sitio, era sorprendente, era como ver sin estar viendo, todo estaba bañado en agua, cada arbol, cada hoja, hasta donde mi magia alcanzaba.
Escuchabamos las instrucciones y seguiamos la marcha cuando decidí no decir nada respecto a la humedad ni estar descalza, mantuve mi cabeza gacha con los cabellos alborotados cubriendo mi rostro y la capucha puesta bajo las pieles que me habían prestado pero, el frío subió muy rápido a mi cuerpo y por más prenda que tuviera encima no lograba entrar en calor.
~Achus, achus, achus ~
Desde que empezamos a caminar estaba tiritando y estornudando.
"Si cubro mis pies dependeré de mi magia, si dependo de mi magia, terminaré agotada antes de tiempo, si eso ocurre podría morir en el intento de cumplir con el trabajo, pero si no me calzo moriré de hipotermia" y volvia a divagar cuando encontramos el primer cuerpo, muy destrozado. Quedé atónita.
~Ttttiíeeeeeeennnneeessssss mmmiiíieeeeedddddoooo~
- No lo tengo! - susurré ofuscada, pero si lo tenía y es que esos trolls qué íbamos a matar le habían ganado a una criatura tan grande y poderosa como un dragón de fuego, era enfrentarse a Rei y ganar... "Bueno, siendo objetiva, casi la mato cuando intenté comérmela..." buscaba calmar mis nervios "tampoco es que sea imposible", seguimos abanzando.
~Achus~
Merida DunBroch
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
¿Quién rechazaría la paga equivalente a un mes de trabajo por morder un par de traseros de troll? Claramente, alguien muy idiota. Y claro, yo no era ni idiota ni nada parecido.
El rumor me llegó a través de un cliente algo habitual, un dragón casado y con familia que, yo sabía, quería deshacerse hace rato de mí, y claro no había mejor forma de hacerlo que yo me embarcara por mi propia cuenta en una misión suicida.
Tuve el recaudo de viajar al norte con unos cuantos días de antelación para darle tiempo a mi pelaje para adaptarse al nuevo clima (claro, siempre es incómodo andar largando pelo por ahí, pero si íbamos a ir a la nieve mejor estar bien preparado).
El día de partida llegó, y me dirigí al punto de encuentro acordado, bajo mi forma de lobo, únicamente con un pequeño morral en el lomo donde guardaba una muda de ropa por si acaso. Todos tenían mochilas enormes de apariencia pesada, ¿Qué sería lo que tanto estaban cargando?
Me mantuve en mi forma de lobo todo el camino, primero para no gastar energía en el cambio de forma, y segundo para contrarrestar el efecto de los elementos. Los dragones nos habían proporcionado alimentos abundantes y pieles de animales, entonces durante el trayecto me limité a comer y caminar con las pieles sobre mi lomo, que en realidad no hacían mucha diferencia a mi pelaje.
Todo el tiempo pensaba en nuestro objetivo final: los trolls de nieve. Era de público conocimiento que los trolls tenían aversión al fuego, entonces, ¿para que nos necesitaban los dragones? La respuesta era bastante obvia; carnada. Está bien, la mayoría de los participantes de la incursión no eran humanos, pero ninguno de nosotros lograría mucho más que entretenerlos un rato.
Había mantenido mi distancia del grupo, sin hablar con nadie (obviamente, seré un licántropo pero esto no es uno de esas fábulas para niños donde los animales hablan), y por más que todos asumían desde un principio mi naturaleza, algunos habían empezado a rumorear que solo era un perro al que su dueño lo había mandado para intentar ganar algo de dinero.
Mientras caminábamos por la nieve, siempre con mi nariz en alto en caso de captar el aroma de alguna amenaza, un ruido llamó mi atención e hizo que volteara hacia una de las integrantes de la partida; se trataba de una chica, no mucho más joven que yo, de cabello rojo enmarañado y con una capucha que iba descalza y no paraba de estornudar. Mis orejas me permitieron oír un murmullo. ¿Acaso estaba hablando consigo misma? Sea cual fuese el caso, no nos serviría tener un integrante enfermo. Los depredadores ubican y atacan a las manadas más débiles, las manadas con animales jóvenes, muy ancianos, u enfermos. Y claramente, no queríamos ser el objetivo de los trolls por emboscada.
Me sacudí tirando al suelo las pieles que tenía sobre mi lomo y las agarré entre mis fauces, arrastrándolas un trecho por la nieve hasta donde estaba la chica, y las dejé a sus pies antes de volver a mi posición de rastreador.
El rumor me llegó a través de un cliente algo habitual, un dragón casado y con familia que, yo sabía, quería deshacerse hace rato de mí, y claro no había mejor forma de hacerlo que yo me embarcara por mi propia cuenta en una misión suicida.
Tuve el recaudo de viajar al norte con unos cuantos días de antelación para darle tiempo a mi pelaje para adaptarse al nuevo clima (claro, siempre es incómodo andar largando pelo por ahí, pero si íbamos a ir a la nieve mejor estar bien preparado).
El día de partida llegó, y me dirigí al punto de encuentro acordado, bajo mi forma de lobo, únicamente con un pequeño morral en el lomo donde guardaba una muda de ropa por si acaso. Todos tenían mochilas enormes de apariencia pesada, ¿Qué sería lo que tanto estaban cargando?
Me mantuve en mi forma de lobo todo el camino, primero para no gastar energía en el cambio de forma, y segundo para contrarrestar el efecto de los elementos. Los dragones nos habían proporcionado alimentos abundantes y pieles de animales, entonces durante el trayecto me limité a comer y caminar con las pieles sobre mi lomo, que en realidad no hacían mucha diferencia a mi pelaje.
Todo el tiempo pensaba en nuestro objetivo final: los trolls de nieve. Era de público conocimiento que los trolls tenían aversión al fuego, entonces, ¿para que nos necesitaban los dragones? La respuesta era bastante obvia; carnada. Está bien, la mayoría de los participantes de la incursión no eran humanos, pero ninguno de nosotros lograría mucho más que entretenerlos un rato.
Había mantenido mi distancia del grupo, sin hablar con nadie (obviamente, seré un licántropo pero esto no es uno de esas fábulas para niños donde los animales hablan), y por más que todos asumían desde un principio mi naturaleza, algunos habían empezado a rumorear que solo era un perro al que su dueño lo había mandado para intentar ganar algo de dinero.
Mientras caminábamos por la nieve, siempre con mi nariz en alto en caso de captar el aroma de alguna amenaza, un ruido llamó mi atención e hizo que volteara hacia una de las integrantes de la partida; se trataba de una chica, no mucho más joven que yo, de cabello rojo enmarañado y con una capucha que iba descalza y no paraba de estornudar. Mis orejas me permitieron oír un murmullo. ¿Acaso estaba hablando consigo misma? Sea cual fuese el caso, no nos serviría tener un integrante enfermo. Los depredadores ubican y atacan a las manadas más débiles, las manadas con animales jóvenes, muy ancianos, u enfermos. Y claramente, no queríamos ser el objetivo de los trolls por emboscada.
Me sacudí tirando al suelo las pieles que tenía sobre mi lomo y las agarré entre mis fauces, arrastrándolas un trecho por la nieve hasta donde estaba la chica, y las dejé a sus pies antes de volver a mi posición de rastreador.
- Spoiler:
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Hadden Payne
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
Nuevamente Kosir se encuentra recorriendo el helado norte… y helado es un término bastante decente para la jodida penumbra en donde están ahora. Siente que se le congela todo a medida que camina, rogando a sus numerosos dioses que las ganas de orinar no se manifiesten.
Majarten… maldito frió “expulsa vapor por la boca”.
Bosque negro alcanza cotas bastante bajas en algunas épocas del año, pero nada como la región más alta del continente. Incluso las pieles que lleva encima no le dan el calor suficiente para estar cómodo.
Y eso no es todo, es un terreno accidentado que de tanto en tanto dificulta la respiración debido a su altura. Nada que envidiarle a uno de los nueve infiernos, el que se encuentra dominando por la emperatriz del dolor.
Indiferentemente, el muchacho pelirrojo saca fuerzas del objetivo final. Desde que escucho rumores sobre la partida en busca de trolls no se detuvo hasta encontrarles, nunca en su jodida vida ha visto uno pero siente la necesidad imperiosa de matar algún espécimen para probar su valía personal.
Luego de enfrentarse al demonio caballo algo en su interior se partió, en el buen sentido claro. Como si la barrera que lo mantenía relegado se hubiera desquebrajado en mil pedazos, matando su autocompasión infantil por haber sido exiliado.
Bosque negro tiene cosas formidables que ponen a prueba hasta a los más curtidos, pero el enorme mundo está lleno de criaturas y peligros que nadie en su tierra a combatido jamás. Vivir estas experiencias violentas para probarse a tomado una posición de gran importancia en su tribal mente, eres lo que matas.
Por eso recorre una bola de nieve medio inclinada, por eso soporta el frio y por eso decidió entrar en una cacería de trolls nada más percibió el miedo que despiertan tales criaturas en los exteriores.
Estos argumentos se repiten en su mente como un dogma, llenándole de calor interior. No piensa en nada mas hasta que reaparece la lagartija enorme, demostrando rápido que su búsqueda de suministros fue exitosa.
Es entonces cuando Kosir vuelve a darle un vistazo a los demás, lo cierto es que estuvo inmerso en su propia mente sin detallar demasiado a nadie gracias al clima, al menos luego de abandonar la caravana. Son personajes curiosos aunque todos los habitantes del enorme mundo lo son, algunos bestiales, un gigante desaliñado, otros oscos individuos variopintos entre los cuales se incluyen pechos firmes y por supuesto el elemento discordante, la chica joven.
Este último personaje le sorprendió un poco de buenas a primeras dados los preceptos de infancia que tienen en el exterior pero termino dejándolo pasar… por obvias razones. Además, algunos cachorros exteriores han demostrado tener madera de brumosos. Para el pelirrojo, toda persona que pueda asesinar a algo el triple de su tamaño ya ha superado la infancia.
Una cosa esta clara, van por buen camino, la aparición del cadáver mutilado revela que hay bichos grandes cerca. Es curioso pero la dantesca escena hace que Kosir sonría de forma maliciosa, el esfuerzo será premiado con combate a la final.
Darle algo de abrigo a la niña.
Termina por decir, sin prestarle mucha atención a que su estado con respecto al frio tampoco es muy propicio. Para bien o para mal Kosir es un brumoso y los brumosos sacan primero a relucir las debilidades terceras, completamente convencidos de que podrán tolerar sus propias dificultades. Eso sin mencionar que a pesar de detestar la debilidad, tienen en mucha estima la protección de los menores y el cuidado de los elementos vulnerables para que puedan alcanzar su optima fuerza en algún punto… una cultura como pocas sin duda.
Majarten… maldito frió “expulsa vapor por la boca”.
Bosque negro alcanza cotas bastante bajas en algunas épocas del año, pero nada como la región más alta del continente. Incluso las pieles que lleva encima no le dan el calor suficiente para estar cómodo.
Y eso no es todo, es un terreno accidentado que de tanto en tanto dificulta la respiración debido a su altura. Nada que envidiarle a uno de los nueve infiernos, el que se encuentra dominando por la emperatriz del dolor.
Indiferentemente, el muchacho pelirrojo saca fuerzas del objetivo final. Desde que escucho rumores sobre la partida en busca de trolls no se detuvo hasta encontrarles, nunca en su jodida vida ha visto uno pero siente la necesidad imperiosa de matar algún espécimen para probar su valía personal.
Luego de enfrentarse al demonio caballo algo en su interior se partió, en el buen sentido claro. Como si la barrera que lo mantenía relegado se hubiera desquebrajado en mil pedazos, matando su autocompasión infantil por haber sido exiliado.
Bosque negro tiene cosas formidables que ponen a prueba hasta a los más curtidos, pero el enorme mundo está lleno de criaturas y peligros que nadie en su tierra a combatido jamás. Vivir estas experiencias violentas para probarse a tomado una posición de gran importancia en su tribal mente, eres lo que matas.
Por eso recorre una bola de nieve medio inclinada, por eso soporta el frio y por eso decidió entrar en una cacería de trolls nada más percibió el miedo que despiertan tales criaturas en los exteriores.
Estos argumentos se repiten en su mente como un dogma, llenándole de calor interior. No piensa en nada mas hasta que reaparece la lagartija enorme, demostrando rápido que su búsqueda de suministros fue exitosa.
Es entonces cuando Kosir vuelve a darle un vistazo a los demás, lo cierto es que estuvo inmerso en su propia mente sin detallar demasiado a nadie gracias al clima, al menos luego de abandonar la caravana. Son personajes curiosos aunque todos los habitantes del enorme mundo lo son, algunos bestiales, un gigante desaliñado, otros oscos individuos variopintos entre los cuales se incluyen pechos firmes y por supuesto el elemento discordante, la chica joven.
Este último personaje le sorprendió un poco de buenas a primeras dados los preceptos de infancia que tienen en el exterior pero termino dejándolo pasar… por obvias razones. Además, algunos cachorros exteriores han demostrado tener madera de brumosos. Para el pelirrojo, toda persona que pueda asesinar a algo el triple de su tamaño ya ha superado la infancia.
Una cosa esta clara, van por buen camino, la aparición del cadáver mutilado revela que hay bichos grandes cerca. Es curioso pero la dantesca escena hace que Kosir sonría de forma maliciosa, el esfuerzo será premiado con combate a la final.
Darle algo de abrigo a la niña.
Termina por decir, sin prestarle mucha atención a que su estado con respecto al frio tampoco es muy propicio. Para bien o para mal Kosir es un brumoso y los brumosos sacan primero a relucir las debilidades terceras, completamente convencidos de que podrán tolerar sus propias dificultades. Eso sin mencionar que a pesar de detestar la debilidad, tienen en mucha estima la protección de los menores y el cuidado de los elementos vulnerables para que puedan alcanzar su optima fuerza en algún punto… una cultura como pocas sin duda.
Kosir
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
La lideresa Hur’tten dio el alto con levantando la mano de la lanza. Dio un vistazo a su alrededor. Los ojos de la dragona atravesaban la nieve y la niebla, veía igual de bien en una tormenta que en un día soleado. Golpeó dos veces con el extremo de la lanza en el suelo, indicándonos que preparásemos el campamento. Los integrantes menos inteligentes de la compañía, donde me incluía, obedecimos ciegamente. Nos desprendimos de nuestras mochilas en una sincronía que parecía enseñada y desplegamos nuestros sacos de dormir. Lagartija se colocó a mi lado, pegado a mí. Explicó que era una criatura de sangre fría y que el clima de la montaña comenzaba a afectarle en la salud. El contacto físico era lo único que le podía salvar de una muerte casi segura.
—Sin mariconadas — le dije encogiéndome de hombros.
—Se reservas a los trolls. Lo entiendo. Eso se llama amor.
Los más inteligentes fueron detrás de los dragones, custodiándolos de los posibles peligros. Éstos eran una pareja de elfos, dos hermanos, chico y chica. Abandonaron su antigua compañía durante una batalla que estaba decida en su contra. Eran unos supervivientes y también unos renegados. No podían regresar a su casa. Por las noches, les escuché rezar y disculparse por haber traicionado a su casa, especialmente la mujer. ¿Quién entendía a los elfos? Eran tan remilgados que pedían perdón por estar vivos.
Walfr se agachó al lado del cadáver de su compañero de fuego. Estaba cerca, a unos veinte pasos de distancia, era posible que menos, y aun así era incapaz de ver más allá de su silueta por la estúpida lluvia.
Algo salió mal. Fue el otro brujo de la compañía, un chico bajo de aspecto harapiento, quien se dio cuenta. Dio un tirón al saco y se levantó del suelo de un sobre salto. Su mano resplandecía una débil luz anaranjada, como la de un candil sumergido en un pantano.
La lideresa saltó transformándose en dragona en el aire. Los otros dos dragones siguieron su ejemplo. El brujo disparó inútilmente la luz de su mano a la dirección donde se fueron los dragones. La siguiente llama la tiró al suelo.
—¡Ayuda! ¡Ayuda! — era la voz del elfo.
Todos en la partida fuimos a socorrerle; algunos con más prisas que otros. Mi aversión por los elfos hizo que fuera de los últimos en llegar.
—¿Alguien tiene medicinas? — continuó el elfo —. Por favor, decidme que alguno de vosotros lleva una poción encima. Esa malnacida ha tacado a mi hermana, casi la mata.
La elfa tenía una fea herida en el vientre que terminaba en su espalda. Mera Hur’tten debió atravesar la barriga de la chica con la lanza. Aprovechó la distracción para largarse y dejarnos abandonados, a merced de los trolls. Lagartija escupió un gajo de veneno a la nieve.
—Yo tengo medicinas — dijo una mujer de cabellos níveos y aspecto misterioso. Ignoraba su raza. La mujer sacó una poción de su estuche y se la entregó al elfo. Éste la cogió con urgencia y la vertió, muy despacio, sobre los labios de su hermana —. Se recuperará.
—Qué Imbar ilumine las sendas que recorra, mi señora.
—Boston pregunta qué ha pasado — el último miembro era un hombre bruto, un humano retrasado como muchos los de su raza —. Boston estaba dormido cuando los dragones se fueron. Boston quiere saber quién dañó a amiga elfa.
—Los dragones lo hicieron, Boston — dijo el brujo —. Vi cómo lo hicieron. Revisad vuestras mochilas, todos. ¿Lo veis? Nieve y piedra. Solo hay nieve y piedra. Ni comida ni mantas. Nos lo han quitado todo. Lo siento señorita, pero tendrá que soportar el frío un rato más — reía —. Es curioso, allá dónde vengo me dedicaba a engañar a los tontos. A gente como… como vosotros — dijo mirando a especialmente a Boston y Lagartija —. Es salir de Verisar y caer el timo más viejo: la comida del troll. Los dragones nos han utilizado. O somos lo suficientemente fuertes para luchar contra los trolls o moriremos de frío — negó con la cabeza como si se obligase a olvidar lo que acababa de decir —. Me llaman Herr, controlo el fuego.
—¡Boston llamarse Boston! — contestó el retrasado feliz.
—Therindel y ella es mi hermana Odrirel — dijo el elfo sin apartar los ojos de su hermana.
—Mis amigos me sonosen somo Lagartija.
—Él no tienes amigos — me adelanté a responder al lagarto antes de que me tomase como un amigo —. Los míos, que sí son reales, me llaman Neph.
Hasta ahora no nos habíamos presentado en público, solamente individualmente, entre aquellos con quiénes teníamos mayor confianza. No nos importaba los nombres del otro ni quién era porque lo más seguro es que los viéramos morir en la montaña. Todo cambió cuando los dragones nos dejaron solos.
—Rebecca — la mujer misteriosa se hizo a un lado —. ¿Habéis oído eso? Son los trolls. Han captado el olor a sangre. Debemos irnos, ahora. ¿Podrás cargar con tu hermana?
—Lo haré, mi señora.
— Bien. Los trolls no son los únicos animales salvajes de la montaña — dijo acusando al lobo que nos acompañaba —. Estad preparados.
No debatí a Rebecca. Hablaba con propiedad y parecía saber lo que hacía. De alguna forma, sabía convertido en la nueva lideresa de la compañía. Los elfos la obedecerían porque le debían la vida, Bostón porque era retrasado y yo porque no tenía nada mejor que hacer. Era aceptar las órdenes de Rebecca o quedarme sentado, esperando a que los trolls me comiese o que el frío de la montaña me matase por congelación. El resto debió pensar como yo.
—Bajaremos la montaña al amanecer — continuó la nueva lideresa —. En Dundarak anoche pronto y no tomaremos el viaje de vuelta durante la noche; seriamos presa fácil. Nos cobijaremos al lado del cuerpo del dragón. Todavía está caliente. Herr, ¿puedes mantener una hoguera encendida? Esa chica necesita calor — se refería a la ciega.
La lideresa Rebecca, igual que Mera Hur’tten, contó con la ayuda de las personas más válidas para el trabajo en equipo. Lagartija y yo nos hicimos a un lado. Cansado de que el reptil fuera mi única, y pegajosa, compañía, me uní al muchacho adolescente.
—¿Quieres una manzana? — se la ofrecí con gusto —. Está congelada. He intentado morderla antes y por poco me saco los dientes. Puedes descongelarla en el fuego de Herr, pero se podrá comer. O, sino, siempre puedes tirársela al perro. Los animales comen de todo.
Lagartija me dio un puntapié. Le molestó que hiciera referencia al apetito de los animales. Al fin y al cabo, él era un animal.
—¿Sabes qué le pasa a esa? — una vez terminada la cortesía con el chico, me permití preguntar por lo que me interesaba —. No tiene ojos y a veces la he descubierto hablando con su sombra. Es absurdo, los dragones han organizado una compañía disfuncional para matar a los trolls. Te vi hablar con ella antes y pensé que podrías conocerla.
Offrol: os presento al grupo disfuncional
Boston, el humano retrasado. Lleva una hacha como arma.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Lagartija, la lagartija molesta. Un par de dagas impregnadas de veneno.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Therindel y Odrirel, los hermanos elfos renegados. Ambos con arco.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Herr, el mago de fuego estafador. Lleva una espada.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Y Rebecca, la mujer misteriosa de raza desconocida. Esconde su arma bajo del abrigo, no podemos verla [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
—Sin mariconadas — le dije encogiéndome de hombros.
—Se reservas a los trolls. Lo entiendo. Eso se llama amor.
Los más inteligentes fueron detrás de los dragones, custodiándolos de los posibles peligros. Éstos eran una pareja de elfos, dos hermanos, chico y chica. Abandonaron su antigua compañía durante una batalla que estaba decida en su contra. Eran unos supervivientes y también unos renegados. No podían regresar a su casa. Por las noches, les escuché rezar y disculparse por haber traicionado a su casa, especialmente la mujer. ¿Quién entendía a los elfos? Eran tan remilgados que pedían perdón por estar vivos.
Walfr se agachó al lado del cadáver de su compañero de fuego. Estaba cerca, a unos veinte pasos de distancia, era posible que menos, y aun así era incapaz de ver más allá de su silueta por la estúpida lluvia.
Algo salió mal. Fue el otro brujo de la compañía, un chico bajo de aspecto harapiento, quien se dio cuenta. Dio un tirón al saco y se levantó del suelo de un sobre salto. Su mano resplandecía una débil luz anaranjada, como la de un candil sumergido en un pantano.
La lideresa saltó transformándose en dragona en el aire. Los otros dos dragones siguieron su ejemplo. El brujo disparó inútilmente la luz de su mano a la dirección donde se fueron los dragones. La siguiente llama la tiró al suelo.
—¡Ayuda! ¡Ayuda! — era la voz del elfo.
Todos en la partida fuimos a socorrerle; algunos con más prisas que otros. Mi aversión por los elfos hizo que fuera de los últimos en llegar.
—¿Alguien tiene medicinas? — continuó el elfo —. Por favor, decidme que alguno de vosotros lleva una poción encima. Esa malnacida ha tacado a mi hermana, casi la mata.
La elfa tenía una fea herida en el vientre que terminaba en su espalda. Mera Hur’tten debió atravesar la barriga de la chica con la lanza. Aprovechó la distracción para largarse y dejarnos abandonados, a merced de los trolls. Lagartija escupió un gajo de veneno a la nieve.
—Yo tengo medicinas — dijo una mujer de cabellos níveos y aspecto misterioso. Ignoraba su raza. La mujer sacó una poción de su estuche y se la entregó al elfo. Éste la cogió con urgencia y la vertió, muy despacio, sobre los labios de su hermana —. Se recuperará.
—Qué Imbar ilumine las sendas que recorra, mi señora.
—Boston pregunta qué ha pasado — el último miembro era un hombre bruto, un humano retrasado como muchos los de su raza —. Boston estaba dormido cuando los dragones se fueron. Boston quiere saber quién dañó a amiga elfa.
—Los dragones lo hicieron, Boston — dijo el brujo —. Vi cómo lo hicieron. Revisad vuestras mochilas, todos. ¿Lo veis? Nieve y piedra. Solo hay nieve y piedra. Ni comida ni mantas. Nos lo han quitado todo. Lo siento señorita, pero tendrá que soportar el frío un rato más — reía —. Es curioso, allá dónde vengo me dedicaba a engañar a los tontos. A gente como… como vosotros — dijo mirando a especialmente a Boston y Lagartija —. Es salir de Verisar y caer el timo más viejo: la comida del troll. Los dragones nos han utilizado. O somos lo suficientemente fuertes para luchar contra los trolls o moriremos de frío — negó con la cabeza como si se obligase a olvidar lo que acababa de decir —. Me llaman Herr, controlo el fuego.
—¡Boston llamarse Boston! — contestó el retrasado feliz.
—Therindel y ella es mi hermana Odrirel — dijo el elfo sin apartar los ojos de su hermana.
—Mis amigos me sonosen somo Lagartija.
—Él no tienes amigos — me adelanté a responder al lagarto antes de que me tomase como un amigo —. Los míos, que sí son reales, me llaman Neph.
Hasta ahora no nos habíamos presentado en público, solamente individualmente, entre aquellos con quiénes teníamos mayor confianza. No nos importaba los nombres del otro ni quién era porque lo más seguro es que los viéramos morir en la montaña. Todo cambió cuando los dragones nos dejaron solos.
—Rebecca — la mujer misteriosa se hizo a un lado —. ¿Habéis oído eso? Son los trolls. Han captado el olor a sangre. Debemos irnos, ahora. ¿Podrás cargar con tu hermana?
—Lo haré, mi señora.
— Bien. Los trolls no son los únicos animales salvajes de la montaña — dijo acusando al lobo que nos acompañaba —. Estad preparados.
No debatí a Rebecca. Hablaba con propiedad y parecía saber lo que hacía. De alguna forma, sabía convertido en la nueva lideresa de la compañía. Los elfos la obedecerían porque le debían la vida, Bostón porque era retrasado y yo porque no tenía nada mejor que hacer. Era aceptar las órdenes de Rebecca o quedarme sentado, esperando a que los trolls me comiese o que el frío de la montaña me matase por congelación. El resto debió pensar como yo.
—Bajaremos la montaña al amanecer — continuó la nueva lideresa —. En Dundarak anoche pronto y no tomaremos el viaje de vuelta durante la noche; seriamos presa fácil. Nos cobijaremos al lado del cuerpo del dragón. Todavía está caliente. Herr, ¿puedes mantener una hoguera encendida? Esa chica necesita calor — se refería a la ciega.
La lideresa Rebecca, igual que Mera Hur’tten, contó con la ayuda de las personas más válidas para el trabajo en equipo. Lagartija y yo nos hicimos a un lado. Cansado de que el reptil fuera mi única, y pegajosa, compañía, me uní al muchacho adolescente.
—¿Quieres una manzana? — se la ofrecí con gusto —. Está congelada. He intentado morderla antes y por poco me saco los dientes. Puedes descongelarla en el fuego de Herr, pero se podrá comer. O, sino, siempre puedes tirársela al perro. Los animales comen de todo.
Lagartija me dio un puntapié. Le molestó que hiciera referencia al apetito de los animales. Al fin y al cabo, él era un animal.
—¿Sabes qué le pasa a esa? — una vez terminada la cortesía con el chico, me permití preguntar por lo que me interesaba —. No tiene ojos y a veces la he descubierto hablando con su sombra. Es absurdo, los dragones han organizado una compañía disfuncional para matar a los trolls. Te vi hablar con ella antes y pensé que podrías conocerla.
Offrol: os presento al grupo disfuncional
Boston, el humano retrasado. Lleva una hacha como arma.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Lagartija, la lagartija molesta. Un par de dagas impregnadas de veneno.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Therindel y Odrirel, los hermanos elfos renegados. Ambos con arco.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Herr, el mago de fuego estafador. Lleva una espada.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Y Rebecca, la mujer misteriosa de raza desconocida. Esconde su arma bajo del abrigo, no podemos verla [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Gerrit Nephgerd
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
~ Achus~
Recibí aquellas pieles sin decir mucho. La humedad me mostraba a un perro claramente, pero no era uno cualquiera, eso seguro, de lo contrario como habría sabido que estaba con frio, los animales comunes no razonan acciones nuestras o no conocía ninguno que lo hiciera. Las levante del suelo antes de que se humedecieran también
- Gracias. - exhale un suspiro no era un animal común pero si era muy amable, no pude evitar acariciarlo entre las orejas hacia el hocico de buena fe antes de que se fuera, su pelaje era suave, quizas mas que el de las pieles que me dejo, que tanta lastima podía estar dando al grupo con mis estornudos... "Podría cubrirme los pies con e---"
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando la marcha del grupo se pauso y el silencio reino de manera abrumadora en el lugar. No sabía que esperábamos, pero estos mensajes entre ellos -personas que no es capaz de hablar para comunicarse- eran un problema a veces.
Todos empezaron a moverse repentinamente al unísono, yo haría lo mismo ya que no parecían seguir avanzando. Baje la mochila de mis hombros y me acomode en el suelo, esta no era de gran tamaño ni de gran peso pero nadie objeto nada respecto a mi carga lógicamente porque era mujer además de pequeña. Esa falsa caballerosidad no me molestaba en absoluto.
Deje de prestar atención a los demás, si no avanzaban no eran mi problema.
Mis dedos no respondían correctamente y dolían en cada movimiento. Envolví mis pies con las pieles y con un cordel que traía sujete las tiras a mis piernas. Aun se me congelaba todo, pero serviría de algo a la larga.
- Espero aguantar con esto--- - dije para mí misma al terminar de enroscar el nudo, no le tenía mucha fe a mi calzado casero e improvisado pero no tenía otras opciones.
Ahora un grito desesperado interrumpía mis pensamientos, seguí a la manada cuando todos salieron a socorrer, no planeaba quedar sola bajo ninguna circunstancia.
"Demonios!!!!! Me están cargando?!?!?!?!" El pánico broto en mi pecho congelado que ya temblaba por la helada mientras escuchaba las nuevas malas que devenían. Odiaba profundamente los giros sorpresivos de la vida, rara vez le hacía caso a mis instintos y siempre me ocurrían estas cosas, "El humano es el único animal que tropieza con la misma piedra 3 veces" Seria mi quincuagésima vez si me pusiera a contar todas las ocasiones en las que confié en extraños o en trabajos tan sospechosos como este "sabía que algo no olía bien y no necesitaba de un súper olfato para notarlo, nooo... diablos!" esto era un problema "idiota! idiota!" tenía miedo.
"Ja ja... suportar el frió? se supone que sea un chiste??? En una situación así???" no quería sonar histérica por ello no le respondí nada. "NO podemos avanzar... no podemos volver... criaturas más grandes? Más cosas como esa que mato al dragón?" la ansiedad parecía apoderarse de mi "no soy precisamente fuerte, y moriré de frió antes que aparezca alguna de esas criaturas! No volveré a ver a Rei!"
~ Deeeeeebeeeeriaaaasssss caaaaaalmmmmmaaaaarrrteeeeeeeeeeeeee~
- Me calmare si quiero! - exclame en vos baja cerrando sintiendo el suplicio en los puños.
La mujer de nombre Rebeca parecía alguien muy centrada y decidida, algo admirable realmente, y transmitía fuerza y liderazgo en sus palabras, como yo no la seguiría? Personas como ella parecían ser de las que no dejarían morir a nadie sin razón alguna, era inspiradora.
El calor del fuego secaba todo a su alrededor y en aquel sitio no podía distinguir tan bien los contornos y aristas existenciales, era más difícil moverse en sitios así sin poder usar mi magia y más ahora con los pies tapados.
"Mejor me quedare quieta..."
- Señorita, acérquese al fuego si no quiere congelarse - escuche cuando esa voz familiar me habló, el que se refirió así mismo como Herr, pero desconocía si se trataba de mi a quien llamaba, aun asi esa persona proseguía - Pequeña... niña... ciega? - empezó a reír ante sus palabras y no pude evitar sentirme ofendida y fruncir los labios mordiendo el inferior; me arrime a la fuente calórica, el epicentro de desconocimiento frente a mí, en dirección donde aquella voz burlona, indudablemente me llamaba.
- Mérida. Así me llamo - refunfuñe poniéndome en cuclillas frente a las llamas y acercando mis manos al calor, tanteando despacio para no quemarme; sabia quién era el dueño de la voz, había escuchado las presentaciones.
- Disculpa, no quería ofenderte pero no puedes negar que te sentiste aludida con mis palabras. - tenia razón.
- Aun así es bastante descortés.
- Ya me disculpe.... no lo haré de nuevo. - me hablaba como si se comunicara con una niña pequeña, algo bastante común.
- Jum... - gire el rostro en gesto de desaprecio. Era la primera vez que conocía a otro mago. Y este fuego artificial era sorprendente. No me creía capaz de manipular la naturaleza elemental de mi magia de esa manera.
______________________Recibí aquellas pieles sin decir mucho. La humedad me mostraba a un perro claramente, pero no era uno cualquiera, eso seguro, de lo contrario como habría sabido que estaba con frio, los animales comunes no razonan acciones nuestras o no conocía ninguno que lo hiciera. Las levante del suelo antes de que se humedecieran también
- Gracias. - exhale un suspiro no era un animal común pero si era muy amable, no pude evitar acariciarlo entre las orejas hacia el hocico de buena fe antes de que se fuera, su pelaje era suave, quizas mas que el de las pieles que me dejo, que tanta lastima podía estar dando al grupo con mis estornudos... "Podría cubrirme los pies con e---"
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando la marcha del grupo se pauso y el silencio reino de manera abrumadora en el lugar. No sabía que esperábamos, pero estos mensajes entre ellos -personas que no es capaz de hablar para comunicarse- eran un problema a veces.
Todos empezaron a moverse repentinamente al unísono, yo haría lo mismo ya que no parecían seguir avanzando. Baje la mochila de mis hombros y me acomode en el suelo, esta no era de gran tamaño ni de gran peso pero nadie objeto nada respecto a mi carga lógicamente porque era mujer además de pequeña. Esa falsa caballerosidad no me molestaba en absoluto.
Deje de prestar atención a los demás, si no avanzaban no eran mi problema.
Mis dedos no respondían correctamente y dolían en cada movimiento. Envolví mis pies con las pieles y con un cordel que traía sujete las tiras a mis piernas. Aun se me congelaba todo, pero serviría de algo a la larga.
- Espero aguantar con esto--- - dije para mí misma al terminar de enroscar el nudo, no le tenía mucha fe a mi calzado casero e improvisado pero no tenía otras opciones.
Ahora un grito desesperado interrumpía mis pensamientos, seguí a la manada cuando todos salieron a socorrer, no planeaba quedar sola bajo ninguna circunstancia.
"Demonios!!!!! Me están cargando?!?!?!?!" El pánico broto en mi pecho congelado que ya temblaba por la helada mientras escuchaba las nuevas malas que devenían. Odiaba profundamente los giros sorpresivos de la vida, rara vez le hacía caso a mis instintos y siempre me ocurrían estas cosas, "El humano es el único animal que tropieza con la misma piedra 3 veces" Seria mi quincuagésima vez si me pusiera a contar todas las ocasiones en las que confié en extraños o en trabajos tan sospechosos como este "sabía que algo no olía bien y no necesitaba de un súper olfato para notarlo, nooo... diablos!" esto era un problema "idiota! idiota!" tenía miedo.
"Ja ja... suportar el frió? se supone que sea un chiste??? En una situación así???" no quería sonar histérica por ello no le respondí nada. "NO podemos avanzar... no podemos volver... criaturas más grandes? Más cosas como esa que mato al dragón?" la ansiedad parecía apoderarse de mi "no soy precisamente fuerte, y moriré de frió antes que aparezca alguna de esas criaturas! No volveré a ver a Rei!"
~ Deeeeeebeeeeriaaaasssss caaaaaalmmmmmaaaaarrrteeeeeeeeeeeeee~
- Me calmare si quiero! - exclame en vos baja cerrando sintiendo el suplicio en los puños.
La mujer de nombre Rebeca parecía alguien muy centrada y decidida, algo admirable realmente, y transmitía fuerza y liderazgo en sus palabras, como yo no la seguiría? Personas como ella parecían ser de las que no dejarían morir a nadie sin razón alguna, era inspiradora.
El calor del fuego secaba todo a su alrededor y en aquel sitio no podía distinguir tan bien los contornos y aristas existenciales, era más difícil moverse en sitios así sin poder usar mi magia y más ahora con los pies tapados.
"Mejor me quedare quieta..."
- Señorita, acérquese al fuego si no quiere congelarse - escuche cuando esa voz familiar me habló, el que se refirió así mismo como Herr, pero desconocía si se trataba de mi a quien llamaba, aun asi esa persona proseguía - Pequeña... niña... ciega? - empezó a reír ante sus palabras y no pude evitar sentirme ofendida y fruncir los labios mordiendo el inferior; me arrime a la fuente calórica, el epicentro de desconocimiento frente a mí, en dirección donde aquella voz burlona, indudablemente me llamaba.
- Mérida. Así me llamo - refunfuñe poniéndome en cuclillas frente a las llamas y acercando mis manos al calor, tanteando despacio para no quemarme; sabia quién era el dueño de la voz, había escuchado las presentaciones.
- Disculpa, no quería ofenderte pero no puedes negar que te sentiste aludida con mis palabras. - tenia razón.
- Aun así es bastante descortés.
- Ya me disculpe.... no lo haré de nuevo. - me hablaba como si se comunicara con una niña pequeña, algo bastante común.
- Jum... - gire el rostro en gesto de desaprecio. Era la primera vez que conocía a otro mago. Y este fuego artificial era sorprendente. No me creía capaz de manipular la naturaleza elemental de mi magia de esa manera.
OFF
Disculpen la tardanza. me cuesta responder los fines de semana. Manipule a Herr un poquito... si no se podía me avisan.
Merida DunBroch
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
Sentí los fríos dedos de la chica surcar mi pelaje, pero al ser una mujer (o bueno, una chica) ciega no me molestó en absoluto, y seguí camino como si nada hubiese pasado. En un momento dado, la líder del grupo indicó que nos detuviéramos para armar el campamento y descansar antes de seguir con nuestro objetivo. Sin embargo, hubo algo instintivo que me llevó a hacer unos cuantos metros en otra dirección, por más que no pudiese ver el campamento seguía sintiendo el fuerte aroma de todos los integrantes del grupo. Pronto sentí un cosquilleo bajo la nieve, y con un salto hundí la mitad de mi cuerpo en ella, resurgiendo con una liebre entre las fauces.
Prácticamente había regresado cuando noté un importante agitamiento de la gente, que corría de un lado a otro. Pronto entendí, por lo que todos decían, que habíamos sido traicionados y había una persona herida de forma grave. Estaría mintiendo si digo que me sorprendió, pues desde un principio todo me había parecido demasiado bueno para ser verdad, y generalmente cuando eso pasa, significaba que uno estaba frente a una trampa a prueba de tontos, y todos habíamos caído.
Todos se presentaron y acto seguido una mujer se apuró a tomar control de la situación, de forma correcta a decir verdad, pero debo admitir que me causaba algunas sospechas, parecía preparada para lidiar con las nuevas circunstancias, tal vez demasiado.
Como si fuera poco, su comentario de "animales salvajes" haciendo claramente alusión a mí terminó por desencadenar mi desconfianza, y se ganó un gruñido por más que, con una liebre entre los dientes, pareciera en toda categoría un animal salvaje. No había ningún motivo para que me comparase a los trolls u otros animales de la montaña, ya que muchos son de alejarse cuando captan el aroma de un lobo, y mi olfato hasta ahora había contribuido a la seguridad del grupo.
Pronto todos siguieron sus órdenes y se sentaron junto al fuego. Tal vez esperar a mañana si era la mejor opción. Fui hasta la fogata donde todos estaban reunidos, y pasé a mi forma humana mientras me sentaba, en parte por el cansancio que cambiar me provocaba y en parte para comenzar a despellejar el conejo para asarlo. Tenía puestos pantalones y botas de cuero, así como un abrigo de cuero de cordero con el pelaje de lo que alguna vez había sido el animal hacia dentro, por lo que estaba bien abrigado. No iba a ir a las montañas sin ropa adecuada.
Con la mano agarré un poco de nieve que se había derretido cerca del fuego y la usé para limpiar la sangre alrededor de mi boca, lo suficientemente cerca como para escuchar hablar a un hombre rubio de aspecto tosco que estaba sentado junto a un hombre-bestia y un joven -Tienes razón.. Los animales comen de todo. Por eso yo tengo un lindo conejo para asar y tú una fruta congelada, ¿cierto?- la verdad me preocupaba un poco que el grupo sospechara que yo había tenido algo que ver con lo que había pasado por no estar presente en el momento del incidente, pero tampoco podía gastarme en estar dando explicaciones.
Terminé con la liebre y la puse en un palo que clavé cerca de la hoguera, sería cuestión de minutos para que estuviera lista -Esto es para la chica herida y los niños - dije mirando al resto con cara de pocos amigos, evidentemente la elfa, así como el niño y la chica ciega lo necesitaban más - Calculo que todos los demás tienen la capacidad de estar un par de horas sin comer, en especial con los banquetes que se han dado estos últimos días.
Era cierto, muchas de las personas de la expedición, en especial los hombres adultos, se habían abusado de todos los alimentos que los dragones proveían, lo que únicamente terminaría por hacerlos más lentos y pesados y.. Confiados. Cuanto más lo pensaba uno, más sentido tenía todo lo que había pasado.
Prácticamente había regresado cuando noté un importante agitamiento de la gente, que corría de un lado a otro. Pronto entendí, por lo que todos decían, que habíamos sido traicionados y había una persona herida de forma grave. Estaría mintiendo si digo que me sorprendió, pues desde un principio todo me había parecido demasiado bueno para ser verdad, y generalmente cuando eso pasa, significaba que uno estaba frente a una trampa a prueba de tontos, y todos habíamos caído.
Todos se presentaron y acto seguido una mujer se apuró a tomar control de la situación, de forma correcta a decir verdad, pero debo admitir que me causaba algunas sospechas, parecía preparada para lidiar con las nuevas circunstancias, tal vez demasiado.
Como si fuera poco, su comentario de "animales salvajes" haciendo claramente alusión a mí terminó por desencadenar mi desconfianza, y se ganó un gruñido por más que, con una liebre entre los dientes, pareciera en toda categoría un animal salvaje. No había ningún motivo para que me comparase a los trolls u otros animales de la montaña, ya que muchos son de alejarse cuando captan el aroma de un lobo, y mi olfato hasta ahora había contribuido a la seguridad del grupo.
Pronto todos siguieron sus órdenes y se sentaron junto al fuego. Tal vez esperar a mañana si era la mejor opción. Fui hasta la fogata donde todos estaban reunidos, y pasé a mi forma humana mientras me sentaba, en parte por el cansancio que cambiar me provocaba y en parte para comenzar a despellejar el conejo para asarlo. Tenía puestos pantalones y botas de cuero, así como un abrigo de cuero de cordero con el pelaje de lo que alguna vez había sido el animal hacia dentro, por lo que estaba bien abrigado. No iba a ir a las montañas sin ropa adecuada.
Con la mano agarré un poco de nieve que se había derretido cerca del fuego y la usé para limpiar la sangre alrededor de mi boca, lo suficientemente cerca como para escuchar hablar a un hombre rubio de aspecto tosco que estaba sentado junto a un hombre-bestia y un joven -Tienes razón.. Los animales comen de todo. Por eso yo tengo un lindo conejo para asar y tú una fruta congelada, ¿cierto?- la verdad me preocupaba un poco que el grupo sospechara que yo había tenido algo que ver con lo que había pasado por no estar presente en el momento del incidente, pero tampoco podía gastarme en estar dando explicaciones.
Terminé con la liebre y la puse en un palo que clavé cerca de la hoguera, sería cuestión de minutos para que estuviera lista -Esto es para la chica herida y los niños - dije mirando al resto con cara de pocos amigos, evidentemente la elfa, así como el niño y la chica ciega lo necesitaban más - Calculo que todos los demás tienen la capacidad de estar un par de horas sin comer, en especial con los banquetes que se han dado estos últimos días.
Era cierto, muchas de las personas de la expedición, en especial los hombres adultos, se habían abusado de todos los alimentos que los dragones proveían, lo que únicamente terminaría por hacerlos más lentos y pesados y.. Confiados. Cuanto más lo pensaba uno, más sentido tenía todo lo que había pasado.
Última edición por Hadden Payne el Mar Mar 31, 2020 4:40 pm, editado 1 vez
Hadden Payne
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
No es sino hasta algo entrado el momento del descanso cuando todo enloquece, en el peor sentido posible. A resumidas cuentas los bichos voladores les traicionan y de qué manera, los dejan prácticamente en pelotas.
Haciendo gala de su extraña capacidad para transformarse, sus integrantes dragones salen volando con todas las reservas encima… los deshonorables exteriores tienen unas formas bastante únicas de insultar a los dioses sin duda.
Krapen… comienzo a odiar a esos seres.
No puede evitar mascullar molesto, en este momento extraña la falta de otras especies humanoides que había en bosque negro. Combatir otras personas tiene sus pros y contras pero casi siempre todo se puede llevar a un tablero justo, con bestiales eso no aplica.
Sea como sea, el daño está hecho. No tienen suministros, la moral esta baja y por los gritos que se escuchan tienen a un herido de por medio también. Es justo decir que todos son atraídos al elemento en problemas como las abejas a la miel.
Llegan rápido y afortunadamente hay salvación para la dagenle, esta vez gracias a la intervención de otra mujer. El chico brumoso no tarda en reconocer cualidades de mando en esta última gracias a su experiencia guerrera personal.
La dagenle vivirá para contarlo aunque sus problemas están lejos de terminar. Se encuentran en medio de un territorio hostil y sin recursos encima, a todas luces les esperan horas de supervivencia rodeados por el gélido entorno del norte.
Viene entonces una presentación general, una más formal y pertinente que la realizada cuando se conformó la partida. Es allí cuando el pelirrojo observa bien a cada uno de los integrantes, poniéndoles nombres en concordancia.
Kosir, mi nombre es Kosir.
Es la propia Rebecca quien elabora un plan, su estrategia es viable o al menos eso le parece al pequeño salvaje. Mentalmente entiende que todos los planes giraran en torno a la mujer, se ha convertido en la nueva líder del grupo.
Claro que de momento pasaran a tratar de sobrevivir la noche con lo que tienen, es peligroso viajar con tan poca visibilidad o eso dicen los exteriores. La gente de afuera suele ser demasiado precavida para su propio bien pero en esta oportunidad el antiguo habitante de bosque negro concuerda con su razonamiento.
Se forma una fogata, usando los despojos calientes del personaje muerto vale destacar... es una forma curiosa de sacarle provecho al entorno. Indiferentemente, bien jugado por parte de la cabeza al mando.
Es entonces cuando a Kosir se le acerca un sujeto, uno de los toscos. Le recuerda en cierto modo a sus antiguos compañeros de clan, debate ese puesto con el exterior de pocas luces que tiene problemas para hablar bien.
Nes “saca una tira de carne en conserva de su mochila” toma, por tu amrecor.
Acepta la manzana aunque da algo a cambio claro, como buen brumoso. Es cultural eso de dar algo equivalente en bosque negro cuando se reciben cosas, esto es más imperativo si los personajes en cuestión no se conocen bien.
La forma despectiva con la que se refiere del otro personaje joven intriga bastante a Kosir, para bien o para mal no observo la transformación del sujeto y… bueno, digamos que no tiene constancia de que hay personas que se pueden transformar en perros.
No tarda en escucharse una réplica por parte del afectado, defendiendo su lugar en el mundo por decirlo de alguna forma. Lo cierto es que tal muestra de coraje hace que el chico tribal sonría de manera agraciada.
Alza su puño cuando entiende que será invitado al banquete del conejo, una forma de agradecer. Le cae bien el sujeto, su estilo de velar por los más vulnerables de manera táctica es bastante brumoso… aunque esté completamente equivocado acerca de Kosir pero no hay que ser quisquillosos.
No la conozco “vuelve a centrarse en Neph” pero es claro que los dioses no le tienen mucha estima.
Palabras expresadas por la interrogante sobre el elemento ciego de la partida, la chica. Kosir habla desde su lógica salvaje y es que los brumosos no toleran tales formas de debilidad… una criatura ciega habría sido abandonada poco después de su nacimiento y alguien que habla solo linchado luego de una evaluación fallida con el chamán.
Considerando lo que hicieron esos kaclas, no armaron la partida con intenciones de que fuera eficiente en combate.
Se pueden notar sus puños apretados, más que ser engañado odia ver como se utiliza a elementos tan débiles de forma rastrera. Si bien todos los demás parecen tener la capacidad de soportar más de un golpe, la chica ciega es una clara excepción.
Haciendo gala de su extraña capacidad para transformarse, sus integrantes dragones salen volando con todas las reservas encima… los deshonorables exteriores tienen unas formas bastante únicas de insultar a los dioses sin duda.
Krapen… comienzo a odiar a esos seres.
No puede evitar mascullar molesto, en este momento extraña la falta de otras especies humanoides que había en bosque negro. Combatir otras personas tiene sus pros y contras pero casi siempre todo se puede llevar a un tablero justo, con bestiales eso no aplica.
Sea como sea, el daño está hecho. No tienen suministros, la moral esta baja y por los gritos que se escuchan tienen a un herido de por medio también. Es justo decir que todos son atraídos al elemento en problemas como las abejas a la miel.
Llegan rápido y afortunadamente hay salvación para la dagenle, esta vez gracias a la intervención de otra mujer. El chico brumoso no tarda en reconocer cualidades de mando en esta última gracias a su experiencia guerrera personal.
La dagenle vivirá para contarlo aunque sus problemas están lejos de terminar. Se encuentran en medio de un territorio hostil y sin recursos encima, a todas luces les esperan horas de supervivencia rodeados por el gélido entorno del norte.
Viene entonces una presentación general, una más formal y pertinente que la realizada cuando se conformó la partida. Es allí cuando el pelirrojo observa bien a cada uno de los integrantes, poniéndoles nombres en concordancia.
Kosir, mi nombre es Kosir.
Es la propia Rebecca quien elabora un plan, su estrategia es viable o al menos eso le parece al pequeño salvaje. Mentalmente entiende que todos los planes giraran en torno a la mujer, se ha convertido en la nueva líder del grupo.
Claro que de momento pasaran a tratar de sobrevivir la noche con lo que tienen, es peligroso viajar con tan poca visibilidad o eso dicen los exteriores. La gente de afuera suele ser demasiado precavida para su propio bien pero en esta oportunidad el antiguo habitante de bosque negro concuerda con su razonamiento.
Se forma una fogata, usando los despojos calientes del personaje muerto vale destacar... es una forma curiosa de sacarle provecho al entorno. Indiferentemente, bien jugado por parte de la cabeza al mando.
Es entonces cuando a Kosir se le acerca un sujeto, uno de los toscos. Le recuerda en cierto modo a sus antiguos compañeros de clan, debate ese puesto con el exterior de pocas luces que tiene problemas para hablar bien.
Nes “saca una tira de carne en conserva de su mochila” toma, por tu amrecor.
Acepta la manzana aunque da algo a cambio claro, como buen brumoso. Es cultural eso de dar algo equivalente en bosque negro cuando se reciben cosas, esto es más imperativo si los personajes en cuestión no se conocen bien.
La forma despectiva con la que se refiere del otro personaje joven intriga bastante a Kosir, para bien o para mal no observo la transformación del sujeto y… bueno, digamos que no tiene constancia de que hay personas que se pueden transformar en perros.
No tarda en escucharse una réplica por parte del afectado, defendiendo su lugar en el mundo por decirlo de alguna forma. Lo cierto es que tal muestra de coraje hace que el chico tribal sonría de manera agraciada.
Alza su puño cuando entiende que será invitado al banquete del conejo, una forma de agradecer. Le cae bien el sujeto, su estilo de velar por los más vulnerables de manera táctica es bastante brumoso… aunque esté completamente equivocado acerca de Kosir pero no hay que ser quisquillosos.
No la conozco “vuelve a centrarse en Neph” pero es claro que los dioses no le tienen mucha estima.
Palabras expresadas por la interrogante sobre el elemento ciego de la partida, la chica. Kosir habla desde su lógica salvaje y es que los brumosos no toleran tales formas de debilidad… una criatura ciega habría sido abandonada poco después de su nacimiento y alguien que habla solo linchado luego de una evaluación fallida con el chamán.
Considerando lo que hicieron esos kaclas, no armaron la partida con intenciones de que fuera eficiente en combate.
Se pueden notar sus puños apretados, más que ser engañado odia ver como se utiliza a elementos tan débiles de forma rastrera. Si bien todos los demás parecen tener la capacidad de soportar más de un golpe, la chica ciega es una clara excepción.
Kosir
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
La cabeza de Lagartija se movía con la velocidad de una flecha observando a cada integrante de la conversación. Lucía una flamante sonrisa que le llegaba a oreja a oreja. Sus ojos resplandecían con una luz celeste y, de vez en cuando, se frotaba las manos como si estuviera a punto de ponerse a aplaudir. El lobo, Kosir y yo éramos lo más parecido a unos amigos que el reptil había hecho a lo largo de su vida. Es tu fiesta de cumpleaños, date el gusto. Pensé haciendo acopio de ignorar los ojos celestes clavados en mi nuca. No lo lograba. Perdí el hilo de la conversación mientras el lobo habla. Al recuperarlo, contaba algo acerca de banquetes que no pude llegar a comprender.
—He somido muzo, muso y muso más. Hasía años que no somía tan bien — Lagartija se desabrochó los primeros botones del peto y se subió la camisa, mostrando un vientre flaco, hueso —. Nadie me había invitado nunsa a una rasión de somida. El pan estaba risísimo, ¿a qué sí? No tuse que mojarlo en el agua para ablandarlo. ¡Riquísimo! ¿Y qué me decís del queso? Freso, freso.
Levanté la mano en un gesto de desagrado, ayudándome de la mímica para ignorar a Lagartija. Sus aventuras con los panes eran irrelevantes en comparación con lo que sabíamos los unos de los otros. Kosir dijo que no conocía a la ciega, pese haber intercambiado un par de frases con ella. Lo mismo podría decir de mí. Por lo que a él respecta, yo sería ese brujo afable que le había ofrecido una manzana. El lobo, el simpático y amable licántropo que cocinó un conejo para las mujeres y para él. Herr y Boston los hombres más trabajadores del grupo, en un momento montaron el puesto de avanzadilla siguiendo las instrucciones de Rebecca. Y a Therindel lo recordaría por ser el primero en morir por los trolls.
Lagartija, el lobo, Kosir y yo no lo vimos venir. Estábamos ocupados en la hoguera, reservando las fuerzas para asumir la primera guardia, manteniendo el fuego encendido, calentando una comida provisional…. Cualquiera excusa sería válida con tal de no reconocer que estábamos holgazaneando. Herr usaba sus dones telequinéticos, levantó una cueva de roca maciza dándole la forma de una cúpula. La chica ciega estaba con él, quizás ayudándole o dándole conversación. Herr enciendo una segunda fogata en el interior de la cueva artificial y la alimentó con los huesos del cadáver de fuego, consejo de la misteriosa Rebecca. Dijo que proporcionaría el calor necesario para sanar Odriel. Rebecca se encontraba en el interior de la cúpula, con Odriel, cuidando que el frío no entrase en su cuerpo. Bostón escarbaba en la nieve como un cerdo busca trufas; sacaba los troncos y ramas secas que encontraba. Odriel, al lado del humano retardado, se encargaba de recoger las ramas y llevarlas cerca de las fogatas. Hacía repetidos viajes, de la cúpula de Herr, iba al lado del humano pasando por el lugar de los holgazanes come manzanas congeladas y conejos asados. En uno de esos viajes se encontró con el troll.
La criatura acechaba desde el interior de la nieve. Esperaba a que alguien pasase encima de él. El desafortunado fue Therindel. La criatura de la nieve agarró de la pierna al elfo y lo zarandeó en el aire. Todos nos giramos al escuchar el grito de guerra del troll y el auxilio del elfo. En el momento que me giraba en dirección a la criatura con mi martillo y mi escudo en mano, el troll golpeaba la dura nieve con el cuerpo convaleciente del elfo. Estaba tan sorprendido que no supe qué decir.
—¡Bostón no pudo hacer nada! ¡Bostón estaba lejos! — el humano hablaba con Rebecca que había salido de la cúpula al escuchar los gritos.
Herr convocó un muro de fuego entre la criatura y los brujos. Con una mano, indicaba a la chica que se quedase detrás de él y que no hiciera nada precipitado. Vi que los labios de los brujos se movían, pero no pude alcanzar a oír que decían.
El troll de la montaña saltó hacia atrás sin soltar el fallecido Therindel. Miraba a los tres puntos donde se encontraba sus enemigos: el muro de fuego, la cúpula y la fogata de los holgazanes. Se rascó la cabeza con el cuerpo del elfo en un acto de limitado raciocinio. Un erudito aprovecharía la situación para estudiar a los trolls, saber cómo piensan. No era mi caso. Me precipité. Di un par de pasos hacia delante, anteponiendo el escudo. El troll descubrió mi avance. Giró la cabeza hacia mí, hacia mi grupo. Su rugido era una ventisca de nieve afilada como cuchillas. Tarde, me agaché de forma que mi escudo pudiera cubrir todo mi cuerpo. Un hilo de sangre corría por mi mejilla. El ataque del troll me había hecho una herida menor, similar a un corte de afeitado.
Un segundo troll de montaña saltó encima de la cúpula creada por el brujo Herr y un tercero se aproximaba por el lado del cadáver del dragón de fuego. Entonces, sí supe qué decir.
—Estamos jodidos.
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—He somido muzo, muso y muso más. Hasía años que no somía tan bien — Lagartija se desabrochó los primeros botones del peto y se subió la camisa, mostrando un vientre flaco, hueso —. Nadie me había invitado nunsa a una rasión de somida. El pan estaba risísimo, ¿a qué sí? No tuse que mojarlo en el agua para ablandarlo. ¡Riquísimo! ¿Y qué me decís del queso? Freso, freso.
Levanté la mano en un gesto de desagrado, ayudándome de la mímica para ignorar a Lagartija. Sus aventuras con los panes eran irrelevantes en comparación con lo que sabíamos los unos de los otros. Kosir dijo que no conocía a la ciega, pese haber intercambiado un par de frases con ella. Lo mismo podría decir de mí. Por lo que a él respecta, yo sería ese brujo afable que le había ofrecido una manzana. El lobo, el simpático y amable licántropo que cocinó un conejo para las mujeres y para él. Herr y Boston los hombres más trabajadores del grupo, en un momento montaron el puesto de avanzadilla siguiendo las instrucciones de Rebecca. Y a Therindel lo recordaría por ser el primero en morir por los trolls.
Lagartija, el lobo, Kosir y yo no lo vimos venir. Estábamos ocupados en la hoguera, reservando las fuerzas para asumir la primera guardia, manteniendo el fuego encendido, calentando una comida provisional…. Cualquiera excusa sería válida con tal de no reconocer que estábamos holgazaneando. Herr usaba sus dones telequinéticos, levantó una cueva de roca maciza dándole la forma de una cúpula. La chica ciega estaba con él, quizás ayudándole o dándole conversación. Herr enciendo una segunda fogata en el interior de la cueva artificial y la alimentó con los huesos del cadáver de fuego, consejo de la misteriosa Rebecca. Dijo que proporcionaría el calor necesario para sanar Odriel. Rebecca se encontraba en el interior de la cúpula, con Odriel, cuidando que el frío no entrase en su cuerpo. Bostón escarbaba en la nieve como un cerdo busca trufas; sacaba los troncos y ramas secas que encontraba. Odriel, al lado del humano retardado, se encargaba de recoger las ramas y llevarlas cerca de las fogatas. Hacía repetidos viajes, de la cúpula de Herr, iba al lado del humano pasando por el lugar de los holgazanes come manzanas congeladas y conejos asados. En uno de esos viajes se encontró con el troll.
La criatura acechaba desde el interior de la nieve. Esperaba a que alguien pasase encima de él. El desafortunado fue Therindel. La criatura de la nieve agarró de la pierna al elfo y lo zarandeó en el aire. Todos nos giramos al escuchar el grito de guerra del troll y el auxilio del elfo. En el momento que me giraba en dirección a la criatura con mi martillo y mi escudo en mano, el troll golpeaba la dura nieve con el cuerpo convaleciente del elfo. Estaba tan sorprendido que no supe qué decir.
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—¡Bostón no pudo hacer nada! ¡Bostón estaba lejos! — el humano hablaba con Rebecca que había salido de la cúpula al escuchar los gritos.
Herr convocó un muro de fuego entre la criatura y los brujos. Con una mano, indicaba a la chica que se quedase detrás de él y que no hiciera nada precipitado. Vi que los labios de los brujos se movían, pero no pude alcanzar a oír que decían.
El troll de la montaña saltó hacia atrás sin soltar el fallecido Therindel. Miraba a los tres puntos donde se encontraba sus enemigos: el muro de fuego, la cúpula y la fogata de los holgazanes. Se rascó la cabeza con el cuerpo del elfo en un acto de limitado raciocinio. Un erudito aprovecharía la situación para estudiar a los trolls, saber cómo piensan. No era mi caso. Me precipité. Di un par de pasos hacia delante, anteponiendo el escudo. El troll descubrió mi avance. Giró la cabeza hacia mí, hacia mi grupo. Su rugido era una ventisca de nieve afilada como cuchillas. Tarde, me agaché de forma que mi escudo pudiera cubrir todo mi cuerpo. Un hilo de sangre corría por mi mejilla. El ataque del troll me había hecho una herida menor, similar a un corte de afeitado.
Un segundo troll de montaña saltó encima de la cúpula creada por el brujo Herr y un tercero se aproximaba por el lado del cadáver del dragón de fuego. Entonces, sí supe qué decir.
—Estamos jodidos.
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Gerrit Nephgerd
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
Cuando mis manos alcanzaron una temperatura deseable note el increíble esfuerzo elemental que se proponía a hacer aquel hombre de las llamas, a pesar del frio extremo, disfrutaba de aquella montaña, pues nunca fue tan perfecta la imagen creada por mi sentido mágico a través del hidrogeno como en este momento.
Herr había limpiado una gran área de nieve, armo grandes huecos en el suelo y comenzó a apilar piedras y rocas de gran tamaño. No se requería ser un genio para descifrar lo que intentaba hacer, acopiaba piedras una a una cuidadosamente, una sobre otra hasta lograr una forma estable muy duradera. Construir con aquel material tan noble tenía sus ventajas: el fuego, el agua, y los insectos no lo dañan, parece que pueden durar para siempre, era solo cuestión de encajar correctamente las piedras juntas de tal forma que la obra se pueda soportar a sí misma.
No podía quedarme sin hacer nada, todos estaba cooperando y yo solo aquí, dando lastima miserablemente, patética. Cerré y abrí los puños corroborando que mis articulaciones ya no me molestaran y con cada falange levante piedras pequeñas para colocar cuñas entre piedras de mayor tamaño y garantizar la estabilidad de las paredes, permitiendo así, avanzar en la verticalidad y la prolongación en altura del muro perimetral.
- Lo imaginaba... una bruja... - dijo el mago sonriendo y mirándome, podía sentir sus ojos clavados en mí como dagas perforantes.
- A que te refieres con "imaginaba"?
- Te vi antes moviendo los dedos, también venimos escuchando tus alocadas charlas solitarias, o eras una bruja o tendríamos que exorcizarte... por las dudas.. Jajaj - su risa era gruesa y tosca, parecían alaridos o bufidos de un viejo, por el simple sonido de su voz podía especularse un hombre muy mayor, pero era algo desconcertante.
- No tengo necesidad de estar contando a nadie mi naturaleza mágica... - dije refunfuñona.
- Y está perfecto que no lo hagas, pero no debes apoyarte demasiado en tu poder, aun eres chica, dudo que tus niveles puedan defenderte de todo peligro y mal. - sus palabras comenzaban a molestarme.
- Nadie te pidió tu opinión...
- Ashhhhh~ Que niña malhumorada Mérida~ - seguía manteniendo su tono burlesco - así no conseguirás novio... jajaja
La conversación se prolongó en cuestiones y debates sin sentidos, encausados principalmente por el mago quien parecía haber logrado una afinidad conmigo.
Terminamos de construir la cúpula y finalmente levanté un manto de nieve sobre las piedras del mismo, para que quedara escondido de la ladera. Usar mi telequinesis en mi elemento natural era más que simple, en cualquiera de sus estados.
El mago encendió otro fuego y poco a poco se iban calmando las aguas mientras transcurría la noche.
El miedo me paralizo completamente, una de aquellas adustas criaturas había aparecido, era feroz, grande e impresionante, la nieve cubría por completo su pelaje y en cuestión de segundos arrasó completamente con uno del grupo, como si de un simple muñeco se tratara.
"Muévete!!!! Huyeeee!!!! Haz algoo!!!!" me gritaba a mí misma desesperadamente desde el interior, mis pensamientos se ahogaban con forme sentía que aquella criatura nos dedicaba su atención.
~Mmmooooooooorrrrrriiiiiirrrrrraaaaaasssssssssss??????~
No podía siquiera contestarle...
"Corree!!! Vamos idiotas!!! Muévete!!! Por lo que más quieras sal de allí" no había caso, mis piernas no reaccionaban, estaban allí, podía sentirlas, pero por más que lo intentase, sentía el cálido liquido escurriendo ligeramente entre mis piernas por el miedo, a duras penas lograba conciliar la respiración y el corazón explotaba en mis oídos con cada latir, no eran solo mis piernas las estupefactas, sino también mis manos y brazos, todo mi cuerpo, estaba paralizada del miedo.
- No quiero... no quiero morir aquí.... - logré balbucear mientras los surcos mal cicatrizados de mi rostro comenzaban a cargarse de agua, tenía los baños cocidos, pero en ellos aun habían glándulas lagrimales... por algún lugar.
- Entonces no te quedes pasmada Mérida! - Su voz familiar rompió mi concentración por un instante junto con un enorme muro de fuego que expandió una oleada de calor allí donde estaba. - Ven.. Ven... donde mi voz... si avanzas te quemaras.
- Lo sé... no veo pero siento el calor... ufff - traté de sonar más relajada, y es que sus palabras y animo me dieron un poco más de seguridad. Pude volver a moverme, pero cada musculo dolía como agujereado por mil agujas al pasar el impulso del cerebro.
Un segundo trol apareció repentinamente sobre la cúpula y parecía no ser el último. Si seguían apareciendo, no haría siquiera esperanzas de salir con vida. Necesitábamos hacer algo, pero de inmediato.
A pesar del gran salto, la cúpula resistió y el Trol al parecer, no se percató de la existencia de la misma gracias a la nieve. Odriel y Rebecca estaban seguras allí conforme no hicieran ruido apagasen el fuego.
- Necesitamos distraerlos...
- Que dices niña?
- Una distracción!!! - se me había ocurrido una idea, pero no sabía si funcionaria. - No han notado la cúpula, podemos escondernos allí en silencio y hacerles creer que estamos.
- Ja... no suena nada mal, pero como pretendes hacer eso?
- Creare una ilusión... Tú que puedes ver, crea muros de fuego que les impida ver que nos refugiamos allí.
Herr entendió todo sin muchas más explicaciones, el conocía la magia de ilusiones que algunos brugos realizaban, pero no podía ayudar al grupo de "holgazanes" a llegar a la cúpula.
- Apaguen el fuego y aléjense.... Cúbranse de Nieve!!! - les gritó una... dos u hasta tres veces. Yo, impaciente, Cubrí con nieve todas las hogueras, cada uno de los focos cálidos que secaban el ambiente sin discriminación y me prepare para crear la ilusión numerosa más prolija que mis capacidades me permitían lograr.
- Cuando estés lista niña... pero nosotros tampoco llegaremos a la cúpula desde aquí.
- Lo tengo en cuenta, nos cubriré con mi capa y un pequeño manto de nieve. No sé el resto, pero al menos nosotros no moriremos aquí... - estaba decidida y ya, bastante agotada, no acostumbra a usar tanta magia en tan cortos lapsos de tiempo.
- Uno.... - empezó Herr con la cuenta, mientras su fuego cobraba un color sumamente rojizo y más voraz.
- Dos... - re respondí quitándome mi capa y colocándome detrás de él, abrazándolo y cubriéndonos a ambos con la misma tela.
- TRESS!!!
- Hazlo yaaa!!!! - entonces cree a una persona completamente realista en el medio del campamento gracias a la pantalla ilusoria, la cual lentamente comenzaba a alejarse. - ve agachándote! - le grite mientras con una mano controlaba la marcha de la ilusión y con la otra levantaba un manto de nieve como lo había planeado. Solo esperaba que todo resultara bien... por el momento.
________________Herr había limpiado una gran área de nieve, armo grandes huecos en el suelo y comenzó a apilar piedras y rocas de gran tamaño. No se requería ser un genio para descifrar lo que intentaba hacer, acopiaba piedras una a una cuidadosamente, una sobre otra hasta lograr una forma estable muy duradera. Construir con aquel material tan noble tenía sus ventajas: el fuego, el agua, y los insectos no lo dañan, parece que pueden durar para siempre, era solo cuestión de encajar correctamente las piedras juntas de tal forma que la obra se pueda soportar a sí misma.
No podía quedarme sin hacer nada, todos estaba cooperando y yo solo aquí, dando lastima miserablemente, patética. Cerré y abrí los puños corroborando que mis articulaciones ya no me molestaran y con cada falange levante piedras pequeñas para colocar cuñas entre piedras de mayor tamaño y garantizar la estabilidad de las paredes, permitiendo así, avanzar en la verticalidad y la prolongación en altura del muro perimetral.
- Lo imaginaba... una bruja... - dijo el mago sonriendo y mirándome, podía sentir sus ojos clavados en mí como dagas perforantes.
- A que te refieres con "imaginaba"?
- Te vi antes moviendo los dedos, también venimos escuchando tus alocadas charlas solitarias, o eras una bruja o tendríamos que exorcizarte... por las dudas.. Jajaj - su risa era gruesa y tosca, parecían alaridos o bufidos de un viejo, por el simple sonido de su voz podía especularse un hombre muy mayor, pero era algo desconcertante.
- No tengo necesidad de estar contando a nadie mi naturaleza mágica... - dije refunfuñona.
- Y está perfecto que no lo hagas, pero no debes apoyarte demasiado en tu poder, aun eres chica, dudo que tus niveles puedan defenderte de todo peligro y mal. - sus palabras comenzaban a molestarme.
- Nadie te pidió tu opinión...
- Ashhhhh~ Que niña malhumorada Mérida~ - seguía manteniendo su tono burlesco - así no conseguirás novio... jajaja
La conversación se prolongó en cuestiones y debates sin sentidos, encausados principalmente por el mago quien parecía haber logrado una afinidad conmigo.
Terminamos de construir la cúpula y finalmente levanté un manto de nieve sobre las piedras del mismo, para que quedara escondido de la ladera. Usar mi telequinesis en mi elemento natural era más que simple, en cualquiera de sus estados.
El mago encendió otro fuego y poco a poco se iban calmando las aguas mientras transcurría la noche.
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El miedo me paralizo completamente, una de aquellas adustas criaturas había aparecido, era feroz, grande e impresionante, la nieve cubría por completo su pelaje y en cuestión de segundos arrasó completamente con uno del grupo, como si de un simple muñeco se tratara.
"Muévete!!!! Huyeeee!!!! Haz algoo!!!!" me gritaba a mí misma desesperadamente desde el interior, mis pensamientos se ahogaban con forme sentía que aquella criatura nos dedicaba su atención.
~Mmmooooooooorrrrrriiiiiirrrrrraaaaaasssssssssss??????~
No podía siquiera contestarle...
"Corree!!! Vamos idiotas!!! Muévete!!! Por lo que más quieras sal de allí" no había caso, mis piernas no reaccionaban, estaban allí, podía sentirlas, pero por más que lo intentase, sentía el cálido liquido escurriendo ligeramente entre mis piernas por el miedo, a duras penas lograba conciliar la respiración y el corazón explotaba en mis oídos con cada latir, no eran solo mis piernas las estupefactas, sino también mis manos y brazos, todo mi cuerpo, estaba paralizada del miedo.
- No quiero... no quiero morir aquí.... - logré balbucear mientras los surcos mal cicatrizados de mi rostro comenzaban a cargarse de agua, tenía los baños cocidos, pero en ellos aun habían glándulas lagrimales... por algún lugar.
- Entonces no te quedes pasmada Mérida! - Su voz familiar rompió mi concentración por un instante junto con un enorme muro de fuego que expandió una oleada de calor allí donde estaba. - Ven.. Ven... donde mi voz... si avanzas te quemaras.
- Lo sé... no veo pero siento el calor... ufff - traté de sonar más relajada, y es que sus palabras y animo me dieron un poco más de seguridad. Pude volver a moverme, pero cada musculo dolía como agujereado por mil agujas al pasar el impulso del cerebro.
Un segundo trol apareció repentinamente sobre la cúpula y parecía no ser el último. Si seguían apareciendo, no haría siquiera esperanzas de salir con vida. Necesitábamos hacer algo, pero de inmediato.
A pesar del gran salto, la cúpula resistió y el Trol al parecer, no se percató de la existencia de la misma gracias a la nieve. Odriel y Rebecca estaban seguras allí conforme no hicieran ruido apagasen el fuego.
- Necesitamos distraerlos...
- Que dices niña?
- Una distracción!!! - se me había ocurrido una idea, pero no sabía si funcionaria. - No han notado la cúpula, podemos escondernos allí en silencio y hacerles creer que estamos.
- Ja... no suena nada mal, pero como pretendes hacer eso?
- Creare una ilusión... Tú que puedes ver, crea muros de fuego que les impida ver que nos refugiamos allí.
Herr entendió todo sin muchas más explicaciones, el conocía la magia de ilusiones que algunos brugos realizaban, pero no podía ayudar al grupo de "holgazanes" a llegar a la cúpula.
- Apaguen el fuego y aléjense.... Cúbranse de Nieve!!! - les gritó una... dos u hasta tres veces. Yo, impaciente, Cubrí con nieve todas las hogueras, cada uno de los focos cálidos que secaban el ambiente sin discriminación y me prepare para crear la ilusión numerosa más prolija que mis capacidades me permitían lograr.
- Cuando estés lista niña... pero nosotros tampoco llegaremos a la cúpula desde aquí.
- Lo tengo en cuenta, nos cubriré con mi capa y un pequeño manto de nieve. No sé el resto, pero al menos nosotros no moriremos aquí... - estaba decidida y ya, bastante agotada, no acostumbra a usar tanta magia en tan cortos lapsos de tiempo.
- Uno.... - empezó Herr con la cuenta, mientras su fuego cobraba un color sumamente rojizo y más voraz.
- Dos... - re respondí quitándome mi capa y colocándome detrás de él, abrazándolo y cubriéndonos a ambos con la misma tela.
- TRESS!!!
- Hazlo yaaa!!!! - entonces cree a una persona completamente realista en el medio del campamento gracias a la pantalla ilusoria, la cual lentamente comenzaba a alejarse. - ve agachándote! - le grite mientras con una mano controlaba la marcha de la ilusión y con la otra levantaba un manto de nieve como lo había planeado. Solo esperaba que todo resultara bien... por el momento.
OFF
Perdón si me tome alguna atribución que no me correspondía, hace mucho no roleo tramas tan dinámicas.
Son libres de apegarse al plan o de hacer alguna otra hazaña heroica... propongo solo una retirada honrosa temporal... para poder enfrentar luego solo a uno ¬¬.
Por mi parte me quedare apapachadita con Herr bajo la nieve *¬*.
Magias:
» TELEKINESIS | MAESTRIA
Permite mover objetos con la mente, dependiendo el tamaño del nivel del brujo. No puede usarse sobre organismos vivos.
Soy maguita de agua, me resulta mas fácil lidiar con las moléculas de hidrógeno.
» PANTALLA ILUSORIA | Nivel 0
El brujo crea la ilusión de una figura humana o animal con rasgos muy realistas pero incorpóreos, que distrae al enemigo, desviando su atención y ataques, o para poder escabullirse sin ser notado.
Duración: 2 turnos
Enfriamiento: 4 turnos
Merida DunBroch
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
Mientras hablan, Kosir comienza a sentir el entorno un tanto ameno. Bastante irónico si tenemos en cuenta su situación actual real pero con todos colaborando, es difícil no llegar a otra conclusión internamente.
No le toma mucho al muchacho pelirrojo entender que engruesa las filas de los flojos ahora mismo, un título que no le agrada llevar para nada… claro que primero alimenta a la tripa y es que podrá ser adulto, pero sigue comiendo como si estuviera en crecimiento.
Para bien o para mal, no tiene tiempo de sumarse a la dinámica. Las cosas aparecen de la nada y se cobran una víctima de entrada por las meras circunstancias, los trolls hacen acto de presencia y vaya que son enormes.
En contraste con los demás rostros alrededor, el de Kosir es de felicidad pura. Ver a esos magistrales enemigos aparecer le hace formar una enorme sonrisa de oreja a oreja, dignos adversarios al fin.
¡¡Pido muslo!!
Dice mientras salta de su posición, mandoble en mano y listo para combatir. Está claro que en su mente ve a las colosales criaturas no solo como formidables rivales, sino que además tienen la capacidad de transformarse en un delicioso platillo de campo.
El dagenle muere y poco pueden hacer los demás, se convierte en un muñeco de trapo bastante dañado. La aparición de otras bestias blancas es preocupante sin duda pues no se trata de meros bandidos tontos.
Esto es claro para todos menos para Kosir, elemento que enciende una antorcha y se abalanza sobre el bicho más próximo. Acto seguido le incendia el pelaje, algo que no tarda en propagarse bastante rápido.
Sonriendo de manera psicótica en todo momento, el nativo de bosque negro usa entonces su arma. Ataca la pierna derecha del hostil en una serie de tajos que obtienen nula respuesta gracias a las llamas.
Golpes certeros que separan la extremidad, dejando a un descontrolado animal en llamas lisiado sobre la nieve. Claro que al final este último consigue encadenar un manotazo de consolación que manda a volar al chico lleno de cicatrices.
Glorioso.
Duele, le cuesta respirar en un principio y escupe sangre, realidad que un brumoso aprecia por sobre todas las cosas. Al final, la vida no es nada sin la belleza que trae consigo el combate, resultar herido es parte de la magia.
Tristemente parte de la partida procede a retirarse, Kosir queda literalmente atrapado por este cumulo de acciones de las que poco entiende. Si fuera por el seguiría combatiendo pero no hay honor en causar la muerte de personajes débiles, incluso de forma indirecta.
Nesner…
Lo bueno es que sus entrañas le dicen que apenas están empezando, esta será una aventura definida por el combate. La supervivencia pasa a segundo plano, ahora todo depende de la habilidad luchadora de los involucrados.
No le toma mucho al muchacho pelirrojo entender que engruesa las filas de los flojos ahora mismo, un título que no le agrada llevar para nada… claro que primero alimenta a la tripa y es que podrá ser adulto, pero sigue comiendo como si estuviera en crecimiento.
Para bien o para mal, no tiene tiempo de sumarse a la dinámica. Las cosas aparecen de la nada y se cobran una víctima de entrada por las meras circunstancias, los trolls hacen acto de presencia y vaya que son enormes.
En contraste con los demás rostros alrededor, el de Kosir es de felicidad pura. Ver a esos magistrales enemigos aparecer le hace formar una enorme sonrisa de oreja a oreja, dignos adversarios al fin.
¡¡Pido muslo!!
Dice mientras salta de su posición, mandoble en mano y listo para combatir. Está claro que en su mente ve a las colosales criaturas no solo como formidables rivales, sino que además tienen la capacidad de transformarse en un delicioso platillo de campo.
El dagenle muere y poco pueden hacer los demás, se convierte en un muñeco de trapo bastante dañado. La aparición de otras bestias blancas es preocupante sin duda pues no se trata de meros bandidos tontos.
Esto es claro para todos menos para Kosir, elemento que enciende una antorcha y se abalanza sobre el bicho más próximo. Acto seguido le incendia el pelaje, algo que no tarda en propagarse bastante rápido.
Sonriendo de manera psicótica en todo momento, el nativo de bosque negro usa entonces su arma. Ataca la pierna derecha del hostil en una serie de tajos que obtienen nula respuesta gracias a las llamas.
Golpes certeros que separan la extremidad, dejando a un descontrolado animal en llamas lisiado sobre la nieve. Claro que al final este último consigue encadenar un manotazo de consolación que manda a volar al chico lleno de cicatrices.
Glorioso.
Duele, le cuesta respirar en un principio y escupe sangre, realidad que un brumoso aprecia por sobre todas las cosas. Al final, la vida no es nada sin la belleza que trae consigo el combate, resultar herido es parte de la magia.
Tristemente parte de la partida procede a retirarse, Kosir queda literalmente atrapado por este cumulo de acciones de las que poco entiende. Si fuera por el seguiría combatiendo pero no hay honor en causar la muerte de personajes débiles, incluso de forma indirecta.
Nesner…
Lo bueno es que sus entrañas le dicen que apenas están empezando, esta será una aventura definida por el combate. La supervivencia pasa a segundo plano, ahora todo depende de la habilidad luchadora de los involucrados.
Kosir
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
No pude evitar una risa con los comentarios del hombre-bestia acerca de los panes con queso. Como era de esperarse, todos éramos completos desconocidos (o al menos, nunca nos habíamos visto antes de la misión), por más que se notaba una clara camaradería entre el hombre lagarto y el rubio inflado, que parecía ser de esas personas que llaman la atención por ser bien parecidos pero abren la boca y ya no quieres tenerlos cerca.
El niño (de nombre Kosir), por su parte, parecía ser de origen extranjero, a juzgar por sus expresiones y gestos. Por otro lado, los dos brujos (Mérida y aquel que había encendido la fogata) estaban levantando una fortaleza de roca a nuestro alrededor.
Por más que me había criado con un brujo cuando pequeño, la magia no dejaba de sorprenderme. La forma en la que las piedras se alzaban en el aire, más ligeras que una pluma, y se apilaban unas sobre otras formando una cúpula. Era más que impresionante.
Mi nariz captó un aroma extraño, como una amenaza, pero el aroma estaba tan bien adaptado a su ambiente que únicamente me percaté de ello cuando una de las nefastas criaturas salió de debajo de la nieve, atacando (y poniendo fin a la vida) del hermano de la elfa que había sido gravemente herida menos que una hora antes.
Sin embargo, lo que me dejó paralizado en donde estaba no fue la aparición de aquellas criaturas bestiales, ni la violenta muerte de uno de nuestros compañeros, sino la pared de llamas que se erigió ante nosotros, devorando el oxígeno, emanando un calor asfixiante.
Intenté empujar ese pensamiento hacia otro lugar de mi mente, pero ya me estaba jugando una mala pasada a juzgar por mi respiración rápida que parecía no brindarme suficiente oxígeno, y la forma en que mi corazón parecía latir igual que el de un caballo desbocado. Me centré en el troll, intentando buscar debilidades. ¿Su pecho? Peligrosamente a merced de las garras. ¿Nariz? Mejor no acercarse a esos colmillos. Sus orejas...
Una nueva llamarada se encendió, devorando esta vez el cuerpo del troll, que poco tiempo después ya estaba muerto, entre quemado y desangrado. Retrocedí bastante, recuperando mi forma lobuna, en la cual era más fuerte y ágil, y también podía analizar las cosas desde una perspectiva más de cazador que de presa. Me ubiqué en un rincón, junto a la entrada de nuestra guarida para recuperar energías después de la transformación. Era mejor mantener una defensa fuerte y atenta para poder atacar apenas las otras dos bestias se acercaran. Lo importante era mantener la compostura, y ser inteligente. Si atacábamos sin más, usando la fuerza bruta como un par de locos, terminaríamos muertos.
El niño (de nombre Kosir), por su parte, parecía ser de origen extranjero, a juzgar por sus expresiones y gestos. Por otro lado, los dos brujos (Mérida y aquel que había encendido la fogata) estaban levantando una fortaleza de roca a nuestro alrededor.
Por más que me había criado con un brujo cuando pequeño, la magia no dejaba de sorprenderme. La forma en la que las piedras se alzaban en el aire, más ligeras que una pluma, y se apilaban unas sobre otras formando una cúpula. Era más que impresionante.
Mi nariz captó un aroma extraño, como una amenaza, pero el aroma estaba tan bien adaptado a su ambiente que únicamente me percaté de ello cuando una de las nefastas criaturas salió de debajo de la nieve, atacando (y poniendo fin a la vida) del hermano de la elfa que había sido gravemente herida menos que una hora antes.
Sin embargo, lo que me dejó paralizado en donde estaba no fue la aparición de aquellas criaturas bestiales, ni la violenta muerte de uno de nuestros compañeros, sino la pared de llamas que se erigió ante nosotros, devorando el oxígeno, emanando un calor asfixiante.
Intenté empujar ese pensamiento hacia otro lugar de mi mente, pero ya me estaba jugando una mala pasada a juzgar por mi respiración rápida que parecía no brindarme suficiente oxígeno, y la forma en que mi corazón parecía latir igual que el de un caballo desbocado. Me centré en el troll, intentando buscar debilidades. ¿Su pecho? Peligrosamente a merced de las garras. ¿Nariz? Mejor no acercarse a esos colmillos. Sus orejas...
Una nueva llamarada se encendió, devorando esta vez el cuerpo del troll, que poco tiempo después ya estaba muerto, entre quemado y desangrado. Retrocedí bastante, recuperando mi forma lobuna, en la cual era más fuerte y ágil, y también podía analizar las cosas desde una perspectiva más de cazador que de presa. Me ubiqué en un rincón, junto a la entrada de nuestra guarida para recuperar energías después de la transformación. Era mejor mantener una defensa fuerte y atenta para poder atacar apenas las otras dos bestias se acercaran. Lo importante era mantener la compostura, y ser inteligente. Si atacábamos sin más, usando la fuerza bruta como un par de locos, terminaríamos muertos.
~•~
Off:
Habilidades:
Transformación en Lobo (Mantenida): Permite alternar entre forma de bestia o humano a voluntad. El proceso tarda unos segundos y resulta agotador.
Hadden Payne
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
El primer troll quedó detrás de la pantalla de fuego y el segundo fue a perseguir un gamusino creado por la bruja ciega. Herr y la muchacha eran brujos puros, de los que se le daban mejor recitar un hechizo que caminar. En cuanto a mí se refería, tenía que servirme de un escudo de metal para protegerme del aliento de ventisca del tercer troll. Mis habilidades mágicas dependían de las armas y mis capacidades físicas. En mi caso, caminar, ir a pie, era más fácil que recitar un hechizo de transportación que me llevase a un lugar seguro, lejos de los hambrientos trolls.
Habría muerto engullido por la ventisca del troll si no fuera por el joven humano. El chico se lanzó contra el troll que me estaba atrapando con su aliento mortal. En una mano tenía un cuchillo (demasiado grande y afilado para un chico de su edad) y en la otra una antorcha, intercambió estocadas con ambas armas, quemando y cortando el pie del troll. La bestia, que se había enfocado en mi escudo, se giró de bruces hacia el chico golpeando al chico. El troll de la nieve encontró había encontrado en él un bocado más joven y jugoso. El humano habría muerto de no haber sido por la onda eléctrica que mandé al troll, haciéndole tambalear hacia la pierna herida y caer al suelo. Boston se apresuró a coger al chico en brazos y llevárselo, en contra de su fiera voluntad, de la zona de peligro.
En el mismo momento que los trolls parecían haber cedido terreno, dado un paso hacia atrás. Rebecca emergió de la cúpula de nieve con la elfa en los brazos. Dijo algo que, dada mi distancia y el fuerte sonido del viento de la montaña, no pude alcanzar a escuchar. El lobo, a su lado, debería ser el único que la hubiera escuchado (Ayúdanos a escapar). De la espalda de la mujer brotaron dos grandes alas de murciélago. Rebecca alzó el vuelo desvelando cuál era su raza: dragón. Pensé furioso.
—¡Seguidme! — gritó la dragona desde el cielo.
Boston y Lagarto fueron los primeros en obedecer a la dragona. Persiguieron la sombra negra y con alas de surcaba el cielo a una distancia prudencial de nosotros, dejándose ver. Yo me quedé rezagado, en último lugar, vacilante por la falta de confianza que mi inspiraba la dragona después de que sus congéneres nos hubieran utilizada como carnaza para los trolls.
Hablando de los trolls….
Las criaturas consiguieron esquivar nuestras habilidades: la pantalla de fuego, la ilusión y el pie quemado. Los trolls poseían una menguada inteligencia que les permitía ejecutar organizarse entre ellos y diseñar pequeñas estratagemas. El primer troll saltó la pantalla de fuego y derrumbó la cúpula de nieve, no había nadie dentro. El segundo troll logró atrapar la persona ilusoria y darle un falso bocado, descubriendo el engaño. El tercer troll sanó su herida y con nieve y habló con sus hermanos en un idioma primitivo basado en gruñidos. Estaban dialogando, decidiendo si perseguirnos o devorar primero la pieza de su cacería: el elfo Therindel. No me quedé a averiguarlo. Salí corriendo, siguiendo al Bostón, la figura más alta y la única que alcanzaba a ver sin dificultad.
La dragona Rebecca descendió con Odriel en brazos tras llegar a un claro rodeado por montañas. Bostón cayó de rodillas de cansancio y, vergonzoso, se tapó la cara como lo haría un niño. Herr caminaba nervioso haciendo círculos en la nieve, seguramente divagando sobre lo que había sucedido. Lagarto sonreía maravillado. A él no le afectaba la muerte de un igual, se encontraba entre amigos y disfrutaba de estar viviendo una aventura.
—Bostón está triste. Bostón no vio a la bestia. ¡La bestia saltó de la nieve! Bostón no vio nada. Bostón lo lamenta mucho — había cierta ternura en ver a alguien tan grande como Bostón llorar como un crío.
Ignoré el llanto del humano y me dirigí hacia Rebecca, dispuesto a desahogar mi enfado. Ella mantuvo la posición como un soldado disciplinado. Me encontré con los ojos de la dragona, frente a frente, sin saber qué decir. Estaba furioso, en mi cabeza tenía claro qué decir, pero no encontraba las palabras para expresarme. Esas bestias casi nos matan. Los dragones no engañaron. Tú eres una dragona…. Me decanté por utilizar las manos en lugar de las palabras. Abofeteé a la mujer y gruñí sin abrir la boca, como un perro en actitud amenazadora. Rebecca no dio fallo. Después de tambalear ligeramente por el golpe, recuperó la estabilidad y la inflexible posición.
—Deberías calmarte, amigo — dijo Herr a mi espalda.
Me giré hacia él, martillo en mano. La cabeza de Suuri resplandecía por la electricidad que conducía.
—Herr tiene razón, es mejor que nos calmemos — siguió Rebecca con voz disciplinada.
—¡Tú no tienes derecho a hablar! Una persona ha muerto por culpa de tus amigos — un elfo que no me podría importar menos —, podríamos haber muerto todos a manos de los trolls. ¿Eso es lo que querías? ¿Para eso nos has traído aquí? Los trolls nos devoran, sacian sus estómagos y dejan en paz a los dragones. ¿Me equivoco? — encontré todas las palabras y las solté de golpe —. No, no lo hago. ¿Y sabes por qué sé que no lo hago? Porque eso mismo es lo que hubiera hecho si estuviera en vuestro lugar: llevar a la carroña más prescindible de Verisar a que se lo coman los dragones.
Rebecca bajó la cabeza. Mis palabras hirieron más que la bofetada.
—Boston quiere que se callen. Boston tiene miedo. Boston está muy asustado. Boston pide por favor que se callen — repetía el humano mientras se balanceaba hacia delante y hacia atrás.
—Soy una dragona y soy prescindible. Es correcto. También es correcto que debí pertenecer a la guardia de los dragones. Soy una Hur’tten, Rebecca Hur’tten. Provengo de un linaje de soberbios dragones elementales — el orgullo de la dragona se mezclaba con un débil rumor en sus mejillas —. No es habitual que en mi linaje nazca una dragona no elemental, pero ocurre, muy de vez en cuando. Son mellas nuestra honorable familia, muescas en nuestro linaje y nuestra historia: una enfermedad que queda en privacidad para el resto de dragones.
Comprendí la historia que Rebecca contó: los otros dragones, incluyendo un miembro de su propia familia, quisieron sacrificarla a los trolls junto a la basura de Aerandir, poniendo al mismo nivel que a Lagarto y que a mí. Me costó unos segundos de vacilación en los que me encontraba entre la dragona y el brujo de fuego, con Suuri en mis manos preparada para reventar cabezas. Finalmente, agaché el arma con actitud pasiva.
—Más te vale que seas capaz de sacarnos de aquí — dije severamente a los ojos de la dragona.
La dragona empezó a caminar hacia el sur. El resto le seguimos. Habíamos dejado a un muerto atrás y contábamos con dos personas malheridas, inconscientes. Parecía que solo yo era capaz de ver las reducidas posibilidades que teníamos de salir con vida.
Offrol: este turno es para frenar un poco la acción, un momento de tranquilidad para hablar. La idea que tengo en mi cabeza es que aprovechemos para utilizar nuestras habis para orientarnos en la montaña.
Rebecca, antes de volar, dice a Hadden: — Ayúdanos a escapar.
Habría muerto engullido por la ventisca del troll si no fuera por el joven humano. El chico se lanzó contra el troll que me estaba atrapando con su aliento mortal. En una mano tenía un cuchillo (demasiado grande y afilado para un chico de su edad) y en la otra una antorcha, intercambió estocadas con ambas armas, quemando y cortando el pie del troll. La bestia, que se había enfocado en mi escudo, se giró de bruces hacia el chico golpeando al chico. El troll de la nieve encontró había encontrado en él un bocado más joven y jugoso. El humano habría muerto de no haber sido por la onda eléctrica que mandé al troll, haciéndole tambalear hacia la pierna herida y caer al suelo. Boston se apresuró a coger al chico en brazos y llevárselo, en contra de su fiera voluntad, de la zona de peligro.
En el mismo momento que los trolls parecían haber cedido terreno, dado un paso hacia atrás. Rebecca emergió de la cúpula de nieve con la elfa en los brazos. Dijo algo que, dada mi distancia y el fuerte sonido del viento de la montaña, no pude alcanzar a escuchar. El lobo, a su lado, debería ser el único que la hubiera escuchado (Ayúdanos a escapar). De la espalda de la mujer brotaron dos grandes alas de murciélago. Rebecca alzó el vuelo desvelando cuál era su raza: dragón. Pensé furioso.
—¡Seguidme! — gritó la dragona desde el cielo.
Boston y Lagarto fueron los primeros en obedecer a la dragona. Persiguieron la sombra negra y con alas de surcaba el cielo a una distancia prudencial de nosotros, dejándose ver. Yo me quedé rezagado, en último lugar, vacilante por la falta de confianza que mi inspiraba la dragona después de que sus congéneres nos hubieran utilizada como carnaza para los trolls.
Hablando de los trolls….
Las criaturas consiguieron esquivar nuestras habilidades: la pantalla de fuego, la ilusión y el pie quemado. Los trolls poseían una menguada inteligencia que les permitía ejecutar organizarse entre ellos y diseñar pequeñas estratagemas. El primer troll saltó la pantalla de fuego y derrumbó la cúpula de nieve, no había nadie dentro. El segundo troll logró atrapar la persona ilusoria y darle un falso bocado, descubriendo el engaño. El tercer troll sanó su herida y con nieve y habló con sus hermanos en un idioma primitivo basado en gruñidos. Estaban dialogando, decidiendo si perseguirnos o devorar primero la pieza de su cacería: el elfo Therindel. No me quedé a averiguarlo. Salí corriendo, siguiendo al Bostón, la figura más alta y la única que alcanzaba a ver sin dificultad.
La dragona Rebecca descendió con Odriel en brazos tras llegar a un claro rodeado por montañas. Bostón cayó de rodillas de cansancio y, vergonzoso, se tapó la cara como lo haría un niño. Herr caminaba nervioso haciendo círculos en la nieve, seguramente divagando sobre lo que había sucedido. Lagarto sonreía maravillado. A él no le afectaba la muerte de un igual, se encontraba entre amigos y disfrutaba de estar viviendo una aventura.
—Bostón está triste. Bostón no vio a la bestia. ¡La bestia saltó de la nieve! Bostón no vio nada. Bostón lo lamenta mucho — había cierta ternura en ver a alguien tan grande como Bostón llorar como un crío.
Ignoré el llanto del humano y me dirigí hacia Rebecca, dispuesto a desahogar mi enfado. Ella mantuvo la posición como un soldado disciplinado. Me encontré con los ojos de la dragona, frente a frente, sin saber qué decir. Estaba furioso, en mi cabeza tenía claro qué decir, pero no encontraba las palabras para expresarme. Esas bestias casi nos matan. Los dragones no engañaron. Tú eres una dragona…. Me decanté por utilizar las manos en lugar de las palabras. Abofeteé a la mujer y gruñí sin abrir la boca, como un perro en actitud amenazadora. Rebecca no dio fallo. Después de tambalear ligeramente por el golpe, recuperó la estabilidad y la inflexible posición.
—Deberías calmarte, amigo — dijo Herr a mi espalda.
Me giré hacia él, martillo en mano. La cabeza de Suuri resplandecía por la electricidad que conducía.
—Herr tiene razón, es mejor que nos calmemos — siguió Rebecca con voz disciplinada.
—¡Tú no tienes derecho a hablar! Una persona ha muerto por culpa de tus amigos — un elfo que no me podría importar menos —, podríamos haber muerto todos a manos de los trolls. ¿Eso es lo que querías? ¿Para eso nos has traído aquí? Los trolls nos devoran, sacian sus estómagos y dejan en paz a los dragones. ¿Me equivoco? — encontré todas las palabras y las solté de golpe —. No, no lo hago. ¿Y sabes por qué sé que no lo hago? Porque eso mismo es lo que hubiera hecho si estuviera en vuestro lugar: llevar a la carroña más prescindible de Verisar a que se lo coman los dragones.
Rebecca bajó la cabeza. Mis palabras hirieron más que la bofetada.
—Boston quiere que se callen. Boston tiene miedo. Boston está muy asustado. Boston pide por favor que se callen — repetía el humano mientras se balanceaba hacia delante y hacia atrás.
—Soy una dragona y soy prescindible. Es correcto. También es correcto que debí pertenecer a la guardia de los dragones. Soy una Hur’tten, Rebecca Hur’tten. Provengo de un linaje de soberbios dragones elementales — el orgullo de la dragona se mezclaba con un débil rumor en sus mejillas —. No es habitual que en mi linaje nazca una dragona no elemental, pero ocurre, muy de vez en cuando. Son mellas nuestra honorable familia, muescas en nuestro linaje y nuestra historia: una enfermedad que queda en privacidad para el resto de dragones.
Comprendí la historia que Rebecca contó: los otros dragones, incluyendo un miembro de su propia familia, quisieron sacrificarla a los trolls junto a la basura de Aerandir, poniendo al mismo nivel que a Lagarto y que a mí. Me costó unos segundos de vacilación en los que me encontraba entre la dragona y el brujo de fuego, con Suuri en mis manos preparada para reventar cabezas. Finalmente, agaché el arma con actitud pasiva.
—Más te vale que seas capaz de sacarnos de aquí — dije severamente a los ojos de la dragona.
La dragona empezó a caminar hacia el sur. El resto le seguimos. Habíamos dejado a un muerto atrás y contábamos con dos personas malheridas, inconscientes. Parecía que solo yo era capaz de ver las reducidas posibilidades que teníamos de salir con vida.
Offrol: este turno es para frenar un poco la acción, un momento de tranquilidad para hablar. La idea que tengo en mi cabeza es que aprovechemos para utilizar nuestras habis para orientarnos en la montaña.
Rebecca, antes de volar, dice a Hadden: — Ayúdanos a escapar.
Gerrit Nephgerd
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
-Diablos! - Estaba muy asustada - Los trols no han caído en la trampa!
La mujer en la cúpula salió volando con grandes alas que atrajeron mi atención, no recordaba que especie podía hacer eso, pero no era el mayor de mis problemas en este momento.
El grupo comenzó a correr aprovechando la reorganización de las criaturas, y no podía quedarme atrás, Herr ya estaba alejándose
- Corre niña! - me gritó el mago y tras él comencé a levantar los pies como podía luchando contra la nieve. No me detuve a ver siquiera si nos seguían.
Estaba agotada, sentía el sudor frio acariciándome la piel en todos lados, el cuerpo débil y la humedad no eran mis aliadas, y pronto baje la velocidad. Solo espera no perderlos. El invierno eterno de estas tierras era la pura representación del final de la vida.
La nieve era una carga pesada para el empine de mis pies incluso, considerando la poca costumbre que tenia de andar con calzados, me estaba retrasando y solo podía ver las huellas en la nieve mientras avanzaba, yo no los divisaba y comencé a lagrimear.
~ Noooooooooooooooooooooooooo moooooooriiiiiiiiiiraaaaaaaaaassss~
- Si! Si moriré... - susurré dejándome caer al suelo y acostándome en aquel colchón blanco y helado. No fue una forma ideal y grata de conocer la nieve, el frío recorría la palma de mis manos hasta quemarme el fondo del pecho. Los nudillos se agrietaban y sangraban, pero no dolían, no sentía nada, no notaba ni yema de los dedos y la rigidez comienzo a apoderarse de todo, me enfriaba como un cadáver que nunca estuvo vivo.
~ Noooooooooooooooooooo teeeeeeeeeeeee deeeeeeeeeeeeeejjjjjaaaaaaaaaareeeeeeeeeee,,, essssss miiiiiii cuuuuuuuuuueeeeeeeeeeeeeeeeerpooooooooo~
Ya no podía responderle, mis labios agrietados no se movían por más que lo intentara, la suave briza parecía llevarse hasta el último hilo de vaho que salía de mi boca mientras me apagaba.
~ Noooooo teeeeeeee mooooooriiiiiiraaaasssss Maaaaaaaaaaaaaaldiiiiiiiiiiiiitaaaaaaaaaaaa niiiiiiiiiiiiiñaaaaaaa ~
Cuando el sueño parecía querer arrastrarme, un calor abrumador se cultivó en mi pecho de forma inesperada. Pensé en la magia pero no tenía sentido. Aquel fervor estallo en todo mi cuerpo y me devolvió la vitalidad un instante para comenzar a enfriarse nuevamente.
Probé primero el movimiento con los dedos, no dolían en absoluto, use mi magia para ayudarme a ponerme de pie y así las ropas no pesaran tanto. Dude un instante por lo que había pasado, pero no era el momento.
Tenía que seguir corriendo.
Leer este sitio era increíblemente fácil con mi magia y ahora mi cuerpo parecía estar como nuevo. Siguiendo las marcas en la nieve finalmente los encontré en el claro, todos traían prendas mojadas y finalmente sus voces me dieron paz más allá del disturbio que enfrentaban.
Algo así como una pelea estaba sucediendo y un hombre lloraba. "Una dragona?!?!" Aquella palabra repiqueteo en mi cabeza, su raza nos trajo aquí pero también estaba con nosotros, casi moría con nosotros, no tenía sentido.
Me dio algo de pena el grandote y caminé hacia el sollozo con precaución, deje de usar mi magia para percibir durante un rato pues con los ruidos que hacían todos, era suficiente recurso para orientarme.
- Oye... no llores. - el humano era más grande de lo que imaginaba, aun más que los otros comparados conmigo.
La discusión ajena no ayudó en nada. Que desperdicio de pelea.
- Vamos... - le dije con una voz que simulaba ser amistosa y apoyando mi mano sobre su brazo a Boston.
Este no me dijo nada, pero se levantó y comenzó a caminar tras la dragona, y yo lo acompañe sujetando su mano; no sabía por que actuaba como un niño, pero también tenía miedo y ganas de llorar como hacía él. Parecía muy fuerte en el exterior, pero claramente no lo era en el interior.
- Que hay en aquella dirección Rebeca?! - recordaba su nombre y le grité levantando apenas la voz a la supuesta dragona victima en la historia. No sabía si confiar realmente en ella o si esto era solo parte de un mayor plan.
La mujer en la cúpula salió volando con grandes alas que atrajeron mi atención, no recordaba que especie podía hacer eso, pero no era el mayor de mis problemas en este momento.
El grupo comenzó a correr aprovechando la reorganización de las criaturas, y no podía quedarme atrás, Herr ya estaba alejándose
- Corre niña! - me gritó el mago y tras él comencé a levantar los pies como podía luchando contra la nieve. No me detuve a ver siquiera si nos seguían.
***
Estaba agotada, sentía el sudor frio acariciándome la piel en todos lados, el cuerpo débil y la humedad no eran mis aliadas, y pronto baje la velocidad. Solo espera no perderlos. El invierno eterno de estas tierras era la pura representación del final de la vida.
La nieve era una carga pesada para el empine de mis pies incluso, considerando la poca costumbre que tenia de andar con calzados, me estaba retrasando y solo podía ver las huellas en la nieve mientras avanzaba, yo no los divisaba y comencé a lagrimear.
~ Noooooooooooooooooooooooooo moooooooriiiiiiiiiiraaaaaaaaaassss~
- Si! Si moriré... - susurré dejándome caer al suelo y acostándome en aquel colchón blanco y helado. No fue una forma ideal y grata de conocer la nieve, el frío recorría la palma de mis manos hasta quemarme el fondo del pecho. Los nudillos se agrietaban y sangraban, pero no dolían, no sentía nada, no notaba ni yema de los dedos y la rigidez comienzo a apoderarse de todo, me enfriaba como un cadáver que nunca estuvo vivo.
~ Noooooooooooooooooooo teeeeeeeeeeeee deeeeeeeeeeeeeejjjjjaaaaaaaaaareeeeeeeeeee,,, essssss miiiiiii cuuuuuuuuuueeeeeeeeeeeeeeeeerpooooooooo~
Ya no podía responderle, mis labios agrietados no se movían por más que lo intentara, la suave briza parecía llevarse hasta el último hilo de vaho que salía de mi boca mientras me apagaba.
~ Noooooo teeeeeeee mooooooriiiiiiraaaasssss Maaaaaaaaaaaaaaldiiiiiiiiiiiiitaaaaaaaaaaaa niiiiiiiiiiiiiñaaaaaaa ~
Cuando el sueño parecía querer arrastrarme, un calor abrumador se cultivó en mi pecho de forma inesperada. Pensé en la magia pero no tenía sentido. Aquel fervor estallo en todo mi cuerpo y me devolvió la vitalidad un instante para comenzar a enfriarse nuevamente.
Probé primero el movimiento con los dedos, no dolían en absoluto, use mi magia para ayudarme a ponerme de pie y así las ropas no pesaran tanto. Dude un instante por lo que había pasado, pero no era el momento.
Tenía que seguir corriendo.
Leer este sitio era increíblemente fácil con mi magia y ahora mi cuerpo parecía estar como nuevo. Siguiendo las marcas en la nieve finalmente los encontré en el claro, todos traían prendas mojadas y finalmente sus voces me dieron paz más allá del disturbio que enfrentaban.
Algo así como una pelea estaba sucediendo y un hombre lloraba. "Una dragona?!?!" Aquella palabra repiqueteo en mi cabeza, su raza nos trajo aquí pero también estaba con nosotros, casi moría con nosotros, no tenía sentido.
Me dio algo de pena el grandote y caminé hacia el sollozo con precaución, deje de usar mi magia para percibir durante un rato pues con los ruidos que hacían todos, era suficiente recurso para orientarme.
- Oye... no llores. - el humano era más grande de lo que imaginaba, aun más que los otros comparados conmigo.
La discusión ajena no ayudó en nada. Que desperdicio de pelea.
- Vamos... - le dije con una voz que simulaba ser amistosa y apoyando mi mano sobre su brazo a Boston.
Este no me dijo nada, pero se levantó y comenzó a caminar tras la dragona, y yo lo acompañe sujetando su mano; no sabía por que actuaba como un niño, pero también tenía miedo y ganas de llorar como hacía él. Parecía muy fuerte en el exterior, pero claramente no lo era en el interior.
- Que hay en aquella dirección Rebeca?! - recordaba su nombre y le grité levantando apenas la voz a la supuesta dragona victima en la historia. No sabía si confiar realmente en ella o si esto era solo parte de un mayor plan.
Merida DunBroch
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
"Ayúdanos a escapar." Ya como lobo, mi olfato terminó por identificar la raza de la mujer. Una dragona. Al fin comprendía por qué me había dado mala espina el asunto antes. Y, aunque en su momento la mujer hasta me había acusado de "salvaje", lo salvaje era nuestra única esperanza en ese momento.
A falta de palabras, asentí con la cabeza al pedido de la dragona, y en cuanto vi una oportunidad, una distracción por parte de las criaturas, me escabullí fuera de la cueva y empecé a correr; la sombra de la dragona con la elfa en brazos cayendo sobre mí. Todo se veía igual. Montañas, nieve, y nada más. Podía oler, de forma muy débil, la presencia de animales por la parte este de las montañas. Caribúes o similares, posiblemente en proceso de migración al sur. Sin embargo, esto no significaba que estuvieran cerca. Sea como fuese, necesitábamos alimento y refugio. O íbamos a morir congelados.
Luego de un rato, cuando llegamos a un claro bastante refugiado por el relieve. fui disminuyendo la velocidad hasta detenerme, jadeando mientras miraba a la dragona descender con la elfa herida. Di varias vueltas alrededor del lugar donde habíamos parado, utilizando mi nariz para intentar detectar alguna señal de los trolls. Ahora que ya había captado su aroma, sería más fácil verlos venir, a menos que la dirección del viento fuera muy contraproducente.
Me senté junto a la elfa y volví a mi apariencia normal, cerrando mi abrigo por el frío y recostándome un momento en el suelo. Si seguía cambiando de forma a este ritmo iban a ser los demás los que tuvieran que parar para que los alcance. Las transformaciones resultaban, verdaderamente, agotadoras -¿Estás bien..?- le pregunté en un murmuro a la elfa que tenía al lado; aunque no sabía ni siquiera si estaría consciente.
Me incorporé volviendo a quedar sentado en el suelo, un poco más repuesto pero con pocas energías. ¿Acaso aquel bruto acababa de abofetear a la dragona? -Disculpa que me meta, pero ¿quién te crees que sos vos, exactamente?- dije aún sentado en la nieve, medio sonriendo como quien pregunta casualmente a cuánto está la jarra de cerveza en una taberna.
Mientras Rebeca contaba su triste trasfondo familiar, me levanté del suelo y ayudé a la elfa a ponerse de pie como pudo, pasando uno de sus brazos sobre mis hombros para seguir el viaje, cuando escuché a Mérida preguntar por el rumbo -Hay un grupo grande de animales migrando al sur, lo que es alimento. Y cuanto más bajemos de latitud, menos crudo será el frío. Además los trolls son animales de altas montañas, dudo que hayan muchos más al sur.- Le hablé casi como si ya la conociera, porque le había cedido parte de mi abrigo unas horas antes, aunque no estaba seguro de que me reconociera -¿Las pieles ayudaron con el frío?
Respiré hondo varias veces, no estaba en la mejor condición que digamos tras toda aquella demanda física, y definitivamente no iba a poder estar atento al aroma de otras amenazas y asistir a Rebeca cargado con el peso de otra persona -¿Alguno podría ayudarme a cargarla? ¿Boston o.. hombre machote con martillo al que le gusta golpear mujeres?- Si había oído su nombre, en este momento no lo recordaba.
A falta de palabras, asentí con la cabeza al pedido de la dragona, y en cuanto vi una oportunidad, una distracción por parte de las criaturas, me escabullí fuera de la cueva y empecé a correr; la sombra de la dragona con la elfa en brazos cayendo sobre mí. Todo se veía igual. Montañas, nieve, y nada más. Podía oler, de forma muy débil, la presencia de animales por la parte este de las montañas. Caribúes o similares, posiblemente en proceso de migración al sur. Sin embargo, esto no significaba que estuvieran cerca. Sea como fuese, necesitábamos alimento y refugio. O íbamos a morir congelados.
Luego de un rato, cuando llegamos a un claro bastante refugiado por el relieve. fui disminuyendo la velocidad hasta detenerme, jadeando mientras miraba a la dragona descender con la elfa herida. Di varias vueltas alrededor del lugar donde habíamos parado, utilizando mi nariz para intentar detectar alguna señal de los trolls. Ahora que ya había captado su aroma, sería más fácil verlos venir, a menos que la dirección del viento fuera muy contraproducente.
Me senté junto a la elfa y volví a mi apariencia normal, cerrando mi abrigo por el frío y recostándome un momento en el suelo. Si seguía cambiando de forma a este ritmo iban a ser los demás los que tuvieran que parar para que los alcance. Las transformaciones resultaban, verdaderamente, agotadoras -¿Estás bien..?- le pregunté en un murmuro a la elfa que tenía al lado; aunque no sabía ni siquiera si estaría consciente.
Me incorporé volviendo a quedar sentado en el suelo, un poco más repuesto pero con pocas energías. ¿Acaso aquel bruto acababa de abofetear a la dragona? -Disculpa que me meta, pero ¿quién te crees que sos vos, exactamente?- dije aún sentado en la nieve, medio sonriendo como quien pregunta casualmente a cuánto está la jarra de cerveza en una taberna.
Mientras Rebeca contaba su triste trasfondo familiar, me levanté del suelo y ayudé a la elfa a ponerse de pie como pudo, pasando uno de sus brazos sobre mis hombros para seguir el viaje, cuando escuché a Mérida preguntar por el rumbo -Hay un grupo grande de animales migrando al sur, lo que es alimento. Y cuanto más bajemos de latitud, menos crudo será el frío. Además los trolls son animales de altas montañas, dudo que hayan muchos más al sur.- Le hablé casi como si ya la conociera, porque le había cedido parte de mi abrigo unas horas antes, aunque no estaba seguro de que me reconociera -¿Las pieles ayudaron con el frío?
Respiré hondo varias veces, no estaba en la mejor condición que digamos tras toda aquella demanda física, y definitivamente no iba a poder estar atento al aroma de otras amenazas y asistir a Rebeca cargado con el peso de otra persona -¿Alguno podría ayudarme a cargarla? ¿Boston o.. hombre machote con martillo al que le gusta golpear mujeres?- Si había oído su nombre, en este momento no lo recordaba.
Hadden Payne
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
Empezaban a comportarse como un grupo unido, dispuesto a ayudarse mutuamente, y eso me molestaba, me hacía sentir parte de ellos, como si tuviera que reírles las gracias y fraternizar por obligación. El grupo no podía ser más dispar: dos brujos, una ciega y el otro trilero, una dragona hermana de la misma persona que nos dejó abandonados, un humano idiota, una elfa inconsciente, una lagartija empalagosa y un chico lobo que creía tener la capacidad para encontrar el mejor camino solamente porque poseía un hocico en vez de nariz. El brujo, que en teoría debería ser enemigo natural de los elfos, se preocupaba por la salud de la elfa y, quizás, por lo su reacción al descubrir que su querido hermano murió presa de los trolls. La bruja demostraba su empatía con Boston, el humano idiota, animándole para que dejase de llorar. La dragona Rebecca y el chico lobo eran quienes mejor se entendían. Ambos eran animales incompletos, con apariencia humana en las horas bajas y, durante la acción, bestias salvajes. Hablaban entre ellos como lo haría un erudito solitario, preguntándose las cuestiones de las que ya conocían las respuestas. ¿Dónde está el sur? En esa dirección. ¿Dónde hay comida? Allí habrá animales. ¿Podremos cazarlos? Tenemos armas, usémoslas. ¿Las pieles ayudaron contra el frío? Por supuesto que sí. Una pregunta seguía a otra y para todas conocían la respuesta de antemano.
Boston levantó la cabeza al escuchar su nombre. El llanto y el miedo desaparecieron en el acto, dando paso a la particular sonrisa servicial del humano.
—Boston ayudar. Boston poder ayudar. Boston es fuerte. Boston puede hacerlo solo. Boston cargará con la mujer elfa.
Di un sutil paso hacia atrás, ignorando la ofensa del chico lobo y dejando el camino libre para el humano. Boston cogió en los brazos a la elfa como si fuera una princesa de cuento. Los ojos de Odriel se arrugaron suavemente, como si, aunque estuviera inconsciente, pudiera notar las ásperas manos del humano.
—Boston puede hacerlo. Boston deja de llorar. Chica guapa pidió a Boston que dejase de llorar y que fuera. Boston va. ¡Boston vamos! ¡Vamos Boston!
El grupo lo encabezaron el chico lobo y Rebecca Hur’tten. Nos dirigíamos hacia el sur, el lobo seguí el rastro de una manada de caribúes, alimento y seguridad. La presencia de los animales salvaje no solo daba la oportunidad de cazar, sino que además significaba que los trolls no habían llegado hasta allí. La ciega y Herr iban en segundo lugar. Herr, cada vez más aventurado, decidió coger la mano de la chica con la excusa de ayudarla a caminar, pero dejando al descubierto una cortés sonrisa que ella jamás vería. Boston, con Odriel en brazos, en tercer lugar. El humano era fuerte y rápido, podría adelantar a un segundo e incluso un primer lugar, pero Rebecca se giraba para frenarlo con la mirada. Lagartija y yo, como no podía ser de otra manera, íbamos los últimos. Tanto se debía a nuestra incapacidad de socializar con el resto de los aventureros a que éramos los que disponían de un mejor armamento en caso de que los trolls regresasen.
Odriel alargó el brazo en sueños y acarició la faz de Boston. Pronunció el nombre de su hermano. Therindel. Rebecca dejó al chico lobo que liderase la partida para retroceder hasta la posición de Boston y la elfa.
—No tardará en abrir los ojos — dijo Rebecca a Boston en voz alta, procurando que también lo escuchásemos los demás.
Y así fue. A los pocos minutos, como si las palabras de la dragona contuvieran una clase de hechizo alentador, Odriel despertó. Lo hizo despacio, en un estado en el que parecía no entender todavía lo que era real e irreal. Preguntó por su hermano. Rebecca le puso una mano en la frente limpiando el sudor y le dijo que descansase, que necesitaría ahorrar todas sus fuerzas. Odriel obedeció. Volvió a cerrar los ojos, esta vez, estando plenamente consciente de lo que hacía. Boston contempló el suave rostro de la elfa con una alegre sonrisa y las mejillas ruborizadas. El idiota se había enamorado de la elfa.
Todos escuchamos la manada os caribúes como también la grave voz que la acompañaba. La cabeza del pastor de caribúes se levantaba por encima de los montículos de nieve. Rebecca dio el alto levantando las dos manos.
—¿Lo veis? — dijo la dragona en voz baja. Era una de esas preguntas de las que ya conocía la respuesta —. Es un gigante. No hagáis ningún ruido o nos descubrirá — mirando hacia el chico lobo añadió —. ¿Crees que los caribúes son propiedad del gigante? Por eso los trolls no atacan a la manada. Es un pastor. ¿Pacifista? Prefiero no descubrirlo. Hagamos un rodeo.
El siguiente sonido lo reconocimos en seguida, lo habíamos escuchado con anterioridad. Se trataban de los trolls, siguieron nuestro rastro después de que los hechizos del brujero trilero y la ciega se desvanecieron. El pastor de caribúes alzó la cabeza con gesto amenazador, parecía haberse enfrentado a los trolls en otras veces. Levantó su enorme vara (la cual era un ciprés el cual había arrancado del suelo y cortado las raíces y las ramas más secas) con una mano mientras que con la otra dirigía a los animales hacia el refugio.
Los ojos de Boston se dilataron del miedo al ver de cerca el gigante. Miró los rostros de sus nuevos amigos como si estuviera pidiendo disculpas. Salió corriendo, con Odriel en brazos, hacia el oeste.
—¡No, vuelve! — gritó Herr.
El gigante vio a Boston. Los trolls vieron a Boston. Boston corrió tanto como pudo escapando de las dos criaturas. Con una mano acariciaba la espalda de la mujer elfa y con la otra su largo cabello plateado. Quienes no pudimos escapar fuimos los demás. Quedamos en medio de las dos criaturas.
El primer troll salió al descubierto, levantándose sobre las dos piernas a la vez que amenazaba con los brazos golpeándose el pecho como lo haría un gorila. El gigante se encaró hacia él, bastón en mano.
Rebecca nos guio a un agujero en la nieve. La idea sería esperar adentro mientras las criaturas se mataban entre ellas. Lagartija demostró que provenía de una raza traicionera. Desenvainó sus cimitarras impregnadas de veneno de reptil y me clavó una en la pierna izquierda, haciendo que me cayera al suelo.
—Sédate con tus amigos los trolls y tu nuevo amigo el gigante. Se te somerán y mientras essaparemos sin ti. Porse tú estarás muerto. Somido.
Se me ocurrían muchos insultos, la mayoría dirigidos a la madre de Lagartija, pero no podía pronunciar ninguno. El veneno de Lagartija, además de debilitarme, me impedía hablar dando la sensación que tenía la boca pastosa, como si estuviera masticando una masa de pan sin reseca.
El segundo troll saltó en la espalda del pastor de caribúes y le mordió el cuello. El gigante resistía, imponente. Acababa de golpear con la vara la cabeza del primer troll. No veía al tercero. ¿Dónde estaba el tercero? Me arrastré por la nieve buscando auxilio. Solo y herido, no tenía muchas oportunidades de escapar.
Offrol: el grupo se ha desintegrado. Por un lado, Boston ha escapado con Odriel. Se ha enamorado de la elfa y pretende salvarla, él solo. Luego está Rebecca, pidiéndoos que os escondáis en un agujero en la nieve. Lagartija se esconderá en el agujero, no sin antes herir de gravedad a Gerrit usándolo como cebo para los trolls.
Insisto: si queréis, podéis utilizar a los npcs de la partida. No tengo pensado nada con ellos. No supone ninguna molestia que los uséis a vuestra voluntad. El misterio de Rebecca ya ha sido resuelto, que es lo único que tenía pensado de antemano.
Bestiario: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Estoy utilizando un gigante común.
Boston levantó la cabeza al escuchar su nombre. El llanto y el miedo desaparecieron en el acto, dando paso a la particular sonrisa servicial del humano.
—Boston ayudar. Boston poder ayudar. Boston es fuerte. Boston puede hacerlo solo. Boston cargará con la mujer elfa.
Di un sutil paso hacia atrás, ignorando la ofensa del chico lobo y dejando el camino libre para el humano. Boston cogió en los brazos a la elfa como si fuera una princesa de cuento. Los ojos de Odriel se arrugaron suavemente, como si, aunque estuviera inconsciente, pudiera notar las ásperas manos del humano.
—Boston puede hacerlo. Boston deja de llorar. Chica guapa pidió a Boston que dejase de llorar y que fuera. Boston va. ¡Boston vamos! ¡Vamos Boston!
El grupo lo encabezaron el chico lobo y Rebecca Hur’tten. Nos dirigíamos hacia el sur, el lobo seguí el rastro de una manada de caribúes, alimento y seguridad. La presencia de los animales salvaje no solo daba la oportunidad de cazar, sino que además significaba que los trolls no habían llegado hasta allí. La ciega y Herr iban en segundo lugar. Herr, cada vez más aventurado, decidió coger la mano de la chica con la excusa de ayudarla a caminar, pero dejando al descubierto una cortés sonrisa que ella jamás vería. Boston, con Odriel en brazos, en tercer lugar. El humano era fuerte y rápido, podría adelantar a un segundo e incluso un primer lugar, pero Rebecca se giraba para frenarlo con la mirada. Lagartija y yo, como no podía ser de otra manera, íbamos los últimos. Tanto se debía a nuestra incapacidad de socializar con el resto de los aventureros a que éramos los que disponían de un mejor armamento en caso de que los trolls regresasen.
Odriel alargó el brazo en sueños y acarició la faz de Boston. Pronunció el nombre de su hermano. Therindel. Rebecca dejó al chico lobo que liderase la partida para retroceder hasta la posición de Boston y la elfa.
—No tardará en abrir los ojos — dijo Rebecca a Boston en voz alta, procurando que también lo escuchásemos los demás.
Y así fue. A los pocos minutos, como si las palabras de la dragona contuvieran una clase de hechizo alentador, Odriel despertó. Lo hizo despacio, en un estado en el que parecía no entender todavía lo que era real e irreal. Preguntó por su hermano. Rebecca le puso una mano en la frente limpiando el sudor y le dijo que descansase, que necesitaría ahorrar todas sus fuerzas. Odriel obedeció. Volvió a cerrar los ojos, esta vez, estando plenamente consciente de lo que hacía. Boston contempló el suave rostro de la elfa con una alegre sonrisa y las mejillas ruborizadas. El idiota se había enamorado de la elfa.
Todos escuchamos la manada os caribúes como también la grave voz que la acompañaba. La cabeza del pastor de caribúes se levantaba por encima de los montículos de nieve. Rebecca dio el alto levantando las dos manos.
—¿Lo veis? — dijo la dragona en voz baja. Era una de esas preguntas de las que ya conocía la respuesta —. Es un gigante. No hagáis ningún ruido o nos descubrirá — mirando hacia el chico lobo añadió —. ¿Crees que los caribúes son propiedad del gigante? Por eso los trolls no atacan a la manada. Es un pastor. ¿Pacifista? Prefiero no descubrirlo. Hagamos un rodeo.
El siguiente sonido lo reconocimos en seguida, lo habíamos escuchado con anterioridad. Se trataban de los trolls, siguieron nuestro rastro después de que los hechizos del brujero trilero y la ciega se desvanecieron. El pastor de caribúes alzó la cabeza con gesto amenazador, parecía haberse enfrentado a los trolls en otras veces. Levantó su enorme vara (la cual era un ciprés el cual había arrancado del suelo y cortado las raíces y las ramas más secas) con una mano mientras que con la otra dirigía a los animales hacia el refugio.
Los ojos de Boston se dilataron del miedo al ver de cerca el gigante. Miró los rostros de sus nuevos amigos como si estuviera pidiendo disculpas. Salió corriendo, con Odriel en brazos, hacia el oeste.
—¡No, vuelve! — gritó Herr.
El gigante vio a Boston. Los trolls vieron a Boston. Boston corrió tanto como pudo escapando de las dos criaturas. Con una mano acariciaba la espalda de la mujer elfa y con la otra su largo cabello plateado. Quienes no pudimos escapar fuimos los demás. Quedamos en medio de las dos criaturas.
El primer troll salió al descubierto, levantándose sobre las dos piernas a la vez que amenazaba con los brazos golpeándose el pecho como lo haría un gorila. El gigante se encaró hacia él, bastón en mano.
Rebecca nos guio a un agujero en la nieve. La idea sería esperar adentro mientras las criaturas se mataban entre ellas. Lagartija demostró que provenía de una raza traicionera. Desenvainó sus cimitarras impregnadas de veneno de reptil y me clavó una en la pierna izquierda, haciendo que me cayera al suelo.
—Sédate con tus amigos los trolls y tu nuevo amigo el gigante. Se te somerán y mientras essaparemos sin ti. Porse tú estarás muerto. Somido.
Se me ocurrían muchos insultos, la mayoría dirigidos a la madre de Lagartija, pero no podía pronunciar ninguno. El veneno de Lagartija, además de debilitarme, me impedía hablar dando la sensación que tenía la boca pastosa, como si estuviera masticando una masa de pan sin reseca.
El segundo troll saltó en la espalda del pastor de caribúes y le mordió el cuello. El gigante resistía, imponente. Acababa de golpear con la vara la cabeza del primer troll. No veía al tercero. ¿Dónde estaba el tercero? Me arrastré por la nieve buscando auxilio. Solo y herido, no tenía muchas oportunidades de escapar.
Offrol: el grupo se ha desintegrado. Por un lado, Boston ha escapado con Odriel. Se ha enamorado de la elfa y pretende salvarla, él solo. Luego está Rebecca, pidiéndoos que os escondáis en un agujero en la nieve. Lagartija se esconderá en el agujero, no sin antes herir de gravedad a Gerrit usándolo como cebo para los trolls.
Insisto: si queréis, podéis utilizar a los npcs de la partida. No tengo pensado nada con ellos. No supone ninguna molestia que los uséis a vuestra voluntad. El misterio de Rebecca ya ha sido resuelto, que es lo único que tenía pensado de antemano.
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Gerrit Nephgerd
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
Caminábamos aun en caravana, todo estaba muy tranquilo y era bastante preocupante ya que probablemente podían seguirnos el rastro, el grandote seguía llorando hasta que se me escapo de las manos animado pero no presté demasiada atención a sus motivos, era alguien muy cambiante después de todo.
No paso mucho rato hasta que sentí una segunda mano sujetándome, pensé por un momento en repeler el contacto del otro, pero evaluando el miedo que sentía a todo el contexto precedente por sobre la incomodidad de una palma con cinco dedos no partes de mi cuerpo, preferí no decir nada al respecto y caminar.
Las telas en mis pies comenzaron a humedecerse ante la crecente humedad en la que no sumíamos con el caer de las horas y las sorpresas parecían no acabar en esta trágica noche.
Quizás no fue el momento oportuno pero intente reflexionar sobre lo que estaba viviendo, quizás sería mi última reflexión. “Ya va siendo hora de que afronte mis miedos o muera si no moriré como una cobarde...” sonaba muy lindo e ideal en mi cabeza, mas no había forma de que sostuviese algo tan incoherente como conseguir coraje en circunstancias limites, era una rata de bosque una bruja tramposa y trampera que vivía de esconderse en las sombras, acechar y matar a espaldas, todas y cada una de las artimañas cobardes con las que suelen caracterizar a brujos al menos en la ciudad cerca de casa.
Luego el grito del Mago, y la tempestad regreso a nuestra aventura, no terminábamos de salir de una que volvíamos a meternos en otra. Nuestro destino parecía rondar siempre en lo mismo, terminar muertos.
Esta vez se libraba una batalla donde no éramos protagonistas de interés, por ende podíamos tomarnos ciertas libertades que a la dragona le valió tomar; corrí en su dirección siguiendo los vacíos del eco, lo que mi magia me mostraba y el sonido de su voz metiéndome en el hueco en la nieve que ella indicaba.
"Piedras" pensé al pisar allí con las pieles empapadas y calando el frio en cada uno de los surcos de mis huellas digitales ambos pies, avanzamos apenas unos pasos sobre el agujero con mi persona a la cabeza, y era desafiante aunque no tardó mucho en cambiar mi perspectiva. Las paredes eran más filosas y cerradas conforme avanzábamos, pronto ocurrió algo aún más inesperado, una cuesta hacia abajo.
Pise confiada y caí aferrándome a la mano que me sujetaba compañera, al instante siguiente resbalábamos ambos hacia el interior de una cueva más profunda que no parecía ser parte de los planes de Rebeca. La superficie rocosa estaba congelada, cubierta en hielo y la pendiente era bastante pronunciada como para que se produjera un tobogán que, ante un envión acelerado como había sido el mío, cualquiera que se decidiera a entrar por allí con tal predisposición como la que habíamos tenido, terminaría en la misma situación que nosotros, deslizándose cuesta abajo sin esperanzas de un suelo firme que sostenga la caída. No pude sostener la mano ajena mucho más tiempo en lo que rodaba y, en la caída, la solté para desparramarme tranquila.
Trataba de aferrarme a algo para serenarme y no gritar pero, en cuanto tocaba o intentaba agarrarme de lo que sea, el hielo con sus texturas rigidas y filosas lastimaba mis dedos, mis únicas armas. Conforme bajaba, los muros de piedra parecían congelarse aún más y dificultaba el sujetarme; pero no duró demasiado, al poco rato el hielo parecía desvanecerse por la aparición de tierra y plantas en el solado, la reveladilla sobre piedra llegó a su fin sin representar más que los cortes que el hielo produce.
Me levanté del suelo por insistencia de Herr, no lo decía directamente, pero no estaba a gusto con la situación. "Tú me tomaste la mano primero así que más vale no me digas nada sobre esto...” pensé molesta y de muy mal humor.
- Genial - afirmó con ironía - con tanto hielo no podremos subir de vuelta. - su tono era diferente al que manifestaba arriba.
- No puedes derretir todo con tu magia y así intentamos escalar - le dije sobrante mientras terminaba de enderezarme y acomodar mis prendas.
- El muro de fuego que hice con los trolls de antes no era gratis... Tengo que descansar antes de poder intentarlo de nuevo.
- Que mago limitado para tanto alarde... - le dije petulante y algo jocoso.
- Aquí nadie alardeo nada, al menos... - Prendió una pequeña llamarada en su manos y levantó la vista al lugar en donde estábamos - parece ser más seguro que afuera...
- Ey! - percibí el calor y escuche el sonido - No que "tiniis qui discincir"? - remede sus palabras anteriores ante la presencia del fuego.
- No compares una llamita con un muro de más de 2 metros de alto. - refunfuño con total orgullo.
Yo también estaba algo cansada, sostener la telequinesis para poder ver mi camino ese agotador y tenía mis propios límites, no me quedaba de otra más que guiarme con los otros cuatro sentidos y quizás confiar en esta persona hasta salir de la montaña por lo menos.
- Que se supone que hagamos ahora....? - quería manifestarme asertiva, pero era muy difícil considerando que me dolía la pierna, ya no podía percibir la humedad ambiente y que grandes bichos nos seguían.
- Buena pregunta. - Herr se acercó a la resbaladilla para mirar hacia arriba, gritar no era una opción viable ya que no sabíamos a que criatura estaríamos alertando de nuestra posición - Esperemos un poco más, por si otro cae en esta parte.
______No paso mucho rato hasta que sentí una segunda mano sujetándome, pensé por un momento en repeler el contacto del otro, pero evaluando el miedo que sentía a todo el contexto precedente por sobre la incomodidad de una palma con cinco dedos no partes de mi cuerpo, preferí no decir nada al respecto y caminar.
Las telas en mis pies comenzaron a humedecerse ante la crecente humedad en la que no sumíamos con el caer de las horas y las sorpresas parecían no acabar en esta trágica noche.
Quizás no fue el momento oportuno pero intente reflexionar sobre lo que estaba viviendo, quizás sería mi última reflexión. “Ya va siendo hora de que afronte mis miedos o muera si no moriré como una cobarde...” sonaba muy lindo e ideal en mi cabeza, mas no había forma de que sostuviese algo tan incoherente como conseguir coraje en circunstancias limites, era una rata de bosque una bruja tramposa y trampera que vivía de esconderse en las sombras, acechar y matar a espaldas, todas y cada una de las artimañas cobardes con las que suelen caracterizar a brujos al menos en la ciudad cerca de casa.
Luego el grito del Mago, y la tempestad regreso a nuestra aventura, no terminábamos de salir de una que volvíamos a meternos en otra. Nuestro destino parecía rondar siempre en lo mismo, terminar muertos.
Esta vez se libraba una batalla donde no éramos protagonistas de interés, por ende podíamos tomarnos ciertas libertades que a la dragona le valió tomar; corrí en su dirección siguiendo los vacíos del eco, lo que mi magia me mostraba y el sonido de su voz metiéndome en el hueco en la nieve que ella indicaba.
"Piedras" pensé al pisar allí con las pieles empapadas y calando el frio en cada uno de los surcos de mis huellas digitales ambos pies, avanzamos apenas unos pasos sobre el agujero con mi persona a la cabeza, y era desafiante aunque no tardó mucho en cambiar mi perspectiva. Las paredes eran más filosas y cerradas conforme avanzábamos, pronto ocurrió algo aún más inesperado, una cuesta hacia abajo.
Pise confiada y caí aferrándome a la mano que me sujetaba compañera, al instante siguiente resbalábamos ambos hacia el interior de una cueva más profunda que no parecía ser parte de los planes de Rebeca. La superficie rocosa estaba congelada, cubierta en hielo y la pendiente era bastante pronunciada como para que se produjera un tobogán que, ante un envión acelerado como había sido el mío, cualquiera que se decidiera a entrar por allí con tal predisposición como la que habíamos tenido, terminaría en la misma situación que nosotros, deslizándose cuesta abajo sin esperanzas de un suelo firme que sostenga la caída. No pude sostener la mano ajena mucho más tiempo en lo que rodaba y, en la caída, la solté para desparramarme tranquila.
Trataba de aferrarme a algo para serenarme y no gritar pero, en cuanto tocaba o intentaba agarrarme de lo que sea, el hielo con sus texturas rigidas y filosas lastimaba mis dedos, mis únicas armas. Conforme bajaba, los muros de piedra parecían congelarse aún más y dificultaba el sujetarme; pero no duró demasiado, al poco rato el hielo parecía desvanecerse por la aparición de tierra y plantas en el solado, la reveladilla sobre piedra llegó a su fin sin representar más que los cortes que el hielo produce.
Me levanté del suelo por insistencia de Herr, no lo decía directamente, pero no estaba a gusto con la situación. "Tú me tomaste la mano primero así que más vale no me digas nada sobre esto...” pensé molesta y de muy mal humor.
- Genial - afirmó con ironía - con tanto hielo no podremos subir de vuelta. - su tono era diferente al que manifestaba arriba.
- No puedes derretir todo con tu magia y así intentamos escalar - le dije sobrante mientras terminaba de enderezarme y acomodar mis prendas.
- El muro de fuego que hice con los trolls de antes no era gratis... Tengo que descansar antes de poder intentarlo de nuevo.
- Que mago limitado para tanto alarde... - le dije petulante y algo jocoso.
- Aquí nadie alardeo nada, al menos... - Prendió una pequeña llamarada en su manos y levantó la vista al lugar en donde estábamos - parece ser más seguro que afuera...
- Ey! - percibí el calor y escuche el sonido - No que "tiniis qui discincir"? - remede sus palabras anteriores ante la presencia del fuego.
- No compares una llamita con un muro de más de 2 metros de alto. - refunfuño con total orgullo.
Yo también estaba algo cansada, sostener la telequinesis para poder ver mi camino ese agotador y tenía mis propios límites, no me quedaba de otra más que guiarme con los otros cuatro sentidos y quizás confiar en esta persona hasta salir de la montaña por lo menos.
- Que se supone que hagamos ahora....? - quería manifestarme asertiva, pero era muy difícil considerando que me dolía la pierna, ya no podía percibir la humedad ambiente y que grandes bichos nos seguían.
- Buena pregunta. - Herr se acercó a la resbaladilla para mirar hacia arriba, gritar no era una opción viable ya que no sabíamos a que criatura estaríamos alertando de nuestra posición - Esperemos un poco más, por si otro cae en esta parte.
Por fin pude darme el tiempo de responder en el foro, espero sigan con ganas de terminar. u_U
Por o pronto, el hueco conducía a una cueva y ahí caí con Her.
Merida DunBroch
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
Por suerte Boston vino a mi ayuda, sacándome (literalmente) un gran peso de encima. O bueno, tal vez no un gran peso per se, pero estaba tan drenado de energía que hasta el cuerpo de la pobre elfa era demasiado en ese momento. El humano era realmente un caso particular. Se hacía evidente que tenía algún tipo de condición. Es poco común pero no una rareza conocer gente así. Pero la forma en la que hablaba denotaba la escasa educación que había recibido en su infancia "Si es que alguna vez la tuvo" pensé.
El frío se hacía sentir parasitando el agotamiento que me carcomía, pero había que seguir de una forma u otra. Lo ideal hubiese sido que Rebeca liderase y yo fuera un poco detrás del grupo, ya que el viento que teníamos de frente dificultaba el identificar alguna amenaza detrás de nosotros, pero veía poco factible que un troll nos siguiera tanta distancia.
Necesité apoyar una mano sobre el hombro de Rebecca para poder caminar al ritmo que necesitabamos. Al principio la dragona me miró muy raro, como dudando mis intenciones -Disculpame pero no eres exactamente mi tipo, si entiendes a lo que me refiero..- y al parecer mi expresión de desinterés fue tan sincera que ni siquiera volvió a mencionarlo.
No charlamos demasiado. Ella por ser una persona estoica, y yo por tener mi propio historial de malas relaciones con dragones; aunque sí le pregunté cómo estaba del golpe que le había dado el gorila ese cabeza de ñoqui (el brujo que supe por su parte se llamaba Gerrit, ¿pero a quién le importa el nombre de alguien así?). Y pensar que al empezar la travesía hasta me había parecido algo guapo...
De a poco el descansar (si es que se le podía llamar descansar a caminar en la nieve) empezó a hacer efecto. Pude entrar un poco en calor, y hasta Becca dijo que estaba menos pálido. Aunque mi pequeña mejoría fue inútil a fines prácticos.
Rebecca retrocedió para poder atender a la pobre elfa a la que cargaba Boston mientras yo seguía al frente para evitar que nos demoremos o perdiéramos el curso. Por suerte parecía que Odriel iba a recuperarse, pero cuando la vida te da una semilla se asegura de que estés en el desierto.
El aroma de nuestro objetivo me pegó primero con una oleada de viento fuerte que venía de frente, aunque también había otra esencia que no supe ubicar hasta que fue demasiado tarde.
Si nunca han visto un gigante, agarren la imagen mental que tengan de uno, y dupliquen su altura, tripliquen su masa muscular, cuadrupliquen la sensación de terror y.. Bueno, creo que ya estamos.
Debería medir unos ocho o nueve metros. Los caribúes parecían perritos a su lado y vale destacar que los renos miden más que la persona promedio. La voz de Rebeca me sacó del shock inicial -Seguramente. Si no fueran suyos no habría forma de que los animales estén tan tranquilos.- asentí con la cabeza a su iniciativa -Me leíste la mente-. Lo mejor sería rodearlo.
Ahora, tal vez el gigante no nos hiciera nada. O bueno, tal vez no a los demás. Si los gigantes tenían alguna clase de olfato o sexto sentido que me delatase como un lobo, me iba a ver como una amenaza a su rebaño y probablemente me pondría como tapete de entrada a su residencia. Pero los problemas no se acabaron ahí.
Los fantasmas del pasado cercano decidieron volver de visita en la forma de no uno, sino los dos trolls que creímos haber dejado atrás. Podría jurar que vi un brillo de reconocimiento en los ojos del gigante. No me sorprendería que ya se hubiesen cruzado más de una vez entre ellos.
Todo pasó muy rápido. De un momento a otro, el equipo se dividió. Boston escapó con la pobre elfa y aparentemente, lo logró. Ojalá el humano encontrase algún pueblo para que ambos no murieran en la nieve. Rebecca, milagrosamente, encontró una cueva en la nieve donde podríamos ocultarnos hasta que la pelea de criaturas termine. Pero no nos sirvió para evitar un ataque de alguien de nuestro grupo.
Esta vez sí me quedé atrás, vi que los dos brujos que caminaban juntos, Mérida y Her, llegaron a salvo al escondite. Iba a unos metros de Gerrit y el hombre bestia, y no pude reaccionar lo suficientemente rápido. Aunque bueno, si alguien esperaba una traición no creo que lo hubiesen visto venir del hombre de sangre fría, irónicamente.
Tendría que dejarlo ahí, no era asunto mío, él había demostrado ser una mala persona, bruto.. ¿Quién golpea a una persona de la nada? No sólo lastimó a Rebecca, sino que fue su forma de intentar humillarla frente al resto. ¿Por qué? ¿Su orgullo? ¿Sindrome de la masculinidad frágil? Quise irme, pero simplemente no pude. No podía dejar morir a alguien sin intentar nada.
Me arrodillé junto al brujo y le presioné un puñado de nieve en la herida, que a los pocos segundos ya era hielo. No importaba si le dolía, lo importante era intentar ralentizar el flujo del veneno por su sangre lo antes posible -Dale, con una sola pierna, levantate, vos podés...- pasé uno de sus brazos por encima de mi hombro para ayudarlo a ponerse de pie, pero no había forma de que lo llevara solo hasta la cueva si él no ponía de su parte.
Prefería ni mirar la batalla campal que se estaba dando entre el gigante y los trolls. Aunque esos últimos eran de un tamaño significativamente menor que el pastor, lo superaban en número. Y no quería ni imaginarme lo que pasaría si ganaban "O si deciden venir ahora mismo tras nosotros".
El frío se hacía sentir parasitando el agotamiento que me carcomía, pero había que seguir de una forma u otra. Lo ideal hubiese sido que Rebeca liderase y yo fuera un poco detrás del grupo, ya que el viento que teníamos de frente dificultaba el identificar alguna amenaza detrás de nosotros, pero veía poco factible que un troll nos siguiera tanta distancia.
Necesité apoyar una mano sobre el hombro de Rebecca para poder caminar al ritmo que necesitabamos. Al principio la dragona me miró muy raro, como dudando mis intenciones -Disculpame pero no eres exactamente mi tipo, si entiendes a lo que me refiero..- y al parecer mi expresión de desinterés fue tan sincera que ni siquiera volvió a mencionarlo.
No charlamos demasiado. Ella por ser una persona estoica, y yo por tener mi propio historial de malas relaciones con dragones; aunque sí le pregunté cómo estaba del golpe que le había dado el gorila ese cabeza de ñoqui (el brujo que supe por su parte se llamaba Gerrit, ¿pero a quién le importa el nombre de alguien así?). Y pensar que al empezar la travesía hasta me había parecido algo guapo...
De a poco el descansar (si es que se le podía llamar descansar a caminar en la nieve) empezó a hacer efecto. Pude entrar un poco en calor, y hasta Becca dijo que estaba menos pálido. Aunque mi pequeña mejoría fue inútil a fines prácticos.
Rebecca retrocedió para poder atender a la pobre elfa a la que cargaba Boston mientras yo seguía al frente para evitar que nos demoremos o perdiéramos el curso. Por suerte parecía que Odriel iba a recuperarse, pero cuando la vida te da una semilla se asegura de que estés en el desierto.
El aroma de nuestro objetivo me pegó primero con una oleada de viento fuerte que venía de frente, aunque también había otra esencia que no supe ubicar hasta que fue demasiado tarde.
Si nunca han visto un gigante, agarren la imagen mental que tengan de uno, y dupliquen su altura, tripliquen su masa muscular, cuadrupliquen la sensación de terror y.. Bueno, creo que ya estamos.
Debería medir unos ocho o nueve metros. Los caribúes parecían perritos a su lado y vale destacar que los renos miden más que la persona promedio. La voz de Rebeca me sacó del shock inicial -Seguramente. Si no fueran suyos no habría forma de que los animales estén tan tranquilos.- asentí con la cabeza a su iniciativa -Me leíste la mente-. Lo mejor sería rodearlo.
Ahora, tal vez el gigante no nos hiciera nada. O bueno, tal vez no a los demás. Si los gigantes tenían alguna clase de olfato o sexto sentido que me delatase como un lobo, me iba a ver como una amenaza a su rebaño y probablemente me pondría como tapete de entrada a su residencia. Pero los problemas no se acabaron ahí.
Los fantasmas del pasado cercano decidieron volver de visita en la forma de no uno, sino los dos trolls que creímos haber dejado atrás. Podría jurar que vi un brillo de reconocimiento en los ojos del gigante. No me sorprendería que ya se hubiesen cruzado más de una vez entre ellos.
Todo pasó muy rápido. De un momento a otro, el equipo se dividió. Boston escapó con la pobre elfa y aparentemente, lo logró. Ojalá el humano encontrase algún pueblo para que ambos no murieran en la nieve. Rebecca, milagrosamente, encontró una cueva en la nieve donde podríamos ocultarnos hasta que la pelea de criaturas termine. Pero no nos sirvió para evitar un ataque de alguien de nuestro grupo.
Esta vez sí me quedé atrás, vi que los dos brujos que caminaban juntos, Mérida y Her, llegaron a salvo al escondite. Iba a unos metros de Gerrit y el hombre bestia, y no pude reaccionar lo suficientemente rápido. Aunque bueno, si alguien esperaba una traición no creo que lo hubiesen visto venir del hombre de sangre fría, irónicamente.
Tendría que dejarlo ahí, no era asunto mío, él había demostrado ser una mala persona, bruto.. ¿Quién golpea a una persona de la nada? No sólo lastimó a Rebecca, sino que fue su forma de intentar humillarla frente al resto. ¿Por qué? ¿Su orgullo? ¿Sindrome de la masculinidad frágil? Quise irme, pero simplemente no pude. No podía dejar morir a alguien sin intentar nada.
Me arrodillé junto al brujo y le presioné un puñado de nieve en la herida, que a los pocos segundos ya era hielo. No importaba si le dolía, lo importante era intentar ralentizar el flujo del veneno por su sangre lo antes posible -Dale, con una sola pierna, levantate, vos podés...- pasé uno de sus brazos por encima de mi hombro para ayudarlo a ponerse de pie, pero no había forma de que lo llevara solo hasta la cueva si él no ponía de su parte.
Prefería ni mirar la batalla campal que se estaba dando entre el gigante y los trolls. Aunque esos últimos eran de un tamaño significativamente menor que el pastor, lo superaban en número. Y no quería ni imaginarme lo que pasaría si ganaban "O si deciden venir ahora mismo tras nosotros".
Hadden Payne
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
Si Lagartija fuera un guerrero más experimentado, habría hecho clavado el cuchillo unos milímetros más a la derecha, en la médula ósea. El veneno habría penetrado directamente en el sistema nervioso, por no hablar del daño irreparable que habría causado. Quizás me hubiera quedado invalido para lo que me quedaba de vida, lo que no sería mucho, hasta que los trolls detectasen el aroma de mi sangre caliente. Luego, habría hecho girar el cuchillo, causando un mayor desgarre alrededor de toda la herida.
Sin embargo, el sanguinario filo del hombre bestia penetró entre dos vértebras. Lagartija extrajo el arma rápidamente como si tuviera miedo al color carmesí que empezaba a emerger alrededor del metal.
Me dejo tendido en la nieve, huyó como el cobarde animal que es. No pude ver la sonrisa que esbozaba en su afilado hocico ni cómo brillaban sus ojos de azul celeste, orgullosos del trabajo derecho. Los efectos paralizantes del veneno de Lagartija fueron inmediatos. Lo primero fue la pérdida de visión. Pude ver a una sombra armada con un par de dagas corriendo, alejándose de mí. Supuse que sería Lagartija, aunque no pudiera reconocer su forma física. Luego, la sombra pasó a ser una mancha formada por una intricada mezcla de luces y colores, priorizaban el verde y el gris, el color del reptil y el de la nieve. La imagen desapareció antes de que Lagartija consiguiera unirse al resto del grupo. Tan solo vía luces amorfas de color blancos y grises.
Lo segundo que noté fue el dolor acreciente, nacía en la herida abierta y se extendía por todo mi cuerpo utilizando las venas como si fuera una carretera mortal. Mis músculos se pusieron en tensión, pareciera que sosteniendo un peso por encima de mis posibilidades físicas.
Hizo acopio de una pequeña reserva de energía para arrastrarme por el suelo, en dirección a las luces de colores más cálidos; allí donde veía una pizca de naranja en medio de la negrura. No tenía seguridad que fuera el camino correcto, pero es lo que me indicaba el instinto y las frases de la sabiduría popular. El calor del hogar, el fuego de la vida, la primavera luego del frío invierno…. Aquello es a lo que me atenía para seguir viviendo. Mis piernas eran dos sacos de carne inútil, apenas podía utilizar mis brazos para impulsar mi cuerpo hacia una dirección. Hacia el calor del hogar y hacia el fuego de la vida. El fuego purifica. ¿No es esa la ley de los brujos? El fuego quema y purifica.
¡Joder que sí!
Sentía que el fuego purificador había entrado en mi cuerpo, pero en lugar de sanar mis heridas, me quemaba por dentro. Ardía, era un incendio y su foco se encontraba en la herida que Lagartija me había causado: ahora, una brecha sangrante con piel en estado de necrosis en su alrededor.
Noté un par de manos posándose en mi espalda y escuché una voz que no pude entender. Las manos acercaron algo a la herida, deteniendo la hemorragia con una masa fría, pero no el dolor. Éste seguía ahí y le acompañaba una nueva aliada, una sensación de escozor en la espalda. Quizás esa masa fría fuera sal o tal vez alcohol destilado. Lo primero denotaba a un enemigo, tal vez Lagartija que había regresado a postergar mi sufrimiento, y lo segundo un amigo.
Yo no tenía amigos, pero el dolor me pecar de optimista.
Llevé la mano derecha a mi bolsilla de la pernera. Mis dedos se movían entorno al bolsillo como las patas de una rata rascando, hurgando entre un cadáver en busca de las partes más sabrosas.
Hice intención de hablar. Tan solo fui capaz de mover la parte superior de mi mandíbula, la lengua y las cuerdas vocales quedaron estáticas. Mi acompañante escuchó una retahíla de gruñidos que asemejaban a los de un lobo moribundo.
Lo encontré. Encontré lo que había estado buscando en el bolsillo del pantalón, reconocí su forma redondeada: un bollo curativo. Cerré la mano, parecía la garra de un ave, y fui a coger el panecillo. Emití otra tanda de gruñidos cuando el bollo escapó de mis manos y calló al suelo, en la nieve.
Y los trolls estaban cercan. Los podía oír. También escuchaba al gigante pastor de caribúes dando órdenes y golpeando con su vara el suelo.
Sin embargo, el sanguinario filo del hombre bestia penetró entre dos vértebras. Lagartija extrajo el arma rápidamente como si tuviera miedo al color carmesí que empezaba a emerger alrededor del metal.
Me dejo tendido en la nieve, huyó como el cobarde animal que es. No pude ver la sonrisa que esbozaba en su afilado hocico ni cómo brillaban sus ojos de azul celeste, orgullosos del trabajo derecho. Los efectos paralizantes del veneno de Lagartija fueron inmediatos. Lo primero fue la pérdida de visión. Pude ver a una sombra armada con un par de dagas corriendo, alejándose de mí. Supuse que sería Lagartija, aunque no pudiera reconocer su forma física. Luego, la sombra pasó a ser una mancha formada por una intricada mezcla de luces y colores, priorizaban el verde y el gris, el color del reptil y el de la nieve. La imagen desapareció antes de que Lagartija consiguiera unirse al resto del grupo. Tan solo vía luces amorfas de color blancos y grises.
Lo segundo que noté fue el dolor acreciente, nacía en la herida abierta y se extendía por todo mi cuerpo utilizando las venas como si fuera una carretera mortal. Mis músculos se pusieron en tensión, pareciera que sosteniendo un peso por encima de mis posibilidades físicas.
Hizo acopio de una pequeña reserva de energía para arrastrarme por el suelo, en dirección a las luces de colores más cálidos; allí donde veía una pizca de naranja en medio de la negrura. No tenía seguridad que fuera el camino correcto, pero es lo que me indicaba el instinto y las frases de la sabiduría popular. El calor del hogar, el fuego de la vida, la primavera luego del frío invierno…. Aquello es a lo que me atenía para seguir viviendo. Mis piernas eran dos sacos de carne inútil, apenas podía utilizar mis brazos para impulsar mi cuerpo hacia una dirección. Hacia el calor del hogar y hacia el fuego de la vida. El fuego purifica. ¿No es esa la ley de los brujos? El fuego quema y purifica.
¡Joder que sí!
Sentía que el fuego purificador había entrado en mi cuerpo, pero en lugar de sanar mis heridas, me quemaba por dentro. Ardía, era un incendio y su foco se encontraba en la herida que Lagartija me había causado: ahora, una brecha sangrante con piel en estado de necrosis en su alrededor.
Noté un par de manos posándose en mi espalda y escuché una voz que no pude entender. Las manos acercaron algo a la herida, deteniendo la hemorragia con una masa fría, pero no el dolor. Éste seguía ahí y le acompañaba una nueva aliada, una sensación de escozor en la espalda. Quizás esa masa fría fuera sal o tal vez alcohol destilado. Lo primero denotaba a un enemigo, tal vez Lagartija que había regresado a postergar mi sufrimiento, y lo segundo un amigo.
Yo no tenía amigos, pero el dolor me pecar de optimista.
Llevé la mano derecha a mi bolsilla de la pernera. Mis dedos se movían entorno al bolsillo como las patas de una rata rascando, hurgando entre un cadáver en busca de las partes más sabrosas.
Hice intención de hablar. Tan solo fui capaz de mover la parte superior de mi mandíbula, la lengua y las cuerdas vocales quedaron estáticas. Mi acompañante escuchó una retahíla de gruñidos que asemejaban a los de un lobo moribundo.
Lo encontré. Encontré lo que había estado buscando en el bolsillo del pantalón, reconocí su forma redondeada: un bollo curativo. Cerré la mano, parecía la garra de un ave, y fui a coger el panecillo. Emití otra tanda de gruñidos cuando el bollo escapó de mis manos y calló al suelo, en la nieve.
Y los trolls estaban cercan. Los podía oír. También escuchaba al gigante pastor de caribúes dando órdenes y golpeando con su vara el suelo.
Gerrit Nephgerd
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Re: Trolls en la nieve [Libre]
La cueva parecía congelarse más y más con cada segundo que pasabamos allí dentro, comenzaba a sentir frío principalmente en mi entrepierna por tener las telas mojadas y no se me ocurría muchas ideas para escapar de esta situación, quería creer que no era una inútil cuando no disponía de mi magia molecular pero era tanto lo que usaba que casi dependía de ella para no entrar en pánico y ceder a la presión.
Esta era una ruda lección que tenía que aprender, me había acostumbrado a poder ver cómo los mortales comunes a través de mi magia, dependía una vez más de un sentido, una simulación de sentido, puro y exclusivo, cuando bien sabía yo, la oscuridad eterna era mi castigo por existir como tal.
Moriría de una forma patética por mis aberrantes trucos que varían las consignas de mi destino, moriría en una tumba de mi elemento, Qué ironía.
Comencé a desesperarme, activaba y desactivaba la telequinesis sin poder manejar la ansiedad de ver la oscuridad absoluta un brillo cegador tan fuerte y tan concentrado como la humedad que nos rodea, en un entorno de agua, excitando Cada neurona en el cerebro. Jugada Apagar y prender la luz y, en ninguno de los dos casos podría percibir absolutamente nada. Caí rendida el piso bastante mareada y estaba al borde de quebrar a llorar.
Asolada en mis pensamientos, no me percaté de lo que me rodeaba y lo que acontecía. Lejos de perder la cordura por las esperanzas, El mago que me acompañaba había empezado a lanzar pequeños llamaradas de luz por donde habíamos caído logró conectar con Rebeca quién entonces descendió para darnos una mano.
Ambos sostuvieron una conversación de la cual yo no fui partícipe, y luego de analizar la cueva y la situación cambia su forma dragón para alzar vuelo hacia la parte superior. El Mago sería la antorcha luminaria el camino, Y en cuestión de segundos tenían todo resuelto.
- niña! Niña! Me oyes niña!?! - me gritaba El mago en lo que cubría mis oídos por la histeria - Mérida! - entonces reaccioné. - vamos sube, que nos llevan hasta arriba. No entendía nada no sabía dónde tenía que subir no había entendido todo lo que allí pasaba, pero no me quedaba otra que confiar. Mi presencia estaba resultando un estorbo, no sólo para él sino para todos. Era consciente, a veces por mi terquedad No me digas la imprudencia de mis actos inmadurez para las batallas o aventuras.
Subimos en un vuelo corto dónde al descender nos encontramos con el reptil que llegaba la carrera. Algo no estaba bien con él, lo acompaña un ligero olor a sangre que antes no tenía. Podría estar mal acostumbrada a utilizar mi magia, Pero eso no me eximía del uso avanzado de mis otros sentidos.
- no tenemos como seguir por este camino, será cuestión de resguardarnos y esperar a ver cómo se resuelve la pelea en el exterior. - dijo Herr algo desanimado a Rebeca.
- no poshhemossss volvershhh, ess muy peligrossso. - reafirmó el lagartijo ande las palabras del mago casi al borde de interrumpirlo, el palpitar de su corazón se escuchaba cada vez más fuerte y más rápido, estaba nervioso y se le notaba, pero a la razón podría adjudicarsele el miedo. Ami sus nervios no me dejaban tranquila, el olor a sangre fresco que despedía no era tranquilizante, no se movía ni quejaba como una persona herida, pero ya tenía suficiente de estar retrasando al grupo.
- porque se tardan tanto los demás - pasaron Cuántos minutos y la dragona comenzaba a perder la paciencia. - Volveré afuera a ver qué ocurre. - estábamos tan adentro de la montaña quienes escuchaban los ruidos del exterior, no había más sonido que nuestra respiración y el tiritar de los hielos.
- Déjame volver contigo- dije de inmediato, me ponía nerviosa considerar quedarme allí con el reptil.
Esta era una ruda lección que tenía que aprender, me había acostumbrado a poder ver cómo los mortales comunes a través de mi magia, dependía una vez más de un sentido, una simulación de sentido, puro y exclusivo, cuando bien sabía yo, la oscuridad eterna era mi castigo por existir como tal.
Moriría de una forma patética por mis aberrantes trucos que varían las consignas de mi destino, moriría en una tumba de mi elemento, Qué ironía.
Comencé a desesperarme, activaba y desactivaba la telequinesis sin poder manejar la ansiedad de ver la oscuridad absoluta un brillo cegador tan fuerte y tan concentrado como la humedad que nos rodea, en un entorno de agua, excitando Cada neurona en el cerebro. Jugada Apagar y prender la luz y, en ninguno de los dos casos podría percibir absolutamente nada. Caí rendida el piso bastante mareada y estaba al borde de quebrar a llorar.
Asolada en mis pensamientos, no me percaté de lo que me rodeaba y lo que acontecía. Lejos de perder la cordura por las esperanzas, El mago que me acompañaba había empezado a lanzar pequeños llamaradas de luz por donde habíamos caído logró conectar con Rebeca quién entonces descendió para darnos una mano.
Ambos sostuvieron una conversación de la cual yo no fui partícipe, y luego de analizar la cueva y la situación cambia su forma dragón para alzar vuelo hacia la parte superior. El Mago sería la antorcha luminaria el camino, Y en cuestión de segundos tenían todo resuelto.
- niña! Niña! Me oyes niña!?! - me gritaba El mago en lo que cubría mis oídos por la histeria - Mérida! - entonces reaccioné. - vamos sube, que nos llevan hasta arriba. No entendía nada no sabía dónde tenía que subir no había entendido todo lo que allí pasaba, pero no me quedaba otra que confiar. Mi presencia estaba resultando un estorbo, no sólo para él sino para todos. Era consciente, a veces por mi terquedad No me digas la imprudencia de mis actos inmadurez para las batallas o aventuras.
Subimos en un vuelo corto dónde al descender nos encontramos con el reptil que llegaba la carrera. Algo no estaba bien con él, lo acompaña un ligero olor a sangre que antes no tenía. Podría estar mal acostumbrada a utilizar mi magia, Pero eso no me eximía del uso avanzado de mis otros sentidos.
- no tenemos como seguir por este camino, será cuestión de resguardarnos y esperar a ver cómo se resuelve la pelea en el exterior. - dijo Herr algo desanimado a Rebeca.
- no poshhemossss volvershhh, ess muy peligrossso. - reafirmó el lagartijo ande las palabras del mago casi al borde de interrumpirlo, el palpitar de su corazón se escuchaba cada vez más fuerte y más rápido, estaba nervioso y se le notaba, pero a la razón podría adjudicarsele el miedo. Ami sus nervios no me dejaban tranquila, el olor a sangre fresco que despedía no era tranquilizante, no se movía ni quejaba como una persona herida, pero ya tenía suficiente de estar retrasando al grupo.
- porque se tardan tanto los demás - pasaron Cuántos minutos y la dragona comenzaba a perder la paciencia. - Volveré afuera a ver qué ocurre. - estábamos tan adentro de la montaña quienes escuchaban los ruidos del exterior, no había más sonido que nuestra respiración y el tiritar de los hielos.
- Déjame volver contigo- dije de inmediato, me ponía nerviosa considerar quedarme allí con el reptil.
Merida DunBroch
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