El fin de los héroes [Oblivion] [Privado] [CERRADO]

Valyria no podía quitar los ojos de esa mujer, fascinada por lo que notaba, aunque sus sentidos más mundanos pintaran una imagen más… común, casi agotada, de la mujer. Abrir un portal de esa manera, dos, técnicamente, a otros planos, con suma facilidad, cada gesto crepitando poder apenas contenido. Ella debería haber podido hacerlo, no con tanta facilidad, pero debería haber podido encontrar la forma, en vez de quedarse como un pez fuera del agua en cuando su conexión fue cercenada.

Podría. Algún día.

Pero mientras tanto, tenía que tomar una decisión. Tal como lo había planteado esa mujer, si se quedaba allí toda su vida, el portal permanecería abierto. Lo que era una opción interesante… pero aun si ignoraba las posibles, casi seguras, consecuencias de la ponzoña de esa dimensión en su cuerpo, cabrear a la que posiblemente era una diosa, o lo más cercano sin ir a visitar una corte Fae, con un tecnicismo así seguramente no era muy buena idea. Pero no iría inmediatamente. Reviso su mochila. Tenía un poco de caza, más raciones de emergencia, y agua. Podía aguantar un día o dos sin problemas, más si se racionaba seriamente.

Y realmente estaba preocupada por el precio a pagar, pero por sus palabras, parecía ser fijo, puede que hasta el mismo para todos… por lo que intentaría que al menos valiera la pena. Y no era la única, el perro y el gato se habían quedado también, incluso habían empezado a mover piedras aquí y allá. No era un mal comienzo.

La elfa se dejó llevar, distraídamente, pensando en que podría haber cambiado, o hecho mejor. Finalmente, paro en un lugar en concreto de las ruinas de la torre, que no tenía nada en especial por lo que ella sabía, y chutó un pedrusco fuera. La piedra salió volando, rebotando en otra parte con un sonoro clonk.

Las piedras no hacían clonk, así que por supuesto, el sonido había picado su curiosidad. Resultó ser un barrote, parte de una puerta, cuya esquina sobresalía un poco de un montón de piedras, tan abollado que no estaba segura de sí estaba ante hierro frío o algo forjado de verdad. Saco algunos cascotes aquí y allá, intentando desenterrar la zona. Puede que fuera la tesorería, llena de tesoros, aunque cuando más sacaba, más se parecía más y más a una celda. Los jinetes no se habían llevado a nadie del árbol con ellos, ¿cierto?

Y allí, entre los escombros, cubierto de polvo pero intacto debido a su naturaleza blandita, había un peluche. -Hey, que haces aquí pequeño…- le quitó un poco de polvo con el dorso de la mano y las emociones la golpearon como un puñetazo en el estómago. Tristeza, soledad, desesperación, un manto de puro fracaso. Se encontró abrazando al pobre peluche al borde del llanto, al peluche y a lo que lo habitaba. -Se acabó. No volverán a hacerle daño a nadie.- notó un pequeño pulso, una débil emoción transmitida, un recuerdo de un chiquillo de cara pecosa y pelo alborotado cruzó su mente. -No lo sé. No creo que hubiera nadie más cuando llegamos. No creo que haya nadie ahora tampoco.- la brizna de alegría que había transmitido se apagó, y aún más tristeza cubrió al muñeco. Le sacó un poco de polvo. Debía haberlo querido un montón, para formar una conexión tan fuerte. Un pequeño custodio, con más talento que ella, aparentemente, viendo que ella ni siquiera sabría por dónde empezar.

¿Pero no era ese un indicativo de que ese mundo se recuperaría? Se sentó sobre las piedras, peluche contra sus pechos, mirando al cielo. Los espíritus estaban allí, no debilitados, ni moribundos, solo... apagados. Si ese miasma procedía de los jinetes como pensaba, ese mundo florecería otra vez, poco a poco. -Soy Valyria. ¿Y tú?- Dijo en alto, y el peluche respondió primero, antes de que el perro o el gato hablaran. Era un nombre tan… pero debía ser el nombre dado por el niño, y podía notar la mota de orgullo que desprendía al decirlo. No iba a cambiarlo. Ni a reírse. -Bien, Banbaro, ¿Qué quieres hacer? Puedes quedarte aquí, o venir conmigo.- un pulso rápido, una pregunta. -Muchas cosas, algunas divertidas, otras no tanto…- ¿pero después de esto? No estaba tan segura. Meteoritos extradimensionales, portales a otros planos, muñecos poseídos por un espíritu protector y una sensación de victoria que le sabía a ceniza… Era como un pájaro encerrado toda su vida en una jaula, de repente liberado en el basto cielo. Las posibilidades estaban allí, mezcladas con su fracaso, como diciendo "si solo te hubieras esforzado un poco más", solo tenía que alargar la mano y agarrarlas. -Y asegurarme de que esto no ocurra nunca más…- La emoción que Banbaro desprendió fue tan fuerte que tuvo que mirarlo para asegurarse de que no había estallado en llamas. Pura, autentica determinación, brillando con un cálido e intenso dorado a través de su conexión, barriendo las emociones negativas que había sentido. Aún estaban allí, pero… enfocadas, como una remembranza. Un estandarte.

Esperaba… no, no iba a decepcionarlo.

Habían pasado…¿Cuándo? ¿cinco minutos? Y ya había encontrado un adorable tesoro. No podía ni imaginarse lo que iba a encontrar si buscaba en serio. Pero luego, el perro la llamó y parecía de mala educación ignorarlo, así que uso unas cuantas tiras de cuero para hacerle un arnés a Banbaro y que pudiera ver. Debía haber estado muy aburrido en esa celda.

La elfa se arrodilló ante el moral, acariciándolo con la mano para retirar el polvo. Era… bonito. Autentico arte, y las inscripciones hasta rimaban. Claramente habla de algo llameante.- dijo en su tono más neutro, señalando las llamas rojas dibujadas. -Aunque el nombre se ha borrado, dedica tres versos a su nombre y títulos.- que se leían, francamente, muy mal, pero podía ver como algunos se repetían a lo largo de la inscripción, o al menos se parecía suficiente al borrón. -La llama eterna. Devorador de planos, bla bla bla. Cuenta la historia de la interacción de alguien con esta… criatura. De cómo sus llamas lo consumían todo, carne, mente y alma, hasta la propia magia que lo anclaba y estabilizaba. Pero aparentemente el autor sobrevivió sin problemas. Se llena la boca contando como era una fuerza de destrucción imparable e indiscriminada, pero aquí esta, escribiendo en primera persona, y también dice que parecía ser más inteligente que sus congéneres y tenía curiosidad por él y lo que lo rodeaba.- chasqueó la lengua. Aparentemente, habían intentado pararlo, les había hundido en la miseria y habían decidido simplemente… evitarlo, cosa que hizo que se esfumara. Mejor no contar eso de como creían las almas de elfo eran la fuente de magia superior y sin ellas la aberración se autoconsumió. Por si acaso. ¿por dónde iba? Cierto, criaturas similares.

-No… congéneres implicaría que tiene… criaturas similares, lo compara con lo más cercano que es capaz de invocar, pero lo único que comparte son las llamas. Ni forma, ni carácter, ni siquiera método de invocación. Y advierte sobre su invocación, que aparentemente es… ¿simple? Es decir, hace mucho énfasis en identificar y supervisar custodios y mantenerlos en un entorno estable para no correr el riesgo de atraer su atención, después de un caso particularmente feo en el que… poseyó a una mujer y manejo su cuerpo durante días, hasta que las llamas consumieron su recipiente. Eso suena particularmente mal. Teoriza sobre si es un avatar de venganza en vez de fuego porque aparentemente se cargó a gente muy específica bla bla bla… El resto es más nuevo. Aparentemente desapareció. Quisieron invocarlo y no pudieron. Por los jinetes sin duda, pero ya no estaba, o los ignoraba, puede que ya no tuviera curiosidad por este plano, o tuviera mejores cosas que hacer. En cualquier caso, intentaron imitar lo que habían visto, todo eso de las llamas chulas…- ¿ese dibujo era lo que creía que era?

Era claramente un sacrificio. Un tipo con un puñal clavado, sangre esparciéndose en un charco, aunque hubiera perdido el color rojo intenso. Al principio pensó que no había cadenas ni grilletes porque los elfos eran demasiado orgullosos como para poner cosas como “esclavos” o “victimas involuntarias”, pero el texto describía algo muy, muy diferente. Usaba su propio cuerpo como vehículo para sus invocaciones, para ganar su poder. Eso que hacía unos párrafos consideraban EL ejemplo sobre porque tenían que tener cuidado. Pero allí se acababa el mural. Necesitaba el resto. No había instrucciones, ni siquiera sabía si funcionaba, y desde luego no iba a probarlo a la brava.

Podía… podía preguntar en casa, pero todos los custodios que conocía se centraban más en las plantas y el bosque que en criaturas sobrenaturales. Que te invadieran un atajo de saqueadores mágicamente glorificados hacia milagros para despertar tu interés en magia dimensional aparentemente. Así que si quería respuestas, tendría que intentar encontrar el resto.

Una vez el texto estuvo traducido, el perro pareció perder el interés por el mural, volviendo a garabatear en el suelo. Ya le iba bien, así no lo tenía respirándole en el cuello mientras rebuscaba piedras.

Que, la verdad, no estaba resultando demasiado bien. Había encontrado fragmentos aquí y allá, pero ninguno era precisamente una guía paso a paso, más bien una lista de fallos. Que era de agradecer, la verdad, sin duda se ahorraría tiempo si decidía investigarlo por su cuenta, pero no era lo que buscaba exactamente. Y no tardo en haber reconstruido el mural de manera razonable. Faltaban cosas aquí y allá pero eran pequeñas partes, no grandes pedazos que pudieran haber ocultado sus instrucciones. Tenía que asumir que seguramente nunca habían sacado nada en concreto. No algo seguro y estable al menos. Pero tenía una larga lista de malas ideas, por lo que sabía que errores no cometer. ¿Podía probarlo en tatuajes? Seguro que bastaba para retener a algo de razonable poder si usaba tinta específica, aunque tendría que considerarlo con un arcanista. Un plan a futuro.

Podía tardar años a encontrar el método y criaturas con los que considerara razonable intentarlo, y necesitaba algo ahora, por lo que aparcaría esa idea mientras pensaba en otras. Levantó la vista de su trabajo a tiempo de ver las chispas de fuego azul empezar a desvanecerse. Raro, pero tampoco tanto, iba a necesitar algo más que fuego de colorines para ser impresionada.

Y entonces vino el toro, cargando directamente contra el perro y… estallando en llamas azules. Por si se había perdido las llamas normales que desprendía antes, y las azules que desprendía ahora, el perro le aviso de que era esa criatura.

Nunca había visto a uno de cerca, y menos uno azul, pero había oído historias. Bestia de fuego, peligrosa, no iba a acercarse, e iba a mantenerse alejada de todo movimiento que pareciese acabar con algún tipo de fuego siendo arrojado. Saco lentamente el arco, para no asustar al animal, mirando fijamente esa sobra etérea que pasaba por su cuerpo, ahora cubierto de llamas azules danzando a través de él.

Y le disparo una flecha en el costado, que pareció clavarse sin problemas. Y hacerle daño, a juzgar por el rugido. Bien, podía apañárselas, si podía hacerle daño, podía matarlo. Y hablando de cosas que morían, se tiró a un lado, evitando la embestida del Zezengorri con amplio margen para evitar esas llamas azules. Prefería no saber cómo de calientes estaban o si ocurriría algo especialmente malo si dejaba que le prendieran fuego.

Siempre se había considerado una chica lista. Tenía un plan para acabar con ese toro mágico al fin y al cabo, incluso había tomado en consideración si el gato y el perro ayudarían o no, y le había tomado… ¿Cuándo? ¿Treinta segundos pensarlo?

Pero no necesito pensarlo ni un momento en ese caso. Había sobrevivido a la pequeña pero no por ello menos intensa guerra de Sandorai. Y cuando el cielo empezaba a cambiar de color a intensificarse o en realidad cualquier cosa que no fuera a explicarse por una nube surcando vagamente el cielo, salías por patas y reevaluabas la situación. Retirada táctica se decía.

Así que cuando se encontró allí, tumbada en el suelo, viendo el cielo oscurecerse, siguió rodando lo más lejos posible del Zezengorri, para considerar unos segundos más tarde que no era lo suficientemente rápido y levantarse para echar una carrera propiamente dicha al mismo tiempo que las primeras estrellas empezaron a caer.

Los arboles parecían ser lo suficientemente seguros, puesto que ningún meteorito cayó sobre ellos, así que esa fue la posición que escogió para observar la escena. Por suerte no duro mucho, y tampoco pareció ser casual. Podía atar cabos entre la localizada lluvia de estrellas y el perro con la espada clavada en el suelo y un brazo progresivamente más achicharrado. Así que unos segundos después de que la última estrella hubiese caído, tras comprobar que el toro no sería un problema nunca más, agarró uno de los cascotes que habían salido desprendidos por el pequeño espectáculo y se lo tiró a la cabeza.

-¿Pero se puede saber que has hecho? ¡Podrías haberme matado! ¡Y mira las ruinas, aún más ruinosas!- es decir, no esperaba realmente encontrar nada más, pero aún existía la posibilidad. O había existido al menos, hasta que había sido volatilizada. ¿Y qué haría ahora? Se había quedado para explorar las ruinas, y eso ya no sería una posibilidad. Tenía que pensar… ¿Podía intentar sacar algo más de un mundo desolado? Minerales, puede, pero no sabía lo suficiente como para distinguirlos, y mucho menos tenia las herramientas para adquirirlos.

Y esperar que uno de esos lobos fuera mágicamente encontrado Y que casualmente se llevaran bien era una imposibilidad. Al igual que, seguramente, intentar domar cualquier cosa que pudiese encontrar. Pero los lobos la llevaron por una tangente de pensamiento interesante. Allí había vida, aunque estuviera sufriendo, y había espíritus. Y ella buscaba, a grandes rasgos, algo que la acompañara allí donde fuera sin perder la conexión... Su mano acaricio la corteza del árbol distraídamente. Seguramente… podía arreglárselas con eso. No aquí, sin ayuda, pero si… cuando volviera a casa.

-Tu purdunuru ya qu ayudustu cun lus Junutus.- murmuró la elfa, aun cabreada. Tomó aire, intentando centrarse en su nuevo plan infalible. Arrancó una ramita del pobre árbol, girándola entre sus dedos. No estaba muy segura de que necesitaba, así que recogería un poco de todo. Ramas y pedruscos no eran un problema, aunque dudaba que allí fuera a encontrar fruta. Es decir, algo comerían los jinetes y lo que fuese que vivía allí, pero dudaba que fuera a encontrarla así como así. Se agenciaría un poco de agua, y puede que alguna cosa interesante que encontrara, y saldría por el portal de una vez. Que mejor que la posibilidad de un nuevo compañero para suprimir ese miedo irracional hacia el misterioso precio a pagar. Era como un soborno hacia ella misma.

Agua, estaba buscando agua, mejor no distraerse. Y como no conocía la zona y tampoco le hacía mucha ilusión empezar a explorar al tun tun tras el incidente con el toro. Así que la solución era obvia. Ahora que el miasma se había ido, o puede que por el portal abierto de manera sostenida, podía pedir ayuda. Cerró los ojos y se concentró, moldeando luz en una forma útil para sus propósitos, los espíritus naturalmente interesados en las nuevas formas, como un pez viviendo toda la vida en oscuridad, viendo una luz por primera vez. Cuando abrió los ojos, en sus brazos había posados varios pájaros, la mayoría parecían cuervos o alguna especie similar pero… diferentes. En vez del cálido tono dorado de sus gatos, esos cuervos eran grisáceos, como si estuvieran hechos de plata, que parecía sublimarse lentamente, dejando hilos de humo.

Oblivion era… diferente, y sería razonable que sus espíritus también lo fueran. Parecían comportarse de manera normal, puede que incluso mejor, deseosos de hacer algo. -Estoy buscando algo especial en este plano.- Les dijo. Los cuervos se miraron unos a otros, emprendieron el vuelo, dieron unas vueltas y se volvieron a posar en ella, esta vez cubriendo también hombros, hasta hubo uno que se posó en su cabeza, despeinándola un poco con su pico.

Vale, ella no pertenecía a ese plano, por lo que seguramente se podía considerar especial por su mera existencia. Y viendo la facilidad con la que habían venido, el ansia, los custodios también. Doble especial. -No, me refiero, algo que haya aquí, naturalmente en este plano, que sea inusual. Y alguna fuente de agua también, por favor.- Esta vez el intercambio de miradas duro un poco más, y cuando volvieron a emprender el vuelo, no se posaron en ella, sino que empezaron a volar en círculos, como buitres, alejándose un poco más a cada vuelta, hasta que finalmente parecieron decidirse y todos volaron hacia uno de los cráteres que la pequeña lluvia de estrellas había dejado.

Iba a reñirles otra vez, pero primero tenía que asegurarse de que efectivamente no era un meteorito, por lo que se acercó a la zona… Y parecía una zona normal y corriente, ennegrecida por el fuego estelar. Salvo… que había una grieta en el cráter, y al pincharla un poco con la punta del arco, esta cedió y unos pocos pedacitos cayeron al abismo.

Bueno, tampoco tanto, oía las piedras chocar contra el suelo, pero no se veía nada. Los cuervos estaban expectantes, con unos ojitos que chisporreaban satisfacción. -Muy bien chicos.- y les dio unas palmaditas en la cabeza a cada uno, provocando que prácticamente se pegaran contra su mano de pura satisfacción.

Spoiler:

Con la cuerda bien sujeta a un árbol y un par de tirones para comprobar que no se rompería, era seguro bajar. Abrió un poco más al agujero y se dejó caer sujetando la cuerda, los cuervos grisáceos posados en su cuerpo, la única iluminación del lugar.

Sus pies tocaron el cielo, tras unos metros de caída, un suelo…normal, de piedra, algo húmedo, pero ninguna bestia sanguinaria la ataco de repente, ni siquiera una nube de mosquitos oblivionados. Solo… un suelo liso, como el de muchas cuevas. -Bien, ¿que queríais enseñarme pequeños?- y todos emprendieron el vuelo con un aleteo, iluminando brevemente las paredes hasta posarse al borde de un pequeño lago, alguno hasta mojo el pico, creando ondas en el agua que reflejaban extrañamente la luz.

-¿Creéis que es bebible?- les preguntó, pero no respondieron, mirándose unos a otros. Había algo en el fondo del lago, que brillaba de manera muy muy tenue. -Es decir, algo bebería la gente de aquí.- Acercó un poco la cabeza, olisqueando el agua. Olía normal, a agua. El siguiente paso era meter la mano, la punta de un dedo primero, por si acaso, luego la mano, sacando un poco. En la tenue luz de sus pájaros, lucia... normal.

Realmente quería darle un sorbo, pero si estaba contaminada, era arriesgado, pero por otro lado, seguro que los arboles cercanos bebían de esa fuente, y lucían… bastante en pie para los estándares de ese plano. Y realmente quería ver qué era eso en el fondo del lago. Si viera peces, habría estado más tranquila al respecto, significaría que era segura.

Había estado acariciando la cabeza de uno de los pájaros distraídamente, y una cola se había formado sin que se diera cuenta. Cambio el objetivo de sus afectos con una sonrisa y siguió pensando. -No podríais bajar allí abajo y conseguir la piedra o lo que sea ¿cierto?- Los pájaros la miraron a ella, luego al agua y otra vez a ella, como cuestionando su juicio. No lucían como patos o peces, cierto, seguramente no nadaban muy bien. -No importa.- recolectó un poco del agua, y sin ningún objetivo inmediatamente cerca… ¿Qué podía hacer? Pensó unos minutos, lo único rompiendo el silencio siendo alguna que otra gota cayendo desde arriba, y uno de los cuervos que estaba golpeando el suelo con una roca, intentando… a saber, hacer música seguramente. Aún tenía tiempo, por si se le ocurría algo más, y toda esa aventura había sido agotadora.

Así que se quitó las botas y puso los pies en el agua, agitándolos tranquilamente, descansando un poco. Los cuervos rodearon sus botas, tirando de las hebillas, uno metiendo la cabeza dentro y dejándose caer al suelo inmediatamente. -HEY.- protestó, mientras el cuervo se tapaba la cabeza con un ala, fingiendo estar muerto. Se tumbó en el suelo, refunfuñando, e inmediatamente estuvo rodeada de cuervos, acurrucándose contra ella, cerrando los ojos.

Bueno… podía quedarse un rato allí, para no molestarlos.

Había algo relajante en estar acurrucada contra unos espíritus, una capa protectora de seguridad, como si su hermana la estuviera abrazando, excepto que eran varias y sus plumas le hacían cosquillas si se movían… Bueno, puede que no sonara nada similar, pero lo importante era la sensación de seguridad que transmitía, y tomarse una relajada siesta en una tranquila y preciosa cueva después de lo pasado estaba…bien.

Por eso se molestó especialmente cuando su siesta fue interrumpida por los cuervos moviéndose al unísono. No porque lo hubieran hecho, no, solo estaban preocupados, haciendo su trabajo. No, era lo que los había hecho reaccionar lo que atrajo su ira. Esa sinuosa cosa que había estado reptando desde algún lugar escondido del lago hacia ella. Que la sintiera, a pesar de no verla ni oírla ya indicaba algo de su naturaleza. Que supiera que no era nada bueno, ni siquiera adorable, aún más. O a lo mejor la tensión de sus adorables cuervos la estaba condicionando. Puede que hubiera un largo feudo entre cuervos y pulpos Oblivionados en el reino espiritual.

O no.

-Yo llamo vuestro nombre con el rugido del trueno
La memoria de una gloria ancestral, un reino pleno
Con Dientes y Garras, alzaros.
El suelo retumba, esperándoos
El viento aúlla, trayendo el hedor del hierro
La tierra, sedienta, probara pronto las lluvias de Otoño.-

El ensalmo había salido tan natural de sus labios, tan… espontáneo, que la preocupaba. No era una cuestión de poder, no había una diferencia apreciable entre esos y sus adorables y habituales gatitos, ni en el suyo propio seguramente.

Era la intención, teorizó, mientras los sinuosos cuerpos de los espíritus de Otoño se manifestaban en el agua, afilados dientes mordiendo y desgarrando el ser que se había acercado a atacarla. Habían acudido sin percances, sin siquiera un precio, porque sus intenciones se alineaban, porque la ofrenda estaba delante, lista para ser tomada. ¿Qué decía de ella que los espíritus con los que conectaba más fácilmente fueran aquellos deseaban muerte y destrucción?

Sacó los pies del agua, antes de que se mancharan de sangre. Había puesto perdido ese bonito lago, y eso le partía el corazón, pero mejor ensuciarlo un poco a que esa cosa se comiera a… alguien… ¿seguía habiendo gente? No podían haberse cargado a las únicas personas que había en todo el plano, ¿cierto?

No podía negar que tenía su atractivo. No el planicidio, sino quedarse un tiempo en un plano solo para ella, practicando tranquilamente… Pero estaba el problema de la comida. No estaba segura de poder mantenerse allí cazando o recolectando plantas. Principalmente porque la única forma de saber si lo que fuera que encontrara era seguro era comiéndolo…y entonces ya era un poco tarde para saber si ese plano era toxico. Así que era una bonita idea, pero tenía que volver a su crisis existencial con todo eso de los espíritus de destrucción como una adulta.

O no.

-¿Y bien? ¿Cuál es el plan? ¿Turismo?- dijo, tras escalar de vuelta la cuerda y tumbarse en el suelo para descansar un poco los brazos. El perro estaba marcando algo en la roca con la espada, seguramente alguna obscenidad, pero ya iría a mirarlo luego, era de mala educación estar vigilando atentamente como alguien escribía guarradas para toda la eternidad.

Se iban. Ya se habían aburrido, a pesar de que a duras penas habían explorado nada. Había tantos sitios que ver, tantas cosas que admirar, puede que hasta consiguiera atrapar una ardilla oblivionada. –La victoria son los amigos que hicimos por el camino.- intentó, no muy convencida. Se iban de verdad al parecer, se estaban preparando.

Y quedarse sola en un plano desconocido… no le daba miedo, pero desde luego era un poco intimidante. No iba a pasar nada, seguro, pero… era cierto que dormir suponía un problema.

-Lo sé, no tardare mucho.- dijo, agitando la mano en despedida. Estaba alargando el momento, preocupada por el precio a pagar para volver, pero no podía quedarse indefinidamente. O más bien no quería. Dedicó una mirada hacia atrás, viendo los últimos vestigios de ese par desapareciendo por el portal. Se dio unas palmaditas en la cara, centrándose. Estaba allí por un motivo, lo cumpliría y se iría.

Ahora que no corría el riesgo de volar por los aires por culpa de algún meteorito, podía hacer su recolección tranquilamente Ramas, semillas, incluso alguna piedra bonita, no estaba muy segura de que necesitaba exactamente para mantener un concepto claro del plano en el otro lado, pero estaba bastante satisfecha con el resultado tras una hora.

Lo que implicaba, que había acabado allí y podía volver.

De repente, no estaba tan convencida. –No.- dió un pisotón en el suelo, reafirmando su determinación. Aspiró el aire de ese plano, cerrando los ojos en la última oportunidad de…algo, alcanzar la iluminación o algún poder secreto. O, más posiblemente, en un intento de recordar esa sensación en un futuro, en caso de que fuera a necesitarlo.

Todo listo, no tenía sentido entretenerse. Un mundo la esperaba y tenía tantísimas cosas que hacer, puede que mejorara la armadura, o se agenciara un nuevo arco…o algún truco sucio… los dioses sabían que iba a necesitar un montón de esos.

Eso no le impidió meter primero una ramita en el portal, por si acaso, y luego su mano menos favorita, pero lucía seguro, así que se metió de un salto, en caso de que se cerrara a medias. No era un hasta nunca, más bien un hasta luego.